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Nota de Tapa

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Sumario

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LITERATURA

GENTILEZA DE QIU XINNIAN

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BORGES

y su encanto con China

La relación entre Jorge Luis Borges y China fue y sigue siendo muy intensa, tanto que muchos escritores chinos lo tienen como guía. Aquí, una nota sobre el vínculo entre lo borgiano y lo oriental y dos recuerdos: el de Qiu Xinnian, amigo suyo y ex diplomático en Buenos Aires que hoy vive en Beijing, y de María Kodama, viuda del gran escritor.

En 1994, Chen Dong y Lu Yi fundaban en Guangzhou la librería y centro de difusión cultural “Borges”. Desde su nacimiento, este espacio promovió las novedades del pensamiento occidental; y pronto se convirtió en un lugar de referencia para los lectores de las vanguardias. En el nombre de la librería se aprecia qué significaba la figura de Borges en la China de los 90. Para ese tiempo, sus obras ya se leían con fervor en los círculos literarios y académicos. Y tenían una poderosa influencia entre intelectuales y artistas. En las universidades comenzaron a investigarlo copiosamente: durante esa década, según señala Long Minli, codirectora del Instituto Confucio - Universidad Nacional de La Plata, se triplicó el número de estudios sobre su literatura. Borges era un escritor de escritores; o más, un sabio del porte de Laozi (Lao Tsé), Homero o Bach.

Esta acogida en el mundo intelectual completaba un círculo: Borges no podía resultar extranjero para los lectores chinos, por la fuerte impronta china en el imaginario borgeano y las coincidencias de su escritura con la estética taoísta.

El profesor y antropólogo social uruguayo Enrique Rodríguez Larreta, hoy asentado en Brasil, se dedicó a estudiar las relaciones que Borges tuvo con la cultura china. En su artículo “Borges y la China: cuando la vida imita al arte”, señala que el interés del escritor no se dirigió en especial a la literatura contemporánea, sino que prefirió las obras y los temas clásicos o antiguos.

En el ensayo La muralla y los libros, de 1950, Borges indaga las razones de su asombro frente a dos hechos de la dinastía Qin: la construcción de la muralla y la quema de libros. En el texto se cita a Herbert Allen Giles, diplomático y sinólogo británico. El recurso a esta fuente muestra los medios por los que Borges, que no conocía el mandarín, accedió al mundo chino. Sus fuentes fueron las traducciones de Giles, las de Arthur Waley, Richard Wilhelm y otros estudiosos europeos.

Borges conoció la obra de Zhuangzi en la versión de Giles, de 1889. La sintió cerca-

na, pues consideró que trataba los problemas esenciales, aquellos que habían preocupado también a los antiguos griegos. En 1940 publica en la revista Sur un artículo titulado “Chuangzi”. Cita allí una opinión de Xul Solar, según la cual Zhuangzi fue un “literato que exploró las posibilidades líricas y polémicas del taoísmo”, idea sugerente si se considera que en ese mismo texto Borges declara su preferencia por el pensador taoísta. Reconoce la potencia de su pensamiento mediante un juicio de Oscar Wilde, quien consideró que la traducción de la obra de Zhuangzi al inglés, dos milenios después de su muerte, era “notoriamente prematura”. El sueño de la mariposa “proverbial en la literatura china, cuyos sueños son admirables” es un motivo recurrente en la obra borgeana.

En el ensayo Nueva refutación del tiempo, de 1947, Borges utiliza como argumento el relato de Zhuangzi: “Soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre”. En la refutación del tiempo, este ejemplo representa un caso de quiebre de la relación entre temporalidad cronológica e identidad: “Durante aquel sueño, no era Zhuangzi, era una mariposa”. La imagen subjetiva del soñador se corresponde con la de la mariposa; en esta imagen solamente existen las percepciones y la “certidumbre de ser mariposa”. Este tiempo del sueño no puede vincularse con el tiempo cronológico, sucesivo; no coinciden. Borges argumenta, a partir de esta consideración, que la fijación cronológica de un suceso es externa y ajena al hecho mismo. Las cronologías no son más que construcciones imperfectas del hombre, una ficción.

