LA NATURALEZA DE UN PARTIDO REVOLUCIONARIO Y SUS MÉTODOS DE CONSTRUCCIÓN
Primera edición, 1980 ¿Qué Hacer? Revista de teoría marxista leninista. ¿Qué Hacer? es una publicación de marxistas leninistas mexicanos. México, D. F. enero de 1980
Segunda edición, 2009 D.R. © Revista marxista, Centro de Estudios del Socialismo Científico. DIRECTOR GENERAL Gabriel Robledo Esparza COORdINAdOR EdITORIAL Miguel Ángel Sánchez J. cescedit@prodigy.net Hecho en México
SUMARIO
Palabras preliminares.................................................................................................. 5
Presentación.................................................................................................... 13 Prólogo............................................................................................................16 La naturaleza de un partido revolucionario y los métodos para su construcción..............................................................................................21 Elementos esenciales para un programa de la revolución socialista en México........................................................................................ 47 1. Definición exacta e integral de la etapa que vive el mundo en la actualidad.......................................................... 49 2. Programa................................................................................................... 59 3. La revolución socialista en México..........................................................60 Situación actual del capitalismo en México.................................................................................... 63 Debate Vanguardia proletaria, febrero de 1980.......................................................... 81
PALABRAS pRELIMINARES
El Centro de Estudios del Socialismo Científico (CESC) presenta el primer número de su REVISTA MARXISTA, órgano teórico en el que se expondrán las concepciones que sobre los aspectos fundamentales de la teoría del marxismo leninismo sostenemos. El CESC completará pronto la tercera década de existencia. En este largo período ha realizado una fecunda labor teórica, cuyos resultados se han expuesto en una serie de publicaciones en las que se abordan, entre otros temas, el desarrollo del capitalismo mexicano, la naturaleza del capitalismo moderno en general, la dialéctica de la lucha de clases, la evolución del movimiento comunista internacional, etcétera. Algunos de los títulos publicados por el CESC son: El desarrollo del capitalismo mexicano, La crisis del capitalismo mexicano, El derrumbe del socialismo real, Comentarios a El derrumbe del socialismo real, La política de modernización y el proletariado mexicano, El nacimiento de la teoría revolucionaria (Los primeros planteamientos), La esencia de la teoría marxista del valor, Capitalismo moderno y revolución (3 tomos), La Lógica de Hegel y el marxismo, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Esquema del desarrollo de la economía mexicana desde la conquista española, La dialéctica de la lucha de clases en la revolución mexicana y en la revolución
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de independencia y La evolución de la materia (tránsito de la materia inorgánica a la materia orgánica y de ésta a la especie humana). En esta revista se tratarán los mismos temas de las publicaciones, pero expuestos de una manera condensada, como corresponde a la naturaleza específica del medio que se utiliza. El propósito fundamental de esta publicación periódica es hacer accesibles a un universo más amplio de marxistas las tesis que el CESC sostiene acerca de los problemas actuales del movimiento comunista. En esta primera edición de la revista reproducimos íntegro el primer número de la revista ¿Qué hacer?, publicada por el CESC en el año de 1980. El CESC fue fundado a inicios de la década de los años ochenta del siglo pasado por un grupo de estudiosos del marxismo leninismo. La formación teórica de sus integrantes se basaba totalmente en los textos clásicos y no, como era costumbre de la época, en interpretaciones simplificadoras de los mismos. En materia de economía marxista, por ejemplo, su estudio se hacía en los tres tomos de El Capital, que en aquel entonces eran terra ignota para la generalidad de los “teóricos” marxistas de nuestro país. Lo mismo sucedía con las teorías de la lucha de clases, la revolución proletaria, el partido revolucionario, la implantación y construcción del socialismo, etcétera, para cuya comprensión acudíamos a los planteamientos originales de Marx, Engels, Lenin y Stalin, principalmente. Asimiladas en lo fundamental las tesis clásicas del marxismo leninismo, intentamos encauzar nuestra acción hacia la práctica y para ello buscamos en el amplio espectro de organizaciones autodenominadas marxistas leninistas aquella que, por tener su base teórica en los clásicos, debería por fuerza orientar correctamente su actividad política hacia el desarrollo de la revolución socialista en nuestro país. Sin embargo, para nuestra sorpresa, absolutamente ninguna de las organizaciones autonombradas marxistas leninistas existentes en aquella época en México había cumplido con el prerrequisito necesario para la realización de la revolución socialista en un país dado: el análisis de la naturaleza del régimen económico ahí existente mediante la utilización del modelo teórico configurado por Carlos Marx en su obra mayor El Capital y, al contrario, todas hicieron suyas las tesis que sobre el carácter del capitalismo mexicano sostenían la fracción liberal de la burguesía y la pequeña burguesía; por necesidad, su actividad práctica se centraba en sacar adelante, en nombre de la clase obrera, las reivindicaciones de un sector de la burguesía y las de la pequeña burguesía.
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Pálabras preliminares
Al seguir la conexión exterior de esas concepciones burguesas y pequeño burguesas que mantenían las organizaciones supuestamente revolucionarias, llegamos a su fuente original: el propio movimiento comunista internacional. El Partido Comunista de la Unión Soviética (pCUS), por definición proveedor de la línea táctica y estratégica de la lucha revolucionaria internacional, a partir de su XX Congreso, en el cual condenó a Stalin, aunque sin nombrarlo, delineó una vía de la revolución, desde luego obligatoria para sus agencias en los distintos países capitalistas, que tenía como eje rector la subordinación de la lucha del proletariado a los intereses de la fracción radical de la burguesía media y a los de la pequeña burguesía. Las tesis del pCUS constituían una violación flagrante de los pronunciamientos clásicos de Marx, Engels, Lenin y Stalin sobre la materia. Fue Togliatti quien dio al revisionismo soviético su forma más acabada, a la que llamó “vía parlamentaria al socialismo”. Los países socialistas habían entrado en una etapa de su existencia en la cual en el régimen económico ahí existente se produjo una restauración de formas capitalistas de producción (descentralización de las empresas, estímulo material para la producción, crecimiento del mercado, etcétera) y paralelamente a ello la capa superior de los trabajadores (burocracia estatal, técnicos, científicos, trabajadores calificados, etcétera) se convirtió en una clase social específica que usufructuaba los medios e instrumentos de producción y ejercíala explotación, mediante la relación trabajo asalariadocapital, de la gran masa de los trabajadores soviéticos. Todas estas transformaciones en el régimen soviético fueron presentadas como el resultado necesario de la evolución del socialismo hacia una fase más alta de su existencia y su formulación teórica fue considerada como un enriquecimiento del concepto marxista leninista del socialismo. Desde luego que de lo que se trataba era de una revisión simple y llana de la noción del régimen socialista sostenida por la teoría marxista. La dirigencia de la revolución pequeño burguesa cubana, que posteriormente se erigió en Partido Comunista, y la cual llamaba “socialista” al régimen que había implantado en la isla, postuló la forma fortuita en que había llegado al poder (insurrección armada de un puñado de pequeño burgueses que toman el poder por un golpe de suerte) como el modelo que debería de seguir la revolución socialista en los países del tercer mundo y, en última instancia, en todos los países capitalistas del orbe. Confrontada con las proposiciones de los clásicos (formación del partido obrero, organización
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de la clase obrera por el órgano partidario mediante una propaganda y una agitación sistemáticas, desarrollo, bajo la dirección de su partido, de la lucha económica y política de la clase de los trabajadores, la cual debe culminar con la conquista del poder político, el establecimiento de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo) la teoría cubana de la insurrección armada de un grupo de pequeño burgueses como el novísimo camino al socialismo es también una flagrante revisión de los principios fundamentales del marxismo leninismo. La revolución china, portentoso movimiento de la pequeña burguesía agraria de este país milenario, adoptó también, por necesidad, la denominación de “socialista” e igualmente propuso la forma en que llegó al poder (insurrección armada de las masas campesinas, guerra del campo hacia la ciudad, guerra de guerrillas que evoluciona hacia una guerra de posiciones, formación y consolidación de un ejército popular campesino, toma de las ciudades por el ejército campesino, conquista del poder, etcétera) como el camino al socialismo en los países del tercer mundo y en general en todos los países capitalistas. Las tesis chinas sobre la revolución socialista constituían asimismo una revisión de los planteamientos tradicionales del marxismo-leninismo. En Albania, pequeña nación de Europa oriental que fue liberada del fascismo por la acción conjunta del ejército soviético y de la insurrección interna y en donde se había establecido el socialismo conforme al modelo ruso, el Partido del Trabajo de Albania (pTA) se instituyó como el defensor de la ortodoxia del marxismo leninismo a nivel internacional. Condenó como revisionistas y dogmáticas las tesis de los soviéticos, los chinos y los cubanos por igual y defendió denodadamente las formulaciones clásicas de la teoría revolucionaria. La revolución socialista debería ser obra del proletariado bajo la dirección de su partido político, el proceso de lucha habría de tener necesariamente las características que el leninismo había fijado: la clase obrera tendría que conquistar el poder, abolir la propiedad privada de la burguesía sobre los medios e instrumentos de producción e instaurar la propiedad colectiva sobre los mismos, esto es, construir el socialismo tal y como el marxismo-leninismo lo había estatuido y como había sido llevado a la práctica en Rusia y en los países de Europa oriental. Para el pTA la situación a la que había llegado el movimiento revolucionario internacional tenía su causa en los errores, la mala fe, la ignorancia, la debilidad ideológica, la descomposición moral, etcétera, de los dirigentes de los Partidos Comunistas y en una fuerte ofensiva ideológica y política
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Pálabras preliminares
de la burguesía internacional que era su contestación al avance previo de la revolución mundial. Por otro lado, los albaneses sostenían que las condiciones generales del ÁVahFm 4"za "da " 4pm am¤"*"m aFm=p d" ha h" d" 4 a a VFmF "d =Fd 4"za "da hp © ¤F: zp dp "m p: VFmF "*"m mF4F " a"hFm F ¤m" d¤4^" "*aF " o a duras penas contenida de la clase obrera internacional que exigía una dirección revolucionaria consciente. La solución que se presentaba ya en los términos mismos del planteamiento del problema quedaba muy clara para la dirigencia albanesa: era necesario crear nuevos Partidos Comunistas que hicieran suyos los principios de los clásicos y los aplicaran para dar impulso a la lucha que debía conducir al proletariado internacional a la conquista de sus metas históricas. La piedra de toque de esta tarea de los comunistas se encontraba en el desarrollo de una inquebrantable fortaleza moral e ideológica que hiciera imposible que los nuevos revolucionarios cayeran en los errores y en las traiciones de antaño. Fuera de la visión teórica del pTA quedaba el hecho de que el capitalismo mundial había ingresado en una nueva fase de su existencia, cuyas características específicas había que determinar científicamente, y que con base en esa elucidación teórica tendrían que precisarse las tareas de los revolucionarios en esta nueva era del capitalismo. Mucho menos podían los albaneses comprender que la derrota del movimiento comunista internacional tenía su causa precisamente en el advenimiento de una nueva era del capitalismo internacional que había llevado a éste a una fase superior de su desarrollo. En su actividad teórico-práctica (mantener vivos los principios clásicos del marxismo leninismo e impulsar un nuevo movimiento comunista internacional), el pTA, por una parte enunciaba un principio teórico clásico, y por la otra, puesto que no tomaba en consideración las nuevas circunstancias del capitalismo en su nueva fase, lo desarrollaba en los mismos términos que los Partidos revisionistas. De esta manera, las tesis primigenias de la teoría revolucionaria eran en sus manos un cuerpo muerto, sin efecto posible sobre la realidad y, además, constituían el punto de apoyo de una nueva versión del revisionismo, muy afín (y en gran parte idéntico) al revisionismo soviético, cubano y chino. Después de que hubimos encontrado en el propio movimiento comunista internacional las mismas desviaciones del marxismo-leninismo por nosotros apreciadas en los grupos y Partidos presuntamente marxistas leninistas
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nacionales, y una vez que llegamos a la conclusión de que aquellas eran la fuente de éstas, nos quedó suficientemente claro que un verdadero movimiento revolucionario marxista leninista nacional e internacional tendría que ser por fuerza completamente independiente de todas esas corrientes revisionistas. De igual manera, quedó en evidencia que la labor inmediata de los comunistas no podía ser otra que el quehacer teórico, mediante el cual se podría desentrañar la naturaleza de la fase actual del capitalismo, la ley interna que rige este régimen económico-social, lo que permitiría determinar exactamente las características que en ella debería tener la lucha del proletariado. En primer lugar, era necesario reivindicar el carácter científico del marxismo leninismo. Para ello había que volver a las tesis originarias de los clásicos y despojarlas de todas las adherencias que el sucio manejo del revisionismo les había dejado. Un terreno especial de recuperación teórica era el del método científico. La labor teórica de Marx y Engels tuvo como su base de sustentación el método científico de la dialéctica materialista y ésta, a su vez, la riqueza intelectual de la dialéctica hegeliana, expuesta magistralmente por Hegel en su Ciencia de la Lógica, especialmente en las secciones “La doctrina del ser” y “La doctrina de la esencia”. Toda la argumentación teórica de Marx y Engels tiene su fundamento en el esquema hegeliano de la dialéctica del ser y de la esencia. Por lo tanto, para considerar científicamente la fase actual del capitalismo se imponía la necesidad de volver al método originario del marxismo, la dialéctica hegeliana puesta sobre sus pies. Pertrechados con ese instrumento teórico en las manos era entonces posible y necesario analizar críticamente la totalidad del fenómeno del surgimiento, desarrollo y extinción del régimen capitalista y el reflejo teórico radical de este proceso, esto es, la doctrina del marxismo leninismo, para distinguir las distintas fases por las que han discurrido yel camino de su necesaria evolución. ¿Que Hacer?, la revista publicada hace 30 años y que hoy reproducimos, recoge precisamente un primer intento de análisis de la realidad y perspectivas del movimiento comunista internacional desde un punto de vista científico, y es al mismo tiempo un programa de trabajo teórico para los siguientes años. Desde luego que en este antiguo documento se encontrarán algunos resabios de viejos prejuicios teóricos, pero todos sin excepción fueron eliminados en el desarrollo de nuestro cometido. Hoy la mayor parte de nuestros propósitos en el terreno de la producción teórica consignados en la revista ¿Qué hacer? han sido alcanzados. Preci-
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Pálabras preliminares
samente en los siguientes números de la REVISTA MARXISTA publicaremos diversos trabajos en los que se contienen las tesis sobre la revolución a las que hemos arribado y las cuales sometemos a la consideración de nuestros lectores. Esto no quiere decir, desde luego, que el trabajo teórico haya quedado concluido. Cada uno de los temas que hemos abordado debe ser desarrollado exhaustivamente, en una labor que el CESC se propone continuar y a la que invita a participar a la intelectualidad revolucionaria, pues es tan vasta esa tarea que sólo un nutrido grupo de pensadores revolucionarios puede realizarla. En este primer número de la REVISTA MARXISTA se publica también un periódico de una fracción disidente del que en aquella época, igual que ahora, se denominaba Partido Comunista de México m-l (marxista-leninista), de orientación pro-albanesa; en él se advierten claramente las limitaciones e incluso las tesis abiertamente revisionistas de la línea albanesa en el movimiento comunista internacional y se percibe nítidamente el proceso sin solución de continuidad de fundación del “verdadero partido” de la clase obrera, escisión que da lugar a dos “verdaderos partidos” de la clase obrera, la negación de estos dos partidos y el nacimiento del nuevo y “verdadero partido” de la clase obrera, el que a su vez sufrirá una escisión de la que surgirán dos “verdaderos partidos” de la clase obrera y así sucesivamente a lo largo de 30 años. México, D. F., junio del 2009 Centro de Estudios del Socialismo Científico
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pRESENTACIÓN sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario
El movimiento comunista internacional llegó al punto más alto de su desarrollo en los años posteriores a la segunda guerra mundial. En primer lugar, de este conflicto surgió enormemente fortalecido el régimen de la dictadura del proletariado existente en la URSS; en segundo, la conversión de la guerra imperialista en guerra civil llevó al poder al movimiento comunista de varios países europeos, instaurándose en ellos el socialismo y, por último, se formó así todo un sistema de países socialistas. Desde esta alta cima alcanzada por el socialismo se inició, inexorablemente, una vertiente descendente de su existencia que ha culminado en la actual época de recesión que se vive desde finales de la década 50 del siglo XX, la cual se caracteriza fundamentalmente por la restauración del capitalismo en los países antiguamente socialistas, la derrota total del movimiento obrero revolucionario en los países capitalistas, la conversión de los partidos comunistas en partidos burgueses o pequeño burgueses de oposición y el abandono de la ideología revolucionaria y su sustitución por el revisionismo y el oportunismo. El desarrollo de la teoría revolucionaria, que en la etapa anterior había tenido avances notables realizados por los teóricos de la III Internacional (Stalin entre ellos), fue definitivamente abandonado por los partidos comunistas al convertirse al revisionismo.
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Estos partidos necesitaban, dada su naturaleza, adaptar las formulaciones correspondientes de la ideología burguesa a las fracciones liberales de la burguesía y a la pequeña burguesía (las cuales habían hecho suyas) a un lenguaje que utilizara la terminología del marxismo-leninismo; es decir, necesitaban vestir la ideología burguesa con el ropaje de la ideología revolucionaria. Desde antes del XX Congreso del pCUS, grupos de intelectuales pequeñoburgueses se habían echado a cuestas la “edificante” tarea de revisar el marxismo-leninismo y como resultado de ello tenían ya preparada la teoría de una nueva variedad de socialismo, el “socialismo humanista” y de un nuevo tipo de “revolución”, que no era sino la expresión concentrada de los intereses de la pequeña burguesía urbana de los países capitalistas. Debido a su terrible indigencia mental, los revisionistas que usurparon el poder en los partidos comunistas (recuérdese, por ejemplo, a Jrushov) tuvieron por fuerza que apropiarse de los elementos que convenían a sus intereses, contenido en las elaboraciones teóricas de los intelectuales pequeño burgueses; en un principio lo hicieron debajo de la cuerda y sin compartir, al menos expresamente, las audacias teóricas de aquéllos, las cuales incluso condenaban públicamente. Conforme los partidos comunistas devinieron en típicos partidos de la pequeña burguesía, fue la intelectualidad pequeño burguesa la que tomó definitivamente en sus manos el “perfeccionamiento” de sus postulados “teóricos”, y a la que los acercó, hasta confundirlos con ella, a la ideología de la pequeña burguesía. En virtud de ello, en la actualidad se da una interesante simbiosis entre los partidos comunistas y la intelligentzia de un país, por la cual los intelectuales, por el solo hecho de serlo, son considerados como miembros honorarios del partido y éste cifra todo su orgullo en reclutar a los intelectuales más brillantes, cuidando tan sólo de que no sean descaradamente “reaccionarios”. Después de terminar la tarea fundamental de trasladar al lenguaje del marxismo-leninismo los puntos esenciales de la ideología de la burguesía liberal y de la pequeña burguesía, los partidos comunistas han entrado en un período de aguda decadencia en el terreno teórico. En el cual todos sus esfuerzos (intelectuales) se centran en la labor de halagar los bajos instintos de su clientela principal, la pequeña burguesía urbana, con la finalidad de que se convierta en su votante principal. Por este camino han llegado al último peldaño de su degeneración, y han convertido en realidad el sueño de Marcuse: festivales cultura-
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Pálabras preliminares
les, artísticos y musicales como formas de “acción revolucionaria”, periódicos que dicen “lo que la competencia calla” y revistas de entretenimiento, con “rojo novela” y todo, como instrumentos de “lucha teórica”. El desarrollo del capitalismo internacional en los días que corren hace más acuciante que nunca la necesidad de la revolución socialista mundial. Como prerrequisito de esta tarea histórica del proletariado internacional es necesario dar un nuevo impulso a la teoría revolucionaria para que sirva de guía en la nueva fase del movimiento revolucionario. ¿Qué hacer?, revista publicada por un grupo de marxistas-leninistas mexicanos, pretende contribuir, en la medida de sus posibilidades, al desarrollo de la teoría revolucionaria tanto en el plano nacional como internacional. En esta tarea quiere reivindicar la tradición revolucionaria de los clásicos resumida en el epígrafe de esta presentación: sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario; su nombre ha sido inspirado por el escrito de Lenin que abre la etapa decisiva de la formación del partido bolchevique en Rusia y en el cual se establecen teóricamente los pasos necesarios para la formación de un partido revolucionario, lo que constituye la máxima aspiración de los marxistas mexicanos que la editan.
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pRÓLOgO
El régimen capitalista internacional emergió de la segunda Guerra Mundial enormemente fortalecido y con una gran potencialidad de crecimiento intensivo y extensivo; entró así a una etapa superior de su existencia en la que, al desplegar esa fuerza adquirida, infligió graves derrotas a la revolución mundial. La lucha revolucionaria de la clase obrera fue completamente anulada, el movimiento de los trabajadores sometido a los dictados de la burguesía, detenida la revolución socialista internacional y restaurado el capitalismo en los países antiguamente socialistas, a excepción de Albania. Las tesis revolucionarias acerca de la esencia del régimen capitalista, de la lucha de clases, de la violenta transformación del capitalismo al socialismo por el proletariado en armas, de la dictadura del proletariado, de la naturaleza y formación del Partido, etcétera, fueron desvirtuadas, revisadas y convertidas en su contrario, en las doctrinas del capitalismo “en crisis y descomposición”, de la “transición pacífica” del capitalismo al socialismo, del Estado y Partido de “todo el pueblo”, del socialismo “humanista”, del “estímulo material” para la producción en el socialismo, del “eurocomunismo”, etcétera, en una palabra, en una nueva versión de revisionismo que no es sino una forma transfigurada de la moderna ideología burguesa.
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Los partidos comunistas de los países capitalistas pasaron, en este período, de ser partidos que dirigían a la clase obrera en su lucha revolucionaria por la conquista del poder y la instauración del socialismo, a partidos de la pequeña y mediana burguesía que forman la oposición legal del régimen existente y que viven de las migajas que les deja la burguesía del botín de la explotación de los trabajadores. Los partidos comunistas de los países socialistas, con excepción del Partido del Trabajo de Albania, son ahora los representantes de la clase que, surgida de las capas superiores del mismo proletariado y de los residuos de las destruidas clases poseedoras del régimen capitalista, se convirtió en detentadora de los medios e instrumentos de producción y en la nueva explotadora de los obreros de esos países. Ese mismo desenvolvimiento progresivo del capitalismo –que se produjo y se produce a través de crisis más o menos profundas– perfeccionó también y extendió geográficamente las premisas materiales de la revolución. La explotación y depauperación del proletariado internacional crecieron hasta alcanzar niveles inconcebibles; la socialización de la producción, la concentración, centralización e internacionalización del capital llegaron a un punto altísimo en su camino ascendente. Estas precondiciones materiales de la revolución han adquirido una gran potencia expansiva que choca cada vez más violentamente con los marcos de la sociedad capitalista; sin embargo, la ideología burguesa, a través del revisionismo y del oportunismo modernos, se fortacelió también enormemente y se ha convertido en una férrea traba para que aquellas premisas se materialicen en un movimiento revolucionario del proletariado. Algunos grupos de la intelectualidad pequeño burguesa y de los obreros avanzados, en distintos países, reconociendo en el capitalismo actual y en sus contradicciones principales la forma superior de ese régimen social y de sus características esenciales, y, por tanto, más imperiosa que nunca la necesidad de la subversión violenta del mismo, han tomado conciencia de que para dar un nuevo impulso a la revolución, de la que está grávido el capitalismo mundial, es necesario desembarazar al movimiento obrero de los obstáculos que representan el revisionismo y el oportunismo modernos, mediante la reivindicación de los principios del marxismo-leninismo y su aplicación creadora a las circunstancias actuales; estos grupos han empezado a organizarse para alcanzar esos objetivos, en la que encuentran el firme apoyo de Albania Socialista.
