EL TINTERO DE ORO PRESENTA FEBRERO 2022
Nº 1
MEGAHISTORIAS EN MICRORRELATOS
! S A I B ¡FO
E R B O S Y R E E ,L R I B I R C S E A T SI TE GUS .. . N Ó I S A P U T R I T R A P M O C TODO
S O N A T Í S VI
M O C . T O P S G O L B . O R O E D O R E T N I T CONCURSOEL
Porque jugar es el mejor sinónimo de escribir
BIENVENIDOS AL CLUB SI ESTÁS LEYENDO estas líneas te informo que ya formas parte del club. Pero tranquilo, las normas son muy laxas: basta con que sepas disfrutar del placer de la lectura. Porque leer es una invitación a soñar, es la única forma de alimentar la curiosidad y la imaginación, lo único que nos diferencia de cualquier otra especie conocida. Con este número te invitamos a no tener miedo. Al menos la clase de miedo que nos paraliza: el que vive exclusivamente en nuestra mente. Si la escritura es terapéutica, que lo es, vas a disfrutar de treinta y nueve terapias que te harán reír, quizá sudar, pero que seguro no te dejarán indiferente. Sé bienvenido.
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JUSTICIA POÉTICA
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EFECTOS SECUNDARIOS
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EN CADA SOMBRA
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EL EXTRAÑO CASO DEL...
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¿QUÉ ME SUCEDE, DOCTOR?
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EL DESFOBIADOR
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EL NÚMERO DE SATANÁS
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DELIRIOS ONÍRICOS
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AJUSTE DE CUENTAS
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LA FUGA
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MIEDO AL QUESO
por MJ Ru1z por Marta Navarro por Mirna Gennaro por Isabel Caballero por Javier Sánchez Bernal por JM Vanjav por RR Misterio por Beatriz Vélez por Pedro Merchán por Octavio Suárez por Marina Collado
APLICADA 45 PSICOLOGÍA por Isan Bairu
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PARADOJAS por Alfredo Luqueño
Í N D I C E
LAS VACACIONES
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VACUNA OBLIGATROIA
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ODÓN
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EXCUSIFOBIA
61
!RAYOS Y TRUENOS!
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ENTRE BICHOS ANDA EL JUEGO
68
AVERSIONES
71
SUPERPROBLEMA
74
MARY POPPINS TUVO LA CULPA
78
¿CIBO QUÉ?
82
INOCENTES
86
UNA CHAQUETA INSUFRIBLE
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!PITAS, PITAS, PITAS!
92
por Ana Piera por Ángel
por Mik Way T. por Pepe de la Torre por M.A. Álvarez
por Paloma Celada por Yessy Kan por Bruno Aguilar
por Chema Almudévar por Francisco Moroz por Carmen Ferro por Beba Pihen por Jorge Valín
95
KARMA
98
POR LOS PELOS
102
MONOFOBIA
105
EXTRAÑA REACCIÓN FÓBICA
108
POSIBLE INFARTO
111
GALIN DIOR
114
!!ÁRBOL VAAAA!!
118
CLAUDIA, ¿QUÉ TE ASUSTA?
121
CUIDADO CON LO QUE ODIAS
por Juana Medina por Puri Otero por Raquel Peña por Idalia Harolina Payano por Rosa Boschetti por Ángel García Riol por Flor por Jose Lezcano por Rosa Berros
LADINO DESTINO
124 por Mila Gómez 128
EL COADJUTOR
132
ARACNOFOBIA
Atribución de autoría: Todos los relatos incluidos son propiedad de sus respectivos autores.
PODOBALLETOFOBIA
Diseño y maquetación: David Rubio
por Mª Pilar Moreno por Merçè Gil
135 por José Casagrande
Contacto: eltinterodeoro@hotmail.com
FOBIAS FOBIAS
39 MICRORRELATOS INSPIRADOS EN FOBIAS
Inspirándonos en las fobias
39 MICRO FOBIAS Los micros que estás a punto de disfrutar participaron en el reto de escribir una historia basada en una fobia, que como ya sabes, es un miedo irracional a algo cotidiano.
MJ
RU1Z eleeabooks.blogspot.com
a c i t é o p
Cianofo b i miedo a a, los La calle medía perros tres metros escasos de an-
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cho y no había ni una condenada puerta abierta o bocacalle por las que huir o ponerse a salvo. El perro —de los grandes— trotaba hacia mí. Mi primera reacción fue darme la vuelta y echar a correr, pero no lo hice, eso hubiera empeorado las cosas. A cambio tuve que soportar esa especie de puñal que me atravesaba de arriba a abajo, la taquicardia, los calores en el rostro y la subida de sangre a la cabeza. —¡Chica, tienes un problema! —gritó el dueño del perrazo al verme la cara descompuesta. Eso me revolvió el estómago. ¿Qué se creía? —¡El problema lo tienes tú! —grité—. ¡Es ilegal llevar el perro suelto por la
calle y, encima, sin bozal! ¡El problema lo tienes tú! —me reafirmé. A pesar de no callarme no sentí el menor alivio, todo lo contrario, como si la culpa del error ajeno fuera mía. ¿Qué clase de actitud provocaba que la víctima no solo quedara como verdugo sino que, además, se culpabilizara por serlo? «Maltrato de manual», pensé. Y cada vez que salía a la calle tenía que enfrentarme a eso. Sí, los perros me dan miedo. Y no solo ellos. Los animales que más me asustan son los humanos. Corrijo. Los humanos con perro. Corrijo. Los humanos con perro maleducado. Corrijo. Los humanos maleducados con perro. La noticia salió en primera plana: «Un perro devora a su dueño». La foto de portada me impactó, ¿era… aquel tipo?
MJ Ru1z
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MARTA
NAVARRO cuentosvagabundos.blogspot.com
s o i r a es cund
yo NO sé si fue
afenfos fobia, miedo a ser tocado
mi culpa. No soy supersticioso pero... no lo sé. Me empeño en hablar de casualidad. Pensar otra cosa sería una locura, me digo luchando contra un eco de mala conciencia atrapado en mi cabeza. Y sin embargo... Lo cierto es que yo pedí el deseo y luego, bueno, todo el mundo sabe lo que ocurrió luego. Fue un acto reflejo. Una perseida llenó de luz el firmamento, la súplica mil veces repetida escapó de mis labios y... Ocurre que nadie puede tocarme. Padezco desde niño un miedo irracional al contacto humano del que ningún psiquiatra me ha sabido hasta ahora curar. «Afenfosfobia», llaman con cierta pretensión a mi trastorno. Algo aterrador,
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os lo aseguro. Cada vez que alguien se aproxima con intención de saludar −una palmada en la espalda, un apretón de manos−, antes incluso de llegar a rozarme, mi cuerpo colapsa: las pulsaciones se disparan, el aire no alcanza los pulmones, un grito mudo anuda mi garganta y, tras unos segundos de espanto, caigo al suelo desmayado. Por eso aquella noche, como tantas otras, supliqué a la estrella lo imposible: todos siempre a dos metros de distancia, lejos, bien lejos de mí, prohibidos los abrazos, suprimidos los besos. Y entonces... ¿Quién iba a imaginar que esa vez daría resultado?
Marta Navarro
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MIRNA
GENNARO isladelosvientos.wordpress.com
a r os mb
aracno fobia, miedo a las La NOCHE PUEDE araña s
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ser el preámbulo de grandes horrores. Como el que acechaba en el cobertizo. Dormíamos allí desde que el techo de nuestra casa se derrumbó por una endiablada tormenta. Y maldigo la hora en que esa penuria me obligó a enfrentar mi mayor miedo. La noche siguiente a la catástrofe, mis padres, mis hermanos y yo nos dispusimos a dormir sobre un lecho de paja. Casi había logrado dormirme, me costaba a causa de los ronquidos de Nelson, mi hermano mayor. Los caballos resoplaban tranquilos, afuera, la tempestad se había robado los sonidos. Pero comencé a sentir una leve presión sobre el cobertor. Algo caminaba sobre mis piernas, algo liviano, que avanzaba
y lograba estremecerme como un mal presagio. No tenía una luz. Solo veía lo que susurraba un rayo ondulado de luna. Entonces la vi. Una horrible y enorme araña, abominable en cada pata y cada pelo, avanzaba sobre mi quietud de momia obligada. Grité. Grité varias veces. Nelson despertó y sacudió el cobertor. Luego persiguió al animal hasta aplastarlo con una bota. Desde esa noche, no volví a pegar un ojo. Eso significó quedarme dormida de pie, durante el día, caerme de cansancio cuando debo realizar mis tareas. Pero, sobre todo, ver horrores en las sombras, en los silencios, en los plumones de las lechuzas y hasta en los vellones de lana negra. De noche sigo alerta. Sé que vendrá a buscarme, porque es sabido que andan en pareja: cuando ves una, es porque hay dos.
