Revista de Estudios Sociales No 33

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Revista33 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

agosto 2009

ISSN 0123-885X

http://res.uniandes.edu.co

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Revista33 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

http://res.uniandes.edu.co

agosto 2009

ISSN 0123-885X

La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: La Presentación contextualiza y da forma al respectivo número, además de destacar aspectos particulares que merecen la atención de los lectores. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema específico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestran el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos. El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusión. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca hacer énfasis en ciertos aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales.



Presentación Hugo Fazio Vengoa

11-13

Dossier – Años 60 Los años sesenta y sus huellas en el presente • Hugo Fazio Vengoa–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

16-28

Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias • Virginie Laurent–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

29-43

El año rojo. Política, sociedad y cultura en 1968 • Rafael Hernández–Revista Temas, Cuba.

44-54

Entre bombas y bombones • Victoria Langland–Universidad de California en Davis, Estados Unidos.

55-60

Los años 60. Del ser o no ser al ser y no ser • Ignacio Abello–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

61-69

Los años sesenta: una memoria personal •Álvaro Camacho–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

70-78

El episcopado colombiano en los años 1960 • Ricardo Arias Trujillo–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

79-90

La impronta de Carlos Lleras Restrepo en la economía colombiana de los años sesenta del siglo XX • Carlos Caballero Argáez–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

91-103

Otras Voces Crédito educativo, acciones afirmativas y equidad social en la educación superior en Colombia • Víctor Manuel Gómez Campo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá; Jorge Enrique Celis Giraldo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

106-117

Por una historia de la alimentación en la ciudad de São Paulo (décadas de 1920 hasta 1950) • Jaime Rodrigues–Universidad Federal de São Paulo, Brasil.

118-128

Estado, burguesía y legislación de trabajo brasileño a comienzos de los años 30: notas para una discusión • Rafael Vicente de Moraes–Facultad Aldete Maria Alves, Iturama, Brasil y Escuela Estadal Dom Artut Horsthuis, Jales, Brasil.

129-145

Debate El 68: ¿revolución o rebelión? • Renán Vega Cantor–Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia; Luis Eduardo Bosemberg–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

148-155

Documentos Daniel Cohn y Abbie Hoffman: reencuentro quince años después del 68 • Paola Niño Sandoval–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

158-163

El primer hippie del mundo • Juan Carlos Flórez Arcila–Consultor en gestión urbana, Bogotá, Colombia.

164-167

Lecturas Kurlansky, Mark. 1968: el año que conmocionó al mundo • María José París–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

170-173

Volpi, Jorge. La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968 • Camilo Andrés Monje–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

174-177


Presentation 11-13

Hugo Fazio

Dossier – The 1960s 16-28

The Sixties and their Current Legacy • Hugo Fazio Vengoa –Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

29-43

Forty Years after May of ´68: Between Legacies and Controversies • Virginie Laurent–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

44-54

The Red Year. Politics, Society, and Culture in 1968 • Rafael Hernández–Journal Temas, Cuba.

55-60

Between Bombs and Bombshells • Victoria Langland–University of California at Davis, United States.

61-69

The Sixties: From Being or not Being to Being and not Being • Ignacio Abello–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

70-78

The Sixties: A Personal Memoire • Álvaro Camacho–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

79-90

The Colombian Episcopacy in the 1960s • Ricardo Arias Trujillo–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

91-103

Carlos Lleras Restrepo’s Mark on the Colombian Economy in the 1960s • Carlos Caballero Argáez–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

Other Voices 106-117

Student Loans, Affirmative Action, and Social Equity in Colombian Higher Education • Víctor Manuel Gómez Campo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá; Jorge Enrique Celis Giraldo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

118-128

A History of Eating in São Paulo (1920 to 1950) • Jaime Rodrigues–Universidad Federal de São Paulo, Brazil.

129-145

The State, the Bourgeoisie, and Brazilian Labor Law in the Early 1930s: Notes for Discussion • Rafael Vicente de Moraes–Facultad Aldete Maria Alves, Iturama, Brazil y Escuela Estadal Dom Artut Horsthuis, Jales, Brazil.

Debate 148-155

‘68: Revolution or Rebellion? • Renán Vega Cantor–Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia; Luis Eduardo Bosemberg–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

Documents 158-163

Daniel Cohn and Abbie Hoffman: A Reunion 15 Years After ‘68 • Paola Niño Sandoval–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

164-167

The World’s First Hippie • Juan Carlos Flórez Arcila–Urban Planning Consultant, Bogotá, Colombia.

Readings 170-173

Kurlansky, Mark. 1968: el año que conmocionó al mundo • María José París–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

174-177

Volpi, Jorge. La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968 • Camilo Andrés Monje–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.


Apresentação Hugo Fazio Vengoa

11-13

Dossier – Anos Sessenta Os anos sessenta e seus rastos no presente • Hugo Fazio Vengoa – Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

16-28

Maio de 68, quarenta anos depois. Entre heranças e controvérsias • Virginie Laurent– Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

29-43

O ano vermelho. Política, sociedade e cultura em 1968 • Rafael Hernández–Revista Temas, Cuba.

44-54

Entre bombas e bombons • Victoria Langland–Universidad de California en Davis, EUA.

55-60

Os anos 60. Do ser ou não ser ao ser e não ser • Ignacio Abello–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

61-69

Os anos sessenta: uma lembrança pessoal • Álvaro Camacho–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

70-78

O episcopado colombiano nos anos 1960 • Ricardo Arias Trujillo–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

79-90

A marca de Carlos Lleras Restrepo na economia colombiana dos anos sessenta do século XX • Carlos Caballero Argáez–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

91-103

Outras Vozes Crédito educativo, ações afirmativas e equidade social na educação superior da Colômbia • Víctor Manuel Gómez Campo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá; Jorge Enrique Celis Giraldo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

106-117

Por uma história da alimentação na cidade de São Paulo (décadas de 1920 a 1950) • Jaime Rodrigues–Universidade Federal de São Paulo, Brasil.

118-128

Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão • Rafael Vicente de Moraes–Facultade Aldete Maria Alves, Iturama, Brasil y Escuela Estadal Dom Artut Horsthuis, Jales, Brasil.

129-145

Debate O ano 68, revolução ou rebelião? • Renán Vega Cantor–Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colômbia; Luis Eduardo Bosemberg–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

148-155

Documentos Daniel Cohn e Abbie Hoffman: reencontro quinze anos depois do 68 • Paola Niño Sandoval–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

158-163

O primeiro hippie do mundo • Juan Carlos Flórez Arcila–Consultor em gestão urbana, Bogotá, Colômbia.

164-167

Leituras Kurlansky, Mark. 1968: el año que conmocionó al mundo • María José París–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

170-173

Volpi, Jorge. La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968 • Camilo Andrés Monje–Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

174-177



Hugo Fazio Vengoa

Presentación

Presentación Hugo Fazio Vengoa*

E

l estudio de los acontecimientos ha resultado ser uno de los problemas más escurridizos en la historia, porque no es fácil determinar su impacto, y su luminosidad no dice mucho sobre su importancia. No siempre los acontecimientos con mayores fosforescencias son los más trascendentales en la historia. A veces ocurre que situaciones que pasan casi desapercibidas terminan comportando una alta carga histórica. Esta variabilidad de significados que puede encerrar un acontecimiento obedece a que su importancia histórica descansa en la capacidad que tenga el evento para generar una ruptura entre un “antes” y un “después”, es decir, en el grado en que pueda establecer un corte en el proceso de desarrollo histórico. El año-acontecimiento de 1968 ha resultado en este sentido muy paradójico: en un primer momento se le interpretó como un simple signo, como una mera revuelta de una generación joven deseosa de cambios. Sin embargo, a más de cuarenta años de distancia, la valoración ya no es la misma. Ha ido ganando fuerza la tesis de que estas revueltas fueron la cara visible de una profunda revolución sociocultural, la cual no pudo ser decodificada en la inmediatez. ¿A qué ha obedecido este cambio en la interpretación del acontecimiento? Dos factores ayudan a explicar esta revaloración. Primero, tuvieron que sobrevenir otros acontecimientos posteriores para que se develaran algunas de sus claves más profundas. Entre estos eventos subsiguientes, un papel destacado le correspondió a la revolución pacífica de 1989, que puso fin a la estructura político-militar –la Guerra Fría– que inhibía el desarrollo de aquellas tendencias que venían siendo catalizadas por los sucesos de 1968. Segundo, el desmoronamiento del orden bipolar permitió que emergiera una nueva forma de representación del mundo, que ya no descansaba únicamente en los factores geopolíticos. La trascendental coyuntura de 1989 ayudó, de esta manera, a desenmarañar el significado del 68 porque varias preguntas quedaron flotando en el aire: cómo se llegó al abrupto final del sistema soviético y qué hizo posible la terminación pacífica de la Guerra Fría. En los intentos de responder estos interrogantes se llegó a la comprensión de que factores muy distintos a los propios de la Guerra Fría se encontraban detrás de estas radicales alteraciones. Fue así como se fue estableciendo un vínculo entre el 89 y el 68. Hoy por hoy, podemos decir que 1968 fue un año-acontecimiento suprasignificativo porque entrañó la finalización de un “antes”, en cuanto constituyó el principal punto de inflexión que experimentó la Guerra Fría durante sus cuarenta años, y promocionó un “después”, que no fue otro que dar origen a una serie de transformaciones económicas,

* Historiador, Universidad Amistad de los Pueblos, Moscú; Magister en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá y Doctorado en Ciencia Política, Université Catholique de Louvain, Bélgica. Sus publicaciones más recientes son: Los caracteres fundamentales de la primera globalización. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008; La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: Universidad de los Andes, 2007; Cambio de paradigma. De la globalización a la historia global. Bogotá: Universidad de los Andes, 2007. Actualmente se desempeña como profesor titular y director del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: hfazio@uniandes.edu.co. 11


Revista de Estudios Sociales No. 33 rev.estud.soc. agosto de 2009: Pp. 196. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.11-13.

sociales, culturales y políticas que condujeron al final de la Guerra Fría veinte años después, en condiciones en que muchas de sus reverberaciones todavía se mantienen latentes. Este entendimiento del año-acontecimiento de 1968 permite incluso sostener una tesis polémica, pero que se mantiene por sí misma: fue en esa trascendental coyuntura cuando debutó el presente histórico contemporáneo y, en ese sentido, todavía nos encontramos bajo sus fosforescencias. El entendimiento de este problema fue lo que nos condujo en un primer momento a organizar un curso en la Universidad sobre los años sesenta y sus huellas en el presente. La práctica compartida de reflexión sobre esa trascendental coyuntura nos impuso enseguida la tarea de dejar consignada la experiencia acumulada, y fue así como nació la idea de proponer esta edición a la Revista de Estudios Sociales. El primer artículo, “Los años sesenta y sus huellas en el presente”, constituye un ensayo cuya tesis central consiste en demostrar que los sucesos ocurridos hace cuarenta años atrás dieron origen a un período que el autor denomina el presente histórico del mundo. El segundo, “Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias”, analiza la significación de los sucesos parisinos del 68 y cómo dichas polémicas estuvieron presentes en la última contienda por la Presidencia en el país galo. Enseguida, el artículo de Rafael Hernández retrotrae esa crucial coyuntura a la realidad latinoamericana y muestra la agitada vida política que se cristalizaba en torno a la Cuba revolucionaria. Victoria Langland, por su parte, muestra el activismo juvenil, el papel de las jóvenes y el tema político de la sexualidad en el Brasil de los sesenta. Ignacio Abello se adentra en el cambio en los códigos intelectuales que se experimentó en esa década, el nuevo lenguaje político que se fue consolidando y su correspondencia con inéditas preocupaciones sociales. Álvaro Camacho ofrece la experiencia vivencial de un joven universitario entre Colombia y Estados Unidos en esos cruciales años. Los últimos artículos versan directamente sobre la situación colombiana. Ricardo Arias brinda un panorama sobre los debates intelectuales de los sesenta y Carlos Caballero muestra las principales disyuntivas político-públicas de los sesenta a través de la vida, obra y gobierno de Carlos Lleras. La sección Otras Voces incluye artículos de temas varios: Víctor Manuel Gómez y Jorge Enrique Celis analizan el contexto de oferta y demanda de oportunidades de educación superior pública, para comprender el alcance y función social de la política social de acceso con equidad a la educación superior (Programa ACCES). Le siguen dos artículos en portugués. Jaime Rodrigues presenta una propuesta de análisis de la historia de la alimentación en la ciudad de São Paulo, Brasil, entre las décadas de 1920 a 1950, y Rafael Vicente Moraes nos presenta el panorama de la producción y aplicación de las leyes laborales brasileñas en los años 30, y a sus actores en escena: Estado, burguesía y trabajadores. A continuación, en la sección Debate, Renán Vega y Luis Eduardo Bosemberg sientan posición sobre el lugar y vigencia de los años sesenta. El número también incluye dos documentos, uno de los cuales expone la valoración retrospectiva de uno de los principales activistas del 68, el famoso Dany el “Rojo”, y el otro constituye una breve biografía del primer hippie. Finalmente, María José París y Camilo Andrés Monje, estudiantes de las Maestrías en Historia y Geografía de la Universidad, respectivamente, cierran la edición con un par de reseñas sobre los textos 1968: el año que conmocionó al mundo y La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968.

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Presentaci贸n

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Los años sesenta y sus huellas en el presente • Hugo Fazio Vengoa–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

16-28

Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias • Virginie Laurent–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

29-43

El año rojo. Política, sociedad y cultura en 1968 • Rafael Hernández–Revista Temas, Cuba.

44-54

Entre bombas y bombones • Victoria Langland–Universidad de California en Davis, Estados Unidos.

55-60

Los años 60. Del ser o no ser al ser y no ser • Ignacio Abello–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

61-69

Los años sesenta: una memoria personal •Álvaro Camacho–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

70-78

El episcopado colombiano en los años 1960 • Ricardo Arias Trujillo–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

79-90

La impronta de Carlos Lleras Restrepo en la economía colombiana de los años sesenta del siglo XX • Carlos Caballero Argáez–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

91-103

{Dossier

Años 60


Revista de Estudios Sociales No. 33 rev.estud.soc. agosto de 2009: Pp. 196. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.16-28.

Los años sesenta y sus huellas en el presente Por Hugo Fazio Vengoa* Fecha de recepción: 20 de febrero de 2009 Fecha de aceptación: 23 de abril de 2009 Fecha de modificación: 17 de junio de 2009

Resumen El presente es una condición de tiempo que se expresa en términos de duración. El presente actual es un intervalo de tiempo cuyos orígenes se remontan al año-acontecimiento de 1968, coyuntura que catalizó una poderosa y silenciosa revolución sociocultural, algunos de cuyos principales rasgos consistieron en el advenimiento de una nueva modalidad de capitalismo, la emergencia de nuevos actores y movimientos, la subsunción de la modernidad clásica dentro de la modernidad mundo, el desarrollo de un régimen de historicidad presentista y global, la intensificación de la globalización, la transformación del mundo en una categoría histórica y el tránsito hacia la historia global.

Palabras clave: Historia del tiempo presente, presente histórico, relaciones internacionales, acontecimiento, modernidad, globalización.

The sixties and their current legacy

Abstract: The present is a condition of time that varies in its length. The contemporary present is an interval of time whose origins date back to the year and events of 1968, a conjuncture that catalyzed a powerful and silent socio-cultural revolution. Some of the main features of this revolution include the beginning of a new modality of capitalism, the emergence of new actors and social movements, the subsumption of clasic modernity within world global modernity, the development of a regime of global and present-focused historiocity, the intensification of globalization, the transformation of the world into a historical category, and the transition towards global history.

Key words: History of the Present, Historical Present, International Relations, Event, Modernity, Globalization.

Os anos sessenta e seus rastos no presente

Resumo O presente é uma condição de tempo expressada em termos de duração. O presente atual é um período de tempo cujas origens remontam ao ano-acontecimento de 1968, conjuntura que materializou uma poderosa e silenciosa revolução sóciocultural. Algumas de suas características principais consistiram no surgimento de uma nova modalidade de capitalismo, a emergência de novos atores e movimentos, a subsunção da modernidade clássica dentro da modernidade do mundo, o desenvolvimento de um regime de historicidade presentista e global, a intensificação da globalização, a transformação do mundo em uma categoria histórica e o trânsito para a história global.

Palavras chave: História do tempo presente, presente histórico, relações internacionais, acontecimento, modernidade, globalização.

* Historiador, Universidad Amistad de los Pueblos, Moscú; Magister en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá y Doctorado en Ciencia Política, Université Catholique de Louvain, Bélgica. Sus publicaciones más recientes son: Los caracteres fundamentales de la primera globalización. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008; La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: Universidad de los Andes, 2007; Cambio de paradigma. De la globalización a la historia global. Bogotá: Universidad de los Andes, 2007. Actualmente se desempeña como profesor titular y director del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: hfazio@uniandes.edu.co.

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Los años sesenta y sus huellas en el presente

Hugo Fazio Vengoa

Dossier

D

perspectivas. Mientras que los primeros arrancaban de una situación de inmediatez para valorar mediante una visión retrospectiva la manera como se había llegado a la coyuntura existente, y a partir de estas coordenadas inferir ciertos elementos que debían conformar la nueva etapa que se iniciaba, los segundos, de manera más convencional, ofrecían una visión más paseísta de la historia, es decir, trataban de entender cómo desde un determinado pasado se había llegado a la situación presente, procedimiento que debía permitir deducir de manera hipotética ciertos escenarios futuros.

esde hace una veintena de años, en conformidad con las grietas cada vez más grandes que empezaban a derruir el Muro de Berlín, y sin que fuera una simple coincidencia, un tema comenzó a aparecer con cierta regularidad en la literatura académica: un número cada vez mayor de analistas, que se interesaban por ofrecer ciertas herramientas analíticas estratégicas para la comprensión de la contemporaneidad, propusieron variadas síntesis sobre el nuevo período que se iniciaba como resultado de la descomposición del sistema soviético y, con esta preocupación en mente, se enfrentaron al problema de tener que precisar el marco temporal del presente que entonces se vivía. Dos tendencias animaron el debate.

Hemos querido iniciar este trabajo recordando este problema de procedimiento analítico entre dos disímiles lecturas de la contemporaneidad porque somos de la opinión de que para entender la situación presente del mundo se debe optar por un recurso analítico que reúna ciertos elementos de ambas perspectivas, pero que deseche otros: de la primera –aunque no compartamos sus supuestos usuales, y menos aún el carácter teleológico que Fukuyama le asignaba a la historia– nos interesa destacar el procedimiento “arqueológico y genealógico” (Catucci 2008, 21) del presente, es decir, la hipótesis de que la actualidad más inmediata brinda información y análisis importantes –y, en ese sentido, constituye una adecuada ventana– para incursionar en la naturaleza del presente histórico, así como para determinar sus elementos fundacionales; de la segunda, renunciamos también a sus posturas simplistas y por lo general ideologizadas, como el evolucionismo que presupone el presente como un simple producto del pasado, pero retomamos la suposición de que el presente debe entenderse como un proceso que se realiza en la duración (Zariffian 2001).

Un reducido grupo de estudiosos, entre los cuales la figura más destacada, polémica y comentada fue el politólogo Francis Fukuyama, trató de descifrar las claves de la contemporaneidad con base en el presupuesto de que la década de los años noventa del siglo XX iniciaba una nueva época en la historia de la humanidad; en la medida en que las viejas contradicciones del pasado habían quedado irremediablemente atrás, se había llegado a un final “de la historia”. No está de más recordar que el analista norteamericano argumentó en ese momento que con la caída del Muro de Berlín y la desaparición del socialismo en el continente europeo se había llegado al fin de la historia, en tanto que se había desvirtuado el último y más serio intento de generar una contradicción que supusiese una amenaza al capitalismo, la economía de mercado y la democracia liberal, procesos que, en estas nuevas coordenadas, encontraban un terreno abonado para su ulterior expansión y universalización (Fukuyama 1992).

Ahora bien, la centralidad académica y política que sigue revistiendo este asunto obedece a que la frecuencia con que se ha ido desarrollando la polémica sobre la naturaleza del presente histórico ha sido proporcional al desgaste que ha experimentado el año que habitualmente ha sido utilizado como el acontecimiento epoch making de la historia contemporánea. Nos referimos obviamente al año de 1945.

En clara oposición a este tipo de interpretaciones, otro grupo de estudiosos del momento que se vivía, siguiendo procedimientos más convencionales de la disciplina histórica, prefirió historizar el presente y se interesó por ofrecer una lectura de la contemporaneidad con base en la determinación de una fecha o un evento que interviniera como germen o factor fundacional de dicha actualidad (Huntington 1996).

Hasta hace un puñado de lustros, con toda seguridad nadie se hubiera atrevido a cuestionar la importancia histórica que en la promoción del presente le correspondió al año-acontecimiento de 1945; evento que, en efecto, partió en dos el siglo XX, además de constituir la consagración de la finalización de una de las guerras más cruentas que haya conocido la humanidad, marcó el inicio de la Guerra Fría –principal esquema de orga-

Aun cuando a primera vista el tratamiento que le daban al problema pudiera parecer ser el mismo, en realidad, un elemento abría una profunda brecha entre ambas 17


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nización de la política mundial– y consolidó el poder de dos grandes potencias –Estados Unidos y la Unión Soviética–, las cuales dispusieron por más de cuarenta años de la capacidad de desplegar sus acciones a lo largo y ancho del planeta y subsumir las demás lógicas de actuación internacional dentro de sus actividades y referentes.

la contemporaneidad produce angustia y pesimismo, pero cuando se esclarecen sus rasgos fundamentales, el presente se convierte en una oportunidad y tiende a prevalecer la actitud contraria: el optimismo. Como vemos, las razones de esta preocupación son bastante obvias. Pero antes de proseguir con el desarrollo de este tema debemos hacer unas breves referencias a un conjunto de reflexiones novedosas que ha introducido el conocimiento histórico en relación con las periodizaciones, tanto las pasadas como las referidas a períodos cercanos. Primero, tal como ha sugerido Giuseppe Galasso (2000), una periodización es mucho más que la cronología; constituye un procedimiento heurístico que requiere de un alto sentido histórico. Su fundamento se reconoce en los principales registros de un determinado momento, en los intereses, las pasiones, las ideas que gobiernan el tiempo presente, así como en la necesidad inmediata e irreprimible de la contemporaneidad de esclarecer las raíces y las condiciones de su ser y de su actuación. Una periodización como la que aquí nos interesa construir tiene que constituir una especie de autobiografía del presente, cuya fisonomía pueda ser asimilada prestamente, con una sola mirada.

Hoy por hoy –cuando más de sesenta años nos separan de ese año tan cargado de significación para la historia del siglo XX, y no obstante la importancia que ciertos gobiernos le siguen asignando, como ocurrió con el ex presidente Putin y el apoteósico “homenaje” que le tributó a la finalización de la guerra mundial en 2005–, la discusión sobre el evento germinal del presente histórico sigue revistiendo una alta importancia académica y política; académica, porque cuando una coyuntura histórica como la actual logra reconocerse en un acontecimiento, entonces, con esta genealogía el presente se dota de profundidad temporal, se proyecta y se realiza dentro de un determinado sentido; políticamente, porque cuando es escaso el conocimiento sobre los elementos característicos de un período, aseveración tanto más válida cuando se trata de la fase contemporánea, entonces, se pierden los puntos de referencia y se reproducen equívocos analíticos e interpretativos, tal como ha ocurrido a lo largo de las dos últimas décadas, cuando se ha argumentado que el mundo actual sería borrascoso, incomprensible, o que representa un “desordenado” ordenamiento mundial (Todorov 2003).

Segundo, aunque pueda sonar a una verdad de Perogrullo, en realidad, hasta hace no mucho era bastante común que se identificara una época o un período histórico con el inicio y con la finalización de un determinado siglo. En la actualidad, por el contrario, a medida que se ha sofisticado el entendimiento del papel que le corresponde al tiempo en la historia, que cada vez es identificado menos con el mero registro cronológico y más con la duración, ha ganado fuerza la tesis de que los períodos históricos por lo general no coinciden con las fronteras cronológicas convencionales que se organizan en torno a los siglos (Rémond 2007). Así lo hizo saber también hace algunos años Eric Hobsbawm, en su imponente obra sobre el siglo XX, cuando definió la centuria que se aproximaba a su desenlace como el siglo “corto”, que habría debutado tardíamente en 1914 y que habría experimentado una finalización apresurada en 1989, en evidente contraposición al largo siglo anterior, que se habría extendido desde 1789 hasta que sobrevino el estallido de la Primera Guerra Mundial (Hobsbawm 1997).

Esta angustia que se ha experimentado frente al presente en buena medida ha obedecido a que el derrumbe del socialismo se llevó por delante los puntos de referencia que le daban un marco de inteligibilidad y de previsibilidad a la política mundial, tal como se desprendían del guión de la Guerra Fría, sin que ningún libreto entrara a actuar como sustituto. El quid de la cuestión, en realidad, no es el desorden; más bien, lo que ocurre es que después del remezón sistémico de finales de los ochenta –cuando sobrevino el derrumbe del sistema socialista soviético–, la disciplina de la historia y las restantes ciencias sociales, que se vieron totalmente superadas por los hechos, no han logrado encontrar las claves que permitan descifrar la naturaleza de nuestro presente, dar cuenta de la historicidad de nuestra contemporaneidad, y, desde luego, una situación con tal grado de complejidad genera incertidumbre, incredulidad y una alta dosis de inseguridad. Esclarecer este asunto es, a nuestro juicio, un tema que reviste la mayor importancia, porque ocurre que, cuando se desconocen el entorno y el contexto en que se vive,

Tercero, el hecho o la situación que marca el inicio de un período histórico se representa invariablemente en un acontecimiento. La identificación del inicio de un período con una situación de significación obedece a que esta última, cuando goza de la dignidad de ser un 18


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evento estructural o un macroacontecimiento, dispone de la cualidad de establecer una notoria demarcación entre un “antes” (el indefectible cierre de un capítulo) y un “después”, proyección con la cual el mismo evento indica la inauguración de un nuevo comienzo. Obviamente, no todos los acontecimientos gozan de este estatus particular. En su mayoría, los eventos –muchos de los cuales en nuestro presente son enaltecidos por los medios de comunicación (Chesneaux 1996) y llegan a ser conocidos por millares de personas– carecen de profundidad y de significación como para determinar un cambio de época o de era y, por lo general, sus fosforescencias se extinguen rápidamente, tal como le gustaba recordar a Fernand Braudel (2002).

teras cronológicas varían permanentemente, en correspondencia con el tipo de problemas con los que se representa a la humanidad en una coyuntura específica (Fazio 2007a). De ahí se infiere que no existe ninguna cosa o situación que podamos definir como un presente cuya validez se extienda por todo tiempo y lugar. El presente sufre una permanente transformación, y con sus reiteradas inversiones valida de manera siempre cambiante su relación con el pasado y con el futuro. Para el caso que aquí nos interesa conviene tener en mente esta última idea, porque la transformación que el presente experimenta de manera ininterrumpida permite colegir que ya no tiene ninguna validez el hecho de seguir aferrados a una concepción de la historia que pretenda redimensionar el año de 1945 como el gran punto de inflexión en el desarrollo del mundo que habría inaugurado la etapa de la historia contemporánea. Si nos encontráramos realizando esta reflexión en el fragor de la década de los sesenta o de los setenta del siglo pasado seguramente no tendríamos motivo para dudarlo, y a ciencia cierta ni siquiera nos plantearíamos un problema como éste. La finalización de la Segunda Guerra Mundial había dado a luz la Guerra Fría, y la amenaza de una guerra nuclear, que era su más evidente corolario, pendía como espada de Damocles sobre la cabeza de todos los habitantes del planeta. El año 1945 representaba, en efecto, el nacimiento de aquella contemporaneidad que entonces se vivía, contenía el significado intrínseco del ordenamiento mundial prevaleciente y precisaba además el tipo de conciencia y de representación entonces predominante. Pero a un poco más de sesenta años de distancia, ¿podemos valorar hoy en día ese año-acontecimiento de la misma manera? ¿Es todavía un acontecimiento capaz de definir la contemporaneidad que se vive actualmente? Con toda seguridad ambas preguntas recibirán una respuesta negativa.

La demarcación entre el “antes” y el “después” que introduce el acontecimiento debe ser notoria, pero de ningún modo debe ser pensada como un corte radical y total. Nunca un acontecimiento es una ruptura completa en el desarrollo humano, porque siempre conjuga elementos de ruptura (novedad) con otros de continuidad (larga duración). “Las civilizaciones sobreviven a las conmociones políticas, sociales, económicas, incluso ideológicas, que, además, ellas dirigen insidiosamente, a veces poderosamente. La Revolución Francesa no fue una ruptura total en el destino de la civilización francesa, ni la Revolución Rusa de 1917 en el de la civilización rusa […]” (Braudel 1969, 303), sentenció Fernand Braudel. En la historia no existen los compartimientos herméticos, y en las coyunturas históricas las tendencias que apuntan hacia el cambio conviven, en ocasiones, dialécticamente y, en otras, simbióticamente con ciertos elementos de permanencia. Por último, la significación del acontecimiento fundador de un determinado presente se mantiene vigente mientras éste contenga en sí y sea capaz de irradiar ciertos rasgos en los cuales una contemporaneidad se siente representada. O para decirlo en palabras de Geoffrey Barraclough (2005), historiador que escribió una obra pionera dedicada al estudio de la condición histórica de la contemporaneidad, el presente se inicia cuando los problemas que son actuales en el mundo de hoy asumen por primera vez una fisonomía más o menos clara.

Tal como sosteníamos con anterioridad, un acontecimiento puede ser considerado como precursor de una correspondiente contemporaneidad cuando dicho evento contiene un conjunto de elementos que convoca y/o que representa a los individuos en una determinada coyuntura histórica. Esto es precisamente de lo que carece el año-acontecimiento de 1945 para los ciudadanos del siglo XXI: no dice mucho sobre los principales problemas y circunstancias que caracterizan nuestra contemporaneidad ni tampoco sobre la manera como habitualmente se representan los asuntos nacionales y/o mundiales. Sólo un puñado de nostálgicos del esquema bipolar anterior (como algunos de los más importantes asesores del gobierno de Bush junior) pretendió, a partir

Para comprender este asunto en toda su dimensión, es menester recordar que el presente no debe entenderse ni como “un delgado hilo de tiempo” que separa el pasado del futuro (Garton 2000) ni tampoco como un contenedor de tiempo (Institut d’Histoire du Temps Présent 1993; Koselleck 2001); el presente es, en realidad, un intervalo temporal, relativamente elástico, cuyas fron19


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de la década de los años noventa, seguir interpretando las coordenadas de la política mundial al tenor de los lineamientos de la Guerra Fría. No sólo representaban una clara minoría: más importante es el hecho de que sus acciones reñían con la voluntad de la “opinión pública” mundial y se encontraban totalmente desfasadas con respecto a las dinámicas más características de nuestro presente (Fazio 2004).

noventa del siglo XX se habría dado inicio al régimen de historicidad que sería propio de nuestro presente. Evidentemente, el año-acontecimiento de 1989 constituye un momento abigarrado de significación en la determinación de nuestra contemporaneidad. Empero, tal como hemos sostenido en un trabajo anterior, fue un tipo de evento que no se explica por sí mismo; fue más bien un tipo de acontecimiento que sincronizó muchas dinámicas que venían desarrollándose desde tiempo atrás, tales como la emergencia de un capitalismo de tipo transnacional, la sobreposición de nuevos referentes políticos e ideológicos, el desarrollo de nuevos movimientos sociales, las dinámicas de individualización, etc., con la única novedad, muy relevante por cierto, de que ubicó a muchas de estas tendencias dentro de un gran movimiento envolvente. Este último elemento, es decir, la capacidad de concatenar elementos que antes se expresaban de manera dispar, contribuyó poderosamente a alimentar el imaginario de que el mundo estaba ingresando en una nueva era –caracterizada por la globalización–, y que esta nueva era, en su vertiente política, insinuaba el advenimiento de un nuevo “orden mundial”, tal como lo anhelara el entonces presidente norteamericano. En pocas palabras, somos de la opinión de que 1989 es un tipo de año-acontecimiento que indica claramente la finalización de un “antes” (la contienda bipolar), pero, en su esencia, no explica de manera suficiente las coordenadas que han potenciado el “después”.

Además, concebir un intervalo de tiempo como un continuum que se prolongue desde 1945 hasta el segundo lustro del siglo XXI reproduce también otro tipo de inconveniente: no sólo dice poco o casi nada sobre la realidad actual –o sea, no representa el tipo de problemas que aquejan a nuestra contemporaneidad–, sino que, además, imaginar que pueda seguir existiendo un vínculo entre el presente más inmediato y 1945 hace correr el riesgo de que muchos de los rasgos más consustanciales de nuestra inmediatez terminen siendo extrapolados a ese ayer y se introduzcan como elementos adicionales que distorsionen las cualidades de lo que fue aquel capítulo del enfrentamiento bipolar, cuya naturaleza se aprehende de manera más precisa, por ejemplo, a través del concepto de mundialidad –dada la lógica de lo internacional predominante en ese momento–, que del de globalidad, tal como la hemos experimentado en el transcurso de las últimas décadas. En síntesis, de lo anterior se puede colegir que no existe ninguna clara correlación o identificación entre lo que ocurrió hace cuatro o cinco décadas y el significado y el sentido que comporta nuestra contemporaneidad más inmediata.

Ante las dudas que depara 1989 no han faltado autores que han considerado el ataque contra el Pentágono y las Torres Gemelas como un acontecimiento dividing, el parte aguas de una nueva época, verdadero inicio del siglo XXI, en la medida en que habría sido un hecho histórico por todos conocido y cuya producción, además, quedó inscrita en un ámbito público mundializado. Ya hace algunos años nos preguntábamos sobre cómo evaluar la importancia de este suceso y tratábamos de valorar su significación mediante una comparación entre el 11/9 (el ataque a las Torres) con el 9/11 (la caída del Muro de Berlín), para revisar si se podía considerar como un acontecimiento “estructural”, o si, más bien, se debía interpretar como un evento más episódico, más localizado, frugal, y con menos carga histórica.

Cuando comenzó a caer en desuso la fecha-acontecimiento de 1945 en su calidad de momento de iniciación del presente histórico, un buen número de analistas propuso recurrir a un procedimiento muy simple: adelantar la fecha, conservando el mismo esquema de interpretación, y sustituir la finalización de la Segunda Guerra Mundial por el otro importante año-acontecimiento de 1989, dado que esos meses contienen la simbología de la terminación de la Guerra Fría. Además del antes citado Eric Hobsbawm, como ejemplo se puede mencionar al historiador Henry Rousso, para quien ya no es posible concebir la Segunda Guerra Mundial como la matriz del tiempo presente, y por ello sostiene que la caída del Muro de Berlín invita a emprender otro tipo de periodización (Rousso 1998). De un parecer similar es François Hartog (2003), quien propuso considerar a 1989 como el año fundador de nuestro presente histórico, en la medida en que el intervalo temporal del régimen moderno de historicidad se habría desarrollado entre dos fechas simbólicas: 1789 y 1989, y a partir de la década de los

En esa ocasión escribíamos (tesis que ahora retomamos en su integridad porque el desarrollo histórico ha terminado por confirmar lo que, en ese entonces, parecía ser una simple conjetura) que –pese a que era difícil determinar su alcance, porque nos encontrábamos aún bajo 20


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los efectos de los esplendores del fenómeno, desconocíamos cuáles serían sus consecuencias, su alcance y desenlaces– concordábamos con la postura intelectual del historiador británico Timothy Garton Ash, cuando sostenía que el ataque terrorista se ubicaba “a medio camino entre ambos tipos de eventos, pero más cerca del primero, aun cuando probablemente nunca llegue a revestir la carga valorativa que tuvo la caída del Muro de Berlín” (Garton 2001).

Hobsbawm, cuando escribe que “1968 no fue el fin ni el principio de nada, sino sólo un signo” (Hobsbawm 1999). A nuestro modo de ver tuvieron que transcurrir un par de décadas, sobrevenir una pléyade de importantes acontecimientos, entre los cuales un lugar destacado, pero no único, le correspondió a la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 –aquel 89 que ha invertido numerológicamente el 68, aquel 9/11 que antecedió al 11/9–, y desplegarse una serie de tendencias en los más variados campos y ámbitos sociales, para que se develaran algunos de sus más recónditos significados, para que sus claves más profundas pudieran empezar a ser reconocidas.

En efecto, se puede argumentar que el ataque terrorista de 2001 no entrañó la finalización de ningún “antes” y que el “después” no se configuró a partir de la carga real o simbólica que comportaba el evento, sino que entró a depender en lo fundamental de la voluntad y de las opciones políticas que en su momento se trazaron algunos de los actores más influyentes del sistema internacional (Fazio 2002). Los casi ocho años que nos separan de ese dramático acontecimiento han demostrado de manera concluyente que el intento de la primera administración Bush por convertir al 11 de septiembre de 2001 en un acontecimiento fundacional de un “nuevo orden mundial” no logró plasmarse en una realidad; ya en su segundo mandato tal pretensión comenzó a ser desechada y todo parece indicar que el nuevo equipo en la Casa Blanca está decididamente interesado en enterrar el unilateralismo de su antecesor.

Esta situación, es decir, la valoración retrospectiva en positivo del acontecimiento, obedeció al hecho de que el 68 no fue un evento germinal del tipo de una revolución social o una guerra de grandes proporciones, sino una silenciosa transformación sociocultural, razón por la cual la simbología que encerraba ese crucial año no pudo ser decodificada en la inmediatez y se requirió que sobrevinieran otros acontecimientos con posterioridad (particularmente, 1989), que emergieran claramente a la luz los procesos por ella catalizados, para que se comenzara a entender su sentido más intrínseco. Sólo a la distancia temporal el 68 dejó de ser un simple “signo”, una circunstancia, y se convirtió en un acontecimiento, se trocó en historia; fue a partir de estos eventos posteriores que se logró comprender la expansión que registraban sus vibraciones y se tomó conciencia de su carácter inaugural. Es decir, sólo después de haberse interiorizado el impacto ocasionado por incidentes y situaciones posteriores se pudo comprender su significado más profundo, que no fue otro que el hecho de simbolizar una significativa revolución sociocultural, muchas de cuyas reverberaciones aún perduran y todavía alteran el día a día de la cotidianidad.

En síntesis, somos de la opinión de que ninguno de los acontecimientos que usualmente se han utilizado para determinar el nacimiento de nuestro presente histórico cumple los requisitos necesarios para definir nuestra contemporaneidad. Ahora bien, si ninguna de estas situaciones puede ser considerada como productora de nuestra actualidad, entonces, sigue abierta la pregunta: ¿cómo debemos interpretar el nacimiento de nuestro presente histórico? Tal como hemos tenido ocasión de exponerlo en más de una oportunidad, nuestra tesis consiste en que el presente histórico contemporáneo hunde sus raíces en aquellos convulsionados años de finales de la década de los sesenta del siglo pasado, siendo 1968 el año-acontecimiento que mejor simboliza este conjunto de tendencias.

Pocos fueron los académicos que en el fragor de esa coyuntura tuvieron una mirada amplia como para percibir lo que estaba en juego y reparar en que el 68 representaba una profunda revolución sociocultural. Entre estos convendría recordar a Fernand Braudel, quien, casi contemporáneamente con estos sucesos, se atrevió a comparar los acontecimientos que simbólicamente se sintetizan en torno a “Mayo del 68” con revoluciones culturales tan trascendentales en la historia de Europa y mundial como el Renacimiento o la Reforma, puesto que sacudieron el edificio social, rompieron los hábitos y las resignaciones, y todo “el tejido social y familiar

Somos conscientes de la perplejidad que debe haber despertado la proposición que acabamos de ofrecer. En la opinión pública prevalece la idea de que 1968 fue un año romántico, desesperanzador (Kurlansky 2004), que no catalizó ninguna revolución social y, por ende, no consumó no sólo ningún ordenamiento, sino que tampoco habría dejado mayores huellas en el desarrollo del “después”. De dicho parecer es nuestro bien citado Eric 21


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quedó lo suficientemente desgarrado, como para que se crearan nuevos géneros de vida en todos los niveles de la sociedad” (Braudel 1979, 790). Sólo tiempo después, otros analistas han comprendido el carácter radical que comportó este evento y han comenzado a interpretar el 68 como una “verdadera revolución mundial” (Arrighi 1999) o como el momento en que se resquebrajó “el entramado social sobre el que se apoya el mundo industrial de los ‘tiempos modernos’. Sus protagonistas, esos jóvenes nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, ya no soportan lo que denuncian como hipocresías de la sociedad burguesa” (Cohen 2001, 36).

cieros, etc.– (Frieden 2006). El campo socialista y el entonces llamado Tercer Mundo no corrieron con mejor suerte. Desde la segunda mitad de los sesenta los sistemas socialistas de tipo soviético entraron en barrena y el desarrollismo, expresión generalizada del esquema de sustitución de importaciones, inició también su lento pero inexorable declive, hasta que sobrevino la crisis financiera de 1982 (O’Brien y William 2004). En el nivel político, la importancia de esta coyuntura histórica en ningún caso fue menor que lo que ocurría en el nivel económico: el año de 1968, en particular, se convirtió en el verdadero punto de inflexión del esquema de la Guerra Fría –la Primavera de Praga; máximo paroxismo de la guerra de Vietnam; la reorientación internacional de la China continental, etc.– (Fink, Gassert y Junker 2003). Fue a partir de esta coyuntura que se comenzó a experimentar el indefectible ocaso de las dos superpotencias, proceso que ni la “segunda ola” de la Guerra Fría de inicios de los ochenta pudo volver a recomponer (Westad 2005). También fueron unos años en los que el mundo vio emerger y consolidarse una pléyade de nuevos actores institucionales (v. gr., “las potencias mercaderes”) y se activaron inéditos movimientos sociales (Kaldor 2004), dinámicas ambas que, en su conjunto, trastocaron de modo sensible la mundialidad entonces en boga.

El año 1968, de tal suerte, cumple en efecto con todas las condiciones que antes señalábamos como para que sea considerado un acontecimiento “estructural”, con capacidad suficiente para personificar el advenimiento de nuestro presente histórico: de una parte, porque estableció un significativo corte que condujo a la finalización del “antes”. Esta ruptura con lo pasado puede ser observada en dos niveles: en una perspectiva de mediana duración o de coyuntura histórica, el final de los sesenta representó un momento muy particular porque marcó el inicio de la Tercera “Revolución” Industrial (Ominami 1986), proceso que se ha extendido por cuatro décadas y aún continúa su implacable curso. Este nuevo ciclo, caracterizado por la robotización, la automatización y la incorporación de los avances informáticos en el ciclo productivo, ha significado, al igual que la Revolución Industrial decimonónica (Kern 1995), una gran transformación de las escalas de tiempo y de espacio con las que operan las sociedades y los individuos.

De otra parte, si una somera revisión de la coyuntura histórica demuestra la vitalidad y la importancia que encerraron estos años, el asunto se vuelve aún más diáfano cuando se acomete un análisis de larga duración –el movimiento de las aguas más profundas–, porque se observa mejor la manera como finales de los sesenta significó la finalización del “antes” y brinda al mismo tiempo una importante información sobre los elementos constitutivos que posibilitaron la promoción de un “después”. En páginas anteriores ya hicimos mención con Braudel sobre algunos componentes de la revolución sociocultural que ocasionaron estos cruciales años, razón por la cual no volveremos sobre ello. Otra orientación que se inscribe dentro de esta misma secuencia consiste en la acentuación de los procesos de individuación, dinámica que ha apuntado en el sentido de dilatar el presente, en la medida en que las personas comienzan a realizar sus expectativas de manera inmediata, al margen de la comunión dentro de una colectividad (Beck 2002).

Este acelerado proceso de transformación se realiza también a través de los nuevos medios de comunicación, los cuales radicalizan el funcionamiento de la economía, alteran las anteriores concepciones de tiempo e imponen un acentuado sentido de inmediatez, de urgencia. La televisión, más que cualquier otro medio, dispone de una temporalidad autónoma que ignora lo que antecede y lo que sucede, el videoclip, con lo cual suprime la posibilidad de construir un sentido que trascienda la misma inmediatez (Castells 2006). Esta coyuntura histórica fue también el momento en que comenzó la finalización del orden económico de Bretton Woods (Brenner 1996) –la primera crisis del oro data de 1968–, y el de los “milagros” económicos de posguerra –“los años dorados”, “los treinta gloriosos”, etc.–, los cuales experimentaron un rápido desgaste –inflación, reducción de las tasas de crecimiento, aumento del desempleo, fuertes desequilibrios fiscales y finan-

Otra tendencia fue una radical reorientación en el funcionamiento del capitalismo, que ocasionó el tránsito del fordismo al posfordismo, esquema este último que se ha caracterizado por el apego de formas flexibles de 22


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acumulación (Harvey 1997), con lo cual se selló el paso de los anteriores esquemas de capitalismos nacionales hacia formas cada vez más transnacionales de organización de la economía. Esta transformación, en buena medida, vino motivada por el hecho de que el mercado fue liberado de las viejas ataduras sociales (Polanyi 1997), y esta autonomía le imprimió un sello muy particular a la economía capitalista. La carrera por la rentabilidad, la productividad, la flexibilidad, la privatización, la exclusión, etc., ha convertido lo obsoleto en un rasgo determinante de un sistema en el que predominan el aquí y el ahora. La flexibilización de los sistemas productivos ha traducido todo en inmediatez y ha expandido el tiempo, que se organiza sincrónicamente en el mercado.

los individuos de inicios del siglo XX pueden sentirse representados. Para comenzar el recorrido sobre este último punto recurramos al historiador italiano Agostino Giovagnoli, quien, en un célebre texto sobre la historiografía contemporánea, brindaba un interesante marco de comparación entre el momento y las circunstancias en que se produjo el advenimiento del discurso sobre lo moderno y la coyuntura histórica de finales de los sesenta que nos interesa destacar. El pasaje a la idea moderna de historia fue acelerado por el gran terremoto que destruyó Lisboa en 1755: para todos los intelectuales europeos, de Voltaire a Kant, aquel acontecimiento representó un fuerte empuje para pensar la historia como el progresivo dominio de la razón humana sobre las fuerzas oscuras de la naturaleza. A la generación de 1968 el problema pareció plantearse en los términos opuestos: las catástrofes, el enemigo y el mal podían provenir del interior, más que del exterior; de la sociedad, más que de la naturaleza. Toda la sociedad estaba sometida al dominio del terror, no a pesar, sino gracias al progreso, el cual traicionaba la antigua promesa de resolver gradualmente todos los problemas de la humanidad, amenazando, además, con crear otros más graves (Giovagnoli 2005, 60).

Esta transformación en el funcionamiento de la economía es un indicador de un cambio de naturaleza más sistémica: la subsunción de la modernidad clásica dentro de un escenario de modernidades entramadas (Gwynne y Kay 2004), como resultado de que, a medida que se intensifican las tendencias globalizantes y alcanzan una mayor intensidad los nuevos circuitos espacio temporales globalizantes, se entrecruza el destino de un número cada vez mayor de experiencias históricas regionales, nacionales y locales. De suyo, esta situación conduce a que se socaven los propósitos o las condiciones universalistas propias de la modernidad tradicional. Como hace poco concluía Charles Taylor:

Este aspecto reviste la mayor importancia porque el año de 1968 simbolizó el inicio de un cambio de gran trascendencia, como la radical renegociación social del tiempo, a través de la sustitución de un futuro que ya no colma esperanzas por un presente omnipresente que gobierna a las nuevas generaciones. Visto desde esta perspectiva, es que sostenemos que esta nueva subjetivación del tiempo ha entrañado el fin del viejo régimen de historicidad y su reemplazo por uno que tiene como rasgos básicos el hecho de ser presentista, tal como lo definiera François Hartog en un texto antes citado, y global.

Deberíamos dejar de ver la modernidad como un proceso unificado del que Europa sería el paradigma, para concebir el modelo europeo como el primero, sin duda, y como el objetivo de cierta imitación creativa, naturalmente, pero a fin de cuentas como un modelo más entre muchos otros, una provincia dentro del mundo multiforme que esperamos que emerja de forma ordenada y pacífica (Taylor 2006, 226).

Esta coyuntura histórica en torno a 1968 operó en su “después” otras tres transformaciones no menos significativas, las cuales expondremos conjuntamente porque comparten muchos elementos y presupuestos: primero, el advenimiento de un régimen de historicidad presentista y global; segundo, la renovación de un esquema de globalización mundializada por una globalización intensa que se realiza de manera glocal, y, por último, el reemplazo de la historia mundial como expresión de universalidad por una naciente historia global (Fazio 2007b).

Esta proclividad por la presentización de las sociedades contemporáneas fue expresada clara y sucintamente hace algunos años por el politólogo francés Zaki Laïdi, cuando sostenía que un rasgo fundamental de la contemporaneidad consiste en que este registro de tiempo se desenvuelve en medio de un presente omnipresente y se asemeja a una sociedad de urgencia: La fortaleza de la urgencia en nuestra sociedad refleja esta sobrecarga del presente ante el cual expresamos nuestras expectativas y que nos conduce a exigir del presente lo que antes se esperaba del futuro. En todo el mundo, las sociedades políticas parecen estar con-

Es con base en estos elementos que sostenemos que el año-acontecimiento de 1968 contiene un gran número de elementos en los cuales fácil y rápidamente 23


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tema internacional que habría afectado a las distintas sociedades, sino que obedeció a disímiles problemas y disyuntivas que experimentaban los diferentes países, pero que en un determinado momento se conectaron en su globalidad. Las revueltas del 68, en síntesis, fueron la primera clara demostración de que la globalización estaba dejando de ser una expresión internacionalizada y/o mundializada para adquirir una fisonomía glocalizada.

frontadas a los mismos problemas, a los mismos desafíos, incluso en la manera de enunciarlos. Se habla hoy de la crisis del Estado, de la privatización del sector público, de la transparencia de la administración, de la valorización del capital humano, sin hacer mención de temas más políticos como el tránsito al mercado o a la democracia. De aquí se desprende el sentimiento de vivir una temporalidad única (Laïdi 1998, 18-20).

Por esta razón, consideramos que este nuevo régimen de historicidad, además de presentista, es global. Con esto queremos señalar que en la promoción del presente histórico los años finales de la década de los sesenta dieron un impulso para que se desarrollara una nueva matriz en la organización de la política mundial. Fue, en efecto, a partir de esta coyuntura cuando se asistió al acaecimiento de la globalización intensa contemporánea. Tal como ha sido documentado por la literatura especializada, la globalización constituye un tipo de proceso que hunde sus raíces en lo más profundo de la historia (Hopkins 2002, 2006; Robertson 2005). Sin embargo, nuestro presente histórico se distingue por el hecho de que la globalización ha alcanzado una intensidad tal que ha entrado a modelar el nacimiento de una nueva época histórica.

Este presente omnipresente altera obviamente las relaciones que mantiene con el futuro y con el pasado. Al ensancharse el presente, el futuro se convierte en un futuro presente. Esto se observa, por ejemplo, en la centralidad que han comenzado a ocupar los riesgos, los cuales no significan catástrofe, “sino su anticipación en el presente” (Beck 2008). Los riesgos en el presente se han deslocalizado y, en ese sentido, se han globalizado. Como está ampliamente documentado, las actividades para contrarrestarlos no pueden inscribirse dentro de diseños predestinados, pues quedan sujetos a todo tipo de contingencias, es decir, entrañan indisolublemente una dimensión temporal y espacial (Beck 2006). La presentización de las sociedades contemporáneas modifica su relación con el pasado, y esto se observa en la activación del tema de la memoria. Así lo ha sostenido Peter Burke, para quien el interés creciente por la memoria es una reacción frente a la aceleración de las transformaciones socioculturales que tornan crítica la identidad, arrancando con mucha fuerza nuestro presente del pasado (Burke 2005). En la medida en que muchas dinámicas sociales entran en un proceso de aceleración, el pasado se escapa entre los dedos y ahí interviene la memoria para procurar recomponer una relación afectiva con ese pasado que se aleja prestamente.

Fue precisamente en la coyuntura de finales de la década de los sesenta que la globalización comenzó a adquirir la fisonomía que hoy le conocemos. No sólo dejó atrás sus expresiones internacionalizadas –tal como las desarrolló desde la segunda mitad del siglo XIX– (Berger 2003), puesto que también significó una superación de la mundializada (tal como se impuso durante las dos primeras décadas de la Guerra Fría), sino que, dada su mayor intensidad, la globalización se empezó a convertir en el contexto en el cual se desarrollan muchas de las actividades humanas; comenzó a aludir también a un conjunto de mecanismos que acentúan las interpenetraciones entre las naciones y sirven de realización de muchos de los cambios que se despliegan en los distintos ámbitos sociales. La globalización también se ha convertido en una importante forma de representación y de entendimiento del mundo; es un tipo de globalismo que, para un número cada vez mayor de personas, se ha convertido en el criterio de referencia de su actuación, orientación y pensamiento (Osterhammel y Petersson 2005). Por último, pero no por ello menos importante, una de sus principales características tiene que ver con el hecho de que ha contribuido enormemente a ensanchar ciertas dinámicas globalizantes a lo largo y ancho del mundo, al tiempo que ha redimensionado lo local dentro de ese mismo contexto de globalidad.

Otro rasgo de esta presentización podemos observarlo desde una perspectiva más circunstancial al año-acontecimiento de 1968. Fue muy sintomática de las expresiones de rebeldía que sacudieron el año 1968 la concordancia temporal que supusieron todas ellas, así como el hecho de que atravesaran a todas las sociedades, sin distingo de su sistema socioeconómico. Fue un tipo de sincronicidad que se llevó a cabo sin la intermediación de ninguna organización internacional; su impulso inicial no emanaba de ningún centro neurálgico y se desarrollaba sin responder a ningún patrón compartido. Estas revueltas del 68 fueron una compleja amalgama de referentes internacionales con causalidades especiales, específicas de cada experiencia en particular. Es decir, su expresión no fue producto de un cambio en el sis24


Los años sesenta y sus huellas en el presente

Hugo Fazio Vengoa

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Es decir, la globalización, a diferencia de lo que pudieron ser algunas de sus manifestaciones anteriores, comenzó a adquirir una fisonomía glocalizada (Robertson 1997). En ello, precisamente, radicó la importancia histórica de 1968. Vietnam, Corea del Norte, Japón, China, Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia, el Pacto de Varsovia, Alemania, Italia, Francia, España, Inglaterra, Egipto, Cuba, México, Bolivia, Argentina, Canadá, Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional, el Concilio Vaticano II, la cotización del oro, la inflación, la televisión a color, etc., aparentemente poco tenían en común, pero, en los hechos, se encontraban fuertemente encadenados y sincronizados. En rigor, 1968 fue un año en que se produjeron acontecimientos en vías de globalización, que amalgama en distintos formatos las variadas situaciones geográficas, espaciales y temáticas. El espacio social, cultural y político tradicionalmente representado en el Estado nacional comenzó a ser sustituido en el 68 por un horizonte más amplio e indeterminado; en este sentido, el 68 ha expresado una tendencia propia del mundo globalizado: la tendencia hacia la desterritorialización del Estado y, más en general, hacia una separación de los pueblos, de las etnias, de las culturas, de sus espacios específicos de asentamiento (Giovagnoli 2005).

a compartir un mismo horizonte espaciotemporal. Aquí se visualiza claramente la importancia que han comenzado a tener los estudios poscoloniales y subalternos, porque cuando Dipesh Chakrabarty planteó su polémica tesis sobre la “provincialización de Europa” (Chakrabarty 2000) no sólo estaba abogando por promocionar la necesidad de incluir otras experiencias “menos logradas” dentro de los grandes guiones narrativos, sino que también convirtió a Europa en una provincia en el momento mismo en que parecía estarse realizando la occidentalización del mundo, debido a que sus confines empezaron a volverse porosos, y, a través de estos intersticios, los códigos coloniales empezaron a filtrar el interior de aquello que continuaba pensándose como el centro (Mezzadra 2008). Hemos querido destacar de manera deliberada esta conjunción temporal entre la poscolonialidad y la globalización porque ambos procesos constituyen el alfa y el omega de otro gran proceso: el inicio de la conformación de una modernidad mundo. Desde finales del siglo XVIII tuvieron lugar el desarrollo y la difusión de lo que hemos denominado como la modernidad clásica. En el fragor de los años sesenta se comenzó a asistir a un declive de esa forma tradicional de modernidad y a su sustitución por una modernidad mundo, con base en una pluralización de las formas de modernidad. Sobre el particular, Charles Taylor hace relativamente poco tiempo escribió:

Esto nos lleva a colegir que una de las principales particularidades del 68 se expresa, por tanto, en que fue precisamente durante esa coyuntura histórica cuando se asistió por vez primera vez, de modo evidente y claro, al nacimiento de la globalidad histórica, es decir, a un entrecruzamiento entre ciertas tendencias que apuntaban hacia una mayor sincronicidad y el encadenamiento de variadas situaciones análogas en apariencia, pero distintas en cuanto a su contenido, con otras que, por su parte, expresaban el desarrollo de trayectorias históricas particulares, que sólo son aprehensibles a través de un análisis individualizado, pero dentro de un entramado de resonancias y encadenamientos que se presentan entre todas ellas. En esta globalidad histórica es donde nuestro presente reconoce trazos de su fisonomía más actual (Fazio 2007a).

Si definimos la modernidad en términos de ciertos cambios institucionales, como la difusión del moderno Estado burocrático, la economía de mercado, la ciencia y la tecnología, es fácil seguir alimentando la ilusión de que la modernidad es un proceso unificado destinado a producirse en todas partes de la misma forma, hasta llevar cierta convergencia y uniformidad al mundo. Mi convicción fundamental es que debemos hablar más bien de múltiples modernidades, de diferentes formas de erigir y animar ciertas formas institucionales (2006, 225).

Si bien concordamos plenamente con el espíritu de la tesis de Taylor, somos de la opinión de que en lugar de múltiples modernidades se debería hablar de modernidades entramadas o sobrepuestas, porque cuando se pluraliza hasta el extremo la noción misma de modernidad, el concepto queda vacío de contenido y resulta poco operativo; con esta conceptualización sobre las modernidades entramadas queremos privilegiar los numerosos entrecruzamientos que registran las diferentes experiencias históricas, sus variadas superposiciones, que,

Como resultado de todos estos cambios nuestra época comporta otra cualidad que la singulariza: sólo a partir de esta coyuntura el mundo se empezó a convertir en una categoría histórica (Ianni 1996). El mundo, más que un ideal abstracto o simple geografía, se ha convertido en la condición de existencia de los individuos y de las sociedades. O, para decirlo en otros términos, cuando el mundo se convierte en una categoría histórica, todos los individuos y colectivos comienzan por vez primera 25


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nencia europea sobre los restantes pueblos. La excepcionalidad de nuestro presente histórico radica en que éste se conforma a partir de esta matriz global, situación que conlleva una comunión cada vez más fuerte entre las historias presentes (diacrónicas) con el presente histórico (sincrónico). Es decir, el nuestro es un presente global, donde la contemporaneidad cronológica se ha convertido en una contemporaneidad histórica. Como señala Agostino Giovagnoli:

en su conjunto, van definiendo el sentido y el contenido que adquiere la modernidad global o modernidad mundo. No está de más recalcar que, en su naturaleza intrínseca, unas modernidades entramadas no pueden ser locales o regionales, sino que tienen que realizarse en su globalidad. Estas transformaciones han ocasionado un cambio en ningún caso menor en lo que se refiere a la historia, en su doble acepción, como forma de conocimiento y como proceso: el tránsito hacia un escenario de historia global, la cual representa algo muy distinto a las legendarias y cuestionadas (Goody 2008) historias universales y mundiales, puesto que las primeras fueron simplemente una agregación de partes sueltas, presuntamente articuladas en torno a un núcleo, mientras que las otras se han pensado preferentemente como un sistema o una macroestructura. La global, por el contrario, carece de un elemento unitario que la sustancie. Por historia global entendemos la sincronización y el encadenamiento que registran las disímiles trayectorias históricas, las cuales entran en sincronicidad, resonancia y retroalimentación. Esta historia sólo ha tenido existencia durante nuestro presente histórico. Con este concepto queremos señalar varias cosas: primero, que ningún país, localidad o región del planeta puede seguir siendo pensado como una categoría analítica aislada, puesto que todos ellos han pasado a ser parte de una totalidad mayor. Segundo, se asiste a un tenso desdoblamiento de las dinámicas contemporáneas a través del entrelazamiento de la diacronía de los entramados históricos particulares con la sincronía de la contemporaneidad globalizada.

El conocimiento de la simultaneidad entre eventos que se verifican en lugares muy lejanos ha contribuido a difundir la sensación de vivir todos dentro de un mismo espacio: el espacio del mundo. Gradualmente, la distinción entre la contemporaneidad cronológica y la contemporaneidad histórica, entre el desarrollo de Europa y el atraso de los otros continentes, basada en la centralidad europea en la historia de la civilización, se ha tornado insostenible (Giovagnoli 2005, 47).

Una historia global difiere igualmente de los esquemas anteriores, porque la “universalidad” de la historia en torno a un centro organizador fuerte, función que correspondió a Europa y a Occidente durante casi cinco siglos, ha ido poco a poco cediendo su lugar a una configuración histórica débil, pero no por ello menos efectiva, la cual carece de un núcleo territorial y/o espacial con capacidad para organizar y proveer de sentido al conjunto. Es débil, igualmente, porque la historia se ha convertido en un entramado que deja de ordenarse a partir de las grandes instituciones de poder del ayer. Esta transmutación que ha experimentado el desarrollo histórico de la humanidad se puede valorar, como ha sostenido Gérard Leclerc (2000), como el inicio de una nueva gran revolución en la historia de la humanidad.

En la historia global se asiste, por tanto, a una intensa concordancia y a un fuerte entrecruzamiento de un sinnúmero de temporalidades relativas, fenómeno que obviamente pluraliza el sentido último del mundo y en ningún caso lo singulariza y homogeneíza. Esta historia global tiene como otro de sus rasgos el hecho de que es menos occidental y más contemporánea, es una historia mundo, de la que habla Marcello Flores (2002), circunstancia que no se produjo como resultado del azar, sino que fue promovida, desde luego, por la forma que revistió el afianzamiento de la misma historia universal en un contexto de creciente mundialidad. Si recordamos a Reinhart Koselleck, con su célebre fórmula de “la contemporaneidad de lo no contemporáneo” (Koselleck 2002), se puede reconocer que en el camino de la civilización que fue inherente a la concepción tradicional de la historia universal, se presuponía la existencia de un ordenamiento cronológico, catalizado por la preemi-

En conclusión, la evidencia histórica demuestra que el final de los años sesenta fue una coyuntura que impuso el advenimiento de una nueva época histórica. Ahora bien, en la medida en que todavía nos reconocemos en ese conjunto de transformaciones, hemos sostenido que ese momento constituyó el inicio de nuestro presente histórico. Cuando las cosas se observan desde este ángulo, se valoran de manera distinta nuestro presente y las posibilidades de construir futuro. El presente deja de ser una pesada carga que paraliza, para convertirse en una oportunidad. Los marcos cronológicos de este presente se extienden desde 1968 hasta el momento actual, hasta cuando sobrevenga un nuevo presente que reconsidere su periodización. Cuarenta años después, los sesenta todavía conservan su actualidad. 26


Los años sesenta y sus huellas en el presente

Hugo Fazio Vengoa

Dossier

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Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias

Virginie Laurent

Dossier

Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias* por

Virginie Laurent**

Fecha de recepción: 26 de febrero de 2009 Fecha de aceptación: 5 de mayo de 2009 Fecha de modificación: 1 de julio de 2009

Resumen ¿Mayo de revuelta o Mayo revolucionario? ¿Mayo estudiantil o Mayo obrero? ¿Mayo francés o Mayo planetario? Mayo del 68, combinación de una protesta estudiantil sin precedentes y de una huelga general multitudinaria, dejó innumerables huellas en el campo político, social y cultural de la sociedad francesa. A partir de una ubicación contextual de los hechos, en este artículo se propone una reflexión sobre sus efectos, directos e indirectos, así como sobre las controversias que aún genera Mayo del 68, incluso cuarenta años después. Especial énfasis se hará sobre la percepción que de dicho episodio tienen los jóvenes de hoy, y también sobre la forma como Mayo del 68 se situó en el centro de la campaña presidencial francesa de 2007.

Palabras clave: Mayo de 1968, Francia, movimientos estudiantiles, movimientos sociales, jóvenes, elecciones.

Forty Years after May of ´68: Between Legacies and Controversies

Abstract Was May of ´68 a revolt or revolution? Was it a student movement or a working-class one? Was May of ´68 French or global in character? May of ´68, which combined unprecedented student protests with a massive general strike, left a strong imprint on the political, social, and cultural development of French society. Starting with a contextualization of the “facts,” this article reflects on the direct and indirect effects, as well as controversies, that May of ´68 still generates forty years later. It emphasizes the way that young people today perceive the events of period and how May of ´68 was at the center of the 2007 French presidential campaign.

Key words: May of 1968, France, Student Movements, Social Movements, Youth, Elections.

Maio de 68, quarenta anos depois. Entre heranças e controvérsias

Resumo Maio de revolta ou maio revolucionário? ¿Maio estudantil ou maio operário? ¿Maio francês ou maio planetário? Maio de 68, mistura entre um protesto estudantil sem precedentes e uma greve geral multitudinária, que deixou inúmeras marcas no campo político, social e cultural da sociedade francesa. Com base na contextualização dos fatos, este artigo propõe uma reflexão sobre seus efeitos, diretos e indiretos, bem como sobre as controvérsias que Maio de 68 ainda produz, mesmo após quarenta anos. O trabalho faz ênfase especial sobre a percepção que os jovens atuais têm sobre esse episódio da história e sobre a forma em que Maio de 68 colocou-se no centro da campanha presidencial francesa de 2007.

Palavras chave: Maio de 1968, França, movimentos estudantis, movimentos sociais, jovens, eleições. * Este artículo corresponde a una reflexión inspirada, además de una vivencia personal –como socióloga francesa de la generación post-68–, por la lectura de una serie de análisis sobre el episodio de Mayo del 68 (entre otros, Cohn-Bendit 2008; Delsol y Grimpet {eds.} 2008; De Zubiría 1998; Le Goff 2006; Ross 2005; Rotman 2008); el examen de los resultados de una encuesta de opinión del instituto francés de sondeo SOFRES (Les jeunes et Mai 68, 2008, estudio realizado para la revista Pèlerin, publicado el 2 de abril de 2008), y documentos conseguidos a través de internet, relativos al peso acordado por los candidatos presidenciales de las elecciones de 2007 a la herencia de Mayo del 68 en la sociedad francesa (“Liquider” Mai 68: Sarkozy provoque un tollé, 2007; Mai 68: la gauche tire à boulets rouges sur Sarkozy, 2007, entre otros). ** Pregrado y Doctorado en Sociología, Universidad París III-Sorbonne Nouvelle. Autora del libro Comunidades indígenas y espacios políticos en Colombia, 19901998. Motivaciones, campos de acción e impactos, publicado por el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) en 2005. Entre sus últimas publicaciones pueden señalarse las siguientes: Entre la participación y la representación: retos y dilemas de la movilización indígena en Colombia y la zona andina. En ¿Representación o participación?: los retos y desencantos andinos en el siglo XXI, comp. Julie Massal, 3771. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI- Instituto Francés de Estudios Andinos, 2008; Indianité et politique en Amérique latine. Variations andines autour d’un phénomène continental. Transcontinentales 4: 59-76, 2007; Indianité et mobilisations politico-électorales en Colombie. Quelle place pour la tradition dans un contexte de modernité? Amérique Latine, Histoire et Mémoire Les Cahiers ALHIM 13: 123-148, 2007. Actualmente se desempeña como profesora asociada del Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia) e Investigadora Asociada, Instituto Francés de Estudios Andinos (UMIFRE 17-CNRS, MAEE). Correo electrónico: vlaurent@uniandes.edu.co.

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netario? Mayo del 68, que sin duda dejó innumerables huellas en la sociedad francesa: desde el espacio público, en el espectro de sus fuerzas políticas, así como en las dinámicas y los discursos que animan sus variantes, de la izquierda a la derecha; pero también, en ámbitos de repente más privados –cuestionados a raíz de los acontecimientos de mayo–, como son las formas de vivir en –o sin– pareja, afirmar las preferencias sexuales, concebir de forma diferente la educación de los hijos. Veinte, treinta, cuarenta años después, Mayo del 68 sigue, en Francia, animando pasiones, despertando iras. Para unos, objeto de celebración; para otros, blanco de acusaciones. Y, a veces, también cansa. De hecho, con motivo de su conmemoración, el 68 da origen a una diversa producción literaria y es punto central de múltiples debates televisivos y demás foros de discusión en internet.2 Sin embargo, es relativamente poca la atención que se le da a este mayo del pasado presente en los salones de clase y manuales de historia de los colegios.3 Por otra parte, más allá de percepciones contrastadas y a veces confusas, Mayo del 68 tuvo en el mayo francés de 2008 una resonancia particular, por el lugar que, a unos pocos meses de su cuadragésimo aniversario, llegó a ocupar durante la campaña electoral de las presidenciales de 2007. En estas últimas compitieron el candidato de la llamada Unión de la Mayoría Plural (UMP), Nicolas Sarkozy, implacablemente opuesto a la herencia sesentayochista, y la representante del Partido Socialista (PS), Ségolène Royal, quien, por su parte, se convirtió en defensora de la misma.

n mayo de 2008, París cumplió el aniversario de uno de los momentos más agitados de sus primaveras. Cuarenta años antes, en mayo de 1968, la capital francesa era el teatro de una protesta estudiantil sin precedentes, seguida de una huelga general multitudinaria. Desde entonces, dichos acontecimientos dejaron una impronta llamativa –aunque a veces borrosa y, sin duda, polémica– en la memoria colectiva de los franceses, entre los que, para bien o para mal, allí estuvieron y lo vivieron pero también en las generaciones que llegaron después y que hoy en día se informan sobre lo que pasó desde el colegio, los libros o los medios de comunicación. A la vez, como reflejo y fuente de inspiración para fenómenos similares en múltiples y variados lugares del mundo, el peso simbólico de este episodio traspasó las fronteras de Francia. Como afirma uno de sus instigadores –estudiante de sociología y conocido como Dany el Rojo en esa época, hoy en día diputado del Parlamento Europeo en nombre del partido de los Verdes–, el franco-alemán Daniel Cohn-Bendit, […] 1968 fue una revuelta planetaria. Si uno se pone a pensar en los finales de los años 1960, se discierne una revuelta tanto en el Este como en el Oeste, tanto en el Sur como en el Norte. Casi en todas partes se dan revueltas, ocupaciones de universidades o colegios, manifestaciones. La prueba es que, si hoy escriben un libro, basta con poner en la carátula dos cifras: 6 y 8 –68– y, automáticamente, la gente (en Turquía, en América Latina, en Praga o en Varsovia, en París o en Berlín, en Nueva York o en San Francisco, en Sarajevo o en Río), […] de una vez piensa en el año 1968, en la revuelta de finales de los años 1960. No se puede reflexionar sobre el significado de esta revuelta reduciéndola a un solo país, aunque sí fue en Francia en donde la revuelta fue más intensa, ya que, contrario a lo que pasó en los otros países, desembocó en una huelga general. En ese sentido, existe entonces una especificidad francesa del 68, pero ésta se inserta en el marco de un movimiento más general […] (Cohn-Bendit 2008, 5-6).1

Así, Mayo del 68, cuarenta años después, parece articularse entre una serie de indudables herencias pero también fuertes controversias, respecto a las cuales se propone una mirada panorámica en estas páginas. Para esto, en una primera parte, se hará una aproximación a los numerosos acontecimientos ocurridos en estas pocas semanas, desde el surgimiento del movimiento estudiantil hasta la huelga general. A raíz de esta ubicación contextual de los hechos, se buscará 2 Ver: Bibliographie de Mai 68, 1998; Mai 68: la dernière utopie?, 2008; Qui se souvient de Mai 68 ?, 2008; Mai 68 : sans fleurs ni couronnes, 2008; Mouvement anti-Mai 68, 2008; Anniversaire des 40 ans de Mai 68: crise des banlieux, 2008; Vous en Mai 68, 2008; Soirée Thema (Arte): Faut-il interdire d’interdire ?, 2008; Dossier Mai 68 dans les médias, 2008; La télé commémore Mai 68, 2008. 3 El fenómeno de Mayo 68 se estudia en unas pocas sesiones de clase, en el marco de cursos de “historia-geografía” del Bachillerato, sobre la historia de Francia después de 1945 (al respecto, ver, por ejemplo, Le web histoire-géo, http://www.histoiregeo.org/page/index.php?cat=5).

¿Mayo de revuelta o Mayo revolucionario? ¿Mayo estudiantil o Mayo obrero? ¿Mayo francés o Mayo pla1 Todas las traducciones en las citas textuales son realizadas por la autora. 30


Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias

Virginie Laurent

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un acercamiento a las expectativas y efectos, directos e indirectos, que pudieron generar, con grados variables de politización, perceptibles igualmente en ámbitos sociales y culturales, no sólo durante dicho mes de mayo, sino también después. En una segunda parte, se pondrán en el centro de la reflexión algunas percepciones de este episodio en la actual sociedad francesa: entre éstas, las impresiones de los jóvenes de hoy, examinadas con base en una encuesta de opinión; en otro nivel, las de por sí divergentes posiciones reflejadas en la contienda “Sarko-Sego” de 2007, mencionada en las líneas anteriores, así como su lectura por el propio protagonista, Cohn-Bendit.

urbanización masiva, de la mecanización de las explotaciones agrícolas, del auge de la educación. En especial, la educación superior experimenta un crecimiento impresionante del número de estudiantes: de 150.000 en 1958, a 500.000 en 1968. A partir de dicho crecimiento se hace perceptible la inadaptación de las estructuras universitarias frente a la llegada masiva de estudiantes, en cuanto a problemas de infraestructura, y también en cuanto a métodos de enseñanza, obligando a formatos de clases magistrales en auditorios superpoblados (Le Goff 2006; Rotman 2008). Por su parte, el sector obrero enfrenta igualmente una serie de cambios: mientras se difunde la creencia en el progreso, se impone el modelo de la sociedad de consumo y se generaliza el acceso a productos electrodomésticos, incluso entre las capas más populares de la población; por otro lado, crecen las necesidades del sector empresarial de un personal cada vez más calificado y técnico. Paralelamente, empiezan a hacerse visibles, en las grandes urbanizaciones, signos relevadores de chocantes desigualdades sociales: aparición y expansión de barrios de invasión, construcciones masivas de viviendas subsidiadas, Habitations à Loyer Modéré (HLM) (Rotman 2008).

Mayo del 68: de los hechos a los efectos Lo que ocurrió : de la revuelta a la ¿revolución? Una mirada hacia el contexto En mayo del 68, Francia se encuentra regida por el gobierno del general Charles de Gaulle, héroe de la Segunda Guerra Mundial en cuanto figura emblemática de la Resistencia, quien llegó a la cabeza del país en 1958. Elegido en nombre de la Unión por la Nueva República (UNR), encarna una figura presidencial fuerte, supuesto reflejo de una Francia “tradicional” y potente. De hecho, su mandato inspira referencias a una “monarquía republicana” dentro de un “sistema francés de autoridad”. No obstante, la Francia de la época está marcada por los efectos de la descolonización; sobre todo, el caso de Argelia, que ganó su independencia en 1962 al cabo de una larga y sangrienta guerra. Este enfrentamiento deja un recuerdo amargo, tanto entre los franceses que de mala gana tuvieron que regresar a la metrópoli como entre los argelinos que, viviendo en Francia, muchas veces fueron víctimas de actos racistas y de represión conocidos como ratonnades: literalmente, “caza a la rata”. Frente a De Gaulle, el Partido Comunista Francés constituye la principal fuerza de oposición, en un trasfondo de polarización de la Guerra Fría y de las experiencias recientes de la Cuba de Castro y de la Revolución Cultural en China (Cohn-Bendit 2008; Le Goff 2006; Rotman 2008).

Si bien el proceso de transfiguración de la sociedad francesa es instigado en parte desde el Estado, por el gobierno De Gaulle, se afirma un llamativo contraste entre la modernización económica que implica y el conservatismo extremo que se mantiene en el campo de las relaciones sociales. Estas últimas, caracterizadas por ser extremadamente cerradas y verticales, enmarcadas por una serie de instituciones: Estado, empresa, sindicato, Iglesia y escuela (Rotman 2008). Iglesia y escuela, de hecho, cumplen un papel fundamental en la educación de los numerosos jóvenes que llegan a la universidad. En ese entonces, Francia sigue siendo católica y practicante, en un momento en el que el Concilio Vaticano II influye a favor de una Iglesia más abierta y cercana a sus fieles. A su vez, como vector de la autoridad, la escuela asume una función de transmisión de las buenas costumbres. Los roles sociales se establecen con base en una separación radical entre hombres y mujeres, y en relaciones desiguales entre lo que unos pueden hacer y otras no. Muchos colegios no son mixtos, a veces se prohíbe el uso del pantalón en las “escuelas de chicas” y las mujeres necesitan de la autorización de sus esposos para un sinnúmero de actividades, como trabajar o abrir una cuenta bancaria.4 En un entorno mundial

En este mismo momento, la agitación social está al orden del día en múltiples partes el mundo: Primavera de Praga en Checoslovaquia, manifestaciones contra la guerra de Vietnam y principios de la contracultura hippie en Estados Unidos y algunos países europeos como Alemania y Holanda (Cohn-Bendit 2008; Rotman 2008). En el nivel interno, Francia atraviesa un período de fuerte transformación. Es la hora de procesos de

4 Al respecto, vale la pena recordar que el derecho al voto de las mujeres en Francia data de 1944. 31


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propenso a la agitación social –y estudiantil–, este abismo francés entre modernización económica y rigidez de los vínculos de convivencia contribuye al desencadenamiento sorpresivo de Mayo del 68 (Cohn-Bendit 2008; Rotman 2008).

ricos: en la prestigiosa Universidad de la Sorbona. El 3 de mayo de 1968, la combinación del surgimiento de este movimiento de solidaridad con los estudiantes de Nanterre y la aparición de rumores respecto a una posible pelea dentro de la Sorbona entre grupúsculos de la extrema izquierda y la extrema derecha lleva al cierre de la Universidad, seguido del arribo de las fuerzas de policía y del arresto de cientos de personas (Le Goff 2006; Rotman 2008).