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Prólogo
Se ha abierto así un nuevo período de la revolución mundial en el que, tras el rescate de los principios fundamentales de la teoría revolucionaria, nuevos partidos comunistas, verdaderamente marxista-leninistas, llevarán a la clase obrera internacional al poder. Un grupo organizado de marxistas-leninistas mexicanos, al considerar que esa labor es la base imprescindible para la realización de la revolución socialista en México, ha decidido contribuir a ella con la publicación en éste, su órgano teórico, sus análisis sobre los problemas candentes de la revolución, los cuales tienen como eje rector la vuelta a las formulaciones clásicas de la teoría revolucionaria. Su objetivo no es imponer estas concepciones a las distintas organizaciones e individuos que al igual que nosotros buscan el camino de la revolución, sino proporcionar los elementos para abrir la polémica que permita llegar al esclarecimiento de los principales problemas de la revolución socialista internacional y mexicana, determinar una estrategia y una táctica acertadas para la realización en nuestro país de la revolución proletaria y obtener los elementos necesarios para la formulación de un programa y la constitución de un partido revolucionarios que guíen al proletariado mexicano al poder. En este número de nuestro órgano teórico abordamos los temas: • La naturaleza y métodos de construcción del partido revolucionario; • Elementos esenciales para un programa de la revolución socialista en México; • Situación actual del capitalismo mexicano.
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LA NATURALEZA dE UN pARTIdO REVOLUCIONARIO Y LOS MÉTOdOS pARA SU CONSTRUCCIÓN
Uno de los puntos en donde con más fuerza ha centrado la ideología burguesa su acción destructiva por medio del revisionismo moderno, es la teoría de la naturaleza y del proceso de formación del partido revolucionario del proletariado. Los partidos antiguamente revolucionarios, que se convirtieron en partidos pequeño burgueses de oposición (todos los partidos descendientes de los viejos partidos comunistas bolcheviques), han desarrollado una teoría revisionista sobre el partido acorde con su naturaleza oportunista. Algunos núcleos de la pequeña burguesía, que se dicen continuadores del marxismoleninismo, dieron a luz aquella famosa teoría que niega la necesidad de la formación de un partido revolucionario como medio indispensable para realizar la revolución proletaria. En estas circunstancias, grupos de intelectuales pequeño burgueses y de proletarios avanzados han llegado, por distintas vías, a la conciencia de la necesidad de la formación de un partido revolucionario, y ha coincidido en la tesis de que, todo intento organizativo de los revolucionarios fracasará si previamente no se desaloja al revisionismo del campo de la teoría marxista. De lo anterior se desprende que para desarrollar en las actuales condiciones la lucha revolucionaria del proletariado, para construir el partido de la
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revolución socialista, es necesario hacer previamente una enorme labor teórica que reivindique los principios fundamentales del marxismo-leninismo en todos los campos de la teoría y la práctica. En este artículo se tratarán de establecer las bases teóricas, conforme a los principios del marxismo-leninismo, para la determinación de la naturaleza de un partido verdaderamente revolucionario y de los pasos indispensables para su formación. Se analizará primero la teoría de la necesidad histórica de la formación del partido como prerrequisito para la revolución proletaria. Posteriormente se estudiará el proceso necesario para la formación del partido revolucionario. I Los clásicos de la teoría revolucionaria demostraron que el régimen capitalista, al desarrollarse, crea la necesidad histórica de su subversión por la clase obrera para ser transformado en un régimen superior, el socialismo; en la actualidad, al haber pasado el capitalismo a una etapa superior, esa necesidad sigue vigente y las condiciones que la acercan al terreno de la posibilidad se han desarrollado de tal manera que para todos los pueblos del mundo no existe ya otra alternativa que la revolución socialista que debe realizar el proletariado. El capitalismo es el régimen económico en el cual los medios e instrumentos de producción y los medios de vida pertenecen en propiedad a una clase que constituye una minoría de los miembros de la sociedad, la burguesía; dichos medios e instrumentos de producción y de vida son producto del trabajo de la gran mayoría de la población, los proletarios, que no tienen en propiedad nada más que su fuerza de trabajo y deben venderla a la clase dueña de la riqueza social para obtener a cambio los bienes más indispensables para vivir. La creación, conservación e incremento de la riqueza social se basa, en la sociedad capitalista, en la explotación del trabajo de la clase obrera. Los obreros trabajan sobre los instrumentos de producción que son propiedad del capitalista y éste se apropia todo lo producido, y reintegra después al obrero sólo lo necesario para que continúe vivo, en aptitud de trabajar y de reproducirse procreando más trabajadores. El aumento de la riqueza social se basa en la extracción de cantidades cada vez mayores de plusvalía (trabajo excedente) a los obreros y, en consecuencia, en el aumen-
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to de la miseria y esclavización del proletariado. La esencia del régimen capitalista determina que cada progreso del capital se derive directamente de una vulneración de las condiciones de vida de los trabajadores y que a su vez prepare una acometida mucho más vigorosa en contra de éstas; el capital sólo puede desarrollarse –tanto en el capitalismo de tipo “manchesteriano”, como en las modernas sociedades de consumo, igual cuando no satisface las necesidades elementales de los trabajadores, como cuando las colma en alguna medida– a costa de un desgaste cada vez mayor de la fuerza de trabajo y de una anulación más decisiva de las facultades físicas y mentales de los obreros, con lo que provoca la descomposición y degeneración, irreversibles dentro del capitalismo, de sus organismos; el capital crece a costa de devastar aceleradamente la fuerza de trabajo, pues arruina las funciones fisiológicas fundamentales de los trabajadores y los convierte por tanto en la negación viviente de la naturaleza humana. El aumento del capital trae como consecuencia el aumento del proletariado y, por lo tanto, la extensión vertiginosa de la miseria. El desarrollo del capital lleva a la reducción de los obreros necesarios para producir la misma cantidad de mercancías, y de este modo se crea una sobrepoblación relativa de obreros desocupados que viven en condiciones infrahumanas; el capitalismo establece una jerarquización de los diversos trabajos, de los cuales los más bajos en esa escala son los remunerados con salarios muy por debajo del mínimo para subsistir; los obreros que se ocupan de estos trabajos forman, con mucho, una gran parte de la clase obrera de un país determinado y el capitalismo al desenvolverse reduce constantemente el trabajo a los niveles mínimos de que hablamos al convertir el trabajo complejo en trabajo simple por medio del empleo cada vez más generalizado de las máquinas y de la división del trabajo. En conclusión, la miseria de la totalidad de la clase obrera se incrementa con el aumento del capital. Pero el capitalismo no sólo trae la miseria física de los trabajadores, sino también su sojuzgamiento, su esclavización al despotismo del capital; igualmente acarrea la miseria moral de la clase obrera. La riqueza social monopolizada por una minoría no es otra cosa que el trabajo, convertido en medios e instrumentos de producción y medios de vida, de la inmensa mayoría de la sociedad, de los proletarios, que no poseen en propiedad sino su fuerza de trabajo, la que venden para poder obtener lo necesario para vivir. Todo el mundo de riqueza que existe en la sociedad burguesa, creado solamente por la actividad productiva de la clase obrera, es su propia sangre, sus músculos, su cerebro, carne de su carne y
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sin embargo no le pertenece. La clase obrera no existe para disfrutar lo que con su fuerza de trabajo ha creado, sino para crear lo que disfrutan aquellos que no trabajan. Se encuentra así, en la sociedad capitalista, enajenada de sus propios productos, desgajada de lo que no es sino otra forma de manifestar su propia naturaleza, separada del mundo que le pertenece por que lo ha hecho con sus manos. La burguesía, por el contrario, sin haber creado un solo átomo de la riqueza social, disfruta de ella, se la apropia en su totalidad, y se adueña del trabajo acumulado de millones de obreros, se nutre del trabajo acumulado de millones de trabajadores. Al incrementar el capitalismo las fuerzas productivas, socializa el proceso de producción. Los instrumentos, que en la Edad media existían diseminados por toda la sociedad, son concentrados y convertidos de instrumentos individuales en instrumentos sociales. La producción, que anteriormente era la actividad que realizaba cada pequeño propietario con sus miserables instrumentos individuales, se transforma en una actividad en la que por fuerza tiene que participar toda la colectividad conjuntamente, pues los instrumentos han cobrado una forma y proporciones tales que ya no es posible que los maneje un solo individuo. La dirección de la producción social está a cargo de empleados a sueldo del capital; los propietarios de los medios e instrumentos de producción no tienen ningún papel productivo, y en esto se manifiesta claramente lo irracional de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción en la sociedad capitalista. El régimen capitalista de producción lleva al predominio absoluto del gran capital; los pequeños productores (campesinos, artesanos, comerciantes, etcétera.) son sometidos a los dictados de los monopolios y arruinados y empobrecidos por ellos, los que ademas los obligan a unirse, como clase independiente, con el proletariado para desarrollar la lucha contra el enemigo común. Una de las leyes de la producción capitalista es su reproducción sobre una base cada vez más amplia. Primero invade todas las ramas de producción de un país y luego el mundo entero. Así, hace aumentar el número de proletarios y los concentra en núcleos cada vez más grandes y mejor organizados. La miseria crece necesariamente con el número de esclavos del capital. Todas las circunstancias en que se manifiestan la miseria, la esclavización y lo inhumano de las condiciones de vida de la clase obrera, la llevan ineluctablemente a indignarse y rebelarse contra ese estado de cosas. Y como el régimen capitalista en su movimiento las reproduce en forma ampliada, siempre hay, para la clase obrera, motivos para su indignación y rebeldía.
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Conforme a los principios clásicos de la teoría, de estas características esenciales se deriva el papel revolucionario de la clase obrera. El capitalismo se basa en la separación absoluta entre el productor directo y los medios de producción y de vida propiedad de la clase burguesa; a causa de esta situación, la necesidad de mantener la existencia física obliga al proletariado a obtener los medios de vida a través del intercambio, con el burgués, de fuerza de trabajo por salario. La actividad productiva del obrero no se realiza espontáneamente, sino impuesta por la necesidad física de mantenerse con vida; el trabajo es ajeno al proletario, es decir, no es parte de su propia naturaleza, sino algo exterior; en consecuencia, para realizar la actividad productiva el proletario debe ser acuciado por la necesidad, que se manifiesta en una insatisfacción e inquietud constantes, en una falta, que significa para el obrero un malestar ininterrumpido, sensación que se renueva cada día, puesto que su base material, es decir, la separación del trabajador respecto del mundo objetivo, es permanente. Ese malestar, siempre renovado y ampliado conforme se acumula, se expresa en una constante tensión psíquica, en una especie de energía potencial que presiona desde dentro al obrero: es el motor de su actividad; tal sensación de malestar, tal tensión psíquica, es una consecuencia y condición indispensable de la existencia del capitalismo; éste la reproduce y la amplía durante su desarrollo porque hace cada vez más grande la separación del obrero respecto de su trabajo. Esta situación en que el obrero vive separado de sus condiciones de existencia trae consustancialmente una inseguridad absoluta respecto de la forma y momento en que se relacionará con ellas, es decir, respecto a si tendrá en un momento determinado trabajo y por tanto comida, techo, etcétera; tal inseguridad es fuente también de una sensación de malestar en el obrero. La misma actividad productiva, el trabajo, como algo ajeno al productor, que no es parte de su naturaleza, es fuente también de una sensación de malestar, de incomodidad. Desde las dos fuentes enumeradas, la organización capitalista engendra dentro de la clase obrera un odio sordo y potente, una frustración siempre renovada, informe en su esencia, pero que se expresa perfectamente en el estado constante de “zafarrancho de combate” en que se encuentra el obrero contra todo y contra todos, incluso contra sí mismo. Cuando los clásicos de la teoría revolucionaria expresan que la clase obrera es revolucionaria por naturaleza, se refieren a que, entre otras razones, a causa de la situación en que se encuentra dentro de la sociedad burguesa, conforme lo hemos descrito, genera en su seno una energía potencial que es
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el presupuesto indispensable para un movimiento radical, y no, ni mucho menos, han querido decir que la clase obrera desarrollará automáticamente (espontáneamente) un movimiento revolucionario. Esa “energía potencial” es la base de cualquier actividad política de la clase obrera; por consiguiente, la energía motriz de un movimiento revolucionario, está en germen en esa “inquietud en sí” que hemos explicado y que es inherente al régimen capitalista. Hemos supuesto que el proletario encuentra siempre la posibilidad de intercambiar su fuerza de trabajo por un salario y que éste es suficiente para reproducir aquella día tras día; pero en la sociedad burguesa (en la actualidad incluso en los países altamente desarrollados, como EE.UU.) existe una cantidad gigantesca de proletarios que no tienen trabajo o que no ganan lo suficiente para reproducirse diariamente; en estas circunstancias aumentan la inconformidad, el odio, la frustración y la “inquietud” de la clase obrera, y es obvio que esa energía latente que hemos analizado aflore a la superficie en formas violentas, de una manera generalizada en los días de entusiasmo juvenil de la clase obrera, y esporádica, pero seguramente, en la sociedad moderna. También hemos partido del supuesto de que el nivel de necesidades de los obreros es inmutable; pero las mismas exigencias del desarrollo capitalista prohíjan en el proletariado nuevas necesidades y una subvariedad de satisfactores altamente especializados para cualquier necesidad individual (las simples necesidades de comer, vestir, etcétera, se convierten en fuente de mil formas, cada una más sutil que la otra, y en una serie infinita de satisfactores de las mismas); cada nueva necesidad, como acicate de la voluntad del proletariado, es fuente de esa situación que explicábamos arriba, y contribuye así a aumentar y a afianzar el malestar, la inconformidad, la frustración, el odio reprimido, en una palabra, la energía latente de la clase obrera. La sociedad burguesa no sólo confirma las necesidades esenciales y no esenciales de bienes de consumo y las desarrolla hasta el infinito, sino que también hace nacer en el proletario la necesidad acuciante de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción; pero la esencia del capitalismo determina que esa necesidad, promovida y exaltada constantemente como requisito de existencia de la sociedad burguesa, sea también constantemente reprimida, porque una consecuencia ineluctable del capitalismo es el aumento del proletariado y su mantenimiento en la situación de clase desposeída; es decir, que la esencia del capitalismo es el monopolio de la burguesía sobre la riqueza social. En esta situación, a la que
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es conducido necesariamente el proletariado por el régimen capitalista, la inconformidad, la frustración, el malestar y el odio reprimido son elevados a su más alta expresión; y se crea así la base material para el desarrollo del movimiento obrero hacia la revolución socialista. El desarrollo del capital se basa en el creciente despojo del productor directo (obrero), de tal manera que éste se ve reducido en la misma medida en que aumenta el capital; pierde primero sus medios e instrumentos de producción y de vida, después sus facultades físicas y mentales y, por último, como remate de todo esto, la marcha normal de los procesos internos fundamentales de su organismo es trastocada y arruinada irreversiblemente. Cada pérdida genera en el obrero, como contrapartida, la necesidad imperiosa de recobrar lo que le ha sido arrebatado por el capital. Esa constante desvalorización del obrero que es fuente de la supervalorización del capital, se traduce para él, por fuerza, en un abrumador malestar físico y psíquico derivado de la descomposición y degeneración de su organismo y produce, necesariamente, inquietud, frustración, odio reconcentrado, etcétera, es decir, una energía latente que es la premisa imprescindible de la energía revolucionaria del proletariado. Cierto es que esa energía latente se encuentra en la actualidad canalizada hacia la preservación y desarrollo del sistema capitalista, pero esto es así por la ausencia de una ideología revolucionaria que dé conciencia al obrero de que el capital, ya sea que no le permite satisfacer sus necesidades más elementales, o que se las llene en alguna medida, produce necesariamente la depauperación progresiva de la clase de los trabajadores. En las llamadas “sociedades de consumo” (aquellas que se encuentran en la fase superior de capitalismo), esa energía latente de la clase obrera es dirigida hacia el desarrollo exorbitante de sus “instintos” y de su “sensibilidad” y a la satisfacción de las necesidades que de aquí brotan, con lo que se provoca un incremento gigantesco de su explotación; de esta manera, el malestar de los trabajadores es paliado momentáneamente a costa de desarrollar los elementos que deben potenciarlo inconmensurablemente. El capitalismo se caracteriza porque es una ley ineluctable de su desarrollo el incremento de la riqueza social en manos de la burguesía (aumento de la propiedad privada) con base en el aumento de la explotación, esclavización, depauperación y degradación de la clase obrera (afianzamiento y desarrollo de la ausencia de propiedad); es, entonces, una condición indispensable de la existencia del régimen capitalista el que la propiedad se incremente a base de reforzar y aumentar la no propiedad del proletariado, con la consiguiente reproducción y aumento de la miseria odio, esclaviza-
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ción, depauperación, degradación, etcétera. Al establecer la propiedad privada como causa directa de la miseria del proletariado y al condenar a la clase obrera a la ausencia definitiva de propiedad privada, el capitalismo crea las premisas objetivas necesarias para que la clase de los trabajadores sea la abocada a terminar con la propiedad privada y establecer la propiedad social sobre los medios e instrumentos de producción; aquí radica otra de las razones por las cuales la clase obrera es considerada como la clase revolucionaria de la sociedad burguesa, pues la esencia de su naturaleza la hace apta para abolir la propiedad privada y adoptar la propiedad colectiva, pero esto es sólo una posibilidad, que como en el caso anterior, no se hace efectiva automáticamente, como lo demuestra palpablemente la vuelta de los países de Europa oriental a una forma especial de propiedad privada; el proletariado es la única clase social que posee, en la sociedad burguesa, la característica de clase completamente desposeída; no así la pequeña burguesía rural y urbana, que es una clase esencialmente propietaria, por lo que su oposición al régimen burgués, por radical que pueda ser, sólo tiene como objetivo la preservación y el desarrollo de su propiedad. En resumen, como el capitalismo se basa en la ausencia de propiedad privada del proletariado y esta circunstancia la reproduce constantemente como su producto más peculiar, la clase obrera está en condiciones de tomar en sus manos, en una forma colectiva, la riqueza social; pero no sólo la ausencia de propiedad es razón para fundamentar esa posibilidad, sino también el hecho de que los trabajadores son quienes están en constante contacto con los medios e instrumentos de producción. El régimen capitalista se basa en la separación del trabajador directo de sus condiciones de trabajo y de vida, las que se convierten en propiedad privada de la burguesía; esta separación no es una característica accidental del régimen capitalista, sino precisamente la relación fundamental que lo define, sin la cual dejaría de ser capitalismo para convertirse en cualquier otra cosa; en esta relación esencial descubrimos los elementos materiales necesarios para la subversión de la sociedad burguesa: una clase social desposeída, el proletariado, cuyas condiciones de vida son la fuente constante de una energía latente que es la materia prima indispensable para la subversión; el hecho de que esa clase es la mayoría absoluta de la sociedad, sobre la que descansa la totalidad de la producción y que por esa razón “su brazo poderoso puede detenerlo todo”; la contradicción irreconciliable entre la propiedad privada y esa energía latente del proletariado, puesto que la existencia de aquella es la condición del desarrollo de ésta; la socialización de la
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producción, que prepara los medios e instrumentos de producción para ser apropiados colectivamente y, por último, el mecanismo formal por el cual esa clase se convierte en la única apta para apropiarse colectivamente la riqueza social, debido a su naturaleza de clase completa y definitivamente privada de propiedad. Es claro, entonces, que los comunistas no dicen que el proletariado es la clase revolucionaria de la sociedad burguesa “porque consideren a los proletarios como dioses”, sino porque las condiciones de vida a que los condena sin apelación el régimen capitalista son el caldo de cultivo de los elementos que son base material de la subversión de la sociedad burguesa. Estas características que hemos analizado son las condiciones materiales indispensables de la revolución proletaria, pero no crean directamente la necesidad de la misma por la sencilla razón de que no llevan por sí mismas al proletariado a reconocer la causa de su situación en la existencia de la propiedad privada; esta necesidad sólo puede venir de fuera, como conciencia y organización que canalicen la energía latente de la clase obrera en contra de la propiedad privada, es decir, de la sociedad burguesa. El papel del proletariado como la única clase potencialmente revolucionaria en la sociedad capitalista deriva, como hemos visto, de la esencia de ésta; el capitalismo moderno no sólo no es distinto del analizado por Marx, Engels, Lenin y Stalin, sino que además ha desarrollado hasta las últimas consecuencias sus leyes fundamentales: la separación entre el productor directo y los medios e instrumentos de producción ha llegado en la actualidad a su máxima expresión, la concentración de la riqueza social bajo la propiedad privada de la burguesía ha rematado en todo un grandioso sistema internacional de monopolios, el proceso de proletarización ha avanzado hasta convertir a la mayoría de la población en obreros, tal como lo había previsto Marx, la depauperación física de los trabajadores ha avanzado hasta el punto en que se ha socavado radicalmente, y lo acerca peligrosamente a su destrucción, el precioso equilibrio interno de todos los procesos fundamentales del organismo humano y la estructura y funcionamiento de los órganos esenciales del cuerpo humano, la depauperación moral ha llegado hasta el entronizamiento definitivo del interés individual en su forma más repugnante (exaltación de todos los sentidos y las sensaciones humanas mucho más allá de sus funciones naturales, a los cuales convierte en fines en sí mismos, por lo que también desde esta fuente contribuye a la degeneración física y mental de los individuos) y la socialización de la producción ha culminado con esa nueva revolución industrial cuyo centro de gravedad es la cibernética, que ha maquinizado también el trabajo intelectual; esto
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significa que el papel del proletariado como clase potencialmente revolucionaria no sólo no se ha extinguido, sino que se ha confirmado y delineado definitivamente en el moderno capitalismo. En la época del nacimiento del capitalismo el proletariado debía compartir con la burguesía el carácter de clase revolucionaria, pues la existencia de un régimen social anterior, el feudalismo, le daba a ésta ese carácter; pero conforme el capitalismo se establecía como el régimen dominante, y eliminaba de la escena al feudalismo, en la misma medida la burguesía perdía su carácter revolucionario, hasta llegar a la situación actual, en donde, borrando de la faz de la tierra al viejo régimen al haberlo obligado a fundirse con el capitalismo (es decir, al convertir sus elementos integrantes en elementos capitalistas), la burguesía ha perdido definitivamente su relativo carácter revolucionario, por lo que el proletariado quedaba como única clase revolucionaria dentro de la sociedad burguesa moderna. EI capitalismo, en su nueva etapa, confirma el papel del proletariado como la única clase potencialmente revolucionaria. La energía latente de la clase obrera, siempre desbordante, se funde, inmediatamente después de nacer, con la ideología burguesa y, sobre esta base la clase capitalista encauza la potencia revolucionaria del proletariado hacia la lucha antifeudal; esta ideología, que sólo es una forma nueva de la vieja y bien cimentada ideología de las clases explotadoras, y tiene por tanto tras de sí el apoyo de una experiencia varias veces milenaria, hace presa fácil de la clase obrera y la somete a los designios de la clase burguesa. El capitalismo no sólo da a luz las premisas materiales indispensables para su subversión, sino que crea también los elementos intelectuales de ese cambio radical. Como lo hemos expresado repetidamente, las premisas materiales no llevan por sí mismas a la revolución proletaria; ellas podrían existir hasta la consumación de los siglos sin que nada sucediera. Para que la revolución del régimen burgués se convierta en una necesidad histórica es indispensable que el proletariado adquiera conciencia de la necesidad imperiosa del cambio y se organice para realizarlo. El propio capitalismo prohíja las condiciones que hacen ineluctable el que esa conciencia y esa organización, con las que no nace, surjan en la sociedad burguesa y se fundan con el proletariado. Las premisas intelectuales y el impulso para su unión con la clase obrera son fruto del desarrollo del capitalismo: en primer lugar eleva la ciencia hasta alturas insospechadas, y con ellas los elementos intelectuales necesarios para desentrañar las leyes que rigen a la sociedad moderna. Por otro lado, engendra dentro de la pequeña burguesía un estrato social dedicado al trabajo intelectual, que se mueve entre los polos de una contra-
