Juan Diego Botto: "Ya no intento hacer terapia a través del trabajo"

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JUAN DIEGO BOTTO

“YA NO INTENTO HACER TERAPIA A TRAVÉS DEL TRABAJO” MÁS

30

AÑOS DE TRAYECTORIA EN CINE Y TEATRO, EL ACTOR ARGENTINO DEBUTÓ EN LA PANTALLA CHICA.

EN UNA SERIE ESTADOUNIDENSE. TEATRALES EN

ESPAÑA. AHORA

CRIADO,

FORMADO Y RESIDENTE EN

MADRID,

SE SUMA AL DREAM TEAM DE IBÉRICOS QUE SE LANZA A LA CONQUISTA DE

FILMÓ

40

Y

NADA MENOS QUE

PELÍCULAS Y PROTAGONIZÓ GRANDES ÉXITOS

–PENÉLOPE CRUZ, JAVIER BARDEM

Y

ANTONIO BANDERAS–

HOLLYWOOD. Txt: Daniela Rossi Ph: Gentileza TNT

CON


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ueron cinco meses los que pasó entre el mar y los bosques de Wilmington, la ciudad de Carolina del Norte que prestó sus escenarios naturales. Hasta allí llegó Juan Diego Botto para convertirse en Javier Pereira, el primer papel que encara en la televisión después de más de 30 años de trayectoria. Good behaviour (Buena conducta), la serie que lo tiene como protagonista junto a Michelle Dockery, es también su debut en el universo audiovisual de los Estados Unidos. “Tienen una forma de trabajo muy grata para cualquier actor”, explica. “Se nota que allí la industria es un mecanismo muy engrasado, con muchos recursos a disposición y en donde los actores tenemos un lugar importante, porque podemos aportar, discutir y conversar con los creadores”, cuenta Botto sobre su experiencia en la ficción que se emite los domingos a las 22 en TNT Series y está también disponible en TNT Go. A pesar de que da sus primeros pasos en la pantalla chica, el historial de este hombre de 41 años, jopo y mirada bonachona acumula más de 40 películas, 9 obras de teatro e incluso una, la última, como autor. Tenía 7 años cuando actuó por primera vez “de niño” en el cine. A los 20 fue parte de Historias del Kronen, película que se llevó un Goya y por la que él mismo disputó ese galardón con Santiago Segura. Dos años más tarde llegó Martín (Hache), de Adolfo Aristarain, con Cecilia Roth y Federico Luppi, que le convirtió en profeta en su tierra natal. Porque, nacido en la Argentina, Botto llegó a España a los 3 años junto a su madre, Cristina Rota, y su hermana, María. En 1977, Diego Fernando Botto, su padre, fue desaparecido por la dictadura militar en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Y Madrid fue la ciudad que los acogió en el exilio y en la que aún residen. Empezó a actuar de muy pequeño. ¿Cómo fue encontrar la vocación a esa edad? Los inicios fueron un juego y una casualidad. Mi madre es actriz, tiene una escuela de teatro muy importante en Madrid, de la que es profesora, y la estaban buscando a ella para una película. También necesitaban un niño... Y allí estaba yo. Me contaron que debería faltar al colegio, aprender unos textos y repetirlos. Dije: “Pues si hay que faltar al colegio, perfecto”. Así fue mi primera película. Era muy tímido y faltar al colegio era una bendición: en un rodaje todos están muy pendientes de un chico, así que me vino muy bien. Eso luego trajo otros trabajos en los que fui haciendo “de niño”. ¿Le pesó, en algún momento, ser conocido y trabajar en el cine desde la infancia? Creo que fue una suerte que, cuando yo era pequeño, el cine en España tenía muy poca repercusión. Las películas que hice como niño no las vio nadie. De hecho, mantuve bastante en secreto para mis compañeros de colegio el hecho de que actuaba en películas: para que no me vieran y para no ser más raro de lo que sentía que era. De modo que el cine me sirvió como ese vehículo en el que parecía que tenía algo que aportar, donde había adultos que me trataban con cariño y me mantenía lejos de la hostilidad de la escuela. Sí, diría que me sirvió para fortale-

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cer una autoestima que estaba complicada en los primeros años. Hasta que, lógicamente, empezó a crecer profesionalmente, ¿allí cambió algo? A los 14 años vi uno de esos trabajos que había hecho y no me gustó el resultado. Tuve conciencia, por primera vez, de que podía ser un actor malo, que la genética no me aportaba talento si no que iba a tener que hacer un esfuerzo. Entonces, decidí estudiar. Primero fui a la escuela de mi madre, donde conocí a mis compañeros, con quienes formé una compañía de teatro más tarde. Vinieron un par de años de estudio en los Estados Unidos, volví, y a partir de entonces hice cine, hasta hoy. Si pienso en mi infancia, siempre he querido ser actor. Ya tenía una ventaja: su madre conocía el oficio... Sin dudas, tuve esa facilidad. Recuerdo que en la escuela de teatro los compañeros contaban lo difícil que había sido decirle a sus padres: “No voy a ser médico ni ingeniero, seré actor”. Ese problema no lo tuve. Ser actor era una cosa que a mi madre le pareció lógica. En ese sentido, la genética sí dio algo positivo (risas).

