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Viernes. 11 de mayo de 2018 • LA RAZÓN
Finde REPORTAJE GRÁFICO: TURISMO DE BOGOTÁ
La plaza de Bolívar es el centro neurálgico de Bogotá y de donde parten las principales rutas turísticas, con el museo Botero como parada obligada
Dónde comer: Restaurante Club Colombia (Calle 82 # 9-11); Casa (Carrera 13 #85-24) y Rafael (Calle 70 #4-63). Dónde ir de fiesta: Andrés Carne de Res. El de toda la vida queda en Chía, a las afueras, pero pueden ir a Andrés DC, en la céntrica zona T (Calle 82 # 12-21). Paseos cercanos: Obligado el cerro de Monserrate y la catedral de Sal de Zipaquirá.
Caminar por la capital colombiana permite al viajero entender la historia de este país latinoamericano que atrapa por su gente, su cultura y su gastronomía
A pie por Bogotá DANIELLA MENDOZA - BOGOTÁ
A
unque un viaje a Colombia no está completo sin unos días de sol en Cartagena y otras playas de su costa caribeña, Bogotá, la capital, bien vale una visita. Además de sus exquisitos y modernos restaurantes, y de la experiencia única que supone ir de fiesta a Andrés Carne de Res, el más famosos de sus establecimientos, un corto recorrido por el centro de la ciudad puede servir al viajero para empaparse de la historia del país, desde la guerra de independencia hasta uno de los episodios más importantes del siglo pasado, el Bogotazo. Habría que empezar en el barrio de La Candelaria, frente a la Casa de Nariño, la residencia oficial del presidente, llamada así en homenaje a Antonio Nariño, precursor del movimiento independentista en la entonces
Nueva Granada, y construida en 1908 en el mismo terreno donde nació el prócer. En la acera de enfrente se encuentra el modesto templo de San Agustín, que en tiempos coloniales marcaba el extremo sur de la ciudad. De allí, el visitante, cámara en mano, podría tomar la calle de Santa Clara. Aunque está flanqueada por militares, el paso peatonal es permitido y lleva directamente hasta la Plaza Bolívar. En el camino, sin embargo, no debe dejar de fijarse en el primer observatorio astronómico de América. La sencilla torre blanca, construida en 1803, sirvió como sede de los encuentros clandestinos de Nariño, Camilo Torres y demás criollos que conspiraron contra la corona española. Hoy en día, lleva el nombre de uno de los astrónomos e ingenieros más célebres de Colombia, Julio Garavito, cuyo apellido es tam-
El nacimiento de una leyenda Los conquistadores encontraron en América que el metal más preciado, el oro, lo utilizaban los indígenas en pendientes y coronas. Más aún, escucharon hablar del cacique Guatavita, de los indios muiscas, que se cubría con polvo de oro y se sumergía en una laguna durante un ritual sagrado. Creyeron que se trataba de El Dorado y buscaron frenéticos la laguna de Guatavita. Los conquistadores nunca presenciaron el ritual ni descubrieron oro en esas aguas, pero en el siglo XIX los hermanos Joaquín y Bernardino Tovar encontraron una figura en forma de balsa que representa dicha tradición. Esa pieza se perdió en un incendio, pero en 1969 un campesino encontró otra en Pasca, Cundinamarca, que es hoy la pieza más importante de la colección del Museo del Oro.
bién el de un cráter en el lado oscuro de la luna. En esa misma calle merece la pena hacer una pausa en el museo de Santa Clara, construido en 1647 como convento e iglesia. La bóveda del templo está cubierta de 950 flores talladas en madera y recubiertas en la minilla de oro que le otorgan un brillo insólito. Al salir, el paseante se encuentra a escasos pasos de la Plaza Bolívar. El edificio amarillo de estilo colonial al costado occidental de la plaza es la sede oficial de la alcaldía de Bogotá. Si se gira sobre sí mismo en el sentido de las agujas del reloj, se encontrará de frente con el Palacio de Justicia. El que haya sido víctima del fenómeno «Narcos» sabrá que se trata del edificio que Pablo Escobar mandó tomar en 1985. En realidad, el llamado monstruo de piedra ha sido reconstruido dos veces. La primera, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, y la segunda, después de la toma del M-19 apoyada por Escobar en la que los tanques del Ejército colombiano destrozaron parte del edificio. Al girar nuevamente, verá la Catedral Primada y la capilla del Sagrario, detrás de las que resaltan, si la niebla lo permite, el cerro de Monserrate y el de Guadalupe. Tras otro medio giro, verá el Congreso, que data de
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Finde 1848 y que los bogotanos llaman el enfermo de piedra. La estructura tardó 78 años en terminarse y la leyenda popular dice que la tardanza fue culpa del cura que bendijo la primera piedra, pues lo habría hecho con la mano izquierda en lugar de la derecha, echando así una especie de maldición al edificio. En la esquina de la calle 11, frente a la catedral, se puede ver una sencilla casa blanca de balcones verdes y estilo colonial. Allí fue donde Nariño, tras sus reuniones conspiratorias en el observatorio, dio el grito de independencia en 1810. Los amantes del arte no pueden dejar de subir por esa calle –en cada acera, decenas de vendedores ambulantes ofrecen artesanías locales– hasta el Museo Botero, la Casa de la Moneda y el Museo