Año 1. Nº 3. Publicación especial de distribución gratuita de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, octubre de 2014.
ESPECIAL EL DÍA
Medios En este número especial sobre El Día se analiza el discurso del principal medio del Grupo Kraiselburd en la trama del exterminio. El pedido en el juicio por el CCD La Cacha de investigar la coautoría del diario en crímenes de lesa humanidad. La relación del matutino platense con el Destacamento de Inteligencia 101. La acción psicológica como pieza articulante entre Medios de Comunicación y Genocidio.
La estrategia
del diario El Día en la represión Juicio de La Cacha: las tareas de inteligencia
Editoriales que delatan: legitimar el exterminio
La invisibilización de los actores políticos
El represor Pedro Anselmo Palavezzatti admitió la relación que mantuvo el diario El Día con el Destacamento de Inteligencia 101.
¿Cómo influía el día en la formación de opinión? ¿Su discurso contribuyó en la construcción de un enemigo? ¿Sus notas ayudan a naturalizar el genocidio?
El ninguneo que sufren metódicamente por parte de la prensa hegemónica de La Plata los dirigentes sociales y sindicales.
página
4
página
5
página
14
EDITORIAL Por Florencia Saintout Decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).
EQUIPO
Durante la dictadura, la represión se dirigió contra una parte de la población que calificó como subversivos y, luego, en democracia, contra un sector que tiene como principales víctimas a los jóvenes de los sectores populares.
2
Directora Josefina Bolis Arte y diseño Víctor Vialey Coordinación Marina Capitini Maite Blanco Belén Biasi
Redacción y Edición Fabia Hujarshi Alcira Martínez Eduardo Aller Celina Artigas Nicolás Bernardo
Malditos medios: la construcción de un orden represivo Con el retorno de la democracia en la Argentina, luego de la dictadura más sangrienta de su historia, se comenzó a hablar de la maldita policía. Primero, con respecto a la policía de la Provincia de Buenos Aires, la más grande del país; luego, en referencia a la policía en general. El adjetivo “maldito” estuvo –y aún está– ligado a una estructura institucional delictiva y corrupta que comete crímenes contra la población, la mayoría de las veces, gozando de la más plena impunidad. La condición de maldita no puede ser desligada de la supervivencia en la institución de una cultura y unas prácticas de la dictadura. Es en esta línea que ubicamos a los malditos medios: son aquellos que han actuado y actúan con prácticas nefastas, incluso criminales, tanto en la dictadura como en la larga década neoliberal. A primera vista (y para un lector desprevenido) podría parecer una exageración comparar una policía que inventa operativos, que lleva adelantes políticas de gatillo fácil y que tortura en las cárceles, con los medios. Pero es necesario decir que sin el trabajo sistemático y sostenido de un periodismo hegemónico, los crímenes –y el accionar en general– del aparato represivo del Estado jamás hubiesen sido posibles. Durante la dictadura, la represión se dirigió contra una parte de la población que calificó como subversivos y, luego, en democracia, contra un sector que tiene como principales víctimas a los jóvenes de los sectores populares. Y si esos medios logran ser modeladores y moduladores de una opinión pública indiferente –e incluso proactiva con los crímenes de la derecha– es justamente porque aquellas estructuras que lograron consolidar en la dictadura se continuaron en diferentes formas durante la democracia neoliberal. La historia de la prensa criminal en nuestro país es de larga data. No se trata únicamente de periodistas aislados (aunque existan nombres propios), sino de una trama canallesca que se articula a manera de sistema o de aparato. Durante el período 1976-1982 esta trama de prensa participó activamente de la construcción de un orden represivo. Mientras una parte del periodismo resistió, en ciertas ocasiones, de modos heroicos y, en otras, al menos dignas; la otra, la parte canalla, actuó sistemáticamente para legitimar el gran crimen: la desaparición forzada de personas, las torturas, los robos de bebés y el saqueo del país a través de un plan económico que dejaría por décadas fuera de la vida vivible a millones de argentinos. La dictadura también fue posible gracias a la existencia de un periodismo canalla con carácter de plan sistemático que actuó para la legitimación del horror, que dialogó entre sí y que hizo negocios con los represores. No estamos sólo ante un periodismo que ha silenciado, o al cual le faltó crítica (que por supuesto merecerían la condena ética y profesional), sino que
Colaboradores Jorge Jaunarena Flavio Rapisardi Ramón Baibiene Verónica Bogliano Camilo Cagni Pablo Roesler César Díaz
Mario Giménez María Marta Passaro Oscar Roldán Silvina Negrete Matías Moreno Martín Gras
estamos ante actores que han participado en hechos delictivos, en operaciones criminales. Y que no sólo no han hecho una autocrítica, sino que siguen defendiendo sus participaciones. El diario El Día, que pertenece a la familia Kraiselburd, apareció en 2014 mencionado en el juicio llevado adelante por el Tribunal Federal Oral N°1 por los crímenes cometidos en el circuito clandestino de detención de La Cacha. El 8 de febrero de ese año, el represor ex teniente coronel Anselmo Pedro Palavezzati , que se desempeñó como Capitán en el Destacamento de Inteligencia 101, describió que su principal actividad durante la dictadura era encargar al diario El Día tareas de recopilación de información para preparar sus informes de inteligencia. Dijo: “Los diarios saben hacer esas cosas cotidianas”. Para que existan 30.000 desaparecidos en la Argentina tuvo que haber una maquinaria cultural que construyera como posibilidad el exterminio. Y en esta tarea los medios como maquinarias especializadas en la producción simbólica que nomina la vida ocupan un lugar fundamental. La llamada propaganda negra no es otra cosa que la construcción de unos nombres, de unos relatos, de unas categorías, de unas imágenes que ordenan los acontecimientos a partir del eje de destrucción del otro. Ese proceso se hace ocultando la verdad y, sobre todo, mintiendo. No hay exterminio sin categorías sobre lo otro como exterminable. Las categorías, reactualizadas, pueden subsistir más allá de la detención coyuntural del exterminio. Pueden quedar como saberes ocultos en los sedimentos siempre disponibles de la historia. Por eso, aunque nada lo garantice, la reparación de la justicia en el marco de la verdad es indispensable para que no ocurra –bajo las mismas o diferentes formas– otro gran crimen. Una Comisión Nacional de la Verdad, tal cual propone el trabajo coordinado por Horacio Verbistsky y Juan Pablo Bohoslavsky en el libro Cuentas Pendientes como camino a la justicia por los delitos económicos de la dictadura puede ser, una importante guía para pensar los delitos de los medios y del periodismo. Una herramienta para poder sistematizar lo que hoy es un mapa fragmentado y disperso. Con ese objetivo, un recorrido a recuperar es el ya transitado por las Madres de Plaza de Mayo, que vienen desde hace años realizando los juicios de verdad sobre los medios. Como también las informaciones y las denuncias que están apareciendo en los juicios por crímenes de lesa humanidad. Cada vez se hace necesario un mayor esfuerzo de sistematización de esta información para reunir las pruebas que permitan llegar al juicio de este periodismo coautor del exterminio. La verdad nos abrirá los pasos a la justicia.
El papel de El Día en la dictadura
Estrategias genocidas: la prensa criminal El respaldo de Raúl Kraiselburd a los militares se mantuvo durante casi todo el período dictatorial; jamás dejaron de reconocer la “acertada decisión” del golpe y el “aniquilamiento de la subversión”. La incesante búsqueda de verdad y justicia por lo ocurrido en la última dictadura cívico militar, hizo que el camino recorrido no sea sólo simbólico: hay investigados, hay procesados y hay condenados, y esto abarca no sólo al brazo ejecutor, también se está comenzando a investigar la complicidad civil, los crímenes cometidos por los grandes grupos económicos en la dictadura apoyando y promoviendo el modelo neoliberal instaurado. Pero aún falta mucho por recorrer en este sentido. No podemos dejar de mencionar a el diario El Día, históricamente el medio de prensa más leído de la ciudad de La Plata, que sin duda alguna ocupó un lugar fundamental en la estrategia represiva de la última dictadura en la capital de la provincia con más población de la República Argentina. Obviamente no podemos juzgar la actuación de este diario con el solo hecho de leer lo que se escribió en aquella época, la mano de la justicia –demasiado lenta en estos casos donde está involucrada la prensa–, se deberá encargar de dilucidar el verdadero entramado de la relación entre esta empresa periodística y el genocidio de estado provocado por la dictadura. Raúl Kraiselburd asume como director del diario luego del secuestro y del asesinato de su padre David, si bien el matutino ya tenía una marcada tendencia antiperonista –este hecho la radicalizó aún más– y sobre todo se ensañó fundamentalmente con los grupos de izquierda acusándolos de la violencia desatada desde los años 70. Pero adentrándonos en lo específico de las publicaciones, ya desde la tapa del diario del 24 de marzo de 1976 se habla, de que “como se presumía, el pronunciamiento militar se produjo poco después de la medianoche”, “…cuando se le pide la renuncia a Isabel Perón…”, “…en todas las provincias se tenía conocimiento de la inminente asunción de los jefes de las Fuerzas Armadas como gobernadores…” Dando como descontada la intervención necesaria a raíz del profundo caos en que estaba sumido el país. Siempre acompañado con otro titular que dice “Operativo antiextremista desarrollado en esta ciudad”, tratando de instalar la idea de la “terrible violencia” que se vivía producto de la “guerrilla”. Así en el cuerpo mismo de la nota cuenta que se organiza el apoyo de las Fuerzas Armadas para con la policía: “cuando ya era evidente que debía intensificarse la represión, ya que los subversivos no cesaban en sus hostilidades”, los militares apuntaron “con sus objetivos a las facultades de Arquitectura e Ingeniería desde donde se respondía al fuego con mayor intensidad”. El matutino no perdía oportunidad de aplaudir la prodiga y necesaria política económica que puso en marcha José Alfredo Martínez de Hoz. Otro ejemplo del apoyo manifiesto al golpe se puede ver en la editorial publicada el 26 de marzo, titulada “La prevista consecuencia”. En el cuerpo de la nota se puede leer “Pocos desenlaces de la vida institucional han sido tan inevitables y previsibles, como el proceso desencadenado en las últimas horas de la jornada del martes pasado y que culminó con la caída definitiva del gobierno que había asumido el poder el 25 de mayo de 1973. Una persistente acumulación de errores y contradicciones de las sucesivas autoridades que manejaron el país en los 34 meses pasados acarreó el final. Toda esta situación no podía sino acabar, como decíamos, en la forma que ahora ter-
minó. En el país se inicia una nueva etapa, por cierto nada fácil, para todos los argentinos. El reordenamiento del aparato productivo y el aniquilamiento definitivo de la guerrilla –todo en un marco de libertad dentro del orden jurídico y los principios republicanos de la Constitución– parecen las prioridades principales indispensables para que los habitantes de este suelo recuperen la paz, tranquilidad y seguridad que le permita sumar su esfuerzo creador a la tarea de conjunto”. Es importante destacar un párrafo de una editorial de días después del golpe en donde se asegura que “el desajuste del país promueve el flagelo de la droga en los mas jóvenes”, comparándonos con Colombia y con otros países de consumo, que hacía mella “en circuitos estudiantiles” (30-3-76 p.3) en clara alusión a que la juventud se encontraba en estado vulnerable a las drogas, pero también podría ser a “las ideas extremistas”, u otros peligros. Al cumplirse un año del golpe, el matutino dice que el documento oficial de la Junta será leído en el Vicariato castrense, y que en el marco de lo que califica como “austeridad” (concepto que según el diccionario significa “mortificación de los sentidos y pasiones”, “sinónimo de sobriedad y severidad”) de los festejos, será brindada solamente una misa, todo un símbolo del apoyo y complicidad de los poderes eclesiásticos con la dictadura. Es importante destacar, que comparte –y no por casualidad– esta tapa, el descrédito que se le da al informe de Amnesty Internacional sobre los Derechos Humanos
Por Jorge Jaunarena Secretario de Derechos Humanos de la FPyCS-UNLP. en la Argentina, haciéndose eco este diario de la voz del gobierno sobre que “es tendencioso” y se basa en testimonios “malintencionados” de “personas expulsadas o prófugas de la justicia, extranjeros, que abusaron de nuestra hospitalidad”. También en la tapa se lee un comunicado de la Sociedad Rural Argentina y de ADEBA (Asociación de Bancos Argentinos) felicitando el nuevo rumbo económico y la recuperación del “orden moral” por parte de las autoridades. La Iglesia, la Sociedad Rural y ADEBA fueron los pilares fundamentales de la instalación de la implementación del plan de la dictadura. El respaldo de Kraiselburd a los militares se mantuvo durante casi todo el período dictatorial, pero como tantos empresarios, sobre el final de la misma, empezaron a ser mucho más críticos, por supuesto sólo de las medidas económicas, pero jamás dejaron de reconocer la acertada decisión del golpe y el “aniquilamiento de la subversión”. Incluso, en 1981, no dudó en defender a la Junta Militar en la Sociedad Interamericana de Prensa, de la cual era directivo, ante las denuncias que venía realizando Jacobo Timerman, ex director de La Opinión, que había sido secuestrado y torturado por las fuerzas que respondían al general Camps, entonces jefe de la Policía bonaerense con el que El Día siempre tuvo una estrecha relación –que también debería ser investigada por la justicia– y se puede comprobar a través de la construcción periodística del relato sobre las innumerables notas de operativos policiales y militares contra los “sediciosos y extremistas” como los denominaba este diario.
