30 años de democracia

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SUPLEMENTO ESPECIAL Domingo 8 de diciembre de 2013 / Edición de 8 páginas.

30 años de democracia 1983-10 de diciembre-2013 ESCRIBEN PARA ESTA EDICIÓN: Daniel Scioli, gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

Armando Blasi, senador provincial (M.C.).

Gustavo Marangoni, presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Arturo Crosetti, senador provincial (M.C.).

Elva Roulet, ex vicegobernadora de la Provincia de Buenos Aires.

Abel Paulino Miguel, ex intendente municipal de Junín.

Hipólito Solari Irigoyen, senador nacional (M.C.).

Mario Andrés Meoni, intendente municipal de Junín.

Julio Ginzo, diputado nacional (M.C.).


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Domingo 8 de diciembre de 2013

Presidentes en los 30 años de democracia Raúl Ricardo Alfonsín

Carlos Saúl Menem

Fernando de la Rúa

Unión Cívica Radical 10 de diciembre de 1983-8 de julio de 1989.r n. Chascomús 1927- m. Buenos Aires 2009

Partido Justicialista 8 de julio de 1989-10 de diciembre de 1999 n. Anillaco 1930

Unión Cívica Radical 10 de diciembre de 1999-21 de diciembre de 2001.r n. Córdoba 1937

Federico Ramón Puerta

Adolfo Rodríguez Saá

Eduardo Caamaño

Político en función como Presidente interino 21 de diciembre de 2001-23 de diciembre de 2001. n. Apóstoles, Misiones. 1951

Partido Justicialista 23 de diciembre de 2001-30 de diciembre de 2001. r n. San Luis 1947.

Político en función como Presidente interino 30 de diciembre de 2001-2 de enero de 2002 n. Buenos Aires 1946

Eduardo Alberto Duhalde

Néstor Carlos Kirchner

Cristina Fernández de Kirchner

Partido Justicialista 2 de enero de 2002-25 de mayo de 2003. r n. Lomas de Zamora 1950

Partido Justicialista 25 de mayo de 2003-10 de diciembre de 2007 n. Río Gallegos 1950- m. Calafate 2010

Partido Justicialista 10 de diciembre de 2007- actualidad n. La Plata 1953

Observaciones: n. fecha y lugar de nacimiento. / m. fecha y lugar de fallecimiento. / r. renunció


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30 años de democracia: sus pilares fundamentales Por DANIEL SCIOLI (*)

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na democracia se sostiene en dos pilares principales: el respeto por los derechos fundamentales y el ejercicio de la soberanía popular. En estos 30 años, precisamente, nuestras coincidencias fundamentales e irrenunciables son la supremacía de la Constitución, la libertad, la igualdad ante la Ley, los derechos sociales y el equilibrio de poderes. Atravesamos momentos de gravísimo riesgo institucional pero la democracia, como conjunto de valores y reglas de juego, mantuvo su vigencia y se repuso. Es posible identificar los logros más importantes de estas tres décadas ininterrumpidas de vida en democracia. Son políticas de Estado que permanecen y que nos señalan lo positivo de concentrarnos en

las coincidencias más que en las diferencias. Los argentinos reconquistamos el derecho al voto y a una enorme cantidad de derechos políticos, algunos recuperados y muchos otros nuevos, también. Supimos producir El Juicio a las Juntas y la lucha por la memoria, la verdad y la justicia. La diplomacia democrática logró establecer lazos pacíficos y profundos con nuestros países hermanos y luego edificamos el MERCOSUR y la UNASUR, y participamos de los principales espacios internacionales de debate y decisión. Fue política de estado la reivindicación por vía diplomática de nuestros derechos sobre las Islas Malvinas. Con avances y retrocesos, supimos generar una modernización agroindustrial y productiva. Profesionalizamos nuestras fuerzas armadas y decidimos el fin del servicio militar obligatorio.

Nos animamos a un inédito desendeudamiento, expresado en las cancelaciones con el Fondo Monetario Internacional y otros acreedores externos. Abandonamos la economía de la especulación inaugurando un ciclo de perfil productivo con la protección de nuestro mercado interno y el impulso reindustrializador. Establecimos como valor compartido que el trabajo es el eje económico y social. Supimos generar inclusión social a través de la Asignación Universal por Hijo. Cada época de nuestra historia tuvo su demanda. Así como los tiempos marcaron distintas necesidades, en este aniversario tan significativo también tenemos que pensar en el futuro. Comenzamos la reindustrialización. Nos toca adaptar la matriz energética a una mayor demanda productiva, ambiental y econó-

micamente sustentable. Alcanzamos el mayor nivel de inversión pública de la historia. Ahora hay que sumar confianza y competitividad para atraer más inversiones privadas.

