De La Urbe Suroeste 01

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2 Informe

El sabor ácido y dulce

de la caficultura en el Suroeste Según la Gobernación de Antioquia, el 75 por ciento de los habitantes del Suroeste antioqueño dependen económicamente del café. Pese a los problemas que durante más de 60 años ha enfrentado la producción cafetera, el grano se ha consolidado en mercados internacionales.

I. Nuevas generaciones y un café sin fronteras Diana Marcela Serna dianita4286@gmail.com Lauren Ortiz Rodríguez lauren.ortiz07@gmail.com Luisa Fernanda Cañas Urrego luisafernandacanasurrego@gmail.com Manuela Córdoba Ruiz manuelacordoba9@gmail.com

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sabor al momento de tomarse un tinto. Es por esto que la Gobernación, a través del programa Antioquia: Origen de Cafés Especiales, quiere incentivar a los jóvenes para que releven a las antiguas generaciones. Además, para que ellos mismos sean productores del grano y se queden trabajando en la región. Es así como Luisa Fernanda Correa, estudiante de Ingeniería Agropecuaria de la Universidad de Antioquia y quien pertenece al programa Nueva Generación Cafetera, destaca que este proyecto ha sido una oportunidad para ella y su familia, pues le ha permitido no solo aplicar sus conocimientos sino también aumentar sus ingresos económicos y exportar su café a mercados como el de Estados Unidos. “Ingresé al programa Nueva Generación Cafetera cuando se realizó el campamento en San Jerónimo, Antioquia. Allí compartí con jóvenes que le apuestan a mejorar la calidad del grano. Inicié en este campo a raíz de que mis papás son cafeteros y ellos decidieron darme un lote de 70 sacos de café para exportarlo en el marco del programa de la Gobernación de Antioquia. De esta forma, aplico los conocimientos obtenidos en Ingeniería Agropecuaria y de cierta manera, retribuyo el esfuerzo que mi familia ha hecho durante la carrera”. Ella hace parte del grupo de 153 jóvenes del Suroeste que exportarán hasta junio nueve contenedores de café a la empresa Coffee Bean & The Leaf. “A punta de café me levantaron a mí y a punta de café levantamos a mis hijos” Una sonrisa amable y unas manos impregnadas de café identifican a Olga Restrepo desde que tenía

Fotografías: Manuela Córdoba, Lauren Ortíz y Luisa Cañas

ueron 12 noches sin dormir, 12 días intentando negociar con el Gobierno Nacional, un único fin: encontrar soluciones conjuntas a los altos costos de los fertilizantes, los bajos precios de la carga de café y la reestructuración de la Federación Nacional de Cafeteros. Así recuerda José María Henao, representante de Dignidad Cafetera en Andes, el paro de 2013 que se concentró principalmente en el corregimiento de Bolombolo, municipio de Venecia. A ese sitio llegaron más de mil caficultores de Antioquia para exigir condiciones dignas para mejorar sus ingresos económicos. Como resultado de las negociaciones, a los caficultores se les otorgó un subsidio denominado PIC (Protección del Ingreso Cafetero), un auxilio de 145 mil pesos por carga que buscaba apoyar los ingresos económicos de sus familias. Esa ayuda se sostendría solo hasta que la carga superara un precio base de 700 mil pesos.

Así se levantó el paro. Sin embargo, hasta el día de hoy, según los caficultores, muchos de los pactos a los que llegaron en noviembre de ese año no se han cumplido. Aún se quejan por los altos costos de los insumos y por la broca que acecha las plantaciones de café. Esos son los principales problemas que persisten en este 2015. En contraste con esa situación, la calidad del café colombiano lo ha llevado a incursionar en nuevos mercados que incluyen a Arabia Saudita, Ucrania y Tailandia, y países productores como Brasil e Indonesia. Esto permitió que entre enero y junio de 2014 la cosecha creciera un 12 por ciento y se ubicara en 5,5 millones de sacos de 60 kilos en comparación con los 4,9 millones de sacos de café producidos en la primera mitad de 2013. Ese reconocimiento ha permitido que compradores extranjeros lleguen al país para conocer los procesos que se desarrollan para lograr un grano de excelente calidad. Un claro ejemplo es la visita que recibió el municipio de Andes en febrero, cuando alcaldes, profesores y comerciantes de varios distritos de Perú llegaron a esta zona cafetera y realizaron un recorrido por diferentes fincas de la región con el fin de conocer los procesos de la caficultura antioqueña. Hernán Peña, alcalde del distrito de Nambai, dijo que “es importante aprender técnicas como los sistemas de beneficio, la distancia de siembra y los diferentes sistemas de secado para incrementar la productividad y mejorar la convivencia social”. Asimismo, desde las diferentes cooperativas de café que se encuentran en Antioquia, se ha promovido la cultura del café. No solo es cosecharlo, también es promover una excelente preparación e identificar cada

Los caficultores del Suroeste de Antioquia todavía esperan que se cumplan los acuerdos que permitieron levantar el paro de 2013. Su café sigue destacándose por su calidad.

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II. Café con sabor a cansancio Héctor Alonso Marín Bedoya hector.marin951018@gmail.com

Para producir una carga de café un agricultor se gasta aproximadamente 670 mil pesos, y hoy, el saco de 125 kilos tiene un valor de 650 mil. Los costos de producción se dividen de la siguiente manera: el control de malezas vale 72 mil; la revisión sanitaria (broca y roya) por carga es de 37 mil; la fertilización cuesta 115 mil para producir el café pergamino; la recolección tiene un valor de 240 mil; el proceso de beneficio de 600 kilos en fruta cuesta 32 mil; en otras labores se invierten otros 32 mil; y para la renovación de las cafeteras hay que destinar más o menos 42 mil. En la administración del café: pesas, transporte, etc. se gastan otros 100 mil. Teniendo en cuenta lo anterior, ¿se puede vivir hoy del café? “Eso no da”, dice Adán, productor la vereda El Cardal, Andes. “Son más los gastos que las ganancias que deja, pues yo me mato todos los días trabajando en la finca, y eso que es mía, y la verdad que yo no mantengo plata. Lo único fiel son las deudas”.

Fotografías: Manuela Córdoba, Lauren Ortíz y Luisa Cañas

13 años, cuando las necesidades económicas de su familia hicieron que ella y sus hermanas tuvieran que remangarse la camisa para coger café, ya que no había dinero para pagar a trabajadores. El sello del campo está adherido a las generaciones de su familia porque, como ella dice, “a punta de café me levantaron a mí y a punta de café levantamos a mis hijos, esto es lo que sabemos hacer y yo creo que en esto vamos a acabar”. Olga vive con Jesús, su esposo, y con su hija Laura en la vereda El Tapado, en una finca adornada de flores y, por supuesto, de café. En el Suroeste antioqueño hay muchas mujeres que emprendieron su camino en la caficultura aunque tradicionalmente se considere una labor para hombres. La realidad es que detrás de aquellos hombres que trabajan en torno al café, desde cogerlo hasta empacarlo, hay una mujer que se esfuerza igual o más que ellos para obtener un grano de calidad. Ese el caso de Olga, que se ha involucrado en este quehacer y también pone la cara por su producto. “En una cosecha muy grande que hubo Jesús se fue a coger unos aguacates, se cayó y se fracturó la columna. Era un invierno muy horrible en esa cosecha y casi no se conseguían trabajadores. En ese entonces, teníamos solo ocho. Si él retiraba a uno de la cafetera pa’ beneficiar el café, pues se le caía más, así que me ‘arremangué’ con el cuento. Yo era la que lo beneficiaba, lavaba y recogía. Lo único que yo no hago es venderlo”, expresa con firmeza. Asimismo, recuerda esos tiempos difíciles en los que su esposo estaba incapacitado y ella asumió por completo la responsabilidad que implica hacer funcionar una finca cafetera. “Esa cosecha fue muy dura: me levantaba a las 2:30 para lavar el café y tenerlo listo para que, cuando vinieran los trabajadores, lo subieran a la secadora y lo echaran al silo. A las 5:15 de la mañana venía a llamar a los niños, que estaban pequeños, para despacharlos al colegio en el bus de las 6:00. Medio organizaba desayuno porque no tenía tiempo. Luego, me iba a recoger café. A mediodía venía a despulpar y a lavar. Como mi esposo estaba mal de la columna, yo me ponía a hacer eso. La despulpada se iba hasta las 10:00 de la noche, luego a acostarme y al siguiente día a seguir la lucha”. Olga es madre de dos hijos: Julián y Laura. La mayor cursa una carrera técnica en el municipio de Jardín, mientras el joven, de 16 años, estudia becado en la Escuela de Ingeniería de Antioquia por su desempeño en unas Olimpiadas del Conocimiento. Como toda mujer abnegada, ella cumple con su papel como mamá; pero también como caficultura. Las mujeres que se atreven a desterrar esos mitos, que las han marcado como incapaces de realizar actividades generalmente ejecutadas por hombres, son cada vez más. Grecia María Morales, trabajadora social, afirma que las mujeres, sea cual sea la labor a la que se dediquen, necesitan comprender que para que en el país haya equidad son una pieza fundamental en la construcción de una sociedad que debe construirse con base en mujeres fuertes, que defienden y luchan por lo que creen. Olga es una representante de esas mujeres que temen, pero se arriesgan. De hecho, su café, La Julia, es bien conocido en Andes, Jardín y Ciudad Bolívar . Su

aroma es muestra de su destreza y experiencia. Ella le da el punto de seca al café, por lo que es muy apetecido por DeLosAndes Cooperativa. De igual forma, como sus 54 años han transcurrido en el campo, conoce la problemática que afecta al sector y no tiembla al manifestar lo que ella y muchos campesinos están viviendo actualmente en Colombia: “El precio del café va de tumbo en tumbo. Me acuerdo que el año pasado en un programa de la emisora de Andes decían que los costos para una carga de café no superaban los 500 mil pesos. Yo no sé dónde están parados ellos para decir que los trabajadores cobran trescientos cincuenta pesos por un kilo. Entonces que nos manden de esos insumos y nos manden trabajadores, porque los venenos y los abonos subieron mucho”. Olga expresa que, en algunas ocasiones, se ha desanimado porque su empeño por producir un café de calidad no es valorado. El precio que ella considera justo por carga es de ochocientos mil pesos. Dice, con seguridad, que si esta situación no mejora el campesinado colombiano tendrá que irse a paro nuevamente. Ella escucha a menudo de sus conocidos la palabra “verraca”, elogio que la describe porque irradia una figura femenina que se ha pintado con color a café en el duro trabajo del campo. No desiste en la labor que ama y, con sencillez y determinación, defiende la caficultura a capa y espada.

Olga es una representante de esas mujeres que temen, pero se arriesgan. De hecho, su café, La Julia, es bien conocido en Andes, Jardín y Ciudad Bolívar

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Precios vencidos “En la bonanza de los años 70 y 80 a todos nos iba muy bien, pues en ese entonces una carga valía $10.000 y a uno le pagaban a $5 o $10 el día, pero con esa plata hacía mucha cosa; hoy se ganan $23.000 y se van en pasajes para ir al pueblo a mercar, entonces no queda nada”. En realidad no queda nada, solo esas arrugas que se hacen más fuertes en su cara y el cansancio que le va ganando la carrera. La ganancia en esa época se veía reflejada también en los bajos precios de los abonos que se conocen hoy como fertilizantes. Han cambiado mucho de nombre y en desmesurada medida de precio. Según la Cooperativa de Caficultores de Andes, estos son en su mayoría importados y el alza en el precio del dólar ha aumentado los gastos. “Hoy los precios nos quieren poner a aguantar hambre, pues uno se gasta la plata del jornal nada más yendo al pueblo a mercar, ¿entonces qué le echa uno a esos palos de café? Hoy le compran la carga a uno en 650 mil pesos y si es asociado de la Cooperativa se la compran en 800 mil. Pero los costos de producción están muy altos y la situación está muy dura, por tal razón no le veo mucho futuro a esto; o nos morimos arando el campo o el hambre va a terminar desplazándonos peor que el conflicto armado de este país”, comenta Orlando, otro caficultor. Cooperativa, salvación y yugo DelosAndes Cooperativa es el nuevo nombre de la antes denominada Cooperativa de Caficultores de Andes, creada por caficultores del Suroeste antioqueño en los años 50. Querían organizarse para obtener bonificaciones al producir su café. Hoy es una de las cooperativas más importantes de la economía agropecuaria del país. “A uno en la cooperativa va y le prestan para abonar o le prestan plata para los junios, ya que en ese tiempo no hay producción cafetera”, dice Orlando. La cooperativa salva la vida económica de los cafeteros en momentos de crisis. Aun así, Adán se muestra un poco escéptico. El año pasado su producción fue muy baja debido a los vaivenes del clima y debía cancelar el préstamo que hizo para pasar los tiempos de crisis; pero el café que cogió solo alcanzaba para comer. “La cooperativa me dejó tirado, no me ayudó más, sabiendo la condición en la que estábamos muchos pequeños cafeteros. Nos cerraron las puertas del fertilizante y de la platica. Aunque no los juzgo porque nosotros quedamos con las cuentas vencidas, y así, ¿cómo nos van a prestar más?”. Según Juan David Rendón, gerente de la cooperativa, su aporte para mejorar la situación de los caficultores es que para este 2015 se paga un precio estándar de 800 mil pesos por carga a los asociados hasta llegar a un tope de mil kilos. Con ese panorama, los pequeños cafeteros, monocultivadores en su mayoría, se enfrentan al dilema de seguir trabajando a pérdida o vender y migrar. Dependen solo de las ganancias o las pérdidas que les deja el café. “Esa gente que tiene grandes propiedades como don Adolfo Henao o como los Mejías de Andes, esos no pierden nada con tantas fincas: si una les da pérdidas, la otra les triplica sus ganancias”, expresa Jorge, otro caficultor. “En cambio uno, como pobre, solo tiene dos o tres cuadras de tierra. Entonces ¿qué puede esperar uno en un futuro? Demás que nos va a tocar vender las fincas a esos grandes productores y salir de aquí a los pueblos a buscar qué encontramos para hacer”.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


4 Editorial Comité editorial: Patricia Nieto Nieto, Jorge Alonso Sierra, Luis Carlos Hincapié, Raúl Osorio Vargas, Jaime Andrés Peralta Agudelo, Elvia Elena Acevedo Moreno, Gonzalo Medina Pérez., Natalia Botero. Dirección: Juan Camilo Jaramillo Acevedo. Dirección edición regional: Juan David Ortiz Franco. Edición y colaboración edición regional: Wilmar Vera Zapata. Redacción: Diana Marcela Serna, Lauren Ortiz Rodríguez, Luisa Fernanda Cañas Urrego, Manuela Córdoba Ruiz, Daniel Felipe Suárez Bedoya, Luis Alfonso Acevedo Escalante, María Cristina Flórez Yepes, María Isabel Flórez Yepes, Carlos Andrés Pérez Quintero, Katherine Arias Toro, Luisa Fernanda Acevedo Suaza, Adrian Ríos Olaya, Estrella Ríos Olaya, Daniel Vasco C., Luisa Quintero A., Juan Diego Salla Pereira, Janier Hernando Álvarez Pérez, Diana Paola Mejía Henao, Carolina Marulanda Arboleda, Katherine Molina Saldarriaga, Sandra Yaneth Machado Machado, Jazmín Elena Torres Tuberquia, Verónica Juliana Restrepo A., Juan Pablo Fernández Álvarez, José Andrés Rubiano. Diseño: Cristina Montoya Ramírez, Sara Ortega Ramírez. Fotografía: Rafael Zapata, Manuela Córdoba Ruiz, Lauren Ortiz Rodríguez, Luisa Fernanda Cañas Urrego, Janier Hernando Álvarez Pérez, Carlos Andrés Pérez Quintero, Adrian Ríos Olaya, Daniel Vasco C., Javier Mejía Londoño, Liciria Rodríguez, Ana Uribe, Su Neko, Jazmín Elena Torres Tuberquia, José Andrés Rubiano, Adolfo Echeverri Restrepo. Infográfico: Cristina Montoya Ramírez. Portada: Rafael Zapata. Impresión: La Patria, Manizales. Circulación: 2.500 ejemplares. Director TV: Jorge Alonso Sierra. Director Radio: Luis Carlos Hincapié. Director Digital: Wálter Arias. Director Especiales: David Santos Gómez. Universidad de Antioquia. Rector: Mauricio Alviar Ramírez. Decano Facultad de Comunicaciones: David Hernández García. Jefa Departamento de Comunicación Social: Deisy García Franco. Coordinador de Regionalización Facultad de Comunicaciones: Jorge Ignacio Sánchez Ortega. Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia. Universidad de Antioquia, Bloque 12, oficina 122. delaurbe.udea.edu.co, delaurbe@comunicaciones.udea.net.co, delau.prensa@gmail.com, www.facebook.com/sistemadelaurbe, www.twitter.com/delaurbe Teléfono: 219 59 12 FACULTAD DE COMUNICACIONES Ciudad Universitaria-Calle 67 N° 53-108 Medellín - Colombia

