¡NUEVO DISEÑO! Caracas, 9 de noviembre de 2016
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Hail Trump El nuevo presidente de Estados Unidos beneficiaría al chavismo y movimientos afines en América Latina, a menos que adopte un aislacionismo extremo. Su discurso discriminatorio es gasolina para reavivar el sentimiento antiestadounidense que tanto gusta a la izquierda radical pesar de que casi todas las encuestas dieron hasta el final una pequeña ventaja a Hillary Clinton, fue el republicano Donald Trump quien resultó favorecido por el voto en Estados Unidos. El 20 de enero se juramentará como cuadragésimo quinto presidente de su país. Desde la Casa Blanca, se espera que el empresario comience rápidamente a ejecutar sus planteamientos de campaña más radicales. La deportación masiva de inmigrantes ilegales muy probablemente le acaree la consolidación del desprecio entre los latinoamericanos que sus palabras ya la generaron.
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Además, sus ideas proteccionistas son potencialmente perjudiciales para las economías de la región, que obtienen una parte sustancial de sus ingresos a partir de las exportaciones al vecino del norte. Para los productos mexicanos ya adelantó que subirá los aranceles a 35%.
¿Todopoderoso? Trump como presidente supone toda una ruptura de paradigmas. Es el primer mandatario estadounidense sin ninguna experiencia previa como funcionario público, civil o militar. Precisamente por esto se puede esperar casi cualquier cosa de él. Ni siquiera es descartable la ejecución de sus propuestas más heterodoxas (por no decir disparatadas). Sobran las razones para suponer que estas promesas no fueron solo retórica populista para captar votos y luego, una vez en el poder, dejarlas en el olvido. Un estudio del politólogo Michael Krukones de 1984 halló que, en promedio, todos los presidentes estadounidenses desde Woodrow Wilson (1913-1921) hasta Jimmy Carter (1977-1981) consiguieron 73% de lo que prometieron. Esto según un artículo de la revista The New Yorker publicado en septiembre de este año, que cita otra investigación, de PolitiFact, que estima que Barack Obama dejará la Casa Blanca tras haber cumplido 71% de los compromisos adquiridos ante el público durante sus dos campañas electorales. No faltará quien diga, y con razón, que en Estados Unidos hay una fuerte separación de poderes y que las demás instituciones no están sometidas al Poder Ejecutivo, por lo cual los planteamientos más radicales de Trump tendrían obstáculos muy serios. Pero el presidente electo va a comenzar su período con un Congreso cuyas dos cámaras son controladas por miembros de su partido. Aunque muchos senadores y representantes republicanos se han distanciado de Trump desde inicios de su campaña, o incluso lo han rechazado del todo, no se sabe si serán suficientes para frenarlo. Trump muy probablemente intentará aprovechar la oportunidad de pasar por el Capitolio sus propuestas más extremistas antes de que lleguen las elecciones parlamentarias de 2018, la próxima oportunidad de los demócratas para hacerse con ambas cámaras. El otro gran escollo para el magnate puede ser la Corte Suprema, facultada para revisar la constitucionalidad de las leyes federales. Sin embargo, es el propio Presidente quien nomina a sus magistrados cada vez que se abre una vacante entre sus nueve integrantes, con la ratificación en manos del Senado. Una ya está abierta, luego de la muerte del juez Antonin Scalia en febrero de este año. Aunque Obama propuso a un sucesor, la mayoría republicana en el Senado no ha permitido la votación correspondiente. Esa vacante pudiera luego pasar a Trump. Además, dos magistrados del ala “liberal” de la corte (tendencia más afín con los demócratas), Stephen Breyer y Ruth Bader Ginsburg, tienen más de 75 años. Podrían salir pronto del tribunal, bien sea por muerte o retiro. Dos posiciones más que Trump podría llenar, alterando así el equilibrio dentro del Poder Judicial para favorecer sus intereses políticos.
Curiosidades
· Con 70 años cumplidos en junio
pasado, Donald Trump será el presidente de mayor edad al momento de asumir el cargo en toda la historia de Estados Unidos. El récord anterior lo ostentaba Ronald Reagan, quien tenía 69 años y 349 días cuando comenzó su mandato en 1981.
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Trump es el primer presidente estadounidense que nunca antes ha tenido un cargo público, civil o militar. Casi todos los mandatarios norteamericanos anteriores fueron primero alcaldes, gobernadores, representantes o senadores. Zachary Taylor, Ulysses Grant y Dwight Eisenhower tampoco tuvieron carreras públicas civiles previas, pero sí destacadísimas trayectorias militares que los hicieron figuras populares.