La violencia de la letra En nuestro país hemos avanzado en la democratización de la producción de sentidos, sin embargo, la prensa escrita es parte de un trabajo de deuda. La violencia de la escritura es propia de su capacidad de nominación: la letra fija y sutura una diferencia y trata siempre de sustituir lo real por una inscripción. En este sentido los medios de comunicación escritos por su capacidad diaria, iterativa y constructora de tramas en el devenir de la historia cumplen un papel fundamental: no sustituyen lo real, sino que lo vuelven legible. Y estas operaciones son siempre actos de poder, es decir, políticos y éticos, no sólo por la apertura violenta que funda toda nominación, sino también por los modos en que la posibilidad de escribir (nos) está siempre repartida en el marco de las relaciones capitalistas de carácter corporativo. Es así como los periódicos de noticias son un engranaje militante de insistencia ensordecedora, pero con un ruido nada inocente, sino configurador hasta en sus contradicciones. En nuestro país hemos avanzado en la democratización de la producción de sentidos, sin embargo, la prensa escrita es parte de un trabajo de deuda, de carencia a futuro. En La Plata y gran parte de la estratégica provincia de Buenos Aires, el diario El Día, creación de la aristocracia anti Roca, siempre fue también, tribuna de doctrina desde la que se construyeron los sentidos activos de la hegemonía agroexportadora.
Por Flavio Rapisardi Coordinador del Programa de Investigación y Extensión “Comunicación, Medios y Dictadura” (FPyCS, UNLP).
Fue en el año 76, en ese momento de la “soberanía monstruosa”, donde este diario fue partícipe en la construcción de la hegemonía neoliberal que amenaza con volver. Por eso, sin olvidar ni perdonar su juego de antaño, el Programa “Comunicación, Medios y Dictadura” está trabajando en una investigación sistemática que nos está permitiendo comenzar a entramar a un periódico y a sus personeros en la construcción de esa trama de exterminio. Acción psicológica en marco del genocidio, tareas de inteligencia y operaciones de encubrimiento están allí, en la violencia de una tipografía estampada en diarios ajados que estamos revisando no para regodearnos en el armado de un archivo o papers de congreso, sino, haciéndonos cargo del carácter político de toda la investigación, trabajando por la justicia, apelando a las memorias y cambiando el régimen de verdad que durante mucho tiempo justificó el odio y la desigualdad. Nuestro proyecto convoca a investigadores, docentes y estudiantes a sumarse a este programa como modo de seguir construyendo la universidad pública, popular y productora de saberes donde la tan mentada ética no es una idea regulativa, sino la misma forma de lo que producimos. contacto: mediosydictadura@perio.unlp.edu.ar
3
Del 101 a El Día. De El Día al 101
El círculo de la desinformación El papel de la Iglesia, las empresas y los medios de comunicación fue clave en la construcción del statu quo. Una red circular de legitimación para tapar las culpas de cada institución. Durante el debate oral del juicio conocido como La Cacha quedó plasmado lo que venimos sosteniendo desde hace años en los organismos de derechos humanos: que este plan genocida no se hubiera podido llevar adelante –ni haberse sostenido la impunidad durante 37 años– sin la participación de grupos de poder como la iglesia, grupos empresariales y medios de comunicación. Poder que siguen manteniendo los perpetradores pese a haber cambiado el régimen político. Las complicidades de la iglesia fueron ventiladas durante el juicio a través de infinidad de testimonios donde se puso de manifiesto cómo sus miembros callaban ante las denuncias sobre las desapariciones o procuraban obtener información de los familiares de los secuestrados. Complicidades que continúan con el silencio ante las contundentes pruebas de colaboradores como Graselli y manteniendo entre sus filas al condenado por delitos de lesa humanidad Cristian Von Wernich. Similar actitud fue la adoptada por los grupos empresariales: más allá del conocido silencio de las empresas por la persecución y secuestro de sus propios trabajadores; más allá de la ausencia de información a los familiares de lo que ocurría dentro de las empresas; más allá de la remisión de telegramas de despido ante la denuncia del secuestro de los trabajadores por la familia, varios testimonios de testigos que manifestaron que los torturadores durante los interrogatorios contaban con los legajos personales entregados por las empresas resultaron sorprendentes. Capítulo aparte merece el rol que cumplieron los medios de comunicación. Sabido es que reproducían los partes del ejército señalando enfrentamientos fraguados, como así también justificaban el accionar clandestino, sin ningún tipo de verificación de la realidad. Dicho rol en La Plata fue realizado por el diario El Día. Comprobamos en el debate que el diario El Día presentaba relatos ficticios de los acontecimientos, incluyendo no sólo la reproducción de comunicados o la omisión de datos, sino también la presentación seriada de notas cuyos titulares remitían siempre a la figura de los “enfrentamientos”. Así, en relación a los casos que representamos el día 28 de Abril de 1977 bajo el título “dos sediciosos abatidos” el diario El Día describe cómo fueron asesinados en un supuesto “enfrentamiento” Alberto Paira y Arturo Baibiene, quienes son presentadas como “elementos subversivos marxistas de la banda autodenominada montoneros”. Ello fue, como se ha podido comprobar en la audiencia, el operativo de secuestro de Elba Leonor Ramírez Abella y Liliana Pizzá y el asesinato de sus maridos. Lo curioso es que ambas personas ase-
El Día presentaba relatos ficticios a cerca de los sucesos y asesinatos de militantes en La Plata.
4
sinadas fueron enterradas como NN. Sin embargo, el diario publicó nombre y apellido, lo que nos llevó a cuestionarnos cuál fue la vinculación de este medio con la dictadura. Además, otra función esencial de los medios de comunicación para garantizar la continuidad de la dictadura y la impunidad hasta nuestros días fue y es dar legitimidad al discurso presentándolo como única verdad, como sentido común, como opinión pública. Para ello se valieron de la construcción de un “otro”, determinado por cuestiones de edad, género o pertenencia política, de conductas o características que lo convierten en un elemento a exterminar.
“Otra función esencial de los medios de comunicación para garantizar la continuidad de la dictadura y la impunidad hasta nuestros días fue y es dar legitimidad al discurso presentándolo como única verdad, como sentido común, como opinión pública”.
Ejemplo de ello es la editorial del diario El Día del 26 de Marzo de 1976 titulada “La prevista consecuencia”, que analiza las circunstancias que llevaron al golpe como algo “inevitable y previsible”. Además señala cuáles son los dos grandes desafíos del nuevo gobierno militar: “El reordenamiento del aparato productivo del país y el aniquilamiento definitivo de la guerrilla”, traducido en nuestros días como la instauración de un sistema liberal en lo económico y el inicio de un genocidio como respuesta política a los sectores más combativos. Para finalmente arengar a la sociedad platense de la necesidad de apoyar a la dictadura manifestando: “Es indispensable desearles éxitos (al gobierno militar), pero es absolutamente imprescindible que todos los habitantes del país comprendan que ese futuro venturoso sólo llegará con el concurso de todas las voluntades argentinas”. Hasta aquí todo lo medianamente conocido, los organismos oficiales pasaban información al medio que sin cuestionamientos la volcaba a la comunidad. Novedosas fueron las sorprendentes manifestaciones vertidas durante la declaración indagatoria del imputado Palavezzatti, donde explicitó la participación del diario El Día en las tareas propias de inteligencia que desarrollaba el Destacamento 101, generando de esta manera el circuito inverso de la información. Según sus palabras se le encomendaba al medio la recolección de información de la
Por Ramón Baibiene y Verónica Bogliano Abogados de la Asociación HIJOS La Plata.
comunidad, no ya para difundirla por la prensa sino para la utilización del propio destacamento de inteligencia, actuando de esta manera como cualquier miembro del destacamento en tareas de inteligencia. A preguntas del presidente del tribunal se trató de aclarar si el diario El Día hacía tareas de inteligencia para el Destacamento 101. La frase con que el militar intentó redondear sus afirmaciones constituyó una síntesis magnífica: “los diarios saben de esas cosas cotidianas”. No podemos menos que estar de acuerdo: los diarios y más específicamente El Día, saben de esas cosas. Por esto consideramos que tamaña colaboración entre los medios de comunicación y el aparato represivo montado por el gobierno de facto debe ser investigada por la justicia para que la sociedad pueda dimensionar la real vinculación entre los medios y la dictadura.
Relación del Destacamento de Inteligencia del Ejército 101 con La Cacha El Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército que tenía su sede en la calle 55 entre 7 y 8 fue el órgano represivo que comandaba las acciones en el centro clandestino de detención “La Cacha” que funcionaba en el predio donde estaba la antigua antena de radio Provincia. Sus víctimas fueron a centros clandestinos de detención, cuando no las ejecutaban. Este rol se pudo constatar con la presencia de personal de inteligencia en el interior de La Cacha cumpliendo funciones de guardia y también a través de los reglamentos militares que organizaron la represión ilegal, donde otorgaban a la inteligencia un rol preponderante. El Destacamento 101 constituyó la apoyatura de todas las fuerzas intervinientes en la represión ilegal y centralizó y distribuyó la información a partir de la cual los grupos de tareas –conformados por fuerzas conjuntas o pertenecientes a alguna de ellas– realizaban los secuestros y trasladaban a sus víctimas a centros clandestinos de detención cuando no las ejecutaban. Pedro Anselmo Palavezzatti fue Capitán del Ejército Argentino ostentando el cargo de Jefe de la Primera Sección Reunión Interior y Oficial Operativo del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército con Aptitud Especial de Inteligencia. Mientras estuvo a cargo de Primera Sección Reunión Interior del Destacamento 101 de Inteligencia, en la ex antena de Radio Provincia, donde funcionó el centro clandestino de detención denominado La Cacha, se registraron las privaciones ilegales de la libertad y tormentos a cientos de personas. Entre sus funciones estaba la realización de tareas previas de investigación que llevan a decidir a quién detener y a quién torturar para reunir nueva información y remitirla a la Jefatura II y al Batallón 601. Quedó demostrado en el juicio por la relación entre el imputado y la Dipba sumada a la suscripción de los partes y pedidos de colaboración en su calidad de autoridad, el grado de participación que tenía sobre las decisiones que se adoptaban y el poder de mando dentro del Destacamento 101. Por su parte, del legajo surge que también se desempeñó como titular ad honorem de la materia “acción psicológica” siendo ésta una de las acciones encomendadas por los distintos reglamentos para aplicar en la lucha contra la subversión, título del cual se desprende su vasto conocimiento en la materia no sólo de las acciones de inteligencia, sino también respecto de los reglamentos y directivas que tenía a su cargo aplicar.
La oscuridad en El Día A través de sus páginas y editoriales, el diario centenario de La Plata avaló el golpe genocida. En el juicio por La Cacha podría comprobarse si sus directivos fueron entregadores de un trabajador. “No ha terminado la lucha”, tituló el diario El Día en su tapa del 4 de marzo de 1977, citando las palabras que pronunció –el por aquel entonces– almirante Massera en un acto en el bosque platense. A pocos kilómetros de allí, en un predio lindero a la Unidad Penitenciaria Nº 8 de Olmos, policías y militares se fusionaban con el objetivo de aniquilar a cientos de personas en el Centro Clandestino de Detención conocido como La Cacha. Seguramente, a esa “lucha” se refería el titular de la Armada: la detención, el secuestro, la tortura y la muerte de los llamados “subversivos apátridas”, que no contaban con ningún recurso o medio para defenderse. Siguiendo los concejos del gran escritor y militante Rodolfo Walsh, que decía: “Hasta lo más secreto está en alguna fuente pública”, relevamos parte de las ediciones del diario entre los años 76 y 77, y constatamos una complacencia más que evidente con las ideas y acciones de la junta militar. En una sociedad platense que estaba siendo castigada como ninguna por el terrorismo de Estado, donde día a día desaparecían sus vecinos y nada se sabía de ellos cabe realizar las siguientes preguntas: ¿Cómo influía El Día en la formación de opinión? ¿Su discurso influyó en la construcción de un enemigo? ¿Sus notas ayudaron a naturalizar un genocidio que duró años?