Ma Yongbo, de la Universidad de Xiamen, ha destacado la importancia de la reticencia en el estilo poético de Borges, señala Rodríguez Larreta. En cuanto a la prosa, por otra parte, Adolfo Bioy Casares señaló que la escritura de Borges, a través de los años, fue haciéndose cada vez más simple: Si en sus primeras ficciones intentaba “asombrar”, en su madurez logró “llegar al lector sin que este lo advirtiera”. En estas fórmulas se reconocen coincidencias con los postulados de la estética taoísta –como el de “decir sin decir” –, esenciales en el arte clásico chino.

En 1941, Borges publicó ocho relatos bajo el título de El jardín de los senderos que se bifurcan. En el cuento que da nombre al libro, los vínculos con la cultura china se constatan en diversos planos: el protagonista, las referencias literarias, la jardinería, la arquitectura del texto.

Un thriller de espías, un ensayo sobre la narración, una teoría del tiempo son algunas de las formas de llamar a ese célebre relato. El cuento comienza con una cita de la Historia de la Guerra Europea, del historiador militar británico Basil Liddell Hart, acerca de una demora, en apariencia poco importante, de la ofensiva franco-británica contra las líneas germanas, en el marco de la dilatada y sangrienta Batalla del Somme, de 1916, en la Primera Guerra Mundial. Luego se presenta la declaración de un espía chino a las órdenes de Alemania que lleva a una reinterpretación de la versión oficial de Liddell Hart.

El doctor Yu Tsun, antes catedrático de inglés en una escuela alemana de Qingdao, debe cumplir –forzado– una misión para Berlín: Debe informar a los oficiales alemanes la ubicación del parque de artillería británico sobre el río Ancre, en Francia. Perseguido por Richard Madden, un irlandés al servicio de la inteligencia británica, decide huir para llevar a cabo su tarea, aunque sabe que pronto será atrapado. Toma un tren al pueblo donde vive el sinólogo Stephen Albert.

Al acercarse a su destino, el ánimo de Yu Tsun cambia junto con la narración. La naturaleza pacífica que lo rodea, la música china que llega del jardín de la casa de Albert lo van introduciendo en su propio mundo cultural. Albert lo saluda en chino. El relato entra entonces en un hiato: la trama de persecución se desenfoca y pasa a primer plano una discusión literaria.

LITERATURA

Yu Tsun sabe que Madden llegará en el próximo tren y que en menos de una hora lo encontrará. Sin embargo, dedica su tiempo a discutir con el filólogo Albert la naturaleza de la obra de su bisabuelo Ts'ui Pên, quien había sido gobernador de Yunnan y se había retirado de la vida política para escribir una novela “que fuera todavía más populosa que el Hong Lou Meng” (Sueño en el pabellón rojo, una de las cuatro novelas clásicas chinas) y para construir un laberinto “en el que se perdieran todos los hombres”. Se pensaba que Ts'ui Pên había fracasado en ambas obras: el laberinto no había sido edificado, y la novela no era, en apariencia, más que un conjunto de “borradores contradictorios”. Estos fracasos pesaban sobre la descendencia de Ts'ui Pên. Albert le proporciona a Yu Tsun la solución.

El sinólogo descubrió que el título de la novela es “El jardín de senderos que se bifurcan” y que la clave de su estructura es el tiempo. Ts'ui Pên construyó efectivamente un jardín con forma de laberinto: es la novela. No se trata de un laberinto espacial sino temporal. En el Jardín de Ts'ui Pên, todas las alternativas que depara cada momento son parte del relato. En cada

Qiu Xinnian

"Borges me pidió que lo acompañara a afeitarse"

Impecable, a la vez modesto y firme, charlando con los mozos me ha estado esperando en el restaurante Qiu Xinnian. Los mozos me extienden la deferencia que le dedican al diplomático venerable. Se ale-

instante, la acción se bifurca y sigue destinos diversos, todos los posibles.

Luego de esta revelación, el relato reenfoca la trama de espionaje. Yu Tsun ve a Madden que se acerca a la casa y decide ejecutar su plan: Mata a Albert. Al día siguiente, la noticia aparece en los periódicos. Su jefe, en Berlín, logra descifrar el mensaje: el parque de artillería británico se encuentra en la comuna de Albert, sobre el río Ancre.

