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Lunes. 27 de agosto de 2018 • LA RAZÓN
Cultura
El Museo Metropolitano de Nueva York inaugura la primera exposición de artistas que han querido desentrañar complots políticos y sociales o los han tratado de forma surrealista en su obras
El arte también conspira D. MENDOZA - MADRID
La Stasi en Nueva York Además de las setenta obras que conforman la exposición del Met Breuer, espacio del museo dedicado al arte moderno, en su sede de la Quinta Avenida se podrá visitar la instalación «Stasi City», de las hermanas Jane y Louise Wilson. Las británicas buscan crear una experiencia de inmersión a través de esta pieza multimedia rodada en Berlín, en 1996, que invita al espectador a hacer un tour de la sede central del Ministerio de la Seguridad de la RDA después de que fuera abandonada tras la caída del Muro.
P
oco después del atentado del 11 de septiembre, el Museo Whitney de Nueva York recibió una extraña visita. Agentes del FBI se acercaron a la institución para examinar las obras de Mark Lombardi, un «artista de la conspiración» que por entonces comenzaba a ganar bastante reconocimiento. Los agentes incluso exigieron a las autoridades del Whitney que retiraran los pictogramas de Lombardi -que mostraban una enorme red de intercambio ilegal de dinero a nivel mundial- de su sala de exposición, a lo que estos se negaron. Poco más de un año antes, el 22 de marzo de 2000, la Policía había encontrado muerto al artista en su estudio de Brooklyn. La escena parecía sacada de una película: Lombardi colgaba por el cuello de una cuerda amarrada a una de las vigas del techo, impecablemente vestido de azul marino, con un frasco de Tylenol en el bolsillo de su camisa y una botella de champán flotando a su lado y sostenida por otra cuerda que bajaba del techo. En el suelo, cientos de tabletas de paracetamol. La muerte fue declarada un suicidio y el caso cerrado, pero las investigaciones de Lombardi –entre ellas, una que vinculaba a George W. Bush, por entonces candidato a la presidencia, a un banquero que habría financiado a Al Qaeda– despertaron la sospecha de los amantes de las teorías de la conspiración. En consecuencia, los precios de sus pictogramas ascendieron de manera astronómica y, para el horror del FBI, su popularidad siguió aumentando. Ahora, el Museo Metropolitano de Nueva York, en su sede de la avenida Madison, expone algunas de las obras de Lombardi, junto con las de otros treinta artistas, en una muestra titulada «Todo está conectado: arte y conspiración».
Doug Eklund, uno de los comisarios, explica que «esta es la primera exposición de la que tengo conocimiento que reúne a artistas interesados en la conspiración como sujeto artístico». Mientras en Washington se debate hasta el cansancio la legalidad de la campaña presidencial de Donald Trump y sus vínculos con Putin, además de las campañas de desinformación vinculadas a Facebook, el otro comisario, Ian Alteveer, reflexiona sobre la vigencia del tema: «Estos días se habla mucho de conspiración. Al organizar esta muestra nos dimos cuenta de que es algo que ha estado presente desde hace mucho tiempo. La exposición abarca alrededor de cincuenta años de trabajo artístico», desde 1969 hasta 2016, cuando comenzó la última campaña presidencial de EE UU.
