Año 2. Nº 4. Publicación especial de distribución gratuita de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, marzo de 2015.
ESPECIAL EDITORIAL ATLÁNTIDA
Medios “Es importante que se avance sobre los dueños de los medios” El docente, periodista y abogado, Pablo Llonto, habla sobre las responsabilidades de la Editorial Atlántida durante la dictadura. Además, se refiere al caso de Thelma Jara de Cabezas, ex detenida desaparecida de la ESMA, quien fue utilizada para producir una entrevista falsa en tiempos de terrorismo de Estado
Editorial Atlántida: una ficción perversa Desde Gente, Somos, Para Ti, Billiken y El Gráfico, el grupo multimediático operó sobre públicos disímiles para instalar una ficción que presentó como información
La “lucha antisubversiva” y el plano económico
¿Cuál fue el comportamiento enunciativo de la Revista Somos frente a cuestiones clave del período 1976-1983? p.
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Una relectura de la Revista Billiken
Para Ti y la legitimación de la violencia
Reflexiones sobre los múltiples modos de connivencia entre la Editorial Atlántida y el escenario de la infancia durante la dictadura cívico militar.
La construcción de la ruptura constitucional y la legitimación del consenso previo que acompañó al Golpe de Estado durante el período 1973-1976.
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* Debido a la concentración monopólica de pasta de celulosa por Papel Prensa S. A., esta publicación debe imprimirse en papel obra.
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EDITORIAL Por Josefina Bolis Docente-investigadora de la FPyCS-UNLP.
EQUIPO
En lo falso no hay comunicación, no hay encuentro ni comunidad, sólo imposición y coerción. Con las operaciones de mentiras planificadas no hay política ni decisiones libres, sólo manipulación y agresión.
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Directora Josefina Bolis Arte y diseño Victor Vialey
Edición Fabia Hujarshi Alcira Martínez Jefe de redacción Cristian Secul
Verdadero o falso: democracia o medios concentrados El 2015 los encuentra en la fila, esperando la señal. Los tanques mediáticos abren fuego una vez más contra la democracia. Sus metralletas de mentiras apuntan sin premura hacia un gobierno elegido por su pueblo. Desde la primera línea, algún intelectual orgánico a las corporaciones lanza un misil al corazón de la república: “Creo que debería considerarse seriamente el adelantamiento de las elecciones”. Sin más, tira la primera piedra, con la certeza de que será recogida por los megáfonos de la desestabilización, replicada por ciertos informativos del terror hasta que deje de ser la opinión de un desquiciado y se transmutea un “la gente en la calle pide…”. Y así, infunden el miedo con la mezquina misión de preservar sus negocios. Han cooptado a más de uno del bando institucional: una cautelar, una imputación, un falso peritaje, un testigo plantado, todo colabora en la avanzada. Así trabaja la (in) justicia, como auto atentado a su propia credibilidad. Un pilar menos. Con tal de que la farsa se expanda por unas horas, aunque logremos desmantelarla, el daño está hecho. Una grieta en la confianza, un veneno circulando por los ánimos de los desprevenidos ¿Cuánto falta para que se cansen de los políticos y griten “que se vayan todos”? Las botas ya no se adecúan a sus planes: tienen mala imagen. Quizás alguno de aquellos sostenidos por su piso, por su aire, por su cámara encendida desde el ángulo correcto mientras le ponen voz a su guión. ¿Por qué la democracia está en peligro con estos medios hiperconcentrados? ¿Por qué la democracia está y estará dañada, y no un gobierno, hasta que se pluralicen las voces? La democracia es más que el sufragio periódico: es el respeto a las voluntades colectivas. Esas que hoy son avasalladas por los intereses de las mafias mediáticas –y no sólo mediáticas– que siguen actuando con prácticas criminales que han sobrevivido a las dictaduras en toda la región. Mafias en alianza continental, comandadas desde el norte, comulgadas por esa ideología de derechas que dicta que para que haya mucho para pocos, los muchos deben desestimarse. A esa voluntad dictaminada por el voto popular quieren sojuzgar con la mentira. Por ello, debemos seguir luchando por profundizar el proceso de democratización en todas las áreas, por ampliar la inclusión y la participación, por una mayor diversidad desde una plataforma igualitaria.
Redacción Astrid Ullman Fausto Giorgis Florencia Seré Giuliana Pates Yemina López
Colaboradores Andrés López Eliana Martino Leandro Mata Paula Bontempo Paula Gago Paula Guitelman
¿Acaso no deberíamos pedirle responsabilidad y ética en el ejercicio de la profesión a ese periodismo que se tiñe de neutro al vociferar consentidamente mentiras? ¿Cómo podremos tener Verdad y Justicia mientras la farsa se siga transmitiendo impunemente las veinticuatro horas del día en cadena permanente? El derecho a la comunicación, como derecho humano inalienable de los pueblos, es indispensable para el ejercicio de la ciudadanía, una práctica basada en conflictos y disensos, pero incompatible con la violencia. En lo falso no hay comunicación, no hay encuentro ni comunidad, sólo imposición y coerción. Con las operaciones de mentiras planificadas no hay política ni decisiones libres, sólo manipulación y agresión. Quizás hoy, la relectura de la ficción orquestada por la Editorial Atlántida y narrada coordinadamente en sus múltiples medios pueda servirnos de alerta. Resulta paradigmática la perversa escenificación de la entrevista a Thelma Jara de Cabezas, a quien estando en cautiverio vistieron, peinaron y maquillaron para fingir una entrevista con una mujer libre; y la siniestra utilización de una niña apropiada de dos años y medio, Alejandrina Barry, fotografiada con un montaje que incluía una cuna rodeada de armas como abandonada por sus padres, que en realidad fueron secuestrados y desaparecidos. Como se analiza en las páginas siguientes, desde Gente, Somos, Para Ti, Billiken y El Gráfico, el grupo multimediático operó sobre la población argentina para legitimar la imagen de una dictadura que era funcional a sus intereses minoritarios. Para ello, no sólo ocultó y silenció, sino que inventó un cuento que presentó como información. Si fueron capaces de ello, ¿cómo pretender que pueda convivir la democracia con estos medios? Hay cosas que son blanco o negro: verdad o mentira, medios concentrados o democracia.
Si querés participar del Programa de Investigación/Extensión “Comunicación, Medios y Dictadura” o enviar tu colaboración a Medios y Dictadura, escribí a mediosydictadura@perio.unlp.edu.ar
Editorial Atlántida
Dos historias que se cruzan en un relato ficcional El 10 de septiembre de 1979 las páginas de la revista Para Ti se tiñeron con dos titulares que se configuraron como el emblema de la complicidad de la editorial con la dictadura cívico-militar. La historia de Thelma Jara y Alejandrina Barry Thelma Jara de Cabezas transitaba sus 52 años cuando fue secuestrada y confinada a la Escuela de Mecánica de la Armada (hoy ex Esma) el 30 de abril de 1979, en donde sobrevivió durante seis meses interminables. Era madre de dos hijos: Gustavo, que a los 17 años había muerto y desaparecido en manos de la represión en el año 76, y Daniel, que se encontraba exiliado en Méjico. Había formado parte de Madres de Plaza de Mayo e integraba la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, dos motivos que le valieron un lugar en el campo de concentración y sistemáticas sesiones de tortura. Le quitaron la capucha y se encontró con una cara que le quedó marcada a fuego, la de Marcelo, el alias con el que se cubría el represor Ricardo Gabriel Cavallo. En algún momento del mes de agosto, Cavallo junto con otros militares llevaron a Thelma a una peluquería, le compraron ropa y la acompañaron hasta un bar muy concurrido en pleno barrio Nuñez, con ella se hallaba también Lázaro Mazón (detenido en la Esma). Esperándolos se encontraban un periodista y un fotógrafo de la revista Para Ti, enviados por el editor Agustín Botinelli. Los sentaron y los presentaron como tía y sobrino. Le hicieron preguntas que ella fue obligada a contestar de manera errónea. Le sacaron fotos en las que de fondo aparecía una publicidad uruguaya. Se pretendía demostrar que Thelma Jara era una mujer libre que vivía en Montevideo. Es decir, la farsa dibujaba un escenario en el cual una madre de Plaza de Mayo podía moverse con libertad. La historia fue publicada no sólo en el semanario de la Editorial Atlántida, sino también en otros medios argentinos y uruguayos. Su historia demuestra que la dictadura actuaba en común acuerdo con los directivos y el personal de la editorial y que, no sólo sabían qué era lo que estaba pasando, sino que prestaron sus servicios para mostrar una realidad falsa, dulce y azucarada, muy lejana a la que se producía. Alejandrina Barry se configuró como la protagonista de una de las embestidas de Atlántida cuando contaba con sólo dos años y medio de edad. Era la hija de Alejandro Barry y de Susana Mata, quien la tuvo en el confinamiento de una celda en la cárcel de Olmos, durante la presidencia de Isabel Martínez de Perón. Posteriormente, la dictadura se encargó de quitarle todo. Sus padres, militantes de Montoneros, fueron secuestrados y desaparecidos en Uruguay en diciembre de 1977 durante un operativo conjunto entre las fuerzas armadas argentinas y uruguayas. En primer lugar, asesinaron a su papá y, ese día, horas más tarde, cercaron la casa donde estaba con su mamá y la mataron. Alejandrina fue apropiada. A partir de ese momento, ella pasó de ser la hija de Susana y Alejandro a ser una hija del terror. La Editorial Atlántida, engranaje clave en la maquinaria del gobierno de facto, hizo su parte cuando publicó en la revista Somos, en la Para Ti y en la Gente (cuyo director era, nada más y nada menos que Chiche Gelblung) fotografías de ella en una cuna rodeada de armas, en el contenido de la nota se la presentaba como el fruto de una pareja de subversivos que ha sido abandonada por su familia. Sus abuelos la buscaban incansablemente. Luego de la fantochada, fue devuelta sus parientes. Alejandrina
Por María Florencia Seré Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).
Alejandrina, según Para Ti, pasó de ser la hija de Susana y Alejandro a ser una “hija del terror”.
creció en el interior de una burbuja que explotó a sus 13 años, cuando la esposa de su abuelo le gritó, en medio de una pelea, que era hija de terroristas. Desde allí, sólo busca justicia.
La prensa de la mentira Las historias de estas dos grandes mujeres se unen en la puesta en marcha del objetivo de la editorial Atlántida, el de poner en ejecución un mecanismo de acción psicológica que implicó mostrar a la sociedad argentina, una realidad que distaba de ser la que era, narrando noticias inventadas, sirviéndose de testimonios falsos y montando producciones fotográficas ficticias. La lucha por la justicia comenzó para Thelma en 1984 y para Alejandrina en 2010. Luego de que las denuncias efectuadas en la década del ochenta quedaran en la nada, en 2005 Daniel Cabezas, el hijo de Jara de Cabezas, se contactó con su actual abogado, Pablo Llonto, quien ha
logrado que se archive el caso dentro de la causa Esma y que se haya procesado a Agustín Bottinelli, editor de la revista Para Ti. En paralelo, Barry inició una querella contra la editorial por encubrimiento y participación en los delitos de privación ilegal de la libertad y homicidio. La causa es desde allí anexa a la que comenzó Thelma años atrás. Si bien se han ganado algunas batallas, es importante tener en cuenta que no sólo Bottinelli ha participado de la conspiración contra ambas víctimas. De hecho, muchos personajes, considerados hoy ilustres figuras del periodismo están comprometidos en el caso. En suma, como ciudadanos de esta Argentina, es necesario conocer historias como la de Thelma y Alejandrina, para entender el grado de cinismo con el que han actuado ciertos medios durante la dictadura, para evaluar y tomar una actitud crítica con los discursos que hoy se nos presentan como verdades irrefutables y para que nunca más nos muestren una realidad inventada.
El multimedio pretendía demostrar que Thelma era una mujer libre que vivía en Montevideo.