Mayo del 68… empieza en marzo Mayo del 68, sin embargo… ¡empieza en marzo! Y encuentra en acontecimientos ocurridos unos meses antes, los primeros signos que anuncian su próxima llegada. En noviembre de 1967 explota una huelga estudiantil para pedir una reforma en los procedimientos de los exámenes en la Universidad de Nanterre, una universidad de las afueras de París, en la que, entre otros, enseñan profesores como el sociólogo Alain Touraine, el filósofo Paul Ricoeur y el historiador y politólogo René Rémond. Este incidente inicial –que cuenta con Daniel Cohn-Bendit entre sus líderes, quien luego se afirmó como uno de los propulsores y figuras centrales de Mayo del 68– trae consigo una politización sin precedentes de la Universidad. Pocos meses después, en marzo de 1968, desde la misma Universidad de Nanterre, surge una nueva protesta estudiantil. A raíz del arresto, en París, de manifestantes en oposición a la guerra de Vietnam, un centenar de estudiantes ocupa edificios administrativos de la Universidad y llama a una jornada de huelga y debate en el campus. Cuando, en respuesta, el rector toma la decisión del cierre del establecimiento, las discusiones salen de su recinto pero no se acaban. Desde la calle y los barrios vecinos siguen acalorándose los espíritus, hasta dar vida al llamado Movimiento del 22 de marzo. En reacción, los directivos de la Universidad deciden sancionar a los instigadores del desorden: éstos deben ser sometidos a un juicio disciplinario, previsto para los primeros días de mayo (Cohn-Bendit 2008; Le Goff 2006; Rotman 2008).

Éste es el punto de partida de las grandes manifestaciones estudiantiles en París. Poco a poco, según concuerdan testimonios de quienes presenciaron este momento, los alrededores de la Sorbona se llenan de estudiantes que se oponen a la entrada de la policía en el recinto académico y a la detención de sus compañeros. Crece la tensión y empiezan los enfrentamientos, los cuales llegan a ser especialmente violentos: con el uso de gases lacrimógenos y bastones, por parte de los policías; rejas, sillas, mesas de café y puños, por parte de los estudiantes. Según se relata, tanto la manifestación estudiantil como la represión que provoca sorprenden por su carácter inesperado y brutal; mucha gente que estaba paseando por las tranquilas calles parisinas, de pronto se encuentra en la mitad del tumulto (Le Goff 2006; Rotman 2008).

De la Universidad a la huelga general La primera manifestación espontánea marca el principio de una larga serie de otras que, hasta junio, tienen lugar cada uno de los siguientes días. Se marcan entonces dos etapas en los eventos de Mayo del 68: la primera, enfocada principalmente en las acciones de los estudiantes, con una tensión y represión creciente; y la segunda, a partir de la huelga general, iniciada el 13 de mayo. Esta última aparece como efecto de la amplitud de la pugna entre estudiantes y fuerza pública, en el Barrio Latino de París, y su conversión progresiva en un fenómeno de protesta social y paros cívicos generalizados en todo el país (Le Goff 2006; Rotman 2008).

De Nanterre a la Sorbona: cambio de

De hecho, en los primeros diez días de mayo se reproduce el escenario de las confrontaciones, cada vez más violentas, entre los estudiantes y la fuerza pública. Paralelamente a la ocupación de lugares clave para la protesta estudiantil –como varios edificios universitarios o el reconocido y central teatro del Odéon–, en la noche del 10 al 11 de mayo se montan las primeras barricadas. Entre lluvias de adoquines e insultos, estas últimas son asaltadas, sin tardar, por las fuerzas especiales de la Compañía Republicana

escenografía

Paralelamente, se organiza desde la Universidad de la Sorbona un Comité de Respaldo a los estudiantes recalcitrantes de Nanterre. La iniciativa favorece un interesante cambio de escenografía para el movimiento estudiantil. Con ella, se da el paso de los disturbios, en un primer momento circunscritos a una universidad nueva, construida en medio de suburbios con asentamientos de invasión y “fuera de la ciudad” –como era la de Nanterre–, hacia el centro de París, en el corazón de barrios 32


Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias

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de Seguridad (CRS), cuyos métodos de acción son comparados por los estudiantes con los de la sección especial (SS) del régimen nazi, bajo el lema desde entonces famoso de “CRS-SS”. Frente a la fuerza de la respuesta policiaca, los sindicatos –que en un primer momento más bien habían mostrado desconfianza o poca atención al movimiento estudiantil, por considerarlo poco significativo frente a las prioridades de la clase obrera, o demasiado cercano a sectores rivales de la extrema izquierda– llaman a participar en una manifestación, organizada el día 13 de mayo. En dicha marcha están también presentes representantes del Partido Comunista y del Partido Socialista, entre los cuales se encuentra François Mitterrand, quien será presidente de Francia de 1981 a 1995. Dicha movilización goza, además, de popularidad y de un respaldo amplio entre la población, tanto por su carácter simpático como por el rechazo que provocó la respuesta policíaca, considerada como abusiva por muchos (Le Goff 2006; Rotman 2008).

cha contienda por las urnas concluye, el 30 de junio, con una victoria aplastante por parte de los gaullistas, agrupados para la ocasión en la Unión por la Defensa de la República (UDR). Victoria que al parecer se debe a cierto cansancio de los franceses, después de mes y medio de protestas, cuya popularidad fue disminuyendo con el tiempo, pero que fue marcando el “principio del fin” del general, siendo ésta la última batalla que gana; al año siguiente, en abril de 1969, éste se retira del gobierno, después de perder un referendo con aires de plebiscito (Rotman 2008).

Mayo del 68, entre grupúsculos de izquierda y “movimiento festivo”: ¿qué se reivindica? Más allá de esta visión panorámica y esquemática del episodio de Mayo del 68 propiamente dicho, es interesante destacar la forma como se revela, en primer lugar, un movimiento estudiantil… no sólo de estudiantes; también, un movimiento que surge en Francia… pero que tiene fuentes de inspiración e implicaciones no sólo francesas; por último, un movimiento extremadamente heterogéneo. En efecto, tanto en su forma como en su contenido, el movimiento estudiantil se funda en una combinación de fuerzas diversas y numerosas, en las que participan grupúsculos enérgicamente politizados alrededor de variadas corrientes de la izquierda –marxistas-leninistas, trotskistas, maoístas, anarquistas libertarios–, además de una masa de estudiantes y colegiales que, sin adscripción política específica, se unen en una protesta contra la rigidez que encarna el poder establecido y que se difunde desde el Estado y las instituciones políticas, religiosas y sociales (Cohn-Bendit 2008; De Zubiría 1998; Le Goff 2006).

Aparte de lograr la agrupación de sectores de la izquierda inicialmente reticentes frente al movimiento estudiantil, la particularidad de la marcha del 13 de mayo radica en que abre el paso a una huelga general que, a su vez, paralizará al país durante cerca de un mes. Enfocada no sólo en reivindicaciones para mejores condiciones laborales y salariales, sino también en unas peticiones de nueva índole –a favor de una mayor participación, más responsabilidades y formas de cogestión para los asalariados–, esta segunda fase de Mayo del 68 implica paros en todo el territorio nacional y entre múltiples y diversos sectores de actividades –metalúrgico, automotor, electrotécnico, alimenticio, aeronáutico, ingenieril y periodístico–, hasta reunir entre 6 y 10 millones de huelguistas. El 27 de mayo, en el marco de los Acuerdos de Grenelle, se pactan finalmente unos arreglos entre el gobierno y los sindicatos: aumentos salariales y cuarta semana de vacaciones remunerada, entre otros. Estos compromisos, sin embargo, son rechazados por la mayoría de los huelguistas. Se ha exigido y se sigue exigiendo más (Rotman 2008).

Dado lo anterior, el movimiento aparece como sui géneris, variado también en sus reivindicaciones. Éstas no sólo le apuestan a una reforma de la Universidad, que por cierto exigen integral: desde las infraestructuras hasta los procedimientos de evaluación, pasando por las relaciones estudiantes-profesores. Se enfocan igualmente en un llamado a la liberación del sujeto, en un ambiente que se quiere más hedonista, así como en una mayor participación de la sociedad en todos los campos: familiar, educativo, político, sindical y empresarial. Frecuentemente, se alimentan de un gusto marcado por la burla –de las instituciones, del poder e, incluso, del propio “yo”– y por la petición del derecho a la toma de posiciones. De hecho, con Mayo del 68 llegó la hora de la “palabra liberada”. Todo se puede decir y todos –y todas– pueden decir de todo. Al respecto, son seguramente tan conocidos como elocuentes los múltiples eslóganes que

La calma sólo volverá de manera progresiva, después de que el general De Gaulle –quien se ha manifestado especialmente cerrado al diálogo y ha sido enfático en exigir el regreso del orden e, incluso, sorpresivamente ha estado ausente en Francia durante los últimos días de agitación social– anuncia la disolución del Congreso y, por tanto, la convocatoria a nuevas elecciones, destinadas a la formación de un –posiblemente nuevo– gobierno. De manera asombrosa, di33


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marcaron la época: “¡Está prohibido prohibir!”, “¡Gozar sin trabas!”, “¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”, “¡Bajo el adoquín, la playa!”, “¡Soy marxista, de la tendencia Groucho!”, entre muchos otros (Cohn-Bendit 2008; Le Goff 2006).

asemeja a un “concentrado” de inconformidad y propuestas alternativas, sino también por la proyección que alcanza a tener –por lo menos– hasta cuarenta años después. En efecto, así como Mayo empieza en marzo… ¡tampoco termina en junio! Por el contrario, se inserta, se afirma, se refleja, en múltiples ámbitos de la sociedad francesa.

Por esta misma disparidad, el movimiento sesentayochista tendría que entenderse como la expresión de una revuelta, según subraya Cohn-Bendit, correspondiendo ante todo a una:

En un primer nivel, Mayo del 68, sin duda, deja una impronta en la(s) izquierda(s). No todos comparten la idea de que el movimiento se quede en la revuelta. Para muchos de los que participan en los grupos más activos políticamente, se proclama con Mayo la etapa de la lucha de la clase obrera contra la sociedad capitalista, pequeñoburguesa y fascista. El fascismo está en todas partes y hay que combatirlo también en todas partes. Es el momento en el que las influencias de los modelos rusos, chinos o cubanos se expanden y en el que se busca romper barreras entre una y otra Francia: la de arriba y la de abajo. Es el momento en el que, para dicho fin, hijos e hijas de buenas familias deciden experimentar la vida popular, trabajar en fábricas, no sólo para conocer sino también para concientizar a los compañeros y convertirlos a la “causa” (Le Goff 2006).

[…] masa de jóvenes que se dejan llevar por la idea de conquistar su propia vida. “Queremos vivir como lo concebimos”. Contra esta sociedad que consideran demasiado autoritaria y heterónoma, quieren ser los amos de sus vidas […] El movimiento emerge como un movimiento […] que quiere ante todo hacer énfasis en la autonomía y las opciones de vida de los individuos […] [E]l principio de los años 68 es, en realidad y ante todo, una revuelta por la vida cotidiana, la música, la relación entre hombres y mujeres, la vida, la sexualidad, la liberación. Esto es lo que hace el 68 […] (2008, 49-50).

Por el contrario, según el mismo Cohn-Bendit, sería un error ver a Mayo del 68 como un intento de revolución, o haber querido convertirlo en eso. Al respecto, señala:

Así mismo, durante el período comprendido entre Mayo del 68 y la primera mitad de los setenta surgen fuerzas y figuras políticas que luego llegarán a forjarse en el escenario electoral. Entre éstas, por ejemplo, está la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), de línea trotskista incondicional, que entra a participar en la contienda electoral francesa a partir de 1974 –y, desde esta fecha, sigue presente, aunque de forma minoritaria, en la palestra electoral francesa–, hasta convertirse en 2009 en el Nuevo Partido Anticapitalista.5 En estos mismos años aparecen y tienen cada vez más visibilidad y eco movimientos a favor de la ecología política, hasta tener hoy en día un peso significativo en las instancias de representación en Francia y, de manera más general, en Europa, a través de los Verdes. Así mismo, líderes como Michel Rocard y Lionnel Jospin, quienes ocuparon el cargo de Primer Ministro de Francia en representación del Partido Socialista –de 1988 a 1991 el primero, de 1997 a 2002 el segundo–, reciben entonces parte de su formación política en los rangos de algunas de las vertientes más radicales de la izquierda: Partido Socialista Unificado (PSU) y Unión Comunista Internacionalista (OCI), respectivamente (Le Goff 2006; Rotman 2008).

[…] la opción por la que se van unos y otros, es una opción cultural, una opción de sociedad, más que una revolución política […] (Cohn-Bendit 2008, 61). […] Las minorías políticas que actuaban estaban totalmente impregnadas de una concepción nostálgica de la toma del poder. Esto, a la mayoría de la gente que estaba en la calle, no le interesaba. Por cierto, les gustaba la fraseología revolucionaria; pero lo que importaba era saber cómo elaborar, entre todos, una nueva sociedad. Los lugares [en disputa] no eran otros que la calle, el auditorio de clase, las salas de reunión […] juntos, tomábamos el tiempo para ver cómo funcionar mañana o pasado mañana […] (Cohn-Bendit 2008, 65).

Más allá del movimiento estudiantil: las herencias políticas

Si bien, como asegura Cohn-Bendit, no se trata de llevar a cabo una revolución con implicaciones inmediatas en el campo político –o si la revolución que algunos esperaban no se da–, otro aspecto interesante de este mes de mayo del año 68 reside en que su impacto es especialmente fuerte, no sólo porque se

5 http://www.lcr-rouge.org. 34


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Lo cultural, lo social… “todo es político” Paralelamente, Mayo del 68 es el punto de inicio para un sinnúmero de reivindicaciones que, sin plantearse en términos de una toma del poder sino más bien desde el ámbito social y cultural, parten del presupuesto de que “todo es político”. Con base en este principio, se opera un cuestionamiento generalizado de las normas establecidas, a la par con otro, en referencia a la noción misma de normalidad, cuestionamiento fundado en el derecho a la libertad y a la subjetividad y, en ese sentido, en la idea de no depender de nada ni de nadie. A partir de allí, no sólo se replantea la autoridad desde el Estado, sino que también se redefinen las relaciones sociales dentro de múltiples escenarios –la universidad y las demás instituciones educativas en general, las empresas y los sindicatos, e incluso los vínculos familiares–, en un trasfondo de liberación del Sujeto –empezando por lo sexual–, afirmación de la igualdad en la diferencia, llamados a la autodeterminación, la autonomía y la autogestión (Cohn-Bendit 2008; Le Goff 2006; Rotman 2008).

–como Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Jacques Derrida o Pierre Bourdieu, entre muchos otros–, así como al surgimiento de proyectos periodísticos a favor de una prensa libre, por ejemplo, a través de la creación del cotidiano Libération (Le Goff 2006).

Sabores agridulces ¿Qué balance sacar de este momento de esperanzas, cambios, ilusiones múltiples? De repente, unos sabores agridulces, sin duda, con algunas desilusiones (Delsol y Grimpet 2008; Le Goff 2006). En primer lugar, para los que, desde una posición política, veían la posibilidad de una revolución, seguramente el balance brinda una impresión de fracaso o frustración. Definitivamente, la revolución esperada no tuvo lugar. Además, los abusos del comunismo –en sus versiones no sólo soviética, sino también china y cubana– pudieron dejar otra impresión, de equivocación… Por otra parte, la acción contestataria de finales de los sesenta y principios de los setenta tendió a ceder el paso a formas de movilización más convencionales: algunos pensarán en traición (Le Goff 2006). Con la excepción de la minoría que constituyen los altermundialistas y sus operaciones llamativas, parece hoy estar lejos de Francia la idea de que “otro mundo es posible”. Ya no se rechazan del todo esquemas de participación política que podrían considerarse menos progresistas y más “clásicos” –expresados a través de la vía electoral y respetuosos de la fórmula de la democracia representativa–, en los cuales toman parte incluso algunos líderes opuestos a la globalización y demás embajadores de la izquierda radical. Al respecto, son significativas, por ejemplo, algunas candidaturas electorales, como las de la Liga Comunista Revolucionaria o la del líder de la llamada Confederación Campesina, José Bové, por la Presidencia del país, en 2007. Asimismo, llama la atención la trayectoria y cambio de color político del propio Daniel Cohn-Bendit: ayer, encarnación de la crítica del establecimiento fundada en el conocido lema sesentayochista “¡Las elecciones, una trampa para los gillipollas!”, hoy por hoy aparece como menos opuesto a las reglas del capitalismo y de la economía de mercado (Piro 2007; Soudais 2009) y se destaca en cuanto cabeza del movimiento ecologista en uno y otro lado –franco-alemán– del Rin.6

De hecho, Mayo del 68 y los años que le siguen transcurren a la par con un rediseño del papel y de los derechos de las mujeres en la sociedad y, con ello, también de las relaciones hombres-mujeres-hijos, en una perspectiva de liberación de la mujer y derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo. Vale la pena subrayar, por ejemplo, el surgimiento de organizaciones de mujeres y organizaciones feministas, entre las cuales el Movimiento de Liberación de la Mujer –Mouvement de Libération de la Femme (MLF)– se destaca como el más potente y radical. Fruto de sus luchas, en 1975 se ratifica la Ley sobre el aborto; la contracepción tan sólo se legaliza en 1967, y se expande de manera más libre a partir de 1972. Similarmente, la época se presta para experiencias de “vida en comunidad”, dejando de lado el tradicional esquema de la pareja heterosexual e hijos (CohnBendit 2008; Le Goff 2006; Rotman 2008). Por su parte, la crisis de la representación de las instituciones lleva a demandas a favor de una mayor participación y una democracia más directa. Al esquema rígido de los sindicatos tienden a sustituirlo foros abiertos para la toma de decisiones. En la ciudad y en el campo se multiplican las movilizaciones sociales: para impedir, por ejemplo, el cierre de empresas o la implantación de campos militares. Se rechaza la centralidad de París y se clama por la autonomía de regiones como el País Vasco o la Bretaña (Le Goff 2006).

6 Miembro del partido alemán Die Grünen desde 1984, Daniel Cohn-Bendit ha sido elegido en el Parlamento Europeo desde 1994 y es copresidente del grupo alemán de los Verdes desde 2004 (http://www.cohn-bendit.de/dcb2006/fe/pub/fr/dany/ lebenslauf, consultado el 15 de junio de 2009). Con motivo de las elecciones europeas de 2009, encabezó la lista de Europe

Por último, Mayo del 68 está estrechadamente ligado a la influencia y/o al respaldo de numerosos intelectuales 35


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En otro nivel, la reivindicación tan insistente del “sujetorey” cede el paso a una pérdida de referentes, a crisis existenciales y a un ambiente nihilista. Dado esto, el individualismo termina siendo víctima de sus propios efectos: llevado a sus extremos, abre camino a la proliferación de reivindicaciones de toda índole, fundadas ante todo en singularidades subjetivas particulares. Con ello, se corre el riesgo de aspirar cada vez más al beneficio del yo, en detrimento de una búsqueda del equilibrio nosotros-yo (Rocher y Salée 1997).

Sin considerar dichas problemáticas como resueltas, se debe tener en cuenta que hoy en día éstas, definitivamente, hacen parte tanto de la vida cotidiana como de las agendas políticas en Francia, cualesquiera que sean estas últimas y aunque se trate de un tema de oposición (Cohn-Bendit 2008; Le Goff 2006; Rotman 2008).

En respuesta, los últimos años han estado marcados en Francia por lo que podría relacionarse con un regreso a los “antiguos valores”, en especial, en el ámbito de la familia y de la educación. Después del rechazo explícito del matrimonio, las parejas vuelven a casarse y a querer tener hijos, mientras que la familia recupera un lugar central en las relaciones hombres-mujeres-hijos, aunque frecuentemente se trate de “familias recompuestas”, en otras palabras, familias que no surgen de una sola unión matrimonial, con hijos del mismo padre y la misma madre, sino constituidas después de primeros matrimonios y separaciones (Mariage en France 2007). En este orden de ideas, la crítica de “los años 68” a la autoridad ha tendido a cuestionarse en los ochenta, antes de ser francamente “despedida” en los noventa. Hoy en día, la crítica de “los años 68” a la autoridad ha sido reemplazada más bien por la idea de que, tanto en la casa como en la escuela, se percibe una crisis general de la juventud, debida a la falta de autoridad. Ésta se traduciría, entre otros aspectos, en el estallido de los llamados “barrios sensibles” de las afueras de las grandes ciudades del país, frente a los cuales la referencia a la necesidad de un fortalecimiento de la autoridad se conjuga, además, con un discurso a favor de la defensa de la seguridad (Peralva 1995).

y

1968-2008. ¿revivir o liquidar Mayo del 68? Descontento estudiantil/social Mayo del 68 como referencia ineludible Despertando reacciones a su favor o en su contra, Mayo del 68 sigue siendo referencia, no sólo con motivo de la fecha de su aniversario, sino también cada vez que Francia es testigo de movilizaciones que implican la participación de estudiantes. Al respecto, puede señalarse, por ejemplo, la serie de manifestaciones que, en 1986 –mientras se hablaba de los jóvenes de la época como de una “bof génération”–,7 animaron a los estudiantes y colegiales a salir a las calles durante varias semanas, para impedir –finalmente con éxito– que pasara una reforma a favor de la implementación de procesos de selección para la entrada a la Universidad, conocida como Ley Devaquet, en referencia al nombre de su instigador (Projet de loi Devaquet 2009; Flash-back 1986: mouvement contre la réforme Devaquet 2006). Asimismo, está fresco en las memorias en Francia, el recuerdo del rechazo masivo de los estudiantes y colegiales, en 2006, del proyecto del llamado Contrato Primer Empleo (CPE), del gobierno de Philippe de Villepin, el cual también tuvo que ser abandonado.8 Igualmente, en un nivel más amplio, son especialmente llamativas en Francia las manifestaciones de descontento promovidas por parte de múltiples y variados actores y sectores sociales, cuya frecuencia motiva reflexiones sobre el “carácter huelguista” del país (Acrimed 2007; Alternatives Économiques 2008). Entre un sinnúmero de ejemplos, puede subrayarse al respecto el caso de los –otra vez– multitudinarios paros en distintas áreas del “servicio público” –transportes, correos, comunicaciones, electricidad y gas, salud, educación nacional,

No obstante, independientemente de los límites del “post-68”, también son innegables la conquista de derechos y la visibilización de una serie de cuestiones centrales para la sociedad francesa –en los campos político, social y cultural–, que difícilmente podrían ser dejadas de lado, relativas, por ejemplo, a las relaciones de género, la igualdad en la diferencia, la participación en la toma de decisiones o el respeto del “diálogo social”.

7 La palabra “bof”, acercándose a un “bah” –ni sí, ni no– en español, fue aquella con la que se calificó a la generación nacida en la década de los setenta, considerada como individualista, sin ideales y apolítica, y por ello llamada “bof génération” (Gault 2007). 8 Ver Contrat Première Embauche 2009; Retrait du Contrat Première Embauche! 2006; Mobilisons-nous! La mobilisation continue contre le Contrat Première Embauche: prochaine manifestation le 7 mars! 2007; Contrat Première Embauche. Propos tenus par le président de la République 2006.

Écologie en la circunscripción regional Île-de-France –cercana a París–, desde la cual ganó 20,86% de la votación, mientras que dicha agrupación llegó a recoger 16,28% de los votos en el nivel nacional, logrando así conquistar la segunda posición, al lado del Partido Socialista francés (http://www.interieur. gouv.fr/sections/a_votre_service/resultats-elections/ER2009/ FE.html, consultado el 15 de junio de 2009). 36


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finanzas, entre otros–, en 1995, contra un proyecto de reforma al sistema de seguridad social (Grèves de 1995 en France 2009; Grève nationale 2007; Novembre - décembre 1995: les grèves 2009). Por último, es importante mencionar la forma como –en octubre de 2005, de forma diferente, pero aún reflejo de un malestar social evidente– los barrios de las afueras de las grandes ciudades fueron incendiados a modo de protesta (Banlieues, un an après s.f.; Émeutes de 2005 dans les banlieues françaises s. f.; Tilly y Tarrow 2008).

trevistados, Mayo del 68 se asocia a las manifestaciones estudiantiles, antes que a la huelga general, referencia central para el 35% de los entrevistados. Entre los valores considerados como los más característicos de Mayo del 68 se destacan, en primer lugar –para el 37% de los entrevistados– la idea de la lucha por la igualdad social, seguida –aunque de lejos– del rechazo de la autoridad (15%), el rechazo de la sociedad de consumo (12%) y la emancipación de las mujeres (11%). En cuanto a sus consecuencias sobre la sociedad francesa, Mayo del 68 es percibido por el 47% de los entrevistados como un “evento que dejó huellas profundas y que moldeó la sociedad de hoy”, mientras que para el 33% se ve como un “evento que marcó las generaciones anteriores pero que no tuvo consecuencias para su propia generación”; sólo el 16% de los entrevistados piensa que es un evento respecto al cual se sobrestima su importancia. Asimismo, para el 76%, Mayo del 68 tuvo un “impacto positivo” en la sociedad francesa, y “negativo” para el 17% de los entrevistados.

Ahora bien, por significativas que sean unas y otras protestas de las últimas décadas, y más allá de una tentación de compararlas con la revuelta del 68, las primeras se diferencian de la segunda por lo menos en dos aspectos centrales. En primer lugar, porque, independientemente del eco que pudieron tener en la sociedad y frente a los gobiernos y proyectos de ley a los que se opusieron, no alcanzaron la misma amplitud –temporal, espacial y/o en cuanto a la diversidad de las personas que involucraron– que la obtenida por la experiencia sesentayochista. Por otra parte, también, porque, contrario a la “utopía sin revolución” de la época, y fuera del grado de visibilidad y efectividad que pudieron tener estas otras manifestaciones de inconformidad, en ningún momento reflejaron una articulación de las “formas de lucha” –desde lo político, lo social y lo cultural– como la de Mayo del 68, sino que más bien, en las luchas de las últimas décadas, esta articulación fue precaria y heterogénea.

En este mismo orden de ideas, 76% de los entrevistados afirma que, si estuvieran cuarenta años atrás, participarían en las manifestaciones estudiantiles. Teniendo en cuenta estas respuestas a favor de una imagen más bien positiva de Mayo del 68 entre los jóvenes entrevistados, por último, es interesante anotar que el 50% de éstos se sienten en 2008 alejados de las ideas y los valores que transmitió dicho episodio, contra un 45% que, por el contrario, siente cercanía a ellos.

Mayo del 68 y los jóvenes de 2008: la encuesta Siguiendo con la reflexión sobre el impacto de Mayo del 68 en la actual sociedad francesa, resultan igualmente sugestivos los resultados de una encuesta realizada por el organismo francés de estudios de opinión, Sofres, en febrero 2008, a unas 500 personas representativas de la población entre 15 y 24 años, sobre su “visión de Mayo del 68”, la forma como interpretan las “consecuencias de Mayo del 68” y la percepción de su “cercanía a Mayo del 68” (Les jeunes et Mai 68 2008).

Revivir o liquidar el 68? Sarko-Sego y las elecciones presidenciales de 2007 ¿Revivir o liquidar el 68? Esta disyuntiva, implícita en las preguntas planteadas a los jóvenes del 2008, también surgió con fuerza en el contexto de la conmemoración de sus cuarenta años, con motivo de la campaña presidencial de 2007. Con aires de déjà-vu, el candidato Nicolas Sarkozy, asumiéndose como heredero de la Francia del general De Gaulle, se proclamó adversario de su recuerdo. Sin duda, según él, habría que dejar de lado el “culto” de este momento histórico, sinónimo de innumerables consecuencias negativas para la sociedad francesa: pérdida general de puntos de referencia y, en especial, falta de respeto por la autoridad y el trabajo, lo cual inevitablemente llevaría a desbordes juveniles, a su vez responsables del ambiente marcado por la “falta de seguridad” de los últimos años. Destacado por sus funciones previas como ministro del Presupuesto, ministro de la Comunicación, ministro del Interior y mi-

Según dicha encuesta, en primer lugar, se destaca una impresión de “conocimiento” del episodio de Mayo del 68, conocimiento que corresponde al hecho, de por sí relativamente borroso, de “ver de qué se trata”.9 Partiendo de este primer acercamiento, para el 49% de los en9 A la pregunta “Diría usted que, cuando se le habla de ‘Mayo del 68’, ve muy bien, relativamente bien, no muy bien o para nada, de lo que se trata”, el 18% de los entrevistados contestó que muy bien y el 42% que relativamente bien, el 21% que no muy bien y el 19% que nada bien. 37


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nistro de la Economía y las Finanzas entre 1993 y 2007, el candidato Sarkozy, precisamente, basó su plataforma de campaña en la combinación de una revaloración de la autoridad y el trabajo, además del fortalecimiento de la seguridad y, de manera más general, del orgullo nacional.10 Por su parte, la candidata Ségolène Royal –primera mujer en aproximarse tanto a la investidura presidencial– se empeñó en defender el legado sesentayochista, perceptible en los valores de otra Francia reivindicada como más respetuosa de las interrelaciones y conquistas sociales, afirmando también una posición igualmente a favor de un fortalecimiento de la seguridad.11

de trabajo, es la ideología de las 35 horas [laborales semanales], de la asistencia. La ideología de Mayo del 68 morirá el día que en la sociedad se atreva a recordar cada uno sus deberes. En esta elección se trata de saber si la herencia de Mayo del 68 debe ser perpetuada o si [Mayo del 68] debe ser liquidado de una vez por todas. Quiero cerrar la página de Mayo del 68. Pero hay que hacerlo de verdad […] (La gauche tire à boulets rouge sur Sarkozy 2007).

Acusaciones que Ségolène Royal contrarrestará con los siguientes argumentos:

Así las cosas, Nicolas Sarkozy consagró parte de su discurso de cierre de campaña a lanzar ataques frontales contra Mayo del 68 o a atacar a Mayo del 68 y su huella en la actual sociedad francesa:

[…] Mayo del 68 son 11 millones de huelguistas que ganaron [acuerdos], el derecho de las mujeres de acceder a la contracepción, un viento de libertad contra una sociedad totalmente cerrada […] (“Liquider” Mai 68. Sarkozy provoque un tollé 2007).

[…] los herederos de Mayo del 68 impusieron la idea de que todo se valía y que, entonces, no había diferencia entre el bien y el mal, ninguna diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo lindo y lo feo […] Intentaron hacer creer que el alumno vale más que el maestro, que no había que poner malas notas para no generar trauma entre los malos alumnos y que no había que ranquear a los alumnos. Que la víctima contaba menos que el delincuente […] (La gauche tire à boulets rouge sur Sarkozy 2007).

[…] La máquina del tiempo para regresar al pasado empezó a funcionar. En Bercy [donde se dio el mitin de clausura de campaña de Sarkozy], estábamos en junio del 68. Yo no deseo que Francia vuelva a este punto de bloqueo para, precisamente, suscitar, como en Mayo del 68, revueltas, reivindicaciones, huelgas, que bloquearon todo. Quiero una Francia que dé trabajo a todos y cada uno. Es esto, la defensa del valor del trabajo. […] Yo dejaré de contrastar el caso de los desempleados con el de los trabajadores. Es inaceptable agobiar a las personas privadas de empleo. Tenemos la ardiente obligación de darles trabajo. Es escandaloso estigmatizarlas y convertirlas en mendigos oportunistas de los recursos públicos. […] Hay que volver a dar sentido al esfuerzo y la dignidad en el trabajo, pero de verdad. El valor del trabajo no es un artífice del discurso. Darle valor al trabajo significa, ante todo, pagar el trabajo por su justo valor. Significa aumentar los salarios bajos que obstinadamente quedan sin moverse, ya que somos el único país en este caso, en donde millones de asalariados, hombres y mujeres –y sobre todo mujeres–, empiezan su carrera profesional con un salario mínimo y terminan cuarenta años después ganando todavía este salario mínimo, y yo no quiero que esto siga ocurriendo. (La gauche tire à boulets rouge sur Sarkozy 2007).

[…] Me fui a buscar un encuentro con los franceses, indignado por el hecho de que los recursos fruto de la asistencia sean mayores que los recursos ganados a través del trabajo, y la idea de que uno pueda volverse pobre trabajando. La crisis del trabajo es ante todo una crisis moral, en la que la herencia de Mayo del 68 tiene una gran responsabilidad. Quiero rehabilitar el trabajo. Quiero volver a darle al trabajador el primer puesto en la sociedad. Mírenla, escúchenla, esta izquierda que, desde Mayo del 68 renunció al mérito y al esfuerzo. Mírenla, escúchenla, esta izquierda que, desde Mayo del 68, dejo de hablarles a los trabajadores, de sentirse preocupada por la suerte de los trabajadores, de amar a los trabajadores porque rechaza el valor del trabajo, porque el valor del trabajo ya no hace parte de sus valores, […] porque su ideología es la ideología de la reducción [del tiempo]

Cuando escucho un tipo de vocabulario que hoy en día no le teme a nada […] [Cuando escucho] que se habla de liquidar parte de la historia, la de Mayo del 68, y que incluso él [Nicolas Sarkozy] dijo esta frase: vamos a reformatear a los franceses […] Pues yo lo digo aquí solemnemente: los valores más gran-

10 Consultar al respecto el programa de campaña de Nicolas Sarkozy, Ensemble, tout devient possible (http://www.sarkozy. fr/home/). 11 Sobre la plataforma política propuesta por Ségolène Royal, ver Le pacte présidentiel de Ségolène Royal (http://hebdo.partisocialiste.fr/2007/02/11/445/). 38


Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias

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des de Francia […] no son compatibles con el uso de tales palabras […] (La gauche tire à boulets rouge sur Sarkozy 2007).

sociedad, de la moral y la vida privada. Por otro lado, lo que es realmente chistoso es que, sin estos movimientos de emancipación de los años 1960 –y entonces, sin 1968–, ¡alguien como Sarkozy no hubiera podido ser presidente de la República! Nos da risa con sus discursos. Tiene hijos de diferentes camas, tiene una familia recompuesta […] ¡Al lado de él parezco yo un verdadero conservador! […] ¡Con Sarko, De Gaulle y su esposa no deben poder descansar en paz en su tumba! A pesar de ello, [la vida privada de Nicolas Sarkozy] no causa problema en Francia. Guste o no de esta sociedad del show, este espectáculo de la vida privada no tiene incidencia en el voto (Cohn-Bendit 2008, 44).

Palabras de uno y otra que sin duda reflejan una utilización estratégica, por parte de ambos, de Mayo del 68, en un contexto en el que la campaña electoral estaba marcada por la fuerza de esta oposición derecha-izquierda pero en el que también cumplían un papel importante un tercer competidor –François Bayrou, en nombre de la Unión por la Democracia Francesa (UDF)– y, con él, un electorado potencial por convencer. Del lado de Nicolas Sarkozy, se trataba de retomar a su favor lo que podía ser entendido como un “miedo al 68” por parte de los mayores de sesenta años, que podían ver en él una réplica del general De Gaulle. Del otro lado, los dirigentes socialistas podían reivindicar la herencia gloriosa de Mayo, y, con ello, la candidata Ségolène se convertía en “vocera de las izquierdas”, a pesar de que en el 68, en ningún momento el Partido estuvo en primer plano.

No obstante, independientemente de su tono incisivo frente al presidente francés, la posición del anticonformista del 68 –pero actual exitoso eurodiputado– Cohn-Bendit igualmente iría a favor del olvido del mes de mayo en cuestión. Como lo enuncia en el libro que publicó con motivo de los cuarenta años de los acontecimientos, Forget 68 (Cohn-Bendit 2008), habría llegado la hora de

Ahora bien, frente a esta discrepancia derecha-izquierda en cuanto a la memoria de Mayo del 68, el punto de vista de su polémico líder, Daniel CohnBendit, pudo, por su parte, sorprender. Por cierto, en un estilo propio, reconoció el peso de dicho episodio en la sociedad francesa y, en especial, en la argumentación a su favor o en su contra, alrededor en la campaña presidencial de 2007:

Olvidar el 68. ¡El 68 se acabó! Esto no quiere decir que este pasado está muerto, pero que está debajo de cuarenta toneladas de adoquines que, desde entonces, han labrado y cambiado el mundo. El mundo de hoy no es para nada el mismo del 68. Esto quiere decir que el 68 y los años que siguieron pasaron por allí. El 68 fue el primer movimiento global difundido en tiempo real […] Era un mundo de revueltas, diferentes pero conectadas […] contra el autoritarismo y la moral del comunismo. […] Hoy en día, ¿qué hay que recordar de ello? En primer lugar, lo que cambió nuestras sociedades, lo que permitió una evolución extraordinaria. Socialmente, o digamos, culturalmente, ganamos (Cohn-Bendit 2008, 118-119).

¡Nicolas Sarkozy es un sesentayochista contrariado! Si existe un ser humano que, a los ojos del mundo y con lujo, quiere gozar sin trabas, ¡por supuesto es Sarkozy! Hay que entender que Sarkozy y los que escribieron sus discursos instrumentalizaron el miedo al 68 de una parte [del electorado] de la derecha. Han visto en este miedo un vector unificador de cierta derecha contra la izquierda. […] Plantear el problema en términos “anti-68” permite recordar a la extrema derecha –antisesentayochista en su esencia, porque asimila el 68 a la destrucción de la nación– y a la derecha […] que el 68 significa horror absoluto (Cohn-Bendit 2008, 37-38).

[Pero] aún quedamos empantanados en nuestra relación con la globalización y en nuestra comprensión del mundo de hoy. Quedamos frecuentemente apegados a unas categorías políticas que ya no son válidas: capitalismo contra socialismo, el bien contra el mal, el Estado contra el mercado, el mercado contra el Estado. Sobre este punto podemos preguntarnos si efectivamente cambiamos de época. Porque, políticamente, de un lado y otro quedamos atrancados (Cohn-Bendit 2008, 120).

[…] hoy en día la izquierda tiene una visión positiva de estos acontecimientos [de Mayo del 68] gracias a [su] segunda fase, en otras palabras, la fase obrera (Cohn-Bendit 2008, 41). Es cierto que, por un lado, el 68 anuncia la muerte del gaullismo, que correspondía a una concepción autoritaria y jerárquica del funcionamiento de la

[…] el 68 fue formidable, pero hoy los retos son otros. Nos enfrentamos a otro mundo, otros problemas, y 39


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considerarse desde el enfoque que sugieren sociólogos como Alain Touraine y Michel Wieviorka: buscar un equilibrio “triangular” entre identidad comunitaria, valores universales y sujeto; pensar en ciudadanías en donde las minorías sean reconocidas como activas, es decir, como participantes en el debate político y las tomas de decisiones nacionales; darle así cabida a la interculturalidad, más allá de un mero reconocimiento formal y de un pluralismo de fachada que no logra impedir la exclusión y la marginalización de hecho (Touraine 1997; Wieviorka 1993). Reto, por cierto, ambicioso, que, por último, refleja el peso –también político– de esta revolución sui géneris para otra toma del poder.

los instrumentos de la rebelión no responden a los problemas de hoy (Mayo 68, según Cohn-Bendit. 12 de mayo de 2008).

En este sentido, a la hora de proponer reformas, más que revoluciones, reconvertido en “Dany el Verde”, el propio “ex Dany el Rojo” señalaría dos incomprensiones significativas frente a Mayo del 68: La primera, es la de Sarkozy y de la derecha, según la cual todos los males de la Francia de hoy se derivan del 68: el individualismo, los paracaídas dorados, la sociedad desintegrada, el mal funcionamiento de la escuela, la revuelta de los suburbios. […] la generación del 68 sería responsable de todo lo que está andando mal en Francia. Esto es una incomprensión total, tanto de la sociedad de hoy como del tipo de sociedad que empezó a moverse en 1968 y, después, en los años 1970 (CohnBendit 2008, 124).

Referencias 1. Cohn-Bendit, Daniel. 2008. Forget 68. París: Seuil. 2. De Zubiría, Sergio. 1998. Mayo 1968: enigma y fin de un tipo de revolución. Colombia Internacional, 46: 2735, http://www.google.com/search?q=forum+discussio n+mai+68&ie=utf-8&oe=utf-8&aq=t&rls=org.mozill a:fr:official&client=firefox-a (Recuperado el 12 de septiembre, 2008).

La segunda incomprensión se encuentra en esta fábula de la extrema izquierda, según la cual lograr el 68 sigue siendo el punto al orden del día. Bastaría entonces con volver a hacerlo todo: el movimiento, la huelga general, para por fin lograr la toma del poder (Cohn-Bendit 2008, 124).

3. Delsol, Chantal y Matthieu Grimpet (Eds.). 2008. Liquider Mai 68? París: Presses de la Renaissance.

A manera de conclusión… abierta: Mayo del 68 y el reto que queda

4. Gault, Guénaëlle. 2007. Pour en finir avec la politique à Papa. Les Trentenaires prennent la parole. París: Seuil.

Más allá de la retórica de campaña electoral, Mayo del 68, cuarenta –y seguramente más– años después, difícilmente se puede revivir o liquidar del todo. E independientemente de todos los ejercicios de estilo que puede despertar a favor o en contra de su aniversario, la recurrencia década tras década de éste dejaría pensar que todavía no se “cierra el capítulo”. Con el tiempo, se matizaron los ardores, se lamentaron los errores pero también se asumieron avances. Con ello, Mayo del 68 deja un innegable e ineludible impacto en la sociedad francesa. Sin duda, además de logros tangibles en las interrelaciones entre individuos, instituciones y Estado, contribuyó a una reflexión sobre la forma de combinar en la sociedad lo individual con lo colectivo, lo particular con lo universal, la libertad con el orden.

5. Le Goff, Jean-Pierre. 2006. Mai 68, l’héritage impossible. París: La Découverte. 6. Peralva Angelina. 1995. Violence de banlieue et politisation juvénile. Cultures & Conflits 18: 49-61, http://www. conflits.org/index451.html (Recuperado el 12 de septiembre, 2008). 7. Rocher, François y Daniel Salée. 1997. Libéralisme et tensions identitaires: éléments de réflexion sur le désarroi des sociétés modernes. Politique et Sociétés 16-2: 3-30. 8. Ross, Kristin. 2005. Mai 68 et ses vies ultérieures. Bruselas: Editions Complexe.

Esto último constituyo un reto que poco a poco adquirió más validez en el complejo contexto francés que siguió a “los años 68”, marcado por el creciente peso de la “cuestión de la inmigración” en un trasfondo de crisis económica y malestar social. Reto que, también, merece

9. Rotman, Patrick. 2008. Mai 68 raconté à ceux qui ne l’ont pas vécu. París: Seuil. 10. Tilly, Charles y Sidney Tarrow. 2008. Politique(s) du conflit: de la grève à la révolution. París: Sciences Po - les presses. 40


Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias

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Dossier

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les_banlieues_fran%C3%A7aises (Recuperado el 21 de enero, 2009).

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35. Mobilisons-nous! La mobilisation continue contre le Contrat Première Embauche: prochaine manifestation le 7 mars! 2007. http://paris.lesverts.fr/article.php3?id_ article=938 (Recuperado el 21 de enero, 2009).

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Mayo del 68, cuarenta aĂąos despuĂŠs. Entre herencias y controversias

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El año rojo.

Política, sociedad y cultura en 1968* Por Rafael Hernández**

Hacia 1968:

Yo he preferido hablar de cosas imposibles porque de lo posible se sabe demasiado. Silvio Rodríguez,

el proceso político y la cultura socialistas

“Resumen de noticias” (20 de enero de 1970)

Al iniciarse 1968, apenas siete años nos separaban del ataque de Playa Girón; cinco de la crisis de los misiles; tres de que Cuba había quedado prácticamente sola en el hemisferio; dos del fin de la guerra civil en el Escambray; y apenas tres meses de la muerte del Che Guevara en Bolivia.

ntender las secuencias del período revolucionario como algo más que retroproyecciones del presente, de sus temas recurrentes y hábitos de pensamiento, requiere una historia que rebase tanto los amaneramientos de las hagiografías como los de las teleologías escépticas. Para algunos que no las vivieron, o sólo lo hicieron como espectadores distantes, las décadas de los sesenta y los setenta en Cuba se aprecian apenas como anticipaciones de los prodigios o males posteriores, aun los presentes. Esa historia necesaria no se debe confundir con la mera recolección positivista de hechos ni el recuento de testimonios personales, que intentan reemplazar el análisis histórico, y que revelan una vasta ineptitud para captar las más elusivas claves de una época, esto es, su conciencia social y su cultura política.

En medio de la situación de mayor aislamiento diplomático y económico de todo el período revolucionario, el país estaba sometido a un asedio triple: la aguda amenaza que representaba la impunidad de Estados Unidos en el clímax de la guerra de Vietnam, el ostracismo del resto de los gobiernos de la región y, por último, aunque no menos importante, las presiones para que la Revolución se alineara ante el conflicto chino-soviético. El desafío de construir un socialismo distinto y distante de los modelos soviético y chino ponía al máximo el espíritu de defensa de la nación en su camino independiente, la vista fija en el ideal de una sociedad superior.

E

Aquel encaminamiento en solitario se mantenía sobre la dramática certidumbre de que Cuba sería la primera sociedad en experimentar formas comunistas de organización y convivencia social. Un año antes, en enero de 1967, Fidel había anunciado que en tres pequeños pueblos rurales –San Andrés de Caiguanabo, Banao y Gran Tierra– se empezarían a experimentar formas comunistas de vida y organización social. Aquellas comunidades funcionarían bajo un sistema de máximo bienestar y

Estas notas no se proponen narrar los avatares y pormenores de aquellos años, ni suministrar municiones a sus apologistas o detractores. Sólo intentan analizar su cultura y su conciencia social como partes de una foto mayor –mejor sería decir de una película mayor–: la de nuestra real historia política y social.

* Originalmente publicado en inglés en ReVista, the Harvard Review of Latin America III, No. 11: 21-24. Invierno de 2009. ** Egresado de literatura francesa, Universidad de La Habana; Posgrado en ciencia política y estudios latinoamericanos, Colegio de México y la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado numerosos libros y ensayos sobre cultura y sociedad civil cubanas, política norteamericana, seguridad, migración, entre ellos: The History of Havana, Nueva York: Palgrave-McMillan, 2006 (coautor con Dick Cluster); Changes in Cuban Society since the Nineties (compiladores Joseph Tulchin, Lilian Bobea, Mayra Espina y Rafael Hernández), República Dominicana, Washington, D.C: Wilson Center-FLACSO, 2005; Cultura, sociedad y cooperación. Ensayos sobre la sociedad civil del Gran Caribe (compilado con Antonio Gaztambide), San Juan-La Habana: Centro Juan Marinello-Proyecto Atlantea, UPR, 2003 ; Ensayo cubano del siglo XX (compilado con Rafael Rojas), Fondo de Cultura Económica, México, 2002. Su colección de ensayos Mirar a Cuba. Ensayos sobre cultura y sociedad civil (México D.F: Fondo de Cultura Económica) fue merecedora del Premio de la Crítica Cubana en el año 2001. Actualmente se desempeña como director de Temas, revista cubana de ciencias sociales y estudios culturales. Correo electrónico: rafaelmhdez@yahoo.com.

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mínimo uso del mercado y el dinero, que “tiene que ver mucho con la concepción general de la forma en que nosotros queremos edificar el socialismo y de la forma en que nosotros queremos edificar el comunismo”.1 Naturalmente, en aquel ensayo de comunismo, el Estado no cedía sus funciones a la sociedad, sino al contrario, las concentraba todas.

Como un producto directo de aquella cultura política predominante, y de la poderosa demanda de un marxismo alternativo al soviético generada por la política revolucionaria de este período, apareció Pensamiento Crítico, en febrero de 1967, con el fin de responder “a la necesidad de información que sobre el desarrollo del pensamiento político y social del tiempo presente tiene hoy la Cuba revolucionaria”.3 Se trataba de asimilar, de una manera crítica y provechosa, el llamado marxismo occidental, y aun el pensamiento y las ciencias sociales no marxistas. La vocación de fomentar una cultura socialista no detrás de una cortina de hierro o de una muralla, sino en un intercambio constante con las ideas más avanzadas del pensamiento social, la ciencia y la técnica marcaban el tipo de desarrollo social que la modernidad de la Revolución preconizaba.

Aquella utopía desafiante era algo más que un simple acto de voluntarismo o extremismo jacobino –como podría juzgarse desde hoy–, era parte de toda una concepción del socialismo, opuesta a la de los manuales soviéticos: “en un mundo donde muchas ideas reaccionarias ganan fuerza […] aun bajo supuestas banderas revolucionarias, aun esgrimiendo la terminología marxista-leninista, nosotros nos adentramos enarbolando ideas revolucionarias”. San Andrés de Caiguanabo no era así un mero falansterio utópico, sino un argumento en una intensa polémica de ideas y teorías sobre la revolución socialista, en la que se involucraban no sólo la vanguardia política y los intelectuales orgánicos, sino numerosos ciudadanos.

No eran un secreto las profundas diferencias entre la línea del socialismo cubano, de un lado, y la soviética y la china, del otro. En su carta del 16 de abril de 1967 a la Tricontinental, el Che Guevara las formularía en términos nada filosóficos: “también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista […] Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista”. Además del fragmento archicitado de “Crear dos, tres, muchos Vietnam es la consigna”, este mensaje se extiende en argumentos particulares contra el divisionismo chino-soviético:

En efecto, la democratización del debate teórico, junto a la articulación entre el trabajo intelectual y la praxis social, eran ejes centrales de aquella manera de pensar: No sé cuántas veces ustedes se han preguntado cómo en la práctica se puede llegar a una distribución comunista de los bienes que el hombre produce. Sobre eso hay muchas teorías, […] y mucha bobería (RISAS). Ahora, nosotros tenemos que escribir la nuestra. Esa teoría nuestra no la va a escribir un científico, no la va a escribir una elite intelectual […] La cultura dejará de ser cuestión de elite cuando pertenezca a todo el pueblo (APLAUSOS PROLONGADOS).2

[…] no podemos tomar partido por una u otra forma de manifestar las discrepancias, aun cuando coincidamos a veces con algunos planteamientos de una u otra parte […] En el momento de la lucha, la forma en que se hacen visibles las actuales diferencias constituye una debilidad; […] querer arreglarlas mediante palabras es una ilusión (Guevara 1977, p. 26 ).

Los que aplaudían no eran cuadros del gobierno ni militantes del Partido, sino estudiantes, profesores e intelectuales universitarios reunidos en la Escuela de Letras y Arte, en agosto de 1967, quienes a la sazón leían y debatían intensamente en torno a aquellos mismos temas.

Si los grandes eventos de la épica revolucionaria de la primera mitad de los sesenta evocados antes –Playa Girón, la Crisis de Octubre, la Limpia del Escambray– estaban todavía frescos, los conflictos internos e internacionales que les dieron lugar seguían en alta tensión. En 19661968, el terrorismo contra la Revolución desde bases en Florida y el Caribe mantenía una guerra no tan encubierta, con sabotajes, ataques contra embarcaciones y embajadas cubanas, secuestros de naves, etc. Si bien en 1962 John F. Kennedy se había comprometido verbal-

1 Fidel argumentaba frente a “los que piensan que si les damos gratis todos estos servicios ahora a los campesinos, los campesinos se volverán holgazanes”. Véase Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz (1967a), en la inauguración de las obras de San Andrés de Caiguanabo, Pinar del Río, el 28 de enero de 1967, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1967/esp/f280167. 2 Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz (1967b), en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, el 4 de agosto de 1967, http://www.cuba.cu/ gobierno/discursos/1967/esp/f280167.

3 Pensamiento Crítico No. 1, febrero de 1967. 45


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mente a no invadir la Isla, desde la base naval en Guantánamo se disparaba contra soldados cubanos. Entre todas estas amenazas, la más importante provenía, sin embargo, en la percepción del liderazgo cubano, de la intervención norteamericana en Vietnam. Ésta no sólo se mantenía impune, sino que escalaba peligrosamente, según la estrategia de attrition war del Pentágono, que ponía todo su poderío militar en la balanza –salvo el arma nuclear–, sin que los soviéticos ni los chinos intervinieran, a pesar de sus supuestos compromisos con la defensa de los vietnamitas. En el umbral de 1968, esa percepción identificaba la guerra en el sudeste asiático como una amenaza creciente para la propia Revolución cubana, reforzada por la advertencia de la Unión Soviética de que no volvería a jugarse su propia seguridad en defensa de la de la Isla, como en 1962.

todo el espectro de la izquierda, al poner en el candelero la posibilidad de “otras Cubas” mediante la lucha armada. En el Tercer Mundo, sobre todo en África, la Revolución Cubana era una punta de lanza en la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, un aliado político e incluso militar,4 de considerable significación, a pesar de su tamaño. Naturalmente, todas estas miradas sobre la naturaleza del experimento cubano estaban marcadas por las trayectorias históricas y las culturas políticas de cada región y país. De cierta manera, cada uno de ellos se representaba sus propias Cubas. Comoquiera que fuese, sin embargo, hasta 1968, ese espectro progresista y de izquierda en el mundo contrabalanceaba hasta cierto punto el efecto ideológico y cultural del aislamiento. Si para entrar y salir de Cuba por avión había disponibles prácticamente sólo dos conexiones –Ciudad México y Praga–, esto no impedía un flujo cultural e informativo perpetuo y las visitas de miles de simpatizantes de la Revolución.

En esta tensa atmósfera, la firma del acuerdo migratorio de 1966 con Estados Unidos, junto a la promulgación de la Ley de Ajuste Cubano por la administración Johnson, habían dado paso al período de mayor flujo migratorio que haya existido nunca entre los dos países, que ascendió a doscientas setenta mil personas hasta 1973. Esta política, diseñada por Estados Unidos como alternativa al recurso militar contra la Revolución, encima del efecto acumulado del bloqueo y el aislamiento internacional, agravaba la presión migratoria, y multiplicaba el proceso de división familiar, al extenderse a otros grupos sociales, más allá de la clase alta y media alta. En los términos de la época, los que se iban, lo hacían hacia el campo del enemigo de la nación; la suerte estaba echada para los que se quedaban en la Isla. De esta manera, la politización del proceso migratorio se reproducía, e incluso se reforzaba, en medio de la polarización internacional y nacional prevaleciente.

Renombrados intelectuales y artistas de todo el mundo, desde Jean-Paul Sartre y C. Wright Mills, pasando por Graham Greene, Alan Ginsbergh, Julio Cortázar y Gérard Philipe, hasta Hans Magnus Enzensberger, Carlos Fuentes y Josephine Baker, habían visitado la Isla. Cuando la exposición francesa de arte moderno, el Salón de Mayo, se abrió gratuitamente en La Rampa en julio de 1967, los cubanos comunes y corrientes se enfrentaron por primera vez al op-art, el cinetismo, el objetivismo y otras tendencias artísticas, a los móviles de Alexander Calder, los automóviles triturados del francés César Baldaccini, las obras de Jackson Pollock y Vasarely, junto a las de clásicos como Picasso y Braque, y de casi doscientos artistas de la vanguardia europea, pero también latinoamericana, norteamericana, china y medioriental, sin contar la cubana. Ante miles de esos cubanos, más de cien artistas y escritores pintaron e ilustraron durante horas un gigantesco mural de tela en la fachada del Pabellón Cuba. Raúl Roa captaba el momento con su prosa inconfundible:

La soledad del socialismo cubano, en sentido geopolítico e ideológico, respecto a los otros países socialistas, a los gobiernos de América Latina y a la amenaza norteamericana no era, sin embargo, una carrera sin acompañamiento. Hasta 1968, la izquierda de casi todas partes apoyaba de manera generalizada la Revolución Cubana. En Europa se había percibido originalmente como una revolución “sin ideología”, que no había llegado al poder liderada por un partido comunista subordinado a Moscú, sino por una guerrilla campesina, que había abierto una vía socialista alternativa a la del estalinismo y los bloques del mundo bipolar. Tanto en los países del Norte, como sobre todo en los del Sur, la extraordinaria fuerza popular de la Revolución Cubana, su capacidad de contestar al imperio estadounidense y su encendida prédica revolucionaria influían en la transformación de

El Salón de Mayo abre sus arbitrarios vergeles –espléndida eclosión de colores, formas, metáforas, candores, enigmas, levedades, gravitaciones y sabidu4 Por ejemplo, la expedición militar cubana al mando de Efigenio Ameijeiras en apoyo al gobierno de Argelia en 1963 y la presencia de tropas al mando del Che Guevara en la guerrilla de liberación del Congo en 1965. Véase Piero (2004). 46


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Al margen del acceso masivo a estos eventos espectaculares y a productos de “alta cultura”, resulta reveladora la extraordinaria atención que amplios sectores de la población, incluidos los más jóvenes, más allá del mundo intelectual, académico y político, les prestaban a debates sobre asuntos teóricos intrincados en el campo de la política cultural, la estética, la ley del valor, y otras materias igualmente áridas, que en otras partes del mundo hubieran sido consideradas más bien especializadas e impopulares. En 1968, eran recientes las grandes polémicas en el campo de la cultura y el pensamiento, incluida la que protagonizaran varias figuras del liderazgo en torno a la teoría económica de la transición (Guevara 2004; Pogolotti 2007); y estaban muy frescas también las duras críticas del Che al realismo socialista, sus irónicas observaciones sobre el gusto de los funcionarios convertido en práctica de la política cultural, y sobre todo su advertencia acerca de los peligros del autoritarismo en nombre del pueblo, expresadas en El socialismo y el hombre en Cuba (1965), el texto más influyente en el debate sobre la teoría y la práctica de la construcción revolucionaria en aquellos años.7

rías– coincidiendo significativamente con la conmemoración del XIV Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, la apertura de la Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, el coro exultante de la Canción Protesta, el crecimiento de la guerrilla de guerrillas en la América Latina, la corajuda batalla de la población negra norteamericana, la resistencia victoriosa del pueblo vietnamita y los sonados triunfos de nuestros deportistas en los juegos panamericanos.5

Este tipo de contacto con el arte de vanguardia de Occidente no era, sin embargo, un evento aislado. Los mismos cubanos de a pie acudían a ver películas procedentes de una mayor variedad de países que nunca antes –y que ahora–, obras de los más sobresalientes cineastas, no exhibidas en cines de arte, sino en los circuitos comerciales normales. Si más de doscientas de las trescientas ochenta películas que se estrenaron en los cines habaneros en 1960 habían sido norteamericanas, en los años sesenta se pudieron ver no sólo numerosos filmes de la Unión Soviética y los países del Este europeo –antes prácticamente desconocidos–, sino de Japón, Italia, Francia, Inglaterra, España, América Latina. En aquellos cines se exhibían las obras de Akira Kurosawa, Agnes Varda, Zoltan Fabri, Michelangelo Antonioni, Tony Richardson, Orson Welles, Kaneto Shindo, Francesco Rosi, Andrzej Wajda, Ingmar Bergman, Milos Forman, Federico Fellini, Pier Paolo Passolini, Miklos Jancso, Gillo Pontecorvo.6 Se hacían largas colas para ver La muerte de un burócrata (1966), de Tomás Gutiérrez Alea; Las aventuras de Juan Quin Quin (1967), de Julio García-Espinosa; Lucía (1968), de Humberto Solás; Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea; y los documentales dedicados al centenario de la guerra de independencia: La odisea del general José (1968), de Jorge Fraga; Hombres de Mal Tiempo (1968), de Alejandro Saderman; y los referidos a las guerras de liberación en África, como Madina Boe (1968), de José Massip, sobre la independencia de Guinea Bissau. El cine de entonces –que algunos consideran la época de oro– combinaba una fuerte carga ideológica y una estética experimental audaz, evidentes en los documentales de Santiago Álvarez –Now (1965) y, sobre todo, LBJ (1968)–, los filmes de Manuel Octavio Gómez, La primera carga al machete (1969), y Pastor Vega, De la guerra americana (1969).

A pesar de la guerra con la contrarrevolución, las amenazas externas, la creciente escasez, la presión migratoria, las demandas sociales aún pendientes, no sólo los intelectuales, sino los dirigentes y una gran parte del pueblo, atendían y resonaban con aquellas discusiones, como si en ellas se jugara el destino de la nación. Asimismo, estaban atentos a las luchas sociales, incluso en Estados Unidos, a pesar de los efectos aislantes del bloqueo. Malcolm X, Stokely Carmichael, Angela Davis, Martin Luther King, Jr., y los dirigentes de los Panteras Negras eran héroes populares en la Isla. La trascendencia de aquellos eventos y debates fuera del campo intelectual se explica no sólo por la democratización de los accesos a la educación y la cultura, la alfabetización y la creación de una masa activa de lectores y espectadores, sino también por la expansión de la esfera pública y la índole de la cultura política emergente. El debate ideológico, el saber y la atención a las últimas corrientes del arte y el pensamiento conformaban un nuevo canon cívico. Ser revolucionario implicaba participar activamente en los espacios de la cultura, estar al tanto de lo que pasaba en Cuba y en el 7 Me refiero a problemáticas como la del papel de la conciencia en la construcción socialista, el hombre nuevo, la relación masavanguardia, la crítica a las concepciones del realismo socialista y a la burocracia, la eliminación de los “rezagos del capitalismo”, entre otros. Ninguno de los problemas emergentes en la política económica de la segunda mitad de los sesenta, sin embargo, puede achacarse, en rigor, a la aplicación de las ideas del Che.

5 Fragmentos del discurso de Raúl Roa citados por Salvador Bueno (1967). 6 En 1968, se exhibieron películas de Glauber Rocha, William Klein, Alain Resnais, Marco Bellochio, Carlos Saura, Clive Donner. Véase Douglas (1996). 47


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mundo, “superarse” –verbo en desuso hoy, que significaba estar aprendiendo constantemente, dentro y fuera de las escuelas–. Desde la política hasta la producción agropecuaria, pasando por el arte, el espíritu de experimentación se abonaba en la modernidad revolucionaria y la puesta en obra de sus beneficios para las mayorías. Ésta era una revolución en favor de los obreros y los campesinos, de los hombres y mujeres humildes, pero su desarrollo implicaba apropiarse de lo más avanzado del conocimiento, la ciencia, la técnica y la cultura universales.

“estudio, trabajo, fusil”. El llamado a asumir posiciones ideológicamente definidas como parte de aquel patrón abarcaba los medios artísticos y literarios, incluso en los credos estéticos. Así, el debate de entonces sobre la propiedad del uso del lenguaje en la literatura, incluidas las “malas palabras”, se desplegaba en un choque de posturas no solamente “artísticas” o “intelectuales”, sino ideológicas (Hernández 1999). Esta tensión atraviesa el manifiesto de los poetas de El Caimán Barbudo (1966), en defensa de un discurso poético que se apropiara de todas las palabras, cultas y populares, “buenas” y “malas”, con fines creativos.

En paralelo con la fuerza centrípeta generada por el remolino revolucionario, y con la pluralidad de actores e ideas que llegaban todos los días del mundo exterior, también se desplegaba una fuerza centrífuga no menos poderosa. Aunque totalmente ajena a la lanzada por los chinos en 1966, y diferente por su sentido a la proclamada en el Mayo francés de 1968, lo que estaba ocurriendo en Cuba era una revolución cultural. Esa revolución no consistía en una gran operación de bienestar social, sino en una movilización de ciudadanos comprometidos con la transformación de todo lo viejo, empezando por ellos mismos.

Este grupo de jóvenes escritores encarnaba una generación que hablaba desde la Revolución, reclamando confundirse con ella, sin el “pecado original” (Guevara 1965) de los que escribían sobre el proceso revolucionario, sino como parte suya. Al tiempo que convocaba a una concepción de la poesía social que asimilara todos los temas, incluidos los más íntimos, rechazaba como “mala poesía” la que “se impregna de una metafísica de segunda mano, para situar al hombre fuera de su circunstancia”. Resulta revelador que los jóvenes “caimanes”, claramente opuestos a los cánones del realismo socialista, consideraran necesario hacer explícita su posición ideológica en un manifiesto literario, e identificarse generacionalmente como hijos directos de la Revolución, al tiempo que juzgaban a los “otros”, los que se distanciaban y los que pretendían pasar por escritores y artistas revolucionarios sin serlo, como “malos escritores”. A reserva de discutir si los aludidos serían reconocidos hoy escritores de mérito o no, la cuestión relevante respecto a la época es que un grupo de jóvenes intelectuales antidogmáticos, que se planteaba la renovación del lenguaje, consideraba proscritos del auténtico canon artístico-literario a esos otros, porque no eran, para decirlo con palabras del Che, “auténticamente revolucionarios” y portaban el “pecado original” de cargar con valores burgueses, lo que a la larga los descalificaba como verdaderos creadores artísticamente legítimos.

Éste es el problema de las Lucía (1968) en el filme homónimo de Humberto Solás. Arrastradas por la pasión amorosa fuera del claustro del hogar, las Lucías se exponen a la intemperie de la historia, ante vientos que desgarran sus vidas íntimas y arrasan sus idilios, pero al mismo tiempo, las convierten en seres reales, en la medida en que las liberan no sólo de sus roles ancestrales, sino de sus propias alienaciones, creencias y valores aprendidos. Al costo de perder todo lo que tienen (salvo en el happy end de la Lucía obrera de los años sesenta), dejan de ser criaturas frágiles para encontrarse a sí mismas en el fondo de la desgracia, y sacar fuerzas para seguir adelante sin el apoyo del varón, frustradas en sus ilusiones, pero reales y actuantes en su conducta vital. Las miradas que las tres mujeres le dirigen al espectador al final de cada cuento reflejan los costos y dolores reales de esa transformación. Leído desde aquel contexto histórico y cultural, el filme de Solás podría arrojar al menos dos lecciones. La primera es que nadie ha dicho que el precio de la libertad y la igualdad sea bajo; la segunda es que no hay que esperar que éstas nos lleguen de afuera o de arriba, sino sólo de nosotros mismos.

El problema de un personaje como Sergio, el protagonista de Memorias del subdesarrollo (1968) de Tomás Gutiérrez Alea, desde el punto de vista de los nuevos valores, no es su actitud inconforme hacia el antiguo régimen y hacia la Revolución, ni la naturaleza corrosiva de sus disquisiciones sobre los rezagos, alienaciones y prejuicios que perviven en la cultura popular, ni siquiera la sofisticación de sus divagaciones intelectuales, sus gustos refinados y alta cultura, ni desde luego, su clase social, sino su falta de conexión real con esa realidad, su

Aquella cultura política también se expresaba, por otra parte, en valores eminentemente austeros, estilos semimilitares y actitudes estoicas, que rechazaban como superfluo y aburguesado todo lo que tuviera un efecto de desvío del patrón riguroso del civismo socialista: 48


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mirada telescópica al margen de los acontecimientos, su desencanto y pasividad carentes de todo compromiso, su manera contemplativa –“metafísica”, dirían los “caimanes”– de colocarse ante los problemas, revelada en una lucidez totalmente estéril. En contraste con la exactitud de muchos de sus juicios, su discurso padece un déficit de legitimidad fundamental en los términos de aquella cultura: no toma partido ni hace nada por cambiar el mundo. A lo largo del filme, la condición fantasmal de su vida y actos no hace sino agudizarse; al final, Sergio es sólo una voz y unos ojos que miran sin ver ni entender, pues simplemente ha dejado de existir. Es el arquetipo del hombre viejo.

En aquel año límite, Cuba experimentaba en toda su gravedad el compromiso entre pensamiento y acción. Junto a los factores ya mencionados –la percepción de creciente amenaza de Estados Unidos y de inconsecuencia soviética, la presión migratoria y sus efectos polarizadores–, los efectos acumulados del bloqueo económico y el insuficiente resultado de los grandes planes económicos agravaban la escasez y sus secuelas indeseables. Acompañada sólo de intelectuales progresistas y movimientos de izquierda, presionada por las dos grandes potencias socialistas, la necesidad de mantenerse fiel al camino elegido se presentaba en aquella situación altamente crítica, como clave para la aglutinación del consenso revolucionario. Ese consenso incluía como valor político central el principio de la igualdad y la justicia social.

Aunque no tuvo el impacto de público que acogió a Lucía, la obra de Alea –cuya lectura actual correspondería, como es natural, a un entorno sociocultural e ideológico radicalmente diferente– ilustra como en una nuez las contradicciones y modos de representación social propios de aquel momento.

El orden vigente desde la primera mitad de la década ya había alcanzado el control estatal centralizado sobre prácticamente todos los medios de producción y servicios –salvo pequeños talleres de manufactura, bodegas, puestos de frutas, tintorerías, talleres–. La política social –instrumento principal de la justicia social– se dirigía a preservar la igualdad, mediante un orden fuertemente homogeneizador, que repartía derecho al trabajo, salud, educación, acceso cultural y muy baratos servicios públicos, entretenimientos, transporte, gastos de vivienda, según un criterio no simplemente igualitario, sino uniformemente nivelador.

1968: amenazas y radicalismos 1968 no fue bautizado por gusto el Año del Guerrillero Heroico. En rigor, el arco climático de 1968 se abre con la muerte del Che en octubre de 1967. Esa dedicatoria no tenía tanto que ver con el impulso real a la mayoría de los proyectos de liberación nacional en América Latina –Venezuela, Perú, Brasil, Guatemala, Nicaragua, Bolivia–, que a estas alturas habían sido derrotados o estaban en franco repliegue; sino sobre todo con la significación de la muerte del Che para el socialismo cubano. Aquel duelo había sumido a la sociedad entera en una extraña mezcla de dolor, compromiso y fiereza, sólo comparable por su dramatismo con el de las pérdidas de la guerra de liberación, pero esta vez sin el júbilo final del triunfo alcanzado. Ningún acontecimiento en la historia del libro en Cuba podría compararse con la edición masiva del Diario del Che en Bolivia,8 por su hondo impacto en la conciencia nacional, su lectura generalizada entre los más diferentes grupos sociales, su difusión internacional casi instantánea por encima de barreas mercantiles y políticas. Para la mayoría de los cubanos, ser dignos de su ejemplo no se presentaba entonces como una consigna, sino como una condición moral insoslayable, que contribuía a estrechar el nudo entre ideas y conductas, teoría y práctica, ideología comunista y patriotismo, nacionalismo y solidaridad revolucionaria.

En marzo de 1968 –casi diez años después de iniciada la Revolución y afirmarse como socialista–, se nacionalizarían los pequeños mercados y talleres de manufactura privados: más de dos mil quinientos de estos establecimientos sólo en la capital. Únicamente los taxistas que disponían de sus carros viejos, los médicos graduados antes de 1959 que conservaron sus consultas y todos los pequeños agricultores ejercerían en adelante el trabajo por cuenta propia. Limitarse a apreciar la Ofensiva Revolucionaria por sus consecuencias negativas en aquellos años, como un mero error de política económica, una decisión excesivamente radical o una expresión de idealismo revolucionario, soslaya el contexto político e ideológico que la originó; tildarla de resabio ortodoxo marxista-leninista, ver en ella una anticipación de los años setenta, o más aún, caracterizarla desde el actual debate sobre política económica como un disparate ostensible, trastoca el análisis histórico. Aquella Ofensiva fue un fenómeno coherente con la cultura política prevaleciente y la circunstancia particular del socialismo cubano. La política

8 Esta primera edición circuló gratuitamente el 1 de julio de 1968. 49


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igualitarista que desemboca en la Ofensiva ya había hecho gratuitos los servicios de círculos infantiles, suministro de agua, teléfonos públicos, asistencia a eventos deportivos, peaje en el túnel de La Habana; había derogado impuestos y rebajado el costo del transporte público. Sería así el último golpe contra lo que se percibió entonces como rezagos del viejo orden atravesados en el camino escogido hacia el socialismo, en cuya perspectiva tolerar las fuentes de desigualdad se representaba como una debilidad política inadmisible. En adelante, el país entero se iría disponiendo para el zafarrancho de combate de la zafra de los Diez Millones, la meta económica por alcanzar.

como Armando Hart (entonces secretario organizador del Partido Comunista de Cuba), Haydée Santamaría, Marcelo Fernández, Raúl Roa, Celia Sánchez, quienes no representaban los intereses de la clase obrera, ausente en el Comité Central, y carente de capacidad para imponer una línea proletaria. La Micro –como se le llamaba popularmente– no constituía una tendencia crítica que se manifestara abiertamente dentro de las filas revolucionarias,10 sino una actividad encubierta, que se ejercía también con aliados dentro del campo socialista, en particular, funcionarios o vínculos de los partidos comunistas de la Unión Soviética, Checoslovaquia y la República Democrática Alemana, a quienes se les trasmitía la conveniencia de desencadenar “una presión política y económica por parte de la Unión Soviética que obligase a la Revolución a acercarse a ese país” (Castro 1968c, 19). Naturalmente, discrepaban radicalmente de la línea de pensamiento y la estrategia de lucha representadas por el Che Guevara.

Si formalmente el Che había podido criticar a la URSS y a China en su Mensaje de 1967, sin comprometer la posición del gobierno cubano, esa discrepancia emergería en la política oficial, de manera especialmente conspicua, en tres singulares momentos de 1968: el proceso contra la Microfracción, la crítica pública de Fidel a los manuales de marxismo-leninismo y la reacción de Cuba ante la invasión soviética a Checoslovaquia.

El anuncio de que la Unión Soviética reducía sus ventas de petróleo a Cuba en ese mismo mes de enero parecía otorgarle a la Micro un papel instrumental en el intento de forzar a Cuba por el camino del socialismo y la política soviéticos, al servirle de fuente de legitimación del lado cubano. Aunque no estuviera en su intención, por sus efectos, aquella disidencia prosoviética convergía peligrosamente con la línea estratégica principal de la política de Estados Unidos hacia Cuba, dirigida no tanto al derrocamiento militar encadenado a las operaciones encubiertas, sino a la subversión política. No por casualidad, la posteridad de la Micro la proyectaría a la larga como cantera de grupos disidentes inspirados por aquel fermento de “viejos sectarios”11 que en su momento apoyaron a Aníbal Escalante en 1967, o directamente descendientes de aquéllos.

El detallado informe presentado los días 24-26 de enero por el comandante Raúl Castro ante el pleno del CC del PCC sobre las actividades de conspiración política emprendidas durante cuatro años por una treintena de ex militantes del Partido Socialista Popular, dirigida por Aníbal Escalante, tuvo un formidable impacto en la opinión pública. Resurgía el viejo fantasma del sectarismo, denunciado en marzo de 1962 por el propio Fidel, esta vez bajo la forma de un caballo de Troya prosoviético, dedicado a generar divisionismo en las filas de la dirección revolucionaria,9 en circunstancias especialmente delicadas para el país. Inconformes con el rumbo independiente –y, a sus ojos, aventurero– de la estrategia fidelista, sus objeciones principales no iban tanto dirigidas al modelo económico y sus deficiencias como a la presencia e influencia de la pequeña burguesía en la dirección política. Para Escalante y los suyos, la línea pequeñoburguesa se había entronizado en la política revolucionaria, mediante el peso decisivo de figuras

En el mismo discurso donde se anunciaba la Ofensiva Revolucionaria, Fidel arremetía de nuevo, desde la escalinata de la Universidad de La Habana, contra los manuales de marxismo-leninismo soviéticos, a los que calificó de “anacrónicos”, por abrir un “enorme abismo” entre “las concepciones generales y la práctica, entre la filosofía y la realidad”, y proveer representaciones equivocadas sobre “cómo se debe construir el comunismo”. El antimanualismo no se

9 Aunque en su mayoría los encartados no eran militantes del Partido Comunista de Cuba, mantenían estrechos vínculos con dirigentes que habían militado en el Partido Socialista Popular, y se consideraban una especie de “familia”, cuyo Don era Aníbal Escalante. Esta red incluía a altos funcionarios de la Academia de Ciencias, los sindicatos, los órganos de prensa, algunos organismos de la administración central y entidades económicas. Véase “Informe del Comandante Raúl Castro, presidente de la Comisión de las FAR y de Seguridad del Estado del Comité Central, ante la reunión de este organismo del Partido”, El Militante Comunista. Suplemento Especial. Reunión del CC del PCC los días 24-25-26 de enero de 1968, Año del Guerrillero Heroico, p. 17.

10 “[…] no se trataba de simples críticas u opiniones discrepantes, […] ya se empezaban a ver los primeros gérmenes que denotaban actividades conspirativas” (Castro 1968c, 18). 11 Entre los nombres que menciona el Informe de Raúl se encuentran algunos, como el de Ricardo Bofill, surgidos de las mismas filas sectarias que las de otros dirigentes de los grupos disidentes actuales. 50


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refería a la práctica de usar textos pedagógicos para la enseñanza, sino a una manera de pensar el socialismo, por la cual se suscitaban desavenencias con algunos países que “tienden a mirar como oveja descarriada al pueblo que no siga el caminito trillado” (Castro 1968c).

dimensión –la crítica al socialismo establecido en el bloque socialista–, así como la reafirmación de la perspectiva de un socialismo tercermundista: […] ¿serán enviadas también las divisiones del Pacto de Varsovia a Vietnam si los imperialistas yanquis acrecientan su agresión contra ese país y el pueblo de Vietnam solicita esa ayuda? […] ¿se enviarán las divisiones del Pacto de Varsovia a Cuba si los imperialistas yanquis atacan a nuestro país, o incluso, ante la amenaza de ataque de los imperialistas yanquis a nuestro país, si nuestro país lo solicita? (Castro 1968d).

