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TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 19 de marzo de 2016
RR Entre enero y abril llegan las ballenas grises y los pescadores llevan a los turistas a visitarlas. FOTO: CARLOS AGUILERA.
Baja California Sur:
El lugar donde nacen las ballenas De enero a abril de cada año las costas de Baja California, en el norte de México, se vuelven en el lugar favorito de las ballenas que emigran desde el Ártico. Sus cerradas bahías se convierten en maternidades donde es posible tener encuentros cercanos con recién nacidos de más de 200 kilos. POR:
Daniela Ruz
“
Pufffff” un chorro de agua aparece a la izquierda del bote. “Pufff”, otro similar aparece junto al anterior. “Puff”, otro más a la derecha. Y así, sucesivamente hasta completar unos cinco o seis. Estamos en Bahía Magdalena en Baja California Sur, en el norte de México. La geografía casi cerrada de este lugar la hace parecer más una gran laguna, donde reina el silencio y sólo dos o tres barcas de pescadores se pueden divisar a lo lejos. Nuestra barcaza o “panga”, como le dicen los locales, está en otro tipo de pesquisa. Cinco turistas y un capitán andan detrás de las ballenas que cada año, de enero a abril, viajan 12 mil kilómetros desde el Mar Chuchki en el Ártico para pasar sus inviernos en aguas más cálidas. Sin embargo, las que ingresan a Magdalena lo hacen con un fin concreto: la cerrada bahía es la maternidad perfecta. Las ballenas que nos rodean están acompañadas de sus crías, de no más de algunos días de vida, que nacieron ahí y pasarán sus primeras semanas en aguas mexicanas hasta que estén lo suficientemente grandes para emprender viaje hacia el norte. Baja California es una de las penínsulas más largas del planeta, y se extiende por unos 1.300 kilómetros desde la frontera con Estados Unidos por el norte –lugar donde se ubica la casi mítica Tijuana-, hasta terminar en Los Cabos, uno de los puntos turísticos más famosos de México. Entre la península y la costa de Sonora y Sinaloa por el Este, se forma el Mar de Cortés, una zona de tal diversidad y densidad de fauna marina que fue bautizada como “el acuario del mundo” por el francés Jacques Cousteau. De hecho, aquí se pueden encontrar un tercio de las especies de cetáceos que existen en el mundo, y un cuarto de las de mamíferos marinos. Por el oeste, la península da al Pacífico, pero a uno mucho más cálido que la
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Otros ilustres visitantes Cada año las costas de Baja California reciben también a varias decenas de tiburones ballenas, los peces más grandes del mundo y que desde septiembre a abril hacen de las aguas cerca de la ciudad de La Paz su hogar. La Paz, la capital del estado, se encuentra a sólo dos horas manejando desde la más conocida Los Cabos, pero tiene un ambiente mucho más local, con ritmo de provincia. Desde ahí en una corta travesía es posible nadar junto a los grandes tiburones ballena, los cuales son completamente inofensivos y suelen ignorar a los visitantes que pasan a su lado atónitos por el tamaño de estos gentiles gigantes, los cuales pueden llegar a medir unos 20 metros y pesar 34 toneladas. También desde La Paz vale la pena el paseo a la Isla Espíritu Santo, en donde es posible bañarse junto a juguetones lobos marinos que no pueden resistir la curiosidad de acercarse a los humanos que nadan junto a ellos. RR Algunos afortunados incluso logran acariciar a las ballenas. FOTO: DANIELA RUZ costa chilena. Entre medio, la gran franja de tierra alberga una zona desértica que se divide en dos de los 32 estados que conforman México: Baja California Norte y Baja California Sur, este último, el sitio con menor densidad de habitantes humanos de
México y uno de los con mayor densidad de habitantes marinos del mundo, la combinación ideal para ir a mirar.