COMO LA VIDA MISMA En la escuela de teatro de su madre conoció a Penélope Cruz, con quien estudió durante cuatro años. Luego, ambos fueron parte del elenco de La Celestina. En The dancer upstairs fue dirigido por John

LA SERIE MÁS SEXY Así fue definida por la crítica la flamante primera temporada de Buena conducta, que se emite por TNT Series. Allí, Botto comparte protagónico con Michelle Dockery, conocida por su rol estelar en la consagrada Downton Abbey. El eje de la historia es el vínculo de amor-odio y complicidad-competencia entre un asesino a sueldo y una estafadora.

Malkovich y compartió guión con Javier Bardem. Bordertown lo encontró junto a Jennifer Lopez y Antonio Banderas. Desde sus inicios, Botto se ganó su lugar en el mundillo del cine español, con sus pies también en Hollywood y sin descuidar los proyectos con sello argentino. Acostumbrado a ese formato, para su pase iniciático a la televisión debió ajustar algunos detalles: “No estoy acostumbrado a trabajar con información que falta. En teatro o cine sabes dónde acaba el personaje y la historia, pero aquí hay una cosa abierta. Tuve la enorme cooperación del creador, al que bombardeé a preguntas y quien tenía muchas respuestas sobre el dibujo general y el arco de Javier, mi personaje. Por otro lado, después te acostumbras a ir trabajando así: en una película tienes dos meses para hacer 60 secuencias y aquí tienes que aprenderte 60 secuencias de una semana para la siguiente”, explica el actor.

En su flamante debut, Botto interpreta a un asesino a sueldo que se une a Letty, una estafadora recién salida de la cárcel, con adicción a las drogas y el alcohol. “Me pareció una premisa muy arriesgada e interesante. Y el reto es muy grande: conseguir que el espectador le tenga cariño y se interese por las peripecias de dos personajes que, a priori, si te los describen, tratarías de salir corriendo”, comparte. Ya en el primer capítulo, se le escuchó el acento argentino: “Hay una trama que tiene que ver con su pasado, con sus orígenes”, concede. En ese sentido, personaje y actor se unen. Suele viajar al país. ¿Qué vínculos mantiene con su tierra natal? Tengo, fundamentalmente, mucha familia, primos y amigos a los que les tengo afecto y a quienes trato de visitar cada vez que vamos. En los últimos años hizo Un trozo invisible de este mundo, obra que escribió e interpretó, y que habla del exilio y la inmigración. ¿Cómo fue volcar su historia personal en las tablas? Esa obra ha sido para mí, junto a Good behavior, una de las experiencias profesionales más gratificantes. Efectivamente, fue un texto que escribí para el teatro y nació de una llamada telefónica de mi tío, desde Buenos Aires, para avisarme que se iniciaba el segundo juicio de la ESMA y que, en esa megacausa, iba a estar incluida la desaparición de mi padre. Empezamos a juntar papeles, habeas corpus presentados en aquel momento y la testificación de mi madre tiempo después. Eso, obviamente, fue muy movilizador en la familia, porque uno no espera, 35 años después, que la Justicia vaya a llegar. Como respuesta a eso, mi instinto fue escribir. Y nació una pieza de teatro que tenía que ver con el exilio y la necesidad de justicia. Se mezcló con cuestiones de inmigración por una historia que conocí a través de un amigo, sobre una mujer congoleña que murió en un centro para extranjeros en Madrid. La montamos y fue un éxito inesperado. Hicimos gira durante tres años, ganamos todos los premios de teatro de España. La única espina que se me ha quedado es que quería verla representada en Buenos Aires pero no conseguimos teatro. Sin embargo, estoy convencido de que ya la haremos. Lamentablemente, son cuestiones que no caducan, ¿no? ¿Diría que la escritura teatral es una nueva veta en su carrera? Más allá de algunas películas en vista y la posibilidad de volver a los Estados Unidos para realizar una segunda temporada de la serie, estoy terminando de escribir otra pieza de teatro. Me da mucha alegría contar las historias que me interesan y del modo que me atrae. Todavía prefiero no revelar detalles, pero la temática volverá a un cauce similar al de Un trozo... Si bien es una cuestión muy local de Madrid, irá por allí también. Siempre intento escribir comedias, pero termino haciéndolo sobre cuestiones sociales. ¿El dolor, propio o ajeno, es un motor creativo? Uno tiene una edad donde ya no intenta hacer terapia a través del trabajo. Pero sí es cierto que uno sublima las heridas que lo conforman e intenta hacer algo positivo con eso, algo creativo y que pueda inspirar a otros.◆

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