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AGUSTÍN CREEVY
“UN CAPITÁN SE HACE ENTRE TODOS” ES
EL CONDUCTOR DE
LOS PUMAS
Y DE JAGUARES, LA
PRIMERA FRANQUICIA PROFESIONAL DEL PAÍS QUE COMPITE EN EL
SÚPER RUGBY. TRAS
SER SUPLENTE DURANTE
CUATRO AÑOS, SALTÓ AL PUESTO DE MAYOR LIDERAZGO EN LOS EQUIPOS NACIONALES.
SU
ESTILO: ELIMINAR LAS
MULTAS INTERNAS Y APOSTAR POR LAS REDES SOCIALES PARA POPULARIZAR EL DEPORTE.
esde su ventana veía el azul profundo del mar Cantábrico. El departamento en el que vivía tenía una ubicación privilegiada. Pero él se sentía triste. Agustín Creevy tenía 22 años, había cambiado el club San Luis de La Plata —donde nació— por el Biarritz Olympique de esa ciudad francesa. Era la primera vez que vivía solo y extrañaba todo lo que había dejado atrás. “Estaba en mi mejor momento acá pero tomé la decisión de ir a Europa porque era la manera de que me vieran y me llamaran para jugar en Los Pumas”, asegura, sobre el objetivo que en aquel momento ya tenía claro y que siempre sería su motor de cambio. Pasó un año y medio en Francia. “Tuve que hacerme adulto de golpe: me di cuenta de que los botines no se lavaban solos, que las cuentas no se pagaban solas. Pero también me hizo crecer, ver las cosas de manera diferente. No la pasé nada bien, pero hoy la veo como una experiencia muy positiva: me hizo ser fuerte, sentí lo que es no jugar, que no te tengan en un cuenta en el equipo, ni siquiera ir al banco. En San Luis era la figura, pero allá era uno más. Hoy, cuando algún chico queda afuera, puedo acercarme y decirle algo porque sé lo que se siente”, revela quien es el capitán de Los Pumas y Jaguares, la primera franquicia profesional del país que compite en el Súper Rugby. Debutó en San Luis, luego jugó en Biarritz, Clermont y Montepellier (Francia) y en Worcester Warriors (Gran Bretaña). En la Selección comenzó de chico, en Pumitas, y luego también jugó en Pampas XV. En la cancha, Creevy es pura potencia y tenacidad. Fuera de ella, deja ver su carácter calmo y risueño. El camino hacia el escalón de referente estuvo lleno de decisiones que no esquivó. Se hizo cargo y, a la distancia, sabe que ganó. Sabe cuán-
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Txt: Daniela Rossi
do, exactamente, cambió su carrera (y su vida): fue tras decidirse a dejar de ser tercera línea para convertirse en hooker. Otra vez, el motivo era ser tenido en cuenta para vestir la camiseta celeste y blanca. De los 30 partidos que en 2016 disputaron los dos equipos argentinos, Creevy apenas se perdió cuatro. Los resultados, en ambos casos, no fueron los esperados, pero hoy ya está de nuevo metido en el calendario, con objetivos renovados. “Empezamos con entrenamiento de alta intensidad. Pero, antes de eso, el primer día, tuvimos una charla de grupo, como puede haber en cualquier empresa, sobre las fortalezas, las debilidades y los aprendizajes que tuvimos el año pasado. Los errores te llevan a hacer un balance completo. Como grupo, coincidimos en lo que queremos para este año. Recién ahí salimos a la cancha”, cuenta. La temporada 2016 fue la primera de Jaguares, y no cumplió las expectativas. Decís que hoy hay una sintonía en las metas, ¿cuáles son? Hablamos, primero, de no ponernos objetivos en cuanto a partidos ganados ni resultados. Buscamos encontrar nuestro juego como equipo y aprender a llevar el profesionalismo, algo nuevo en la Argentina. La convivencia de todos los días es un aprendizaje: si un grupo no funciona bien o tiene problemas internos, explota y no puede tener un objetivo común. No queremos desesperarnos, decir que vamos a ser campeones, porque no lo sentimos así. El año pasado, antes de arrancar, escuchamos a entrenadores de equipos de Nueva Zelanda, Australia o Sudáfrica decir que éramos candidatos porque teníamos el mismo equipo que Los Pumas. Eso nos mareó, nos hizo creer que realmente podíamos y, la verdad, faltaba mucho. Nuestro objetivo principal es aprender de los errores del año pasado y mejorar, con la disciplina.