Arturo Echevarría estudió las relaciones del cuento de Borges con la jardinería china. El jardín representa un orden microcósmico, una cifra, que es a la vez una parte del universo. Su diseño parece dirigido a producir una impresión de caos, de laberinto –al menos para la mirada occidental–; pero el jardín chino está sujeto a normas estéticas rigurosas: las tensiones entre luz y sombra, entre yin y yang, entre vacío y lleno configuran un espacio de equilibrio que recrea y es parte de la armonía del universo. La continuidad con el mundo se expresa en lo difuso de los límites del jardín, y la apariencia de inacabado da la impresión de constante cambio y crecimiento.

Los versos caligrafiados en rincones, las alusiones poéticas figuradas en el paigra

de que venga de Argentina. “Amo mucho su país. He dejado amigos muy queridos allí. Siempre he querido volver, incluso para quedarme a vivir”. Me cuenta del doctor Domingo Liotta, que se había entrevistado

con el Premier Chou Enlai cuando en 1973 era ministro de Salud, y me cuenta de la tarde en que conoció a Borges.

“Yo sólo acompañé al consejero cultural, Zhang Zhiya. Había leído algunas de sus obras pero eran muy difíciles de comprender”. En un día del otoño de 1982 llegaron a su casa sin avisar “porque Zhang lo visitaba con asiduidad”. Mientras Borges era entrevistado por unos periodistas, Qiu Xinnian, con el cuerpo quieto, recorrió la sala con los ojos curiosos. “Era muy simple y ambientada al estilo antiguo. Buscó adornos; sólo encontró un juego de mate sobre una chimenea. Se acercó sigilosamente a la biblioteca. “Había muchas obras famosas del mundo. Todos los libros estaban escritos en su idioma original. Y no había libros escritos por él”.

Más tarde se sacarían una foto los tres, en “un sofá bastante maltratado o sea, muy usado. Su casa no se correspondían con su fama internacional”.

Cuando los periodistas se fueron “Bor-

saje y los edificios convierten el jardín en un ámbito en sí mismo literario; si faltan, “los parajes, aunque luzcan flores, rocas, sauces y arroyos, no mostrarán todo su encanto”, dice Jia Zheng en Sueño en el Pabellón rojo (cap. XVI). Por otra parte, en la tradición china, el jardín era el típico espacio de diálogo y creación de poetas, pintores y otros artistas.

En el cuento de Borges, se observan numerosas coincidencias con la estética y la construcción de los jardines chinos, no solo como tema sino como base de la arquitectura del texto. Albert tiene un mundo chino en el corazón de Inglaterra; en el pabellón del jardín, Yu Tsun conversa de literatura con él. Hablan sobre la novela de Ts'ui Pên, una obra que parece inacabada y caótica, pero que esconde la estructura narrativa de un jardín de senderos que se bifurcan en el tiempo. La construcción de la novela es laberíntica; esta afirmación vale tanto para el Jardín de Ts'ui Pên como para Sueño en el pabellón rojo.

Mercedes Giuffré, en el número 12 de Dang Dai, señalaba que la referencia a Sueño... proporciona al lector una clave para vincular los diversos jardines y textos del cuento de Borges. Las referencias se

dan en varios planos, además de la arquitectura compleja, el escenario -el jardín de Albert y el jardín de la Vista Sublime en la novela china-, el nombre del protagonista del cuento, que remite a Jia Yucun, personaje del clásico chino. Las diversas instancias de novela, jardín y laberinto se unen en “El Jardín de senderos que se bifurcan” de Ts'ui Pên, una obra que -según su autor- excede al mencionado clásico de la literatura china.