Mirna Gennaro
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Nº 4032 — febrero 2022
Cultura, actualidad y entretenimiento
VILLA HERBANIA Isabel Caballero
A Lucía todo le provocaba curiosidad, en especial las palabras, esos pequeños tesoros que guardaba en el cofre de la memoria. Sus circunstancias existenciales, siendo mujer, pobre y cabrera, no le permitían desarrollar su voracidad intelectual, pero la montaña rusa de la vida tenía sorpresas reservadas para ella…
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EL JUEGO ES ENTROPIA CERO Mirna Gennaro
En un libro de cuentos solemos encontrar viajes a mundos imaginarios. La mayoría de las veces, esos mundos proceden de la fantasía o de la realidad. Pero ¿qué pasa cuando se nos plantean fantasías posibles con alguna probabilidad de convertirse en reales?
ISABEL CABALLERO alzapalabra.blogspot.com
El extraño caso del hombre con ANTROGAFEFOBIA
don jacinto
antro gafefo bia, miedo a flor e gafes s y
padecía de alergia primaveral. Además de tener aversión a las flores, sufría cierta ansiedad, pues tenía merecida fama de gafe. Sus compañeros intentaron animarle. —Ahora, ya jubilado, podrás dedicarte al arreglo de bonsáis. —Quita, quita, ¡se me está agravando la puñetera antrofobia! —respondió. Al término del ágape tomó aire dispuesto a soltar el discurso memorizado. Cuando iba a pronunciar sus primeras palabras, los pétalos de flores del centro de mesa se desprendieron de sus corolas, levitaron unos segundos para asombro de todos y fueron a parar a la cara del disertador. Una margarita colgaba de su bigote y de los escasos pelos de su cabeza, rosas y jazmines.
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A la espera de que estudiaran su extraño caso no salía de casa dada su mala suerte. Asomado a la ventana para tomar el fresco, una maceta de geranios cayó desde la terraza del ático sobre su cráneo matándolo al instante. Desde los parques y jardines; desde los puestos de flores; desde las macetas de balcones y ventanas…, volaban toda clase de flores hasta cubrir por completo el coche funerario. Más bien parecía una alegre romería que un cortejo fúnebre. En el cementerio, las coronas procedentes de otras tumbas se estrellaban contra el nicho de don Jacinto. Las autoridades, alarmadas, decidieron exhumar e incinerar el cuerpo, esparciendo después sus cenizas en altamar. Algunos navegantes cuentan sobre el misterioso avistamiento de un cada vez más creciente círculo de colores flotando entre las olas. El olor a flores nadie lo puede explicar.
Isabel Caballero
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JAVIER
SÁNCHEZ buhardilladetristan.wordpress.com
, e d e c u s e m é u ¿Q
DOCTOR?
nací un 19 de
protoari tmofobia , miedo a lo s números primos
noviembre de 1987. Mi padre siempre decía que aquella tarde el cielo tronaba con furia y estoy seguro de que significó un mal presagio. ¿No me creen? Pónganse cómodos y escuchen con atención: El día que cumplí los siete, mi madre me regaló una entrada para el cine, al que acudí junto a ella y mi prima pequeña para ver la nueva versión de la película 101 Dálmatas. No puedo describir con palabras el miedo que sufrí; durante cinco años, fui incapaz de acercarme a menos de 47 metros de cualquier perro. ¿Quieren más datos? Allá voy: a los diecisiete, conocí a la mujer que, tres años después, se convirtió en mi amada esposa. Debo reconocer que, durante este tiempo, hemos disfrutado de una rela-
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ción hermosa que se vio bendecida con el nacimiento de nuestra primogénita, Alicia. Ella, a pesar de encontrarse en los fatídicos trece, clímax de la controvertida preadolescencia, es una chica fantástica: goza de extraordinaria salud, es una excelente estudiante y una futbolista con mucho talento. Tengo un buen trabajo, no me puedo quejar: trabajo 37 horas semanales y mi sueldo mensual rara vez baja de los 1609 euros. Podrán decirme que disfruto de una vida perfecta. Pero no se equivoquen: estoy a un suspiro de perder el control sobre mí mismo. Y, para colmo, mi esposa me ha dado una noticia inabarcable: ¡voy a ser padre por segunda vez! Ya he llegado. Si aquí no pueden ayudarme, nada ni nadie lo hará…
Javier Sánchez Bernal
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JM VANJAV jmvanjav.blog
El
no soporto a
desfobia dor, agente eliminad or de fobias
la gente con fobias y tengo que curarlos enfrentándoles a sus temores; como hicieron conmigo de pequeño. Yo tenía miedo a dormir sin luz, pero por más que llorase mis padres ni caso me hacían. Aprendí a esconder una linterna debajo de la almohada y cuando se iba quedando sin pilas me dormía; así, con solo sentirla en la mano, ya la oscuridad dejo de asustarme. Mi compañera era muy moderna, nada romántica, pero también un poco claustrofóbica; se subía en los ascensores casi aguantando la respiración. Un día disimuladamente apreté el botón de parada, se puso de todos los colores y no acertaba ni a gritar. Al cabo de un rato se me abrazó como una niña pequeña asustada.
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Desde entonces, cada vez que vamos a alguna parte, no me suelta la mano. Teo también tiene que estarme agradecido, éramos tan amigos como tímidos. Cada verano íbamos a la piscina a ver; porque, a otra cosa, ni en sueños. Además él, con su hidrofobia, ni se acercaba al borde de la pileta, todo lo más a los grifos para refrescarse. Aquella tarde casi dejó de hablarme, mientras él se mojaba las muñecas, yo lo cogí por los hombros haciéndole girar. Perdió el equilibrio, cayendo de cabeza a la piscina, no acertando a ponerse de pies cubriendo solamente un metro. Tuvo que ir la socorrista a sacarle, esa tarde ligó; y su salvadora, hoy es su mujer. Me llaman El Percebe y soy, como veis, un desfobiador.
JM Vanjav
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R.R.
MISTERIO
s á n a Sat
el psicólogo
Hipopot omons troses quipeda liofobia, miedo a palabra las s larga s
le mostró el número 6 y no pasó nada. Después el 66 y no hubo problemas. Pero con el 666 el paciente desvió la mirada. —Lo siento, doctor. ¿Qué es lo que tengo? —Verá... Usted tiene fobia a ese número. —Buscó en Google el nombre de la patología—. Usted tiene... —Sintió que le faltaba el aire—. Tiene... —Comenzó a temblar y tiró el ordenador al suelo de un manotazo—. Espere aquí... ¡Ah! El cliente estaba asombrado. El doctor se fue a una esquina de la sala. Mientras se chupaba el dedo pulgar, hizo una llamada.
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Al minuto la puerta se abrió de golpe y otro psicólogo entro en la habitación. —Doctor, ¿qué le pasa a su compañero? —Miraba perplejo a los dos especialistas. —Disculpe —respondió mientras ayudaba al otro médico—. Usted tiene hexakosioihexekontahexafobia y él padece de fobia a las palabras largas.
RR Misterio
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ROJO Y NEGRO Nº 4032 — febrero 2022
A la venta en AMAZON
HISTORIAS QUE NO TE DEJARÁN ES C APAR
relatos para no dormir
Enrique Gómez Real Historias de terror, fantasía y eróticas. Sucesos para meditar, reflexionar y sorprenderte. Quiero que cada cuento sea un regalo que abres y que los disfrutes todos. Así, cada día, antes de navegar por tus sueños o pesadillas, quizás esos presentes te estén esperando para aterrorizarte, maravillarte o enamorarte.
muy noble, muy leal Beatriz Vélez
La mañana del jueves de Corpus de 2020, un pescador jubilado descubre un cuerpo colgando del Puente de Triana. La joven periodista Natalia Márquez recibe una carta en la que el fallecido le confiesa que es su padre y que en su muerte puede haber más que un simple suicidio.
BEATRIZ VÉLEZ cafeliterato.blog
oníricos
en mi cabeza se
somnifo bia, miedo a dormir
reproduce el tictac de los relojes con una precisión casi suiza. Siento los segunderos avanzar mientras la luz en la calle se va apagando. La oscuridad pronto me abrazará y mi corazón se va acelerando a medida que la negrura llena la habitación. Me ahogo. Los ojos caen vencidos, pero no puedo dejarlos que se cierren, eso le daría ventaja. Vendrán a por mí y no podré defenderme. No, ¡no puedo dormir! La muerte llegará cogida de la mano del sueño, pero no la dejaré que se haga con mi alma. Yo quiero vivir, vivir, ¡vivir! No, no lo consentiré. Esperaré despierto. No me importa cuánto tiempo sea, aguantaré con mis sentidos alerta.
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Creía que iba a poder conmigo, su fe me causa risa. Cuarenta y cinco…cuarenta y seis… cuarenta y siete…este pasillo me ayudará a vivir, cada paso que doy es un segundo que le robo a la parca…dormir, quién necesita esperar a la dama de la guadaña con los ojos cerrados? Ya tendré tiempo cuando me llegue el sueño eterno.
Beatriz Vélez
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PEDRO
MERCHÁN elcuadernodepedromerchan.blogspot.com
cuentas
papirof obia, miedo a los papeles
-hOLa, soy julián Ibáñez. Voy a contarte lo que pasó, que para eso has venido. -Encantado Julián. Soy Melchor. -Melchor, ¡quita esos putos papeles de la mesa, no me jodas! -Disculpa, Julián, los guardo y luego firmas, tranquilo. -Gracias. Bueno, pues todo empezó con un robo. Mi socio escapó con el botín, a mí me pillaron y pasé un tiempo en chirona. Cuando salí, quise recuperar mi parte y ajustar cuentas. Di con él, el muy cabrón, había montado un puticlub y le iba que te cagas. -¿Necesitas agua, Julián?