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dicción insalvable: conforme se desarrollan las fuerzas productivas, en la misma medida se proletarizan los componentes de esa capa (por el empleo generalizado de computadoras, etcétera) y, a la vez, son todavía indispensables para el capital los intelectuales que trabajan individualmente, con sus propios “instrumentos de producción”, a la manera de los artesanos, como los pintores, poetas, escritores, técnicos altamente calificados, científicos, etcétera. Esta capa social, en proceso constante de proletarización, participa de la misma naturaleza esencial de la clase obrera, pues también es un grupo social explotado, degradado y envilecido por el capital (de una parte, la fracción que se proletariza lo es por las amplias razones que ya hemos expuesto anteriormente, y de otra, los pequeños productores intelectuales lo son porque su propiedad sufre ataques constantes y se reduce en la misma proporción en que crece el gran capital; la situación de estos últimos es similar a la del proletariado: a) su pequeña propiedad (y ellos mismos como pequeños propietarios) está separada de la gran propiedad capitalista, de la que recibe una existencia derivada y precaria; el intelectual debe establecer cada día la relación que lo mantiene con vida como pequeño propietario, en lucha contra la tendencia avasallante del gran capital y contra los demás pequeños propietarios; esta situación de inseguridad es la fuente principal de un malestar creciente; b) sus capacidades individuales, es decir, su pequeña propiedad, son exaltadas y reprimidas alternativamente por el régimen burgués, lo que, obviamente, origina en los intelectuales pequeño burgueses una incomodidad y un malestar exasperantes; c) la especialización en el trabajo intelectual trae consigo, por un lado, al exaltar una sola capacidad mental, el desgaste del cerebro y la anulación de la rica gama de las restantes facultades intelectuales, y por el otro, por excluir el trabajo físico, la degeneración física de los pequeños productores intelectuales; d) todo lo anterior origina, como en el proletariado, la degeneración y descomposición aceleradas, físicas y mentales, de sus organismos, con el consiguiente aumento del malestar y de la “inquietud” de los trabajadores intelectuales; e) en el ámbito del consumo, son sujetos a la tiranía de nuevas y cada vez más sofisticadas necesidades individuales, y f) se exalta su necesidad de propiedad sobre los medios e instrumentos de producción, por lo cual quedan sujetos a la misma tensión que origina el malestar, el odio, la frustración, etcétera, que se canalizan en una energía latente similar a la del proletariado); el hecho mismo de que ese estrato social se caracteriza porque vende a la burguesía su fuerza de trabajo o su trabajo intelectual, nos da ya la pauta para comprender las diferencias fundamentales que guarda con
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la clase obrera: a) en primer lugar, aunque una gran parte de este estrato se proletariza rápidamente, en la misma medida siguen siendo necesarios y se multiplican aquellos que trabajan con sus propios instrumentos de producción, por lo que, como pequeños propietarios privados, pertenecen por derecho propio a la pequeña burguesía; b) en segundo lugar, aquellos intelectuales que se proletarizan forman el estrato más alto de la jerarquización de la fuerza de trabajo, por lo que; de hecho, están íntimamente ligados con la pequeña burguesía; y c) por último, su naturaleza de trabajadores intelectuales determina que su energía latente se canalice directamente hacia la indagación de las causas de su situación dentro de la sociedad capitalista. Cierto es que, a causa de su composición, este estrato se orienta primero hacia la estructuración de la teoría que se deriva directamente de su carácter pequeño burgués, es decir, a la creación de la ideología que expresa la necesidad de proteger y desarrollar su pequeña propiedad; pero como la conservación y desarrollo de esa pequeña propiedad es precisamente la causa de su situación como clase oprimida y de su malestar constante, cada conquista suya sólo puede conducir a la agudización de la opresión y el malestar; una pequeña parte de este sector de la pequeña burguesía, después de una serie de “conquistas” de su clase, que empeoran sus condiciones de vida, llega necesariamente a la conclusión de que la solución a sus problemas no se encuentra en el desarrollo de la pequeña propiedad, y es obligada por estas circunstancias a buscar cuáles son el verdadero problema y la verdadera solución. De esta capa social surgen necesariamente las personas que, asimilando los progresos de la ciencia en todos los campos, forjan los instrumentos para descubrir la ley interna de la sociedad capitalista y llegan a la conclusión de que su posición en este régimen reconoce su causa, lo mismo que la del proletariado, en la propiedad privada capitalista. Estos intelectuales pequeños burgueses descubren la situación especial que guarda la clase obrera en la sociedad capitalista, su potencialidad revolucionaria, y al analizar sus propias inhumanas condiciones de vida, encuentran que tienen la misma causa y la misma solución que las del proletariado; llegan así a concebirse como los portadores de la conciencia de la necesidad de la revolución proletaria. El capitalismo, entonces, no sólo engendra al proletariado como clase potencialmente revolucionaria, sino que crea también la doctrina de la revolución y los elementos humanos que deben transmitirla a sus ejecutores materiales. Cuando los comunistas hablan de la necesidad histórica de la revolución proletaria, se refieren a que el desarrollo capitalista, por un lado, genera fatalmente en su seno a una clase que es, en potencia, la negación de
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ese régimen y, por otro, obliga ineluctablemente a una parte de los intelectuales pequeño burgueses a estructurar la teoría de esa revolución y a llevarla al proletariado para despertarlo a la vida revolucionaria. La “inquietud en sí” de la intelectualidad pequeño burguesa, a la que la condena irremisiblemente la sociedad burguesa y que es su condición de existencia como tal intelectualidad, determina la necesidad histórica de la estructuración de la doctrina revolucionaria y de su introyección al proletariado; este proceso lo explicamos en un punto posterior. Cuando el proletariado proclama la disolución del orden universal anterior, no hace más que pregonar el secreto de su propia existencia, ya que él es la disolución de hecho de este orden universal. Cuando el proletariado reclama la negación de la propiedad privada, no hace más que elevar a principio de la sociedad lo que la sociedad ha elevado a principio suyo, lo que ya se personifica en él, sin intervención suya, como resultado negativo de la sociedad. El proletariado se halla asistido, entonces, con respecto al mundo que nace, de la misma razón que asiste al rey alemán con respecto al mundo existente, cuando llama al pueblo su pueblo, como al caballo su caballo... El rey, al declarar al pueblo su propiedad privada, se limita a expresar que el propietario privado es rey. Así como la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamiento muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se llevará a cabo la emancipación de los alemanes como hombres. ...La emancipación del alemán es la emancipación del hombre. La cabeza de esta emancipación es la filosofía, su corazón el proletariado. La filosofía no puede llegar a realizarse sin la abolición del proletariado, y el proletariado no puede llegar a abolirse sin la realización de la filosofía.1
Los elementos objetivos y subjetivos de la revolución tienen todo un proceso de desarrollo. La energía latente del proletariado se desborda desde el momento del nacimiento de esta clase social; en una primera etapa de su existencia es despertada y dirigida políticamente por la burguesía para encauzar a la clase obrera a la lucha antifeudal; posteriormente se independiza y se enfrenta abiertamente a su antigua aliada, ya sea en la forma de un tradeunionismo instintivo o de una insurrección armada espontánea; es precisamente aquí donde la intelectualidad pequeño burguesa es obligada, por el mismo proceso que pone en pie de lucha al proletariado, a estructurar los fundamentos esenciales de la doctrina revolucionaria y cuando se funde rápidamente con el movimiento preexistente; el éxito que el marxismo tiene en esta etapa se Marx, Carlos y Federico Engels, La sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la primera época. Traducción del alemán por Wenceslao Roces. 2da edición. Grijalbo, México, D. F. 1969, p. 15.
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debe no tanto a que sea una doctrina científicamente exacta y la ideología que expresa las verdaderas necesidades históricas del proletariado, sino a que, siéndolo, encuentra ya en pie a un potente movimiento instintivamente revolucionario. La ideología burguesa, con una experiencia varias veces milenaria, únicamente tiene que desplegar todos los recursos acumulados, los que acomoda a la nueva situación, para someter al proletariado a su dominación, y apagar así los primeros brotes revolucionarios; esta misma sublevación de la clase obrera obliga a la burguesía a perfeccionar sus instrumentos de dominación, tanto ideológicos como organizativos; en cambio, la ideología revolucionaria nace sin tener tras de sí ninguna clase de experiencia, por lo que debe desarrollar, desde un punto muerto, en un movimiento ascendente, todos los elementos que le permitan disputar a la burguesía la influencia sobre la clase obrera, lo cual es un proceso largo y complicado. Es esta una verdadera lucha en la cual la teoría revolucionaria tiene la peor posición, pues la clase explotadora, como clase dominante, emplea su poder tanto para difundir masivamente sus ideas y organizar al proletariado, como para impedir que los revolucionarios hagan lo mismo. A cada paso adelante que da la revolución, la burguesía responde con una centuplicación de los mecanismos de dominio sobre la clase obrera; además, en cada etapa del desarrollo capitalista surgen nuevos problemas que deben ser integrados a la teoría revolucionaria y que, mientras no lo son, dan lugar al desarrollo sin trabas de la ideología burguesa. Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su periodo impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permita volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta! ¡Aquí está la rosa, baila aquí!2 2 Marx, Carlos, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte en: Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas en dos tomos, tomo I. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, pp. 253-254.
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Al final del proceso nos encontramos con que al desarrollarse el capitalismo conforme a sus propias leyes, convertirse en un sistema mundial y ahondar sus contradicciones fundamentales, debe, necesariamente, elevar a la enésima potencia la energía latente del proletariado, llevar hasta sus última consecuencias la dominación ideológica, política y organizativa de la burguesía sobre el proletariado, perfeccionar en todos sus aspectos la teoría revolucionaria y preparar dentro de la intelectualidad pequeño burguesa el clima necesario para que una gran parte de sus miembros se vea fatalmente impelida a fundirse con la clase obrera, a la cual debe dotar de la teoría y la organización revolucionarias. Inmediatamente después del primer brote revolucionario del proletariado, la burguesía dedica toda su atención al desarrollo y perfeccionamiento de su aparato de dominación; durante la fase de lucha radical, la clase obrera se ha puesto en pie, no inconscientemente, sino promoviendo reivindicaciones que la burguesía misma se había encargado de infundirle para conducirla contra el régimen feudal y que por radicales que pareciesen no podían ser sino burguesas en el fondo; el proletariado quería hacer valer, contra la burguesía, el perfeccionamiento del régimen burgués. Esto significa que la energía latente del proletariado sólo puede manifestarse políticamente cuando éste cobra conciencia de la necesidad de hacerlo; es decir, que la voluntad de la clase obrera tiene que ser determinada necesariamente por su conciencia. Cuando el movimiento obrero radical es ahogado en sangre, la burguesía se da de lleno a la tarea de continuar la obra comenzada: dotar a la clase obrera de una ideología y una organización burguesas para garantizar definitivamente que la acción de esta clase se desarrolle pacíficamente por la vía del perfeccionamiento del régimen burgués. El cometido principal de la burguesía es hacer asimilar a la clase obrera la idea de la necesidad del régimen capitalista, de la posibilidad de su perfeccionamiento y del carácter de forma de organización natural de la sociedad; es hacer consciente al obrero de que su interés individual es el mismo que el interés general del régimen capitalista y que, por tanto, su conservación y perfeccionamiento es su labor indeclinable; es educar a los trabajadores en el espíritu del interés individual y de la propiedad privada, y convertir entonces su afán de lucro y la repugnante exaltación de sus sentidos, de su sensibilidad y de sus instintos, en el único motor de su existencia; es, por último, organizar a la clase obrera en instituciones que tengan como finalidad canalizar su acción hacia el perfeccionamiento del capitalismo. El objetivo fundamental de la burguesía es lograr que la clase obrera asimile de tal forma la
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ideología burguesa que la haga carne de su carne y sangre de su sangre, que su conciencia burguesa esté plenamente garantizada por un “subconsciente burgués”, por así decirlo. Para lograrlo, la burguesía despliega un aparato poderosísimo que en su actividad abarca todos los niveles de la clase obrera y que tiene por objeto realizar una sistemática propaganda, durante todos los momentos de la vida de los trabajadores, sobre todos los puntos de vista que aquella quiere imponerle y organizarla en torno a los principios de la ideología burguesa. En resumen, la burguesía asume la tarea de estructurar una conciencia y una organización burguesa del proletariado. Ya hemos visto como el éxito de esta labor está asegurado de antemano (aunque desde luego no sin una lucha encarnizada con la ideología proletaria) por la experiencia histórica que tiene tras de sí la burguesía y el punto muerto desde el que debe de partir la ideología revolucionaria, lo cual da a ésta una debilidad intrínseca que sólo puede ser eliminada en su propio desarrollo. La clase obrera no puede actuar sino en el sentido que la impele su conciencia; para lograr que guíe su actividad hacia otro camino distinto del que le indica su conciencia burguesa, es necesario que ésta sea sustituida por una conciencia proletaria, revolucionaria. Después de un necesario extravío juvenil (primitiva posición de Marx y Engels frente a la revolución del 48 en Francia), la ideología revolucionaria llegó a la conclusión de que para lograr la conquista del poder político por el proletariado era indispensable que su voluntad estuviera determinada por la conciencia de la necesidad de esa reivindicación, lo cual requería, a su vez, el desalojo de la ideología burguesa de la conciencia proletaria, bastión tras bastión, en lucha encarnizada que removiese sus profundas raíces; era necesario, además, sustituir la conciencia burguesa de la clase obrera por una conciencia proletaria, prerrequisito indispensable de la acción revolucionaria; era indispensable, en fin, romper las organizaciones burguesas del proletariado y cambiarlas por organizaciones proletarias. Para realizar esta tarea, los portadores de la ideología revolucionaria deberían llevar a todas las capas de la clase obrera las ideas sobre la revolución, hacer propaganda acerca de ellas y agitar y organizar en su torno hasta convertirlas en carne de su carne y sangre de su sangre; sólo después de esto podría el proletariado conquistar el poder. En resumen, los clásicos de la teoría revolucionaria descubrieron que el proletariado sólo puede actuar movido por las determinaciones de su conciencia, que ésta es, en la sociedad capitalista, burguesa por definición, que para llevar al proletariado hacia la subversión del régimen del capital es
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necesario erradicar la ideología burguesa del seno de la clase obrera y sustituirla por la conciencia proletaria, y que todo esto sólo puede realizarse mediante una enorme tarea que requiere un trabajo lento y sistemático de propaganda, agitación y organización. Esto era perfectamente cierto para la época propiamente infantil del desarrollo del capitalismo; en la actualidad, cuando la dominación ideológica y organizativa de la burguesía ha llegado a su máxima perfección (precisamente porque el régimen capitalista ha llegado a su estado superior de desarrollo, a su estado “perfecto” de existencia, donde, por ejemplo en las “sociedades de consumo”, declara y cumple que es su misión desarrollar, exaltar y satisfacer las “necesidades individuales” de los proletarios, y en donde, por tanto, coincide el “interés individual” de los trabajadores con el interés general del capital), es más válida que nunca la necesidad de transformar la conciencia y la organización de la clase obrera como requisito indispensable para que ésta desarrolle un movimiento revolucionario. Lo único que cambia es que ahora la ideología revolucionaria no se encuentra con un movimiento obrero preexistente, sino que tiene que crearlo desde sus propias bases. ¡Hic Rhodus, hic salta! II Hemos expuesto las razones por las cuales la subversión de la sociedad burguesa por el proletariado es una necesidad histórica ineluctable. Las condiciones bajo las cuales tal subversión debe hacerse, son las siguientes: a) Dominación ideológica y organizativa (además de económica, evidentemente) de la burguesía sobre el proletariado; b) Aparato policiaco-militar para mantener la dominación de la burguesía; c) Esta dominación, que se perfecciona constantemente, hace imposible que el proletariado por sí mismo llegue a la conciencia de su papel histórico y desarrolle un movimiento revolucionario; d) Esa conciencia debe ser introducida desde fuera, desde el campo de la intelectualidad pequeño burguesa, pues ésta es la que, por su contacto con la ciencia moderna, está en posibilidad de explicarse el papel histórico del proletariado y los medios necesarios para realizarlo, y, por eso, la que debe transmitir sus conocimientos a la clase obrera. La meta fundamental de la revolución es la conquista del poder político por el proletariado. Condición indispensable para ello es la destrucción del aparato estatal burgués y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
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Para esto, es absolutamente necesaria la derrota del ejército burgués por el proletariado en armas (ejército proletario). Para lograr la meta trazada, y partiendo del supuesto de la absoluta dominación ideológica y organizativa de la burguesía sobre el proletariado, es necesario dar previamente conciencia a la clase obrera de la naturaleza del régimen capitalista de producción, de su situación dentro de él, de su misión histórica y de las formas y etapas necesarias para llevarla a cabo; además, se impone organizarlo para la realización de esas tareas. Es obvio que esto implica que antes de la conquista del poder, y como premisa necesaria para ello, la dominación ideológica y organizativa de la burguesía sobre el proletariado debe ser desplazada y sustituida por la ideología y la organización proletarias. La conquista del poder sin realizar estas tareas sólo puede ser producto de un golpe de suerte, y excluye de por sí, desde luego, cualquier clase de ciencia. Un movimiento de este tipo no puede ser una revolución socialista ni llevar a la clase obrera al poder; tal es el caso de la revolución cubana, que fue desarrollada por la pequeña burguesía con la finalidad de instalar su dominación de clase; en Cuba, la clase obrera sólo ha cambiado de amo y continúa siendo explotada, ahora por la pequeña burguesía cubana, por lo que esa explotación adquiere una carácter tanto más escandaloso cuanto que se realiza en nombre del socialismo. Esta sustitución de la burguesía por la pequeña burguesía como clase explotadora sólo puede darse, excepcionalmente, en un lugar y en una época en que accidentalmente se haya descuidado el perfeccionamiento de la ideología y la organización burguesas; pero el mismo carácter excepcional del fenómeno genera una reacción contraria, que anula toda posibilidad de que vuelva a suceder; en primer lugar, en términos generales, la totalidad del mundo capitalista tiene perfectamente estructurados sus medios ideológicos y organizativos de defensa, con la mínima excepción de un pequeño lugar (Cuba, vgr.); en consecuencia, no peligra la totalidad del sistema, aunque de él se puede separar una parte; en segundo lugar, la pérdida de este pequeño territorio obliga a la burguesía internacional a perfeccionar su dominación ideológica y organizativa, conlo cual elimina la más mínima posibilidad de una nueva “sorpresa”. Es pues, tarea de los comunistas transformar la conciencia del proletariado, de una conciencia burguesa en una conciencia revolucionaria, es decir, proletaria; además, promover, ahí donde no exista, la lucha de la clase obrera, a la que le debe dar un contenido revolucionario, y convertir la lucha reformista y tradeunionista que en algunos casos presenta el proletariado en una lucha revolucionaria que lleve a la conquista del poder.
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La naturaleza de un partido revolucionario
Los comunistas deben dar conciencia al proletariado de la naturaleza exacta del régimen económico-político existente en sus países, de su pasado, de su presente y de las perspectivas de su desarrollo, de la situación del proletariado como clase explotada dentro de la organización social actual, de su papel revolucionario como fuerza que necesariamente debe derrocar al gobierno burgués y construir el socialismo, de las condiciones inevitables para realizar esa tarea histórica, los comunistas deben hacer comprender al proletariado la naturaleza exacta de la lucha que actualmente libran bajo la dirección de la propia burguesía y de los partidos oportunistas, la cual es en esencia reformista y tradeunionista, y hacerle ver que ella representa una vil traición a sus intereses; deberán hacer conciencia en los obreros de la necesidad de desarrollar formas de lucha verdaderamente revolucionarias, las cuales, junto con las condiciones indispensables para llevarlas a la práctica, les serán explicadas exhaustivamente; tienen la obligación de hacer plenamente consciente a la clase obrera de la irreductible oposición existente entre la corriente revolucionaria del movimiento comunista internacional y las desviaciones de derecha (revisionismo y oportunismo) y de izquierda, así como de las teorías desviacionistas, presuntamente marxistas, de la pequeña burguesía; de que la lucha armada inmediata es una teoría esencialmente reaccionaria y que la insurrección armada es la etapa superior de la lucha revolucionaria y el resultado de la toma de conciencia de las masas, a través de un largo proceso de educación política, de la necesidad ineluctable de este tipo de lucha. Los comunistas deben promover la lucha de la clase obrera y transformar la lucha tradeunionista y reformista en una lucha revolucionaria; deben despertar el espíritu de lucha de la clase obrera, mediante la promoción, la organización y la dirección de la lucha de los trabajadores en todos sus aspectos; deben, en contraposición a la ideología burguesa, que mantiene subordinado al movimiento obrero por medio de la teoría de la identidad de intereses entre el capital y el trabajo, organizar todas las manifestaciones de la lucha de clases del proletariado, en todos los niveles, en torno a la idea de la necesidad del derrocamiento por la violencia del orden burgués, de la conquista del poder político por el proletariado, de la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y de la instauración del socialismo. La conquista del poder como finalidad última debe estar presente en todos los momentos de la lucha de la clase obrera y ésta debe desarrollar esa lucha, desde sus más modestas expresiones hasta sus formas más altas y radicales, precisamente con el fin de preparar las condiciones necesarias para lograr
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el objetivo final. Es decir, que el fin consciente de la lucha del proletariado debe ser la conquista del poder y que es tarea de los comunistas organizar y dirigir a la clase obrera en esta lucha. Los comunistas deben organizar y dirigir al proletariado en la lucha por sus necesidades e intereses propios; pero esta lucha no debe ser del tipo reformista y tradeunionista, sino revolucionaria, para lo cual deben reunirse las siguientes condiciones: a) debe estar encaminada a despertar, desarrollar y fortalecer el espíritu de lucha del proletariado; b) a dar conciencia al proletariado de su situación de clase explotada, de la naturaleza exacta del régimen burgués y de la necesidad de luchar incansablemente, en todas las formas, para derrocar el capitalismo; c) a unir al proletariado en torno a las ideas del socialismo científico; d) a desarrollar el espíritu de solidaridad de la clase obrera; e) a organizar de una manera más amplia (masiva) a la clase obrera para la lucha contra la burguesía, bajo la dirección de los comunistas y en derredor de los principios de la ideología proletaria; f) a satisfacer las necesidades e intereses inmediatos más urgentes del proletariado, pero no con la finalidad de “lograr el equilibrio de los factores de la producción” y supeditando, por tanto, la satisfacción de esas necesidades a los intereses del capital, sino con el objeto de mejorar la situación de la clase obrera sin tomar en cuenta para nada las necesidades e intereses de la burguesía, sino solamente las necesidades preeminentes del proletariado; la lucha en torno a los intereses inmediatos debe servir también para realizar las tareas enumeradas en los parágrafos precedentes: Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera.3
g) la lucha debe tener como resultado una organización más amplia del proletariado en torno a la dirección de los comunistas, una clarificación de su conciencia del objetivo final y de las formas de lucha necesarias para alcanzarla, un aumento de su combatividad y la preparación de todas las condiciones para el paso a una forma superior de lucha; h) en síntesis, para que la lucha del proletariado sea revolucionaria, debe llevarle, en cada una de sus etapas, al desarrollo y profundización de la 3
Marx, Carlos y Federic Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Op. cit. p. 31.
