La mano invisible del mercado y las universidades “Se requiere una mucho mayor interconexión entre el mundo de la educación y el mundo de la empresa (…) porque la educación es un bien de consumo” (escuchar) señaló recientemente el Presidente Piñera en la primera actividad en terreno del recién estrenado ministro de educación Felipe Bulnes, claramente, haciéndole un flaco favor. Si bien estos dichos fueron maquillados posteriormente por el nuevo ministro vocero de gobierno Andrés Chadwick Piñera (primo del presidente), no hacen más que mostrar la real inspiración en materia educacional de la máxima autoridad nacional y patrono de la principal Universidad Pública del país, la Universidad de Chile. Actualmente, Chile vive un momento histórico en el que, a diferencia de otros episodios de nuestra historia reciente, ha sido la sociedad civil la que ha puesto sobre la mesa la innegable necesidad de hacer una cirugía mayor, ya no sólo al sistema educacional, sino que al sistema político en su más amplia dimensión, llegando a ser propuestos cambios tan profundos como una asamblea constituyente para poner fin a la Constitución Política de 1980, heredada de la dictadura militar bajo la filosofía de la democracia protegida, una reforma tributaria, la modificación del vergonzoso sistema binominal, el royalty minero, la desmunicipalización de la educación primaria y secundaria y la renacionalización del cobre y otros recursos naturales, por ejemplo. Al día de hoy, 60 son las universidades reconocidas oficialmente como tales, 52 de las cuales comenzaron su funcionamiento en 1981 o después, considerando a la actual Universidad de Santiago como sucesora de la extinta Universidad Técnica del Estado (UTE). 16 de las 60 universidades actualmente reconocidas son de propiedad del Estado de Chile. Actualmente existe una hegemonía, al menos numérica, de las universidades privadas, sobre todo de las denominadas universidades privadas nuevas (no tradicionales), lo que sólo es reflejo del carácter privatizador de las reformas en educación superior impulsadas por la dictadura militar, profundizadas durante los gobiernos de la Concertación y defendidas por el actual gobierno de la Coalición por el Cambio. Ante este escenario y, sobre todo, ante el actual revuelo social en materia de educación es legítimo preguntarse ¿hasta qué punto la privatización de la educación ha sido un aporte para el país? Para responder a esta pregunta sólo basta remitirse a algunas cifras. Las universidades privadas no tradicionales concentraron el 61% de la matrícula a primer año en universidades en 2011, versus el 39% en las universidades tradicionales. Cabe mencionar que el 72% de estas matrículas corresponden a las regiones Metropolitana, del Bio-Bio y de Valparaíso, y sólo el 28% a Universidades o sedes en el resto del país. Así, el propósito de descentralizar el sistema, que justificó la mutilación de las dos universidades estatales por excelencia existentes