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-No, tranquilo, tío. El caso es que fui al club, era pronto, solo estaban el camarero y las chicas. Pregunté al camarero por el jefe, pero el tipo no soltaba prenda, hasta que le enseñé la pipa. Cantó echando hostias, me dijo que estaba arriba, en su oficina. Subí y entré al despacho, sin llamar. -¿Él ya tenía su pistola, Julián? -No, la guardaba en la caja fuerte. Tras abrirla, se giró apuntándome, pero yo fui más rápido, disparé tres veces y lo dejé seco. Me acerqué a la caja, miré dentro y allí había más papeles que en la casa de Bárcenas, tío. No podía ser …papeles no. -¿Y eso Julián? -¡Tengo papirofobia, joder! Empecé a registrar, pero mis músculos no respondían, vinieron las náuseas y los temblores. Total, que no conseguí encontrar los diamantes, la pasma llegó primero. Me han caído 20 años y un día.
Pedro Merchán
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OCTAVIO SUÁREZ
cuentosdefogata.blogspot.com
La
cinco años pla-
bufono fobia, miedo a los sapos
nificando, preparándose para ese día. Memorizó calendarios, planos y rutinas. Aprendió a reconocer cada ruido externo, cada sonido ocasionado por el viento contra su prisión. Tanto cuidado para preparar su plan de fuga y ahora todo parecía irse al demonio. Allí parado en la calle, a medio centenar de metros de la libertad, el miedo más profundo le paralizaba al observar con terror lo único que no había previsto. Es que en la estrecha vereda, justo en medio de él y su libertad, la materialización de sus más oscuras pesadillas le miraba con maléficos ojos. Ojos en los que se revelaba cierto brillo de burla.
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Toda una vida creando hábitos seguros basados en el miedo. Tanto calcular movimientos para evitar encuentros fortuitos y allí estaba el maldito mirándole, saboteando su vida una vez más. De pronto, aquel engendro del infierno dio un pequeño paso hacia adelante y esa cosa asquerosa salió de su boca en búsqueda de quién sabe qué presa en la oscuridad… Y eso fue todo. De un salto dio la espalda a su enemigo y, con la premura del que huye del diablo mismo, corrió a la seguridad de lo que antes consideraba su prisión y ahora veía como su refugio. Ya en su cama, el hombre comenzó nuevamente a planear su futura fuga. Comenzó a registrar nuevamente planos, sonidos y rutinas. Pero esta vez tomó nota mentalmente: "Para el día cero, asegurarse de que ¡NO HAYA SAPOS!"
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Octavio Suárez
El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no solo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma. ALDOUS HUXLEY Autor de Un mundo feliz
MARINA
COLLADO emocionesylatidos.blogspot.com
queso
no podía so-
turofo bia, miedo al queso
portarlo por más tiempo, algo debía hacer para terminar con la angustia que lo consumía día a día. No soportaba ya entrar en la quesería, solo de pensar que era la hora de empezar la jornada rodeado de masas y bolas de queso y la pestilencia que le acompañaba durante todo el día se ponía a temblar y a sudar como si estuviera en una sauna. Aquel olor, maldito olor a queso, lo asfixiaba y lo peor era que se había obsesionado de tal forma que no había manera de quitárselo del pensamiento, incluso este deprendía el mismo olor a queso. Se le había introducido en la nariz y en el pensamiento y no olía ni pensaba
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en otra cosa que no fuera queso. Su ritmo cardíaco se aceleraba entrando pánico. Tenía pesadillas todas las noches en las veía con toda claridad cómo una enorme masa de apestoso queso de Cabrales cobraba vida propia, lo perseguía y se apoderaba de su cuerpo engulléndolo mientras no dejaba de burlarse de la expresión de terror que reflejaba su rostro. Despertaba envuelto en sudor y corría al baño a mirarse en el espejo para cerciorase de que todavía era persona y lo vivido había sido otra escalofriante pesadilla. Ese era su día a día, una continua pesadilla. Aquella mañana sonó el despertador y encima de la cama había una gran masa de queso de Cabrales con una nota adjunta que decía: SI NO PUEDES CON EL ENEMIGO, FÚNDETE CON ÉL
Marina Collado
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ISAN BAIRU
unacapadebarniz.blogspot.com
aplicada
unbilif obia, miedo al cuando salí e g océntr de la Facultad de Psicoloico gía, mi expediente me auguraba un futuro halagüeño. El Decano me recomendó al prestigioso gabinete de la ciudad: Joyce Brothers y asociados. Se publicitaban con servicio a domicilio y on line, sesiones personalizadas, especializados en evaluación, tratamiento y asesoramiento. Nada de particular. Todo con una orientación cognitivoconductual dirigida a "alcanzar sus objetivos con éxito”. Una vez leí un libro donde se hablaba de las veinticinco reglas para triunfar, del test del éxito potencial, del buscador de riqueza y aspectos del mismo pelo, así que estaba preparado. Una llamada de teléfono bastó para que desde el día siguiente empezase en la consulta.
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La primera persona que entró se me hacía conocida. Fue sencillo. Necesitaba un chute de autoestima que resolví con destreza. Unas palmaditas en la espalda bastaron. Me dijeron que venía siempre que iba a salir en la tele. Cuando se marchó, noté una leve alteración de mi estado somático que se incrementó con el siguiente, otra cara conocida, quien me contó sin tapujos cómo soñaba con deshacerse de sus rivales. Me asusté. Para el tercero, sentía sudoración, respiración anormal, aceleración de latidos, escalofríos, dolor en el pecho, sequedad en la boca, mareos y pensamientos suicidas. Me metí sin dilación en la consulta del colega de al lado. Con una sonrisa socarrona me expuso la situación. Este trastorno patológico es muy común entre quienes tratan con las élites de los políticos y altos ejecutivos. Se llama umbilifobia.
Isan Bairu
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ALFREDO
LUQUEÑO monomaniasyficciones.blogspot.com
aún con to-
parado xafobi a, miedo a las parado jas
das sus extrañezas y fobias él es el hombre que amo. Nuestros primeros contactos fueron por internet, y sí, fue en ese mundo virtual que encontramos nuestra verdad. A través de ese medio la distancia nos acercó. Sé que en las redes sociales se disfraza la verdad, pero nuestra identidad digital era congruente con lo que somos. Nos contamos generalidades como que él es el hijo primogénito de un matrimonio humilde que vive en constante incertidumbre en un barrio de narcotraficantes donde lo único seguro es la inseguridad. Tampoco ocultó su nombre tan peculiar: Segundo Quebranto y los más importante, nos confesábamos intimidades; me contó sus temores e ilusiones.
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Todo parecía acomodarse conforme a nuestros deseos. Invadidos de entusiasmo decidimos casarnos. Sabía que Segundo Quebranto sería mi única felicidad. Quien iba a imaginar que a la hora de estampar nuestras firmas frente al juez que nos uniría fue los que nos separó. No haberle dicho que mi apellido era Alegre fue un pequeño detalle de enorme importancia. Una omisión que sumó desconfianza y mientras más aclaraba más se ensombrecía todo. Ver el acomodo de nuestros nombres unidos era una expresión paradójica, era hacerme feliz y desgraciada al mismo tiempo. él me convirtió en la señora Alegre de Quebranto y nuestros hijos estarían estigmatizados por sus apellidos: Quebranto Alegre. Antes de alejarse me miró un instante de esa forma que dura para siempre en la memoria, porque vi la sonrisa mas triste que he visto en mi vida.
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Alfredo Luqueño
¿QUIÉN DIJO MIEDO?
NO HACE FALTA CONOCER EL PELIGRO PARA TENER MIEDO; DE HECHO, LOS PELIGROS DESCONOCIDOS SON LOS QUE INSPIRAN MÁS TEMOR.
Alejandro Dumas
A CADA DÍA LE BASTAN SUS TEMORES, Y NO HAY POR QUÉ ANTICIPAR LOS DE MAÑANA.
Charles Péguy
NADA EN LA VIDA DEBE SER TEMIDO, SOLAMENTE COMPRENDIDO. AHORA ES EL MOMENTO DE COMPRENDER MÁS, PARA TEMER MENOS.
Marie Curie
PARA QUIEN TIENE MIEDO, TODO SON RUIDOS.
Sófocles
EL MIEDO ES MI COMPAÑERO MÁS FIEL, JAMÁS ME HA ENGAÑADO PARA IRSE CON OTRO.
