Peiper Clab 3

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Foto Diana Martinez Llaser

Director peiperclab@gmail .com Editora de fotograf ía / Fotógrafa www.dillam.com.ar Dseñador en Com

unicación Visual

Observadora prof esional, cronista compulsiva , poeta eltigrecanta@yaho o.com Actor y Director www.leoneldolara.w ebs.com leoneldolara@gmail .com Artista visual teresaestevez.blogs pot.com Diseñador gráfico marianouzal@yaho o.com.ar Hombre lobo Vilcat.com paoint@yahoo.com

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staff#3 DANIEL AVINCET A DIANA MARTINEZ

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LEONEL DOLARA

TERESA ESTÉVEZ MARIANO RODRÍG

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JUAN REZZANO LISANDRO GALLA

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CARLOS SERVAT JAVIER IGLESIAS ANDREA y ENRIC O LOMBARDI Corrección de text os: ANGÉLICA CÓRD OBA DE

VITULLO

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PeiperClab # 3. Director Responsable: Daniel Ernesto Avinceta. Se publican 6 números en el año. Mayo de 2012. Quintino Bocayuva 23 (CP: C1181AAA) Ciudad Autónoma de Buenos Aires Argentina.

PeiperClab es una publicación independiente, sin pertenencia a grupo, colectivo o asociación. No remunera pecuniariamente sus colaboraciones y no se hace responsable de la opinión de sus colaboradores. Prohibida la reproducción total o parcial de cualquiera de sus contenidos sin autorización escrita de PeiperClab o de los respectivos autores del material.

índice Tapa

6 Editorial s 8 Ladies Blue

12 Poesia 14 La queja glés 16 Pelirrojo in

22 Sobre Z32 26 Estados 38 Pelotudo 42 Sandro na 48 Letra urba

56 6 poemas

a

abez 58 Perder la c

78 2112 atas 82 Sin alparg

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Como pueden ver en la foto, hay equipo. Por eso seguimos en vuestras pantallas (y/o pantallitas). Y también porque ustedes siguen ahí. Entonces: ¡Bienvenidos a Peiper clab 3! ¿Qué? ¿Ya pasaron 2 meses? Mierda. Como dijo nuestro amigo Winnie: “Peiper clab es una publicación independiente que va de cualquier cosa que le caliente a sus creadores y colaboradores”. Eso sigue igual. Pero… “¿Y para qué hacen esa revista?“ Bueh… vale lo que ya hablamos en cuanto a zombies, arte, creatividad, estupidez y vulgaridad en el editorial del número anterior. Sigue todo igual. Seguimos con nuestra batalla cada vez más ambiciosa: en algún momento el nombre de la revista tiene que dejar de ser una ironía y convertirse en realidad, es decir, queremos una revista de papel. ¡Con olor a tinta de imprenta!


Que se pueda agarrar, sentir el peso en las manos, jugar con las hojas, abanicarse, coleccionar, usar para envolver huevos en la verdulería, prender el fuego para el asado, cortar imágenes y pegarlas en la puerta del ropero, hacer avioncitos… y miles de cosas más. Para quienes les interese esto, claro, para los que no, la edición digital seguirá existiendo igual que ahora. No tenemos ni idea de cuándo ni cómo va a ser posible que eso ocurra. Pero tampoco en su momento teniamos idea de cómo hacer la edición digital que ahora estan leyendo. Asi que será cuestión de encontrarle la vuelta. Tarde o temprano. Cada vez hay mejor equipo, y eso alienta. ¡Y de a poco, la hinchada también crece!. Ah, si, las manitos de la tapa son las mías. Dano