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La fortuna del próximo ocupante de la Casa Blanca fue estimada por Forbes en 3,7 mil millones de dólares en septiembre de 2016. Eso lo hace uno de los presidentes más ricos que ha tenido el país, si no el más rico de todos. La mayoría de su riqueza proviene de negocios en bienes raíces, pero también del mundo del espectáculo.
El republicano antiliberal Hace varios meses la unidad de investigación de The Economist estimó >> Cont. en la pág. 3
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que de una presidencia de Trump para la economía global sería parecido al de un ataque terrorista a gran escala. La mayoría de los economistas más reputados del mundo ha opinado que Clinton tenía una propuesta más sensata en este ámbito. Cuando la intención de voto reportada en las encuestas a favor de la exprimera dama subía, también lo hacía el Dow Jones. La economía funciona con incentivos, con garantías. Justamente eso es lo que escasea luego de que Trump haya resultado electo. Hay mucha incertidumbre sobre lo que pueda hacer el empresario al frente de la máxima potencia económica mundial. Aunque el Partido Republicano por lo general favorece el libre mercado, Trump ha centrado su propuesta económica en un exacerbado proteccionismo. El magnate considera que muchos de los tratados de libre comercio adoptados por Estados Unidos desfavorecen a su país, al facilitar las inversiones multimillonarias de grandes empresas en territorio extranjero, lo que a su vez reduce las oportunidades de generar empleo dentro del país. Este ha sido uno de los argumentos que lo hizo particularmente popular entre la clase trabajadora blanca. Uno de los objetivos más recurrentes de los ataques de Trump ha sido el Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio (Nafta) suscrito por Estados Unidos, Canadá y México suscrito en 1994 (cuando Bill Clinton era presidente, algo que el republicano sacó a relucir a menudo). Se ha comprometido a reformarlo para hacerlo más favorable a su país, y si hay mucha resistencia por parte de los otros socios, ha sacar a Estados Unidos del bloque. Trump también ha amenazado con retirar a su país de la Organización Mundial de Comercio si ella interfiriera con su plan de penalizar a las empresas norteamericanas que se trasladen al exterior. Se ha enfocado en criticar las importaciones desde China y México. Propone aumentar a 45% los aranceles a las primeras y a 35% las segundas. El proteccionismo de Trump es una mala noticia para los países exportadores de materias primas, como los latinoamericanos. Estos bienes del sector primario, luego de un boom, han venido perdiendo valor. ¿Qué pasaría si a ello se agrega que uno de sus grandes compradores, como Estados Unidos, se empeña en hacer mucho más difícil el intercambio? En 2014, el vecino del norte compró a México 80,3% de sus exportaciones, según el Libro de Datos de la CIA. Aunque esta es la región del continente contra la que Trump más ha arremetido, es posible que como presidente se proponga tomar medidas similares que afecten el comercio con otros en el vecindario.
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Las propuestas de Trump hostiles hacia México pudieran beneficiar a la izquierda local. Popularidad de López Obrador ha subido recientemente. Igual puede ocurrir en el resto de Latinoamérica
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Ayudaíta pa’ la izquierda La hostilidad de Trump hacia los inmigrantes, así como sus comentarios sobre los mexicanos (ampliamente considerados racistas), han sido fuertemente replicados en América Latina, lo que ha hecho de él un candidato estadounidense atípicamente llamativo en la región. Naturalmente, la reacción en casi todas partes ha sido de rechazo total. La deportación masiva de inmigrantes ilegales prometida por Trump sería el catalizador para ese repudio, sobre todo si en la operación se cometen violaciones graves de Derechos Humanos. La mesa está servida para la proliferación del sentimiento antiestadounidense en Latinoamérica luego de que las relaciones entre el norte y el sur mejoraran relativamente durante los ocho años de Barack Obama en la Casa Blanca. Sería como volver a los días George W. Bush, cuya agresividad internacional facilitaron aquella proliferación. Irónicamente, esto pudiera ser justo lo que necesita la izquierda en la región luego de los reveses que comenzaron el año pasado con la derrota electoral del kirchnerismo en Argentina. Los movimientos políticos adscritos al Foro de Sao Paulo, como el chavismo, son beneficiarios directos del rechazo a Estados Unidos en la región. Su discurso antiimperialista es uno de los aspectos