Los caminos recuperados del Post-Conflicto

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LOS CAMINOS RECUPERADOS DEL POST-CONFLICTO

LOS CAMINOS RECUPERADOS DEL POST-CONFLICTO Daniel Felipe Monroy Laura Isabel Velasco

“Muchos colombianos no conocemos el país en paz” - Juan Fernando Cristo, El Espectador

Con su llegada en el siglo XV a lo que hoy en día es Colombia, los españoles trajeron infraestructura, la cual serviría para conectar los diferentes poblados colonizados. Sin embargo, antes de construir los caminos reales existían las rutas prehispánicas utilizadas por los indígenas como medio de comunicación e intercambio cultural y de productos. Esos caminos eran pensados por el indígena caminante que podía sortear obstáculos, por lo cual se caracterizaban por atravesar la topografía y tener altas pendientes. Los españoles utilizaron como base para muchos de sus Caminos Reales estos caminos prehispánicos adaptándolos a las modalidades de transporte como el caballo y el burro y para algunas carretas. Estos caminos se construyeron con piedras con la mano de obra indígena.

“Monte del Quindío” (1868). Michael Levy Frévos. Tomado de: Caminos Reales de Colombia. Bogotá Colombia: Fondo FEN Colombia.


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El abandono de los Caminos Reales Sin que la mayoría de la población colombiana se haya dado cuenta, muchos de los caminos reales han sido destruidos. Esta pérdida se ha dado por diversas causas, como la utilización de las rocas para la construcción informal, la privatización de algunos segmentos por la propiedad privada o la construcción de carreteras que rompen en tramos estos senderos o que los construyen encima de los viejos caminos. Un ejemplo de este último caso, es la denuncia por parte del Coordinador del Comité Nacional de Caminantes en 1998, Gilberto Camacho Amorocho, sobre la destrucción parcial del Camino Real que va desde el casco urbano de Guadalupe hasta el balneario Las Gachas en Santander. Camacho denunció que el camino de 2,5 kilómetros y de 200 años de antigüedad fue convertido en algunos tramos como carretera vehicular (Semana, 1998). Otra afectación importante, es el olvido que ha tenido la población colombiana con los Caminos Reales a causa de la propagación del conflicto armado en diferentes zonas rurales. Si bien el conflicto o el control del territorio por parte de los grupos armados han permitido la conservación de muchos de estos senderos, no obstante, ha fracturado el contacto de la población con su pasado y su memoria. Por otra parte, durante varias décadas la población urbana dejó de visitar las áreas rurales debido a la inseguridad que los grupos armados ilegales representaban. En consecuencia, hizo que los ciudadanos temieran abandonar la ciudad, para finalmente perder el interés y la curiosidad de recorrer, conocer y entender el territorio a partir de esos hilos conductores al pasado, llamados Caminos Reales.

un capítulo de Paisaje y Arte, Alberto Ruiz de Samaniego explica que cuando el hombre camina por un tiempo prolongado llega a un estado de bienestar y a un contacto con ideas. Así, se entiende que existe una relación de salud del cuerpo con su entorno y que lleva al ser humano a necesitar el exterior para moverse y mantenerse saludable. Ya que, si se queda quieto esa anulación del movimiento lo lleva a sentirse enfermo. Por otra parte, la motivación que lleva al individuo a caminar es la de proyectar su pensamiento hacia la lejanía. Es decir, al transitar por un periodo de tiempo la mente empieza a imaginar qué se quiere encontrar, a dónde va a llegar y las sensaciones que quiere percibir. Pero, al mismo tiempo hay un contacto agudo in situ con el entorno. Esto posibilita que, cuando el paseante encuentra un lugar en algún punto de su camino que le llame la atención, le mueve el interior y permite que esa proyección mental se cumpla para así entrar en un estado de bienestar. Además de sentir que su recorrido ha tenido un propósito y no ha sido simplemente un vagabundeo.

