la vida en un circo
Casi un centenar de artistas integrando una gran familia, caravanas interminables con destinos inciertos y una única misión: divertir al prójimo, sin límites. Anécdotas, recuerdos y presente de los protagonistas que hacen
Texto: Diego Palomeque - Fotos: Ojo de Pez
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a mística del circo y su espectáculo es casi tan antigua como la historia misma. Con su primera gran expresión como tal en el Coliseo Romano -aunque con desenlaces completamente distintos a los actuales y para nada alegres- y sus correlatos a lo largo de la Edad Media y siglos posteriores, el circo y sus expresiones han sido siempre protagonistas principales de la historia universal. Fuente de inspiración de obras de todo tipo, como también lo han sido sus personajes, son el leit motiv de maravillosas obras literarias, artísticas, teatrales y musicales. Son muchos los que han homenajeado al circo, desde Gabi, Fofó y Miliki -con su inolvidable “Había una vez un circo”- llegando hasta los mismísimos Rolling Stones con el mítico “Circo del Rock and Roll”, especial para la
televisión británica del que participaron músicos como John Lennon y bandas como Jethro Tull y The Who y que fue filmado en diciembre de 1968 en Londres, pero recién salió a la luz en 1996. Como sea, el circo y su tradición tienen un atractivo especial para todos, sin discriminar por edad, sexo, nacionalidad ni gustos personales o condición económica. Pero cuando se baja el telón, el show debe continuar y detrás de las funciones diarias, la vida de los artistas continúa. Sin maquillaje, sin zapatos graciosos ni ropa llamativa. Y con los pies sobre la tierra, por sobre toda las cosas.
Los Andes pasó una tarde entera con las más de cien personas que hacen FESKA y estas son las vivencias, anécdotas e historias de familias enteras que llevan vidas atípicas, al menos dentro de lo que el común denominador puede considerar atípico.
DE GOLOSINERO A DUEÑO
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epe Villamar es de Tambillo (Provincia del Pichincha), tiene 50 años y es el dueño de FESKA. Como la de todos los personajes que hacen FESKA, la historia de Villamar es digna de ser guionada para la pantalla grande, algo que no descarta el director de arte, Mimi Ayala, quien ya está en tratativas para llevar al cine esta historia. “Siempre me gustó el circo. Hace 30 años empecé vendiendo golosinas en la puerta del circo del pueblo. Era un trabajo, pero también me gustaba”, cuenta Villamar. Con tiempo y esfuerzo, Villamar pudo agregar a sus responsabilidades la de repartir volantes del circo en la ciudad. Así pasó sus años de juventud, hasta que en 1987 se le dio la oportunidad que había esperado toda su vida. Se marcho a Quito y ahí empezó con pequeñas actuaciones en la calle. Esa fue mi primera experiencia como artista”, relata Pepe, después de tres años reunió a varios artistas callejeros y formo FESKA.
“Siempre me gustó el circo. Hace 30 años empecé vendiendo golosinas en la puerta del circo del pueblo. Era un trabajo, pero también me gustaba”
NÓMADE
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o hay término que defina y resuma mejor la vida del circo callejero que nómade’. “Solamente paramos quince días al año, para las Fiestas, y no vemos la hora de volver a salir de gira. Es nuestra vida, no podemos vivir sin esto”, destacan Verónica y Alexandra Estrella. Las hermanas Estrella se han criado y han vivido todas sus vidas en circos. Hijas de un malabarista, ya son la cuarta generación de artistas circenses en la familia, y siguen contando. “Tengo tres hijas, una de 13 años que hace un
número de contorsionismo y dos mellizas de 11 que hacen monociclo”, agrega Verónica. Vero está casada con Francisco Martínez y toda la familia es la protagonista del número de bicicleta y malabares ‘Los Martins’. En un circo, todas aquellas situaciones que desde un punto de vista tradicional podrían considerarse como extrañas, son normales. Así es como, por ejemplo, no llama la atención que -pese a ser hermanas- Verónica sea argentina y Alexandra ecuatoriana. Ni tampoco se considera atípico que el padre de ambas tenga hijos hasta en México, quienes por supuesto trabajan en un circo.
“Los Martins”
TODOS JUNTOS
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ara los hacedores del circo, resulta prácticamente imposible imaginar una vida sin camaradería. “Cuando salimos de gira, vamos todos juntos por la ruta. Y estamos pendientes del otro vehículo, para ayudarnos ante cualquier inconveniente”, continuaron las hermanas. Cada trailer y motorhome tiene sus puertas y ventanas abiertas de par en par intentando paliar los más de 30 grados que sofocan la estival tarde mendocina. Piletas inflables con niños chapoteando y salpicando a cualquiera que pasa cerca, gente que viene y que va y decenas de prendas de vestir adornando improvisados tendederos en los vehículos, completan la escena.