Nota Carlos Mac Donagh

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Nota Carlos Mac Donagh



Texto & Tania García Olmedo Fotos

La sangre medular Estos musgos despliegan sus susurros sobre las piedras Agua que cae Cielo que se abre Milagro del ciruelo pujando flores al mundo En algún lugar umbrío Florece el néctar secreto de las violetas Quién libará de sus bocas, guardadas en las sombras. Recorro Con pie descalzo y huesos renovados El terreno mullido y burbujeante Todo ebulle Puedo sentir las vibraciones tejiendo sus redes vitales ¿Qué rompe mi intrusión en el mundo de las arañas? Herodes de las hormigas, Ayer eliminé una de sus aldeas. Lectura de las hojas Al amparo del tiempo: Árbol de la vida resumido En capítulos breves o señales cortas Estos nudos de hambre Que juntan lo muerto con lo vivo De sus resquicios viene el alimento Del que comemos hasta saciarnos Tanto yo como las urracas y el erizo Ciclos que horadan la carne del día Y dejan su fina estría para marcarnos: Así contamos la historia: por la constancia de sus marcas. El árbol suma otro anillo –anillo que narra del invierno largo y la primavera tardía, Que guarda registro de las nevadas de abril y de la levedad del nido del mirlo en su copa. Todo lo que un anillo guarda en el claustro de su trazo y quiere decir. ¿ Guardará también el recuerdo de mi mano en su corteza? Derramo gotas de agua sobre todo lo que vive para que viva aún Y riego agua sobre lo muerto para que continúe el lecho del sueño mullido. El mismo gesto y aún así, dos sentidos que se bifurcan. ¿No es así con todo?

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Kärnans blod Dessa mossor sprider sina viskningar på stenar Fallande vatten Himlen som öppnas Mirakel av plommonträd som driver blommor till världen Någonstans skuggiga Blommar den hemliga nektarn av violer Vem ska suga på ur deras munnar, höll i skuggorna Jag går runt Med bara fötter och förnyade ben Den mjuka och bubblande marken Allt sjuder Jag kan känna vibrationerna väva sina vitala nät Vad bryter mitt intrång i spindlars värld? Herodes av myror Igår eliminerade jag en av deras byar Läsning av bladen Under tidens tillflykt: Sammanfattande livsträdet I små kapitel eller korta signaler Dessa knutar av hunger Som samlar den döda med den levande Av sina sprickor kommer maten Som vi äter till fullo Detsamma jag som skatan och igelkotten Cykler som borrar köttet av dagen Och lämnar sitt fina spår för att markera oss: Så berättar vi historien: för sina märkes beständighet. Trädet lägger en annan ring – ring som pratar om den långa vintern och sena våren Och som håller reda på snöfall i april och lätthet av koltrastens bo i sin trädtopp Allt som en ring behåller i klostret av sitt streck och vill omtala Ska den också hålla minnet av min hand på sin bark? Jag spiller vattendroppar på allt som lever, för att göra att det lever kvar Och beströr vatten på det döda för att fortsätta sängens fluffiga dröm Detsamma gest och ändå, två betydelser som förgrenas. Är det inte så med allt?

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AGARRADOS DE

Los últimos sucesos políticos que han impactado la opinión pública argentina, como la sospecha por corrupción que recae sobre el vicepresidente y la expropiación de YPF, han generado reacciones de protesta y de escándalo incluso, en algunos casos, en aquellos que simpatizan con el oficialismo o con el modus operandi del gobierno. Me interesa indagar por un lado, por qué la argentina parece siempre condenada a sospechar y muchas veces comprobar hechos de corrupción en todos sus gobiernos y, por el otro lado, si soslayamos estas dudas a la hora de una evaluación sobre quienes dirigen nuestros destinos, cómo reaccionamos a las acciones políticas de nuestros gobiernos que, aunque siempre pueden ser cuestionables, muchas veces aparecen discutidas por aquellos que en algún momento pretérito las proponían y defendían. Una psicoanalista amiga me decía una vez, «y sí... los argentinos estamos siempre agarrados de la queja». Más allá de que muchas veces decimos argentinos cuando deberíamos decir porteños, es verdad que se observa una tendencia muy marcada a la crítica y a la queja constante. Lejos de postular el conformismo y la docilidad, lo interesante es ver cómo muchas veces aquellos que en algún momento

defendían una idea, cuando esa misma idea se vuelve una realidad concreta, parecen huir despavoridos a la vereda de enfrente, como si la sola posibilidad de estar de acuerdo con alguna acción gubernamental fuera lo suficientemente siniestra como para rechazarla precipitadamente, sin importar de qué se trate. Así, hoy quienes alguna vez protestaban contra el neoliberalismo, el cierre de las fábricas y la industria, los monopolios de grandes grupos económicos y «la venta indiscriminada de nuestra patria», no hacen una crítica constructiva de las medidas tomadas en el sentido que alguna vez postulaban, sino que no pueden evitar extremar su nueva posición, parándose a criticar justo desde aquellos lugares que antes demonizaban. Tal vez no se trate de eliminar la queja, sino de intentar ver por qué tenemos tanta dificultad en ver lo positivo, lo bueno, aquello en lo que sí estamos de acuerdo. No importa que sea poco o mucho, importa que sea algo. La dificultad de encontrar un milímetro de acuerdo es lo que hace a la queja sospechosa. Porque aunque muchas veces parezca que las cosas son blanco o negro, la realidad nos brinda una infinidad de matices del gris. Y ni hablar si dejamos entrar