En ese sentido, es necesario comprender por qué es esencial el camino y su transitar para entender y proyectar en un paisaje tan complejo como el del post conflicto colombiano. Los caminos en la cultura Al hablar de camino generalmente se refiere al espacio físico que compone ese recorrido. Sin embargo, el camino no solamente es lo tangible del lugar sino también aquellas sensaciones que producen las vivencias que se tienen al caminar por él. Por tanto, no hay camino si no hay un caminante que lo transite. Lo anterior, permite preguntar ¿por qué al caminante le surge el deseo de caminar? En

Camino Real desde Guadalupe hasta el balneario Las Gachas en Santander. Tomado de http://www.vanguardia.com/area-metropolitana/bucaramanga/376153-destruyen-camino-real-de-200-anos-en-santander-para-dar-paso-a)


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La roca en el camino

De manera que estas esculturas actúan en el paisaje como evocaciones de una cultura, de unos tránsitos por el territorio, pero cabe afirmar que para ellos, estos hitos monolíticos han sido un instrumento de orientación consciente, mas no de un objeto artístico Surge de esta manera, la duda de si este tipo de huellas podrían replicarse en la contemporaneidad, no solo como un punto de georreferenciación, sino también como una manifestación cultural en el paisaje. El recorrido de la roca en el camino

Alineación astronómica con la Constelación Escorpión (año 67 d.C) de uno de los menhires prehispánicos localizados en el humedal del Jaboque, 2005. Tomado de: Agua: Fuentes en Bogotá, 2010.

Una de las primeras manifestaciones arquitectónicas registradas son los menhires1, que funcionaban como instrumentos de dirección, transformación y simbolismo sobre el territorio. Ejemplos hay muchos en la historia antigua, en Italia, Inglaterra, Lejano Medio Oriente, incluso en Colombia se han encontrado monolitos de comunidades prehispánicas, que describen las fechas de los solsticios, indican cómo orientarse espacialmente y también determinar las condiciones ceremoniales y/o sagradas del lugar. Además, estas rocas muestran el surgimiento del arte como una práctica instintivamente nómada del ser humano, a lo cual Careri agrega que [Son] como un personaje sin vida interior pero que, al mismo tiempo, toma posesión del espacio, obliga al espectador a participar, a compartir una experiencia que va más allá de lo visible y que afecta, al igual que la arquitectura, a todo su cuerpo, a su presencia en el tiempo y en el espacio” (2013, p. 140) 1 Su etimología viene del dialecto bretón, de piedra (men) larga (hir) y y del dialecto sardo con la acepción de piedras (perdas) letradas (litteradas).

Otras formas de marcar el territorio aparecieron en la modernidad. En el siglo XX surgió una modalidad distinta de aproximarse e intervenir sobre el paisaje; que bajo la curaduría de Virginia Dawn, se exhibirían en su galería “exposiciones que innovaban en tendencias como el minimalismo, arte conceptual y Land Art” (National Gallery, 2016)2. Para éste último, su principal característica consistiría en el tratamiento de una escala muy diferente a la de los tótems y monolitos antiguos, una escala que modificaría el paisaje a partir de la excavación, el rellenado, el recorte, la modelación para darle medida al lugar. De esta manera, los materiales oriundos ofrecerían un medio de apropiación sensorial y espacial del paisaje distinto a las piedras prehispánicas, las cuales actuaban como una inscripción psicológica y ceremonial sobre el material, mientras que el Land Art consistiría en el contacto y transformación del material para alterar la percepción . Además, el artista Richard Long, un exponente del Land Art, a partir de sus intervenciones explora, no solo las ideas anteriormente expuestas, sino también la carga estética y psicológica del acto de caminar. Por ello, en la obra “Walking a Line in Peru” es esencial que dispone el territorio para ser transitado y comprendido a través de su topografía; la acción de preparar el camino carga en sí misma una reflexión psicológica, puesto que el roce con los materiales permite un contacto con la inmensidad del territorio. Y lleva a cuestionarse si uno (como caminante) atraviesa el espacio o si es el espacio quien lo atraviesa a uno a partir de las sensaciones. Por consiguiente, estas formas de transformación permiten entender la escala del territorio para proponer nuevas formas de intervenir. El manejo de escalas, llevándolo al caso del postconflicto colombiano, es de 2 Cita traducida del inglés: In 1965, Dwan established a gallery in New York where she presented groundbreaking exhibitions of such new tendencies as minimalism, conceptual art, and land art.