Editoriales que delatan El Día fue fundado el 2 de marzo de 1884, en los inicios mismos de la ciudad de La Plata. Desde ese momento, se erigió como el medio de prensa más representativo de la zona, donde sus lectores consumían noticias e informaciones que provenían de la nueva capital provincial y de sus alrededores. Siempre el matutino tuvo la capacidad de adaptarse a los gobiernos de turno sin ser un factor de oposición. En la editorial del 26 de marzo de 1976, titulada “La prevista consecuencia”, el periódico dirigido por Raúl Kraiselburd analizaba las circunstancias que llevaron al golpe como algo “inevitable y previsible”. Además, señalaba cuáles eran los dos grandes desafíos del nuevo gobierno militar: “El reordenamiento del aparato productivo del país y el aniquilamiento definitivo de la guerrilla”, traducido en nuestros días como la instauración de un sistema liberal en lo económico y el inicio de un genocidio como respuesta política a los sectores más combativos. Para concluir remataba con un pedido a sus lectores: “Es indispensable desearles éxitos (al gobierno militar), pero es absolutamente imprescindible que todos los habitantes del país comprendan que ese futuro venturoso solo llegará con el concurso de todas las voluntades argentinas”. Una verdadera joya del periodismo obsecuente. El 11 de abril del mismo año, el diario platense editorializaba sobre el rumbo económico que tendría que tener el país y aconsejaba “reducir al mínimo la influencia del aparato estatal para lograr la reconstrucción económica en el marco de la lucha contra la subversión”. Esta fue la principal misión que llevaron adelante los economistas influenciados por la escuela de Chicago, en donde José Alfredo Martínez de Hoz se convirtió en el máximo referente: achicar el estado para ampliar el mercado. Continuando con el relevamiento nos trasladamos al año 1977. En la editorial del 29 de mayo, titulada “El día del ejercito”, el medio saludaba y homenajeaba a la fuerza que “a los 167 años de su creación, junto con las otras Fuerzas Armadas y la mayoría de la ciudadanía, está cerrando un período de la vida nacional, en el cual desterrar la violencia se convirtió y es aún, la obsesión de todos”.
Siguiendo con una prosa digna de un manual militar, El Día afirmaba: “La batalla está terminando, ganaremos el derecho a la vida y sólo unos pocos han caído en la tentación totalitaria, lo cual debe enorgullecer aún más. Frente a los totalitarismos y a los asesinatos seguimos optando por la democracia y la justicia, como una y otra vez lo reitera el presidente de la República y Comandante del Ejército”. Cabe agregar que las palabras que cita el medio son las de Jorge Rafael Videla, condenado por este estado democrático a cumplir la pena de prisión perpetua por haber cometido diferentes crímenes de lesa humanidad durante su presidencia.
Por Camilo Cagni Periodista y querellante en el juicio La Cacha.
Siempre el matutino tuvo la capacidad de adaptarse a los gobiernos de turno sin ser un factor de oposición.
Comunicados oficiales La reproducción de los comunicados de las fuerzas de la represión constituye otro de los puntos polémicos del periódico, ya que casi todos los días en la página número 6 reproducía en su totalidad un parte oficial que informaba sobre la muerte de algún supuesto extremista. Esta carilla podría definirse como la sección “policial anti-subversiva”, en donde los asesinatos en manos de policías y militares eran presentados como una defensa frente al accionar criminal de “elementos marxistas”. Allí además se detallaban con nombre y apellido las identidades de las personas abatidas, su profesión y el lugar donde eran encontradas sin vida. Pero toda avanzada mediática parcializada, en algún momento choca contra la realidad. Frente al fuerte reclamo de familiares de víctimas que arrojaba la represión en La Plata y ante la presión de los organismos internacionales de derechos humanos, El Día publicó el 21 de noviembre de 1978 una solicitada en donde se pedía por el paradero de más de 200 detenidos-desaparecidos de La Plata, Berisso y Ensenada. El listado fue confeccionado por familiares directos de las víctimas que por primera vez conseguían un espacio en un medio gráfico para divulgar una solicitada de este tipo.
Un detenido-desaparecido Hugo Alfredo Iglesias era un trabajador gráfico de 21 años que ejercía su oficio de tipógrafo en los talleres de La Gazeta, un diario que pertenecía al grupo empresa-
rial de El Día. El 15 de Febrero de 1976 fue secuestrado en su casa de La Plata por una patota que se identificó como “personal del ejército” y desde ese momento nada más se supo de él. Su caso volvió a repercutir en la justicia platense en el año 2001, cuando su esposa Felisa Marilaff (que estuvo varias semanas detenida-desaparecida en La Cacha) declaró en el Juicio por la Verdad dando detalles sobre el secuestro de Iglesias. “Los secuestradores estaban de civil y llevaban armas largas”, narró Marilaff frente al presidente de la Cámara Federal platense, Leopoldo Shiriffrin. “A minutos del secuestro me dirigí a La Gaceta para preguntarle a su jefe, Raúl Francisco Vaccaro, si sabía algo de él, a lo cual responde que a Hugo lo tenía el ejército, pero que si él estaba involucrado en algo no lo iba a volver a ver porque lo iban a matar”. Mucho tiempo después Marilaff se enteró que Vaccaro (mano derecha de Raúl Kraiselburd en el grupo El Día) estaba involucrado con los servicios de inteligencia del ejército y además tenía una gran amistad con el general Ramón Camps. El último movimiento en causa por la desaparición de Iglesias fue en el año 2011, y desde entonces continúa paralizada. A semanas del fin del juicio, el Tribunal Oral federal Nº1 a cargo de Carlos Rosansky tendrá la oportunidad de investigar y de condenar a 21 represores que actuaron de manera ilegal en el CCD La Cacha, y al mismo tiempo determinar el grado de responsabilidad que tuvo El Día en la construcción de un clima propicio para ejecutar un genocidio. La lucha por la reconstrucción de la verdad histórica, todavía no ha terminado.
Nota publicada por el matutino, el día 4 de marzo de 1977.
5
La dictadura en las páginas del diario El Día
Una crónica roja
*
Los medios de comunicación fueron un actor clave en la construcción de consenso social durante la dictadura militar. La justicia avanza sobre su rol y las formas en que colaboraron para invisibilizar lo inadmitible. Fue una masacre en la que murió acribillada una militante montonera a la que le robaron su hija bebé, que hoy sigue apropiada y desaparecida y a quien su abuela, Chicha Mariani, sigue buscando. Sin embargo, al día siguiente el diario El Día tituló: “Abaten en La Plata a otros cinco extremistas”. Ni una sola línea refiere los hechos como un asesinato; ni siquiera como de opositores políticos. Para el centenario matutino platense, los desaparecidos y asesinados en la dictadura eran terroristas, extremistas, sediciosos o delincuentes subversivos. Eran lo que los dictadores le decían que eran. Hace treinta y cinco años, con el golpe militar del 24 de marzo de 1976, Jorge Rafael Videla, Eduardo Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti encabezaron la más sangrienta dictadura cívico militar que azoló al país. Necesitaron de la violencia y el terror para tomar y conservar el poder. Y apuntaron sus armas sobre el tejido social. La desaparición física fue acompañada por la desaparición cultural y simbólica y el silenciamiento de las identidades de un pueblo que reconocía sus derechos y tenía fuerzas para luchas por un país más justo y libre. Ningún régimen puede mantenerse en el tiempo sólo a través de medidas coercitivas, sino que necesita crear mecanismos para generar el consenso suficiente que legitime sus actos. Y para ello la dictadura encontró en la prensa una institución clave de la sociedad civil: a través de ésta reprodujeron el discurso dominante, sus valores, sus percepciones del mundo y sus creencias. Justificaron todos y cada uno de sus actos. Así, el matutino de diagonal 80 se convirtió en La Plata en el vocero de los genocidas. El 24 de noviembre de 1976 un operativo de fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía Bonaerense encabezadas por el jefe de la Bonaerense en la dictadura, Ramón Camps y su ladero, el condenado Miguel Osvaldo Etchecolatz, atacaron con ametralladoras, fuego de mortero y bombas de fósforo, la casa de Diana Teruggi y Daniel Mariani. Diana y los militantes de Montoneros Roberto César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Daniel Mendiburu Elizalde, murieron en el ataque y la bebé Clara Anahí fue apropiada. Su marido fue asesinado poco después. Y Chicha Mariani, todavía hoy busca a su nieta. Muy a pesar de lo feroz del ataque, al día siguiente los asesinados eran extremistas, sediciosos o elementos subversivos. Pero
Por Pablo Roesler Periodista del diario Tiempo Argentino y docente de la FPyCS-UNLP.
Tapa de El Día del 26 de noviembre de 1976.
ese golpe comandado por el condenado a prisión perpetua por genocidio en 2006, ex comisario mayor Miguel Osvaldo Etchecolatz, tuvo un objetivo clave: destruir la imprenta en la que se imprimía el periódico Evita Montonera; un órgano de prensa clandestino. Durante todo ese mes de 1976, el matutino dirigido por Raúl Kraiserbuld puso en su tapa hechos similares en toda la región día por medio. Sólo en noviembre publicó 12 títulos en los que informaba sobre “sediciosos”, “extremistas”, “subversivos” abatidos por las fuerzas de seguridad. La tapa de El Día se convirtió en una especie de parte de guerra de los militares, que no vaciló en destacar a los efectivos muertos en esos operativos asesinos, como héroes “quienes cayeron por la Patria”, publicó en su portada el 3 de noviembre de 1976.
“El Día miente” El diario El Día estuvo toda su historia en la vereda de enfrente de la del pueblo trabajador y peronista. Ese encono causó en marzo de 1972 una de las más furibundas campañas en contra del poderoso diario, que fue apoyada y fogoneada por la Juventud Peronista. La acción de propaganda se basó en un lema sencillo y contundente: “El Día miente”. El conflicto surgió desde el gremio de trabajadores de la Universidad Nacional de La Plata, ATULP, que acusó a El Día de no dar espacio a las actividades del sindicato, incluso de “negarse a publicar solicitadas pagas”. El origen fue un larguísimo conflicto por nuevas incorporaciones al comedor producidas por fuera de la bolsa de trabajo que históricamente manejaba el gremio, pero que fue modificado por Jorge Luis Suñol, secretario de Asuntos Académicos de la Universidad y pariente de la esposa de David Kraiselburd, por entonces director del diario. Por el “silencio” de prensa que atribuían a El Día, el sindicato lanzó una campaña de volantes reproduciendo el logo del periódico con la frase: “El Día miente”.
La mirada periodística del diario demostró con claridad la afinidad del matutino con el gobierno militar. Su propio director y dueño, Raúl Kraiselburd, lo dejó en claro cuando el 7 de abril de 1976 aseguró que “no había censura de prensa en el país” tal como refiere una nota de Alejandro Guerrero publicada el 29 de agosto de 2010 en el diario Tiempo Argentino. Mientras él lo decía, los militares intervenían diarios y secuestraban periodistas. El 22 de abril, una comunicación interna de La Voz del Interior a su personal decía: “Por directivas del Comando del III Cuerpo de Ejército en el día de la fecha, no se pueden publicar reclamos de familiares de presuntos detenidos que deseen conocer su paradero”. El matutino platense tampoco publicó ninguna. El historiador e investigador de la UNLP, César Tato Díaz, en su libro Nos/otros y la violencia política 19741982, divide a los medios afines a la dictadura como “socios” y “no socios”. El primer grupo lo integraron los diarios que se apropiaron de Papel Prensa: La Nación, Clarín y La Prensa. En el otro grupo estaba El Día. Díaz explica que “ser socio condiciona el discurso y no serlo también”. Del estudio del comportamiento de esos diarios en la dictadura, el historiador concluye que “los diarios apelan a las mentiras sociales, a los puntos ciegos: son tergiversaciones de la historia. Omiten más que falsifican. Un lector desprevenido, que lo somos en la inmensa mayoría, compramos eso sin beneficio de inventario. Como una verdad absoluta, revelada”. El “delincuente subversivo” fue eje de las noticias de El Día durante la dictadura. Hoy lo es un grupo impreciso y fácil de señalar: los “menores”, a quienes el diario de Kraiserburd no duda en calificar como “delincuentes” en sus páginas policiales. Esas páginas destinadas a las noticias policiales donde los jóvenes hoy son señalados como un enemigo * Publicado en la revista Las Patas en la Fuente, Noviembre 2011.
6
a combatir, fueron las mismas que el matutino destinó durante los ocho años de dictadura genocida para publicar los asesinatos de compañeros como si se tratara de enfrentamientos entre policías y ladrones, en los que, como en las películas del farwest no sobrevivía ni un solo “malo” y los cowboys salían heroicos. Los muy canallas se pintaron de buenos con la ayuda de los medios, mientras masacraban, torturaban, violaban, robaban bebés, saqueaban viviendas, destruían familias, desaparecían personas y arrojaban cuerpos al mar.