Las tensiones dinámicas de opuestos que se observan en el diseño de los jardines -y en el arte chino en general- se leen también en el cuento de Borges: Yu Tsun mantiene una relación compleja con Albert, entre amistad y enemistad, por nombrar solo un eje. En la conversación acerca de la novela de Ts'ui Pên, evalúan diversas posibilidades del destino: Yu Tsun y Albert son amigos en unas, enemigos en otras. A simple vista, Albert es la víctima de Yu Tsun, pues morirá antes de que llegue Madden; en la charla literaria, sin embargo, conversan como amigos. Ahora bien, en el cuento se detalla que Albert, antes de dedicarse a la sinología, fue misionero en China, y que ejerció su labor en Tianjin, un sitio donde la penetración del imperialismo europeo

ges me dijo: «Llévame a mi cuarto», y puso su mano sobre mi hombro indicándome donde estaba el dormitorio. No comprendí por qué quería que yo viera su dormitorio, pero luego dijo: «Voy a afeitarme. Así co-

tuvo nefastas consecuencias. Albert fue un agente de la actividad que los misioneros británicos, franceses y alemanes ejercían sobre la población en los Años del Oprobio.

La presencia de misioneros en Tianjin era producto del tratado que se había firmado en esa ciudad en 1858, y que fue ratificado por el emperador en Beijing en 1860, luego del saqueo e incendio del más significativo de los jardines de China, el Yuanmingyuan. Hoy, en las ruinas del parque, una placa con un texto de Victor Hugo representa espanto y extrañeza frente a una saña tan desmedida contra una obra de arte. Cuando se acerca a la casa de Albert, Yu Tsun piensa que “un hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de un país; no de luciérnagas, palabras, jardines…”.

Puede decirse que Yu Tsun ya estaba destinado a morir una vez cumplida su misión. Es un espía muy fácil de reconocer y de ubicar en la Inglaterra de 1916. A pesar de su arriesgada tarea, no tiene ninguna asistencia del gobierno alemán, tampoco dinero. El irlandés Madden se encuentra en una situación en parte similar a Yu Tsun, ambos sirven a potencias que han oprimido a sus países, de manera que existen como

estoy, no soy cortés con los chinos». Parado allí, Qiu lo vio tomar “una pequeña máquina de afeitar”, mientras “me dijo algo gracioso: «No sé si Confucio también se afeitaba a veces ante desconocidos»”. Había “una cama de madera muy común y muy poco espacio libre. Borges se afeitó sentado en la cama. El dormitorio no tenía una butaca para sentarse”.

Treinta y cinco años después, en la contaminada y frenética Beijing, candidata a capital del mundo, Qiu cuenta que “fuimos a visitarlo para hablar sobre sus gastos de viaje. En esa época China estaba muy atrasada económicamente, podría asumir los gastos de estancia, pero el problema eran los gastos del pasaje internacional”. Qiu no entendía para qué quería visitar China, un país tan lejano, un hombre ciego y de 80 años, “pero después de esa visita mi opinión cambio totalmente. Comprendí lo muy significativo que sería su viaje para nuestro país”. Borges contó que “a los 15 años estudiaba en una escuela secundaria en

Suiza y desde entonces había leído obras de Confucio. Nos dijo: «En esa época no sabía por qué me interesaba por China, aunque sabía que era una país antiguo y civilizado, ante él nosotros somos salvajes»”.

Hoy mayor que aquel Borges, Qiu Xiannan, aún enamorado de Argentina, aún Miembro Honorífico del Instituto Sanmartiniano desde que publicó en chino una biografía de San Martín, me ruega que trate de contactar al hijo del doctor Liotta, “vive en Entre Ríos”. Reprimo mis ganas de abrazar a Qiu, y él, que se dejaría abrazar con una sonrisa, cumple hasta el final su compromiso de hablar de aquella tarde. “Nos despedimos y el anciano con sus manos temblorosas apretó las nuestras, no quería que nos fuéramos”.

Gustavo Ng

Dang Dai agradece la gestión periodística brindada para esta nota por Abel Rosales, de la revista China Hoy.

LITERATURA

rrespondencias y solidaridades que unen a estos enemigos. Las líneas de tensión como estas son múltiples en el cuento; y en ellas se pueden entrever otras posibilidades de interpretación de los acontecimientos; sin embargo, no se hallan completamente presentes, están aludidas, o han de inferirse luego de relacionarlas con lo que el texto insinúa.