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conciencia de la necesidad de la subversión de la sociedad burguesa, de su papel como fuerza motriz dirigente de ese movimiento y de las condiciones indispensables para lograrlo; debe conducirlo también a un nivel de organización cada vez más elevado, hasta llegar al punto en que esté preparado para la insurrección armada y la conquista del poder. Los comunistas deben guiar al proletariado, según las circunstancias del caso, desde las formas más modestas de lucha hasta las más radicales, desde las etapas inferiores del movimiento hasta la cúspide del mismo. Para realizar las tareas planteadas, los comunistas deben aplicar creadoramente las tesis leninistas sobre la materia, las cuales, como hemos visto, tienen plena vigencia en la fase actual del desarrollo del capitalismo internacional. Para dar conciencia y organizar al proletariado bajo las condiciones anteriormente consignadas, es absolutamente necesario que exista un grupo de personas dedicadas exclusivamente a esa tarea, formado por los intelectuales pequeño burgueses proletarizados, los obreros intelectualizados y los obreros avanzados; este grupo debe proceder de y penetrar a todas las capas de la clase obrera con el fin de hacer propaganda, agitar y organizar al proletariado para la conquista del poder. Este grupo es el partido político del proletariado y tiene como objetivo fundamental llevar a la clase obrera al poder; por eso, su aspiración fundamental es la de formar el núcleo de su organización con la mayor cantidad posible de obreros revolucionarios. Marx y Engels determinaron que para cumplir con su objetivo histórico de crear una nueva sociedad en la que termine la explotación del hombre por el hombre, una sociedad socialista en la que los medios e instrumentos de producción pertenezcan a la colectividad y la producción sirva para enriquecer la vida de toda la sociedad y no la de un puñado de usurpadores, el proletariado debe conquistar el poder político, destruir el aparato estatal de la burguesía, instaurar la dictadura sobre la burguesía y las demás clases sociales, proscribir la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción e instaurar la propiedad social sobre los mismos. Tiene que hacer una revolución. La doctrina del marxismo, enriquecida en su desarrollo posterior por pensadores como Lenin y Stalin, establece que, para lograr esos objetivos, el proletariado debe constituirse en un partido político independiente, integrado por los obreros más conscientes y los intelectuales que abracen la causa de los trabajadores. Ese partido debe estar organizado de tal manera que pueda dirigir sistemáticamente la lucha de la clase obrera hasta llevarla a la conquista del poder. Para ello debe, de una manera científica, hacer pro-
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paganda y agitación entre los obreros y organizarlos con el objeto de darles conciencia de la naturaleza del régimen de explotación capitalista, de su situación dentro de este régimen y de la misión histórica que les corresponde; el objetivo de la propaganda y de la agitación es convertir a los obreros en luchadores conscientes por el socialismo, por eso, no sólo la denuncia del régimen es tarea del partido proletario, sino también la dirección de la lucha en todos sus niveles, económica y política, legal e ilegal, etc., y en todos los momentos de su desarrollo. El partido debe centrar sus mejores esfuerzos en la lucha contra los partidos y corrientes burgueses que mantienen al proletariado bajo la hegemonía de la ideología burguesa, para rescatar a los obreros de sus garras y llevarlos hacia el comunismo. El partido debe ser la vanguardia de la clase trabajadora y estar integrado por los obreros más activos y conscientes. Ellos encarnan las experiencias esenciales de la lucha de todo el proletariado. Basado en la teoría revolucionaria del marxismo y representando día tras día los intereses generales y permanentes de toda la clase, el partido personifica la unidad de los principio, de los deseos y de la acción revolucionaria del proletariado. Es una organización revolucionaria que se mantiene unida por una disciplina de hierro y las más estrictas reglas revolucionarias del centralismo democrático; alcanza esta posición por la conciencia de clase de la vanguardia del proletariado, por su devoción a la revolución, por su capacidad de mantener íntimo contacto con las masas proletarias y por lo correcto de su dirección política, la cual es delimitada y clarificada constantemente por la experiencia de las masas mismas. ¿De dónde se deriva la necesidad histórica de la formación de un partido de la clase obrera como condición inexcusable para que ésta pueda conquistar el poder e instaurar el socialismo? Evidentemente, de las mismas condiciones generales que en el capitalismo crean las premisas objetivas y subjetivas de la revolución proletaria; dejamos establecido que como requisito indispensable para la realización de la revolución proletaria es necesario sustituir la ideología y organización burguesas de la clase obrera por la ideología y organización revolucionarias; esto implica que la mayoría de la clase obrera tome conciencia de la naturaleza exacta del régimen capitalista, de la necesidad de su derrocamiento y de su papel como clase que debe subvertirlo y establecer su dictadura sobre las demás clases, instaurando el socialismo; significa también que el proletariado debe organizarse para llevar a cabo esas reivindicaciones. Para realizar todas estas tareas indispensables se requiere la elaboración de una teo-
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ría que desentrañe las particularidades del desarrollo del capitalismo y de la ideología burguesa en un determinado país, la estructuración de un programa de acción del proletariado que exprese sus reivindicaciones esenciales y trace la táctica y la estrategia para la conquista del poder y, por último, la actividad práctica que lleve esa teoría y ese programa a la clase obrera. Sólo un grupo de intelectuales y obreros, que actúen coordinadamente bajo una misma dirección, y logren penetrar en todas las capas de la clase obrera y fundirse con ella por medio de células de proletarios que realicen sistemáticamente una propaganda, agitación y organización masivas, es el que puede cumplir con los requisitos enumerados –si se toma en cuenta en cuenta que la ideología burguesa se posesiona hasta de las fibras más intimas de la conciencia del proletariado– y el que por tanto, a través de este proceso, debe llevar a la clase obrera la conciencia de la necesidad de la destrucción violenta del régimen burgués. Ese grupo es lo que en el lenguaje técnico de la revolución se llama “partido”. Desde otro punto de vista, la necesidad de la estructuración del partido se deriva del imperativo de la insurrección armada de la clase obrera como único medio para conquistar el poder: el proletariado, hemos dicho, sólo puede actuar por las determinaciones de su conciencia; la conciencia de la necesidad de la insurrección armada es la fase más alta del desarrollo de la conciencia proletaria; esto es así porque se trata de una insurrección armada específica, que tiene como finalidad la destrucción del régimen capitalista, la conquista del poder por el proletariado y la instauración del socialismo; obviamente, para que la conciencia de la necesidad de la insurrección armada esté dirigida a esos tres objetivos fundamentales, es preciso que previamente el proletariado adquiera la conciencia de los mismos y se organice en torno a ellos, lo cual sólo es posible, como lo hemos demostrado, a través de un partido revolucionario. En lo anterior han quedado establecidos los elementos teóricos del marxismo-leninismo respecto del partido revolucionario como instrumento indispensable para la realización de la revolución socialista en el mundo capitalista de hoy. En la parte que sigue se esbozarán las fases necesarias del proceso de formación de un partido revolucionario. Es evidente que no es posible crear el partido de un solo golpe, sino que su nacimiento debe rematar un proceso de gestación, más o menos prolongado, pero que inevitablemente debe comenzar con la formación de uno o varios grupos pre-partidarios. No menos evidente es el hecho de que la clase obrera no puede ser organizada y llevada a la conquista del poder de la noche a la mañana, sino que tiene que pasar por una escuela dura y forja-
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dora, en la que las primeras lecciones apenas si dejarán ver lo grandioso del resultado final, pero sin las cuales éste es inalcanzable; es decir, que junto a la etapa de grupos pre-partidarios debe haber, necesariamente, un período en que la actividad revolucionaria esté apenas sí en un estado larvario de desarrollo, donde las tareas fundamentales sean hacer propaganda entre las masas, crear sus organismos de base, etcétera, tareas éstas preparatorias la iniciación de la lucha franca contra la burguesía. Es obvia, entonces, la necesidad de formar un organismo pre-partidario que sea el germen de una organización cuantitativa y cualitativamente superior: el partido. Dos problemas se nos presentan ahora: ¿Cómo y con quién integrar este organismo?, y ¿qué tareas específicas debe desarrollar? Las personas que integren el grupo pre-partidario en su primera fase de formación serán fundamentalmente proletarios avanzados e intelectuales pequeño burgueses proletarizados; las personas que pasen a formar parte del organismo pre-partidario deben estar plenamente identificados con los principios fundamentales del marxismo-leninismo y ser conscientes de la irreducible oposición existente entre la corriente revolucionaria del movimiento comunista internacional y las desviaciones de derecha y de izquierda así como las teorías desviacionistas, presuntamente marxistas, de la pequeña burguesía. En el plano nacional deben haber comprendido y hecho suyos los principios relativos a la naturaleza del régimen económico existente en México (capitalismo), a su nacimiento y desarrollo, a la naturaleza de la etapa siguiente que está implícita en el capitalismo mexicano, a la táctica y estrategia revolucionarias. Integrado ese grupo debe abocarse a las siguientes tareas: A) Labor teórica sobre los problemas de la revolución mundial y de la revolución socialista en México, que comprenda los siguientes temas: 1) El capitalismo moderno. El imperialismo. 2) El movimiento obrero internacional. 3) El movimiento comunista internacional. Táctica y estrategia de la revolución mundial. El revisionismo y el oportunismo. La restauración del capitalismo en los antiguos países socialistas. 4) Régimen económico-político existente en México. 5) Desarrollo del movimiento obrero en México. 6) Desarrollo del movimiento comunista en México. Partidos revisionistas y oportunistas. La táctica y la estrategia de la revolución proletaria en México.
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Esta labor teórica debe tener como base insoslayable la reivindicación de los principios fundamentales del marxismo en cada uno de los campos anotados arriba. Sin realizar esto es prácticamente imposible encontrar el camino de la revolución mundial ni el de la revolución proletaria en México. B) Estudio del marxismo-leninismo. El contenido de este estudio, que debe ir íntimamente ligado con la labor teórica señalada en A), debe tener como finalidad principal la reivindicación de los principios del marxismoleninismo en todos sus aspectos —para lo cual se debe recurrir siempre a las fuentes originales del mismo— frente a los ataques que ha sufrido desde las diferentes posiciones ideológicas, principalmente de parte del revisionismo y del oportunismo. Comprenderá los siguientes aspectos: Bases filosóficas del marxismo-leninismo. Concepto de los clásicos acerca del capitalismo. Desarrollo creador de este concepto de parte de los grandes seguidores de Marx y Engels. Concepto de la lucha de clases. Los clásicos y sus trabajos acerca de las luchas de clases concretas. Las luchas de clases posteriores, hasta nuestros días. Papel del proletariado en la revolución socialista. Papel del partido revolucionario y su proceso de formación. Teoría del imperialismo. Teoría de la construcción del socialismo. C) Formulación del Programa para la revolución socialista en México. El fruto principal del cumplimiento de los puntos A) y B), será la estructuración de un Programa que guíe el proletariado mexicano hacia la conquista del poder y la instauración del socialismo. D) Labor de propaganda entre las capas superiores del proletariado, las capas de la intelectualidad potencialmente revolucionaria y los grupos cuya ideología es más cercana a la línea revolucionaria con la finalidad de combatir y derrotar sus posiciones erróneas, teóricas y prácticas, para tratar así de acercarlos a la doctrina revolucionaria; de esta manera se pueden obtener cuadros para enriquecer el núcleo pre-partidario y se puede lograr la orientación de vastos grupos hacia el desarrollo de la teoría y la práctica revolucionarias. E) Formación de cuadros obreros. Esta es una de las tareas más importantes del grupo pre-partidario, porque marca el tránsito hacia la fusión –una fusión primitiva si se quiere– entre la teoría del socialismo y el movimiento obrero. Estos cuadros obreros deben ser la banda de transmisión entre la organización prepartidaria y la clase obrera. Deben ser educados como verdaderos técnicos de la revolución. A ese efecto, se deberá realizar el siguiente programa: 1) En primer lugar, establecer una base firme en relación con los principios generales del marxismo leninismo.
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2) Estudio de los problemas fundamentales de la revolución mundial. 3) Estudio de los problemas de la revolución en México. 4) Estudio exhaustivo de las formas de trabajo revolucionario dentro de la clase obrera. (Qué hacer, III Internacional, Lenin, Stalin, etcétera) Estudio concienzudo de lo que son la propaganda, la agitación y la organización revolucionarias. F) Una vez que los cuadros obreros estén preparados teóricamente conforme al programa esbozado anteriormente, deberán pasar a la actividad práctica dirigida por el grupo pre-partidario el que formulará al efecto un programa general de propaganda, agitación y organización. En ese plan debe estar cuidadosamente determinado el contenido fundamental de las tres formas de lucha del proletariado: lucha política, lucha económica y lucha teórica. Los cuadros obreros deberán realizar, bajo la dirección del grupo pre-partidario, las siguientes tareas: 1) Formar células en las distintas factorías. 2) Realizar un estudio de los principales problemas económicos de los obreros de dichas factorías. 3) Formular un plan de denuncias políticas y económicas. 4) Formular un plan de trabajo de propaganda, agitación y organización. 5) Empezar el trabajo revolucionario dentro de la clase obrera.
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ELEMENTOS ESENCIALES pARA UN pROgRAMA dE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA EN MÉXICO
El núcleo de la doctrina marxista lo constituye la teoría de la naturaleza del régimen de producción capitalista y de su subversión por medio de la revolución proletaria. Las tesis desarrolladas a este respecto por los clásicos –que presidieron notables gestas revolucionarias en el pasado– han sido abandonadas por la totalidad de quienes se dicen sus continuadores y sustituidas por formas embozadas de la ideología burguesa. Los principios claros y sencillos del marxismo han sido deformados, tergiversado su sentido original. ¿Podría decirse, dadas estas circunstancias, que la doctrina primitiva del marxismo ha dejado de tener vigencia y que ahora es sólo una reliquia histórica o cuando mucho una curiosidad académica? Nada más lejos de la verdad. El régimen capitalista de producción a escala internacional tiene un proceso de vida que pasa por las fases de gestación, nacimiento, infancia y madurez. A lo largo del mismo sus características esenciales como tal régimen capitalista despliegan toda su potencialidad, hasta llegar al punto superior de su existencia. Por su parte, la teoría que es la expresión de la naturaleza esencial de ese régimen, es decir, el marxismo, nace durante la etapa propiamente infantil del capitalismo y crece paralelamente a éste, en una relación de mutuo engendramiento. El régimen capitalista genera, como su
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producto más, peculiar, la primitiva formulación de la teoría marxista y el primer movimiento revolucionario del proletariado; éstos, a su vez, con su desenvolvimiento, obligan al capitalismo a concentrar todas sus fuerzas y a impulsarse así hacia un estadio más elevado. Con la vitalidad adquirida, y en vista de que la doctrina revolucionaria no contempla las nuevas formas que éste tiene de manifestarse, el capitalismo logra derrotar y anular el movimiento y la ideología revolucionarios; la doctrina marxista es arrumbada en el sitio de los trastos viejos y en su lugar surge algún engendro que toma su nombre. El capitalismo se desarrolla vertiginosamente, tanto en intensidad como en extensión, bajo las nuevas condiciones existentes; de este venturoso progreso surge, con férrea necesidad, un nuevo ascenso de la teoría y el movimiento revolucionarios, los que rescatado las partes ya elaboradas de la doctrina y realizando el análisis de las nuevas formas que adopta la esencia del régimen capitalista, conducen la revolución hacia adelante. Y así sucesivamente, hasta llegar al punto en que, al haber madurado tanto el régimen capitalista internacional como la teoría y el movimiento revolucionarios, sea imposible volver atrás y quede a la orden del día la realización de la revolución mundial. El movimiento comunista internacional y, por tanto, la doctrina marxista, se encuentran en la actualidad en una etapa de recesión que se caracteriza por la sumisión del movimiento obrero de los países capitalistas (metropolitanos y coloniales) a los dictados de tal cual fracción de la burguesía, la paralización de la revolución socialista internacional, la regresión del socialismo que existía en los países de Europa oriental hacia formas capitalistas de organización y la deformación absoluta de los principios del marxismo. La causa fundamental de este retroceso de la revolución se encuentra en la nueva fase de desarrollo ascendente del capitalismo, la cual ocasionó un resurgimiento del revisionismo y del oportunismo, los que se apoderaron del movimiento comunista. Ese desarrollo ascendente del capitalismo ha perfeccionado y extendido geográficamente las premisas de la revolución socialista internacional, para cuya plena realización es necesario desembarazar al movimiento obrero de los obstáculos que representan el revisionismo y oportunismo modernos, reivindicar los principios del marxismo y aplicarlos creadoramente a las circunstancias actuales. En primer lugar, es necesario volver a las formulaciones clásicas de la teoría revolucionaria para encontrar en ellas la esencia de las tesis fundamentales del marxismo; después, se impone estudiar el desarrollo de ese
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contenido esencial y el de los fenómenos de los cuales constituye su reflejo teórico (régimen de producción capitalista, movimiento obrero y movimiento revolucionario), con el propósito de establecer las leyes de su evolución y determinar las características que adoptan en el presente. Todas las condiciones existentes en el capitalismo contemporáneo conducen a despertar la conciencia de la intelectualidad potencialmente revolucionaria, y la colocan ante la imperiosa necesidad de rescatar la doctrina marxista e insuflarle nueva vida. Esta reivindicación del marxismo-leninismo debe materializarse en un programa que guíe la acción de los revolucionarios, tanto en el plano nacional como en el internacional, en la conducción de la clase obrera a la conquista del poder político y a la instauración del socialismo ahí en donde existan las condiciones apropiadas para ello. Este trabajo es una contribución a la tarea de reivindicar el marxismo-leninismo con la finalidad de establecer el programa de la revolución socialista en México. I. Definición exacta e integral de la etapa que vive el mundo en la actualidad (después de la segunda guerra mundial) 1. El capitalismo se ha desarrollado vigorosamente tanto en extensión como en profundidad. 2. Ese desarrollo ascendente ha traído consigo: a) Un enorme incremento en la productividad del trabajo y en la acumulación, concentración, centralización e internacionalización del capital, lo que hace del capitalismo, bajo cualquiera de sus formas, el régimen económico fundamental del planeta. b) Maquinización creciente de la producción hasta abarcar también grandes sectores de la producción intelectual. c) Proletarización de grandes masas de trabajadores manuales e intelectuales anteriormente independientes. d) Incremento, bajo una forma nueva, de la pequeña producción manual, intelectual y artística, que da a la pequeña burguesía urbana su fisonomía definitiva como clase con intereses e ideología propios dentro de la sociedad capitalista. e) En las sociedades capitalistas altamente desarrolladas, pasada la época de la capitalización a toda costa, se establecen mecanismos que hacen más armónicas las relaciones entre el sector que produce bienes de
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producción y el que produce bienes de consumo, por lo que la producción masiva de bienes de consumo se convierte en una condición indispensable para el desarrollo venturoso del capitalismo. f) En las sociedades capitalistas menos desarrolladas, el impulso ascendente del capitalismo ha exigido que se desenvuelva fundamentalmente el sector I de la economía (el que produce medios de producción), y que en consecuencia se retrase el crecimiento del sector II. g) La depauperación del proletariado internacional ha avanzado inconmensurablemente, y presentando las nuevas características. En las sociedades capitalistas altamente desarrolladas la supeditación formal del trabajo al capital llega a su punto superior, en donde toda la vida del obrero es convertida en tiempo de trabajo y de consumo a disposición del capital. La clase obrera es reducida a una mera modalidad de existencia del capital. No sólo la producción creciente, sino también el consumo incesante y masivo, son condiciones indispensables del crecimiento venturoso del capitalismo. Estas condiciones aparentemente contradictorias se concilian cuando coinciden, como en las sociedades industriales, una maquinización e intensificación del trabajo crecientes y un nivel de vida que tiende a un ascenso constante (salario real que tiende hacia arriba). Igualmente, la supeditación formal del trabajo al capital avanza en el sentido de incorporar a capas más amplias de la población al trabajo asalariado; así sucede con los trabajadores intelectuales, que pasan a ser trabajadores asalariados al servicio del capital. La supeditación real del obrero al capital alcanza su punto culminante: la maquinización intensiva y extensiva de la producción (introducción de maquinaria cada vez más moderna y absorción de nuevos sectores como el trabajo intelectual), concentra en la máquina todas las potencias físicas y psíquicas (intelectuales) del obrero, las cuales anula y atrofia en el individuo, determina el perfeccionamiento del organismo y de los procesos orgánicos del obrero como apéndices de la máquina y de sus movimientos, desembocando en una sujeción y adaptación más decisivos del obrero a la máquina (todos los órganos y procesos orgánicos del individuo (físicos y psíquicos) se sujetan y se amoldan a los movimientos de la máquina, se convierten en las partes vivas de su mecanismo); el resultado de todo esto es la degeneración y atrofia progresivas del organismo (cuerpo y mente) de los trabajadores. La intensificación del trabajo, consecuencia necesaria de la maquinización, lleva hacia adelante la supeditación real del obrero al capital, pues se adecúan cada vez más perfectamente todos los movimientos del trabajador a los de la máquina, y se integran cada vez más
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estrechamente a ella. La degeneración y atrofia del organismo de los trabajadores avanza un trecho más en estas circunstancias. Se consuma definitivamente la separación del obrero de sus condiciones de vida y de trabajo, las que se concentran en el capital. A través del incremento del consumo se convierte a los productores de plusvalía en mecanismos a los que se sobrealimenta para obtener inmediatamente cantidades crecientes de trabajo excedente; en esta forma se somete el metabolismo de los trabajadores a un funcionamiento anormal que trastoca todos los procesos fisiológicos del cuerpo humano, y contribuye sustancialmente a la degeneración del mismo. La sobrealimentación, la maquinización e intensificación del trabajo se dan un mutuo impulso que desemboca en la completa dislocación de todos los procesos fundamentales del cuerpo humano. El consumo creciente y acelerado de bienes determina el funcionamiento constante y crecientemente acelerado, más allá de cualquier límite natural, de los órganos y procesos fisiológicos y psicológicos a través de los cuales se realiza la asimilación de los objetos exteriores, lo cual provoca la degeneración y trastrocamiento de todos los órganos y procesos del ser humano. La violencia física y moral y el despotismo que utilizaban los patrones para mantener la disciplina de los obreros en la fábrica, tienden a ser sustituidos por mecanismos y sistemas que hacen de la estancia en la fábrica y del trabajo dentro de la misma fuente de placer para los obreros; igualmente, por un método de remuneración que mantiene a los obreros interesados en el aumento constante de la productividad y que por tanto los hace responsables de la disciplina y organización del trabajo. En la sociedad capitalista desarrollada se completa el proceso de individualización de la vida de sus componentes; el mecanismo psicológico de desarrollo de las necesidades individuales y de su represión se hace más acentuado con lo que se provoca la degeneración, descomposición y atrofia de todos los órganos y procesos psíquicos del trabajador. En la sociedad “de consumo” la depauperación del proletariado adopta su forma más radical, conforme a la cual, y a través de la tendencia a la elevación constante del nivel de vida de los trabajadores, el régimen capitalista determina un proceso acelerado de desgaste, degeneración y descomposición de todos los órganos y funciones del organismo humano: la naturaleza biológica del hombre es destruida sistemáticamente en el proletariado por el capitalismo.