WOODY ALLEN
ANA PIERA
Las
anapieraescritora.wordpress.com
VACACIONES
desde que
talaso fobia, miedo al océano
Germán supo la noticia experimentó cinco noches seguidas de duermevela. Sus hermanos estaban contentísimos pero él sufría. De día se hacía el fuerte y en la maleta metía con resolución su pequeño calzón de baño color azul, visor acuático y aletas. «Mamá, papá, ahora sí me voy a meter al mar, lo prometo». Mas durante la noche soñaba que el océano lo tragaba de una enorme y oscura bocanada, y su inevitable caída hacia el fondo marino era observada por terroríficas criaturas. Se levantaba empapado, y con el corazón martillándole en el pecho extirpaba de la valija su equipo playero. Llegó la fecha de la partida y sentado junto a la ventanilla —lugar disputado,
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pero que se le asignaba siempre a él pues era propenso a los vómitos—, miraba la algarabía de todos y se sentía en otro planeta. Su padre acostumbraba parar donde se avistaba el mar por primera vez y se tomaban la primera foto del viaje, entonces una mueca extraña se instalaba en su rostro al oír el bramido del monstruo, tan cercano ya… tan ineludible. Al otro día muy temprano todos estarían chapoteando en la orilla de la playa mientras él, vestido con jeans, zapatos, camiseta de manga larga y embadurnada la cara de bloqueador solar, pasearía nervioso, con la boca seca, alrededor de la sombrilla familiar. Miraría a sus padres con resentimiento cuando éstos le preguntaran entre risas si ahora sí se metería al agua y el respondería tartamudeando: «Qu…qui…zás m…ma…ma… ña…na».
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Ana Piera
ÁNGEL
contandobajolalluvia.blogspot.com
obligatoria
esunavacuna,
aicmof obia, miedo a las agujas
solo un pinchacito. Repito como un triste mantra. Ya siento las manos pegajosas y un sudor frío me empapa la camiseta. Nadie alrededor nota nada, cada uno se ocupa de sus cosas. La sala es espaciosa y somos pocos los que esperamos. Echo mano de toda mi fuerza de voluntad. Me obligo a avanzar, cada paso me acerca un poco. No sé lo que imagino, venas hinchadas, brazos taladrados, sangre; y otro paso que es un salto en mi pecho. Respiro hondo, profundo, preciso el aire, el oxígeno, sobreponerme, no es más que otro pinchazo. Vertiginosas visiones se agolpan, locas por escapar.
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Cuando abro los ojos, estoy vacunado, y el desmayo no es más que una mala pasada de mis nervios. Me han sentado y enfrente, la rutina continua. Mi piel gime, otro brazo desnudo, el acero hambriento y la oscuridad de nuevo a mi lado.
Ángel
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MIK WAY T.
cuentosdelcalamarlunar.com
ó
Od n
amnes ifobia, miedo a perd e r l a memor vomitó la ia
autoestima, a pequeños grumos, por el borde de sus ojos; cayeron rompiéndole los pómulos; y aunque invisibles, fueron martillazos ensañándose en la tibia carne de su corazón. Petrificado, afásico, tembloroso, roto. Los alumnos lo contemplaban con una burla muda, algunos con pena en la mirada. Le salvó la campana, y la consiguiente estampida. Se quedó solo en clase, muerto de vergüenza. Era su primer día, estrenaba aula, discípulos, traje, glamour; era el profesor de historia más joven, y pronto el hazmerreír del claustro. Un minuto sin memoria, sesenta segundos de abismo, se abrieron como la tapa del retrete, y se desintegró como hombre. Una
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sima agrietó su alma, se llenó del terror a perder la memoria. Ese miedo desarrolló una profunda fobia, que colonizó su mente, y con el tiempo llegó a constituirse en un estado independiente, fuerte y poderoso, que tiranizó su vida. Acudió a un especialista. No detectó nada, pero Odón Márquez no volvió a ser el mismo. El menor descuido, el menor detalle que no recordase le martirizaba. Su vida se esfumó, entre recordatorios, agendas, calendarios, notas. Torturó y humilló a cualquiera del entorno que olvidase algo, detestó a su mujer, a sus hijos, amigos, alumnos; todos eran una trampa para su memoria. Cuantas menos relaciones, y menos contacto con el mundo, menos que recordar. Su titánico esfuerzo lo llevó al borde de la locura. Odón sonreía, radiante, relajado, libre; cuando le diagnosticaron demencia senil y pensó que pronto, se olvidaría de no olvidar.
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Mik Way T.
PEPE DE LA TORRE entreunascuatroesquinas.blogspot.com
EXCUSI FOBIA
excusi fobia, miedo la consulta a hace r aparece solitaria. Llamo algo al timbre. No funciona, o no lo escucho, porque, de pronto, la puerta se abre. Eso no es bueno para mi sordofobia, miedo de perder el oído. Aunque también puede que la psicóloga me haya visto venir, o eso o mi paranoidefobia está actuando de nuevo. La estancia es pequeña, aunque puede ser por la claustofobia. De pronto, la puerta se cierra detrás de mí dándome un susto de muerte, y no solo porque tenga fonofobia, sino por mi entamofobia invertida. Además, tiene un marco de cristal donde puedo ver mi alteregofobia, miedo a que mi reflejo se mueva de una manera distinta a la mía. —Señor del Pino —oigo entonces a mi espalda. Es la psicóloga.
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Doy un grito, por el sobresalto y por mi acustiegofobia, miedo al sonido de mi propio nombre. Ella se escusa. Luego hace gestos para que la siga hacia unas escaleras. Me niego; la resbalafobia, miedo a subir escaleras por la posibilidad de que estén recién fregadas, me obstaculiza. Entonces suspira y acepta. Luego agarra dos sillas y dice que me siente y cuente. También es imposible: sillalofobia con vergonzosifobia. Ella niega mientras comenta que esos miedos no existen, que son excusas que me autoimpongo para evitar hacer algo. —En otras palabras; padece excusifobia. —¡¿Excusifobia?! —exclamo—. ¿Tiene tratamiento? Ella ríe y saca una caja húmeda y mohosa de donde asoma un agujero negro repleto de denterosas telarañas. —¡Claro! Meta la mano aquí, si lo consigue, significará que está curado.
Pepe de la Torre
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FEBRERO 22
nº 28
MAGAZINE MÁSCARAS SIN NOMBRE JOSÉ ESPÍ
«Mascaras sin nombre» es una compleja novela fantástica que, bajo la apariencia de una historia distópica de ciencia ficción, posee un trasfondo psicológico que hará cuestionar la propia realidad social, y es que, ¿percibimos todos el mundo de igual modo o nos movemos entre distintas realidades?
CASOS DESCARTADOS
M.A. ÁLVAREZ
Sigmund Sikerteils se empeña en resolver todo caso de carácter insólito o sobrenatural que es rechazado por los agentes de la comisaría de Greheim. Sin llegar a ser un auténtico detective, logra solucionar una serie de sucesos con relativo éxito. Sin embargo, pronto descubrirá que algunos de esos casos esconden un trasfondo más complejo de lo que imaginaba.
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M.A.
ÁLVAREZ auxilili.blogspot.com
BRONTO FOBIA, M sin ser detec- IEDO A LOS TRUENO tive, me vi envuelto en S otro caso de carácter insólito rechazado por la comisaría: según un granjero de las afueras, su propio espantapájaros trató de acabar con su vida la pasada noche. Era evidente que alguien pretendía cometer el crimen y, una vez descubierta la farsa, los agentes reales se interesarían por ocuparse del asunto. Aunque, en realidad… yo me estaba ocupando más de mirar hacia los grises nubarrones que oprimían el cielo que de tratar de encontrar a algún sospechoso. —Entonces, ¿quién intentó matarme? — me preguntaba el granjero. Estábamos frente al ser de paja, a campo descubierto. Al caer las primeras gotas de lluvia, me escondí bajo un periódico. Me
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aterrorizaba pensar que, tarde o temprano, también caería un rayo. —¿Quién más habita en la granja? —interrogué, nervioso. —Mi esposa y mi hijo de pocos meses. Y, finalmente, ocurrió lo peor: un trueno retumbó con fuerza en la bóveda celeste. —¡Uno de ellos debe ser el responsable! Quizás su hijo. ¡Caso resuelto! —exclamé, aterrado. —¡Eso es absurdo! Solo es un bebé. —¿Y le parece más coherente culpar a un muñeco de paja? No escuché su respuesta, corrí despavorido hacia el carro que me llevó hasta allí, tras producirse otro trueno. Solo quería llegar a casa y ocultarme tras el sofá. Cuando nos marchábamos, me asomé por la ventanilla. Me sorprendí: el granjero entraba en su vivienda. Una mujer abandonaba el granero y se dirigía hacia el espantapájaros. Disimuladamente, tomaba su ropa…
M.A. Álvarez
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PALOMA CELADA buscapina7.blogspot.com
ENTRE BICHOS ANDA ELJUEGO
MOTEFO BIA, «El Señor de miedo a LA S los Bichos» era su apodo POLILLA S y el terrario del zoológico su feudo. Ofidios de varios tamaños, letales escorpiones y arañas, gráciles escalopendras y ranas multicolores eran los súbditos que Basilio gobernaba con habilidad. Con su excelente currículum consiguió un puesto para el que estaba más que cualificado. Basilio sabía recrear con paciencia infinita los diferentes hábitats que cada animal necesitaba. Su serenidad manipulando las especies más peligrosas consiguió que desaparecieran los habituales accidentes responsables de la vacante que él acabó ocupando de manera definitiva. Un día que Basilio manejaba el nido de una viuda negra sintió revolotear algo
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delante de él. No le prestó especial atención pues su interés se centraba en no ser mordido por la mortífera araña; sin embargo, aquello acabó posándose en su brazo. Aterrado comprobó que era una polilla: gorda, peluda, con unas largas antenas y probóscides que se movían amenazantes. Basilio sacudió el brazo para deshacerse de aquel bicho asqueroso (aunque inocuo). Con el movimiento volcó la urna donde se encontraba la araña y, en un efecto dominó, los receptáculos de los escorpiones y las serpientes también cayeron de sus peanas. Entre ruido de cristales y los alaridos de Basilio, la estampida de reptiles, anfibios y otros especímenes sembró el caos en la sala. Para desgracia de los diez visitantes que se encontraban en ese momento en el terrario, y que sufrieron las graves picaduras de los animales sueltos, en el excelente curriculum de Basilio no se especificaba que padecía motefobia.