El jardín de los senderos que se bifurcan alucinó a las vanguardias chinas de los 90, que se volcaron con entusiasmo a la literatura borgeana. En este acercamiento, afirma Rodríguez Larreta, “los rasgos taoístas de su literatura van a ser redescubiertos en un momento en que emergen esas corrientes en el nuevo contexto cultural chino”. Los escritores de vanguardia incorporaron técnicas narrativas, innovaciones formales y de estilo, que, en cierto modo, eran ya producto de la influencia china.

Es bien conocido el ensayo El idioma analítico de John Wilkins, publicado en Otras inquisiciones, donde Borges hacía referencia a una antigua –y apócrifa quizá– enciclopedia china, titulada “Emporio celestial de conocimientos benévolos”. En

esta obra se clasificaba en forma peculiar a las diversas entidades del mundo; entre ellas, a los animales, cuyas inusitadas categorías se enumeran.

Borges presenta en el ensayo tres casos de intentos de clasificación y ordenamiento del mundo: un idioma de palabras cuyas letras contienen en sí mismas el significado –de manera similar a lo que ocurre con algunos caracteres chinos–, la extraña enciclopedia china y las categorías del Instituto Bibliográfico de Bruselas. La conclusión a la que llega es que todas las clasificaciones son arbitrarias y conjeturales.

En su tarea de clasificación, el Instituto Bibliográfico “ejerce el caos”, escribe Borges. Esta expresión produce una ligera extrañeza. A simple vista parece una ironía: las categorías se proponen ejercer el orden. Ahora bien, si se tiene en cuenta el carácter arbitrario de toda clasificación, se llegará a la conclusión de que tanto el Instituto como el idioma analítico de John Wilkins y la enciclopedia china fracasan un su intento de ordenar el universo. Por otra parte, si se concibe, en clave taoísta, que toda empresa humana de ordenamiento es un ejercicio de desorden, si se considera que el universo como un todo ya está en

armonía, se entenderá que cualquier ordenamiento posterior será superfluo y errado.

Cuenta Borges que su amigo Xul Solar armaba los hexagramas con fósforos sobre las mesas. Ambos leían el Yijing ( o I Ching), que el polifacético Xul Solar había incorporado a sus procesos creativos. Entre 1924 y 1938 realizó, uno por hexagrama, 64 viajes místicos o “excursiones al otro mundo” –dice Borges. De estas experiencias nació su obra Los San Signos, editada en Buenos Aires en 2012.

Borges considera el Yijing un libro clási-

Perplejidad en la Muralla

• María Kodama

Borges nunca fue a China, en parte porque él siempre se opuso a todo régimen totalitario. Pero es muy admirado por los escritores chinos. A Borges le atraía el Oriente y su literatura clásica. Recuerdo un detalle que indica que tuvo ese amor desde muy joven: Borges nunca hacía anotaciones en los libros que leía, jamás los escribía, excepto en las portadillas. Sin embargo, un día, revisando sus libros, vi que en uno tenía una anotación en una de sus páginas, y me llamó la atención porque él jamás hacía eso, por respeto al libro. Era un libro de Chuang Tzu (Zhuangzi), y en el margen Borges anotó: “Contradicción. Ver página X”. Lo notable es que fue escrito cuando tenía 16 años. Lo sé porqué él siempre

anotaba la fecha de lectura de cada libro.

Yo sí viajé dos veces a China. La primera fue en 2009, y lo hice invitada por los editores para recibir la traducción al chino de las Obras Completas de mi esposo, realizada por un equipo que lideró el profesor Lin Yi'An, experto en literatura hispanoamericana, y que hoy se exhibe en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Me invitaron primero a Beijing. Y algo que recuerdo, y no fue nada agradable, es haber ido a un restaurante donde, en una vitrina, en una especie de acuario pequeño, vi que había víboras. Cuando un comensal elegía la que quería, la despellejaban viva ahí mismo. Fue algo horrible. Yo les dije a quienes me invitaron: ustedes coman lo que quieran, pero yo soy vegetariana. Voy al toilette y cuando hayan terminado, me llaman.

Tengo también un recuerdo maravilloso. Nunca dejaré de agradecer el haberme llevado a ver el ejército de terracota al que estaban desenterrando. Algo admirable: no había dos caras que tuvieran la misma expresión.