Los acontecimientos culturales de ese año muestran la extensión de la superficie de contacto, pero también las zonas de diferenciación fundamentales, alcanzadas con la izquierda intelectual de Europa y Estados Unidos, y también de América Latina. Apenas dos semanas antes del proceso contra la Microfracción, entre el 4 y el 12 de enero, medio millar de artistas, filósofos, literatos y ensayistas, provenientes de setenta países del mundo, se habían reunido en el Congreso Cultural de La Habana. No fue un encuentro de militantes revolucionarios en apoyo a Cuba, sino un foro donde resonaban tendencias intelectuales e ideológicas diversas, dentro del amplio espectro del marxismo y el pensamiento crítico occidentales, incluidas las de los propios cubanos participantes. Como tal, este evento resultaba consistente con las premisas que habían inspirado el Salón de Mayo, no sólo en su diversidad, sino en la idea del compromiso político del intelectual, ambas compartidas entonces por los representantes de aquella izquierda occidental y los de la Revolución. En su clausura, Fidel destacaría la coincidencia sobre los principales problemas del imperialismo y la revolución en el mundo por parte de aquel grupo heterogéneo, que, sin embargo, expresaba “una conciencia universal de lucha” y de justicia. “¿Dónde estaban las vanguardias revolucionarias? –preguntaba Fidel– ¿En qué sector fue donde más profundo impacto tuvo la muerte del Che Guevara? ¡Fue precisamente entre los trabajadores intelectuales!”. Alabó “la ponencia de un grupo de sacerdotes católicos” presentes en el evento, que sostenían la armonía entre cristianismo y marxismo, en una época en que no se hablaba de teología de la liberación; criticó duramente “el anquilosamiento” del marxismo dogmático negador del auténtico pensamiento marxista, que debía comportarse “como una fuerza revolucionaria y no como una iglesia seudorrevolucionaria”. Concluía subrayando la importancia del Congreso para el pueblo cubano, que “ha ido ampliando cada vez más sus conocimientos, su información, sus horizontes revolucionarios” (Castro 1968b).

A reserva de coincidir o no, entonces y ahora, con la decisión de apoyar aquella intervención soviética, este discurso sorprendente desafiaba a la vez al socialismo real y a los reflejos de la izquierda europea condicionados por el fantasma de Stalin. La Cuba de aquella izquierda, construida a partir de sus traumas, deseos y proyecciones, la de la utopía libertaria, las barbas y los estilos informales, el laboratorio del comunismo puro, chocaría finalmente con las contradicciones, conflictos e impurezas del mundo real. La visión cubana sobre el debilitamiento del campo socialista y la amenaza de Estados Unidos se consolidó en aquel verano de 1968, a partir de un contexto internacional transformado de manera muy adversa para la Isla. En efecto, las luchas del movimiento estudiantil en Francia, Alemania, Estados Unidos y, más tarde, México, y del movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, que alcanzaban su clímax ese mismo año, se precipitarían en la derrota e, incluso, la eliminación física de sus principales líderes. Una representación de esa visión cubana de entonces acerca de estos acontecimientos se puede encontrar en un filme como LBJ, de Santiago Álvarez, donde los asesinatos de John y Robert Kennedy, así como de Martin Luther King, se perciben como hitos de una conspiración desde el poder, ligada a la continuación de la guerra en Vietnam. Lo mismo ocurriría con el movimiento negro más radical, Malcolm X y los Panteras Negras. Con ellos, se cancelaban también las expectativas cubanas de cambio en los países centrales, y de fortalecimiento de los movimientos revolucionarios en todo el mundo.

El principio del fin de la luna de miel de aquella izquierda intelectual con Cuba fue la postura cubana ante la invasión soviética a Checoslovaquia, en agosto de 1968. Un grupo importante de ella reaccionaría ante la parte del discurso de Fidel el 23 de agosto que apoyaba la invasión del Pacto de Varsovia, pero ignorando su otra

El síndrome de la fortaleza sitiada afectó la atmósfera de diversidad cultural y contactos con el exterior prevaleciente, que se empezó a resentir en la medida en que se hicieron más rígidas las definiciones adentro y afuera. En consecuencia, se multiplicaron y exacerbaron las prohibiciones. Como es notorio, se recrudeció 51


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la proscripción del contacto con los emigrados y la desconfianza en los extranjeros, la música rock y hasta el jazz, supuestamente asociados con la cultura imperialista, lo mismo que las barbas, las melenas y las minifaldas. Identificados como taras del pasado capitalista, la discriminación y el rechazo ya existentes contra el homosexualismo y la fe religiosa se profundizaron. Un puritanismo ateo, extraño a la cultura tradicional cubana, llegó a imperar en las estaciones de radio y las escuelas, los periódicos y aun el discurso político.

se luego como “el caso Padilla”. Como en las tragedias griegas, los antagonistas se necesitaban mutuamente: al margen de sus méritos literarios, el histrionismo antisoviético del poeta encarnaba de manera caricaturesca las tendencias “pequeño-burguesas” –cuyo poder la Micro había contestado en términos políticos–, y en particular, las “debilidades” del intelectual “pequeño-burgués”, a quien el propio Che Guevara había achacado no ser verdaderamente revolucionario. La ineptitud política y el “vedetismo” de intelectuales como Padilla servirían la mesa a los que no eran prosoviéticos de partido, pero sí de cultura y mentalidad. A ella se podrían sentar cuando, a raíz de la zafra de los Diez Millones, la cultura socialista de los sesenta experimentara una profunda resaca, y los vientos de la política real la encaminaran por nuevos rumbos.14

Un par de semanas antes de ganar Richard Nixon las elecciones en Estados Unidos, en octubre de 1968, se desató la tormenta en torno a los libros premiados en el concurso literario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Una lectura serena de aquellas obras, además del premio de cuentos de la Casa de las Américas de 1967,12 desde el presente no permite justificar ni entender el conflicto que se suscitó entonces. Sólo la extrema tensión reinante y el complejo entramado de fuerzas que atravesaban aquella coyuntura, la agravación de la polarización política y la percepción de amenaza a la Revolución explican que la construcción de estas obras como instrumentos de una peligrosa disidencia en el campo intelectual no sólo tuviera lugar, sino resonancia. Aunque la pieza teatral de Antón Arrufat, y el libro de cuentos de Norberto Fuentes se limitan a abordar conflictos de conciencia y actitudes que corresponden con una representación artística problemática de la épica revolucionaria, y si bien muchos de los poemas de Fuera de juego sólo se dedican a ironizar con el socialismo este-europeo, la coyuntura política y las actitudes de sus principales actores propiciaron la emergencia del conflicto.13 En medio de aquel escenario adverso y de grandes convocatorias nacionales, el escepticismo amargo de los versos de Padilla, junto a su notorio histrionismo político, conformaban un blanco perfecto para los que, acicateados por el abierto antisovietismo del poeta, lo atacaban en toda la línea, pintando sus poemas como “derrotistas” y construyéndolo como figura “al servicio de la contrarrevolución”.

Palabras finales Librada a sus propias fuerzas, bajo la gravitación de un sistema mundial en tensión negativa, en aquel 1968 la velocidad de la Revolución entraría en una aceleración insólita. El liderazgo cubano y una gran masa de hombres y mujeres revolucionarios se lanzaban detrás de un futuro en el que creían. Resulta imposible entender el arco de apenas nueve meses que subtiende el Congreso Cultural de La Habana y el “caso Padilla” sin tener en cuenta la densidad de aquellas circunstancias históricas y el tempo de los acontecimientos políticos y culturales que hicieron eclosión aquel año descomunal y contradictorio. En él concurrieron líneas de fuga que se habían ido trenzando en la política, la sociedad y la cultura desde 1959, y aun antes; de él se derivaron dinámicas que transformarían el socialismo cubano en los próximos años, y se estructurarían contradicciones culturales que no lo han abandonado. Aunque la presente es una sociedad muy distinta, algunos de aquellos problemas siguen subyaciendo al debate de ideas en el pensamiento y la cultura.

Estas notas no tienen el espacio ni la intención de adentrarse en la intrahistoria de lo que vino a conocer-

Aunque vendrían luego otros tiempos, con fuertes notas grises, y hasta negras, para la cultura, la ideología y el pensamiento, éstos no serían, sin embargo, homogéneos, sino más bien entreverados con otros colores y tonos. A pesar de los desmanes del Quinquenio gris, del espectro del realismo socialista que flotó sobre las artes, del dogmatismo instaurado en el pensamiento social,

12 Fuera de juego, de Heberto Padilla, y Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat, se publicarían con un prólogo de la presidencia de la UNEAC; el premio Casa de cuento de 1967, Condenados de Condado, de Norberto Fuentes, circularía también a fines de 1968. 13 Apenas un mes antes se había denunciado –en una nota firmada por el canciller Raúl Roa– a un diplomático mexicano que espiaba para la CIA, y que mantenía estrechos vínculos con figuras del mundo artístico e intelectual. Véase “Nota del MINREX de Cuba” [sobre Humberto Carrillo Colón], Granma, 3 de septiembre de 1968.

14 El “caso Padilla” reemergería en 1971, aunque ya como parte de una configuración de fuerzas y un escenario doméstico e internacional completamente nuevos, que lo potenciarían a una escala superior. 52


El año rojo. Política, sociedad y cultura en 1968

Rafael Hernández

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de los calcos este-europeos impresos en los aparatos ideológicos, los estilos de los medios de comunicación y otras instituciones del sistema, el desarrollo social y cultural del socialismo cubano no se estancó. La revolución educacional, el acceso cada vez más amplio al consumo cultural, el continuo aumento del nivel de vida, la movilidad ascendente y el sostenido acceso social igualitario, las expediciones a África y la profundización de una política exterior tercermundista, el fin del aislamiento y la recuperación de los vínculos con América Latina y el Caribe, la inserción económica con el bloque socialista en condiciones ventajosas, el apoyo estatal a la creación artística y literaria, el desarrollo y multiplicación de las instituciones científicas, e incluso parte de la producción artística –como el cine–,15 traerían un nuevo impulso al proyecto socialista, fortalecerían su consenso y ampliarían su base cultural.

5. Castro, Fidel. 1968b. Discurso pronunciado por el Comandante en la clausura del Congreso Cultural de La Habana, en el Teatro Chaplin, el 12 de enero de 1968, http:// www.cuba.cu/gobierno/discursos (Recuperado el 28 de octubre, 2008). 6. Castro, Raúl. 1968c. Informe del Comandante Raúl Castro, presidente de la Comisión de las FAR y de Seguridad del Estado del Comité Central, ante la reunión de este organismo del Partido. El Militante Comunista. Suplemento Especial. Reunión del CC del PCC los días 24-25-26 de enero de 1968, Año del Guerrillero Heroico. Febrero. 7. Douglas, María Eulalia. 1996. La tienda negra: el cine en Cuba, 1897-1990. La Habana: Cinemateca de Cuba. 8. Fuentes, Norberto. 1968. Condenados de Condado. La Habana: Casa de las Américas.

De hecho, sin embargo, un año teñido de un color tan abarcador, intenso y dramático como aquel 1968, no volvería a darse después. Nunca más imperaría en toda la sociedad cubana aquel rojo desafiante, sin tregua ni medias tintas, desmesurado, duro, trágico, brillante.

9. Gleijeses, Piero. 2004. Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África 1959- 1976. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Referencias

10. Guevara, Ernesto Che. 1965. El socialismo y el hombre en Cuba, http://www.pca.org.ar/librosprop/PDF/che-obrasescogidas (Recuperado el 28 de octubre, 2008).

1. Arrufat, Antón. 1969. Los siete contra Tebas. La Habana: Editorial Unión.

11. Guevara, Ernesto Che. 1968. Diario del Che en Bolivia. La Habana: Editora Política.

2. Castro, Fidel. 1967a. Discurso pronunciado por el comandante en la inauguración de las obras de San Andrés de Caiguanabo, Pinar del Río, el 28 de enero de 1967, http://www. cuba.cu/gobierno/discursos/1967/esp/f280167 (Recuperado el 30 de octubre, 2008).

12. Guevara, Ernesto Che. 1977. Mensaje a la Tricontinental [16 de abril de 1967]. http://www.pca.org.ar/librosprop/PDF/che-obrasescogidas (Recuperado el 28 de octubre, 2008). 13. Guevara, Ernesto Che. 2004. El gran debate sobre la economía en Cuba 1963-1964. La Habana: Ciencias Sociales.

3. Castro, Fidel. 1967b. Discurso pronunciado por el comandante en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, el 4 de agosto de 1967, http://www.cuba.cu/ gobierno/discursos/1967/esp/f280167 (Recuperado el 31 de octubre, 2008).

14. Hernández, Rafael. 1999. Sobre el discurso. En Mirar a Cuba, 118-125. La Habana: Editorial Letras Cubanas. 15. Padilla, Heberto. 1969. Fuera de juego. La Habana: Editorial Unión.

4. Castro, Fidel. 1968a. Discurso en el acto conmemorativo del XI aniversario de las acciones del 13 de marzo de 1957, 13 de marzo de 1968, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos.

16. Pogolotti, Graziella. 2007. Polémicas culturales de los 60. Selección e introducción. La Habana: Letras Cubanas. 17. Sin autor. 1966. Nos pronunciamos. El Caimán Barbudo opus 1: 11.

15 El cine cubano de los años setenta y ochenta incluyó filmes sobre asuntos polémicos, como Ustedes tienen la palabra (Manuel Octavio Gómez, 1973), De cierta manera (Sara Gómez,19731977), Retrato de Teresa (Pastor Vega, 1979), Cecilia (Humberto Solás, 1981), Techo de vidrio (Sergio Giral, 1982), Lejanía (Jesús Díaz, 1985).

18. Sin autor. 1967. Pensamiento Crítico No. 1, febrero.

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Prensa consultada

Películas

19. Bueno, Salvador. 1967. Salón de Mayo. Bohemia, 4 de agosto.

22. Gutiérrez Alea, Tomás. 1968. Memorias del subdesarrollo.

20. Castro, Fidel. 1968d. Análisis de los acontecimientos en Checoslovaquia. Ediciones COR 16, 23 de agosto. 21. Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX). 1968. Nota del MINREX de Cuba [sobre Humberto Carrillo Colón]. Granma, 3 de septiembre.

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Entre bombas y bombones

Victoria Langland

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Entre bombas y bombones* por

Victoria Langland**

Traducción de Tomás Martín

D

programas económicos desarrollistas de décadas recientes habían producido pocos beneficios, mientras que, de otra parte, el giro socialista de la Revolución Cubana ofrecía nuevas posibilidades.

e las muchas fuerzas políticas y culturales que marcaron a Brasil en los años sesenta, una de las más notables fue el efervescente movimiento estudiantil, especialmente durante el memorable año de 1968. Los estudiantes universitarios en ese país tenían una larga historia de organización política y participación en asuntos nacionales. Sin embargo, el movimiento estudiantil de 1968 era distinto a sus antecesores, pues representaba algunas de las intensas transformaciones que el país estaba viviendo, incluidos nuevos niveles de participación de las mujeres en el movimiento y, en un sentido más amplio, cambios radicales en las relaciones sexuales y de género de la población más joven.

Los estudiantes finalmente liderarían el principal movimiento de oposición al régimen, lo cual identificaría al activismo estudiantil como un movimiento esencialmente “antidictadura”. Vale la pena mencionar también que durante los cuatro años que habían transcurrido desde el golpe de Estado, los sindicatos y las asociaciones de campesinos que habían estado activos al comienzo de los sesenta habían sido diezmados; los partidos políticos se habían vuelto prácticamente obsoletos; y, aunque muchos otros sectores de la sociedad se oponían a la intervención militar en la vida política, había muy poco espacio para expresar dicha oposición. Sin embargo, al movimiento estudiantil le fue posible asumir una postura antidictatorial, debido a la posición social relativamente privilegiada de los estudiantes, y a que el régimen inicialmente creyó que la oposición de muchos de ellos no era real y que simplemente se habían descarriado, como consecuencia de las actividades de un pequeño grupo de “agitadores” externos e inauténticos. Las manifestaciones de protesta patrocinadas por los estudiantes durante este período comenzaron a reunir cantidades nunca antes vistas de participantes –incluidas muchas personas que no eran estudiantes, tales como músicos famosos y miembros del clero, entre otros–, y generaron una intensa cobertura por parte de los medios de comunicación y, con frecuencia, la intervención represiva del gobierno. Más aun, los estudiantes constituirían una porción significativa de las nuevas organizaciones clandestinas que se estaban formando durante estos años, y defendían la lucha armada y la revolución socialista.

Brasil vivía bajo una dictadura militar desde 1964, cuando fuerzas armadas derrocaron al entonces presidente João Goulart en una maniobra de los empresarios, los militares y otros sectores, hecho bastante común en tiempos de Guerra Fría. Muchos estudiantes, al igual que otros individuos provenientes de las clases media y alta, apoyaron inicialmente el golpe de 1964. No obstante, para 1968 muchos de ellos le habían dado vehementemente la espalda al régimen. Este cambio reflejaba una incomodidad general con la restricción gradual (y a veces no tan gradual) de las libertades civiles por parte del régimen, unida a severos problemas en el sistema universitario. Reflejaba, además, la creciente tendencia izquierdista dentro del cuerpo estudiantil, tendencia que también se podía observar en otras universidades latinoamericanas durante esa época. Los estudiantes consideraban que los

Nota editorial: Originalmente publicado en inglés en ReVista, the Harvard Review of Latin America III, No. 11: 58-61. Invierno de 2009. * Este trabajo proviene de su artículo Birth Control Pills and Molotov Cocktails: Reading Sex and Revolution in 1968 Brazil. En In from the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War, eds. Gilbert M. Joseph y Daniel Spenser, 308-349. Durham: Duke University Press, 2008. ** Doctorado en Historia, Yale University. Sus intereses de investigación son: historia latinoamericana social, cultural, política y de género; historia y memoria; historia americana transnacional. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Coming Home to Praia de Flamengo: The Once and Future National Student Union Headquarters in Rio de Janeiro, Brazil. En Telling Ruins in Latin America , eds. Michael J. Lazzara y Vicky Unruh. Palgrave Macmillan, 2009: Academic Anniversaries and Commemorative Conferences: History and Memory at the 40 th Anniversary of 1968. The Sixties: A Journal of History, Politics and Culture, 1, No 2: 243-245, 2008:Birth Control Pills and Molotov Cocktails: Reading Sex and Revolution in 1968 Brazil. En In from the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War, eds. Gilbert M. Joseph y Daniela Spenser, 308-349. Durham: Duke University Press, 2008; Il est Interdit d’Interdire: The Transnational Experience of 1968 in Brazil. Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, 17: 1 (enero-junio de 2006). Actualmente se desempeña como profesora asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos). Correo electrónico: vlangland@ucdavis.edu.

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Imagen 1. El titular dice “Quieren deshacerse de Marieta”. Marieta, una figura romántica que debe ser rescatada de un tren que se aproxima, es utilizada para anunciar muebles con “un diseño moderno y atractivo” que eran producidos por una fábrica con un “sistema revolucionario totalmente automático”.

Las mujeres participaron activamente en las movilizaciones estudiantiles vinculadas a las universidades y en los crecientes grupos armados clandestinos. Aunque es imposible saber exactamente cuántos estudiantes en general, y mujeres en particular, participaron en dichos movimientos, es posible hacer estimaciones fundamentadas. Así, por ejemplo, algunos observadores estiman que alrededor de 300 estudiantes asistieron a la reunión del Sindicato Nacional de Estudiantes de 1966, y que uno de cada diez participantes era una mujer. Dos años después, en el congreso de 1968, la policía hizo una redada, prohibió la reunión y arrestó a todos los presentes. Los registros muestran que 712 estudiantes fueron arrestados, de los cuales el 22% eran mujeres. A juzgar sólo por la participación en estos congresos, el incremento en la participación entre 1966 y 1968 fue de un 137% para estudiantes en general y de un abrumador 420% en el caso de mujeres estudiantes.

1968, y tras largas discusiones políticas internas acerca del uso de la violencia, decidieron dejar de evitar la confrontación (Valle 1999). Al poco tiempo los estudiantes comenzaron a dotarse en las manifestaciones con armas improvisadas, como cocteles molotov, piedras y corchos arrojados con hondas, simples palos y piedras, o pedazos de discos de acetato que, según ellos, podían ser lanzados con gran precisión a cierta distancia. Mientras tanto, en algunas marchas unos pocos estudiantes se ubicaban en algunos de los muchos edificios altos de los centros de las ciudades, desde donde podían lanzar objetos pesados a la policía. Olga D’Arc Pimentel, una líder estudiantil en 1968 de la ciudad de Goiânia, posteriormente corroboró que el movimiento estudiantil había tomado tal decisión: Decidimos cambiar de tácticas. ¿Ustedes nos van a forzar? Pues entonces adelante, ahora todos vamos a estar preparados. Y así fue. Las muchachas con bolsas llenas de piedras debajo de las faldas o los uniformes. Entonces, cuando el ejército se empezaba a formar, les caía una lluvia de piedras. Era una locura (Aarão Reis y de Moraes 1998, 153).

Tal incremento del activismo estudiantil femenino fue claramente motivo de preocupación para algunos observadores, especialmente una vez el movimiento estudiantil tomó la decisión táctica de enfrentar físicamente a las fuerzas de seguridad del Estado lo mejor que pudiesen. A partir de 1964, la policía gradualmente comenzó a utilizar métodos más drásticos para silenciar a los estudiantes opositores. Si bien al comienzo los estudiantes en general trataron de evadir la creciente represión física desatada en su contra, después de que la policía disparara y diera muerte a un manifestante en marzo de

Aunque este cambio de tácticas ciertamente representó una transformación para el movimiento estudiantil en general, la participación activa de mujeres estudiantes era incluso más inusual, pues tradicionalmente no se habían involucrado en la contraofensiva hasta ese 56


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Imagen 2. momento. Tan sólo cuatro años antes, por ejemplo, en el día del golpe de Estado, un grupo de estudiantes y artistas se dirigió al edificio del sindicato estudiantil en Río de Janeiro para tratar de protegerlo de posibles ataques. Si bien algunos de los hombres se armaron, las mujeres del grupo llevaban elementos de primeros auxilios escondidos entre sus carteras, para atender a los posibles heridos, y no piedras debajo de sus faldas. Igualmente, reportes de la Embajada de Estados Unidos de junio de 1968 indican que mujeres jóvenes llevaban en sus carteras piedras a las manifestaciones y jóvenes de ambos sexos traían palos enrollados en hojas de periódicos.

otro tipo de actividad: el sexo. Tal y como en otras partes del mundo, el clima de cambio cultural y político de finales de los sesenta condujo a un cuestionamiento significativo de valores tradicionales relacionados con la sexualidad, al tiempo que la aparición de la píldora anticonceptiva permitió a las parejas jóvenes actuar de acuerdo con sus creencias, con mucho menos riesgo de embarazos. Como observan dos historiadores brasileros, que eran estudiantes durante esos años: [L]os sesenta en Brasil presenciaron una coyuntura peculiar. De un lado, una porción de brasileros para quienes la “disolución de las costumbres” era parte de una insidiosa subversión orquestada por el movimiento comunista internacional se tomó el poder. De otro lado, para los hijos de la explosión demográfica

Además de ser políticamente más militantes, los estudiantes de 1968 comenzaron a romper los límites de 57


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Imagen 3. Mujeres atractivas con armas eran utilizadas en avisos publicitarios para promocionar productos como aceite para motor. Anuncios sexualizados expresaban las ansiedades sociales acerca de la actividad sexual y el surgimiento de la militancia. 1998, 370). Asimismo, lo anterior tampoco implica que todos o incluso la mayoría de los estudiantes universitarios se involucraran en actividades sexuales más abiertas. Una mujer recuerda el consejo que una amiga le dio en aquella época: “Tenemos que actuar como si estuviéramos dispuestas a acostarnos con los muchachos, pero no tenemos que acostarnos con ellos” (Ventura 2006, 37). Incluso si estos experimentos no constituyeron la revolución sexual que algunas personas temían y otras esperaban, 1968 marcó en cualquier caso un momento de amplios cuestionamientos sexuales que se hicieron sentir a lo largo de toda la sociedad.

de la posguerra que estaban llegando a la edad adulta, los “cuestionamientos” (como también solíamos decir) de lo que llamábamos despectivamente el “matrimonio burgués” –entendido como la supra-suma de la hipocresía y la desigualdad de oportunidades eróticas entre los sexos– estaban a la orden del día (Almeida y Weis 1998, 399).

El que los viejos estándares sexuales hayan sido difíciles de erradicar incluso dentro de la izquierda (si es que en realidad fueron erradicados) demuestra que dichos cuestionamientos no produjeron necesariamente la igualdad de libertad de expresión sexual que las mujeres jóvenes buscaban. Varios jóvenes activistas hombres hacían eco del testimonio de un estudiante que confesó: “Muchos de nosotros nos uníamos a proyectos ambiguos, saliendo con una muchacha ‘bonita’ de Paineira o el Paulistano [Country] Club, mientras que al mismo tiempo teníamos apasionados romances con colegas de la universidad, militantes políticas…” (Almeida y Weis

Estas nuevas ideas y comportamiento sexuales de los jóvenes provocaron enérgicos debates públicos y ansiedades. Una oleada de artículos acerca de temas como la educación sexual, el aborto, el control de la natalidad y el uso de bikinis apareció en las páginas de periódicos y revistas. En un artículo de la revista Manchete titulado “Nudismo y sexo: ¿estará el mundo estableciendo una 58


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nueva moralidad?” los autores lamentan esta nueva “revolución del sexo, […] una especie de bomba atómica de material altamente explosivo cuyo destino es destruir la sociedad y subvertir las costumbres”. Exagerados o no, estos sentimientos no eran inusuales y reflejaban un profundo sentido de ansiedad provocado por los experimentos sexuales de los jóvenes.

similar cuando le dijo a un periódico que las mujeres jóvenes típicamente terminaban involucradas en actividades subversivas a través de hombres que, después de alejarlas de sus familias, las “incriminaban” para que no pudiesen regresar. En la misma entrevista, el funcionario dijo que “los jóvenes terroristas” eran muy promiscuos y afirmó categóricamente que la incidencia de enfermedades venéreas y nacimientos ilegítimos entre dichos jóvenes era alta (citado en un telegrama de la Embajada de Estados Unidos en Río de Janeiro al Secretario de Estado, Washington D.C., 22 de julio de 1970).

La mezcla de sexo y revolución teñía la manera en que los estudiantes activistas eran vistos, especialmente las mujeres. Después de la redada mencionada más arriba (la cual fue llevada a cabo temprano en la mañana), la policía dio una rueda de prensa para exponer los materiales “subversivos” que había decomisado. Condujeron a los periodistas a mesas sobre las cuales había cocteles molotov, hondas, literatura comunista, cuchillos, unas pocas pistolas y varias cajas de píldoras anticonceptivas. En efecto, los estudiantes que participaban en dichas reuniones no sólo se exponían a ser arrestados, sino que también eran objeto de muchas especulaciones acerca de su comportamiento sexual. Asistir a un congreso estudiantil o tomarse un edificio de la universidad implicaba que hombres y mujeres pasaran la noche en lugares sin supervisión, algunas veces durante una semana o más. Los periodistas que cubrían estos hechos siempre se referían a las maneras en que los estudiantes se organizaban para pasar la noche, y con frecuencia aludían a su inmoralidad. En el congreso en el que la policía hizo la redada, por ejemplo, se llamó mucho la atención sobre el hecho de que, debido a la falta de espacio, algunos estudiantes fueron encontrados durmiendo en una porqueriza que no estaba siendo utilizada (el congreso se llevó a cabo en una granja). El Secretario de Seguridad dijo a los periodistas del Jornal do Brasil que en la reunión estudiantil había una “total promiscuidad. Hombres y mujeres vivían en las mismas carpas, en las mismas porquerizas [y] corrales” (Jornal do Brasil 1968, 12.). En otro evento, los estudiantes se tomaron la Facultad de Filosofía de la Universidad de São Paulo, en donde permanecieron durante varias semanas, crearon grupos de estudio y discusión, y organizaron cursos improvisados acerca de hechos de actualidad. Un periodista que los visitó prestó poca atención a las actividades académicas, pero obviamente describió “el hotel”, esto es, el salón del quinto piso en donde los estudiantes dormían en el suelo o sobre mesas unidas (Soares 1968, 56).

Ya sea mediante la exhibición de las píldoras anticonceptivas en el congreso estudiantil o por medio de la idea de que las mujeres se unían a grupos clandestinos a través de aventuras amorosas, el mensaje general enviado por la policía y los medios de comunicación descalificaba la actividad política de las mujeres al considerarla un mal comportamiento sexual pobremente disimulado. Al mismo tiempo afirmaban, de manera contradictoria, que las actividades políticas y sexuales de las jóvenes activistas se entremezclaban inevitablemente, incitando a los padres a ser cautelosos con respecto a este doble peligro. Algunos anuncios publicitarios y notas sobre moda de varias revistas en 1968 constituyen una expresión adicional (y curiosa) de las ansiedades sociales relacionadas con el surgimiento de la militancia y la actividad sexual de las estudiantes universitarias. Alrededor de abril de ese año, justo cuando las manifestaciones estudiantiles se estaban caldeando en Brasil y en el resto del mundo, imágenes sexualizadas de mujeres armadas y/o perseguidas inundaron las páginas de la prensa dominante. A la vez que los reportes sobre las actividades estudiantiles condenaban la participación de los jóvenes en actos violentos, los medios de comunicación comenzaron a mostrar imágenes de fantasías violentas dirigidas hacia jóvenes cuerpos femeninos. La aparición de estas imágenes también sugiere una forma de respuesta represiva, en este caso, al redefinir las luchas políticas de las mujeres como entretenimiento sexual. Estas imágenes representan interpretaciones de mujeres estudiantes activas en ese momento y contribuyen al mismo tiempo a crear un modelo a partir del cual se entenderán las acciones armadas que pronto ocurrirían. Estas concepciones populares de las mujeres políticamente activas difundidas en 1968 aparecerán de nuevo en las torturas y abusos llevados a cabo por fuerzas de seguridad del Estado en contra de las prisioneras políticas en 1969 y a principios de 1970.

Parte del mensaje que la policía claramente trataba de enviar a los padres de familia al mostrar las píldoras anticonceptivas a los medios de comunicación era que debían supervisar mejor las actividades de sus hijas. En 1970, un alto oficial del ejército hizo una advertencia 59


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Los años 60. Del ser o no ser al ser y no ser Ignacio Abello

Dossier

Los años 60.

Del ser o no ser al ser y no ser Por Ignacio Abello* Fecha de recepción: 6 de marzo de 2009 Fecha de aceptación: 27 de abril de 2009 Fecha de modificación: 30 de abril de 2009

Resumen Los años sesenta constituyen hoy en día un referente obligado en la comprensión de los fenómenos sociales de carácter general y particular, en la medida que a partir de esa época, y como resultado de prácticas sociales inéditas –en el sentido de que no existían teorías que dieran explicación de ellas–, surgieron nuevos conceptos y nuevos lenguajes que recogieron el sentido de esas acciones y de esas luchas y que son hoy en día no solamente instrumentos de análisis sino también elementos de acción en los procesos de lucha y transformación. ¿Qué papel cumplió el concepto de libertad propio del existencialismo en esas luchas? ¿Por qué el marxismo no pudo dar respuesta a las reivindicaciones de carácter particular, como el del reconocimiento de manera inclusiva de la diferencia? Y ¿cómo surge una nueva forma de comprensión del sujeto y de las relaciones de poder como resistencia que explican esas prácticas sociales?, son los temas que trata este artículo.

Palabras clave: Diferencia, diversidad, libertad, mirada, práctica social, resistencia.

The Sixties: From Being or not Being to Being and not Being

Abstract The 1960s have become the obligatory reference point to understand both general and particular social phenomenon. Since this period, and as a result of its new social practices (in the sense that there were no theories to explain them), new concepts and ways of speaking have arisen that, coming out of the acts and struggles of those years, are currently used as analytical tools as well as elements of action in processes of struggle and transformation. What role did the concept of freedom particular to existentialism play? Why was Marxism unable to respond to particular claims, such as the inclusive recognition of difference? And how did a new form of understanding the subject and relations of power as resistance, which explain these social practices, arise? These are the topics that this article addresses.

Key Words: Difference, Diversity, Freedom, Social Practice, Resistance.

Os anos 60. Do ser ou não ser ao ser e não ser

Resumo Os anos sessenta são hoje uma referência obrigada para a compreensão dos fenômenos sociais de natureza geral e individual, na medida em que a partir dessa época, e em decorrência de práticas sociais inéditas – no sentido da inexistência de teorias que as explicassem -, surgiram novos conceitos e novas linguagens que pegaram o sentido dessas ações e lutas que hoje são mais do que instrumentos de análise, elementos de ação nos processos de luta e transformação. Qual o rol do conceito de liberdade próprio do existencialismo nessas lutas? Por que o marxismo não conseguiu responder a essas reivindicações de caráter individual, como a do reconhecimento inclusivo da diferença? E como surge uma nova forma de compreensão do sujeito e das relações de poder como resistência que explicam essas práticas sociais, são as questões levantadas neste artigo.

Palavras chave: Diferença, diversidade, liberdade, visão, prática social, resistência. * Abogado, Universidad Externado de Colombia; Licenciado en Filosofía y estudios de doctorado, Universidad de Lovaina, Bélgica. Sus publicaciones más recientes son: Un ejemplo de violencia cultural. En Tensiones. Selección de conferencias del Programa de Formación en Gestión Cultural, ed. Centro Cultural España, Córdoba, Argentina, 39-63, 2008; ¿Puede hablarse de discontinuidad en el ser indeterminado? En La nostalgia de lo absoluto: pensar a Hegel hoy, eds. María del Rosario Acosta y Jorge Aurelio Díaz, 97-141. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008; Hacer visible lo visible: lo privado y lo público (compilador). Bogotá: Universidad de los Andes, 2005; Espacios y lugares. En Cultura y ciudad, ed. Universidad de Nariño, 2003; Violencias y culturas. Bogotá: Universidad de los Andes, 2003. Actualmente se desempeña como profesor de cátedra del Departamento de Filosofía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: jabello@uniandes.edu.co.

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cursos considerados por el saber científico de la época como peligrosos socialmente o de enfermos mentales. Es interesante ver los cambios y realinderamientos que se dan hoy en día en temas como el homosexualismo y el aborto, que constituían parte de ese discurso científico excluyente. Hoy el discurso sobre estos temas ha vuelto a estar en manos de la religión, como en otros tiempos que se pensaban ya pasados; sin embargo, se presenta con una variante interesante: las órdenes emanadas del Vaticano no tienen el poder de antes y, de alguna manera, podemos decir que ya no pueden imponer sus tesis de la manera que lo hacían en otros tiempos; más bien se encuentran a la defensiva.

e dice con cierta frecuencia que se ha escrito tanto sobre los años sesenta que no solamente es difícil escribir algo nuevo o diferente sobre lo que representó esa época en su propio tiempo, o sobre lo que influyó en los años posteriores, que no vale la pena seguir haciéndolo, sino que además es, para muchos, un recuerdo romántico de un fracaso. Sin embargo, y a pesar de esa falsa creencia, hay que seguir escribiendo, y mucho más de lo que se hace, porque esta década, al igual que otros momentos de la historia –que, de hecho, no han sido demasiados a través de los tiempos–, marcó ciertos hitos en diversos campos del saber, pero especialmente en las formas de comprender al mundo, a la sociedad y al otro, de tal manera que cuarenta años después han echado raíces, y lo que allí se gestó es parte constitutiva de la reflexión, las luchas y la investigación en el mundo contemporáneo y sigue marcando nuevos derroteros en la construcción y desarrollo de los procesos sociales de carácter tanto general como particular.

¿Todo esto quiere decir que en esa década se gestaron todos esos cambios? Sí y no, podría ser la respuesta, porque hay continuidad en la resolución de procesos que emergen de la Segunda Guerra Mundial y hay discontinuidad con el surgimiento de nuevas miradas, entre otras, justamente, la de discontinuidad. El viejo hábito humano de matar a quien es declarado enemigo, siempre en nombre de algún valor enunciado como superior, para poder justificar racionalmente la legitimidad del acto, llegó en la Segunda Guerra Mundial a su más alto grado de sofisticación y de horror. Por una parte, se mostró cómo se podía matar de manera eficiente, selectiva y sistemática, incluso en libre competencia para obtener mejores resultados, de campo de exterminio a campo de exterminio y, además, aprovechando al máximo todo lo reciclable de los despojos humanos, que para la ocasión fueron de judíos, gitanos y homosexuales. Por otro parte, se mostró que se podía hacer lo mismo de manera más rápida e igualmente eficiente, pero menos selectiva, con la bomba atómica, y, en esta ocasión, les correspondió a los japoneses, eso sí, de diversos credos religiosos, de diversas etnias y preferencias sexuales, pero todos japoneses.

Lo anterior no quiere decir que el mundo posterior a los años sesenta sea mejor o peor que el anterior, quiere decir simplemente que cambiaron ciertas formas y actitudes que han permitido tener una perspectiva diferente de lo que puede ser la relación del ser humano con el otro y con su entorno, gracias a nuevas prácticas sociales y teóricas, para utilizar el lenguaje de Michel Foucault, que abrieron otras perspectivas y comprensiones. Pensemos en la relación hombre-mujer, en el ingreso de la mujer al mundo laboral y su aporte ético a la responsabilidad social, en las luchas por el reconocimiento a partir de las diferencias que se han presentado desde el campo de la cultura, por ejemplo, hasta el de la sexualidad, pasando por las de género. Luchas tan complejas y difíciles que después de cuarenta años todavía no se puede decir que hayan triunfado, en el sentido de que sean parte integral del pensamiento y el comportamiento cotidiano de la gran mayoría de los seres humanos, especialmente de sus dirigentes, como tampoco ha triunfado una visión ecológica del planeta, ni de los derechos humanos vistos desde la diferencia y no desde una “igualdad”, como eran vistos hasta entonces, donde los no iguales eran excluidos, o de los derechos de los niños o de las minorías que disienten. Pero lo importante es que esa otra mirada es hoy en día parte integral del discurso aceptado por un número creciente de personas y por lo menos ya no formando parte de dis-

El haber vivido la experiencia de esa guerra con los horrores propios de ella condujo a que se hiciera un cuestionamiento de los valores humanos y a que se debatiera el sentido de la existencia. Este cuestionamiento, que fue acompañado de una crítica al humanismo, permitió que se afianzara un pensamiento filosófico que había surgido durante la guerra, el cual se convirtió en parte de la cotidianidad y modo de vida de los jóvenes que sobrevivieron a esa guerra: el existencialismo. El existencialismo reconoció el absurdo de la existencia, en la medida en que es absolutamente contingente, pero no se quedó solamente en ese postulado, como muchos 62


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de sus seguidores lo creyeron en aquella época. No, esa contingencia llevaba a que todo tenía que ser hecho y resuelto por el ser humano y, particularmente, por cada individuo, de tal manera que no había nada ni nadie que pudiera actuar por mí, ni decidir por mí, y si eso sucedía, era porque yo lo permitía. Más aún, no podía no estar tomando decisiones de manera permanente sobre mí, sobre mi relación con el mundo y con los demás, y eso para Sartre y Simone de Beauvoir –sus representantes más ilustres–, era lo que hacía que el ser humano, como ser humano, fuera libre, libre de manera total, y por eso no podía renunciar a la libertad, porque el pretender hacerlo era igualmente un acto libre; por eso estaba condenado a ser libre: “Lo que llamamos libertad es, pues, indistinguible del ser de ‘la realidad humana’. El hombre no es primeramente para ser libre después: no hay diferencia entre el ser del hombre y su ser libre” (Sartre 1968, 67). Ese ser tenía que decidir permanentemente sobre su accionar en el mundo y, desde esa perspectiva, no podía responsabilizar a nadie de su condición. No se trataba, claro está, de una pretensión según la cual el ser humano podía llegar a ser todo lo que quisiera; no, llegar a serlo no necesariamente, pero sí intentarlo y posiblemente lograrlo, si se encontraba dentro de sus posibles. El querer algo no garantiza, afortunadamente, que se logre lo querido (eso se deja solamente para los dioses), pero si uno no se decide a hacerlo es porque no se quiere obtener, y en ese sentido soy yo y solamente yo quien no busca obtenerlo. Jamás en la historia del pensamiento de Occidente se había entregado tanta responsabilidad al ser humano; ya no había ninguna disculpa que valiera: si se sentía oprimido tenía que luchar contra esa opresión con los elementos que tenía a su alcance, esto es, con sus propios posibles, y no delegar en nadie esa lucha.

de sus posibles sí se encuentra elegir aceptar o no un negocio jurídico. El existencialismo, además de ser una teoría filosófica –bastante compleja por cierto en todo lo que es su fundamentación teórica–, tuvo en sus dos cabezas más visibles, pero especialmente en Sartre, una peculiaridad rara vez vista, y fue que, además de ser un gran filósofo, también fue un gran ensayista, novelista y dramaturgo, y esto le permitió dar una forma literaria de gran divulgación a sus doctrinas filosóficas. Pero más allá de esa circunstancia excepcional, lo más admirable desde mi punto de vista es que la manera como llevó su vida, como actuó en el momento histórico que vivió, es decir, como definió sus posibles, fue absolutamente coherente con lo que expresó en sus textos filosóficos y por esa razón se convirtió en un referente de las luchas de independencia y de libertad que se dieron en los pueblos colonizados o en aquellos sometidos en nombre de la libertad socialista o capitalista. Sartre defendió la independencia de Indochina y de Argelia, ambas colonias francesas, y por eso le dinamitaron en dos ocasiones su apartamento en París; se opuso a la invasión soviética a Hungría y a Checoslovaquia, y a la norteamericana a Santo Domingo; denunció la discriminación y persecución a los negros en Estados Unidos, incluso escribió una pieza de teatro sobre el tema: La puta respetuosa; presidió el Tribunal Russell que investigó y juzgó los crímenes de guerra en Vietnam, y siempre estuvo dispuesto, de manera activa, a defender y apoyar a individuos o a grupos que levantaban su voz en nombre propio o en el de un conglomerado, como expresión humana de su libertad. Digamos que el postulado fundamental de la libertad humana como la imposibilidad de no actuar y de tener que decidir por sí mismo, tener que tomar esa decisión en función de lo que se quiere ser en un futuro que todavía no es ni se es, pero que debe hacerse para poder llegar a serlo, desencadenó en muchas partes del planeta el sentimiento de que efectivamente se era libre y que era el momento de empezar a actuar y dejar de esperar. Digamos que se empezó a fraguar en distintos niveles sociales e individuales la necesidad de pasar a la acción, de buscar, más allá de lo establecido y permitido, nuevas formas de reconocimiento, ya no a partir de la igualdad establecida por el otro –otro que era y había sido el colonizador, el blanco, el heterosexual, etc.–, y que reconocía solamente a los que eran como él. No, ahora se buscaba el reconocimiento a partir de la diferencia, diferencia que buscaba ser el factor de inclusión y no, como hasta entonces, de exclusión. La noción de

Los posibles son los de cada individuo, tienen que ver con la historia personal de cada uno, es decir, tienen que ver con la educación, el lugar de nacimiento, las condiciones sociales, los procesos personales de elección, que hacen que sea a partir de ellos, y no de otros, que se desarrolle la existencia en un mundo con los otros. Desde esa perspectiva, por ejemplo, los posibles profesionales de un individuo se encuentran dentro de su campo específico de saber, lo cual es una verdad de Perogrullo, me dirán con mucha razón; sin embargo, cuando de libertad se trata, muchas personas no lo ven tan claro y piensan de manera errónea que todos los posibles les deben pertenecer para ser verdaderamente libres. ¿Puede de manera legítima un abogado tener dentro de sus posibles el ser invitado a ser piloto de prueba de la Nasa? No, claro que no, pero dentro 63


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esperanza, tan propia del cristianismo –que siempre fue utilizada como concepto paralizante de la acción, en la medida que era comprendida y vivenciada culturalmente como un algo que se debe esperar pasivamente y que se me puede dar a mí o a mi grupo por la voluntad, por la misericordia o por la generosidad de otro, independientemente de mis posibles, pero dentro de los posibles del otro que la daba y, en consecuencia, en función de sus intereses–, fue transformada en acción, con el fin de obtener ese reconocimiento, en sus propias condiciones y necesidades, y no en las de aquel o aquellos que las otorgaban. Se me podrá objetar que esa lucha ya la estaba llevando a cabo el marxismo desde el siglo XIX, y es cierto, pero limitada única y exclusivamente a la lucha de clases y a las relaciones sociales de explotación económica, como veremos un poco más adelante.

más–, la señora Parks decidió no esperar más, decidió actuar libremente, y ese día, sin que ella lo hubiera premeditado ni calculado ni pensado, pero sí deseado, se dio un gran paso (primeros pasos se habían dado varios) que terminó consolidando la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos.

El hecho concreto es que el mundo de las ideas –en el que los seres humanos como individuos o como sociedades tenían todos los mismos derechos, pero en el que la posibilidad de gozar de ellos dependía exclusivamente de la calificación que recibieran por parte de quienes detentaban el poder– comenzó a cambiar. Comenzó a cambiar en el sentido de que las nuevas ideas de libertad como acción empezaron a ser llevadas a la práctica, independientemente de que los individuos o grupos que actuaban en esa dirección hubieran o no leído sobre el particular. Es más, si algo habían leído era sobre marxismo y no sobre existencialismo; sin embargo, al lado de la idea de cambio de la estructura social y política como un todo, se fue gestado la idea de los derechos diferenciados entre los individuos, que el marxismo no contemplaba.

Esa actitud libertaria, ese gran paso, como lo he llamado en el párrafo anterior, es el que se va a consolidar plenamente en los años sesenta. Habían surgido nuevas condiciones y nuevas circunstancias, como diría Nietzsche, para que se inventaran nuevos conceptos. Sin embargo, el marxismo, que era la doctrina filosófica que en muchos aspectos había contribuido a desarrollar esas posibilidades, debido a sus tesis de carácter social y revolucionario, fue sobrepasado por las mismas circunstancias que se generaron, y fueron esas mismas circunstancias las que, a través de prácticas sociales inéditas, gestaron la necesidad de un nuevo tipo de pensamiento para que, desde otras perspectivas, se pudiera comprender lo que estaba sucediendo y lo que iba a continuar sucediendo. Esto, claro está, no es una crítica negativa a esa doctrina, es simplemente para mostrar que las condiciones de posibilidad de explicación de un fenómeno por parte de una teoría se encuentran delimitadas por los significantes y significados con los que ha sido construido el lenguaje de esa teoría. Dicho en términos bastante más simples, una teoría no puede explicar nada que se encuentre por fuera del lenguaje con el cual fue elaborada y, a pesar de muchos, no puede dar explicaciones de fenómenos o aconteceres que se encuentren por fuera de lo que ella misma postula.

El 5 de diciembre de 1955 es una de las fechas más importantes y significativas del siglo XX. Ese día, una mujer, es importante señalarlo, pero además negra, llamada Rosa Parks –que no sabía quiénes eran el señor Sartre ni el señor Marx ni los había oído mencionar nunca, muy seguramente–, en la pequeña población de Montgomery, en el estado de Alabama –donde los ciudadanos “de bien” se arrogaban el derecho de ahorcar, quemar o simplemente disparar a seres de piel negra por la sola razón de ser negros y ellos “gentes de bien blancos”–, cansada después de una jornada de trabajo, se subió a un bus y decidió sentarse en el puesto que quiso y no en el que le correspondía por ser ella de color negro. Ese día –en el que a pesar de que el conductor le solicitó que se cambiara de puesto, ella no aceptó; y en el que el bus no se movió por causa de su acción y que la policía quiso obligarla a cambiar de puesto, ella hizo resistencia conjuntamente con otros negros que fueron llegando porque vieron que había una confrontación, por nada

Desde el existencialismo, Sartre consideró, de manera coherente con él mismo, que la opción primera y fundamental de la acción era política y que el marxismo constituía el modelo ético de una sociedad donde podía realizarse de mejor manera el proyecto de existencia humana y, de esa manera, el absurdo propio de esa existencia quedaba entre paréntesis, por decirlo de alguna manera, en la medida en que el valor “ser humano” era el valor social por excelencia en una sociedad socialista que realizara los principios de ética social propios de la teoría marxista. Y vale recalcar ese punto, porque Sartre, al igual que muchos otros, se dio cuenta, algunos más pronto que otros y que él, de que los regímenes que decían encarnar los valores propios del pensamiento marxista estaban muy lejos de lo dicho por Marx, cuando afirmaba: “El lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y contradicciones de clases, será ocupado por una asociación en la cual el libre desarrollo de cada cual será la condición para el libre desarrollo de todos” (Marx 64


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1998, 67). Sartre intentó, sin mucho éxito, la verdad sea dicha, aportarle al marxismo la noción de individuo, y al existencialismo, la de historia, de las cuales carecía cada uno, respectivamente. Para eso escribió un extenso tratado titulado Crítica de la razón dialéctica; sin embargo, y a pesar de diversos aportes teórico-prácticos, el objetivo principal no se logró porque a una teoría no se le pueden adjuntar conceptos que se encuentran por fuera del marco teórico establecido y delimitado por ella misma. En el caso específico del marxismo, se trata de lucha de clases, de relaciones sociales de explotación, de igualdad social, es decir, todo hace referencia a la sociedad como un todo y no al individuo como parte que pueda diferenciarse de ese todo, por lo menos durante el período en que domina la burguesía, de acuerdo con la última cita, y por ello solamente es pensable el individuo dentro de una asociación de una sociedad sin clases, propuesta que, en la práctica, ninguna de la llamadas sociedades socialistas desarrolló. La verdad es que, aparte de la mencionada cita del Manifiesto comunista, no fue mucho más lo que Marx dijo a propósito del individuo en singular, y dentro de esa comprensión no estaba incluida la posibilidad de desarrollos individuales marginales respecto al todo social, como pueden ser los problemas de género, o de gustos sexuales, para no mencionar sino dos de ellos.

como el capitalista que conduciría, de manera global, al enriquecimiento de unos pocos y a la miseria de la gran mayoría. Lo anterior nos da la pauta para comprender, por lo menos en parte, la razón por la cual, siendo el marxismo el marco de referencia de las luchas sociales después de la Segunda Guerra Mundial y, de manera más concreta, en los años sesenta, no pudo dar respuesta a lo demandado. En efecto, desde los años cincuenta se empezaron a dar otras luchas y reivindicaciones distintas de las meramente sociales; más aún, se consideró que a las luchas sociales había que agregarles otras de carácter particular, aunque también sociales, sin las cuales las primeras carecían de sentido; por ejemplo, mientras la mujer era sometida por una sociedad a ocupar un lugar de segunda categoría con relación a los derechos del varón, independientemente de que fueran blancas, negras o de la raza o condición social que fuera; mientras se consideraba que la sexualidad femenina era propiedad de un solo individuo y, por el contrario, la masculina de muchas mujeres; mientras los homosexuales eran considerados anormales y eran condenados por serlo o eran expulsados masivamente de su país –como sucedió en la Cuba de la Revolución, que llenó un barco con homosexuales y los mandó a Miami para que corrompieran por dentro la sociedad capitalista–, se empezó a preguntar: ¿cómo se podía decir que se estaba frente a una revolución o a un proceso revolucionario si estas situaciones específicas se trataban y analizaban de la misma manera que en la sociedad burguesa o en los partidos políticos burgueses?

Es importante señalar que Marx, por ser hijo de la modernidad, no podía escoger la diversidad, en la medida en que el lenguaje propio de esa modernidad es de carácter excluyente, en el sentido de que de dos términos es necesario escoger uno de los dos, por ser un lenguaje que pretende develar la verdad a partir del buen uso de la razón, y la verdad no es, desde esa perspectiva, diversa. Un ejemplo sobre el particular puede ser el que al hablar del ser humano había que escoger, o bien que era un ser social, o bien un ser individualista y egoísta, el que se es normal dentro de unas pautas establecidas o se es anormal, el que se es o no se es, al mejor estilo, claro está, de Shakespeare, el cual genialmente se anticipó a esa modernidad. ¿Ha podido Marx anticiparse y crear un nuevo lenguaje? Claro que es posible, pero las condiciones y circunstancias de su momento hacían necesario denunciar las relaciones sociales de explotación propias del capitalismo (Parece que a los dioses se les da todo lo que desean porque los poetas lo posibilitan).

El hecho fue concreto; ante la pregunta: ¿qué dice el marxismo sobre la mujer?, por ejemplo, se respondía con otra pregunta coherente con el lenguaje propio de la teoría: ¿es la compañera proletaria? Si la respuesta era no, simplemente era declarada pequeñoburguesa, lumpemproletariado, irresponsable familiar, o cualquier otra categoría, menos explotada, porque la explotación sólo es vista desde lo económico y, concretamente, el único posible explotado es el proletariado, nadie más, y mucho menos si esa persona se encontraba por fuera del mercado de trabajo: si, por ejemplo, era ama de casa o estudiante, para citar dos actividades que no tienen como contraprestación un salario. Esto era coherente dentro del marco de análisis establecido por la teoría misma y, como ya hemos dicho, ninguna teoría puede responder a lo que no se encuentra dentro de su propio marco de análisis y referencia. Por esa misma razón, el Partido Comunista francés calificó el movimiento estudiantil de Mayo del 68 como un movimiento pequeño-

Ya hemos dicho que sobre el individuo como tal no dice nada el marxismo, distinto a la prioridad de lo social sobre lo particular; así la concibió Marx, no porque despreciara al individuo, sino porque consideró que era prioritario hacer la crítica a un sistema de producción 65


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tantas de esas posibilidades, dentro de una diversidad donde las diferencias sean inclusivas, y así tener un mundo diverso, una sociedad diversa y un individuo diverso.

burgués y desautorizó la participación de la clase obrera en las marchas y protestas, facilitando de esta manera la acción del gobierno del general De Gaulle. Como el marxismo no podía dar respuesta a ningún problema que se encontrara por fuera de las relaciones sociales de explotación, propias de esa teoría, entonces el homosexual, el negro, el marginado, el discapacitado y todos los seres humanos que eran discriminados por una u otra razón se dieron cuenta de que, además de la acción práctica por el reconocimiento, tenían que crear un nuevo discurso, un discurso a partir de la diferencia. La lucha era para hacer que la diferencia, que hasta entonces había sido el elemento a partir del cual legítimamente se excluía, se convirtiera en la reivindicación fundamental para ser incluido, sin que esa inclusión buscara la constitución de un todo homogéneo, sino un conjunto diverso donde las partes de esa diversidad tuvieran autonomía.

Todas o casi todas las ciencias sociales cambiaron gran parte de su discurso al tener que incluir dentro de él la diferencia y la diversidad; no sólo se amplió el espectro de sus posibles, sino también las perspectivas de análisis. La ética, el derecho, la estética, la moral, y demás saberes que crean conceptos y teorizan sobre estos temas, crearon un nuevo lenguaje, una nueva perspectiva de comprensión a partir de esos nuevos conceptos, y lentamente fueron imponiéndose esas nuevas comprensiones. Un ejemplo del desarrollo de ese lenguaje y del cambio en las perspectivas de análisis lo podemos encontrar en la Constitución Política de nuestro país, cuando en su Artículo 7 declara: “El Estado reconoce y protege la diversidad ética y cultural de la nación colombiana”, y en el 10 declara “[…] Las lenguas y dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios […]”, cuando la anterior Constitución no reconocía ni siquiera la existencia de los grupos indígenas y la Ley 89 de 1890 los declaraba incapaces, igual que a los niños, pero con la diferencia de que los niños cuando crecen se vuelven ciudadanos con plenitud de derechos, mientras que los indígenas siempre seguirían siendo incapaces y nunca llegarían a ser ciudadanos, salvo en el momento en que fueran asimilados por la civilización, acontecimiento que la citada ley consideraba debía suceder en un lapso de 50 años. El hecho concreto es que hoy en día todos esos saberes son muy distintos, no porque digan cosas diferentes a lo que decían las teorías de esa época, sino porque la estructura conceptual de donde se partía para el análisis cambió completamente. La mirada cambió; podríamos decir que de alguna manera la premonición de Nietzsche de que “solamente seré comprendido dentro de cien años” efectivamente empezó a darse, y sus tesis sobre la diversificación de los conceptos y de las miradas surgieron como resultado del cambio de las condiciones y de las circunstancias en las cuales la sociedad y los individuos confrontaron sus intereses y necesidades:

Es realmente sorprendente pensar que solamente desde hace tan poco tiempo se haya empezado a construir un discurso en el cual las personas reivindican sus diferencias y no tratan de imponérselas a los demás, ni pretenden que los demás actúen como ellas. El movimiento de lucha por los derechos civiles que llevaron a cabo los negros en Estados Unidos incluía algo que no se había escuchado, y era justamente eso; ellos no pretendían que la sociedad norteamericana no negra adquiriera la visión y comprensión del mundo de ellos, ni los gustos ni el modo de ser de ellos, ni por no tenerlos los iban a descalificar. Ustedes blancos, les decían, sigan siendo como son y déjennos a nosotros los negros con nuestros ritmos, nuestras vestimentas, nuestra forma de ser diferente a la de ustedes; no pretendemos que piensen y actúen como nosotros, ni ustedes pretendan que nosotros pensemos y actuemos como ustedes. Somos diferentes y deben entender que la diferencia es mutua, pues somos diferentes para ustedes y ustedes son diferentes para nosotros. Todas esas luchas que empezaron a darse en los años sesenta van a dar nacimiento a nuevos discursos teóricos, a nuevos lenguajes, que proporcionarán como resultado nuevas y diferentes comprensiones del mundo, de la sociedad y del individuo, todas con un elemento en común: lo diverso. El dilema de Hamlet desaparece: ya no se trata de ser o no ser, como una totalidad única y como una única posible elección frente a la alternativa del vacío que representa el no ser; ahora, por el contrario, se trata de ser y no ser, o dicho en otros términos, poder escoger múltiples opciones de ser dentro de un conjunto de posibles de los cuales algunos pueden parecer antagónicos, y, simultáneamente, dejar de lado otras

A partir de ahora, señores filósofos, guardémonos mejor, por tanto, de la peligrosa y vieja patraña conceptual que ha creado un “sujeto puro del conocimiento, sujeto ajeno a la voluntad, al dolor, al tiempo”, guardémonos de los tentáculos de conceptos contradictorios, tales como “razón pura”, “espiritualidad absoluta”, “conocimiento en sí”: aquí se nos pide siempre pensar un ojo que de ninguna manera puede ser pensado, un ojo carente en absoluto de toda 66


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de sus condiciones de surgimiento o, dicho con sus propias palabras, en una entrevista de 1969, con ocasión de la aparición de La arqueología del saber:

orientación, en el cual debieran estar entorpecidas y ausentes las fuerzas activas e interpretativas, que son, sin embargo, las que hacen que ver sea ver-algo, aquí se nos pide siempre, por tanto, un contrasentido y un no-concepto de ojo. Existe únicamente un ver perspectivista, únicamente un “conocer” perspectivista; y cuanto mayor sea el número de afectos a los que permitamos decir su palabra sobre una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, tanto más completo será nuestro “concepto” de ella, tanto más completa será nuestra “objetividad” (Nietzsche 1997, 154-155).

Por archivo entiendo, en primer lugar, la masa de cosas dichas en una cultura, conservadas, valorizadas, reutilizadas, repetidas y transformadas. En síntesis, toda esa masa verbal que ha sido fabricada por los hombres, invertida en sus técnicas y sus instituciones, y que es tejida con su existencia y su historia. Esta masa de cosas dichas yo la observo, no desde el lado de la lengua, del sistema lingüístico que ellas ponen en funcionamiento, sino del lado de las operaciones que les dan nacimiento. Mi problema podría ser enunciado de la siguiente manera: ¿cómo sucede que en una época determinada se pueda decir algo, y que jamás eso haya sido dicho antes? Es, en una palabra, si usted lo quiere, el análisis de las condiciones históricas que nos rinden cuentas de lo que se dice o de lo que se rechaza, o de lo que se transforma en la masa de las cosas que se dicen (Foucault 1994a, 786-787).

Son varios los pensadores que a partir de esa década han desarrollado nuevos conceptos y nuevos lenguajes que han permitido un cambio en las estructuras de análisis y del pensamiento, dando la posibilidad de poder ver claramente las diferencias de comprensión del individuo y la sociedad con relación a los años anteriores. Dicho en otros términos, los procesos, luchas y acciones que se desarrollaron en esos años sí representaron una ruptura que continúa estructurándose hoy con la creación de nuevos conceptos y lenguajes que hacen que se tenga una comprensión y vivencia del otro y del mundo muy diferente, y que, como corresponde a cualquier proceso de conocimiento, se encuentra en pleno desarrollo. Lo anterior no quiere decir que el lenguaje y la comprensión propia de la modernidad hayan desaparecido o tengan que desaparecer; no, justamente no, entre otras razones, porque sería contradictorio con la propuesta de la diversidad y con la importancia de la diversidad de miradas. Tampoco quiere decir, tal y como lo anotamos al inicio de este artículo, que esa forma de conocer y, por consiguiente, de comprender, se encuentre plenamente incorporada en el mundo de la cotidianidad de todas las sociedades e individuos, pero sí que es vista, vivida y comprendida como un discurso legítimo que postula nuevas formas de ver o de construir la realidad, según la perspectiva de la mirada.

Foucault va agregarle a la vieja interrogación del por qué suceden las cosas, la pregunta por el cómo; no en el sentido de cómo se manifiesta un hecho o un acontecer, que es meramente descriptivo, sino cómo ocurre, cómo opera, y cuáles son los mecanismos de funcionamiento. Y, además, va a cambiar el punto desde donde se mira, pues lo va a hacer desde abajo, desde quien recibe los efectos de la acción, de la norma, o de la orden. No se trata ya, por ejemplo, de mirar el conjunto de elementos de carácter político, social, sexual o económico con los cuales se discrimina a la mujer o a cualquier grupo o individuo, y se les impone a partir de ellos una serie de conductas y formas de vida, sino de la manera como las personas resisten y modifican o legitiman esas condiciones. Esta mirada va a llevar a nuestro autor a fijar como centro de sus investigaciones al sujeto, a estudiar cómo y de qué manera a través de la historia se ha convertido al individuo en sujeto, y esto le permite formular quizás la única tesis que pretende de carácter universal, según la cual, en cualquier sociedad y en cualquier relación entre individuos se presentan relaciones de poder.

Por todo lo anterior, me parece importante hacer una referencia a Michel Foucault, en la medida en que he tomado prestados algunos elementos de su mirada para construir los elementos de reflexión expuestos en este artículo, pero muy especialmente, por ser uno de esos pensadores que comprendieron realmente lo que estaba sucediendo desde lo que sucedía, y no desde una teoría previa que, como toda teoría, establece lo que hay que ver y desde dónde hay que verlo y, al no permitir ver nada nuevo, preestablece la respuesta. En síntesis, Foucault decidió comprender las prácticas sociales des-

Pero es necesario aclarar, antes de hablar de esas relaciones de poder, de cuál sujeto se trata cuando hablamos de él; aquí, contrariamente a la tradición occidental, no va a partir de una teoría, como ya lo habíamos anotado, y menos aún desde una teoría que se pregunte por la posibilidad de una determinada forma de conocimiento, donde el peso de la pregunta se encuentra en “una determinada”. Nuevamente, en una entrevista 67


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realizada por Raúl Fornet-Betancourt, Helmut Becker y Alfredo Gómez Muller, –esta vez en enero de 1984, muy pocos meses antes de morir–, a la pregunta sobre si lo que él afirmaba era que el sujeto no era una sustancia, Foucault responde:

donde no hay resistencia se presenta un nuevo tipo de esclavismo, porque las personas han perdido la libertad. El poder, dice, “[…] se ejerce sobre la vida cotidiana inmediata, que ordena a los individuos en categorías, designándolos por su individualidad propia, amarrándolos a su identidad, imponiéndoles una ley de verdad que deben reconocer y que los demás deben reconocer en ellos” (Foucault 1998, 12). Si el poder se ejerce de esa manera y cumple su cometido de manera absolutamente avasalladora, no existe una relación de poder, existe una sociedad que ha perdido su libertad. Esta visión corresponde en gran medida a la mirada tradicional de un poder absoluto que se ejerce sobre seres sin derechos y que no tienen conciencia de su situación sino que la padecen. La propuesta de Foucault, surgida del análisis de las prácticas sociales, es otra; dice:

No, no es una sustancia, es una forma, y esta forma no es, sobre todo, siempre idéntica a sí misma. Usted, por ejemplo, no tiene respecto a usted mismo el mismo tipo de relaciones cuando se constituye en un sujeto político, que va a votar o que toma la palabra en una asamblea, que cuando intenta realizar su deseo en una relación sexual. Existen, sin duda, relaciones e interferencias entre estas diferentes formas de sujeto, pero no estamos ante el mismo tipo de sujeto. En cada caso, se juegan, se establecen respecto a uno mismo formas de relaciones diferentes (Foucault 1994b, 122-123).

Este nuevo modo de investigación consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia a los diferentes tipos de poder. O, para emplear otra metáfora, consiste en utilizar esta resistencia como un catalizador químico que permite poner en evidencia las relaciones de poder, observar dónde se realizan, descubrir sus puntos de aplicación y los métodos que ellas emplean. En lugar de analizar el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, se trata de analizar las relaciones de poder a través de la confrontación de estrategias (Foucault 1998, 10).

Tenemos entonces que nos está hablando de un sujeto que pertenece a una cultura, que a partir de ella puede compartir miradas, sentimientos y valores que son comunes a todos los que se encuentran en ella, pero, y éste es un punto central, no existe una identidad de perspectiva y de forma de conocer que sea siempre igual en cada sujeto y con la cual pueda ser identificado. Buscar esa identidad a partir de una forma determinada de conocimiento común a todos es una manera de eliminar la posibilidad del reconocimiento de las diferencias pero, por sobre todo, poder uniformizar dentro de parámetros de normalización lo que debe ser pensado, sentido, racionalizado, vivido y, además, el cómo debe hacerse. Todo esto, claro está, forma parte de los procesos de constitución del sujeto.

El análisis de la racionalidad interna de las distintas formas de ejercicio del poder justifica la validez de su ejercicio, y es claro, a través de la historia, que solamente son declaradas inválidas cuando son derrotadas o cuando se declara que deben ser excluidas por ir en contra de los intereses de otro tipo de poder. Otra cosa muy distinta sucede cuando son analizadas “a través de la confrontación de estrategias”, porque en este análisis no se tienen en cuenta valores como el de justicia, o el de verdad, que en sí mismo no es un valor pero que para efectos utilitarios puede ser convertido en máximo valor, justamente por ser declarado verdadero, pues no hay que olvidar que es quien ejerce el poder el que impone el valor de los valores y es quien lo resiste el que busca modificar su sentido e introducir una nueva estructura de comprensión y valoración, para el ejemplo que estamos dando, la cual, si se impone, enfrentará resistencias.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos hacer referencia a esas relaciones de poder que ya mencionamos, y que son definidas justamente como relación, donde la noción alude por lo menos a dos términos o elementos que participan de la relación y, en ese sentido, conforman una unidad, que es la relación propiamente dicha, en la que una parte tiene un poder que ejerce y la otra no es un ente pasivo que es sometido por ese poder, sino que se le resiste, y las distintas formas de resistencia modifican la relación. Foucault va a ser muy claro en este punto, en el sentido de que, según él, sólo se puede hablar de relaciones de poder cuando hay resistencia, y por eso excluye de su discurso el análisis de las relaciones de dominación, que por definición no pueden ser una relación, porque son formas de imposición, donde las personas dejan de ser sujetos y se convierten en objetos; de allí que en reiteradas ocasiones haya afirmado que

A este tipo de luchas de resistencia las teorizó Foucault desde las prácticas sociales que se dieron a partir de los años sesenta, y por eso las calificó como transversales, 68


Los años 60. Del ser o no ser al ser y no ser Ignacio Abello

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en el sentido de que no se encuentran limitadas a un país en particular, ni tampoco necesariamente a todos o a muchos; igualmente, consideró que su objetivo son los efectos del poder en sí mismo, el que se ejerce sin control, justificando su ejercicio en el poder mismo, y, finalmente, que son luchas inmediatas porque buscan resolver lo que afecta en un presente “inmediato” y, por eso, se busca al enemigo que lo genera, sin esperar a que cambie toda la estructura social. Se lucha, por ejemplo, por una ley en la que no quede excluida ninguna opción sexual, y no se espera a que se dé la revolución.

no existe aún, pero se quiere que sea de una manera determinada y por eso se lucha. Pero todo esto visto desde una perspectiva contraria a la de Sartre, para quien la libertad es ontológica (por lo menos, para el Sartre de El ser y la nada), es decir que forma parte integral del ser humano, que es el ser humano mismo y por esa razón no se puede perder, porque perdería su propia cualidad. Foucault, en cambio, no hace un análisis desde la ontología; esa libertad sí se puede perder, sin perder la especificidad humana, y también se puede limitar y, de hecho, se limita en su ejercicio y por eso lo que le interesa conocer son las formas de resistencia. Nos encontramos pues con dos comprensiones teóricas antagónicas vistas como un todo, pero que analizadas en la particularidad de su práctica social pueden ser complementarias en el análisis de las prácticas sociales. Otra cosa muy distinta, y que sin duda es importante sostener, es la especificidad teórica de cada una de ellas.

Para terminar, quisiera hacer un bosquejo práctico de la manera como dentro de esta comprensión diversa que surge a mediados del siglo pasado –comprensión en la que no es necesario relacionar un todo como totalidad con otro todo, sino en la que es legítimo la relación de una parte de un discurso con otra parte de otro discurso, sin necesidad de pasar por el todo del mismo, y aclarando que la referencia es a Hegel, para quien la parte es el todo y el todo es la parte– podemos encontrar un vínculo importante en un tema específico, como es el de la libertad, entre Foucault y Sartre.

Referencias 1. Foucault, Michel. 1994a. Dits et écrits. T.I. París: Gallimard.1

Para Foucault la libertad no es el tema central en los análisis que hace sobre el poder; el tema es la resistencia; en consecuencia, no se trata de definir las relaciones de poder a partir de la libertad, como sí hubiera sido en el caso de Sartre. Para Sartre, el principio a partir del cual se darían esas relaciones de poder sería el de la libertad, mientras que para Foucault la libertad es la consecuencia de la manera como ellas se ejercen. Sin embargo, aunque se trata de la posición exactamente contraria a la postulada por Sartre, en última instancia, como parte de una comprensión teórica, no como la totalidad de ella, Foucault adopta el principio sartriano según el cual, en cuanto se tenga la posibilidad de decidir a propósito de una acción, se es libre; una acción que, por supuesto, tiene que ver con el futuro, un futuro que

2. Foucault, Michel. 1994b. Hermenéutica del sujeto. Madrid: Ediciones La Piqueta. 3. Foucault, Michel. 1998. El sujeto y el poder. Texto y Contexto 35: 10. 4. Marx, Karl. 1998. Manifiesto comunista. Barcelona: Grijalbo. 5. Nietzsche, Friedrich. 1997. La genealogía de la moral. Madrid: Alianza Editorial. 6. Sartre, Jean-Paul. 1968. El ser y la nada. Buenos Aires: Losada. 1 ∗Traducción del autor de este artículo.

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Los años sesenta: una memoria personal por

Álvaro Camacho*

Fecha de recepción: 19 de febrero de 2009 Fecha de aceptación: 5 de mayo de 2009 Fecha de modificación: 14 de mayo de 2009

Resumen En el artículo se narra la memoria de un sociólogo colombiano formado durante la década de los sesenta del siglo pasado. Se trata de un intento de describir algunos de los rasgos más sobresalientes del período y de vincularlos con las experiencias personales del autor. Respecto de lo primero, se caracteriza la década como un período de profundas transformaciones sociales tanto en Colombia como en el mundo. En Colombia se trató de la caída del gobierno militar y del inicio del Frente Nacional, lo que supuso la restauración de la democracia política y de cambios importantes en la gestión del Estado, los partidos políticos y las prácticas políticas, especialmente en la Universidad Nacional de Colombia. En el mundo, la década fue también testigo de una revolución cultural que transformó la presencia pública de la juventud. El autor busca explicar la importancia de la relación entre biografía y procesos sociales, como un componente básico de la sociología.

Palabras clave: Memoria, cambios sociales, democracia, partidos políticos, cultura juvenil, biografía, sociología.

The Sixties: A Personal Memoire

Abstract This article narrates the personal experiences of a Colombian sociologist during the 1960s. It is an attempt to describe some of the period’s most salient aspects and to relate them to the author’s own experiences. It characterizes the 1960s as a period of profound social transformations in Colombia and the world. Colombia saw the fall of the military government and the beginning of the Frente Nacional, which implied the restoration of political democracy and important changes in state administration, political parties, and political practices, particularly in Colombia’s National University. Worldwide, the decade witnessed a cultural revolution that transformed the public presence of young people. The article underlines the relationship between biography and social processes as a basic component of sociology.

Key words: Memory, Social Change, Democracy, Political Parties, Youth Culture, Biography, Sociology.

Os anos sessenta: uma lembrança pessoal

Resumo O artigo conta as lembranças de um sociólogo colombiano formado durante a década dos sessenta do século passado. O trabalho tenta descrever algumas das características mais destacadas do período e vinculá-las com as experiências pessoais do autor. A respeito do primeiro, os anos sessenta são caracterizados como uma década de profundas transformações sociais tanto na Colômbia quanto no mundo. Na Colômbia, falamos da queda do governo militar e o início do Frente Nacional, que representou a restauração da democracia política e um período de mudanças importantes na administração do Estado, os partidos políticos e as práticas políticas, especialmente na Universidade Nacional da Colômbia. No mundo, a década também vivenciou uma revolução cultural que transformou a presença pública da juventude. O autor procura explicitar a importância da relação entre biografia e processos sociais, como um componente básico da sociologia.

Palavras chave: Lembrança, mudanças sociais, democracia, partidos políticos, cultura juvenil, biografia, sociologia. * Ph.D. en Sociología, Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Entre sus últimas publicaciones se encuentra: Trujillo, una tragedia que no cesa (coautor). Bogotá: Editorial Planeta, 2008; Narcotráfico: Europa, Estados Unidos, América Latina (editor). Bogotá: Universidad de los Andes, 2003 [publicado en España por la Universidad de Barcelona para el Observatorio de las Relaciones UE-América Latina, 2007]; Academia y sociedad (editor). Bogotá: Universidad de los Andes, 2009; De narcos, paracracias y mafias. En En la encrucijada. Colombia en el siglo XXI, ed. Francisco Leal, 387-419. Bogotá: Grupo Editorial Norma, Ceso, Universidad de los Andes, 2006. Actualmente se desempeña como director del Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (Ceso) y profesor titular de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: alcamach@uniandes.edu.co.

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Los años sesenta: una memoria personal Álvaro Camacho

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(1962), que tuvo una edición restringida y, posteriormente, una comercial.1 La Universidad Nacional de Colombia de ese momento era un espacio de debate público, los estudiantes aún portaban la gloria de haber sido fundamentales en la caída en 1957 del régimen del general Rojas Pinilla, un gobierno militar que había derrocado la dictadura conservadora gobernante desde 1946 y que posteriormente sería considerada una dictablanda.

os estudios sobre la memoria se han ido configurando en Colombia a partir de la intensificación y diversificación del conflicto armado, como una forma de revivir un pasado de violencia, pena y dolor, de dar la voz a las víctimas silenciadas, estimular necesarios duelos y exorcizar las dimensiones más crueles de las experiencias vividas. La memoria, así, se concentra en la privación de unas vidas para construir unas nuevas. De allí su inmenso valor. Pero en este texto voy a hacer una cosa completamente opuesta: voy a hablar de una memoria positiva, de una experiencia creadora y de una perspectiva de formación intelectual y personal grata e inolvidable.

A raíz de este cambio político los principales diarios del país, que habían sido censurados y clausurados, revivieron, lo que estimuló el debate político nacional y la escritura crítica, en particular en los campos de la intelectualidad. Colombia era una fiesta. Era el momento estelar del Frente Nacional, el pacto de los partidos Liberal y Conservador para reinstitucionalizar la política mediante la alternación de los partidos políticos tradicionales en la presidencia de la República y la paridad en los cargos públicos, como mecanismos para eliminar la violencia en los campos, propiciar la concordia y estimular la democracia. Ése era el decir.

Este relato está dividido en dos partes, que corresponden a las dos mitades de la década. Como se podrá ver en el texto, justamente en 1965 se produjeron cambios en la vida del sujeto de la memoria.

Los primeros cinco años

El primer gobierno civil del Frente Nacional coincidió con el del presidente John F. Kennedy en Estados Unidos (1960-1963) y su política de cambio social, que en América Latina sería conocida como la Alianza para el Progreso. Si bien se trataba de una respuesta y una alternativa al triunfo de la Revolución Cubana y la dirección socialista en que ésta se encaminaba, y se trataba de evitar que los países de la región copiaran el modelo guerrillero, al mismo tiempo era una forma de estimular cambios sociales que eliminaran las raíces de los descontentos populares conducentes a la lucha armada.2

Voy a presentar esta memoria a partir de las experiencias personales de un joven ingenuo de clase media que se graduó de bachiller en un colegio bogotano regentado por unos sacerdotes extranjeros, profundamente reaccionarios e intolerantes, militantes del franquismo, y que luego cursó dos años de Derecho en una universidad que no tenía más de doscientos estudiantes, igualmente conservadora, en donde la orientación intelectual era la filosofía tomista y las prácticas docentes se concentraban en la exégesis de la normatividad jurídica.

Colombia fue uno de los laboratorios de la nueva política, y un primer paso fue el diseño de una reforma agraria que modificara los términos de la tenencia de la tierra y satisficiera las demandas de las masas campesinas, que habían sido las víctimas principales de la Violencia, y cuya pobreza no se había modificado. Se pensaba que la dotación de tierras podría no solamente hacer algo de justicia, quebrar la tradicional dominación de terratenientes y gamonales, repararlos por la violencia de que habían sido víctimas, sino estimular la producción agrícola para abastecer a las ciudades.