Aumentamos la matrícula y la permanencia escolar. Ahora tenemos que promover la calidad educativa. Alcanzamos nuevos derechos y nuevas responsabilidades. Afianzamos el cumplimiento de la ley, la convivencia social y la seguridad ciudadana. Redujimos la mortalidad infantil al mínimo histórico. Promovimos hábitos de vida saludables, lejos de las drogas y otras adicciones. El desarrollo construye igualdad. Desarrollarnos es crecer armoniosamente, sin postergados. Es momento de unir las piezas. Pensar lo privado sin el Estado, o el Estado sin los privados sería un retroceso. Los méritos de la Democracia son de todos. El futuro nos exige crear, no repetir. Es la hora del desarrollo. (*) Gobernador de la Provincia de Buenos Aires

Gobernadores de la Provincia desde 1983 Alejandro Armendáriz

Antonio Cafiero

Eduardo Duhalde

Unión Cívica Radical 11 de diciembre de 1983-11 de diciembre de 1987 n. Saladillo 1823. m. Saladillo 2005

Partido Justicialista 11 de diciembre de 1987- 11 de diciembre de 1981 n. Ciudad de Buenos Aires 1922

Partido Justicialista 11 de diciembre de 1991-10 de diciembre de 1999 n. Lomas de Zamora 1950

Carlos Federico Ruckauf

Felipe Solá

Daniel Scioli

Partido Justicialista 10 de diciembre de 1999-2 de enero de 2002. r n. Ramos Mejía 1944

Partido Justicialista 3 de enero 2002-10 de diciembre de 2007. n. Ciudad Buenos Aires 1950.

Partido Justicialista 10 de diciembre de 2007- Actualidad n. Ciudad de Buenos Aires 1957

Observaciones: n. fecha y lugar de nacimiento. / m. fecha y lugar de fallecimiento. / r. renunció


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Democracia 3.0 Por GUSTAVO MARANGONI (*)

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ivir acarrea consigo un alto grado de incertidumbre. Sabemos como llegamos al mundo, pero no como lo recorreremos ni cuándo lo dejaremos. El hombre enfrenta esta situación con una invariable determinación que le ha llevado a tratar de organizar la vida en sociedad para que las sorpresas disminuyan al mínimo posible. Creamos derechos y obligaciones que nos marcan el camino, e instituciones que se encargan de hacerlas cumplir. Esta regulación del azar la conocemos como régimen político. Hoy, hace treinta años que la Argentina vive ininterrumpidamente bajo un mismo régimen: el democrático. A los argentinos nos ha costado sangre, sudor y lágrimas (metáfora de lado, esto es lo que nos ha costado llegar a donde llegamos) que la democracia se asentara en nuestro suelo. La

historia nos es conocida. Los sufrimientos también. Sin embargo el presente está algo alejado del futuro idílico que en algún momento pensamos que la democracia traería consigo. Aquel intento por regular la incertidumbre, por no hacer de nuestra vida una montaña rusa eterna en la cual no sabemos con exactitud cuándo doblaremos ni a la velocidad en que lo haremos, se ha tornado algo difuso. Al igual que cualquier otro sistema de gobierno, las nuevas realidades con las que convivimos obligan a que readecuemos las instituciones que lo conforman para que éstas no pierdan su efectividad al momento de otorgar respuestas a las (nuevas) demandas de la ciudadanía. Gracias a la democracia, nuestro país dejó atrás años de disputas limítrofes con nuestros vecinos para transformarlas en acuerdos de unión política y económica: UNASUR y MERCOSUR. La democracia también nos brindó la

asignación universal por hijo y consolidó al Estado como herramienta de protección a los derechos humanos. Estos ejemplos son meramente la punta del iceberg de las virtudes del sistema. Pero para que la eficacia y la efectividad del mismo pueda mantenerse a la par de las crecientes demandas que la sociedad le exige, resulta fundamental ajustar, modificar y cambiar aquellas cuestiones que ya no funcionan tal como lo esperábamos. Como si fuera un sistema operativo que va generando nuevas versiones, la democracia de hoy también debe revisar sus puntos débiles para reforzarse a si misma. Es en ese sentido que me gustaría poner la lupa sobre los partidos políticos. A pesar de ser una pieza fundamental del andamiaje democrático, hoy poseemos un modelo partidario que necesita recuperar su fuerza para no descansar exclusivamente en liderazgos de opinión. El desafío

