Julio Bocca unplugged (7 Días)

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nota de tapa

JULIO BOCCA

UNPLU A casi cinco años de su retiro, reside en Montevideo donde rearmó un humilde ballet estatal. Convive con su pareja, y por primera vez disfruta de los placeres domésticos: “Es lo que me faltó durante mi carrera”.

Por Daniela Rossi (Desde Montevideo) - Fotos: Sandra Flomenbaum

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UNPLUGGED 21


uando el sol empieza a bajar para ponerse en el río de la Plata, Julio Bocca se acomoda en su sillón y prende la tele. O escucha música, prepara unos mates, abre una cerveza. Pero siempre en su casa, en su departamento de Punta Carretas, el barrio del que es vecino desde diciembre. Como mucho, sale a caminar por la rambla, cerca del agua, esa costumbre tan típica de quien vive en Montevideo. Como él, desde hace más de cuatro años. Alumno del teatro Colón, primer bailarín del American Ballet Theatre durante veinte años, figura principal en los teatros más distinguidos del mundo, creador del Ballet Argentino, director de una fundación que lleva su nombre, hoy Bocca descansa. Pero lejos está de no trabajar: desde marzo de 2010 y al menos hasta 2013, es el director artístico del ballet del SODRE, el Servicio Oficial de Radiotelevisión y Espectáculos de Uruguay. El sábado 22 de diciembre de 2007 bailó por última vez frente a la multitud, con el Obelisco de fondo. Después fue a festejar, comió pizza, tomó champagne, se rapó, armó las valijas y cruzó el charco. Hizo de Montevideo su lugar en el mundo, en donde quien lo reconoce lo saluda pero no lo persigue, donde descubrió su pasión por la cocina, donde disfruta de su ventanal que da al puerto, al atardecer, donde convive con su pareja desde hace tres años. “Suena bobo, pero es la verdad: lo que más disfruto de esta etapa es levantarme en mi casa y volver a ese mismo lugar a la tarde después del trabajo. Tener mi cama, mi baño, mi lugar. Es lo que me faltó durante mis 27 años de carrera”, dice, claro. Tiene contados los días que pasaba en Buenos Aires cada año: eran sólo ochenta. El resto era entre hoteles y aeropuertos. Hace unos días volvió de sus vacaciones en Punta del Este, el balneario que queda a una hora y media de su casa. Su bronceado acusa el paso por la playa, las revistas mostraron que también estuvo en el cumpleaños de Susana Giménez, él cuenta que disfrutó de una función que dio su amiga Eleonora Cassano. Ahora es tiempo de volver a la rutina en la oficina en la que está de lunes a viernes de 8.30 a 17.30, en la parte 22

“Acá en Montevideo te saludan, pero nada más. En la Argentina hay un cariño, un reconocimiento que está muy bueno, pero que es un poco obsesivo, esa cosa de ‘sos mío’”.

vieja de la ciudad. Llega antes que todos, se reúne con el gerente de la compañía, responde mails, ajusta calendarios. Cumple con la parte administrativa, según la define él. Después vuelve al territorio que más conoce: el de las zapatillas de baile, la barra, las piruetas frente al espejo enorme. Pero ya no como bailarín, sino como maestro, coordinador. “No. No bailo más. Ya está”, asegura. Ni siquiera deja un espacio entre palabras. Suena decidido, determinante. Sin embargo, esta mañana Bocca baila. En un rincón de la sala, vestido de jogging y remera negros, tomado de la baranda de una escalera, escucha atento y obedece las indicaciones de la belga Olga Evreinoff, repositora de “La Bayadera”, pieza que estrenarán en abril. A unos metros están los sesenta chicos que integran la compañía que él dirige y que, a medida que fueron llegando, él saludó con sonrisa y nombre de pila. Cumple con los primeros ejercicios de técnica y sus pies todavía tienen memoria. La pierna sube, se estira, el empeine se aplana hasta los dedos. Cuando la clase pasa a la etapa de ensayos, él sube los escalones y vuelve a su oficina. Tiene que cumplir con una serie de reuniones programadas. “Algo tengo que hacer, pero el gimnasio me aburre, no me engancho. Entonces para mantenerme volví a tomar clases, aprovecho cuando viene algún docente. El físico está