Ese joven, en 1961 se arrepintió, sintió que su futuro estaba en otra clase de vida y se matriculó en la Universidad Nacional de Colombia, en la recién creada Facultad de Sociología. Allí se encontró que sus profesores serían Camilo Torres, Virginia Gutiérrez de Pineda, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, entre otros. Aunque algunos de ellos eran jóvenes aún, muy pronto se convertirían en personajes centrales de la vida académica y la política colombianas. Los dos últimos serían un año más tarde coautores de uno de los libros más esclarecedores del pasado reciente del país, la primera mirada seria y desprejuiciada de lo que después se llamaría la Violencia, así, con mayúscula. Se trató de La violencia en Colombia

1 Publicado por Ediciones Tercer Mundo en 1962. En 1964, en la misma editorial, se publicaría un segundo tomo. 2 Ver Leal (1994) y Palacios (1995). 71


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La Facultad de Sociología desempeñó un modesto pero significativo papel, al menos para sus estudiantes: el Incora, el aparato creado para desarrollar la reforma, y en cuyo Comité Técnico estaba Camilo Torres, contrató con la Facultad una serie de estudios técnicos y en su realización los estudiantes aprendimos mucho más que en las aulas: salimos al campo, conocimos formas de vida y demandas campesinas, elaboramos informes técnicos y recogimos muchos testimonios de lo que había sido el período de la Violencia. Para el joven de esta historia la experiencia fue un descubrimiento que lo llevó a modificar de manera sustancial su mirada sobre su país.

condiciones para una mejoría en sus condiciones de vida, los mantenía en su pobreza y exclusión, se alebrestaran y elevaran sus demandas de tierra, vías, crédito, mercadeo. Este proceso condujo a que algunos grupos guerrilleros que no se acogieron a la amnistía propuesta por el gobierno de Alberto Lleras (1958-1962), y que se mantuvieron organizados, e influenciados por el Partido Comunista, despertaran la histeria anticomunista de un importante dirigente conservador, quien desde el Senado de la República presionó al presidente Guillermo León Valencia (1962-1966) para que aniquilara las llamadas “repúblicas independientes”. El Presidente ordenó al Ejército que bombardeara la zona, lo que se tradujo en un éxodo campesino hacia el oriente del país. De esta agresión resultó la formación de unas autodefensas campesinas que resistieron la andanada y que sólo sufrieron la pérdida de unas cosechas y algunas gallinas. Allí se situó el origen histórico de la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC (Pizarro 1991), las cuales fueron emuladas por el Ejército Nacional de Liberación, ELN,3 y pocos años más tarde por el Ejército Popular de Liberación, EPL. Sin embargo, como un coletazo de la Violencia, en esos años algunos de los supérstites campesinos se fueron transformando en lo que el gobierno, la prensa y los partidos políticos tradicionales llamarían bandoleros, quienes convirtieron la guerra partidista y reivindicativa en una proliferación de bandas de saqueadores y criminales violentos (Sánchez y Meertens 1983).

Al mismo tiempo con los entusiasmos, se daban las insatisfacciones: el primer gobierno del Frente Nacional, en efecto, fue testigo de múltiples manifestaciones de descontento frente a las condiciones laborales. Un sindicalismo relativamente embravecido y consciente de que había recuperado sus derechos agitaba constantemente sus demandas, y era obvio que encontrara en el estudiantado un aliado solidario y combativo. Considérese que entre 1959 y 1965 los sindicalizados pasaron de 250.000 a 700.000 y las tasas de sindicalización subieron de 5,5% a 13,4% (Palacios 1995, 238-239). En una ocasión unos huelguistas buscaron refugio en la ciudad universitaria, y la Policía se metió al territorio autónomo y soberano y arrojó granadas lacrimógenas a diestra y siniestra. Una de ésas, disparada con un fusil y por tanto dotada de una capacidad mortífera con un solo golpe, les fue lanzada al joven y a su compañera, quienes eran absolutamente inocentes e incluso ignoraban la presencia de los trabajadores en huelga. Iracundo, el joven por primera y única vez en su vida se unió a otros estudiantes y le echó piedra a la policía brutal, atrevida y bárbara.

Pero la lucha armada y la nueva violencia no agotaban la escena política. De manera paralela se gestó una oposición desarmada que proponía alternativas al pacto del Frente Nacional. El Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, y la Alianza Nacional Popular, Anapo, se convirtieron en las expresiones más fuertes y organizadas de esa oposición. El primero se inició bajo la dirección de Alfonso López Michelsen como una crítica muy fuerte a la alternación de los partidos en el poder y la exclusión de opciones alternativas: consideraba que el cierre del sistema político restringía la democracia y propiciaba la continuidad de las élites políticas tradicionales en el poder. Élites que, al fin y al cabo, habían contribuido a desatar la Violencia de las décadas anteriores. A lo largo de su acción política fue ampliando el rango de sus demandas democráticas, y fue así como permitió la inclusión en sus listas electorales de ciudadanos que se ubicaban en la izquierda radical. Aunque el comunismo estaba legalmente vetado como partido, los represen-

En el campo de la política el Frente Nacional constituyó un pacto excluyente que no permitía que opciones diferentes de los partidos tradicionales participaran en las justas electorales y pudieran expresar institucionalmente sus intereses políticos. El caso era más evidente por cuanto en el continente se afianzaba la Guerra Fría. Esto suscitaba también un descontento que crecía y que hacía que la lucha contra el comunismo fuera la consigna generalizada de los gobiernos de la región (Leal 1994). Al mismo tiempo el ejemplo de Fidel Castro y sus muchachos, sus triunfos y las ejecutorias de la Revolución Cubana, fueron llevando a que sectores campesinos frustrados porque el Frente Nacional, lejos de crear las

3 Sobre los discursos fundacionales de las FARC y el ELN, ver Camacho (2002). 72


Los años sesenta: una memoria personal Álvaro Camacho

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tantes de esa izquierda radical no participaron a nombre del partido y eso les permitió a algunos llegar hasta la Cámara de Representantes.

las masas se fueron organizando y ejercieron presiones tanto frente a la Presidencia como frente a los terratenientes, cuya resistencia a la nueva política era crecientemente militante (Escobar 1982; Zamosc 1982).

Más tarde el MRL se radicalizó más aún y llegó a proponer un programa alternativo de gobierno.4 Fue tal su crecimiento que en las elecciones presidenciales de 1962, López Michelsen, apoyado por el ala juvenil de la organización, denominada Juventudes del MRL, logró una apreciable votación, a pesar de que legalmente no podía aspirar a la Presidencia, ya que el turno le correspondía al candidato conservador Guillermo León Valencia (1962-1966).5 Poco tiempo después, el MRL se dividió y fue languideciendo hasta desaparecer. Su huella, no obstante, permaneció en la memoria de muchos colombianos jóvenes, algunos de los cuales siguieron la senda de la izquierda tanto armada como no armada.

El movimiento se hizo muy fuerte, en especial en algunas zonas de la costa atlántica, en donde las condiciones de vida eran bastante miserables y la tenencia de la tierra se hallaba concentrada en pocas manos. Con el apoyo de agitadores y organizadores de izquierda, y con la participación soterrada de las incipientes organizaciones guerrilleras, el campesinado emprendió acciones, como invasiones de tierras y confrontaciones directas, tanto con los terratenientes como con las autoridades armadas del Estado. Lleras ciertamente se encontraba en un aprieto porque la dinámica campesina amenazaba con desbordar los límites de la legalidad y la tolerancia estatal.

La Anapo, en cambio, tuvo un origen diferente: se trató de la reivindicación del gobierno del general Rojas Pinilla, quien conservaba una importante cauda política, activada principalmente por su hija, María Eugenia, una dirigente aguerrida y bastante popular. Luego de una fuerte campaña para las elecciones presidenciales de 1970, el candidato del Frente Nacional se enfrentó al general Rojas. Aunque los eventos de la noche de la elección han sido objeto de múltiples debates, la Anapo consideró que el triunfo le había sido desconocido, lo que llevó a un intento de asonada popular que fue debelada por el presidente Lleras Restrepo. Misael Pastrana Borrero, el candidato del Frente Nacional, fue elegido para el período 1970-1974.

La ANUC conservó su actividad, a veces apoyada por la Presidencia, a veces combatida, hasta el fin del mandato de Lleras. Pero años más tarde, en virtud del cambio en la orientación política del nuevo presidente, Misael Pastrana, los programas de reforma agraria se modificaron de manera radical, dificultando al máximo la posibilidad de expropiación de los terratenientes y la dotación de tierras a los campesinos. Manipulada y dividida desde los más altos resortes del Estado, la ANUC fue languideciendo hasta perder casi por completo su significación. Ésta no fue, sin embargo, la única huella del gobierno de Lleras Restrepo. Dotado de una enorme capacidad de trabajo y orientado hacia una mirada moderna del Estado, Lleras encabezó una serie de reformas destinadas justamente a modernizar el Estado colombiano. Fue así como procedió a crear varios institutos descentralizados que tuvieron a su cargo la activación de nuevas líneas políticas: se trataba de institucionalizar una tecnocracia moderna que neutralizara a la burocracia tradicional, ya en proceso de severo desgaste gracias a la paridad frentenacionalista y la consecuente negociación permanente entre los partidos tradicionales.

Pero el descontento no se expresaba solamente mediante la lucha armada o las agrupaciones políticas: la dinámica de los movimientos de masas independientes de esas agrupaciones se mantuvo, aunque con altibajos: sin embargo, el más notable de ellos fue el movimiento campesino, concretado en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC. Esta organización tuvo un origen paradójico: fue impulsada por iniciativa del presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-70) como mecanismo para organizar las demandas de tierras a través de la legislación agraria. Lleras insistía en la necesidad de establecer negociaciones mediante la acción organizada y concertada del campesinado. Pronto, muy pronto,

No debe extrañar que estos desarrollos de protesta y confrontación y modernización suscitaran en los estudiantes apoyos y rechazos, que se expresaban en consignas de lucha, paros y confrontaciones constantes con las fuerzas del orden, pero también en debates dentro de la Universidad, uno de cuyos más fuertes epicentros era la Facultad de Sociología.

4 El programa se denominó SETT, que significaba Salud, Educación, Tierra y Trabajo. 5 El truco de López Michelsen fue muy ingenioso: dado que los votos que obtuviera debían ser anulados, el candidato exigió que para hacerlo deberían ser contados. Así medía fuerzas con el candidato legal.

La vida académica continuaba en medio de las agitaciones. Camilo Torres y Orlando Fals Borda estimulaban y 73


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exigían el trabajo de campo: el contacto con campesinos y pobladores urbanos, e insistían permanentemente en la necesidad de someter todas las experiencias, informaciones, aseveraciones y lecturas a la implacable lente crítica de la confirmación empírica. Fals, en particular, era un enemigo declarado de los juicios de valor: su formación en la sociología norteamericana de los años cincuenta lo conducía por el sendero de un positivismo que en ocasiones rayaba en lo ingenuo o lo superficial. Este positivismo era, sin embargo, un antídoto frente a las elucubraciones grandilocuentes y gratuitas de los juristas que hasta entonces configuraban lo que era considerado como sociología. No en vano la formación que se inducía en los estudiantes hacía énfasis constante en el importante papel de la sociología en la modernización del país. Y al lado de los profesores colombianos habían llegado sociólogos europeos y estadounidenses que contribuían a morigerar el provincianismo y a abrir miradas más cosmopolitas sobre el mundo social, y al mismo tiempo familiarizaban a los estudiantes con corrientes teóricas y metodológicas novedosas.

En esos años el joven aprendió también a mirar los procesos sociales con una buena dosis de entusiasmo que se combinaba con un enorme escepticismo por los cambios sociales que se producían, y que de alguna forma respondían a las transformaciones que introducía el Frente Nacional: así éste fuera un acuerdo entre las élites de los partidos y buscara un reacomodo de la hegemonía que habían visto debilitada, lo cierto era que había propiciado una dinámica cultural no vista en los años anteriores. Y si bien era un pacto para el olvido, la recuperación de las libertades públicas se tradujo en una eclosión de manifestaciones culturales (Rodríguez 2000, 2008): proliferaron las revistas culturales, textos sobre memorias de la Violencia, debates sobre el nuevo cine europeo y la novela contemporánea, en fin, un revivir de la cultura intelectual a la que no podían ser ajenos los estudiantes, y en especial los de la Universidad Nacional de Colombia, y más especialmente los de Sociología. Pero también, como le correspondía a la disciplina, las observaciones sobre la dinámica social suscitaban creciente interés por su estudio y enconados debates sobre su significado.

Pero la vida en la Facultad no se agotaba en la academia: dado su pequeño tamaño, y la novedad que representaba la sociología en ese medio culturalmente bastante conservador de la Universidad, las relaciones sociales entre los estudiantes se estrechaban, las actividades colectivas eran frecuentes y hasta los estilos en el vestir diferenciaban a los presociólogos de otros estudiantes. Tanto que no era extraño oír a alguien decir “ahí va un sociólogo”. Esta innovación en la vida diaria se tradujo en que se armaban romances entre compañeros, y hubo más de un matrimonio posterior entre ellos.

Bien miradas las cosas, esas transformaciones no correspondían de manera precisa a la década: ya desde unos años antes el país se venía transformando y sus cambios más significativos se proyectaron hasta la década siguiente. Sólo que en los sesenta tuvieron su más evidente expresión. Algunos ejemplos: En el terreno de la hegemonía católica se estaba dando una confrontación entre la Iglesia y el Estado, que se tradujo en la pérdida de influencia de la primera respecto de las prácticas sexuales, lo que condujo a que se generalizara el control de las mujeres sobre sus cuerpos, y que se materializó en lo que se ha llamado la revolución demográfica, caracterizada por fuertes cambios en la fisonomía poblacional del país.6

El joven no escapó de esta tendencia, y fue así como siendo estudiante contrajo matrimonio con una colega, con quien había debatido tanto sobre teorías sociológicas y procesos sociales como sobre los temas más ardientes de la vida cotidiana. Y las relaciones con los profesores eran tan estrechas que Camilo Torres aceptó celebrar la ceremonia católica del matrimonio, no sin expresar sus dudas porque sabía, por debates anteriores, que el joven era incrédulo en materias religiosas. A Camilo, siempre consecuente con su orientación ética, no le parecía correcto que una persona no creyente en Dios adoptara la ceremonia católica. Así de fuertes eran las convicciones de Camilo. El joven lo logró luego de que le pidiera que, como alternativa, casara a su pareja. La hija de los recién casados nació cuando ellos aún eran estudiantes, y más de una compañera se dedicó a cuidar a la madre y a la pequeña, y la señora de los tintos se ofrecía a cuidar a la bebé mientras los padres asistían a las clases.

6 Las cifras siguientes lo ilustran (Urrutia 1990): • La esperanza de vida al nacer aumentó de 44 años en 1938 a 61 en 1978; • la tasa bruta de mortalidad pasó de 30,5 por mil a 9 por mil; la mortalidad infantil se redujo de 200,2 por mil a 61 por mil; • la tasa total de fecundidad (nacimientos por mujer hasta los 50 años) pasó de 7,04 en 1960-64 a 4,6 entre 1972 y 73 y a 3,4 en 1980; • si para fines de los sesenta el promedio de hijos por familia era de 6, a mediados de los ochenta llegó a ser de 3,3 hijos; • el país se urbanizó. Así: Año % cabeceras 1951 38,7 1964 52.0 1973 69,3 74


Los años sesenta: una memoria personal Álvaro Camacho

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Los factores que más influyeron en estos cambios demográficos fueron el incremento en la urbanización y la educación, y la mayor participación de la mujer en el mercado laboral, al lado del acceso a la píldora y otros métodos de control de la natalidad: las mujeres así se hacían un poco más dueñas de sus cuerpos.

tar de tierras a campesinos víctimas de la Violencia. El recuerdo de los viajes de campo les permitía comparar las condiciones de unos campesinos arrojados a la mitad de la manigua con otros agricultores de la zona agraria interior del país y pertenecientes a lo que podría llamarse la “élite del campesinado”: los cafeteros, altamente protegidos por la organización gremial nacional.

No hay que olvidar que el plebiscito de 1957 estableció que 10% del presupuesto nacional debería ser invertido en educación, y esto se tradujo en un crecimiento importante. En lo que respecta a la educación superior, en 1958 había 19.200 estudiantes universitarios; en 1980, 303.000; en 1984, 378.000. Este conjunto de cambios se concretaba en el desarrollo de unos sectores medios urbanos que produjeron transformaciones en las exigencias educativas y, en general, en patrones de vida, consumo, vivienda, y en un amplio conjunto de bienes y servicios.

Para su sorpresa, un día fueron informados de que la Fulbright les había concedido sendas becas para estudiar en Estados Unidos. Era un caso insólito, que una pareja recibiera esa doble financiación, y era algo que no se podía rechazar, a pesar de los temores de viajar a lo desconocido, con una hija de un año y medio y con limitadas habilidades para el idioma inglés. Aun así, se armaron de valor, vendieron sus pocas pertenencias y se compraron un montón de ropa, en la que dominaban las prendas formales como vestidos y corbatas, y que hubieron de ser desechadas rápidamente, al constatar que las vestimentas de los estudiantes estadounidenses eran radicalmente diferentes, y las de la pareja, así se creyeran ya profesionales, disonaban evidentemente con las de sus compañeros.

Todo este panorama ha llevado a más de un analista de la década a considerarla como un momento crucial: un ejemplo de esas revoluciones que no estallan, pero que transforman la fisonomía de una nación. El entonces joven hoy acepta esta caracterización, aunque matiza el entusiasmo al recordar que varios de los nefastos componentes políticos de la década se siguen expresando en la actualidad, pero con obvias modificaciones: el clientelismo suscitado por el pacto del Frente Nacional (Leal y Dávila 1991) sigue vivo y su acción corruptora no encuentra freno; las prácticas de exclusión política continúan y la violencia concretada en la lucha política armada sigue propiciando muerte, desplazamientos, destrucción de núcleos familiares campesinos. Lo peor de todo es que esta forma de violencia se ha convertido en el mayor obstáculo para el desencadenamiento de nuevos cambios sociales, en especial, para el desarrollo de la democracia.

Era una época especialísima en Estados Unidos: aunque el presidente Kennedy había muerto un par de años antes, su memoria seguía viva, y el apoyo que le había dado al movimiento de los derechos civiles de los afroamericanos se expresaba en constantes agitaciones y manifestaciones masivas. A pesar de la formación antiimperialista del joven, no dejó de sorprenderse de la manera como en ese país las masas se podían expresar sin grandes temores, con un optimismo evidente, y cómo los afros recibían un apoyo masivo de la población blanca, especialmente de los jóvenes universitarios. Era claro que este caldero de agitación entusiasmara al joven y a su pareja y los empujara a participar en las manifestaciones colectivas.

Pero dejemos ahí la primera mitad de la década, que obviamente está muy teñida por la mirada que sobre el país tiene hoy el ya no joven de los sesenta.

Al mismo tiempo, Estados Unidos se embarcaba en la guerra en Vietnam, acción que rápidamente suscitó una oposición masiva entre la juventud universitaria. Dado que la invasión se manifestaba como una clara expresión imperialista y anticomunista, y que el esfuerzo bélico se traducía en la imposición del servicio militar obligatorio, los jóvenes de ese país expresaron de múltiples maneras su rechazo, quemaban sus tarjetas de reclutamiento, se manifestaban en las oficinas militares de alistamiento, lo que los llevó a más de un enfrentamiento con las fuerzas de policía. Y fue claro que contaron con el apoyo y solidaridad de jóvenes de otros países, especialmente de Europa, lo que hizo generalizar la protesta.

Los segundos cinco años En 1965, luego de terminar sus cursos, el joven y su compañera fueron a trabajar en la Zona Cafetera, a una escuela rural experimental, en la que tuvieron estrecho contacto con jóvenes campesinos cafeteros, y simultáneamente redactaban su monografía de grado, que versaba sobre la organización social en una de las colonizaciones promovidas por el Frente Nacional para do75


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La universidad a la que asistía la pareja era una de las más activas contra la guerra: la agitación permanente iba acompañada de un despliegue cotidiano de actos culturales, en los cuales los jóvenes pudieron ver de cerca a algunas de las más notables personalidades del pacifismo.7

gobiernos de los países en los que había lucha armada habían aprendido la lección y no vacilarían en responder, combinando también todas las formas de lucha para conservar el poder y el privilegio. Después de tres años y medio de este bombardeo de nuevas e intensísimas experiencias, la pareja y su hija regresaron al país a experimentar los cambios que se habían producido. Y encontraron a un estudiantado mucho más radical que el del pasado reciente, mucho más vinculado a la política nacional, en la que la lucha armada pesaba de una manera evidente. El recuerdo que tenía el joven de Camilo y el Che asumía un efecto diferente: lejos de amilanarse, los estudiantes radicales revivían y reverenciaban la memoria de los dos luchadores, e incluso un sector guerrillero había adoptado el nombre de Camilo en su identificación.

Al mismo tiempo se desarrollaba la gran revolución cultural, expresada en la música de Bob Dylan, Joan Baez, los Beatles, Pete Seeger y los Rolling Stones, entre muchos otros convocantes a la protesta, y en la configuración de nuevas miradas sobre el mundo. Música que venía acompañada de profundas transformaciones en la vida cotidiana: no solamente la moda en el vestir, sino el rechazo a la ética burguesa e hipócrita de los mayores, a la autoridad, junto con la exaltación de la idea de comunidad, el apoyo a los movimientos de liberación del Tercer Mundo, a los universitarios franceses y alemanes embarcados en cambios profundos en sus universidades y sociedades. Eran los hippies, quienes señalaron un nuevo camino para la juventud. Se trataba, en fin, del nacimiento de algo que perduraría por años y que marcó cambios sustanciales en el mundo de Occidente: el desarrollo de una subcultura juvenil. Estos jóvenes, sin duda, impusieron estilos de vida, relaciones interpersonales y concepciones éticas y políticas nuevas y dotadas de gran fuerza. Casi nada, pues.

Era evidente que se habían producido otros cambios políticos: el auge guerrillero había crecido, y con éste se estrechaban las perspectivas del cambio mediante la acción de masas: esto se traducía, en la perspectiva del ya no tan joven, en que quienes tuvieran dudas sobre la eficacia de la lucha armada no encontraran muchos espacios para la acción política. Esto era bastante desconcertante. La sorpresa mayor se la llevaron los recién llegados al ingresar al cuerpo docente de la Facultad de Sociología: durante su ausencia se había producido una revolución académica: Camilo estaba muerto, los profesores extranjeros se habían ido y el ex decano Fals Borda fue caracterizado como un agente del imperialismo y, por tanto, era un enemigo del que había que deshacerse. El resultado fue que Fals salió de la Universidad Nacional de Colombia y se marchó del país.

Los entusiasmos políticos y culturales se unían al intensísimo trabajo académico en el que el joven estaba metido: cursos y trabajos escritos, ayuda a profesores para poder sustentar el pago de la matrícula y la subsistencia, y lectura, lectura constante. Esta actividad se combinaba con la enorme tristeza que le produjeron las muertes violentas de Camilo Torres, en 1966, y el Che Guevara, en 1967. En Camilo, el joven había encontrado un modelo de ética y valor, una forma de ser sociólogo y un revolucionario de corazón. En el Che, otro tanto. Y estas experiencias le advirtieron acerca de las contradicciones de la lucha armada, pues así en aquellos años ésta tuviera la imagen romántica del luchador por la democracia y el socialismo, las posibilidades de reeditar la experiencia cubana le parecían remotas: los

Los recién llegados entraron al cuerpo docente en compañía de otros ex alumnos, quienes regresaban con títulos académicos superiores y con un bagaje intelectual que consideraban importante y valioso para su labor académica. En el caso concreto de la pareja de esta historia, fuertemente imbuidos de una concepción moderna de la sociología, acompañada de una formación intelectual de izquierda. Para su sorpresa, un fuerte sector del estudiantado –los más radicales– consideró que sus nuevos profesores eran unos reaccionarios agentes del imperialismo yanqui que hasta empleados de la CIA podrían ser. Algunos radicales decían, en clara referencia a los nuevos, que había colombianos que de tales sólo tenían la cédula, porque sus conciencias estaban hipotecadas al imperialismo.

7 No puedo dejar de comentar, especialmente para quienes tuvieron ocasión de admirar a Muhammad Ali, el mejor boxeador de todos los tiempos, y quien fue despojado del título mundial por su oposición a la guerra, que éste participó en un acto masivo en la Universidad, y que el suscrito, quien había sido invitado a hablar a nombre de los estudiantes antiimperialistas del Tercer Mundo, compartió podio con él. De ese acto quedan una foto y el autógrafo de Ali, que el ya no joven guarda con celo y admiración. 76


Los años sesenta: una memoria personal Álvaro Camacho

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El movimiento estudiantil, pues, había cambiado radicalmente: las adhesiones a organizaciones, armadas o no, externas a la Universidad estaban a la orden del día, y esto exigía nuevas ortodoxias y pugnas que suscitaban fieros combates ideológicos, y hasta físicos, en defensa de las diferentes líneas políticas de la izquierda en su dimensión nacional. Era muy difícil, para quien no estaba al tanto de los detalles, orientarse en ese mar de siglas y consignas: las del Partido Comunista y su brazo, la JUCO; las del MOIR y su brazo, la JUPA, o las de las muchas divisiones de las corrientes del marxismo-leninismo-maoísmo, o las vertientes de la llamada izquierda socialista, posteriormente ligada al trotskismo.

ran sentido. Esta actitud ha sido producto no sólo de la experiencia sesentana: también, en parte, de un libro que marcó mi vida. Se trata de La imaginación sociológica, de Charles Wright Mills. Decía Mills que “la imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Ésa es su tarea y su promesa […] Ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía, de la historia y de sus intersecciones dentro de la sociedad ha terminado su jornada intelectual” (1961, 25-26). Y más adelante insistió en que el analista social tiene que entender que es preciso vivir los problemas personales como públicos, y los públicos como privados. A mí me permitió adquirir una mirada y una actitud particulares sobre el mundo social; mirada y actitud que aún hoy me inspiran. Quien haya vivido con intensidad una revolución cultural como la de los años sesenta y no se sienta profundamente influenciado por ella, con seguridad ha echado en saco roto su memoria.

Estas radicalizaciones tuvieron un efecto muy complicado para la sociología: las orientaciones políticas tendían a sustituir la investigación empírica: la sociedad colombiana era caracterizada como feudal, o como semicolonia, o como capitalista atrasada, y estas caracterizaciones no necesariamente respondían a investigaciones concretas, sino a pincelazos orientados por las líneas políticas.

Referencias

El ya no joven y su familia, ahora aumentada con un nuevo hijo, se marcharon a otra ciudad, en donde la pareja podría ejercer sus vocaciones de docentes universitarios. Allí él concretó sus simpatías por una de esas líneas, y durante un tiempo se dedicó a la militancia, lo que significó que se embarcó en muchos debates del más estricto orden universitario, porque la clase obrera, a la que le asignaba el papel histórico de hacer la revolución, simplemente no aparecía por ninguna parte. Era necesario buscarla, y para lograrlo era preciso ir a las fábricas a esperar la salida de los turnos obreros para venderles el periódico de la organización. Algunos lo compraban, pero no sin antes decir que lo hacían por solidaridad. Que lo leyeran era otra cosa, y más raro aún, que prestaran atención a los sesudos análisis y las consignas. Esto duró un tiempo, y ya se fue acabando la década y, por tanto, el tema de esta memoria.

1. Camacho, Álvaro. 2002. Credo, necesidad y codicia: los alimentos de la guerra. Análisis Político 46: 137-150.

¿Y por qué todo esto?

7. Palacios, Marco. 1995. Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1875-1994. Bogotá: Editorial Norma.

2. Escobar, Cristina. 1982. Trayectoria de la Anuc. Bogotá: Cinep. 3. Fals Borda, Orlando y Eduardo Umaña. 1962. La violencia en Colombia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo. 4. Leal Buitrago, Francisco. 1994. El oficio de la guerra. La seguridad nacional en Colombia. Bogotá: IEPRI - Tercer Mundo Editores. 5. Leal Buitrago, Francisco y Andrés Dávila. 1991. Clientelismo. El sistema político y su expresión regional. Bogotá: IEPRI - Tercer Mundo Editores. 6. Mills, C. Wright. 1961. La imaginación sociológica. México: Fondo de Cultura Económica.

¿Por qué recurro a esta experiencia personal (ahora ya puedo hablar en primera persona)? En primer lugar, porque la tenía atorada, y quería contarla. En segundo lugar, porque la década me marcó: ha sido la más importante de mi vida, y creo que la vinculación de la biografía personal con los desarrollos sociales tiene una enorme importancia para el ejercicio intelectual del sociólogo, ya que permite que las vidas privadas adquie-

8. Pizarro Leongómez, Eduardo. 1991. Las FARC. De la autodefensa a la combinación de todas las formas de lucha. Bogotá: IEPRI - Tercer Mundo Editores. 9. Rodríguez, Nicolás. 2000. Arte y memoria: hacia una redefinición del imaginario político en Colombia. Tesis de pregrado en Ciencia Política, Universidad de los Andes. 77


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10. Rodríguez, Nicolás. 2008. Los vehículos de la memoria. Discursos morales durante la primera fase de la violencia (1946-1953). Colección Prometeo. Bogotá: Universidad de los Andes.

12. Urrutia, Miguel. 1990. 40 años de desarrollo social. Su impacto. Bogotá: Banco Popular. 13. Zamosc, León. 1982. Los usuarios campesinos y la lucha por la tierra. Bogotá: Cinep.

11. Sánchez, Gonzalo y Donny Meertens. 1983. Bandoleros, campesinos y gamonales. Bogotá: El Áncora Editores.

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El episcopado colombiano en los años 1960 Ricardo Arias Trujillo

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El episcopado colombiano en los años 1960* por

Ricardo Arias Trujillo**

Fecha de recepción: 2 de marzo de 2009 Fecha de aceptación: 6 de abril de 2009 Fecha de modificación: 18 de mayo de 2009

Resumen El presente trabajo analiza los diferentes retos que enfrentó el episcopado colombiano durante los años sesenta y la manera como intentó sortearlos. Se parte de un presupuesto central: las jerarquías católicas colombianas quisieron desentenderse de los profundos cambios que se estaban produciendo en la sociedad colombiana y se opusieron a las reorientaciones impulsadas durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la II Conferencia Episcopal Latinoamericana (Medellín, 1968). Lejos de replantear sus posturas tradicionales, el episcopado colombiano fortaleció su discurso intransigente e integral, y luchó por preservar una serie de valores y de privilegios, juzgados anacrónicos por sectores cada vez más numerosos. De esta manera, el episcopado colombiano, receloso de toda apertura, retrasó su renovación, al menos hasta los años noventa.

Palabras clave: Catolicismo colombiano, Concilio Vaticano II, CELAM II, cristianismo y revolución.

The Colombian Episcopacy in the 1960s

Abstract This article analyzes the different challenges faced by the Colombian clergy during the 1960s and the way in which it tried to address them. It starts from the central assumption that the Catholic hierarchy in Colombia wanted to ignore the profound changes occurring in Colombian society and opposed the reorientations stemming from the Second Vatican Council (1962-1965) and the Second Latin American Episcopal Conference (Medellín, 1968). Far from reexamining its traditional positions, the Colombian clergy hardened its intransigent and deep-rooted discourse, and struggled to preserve a series of values and privileges that ever-growing sections of the society deemed anachronistic. In this way, the Colombian clergy, suspicious of any change, delayed its renovation, at least until the 1990s.

Key words: Colombian Catholicism, Second Vatican Council, Second Latin American Episcopal Conference, Christianity and Revolution.

O episcopado colombiano nos anos 1960

Resumo O presente trabalho analisa os diferentes desafios que o episcopado colombiano enfrentou durante os anos sessenta e a forma em que tentou solucioná-los. O trabalho está baseado num pressuposto central: as hierarquias católicas colombianas quiseram se afastar das profundas mudanças que ocorriam na sociedade colombiana e se opuseram às reorientações impulsionadas durante o Concilio Vaticano II (1962-1965) e a II Conferencia Episcopal Latino-americana (Medellín, 1968). Longe de repensar suas posturas tradicionais, o episcopado colombiano fortaleceu seu discurso intransigente e integral, e lutou pela preservação de um conjunto de valores e privilégios, julgados anacrônicos por setores cada vez mais numerosos. Dessa forma, o episcopado colombiano, receoso perante qualquer abertura, adiou sua renovação, pelo menos até os anos noventa.

Palavras chave: Catolicismo colombiano, Concilio Vaticano II, CELAM II, cristianismo e revolução.

* Este artículo retoma el capítulo III de mi trabajo El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad (1850-2000). Bogotá: Ceso-Universidad de los Andes- ICANH, 2003. ** Maestría y Doctorado en Historia, Université de Provence, Francia. Sus temas de investigación se centran en la historia intelectual y en la historia del catolicismo colombiano. Última publicación: Los Leopardos. Una historia intelectual en los años 1920. Bogotá: Universidad de los Andes, 2007. Actualmente se desempeña como profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: jarias@uniandes.edu.co.

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numerosos. En otras palabras, el episcopado colombiano, profundamente temeroso ante el cambio, receloso de toda apertura, hostil al diálogo –pues creía ver en ellos el principio del fin de un mundo, de su mundo–, aplazó su propio aggiornamento, retrasó su renovación, su actualización, al menos hasta los años noventa.

a década de los sesenta, tan convulsionada en tantos aspectos, lo fue igualmente en el plano religioso. Durante esos años, el catolicismo vivió mundialmente una etapa de profundos replanteamientos y reorientaciones. Bajo el liderazgo del propio papado, se desplegaron grandes esfuerzos encaminados a facilitar el diálogo entre la Iglesia católica y el mundo moderno, una iniciativa que contaba con pocos antecedentes hasta ese entonces. El primer paso en la dirección señalada lo constituyó el Concilio Vaticano II (1962-1965), con el cual Juan XXIII quiso adaptar la Iglesia a los “signos de los tiempos”. En 1968, retomando el espíritu innovador del Vaticano, el episcopado latinoamericano decidió asumir un compromiso con uno de los principales problemas de la región: la “cuestión social” (Medellín 1968).

Los vientos renovadores En vísperas de Vaticano II A comienzos de los años sesenta, la Iglesia católica colombiana parecía hallarse en una situación muy favorable. Amparada en la Constitución de 1886, que le había reconocido amplios derechos de todo tipo –pedagógicos, fiscales, jurídicos, morales, etc.–, la institución eclesiástica venía de anotarse un nuevo éxito: el liberalismo había finalmente reconocido, tras la firma del acuerdo bipartidista del Frente Nacional (1958), el papel social de la Iglesia en la sociedad colombiana, tal como siempre lo habían sostenido los conservadores. De esa manera, las banderas de la laicidad, enarboladas por el Partido Liberal en varias ocasiones, quedaban sepultadas, para amplio regocijo de los sectores clericales.

En ambos casos, los aires renovadores significaron un firme cuestionamiento a las expresiones más conservadoras del catolicismo, las cuales, inspiradas todavía en consignas extraídas del Syllabus –el célebre “catálogo de errores” promulgado en 1864 por Pío IX–, se caracterizaban por su profunda hostilidad a cualquier “transacción” con los valores del mundo moderno. En los años sesenta, por consiguiente, el catolicismo colombiano, dominado desde siempre por las corrientes más tradicionales, tuvo que hacer frente a los embates no ya de los “enemigos” externos, sino a los ímpetus innovadores que provenían de la propia Iglesia y que contagiaron incluso a algunos sectores del clero colombiano. La situación era aún más delicada para los sectores intransigentes, pues, en esos mismos momentos, la consolidación de ciertas tendencias secularizantes constituía un desafío abierto al mundo defendido por el catolicismo tradicional.

En ese contexto, el tipo de catolicismo predominante en el país desde finales del siglo XIX parecía haber resistido exitosamente las numerosas adversidades y desafíos que habían ido surgiendo con el paso del tiempo. Es importante detenerse brevemente en ese catolicismo para ver cuáles eran sus rasgos principales y así entender mejor por qué Vaticano II y Medellín 1968 representaron un cuestionamiento de sus posiciones. Por una parte, se trata de un modelo integral, “contrario a la posibilidad de dejarse reducir únicamente a actividades del culto y a convicciones religiosas; por el contrario, su principal objetivo apunta a la edificación de una sociedad cristiana bajo la enseñanza y la conducta de la Iglesia” (Poulat 1983, 100). En otras palabras, ni las instituciones ni los individuos, ni las actividades que se desarrollan en la sociedad –la política, la economía, el arte, la cultura, etc.–, ni sus bases morales, pueden ser ajenos a las normas y las directrices trazadas por los jerarcas de la Iglesia. En segundo lugar, es un catolicismo intransigente, porque postula que ante el enemigo no se puede hacer ninguna concesión: en nombre de esa intransigencia, los “errores modernos” habían sido descalificados y condenados una y otra vez a lo largo del siglo XX –liberalismo, protestantismo, masonería, socialismo, comunismo, etc.–. Tales principios conservaban toda su vigencia a comienzos de los años sesenta.

El presente trabajo pretende analizar los diferentes retos que tuvo que enfrentar el episcopado colombiano durante los años sesenta y la manera como intentó sortearlos. Se parte de un presupuesto central: las jerarquías católicas colombianas quisieron desentenderse de los profundos cambios que se estaban produciendo en la sociedad colombiana y se opusieron a las reorientaciones impulsadas por las propias autoridades religiosas, ya fuesen romanas o latinoamericanas. Lejos de replantear sus posturas tradicionales, el episcopado colombiano fortaleció su discurso intransigente e integral y luchó por preservar una serie de valores y de privilegios, juzgados como anacrónicos por sectores cada vez más 80


El episcopado colombiano en los años 1960 Ricardo Arias Trujillo

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Como decíamos, parecía que, para ese entonces, el catolicismo tradicional se encontraba en una posición muy sólida, inmune a los peligros que lo rodeaban. La situación era, sin embargo, más compleja. Una atenta mirada permite descubrir una serie de factores, ya sea propios de la institución eclesiástica o externos a ella, que arrojaban sombras sobre el horizonte de la Iglesia.

valores conservadores de la sociedad. Por otra parte, escritores y artistas también imprimieron a sus obras un compromiso “revolucionario”, un tono explícito de denuncia, que dejaba muy mal parada a la Iglesia católica, señalada como una fuerza retardataria. La revista Mito, el grupo de los “nadaístas”, escritores como Manuel Mejía Vallejo, pintores como Fernando Botero, cuestionaban el papel del clero en la sociedad.

En primer lugar, los avances de la secularización eran evidentes. Es decir, las pautas establecidas por el catolicismo no eran acatadas debidamente por amplios sectores de la sociedad colombiana. En particular, el clero tenía dificultades crecientes para guiar las conductas de la población en materias tan diversas como la sexualidad, la familia, la ética, la política. No quiere decir esto que en las décadas anteriores el control de la Iglesia hubiese sido absoluto. Numerosos ejemplos, tomados en diferentes períodos, demuestran claramente que siempre hubo comportamientos que se alejaban de los preceptos impuestos por la institución eclesiástica. Sin embargo, esta tendencia se acentuó en la década de los sesenta. El papel de la mujer en la sociedad constituye, entre otros ejemplos, una buena ilustración del proceso de secularización. A partir de esos años, la mujer rompió de manera más clara con los roles en los que se hallaba encasillada: su presencia masiva en la universidad (en los años sesenta, el número de mujeres universitarias igualó al de los hombres); su ingreso a un mercado laboral hasta entonces reservado al sector masculino; su participación en la política como ciudadana y, tímidamente todavía, como representante, permiten apreciar evoluciones importantes y rápidas en el campo de la secularización. Quizá más significativo aún: el nuevo papel que empezaba a desempeñar la mujer en la sociedad alteró en corto tiempo el modelo tradicional de familia; ahora, con la difusión de las prácticas de control natal, con la reducción del número de hijos y de matrimonios, con el aumento de divorcios, de uniones libres y madres solteras, surgía un nuevo tipo de familia, muy a pesar del discurso y los anatemas del clero.

Además de los avances de la secularización, también se manifestaba un notorio descontento en amplios sectores ante la permanente injerencia de la Iglesia en los asuntos más variados: de acuerdo con una encuesta realizada en 1967, el 60% de los interrogados consideró que el clero, como grupo de presión, ejercía una influencia excesiva en la sociedad colombiana (s. a. 1968a). Se podrían agregar otros ejemplos para corroborar la pérdida de influencia de la Iglesia en diferentes campos. Sin embargo, no se pueden sacar conclusiones apresuradas y afirmar tajantemente que el clero había perdido toda influencia. Resulta más ajustado con la realidad señalar un agotamiento de su discurso normativo en ciertos casos, pero no en todos. Así, varios proyectos de ley relacionados con la ampliación de derechos a la mujer, con el matrimonio civil o con el divorcio fueron finalmente rechazados por el Congreso, en parte, por las objeciones de la Iglesia. Además de los problemas señalados, había otras fuentes de preocupación para la institución eclesiástica, de orden interno, comenzando por el descontento de algunos sectores del “clero bajo”. El caso de Camilo Torres, ampliamente conocido, es el más radical. Antes de que concluyera el Concilio Vaticano II, Torres había puesto en evidencia un viejo debate, relacionado con el papel que debían desempeñar el cristianismo y el cristiano en la sociedad. A finales de 1965, tras romper con la Iglesia “oficial”, Torres ingresó a la guerrilla del ELN, para morir tan sólo unos meses después en su primer combate con las tropas del Estado. Gracias a su “sacrificio”, Camilo Torres se convirtió rápidamente, según Michel de Certeau, en uno de los representantes más célebres de la “guerrilla mística”, una tradición que rinde honores al clero combatiente. En el caso de Torres, como en el de otros sacerdotes que tomaron las armas, se desarrolló una alianza simbólica entre la fe cristiana y la revolución, al tiempo que surgía un nuevo lenguaje cristiano que “articula una fe –su violencia revolucionaria– en un campo político” (De Certeau 1994, 135). Todo ello, por supuesto, era una “herejía” absoluta para sus superiores, escandalizados no tanto por la mezcla entre política y religión –una fórmula consagrada al fin y al cabo por la

El proceso de secularización también se estaba desarrollando en el mundo de la “cultura” y del saber. En los medios universitarios, profundamente influenciados por las teorías marxistas, un estudiantado y un profesorado críticos y “comprometidos” arremetieron contra los valores tradicionales de la sociedad. El nuevo discurso, legitimado por la racionalidad, desautorizaba a quienes, como la Iglesia católica, fundaban su autoridad en la tradición. Los trabajos de sociólogos, antropólogos, historiadores, economistas, etc., venían, pues, a cuestionar las interpretaciones oficiales del pasado, así como los 81


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propia jerarquía desde los primeros tiempos de la “República”–, como por el tipo de política que se pretendía defender desde el discurso cristiano.

de la época, bastante desactualizado. Semejante giro en las orientaciones implicaba replantear las tesis tradicionales sobre el mundo contemporáneo, percibido generalmente como fuente de todo tipo de males y, por consiguiente, objeto de innumerables condenas. La visión apocalíptica debía sustituirse por una visión más optimista, que permitiera vencer los prejuicios, para así adoptar algunas de las principales conquistas de la hasta entonces vilipendiada modernidad.

A los serísimos problemas planteados por la militancia y el contraejemplo del padre Torres, se sumaba otro problema no menos inquietante: la crisis vocacional. A finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, la presencia sacerdotal era débil en el nivel urbano (Pérez y Wust 1961, 91); más significativo aún, en las parroquias rurales, es decir, donde mejor asentada estaba la Iglesia, el número de sacerdotes también era muy bajo: en promedio, 1,26 por parroquia (Pérez y Wust 1961, 92). En 1960, por cada 3.561 habitantes había en promedio un sacerdote, y la situación empeoraría más adelante (s. a. 1990).1

La adaptación al mundo moderno exigía, antes que nada, un reconocimiento pleno de la pluralidad. En otras palabras, no se podía seguir negando la existencia de una gran diversidad cultural, que se corrobora en la historia particular de los innumerables pueblos y se refleja, para bien de la humanidad, en los múltiples saberes, en las numerosas corrientes políticas, en las contradictorias aspiraciones sociales, e incluso en las distintas creencias religiosas (Lumen gentium 1964, 13, 28-29; Gaudium et spes 1965, 92, 220). La diversidad cultural no sólo fue objeto de un reconocimiento, sino de una valoración inédita por parte de la Iglesia católica. De esta manera, “Vaticano II abandonó la idea de una cultura singular y normativa, identificada con la ‘civilización occidental’, y abogó por la encarnación del cristianismo en el corazón de la diversidad de las culturas del mundo” (Komonchak 1985, 113).

Para agravar aún más el panorama, a mediados de siglo el mapa religioso colombiano se vio alterado por la aparición de nuevos movimientos religiosos. Aunque no se puede hablar de una “mutación” similar a la que conocieron efectivamente otros países latinoamericanos, tampoco se puede desconocer el crecimiento de expresiones religiosas no católicas que, aunque minoritarias, empezaban a competir con el catolicismo en el vasto mercado de las almas (Bastian 1994, 12-13). Los vientos renovadores del Concilio Vaticano II y de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM II) harían aún más notorio el malestar del episcopado colombiano.

Acorde con la promoción de un mundo plural, también era necesario reconsiderar el campo de las libertades religiosas. Sólo así podía hablarse realmente de una apertura al mundo, y Vaticano II asumió el reto. La declaración Dignitatis Humanae (diciembre de 1965) constituye un documento fundamental, en la medida en que hizo de la libertad religiosa un pilar imprescindible de la dignidad humana, un derecho humano que, al igual que los demás derechos inviolables del hombre, garantiza el bien común de la sociedad. La defensa del ecumenismo se inscribe en esa misma apertura. La presencia en el Concilio de casi un centenar de observadores que representaban una treintena de Iglesias cristianas es un testimonio de ese espíritu de apertura del catolicismo respecto, ya no a los “herejes”, sino a los “hermanos separados”.

El espíritu del Concilio El objetivo explícito que desde un comienzo motivó la reunión de los principales representantes del catolicismo mundial fue claramente presentado por Juan XXIII, el promotor del Concilio y su principal animador: se trataba, según el Papa, de adaptar la Iglesia católica al mundo moderno: de ahí el término aggiornamento (renovación, actualización). Sin lugar a dudas, tal iniciativa, que llevaba implícita una autocrítica a la Iglesia por no haberse adaptado a su época y a su entorno, constituye uno de los hitos más importantes en la historia del catolicismo. Para reconocer los “signos de los tiempos” y dialogar amistosamente con ellos (Gaudium et spes 1965, 4, 136) era necesario dejar atrás un modelo de cristiandad que resultaba, para las necesidades

Igualmente fundamental en su acercamiento a los valores de la modernidad, fue la nueva postura de la Iglesia con respecto a los derechos del hombre. Pacem in terris “es, en este sentido, la carta de los derechos del hombre de la Iglesia católica. Llegó tarde, se ha dicho. Pero no por ello deja de ser bienvenida y, sobre todo, útil” (Calvez y Tincq 1992, 44-45). El respeto de estos

1 Los problemas vocacionales estaban relacionados, en cierta medida, con la crisis de la imagen sacerdotal: puede afirmarse que el sacerdote ya no gozaba del mismo estatus social, por lo cual los eventuales aspirantes preferían tomar otras opciones. 82


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derechos conduce a una concepción mucho más amplia de la democracia, “pues la salvaguardia de los derechos de la persona es una condición necesaria para que los ciudadanos, individualmente o como grupo, puedan participar activamente en la vida y en la gestión de los asuntos públicos” (Gaudium et spes 1965, 73).

como fruto de una reacción, como una respuesta defensiva que sólo se puso en marcha una vez que el peligro se hizo inminente. Por el contrario, muchos obispos, en particular los chilenos y los brasileños, que eran precisamente quienes estaban liderando al CELAM, ya habían dado muestras en sus respectivos países de su talante “progresista”. Ellos, como muchos otros católicos militantes, no ocultaban su malestar frente a las deficiencias de modelos que, si bien antes habían alimentado sus esperanzas, ahora parecían insuficientes, por lo que debían ser suplantados por propuestas más osadas. La radicalización de importantes sectores del clero latinoamericano, en efecto, “coincide con la crisis de los regímenes populistas y del proyecto social que éstos intentaban poner en práctica, así como con el agotamiento del modelo de Acción Católica, tal y como había aparecido en el período de la entreguerra” (Compagnon 2000, 533). Estas corrientes, representantes de la “nueva izquierda” católica, se mostraban también muy críticas frente a la Democracia Cristiana y a los otros movimientos más directamente afiliados a la Iglesia.

“Participación”, respeto de las “minorías”, verdadera igualdad ante la ley, moderación en el ejercicio de la autoridad, equilibrio entre los diferentes poderes, “igualdad”; eran nociones cada vez más frecuentes en el discurso de las principales autoridades de la Iglesia. Pero lo que merece ser destacado es que su empleo no era simplemente retórico; reflejaba una “conversión histórica del catolicismo”, que tendía de esa manera a alejarse de la intransigencia tradicional para hacer suyos los “aspectos positivos de la actual aventura humana” (De Vaucelles 1985, 67). Como era de esperar, las reorientaciones impulsadas por el papado produjeron una gran agitación en el catolicismo latinoamericano. Algunos sectores del clero, inspirados en los vientos renovadores que venían de Europa, reivindicaron el legado de Vaticano II y quisieron aplicarlo cuanto antes al contexto de la región. La II Conferencia Episcopal Latinoamericana tuvo como su principal objetivo, precisamente, adaptar el mensaje del Concilio a la realidad del continente.

Como bien lo señala Soledad Loaeza (2008), en el contexto de los años sesenta, la “cuestión social” debía plantear serios interrogantes a la Iglesia y cuestionar sus alianzas tradicionales: En la segunda mitad del siglo XX la Iglesia ha enfrentado en América Latina tal vez con más intensidad y urgencia que en otras regiones, los dilemas que plantean sus relaciones con la política y con el poder político, con las elites y con la sociedad; así como los retos que supone para una institución que tiene una dimensión moral esencial, vivir en medio de la pobreza y la desigualdad (Loaeza 2008, 414).

Medellín 1968 Durante los años sesenta, el Consejo Episcopal Latinoamericano, un organismo que representaba y agrupaba a los veintidós episcopados del continente, reforzó y privilegió ciertos temas de su agenda. Uno de ellos, sin duda alguna, fue el problema social. En realidad, no se trata de una verdadera novedad, pues desde los tiempos coloniales la Iglesia latinoamericana ejercía importantes labores sociales, tareas que siguió cumpliendo a lo largo del siglo XIX en la mayoría de los países del área. La novedad radica más bien en el sentido que se le empezó a dar al problema social. Para ciertos sectores de la Iglesia, era necesario abordar de una manera diferente el delicado y peligroso tema de la pobreza, que golpeaba a extensos sectores de la población.

Este tipo de preocupaciones cobraron mayor vigencia en el seno de la Iglesia latinoamericana a raíz de la encíclica Populorum progressio (1967), de Pablo VI. El texto pontificio fue un llamado para que el mundo entendiera la gravedad de la situación que se vivía en ese entonces: “Hoy el hecho más importante del que todos deben tomar conciencia es el de que la cuestión social ha tomado una dimensión mundial”; “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (Pablo VI 1967, 3). Retomando las palabras de Pacem in terris, recordaba que “la paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres” (Pablo VI 1967, 76). Populorum progressio agregó además una declaración que fue interpretada de inme-

Muy probablemente, la Revolución Cubana sirvió de campanazo de alerta, al igual que el radicalismo revolucionario de varios sacerdotes. Para evitar que el temido comunismo se propagara por la región, era indispensable acelerar las reformas sociales. Sin embargo, la preocupación del clero no puede ser considerada únicamente 83


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diato por la izquierda militante como la legitimación de la lucha revolucionaria, pese a que el mismo documento rechazaba dicha alternativa: “Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo”; en esas circunstancias “es grande la tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana”. Sin embargo, la insurrección revolucionaria engendra generalmente nuevas injusticias (Pablo VI 1967, 31-32).

pacíficamente por esa senda a través de movimientos genuinamente nacionales y populares. Pero queda claro que la suerte de los mismos dependerá de la seriedad y rapidez con que afronten los problemas del desarrollo económico y de los cambios de estructuras sociales (s. a. 1968b, 42).

Consciente de los problemas que implicaba una unión muy estrecha con los poderes establecidos, el episcopado optó por un replanteamiento de dichas relaciones: “el criterio de conducta por el que la Iglesia y el clero aceptan privilegios por parte del Estado ha de ser evidentemente revisado, ya que es uno de los factores que contribuyen a crear la imagen de una Iglesia identificada con el poder político”. Tal identificación, tan laboriosamente construida y preservada desde el siglo XIX, constituía, en el nuevo contexto de los años sesenta, un motivo de preocupación. Para la mayoría de obispos presentes en Medellín, la clase política era responsable, en muy buena medida, de la “violencia institucionalizada” que se manifiesta en la pobreza, el analfabetismo, la exclusión política, la represión, el desconocimiento de los derechos humanos, etc. Y, en tono firme, el episcopado advertía la nueva disyuntiva a la que se veían abocadas las élites: “la alternativa no está entre el ‘statu quo’ y el cambio; está más bien entre un cambio violento y un cambio pacífico”. Del discurso crítico de CELAM no escapó la propia Iglesia católica, pues ella también era responsable de los problemas de la región, en particular porque no ofrecía aún una imagen suficientemente expresiva de una preocupación social (s. a. 1968b).

Fue en ese contexto que se desarrolló la II Conferencia Episcopal Latinoamericana en el mes de agosto. El tema de la reunión era suficientemente explícito: “La Iglesia en la transformación de América Latina a la luz del Concilio”. En la medida en que su recepción requería la adopción de la exigencia conciliar –estar atento a los signos de los tiempos–, el clero latinoamericano debía centrarse, según uno de los principales teóricos de la “teología de la liberación”, en “la situación inhumana de pobreza y de opresión en la que vive la inmensa mayoría del pueblo de este continente, y que se sea sensible a su aspiración de liberación” (Gutiérrez 1985, 231). El episcopado publicó un Documento de trabajo, un extenso informe realizado en junio de 1968 a partir de un anteproyecto que había sido previamente estudiado y enriquecido por las conferencias episcopales de cada país participante. El texto se detiene ampliamente en el contexto sociopolítico de la región, condenando sin ambages el carácter injusto de la repartición de las riquezas y las múltiples deficiencias de los gobiernos y de los sistemas vigentes. En el plano político, la marginalidad “del pueblo latinoamericano” se manifiesta en “la escasa participación de las grandes masas en las decisiones del bien común”, decisiones que están en manos de la “oligarquía”, por lo que se puede afirmar que “se vive una democracia más formal que real”. Como consecuencia de los problemas políticos y sociales, agregan los prelados, el descontento crece entre la población, estableciendo así claramente una relación de causalidad entre una situación dada de injusticias y exclusiones, y una respuesta de protesta con carácter revolucionario: “El hombre latinoamericano, que ha soportado la pobreza en silencio durante mucho tiempo, despierta ahora bruscamente y sus exigencias exceden el ritmo del desarrollo” y esto conduce, en algunos casos, a una lucha revolucionaria.

En la medida en que una lectura crítica de este entorno requería de instrumentos particulares, las ciencias sociales se convirtieron en piezas fundamentales del discurso teológico. Así, esas herramientas del conocimiento humano dejaron de ser un arma que atentaba contra la moral y la religión. Gaudium et spes lo decía claramente, al exhortar a los teólogos a que, “en los seminarios y en las universidades”, colaboraran con los “hombres versados en otras materias”, con el propósito de asegurar una mejor formación en los teólogos. Y para que los intercambios de conocimientos fuesen fructíferos, debía “reconocerse a los fieles, clérigos o seglares, la justa libertad de investigación, la libertad de pensar y la de expresar humilde y valerosamente su manera de ver en aquellas materias que son de su competencia” (Gaudium et spes 1965, 62).

Hay fermento de agitación y América Latina se está enfrentando con la “tentación de la violencia”. La plena integración nacional es una garantía para eliminar la violencia interna y algunos países latinoamericanos quieren demostrar que se puede avanzar

Las orientaciones de Medellín contribuyeron al desarrollo de una Iglesia más combativa, mucho más comprometida con la justicia social, lo cual se vio reflejado 84


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Los apuros del episcopado colombiano

en las Comunidades Eclesiales de Base, unas organizaciones que reinterpretaron el mensaje bíblico, dándole un claro contenido político para ponerlo al servicio de las luchas populares, así como en la “teología de la liberación”. Influenciados por los análisis marxistas, a partir de 1965 surgieron en toda América Latina diferentes movimientos constituidos por laicos y sacerdotes que decían buscar la “salvación” y la “liberación” del hombre en la Tierra.2 Este objetivo sólo se podía lograr eliminando todo aquello que mantuviera al ser humano en una situación de pecado, la cual, desde la perspectiva de estos movimientos, estaba determinada por las injustas condiciones económicas, sociales y políticas. De esta manera, la lucha por la liberación se tradujo, en buena medida, en lucha contra la pobreza, la miseria –que son formas de la “violencia institucionalizada”–, el “imperialismo” y las “oligarquías” nacionales, promotores del colonialismo y de la dependencia.

El Catolicismo: un partidario de las orientaciones conciliares

El Catolicismo, periódico de la Arquidiócesis de Bogotá, se había destacado por brindar a sus lectores una amplia información sobre el desarrollo de las sesiones; pero sobre todo, sus páginas dejaban aparecer una gran simpatía por las reformas que se estaban adoptando desde Roma. El Catolicismo, por consiguiente, se convirtió en uno de los principales abanderados de la causa conciliar, causa que tuvo oportunidad de seguir muy de cerca, pues uno de sus directores, el presbítero Mario Revollo, era también director del Centro de Información del Concilio para América Latina. El diario exhortaba al episcopado a adoptar los cambios sin vacilaciones; más aún, pedía acabar con las prácticas y comportamientos vetustos. Y, en lo que ya era una clara extralimitación de lo que debían ser sus modestas funciones, El Catolicismo se atrevió a exigir que los cambios decretados en el Concilio tenían que ser aplicados cuanto antes, pues eran obligatorios.3

Relacionados a veces con las teologías de la liberación, aparecieron, en el extremo del catolicismo de izquierda, sectores radicales armados, muy influenciados por el impacto de la Revolución Cubana y por los escasos logros alcanzados por la Democracia Cristiana en Chile. La represión de los gobiernos acrecentó en ellos los deseos y la impaciencia por cambiar el mundo. Camilo Torres en Colombia, los cristianos revolucionarios de la Junta Sandinista en Nicaragua, y otros más, son ejemplos de esta forma de catolicismo militante.

A comienzos del mes de septiembre de 1966, el cardenal Concha, arzobispo de Bogotá, el mismo que había enfrentado a Camilo Torres, exigió la renuncia de los directores de El Catolicismo y ordenó su clausura, precisando que “es claro que la orientación ideológica que [los directores] han querido dar al periódico en los últimos tiempos trae serios inconvenientes que me siento, como arzobispo, en la obligación de evitar”.4

La radicalización de varios sectores de la Iglesia tenía que provocar roces y enfrentamientos con la clase política tradicional, la misma que hasta entonces había sido la gran aliada de los prelados. De esta manera, en los años sesenta el rival de la Iglesia ya no era el mismo de antes. Si durante el siglo XIX y la primera mitad del XX su principal contendiente fue el liberalismo anticlerical, ahora la Iglesia se enfrentaba al Estado y a las élites, debido al compromiso social que asumieron algunas corrientes clericales, deseosas de convertirse en las protectores y voceras de los sectores populares (Loaeza 2008, 415).

Los “peros” del episcopado La censura a quienes se mostraban muy efusivos con las tesis conciliares era perfectamente consecuente con las posturas que había adoptado el episcopado tan pronto conoció los documentos de Vaticano II. En ese momento, el malestar invadió a los prelados colombianos, a pesar de que rápidamente intentaron desarrollar un discurso aprobatorio y entusiasta. El mismo discurso, lleno de “peros” y de advertencias, demuestra que, en el fondo, las reticencias y la hostilidad eran muy grandes, lo que impidió que se dieran las bases para acoger favorablemente los cambios propuestos en Roma y en Medellín.

Al menos eso fue lo que sucedió allí donde el episcopado resolvió replantear su papel en la sociedad y asumir realmente un compromiso más decidido con la justicia social y otros valores de la democracia. Los prelados colombianos fueron una de las excepciones más evidentes en el continente.

3 La adhesión de El Catolicismo a los principios conciliares se observa en muchos otros aspectos. El periódico publicó entrevistas y artículos de destacados intelectuales católicos partidarios de la renovación (como el cardenal Agustín Bea y el teólogo Hans Küng), y dio una amplia cabida a los textos conciliares y a los pronunciamientos papales. 4 El Espectador, 12 de septiembre de 1966.

2 “Sacerdotes para el Tercer Mundo” (Argentina), “Golconda” (Colombia), “ONIS” (Perú), “Cristianos por el Socialismo” (Chile), “Sacerdotes para el Pueblo” (México), etcétera. 85


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La primera reunión posconciliar de los prelados colombianos se llevó a cabo a mediados de 1966. En ella, los jerarcas dieron a conocer al clero y a los fieles las nuevas orientaciones que habrían de tomarse a la luz de Vaticano II. De entrada, el énfasis fue puesto no en la necesidad de adoptar los nuevos mensajes, sino en las enormes dificultades para ponerlos en práctica, o más exactamente, en los graves riesgos en que se incurriría si se aplicaban.

la mañana” en el seno de una población educada “durante siglos en un Catolicismo tradicional”; y añadía que, dada la ignorancia de la mayoría de los católicos relativa “al trato con los hermanos separados”, “los resultados de una colaboración repentina podrían desembocar en un indiferentismo peligroso del que se notan ya bastantes síntomas”. A estos factores se sumaban las conductas agresivas, las “calumnias” contra el catolicismo, el daño a la Iglesia, etc. Existían, pues, muchas “circunstancias agravantes”, como dice el informe, que “vuelven a aconsejarnos suma cautela en el trato con estos hermanos separados” (Conferencia Episcopal de Colombia 1984b, 217).

En esta renovación se presentan tres principales obstáculos: el poner la confianza más en los medios humanos que en Dios; el aferrarse a lo existente, como si la Iglesia y los citadinos hubiéramos alcanzado ya la perfección divina; y el deseo de la novedad por la novedad misma, como si todo cambio en la Iglesia no debiera provenir de un momento previo del Espíritu que la guía (Conferencia Episcopal de Colombia 1984a, 141).

Libertad religiosa. Según declaraciones del diario El Catolicismo, que seguía muy de cerca el desarrollo del Concilio, los prelados colombianos se apartaron de los debates sobre libertad religiosa: prefirieron ausentarse de la sesiones o guardar un gran silencio durante las discusiones conciliares, a pesar, agrega el diario, de que estaban inscritos entre los oradores. Un poco tardíamente, “a los cinco días de discusión”, los jerarcas colombianos decidieron enviar un texto para dar a conocer su opinión. El obispo de Cúcuta, monseñor Pablo Correa, en nombre de todo el episcopado, presentó una moción en la que, en primer lugar, rechazaba toda forma de coacción en materia religiosa y abogaba por la libertad de conciencia, tal como lo había expresado el Concilio. Sin embargo, a renglón seguido, el documento emitía una serie de dudas sobre el texto aprobado por Vaticano II. En particular, los obispos colombianos pedían que el tema de la libertad religiosa no se tratara sólo desde la perspectiva social o jurídica, sino predominantemente desde el punto de vista moral. Puesto que en Colombia el proselitismo protestante ejercía muchas presiones, según la moción, era conveniente que la declaración final sobre libertad religiosa recalcara estos tres principios:

El mensaje es muy claro: la insistencia en lo divino, en lo trascendental, buscaba minimizar los problemas que enfrentaban los hombres en su vida cotidiana. Una manera, no muy sutil, de seguir defendiendo el orden establecido, como se observa, por ejemplo, en lo relacionado con la apertura religiosa, un punto central en la reorientación del catolicismo. Ecumenismo. En los documentos del clero colombiano emitidos después de 1965, la percepción sobre las otras religiones, incluido el protestantismo, seguía dominada por un profundo recelo. En ocasiones, cuando se adoptaba un tono más condescendiente con respecto a las religiones no católicas, parecía más un acto de tolerancia con el “error” que una verdadera disposición al diálogo entre iguales. En el documento sobre “la Iglesia que todos debemos construir”, el episcopado afirmó que era necesario fortalecer el estudio de la doctrina católica “para hacer de nuestras creencias cristianas convicciones sólidas, de modo que las puertas abiertas al diálogo ecuménico y a la libertad religiosa, no sirvan para salir los que están dentro, sino para que puedan entrar los que están separados del redil de la única y verdadera Iglesia de Jesucristo”. Y agregó a continuación que si la fe es “auténtica y madura”, “segura en la posesión de la verdad y en la fuerza de la gracia, puede tender la mano a todos los hombres, no para comulgar con sus errores, pero tampoco para perseguirlos por ellos, sino para atraerlos” (Conferencia Episcopal de Colombia 1984a, 143).

a) La única verdadera Iglesia de Cristo es la Católica […]; b) El hombre no puede equiparar lo falso y lo verdadero, sino que ha de procurar formarse un criterio de las cosas religiosas de acuerdo con la verdad objetiva; c) En el orden civil se ha de reconocer la libertad de todos los hombres, para que juzguen de las cosas rectas según su recta conciencia, excluida toda coacción o injusta restricción de carácter extrínseco.5

El Catolicismo precisa que, en total, fueron 31 los firmantes del documento enviado por monseñor Correa.

El mismo documento insistía en las dificultades que había para establecer el ecumenismo de la “noche a

5 El Catolicismo, 7 de octubre de 1965. 86


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Teniendo en cuenta que dos meses después, con motivo de la clausura del Concilio, el número de los prelados colombianos presentes en Roma era de 35, se puede afirmar que este documento era altamente representativo del episcopado colombiano, conformado aproximadamente por 55 obispos.6

un documento a la Conferencia, en el que analizaba la situación del continente. Su contenido dejaba al descubierto el desfase entre las posiciones mayoritarias de los obispos y las concepciones de las jerarquías colombianas. El “Documento mayoritario del episcopado colombiano”, conocido extraoficialmente como el “contradocumento”, comienza, como siempre, apoyando los puntos de vista de sus colegas: es cierto que el continente afrontaba muchos problemas de orden social, político y económico, lo que había provocado “un vehemente deseo de superar las inveteradas condiciones del subdesarrollo”. Ante tantas injusticias, se hacía imprescindible una mayor intervención del Estado, así como una actitud más crítica de la Iglesia (s. a. 1968c). Luego de las palabras de rigor, el episcopado exponía lo que realmente pensaba. Privilegiar demasiado una visión pesimista, centrada esencialmente en las cuestiones sociales, no resultaba conveniente para describir la realidad latinoamericana: “La proclividad a buscar explicación a nuestro desarrollo exclusivamente en la inequitativa distribución del ingreso es una tendencia demasiado fácil que distorsiona el estudio, desfigura el problema y puede malograr las posibilidades del continente”. Las consecuencias de tal diagnóstico podían resultar peligrosas: al señalar como única causa interna los desequilibrios sociales, se “estimula la discordia, enfoca todos los esfuerzos hacia una lucha intestina, y esteriliza muchas de las posibilidades de una acción fraterna” (s. a. 1968c, 521-522). Por otra parte, los jerarcas colombianos consideraban que la “caridad” constituía un factor esencial en la tarea social y para la búsqueda de la armonía entre clases:

Enseguida, el semanario dio a conocer otra moción sobre el mismo tema, firmada por el arzobispo Aníbal Muñoz, pero esta vez en representación de unos setenta padres de América Latina. Al igual que en el documento anterior, Muñoz manifestaba que, teniendo en cuenta la realidad concreta de América Latina”, la declaración conciliar podía acarrear “consecuencias prácticas llenas de peligros en el orden pastoral […]. El texto de la declaración, tal como está, no puede producir buenos frutos en la vida católica del continente. No puede darse pie a la sospecha de que el Concilio afirme que todas las religiones tienen los mismos derechos, porque ello produciría una gran decepción en los fieles, que esperan la afirmación del derecho a la libertad para la única verdadera Iglesia de Cristo.

De no ser modificado el texto, el indiferentismo y el subjetivismo se acelerarían, y las relaciones Iglesia-Estado, así como los concordatos, no tardarían en ser cuestionados. El Catolicismo, que hasta el momento había evitado emitir un juicio de valor sobre las declaraciones de los prelados colombianos, concluyó afirmando, en forma de lamento, que la opinión del país podía “apreciar la línea en que se mueve su Episcopado”.7 Vemos, entonces, que mientras las corrientes renovadoras del Concilio fomentaban de manera decidida el acercamiento ecuménico y favorecían explícitamente la libertad religiosa, el episcopado colombiano seguía privilegiando una visión sectaria y excluyente. La misma actitud de desconfianza frente a las propuestas innovadoras se dio con relación a las decisiones de Medellín.

Al describir los conflictos de intereses entre personas o entre grupos sociales, la Iglesia debe recordar siempre su mensaje de amor, para que de las injusticias surja el deseo ferviente de solucionarlas y no el amargo anhelo de la venganza; para que el análisis de los males presentes sea fuente de remedios positivos y no origen de rencores y estériles desasosiegos (s. a. 1968c, 515).

El “contradocumento” Una vez iniciada la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, la Iglesia colombiana envió

Y, en la parte final, el “contradocumento”, lejos de reconocer alguna responsabilidad de la Iglesia en el proceso histórico, exaltaba los innumerables aportes de la Iglesia a los diferentes pueblos de la región.

6 Entre los firmantes, figuran seis arzobispos, destacándose Aníbal Muñoz, presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana; también firmó Gerardo Valencia Cano, quien pocos años después lideraría el grupo “Golconda”, conformado por sacerdotes y laicos claramente influenciados por ideas de izquierda. 7 El Catolicismo, 7 de octubre de 1965.

El problema social y los sectores contestatarios A partir de mediados de 1967, el episcopado colombiano mostró un repentino interés por el tema social, sumándose así a la oleada de críticas que denunciaban la 87


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pauperización creciente de la población. La XXIII Conferencia Episcopal emitió un documento en el que se aprecia claramente un giro en este tema, al insistir en la necesidad de abordar el problema agrario desde las ciencias sociales y proceder, luego, a una reforma de la propiedad rural (Conferencia Episcopal de Colombia 1984c, 359-360), reforma que ya estaba adelantando el gobierno de Carlos Lleras.

Pero un seguimiento a los pronunciamientos de las jerarquías, individuales o colectivos, permite apreciar que, más allá de los textos puntuales de 1967 y 1969, no hubo un verdadero compromiso con ese tipo de declaraciones. En otras palabras, tales manifestaciones carecieron de una incidencia profunda, duradera, en las posiciones de las jerarquías. De manera que la vigencia del catolicismo tradicional, temeroso de identificarse con las posturas contestatarias de otros sectores, siguió siendo el rasgo distintivo del episcopado colombiano. Sólo a finales de los años ochenta y, sobre todo, a comienzos de los noventa, se apreciaría finalmente un compromiso decidido, abierto, con las exigencias de una sociedad más justa e incluyente.

Sin embargo, otro documento hacía un llamado a no exagerar la magnitud de las dificultades materiales. El interés acordado frente a los problemas sociales y temporales del hombre no debía extralimitarse. De lo contrario, se corría el riesgo de olvidar la dimensión trascendental del ser humano y del mundo. El peligro aumentaba cuando la gravedad de la cuestión social llevaba “a acogerse a doctrinas sin Dios, que se presentan como redención social” (Conferencia Episcopal de Colombia 1984d, 432-434). El tono cauteloso aludía a las “doctrinas sin Dios” que parecían proliferar a finales de los años sesenta, y su manifestación más clara la constituía el creciente número de sacerdotes dispuestos a asumir una posición más crítica, a rebelarse contra las autoridades eclesiásticas, decididos a convertirse en los “verdaderos voceros” de los sectores populares. Golconda –compuesto de unos cincuenta sacerdotes encabezados por el obispo de Buenaventura, monseñor Gerardo Valencia– y Sacerdotes para América Latina (SAL) se vieron así llamados al orden.

Comentarios finales. El regreso al orden El episcopado colombiano debió sentir un profundo alivio cuando, pasada la tempestad de los sesenta, las cosas volvieron al orden a comienzos de la siguiente década. En América Latina, el CELAM cayó en las manos de una figura identificada con los postulados más reaccionarios de la Iglesia: el colombiano Alfonso López Trujillo, quien no tardó un solo instante en barrer del mapa a los sectores progresistas. Acalladas las voces más representativas de la teología de la liberación en América Latina, en una arremetida que contaría con el firme apoyo de Juan Pablo II a partir de su elección, en 1978, los sectores “rebeldes” se vieron deslegitimados y cada vez más aislados. En Colombia, donde tales expresiones nunca habían alcanzado las dimensiones que tuvieron en otros países del área, las corrientes estilo Golconda y SAL se fueron debilitando y apagando sin mucho ruido.

En 1969, el episcopado dio a conocer otro documento aún más significativo, que debía permitir a la Iglesia “reflexionar sobre la realidad nacional según el espíritu del Concilio y de la Conferencia de Medellín”. Se trata de un texto muy importante, al menos en cuanto al discurso, en el que se aprecia una actitud crítica frente a la realidad del país e, incluso, frente al papel de la propia Iglesia (Conferencia Episcopal de Colombia 1984e, 539-540). El diagnóstico sobre los diferentes problemas que aquejaban a la sociedad y a la institución eclesiástica se hizo desde una perspectiva que tuvo muy en cuenta a las ciencias sociales: de ahí su pretensión, gracias a datos y estadísticas, de ser “objetivo”, su deseo de considerar siempre la complejidad del contexto. De la misma manera, el episcopado comenzaba a hablar de “violencia institucionalizada”, retomando así el término utilizado profusamente por los partidarios de la teología de la liberación. Y, como Medellín 1968, criticaba la “dicotomía entre Iglesia y mundo”, reconociendo que el clero tendía a alejarse de las preocupaciones de la población (Conferencia Episcopal de Colombia 1984e, 597).

¿Triunfó, entonces, el episcopado? Y, de ser así, ¿de qué clase de triunfo se trata? Queda claro que las posturas tradicionales, temporalmente cuestionadas, lograron imponerse y se liberaron, durante unos buenos años al menos, de los cuestionamientos internos. Pero el reino del tradicionalismo tuvo un costo. El episcopado colombiano, al rechazar la renovación, cerró las puertas a un protagonismo que, además de contribuir al fortalecimiento de la institución eclesiástica, le hubiera permitido tener un papel decisivo en los procesos de modernización y de ampliación de la democracia, que era lo que estaba en juego en los álgidos debates de la época. Refugiada en posiciones defensivas, dominada por los prejuicios, presta a condenar cualquier “desviación”, la Iglesia católica colombiana mantuvo el mismo discurso 88


El episcopado colombiano en los años 1960 Ricardo Arias Trujillo

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excluyente, así como su pretensión de entrometerse en los asuntos propios de la vida privada. Mantuvo, igualmente, una distancia enorme frente a la protesta social y las reivindicaciones de los sectores populares, a las que seguía mirando con una profunda desconfianza. Asimismo, perseveró en sus intenciones de intervenir en todo tipo de decisiones del individuo y del ciudadano, como si éste no fuera libre, como si no fuera responsable, como si sus opciones, tomadas libre y autónomamente, fueran necesariamente equivocadas, malsanas, peligrosas. Ante semejante individuo, era necesario una Iglesia paternalista, una fuerza tutelar, pero sobre todo, una institución coercitiva. Sin abandonar todas estas pretensiones –“derechos”, dicen los prelados–, es evidente que la Iglesia, en la última década del siglo XX, aceptó, por fin, algunos de los postulados propuestos en el Concilio Vaticano y en la reunión de Medellín.

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La impronta de Carlos Lleras Restrepo en la economía colombiana de los años sesenta del siglo XX Carlos Caballero Argáez

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La impronta de Carlos Lleras Restrepo en la economía colombiana de los años sesenta del siglo XX Por Carlos Caballero Argáez * Fecha de recepción: 25 de febrero de 2009 Fecha de aceptación: 21 de abril de 2009 Fecha de modificación: 15 de junio de 2009

Resumen Carlos Lleras Restrepo es el mandatario emblemático de los años sesenta del siglo XX en Colombia. Su impronta como gobernante quedó grabada y perduró en el país hasta 1990 pero su influencia en la conducción de la economía colombiana fue notoria desde los años treinta del siglo anterior. Este ensayo se refiere, precisamente, a la trayectoria intelectual de Carlos Lleras Restrepo entre los años treinta y los sesenta del siglo XX. Se detiene sobre la formación de su concepción de la intervención del Estado en la economía, antes de describir la evolución de la economía colombiana en la segunda mitad de los años sesenta, durante su período presidencial, y detallar dos de los principales aportes de Lleras en la creación de la institucionalidad para el manejo de la política económica: el “Estatuto Cambiario” de 1967 y la Reforma Constitucional de 1968, que otorgó rango constitucional a la planeación económica en Colombia. Se comenta también sobre el estilo presidencial de Lleras Restrepo y el papel asignado por él a la tecnocracia en la conducción de la economía. El ensayo confirma la importante contribución de Lleras a la construcción de un Estado moderno en Colombia.

Palabras clave: Estado, intervención, planeación, tecnocracia.

Carlos Lleras Restrepo’s Mark on the Colombian Economy in the 1960s

Abstract Carlos Lleras Restrepo is the emblematic Colombian president of the 1960s. The mark he made lasted until 1990, but his influence on the management of the Colombian economy started in the 1930s. This article focuses on the intellectual evolution of Carlos Lleras Restrepo between the 1930s and the 1960s. It examines the development of his concept of state intervention in the economy; describes the evolution of the Colombian economy in the second half of the 1960s while he was president; and provides details about two of his main contributions to the creation of Colombia’s economic institutions: the Foreign Exchange Code of 1967 and the Constitutional Reform of 1968, which made economic planning constitutionally mandatory. Lleras Restrepo’s presidential style and the role he gave technocrats in the management of the economy is also briefly discussed. The article confirms Lleras Restrepo’s important contribution to building a modern state in Colombia.

Key Words: State, Economic Intervention, Planning, Technocracy.

A marca de Carlos Lleras Restrepo na economia colombiana dos anos sessenta do século XX

Resumo Carlos Lleras Restrepo é o governante emblemático dos anos sessenta do século XX na Colômbia. Sua marca como governante ficou grava e perdurou no país até 1990, mas sua influência na condução da economia colombiana foi notória desde os anos trinta do século anterior. Esse trabalho se refere, justamente, à trajetória intelectual de Carlos Lleras Restrepo entre os anos trinta e sessenta do século XX. Nomeadamente, trata sobre a formação de sua idéia acerca da intervenção do Estado na economia, antes de descrever a evolução da economia colombiana na segunda metade dos anos sessenta, durante seu período presidencial, e detalhar dois das principais contribuições de Lleras na criação da institucionalidade para o gerenciamento da política econômica: o “Estatuto Cambial” de 1967 e a Reforma Constitucional de 1968, que conferiu rango constitucional ao planejamento econômico na Colômbia. Discute-se também sobre o estilo presidencial de Lleras Restrepo e o papel que ele atribui à tecnocracia na condução da economia. O trabalho confirma a notável contribuição de Lleras para a construção de um Estado Moderno na Colômbia.