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Somos
“Hacia un nuevo país” La revista se destacó por su enfático apoyo a la política de impronta liberal puesta en marcha por el gobierno dictatorial
Este artículo retoma un conjunto de problemáticas trabajadas previamente con Marcelo Borrelli sobre el comportamiento enunciativo del semanario Somos, publicación de la Editorial Atlántida, frente a cuestiones clave del período 1976-1983: lo que se denominó la “lucha antisubversiva”, la política económica y la elaboración de un plan político que asegurara los cambios que las Fuerzas Armadas pretendían para el país. El estudio de una revista como Somos, alejada de la circulación masiva respecto de otras publicaciones de la Editorial Atlántida como Gente o Para Ti, resulta de interés debido a que se dirigía hacia sectores empresariales y fracciones de la clase media comprometidos con la dictadura, interesados en la problemática política pero también en cuestiones económicas y culturales, que se proponían a sí mismas como formadoras de opinión pública, y cuyos posicionamientos presumiblemente tenían incidencia en los ámbitos decisorios. El primer número de Somos salió a la venta el 24 de septiembre de 1976, y el último fue el 900, correspondiente al 22 de diciembre de 1993.Su periodicidad durante la etapa de estudio fue semanal, publicándose los días viernes. Según el Instituto Verificador de Circulaciones, en los años 1977-1978 Somos tuvo una circulación neta pagada que promedió los 44 mil ejemplares. Durante el periodo 1976-1978 su director fue quien en esos momentos se desempeñaba como presidente de la Editorial Atlántida, Aníbal C. Vigil. Los Secretarios de Redacción para temas nacionales durante el periodo 1976-1977 fueron Eduardo J. Paredes; luego desde 1977 lo suplantará Gustavo J. Landívar, quien se mantendrá en el cargo durante el periodo de estudio, a los que se sumarán desde mediados de 1977 Néstor Barreiro, Julio Scaramella y Eduardo Martínez. Paralelamente, a partir de septiembre de 1977 figurarán como Jefes de Redacción Héctor D’Amico y Jorge de Luján Gutiérrez.
La “lucha antisubversiva” y la política económica Desde su aparición, Somos se pronunció a favor de dos temas fundamentales de la gestión de la dictadura: la justificación de la lucha antisubversiva y la defensa de
Nota publicada el 30 de junio de 1978, en la que se expone la idea de un “nuevo país”.
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la política económica implementada por José Alfredo Martínez de Hoz. En términos generales, la revista apeló a una retórica delictiva, propia del género policial, que caracterizó a la gran mayoría del discurso de la prensa durante el período. En el contexto de violencia de los años 70, el delincuente era el “subversivo”, que operaba “infiltrándose” en todos los órdenes: político, sindical, universitario, etc. Descriptos como personas de “apariencia común”, ocultaban una doble vida: “El vecino no podía creer que a escasos 50 metros de su vivienda podría ocultarse uno de los jerarcas de la organización terrorista Montoneros. La zona situada a unas 15 cuadras de la estación Haedo del Ferrocarril Sarmiento tiene varios y rápidos accesos hacia todas las zonas y la tranquilidad de un barrio ocupado en su mayoría por obreros y empleados era una excelente pantalla para que Mateo (cuyo nombre verdadero era Juan Julio Roqué) actuara sin despertar sospechas” (Somos, Nº 38, 10/06/1977, p. 9). En lo que respecta a la política económica la revista se destacó por su enfático apoyo a la política económica de impronta liberal puesta en marcha por Martínez de Hoz. El primer número de Somos coincidió con el sexto mes aniversario de la toma del poder por parte del gobierno militar. El balance realizado por la revista era optimista aunque moderado: si bien, por un lado, la dictadura podía contabilizar como logro, la estabilización evidenciada, por ejemplo, en una provincia como Tucumán “que no incluye exclusivamente los éxitos contra la subversión (Somos, Nº 1, 24/09/1976. “El Tucumán que encontró Videla”. Eduardo Di Bitonto. p. 10) por el otro la economía, que había mostrado sorprendentes índices de recuperación (Somos, Nº 1, 24/09/1976. “El caos quedó atrás”. p. 66), era un tema pendiente de la agenda del gobierno sobre el que había que ser “paciente”.
El primer aniversario del golpe En lugar de volver a una descripción pormenorizada sobre la situación argentina en los inicios de 1976, Somos consideró realizar un balance, al cumplirse el primer aniversario del gobierno militar en el poder, enumerando los logros alcanzados. En el ámbito económico, la revista advertía que el caos había sido superado: “quedó eludida la amenaza de la cesación de pagos, la balanza comercial arroja superávit por primera vez en tres años, las reservas de divisas se han incrementado […] nuestro país ha vuelto a convertirse en uno de los principales productores de granos del mundo” (Somos, Nº 27, “Un año después memoria y balance”. Gustavo J. Landívar. pp. 8-9). En el orden interno, la subversión, “el principal flagelo que azotaba al país” (Ibídem) había sufrido derrotas contundentes. En el aspecto laboral, si bien no se había logrado reformar la Ley de Asociaciones Profesionales para ahuyentar el “fantasma de un superpoder sindical alejado de sus fines específicos –como el que reinó hasta el año pasado– puede decirse que se afirmó una ansiada paz gremial”. En el aspecto institucional, si bien Somos advertía que se había logrado un mecanismo de decisión, no muy dinámico, trascendente por su aspecto colectivo. A pesar de todo, Somos concebía que en los primeros 365 días que habían transcurrido desde el 24 de marzo de 1976, muchos obstáculos se habían sorteado y entre ellos, quizá, el más peligroso, “el de las versiones sobre supuestas disidencias entre los protagonistas del proceso”. Y es
Por María Paula Gago Miembro del Instituto de Investigaciones Gino Germani (CONICET).
justamente, al año exacto del pronunciamiento conjunto de las Fuerzas Armadas, “cuando el país las encuentra sólidamente unidas, con el mismo fervor que hace un año”. Prueba de ello eran las recientes reuniones castrenses, en la que“tanto los almirantes, como los brigadieres y los generales dieron, cada arma por su lado, sus puntos de vista respecto del proceso con un alto contenido de autocrítica” (Ibídem), con miras a construir criterios de unificación “en beneficio del ‘acto de servicio’ que es el de ejercer el gobierno de la nación en un momento tan crítico de su historia”.
El plan político En cuanto a la apertura política la revista sostenía que era, quizá, el terreno más dificultoso (Ibídem). A la “histórica” interna en el Ejército entre los denominados sectores “duros” y “bandos”, se le sumaba otro conflicto político: la lucha por el liderazgo del “Proceso” entablada entre Videla y la figura hegemónica de la Marina, el Almirante Massera, que se disputaban el control de la “salida institucional” y de las oportunidades que ello ofrecería para hacer “carrera política”. Somos no era indiferente frente a esta compleja coyuntura al interior de las Fuerzas Armadas: se presentó como un participante involucrado en las luchas políticas, en tanto se embanderó en la defensa de Videla y su ministro de economía, Martínez de Hoz. La revista esperaba que en 1978 cambiaran las modalidades operativas del poder político militar puesto que “es admisible que cuando un gobierno militar –sobre todo en la Argentina– arriba a sus dos años de gestión se hable de forma insistente sobre planes o presuntas salidas políticas” (Somos, Nº78. “A dos años de gobierno, la propuesta política”. Gustavo J. Landívar. 17/03/1978. pp. 18-19)”. Para la revista entre aquellas épocas y ésta había un largo camino sembrado, “mucha sangre ha sido derramada en la Argentina por obra de la subversión. Los militares han visto caer a sus camaradas de armas y los civiles vieron, también, sus derechos subvertidos. Por eso, la improvisación está absolutamente ajena del ánimo de los gobernantes” (Ibídem). Sin embargo, una salida democrática ya no resultaba “impensable o un terreno dificultoso” como otrora predicaba la revista.
La economía, un tema recurrente La preocupación por las cuestiones económicas, desde la perspectiva liberal, se constituyó en uno de los temas recurrentes de quienes editaban la revista a lo largo del período 1976-1983. Durante el período más cruento (19761978), la revista más allá de participar del optimismo “ante la exitosa marcha de la lucha contra la subversión”, consideraba que el lado emocional de las cosas, por importante que resulte, no debía ser el “el árbol que tapa el bosque” (Somos, Nº 2, 01/10/1976. “Prepararse para un nuevo ciclo histórico”. Eduardo J. Paredes. p. 12). En lo que respecta a la guerra de Malvinas (1982), su actitud fue de cautela: el titular de tapa del número justamente correspondiente a ese día se preguntaba “¿Las Malvinas valen una guerra?” (Somos Nº289, 2 de abril de 1982. Tapa). La preocupación por las repercusiones económicas del conflicto marcó la línea editorial de la revista: desplegaron una serie de argumentaciones destinadas a destacar lo que significaba la nueva coyuntura para los asuntos de índole económica.
Somos
¿Sólo existe lo que se nombra? Desde el régimen militar y los medios de comunicación se intentó deslegitimar y boicotear la tarea de investigación que se estaba realizando
Por Giuliana Pates Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), un organismo que depende de la Organización de Estados Americanos (OEA), vino a la Argentina en septiembre de 1979 para investigar los delitos que estaban ocurriendo en el país a partir de la dictadura cívico militar que se había instaurado tres años antes. La CIDH arribó a Buenos Aires el 7 de septiembre, donde visitó los centros clandestinos de detención El Atlético, El Olimpo y la ESMA; el 10 de septiembre partió a Córdoba yendo a los centros La Rivera y La Perla; luego, fue a Tucumán y a Rosario. Estuvo en las cárceles de Devoto, Caseros y Rawson, entrevistándose con prisioneros. Se reunió con la Junta Militar, con organismos de derechos humanos, Madres de Plaza de Mayo, ex presidentes como Isabel Martínez, Héctor Cámpora, Arturo Frondizi y el ex presidente de facto Alejandro Lanusse, políticos y sindicalistas, la Conferencia Episcopal, la Sociedad Rural, la AMIA, la FUA, asociaciones de profesionales y el Colegio de Abogados. Abrió tres oficinas en todo el país y se recibieron 5580 denuncias de secuestros y desapariciones, además de las tres mil que ya habían sido presentadas en organismos de derechos humanos. En el posterior informe que se redactó –se presentó en diciembre de ese año como informe y al año siguiente como libro–, se llegó a la conclusión de que “por acción de las autoridades públicas y sus agentes, en la República Argentina se cometieron durante el período a que se contrae este informe –1975 a 1979– numerosas y graves violaciones a los derechos humanos”. Durante la visita, desde el régimen militar y los medios de comunicación se intentó deslegitimar y boicotear la tarea de investigación que se estaba realizando. Basta
Durante estos festejos se repartieron los volantes que decían que “los argentinos somos derechos y humanos”, emblema del discurso dictatorial. Portada publicada el 7 de septiembre de 1979.
con recordar que el mismo día que llegó la Comisión, la selección de fútbol juvenil salió campeona mundial en Japón. Las imágenes que circularon fueron las del director técnico César Menotti y el capitán del equipo Diego Maradona alzando la copa, los jugadores siendo recibidos en la Casa Rosada por el teniente general Jorge Videla, y el festejo de los ciudadanos en las calles de Buenos Aires. Se pregonaba que el campeonato era una demostración de la juventud de la época, del progreso y de las perspectivas de futuro de la nación. Sí, durante estos festejos se repartieron los volantes que decían que “los argentinos somos derechos y humanos”, emblema del discurso dictatorial. En esta línea, la revista semanal Somos publicó en tapa una imagen en la que se ve a un hombre con anteojos y una lupa inspeccionando la figura de otro, con traje militar y cara inocente, que no ofrece resistencia y permite ser observado. En el dibujo, se necesitan dos lentes para
que se vea lo invisible “¿Qué buscan?” es el título. La CIDH, para la revista, propone una búsqueda que no tiene sentido y que está construida en vano. Por ello, el medio complejiza el supuesto desconocimiento y se desentiende de la situación. En el interior de la publicación, se manifiesta que el régimen militar, tuvo que “soportar los ataques de una campaña orquestada desde el exterior”. Se evidencia, por un lado, cómo se construye una actitud pasiva del régimen militar que soportó y permitió que viniera la CIDH aunque se desconocieran sus intenciones. Por otro lado, esta visita es nombrada como un ataque que ha sido planeado por otro/s país/es. En el mismo párrafo se sostiene que la Argentina sufrió, anteriormente, una “guerra antiterrorista” que “costó alta cuota de sangre”. De este modo, se justifica el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y las violaciones de derechos humanos. Además de la pregunta del título, en el cuerpo del texto se formulan otros interrogantes como “¿quiénes
son estos hombres? ¿Cuáles son sus fuentes de información? ¿Qué saben realmente del país? ¿Será objetivo su informe final?” Estas preguntas interpelan a los lectores, haciéndolos parte de la duda, incluyéndolos en un nosotros que va a descubrir qué es la CIDH. En este sentido, también se construye un ellos que es externo, desconocido y sin autoridad para pronunciarse en relación a lo que sucede en el país. De acuerdo con la estrategia propuesta por la revista Somos, y en relación con su disposición en el contexto dictatorial, la investigación de la CIDH no tiene sentido en tanto este medio construye un ideario de la época que no ofrecerá resultados negativos: no se encontrará ninguna irregularidad. Así, Somos niega el genocidio, no lo reconoce, no lo pone en palabras. Pareciera, entonces, que si no se lo nombra, no existe. Pero sí, existió y la revista participó de la construcción discursiva que la negó.