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gran relevancia ya que el Tratado de Paz posee distintas escalas de afectación, desde la reinserción en las urbes, pasando por veredas, ciudasdes hasta grandes extensiones de territorio.

y resguardo, para remplazarlos por la curiosidad e interés de conocer el entorno. Es acá donde el caminar cobra importancia, porque es a partir de esta acción que la persona verdaderamente se interesa por el país convertido paisaje. La pregunta que surge es ¿cuál es el paisaje colombiano y cómo se construye? Una posible respuesta son los Caminos reales, a lo cual Paula Moreno3 agrega que “ [éstos] descubren el contenido patrimonial de un fenómeno asociado a la movilidad y a los intercambios humanos generados a lo largo de la historia. Se deben conocer, valorar y recuperar porque son piezas fundamentales de la memoria colombiana e hilo conductores con el futuro”(Moreno, P. 2008). Estos caminos constituyen arquitectura del paisaje en potencia, por su valor histórico y cultural, pero sobretodo, por la recuperación del valor psicológico de caminar en ellos como parte de los compromisos de reparación.

Arquitectura del paisaje en los Caminos Reales Las reflexiones anteriores, acerca de una arquitectura nómada y un arte del paisaje abren la discusión de cómo podrían recuperarse, o incluso intervenirse los Caminos Reales dentro del marco del post-conflicto y el tratado de paz. Ante todo, cabría cuestionarse si los caminos tuvieron hitos de ubicación como los monolitos, o si sencillamente era el material su elemento de referencia. Richard Long. Walking a Line in Peru (1972). Se evidencia en la fotografía como la línea trazada atraviesa un relieve irregular, el cual se expicita gracias a la presencia de esta intervención. Tomado de http://www.spontaneous-architecture.org/2013/03/blog-post_7155. html

El Tratado de paz y la construcción del paisaje El Tratado de Paz se puede entender como la creación colectiva del nuevo paisaje del post conflicto colombiano: un paisaje con diferentes capas de conflictos, actores y acciones. Al acabar con el grupo armado ilegal Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombiana (FARC), se está finalizando el periodo de la apropiación ilegal de partes del territorio y sus asentamientos en zonas rurales. Esto permite, por primera vez en muchas décadas, el acceso a áreas inexploradas y, por tanto, desconocidas por muchos colombianos. Igualmente, se presenta la oportunidad de explorar lo abandonado, que ya fue explorado alguna vez, y volver a conocer el territorio. No obstante, se tiene la tarea de afrontar los estereotipos de inseguridad

Más que responder a este interrogante, la intención principal es poner sobre la mesa cómo estos elementos arquitectónicos pueden aportar hacia la construcción de un paisaje del post-conflicto. Apoyada en las pautas del tratado de paz, la nación colombiana tiene tres circunstancias muy importantes: la primera, la intención de acceder de nuevo al territorio; la segunda la restitución de tierras como fin último del tratado, y por último, los caminos reales como medio de acceso. Con esto, el rol que tiene la arquitectura dentro de estas dinámicas debe ir más allá de la constucción de vivienda digna para los desmovilizados en el campo o del establecimiento de normas de urbanización para los pueblos del monte; la arquitectura tiene un papel más ontológico, pues este permite conectar las dinámicas históricas de los españoles, pasando por el control armado, para llegar a un paisaje que busca reivindicar las comunidades del campo, todo esto en las huellas empedradas de los caminos reales.

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Ministra de Cultura bajo la presidencia de Álvaro Uribe Vélez (2007-10).