Palavras chave: Estado, intervenção, planejamento, tecnocracia. * Ingeniero Civil, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Master of Science, Universidad de California, Berkeley, Estados Unidos; Master of Public Affairs, Princeton University, Estados Unidos. Actualmente se desempeña como director de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes, como estudiante de la Maestría de Historia de la misma Universidad y como columnista regular del periódico El Tiempo, Bogotá, Colombia. Entre sus publicaciones más recientes están: Memorias incompletas. Crónica sobre el amanecer del siglo XXI en Colombia. Bogotá: Norma, 2007; y varios capítulos en el libro 50 Años. Departamento Nacional de Planeación. Bogotá: DNP, 2009. Correo electrónico: ccaballero@uniandes.edu.co.

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nejo de la economía. El ensayo concluye confirmando la contribución de Lleras en la construcción del Estado en Colombia.

Lleras Restrepo, su trayectoria temprana y su concepción del papel del Estado

arlos Lleras Restrepo fue uno de los grandes estadistas colombianos y latinoamericanos del siglo XX. Al conocimiento que tuvo de la organización del Estado, producto de su profesión de abogado y de su temprana vinculación a la actividad política en Colombia, se sumaron sus habilidades para la hacienda pública y su inquietud, también temprana, por los problemas económicos internacionales.

Lleras Restrepo inició su vida política en 1929, a los veintiún años, cuando fue designado vicepresidente de la Convención Nacional del Partido Liberal que se reunió en Apulo, Cundinamarca. Sin recibir aún su título de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales, ya se había desempeñado como empleado de la redacción de El Tiempo y como presidente del Congreso Nacional de Estudiantes y de su Comité Ejecutivo Nacional.

Carlos Lleras participó en el proceso político que culminó con la organización del Frente Nacional y en el arreglo institucional que estuvo vigente en Colombia entre 1958 y 1974, y cuyo fin fue encauzar la transición de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla hacia una democracia plena. Lleras Restrepo colaboró activamente en la construcción de las instituciones políticas, económicas y administrativas que se implantaron en el país durante el Frente Nacional. Como presidente de la República entre 1966 y 1970 llevó a la práctica buena parte de las ideas y los programas fundamentales acordados entre los dos partidos tradicionales en Colombia, el Liberal y el Conservador.

1929 fue un año aciago para el mundo por el desplome de la Bolsa de Nueva York y el inicio de la “Gran Depresión” de finales de los años veinte y principios de los treinta del siglo pasado. El manejo de la crisis económica en Colombia implicó la adopción de múltiples medidas por parte del Gobierno y del Congreso. Si bien el Banco de la República había comenzado a operar en 1923, con la crisis surgieron el control de cambios internacionales, los préstamos directos del Banco de la República al Gobierno, el recorte de las deudas privadas, la moratoria de la deuda externa, los depósitos de importación, la elevación de las tarifas arancelarias y la protección de la naciente industria en el país.

En 1966, al asumir la Presidencia de la República, Lleras Restrepo hizo frente a una situación de deterioro en la balanza de pagos del país y diseñó el “Estatuto Cambiario”, o Decreto 444 de 1967, un sistema integral de control de los cambios internacionales de divisas. La Reforma Constitucional de 1968 incorporó en la Carta, además, instrumentos fundamentales para una conducción ordenada de la economía. Y la reforma administrativa que le siguió armó la estructura de un conjunto de entidades estatales a través de las cuales, mediante la vinculación de una tecnocracia moderna, Lleras consideró que debería manejarse el Estado.

La intervención del Estado se había puesto de moda en el mundo a partir de 1914. La Primera Guerra Mundial originó la utilización de “técnicas mediante las cuales la vida económica y política de una sociedad podía ser efectivamente dirigida por el Estado” (Skidelsky 1995, 46). La pregunta, entonces, fue si un Estado que podía organizar a la sociedad para la guerra podía hacerlo también para la paz. El Estado se convirtió en un agente de gran influencia en la orientación y la vida de los individuos en numerosos países. Circunstancias que harían difícil regresar al modelo liberal del siglo XIX y darían lugar, en cambio, a nuevas alternativas de organización estatal alrededor del mundo con base en la intervención del Estado, bien se optara por las reformas liberales o por los modelos totalitarios, el comunismo o el fascismo (Skidelsky 1995, 336).1

Este texto se refiere a la trayectoria de Carlos Lleras Restrepo entre los años treinta y los sesenta del siglo XX. Se detiene sobre la formación de su concepción de la intervención del Estado en la economía. Posteriormente se describe la evolución de la economía del país en la segunda mitad de la década de los sesenta y se detallan los principales aportes de Lleras al manejo de la economía durante su gobierno. En las últimas secciones se hacen algunos comentarios sobre el estilo presidencial de Lleras Restrepo y el papel que otorgó a la formación de una tecnocracia moderna para el ma-

1 Para este autor, “en muchos aspectos el fascismo resultó un mejor modelo para los países en desarrollo que el comunismo, por cuanto permitía el control estatal de la actividad productiva sin nacionalizar toda la economía” (Skidelsky 1995, 48). 92


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En 1935 una reforma tributaria elevó en Colombia los impuestos directos. Posteriormente, en 1936, la Reforma Constitucional incorporó el concepto de que la propiedad tenía una función social e impuso a las autoridades nacionales la obligación de asegurar el cumplimiento de los derechos sociales. Carlos Lleras Restrepo colaboró en la Cámara de Representantes en la discusión y aprobación de ambas reformas. Fue ponente de los proyectos de ley que integraron la reforma tributaria, lo que dio lugar a dos publicaciones sobre el tema y a su elección en 1936 –y su reelección en 1937– como Contralor General de la República (Lleras 1982a, XL).2

Para Lleras Restrepo, la “economía de guerra” no traía consigo: […] una alteración superficial en el funcionamiento de los mecanismos ordinarios, sino un cambio profundo […] Ganar la guerra es la sola finalidad, y a ello se subordina todo lo demás sin excepción alguna. Este hecho fundamental implica las más profundas alteraciones […] la producción no se orienta bajo la influencia del provecho, porque hay artículos que deben conseguirse a toda costa; las necesidades individuales, aún estando respaldadas por una real capacidad y un poder de compra efectivo, se ven limitadas en su satisfacción, porque muchos bienes se sustraen por virtud de reglamentaciones drásticas a la demanda civil, y, consecuencialmente, se rompe el mecanismo ordinario de la formación de los precios. (Lleras 1982b, 7).

Emergió, entonces, la convicción de Lleras sobre la necesidad de la vigorosa acción del Estado para promover el avance económico y el progreso social, lo mismo que su preocupación por el buen funcionamiento del Estado, el control de la ejecución del gasto y la eficiencia de la inversión pública. Esta última se hizo evidente en su libro La estadística nacional, en el cual se refirió a la racionalización de la inversión estatal y, específicamente, a la necesidad de un

En sus memorias Lleras se refirió igualmente a las actuaciones específicas que era necesario emprender para hacer frente a las consecuencias económicas de la guerra. Especialmente, a los controles y a la regulación de la exportación de café, al racionamiento de las importaciones, a la racionalización de los medios de transporte y a la organización y el fomento de la producción para el consumo doméstico, lo mismo que la aplicación de sustitutos en la satisfacción de algunas necesidades. Estas actuaciones darían lugar a la creación de la Superintendencia Nacional de Importaciones (que durante la administración de Lleras Restrepo en la segunda mitad de los sesenta se convertiría en el Instituto Colombiano de Comercio Exterior, INCOMEX), entidad que tendría, además, funciones de control de precios de los artículos importados (Lleras 1982b, 156).

órgano de control técnico, libre de todo interés político, respetable, enérgico, que vigile permanentemente a los ejecutores de la labor administrativa, que esté en capacidad de conjurar a tiempo cualquier error y sea el informador permanente, ante el Congreso y ante la opinión pública, acerca de la acción oficial, de su eficacia y de sus defectos (Rosas 2008, 415).3

La crisis de 1929 y la Gran Depresión profundizaron, entonces, la tendencia a la intervención del Estado en el manejo económico tanto en los países con gobiernos autoritarios como en aquellos en los cuales se mantuvo la democracia liberal. A ello contribuyó adicionalmente, unos años más tarde, el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Y Lleras Restrepo habría de ser, precisamente, el responsable del manejo de la economía colombiana durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial, en su calidad de ministro de Hacienda de la administración de Eduardo Santos, 1938-1942. Así lo describe con detalle exhaustivo en sus memorias del Ministerio correspondientes a los años de 1940 y 1942.

Las concepciones de Lleras Restrepo con respecto a la organización y el manejo del Estado se reflejaron en la estructura institucional que diseñó a su paso por el Ministerio de Hacienda; buena parte de ésta habría de permanecer sin cambios sustanciales durante los siguientes cincuenta años. Entre aquellas entidades que se crearon a raíz de la guerra, hay que mencionar el Fondo Nacional del Café y el Instituto de Fomento Industrial, IFI. Simultáneamente con la suscripción del Convenio Internacional de Cuotas Cafeteras en noviembre de 1940, se creó el primero y se establecieron los impuestos que lo financiarían para hacer posible la intervención en la compra de café en el mercado interno y su retención, y, por ende, el cumplimiento de lo estipulado en el Convenio. En el campo de la producción industrial, el Gobierno, ante el desabastecimiento de ciertos productos

2 “El Informe relativo al proyecto de ley por el cual se aumenta la tarifa vigente del impuesto sobre la renta”, en 1935, y “La reforma tributaria ante la Cámara de Representantes – Tres informes de la Comisión Especial de Impuestos”, en 1936. 3 El libro La estadística nacional, Su organización y sus problemas, publicado por la Contraloría General de la Nación en 1938, es, en mi opinión, uno de los más importantes de Lleras Restrepo y denota la profundidad y extensión de su conocimiento de la economía y la hacienda pública. 93


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esenciales –las llantas, por ejemplo–, dio un paso más avanzado y creó el IFI, abriendo la posibilidad de que el Estado participara de manera directa en la producción básica y en la transformación de materias primas nacionales y extranjeras.

a requerir un largo período de transición para alcanzar un cierto grado de estabilidad cambiaria en el mundo, “durante el cual tendrán forzosamente que supervivir los controles, las prácticas bilaterales y la congelación de fondos” (Lleras 1981a, 42 y 80).4

Al dejar el Ministerio de Hacienda en agosto de 1942, Lleras Restrepo tenía una concepción clara de la necesidad, en ese momento histórico, de la intervención del Estado en la economía, un conocimiento detallado de la organización del Estado en Colombia y una visión sobre la manera de administrarla, en la búsqueda de la eficiencia de su acción. En los años siguientes se dedicaría con mayor intensidad a la política y a la actividad privada. Lo que le dejaría tiempo, sin embargo, para interesarse en los temas del comercio exterior y de la reorganización de la economía internacional.

Lleras se impregnó del espíritu de Bretton Woods. Esto explica, en buena parte, su gran conocimiento de los temas cambiarios y la velocidad con la cual su gobierno adoptó, en marzo de 1967, el Estatuto Cambiario. En la conferencia ya mencionada, Lleras Restrepo comentó que la función de los controles de cambio iba “mucho más allá de la acción estabilizadora”, porque éstos constituían un “freno para contener los movimientos de capital originados en causas económicas, políticas o de especulación” (Lleras 1981b, 106).5 Adicionalmente, consideró que el control de cambios producía otras formas de regulación comercial, como el control de las importaciones. De manera que, si bien pensaba que era necesario eliminar ciertas limitaciones a los giros al exterior por concepto de operaciones de la cuenta corriente de la balanza de pagos, afirmaba igualmente que era:

Lleras Restrepo en Bretton Woods y en otras conferencias internacionales

Carlos Lleras Restrepo participó en reuniones económicas internacionales cruciales en la suerte económica del mundo de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Estuvo en calidad de presidente de las delegaciones colombianas en foros como el de Bretton Woods, en julio de 1944; la primera Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Londres, en enero de 1946; la Conferencia Mundial de Comercio y Empleo en La Habana, en noviembre de 1947, y la Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, en marzo de 1964.

Indispensable mantener el control de las importaciones, entre otras cosas para evitar que las compras exageradas en el extranjero nos lleven de nuevo, obligadamente, a recurrir a restricciones de cambio. No debemos comprar sino lo que podemos pagar. Pero debemos pagar sin restricciones ni demoras todo lo que compremos (Lleras 1981b, 116).

La desigualdad entre los países participantes en el comercio mundial fue otra de las grandes inquietudes de Lleras. En la Conferencia Mundial de Comercio y Empleo de La Habana, en noviembre de 1947, Lleras argumentó que las restricciones al comercio no se adopta-

La reunión de Bretton Woods en julio de 1944 dio origen al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. El interés de Lleras Restrepo, además de aquel relacionado con la normalización del funcionamiento de la economía mundial y del comercio internacional, fue “defender, frente a lo que tendría que ser la gran demanda de recursos para la reconstrucción, lo que nosotros necesitábamos para nuestro desarrollo” (Lleras 1988, 156).

4 De acuerdo con Lleras (1981a), “las fórmulas que el Acuerdo sobre el Fondo Monetario Internacional consagra en materia de estabilidad en los tipos de cambio representan indudablemente una transacción entre extremos puntos de vista. No es posible aspirar a una estabilidad rígida, y prima el concepto de que la estabilidad en sí misma no es el objetivo final […] Pero ha quedado consagrado un principio esencial: el de que las modificaciones en los tipos de cambio, como no son cosa que interese tan sólo a un país, tienen que ser objeto de examen, de control y de acuerdos internacionales”. Extracto de las conferencias dictadas por el doctor Carlos Lleras Restrepo, en la serie de exposiciones sobre los “Problemas económicos de la post guerra”, organizadas por el Instituto de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, Bogotá, julio de 1945. Ver Lleras (1981a). 5 Igualmente, Lleras recordó que en la aplicación del control de cambios deberían separarse tres grupos definidos sobre los cuales actuar: el de las transacciones corrientes, el de las inversiones y “los movimientos bruscos de fondos que pasan de un mercado a otro, la fuga del ‘hot money’” (Lleras 1981b, 43).

En una conferencia que dictó el doctor Lleras Restrepo en la Universidad Nacional en Bogotá en julio de 1945 señaló la imposibilidad de un regreso a la ortodoxia clásica, anterior a la Primera Guerra Mundial y a la crisis de 1929. Expuso, por ejemplo, que ya no se consideraba que la estabilidad del tipo de cambio fuera un “objetivo principal de la política económica”, pero sí que los controles contribuirían a lograr dicha estabilidad. Fue también de la opinión de que se iba 94


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ban “por capricho sino por el imperio de la necesidad”, subrayando “el contraste entre la vaguedad declamatoria con que se enuncian los compromisos de cooperación y la energía de los procedimientos coactivos que restringen la libertad de acción de los participantes para defender sus propias economías o estimular el progreso de las mismas” (Lleras 1981b, 134). En vista de lo anterior, reconoció la necesidad de la “ayuda gubernamental en forma de medidas protectoras para desarrollar ciertas ramas de la industria o de la agricultura” (Lleras 1981b, 106-107). Éste era, para él, el tema trascendental de la Carta de Comercio y Empleo (Lleras 1981b, 107).6

1964 en donde Lleras Restrepo, hablando en nombre de 19 países de América Latina, subrayó la necesidad de “fomentar la exportación de las manufacturas y semimanufacturas de los países en desarrollo” y, por consiguiente, de lograr la aplicación en la práctica de fórmulas para acceder a los mercados internacionales y la aceptación del principio de la no reciprocidad por parte de los países en desarrollo (Lleras 1981b, 134). La participación de Lleras Restrepo en las conferencias internacionales mencionadas, y en otras regionales, complementó, entonces, su gran conocimiento de la organización del Estado en Colombia y amplió su visión sobre la política económica, la política de comercio exterior y la necesidad de negociar términos favorables para el acceso de los productos de exportación colombianos a los mercados internacionales, lo mismo que sobre la defensa de la producción nacional frente a la competencia extranjera.

En la primera Asamblea General de las Naciones Unidas, que tuvo lugar en Londres en 1946, Lleras Restrepo se adentró en los problemas del desarrollo de los países atrasados, para llamar la atención sobre la necesidad de la solidaridad de las naciones más avanzadas. Insistió, una y otra vez, en que, además de la tarea de reconstrucción de las economías devastadas por la guerra y de la reorganización de la economía mundial, había también “una gran tarea de desarrollo”, lo cual originaba “el deber imperioso de buscar para la una [la reconstrucción] y para la otra [el desarrollo] fórmulas de cooperación entre todos” (Lleras 1981b, 99-100).

Lleras Restrepo se sincronizó con el pensamiento económico latinoamericano de los años cincuenta y sesenta. Conoció a Raúl Prebisch cuando éste regresaba a Argentina de su viaje a México en 1944 –después de caer en desagracia en Buenos Aires– e hizo una escala en Bogotá. Desde ese momento Lleras compartió con Prebisch “la determinación de promover el desarrollo económico de la región y la creencia de que América Latina había salido de la Gran Depresión con la suficiente experiencia como para ser exitosa en el logro de ese propósito” (Dosman 2008, 194). Además, acompañó al mismo Prebisch en las conferencias que éste organizó como funcionario de las Naciones Unidas y de la CEPAL, entre ellas, algunas de las ya mencionadas.

Casi veinte años más tarde, en la Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, Lleras repetiría que su país continuaba pensando “que las medidas enderezadas a integrar de mejor manera el comercio mundial deben inspirarse en el principio de solidaridad, en la urgencia de impulsar vigorosamente el desarrollo de los más atrasados”; y que el proceso de integración económica general no debería “traducirse en una concentración creciente de la riqueza y del ingreso en manos de pocas naciones, sino en un reparto más satisfactorio para la gran mayoría de la población del mundo” (Lleras 1981b, 116). Vinculaba este concepto de solidaridad al tratamiento de los productos básicos, con el fin de estabilizar los precios de productos de exportación de los países en desarrollo, como el café, en el caso de Colombia, al cual dedicó secciones enteras de sus discursos internacionales. Fue, así mismo, en la Conferencia de

A tal punto que Prebisch contó con Lleras Restrepo como uno de los seis distinguidos latinoamericanos que le colaborarían a dar legitimidad a sus ideas fundamentales, consignadas, primero, en el “Manifiesto” de La Habana de 1949, en el cual se introdujo en el análisis de la economía de América Latina el concepto de “centro-periferia”, y, más tarde, en el documento “Cooperación Internacional para una Estrategia de Desarrollo de América Latina”, que se presentó en la reunión de Quintandinha, en noviembre de 1954 (Dosman 2008, 292).7

6 Para Lleras, en la Carta no se establecía, “ninguna distinción entre países que han alcanzado ya los más altos grados de desarrollo económico y gozan de elevados niveles de vida y aquellos otros que se encuentran retardados en el aprovechamiento de sus recursos naturales y humanos y cuyos pueblos, en considerable proporción, carecen de las más elementales condiciones de bienestar. A la tremenda desigualdad de condiciones se le da un igual tratamiento y ello, a la luz de los principios de solidaridad humana, de equidad y aún de simple conveniencia general, resulta inadmisible” (Lleras 1981b, 107).

7 Según el biógrafo de Prebisch, en la reunión de Quintandinha éste decidió plantear su visión del “desarrollo” con franqueza e hizo de los conceptos de interdependencia y gobernabilidad el foco principal de su análisis, que no eran de buen recibo en la comunidad internacional. “Para dar a sus iniciativas un máximo de legitimidad, creó un grupo de apoyo conformado por seis 95


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La economía colombiana en el gobierno de Lleras Restrepo

el incremento de la producción por habitante se redujo con respecto a lo sucedido en los años anteriores, por cuanto Colombia registró el más rápido aumento poblacional del siglo XX (Flórez 2000, 3).8 Tasas de desocupación abierta de 11% eran corrientes hacia 1967, además, en razón del acelerado proceso de urbanización, de los cuellos de botella para el avance de la industria y de que los nuevos proyectos industriales eran cada vez más intensivos en capital y menos en trabajo.

El programa del Frente Nacional incluyó una serie de medidas de corte reformista: una nueva reforma agraria, el fortalecimiento del sindicalismo, una oleada de legislación laboral y una expansión considerable del gasto público social. En el frente económico, se acentuó la estrategia de desarrollo que provenía de las décadas anteriores. El estrangulamiento externo sirvió como justificación para un programa de sustitución de importaciones aún más agresivo (Ocampo et al. 1987, 263-264).

En 1966 los términos de intercambio –la relación entre los precios de las exportaciones y de las importaciones– se ubicaron en un nivel inferior al de 1958, por el deterioro que había tenido lugar en los precios internacionales del café. Las reservas internacionales del Banco de la República eran, además, negativas en 1966, por lo cual la capacidad de Colombia para importar bienes y servicios era la más baja desde 1941, si se calcula el número de meses cuyas importaciones podían satisfacerse con las reservas existentes.

Es oportuno recordar que el Frente Nacional no fue solamente un arreglo político orientado a encauzar la transición de la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla hacia la democracia plena, sino que su inicio coincidió con la Revolución Cubana de 1959, lo cual condujo a que su programa se articulara dentro de los de la Alianza para el Progreso, iniciada por la administración Kennedy en Estados Unidos, que se concretaron en 1961 con el acuerdo firmado en Punta del Este, Uruguay, con sus aliados latinoamericanos.

El inicio de la administración de Lleras Restrepo dio lugar, sin embargo, a un quiebre en la trayectoria de la economía colombiana durante el período del Frente Nacional, signado por la normalización de la relación de los agentes económicos nacionales con el exterior y por la racionalización de las finanzas del Estado.

La política económica del primer gobierno del Frente Nacional fue de un corte marcadamente expansionista en lo fiscal, financiado con recursos de la Alianza para el Progreso. La economía recuperó su ritmo de crecimiento, pero la balanza de pagos y las cuentas fiscales se desequilibraron, por lo cual, al iniciarse la administración de Guillermo León Valencia, en 1962, eran claros los signos de deterioro de la economía. Las medidas del nuevo gobierno, que incluyeron la austeridad fiscal, la devaluación del peso y el incremento de los controles –dentro de lo que en la actualidad se denominaría una estrategia de “pare y siga”–, dieron lugar a un crecimiento económico irregular, más lento que el del período anterior, y al aumento del desempleo. El resultado “fue un verdadero colapso externo en 1966, que heredó la Administración Lleras Restrepo en 1966” (Ocampo et al. 1987, 265).

En los cinco años transcurridos entre 1966 y 1970, que engloban el período de gobierno del presidente Lleras Restrepo, el crecimiento anual promedio de la economía colombiana se elevó en un punto con respecto a los seis años anteriores, y fue de 5,76%, lo cual mejoró el ingreso promedio por habitante. Aunque el precio internacional del café se mantuvo en niveles bajos hasta 1969, las medidas económicas adoptadas al iniciarse el gobierno de Lleras Restrepo −el acceso al crédito público externo, la promoción de las exportaciones diferentes del café− y la expansión de la economía mundial contribuyeron a recuperar el ritmo de crecimiento de la economía. La inflación bajó y, en promedio, no llegó a niveles de dos dígitos en los cinco años considerados. El principal problema de la economía, como ya se mencio-

Si bien entre 1960 y 1965 el Producto Interno Bruto de Colombia creció a un ritmo promedio anual de 4,66%,

8 Desde fines de la década de los treinta la tasa de mortalidad de la población empezó a descender, mientras que la de fecundidad permaneció alta, lo que generó un alto crecimiento poblacional, una tasa cercana al 3% anual, que se mantiene hasta mediados de la década de los sesenta y genera lo que se conoció como la “explosión demográfica”. A partir de la segunda mitad de los sesenta, la fecundidad empieza a descender rápidamente, lo cual, junto con el descenso de la mortalidad, lleva a que la tasa de crecimiento baje y alcance, entre 1985 y 1993, los niveles observados a principios de siglo (2% promedio anual).

latinoamericanos distinguidos internacionalmente: Eduardo Frei, de Chile; Carlos Lleras Restrepo, de Colombia; Evaristo Araiza, del Banco de México; el presidente de la Universidad Nacional de Costa Rica, Rodrigo Facio; Cleante de Paiva Leite, director del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil; y Francisco García Olano, de Argentina. Los seis representaban todas las subregiones de América Latina y su incorporación ampliaba la base de apoyo a la CEPAL; Frei y Lleras serían en el futuro presidentes de sus países” (Dosman 2008, 292). 96


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nó, fue el incremento del desempleo abierto, que amenazaba, al concluir la administración Lleras Restrepo, con incrementarse en forma dramática, según los estimativos de la Misión de la Organización Internacional del Trabajo que visitó al país en 1969.

ló todos los flujos de capital al exterior, reglamentó los procedimientos y la canalización de la inversión extranjera, estableció límites a las remesas de utilidades de las empresas multinacionales que operaban en el país y creó un comité de vigilancia para los pagos de regalías al exterior.

El Decreto 444 de 1967 o el Estatuto Cambiario9

El cambio en el manejo de la política relacionada con la interacción económica de Colombia con el resto del mundo no solamente hizo posible la superación de la crisis cambiaria de 1966-67 sino que dio lugar a la elevación del ritmo de crecimiento de la economía y a la recuperación del acceso al crédito de los organismos multilaterales (el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos, la AID). El mayor flujo de recursos de crédito desde el exterior permitió financiar el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos y, simultáneamente, emprender un buen número de proyectos de inversión pública (Ocampo et al. 1987, 268). La nueva política hizo posible que el país aprovechara el dinamismo de la economía mundial; las exportaciones no tradicionales, que se encontraban estancadas en 1966, crecieron rápidamente e incrementaron su participación dentro de las totales, llegando incluso a superar, en 1974, a la del café.

Dentro de las múltiples acciones que en lo económico adoptó el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, la de mayor repercusión, en el corto y en el largo plazo, fue la del ordenamiento del manejo del sector externo mediante el diseño de un marco reglamentario estricto y estable. En los primeros meses del período presidencial se puso en vigencia el más estricto sistema de control de de las importaciones de la posguerra. Simultáneamente, se suspendieron las operaciones en el mercado libre de divisas y se estableció el control de cambios. Estas decisiones provocaron el enfrentamiento, en noviembre de 1966, entre el nuevo gobierno y sus acreedores internacionales, encabezados por el Fondo Monetario Internacional, que no estuvo de acuerdo con el tipo de medidas de política económica de la nueva administración. Unos meses más tarde, el 22 de marzo de 1967, se promulgó el Decreto-Ley 444, que reestructuró la totalidad del régimen de cambios y de comercio exterior y que le dio al país cerca de 25 años de estabilidad en la política cambiaria.

Al concluir el Frente Nacional en 1974 las circunstancias de la economía colombiana eran notoriamente diferentes a las de 1958. El PIB se expandía a un ritmo alto y sostenido. Y la economía iniciaba un proceso de inserción internacional, empujada por el comportamiento del comercio exterior, el creciente acceso a los mercados financieros externos bajo las reglas del Estatuto Cambiario de 1967 y el manejo cuidadoso de los instrumentos del sector externo: la tasa de cambio, el control de las importaciones, los aranceles y los flujos de capital. Fue posible, por primera vez en la historia del país, hacer compatible el manejo de corto plazo de la economía con la búsqueda de objetivos de más largo alcance.

El Decreto unificó el precio de la divisa y puso en práctica en el país un sistema de tasa de cambio programada, que permitía ajustes diarios del precio del dólar, con el fin de cubrir el diferencial entre la inflación colombiana y la de los socios comerciales del país. De esta manera se mantenía, en términos reales, el nivel de la tasa de cambio, y tanto importadores como exportadores contaban con un horizonte predecible. Se eliminaban las incertidumbres del pasado, provocadas por devaluaciones súbitas en el momento en que las autoridades juzgaban que estas eran indispensables para corregir los desequilibrios cambiarios y la falta de divisas para importar.

La planeación en la administración Lleras Restrepo, el Departamento Nacional de Planeación y el CONPES

El Estatuto diseñó, también, un marco legal e institucional para la promoción de exportaciones, que incluyó la creación del Fondo de Promoción de Exportaciones, PROEXPO –adscrito al Banco de la República–, lo mismo que el otorgamiento de un incentivo tributario –el CAT o Certificado de Ahorro Tributario– para las exportaciones distintas del café. Adicionalmente, regu-

Dos semanas después de posesionarse como presidente de la República el 7 de agosto de 1966, Lleras Restrepo envió al Congreso Nacional el proyecto de Reforma Constitucional que había sido elaborado por un Comité de su campaña electoral por la Presidencia.

9 Esta sección se basa en Caballero (1987, 110-111). 97


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En la carta que acompañó al proyecto de Reforma Constitucional, el Presidente afirmó que no existía una verdadera planeación a la cual se ciñera “la actividad del Estado” y que “la iniciativa en materia de leyes que originan gastos ha vuelto crónico el desequilibrio fiscal a pesar de que en los últimos años se han creado tributos por varios centenares de millones de pesos”. Justificaba, entonces, la propuesta de Reforma Constitucional para hacer efectivo el sistema de planeación y consagrar “el principio esencial de que no puede decretarse ningún gasto que no tenga respaldo en un recurso para satisfacerlo”. La iniciativa del gasto debería “quedar reservada a la rama ejecutiva para que se ejerza con un criterio de unidad y conforme a planes aptos para acelerar el desarrollo económico y social del país” (Cano 1978, 228-229).10

adquirieron rigurosa periodicidad, y a las que asistían no solamente el Jefe y el Subjefe del Departamento Nacional de Planeación (este último actuaba como Secretario del Consejo) sino los jefes de Unidad del mismo Departamento y sus respectivos técnicos, quienes tenían la responsabilidad de presentar ante el Consejo los documentos elaborados, que eran leídos en la sesión, debatidos y aprobados. En las primeras reuniones del CONPES del gobierno de Lleras se ordenó al Departamento de Planeación elaborar un plan de inversiones públicas de “emergencia” para 1967, que, después de ser discutido y ajustado en el mismo Consejo, se convirtió en el programa oficial de inversiones del gobierno, y fue incluido en la Ley de Presupuesto de 1967. Este ejercicio constituyó “una etapa preliminar de racionalización y coordinación de las inversiones de las diferentes entidades ejecutoras […] y el paso inicial en la programación conjunta de las inversiones públicas” (Cano 1978, 256).12

El presidente Lleras Restrepo no esperó a la aprobación de la Reforma Constitucional por parte del Congreso –lo que solamente ocurriría en 1968– para iniciar el proceso de planeación de su administración. Puso a funcionar las instituciones de planeación con base en las normas constitucionales y legales vigentes y no tuvo como intención elaborar rápidamente un plan de desarrollo sino reforzar técnicamente y reorganizar el Departamento Nacional de Planeación. Se ajustaron los proyectos de inversión pública que venían de los gobiernos anteriores, de acuerdo con criterios sectoriales, regionales y de generación neta de divisas, y se puso en operación el CONPES. Hizo borrón y cuenta nueva: salieron del Departamento los funcionarios sin capacitación técnica y se contrataron técnicos de alto nivel. En el cambio desempeñó un papel clave el Presidente; su decisión fue atraer a los individuos recién egresados de las universidades nacionales y extranjeras, muchos de ellos con grados al nivel de doctorado o candidatos al doctorado, independientemente de su filiación política, para lo cual solicitó y logró que el Banco de la República los enganchara como parte de su personal, asegurándoles buenas remuneraciones.11

En 1968 se aprobó la Reforma Constitucional, caracterizada por “su marcado énfasis en los temas económicos”, que dotó al Estado de una serie de instrumentos para que pudiera cumplir a cabalidad su función interventora (Esguerra 2000, 115). Fue una reforma de carácter instrumental, como la calificó Juan Carlos Esguerra: es decir, “una enmienda referida de modo primordial a la parte orgánica y funcional del Estado, más bien que a la estrictamente ideológica o dogmática” (Esguerra 2000, 112). El “presidencialismo” y el “intervencionismo” describirían bien la orientación de esta reforma,13 la cual incorporó de manera clara en la Constitución el concepto de planeación y determinó las competencias del Congreso y del gobierno en la formulación y adopción de los planes de desarrollo económico y social. Igualmente, definió las funciones y la composición del CONPES y del Departamento Nacional de Planeación. Para desarrollar la Reforma Constitucional, el gobierno de Carlos Lleras Restrepo expidió 150 decretos-leyes,

El Consejo Nacional de Política Económica y Social, CONPES, fue ampliado mediante la asistencia de los principales miembros del equipo económico, como la mayoría de quienes asistían a la Junta Monetaria –incluidos los asesores de este organismo–, a la Junta de Comercio Exterior y al Consejo Nacional de Política Aduanera. Lleras Restrepo presidió las reuniones, que

12 Cita del Informe anual del Departamento Administrativo de Planeación, 1967-1968. 13 De acuerdo con Esguerra, “si pudiera reducirse a una sola palabra la descripción del norte que en común mostraban los tres proyectos que contenían la enmienda que se presentó al Congreso –con todo y el evidente riesgo de incurrir en una excesiva simplificación–, sin duda esa palabra sería “presidencialismo”. Pero desde luego, no en el sentido estricto que el término normalmente tiene en la nomenclatura que identifica los distintos tipos de forma de gobierno sino, más bien, en el de la marcada preferencia que a lo largo y ancho de la propuesta se le daba al Ejecutivo en la disposición del balance de los poderes públicos” (Esguerra 2000, 119-120).

10 Ver los párrafos pertinentes de la carta del 23 de agosto de 1966 enviada por el Presidente al Congreso, transcritos en el ensayo de Cano (1978, 228-229). 11 Entrevistas con Augusto Cano Motta, 1 de agosto de 2008, y con Antonio Urdinola Uribe, 27 de agosto de 2008. 98


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que constituyeron la reforma administrativa de 1968, en uso de facultades otorgadas por el Congreso. En lo relacionado con la planeación, se formalizaron los cambios que se habían introducido en el funcionamiento del Departamento Nacional de Planeación y del CONPES en 1966, en cuanto a sus funciones, su organización y su composición.

nistración Lleras Restrepo. Como lo explica el profesor Diego López Medina: El Frente Nacional buscó la regularización de la relación entre los partidos de manera que las políticas de Estado fueran permanentes y políticamente ‘neutrales’: se hace imperioso desde el punto de vista constitucional que gobierne una ‘tecnocracia’. El gobierno de la tecnocracia exige, además, que se distinga entre dos funciones al interior del Ejecutivo: de un lado las de dirección y planeación de las políticas públicas (que les corresponden a los escalones ‘directivos’ de la administración pública) y la “ejecución” propiamente dicha (que le corresponde a una rama burocrática especializada, pero, atención, no autónoma de los niveles superiores) (López 2006, 27).

Carlos Lleras fue un constructor del Estado. Para cada instrumento de intervención estatal creó una instancia decisoria, y para cada preocupación de carácter nacional, “una institución y a cada decisión le asignó una fuente específica de financiamiento sobre la base de recursos parafiscales, impuestos a la nómina y/o impuestos específicos de muy diversa índole y cuestionable racionalidad tributaria” (Marulanda 1999, 49-50). Ejemplos de su construcción institucional fueron el Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), el Instituto de Fomento Industrial (IFI), El Instituto de Crédito Territorial (ICT), el Instituto de Fomento Municipal (INSFOPAL), el Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables (INDERENA), el Instituto de Fomento de la Educación Superior (ICFES), el Fondo de Promoción de Exportaciones (PROEXPO), el Instituto Nacional de Comercio Exterior (INCOMEX), entre muchos otros.

Carlos Lleras Restrepo era un convencido de esta concepción de gestión pública y −por su formación, sus conocimientos y su experiencia−, tal vez, uno de los pocos dirigentes colombianos capaz de llevarla a la práctica. No sin dificultades y problemas de índole política, como se hizo evidente en la discusión en el Congreso de la Reforma Constitucional de 1968, que lo llevó, incluso, a poner sobre la mesa su renuncia a la Presidencia de la República.

El manejo del Estado creado por Lleras Restrepo requería no solamente una tecnocracia, como la que se instaló en el Departamento Nacional de Planeación, sino individuos muy bien formados para la gestión pública, que combinaran conocimientos técnicos con experiencia política. Era necesario, también, un alto grado de coordinación para que el enjambre de entidades no operara como una rueda suelta. La nueva estructura de la administración pública en el nivel central demandaba, a su turno, instrumentos nuevos o reforzados, como “la planeación, el servicio civil, la carrera administrativa, la secretaría de organización y métodos de la Presidencia de la República, la descentralización en la prestación de los servicios públicos para garantizar la eficacia en la satisfacción de las necesidades públicas” (Vidal 2000, 94).

El estilo presidencial de Carlos Lleras Restrepo El presidente Lleras tomaba atenta nota de cada asunto consignado en los documentos presentados al CONPES, muchas veces los corregía con su puño y letra, discutía con los técnicos –casi todos jóvenes menores de treinta años–, resumía las decisiones adoptadas y ordenaba su ejecución. Este procedimiento lo llevó, algunas veces, a desconocer las opiniones de sus ministros, frente a la posición de los técnicos.14 Las decisiones del CONPES no solamente se sustentaban en documentos elaborados por los técnicos de Planeación Nacional sino que se convertían en políticas públicas y en lineamientos para la acción de las diferentes entidades gubernamentales. Además de asistir al CONPES, los tecnócratas de Planeación fueron designados representantes del Presidente de la República en las juntas directivas de los institutos descentralizados,

La reorganización del Estado correspondía a los objetivos buscados por el Frente Nacional y, además, a las nuevas concepciones surgidas de la Guerra Fría. Se trataba, de un lado, de “alejar la política de la administración para poder eliminar el bipartidismo sectario que había ocasionado la violencia exacerbada de los años cincuenta” y, de otro, de fortalecer al Ejecutivo “como mecanismo de cambio social (López 2006, 26). Es lo que se intenta hacer en el primer gobierno del Frente Nacional, que vendría a completar y a refinar la admi-

14 De acuerdo con Augusto Cano, una vez tomada una decisión en el CONPES, el Presidente alineaba a la totalidad de los miembros en su defensa, advirtiendo que quien no estuviera de acuerdo con ésta podía considerarse en libertad de renunciar a su cargo. Entrevista con Augusto Cano, 1 de agosto de 2008. 99


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de las empresas industriales y comerciales del Estado, y en el sinnúmero de comisiones y comités que conformaban la compleja organización del Estado, en gran parte, diseñada desde los años treinta del siglo XX por Carlos Lleras Restrepo (Cano 1978, 269).15

de su gobierno, en el cual se decidían y articulaban las políticas públicas –lo mismo que muchas acciones específicas, en vista de la amplitud de sus funciones–, y en donde, además, se controlaba la ejecución de esas decisiones. Según Óscar Marulanda, el propio Presidente promovió “distintos frentes de esfuerzo dirigidos a introducir una racionalidad esencialmente tecnocrática al manejo del Estado, […] la racionalidad tecnocrática como mecanismo de asignación de recursos escasos y de manejo y administración de recursos públicos” (Marulanda 1999, 251)19.

Era una planeación de carácter “imperativo” para el sector público e “indicativo” para el sector privado, lo cual implicaba la existencia y la acción de una tecnocracia fuerte (Cano 1978, 231).16 “Imperativo”, porque las decisiones aprobadas en el CONPES debían ejecutarse al pie de la letra por parte de las entidades estatales, en particular, las referidas a los proyectos de inversión pública y a la programación del gasto. “Indicativo”, por cuanto el Gobierno otorgaba incentivos económicos a las empresas privadas, siempre y cuando en la realización de sus proyectos se generaran divisas, bien por la vía de sustituir importaciones, bien por medio de exportaciones. De esta manera, desde Planeación y el CONPES se “dirigía” la actividad privada en la dirección fijada por el Gobierno.17

La tecnocracia fue uno de los legados más importantes de Lleras Restrepo. Muchos de los funcionarios de Planeación Nacional de la época ocuparon posteriormente altas posiciones en la administración pública. Algunos fueron ministros de Hacienda, Agricultura, Transportes, Minas y Energía, Justicia o Desarrollo, para no hablar de quienes ocuparon la gerencia de institutos descentralizados o de empresas industriales del Estado. Pero la separación de la administración y la política no se logró en la forma en que los inspiradores del Frente Nacional y Carlos Lleras, en particular, la concibieron. El Departamento Nacional de Planeación Nacional y el Banco de la República fueron islas dentro de la administración del Estado.

Los técnicos de Planeación se convirtieron, entonces, en los “transmisores” del pensamiento estratégico del Presidente y en los encargados de vigilar que las decisiones adoptadas en el CONPES se llevaran efectivamente a la práctica dentro del Estado, así ello les implicara enfrentarse con los ministros en las instancias encargadas de dicha ejecución.18 El grado de “empoderamiento” de los jóvenes tecnócratas del Departamento Nacional por parte del presidente Lleras Restrepo alcanzó niveles que no se repetirían después de 1970.

La impronta de Carlos Lleras Restrepo en los años sesenta

Carlos Lleras Restrepo fue, por encima de todo, un hombre de Estado que llegó a conocer en detalle la totalidad de las instituciones del Estado colombiano. Una institucionalidad muy compleja –en una economía relativamente sencilla–, organizada para que el Estado interviniera y dirigiera la actividad del sector privado.

El Departamento Nacional de Planeación fue la institución “preferida” por el Presidente, y el CONPES, el centro de gravedad de la política económica y social 15 Alrededor de 48 consejos, comités, juntas, etcétera. 16 En su libro sobre la historia de la Reforma Constitucional de 1968 y sus alcances jurídicos, Jaime Vidal Perdomo analiza los conceptos de planeación imperativa y planeación indicativa. La primera tiene aplicación en el sector público, a través de los planes de gasto e inversión, y la segunda es, de cierta manera, la extensión de la primera al sector privado. De acuerdo con Vidal, “en cuanto a los particulares o el sector privado, el plan posee la obligatoriedad derivada de las normas de intervención económica dictadas en ejercicio de determinadas actividades económicas, bien sea creando ella misma esas condiciones o repitiendo disposiciones vigentes”, y, añade, “Inclusive puede llegarse a que el goce de estos beneficios de índole fiscal o de otro orden sea objeto de compromisos entre los poderes públicos y las empresas privadas” (Vidal 2000, 231). 17 Entrevista con Antonio Urdinola Uribe, 27 de agosto de 2008. 18 Entrevistas con Antonio Urdinola Uribe, 27 de agosto de 2008; con Roberto Junguito Bonnet, 5 de agosto de 2008, y con Óscar Marulanda, 31 de agosto de 2008.

No eran los tiempos del librecambio y del libre mercado, ni Carlos Lleras Restrepo se había formado bajo esas ideas. Por el contrario, sus ideas económicas se beneficiaron de su relación con Prebisch y los economis19 De acuerdo con Marulanda, “Los técnicos del DNP como responsables personales del Presidente de la República en todas las juntas directivas de instituciones adscritas al gobierno central eran responsables de orientar y coordinar, con la visión del DNP, la totalidad de la gestión pública del gobierno: la tiranía de la tecnocracia, a partir de la cual se mina el poder de los ministerios sectoriales y de los administradores de los institutos descentralizados adscritos a los mismos, dando así origen a situaciones de conflicto que se evidencian y hacen crisis a principios de la Administración Pastrana Borrero” (Marulanda 1999, 51-52). 100


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tas del “desarrollo” de los años cincuenta y sesenta, y su recorrido por cerca de cuarenta años lo preparó para la administración de la escasez y no de la riqueza, como se hizo patente en su paso por el Ministerio de Hacienda durante la Segunda Guerra Mundial y en el manejo de la crisis cambiaria colombiana de 1966.

2. Cano, Augusto. 1978. Antecedentes constitucionales y legales de la planeación en Colombia. En Lecturas sobre Desarrollo Económico Colombiano,eds. Hernando Gómez Otálora y Eduardo Wiesner Durán, 221-271. Bogotá: Fedesarrollo. 3. Departamento Administrativo de Planeación. 1968. Informe Anual del Departamento Administrativo de Planeación, 1967-1968. Bogotá: DAP.

A su turno, la intervención y el dirigismo tenían como condición para su funcionamiento, la existencia de un sector público fuerte y la presencia en éste de una tecnocracia de primera calidad, con visión de conjunto y capacidad de evaluar las coyunturas y planear a largo y mediano plazo. Lleras tuvo claridad absoluta sobre estos requisitos, por lo que es de mucho interés la forma en la cual procedió a convocar a los técnicos para las tareas del Estado en lo relacionado con la conducción de la economía, y el respeto que les profesó durante su gobierno. Fue la época de oro de la tecnocracia económica en Colombia.

4. Dosman, Edgar J. 2008. The Life and Times of Raúl Prebisch, 1901-1986. Montreal: McGill-Queen’s University Press. 5. Esguerra, Juan Carlos. 2000. Carlos Lleras Restrepo y la Reforma Constitucional de 1968. En Carlos Lleras Restrepo. Perfil de un estadista, eds. Otto Morales Benítez, Felipe Vallejo García, Jaime Vidal Perdomo, Juan Carlos Esguerra, Bernardo Carreño Varela y José Francisco Chalela, 111-140. Bogotá: Ediciones Academia Colombiana de Jurisprudencia.

La influencia de Carlos Lleras Restrepo en la organización y planeación rigurosa a largo y mediano plazo del Estado tuvo un gran ascendiente en el siglo XX, un siglo que se caracterizó por la vigencia de un ciclo liberal, intervencionista, entre los años treinta y setenta –durante la fase vital de Lleras–, y que fue seguido de uno conservador, de repliegue gubernamental y desregulación económica (Skidelsky 2008, 1-26).

6. Flórez, Carmen Elisa. 2000. Las transformaciones socio-demográficas en Colombia durante el siglo XX. Bogotá: Banco de la República - Tercer Mundo Editores. 7. Lleras Restrepo, Carlos. 1938. La estadística nacional, Su organización y sus problemas. Bogotá: Contraloría General de la Nación.

Si bien Alberto Lleras Camargo fue el gran gestor del Frente Nacional, su primer presidente y el adalid de la democracia colombiana de la segunda mitad del siglo, Carlos Lleras Restrepo fue, sin duda, el gobernante emblemático de los años sesenta del siglo XX en el país, por su aporte reformista, de constructor del Estado y de conductor de la economía. Su impronta quedó grabada en los sesenta y su influencia se extendió hasta 1990. Las instituciones y el manejo de la economía no sufrieron modificaciones sustanciales en las dos décadas que siguieron a su gobierno, durante las cuales el Estado fue liderado por sus colaboradores –Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen y Virgilio Barco Vargas– y por quienes, en una u otra forma, estuvieron vinculados estrechamente con las diferentes administraciones del Frente Nacional, como Julio César Turbay Ayala y Belisario Betancur Cuartas.

8. Lleras Restrepo Carlos. 1981. El Fondo Monetario Internacional. Extracto de las conferencias dictadas por el doctor Carlos Lleras Restrepo, en la serie de exposiciones sobre los Problemas Económicos de la posguerra, organizadas por el Instituto de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, julio de 1945. En Economía Internacional y Régimen Cambiario, 32-94.Bogotá: Osprey Impresores. 9. Lleras Restrepo Carlos. 1981. La Carta de Comercio y Empleo, Conferencia en La Habana, 26 de Noviembre de 1947. En Economía internacional y régimen cambiario, 104-112. Bogotá: Osprey Impresores. 10. Lleras Restrepo Carlos. 1981. La Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, Nueva Dehli, 24 de mayo de 1964. En Economía internacional y régimen cambiario, 114-138. Bogotá: Osprey Impresores.

Referencias

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Crédito educativo, acciones afirmativas y equidad social en la educación superior en Colombia • Víctor Manuel Gómez Campo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá; Jorge Enrique Celis Giraldo–Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

106-117

Por uma história da alimentação na cidade de São Paulo (décadas de 1920 a 1950) • Jaime Rodrigues–Universidad Federal de São Paulo, Brasil.

118-128

Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão • Rafael Vicente de Moraes–Facultad Aldete Maria Alves, Iturama, Brasil y Escuela Estadal Dom Artut Horsthuis, Jales, Brasil.

129-145

{Otras Voces


Revista de Estudios Sociales No. 33 rev.estud.soc. agosto de 2009: Pp. 196. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.106-117.

Crédito educativo, acciones afirmativas y equidad social en la educación superior en Colombia por

Víctor Manuel Gómez Campo* Jorge Enrique Celis Giraldo**

Fecha de recepción: 22 de septiembre de 2008 Fecha de aceptación: 20 de enero de 2009 Fecha de modificación: 25 de febrero de 2009

Resumen El crédito educativo subsidiado y focalizado a estudiantes de los estratos socioeconómicos más bajos ha sido propuesto como una política social de acceso con equidad a la educación superior (Programa ACCES). Para poder comprender el alcance y función social de esta política se hace necesario analizarla en el contexto de oferta y demanda de oportunidades de educación superior pública para jóvenes de estos estratos. Este análisis revela que en lugar de invertir en la expansión de oportunidades de educación superior pública de calidad, para estos sectores socioeconómicos, a éstos se les traslada la financiación de su educación superior, principalmente en instituciones privadas, mediante el endeudamiento privado. Esto configura una situación de extrema inequidad: los jóvenes pobres, generalmente con formación previa de baja calidad, no pueden competir por los escasos cupos en las instituciones públicas, y se ven entonces obligados a endeudarse para poder comprar educación privada. Este análisis permite comprender si el crédito ACCES es un instrumento de promoción de equidad social o una modalidad de privatización del costo de la educación a cargo de los estudiantes más pobres. Por otra parte, se señala la importancia política de la “acción afirmativa” en el logro de mayor acceso a la educación superior de jóvenes de estratos pobres. A partir de un estudio realizado por la Universidad Nacional de Colombia, se tipifican y caracterizan las acciones afirmativas utilizadas en las Instituciones de Educación Superior (IES) en Colombia.

Palabras clave: Crédito educativo, equidad social, acciones afirmativas, educación superior.

Student Loans, Affirmative Action, and Social Equity in Colombian Higher Education

Abstract A subsidized student loan program for lower-income students (the ACCES Program) has been designed in Colombia to achieve greater social equality in access to higher education. This program exemplifies the ‘focalization’ approach in social policy. This program is analyzed in the context of supply and demand of higher education opportunities for these students. Results show that instead of investing in the expansion of quality, public higher education (that is to say, a universalistic social policy approach), this student loan program transfers the financing of higher education, generally at private institutions, to lower-income students themselves through private debt. This leads to a situation of extreme inequity. These lower-income students, who have generally received a low-quality education, cannot compete for the few highly selective spots in public higher education programs, and thus have to take out loans in order to finance their education in private institutions. This analysis clarifies that the function of the ACCES Program is not to promote social equality in education but that it serves as a tool for privatizing educational costs onto the lowest income students themselves. Given the political importance of affirmative action policies in promoting equality of access to higher education, a brief review of these policies in Colombian higher education institutions is presented.

Key words: Student Loans, Social Equality, Affirmative Action, Higher Education.

* Sociólogo y Doctor en Educación con énfasis en Sociología de la Educación, Universidad de Massachusetts, Estados Unidos. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: El puente está quebrado… Aportes a la reconstrucción de la educación media en Colombia (coautor). Bogotá: UNIBIBLOS, 2009; Docencia, Estatus, Distinción y Remuneración. Revista Nómadas 27: 98-109, 2007; La cultura para el trabajo en la Educación Media en Bogotá. Bogotá: Instituto de Investigación en Educación, UN-SED, 2007; y Calidad, pertinencia y equidad en la educación colombiana. En Políticas públicas para Colombia, coords. Miguel Cárdenas y Ricardo Bonilla, 25-46. Bogotá: FESCOL - CEREC, 2006. Actualmente se desempeña como profesor asociado del Departamento de Sociología y del Instituto de Investigación en Educación, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: vmgomezc@unal.edu.co. ** Sociólogo y Magíster en Sociología, Universidad Nacional de Colombia. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: El puente está quebrado… Aportes a la reconstrucción de la educación media en Colombia (coautor). Bogotá: UNIBIBLOS, 2009; La formación de investigadores en el contexto de la reforma académica de la Universidad Católica de Colombia. Revista Studiositas 3, No. 1: 46-52, 2008; ¿Educación Media o articulación con el SENA? Un análisis al modelo de articulación en Bogotá. Bogotá: Instituto de Investigaciones en Educación, Universidad Nacional de Colombia, 2008; Docencia, estatus, distinción y remuneración. Revista Nómadas 27: 98-109, 2007. Actualmente se desempeña como investigador del Instituto de Investigación en Educación, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: jecelisg@unal.edu.co.

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Crédito educativo, acciones afirmativas y equidad social en la educación superior en Colombia Víctor Manuel Gómez Campo, Jorge Enrique Celis Giraldo

Otras Voces

Crédito educativo, ações afirmativas e equidade social na educação superior da Colômbia

Resumo O crédito educativo subsidiado está dirigido a estudantes das classes socioeconômicas mais baixas foi proposto como uma política social de acesso igualitário à educação superior (Programa ACCES). No intuito de compreender qual o alcance e função social desta política, torna-se necessário sua análise no contexto da oferta e da procura de oportunidades de educação superior pública para jovens destas classes. Essa análise revela que em lugar de investir na expansão de oportunidades de educação superior pública de qualidade, para esses setores socioeconômicos, transfere-se a estes jovens o financiamento de sua educação superior, principalmente em instituições particulares, mediante o endividamento privado. Isso configura uma situação de extrema desigualdade: os jovens pobres, geralmente, com instrução prévia de baixa qualidade, não podem concorrer pelas poucas vagas em instituições públicas, e são obrigados a se endividar para comprar educação particular. Essa análise permite compreender se o crédito ACCES é um instrumento de promoção da equidade social ou uma modalidade de privatização do custo da educação para os estudantes mais pobres. Por outro lado, salientamos a importância política da “ação afirmativa” no logro de maior acesso à educação superior por parte de jovens das classes mais baixas. Com base em um estudo realizado pela Universidade Nacional da Colômbia, tipificam-se e caracterizam-se as ações afirmativas aplicadas nas Instituições de Educação Superior (IES) da Colômbia.

Palavras chave: Crédito educativo, equidade social, ações afirmativas, educação superior.

Crédito educativo y acciones afirmativas

de la democracia y a la inclusión social. Sin este tipo de políticas serían aún mayores la desigualdad social y la reproducción de la estructura existente de poder y privilegios, reproducción que deslegitima el sistema social al privilegiar los factores de herencia –cultural, social, económica, etc.– sobre el mérito y el esfuerzo individual en la estratificación social y ocupacional.1

Desigualdad social de acceso y crédito educativo

U

La expansión y la democratización de estas oportunidades pueden lograrse mediante el aumento del gasto público en nuevas instituciones, cupos y programas; en respuesta al rápido aumento de la demanda, proveniente sobre todo de sectores de bajos ingresos con altas expectativas de entrada a la educación superior; o mediante modalidades de mayor participación del gasto privado en la financiación de las instituciones (López 2001, 116). El crédito educativo es una de estas modalidades de privatización de la financiación del nivel superior. Esta modalidad es respaldada por el Banco Mundial con el argumento de la incapacidad

na de las principales tareas en la necesaria construcción de una sociedad democrática e incluyente es el continuo aumento en la igualdad social de acceso a (y logro en) las oportunidades educativas, particularmente en el nivel superior, para estudiantes de menores niveles socioeconómicos y que tradicionalmente han sido excluidos de este nivel educativo debido a la combinación de dos factores: a) escasez de cupos en las instituciones públicas, en relación con la alta demanda, y la consiguiente alta competencia por estos pocos cupos, y b) su imposibilidad de pago de la educación privada.

1 En Colombia, el acceso a la educación superior es altamente inequitativo. “En 1993 sólo el 3,5% de los jóvenes de los dos quintiles de ingresos más bajos asistió a una institución de educación superior, en contraste con el 36% de los dos más altos. Para 1997 la distancia entre estos dos grupos era mucho mayor: el 9% de los dos quintiles más bajos accedió al sistema frente al 65% de los dos más altos. En el 2002 los dos quintiles de mayor capacidad económica continuaban concentrándose en el 65% de la matrícula” (CONPES 2002, 2). Ver también López (2001).

Dado el alto y creciente valor de la educación superior en la distribución del ingreso, el poder y el estatus en la sociedad contemporánea, las políticas y estrategias que aumenten y mejoren la igualdad social de oportunidades educativas constituyen un aporte central a la construcción 107


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del Estado colombiano para ampliar la cobertura de educación pública:

2008, la diferencia es de casi 162.000. A pesar de este crecimiento, tan sólo se matriculó a primer año el 46,4% de los inscritos en 2007, y 44,6% en 2008 (SNIES 2009). En los períodos 2002 y 2008, el promedio de inscripciones en instituciones públicas fue de 61,2% y de 56,4% en matrículas de primer año (SNIES 2009).

El Gobierno no tiene la capacidad para aumentar la oferta de educación superior por su propia cuenta. El primer obstáculo que enfrenta Colombia es la insuficiencia de la oferta de educación superior. La demanda de educación superior ha venido aumentando en la medida en que la población y la economía van creciendo. El aumento en el número de graduados de la educación secundaria está creando un cuello de botella en el punto de entrada a la educación superior, dada la capacidad insuficiente del sistema público de educación superior y los altos costos para el estudiante a nivel de las instituciones privadas. Se requiere de una mayor oferta de educación superior de buena calidad, pero las limitaciones en el gasto público impiden que el Gobierno aumente esa oferta por su cuenta. La relación de deuda/PIB era del 56,8 por ciento en el año 2006, y se requiere de una estricta disciplina fiscal para controlar la inflación y asegurar el crecimiento. El Gobierno Colombiano ya se encuentra agobiado por un sistema público de pensiones costoso y el alto costo de la violencia, y está buscando implementar una recuperación de costos en el sistema universitario público. No sería sostenible una inversión del gobierno para ampliar el sistema dadas las tendencias demográficas y fiscales actuales (Banco Mundial 2008, 3).2

La mayor parte de esta nueva demanda corresponde a estudiantes provenientes de los estratos socioeconómicos más bajos, con grandes dificultades económicas para financiar su educación superior. A esta población se orientó el Proyecto Acceso con Calidad a la Educación Superior, ACCES, creado por el ICETEX en 2002. Su objetivo central fue promover el acceso a la educación superior de jóvenes de bajos estratos socioeconómicos, a través del crédito educativo subsidiado.4 Las carencias económicas eran –y son aún hoy– uno de los principales obstáculos al acceso de estos jóvenes al nivel superior. Por tanto, se establecieron políticas de crédito educativo subsidiado y focalizadas en los grupos socioeconómicos con menor participación en la matricula de este nivel. Este crédito (ACCES) cubría costos de matrícula para todos los beneficiarios. Solamente cubría para su sostenimiento –hasta cinco Salarios Mínimos Legales Vigentes por semestre– a estudiantes de Instituciones de Educación Superior (IES) públicas provenientes de provincia que debían desplazarse a estudiar a un municipio diferente al de su lugar de residencia (ICETEX 2004, 16). Aunque las instituciones no eran entidades ejecutoras directas del ACCES, asumieron el compromiso de subsidiar con un 25% los costos de matrícula a los jóvenes de estratos 1 y 2 que pertenecían a los niveles 1, 2, 3 y 4 del SISBEN (ICETEX 2004).5

En relación con la demanda por educación superior, ésta ha aumentado rápidamente en los últimos años debido a la ampliación de la cobertura en la educación básica y media. Entre 2007 y 2008 las inscripciones a programas de pregrado aumentaron casi en 67.000: en 2007 se realizaron 797.307 inscripciones, y en 2008, 863.567 (SNIES3 2009). Pero al comparar el año 2002 con el año

4 El Proyecto ACCES fue un préstamo hecho por el Banco Mundial a la República de Colombia. “El proyecto por valor de US$200 millones de recursos de crédito y US$87 millones de contrapartida se llevó a cabo a través de 3 componentes: (i) Equidad en el Acceso (US$252), (ii) Formación Doctoral (US$25) y (iii) Fortalecimiento Institucional (US$10)” (CONPES 2007: 1). El gobierno firmó una segunda fase del ACCES con el Banco recientemente, por un monto de US$500 millones para ser ejecutados en seis años (2008-2013). Algunas de las metas propuestas son: “200.000 nuevos estudiantes con crédito educativo, de los cuales 110.000 serán para cupos nuevos. […] 90.000 estudiantes nuevos de SISBEN 1 y 2 obtienen préstamo y acceden a la educación superior, 900.000 desembolsos realizados a créditos renovados durante el periodo de estudios” (CONPES 2007, 21-22). 5 El SISBEN es un sistema de información mediante el cual se clasifica a la población de acuerdo con sus condiciones sociales y económicas, para identificar los posibles beneficiarios de los subsidios que entregan el Estado y los municipios a la población más pobre y vulnerable, en salud, educación, vivienda, bienestar familiar, y la Red de Apoyo Social, entre otros.

2 “The Government cannot afford to increase tertiary education supply on its own. The first hurdle Colombia faces is a lack of adequate tertiary education supply. Demand for tertiary education is rising as the population and economy grow. The rising number of secondary-level graduates is creating a bottleneck at the point of entry to tertiary education, given the limited capacity of the public tertiary education system and the high costs to the student of private institutions. More high-quality tertiary supply is needed, but public spending constraints prevent the Government from building that supply on its own. The debt-to-GDP ratio was 56.8 percent in 2006, and strict fiscal discipline is needed to control inflation and ensure growth. The GoC is already burdened by an expensive public pension system and the high cost of violence, and it is working to implement cost-recovery in the public university system. To invest in expanding the system would be unsustainable given current demographic and fiscal trends” (Banco Mundial 2008, 3). 3 SNIES: Sistema Nacional de Información de la Educación Superior. 108


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De los créditos adjudicados en el período 2003 a 2008, el 80,3% de los beneficiarios estaba en instituciones privadas, y el 19,7%, en instituciones públicas. Según el nivel de los programas, el 80,4% de los estudiantes cursaba una carrera universitaria, y el 19,5%, un programa técnico o tecnológico (ICETEX 2008).

Es significativo que el 80,3% de los beneficiarios están matriculados en IES privadas, que puede interpretarse como la necesidad de comprar educación privada, a través del endeudamiento, por parte de aquellos que no pudieron lograr alguno de los escasos cupos en las IES públicas. Quienes deben endeudarse para comprar educación privada son, en su gran mayoría, quienes han recibido educación de baja calidad, que no les permite competir con éxito por los pocos cupos disponibles en las IES públicas, que son altamente selectivas, dada la enorme demanda de aspirantes en relación con los escasos cupos disponibles.6 De esta manera, los estudiantes más pobres y que han recibido formación previa de menor calidad son quienes deben endeudarse para comprar educación privada. El crédito educativo, aun subsidiado, no puede reemplazar la necesaria expansión de las oportunidades públicas de educación superior, que constituyen el principal factor en la igualdad social de oportunidades educativas.

Es evidente el impacto positivo que el crédito ACCES ha tenido en facilitar el acceso a la educación superior de jóvenes provenientes de estratos 1, 2 y 3, y de ciudades intermedias y regiones de menor desarrollo. Un porcentaje significativo de estos jóvenes seguramente no podría haber ingresado a la educación superior sin este programa de crédito. Entre 2003 y 2008, 129.148 jóvenes de estos estratos han sido beneficiados con crédito ACCES (19,7% de estrato 1; 56,6% de estrato 2 y 23,5% de estrato 3). La demanda de crédito aumentó en 4,3% entre el primer semestre de 2007 y el primero de 2008, beneficiando a 17.385 jóvenes de estos estratos. Esto refleja, o una aceptación positiva de estas oportunidades de crédito por parte de la población objetivo, o la creciente necesidad de endeudamiento para comprar educación privada, debido a la escasez de oportunidades de educación pública.

El crédito ACCES y acciones afirmativas Desde el año 2006, como una estrategia complementaria a la focalización en la adjudicación del crédito educativo (Acuerdo No. 029 de 2007), el ICETEX propuso la adopción de ”acciones afirmativas”, con el fin de modificar la composición social de los beneficiarios del Programa ACCES: mayor participación del estrato 1 y 2.

Más adelante se analizará si la mayor igualdad social de oportunidades educativas se logra mediante el crédito educativo, focalizado y subsidiado, que implica un alto grado de privatización del financiamiento de la educación superior, o si la mejor estrategia es la expansión de oportunidades de educación superior pública, u otras modalidades de financiación pública y administración privada, como la de los colegios en “concesión” en Bogotá.

Acción afirmativa, entendida como toda medida de carácter temporal con la que se busca asegurar la igualdad de oportunidades, a través de un trato preferencial, a los miembros de un grupo que ha experimentado situación de discriminación y marginalidad (León y Holguín 2004, 57).

Este análisis se entronca con el debate sobre opciones de política social: “focalización vs. universalismo” (Ocampo 2008; Molina 2006). La opción universalista se orienta a proveer igualdad social de oportunidades educativas a toda la población, independientemente de su origen, género, nivel socioeconómico y capital cultural previo, asegurando el derecho social a las oportunidades educativas. La opción de focalización cumple una función remedial, busca compensar y atenuar, en determinados grupos de población, las carencias o inequidades en el acceso a la educación.

La importancia social y política de la “acción afirmativa” es su aporte indispensable al logro de objetivos de 6 En Bogotá, por ejemplo, en 2007 sólo se ofrecían 14.054 cupos en las IES públicas, en relación con 88.000 egresados del nivel medio y aproximadamente 120.000 estudiantes de otras regiones del país en busca de oportunidades. Por otra parte, la alta selectividad en el acceso a los escasos cupos en las universidades públicas con mayor demanda se manifiesta claramente en el caso de la Universidad Nacional de Colombia. En el año 2007 se registraron 100.648 inscripciones y sólo se admitieron 10.802 estudiantes (11%). Ese porcentaje del 11% se ha mantenido casi igual desde el año 2003 (Universidad Nacional de Colombia 2008, 49). En Facultades de alta demanda como Medicina, en la sede de Bogotá, el porcentaje de absorción (admitidos/inscritos) fue del 3,1%: se admitieron 507 solicitudes de las 16.306 inscripciones hechas en 2007 (Universidad Nacional de Colombia 2008, 52).

Un interrogante necesario en este debate es conocer el porcentaje de los jóvenes beneficiarios de crédito que no se hubieran endeudado de haber contado con oportunidades de educación superior pública a su alcance. 109


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mayor acceso, cobertura y permanencia en la educación superior de jóvenes que no podrían lograr esas metas sin acciones que promuevan, estimulen y faciliten su acceso a la educación superior y su permanencia en esta última. La “acción afirmativa” se diferencia de otras acciones o programas genéricos para todos los estudiantes, en su carácter focalizado y especializado en determinados grupos sociales con características definidas, y en función de metas objetivas, en especial, las referidas a acceso, permanencia, graduación y vinculación laboral (Cohen y Sterba 2003).

• Admisiones especiales o procedimientos particulares de admisión para grupos sociales, étnicos, regionales, etc. Esta modalidad es frecuente en universidades públicas, para alcanzar mayor participación de grupos étnicos, de estudiantes de municipios pobres o de bajos estratos socioeconómicos. Generalmente, asume la forma de cuotas de admisión y cupos asignados a la población objetivo, con exámenes o criterios de admisión diferenciados.7 • Exámenes diseñados para dar cuenta de la diversidad social y cultural de los aspirantes, en contraposición con exámenes de admisión homogéneos y socialmente ciegos, que favorecen a estudiantes de mayor capital cultural y académico previo.

Las “acciones afirmativas”, de índole académica, económica, social y psicológica, son cada vez más necesarias, debido a que los nuevos estudiantes que aspiran o ingresan a la educación superior provienen de orígenes, niveles socioculturales y calidad de la formación previa muy heterogéneos y aun desiguales, que exige de las IES diversas iniciativas de acción afirmativa para promover y facilitar el acceso y asegurar la permanencia y graduación de estos estudiantes. Sin acciones afirmativas son menores las oportunidades de ingreso y mayores las tasas de deserción.

• Diversos esquemas de becas y subsidios al mantenimiento y la matrícula, como becas-crédito o modalidades de condonación del crédito según logros académicos, servicio médico y odontológico, residencias estudiantiles, compra de materiales. • Subsidios a la familia o al gasto familiar en educación. Estrategia común en el nivel básico de educación. Extensamente implementada en el Distrito Capital, por ejemplo.

Las acciones afirmativas no sólo se orientan a estudiantes de estratos bajos. También son necesarias para apoyar la permanencia y graduación de todos los estudiantes y de todos los beneficiarios del crédito ACCES, independientemente de su estrato de origen. Para el ICETEX es claro que el crédito ACCES es un factor importante en la mayor permanencia y graduación de los beneficiarios, comparados con estudiantes sin ese crédito. En un estudio realizado por la Universidad Nacional de Colombia (UN) en el año 2006, se “encontró que las tasas de deserción eran un 30 por ciento menores entre los beneficiarios que entre los no beneficiarios con las mismas características observables” (CerdánInfantes y Blom 2007, 2).

• Programas de tutorías y acompañamiento académico a estudiantes. Programas remediales en diversas áreas (lenguaje, matemáticas, ciencias básicas, etc.), sin los cuales aumentan las tasas de deserción por razones académicas. • Programas de articulación y colaboración entre las IES y la secundaria, orientados a elevar el nivel académico de los futuros aspirantes al nivel superior, aumentando así sus oportunidades de acceso y permanencia en este nivel.8

Las acciones afirmativas son entonces un elemento integral del crédito ACCES, que por sí mismo no puede garantizar la continuación de los estudios y la vinculación laboral de los beneficiarios. Se requiere que las IES tengan un papel activo en la concepción y diseño de acciones afirmativas para el logro de los objetivos ya señalados de promover el acceso y la permanencia y graduación de estudiantes beneficiarios.

7 Esta modalidad ha sido extensamente utilizada en Estados Unidos y en otros países, desde 1970, para lograr mayor participación en educación superior de la población afroamericana, indígena e inmigrantes de determinadas regiones o etnias (Cohen y Sterba 2003). En Colombia son significativos, entre otros, el Programa de Admisiones Especiales (PAES) de la Universidad Nacional de Colombia y la política de admisiones de la Facultad de Tecnologías de la Universidad Distrital en Ciudad Bolívar (Dirección Nacional de Bienestar 2007). 8 Ésta es una importante modalidad de articulación entre ambos niveles educativos. En algunas experiencias las IES organizan programas altamente estructurados de elevación del nivel académico en colegios de secundaria con estudiantes de estratos bajos o determinadas poblaciones étnicas.

Modalidades de acción afirmativa Además del crédito, las instituciones utilizan diversas modalidades de acción afirmativa, como: 110


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• Programas de oportunidades de trabajo estudiantil: monitorías, asistencias en administración e investigación, trabajo en servicios generales (vigilancia, aseo, bibliotecas, cafeterías, etc.).

con miras a aumentar las probabilidades de ingreso y permanencia en la educación superior de los jóvenes de estratos 1 y 2. En este capítulo se caracterizan y tipifican las acciones afirmativas que fueron identificadas a partir de la información reportada por las IES. Con el fin de ilustrar las condiciones socioeconómicas de los jóvenes de estratos 1 y 2, se utiliza información sobre la estructura de gastos de los hogares de los beneficiarios ACCES.

• Estrategias orientadas a facilitar la empleabilidad o acceso al mercado laboral a egresados, particularmente a aquellos con crédito educativo y con escaso capital social. • Grado de flexibilidad curricular, como medio para facilitarle al estudiante su avance en el programa según su disponibilidad de tiempo, necesidad de trabajar, ritmo de aprendizaje.9 Son comunes al respecto diversas estrategias: organización del programa por créditos académicos; número mínimo de créditos requeridos para ser estudiante de medio tiempo, tiempo parcial o completo; cobro de matrícula según número de créditos, no según semestre; flexibilidad en los requisitos, educación por ciclos propedéuticos (Díaz 2002; Díaz y Gómez 2003).

Metodología utilizada para caracterizar y tipificar las acciones afirmativas

Para caracterizar y tipificar las acciones afirmativas ofrecidas por las IES, se elaboró un formulario con preguntas abiertas y cerradas, organizadas en cuatro capítulos: a) antecedentes, b) tipificación de las acciones afirmativas, c) ejecución, puesta en marcha y operación de las acciones afirmativas y d) evaluación. En los antecedentes se buscó conocer las razones que llevaron a las IES a adoptar acciones afirmativas en sus políticas institucionales. En la tipificación, caracterizar el tipo de acciones afirmativas que adelantan las IES –admisión especial, académicas, económicas, orientación, de adaptación a la vida universitaria–, identificar la población beneficiaria de las mismas según origen de clase o étnico de los jóvenes y los objetivos a desarrollar. En la ejecución, determinar el tipo de personal involucrado (directivos, administrativos, profesores o estudiantes) y los costos en que incurrían las IES para poner en operación las acciones afirmativas. Y en la evaluación, conocer la eficacia de las acciones afirmativas con respecto a los objetivos propuestos, así como las dificultades encontradas y planes de mejoramiento establecidos para superarlas.

Caracterización y tipología de acciones afirmativas en las IES en Colombia En el año 2007, el ICETEX contrató con el Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (CID) un estudio denominado “Gasto educativo e impacto en el ingreso familiar, caracterización de estrategias institucionales complementarias al crédito educativo, que inciden en la permanencia e inclusión social de los jóvenes en la educación superior”. Este estudio tenía como objetivos: 1. Caracterizar la composición de gastos de los hogares de los beneficiarios ACCES según ingresos y condiciones sociodemográficas y analizar los efectos de los gastos educativos, diferentes a la matrícula, en los gastos de los hogares.

El formulario se envió a 250 IES públicas y privadas, de carácter universitario, técnico y tecnológico, y ubicadas en diferentes regiones del país. De ellas, 55 (22%) diligenciaron el formulario. Esta baja tasa de respuesta evidencia una escasez de acciones afirmativas en la educación superior en Colombia. Tal fenómeno puede entenderse si se tiene en cuenta que, en su mayoría, las acciones afirmativas identificadas eran de reciente creación: el 73% se creó entre los años 2002 y 2007. En cuanto al carácter académico de las IES, el 50,94% eran universidades; 32,08%, instituciones universitarias; 9,43%, instituciones tecnológicas, y 7,55%, instituciones técnicas profesionales. En su mayoría eran privadas (67,92%) y pocas eran públicas (32,08%).

2. Identificar, sistematizar y tipificar las acciones afirmativas ofrecidas por las IES en Colombia y, con base en esta información, elaborar un modelo de integración del ACCES con acciones afirmativas, 9 El grado de flexibilidad curricular es factor importante en la permanencia del estudiante. Si la estructura curricular es rígida e inflexible –lo que implica la adaptación del estudiante a las condiciones de la oferta–, se disminuye significativamente la eficacia del crédito educativo en estudiantes que requieren condiciones flexibles de estudio, como estudio de medio tiempo o combinación entre estudio y trabajo. 111


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Razones por las cuales las IES

Caldas y Nacional de Colombia (UN) y el Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín (ITM), que tienen como población beneficiaria a los jóvenes provenientes de comunidades indígenas, de municipios pobres (León y Holguín 2005) y de estratos 1 y 2.

adoptan acciones afirmativas

La mayoría de las IES argumenta como principal razón para adoptar acciones afirmativas la condición social de los jóvenes, referida a los capitales cultural o académico y económico. En la dimensión académica todas las IES coinciden en afirmar que los jóvenes ingresan a la educación superior sin los conocimientos y competencias intelectuales requeridos para cursar con éxito sus programas curriculares. Se señalan grandes carencias en competencias comunicativas, analíticas, de síntesis y conceptualización, además de pobre formación en matemáticas, ciencias naturales y sociales y en lenguas extranjeras. Estas carencias son el producto de la mala calidad generalizada de la educación media en el país, que afecta en mayor medida a estudiantes de menores ingresos y provenientes de municipios pobres (Gómez, Díaz y Celis 2008).

Brevemente, se reseñarán dos experiencias significativas al respecto: 1. El Programa de Admisiones Especiales (PAES), de la UN. Programa creado desde 1986 con el objetivo de promover el ingreso a aquellas poblaciones históricamente excluidas del sistema de educación superior: indígenas y bachilleres destacados provenientes de municipios pobres (Espinosa 2002; Universidad Nacional de Colombia 1986). Según León y Holguín, el PAES es el programa de acción afirmativa con mayor cobertura y trayectoria que existe en Colombia y que ha permitido el ingreso y graduación de indígenas provenientes de las zonas más apartadas del país (León y Holguín 2005, 155). Los indígenas que son admitidos solamente pagan la matrícula mínima que establece la UN. Pueden ser beneficiarios de un Préstamo-Beca para que cubran los costos mensuales de vivienda y alimentación.11 No pagan costos de transporte porque la UN les tiene arrendado un edificio cerca del campus.

En la dimensión económica, las IES sostienen que las familias no cuentan con ingresos suficientes para cubrir los costos en que incurren durante el proceso de formación de los jóvenes: pago de matrícula y sostenimiento, fundamentalmente. Para las IES las deficiencias académicas y las restricciones económicas son los factores que generan el rezago académico y la posterior deserción de la mayoría de estudiantes que ingresan a la educación superior, en especial, de los provenientes de los estratos 1 y 2.10

Con el fin de aumentar la permanencia de los indígenas y contribuir a su adaptación a la vida urbana y universitaria, el PAES establece procesos continuos de seguimiento y evaluación en las distintas dimensiones de los estudiantes: bienestar universitario, salud, trabajo social, promoción social. Desde 1991, a los estudiantes indígenas y de municipios pobres se les permite la cancelación de asignaturas de primer semestre que no puedan asumir, debido a que su formación en la media no les permite aprobarlas. Para resolver estas carencias, los indígenas cuentan con un programa de tutorías académicas en las áreas básicas (matemáticas, física, química, lenguaje). En la dimensión psicosocial, los indígenas reciben apoyo psicológico especializado y servicios de salud.

