Gerónimo Rauch: "Salgo al escenario como protagonista y como líder"

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GERÓNIMO RAUCH

“SALGO AL ESCENARIO COMO PROTAGONISTA Y COMO LÍDER” CONOCIÓ

LA FAMA REPENTINA COMO INTEGRANTE DE

MAMBRÚ,

LA BANDA SURGIDA DE UN REALITY SHOW.

TRAS

EL OCASO DEL GRUPO

TEEN, SU SÓLIDA FORMACIÓN COMO CANTANTE Y ACTOR LO CONVIRTIERON EN EL PRIMER LATINO EN INTERPRETAR

ÓPERA

EN EL

WEST END

LONDINENSE, DONDE TAMBIÉN PROTAGONIZÓ EL CLÁSICO

ENCARNÓ LOS ROLES PRINCIPALES EN JESUCRISTO A

THE BEATLES

SUPER STAR

Y

CHICAGO. Y

EL FANTASMA DE LA

LOS MISERABLES. AFINCADO

EN

MADRID,

ACABA DE LANZAR SU PRIMER DISCO SOLISTA, UN TRIBUTO

QUE PRESENTARÁ CON UNA SERIE DE SHOWS EN EL

MAIPO. Txt: Daniela Rossi l olor de los árboles y los adoquines mojados por la lluvia, las sobremesas que se extienden por horas, compartir una ronda de mate o un asado, reunirse en una casa, las charlas interminables. Son muchos los rituales que Gerónimo Rauch disfruta reencontrar cada vez que vuelve a Buenos Aires. Criado en el viejo Palermo, actual Hollywood, ya son 9 los años que lleva en Europa, viviendo entre Madrid y Londres: allí tuvo la posibilidad de reinventarse y empezar un nuevo sendero luego de varios años de fama pop. “No me conocía nadie. Empecé de cero. Muy poca gente tiene esa chance de hacer borrón y cuenta nueva. Allá, no tenía pasado. Cuando conocí a mi actual mujer, ella no sabía que había sido un Mambrú, hasta que una amiga argentina le contó. Llegué sólo con mi presente: no cargaba el pasado”, recuerda Rauch desde su actual hogar en el barrio de Chueca, en el centro de la capital española, donde vive junto a su mujer, la bailarina coruñesa Alexia Pita, y su pequeño hijo. Allí se instalaron después de regresar de Gran Bretaña. En su estadía europea, Rauch lleva hechas 9 mudanzas. “Por suerte no tenemos problemas con despojarnos de lo material”, se ríe. En sus inicios, Rauch fue parte del elenco de algunos musicales de la avenida Corrientes (Los miserables, Grease) y en 2002 se presentó al casting de Popstars, un reality show que buscaba a cinco jóvenes para formar un grupo pop: Rauch fue uno de ellos durante tres años, en los que llegaron a ser triple disco de platino. Después se separaron, y empezó el declive: de la fama a estar sin trabajo y, quizás lo peor, no tener claro para dónde seguir. La convocatoria de un amigo para participar de Jesucristo Superstar en el Teatro Bristol de Martínez fue el interruptor inesperado que lo activó: después de escuchar su versión de Getsemaní, lo convocaron desde España para que inter-

E

PHANTOM PORTEÑO Rauch fue el primer latino en interpretar un personaje británico en un escenario del West End. Luego de superar 6 pruebas durante cuatro meses, llegó a Her Majesty’s Theatre para protagonizar El fantasma de la Ópera, musical escrito por Andrew Lloyd Webber, también dueño de esa sala.

Ph: Gentileza G.R.

