novedades del mundo cultural
Una recorrida por la invalorable historia y presente del
Palais de Glace,
que este año festeja un siglo de vida junto al Salón Nacional.
100 años
Texto: Daniela Rossi | Fotos: Gustavo Bosco
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o soy aquel noctámbulo galán / que tanto te bailó / en el ‘Palé de Glas’”, cantaba Enrique Cadícamo en su tango “Carnavales de mi vida”. Desde sus comienzos, el Palais de Glace fue punto de reunión de la creciente aristocracia porteña, que hacía propias las costumbres y pasatiempos de la sociedad parisina. Nacido en 1810 como club social y pista de patinaje sobre hielo en el barrio de Recole-
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ta, más tarde se convirtió en salón de tango, recibió a las orquestas más importantes de la época y tuvo a Cadícamo y a Carlos Gardel entre sus habitués. Después de aquellos años en los que el baile y el bandoneón dejaron los cafetines para inmiscuirse en otros ámbitos, la vida del edificio de Avenida Del Libertador se vinculó a las artes plásticas, y aún más con el nacimiento de un gran evento de la cultura porteña: en 1911 surgió el Salón Nacional de Artes Visuales, que hasta 1932 fue itineran-
te. En ese año el curso de ambos se unió, y desde entonces el Salón Nacional y el Palais de Glace marcharon de la mano, con pocas interrupciones. Este año ambos festejan su centenario con una nueva exposición. Concebido como un ambiente para promover la formación de artistas y espectadores de los distintos puntos del país, el Salón se convirtió en evento de referencia del arte local. “Atraviesa la historia del arte argentino”, asegura Oscar Smoje, director del Palais de Glace, que depende de la Secretaría
de Cultura de la Nación, y agrega que “su importancia se debe tanto a los premios económicos que otorga como al prestigio que se le asocia”. En cien años, el Salón sólo cambió de sede cuando en el museo funcionaron los estudios anexos de Canal 7, y se trasladó al Museo Nacional de Bellas Artes y al Congreso Nacional. Sin esos contratiempos, las obras ganadoras del Salón están durante cuatro meses en el salón de la planta baja o junto a las arcadas del primer piso del edifi-
cio que tiene su renovada escalinata sobre Avenida Del Libertador. Pintura, dibujo, escultura, cerámica, grabado, textil, fotografía y nuevos soportes son las disciplinas que componen la convocatoria nacional. En la edición 2010 recibieron alrededor de 2.200 obras, y en la edición presente esa cifra fue superada. “Desde hace años la cantidad de artistas que participan crece, principalmente en el ámbito de las instalaciones, videos y fotografía digital”, asegura Smoje.
El 21 de septiembre, día del artista plástico, se realizará la premiación de los ganadores de la edición 2011, y se pondrá una placa que rememore la creación del museo, que durante el año pasado también celebró su aniversario con las actividades organizadas por el Bicentenario de la Nación.
En obras. La cúpula que dejaba entrar la luz del día al lugar ya no lo permite. Tapada y a la espera de arreglos, será la última etapa de un plan de restauración que aún se reali131
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Postal de 1910 del frente de avenida Del Libertador.
El mandatario Agustín P. Justo en la inauguración del XXI Salón Nacional (1931).
El presidente Marcelo T. de Alvear se retira del XVIII Salón Nacional (1928).
za. La fachada luce remozada, la entrada por Libertador fue reabierta después de años de clausura y las bovedillas de ladrillos de la planta baja fueron puestas en valor. La biblioteca, abierta al público, cuenta con más de 10.000 dossiers de artistas argentinos de todos los tiempos. “Nuestro próximo objetivo es lograr la digitalización de la documentación que posee el museo para que pueda ser consultada por estudiantes e investigadores”, asegura el director. El Departamento de Educación, por su parte, tiene a cargo las visitas guiadas que apuntan a iniciar a los alumnos primarios en el mundo del arte. “Esto es un museo-centro cultural, una mezcla muy rara que nos hace diferentes a todos los vecinos que tenemos alrededor, tanto por no tener una muestra permanente
histórico. Desde principios del siglo pasado, el Palais de Glace fue punto de reunión de la creciente aristocracia porteña. A partir de 1915 se transformó en una sala de baile con piso de madera donde se realizaban largas noches de tango. Enrique Cadícamo reflejó esa época de esplendor en su tango “Palais de Glace”.
como por el patrimonio que conservamos”, destaca Smoje. Los primeros premios –que se eligen mediante un jurado votado de manera democrática por los mismo artistas– son adquisición, por lo que la cantidad de obras que pertenecen al acervo nacional aumenta con cada edición. Son más de mil las obras repartidas entre el subsuelo del
lugar y el Museo Nacional de Bellas Artes, una línea de tiempo del arte contemporáneo argentino. “A escala reducida, el Palais de Glace está a la altura de cualquier museo del mundo, y en condiciones de albergar exposiciones internacionales, como ya lo hemos hecho”, concluye el director. Las muestras que llegarán el año próximo –aunque los nombres permanecen bajo secreto– parecieran ir en esta dirección. A cien años de su creación, tanto el Palais de Glace como el Salón Nacional de Artes Visuales continúan como referentes de la cultura de nuestro país, con las exposiciones que consagran a artistas de diferentes provincias y su edificio circular, que aún respira tango en las tardes de domingo.
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