El hombre que conquistó el mundo (corriendo)

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En primera persona

EL

HOMBRE QUE CONQUISTÓ EL MUNDO (CORRIENDO)

¿Cómo es que un día te levantás de la cama y decidís convertirte en corredor y viajar por el mundo? Santiago García, de crítico de cine a maratonista, te lo cuenta en primera persona. Testimonio recogido por Daniela Rossi.

Fotos: Hernán Pepe

L

as dos cosas que más me cambiaron la vida se dieron casi en simultáneo. En marzo de 2009 saqué mi primer pasaje para viajar solo al exterior: iba a cumplir mi sueño de ir a Nueva York. Y dos meses después, en mayo, corrí mi primera carrera. Fue casual, pero vinieron juntas. En ese momento ni pensaba en viajar por el mundo corriendo carreras. Yo no sabía que los maratones se corrían, pensaba que los maratones eran. No tenía idea de que la gente se metía adentro y participaba. No me imaginaba qué significaban, ni mucho menos. Hoy, si tengo que decir qué me parece el maratón, creo que es lo mejor que hay en el mundo. Es una experiencia increíble. No es fácil: uno no puede arrancar rápido, muchos dicen que es una carrera excesivamente destructiva. Pero a mí me parece lo más lindo que hay. Los viajes de running que llegaron primero fueron a Pinamar y a RUNNERS WORLD

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otros puntos de la provincia de Buenos Aires. A todas se llegaba en auto por ruta, no requería una preparación extra más que pasar un fin de semana afuera y correr allí. Pero empecé a darme cuenta de lo que significaba para mí viajar, dormir en otra ciudad, prepararme, correr. Después de aquel viaje iniciático a los Estados Unidos hice El Cruce de Los Andes, lo que significó un cambio bastante grande para mí. Era 2010 y competí entre Argentina y Chile. Al verano siguiente fui por primera vez a Londres. Ya hacía un año que corría. Sin ninguna ambición de tiempo ni de querer mejorar mi performance, sino simplemente sumar kilómetros, me metí en Internet y busqué dónde podía correr en enero. Tadworth 10, una carrera en las afueras de Londres, fue lo que encontré. No hay muchas opciones para correr en el invierno inglés. Saqué el pasaje en tren, viajé de noche durante una hora y llegué, solo, solísimo, al hipódromo desde el que se largaba. Me dieron el dorsal, me cambié, corrí y me volví a mi casa. Era una carrera que atravesaba el pueblo y que solo corría la gente de ahí. Esa, en el campo inglés, fue la carrera más fría que corrí: hacía 15 grados bajo cero y tenía lastimado el paladar por respirar ese aire. Pero me divertí mucho. En esa carrera vi un cartel que decía “Correr para vivir, vivir para correr”, el que después fue el título de mi primer libro. Dos años después volví a correr la Tadworth 10. Solo yo puedo repetir eso, pero le tomé cariño y una amiga corredora (con quien ganamos El Cruce de 2013) estaba viviendo en otro pueblo cercano: entrenamos juntos y corrimos por el campo en donde, de pronto, te encontrabas con ciervos. Corrí dos carreras en 10 días, porque al fin de semana siguiente corrí 8K en el Central Park, todo nevado. Otra

fue en 2011 en Nueva York, que al año siguiente se suspendió por el huracán Sandy; no sé qué hubiera hecho si mi primera competencia afuera no se hacía. Nueva York no es el mejor maratón, pero es el más famoso del mundo, el más impactante. Ahí descubrí lo que es correr una Major, una maratón de calle en una ciudad que es memorable. Soy cinéfilo, soy crítico de cine: para mí el Central Park y Nueva York son elementos que tienen que ver con el cine. Ya conocía la ciudad, era la tercera vez que iba, pero la primera vez que la corría. En Londres el circuito es más angosto y la gente está más cerca. Es el mejor público, de una gran calidez y mucha buena onda. Ese circuito tiene unos highlights impresionantes. De pronto estás cruzando el Tower Bridge con el Big Ben de frente. Eso me emocionó hasta las lágrimas. Era el lugar al que había querido llegar toda mi vida y al que, en una época, estaba convencido de que no iba a llegar jamás. No en el maratón, que no iba a llegar en la vida. Era la cuarta vez que visitaba la ciudad cuando corrí la Major, pero recordé eso. No es que vas a sacarle una foto, lo atravesás por el medio y escuchás que gritan tu nombre desde los costados. Siempre aconsejo que lleven inscripto en su remera lo que quieren que les griten: el nombre, el apellido, el país, la causa por la que corren. No me acuerdo si ahí llevé el “García” o “Santiago” pero escucharlos fue conmovedor. Muchas veces lloré en las carreras, pero Londres y Nueva York fueron las más emocionantes. Después llegó el momento de correr en ciudades que no conocía: llegaron Berlín, Boston y Chicago. Correr un maratón hace que un lugar se te fije en la memoria. Se graban imágenes muy fuertes. Te hacés dueño de la ciudad. El maratón es una carrera muy intensa, larga. También hay momentos que te quedan flotando porque no llegaste a ver. Hay un simbolismo importante. De pronto estás en Berlín y atravesás la puerta de Brandeburgo. Me emociona hoy cuando lo digo. Ahí había un muro. ¿Cuántas personas no pudieron cruzar por ahí? Miles de cosas que sucedieron y de repente vos terminás en ese lugar tu maratón. Llegaste. El maratón se hace dueño de la ciudad. Te metés