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Billiken
La infancia a la luz de Atlántida durante la última dictadura La revista daba lugar a varias de las temáticas que más le preocupaban a los militares: la tradición, la preservación de la pureza del ser nacional, la disciplina, el orden, la jerarquía y la autoridad Existen muchos modos de ser cómplice. Muchos modos de ser funcional. Muchos modos de apoyar, de colaborar. Y, en consecuencia, muchos modos de ser responsable de algo. Y si nos referimos al pasado reciente argentino, claramente puede afirmarse que la última dictadura, como es sabido, no puede caracterizarse únicamente como militar sino también como civil. Esto implica que el aparato represivo contó entre sus engranajes con esta última esfera como eje clave para la consecución de sus objetivos. Y al interior de la dimensión civil, los medios de comunicación desempeñaron un rol estratégico. Así, la colaboración en el plano simbólico e ideológico debe ser recordada y denunciada. También, por supuesto, juzgada.
Billiken no niega el hecho de estar bajo una dictadura sino que directamente lo ignora.
Fundada en 1918 por el periodista y escritor uruguayo Constancio C. Vigil, la Editorial Atlántida publicaba periódicamente durante la última dictadura, entre otras revistas, El Gráfico, Para Ti, Gente y la actualidad, Somos y Billiken. Según Eduardo Luis Duhalde, Gente y Para Ti (que dicho sea de paso se continúan publicando hasta el día de hoy) eran catalogables directamente como “prensa-basura”, dado que buscaban mostrar “cuál de ellas lograba el mayor grado de servilismo frente al régimen terrorista”. Ambas respondían a la necesidad de las autoridades militares de exhibir en el exterior la imagen de un país triunfante, en orden o, en sus términos, “pacificado”. Por su parte, Eduardo Blaustein y Martín Zubieta dedican un apartado de su libro Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el proceso al análisis del rol jugado por la revista Gente durante la dictadura. Allí denuncian el rol funcional a los objetivos de la dictadura que desempeñó la revista, contribuyendo tanto a humanizar sus figuras como adscribiendo a sus proyectos, realizando encuestas entre declarados habitantes de los lugares más recónditos de las provincias sobre, por ejemplo, por quién votarían los argentinos: Videla arrasó en los resultados. Si pudieran votar, claro está. Pero este hecho queda solapado respecto de la victoria unánime que hipotéticamente obtendría el teniente general. Específicamente Billiken, en 1977, publicó una nota en la que el ejército aparece patrocinando un concurso para premiar a “los mejores alumnos de séptimo grado”. Allí figura que “el comandante en Jefe del Ejército, el Teniente General Jorge Rafael Videla, dispuso otorgar a los egresados de las escuelas primarias un premio a aquellos alumnos que se hayan distinguido por su aplicación, compañerismo y conducta ejemplar” (Nº 2994). Asimismo, la revista y el Comando en Jefe del Ejército invitaron a los institutos privados de nivel primario de la Ciudad de Buenos Aires incorporados a la enseñanza oficial a los actos
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de celebración del sexagésimo aniversario de la revista, en coincidencia con el IV Centenario de la Fundación de la Ciudad capital y el cierre de la campaña educativa “El niño, la escuela y el Ejército”. No casualmente en julio de 1976, a cuatro meses de la instauración de la dictadura, la revista incluyó una historieta denominada “Operación 90” (1976, Nº 2949), en la cual frente a un desfile militar un padre le relata a su hijo quiénes son los hombres que desfilan y porqué lo hacen: “Nuestro ejército, hijo, custodia la patria hasta en sus confines. Allá donde nadie se atreve a ir. Allá donde los peligros son muchos. Allá donde sólo hay soledad. Donde se necesita ser muy hombre y tener un profundo amor por la patria para ir”. Y sigue: “Estos son los hombres que afianzaron nuestra soberanía en el último rincón de la república”. Detengámonos, entonces, a indagar en el discurso que construyó la publicación infantil de Atlántida. Pero antes, ¿por qué bucear en las páginas de Billiken? En primer lugar, porque circulaba en el ámbito del hogar y también en el de la escuela. Al ser un medio de comunicación y de entretenimiento, pero a su vez un material utilizado en las aulas, ocupaba un lugar de doble pertenencia a los espacios públicos y privados. En segundo lugar, por su permanencia y masividad a lo largo de los años. Nacida en 1919, a lo largo de su historia alcanzó a tener picos de tirada de hasta 500.000 ejemplares. Por último, la pregunta por su discurso importa especialmente porque circuló en la vida cotidiana del momento y lógicamente no fue una publicación –ni Atlántida una editorial– censurada ni que circulara en la clandestinidad. Ahora bien, en cuanto a la construcción de su horizonte de sentidos, cabe mencionar su tratamiento respecto de la historia y el cuerpo, tanto individual como social. Porque Billiken no niega el hecho de estar bajo una dictadura sino que directamente lo ignora. Estando tan atada a las efemérides y las cronologías, llama la atención que en una de sus notas titulada “Hechos importantes del país desde que nació Billiken” (1977, Nº 3000), el Golpe de Estado no amerite ser mencionado. En sus páginas la historia se inocenta y se purifica. Y lo social se desdibuja. Y en sintonía con el borramiento de lo social, en su construcción identitaria presenta un nosotros de clase media urbana portador de un uniforme civil también aséptico y apolítico, ciudadanos estereotipados donde las múltiples otredades (la pobreza, la discapacidad, las diferentes creencias religiosas, entre otras) están ausentes. Además, la revista hace eco de varias de las temáticas que más le preocupaban a los militares, como la tradición, la soberanía, la preservación de la pureza del ser nacional
En la revista no hay lugar para el secreto, todo debe poder descubrirse, evidenciarse y clasificarse.
Por Paula Guitelman Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Comunicación y Cultura y Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA).
El libro analiza el discurso que construyó la publicación infantil de Atlántida.
(incluidos toques chauvinistas y racistas) así como también la restauración de los principios de obediencia, disciplina, orden, jerarquía y autoridad. En consonancia con ello, el aire triunfal y de grandeza que los militares se encargaron de emanar, y que buscaba levantar la autoestima nacional y generar cierta idea de unidad nacional “en paz”, fue recurrente en la publicación. A su vez, en las páginas de la publicación infantil de la Editorial Atlántida se insiste en otra serie de ejes transversales como los de orden, puntualidad, previsión y exactitud, e ideales de visibilidad e identificación totales. El espacio es representado como ordenado, limpio, compartimentado y, por supuesto, despolitizado. Es de paso y no de reunión, en él no hay un estar compartido sino un traslado presuroso que va de la mano de un habitar agitado. En Billiken no hay lugar para el secreto, todo debe poder descubrirse, evidenciarse y clasificarse. Ilustrativo al respecto resulta la sobreabundancia de notas del tipo “Quién es quién en la esquina de tu casa” (1977, Nº 2983) o “Una vuelta manzana para ver quién trabaja” (1978, Nº 3036). Podemos agregar, asimismo, que la revista proponía actividades con contenidos lúdicos que, desde luego, portan una pedagogía. Toda ella, incluidas las publicidades, aportan a la construcción de un tipo de subjetividad infantil y de mundo. Tomemos por ejemplo el siguiente caso del 20 de junio de 1977: “Hoy es el Día de la Bandera” ¿Lo festejamos con juegos? Y proponen el siguiente: “Salvar al prisionero”. En él se “tienen que formar dos equipos. Cada uno de ellos elige el prisionero del bando contrario que va a quedar ‘encerrado’ en la prisión […] Los defensores detienen el avance de los atacantes enemigos. Pueden ‘matarlos’ dándoles una palmadita en la espalda […] [El prisionero tiene las] manos atadas con una soguita…¡pero sin nudo! […] ¿Querés una ayudita? Al elegir al prisionero del bando contrario hay que tratar de buscar al jugador más piola para que tenga que estar todo el tiempo atado”. Releer a Billiken, la revista para niños de la Editorial Atlántida, entonces, nos invita a reflexionar sobre los múltiples modos de connivencia que hicieron posible la última dictadura cívico-militar y, por lo tanto, acerca de la responsabilidad de las palabras.
Billiken
Un futuro disciplinado La revista infantil hablaba de Historia, sólo hacía referencia a situaciones ocurridas en la Edad Moderna y Contemporánea, sin mencionar hechos del siglo XX La dictadura militar que se instauró en nuestro país entre 1976 y 1983 no hubiese sido posible sin la aceptación de varios sectores de la sociedad. Nadie duda de eso, ni de que los militares para legitimarse en el poder se valieron de todos los recursos posibles, eso también es sabido por todos. Nada quedó librado al azar, todo debía ser controlado. Hubo una incontable cantidad de persecuciones, torturas y asesinatos, los cuales constituyeron el mecanismo invisible para el disciplinamiento. Pero también hubo otro visible que estaba compuesto por lo que se podía decir o mostrar en esa época, es decir, que ya no buscaba la desaparición física sino la simbólica y la cultural. Para ser efectiva, la forma de ejercer el control tenía que ser distinta para cada estrato social. Como los adultos ya venían con un bagaje de conocimientos previos, había que recurrir al miedo o a la fuerza física para dominarlos. Con los chicos, en cambio, había que obrar de manera diferente: ellos no contaban con esos saberes, por lo que había que formarlos, y qué mejor que hacerlo bajo los ideales militares. Teniendo en cuenta que los niños eran el futuro de la nación y, por consiguiente, quienes difundirían los valores del régimen a largo plazo, es entendible que hayan querido “moldearlos” a su antojo. ¿Quiénes eran los actores fundamentales para la formación de los chicos? La familia y la escuela; había que prestar atención a estos espacios. ¿Con qué materiales se educaba a los menores en la escuela? Con los libros, pero también con las revistas infantiles. Y es aquí donde entra en juego Billiken, una publicación de larga data destinada a dos ámbitos diferentes: el educativo y el de los medios de comunicación. Paula Guitelman, Licenciada en Ciencias de la Comunicación e investigadora sobre la temática, en su libro La infancia en dictadura: modernidad y conservadurismo en el mundo de Billiken, dice al respecto que la revista “ocupaba un lugar de doble pertenencia a los espacios públicos y privados. Por ello, se la puede considerar como un discurso privilegiado para difundir creencias sociales y un relevante agente de socialización infantil”. Asimismo, indica que la publicación “buscaba moldear percepciones y subjetividades de tal modo que ciertos patrones de relación con los otros seres humanos y determinadas formas de habitar el mundo anclaran en el cuerpo al punto de internalizarse y naturalizarse”. Como puede verse, se buscaba la internalización de conceptos y comportamientos porque eso llevaría a la reproducción de los mismos. La autora asegura que, del mismo modo que el gobierno militar, Billiken buscó la combinación de mecanismos modernizadores con otros más tradicionales: mientras por un lado se hacía hincapié en la importancia de conceptos tales como utilidad, eficiencia, racionalidad, progreso, ciencia, técnica, novedad y privatización, por el otro, se aludía a valores como la religiosidad, tradición, soberanía, orden, disciplina, higiene, autoridad y obediencia. A su vez, Guitelman señala que lo que buscó el gobierno militar fue el individualismo y el enclaustramiento de las personas, a fin de evitar cualquier acción colectiva que pusiera en peligro la consecución de los objetivos del llamado proceso. Es por ello que la revista mostraba las calles con individuos aislados, como meros espacios de tránsito y siempre estaban custodiadas por un policía. El orden, la disciplina y la imposición de la norma quedaban en evidencia.