Contra el «establishment» La idea surgió en 2010 a partir de una entrevista entre los artistas estadounidenses John Miller y Mike Kelley. Los comisarios se reunieron con ellos para compilar una lista de creadores que han tratado la conspiración y la protesta contra el «establishment» en sus obras, muchos de los cuales forman parte de la exposición. Entre ellos, Trevor Paglen, que ha pasado años investigando la existencia de los llamados «Black Sites», lugares secretos en Afganistán y otras partes del mundo a donde el Gobierno de Estados Unidos llevaría a personas –que él llama prisioneros fantasma– para interrogarlas y torturarlas sin dejar rastro. También se podrán ver obras de Jenny Holzer, que crea instalaciones y cuadros utilizando documentos desclasificados del Archivo Nacional de Seguridad estadounidense, y del también artista conceptual Hans Haacke, que en 1971 se dio a la inmensa tarea de hacer un mapa de las
Cartel del colectivo Silence= Death crítico con la política de Reagan sobre el sida
propiedades de Harry J. Shapolsky, un inversor inmobiliario que, utilizando compañías que no existían, compró más de 200 edificios en Harlem, el East Village y el Lower East Side de
Manhattan. Vale la pena destacar que tanto Lombardi como Holzer y Haacke han expuesto en España; de hecho, en el Guggenheim de Bilbao puede visitarse una instalación permanente
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Cultura U. NICOLETTI
bían muerto de esa enfermedad para 1987 y, sin embargo, el presidente ni siquiera había pronunciado la palabra sida», explica Alteveer. Se refiere a un cartel en el que aparecía un triángulo rosa sobre un fondo negro y, en blanco,eleslóganSilence=Death (Silencio=Muerte). En algunas versiones también se podía leer la siguiente frase: “¿Por qué Reagan guarda silencio sobre el sida? Los gays y las lesbianas no son desechables… Utiliza tu poder… Vota… Defiéndete… Convierte tu rabia, miedo y dolor en acción”. El póster fue creado en el 87 por seis activistas que eligieron el triángulo porque era un símbolo gay tomado de los campos de concentración nazi, donde los homosexuales eran obligados a llevar uno, aunque invertido, en el uniforme. También los Panteras Negras, tan investigados por el FBI desde finales de los sesenta hasta su disolución en 1982, están presentes en la exposición gracias a las ilustraciones de Emory Douglas. Sus dibujos aparecieron durante años en el periódico oficialista; en ellas los policías eran representados como cerdos en uniforme y frecuentemente venían acompañadas de frases como: «Me he quedado al margen por demasiado tiempo mientras los cerdos racistas violentaban y asesinaban a mi gente. La sangre del cerdo debe correr por las calles».
Aquel noviembre en Dallas
de Holzer creada específicamente para el museo. «Otro de los momentos en los que indagamos es la crisis del sida. El Silence=Death Project creó un póster sobre cómo decenas de miles de americanos ha-
Por supuesto, los comisarios no podían dejar fuera uno de los eventos que más teorías de la conspiración ha despertado desde 1963, el asesinato de JFK. La misteriosa artista Lutz Bacher ha tratado el tema en sus «Entrevistas sobre Lee Harvey Oswald», en las que junto a recortes de fotografías de Oswald, superpuestas para dar la sensación de que se trata de más de un hombre, Bacher se entrevista a sí misma sobre el asesino de Kennedy, un personaje alrededor del cual han surgido cientos de versiones sobre lo ocurrido aquel 22 de noviembre en Dallas. La segunda parte de la exposición, que estará en el Met Breuer a partir del 17 de septiembre, investiga el lado más delirante de las conspiraciones. «Es donde nos adentramos en la madriguera del conejo y revisamos a un grupo de artistas –tenemos a Mike Kelly, Jim Shaw, Tony Oursler, Sue Williams, todos amigos del California Institute of the
Arts– que ofrecen una respuesta más fantasmagórica a los modos en los que los hechos, a veces, no casan», afirma Alteveer. Jim Shaw, por ejemplo, trabaja actualmente en un proyecto titulado «Oism» con el que intenta crear una nueva religión, con sus tradiciones, historia y tótems, para lo que ha investigado los cultos mesiánicos presentes en la llamada «Bible Belt», la región del sur de Estados Unidos en la que el protestantismo y el cristianismo tienen un papel muy relevante –mucho más que en el resto del país– a nivel social y político. Tony Oursler, por su parte, indaga con sus instalaciones multimedia en temas de corte psicológico, como la influencia de la televisión en el modo de pensar de las personas, aunque también aborda el estado del medioambiente y la polución biológica.