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Esta tendencia del capitalismo desarrollado genera en su interior y encuentra en su exterior fuerzas que la contrarrestan en cierta medida: 1) Reducción temporal más o menos drástica del nivel de vida de los trabajadores en los casos de ajuste entre los sectores fundamentales del capitalismo nacional e internacional; 2) Capas más o menos amplias de la población en las cuales no obra la tendencia a la elevación constante del nivel de vida (sobrepoblación relativa, grupos nacionales marginados, etcétera). Pero estas fuerzas a la vez que contrarrestan la tendencia preparan las premisas para un desarrollo más potente de la misma. En los países de menor desarrollo capitalista se presentan con toda su fuerza los procesos de despojo del productor directo, destrucción de las condiciones tradicionales de vida, producción y reproducción de los trabajadores directos, extensión inmoderada de la jornada de trabajo, reducción del salario, violencia física y moral para someter al trabajador a la disciplina del trabajo asalariado, conversión de toda la clase obrera en fuerza de trabajo a disposición del capital, maquinización del trabajo con las consecuencias que le son inherentes: divorcio entre el obrero y sus condiciones de trabajo, las cuales se convierten en propiedad del capital, transformación de los obreros en meros apéndices de la máquina, intensificación del trabajo, explosión demográfica, creación de una población relativa sobrante; todo esto con su secuela de desgaste geométricamente acelerado de la fuerza de trabajo, irreparable por alto que pueda ser el salario, extenuación de la fuerza de trabajo, hambre, insalubridad incremento de la morbilidad y de las muertes prematuras de los trabajadores. Estas condiciones de vida del proletariado internacional generan en esta clase social un profundo malestar, una frustración, insatisfacción e inquietud crecientes, una enorme tensión psíquica, un odio sordo y potente que son la base de una energía potencial del proletariado, presupuesto necesario de la energía motriz de un movimiento revolucionario. Sin embargo, esta energía potencial es empleada, paradójicamente, por el propio régimen capitalista para aherrojar al obrero a la fábrica y hacerlo consumir desenfrenadamente. 3) Con el desarrollo extensivo e intensivo del capitalismo a nivel mundial se han perfeccionado las premisas objetivas de la revolución socialista en todos los países capitalistas. 4) Ese desarrollo ascendente del capitalismo ha sido tan potente que ha perfeccionado hasta sus últimas consecuencias la dominación ideológica, política y organizativa de la burguesía sobre el proletariado internacional;
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ha dotado al proletariado de una ideología, una conciencia y una organización burguesas. 5) Ese perfeccionamiento de la dominación de la burguesía sobre el proletariado ha traído consigo: a) derrota absoluta de la ideología revolucionaria, la cual ha sido erradicada de las organizaciones de la clase obrera y de los grupos tradicionalmente más radicales de la intelectualidad pequeño burguesa, y sustituída, en parte por formas directas de la ideología burguesa y pequeño burguesa, y en parte por formas embozadas de la misma; b) profundo enraizamiento de la ideología burguesa bajo cualquiera de sus formas en el seno de la clase obrera y de los grupos de intelectualidad pequeño burguesa tradicionalmente más radicales. c) sometimiento total del movimiento obrero a la férrea dirección de la burguesía a través de cualquiera de sus fracciones; todo brote de descontento del proletariado surge de inmediato como la expresión de sus intereses burgueses y es dirigido por una fracción de la burguesía en contra de la otra; d) derrota absoluta del movimiento comunista de los países capitalistas; las organizaciones políticas del proletariado se convierten definitivamente en apéndices de la burguesía (partidos comunistas). 6) El desarrollo venturoso del capitalismo ha traído consigo la constitución de la pequeña burguesía urbana como una clase especial dentro de la sociedad burguesa con intereses e ideología propios, la que se ha rebelado, a su manera, en contra de la dominación de la burguesía, su hermana mayor; los resultados de esa lucha de la pequeña burguesía son: la revolución cubana que llevó a la pequeña burguesía urbana de Cuba al poder, el movimiento estudiantil de la década sesenta del siglo XX y el movimiento terrorista internacional. 7) El socialismo completa toda una fase de su proceso de vida cuando aplica la teoría de la conquista del poder, llevada a la práctica por la revolución bolchevique, a la constitución de un sistema de países socialistas en Europa oriental. 8) El establecimiento del capitalismo en las colonias generó un movimiento democrático burgués antiimperialista, cuyo resultado fundamental fue la constitución de un régimen típicamente capitalista en la mayoría de los países coloniales; estos entraron a un nuevo tipo de relaciones económicas y políticas con las metrópolis, el neocolonialismo. Como remate de este movimiento se llegó a la transformación de algunos países coloniales (China, Vietnam, etcétera), en países con un régimen nacionalista pequeño burgués.
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9) El sistema mundial del socialismo formado por los países socialistas de Europa oriental surge como resultado del movimiento del capitalismo; el socialismo, a su vez, al consolidarse, provoca un desarrollo más potente del capitalismo dentro de su campo de acción reducido. 10) De esta suerte se llega a un punto en el que el capitalismo ha adquirido en ese proceso reseñado una enorme potencia que lo impele a recobrar sus posiciones perdidas, en tanto que el socialismo ha llegado a la parte más alta de su primera fase de existencia, en donde la continuación de la construcción del socialismo bajo el cerco de un capitalismo en ascenso, crea subterráneamente las condiciones para una restauración del capitalismo. 11) Como producto de estas condiciones, el capitalismo es restablecido en la mayoría de los países socialistas, y se desintegra el sistema de países socialistas. 12) La teoría y la práctica de la lucha revolucionaria por la conquista del poder en los países capitalistas es abandonada por el momento, cuando todas las fuerzas de la revolución deben ser concentradas en los problemas teóricos y prácticos de la construcción del socialismo. En este campo abandonado ejerce toda su potencia de acción la tendencia del régimen capitalista en ascenso a la absoluta dominación de la burguesía sobre el proletariado; la teoría revolucionaria es desalojada de sus antiguas posiciones dentro de la clase obrera, el partido revolucionario es convertido en un partido burgués de oposición, el movimiento obrero se transforma en un apéndice de una de las fracciones de la burguesía y, por último, la teoría revolucionaria es desvirtuada, hasta darle una forma transfigurada de la ideología burguesa, el revisionismo. 13) El embate de la ideología burguesa, el desarrollo del revisionismo, la desintegración del sistema de países socialistas por la restauración capitalista que en la mayoría de ellos se da, obligan a la teoría revolucionaria a concentrar sus fuerzas para consolidar lo poco que queda de régimen socialista, a costa, desde luego, de abandonar aún más a la acción de la ideología burguesa las restantes partes ya desarrolladas de la ideología revolucionaria. 14) El régimen internacional del capitalismo esta formado por las siguientes partes: a) sistema de países capitalistas altamente desarrollados (imperialistas), en cuyo interior se da una división entre un país que se especializa en la producción de bienes de capital modernos y una moderna y compleja tecnología para el mercado internacional y que concentra en un poderoso sistema financiero la mayor parte de los recursos de capital-dinero del sistema, y las restantes naciones, que producen preferentemente
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bienes de capital más modestos y bienes de consumo sofisticados para ese mercado y que poseen sistemas financieros menos vigorosos. Las relaciones que se establecen entre ambas partes del sistema son de unidad (complementación) y lucha: las economías de estas dos partes del sistema se complementan por que una de ellas proporcione a la otra los medios de producción, la tecnología y el financiamiento modernos y ésta a su vez provee a la primera de otros bienes de capital más sencillos y de bienes de consumo; de esta suerte, al especializarse en la producción de cada uno de los bienes mencionados, los dos sectores del sistema se engendran mutuamente, y se elevan a una fase superior de su existencia; la lucha se entabla porque la acción del país de la industria pesada sobre los demás países produce en éstos un progreso de su industria productora de bienes de capital y de su sistema financiero, los que entran en competencia con los del primero, tanto en los mercados internos del sistema como en todo el mercado internacional, y porque los países productores de bienes de capital modestos y de bienes de consumo entran en competencia con la industria ligera del país líder del sistema, al cual acercan a la ruina, y lo obligan a darle el ímpetu necesario para enfrentarse a sus competidores; los países del polo opuesto, ante esta acometida, tienen que asimilar la nueva tecnología e impulsar sobre esa base superior sus industrias productoras de bienes de consumo y de capital, con lo que se inicia de nuevo el ciclo descrito; la lucha entre las dos partes del sistema es también, como se ve, un mutuo engendramiento. El resultado de este movimiento recíproco (que discurre a través de crisis) que estas dos partes se dan, es la expansión, sobre una base tecnológica cada vez más alta, de la industria productora de bienes de producción y de la industria productora de bienes de consumo a escala internacional y, por ende, el perfeccionamiento constante del régimen capitalista de producción. b) sistema neocolonial del imperialismo, integrado por un grupo de países capitalistas que forman mercado y campos de inversión para los productos y los capitales excedentes del sistema de países desarrollados y que son fuentes de materias primas, energéticos y productos alimenticios para esas mismas naciones. Las dos partes integrantes del sistema general del capitalismo (imperialismo), es decir, los países desarrollados y los países neocoloniales, tienen entre sí relaciones de unidad y lucha, a través de las cuales se engendran mutuamente. El capitalismo, al extenderse geográficamente más allá de los límites de Europa Occidental y Estados Unidos, generó el capitalismo en los países de la periferia, a los cuales convirtió en
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sus colonias; establecida esta estructura fundamental (las metrópolis como proveedores de capital y productos manufacturados para las colonias, y éstas a su vez de materias primas, energéticos y alimentos para las metrópolis), ambas partes se especializaron en sus funciones respectivas con lo que se dieron un poderoso empuje ascendente. La intrusión del capitalismo en las colonias da lugar al nacimiento de un capitalismo nacional que surge y se desarrolla con base en el capital extranjero; el capital nacional se enfrenta de inmediato a su progenitor, al que le disputa sus campos de acción, y logra primero la abolición del régimen feudal en las colonias, la salida de las tropas de ocupación y la nacionalización de la administración pública; posteriormente, el capitalismo nacional reivindica para sí la producción de las materias primas, energéticos y alimentos para el mercado metropolitano y la producción para el mercado interno de algunos bienes manufacturados; y, por último, demanda la utilización de esas materias primas, energéticos y alimentos, para su propio desarrollo capitalista. En cada una de estas fases el capitalismo de la metrópoli se ve obligado a reconcentrarse sobre sí mismo, por lo que pasa a una etapa superior de su existencia que se caracteriza por un gran adelanto de la tecnología moderna (por ejemplo, si el petróleo y el carbón son empleados definitivamente en la industria de las neocolonias, entonces las metrópolis se verán obligadas a desarrollar la tecnología para el aprovechamiento de la energía atómica y solar, lo que lleva al perfeccionamiento del capitalismo metropolitano) y alto financiamiento y complicada tecnología para las colonias; éstas, por su parte, tienden a convertirse en proveedoras de ciertos bienes manufacturados —cuya producción es incosteable para los países desarrollados— para surtir el mercado metropolitano. Estas dos partes del sistema general del capitalismo, al engendrarse mutuamente (a través de crisis), se dan un impulso que las lleva a etapas cada vez más altas del desarrollo capitalista. c) sistema de países del “socialismo pequeño burgués” (revisionismo). Está formado por un grupo de naciones en las que se estableció el socialismo, el cual posteriormente degeneró en una restauración sui géneris del capitalismo. En su interior se da una división que, guardadas todas las proporciones, tiene la misma naturaleza que la establecida entre los integrantes del sistema de países capitalistas desarrollados; es decir, que Rusia Soviética es, dentro del sistema del “socialismo pequeño burgués”, un país imperialista. Las relaciones de este sistema con el sistema general del capitalismo, que tienden a hacerse más amplias conforme se realiza la política de “coexistencia pacífica”, son de unidad y lucha. Ambos grupos de países forman el sistema mundial del
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capitalismo. Hay un proceso de creciente complementación por el cual el sistema de países capitalistas desarrollados transmite tecnología moderna y capital a los países del “socialismo pequeño burgués”, en los cuales foemta la forma sui generis del capitalismo que ahí existe; por su parte, estos países exportan al “mundo occidental” materias primas y bienes manufacturados. La lucha frontal entre estos dos sistemas se entabla en torno al sistema neocolonial; conforme más progresa el capitalismo restaurado en los países “socialistas pequeño burgueses”, más apremiante es su necesidad de contar también con neocolonias y más virulento es su ataque para arrebatárselas a los países capitalistas desarrollados. Las relaciones contradictorias entre estas dos partes integrantes del sistema mundial del capitalismo se resuelven en el perfeccionamiento de ambos, en la evolución progresiva del capitalismo internacional. Las relaciones entre las distintas partes del sistema mundial del capitalismo son, como ya vimos, de complementación y oposición. La lucha que entre ellas se entabla puede consistir en simples guerras comerciales que desembocan en crisis como la monetaria y la del petróleo, o en verdaderas guerras militares localizadas preferentemente en los países periféricos. Estos conflictos son enfrentamientos de las burguesías de los distintos sistemas capitalistas, es decir, luchas ínter burguesas a nivel internacional y tiene como resultados finales el adecuamiento mutuo de esos sistemas mencionados para el mejor logro de su común propósito fundamental: la explotación del proletariado internacional y, desde luego, la elevación del capitalismo mundial a un estadio superior. Existen conflictos entre las dos partes fundamentales del sistema de países desarrollados, entre este sistema y el sistema neocolonial y entre éstos y el sistema del “socialismo pequeño burgués”, el que también tiene contradicciones en su interior. A su vez, es ocioso decirlo, hay una lucha encarnizada entre los países componentes de cada uno de los sistemas y partes de sistema considerados. El sistema neocolonial es apoyado por los países del “socialismo pequeño burgués” en su contienda en contra del imperialismo burgués. 15) Los conflictos inter burgueses a nivel internacional se convierten necesariamente, como ya se vio, en crisis y guerras localizadas. La etapa del reparto del mundo entre los imperialistas burgueses mediante guerras que ineluctablemente desembocan en conflictos armados mundiales, ha sido temporalmente superada, y se ha pasado a un período en que las contradicciones entre los países capitalistas desarrollados, por agudas que sean, se resuelven pacíficamente; por otro lado, la lucha por una nueva división del mundo se ha establecido entre el imperialismo burgués y el
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imperialismo “socialista pequeño burgués”, la cual adopta la forma de guerras locales en las que no participa directamente ambos imperialismos, sino que emplean como peones a los propios pueblos neocoloniales (Medio Oriente, África, etcétera), las cuales no tienden a convertirse en un conflicto total entre los dos grupos. La capacidad del capitalismo moderno para asimilar las crisis es tan grande en los tiempos que corren que, a pesar de existir un estado de guerra sin solución de continuidad, ésta no ha desembocado en una guerra mundial. Las crisis y las guerras localizadas, que son movimientos de ajuste entre los sistemas del capitalismo mundial y entre las partes de cada sistema, no pueden llevar espontáneamente, por sí mismas, por grande que sea su extensión y violencia, a la revolución proletaria; mucho menos, desde luego, al “desplome” catastrófico de todo el sistema. La revolución proletaria se gesta en el seno de una crisis mayor, de la cual las perturbaciones señaladas anteriormente son sólo sus manifestaciones superficiales. El enorme crecimiento progresivo del capitalismo mundial provoca ineluctablemente la acelerada depauperación absoluta y relativa de la clase obrera mundial, y la conduce a extremos pavorosos, desconocidos anteriormente, en los que se da un proceso, irreversible dentro del régimen capitalista, de degeneración y descomposición del organismo humano. Esta profunda y terrible crisis es el verdadero motor interno de la revolución proletaria. Las otras crisis y guerras limitadas pueden ser aprovechadas como punto de partida para la revolución socialista, al ser convertidas en verdaderas guerras civiles, solamente cuando se hayan formado verdaderos partidos revolucionarios que realicen las labores teóricas y organizativas necesarias para derrotar al revisionismo y conducir a los obreros a la conquista del poder; mientras esto no suceda, aquellas perturbaciones seguirán existiendo sin que alteren para nada la dominación política de la burguesía. Una vez que la nueva fase de la revolución mundial se haya iniciado, la propia lucha revolucionaria de los trabajadores engendrará la crisis general del capitalismo que los llevará a la conquista del poder. 16) La revolución socialista es la fase siguiente del movimiento revolucionario internacional, es decir, tanto en los países metropolitanos, en los neocoloniales y en los de menor desarrollo capitalista como en los países anteriormente socialistas. Dada la estructura y las relaciones entre las diversas partes del sistema internacional del capitalismo, las condiciones existentes en los países neocoloniales y de menor desarrollo capitalista, en donde privan las formas primitivas de manifestarse la explotación capitalista, crean la posibilidad de que la revolución socialista se materialice primero en esos países. Es evidente, sin embargo, que la lucha
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revolucionaria puede y debe darse simultáneamente en todas las partes del sistema. II. Programa De todas las condiciones antes dadas surgen de manera clara las tareas que los revolucionarios deben desarrollar en el plano nacional e internacional. 1) Objetivo máximo (mediato): Conquista del poder político por el proletariado y su partido revolucionario en todos los países capitalistas de la tierra; instauración, desarrollo y consolidación del régimen socialista ahí en donde se vaya conquistando el poder; constitución de un sistema de países socialistas que sirva de base de apoyo a la revolución en los países que aún continúen bajo la férula del capitalismo. 2) Constitución de Partidos Revolucionarios formados con los obreros más avanzados y las capas superiores de la intelectualidad revolucionaria; su tarea consiste en rescatar a la clase obrera de la sujeción en que la mantienen los partidos revisionistas, pequeño burgueses y burgueses, y guiarla a la conquista del poder político y a la construcción del socialismo. 3) Para la formación de los nuevos partidos es imprescindible realizar previamente una gran labor teórica cuyos puntos cardinales sean: a) Reivindicación de los principios clásicos del marxismo-leninismo; b) Aplicación creadora del marxismo-leninismo a la solución de los principales problemas teóricos de la revolución mundial: • Naturaleza del capitalismo contemporáneo, • Desarrollo actual de la ley de la depauperación creciente de la clase obrera internacional, • Partes integrantes del régimen capitalista internacional y sus relaciones mutuas, • Dialéctica de las relaciones entre el capitalismo y la ideología burguesa por un lado, y el socialismo y la teoría revolucionaria por el otro; • Análisis exhaustivo de las causas de la restauración del capitalismo en los países anteriormente socialistas. La enorme importancia de esta labor teórica salta a la vista si consideramos que en la actualidad los principios clásicos del marxismo-leninismo han sido desvirtuados y sustituidos en todas partes por formas abiertas o embozadas de la ideología burguesa y que la revolución, enfrascada en las tareas superiores de la construcción del socialismo, no ha hecho nada para
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la reivindicación de aquellos; igualmente por lo que respecta a los problemas teóricos de la revolución mundial, se ha dejado el campo libre al revisionismo y ni siquiera ha sido planteada su resolución como tarea inmediata e imprescindible de los revolucionarios. Esta gigantesca labor teórica deberá desembocar en el esclarecimiento de todos los problemas actuales de la revolución mundial y, en consecuencia, en la determinación de una táctica y una estrategia para la misma, las cuales no existen actualmente. La tarea impostergable de los revolucionarios consiste precisamente en realizar esa gran labor teórica que hemos mencionado: sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria. Una vez que esa labor teórica rinda sus frutos y que estén unidas en un todo orgánico las tesis clásicas del marxismo-leninismo, la teoría de la construcción del socialismo y la táctica y la estrategia de la etapa actual de la revolución mundial, el movimiento comunista internacional recibirá el impulso decisivo que la llevará a realizar la revolución socialista internacional. III. La revolución socialista en México Naturaleza del régimen económico existente en México El régimen económico existente en México es el capitalismo. Su origen se remonta a la década del 60 del siglo pasado y quedó plenamente establecido a fines del mismo y principios del actual. La sociedad mexicana se ha dividido en dos clases fundamentales: la burguesía y el proletariado, y también está definitivamente constituida una clase intermedia tributaria de la burguesía, la pequeña burguesía urbana y rural. La riqueza social (tierras, fábricas, medios de vida etcétera), pertenecen en propiedad privada a la burguesía, en tanto que el proletariado sólo tiene para subsistir su fuerza de trabajo. La riqueza social propiedad de la burguesía se mantiene y se incrementa a través de la explotación del trabajo asalariado. La acumulación creciente de capital en un extremo presupone en el otro un desarrollo gigantesco de las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa y una depauperación progresiva de la clase de los trabajadores. La inserción de la economía mexicana en el capitalismo internacional se verifica a través del mecanismo de intercambio de alimentos, energéticos y materias primas por bienes de capital, tecnología, etcétera, lo que permite desarrollar su planta industrial.
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En su origen y en su desarrollo posterior el capitalismo mexicano ha tomado como punto de apoyo al capital extranjero, de tal forma que, conforme a las necesidades de su desenvolvimiento, abre las puertas a las inversiones extranjeras, al calor de las cuales crece la acumulación de capital nacional y se crean los recursos para nacionalizar las empresas extranjeras; después de cada ciclo completo de esta naturaleza el capital nacional ha alcanzado un punto superior de su existencia. La economía mexicana está formada por dos sectores: el sector I, que está integrado fundamentalmente por grandes empresas industriales y agrícolas que producen medios de producción y bienes de consumo de lujo, por el gran comercio interno y externo y por los grandes consorcios financieros; el sector II, que está formado principalmente por las empresas industriales y agrícolas que producen bienes de consumo necesario, por el mediano comercio, por grupos bancarios modestos y por la mediana y pequeña producción agrícola e industrial. La producción estatal se inscribe, según su naturaleza, en uno u otro sector. El desarrollo de cada uno de los dos sectores crea necesariamente los elementos de su propia negación y para el desarrollo del otro. Y el predominio de uno u otro sector económico determinan el imperio de uno u otro grupo burgués en la esfera política. El proletariado mexicano ha llegado a constituir la clase mayoritaria de la sociedad, y en sus condiciones de trabajo y de vida se expresan la explotación y depauperación geométricamente crecientes a que se ve sometido en el régimen capitalista nacional. El proletariado mexicano se encuentra bajo la completa dominación de la burguesía mexicana, pues ha sido dotado de una ideología y una organización burguesas; la actividad política del proletariado es férreamente dirigida y controlada por la propia burguesía mexicana. Los dos sectores de la economía mexicana se alternan en el ejercicio del poder económico y político, desde donde llevan adelante cada uno en su oportunidad y en contra del otro sus reivindicaciones especiales; una lucha encarnizada se produce entre ellos, a la cual arrastran a la pequeña burguesía y al proletariado como sus peones. El proletariado mexicano se mueve entre uno y otro sector de la burguesía, de los cuales adopta la ideología y la organización que cada uno de ellos le tiene destinados. En México los grupos y partidos que ayer y hoy se han denominado a sí mismos “marxistas”, “comunistas”, etcétera, han adoptado como ideología la misma que ha desarrollado el sector II de la economía mexicana, a la que sólo cubren con un ligero barniz marxista. Dichos grupos y partidos han
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formado siempre parte de la oposición legal al régimen, existente y jamás han logrado penetrar, aún con esa ideología deformada, más allá de las capas superficiales del proletariado mexicano. La pequeña burguesía, al constituirse como pequeña clase independiente, también ha formado su propia ideología y ha presentado sus propias reivindicaciones al régimen capitalista mexicano; en este movimiento ha tratado de arrastrar consigo al proletariado nacional, pero su empeño ha sido en vano pues este permanece férreamente adscrito a los dos sectores fundamentales de la burguesía mexicana. Los partidos llamados “marxistas”, “comunistas”, etcétera, encontraron en la pequeña burguesía su campo natural de acción y de hecho se han convertido en las organizaciones políticas de esta clase social. Sometido ideológica, organizativa y políticamente a la burguesía, el proletariado no desarrolla ningún tipo de lucha independiente, ya sea espontánea o consciente. Cualquier brote de descontento de la clase obrera surge inmediatamente como una manifestación de intereses burgueses. De estas circunstancias se infieren los puntos principales de un programa de la revolución socialista mexicana: a) Conquista del poder político por el proletariado mexicano, guiado por su partido revolucionario, a través del derrocamiento de la burguesía mexicana; construcción del régimen socialista en nuestro país. b) Sustitución de la ideología, la organización y la actividad políticas burguesas de la clase obrera mexicana por la ideología, la organización y las formas de luchas revolucionarias. c) Formación de un partido revolucionario que guíe a la clase obrera mexicana hacia los objetivos señalados. d) Determinación teórica de la naturaleza del régimen económico-político existente en nuestro país y de la táctica y la estrategia que se imponen para la consecución de aquellos objetivos.