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LA PELOTA QUE REBOTA Entre las muchas ideas que, de vez en cuando, rebotan en nuestra mente como pelotas de goma, muchas veces hay una especial, una que golpea más fuerte o más sonoramente. Una actual. Una que queremos compartir. Y lo interesante no es ver sólo la pelota, sino las paredes que le hemos puesto para que pueda rebotar. Elijo entonces hoy compartir con los atentos y más que distinguidos lectores, la siguiente pelota y sus respectivas paredes...

LA QUEJA los colores. Esta tendencia a ir a los extremos, al mejor estilo Boca-River, a fanatizarse con uno u otro lado, es lo que nos impide pensar. Y sólo pensando se puede avanzar, superarse y evolucionar. Y hablando de pensar: ¿pensamos lo que hacemos cuando cruzamos una calle con el semáforo del peatón en rojo? Y no me refiero aquí al simple escándalo usualmente materno de «no cruces la calle en rojo [...], mirá para los dos lados, [...] abrigate nene...», sino al verdadero significado de lo que estamos haciendo. ¿Sabemos que significa o que denota hacer eso? Porque otro de los lugares comunes de nuestra querida queja tiene que ver con la corrupción de nuestros gobiernos. Siempre cae por lo menos una sospecha de corrupción en algún miembro importante de cada gobierno. Algunas veces es comprobable y otras no. Mucha gente dice que «todos meten las manos en la lata, pero lo importante es que por lo menos hagan algo», en una especie de resignación patética y triste. Y la sensación de que «los que están en el poder hacen lo que quieren, la pasan bárbaro mientras nosotros nos morimos de hambre» permanece casi inalterable en uno u otro sector de la sociedad, a medida que se suceden los gobiernos.

Texto & foto: Leonel Dolara

¿Pero que es la corrupción sino la ruptura del compromiso de cumplir con determinadas reglas sociales establecidas? «No, lo que pasa es que llego tarde», «Cruzo ahora porque me embola esperar el semáforo», «¡Dale, cruza! ¿No ves que no viene ningún auto?» son algunas de las excusas que podemos esgrimir cuando cruzamos en rojo. Pero la realidad es que lo que estamos haciendo es lo mismo que criticamos en los gobiernos. Rompemos una regla establecida. El mecanismo es el mismo. «Pero no vas a comparar cruzar la calle en rojo con...». El mecanismo es el mismo. Piensen: ¿qué pasa si reemplazamos el semáforo por otra regla cualquiera? ¿Qué pasa si sustituimos la tentación de cruzar porque no viene ningún auto con la tentación de redestinar fondos a un destino más conveniente para nosotros, porque total nadie se va a dar cuenta y siempre habrá alguna forma de justificarlo? ¿Quién puede asegurar que no cruzaría ese semáforo en rojo, si se encuentra en esas circunstancias? Ojo, que la sensación de que «no va a pasar nada» es la misma. Pregunto, como siempre: ¿alguna pelota rebotando?


Arte Mariano RodrĂ­guez Uzal







Texto Paola Interlandi

Dos enfoques y una misma mirada sobre

“Z32” “Z32”“Z32” El común de la gente tiende a pensar en los documentales como estéticamente simples cuando en realidad hay ejemplos acabados de todo lo contrario. Este es el caso del documental “Z32” del realizador Avid Mograbi, que no solo decidió filmar los dilemas éticos y estéticos que le genera el nudo de la película sino que decide exponerlos de una manera extraordinaria. Cabe aclarar que el título del documental “Z32” alude al número de legajo personal de uno de los tantos ex soldados israelíes, el del protagonista del filme, en el que consta la lista de los crímenes de guerra por él cometidos. No se conoce el nombre del soldado ni su rostro porque Mograbi realiza una intervención digital sobre la cara del protagonista y la de su novia, que también aparece en el filme, con-

figurando sobre sus caras sendas máscaras digitales. Si bien de la película surge que se hicieron por un pedido expreso del joven, Mograbi contó, en una entrevista que le hicieron en el 2008, que con esta técnica trabajó la idea de enmascaramiento y desenmascaramiento. Las máscaras van mutando, comenzando con una muy artificial hasta adoptar un rostro humano coincidiendo con las situaciones del personaje. La película de Mograbi se estructura en tres espacios definidos donde los hechos son analizados desde distintos puntos de vista. Estos espacios se muestran fragmentados, intercalados y en algunas ocasiones, por el uso del montaje de imagen y sonido, sobreimpresos, lo cual subraya los dilemas y reflexiones del realizador. Uno de los espacios se trata del living de la casa del director,