clave de su juego geopolítico. En México sea tal vez donde este efecto se note más. La popularidad del excandidato presidencial Andrés López Obrador, líder del Partido de la Revolución Democrática (miembro del Foro de Sao Paulo), ha aumentado según encuestas recientes, según se lee en el artículo de The New Yorker citado previamente. López Obrador, a quien Hugo Chávez apoyó abiertamente las dos veces que compitió por la presidencia, ha propuesto cortar la colaboración de inteligencia con Estados Unidos que, entre otras cosas, había permitido detener a terroristas islámicos en suelo mexicano. Cabe esperar lo mismo en el resto de Latinoamérica. En el foro “Elecciones en Estados Unidos: escenarios, plataformas de política exterior y relaciones con América Latina”, realizado en la sede del diario El Nacional por el Centro de Pensamiento del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales, los analistas coincidieron en que una victoria de Trump le convendría al gobierno de Nicolás Maduro para poder reconstituir sus fuerzas. El presidente del grupo, Kenneth Ramírez, manifestó que la tesis fue esgrimida por William Izarra, padre del ex ministro Andrés Izarra y uno de los fundadores del Movimiento V República (hoy PSUV). Añadió que la candidata demócrata, Hillary Clinton, sería más incomoda porque podría hablar de sanciones, entre ellas la establecida en la Carta Democrática Interamericana, mientras que Trump con su dejar hacer sería más llevadero para el chavismo. “En el contexto latinoamericano y para Venezuela la victoria del magnate, conocido por sus comentarios racistas, fortalecerían el sentimiento antiestadounidense en la región e impulsaría a organizaciones como el Alba, que podría recuperar el espacio perdido en el continente tras la derrota de muchos de los gobernantes, cuyos países integran la alianza”, se lee en la nota. Eloy Torres, miembro del Covri y profesor de la Universidad Central de Venezuela, recalcó en el foro que muchas de las propuestas expresadas por
Trump ha planteado un proteccionismo exacerbado para impulsar la economía estadounidense. Por ejemplo, quiere elevar los aranceles a productos chinos hasta 45%
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De Clinton se esperaba continuaidad en las políticas de Obama hacia América Latina. Victoria de Trump deja incertidumbre total
Directora: Cindy Medina Redacción: Alejandro Armas
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Trump juegan con el imaginario colectivo del tiempo pasado y con el Estados Unidos que es blanco, anglosajón y protestante. Trump se ha referido al menos tres veces a Venezuela a lo largo de su campaña, mucho menos que otros países como China, México, Rusia, Siria, Irak o Irán. En una ocasión dijo que un triunfo de Clinton llevaría a Estados Unidos a una situación “parecida a la de Venezuela o Argentina”. En otra, prometió que “tendría mano dura con Venezuela y Cuba”. Luego, en un discurso en Miami, aseguró que Venezuela es “un hermoso, vibrante y maravilloso lugar”, pero que “ha sido herido terriblemente por los socialistas”. Añadió que el próximo presidente de Estados Unidos debe mantenerse solidario con las personas oprimidas del hemisferio americano, y que en Venezuela “hay muchas personas oprimidas”. “Ellos anhelan ser libres, ellos anhelan ser ayudados”, dijo. Si Trump revirtiera la normalización de relaciones con Cuba iniciada por Obama, sería otro argumento más para que el chavismo y movimientos afines promuevan el sentimiento antinorteamericano en Latinoamérica. No obstante, en otro momento de su campaña, más temprano, Trump dijo que la aproximación con Cuba le parecía acertada, solo que trataría de mejorarla. Sus posiciones duras pudieran haber sido solo un intento de asegurarse el voto de la derechista comunidad cubana del sur de Florida, estado importantísimo en el Colegio Electoral, que finalmente ganó. En efecto, Trump fue un candidato que se movió hacia adelante y hacia atrás constantemente en varios asuntos. En muchas ocasiones asomó que tendría una política exterior más bien aislacionista, posición típica de republicanos paleoconservadores como él. El próximo presidente pudiera mostrar una total falta de interés en promover la democracia y los Derechos Humanos en el resto del mundo. Ello supondría una mejora en las relaciones con regímenes no democráticos, incluso con los latinoamericanos. Como pasa con los mercados, el panorama internacional que augura la llegada de Trump a Washington D.C. está lleno de incertidumbres. Falta poco más de dos meses para su juramentación y todo el planeta está a la expectativa. Seguiremos informando…
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