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Paloma Celada
YESSY KAN
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S E N O I S R E AV
MOTEFO BIA, era hora del miedo a LA S descanso, había terminaPOLILLA S do la tercera hora de tra-
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bajo del turno. Solo tenía diez minutos para ir al baño, fumar, o comprarse un café. —Iré a la cafetería —pensó mientras salía del cubículo a toda prisa. Ella echó un vistazo a su reloj de bolsillo, cruzó la calle y entró en la delgada franja entre los edificios. Aceleró el paso y entró en un Starbucks. La barista, por encima de las gafas: —¿Desea algo? —Un Caramel Macchiato —respondió con el corazón acelerado y nervioso por su presencia tan cerca. Alexa recogió el café, y dio una vuelta tan abrupta que la hizo tropezar con un agente .
policial que estaba tras ella. El café salió volando por los aires. El infeliz dio un paso atrás, empezó a ponerse nervioso, sintió la necesidad de huir al sentir el olor nauseabundo a ajo que despedía, y terminó vomitando el almuerzo, al mismo tiempo, aquel uniforme azul oscuro, con insignias y brillante placa de metal la hicieron hiperventilar y sudar, oprimiendo su pecho y la garganta, como si una camisa de fuerza la estuviera apretando. Ella se acurrucó y cubrió su rostro con las manos. Y para rematar el espectáculo, se escuchó un ¡Ay, Dios mío! Una niña acompañada de su mamá entró en pánico cuando vio entrar al establecimiento tres viejos de largas barbas. La señora trató de tranquilizarla. Pero ella temblaba de miedo, gritaba, pataleaba y mordía, terminando con vómitos incontrolables, ante la mirada atónita de los allí presentes
Yessy Kan
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BRUNO
AGUILAR
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a m e l b o r p
blatofo b i a , m i edo a la el eminente s c u carach psiquiatra Edmundo Greyes a s atendía a Dorian Largo, su nuevo paciente, quien tumbado sobre el espectacular diván que dominaba el gabinete exponía con cierta turbación su fobia a las cucarachas. Recalcaba lo difícil que le resultaba para desarrollar su labor pero tras media sesión el psiquiatra aún no sabía a qué se dedicaba. –¿En qué trabaja, señor Largo? –Más que trabajo es una responsabilidad social. –¿Y es? –¿Confidencial? –Absolutamente. Dorian tomó aire y con una larga exhalación confesó: Yo soy la Corredera Humana. –El superhéroe. –¿Sorprendido?
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–Si supiera la de seres extraordinarios que pasan por mi consulta… –No me cree. Se lo demostraré. Antes de que el doctor pudiera declinar la oferta, el hombre ya se hallaba en suprema concentración y al instante una legión de cucarachas surgió de los más inesperados lugares. «He de cantarle las cuarenta al exterminador», pensó el psiquiatra. –¿Convencido? Poseo una resistencia sobrehumana y me cuelo por doquier. Además, tengo total control sobre ellas. ¡Pero me dan un asco atroz! Sería el hazmerreir de los Centinelas del Futuro si se enteraran. »Pudo atacarme una paloma radiactiva. O un gato. Pero no. Una cucaracha mutante se cagó en mi ensalada. Dita sea… –No desespere. Intentemos que supere el malestar enfrentándole a su fobia en una situación controlada. Llame a una
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de ellas y manténgale la mirada. –No creo… –Inténtelo. –Si insiste… Mmmmnnno. Imposible – claudicó al poco tiempo la Corredera Humana–. Se está riendo de mí. -Jamás en la vida… –Usted, no. La cucaracha.
Bruno Aguilar
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CHEMA ALMUDÉVAR bitacorademacondo.blogspot.com
a p l u c a l tuvo
aquel día sus
hipopot omonst ros esquipe daliofo bia, miedo a palabra las s larga s
padres tuvieron la ocurrencia de llevarle al cine, para que viera la película de esa bruja que volaba con un paraguas. Hasta entonces su vida había transcurrido felizmente. Se relacionaba bien con otros niños y llevaba los primeros años de sus estudios por encima de la media. Supercalifragilisticoespialidoso fue el principio de su tragedia. Todo el mundo sabía pronunciarlo, menos él. Tanto llegó a acomplejarle, que perdió la confianza en sí mismo y empezó a fallar en las calificaciones escolares. También dejó de alternar con sus compañeros de clase, por miedo a que en las conversaciones se le atravesaran las palabras largas y se rieran de él.
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Lo que en principio se diagnosticó como un problema pasajero que se corregiría fácilmente con un poco de atención profesional, resultó todo lo contrario. El tiempo fue transcurriendo, los psiquiatras sustituyeron a los psicólogos y el chico se hizo hombre sin haber terminado los estudios más elementales, ni aprendido un oficio. Tan desesperado estaba, que un día decidió investigar por su cuenta en internet. Cuando descubrió que su problema era una fobia a la que denominaban hipopotomonstrosesquipedaliofobia, ni supo pronunciarlo, ni su corazón pudo resistirlo. “Te amo (tu ma), y yo (tu pa)” fue todo lo que sus padres se atrevieron a ponerle en la cinta de la corona de flores.
Chema Almudévar
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N º 708 F EB RERO 2 022
RELATOS SIN RUMBO FIJO Francisco Moroz
El contenido de este libro es variopinto y sin un rumbo fijo definido; como bien indica el título, ¿para qué nos vamos a engañar? Las cosas claras desde el principio. Lo conforman pequeños relatos que cuentan una historia completa con un argumento sencillo, que, al igual que las parábolas, las fábulas o los cuentos, dejan moraleja, conclusiones, reflexiones, o, simplemente, una cara de sorpresa originada por un final inesperado. Pero en ningún caso te dejarán indiferente.
Un Mundo para leerlo
Diccionario en tono de humor
José Mª Almudévar
En Diccionario en tono de humor el autor reinventa el significado de más de 1200 palabras existentes en la lengua española. Observa cada una de ellas desde la perspectiva que más llama su atención, para terminar dándole una personal defnición que, en muchas ocasiones, al lector se le antoja — además de divertida— más lógica que la oficial.
FRANCISCO
MOROZ
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¿CIBO QUÉ?
cibofo bia, miedo a los cinco y media, al i mento suena el despertador. s Me levanto soñoliento. Arrastro los pies hasta el cuarto de baño. Me lavo la cara y me despejo solo a medias. Entro en la cocina y abro la nevera. De repente se enciende una luz que me ciega y deslumbra. Empiezan a entrarme sudores fríos, un leve mareo, arcadas. La tensión se me dispara, el corazón se acelera al igual que mi respiración. Los músculos de todo mi cuerpo se tensan. Tan solo consigo centrar mi mirada en el tetrabrik de leche mientras oigo una voz que dice mi nombre desde el fondo del electrodoméstico. –Buenos días, Gonzalo, campeón ¿Qué tal has empezado la jornada? Perplejo y anonadado respondo con
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palabras confusas causadas por la sorpresa. –Bien... bien ¿Pero quién eres? –Una aparición mariana; como las de Fátima y Garabandal pero actualizada; para acompañar a los tiempos que corren. ¡Vaya! una aparición 2.0 que es como llamáis a las versiones mejoradas. – ¿Y qué quieres de mi? –Nada especial, charlar un rato con alguien; que hace una eternidad que no me aparezco a ningún pastorcillo y me aburro soberanamente. De repente otra voz a mis espaldas me interpela. –Pero. Gonzalo ¿Qué haces con la nevera abierta, temblando como un flan y contemplando anhelado el envase de la leche? Es María, mi esposa. Respondo: –Viendo el periodo de caducidad, querida, sabes que mi cibofobia me atormenta.
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– ¡Ah, pues vale! Cuando se aleja oigo la otra vocecita que me dice: – ¡Pssst! ¡Aquí! Detrás del limón pocho.