Crímenes de lesa humanidad en la portada Sólo en noviembre de 1976 quedaron registrados en la portada de El Día cincuenta y tres asesinatos de compañeros. Es que ese fue, como lo recuerda Gonzalo Chaves en su libro Los del 73, un mes “muy duro para los Montoneros en La Plata”. En el libro que escribió junto a Jorge Omar Lewinger, Chaves relata: “El día 22 la conducción de la Columna está reunida en una casa de la calle 139 entre 47 y 49 del barrio Gambier. El lugar es detectado y el Ejército rodeó la manzana. Se pone en marcha el plan de defensa y se entabla el combate. Cuando cesa el fuego, los militares
La persecución a Timerman y la defensa de la prensa argentina al Régimen Durante la dictadura militar que se inició el 24 de marzo de 1976, Timerman fue acusado de haberse asociado con el banquero David Graiver, a quien, a su vez, se lo acusaba de administrar fondos de la guerrilla peronista Montoneros. Un año después de su detención –y luego de ser torturado por el general Ramón Camps– Timerman fue expulsado del país. Se radicó en Israel, privado de su ciudadanía argentina. Allí generó también polémicas. Se opuso a la política oficial de Tel Aviv con respecto al conflicto de Medio Oriente. Desde Estados Unidos denunció la existencia de campos clandestinos de detención en la Argentina y criticó la política de derechos humanos del presidente norteamericano Ronald Reagan. El 30 de octubre de 1980 –aún cuando en la Argentina se vivía una dictadura militar– en la 36° Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) realizada en San Diego (California, EE.UU) enfrentó a los directores y editores periodísticos de nuestro país allí presentes, quienes al intentar desacreditarlo defendieron al régimen argentino. En esa memorable sesión se enfrentó con Annuar Jorge (Pregón, de Jujuy); Máximo Gainza (La Prensa); Raúl Kraiselburd (El Día de La Plata) y José Claudio Escribano (por entonces jefe de editoriales de La Nación y actual subdirector del mismo matutino”. Extracto de la nota: “Veintisiete años después, Jacobo Timerman sigue escribiendo”, publicada por Diario sobre diarios el 14 de mayo de 2004
Sólo en noviembre publicó 12 títulos en los que informaba sobre “sediciosos”, “extremistas”, “subversivos” abatidos por las fuerzas de seguridad. La tapa de El Día se convirtió en una especie de parte de guerra de los militares, que no vaciló en destacar a los efectivos muertos en esos operativos asesinos, como héroes quienes cayeron por la Patria. Tapa de El Día del 24 de marzo de 1976. Ya se reproducía la categoría de “extremistas”, utilizada por la Junta Militar.
penetran en la casa; según la prensa, la mayoría están muertos y otros dos fueron detenidos. El mismo día 22 cayó otra casa en la calle 63, entre 15 y 16, donde funcionaba el servicio de documentación; los diarios informaron que tras un tiroteo fue abatida una pareja sin dar a conocer sus nombres”. Sólo en ese mes, la tapa del centenario diario da cuenta de, por lo menos, ocho ataques a viviendas en toda la ciudad en los que cayeron muertos bajo el fuego del Ejército y la Policía cincuenta y tres personas. Uno de esos ataques fue el realizado con ametralladoras, fuego de mortero y bombas de fósforo por fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía Bonaerense el 24 de noviembre de 1976 contra la casa de Diana Teruggi y Daniel Mariani. Allí mataron a cinco militantes peronistas: la mujer y Roberto César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Daniel Mendiburu Elizalde. De esa casa también robaron la bebé de tres meses Clara Anahí, que todavía su abuela sigue buscando. Con ese ataque, el jefe de la Policía Bonaerense, el Coronel Ramón Camps, y su mano derecha Etchecolatz, no solo buscaron exterminar toda oposición política, sino que atacaron la casa para acallar una voz.
Los medios de “El Ruso” El diario El Día es el principal medio del Grupo Kraiselburd, pero el multimedios dirigido por Raúl Kraiselburd controla, además, el diario El Plata; las radios FM Diez (99.1 Mhz) y FM La Redonda (100.3 Mhz); los portales de Internet Viviendas La Plata, Motores Argentinos (clasificados), Hudson Presente, Quilmes Presente, Citybell.eldia, Notibonaerense y el canal de cable Imagen Platense (Cablevisión). Hasta 2009 la familia Kraiselburd mantuvo sociedad con Jorge Fascetto y juntos controlaron, también, el Diario Popular. Juntos tuvieron el periódico más leído en el conurbano bonaerense (en junio de 2014 el Popular vendió 81.600 ejemplares por día) y el de mayor circulación en La Plata (El Día vendió 32.319 el mismo mes). El poder de penetración del diario de la capital bonaerense es innegable: con más de 32.000 ejemplares por día, se ubica en el séptimo puesto del ranking de los diarios más vendidos. Y como si eso fuera poco, el diario El Plata Informador (el “diario barato” del grupo) es el décimo en ventas en el país, con 16.500 diarios. Es decir que, además de las potentes emisoras que cubren con su señal cada rincón de La Plata, el multimedios del Ruso vende 48.800 diarios por día. Una capacidad de llegada descomunal que replica en la capital bonaerense la agenda del diario Clarín y La Nación.
7
Entrevista a Adelina Dematti de Alaye
“La intención era silenciar” La Madre de Plaza de Mayo de La Plata recuerda la contradictoria relación que mantuvo con los medios de comunicación en la última dictadura cívico-militar. Su percepción sobre las crónicas periodísticas se transformó, por la fuerza y el horror, con la desaparición de su hijo, Carlos Esteban. la UNESCO, incluye la totalidad de las solicitadas que ha publicado en diferentes medios.
Adelina Dematti de Alaye, presentando su libro La marca de la infamia en la UNLP (30-08-14).
Carlos Esteban Alaye fue secuestrado en el barrio Mosconi de Ensenada el 5 de mayo de 1977. Cuando desapareció tenía 21 años, estudiaba psicología, trabajaba en una tornería de Berisso y militaba en la JUP Montoneros. En el 75, como delegado de la UES de Bellas Artes, había encabezado la movilización por el boleto escolar. Fue visto por última vez en el Centro Clandestino de Detención La Cacha, ubicado detrás del penal de Olmos. Comienza así el desgarrador recorrido de Adelina por la ciudad de La Plata, por las comisarías y por los ministerios y, también, por las redacciones de los periódicos. Un camino con lúgubres destinos, que la conducirían hasta las tumbas NN del Cementerio de La Plata. Pero Adelina siguió a paso firme para reclamar, denunciar y recolectar información, tomando fotografías con una cámara oculta y juntando papelitos de todo tipo, documentación que resguardó cuidadosamente. De ese modo, cuando encontrara a Carlos Esteban, él constataría que “estábamos haciendo cosas, que no lo abandonamos”. Su archivo, que fue declarado patrimonio histórico de la humanidad por
¿Qué rol tuvo el diario El Día en la dictadura? Yo no he profundizado en comparaciones, pero dentro de lo que veíamos hay que tener en cuenta que nosotros tuvimos mucha llegada inicial a La Nación y a La Prensa. La Prensa, el 8 de agosto del 77, nos pone una notita de ocho centímetros, pero puso y ponía muchas cosas. Comentaba en esa nota que un grupo de familiares que decían tener hijos o parientes desaparecidos estaban en la Plaza. Entre las compañeras, había una prima del director y del dueño de La Prensa, por eso fue esa pequeña apertura que tuvimos. Con respecto al diario El Día, es al primero que voy cuando presento el primer Habeas Corpus. Voy al diario, yo conocía el apellido del director, nunca lo había visto en ninguna parte y me atiende. Voy sin cita previa, dije que tenía que hablar con él, me atiende, estuvimos un buen rato conversando con Raúl Kraiselburd. Conversamos sobre la realidad que estábamos viviendo, él hacía su razonamiento y yo el mío desde lo que me estaba pasando. En un momento le dije: “Usted y yo estamos imbuidos de alguna manera en lo que está ocurriendo en el país desde distintos ángulos. Usted perdió a su papá y yo no sé nada de mi hijo en este momento”. Seguimos y yo cuando pido… pido con humildad, yo no fui a exigir ni a decirle “usted me tiene que publicar”. Fui a decirle, “acá tengo” y después de 10 o 15 minutos de conversación, me dice: “Señora, lo vamos a publicar, ahora vamos a ir abajo con fulano de tal. Tomó el teléfono y le dijo: “Ahora va a ir una señora con una copia de un Habeas, para publicarlo”. Voy y empieza a leer, y cuando está leyendo yo le digo que tengo un problema que quiero ver si se puede evitar: “Yo he presenciado la renuncia a mi cargo en Edu-
Por Josefina Bolis Docente-investigadora de la FPyCS-UNLP.
cación, e inmediatamente desaparecieron a mi hijo, pero todavía no se han cumplido los 30 días reglamentarios para que me atiendan el pedido de la renuncia”, y le digo que temo que si aparece mi apellido me pudiera perjudicar, que no me hicieran entrar… y que me reventaran (eso no se lo dije), y le pregunto si pudiera decir Adelina de Alaye, no Dematti. A todo esto, hacía cinco minutos se había acercado Alejandro Castañeda, el que hace críticas de cine. Yo lo conocía mucho porque había vivido nueve años en Brandsen, donde tiene hasta el día de hoy un periódico semanal. Cuando él me ve, viene a saludarme y me dice: “¿Qué anda haciendo?”, cuando le digo se queda duro y me dice: “No puede ser”. Estaba él ahí cuando yo pregunto si podía omitir el apellido de soltera y me dicen que no. Yo le respondo: “Primero está mi hijo, lo demás lo veremos. Buenas tardes”. Y me voy. Al día siguiente cuando veo, no dice Dematti. Y ahí yo digo: “¡éste fue Alejandro!”. Con el tiempo, porque en esa época no me veía ni con él ni con nadie, un día que estábamos charlando le digo: “Cuando pasó esto y esto, vos hiciste que…”, “¡Pero sí!”, me dice. Tuvimos unas cuantas conversaciones con Kraiselburd, pero creo que el que se pudiera intercambiar y se lograra algo es porque no eran las madres las que fuimos, porque era más difícil para nosotras negociar o tratar. Pero como yo además de estar en el grupo de las Madres, me había incorporado a un grupo con el que llegamos a constituir la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, compuesta sobre todo de los varones, casi todos con algún paso por los partidos políticos, todos, por supuesto, con una idea política. Algunos habían ocupado cargos. Entonces, cuando íbamos ese grupo, yo con el tiempo me di cuenta que era diferente, porque los conocimientos políticos de ellos no los teníamos nosotras incorporados. Y se logró que nos publicaran la solicitada de todos.
Tuvimos unas cuantas conversaciones con Kraiselburd, pero creo que el que se pudiera intercambiar y se lograra algo es porque no eran las madres las que fuimos, porque era más difícil para nosotras negociar o tratar. El 24 de febrero de 2014, Adelina declara por varias horas en las audiencias del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el CCD La Cacha.
8
¿Y ustedes veían como contradictoria esta apertura en relación a las noticias sobre los “enfrentamientos” que se publicaban? Hasta que pasa lo de mi hijo yo tenía una o dos referencias y una muy importante. Porque mi hijo por ahí me decía: “Mamá, lo han levantado a…”, levantarlos ¿qué era para nosotras? Que se los llevaban presos, no teníamos una idea de la desaparición, pero, llega el 15 de abril del 77 y vuelve mi hija a casa y me dice: “Mamá, se llevaron a mis compañeras de la UES”. Ya anochecía… ¿qué hacíamos? Y me dice: “Me van a venir a buscar a mí”. Ella había terminado en el 76 el secundario, pero seguía militando y el 15 de abril, habían secuestrado a Claudia Calcagno, a Angélica Cañas, que era como la responsable, era la chica más grande. Pero además, yo era preceptora en la Técnica n°1 en 7 y 33… y entre lo que me dice mi hija, de que se han llevado a las compañeras, me dicen que se lo han llevado a Gabriel Mayorga, que era del grupo de ella y que era de la escuela mía, que hacía muy poquito había pasado de la mañana al turno de la noche, porque decía que iba a trabajar. La mamá era ordenanza a la mañana en la escuela. En la hora de la entrada, cuando él entra, bajan de un auto y lo llevan. Y también ese 15 de abril secuestraron a Estela Burzaco que era preceptora del Normal n°1 donde iba Calcagno. Esa noche yo me tiré a la cama, mi hija se sentó a mi lado y pasamos la noche y a la mañana busqué un lugar donde ubicarla. Ese fue el primer golpe profundo de lo que estaba ocurriendo. ¿Y cuando ya estabas participando de la APDH y leías los diarios y veías lo de los “enfrentamientos”, tenías dudas? Te da dudas, yo tenía entre todas las maestras que estaban en el jardín, una sola que a veces venía y me decía: “Señora… yo vivo en un barrio en el que hay muchos estudiantes, anoche hicieron un operativo a los tiros”. Pero, me las tragaba como que ocurrían como salía: “Anoche un enfrentamiento, 2 muertos” y no te decían qué había pasado. A veces salía hasta el nombre y, eso lo comprobé después, pero era preocupante porque daba miedo, y era esa la intención y me dí cuenta 30 años después. La intención era silenciar y encima agradecerles porque si no estabas imbuida de cómo se estaba desarrollando, vos decías: “Suerte que están y que nos salvan de estos terroristas”, porque decían que llevaban bombas y un montón de cosas… la gente común, a la que no le tocó de cerca, que no vio y leía nada más que el diario. Cuando yo ya había cumplido los 30 días en el jardín, que fue el día del homenaje a la bandera, yo aproveché el acto público para despedirme de los padres y de los alumnos y dos días después, un jueves, fui al jardín, porque le había entregado todo a la vicedirectora, pero había quedado un acta de entrega sin firmar. Cuando estoy entrando al jardín, se sorprende un asistente y me dice: “Ayer la vinieron a buscar”. Viene una maes-
El archivo de Adelina. El 4-5-77, publica en El Día una invitación a la misa por el día del cumpleaños de Carlos Esteban y “todos los que están en idéntica situación”. Recién en el 79, en el diario La Nación, logra que se enuncie su carácter de secuestrado y desaparecido.
