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El escritor tuvo una relación cambiante con la ciudad, entre el cariño y las turbulencias. Un libro reconstruye su paso por ella, en el año en que se cumple el centenario de su nacimiento.
Los seis mil días de
Cortázar en Buenos Aires TexTo: Daniela Rossi | FoTos: aRchivo 73
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a primera parte de “Rayuela” revela detalles de esquinas, cafés y canales de París. La segunda, en cambio, transcurre en Buenos Aires, pero sin pistas de los lugares concretos. En “El examen” y “Divertimento”, publicadas después de su muerte, las referencias a la ciudad abundan —la Plaza de Mayo tiene una importancia central, por ejemplo—, e incluso traslada a sus personajes vivencias suyas allí. “Casa Tomada” y “Circe” también tuvieron el
destructiva”, asegura Diego Tomasi, autor del libro “Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar”, editado este año, en el que se cumplen 30 años de la publicación de “Rayuela”, su obra más destacada, y cuando se celebra el centenario de su nacimiento, el 26 de agosto. En esa publicación Tomasi rearmó el rompecabezas de los seis mil días que Julio Cortázar vivió en Buenos Aires, con algunos sitios claves que recogen el circuito cotidiano que frecuentaba. Nació en Bélgica, país en el que su padre era diplomático. Después de un recorrido
ya cursaba el profesorado de Letras en el Mariano Acosta. En el comienzo de sus estudios Cortázar viajaba desde Banfield para asistir a las clases, pero luego, junto a su madre, hermana y abuela, se mudó a una casa ubicada en Artigas 3246. El escritor, que superaba el metro noventa de altura, tenía la habitación más pequeña, ya que era el que menos tiempo pasaba ahí. “En esa casa empezó a formar su mirada del mundo. Escuchaba discos de jazz, tocaba la trompeta”, cuenta Tomasi. Incluso algún vecino recordaba lo mal que sonaba el instrumento ejecutado por
En Buenos Aires conoció a su primera mujer, Aurora Bernárdez, única heredera de su obra literaria (izq.). Junto a los grupos de filosofía y letras de ambos, otros escritores e intelectuales frecuentaba librerías, cafés, presentaciones. El 7 de diciembre de 1983 fue su último día en la ciudad, cuando partió hacia París.
vivir de Buenos Aires como trasfondo para su escritura. “Su relación con Buenos Aires fue de un constante tironeo entre el amor y el odio, pero de modo real, no solo por la frase hecha. Cuando estaba aquí, necesitaba irse. Cuando vivía en Chivilcoy, necesitaba volver. Quería a París pero extrañaba Buenos Aires. En su obra incorporó el lenguaje porteño, los modismos, cierta nostalgia, pero al mismo tiempo en sus cartas decía que odiaba estar en esta ciudad y que si se iba, sería para siempre. Su relación fue cambiante y 74
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por varias ciudades de Europa, el pequeño Cortázar llegó a sus cuatro años a Banfield, en el sur del conurbano bonaerense, en donde vivió su infancia y adolescencia, en años que para él fueron algo tumultuosos, durante los que pasó muchos días enfermo y encontró en la lectura su entretenimiento principal. Allí empezó a formar sus intereses, preocupaciones, su camino de vida vinculado a las letras. El barrio Rawson, en Agronomía, fue el entorno porteño que le funcionó como hogar durante su juventud, cuando
Cortázar. Ya instalado en París, el escritor debe enviar una autorización para que su familia pudiera vender la casa. Nelly Schmalko, la compradora y actual propietaria del lugar, recuerda que una devaluación de la moneda argentina por parte de Martínez de Hoz modificó bastante el precio de la transacción, pero Cortázar mantuvo la cifra anterior. “Dijo que su palabra valía”, cuenta ella, que guarda aún una biblioteca que dejó él. Fugaz pero clave fue su relación con un punto específico de la porteña calle
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Florida, la confitería Richmond. Hoy cerrada y con futuro incierto, en 1948 fue el escenario para que Julio Cortázar y Aurora Bernárdez, su primera esposa y única heredera literaria, se conocieran. Sus grupos de amigos, vinculados a las letras y la filosofía, se encontraron esa tarde para conversar, pero con un objetivo certero: que ellos se vieran, intercambiaran opiniones. Ella había leído “Casa Tomada”, el cuento de Cortázar que Borges había publicado en la revista Los anales de Buenos Aires. Él había quedado encantado con la traducción de un libro realizada por Bernárdez. “Ella fue quien estuvo a su lado, su primera lectora
ción.Viau fue el editor del primer libro de Cortázar, “Presencia”, del que se hicieron 200 ejemplares y hoy existen muy pocos. Solo se sabe que algunos son propiedad de coleccionistas y uno de ellos está en manos de Bernárdez. Sin embargo, Cortázar no estampó su apellido real en esa publicación, que sacó bajo el pseudónimo de Julio Denis. En Florida 530, donde estaba la librería Viau, hoy sólo se puede ver el balcón original de ese lugar. Otro punto de reunión para Cortázar era la Cafetería London, situada en Perú y Avenida de Mayo, en donde charlaba y tomaba café junto a sus amigos. Ese lugar
Sin saberlo, allí fue sometido a un juicio público”, asegura Tomasi, según pudo reconstruir. Es que los comentarios sobre la novela viraron a los reproches por su ausencia en la ciudad en los agitados años ‘70. “Todo empezó subido de tono, pero él responde de manera tan genuina y honesta que termina emocionando al público, que aplaudió y pidió sacarse fotos con él”, cuenta Tomasi. Caminatas, charlas con amigos, lugares propios del mundillo literario de la época, cafés y el barrio de Agronomía, su hogar. Fueron varios los vínculos estrechos que Cortázar construyó en
inteligente. Creo que es el personaje más importante de su vida”, asegura Tomasi. Aurora medía 40 centímetros menos que él, que cuando se puso de pie para saludarla le dio la sensación de que se desplegaba hacia arriba. Cuando empezó su vida de intelectual, a reunirse con sus grupos de conocidos, Cortázar comenzó a visitar una librería de la calle Florida, propiedad de Domingo Viau. Se hizo amigo de los libreros, pasó largas horas de lectura y conversa-
se metió en su obra, ya que es el escenario en que transcurren el comienzo y el final de su novela “Los premios”. La Federación Gráfica Bonaerense, en Paseo Colón 731, fue el único lugar de Buenos Aires en que Cortázar presentó un libro suyo. Fue en 1973, cuando se sentó frente a público, amigos y afiliados al sindicato para hablar de “El libro de Manuel”. “No era un lugar vinculado a él, pero quiso elegir un lugar alejado de la alta cultura.
Buenos Aires, con personas y lugares. “Cuando volvió a la ciudad o a través de sus cartas, todos destacan el modo de comportarse con los demás, sin creerse el rol que le daba el ser ‘figura mundial de la literatura’. Nadie tiene un reproche para hacerle”, cuenta Tomasi sobre las charlas que mantuvo con su círculo cercano. A pesar de su necesidad de irse, a través del lenguaje, sus amigos y sus recuerdos, Cortázar tuvo siempre presente la ciudad en que creció y se formó.
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