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pretara ese mismo protagónico allí. Empezó, entonces, la segunda etapa en la vida de Gerónimo Rauch, actor, cantante, enamorado de la expresión, encantado de apropiarse de los argumentos hasta convertirse en su figura central. Porque en España encabezó los elencos de Jesucristo Superstar, Chicago y Los miserables. Y justamente el papel de Jean Valjean, protagonista del texto de Víctor Hugo, lo llevó al West End de Londres, donde también lideró El fantasma de la Ópera. En los próximos días, Rauch llegará a Buenos Aires para presentar Here, there and everywhere (Sony Music), su primer disco solista, homenaje a The Beatles, la banda que marcó su infancia. Así, el 2, 3, 4, 6 y 7 de diciembre protagonizará Concierto sin fronteras, en el Maipo, donde se despojará de todos sus personajes para ser él, frente a un nuevo reto. ¿Por qué decidió que su primer disco solista fuera un tributo a The Beatles? Empezamos con la idea del crooner, un (Frank) Sinatra. Estaba en Londres, cantaba en inglés y les propuse que fuera en esa lengua. Empecé a explorar las bandas británicas de los ‘60 a los ‘80, las que realmente cambiaron la historia de la música. De chico, The Beatles me entraron por ósmosis: era la única banda en inglés que nos hacía escuchar mi papá, junto a León Gieco y Serú Giran. Something, de The Beatles, marcó el camino. Buscábamos mi sonido para no pareceme a nadie y para que pudiera adueñarme de esas canciones. Por más que tenga mi carrera en los musicales, soy nuevo a nivel discográfico, y creímos que esta era una buena carta de presentación para romper fronteras, algo que ellos también hicieron. Busqué una identidad para, después, ir por un disco propio, con canciones originales, porque pienso en una carrera a largo plazo. No lo veo como un tributo sino como el homenaje de un fanático. ¡Ojalá algún día llegue a oídos de Paul o Ringo! Ahora le abre la puerta al cantante, ¿hay chances de que luego aparezca el Rauch actor? Me gustan los desafíos. Soy actor, estudié teatro, y ahora mi cuerpo me está pidiendo volver a meterme en clases, entrenar, seguir investigando. El teatro te ayuda a conocerte más, a crecer. Mi primer lenguaje fue la música, la voz. Siento que tengo que contar mis historias así, pero evidentemente mis intrigas son como artista. Me gustaría hacer cine, teatro. Soy inquieto, por eso busqué hacer este disco en el que soy yo el que canta, despojado de todo. Antes buscaba la verdad a través de mis papeles, ahora es a través de mí mismo. Fue un proceso sacarme de encima el escudo que me da interpretar un personaje: cuando escucho las maquetas que hice cuando estaba en Londres,

el que cantaba era El fantasma. Después frené, tuve vacaciones, experimenté. Ahora escucho el disco y pienso: “Ese soy yo”. Después de una etapa de popularidad pasó al vacío. Y luego volvió a despuntar, pero en el exterior. ¿Fue difícil de sobrellevar? Venía de ser parte de Mambrú: la televisión, los shows, los discos, la fama. Después nos separamos y fue muy duro: pasé una etapa muy oscura, sin laburo ni nada. Cuando llegó la convocatoria desde España, estaba desesperado por volver a las tablas, por tener una oportunidad para mostrarme. Era empezar de cero, porque no me conocía nadie, pero también era un desafío tener esa oportunidad. Subí al avión sabiendo que podía cantar la partitura. Llegué, vi la producción y pensé: “¡Wow, esto es muy grande!”. Como actor tenés

de inglés porque tenía que sonar británico, ya que son muy detallistas. Hice una temporada completa, tres años en total como Jean Valjean. Luego llegó El fantasma, más de 7 años en total en Londres. Fueron experiencias únicas. Los cuatro hermanos Rauch son parte del mundo artístico. ¿En dónde apareció esa inspiración familiar? Primero, porque evidentemente nos gusta sufrir, por eso elegimos carreras no tradicionales. Segundo, porque no queremos ser ricos. No, fuera de broma, está la semilla en la familia: mi viejo, que es médico, siempre tuvo a la música como lenguaje, como pasión. Mi madre fue jefa de Casting de Telefe durante muchos años y nos abrió las puertas para vivir la televisión por dentro: con 10 años, subía a la tribuna de Videomatch. Uno de

miles de miedos pero, al momento de aceptar, tenés que demostrar que no dudás nunca. Simulé seguridad y me lo cargué al hombro. “De ti depende el éxito de esta puesta”, me dijo el director. Había renunciado el anterior protagonista y tenía que levantar esa carga. Como intérprete principal tenés que ser el ejemplo, y eso es una presión enorme, horrible. Tenés que salir al escenario como el protagonista y como el líder. ¿Cómo logró un exMambrú ser figura del West End londinense? Lo que hice en Madrid me había afianzado en mi carrera. Al año y medio estaba en Londres y nunca cuestionaron cómo había llegado: para ellos, si estaba ahí era porque lo merecía, así que me recibieron con las puertas totalmente abiertas. De algún modo, empecé otra vez allá. Volví a las clases

mis primeros trabajos fue en producción: pinté a Dibu. Así que conocimos el mundo artístico de manera natural. Y no me puedo quejar: es alucinante lo que hago y mis hermanos también. Necesitamos crear y entretener. Es atractivo contar historias y hacerlas propias. El poder que tiene un artista arriba del escenario es increíble. Somos un paréntesis en las rutinas de los espectadores, los llevamos a un viaje, a olvidarse de sus vidas por un rato. Eso es muy poderoso. Ya es una rutina que, hacia fin de año, se presente en Buenos Aires. ¿Por qué? Por más que vivo afuera, siento que todo éxito, todo logro, pierde valor si no lo comparto con mi ciudad. Hace dos años necesité volver a cantarle al público argentino y decirle: “Miren, sigo vivo y pienso en ustedes”.◆ CLASE

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