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Memoria para pensar la paz A

unque el caso se encuentra menos documentado que el de otras regiones de Antioquia, la guerra en el Suroeste del departamento también dejó heridas difíciles de sanar. A los crímenes del frente 34 de las Farc se sumaron después los del bloque Suroeste de los paramilitares que hizo presencia en la zona, por lo menos con ese nombre, hasta su desmovilización en 2005. De lo sucedido en esa primera experiencia de reintegración se puede aprender para no cometer los mismos errores del pasado. El frente 34, que terminó desplazándose hacia el departamento de Chocó, fue el responsable, entre otros, de los asesinatos en Urrao del gobernador Guillermo Gaviria y del asesor de paz Gilberto Echeverri. Por su parte, a los paramilitares se atribuyen amenazas, extorsiones y asesinatos selectivos. Líderes sociales han hablado de más de 150 mil crímenes cometidos por el bloque Suroeste. A eso se suma el antecedente del grupo La Escopeta, una de las primeras organizaciones de autodefensa y limpieza social en la región. El recuerdo de esos acontecimientos sigue presente. Además, los habitantes de algunos municipios, después de más de once años de haber presenciado el proceso de desmovilización de los paramilitares, enfrentan hoy conflictos sociales por la conformación de grupos de

delincuencia común y de bandas criminales que heredaron los espacios que dejaron las autodefensas. En muchos casos, los responsables de esas manifestaciones violentas son antiguos integrantes de organizaciones armadas que siguieron delinquiendo, al servicio del mejor postor, pese a los beneficios que recibieron por su desmovilización. Esa experiencia puede ser un espejo para analizar el actual proceso de paz con las Farc, sobre todo, para que las víctimas conozcan la verdad, la misma que en muchos casos no encontraron luego de la desaparición del bloque Suroeste y del repliegue de la guerrilla en la región. Antioquia encabeza la lista a nivel nacional con 1,2 millones de personas afectadas por el conflicto y sus antecedentes con la desmovilización y las deudas con la reintegración deben servir para encausar el camino. Mientras no se garantice la verdad y el no retorno de los combatientes a las armas, será difícil explicar la paradoja de que antiguos integrantes de grupos ilegales reciban beneficios judiciales, e incluso económicos, mientras el grueso de la población, que se ha mantenido al margen, continúa con necesidades básicas insatisfechas. Por ahora, padres, abuelos, hijos, hermanos, en general las víctimas, esperan respuestas sobre la violencia de antes y la de ahora.

Opinión

Colombia,

la más barata de las putas Lauren Ortiz Rodríguez lauren.ortiz07@gmail.com

A

llí viene mi puta favorita, se alcanza a escuchar y se asoma Colombia con su exótica belleza. Sus tesoros se riegan como pan caliente y el panadero plata no vio y miseria le quedó. Los que habitamos el Suroeste antioqueño sabemos bien de esto. Muchas casas llevan en sus fachadas la bandera “No a la minería”, las organizaciones sociales se han movilizado e incluso alcaldes y concejos municipales, como los de Támesis y Jardín, han expresado abiertamente su oposición porque la vocación de la zona es agrícola y ecoturística. Por supuesto que el paisaje de la región es uno de los patrimonios más valiosos. A pesar de ello, el Gobierno Nacional expidió el 23 de diciembre de 2014 el decreto 2691 que arrebata a los municipios el poder de decidir sobre su territorio. Desde la fecha de publicación del decreto, las entidades territoriales solo tenían 90 días para presentar los estudios técnicos sobre los efectos económicos, sociales, culturales o ambientales que generaría la minería. Para completar, todo el costo de la investigación debía salir del bolsillo del municipio. Todo esos documentos que respaldan la desgracia que trae la minería pasan por el Ministerio de Minas y Energía y terminan en la Agencia Nacional Minera. Esas autoridades son las que tienen la última palabra sobre el destino de los territorios y las comunidades cuyo valor se mide en clave oro. Según Claudia Cadavid, secretaría de Minas de la Gobernación de Antioquia, más del 90 por ciento del Suroeste está entre solicitado y titulado para exploraciones. Se supone que todos somos del mismo bando, que vivimos en el mismo país, pero pese a la oposición de las comunidades, el Plan Nacional de Desarrollo, que se encuentra en trámite, insiste en mejorar las condiciones para la inversión privada en el sector minero. Que se le apunta a la paz, a la equidad y a la educación, pero quién sabe cuándo empezarán a defenderse esos pilares. Entonces, ¿qué nos queda? La experiencia de otros lugares de Colombia advierte sobre la desdicha que se esparce con la minería, pero no aplicamos la lección: como el caso de Chocó,

sellado con tinta de pobreza y violencia. El caso de Antioquia también demuestra que no necesariamente las zonas donde existen exploraciones o explotaciones mineras ofrecen una mejor calidad de vida para sus habitantes. Análisis como el del profesor Guillermo Rudas, consultor en el tema de minería y medio ambiente, indican que en el departamento los municipios mineros enfrentan mayores problemáticas de violencia. Según dice, los índices de homicidios en las localidades donde hay minería de oro duplican los de municipios donde no la hay. Los lugares dónde se explotan bienes primarios son más propensos al saqueo, a seducir los ojos de actores ilegales, a la corrupción, los crímenes y la violencia, esa misma que buscamos desaparecer. Además, en el centro del tema están las implicaciones ambientales. Las multinacionales pueden arribar al país con sus máquinas especializadas relatando su cuento, dicen que no afectan en gran manera el medio ambiente, y esos finales felices se los compra Disney y nadie más. Perdón, también el Gobierno que ya introdujo a Colombia en la industria del entretenimiento: Pendejollywood. El Gobierno comercializa los recursos naturales del país con el fin de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, pero la realidad se asemeja más al infortunio del panadero del principio, en todos los ámbitos: social, económico, ambiental y cultural. En Santa Rita, corregimiento de Andes, ya se perciben esos efectos de la minería. Por ejemplo, los vestigios de una mentalidad machista. Testigos de ello han sido la Corporación de Mujeres en Acción por Andes y la Mesa Ambiental del municipio, ambas organizaciones están amenazadas y tienen prohibido entrar a ese territorio. Entonces, ¿de qué calidad de vida estamos hablando?, ¿a qué desarrollo se le está apostando? El país se está prostituyendo y pasa por encima de la ley. En la sentencia 123 de 2014, la Corte Constitucional declaró que las autoridades nacionales deben acordar con las territoriales las medidas necesarias para la protección del medio ambiente, la salud y el desarrollo social y cultural de las comunidades, pero esto se escondió debajo de otros cientos de papeles. El único documento que se divisa en el escritorio de quienes deciden por la nación es el contrato de compra de un burdel barato para la despampanante Colombia.


5 Opinión

El color de la discapacidad Daniel Felipe Suárez Bedoya felipitosuarez@gmail.com

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l respeto a la dignidad, la autonomía, la participación, la equidad y la no discriminación son los preceptos por los cuales debería guiarse el tema políticas públicas para personas en situación de discapacidad en Andes, uno de los municipios por fuera del área metropolitana con más de población discapacitada en Antioquia. Según el censo de 2010, la cifra asciende a 2.732 personas. Eso significa que el 6,71 por ciento de la población de Andes presenta algún grado de discapacidad. Por ese motivo la administración municipal se vio abocada a redactar parámetros para procurar la atención a esta población. Esas políticas son trabajadas en convenio con diferentes entidades públicas y privadas. Estudiantes con discapacidades de las instituciones educativas Marco Fidel Suárez y San Juan de los Andes integran un colectivo denominado Aulas de Apoyo, motivo por el cual se inscriben en un convenio con Andes Pinta, un espacio formativo para las artes pictóricas, que busca el desarrollo de las capacidades de la población discapacitada. Según los promotores del aula de apoyo, los niños y jóvenes adscritos al programa mejoran los niveles de atención, la comunicación, son más tolerantes, adquieren conocimientos sobre la vida cotidiana, mejoran sus relaciones interpersonales y desarrollan habilidades y destrezas. En Andes Pinta los jóvenes pueden explorar libremente y encontrar nuevas capacidades entorno al arte, pueden expresar también su forma particular de ver e interpretar el mundo que los rodea. Como si fuera poco, pueden explorar capacidades que las demás personas desconocen en ellos. Andes Pinta es un lugar para la diversidad, la libertad y la igualdad, es un sitio donde los alumnos pueden

expresar su sentir a través de un lienzo, un pincel, aquí se usan infinidad de colores para plasmar un mundo, ese mundo, que con trazos y pinceladas fuertes, tratan de hacerlo tan suyo como las risas que se escuchan a diario en el salón de clase. Pero no todo es color de rosa. Esas iniciativas contrastan con casos como el de Luciana Martínez, una niña con síndrome de down, que llegó con sus padres de Medellín. Cuando trataron de matricularla en el colegio María Auxiliadora su madre fue citada a una entrevista con la rectora de la institución quien le negó el cupo y argumentó que allí no reciben niños discapacitados. Julián Rendón Cañaveral, secretario de Educación, afirma que los colegios que no tienen aulas de apoyo deben contar con un currículo flexible que permita a los estudiantes con discapacidad permanecer y culminar sus estudios en las instituciones. La familia de la estudiante no denunció el caso. Después de mucho insistir, el colegio Marco Fidel Suárez le otorgó un cupo a Luciana. La discapacidad tiene múltiples matices. Una es la situación de los 56 de los 144 niños con discapacidad matriculados en los colegios públicos, que pueden acceder a algunos beneficios otorgados por las políticas públicas de la localidad, y otra la de niñas como Luiciana. En esos casos, las cosas toman un tinte oscuro cuando tratan de acceder a un derecho como la educación, que se viola por causa de la inoperancia del Estado o de conductas discriminatorias. Así, muchas personas discapacitadas y sus familias ven truncados sus sueños de ser incluidas en una sociedad que pueda ver más allá de las limitaciones y que se fortalezca con sus diversidades. Aunque todos somos diferentes, únicos, debemos ser respetados como iguales, como pares, quizás sea este y no otro el color de la discapacidad, el del respeto y el de reconocer que la discapacidad es talvez cuando yo dejo de estar en igualdad de derechos con el otro. Lo que en realidad se necesita es reconocimiento e inclusión social, que la normativa sea llevada a la práctica.

Una sala de redacción en las regiones

Esta primera edición de De la Urbe en Suroeste es el resultado de una clase transformada en una sala de redacción. Estudiantes con posiciones diversas se atrevieron a intercambiar ideas, a pensar enfoques, a discutir fuentes. Sobre todo, caminaron, preguntaron y en estas páginas contaron sus historias. En Urabá circulará una edición propia, como esta, que quiere ser una alternativa para que la región se lea. A los 15 años ya nos sentimos grandes, por eso, llegó la hora de ampliar la casa.

Adiós al emperador

Los caficultores colombianos están que tiran la casa por la ventana, a raíz de la renuncia de Luis Genaro Muñoz, quien se desempeñaba como presidente de la Federación Nacional de Cafeteros. ¿Será este punto acordado hace dos años con el Gobierno nacional, para levantar el paro, una estrategia política para evitar protestas este año? Lo que se puede afirmar en el momento, es que el precio del café va en descenso, mientras las directivas de los gremios se enriquecen con el trabajo de los cafeteros.

Estamos hacinados

Parece que los salones y sillas de la Seccional Suroeste no dan abasto para que todos los estudiantes que se aglomeran los fines de semana estén cómodos y tranquilos. No es raro ver a uno que otro desubicado preguntando por cada uno de los salones si alguien tiene una silla disponible.

Saludo de reina, voto seguro

Con su cara de buen samaritano, humilde y con saludo de reina va siempre Álvaro Pareja, candidato a la alcaldía de Andes, mostrando su mejor faceta, prometiendo uno que otro favorcito, “colaborando” con ayudas a quien necesitándolo o no se lo solicita. Por otro lado, está el distinguido arquitecto John Jairo Mejía, que tampoco se queda atrás en prometer y saludar a todo el que conozca y al que no también. Incluso se volvió tan de buen corazón que asiste a los velorios de muchos andinos pues como lo dice su lema, él es un “Andino de corazón”.

Opinión

Unas cuantas píldoras para la “enfermedad” Luis Alfonso Acevedo Escalante comunicadorudea@gmail.com

E

l 24 de julio de 2013 se celebró en Colombia el primer matrimonio entre personas del mismo sexo. Esa primera unión abriría los caminos a la igualdad. El 2 de octubre del mismo año tuvo lugar el segundo matrimonio, esta vez fueron dos mujeres que celebraron su unión ante un juez. Colombia, un país que se supone independiente hace más de 200 años, sigue aferrado a la moral católica, al patriarcado y al machismo. Una sociedad con esas características, en cuya Constitución se invoca el poder de Dios, mostrándolo como el máximo juez del pueblo, revela aún el sesgo moral y religioso al que está sometido el país. Demuestra que la sociedad no está preparada para muchas cosas. No en vano, tres meses después de celebrada la segunda boda homosexual, los medios titularon: “¡Tutela intenta tumbar segundo matrimonio igualitario en Colombia!” Y es que una familia debe estar conformada por un hombre y una mujer, como lo manda Dios, es el argumento del que se vale un sector de la población para irse en contra de las peticiones Lgbti. Pero vale la pena mirar otro punto: la calidad de los argumentos de esa población. Si se consideran diversos, ¿por qué buscar ser iguales al grupo que los ataca? El reconocimiento e inclusión no se logran tratando de ser iguales a los demás. Tampoco ayuda mucho salir a la calle en marchas y gritando arengas para ser escuchados. Algunas movilizaciones en Colombia como las de los cafeteros, los indígenas, los camioneros, la mayoría de las veces terminan facilitando que algunos sectores los tilden

de revolucionarios e incluso como integrantes de grupos Los líderes de opinión homosexuales deben dearmados. Quienes utilizan esos métodos en la población mostrar que son las convicciones y un cambio de paLgbti tampoco están exentos de la crítica. Un asunto que radigma social lo que arrojará mejores resultados de debe llevarlos a replantear las formas de lucha y protesta. los que se han obtenido hasta ahora con relación al Fortalecer la democracia e intervenir en lo público, tema de sus derechos. Jürgen Habermas decía que los liderar proyectos, trabajar con comunidades, afianzar ciudadanos somos sujetos políticamente autónomos capacidades propias y de los pares, sería el mejor medio que ejercemos la soberanía popular mediante el diápara que los homosexualogo. Los ejemplos demuesles logren reconocimiento tran que se puede ser igual La igualdad, entonces, no se en todos los ámbitos. No desde cualquier esfera de la se trata de complacer gusvida y que un matrimonio, mide en términos de hacer lo tos en términos de igualo la adopción de un hijo, no dad, pues la igualdad es son la única forma de igualque hacen los otros, es la palaalgo más que hacer lo misdad. Al contrario, luchar mo que hace el otro. por esto no es nada más bra, el discurso argumentado, la Es cierto que Colomque aferrarse a un sistema comunicación y la autonomía lo bia ha avanzado en temas que viene armado desde los de tolerancia o respeto inicios de la historia del ser que nos otorga reconocimiento. con relación al asunto, humano, donde todo debe pues no en vano hoy día ser tal cual lo ordene una ostentan cargos en el gofuerza superior. bierno personas homosexuales. Los medios de comuniLa igualdad, entonces, no se mide en términos de cación han abierto sus puertas; actores y cantantes han hacer lo que hacen los otros, es la palabra, el discurso reconocido abiertamente su condición se les ha respetaargumentado, la comunicación y la autonomía lo que do, y en ningún caso ha sido a través de tutelas. El auto nos otorga reconocimiento. ¿Por qué no dedicar los esreconocimiento, el respeto a sí mismo y a las propias fuerzos a destacar a los que ocupan cargos públicos, convicciones los condujeron a la inclusión. que han roto su silencio, y a pesar de tener unas prefeCada quien debe hacerse reconocer por lo que tiene rencias sexuales distintas están en capacidad de ejercer y lo que es, no porque comparta su vida afectiva y sexual como senadores, ministros, presentadores, profesores, con aquel o aquella. Aquí el punto no será quién tiene o médicos, actores, enfermeros, cantantes? ¿Por qué no no la razón; más bien se trata de ver la calidad de los artransformar el discurso y mostrar que pueden actuar gumentos de que se valen como individuos para llegar a desde lo público y no desde lo íntimo? ser reconocidos en igualdad de condiciones en la sociedad.