Quién observa a quién A pesar de la riqueza de la fauna en el Mar de Cortés, la
observación de ballenas grises con sus crías se realiza en las cerradas bahías del lado del Pacífico. Bahía Magdalena –a la que se sale desde el poblado de Puerto San Carlos-, Laguna San Ignacio y Ojo de Liebre, Puerto López Mateos y Bahía
Almejas, son lugares cerrados, de aguas cálidas y poco profundas donde cada año llegan las ballenas a dar a luz a sus crías. En estos sitios se pueden encontrar pescadores locales reconvertidos en guías turísticos por algunos meses que lle-
van a pequeños grupos de turistas en lanchones. El encuentro está casi asegurado. De hecho, hay algunos guías que garantizan el avistamiento y devuelven el dinero si
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VIENE DE PÁG. 29 no se logra. La poca cantidad de turistas, el pequeño número de embarcaciones en la bahía y el tamaño de la barca hacen que el contacto con las ballenas sea mucho más cercano que en otros sitios que hay en el mundo para avistar ballenas. Tras localizar a una de ellas, la panga se acerca y empieza un juego. Como si de una experiencia educativa se tratara, madre y cría se pasean alrededor de la embarcación. La madre deja que el ballenato se acerque curioso, pero siempre atenta. A veces, la cría se cansa, y se posa sobre la madre, en un gesto que hace suspirar de ternura a los visitantes. Al salir a respirar rocían a los turistas con agua de mar, los ponen nerviosos pasando debajo de la barca, y en algunos maravillosos casos las crías no resisten la tentación de acercarse a ver a los humanos y se dejan acariciar como cachorritos. Hay gente que disfruta tanto con la experiencia que regresa año con año con la esperanza de repetir ese contacto mágico. Sin embargo, incluso cuando no logran acercarse tanto a estos animales, el encuentro vale la pena “Mi objetivo del viaje era poder tocar a una ballena y me sentí frustrada cuando no pude. Pero vi a tiempo que tener una ballena sólo a metros de distancia era un privilegio y viví el encuentro como algo único”, explica Anna Varney, una turista norteamericana que llegó por primera vez al lugar este año. “Las ballenas nadan más rápido cuando no quieren seguir el juego, ellas mandan”, explica Juan, un pescador que se dedica a llevar turistas a avistar ballenas en Bahía Magdalena entre enero y abril. “Son animales buenos y sensibles, nunca hemos tenido un accidente, ellas mismas evitan golpear o dar vuelta una lancha”, cuen-
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ta. El dato no es menor pensando que una madre tiene alrededor de 15 metros de largo y pesa unos dos mil kilos, magnitud que supera largamente al pequeño bote a motor en que llegan los turistas. Su docilidad hace más triste pensar en que su caza indiscriminada redujo el número de ballenas al punto en que en un momento con suerte había 250 ejemplares. Hoy, tras la puesta en marcha de distintos tratados y leyes para su protección se estima que hay unas 20 mil.
A la “caza” de la ballena Las ballenas madres eligen estas bahías por diversas razones, incluyendo su tranquilidad y lejanía de centros poblados. Por eso, este encuentro sólo es posible tras varias horas de viaje por carretera y, generalmente, una noche de alojamiento en un poblado pequeño antes de salir temprano al paseo en lancha. Es por eso que algunos viajeros deciden extender su estadía en la zona y pasan varios días seguidos, para aumentar la posibilidad de mejores encuentros con las ballenas, además de prevenir que la salida se cancele por fuertes vientos. También está la opción de llevar la aventura un paso más allá y tomar algunos de los paquetes que ofrecen acampar en una isla, con paseos diarios, comidas recién salidas del mar y posibilidad de excursiones por tierra que permiten avistar otra clase de animales, especialmente aves marinas. “Este viaje no es para aquellos que tengan limitaciones por la comodidad”, dice Daniel Montaño, quien ha repetido el paseo dos veces, “hay que manejar por horas en medio del desierto desde cualquiera de los aeropuertos más cercanos, los alojamientos son correctos pero básicos, en pequeños poblados, y el bote es para pescadores, sin ninguna comodidad a bordo”.
Por su parte, Rick Calcara, quien hizo por primera vez el viaje en febrero, advierte que “el regreso fue con un viento fuerte y el bote se golpeaba sin parar. Se me hizo eterno, pero todo vale la pena por la experiencia de estar tan cerca de una mamá ballena y su cría”.
Las ballenas “normales” El “acuario del mundo” no es un nombre que la zona tiene porque sí. Además de las alejadas maternidades de ballenas grises, en las costas de centros turísticos como Los Cabos y La Paz –que cuentan con su propio aeropuerto y poseen una gran infraestructura hoteleraes posible ver ballenas jorobadas, cachalotes, ballenas grises, mantarrayas gigantes, muchos delfines y alguna esquiva orca o ballena azul. Varias empresas ofrecen salidas de medio día en botes Zodiac desde los que se pueden observar los vistosos esfuerzos del ritual de apareamiento que las ballenas llevan a cabo en sus “vacaciones” en México. Colas que golpean el agua, cabezas que suben a la superficie, ballenas que saltan, todo el acto busca llamar la atención de la pareja, y también termina conquistando a los turistas. Las que tengan éxito volverán el siguiente invierno para dar a luz a su cría, en un ciclo que año a año sigamos contando con ballenas grises en los mares. Las ballenas se han convertido en un sello de identidad para Baja California Sur, que ve con su llegada no tan sólo una fuente de ingreso vía el ecoturismo, sino que la posiciona como uno de los lugares líderes en materia de conservación e investigación de cetáceos a nivel mundial. Pero, ante todo, tal vez sea el mejor lugar en el mundo para tener un encuentro cercano y personal con este animal que ha maravillado a los humanos desde que tenemos memoria.T
Cómo llegar A Baja California se puede llegar volando a Los Cabos, La Paz, Loreto o Tijuana/San Diego. Ahí se puede arrendar un auto y manejar a las lagunas y bahías donde se encuentran las ballenas con sus crías. Como ejemplo, desde La Paz hasta Puerto San Carlos, lugar de salida a la Bahía Magdalena, hay unas tres horas, la misma distancia que entre Loreto y la Laguna de San Ignacio. La carretera que une a estos puntos está en buen estado y es segura. Muchas de las agencias ofrecen transporte desde las ciudades con aeropuerto, e incluso hay servicio de avionetas para aquellos con un presupuesto más holgado.