El cuerpo fue comparado con un automóvil, y el cerebro, con una computadora. Evidentemente, con esto los militares buscaban que la gente no cuestionara los valores e ideales difundidos; sólo se pretendía que las personas fueran autómatas y se limitaran a propagar lo avalado por el régimen. Cuando Billiken hablaba de Historia, dice Guitelman, sólo hacía referencia a situaciones ocurridas en la Edad Moderna y Contemporánea, sin mencionar hechos del siglo XX. Esto deja entrever, una vez más, la complicidad de la publicación para con el gobierno militar, mediante el ocultamiento de temáticas propias de esa época. La escuela fue vista como el “segundo hogar” y las maestras, como “segundas madres”. He aquí el afán de intentar controlar este ámbito, unos de los fundamentales para la formación de los niños. Otro punto a destacar es que, en la revista, no aparecían los jóvenes ni los adultos mayores. La autora dice al respecto que en ella “está la típica familia nuclear: madre, padre, nena, nene y perro de ser posible, como para dar con el estereotipo, pero los padres que aparecen son adultos jóvenes. Entonces resulta por lo pronto llamativo que en ese periodo donde la juventud estaba teniendo una marcada militancia o no porque no pasa solamente por si tenían una participación política declarada, no aparecía ni siquiera un hermano mayor que estuviera trabajando o estudiando” y “era un modo de no fomentar la pregunta de qué estaba haciendo esa franja etárea en ese momento”. En cuanto a los adultos mayores, señala que “la ausencia de los abuelos, salvo en alguna nota sobre árboles genealógicos, tiene que ver con la adultez o la vejez como símbolo de experiencia, son un ejemplo de acopio de recuerdos, de memoria, de anécdotas de cuando las cosas fueron diferentes. También es una manera de no poner en representación una figura que podría contar
Por Eliana Martino Licenciada en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).
“Lo que buscó el gobierno militar fue el individualismo y el enclaustramiento de las personas, a fin de evitar cualquier acción colectiva que pusiera en peligro la consecución de los objetivos del llamado proceso”.
sobre épocas donde las cosas fueron diferentes, mejores o peores, pero diferentes”. El intento por controlar a la gente abarcó todos los estratos sociales, de modo que la formación de los chicos no quedó exenta del control militar; es más, resultó de vital importancia. Si ellos aprendían e internalizaban los ideales ansiados por el gobierno de facto, la reproducción de los mismos iba a darse más allá de su estadía en el poder, consiguiendo así perpetuarse a largo plazo. Y qué mejor herramienta de difusión que Billiken, que aunque a simple vista pudiera parecer ajena al contexto social, tenía una clara intencionalidad política y podía ser leída tanto en la casa como en la escuela.
Caricatura publicada por Billiken en la que se exponen los trabajos legitimados por la Dictadura
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Entrevista
“La víctima es Thelma y hubo un delito” En 1979, Thelma Dorothy Jara de Cabezas, fue forzada a dar una nota falsa a Para Ti mientras permanecía detenida ilegalmente en la ESMA. La causa fue reabierta el 20 de mayo de 2008 por pedido del abogado de Jara de Cabezas, Pablo Llonto
Por Redactores de Medios y Dictadura.
En las fotos de la entrevista no sale él, sino sólo ella. Lázaro, que ya murió, pero que habló con nosotros en el 2005, nos dijo que lo habían llevado como rehén, dijo que le explicaron que tenía que hacerse pasar por el sobrino de una mujer que no conocía, que no hablara salvo que le preguntaran algo específico. Nos contó que tenía miedo porque no sabía nada sobre la familia de ella. Así pudimos reconstruir esa parte de la historia, con esos testimonios.
Pablo Llanto, Periodista, docente y abogado de Thelma Jara de Cabezas.
¿Cómo surge tu primer acercamiento a la causa? A mí me contacta el hijo de Thelma en el 2005, Daniel Cabezas, me dijo que su mamá ya estaba grande, que ella había iniciado la causa sobre terrorismo civil en 1984 y, en ese entonces, los abogados conocíamos sobre ella porque no era común la denominación, de hecho, llamaba mucho la atención. El abogado que firmó esa denuncia había sido Alberto Fernández, que luego fue jefe de gabinete, y era contra Aníbal y Constancio Vigil, dueños de Editorial Atlántida y los periodistas que resultaban responsables. Daniel, me dijo que su mamá no estaba en condiciones físicas de retomar la causa, pero que quería hacerlo y por eso él se comunicó conmigo. Nos reunimos, ella firmó un poder para que yo la pudiera representar sin que fuera necesario que Thelma se hiciera presente, aparte, para ella hubiera sido un esfuerzo porque vive en San Miguel. Entonces, junto con Daniel comenzamos a movernos. Lo primero que hicimos fue la presentación en la causa de la Esma, pidiendo que se incluyera el caso y que se investigara el rol del periodismo. Allí tuvimos un primer rechazo, el juez dijo que no. Presentamos una apelación y la Cámara Federal dijo que sí, aduciendo a que ese tema tenía que ser investigado de forma conexa con el de la Esma, así se ordenó que se abriera una causa conexa en el juzgado nro. 12. Una vez hecho eso, había que pensar en algunas cuestiones, Vigil había muerto en la década de los 90, entonces, se tenía que reflexionar contra quién iba la causa. Fuimos a buscar al periodista que hizo la nota y al fotógrafo. También hablamos con Lázaro Mazón, El Ruso,
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que es sobreviviente de la Esma y que cuando ocurre en 1979 que a Thelma la sacan de la Esma para llevársela al bar donde le hacen la nota, también lo sacan a él, lo ponen en la misma mesa y lo hacen pasar por un sobrino de ella. Entonces, el armado de la fantochada la incluía a Thelma, como mujer libre, y a él, como un sobrino suyo.
La primera reacción fue de repudio hacia ella, pensando que se había ido a Uruguay sin dar aviso y que estaba dando notas a los medios, lo cual a ella la hirió mucho, sobre todo porque cuando quiso reinsertarse en la sociedad tuvo que luchar contra esa ofensa.
¿En qué momento se comprueba la responsabilidad de Agustín Botinelli, editor de la revista? El juez les toma declaración al fotógrafo y al periodista y, finalmente, se concluye, mediante el discurso que el responsable había sido Agustín Botinelli. A muchos les resulta difícil creer que ellos no supieran nada, pero no tenemos ninguna prueba como para pensar lo contrario. Ellos narran un relato de redacción que resulta convincente. Ambos dicen que los llama Botinelli y que éste les pide que vayan a tal bar donde va a haber una madre, que le hagan unas preguntas, hacen la nota, cada uno entrega su trabajo al editor (quien le pone título a la nota) y, luego, el periodista dice que el texto publicado no se condice con el que él escribió, que se modificaron también las declaraciones de la entrevistada. Thelma dice que esas respuestas son inventadas y que no fue lo único que le hicieron, sino que también la hicieron posar como que estaba en Uruguay dando una entrevista a un medio de ese país. La farsa incluía la nota de la revista Para Ti (que fue la que tuvo trascendencia), una historia para una agencia de noticias y otra para un medio uruguayo. Todas resultaban falsas, según palabras de Thelma. El artículo provocó la agitación de los grupos defensores de Derechos Humanos, porque ella estaba desaparecida y había sido secuestrada. Entonces, los que no conocían su paradero y habían denunciado su desaparición, de repente encuentran una nota titulada: “Habla la madre de un subversivo muerto” y la voz protagonista de la nota era la de Thelma. La primera reacción fue de repudio hacia ella, pensando que se había ido a Uruguay sin dar aviso y que estaba dando notas a los medios, lo cual a ella la hirió mucho, sobre todo porque cuando quiso reinsertarse en la sociedad tuvo que luchar contra esa ofensa. Cuando llega la democracia ella toma la iniciativa de realizar esa denuncia porque estaba de por medio, además del hecho, limpiar su nombre y su imagen, demostrando cómo había sido la realidad de esa nota. En tiempos de democracia, donde ella habla sobre lo que había pasado, la gente pensaba que hablaba la madre arrepentida, sin embargo, cuando se le dio un carácter legal y formal a esas palabras, se empezó a tomar conciencia de lo que había pasado, sobre todo los movimientos de Derechos Humanos, que habían sido muy injustos con ella. La prensa canalla y los dos libros que saca Valeria Sitt mencionan el hecho pero no focalizan en el periodis-
mo, sino en la Editorial Atlántida, entre otras publicaciones que hablan sobre ello. En general, no se ha escrito sobre la responsabilidad de la revista o el rol de la prensa. Al reabrirse la causa de Thelma se tuvo como principal imputado a Botinelli, quien se defendió planteando cosas, como que él era un civil y por lo tanto no corría para la causa de delito de lesa humanidad. Así estuvimos desde el 2008, arrastrando el paso del tiempo, hasta que el juez hizo un penúltimo intento el año 2013. Él se defendió diciendo que desconocía todo lo que había pasado, que, contrariamente, había sido un periodista perseguido y propone a cuatro testigos que corroboren lo que estaba alegando. En este marco, surgen los siguientes nombres: Esteban Peicovich, coloborador de La Nación; Mario Magdas, que estaba en Radio 10; René Salas, gran reportera de la revista Gente en la época de la dictadura; y otra periodista de la revista Para Ti, cuyo nombre no recuerdo. Los llaman a los cuatro y sucede que lo terminan embarrando más, porque afirman que efectivamente era el editor de la revista Para Ti y que no sabían que en algún momento lo habían perseguido. Es más, algunos hablan (como Peicovich) del apoyo de la editorial a la dictadura y de la convicción católica acérrima que profesaba. Así, el juez culmina procesándolo. Se apeló el procesamiento y la Cámara debe decir ahora si lo confirma o no. En caso de que lo haga, en unos meses iremos a juicio oral, si no lo hiciera, debemos comenzar nuevamente hasta que lo haga.
La mentira no es un delito, elogiar a la dictadura, tampoco. Por lo tanto, nosotros tenemos que probar que hubo acción psicológica, que esa acción se enmarcaba en el plan de aniquilamiento.
