#419 sietedias.dom $ 2.- opcional con la edición del diario Tiempo Argentino del DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014 prohibida su venta por separado.
ISSN: 1850-4132
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Es uno de los grandes maestros vivos del arte argentino. A los 81 años, su universo creativo no se detiene: presenta una exposición y tiene en carpeta nuevos proyectos. “Siempre me gustó portarme mal”, asegura.
nota de tapa • Por Daniela Rossi - Fotos: Gustavo Pascaner
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“Solo me pintar bien” Es uno de los grandes maestros vivos del arte argentino. A los 81 años, su universo creativo no se detiene: presenta una nueva exposición y tiene en carpeta nuevos proyectos. “Siempre me gustó portarme mal”, asegura.
ientras una de sus obras, “Las vueltas que da la vida”, gira, Noé explica que de un lado se ve a un hombre joven y, del otro, a uno viejo. Cuando sucede el cambio y él ve que su truco funciona, sonríe y busca una mirada cómplice. Lo mismo pasa cuando encuentra un autorretrato perdido en un cuadro o si se pone de pie frente a un espejo que lo refle-
ja sin cabeza, solo cuerpo. Luis Felipe “Yuyo” Noé tiene 81 años: en el comienzo de su carrera fue parte de la Nueva Figuración Argentina y, más acá en el tiempo, en 2009, fue el representante argentino en la Bienal de Venecia. Noé tiene, también, una calma en su andar y su hablar que se transforma en vendaval cuando debe trabajar. El enorme mural que abre la sala del primer piso de la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, en donde expone “Noé. Siglo XXI”, calcula que lo hizo en apenas dos meses y medio.
Programa una exposición por año en la galería Rubbers, salvo cuando tiene otra cita importante, como la muestra que hizo al cumplir 80 años, junto a sus hijos Sonia (pintora) y Gaspar (cineasta), o la que acaba de inaugurar en Puerto Madero. No tiene horarios ni días fijos para trabajar en su taller, tampoco un método ni alguna música que lo acompañe siempre. Sí tuvo que cambiar el modo en el que se para frente al lienzo: ya no puede trabajar en altura, con la tela vertical, porque un accidente, una caída que sufrió en el año
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2000 sólo le permite levantar su brazo derecho, el más hábil, hasta la altura de la cintura. “Pero eso tuvo su ventaja también, y ahora me puse a trabajar en horizontal –dice-. Estoy contento porque esta exposición es sobre mi trabajo en este siglo. Estoy harto de que mucha gente, los libros de historia del arte en especial en la Argentina, tienen el error de ubicar a los artistas en la partida de nacimiento, de quedarse en el pasado. Terminan siendo como guías telefónicas con los números equivocados. Yo sigo trabajando, uno vive en otra cosa”, asegura sobre su actualidad. -¿Cómo es su trabajo hoy en el taller? -Yo no soy sistemático. Trato de hacer una exposición todos los años. Soy un poco hijo del rigor, si no me disperso con otras cosas. Tener compromisos me disciplina. Cuando estoy sobre la fecha llego a tiempos récord, cuando hay que esforzarse lo hago. Con colaboración, claro. -Dice que su obra más reciente es más audaz, pero siempre lo ha sido… -Siempre me gustó portarme mal. VIDA DE ARTISTA. “Yuyo” Noé nació en Buenos Aires y a los 26 años hizo su primera exposición. “Desde el comienzo me interesó superar el límite entre la abstracción y la figuración”, explica sobre la sensación de ver el detalle sólo cuando uno se acerca a la imagen. “De allí nació nuestro grupo junto a Deira, Macció y De La Vega”, recita de memoria la fórmula como si fuera la delantera de un equipo de fútbol. “Con el tiempo y sobre todo en este siglo he extremado la relación entre el dibujo y la pintura”, asegura. En 1963 recibió el Premio Nacional Di Tella, en 1965 publicó su tratado teórico, “Antiestética” (que el año próximo se reeditará, al cumplir medio siglo) y en ese mismo año obtuvo la beca Guggenheim, para lo que trabajó en Nueva York. Después de algunos años en nuestro país, al llegar la última dictadura, Noé decidió partir a París junto con su mujer; allí tuvo dos hijos y continuó su carrera artística. Más tarde llegaría una década alejado del arte: “Dejé de pintar, dejé las instalaciones. Después empecé a dar clases, de alguna manera pintaba a través de ellos. Pero siempre
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“el estricto orden de las cosas”, una obra de 2006 que se expone actualmente en la colección fortabat.