El programa PAES es una acción afirmativa integral que, además de estimular el ingreso de indígenas y

A pesar del reconocimiento de estas grandes insuficiencias en conocimientos y competencias académicas en los jóvenes de menores estratos, aspirantes a educación superior, la mayoría de IES no cuenta con acciones afirmativas orientadas a elevar y equilibrar, desde el nivel medio, su capacidad de ingreso a la educación superior. Las pocas IES que promueven programas de admisión especial de estratos 1 y 2 y grupos étnicos son en su mayoría públicas: las Universidades de Antioquia, de 10 Según información reportada por los hogares, las características socioeconómicas de los hogares de los beneficiarios ACCES son: - Están conformados en su mayoría (71%) por 3-5 personas. - El promedio de ingresos de los hogares está en el rango de dos y cuatro SMMVL (42%), y el 59% tiene ingresos menores de cuatro SMMVL. - En el 66% de los hogares asiste al sistema educativo más de una persona por hogar. - En los estratos 1, 2 y 3 el nivel educativo del jefe del hogar es educación básica secundaria y media (37%), y básica primaria (25%). El 63% de los jefes de hogar tiene hasta educación secundaria y media. - La mayoría de los beneficiarios depende económicamente de los padres (72,85%), y el 16% se sostiene autónomamente.

11 Este préstamo puede ser condonado parcial o totalmente de la siguiente forma: un 25% si el indígena presta sus servicios profesionales a su comunidad de origen por el término de un año; si prestan el servicio por dos años, se les condonará el 50%; si prestan el servicio por tres años, se les condonará el 75%; si prestan el servicio por cuatro años, se les condonará el 100%. 112


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jóvenes de municipios pobres, contempla estrategias académicas y no académicas para que la población beneficiaria permanezca y se gradúe en la educación superior. Si este tipo de iniciativas no se promueve en más IES –sobre todo en las privadas que concentran el mayor número de beneficiarios ACCES–, se reducen las posibilidades de acceso a la educación superior de los estratos 1 y 2 y de los grupos étnicos.

cula semestral. Este apoyo se concreta por lo general mediante becas totales o parciales. En su mayoría las IES otorgan becas que cubren total o parcialmente los costos de matrícula de los beneficiados. Al tratarse de programas de acción afirmativa, las IES consideran que aunque los jóvenes provenientes de estratos 1 y 2 no cuentan con un capital económico importante, algunos tienen el capital cultural suficiente para ingresar a la universidad. El criterio utilizado por las IES para adjudicar las becas es el mérito académico, medido mediante los puntajes obtenidos por los jóvenes en las pruebas ICFES. Pero estas acciones afirmativas son una compensación a medias, pues se desconoce que por lo general los grupos minoritarios no cuentan con el mérito académico para acceder a las becas, condición indispensable para ingresar posteriormente a la educación superior. Son indispensables entonces las acciones afirmativas que buscan nivelar culturalmente a los jóvenes provenientes de grupos pobres o minoritarios, para que estén en capacidad de competir en igualdad social por un cupo en la educación superior, y permanecer en ella.

2. El programa de articulación con el nivel medio, del ITM de Medellín. Este programa de articulación entre el ITM y cuatro colegios del municipio de Medellín se propuso elevar el nivel académico de estos colegios, con el fin de facilitar el acceso al ITM de estudiantes interesados en proseguir carreras en áreas tecnológicas. Para ello se hizo necesario reformar dimensiones curriculares y pedagógicas en el nivel medio de estos colegios, capacitar a sus docentes y facilitar la utilización de laboratorios, equipos e infraestructura del ITM (Sánchez et al. 2004). Como resultado de esta articulación, varios egresados de estos colegios han podido acceder tanto al ITM como a otras universidades locales como la UN y la de Antioquia. Antes de esta articulación, pocos egresados de estos colegios podían aspirar a ingresar al nivel superior.

• Académicas: actividades de apoyo al estudiante para mejorar su desempeño académico y aumentar las posibilidades de alcanzar los logros educativos. Este apoyo se concreta mediante tutorías, cursos, talleres, entre otros. Las estrategias académicas buscan prevenir la deserción en los primeros semestres de estudio de los jóvenes. Para muchas IES es claro que deben diseñar estrategias para compensar las deficiencias previas al ingreso a la educación superior, como se señaló antes. La asesoría de profesores o estudiantes de semestres superiores mediante talleres de recuperación es la principal muestra del trabajo preventivo. Mientras que las estrategias económicas están dirigidas a jóvenes de grupos pobres con incapacidad para pagar educación superior, las académicas se aplican a toda la población, sin importar su condición económica. Este fenómeno evoca el problema de la calidad de la educación media. Los jóvenes no egresan con las capacidades mínimas para incursionar en la educación superior.

Estas dos experiencias demuestran la importancia social de acciones afirmativas orientadas a compensar y nivelar las carencias formativas que impiden o dificultan significativamente el acceso a la educación superior de jóvenes de estratos 1 y 2, y provenientes de comunidades indígenas, grupos étnicos y municipios pobres. Éstos son los jóvenes más excluidos del acceso a la educación superior y con mayores dificultades para endeudarse, a fin de pagar sus estudios. Pero al mismo tiempo éste es el grupo social hacia el cual debe focalizarse la política gubernamental de “cobertura con equidad”. Pero el aumento en cobertura de estos grupos requiere de las IES un fuerte compromiso con acciones afirmativas, como las ya señaladas, que pueden ser caracterizadas como acciones de “discriminación positiva” a favor de estos sectores sociales marginados y excluidos.

• Subsidios de sostenimiento: diversas ayudas a los estudiantes para cubrir los costos asociados a vivienda, transporte y alimentación. Estos subsidios se concretan mediante residencias estudiantiles, bonos alimenticios, bonos de transporte, trabajos remunerados, guarderías, entre otros. La mención de estrategias de sostenimiento fue mínima por parte

Tipología de acciones afirmativas A partir de la información reportada por las IES, se identificaron los siguientes tipos de acciones afirmativas: • Económicas: diversas iniciativas de apoyo económico para que los estudiantes cubran los costos de matrí113


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de las IES. Acciones con referencia al subsidio de transporte, alimentación y oportunidades de trabajo (monitorias, asistencias, becarios, etc.) son las únicas consideradas como parte del sostenimiento del estudiante. En términos económicos, el sostenimiento de los jóvenes de bajos recursos dentro de su vida académica debe ser considerado como una de las fases más importante de las acciones afirmativas, puesto que los gastos generados por el estudio influyen enormemente en el desempeño del estudiante y en su permanencia en la educación superior. En la mayoría de ocasiones, las becas de tipo económico descargan del estudiante la responsabilidad de pagar una parte significativa de la matrícula, pero se puede comprobar que los gastos originados por un estudiante (vivienda, transporte y elementos para la academia) no dejan de ser considerables.

La baja participación de las acciones de sostenimiento puede deberse a los altos costos en que incurre una IES cuando decide implementarlas. Según información reportada por los hogares de los beneficiarios ACCES, el gasto promedio mensual de un estudiante ACCES es de $373.625 (81% del SMMLV).

Evaluación de las acciones afirmativas por parte de las IES Aunque el 57% de las IES reportó haber realizado evaluaciones a sus acciones afirmativas, no se encontró información concluyente que permitiera conocer la eficacia de las mismas en los objetivos propuestos, en especial, los referidos a deserción, permanencia y graduación. Esta situación se puede deber a que las IES no tienen los sistemas de información consolidados y, en muchos casos, la cultura de la evaluación no es un componente fundamental de las acciones afirmativas.

• Psicosociales: se entienden como el apoyo psicológico y de orientación que reciben los estudiantes para adaptarse a la vida universitaria, seleccionar la carrera adecuada y transitar hacia la vida adulta. Se concretan mediante asesorías psicológicas por profesionales expertos, consejerías, entre otros. De acuerdo con la información analizada, estas estrategias se refieren al apoyo psicológico que prestan las unidades de bienestar en las IES. Muchas de ellas ayudan a los jóvenes para que se puedan adaptar a la vida universitaria y, en muchos casos, asesoran la orientación vocacional para que seleccionen la carrera que más se ajuste a sus intereses y expectativas personales. Estos factores no académicos también son una manifestación de algunos de los problemas que afectan la educación media en Colombia actualmente: el nivel etáreo de los jóvenes que acceden a la educación superior y la orientación socioocupacional (Gómez, Díaz y Celis 2008).

La evaluación es un asunto de suma importancia para determinar la eficacia de las acciones afirmativas, teniendo en cuenta las condiciones sociales y económicas de los jóvenes de estratos 1 y 2. El ACCES es un factor que puede contribuir al ingreso de ellos a la educación superior, pero no es suficiente para prevenir la deserción y el rezago académico.

Implicaciones de política de educación superior Es importante el esfuerzo del Programa ACCES en el otorgamiento de crédito educativo subsidiado, focalizado en estudiantes de estratos 1 y 2, con el objetivo de mejorar sus oportunidades de acceso a la educación superior y de permanencia en ella. La gran mayoría de los estudiantes beneficiarios de este crédito no estaría en este nivel sin dicho crédito, que requiere, además, iniciativas de acciones afirmativas en las IES encaminadas a disminuir la deserción y aumentar la tasa de graduación de estos estudiantes.

En Colombia la duración de la escolaridad, que es de 11 años, y el ingreso temprano a la escolaridad (4 o 5 años de edad) han incrementado el porcentaje de jóvenes de 13 y 14 años que entran a grado 10 y egresan del nivel medio con 15 y 16 años de edad. La inmadurez socioafectiva e intelectual de muchos menores de 17 años que logran ingresar al nivel superior, pero sin claridad en sus decisiones de áreas de estudio, incide significativamente sobre las tasas posteriores de repitencia y deserción en este nivel.

Sin embargo, es necesario analizar las funciones y el alcance del crédito ACCES en el contexto general de oferta y demanda de oportunidades de educación superior para jóvenes de estratos bajos. En efecto, debido a la expansión de cobertura en el nivel medio, crece rápidamente el número de egresados en busca de oportunidades de educación superior. La mayor parte de esta nueva demanda está conformada por jóvenes provenientes de los estratos socioeconómicos más bajos y tradicionalmente excluidos del nivel superior. Pero esta

De las 111 acciones afirmativas identificadas en el estudio, 38% eran de índole económica y 30% académicas, y tan sólo 20% eran psicosociales y 11% de sostenimiento. 114


Crédito educativo, acciones afirmativas y equidad social en la educación superior en Colombia Víctor Manuel Gómez Campo, Jorge Enrique Celis Giraldo

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demanda creciente se enfrenta a una reducida oferta de cupos en IES públicas, de menor costo para el estudiante y su familia, que genera una alta competencia entre mayor número de aspirantes por pocos cupos, cuyo acceso está determinado por altos puntajes relativos en el Examen de Estado o en los exámenes propios, como el de la Universidad Nacional de Colombia, como ya se señaló.

tivo, en especial, para los estratos 1 y 2, y sería menor el esfuerzo de autofinanciación (endeudamiento) de los estratos con mayores necesidades económicas. En lugar de aumentar los cupos y las oportunidades en las IES públicas (subsidio a la oferta), el costo de la educación ha sido transferido a estudiantes y familias de menores ingresos (privatización de la financiación de la educación superior). El crédito no puede sustituir ni reemplazar la necesaria inversión en mayores oportunidades públicas de educación. Lo que se requiere entonces son mayores inversiones en expansión de cupos y oportunidades en IES públicas y mayor disponibilidad de crédito educativo para estratos socioeconómicos con mayor capacidad de endeudamiento y pago.

Los jóvenes provenientes de estratos 1 y 2, generalmente con educación de bajo nivel, tienen menores posibilidades de competir por estos escasos cupos en las IES públicas y se ven entonces obligados a comprar educación privada; en la que es mucho más fácil el ingreso, sobre todo si se cuenta con crédito educativo, pues éste se ha convertido en una de las principales fuentes de financiación de varias IES privadas (20%-30%).

En la búsqueda de opciones frente al endeudamiento de estudiantes pobres se encuentran diversas fuentes alternativas de financiación. Una de éstas es la creación de “bolsas de becas” generadas con aportes de empresas e instituciones, públicas y privadas. Estas “bolsas de becas” son focalizadas hacia estudiantes de familias pobres y adjudicadas según criterios de necesidad y mérito. El préstamo o crédito sería sólo un pequeño porcentaje de la beca, condonable de acuerdo al mérito. Es importante que la beca no sea totalmente gratuita, con el fin de estimular valores de esfuerzo y responsabilidad individuales. Estas “bolsas de becas” y otras modalidades de colaboración entre diversos sectores sociales y las IES son un significativo factor de interés y participación de la sociedad en la calidad y pertinencia de la educación superior, como lo revela la experiencia exitosa del programa de becas de EAFIT (Betancourt 2007; Universidad EAFIT 2007).

El hecho de que sólo el 19,7% de los beneficiarios ACCES estén en IES públicas puede ser interpretado como que, para la mayoría de aspirantes, los cupos públicos no requieren endeudamiento y que éste es la única alternativa para quienes se ven obligados a comprar educación privada. Pero quienes tienen que endeudarse son precisamente los estratos sociales con menores ingresos relativos. De esta manera, el estudiante pobre, con educación básica de menor calidad, en lugar de tener mayores oportunidades de educación pública, se ve obligado a financiar su educación privada con el crédito educativo, lo cual configura una situación de extrema inequidad. De esta manera, el estudiante pobre, con educación básica de menor calidad, en lugar de tener mayores oportunidades de educación pública, se ve obligado a financiar su educación privada con el crédito educativo, lo cual configura una situación de extrema inequidad; ellos no pueden competir por los escasos cupos en IES públicas, y se ven entonces obligados a endeudarse para poder comprar educación privada. Un dato importante que es necesario averiguar es cuántos de los actuales estudiantes con crédito (80% en IES privadas) preferirían no haberse endeudado, de haber contado con oportunidades de educación pública. Esta información permitiría comprender si el crédito ACCES es un instrumento de promoción de la equidad social en educación o una modalidad de privatización del costo de la educación superior a cargo de los estudiantes más pobres.

En esta alternativa de financiación, el costo para el estudiante y su familia sería mucho menor que el monto del crédito ACCES, sobre todo cuando el 80% de estudiantes está en carreras largas en IES tradicionales, y menos del 20%, en carreras cortas técnicas y tecnológicas. Una política de incentivos tributarios a empresas e instituciones, para crear estas “bolsas de becas”, generaría enormes recursos de financiación, subsidiada y focalizada, de la educación de estudiantes de estratos 1 y 2, liberando recursos de crédito para estudiantes de otros estratos con mayor capacidad de endeudamiento y pago, que conformaría una política de mayor equidad social en el acceso a la educación superior.

El déficit de cupos/demanda en las IES públicas es entonces el principal factor de endeudamiento en ACCES y en otras modalidades de crédito educativo. Si hubiera más cupos, sería menor la demanda de crédito educa-

En relación con las acciones afirmativas, es clara su importancia en la educación superior, con el objetivo de promover y facilitar el acceso de estudiantes de estratos 115


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1 y 2 y de mejorar su permanencia y graduación. Y estos objetivos son aplicables tanto a beneficiarios de ACCES como a estudiantes regulares.

acción afirmativa en IES, que permita la identificación y ponderación de los más eficaces en el logro de metas de acceso de estratos 1 y 2, de aumento en tasas de retención y graduación y en la rápida vinculación laboral de egresados beneficiarios de ACCES. Este sistema permitiría al ICETEX orientar y priorizar la demanda de crédito educativo hacia aquellos IES, programas y niveles con mayores desarrollos en acciones afirmativas. De esta manera, el endeudamiento en que incurre una familia tendría la garantía de las IES que han desarrollado acciones afirmativas con efectos positivos en el acceso, permanencia y graduación de los jóvenes.

Aunque las acciones afirmativas han aumentado considerablemente en los últimos cinco años en la educación superior en Colombia –de las 111 acciones afirmativas identificadas, el 73% se creó entre los años 2002 y 2007–, hay una alta concentración en las de índole económica y académica. Al suponer que los principales factores que afectan a los estudiantes que ingresan a las IES son la falta de recursos para financiar los costos de matrícula –especialmente, en el caso de las IES privadas– y la carencia de competencias académicas, las IES han adoptado diversos subsidios económicos o becas parciales, además de tutorías y apoyos académicos para contribuir a aumentar las posibilidades de permanencia y graduación de estos estudiantes, que requieren, además, acciones afirmativas de sostenimiento y psicosociales. No basta con que los jóvenes tengan las competencias académicas suficientes, también requieren ayudas de vivienda, alimentación, salud y recreación. En este caso, las acciones afirmativas deben contemplar dimensiones diferentes a la académica y la económica, para que los jóvenes puedan tener un rendimiento satisfactorio.

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Si bien son necesarias las acciones afirmativas para los estudiantes que ingresan a las IES, no menos importantes son las acciones que faciliten y promuevan el acceso de jóvenes que, en razón de la mala calidad de la educación básica y media recibida, no pueden aspirar a lograr los puntajes mínimos requeridos en los exámenes de admisión. Estos jóvenes son los principales excluidos de la educación superior y pertenecen a los estratos más bajos y a las regiones y los municipios más pobres. La ampliación de la cobertura de estos jóvenes requiere no sólo mayor número de cupos y oportunidades sino estrategias de mejoramiento y nivelación de los conocimientos y competencias recibidos en el nivel medio.

3. Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID). 2006. Medición de impacto del crédito educativo Acces en la cobertura, la permanencia y el desempeño académico en la educación superior en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional - ICETEX - MEN. 4. Cerdán-Infantes, Pedro y Andreas Blom. 2007. Colombia: apoyando a estudiantes de familias de bajos ingresos a acceder a la Educación Superior. Breve 100: 1-4. 5. Cohen, Carl y James Sterba. 2003. Affirmative Action and Racial Preferences: A Debate. Nueva York: Oxford University Press.

Con excepción de algunas universidades públicas ya mencionadas (UN e ITM, entre otras), es notoria la carencia de acciones afirmativas en las IES colombianas orientadas a elevar el nivel académico de estos estudiantes y facilitar su acceso a la educación superior.

6. Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES). 2002. 3203 Autorización a la nación para contratar empréstitos externos para financiar el Proyecto acceso con calidad a la educación superior en Colombia. Bogotá: Departamento Nacional de Planeación.

El Programa ACCES podría actuar como importante instrumento de promoción de acciones afirmativas en las IES con estudiantes beneficiarios de crédito. Se requiere la organización de un sistema de seguimiento y evaluación de diversas modalidades y programas de

7. Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES). 2007. 3496 Garantía de la Nación al Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el 116


Crédito educativo, acciones afirmativas y equidad social en la educación superior en Colombia Víctor Manuel Gómez Campo, Jorge Enrique Celis Giraldo

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Exterior –ICETEX– para contratar una operación de crédito público con la banca multilateral hasta por la suma de US$500 millones, o su equivalente en otras monedas, destinados a financiar parcialmente la segunda fase del Proyecto acceso con calidad a la educación superior en Colombia, ACCES. Bogotá: Departamento Nacional de Planeación.

educativo según indicadores - Línea ACCES - ICETEX 2003-2007. Bogotá: ICETEX. 17. Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín (ITM). 2004. Acuerdo 01 del 2004. Medellín: ITM. 18. León, Magdalena y Jimena Holguín. 2004. La acción afirmativa en la Universidad de los Andes: el caso del programa Oportunidades para Talentos Nacionales. Revista de Estudios Sociales 19: 57-60.

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Por uma história da alimentação na cidade de São Paulo (décadas de 1920 a 1950)* por Jaime

Rodrigues**

Fecha de recepción: 21 de mayo de 2008 Fecha de aceptación: 26 de diciembre de 2008 Fecha de modificación: 15 de enero de 2009

Resumo O artigo apresenta uma proposta de análise da história da alimentação na cidade de São Paulo, Brasil, entre as décadas de 1920 a 1950. A escolha justifica-se pela relativa ausência de estudos sobre o tema na época delimitada e por ter sido esse um período de intensa metropolização da cidade, tornando-a um palco privilegiado do abastecimento, da regulamentação dos hábitos e dos encontros de grupos sociais de diferentes origens. A abundância de fontes permite viabilizar o estudo da perspectiva da história social. Por um lado, identificamos a ampla produção intelectual de profissionais de diferentes inserções e formações acerca dos hábitos alimentares populares. Pelo outro, vislumbramos a possibilidade de acesso a parcelas do universo popular, por meio das pesquisas de padrão de vida e dos inquéritos alimentares realizados nesse período.

Palavras chaves: Alimentação, história social, saúde pública.

Por una historia de la alimentación en la ciudad de São Paulo (décadas de 1920 hasta 1950)

Resumen El texto presenta una propuesta de análisis de la historia de la alimentación en la ciudad de São Paulo, Brasil, entre las décadas de 1920 a 1950. La elección se justifica por la relativa ausencia de estudios sobre el tema en el período delimitado y porque fue en este período que se evidenció un crecimiento significativo de la ciudad, la cual pasó a convertirse en una metrópolis y se transformó en escenario privilegiado para el abastecimiento, la regulación de los hábitos y los encuentros de grupos sociales de distintos orígenes. La abundancia de fuentes hace posible el estudio desde la perspectiva de la Historia Social. Por una parte, identificamos la amplia producción intelectual de profesionales de distintas corrientes y formaciones sobre los hábitos alimenticios populares. Por la otra, vislumbramos la posibilidad de acceder a sectores del universo popular, a través de las investigaciones sobre el modelo de vida y las encuestas sobre los hábitos alimenticios realizadas en la ciudad durante ese período.

Palabras clave: Alimentación, historia social, salud pública.

A History of Eating in São Paulo (1920 to 1950)

Abstract This paper proposes a way to analyze the history of eating in São Paulo (Brazil) between 1920 and 1950. It addresses the relative absence of research on this topic for this period characterized by the rapid expansion of the city, which became a key market, an important regulator of consumption habits, and a meeting place for diverse social groups. An abundance of sources makes it possible to undertake a social history of eating. On the one hand, intellectuals of different backgrounds and interests produced a good deal of work on popular food habits. On the other, the article points to the possibility of using lifestyle studies and surveys on eating habits from this period in order to gain insight into the lives of different sectors of the population.

Key Words: Food, Social History, Public Health.

* A ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ pesquisa que resultou neste texto obteve o apoio da FAPESP –Fundação de Apoio à Pesquisa no Estado de São Paulo– por meio de bolsa de pós-dou� torado concedida entre 2005 e 2007. O programa de estudos e pesquisas foi cumprido na Faculdade de Saúde Pública da Universidade de São Paulo. ** Historiador, Universidad de São Paulo, Brasil: Maestría y Doctorado en Historia Social, Universidade Estadual de Campinas, Brasil. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: A Universidade Federal de São Paulo aos 75 anos: ensaios sobre história e memória (organizador). São Paulo: Ed. Unifesp, 2008; De costa a costa: escravos, marinheiros e intermediários do tráfico negreiro de Angola ao Rio de Janeiro (1780-1860). São Paulo: Cia. das Letras, 2005 y O infame comércio: propostas e experiências no final do tráfico de africanos para o Brasil (1800-1850). Campinas: Ed. da Unicamp, 2000. Actualmente se desempeña como profesor de historia de Brasil, Universidade Federal de São Paulo, Brasil. Correo electrónico: jaime.rodrigues@unifesp.br.

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Por uma história da alimentação na cidade de São Paulo (décadas de 1920 a 1950) Jaime Rodrigues

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E

Paulo. Estou me referindo ao século XX e aos paradoxos da pesquisa sobre a história paulistana nesse período. Indícios consistentes do século XX ainda presentes no século XXI permitem afirmar o amplo desenvolvimento da cidade em termos de ocupação do solo, demografia, enriquecimento de alguns grupos sociais e diversidade cultural. Aquele período também representou a época de intensificação dos conflitos sociais, ainda que a história da alimentação relacionada à maioria desses eventos não tenha sido objeto de uma reflexão mais exaustiva.

m 2004, durante as comemorações dos 450 anos da fundação de São Paulo, a história da cidade foi abordada a partir de diversos temas, em inúmeras publicações e em diferentes eventos comemorativos. Dentre as publicações, destacou-se uma obra de história geral da cidade, dividida em três volumes, referentes aos três grandes períodos clássicos da história do Brasil: Colônia, Império e República (Porta 2005). As contribuições dos autores revelaram características multidisciplinares e uma ampla gama temática, através de textos escritos por historiadores, sociólogos, antropólogos, arquitetos, fotógrafos, cientistas políticos, geógrafos e críticos literários.

Diálogos bibliográficos Em seu amplo estudo sobre a alimentação, Henrique Carneiro dedicou-se a um balanço bibliográfico sobre o tema na história do Brasil (Carneiro 2003). Trata-se de um indicador de balizas importantes, que retoma as formulações anteriores de Carneiro e Ulpiano T. B. de Meneses em artigo sobre o assunto (Carneiro e Menezes 1997). Nesse estudo, Carneiro apresenta as obras de Josué de Castro, Luís da Câmara Cascudo e Gilberto Freyre como pioneiras no enfrentamento da questão, ainda que por vieses diferentes: enquanto Castro preocupava-se especialmente com a fome, a Cascudo e Freyre interessavam a comida e seus significados culturais (Carneiro 2003). Se as preocupações de Castro eram de natureza sociológica e de busca de soluções para o problema da fome, Cascudo e Freyre tiveram preocupações históricas mais marcantes (Castro 1946; Cascudo 1963, 1964, 1968, 1971, 1977; Freyre 1951). Nos estudos dos dois últimos, a culinária, os ingredientes, as receitas e os hábitos foram alguns dos temas privilegiados.

Alguns desses temas –como população, ciência, artes plásticas, literatura e música– foram tratados em capítulos excepcionais, no sentido de que atravessaram as temporalidades definidas em cada volume e referiram-se à história da cidade como um todo. A própria dinâmica da história paulistana, expandida especialmente a partir de fins do século XIX, permitiu tratar desses temas em capítulos únicos, considerando que abrangem assuntos adensados a partir do crescimento acelerado da cidade, em população e em importância econômica. Estes parágrafos iniciais não pretendem fazer uma avaliação dos sentidos das comemorações dos 450 anos da cidade, nem de uma das obras mais significativas lançadas na ocasião. Servem, no entanto, para chamar a atenção sobre uma ausência de peso, ressaltada pela própria organizadora dos volumes. Trata-se da história da alimentação, de importância fundamental mesmo em uma obra de referência que tentava sistematizar os grandes temas históricos paulistanos. Em entrevista, a organizadora afirmou ter encontrado excelentes pesquisadores para alguns temas “e nenhum para outras poucas áreas, como ‘história da alimentação paulistana” (Machado 2005, 8).

Sociologia e dietética também contribuíram para a definição de balizas nos estudos sobre a alimentação no Brasil, como no caso dos trabalhos de Antonio da Silva Mello. Também não faltaram as intervenções de folcloristas –como Mário Souto Maior e seus trabalhos sobre as interdições alimentares rituais– e dos estudiosos da abordagem literária da alimentação, como Maria José de Queiroz. Os historiadores de ofício não se abstiveram das questões da alimentação, encaradas pela ótica econômica nos estudos sobre a agricultura brasileira (como nos trabalhos de Maria Yedda Linhares e Francisco Teixeira da Silva sobre as populações rurais, as estruturas agrícolas e o abastecimento) ou por um olhar sobre o passado mais preocupado com os aspectos culturais do cotidiano alimentar –como nas obras de Sérgio Buarque de Holanda sobre o bandeirismo, de Evaldo Cabral de

Apresentada como lacuna historiográfica, a alimentação dos paulistanos foi tratada em escritos esparsos. De fato, pouco foi pesquisado sobre a época em que a cidade assumiu o posto de um dos principais centros urbanos do país, calcado na produção de riquezas decorrentes do processo de industrialização intensiva e na formação de um mercado consumidor importante a partir da concentração demográfica de nacionais e estrangeiros em São 119


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Mello sobre a ocupação holandesa em Pernambuco e de historiadores do período joanino sobre as mudanças de hábitos alimentares, principalmente na Corte– (Carneiro 2003).

fantil. Isso pode ser verificado nos produtos e na divulgação dos alimentos infantis ou destinados às famílias. A secular Maizena, por exemplo, apostava em imagens que denotassem o vigor de quem consumisse o produto e defendia seu uso por gente de diferentes origens em suas peças publicitárias veiculadas na mídia impressa até a década de 1950:

Nos últimos anos, o foco das atenções sobre o tema da alimentação mudou substancialmente. Tal mudança indica as profundas alterações nos hábitos alimentares e na própria organização da sociedade em função da globalização, que se expressaram tanto na “diversificação dos produtos consumidos quanto nas formas sociais desse consumo”:

O produto foi representado no centro da cena, na forma de pudim sobre o prato, havendo ao seu redor crianças de diversas nacionalidades ou etnias (...). Nesse exemplo, as gerações foram identificadas a toda a humanidade, como se o artigo agradasse às pessoas dos mais diversos lugares do mundo e isso fosse um motivo a mais para ser adotado pelos consumidores brasileiros (Brites 1999, 230).

O advento dos restaurantes por quilo, que possibilitaram uma difusão mais ampla de produtos como sushis ou salmão, das polpas congeladas de frutas amazônicas, como açaí, cupuaçu ou graviola, de novas frutas exóticas, como kiwi, lichia, mangostin, etc., assim como os impactos dos sistemas de fast-food, ainda não foram examinados em todas as suas conseqüências econômicas, sociais e culturais no Brasil, havendo maior atenção apenas para os aspectos nutricionais abordados pelo ângulo biomédico (Carneiro 2003, 164).

No presente e no passado recente, o apelo visual não se limita à propaganda. As vitrines de comidas, tanto de doces com confeitos elaborados como de pratos de culinárias específicas, também contribuem para que alimentação seja, hoje, “um apetitoso espetáculo visual globalizado”, acessível não só aos mais abastados, mas a quase toda a população. Atingindo a muitas pessoas, o “espetáculo da alimentação” ampliou ainda mais o espectro das vozes categorizadas para tratar do assunto: “de esteticistas a esportistas passando por médicos, nutricionistas, psicólogos e terapeutas, a comida tornou-se um importante foco de perturbações e estudos. Ou seja, a nossa época é aquela de uma visibilidade pública inusitada, não somente das imagens da comida, mas, sobretudo, do tema ‘alimentação” (Sant’Anna 2003, 41).

É importante destacar que a alimentação não é domínio exclusivo de nutricionistas ou médicos, mesmo quando a abordagem se faz no campo da saúde pública. Impossível negar a importância da atuação desses profissionais para planejar e executar intervenções nos problemas de saúde, considerando serem possíveis a profilaxia e a terapêutica sem o recurso exclusivo às drogas sintéticas. A alimentação vem sendo tratada em diversos estudos de saúde pública por profissionais que, de modos diferentes, incorporaram abordagens históricas consagradas –como as permanências e mudanças dos hábitos alimentares e dos padrões de consumo alimentar (Takasu 2000). Também têm sido contemplados aspectos ligados especificamente à memória (Brasil 2002), aos hábitos culturais e aos aspectos simbólicos da alimentação (Garcia 1986; Ishi 1986). Essas interpretações de caráter histórico em saúde pública se fazem sem perder de vista a contemporaneidade– marco temporal do qual os profissionais dessa área eventualmente se distanciam, mas sem perder o foco no presente (Mondini y Monteiro 1994).

Abordagem multidisciplinar História e saúde pública são campos do conhecimento que têm se cruzado com freqüência. Em outras palavras, talvez seja mais correto dizer que os historiadores têm encontrado nas políticas de saúde pública e na sua repercussão social um campo fértil de análise, tratando-o a partir de seu instrumental e repertório, e também em perspectiva multidicisplinar. Sinal disso é a proliferação, nos últimos anos, de estudos históricos cujos temas são claramente buscados no âmbito da saúde pública: epidemias, educação e práticas sanitárias, biografias de profissionais da saúde pública, discursos voltados à saúde de crianças, adolescentes e mães, além da questão ambiental, entre outros.1 Dentre

Uma vertente historiográfica mais recente dos estudos sobre alimentação ressalta os aspectos da industrialização e do apelo visual da propaganda. A indústria alimentícia fixava-se nas tentações visuais na propaganda desde muito tempo, com conseqüências sobre os hábitos alimentares tradicionais e sobre a saúde materno-in-

1 Destacamos, entre as publicações mais recentes, a coletânea 120


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as temáticas dessa natureza, a alimentação ainda têm merecido pouco destaque na historiografia. Se no Brasil a produção acadêmica é relativamente reduzida (embora de interesse crescente),2 em outros países a historiografia da alimentação firmou-se como um campo clássico.3

discursos sobre o tema enraizava a alimentação do âmbito da saúde pública, campo do conhecimento que, desde suas origens, é marcado pela multidisciplinariedade. Na primeira metade do século XX, a visibilidade da alimentação já era um dado, embora definido por outros âmbitos. Se não havia shoppings centers para o deleite do consumo (alimentar, inclusive) da classe média, os temas na ordem do dia eram aqueles voltados aos hábitos populares. Casa, escola e fábrica eram os lugares sociais do consumo alimentar em larga escala em São Paulo. Técnicos esquadrinhavam esses lugares a partir de métodos designados –naquela época e ainda hoje– de inquéritos alimentares (algumas vezes embutidos em estudos mais amplos: as pesquisas de padrão de vida).

O interesse historiográfico sobre a alimentação no Brasil prende-se a momentos distintos. Para os objetivos aqui pretendidos, a historiografia da alimentação apresenta uma problemática evidente: o intervalo entre as épocas colonial e imperial e era do fast-food ou a contemporaneidade imediata. Ou seja, praticamente todo o século XX deixou de ser abordado em perspectiva histórica. Para além dos motivos já apontados, a importância de estudar a história da alimentação paulistana no século XX não reside apenas na metropolização. Entre outras razões que justificam os recortes feitos neste artigo, é possível afirmar que a São Paulo novecentista é a cidade multicultural por excelência: nela encontraram-se colônias de imigrantes oriundas de diferentes países e de migrantes de diferentes regiões do Brasil, com hábitos e práticas alimentares (entre outros) os mais diversos. Também foi no século XX, mais precisamente a partir da década de 1920, que se definiram os lugares sociais da alimentação como problemas de saúde pública, introduzindo novas relações de poder no cotidiano urbano, particularmente entre os escolares e os operários. Nesses lugares sociais, a questão alimentar apresentava-se de forma bastante diferente daquela estudada na historiografia clássica (o bandeirismo, a mineração, a época joanina e as plantations escravistas) e da era contemporânea imediata (marcada por fast-foods, restaurantes self-service por quilo, prato feito, comida industrializada e hábitos globalizados).

Higiene, educação e alimentação Higienistas, sociólogos, médicos e outros profissionais iniciaram, a partir da década de 1920, um debate sistemático sobre diversos aspectos da alimentação. Entre 1 e 7 de outubro de 1923, especialistas dessas áreas reuniam-se no Rio de Janeiro durante o I Congresso Brasileiro de Higiene, presidido por Carlos Chagas. A importância da alimentação em meio às discussões ocorridas nesse encontro denota que se tratava de um tópico constitutivo das preocupações da saúde pública naquele período. Afinal, dos vinte temas oficiais escolhidos para o debate, quatro referiam-se à alimentação, a saber: princípios da fiscalização sanitária dos gêneros alimentícios, abastecimento do leite, alimentação escolar e pré-escolar e alimentação dos soldados brasileiros (Anais do Primeiro Congresso Brasileiro de Higiene 1926). São Paulo foi representado por uma delegação de cinco membros nesse Congresso, sendo quatro deles ligados ao Instituto de Higiene (Geraldo Horácio de Paula Souza, Francisco Borges Vieira, A. Almeida Júnior e Samuel B. Pessoa), além de um deputado (Palmeira Ripper).

A alimentação tem hoje uma visibilidade inusitada e é objeto do interesse de profissionais oriundos de diferentes formações, nas palavras de Sant’Anna. Sugerimos, porém, que tal visibilidade não seja exclusiva do presente ou passado mais recente. Já entre as décadas de 1920 e 1950, intelectuais de diversos matizes e inserções profissionais variadas debruçaram-se sobre os problemas alimentares. Naquela época como agora, a profusão de

Esses intelectuais vinculados ao Instituto de Higiene não eram neófitos nessas questões. Nos cursos ministrados naquela instituição de ensino e pesquisa, defendia-se a inspeção sanitária como exercício próprio à formação do profissional da saúde pública. A prática revelou-se em estudos realizados desde o início das atividades do Instituto, constando de inspeções nos mercados e no comércio ambulante de produtos como o leite, além das estatísticas sanitárias, de mortalidade e de morbidade.4

organizada por Chalhoub, Sidney e outros (2003), Mott et al. (2005), Beltrão (2004), Bertucci (2004), Rocha (2004), Campos (2001); Faria (2005), Rodrigues (2005a, 2005b), Rodrigues y Vasconcellos (2006). 2 ������������������������������������������������������������ Destacando-se, entre outros, Carneiro (1997), Carneiro e Menezes (1997), Estudos Históricos 33, 2004 [Dossiê Alimentação], Santos (1995), Sant’anna (2005). 3 Ver, entre outros, Flandrin e Montanari (1998), Montanari (2003), Gabaccia (1998), Kiple (2000), Kiple e King (1981).

4 ������������������������������������������������������������� O esquema utilizado para a orientação dos alunos nas atividades de inspeção sanitária envolvia conhecimentos de topogra121


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No mesmo ano em que compusera a representação paulista no congresso de higiene, Almeida Jr. recebeu a tarefa de elaborar uma cartilha de higiene na qual as comidas e bebidas apropriadas às crianças em idade escolar ganharam amplo espaço. Ali, nas instruções aos professores, lemos que a prática da higiene seria conseguida com o auxílio de vários fatores, entre eles a investigação acerca da vida doméstica dos alunos:

era um dos quatro itens oficiais discutidos no congresso, ao lado da educação sanitária, da higiene rural e da epidemiologia e profilaxia.5 Entre 1923 e 1948, a ênfase nos estudos alimentares no âmbito da higiene manteve certos paradigmas e criou outros. Entre os paradigmas consagrados, mantinham-se a aplicação dos inquéritos alimentares6 e a importância da educação escolar como fator de correção de hábitos alimentares tidos como pouco saudáveis..7 Entre os novos objetos de estudo, sinais das mudanças concomitantes à industrialização, podemos relacionar as condições de produção8 e a conservação e o enriquecimento dos alimentos.9 Para alguns membros do Congresso, os hábitos alimentares saudáveis deveriam ser impostos à força, quando não fosse possível implantá-los pela via pedagógica. Ao menos um deles propôs a criação de “pelotões de saúde” e, entre as moções encaminhadas nesse congresso, havia uma endereçada ao governo pedindo a promulgação de uma lei que facultasse o ingresso dos higienistas nos domicílios com poder de polícia.10 Na mesma ocasião, Paula Souza incumbiu-se de introduzir o tema da fábrica nos debates, informando aos presentes que o estado de São Paulo vinha procurando resolver vários problemas alimentares, “tendo se referido ao trabalho que as cozinhas distritais do Serviço Social da Indústria vêm desenvolvendo nesse particular”.11

A indagação discreta e hábil da vida doméstica do aluno é o caminho que conduz o professor a conhecer e a corrigir os hábitos higiênicos referentes ao sono, ao banho diário, aos dentes, ao regime alimentar, ao uso do fumo e do álcool, e muitos outros (Almeida 1923, 4).

Em tom simples e direto, o autor indicava o que se devia comer e os alimentos a serem evitados, insistindo particularmente na restrição ao consumo de álcool por crianças –portadoras da mensagem educativa, destinada às famílias, de que o álcool era a encarnação do mal também para os adultos. Uma página ilustrada com garrafas de bebida e uma caveira simbolizando a morte trazia a informação: “todas essas bebidas fazem mal (...). Quem bebe, escolhe entre três caminhos: a cadeia, o hospital, o asilo de loucos” (Almeida 1923, 23). A importância da alimentação nos encontros de higienistas não arrefeceu ao longo do tempo. Em dezembro de 1948, mais de trezentos especialistas da área reuniram-se em São Paulo para o VII Congresso Brasileiro de Higiene, agora com apoio governamental. Secretariados por Borges Vieira, os trabalhos tiveram lugar na Faculdade de Higiene e Saúde Pública– sucessora do Instituto de Higiene a partir da criação da Universidade de São Paulo e da incorporação de instituições de pesquisa já existentes na cidade. A alimentação mantinha sua relevância temática: a chamada “higiene alimentar”

5 Ver. Programa e Livro de Assinaturas do VII Congresso Brasileiro de Higiene, manuscritos do CMSP. 6 ��������������������������������������������������������������� Ver Vieira de Melo, Álvaro “Inquérito alimentar na zona do Centro de Saúde Gouvêa de Barros”; Generoso de Oliviera Ponce, “Inquéritos sobre o regime alimentar e estado de nutrição dos convocados na fase anterior à sua apresentação ao Exército”; Manceau, Jacques e outras “Considerações de ordem prática em torno da realização de inquéritos alimentares na Amazônia” e “Dados parciais de um inquérito de alimentação realizado em cidades do Pará”. Livro de Atas do VII Congresso Brasileiro de Higiene (doravante Livro de Atas), fl. 22 v, manuscrito do CMSP, 1948. 7 ����������������������������������������������������������� Castro, Maria Antonieta de e Lucia Marques Leite, “A influência da ação educativa na correção das principais deficiências nutritivas da população”. Livro de Atas, fl. 24, 1948. 8 �������������������������������������������������������������� Ramos, Paiva “A erosão, a alimentação e a soja”; Besnard, Wladimir “A produção marinha em face do equilíbrio alimentar das populações – ostras”; Maia, Arnaldo “O problema do leite – produção, higienização, industrialização e distribuição”. Livro de Atas, fl. 22-22v, 1948. 9 ��������������������������������������������������������� Melo Teixeira, Hilda de “Em torno da conservação de camarões”; Morena, Nicolino “O problema do leite: higienização, industrialização e distribuição”; Fonseca Ribeiro, Dorival da “Alimentos enriquecidos”. Livro de Atas, fl. 22 v, 1948. 10 “Ata da 9ª Sessão Ordinária”. Livro de Atas, fls. 24 v-25, 1948. 11 “Ata da 9ª Sessão Ordinária”. Livro de Atas, fl. 25 v, 1948.

fia, meteorologia, demografia, estatística vital, administração pública, serviços sanitários e recursos contra doenças. Os aspectos a serem considerados nos inquéritos eram, entre outros, água, dejetos, lixos e resíduos, moscas, mosquitos, leite, outros alimentos e habitações. Ver Centro de Memória da Saúde Pública/Faculdade de Saúde Pública da USP (doravante CMSP), Arquivo Geraldo Horácio de Paula Souza (a partir daqui AGHPS), documentos MI s/d 24, MI 1925.5, PI 1926.2A e PI 1926.2B. Antes mesmo da definição desse esquema, há notícia da realização de inspeções sanitárias, como a de GALVÃO, Mário da C. Inspeção sanitária de Mogy das Cruzes. São Paulo: Casa Druprat, 1922 e a Carta Geral do Estado de S. Paulo, mostrando todos os municípios e principais estradas de rodagem, assinalando as localidades inspecionadas pelos alunos da Faculdade de Medicina em 1923 (conforme FO 4257). 122


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Sondagens dos hábitos populares As pesquisas de padrão de vida realizadas por técnicos do Departamento de Cultura da Prefeitura do Município de São Paulo entre as décadas de 1930 e 1950 guardam certas semelhanças com as pesquisas atuais de preços ao consumidor, cujo objetivo é definir os índices de inflação e de (eventuais) reajustes salariais. Porém, tais pesquisas eram aplicadas sobre um público mais restrito do que o atual: destinavam-se às famílias de trabalhadores (fabris ou em serviços, de todo modo, de baixa renda). Havia treinamento específico ao pesquisador, ensinando-o como abordar membros dessas famílias e convencê-los a participar da coleta de dados.12

to, tendo em vista que o interesse do historiador inglês era a formação da classe operária enquanto classe consciente e que lutava por seus interesses diante de seu oponente social, a questão do padrão de vida colocavase como de ordem secundária. Isso não impediu Thompson de dedicar um capítulo de sua obra mais conhecida ao assunto. Nele, o autor apontou a controvérsia sobre os padrões de vida da classe operária, ressaltando a alimentação, o vestuário e a habitação como os principais indicadores desses padrões. Os componentes da dieta alimentar dos trabalhadores, os preços, a carestia, as áreas de cultivo e as mudanças de hábitos traduziram-se em uma “autêntica luta de classes” na Inglaterra das primeiras décadas do século XIX. Embora atente para as relações entre a elevação dos preços (ou abundância de produtos) e a diminuição (ou aumento) do consumo, Thompson também chama a atenção para a questão cultural envolvida na dietética; ao mencionar, por exemplo, o caso dos trabalhadores rurais e mineiros e seus hábitos de ingestão de bebidas alcoólicas, em especial de cerveja, “essencial para o desempenho de qualquer trabalho pesado” (Thompson 1987, 180).

A coleta e a tabulação dos dados dessas pesquisas são fontes praticamente inéditas nos estudos historiográficos, tanto naqueles focados na organização dos movimentos operários, quanto nos estudos sobre os hábitos alimentares dessa camada social. No primeiro caso, a questão das condições de vida do operariado foi abordada principalmente no estudo sobre moradias, fossem elas cortiços e vilas operárias, ou nas propostas de intervenções urbanas que atingissem as áreas habitadas pelos trabalhadores.13 A mobilização popular em torno da habitação tem atraído mais a atenção dos pesquisadores do que o tema da alimentação. Exceto nas questões referentes à carestia, a alimentação não parece ter estado no centro das reivindicações dos trabalhadores e, portanto, deixou menos indícios para a pesquisa histórica.

Discurso científico e sua sistematização Autores brasileiros têm trazido novas abordagens aos estudos históricos sobre a alimentação, debruçando sobre o tema a partir de suas próprias perspectivas e áreas de formação. Sociólogos, por exemplo, interessam-se há tempos pelas condições alimentares das classes populares paulistanas, principalmente pela via das pesquisas de padrão de vida e da tabulação dos dados seriais colhidos pelos métodos da sociologia norte-americana da Escola de Chicago. As quantificações e estatísticas que permitiam formular políticas públicas alimentares também estiveram no horizonte das preocupações dos profissionais da saúde pública, reunidos no Instituto de Higiene a partir de 1918, que se empenharam também em aplicar inquéritos alimentares desde a década de 1930 (Vasconcellos 1995).

As pesquisas de padrão de vida foram aplicadas principalmente às famílias de operários e, apesar de disponibilizarem informações importantes sobre o cotidiano dos trabalhadores, raramente foram analisadas na ampla historiografia do movimento operário em São Paulo nesse período. O impacto da obra de E. P. Thompson nesses estudos ajuda a entender a pouca relevância dada às pesquisas de padrão de vida de ordem quantitativa e serial. Em seu trabalho, Thompson ressaltou o uso de tecnologias que permitiram melhorar colheitas e moradias e encontrar soluções médicas para enfermidades antigas na era da Revolução Industrial inglesa. Tudo isso resultou em melhorias no padrão de vida da classe trabalhadora daquele país, identificáveis nas estatísticas de saúde e de mortalidade (Thompson 1987). No entan-

As semelhanças nas metodologias utilizadas demonstram que a aplicação dos inquéritos alimentares e das pesquisas de padrão de vida representavam uma soma de esforços de órgãos públicos –como o Instituto de Higiene (vinculado ao governo estadual paulista) e a Divisão de Estatística e Documentação Social do Departamento de Cultura (vinculado à administração municipal paulistana)– e de instituições privadas como a Escola de

12 Arquivo Histórico Municipal de São Paul/Departamento de Cultura/Divisão de Estatística e Documentação Social (doravante AHMSP/DC/DEDS), Material de Campo e de Análise, Caixa 11, doc. 24, 1951. 13 Ver, entre outros, Carpintero (1997), Lemos (1998), Gronstein (1987), Decca (1987). 123


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Sociologia e Política, onde militaram profissionais dos órgãos públicos supra-mencionados e onde lecionaram professores da vertente sociológica quantitativista norte-americana até a década de 1950, tais como Samuel H. Lowrie, Donald Pierson e Talcott Parson (Limongi 1989). Geraldo Horácio de Paula Souza, um dos fundadores do Instituto de Higiene, também cursou disciplinas na Escola de Sociologia e Política14 e instrumentalizou-se para a aplicação desses métodos, especialmente nos inquéritos alimentares e nas estatísticas epidemiológicas.

sidente da Comissão Nacional do Bem-Estar Social, e inquiriu os operários têxteis e metalúrgicos paulistanos. Finalmente, a sexta pesquisa foi feita em 1958, tendo como alvo as famílias de trabalhadores cujos sindicatos eram filiados ao DIEESE –o Departamento Intersindical de Estatísticas e Estudos Sócio-Econômicos–, que realizava sua primeira pesquisa de padrão de vida. Além das pesquisas de preços e padrão de vida, nas quais a alimentação representava um item de peso relevante, os inquéritos alimentares propriamente ditos também foram aplicados com outras intenções diferentes a de se chegar a uma nova composição do salário mínimo ou aos indicadores do custo de vida, conforme determinava a legislação federal. Dentre esses inquéritos, destacaram-se aqueles feitos por educadoras sanitárias formadas pelo Instituto de Higiene. O primeiro inquérito foi aplicado entre os anos de 1932 e 1933 e sistematizados por Geraldo Horácio de Paula Souza, então diretor do Instituto, em parceria com Ulhôa Cintra e Pedro Egídio de Carvalho (Souza, Cintra y Carvalho, 1935).

Os indícios que restaram das pesquisas de padrão de vida aplicada em São Paulo até meados do século XX atestam a importância do item alimentação em tais levantamentos. Em todas essas pesquisas, o papel dos professores ligados à Escola de Sociologia e Política foi relevante, tendo aquela instituição coordenado as três primeiras de uma série de seis pesquisas realizadas entre as décadas de 1930 e 1950 (Soares 1990). A primeira teria sido aplicada em 1934, sob a coordenação do professor Horace Davis. Ela cumpriu principalmente funções pedagógicas, na formação e treinamento dos alunos da Escola de Sociologia e Política: “Foi uma pesquisa mais ou menos livre (...) e os alunos se orientavam até certos setores da cidade, certos bairros, entrevistavam mais ou menos a esmo, não havendo, portanto, uma metodologia adequada nesse aspecto nem se baseando num cadastro de domicílios”.

Os dados seriais são importantes para a análise dos hábitos alimentares e sua permeabilidade a mudanças dadas por diferentes motivos –entre eles a convivência em um novo universo cultural (o que pode ser pensado com relação às colônias de migrantes nacionais ou de imigrantes estrangeiros e à adaptação de seus cardápios aos ingredientes disponíveis na nova terra)– e a influência da propaganda de produtos alimentícios industrializados.

Samuel Lowrie coordenou a segunda pesquisa (19361937), introduzindo a novidade metodológica de aplicação dos questionários em um grupo delimitado: os funcionários da limpeza pública municipal. Essa pesquisa teria originado o índice de custo de vida da Prefeitura de São Paulo, e foi sistematizada em artigo de Lowrie, publicado um ano depois da coleta dos dados (Lowrie 1938). Poucos anos depois, o grupo inquirido seria o dos metalúrgicos da Usina Santa Olímpia, em pesquisa também coordenada por mestres da Escola de Sociologia e Política entre 1940 e 1941.

Além das informações contidas nos questionários e cadernetas das pesquisas e nas instruções aos pesquisadores, também é preciso analisar a produção intelectual dos profissionais que conceberam as metodologias das pesquisas de padrão de vida e dos inquéritos alimentares (Araújo 1940, 1941, 1943; Lowrie 1937, 1938). Mas também é preciso refletir a respeito da importância do discurso da higiene alimentar sobre as classes populares e as eventuais resistências da população em fornecer os dados requisitados pelos pesquisadores. Tal procedimento abre novas perspectivas ao estudo da história da alimentação em São Paulo no período delimitado.

A quarta pesquisa foi levada a cabo entre 1951 e 1952, pela Divisão de Estatística e Documentação Social da Prefeitura de São Paulo e aplicada às famílias de trabalhadores. A quinta pesquisa, também realizada em 1952, se fez sob os auspícios de Josué de Castro, na época pre-

Ao aplicarem as pesquisas entre as famílias, os pesquisadores estavam cumprindo preceitos legais que reconheciam a “necessidade de estabelecer salários que satisfaçam as exigências da vida atual. Para isso, é necessário conhecer o custo da vida e é esta a finalidade da nossa pesquisa”. Podemos ler estas palavras nas contra-capas das cadernetas de coleta de dados familiares, introduzindo orientações que solicitavam o pre-

14 No AGHPS, encontramos a “Carteira de estudante da Escola Livre de Sociologia e Política” atribuída ao titular em 1933, com a inscrição “freqüenta todos os cursos como ouvinte”, doc. DP 1933.2. 124


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enchimento exato das tabelas.15 Nelas, os informantes deveriam inventariar o consumo de alimentos comprados para a casa, as refeições feitas fora do lar, os gastos com produtos de higiene e limpeza, moradia, condução e lazer, entre outros. As anotações seriam feitas dia a dia, assinalando também a quantidade consumida e o preço de cada item. O formulário previa ainda campos para anotar a quantidade de moradores do domicílio, o grau de parentesco entre eles, informações sobre a escolaridade, idade e sexo. Nas pesquisas aplicadas pela Divisão de Estatística e Documentação Social na década de 1950, previa-se a anotação da nacionalidade, da ocupação e do número de horas trabalhadas por dia pelos informantes. Em muitos casos (mas não em todos), temos a inscrição do endereço domiciliar nas cadernetas, uma fonte de preciosas informações para o mapeamento da população paulistana conforme seus rendimentos e hábitos.

como intervenções estranhas na vida privada e familiar–. Finalmente, é possível levar em conta os hábitos alimentares da população paulistana no período delimitado, considerando aspectos como a industrialização, a propaganda e o acesso aos bens sendo restringido por questões de renda e tradições criadas no tempo e pela cultura dos trabalhadores estabelecidos na cidade.

A intenção aparentemente nobre de pesquisar o padrão de vida para compor salários condizentes às necessidades “da vida atual” não resultou em salários efetivamente maiores. Os informantes muitas vezes percebiam que essas pesquisas não se traduziam em melhores salários ou em políticas públicas relacionadas a qualquer um dos itens pesquisados (alimentação, moradia, transporte e lazer, por exemplo). É o que podemos entrever no texto escrito por um dos pesquisadores responsável pela aplicação dos questionários ao receber de volta a caderneta de uma família moradora do Pari: “A esposa do indicado disse-me que não tem paciência para estar marcando, que levasse embora a caderneta, que não interessa fazer estas marcações”.16

1. Almeida, Antonio de. 1923. Cartilha de higiene para uso das escolas primárias. São Paulo: Instituto de Higiene.

A partir de uma análise focada nesse tripé, podem ser construídos conhecimentos não só no âmbito do saber histórico, mas que tragam contribuições da história às práticas marcadamente multidisciplinares da saúde pública, e que sirvam também como elemento de estudo ao planejamento das políticas públicas de alimentação, em suas diferentes nomenclaturas.

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É por intervenções desta natureza que a abordagem do tema a partir do instrumental da história social pode trazer novas contribuições para a compreensão dos significados da alimentação na cidade de São Paulo durante a primeira metade do século XX.

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Algumas possibilidades de análise emergem do diálogo com a bibliografia e as fontes selecionadas. De um lado, havia o discurso técnico dos higienistas e outros profissionais ligados da saúde pública acerca da alimentação popular. De outro lado, pode-se entrever as práticas de resistência populares à aplicação dos inquéritos alimentares e pesquisas de padrão de vida –entendidos

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15 AHMSP/DC/DEDS/Material de Campo e de Análise, Caixa 11, doc. 22, 1937, entre outros. 16 AHMSP/DC/DEDS/Material de Campo e de Análise, Caixa 30, doc. 1563. 125


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Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão Rafael Vicente de Moraes

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Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão* por

Rafael Vicente de Moraes**

Fecha de recepción: 29 de noviembre de 2007 Fecha de aceptación: 2 de febrero de 2009 Fecha de modificación: 9 de abril de 2009

Resumo A produção e a aplicação das leis trabalhistas brasileiras nos anos 30 suscitaram grandes debates no cenário político. Os atores em cena, Estado, Burguesia e Trabalhadores cada qual com projetos societários específicos forjaram mecanismos a fim de defenderem e concretizarem seus respectivos interesses. Nesse quadro situamos as discussões acerca da Lei de Expulsão dos Estrangeiros (1907), Lei dos Dois Terços (1930) e a Lei de Sindicalização (1931) mostrando que o crescente intervencionismo estatal se fez não sem tensões e rearranjos e que a legislação trabalhista não fora “doada” pelo Estado Corporativo.

Palavras chaves: Estado, burguesia brasileira, movimento operário, leis trabalhistas.

Estado, burguesía y legislación de trabajo brasileño a comienzos de los años 30: notas para una discusión

Resumen La producción y la aplicación de las leyes laborales brasileñas en los años 30 generaron grandes discusiones en la escena política. Los actores en escena, Estado, burguesía y trabajadores, cada uno con sus proyectos sociales específicos, habían forjado mecanismos destinados a defender sus intereses. Dentro de este cuadro, situamos las discusiones con respecto a la Ley de Expulsión de Extranjeros (1907), la Ley de los Dos Tercios (1930) y la Ley de Sindicalización (1931), lo cual evidencia que el aumento del intervencionismo estatal estuvo acompañado de tensiones y cambios y que la legislación laboral no fue “donada” por el Estado Corporativo.

Palabras clave: Estado, burguesía brasileña, movimiento obrero, leyes laborales brasileñas.

The State, the Bourgeoisie, and Brazilian Labor Law in the Early 1930s: Notes for Discussion

Abstract The creation and implementation of Brazilian labor laws during the 1930s gave rise to important political debates. The various stakeholders – the state, the bourgeoisie, and workers – each with their own social project, had forged mechanisms designed to protect their own interests. Within this framework, this article addresses the arguments regarding the Expulsion of Foreigners Act (1907), the “Dois Terços”(Two-thirds) Act (1930), and the Unionization Act (1931). These acts provide clear evidence that the growth of state interventionism was accompanied by tensions and changes, and that the labor legislation was not simply the ‘gift’ of a Corporate State.

Key Words: State, Brazilian Bourgeoisie, Working-class Movement, Labor Laws.

* Reitero meus agradecimentos à Coordenação e Aperfeiçoamento de Pessoal de Ensino Superior (CAPES) pelo auxílio financeiro concedido para realiza� ção da pesquisa nos documentos históricos e nas fontes primárias do Arquivo Edgard Leuenroth da Universidade de Campinas (UNICAMP- Brasil). ** Posee graduación, licenciatura y maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Estadal Paulista (UNESP), Brasil. Ha publicado y presentado trabajos en revistas y eventos científicos. Actualmente se desempeña como profesor de sociología y antropología en la Facultad Aldete Maria Alves (Iturama-MGBrasil) y de sociología en la Escuela Estadal Dom Artut Horsthuis (Jales-SP-Brasil). Correo electrónico: ravimo@marilia.unesp.br.

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A

lidade. Entretanto, a experiência humana sedimentada em ações deve ser compreendida como significação, ou seja, não ajustável a modelos, ao contrário, está sujeita a variantes e expressa um quadro de significações objetivas e subjetivas além de ser matéria analítica para o pesquisador que pretende situá-la no seu campo de estudo.

teia de relações que os homens criam entre si no interior da atividade de produção da sua vida material e imaterial se, reduzida à medula, constitui a formação social na qual vivem e atuam. O período histórico que se iniciou nos anos de 1930 manifestou uma ambigüidade reconhecida. A sociedade brasileira vivia o confronto entre a tradição de base rural e a nova sociedade altamente urbana. Se de um lado, a presença de valores conservadores era marcante em certas regiões do país, por outro lado, o Estado Novo pretendeu estabelecer o Brasil nos eixos da modernidade. Esse esforço esteve vivo nos indicadores de progresso tecnológico, numa maior complexidade do aparelho burocrático-administrativo e na busca da racionalização produtiva do trabalho. Nesse sentido, adquiriu relevo um leque de interesses latentes, marcado por processos de luta que se desdobraram no transcorrer dos anos e contribuíram de modo terminante para desenhar seus aspectos constitutivos.

Em que medida a sociedade do início do segundo quarto do século XX, constituída por classes e agrupamentos distintos com reconhecido modus operandi para agir na conquista de seus projetos, já se encontrava diferenciada daquela sociedade do século XIX? A compreensão dos elementos presentes no desenvolvimento histórico das lutas trabalhistas passa necessariamente pela existência do conflito de classe dentro da ordem capitalista. Ao passo que as relações de produção foram se gestando enquanto alicerce da formação social, as relações de classe emergiram mais visivelmente demarcando as contradições a elas inerentes.1

O (re)arranjo político e o Estado corporativo Ao adentrar no estudo do movimento operário e da legislação trabalhista no limiar da década de 30 estaremos pensando na idéia de um projeto político construído pelo trabalhador através do qual se definiram formas de sua inserção na sociedade. Segundo Kosik (1976), a essência do mundo oculta-se e mostra-se nos fenômenos. Ao conceber a realidade como totalidade concreta que se manifesta no cotidiano do trabalhador, privilegiaramse as perspectivas de trabalho e de sociedade que esta-

No Brasil, esse mesmo período, entre outras questões, foi marcado pelo crescimento populacional, pela urbanização acelerada, pela execução do processo de industrialização –aqui estaremos nos referindo às áreas de maior concentração fabril de então, Rio de Janeiro e São Paulo– e por fortes pressões do movimento operário tendo como conseqüência algum tipo de regulamentação e legislação relativas ao trabalho dos menores e das mulheres, à jornada de trabalho, à Lei de Férias etc. Não obstante, parte importante da concretização das leis trabalhistas foi debatida e sancionada entre 1930 e 1937.

1 Essa perspectiva adquiriu consistência no círculo acadêmico a partir da segunda metade dos anos sessenta, com estudos acerca do movimento operário e do sindicato, devido, segundo Rodrigues (1979) a uma “certa nostalgia, senão uma mauvaise conscience, dos intelectuais e acadêmicos que sofreram com os militantes e as lideranças sindicais as agruras do pós-64”. O efeito desse processo se fez sentir em estudos que investigaram as relações entre o aparelho estatal e o sindicato (Rodrigues 1968; Simão 1966), ou então, os vínculos dos trabalhadores com os sindicatos (Cardoso 1962; Lopes 1965; Pereira 1965). De acordo com Pereira (1979,17): “Os métodos e teorias que norteiam os trabalhos realizados em torno desses temas variam muito entre diferentes autores e em momentos distintos da trajetória histórica de constituição da questão operária como problemática universitária no Brasil. A leitura dessa bibliografia permite-nos observar uma nítida predominância dos estudos sobre a organização coletiva oficial dos trabalhadores –o sindicato–, quer tomem a forma de generalizações sobre tendências históricas e orientações ideológicas do sindicalismo em abstrato, quer se trate de estudos de casos sobre sindicatos concretos, ou de trabalhos sobre as condições político-econômicas que configuram a natureza da legislação trabalhista e estrutura corporativa sindical brasileira, em suas origens e em seus desenvolvimentos posteriores.

O estudo dos atores coletivos, em razão mesmo de sua organização, pode esmiuçar o seu conjunto de interesses bem como suas respectivas formas de ação. Além disso, é uma maneira de conhecer a própria estrutura da sociedade, a existência e a atuação dos grupos que a compõem e criam leis correspondentes a seus projetos. As ações humanas são sentidas e experimentadas, além de constituírem a experiência efetiva, no mundo dos homens, marcada pela ambigüidade, por códigos e formas de linguagens. Através de narrativas e vicissitudes pensadas como realização pode-se vislumbrar nas ações humanas não somente intenções e finalidades, mas circunscrevê-las no próprio conhecimento que fazem do mundo. As ações humanas não podem ser reduzidas a fragmentos desconexos e demasiados empíricos, onde seus desenhos são explicados a partir de sua previsibi130


Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão Rafael Vicente de Moraes

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vam contidas nas práticas de luta. A argumentação se debruça nos acontecimentos políticos enquanto produtos da experiência vivida pelas classes sociais e adquire significado quando costurada num todo formado pelos diferentes atores sociais.

capazes por si só de regularem as paixões egoístas inerentes ao liberalismo bem como as atividades econômicas. O Estado Novo abrigou resistências à constituição de uma estrutura aos moldes da corporativista, vindas sobretudo, dos mais diversos segmentos, seja da parte do empresariado urbano, seja das oligarquias agrárias, seja do movimento operário. Por isso mesmo, o encadeamento dos processos político-sociais e de uma ordem corporativa se fizeram não sem tensões. A intervenção direta do Estado na produção e implementação das leis trabalhistas e no arranjo das classes e grupos sociais foram pontos nodais da conjuntura política dos anos 30.

Nesse sentido, os estudos que têm procurado chegar mais perto do concreto, sem fugir das dificuldades colocadas pela complexidade e pelas contradições do real, são justamente os que mais têm contribuído para avançar o conhecimento científico a respeito dos limites e alternativas postos à ação operária pelas condições históricas [...] (Pereira 1979,19).

O eixo da ordem corporativa se assentou na concessão de uma legislação trabalhista carregada de direitos e benesses o que acabou perfazendo um mecanismo de controle ideológico do operariado suavizando o conflito e a luta de classes. O sindicato era o elo entre o trabalhador e o Estado. Nesse sentido, forjaram-se mecanismos institucionais através dos quais a ação do trabalhador pudesse ser enquadrada e racionalizada na sociedade expressando seus anseios e insatisfações. Em contrapartida, esvai-se o interesse pela atividade eminentemente política no conjunto das manifestações da organização proletária. A elaboração de uma legislação trabalhista e assistencial foi uma das diretrizes buscadas pela política governamental a fim de aderir as massas e conquistar apoio popular. As inferências do Estado nas questões trabalhistas foram tornando-se mais sistemáticas –expansão dos institutos de aposentadoria e pensões; medidas sociais de proteção ao trabalhador; a regulamentação das entidades do operariado e uma série de ”concessões”– e com isso arrefecendo o conflito entre capital e trabalho e cooptando as lideranças operárias. Tratava-se de amortizar as tensões e institucionalizar o comportamento político do trabalhador.

Ao longo dos anos 30, em especial durante o Estado Novo, houve uma crescente importância do setor industrial no conjunto da economia do país através do desenvolvimento daquilo que seria o motor da economia: a indústria. Era esse o caminho para tornar o Brasil mais independente economicamente. Não foram poucos os esforços dos industriais para colocar em prática suas metas. No percurso analítico traçado, produziram-se avanços e retrocessos no interior de processos concretos que representaram fricções permanentes. A experiência política do movimento operário significou uma complexa estruturação do pensamento e da ação dos sujeitos sociais nela imersos. Significou o modo determinado de dilemas sociais –de que ela fez e faz parte– que esteve ancorado por canais específicos de organização e difusão de idéias. A promulgação das leis trabalhistas após 1930 apresentou-se como tela de fundo de grandes embates entre as diferentes frações sociais –Estado, burguesia e trabalhador– implicando, portanto, um rearranjo na estrutura do poder, Gomes (1979), e um intervencionismo estatal crescente. A política social passou a ter o cariz autoritário-corporativo deixando de ser liberal. Segundo Vianna:

Este trabalho procura mostrar que a legislação trabalhista não fora “doada” pelo Estado corporativo. Com efeito, isso acabaria destituindo o valor das pressões reivindicativas realizadas pelos trabalhadores ao longo de sua trajetória2 bem como a luta e consciência

Captar o sentido desse processo consiste na determinação do arranjo efetivado no estatuto da ordem, que de liberal redefiniu-se como corporativista explicitando-se a nova articulação do Estado com as classes sociais e o peso jogado por cada uma no interior desta combinação. Assim, o peculiar do Estado pós-30 não se encontra numa maior intensidade de leis trabalhistas, mas na sua inclusão numa ordem corporativa (Vianna 1976, 33-34).

2 ����������������������������������������������������������� Acerca das organizações e ligas operárias de São Paulo consultar Fausto (1977). Igualmente relevantes são os movimentos grevistas intensificados a partir dos anos 10, destacando-se as greves de 1917 (Khouri 1981) e 1919 e a paralisação em 1922, na Capital (Pinheiro 1977). No estudo do movimento operário, tem-se a criação, em 1950, da Revista de História vinculada à Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidade de São Paulo, que produziu os primeiros estudos saídos da universidade acerca do trabalho no Brasil. Destacamos sobretudo, o surgimento na Universidade de Campinas, do Arquivo Edgard Leuenroth. Esse Centro de Documentação

O corporativismo criticou a inexistência de leis jurídicas e racionais –que deveriam ser elaboradas por técnicos– 131


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de classe gestadas pelo movimento operário. Tal enfoque causou:

das fábricas. E, ainda que não rechaçasse a presença do Estado, rejeitava, o ponto do Código de Menores3 que fixava a jornada diária de trabalho em 6 horas, pois desestruturaria a produção na indústria têxtil, já que de seu quadro, 80% era formado por menores. Além disso, exigia a participação efetiva na formulação das leis.

[...] a supressão da memória das classes subalternas, que apareciam como impotentes e incapazes de reivindicar seus direitos elementares por si sós. De outro, recriando ideologicamente a história, buscava incentivar uma inação real, implícita na noção de que o Estado se constituía no guardião de seus interesses (Vianna 1976 32-3).

A presença do braço infantil no trabalho industrial em pequenas oficinas e estabelecimentos têxteis, em São Paulo, já se fizera presente na década de 1870, através, por exemplo, de anúncios publicados na imprensa da época. Segundo um levantamento realizado pelo Departamento Estadual do Trabalho, no ano de 1912, a inserção de crianças e adolescentes empregados principalmente na tecelagem e na fiação representavam 30% e 50% respectivamente (Moura 1982; Pinheiro y Hall 1979).

Diante de tais questões, a sucessão ao governo pleiteada pelo candidato governista Júlio Prestes e pelo candidato opositor da Aliança Liberal, Getúlio Vargas não desconsiderou do cenário político, a força da classe trabalhadora que possuía uma plataforma reivindicativa específica e clara (Araújo 1981). Por exemplo, ao se voltar contra a sindicalização oficial operada pelo Estado, além de fomentar um número crescente de greves mais estruturadas no sentido de abrigar diversos segmentos exigindo o cumprimento dos direitos sociais existentes e a regulamentação das leis ainda não formalizadas (Almeida 1978). O Ministério do Trabalho, Indústria e Comércio –MTIC– criado em novembro de 1930, através do decreto n. 19.433, tendo a frente o ministro Lindolpho Collor, era o órgão que recebia diretamente as reivindicações dos trabalhadores e elaborava as leis através das comissões de técnicos. Na verdade, o Ministério atuou enquanto apaziguador de conflitos entre o empresariado e os trabalhadores mediando movimentos grevistas, enfim diluindo o conflito de classe em nome da colaboração entre as classes.

Na indústria metalúrgica ou mecânica, o número de menores também era predominante. Com exceção de um reduzidíssimo número de técnicos (mecânicos, ferramenteiros, moldadores, fundidores), o restante era constituído de carvoeiros, alimentadores de fornalhas, fazendo serviços quase suicidas pelas bronquites, pneumonias, reumatismos que iam contraindo. Os menores (em que se contavam rapazinhos de oito anos) eram empregados em serviços pesados, alguns incompatíveis com sua idade e sua constituição física (Dias 1977, 45). Os primeiros passos com respeito à regulamentação do trabalho de menores foram dados após a proclamação da República. Em 1891, sob o Governo Provisório do Marechal Deodoro da Fonseca promulgou-se um decre-

Mas como assinalam Gomes (1979) e Silva (1983), a elaboração das leis trabalhistas teve um primeiro momento onde não se consultaram diretamente os segmentos interessados –trabalhador e patrão. O segundo grupo, com o objetivo de retardar a criação de leis trabalhistas difundiu a idéia de que os políticos não estavam aptos a formulá– las justamente por desconhecerem a realidade

3 No que se refere especificamente ao trabalho infantil, o Código de Menores proibia o trabalho de crianças com idade inferior a 12 anos, dos menores de 14 anos que ainda não tivessem a instrução primária concluída, e o trabalho noturno ou então em ambientes perigosos. Não obstante, o artigo 102 do Código não proibia o emprego dos maiores de 12 e 14 anos desde que seu trabalho fosse considerado indispensável para sua própria subsistência e/ou de sua família, o que decerto ocorria com certa freqüência entre a população carente. A abolição da escravidão, a vinda de estrangeiros e o acelerado processo de urbanização, notadamente em São Paulo, endossaram o número de crianças e adolescentes pobres que passaram a fazer da rua local que lhes garantisse o sustento próprio e mesmo de suas famílias. Em meio a esse quadro social assistiu-se uma preocupação das elites republicanas brasileiras em relação ao tratamento a ser dado pelo Estado para tais segmentos da população (Braga 1993). O Código de Menores de 1927 consagrou os esforços em prol da infância e da adolescência implicando numa ‘solução’ para os três principais problemas envolvidos na questão: o abandono, o trabalho e a delinqüência. Sobretudo, foi uma ação preventiva e regeneradora.

Social surgiu em 1974, em pleno regime militar e constitui um rico acervo com documentos da história operária e dos movimentos de esquerda brasileiros. O acervo conta com 30 mil livros, quase 10 mil títulos de periódicos, cerca de mil fitas de vídeo, 300 películas cinematográficas, além de uma infinidade de cartazes, discos, mapas, opúsculos, imagens fotográficas e milhares de documentos manuscritos em língua portuguesa, francesa, inglesa, italiana, espanhola e alemã. Desde 1992, o Arquivo Edgard Leuenroth publica os Cadernos AEL, priorizando trabalhos relacionados aos documentos deste acervo. A publicação que é semestral está disponível em: http://www.ael. ifch.unicamp.br. Em vida, Edgard Leuenroth (1881-1968) teve a preocupação de coletar, organizar e divulgar materiais sobre o movimento social, não só no Brasil, mas no mundo. 132


Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão Rafael Vicente de Moraes

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to4 que estabelecia, entre outras medidas, a idade mínima de 12 (doze) anos para o trabalho nas fábricas, salvo na condição de aprendiz –a partir dos 8 (oito) anos–, e proibia o trabalho noturno ou em locais insalubres e perigosos. Não obstante, a referida lei, não teve efeito concreto (Boletim do Departamento Estadual do Trabalho 1913, 37; Simão 1966). Nas décadas seguintes, o tema voltou à baila, porque com o avanço da industrialização o emprego de menores nas fábricas tornouse generalizado. Somente quando o trabalho do menor esteve atrelado às questões de abandono e delinqüência é que se consubstanciou uma intervenção mais abrangente do Estado. Assim, em 1917, o projeto de Alcindo Guanabara que versava sobre uma ampla legislação de proteção e amparo à infância e à adolescência no Distrito Federal teve grande ressonância. Entretanto, é no governo de Epitácio Pessoa que essa legislação adquiriu força e o advogado José Cândido de Albuquerque Melo Matos foi encarregado de organizar um projeto substitutivo ao de Guanabara.

Os sindicatos que se constituírem com o espírito de harmonia entre patrões e operários, como sejam os ligados por conselhos permanentes de conciliação e arbitragem, destinados a dirimir as divergências e contestações entre o capital e o trabalho serão considerados como representantes legais da classe integral do trabalho e, como tais, poderão ser consultados em todos os assuntos da profissão (Moraes Filho 1978, 188).

A esfera parlamentar de cunho reformista desenvolveu estratégias políticas e ideológicas, através de seus parlamentares, no sentido de canalizar os conflitos trabalhistas em direção à institucionalização e ao acordo entre capital e trabalho. Depois de inúmeros debates, em 5 de janeiro de 1907, o projeto de Ignácio Tosta, acerca da formação dos sindicatos operários e patronais, converteu-se em lei, através do Decreto Legislativo de n. 1.637 (Fausto 1977). No Primeiro Congresso Operário Brasileiro, realizado no Rio de Janeiro, entre os dias 15 e 22 de abril de 1906, reuniram-se dezenas de associações operárias6 de vários Estados brasileiros. A posição acerca do sindicato assim se mostrou:

No ano de 1917, o então deputado Maurício de Lacerda5 elaborou um projeto que correspondeu segundo Dias (1977) a uma estrutura de legislação social que propunha:

O Congresso Operário aconselha o proletariado a organizar-se em sociedades de resistência econômica, agrupamento essencial e, sem abandonar a defesa, pela ação direta dos rudimentares direitos políticos de que necessitam as organizações econômicas, a pôr fora do sindicato a luta política especial de um partido e as rivalidades que resultariam na adoção, pela associação de resistência, de uma doutrina política ou religiosa, ou de um programa eleitoral (Rodrigues 1979,101).

• Criação do Departamento Nacional do Trabalho. • Estabelecimento da jornada diária de trabalho de 8 horas. • Fixação da idade de quatorze anos como mínima para admissão ao trabalho. • Fixação das condições de trabalho das mulheres nas oficinas e fábricas. Porém, as idéias de Lacerda pouco ecoaram no cenário da época. De acordo com Dias (1977), a própria classe trabalhadora não pressionou o Legislativo para sancionar tal legislação. É interessante notar que em 1905, o deputado federal pela Bahia, Ignácio Tosta apresentou um projeto de lei estabelecendo a fundação de cooperativas e o direito de criação de associações profissionais e de sindicatos operários e patronais. Mais especificamente, o artigo 8º do referido projeto definia a função dos sindicatos:

No Congresso –fundado pela Confederação Operária Brasileira–, do ponto de vista da organização, discutiu-se a estrutura e o estatuto interno do sindicato. No que se 6 Como aponta Moraes Filho (1978), já no Império existiam as organizações operárias como a Liga Operária e a União Operária, fundadas respectivamente, em 1870 e 1880. Também houve em 1892 uma associação de operários reivindicando do Estado leis trabalhistas (Moraes Filho 1978). No Estado de São Paulo, em Santos, no ano de 1895, o Centro Socialista que principiou a luta pela formação do partido operário, editava o jornal “O Socialista” que adotou o lema do Manifesto do Partido Comunista de Marx e Engels: “Proletários de todos os países, uni-vos! Um por todos e todos por um”. O Centro possuía uma estrutura razoável com uma biblioteca incluindo textos sobre socialismo e comunismo. Além disso, organizava reuniões, debates e conferências desempenhando assim, importante papel na disseminação de idéias revolucionárias (Koval 1982). Em São Paulo também foi criada em 1905, a Federação Operária que reuniu organizações anarco-sindicalistas. A entidade buscou a unidade da classe trabalhadora e a socialização dos meios de produção.