Francisco Moroz
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CARMEN
FERRO
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UN DÍA PASÓ:
MUSOFO bIA, miedo a LAS RATAS
—¡Niñas, por favor!, que se desmaye una compañera tampoco es para armar tanto jaleo. A ver, Celia, habrás desayunado, ¿no?... ¡Tú, avisa a la enfermera! Y vosotras: ¡bajaros de ahí, parecéis tontas! El ratoncito estaba más asustado que aquellas histéricas subidas en el asiento de los pupitres. Olivia podía verlo escondido detrás de la papelera. Era la única de la clase que sentía compasión del inocente roedor, aunque ella gritara tanto como las demás. Cuando abrieron la puerta, el pobrecito salió disparado hacia el pasillo. ¿Qué sería de él? Nadie es perfecto, ni tan siquiera Celia. La más lista de clase, la más
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guapa, la egoísta niña rica que jamás ayudaba a nadie a resolver un problema, además presumía de una extraña dolencia. —¡Ay, niñas!, resulta que padezco musofobia, los médicos dicen que es una enfermedad rarísima. ¡Es terrible, os lo aseguro! Engatusó a todas con aquella palabreja, pero ninguna se atrevió a preguntarle nada sobre ella. Olivia, que algo sabía de fobias pero poco de vocabulario, aprovechó el recreo para consultar en la enciclopedia. —Mu-so-fo-bia. ¡Aquí está! Pobre niña rica, se va a enterar de lo que es capaz su pobre compañera becada. Conseguir que un ratoncito entrase en la mochila no fue difícil, en el desván de su casa eran de la familia. La dejó abierta toda la noche, con un par de galletas dentro. Uno la acompañó al colegio aquel día, veintiocho de diciembre, de un año cualquiera.
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Carmen Ferro
BEBA PIHEN
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UNA CHAQUETA
e l b i r f u s in
eduviges se re-
koumpo unofob ia, miedo a los botone s de arranq ue
fugió en el huerto. Su precioso vestido de novia hubiera centelleado entre las cebollas y los zapallitos, pero una nube oscura la protegió. —¡Edu, Edu querida! ¡¡Eduviges, por favor danos una señal! Desde la abuela hasta el Obispo, todos la llamaban. En vez de oir las voces cariñosas y afligidas, ella percibía una dureza cuadrada que invadía el ambiente. —No… no… No, Pedro—sollozaba. Y el corro de buscadores seguía su preocupada tarea. —¡Se me soltó del brazo y salió corriendo! — lloriqueó el papá. —¡Justo cuando sonó la Marcha Nupcial y entró el Señor Obispo! —¡Ay, no, no!. ¡Qué vergüenza!—musitaba la fugitiva—. Y no puedo volver así como
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así. Toda ajada y vomitada. ¡Y cómo les digo! La nube se corrió, de pronto . —¡¡¡Ahí está!!!! ¡¡¡ ¡Ya voy, amor¡!!!— gritó Pedro, mientras corría sobre las acelgas. —¡¡¡No, Pedro!!! ¡¡¡No sigas!!! —¿Es que no me amas? —Sí—gimoteó la novia—. ¡¡¡Pero quítate esa chaqueta con esos botones!!! ¡¡¡Tírala lejos de mí!!! —¡Oh, loca descocada!—murmuró una beata del coro—. Quiere desnudar al marido antes de que se case. —¡¿Qué tiene la puta chaqueta?! ¡Ofen-des a este Santo Sacramento —rugió el prelado Eduviges estaba como en trance. Revoleaba los ojos y se retorcía las manos. “Botones cuadrados, botones cuadrados ¡Noo! ¡NOO!” De pronto, bisbiseó la novia: “¡SÍ, SEÑO DE JARDÍN! ¡ODIO LOS BOTONES CUADRADOS!” Y se desmayó sobre los hombros descamisados de Pedro. ¡Hasta se quitó la camisa, por las dudas!
Beba Pihen
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JORGE
VALÍN
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¡PITAS, PITAS,
PITAS!
Alektrofo bia, m Edelmiroespolón iedo a las gallinas de Gallo se cuadró firme ante la puerta. Un sudor gélido le recorrió la espalda y comenzó a sentir escalofríos. «¡Pitas, pitas, piiiitas!», resonó un mantra en su cabeza. De niño una turba de gallinas lo había arrollado cual horda de Hunos, con su madre corriendo detrás a voz en grito mientras intentaba meterlas en el corral, y desde aquel día cualquier situación nueva que tuviera que enfrentar lo encaraba otra vez con sus miedos. Cerró los ojos, tomó aire y respiró profundamente siete veces hasta conseguir alejar aquel pensamiento horrendo. El psicólogo había sido caro pero efectivo y Edelmiro no podía estarle más agradecido. Atravesó el umbral luciendo una sonrisa complaciente «¡Ya no podéis conmigo, malditos diablos emplumados!»
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—Un currículum inmejorable. Por supuesto, lo formaremos para el empleo —decía el hombre trajeado—. Debido a la estricta confidencialidad que exigimos no puedo desvelarle en qué consiste hasta que haya firmado. Nuestra Empresa ingresará al mercado nacional con un producto de calidad exquisita y cualquier filtración pondría en peligro una cuidadosa campaña de marketing —añadió mientras le tendía el contrato. A Edelmiro le temblaba el brazo al estampar su rúbrica, pero por aquel sueldo astronómico hubiera firmado cualquier cosa. «¡Pitas, pitas, piiiitas!» de nuevo aquella voz hosca, ¿tal vez una advertencia? —Además, con ese nombre suyo ¡el éxito está asegurado! Sintió como su corazón se aceleraba, «¡Pitas, pitas, piiiitas!». El entrevistador se incorporó sonriente, tendiéndole la mano. —Bienvenido a la Compañía ¡El puesto de sexador de pollos es suyo!
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Jorge Valín
JUANA MEDINA juanamedinaficcion.blogspot.com
KARMA
otra vez. dolor
Melafob ia: miedo a la música
de cabeza, mareo y ganas de vomitar. No necesito repasar qué comí anoche. Debo enfrentarme a lo que más temo. No puedo dejarlo, ya me falta poco para el retiro y llegar al primer puesto del grupo me ha costado toda la carrera. Años de ser un mediocre segunda fila y cuando finalmente el director me convierte en el número uno a cargo de todo el conjunto en su ausencia, el terror. Creo que todo comenzó en el entierro de mi madre. Mis compañeros haciendo por mí lo que mejor sabían, y yo sintiéndome cada vez peor. No fue cosa de ellos, si lo pienso. Esta carrera era la ilusión de ella. Creí que me gustaba aunque estaba claro
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que no tenía el don; solo fuerza de voluntad, trabajo, disciplina. Alguna vez me he declarado enfermo, pero si quiero tener un retiro pasable, tengo que aguantar un poco más. Hice toda clase de consultas. El último psiquiatra me recetó unas pastillas que me hacían temblar las manos. Tuve que dejarlas. A veces mis amigos me han visto palidecer, casi desmayarme, taparme los oídos. Respuesta: «problemas en el centro del equilibrio». Hoy estará el director. Doble esfuerzo. Allá voy, a mi martirio. El gran Director da unos golpes suaves en el atril con su batuta. Comienza el ensayo. De pronto, interrumpe y se dirige al primer violín: —Maestro Silvestrini, ¿se siente mal? —Melafobia incurable, maestro.
Juana Medina
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PURI OTERO puri-dulcinea.blogspot.com
s o l e p
falacro fobia, miedo a desde hacía meses, perd er el pel cada mañana al levantarse o iba directamente al espejo y exclamaba: ¡Otro más! Después lo metía en una bolsita donde le esperaban sus compañeros. Cuando se percató de que padecía falacrofobia su vida cambió por completo, no dormía, apenas comía y dejó de relacionarse con los demás, hasta tal punto que le cambió el carácter, convirtiéndose en un hombre huraño, motivo por el cual su mujer lo abandonó y sus hijos apenas lo iban a visitar. Un día vio un anuncio en el periódico y creyó encontrar la solución a su problema. —Esto es lo que necesito —comenta mirándose al espejo—, así volveré a ser el de antes.
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Buscó la bolsa donde los guardaba y se puso a contar: uno, dos, tres, cuatro… y así hasta cincuenta, al verlos todos juntos se animó y fue al teléfono a pedir cita. Llegado el día se presentó en la clínica. En la consulta el médico le pregunta: —¿Está decidido a hacerlo? En silencio abre la bolsa y la vacía sobre la mesita. —¡Qué hace hombre, esto no funciona así! Esos ya no valen, están muertos y bien muertos por lo que se puede ver. —Pues otros no tengo. —Mire, señor, aquí lo que hacemos es extraer de raíz los que están vivos de donde tiene muchos y los ponemos donde le faltan. —¡¡Qué, de eso nada!! Entonces no me interesa, quitarme los vivos, a quien se le cuente —comenta el hombre mientras sale refunfuñando de la consulta.
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Puri Otero
FICCIÓN LECTURAS PARA OLVIDARTE DEL MÓVIL
febrero 2022
Los amores perdidos PURI OTERO Varias personas se encuentran en un cementerio para visitar a sus difuntos y entre ellos surgen lazos que los unen de forma desconocida. La intervención de los muertos hace que se alcancen grados de relación olvidada por el paso del tiempo
LA MONTAÑA JARDÍN
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La Montaña Jardín es un libro de cuentos para niños con un lenguaje que invita a investigar, con el fin de que pueda ser utilizado por los docentes y padres para que los niños adquieran conocimientos y amplíen su vocabulario. Ampliar el léxico es una loable tarea, por tanto mediante la lectura podemos incrementarlo, y a su vez estrechar lazos familiares que permitan un mayor acercamiento entre todos los miembros de la familia.