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Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


6 Relato

Con la cabeza llena de municiones y una vida que no se ve Jardín espera que se haga realidad la implementación de una política pública de discapacidad en el municipio. Esa población reclama inclusión y atención especializada para mejorar su calidad de vida. María Cristina Flórez Yepes mariacristinafy@gmail.com María Isabel Flórez Yepes mariaisabelfy@gmail.com

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uando se apagaron mis ojos inició la lucha por defender los derechos de las personas que me rodean y carecen de oportunidades. Así comenzó mi liderazgo en el municipio de Jardín. Tenía presente que lo que iba a exigirle a la Alcaldía tomaría mucho tiempo, pero soy un hombre insistente con mis propósitos. Fui líder en un barrio de Medellín, así que no era una tarea difícil a pesar de mi discapacidad. Realicé varias visitas a la administración en busca de un apoyo, pero la respuesta era que no había recursos disponibles para las personas en situación de discapacidad. Encontré que en Jardín no hay una política pública que vele por nuestras necesidades. Hemos recibido gafas, sillas pediátricas y han adecuado siete rampas alrededor del parque para nuestro libre desplazamiento, pero no hemos conseguido una atención especializada para la discapacidad.

Edilma Muñoz, quien me acompañó en el dolor y me dio fuerzas para seguir viviendo. Ante mi constante movimiento, liderazgo social y mis habilidades para desenvolverme en la vida, conformé grupos de acción aomunal y un Comité de Discapacidad en Jardín, donde he logrado gestionar recursos para citas médicas de los integrantes del Comité. También sillas pediátricas. Durante los procesos de desarrollo comunitario me acompañaba Edilma, hasta el año pasado que se quedó dormida en la cama para nunca más despertar. Esto me deprime porque me da terror la soledad, aunque trato de no dejarme afligir por las circunstancias. Con ella le sacaba gusto al baile, a los paseos, incluso a las ventas, pues el campo le apasionaba. Aunque nunca pude ver su rosto, puedo dar cuenta de que era una mujer muy valiosa, se preocupaba mucho por mí, era tierna y muy especial, pues nunca le faltaron sus detalles de amor, nos queríamos de verdad. A pesar de mi soledad trato de disfrutar cada momento de la vida y no me limito ante los obstáculos que se presentan.

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No. 1 Junio de 2015

En Jardín no hay política pública de discapacidad En Colombia existen leyes que exigen el cumplimiento de los derechos de los discapacitados con el fin de promover inclusión social, una de estas es la ley es-

Fotografía: Janier Álvarez

Estaba sentado en una de las sillas de mi heladería ubicada en el barrio Olivares del municipio de Itagüí, daba tiempo a que el reloj marcara las 2:00 de la madrugada para cerrar e irme a casa, donde me esperaba la familia para descansar. Era la 1:00, de repente entraron cuatro hombres armados, solo uno no tenía cubierto su rostro, lo reconocí, era ‘Buñuelo’, el jefe de una banda de Playa Rica, su apodo se debía a su baja estatura y a su cuerpo robusto. Traía en sus manos una escopeta que me apuntaba fijamente a la cara mientras sus compañeros esperaban mi reacción con unas peinillas afiladas. Recuerdo que saqué valor para enfrentarlos con voz altiva: “Váyanse de mi negocio, yo no le hago daño a nadie”. Hacía tiempo que las autodefensas me venían pidiendo las vacunas y, como yo me negaba a pagarlas y a asistir a las reuniones del barrio, se quisieron desquitar. Los hombres, ante mi resistencia, salieron de la heladería. Sentí un alivio en mi corazón inquieto. Cumplido el horario me dirigí a la casa, las calles estaban medio iluminadas pues la neblina de la madrugada opacaba las lámparas del barrio. Entré e iba por la sala cuando se asomaron ellos por la ventana que da a la calle. Sentí un quemonazo, en ese momento llegó la oscuridad a mis ojos. Ya solo escuchaba los gritos y sollozos desesperados de mi familia. En cuestión de minutos todos los vecinos llegaron por el ruido de la escopeta, me echaron en una camilla de la Acción Comunal y me llevaron para el hospital de Itagüí. Allí, viendo que perdía mucha sangre y me complicaba, me trasladaron para el hospital San Rafael. Sentí que me metieron en una batea metálica de esas donde ponen a todos los heridos que llegan por la noche al hospital. Escuchaba la presencia de personas en el lugar que se quejaban porque no los atendían, gritaban al sentirse estrujados por los que pasaban, seguramente estaban en el suelo. Como a las 5:00 de la mañana escuché la voz de mi hermano, quien preguntaba por mí al celador: “Buenos días, quiero ver a Omar Sepúlveda, lo entraron anoche herido”. El celador respondió: “¡Ah!, él ya se murió”. Yo dije desde la pieza: “¿Se murió?, no, me van a dejar morir aquí de frío, traigan una cobijita”. Mi hermano soltó una risa y dijo, “óiganlo”. Charlamos un rato, me sentía mejor y ya me había estancado la sangre. Diez días después salí del hospital e hicieron una junta de médicos porque hacía ocho días había salido una persona con la misma situación y se había enloquecido. Se me acercaron una monja y un médico para ver qué reacción tomaba. “Ya usted se va para la casa tranquilo, no va a volver a ver la luz del día”, me dijo la monja con una voz consoladora. Yo respondí: “Si no voy a ver más la luz del día, me voy al oscuro”. La

Omar Sepúlveda, presidente del Comité de Discapacidad de Jardín, lidera hace tres años procesos inclusión social en el municipio.

monja y el médico soltaron una risa y me hablaron del asombro que les causaba mi reacción. Debido a la problemática salí de Medellín, me fui con mi esposa y mis dos hijos para una finca ubicada en el municipio de Concordia. Dos años después salieron de casa y nunca más regresaron, no comprendieron mi discapacidad, me había convertido para ellos en una carga. Ante mi soledad, viajé al municipio de Jardín en busca de una mejor calidad de vida, me radiqué en el área urbana y me dediqué a fabricar muebles y productos de aseo. Contaba con el apoyo de amigos comerciantes de Medellín que me facilitaban la venta de electrodomésticos, además, inicié compañías de crianza de marranos con campesinos que me conocían de nacimiento, pues viví mi niñez y juventud con mis padres en la vereda La Casiana. El 2 de diciembre de 1993, a los tres años de mi estadía en Jardín, me enteré de la muerte de mi madre, recuerdo que ese mismo día se hablaba de la muerte de Pablo Escobar, un acontecimiento que hizo historia en las familias colombianas. No poder ver a mi madre una última vez me estremecía el alma, pero para este entonces ya contaba con una compañera sentimental,

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“A pesar de mi soledad trato de disfrutar cada momento de la vida y no me limito ante los obstáculos que se presentan’’

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tatutaria 1618 de 2013, que también exige una participación sensible de los entes públicos y privados para la construcción de políticas públicas que mejoren las condiciones de esa población. En el municipio de Jardín el tema ha tomado relevancia debido al aumento de la población discapacitada. Según el secretario de Salud y Protección Social, Juan Carlos Guzmán, en el municipio hay 506 personas discapacitadas, según un censo cuyos datos no han sido consolidados. Sin embargo, de acuerdo con un reporte del Dane, en 2010 el número de personas discapacitadas en Jardín llegaba a 1.229. Se pretendía que el censo municipal de discapacitados estuviera terminado en noviembre de 2014, pero lleva más de seis meses de retraso. Esos resultados permitirían que la población con discapacidad recibiera apoyos y fuera tomada en cuenta dentro de la agenda pública por parte de la administración municipal. Pero la solución, por lo menos a las necesidades básicas de los discapacitados, depende de la construcción de una política pública. Según Deyanith Patiño Muñoz, gerontóloga del municipio, encargada del proceso, sí se está trabajando en la formulación de la política pública de discapacidad. Asegura que en enero se hizo la primera exposición de los avances en una sesión del Concejo municipal y que el pasado 24 de mayo se expuso el borrador de lo que sería el texto definitivo. Mientras que en Jardín se hace el proceso de aprobación de la política, las personas en situación de discapacidad continúan buscando beneficios por su cuenta y con apoyos esporádicos de la oficina de Salud y Protección Social. Siguen esperando la posibilidad de empezar una nueva vida.


Perfil

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El sacrificador

atormentado por la muerte Fotografía: Adrian Ríos Olaya

“Nadie sabe que sufro en silencio, no soporto ver cómo llora cada animal que sacrifico. Eso es lo más duro de mi trabajo”. Adrian Ríos Olaya adrianri777@gmail.com

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on las 6 pe-eme o las 3 a-eme, todo depende de donde le ponga usted el “eme” a la vaina, todo depende de si es un miércoles o un viernes, un sábado o un domingo; el horario varía dependiendo del día. Son las 6 pe-eme del miércoles y llega a la planta de sacrificio un grupo de 30 personas con sus uniformes blancos y limpiecitos. Botas, gafas y cascos para protegerse de una tragedia que se pueda lamentar. Por la planta desfilan apodos como ‘Chita’, ‘Pastilla’, ‘Puntudo’, ‘Lámber’, ‘Marmota’, ‘Ñato’, ‘Jairo Risitas’, ‘Pispirispi’, ‘Boque Parriba’. La única manera de que alguien sepa sus nombres reales es que deban pagar la seguridad social o que ingresen al hospital por urgencias, de resto, nada. Las reses entran por una abertura que las conduce hacia donde está Abelardo Amariles, ‘Pispirispi’. Ingresan a una especie de caja metálica para ser insensibilizadas con un cuchillo de cacha fija porque la pistola que hacía el trabajo no tiene municiones hace un año. Abelardo clava con su mano izquierda el cuchillo en la nuca del animal, debe ser un movimiento veloz y certero, todo para que la res no sufra y tenga una muerte rápida. Pero a veces la certeza no es tan certera y, entonces, Abelardo se desespera y tiene que clavarle a la víctima unas seis o siete puñaladas. Abelardo Amariles ha arrebatado la vida de más de mil cabezas de ganado. Todo comenzó cuando tenía unos 12 o 13 años. Iba al matadero en busca de un poco de ‘melada’ —sangre de res— para llevarla a su casa y combinarla con huevos, tomate y cebolla. No terminó el bachillerato y se dedicó a aprender todo lo relacionado con el sacrificio. Empezó deshuesando reses, el trabajo que ejercían los principiantes de esa época. Luis Carlos Gil, matarife actualmente retirado por causa de la vejez y la muerte que le llegó después, fue quien le enseño a Abelardo el arte de sacrificar reses al aire libre. Pero nunca le enseñó a soportar lo tedioso de este trabajo: ver morir animales a cada instante con lágrimas sobre la piel y soportar las miradas piadosas de sus rostros peludos. La res con la que Abelardo perdió su virginidad pesaba unos 500 kilogramos. Él estaba asustado y al parecer también el animal, ninguno podía ocultar el pánico que sentía en ese momento. Él, con su cuchillo afilado, y ella, con sus patas amarradas y el cuerpo contra el suelo, cruzaron la última mirada.

Antiguo matadero de Andes. Fotografía: Javier Mejía.

Abelardo Amariles trabaja en el matadero de Andes desde su infancia. Dice estar cansado de su oficio.

Las prácticas de higiene y salubridad del matadero viejo eran inadecuadas: sacrificios a la intemperie, matarifes alcoholizados, mosquitos y gallinazos devorando sobras. También, personas orinando cerca de las reses y medios de transporte primitivos: la carne se acarreaba en cajones de madera a lomo de mula. “En ese tiempo los matarifes robaban carne de las reses que sacrificaban, en algunas ocasiones hasta se robaban media res y el carnicero no decía nada —murmura Abelardo—. Eran buenos tiempos y la carne se vendía mucho en Andes”. Con el pasar de los años, Abelardo se convirtió en todo un experto en ejemplificar la palabra sacrificio; sin embargo, no era capaz de ocultar la tristeza que sentía en las vísceras, en el corazón, en los pulmones, en el vacío de su conciencia. Llegó un momento en el que ya no quería sacrificar más, pero eso es lo único que sabe hacer bien. A sus 46 años le teme a quedarse sin empleo, le tiene miedo a que el Invima –autoridad que controla la calidad de los alimentos- cierre la planta definitivamente; pues en Andes se rumora que podría ser sellada por los olores que expide. Abelardo le tiene tanto miedo al cierre como a la muerte, quizás ese cierre signifique un encuentro más pronto de lo esperado con este invitado poco deseado. Sin embargo, Carlos Mario Sánchez, secretario de Desarrollo Económico del municipio, asegura que la planta tiene plazo hasta agosto de 2016 para adecuarse a los requerimientos.

Fresco, Abelardo, que en 2016 se podrá saber con certeza si la planta continuará funcionando. Fresco que la Alcaldía dice que se están haciendo todas las gestiones para que no se cierre. Abelardo, fresco, ellos dicen Juntos construyendo futuro. Por el momento siga teniendo fe en que la planta no se cerrará y que por un buen tiempo la muerte no lo acechará. Abelardo es un sacrificador atormentado que le tiene miedo a la muerte. No quiere saber cómo es la muerte, no le interesa su color, su aroma, su sexo, su seguridad social; no le interesa saber si va a misa de siete o de cuatro. Abelardo no logra ver la muerte al momento de clavar la puñaleta en la parte trasera de la res, no logra verla mientras el animal agoniza y se revuelca por la jaula de metal. Son las 6:30 pe-eme o las 3:30 a-eme, todo depende de donde le ponga usted el “eme” a la vaina, todo depende de si es un miércoles o un viernes, un sábado o un domingo; el horario varía dependiendo del día. Son las 6:30 pe-eme del miércoles y las reses comienzan a circular de a una por un pasillo que las conducirá con Abelardo. La caja de metal deja sin escapatoria una vida tras otra, en la caja de metal un hombre cumple con su trabajo, en la caja de metal solo queda silencio y cientos de miradas que se desvanecen.

Planta de sacrificio actual. Fotografía: Adrian Ríos Olaya.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


8 Crónica

Retratos de

perseguidores y perseguidos Carlos Andrés Pérez Quintero andresperezudea@gmail.com Katherine Arias Toro kateariastoro@gmail.com

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uando se habla de delincuencia, siempre se mencionan las estadísticas, los incrementos y disminuciones en los índices de delitos, el número de capturados, los cargamentos y armas incautadas; pero casi siempre se olvida mencionar a los actores que coexisten tras la problemática. Expendedores, consumidores y uniformados pasan a ser solo números. Sus historias solo son ruidos y murmullos que se revelan para unos pocos. Las figuras de la criminalidad, ‘los buenos y los malos’, son los protagonistas del complejo mundo de las calles.

I. “No me importa morir para salvar a otro, es parte de lo que soy”: José Alberto Valencia* El verde es el color que viste su cuerpo, ese verde oscuro que usa 24 horas al día, ese color que lo acompaña 40 días seguidos sin descansar. Mira a su alrededor y todo es del mismo color: su uniforme, su boina, su mochila, su chaleco, todo es verde. Ese color es parte de su vida, lo representa como parte de un grupo, lo representa como integrante del Goes (Grupo de Operaciones Especiales de la Policía). Su oficio implica no saber dónde estará al día siguiente. “Hoy estoy en esta ciudad, mañana quién sabe dónde”, menciona José. Para él es indiferente si es de día o de noche, ya que su jornada nunca termina. Uno de sus mayores placeres son las tres o cuatro horas que logra conciliar el sueño. “El entrenamiento

El tráfico y el consumo de drogas en Andes están en el centro de la agenda pública desde hace varios meses. Mafias organizadas enfrentan la presión de las autoridades que tratan de ponerle freno a una situación, que parece más propia de una capital, que de un pequeño municipio cafetero. Un jíbaro, un policía y un consumidor son los protagonistas de la problemática.