de Arte Contemporáneo. Aunque son tres entidades distintas, todas gratuitas, están interconectadas y el visitante puede pasar de uno a otro sin apenas notarlo. Vale la pena especialmente el de Botero, en el que no solo hay una gran cantidad de cuadros del pintor paisa –es decir, nacido en Medellín, Antioquia–, sino también muchas obras de su colección privada, entre ellas algunas de Picasso y Renoir, que Botero donó a Bogotá en el año 2000. Al salir, habría que bajar de nuevo por la calle 11 y, en la casa de la independencia, girar a la derecha en dirección al Museo del Oro, donde podrá conocer la tradición artesanal de los indígenas colombianos, que siglos antes de la conquista ya trabajaban el oro con gran maestría. Esa amplia calle peatonal suele estar repleta de artistas callejeros que ofrecen espectáculos y venden artesanías, frutas –prueben el lulo, lo agradecerán– y bollería típica, como los buñuelos. En la carrera séptima, sobre la que el visitante camina ahora hacia el museo, ocurrió el asesinato que desató las protestas civiles conocidas como el Bogotazo. Explicar las consecuencias de la muerte por tres balazos del líder liberal Gaitán en pocas líneas es una tarea imposible, pero si le interesa este episodio, que redefinió la historia contemporánea de Colombia, una manera de conocerlo es a través de la novela «La forma de las ruinas», del autor colombiano Juan Gabriel Vázquez. De hecho, si el visitante es un apasionado lector, después de visitar el Museo del Oro puede bajar un par de cuadras por la calle 16 hasta la librería Merlín (Cra. 8a #15 - 70), un laberinto que esconde verdaderas joyas de la literatura a precios insólitos.
En el número 21 de la Gran Vía acaba de abrir sus puertas uno de los alojamientos más emblemáticos de la marca NH Collection. Gracias a su ubicación y diseño, es una cita obligada para el viajero
Las ofertas
NH Hotel Group conquista la Gran Vía madrileña RAQUEL BONILLA - MADRID
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o es fácil sorprender en Madrid en cuanto a oferta turística, y menos aún hacerlo en plena Gran Vía, cargada de atractivos. Pero lo cierto es que NH Hotel Group lo ha conseguido, y con matrícula de honor. No se trata de tirar por lo alto sin argumentos, pues basta con subir a la novena planta del recién estrenado NH Collection Gran Vía para quedarnos boquiabiertos, ya que resulta todo un privilegio casi tocar el cielo de Madrid con el ajetreo de la calle más emblemática de la capital a nuestros pies. Con sus cien años de historia recién cumplidos, el número 21 de la Gran Vía madrileña –una joya arquitectónica del primer tramo de la calle– acoge ahora a uno de los hoteles más inusuales de la marca Premium NH Collection. Así, uno de los edificios más representativos de la emblemática avenida renace convertido en uno sorprendente cuatro estrellas donde se aúna historia, ubicación, diseño, arquitectura y excelencia al servicio del viajero. Poco más se puede pedir... El alojamiento, que hace esquina con la calle Montera, ofrece una puesta en escena elegante y acogedora gracias al sello indiscutible del interiorismo de Mercedes Isasa, Estudio TBC. Ella ha sido la encargada de dar personalidad a todo el hotel, desde las zonas comunes, pasando por las habitaciones y cerrando en el restaurante. Para ello, ha rescatado la elegancia clásica de los años 50 y la eclosión de la Gran Vía a través de materiales y formas, de luces y sombras, logrando un resultado muy cómodo, práctico y, sobre todo, muy acogedor. NH Collection Gran Vía cuenta con un total de 94 habitaciones, de las cuales 22 son superiores, 38 superiores con vistas, seis habitaciones premium, 12 junior suites, 10 habitaciones premium con vistas y seis habitaciones premium XL con vistas. Todas las estancias
En detalle
Este hermoso edificio de estilo neobarroco abrió sus puertas hace exactamente cien años, en 1918 Con esta nueva incorporación, NH Hotel Group consolida su apuesta por Madrid como destino El alojamiento cuenta con un total de 92 habitaciones, de las cuales 22 son superiores
están dotadas con la última tecnología y los dispositivos más confortables, como las duchas con efecto lluvia, los televisores LED 46’' o los amenities exclusivos de la cadena.
La terraza del verano Si todos los rincones del alojamiento cumplen con las expectativas del entorno, la palma se la llevan, sin duda, la octava y novena planta, pues en ellas se esconde uno de los atractivos más llamativos del hotel: su inigualable azotea de 360 grados – llamada a convertirse en la terraza de visita obligada durante este verano– y su restaurante Picalagartos. Gracias a su posición, desde su azotea es posible disfrutar de una de las vistas más bellas de la Gran Vía y de los tejados más emblemáticos de la capital, aunque no hay que perder de vista el plato, con las creaciones elaboradas bajo la batuta del chef madrileño Javier Muñoz-Calero, quien rinde homenaje a la gastronomía española y al producto de temporada con platos muy castizos. Más información en la página web www.nhhotelgroup.com.
La azotea del alojamiento, situada en la novena planta, permite disfrutar de unas vistas de 360 grados
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