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Arquitectura que restaura el gusto

Por Isabel Rosas

Hay una búsqueda consciente de llenar los sentidos de sensaciones traducidas a sabores, aromas y sentidos. La cosmogonía de la gastronomía es evocativa por definición. Se resignifica la necesidad de saciar el hambre por un placer que vamás allá de resolver una necesidad fisiológica. Existe una reiterada búsqueda deplasmar fantasías, deseos, caprichos representados en la artisticidad que ofrece lacomida. Cada platillo es un juego de luces, texturas y composición por cada chefautor. Es cuando tras bambalinas del espacio de comensales la cocina se convierteen un laboratorio afrodisiaco, un mar de creatividad inquebrantable ante la mareade pedidos de los comensales ávidos por degustar las obras de cada autor codiciado.Entre tanto la originalidad de cada comedor juega al compás de la lluvia culinaria.El diseño de interiores se transforma en una pasarela de acabados y recubrimientosque en silencio te susurran al oído la historia que descubren en tu mente. Laevocación de cada comensal danza en su propia memoria la narrativa que el lugarle ofrece cuando los enormes candelabros que penden de la doble altura lo miranfijamente con sus luces parpadeantes. O, cuando los murales dialogan en silenciola pátina del tiempo de cada recuerdo exacerbado por la lujuria de las bebidas opor la seductora calidez de cada receta.

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Mientras la larga barra de cocteles chistea los cristales de cada presumida copa: medias de seda, mojitos, tequilas derechos, cubas, o cervezas. En tanto, la contra barra imponente me recuerda cualquier cava; parca y serena, cada botella habita su propio lugar hasta vaciarse para ser sustituida por otra y luego por otra. El muro de curvilíneas botellas de vinos y licores logra destellantes efectos sobrios preparados para que cada sediente que invoca su presencia con las ansias de todo bebedor sea seducido inevitablemente. El restaurante es el lugar en definitiva de las risas y conversaciones vestidas de lujo. La mantelería, la cubertería y el mobiliario me recuerdan la historia de “La Bella y la Bestia” en donde cada elemento hechizado tiene un tipo de vida que no tiene más consigna que la de servir a su amo. El estilo, la magia de la decoración no son una ocurrencia fortuita, cada elemento es una pieza perteneciente a un juego de composiciones musicalizadas por el tono, el equilibrio, la armonía y el decoro provisto en cada rincón. Los escenarios de cada restaurante son por demás originalizados por sus autores creativos. Obras de autor que preponderan en cada ambiente atmósferas pendientes de crear experiencias de fascinación holísticas. Las texturas del espacio se trasladan a las texturas de cada platillo: los aromas de los alimentos, frutas, especias, carnes, sazones hacen una orquesta de sinfonías con los aromas de las maderas, tapices, vegetación, concreto, alfombras, cerámicas, cristales, rematando con los propios perfumes que yacen el cuello de cada dama o caballero asistentes al manjar totalizante del espacio arquitectónico.

Architecture that restores taste

By Isabel Rosas

tasteThere is a conscious search to fill the senses with sensations translated into flavors, aromas and senses. The cosmogony of gastronomy is evocative by definition. The need to satisfy hunger for a pleasure that goes beyond solving aphysiological need is redefined. There is a repeated search to capture fantasies,desires, whims represented in the artistry offered by food. Each dish is a play oflights, textures and composition by each author chef. It is when, behind the scenesof the diners’ space, the kitchen becomes an aphrodisiac laboratory, a sea of ​unwavering creativity in the face of the tide of orders from diners eager to tastethe works of each coveted author.Meanwhile, the originality of each dining room plays to the rhythm of the culinaryrain. Interior design is transformed into a catwalk of finishes and coatings thatsilently whisper in your ear the story they discover in your mind. The evocation ofeach diner dances in their own memory the narrative that the place offers themwhen the enormous chandeliers that hang from the double height stare at themwith their blinking lights. Or, when the murals dialogue in silence the patina oftime of each memory exacerbated by the lust of the drinks or by the seductivewarmth of each recipe.

While the long cocktail bar jokes the glasses of each boastful glass: silk stockings, mojitos, straight tequilas, vats, or beers. Meanwhile, the imposing counter bar reminds me of any cava; frugal and serene, each bottle inhabits its own place until empty to be replaced by another and then by another. The curvilinear wall of wine and liquor bottles achieves dazzling sober effects prepared so that every thirsty person who invokes his presence with the longing of every drinker is inevitably seduced. The restaurant is the ultimate place for laughter and conversation dressed in luxury. The tablecloths, the cutlery and the furniture remind me of the story of “Beauty and the Beast” where each enchanted element has a type of life that has no other slogan than to serve its master. The style, the magic of the decoration are not a fortuitous occurrence, each element is a piece belonging to a set of compositions set to music by the tone, balance, harmony and decorum provided in each corner. The scenarios of each restaurant are originalized by their creative authors. Author’s works that prevail in each environment pending atmospheres to create holistic fascination experiences. The textures of the space are transferred to the textures of each dish: the aromas of food, fruits, spices, meats, seasonings make an orchestra of symphonies with the aromas of wood, tapestries, vegetation, concrete, carpets, ceramics, crystals, finishing off with the own perfumes that lie around the neck of each lady or gentleman attending the totalizing delicacy of the architectural space.

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