“Claro que influye lo que a uno lo rodea. En el 2001 hice una serie de tres cuadros llamados ‘Estado de zozobra’. También se me ocurrió hacer una instalación cuando Menem impulsó la reforma constitucional.”
Durante un año y medio estudió pintura en el taller de Horacio Butler, pero continuó de manera autodidacta, ya que el maestro le dijo que no tenía más que enseñarle. Cursó derecho en la UBA e incursionó en el periodismo y la crítica de arte. También abrió un bar, pero siempre fue pintor. Después de su primera exposición, en 1959, conoció a sus amigos y colegas Deira, Macció y De La Vega, con quienes formaron el grupo de la Nueva Figuración. Referente del neoexpresionismo, el caos fue siempre su tema central. Con obras que no respetan límites, instalaciones que salen de la pared y el piso, títulos contradictorios y espejos que formaron parte de su etapa de investigación óptica, Noé se convirtió en una figura central del arte contemporáneo argentino.
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La exposición “Noé. Siglo XXI”, que estará abierta hasta el 1 de febrero de 2015 en Colección Fortabat, repasa el trabajo que realizó el artista en este siglo. Rodrigo Alonso, curador de la muestra, asegura sobre la figura de Noé en el arte argentino: “Sus pinturas, sus escritos, su labor docente, su mirada curatorial, su presencia permanente en las exposiciones, lo ha vuelto una figura insoslayable”. La estática velocidad (2009), parte del trabajo que presentó en Venecia, impacta por su fuerza e inmensidad. En Reflexiones con texto y fuera de contexto (2000), Noé ofrece una instalación multidisciplinaria que también es autobiográfica. Coherente oxímoron (2014), la más reciente, juega con las contradicciones y brotan desde el piso los colores intensos, las texturas y tramas.
tuve nostalgia, por lo que empecé a pintar de nuevo con mucha cautela”, explica. -¿Sólo fue maestro mientras no pintaba? -Yo volví al país en el ’87, pero antes viajaba y tenía alumnos en mi casa actual, que ya había comprado. Eran estadías cortas. Años después comencé a hacer otro tipo de enseñanza, a hacer análisis de obra, que ahora se puso de moda, las “clínicas”. Detesto esa palabra porque, ¿sabés qué?, es como si uno curase una enfermedad, si hubiera un médico y un enfermo. ¡No hay ningún enfermo! -Así como cuenta que no le gusta el concepto de clínicas tampoco le agrada mucho el de la curaduría, ¿no? -Con Eduardo Stupía hicimos un ciclo en el Centro Cultural Borges que era un modo de tener una curaduría. En la época en que yo era joven no existía la palabra curador. Por supuesto que hay exposiciones en la que es necesaria esa figura: esta muestra fue una idea de su curador, Rodrigo Alonso, él propuso hacerla. Pero si es la idea de un artista, creo que el mejor curador es el artista mismo. Es diferente si el artista murió o si se busca una nueva perspectiva
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REFLEXIONES CON TEXTO Y FUERA DE CONTEXTO (2000) Y LA ESTÁTICA VELOCIDAD (2009).