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donde él aparece mirando a cámara exponiendo lo que ocurre en la película, en todas estas imágenes Mograbi se muestra cantando, a veces acompañado por un pianista, otras por toda una orquesta. En estas canciones se pregunta por qué filmar a un asesino, qué actitud tomar frente a esto como director y los pensamientos que le genera este hecho en sí mismo. Sobre estas secuencias, Mograbi refirió, en un reportaje, que la puesta en escena la pensó de un modo brechtiano, como solución para hacer comentarios sobre la película y para dar cuenta de que no era un acto político sino que se trataba de un hecho artístico. Por otro lado, en ese mismo living aparece el soldado Z32, también frente a cámara, el director fuera de campo, que en entrevista cuenta los acontecimientos, entre ellos su pertenencia a la tropa de elite israelí, de cómo fue entrenado, de la clasificación del enemigo: fuego real es cualquier niño palestino de 5 años que tenga una piedra. El relato del soldado Z32 es monocorde, frío cuando relata lo que pasó: como mató a palestinos desarmados por venganza, quién se lo ordenó, la adrenalina que sintió. A una pregunta del director, refirió que se visualizaba como un robot y desde una vista aérea. Si bien argumentó encontrarse indiferente y negado emocionalmente, se reconoce autor de crímenes de guerra y con temor de que lo reconozcan y lo quieran matar.

El segundo espacio es la carretera, cuando el director junto al ex soldado buscan el lugar donde mató a dos personas palestinas, Mograbi casi no aparece, la cámara sigue al joven quien relata su sorpresa y los sentimientos encontrados que le produce el hallazgo del territorio. Esta escena ocurre en tiempo presente, muestra dónde fue el ataque y los lugares que recorrieron, en un momento lo vemos conmocionado, dice que su cuerpo le pide ser él mismo, sin máscaras. La tercer locación es la filmación casera que realiza el ex soldado en su casa junto a su novia. La cámara está fija en un trípode, encendida y sola, principalmente se ubica en el living. En estas escenas, el joven relata nuevamente la forma de trabajar del ejército, lo que sintió en ese momento de la operación cuanto mataron a los palestinos y lo que le pasa ahora con estos hechos , le pide a ella que se ponga en su lugar y lo perdone. La novia, en estas escenas, no logra ponerse en su lugar, por el contrario lo cuestiona y lo pone en evidencia, produciéndose largos silencios hasta llegar a la última escena en que ella pide apagar la cámara, finalizando el filme. En estas secuencias, se producen situaciones de gran intensidad dramática porque quien lo cuestiona inflexiblemente es al mismo tiempo su novia, sentimientos encontrados que nos perturban e interrogan como espectadores sobre qué actitud


tomar frente a los hechos que narra el protagonista. Por todo ello considero que este documental es político en el sentido de que el artista toma una posición frente al horror, pero no como un mero observador sino a través de una profunda mirada sobre los hechos. En ese sentido es interesante conocer la postura de su director, que se ha declarado pacifista y en contra de toda creación o mantenimiento de ejércitos en el mundo porque considera que cometen asesinatos como el que narra la película. En esa dirección, pienso que esta película nos pregunta sobre lo que nos pasa como especie humana para tomar conciencia de las masacres que se producen en el mundo. Este tema es el que aborda el académico y Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Eugenio Raúl Zaffaroni en su libro “La palabra de los muertos, Conferencias de Criminología Cautelar”.