nos capacita para aguantar el sueño, el cuerpo es como el lenguaje del bajo mundo: “Niño, yo probé los uno lo acostumbre”. tres vicios, porque lo que es marihuana, perico y Su día empieza a las cinco de la mañana trotando cigarro todos esos tres los cogí pagando servicio con sus compañeros, pues deben mantener un estado militar. ¿Por qué? porque usted sabe que en el físico apto para soportar el peso de su equipo de comservicio militar lo chimbean a uno mucho, la penbate. “No es fácil caminar, correr, pasar ríos o hasta sadera, todo eso, tanto estrés y todo lo va llevancomer con todo lo que hay que cargar. El mero chaleco do a uno a ir probando, ¡ah! yo quiero probar es pesado y sumándole esta vuelta, que eleganla mochila, el equipo cia probar la crespa. ¿Y de acampar, el fusil, las “Quisiera ver más a mi familia, pero cómo la probé? con dos municiones, entre otras ‘pitacitos’, con eso quedé cosas, se complica el lo que me alienta a seguir es saber listo para volverme adicdesplazamiento y la moto a la bareta”. vilidad. No cualquiera que ellos entienden la situación y Su apego a las drosoporta todo ese peso, gas lo llevó a perder al por eso es esencial tener están muy orgullosos de mí ”. amor de su vida. Cristiun buen físico”. na fue su novia durante Su familia pasa a ser cuatro años y medio; esos 25 hombres que lo acompañan diariamente, con los pero pudo más su adicción que el amor que le que convive, a los que les deposita la confianza para restenía a ella. La depresión por la pérdida lo orilló paldarlo en el campo de acción. Comparten no solo la a sumergirse cada vez más en la droga. “Cuando comida y las conversaciones, sino también la tristeza de yo terminé con esa pelada era un tipo que diano poder ver a sus parientes con frecuencia. “Quisiera riamente me tiraba hasta cuatro o cinco bolsas ver más a mi familia, pero lo que me alienta a seguir es de perico, me decepcioné mucho de la vida con saber que ellos entienden la situación y están muy orguesa pelada, pero esos son errores que uno comellosos de mí ”. te, porque ella me conoció vicioso y todo eso. Su carácter es fuerte, fue entrenado para soportar Me decía ‘Jaime póngale pilas al perico si no me los azares de la vida, pero eso no implica dejar de lado quiere perder’, pero yo como un bobo, con las su espíritu humanitario. Brindarle seguridad a la comuamistades y todo eso, no le paraba bolas. Cuannidad es su gran objetivo. “No me importa morir para do no camellaba me iba con los parceros y no la salvar a otro, es parte de lo que soy”, dice con orgullo. llamaba, por eso la perdí”. Ahora, se arrepiente Su vida social se reduce a nada. Su extenso horario de haber elegido el vicio. es su mayor enemigo. Por 40 días trabajados le otorgan Sus primeros pasos como vendedor de drocinco de descanso, tiempo limitado para ver a su esposa, gas fueron impulsados por su amigo ‘La Ñaña’, familiares y amigos. “El no ver a mi familia es duro, pero quien le propuso jibarear una libra de marihuaal final del día, mi motivación más grande es saber que na. En cuestión de 15 días ganó 600 mil pesos. mis esfuerzos y sacrificios están aportando a la tranquiPero la vida de un vendedor de vicio no es cosa lidad de la comunidad”, lo dice con cara de satisfacción. fácil, su rutina de trabajo lo enfrenta constanteCon la misma seguridad habla el teniente Andrés mente con el miedo a estar tras las rejas. “Uno a Cardozo, comandante de la Policía de Andes. Él conoce veces se mantiene como ‘azarao’ por los ‘tombos’ la rutina de los hombres del Goes, también la de los deque lo vigilan a uno y a la plaza ”. lincuentes, y es quien pone la cara ante los problemas Pero esta no es su única preocupación, ya de seguridad del municipio. A pesar de todo, no ve a que trabajar con drogas es como estar condelos jibaros como los villanos de la historia. “Para mí un nado, como el mismo jíbaro o vendedor de vicio no es una persona propiaJaime lo expresa: mente mala, es más bien un peón, un títere utilizado “Cuando usted entra para vender drogas. El jíbaro es la cara de la plaza, el al mundo de las droque se expone a que lo capturen, pero no es el cabecilla gas, tiene un pie de la operación. En el escalafón de una organización en la cárcel y uno delictiva, los vendedores de drogas, están en lo más en el cementerio, bajo de la escala”. porque de esto no hay salida”.

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II. “Un pie en la cárcel y uno en el cementerio”: John Jaime Cano*

Fotografía: Carlos Andrés Pérez Quintero

El rostro envejecido de Jaime refleja una vida dedicada al consumo de drogas, aunque tan solo tiene 29 años. Su cara es delgada, sus profundos ojos negros esconden historias sin contar de su vida como jíbaro. La notable cicatriz que tiene en su frente, producto de un accidente laboral, es el símbolo que le recuerda a diario que su vida es un instante. Sus manos temblorosas revelan el nerviosismo con el que enfrenta su rutina. Su odisea en el universo de las drogas comenzó cuando tenía 18 años. Al hablar se evidencia un tanto su acento montañero, además deja ver en sus palabras

El aumento del tráfico de drogas en Andes durante los últimos meses llevó al incremento del pie de fuerza policial en el municipio.

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9 III. Génesis de un drogadicto: por un soploncito a los 20

Aquí se camina a tientas, se levanta el paso y no se sabe con certeza dónde va descansar. Un callejón que se torna intransitable y desconocido, como el sitio al que conduce. Así es la puerta de entrada para dar con un hombre cuya vida es igual de oscura, pesada y con un final incierto. Aunque las autoridades en Andes no tienen cifras claras acerca del impacto de la drogadicción en el municipio, ‘Fercho’, con su cotidianidad, ratifica que hay un mercado, una historia detrás de las drogas, una razón de ser para vivir inmerso en un mundo donde las posibilidades de salir bien librado son escasas. ‘El Grillo’, mi acompañante, me sigue como si la tomba nos persiguiera. Resopla como caballo y se queja como si fuera la nena de la travesía “¡Uy no, agítelo parcera! Usted camina muy rápido, menos mal ya vamos a llegar donde el ‘Fercho’ ¿Es que está azarada o qué? Yo siempre camino con calma”. El Divino Niño es uno de los barrios más alejados del parque principal de Andes, un lugar considerado foco de violencia y expendio de sustancias psicoactivas. Hace más de un año fue considerado zona roja por la Policía Nacional. Es un sector de cuidado para forasteros. Mientras más nos adentrábamos por sus calles, ‘el Grillo’ más hablaba de su situación con las drogas. “Yo meto marihuana desde los 14 más o menos, es que la cucha me dejaba ir pa´ todos lados, y en esos parches no faltaba el que apareciera con el moño”, decía con cierta lentitud y risas entrecortadas. Y así, mientras él contaba por partes sus historias y saludaba a cada quien que estaba en las puerta de sus casas, seguíamos ascendiendo hacia nuestro destino. − ¡Ah! nosotros todos los sábados nos reunimos en la casa de ‘Fercho’, allá nos parchamos y la pasamos bacano, ese man es un bien, por eso me conozco a toda la gente de por acá. Es que la casa de ‘Fercho’ también es mi casa. “Yo voy de salida parcero, usted por qué no me avisó que venía”, fueron las primeras palabras de ‘Fercho’ al percatarse de nuestra presencia en la puerta de su casa y, ante nuestro silencio, no tuvo más remedio, al parecer, que invitarnos a pasar a un espacio que hacía las veces de habitación, sala y cocina. Estando allí, es fácil notar las pasiones de ‘Fercho’: afiches en la pared, simulaciones de copas, banderas y pañoletas, además del acolchado de su cama, son la evidencia de que el Atlético Nacional es su principal afición, después de su trabajo como tatuador, de lo que siente también gran orgullo. “A mí desde chiquito me ha gustado mucho dibujar. Sólo estudié hasta tercero de bachillerato, y no me entraba ¡es que no! No me gustaban las matemáticas, pero para español y dibujo, sí era la berraquera”. Quizá por esa inclinación al dibujo es que decidió dedicarse a hacer tatuajes a todo tipo de personas, como bien dice él. Posiblemente así es que puede privilegiar el estilo de vida que decidió llevar desde sus 20 años, aquel que le permite trabajar a sus 51 años a su ritmo, cuándo quiere, cómo quiere. Es decir, en su casa con “salsa brava y baladitas americanas” y si el cliente es de confianza, con un baretico. El consumo de drogas en Andes Andes es un municipio con aproximadamente 45 mil habitantes, donde las dinámicas de pueblo se han ido desvaneciendo. Esta localidad del Suroeste antioqueño, en la última década, ha sufrido cambios en todos los ámbitos sociales, para los que difícilmente se planean o ejecutan estrategias de prevención y atención. “En el municipio no hay un diagnóstico de consumo, no hay edades de incidencia, ni una clasificación de las sustancias, pero sí hay conocimiento de pacientes con esquizofrenia y otro tipo de trastornos mentales debido al consumo”, afirma Aleida María Arango, psicóloga del hospital San Rafael, de Andes. Según la información proporcionada por el Departamento de Psicología del hospital, los factores de riesgo para entrar al mundo de las sustancias químicas o psicotrópicas van desde la curiosidad hasta problemáticas familiares, o bien, van de la mano con el consumo de alcohol. Grupos de acción de la Policía, charlas propiciadas por el hospital para padres e hijos, y grupos

Fotografía: Cortesía

Luisa Fernanda Acevedo Suaza luisa.ac.suaza@gmail.com

juveniles desde las dos parroquias que existen en el municipio, hacen parte de la estrategia de prevención del consumo de drogas. “A nadie le ponen un revolver en la cabeza para que empiece a consumir, pero hay muchas maneras de ejercer presión para iniciarlo”, sostiene la psicóloga. Añade que las condiciones de vida inciden considerablemente en las decisiones de cada individuo, y ésta, como otro tipo de situaciones, se puede prevenir desde casa. La primera vez de ‘Fercho’ Cara a cara ante el artista y con ‘el Grillo’ de espectador, ‘Fercho’ empieza a narrar lo que fue su primer y último acercamiento con la marihuana, hasta pasados cinco años, donde volvió a consumir para no parar más. “Me cascaron a los 15 años porque tiré un soploncito y le conté a mis hermanitos. Cuando llegué a mi casa me dieron una pela ni la hijueputa, de ahí no volví a meter nada. A los 20 probé otra vez, un día un soploncito, a los ocho días dos soploncitos más y así nos iniciamos en gallada, éramos como siete”. Las carcajadas de ‘el Grillo’ retumban en el lugar, risotadas capaces de llamar la atención de la gata juguetona que ‘Fercho’ tiene como mascota. Entre tanto, aquel hombre tatuador simula una escena de cuando se drogan, sus monerías como marioneta de circo reflejan, según ellos, el caminado, la voz y los gestos de cuando se pegan los plones. De golpe, las risas se apagan, hace calor y Fercho intenta refrescarse cuando se quita la camiseta del Rey de Copas, y así, ante nuestra expectación, empieza a hablar sobre las cicatrices que tiene en su rostro y en su cuerpo. La chamba que asemeja una extensión de sus finos labios hasta la altura de la ceja derecha, la señala de extremo a extremo, y la respuesta es sencilla cuando le pregunto cómo se la hizo: “Me la hice en una desorganizada”. Desorganizarse para ‘Fercho’ es mezclar toda clase de alucinógenos, tal como pasó en una época que él asocia con los tiempos de la guerra de Pablo Escobar, donde todo el mundo consumía basuca, “desde el más

rico hasta el más pobre”. − ‘Fercho’, venga niño, ¿nos rotamos uno o qué? A la pelada no le choca ¿cierto?, dice ‘el Grillo’. ‘Fercho’ parece no escuchar y continúa con su relato. “Una vez estábamos en una fiesta, nos estábamos drogando. Combinábamos pepas y perico, además, hicimos un sancocho de marihuana. ¡Jummm, me drogué mucho y casi mato a un man! En medio de mi traba lo ataqué, volví en mí por un momento y vi que al lado mío llevaban a un tipo todo ensangrentado, como que me fui y lo volví a atacar. Al otro día me dijeron que yo le había robado plata, el reloj y que casi lo mato, yo no recuerdo nada y seguí metiéndome ñatazos, aunque siempre le he tenido miedo a las sobredosis”. Vuelve y estalla en risas, dejando ver claramente los cinco largos y delgados dientes que perfilaba su carcajada, al paso que señala una cicatriz en su tórax, exactamente en la costilla flotante de su lado izquierdo. “Esta me la fracturaron, severa chamba”. Suave y pausadamente, ‘Fercho’ comienza a pronunciar entre dientes “Una vida así no es fácil, he perdido muchos trabajos, estuve casado por ocho años, pero mi hogar se dañó por eso. Intenté dejarlo pero con el síndrome de abstinencia me fue peor. A veces intento engañarme a mí mismo, pero ¿para qué? si lo vuelvo a hacer, estoy en una corriente de la que no soy capaz de salir”. Y vuelve una vez más a caer el silencio, como un puñetazo invisible. −¡Eah, Rotémonos uno parce!, insiste ‘el Grillo’. Y así, entre risas y melancolías, una llama anaranjada da vida a un cigarrillo, que pone en entredicho una vez más que el camino de la legalidad difiere de los caminos del placer. Nombres cambiados por petición de las fuentes.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


10 Testimonio

Nadie conoce a Enoc por su nombre. Es un habitante de calle. Todos lo ven deambular por Andes desde hace casi una década; pero muy pocos conocen su historia. Diana Paola Mejía Henao polamejia22@gmail.com

Fotografías: Javier Mejía Londoño

Enoc es uno de los habitantes de calle más visibles de Andes. Todos los reconocen, pero muy pocos saben cuál es su historia.

Yo soy Enoc Restrepo, nacido en Betania, Antioquia, mi papá se llamaba Juancho, mi mamá, Rosmira. Tenía cinco hermanos, una familia muy extensa, honrada y con mucha plata”. Dice tener entre 50 y 70 años. Hace ocho llegó a Andes, luego de la muerte de su esposa. Ahí empezó su historia. Habla con absoluta certeza, su firmeza me asombra, pero casi ni me observa. Su mirada está perdida entre muchos recuerdos. Hoy es un clandestino más entre los 40 mil habitantes de Andes. Entre tantas estructuras que tiene el municipio, Enoc duerme de vez en cuando en una habitación que le alquilan por mil pesos la noche. Este hombre se da cuenta de que hay cambios notorios en Andes, sabe muy bien qué hay a su alrededor, sin embargo, no necesita tener ninguna conversación con nadie para saber ciertas cosas. Le gusta andar solo, le gusta vivir en la calle, no tiene quejas, no tiene prejuicios, no tiene ganas de cambiar su vida. Con lo que es ahora es feliz. La capital comercial del Suroeste es un pueblo lleno de tradiciones, de gente amable, de diversidad cultural, de música, de poetas, escritores, cantantes. También

‘Osama’ es el único amigo de Enoc. Lo soporta porque acepta su silencio.

No. 1 Junio de 2015

hay personas que hacen historia sobreviviendo en las calles sin un rumbo fijo. Muchos de estos individuos son conocidos en el pueblo: ‘Batagria’, ‘Osama’, ‘Barba Roja’, ‘La miada’, ‘La muela de gallo’, ‘Mariela’, ‘El duende’, ‘Sirena’, ‘Rigo’, ‘Alfredo’, y un grupo llamado ‘La banca de los pensionados’. Todos ellos viven una aventura diferente y la voz de la calle les habla al oído. “Las mujeres de la mala vida fueron mi perdición, ¿pero sabe qué? eso a mí no me importa y tampoco me arrepiento”, dice Enoc. El parque Simón Bolívar es el corazón del municipio de Andes. Por muchas generaciones ha sido el referente de encuentro de visitantes, un ícono urbano que tiene a su alrededor locales comerciales y sucursales de entidades bancarias. Así como muchas personas se reúnen en este sitio para distraerse, conversar o realizar alguna diligencia, Enoc también sale todos los días al parque, lo recorre sin importar si llueve o hace demasiado sol, no se sienta en ninguna parte porque no le gusta quedarse en un mismo sitio mucho tiempo, no le causa ninguna reacción que la gente lo mire de reojo por su aspecto físico, ni por la ropa que lleva puesta. Solo se limita a observar lo que pasa a su alrededor creyendo siempre que él es “un don de Dios” y que no importa nada más. Entre tanto dinero que circula de mano en mano, Enoc solo subsiste con dos mil o tres mil pesos para gastarlos en un almuerzo, tintos y mecato. Este hombre asegura que él está mejor que las demás personas, dice que viven de afán, se quejan de todo y hasta se tienen que preocupar por estrenar ropa cada mes. Por el contrario, él solo tiene que pensar en sobrevivir, “y la supervivencia es regalada, no se tiene que comprar”. Tiene una amistad con ‘Osama’, hablan sin hablar, el silencio los acompaña cada vez que se encuentran, es como si tuvieran una larga conversación con miradas que se cruzan. Una amistad que no tiene ni principio ni fin, es que a Enoc no le gusta estar con nadie, sin embargo, acepta que ‘Osama’ se quede y camine junto a él. Las palabras sobran en esa amistad. “A mí me gusta andar solo porque no me quiero complicar la vida, andar solo es más fácil porque la gente lo mira a uno mugroso y le dan moneditas, por eso yo me baño de vez en cuando para que la gente que me mira de reojo vea que el mugre es propio”. Él se liberó de todo vínculo con su familia, se liberó del tiempo, de los afanes, del dinero, de los prejuicios y hace de la calles de Andes un paraíso que no lo abandona.