Correr un maratón hace que un lugar se te fije en la memoria. vez estaba solo, pero me divertía y el entorno era diferente: llegás a la largada caminando por la ciudad, hay muchos latinos y hasta me encontré con un argentino que tenía el buff de El Cruce; empezamos a hablar en inglés pero enseguida nos reconocimos. Después de esas experiencias sí empezó mi objetivo de correr maratones en el exterior. La primera 54

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berlín

Una de sus carreras favoritas. Lloró con su entrenador.

CHICAGO

Fue una sorpresa para él bajar las tres horas, por eso cuando finalizó la carrera gritó como loco.

por el medio de una avenida en la que todos los días hay autos. Es una sensación de protagonismo muy grande. Eso nos lo dio el running. Como crítico de cine viví siempre como espectador, y los corredores somos protagonistas. Desde el primero hasta el último. Cuando terminás y vas a ver a los que llegan ves pasar la vida por delante de tus ojos. Estás corriendo la misma carrera que los que tienen el récord mundial. Cada maratón internacional tiene momentos increíbles. El final de cada uno es diferente. En Boston bajé mucho mi tiemFotos g e ntil e z a santiag o g arcía

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po y fue el más difícil que corrí. Llegué, apagué el reloj y seguí caminando como si nada, como si me hubiera bajado del colectivo. Estaba en el cielo pero no me quedaban fuerzas para gritar, para nada. En Chicago fue lo contrario: como yo no esperaba bajar las tres horas y lo logré (bajé seis minutos), ahí sí grité como un desaforado. En Berlín me esperaba mi entrenador, que había terminado antes que yo, y me puse a llorar con él. Lo mismo en Nueva York, con él adelante. Londres fue muy emocionante. No me fue tan bien, pero ahí aprendí otra cosa. Había viajado con mi papá, estaba mi amiga inglesa alentando, otros amigos argentinos que

DeStInO FInAl

El final de la carrera Indomit Costa Esmeralda, Brasil. 50 kilómetros y mucha playa. Demoledor.

RUNNERS WORLD

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edimburgo

Correr en Escocia: lo mejor para hacer turismo.

LONDRES

Un circuito angosto y con la gente pegada.

habían viajado. De repente no pude bajar la marca pero el viaje fue inolvidable. Paseamos con mi viejo por Londres, fuimos a los museos que a él le gustaban. Eso es algo muy importante que la gente que viaja no debería olvidar: uno es un privilegiado. Viajaste para correr una carrera. Más allá de los tiempos, tenés que volver agradecido. En todas esas ocasiones existe un vínculo muy fuerte con la gente de la ciudad, algo que en Buenos

Aires todavía no se desarrolló. A la gente le gusta que haya una carrera ahí, más de un millón de personas se acercan a alentar. Siempre hay alguien que te grita, te apoya. No creo que hayan pasado 100 metros de recorrido sin una persona alentando. Eso es muy motivador. Nosotros, los amateurs desconocidos de repente somos estrellas. La gente te grita, te alienta. En la última curva de Nueva York, en Columbus Circle,

LONDRES CHICAGO

SALTA CORDILLERA DE LOS ANDES (carrera El Cruce) SAN MARTÍN DE LOS ANDES

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NUEVA YORK BOSTON

BERLÍN

PARÍS

sentís que sos los Beatles de lo que alienta la gente. Si pudiera elegir me pasaría el resto de mi vida haciendo eso. Mi sueño es correr las seis Majors para siempre. Le agregaría la de Buenos Aires y algunas más. Lamentablemente por cuestiones de dinero no puedo. Ya corrí cinco, solo me falta Tokio, adonde iré en febrero de 2015. Esa será probablemente la única a la que no podré volver. Disfruto vivir en el entre-

Tokio (febrero 2015)

COSTA ESMERALDA (Brasil) BUENOS AIRES MONTEVIDEO ROSARIO PINAMAR TANDIL

El T.E.G. del corredor El itinerario de Santiago García para no perderse ninguna carrera del mundo.