“Cuando salimos de gira, vamos todos juntos por la ruta. Y estamos pendientes del otro vehĂculo, para ayudarnos ante cualquier inconvenienteâ€?
AMOR CIRCENSE
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as giras son impredecibles. Sería imposible y absurdo intentar una planificación elaborada al momento de salir de gira. Sus protagonistas lo saben, y aprendieron a convivir con ese factor sorpresa. Natalia (26) y Mariano (29) están de novios hace 10 meses. Ella es de Mar del Playa, Argentina y él de Portoviejo, Ecuador, los dos son acróbatas y
como no podía ser de otra forma, se conocieron y enamoraron en el circo. “Pasé dos semanas haciendo unas prácticas cuando el circo estuvo en Posorja y cuando terminé, me fui. Pero volví por él y me incorporé definitivamente. Es difícil pensar en una relación en la que no estén los dos en el circo, los de afuera nunca lo entenderían”, continúa la joven.
Natalia (26) y Mariano (29)
QUINTA GENERACIÓN
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o era trapecista y con mi hermano teníamos un show muy importante en Chile. Pero con los años uno cuelga las vendas, aunque lo bueno que tiene el circo es que te permite seguir vinculado por toda la vida. “Yo dejé el trapecio hace 10 años y ahora estoy trabajando de payaso con mi hijo”, destaca el artista chileno Ricardo Cárdenas, más conocido como ‘Choricito’ en su número y que carga 62 años en sus espaldas, todos vividos en circos. Ricardo es de la tercera generación de Cárdenas vinculados al espectáculo circense, aunque el legado ya llega a cinco generaciones. “Mi nieto más grande tiene 13 años y ya trabaja en circos”, se explaya. “Los que van creciendo, van adaptándose, pero siguen toda su vida en el circo”, reflexiona al cierre de la charla el experimentado artista, quien comparte escenario con su hijo Tonio.
“Mi nieto más grande tiene 13 años y ya trabaja en circos”
ARTE Y ESTUDIO
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ifícilmente, un niño cuyos padres hayan sido criados, hayan crecido y hayan mamado el circo desde pequeños puedan sortear el destino. Por eso es que no sorprende encontrar detrás de escena a los niños, preparando y alistándose con sus padres. Sole tiene 17 años, es paraguaya y actúa en el circo desde hace más de cuatro años. “Mi mamá trabaja en la casa de la dueña del circo. Yo a los 13 entré al ballet”, cuenta con timidez y una cálida sonrisa en su rostro. Franco, por su parte, tiene 11 años y junto a su padre, Coco, participan de otro número de payasos. “Lo que más me gusta es conocer todos los países”, cuenta el niño. Tanto Sole como Franco (y todos los chicos que acompañan a sus familias) pueden hacer uso de un pase especial para cursar en las escuelas de las distintas ciudades y provincias que visiten. “El primer día que llegamos entregamos el pase y en la escuela, por ley, nos tienen que dar clases mientras estemos en el lugar. Y un día antes de irnos le llevamos de nuevo el papel para que nos pongan las notas. Yo he llegado a hacer un año escolar en 20 escuelas”, explicó Franquito, quien está cursando sexto grado.
“Lo que más me gusta es conocer todos los países”
ADAPTACIÓN
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uedan tan sólo 15 minutos para que sean las 20, horario de la primera función. La gente ya se empieza a agolpar de las vallas para afuera y en la cola de la boletería. Del otro lado del telón, donde la gente no ve, la adrenalina ya se empieza a notar y hasta se respira en el ambiente. Las máquinas de coser de las costureras no dan tregua, ni la darán hasta varios minutos después, aún cuando la función ya esté en marcha. Con un traje negro y brillos plateados, Freddy aguarda junto a las escaleras que lo llevarán en el escenario mayor. “Yo trabajaba como domador de animales, tigres, leones, elefantes, osos, pero con la nueva disposición de no trabajar con animales, me dediqué y perfeccioné como presentador del circo”, destaca este misionero de 40 años, de extensa tradición circense. “Es todo un desafío. Uno siempre tiene que tener un as bajo la manga ante cualquier imprevisto”, apunta sobre su rol.
“Es todo un desafío. Uno siempre tiene que tener un as bajo la manga ante cualquier imprevisto”
Primer Festival de Arte Callejero