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Realidad de la transición energética en El Salvador
Desde hace varios años nuestro país se encuentra inmerso en un proceso de transición energética, el cual tiene como fin la incorporación de tecnologías de generación que funcionan a partir de fuentes renovables no convencionales, como es el caso de la energía solar, eólica y biomasa, que actualmente están en auge a nivel mundial y se están incorporando gradualmente en el parque generador de nuestro país.
Dicha transición energética ha sido impulsada como una política pública por parte del gobierno de El Salvador desde hace ya algunos años, como una respuesta para contrarrestar los efectos del cambio climático, que como sabemos es ocasionado por el calentamiento global que está relacionado directamente con el incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero (el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, entre otros), y que se son emitidas en el proceso de generación de la energía en las centrales térmicas convencionales que utilizan combustibles fósiles, tales como el petróleo y el gas natural.
Ahora bien, la transición energética se viene dando de forma generalizada y a nivel global desde hace más de dos décadas, siendo impulsada inicialmente a través de distintos convenios internacionales sobre el cambio climático, cuya elaboración y suscripción ha sido promovida principalmente por las economías más industrializadas del mundo a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), teniendo especial importancia mencionar entre estos, el Protocolo de Kyoto, la Carta Internacional de la Energía de la Haya y el Acuerdo de Paris.
En nuestro país, la promoción del incremento de generación de electricidad utilizando recursos renovables no convencionales, se ha dado principalmente mediante licitaciones de libre concurrencia de dichos recursos que han sido promovidas por las distribuidoras locales en cumplimiento de las políticas energéticas dictadas por el gobierno de El Salvador, y estableciendo este último incentivos fiscales para promover este tipo de inversiones por parte de la empresa privada, como es el caso de la Ley de Incentivos Fiscales para el Fomento de las Energías Renovables en la Generación de Electricidad, la cual entro en vigencia a finales de 2007.
No existe ninguna duda en cuanto a que la transición energética busca primordialmente la protección del medioambiente y el desarrollo sostenible a través de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que producen los combustibles fósiles , y que muchos piensan que a través de la energía renovable se llegará a contar con un suministro lo suficientemente seguro, asequible y moderno que vendrá a sustituir la generación a base de combustibles fósiles, la cual quedará relegada en un segundo plano, lo cual vale la pena analizar, teniendo en cuenta la realidad geográfica del territorio de nuestro país, sus limitaciones y las necesidades de energía de la población en el corto, mediano y largo plazo.
Es una realidad que EL Salvador tiene un territorio de una extensión de un poco menos de 21, 000 kilómetros cuadrados, en el cual viven un aproximado de 6.5 millones de habitantes, teniendo este una densidad poblacional por kilómetro cuadrado considerablemente superior al resto de los países de Centroamérica, lo cual siempre ha significado el tener una restricción en la cantidad de tierras disponibles para la industria, y vale la pena mencionar, que dicha restricción incluso se ve reflejada en la Constitución de la Republica en su Artículo 105, el cual establece una extensión máxima de propiedad rustica de doscientas cuarenta y cinco hectáreas a las personas naturales y jurídicas.
Esta limitante en el tamaño del territorio puede llegar a repercutir en el desarrollo de la tecnología solar fotovoltaica en el futuro cercano, pues es un hecho que, en la construcción de esta clase de instalaciones, se necesitan muchas hectáreas de tierra para llegar a tener una capacidad firme que sea de consideración para el sistema bajo dicha tecnología, lo cual podría además incrementar otros problemas ambientales que ya se tienen, como es el caso de la deforestación que existe en el país.
Otro tema que falta por desarrollar es la capacidad de almacenamiento de la energía, pues el tema de las baterías para su almacenamiento es algo que recién se está analizando por los reguladores, por lo que falta mucho desarrollo al respecto, y en la medida que los costos de inversión de esta tecnología vayan disminuyendo en el tiempo es que podemos esperar que se vayan in- corporando al sistema de potencia del país, siempre y cuando se hagan las actualizaciones regulatorias necesarias para hacer rentable su inversión y que se definan reglas claras para su operación o interacción con el resto de los elementos de transmisión eléctrica.
También es una realidad que en El Salvador solamente existe un rio (El rio Lempa) del cual depende el funcionamiento de las centrales hidroeléctricas que están operando en el Mercado Mayorista de Electricidad, precisamente por el caudal que este tiene en comparación al resto de los ríos que existen en nuestro territorio.
A lo anterior hay que sumarle el clima y sus características hidrológicas, ya nuestro país solamente tiene una estación seca y una estación húmeda en el año, y es un hecho que solo en la estación húmeda las centrales hidroeléctricas llegan a tener una capacidad disponible y suficiente para atender adecuadamente las necesidades energéticas de la población, pues es un hecho que si no se llenan los embalses de dichas cen- trales ante la falta de lluvias, estas no pueden funcionar de forma eficiente para cubrir la demanda, por lo que la energía hidroeléctrica tiene esa limitante estacional.