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MONOFOBIA
no pude apre-
autofo bia, miedo a la soleda d
ciar sus matices brillantes, en aquella tenebrosa oscuridad. Veía sus ojos punzantes y amenazantes en mí, gracias a mi madre, con sus manos ¡quitó la telaraña! dijo: —¡Hija, está muerta! —y río a carcajadas. Y el arácnido también se reía de mí. Casi, me caigo de la cama. No era, la primera pesadilla. Ya se estaban volviendo recurrentes, y más desde que quedé viuda, mis hijos dejaron el nido y mis padres habían muerto. Ese día fui a visitar a mi psiquiatra, en todo el trayecto veía esas criaturas de 8 patas, persiguiéndome por todos lados. Las veía en tatuajes de los transeúntes, en revistas de los kioskos y en las vitrinas.
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Aceleré el paso para llegar lo más rápido al consultorio de mi psiquiatra. ¡Todos! me veían raros. Estaba en pánico. Pensé "tendré una vida tranquila", pero resulta que ni siquiera puedo ir al cine o leer, porque con solo ver sus 5 letras, entro en show. Debes curarme, Alberto, te lo suplico ¡ayúdame! —Rachel, ¡usted no tiene aracnofobia! Solo es miedo a la soledad —refutó Alberto, que, por cierto, estaba guapísimo y viudo. —¿Cómo que miedo a la soledad? yo ni siquiera puedo pronunciar, ni decir el nombre de esa criatura de 8 patas. —Rachel, te trato desde que murieron tus padres, luego te casaste… Interrumpí, lo abracé fuertemente. Y aquel día fuimos felices, gracias a esa criatura de 8 patas, quien fue que tejió una nueva vida para mí.
Raquel Peña
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IDALIA H.
PAYANO
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EXTRAÑA REACCIÓN
a c i b fó
le gustaba
gerasc ofobia: aversió na envejec er.
lucir hermosa, bien arreglada. Se esmeraba en ello, su apariencia era lo más importante. Deslumbrar era su mayor objetivo de vida. Era alegre, sociable, segura de si… Su vida transcurría con entusiasmo. A pesar de sus batallas, se sentía atractiva y envidiada, su aspecto siempre llamaba la atención, dejaba a hombres y mujeres con cara de admiración. Se gozaba ese éxtasis. No quería envejecer, usaba las mejores cremas, comía sano, ejercitaba y dormía lo necesario o más, confiada en que retardaría las primeras arrugas hasta cerca de los noventa. Todo iba bien, pero un dia se vio al espejo, notó en su rostro la primera señal,
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se estrujó los ojos para corregir el error, se volvió a mirar y nada. Procedió a limpiar el espejo, segura de que ahora quedaría resuelto el equívoco. ¡No! Se tapó la cara y echó a llorar, gritó en silencio y luego estalló en llantos, alaridos desconsolados, tenía 60 años y el espejo le decía que su apariencia iría cambiando poco a poco, o quizás mas rapido de lo que podía esperar. Se miró desnuda, sintió cierto alivio, quedaba esplendor en sus carnes, pero las ropas siempre las ocultaban, así que de nuevo se volcó en llantos y se llenó de amargura. Envejeció de pronto, perdió su risa y razón de vivir. Su mirada triste, perdida, el rictus de sus labios y su andar, la hacen parecer de ochenta con apenas 65. Aunque es por el motivo contrario, aún sigue llamando la atención...
Idalia H. Payano
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ROSA BOSCHETTI rboschetti.com
POSIBLE infarto
blatofo bia, miedo a l a al llegar veo a cucara s chas la empresa que fumiga el bar debajo de mi piso. Tiemblo al pensar que esas cucarachas encuentren refugio en mi casa. La blatofobia me obliga acelerar el paso. Nada más entrar rocío con insecticida algunas toallas. Con mis manos temblorosas sello las hendiduras de puertas y ventanas. Siento manchas marrones moverse por el suelo. Pronto me doy cuenta de que mi mente juega conmigo, así que busco distraerme con la TV. De repente mi boca está seca. Voy por agua y veo unas antenas que asoman por el desagüe de la cocina, mi corazón da un vuelco. Busco más toallas, más insecticida, una vez repasados los bordes de puertas y ventanas me refugio de nuevo
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en el sofá, miro la TV. Una película romántica logra distraer mis pensamientos catastrofistas. Los besos, caricias y el sonido del mar del film logran transportarme hasta los brazos de Morfeo. Siento en mi nuca un cosquilleo que me recuerda la brisa marina, sonrío, entreabro los ojos y los protagonistas de la tv forman una unidad con sus cuerpos. La suave sensación se desplaza con lentitud hasta mis labios, ese roce tímido despierta mis ansias de un beso apasionado. Abro los ojos y sobre mi boca hay una enorme cucaracha moribunda que se aferra a la vida. Me muevo con violencia, pero ella mantiene el equilibrio. La sensación de ahogo me invade, las náuseas me dominan, tengo escalofríos. La TV se apaga de golpe, todo se vuelve negro.
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Rosa Boschetti
ÁNGEL Gª RIOL
primobici.blogspot.com
GALIN DIOR
de camino a la
olfatof obia, miedo a los olores
entrevista de trabajo reconoció a una amiga de la infancia y cruzó de acera como un relámpago. Iba nerviosa, trastabillada en cada paso por hacer caso a su madre y ponerse los zapatos de tacón blancos que no usaba desde el bautizo de su sobrino. Fue por ello que conoció a su actual pareja, podólogo de profesión. Después de tres años, seguían sin vivir juntos. Él no soportaba el tabaco y ella no soportaba, la simple idea de dejarlo. En el último semáforo en rojo que encontró en su camino, encendió su enésimo pitillo. Tenía que disipar su nerviosismo. -¿Las oficinas de la tabacalera BH? – preguntó al portero del edificio.
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-En la tercera planta junto a las de perfumerías Galindior. -¿Señorita viene a la entrevista? -la asaltó un joven trajeado al salir del ascensor. -A la de la tabacalera, sí. -Pase por aquí, estamos de reformas y nos han dejado un sitio nuestros vecinos, huele a hombre, espero que no tenga problema en eso. Ana empezó a sudar, se la pusieron en tensión todos los músculos, tropezó apoyándose en el muestrario de esencias y perdiendo un zapato, salió corriendo escaleras abajo llorando. Su olfactofobia la jugó otra mala pasada, Galindior, el perfume de su padre desaparecido, de su abuelo y de su actual pareja, la volvió a dejar sola y sin compromiso.
Ángel García Riol
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FLOR
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! ! a a a a v
ludovico,
apifob ia, miedo a las abejas y avispa s
cansado y estresado de trabajar en la oficina, un buen día decidió cambiar de aires y terminar con esa vida monótona y sin emociones. El Doctor Locterio, conocedor de su síndrome bipolar pero no de su aversión a las abejas, le había recomendado pasar unos días en un lugar tranquilo, lejos del bullicio de la ciudad, eso mejoraría su salud mental y espiritual, así que buscó en internet una página donde alquilaran casas rurales. La que le gustó no quedaba lejos de la ciudad. A la mañana siguiente, cogió su maleta y se presentó en la oficina, donde un chico muy majo lo acompañó con su coche hasta la casa rural.
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Una vez instalado, deshizo la maleta y se preparó un tentempié con unas olivas, jamón ibérico y un mosto sin alcohol, se sentó en el porche a disfrutar de las bellas vistas de las montañas y el cielo azul. Al terminar el almuerzo se acostó para descansar. Bien entrada la madrugada, un sonoro zumbido lo despertó. Miró por toda la casa, pero no vio nada. Al fin, asustado de aquel tremendo ruido, salió fuera. A la mañana siguiente vio con estupor que el ruido de la noche era un gran nido de avispas que había enredado entre las ramas de un árbol. Sin pensarlo, cogió una motosierra y al son de “Árbol, vaaaaa” taló el gran árbol que cayó sobre el tejado de la casa. Las avispas, viéndose desprotegidas del nido, pagaron su rabia con el pobre Ludovico, que salió picoteado y con ronchas.
Flor
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JOSE
LEZCANO aorillasdeloria.blogspot.com
CLAUDIA, ? a t s u s a te ¿qué
claudia iba
tripof obia, miedo a las figura s geomé tricas
pegadita a mí, en su mochila. Le encanta ir allí, cerquita de mi corazón, sintiéndome respirar. A mí, me pasa lo mismo, me tranquiliza sentirla junto a mi pecho respirando las dos al mismo ritmo En el piso, Patricia, de la inmobiliaria, y yo hemos hablado tranquilamente de los términos del contrato. A medio pasillo, Claudia se ha despertado tranquila, feliz, gorgoteando como siempre. Como si me saludara. Jugueteaba con ella cuando al entrar a uno de los dormitorios ha empezado a intranquilizarse, moviendo la cabecita y manoteando, mordiéndose las manitas, pataleando… yo intentaba calmarla, no había nada en la habitación que pudiera
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asustarla; se reflejaban en las paredes diminutos agujeritos, efecto del sol al pasar a través de las persianas a medio bajar, no era una luz excesiva que pudiera molestarla. Al salir al pasillo se ha tranquilizado. Sin embargo, entrando al salón otra vez ha vuelto su desasosiego, pero esta vez llorando desconsoladamente. No lo entiendo. Al pasar la luz a través de la cristalera del salón, cubierta con un vinilo de figuras geométricas, las paredes se teñían de múltiples figuritas, como pequeños agujeritos informes de colorines. Era un efecto mágico. He querido seguir con la visita pero en cuanto entraba en una habitación lloraba aterrada, presa de un pánico que me transmitía a través de todo su cuerpecito. Me he despedido. Ya fuera, más tranquila, me ha mirado con sus ojitos llorosos y, poco a poco, se ha quedado plácidamente dormida.