tra y me dice que a las 7.30 de la mañana cuando era habitual que yo llegara, la toman del brazo y le dicen “Adelina Dematti”, y le dicen que los acompañara. Les muestra el DNI y se niega… Así que, cuando yo llegué a la Plaza, les conté que no volvía hasta octubre. Me tuvieron allá exiliada, pero ya estaba incorporado que iba a la Plaza. Y de ahí, el contacto con periodistas de United Press. Uno de ellos era Robert Cox, que era el director del Buenos Aires Herald, cuando me pasa esto, las compañeras juntan dinero y me hacen alquilar un hotel ahí en Plaza de Mayo, y después me llevan a vivir en lo de María Adela, yo en un momento dije: “No puedo más estar aislada, ¿no puedo estar viviendo con lo puesto?”. No tenía contacto con nadie, mi familia enloquecida porque no sabían qué pasaba conmigo, pero no podía tampoco ponerlos en riesgo. Lo fui a ver a Cox, le dije que le había hecho una carta al Ministro del Interior, (Albano) Harguindeguy y que yo me volvía a mi casa, que si me querían buscar ahí estaba, por qué yo estaba preguntando por mi hijo. Él me dijo: “Lo que les explico siempre… no les va a salvar esto, pero es más riesgo para ellos si es un caso denunciado, vamos a hacer la nota. Debiera ser con fotos ¿se anima?”. “Sí, lo que digas”, le respondo…y me hace una crónica con fotos y yo vuelvo a mi casa. Yo sabía que ellos no podían hacer nada y también sabía que si me pasaba algo estaba la denuncia. Pero eso lo íbamos aprendiendo a medida que nos ocurrían las cosas. Nosotros tuvimos un grupo de periodistas que nos
acompañaban, 3 o 4 de nosotras teníamos los teléfonos y cuando estábamos llegando a la Plaza y veíamos un desplazamiento o algo íbamos a un teléfono público de la calle Florida y llamábamos. La revelación fue en el 78, en el mundial. Era jueves, el 1ro de junio, cuando empezó el mundial. No había una persona en la calle, llegué a Plaza Miserere, me tomé el micro, y teníamos la consigna de llegar justito a las 3 y media e irnos a las 4 por razones de tranquilidad familiar y demás y saber que no te pasaba nada en ese periodo. Los bares estaban con gente afuera, se había estrenado la televisión a color y no muchos tenían… y nosotras íbamos para la Plaza. Cuando empiezo a caminar en el lugar donde nos reuníamos que era viniendo del lado del Congreso, era pasando la pirámide, un poco más ahí donde está la bandera, había un enjambre de personas con máquinas de todo tipo que nos estaban esperando. Tuvimos prensa cada jueves, prensa internacional. Llegamos ahí y todos sacan fotos y preguntan y es cuando Martita Alconada tiene un desborde que en su vida lo hubiera hecho, maravilloso, toma la palabra y dice que “son nuestro único recurso”. Mirá la anécdota graciosa, un par de años después –Marta debe hacer 7 años que falleció–, así que hace 8 o 9 años estábamos en la casa de otra compañera y sale qué magnífico que fue eso. Y ella me dice: “¿Y vos sabés lo que yo te hice? Te pegué con el codo y dije ¡ahora hablo yo!”. Nos reíamos tanto, fue tan hermoso.
“Hay gente que te dice: ¡son de la sociedad platense!” El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y el Sistema Argentino de Información Jurídica (INFOJUS) editó este año el libro de Adelina, La marca de la infamia. Asesinatos, complicidad e inhumaciones en el cementerio de La Plata. Allí, se constata y denuncia la participación de los médicos de la Morgue Policial de La Plata en los delitos de lesa humanidad de la última dictadura cívico-militar. La investigación, llevada a cabo por la Madre de Plaza de Mayo, reúne alrededor de 400 fotocopias de certificados de defunción NN del período 1976-1983, una copia del registro del Cementerio de La Plata, entre otros materiales policiales y jurídicos. Toda la documentación fue presentada en el Juicio por la Verdad en
1998: “Ningún juez llevó adelante la causa que está en el Juzgado N° 1 desde hace 12 años como mínimo, donde soy querellante y nunca me han llamado ni para preguntarme si la firma era mía, sostiene. Sin embargo, Adelina tiene la expectativa de que se incluya el libro como prueba y se prosiga con la investigación de las responsabilidades de los médicos que han firmado los certificados de defunción de NN, entre ellos, el ex vicedecano de la Facultad de Medicina, Enrique Pérez Albizú. “Hay gente que te dice: ‘¡son de la sociedad platense!’, yo no puedo entender, ahora dicen que yo estoy loca”, dicen: “¿Cómo? ¡Ese médico que era amigo de la familia!”, se indigna Adelina.
9
Conferencia de Hebe de Bonafini en Periodismo
“Tenía mucha indignación por tanta mentira y tanto silencio en la ciudad” La Madre de Plaza de Mayo de La Plata explicó que “siempre le dimos muchísima importancia a la comunicación” y contó que esa fue la razón por la que decidieron hacer el boletín Madres de La Plata. En la conferencia de apertura del Pre-Congreso de Comunicación y Periodismo organizado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo y la FPyCS-UNLP en agosto de este año, Hebe de Bonafini, manifestó sentir “un gran honor” de estar en la Facultad “porque para nosotros la comunicación es algo fundamental, algo a lo que ha aportado mucho Florencia con su maravillosa gestión en esta facultad, que tiene tanta libertad”. La titular de Madres resaltó que “hoy peleamos mucho por la comunicación porque, en su mayoría, está comprada, vendida”, y es a través de esos discursos “vendidos” que “nos difaman, nos insultan y, a veces, no tenemos como retrucarles”. En ese sentido, aseveró que fue mucho peor durante la dictadura “un momento muy difícil, muy terrible y muy angustiante” y narró una situación que describe la falta de otra comunicación y otros medios que denunciaran el accionar de la fuerza militar durante la dictadura: “Recibí un llamado porque habían aparecido muchos cuerpos colgados en los árboles del bosque, cuerpos acribillados, y al otro día el diario El Día sacó que ocho guerrilleros habían muerto en un enfrentamiento abatidos por la fuerza. Yo tenía un dolor horrible, me agarró mucha indignación por tanta mentira y por tanto silencio en la ciudad, y, sobre todo, porque esos pibes que fueron fusilados y colgados en los árboles dispuestos para el poder del terror, no tuvieran nada, otra persona, ni otra voz que dijera otra cosa y entonces empezamos a pensar qué iba a pasar si todo era silencio”. Por eso Bonafini explicó que “siempre le dimos muchísima importancia a la comunicación” y contó que esa fue la razón por la que decidieron hacer el boletín Madres de La Plata. “La primera tirada fue de 300 ejemplares que repartimos entre nosotros, los que estábamos convencidos. El segundo boletín lo metí en un sobre y lo mandé a París para que lo conocieran los exiliados, y llamó tanto la atención que lo tradujeron en varios idiomas”, agregó Hebe, y remarcó que “en momentos difíciles, cosas como estas tienen mucho valor y no son poca cosa”, e instó a los futuros periodistas a que aprovechen cualquier medio, por más chico que sea, “para que cuenten lo que otros quieren ocultar”. Por su parte, la Presidenta de Madres de Plaza de Mayo enunció que hoy muchos jóvenes “creen que la revolución es una mala palabra, cuando la revolución es el amor más grande al pueblo, el amor al otro, entregar la vida por y para otros” razón por la cual bregó por “no dejar de nombrar y luchar por la revolución” que “es la palabra más maravillosa que existe e implica decir quiénes eran nuestros hijos, hijos que no están muertos, sino volando entre nosotros”. Cabe destacar que declaró que “da muchas satisfacciones el periodismo cuando se hace bien” y aclaró que en estos tiempos “hay mucha libertad” por lo que no hay que ser “temerosos, porque la mejor manera de vivir en libertad es decir lo que uno piensa y lo que uno siente”. Para cerrar, Hebe de Bonafini les exteriorizó a los alumnos presentes que “ojalá, el 50 por ciento de ustedes, cuando salgan con la formación que hay en esta facultad, no vayan al enemigo a buscar trabajo”, y añadió: “Néstor dio la vida para que nazcan todos ustedes”.
10
Por el Equipo de Prensa de la FPyCS-UNLP.
Hebe en la conferencia de apertura del Pre-Congreso de Comunicación y Periodismo organizado por la Asociación
Madres de Plaza de Mayo y la FPyCS-UNLP. Por su parte, la Decana de la Facultad de Periodismo, Florencia Saintout, remarcó que construir otra comunicación implica “denunciar aquel periodismo hegemónico que no sólo fue cómplice del gran crimen, sino también artífice” por el hecho de que durante la dictadura “creó la idea de que algunos humanos no merecen vivir” y, de esa manera, “posibilitó y dio paso al exterminio y al horror”. “Ese periodismo es Clarín”, aseveró la Decana, “porque cuando llegaron los asesinos sacó en tapa que había llegado un ‘nuevo gobierno’”, y agregó: “También es La Nación, que pudo decir sin ningún tipo de empacho ‘La crisis se cobró dos nuevas vidas’”, ante la masacre por parte de la dictadura a dos compañeros militantes. Cabe destacar que Saintout añadió que ese periodismo hegemónico se sigue llevando a cabo porque “desde las editoriales de esos diarios hoy se preguntan ¿cómo no les vamos a pagar a los buitres?” y construyen discursos como “linchamientos, cuando en la dictadura hablaban de enfrentamientos; o de matar a pibes pobres, cuando antes hablaban de matar a subversivos; o de seguridad ciudadana, con una línea en la cual parece que no hay que discutir nada porque, para ellos, el problema de los argentinos es la seguridad y los responsables son los pibes pobres, cuando en dictadura bregaban por seguridad nacional”. Saintout celebró la lucha de las madres porque “han ido contra todo esto, poniendo al desnudo esos discursos y la verdadera faceta de periodismo hegemónico, cuando muchos los habían naturalizado y nos hicieron dar cuenta que hay que denunciarlo” además de “imponerse en la historia viva y dejar un legado e ideales que podrán conocer generaciones venideras”.
Con respecto a la otra comunicación que construyeron las Madres, Florencia Saintout, estableció que fueron “determinantes” en la historia porque “nos ayudaron en los momentos de menos libertades, no sólo de expresión, sino de cerrojos más tremendos, a construir una comunicación digna, fabricando tarjetitas, escribiendo billetes como medios alternativos para hacer circular y correr la otra voz cuando nadie decía que se estaban cometiendo injusticias y que se estaban llevando a cabo violaciones a los derechos humanos”. “Quiero decir que Madres ha formado parte fundamental de este puente entre generaciones que posibilitan la historia. Y este no es cualquier puente, sino uno cargado del espesor de las historias de las luchas, de la vida y del amor”, agregó en ese sentido. “El otro día, hablando con Hebe, pensábamos cómo pudieron luchar con tanto dolor: creo que fue porque pudieron nacer nuevamente con sus hijos, porque fueron paridas por la lucha de sus hijos”, cerró Saintout.
“No hay que ser temerosos, porque la mejor manera de vivir en libertad es decir lo que uno piensa y lo que uno siente”.
