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Cristo reina: ayer, hoy y
CRISTO REINA: AYER, HOY Y SIEMPRE
Pbro. Rodolfo Garza Loustaunau
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Toda persona debe asumir las consecuencias de sus decisiones. Si tu elección es positiva o negativa, así será la consecuencia. La pregunta es ¿qué valores
predominan en tus decisiones?
Piensa en tus deberes ciudadanos a la hora de pagar impuestos, la educación de tus hijos, el esfuerzo en los estudios o el trabajo, la fidelidad en el matrimonio. Y podrás empezar a visualizar que no todas tus decisiones son motivadas por el bien. De este modo, si tú has tomado buenas y malas decisiones, has tenido también que afrontar el drama de sus consecuencias, hoy entenderás, mejor que nunca, la gran solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, y su implicación para tu vida.
Esta celebración de la Iglesia, anteriormente llamada Cristo Rey, posee el grado de solemnidad que tiene lugar el último domingo del año litúrgico del rito romano. Así, en este 2020, se llevará a cabo el domingo 22 de noviembre.
La institución de esta fiesta litúrgica tiene un origen muy interesante. El Papa Pío XI (1922-1939) 16 consternado por los conflictos mundiales de entonces propone el Reino de Cristo para llegar a la verdadera paz. Asimismo, el laicismo y el ateísmo, creciente en países poderosos como Estados Unidos y la Unión Soviética, llevó al sumo pontífice a iniciar una reflexión sobre la relación del reinado de Cristo y el gobierno de los estados temporales. Afirmando que el Reino de Cristo tiene poder real y efectivo y debe ser reconocido por aquellos que ejercen el liderazgo de un país. Así, en ese contexto, el Sumo Pontífice instituye en 1925 la solemnidad de Cristo Rey. Y de aquí se desprende una pregunta muy lógica que se tendrá que responder ¿cuáles son las caracte-
rísticas del reinado de Jesucristo? Más aún ¿qué consecuencia tiene para tu vida y la mía?
El Papa Benedicto XVI en su visita a México en el 2012 respondió a esta interrogante con genialidad al admirar el monumento del Cristo de la montaña en el cerro del cubilete. Y decía que el reinado de Jesús se encuentra en su verdadera corona, aquella de espinas. En otras palabras, es el misterio salví-
fico de la Cruz, llamado kénosis, lo que le da identificación al reinado de Cristo. De esta forma, cada individuo está llamado a configurar su propia existencia vaciando su voluntad en la voluntad de Dios, que ha entregado a su propio Hijo para que el crea en Él se salve (Jn 3,16).
De este modo, cuando el creyente versa su vida en el misterio de la Pasión de Jesús, es capaz de realizar en su existencia aquella misma transformación que realizó el Divino Maestro, a saber transformar el dolor, el fracaso, el rechazo, la enfermedad (pensemos en el Covid-19 y sus múltiples consecuencias), en suma, todo acontecimiento negativo, en salvación. Y es ahí cuando Jesús comienza a reinar. Es a partir de la experiencia de amor y donación incondicional del Hijo de Dios que puedes proyectar tu futuro con una esperanza cierta y con una misión concreta, llevar a los otros la amistad con Él.
Desde esta perspectiva la gran so-
lemnidad de Jesucristo, Rey del
Universo, resuena con más fuerza que nunca. Si celebras conscientemente esta solemnidad no puedes huir a tu misión, que a su vez, es la misión de toda la Iglesia, buscar que el Misterio de Jesucristo reine en cada uno.
Esta pequeña y sencilla reflexión comenzaba afirmando que tú debes asumir las consecuencias de tus decisiones, buenas y malas, haciéndote consciente de qué valores o antivalores predominan en tus elecciones. Hoy hemos visto que la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, toma su consistencia en el misterio salvífico de
Jesús en la Cruz y es la corona de espinas su verdadero esplen-
dor, no una corona de oro. Por ello, la mejor decisión es y será siempre, aceptar que este misterio de amor reine en ti. De este modo, la intención del Papa Pío XI seguirá rugiendo con potencia, que los países del mundo reconozcan el verdadero poder de Jesús, el amor total, que se propone como la mejor consecuencia para el hombre.