Perfil

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El maestro en el arte del cuero Hernando Álvarez es un jericoano que por más de 40 años ha transitado por los caminos de las curtiembres y la marroquinería; una tradición que amenaza con perderse. Janier Hernando Álvarez Pérez janier.alvarezp@gmail.com

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los otros, porque hizo que quien le compraba los cueros reconociera el trabajo que yo había hecho”, rememora. La mayoría de edad lo alcanzó sumergido en el mundo de las curtiembres, en ese tiempo lidiar con el olor sofocante de las aguas estancadas, sangre, podredumbre y con las docenas de gallinazos y mosquitos que merodeaban la llamada ‘Tenería’, en Jericó, se convirtió en pan de cada día, al igual las relaciones de competencia, trabajo y amistad se forjaban al lado de sus compañeros. “Uno en un día se raspaba de tres a cuatro cueros de ganado, todo ese proceso era artesanal, a mano. Además, como hay muchos tipos de cueros, cada uno tiene su proceso que puede durar desde dos hasta 15

trarse con la marroquinería. En sus nuevas labores, los tanques con químicos, los sofocantes y penetrantes olores, los gallinazos y mosquitos fueron remplazados por máquinas de coser, martillos, cuchillas, moldes, materiales como lona y cordobán. “Quise dejar ese trabajo para avanzar en otro tipo de oficio, porque para eso se necesitan lugares más amplios y en eso la higiene molesta mucho, en cambio la marroquinería la puedo trabajar en casa, donde yo quiera y no tengo ningún problema”. Al tiempo que recuerda lo anterior, señala con satisfacción el local donde la tapicería convive con el cuero, las monturas y aperos con los carpas en lona y sillines; donde trabaja en compañía de su familia.

Fotografías: Janier Álvarez Pérez

ncendió su máquina de coser. El olor a cuero procesado se combinaba con una suave fragancia a lavanda, mientras una luz tenue dejaba entrever el aspecto áspero y un poco arrugado de unas manos color canela que guiaban, con firmeza, cada puntada que la aguja daba a través del burdo material. Cinco fotografías de unos perros con aspecto lobezco ubicadas en la pared del fondo robaban protagonismo a momentos; pero la atención volvía de nuevo a estas manos cuando el ruido del motor de la máquina superaba al de la emisora que machacaba guascas en una graY la tradición perdura badora de los ochentas. Raspar, curtir y procesar Hernando Álvarez, pieles de ganado, chivos y hasun hombre de palabras ta conejos, es un quehacer que firmes y precisas, cuyas el Maestro aprendió cuando cejas negras y pobladas el oficio aún era plenamente contrastan con la nobleartesanal. “En Jericó aún exisza que popularmente es te la curtiembre en la que yo atribuida a los cabellos aprendí, allí sigue trabajando blancos, empieza sus la descendencia de las persolabores un poco antes nas que iniciaron conmigo”. de 7:00 de la mañana. La tradición del cuero tamMitiga el frío matutino bién está presente en Salgar, con un café instantáneo Fredonia y Támesis. endulzado con dos cuLa faceta artesanal del charaditas de azúcar; lo oficio, en la que todo el procepone al costado de la máso depende de la capacidad de quina de coser mientras aguante de los trabajadores, prepara cada una de las sobrevive y compite hoy día piezas con las que armacontra la producción masificará un bolso, una correa, da e industrial, pues encuentra un estuche de celular, un sustento al cultivar el arte en carriel o una billetera, las nuevas generaciones, algo sicombinando colores y milar a la tradición cafetera que texturas para crear los trasciende la brecha del tiempo. productos con los que “La marroquinería y las surte su propia marrocurtiembres son trabajos que quinería. para mí nunca se van a acabar, “El arte lo aprendí porque siempre habrá alguien empíricamente; poco a que siga con la tradición, que poco iba haciendo cosas quiera aprenderla y ejecutarde muestras de otros Con el paso del tiempo el Maestro fue perfeccionando un arte que aprendió por su cuenta, plasmando en cada producto la tradición jericoana. la”. Así entonces, acercando productos. Al principio los labios cautelosamente hano quedaban bien hecia el borde de la tasa, miraba chas, pero con el tiempo uno se iba perfeccionando y días, dependiendo de para qué se use; es decir, si es hacia el frente, donde la luz del sol entraba tímidamenvolviéndose profesional en lo que hace”, dice Álvarez. con pelo se raspa y se pone delgado, sacándole la carte al local, revelando a su paso los recortes y moldes que Desde hace más de 20 años, este jericoano llegó al nosidad hasta darle un calibre adecuado para hacer esperan sin prisa convertirse en algún producto. municipio de Jardín como pionero en los oficios de la correas, bolsos o carrieles. Ya se le da un proceso de Tomó ese último sorbo de café matutino, acomotapicería automotriz y las manufacturas en cuero. Pero curtido en unos tanques para que el cuero no huela madando su silla volvió la mirada hacia el producto que las líneas que componen esas historia en la subregión luco ni se dañe. Una vez procesadas y secadas las piecosía y se dispuso a hacer de cada puntada una oportuempiezan desde mucho antes, quizá un tanto alejada les, se distribuían en Jericó y Medellín principalmente, nidad más para que la tradición del cuero perdure en de una cultura escrita con café, pero conservando la con eso se sacaban productos como correas apretadoras el tiempo. Y el motor volvió a rugir. esencia de una tradición de pueblos de antaño movidos para los avíos, y muchas otras cosas, porque la piel tiea lomo de mula. ne muchos usos que van más allá “Yo empecé a trabajar desde los ocho años”, exprede hacer carrieles”. sa el Maestro, apelativo que fue ganando con los años De acuerdo con Propaís, la y con su trabajo por distintos municipios del Suroesindustria del cuero tiene una te. “Cuando llegué a vivir donde mi padrino, Amado participación del 0.27 por cienPérez, él me enseñó el oficio de las curtiembres, pues to en el Producto Interno Bruto toda la vida había trabajado con eso; era un arte que se (PIB), y en el sector manufactuiba trasmitiendo de generación en generación, porque rero su participación es del 2,17 también le enseñó a trabajar a sus hijos”, recuerda al por ciento. A pesar de que la tratiempo que apaga el suave ronroneo de su máquina y dición va en caída, sigue siendo una expresión de orgullo se dibuja en su rostro. “Y es una fuente de ingresos imporque yo a los 10 años raspaba pieles al mismo ritmo de tante a nivel nacional. los otros trabajadores”, añade. De los curtiembres a la Un camino por la tradición marroquinería Los primeros pasos en el mundo de las curtiembres Los días en el oficio de las curno fueron fáciles para el Maestro. Desde muy pequeño tiembres fueron quedando atrás emprendió el oficio de la mano de su padrino. Con una para Hernando. “Ahora yo trabajo sonrisa, como esbozando una nostalgia ajena al tiempo. de otra forma, compro las pieles “Al primer cuero que raspé le hice como 20 rotos, y uno ya procesadas y las utilizo para la que se asustaba porque le estaba dañando el material a manufactura, ya con ellas hacemi padrino, entonces le tapaba los roticos. Pero él, al vermos monturas, bolsos, carrieles”. Para evitar que las pieles se dañen, pelen o descompongan, son sometidas a un proceso de salado, que permite conservarlas hasta el momento del raspado. me las ganas, me decía que siguiera hasta que lo terminaLa búsqueda de independencia ra. Recuerdo que ese cuero lo vendió al mismo precio de laboral llevó a el Maestro a encon-

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Colores

Fotografías: Archivo familia Serna y Stefan Richts

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Escalera patrimonio cultural del municipio de Andes.

Alejandro Serna (padre) le dejó a su hijo una herencia que es mucho más grande que cualquiera de las obras que haya pintado en vida. Mayor incluso que las propias “chivas-escalera” que decora, pues sin necesidad de un testamento, le dejó el olor a patrimonio.

Estrella Ríos Olaya olayarios94@gmail.com

Mi padre decía que era pintor gracias a las prostitutas”, afirma Alejandro Serna recordando a su padre, del mismo nombre. Y es que debe a ellas sus primeras pinturas, bocetos y pinceles embadurnados de color. En realidad, la responsabilidad de que así fuera empezó en 1942, pues ese año le regaló un aire de libertad en su destino y en sus manos. Para esa época decidió irse de la casa de su abuelo, se despidió con una frase poco amable y bastante común: “Coma mierda viejo hijueputa” y se fue para Medellín, ciudad que lo recibió con el oficio de indigente que era de esperarse para alguien llegado sin recursos y con los sueños intactos. Tenía 12 años, comía lo que sacaba de los basureros y vivía en la comodidad amplia que le brindaban las calles. En la década de 1950 decidió irse para Andes, un pueblo que, según Alejandro Serna (hijo), “es muy buen papá, pero muy mal padrastro”. Durante los años posteriores conoció el olor de los manicomios, debido a que, gracias al alcohol y al desorden mental, estuvo unos seis meses allí. Tiempo después complementaría su “formación” en la cárcel municipal. A pesar de que Alejandro Serna (Padre) estudió hasta segundo de primaria, tenía la curiosidad en el espíritu y en la sangre y eso era más importante que cualquier predisposición al estudio. “En la década de los 60 mi padre conoció a María Georgina Quintero, mi Alejandro Serna (hijo) plasmando las figuras geométricas en uno de sus trabajos. madre, con quien contrajo matrimonio en 1963. Yo estuve en los testículos de mi padre y en los óvulos de mi madre cia dañaba los trabajos de su padre con pincelazos de en 1966. La vida se la debo a mamá, pero el espíritu pintura, “mijo eso no séz puede dañar, es un encargo”. a papá”, anota Alejandro Serna (hijo). El mismo que Nunca le llegó a pegar, siempre fue un hombre amorole recalcaba, a sus ocho años, cuando con su imperiso y comprensivo, añade.

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Frascos de colores “Lo que mi padre hizo fue llenarme unos frasquitos, de esos en los que venía el aceite de almendras y me obsequió unos pinceles. Los padres tienen esa sabiduría indiscutible para darse cuenta de los talentos. Es quizás por eso que él, a partir de ese regalo, me empezó a dar tareas relacionadas con el arte de pintar”, cuenta. Y es que la admiración de Alejandro Serna (hijo) por su progenitor es enorme, no solo porque tienen el mismo nombre, sino porque el destino le heredó la misma habilidad en las rugosas manos. Destino “1993 cambió por completo mi rumbo. Estuve decidido a estudiar Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia, pero el decano de la facultad de ese entonces sabía quién era mi papá, notó mi interés por ingresar a la academia y me dijo: ‘Alejandro, no venga a la universidad para que le castren el talento, usted tiene al maestro en la casa’, y fue así como decidí aprehender todos los conocimientos de mi padre, hombre al que le debo la destreza y la perfección del oficio”. Lo dice con tanta admiración, que el corazón va salir flotando por su boca y tomará asiento en la silla para escucharlo. Sin embargo, no se aguantó y estudió un diplomado en técnicas pictóricas, en la Universidad de Antioquia. Algo llamado televisión El año 1993 no solo lo convirtió en un artista integral, sino que fue el inicio de una carrera en la televisión comunitaria. “Mi papá me obsequió una cámara. Empecé a hacer uso de ella cuando las cosas con la pintura se pusieron complicadas, el trabajo estaba muy duro. Entonces, decidí empezar a trabajar en el recién inaugurado canal Aupan; allí fui camarógrafo, editor y otras cosas. Ese mismo año me fui a vivir con Ángela durante 18 meses”. Tripas “Dejé un poco el arte mientras estaba en la televisión. Llegó sin mucha calma 1997, me casé con una mujer especial, me enamoré a primera vista, porque donde hubiera sido a segunda no me hubiera casado. El amor está en el alma, en aquello que es intangible, no en lo material”, expresa Serna, quien refleja en sus manos el sentimiento tan abrupto que le produjo ese matrimonio:


13 las mueve como quien dibuja la silueta de una mujer desnuda, coloreada de dolor innegable. “Llegó sin mucha prisa 2003, vino mi separación matrimonial. Había otra persona en mi vida. Se aproximó a pasos pequeños la soledad. Aquella mujer me dejó tiempo después de mi separación conyugal. Según ella, ya no sentía la misma adrenalina que le producía cuando estaba casado. Estoy solo”. Es irrevocable el recuerdo de esa soledad que le rompió algo más que un lazo sentimental, por su expresión en el rostro, esa soledad le fracturó las vísceras al artista. Continúa: “Me decidí, tomé el consejo de mi padre y me devolví para mi hogar materno”. En 2004 renunció a Aupan. “Mi madre se enfermó y a raíz de eso me di cuenta de que necesitaba el arte más que nunca. Ese mismo año, en Andes, se declaró a las “chivas–escaleras” Patrimonio Cultural del municipio y ese año mi papá enfermó de trombosis. La responsabilidad de su legaEn la plaza de mercado del Municipio de Andes es cotidiano encontrar estos hermosos vehículos filados bajo el sol. do recayó sobre mí”. Su primera escalera la pintó en 2007. El valor depende del número de bancas y puede fluctuar entre cuatro y cinco millones de pesos. Éste hombre, al que le hubiera gustado ser lunes, le fue quedando desde la enfermedad del padre una herencia y responsabilidad más grande que sus mismas obras. “Murió mi padre en 2010. Esa pérdida más que dolerme en el corazón, o en las tripas, me dolió en las manos; porque cuando papá estaba postrado en la cama me dolía la incapacidad de sus manos. Pero si él no podía moverlas yo sí; porque pintar es una especie de orgasmo espiritual donde el placer radica en crear”. Quince días antes de que su padre falleciera, estaba en el hospital y lo acompañaba a dormir. “Permanecía acostado en una colchoneta, mientras lo observaba allí postrado vi cómo, imaginariamente, mi papá repasaba las líneas de las escaleras con sus manos en el aire. Ahí supe que estaba deshaciendo sus pasos para irse definitivamente. Él vive en sus obras, más que en su cuerpo”. Es que Alejandro Serna vive en las manos de su hijo. Aún pinta con la misma pasión que le produce la satisfacción de un orgasmo. Sus bellas y coloridas figuras ruedan simpáticas en las escaleras por los caminos polvorientos del Suroeste antioqueño, sonriéndoles a los transeúntes y a los usuarios que admiran su arte Alejandro Serna (hijo) con el vestuario que lo identifica, pañoleta en el cuello, gorro y camisa. rodante. Las manos de Alejandro Serna padre e hijo se convirtieron en la extensión de la belleza.

El característico paisaje pintado en la parte trasera de la “chiva-escalera” da una pequeña visión de la riqueza paisajística de Antioquia y Colombia.

Si alguna vez se da la oportunidad de viajar en una “chiva-escalera”, hágalo en la ventana; la brisa tiene un toque mágico, además que permite visibilizar todo el recorrido.

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Fotografías: Daniel Vasco C.

14 Informe

La arquitectura tradicional de Andes enfrenta las implicaciones del aumento poblacional y de la dinámica comercial del municipio.

Andes,

¿la metrópoli del Suroeste?

Andes pierde identidad y transforma sus costumbres campesinas mientras se convierte en una ciudad naciente que crece de manera acelerada. Daniel Vasco C. danielvasco.90@gmail.com Luisa Quintero A. luiquintero95@gmail.com Juan Diego Salla Pereira diegosallafcb@gmail.com

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ebido a su actividad comercial, Andes ha perdido su identidad arquitectónica. El paisaje cambia de manera sustancial. Incluso, hace algunos meses se iniciaron proyectos para construir edificaciones que están casi al mismo nivel de la iglesia principal. Ese es el caso del edificio San Bernardo. Pese a que el Plan Básico de Ordenamiento Territorial (Pbot) vigente establece que no pueden construirse edificaciones con más de cinco niveles, esa torre, de nueve pisos, ya está a punto de ser terminada. La construcción empezó en 2011 y un año más tarde, en 2012, se inició el trámite en el Concejo municipal para actualizar el Pbot y que de esa forma se permitiera levantar construcciones hasta de ocho pisos. Aunque no ha sido implementada, la nueva norma tampoco cobijaría al edificio San Bernardo. En la Secretaría de Planeación actualmente se encuentra una queja por la

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mole de concreto que ha cambiado el paisaje de la capible que ahora este sitio pudiera perderse entre muchos tal comercial del Suroeste. otros que, poco a poco, han ido creciendo hasta igualar “Entre 1940 y 1950 empezó nuestro desastre a nila altura de la iglesia. vel urbanístico, ni las autoridades ni la comunidad de Municipios como Jardín y Jericó, erigidos en épocas Andes se preocuparon porque estaban tumbando nuescercanas a la fundación del municipio de Andes, aún tro patrimonio”, expresa Gustavo Zapata, historiador. mantienen la identidad de sus edificaciones. Por eso, Además, en desde las adminis1979 un temtraciones, se hace blor de tierra un esfuerzo por destruyó vaconservarlas para “Entre 1940 y 1950 empezó nuestro desastre a nivel rias viviendas que las futuras antiguas dejangeneraciones las urbanístico, ni las autoridades ni la comunidad de do en pie solo puedan disfrutar. Andes se preocuparon porque estaban tumbando dos edificacioNo obstante, el henes centenacho de que Andes nuestro patrimonio”. rias en el partenga una buena que principal. ubicación geográPara los fica y que además municipios del su clima se preste Suroeste de Antioquia, de tradición conservadora y para ser cuna del comercio en el Suroeste, le ha exigido con una marcada fe católica, los templos han sido los adaptarse a las condiciones de la sociedad moderna. referentes arquitectónicos, puesto que sus altas torres En este municipio se ha visto un notorio increpermitían que a muchos lugares llegara la imagen de la mento, no solo en las solicitudes de licencias de conscasa de Dios en el pueblo. Además, ubicaba a los turistrucción y reforma que se expiden en la Secretaría de tas y servía de reloj. Para muchos, era tal vez impensaPlaneación, sino también en el número de habitantes con