4 ��������������������������������������������������������������� Decreto n. 1.313, promulgado em 17 de janeiro de 1891 que regulamentava o emprego de menores fixando em seis horas diárias a duração de seu trabalho nas fábricas da Capital Federal. 5 ������������������������������������������������������������� Simão (1966) identifica que, desde o limiar do século XX, alguns parlamentares apresentaram projetos de leis dispondo sobre as condições de trabalho nas indústrias, jornadas de trabalho, remuneração, emprego de menores e mulheres, acidentes de trabalho. Entre eles, citamos Nicanor Nascimento, Rogério Miranda e Figueiredo Rocha. 133


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refere à ação propriamente dita, as questões reivindicativas7 mais imediatas se pautaram em educação, acidentes de trabalho, salários etc. (Dias 1977), e na luta pelas oito horas diárias de trabalho como o principal dos objetivos a ser alcançado pelos trabalhadores. Além disso, a Confederação Operária Brasileira, “através de seu jornal ‘A Voz do Trabalhador’ permitiu pela primeira vez certa coordenação e troca de informações no interior do movimento operário em nível nacional” (Pinheiro y Hall 1979).

A pujança da exportação cafeeira começou a declinar no final dos anos 20, sobretudo, pelo esgotamento do mercado consumidor. Os preços outrora vantajosos, embora mantidos pela defesa do produto, desencadearam o aumento excessivo da produção mundial. No Brasil, os estoques acumularam-se e o ritmo de crescimento da quantidade de café exportada caiu. A queda da exportação arruinou muitos fazendeiros, enquanto o preço do café se desvalorizava rapidamente: a tonelada passou, entre 1929 e 1930, de 2 000$000 a 846$000, despencando 57% (Alencar, Carpi y Ribeiro 1985). Como foi ressaltado, o Estado paulista, entre 1890 e 1930, assentou-se na economia mercantil voltada à produção de produtos primários para o mercado externo e também para o mercado interno. O Estado brasileiro, mesmo depois de 1930, dirigido por novas forças políticas, não deixou de incentivar a economia de tipo primária, sobretudo o café. No Brasil, a industrialização nasceu subordinada à economia agro-exportadora e ao capital internacional que colocava sérios obstáculos ao crescimento das forças produtivas no país. Como revela o quadro a seguir foi um tipo de industrialização limitada à produção de bens de consumo leves.

Lei

de expulsão dos estrangeiros: situando o debate

Várias causas explicam aquela expansão: existência de terras virgens próprias para o cultivo do café; mão-deobra abundante, controlada por organismos estatais, diretamente interessados na produção; inflação interna; medidas governamentais de defesa do preço; construção de vias férreas nas zonas de plantio; condições de mercado internacional favoráveis; e declínio da produção dos países concorrentes (Documentos Parlamentares –Valorização do Café– 1908-1915 apud Carone 1969).

Tabela 1. Valor da produção por ramos (%) indústria Têxtil Roupas e calçados Produtos alimentares

Grupo I

Grupo II 27,0

Minerais não-metálicos

2,7

8,2

Metalurgia

3,4

32,9

Mecânica

0,1

Bebidas

4,7

Material de transporte

1,3

Fumo

3,6

Química e farmácia

5,7

Madeira

4,3

Borracha

0,1

Couros e peles

2,5

Papel e papelão

1,3

Mobiliário

1,4

Edição e diversos

0,8

Total 85,4

Fonte: Recenseamento de 1920. Tabela organizada por Martins apud Silva (1976, 113). 7 As resoluções do Primeiro Congresso Operário se encontram em Pinheiro y Hall (1979). Nessa época, cabe frisar que o pensamento de matriz anarco-sindicalista era a principal orientação do movimento operário e da maioria dos sindicatos, tanto no Rio de Janeiro quanto em São Paulo (Fausto 1977; Gomes 1988). 134

Total 14,6


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As indústrias de bens de consumo leves desenvolveramse no Brasil pois requeriam um volume menor de capital e tecnologias simples se comparada à de bens de capitais –máquinas e equipamentos– além de certa facilidade para obtenção de matérias-primas e dada a existência de um relativo mercado consumidor.

a ele uma parcela cada vez maior do produto social toma a forma monetária, isto é, a forma indispensável para que o seu excedente, o mais-produto, se possa transformar em capital. É também graças a ele que quantidades consideráveis de trabalhadores livres são atraídos para São Paulo, prontos para oferecer sua força de trabalho a quem melhor a remunere (Singer 1977, 37).

Nessa época, o motor da economia do Estado paulista ainda era a cafeicultura, portanto um número muito maior de estrangeiros estava fixado em tal atividade do que na indústria. Geralmente, esses imigrantes eram oriundos de zonas rurais da Europa. Em menor número houve importação de trabalhadores de áreas urbanas que acabaram trazendo alguma experiência política. O caráter rural da população brasileira acentuou-se com a chegada de contingentes de imigrantes. No caso, os colonos se instalaram nas regiões rurais e formaram núcleos coloniais. Os dados ilustram esse quadro. Segundo Carone (1988), em 1872, 60% da população do país estava fixada no campo; nos anos de 1900 e 1920, 64% e 70%, respectivamente. No ano de 1940, 71,1% da população morava na zona rural. O espaço urbano que sofre o processo de industrialização “passa a ser sede não só dos aparelhos burocráticos do Estado quanto do capital comercial, passando a ser também a sede do novo aparelho produtivo que é a indústria” (Oliveira 1982, 23) e se redefine com a intensificação do processo de industrialização.

Além disso, o fator capital permitirá dotar São Paulo de vários serviços públicos tais como: o serviço telefônico, serviços de água e esgoto, a iluminação pública por lâmpadas a gás em vez de querosene, o serviço de bondes, o calçamento de ruas, o alargamento das vias públicas facilitando a circulação das pessoas. Todos esses fatores acabaram por intensificar a processo de industrialização. Morse (1970) ilustra o crescimento populacional da cidade de São Paulo: Tabela 2. DISTRITOS

As cidades tornam-se, com a industrialização, além do centro burocrático, o centro do aparelho produtivo e constituem-se em cidades autárquicas, ou seja, a industrialização imprime um ritmo de acumulação que gera um tipo peculiar de urbanização. Oliveira (1982) oferece uma cronologia das fases do processo de urbanização no Brasil. A 1º fase abrange a economia colonial agroexportadora até fins de 1920, marcada pelo peso da economia cafeeira. A 2ª fase (1930-1950) é marcada pela intervenção do Estado que busca regular as relações capital-trabalho. O processo de industrialização e a conseqüente redefinição do urbano são fundamentais para o autor. E, a 3ª fase (dos anos 50 em diante). Nela, a relação entre Estado e o urbano na sociedade brasileira assume tons distintos dos anteriores, pois é o período de instalação do capitalismo monopolista, da expansão das empresas internacionais e da divisão internacional do trabalho. Referindo-se à cidade de São Paulo argumenta Singer (grifos nossos):

1886

1890

1893

12.821

16.395

29.518

Santa Efigênia

11.909

14.025

42.715

Consolação

8.269

13.337

21.311

Brás

5.998

16.807

32.387

Penha

2.283

2.209

1.128

N. S. do Ó

2.750

2.161

2.350

São Paulo

44.030

64.934 192.409

Fonte: Morse (1970, 238).

Como indica a tabela, o crescimento populacional foi causado, sobretudo pela imigração estrangeira e é a partir do final da década de 1980 que se intensifica o processo de urbanização. A baixada do Brás, com sua Hospedaria e a Estação do Norte, rapidamente se transformava em bairro de comércio e reduto do operariado. Ao norte, a Estação da Luz, era também centro da atividade de comércio, com terrenos ocupados pelas classes mais pobres. Já o sul e o sudeste não contavam com a presença de uma linha férrea e começavam a sentir a pressão através do espaço residencial. No caso de São Paulo, coube à indústria paulistana influir sobre a paisagem urbana da cidade e sobre sua própria população.

[...] constituem-se em São Paulo os principais mercados de fatores – o de capitais e o de trabalho – que desempenharão papel crucial para o desenvolvimento industrial da cidade. Ambos devem-se ao café. Graças 135


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A implantação e o desenvolvimento da grande indústria no país não significaram as transformações do artesanato e da manufatura, conforme concebeu Karl Marx em O Capital, porém foi fruto do acúmulo de capital proporcionado pela cultura cafeeira exportadora que se reverteu em capital industrial e em melhoramentos urbanos como: a expansão das estradas de ferro, a criação dos bancos, a ampliação das atividades comerciais, financeiras e dos serviços de transporte etc. (Dean 1971; De Decca 1981).

Esse amplo quadro de mudanças sociais trouxe sérias preocupações políticas. Nesse ínterim, anarco-sindicalistas, anarquistas e comunistas vindos da Europa procuraram organizar as bases sócio-políticas do operariado no embate contra o capital industrial. A constituição de uma incipiente tradição operária gradativamente definiu propostas e meios de luta especificamente operários, não obstante, essas ações fossem repetidas vezes reprimidas pelo aparato policial. O desdobramento desse processo culminou, em 7 de janeiro de 1907, com a aprovação da primeira Lei de Expulsão de Estrangeiros, denominada Lei Adolpho Gordo. É interessante notar que na Câmara dos Deputados, em 1894, transcorreram acalorados debates em torno do projeto que tratavam sobre a expulsão dos estrangeiros nos seguintes termos:

Segundo Martin (1966), até fins de 1910, o sistema industrial brasileiro era constituído por oficinas e atelliers que produziam bens de consumo doméstico (tapeçarias, móveis, etc.), vestuário (sapatos, chapéus, roupas etc.), alimentos (balas, caramelos, massas em geral) e bebidas (refrigerantes, cervejas). Esses estabelecimentos não tinham sua produção voltada para atender um mercado consumidor maior, não investiam altas somas de capital e por isso, não eram mecanizados; a mão-deobra empregada contava com os membros da própria família e com poucos ajudantes. Acerca dos alimentos produzidos no Brasil, em 1890, informa Morse:

Art. 1º - O estrangeiro cuja conduta é suspeita ou por qualquer forma compromete a tranqüilidade pode ser expulso de parte ou de todo o território nacional. Art. 2º - São causas bastantes para expulsão: 1ª) a condenação por qualquer crime ou delito previsto em leis federais, depois de cumprida a sentença; 2ª) a insuficiência de recursos para prover a sua própria subsistência; 3ª) os interesses da alta polícia, concernindo à ordem e à segurança pública.

[...] os gêneros alimentícios eram em geral vendidos por portugueses e brasileiros, e os tecidos por brasileiros, alemães, franceses e italianos. Eram ainda os italianos os principais vendedores a varejo de sapatos, funilaria e ferragens. Os padeiros, confeiteiros e curtidores eram franceses ou alemães. As metalúrgicas pertenciam na sua maioria a ingleses e americanos, seguindo em importância brasileiros e alemães. Portugueses e brasileiros faziam os serviços mais grosseiros de carpintaria [...] (Morse 1970, 34-35).

Art. 4º - Aos expulsos comunicar-se-á, em nota oficial, o motivo da expulsão, dando-se-lhes o prazo de três a trinta dias, antes de tornar-se efetiva a medida decretada. Art. 6º - O estrangeiro que regressar ao território da União, de onde houver sido expulso, será punido com a pena de um a três anos de prisão (Anais da Câmara dos Deputados 1896, 424-25).

A vinda para o Brasil do imigrante europeu de origem urbana, notadamente, italianos e espanhóis, foi apregoada como sinônimo de desenvolvimento nacional. Em geral, eram imigrantes pobres que vieram com famílias de cinco pessoas em média e não tinham condições de custear sua própria passagem. Ressalte-se que a Constituição de 1891 proibiu a entrada de imigrantes asiáticos e africanos. No Estado de São Paulo, no período compreendido entre 1888 e 19288 entraram cerca de 2,1 milhões de imigrantes dos quais aproximadamente metade teve suas passagens custeadas pelo governo paulista. Número muito maior que a população de São Paulo que em 1890, era de 1,4 milhão de habitantes (Holloway apud Andrews 1998).

Ainda que tenha sido aprovado na Câmara dos Deputados, o projeto não teve efeitos concretos no Senado até 1906. Em 7 de janeiro de 1907, o projeto, conhecido como Lei Adolpho Gordo, e composto por 11 artigos finalmente foi aprovado e sancionado pelo Presidente da República. Em relação ao projeto de 1894, introduziram-se as seguintes modificações: Decreto n. 1641 – de 7 de janeiro de 1907 Providencia sobre a expulsão de estrangeiros do território nacional Art. 2º - São também causas bastantes para a expulsão:

8 Em 1927, o programa de imigração européia subsidiado pelo governo encerrou. 136


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um mecanismo por meio do qual os grupos dominantes debilitaram o movimento da classe trabalhadora que vinha ganhando densidade. Pois o trabalhador era: “[...] considerado perigoso e como tal diminuído perante o nacional, exposto a ser expulso por qualquer acusação patronal ou policial. [...] A lei Adolpho Gordo era uma constante ameaça a todos; meio de intimidação e de vingança, um cutelo suspenso sobre a cabeça do irreverente ou inconformado” (Dias 1977).

1ª a condenação ou processo pelos tribunais estrangeiros por crimes ou delitos de natureza comum; 2ª duas condenações, pelo menos, pelos tribunais brasileiros, por crimes ou delitos de natureza comum; 3ª a vagabundagem, a mendicidade e o lenocínio competentemente verificados. Art. 3º - Não pode ser expulso o estrangeiro que residir no território da República por dois anos contínuos, ou por menos tempo, quando:

Como fora visto, os movimentos grevistas de operários recrudesceram e adquiriram contornos. Nesse sentido, Adolpho Gordo, em 1912, retoma o debate propondo modificações na lei de 1907. O então deputado federal por São Paulo rechaçou, entre outros, o artigo 3º desta defendendo que o estrangeiro que residisse no país por dois anos contínuos poderia ser mais perigoso que o recém-chegado. Nas palavras do deputado: “A expulsão é uma medida de alta polícia, de prevenção, de segurança social e política, é um instrumento de governo, de defesa, que cabe ao Estado no exercício de sua soberania” (Anais da Câmara dos Deputados 1912). A literatura que aborda a Lei de Expulsão de Estrangeiros9 defende que tal medida se constituiu numa forma de as classes dominantes conterem o avanço da organização operária.10 Para Carone:

a) casado com brasileira; b) viúvo com filho brasileiro. Art. 5º - A expulsão será individual e em forma de ato, que será expedido pelo Ministro da Justiça e Negócios Interiores. Art. 9º - O estrangeiro que regressar ao território de onde tiver sido expulso será punido com a pena de um a três anos de prisão, em processo preparado e julgado pelo juiz seccional e, depois de cumprida a pena, novamente expulso. [...] (Coleção das Leis da República dos Estados Unidos do Brasil 1909,24-5).

Milhares de imigrantes e seus descendentes participaram ativamente da vida política em São Paulo. De acordo com Silva (1976) em 1901, 90% dos operários em São Paulo eram estrangeiros. Em 1913 correspondiam a 82% e em 1920 a 40%. Segundo Lesser (1995), entraram no Brasil, entre 1924 e 1934, por volta de 93 mil indivíduos oriundos do leste europeu. Destes, de 45 a 50% eram judeus. A título de exemplo, foram organizadas as seguintes instituições de estrangeiros: o “Clube Nacional Russo”, composto basicamente de russos brancos; o “Ingend Club”, formado por judeus. Além dos Clubes, os imigrantes de São Paulo fundaram a “Sociedade dos Lituanos no Brasil”; a “Sociedade dos Amigos da Cultura Russa”; a “Sociedade 28 de Outubro”. Durante os anos 20 e 40, a participação política de militantes de esquerda estrangeiros nessas entidades questionava a sociedade burguesa reacionária que, ainda que tenha, através do Estado policial Varguista, expatriado milhares de imigrantes, isso só veio a nos mostrar a envergadura de sua militância na construção de um projeto político.

[...] a expulsão de estrangeiros – anarquistas e revolucionários – é a arma da burguesia e das oligarquias para enfraquecer o movimento operário. A pretexto da profilaxia social são banidos do país os líderes sindicais, os dirigentes de greves. As leis se fazem segundo as necessidades do momento, e não dentro de um espírito constitucional (Carone 1975, 238).

A atuação de Adolpho Gordo na elaboração da Lei de Expulsão de Estrangeiros mostrou a importância das lideranças políticas, formadas, sobretudo por estrangeiros que buscavam estruturar nas indústrias e fábricas, os grupos de trabalhadores urbanos gerando um embrião de luta e consciência de classe. A incursão no entendimento da Lei de Expulsão de Estrangeiros permite identificar, entre outros aspectos, que o Estado já vinha realizando intervenções nas relações trabalhistas, ainda que regulamentasse predominantemente questões econômicas que se referiam às tarifas alfandegárias e à

Daí, os projetos relacionados à expulsão dos estrangeiros suscitaram calorosas discussões. De um lado, aqueles que acreditavam que tais medidas garantiriam a segurança contra os “elementos indesejáveis” que ameaçavam a ordem pública vigente. Para outros, significava

9 Cf. os estudos de Carone (1975), Dias (1977) y Pinheiro (1977). 10 Baratta (1999, 206-207) auxilia a iluminar essa questão quando afirma: “Quanto mais uma sociedade é desigual, tanto mais ela tem necessidade de um sistema de controle social do desvio de tipo repressivo, como é realizado através do aparato penal do direito burguês”. 137


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política cafeeira. Num primeiro momento, como anteriormente assinalado, as leis formuladas não passaram pelo crivo do patronato nem pelos trabalhadores e suas entidades representativas.

tituídas– negou-lhes direitos adquiridos como pensões e aposentadorias (Silva 1983). As pressões realizadas pelas representações dos trabalhadores acabaram sendo responsáveis pela tomada por parte do Governo, de algumas medidas paliativas apenas para abrandar o índice de desemprego.

Estado, burguesia e trabalhador:

A Lei de Sindicalização proposta pelo ministro do Trabalho Lindolpho Collor fixou o limite de 8 horas diárias para a jornada de trabalho; regulamentou o trabalho de mulheres e crianças; criou Institutos de Previdência (IAPs) para várias categorias e o Conselho Nacional de Serviço Social. Mas nem por isso, a referida Lei deixou de suscitar contendas entre os setores envolvidos. O Decreto n. 19.770 versou sobre a constituição das confederações, federações e sindicatos. Os artigos 1º e 3º estabeleciam o afastamento destes “de toda e qualquer propaganda de ideologias sectárias, de caráter social, político ou religioso”. O artigo 9º estabelecia a unicidade sindical através do qual só podia haver, em cada unidade territorial, um único sindicato oficial de cada ramo de atividade. A burguesia reagiu contra os dispositivos de lei de sindicalização por não participar da formulação do Decreto-lei principalmente no que concerne ao artigo 8º –que dava ao sindicato o poder de fiscalização e negociação dos contratos de trabalho– e ao artigo 13º que proibia a dispensa de trabalhadores por motivo de filiação ao sindicato de sua classe considerando-os prejudiciais para a autonomia das fábricas, para a atividade patronal e a extinção da disciplina de trabalho.

uma relação conflituosa

O Estado corporativo procurou harmonizar a luta de classes realizando dessa forma, mudanças na conduta do trabalhador, na relação capital/trabalho e na própria organização social, econômica e política do país. Ainda assim, a elaboração e implantação da legislação trabalhista não se fizeram sem resistências principalmente por parte do operariado. A fala do então ministro do Trabalho, Lindolpho Collor em 1931 é sintomática: Ou aceitam a ação do Ministério do Trabalho que traz uma mentalidade nova de corporação, ou se consideram dentro de uma questão de polícia, no sentido do antigo governo. Ou abandonam a mentalidade bolchevista e subversiva ou se integram no corpo social a que pertencem (Collor apud Carone 1974, 134).

Com efeito, a legislação trabalhista é abarcada enquanto produto de forças sociais antagônicas, Estado, burguesia e operariado que se mobilizaram rapidamente na concordância de seus interesses (Munakata 1981). Vejamos os desdobramentos concernentes a Lei dos Dois Terços de 12 de dezembro de 1930 e a Lei de Sindicalização de 19 de março de 1931. Quanto à primeira –a Lei dos Dois Terços11– obrigava a contratação nas indústrias e empresas comerciais de 2/312 de brasileiros natos com o fito de proteger o trabalhador nacional. Nesse ponto, a burguesia não se mostrou avessa, pois a lei permitia que os líderes combativos estrangeiros fossem afastados dos sindicatos e fábricas. Entretanto, considerou a dificuldade imediata de estar substituindo o trabalhador estrangeiro, pois em inúmeras empresas predominava a mão-de-obra estrangeira.

O Centro Industrial do Brasil –CIB– criou uma comissão para esmiuçar o decreto e sugerir as alterações cabíveis. Processo semelhante ocorreu em relação à Lei de Acidentes de Trabalho (1919). Em sua versão inicial, o projeto responsabilizava o patrão no caso de operários vítimas de acidentes no trabalho. Na redação final, a responsabilidade patronal foi isentada, pois o acidente, na letra da lei passou a ser entendido como uma condição do exercício profissional que poderia ser equacionado por meio da inscrição do trabalhador em companhia seguradora para exigir o cumprimento da lei. A resolução dos acidentes de trabalho não passava pela ação direta do sindicato. Sendo assim, as condições de trabalho não eram questionadas (Munakata 1981, 35).

No seio do operariado a lei causou polêmicas. As objeções se referiam ao seu cariz discricionário porque além do desemprego em massa de milhares de trabalhadores estrangeiros –muitos do quais com famílias cons-

Fica evidente em tais pontos que em nenhum momento a comissão do CIB se mostrou disposta a alterar a estrutura sindical proposta pela Lei de Sindicalização. Pelo contrário, caminhou no sentido de diminuir o raio de atuação do sindicato, transfigurando-o em sindicatos patronais além de defender incisivamente a ingerência

11 �������������������������������������������������������������� Apesar das discordâncias iniciais algumas entidades se conformaram à estrutura da nova lei como é o caso da Federação das Indústrias do Estado do Rio de Janeiro –FIERJ– e da Federação das Indústrias do Estado de São Paulo – FIESP–. 12 A agricultura ficou isenta dessa exigência. 138


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estatal em suas entidades de classe. O trabalhador tendo seu pensamento e ação rotinizados pelo sindicato atrelado ao Estado admitiu em larga medida seu controle onde dificilmente desataria essas amarras. A atuação do sindicato passou a significar sua capacidade operacional de defender os interesses da categoria, ou seja, melhorias nos salários e nas condições de trabalho e não mais um modo combativo de inserção na política e na própria relação com o Estado.

proletária, com que a lei de sindicalização seja derrogada (Silva 1983, 94).

Para esse segmento, a presença do Estado e das agremiações políticas nas relações de trabalho não era vista com bons olhos. A luta pelos interesses dos trabalhadores –jornada de trabalho, remuneração, férias, etc. – devia trilhar um viés de constante embate com o patronato, sem mediadores. No decorrer dos anos 30 tornou-se muito difícil não aderir ao registro legal dos sindicatos. Os libertários acabaram registrando-os, muito embora, isso possa ser entendido mais como uma estratégia de resistência a fim de assegurar a liberdade de reunião do que propriamente obediência à lei. Ainda assim, o jornal “A Plebe”13 reage fortemente denunciando que certos sindicalistas ao cooperarem com o governo no sentido de atrelar o sindicato ao Estado desestruturam a experiência sindical autônoma que passa a incorporar valores da moral burguesa-católica. O princípio de ingerência direta do proletariado nas decisões políticas ia de encontro ao poder do Estado e à disciplinarização do trabalhador. A corrente anarco-sindicalista lutava não só por aumentos salariais e melhores condições de trabalho. Defendia o fim da divisão em classes sociais e do sistema capitalista de exploração.

Ainda que mantenha o sindicato enquanto órgão de colaboração com o Estado, esse último foi o nódulo no qual as representações patronais procuraram incidir seus argumentos defendendo a não intervenção governamental nas questões internas e estatutárias dos sindicatos. Em 12 de julho de 1943, o Decreto n. 24.694, conteve as modificações sugeridas que já vinham sendo debatidas desde abril de 1932, quando o então ministro do Trabalho, Salgado Filho decidiu estruturar uma Comissão Mista e reformular a Lei de Sindicalização que se encontrava inoperante (Gomes 1979). Até o final de 1932 existiam apenas quatro sindicatos patronais reconhecidos no Brasil. O crescimento da sindicalização se verificou a partir do Decreto n. 22.653, de 20 de abril de 1933, que estabelecia que apenas os sindicatos reconhecidos pelo Ministério do Trabalho, Indústria e Comércio poderiam participar de eleição classista de deputados para a Assembléia Constituinte (Vianna 1976).

“Somos socialistas e anarquistas”, dizia a apresentação do jornal A Terra Livre, publicado pela primeira vez em 1905 no Estado de São Paulo. “Como socialistas não acatamos o instituto da propriedade privada e a moral que o tem por base. No monopólio da riqueza produzida por todos, sem que a parte de cada um possa rigorosamente ser determinada, na apropriação individual da terra, dos meios de produção e de comunicação, bem como dos produtos, vemos nós a origem principal da miséria e do aviltamento da grande maioria, da insegurança e inquietação de todos. [...] Tomamos o nome de anarquistas e libertários, porque somos inimigos do Estado, isto é, do conjunto de instituições políticas que têm por fim impor a todos os seus interesses e a sua vontade, mascarada ou não com a vontade popular (Rodrigues 1966, 106-07).

No interior do movimento operário, as reações contra a Lei de Sindicalização foram manifestas considerando a luta histórica de suas entidades representativas para assegurar a liberdade sindical e se fazerem interlocutores no debate político no país. Os segmentos independentes e combativos do movimento sindical –comunistas e anarquistas em especial– procuraram rechaçar a sindicalização oficial e os sindicatos que buscavam oficialização (ambos submetidos ao reconhecimento do Ministério do Trabalho). Ademais, a não adesão à sindicalização oficial, pelo menos até 1933 se mostrou como um mecanismo de resistência. Em abril de 1931, após a promulgação da Lei, segmentos anarco-sindicalistas do operariado de São Paulo, através da Federação Operária, assim se manifestaram:

13 “A Plebe” que se reestruturou em 1932, constituiu importante veículo no questionamento do governo Vargas, denunciando através de seus artigos, as práticas totalitárias e analisando a política de modo amplo e seus efeitos na vida do proletariado brasileiro. Pareceu ocorrer nesse momento uma polarização da lutas políticas no seio do operariado. Se por um lado havia os que lutavam para se fazer cumprir as leis trabalhistas e desse modo legitimá-las, havia na contraparte, os que continuavam a exemplo dos sindicatos anarquistas denunciando veementemente a ingerência cada vez maior do Estado nas organizações dos trabalhadores.

Considerando que a lei de sindicalização [...] visa a fascistização das organizações operárias [...]. A Federação Operária resolve: a) não tomar conhecimento da lei que regulamenta a vida das associações operárias. b) promover intensa campanha nos sindicatos por meio de manifestos, conferências, etc. c) fazer mediante essa campanha de reação 139


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O desenho das ações do operariado permite identificar diversos matizes de orientação e organização. Isso posto, tem-se uma moldura institucional vigente como expressão das necessidades do trabalhador e limitadora de seu raio de ação. Além disso, esse recurso revela o grau de reação ou mesmo de conformidade em face desses limites, dentro dos quais os trabalhadores se moviam. A luta política dos trabalhadores esteve fincada em contradições de interesses legítimos e legitimados em alianças sem as quais não haveria conquista de direitos e o fortalecimento da consciência de classe. Desse modo, o processo de desenvolvimento industrial deve ser abarcado também em suas conseqüências sociais e não somente no seu aspecto econômico, quase idílico.14

levantamento de preços em todo o território nacional e deveria refletir o valor dos gastos mínimos necessários à subsistência do trabalhador e não a elevação da produtividade de seu trabalho –moradia, vestuário, transporte, alimentação– não incluindo itens como saúde e educação. Com todas essas considerações iniciais a institucionalização das leis trabalhistas cumpria dois importantes propósitos; primeiro, atendia as antigas reivindicações do movimento operário; e, em segundo, regulava seu raio de ação subordinado os sindicatos ao Ministério do Trabalho, Indústria e Comércio.

No Estado Novo (1937-1945) a institucionalização das leis trabalhistas foi sendo acentuada. O governo inspirado na Carta del Lavoro do regime fascista italiano reestrutura a movimento operário buscando transfigurar as organizações sindicais –empregado e patronato– em ferramentas colaborativas de classe e sustentáculo de seu poder político. Por exemplo, data de 1939, a lei que criou o sindicato único por categoria profissional. De acordo com ela, cada sindicato reunia trabalhadores de uma mesma categoria sendo expressamente vetadas associações maiores que aglutinassem trabalhadores de um mesmo setor econômico, além de serem proibidas greves e quaisquer manifestações de protesto.

A distinção radical entre capitalista e trabalhador reporta-se à condição dessas duas classes: a primeira, dispõe do controle lícito e/ou econômico da totalidade dos meios de produção e, por conseguinte, do processo de acumulação; a segunda, é privada da posse da propriedade e do fruto do trabalho socialmente construído. Ademais, dentro do modo de produção a propriedade ou não-propriedade dos meios de produção configurase como um fator básico, embora não suficiente para estabelecer as reais contradições que naquele modo existem. Sendo que as contradições de classe tornamse melhor expressas a partir do comando do processo de trabalho que comporta dois aspectos complementares: produz mercadorias que dispõem de utilidade social –valor de uso– e, produz valor excedente –processo de valorização–. “Isso significa que o capitalismo é um sistema em que uma certa quantidade de tempo de trabalho socialmente necessário – valor – é capaz de ativar e socializar ainda mais tempo de trabalho e, assim, criar um valor adicional, excedente” (Brighton Labour Process Group 1976).15

As transformações do processo produtivo

O estabelecimento de outras medidas afetou diretamente a organização política do trabalhador tais como: A Justiça do Trabalho, o imposto sindical e o salário mínimo. A Justiça do Trabalho foi a instituição responsável por regular e acompanhar as negociações entre empregado e empregador. Era composta de três instâncias: as Juntas de Conciliação e Julgamentos, que tratavam das reivindicações individuais; os Tribunais Regionais do Trabalho, que julgavam as propostas de melhorias nas condições de trabalho e de aumentos salariais; e o Tribunal Superior do Trabalho, a maior instância de apelação. O imposto sindical correspondia ao valor de um dia de trabalho que deveria ser pago anualmente por todo trabalhador. E, Getúlio Vargas, em 1940, estabeleceu o salário mínimo que era calculado a partir de um

A submissão ao modo de produção capitalista aliada a sua ordem estruturante caracterizada pelo aumento do “poder social, isto é, a força de produção multiplicada que surge pela cooperação dos diferentes indivíduos condicionada na divisão do trabalho” (Marx y Engels 1982, 26) faz com que o ser humano não se reconheça a si mesmo além da dimensão cada vez mais estrita da sua produção. Sob essa perspectiva, a consciência de classe, historicamente construída como um eixo sólido, foi parcialmente diluída por uma série de fatores mais ou menos articulados: as derrotas das revoluções operárias no Ocidente, a exclusão de milhões de pessoas do mundo do trabalho causado pelo desemprego estru-

14 O que difere das palavras do industrial Roberto Simonsen apud Munakata (1981, 63): “A grande indústria, por toda a parte do mundo em que se instala, traz como corolário a melhoria dos salários, o barateamento relativo do produto, o enriquecimento relativo do produto, o enriquecimento social e o aumento da capacidade de consumo. Traz ainda mais, como conseqüência, intensificação das relações comerciais, dos meios de transporte e a marcha vitoriosa da civilização”.

15 Tradução nossa. 140


Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão Rafael Vicente de Moraes

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tural, os partidos e sindicatos políticos que ao lado de parcelas significativas do proletariado se integraram à lógica capitalística. Ainda assim, urge pensar arranjos teóricos e práticos de um sujeito social que, à revelia do engessamento dos aspectos criativos da vida coletiva realizado pela lógica do capital, pode encontrar no desenvolvimento das forças produtivas e nas suas contradições imanentes formas de existência e consciência qualitativas. Para Bourdieu (1968, 40-41): “[...] a condição de captação da verdade objetivada dos sujeitos é a condição da compreensão completa da relação vivida que os sujeitos mantêm com sua verdade objetivada em um sistema de relações objetivas”.16

presariado procurou moldar um trabalhador disciplinado através de princípios racionais e científicos para o trabalho produtivo (Antonacci 1985; Castoriadis 1985; Silva 1987). Os autores analisam as relações de produção capitalista marcadas pela introdução no sistema de fábrica de formas de organização racional do trabalho baseadas no fordismo, taylorismo e na racionalização, ou seja, em novos métodos e técnicas administrativas (normas, ordens, instruções de serviço etc.). A introdução de normas disciplinares no processo produtivo contemplou até o uso do material de trabalho. A fim de evitar roubos e depredações, a indústria fornecia a ferramenta e responsabilizava o próprio trabalhador pela sua manutenção. Em caso de danos, o valor do conserto era retirado do ordenado do operário que a utilizava. Toda uma estrutura de poder é criada visando um maior controle desse novo trabalhador. O regulamento ditava um conjunto sistematizado de regras a serem seguidas mecanizando o corpo e o espírito para que o trabalhador passasse a adquirir comportamentos físicos, psíquicos e simbólicos e maximizasse sua produtividade. Ao analisar os regulamentos das fábricas francesas ao longo do século XIX Perrot (1992, 68) afirma: “O regulamento sugere uma imagem reflexa do trabalhador e sua turbulência, ao mesmo tempo em que revela a sua dupla finalidade: econômica decerto, mas profundamente política-disciplinar o corpo do operário, seus gestos e comportamento”.

O homem não vive determinado por uma circunstância, porém atua sobre sua realidade e como esta não é unilateral conserva diversas possibilidades de ação ensejando a atuação das classes e grupos sociais. Portanto, se o homem, enquanto ator social encontra-se imerso num momento histórico em que vive, assim também, contribui para significar esta sociedade. Nesse sentido afirma Mills: Chegamos a saber que todo indivíduo vive, de uma geração até a seguinte, numa determinada sociedade; que vive uma biografia e que vive dentro de uma seqüência histórica. E pelo fato de viver, contribui, por menos que seja, para o condicionamento dessa sociedade e para o curso de sua história, ao mesmo tempo em que é condicionado pela sociedade e pelo seu processo histórico (Mills 1982, 12).

Não obstante, essas transformações apresentaram resistências por parte do trabalhador, por exemplo, quando se observa o número de greves realizadas. Segundo Fausto (1977), entre 1918 e 1920 ocorreram, somente nos Estados de São Paulo e Rio de Janeiro, 204 paralisações. Também ocorria com certa freqüência: roubos, furtos, embriaguez, atraso na entrada do trabalho, saída antes do final do turno, desperdício de material, descuido no uso de máquinas e ferramentas, atritos com superiores, brincadeiras em serviço etc. Momentos de insubordinação explícita face às idéias disciplinadoras e moralizadoras revelaram problemas internos ao processo de trabalho como fica evidente em uma, das diversas greves desencadeadas pelos ferroviários do Estado de São Paulo:

A década de 1920 no Brasil presenciou um arranjo científico no processo de trabalho motivado pelo empresariado industrial brasileiro. A introdução, primeiramente no setor de oficinas de medidas científicas e de inovações tecnológicas objetivou o disciplinamento do trabalhador inaugurando modos impessoais de classificar, admitir, promover e punir dentro de regimes disciplinares preestabelecidos. Todo um aparato técnico e burocrático se fez necessário. Foram implantados os seguintes princípios organizacionais na grande indústria: i) centralização das decisões numa única instância; ii) implantação de novos regulamentos; iii) divisão e especialização das tarefas através de mestres e contra-mestres com funções específicas definidas. Essas mudanças se nortearam segundo a observação de Rago (1985, 19): “na busca de um projeto racional de produção do novo trabalhador, dissolvido enquanto ator e sujeito e redefinido enquanto objeto de investimento de poder” (grifo nosso). O em-

Em muitos pontos a sabotagem tem sido aplicada em grande escala, arrancando-se trilhos e cortando os fios telegráficos. A direção da Estrada que sujeita os trabalhadores a um regime de verdadeira escravidão tem procurado utilizar-se de alguns desgraçados ‘criminosos’ que são encontrados aqui e ali [...] (A Plebe 1919, 4).

16 Tradução nossa. 141


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Tais práticas coletivas de insubordinação do trabalhador diante do processo de organização científica do trabalho17 permitem compreender como as formas racionais de controle foram incorporadas, reproduzidas e negadas pelo trabalhador no contexto de suas experiências vivenciadas e redimensionadas no cotidiano. Ainda que se pese a força desse modelo de organização produtiva, ocorreram fricções entre a definição das transformações e sua efetiva aplicação na realidade das fábricas e indústrias. Houve, portanto, um processo de mediações que figuraram modos de aceitação e resistências decorrentes da correlação de forças entre trabalhador e patronato e sua relação com projetos societários distintos. Nos logros da política trabalhista se compaginaram o pensamento dos sujeitos sociais e as lutas conseqüentes que foram frutos desse ser social –o trabalhador– e das tramas históricas e culturais de poder que se alocam na base material da sociedade.

mais ou menos ambiciosas. Tais espectros corrompem a atividade do pesquisador. Os possíveis caminhos da transformação social fazemse em inúmeras direções assumindo expressões e estratégias de luta variadas. Ao nos debruçarmos para os rumos criados no interior do movimento político dos trabalhadores somos desafiados a pensá-los primeiramente a partir de uma experiência rica, disforme e complexa que reuniu lideranças, militantes políticos, sindicalistas, trabalhadores comuns, ou seja, trajetórias de luta e de vida. Considerando a história humana enquanto solo fértil de possibilidades no qual atuam forças em conjunturas específicas torna-se imprescindível recuperar as estratégias de enfrentamento dos trabalhadores contra a dominação imposta pelo capital e redimensionar a realidade societária mais ampla. Enfeixando algumas reflexões finais partimos de uma discussão que, na verdade, atravessa todo o trabalho, a saber: é razoável falarmos em consciência de classe por parte do movimento operário no período enfocado? Quais suas implicações? Tomando como base explicativa Thompson (1987) a resposta é sim. Pois concebe uma classe enquanto “um fenômeno histórico”, tendo como substância basilar à experiência humana em seus múltiplos aspectos: cultural, político e intelectual (re) criados no dia-a-dia. No desenlace desse processo se elabora uma consciência de classe em torno de interesses, propósitos e das associações representativas.

Considerações finais O desmantelamento do movimento operário visado pelo Estado e pelas entidades patronais buscou cindir toda tentativa de participação e decisão do trabalhador. Foilhe usurpado o direito de ser produtor de seu próprio discurso. Corroborou para isso o fato de que na sociedade brasileira as idéias, os fatos, os acontecimentos são periodizados, narrados e analisados segundo o recorte e a ótica da classe dominante. Porquanto é forçosa a acolhida de novos temas e enfoques motivados não por modismos acadêmicos –que tanto nos assola– mas porque correspondem as necessidades concretas que carecem de outras compreensões. Retomando o ponto de partida é preciso um esforço analítico-conceitual do pesquisador para que identifique na experiência política do trabalhador a subjetividade, a objetividade, a teoria, a prática e o sentido gregário enquanto vigas mestras de um pensamento que se encontrou em constante processo de construção, voltado fundamentalmente para o problema da dominação do homem sobre o homem numa sociedade de classes fracionada desde as relações de produção até os eleitos para exercerem o poder. O perigo consiste em substituir e distorcer posições definidas que firmam as categorias das ações humanas pelos espectros circunstanciais de ideologias voluntaristas

Evidentemente que, como ressaltado, isso não se deu sem fortes resistências seja por parte da burguesia, seja por parte do Estado. Quanto ao segundo, a imposição de um poder centralizador significou para a classe trabalhadora, sobremaneira, que o reconhecimento da participação política e social como direito adquirido ficou circunscrito a uma dimensão tão somente legal e administrativa do ponto de vista do Estado. Isso conduziu gradativamente a cooptação de parte das lideranças operárias e ao solapamento de uma concreta formulação autônoma. O aparelho estatal, através principalmente de seus dispositivos burocrático-legais –a Lei dos Dois Terços e a Lei de Sindicalização– operou um esvaziamento paulatino das lutas, reivindicações e entidades combativas do movimento operário. A burguesia, por seu turno, também dispôs de um arcabouço estratégico nas suas relações com a classe operária e com o Estado. Como ressaltam (De Decca 1981; Munakata 1981), a burguesia brasileira gestou seu projeto político-autoritário calcado basicamente na racionalização científica e no desenvolvimento industrial de modo a responder

17 ��������������������������������������������������������������� Hoje, a produção, ao contrário do que ocorria no modelo fordista –de grandes linhas de montagem que concentravam todas as etapas de produção– se dá através da fragmentação de todas suas fases: da aquisição da matéria prima à distribuição do produto tudo isso realizado em pequenas unidades altamente complexas e terceirizadas espalhadas pelo mundo. 142


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Otras Voces

as investidas da classe trabalhadora na criação de uma “nova ordem social”.

2. Almeida, Maria. 1978. Estado e classes sociais no Brasil (19301945). Tese Doutorado, Universidade de São Paulo.

O Estado não se mostrou enquanto único sujeito na cena política. Entre 1930 e 1935, a burguesia participou da formulação e aplicação da legislação trabalhista e sindical. Por exemplo, quando em 1932, o então ministro do Trabalho, Salgado Filho chamou à mesa os empresários para rediscutirem o anteprojeto da Lei de Férias18 e da Lei de Sindicalização nos seus artigos 8º e 13º já abordados. Os trabalhadores não participaram da reformulação das leis. O mesmo ocorre em 1931, quando o ministro Lindolpho Collor encaminhou ao Presidente os anteprojetos acerca do trabalho da mulher e do menor, da definição da jornada de trabalho, entre outros. O ministro, diferentemente dos decretos anteriores enviou-os aos representantes indicados pela burguesia que acabou interferindo na produção das leis. Para as representações dos trabalhadores estipulou-se um prazo de dois meses para levar a termo as propostas de reformas. As reivindicações do movimento operário não foram contempladas na redação do texto final, no caso do trabalho da mulher e do menor que a lei prescrevia sua proibição em períodos noturnos. Porém, o horário noturno é redefinido começando não mais a partir das 19 horas mais sim das 22 às 5 horas. O direito a férias também ficou restrito ao trabalhador sindicalizado –reconhecido pelo governo– que tivesse empregado numa mesma fábrica a mais de um ano, além de serem retirados 15 dias de férias dos 30 anteriormente assegurados.

3. Andrews, George Reid. 1998. Negros e brancos em São Paulo (1888-1988). Bauru: EDUSC. 4. Antonacci, Maria y Antonieta. Martinez. 1985. A vitória da razão. São Paulo. Tese Doutorado, Universidade de São Paulo. 5. Araújo, Rosa Maria. 1981. O batismo de trabalho: a experiência de Lindolpho Collor. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira. 6. Baratta, Alessandro. 1999. Criminologia crítica e crítica do Direito Penal. Rio de Janeiro: Ed. Freitas Bastos. 7. Bourdieu, Pierre. 1968. Le métier de sociologue. París: Mounton/Bordas. 8. Braga, Ana Beatriz. 1993. A construção social da infância trabalhadora na Primeira República. Dissertação Mestrado, Universidade Federal do Rio de Janeiro. 9. Brighton Labour Process Group. 1976. The capitalist labour process. Londres: 1976. mimeografado. 10. Cardoso, Fernando Henrique. 1962. Proletariado no Brasil: situação e comportamento social. Revista Brasiliense 41: 98-122. 11. Carone, Edgard. 1969. A Primeira República (1889-1930). São Paulo: Difusão Européia do Livro.

Com as análises empreendidas pouco se sustenta a idéia de que o Estado nas suas relações com a classe trabalhadora “cria” e “doa” a legislação trabalhista conseguindo através de uma troca de benefícios legais e institucionais sua adesão passiva e imediata. Até porque, a burguesia dispondo de estratagemas introduziu outros elementos como sua capacidade de ingerência. Portanto, a cena política brasileira no limiar dos anos 30 admitiu enquanto atores fulcrais o trabalhador, o Estado e a burguesia em seus múltiplos jogos de interesse.

12. Carone, Edgard. 1974. A República Nova. São Paulo: Difel. 13. Carone, Edgard. 1975. A República Velha: Instituições e Classes sociais [3ª ed.] São Paulo: Difel. 14. Carone, Edgard. 1988. O Estado Novo (1937-1945) [5ª ed.] Rio de Janeiro: Bertrand. 15. Castoriadis, Cornelius. 1985. A experiência do movimento operário. São Paulo: Brasiliense.

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18 A referida lei é de 30 de outubro de 1926, Decreto n. 17.496. Para o seu aprofundamento consultar Vianna (1976, 77-81). 143


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Estado, burguesia e legislação trabalhista brasileira no limiar dos anos 30: notas para uma discussão Rafael Vicente de Moraes

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51. A Plebe. São Paulo, 5 de julio, 1919.

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El 68: ¿revolución o rebelión? • Renán Vega Cantor–Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia; Luis Eduardo Bosemberg–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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El 68: ¿revolución o rebelión? por

Renán Vega Cantor* Luis Eduardo Bosemberg**

Fecha de recepción: 29 de noviembre de 2007 Fecha de aceptación: 2 de febrero de 2009 Fecha de modificación: 9 de abril de 2009

¿Cuál es el lugar de los años sesenta en el siglo XX?

potencias europeas como Inglaterra, Francia, Bélgica y Portugal, y esa liberación nacional implicó la aparición en la palestra histórica de pueblos y naciones que habían sido sojuzgados y esclavizados, en algunos casos, desde el siglo XVI. Ese vasto movimiento anticolonial movilizó a los pueblos de varios continentes que lucharon para conseguir independencia y/o liberación nacional, soberanía y reconocimiento como seres humanos. En la década de 1960 ese movimiento de liberación nacional adquirió su máxima extensión y radicalidad y emergen nuevos países en el panorama político del mundo.

Renán Vega Cantor: En la década de 1960 adquieren relieve algunos procesos interrelacionados, inscritos en el ámbito de un ciclo revolucionario que se había iniciado en 1945. En esta perspectiva, esos procesos no pueden analizarse de manera aislada sino en relación directa con dicho ciclo revolucionario, en el cual fue protagonista central lo que por entonces se llamó el Tercer Mundo. No por casualidad este término, acuñado en 1952, se generalizó en la década de 1960 para hacer referencia a la mayor parte del mundo periférico, dependiente y/o colonial, donde se libró la Guerra Fría. Como parte de ese ciclo revolucionario deben destacarse la Revolución China (1949), la guerra de liberación de Vietnam (que se extiende hasta 1975), la Revolución Cubana (1959) y, sobre todo, el movimiento anticolonialista, que abarca desde la India (1947) hasta África, en donde en 1975 cayeron los últimos reductos del decrepito imperio portugués.

Esas luchas de liberación nacional no fueron fáciles, ya que implicaron, en la mayor parte de los casos, la represión violenta por los diversos países colonialistas, como se evidenció en Vietnam, Congo y Argelia, para señalar los hechos más emblemáticos. Millones de personas pagaron con su vida el intento de librarse del yugo colonial y de acceder a la independencia nacional, porque los sectores más reaccionarios de las clases dominantes de los países imperialistas se negaban a reconocer la autodeterminación de todos aquellos a los que seguían considerando, en forma racista, como salvajes, bárbaros e inferiores. Otra pretensión, en la guerra que se empezó a librar contra el antiguo mundo colonial por parte de las potencias imperialistas, ahora hegemonizadas por Estados Unidos, era asegurarse el control de esos territorios para seguir apropiándose de sus recursos naturales, bajo nuevas formas de sujeción neocoloniales, e impedir que en esos lugares se consolidaran procesos revolucionarios. Al respecto, debe recordarse lo sucedido en dos países, uno en África (Congo) y otro en Asia (Indone-

Puede decirse, en este sentido, que a mediados del siglo XX la dinámica de la historia mundial se desplazó al Tercer Mundo, donde se produjeron los principales acontecimientos de transformación social, política y cultural, que están asociados a un hecho central y definitivo, no sólo de la década de 1960 sino de todo el siglo XX: el anticolonialismo. Yo creo que éste es el elemento distintivo y más importante de esa década y el más perdurable hasta el día de hoy. El anticolonialismo significó el fin de vastos imperios coloniales, hegemonizados por

* Economista, Universidad Nacional de Colombia; Licenciado en Ciencias Sociales, Universidad Distrital Francisco José de Caldas; Magíster en Historia, Universidad Nacional de Colombia; Doctor en Estudios Políticos, Universidad de París 8. Ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, versión 2007 (entregado en 2008), con la obra Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar. Las transformaciones mundiales y su incidencia en la enseñanza de las ciencias sociales. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2007. Acaba de publicar Petróleo y protesta obrera (dos volúmenes), La Unión Sindical Obrera y los trabajadores petroleros (1923-2008). Bogotá: Corporación Aury Sará Marrugo, 2009. Actualmente se desempeña como profesor de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: colombia_carajo@hotmail.com. ** Historiador, Universidad de Heidelberg, Alemania, y Universidad de la Amistad de los Pueblos, Moscú; Magíster en Historia, Universidad de Heidelberg, Alemania. Entre sus publicaciones más recientes se encuentra: Alemania y Colombia, 1933-1939. Iberoamericana. América Latina-España-Portugal 21: 25-44, 2006; Las guerras mundiales: problemas y controversias en torno a los orígenes. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 33:289-309, 2006; Asia desde 1990. En Relaciones 11, Ciencias Sociales, Educación básica secundaria, 85-99. Bogotá: Libros y Libros, 2008. Trabaja temas como historia moderna de Europa, con énfasis en Alemania, problemas del Medio Oriente contemporáneo (siglos XIX y XX), con énfasis en el conflicto árabe-israelita: historia del Mediterráneo. Actualmente se desempeña como profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: lbosembe@uniandes.edu.co.

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El 68: ¿revolución o rebelión?

Renán Vega Cantor, Luis Eduardo Bosemberg

Debate

sia), en donde en 1961 y 1965, respectivamente, se libraron acciones contrarrevolucionarias y contrainsurgentes, con la derrota de proyectos nacionalistas, que dejaron un saldo trágico de miles de muertos. Recuérdese que en 1965, en Indonesia, una antigua colonia holandesa, un golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos instauró una dictadura sangrienta, la cual se mantuvo durante más de 30 años, y asesinó a un millón de militantes del Partido Comunista de ese país en pocos meses. Otro tanto sucedió en Congo, donde, luego de su independencia de Bélgica, fue asesinado el líder nacionalista Patrice Lumumba y se desató una guerra civil, auspiciada por la antigua metrópoli en alianza con la ONU y Estados Unidos, que dejó miles de muertos, y luego se entronizó una dictadura prooccidental que se prolongó hasta 1997.

que siguieron existiendo, hasta hoy, enclaves coloniales en distintos lugares. En ese sentido, pueden mencionarse tres casos dramáticos: el apartheid en Sudáfrica, reforzado en la década de 1960 con varias matanzas y la persecución contra los dirigentes del Congreso Nacional Africano y el encarcelamiento de su máximo líder, Nelson Mandela; Puerto Rico, colonia de facto de Estados Unidos desde 1898, luego de su independencia de España, y que, en forma eufemística, ha sido denominada por Estados Unidos como “Estado Libre Asociado”; y Palestina, sucesivamente ocupada y sus habitantes expulsados de sus tierras por el Estado sionista de Israel desde 1947 y que en 1967 invadió los territorios de Gaza y Cisjordania, invasión que se mantiene hasta hoy. Pese a estos hechos, la dominación colonial fue herida de muerte y es dudoso, aunque algunos intenten revivirla (como Estados Unidos, en Irak y Afganistán), que pueda volverse a la situación existente antes de 1945, aunque un personaje como el epistemólogo Karl Popper haya dicho en 1992, en su libro La lección del siglo XX, poco antes de morir, que el mundo occidental nunca debió aceptar la descolonización, que ése ha sido un trágico error, porque esos pueblos no estaban preparados para la libertad y la democracia.

Mientras que esto sucedía en el Tercer Mundo, en algunos lugares de Europa se había construido el Estado de Bienestar, con la intención de contener el posible ímpetu revolucionario de los trabajadores, tras la derrota del fascismo en 1945, y se estableció un pacto tácito entre el capital y el trabajo que se constituyó en la base de la estabilidad laboral y social de Europa, lo cual en gran medida explica los Treinta Gloriosos (1945-1973) de crecimiento espectacular del capitalismo, consolidación del fordismo y del Estado keynesiano. Fue la época del “pleno empleo”, cuando la clase obrera mejoró sus condiciones de vida hasta el punto que importantes sectores de ésta empezaron a identificarse con la “clase media”, y se rompió en forma temporal el nexo entre trabajo y pobreza. Al mismo tiempo, se presentaron avances científicos y tecnológicos que fueron posibles por la existencia de petróleo barato y abundante, sin lo cual no se hubiera consolidado el fordismo. Todo esto fue factible en Europa, Estados Unidos y Japón, porque en ese mismo momento se presentaba la destrucción criminal del Tercer Mundo, con el fin de evitar la consolidación de proyectos nacionalistas o revolucionarios que pudieran convertirse en modelos que incentivaran a otros pueblos a seguirlos. Este elemento explicó el surgimiento de la Contrainsurgencia y la Doctrina de la Seguridad Nacional, proyectos hegemonizados por Estados Unidos y sustentados en un feroz anticomunismo, que se desplegaron por todo el mundo periférico originando golpes de Estado, dictaduras prolongadas, torturas y desapariciones forzadas, que en muchos casos, como en la República Democrática del Congo y Colombia, se prolongan hasta el día de hoy.

Habiendo señalado todo lo anterior, puede afirmarse que 1968, fecha emblemática de la década de 1960, fue importante porque se constituyó en el punto de llegada y de confluencia de un amplio espectro de luchas sociales y políticas en el mundo, pero con la particularidad de que los acontecimientos del año mencionado se generaron primordialmente en Europa, con la participación de los estudiantes y los trabajadores, en el marco de los Treinta Gloriosos, que se levantaron contra las nuevas formas de dominación del capitalismo tardío. Esta circunstancia llevó en cierta forma a ignorar la magnitud e importancia de los acontecimientos que se libraban en la periferia capitalista, en donde la guerra no fue tan fría. En 1968, cuando se produjo lo que Immanuel Wallerstein ha denominado la Segunda Revolución Mundial –la primera había sido la Primavera de los Pueblos, en 1848–, confluyeron luchas, protestas y rebeliones en todo el mundo, incluido el Este de Europa, catalizadas por un acontecimiento que tenía que ver con el Tercer Mundo y la dominación colonial: la guerra de Vietnam. En las barricadas del barrio latino de París, en las fábricas tomadas en Italia por los obreros, en la Plaza de Tlatelolco en México –donde fueron masacrados cientos de estudiantes–, en las calles de las propias

Desde luego, el anticolonialismo no logró erradicar por completo la dominación colonial en todo el mundo, por149


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ciudades de Estados Unidos resonaban las consignas de solidaridad con Vietnam y de oposición a la guerra de agresión por parte del imperialismo estadounidense. Incluso entonces, en el máximo momento de esplendor y de efervescencia social, en 1968, el mundo periférico emergía como el epicentro de las reivindicaciones, lo cual demostraba la importancia que había adquirido la lucha anticolonial.

semana a los ejércitos de Egipto y Siria, dos de los países que lideraban las revoluciones árabes nacionalistas. Se cuestionó así a los gobernantes que se manifestaban con un lenguaje laico y revolucionario occidentalizante y quedaba abierta la propuesta de la vía religiosa. Más aún, el fundamentalismo judío tiene también sus raíces a finales de la década, cuando muchos jóvenes buscaron las especificidades de ser judíos y abandonaron el hippismo y las alianzas contra el establishment anglosajón que se tenían con los movimientos por la igualdad en los derechos civiles y contra la discriminación racial.

Luis Eduardo Bosemberg: Son muchas las cosas que allí sucedieron. En la historia de Occidente, los años sesenta hacen parte de todo un despegue socioeconómico, de prosperidad y de pleno empleo. Intelectuales como Bourdieu postulaban que se habían creado nuevas posibilidades, una nueva libertad para definirse a sí mismo y para configurar identidades. La prosperidad había creado espacios y expectativas. Pero a pesar de la prosperidad, en aquella época había críticas desde la izquierda, como aquellas de los intelectuales alemanes adheridos a la Escuela de Frankfurt, que planteaban que del ciudadano políticamente movilizado, de la época del siglo XIX y de entreguerras, se había pasado al consumidor pasivo y conformista que ya no marchaba con el fin de apoyar un sistema político sino que ahora lo hacía para comprar en las tiendas, símbolos de la renovada sociedad capitalista.

La rebelión juvenil y su contracultura, que tuvieron gran resonancia, sobre todo en países occidentales, merecen especial atención. La prosperidad causó un revuelo en la población estudiantil y en los profesionales, que eran un sector explosivo, transnacional, viajero, entusiasta e inquieto. Se trataba de una nueva generación de estudiantes que afluían a la universidad y unas instituciones que no estaban física ni institucionalmente preparadas para recibirlos. Surgieron resentimientos contra la guerra en Vietnam o la obligación del servicio militar. Se resaltaba la juventud como un fin en sí mismo. Después de todo, los que gobernaban eran los viejos y la propuesta provenía de unos jóvenes divorciados del pasado que conocieron sus padres. Había una brecha generacional entre los que vivieron la pobreza y las guerras y los que sólo vivieron la prosperidad. Pusieron sobre el tapete que había un vacío en las creencias, en la subjetividad, que el consumo no lo era todo. Criticaron los centros de poder militar, económico y político y mitificaron a otros, como las luchas populares en América Latina y Vietnam. Recordemos la famosa figura del Che. Criticaron los fundamentos morales de la sociedad mayoritaria y quisieron trastocar todos los valores; se propuso, por ejemplo, la vida en comunidades –junto con la droga– o la militancia política en organizaciones revolucionarias que querían acabar con el orden establecido. Se abogó porque no hubiera leyes ni jerarquías, todo un programa anarquista que ya se había visto, por ejemplo, en la Inglaterra de siglo XVII. Se trató de un movimiento independiente, liderado por jóvenes, que enriquecía a la industria del disco y del entretenimiento y que tuvo héroes románticos, individuos que simbolizaron una juventud cuya vida y juventud acababan al mismo tiempo: cantantes y músicos como Janis Joplin, Jimmi Hendrix, Brian Jones y Jim Morrison murieron jóvenes y se convirtieron en íconos. Se propuso un estilo informal con los blue jeans, la música y sus conciertos masivos y un lenguaje donde se utilizaban las groserías (que eran acervo de sectores populares) como reacción a lo que representaban sus padres. Se reivindicaban nuevas for-

Es una década de grandes intentos de emancipación, como la primavera de Praga y las revueltas estudiantiles de Berlín, México, París y Berkeley; las mujeres luchando, no solamente por una cuestión económica, sino por su rol en la sociedad; y movimientos de minorías, como el de los negros en Estados Unidos. También es una época de búsqueda del cambio revolucionario, no solamente en Cuba, sino también de revoluciones árabes nacionalistas que, si bien dos de las más importantes se dieron en la década anterior, mantuvieron su auge en los sesenta con el triunfo del Frente de Liberación Nacional (FLN) en Argelia, la fundación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el ascenso al poder de Gadaffi en Libia, la guerra de independencia de Yemen y la llegada al poder del Baaz en Irak. La movilización de los jóvenes fue un fenómeno que tuvo lugar en otros lugares, como la Revolución Cultural en China, aunque de otra naturaleza. Menos conocido es el hecho de que los inicios de ciertos fundamentalismos religiosos, que se autoconsideraban emancipatorios, se situaran a finales de aquella década. Lo que hoy llamamos fundamentalismo islámico –con unas juventudes que deseaban reislamizar su región– tuvo sus inicios, en parte, cuando Israel, en 1967, aplastó en una 150


El 68: ¿revolución o rebelión?

Renán Vega Cantor, Luis Eduardo Bosemberg

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mas de relacionarse que incluían el sexo y las drogas, se hablaba de liberación personal, de “prohibido prohibir”. Recuerdo que en Alemania, hasta la década de los sesenta los estudiantes no se tuteaban entre sí, y mucho menos se tuteaba a un profesor joven. Eso cambió en ese momento. Se trataba del abandono de ciertas formas de relación personal.

perialismo y el anticapitalismo, para convertirse en los portavoces del Consenso de Washington, de las guerras “preventivas” y “humanitarias” (¡como en Irak!) y en los adalides de condenar como anacrónica toda lucha librada en el mundo periférico y neocolonial. Hemos hecho referencia a este cambio de mentalidad para resaltar cómo esa transformación se ha ido ajustando a los cambios geopolíticos posteriores a 1968, entre los cuales los más espectaculares han sido la desaparición de la URSS y el socialismo burocrático en Europa Oriental, la destrucción criminal del Tercer Mundo y el fin del proyecto socialdemócrata en Europa Occidental. Estos procesos están inscritos en el marco de la reestructuración del capitalismo y de la recuperación de la hegemonía imperialista de Estados Unidos en los últimos 20 años. Pero esto no significa, ni mucho menos, que los problemas de la década de 1960 hayan desaparecido, sino más bien que, como nos encontramos en un ciclo contrarrevolucionario –a diferencia de la década de 1960, cuando nos hallábamos en la cresta de un ciclo revolucionario–, las ideas de derecha y conservadoras se han impuesto, aunque los problemas de hace medio siglo no hayan desaparecido ni se hayan solucionado, sino que antes, por el contrario, se hayan agravado en un nuevo contexto dominado por la lógica neoliberal, de tipo individualista y hedonista. En forma breve, examinemos algunos de ellos.

No podemos, como hacen algunos, condenar al movimiento juvenil como época de drogas y de vanas ilusiones; también debemos tener en cuenta su energía, sus sueños, que, como en tantas otras oportunidades, han hecho parte del ser joven. En Europa, por ejemplo, hubo protestas estudiantiles ya en el siglo XII.

¿Considera usted que los problemas de finales

de los años sesenta mantienen alguna vigencia?

Renán Vega Cantor: Hace muy pocos meses, cuando se cumplían 40 años de los acontecimientos de 1968, Daniel Cohn-Bendit (El Rojo), principal líder estudiantil en esa época, publicó un libro con el revelador título de Forget 68, en el que invitaba a olvidarse de ese hecho, renegando de su propia historia. Hasta el nuevo presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se fue lanza en ristre contra Mayo del 68, responsabilizándolo de todos los males que habían asolado a Francia en las últimas décadas, llegando a sostener que “los herederos de Mayo del 68 nos impusieron la idea según la cual ya no hay diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la falsedad, la belleza y la fealdad. La herencia de Mayo del 68 introdujo el cinismo en la sociedad y la política”. Según el derechista presidente francés, que en la primavera de 1968 se hubieran atacado los valores éticos contribuyó a “debilitar la moral del capitalismo, a preparar las bases del capitalismo sin escrúpulos de paracaídas de oro para jefes pícaros”. Estas interpretaciones no son excepcionales, ya que se han convertido en la pauta dominante entre antiguos participantes en los acontecimientos de 1968, como sucedió con aquellos que en 1978 se llamarían a sí mismos los “Nuevos Filósofos” (nunca fueron nuevos y mucho menos filósofos), y que desde entonces, y hasta la fecha, se han convertido en los principales defensores del imperialismo estadounidense y del Estado sionista de Israel. Los dos más conocidos entre esos seudofilósofos son dos personajes maoístas del 68, André Glucksmann y Bernard-Henri Lévy.

Para comenzar, las guerras de agresión contra el antiguo Tercer Mundo (hoy convertido en cuarto, quinto o sexto mundo…) no han desaparecido, como se demuestra en Afganistán e Irak, siendo notable que el agresor sea el mismo de hace medio siglo, Estados Unidos, que no ha dudado en utilizar, como lo hizo en Vietnam, la tecnología de guerra más sofisticada, con la participación consciente de científicos e investigadores en el arte de refinar los instrumentos de muerte y sufrimiento. La diferencia ahora radica en que no se ha podido constituir un poderoso movimiento antibélico similar al que se construyó, en los propios Estados Unidos, en la década de 1960, lo cual facilita esas agresiones militares. Un segundo aspecto es que, a pesar del eclipse de la dominación colonial, ésta se mantiene y refuerza en aquellos lugares donde se preservó, como en Palestina, cuyo pueblo sufre la más vergonzosa y criminal ocupación, como se evidenció a comienzos de este año con el bombardeo a escuelas, hospitales y mezquitas, con la operación “Plomo fundido”, en la que fueron asesinados centenas de niños, mujeres y ancianos. De paso, valga recordar que entre algunos de los defensores de

Este cambio de postura de la intelectualidad francesa la ha situado en la vanguardia de la reacción mundial, habiendo abandonado el tercermundismo, el antiim151


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ese crimen se encuentran antiguos revolucionarios de la década de 1960, como los mencionados Glucksmann y Henri Lévy. Este último escribió hace poco tiempo una vergonzosa justificación de tales crímenes, viajando al “campo de batalla” en uno de los tanques del ejército de Israel.

de nuestro presente histórico, o como lo dijo William Morris a finales del siglo XIX: “los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo cual habían luchado se logra a pesar de su derrota, y cuando esto llega resulta ser diferente de aquello que se proponían y otros hombres han de luchar por aquello que ellos se proponían alcanzar bajo otro nombre”.

En tercer lugar, las protestas que se dieron en Francia en 1968 atacaban las nuevas formas de alienación y sometimiento generadas por el capitalismo tardío, relacionadas con el culto al consumo, la posesión de bienes materiales como norma de vida (es decir, la crítica al fetichismo mercantil), el autoritarismo y la explotación de los seres humanos, y ya se esbozaba en forma tímida una referencia a la destrucción de la naturaleza. Hoy todos esos elementos tienen más vigencia que nunca, porque la universalización del capitalismo no los ha atenuado sino que los ha exacerbado, como nadie se lo imaginaba en 1968. En efecto, hoy la mercancía se ha generalizado hasta abarcar todo lo existente, desde lo más pequeño –como los genes– hasta lo más grande –como selvas, páramos, ríos, playas e islas–, como resultado del “triunfo” del capitalismo en 1989 y la imposición de todo su proyecto deshumanizador. El consumo se ha ampliado de tal manera que ni siquiera los teóricos más lúcidos de la década de 1960, como los de la Escuela de Frankfurt, lo habían conjeturado. Ese consumo voraz y depredador está destruyendo los ecosistemas, arrasando las especies vivas, contaminando campos y ciudades, para beneficio de unas minorías opulentas en todos los continentes que reproducen el insensato American Way of Life.

Un último punto sobre la permanencia de las reivindicaciones de 1968 está relacionado con la educación, aspecto que debe subrayarse, porque al fin y al cabo la movilización de ese año se relaciona en el imaginario social con luchas estudiantiles. En el fondo, los movimientos de jóvenes universitarios de ese trascendental año querían democratizar la educación, garantizar una formación integral de los seres humanos, eliminar las discriminaciones sociales en el terreno de la instrucción y evitar que la educación se convirtiera en una mercancía. Hoy este programa tiene más vigencia que nunca, puesto que en nuestros días la educación es un vulgar negocio, como vender salchichas, con el que se lucran todo tipo de mercachifles de la ignorancia ilustrada en cada país y mundialmente; el Estado se ha retirado o se está retirando para darle paso al sector privado, y ahora se reivindica como normal que la educación sea un servicio privado y costoso. En concordancia con este último aspecto, hoy tiene sentido luchar por la educación como derecho colectivo y no como servicio mercantil, reivindicar el importante rol del Estado como financiador de la misma, para que sea laica, gratuita, popular y democrática. Tal es el espíritu de 1968, como el de Córdoba (Argentina) en 1918, que emerge como una necesidad para la educación latinoamericana y mundial en estos momentos de auténtico darwinismo pedagógico, en el que sobreviven no los más aptos sino los que más tienen, porque la educación ahora presenta un más acentuado sello de clase que antes.

En estas circunstancias, hoy, como en la década de 1960, se requiere con urgencia un proyecto de sociedad diferente al del capitalismo realmente existente, porque éste ha puesto en riesgo la misma supervivencia de la vida en el planeta; un proyecto que replantee las relaciones del hombre con la naturaleza, para que ésta no desaparezca, que ponga límites al dominio mercantil, reconstruya un proyecto humano socialista y democrático, como el que se buscaba en la década de 1960, y reconozca la categoría de límites (a la técnica, al consumo, al derroche) como una condición humana para sobrevivir. Todo esto, si se mira entre líneas, no sólo era el mensaje práctico de las acciones revolucionarias de la década de 1960, sino que constituía el centro de las reflexiones de algunos de los más importantes teóricos de ese entonces –tales como Franz Fanon, Aimé Césaire, Herbert Marcuse, Jean-Paul Sartre–. Esto significa que, aunque se les cambie el nombre a las cosas, se requiere mantener la misma lucha de la década de 1960, por supuesto que teniendo en cuenta las nuevas condiciones

Luis Eduardo Bosemberg: Creo que si no hubieran tenido lugar los años sesenta, no hubiéramos vivido que entre los candidatos finalistas a la Presidencia de Estados Unidos se encontraran un negro y una mujer y, finalmente, un presidente de color con una ministra de Relaciones Exteriores a bordo. Porque las luchas de los afroamericanos y por la igualdad en los sexos tuvieron allí momentos importantísimos. Si bien no todos vieron sus esperanzas realizadas, por lo menos fueron influenciados, por ejemplo, por Mayo de 1968, de tal manera que ese espíritu libertario, esas ganas de transformar las cosas, siguieron acompañándolos el resto de su vida 152


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Renán Vega Cantor, Luis Eduardo Bosemberg

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en su oficio profesional o en su vida familiar. Se convirtieron en políticos que presentaban alternativas, en artistas con propuestas novedosas, en profesores que enseñaban formas críticas de pensar y no sólo una sola forma de reflexionar.

mico y social, por la sencilla razón de que se produjo en las propias barbas de la primera potencia del mundo. Por ello, Estados Unidos y las clases dominantes de la región no sólo sintieron temor ante el influjo contagioso de esa revolución sino que procedieron a erigir una doctrina y una práctica contrainsurgentes que condujeron a las dictaduras anticomunistas que se sucedieron en América del Sur después de 1964, cuando se dio el golpe militar en Brasil para derrocar el gobierno populista de João Goulart. En adelante, la Doctrina de la Seguridad Nacional, junto a la contrainsurgencia, ambas de clara estirpe estadounidense, van a estar presentes en los más importantes procesos sociales y políticos desarrollados en el continente, los cuales van a terminar en forma sangrienta, porque Estados Unidos no estaba dispuesto a tolerar un proceso nacionalista como el adelantado en Cuba, incluso cuando ese proceso se hiciera en nombre de la democracia liberal y de la Alianza para el Progreso, como se demostró en 1963 en República Dominicana, cuando fue derrocado el gobierno constitucional y legítimo de Juan Bosch, crisis que condujo finalmente a la intervención militar de Estados Unidos en 1965 en territorio dominicano, en nombre de la defensa del “mundo libre” y para evitar la formación de otra Cuba. Algo similar sucedió en Chile en 1973, cuando fue derrocado el gobierno de Salvador Allende.

Si la década tuvo un fuerte carácter emancipatorio, eso no ha desaparecido. No quiero decir, ni mucho menos, que la emancipación haya nacido en ese momento, pero sí que allí hubo puntos culminantes que continuarían en las décadas posteriores. En Estados Unidos se inició el movimiento por las libertades civiles, en donde las negritudes exigían justas reivindicaciones que complementaban lo que la guerra civil del siglo XIX había iniciado. Sin embargo los prejuicios no han desaparecido del todo, a pesar de la victoria de Obama. No olvidemos la música: nació el rock, del cual hoy en día tenemos varios de sus derivados. Así como tampoco debemos olvidar el surgimiento de los estudios sobre la mujer que hoy en día conocemos como estudios del género –además de la utilización de esta última palabra–.

¿Cuáles cree usted que fueron las implicaciones de esta década para Latinoamérica o especialmente para Colombia?

Al mismo tiempo, y como consecuencia de los sucesos de Cuba, en diversos lugares del continente se organizaron guerrillas castristas, las cuales fueron sucesivamente derrotadas en países como Venezuela, Perú y Bolivia, donde en 1967 fue asesinado Ernesto “Che” Guevara, que se convirtió en el símbolo de rebeldía social más importante de la segunda mitad del siglo XX no sólo en América Latina sino en el mundo. Con la muerte del Che entró en crisis el foquismo y se reforzaron los regímenes dictatoriales en buena parte del continente. Esto no quiere decir que todas las guerrillas hubieran sido derrotadas, pues siguieron existiendo en países como Nicaragua, donde en 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional, fundado en 1961, derrocó la dictadura de los Somoza, sostenida y apoyada por Estados Unidos desde 1934. También se mantuvo el movimiento guerrillero en Guatemala, organizado, entre otros, por unos antiguos militares de ese país que habían ido a estudiar tácticas y métodos de lucha contrainsurgente en Estados Unidos pero que, sensibilizados por el terrorismo de Estado imperante desde 1954, organizaron la resistencia armada, que nunca fue derrotada militarmente. Otro tanto ocurre en Colombia, donde en la década de 1960 surgieron diversas guerrillas, algunas de las cuales persisten hasta el día de hoy.

Renán Vega Cantor: El hecho más importante de la década de 1960 para América Latina fue, sin duda, la Revolución Cubana, aunque ésta se haya iniciado en la década anterior, pero el perfil de este acontecimiento, así como sus repercusiones, se dieron desde comienzos de 1960; cuando Estados Unidos consolidó su campaña contrarrevolucionaria, que condujo al bloqueo económico de la Isla, aún vigente, y financió y preparó la invasión a bahía de Cochinos, en abril de 1961, que terminó siendo un terrible fiasco para el imperialismo estadounidense. Aunque América Latina en general no padecía el problema colonial, salvo Puerto Rico y las colonias europeas en las Antillas y el Caribe, el caso de Cuba actualizaba a su modo la lucha contra la dominación semicolonial y neocolonial ejercida por Estados Unidos desde las primeras décadas del siglo XX en lo que consideraba su “patio trasero”. En este sentido, la lucha adelantada por Cuba tenía un fuerte sabor anticolonial, inscrita en el contexto de destrucción de los sistemas coloniales del cual hemos hablado al principio. La Revolución Cubana impactó a todo el continente de muy diversas formas, en lo ideológico, político, econó153


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Pese a la demagogia de la Alianza para el Progreso, cuyo carácter reformista fue puramente nominal, Estados Unidos, en connivencia con las clases dominantes de cada país de América Latina, recurrió a la violencia abierta para evitar que se repitiera algo similar a la Revolución Cubana, llenando de sangre y terror al continente, en un ciclo represivo que se prolongaría hasta comienzos de la década de 1990 y que en Colombia aún se mantiene.

cia, porque en gran medida el problema estructural de violencia está relacionado con el despojo de tierras a que han sido sometidos los pobres del campo. Este solo hecho muestra que los problemas no solucionados hace medio siglo en este país gravitan decisivamente sobre nuestra cotidianidad actual y todavía tenemos que soportar, como si estuviéramos en el siglo XIX, a los grandes terratenientes, hacendados y ganaderos no sólo controlando el Estado, sino manejando a su antojo la vida material y espiritual de los colombianos, como si fuéramos peones y estuviéramos en una gran hacienda rodeada de alambradas y limitando con otros países. Con esto se demuestra que en Colombia, en contravía de lo que sucede en otros lugares de América Latina, se mantiene y se conserva la misma estructura social, desigual e injusta, ya no sólo de la década de 1960 sino del siglo XIX, en razón de lo cual no es extraño que perdure la violencia que se generalizó con el asesinato de Gaitán en 1948 y que durante la década de 1960 se reforzó por la constante persecución y despojo de que fueron víctimas colonos y campesinos, algo que hoy ha adquirido ribetes demenciales, porque en Colombia en los últimos años les han sido arrebatadas casi seis millones de hectáreas a cuatro millones de campesinos, que la literatura social denomina en forma benigna como “desplazados”, cuando son en realidad desterrados a sangre, fuego y motosierra.

En la década de 1960 en Colombia no se necesitó una dictadura militar abierta porque en su lugar se erigió un sistema antidemocrático y excluyente de tipo civil –una de las fuentes de la violencia actual en nuestro país–, como fue el Frente Nacional (1958-1974), un pacto bipartidista concebido para borrar las huellas de la primera Violencia (1945-1965) de tipo partidista, reconciliar a los bandos enemigos de los partidos Liberal y Conservador para repartirse milimétricamente el poder mediante procedimientos clientelitas y reprimir cualquier obstáculo de tipo social o político que se pudiera interponer en sus propósitos. Ese Frente Nacional no sólo fue profundamente antidemocrático, rubricado con un abierto anticomunismo, sino que reforzó y amplió las bases de la desigualdad que históricamente ha caracterizado a la sociedad colombiana, tanto en el campo como en la ciudad.

Luis Eduardo Bosemberg: Se ha llegado también en Colombia a defender los derechos de minorías o de género que, en ocasiones, son cuestionables y van en contravía de la igualdad que muchos pregonamos. Por ejemplo, si se proclama que en una determinada institución deba existir un porcentaje o número determinado de mujeres, entonces ellas se convierten en un grupo privilegiado, en detrimento de los hombres. Lo que se debe tener en cuenta es el reconocimiento de los talentos de los implicados e implicadas. En alguna ocasión le comentaba a una amiga que si existía el día de la mujer, por qué no, entonces, festejar el del hombre. A mi interlocutora no le agradó mi comentario. Me quedé pensando en que del machismo del hombre que reivindicaba su puesto se estaba pasando al de las mujeres.

Pese a ello, o en razón de ello, en Colombia, desde el punto de vista de la lucha social y popular, la década de 1960 fue muy importante porque cubrió los más diversos espectros de la sociedad, ya que participaron trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes, mujeres y pobladores pobres de las ciudades. Estas luchas, que en el fondo buscaban la ampliación de la democracia, siempre fueron vistas por las clases dominantes de este país, empotradas en el Frente Nacional, como expresión de las fuerzas disolventes del “comunismo internacional” y, en lugar de asumirlas como una parte consustancial de cualquier sistema democrático, fueron violentamente reprimidas por las Fuerzas Armadas, recurriendo al estado de sitio y a las normas de excepción. No era de extrañar, en consecuencia, que cualquier protesta, por legal y ordenada que fuera, ocasionara la represión y persecución violenta por parte del Estado colombiano, como lo experimentaron en carne propia trabajadores, campesinos, indígenas y estudiantes.