Por otro lado, la única generación de importancia a base de biomasa que existe en El Salvador es la que producen los ingenios azucareros en la temporada de la zafra, que se da únicamente en la estación seca, pues es en dicha estación que dichos ingenios cuentan con el bagazo de la caña de azúcar que utilizan como materia prima en la generación de electricidad, por lo que esta generación a base de biomasa también tiene una limitante estacional, al igual que la generación hidroeléctrica.
En cuanto a la energía eólica, podemos observar que es en el municipio de Metapan, departamento de Santa Ana, adonde se encuentran instalados la totalidad de los aerogeneradores que conforman el parque eólico de nuestro país, precisamente porque únicamente en esa zona de nuestro país es que se cuenta con vientos adecuados para la generación de energía en forma continua durante todo el año.
Ante lo anterior, cabe preguntarse hasta donde podría llegar el desarrollo de los parques eólicos en El Salvador.
Por ello la principal pregunta que surge de todo esto es la siguiente: ¿Hacia dónde se va a dirigir la política energética de nuestro país en el corto y mediano plazo, tomando en cuenta los problemas causados actualmente por el cambio climático, y específicamente por el fenómeno de El Niño en los últimos meses, cuando lo más importante de todo es que el sistema eléctrico salvadoreño brinde seguridad de suministro a la población?
La Agencia Internacional de la Energía define seguridad de suministro como el “abastecimiento adecuado, fiable y a precio razonable de la energía”, por su parte, Naciones Unidas lo define como la “disponibilidad continua de energía en formas diversas en suficientes cantidades y a precios razonables”.
Al respecto, es un hecho que las tecnologías renovables convencionales y no convencionales no tienen un impacto ambiental negativo que sea relevante, y que estas generan energía autóctona local, que no depende de importaciones de materia prima para generar energía como es el caso de la que se produce a base de combustibles fósiles, pero, por otro lado, también es un hecho que la energía de fuentes renovables es intermitente y discontinua.
Por lo anterior, si bien las renovables tienen muchas virtudes y contribuyen al fortalecimiento del sistema eléctrico salvadoreño, es un hecho que en el corto y mediano plazo no podrán llegar a sustituir completamente a las centrales eléctricas convencionales que funcionan a base de combustibles fósiles.
Menciono lo anterior, ya que ni el viento, ni el sol, ni el caudal de agua o el bagazo de caña estarán necesariamente disponibles en los momentos de mayor demanda o en los momentos de crisis, como es el caso del fenómeno de El Niño, pues basta ver que en El Salvador actualmente son las centrales térmicas que funcionan a base de combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural, las que con su capacidad firme para generar en forma ininterrumpida aportan actualmente la seguridad de suministro que necesita el país para que no hayan cortes de energía, pues a diferencia de los países vecinos, adonde han habido apagones, racionamientos de energía por varias horas o precios de la energía por las nubes, ante la falta de capacidad firme por la salida o indisponibilidad de algunas unidades de generación, El Salvador ha sido en los últimos meses un ejemplo de seguridad en el suministro de energía ante el fenómeno de El Niño, la cual en todo momento ha sido aportada por las centrales térmicas que generan a base combustibles fósiles, y no por las tecnologías renovables.
Por lo anterior, puedo afirmar que es una realidad inobjetable que la seguridad del suministro de energía y la fortaleza y solidez del sistema eléctrico salvadoreño, reside actualmente en la diversidad tecnológica de la matriz energética, pues cuanto mayor sea el número de tecnologías y de fuentes de generación en la matriz energética local, el sistema será más fiable.
Por ello es una realidad que las centrales térmicas que generan a base de combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural continuarán jugando un papel vital en nuestro país, por el nivel elevado de seguridad del suministro y de capacidad firme que actualmente brindan al sistema, y que las tecnologías renovables continuarán aportando garantía de abastecimiento en el largo plazo, por ser fuentes autóctonas y no depender de importaciones de materia prima para su generación.
Si bien no se puede negar que las centrales térmicas convencionales tienen un considerable impacto ambiental por las emisiones de gases contaminantes y partículas contaminantes a la atmosfera, sus virtudes siempre serán mayores que sus defectos en los momentos de crisis, siendo además una realidad que existen sistemas que permiten reducir considerablemente dichas emisiones, como es el caso de las desulfuradoras en las centrales térmicas que funcionan a base de petróleo, y adicionalmente, que ya existe la regulación necesaria que establece límites en cuanto al contenido de azufre y otros minerales que el petróleo debe tener para reducir la contaminación ambiental.
También es importante mencionar que las centrales térmicas convencionales que funcionan a base de gas natural constituyen una tecnología más limpia que emite menores emisiones de gases de efecto invernadero que las que funcionan a base de petróleo.
Finalmente, quisiera hacer una reflexión sobre la crítica constante a los altos precios de la energía generada a base de combustibles fósiles en estos tiempos de crisis, porque considero que las preguntas que realmente debemos hacernos en estos tiempos de crisis climática son las siguientes: ¿Cuánto vale la seguridad de suministro eléctrico en El Salvador? ¿Cuál es el costo o impacto económico de un corte de suministro eléctrico a nivel nacional por varias horas al día?
Y es que como un buen amigo del sector eléctrico dijo recientemente: “No hay energía más cara que la que no se tiene”