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Introducción La determinación exacta de la naturaleza del régimen económico-político existente es un prerrequisito indispensable para la realización de la revolución proletaria en un país dado. La teoría general del régimen capitalista fue desarrollada por los clásicos del marxismo-leninismo, principalmente por Carlos Marx en su obra cumbre, El Capital. Por otra parte, los principios fundamentales de la táctica y la estrategia de la revolución proletaria también fueron establecidos por los grandes teóricos de la revolución, como el mismo Carlos Marx, Federico Engels, V. I. Lenin y J. Stalin principalmente. Pero dados una teoría general del régimen capitalista y los principios esenciales de la táctica y la estrategia revolucionarias, la realización de la revolución en un país exige el estudio de las particularidades que en ese lugar adopta el régimen capitalista para así poder aplicar a las condiciones ahí prevalecientes los principios generales de la lucha revolucionaria. Esa necesidad se comprende mejor si consideramos que una de las tareas fundamentales de la revolución en un país es sustituir la conciencia burguesa de la clase obrera por una conciencia revolucionaria, cuyo contenido esencial
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es el conocimiento exacto de la naturaleza del régimen que ahí existe y de las particularidades que adopta, siendo esa conciencia la base ineludible de la organización y de la lucha revolucionarias del proletariado. Es por eso que una tarea inexcusable de los revolucionarios es la labor teórica tendiente a establecer con la mayor exactitud las características esenciales del régimen económico-político existente. En nuestro país ninguno de los partidos que se dicen revolucionarios, es decir, aquellos que declaran su adhesión al marxismo-leninismo como guía teórico práctica de su actividad, ha realizado esa labor teórica y sí, por el contrario, han adoptado como propia la concepción que sobre el régimen económico mexicano sostienen una fracción de la burguesía y la pequeña burguesía mexicana. De ahí se desprende necesariamente que esos partidos no son verdaderamente revolucionarios, esto es, partidos de la clase de los trabajadores, sino partidos de la pequeña burguesía y de algunos sectores burgueses; en consecuencia, no guían al proletariado mexicano por el camino de la revolución sino que lo mantienen sujeto a la dominación de la burguesía, a los intereses de cuyas diferentes fracciones sirve. Conscientes de que el conocimiento exacto de la naturaleza del régimen económico político existente en nuestro país es una labor fundamental que constituye la base para el desarrollo de la lucha revolucionaria del proletariado mexicano y conscientes también de que esa tarea no puede ser obra de una persona o de un pequeño grupo sino de todos los revolucionarios del país, el grupo de marxista-leninistas que edita este Órgano Teórico somete a la discusión pública las tesis que en esta materia sostiene. Situación actual del capitalismo mexicano Naturaleza del capitalismo mexicano El régimen económico que actualmente existe en México es el capitalismo. Su desarrollo reciente ha ahondado la división de la sociedad mexicana en las dos clases sociales fundamentales. La burguesía, insignificante minoría de la población que es dueña absoluta de la mayor parte de los medios de producción y de vida existente en el país ha incrementado enormemente la riqueza social que monopoliza. El proletariado nacional, inmensa mayoría que no tiene en propiedad sino su fuerza de trabajo y cuyo número aumenta con los nuevos miembros provenientes de la proletarización de las capas medias y del crecimiento de la
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población, vio descender sus condiciones de vida hasta niveles inconcebibles. En el capitalismo mexicano ha quedado constituida definitivamente una clase intermedia tributaria de la burguesía: la pequeña burguesía urbana y rural. Producción de Plusvalía en México La existencia del capitalismo mexicano se basa en el hecho de que la clase obrera entrega a la burguesía, a cambio del salario, una cantidad de trabajo equivalente al valor de los medios de vida necesarios para su subsistencia y trabajo excedente del que se apropian los capitalistas sin retribución alguna. Esta plusvalía así obtenida acrecienta la riqueza de los propietarios de los medios e instrumentos de producción y de vida. El fundamento de la sociedad capitalista mexicana es la división de la jornada de trabajo de los obreros en dos partes, una, el tiempo de trabajo necesario, en el cual se repone el valor de los medios de vida necesarios del trabajador, y otra, el tiempo de trabajo excelente, en el cual se produce un valor excedente que se apropia el capitalista sin retribución. La condición indispensable para que el obrero obtenga sus medios de vida de parte de la burguesía es que proporcione a cambio una cantidad determinada de trabajo excedente, o, dicho de otro modo, su mera supervivencia física está condicionada fatalmente a la producción de plusvalía, al engrandecimiento de la riqueza del capital, que a su vez existe únicamente a condición de extraer constantemente trabajo excedente de la clase obrera. La sociedad capitalista mexicana tiene su base de sustentación en la esclavitud del trabajo asalariado. El único móvil de los capitalistas mexicanos es su hambre de trabajo excedente de la clase obrera nacional; ellos emplean dos métodos fundamentales para la absorción de cantidades crecientes de plusvalía: la extensión del tiempo de trabajo excedente (métodos de producción de plusvalía absoluta) y la reducción del tiempo de trabajo necesario por medio del incremento de la productividad del trabajo (métodos de producción de plusvalía relativa). Ambos expedientes utilizados por los capitalistas mexicanos son motivados única y exclusivamente por su apetito insaciable de riqueza. La producción de plusvalía absoluta Los capitalistas nacionales producen plusvalía absoluta por medio de la extensión de la jornada de trabajo. Existe entre los empresarios mexicanos
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una tendencia avasalladora a ampliar, aún por los medios más inverosímiles, la jornada del obrero con la finalidad de aumentar la masa de trabajo excedente que se apropian sin retribución; entre estos medios se cuenta, desde luego, el tiempo de trabajo extraordinario, aunque sea pagado en una proporción mayor que el trabajo ordinario. El alargamiento de la jornada de trabajo conduce al empobrecimiento del obrero, pues éste se ve privado del tiempo necesario para su desarrollo normal a través del ejercicio físico y moral. Al extenderse la jornada de trabajo se produce un desgaste mayor de la fuerza de trabajo que no puede ser repuesto con los medios de vida que el trabajador obtiene por su salario; la explotación inmoderada del trabajo a través de su extensión produce un déficit crónico del gasto de fuerza de trabajo en relación con su reconstitución, lo que se traduce en su rápida extenuación; debilitada en grado extremo, la fuerza de trabajo es fácil presa de múltiples enfermedades que llevan prematuramente a los obreros a la tumba. El hambre insaciable de los capitalistas mexicanos determina que las mujeres y los niños sean incorporados a la explotación del trabajo asalariado; de esta manera, se destruye la fuente de reproducción de la clase obrera, el hogar, al lanzar a las mujeres y los niños al trabajo capitalista, por lo que se contribuye así al agotamiento y aniquilación de la fuerza de trabajo. Se desintegra la familia obrera. El hambre insaciable de los empresarios mexicanos de trabajo excedente ha hecho desembocar los métodos de producción de plusvalía absoluta en la conversión de toda la vida del obrero y toda la fuerza de trabajo de la sociedad en tiempo y fuerza de trabajo a disposición del capital. La producción de plusvalía relativa La maquinización de la producción La producción de plusvalía relativa la realizan los capitalistas mexicanos a través del desarrollo de la producción maquinizada, con la cual dan un poderoso impulso a la productividad del trabajo. La maquinaria es el instrumento fundamental de que se vale la burguesía para extraer trabajo excedente a los obreros mexicanos; es, también, materialización del trabajo de los obreros que produjeron la materia prima de que está formada, de los técnicos, ingenieros, etcétera, que la diseñaron y de los trabajadores que la construyeron; la ciencia y la técnica, que son la
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palanca más poderosa para el funcionamiento y modernización de la maquinaria, son también materializaciones de la fuerza de trabajo de los trabajadores intelectuales que los producen; la maquinaria es una concentración de las facultades productivas de los obreros mexicanos, de las que han sido y siguen siendo despojados por el capital en un largo proceso histórico (en su orígenes la maquinaria se formó con la incorporación de las herramientas del trabajador, que constituían una extensión de su corporeidad, a un mecanismo que ahora realizaba las funciones productivas anteriormente efectuadas por el obrero; en la actualidad, todo progreso de la maquinización significa la anulación de la correspondiente facultad productiva en el trabajador, quien queda reducido a la calidad de simple fuerza abstracta de trabajo); el proceso de producción a base de grandes sistemas de maquinaria, la enorme capacidad productiva de la maquinaria, la aplicación de la técnica y de la ciencia al perfeccionamiento de la producción maquinizada, la organización y la dirección del trabajo social, no son posibles sino con la aplicación del trabajo cooperativo de los obreros, o, dicho de otro modo, son atributos del trabajo directamente socializado, de los que se apropia el capital. De esta suerte, la maquinaria es una acumulación de trabajo obrero exclusivamente y la productividad que surge del sistema de maquinaria y de su constante modernización es una facultad del trabajo social (del trabajo colectivo); el capital se apropia de ambos, mediante el despojo de ellos a los trabajadores mexicanos. El desarrollo de la industria maquinizada mexicana, es decir, la aplicación del trabajo excedente de los obreros mexicanos para ampliar y perfeccionar la planta industrial propiedad de los capitalistas nacionales, potencia todos los fenómenos mencionados anteriormente, y refuerza el proceso de despojo y anulación de las facultades físicas y mentales del obrero y de su acumulación bajo la propiedad del capital. La mayor productividad que la maquinización de la producción trae consigo da lugar –cuando se desplaza a las ramas que producen materias primas para alimentos– a un descenso del valor de la fuerza de trabajo y con ello del tiempo de trabajo necesario para que el obrero reproduzca ese valor; en consecuencia, crece el tiempo de trabajo excedente (plusvalía) que cada obrero proporciona al capitalista. La intensificación del trabajo Los capitalistas mexicanos también obtienen plusvalía relativa a través de la intensificación del trabajo de los obreros, la que consiste, simple y llana-
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mente, en ir amoldando los órganos, los movimientos de los órganos y los procesos orgánicos de los trabajadores a la estructura y movimientos de la maquinaria. En un mismo lapso de tiempo se despliega una mayor cantidad de trabajo y se produce más plusvalía. La producción maquinizada convierte al obrero en un apéndice de la máquina y la intensificación del trabajo remata concienzudamente este proceso. La intensificación del trabajo, al igual que su extensión, lleva a la extenuación y muerte prematura de la fuerza de trabajo, pues el trabajo más intenso da un desgaste mayor de la fuerza de trabajo que no puede ser repuesta por el salario. Consecuencias de la maquinización de la producción y de la intensificación del trabajo para la suerte de la clase obrera mexicana La producción maquinizada y su complemento necesario, la intensificación del trabajo, que son la esencia misma del capitalismo mexicano, traen consigo ineluctablemente la degeneración y atrofia del organismo de los trabajadores y organizan todas las funciones de los obreros como accesorias y complementarias de los mecanismos; todos los órganos del ser humano, todos sus procesos fundamentales, son cambiados de su destino natural humano hacia la función de apéndices de la máquina; de esta suerte, bajo la caricaturesca apariencia exterior de un ser humano, el organismo de los trabajadores mexicanos se encuentra en un estado en que todos sus órganos y procesos fisiológicos fundamentales, sus cuerpos y sus cerebros, han perdido las funciones naturales y están por tanto en franca descomposición; las funciones de los .órganos y procesos fundamentales del ser humano han sido transformadas por el capital, a través de la maquinización de la producción y de la intensificación del trabajo, en medios para obtener cantidades crecientes de plusvalía, con lo que se provoca su degeneración y atrofia progresivas –irreversibles dentro del régimen capitalista– en relación con su destino natural y un desgaste acelerado por el ritmo impetuoso que les impone el capital en su nuevo carácter. En su apetito desmedido de ganancia, los capitalistas mexicanos procuran economizar lo más posible los gastos que hacen en la adquisición, instalación y mantenimiento de los medios e instrumentos que emplean en la producción (edificios, maquinarias, instalaciones, etcétera); en este afán, realizan “un robo sistemático en perjuicio de las condiciones vitales del obrero durante el trabajo, robo de espacio, aire, luz y de medios personales de protección contra las circunstancias del proceso de producción peligrosas para la vida o insalubres”. (Marx, El Capital, tomo 1). Es por eso
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que año con año aumenta en nuestro país el número de accidentes fabriles y la incidencia de las enfermedades industriales, lo que se refleja en penosas enfermedades, graves lesiones, incapacidad o muerte que sufren millones de trabajadores anualmente; estos efectos son reforzados por la intensificación del trabajo, que al agobiar de trabajo al obrero y al incrementar su ritmo, provoca, con el agotamiento excesivo, el cansancio y el embotamiento de las facultades de los obreros, el incremento de los accidentes laborales. La producción maquinizada y la intensificación del trabajo obran sobre las formas de producción de plusvalía absoluta, y les da un nuevo impulso. La tendencia intrínseca del régimen capitalista a extender la jornada de trabajo más allá de cualquier límite natural, cobra una fuerza superior en estas circunstancias. Por otro lado, la producción maquinizada hace posible la concurrencia del trabajo femenil e infantil, la que aumenta la oferta de trabajo y con ella la cadena opresiva sobre el trabajador ocupado. La industria maquinizada mexicana, de acuerdo con sus necesidades atrae o repele a los trabajadores, y así les proporciona o les quita las bases de trabajo y de vida (una vida muy precaria, desde luego, como ya hemos visto) conforme a las alternativas de su desenvolvimiento, las que obedecen exclusivamente al hambre insaciable de los empresarios mexicanos de trabajo excedente y a la concurrencia entre ellos. La atracción y repulsión de obreros por la fábrica, característica esencial e inseparable del régimen capitalista de producción, no sólo envilece y degrada al obrero al someter incondicionalmente su voluntad y su vida al capital, no sólo crea la inseguridad constante en el trabajador acerca de la continuación de su existencia, puesto que ésta depende de las necesidades y por tanto de la voluntad del capital, sino que también, con los cambios súbitos de la ocupación se somete la salud física y mental del obrero a las torturas más espantosas, pues lo lanzan alternativamente de la inactividad absoluta y del hambre y las enfermedades ocasionados por la falta de alimentos, vestidos y techo que trae consigo el no trabajar para el capital, a la actividad exhaustiva que lleva al déficit constante de la fuerza de trabajo y que también produce hambre y enfermedades para el trabajador, cuando trabaja para el capital. Las formas de producción de plusvalía y las condiciones de vida del proletariado mexicano Las formas que emplean los capitalistas para absorber cantidades crecientes de plusvalía a los obreros mexicanos, además de basarse en y condicio-
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nal la esclavitud del trabajo asalariado, ocasionan la extenuación, enfermedad y muerte prematura de los obreros, así como la atrofia, degeneración y descomposición de su naturaleza humana (física y mental), mientras que en el otro polo generan la acumulación de riqueza –formada, en realidad, por todas las condiciones de trabajo y de vida de los obreros que les ha sustraído el capital– en manos de los capitalistas. Estas formas de producción de plusvalía sumen a los obreros en un abismo insondable de sufrimientos, penurias y enfermedades y los convierten en la negación absoluta de la naturaleza humana. La burguesía mexicana emplea concienzudamente la violencia física y moral para mantener sometido al proletariado a la esclavitud del trabajo asalariado. De todo lo anterior se desprende que el capital mexicano sólo puede vivir a costa de despojar de sus medios e instrumentos de producción al productor directo, de someterlo formal y realmente a su poder, de oprimirlo, tiranizarlo y esclavizarlo a través de la violencia física y moral más espantosa, de socavar sus condiciones de trabajo, reprimir y aniquilar sus facultades naturales (físicas y mentales), de provocar la descomposición y degeneración progresivas de su organismo y la conversión de sus órganos fundamentales, de medios para realizar sus funciones naturales, en instrumentos para arrancarle más plusvalía, de lo que resulta el trastocamiento de todos los procesos fundamentales de su organismo, de envilecerlo y degradarlo al anular su voluntad y de postrarlo en una situación interminable de miseria, hambre, enfermedades y muerte. Los capitalistas mexicanos, al igual que todos sus congéneres del globo, por mil subterfugios que se apoyan en la violencia física y moral, reducen cotidianamente el salario que pagan a los obreros muy por debajo del valor de su fuerza de trabajo; se presenta entonces un déficit entre el desgaste de la fuerza de trabajo y la diaria reposición de la misma que acarrea hambre, enfermedades, muerte prematura, etcétera, para los .trabajadores, efectos que se suman al proceso de depauperación que se caracteriza por la anulación de las capacidades físicas y mentales del obrero y por la degeneración y descomposición de sus órganos y procesos orgánicos fundamentales. La acumulación de capital; las formas de producción de plusvalía y las condiciones de vida de la clase obrera mexicana El capitalismo mexicano, movido por la codicia de obtener cantidades cada vez mayores de trabajo excedente de la clase obrera, se ve ante la imperiosa
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necesidad de ampliar constantemente la producción, para lo que tiene que invertir en cantidades adicionales de medios e instrumentos de producción, es decir, que debe agregar capital al que ya existe en funcionamiento. La creciente acumulación de capital en la economía mexicana (que eufemísticamente se denomina “crecimiento industrial”) exige la producción de cantidades masivas de plusvalía, lo que sólo se logra al poner en tensión los métodos convencionales de producción de plusvalía y forjar nuevas formas que se basan en ellos, de todo lo cual resulta la centuplicación de la opresión, esclavizamiento y explotación de la clase obrera. En su afán de obtener mayores recursos para acumular (invertir), el capitalismo mexicano reduce de una manera sistemática y general el salario de los obreros por debajo de su valor, medio por el cual convierte el fondo de consumo del obrero en fondo de acumulación del capital. Pero en este caso no se trata de la actitud cotidiana del capitalista individual que roba un poco del salario del obrero aquí y otro más allá, la que, como hemos dicho, constituye una tendencia intrínseca del capital, sino de una política general de los capitalistas impuesta también globalmente a toda la clase obrera mexicana, apoyada en la violencia física y moral del Estado burgués, que se logra al mantener fijos los salarios en un nivel determinado mientras se elevan los precios de los artículos de consumo obrero. De esta manera, la clase obrera en su conjunto es sometida, sistemática y conscientemente, a través de una política deliberada del régimen capitalista, a un proceso adicional de desgaste acelerado de su fuerza de trabajo que agrega sus efectos a los que resultan de la acción cotidiana del capital. La necesidad de acumular cantidades cada vez más grandes de capital, lo que requiere a su vez la producción de masas más voluminosas de plusvalía, lleva al régimen capitalista mexicano a organizar sistemáticamente la extensión de la jornada de trabajo de la clase obrera a través del desarrollo de los métodos de trabajo extraordinario. Al igual que en el caso anterior, no se trata de las pequeñas acciones cotidianas del capitalista para extender la jornada de sus obreros, sino de la política general que se aplica a toda la clase obrera, la cual deviene en un incremento adicional del desgaste de la fuerza de trabajo nacional, con el agudizamiento de las consecuencias ya señaladas para la salud y las condiciones de vida en general de los trabajadores. La acumulación acelerada de capital en el régimen capitalista mexicano exige que la maquinización de la producción sea también un proceso sistemático, dirigido por el Estado a través de una serie de políticas específicas de “industrialización”; en este caso, al igual que en los anteriores, no se trata
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de la acción de los capitalistas individuales que amplían sus instalaciones o introducen por sí mismos maquinaria más moderna en sus plantas, sino de una actividad concentrada, dirigida por el Estado burgués, que pone a disposición de todos los capitalistas todos los recursos de la naturaleza, la ciencia, la técnica, la economía, etcétera, con la finalidad de que la maquinización de la producción se desarrolle en gran escala. El crecimiento incontenible de la producción maquinizada bajo la dirección del Estado burgués hace más intenso el proceso de explotación de la clase obrera mexicana. Bajo el imperativo de acumular cantidades masivas de capital y acuciado por el acelerado desarrollo de la producción maquinizada, el régimen capitalista mexicano organiza en gran escala la intensificación del trabajo por medio de la aplicación de la ciencia y la técnica al análisis de los procesos productivos y de los tiempos y movimientos del trabajo humano con la finalidad de establecer los métodos más adecuados de incrementar su productividad. Aquí tampoco se trata de la acción de un capitalista individual, sino de la concentrada función del Estado burgués que diseña planes de productividad y adiestramiento de la mano de obra que benefician a todas las empresas capitalistas en general. Esta metódica y masiva intensificación del trabajo de toda la clase obrera mexicana da un impulso adicional al proceso de atrofia, degeneración y descomposición de todas las facultades humanas de los trabajadores. La acumulación vuelve más imperiosa la necesidad del capital de hacer mayores economías en el capital constante con el propósito de obtener así mayores fondos para acumular; se impulsa con más bríos el proceso por el cual se despoja al obrero de condiciones seguras y saludables de trabajo elevándose así el número de accidentes y la incidencia de enfermedades fabriles. La acumulación de capital y la composición orgánica del capital la formación de una superpoblación obrera de reserva. En algunos períodos del régimen capitalista mexicano la acumulación de capital se lleva a cabo sobre la base de un determinado nivel técnico conforme al cual se emplean medios e instrumentos de producción y trabajo vivo combinados en una proporción dada (composición técnica del capital), lo que se refleja en una cierta proporción entre el capital constante y el capital variable (composición orgánica del capital); en este caso, con la acumulación de capital aumenta el número de obreros ocupados y con ellos
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la cantidad de trabajo no retribuido que aquel se apropia. Los nuevos obreros son sometidos a las torturas de la producción maquinizada, que hemos resumido como la extenuación y muerte prematura de los trabajadores y la degeneración de sus cuerpos y de sus mentes, es decir, como su depauperación creciente. En algunas ocasiones el aumento de la acumulación ha traído aparejado, además, de la más alta demanda de obreros, un incremento en el salario real; un mayor salario, además de dejar intacta la esencia del régimen de explotación capitalista, tiene como antecedente y sirve de punto de apoyo a una elevación de la extensión, maquinización e intensificación del trabajo de tal magnitud que el desgaste de la fuerza trabajo se vuelve inconmensurable con cualquier aumento del salario, por alto que éste pueda ser. Con el aumento de la –demanda de trabajo y el alza de salarios que en algunas fases del desarrollo del capitalismo mexicano se presentan cuando se da la acumulación de capital sobre una base técnica determinada, la esencia de la explotación capitalista continúa viva y en pleno desarrollo, reforzada por la acumulación de capital. Tras una fase de acumulación de capital sin cambios en la composición orgánica viene necesariamente un período de acumulación que se caracteriza por la introducción de maquinaria más moderna en la producción; los nuevos capitales que se invierten en estas circunstancias emplean una cantidad cada vez menor de obreros en relación con un mismo volumen de capital constante y los viejos capitales, que al renovarse introducen los inventos y descubrimientos más modernos, desplazan cantidades acrecentadas de obreros al descender en ellos vertiginosamente la proporción entre capital constante y capital variable. De igual forma, el incremento de la extensión e intensificación del trabajo que esta forma de acumulación trae consigo, determina que a una misma cantidad de obreros y, por tanto, a un mismo capital variable, se le extraigan cantidades cada vez mayores de trabajo, con lo que la demanda de trabajo se hace independiente por completo de la demanda de obreros. Todas estas circunstancias, es decir, una demanda de obreros proveniente de las nuevas inversiones que desciende con una gran velocidad, una repulsión masiva de obreros por parte de los viejos capitales y una demanda de trabajo que se llena con cantidades constantemente decrecientes de obreros, dan como resultado que en el capitalismo mexicano se haya formado y se continúe acrecentando una sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva, con independencia del crecimiento natural de la población.