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José Lezcano
ROSA BERROS elblogdelafabula.blogspot.com
Cuidado con lo que ODIAS
APORO FOBIA, miedo a LOS P OBRES YO TUVE UNA buena vida. Un trabajo con un gran sueldo, una casa espectacular con todas las comodidades, una mesa adornada con los mejores manjares y regada con los mejores vinos, vacaciones de lujo… Por si fuera poco, mi salud era envidiable y me permitía todos los excesos sin pasar factura. Pero desde hace diez años todo eso se vino abajo. Perdí mi trabajo, consumí mis ahorros, mi mesa fue perdiendo brillo y suculencia y me echaron de mi casa por no poder pagar la hipoteca tan espectacular como el propio piso. Pero, con todo, no fue eso lo peor. Lo peor es que desde que todo se derrumbó, sufro de autoagresiones involuntarias.
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Me lanzo de cabeza contra los vidrios de puertas y ventanas (tengo la cara llena de cicatrices), me pongo delante de los coches y provoco accidentes entre los que tratan de evitarme. Hace dos meses me tiré al río desde el puente peatonal. Menos mal que el caudal amortiguó la caída y unos trabajadores municipales me sacaron del agua. Intento evitarlo, pero no lo consigo. No son deseos de suicidarme. Es una pulsión irresistible. Como si yo fuera alguien ajeno a mí mismo a quien odio. Hoy el psiquiatra de la Seguridad Social me ha dado el diagnóstico. Dice que padezco aporofobia. No he entendido nada, pero él se ha apresurado a sacarme de mi confusión. La aporofobia es odio a los pobres, a la miseria. Ahora sí, creo que optaré por el suicidio.
Rosa Berros
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MILA GÓMEZ
milaencuentros.blogspot.com
LADINO
o n i t des
nos enamo-
acrofo bia, miedo a las altura s
ramos al primer golpe de vista. Luis era miembro del Grupo de Socorro de Montaña. Experto en alpinismo…, practicando en lo que yo más temía, y asimismo, fascinaba. Como no sabía de dónde venían los deseos por subir cimas, ni la terquedad, accedí a ir con él de excursión… A los pies de una pequeña colina prevista para subir, que percibí gigante, me atasqué. Con pensamientos paranoides y excesiva sudoración. Recordé; que ya tenía aceptado lo que no quería: tengo acrofobia. Cuando expliqué a Luis de esa obstinada, y contradictoria fobia, ocurrió algo insólito; comenzó a aparecer en mi realidad onírica. Efectuábamos fantásticas proezas escalando, hasta en descomuna-
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les cumbres nevadas. Aparte de buen equipo, iba acompañada por alguien que, simplemente, confiaba en mí. ¡Todo parecía tan real! Curiosamente, en el día comprobaba que mi confianza crecía. Llegué a disfrutar con las vistas desde el campanario de la iglesia del pueblo. Aquellos sueños en los que junto a él subía…, bajando como si nada, eran semejantes a recuperar una olvidada sabiduría. ¿Miedo? ¿Superación? No lograba discernir cuál tenía más poder sobre mí. Pero una expedición en Nepal nos aleja, allí, él desapareció; me quedé sin sueños mágicos. También con algo impulsando a conquistar otros sueños con lo recién experimentado. Pues el amor de Luis había penetrado en mis miedos…, liberándolos. Hace un año conseguí dos premios en escalada.
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Uno, está de adorno. El otro me reafirma: “Los sueños se parecen a la realidad en que; por común temen al miedo”.
Mila Gómez
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Mª PILAR MORENO mpmoreno.blogspot.com
EL COADJUTOR
raúl, el coad-
fobofo bia, miedo al miedo
jutor de la parroquia de San Vicente, era un joven sacerdote envuelto en un halo de tristeza. Algo que las feligresas admiraban porque lo consideraban un rasgo de su gran espiritualidad. En realidad, acarreaba una derrota personal que hacía que sus noches fueran negras, tan negras como la tinta de los chipirones que le preparaba su madre protectora. Un impulso apremiante le llevaba vestirse de mujer y transformado en travesti esperaba al anochecer para salir de casa. Con pasos cortos, iba bamboleándose con torpeza sobre unos altos tacones, dejando a su paso la fragancia de una colonia varonil. Era espigado y había
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aprendido a sonreír de soslayo. Harto de prometerse cambiar y no conseguirlo, se apoltronaba en un tugurio de la calle Pintorería para beber lo que no está escrito. Al amanecer, corría sofocado con los zapatos en la mano. A hurtadillas, entraba en la casa parroquial. Con la respiración agitada y lágrimas en los ojos juraba que jamás volvería a salir. Un compromiso que siempre fracasaba porque lo que brotaba de sus entrañas era más fuerte. Se quitaba la peluca, el vestido de segunda mano y los restos del maquillaje, y se presentaba en la iglesia, con puntualidad, a la misa de ocho. La voz armoniosa del coadjutor llegaba a la gente tremendamente expresiva. Él sabía de secretos que nunca se confesaban por lo indigno que se ve uno a sí mismo si los verbaliza. Prefería vivir de vidas ajenas. El Raúl auténtico existía como una ausencia.
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Mª Pilar Moreno
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ARACNOFOBIA
ARACNO FOBIA, EN LA HABITA- miedo a LA S ción del hotel apenas haARAÑA S bía una cama de matrimonio con mosquitera y una silla. El dueño organizaba excursiones y embarcamos con él en una canoa, río arriba hasta un embarcadero junto a un sendero que casi a diario tenía que despejar porque la selva lo devoraba todo en horas. La biodiversidad de la selva nos maravilló. Atenta a dónde pisaba, durante todo el camino lo pasé muy mal con las arañas, enormes. Sufro de aracnofobia. Junto al sendero, vimos un enorme ejemplar de 25 cm, peluda y gruesa, negra, con las patas extendidas, esperando a sus presas en el centro de una gran telaraña. –Tengan cuidado.... son venenosas–, nos advirtió el guía.
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No sé si bromeaba. Me sentía paralizada, agarrada con fuerza a mi novio, Juan. En el hotel, me eché en la cama con la mosquitera para evitar las picaduras de insectos. Juan estaba en el baño. Visualicé la araña de la selva, sintiendo de nuevo escalofríos. Me incorporé, alarmada. Giré la cabeza, despacio, hacia la almohada. Con un movimiento instintivo y súbito, retiré el cojín y allí estaba: una araña de la misma especie, de unos 9 cm, horrible, amenazadora. Grité, intentando escapar de la trampa en que se había convertido la mosquitera. No daba con la apertura. Juan salió del baño, me sacó de allí e intentó tranquilizarme. Al día siguiente nos fuimos, y aunque han pasado muchos años, en mis peores y recurrentes pesadillas, siempre aparecen ellas, las arañas, enormes y amenazantes, repugnantes, venenosas.
Merçè Gil
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JOSÉ CASAGRANDE www.museodelaconfusion.com
—¿Todavía te
PODOB ALLETO FOBIA, MIEDO A LOS P IES DE BAIL ARINA
exige que te disfraces de gitana? —preguntó Silvia. —Todavía —dijo Tina con aire de resignación—. Sé que el Rey de Aragca ha ordenado que para tener intimidad los hombres deben vestirse de payaso y las mujeres de bailarina, pero Jack tiene terror a los pies del ballet. —Pues tu marido se pasa de pervertido — recalcó Silvia. Tina se despidió de su amiga, entre incómoda y herida. Mientras caminaba, se preguntaba: ¿Por qué sería precisamente ella la única mujer a la que no le tocó un marido normal? Hoy mismo pondría fin a las fechorías de Jack. Se vestiría de bailarina. Podía imaginarse como lo perseguiría por toda la casa, al alcanzarlo le amarraría
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las manos con las zapatillas de ballet para que se le pusiera roja toda la piel, se inflamaría y perdería el aliento, cuando cayera al piso convulsionando le pondría los pies en la cara y le enterraría los deditos por la nariz y la boca, hasta que la cabeza le estallara o le diera un paro cardiaco a ese miserable podoballetofobo. Estaba feliz pensando todo esto, cuando de pronto sintió en la espalda que un objeto frío y duro le oprimía las costillas. —Queda arrestada por los graves cargos de conducta indecorosa y faltas a la moral. Se ha denunciado que usted no está cumpliendo los decretos del Rey. Serán 10 años de prisión en una mazmorra turca —dijo mecánica y fríamente la detective Ada Scully. Mientras tanto, Silvia contaba 30 monedas de plata.
José Casagrande
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