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cruce de los andes logro en boston

En 2013, con su pareja cantaron victoria.

Santiago corrió el maratón de Boston y bajó su tiempo. Sin embargo dice que fue el más difícil que corrió.

namiento de maratón. Lo que tiene el maratón –que no tienen los 10K ni los 21K– es que cuando uno lo arranca no sabe si llega. Cuando un amateur arranca los 10K llega, y en una media lo más probable es que también. Pero en un maratón no es raro abandonar. Yo he corrido estas cinco majors, dos en Buenos Aires y una en Rosario. Con el correr de las carreras fui buscando y bajando los tiempos. Hay un punto del corredor verdaderamente

difícil y divertida. Ahí los tiempos no importan, no buscaba nada. Nunca había corrido algo así. Venía de Boston y terminé haciendo podio, me traje una copa y todo, de esas que tenemos los amateurs, la más linda que tengo guardada. El Cruce, que es para mí una carrera especial, lo corrí con mi compañera inglesa. Cruzamos los Andes. Lo pienso y es algo impresionante. A ella la conocí por el el running y ahora estamos buscando una carrera de aventura para compartir en Inglaterra. El deseo de viajar, en los corredores está siempre, solo nos limita lo económico. Hay algunas carreras a las que es más fácil entrar, unas baratas, otras más caras. Correr afuera es algo bellísimo. Esas carreras no me las olvido más. Son ciudades que forman parte de mi vida, el maratón las hace más importantes. Fui a Boston un año después del atentado: todos estaban muy comprometidos con la carrera, había una emoción fuerte, un deseo de que todo saliera bien. De eso te sentís parte. En general, cuando viajamos, los corredores vemos si hay algo para hacer. Un 10K, una cosita. También cuando te vas de vacaciones llevás zapatillas y salís. Por ejemplo, salí a correr sin mapa por París y me perdí alevosamente. Tenía que correr 26K, se había acabado la ciudad. Pensé que nunca más volvía hasta que de pronto vi una autopista con un cartel que

Un o s u e ñ a t o d a l a vida con la Torre Eiffel y de pronto pasás corriendo por abajo. experimentado al que no le importa bajar el tiempo; si va a una ciudad, a veces van feroces, pero otras la quieren pasar bien. Yo no llegué a esa etapa. Espero llegar, eventualmente. Pero como mis tiempos son debajo de las tres horas (2.57.17) si yo aflojo el paso quedo afuera. Tengo un margen de 2.40 minutos, pero no tanto. Me preocupa eso. Mi primer sub tres fue Chicago: no lo estaba buscando y me lo encontré, no lo podía creer. Después también las bajé en Berlín y Boston. Eventualmente sé que voy a tener que aflojar el paso cuando sea más viejo. Pero por eso también están las carreras de aventura. Indomit Costa Esmeralda, en Brasil, fue lo más espectacular que corrí afuera, 50 kilómetros. Tuvo mucha playa, mucha bajada técnica, era

decía “A París”. Volví por el Sena, terminé frente a Notre Dame. Algo memorable. Uno sueña toda la vida con la Torre Eiffel y de pronto pasás corriendo por abajo. Algo similar me pasó en Edimburgo, Escocia. Salía de madrugada, temprano en la mañana invernal, y descubrí cosas que como turista es difícil ver porque no podés alejarte 10K del centro caminando por un lugar por donde no hay nada. Pero corriendo sí. De pronto llegué a unas lomas increíbles. Cuando vamos a una ciudad, corremos. De hecho, viajando por el país uno ya tiene para correr toda la vida. Si hay un país generoso en paisajes es la Argentina. Desde Salta hasta la Patagonia, es impresionante la belleza, los extranjeros que vienen a correr acá no lo pueden creer. ¿Qué hacía antes de correr, a qué le dedicaba todo este tiempo? No tengo idea. Hace poco una escritora dijo que escribir y correr son actividades que están muy conectadas y dominan mucho la conciencia de las personas, a punto tal que uno no puede recordar cuando no las hacía. Yo no puedo recordar la época en la que no corría y, como dice la atleta británica Paula Radcliffe, no puedo imaginar vivir y no correr. Correr me cambió en todo. En particular en el maratón de calle hay un mensaje y es que las cosas son posibles. Cuando uno termina una carrera de 42K lo que parecía imposible se cumple y eso se extiende a todos los órdenes de la vida. Uno gana mucha fe en uno mismo y la convicción de que con esfuerzo se puede lograr algo. RUNNERS WORLD

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