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LÍA SALVO
“EN EL POLO SOS TU PROPIA EMPRESA” CON 9 EN
DE HÁNDICAP, ES CONSIDERADA LA MEJOR POLISTA ARGENTINA Y UNA DE LAS TRES MÁS DESTACADAS A NIVEL MUNDIAL.
SEPTIEMBRE PASADO, CONVOCADA POR DE ENVERGADURA COMO EL
ABIERTO
ADOLFO CAMBIASO, DEL JOCKEY
CLUB
SE CONVIRTIÓ EN LA PRIMERA MUJER EN JUGAR (Y GANAR) UN TORNEO
Y NADA MENOS QUE COMO INTEGRANTE INVITADA DE
LA DOLFINA.
Txt: Daniela Rossi
fuerza de insistencia logró lo que quería: empezar a taquear. Desde los cuatro años sabía montar sola a caballo; a los 10, después de mucho pedirlo, su padre le dio la herramienta que golpea hasta hoy cuando cruza la cancha arriba de su yegua Zelen. Nacida en la localidad de América, Lía Salvo creció rodeada de campo. “Me gustaba mucho el polo e insistí hasta que empecé a jugar”, recuerda, con una sonrisa. A los 11 entró a Namuncurá Polo Club; tres años más tarde empezó a faltar a la escuela los viernes para viajar por el fin de semana a los torneos de Pilar y luego llegó al club El Metejón, en Vicente Casares, donde encontró otras jugadoras con las que compartir su pasión. Porque, hasta ese momento, sólo había jugado con y contra hombres. Cuando terminó la secundaria, tomó la decisión que marcó su carrera: desde su ciudad del noroeste bonaerense, ese lugar en el que era la única mujer polista, viajó a Londres, donde halló un grupo de colegas que la acompañaron en aquel inicio. El pasaje corrió por cuenta suya; sus nuevas compañeras la alojaban, montaban y compartían sus contactos. “No perdía el tiempo: conocía gente y armaba redes. Tenía un plazo: si no funcionaba el polo, tenía que estudiar, mis papás ya me lo habían dicho. Supongo que hubiese sido paisajista. Al final me quedé mucho más tiempo que el año planeado, me invitaron a jugar otras copas, en los Estados Unidos también, y abrí ventanas para la temporada siguiente. En el polo todo es muy de boca en boca y así armé mi pequeño calendario, que pasó de un mes a 8 durante cinco años. Nunca pensé que podía vivir de esto, dedicarme 100 por ciento al polo”, se sincera.
Phs: Gentileza Escorihuela Gascón
A
Hoy, Lía Salvo es la mejor polista argentina y una de las tres más destacadas a nivel internacional, con 9 goles en la clasificación femenina. Desde 2013, Salvo pasa gran parte de la temporada en la Argentina: se incorporó a El Paso Polo Ranch, el club que lleva adelante Andrea Ferreira y del que su tío, José Luis Salvo, es el fundador y manager. En septiembre, en el comienzo de una nueva season local, Lía subió otro escalón en su trayectoria al convertirse en la primera mujer en jugar (y ganar) un torneo de envergadura como el Abierto del Jockey Club. Ese hito fue posible gracias a la convocatoria del número uno del polo mundial, Adolfo Cambiaso, para que un integrante de El Paso se sumara a La Dolfina. Y quien se puso la camiseta con Cambiaso, Pablo Mac Donough y Juan Martín Nero fue ella. Después de varios años de disputar los torneos más reconocidos del mundo, ¿por qué decidió incorporarse a un equipo local y hacer temporada en el país? Quería pasar más tiempo en la Argentina, jugar algo importante aquí. Me preguntaba: “¿Qué más?”. Jugué afuera, pero acá no se conoce tanto mi trayectoria. Me faltaba ese toque final de destacarme localmente. Era el sueño de mi vida y venir a El Paso fue lo mejor que me pasó en los últimos años. Tener un equipo consolidado, fijo, con el que sabés que vas a jugar toda la temporada te da estabilidad, no sólo en el trabajo, también en la vida. Tener una rutina da orden a tu carrera. ¿Cómo se gestó su participación en el Abierto del Jockey y con La Dolfina? Fue idea de Andrea Ferreira. Ella es quien todo el tiempo me apoya y proyecta, ve más allá que nosotras. El 2014 fue muy bueno y en 2015 fuimos
a torneos de varones en el que era la única mujer. Después empezó a hablar con Adolfito para armar algo con los equipos de varones del club y conmigo. “Hay un torneo que voy a jugar. Si les interesa, hacemos algo. ¿Está Lía para jugar?”, preguntó Cambiaso. Me dio miedo, al principio; después, pensé que ya me conocía y me había visto jugar así que, si me invitaba, sabía lo que hacía. Hoy, Salvo comparte equipo con Mia Cambiaso –hija del capitán de La Dolfina– y Candelaria y Milagros Fernández Araujo, herederas de Milo, exjugador de Indios Chapaleufú II. Él es el coach de nuevos proyectos de los que participarán las cuatro: un Grand Prix Internacional que tendrá su final el 4 de diciembre en Palermo y un tour por Palm Beach (Estados Unidos), Gran Bretaña, Sotogrande (España) y Chantilly (Francia). “Es un proyecto a largo plazo. La idea es, si andamos bien, en unos años jugar torneos de varones juntas”, cuenta. “Creo que pueden venir cosas buenísimas. Las hijas de ambos juegan y es un regalo que ellos se estén ocupando de organizarnos y de representarnos en la Asociación Argentina de Polo. Su experiencia nos puede llevar a un lugar mejor”, se ilusiona. ¿Cómo es la actualidad del polo femenino en el país, en comparación con el exterior? Ahora hay una movida grande, con un montón de chicas de acá –y de afuera– que me preguntan dónde se puede jugar. En la Asociación tenemos 460 federadas, que pagan el hándicap. Y creemos que hay la misma cantidad que juegan en el país, pero no vienen a Pilar. Ni hablar de las extranjeras que están jugando los torneos. Está buenísimo, pero creo que todavía falta el empujón de tener más torneos en el calendario.