Las relaciones interpersonales trastocadas por los sesenta tienen gran vigencia porque, si bien se impusieron novedades en Occidente, en Colombia falta mucho por recorrer. Por ejemplo, en cuanto a la igualdad entre los sexos, todavía nos queda un largo, muy largo camino. No solamente existe un machismo explícito sino muchas mujeres que fácilmente lo aceptan; el problema es de los dos géneros. Fuimos influenciados por la libera-

En Colombia no se realizó una verdadera Reforma Agraria en la década de 1960, antes por el contrario, se reforzó el poder de los grandes terratenientes y ganaderos, lo cual pesa hoy sobre nuestra existen154


El 68: ¿revolución o rebelión?

Renán Vega Cantor, Luis Eduardo Bosemberg

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lización sexual pero en Colombia todavía existen ciertas reticencias, aunque sí vivimos un aumento de las mujeres en la población universitaria. Otro legado consiste en que desde entonces se comenzó a fumar marihuana, que hoy en día hace parte de la cultura de diversos grupos sociales, entre otros, del estudiantil.

atención a la gran cantidad de palabras que escuchas. “Marica” ya no significa, en muchas ocasiones, homosexual, es simplemente una forma de saludo o de dirigirse al otro. Que una mujer se lo diga a otra, o que a un profesor le digan “profe”, o por su nombre, eso sí es novedoso. Es un tratamiento más informal.

Las representaciones estudiantiles que existen en determinadas universidades colombianas son producto de aquella época, aunque no surgieron de forma inmediata, pues en ocasiones han tardado décadas en convertirse en realidad. Pero se despolitizaron las juventudes, por lo menos en el mundo occidental, y en este caso habría que incluir a América Latina; tan sólo quedan unos cuantos movimientos universitarios en ciertas universidades públicas que todavía sueñan de forma ingenua con la revolución.

Por allí rondan todavía esa imagen del Che que se ve en ciertas camisetas o los carteles de Jim Morrison. Como fruto de esto, en ciertos espacios, obviamente no en todos, se creó una pluralidad o aceptación del otro, aunque no de forma inmediata. No estoy diciendo que Colombia sea un país tolerante pero sí lo es en ciertos espacios. Por poner un ejemplo muy personal: que en algunos lugares la corbata ya no se use, o que el pelo largo no sea motivo para que no te den empleo es una pequeña pero significativa contribución. ¿Usted se imagina hace cuarenta años en Colombia, una candidata a la Presidencia, parlamentarios indígenas y un profesor de pelo largo, arete y blue jeans?

Pocos tienen en cuenta la cotidianización de las llamadas groserías o las tales malas palabras. Basta con que, por ejemplo, te pasees por esta universidad y pongas

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Daniel Cohn y Abbie Hoffman: reencuentro quince años después del 68 • Paola Niño Sandoval–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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El primer hippie del mundo • Juan Carlos Flórez Arcila–Consultor en gestión urbana, Bogotá, Colombia.

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{Documentos


Daniel Cohn y Abbie Hoffman:

reencuentro quince años después del 68* Paola Niño Sandoval**

* La entrevista en la que se basa este documento se encuentra en el libro escrito por Daniel Cohn-Bendit (1987), La revolución y nosotros, que la quisimos tanto. ** Comunicadora social y periodista, Universidad de la Sabana, Bogotá, Colombia. Actualmente finaliza la Maestría en Historia en la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, con el trabajo de grado Representaciones de Mayo del 68, década tras década, a través de la prensa. Correo electrónico: yp.nino946@uniandes.edu.co.


Daniel Cohn y Abbie Hoffman: reencuentro quince años después del 68

Paola Niño Sandoval

Documentos

C

sentido de la palabra, de ver nuevamente a esos militantes que conocí y con los que me he cruzado a lo largo de todos estos años, y a otros cuyos actos o personalidad influyeron en mi pensamiento y actividades políticas. Quise reunirme con ellos, ver cómo viven, medir y comprender su trayectoria a lo largo de estos veinte años (Cohn-Bendit 1987, 12).

uando hago una lectura del año 1968, encuentro una gran variedad de personas que fueron o hicieron, de alguna manera, parte importante de la historia que se escribió en esos días. Quien sea de aquella generación, la de los sesenta, no podrá olvidar al pelirrojo Daniel Cohn,1 recordado por liderar las “revueltas” estudiantiles en Francia, en el inolvidable Mayo del 68. Tampoco podrá dejar de recordar a Abbie Hoffman, quien en compañía de Jerry Rubin, creó el movimiento Yippie (Youth International Party), el 31 de diciembre de 1967. Este movimiento reunía a aquellos estudiantes que querían protestar en contra de la guerra de Vietnam y manifestar su inconformidad con el mundo.

Hoffman, además de ser parte de los Yippies, también participó en el movimiento que defendía los derechos civiles. Lideró el grupo de guerrilla-espectáculo de los Diggers2 e hizo parte importante de la comunidad hippie que se conformó en Nueva York en el 68. Hoffman también es recordado por su intensa participación en las manifestaciones que se realizaron durante la Convención del Partido Demócrata en Chicago, organizada entre el 24 y el 29 de agosto. En esos días Hoffman también dijo que echaría LSD en el agua de la ciudad de Chicago –en palabras de Kurlansky– para mandar a la ciudad entera de “viaje”.3 Estas manifestaciones serán recordadas por la manera violenta en que las autoridades norteamericanas las enfrentaron. Del 24 al 28 de agosto, Chicago fue testigo de una movilización de 5.000 manifestantes y del ataque por parte de las fuerzas policiales. Entre el 28 y el 29 se terminó de sacar a la gente que estaba frente al Hotel Hilton protestando y a los que se encontraban en el Lincoln Park.

Hacemos referencia a Cohn y a Hoffman porque el documento que se va a presentar en esta oportunidad es una entrevista realizada por Dany el Rojo al fundador del movimiento, en marzo de 1985. Este diálogo se llevó a cabo en Nueva York, como parte de una serie de encuentros que él tuvo con diferentes personas que de alguna u otra forma se relacionan con el 68: Tanto en mi vida personal como en mis compromisos políticos, siempre he querido que hubiera una continuidad entre mis convicciones de ayer, mi acción presente y el futuro con el que sueño. Sin embargo, a muchos de mis interlocutores les parece que tal continuidad se ha roto. Por ello he sentido deseos de devolver la visita a mi “familia política”, en el más amplio

En 1969, más exactamente el 20 de marzo, Hoffman y otras siete personas –Rennie Davis, John R. Froines, Tom Hayden, Jerry Rubin, David Dellinger, Lee Weiner y Bobby Seale– fueron acusados por el Comité de Actividades Antiamericanas de conspiración por las manifestaciones llevadas a cabo en Chicago en el 68. El 29 de septiembre se presentaron ante el tribunal de Chicago, en un proceso que duró alrededor de cinco meses. La sentencia fue dada el 10 de febrero de 1970. Hoff-

1 “Daniel Cohn-Bendit nació en 1943, en el seno de una familia hebrea alemana residente en Francia con el estatuto de apátrida, tras haber escapado al nazismo en 1933. Estudió en Francia y en Alemania occidental, adonde su padre vuelve en 1947 y su madre poco después. Daniel optó por la nacionalidad alemana. En 1968 es estudiante de Sociología en la Facultad de Letras de Nanterre. No pertenece a ningún grupo político y le gusta definirse como anarquista, influido por un hermano mayor, que es profesor en Francia. Se hace notar por primera vez en el campus de Nanterre lanzando una invectiva al ministro de la Juventud y de Deportes, François Missoffe, de visita en las nuevas instalaciones deportivas el 8 de enero de 1968: Daniel Cohn-Bendit le reprocha públicamente haber olvidado los problemas sexuales de los jóvenes en el “Libro Blanco de la Juventud”, publicado hacía poco por el Ministerio (en aquel tiempo, un conjunto de normas muy rígidas regulaban las posibilidades de visita de los estudiantes en las residencias universitarias de los estudiantes) […] Él dará lugar al Movimiento del 22 de marzo, constituido después de una manifestación de solidaridad con un estudiante detenido por la policía. A la cabeza de este grupo, Cohn-Bendit se convierte durante el Mayo en el exponente más espectacular de la protesta juvenil. Hasta el punto de que el Gobierno le prohibiría, inútilmente, volver a Francia el 21 de mayo tras haberse desplazado a Alemania” (Zingoni y Glessi 1998, 18).

2 “Los Diggers retomaban el nombre de una comuna agraria utópica comunista fundada en 1649 en Surrey. Los Diggers, guiados por el actor neoyorquino Emmett Grogan, al cual se unieron posteriormente el líder estudiantil Abbie Hoffman y el poeta zen conectado a los beat Gary Snyder, organizaban espectaculares manifestaciones de protesta por las calles, como la quema de billetes. Inicialmente activos sobre todo en San Francisco se trasladaron posteriormente por todo el país. La operación que los hizo célebres en todo el país fue la distribución gratuita de comida, que llevaron a cabo en 1967 por iniciativa de Grogan” (Zingoni y Glessi 1998, 34). 3 “Otras amenazas incluían pintar coches para que pareciesen taxis independientes que secuestrarían a delegados y los llevarían a Wisconsin, vestirse de guerrilleros del Vietcong y recorrer las calles repartiendo arroz, bombardear el anfiteatro con balas de mortero desde varios kilómetros de distancia, o hacer que diez mil cuerpos desnudos flotaran en el lago Michigan” (Kurlansky 2005, 358). 159


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man y cinco de sus compañeros fueron absueltos por conspiración, pero acusados por “haber traspasado los límites de los estados para incitar a la revuelta” (Zingoni y Glessi 1998, 48). Transcurrieron quince años desde entonces. Abbie y Daniel se encontraron en Nueva York para compartir un poco sobre lo que ha pasado en este tiempo. Y para saber qué queda de aquel año: el 68.

tura latinoamericana. En otros tiempos llevábamos el pelo largo, ropas hippie, los pies descalzos, fumábamos droga, escuchábamos rock, le decíamos “mierda” a la sociedad. Estaba muy claro para todo el mundo, y la sociedad reaccionaba brutalmente enviando a sus polis para impedirnos vivir de aquella manera. En el movimiento hippie, que no fue en absoluto político. Los hippies no pretendían modificar el orden político del país, pedían simplemente que les dejaran en paz. Nosotros quisimos cambiar eso. Creamos el movimiento “Yippie”, para politizar el movimiento contestatario.

Abbie Hoffman, cuarenta sonrientes años. Con su barba grisácea, responde a la imagen esperada. Si juzgamos por su apariencia, no se ha “aburguesado”. Fijamos que uno de nuestros futuros encuentros se celebre a orillas de Saint-Laurent, en la frontera canadiense, donde posee una casita.

En 1967, hicimos salir a la gente a la calle, y fundamos el Partido Internacional de la Juventud, el “YIP” (Youth International Party). Así, en 1968, movilizamos a los que se oponían a la guerra de Vietnam para manifestarnos durante el Congreso del Partido Demócrata en Chicago. Decíamos: “El partido demócrata es la muerte. Nosotros los yippies organizamos la fiesta de la vida mientras se celebra el congreso demócrata. ¡Vean la diferencia!”. Organizamos conciertos gratuitos en las calles y reunimos a la gente en los parques. Creamos los Juegos Olímpicos yippies. Durante toda una semana, mostramos a los habitantes de Chicago otro estilo de vida. No vacilamos en hacer circular informaciones surrealistas: les hicimos creer que habíamos puesto LSD en el agua potable de la ciudad, y cosas así. El alcalde se puso como loco. Gritaba: “¡Son asesinos en potencia!”. Envió a la policía contra nosotros. Luego los policías afirmaron haberse contenido… ¡pero te juro que muchos de nosotros no opinamos lo mismo! A pesar de todo, resultó muy divertido.

Mientras tanto nos reunimos en Nueva York, en el minúsculo estudio abarrotado de discos y libros donde vive con su compañera. Les sirve de cocina, dormitorio y local del movimiento contra la intervención americana en Nicaragua. Dany Cohn-Bendit.-¡Hola, Abbie! Abbie Hoffman.-¡Hola, Dany! Cuánto tiempo… D.-Ya lo creo. Siete años. A.- ¡Te dejaron entrar! D.-Con dificultades. El servicio de emigración lo intentó todo. El pasaporte, el visado, los cuestionarios… Pero hablemos de ti; pareces muy ocupado. A.-Me he convertido en un militante viejo. Ya sabes, al envejecer uno se vuelve más blando, eso está claro. Ahora tengo niños, soy responsable de su bienestar, de su salud, de su educación… Reparto el tiempo entre mis obligaciones personales y mis deberes hacia la comunidad. Las ideas progresistas en las que sigo creyendo.

Más tarde fundamos periódicos, creamos comités de defensa contra la policía, utilizamos toda esa contracultura para atraer a la juventud que rechazaba el modo de vida americano. Nos apoyamos en la rebelión espontánea de toda una generación. Considerábamos a aquella juventud como una clase social con necesidades y aspiraciones propias y creíamos que esta clase haría la revolución.

D.-En los años 60, eras un ardiente aficionado a la droga, al rock, a la música…

D.-¿Pensaron en la posibilidad de presentar un candidato a las elecciones presidenciales?

A.-Y al sexo… D.-Sí, y ¡al sexo! ¿Y ha desaparecido todo eso de tu vida?

A.-En absoluto. Nuestro programa empezaba con la promesa de una vida eterna y terminaba con el compromiso de ofrecer a la población servicios públicos limpios y gratuitos. Era divertido, pero tras estas provocaciones había una verdadera fuerza política que llegó incluso a amenazar directamente el poder del gobierno. Creo que si Johnson y Nixon cayeron se debió en parte a las ma-

A.-Hace años que no tomo drogas, aunque siguen gustándome la música y lo demás. Por cierto, ahora es diferente. Ya no hay una contracultura donde apoyarse para provocar una toma de conciencia política. Lo único que hoy tiene una dimensión política en este país es la cul160


Daniel Cohn y Abbie Hoffman: reencuentro quince años después del 68

Paola Niño Sandoval

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nifestaciones que nosotros organizábamos. Obligamos a los diferentes gobiernos a modificar su política militar en Vietnam. Fue algo único en la historia de la civilización occidental. Es una locura pensar que un pueblo se haya atrevido a rebelarse contra su gobierno en tiempo de guerra.

probarlo todo. Y me pilló la policía. No les fue difícil. Estaba claro que yo era culpable ante la ley. Hubiera podido arriesgarme a un gran proceso donde defender mis ideas pero, en aquella época, bajo la administración de Nixon, nuestras posibilidades de tener un proceso justo eran prácticamente nulas. Me arriesgaba a ser condenado a cadena perpetua. Preferí desaparecer, cambiar de nombre y sumergirme en la clandestinidad.

Hasta entonces, en Occidente las guerras fueron siempre populares, la gente se mostraba encantada de poder agruparse tras una bandera, de cantar himnos sanguinarios y marciales, e ir a masacrar al enemigo fuera del país mientras dentro se silenciaba al enemigo interno. En aquella época para los americanos el enemigo interno éramos nosotros, los jóvenes. Las guerras en el extranjero son siempre muy muy populares: no hay que olvidarlo. Por eso es tan difícil luchar contra un gobierno que dirige una guerra en el extranjero. Los franceses que lucharon contra la guerra de Argelia pueden entenderlo, aunque las dificultades que encontraron fueron menores que las nuestras durante la guerra de Vietnam.

D.-Desapareciste. A.-Cambié de vida. Tal vez era lo que deseaba sin saberlo. Tal vez estaba cansado del personaje Abbie Hoffman, un personaje público que ya no se me parecía, tal vez deseaba desaparecer. Y lo hice. Cambié todo en mi vida. Durante un año, aprendí a hablar sin agitar las manos, a no mirar de hito en hito a la gente cuando me paseaba por la calle… Realmente me convertí en otro hombre. D.- ¿Fue duro?

Por eso hoy digo, repasando todo aquello, que nosotros, los yippies, salvamos la democracia americana.

A.-Terrible… Verdaderamente terrible… Es muy difícil ser un fugitivo. A nadie le puede gustar. Uno se desliga de todo, de su país, de su familia, de sus amigos. Te vuelves extraño para ti mismo, ¡es atroz! Varias veces me desmoroné. Fueron los años más duros de mi vida.

D.-¿Para ti es lo más importante? A.-Sí… Con Woodstock. Dentro de treinta o cuarenta años, cuando se escriba la historia de nuestro siglo, Woodstock será reconocido como uno de los acontecimientos más importantes de estos tiempos. ¡Tan importante como Stravinsky! Un suceso único, extraordinario… Estoy convencido de que más adelante se reconocerá la capital importancia que tuvo como comunión espontánea de toda una generación. Hoy nadie puede imaginar lo que fue aquella concentración de quinientos mil jóvenes que, durante tres días, escucharon a los mejores y más originales músicos de la época. Toda aquella gente, una verdadera marea humana, tendida en la hierba, tranquila, feliz. Se había anunciado un cataclismo, una hecatombe. El gobernador del estado [Rockefeller] la declaró zona catastrófica. Para el New York Times, era una auténtica pesadilla, y para todas las instituciones bienpensantes del país, una tragedia. Era monstruoso, inaceptable. Nosotros en cambio decíamos: “Será formidable… Ya verán, será maravilloso”. Y lo fue.

D.-Sin embargo, en esa época seguiste militando. A.-Participé en las actividades de un grupo ecologista, bajo el nombre de doctor Berry Fread, fui recibido por una comisión del Senado e incluso estreché la mano del presidente Carter ¡mientras toda la policía del país tenía mi foto delante de sus narices desde hacía años! D.-Y, en 1980, preferiste rendirte. A.-Sí. La clandestinidad ya no tenía sentido. Negocié mi rendición. Pasé algún tiempo en la cárcel. D.- ¿Y ahora? A.-Soy un ciudadano normal. Vivo aquí. Trabajo. D.- ¿Volverás a hacer política?

D.- ¿Y después?

A.-Por supuesto. Nunca dejé de hacerlo.

A.-Después cometí un estúpido error. Fue en 1973. Entonces probábamos todas las drogas posibles. Para saber cuáles eran nocivas y seleccionar las sustancias que podían tomarse y las que no, pensamos que debíamos

D.-Dime una cosa, tú y Jerry Rubin eran como dos hermanos durante el movimiento yippie. Siempre se decía: “Abbie Hoffman y Jerry Rubin”, algunos llegaban 161


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a decir: “Abbie Rubin y Jerry Hoffman”, tan próximos estaban el uno del otro.

Al terminar esta entrevista, Daniel Cohn presenta las declaraciones de un encuentro entre Abbie Hoffman y Jerry Rubin, en un anfiteatro en la Universidad de Filadelfia. Hoffman falleció cuatro años después de este reencuentro, en el año 89. Murió a la edad de 52 años, luego de haber tomado una significativa cantidad de pastillas.

A.-Es verdad. Nuestro análisis de la sociedad, nuestra comprensión de la realidad, nuestras propuestas, eran casi idénticos. D.-Y sin embargo hoy, cuando llego a Estados Unidos, los encuentro frente a frente, en un debate público en el que discuten con gran aspereza. Le sueltas que es un antidemócrata, que está cercano a los peores reaccionarios, que obedece a una ideología de corte fascista, y él te responde que los combates de los años 60 ya no tienen sentido.

Referencias 1. Cohn-Bendit, Daniel. 1987. La revolución y nosotros, que la quisimos tanto. Barcelona: Editorial Anagrama. 2. Zingoni, Andrea y Antonio Glessi. 1998. 1968, una revolución mundial. Madrid: Ediciones Akal.

Esto es lo que se dicen, y hay odio entre ustedes… ¿Por qué te impones esos debates públicos?

3. Kurlansky, Mark. 2004. 1968: el año que conmocionó al mundo. Barcelona: Ediciones Destino.

A.-Porque nos hemos divorciado. (Sonríe)

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Daniel Cohn y Abbie Hoffman: reencuentro quince años después del 68

Paola Niño Sandoval

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El primer hippie del mundo Juan Carlos Flórez Arcila*

* Historiador y Magister en Historia, Universidad Amistad de los Pueblos-Moscú. Entre sus publicaciones más recientes se encuentra: La corrupción armada. En 10 años de Transparencia por Colombia, ed. Bernardo Gonzalez G., 133-139. Bogota: Gente Editorial Nueva Limitada, 2008; El festival urbano y el espíritu libertario de los 60.Cartel Urbano 24: 18-21, 2008; El chivo expiatorio que aseguró una reelección. El Debate Politico, Revista Iberoamericana de análisis político, Año 3 No 4/5: 229-239, 2006. Actualmente se desempeña como consultor en gestión urbana. Correo electrónico: bogotaxxi@gmail.com.


El primer hippie del mundo Juan Carlos Flórez Arcila

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¿Vendrán cuando los llaméis?

V

itautas Alphonsus Paulekas, un hombre de origen lituano que vivía en Los Ángeles en los años cincuenta del siglo pasado, es probablemente el primer hippie que existió en el mundo. Cuando miramos las imágenes de esa ya lejana y mítica época de mediados de los sesenta, en la que surgieron los hippies en California, siempre aparecen las caras de jóvenes y adolescentes que, fugados muchos de ellos de sus hogares a lo largo y ancho de los Estados Unidos, huían hacia San Francisco y alrededores para evadirse del mundo de rutinas y reglas de sus padres y experimentar con el sexo, ácidos como el LSD y la ilusión de formas de vida rupturistas y hasta revolucionarias.

Fotografía 1. El Capitán Fuck

En abierto contraste con esas imágenes que los videos musicales y publicitarios han banalizado hasta la náusea, Vitautas Alphonsus Paulekas había nacido en 1910. Era entonces casi un abuelo cuando, en 1962, “empezó a bailar cada dos semanas con una banda que hacia versiones del Top Ten, Jim Doval & The Gauchos” (Miles 2003). Vitautas, Vito, era un hombre de naturaleza dionisíaca, que se dedicaba a bailar junto a su mujer Zsou, su compinche Karl Orestes Franzoni, alias “Captain Fuck”, y un grupo de treinta bailarines. Todos ellos se hacían llamar los freaks y presagiaban el mundo de las orgías, la vida en comunas y el ritmo desenfrenado de vida que caracterizaría al efímero universo hippie californiano.

Fotografía 2. Vito

Barry Miles, quien vivió la explosión hippie desde su librería experimental Indica, en Londres, describe así a Vito: Llevaba el pelo peinado hacia adelante, cortado a lo beatle, y, aunque tenía un cuerpo muy juvenil, su cara surcada de arrugas y el bigote canoso revelaban su edad. Vito era una especie de gurú, que Richard Goldstein describía diciendo: “No es el sabio más expresivo, pero entra en los demás como un rayo. Sus teorías son de una lógica aplastante pero las expone con una alegría galáctica” (Miles 2003, 60).

De Karl Franzoni, su compañero de baile y juergas, dice Miles:

Fotografía 3. Vito y sus compiches dionisiacos

Tenía una lengua increíblemente larga y puntiaguda que utilizaba para disparar como un monstruo de Gila. Ves165


Revista de Estudios Sociales No. 33 rev.estud.soc. agosto de 2009: Pp. 196. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.164-167.

Fotografía 4. El viejo rey de hippies

Fotografía 5. Vitatautas, su mujer y el Capitán Fuck

responde escéptico: “¡Bah!, yo también puedo y todo hombre puede; pero ¿vendrán cuando los llaméis?”. No basta entonces con que un hombre pretenda transformar la época en que vive, o darle un giro. Es necesario que desde las profundidades de ésta emerjan fuerzas prometeicas, titánicas, que permitan desafiar el poder de la rutina y la permanencia.

tía mallas rojas que exageraban el tamaño de sus genitales, camisetas estridentes y una gorra con una F que se refería a Captain Fuck. Igual que Vito, era un depredador sexual, y dirigía toda su atención a las adolescentes que se dejaban ver en los conciertos (Miles 2003, 60).

En muchas ocasiones el cambio se anida, casi que dormita, en los pliegues más profundos de una sociedad. Durante décadas, y a veces durante siglos, los sistemas permanecen inalterables en su esencia. Todo el orden establecido permanece inamovible y oprime, como una pesada losa, a aquellos que no se sienten a gusto y que viven bajo el yugo de formas y contenidos asumidos rutinariamente por las mayorías. Quienes llevan en sí las semillas de transformaciones profundas, pero para las cuales aún no está preparada la sociedad, deben vivir como excéntricos, desadaptados, fracasados, marginados, aventureros sin oficio, pústulas para el resto de sus contemporáneos. Cuántos seres humanos no habrán sufrido la tragedia de no ser compatibles con la época en que les fue dado vivir. Cuántos no fueron como el profeta Juan, que pregonaba solo y a destiempo, en los desiertos del Medio Oriente hace más de dos mil años.

Vito y sus freaks estaban fuera de época en los años cincuenta. Probablemente, de no haber llegado el huracán dionisíaco de los sesenta del pasado siglo −con una música que estaba hecha para agitar todo el cuerpo, con ideas, ácidos y drogas que desataron toda suerte de experimentaciones y alucinaciones, con la explosión de bacanales que tuvieron lugar en unos pocos años−, los freaks hubieran pasado como un grupo de estrafalarios vejetes. Habrían sido vistos como viejos verdes que hacen que sus coetáneos muevan la cabeza en signo de total reprobación y que llevan a que adolescentes un tanto desquiciadas se conviertan en sus bacantes. Hoy se agitan poderosos vientos de realidad. Fuerzas prometeicas parecen a punto de desatarse en muchos lugares de nuestro frágil planeta, amenazado de muerte por la voracidad de langostas de las delirantes fuerzas del dinero. Tal vez esté llegando la hora para muchas personas que han vivido en los márgenes, no sólo porque así lo han querido, sino porque las fuerzas dominantes las han acorralado allí. Y es que en tiempos de dictadura de formas caducas, sólo en los márgenes sobrevive la realidad con su capacidad para la auténtica innovación, la audacia para experimentar y el espíritu explorador.

Para que ciertos destinos sean realizados es necesario que coincidan con la época. De lo contrario, una suerte de sino inexorable de exclusión e incomprensión acompañará al hombre o a la mujer que pertenecen a un mundo que aún no existe. A estos hombres les ocurre como a Owen Glendower en el acto III de Enrique IV de Shakespeare, quien se ufana: “Puedo llamar a los espíritus desde la vasta profundidad”, a lo que Hotspur 166


El primer hippie del mundo Juan Carlos Flórez Arcila

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Fotografía 6. Vito y su mujer

Referencias

Un gran aventurero llamado Thomas Edward Lawrence, afortunado que encontró durante algunos años su época, hace ya casi un siglo, y que quedó en la leyenda como Lawrence de Arabia, dejó este testimonio:

1. Lawrence, Thomas Edward. 2000. Seven Pillars of Wisdom: A Triumph. Londres: Penguin Books.

Todos los hombres sueñan. Pero no sueñan de la misma manera. Los que sueñan por la noche en los secretos y polvorientos huecos de la mente se despiertan para descubrir su total futilidad; pero los soñadores diurnos son hombres peligrosos, capaces de poner sus sueños en acción con los ojos abiertos para hacerlos posibles. (Lawrence 2000, 23)

2. Miles, Barry. 2003. Hippie, Cassell Illustrated. Londres: Octopus Publishing Group.

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Kurlansky, Mark. 1968: el año que conmocionó al mundo • María José París–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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Volpi, Jorge. La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968 • Camilo Andrés Monje–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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{Lecturas


Kurlansky, Mark. 2004. 1968: el año que conmocionó al mundo.

Barcelona: Destino (556 pp).

María José París*

* Historiadora de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente es estudiante de la Maestría en Geografía de la misma universidad y miembro del grupo Transformación ambiental del páramo de Guerrero desde las interacciones cultura-ecosistema, de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: ma-paris@uniandes.edu.co.


Kurlansky, Mark – 1968: el año que conmocionó al mundo. María José París

Lecturas

E

ste texto puede considerarse como una recopilación descriptiva de los acontecimientos más importantes que se presentaron en 1968 y que lo convirtieron en “el año que conmocionó al mundo”. El autor es el escritor y periodista Mark Kurlansky, y no tiene la intención de que este libro sea considerado como un texto de historia. Muy seguramente un historiador de oficio tampoco lo calificaría como tal: carece de orden metodológico, no hay marco teórico ni conceptual y es un texto en el que abunda información interesante y graciosa, pero irrelevante. Al final del libro, Kurlansky cuenta al lector que aunque en historia sea impreciso atribuir transformaciones fundamentales a un momento exacto, 1968 significó el nacimiento de la posmodernidad dirigida por los medios de comunicación. En ese año empataron fenómenos sociales, políticos, económicos e ideológicos tan importantes que generaron una transformación significativa: cambiaron el período histórico e inauguraron lo que se conoce como el tiempo presente. Kurlansky señala que el común denominador de 1968 puede caracterizarse por el deseo de la generación de la posguerra de rebelarse ante cualquier forma de totalitarismo –capitalismo o comunismo–. Cuatro factores confluyeron además para fortalecer este denominador y convertirlo en agente transformador: el movimiento por los derechos civiles de la población negra en Estados Unidos; una generación que se sentía diferente a sus mayores y que rechazaba cualquier manifestación de autoridad; el odio hacia los conflictos bélicos –especialmente la guerra de Vietnam– y la transmisión inmediata de experiencias comunes a través de la televisión.

El movimiento por los derechos civiles de la población negra de Estados Unidos inauguró el discurso y la práctica de la afroamericanidad. Tomó dos formas: una consistió en la lucha violenta, y la otra, en la no violenta. Al norte, el movimiento Panteras Negras, con el eslogan Poder Negro y liderado por Stokely Carmichael, adoptó la vía de la violencia y fue inspirado por la sublevación de los rebeldes Mau Mau en Kenia contra los británicos. Pero al sur, el movimiento negro leía a Gandhi, admiraba su campaña no violenta contra los británicos en India y estuvo liderado por Martin Luther King, Jr., quien identificó el movimiento de población negra oprimida con la lucha del Tercer Mundo. La generación diferente que rechazaba cualquier forma de autoridad estaba representada por los estudiantes universitarios que se movilizaron en distintas partes del mundo. Lo que los hacía diferentes no radicaba en ser de la posguerra y los efectos secundarios que esta coyuntura pudo imprimir, sino en haber sido los primeros que crecieron con televisión; Kurlansky la denomina la primera generación global. Los movimientos de estudiantes se caracterizaron por estar en contra de la guerra de Vietnam, por oponerse al totalitarismo, por los deseos de rebelarse y por el rechazo al liderazgo tangible. Los estudiantes españoles comenzaron a organizarse en 1967 contra el régimen fascista del general Franco. Los italianos protestaron contra la carencia de instalaciones de la Universidad de Roma, mientras que los de Alemania occidental, que rechazaban tanto al comunismo como al capitalismo, por ser hijos genuinos de la Guerra Fría, terminaron involucrando cuestiones sociales de interés nacional como la dimisión de altos cargos con pasado nazi y el reconocimiento de Alemania del Este. El movimiento estudiantil mexicano era el único colectivo al que el Partido Revolucionario Institucional –PRI– no tenía bajo control, por-

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que en sus inicios no se tomó como una fuerza política. Los estudiantes consideraban autoritario al PRI, y también marcharon contra la guerra de Vietnam. Sus héroes eran Zapata, el Che y Fidel Castro. En 1968, cuando los estudiantes comenzaron a ser entendidos como fuerza política, preocuparon al gobierno mexicano. Organizaron marchas en julio en contra de la brutalidad del gobierno. Una cifra importante de estudiantes, aún desconocida y manipulada por la prensa de la época, murió el 2 de octubre en un enfrentamiento contra el ejército en la Plaza Tlatelolco. Este enfrentamiento se convirtió en una masacre. El movimiento se disolvió ese mismo día. Los estudiantes japoneses, apenas mencionados por Kurlansky, protestaron de manera violenta contra la presencia de militares gringos en su espacio geográfico. El movimiento estudiantil polaco, decepcionado del comunismo, clamaba socialismo, libertad e independencia. Polonia respiraba un aire antisionista que se convirtió en antisemitismo, y en la década de los sesenta se acabó con el judaísmo polaco. En la Universidad de Columbia se formó un movimiento de estudiantes “liderado” por Mark Rudd, un estudiante de ascendencia judía pero con apellido anglicanizado. Este movimiento se vinculó con los movimientos por los derechos civiles y Rudd denunció a las directivas de Columbia por apoyar la desobediencia no violenta, pero también de hipócrita porque se robaba los terrenos de la gente negra de Harlem para hacer un gimnasio. Esta denuncia se convirtió en revuelta estudiantil de Columbia y consistió en la toma de cinco edificios del campus, con el director adentro. Tanto la sociedad francesa como el general De Gaulle veían con desdeño a los estudiantes, por la alta tasa de deserción, y menospreciaron el movimiento estudiantil en sus orígenes.


Revista de Estudios Sociales No. 33 rev.estud.soc. agosto de 2009: Pp. 196. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.170-173.

Este movimiento, denominado Mouvement du 22-Mars, no tenía una causa clara, pero se dirigía a seguir un código antiautoritario que rechazaba cualquier forma de liderazgo. Estuvo inspirado en el movimiento de Columbia y también fue liderado por un estudiante judío: Daniel Cohn-Bendit, más conocido como Dany el Rojo. En mayo del 68 hubo una alianza entre obreros y estudiantes en París. A pesar de tener intereses diferentes, los primeros querían una reforma radical en las condiciones laborales; los segundos querían un cambio de vida radical. El resultado de esta alianza fue la reforma. Las universidades francesas, así como las de Estados Unidos, durante los 60 seguían siendo muy conservadoras, pero uno de los efectos de esta reforma fue la creación del diálogo entre los estudiantes y los profesores, democratizándose un poco el ámbito universitario. Kurlansky también propone que los medios de comunicación cumplieron un papel primordial en que 1968 conmocionara el orden del mundo. Cuenta que la retransmisión en directo y la cinta de video de ese año comenzaron a

cambiar los noticieros. Las nuevas tecnologías recortaban los costos de la producción y permitían que otras cosas pudieran ser grabadas, como las marchas estudiantiles. Los “líderes” estudiantiles no se conocían entre sí, pero gracias a la televisión sabían de la existencia de cada uno. Estos movimientos desempeñaron un rol importante en cuanto a la veracidad de la prensa; por ejemplo, en Polonia y México los medios estaban controlados por el gobierno, omitían y manipulaban a su antojo mucha información, pero se crearon brigadas de personas para difundir la verdad. Para la escritura de este libro el autor revisó periódicos como The New York Times, Life, Paris Match, Time Magazine, El Universal de México y el Sol de México. Realizó una serie de entrevistas a protagonistas de esta historia, como Dany el Rojo. Aunque mucha información en su libro carece de referencias bibliográficas, el autor usó diferentes textos de historia y publicaciones como Los condenados de la Tierra de Franz Fanon y El hombre unidimensional de Herbert Marcuse, para contextualizar el pensamiento de 1968.

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Una lectura detallada del texto permite ver que, junto a la descripción de los acontecimientos que dieron forma a 1968 como el año que conmocionó al mundo, el autor pone mucha atención sobre el lugar y el papel de los judíos en el desarrollo de este fantástico año. Vale la pena recordar que tanto Dany el Rojo como Mark Rudd fueron los líderes de los movimientos de Nanterre y Columbia, respectivamente, y ambos son judíos. Cuando narra la experiencia polaca en 1968, también describe la extinción del judaísmo polaco y su migración hacia Israel. Este énfasis responde a que su crianza se enmarcó dentro de las costumbres de la familia judía; su apellido es Asquenazi. Mark Kurlansky es conocido por sus textos sobre historia de la comida y sobre el mundo vasco. 1968: el año que conmocionó al mundo, aunque no es un texto de historia en términos rigurosos, cumple con una función social muy importante y que los historiadores de oficio suelen olvidar o más bien ignorar: llegar al público general. wwww


Kurlansky, Mark – 1968: el año que conmocionó al mundo. María José París

Lecturas

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68 Volpi, Jorge. 1998.

La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968.

México D.F.: Ediciones Era (456 pp).

Camilo Andrés Monje*

* Literato e Historiador, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente cursa la Maestría en Historia en la misma universidad y se desempeña como Asistente Docente del Departamento de Historia. Su artículo Clubes y cafés: espacios de transitoria intimidad se encuentra próximo a publicarse en la obra Historia de la vida privada en Colombia, de Editorial Taurus. En el año 2005 publicó Cuaderno de hacer cuentas: itinerario de una creación poética. La búsqueda de una voz en Sin remedio de Antonio Caballero. Monografías Meritorias en Literatura, No. 9, Bogotá: Universidad de los Andes. Correo electrónico: ca.monje966@uniandes.edu.co.


Volpi, Jorge – La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968.

Camilo Andrés Monje

Lecturas

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orge Volpi, en su libro La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, analiza la reacción de los artistas y escritores mexicanos ante la agitación estudiantil de ese año decisivo. El trabajo de Volpi, por un lado, da todas las señas de ser la investigación de un científico social. Se trata, como se lee en el título, de una historia intelectual delimitada en el tiempo, que también está situada en un espacio específico: México, y además cuenta con un gran acervo de fuentes primarias y secundarias. Sin embargo, estas señales encubren otra faceta del texto, que quizás se encuentra un poco oculta. El autor estudia las reacciones políticas e ideológicas de los intelectuales, observando los hilos que se tienden entre estos asuntos y la creación literaria; o, mejor aún, emprende la elaboración de una historia intelectual teniendo siempre en mente los distintos géneros de la ficción. Así, por ejemplo, en este texto no encontramos capítulos, sino actos. Las voces de los estudiantes, de los gobernantes y de los intelectuales se entrecruzan libremente, a la manera de una pieza teatral que recrea un drama salpicado de conjuras y malentendidos entre los protagonistas, y que desemboca en un enfrentamiento cumbre que sintetiza toda la tensión de la obra. En este caso, la masacre de Tlatelolco, en el mes de octubre, es la expresión final de la disputa entre los diferentes personajes del drama. Desde esta doble perspectiva, entonces, el autor escribe los cinco actos que forman parte de esta investigación histórica. El primer acto se titula “Dramatis Personae”. Allí encontramos a los protagonistas del ensayo. De un lado, el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz. Ordenado, frío, el “sal-

vador” del país, Díaz Ordaz le teme a la intranquilidad, al desorden, a los conspiradores, a los jóvenes, a los intelectuales. Su única meta es realizar los Juegos Olímpicos en el mes de octubre y mostrarle al mundo la paz de la Revolución Mexicana institucionalizada. Del otro lado, según Volpi, estaban los intelectuales: Carlos Monsiváis, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, José Revueltas, Agustín Yáñez y Antonio Carrillo Flórez, por citar sólo los más representativos. Los intelectuales, ahora bien, aunque agrupados bajo una misma categoría de análisis, no se constituían, para Volpi, en una masa uniforme de individuos en términos ideológicos. Existían, por un lado, los intelectuales del régimen, como Agustín Yáñez, ministro de Educación, quien, con su silencio cómplice, apoyó la represión del movimiento estudiantil. Otros, como Carlos Fuentes o José Emilio Pacheco, asumieron claras posiciones en favor del movimiento y lo alentaron siempre en todos sus escritos. Carlos Monsiváis, “el cronista de la ciudad de México”, no dejará de opinar a lo largo de todo el año sobre la mentira o la máscara mexicana, pues se intenta mostrar al mundo la paz absoluta de la Nación, acuñada en la frase “aquí no pasa nada”, negando o reprimiendo el movimiento de los estudiantes. Por último, y en el otro extremo, encontramos a José Revueltas, novelista que no sólo apoya a los estudiantes desde sus escritos, sino que los acompaña en las marchas y los alienta desde la tribuna de la agitación. Éstos son, entonces, algunos de los personajes de la representación. El segundo acto se titula “I want to live in América”. Allí se lee la opinión de los intelectuales mexicanos sobre el contexto internacional. Nos referimos, entre otros hechos mencionados por Volpi, a la muerte del Che Guevara y de Martin Luther King, los movimientos del Poder Negro en Estados

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Unidos, la guerra de Vietnam, y los hippies y las tendencias de la contracultura. Dos ideas aparecen contenidas en la anterior enumeración: por un lado, la imagen de la revolución, y por otro, las variedades de la protesta. Volpi sugiere los matices que existen al respecto: revoluciones armadas, como la cubana, que justifican el uso de la violencia; o revoluciones pacifistas, como la del reverendo King, que trataban de evitar cualquier tipo de confrontación; protestas violentas, como la del ala extremista del Poder Negro, en cabeza de Malcolm X y Stokely Carmichael; o las protestas hippies, dominadas por el símbolo de la paz, en donde los lemas eran frases como “Flower Power” o “Peace and Love”. La tensión sube de punto, en este acto, pues se contrapone la supuesta paz mexicana con la gran cantidad de “irregularidades” que se sucedían más allá de las fronteras. Esa tensión, tiempo después, estalla en algunos países de Europa y en Estados Unidos. La imaginación al poder, dicen los estudiantes. Volpi, con el ánimo de dar cuenta de los sucesos estudiantiles del Mayo francés, opta por escribir a la manera de un diario. Ya desde el principio del libro habíamos notado la sucesión cronológica de los actos o capítulos: el primero de ellos daba cuenta de los hechos importantes acaecidos del 1 al 31 de enero; el segundo se refería a los meses de febrero, marzo y abril. Ahora, en este tercer acto, en vez de agrupar los hechos de manera mensual, el autor decide hacer un seguimiento cotidiano. La forma y el contenido, los dos componentes básicos de cualquier texto, se compaginan y complementan de manera brillante en la obra de Volpi. Los incidentes de mayo van progresivamente aumentando en tensión y dramatismo; las actitudes de los estudiantes son emuladas paulatinamente por los obreros franceses. La lucha crece día tras día, y Volpi, compren-


Revista de Estudios Sociales No. 33 rev.estud.soc. agosto de 2009: Pp. 196. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.174-177.

diendo el contenido, el fondo de los hechos, decide darle la forma o envoltura adecuada para describirlos. Esta investigación histórica, entonces, se viste de anuario, o diario intelectual.

al ejército y a la policía: los cuerpos represivos del Estado. La obra, efectivamente, deja de ser un drama en forma de diario, y se convierte en una tragedia verdadera.

En este tercer acto, además, aparece el “primer culpable”, de acuerdo con el presidente de la República mexicana. Nos referimos a Herbert Marcuse, gran crítico de la sociedad industrial y principal ideólogo de las revueltas europeas. Como siempre, Volpi se refiere al pensamiento revolucionario de Marcuse teniendo como base los escritos de los intelectuales mexicanos. Este nuevo personaje, puesto en escena, sirve de puente que conecta el tercer y el cuarto acto; el final de la revolución internacional con el inicio de las revueltas en México.

La noche de Tlatelolco; noche del 2 octubre de 1968. Inicio del quinto y último acto. Decenas de estudiantes, apostados en la Plaza de las Tres Culturas, son acribillados por las ráfagas del ejército, en un hecho que pone fin al movimiento estudiantil. La tragedia se consuma. Volpi examina exhaustivamente lo ocurrido, de acuerdo a las distintas versiones que se dan del suceso. Luego de muchas páginas de intrigas y acusaciones, por fin el desenlace está dado. Sin embargo, es sólo un desenlace aparente, pues falta lo más importante: la conjura de los intelectuales. Díaz Ordaz, en efecto, culpa a los intelectuales mexicanos de ser los responsables directos de la confabulación estudiantil que desembocó en la masacre. Ellos, los intelectuales, los “filósofos de la destrucción”, en palabras del presidente, estaban detrás de las ideas y pancartas exhibidas. Algunos estudiantes, acosados por el gobierno, se refieren a la escritora Elena Garro como una de las “ideólogas” del movimiento, la cual, a su vez, afirma que son otros los intelectuales involucrados en la causa de los alumnos, no ella. Octavio Paz, en solidaridad con los jóvenes, renuncia a su puesto diplomático. Los intelectuales, en fin, son puestos contra la pared por el gobierno, de acuerdo con su versión oficial de los hechos. Algunos escritores, incluso, son perseguidos y encarcelados, como José Revueltas. Así, en un ambiente de represión constante, la poesía se erige

En este país, siguiendo a Volpi, todo empieza el 22 de julio. El libro, desde este día hasta el 2 de octubre, se convierte en un diario que recoge la opinión de los intelectuales acerca de la huelga emprendida por los estudiantes universitarios de la ciudad de México, y la respuesta que tienen las entidades del gobierno ante los mítines y las marchas organizadas. Los estudiantes protestaban pacíficamente, y reclamaban, de acuerdo a un pliego de peticiones en donde no se advertía ninguna clase de ideología, el fin del autoritarismo por parte del gobierno, la libertad de los presos políticos y la derogación de los artículos de la Constitución relativos a la disolución social. En este tejemaneje de influencias, ahora bien, aparece un nuevo personaje, no propiamente ligado a las obras dramáticas, sino a las tragedias. Nos referimos

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como la única forma de protesta. El autor estudia los poemas que se refieren al acto ignominioso del 2 de octubre, tratando de desentrañar, de ese lenguaje cifrado, toda la angustia y la rabia, la impotencia y la indignación de quienes escriben. Los poemas, entonces, son la fuente última de Volpi, y su análisis literario es el último de los géneros empleados. Estos poemas representan la victoria de las palabras y su sentido crítico sobre la manipulación y el olvido oficial. La imaginación y el poder, en suma, no es otra cosa que una investigación histórica encubierta detrás de una obra de teatro, un ensayo con pretensiones de diario, una crónica que termina en análisis literario, o una bitácora intelectual en forma de tragedia shakesperiana. La diversidad de géneros y formas no mengua el contenido del libro, no deforma la verdad histórica; por el contrario, la potencia de manera definitiva, pues cada tema se encuentra provisto de la ropa que mejor le queda, siguiendo el tono y el carácter de los acontecimientos. Al final, Volpi pondera la labor de los intelectuales durante ese año, pues ellos fueron la conciencia crítica de la Nación en una época autoritaria, difundiendo las ideas democráticas y denunciando los desmanes. En este texto, entonces, se concilian las dos facetas de la vida intelectual del autor mexicano: por un lado, su actividad como escritor de ficciones, y por otro, su producción ensayística. Este libro, en suma, nos muestra una manera diferente de escribir la historia, con todo el rigor exigido por la comunidad científica, pero también con toda la belleza de las distintas formas de la literatura.


Volpi, Jorge – La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968.

Camilo Andrés Monje

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PARÁMETROS PARA LA PRESENTACIÓN DE artículos a la

Revista

de Estudios Sociales

La Revista de Estudios Sociales (RES) publica artículos inéditos en español, inglés o portugués que presenten resultados de investigación en ciencias sociales y reflexiones o revisiones teóricas que aporten a debates relevantes en este campo. La revista publica también reseñas y ensayos bibliográficos con orientación crítica sobre temas propios de disciplinas como antropología, historia, sociología, ciencia política, filosofía, psicología, estudios culturales. En casos excepcionales se incluyen artículos que ya han sido publicados, siempre y cuando se reconozca su pertinencia dentro de las discusiones y problemáticas abordadas en la revista, y su contribución a la consolidación del diálogo y el intercambio de ideas en los debates vigentes de la academia nacional. Para presentar un artículo a la RES, éste debe ser remitido directamente a través del formulario de envío de artículos que se encuentra en la página web http://res.uniandes.edu.co. Los artículos presentados no deben estar en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. La recepción de un texto se acusará de inmediato y los resultados de la evaluación se informarán en un plazo máximo de seis meses. Todos los artículos serán sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de los evaluadores pares, quienes podrán formular sugerencias al autor. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores serán anónimos. La decisión final de publicar o rechazar los artículos es tomada por el Comité Editorial, basándose en los informes presentados por los evaluadores; esta decisión es comunicada al autor por medio de un concepto escrito emitido por el Editor de la Revista, así como a través de la base de datos que aparece en nuestra página web. Una vez efectuada la evaluación los textos no serán devueltos. Los artículos deben cumplir con los siguientes requisitos: - Estar escritos en formato Word, en letra Times New Roman tamaño 12, a doble espacio, paginado y en papel tamaño carta. - Tener márgenes de 2,5 X 2,5 X 2,5 X 2,5 cm. - Tener una extensión de entre 15 y 25 páginas, incluidos los resúmenes y las palabras clave (la bibliografía, las fotografías, los mapas, gráficos, ilustraciones y cuadros se cuentan aparte). Las notas a pie de página deben estar en Times New Roman 10 y a espacio sencillo. - Tener resumen del artículo en español, no superior a 200 palabras, y su respectiva traducción al inglés. El título del texto debe ser presentado igualmente en ambos idiomas. Es requisito que esta información esté registrada en el formulario de envío de artículos. - Tener entre 3 y 6 palabras clave que identifiquen el artículo, tanto en inglés como en español. Es requisito que ambos grupos sean incluidos en el formulario de envío de artículos. Las palabras clave deben reflejar el contenido del documento, y por ello es necesario que señalen las temáticas precisas del artículo, rescatando las áreas de conocimiento en las que se inscribe y los principales conceptos. Se recomienda revisar los términos y jerarquías establecidos en los

listados bibliográficos (Thesaurus), y buscar correspondencia entre títulos, resúmenes y palabras clave. - Estar escritos en un lenguaje accesible a públicos de diferentes disciplinas. - Incluir los datos de profesión, títulos académicos, lugar de trabajo o estudio actual de cada uno de los autores, sus respectivos correos electrónicos y, en caso de que el artículo sea resultado de investigación, la información del proyecto del que hace parte (nombre, institución financiadora). Es requisito que esta información sea incluida en el formulario de envío de artículos. - La Revista de Estudios Sociales utiliza el formato autor-date style del Chicago Manual of Style para presentar las citas y referencias incluidas en el artículo. Deben tenerse en cuenta los detalles de puntuación exigidos (coma, punto, dos puntos, paréntesis, etc.) y la información requerida. El listado bibliográfico debe incluir las referencias que han sido citadas dentro del texto (en una relación 1 a 1), enumeradas y en orden alfabético. ES INDISPENSABLE INCLUIR LOS NOMBRES COMPLETOS DE LOS AUTORES Y/O EDITORES EN CADA UNA DE LAS REFERENCIAS. A continuación se presentan los ejemplos que muestran las diferencias entre la forma de citar dentro del texto (T) y la forma de citar en la lista bibliográfica (B). Libro de un solo autor: T: (Abello 2003) B: Abello, Ignacio. 2003. Violencias y culturas. Bogotá: Universidad de los Andes - Alfaomega Colombiana. Libro de dos o tres autores: T: (Drennan, Herrera y Uribe 1989, 27) B: Drennan, Robert, Luisa Fernanda Herrera y Carlos Alberto Uribe. 1989. Cacicazgos prehispánicos del Valle de la Plata. El contexto medioambiental de la ocupación humana. Tomo 1. Bogotá: Universidad de Pittsburgh Universidad de los Andes. Cuatro o más autores: T: (Laumann et al. 1994) B: Laumann, Edward, John Gagnon, Robert Michael y Stuart Michaels. 1994. The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices in the United States. Chicago: University of Chicago Press. Capítulo de libro: T: (Saldarriaga 2004, 32-33) B: Saldarriaga, Lina María. 2004. Aprendizaje cooperativo. En Competencias ciudadanas: de los estándares al aula. Una propuesta integral para todas las áreas académicas, eds. Enrique Chaux, Juanita Lleras y Ana María Velásquez, 102-135. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional - Universidad de los Andes. Artículo de revista: T: (Aguilar 2008) B: Aguilar, Sandra. 2008. Alimentado a la nación: género y nutrición en México (1940-1960). Revista de Estudios Sociales 12: 101-108.


En caso de que la revista tenga volumen y número, se citará de la siguiente manera: Apellido, Nombre. Año. Título. Nombre de la revista volumen, No. #: Páginas. Ejemplo: Guttman, Allen. 2003. Sport, Politics and the Engaged Historian. Journal of Contemporary History 38, No. 3: 363-375. Documentos recuperados de internet: T: (Londoño 2005, 70) B: Londoño, Luz María. 2005. La corporalidad de las guerreras: una mirada sobre las mujeres combatientes desde el cuerpo y el lenguaje. Revista de Estudios Sociales 21: 67-74, http://res.uniandes.edu.co (Recuperado el 31 de agosto, 2005). Artículo de prensa: T: (Martin 2002) B: Martin, Steve. 2002. Sports-interview Shocker. New Yorker, May 6. T: (Arango 2008) B: Arango, Rodolfo. 2008. Oposición inmadura. El Espectador, 6 de agosto. Reseña de libro: T: (Duque 2008) B: Duque, Juliana. 2008. Reseña del libro Alimentación, género y pobreza en los Andes ecuatorianos, de Mary Weismantel. Revista de Estudios Sociales 29: 177-178. Tesis o disertación: T: (Amundin 1991, 22-29) B: Amundin, Mats. 1991. Click Repetition Rate Patterns in Communicative Sounds from the Harbour Porpoise, Phocoena phocoena. Disertación doctoral, Universidad de Estocolmo.

CUADROS: Se recomienda no utilizar un elevado número de cuadros. Cada cuadro debe presentarse en una hoja aparte al final del texto y tener el siguiente encabezado: Cuadro 1. TÍTULO DEL CUADRO La numeración de los cuadros debe ser consecutiva. Es necesario que dentro del texto se indique el lugar donde se ubica cada cuadro. Esta instrucción se presenta entre paréntesis, de la siguiente manera: {Insertar Cuadro 1 aquí} GRÁFICOS: También se recomienda un uso moderado de los gráficos. La información que se presenta en los cuadros y en los gráficos no debe ser la misma. Los gráficos deben ser claros y legibles. No se aceptan gráficos en colores. Éstos deben presentarse en una hoja aparte al final del texto y deben tener el siguiente encabezado: Gráfico 1. TÍTULO DEL GRÁFICO La numeración de los gráficos debe ser consecutiva. Es necesario que dentro del texto se indique el lugar donde se ubica cada gráfico. Esta instrucción se presenta entre paréntesis, de la siguiente manera: {Insertar Gráfico 1 aquí}

ES REQUISITO QUE LOS ARTÍCULOS ENVIADOS CUMPLAN CON LOS PARÁMETROS ESTABLECIDOS POR LA REVISTA PARA SU PRESENTACIÓN.

Ponencias: T: (Doyle 2002) B: Doyle, Brian. 2002. Howling Like Dogs: Metaphorical Language in Psalm 59. Ponencia presentada en el Annual International Meeting for the Society of Biblical Literature, Junio 19-22, en Berlin, Alemania. - Los artículos que incluyan fuentes de archivo deben presentar las referencias en notas a pie de página numeradas, de manera que faciliten al lector la identificación y el acceso a los documentos en el archivo correspondiente. Es necesario indicar: Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. off. (lugar, fecha, y otros datos pertinentes). La primera vez se cita el nombre completo del archivo con la abreviatura entre paréntesis y después sólo la abreviatura. Al final del texto, deben recogerse todas las referencias primarias en un listado separado del bibliográfico. - Presentar los cuadros y gráficos teniendo en cuenta las siguientes indicaciones:

Indicaciones para los autores cuyos artículos son aceptados para publicación en la Revista de Estudios Sociales:

- Cada autor recibirá 2 ejemplares de cortesía de la Revista de Estudios Sociales. - Los autores y/ o titulares de los artículos aceptados autorizan la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes/ Facultad de Ciencias Sociales, para incluir su escrito o artículo en la Revista de Estudios Sociales (versión impresa y versión electrónica).


SUBMISSION GUIDELINES FOR THE

Revista

de Estudios Sociales

The Revista de Estudios Sociales (RES) publishes previously unpublished articles in Spanish, English, and Portuguese that discuss the findings of research projects in the social sciences or that offer theoretical reflections on important debates in the field. The journal also publishes book reviews and critical bibliographic essays on subjects pertinent to fields like anthropology, history, sociology, political science, philosophy, and cultural studies. In exceptional cases, previously published articles are republished if and when they have particular relevance to discussions and issues addressed by the journal, and they contribute to dialogue and the exchange of ideas in current debates within the Colombian academy. To submit an article to RES, please send it through our web-based submission system, which can be found at http://res.uniandes.edu.co (select, in the English menu, About articles, then article submission). Articles that are submitted should neither be under consideration or review in any other publication nor have been committed for publication elsewhere. Upon the receipt of a text, its author(s) will be immediately notified. They will then be informed of the results of the evaluation process within a period of six (6) months. All articles will be submitted to a peer-review process. During the review process, both the names of the authors and the reviewers will be kept anonymous. The reviewers will be able to make suggestions to the author. The Editorial Board will make the final decision of whether or not to publish an article based on the reports sumbitted by the peer-reviewers. The journal’s editor will inform the author of the decision in writing as well through the database that appears on our web page. Texts will not be returned following the evaluation process. Articles sumbitted to RES should comply with the following guidelines: - Be written in the Microsoft Word format; in font Times New Roman, size 12; double-spaced; numbered; and formatted for letter-sized paper. - Margins should be 2.5 cm on all four (4) sides. - Articles should be between 15 and 25 pages long, including the abstract and key words. (References, photographs, maps, graphs, tables and illustrations are counted separately.) Footnotes should be in Times New Roman, size 10, and single-spaced. - An abstract in Spanish, no longer than 200 words, should be included. The abstract and the title of the article should both be translated into English. When submitting an article, this information, including the translations, needs to be included in our web-based submission system. - Include between three (3) and six (6) key words, in both Spanish and English, that characterize the article. Both sets of key words need to be included in our web-based sumbission format. The key words should precisely indicate the main topics of the article, highlighting the particular area of knowledge addressed and the concepts used. Authors should review the established terms and hierarchies in bibliographic lists (Thesaurus), and strive for consistency between the title, abstract and key words.

- Articles should be written in an accessible manner for readers from different academic disciplines. - For each author, include information regarding his or her profession, academic degrees, place of work or study, and e-mail address. Additionally, when applicable, please include information regarding the research project (name and financing institution) in which the authors were involved. This information needs to be included in our web-based submission system. - The Revista de Estudios Sociales uses the author-date bibliographic style of the Chicago Manual of Style for citations and references included in the article. Please abide by the punctuation details (commas, periods, colons, parentheses, etc.) used in this format and include the kind of bibliographic information it requests. The list of references should only include those texts cited in the article, it should be numbered and in alaphabetical order. THE FULL NAMES OF ALL AUTHORS AND/OR EDITORS MUST BE INCLUDED IN EACH REFERENCE. Below are examples showing the different formats for citations within the text (T) and the list of references (B). Book by a single author: T: (Abello 2003) B: Abello, Ignacio. 2003. Violencias y culturas. Bogotá: Universidad de los Andes - Alfaomega Colombiana. Book by two or three authors: T: (Drennan, Herrera y Uribe 1989, 27) B: Drennan, Robert, Luisa Fernanda Herrera y Carlos Alberto Uribe. 1989. Cacicazgos prehispánicos del Valle de la Plata. El contexto medioambiental de la ocupación humana. Tomo 1. Bogotá: Universidad de Pittsburgh Universidad de los Andes. Book by four or more authors: T: (Laumann et al. 1994) B: Laumann, Edward, John Gagnon, Robert Michael y Stuart Michaels. 1994. The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices in the United States. Chicago: University of Chicago Press. Book chapter: T: (Saldarriaga 2004, 32-33) B: Saldarriaga, Lina María. 2004. Aprendizaje cooperativo. En Competencias ciudadanas: de los estándares al aula. Una propuesta integral para todas las áreas académicas, eds. Enrique Chaux, Juanita Lleras y Ana María Velásquez, 102-135. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional - Universidad de los Andes. Journal article: T: (Aguilar 2008) B: Aguilar, Sandra. 2008. Alimentado a la nación: género y nutrición en México (1940-1960). Revista de Estudios Sociales 12: 101-108.


If the journal is numbered by both volume and issue, cite as the following example: Guttman, Allen. 2003. Sport, Politics and the Engaged Historian. Journal of Contemporary History 38, No. 3: 363-375. Documents downloaded from the internet: T: (Londoño 2005, 70) B: Londoño, Luz María. 2005. La corporalidad de las guerreras: una mirada sobre las mujeres combatientes desde el cuerpo y el lenguaje. Revista de Estudios Sociales 21: 67-74, http://res.uniandes.edu.co (Recuperado el 31 de agosto, 2005). Newspaper articles: T: (Martin 2002) B: Martin, Steve. 2002. Sports-interview Shocker. New Yorker, May 6. T: (Arango 2008) B: Arango, Rodolfo. 2008. Oposición inmadura. El Espectador, 6 de agosto. Book reviews: T: (Duque 2008) B: Duque, Juliana. 2008. Reseña del libro Alimentación, género y pobreza en los Andes ecuatorianos, de Mary Weismantel. Revista de Estudios Sociales 29: 177-178. Thesis or dissertation: T: (Amundin 1991, 22-29) B: Amundin, Mats. 1991. Click Repetition Rate Patterns in Communicative Sounds from the Harbour Porpoise, Phocoena phocoena. Disertación doctoral, Universidad de Estocolmo.

Tables: We recommend the author(s) to avoid using too many tables. Each table is to be presented in a separate page at the end of the text, and it must have the following header: Table 1. TITLE OF THE TABLE Please number them consecutively and insert a note in parentheses inside the text indicating placement, like this: {Insert Table 1 here} Figures: We also recommend the author(s) to avoid using too many figures. The information presented in the tables and figures should not be the same. Figures must be clear and legible. We do not accept colored figures. Each figure is to be presented in a separate page at the end of the text, and it must have the following header: Figure 1. TITLE OF THE FIGURE Please number them consecutively and insert a note in parentheses inside the text indicating placement, like this: {Insert Figure 1 here}

ALL ARTICLES SUBMITTED TO THE JOURNAL NEED COMPLY WITH THE GUIDELINES ESTABLISHED ABOVE.

Conference presentation: T: (Doyle 2002) B: Doyle, Brian. 2002. Howling Like Dogs: Metaphorical Language in Psalm 59. Ponencia presentada en el Annual International Meeting for the Society of Biblical Literature, Junio 19-22, en Berlin, Alemania. - Archival sources should be cited in the numbered footnotes in such a way that the reader can easily identify and access the documents from the respective archive. Include the following kind of information: Achive name, Section, Sub-section, Volume, Folio (place, date, and other pertinent information). The first time an archive is cited, include its full name with an acronym or abbreviation in parenthesis; thereafter only use the acronym or abbreviation. At the end of the text, and separate from the list of references, include a list of all the archival sources cited. - Tables and figures are to be presented according to the following guidelines:

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Índice Periódico

Revista31 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

http://res.uniandes.edu.co

diciembre 2008

ISSN 0123-885X

Presentación Natalia Rubio Vanessa Gómez

11-12

Dossier – Temas Varios Dos lenguajes contrastantes en el arte colombiano: nueva figuración e indexicalidad, en el contexto de la problemática sociopolítica de las décadas de 1960 y 1980 • María Margarita Malagón-Kurka – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

16-33

La novela Yngermina de Juan José Nieto y el mundo racial del Bolívar Grande en el siglo XIX • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia.

34-47

La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia • Camilo Quintero Toro – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

48-59

La Universidad de París en el siglo XIII: historia, filosofía y métodos • Ana María Mora – Universidad de París 1, París, Francia.

60-71

El problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Una mirada a partir del debate Schutz-Parsons • Daniela Griselda López– Universidad de Buenos Aires, Argentina.

72-83

Economía y racionalidad de las organizaciones. Los aportes de Herbert A. Simon • Fernando Estrada– Universidad Externado de Colombia, Colombia.

84-103

Socialization to the Academic Culture: a Framework of Inquiry • Pilar Mendoza–University of Florida, Estados Unidos.

104-117

Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo • Javier Alfonso Racero-Casarrubia–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Carlos C. Vidal–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Óscar D. Ruiz – Grupo de investigación Unicórdoba, Colombia; Jesús Ballesteros C.– Universidad de Córdoba, Colombia.

118-131

Criminalización, arbitrariedad y doble militancia. La policía y la violencia en el fútbol argentino • Gastón Julián Gil–Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

132-145

El trueque: tradición, resistencia y fortalecimiento de la economía indígena en el Cauca • Jairo Tocancipá Falla– Universidad del Cauca, Colombia.

146-161

Documentos Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo • Álvaro Díaz Gómez–Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia/ Universidad de Manizales, Colombia; Cristina Sánchez Muñoz– Universidad Autónoma de Madrid, España.

164-171

Lecturas Myriam Jimeno–Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida • Joanne Rappaport, Georgetown University, Estados Unidos.

174-177

Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 • Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia.

178-181

La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre • Catalina Uribe, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

182-189


Índice Periódico

Revista32 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

http://res.uniandes.edu.co

abril 2009

ISSN 0123-885X

Presentación

Manuel Rodríguez Becerra Claudia Martínez Zuleta

11-14

Dossier – Medio Ambiente ¿Hacer más verde al Estado colombiano? • Manuel Rodríguez Becerra – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

18-33

La ecología política del giro biocéntrico en la nueva Constitución de Ecuador • Eduardo Gudynas – Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), Montevideo, Uruguay.

34-47

¿El fin de la frontera? Reflexiones desde el caso colombiano para una nueva construcción social de la naturaleza protegida • Germán I. Andrade – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

48-59

Gobernanza en los Parques Nacionales Naturales colombianos: reflexiones a partir del caso de la comunidad Orika y su participación en la conservación del Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo • Carlos Andrés Durán – investigador independiente, Bogotá, Colombia.

60-73

Sistemas complejos de gobierno local. Reflexiones sobre la titulación colectiva en el Pacífico vallecaucano • María Alejandra Vélez – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

74-85

Homobiósfera en el Afropacífico • Jaime Arocha Rodríguez – Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia.

86-97

El manejo forestal en el contexto de la adaptación al cambio climático • Manuel R. Guariguata – Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), Bogor, Indonesia.

98-113

Café, bosques y certificación agrícola en Aratoca, Santander • Andrés Guhl – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

114-125

La selva sanadora: plantas medicinales y tóxicas del noroeste del Amazonas • Richard Evans Shultes, Robert F. Raffauf (1990. Portland: Dioscorides Press).

126-143

Otras Voces A parar el match: política, deporte y arte • Carla Macchiavello – SUNY Stony Brook, Estados Unidos.

146-157

La broca del café en Líbano. Impacto socioproductivo y cultural en los años 90 • Renzo Ramírez Bacca – Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia.

158-171

Las estrategias relacionales de los profesionales en Cali, Colombia: formas de regulación y mecanismos de protección • José Fernando Sánchez Salcedo – Universidad del Cauca, Colombia.

172-183

La segregación en acción. La exclusión de los niños aborígenes de la escuela de Nambucca Heads (NSW, 1915) • Bastien Bosa – Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.

184-201

Debate Lograr la sostenibilidad: un debate entre Bogotá y la región • Eduardo Behrentz – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Julio Carrizosa – Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales, Bogotá, Colombia; Jorge Acevedo – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

204-211

Documento Jacquin al descubierto: transcripción de la Biographia • Santiago Madriñán – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

214-239

Educación, economía ambiental y espiritualidad • Alfredo Sfeir-Younis – Instituto Zambuling para la Transformación Humana (ZIHT), Washington, Estados Unidos/Lisboa, Portugal.

240-255



{Pautas



REFLEXI

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Año 11 Nº21 Junio de 2009 ISSN 0124-0781

Instituto de Estudios Políticos - Universidad Autónoma de Bucaramanga - Bucaramanga - Colombia

PRESENTACIÓN

4

Democracia local Alfonso Gómez Gómez PANORAMA

6 30

El Derecho Internacional y los límites a la violencia Luís Dallanegra Pedraza (U del Rosario, Argentina) Clío y Eiréne. Una Paz conflictiva e imperfecta Francisco Muñoz (Universidad de Granada, España)

44

La asociación estratégica Unión Europea-Federación Rusa: Factores favorables, condiciones mitigantes y perspectivas inciertas Makram Haluani (U. Simón Bolívar, Valle Sartenejal, Venezuela)

66

Cocaleros en el gobierno: Un enfoque crítico sobre el complejo coca-cocaína en la Bolivia del siglo XXI Franco Gamboa Rocabado (Yale World Fellows Program, Connecticut, EEUU)

80

La reconciliación: Su lugar en un caso histórico y en un ejemplo venido de la ficción Judith Nieto (U. Industrial de Santander, Colombia) INVESTIGACIÓN

92 108

Contenido

126

Ciudadanías negadas. Victimización histórica, reparación y (re)integración para mujeres y niñas en Colombia. El desafío de zurcir las telas rotas Patricia Ramírez (Investigadora del Instituto de Estudios Regionales (INER) U. de Antioquia. Grupo Interdisciplinario e Interinstitucional sobre Conflictos y Violencia. U. de Antioquia, Colombia) Mujeres negras/afrocolombianas en los procesos organizativos en Colombia: un aporte al estado del debate Doris Lamus Cavanate (Grupo de Investigación Democracia Local, IEP-UNAB, Colombia) Las reformas colombianas a la Seguridad Social en Salud y su impacto sobre la equidad Gonzalo Alberto Patiño B., Óscar Herrán Falla (Grupo de Investigación del Observatorio de Epidemiología en Estudios Cardiovasculares. U. Industrial de Santander, Colombia)

140

Resistencias para la paz en Colombia: significados, expresiones y alcances Esperanza Hernández Delgado (Grupo de Investigación en Ciencia Política IEP-UNAB, Colombia)

152

Oligopolios de la comunicación: ¿amenaza global de la democracia? Carlos Alberto Galvis Ortiz, Luís Horacio Botero Montoya (Investigador del grupo de Investigación CORPUS de la Universidad de Medellín, Colombia)

160

Las víctimas del desplazamiento forzado toman la palabra Mary Correa Jaramillo (Grupo de Investigación en Comunicación Urbana, GICU en la U. Pontificia Bolivariana de medellín y Grupo de Investigación en Instituciones Políticas y Opinión Pública IEP-UNAB, Colombia).

172

El poder judicial y la nueva dimensión de la democracia Luís Ociel Castaño (Facultad de Derecho - U. de Medellín, Colombia) RESEÑAS

182 183 187

Obra Gráfica Jaime Salazar Cadena Libro: Realismo-Sistémico-Estructural: Política exterior como “construcción” de poder. Autor libro: Luís Dallanegra Alberto Justo Sosa (AMERSUR, Argentina) Normas para la presentación de artículos






Bogotá, Colombia. Revista de Humanidades. No.9 julio-diciembre de 2008 D i s p o n i b l e o n l i n e e n : w w w. r e v i s t a t a b u l a r a s a . o r g

«CULTURAS JUVENILES Y TRABAJO SOCIAL CON JÓVENES» Gladys Castiblanco-Lemus / María Isabel Serrano-Piraquive / Andrés Eduardo Suárez-Cruz «INTERVENCIONES DECOLONIALES: UNA BREVE INTRODUCCIÓN» Ramón Grosfoguel y Walter Mignolo «HERMENÉUTICA DE LA DEMOCRACIA: EL PENSAMIENTO DE LOS LÍMITES Y LA DIFERENCIA COLONIAL» Walter Mignolo «COLONIALIDAD Y GÉNERO» María Lugones «CAPOEIRA ANGOLA: VUELO ENTRE COLIBRÍES. UNA TECNOLOGÍA DE DESCOLONIZACIÓN DE LA SUBJECTIVIDAD» Juan Camilo Cajigas «LOS LATINOS, LOS MIGRANTES Y LA DESCOLONIZACIÓN DEL IMPERIO ESTADOUNIDENSE EN EL SIGLO XXI» Ramón Grosfoguel y Nelson Maldonado Torres «INTERCULTURALIDAD, PLURINACIONALIDAD Y DECOLONIALIDAD: LAS INSURGENCIAS POLÍTICO-EPISTÉMICAS DE REFUNDAR EL ESTADO» Catherine Walsh «MEDITACIONES ANTI-CARTESIANAS: SOBRE EL ORIGEN DEL ANTI-DISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD» Enrique Dussel «HACIA UN PLURIVERSALISMO TRANSMODERNO DECOLONIAL» Ramon Grosfoguel «REVISANDO FRAGMENTOS DEL “ARCHIVO” CONCEPTUAL LATINOAMERICANO A FINES DEL SIGLO XX» ZULMA PALERMO «LA CIENCIA NEO-LIBERAL» Edgardo Lander «WALTER MIGNOLO Y LA IDEA DE AMÉRICA LATINA: UN INTERCAMBIO DE OPINIONES» Antonio Lastra «LOS JÓVENES DURANTE EL FRENTE NACIONAL. ROCK

Y POLÍTICA EN

COLOMBIA EN LA DÉCADA DEL SESENTA» Hernando Cepeda Sánchez

«LA MARÍA DE JORGE ISAACS Y SU APORTE EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD DE LOS SUJETOS» Maribel Florián Buitrago «JUVENTUD Y MULTITUD: APROXIMACIONES PARA ABORDAR LOS MOVIMIENTOS JUVENILES» Jorge Eliécer Martínez Posada y Diego Fernando Barragán Giraldo «QUINTÍN LAME: RESISTENCIA Y LIBERACIÓN» Luis Guillermo Vasco


Revista de Antropología y Sociología, publicada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana. No.66 julio-diciembre de 2008, ISSN 0120-4807. http://www.javeriana.edu.co/Facultades/C_Sociales/universitas/inicio.htm

Orlando Fals Borda, el legado del hacer ciencia Palabras de Roberto Pineda-Camacho en los cuarenta años del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes Presentación: El Sangrado Corazón Violencia social e historia: el nivel del acontecimiento Intersubjetividades estructuradas: la salud como dilema epistemológico y político para las ciencias sociales Discriminación racial, desplazamiento y género en las sentencias de la corte constitucional. El racismo cotidiano en el banquillo Por una Bogotá sin mugre: violencia, vida y muerte en la cloaca urbana Escuela de la muerte, una mirada desde la antropología forense Cultivar la chagra en tiempos de conflicto. Los protagonistas de la guerra y la “gente de centro”. El trabajo como diferenciador La vida cotidiana y el juego en la formación ciudadana de los niños Nueva ruralidad en territorios periféricos: los productores caprinos del noreste de Mendoza (Argentina) La identidad contada: la información deportiva en torno a la selección española de fútbol Las universidades públicas en el siglo XXI. Grandes expectativas, algunas promesas y muchas incertidumbres “Ningún Ser Humano es Ilegal” Novísimos Movimientos Sociales de Migrantes en los Estados Unidos Sobre intelectuales y activistas indígenas: dos trayectorias interculturales posibles Outra Verdade Inconveniente – a nova geografia política da energia numa perspectiva subalterna


Revista Colombiana de Antropología Volumen 45 (1), enero-junio 2009 u ISSN 0486-6525 CUERPO, u

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SUBJETIVIDAD Y MATERNIDAD

El cuerpo investigador, el cuerpo investigado. Una aproximación fenomenológica a la experiencia del puerperio ANA SABRINA MORA Uniones, maternidad y salud sexual y reproductiva de las afrocolombianas de Buenaventura. Una perspectiva antropológica MARTHA CECILIA NAVARRO VALENCIA

CUERPOS u

EN CONSTRUCCIÓN: INTERVENCIONES Y RESISTENCIAS

Cuerpos tatuados, “almas” tatuadas: Nuevas formas de subjetividad en la contemporaneidad ANDREA LISSETT PÉREZ FONSECA Los cuerpos replicantes. La elusión del cuerpo legítimo en el proceso de formación policial MARIANA SIRIMARCO Tacones, siliconas, hormonas y otras críticas al sistema sexo/género. Feminismos y experiencias de transexuales y travestis ANDRÉS GARCÍA BECERRA

CUESTIONES u

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DE MÉTODO

En clave corporal: conocimiento, experiencia y condición humana ZANDRA PEDRAZA GÓMEZ

CUERPO, u

Bogotá-Colombia

SALUD Y RITUAL

El discurso sobre el fenómeno de la médium unidad en las religiones afrocubanas HUBERTA VON WANGENHEIM El cuerpo como unidad biológica y social: Una premisa para la salud sexual y reproductiva GIOVANNA LISET REYES SÁNCHEZ

RESEÑAS u

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Estéticas del consumo: Configuraciones de la cultura material, de Juan Diego Sanín SANTIAGO GALLEGO FRANCO De volta ao Lago de Leite. Gênero e tranformação no Alto Rio Negro, de Cristiane Lasmar GABRIEL CABRERA BECERRA Raza, etnicidad y sexualidades. Ciudadanía y multiculturalismo en América Latina, de Peter Wade, Fernando Urrea Giraldo y Mara Viveros Vigoya (eds.) ZANDRA PEDRAZA GÓMEZ

Calle 12 nº 2-41, Bogotá-Colombia u Teléfonos (57 1) 561 94 00, 561 95 00, extensión 108 Fax 561 94 00, extensión 144 u Correo electrónico: rca.icanh@gmail.com


Contenido Número 2 | Enero - Junio de 2009 Investigación en educación. La diversidad temática y metodológica, una apuesta de magis A propósito de la legitimidad en la investigación cualitativa Investigación, psicoanálisis, educación. Parte I: posición metodológica y epistemológica Investigación, psicoanálisis, educación. Parte II: avance de investigación: Freud, la educación, el psicoanálisis Componentes afectivos del estudio en el ingreso a la universidad Aprendizaje cooperativo: práctica pedagógica para el desarrollo escolar y cultural Australian adult education and its impact on diversity, social inclusion and social capital El profesorado universitario novel y su proceso de inducción profesional “The children don’t have any idea”: How case studies of controversy can help build democratic habits of mind Estudiantes universitarios frente al cambio educativo: seis maneras de ver el panorama La formación pedagógica inicial del profesorado universitario: repercusión en las concepciones y prácticas docentes Una práctica de lectura académica en una experiencia de formación de docentes universitarios Student motivation in supplemental science programs Lectura compartida de cuentos: una experiencia en España y México El informe de investigación con estudio de casos Educación para un nuevo humanismo Después de la bancarrota. Sobre la necesidad de un orden internacional



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