Lo raro es que cuando mirás toda la causa, desde el 84 en adelante, en primer lugar, se defendía Vigil echándole la culpa a Botinelli, el primero se murió, ahora es al revés, Botinelli le echa la culpa a Vigil. Es la estrategia defensiva que elige él. Paralelamente, el periodista que fue al bar, además, no tenía un original de la nota que él escribió en un primer momento. Lo único que se rescató del archivo eran unas copias de las fotos que se sacaron en el lugar del hecho. Lo que cuentan Thelma y Lázaro es que el bar no era un escenario vacío, sino que había mucha gente, entre ella, clientes y el grupo de tareas que los acompañaba, además de que había mucho tránsito porque era en pleno barrio Nuñez. En las fotos no puede verse a nadie que comprometa a nadie. ¿Es un hecho importante que sea el primer periodista procesado? Más allá de que se apruebe el procesamiento de Botinelli o no, es el primer caso de un periodista que participó en la dictadura en pos del operativo de la acción psicológica y que logra pasar a esa instancia legal. Es algo importante, pero el día más importante va a ser cuando se avance sobre los dueños de los medios. Ahí vamos a estar realmente contentos, sin quitar importancia a que se procese a este periodista. No va a ser tan fácil ir tras los dueños, porque sabemos que el eje más importante de todo diario o medio está en su redacción, es ahí donde se cocina casi todo y la distancia contra el dueño parece tajante, por eso, probar la responsabilidad empresarial es muy difícil. Es probable que podamos avanzar
Reportaje fraguado por la revista Para Ti en 1979.
más sobre los periodistas que sobre los dueños, pero claro que depende de cada caso. ¿Hay alguna manera de sistematizar o nominar a todos estos casos? La manera de sistematizar y calificar es a través de esta nomenclatura que abarca la acción psicológica. Por ejemplo, Chiche Gelblung está en instancia de proceso, sin embargo, el juez no ha tomado ninguna medida, ni siquiera de investigación. Joaquín Morales Solá está en las mismas condiciones. Entonces, ahí tenemos que concentrarnos en redireccionar la investigación y, por eso, la importancia de conseguir mucho material, tanto del ejército como de otras fuerzas que trabajaron con o sobre los medios de comunicación y conseguir archivos periodísticos que nos den información del mismo talante, hablando desde lo jurídico, es lo esencial. Es muy difícil en el caso de la acción psicológica avanzar, porque para que aprueben que hubo un delito, necesitás las pruebas, pero también necesitás a las víctimas ¿Qué delito le imputo al periodista o al dueño del medio? ¿Homicidio? No se puede aducir que se actuó bajo el plan genocidio, se necesitan víctimas reales. En este caso, la víctima es Thelma y hubo un delito, que el juez ha entendido como co-acción, ejerciendo una fuerza sobre la víctima para que ésta haga algo que no ha querido hacer. Cuando yo, sin un arma, realizo una acción empujándote a que vos realices otra sin tu aval ni tu consentimiento.
Asimismo, a éste se lo considera de lesa humanidad cuando se apropian de los derechos de otra persona en el marco del terrorismo de Estado. En la causa vamos a pedir que no se lo vea como co-acción, sino como acción y participación ilegal en la privacidad de Thelma. Obviamente, aunque sea difícil de probar que Botinelli sabía que ella estaba en la Esma secuestrada. En el caso de la prensa es más arduo, porque la mentira no es un delito, elogiar a la dictadura, tampoco. Por lo tanto, nosotros tenemos que probar que hubo acción psicológica, que esa acción se enmarcaba en el plan de aniquilamiento, que los civiles (con esto me refiero a los trabajadores de la prensa) sabían que estaban formando parte de esa acción psicológica, con charlas, pactos, encuentros, etc. Para probar eso, diríamos que los que formaban parte eran partícipes de los delitos de homicidio, privación ilegal de libertad y demás, es decir, los meteríamos dentro del delito. En el delito penal vos tenés: el autor (el que ejecutó la acción), el autor mediato (que es el que dio la orden) y, luego, existe un campo ancho de los partícipes con mayor o menor grado de participación. Lo que yo he visto con respecto a la responsabilidad de la prensa, es que la iniciativa de los jueces es cero para hacer algo sobre esto, exceptuando casos como el de Thelma o el de Lázaro Mazón. Que esto se haga es muy importante, empezaremos con la prensa gráfica, teniendo en cuenta que hay un hueco muy grande con lo que respecta al periodismo radial y al televisivo, porque no hay archivos actualmente.
Thelma Jara de Cabezas, 36 años después.
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Para Ti
La mujer en la construcción del consenso Se difunde una necesidad de ruptura constitucional, a través de las notas que tematizan la política durante el tercer gobierno peronista
La complicidad de las publicaciones de Editorial Atlántida en la última dictadura militar no pasó de inadvertida para historiadores, investigadores sociales, periodistas, miembros del poder judicial, víctimas de la represión y de la sociedad civil en general. Pero aquellos que han estudiado la publicación femenina de la empresa se han enfocado en su participación como portavoz de la ideología castrense una vez instalada la dictadura. Menor atención ha recibido, desde el campo de las ciencias sociales, su contribución en la creación del consenso previo que acompañó al Golpe de Estado. Por ello, propongo transitar la construcción del consenso en Para Ti, entendido como la necesidad de la ruptura constitucional, a través de las notas que tematizan la política durante el tercer gobierno peronista. Antes de entrar por completo en el período que nos convoca, es necesario referirse al lugar que ocupaba Para Ti en la cultura popular y como un medio masivo dirigido a mujeres. Constancio C. Vigil, fundador de Editorial Atlántida, había creado la revista en 1922 en el marco de una política editorial basada en la especialización y en la diversificación de los públicos lectores. Como novedad en el mercado, Para Ti recurrió a la representación de la “mujer moderna” –concebida como la profesionalización de la ama de casa y de la madre– para dar cuenta de una nueva visibilidad femenina y cierta apertura en las costumbres, sobre todo en las mu-
jeres pertenecientes a los sectores sociales en ascenso. La política y la actualidad no estuvieron en las páginas de la revista pero cuando asomaron, en las secciones del semanario aparecieron de una forma lateral, en gene-
Para Ti comenzó a sumar una variedad de materiales que incluía aspectos socioeconómicos y políticos, del país y del mundo, que pudieran interesarle a las mujeres de los sectores medios.
ral ambigua, haciendo equilibrio entre la información que aparecía en otros medios con el perfil del público al que se dirigía, en general reticente a los cambios de las costumbres. No obstante, en algunos espacios, como
Por María Paula Bontempo Profesora de Historia en la Universidad de Buenos Aires y Magister en Investigación Histórica en la Universidad de San Andrés. Docente de la Universidad Arturo Jauretche. en el correo de lectoras, aparecían algunas voces disonantes –sobre todo referidas a las relaciones entre los sexos– con respecto a las notas publicadas en el cuerpo principal del semanario. A medida que permanecía en el mercado, la novedad del formato de magazine con “todo lo que le interesa a la mujer” se transformó en un modelo que fue replicado por otras publicaciones, como Vosotras (1935). Al mismo tiempo, “envejeció” en los contenidos y asumió, influenciada por el contexto histórico, posiciones cada vez más tradicionalistas, reforzando la imagen de la mujer anclada en la procreación y dependencia. En los años sesenta, impulsada por los cambios culturales pero fundamentalmente por la aparición de Claudia (1957) –revista de Editorial Abril que conmocionó el mercado ya que representó una innovación en el campo del periodismo y en la imagen de la mujer– agregó información, modificó su formato y aggiornó los contenidos. Junto con los textos tradicionales referidos a la familia y al hogar, Para Ti comenzó a sumar una variedad de materiales que incluía aspectos socioeconómicos y políticos, del país y del mundo, que pudieran interesarle a las mujeres de los sectores medios, pero presentados, nuevamente, de forma tal que no generaran tensiones en sus lectoras. Esta estrategia fue, a grandes rasgos, la que le permitió a Para Ti mantenerse en el mercado durante tantos años y seguir liderando el ranking de ventas, ya que con más de 150.000 ejemplares semanales se posicionaba encima de Vosotras y de Claudia. También a mediados de la década del setenta la revista se modernizó visualmente e incluyó una sección llamada “El Diario. Suplemento semanal de actualidad” donde se concentraba la mayoría de los comentarios y noticias de corte político y económico conjugado con primicias del espectáculo local y de la realeza europea. La “novedad”, que como señalamos venía teniendo lugar desde unos años antes, de encontrar informaciones vinculadas a la esfera política estaría conectada por un lado, con la necesidad de presentarse como un medio que informa y actualiza a las mujeres “modernas” y, también, como una respuesta a las exigencias de lectoras socioeconómicamente movilizadas. Por el otro, la incorporación de estas notas es un rasgo se iría definiendo y expandiendo en la medida que la revista, y la Editorial Atlántida, asuma como suyo el diagnóstico y los argumentos de las FF. AA.
De la entereza de una mujer a la licencia del año
Nota publicada en Para Ti en la que se resalta el “coraje” de una madre ante la “violencia de la guerrilla”.
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Si bien desde sus comienzos en el mercado Para Ti remitió a su lectora a la esfera doméstica y familiar, también la participación de la mujer en diversas instancias de la vida pública tuvo un lugar privilegiado en la revista. A diferencia de las primeras décadas del siglo, en las que fueron exaltadas aquellas mujeres que lograban hazañas deportivas, o avanzaban en el campo de la educación, en los años setenta la mujer que estaba relacionada con la política tenía un papel destacado en el magazine. Por eso, quizás a contramano del sentido común que indicaría que Para Ti desde siempre operó en contra del gobierno democrático que llevó a María Estela Martínez
de Perón a la presidencia, la revista femenina la acompañó cuando aún era vicepresidenta y en su primer año de gestión como primera mandataria. Aunque desde su particular óptica la escoltó más por su condición de mujer-esposa que por su idoneidad para el manejo de los asuntos del Estado (08-07-1974). El semanario, en la medida que se proponía guiar a todas las mujeres, también custodió a quien sería la “encargada de conducir los destinos del país.” Así señalaba: “Nos conmovimos con ella cuando […] se obligó a continuar. […] Volvimos a valorar su fortaleza durante todos los actos de homenaje […] y nos sentimos cerca de ella, orgullosos de su presencia” (15-07-1974). Así fueron subrayadas la firmeza y la valentía, que mostró ante la muerte de su esposo, como virtudes para el papel que debía asumir. Un mes después de haber jurado como presidenta, María Estela Martínez de Perón constituía un orgullo para el semanario y, por lo tanto, para todas las lectoras. En esta ocasión la revista presentó su opinión bajo el formato objetivo de una encuesta. Sobre un total de 450 respuestas la intención de la publicación era testear los primeros 16 temas más comentados por las mujeres. No figuraron en los primeros lugares los intereses supuestamente femeninos –las dietas para adelgazar y el matrimonio– ni la violencia, ni la inflación o el desabastecimiento sino que, el motivo que más ocupó la atención de las lectoras de Para Ti, fue “la presidente, nada mejor que una mujer. Un orgullo para todas.” (14-08-1974). El apoyo explícito a Isabel Perón fue prestado en géneros que habitualmente usaba la publicación: biografías, crónicas y encuestas. Sin embargo, aquel se iría desvaneciendo a medida que la crisis económica se agudizara y el vacío de poder se hiciera más evidente. En esa nueva coyuntura, Para Ti comenzó a articular un discurso tendiente a crear un consenso favorable, tal como lo hicieron algunos periódicos de la gran prensa, a un cambio de rumbo. Si bien no se encuentra una oposición declarada al gobierno peronista, en los últimos cuatro meses del año 1974 la revista optó por el silencio sobre cuestiones políticas. Tampoco se encontraron referencias que aludiesen a la presidenta o a las medidas de gobierno hasta marzo de 1975 cuando el semanario presenta su opinión, una vez más, a través de una encuesta. Más allá de que el sondeo de opinión haya existido o no, en el pacto de lectura establecido entre la publicación y las lectoras, se intentaba crear un efecto de verdad sobre “lo que opinan las mujeres”. La revista, entonces, propone “tomar el pulso” a la opinión pública preguntándole a las mujeres ya no cuáles son los temas que más comentan sino cuáles son los que más les preocupan. Para Ti interpela a sus lectoras, y a un supuesto “amplio espectro de argentinas”, entre las que encontramos amas de casa, docentes, profesionales, estudiantes y jubiladas para que imaginen una pregunta a María Estela Martínez de Perón si tuvieran la oportunidad de dialogar con ella. Sin embargo, deja en claro que es la propia publicación quien también indaga: “Ud. pensó alguna vez qué le preguntaría a la señora presidente […] Nosotros también lo pensamos” (17-03-1975). Si unos meses atrás la revista “sentía”, poniendo este sentimiento en boca de sus lectoras, orgullo por tener a
Mediante la voz de la familia, Para Ti comenzará a construir argumentos próximos al discurso que la junta después del golpe instalará, y que la Editorial Atlántida promoverá desde todas sus publicaciones.