DEL ASESINATO DE KENNEDY HASTA LAS TORRES GEMELAS, LA MUESTRA ABARCA 40 AÑOS DE ARTE Y TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN «ESTOS CREADORES SON ''OUTSIDERS'', OPERAN EN LOS MÁRGENES. LA IDEA ES SACUDIR AL ESPECTADOR», ASEGURA EL COMISARIO La muestra también incluye obras de Peter Saul, que frecuentemente toma aspectos de la realidad política y social para sus coloridos y satíricos cuadros. Considerado uno de los padres del Pop Art, Saul (San Francisco, 1934) ha sido un gran crítico de la cultura y la sociedad americana, tratando en su obra desde el movimiento por los derechos civiles y la guerra de Vietnam (conflicto que retrata en “Saigon”, uno de sus cuadros más famosos) hasta la pena de muerte y la presidencia de Trump. «Todos los artistas que forman parte de la exhibición son “outsiders”. Operan en los márgenes, y eso refleja el tema de la muestra, que tiene que ver con explorar las partes de nuestra cultura que están escondidas o soterradas. Me gustaría recuperar la idea de que el arte puede ser un modo de sacudir a la gente para que se olviden de sus ideas preconcebidas y, ojalá, cuestionen más las cosas», asegura Eklund.
Katia y Marielle Labèque dejaron buen sabor en Santander
CRÍTICA DE CLÁSICA FESTIVAL DE SANTANDER
Las Labèque tocan para Bernstein Obras de Philipp Glass y Leonard Bernestein. Piano: Katia y Marielle Labèque. Batería: Raphael Seguinier. Percusión: Gonzalo Gray. Palacio de Festivales de Cantabria. Santander, 24-VIII-2018. Hay veces que se obtienen resultados extra sin una premeditación previa y esto ha sucedido en el Festival Internacional de Música de Santander con el concierto de las hermanas Labèque, que programaron a Leonard Bernstein en su segunda parte y coincidió con la víspera de los cien años del nacimiento del compositor. Por cierto, hay que resaltar el hecho sorprendente de las páginas y páginas que los medios de comunicación están dedicando a su aniversario, cuando parecía que Bernstein estaba olvidado. ¿O es que acaso es la forma de llenar páginas en verano que no se refieran al Valle de los Caídos o a la senda del déficit? Hecho curioso en cualquier caso, al margen de todo el merecimiento del genio que sin duda fue Bernstein. También es curiosa la posición de la que gozan ambas hermanas en el mundo internacional de la música. Han pasado ya cerca de cuarenta años de su sonado debut con la «Rhapsody in blue» de Gershwin y siguen en el podio de la fama. Se lo han sabido montar: dos hermanas atractivas, buenas pero no excepcionales pianistas, actúan juntas, los becarios de los medios de comunicación lo tienen fácil con ellas, se han arrimado a compositores célebres que han escrito para ellas...
Otros, como los Del Valle o Curbelo, quieren seguir esa senda, veremos si lo consiguen. Además, tienen inteligencia para elegir sus programas y ejemplo de ello ha sido Santander, con una primera parte centrada totalmente en Philip Glass con dos estrenos en España, no demasiado larga como para impacientar al público y una segunda con la versión de «West Side Story» para dos pianos y percusión realizada por Irwin Kostal. Una adaptación curiosa con la que es posible seguir todas y cada una de las popularísimas melodías. Lo más interesante de la primera parte fueron los «Cuatro movimientos para dos pianos» (2008), en los que se muestra un Glass más evolucionado, aunque también algo reiterativo, y ambas hermanas tuvieron más ocasión de lucimiento. Pero era Bernstein lo esperado y lo interpretaron con gracia, apoyándose en los dos percusionistas, que chasquearon los dedos, zapatearon, silbaron, etc. Para seguir el ritmo en piezas como «América» y, cómo no, hasta gritaron «Mambo». Lo cierto es que, al terminar las propinas, lo que quedaron ganas fue de volver a ver la célebre película de Hollywood o escuchar a Gustavo Dudamel con sus cientos de atriles de jóvenes venezolanos en la orquestación completa. Al festival ya solo le queda el cierre con Ivan Fischer y Budapest.
Gonzalo ALONSO