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Por tanto, la arquitectura que deberá instalarse buscará la contemplación de estas sendas reales con el fin de conservar, y simultáneamente, actualizar las rutas de comercio coloniales, las cuales tendrán justificación de recuperarse ya que los españoles en su momento debieron escoger las rutas más adecuadas para moverse dentro de un relieve tan complejo como el campo colombiano. Pero, ¿debería haber un recorrido sobre el camino o tangencial a éste? Podrán haber sendas paralelas para el caminante del campo con su carga, para el jinete en busca de una ruta de descanso para su caballo, y también para el artista escritor, pintor o performativo que podrá experimentar un paisaje antes abandonado y lleno de elementos de denuncia e inspiración para el arte contemporáneo.

del tratado de paz, sobre el tipo de percepción que puede adquirir el ciudadano colombiano al reconocer los territorios abandonados, y también contemplar sobre el paisaje que puede generarse a partir del caminar los caminos reales, puesto que recorrer, apreciar y apropiarse desde el paisaje permite rehacer el país en medio del post-conflicto.

Además, se abre la posibildiad para la restauración de tramos alterados, y la señalización mediante el acondicionamiento de puntos de referencia para identificarlos y apreciarlos, como los cultivos de coca transformados, los campamentos temporales; y también intervenir los territorios invadidos de minas antipersonales como espacios para la contemplación de los territorios que cruzan y conectan, lugares de memoria y ceremonia.

Un paisaje histórico o contemporáneo Podría argumentarse que se indaga acerca de las capacidades de ambos paisajes, por un lado, la recuperación de estos caminos e hitos permite narrar una historia, una memoria recorrible y tangible para el campesino y ciudadano. Por otro lado, la intervención sobre elementos históricos actualiza su uso o programa y los hace presentes dentro de las dinámicas actuales y futuras. Por lo que la arquitectura genera en el territorio rural-armado una peregrinación hacia un paisaje histórico: compuesto por las sendas de los españoles en la época colonial, pasando por la formación de los grupos armados. Y por otro lado, al amarrar estos hechos históricos sobre un mismo lugar de emplazamiento se construye un paisaje contemporáneo, en gran parte gracias a la resignificación de hitos con nuevos programas, puesto que los menhires, como marcas en el territorio actual activan los flujos antiguos y permite la interacción entre ambas temporalidades. Para resumir, este artículo propone reflexionar sobre el tipo de paisaje que pueden habitar las comunidades locales dentro del marco

Puente del Camino Real en la llegada a Popayán (1879). Tomado de: Caminos Reales de Colombia. Bogotá Colombia: Fondo FEN Colombia.


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Fuentes bibliográficas Principales Moreno de Ángel, P., Melo, J. O. (1995). Caminos Reales de Colombia. Bogotá, Colombia: Fondo FEN Colombia. Maderuelo, J., y Ruiz de Samaniego, A. (2007). Revelación del lugar. Apuntes sobre el caminar. En J. Maderuelo, Arte y paisaje (pp.5376). Madrid, España: Abada Editores. Careri, F. (2013). Walkscapes: El andar como una práctica estética. Barcelona, España: Gustavo Gili. Secundarias Alcaldía Mayor de Bogotá. (2010). Agua: Fuentes de Bogotá. Bogotá, Colombia: Imprente distrital. National Gallery of Art (2016). Los Angeles to New York: Dwan Gallery, 1959–1971. Recuperado de https://www.nga.gov/ exhibitions/2016/from-los-angeles-to-new-york-dwan-gallery.html Revista Semana. (1998). Las Rutas de la Nostalgía. Recuperado de https://www.semana.com/especiales/articulo/las-rutas-de-lanostalgia/37162-3 Moreno, P. (2008). Los Caminos Reales de Colombia: una apuesta por activar el turismo cultural en el país. Ministerio de Cultura. Retomado de: http://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/ Paginas/2008-12-15_8978.aspx Cristo, J. (2016). Los Beneficios de la Paz. El espectador. Tomado de: https://colombia2020.elespectador.com/opinion/los-beneficios-dela-paz-juan-fernando-cristo


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