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15 los que cuenta la localidad. A la fecha cursan aproximadamente 500 solicitudes para reforma y cerca de 300 para vivienda nueva. Además, se tramitan tres licencias para urbanizaciones, lo que demuestra el crecimiento continuo de la población del municipio que ronda actualmente los 50 mil habitantes. En marzo, por ejemplo, el ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao, entregó 100 viviendas gratis en el municipio. Estas familias recibieron las llaves de su casas y, al mismo tiempo, enfrentaron un cambio de vida, pues la mayoría habitaban en la zona rural. “Al llegar a unos apartamentos deben cambiar su forma de vida, la convivencia es uno de los asuntos que se ve afectado en casos como estos. Una familia en el campo se levanta a las 5:00 de la mañana y lo que hace es encender el equipo de sonido a todo volumen, cosas como estas ya no las pueden hacer allí”, asegura el inspector de Policía de Andes, Mauricio Acevedo Escalante, quien adelanta un trabajo para mejorar la convivencia de las familias de la Urbanización Villa Javier. Pero no solo la vivienda y las construcciones verticales tienen cambios en Andes, el parque principal también será intervenido con recursos del municipio y del Gobierno nacional que ya aprobó un proyecto para la remodelación total de este lugar, aseguró Elkin Jaramillo Jaramillo, alcalde del municipio. La inversión será de 4 mil millones de pesos, de los cuales la nación se comprometió a aportar 3 mil y la administración municipal el resto. Según el alcalde, se espera que el parque, además de cambiar su cara física, siga siendo un espacio donde se construya identidad, ya que cada cambio en la forma cambia también las dinámicas mismas de las personas que a diario hacen uso de estos espacios. “Uno tiene que aceptar que los pueblos tienen que tener transformaciones, Andes ya no puede mirar hacia atrás. Ya lo que se conserva que se conserve como muestrario de lo que pudo haber sido nuestra arquitectura tradicional, por ahora tenemos que abrirnos a otra manera de ver el mundo, de habitar el mundo”, dice Gustavo Zapata. Otros andinos comentan que no reconocen el municipio en el que crecieron. Algunos piensan que los nuevos edificios traen progreso y desarrollo a la localidad. Sin embargo, no todos consideran lo mismo, otros

tantos creen que se debe crecer pero con conciencia, que ese crecimiento no debe ser tan acelerado y menos con edificaciones de gran tamaño que den prioridad al capital de unos cuantos. En la actualidad, la comunidad está pendiente de la decisión que se tome con respecto a la actualización al Pbot. Al ser aprobado, estará clara la norma que regirá construcciones como el edificio San Bernardo, el cual superó los límites establecidos. La expectativa es mayor si se tiene en cuenta que se proyec“Uno tiene que aceptar que los pueblos tienen tan otras dos edificaciones grandes: una en la Calle de las Flores que tener transformaciones, Andes ya no pueque tendría 13 niveles y la torre de DelosAndes Cooperativa, esta de mirar hacia atrás”. última ubicada en el parque principal. Aunque no se ha definido el número de pisos, sin duda también estará al nivel del templo Nuestra Señora de las Mercedes. Con tanto dinero moviéndose en el área de la construcción, quién sabe hasta cuándo las únicas dos viviendas antiguas del parque principal lograrán estar en pie para recordarnos quiénes somos y de dónde venimos.

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16 Oficios

La vida dependiendo

de la muerte

El dolor de una partida tiene en los vitrinos y un acompañamiento que busca darle a la despedida final un rostro más bello y amable. Carolina Marulanda Arboleda carolinamarulanda.31@gmail.com

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El entierro El auxiliar de preparación de cuerpos, Juan Camilo Tobón, afirma: “Todo comienza desde el momento que reportan a la funeraria que ha muerto una persona. Sin importar la hora, en ese mismo instante se dirige a la casa del fallecido un carro de la empresa para recogerlo y llevarlo a la morgue, espacio limpio y organizado, en el que se siente un poquito de frío. Allí se trabaja con los extractores, la máquina inyectora, la mesa, o parrilla que llamamos, la cual es en acero inoxidable y donde ubicamos al difunto. Luego

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Fotografía: Liciria Rodríguez

Los Vitrinos y Vitrinas acompañan a los difuntos y a sus familias desde la sala de velación hasta el cementerio. Se ganan la vida por cuenta de la muerte.

Fotografìa: Janier Álvarez Pérez

¿A usted no le da miedo trabajar en eso?, ¿lo han llegado a espantar?, ¿a ustedes les toca llorar con la familia?, ¿entonces vive de los muertos?, ¿y sí se lava las manos cuando sale del cementerio? Son algunas de las preguntas más frecuentes que les hacen a las vitrinas y vitrinos, es decir, las personas que trabajan para las funerarias y tienen como misión acompañar las honras fúnebres durante su desplazamiento de la sala de velación al cementerio. Para los funcionarios de la Funeraria Suroeste Antioqueño, en especial para quienes se encargan del servicio fúnebre, las preguntas y temores constantes de la gente no afectan su buen desempeño. Por el contario, se han convertido en su día a día pues, según algunos, nunca los han espantado o no creen en las malas energías. Es preferible dejar que las personas hablen, quizás desde sus miedos o solo por la necesidad de hablar. Mientras tanto, ríen al escuchar tal tipo de cosas y siguen con su trabajo de forma profesional. Lo que no se pone en duda es que, efectivamente, ellos se consideran de los afortunados que, desde la legalidad, viven de la muerte. “Hija, no olvides que al cementerio debes entrar por un lado y salir por el otro, pues así se quedarán las malas energías allá y no irán contigo” , comentaba doña Ana a su nieta Carolina, cada que salía para un entierro. Y sí, dichos comentarios se convierten, como dicen por ahí, en el pan de cada día; simplemente es cuestión de aprender a convivir con la muerte a la espalda y esa costumbre hace que en ocasiones ni les presten atención a los comentarios. De igual manera, todos coinciden en que de su trabajo honrado depende el sustento para su familia, estudios o gastos personales. Mauricio Fernández, director de servicios exequiales de la Funeraria Suroeste, cuenta cómo funcionan las empresas encargadas de la “muerte” en esta subregión. “En la funeraria llevo 12 años, pero funciona hace aproximadamente 18 años acá en el Suroeste antioqueño. Se fundó en el mes de octubre de 1996, por el señor Ancizar Zuluaga (ya fallecido), quien además también fundó otras dos importantes funerarias en el área metropolitana del Valle de Aburrá”. La idea de traer una funeraria al Suroeste radicó en que más o menos a mediados de la década de 1990 no existía el suficiente cubrimiento exequial en la región. Al momento de un funeral, las personas iban y compraban un ataúd, pagaban o hablaban con el sacerdote para que les diera la misa y, simplemente, se encargaban de llevar a su difunto a la misa y hasta ellos mismos lo cargaban. Y, obviamente, si había una persona experta en el manejo del químico del formol, entonces ésta lo inyectaba, de forma burda, con jeringa y aguja para preservar al difunto. Los servicios fúnebres a mediados de los años 80 se fueron tecnificando, y en la actualidad se hacen por medio de una empresa de pompas fúnebres a la que se le paga, por ejemplo, 12 mil pesos mensuales por la afiliación de nueve personas. El servicio cubre la sala de velación, el acompañamiento, la cremación, la preservación del cuerpo, los recordatorios, el arreglo floral y el transporte para la familia.

de traerlo, se le quita la ropa, se le baña, se le saca toda la sangre para que aguante la velación, ya que cuando no se hace, el cuerpo se descompone fácilmente. Para eso se inyecta formol. Sin dejar de lado que se debe utilizar una pijama antifluidos, con botas, tapabocas, gorro, guantes, para prevenir cualquier enfermedad o virus que pudiera tener el cuerpo”. “Cuando el cuerpo está listo, lo traen a la sala de velación, un lugar que cuenta con flores, cuatro velones alrededor del ataúd y un Cristo. En cuanto al salón, dis-

“Hija, no olvides que al cementerio debes entrar por un lado y salir por el otro, pues así se quedarán las malas energías allá y no irán contigo”

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pone de una habitación, baño y cocina para sus familiares y amigos”, comenta la señora Olga Lucía Villegas, a quien todo el mundo conoce como ‘la Cebollita’, y quien es la encargada de velar el cuerpo durante el tiempo deseado por la familia. “Además, desempeño la labor de cafetería, en donde doy las 24 horas tintico y aromática. Me esmero mucho por la familia del difunto y les doy mucha moral. A veces no faltan los problemas, pues no todo el mundo asimila la muerte de la misma manera, y si es el caso, llamamos a la Policía y ellos se encargan de calmar los ánimos”. Una vez pasado el tiempo de la velación, entran las vitrinas a desempeñar su labor. Cristina Rendón, vitrina de la funeraria, dice: “Nos llaman y debemos estar media hora en la sala de velación. En el lugar esperamos, y 10 minutos antes de la hora de la misa, nos vamos caminando hasta la Iglesia. Llegamos y esperamos en la puerta a que el sacerdote salga y dé sus palabras, en seguida empieza la ceremonia. Cuando se termina, esperamos un momento, luego salimos y los vitrinos meten el cuerpo al carro fúnebre y nos vamos formados hasta el cementerio. Allá el sacerdote dice sus últimas palabras y oraciones. Ya el encargado del cementerio mete el ataúd a la bóveda”. “En un entierro no solo existe el difunto, también están las familias. Algunas muy fáciles de manejar en medio de un dolor, pero hay otras que son demasiado complicadas. Pero, es dependiendo de las costumbres que tenga cada persona, pues algunas dejan que uno haga el trabajo sin ninguna complicación; por el contario, hay otras muy exigentes y no permiten que el servicio se haga como se ha acostumbrado”, añade Fabio Zapata, conductor del coche fúnebre desde hace varios años. ¿Cuánto ganan en un cortejo? Todo depende de la labor que desempeñe en la funeraria o en lo que respecta al servicio fúnebre. Por un lado, se encuentra el auxiliar de preparación quien recibe un salario mínimo, ya que él se encuentra vinculado a la empresa y realiza otras actividades. Si por el contrario no es vinculado, le pagan 12 mil pesos por preparación. Doña Olga, la encargada de la sala, se gana por velación entre 50 mil y 60 mil. Y las vitrinas y vitrinos ganan 13 mil por cortejo, es decir, cada vez que son llamadas para acompañar a una familia en el entierro de un ser querido. Además, es importante decir que, según Mauricio Fernández, director de servicios exequiales, la Funeraria Suroeste Antioqueño tiene alrededor de 14 mil afiliados solo en la sede de Andes, y fallecidos por mes, son en promedio de 15 a 18 personas, por lo que son ciertas las palabras de algunos de sus funcionarios: “Nosotros vivimos de la muerte”. Según las vitrinas de la funeraria, ellas no solo hacen su cortejo, sino que además tienen que lidiar con los piropos que algunos hombres lanzan, tratando de llamar su atención, empleando frases como: “Cuando me muera le aviso pa’ que me entierre” o “yo por usted me dejo enterrar cuando quiera, pero me llora”. “Ojalá y se muriera de verdad”, dice alguna de las vitrinas, cuando tiene que soportar los comentarios. Algo que les queda de consuelo cuando cumplen con el ritual de acompañamiento a sus clientes es que, al menos, ellos no tuvieron nada que ver con su deceso. Y la vida sigue.


Las reinas de la cancha

El equipo femenino de fútbol sala de Andes no solo se destaca por su belleza, sino también por su capacidad futbolera. Ellas son las futuras promesas de un deporte que poco a poco conquista más seguidores en la región.

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Fotografía: Ana Uribe

Deporte

Katherine Molina Saldarriaga kathemolina01@gmail.com

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os paradigmas de belleza quedan atrás cada vez que se paran en el terreno de juego. Los aretes, los collares, el maquillaje y el cabello suelto a la moda pasan a un segundo plano; y una coleta, orejas sin aros y su rostro totalmente limpio, les brinda comodidad y estabilidad a la hora de jugar fútbol sala. No les interesan los tabúes que se tienen sobre dicho deporte, en ningún momento se sienten masculinas por practicar una disciplina catalogada como propia de hombres; no, en cada atajada, pase, caída, cabezazo y gol, demuestran que son tan capaces como ellos para destacarse con la pelota. Carolina, Camila, Dora Nancy, Tiara y Dayana, jovencitas entre 16 y 18 años, son algunas de las deportistas que conforman el equipo categoría Sub-21 del municipio de Andes, Antioquia. Algunas son de la zona urbana, otras de las veredas aledañas, pero todas portan el mismo sentimiento, la misma pasión, las mismas ganas de dejar todo en la cancha y alcanzar la victoria. Hace cuatro años, la selección femenina de Andes viene practicando ese deporte de mucho contacto físico, agilidad y resistencia. Poco a poco ha tomado relevancia e interés para las mujeres del pueblo. “El nivel de las niñas de Andes es bueno, hay otros municipios que están muy por delante de nosotros, como Betulia y Concordia, pero nuestras jugadoras han demostrado tener mucho potencial”, dice Héctor Restrepo Londoño, coordinador de Deportes, quien admite que otros equipos se han destacado, pero que en el pueblo existe mucha capacidad y que es importante seguir trabajando y alentando a las mujeres para que hagan parte de grupos como éstos.

ser la verdadera ‘Pocahontas’ del equipo, por su parecido con el personaje de la caricatura. Práctica balompié desde los seis años, la sangre futbolera le corre por las venas, pues a aparte del gran talento, que sin lugar a dudas posee, viene de una familia donde casi todos sus miembros son deportistas. “Casi todos mis primos han jugado en la selección de fútbol de salón y en fútbol, de acá y del departamento. Johan, al que mataron, Daniel, mi hermanito, Alexis y Kenny, que están en la cárcel, mi papá también jugaba y Coco, que estuvo en divisiones menores del Deportivo Independiente Medellín y en la Pony Fútbol, pero ya no puede volver a jugar por un accidente que tuvo”. A sus escasos 16 años ha estado aproximadamente en 23 municipios del departamento de Antioquia, practicando en encuentros deportivos, ya sea de Fútbol, Fútbol sala o Fútbol de salón. A los 13 años empezó a jugar con la Sub-21 del municipio, destacándose por ser la más joven y por enfrentarse a jugadoras que le doblaban la edad. “Me quebré la mano, me la descompuse muchas veces al igual que los pies; me quebré un dedo, la rodilla y ahora mismo tengo dos morados en las piernas por el entrenamiento de esta semana”. A Nana, como la llaman, no le importa sufrir raspones, esguinces o fracturas, para ella son pequeños gajes del oficio que la van formando para ser una deportista íntegra y, más que eso, para disfrutar de su pasión. Pasión que no da para comer “Voy a estudiar para ser fisioterapeuta. En sí lo relaciono con el deporte, pero no me veo jugando pro-

fesionalmente. Aquí en Colombia es muy difícil. Una mujer no puede vivir del fútbol, aquí debe trabajar en otra cosa para poder subsistir. Es una pasión que está, pero por falta de oportunidades usted no se puede ver ahí”. Dayana tiene claro que disfruta competir, dejar su alma en la cancha, ver a los asistentes a la expectativa de alguna jugada y envolverse en ese mundo irreal que la levanta del suelo, ese mundo que solo el fútbol le puede ofrecer; pero también es consciente de que en Colombia el fútbol femenino no es tenido en cuenta y que el país aún está muy atrasado en el fútbol para mujeres. Existen más de 20 equipos femeninos conformados de forma organizada en el país, las jugadoras de la selección Colombia han tenido bastante éxito y se han destacado en países europeos. En el Valle del Cauca cerca de 2 mil jóvenes practican balompié; incluso, como lo dice Dayana, la selección femenina ha ganado más títulos que la masculina. Sin embargo, y a pesar de que haya tanto talento, las profesionales deben buscar expectativas de vida más prometedoras en otros países, sobre todo en Estados Unidos y en Europa, donde tienen en cuenta sus capacidades y les pagan por hacer lo que les gusta. Por el momento, Nana, Dora, Carolina, Camila y todo el equipo que conforman estas guerreras de la cancha, seguirá pateando un balón, seguirá intentando cambiar una realidad conocida por muchos y olvidada por todos, seguirá asistiendo los martes, jueves y sábados a ocupar el espacio que comparten con los varones; ese espacio que reconocen, que viven, que sienten, que aman: la cancha de fútbol.