“hace lo que quiere” Por Nancy Bocca* Lo que impulsó siempre a Julio a conseguir lo que quería fue su disciplina, su voluntad de lograr lo que amaba, lo que todavía quiere. Habrá tenido sus momentos bravos, tristes, problemáticos, pero él siempre siguió adelante. A los 7 años se iba con mi mamá en tren desde Munro hasta la Escuela Nacional de Danzas, en la que yo trabajaba y hoy soy jubilada. Primero hacía expresión corporal, luego clásico, mientras cursaba la primaria. Hacía todo junto, pero nunca fue obligado. La danza fue su elección de vida y lo que lo hizo feliz. De chico él se arreglaba solo para cambiarse, anotaba todo lo que debía llevar a una función o viaje. Él conoció el entorno desde chico; muchos estudian mucho en el aula, pero el escenario es otra cosa. Cada vez que Julio me avisa de un estreno, trato de viajar para Montevideo, si es que no estoy en algún lugar de la Argentina trabajando con la danza. Si no puedo ir a la primera función, voy a la que sigue, como me pasó con Cascanueces, a donde viajé acompañada por una prima mía. Por supuesto que es muy importante seguir acompañándolo. Desde que comenzó en la escuela que tenemos en el barrio desde 1958 y durante toda su carrera, además de la técnica aprendió como ser humano. Es muy difícil que dé una clase a los gritos, es muy tranquilo, pero también complicado por su perfeccionismo. Llega tempranísimo, se va último. Lo veo muy feliz, hace lo que quiere, a su modo, se manda solo. Cada tanto viene a Buenos Aires, nos avisa antes para que le preparemos un asadito, visita a sus tres sobrinos Juan, Magui y Catalina, los hijos de su hermana Nancy. Uno está feliz cuando hace lo que le gusta y cuando comparte el tiempo con quienes quiere, y es lo que él está haciendo hoy. * Mamá de Julio Bocca

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acostumbrado a esto, se siente cómodo, es lo que sabe hacer”, dice mientras gira los hombros, estira la espalda, gira la cintura. Acomoda su cuerpo, que ya no sufre de uñas negras, golpes, operaciones. -Tuvo un año y medio sabático. ¿Cómo volvió a la danza? -En ese tiempo no hice nada de nada. Pero después me agarraron ganas de empezar de nuevo, entonces fui a algunos concursos como jurado, ¡que es espantoso! Es lindo porque retomás el contacto, ves muchas cosas, pero tenés que ser duro. Yo soy muy exigente, quiero que todo se haga bien. Me daba cosa ese rol, porque yo sé lo que cuesta estar ahí. Y después acepté dar unas master clases en Praga, algo con lo que me insistían hacía tiempo. Fui una semana y tenía que enseñar una variación. Los primeros días fueron terribles, estaba

“Es un artista único” Lino Patalano* Estoy muy orgulloso de lo que está haciendo. Es un trabajo generoso y creativo como pocos, que está poniendo en valor una compañía que prácticamente no existía. Me emociona. Él era y es un artista, pero además de eso está manejando las relaciones humanas de un grupo. Él tenía 16 años cuando lo conocí, fue en el cumpleaños de unos amigos. Después lo vi bailar en el Colón, donde se notaba su presencia, a pesar de que en esa época era muy bajito. Aquellos mismos amigos que me lo presentaron me contaron que había ganado la medalla de oro en Moscú, que por qué no lo representaba. Yo en ese momento trabajaba con Facundo Cabral y no entendía nada de danza. A fines de ese año él pidió una reunión conmigo, donde yo le confesé mi experiencia con artistas populares, pero no con el ballet. Él me respondió: “Yo también quiero ser un artista popular”. Siempre fue un gran profesional y respetuoso de su carrera. Respetar los tiempos y al público es lo que hace a un artista grande. Y él es 10 puntos. El retiro fue algo pensado con anticipación, muy preparado, sopesado, soñado. Cuando uno sueña grandes cosas por un lado, por el otro lo mejor es prepararse para concretarlo. En definitiva, Julio es un ejemplo y también lo es su trabajo actual. Es un artista único. * Productor teatral y amigo personal de Julio 24