María Estela Martínez de Perón, en sus primeros días como presidenta de la nación, luego del fallecimiento del General Juan Domingo Perón.
una mujer como presidenta, en esta consulta, se interroga por la preparación adecuada y la idoneidad que debe tener para ejercer el cargo. Así, un alto porcentaje de preguntas examina directamente sobre los vaivenes económicos, sociales y políticos algunos de los cuales, sobre todo los económicos, tendrán lugar en la revista. Todas las secciones de la publicación, desde “el Diario” hasta la dedicada a cocina, contribuyeron de una manera u otra a tratar este problema y a aleccionar a sus lectoras sobre tecnicismos y nociones básicas de economía (11-08-1975). La omnipresencia de la temática económica constituye, junto con el apoyo –o la desaprobación– a la presidenta, un rasgo, aunque muy modesto, de politización al interior de la publicación. La inclusión de contenidos económicos no significó que la revista abandonara su tradicional función pedagógica que, en este caso se tradujo en explicaciones con gráficos y porcentajes sobre el presupuesto nacional 1975, sobre el Impuesto al Valor Agregado (17-031975) o sobre el dólar (14-04-1975) y que tuvieron por objeto que las mujeres administrasen mejor el hogar y satisficieran las necesidades familiares. También, como paliativo de lo que estaba abonando como una “inacción gubernamental”, buscó enseñar cómo sobrellevar la crisis económica. De la mano de Doña Petrona, se propuso “ayudar” a las lectoras a gastar menos, a recorrer “la feria”, a elegir unos alimentos que reemplazaran a otros, a aprovechar “al máximo todo”, a “estirar los menúes” y a cocinar sin aceite (08-09-1975). Al tiempo que la figura de Isabel Perón se opacaba, dentro de las páginas de Para Ti, la publicación encontró en otra mujer su contrapunto. Así, se presentó la “arrolladora actividad política […] verdaderamente incansable” (15-03-1976) de María Cristina Guzmán, figura que venía ocupando cierto lugar en el magazine. De esta forma, el semanario intentó construir y presentar a la diputada jujeña como una opción ante la supuesta inoperancia de la presidenta. La imagen de Guzmán fue exhibida como una de las nuevas caras que podrían impulsar el cambio. Mientras que las pocas fotografías que aparecieron de la presidenta fueron estáticas, las que retrataron a la diputada la representaron en movimiento: caminando con paso firme y enérgico o interactuando con su familia. Esta representación le sirvió a la revista para no abandonar su pretensión de mostrar los logros femeninos, de exponer a las mujeres como protagonistas de la sociedad moderna y de presentarse a sí misma como portavoz, una vez más, de las “mujeres modernas”. Al mismo tiempo, la sobrevaloración de la diputada –la cual le pidió juicio político a la presidenta– en detrimento de Isabel Perón, constituyó una soslayada oposición y crítica al gobierno. Junto con la exaltación
de la Guzmán –que finalmente era una figura producto de la democracia– convivió un discurso sobre la familia que iría emparentando cada vez más a la revista con los objetivos culturales castrenses.
“Una respuesta abierta y franca a la violencia” El diagnóstico que las Fuerzas Armadas hicieron de la “enfermedad” que agredía a sociedad argentina concluyó en que el “virus” se alojaba en varios lugares. Entre los espacios que más habría que controlar se encontraba la escuela y la familia. Para Ti, cuyo mundo radica fundamentalmente en el hogar, asumió como propia la visión que los militares tenían y tomó el lenguaje prescriptivo del régimen militar. A partir de un reportaje realizado a los padres de un joven oficial de 22 años – muerto durante los enfrentamientos del “Operativo Independencia” en Tucumán– no quedarán dudas de la posición que la revista asume y finalmente hará propia respecto al gobierno democrático, a las organizaciones armadas y al accionar de las FF. AA. (22-09-1975). A través de este reportaje, y mediante la voz de la familia, Para Ti comenzará a construir argumentos próximos al discurso que la junta después del golpe instalará, y que la Editorial Atlántida promoverá desde todas sus publicaciones. Por un lado, el carácter foráneo y contrario a las costumbres argentinas de la violencia y al accionar de las organizaciones armadas. Por el otro, la certeza de que es la familia la responsable de los actos de sus hijos y que es en esta institución el primer lugar donde debe ser restaurado el “orden perdido”. En esta “guerra” se distinguirán entre aquellas organizaciones que operan “de frente” –acción que se valora positivamente– de aquellas que están “escondidas”, “agazapadas” e “infiltradas”, y cuya acción tiene lugar en la ciudad, a la cual hay que atacar. Sin dudas, este reportaje, que aparece aislado, instala representaciones y estrategias discursivas que se desarrollarán en plenitud meses después. Del apoyo inicial a Isabel Perón, en tanto mujeresposa, hasta la necesidad de “una respuesta abierta y franca a la violencia” y desde el “orgullo” de tener a una mujer como presidenta hasta las encuestas y las notas económicas donde la crisis es omnipresente, la revista construye una red de sentido que se traduce en la necesidad de un cambio. Con motivo del inicio del ciclo lectivo del año 1976 la publicación se pregunta cómo empezar las clases con un panorama tan desalentador de crisis. Para la revista Para Ti, “serán los padres, quienes finalmente, pongan el hombro” (15-03-1976). Pero ¿Quién asume la responsabilidad de la crisis? La respuesta llegará unos días más tarde.
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El Gráfico
El periodismo deportivo también es responsable Las editoriales publicadas están constituidas por marcos ideológicos que atraviesan a la propia editorial Atlántida y que, asimismo, consiguen confirmar la legitimación del plan siniestro que llevó adelante la dictadura militar
Por Fausto Giorgis Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social y Licenciatura en Historia (UNLP).
El 24 de marzo de 1976 la Argentina iniciaba la dictadura cívico-militar más sangrienta de su historia. El golpe dado por las Fuerzas Armadas fue acompañado por diferentes sectores de la arena político-institucional del país. La Editorial Atlántida, a través de uno de sus productos más populares y consumidos de aquella época, la revista deportiva El Gráfico, rápidamente legitimó la toma del poder por parte de los militares y estableció una serie de demandas contra el nuevo gobierno, propias de quienes siempre han representado los intereses de los grupos más conservadores de la Argentina. Exactamente una semana había pasado desde que Isabel Martínez de Perón había sido forzada a abandonar el sillón presidencial de la Casa Rosada, cuando apareció en circulación un nuevo número del semanario deportivo El Gráfico. La revista fundada por Constancio Vigil se expresaría el 31 de marzo de 1976 sobre los recientes acontecimientos a través del editorial firmado por quien entonces era el Director del medio, Carlos Fontanarrosa (no confundir con Roberto Fontanarrosa, el escritor y humorista rosarino). En un intento de escindir lo político de lo deportivo, y retomando los principios del más rancio periodismo liberal, Fontanarrosa titula su editorial “DeportivamenPortada de El Gráfico del 31 de marzo de 1976. Allí se habla, sugestivamente, de la coronación de “una semana bien argentina”.
Fue en 2009 que la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP creó la primera carrera dedicada al periodismo deportivo en la historia de la universidad pública argentina. Esta iniciativa le abrió la puerta de la vida universitaria a muchos estudiantes que de otra manera no hubieran ingresado y hoy está construyendo espacios que la cargan de sentido. Entre ellos se destaca el Programa de Investigación/Extensión en Comunicación y Deporte, que abre nuevos desafíos y un horizonte inédito. Nunca antes la academia de nuestro país se ocupó de estudiar el periodismo deportivo en forma sistemática y desde la perspectiva de la comunicación. Por eso hay que destacar el trabajo de Fausto Giorgis. Su investigación sobre el rol de la revista El Gráfico en la dictadura es un aporte inestimable, valioso, necesario. Y de seguro servirá de importante referencia a los estudios que están por venir. Por Andrés López Director de la Tecnicatura Superior Universitaria en Periodismo Deportivo.
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te hablando…” En el primer párrafo, explica que sólo se referirá “deportivamente” al golpe de Estado, ya que se encontraría atrapado por una cuestión de género periodístico para referirse a un acontecimiento que escaparía de las fronteras que delimita el campo del periodismo deportivo: “Vamos a hablar ‘deportivamente’ sobre el tema que conmovió a la Argentina y a los argentinos. Nos referimos al nuevo gobierno. Vamos a afrontar el caso con el ‘egoísmo’ a que nos obliga nuestra condición de revista deportiva”. Esta excusa de tenor casi infantil queda naturalmente anulada en la decisión del periodista de hablar sobre la instalación de un régimen no democrático. A lo largo de todo el editorial, Fontanarrosa expone una serie de reclamos de la revista para con el nuevo gobierno sobre “qué es lo que debe terminar y qué es lo que debe comenzar”. Entre otras demandas, se exige que “se promueva el deporte en todos los niveles de la enseñanza. Sin que esta actividad venga teñida con nombres políticos”. Se insiste en una separación terminante entre política y deporte. Se aplica también una mirada liberal, descomprometida y que busca alejarse del conflicto. La estrategia que se advierte se expone de un modo explícito: la confluencia de lo político y lo deportivo se vive como una incomodidad (por llamarlo de algún modo). Por ello mismo, se apela a su división para recobrar el tan mentado “orden” de la República. Aún cuando todas las partes saben que distinguir una materia de la otra resulta imposible. Hacia el final del editorial, Fontanarrosa deja en claro que la revista apoya el golpe y a su proceso de “reorganización” del país, ya que considera que “en la reorganización no puede quedar demorado lo que se refiera al deporte”. Esa sentencia final legitima de forma abierta y transparente el plan que llevaría adelante la Junta Militar.
Se derrumba el mito de la ignorancia Dos semanas después, el 14 de abril de 1976, la revista vuelve a la carga con un editorial alarmante. En medio de los rumores sobre la disolución del plantel que conformaba la selección argentina de aquel entonces, Fontanarrosa titula el editorial de ese número “Qué a éstos no los toquen…” y debajo incorpora una imagen de la selección argentina de 1976. El reclamo de El Gráfico deja entrever que el medio estaba al tanto de lo que sucedía en el país. Si se pide que “a éstos no los toquen”, por decantación se entiende que hay “otros” a los que sí están “tocando”. Y esos “otros” no pueden ser más que las víctimas del brutal terrorismo de Estado. El epígrafe de la foto hace referencia a que los argentinos deben “proteger” a la selección a modo de causa supranacional. El plantel de la selección es ese “algo” que hay que defender, frente a otros valores y personas que no merecen el mismo celo por parte del pueblo argentino. Esos “otros”, nuevamente, podrían ser quienes estaban sufriendo las políticas sistemáticas de violación de los derechos humanos por parte del gobierno militar. El mito de la ignorancia, aquel bajo el cual se escudaron quienes quisieron limpiar su imagen de cómplices luego de la caída del régimen militar, se derrumba ante una editorial de un calibre tan nefasto como el presente. De esta manera, queda a la vista el notorio interés que exhibe la revista El Gráfico en torno a lo que acontecía en el país durante aquellos primeros días del golpe, aún cuando pretendiera engañar a su público y atacar la intrínseca relación entre deporte y política. En función de ello, las editoriales publicadas están constituidas por marcos ideológicos que atraviesan a la propia editorial Atlántida y que, asimismo, consiguen confirmar la legitimación del plan siniestro que llevó adelante la dictadura militar.