Pasión, pelota y pestañina Son las 7:15 de la noche del martes 31 de marzo. Va desplomándose con pereza la noche y a las afueras del estadio J.J. Galeano se encuentran seis niñas con pantalonetas que les bajan hasta las rodillas, blusas de manga corta, cabello cogido col´ecaballo y tenis de bota desgastados por tantas horas y días de entrenamiento. Mientras van llegando las jugadoras faltantes, hablan sobre el próximo torneo que se realizará, sobre el gol que marcó Camila en el entrenamiento anterior, sobre las rivales de otros municipios, sobre su pasión por el fútbol. -Ehh, casi que no llega, lo estábamos esperando hace rato. -Y las otras, ¿qué les pasó? -No sabemos, pero entremos.

Mujeres y pelotas Dayana Echavarría se destaca en el equipo, es una joven de 16 años que cursa el último grado de bachillerato en la Institución Educativa San Juan de los Andes. De 1.50, cabello hasta la cintura negro y liso, piel morena y ojos achinados, de contextura gruesa, bien podría

Fotografía: Ana Uribe

Llega Yeddy, el entrenador, y de inmediato ingresan al coliseo. Son las 7:30, el entrenamiento se retrasó. Descargan sus bolsos, algunas se cambian de zapatos y una a una van ingresando a la cancha, es momento de empezar a entrenar.

La selección de fútbol sala de Andes se prepara para ocupar un papel destacado entre otros equipos del Suroeste.

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18 Crónica

A la caza del

armadillo

Fotografía: Su Neko. Bajo licencia Creative Commons

Para algunos habitantes de Ciudad Bolívar la caza de armadillos es una tradición. Las autoridades advierten sobre las implicaciones para el medio ambiente e incluso para la salud humana.

Como ocurre en el corregimiento de Farallones, el consumo de armadillos es frecuente en varios países de Centroamérica.

Sandra Yaneth Machado Machado sandritaf2011@gmail.com

A

las 6:00 de la tarde, justo en la puesta del sol, impulso y … “Ay mujer si no es capaz de mirar esto, meJosé Ángel Cartagena, más conocido como jor dé la espalda porque falta lo último”, decía, con una ‘Macana’, se prepara para iniciar su jornada. sonrisa que marcaba su victoria. El armadillo tenía la Toma un arpón, que no es más que un palo con una vara sobre su pecho, se movía, hacía ruidos, trataba de punta afilada, y sale a cazar armadillos en el corregiescapar. Al cabo de un minuto, terminó su lucha, permiento Farallones, de Ciudad Bolívar. Viste botas camdió su batalla contra el cazador. pesinas, pantalón azul mezclado con café quemado por Su cueva estaba cerca y de allí seguían saliendo la tierra que acumula por su trabajo como recolector sonidos. Macana se quedó firme por un minuto, sin de café, una camisa manga larga, un sombrero manmovimiento alguno y me dijo: “Creo que la voy a poner chado de miel y se guía por la luz de una linterna. a echar mente un rato porque estoy sospechando algo”. Esa noche “Macana” empezó su camino por aqueSe acercó con su linterna y encontró dos crías. “Mullas montañas. Con voz enchacha la voy a dejar trecortada recordaba que que tome la decisión, ha cazado armadillos desde ¿las matamos o ya con su niñez. “Yo me iba con la mamá tenemos? Dími abuelo todas las tardes y game ligero que ya se “Yo me iba con mi abuelo todas las tardes desde chiquito aprendí a afiestán azarando y se lar el arpón para matar los nos pueden escapar”. y desde chiquito aprendí a afilar el arpón armadillos, eso era lo único Con voz temblorosa le que uno comía primero”, dije que por favor no para matar los armadillos” dice para explicar que cazar lo hiciera, el cazador es un legado familiar. aceptó y las liberó. Sus palabras fueron inteDe regreso, Marrumpidas por un ruido. El fuerte respiro de un arcana sostenía su presa en una mano y en la otra su madillo y las marcas que dejaba a su paso señalaban linterna. Durante el camino, habló de la receta que poco a poco el camino a su morada. Al acercarse con prepararía al llegar. También, sobre las propiedades cuidado, Macana me pidió con gestos que no hiciera medicinales de los armadillos. “A mí me ha tocado ningún ruido, porque aunque la visión del armadillo curar a mucha gente en este corregimiento. Con una no es la mejor, tiene muy buen oído y cuando siente la cucharada de sangre del animal se cura a los niños con presencia de alguna persona tiende a reaccionar con problemas respiratorios y el aceite que larga es para el ruidos y violencia. pecho, preparándose con miel. Además, yo sé cuándo El cazador se secaba con su brazo las gotas de suuna mujer de Farallón está en embarazo, porque todas dor que caían por su rostro pálido y serio. Su técnica es llegan a mi casa para pedirme la concha del armadillo empírica, pero actuó con rapidez. Ahí estaba el armaporque sirve para los ascos y fastidios del embarazo, se dillo con su cola larga, de color pardo oscuro. Macana coge y se muele la concha. La punta de la cola también sujetó el arpón con sus dos manos, cerró los ojos, cogió sirve para el dolor de oído”.

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Tradición o extinción En la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata) de Ciudad Bolívar afirman que la reproductividad de los armadillos es alta: cada ejemplar puede tener hasta seis crías a lo largo de su vida. Por tanto, se acepta la cacería si la carne se usa para el consumo humano. Sin embargo, las autoridades dicen que sí ejercen control sobre la actividad de los cazadores pues, dependiendo de sus prácticas, la actividad podría ser catalogada como terrorismo ambiental y en ese caso habría sanciones legales severas. La Umata, junto con la Federación de Cafeteros, adelanta campañas de sensibilización en las fincas certificadas para evitar la cacería. Sin embargo, están dirigidas a proteger la fauna en general y no a una sola especie. Aunque para la Umata la cacería en el municipio se ha reducido los últimos cinco años y se practica solo de forma ocasional, la preocupación se centra en que los hábitats naturales de varias especias han disminuido por los cambios en las fronteras agrícolas y en grandes extensiones de tierra utilizadas en actividades como la ganadería. Sin embargo, la Umata sostiene que la dinámica poblacional de cada especie determina la relevancia que se dé a su protección. Es así como el oso de anteojos, el oso hormiguero, el venado, el conejo y el puma reciben mayores cuidados. Por otra parte, frente a las supuestas propiedades medicinales de los armadillos, las autoridades ambientales dicen que se trata de un mito y que, por el contrario, su consumo puede facilitar el contagio de enfermedades. Incluso, de acuerdo con un estudio publicado en el Diario de Medicina de Nueva Inglaterra, el contacto con esa especie puede facilitar el contagio de la lepra.


Entrevista

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material para arte y tecnología Medellín es una ciudad innovadora y, en función de ese reconocimiento, Camilo Andrés Gómez Ramírez, de 31 años de edad, aporta sus ideas revolucionarias. Mezcla el arte, la tecnología, la ecología y, de este híbrido, construye robots ecológicos. Jazmín Elena Torres Tuberquia jax.elena@gmail.com

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amilo confiesa que es primera vez que lo entrevistan. Se refleja en sus gestos que denotan angustia y ansiedad. A su confesión, le respondo que lo mejor para romper el hielo es hablar de temas que le den confianza y luego proceder con las preguntas del tema focal. En ese momento, me interrumpe diciendo: “A mí me gustaría hablar de lo que me inspiró, en primer lugar, puesto que no es un cuento de ahora, viene desde mi infancia”. Accedí a su petición. ¿Qué lo inspiró? La artesanía ha sido uno de los hobbies no explorados en mi vida, durante varios años he visto que poseo habilidades para el arte y los robots siempre han sido mi inspiración motivadora, desde pequeño me he sentido fascinado por los robots simulando al hombre y ayudándole en tareas cotidianas. Entonces, me sonó la idea de hacer una artesanía completamente nueva, innovadora y con cierto concepto tecnológico.

¿Cuándo construyó el primer robot? Lo elaboré como proyecto de grado en el segundo semestre de 2012, para graduarme como ingeniero en Instrumentación y Control, en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. Se trató de un brazo mecánico de cinco grados de libertad, operado inalámbricamente. Actualmente, debido a mis ocupaciones laborales, el tiempo que le dedico es mínimo, sobre todo en las noches cuando tengo tiempo disponible para hacerlo. Es más un hobbie que una ocupación laboral. A la hora de diseñar un robot, ¿tiene referentes nacionales o internacionales? Cuando se me ocurre la idea del proyecto comienzo a investigar por internet. Inicialmente encontré que es un trabajo que realizan, más que todo, los fanáticos de la electrónica que comparten sus proyectos mediante foros. Me encontré con una artista llamada Ann P. Smith, que se dedica a hacer esculturas con partes de electrónica y máquinas descompuestas. Sus trabajos se han expuesto en varios museos de Estados Unidos. También la aparición de la película Transformers ha inspirado la industria artesanal en Beijing, como Optimus Prime, en gran escala en la nueva China Green Dream Park, cerca del estadio Nido de Pájaro. Este robot tiene una apariencia imponente de arte reciclado, construido a partir de trozos de chatarra recuperados, igualmente existe en Tailandia el artista Mr. Sudjai y su equipo del estudio Kreatworks: The Steampunk &

Metal arts shop. Este artista lleva 10 años como escultor, tiene la obsesión de crear elementos del universo de la ciencia ficción más cinéfila, pero a tamaño natural y a partir de piezas de automóviles inútiles y otros elementos de fundir como chatarra. ¿Por qué utilizar material reciclable en una sociedad poco ecológica como la colombiana? Pienso que somos la generación que está ayudando a recuperar al mundo y esta forma de expresión artística tecnológica, por así llamarlo, es un grano de arena para inspirar la campaña ecologista de conservar los recursos naturales renovables y no renovables; además es una idea innovadora de acercar cada vez más la ecología con la tecnología. ¿Para qué sirven los robots? Básicamente, los robots tienen tres funciones principales: servir de obra de arte como expresión artística contemporánea tecnológica; segundo, para entretener y suplir algunas necesidades básicas en electrónica, como lámparas, parlantes de sonido, sensores de temperatura y otras ideas que se me van ocurriendo. Y, finalmente, para inspirar y fomentar el cuidado del ambiente. ¿Por qué construir robots en esta sociedad donde los proyectos tecnológicos son escasos? Pienso que es una manera de expresar el arte en otras dimensiones, explorando otros campos de la cultura contemporánea, que cada vez está siendo más influenciada por los cambios tecnológicos. Con este proyecto pretendo innovar en el campo del arte electrónico, a partir del diseño y construcción de robots, incluyendo los conceptos ecológico, práctico y económico. En el momento estoy empezando a investigar sobre la domótica, o casas inteligentes, que es un campo que se ha explorado muy poco en Colombia, porque requiere de inversiones significativas. También es un proyecto enfocado hacia las energías limpias y la eficiencia. La idea es desarrollar prototipos propios y mirar la probabilidad de explotar un mercado a nivel nacional. En Colombia, este tipo de apuestas, con proyectos micros, deberían abrir posibilidades para el desarrollo de nuevos conocimientos en el país y, a su vez, orientar estrategias de impacto para la economía nacional y la sostenibilidad ambiental.

Fotografía: Jazmín Elena Torres Tuberquia

¿Qué estudió y cree que su carrera influyó para desarrollar el proyecto? Yo soy egresado del Instituto Tecnológico Pascual Bravo, como tecnólogo en Electromecánica, en 2006, y egresado del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, como ingeniero en Instrumentación y Control, en 2013. Definitivamente mi formación universitaria ha influenciado mucho de este proyecto, pues son carreras con bastante contenido tecnológico que me ha inspirado a crear arte a partir de la tecnología. La idea me surgió un día que estaba cacharreando unos circuitos de electrónica, y de repente me pareció ver la forma del tronco de un robot en un motor paso a paso reciclado de una impresora vieja. Me surgió la idea de hacerle una forma robótica, actualmente este es el primer prototipo desarrollado de los que tengo armados.

Camilo parecía más tranquilo, se le notaba en el tono de su voz, los gestos de angustia habían desaparecido de su rostro. En ese momento tomó la palabra y trajo a colación una experiencia que le ocurrió hace un año, en la Universidad Católica de Chile, donde se disponía a cursar un posgrado y le ofrecieron dirigir un laboratorio de electrónica. “Allí comprendí que mis capacidades estaban mucho más altas que mis límites mentales”. Fue así como decidió emprender este proyecto robótico a inicios del año.

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20 Música

El despecho

no es exclusivo de los hombres Con esfuerzo, una andina se abre paso como la voz popular del Suroeste. En el camino no solo se necesita talento, también se debe sufrir con el estoicismo de un verdadero artista.

La música de Eliana Arango suena en bares y cantinas de Andes. Espera conseguir apoyo para promocionar su disco por fuera de su pueblo.

Verónica Juliana Restrepo A. vejurea84@hotmail.com

E

la mayoría de la gente le da pena hacer; además que me ha gustado mucho la rumba, tomarme los traguitos de vez en cuando; pero ya las cosas cambiaron, porque mi vida dio un giro completo cuando me convertí en madre y esposa”. Se levanta a las 4:00 de la mañana a realizar sus quehaceres del hogar. Todos los días despacha a su esposo para el trabajo y a su hijo, de tres años, lo organiza para llevarlo al jardín antes de iniciar sus labores. Es una mujer con aspiraciones, lucha por lograr su más grande sueño que es convertirse en la voz popular más reconocida del Suroeste antioqueño. Es multifuncional, madre de Matías, labora en un supermercado donde es cajera y surtidora. Como si fuera poco, colabora en una empresa de eventos sociales. Mientras organiza casa, prepara la comida, se plancha el cabello y su hijo interrumpe la conversación, Eliana Arango habla de sus inicios como cantante. Estudiaba en el colegio María Auxiliadora, del municipio de Andes, tenía 12 años y participaba en los actos cívicos y en los eventos. Además, acudía a los concursos de

Fotografías: Cortesía

liana Arango tiene 27 años, 23 de ellos vividos en un barrio del municipio de Andes que enfrenta la violencia a diario. En sus esquinas se ven personas cuyos rostros desaparecen en medio del humo de cigarrillos fabricados por ellos mismos y el comercio de marihuana, cocaína y alucinógenos es el pan de cada día. Su vida no ha sido fácil. Su niñez fue un constante viaje de casa en casa, pues su madre no se hizo a cargo de ella y, por ese motivo, la relación entre ambas siempre ha sido distante. Tal vez por eso, además de sus múltiples tareas en el hogar, considera que cuenta con el talento de narrar en canciones de arraigo popular lo que millones de mujeres mal viven y que para ellas es la dura cotidianidad. “A mí me crio gente de la calle. Tiempo después fui a parar a un internado”, dice de manera fría, aunque en su voz se hace evidente un sentimiento de angustia. A Eliana la reconocen en el pueblo por su apodo, ‘la Loca’. Ese sobrenombre tiene un significado que resume su vida: “Siempre he sido una persona muy alegre, expresiva y no me ando con tapujos. Hago cosas que a

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talento que se llevaban a cabo en Andes. Fue ganadora dos veces, en 2009 y en 2013. “He interpretado géneros románticos a lo largo de mi carrera, pero en estos momentos me perfecciono en el género popular porque es lo que más le gusta a la gente. Siempre que me encuentro en un evento es el que las personas más disfrutan y piden. Además, hoy en día las mujeres nos mantenemos más despechadas que los hombres”, exclama con una sonora risotada. Eli Arango es su nombre artístico: “¡Ja! Ya he recorrido gran parte del Suroeste, aunque también estuve en Bucaramanga en un encuentro de arte y cultura”. Ha compartido tarima con el cantante Antonio Rojas, con quien grabó su primer disco titulado Como amigos. Un sueño que no tiene límites Eliana es consciente que ser cantante no es suficiente para sostenerse y expresa con su voz entrecortada: “La música es como un yoyo, un sube y baja, no es estable. Apenas estoy arrancando y es algo muy difícil”. Dice que esa es la profesión que ha elegido y que su precaria situación económica no es un motivo para desistir o dejar de soñar. “Ser madre y combinarlo con tantas responsabilidades es algo complicado”, expresa. “Es muy difícil, la verdad es que la mayoría del tiempo me la paso trabajando y no me queda tiempo para dedicárselo a mi hijo. Salgo en la noche y cuando llego a mi casa lo encuentro dormido. Son 10 horas diarias las que laboro y el poco tiempo que me queda libre trato de dedicárselo a mi familia. Es duro, pero lo que a uno le gusta se logra con sacrificio y esfuerzo, igual necesito trabajar para poder ayudarme con la música”. Eliana ya lanzó su primer diseño discográfico apoyado por la casa disquera Promaster de Medellín. De él hace parte la canción Somos amigos y te superé, un tema que es de su propia autoría y ha tenido una excelente acogida en el municipio de Andes y en otros del Suroeste. El video fue grabado en formato Full HD. Su inspiración son las mujeres Ella le canta al despecho y en cada una de las letras que interpreta se refleja la cotidianidad que viven las mujeres. Siempre que se sube a un escenario hace lo posible por transmitir sentimientos de amores, desengaños, tristezas y alegrías para ellas, su público favorito. Con el carisma y la picardía que irradia en sus ojos admite que “las mujeres estamos cansadas de ser engañadas, de sufrir, de rogar. Entonces le tiro duro a los hombres, porque es la realidad, ellos nos mantienen despechadas”. Por ahora, busca recursos para promocionar su disco. “Es un éxito total acá en Andes, se escucha muchísimo pero ¿qué ocurre? ¡Se quedó en Andes! y es muy triste porque yo la verdad no tengo la capacidad económica de salir a viajar para que todo el mundo me conozca. Esperemos a ver qué pasa”. Eliana sabe que es un camino largo. “Yo quiero que mi hijo algún día se sienta orgulloso de mí”.


