El arte lo tienen ellas

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Lunes. 29 de octubre de 2018 • LA RAZÓN

Cultura El club de las súper ventas

Jenny Saville La venta de «Propped» por 12,4 millones la convirtió en la artista viva más cara

Relegadas a un segundo lugar durante décadas, las artistas comienzan a ganar terreno: este año sus obras han roto récords de ventas, y mientras una muestra de Yayoi Kusama causa furor en la Victoria Miro de Londres, el Guggenheim inaugura otra de la pionera Hilma af Klint

El arte lo tienen ellas D. MENDOZA - MADRID

Cecily Brown En su trabajo es evidente la influencia del expresionismo abstracto. Este año, los precios de sus cuadros están al alza

Joan Mitchell Pionera del expresionismo abstracto, Mitchell está vendiendo y exponiendo ahora más que nunca

Helen Frankenthaler Con 22 años, fue la artista más joven de los 72 que participaron en la exposición de Ninth Street

Hilma af Klint Fue la primera pintora no figurativa años antes que Kandinsky, pero durante décadas vivió en el anonimato

E

l arte no es una competencia. Pero, si eres artista y mujer, a veces parece que sí. Un ejemplo reciente: Jenny Saville fue la gran perjudicada el día en que Banksy destruyó su «Niña con globo» en plena subasta de Sotheby’s e internet explotó con la noticia. Y lo fue porque en esa misma puja ella protagonizó otro suceso de igual o incluso mayor importancia: al vender su autorretrato «Propped» por 12,4 millones de dólares, Saville se convirtió en la artista viva más cara del mundo. Sin embargo, ese récord pasó desapercibido para la gran mayoría. El anterior lo tenía Yayoi Kusama –7,1 millones, monto por el que en 2014 vendió una de sus «Infinity Nets»–, otra artista que durante décadas fue dejada de lado por galeristas y críticos y que denunció sin resultados a grandes nombres de su época, como Andy Warhol, de haber plagiado sus ideas. Desde hace algún tiempo, sin embargo, Kusama, de 89 años, ha recibido toda la atención que la eludió previamente. De acuerdo con «The Guardian», en los últimos cinco años más de cinco millones de personas han visitado exposiciones de la artista japonesa. En 2017 miles hicieron horas de cola en el Hirshhorn Museum de Washington para disfrutar de apenas 30 segundos en uno de sus «Infinity Mirror Rooms», su inmensamente popular obra inmersiva. Lo mismo está ocurriendo ahora en la Galería Victoria Miro de Londres, que inauguró este mes la más reciente muestra de Kusama y ya ha vendido todas las entradas disponibles hasta diciembre. La artista, que ha vivido los últimos cuarenta años en un hospital psiquiátrico para controlar las alucinaciones que desde niña la persiguen y, a la

vez, alimentan su creatividad, creció en una familia acomodada y muy conservadora en Matsumoto, Japón. Desde pequeña se dedicó a dibujar las flores y calabazas que sus padres cultivaban para la venta y cuyo recuerdo todavía forma parte esencial de su obra. En contra de todo lo que se esperaba de ella –que se casara con un hombre elegido por sus padres y fuera una buena ama de casa–, Kusama apostó por la vida de artista.

La vida en un psiquiátrico Después de intercambiar algunas cartas con Georgia O’Keeffe, quien desde Nuevo México le advirtió de la dificultad de ser artista en Estados Unidos, Kusama viajó a Nueva York en 1958 con 27 años. Para mediados de los sesenta, ya sus «Infinity Nets» le habían merecido el reconocimiento que buscaba y se codeaba con Warhol y Claes Oldenburg. Pero para el final de la década había regresado al anonimato. Tras la muerte en 1972 de Joseph Cornell, la única pareja que se le conoció, regresó a Japón y unos años más tarde ingresó de manera voluntaria en el psiquiátrico en el que todavía vive, aunque lo deja cada mañana para ir a su estudio, donde trabaja sin descanso hasta el final de la tarde. O’Keeffe, que con los años se convertiría en una especie de mentora para Kusama, es justamente una de las artistas cuyo trabajo ha cobrado mayor valor en el mercado durante los últimos años. En 2014 su cuadro «Jimson Weed/White Flower No. 1» rompió los récords de cualquier artista mujer al ser subastado en Sotheby’s por 44,4 millones de dólares. El mes que viene salen a la venta en la misma casa otras tres obras suyas, que pertenecen al museo que lleva su nombre, y se espera que alcancen cifras parecidas.

La artista japonesa Yayoi Kusama posa junto a una de sus instalaciones. Las calabazas y los círculos son parte de su seña de identidad

La «esposa de» En su libro Mary Gabriel explica cómo se organizó la famosa exposición de Ninth Street, en Nueva York, que en 1951 puso de cabeza al mundo del arte en EE. UU. De los 72 pintores que participaron solo cinco eran mujeres: Lee Krasner, Elaine de Kooning, Grace Hartigan, Joan Mitchell y Helen Frankenthaler. «Estas cinco formaron parte de una nueva raza que existía por fuera de la corriente dominante en la vida americana a mediados de siglo. Cada una era tan única como las obras que producían. Lo que compartían era la valentía, un espíritu de rebelión y el compromiso de crear», escribe Gabriel. Hartigan, por ejemplo, dejó a su hijo con sus abuelos para dedicarse a la pintura y Krasner, a pesar de su talento, vivió a la sombra de Pollock, su pareja desde 1942. Otra que sufrió por sus amistades fue Frankenthaler,

novia de Clement Greenberg, el crítico de arte más relevante de la época, pues sus compañeros pusieron en duda que su lugar en Ninth Street fuera merecido. La vida privada de Mitchell, por entonces enfrascada en un trío amoroso cuyos detalles todos conocían, también afectó su reputación. Lo mismo sucedió con la de Elaine, pareja de Willem de Kooning, y es que a pesar de su importantísimo papel en la Escuela de Nueva York fue considerada por muchos apenas una «esposa de». Como escribe Gabriel: «Cada una pagaría un precio por elegir al arte por encima de la vida que la sociedad les había impuesto. Pero resulta imposible imaginar que cualquiera de ellas, a pesar del precio, se arrepintiera de la decisión. Simplemente no tenían otra opción. Eran artistas. No había otro camino».


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