Editorial Atlántida
Una fría y consciente visión de la dictadura La instalación del pánico social y la necesidad de “orden”. La coautoría y el encubrimiento de las atrocidades ejecutadas durante los años 1976-1983 Poder revisar la historia y analizar los hechos del pasado es una herramienta que sirve para mirar hacia el futuro. Sin dudas, el análisis del periodo de la última dictadura cívico-militar es una estrategia que sirve, día a día, para reafirmar la idea de todo aquello a lo que le decimos, una y otra vez, nunca más. Desde el año 2003 a la fecha, muchos han sido los juicios llevados a cabo en el marco de lo que hoy, sin dudarlo, podemos decir que es una política pública del Estado: la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia. Sin embargo, hasta a la actualidad hay un sector cómplice y responsable que sigue quedando por fuera de estos juicios, como lo son los medios de comunicación. Esos mismos actores, que durante el periodo del régimen militar
apoyaron y difundieron una ideología que no sólo avaló, sino también encubrió, las atrocidades que se ejecutaron durante esos años. La edición de la revista Gente del 15 de abril de 1976 es uno de los tantos ejemplos que pone en evidencia la postura de la Editorial Atlántida en ese momento histórico. El reconocimiento de Videla como presidente, y la decisión de mostrarlo como una persona “sonriente y abierta al diálogo”, así como también de hacer explícita la necesidad de poner “la casa en orden”, hablan de una línea editorial que fue en consonancia con lo que se impuso en el país durante el periodo 1976-1983. Si bien las notas analizadas y el tratamiento que se hace de las mismas son diferentes, puede establecerse
Por Yemina López Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP). que tanto en el artículo “El primer mano a mano del presidente” como en “Pongamos la casa en orden” queda claro el discurso que se estaba difundiendo: con la dictadura, el país está en orden. La noticia sobre la primera conferencia de Videla es interesante de analizar, principalmente, por el modo en que éste es presentado: pensativo, cordial y sonriente. La nota se centra, básicamente, en las fotos de la conferencia, y se muestra un ambiente ameno y distendido. En todas aparece en diálogo con los periodistas, y se acompañan con epígrafes no azarosos. Dos hablan sobre él: la pregunta sobre si lo van a invitar un café durante la conferencia y la despedida sonriente del “general” al finalizar la charla; los otros, dedicados a las dos cuestiones más importantes de la conferencia: qué es la “subversión” y qué la demagogia. En el caso de “Pongamos la casa en orden”, el propio titular permite sobreentender la intencionalidad ideológica que impone la estrategia enunciativa. Se difunde aquí un escenario que da cuenta de un “Proceso de Reorganización Nacional” que ordena el país y garantiza una impuesta seguridad ciudadana, efectivizada a partir del combate contra los denominados “subversivos”, “extremistas” y/o “antiargentinos”. En el medio de dos páginas repletas de noticias de fútbol se encuentra una foto de cuatro jóvenes pintando una pared, quienes por una supuesta propia voluntad lograron blanquear el frente del colegio, con el propósito de crear, en los términos del medio, “un muro prolijo y blanco. Como debe ser. Como debió ser siempre”. Esta nota es particularmente interesante porque, lejos de jugar con lo no dicho, manifiesta de un modo explícito la necesidad de ordenar, disciplinar y eliminar la manifestación política y cultural de gran parte de la sociedad (principalmente los jóvenes). Si bien son extensos los ejemplos que pueden utilizarse para dar cuenta de todo lo que se ha venido desarrollando, hay dos citas utilizadas en los artículos que son pertinentes para entender concretamente por qué hoy se dice que Editorial Atlántida ha sido cómplice/ partícipe de la última dictadura cívico militar. Haciendo mención a la “subversión”, en el primer artículo la revista cita una frase de Videla que, al igual que las fotos y el resto de los epígrafes, no es azarosa: “no sólo lo que se ve en la calle. Es también la pelea entre hijos y padres, entre padres y abuelos. No es solamente matar militares. Es también todo tipo de enfrentamiento social”. Este enunciado, por tanto, está íntimamente relacionado con el modo en que la editorial decide cerrar la segunda nota: “Este gesto de jóvenes argentinos es un síntoma, un buen síntoma. Algo que nos hace pensar en eso de: ´El orden bien entendido empieza por casa´”. Si bien la última década ha logrado avances muy importantes para recuperar nuestro pasado y construir el futuro, aún falta poder llevar a juicio a todos los partícipes de la dictadura. No sólo los que han tenido implicancia directa, sino también aquellos que los avalaron y apoyaron discursivamente. Es necesario entender como sociedad la implicancia que medios de comunicación como Editorial Atlántida han tenido no sólo en la instalación de un pánico social y una necesidad de “orden”, sino también de la complicidad y encubrimiento de las atrocidades ejecutadas durante los años 1976-1983.
Imagen de Videla entre periodistas, publicada el 15 de abril de 1976.
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Investigación
Las editoriales de El Día El medio gráfico es uno de los principales dispositivos de construcción hegemónica en la ciudad de La Plata
Esta investigación pretende desentrañar la trama de las editoriales del diario El Día, establecer conexiones con el trabajo realizado mediante la recopilación del grupo Topo Blindado, y empezar a transitar posibles respuestas a los interrogantes propuestos por el equipo de Investigadores Resistencia de Papel, perteneciente a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social), acerca de cuál fue el rol de los medios de comunicación durante la dictadura junto al accionar de los profesionales y los directivos que tomaron decisiones en aquellos años. Y más precisamente, en cuanto a sus discursos textuales, la información y las condiciones materiales de producción de tramas y relatos en torno al proceso genocida abierto en 1976, estableciendo un marco teórico jurídico tomando como fuente el último libro de Horacio Verbitsky Cuentas Pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, el que nos ofrece, en el capítulo VII “Complicidad empresarial y responsabilidad legal”, el Informe de la Comisión Internacional de Juristas (CIJ). Previamente, vale reforzar la idea de que los medios de comunicación “comerciales” son grandes empresas que se rigen de acuerdo con una lógica económica, es decir, se trata de organizaciones cuyo objetivo es, ante todo, obtener ganancias. Dicho esto, no tenemos que perder de vista que El Día es uno de los principales dispositivos de construcción hegemónica en la ciudad de La Plata. Tal como relata Horacio Verbitsky en marzo de 2006, la CIJ creó un Panel de Expertos Juristas sobre Complicidad Empresarial en Crímenes Internacionales al que se le pidió que estudiase cuándo las empresas y sus directivos se podían considerar legalmente responsables, conforme al derecho penal, en caso de que participaran con otros sujetos en la comisión de violaciones manifiestas de los derechos humanos, y que proporcionase criterios para identificar la clase de situaciones que deberían evitar las empresas prudentes. Después de un exhaustivo trabajo el informe final fue presentado en el año 2009. El panel considera que una empresa prudente debería evitar ciertas conductas –que se describirán a continuación– porque se cruzaría un límite a partir del cual la empresa o sus representantes, y esta es la cuestión que más nos interesa, se podrían considerar responsables conforme al derecho penal. La responsabilidad en estos casos sería producto de su complicidad en violaciones manifiestas de derechos humanos cometidas por un Estado, un grupo armado o cualquier otro sujeto. “Resistencia de Papel” plantea atinadamente que las palabras nunca son casuales ni dichas al pasar. Se piensan, se elaboran, se enuncian, toman letras de molde. Jorge Bernetti, señala la apropiación del discurso liberal por parte de las fuerzas reaccionarias en nuestro país cuando historiza el funcionamiento del periodismo durante la dictadura cívico militar con los procesos represivos que proscribieron la acción popular desde el siglo XIX: “El Día es parte de los diarios liberal-conservadores que dieron conceptualización al discurso de las dictaduras. Si uno se remite a los archivos de diarios, puede encontrar que ese diario se refería a la Revolución Libertadora con la misma retórica con que se refería al Proceso de 1976. Los conceptos de ‘Democracia’, ‘Lucha contra la dictadura peronista, ‘Libertad de expresión’ están presentes en esos dos recorridos, y los volvemos a encontrar en la actualidad, porque se han manejado como instrumento de las Fuerzas Armadas y la ideología del liberalismo conservador”. Siguiendo con la que dispone la CIJ, en segundo lugar, una empresa debería evitar una determinada conducta, si
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la empresa o sus empleados activamente desean habilitar, exacerbar o facilitar las violaciones manifiestas de los derechos humanos o, aunque no lo deseen, saben o deberían haber sabido a partir del conjunto de circunstancias que existía el riesgo de que su conducta contribuyera a la comisión de violaciones de derechos humanos, o ignoran ese riesgo de manera voluntaria. Tal como lo desarrolla Silvia Delfino “la planificación y ejecución del genocidio hubiera sido imposible sin el trabajo ideológico de las empresas periodísticas no sólo para difundir el plan criminal sino para elaborar y sostener un consentimiento activo por acuerdo, omisión o denegación de lo que no podía ser ignorado”. Y amplía haciendo referencia a las palabras de la Cámara Federal de Casación –noviembre 2013–, sobre el caso Thelma Jara de Cabezas, que “la hipótesis de la acusación consiste en que los periodistas acordaron o se prestaron a un plan de propaganda dirigido a ocultar la práctica de detenciones ilegales y des-
Edición especial El Día, octubre de 2014
Por Leandro Mata Licenciado en Comunicación Social y Abogado (UNLP). apariciones forzadas”. Avanzando en lo relatado por Verbitsky, complementa la CIJ, en tercer lugar, una empresa debería evitar una determinada conducta si ésta o sus empleados tienen una relación próxima con el autor principal de las violaciones manifiestas de los derechos humanos o con las víctimas de las violaciones, debido a su proximidad geográfica, o a la duración, frecuencia, intensidad o naturaleza de la relación, interacciones o transacciones correspondientes. Cuanto más cercanos estén la empresa o sus empleados de las situaciones o a los sujetos involucrados, tanto más probable es que la conducta de la empresa dé lugar desde el punto de vista jurídico a responsabilidad legal por haber habilitado o exacerbado los abusos, y tanto más probable es que el derecho considere que la empresa conocía el riesgo o debería haberlo conocido. Observamos cómo cuadran las consideraciones teóricas del panel con lo narrado por Analía Eliades: “Recién
en el año 2012, en el marco de la causa “Bayón” y en la sentencia pronunciada por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Bahía Blanca, se reconoce en el ámbito judicial y expresamente la responsabilidad en los delitos de lesa humanidad de un medio de comunicación social y sus directivos. Luego de analizar minuciosamente las pruebas del caso y la información suministrada por el diario La Nueva Provincia en torno a la causa, el Tribunal concluyó en la “evidente conexión entre los directivos de La Nueva Provincia y el 5º Cuerpo de Ejército afinidad en la obtención y proporción de datos obtenidos por la prensa, sobre los casos en examen; su apoyo sicológico conforme lo expresara el General Vilas, como difundir comunicados en parte falsos”. Antes de continuar con las consideraciones del panel, es preciso detenerse en la referencia a la terminología “acción psicológica”, en correlato a lo dispuesto por la Cámara Federal de Bahía Blanca que habilitó a la fiscalía a acusar a Vicente Massot, director y dueño del diario La Nueva Provincia, y al periodista, Mario Gabrielli, que se desempeñó como secretario de redacción antes y durante la dictadura militar, sosteniendo que “el diario, la radio (LU2) y el canal (9) de TV –que conforman el grupo mediático– junto con las FFAA cumplieron en la asociación ilícita roles prefijados por reglamentaciones y planes militares, desde la ‘interminable’ serie de editoriales, presentación de falsas noticias, propaganda negra, manipulación mediática y todas las acciones psicológicas posibles puestas al servicio del exterminio”. Tal como surge de la jurisprudencia y del derecho comparado, es dable interpretar a la acción psicológica como una instigación sin la cual el genocidio no se hubiera podido concretar. Un caso típico fue el genocidio de Ruanda, supuesto de construcción de lo que se denomina una otredad negativa. Es decir, encontrar en el otro y resumir todos los males de una determinada sociedad que termina siendo la perpetradora de masacre y produce fenómenos como el negacionismo posterior a las prácticas sociales genocidas. En Ruanda la revista Kangura y la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas tuvieron una prédica capaz de instalar la idea de una otredad negativa y también una suerte de penetración cultural sostenida y orgánica destinada a acentuar los rasgos de persecución de estos grupos sociales victimizados. Luego intentaron legitimarlos, justificarlos o invisibilizarlos. Estos tres hechos en criminología son denominados “técnicas de neutralización”. Una similitud más cercana al tema, la encontramos en las palabras del fiscal Abel Córdoba, que tal como lo relata Mariana Moyano, dice “la actividad delictiva desplegada por La Nueva Provincia se disfrazó bajo el ropaje de la actividad periodística. Las personas imputadas, utilizando un medio de difusión/comunicación integraron junto con los mandos militares una asociación ilícita con el objetivo criminal de eliminar un grupo nacional”. Continuando con la autora, argumenta que la piedra angular de todo ese dispositivo es una construcción previa del “enemigo”, el genocidio requiere de una operación comunicacional no sólo de gran envergadura en sus inicios, sino sostenida en el tiempo, para poder posibilitar/justificar/naturalizar el aniquilamiento. Para complementar su posición nos relata un misterioso caso, que de comprobarse estaríamos ante la posibilidad de que el medio no sólo tuviera un primer nivel de complicidad, casi obvio, enmascarando los hechos y haciendo pasar por fuga y combate la matanza de prisioneros, sino que su compromiso sería lo suficientemente directo como para contar anticipadamente con la lista completa de los futuros asesinados, “durante el mes de enero de 1977 se realizó en la cárcel de La Plata una serie sistemática de asesinatos utilizando como pretexto la ley de fugas”. En el Pabellón 1, llamado “de la muerte” se habían concentrado una serie de presos a los que se consideraba como miembros importantes de la Organización Montoneros, ya sea por su historial militante o su nivel de reconocimiento público. Cinco de ellos fueron sacados, bajo el pretexto de trasladarlos para ser luego ejecutados en supuestos intentos de fugas o suicidios. En cuatro casos el final fue la muerte; el quinto, tras una azarosa historia pudo sobrevivir. Los dos primeros casos fueron Dardo Cabo y Rufino Pirles (5/1/77). Los tres siguientes, Horacio Rappaport, Ángel Giorgiades y Julio César Urien, que afrontaron la sacada casi tres semanas