Masacre por goteo de muertes y la palabra de los muertos Zaffaroni crea una nueva definición criminológica de masacre, es una masacre cuando en un país o región ocurren homicidios múltiples que resultan ser una práctica política

sistemática y distingue dos tipos, la masacre súbita (ataque nuclear) o por goteo (accionar de grupos de exterminio). Pero excluye las situaciones reales de guerra, siempre que impliquen fuerzas más o menos simétricas. Señala como masacres producidas en el mundo: el holocausto de judíos, más gitanos y homosexuales, el caso de Bosnia (limpieza étnica, violaciones en masa y masacre), los armenios, los tutsie en Ruanda, las dictaduras latinoamericanas, las muertes civiles en una guerra (denominadas daños colaterales) cuya proporción de muertes es de 4 civiles a un militar, las cárceles clandestinas norteamericanas, Guantánamo, las ejecuciones de adolescentes en el conurbano, entre otras. Lo interesante de su libro es que se dedica a analizar por qué se producen las masacres a lo largo de la historia de la humanidad y sostiene, entre otras ideas, que hay toda una situación previa para que se desate el poder punitivo de esta manera, como por ejemplo menciona que debe existir un discurso ideológico previo, al que denomina criminología mediática: que consiste en un discurso autoritario, carente de base científica, que por prejuicios y creencias selecciona arbitrariamente a un grupo de personas y los categoriza como ellos (enemigo/satanás /terrorista/criminal).

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Ese grupo puede tratarse de una etnia, religión, orientación política, o más difuso: un grupo etario (jóvenes pobres), género, etc., que se transforman en el chivo expiatorio, a quienes por “causalidad mágica” se les atribuye todos los males que la sociedad debe eliminar para vivir tranquila. Asimismo debe existir un estado de policía en el territorio donde se practicará la masacre y la sociedad debe encontrarse con conflictos (sociales, económicos, de insatisfacción permanente, carencias, entre otros) que le produzcan angustia, aislamientos, miedos para que abone este discurso y se consolide una realidad paranoide de generación de chivos expiatorios. En este punto, es interesante traer a colación las reflexiones del director cuando habla en su película de cómo fue formado aquél soldado, que se trató de un suplente más, preparado para salir a matar palestinos y que la sociedad consiente tomándolo como un modelo de joven ejemplar. Cabe aclarar que en ninguno de los casos, ni en la película ni en el libro mencionado, se exime a las personas de sus acciones, sino que se analiza el contexto social y las causas que lo producen a modo de entender si es posible evitar las masacres. Así Zaffaroni menciona la cantidad interminable de cadá-

veres que dejan hoy en día las masacres en el mundo, la pasividad de la sociedad frente a estos hechos y la creciente consolidación del discurso autoritario en el mundo, de modo que su visión sobre el destino de la humanidad es desolador. Sin embargo no abandona el optimismo, sostiene que los muertos hablan y por ende, para este autor, el cambio es posible a través de la política, con la Criminología Cautelar como herramienta para analizar la realidad y proponer soluciones y con la participación activa de los artistas, que con todo esto se puede prevenir masacres y transformar la humanidad en una sociedad solidaria. Gracias Mograbi. Referencias: - Z32 (2008) un documental de Avid Mograbi. -Entrevista a Avid Mograbi, Pagina 12, Cultura y Espectáculos, 25.10.2008 -Entrevista con el documentalista israelí Avi Mograbi, director de Z32. Alejandro Pedregal, Revista Pueblos nº 35 –diciembre de 2008. http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1513 -La palabra de los muertos, Conferencias de Criminología Cautelar, Eugenio Raúl Zaffaroni, Editorial Ediar, 2011.














Texto Juan Rezzano Arte Carlos Mac Donagh


Desventuras y desvaríos de un pelotudo regular, normal, normatizado, sin rasgos particulares que lo distingan del pelotón de pelotudos; un pelotudo más, ni más ni menos pelotudo que los otros -un pelotudo estándar, digamos-, intrascendente y previsible, preocupado y turbado por pelotudeces, pero representativo y consciente de su condición -o sea, un pelotudo con conciencia de clase.