más nervioso que los chicos y tenía que parecer que no. Pero de ahí en más, agarré envión y llegaron las clases acá. -Cuando bailaba, ¿tenía el rol de docente como una opción para el futuro? -No, nunca, fue algo que vino después, cuando paré. Siempre decía “jamás voy a dar clases, yo no puedo, yo no puedo, no voy a servir” (risas). No me divertía, y creo que uno tiene que hacer las cosas que realmente le gusten para poder transmitirlo. Para tomar ensayos sí me veía, en la parte directiva. Pero ahora descubrí que en una clase uno puede descubrir más, corregir. Puedo aplicar ahí mi perfeccionismo. Estoy feliz como estoy, con lo que estoy haciendo. -¿Cómo es estar al frente de una compañía? -Esto es diferente a lo que yo había hecho en la Argentina, es una institución del Estado, algo que está por cumplir 77 años. Me siento muy bien. Gracias a las relaciones que me dejó la carrera también puedo armar un grupo de trabajo muy lindo, puede venir gente muy interesante a trabajar con los chicos. Me estoy divirtiendo y lo que me da fuerzas es la alegría con la que trabajan los chicos. Eso para mí es fundamental, saber que ante cualquier inconveniente que pueda surgir, ellos de todos modos vienen a aprender felices, con ganas. Los docentes que vienen acá se van siempre alegres. Eso me parece muy importante, sobre todo en nuestra carrera, que es algo que elegís, que no te obligan a hacerlo. Entonces si vos elegís la danza, no te pongas vos mismo palos en la rueda. Disfrutalo. Tacuarembó, 8 de septiembre de 2010. Esa noche, el gimnasio de básquet del club Estudiantes se transformó para recibir una gala de ballet. Ese año la compañía volvió a girar por el interior del país. Algunas ciudades no la recibían desde hacía más de 50 años. “Había generaciones enteras que nunca habían visto algo así”, recuerda Bocca. Cuenta de una nena que hacía danza como hobby pero jamás había visto un trabajo profesional, describe a su público de aquellas noches diferentes: “Vos veías a la familia entera acomodarse en una tribuna, una silla de plástico, lo que había en cada lugar. En otras ciudades comenzaron a recuperarse hermosos teatros, algunas sociedades italianas. Llegaban con el termo abajo del brazo y el mate en

“algún día me gustaría dirigir el ballet del Colón. Y ayudar a que haya una escuela de arte integral. Hace mucho que no salen buenos bailarines del país, y no significa que no haya talento o que los maestros sean malos. falta unidad de trabajo.”

la mano”. El ballet del SODRE -que tiene un 70 por ciento de bailarines uruguayos, y el resto de Argentina, Brasil, Venezuela, Perú, Paraguay y España- volvió a salir de Montevideo en 2011, y este año volverá a la ruta. “Se trata de llevar la danza a todos para que la puedan disfrutar. Estaban fascinados, maravillados, veías las caras de sorpresa”, cuenta sobre los ojos que ahora los siguen más atentos, con más experiencia, más críticas, dice él. El año pasado, además de la gira, se montaron cuatro producciones, se hicieron 80 funciones al año, con 1.850 entradas agotadas cada noche. La sala del subsuelo en la que hoy ensayan es provisoria. Desde la sala principal llegan los sonidos de algunos instrumentos de la orquesta, y la que les perte-


vida plena Nació el 6 de marzo de 1967 y vivió toda su infancia en Munro. A los 8 años ingresó al Teatro Colón. En 1982 se convirtió en el Primer Bailarín de la Fundación Teresa Carreño, Venezuela. A los 15 años encabezó la compañía del Teatro Municipal de Río de Janeiro. En 1985 viajó a Moscú becado por el Colón. Consiguió la medalla de oro en el 5° Concurso Internacional de Danza. Al año siguiente fue contratado por el American Ballet Theatre, en donde bailó por 20 años. En 1990 fundó el Ballet Argentino junto a Ricky Pashkus, con Eleonora Cassano como primera bailarina. Bailó en la cancha de Boca, equipo del que es hincha, en 1997 y en 2000 lo hizo en el Monumental. Su último tour, en 2007, lo llevó a varias ciudades del mundo y el país. Su última función fue en la avenida 9 de Julio, con el Obelisco de fondo.