después (23/1/77). Urien, oficial de la Armada y vinculado socialmente con jerarquías militares sobrevive gracias a gestiones familiares. En su testimonio Urien recuerda que, durante el período intermedio entre ambos hechos, al informarles los abogados de la muerte de Cabo y Pirles, les comentan que el nombre de este último apareció publicado con errores, como Rufino Uris. El sobreviviente piensa, con toda lógica, que la confusión mezcló dos nombres sucesivos de una misma lista de ejecuciones. Uris sería una combinación de Urien y Pirles. La memoria de los denunciantes cree recordar que es así como se publicó la noticia en El Día”. Siguiendo con lo tratado por el Panel de la CIJ, éste considera que habrá un vínculo lo suficientemente cercano entre la conducta de una empresa y una violación manifiesta de los derechos humanos si la conducta de la empresa “habilita”, “exacerba”, o “facilita” las violaciones. Si una empresa contribuye a que se cometan violaciones manifiestas de los derechos humanos mediante cualquiera de esas acciones, la empresa y sus empleados se colocan en una zona del derecho donde se las podría considerar legalmente responsables, de conformidad con el derecho penal, como cooperador no necesario de un delito, o como participante en una empresa criminal común. No importa cuál sea la naturaleza de una empresa si con ella se proporciona un nivel suficiente de asistencia o incitación a las violaciones manifiestas de los derechos humanos. La empresa podría aconsejar o apoyar al autor principal del crimen e instigarlo a cometer el acto. Lo mencionado en el párrafo anterior parece enmarcase en lo que expone Rossana Viñas en su trabajo de Investigación cuando nos ofrece la siguiente conclusión: “Hoy, las sospechas de la relación del diario El Día con la dictadura, empiezan a convertirse en datos certeros. Por ejemplo, en los juicios por las crímenes por lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención conocido como La Cacha, que funcionó durante la dictadura cívico militar en las afueras de La Plata, un ex represor que realizó tareas como capitán del Destacamento de Inteligencia 101, dependiente del Batallón 601 del Ejército, reveló que desde su oficina encargaban al diario El Día tareas de recopilación de información entre la población con el objeto de realizar sus informes de inteligencia. Eran “encuestas” para saber el estado de ánimo de la gente”. Concluimos el precedente repaso teórico jurídico analizando, tal como desarrolla Verbitsky, las siguientes conductas: “habilitar”, “exacerbar” y “facilitar” para repensar de qué manera se podrían relacionar con, solo a modo de ejemplo, el testimonio dado por el ex teniente coronel Anselmo Pedro Palavezzatti, del 8 de febrero de 2014, ante los Jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Número 1 de La Plata. “Habilitar”: las violaciones no habrían ocurrido sin la conducta de la empresa; una empresa debería ser responsable si las violaciones específicas cometidas por el sujeto principal no hubieran ocurrido sin la participación de esa empresa. La conducta de la empresa debe ser un factor necesario para la comisión de las violaciones, aunque usualmente no es el único.
No importa cuál sea la naturaleza de una empresa si con ella se proporciona un nivel suficiente de asistencia o incitación a las violaciones manifiestas de los derechos humanos.
Portada del libro Cuentas Pendientes.
“Exacerbar”: la conducta de la empresa empeora las violaciones y el daño causado; una empresa puede ser también responsable cuando el autor principal lleva a cabo violaciones manifiestas de los derechos humanos, pero la conducta de la empresa incrementa la variedad de violaciones de los derechos humanos que comete el autor principal, el número de víctimas o la gravedad del daño sufrido por las víctimas (intensifica o empeora los daños causados). Esas situaciones cumplen con el criterio del derecho penal en el sentido de la cooperación no necesaria en el caso de que la conducta de la empresa hubiera tenido un efecto sustancial negativo, como aumentar el número de crímenes o su gravedad, o el número de víctimas o la gravedad de los daños que se les causaron. “Facilitar”: la conducta de la empresa cambia la manera en que se llevan a cabo las violaciones; una empresa también podría ser responsable cuando las violaciones de derechos humanos hubieran ocurrido de todas formas sin su ayuda o instigación, pero su contribución hizo que fuera más fácil llevar a cabo las violaciones. O cambió la manera en la que tuvieron lugar aún cuando no gravara o intensificara el daño. Se dirá que la asistencia o instigación han tenido, no obstante, “un efecto sustancial” si hizo que se cambiaran, por ejemplo, los métodos usados para llevar a cabo los delitos, o el momento de su ocurrencia o localización, o si la violación acabó afectando a más personas o a personas diferentes, o aumentó su eficacia. Martín Grass expone: “El militar estaba siendo juzgado por sus actividades en el Centro de Detención Clandestino de la Cacha, pero en esos momentos había preferido dirigir su memoria hacia tareas que, seguramente, le parecían más burocráticas y menos comprometidas, las que desempeñaba como Capitán destinado al Destacamento de Inteligencia 101 cuando la banalidad del mal le jugó una mala pasada. En su declaración voluntaria y pretendidamente auto exculpatoria, el oficial describió a su principal actividad como encargar al diario El Día, de La Plata (y a la emisora estatal Radio Provincia) tareas de recopilación de informaciones para preparar sus informes de inteligencia”. Y dice: “Se hacía un tipo de encuesta mínima en la vía pública, de forma reservada. Eran conversaciones informales en la calle, en la cola del banco, etc. Esa gente no sabía que era una actividad de inteligencia...Se las encargaba a hacer a El Día, no era personal del Destacamento (el que salía a la calle)”. Finalmente y a partir de los tres criterios mencionados podemos evaluar cuándo la conducta de la empresa está lo suficientemente implicada en las violaciones de los derechos humanos como para poderla considerar responsable. En el último caso descripto, a modo de ejemplo, el autor principal de las violaciones se vale directamente de la conducta de la empresa cómplice (El Día), donde la participación es tangible y queda relativamente claro el vínculo entre su conducta y la capacidad del autor principal para llevar a cabo violaciones manifiestas de los derechos humanos. Situaciones como esta y otras, probarlas y demostrarlas en la justicia será el desafío.
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Gente
Entre el pedido de “claridad” y la defensa del terror Editorial Atlántida perpetró, durante la última dictadura una sucesión de puestas en escena discursivas que avalaba las decisiones políticas, económicas y sociales del régimen militar
A diez días de la asunción del ex presidente Raúl Alfonsín, más precisamente el 1º de diciembre de 1983, la Revista Gente, en su número 958, presentó la estrategia discursiva y política que coronaría su presente durante el advenimiento democrático: la constante vinculación de la palabra “terrorismo” con las “agrupaciones subversivas”, la consiguiente exaltación de la llamada “Teoría de los dos demonios” y la generalización de sus prácticas mediáticas y de acción psicológica en el marco de la última dictadura cívico militar. En esta publicación, la Editorial Atlántida buscaba colocar en tensión la próxima realidad democrática, en relación con la convivencia de “los subversivos de ayer que preferían la muerte” y la simbolización de “paz social” que traería el escenario del Estado de Derecho. En función a ello, resulta necesario destacar, en principio, la elocuente intencionalidad planteada por el medio y, en una instancia consecuente, su vínculo participativo en el silenciamiento de los delitos de lesa humanidad durante la naciente democracia. Es así que a partir de la creación del espacio confortable y pretendidamente familiar establecido por la Revista Gente, Editorial Atlántida perpetró, durante la última dictadura una sucesión de puestas en escena discursivas que avalaba las decisiones políticas, económicas y sociales del régimen militar. Del mismo modo, y como consecuencia del resquebrajamiento de la dictadura y de la tragedia de la Guerra de Malvinas, la Editorial cumplió un papel de persuasión intensiva que postulaba una “equilibrada” configuración para un país o una sociedad que clamaba “claridad”. Dicha nota editorial se sostenía a partir del epíteto fundamental de la “claridad”, una idea rebuscadamente “luminosa” que permitía “entrar de pie a la democra-
Portada de la revista Gente, publicada el 1 de diciembre de 1983.
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Por Cristian Secul Licenciado en Comunicación Social y docente de Lingüística y Métodos de Análisis Lingüísticos de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).
Titular de la entrevista realizada al abogado de la Unión Obrera Metalúrgica.
cia”. En términos concretos, la revista no buscaba los aspectos singulares o individuales en sus afirmaciones, sino que elaboraba procedimientos enunciativos que dimensionaban una idea combinada y colectiva. Así el nosotros inclusivo vinculaba a “todos los argentinos” y remarcaba: “Si queremos entrar de pie a la democracia, hablemos claro”. En el plano de su discursividad, la editorial refería a una hipotética ley que el próximo gobierno democrático debería tomar con suma importancia para “impedir el regreso de la pesadilla” –una “pesadilla” que se vinculaba con la “subversión” o “algunos de sus confesos integrantes”– Pero la “claridad”, en la clave casi coloquial de la Revista Gente, funcionaba como una herramienta que permitía igualar esa posible “ley” que no había sido escrita aún (se la denomina “jurisprudencia oral”) y que debía optar por “la vida” y bregar por la decisiones colectivas: “El ciudadano cuando votó, no sólo eligió la vida. No sólo quiere impedir el regreso de la pesadilla… también pide claridad. En todo”. A partir del reclamo de “claridad”, se articuló una nota que ampliaba lo dicho en el editorial y que sumaba las voces del abogado de la Unión Obrera Metalúrgica, Fernando Torres, o del hijo de Eugenio Aramburu –del mismo nombre– con el objeto de sostener una idea de superación y sospecha muy trabajada durante toda la enunciación del número (y, sobre todo, durante la administración alfonsinista): “Acá debe haber borrón y cuenta nueva (Torres)” y “Volverán para cometer los mismos crímenes (Aramburu)”. Gente remataba su intención editorialista señalando que los “subversivos quieren volver” y hablando en nombre de “los argentinos (que) comenzaron a preguntarse: ¿todos? ¿Firmenech y Vaca Narvaja también? ¿Los hombres que lideraron el terrorismo en la Argentina, los
que ordenaron poner bombas, asesinar argentinos, los que llevaron al país al caos también?”. La estrategia discursiva del medio que se advierte en este caso en particular no resulta aislada, sino que se exhibe relacionada con una participación activa y cómplice en relación con la acción psicológica perpetrada por el terrorismo de Estado. Por ello mismo, resulta imperante reflexionar sobre el desempeño de los medios de comunicación durante la dictadura cívico militar y, en particular, sobre aquellos que –como El Día, Clarín, La Nación, La Nueva Provincia o la Editorial Atlántida– tuvieron participación en el silenciamiento de los crímenes de lesa humanidad, contribuyendo a cimentar la impunidad y la obstrucción de justicia sobre las desapariciones y los asesinatos.
La estrategia discursiva del medio no resulta aislada, sino que se exhibe relacionada con una participación activa y cómplice en relación con la acción psicológica perpetrada por el terrorismo de Estado.