Testimonio

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El alemán que pone

a viajar los paladares

Llegó a Jardín hace más de tres años y montó un restaurante que trae sabores y aromas de otros continentes a una esquina del Suroeste antioqueño. Juan Pablo Fernández Álvarez jpablofernandez@hotmail.es

Un alemán entre montañas “Conocí Jardín desde tiempo atrás, siempre me pareció un buen pueblo. En el 2007 lo visité por primera vez, cuando hacía un recorrido por la zona cafetera del país”, cuenta Reinhard mientras enharina el mesón de aluminio y moldea la masa para una pizza. “Yo fui periodista en mi natal Alemania, pero fue cuando estuve en España que me cansé y creo que me quemé un poquito de la profesión. Es que el periodismo es un oficio fácil, porque es posible acceder a las fuentes, pero monótono y agota”. Por eso quería relajarse un poco y dedicarse a algo más calmado. Y lo consiguió en la culinaria: lleva tres años y medio con el restaurante. “No tuve la suerte de haber heredado millones y millones o de poderme jubilar a los 40, pensé en un restaurante y aquí estoy, hasta el momento funciona, no me quejo”. Al principio fue difícil. Por un lado, no conseguía todos los ingredientes para las preparaciones, por el otro, su comida era bastante “rara” y si bien todavía hay gente que especula con eso, fue con calidad y esfuerzo que floreció entre la oferta gastronómica del Suroeste, ganándose no solo clientes sino también numerosos amigos. “Ya las cosas han cambiado, sigo viajando cada 15 días a Medellín para comprar todo porque aquí no se consiguen algunos de los componentes para las preparaciones, el turismo ha mejorado y ese es el público que me sostiene, porque si tuviera que depender solo de los jardineñios pasaría hambre”, dice el foráneo con una franca sonrisa. Loco por la comida Nunca estudió cocina, todo lo aprendió en la cotidianidad. A donde llegaba experimentaba con preparar cosas, tomaba fotos y comía, porque estas dos últimas son las cosas que más le gusta hacer en la vida.

Fotografías: Janier Álvarez Pérez

O

jos en un tono de azul como es quizá el color del Mar Báltico en Alemania, piel rosada, cabello amarillo como el sol al amanecer en cualquier cielo despejado del mundo, no muy alto, pero atlético e intimidante. Así es Reinhard Adel, un periodista alemán que tiene comiendo con sazón internacional a residentes y turistas en Jardín. Caminar por las calles de Jardín siempre le resulta placentero a quien le llame la atención lo tradicional de las costumbres y la arquitectura de los pueblos de la zona cafetera. Puertas y ventanas grandes hechas en madera y pintadas con colores fuertes resaltan las fachada de las casas jardineñas. Flores de diferentes estilos en materas de barro y lámparas de otra época también adornan las casonas que parecen estar intactas desde hace más de un siglo. En una de las esquinas del que es considerado el pueblo más bonito de Antioquia, alumbra de color rojo una instalación navideña que le da vida, durante los 12 meses del año, al letrero del restaurante Café Europa. Debajo de él, la entrada y un arbusto entre una matera, a la derecha hay otro acceso y un pizarrón verde que, con tiza blanca, anuncia: “Pizza, pasta y Wok”. Así, el restaurante demuestra, desde la fachada, que ofrece comida diferente a la deliciosa y popular trucha con patacón de Jardín. Detrás de una barra de madera está Reinhard, que con su cara de extranjero hace más curioso el lugar. Cuatro mesas iluminadas por sendas velas, una luz tenue amarilla de otra instalación navideña, el I Wanna Love You de Bob Marley de fondo y él “bienveniros” en su español enredado congermano, la curiosidad que, en definitiva, mató al gato.

“Yo como pizza todos los días y nunca me canso, así como ustedes comen todos los días la arepa, yo como pizza”, dice poniéndole pasta de tomate y queso a la masa enharinada. En una de las paredes tiene una fila horizontal de fotografías de rostros, un niño y ancianos fumando o riendo, hacen juego con un tapiz hecho de páginas de periódicos de otros países. No ha ejercido el periodismo en Colombia y no le interesa hacerlo. Está concentrado en su negocio deseando cocinar hasta el último de sus días, momento en el que no le gusta pensar. Antes de llevar al horno la pizza, pone los champiñones, la albahaca y el pepperoni, indica que vive a cuatro kilómetros del casco urbano con sus dos perros y mientras se echa a la boca uno que otro ingrediente de la preparación, expresa: “Vivo tranquilo, eso me gusta del pueblo, no pasa nada, hay mucha calma”. Sus padres aún viven en Alemania y trata de visitarlos una vez al año porque, debido a sus avanzadas edades, ellos no pueden viajar. Quienes sí lo han visitado han sido sus amigos, que lo tildaron de loco cuando decidió hacer una vida en Colombia. Pero él está complacido y agradecido de su vida en el país, con un Jardín que le abrió las puertas y dónde, con su sazón, pone a viajar paladares por un mundo que se derrama más allá de estas verdes y escarpadas montañas.

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El restaurante demuestra, desde la fachada, que ofrece comida diferente a la deliciosa y popular trucha con patacón de Jardín.

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Reinhard Adel llegó a Jardín hace más de tres años y montó un restaurante que trae sabores y aromas de otros continentes a una esquina del Suroeste antioqueño.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


22 Crónica

Se vende una historia de Los objetos también saben contar historias y son piezas clave a la hora de almacenar recuerdos. Dos instrumentos de cuerda exhibidos en una compraventa son los protagonistas del nacimiento y la muerte de uno de los grupos de heavy metal de Andes. José Andrés Rubiano vej.a.rubiano@hotmail.com

420 mil el bajo y 200 mil la guitarra, bien pueda obsérvelos”, respondió uno de los empleados de la compraventa Los Dólares al consultarle por el precio de dos instrumentos musicales que cuelgan de una de las rejas del local. Desde allí, estos dos objetos en una posición alusiva al suicidio son el blanco de miradas curiosas que transitan acompañadas de bolsillos vacíos. El humo de los carros y el sudor de los transeúntes que a diario transitan por la subida La Trilladora se impregnan entre las cuerdas y el cuerpo de esos dos instrumentos que alguna vez escribieron parte de la historia rockera del municipio de Andes y que ahora cuelgan como trozos de carne a merced de cualquier comprador. No hay nada de extraño en ellos, lucen relucientes como cualquier elemento que se ofrece para la venta, tal vez como se viera una mujer para su primera cita o un hombre hambriento y desempleado a segundos de presentar una entrevista de trabajo. Él, de cuerpo azul con blanco y en su clavijero tatuadas las letras de la palabra Washburn, marca que lo hace acreedor a un precio poco usual para ser un bajo de prendería. Ella, blanca y pulcra, con curvas semejantes a las que bien sabía domar Jimi Hendrix. No hay letras en el clavijero, pues alguna crema limpiadora se encargó de eliminar su identidad y al mismo tiempo hacerla única. Juntos, como la pareja que alguna vez fueron, esperan a que la historia, su historia, siga marchando a la par del tiempo y la música que mejor saben hacer. De los juglares a los ‘chicos del rock’ La mayoría de los jóvenes sintieron algún día el deseo de tocar una guitarra. Tal vez por moda y quizá durante una época donde el reggaetón no había infectado casi todo el espectro musical del momento. Tal fue el caso de Jonathan Peláez, proveniente de un lugar mucho más caluroso que las montañas del Suroeste antioqueño y del que poco se escucha mencionar en los medios nacionales: Montelíbano, Córdoba. Jonathan abandonó las calles planas y polvorientas de su pueblo, esas que usualmente están ambientadas con el sonido de vallenatos que hacen eco en la llanura y se estrellan contra palmeras. Llegaba el momento de buscar nuevas oportunidades educativas y, por ello, en el año 2008 inició sus estudios de Ingeniería Industrial en la Universidad de Antioquia, Seccional Suroeste. Llenarse la cabeza de fórmulas y cálculos matemáticos es un procedimiento tedioso y agotador, es vital detenerse y por momentos se hace obligatoria una buena canción que le baje las revoluciones a los distintos teoremas que se mantienen sepultados en las páginas del famoso libro de Baldor. Así lo entendió Jonathan al rememorar una de las tardes de estudio: “Un día estábamos reunidos en la casa de Juan Carlos Restrepo, hacíamos un trabajo de álgebra lineal y escuchábamos música. A ‘Juangui’ se le ocurrió la idea de crear un grupo de heavy entre nosotros y por eso decidimos

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montar una banda”. Así, influenciados por el sonido de Ángeles del Infierno, comenzaría a gestarse la idea de una propuesta musical a la que algunos días más tarde bautizaron con el nombre de Horus. El proyecto estaba estructurado, el nombre acordado y los roles dentro del grupo distribuidos. La banda parecía lista y pronto su sonido se escucharía en alguna tarima. ¡Pero no! Faltaba lo más importante: los instrumentos. De poco servían ahora las ideas, planes y hasta gestiones para conciertos si no había con qué tocar. Por esa razón, Jonathan Peláez, o el ‘Emo’ como lo bautizaron sus amigos, debió hacer uso del dinero de sus estudios para comprar una guitarra eléctrica que le encargaría a Carlos Gil, músico reconocido en Andes. Como suele sentirse un niño a la medianoche de un 24 de diciembre, el ‘Emo’ esperaba la llegada de su instrumento. Al recibirlo arrancó rápidamente los plásticos que la recubrían y delante de sus ojos encontró la silueta y la forma de una Vorson blanca que muy pronto se convertiría en su compañera y causante de callos y dolor en los dedos, o más bien, y como él suele recordarla: “La puerta al mundo del rock and roll”. Un músico de peso y convicción “Moriré con las botas puestas”, enfatiza una de las canciones de Ángeles del Infierno, agrupación que bien pudiera ser la banda sonora de la vida de Juan Guillermo Jaramillo, un hombre que siempre ha estado fuera de las proporciones del promedio de sus conocidos, como muestra de ello, las botas que debe calzar hasta su tumba, talla 45. Reconocido entre sus amigos por ser el único que debe mandar a hacer la ropa para que le sirva y por la capacidad casi innata de ponerle apodos a todo el que se cruce por su camino. Él, quien fuera compañero de estudio del ‘Emo’, sería el de la idea de fundar una banda de heavy metal que le rindiera tributo a los grandes exponentes del género en español, los cuales escuchaba desde su infancia. Y aunque ninguno sabía cómo tocar un instrumento, ‘Juangui’ optó por encargarse del bajo, tal vez porque pensó que requería de menor esfuerzo o porque desde hacía varios años era fanático de la forma de tocar de Cliff Burton, de Metallica. Como lo hizo Jonathan, ‘Juangui’ se concentró en conseguir su instrumento. Para ello buscó a Sebastián Vásquez, un tipo con bastante recorrido en la escena rockera andina y lo convenció de que le vendiera su bajo. El negocio se concretó y ahora Juan Guillermo tenía en su poder un instrumento que cargaba con la experiencia de haber sonado con Anthagonic y Arkana, dos grupos reconocidos en el metal de la tierra de Gonzalo Arango. Poco después se supo que ‘Juangui’ pagó su instrumento en cuotas de a cinco y diez mil pesos en plazos de tiempo intermitentes. Así, con más tropiezos que victorias, el bajo vy la reluciente Vorson comenzarían a emitir sus primeros acordes juntos. Fueron testigos de los sudores y la impotencia que trae consigo el aprendizaje y dominio de un instrumento musical y de las lágrimas que aparecen con la incapacidad de no poder tocar a la perfección las notas de la canción preferida.


Fotografías: José Andrés Rubiano

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Entre cascos de motocicleta, recibos de empeño y electrodomésticos cuelga la historia de Horus.

Los años maravillosos y sus escasas temporadas Fueron cinco años y más de ocho presentaciones en las que este par de instrumentos compartieron escenarios, sonidos y los nervios que experimentaban quienes los tocaban. Los acordes de las canciones de Ángeles del Infierno se convirtieron en el pan de cada día para las cuatro cuerdas del azul y las siete de la blanca. Ambos, protagonistas de los aplausos, gritos y el roce de los cabellos de los asistentes a los conciertos de los que alcanzaron a formar parte. Viajaron en distintos medios de transporte, siendo usuales los recorridos en las ‘chivas’ o buses escalera, ahí compartieron asiento con campesinos que los miraban con recelo y pensaban que al tocarlos invocarían esa “música del diablo”. El Washburn ya sabía lo que era visitar una compraventa: “Alguna vez ‘Juangui’ estaba por perder el bajo en una prendería, se le había vencido la boleta y el tipo del negocio no se lo quería vender, pues le pedía el valor de todos los intereses por mora, y como él no tenía todo ese dinero me dio a mí lo que tenía y yo lo compré como si fuera el interesado. Así pude devolverlo a su dueño”, relata entre risas el ‘Emo’. Pero no siempre la situación se tornó amable con ellos. Marzo de 2014. Algo más de las doce del día, la hora en que el estómago comienza a rugir como si una selva entera viviera dentro de él. Jonathan abría la nevera del cuarto que tenía por casa y se daba cuenta que lo único que había en ella era una jarra con agua y un bombillo que alumbraba intermitentemente añorando tiempos mejores. Debajo de la puerta y estacionados uno junto a otro los recibos vencidos de los servicios públicos, en la pantalla de su celular se atascaban los mensajes de cobro por la cuota de una motocicleta que funcionaba a medias. Posiblemente pensó en lanzarse por la ventana de su apartamento, pero se dio cuenta que no abría bien, así que mejor ubicó su mirada en los objetos que acompañaban su existencia. Al lado de un montón de ropa sucia estaba ella, blanca y recostada en la pared. La miró, la acarició y con los ojos cerrados la tomó por el mástil y la llevó a su estuche. Subió el cierre con el mismo cuidado con el que se besa a una mujer por primera vez. Abrió la puerta de su casa y con la guitarra sobre el hombro derecho y el amplificador en la mano izquierda se dirigió a la compraventa Los Dólares. En cuestión de minutos abandonó la prendería con las manos vacías y los bolsillos con algunos billetes.

Esos que no tardaron en esfumarse y dejar de nuevo la nevera vacía. Pensó que pronto recuperaría su guitarra, pues a pesar de todo no era un hombre de empeñar sus pertenencias. La escasez económica lo había encaminado en una ruta en la que tendría que soportar una pérdida sobre otra. Aunque parezca medio irreal, durante el mismo periodo de tiempo en que el ‘Emo’ llevaba su guitarra a Los Dólares, ‘Juangui’ hacía exactamente lo mismo con su bajo y para completar, en la misma compraventa. Las razones que lo llevaron a tomar esta determinación son hasta ahora inciertas, pues prefirió hacerlo a escondidas de sus amigos y hasta ahora solo el silencio es la respuesta a la despedida del instrumento con el que se inició en el mundo del rock. La historia de Horus venía diluyéndose desde antes de que los instrumentos visitaran por vez definitiva la prendería, pero fue ese el acontecimiento que selló el final de una banda que supo mantener vivo el espíritu de rebeldía y fuerza que dejó como legado el heavy metal español de la década de los ochentas. Juan Pablo González, quien fuera vocalista de The Warriors (otra banda extinta en Andes) expresa: “La falta de apoyo y la falta de oportunidades son factores determinantes para que las bandas de rock del municipio desaparezcan. No hay espacios habilitados para ensayar y mucho menos de formación académica para los músicos, además el pago que reciben las bandas en las presentaciones por parte de las administraciones municipales es muy bajo y aparte de ello, tarda meses en llegar”. A la fecha, seis años luego de la conformación de Horus y a uno de su disolución, el bajo con el que Juan Guillermo aprendió a tocar y la guitarra que Jonathan compró con un subsidio educativo cuelgan de la reja de la compraventa Los Dólares. En un local comercial bautizado con el nombre de una moneda que va en alza como la escasez de este país, agoniza una parte de la historia de la escena metalera del municipio de Andes. Una imagen nostálgica que es el resultado de la falta de constancia combinada con el olvido por un sonido que ya no vende, agravado por la siempre molesta necesidad de dinero y el instinto por sobrevivir en uno de los países más felices del mundo. Posiblemente esos instrumentos cargados de historia y metal terminen en manos de personas que continúen el legado que llevan impregnado en sus cuerdas y micrófonos. Tal vez sí, tal vez no.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


24 Infogrรกfico

No. 1 Junio de 2015


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