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Claudio Zuchovicki: La experiencia vale
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Claudio Zuchovicki
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LA EXPERIENCIA VALE
Amigos lectores, ¿hasta qué punto uno tiene que insistir con una posición tomada? ¿Por qué, siempre -cuando finalmente logramos tomar una decisiónnos cuesta tanto aceptar un error o dar marcha atrás?
Hacemos una inversión, sale bien y enseguida tomamos la ganancia; sale mal, y esperamos y esperamos. No sé qué, pero esperamos. Bajo el lema de que la esperanza es lo último que se pierde, tenemos el mandato de insistir e insistir. Desde mi punto de vista, ¿saben por qué? Porque confundimos esperanza con experiencia. La esperanza es un deseo de que las cosas pasen, aunque nuestra experiencia nos diga que eso “no va a pasar”.
La economía es una ciencia social y nos esforzamos en tratar de predecir lo que va a suceder cuando por lo general no tenemos la menor idea de cómo la sociedad va a reaccionar ante ciertos estímulos, ni siquiera cómo vamos a reaccionar nosotros mismos.
Adoro la frase “persevera y triunfarás”, pero la verdad es que hay millones de ejemplos donde lo más lógico (económicamente hablando) es admitir que se ha perdido y a otra cosa.
Cuando uno llama por teléfono a un prestador de servicios y responde un contestador automático: “Nuestros asistentes están todos ocupados, aguarde unos instantes y será atendido” y pasaron 10 minutos o más y nos preguntamos: ¿corto? ¿o ya invertí tanto tiempo esperando que me quedo aferrado al teléfono? O cuando se espera un subte y no viene ¿cuál es el límite de espera? Lo mismo pasa cuando uno invierte en una acción, en un bono, en un proyecto o en un negocio ¿Cuál es el límite de la lucha, la perseverancia o la terquedad u obsesión?
Vamos adquiriendo experiencia, vamos creciendo, vamos entendiendo, pero por algún motivo volvemos a cometer los mismos errores, como, por ejemplo; 1 | Ser ingenuos cuando nuestra experiencia nos dice «te está mintiendo». Ya lo escuchaste decir otra cosa a otro.
2| Volver a prestar si nuestra experiencia nos dice «no tiene como devolvértelo». O no tiene la voluntad de hacerlo.
3| Ir a la cancha a alentar a tu equipo, gritando ¡Dale campeón! ¡Dale campeón! cuando nuestra experiencia nos dice: «Hoy nos hacen 3 goles”.
4| Escuchar a un/a demagogo/a decir que lo hace por la gente, cuando la experiencia nos dice que ese demagogo siempre vivó de la gente.
5| Comprar acciones de una empresa solo porque están baratas y la experiencia nos dice: “Te van a empomar… de nuevo”.
6| Expresar: “Creo que la persona cambió, es diferente” cuando nuestra experiencia nos dice: “Nunca nadie deja de ser lo que es”. ¿Saben cuándo nos pasa? Cuando mágicamente la esperanza de que algo suceda, puede más que nuestra experiencia.
Cada mañana, nos levantamos con la esperanza de que lluevan inversiones, de que otro ponga el dinero por nosotros, pero nuestra experiencia nos interroga: “Si solo suben los impuestos al que invierte, si tienen que pagar doble indemnización si fallan, si no les brindamos infraestructura ni reglas del juego estables, si los cargamos de ingresos brutos, si ARBA les duplica el impuesto inmobiliario, y no sé cuántas cosas más, ¿por qué creemos que ahora sí van a venir esas inversiones? Creo que es el momento de respetar más la voz de la experiencia.
ADORO LA FRASE “PERSEVERA Y TRIUNFARÁS”, PERO LA VERDAD ES QUE HAY MILLONES DE EJEMPLOS DONDE LO MÁS LÓGICO (ECONÓMICAMENTE HABLANDO) ES ADMITIR QUE SE HA PERDIDO Y A OTRA COSA.