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nece a ellos está en obra. El edificio sufrió un incendio devastador hace 40 años y la nueva arquitectura delata su corta edad. Aunque no tiene seguridades de su futuro (al menos no las confiesa), el proyecto que a Bocca le gustaría encabezar tiene que ver con una mezcla de todo lo que hace hoy: aprendizaje, mayor acceso de la gente a las disciplinas artísticas, trabajo. Mucha dedicación y trabajo. -¿Ya piensa qué hará luego del SODRE? -Mirá, la verdad que no tengo nada pensado. En algún futuro, a su tiempo, me gustaría poder dirigir el ballet del teatro Colón. Y ayudar a que haya una escuela de arte integral, que en la Argentina no hay. Que tenga primaria, secundaria, teatro, danza, pero también un laboratorio de química. Hace mucho que no salen buenos bailarines del país, y no significa que no haya talento o que los maestros sean malos. Hay maestros buenos y chicos con talento, pero no hay una unidad de trabajo. 26

-Bailó 20 años en el American Ballet de Nueva York. ¿No lo tienta dirigir esa compañía? -Por un lado me gustaría, pero por otro lo veo tan difícil. No sé si me veo manejando algo tan grande y con semejante peso. En este momento no me siento preparado para hacerlo. Yo acá estoy aprendiendo cada día, armando algo. Pero soy inteligente en darme cuenta que es algo desde cero, acá no había nada. El AB está armado hace muchos años, entonces es muy difícil, hay que ver todo con otra cabeza. Es correr un riesgo, y no siento que éste sea el momento. Aunque sé que necesitan un cambio, están estancados. Pero si se da, que sea más adelante. Director uno puede ser a los 60, 70, no me corre la edad. No me corre nada. -Eleonora Cassano está haciendo su gira de despedida. Si se lo pide, ¿se subirá al escenario para bailar en su último show? -No, nada, ya no bailo. A abrazarla, darle besitos sí, pero no. Se hubiera retirado

antes si quería que yo bailara (risas). No, no, no. La vi bailar hace poco, quedé sorprendido, se la ve divina, con mucha garra. Me dio felicidad. Pero ya está, definitivamente. -Sigue convencido de que fue la decisión oportuna el retiro a los 40... -Sí. A veces uno jode con que si me pagaran un millón de euros, quizá lo pensaría, ¿no? Pero estoy muy bien así, entonces no hay ninguna necesidad de volver a bailar. -¿Qué fue la danza en su vida? - Mi vida. Sigue siendo parte de mi vida, porque sigo amando la carrera, la danza, lo que estoy haciendo. Lo amo, todo lo relacionado a eso. Al comienzo quizá fue una especie de escapatoria, hasta que uno va aprendiendo las cosas de la vida, se va haciendo el camino. Mientras Bocca posa junto a un ventanal que da a la calle, la gente lo mira, lo reconoce, y sigue de largo. “Acá te saludan, pero nada más. En la Argentina hay un cariño, un reconocimiento que está muy bueno, pero que es un poco obsesivo, esa cosa de ‘sos mío’”, explica mientras se aprieta la cara como si fuera una abuela. “Ese cambio es también lo que uno busca acá”, concluye. Siempre tuvo un vínculo muy importante con el río, el mar, cuenta. Nació en Munro y durante su infancia veraneó en Mar de Ajó. Sonríe cuando recuerda su primera visita a Río de Janeiro, a los 15, en donde se alojó en un hotel a dos cuadras de la playa Copacabana. -Aunque prefiera quedarse en su casa, algo debe gustarle de esta ciudad, la eligió… -Sí, claro, te permite hacer todo. Ir a lindos bares, comer bien, obras de teatro, ópera. Hay un movimiento interesante. Antes vivía más lejos, y me mudé para estar cerca, porque si no tenía que viajar mucho. Y quieras o no acá hay tráfico… (risas). -¿Qué le pasa cuando vuelve a Buenos Aires? -Al principio llegaba y me quería ir. Ahora ya me acostumbré. Igual todo bien, voy, estoy muy cerca, todavía tengo mi departamento, pero no sé cómo la gente aguanta eso. Yo no podría. Acá hay otro ritmo. Extraño a mis amigos, pero acá por suerte también tengo otros. Mi mamá viene a visitarme. Ya tengo mi vida instalada de esta manera.


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