CAPÍTULO 1

La crisis del regreso A las siete y media el pelotudo estaba en 32 y 120 esperando el bondi trajeado como un novio (un novio pelotudo que no había sido libre para elegir casarse), con pronóstico de 76 grados farenheit a la sombra y 350 días por delante antes de la próxima caipirinha en la playa. Portaba, el pelotudo, una cara de ojete como la de Lilita cuando anunció su paso a la clandestinidad después de cosechar 1,78 por ciento de los votos. El pelotudo había cerrado el año -su año laboral, digamos, el ejercicio- sin ganas de hacer un carajo y ahora, después de 15 días de reparadoras vacaciones, arrancaba otro igual, o peor: sin ganas de hacer no uno, medio carajo -el pelotudo, pese a ser un pelotudo, se daba cuenta de que intentar reparar 350 días de año laboral con 15 faquin días de vacaciones es una soberana pelotudez. El pelotudo no pertenece a la elite, al club exclusivísimo de los hombres libres -o sea, los tipos que pueden decidir no trabajar. En cambio, integra el dramáticamente mayoritario ejército de pelotudos que se levantan todos los días para ir a hacer lo que no tienen ganas de hacer -o al menos cinco de siete días a la semana, y no los cinco que ellos eligen, sino los cinco que un pelotudo que se cree menos pelotudo elige por ellos. El pelotudo, que tarda en darse cuenta de las cosas porque es un pelotudo, no hace mucho llegó a esa conclusión demoledora: no es libre el tipo que tiene que levantarse todos los días para ir a hacer lo que no tiene ganas de hacer

–o al menos cinco de siete días a la semana-, y no los cinco que él elige, sino los cinco que un pelotudo que se cree menos pelotudo elige por él. Porque está el pelotudo que sale con la pelotudez de la vocación y dice: yo tengo el privilegio de hacer lo que me gusta. Pero la vocación no alcanza: más de un día a la semana el pelotudo con vocación (no es lo mismo que el pelotudo vocacional, que es un pelotudo de una pelotudez innata, congénita, inmanente a su ser, como el que dice que nació para doctor o para nueve de Boca, pero en su caso para pelotudo; como el disparo que sale del botín del centrodelantero con destino de gol, el pelotudo vocacional es un pelotudo pre-destinado: sale del vientre materno con destino de pelotudo) no tiene ganas de ir a honrar su vocación –tiene mucho sueño, durmió mal, hace mucho calor, le duele un huevo, lo que sea- y tiene que ir igual. No puede elegir no vocacionar ese día. Y va hinchado las pelotas. La cosa es que la membresía a esta mayoría de pelotudos convierte al pelotudo en algo peor todavía: un pelotudo medio –sombrío, opaco estrato el de la medianía. Uno tras otro, los bondis que debían llevarlo hasta la puta Buenos Aires pasaban llenos. La posibilidad de ir parado no era siquiera eso (una posibilidad), porque, además de que no da ir parado en un bondi que sale 15 mangos, pensó el pelotudo -que además de pelotudo tiene esos razonamientos de miserable que innecesariamente le agregan razones a sus


migrañas-, se había estado haciendo el pendejo en el mar y lo mataba la cintura, porque en vez de andar con la tabla sobre las olas se la había pasado revolcándose abajo del agua en violentas contorsiones contraindicadas para cuarentones. Al quinto bondi lleno decidió probar suerte en la terminal, donde podría subir con el micro vacío y elegir el asiento que más le gustara. Una pelotudez. Después de volver a subirse al auto, estacionar y caminar dos cuadras al rayo del sol, notó rápidamente que la estación de ómnibus estaba hasta las pelotas. Y la explicación estaba expuesta en un cartelito escrito a mano (a mano alzada, como a la pasada, como una pelotudez medio sin importancia) y pegado en la ventanilla de la boletería: “Todos (no algunos, TODOS) los servicios demorados por el recambio”. Claro, cayó el pelotudo: 1 de febrero. La cola para abordar tenía una cuadra y mayormente recorría un sendero bañado por el cálido sol de la mañana estival, con lo que el pelotudo se imaginó con su traje (oscuro, el traje del pelotudo), su corbata y sus medias (medias de pelotudo) transpirando como monja con atraso y volvió a cambiar de planes –o retornó al anterior, al A, que ya había fracasado. Volvió a subirse al auto, enfiló para 32 y 120 y recorrió esas cuadras con la certeza de que el viaje iba a ser un dolor de huevos de cualquier manera porque pensó que miles y miles de pelotudos que habían veraneado en la Costa en la segunda quincena de enero muy probablemente hubieran creído tener una idea brillante y le hubieran dicho a sus esposas:

vieja, no volvamos el 31 que va a ser un caos la ruta; mejor viajemos el primero a la mañana que seguro viajamos re tranqui. Seguro, pensó el pelotudo, que habrían pensado eso miles y miles de pelotudos sin conciencia de clase, una carencia que al pelotudo lo hace doblemente pelotudo porque no tiene asumida su condición de pelotudo medio y entonces no reconoce su incapacidad de pensar diferente, de razonar con originalidad, y no advierte a tiempo que la brillante idea que se le ocurre es la misma que se les ocurre a sus miles de pares –esos miles, acaso millones de pelotudos sin conciencia de clase. Se da cuenta cuando la cagada ya se la mandó y ya no tiene retorno –ni de la cagada ni de la ruta, que en ese caso es lo mismo. La duda se le clavó en el costado al pelotudo: comerse el garrón de la autopista colapsada parado en el bondi pero sin manejar o manejando su auto pero al menos sentado. Se sintió más pelotudo que nunca cuando notó que pasaban los minutos y no lograba resolver tan pelotudo dilema. Y hasta estuvo unos instantes parado con el auto en la rotonda -parado medio como el culo- hasta que la vergüenza de estar ahí parado como un pelotudo lo empujó hacia la Autopista pilotando su propio auto –salió casi arando, como caliente, como envalentonado por haber tomado una faquin decisión, el muy pelotudo-, con la certeza de que minutos después estaría atrapado en una marea de pelotudos enchapados en sus autos caros –todos los autos son caros, no hace falta ser muy


poronga para tener un auto caro porque son todos caros. Y sí: la auto-pista se convirtió en auto-garrón apenas después del primer peaje y así fue, hasta el final mismo del viaje. Y no tardó, el pelotudo, en darse cuenta de que entre el pelotudo adormecido que tomaba caipirinha en la playa con cara de pelotudo medio ganador y sin que nada le calentara un reverendo huevo hasta este pelotudo sacado que puteaba a sus pares por la más mínima pelotudez mientras intentaba superar el embotellamiento pasando a los demás coches por encima habían pasado apenas 48 horas –el carrusel de la vida, pensó el pelotudo, y se sintió bien, como si hubiera pensado algo importante, profundo. Cuando llegó a destino, notó que la manecilla grande de su reloj había dado dos vueltas completas desde que había salido de su casa. O sea: había perdido dos horas de su valioso tiempo –él cree que es valioso- sólo en ir a trabajar. Y cayó en la conclusión, otra vez, de que vivir en una ciudad y trabajar en otra es una soberana pelotudez. (El pelotudo es de sacar una misma conclusión varias veces, lo que supone otra inmejorable pelotudez porque todas las conclusiones que siguen a la primera, sin son iguales, no aportan absolutamente nada salvo al convencimiento, que es un ejercicio de tibios. No obstante, lo bueno de este pelotudo es que sí tiene conciencia de clase, o sea que se reconoce, se asume un pelotudo; se mira en el espejo y ve un pelotudo y dice: mirá qué pelotudo este pelotudo. Y eso, aunque no alcance para

sacarlo del club del pelotudo medio, acaso lo exalte un poco porque, lo dicho: nada peor que un pelotudo inconsciente) Vivir en La Plata y trabajar en Buenos Aires es una pelotudez típica de cierto platense medio pelotudo (medio pelotudo o medio y pelotudo, da igual) que cree que trabajar en Buenos Aires da bien… como que te despuebleriza y te hace un tipo más de mundo, más global, como si no aplicara cualquier pelotudo para un trabajo en Buenos Aires, como si hiciera falta una calificación especial, algún talento extraordinario, alguna gracia singular, algún posgrado en el em-ai-ti (cuando el pelotudo presumido de ouvercualifaid habla del Instituto Tecnológico de Massachusetts, cuyas siglas en inglés son MIT, tiene que hablar del em-ai-ti), cuando, en rigor, en Buenos Aires se trabaja rodeado de pelotudos como en cualquier otro lado. O sea: no está lleno de genios ni de niños prodigio. No hay en cada escritorio un Einstein ni un Bruno Gelber ni un Claudio María Domínguez ni un Guillermito Fernández ni un Marcelo Marcote. Pero eso el pelotudo nunca lo dirá y observará con disciplina religiosa el pacto de silencio que selló, con la sangre indeleble del miedo al ridículo, con sus compañeros de farsa. Admitir que cualquier pelotudo puede tener un trabajo en Buenos Aires y que por trabajar en Buenos Aires destina de tres a cuatro horas diarias más al trabajo que sus conciudadanos tendría consecuencias dramáticas: de pelotudo medio –raso, digamos- ascendería, sin escalas, a pelotudo completo. Y nadie es tan pelotudo.