Los orígenes del modelo neoliberal y su legitimación
Lo que El Día nos contó Desde 1976 a 1978, se gestionó un plan financiero de ajuste ortodoxo, con devaluación, liberación de precios y congelamiento de salarios. A un año del golpe militar del 76, el diario El Día publicó un ensayo escrito por el periodista Jorge Koremblit, asiduo columnista del periódico, una muestra clara de su postura ideológica, que no sólo favorece y justifica el golpe militar, sino que además responsabiliza de todos los males al gobierno de Isabel Perón. “Lo que hubiera sido”, así titulado, expone una suerte de ciencia ficción que ilustra un potencial escenario argentino, de seguir gobernado por el peronismo. Este ensayo, además, invita a los lectores a ubicar el primer año de gestión militar en una dimensión histórica, con una intención: pensar las falencias de carácter cualitativas y cuantitativas como producto de “décadas de populismo y demagogias”. A modo de balance, el escrito menciona y reconoce que el primer año de la dictadura militar: “…junto a sus posibles hechos positivos, ofrece también falencias y errores”. Adentrando en la lectura de la nota, destaca como hechos positivos: “Se han enfrentado con éxito problemas económicos y de seguridad”; sin embargo, expone las falencias y los errores, alegando que “mucho de lo que no se ha hecho puede ser imputado a la cuenta del gobierno anterior”. Pero lo sorprendente aún está por llegar. Y reflexionando sobre el año transcurrido de aquel fatídico 24 de marzo del 76, se publica: “Ha pasado, pues, un año, y las críticas que puede merecer el proceso iniciado por las Fuerzas Armadas, aun con ser validas en no pocos casos, deben sin embargo tener en cuenta lo que ocurriría en el país si el 24 de marzo del 76 hubiese sido un día mas, sin la decisión militar”. De esta forma, el columnista invita al lector a imaginar “que hubiera sido si...” el gobierno de Isabel Perón hubiera continuado, e ilustra su ensayo surrealista con datos escalofriantes en relación a la inflación, a la desocupación y al desarrollo industrial. En este escenario de lo que hubiera sido, en una Argentina con un “4000%” de inflación, “paralización industrial y desocupación masiva”, obliga a pensar, en el mundo del revés, que sin la decisión militar, el cuadro social “se hubiera tornado explosivo y fuera de todo control”. En el campo educativo el desorden y el cóctel ideológico, la docencia permisiva y el autoritarismo, así denominadas por Koremblit en el matutino, llevarían a los tres niveles de enseñanza, “aunque de manera muy señalada en el universitario”, a la disolución absoluta. Según los argumentos del diario, de haber persistido Isabel Perón en la gestión presidencial, el país “se hubiera divorciado del mundo occidental”, obstruyendo vínculos con el exterior, provocando un total aislamiento. “Si no hubiera interferido el pronunciamiento militar”, los argentinos convivirían diariamente con “actos subversivos, crímenes, secuestros y atentados”. Lo que hubiera sido, según la línea editorial del diario El Día, nos obliga a pensar en lo que fue, construyendo así otra realidad que no es justamente ficcional. En el plano de lo real, desde 1976 a 1978, se gestionó un plan financiero de ajuste ortodoxo, con devaluación, liberación de precios, congelamiento de salarios, facilidades para las importaciones y cese de la promoción de exportaciones industriales. La deuda externa pasó de 8.000 millones de dólares en 1976 a 45.000 millones de dólares en 1983; y el empleo se redujo un 26% entre 1975 y 1980 en el ámbito industrial. De los casi 50 millones de libros impresos en 1974 se pasa a 31 millones en 1976, para llegar a editar sólo 17 millones durante el período 1979-1982. Estos datos dan cuenta del descenso drástico del promedio anual de libros leídos por habitante en la Argentina: tres libros para el período 1973-1974; dos en 1976 y uno en 1979. Y esto es sólo si hablamos de datos cuantitativos. Hay otros datos que el diario omite y sí existieron y no pertene-
Por el CeID-TV Centro de Investigacion y Desarrollo en Comunicación, Industrias Culturales y Televisión.
Ensayo de Jorge Koremblit para El Día en el primer aniversario del golpe cívico-militar.
cen al mundo de la ciencia ficción, que son los más de 340 centros de detención clandestina, 30.000 desaparecidos y más de 600 niños privados de su identidad, sin hablar de casos de torturas y de persecuciones. Ahora bien, nosotros desde este espacio también nos preguntamos cómo hubiera sido Argentina, de no haber intervenido la Junta Militar. Seguramente la batalla por
saldar la deuda externa sería otra, las bibliotecas tendrían tantos ejemplares como corrientes ideológicas, grandes fábricas no se habrían transformado en inmensos monumentos del olvido y, sobre todo, y lo más importante, no existirían las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, que hoy aún, reclaman justicia y memoria por sus más de 30.000 desaparecidos.
El Grupo Kraiselburd. El diario El Día es el principal medio del grupo, que además controla las radios FM Diez (99.1 Mhz) y FM La Redonda (100.3 Mhz), y los portales de Internet Motores Argentinos (clasificados) y Notibonaerense, entre otros.
11
El Día contra la clase trabajadora y el sindicalismo
Un enemigo a invisibilizar Entre su apoyo al terrorismo de Estado, el diario pregonaba, especialmente, el desmantelamiento de las leyes que protegían a los trabajadores. El Día, como el conjunto de los medios gráficos contemporáneos, contribuyó con la construcción periodística del golpe de 1976, coincidiendo con otros actores en la necesidad de destituir al gobierno elegido por el pueblo para “restaurar el orden”. La implantación del terrorismo de Estado por parte de la Junta Militar demostraría los niveles de inhumanidad a los que estaban dispuestos a descender, civiles y militares, para poner fin a la etapa del paradigma económico productivista y forzar el paso a un paradigma neoliberal de especulación que valorizaba los activos financieros, destruyendo la producción local mediante la importación de mercancías sostenidas con una voluminosa deuda externa que causaría altas tasas de desocupación. El “orden” golpista sólo pudo lograrse mediante el accionar de los grupos de tareas de las FFAA que diezmaron a una generación completa de argentinos y que pretendieron robar la identidad a 500 de sus hijos. Durante la etapa examinada, la sección editorial del matutino platense invisibilizaría las miles de desapariciones y el encarcelamiento de trabajadores, militantes y dirigentes sindicales que constituyen más de la mitad de las víctimas.
El tiempo de la depuración El matutino platense, así como cuestionaba la actuación hegemónica del sindicalismo en la vida política del país desde 1945, también lo hizo con su desempeño durante el tercer gobierno justicialista. Después del golpe, mientras operaban los grupos de tareas, sus editoriales no sólo omitían toda consideración al respecto sino que además, se dirigían al PEN a efectos de reducir el protagonismo gremial mediante la modificación de la Ley de Asociaciones Profesionales para que los sindicatos “se vean depurados de los vicios que contribuyeron a conducirnos a una lamentable frustración”. Esta purificación pretendía debilitar la identidad política que fortalecía su capacidad organizativa fundada en el sindicato único por actividad laboral, particularidad objetada por el diario porque imprimía una “innegable tendencia al centralismo”, así como también “la absoluta confusión entre gremio y partido, entre defensa de intereses legítimos y adopción de posturas sectarias” (20/4/76). Otro aspecto que interesó al matutino platense fue la modificación de la legislación que regulaba las relaciones del trabajo, pues entendía que la norma sancionada por el gobierno democráticamente elegido en 1973 favorecía los “abusos”. Por caso, imputaba haber introducido una “verdadera tendencia de desempleo femenino”, en lugar
En noviembre de 2012, el Sindicato de Canillitas bloqueó la salida del diario El Día denunciando la precarización laboral.
12
de responsabilizar a los patrones por no proporcionar empleo a las mujeres. Además, rechazaba las medidas de seguridad e higiene laboral porque “bajo la apariencia de protección a la salud o a título de situaciones especiales, favorecieron el ausentismo”. El diario consideraba que los destinatarios de la norma la habían desvirtuado llegando, incluso, a instaurar una “verdadera ‘industria del despido’, o sea la tendencia a obtener una cesantía para lograr jugosas y no siempre justificadas indemnizaciones” (23/4/76). Según El Día, en un país en el cual desde hacía dos décadas no era posible hallar parámetros de estabilidad, política, económica y social, en lugar de aspirar a la seguridad laboral los trabajadores preferirían lo contrario.
El alto costo de la aplicación de un plan económico neoliberal (inicialmente elogiado por el diario) fue padecido principalmente por la clase trabajadora. Asimismo, el terrorismo de Estado cobró miles de vidas de trabajadores, mientras quienes los defendían (delegados, militantes y dirigentes) también engrosaban las listas de desaparecidos.
Esta visión negativa de la clase trabajadora se reafirmaba al considerar apologéticamente la decisión de la dictadura de reducir el número de días feriados, pues permitiría “corregir la holganza injustificada que en todo tiempo es negativa pero con mayor razón en la actualidad”. El matutino, aludía tácitamente al tercer gobierno peronista para denostar las “profundas raíces demagógicas” que habían gestado el “enervamiento de la disciplina social… hasta convertir en costumbre, el derecho al menor esfuerzo” y producir “una verdadera corruptela en la multiplicación de los días no laborables” (22/5/76). Estas afirmaciones se reiterarían en una columna institucional destinada a la celebración del 94° aniversario de la capital bonaerense, cuando volvía a exaltar la actuación dictatorial pues había logrado “reducir a un mínimo los motivos de holganza [eliminando] de ese modo una corruptela que había llegado a exagerados extremos”. De todos modos, no vacilaría en dirigirse a las autoridades para proponer
Por Dr. César Díaz, Mario Giménez y María Marta Passaro Docentes de la FPyCS-UNLP. un “alto de 24 horas en las actividades que permitiera llevar a cabo los condignos festejos que constituirían el inexcusable homenaje a un fasto de noble estirpe cívica” (22/10/76). Así, mediante el empleo de un barroquismo decimonónico, eludía la inclusión del término feriado que tanto rechazaba. En el mismo orden, El Día ponderaba que la dictadura modificara el régimen previsional pues “instauran una nueva etapa en ese aspecto fundamental de los servicios estatales produciendo un reajuste a fondo de la legislación vigente, depurándola de las anomalías que desvirtuaban su finalidad” (9/11/76). Como puede observarse, en todos los temas vinculados con la actividad laboral y sindical, confrontaba la ética reformista de la dictadura con la corrupción legislativa de los gobiernos precedentes. De ahí que celebrara el anuncio de la modificación del sistema de obras sociales, afirmando que procuraba “poner la cosas en su verdadero lugar” y corregir “una concesión graciosa y con escaso sentido de futuro” que el Estado nacional le había otorgado a los sindicatos, quienes las habían convertido “en verdaderas fuentes de poder”, sostenidas a través de la “contribución compulsiva” (26/7/77) de los trabajadores. Otro de los aspectos en los que centraría su preocupación era la inequidad que implicaba la veda para los partidos políticos contrastándola con la supuesta libertad de los dirigentes gremiales. El Día alertaba al régimen para que no incurriera en el mismo error que la dictadura iniciada en 1966 prediciendo “las posibles derivaciones de una reactivación sindical en un periodo en el cual se mantiene paralizado el quehacer político partidario, fácilmente previsibles y acerca de las cuales ya existe alguna experiencia en el país” (5/11/77). Al respecto conviene reparar que más de mil dirigentes partidarios participaron como funcionarios del PRN , además de los representantes de las corporaciones económicas de mayor poder en el país.
Los fastos dictatoriales y las imprescindibles reformas El matutino acompañaba estas “celebraciones” pues servían para hacer la apología de la gestión, al tiempo que aprovechaba para reiterar sus demandas en materia sindical. En efecto, al cumplirse el segundo aniversario del golpe, afirmaba: “Se han cumplido con éxito tareas indispensables para restaurar el orden y sacar a la Nación del caos en que se encontraba” por responsabilidad del “enorme poderío acumulado por el aparato burocrático estatal y por la estructura sindical”; y recordaba que aún se encontraban pendientes las reformas a la Ley de Asociaciones Profesionales y a la de Obras Sociales para crear un sistema “que no dependa de la buena voluntad de los líderes gremiales” (25/3/78). La “elección” del general Videla como presidente (en situación de retiro) por parte de la Junta Militar, fue celebrada por el diario de igual forma. Entonces, elogiaba al régimen contrastándolo con el gobierno democrático que había destituido pues tomaba decisiones mediante el “consenso a través del intercambio de opiniones… que nunca encontró cauce en el partido político que antes tuvo en sus manos el gobierno”.
El Día, durante los primeros años de la dictadura abogó por la transformación del sindicalismo mediante cambios en la legislación. Su cometido era debilitarlo como actor político vinculado al peronismo, por lo cual silenciaba la represión que sufría, así como también la recuperación de su capacidad de lucha.
Después de enaltecer a Videla por su “equilibrio y mesura” y destacar que en “ningún caso sus actitudes estarán guiadas por designios personales pues su figura aparece como la antítesis del hombre ávido de poder”; volvería a la carga en pos de la reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales: “Aunque congeladas por el momento, subsisten las estructuras que permitieron a los sindicatos convertirse en el más gravitante centro de poder político. Además, se agrega la veda impuesta a la actividad de los partidos, se concluye que existen las condiciones que posibilitarían a los dirigentes gremiales una rápida recuperación de su pasada y desmesurada influencia en la marcha del país” (4/5/78). Injusticia cuya reparación reiterara el día que Videla asumiera funciones como “presidente elegido” cuando, después de la ponderación, reiteraba la necesidad de encuadrar a las organizaciones gremiales “en sus cometidos naturales, mediante el dictado de una adecuada Ley de Asociaciones Profesionales… de manera que no vuelva a ocurrir que los sindicatos condicionen al país todo” (1/8/78).
tal que se transforme en un ente aséptico, tan puro como específico, educado, con rasgos casi angelicales”. Una vez logradas las reformas por decreto el matutino se sumiría prácticamente en un silencio editorial sobre el sindicalismo hasta la finalización de la Guerra de Malvinas. De todos modos, resulta útil aclarar que durante el lapso en el cual batalló por ellas, otras situaciones relacionadas con la vida laboral y sindical habían sido cuidadosamente omitidas por El Día. Como fue expresado, el alto costo de la aplicación de un plan económico neoliberal (inicialmente elogiado por el diario) fue padecido principalmente por la clase trabajadora. Asimismo, el terrorismo de Estado cobró miles de vidas de trabajadores, mientras quienes los defendían (delegados, militantes y dirigentes) también engrosaban las listas de desaparecidos, eran encarcelados o debían exiliarse para salvar sus vidas y las de sus familias. No obstante, a pesar de estas durísimas condiciones, así como madres, abuelas y familiares superaron el terror para organizarse, también lo hicieron los trabajadores. De esta forma, se produjeron los primeros atisbos de recuperación recreando las distintas instancias orgánicas sindicales hasta alcanzar el nivel de tercer grado. Entre las primeras expresiones que surgieron podemos citar la Comisión de los 25 constituida en marzo de 1977 en la cual sobresaldría el cervecero Saúl Ubaldini y la Comisión Nacional de Trabajo, conformada durante 1978, en cuyas filas se destacaría el dirigente plástico Jorge Triacca. La primera de ellas, convocaría a una Jornada Nacional de Protesta el 19 de abril de 1979 durante la dictadura de Videla. Este accionar tendría continuidad con la recreación de la CGT Brasil a fines de 1980 que, liderada por Ubaldini, llamaría a un paro general para el 22 de julio de 1981 durante la dictadura de Viola, del cual se negaría a participar la otra central sindical, la CNT-20 (el grupo de los “20” era liderado por Jorge Luján –del vidrio– y Hugo Barrionuevo-fideero). La tercera confrontación del movimiento obrero contra la dictadura la produciría nuevamente la CGT Brasil durante la dictadura de Galtieri mediante un paro con movilización el 30 de marzo de 1982 que daría lugar a una masiva adhesión y a una feroz represión (en la movilización realizada en Mendoza sería asesinado el obrero del cemento José B. Ortiz), colocando al sindicalismo a la vanguardia de la oposición al régimen.