“Mi tema siempre ha sido el caos. Lo he encarado de una manera u otra según las épocas. Yo digo que un artista siempre está en lo mismo y siempre cambia. Es como el viaje en un tren: siempre se está en el tren pero recorre diferentes estaciones.” de una muestra grupal, por ejemplo. Pero muchos creen que ser curador es colgar cuadros nada más, y creo que eso es un poco limitado porque los cuadros se cuelgan solos: paredes grandes, cuadros grandes, paredes chicas, cuadros chicos. TEMAS. “Mi tema siempre ha sido el caos. Lo he encarado de una manera u otra según las épocas. Yo digo que un artista siempre
está en lo mismo y siempre cambia. Es como el viaje en un tren: siempre se está en el tren pero recorre diferentes estaciones”, explica sobre sus inspiraciones. En algunas pinturas aparecen frases (“¿Hasta cuándo?”, se pregunta en uno hecho en 2001), en otro un poema de un amigo querido, en una instalación está su número de DNI, autrorretratos de diferentes épocas y la tapa de su libro, “Antiestética”.
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“No me pinto mirando fotografías, solo uso la memoria”, confiesa. Si bien reutiliza algunos viejos lienzos o cuadros para armar sus instalaciones, asegura que muchas de las que hizo a fines de los ’60 las destruyó porque no podía transportarlas. “Otras, el destino quiso que sobrevivieran. Yo sé que el destino de estas cosas tan grandes es vivir por separado, porque si no va todo al tacho de basura. ¿Quién la va a mantener, si no es un museo? Ahora la tengo colgada en una pared de mi casa”, explica. -La actualidad se mete en sus pinturas, como tema o con frases. ¿Desde allí sale su punto de partida? -Yo creo que uno piensa muchas cosas, tiene muchos temas en la cabeza. Desde los más estúpidos hasta los más generales. En un momento de crisis como el 2001, hice una serie de tres cuadros llamados “Estado de zozobra” por lo que sentía en aquel momento. Claro que influye lo que a uno lo rodea. Como también se me ocurrió hacer una instalación cuando Menem impulsó la reforma constitucional. Pero no es algo necesario, puedo trabajar sobre mi idea general del caos. Incluso he hecho naturaleza muerta y en una época tuve un período de paisajes. -Le quedan pocas cosas sin hacer… -Me queda pintar bien. Pero ya tengo 81 años y creo que no va a ser posible. -Trabajó junto a su hija en cuadros que muestra ahora… -Sí, Paula vive en París, fue una obra que fuimos haciendo a la distancia, nos enviábamos material, y cuando viajó el año pasado la terminamos juntos. En Noé 3D, la exposición que hicimos con ella y mi otro hijo, Gaspar, que es cineasta, cada uno había mostrado su trabajo. Era un homenaje a la madre de ellos, mi mujer, con quien viví 55 años y falleció hace dos años. Cuando vinieron para despedirla yo les propuse hacer eso para recordarla.
“Yuyo” recién inauguró esta exposición pero ya pone la mente y la fuerza en los proyectos que siguen. “Siempre me prometo terminar un libro que está empezado pero lo paré hace tiempo: se llamará ‘El striptease de la diosa: la pintura desnuda’, una reflexión sobre la pintura, desde el romanticismo hasta la actualidad”, cuenta. También planea un libro en dos tomos, como bitácora de viaje, de su viaje personal y artístico. “Me gusta proponer juego, oxímoron, como las obras ‘La estática velocidad’ o ‘Coherente oxímoron’, que lo es en sí mismo”, asegura. A Noé le gustan los títulos de sus obras. Al pasar lee uno: “Éste se llama ‘Visita en este mundo’ y ahí estoy yo en un autrorretrato. Porque yo acá me siento de visita, creo que todos lo estamos”.
“Estoy contento porque esta exposición es sobre mi trabajo en este siglo. Estoy harto de que mucha gente, los libros de historia del arte, en especial en la Argentina, tienen el error de ubicar a los artistas en la partida de nacimiento. Terminan siendo como guías telefónicas con los números equivocados.” 26