La ceremonia de la entrega de sus libros traducidos fue en un lugar muy especial: el Museo de la Gran Muralla. Fue algo emocionante. Era pleno invierno, habían puesto una mesa al aire libre para que yo firmara ejemplares y había ido muchísima gente que formaba una larga hilera en ese paisaje con la Gran Muralla de fondo. Yo pedí que pusieran adentro la mesa porque, pese que estaba muy abrigada,sentía un frío tremendo, y les dije que si no lo hacían,después iban a tener que llevarme a un hospital.

Recuerdo que cuando me pusieron los 5 volúmenes de la traducción en mis manos ocurrió algo muy divertido. Me dije a mí misma: 'Oh, Dios mío, qué habrán hecho'; y me respondí, nunca lo sabrás, así que tranquilízate y disfruta este mágico momento.”

co. En Otras Inquisiciones, en el ensayo titulado Sobre los clásicos, se propone definir este concepto. Concluye que se trata de obras que se “leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”. El Yijing se ubica, entonces, en pie de igualdad con obras como el Fausto de Goethe, la Divina Comedia y El paraíso perdido de John Milton. Esta operación no es menor: La tradición literaria occidental se entendía y se construía de espaldas a China. Borges rompe el estereotipo exotista, aclara que no se trata de “chinerías”. Acorta la distancia con la tradición literaria china, la juzga una parte más de toda la obra humana.

Rodríguez Larreta, uno de cuyos texto sobre Borges también se publicó en el número 3 de Dang Dai, afirma que Qian Zhongshu, autor de La Fortaleza Asediada, fue el primer intelectual chino que citó y comentó el ensayo Kafka y sus Precursores. Qian Zhongshu utiliza el planteo de Borges para examinar la tradición literaria china; observa dos movimientos: uno de renovación, y otro de generación de conexiones con obras antiguas. Borges, en su ensayo, desarrolla la hipótesis de que cada

escritor crea a sus precursores. Encuentra en el unicornio una metáfora de su planteo.

La fuente de Borges acerca del unicornio es una traducción francesa de Hanyu, escritor del siglo IX. Cuenta Borges que el unicornio, una criatura de buen agüero, no es fácil de distinguir de otros animales, de manera que no es imposible que la gente mate a uno por error. El unicornio, entonces, no podrá ejercer su carácter de “presagio favorable”, que es a la vez la única forma de reconocerlo. De la misma manera, no podemos reconocer a priori la posibilidad de que un texto funcione como precursor de otro hasta tanto este otro no aparezca. Cuestión que se extiende a los planos de la existencia: no podemos reconocer a priori la posibilidad de que la vida exista hasta tanto se vaya desenvolviendo.

Esta es una enumeración parcial de los vínculos de la obra borgeana con la cultura china. En la reticencia del estilo, en los procedimientos de construcción narrativa, en la relectura de pensadores taoístas, en la redefinición de los clásicos, se observa una vocación cosmopolita y de concordia. En el poema El Oriente, publicado en La rosa

profunda, de 1975, se figura la unión de la tradición occidental con la China. En los primeros versos, el poeta romano Virgilio (70 a. C. – 19 a. C.) acaricia por primera vez una tela de seda:

La mano de Virgilio se demora sobre una tela con frescura de agua y entretejidas formas y colores que han traído a su Roma las remotas caravanas del tiempo y de la arena. Perdurará en un verso de las Geórgicas. No la había visto nunca. Hoy es la seda.

En el epígrafe de la presente nota se lee el verso que refiere el poema: “Y cómo los seres sacan de sus hojas, peinándolas, su suave vellón”. A través de esta cita, Borges vuelve a China, el pueblo de los Seres, según los romanos. Y el texto cierra con una alusión a otro de los tópicos literarios chinos, ya cultivado en el cuento de 1941: Tal es mi Oriente. Es el jardín que tengo Para que tu memoria no me ahogue.

Nota: las imágenes del artículo son de Los SanSignos. Xul Solar y el I Ching. El Hilodariadna,Fundación Pan Klub. Museo Xul Solar, FundaciónEduardo F. Costantini. Buenos Aires, 2012.

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