La transición a la democracia La derrota de la Guerra en Malvinas, la agudización de la crisis económica y social y la confrontación entre las fuerzas castrenses provocaría el derrumbe del PRN. La apertura política no sólo rehabilitó la actividad de los partidos, sino que además benefició con un mayor margen de acción a las organizaciones de derechos humanos y, por supuesto, a los sindicalistas que se agrupaban en la CGT Brasil y en la CGT Azopardo (ex CNT-20). Por entonces, ambas centrales, así como también distintos gremios, de manera unilateral comenzaron a desarrollar acciones confrontativas contra una dictadura debilitada, reafirmando la tendencia que se venía desarrollando desde hacía algunos años. Esto se vio corroborado en los cuatro paros generales convocados los días 22/9 y 6/12/ del 82, 28/3 y 4/10 del 83 que, excepto este último, carecieron de tratamiento editorial por parte del matutino platense. Durante ese lapso destinaría cinco editoriales al sindicalismo abordados con una mirada diametralmente opuesta a la que tuviera durante los primeros años de la dictadura. Si bien supo fustigar a los maquinistas del ferrocarril Roca por no acatar órdenes judiciales en materia de seguridad en el servicio (24/11/82) y a los dirigentes de las dos centrales obreras por convocar a un paro general –que descalificaba por estimarlo político– (5/10/83); también le otorgaría autoridad a los sindicalistas ferroviarios al requerirles información sobre las fallas en el funcionamiento del sistema (19/10/82) equiparándolos con los funcionarios de la dictadura. Lo mismo ocurrió en una nota mediante la cual demandó a las autoridades ferroviarias que atendieran el reclamo de un dirigente del gremio de los Señaleros en pos de un aumento del personal destinado a cumplir esa tarea (21/10/82). Finalmente, también utilizaría como principio de autoridad la demanda de mejoras ante las deficientes condiciones laborales de los docentes encabezada por la Asociación de Maestros de la provincia de Buenos Aires (27/7/83). El Día, durante los primeros años de la dictadura abogó por la transformación del sindicalismo mediante cambios en la legislación. Su cometido era debilitarlo como actor político vinculado al peronismo, por lo cual silenciaba la represión que sufría, así como también la recuperación de su capacidad de lucha. Durante la transición a la democracia, su protagonismo expresado en las medidas de fuerza, seguiría excluido de los editoriales, sección en la que revalorizaba su palabra como principio de autoridad ante el régimen para reclamar mejoras en distintos servicios.
De la palabra al silencio Después de tanto bregar por su modificación, la nueva Ley de Asociaciones Profesionales 22.105 puesta en vigor el 15 de noviembre de 1979 permitiría al matutino mostrar su beneplácito pues “tiende a impedir la concentración de poder que transformó a las estructuras sindicales en un escollo para el normal desenvolvimiento de la vida institucional del país”. Además expresaba su agrado porque “las disposiciones referidas a la cuestión de las obras sociales tienen el objeto de evitar que… los sindicatos posean otro elemento de presión que tampoco está vinculado con sus misión específica” (21/11/79) . Llama la atención que Antonio Balcedo , columnista gremial del diario, unos meses antes sostuviera una opinión contraria a la que adscribían la dictadura y propio el matutino, señalando taxativamente: “Hay afirmaciones engañosas repetidas con terca insistencia, que al final se transforman en verdades sacralizadas. Una de ellas –que ha adoptado personería casi obsesiva–, es que en nuestro país ha habido un ‘Poder Sindical’ que sobrepasaba o limitaba o estaba por encima del resto de los poderes. Como un equivalente o sinónimo a desborde sindical, responsable o corresponsable de gran parte de los males que padecemos. En consecuencia una fórmula mágica para resolverlo, superarlo o suprimirlo, es modificar sus estructuras, hecho que lo afectará de modo
En junio de 2014, los trabajadores nucleados en la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) reclaman por un aumento salarial.
13
Amos de la vida y de la muerte social
“Si no se sabe de tu existencia a nadie le llamará la atención tu ausencia” El Día aportó a la invisibilización de actores sociales y políticos, a su cosificación. Así se convirtió en responsable de la tolerancia de una sociedad paralizada por el terror, con los peores crímenes de lesa humanidad. Lo que dejó en su centenaria existencia El Día en la memoria de los “no parte de su círculo de negocios y poder” es la certeza de tener enfrente una herramienta útil a un poder de confesión por lo menos inconveniente para quienes, gozando del favor de sus páginas, se capitalizan tanto política como económicamente. Por supuesto, esa capitalización no es más que las migas que caen del tamiz del diario y de sus operadores. Un poco de historia: “Fue fundado por...” dicen los historiadores oficiosos. No es nuestro caso. Manejando la importación de papel condicionó durante décadas la línea editorial de los diarios chicos del interior, del puerto se encargaba su histórico socio ideológico, La Prensa. El Día fue tomado por el grupo empresario peronista ALEA ¿Se puede llamar “tomar” a hacerse cargo de la fuente de trabajo que peligraba? No era negocio sin los dólares para papel y su inserción en el mercado negro. Fueron los gremios, de los canillitas, de los gráficos, de los periodístas y el gremio “desaparecido” de trabajado-
res del diario El Día quienes pidieron a través de la CGT respuestas para no quedarse sin trabajo. El Día fue vendido. Hasta ahí era un diario conservador, para pasar luego de 1955 a ser parte de todos los procesos dictatoriales. No fue casual que el 17 de octubre, las masas que llegaban a La Plata desde Berisso y Ensenada compraran la totalidad de los diarios El Día a los canillitas para quemarlos. Tampoco que durante décadas sus persianas permanecieron bajas. Claro, cada movilización hacía su parada obligada para apedrear los ventanales de Diagonal 80. Y cuando decimos toda movilización, nos referimos a todas. Ya se ha visto a las hinchadas de fútbol de la ciudad apedreando su frente, ya se ha visto al estudiantado, trabajadores, fuerzas políticas, todos invisibilizados en sus páginas, diciendo con una piedra “acá estamos, a pesar de ustedes, existimos. El Día aportó a la invisibilización de actores sociales y políticos, a su cosificación. Así se convirtió en respon-
Por Oscar Roldán Congresal del PJ Provincia de Buenos Aires.
sable de la tolerancia de una sociedad paralizada por el terror, con los peores crímenes de lesa humanidad. Aportó a la desaparición como actores sociales, dando paso sin reproche de la “sociedad” a la desaparición física de personas. El accionar del terrorismo de Estado supone la construcción del enemigo. Es también construir el enemigo, visibilizar sólo a los amigos del proceso dictatorial. Hoy el ninguneo que sufren metódicamente por parte de la prensa hegemónica de La Plata los dirigentes sociales, políticos y sindicales que no son cómplices de su construcción de poder y negocios es el cabal ejemplo de la crueldad aplicada para dejar a la vista de la sociedad sólo a los custodios de sus intereses. Sintetizando. “Si no se sabe de tu existencia a nadie le llamará la atención tu ausencia”. Debe la sociedad analizar, desmenuzar, cómo, cuándo, por qué, en democracia, se acrecentó el protagonismo de estos grupos, transformados en amos y señores de la vida y de la muerte social.
El ataque de los medios monopólicos
Desestabilizar la democracia No es menor el rol de los monopolios mediáticos en esta cruzada por volver a los días de patria financiera y dependencia politica. La historia reciente de la Argentina ha dado cuenta de cómo los diarios Clarín, La Nación y La Razón en complicidad con la última dictadura militar se hicieron de la empresa de Papel Prensa utilizando la tortura, la extorsión y el asesinato, dando nacimiento al monopolio mediático en Argentina. La ley de la dictadura, como se la denominaba a la que regía antes de la sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, había sido modificada durante los años del menemismo en función a la política de vaciamiento del Estado y a la mayor concentración monopólica de los grandes grupos económicos, es decir el contexto de los noventa promovió también una mayor concentración de los medios de comunicación. La sanción de la Ley de Medios en 2009 , de fuerte espíritu antimonopólico, que desconcentra y redistribuye el espacio radioeléctrico promoviendo la pluralidad de voces –discutida a lo largo y a lo ancho del país por los trabajadores de los medios de comunicación y la cultura, estudiantes, organizaciones sociales y políticas–, fue la iniciativa que enfrentó decididamente al poder mediático y al proyecto nacional y popular encabezado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
14
La embestida al gobierno nacional por parte de los grupos económicos concentrados, encuentra en el Grupo Clarín su punta de lanza, el monopolio presidido por Héctor Magnetto multiplica cada vez con mayor agresividad, en sus distintos medios (Radio Mitre, Canal 13, TN, Cablevisión, medios del interior del país etc.), la política del desánimo que busca tergiversar el rumbo iniciado en 2003 que avanza y da respuestas a las necesidades y el bienestar de amplios sectores del pueblo, en particular de los trabajadores. La asociación de Clarín y La Nación con la oligarquía terrateniente, los grandes grupos industriales y el capital financiero tienen por objetivo que el país retroceda en lo que a inclusión, equidad y redistribución se refiere para así continuar obteniendo máximas ganancias, ese ha sido su comportamiento a lo largo de la historia Argentina, primero con la dictadura, después con el menemismo y ahora con los fondos buitres o con cualquiera que enfrente la política del impulsada por el Kichnerismo. Lo que ellos intentan es desestabilizar al Gobierno porque saben que con la ley de medios habrá una transformación muy importante en el espacio comunicacional en la Argentina, tienen temor a que se termine la cadena nacional del desánimo, del miedo y del caos. Esto no significa
Por Silvina Negrete Docente de la FPyCS, abogada del sindicato de Canillitas. que Clarín no va a tener sus medios de difusión gráfica, radial y televisiva, implica que no van a tener el control sobre la agenda diaria, como lo habían tenido siempre. En el actual momento histórico las distintas maniobras que desde afuera y dentro de nuestro país se entrelazan profundizando la agresión al proyecto nacional, que irradia luz en el mundo por el rol que está jugando la Argentina en el plano internacional, se identifican con la política del imperialismo norteamericano asociada a los sectores del establishment en nuestro país que pretenden hacer fracasar las políticas de reestructuración de deuda, que los resultados de las paritarias sean insensibles, que fracasen las políticas de inclusión y redistribución de la riqueza que dinamizan la economía; pretendiendo engañar al conjunto del pueblo en el intento de esmerilar al proyecto nacional para después retrotraernos a la oscuridad neoliberal. No es menor el rol de los monopolios mediáticos en esta cruzada por volver a los días de patria financiera, dependencia politica y la agenda mediática, es fundamental por ello generar conciencia, pues tenemos el desafío histórico de defender la democracia, y el proyecto nacional y popular, se impone defender las conquistas obtenidas durante estos diez años.