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¿Aquel primer viaje a Londres le dio una nueva visión sobre el deporte? Allá descubrí que eran muchas las chicas que jugaban al polo, y además había petiseras y hasta una que manejaba un camión... Pero acá no era así. “¿Por qué veníamos tan atrasadas, si tenemos el mejor polo de hombres?”, me preguntaba. Pienso que es un mundo machista y por eso se demoró, pero ya llegó y cada vez somos más.
A PURO GALOPE Durante la charla, a Lía le suena el teléfono y ella contesta en inglés. Como saben que estará en Miami, le proponen jugar un torneo allá con tres estadounidenses que no conoce. En algunas ocasiones le piden que viaje con otras jugadoras para formar equipo: “Somos un grupo internacional y vamos por Europa, Asia, los Estados Unidos. Es divertido, porque compartimos los torneos pero también el hotel. Aquellas conocidas que me recibieron en Londres la primera vez, hoy son mis amigas”, cuenta. El apoyo de marcas también suele abrirle puertas y nuevos proyectos: la bodega Escorihuela Gascón la convocó este año como su brand ambassador, rol que ya tenía con compañías como La Martina, KIA, Onna y La Taquera. Durante la segunda mitad del año suele estar en el país. ¿El resto de su calendario es autogestionado? En el polo sos tu propia empresa. En general, no
AMAZONAS El PWI Grand Prix es la gran cita del polo femenino internacional. Este año, se celebra del 21 de noviembre al 4 de diciembre, cuando se disputará la final en Palermo. Reunirá a equipos desde 18 goles. Allí estará El Paso Polo Ranch con Salvo (9), Candelaria y Milagros Fernández Araujo (4) y Mia Cambiaso (2).
hay un club que te entrena, te lleva a un torneo o te transfiere a otro lado. Sos vos quien tiene que buscar esos contactos para que te vean y te contraten. Por eso valoro tanto tener el respaldo de un equipo ahora. ¿Cuál es su objetivo deportivo? Me gustaría llegar a los 10 goles de hándicap de mujeres. Jugar el Jockey hizo que me relajara en cuanto a logros en mi vida: con esto me puedo retirar, siento que ya hice historia. Pero no, quiero seguir. Siento que estoy mucho mejor mentalmente ahora que cuando empecé. Jugar con tres chicas bien montadas y organizadas me dan ganas de no parar más. Ojalá pueda haber un Abierto de mujeres en la Argentina y podamos ganarlo con este equipo. La estructura está: nos tienen que dar las fechas. Creo que en algún momento llegará. ¿Qué rol tuvieron su tío y su padre en su carrera internacional? Los dos fueron muy importantes. Mi tío vino a Buenos Aires, fue campeón nacional de salto en el Club Alemán de Equitación con el Quiendiría, que era de nuestro pueblo. Después volvió al polo, que era su pasión, y fundó El Paso Polo Ranch hace 30 años. Mi papá tuvo 6 goles, la mitad como profesional. Después volvió a América para manejar los campos y siguió jugando. Tuvo tres hijas mujeres: a las otras dos nunca las incentivó para que anduvieran a caballo, pero yo estaba todo el día al lado suyo. Le decía: “Por favor, papá, dame un taco”. Un día me lo dio y empecé. Desde entonces fue el profesor más duro que tuve.
“Es un amor que no tiene límites”, dice sobre lo que siente por los caballos. América fue la primera yegua con la que jugó, una tordilla blanca criada en su campo. “Me hice fama con ella: jugaba el primero y el último chukker”, recuerda. El año pasado la jubiló y ahora monta a Zelen. Los martes, jueves, sábados y domingos, Lía practica en Pilará. El resto de los días hace entrenamiento físico en el club o en la ciudad de Buenos Aires, donde vive. Suele llegar muy temprano a la caballeriza, porque le gusta ver cuando salen a varear para ver cómo están los animales. Luego pasa por la veterinaria, y los chequea cuando vuelven a comer. “Es muy importante el día a día. Me gusta mucho ir, estoy cómoda ahí. Es mi segunda casa. Tomamos mate con los chicos del equipo, que también son de América, íbamos al mismo colegio”, cuenta. En pareja desde hace 6 años con Juan Manuel Rojas, se conocieron por amigos en común, pero él no se dedica al polo. “Cada uno tiene sus temas, así que pensamos programas diferentes. Si no, se vuelve monotemático todo”, confía. A los 28 años, Lía atraviesa una etapa de madurez en su carrera. Y si bien planea hacer una pausa en un tiempo para ser madre, sabe que le queda un largo tramo como jugadora si lo desea. ¿Qué es lo que más disfruta de su profesión? Antes del polo están los caballos. Si no te gustan los caballos, no jugás al polo. También disfruto el rol de capitana de equipo, de organizadora. Ahora, en la cancha, me estoy acostumbrando a cumplir varias tareas. Soy muy competitiva y no quiero perder a nada.◆