Palacio Barolo: Escalera al cielo

novedades del mundo cultural

Escalera al

cielo Un recorrido por el interior del Palacio Barolo, el emblemático edificio porteño que celebró sus 90 años de esplendor dantesco.

TexTo: Daniela Rossi FoTos: GenTileza enTe De TuRismo De la CiuDaD / PalaCio BaRolo TouRs

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medida que los escalones se aproximan a la cima, el pasillo se hace más angosto, el techo más bajo y la luz más escasa. El camino que lleva al punto más alto del Palacio Barolo, a 100 metros del pavimento, representa también la ascensión de Dante Alighieri en busca de su amada Beatriz. Emplazado sobre Avenida de Mayo, con su entrada a metros de la calle San José y a apenas unas cuadras del Congreso de la Nación, el Palacio Barolo es uno de los símbolos de la Buenos Aires de principios del siglo XX. Es también uno de esos rincones de la ciudad que circulan como secretos preciados. luis Barolo, empresario italiano, dedicado a la producción agropecuaria y el hilado de tejidos, fue quien deseó y encargó este edificio, de una magnitud desconocida en comparación con las construcciones de la época. El arquitecto mario Palanti, también italiano, fue quien recibió el encargo para edificarlo. Ambos amantes de la divina comedia, obra maestra de alighieri, y también miembros de la masonería, idearon cada detalle en relación con esos temas. La letra inicial del cartel que anuncia el ascensor, por ejemplo, es un compás, símbolo masón junto a la escuadra. El Barolo tiene 100 metros de altura por los 100 cantos del libro de dante, 22 pisos —como estrofas de versos- con 11 balcones de frente que juntos suman los 33 cantos de cada sección —Infierno, Purgatorio y Cielo—. El hall recibe a los visitantes con su inmensidad de mármol de Carrara, sus bóvedas, sus paredes de granito y sus columnas coronadas con rostros de bestias —serpientes y dragones—, citas en latín de la divina comedia y una escultura bajo la que descansarían las cenizas del dante. Este es el Infierno, el inicio del recorrido. Temeroso de que Europa desapareciera por las guerras, Barolo había pensado que su palacio sería el lugar perfecto para alojar los restos del poeta italiano, los cuales permanecen en rávena, ciudad en la que murió. El pasaje une la Avenida de Mayo con Hipólito Yrigoyen a modo de galería, y en el centro, con techo de vitraux, está el puesto desde el que salen las visitas.

Desde el punto más alto al que se puede subir se ve gran parte de la ciudad. El faro del edificio encargado por Luis Barolo se prende el día 25 de cada mes.

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Ubicado en Avenida de Mayo al 1300, fue el edificio más alto de su época y para construirlo hubo que pedir un permiso especial al Municipio. Más allá del recorrido por su interior, una de las vistas más imponentes del edificio es la que se tiene desde la vereda de enfrente, con la fachada en su plenitud.

El recorrido sigue por los pisos superiores, entre el 1° y el 14, en donde está el Purgatorio. Cada dos pisos las bestias —que solo pueden ser apreciadas al pararse frente a ellas— vuelven a colgarse de las columnas. Originales desde su emplazamiento, el Barolo tiene dos montacargas y nueve ascensores (dos de ellos ocultos, ya que eran para uso personal del empresario) que atraviesan este consorcio que tiene 520 unidades utilizadas como oficinas. Estudios jurídicos, fundaciones, firmas de diseño y bodegas son algunos de los variados rubros que tienen su sede en este sitio histórico.

Desde ahí el camino que queda hacia arriba demanda un esfuerzo mayor. Solo se lo puede hacer por las escaleras, en una seguidilla que quita el aliento pero lo devuelve con la vista que entrega desde las ventanas superiores. La torre, con un espiral que rodea el hueco del ascensor y obliga a agacharse para no golpearse la cabeza ni los hombros, desemboca en una cúpula vidriada: el faro. Giratorio, de 300.000 bujías y fabricado en Milán, el haz de luz aquí emitido debía cruzarse con su réplica al otro lado del Río de la Plata: Palanti también fue el encargado de construir el Palacio salvo de Montevideo, casi gemelo de este. Por un error de cálculos, las luces nunca lograron encontrarse sobre el río e incluso su uso fue prohibido durante varios años por la Aduana, ya que podía confundir a los barcos que ingresaban al puerto porteño.

Más allá de su historia, el Barolo es un excelente mirador 360° de 66

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la ciudad de Buenos Aires, uno de los motivos por los que vale la pena conocer desde adentro este lugar. Desde allí se puede apreciar la mayoría de los edificios que forman el Microcentro y el núcleo histórico de la capital, además del río, y los barrios contiguos. En días despejados, incluso se puede ver Uruguay. Desde su inauguración, en 1923, y hasta 1935, con la construcción del edificio Kavanagh, el Barolo fue el más alto de la ciudad, de América Latina y uno de los gigantes de estructura de hormigón. Declarado Monumento Histórico Nacional en 2009, además de los paseos guiados que se realizan todas las semanas (requieren reserva previa), también se hacen algunos encuentros nocturnos, en los que se puede apreciar la luz del faro sobre la ciudad, y tours fotográficos, de doble duración. En el subsuelo hay una sala de teatro y dentro del edificio suelen organizar actividades especiales, relacionadas con la literatura, la arquitectura y la cultura italianas.

Desde la vereda, el frente se hace imponente con sus casi 31 metros.

Si bien no pertenece a un solo estilo o escuela arquitectónica, sí queda claro que las líneas europeas predominan —neogótico y neorrománico—, mientras que la cúpula está inspirada en el templo indio Bhubaneshvar, del siglo XII, para representar el amor tántrico entre dante y Beatriz.

Edificio testigo de una época, con sus vínculos literarios, filosóficos y geográficos, el Palacio Barolo mira desde lo alto a la ciudad, y ofrece la posibilidad de mirar con él.

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