S


Las fotos son del mural que hay en Suipacha entre Corrientes y Sarmiento, en la ciudad de Buenos Aires. Esto serĂ­a entonces un homenaje a un homenaje.

Sandro



Idea & Teresa Estevez Fotos

Texto urbano anónimo, urgente, grafitero, callejero, provocativo… siempre a mano y al paso, fruta & verdura de la imaginería popular. Mirada de ideas. Paredes que laten. Intervenciones urbanas y la diversidad. Inteligencia activa. Trabajo en construcción, a destajo. Tomados de calles de Mendoza y de Reñaca (Chile).






Texto Lisandro Gallardón & foto

SEIS POEMAS * Un niño con una canasta hablamos del clima y otras grandezas se mece en sus pasos no dejés que el talón se hunda en el agua que habías sembrado, lluvia a lluvia. Sólo si es necesario. * Un cortaflechas, ondula: ella corre contra la luz y falta de promesa el pasto húmedo lo repite Así se hacen las cosas Así se queda fuera del todo de tu mano. * Del cableado estelar desgastamos el brillo de sucias palabras: las llevan unos, las arrastran otros Al cruzar la esquina, aquel sol, un incidente: la gravedad del aire salida por tubos, y el cuello que insistía fuera de hora.


* Algo en la garganta lo decía todo sin desvíos ni interrupciones: valles, frutos, el polvo estelar, la trampa de ratones que prepararon unos niños. No la muerte, no la muerte: hay el último destino. Las alas crecen directo de la piedra. * Pierdas alas con el pie desnudo de lirios acelero la sombra: veinticincomildocientos tres: ¿de quién es este dedo saldo sin cobertura este camino, este cerco, ventana abierta lluvia esta gran falta del temblor y de la noche? * Sólo piden la lluvia que oigan el silencio que oigan lo que ha quedado seco en nuestros puños, silabas gritaron: ¿Las oíste? ¿Viajó el fuego silencioso a tu copa? No es así. Atormentadas de gotas. Queda el perfume prendido fuego. Y un calendario suspendido, a falta de eternidad.


Fotos Diana Martinez Llaser Ella Karla Quintero El Ariel Gigena

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r e d r e p a Voly a cabeza

por tu amor

y fuego porque tu eres agua, porque yo so y no nos comprendemos.

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Yo porque tu


ya no se si he perdido la r a z u me arrastras, porque so on y un juego de tus sentimientos.


der, Cuando yo creo que estas en mi po pando tu te vas soltando, te vas esca de mis propias manos, olver hasta ese dia en que tu quieres v y triste, do y otra vez me encuentras enfada pero enamorado.








or, Voy a perder la cabeza por tu amempre, si como no despierte, de una vez por aclaro, de este falso sueno y al final me s riendo, que te estas burlando, que te estaientos, en mi propia cara de mis sentim de mi corazon.



mor, Voy a perder la cabeza por tu a loca a si te quiero y quiero de esta form que te estoy queriendo. a, ol la ea lp go e qu ca ro la oy s Yo no soy de carne y hueso : y quizas manana oigas de mi boca vaya usted con Dios!




Voy

como no desp de este falso que te estas en mi propi


y a perder

la cabeza por tu amor

e, r p m ie s r o p ez v na u de , te r pie o sueno y al final me aclaro, burlando, que te estas riendo, ia cara de mis sentimientos, de mi corazon.


Voy si te

Yo n

yq

v Agradecemos al Laboratorio de Neurociencia Integrativa (LNI), del Departamento de FĂ­sica de la FCEN, a Guillermo Mattei y a Rebeca Casado.


y a perder la cab eza por tu amor, quiero y quiero de esta forma loca que te estoy quer iendo. no soy la roca q ue golpea la ola, soy de carne y hu eso quizas manana oig as de mi boca:

vaya usted

! s o i D con






Arte Carlos Servat





























guebara

Humberto Primo 463

guebaracavecanem@hotmail.com


Remeras & dise単o

emblematiq.blogspot.com.ar

emblematiq@gmail.com


Puesta en escena y dirección:

NICOLÁS ROSAS

Espacio 44 Laboratorio creativo Av. 44 e/4 y 5 Tel: 0221 155907600 La Plata


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