“Esas cosas cotidianas”
La propaganda dictatorial El Estado autoritario dejó sin canales de expresión a la sociedad argentina, codiciando una sociedad despolitizada, y un sistema decisional monopolizado y fuerte. Durante las diferentes audiencias en el marco del juicio denominado La Cacha, que juzga los hechos acontecidos en ese ex CCD, se pone constantemente en evidencia el carácter cívico militar que tuvo la última dictadura y su carácter refundacional en lo político, en lo económico y en lo ideológico, a partir del testimonio de las víctimas y los sobrevivientes. La dictadura, para poder implementar sus objetivos, ejerció sobre una parte importante del cuerpo social, la represión más salvaje de la historia argentina. Se necesitaba de una sociedad aterrorizada y sumisa, y para esto fue necesario la desaparición forzada de personas, la cárcel, la sustitución de la identidad de los hijos de las personas secuestradas, la creación de cientos de centros clandestinos de detención, la tortura y el asesinato de opositores políticos y sociales. La meta general del gobierno militar era, entonces, cerrar un ciclo histórico, para iniciar uno nuevo. El Estado autoritario deja sin canales de expresión a la sociedad argentina, codiciando una sociedad despolitizada, y un sistema decisional monopolizado y fuerte. Cuando uno aborda el complejo entramado de complicidades civiles, que posibilitaron que se lleve a cabo el plan de exterminio, podría hacer una primera caracterización a partir de los diferentes actores involucrados en ese sistema: por un lado, sectores empresariales nacionales y extranjeros que compartían y que apoyaban los objetivos políticos y económicos; un sector de la Iglesia católica, que aunque tuvo honrosos ejemplos de curas comprometidos con las justas causas también, apoyaban fervientemente los objetivos morales de la dictadura; gran parte del Poder Judicial, que a través del rechazo sistemático de habeas corpus, contribuyó a crear un manto de impunidad; y por último está la pata mediática, necesaria para generar un consenso y un sentido común señalando al enemigo, individualizándolo, poniéndole motes como subversivo o terrorista para que la dictadura pueda llevar a cabo los secuestros y desapariciones. Y a su vez, funcionaron como polea de transmisión de la operación propagandística dictatorial. Durante la dictadura, el rol de los medios de comunicación, y más específicamente el de la prensa gráfica, osciló entre la colaboración y el apoyo amplio al régimen dictatorial, por una parte; y la omisión y la autocensura informática por la otra. El Día colaboró con la dictadura cívico militar. Pronunciar esas palabras ya no es un simple acto de audacia: 38 años después del golpe de Estado existen indicios para vociferar una sospecha que por mucho tiempo fue mascullada entre dientes. La punta del ovillo que permitirá investigar el rol del diario El Día de La Plata durante el terrorismo de Estado afloró en el juicio penal por los crímenes que la dictadura cívico militar cometió en el centro clandestino de detención La Cacha, cuando el 7 de febrero pasado un jefe militar del Destacamento de Inteligencia 101 del Ejército, la delegación local del Batallón de inteligencia 601, reveló ante el tribunal que desde su oficina encargaban al diario El Día y a la emisora estatal Radio Provincia tareas de recopilación de información entre la población con el objeto de realizar sus informes de inteligencia. Más allá de sus aportes a la construcción de sentido que legitimó el genocidio en La Plata, el diario con mayor circulación de la capital bonaerense también tuvo una
participación en el barro de la dictadura: “Se le encargaban encuestas para saber el estado de ánimo de la gente”, reveló el ex militar. El delator fue el ex Teniente Coronel de 72 años, Anselmo Pedro Palavezzati, Jefe de la Sección de Reunión Interior del Destacamento de Inteligencia 101, una de las diferentes áreas del cuerpo de espías platenses de la dictadura encargado, entre otras faenas, de “medir” el estado de ánimo de la población. “Se hacía un tipo de encuesta mínima en la vía pública, de forma reservada. Se consultaba a amas de casa, por ejemplo. Eran conversaciones informales en la calle, en la cola del banco, etc. Esa gente no sabía que era una actividad de inteligencia”, le dijo a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 Carlos Rozanski, Pablo vega y Pablo Jantus, quienes lo juzgaban por los asesinatos de cuatro personas y por los secuestros y por las torturas cometidos en La Cacha contra más de un centenar de militantes políticos. Esas tareas de inteligencia “se las encargaba hacer a El Día, Radio Provincia –siguió Palavezzati–, no era personal del destacamento (el que salía a la calle)”, redondeó. Esas palabras sorprendieron. “¿O sea que el diario El Día hacía tareas de inteligencia para ustedes?”, indagó Rozanski. “No eran tareas de inteligencia, eran encuestas para saber el estado de ánimo de la gente. Los diarios saben de esas cosas cotidianas”, minimizó y justificó el acusado. Esos favores apuntaban a determinar cómo las decisiones de la Junta Militar “influían en la población; si tenían expectativas positivas, si había indicios de desbordes”, detalló Palavezzati. Esas tareas le permitieron al gobierno terrorista, por ejemplo, medir el nivel de consenso y elaborar estrategias de acuerdo a los resultados de esas “consultas” de opinión. “A principios (de la dictadura) la expectativa con el gobierno era favorable, pero a mediados de 1977 ya no. Y la última etapa del gobierno era terrible: todo negativo. En general las personas que hacían las encuestas no era personal de la sección, había medios que hacían eso, medios de comunicación”, redondeó el ex espía.
Por Por Pablo Roesler y Matías Moreno Docentes de la FPyCS-UNLP.
Los primeros en tirar de la punta de ese ovillo fueron los abogados Ramón Baibiene y Verónica Bogliano de la querella unificada que representó a los HIJOS de desaparecidos en el juicio por La Cacha: en los alegatos, pidieron al tribunal que se ordene investigar al diario de los Kraiselburd por sus “vínculos” con la Inteligencia del Ejército durante la dictadura cívico militar. En ese juicio siete ex militares del Destacamento de Inteligencia 101 del Ejército, se sentaron en el banquillo de los imputados, entre ellos su jefe, Gustavo Adolfo Cacivio, alias “El Francés”, porque el funcionamiento de ese centro clantestino estuvo en manos de esa dependencia de las Fuerzas Armadas. Esa delación que podría convertirse en una nueva causa judicial que eche luz sobre otro presunto episodio de complicidad civil con el Terrorismo de Estado, que desde los simbólico no deja margen de dudas: desde sus tapas y titulares, El Día se encargó durante la dictadura militar de 1976-1983 de legitimar la matanza de todo un sector de la población demonizada (deshumanizada, simplificada, y unificada) bajo el rótulo de “subversivos”, “extremistas”, o “terroristas”. Para muestra basta un título: “Recuerdo el artículo del diario El Día del día siguiente al secuestro de mi mamá y del asesinato de mi papá que decía ‘abatieron a dos subversivos en un enfrentamiento’. Fue difícil explicar que no había sido así, que a mi casa entraron 30 personas con armas largas y se enfrentaron a una mujer, a un nene de un año y medio y a una nena de tres años y medio”, recordó en marzo Ramón Baibiene al declarar como víctima y testigo en el juicio por La Cacha. Las palabras del ex espía del ejército incorporaron al debate judicial de La Plata la discusión sobre el rol que cumplieron los medios platenses de comunicación durante la dictadura cívico militar. El Día, nacido en el siglo XIX apenas después de la fundación de la ciudad, pertenece a la familia Kraiselburd y en sus más de cien años construyó un conglomerado mediático local que, con el control de la producción y de la distribución, le garantizó establecerse como voz hegemónica. Entre 1976 y 1983 esa hegemonía estuvo al servicio del proyecto político de la dictadura.
La querella de HIJOS pidió investigar la relación entre el El Día y el Destacamento 101 de Inteligencia.
15
Más allá de la sentencia de La Cacha
“Ustedes sabían el poder que tenían las palabras” Genocidio y Medios de Comunicación. La pieza articulante entre los dos es la herramienta de la acción psicológica. Esa siniestra triada apareció en su totalidad en el juicio de La Cacha. Cuando el Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata dicte sentencia sobre los miembros del GT que operaron en uno de los más siniestros campos de exterminio, dependiente del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército, podrá perforar también los muros que protegen uno de los espacios más escondidos pero más necesarios de investigar. Es que, una vez determinada la responsabilidad directa militar/policial, es imprescindible comprender que más allá de esa “burocracia hegemónica de sustitución” (como definió Rouquier a las FFAA) existía y existe una red de instigadores, beneficiarios, y cómplices necesarios. No profundizar en esa trama de actores del poder, limita los alcances del resultado judicial, y paradojicamente los objetivos estratégicos de las políticas de Memoria,Verdad y Justicia. El camino argentino para exorcisar sus demonios siguío (la mayoria de las veces se adelantó) a uno de los documentos claves de la ONU en materia de DDHH. El 60/147/05 “Principios y directrices básicas a interponer recursos y obtener reparaciones”. Tras ese nombre neutro y burocrático trata, en el Principio 23, de las condiciones necesarias para la reparación última: las garantias de “no repetición”, las que nosotros llamamos Nunca Más. En él exige “La promoción de la observancia de normas de DDHH en la Administración Pública, las Fuerzas de Seguridad, los medios de información...” Curioso emparentamiento de actores.
Genocidio, medios de comunicación y acción psicológica La búsqueda de profundización causal llevó, necesariamente, a jueces y a fiscales a reflexionar sobre una pareja de conceptos que aparecen como lógicamente “encadenados”: Genocidio y Medios de Comunicación. La pieza articulante entre los dos es la herramienta de
la acción psicológica. Esa siniestra triada apareció en su totalidad en el juicio de La Cacha. Los fiscales de la causa (Hernan Schapiro y Gerardo Fernández) encuadraron los crimenes como genocidio. Es decir que van más alla de la idea de una suma de delitos individuales y los consideran parte de un dispositivo complejo. Fue un “ataque generalizado y sistemático a la población civil, con el propósito de lograr un disciplinamiento social que facilitara la imposición de un modelo económico y social”. En este caso se trató de un grupo nacional funcionalmente definido y con limites flexibles: el “otro” subversivo. Su aniquilamiento permitiría alcanzar los objetivos buscados por el poder. Daniel Feierstein considera que ese camino de demonización requiere, obligatoriamente, recorrer una serie de pasos. Estos definen a una política comunicacional, sostenida temporalmente en forma persistente antes, durante y después de la actividad de exterminio en sí. Identificación, aislamiento, debilitamiento (previo), destrucción, justificando/ocultando (durante), aceptación y naturalización de lo hecho (posterior). Ese último paso, la inclusión de lo actuado en un pasadopresente es esencial para la consolidación del fin buscado por los genocidas. Uno de los procesados, el Teniente Coronel Anselmo Pedro Palavezzati trató de minimizar sus actividades en el GT declarando que en su rol como Jefe de la Sección Reunión Interior del Destacamento de Inteligencia 101, se limitaba a evaluar acciones de inteligencia en las que participaban el diario El Día y Radio Provincia. Textualmente dijo “los diarios entienden de esas cosas”.
El reglamento del miedo De ser así el oficial de inteligencia no improvisaba, se limitaba a aplicar con rigurosidad la Directiva RC5-1 (Reglamento de Operaciones Psicológicas) que
Por Martín Gras Abogado, Magíster en Administración Pública (FPyCS, UNLP/Untref). en su capítulo II, sección I, párrafo 2.004 (Método de la acción compulsiva) definía “Toda acción que tienda a motivar conductas y actitudes por apelaciones instintivas. Actuará sobre el instinto de conservación y demás tendencias básicas del hombre (lo incosciente). La presión insta por acción compulsiva, apelando casi siempre al factor miedo. La presión psicológica engendrará angustia, la angustia masiva y generalizada podrá derivar en temor y eso basta para tener al público (blanco) a merced de cualquier influencia posterior”. Eran estas las actividades que reglamentariamente debío encargar a El Día. Es esta la articulación necesaria entre prácticas genocidas y medios de comunicación.
Los “medios del odio” La relación genocidio y medios de comunicación apareció ya en el juicio de Nüremberg. Tres de los procesados, Alfred Rosemberg (“el filósofo” del nazismo autor de la biblia racial El Mito del Siglo XX), Julius Streicher (director del semanario antisemita Der Sturmer) y Hans Fritsche (la mano derecha del Ministro de Propaganda Joseph Goebbels), estaban vinculados a diversos nodos de la red asignadora de sentido del Tercer Reich. Los dos primeros fueron sentenciados a muerte, el tercero paradojicamente, absuelto. En su caso se señaló: “El Tribunal no está en condiciones de demonstrar que incitaba a los alemanes a cometer atrocidades a los pueblos conquistados”. En 1947 fue nuevamente juzgado por actividades de propaganda, y esta vez condenado a prisión. El verdadero salto conceptual se da en diciembre de 2000 cuando el Tribunal Penal Internacional de Ruanda condena a prisión perpetua a Ferdinand Nahimana, Jean Barayagwiza (director y fundador de la Radio de las 1000 Colinas) y Hassan Ngeze (director de la Revista Kangura/Despertad) por genocidio e incitación pública a cometerlo. La sentencia los definió como “medios del odio” y señaló: “Ustedes sabían del poder que tenían las palabras”. Los querellantes que representan a las víctimas de La Cacha, abogados de la asociación HIJOS, han solicitado al Tribunal la apertura de una nueva causa investigando la participación del diario El Día en las prácticas genocidas de la dictadura. Se trata de que entendamos el poder de las palabras y de la responsabilidad que deriva de su uso.
Si querés participar del Programa de Investigación/Extensión “Comunicación, Medios y Dictadura” o enviar tu colaboración a Medios y Dictadura, escribí a mediosydictadura@perio.unlp.edu.ar Juicio por crímenes de Lesa Humanidad el Centro Clandestino La Cacha.
16