UN
LÍDER DE BAJO PERFIL
Creevy jugaba en los Worcester Warriors de Gran Bretaña cuando recibió una propuesta que sabía que estaba pronta a llegar. Hacía dos años que estaba allí, instalado junto a Virginia, su esposa, quien también pasaba un buen momento profesional. Creevy tenía una interesante propuesta de un club de Irlanda, pero desde la Argentina lo convocaban para ser el primer jugador en dar la vuelta e incorporarse al naciente plantel profesional de Jaguares. Para la pareja, no fue fácil tomar la decisión. Pero, finalmente, pesó la carrera de Creevy. “Ella no quería volver todavía: había logrado insertarse y tenía un trabajo con el que estaba feliz. Pero yo sabía que, si no volvía, no podía jugar en la Selección por estar en otro hemisferio. Si me quedaba allá iba a perder todo tipo de motivación. Yo vivo para jugar en Los Pumas. Le dije: ‘Esto dura poco, hay que disfrutarlo’, porque soy conciente de que la carrera de jugador no es para siempre”, asegura. Virginia y Agustín, entonces, hicieron las valijas y se mudaron su nuevo hogar, en San Isidro. Fuiste el primero en confirmar su participación en el nuevo proyecto. ¿Estás conforme con haber vuelto, pese a todo? Es un sueño jugar acá. Pese al resultado, no lo cambio por nada. Creo que las experiencias malas sirven mucho más que las buenas para crecer. No estamos en una etapa en la que es todo color de rosa. ¡Recién empezamos el segundo año! Mi camada va descubriendo cosas nuevas para que, el día de mañana, los jóvenes no tengan los mismos problemas que nosotros hoy. Es la que toca, pero estoy feliz de vivirla. Es lo que marca tu legado, poder dejarle algo al equipo. Para mí, Los Pumas es de todos y no es de nadie. Tenemos que dejarle
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algo a la camiseta: disfrutarla lo más que podamos, respetarla y tratar de construir algo que mañana le sirva a otros. Te eligieron capitán de los dos equipos. ¿Fue fácil cambiar el chip para asumir el rol de líder? Fue un camino duro. Venía de cuatro años de jugar muy poco: con Tati Phelan como entrenador, iba al banco. Cuando llegó, Daniel Hourcade me dijo que quería que fuera el capitán. Le pregunté cómo quería que lo encarara y me dijo que no tenía que cambiar: “Si sos de otra manera, no va a funcionar. Me gusta tu forma de liderar, más tranquila”. Había sido capitán en Juveniles, en Pampas, y Phelan me había puesto dos partidos de capitán, pero no es lo mismo. Tenía miedo, alegría y dudas por lo que iban a decir. ¿A qué resistencias internas te enfrentaste? Había jugadores más consagrados... Por ejemplo, Corcho Fernández Lobbe era mi capitán y yo pasé a ser el suyo: fue algo fuerte. Nos sentamos, hablamos, nos pusimos de acuerdo. Les comenté lo que me gusta, como el tema de las redes sociales, porque antes estaban más cerrados: yo quería llegar a la gente, compartir, mostrar que además de jugadores de rugby somos personas normales. También sacamos las multas por llegar tarde, no es mi forma. Tengo un grupo que me respalda, porque un capitán se hace entre todos, no solo. Al principio me costó, era raro dar arengas. Fernández Lobbe me dio una mano gigante: puso al equipo por encima de él y no tuvo rencores, se quedó jugando. Ahora ya estoy asentado, pero no me creo que las sé todas porque cada día hay un problema distinto, como puede pasar en una familia o una empresa. Con la falta de buenos resultados aparecen las críticas. ¿Tu fórmula para enfrentarlas? Trabajando. No escucho lo malo ni lo bueno. Es importante porque, si atendés un solo lado, estás en un grave error. Hay que escuchar a los que realmente te quieren y te dicen la verdad. A veces es duro: sé que no ganamos un partido el año pasado con Jaguares, que no nos fue bien. Mi familia me vive cargando, en el buen sentido, y yo me río porque es así. Ya van a venir momentos mejores. Estamos convencidos de que, por este camino, en un futuro le podemos ganar a los All Blacks, jugar de igual a igual con Sudáfrica, con Australia. No estamos a su nivel pero nos acercamos. Vamos a seguir por ahí.