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Esa población sobrante vive en condiciones miserables y es el requisito indispensable para mantener el salario de los obreros ocupados en un nivel constantemente bajo y a ellos esclavizados por completo al capital; es, también, condición de existencia del régimen capitalista que, en súbitas expansiones y contracciones que le son consustanciales, necesita obreros. “disponibles” al momento. Sobre esta base, el régimen de producción capitalista somete el crecimiento natural de la población a sus necesidades prepotentes; en ciertas épocas de su existencia, cuando necesita crear una provisión de mano de obra prácticamente inagotable, promueve por todos los medios la multiplicación vertiginosa de la población; cuando ha creado una enorme masa de población adicional que le garantiza fuerza de trabajo suficiente por varias generaciones y en virtud de ese desmesurado crecimiento la población excesiva se convierte en un pesado fardo económico para el capital, pues a fin de cuentas, de una manera u otra, debe mantenerla con vida, establece políticas tendientes a reducir las tasas de crecimiento “natural” de la población. La explosión demográfica, provocada única y exclusivamente por el propio desenvolvimiento del régimen capitalista de producción, viene a sumar sus efectos a los de la superpoblación relativa que nace del proceso de acumulación de capital, lo que hace más intensa la explotación que se ejerce sobre la clase obrera mexicana. La acumulación de capital y la tasa de ganancia Durante las etapas en que la acumulación se basa en la introducción masiva de maquinaria moderna y nuevas técnicas de producción, el crecimiento más rápido del capital constante que del capital variable da como resultado –además de las consecuencias ya estudiadas– un descenso de la parte de la plusvalía que se apropia cada unidad de capital empleado, es decir, hace bajar la cuota de ganancia del capital. Como la ganancia ilimitada es el único móvil de los capitalistas mexicanos, entonces se hace imprescindible para ellos contener ese descenso y elevar de nuevo la cuota de ganancia; con esa finalidad desarrollan formas de producción y acumulación de plusvalía que, dada cierta productividad del trabajo, se basan fundamentalmente en la extensión e intensificación del trabajo y en la expansión, sobre un mismo nivel técnico, de la planta industrial del país. De esta manera, aumenta la plusvalía y crece la cuota de ganancia, con lo que se crean los medios para
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una posterior gran acumulación de capital que llevará ineluctable a un nuevo descenso de la cuota de ganancia. Los movimientos en la cuota de ganancia impelen fatalmente a los capitalistas mexicanos a acumular incesantemente en cantidades geométricamente crecientes, para lograr lo cual refuerzan los métodos de producción de plusvalía y provocan en consecuencia una aceleración del proceso de explotación y depauperación de los trabajadores mexicanos bajo las formas señaladas en los puntos anteriores. La acumulación de capital y los sectores fundamentales de la economía mexicana El régimen capitalista mexicano desarrolla desigualmente sus distintas ramas y sectores productivos. Primero crece una parte de la economía mexicana, y se concentran en ella enormes cantidades de capital; posteriormente la parte que ha quedado rezagada reclama para sí una porción de la riqueza acumulada y una mayor participación en la absorción de plusvalía. Este movimiento contradictorio entre las partes esenciales del capitalismo mexicano tiene lugar única y exclusivamente a costa de la clase obrera mexicana; en efecto, el progreso de uno u otro sector significa el aumento sin medida de todas las formas de explotación de la fuerza de trabajo, pues aquel se basa ineluctablemente en el perfeccionamiento de las formas de producción de plusvalía, las cuales ya vimos que tienen resultados nefastos para las condiciones de vida de la clase obrera. Si son las ramas que producen medios e instrumentos de producción las que crecen más que el resto de la economía, en este caso, además de que se crean en exceso los medios para la acumulación masiva de capital, cuyos efectos sobre la clase obrera ya conocemos suficientemente, se presenta necesariamente un descenso en la producción de las ramas que producen alimentos (agricultura, transformación de alimentos, etcétera), por lo que se da un déficit de los medios de vida necesarios para cubrir el capital variable desembolsado por los capitalistas, no se diga para llenar las necesidades de toda la población trabajadora. Este déficit añade sus efectos a la tendencia esencial del régimen capitalista a reducir constante y radicalmente el salario de los obreros, se hace más decisivo el proceso de desgaste inmoderado de su fuerza de trabajo y se reduce un tramo más el nivel de reconstitución de la misma.
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En algunas épocas del capitalismo mexicano crecen relativamente más las ramas que producen alimentos (aunque se conserva la desproporción intrínseca del régimen de producción capitalista conforme a la cual siempre es mayor el volumen de capital concentrado en la producción de medios de producción que el que existe en la órbita de la producción de bienes de consumo) y se producen así los medios de vida necesarios para cubrir el capital variable que los capitalistas han lanzado a la circulación y para dilatar en una enorme medida la producción, es decir, para acumular capital en grandes volúmenes, acumulación que tiene los efectos consabidos para las condiciones de vida de la clase obrera mexicana. Esta expansión de las ramas que producen alimentos permite reconstituir, en cierta medida, la fuerza de trabajo de los obreros mexicanos; se dan así las condiciones para que se intensifiquen las formas de producción de plusvalía (maquinización e intensificación del trabajo) y se obtengan de este modo volúmenes cuantiosos de plusvalía adicional. Para que cada sector de la economía mexicana se desarrolle ascendentemente es necesario que, tras un crecimiento del sector contrario, obtenga recursos suficientes para acumular; cuando esta situación se presenta, el sector que quiere impulsar su desenvolvimiento entra sin miramientos a saco en el fondo de consumo de la clase obrera, de donde retira los medios necesarios para la acumulación. Este movimiento de mutuo ajuste entre las dos partes del capitalismo mexicano se resuelve en una mayor vulneración de las condiciones de vida de los trabajadores. La ley general de la acumulación capitalista Al capitalismo mexicano es aplicable íntegramente la ley general de la acumulación capitalista, descubierta por Marx y expresada de la siguiente manera en el tomo I de El Capital: Veíamos en la sección cuarta al estudiar la producción de plusvalía relativa, que dentro del sistema capitalista todos los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se realizan a expensas del obrero individual: todos los medios enderezados al desarrollo de la producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso de trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrompen las condiciones en las cuales trabajan; lo someten, durante la ejecución de su trabajo al
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despotismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del capital, pero, todos los métodos de producción de plusvalía son al mismo tiempo métodos de acumulación y todos los progresos de la acumulación se convierten, a su vez, en medios de desarrollo de aquellos métodos. De donde se sigue que, a medida que se acumula el capital tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea alta o baja. Finalmente, la ley que mantiene siempre la superpoblación relativa o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen e intensidad de la acumulación mantiene al obrero encadenado al capital con grilletes más firmes que las cuñas de Vulcano con que Prometeo fue clavado a la roca. Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo e ignorancia y degradación moral.
Esta ley se ilustra claramente en la situación que viven actualmente el capital y el trabajo en México. En los últimos años la burguesía ha vivido un período orgiástico durante el cual creció desmesuradamente la fabulosa acumulación de riqueza que detenta. Por su parte, en el otro polo, en el proletariado nacional, se produjo una no menos voluminosa acumulación de miseria. La población creció desmesuradamente, el ejército industrial de reserva se incrementó en una gran medida y en la misma proporción se agravó la miseria de la clase trabajadora. La desnutrición crónica ha hecho presa de una parte considerable de la población mexicana. La salud física y mental de las grandes masas de población se deteriora constantemente. La falta de vivienda suficiente y el hacinamiento de la mayoría de la población en tugurios insalubres es una dramática realidad en la sociedad mexicana. Por último, los trabajadores ocupados, además de la torturante inseguridad en su trabajo, viven abrumados por los tormentos del trabajo fabril. El proletariado mexicano y la revolución socialista El proletariado mexicano se encuentra, conforme lo hemos visto, en una desesperada situación de esclavitud y de explotación inmoderada La existencia y desarrollo del capital son la causa única de las creciente miseria y esclavizamiento de la clase obrera mexicana. Toda la riqueza social detentada por la burguesía mexicana es fuerza de trabajo de la clase obrera que aquella se ha apropiado sin retribución; la fuerza productiva del trabajo social, de la maquinaria, de la ciencia y de la técnica, le fue sustraída al obrero
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mexicano por el capital, que de esta manera le sustrae sus facultades físicas y mentales, es decir, su naturaleza humana. El capital, por un lado despoja al proletariado de sus fuerzas esenciales, y las concentras en manos de la burguesía y, por el otro, con esas mismas fuerzas lo somete a un proceso de aniquilación de su naturaleza humana. De ahí entonces que el proletariado mexicano se vea, con la finalidad de recuperar su naturaleza humana y para impedir su completa aniquilación, en la imperiosa necesidad de reivindicar la propiedad de lo que le ha sido quitado a lo largo de múltiples generaciones por la burguesía: los medios e instrumentos de producción y de vida, la riqueza social. El proletariado debe entonces expropiar a la burguesía la riqueza que detenta y convertirla en su propiedad, está obligado a, por medio de una revolución violenta, derrocar el poder político de la burguesía, conquistar el poder político e instaurar la dictadura del proletariado. Pero al proletariado mexicano, además de estar sujeto a la explotación de la burguesía, se encuentra sometido por completo a su dominación ideológica y política. Esto significa que la burguesía mexicana dotó al proletariado nacional de una ideología burguesa, cuyo núcleo esencial consiste en presentar la naturaleza del capitalismo y la explotación de la clase obrera invertidos, es decir, como lo contrario de lo que aquí ha sido expuesto; igualmente, quiere decir que la burguesía le dio al proletariado nacional una organización burguesa, con lo cual lo mantiene maniatado, y su energía potencialmente revolucionaria dirigida hacia el perfeccionamiento del régimen capitalista mexicano y, en consecuencia, de la explotación de los trabajadores mexicanos. La ideología burguesa actúa directamente o a través de sus agentes revisionistas y oportunistas (como el llamado Partido Comunista Mexicano), los cuales, ya que representan a una fracción de la burguesía y a la pequeña burguesía, también encubren la verdadera naturaleza del capitalismo mexicano y de la explotación de que es objeto la clase obrera nacional y traban la potencial acción revolucionaria de la misma, pues sostienen como supuestamente revolucionarias la ideología y las reivindicaciones de una fracción de la burguesía y las de la pequeña burguesía. El proletariado mexicano está obligado históricamente a derrocar al régimen capitalista mexicano e instaurar su dictadura; para lograrlo deben ser sustituidas la ideología y la organización burguesa que hoy lo atenazan por una ideología y una organización revolucionarias que puedan guiarlo hacia la consecución de su destino histórico. Es por ello que los verdaderos comunistas mexicanos tienen como misión fundamental llevar al proleta-
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riado nacional, de una manera sistemática y continuada, la conciencia de la verdadera naturaleza del capitalismo mexicano, de la explotación de que dentro de ella son objeto y de su misión revolucionaria como sepultureros de este régimen, conciencia cuyos rasgos fundamentales se han esbozado en este artículo; deben también desarrollar la lucha de los obreros mexicanos con base en las demandas inmediatas y mediatas que se desprenden de su verdadera situación en el capitalismo mexicano, también ya señalada líneas arriba; y, por último, para alcanzar todos estos objetivos deben construir un partido revolucionario que dirija todo este proceso de manera organizada y sistemática.
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¡¡
proletarios de todos los países, uníos!!
Órgano Central de la Organización para la Construcción del PCM
AÑO 1
FEBRERO DE 1980 NO. 1
(m-l) 4.00 pESOS
ADELANTE EN LA CONSTRUCCIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA MARXISTA-LENINISTA Después de un largo período de lucha en todos los terrenos (ideológico, teórico, político y práctico) hemos tomado la decisión de romper definitivamente con la organización que indebidamente porta el nombre de “PC de M (m-l)” y constituir una nueva organización, la Organización para la Construcción del Partido Comunista de México (marxista-leninista). El “PC de M (m-l)” jamás logró superar la esencia misma de sus deficiencias, cuyas bases sentaron las organizaciones que lo constituyeron y quienes los dirigieron en cada una de las fases de su efímera existencia. Ello llevó que a la segunda mitad de 1979 se fuese sumiendo en un período de crisis interna de la que ya no habría de salir; período de fuerte disputa política e ideológica en sus filas mismas. Causa de ello ha sido la camarilla que componía el Secretariado Permanente, Sp, que impulsó una estructura orgánica revisionista contraria al centralismo de-
mocrático, que saboteó el trabajo, manteniendo a la organización en el sectarismo y llevando a la desorganización progresiva del trabajo y de las filas. El trabajo de esa organización se encontró en franco retroceso. El Órgano Central, Vanguardia Proletaria, dejó de aparecer desde septiembre de 1979. Todo esto producto de la actividad liquidacionalista del Sp. Esta situación llevó a que la actividad exterior, la lucha contra nuestros enemigos de clase, contra la burguesía, se viese paralizada. Y esto en un período en que la lucha de clases se agudiza, en que los ataques de la burguesía y del imperialismo contra la clase obrera y las masas trabajadoras se fortalecen, en que aumenta la explotación, la opresión y la represión y con ello la miseria. Todo esto llevó a que se verificase a partir de diciembre de 1979 un proceso de reorganización de las filas, proceso iniciado y llevado adelante por las bases mismas de la organización.
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En el transcurso de este proceso fue descubriéndose, una a una, todas las maniobras y mentiras del Sp, y desentrañándose la esencia misma de los errores que se han cometido. Al respecto hemos procedido con la mayor firmeza marxista-leninista, poniendo al descubierto todas las deficiencias de que se ha adolecido. El “PC de M (m-l)” se fundó el 4 de marzo de 1978 sufriendo de graves errores políticos y teóricos. Se partía de la tesis antimarxista de la dependencia, se define [la revolución] como “democrático-popular”, se sostenía la tesis revisionista de la lucha de dos líneas dentro del partido, etc., etc. Al “partido” lo fundaron tres organizaciones fuertemente influenciadas por el sectarismo y el maoísmo, reflejo del carácter pequeño burgués de los fundadores. A la fundación del “PC de M (m-l)” no le precedió una etapa de esclarecimiento político, de elaboración de la línea política, ni tampoco de [la] unificación de los marxistas-leninistas con objeto de crear un partido marxistaleninista único. Todo esto llevó a que desde su fundación, el “pC de M (m-l)” fuese escenario de diversas luchas fraccionalistas, cuyo resultado fue la expulsión de dos de las tres organizaciones que lo formaron. Los elementos restantes siguieron utilizando el mismo membrete. El CC, reducido a la mitad, eligió a un Sp política, teórica y prácticamente incapaz. Al sostener el “pC de M (m-l)” una serie de tesis tomadas de prestado de partidos m-l y que eran centro de la polémica a nivel mundial del movimiento comunista internacional, como la cuestión de la
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teoría de los tres mundos, toda una serie de comunistas ingresaron a la organización, con el deseo de luchar por construir el partido proletario. Y si bien desde principios de 1979 hasta mediados de ese año se pudo superar en cierta medida toda una serie de errores teóricos y políticos, el CC y el Sp demostraron su incapacidad de llevar a la organización por el camino del marxismoleninismo: • no desarrollaron un plan de trabajo para llevar a cabo la construcción sistemática y planificada del “partido”, dejando todo al espontaneísmo y llevando finalmente a la imposición de una estructura orgánica revisionista; • no dirigieron y no llevaron adelante el estudio sistemático del marxismo leninismo, ni la elaboración, sobre esta base, de la línea política y el programa, no dirigieron ni orientaron, interna ni externamente, la lucha ideológica; • lejos de impulsar y, promover la crítica de las bases, la ahogaron, ya sea tomando medidas administrativas o amenazando a los camaradas. Adoptar el nombre de “Partido Comunista” es relativamente fácil, serlo es otra cosa. Quienes sin serlo adoptan tal nombre, pueden engañar a algunos, mas no indefinidamente. El “PC de M (m-l)” ha sido y es más membrete que otra cosa. Su carácter es profundamente pequeño burgués. Y sin duda alguna jamás ha sido lo que siempre pretendió y anuncio con grandilocuente pompa: una organización marxista-leninista. Quienes han creado esa organización han abusado de un concepto que define hoy correctamente el tipo de partido que necesita el proletariado para vencer
en la revolución socialista: el Partido Comunista marxista-leninista. Al poner al descubierto los errores cometidos y deslindar con quienes dirigen esa organización, hemos sentado las bases para avanzar firmemente hacia nuestro objetivo inmediato: el de construir el verdadero partido marxista-leninista capaz de guiar a la clase obrera y a todos los demás trabajadores mexicanos hacia la toma del poder político, la destrucción del aparato estatal burgués, la implantación de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo y del comunismo. Nosotros sabemos perfectamente que aún nos encontramos frente a la tarea de crear el partido marxista-leninista proletario, que aún tenemos que avanzar mucho ideológica, política, teórica y prácticamente, que una de las más importantes tareas actuales es la unificación de todos los marxista-leninistas en una sola organización, en un solo partido que se guié por la doctrina del socialismo científico, por las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin, y que se arraigue profundamente en la clase obrera y en las masas trabajadoras. El proletariado internacional ha sufrido graves derrotas en la segunda mitad del presente siglo, con la degeneración revisionista de la URSS y de gran parte de los partidos obreros y comunistas en el mundo, con el engaño perpetrado por el revisionismo chino, por el pensamiento antimarxista de Mao Tsetung. Por ello es necesario, hoy más que nunca, proceder fiel a los principios del marxismo-leninismo, aplicándolo creadoramente a las condiciones concretas
que tenemos en nuestro país, venciendo el dogmatismo y el sectarismo. Esto es lo único que puede garantizar que ni el oportunismo ni el revisionismo logren jamás poner pie en nuestra organización revolucionaria marxistaleninista.
¡Romper con el oportunismo! En las conferencias realizadas el 6 y el 13 de enero [1980] se discutió ampliamente sobre la experiencia concreta de los militantes en el “pC de M (m-l)”. Los principales cargos contra la dirección de esa organización fueron resumidos en nueve puntos. Sin embargo cabe aquí señalar que la mayor parte de los cargos mencionados son consecuencia lógica del carácter pequeño burgués de los fundadores y de la dirección anterior y actual en su totalidad, quienes plasmaron ese carácter tanto en la raquítica línea política, como en su concepto organizativo y estilo de trabajo. Es decir que lo que ningún momento fue un partido marxista-leninista por ello mismo tampoco podía cumplir con las tareas que tendría frente a sí un verdadero partido marxista-leninista. En las conferencias se señaló claramente que el “pC de M (m-l)” había sido llevado por el CC, y en especial por el Sp, a su práctica liquidación, de la que es testigo la no aparición del Órgano Central Vanguardia Proletaria, Vp, desde septiembre de 1979 y la nula actividad política de la organización tanto en la lucha de clases cotidiana, como en lo referente a las actividades que deberían haber sido
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impulsadas en vista de los importantes aniversarios que se festejaban (como el “año de Stalin”, el 35 aniversario del triunfo de la lucha de liberación de Albania, el 60 aniversario tanto de la Komintern, como de su sección mexicana fundada en 1919, el Partido Comunista de México). A continuación publicamos el resumen de los nueve puntos mencionados: 1. Incapacidad teórica y política El Sp no fue capaz de aplicar los lineamientos m-l para construir sistemática y planificadamente el partido, ni de elaborar documentos tan fundamentales como la línea política, el programa máximo y el de acción, la línea sindical, etc. La orientación política ante los sucesos nacionales de gran importancia (elecciones, inflación, política económica capitalista, salarios, etc.) ha sido –cuando ha existido– de una superficialidad asombrosa, y fuera de esos planteamientos superficiales no se han dado directivas u orientaciones más concretas que sirvan verdaderamente al trabajo práctico de los militantes. 2. Espontaneísmo o falta de trabajo planificado Esa organización jamás ha contado con un plan que especifique el proceso de su construcción sistemática y planificada. Todo ha quedado al espontaneísmo. Así de fácil como se han planteado tareas –sin analizar previamente cómo resolverlas y menos aún si se está en condiciones de resolverlas– se les dejó caer, sin presentar explicación ni autocrítica seria y profunda al respecto. Víctimas de ese espontaneísmo anarquizante ha
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sido la prensa central, la regional del Valle de México, la propaganda, la presentación de documentos que además de erróneos, han quedado en el aire, la política de formación y destrucción de instancias, etc. 3. Sectarismo El “pC de M (m-l)” fue llevado al sectarismo, por lo que se encuentra aislado de las masas. El Sp no ha orientado a la organización para convertirla en un destacamento de lucha combativo, que se encuentre al frente de la lucha de clases. Además, no se ha concentrado el trabajo en el proletariado industrial, en el cual su influencia es prácticamente nula. 4. Inexistencia de un estudio sistemático del marxismo-leninismo El Sp jamás impulsó el estudio sistemático del marxismo-leninismo. El mismo Sp se ha caracterizado por un extraordinario desconocimiento del marxismoleninismo, pese a lo que se jacta de aplicarlo “creativamente a las condiciones concretas del país”, afirmación verdaderamente absurda ante los hechos. De allí que sea lógico que el Sp haya presentado documentos erróneos por su contenido y forma, apremiando además a las bases a que los discutan en un lapso insuficiente de tiempo. No se ha orientado la discusión del estudio del marxismoleninismo de modo alguno. La incapacidad política del Sp se ha manifestado claramente en la presentación de un proyecto de “declaración de principios” lleno de errores políticos ya superados. Tampoco allí se presentó un plan previo de estudio, una orientación sobre el
carácter y el objetivo de la declaración, etc. (Y como si esto fuera poco, se ha dado poco tiempo para discutir el documento. Pero la apremiación con que se presenta jamás ha correspondido a las necesidades reales. Hasta la fecha, la declaración de principios que “tenía que ser publicada a toda costa” en 1979, sigue sin aparecer. Le pasó lo mismo que al famoso por inexistente “Congreso de los jóvenes”). 5. Desinformación El Sp ha hecho de la desinformación, y no sólo de eso, si no también de la mentira, su política, con objeto de crear un mito sobre la supuesta fuerza y “magnífica situación” del “pC de M (m-l)”. Cuando las bases han pedido información, el Sp ha dejado pasar el tiempo, hasta que se resignan, o la proporciona de una manera tan superficial que resulta inútil. O bien la falsea. A falta de información, las instancias permanecen desorientadas y aisladas, incapaces de proceder a la acción conjunta, coordinada con otras fuerzas. O se cuentan cuentos chinos, acerca de las fuerzas que supuestamente tienen el “pC de M (m-l)”. Aún ante partidos y organizaciones hermanas o cercanas, el Sp he mentido extraordinariamente, manifestando que “el partido gasto un millón de pesos en la campaña contra la farsa electoral de 1979, que el Órgano Central, Vp, tiene un tiraje de 10 000 ejemplares” etc. Todo esto producto sólo de la fantasía del Sp. Falsear o inflar informaciones es el método predilecto del Sp para “lucirse” tanto nacional como internacionalmente.