ANIMARSE
AL CAMBIO
Los Creevy lideran una empresa familiar de asistencia médica en La Plata. Antes, el patriarca Hugo fue jugador profesional de básquet en Estudiantes de La Plata, deporte que llevó a probar a sus hijos. “Me dijo que nunca había visto a una persona jugar tan mal al básquet: tiraba al aro y me iba al piso. Le dio vergüenza y no me llevó más, porque él tenía un nombre ahí”, se tienta, Agustín. El posterior encuentro con el rugby llegó
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con su etapa de escuela secundaria en el colegio San Luis, también club, que terminó por convertirse en su segunda casa. Recién empezó a jugar con la ovalada a los 13 años, pero nunca más la dejó. “Me encantó la vida del club, del deporte. Me enseñaron los valores de compartir, la amistad, el sacrificio. Lo que soy, se lo debo a ellos. Una frase que me gusta dice: ‘El rugby me enseñó a sentirme alguien pero, a su vez, a no sentirme demasiado’”, revela. Hermano de dos mujeres y un varón que trabajan junto a sus padres en la compañía del clan, Creevy no se ve sumándose después de su retiro. “No sé que voy a hacer después del rugby, vamos a ver. Dar clases, quizás. Voy a ser ama de casa, estar con mi hijos”, arriesga sobre el futuro. Donde sí ve la conexión con el mundo empresarial es en la posibilidad de dar charlas que trasladen la experiencia de ser parte de un equipo nacional, por lo que planea organizar esas ponencias junto a su padre. “Haber sido suplente cuatro años y después ser el capitán del equipo puede trasladarse a una empresa, como alguien que pase de ser empleado a CEO. Creo que hay cosas interesantes para contar”, arriesga. Marcás el paso a ser hooker como un momento clave en tu carrera. De chico ya te lo habían sugerido, pero lo rechazaste. ¿Por qué tomaste el desafío esta vez? Es como pasar de ser arquero a delantero en el fútbol... Phelan me comentó que de tercera línea no me tendría en cuenta. “Quiero que pruebes de hooker”, me dijo. En ese momento estaba por firmar con un equipo de Londres, que me ofrecía un buen contrato. Me iba a vivir ahí, a jugar en mi puesto, o volvía para probarme como hooker en San Luis, que en ese momento estaba en segunda y jugaba en canchas horribles. No sabía si iba a jugar bien, no tenía idea. Pero decidí
ROLE MODEL El año pasado, el capitán de Los Pumas y Jaguares, Agustín Creevy, fue elegido embajador de Assist Card, junto a sus compañeros Martín Landajo (medio scrum) y Nicolás Sánchez (apertura), por ser “ejemplos de liderazgo y confianza”. Con el hashtag #YoMeAnimo, la compañía lanzó “una campaña que invita a que los viajeros se animen a salir de la zona de confort y se atrevan a romper sus propios límites”.
tirarme a la pileta. Nadie lo podía creer, pero la decisión la tomé yo. Tuve que ponerme 7 kilos encima y me pasaron cosas terribles: me he desmayado en un scrum, no me salía el line, me ponía realmente nervioso. Todo eso me fortaleció. Viajás mucho por los diferentes equipos y torneos. ¿Tenés tiempo para turistear? La verdad que poco. Tenemos un solo día libre en la semana. Cuando vamos a ciudades nuevas, sí intentamos salir a recorrer, pero algo que no implique caminar demasiado. El año pasado fuimos a Tokio dos veces y me llamó mucho la atención, conocimos una cultura totalmente diferente que me abrió la cabeza. Cuando vivimos en Gran Bretaña, lo recorrimos con mi mujer más que cuando estuvimos en Francia. A ella le encanta viajar: cuando tenemos una semana libre, me propone algún programa. El año pasado fue California y Nueva York. Me mata hacer shopping, ¡pero después siempre pido unos días de playa!◆