6. El caudillismo y los feudos Todo esto lo viene a rematar la inexistencia del centralismo democrático. El Sp ha hecho de la organización su feudo. Ellos hacen y deshacen células a su gusto, sin consultar a los camaradas, destruyendo el trabajo de equipo que se logra después de muchos esfuerzos y tiempo. Ellos imponen en las instancias directivas intermedias a quienes ellos consideran “correcto”, siendo su criterio predilecto el de la incondicionalidad hacia ellos, y se oponen terminantemente a que sean las bases quienes elijan democráticamente sus órganos directivos, pese a existir las condiciones para ello. Es decir, se guían por el amiguismo, y no por los principios m-l para promover cuadros. Las instancias directivas intermedias que ellos forman resultan además de incapaces, a final de cuentas meras farsas. Pues siempre está ya sea un miembro del Sp o un incondicional de ellos con calidad de “veto”. 7. Hostilidad ante la crítica de las bases Claro que todo esto ocasiona la crítica justificada de las bases. Pero ante ello, el Sp contesta utilizando su poder orgánico “resolviendo” el asunto de manera administrativa. Células “rebeldes”, que expresan justas críticas, se ven disueltas, o al camarada o camaradas que ellos consideran los promotores de esas críticas ellos los amenazan, los aíslan, los organizan en otra instancia. De esas maneras las células no logran llevar a cabo un trabajo continuo, de equipo. En todo momento arriesgan ser desbaratadas, y los camaradas tienen
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que acostumbrarse a una nueva instancia, nueva dinámica, etc., donde la posibilidad de la crítica se desvanece por un buen tiempo. Camaradas especialmente “molestos” eran aislados por completo. No se les asignaba instancia alguna hasta que “escarmentaran”. 8. El caso del secretario general En todo esto recae especial responsabilidad en el secretario general, que ha hecho del “maniobreo” su declarada política. Él se ha destacado por su caudillismo, incumplimiento, falta de seriedad, grandilocuencia, etc. Ante estas críticas, el Sp ha optado por defenderlo, diciendo que él es el “mejor camarada”, un “destacado dirigente del movimiento comunista internacional”, un “abnegado comunista”, etc., lo que no hace sino demostrar la concepción que el Sp tiene del comunista, lo cual no hace sino desvirtuar al marxismo-leninismo y la concepción del verdadero militante comunista. 9. Falta de una comisión central de control Que el “pC de M (m-l)” haya llegado a tal extremo de desorganización y dispersión, causada por el Sp, que se ha convertido en una camarilla caudillista, demuestra una vez más la imperiosa necesidad de contar con un órgano de control, como fue impulsado en los partidos comunistas en tiempos de la Komitern, y actualmente por los partidos hermanos. Ante el dominio absoluto de un ínfimo grupúsculo oportunista al interior de esa organización, el mal manejo de las finanzas, de la política de recluta-
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miento, de las críticas, etc., es un mal no erradicable. Conclusiones Si bien aquí hemos resumido los puntos de mayor importancia, estos nos obligan a sacar conclusiones terminantes. El “pC de M (m-l)” se encuentra en una, grave situación de desorganización y dispersión. Su dirección, incapaz política, teórica y organizativamente, además de adolecer de todas las características antileleninistas antes mencionadas, es incapaz de sacar a esa organización de la situación en que se encuentra. A ello se suma la inexistencia del centralismo democrático, que hace imposible la lucha por la superación de la crisis actual manteniendo los cauces organizativos creados por el Sp. Ante esa situación y el descontento de las bases, el Sp se ha puesto “activo”. Aprovechando las vacaciones navideñas ha “intensificado” su trabajo. Ha hablado con todas las bases, queriendo imponer lo que ellos entienden bajo “disciplina partidaria”. Al lloverles las críticas han “recapacitado” y elaborado una “autocrítica” en la que aceptan haber cometido “algunos” errores graves. Pero esa “autocrítica”, al igual que todos los documentos del Sp, es superficial y no toca la esencia de los problemas. Ahora que se les derrumba su reinado prometen mejorar. Mas los conocemos bien, y sabemos que su palabra, sus promesas y buenos propósitos, son más efímeros que las promesas del pRI. Han llevado a la organización al pantano, pero prometen rectificar y llevarla a otro lugar más “bo-
nito”, pero igual de pantanoso. Pero no señores. Váyanse ustedes al pantano que quieran. Es más, ese es el lugar al que pertenecen. Pero nosotros hemos decidido salir definitivamente de él. Deslindar con quienes han hecho del “pC de M (m-l)”, un fracaso implica redoblar nuestros esfuerzos, retomar el trabajo que hemos venido realizando desde hace años y avanzar organizadamente de manera planificada y sistemática en la tarea de construir el partido marxistaleninista. Nuestra Organización para la Construcción del PCM (m-l) es nueva por su forma, pero cuenta con una gran experiencia por su contenido, como continuación no sólo de la tradición comunista y revolucionaria mexicana, sino también internacional. El imperativo es dotar a nuestra organización de la firmeza ideológica, política y organizativa necesaria para poder afrontar exitosamente las grandes tareas que representa la construcción de un auténtico partido marxista leninista. Y no nos cabe la menor duda de que lo lograremos.
Análisis del desarrollo del PC de M (m-l) 1. Retrospectiva histórica Para comprender el problema en toda su amplitud, es necesario ubicarlo históricamente. Si bien el movimiento comunista tiene un grandioso pasado lleno de enseñanzas y victorias, las graves derrotas sufridas a mediados del presente siglo, con el avance del oportunismo y del revisionismo, con la degeneración de casi todos los países socialistas a excep-
ción de Albania, y de la inmensa mayoría de los partidos obreros y comunistas, pusieron al proletariado internacional ante tareas de una magnitud y dificultad sin precedentes. El revisionismo tiene una larga historia en México. El partido revolucionario de la clase obrera, el pCM, ya fue fundado en 1919, desarrollándose positivamente hasta principio de los años 30, aunque cometiendo serios errores, hasta convertirse más tarde en un partido oportunista que marchaba a la cola de la burguesía. Sin embargo, en el pCM confluyeron en ese período las más importantes fuerzas revolucionarias del país. La debilidad ideológica, política y teórica del partido, su incapacidad de aplicar correctamente el marxismo-leninismo a las condiciones concretas de México, su insuficiente ligazón con la clase obrera y las masas populares permitieron que el partido se hundiese definitivamente en el revisionismo, convirtiéndose en una auténtica agencia de la burguesía en el movimiento obrero. Esto significó una grave derrota para el proletariado mexicano. La degeneración revisionista definitiva del pCM coincidió finalmente con la degeneración revisionista del pCUS tras la muerte de Stalin, y de toda una serie de partidos en el poder, y con la escisión del movimiento comunista internacional. Por primera vez en la historia, el revisionismo moderno contaba con bases orgánicas tan enormes. Las concepciones del revisionismo moderno fueron adoptando formas cada vez más contrarrevolucionarias. En el movimiento obrero y comunista cundió la confusión y desorientación.
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Claro que el pTA y marxista-leninistas en todo el mundo lucharon enérgicamente contra el revisionismo moderno, jugando sobre todo el pTA un grandioso papel en este combate, al ayudar a los marxista-leninistas en todo el mundo a adquirir claridad sobre la nueva situación y a luchar por crear nuevos partidos marxista-leninistas, que hoy integran el nuevo y vigoroso movimiento comunista internacional. Pero la influencia encubierta del revisionismo chino, que se presentaba como fuerza supuestamente marxista-leninista, logró aumentar más la confusión, ganar influencia, y, hasta cierto punto, sabotear de hecho la recuperación y el avance del movimiento comunista internacional, sobre todo mediante la propagación del pensamiento antimarxista de Mao Tsetung. Paralelamente se caía en muchos países, entre ellos México, en el sectarismo. En México las principales causas de esto fueron las siguientes: 1. Se caía en el radicalismo “izquierdista” al esforzarse por contrarrestar el revisionismo de derecha del pCUS y del pCM. 2. Los dirigentes y militantes de las diversas organizaciones que se decían comunistas o marxista-leninistas provenían principalmente de la pequeña burguesía e intelectualidad, dotando al movimiento de su carácter de clase pequeño burguesa. 3. El nivel teórico de los dirigentes y militantes era por lo general muy bajo. Cundia el dogmatismo, el doctrinarismo y el eclecticismo. 4. Ante tal situación, el maoísmo encontró suelo favorable en México,
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como supuesta alternativa frente al desarrollo en la URSS, aprovechando el prestigio del mito de la revolución en China. 5. Además, el pCCH practicó todo ese tiempo, y lo sigue haciendo hasta la fecha, una política de ingerencia, de chantaje y dominio de las organizaciones revolucionarias, a las que mantenían divididas y sectarizadas. Las consecuencias de esto fueron muy nocivas para el movimiento comunista en México: 6. Se comenzó a aplicar esquemáticamente, entre otros el modelo de la revolución china a México. 7. Sin existir análisis marxista-leninista de la realidad nacional, se hablaba de una etapa intermedia [democráticapopular], previa a la revolución socialista. 8. Se desarrolló una particular “línea de masas” (populismo), como negación y contraposición a la concepción leninista del partido. 9. La concepción sobre la formación del partido condenaba al movimiento al sectarismo, al grupismo, a la no formación del partido marxistaleninista. En todo este período se crearon numerosas organizaciones más o menos importantes que decían querer construir el partido. Pero así pasaron más de 20 años en que se hablaba de ello sin que se avanzase hacia ese objetivo. Sin embargo, en la segunda mitad de la década de los 70, se fue cristalizando una importante corriente que fue adquiriendo conciencia cada vez más clara de la necesidad de concentrar las fuerzas para construir un verdadero partido
marxista-leninista. Sin embargo, el espíritu grupista prevalecía, y se tenía que luchar aún contra muchas concepciones erróneas sobre el partido y el proceso de su construcción. 2. La fundación del “PC de M ( m-l)” La lucha contra el revisionismo chino, contra la teoría de los “tres mundos”, el conocimiento de la línea política del pTA, la polémica entre éste y el pCCH, llevaron al movimiento comunista mexicano a adquirir claridad sobre ciertas cuestiones de principio. Esto y la coincidencia coyuntural en planteamientos políticos, llevaron a la fusión de tres organizaciones que el 4 de marzo de 1978 fundaron el mal llamado “pC de M (m-l)”. Algunos creyeron que la fundación del “pC de M (m-l)” significó un importante paso adelante en el proceso de construcción del partido proletario. Ciertos planteamientos de esa organización coincidían con los planteamientos del movimiento comunista internacional, al señalar, aunque fuese superficialmente, el carácter reaccionario de la teoría de los tres mundos, el carácter chovinista y revisionista de la dirección china, y al defender a Albania socialista, bastión del proletariado internacional. El “pC de M (m-l)” hacia un llamado a todas las fuerzas marxista-leninistas a integrarse a sus filas, a apoyar su construcción, a “luchar en su interior por fortalecerlo y depurarlo”. Muchos comunistas y revolucionarios vieron la fundación del “pC de M (m-l)” con simpatía, abrigando la esperanza de que el proletariado mexicano hubiese sido provisto realmente de su vanguar-
dia revolucionaria capaz de guiarlo en la lucha de clases hacia el socialismo. 3. Deficiencias y errores Pero la fundación del “pC de M (m-l)” adoleció de toda una serie de graves errores y deficiencias. Esa organización distaba mucho de haber unido en su seno a la mayor parte de los comunistas mexicanos. No se había hecho un trabajo previo político, ideológico y teórico; no se había hecho un intensivo trabajo para reclutar a todos los comunistas mexicanos para que participasen activamente en la fundación y construcción del partido. Sin embargo, esta deficiencia podría haberse superado más tarde, con una correcta política de alianzas y reclutamiento. Lo que si perjudicaba el trabajo de construcción de esa organización fueron esencialmente cuatro cuestiones: • Existía en realidad una concepción incorrecta, antileninista, acerca de la construcción del partido. • Su línea política, poco desarrollada, adolecía de serios errores. • En esa organización se encontraba un importante número de elementos antiproletarios, oportunistas, repudiados por el movimiento obrero revolucionario. • Persistían el grupismo, el caudillismo, la tendencia a invalidar el centralismo democrático. Veamos de manera general estas cuestiones. La incorrecta concepción acerca de la construcción del partido ya se ha manifestado desde su fundación, cuando se crearon las famosas “pre-células”, don-
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de los militantes debían “demostrar” previamente si eran “dignos” o no de entrar a la organización. Los primeros estatutos atentaban contra principios marxista-leninistas. Su concepción ultra izquierdista, sectaria, se reflejaba en el mito de la “ilegalidad” de la organización, la cual permanecía escondida, como se decía en el manifiesto del 1 de mayo de 1979, “en las catacumbas de la precaución izquierdista”, sin aprovechar en lo más mínimo las posibilidades legales y semilegales existentes. Ahora bien el Sp desarrolló una particular concepción del centralismo democrático. Según ésta, las bases solo pueden elegir su dirección local o regional como y cuando quiere el Sp. Claro que hasta ahora nunca ha querido. Esto ha llevado que aun cuando existían todas las condiciones para que al menos las bases eligiesen sus direcciones regionales, éstas más bien fuesen puestas arbitrariamente por el Sp. En lo que toca a la construcción ideológica de la organización, es obvia la concepción incorrecta del Sp. Donde más gravemente se ha manifestado, es en el tratamiento del OC y de la comisión central de prensa. El periódico es el más importante instrumento de un partido marxista-leninista, como agitador, propagandista y organizador colectivo. Es por ello que siempre debe encontrarse en manos del comité central. Ahora bien, la historia del órgano central del “pC de M (m-l)” muestra una concepción contraria. Los primeros 7 números del OC fueron editados por 3 diferentes comisiones centrales de prensa. La cuarta, que comenzó a funcionar a partir del Nº 8 del OC, estuvo constituida por elemen-
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tos de nuevo ingreso fuera del CC. El fra4" p =Fd F =F*a¸ Fm F p " 4p " " la separación entre los […] organizativos y la comisión central de prensa. Los primeros estaban en manos de un SP incapaz, la segunda en manos de camaradas nuevos. El Sp jamás pudo organizar las finanzas. Finalmente acabo saboteando la edición del periódico. No es si no hasta ahora que el Sp se propone “tomar la comisión central de prensa” en sus manos. En fin, el CC no se ha molestado en elaborar un plan general de trabajo para llevar a cabo la construcción sistemática y planificada de la organización. Todo ha quedado al espontaneísmo, a la improvisación. Esto se ha manifestado gravemente en lo que toca a la discusión interna. Cuando se luchaba contra el pensamiento antimarxista de Mao Tsetung, el SP no elaboró un estudio para ayudar a las bases a comprender el problema. Sobre lo que otros partidos han llevado acabo una campaña de más de un año, aquí se solucionó con dos artículos superficiales, uno en un Boletín interno Nº 4, otro en el OC Nº 9 y de estos sólo uno fue obra del Sp. Cuando el CC se convenció de que la consigna de la revolución democrática popular era incorrecta, cambio la consigna de golpe, sin llevar a cabo previamente una campaña de orientación de las bases. Hasta la fecha el Sp ha quedando debiendo una justificación científica de la etapa de la revolución en México. 4. La situación real de lo que se hace llamar “PC de M (m-l)” Desde que surgió el “pC de M (m-l)” pretendiendo presentarse como el verdade-
ro partido proletario m-l, la mayor parte de los comunistas se mostraron muy escépticos, poniendo en duda con toda la razón que esa fuese una organización capaz de lograr ponerse a la cabeza de la lucha del proletariado y del pueblo trabajador, para guiarlos en los combates clasistas hasta la instauración de la dictadura del proletariado, la construcción del socialismo y del comunismo. Y no era para menos. Como dijimos más arriba, el proletariado en la mayor parte de los países se ha visto traicionado, ha visto degenerar a sus antiguas organizaciones de combate que se han convertido en organizaciones de la burguesía en el seno del movimiento obrero. Y ya han surgido tantas organizaciones que han dicho ser “la vanguardia”, los “auténticos”, los “verdaderos revolucionarios” etc., sin que esto haya sido cierto. El “pC de M (m-l)” no se diferenció sustancialmente de otras tantas organizaciones que con la misma pretensión han surgido en las ultimas décadas. No sólo no tuvo jamás las características de partido ni en lo político, ni en lo ideológico, ni en lo teórico, si no que tampoco en lo práctico, lo que es lógico. Pero contra las mentiras del Sp hay que poner en claro la situación real. En lo que toca al desarrollo de línea política, ya antes hemos visto en donde ha quedado: en el error, la nulidad, la superficialidad. Además, jamás logró arraigamiento alguno en la clase obrera ni en las masas trabajadoras. Es más el trabajo ha sido esporádico, superficial y por lo general incorrecto, de manera que no ha rendido frutos. Su composi-
ción clasista ha sido desfavorable, pues en esa organización predomina la pequeña burguesía. La influencia, es más, el trabajo en el proletariado industrial ha sido prácticamente nulo. Jamás se preocupó por crear realmente organizaciones de masas, ni por trabajar correctamente en las existentes. El número de miembros es muy reducido, y su calidad en lo que toca al dominio del marxismoleninismo, a la experiencia en la lucha de clases, etc., muy bajo. Es decir, se trata de una organización muy pequeña, totalmente aislada de las masas, y de carácter esencialmente pequeño burgués. Esa es la situación real del llamado “pC de M (m-l)” y no lo que quieren hacer creer sus dirigentes. Es necesario plantear las cosas con toda honestidad y crudeza. La mentira grandilocuente, el inflar los datos y hechos es un crimen contra el proletariado. De todo lo dicho se desprende que la tarea de construir el partido marxista-leninista del proletariado mexicano es aun tarea inconclusa. Impulsarla es obligación de todos los marxista-leninistas en México.
Nuestras tareas en la construcción del partido Para avanzar en la construcción del partido tenemos que esbozar un plan ajustado a la situación actual de nuestra organización y que permita que esta sea construida de una manera planificada y sistemática. 1. Dada la debilidad que aún tiene nuestra organización en lo que
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toca a su nivel ideológico, teórico y político, la tarea mas importante será la de impulsar la elaboración conjunta de la línea política, será la de orientar correctamente el estudio del marxismo-leninismo, la de promover la discusión y la critica con objeto de que todos los camaradas adquieran plena conciencia de las tareas que tenemos frente a nosotros, de los errores que se han cometido y de cómo evitarlos, etc. En estos momentos hay que abrir la discusión en torno a las tareas que nos impone la construcción del partido y la lucha de clases, elevar la conciencia clasista de los militantes. 2. En este proceso debemos esforzarnos por atraer a las organizaciones cercanas y a los camaradas aún dispersos, con objeto de que se integren a la lucha por la construcción del partido marxista-leninista. La unidad de todos los verdaderos comunistas es un imperativo impostergable. En este proceso debemos ser nosotros quienes en primer lugar nos esforcemos por atraer a los camaradas, discutiendo abierta, franca y camaraderilmente con ellos, en pie de igualdad. Son muchos los camaradas que aún se encuentran fuera de nuestra organización. Y no nos engañemos, para que estos se acerquen en busca de la unidad no sólo política, si no también orgánica, debemos demostrar nuestra capacidad política, teórica y organizativa, nuestra firmeza marxista-leninista, nuestro poder combativo en la lucha de clases, nuestra férrea unidad monolítica en torno a una línea política marxista-leninista. Y hacia allá vamos. Del éxito de nuestro trabajo hasta el primer congreso dependerá en mucho vernos
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fortalecidos con el ingreso de muchos nuevos camaradas. En este nuevo proceso que iniciamos, será de enorme importancia la integración de camaradas y de organizaciones cercanas a la discusión de la línea política, del programa máximo y del programa de acción. También ellos deben contribuir al desarrollo de la línea política, de la estrategia y de la táctica que han de seguir los comunistas mexicanos en la lucha por el socialismo en México. La política de acercamiento deberá incluir una ágil política de alianzas, con objeto de concentrar fuerzas para la lucha en todos los terrenos contra el capitalismo, contra la burguesía, por los intereses inmediatos y estratégicos del proletariado y del pueblo trabajador, contra el oportunismo y el revisionismo. La unidad paulatina del movimiento comunista mexicano aún disperso deberá darse no sólo a nivel teórico, en la coincidencia de los planteamientos políticos, sino también y fundamentalmente en la lucha común contra los enemigos de clase.
3. La constitución clasista de los órganos directivos en particular, y de la organización en general, debe mejorar. Debemos abrir nuestras puertas a camaradas obreros, facilitarles al máximo su ingreso y promoverlos sistemáticamente. Debemos armarlos con la teoría del marxismo-leninismo, elevar su nivel ideológico con objeto de que asuman plenamente la dirección ideológica, política y teórica de la organización. Debemos romper con esquematismos y concepciones sectarias en lo que toca a política de reclutamiento.
Los criterios para el ingreso a nuestra organización marxista-leninista son tres: • Aceptación del programa, estatutos y línea política. • Apoyo material a la organización (cotización). • Trabajo activo como miembro en una de sus organizaciones.
El trabajo para nuestra organización debe ajustarse a las posibilidades de cada camarada. La organización debe saber utilizar todas sus fuerzas, e impedir que el trabajo se recargue en pocos camaradas. Pronto se deberá elaborar un documento orientador sobre una correcta política de reclutamiento.
4. Debemos orientar profundamente a nuestra organización para que supere rápidamente el sectarismo que ya tanto daño ha causado al movimiento revolucionario mexicano, y para que se integre activamente a la lucha de clases como dirigente y organizador. Con tal efecto debemos romper con la concepción errónea sobre la lucha democrática, la lucha por reformas. Es necesario que todos los camaradas cobren plena conciencia de este problema. La diferencia entre nosotros y los revisionista no radica en que ellos luchan por reformas y nosotros no. Por lo contrario, la diferencia radica en las formas y métodos de lucha, la orientación que se les da a los combates, la participación organizada y consciente de los obreros, y el objetivo final que señala. Con objeto de superar el sectarismo, la organización deberá elaborar lo más pronto posible un Programa de Acción que le permita luchar concretamente presentando alternativas en
todos los campos, y preparando el terreno para crear organizaciones de masas. Así mismo se deberá elaborar una política de frente que sea correcta y permita realmente reunir a las amplias masas en torno a un programa correcto de lucha. 5. “Hacer de cada fábrica nuestra fortaleza” debe ser la consigna principal de nuestra organización. Es absolutamente necesario concentrar realmente el trabajo en el proletariado industrial. La creación de células fabriles, la edición de periódicos fabriles, la orientación de este trabajo debe ser por ahora la tarea principal de nuestra organización. Paralelamente debemos fortalecer nuestro trabajo sindical. Todos los camaradas que puedan, deben ser activos sindicalistas. Los sindicatos, sea cual fuere su carácter, son las más importantes organizaciones de masas de los trabajadores. El carácter charro, traidor de la mayor parte de la direcciones de los sindicatos hacen necesario que presentemos una alternativa sindical clara, clasista y revolucionaria. Debemos crear las condiciones necesarias para sintetizar las experiencias sindicales con que cuenta la organización, para elaborar materiales que orienten nuestro trabajo, y para finalmente proceder a crear una organización sindical revolucionaria que coordine y oriente el trabajo sindical a nivel nacional. Con tal objeto hay que saber aprovechar la experiencia nacional e internacional del movimiento obrero revolucionario. 6. Debemos fortalecer las instancias directivas intermedias para que ellas
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apliquen la línea política de la organización, dirigiéndola por sí mismas en su propio campo. Sería conveniente establecer asambleas a nivel medio que estén en condiciones de sintetizar las experiencias de la organización en los diversos terrenos de su actividad en la aplicación de nuestra línea política, con objeto de fijar la política a seguir en la región, que deberá llevar acabo el secretariado regional respectivo que haya sido elegido. Además deberemos promover a los secretarios de célula, estableciendo cursillos especiales, con objeto de prepararlos para que cada célula esté en condiciones de aplicar en su sector la política de la organización, ya que la incapacidad de las células de aplicar creativamente nuestra línea política en su lugar de trabajo representa un serio obstáculo.
7. Otra tarea importante es la de orientar correctamente a toda nuestra organización para que logremos fortalecer todo el aparato de prensa. En primer lugar debemos garantizar la publicación mensual de nuestro órgano central, Vanguardia Proletaria, y la aparición regular del órgano teórico y del órgano interno. Con tal objeto debemos orientar a las bases en el sentido de una utilización correcta del OC, y del apoyo económico a la prensa central. Además deberemos fortalecer el trabajo para que todos los camaradas informen regularmente sobre el trabajo que desarrollan en sus sectores respectivos, y las experiencias que van ganando. Paralelamente deberemos ir promoviendo la creación de periódicos de célula, que de manera agitativa y directa propaguen la voz y línea de
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nuestra organización en cada lucha concreta, dando alternativas concretas. Además, tanto en forma central como sectorial, deberemos utilizar mucho más el recurso del volante, que es un medio agitativo y propagandístico muy efectivo y fácil de elaborar y emplear. En toda la prensa, una correcta política de finanzas es un imperativo. 8. Nuestra tarea es la de dirigir al proletariado y a todas las clases y capas aliadas en la revolución socialista hacia la toma del poder por el proletariado, la destrucción del aparato estatal, la instauración de la dictadura del proletariado y la construcción de un México socialista. En la realización de esta tarea, de forma nacional pero de contenido internacional, nos encontramos en una fila con todos nuestros partidos hermanos. Seguir estrechando relaciones, fortalecer la unidad y avanzar hacia la creación de una organización internacional marxista-leninista es una tarea impostergable en la que nuestra organización sabrá cumplir con su papel. La revolución socialista necesita la unión del movimiento comunista internacional, necesita que éste avance rápidamente en todos los terrenos, tanto política como teórica y prácticamente. Sus filas han sido depuradas de tercermundistas y maoístas. Hoy deben ser depuradas de los restos del oportunismo, del sectarismo, del dogmatismo y del doctrinarismo. La revolución requiere de auténticos partidos marxista-leninistas. Nosotros nos comprometemos a construir un partido en México que porte honrosamente el titulo de marxista-leninista.