que tenemos ante nosotros es el de diseñar herramientas que permitan generar una empatía con la opinión pública mediante la construcción de estructuras que permitan ver más allá de la coyuntura. Debemos fortalecer los reguladores que amortigüen la

velocidad de la incertidumbre. Reconstruir a los partidos como identificadores de identidades nos permitiría mirar el futuro sin tanto recelo. Si sabemos lo que tenemos delante, como piensa el que está frente mío, voy a tener mayor posibilidad de generar una previsibilidad. Tenemos la oportunidad de saltar hacia un esquema de desarrollo que deje atrás las subidas vertiginosas con sus correspondientes caídas estrepitosas. Tenemos ante nosotros la oportunidad de crear normalidad, de recuperar la mirada a largo plazo ¿Sabremos qué hacer con la normalidad? Por supuesto que sabremos que hacer. No sólo estamos preparados, sino que éste es el momento adecuado para hacerlo. Treinta años nos brindan la experiencia y la madurez necesaria para dar el paso adelante y pasar a la versión 3.0 de nuestro sistema. (*) Presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Abriendo las puertas a la democracia Por ELVA ROULET (*)

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ecibíamos un país después de haber vivido los más oprobiosos momentos de nuestra historia del siglo XX marcada por la ruptura institucional de la república, la implantación de una represión política e ideológica criminal, con la economía arrasada, la cultura y la libertad de expresión sofocadas, y con una sociedad herida, enfrentada y sometida por el terror del régimen militar que se había impuesto en 1976, en el contexto de una desatada subversión homicida y del accionar de los grupos irregulares de las tres A. En esas condiciones, el 10 de diciembre de 1983 asumía la Presidencia de la República Argentina el Dr. Raúl Alfonsín elegido por la mayoría absoluta de un pueblo deseoso de libertad. Era un momento fundacional. Era la búsqueda para la consolidación de la democracia, como prefería expresarse. “Consolidación, decía, no puede evocar ideas de conservación, de respeto al statu quo, ni sólo de restauración; debe evocar, al contrario, cambios, transformaciones,

innovaciones... lo que exige imaginación y voluntad de crear”. Su proyecto fue el de una nación dirigida hacia el futuro, construida sobre los cimientos de la paz y la armonía. De inmediato se aprobó la primera ley derogando la auto amnistía, decretada por los militares, la que fue declarada “insanablemente nula”. El 15 de diciembre se creó la Comisión Nacional de Desaparición de Personas que en una tarea ímproba registró la denuncia de 8960 desapariciones, y envió a la Cámara Penal 1086 casos que constituyeron las bases para el juzgamiento de los principales responsables de los crímenes cometidos. En un Juicio ejemplar fueron condenados los integrantes de las Juntas Militares acusados de “terrorismo de estado”, otros altos jefes militares y el máximo responsable de la subversión guerrillera, siendo un ejemplo en el mundo y poniendo fin a más de 170 años de amnistías producidas en el país desde la realizada por el Primer Triunvirato en 1811. Su política exterior rompió el

aislamiento en que se encontraba la Argentina, desprestigiada por una dictadura inhumana, la existencia de los desaparecidos y la absurda guerra de las Malvinas. En enero de 1984 firmó el tratado de paz y amistad con Chile, que terminó con los conflictos limítrofes existentes. Reclamó el derecho de soberanía sobre las Islas Malvinas reclamando la aplicación de la Res. 2065 de Naciones Unidas obtenida durante el gobierno del Presidente Arturo Illia. Firmó el Tratado de Cooperación y Desarrollo con la República de Brasil, que fue el antecedente de la creación del Mercosur. Dio pleno apoyo al “Grupo de Contadora” con el propósito de lograr una solución negociada en el conflicto de América Central respetando el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos. Integró la reunión de “Paz y Desarme” del Grupo de los Seis, realizada en Nueva Delhi en 1985, en la que se alegó contra todos los medios de destrucción del hombre, incluidas las acciones de la sociedad contra el propio planeta, y se convocó a

todas las naciones del mundo a “ganar la batalla por la vida”. Emprendió una reformulación y modernización del estado, y se creó la Carrera de Administradores Gubernamentales, una institución que habría que preservar. El Consejo para la Consolidación de la Democracia debía analizar la conveniencia de una reforma constitucional que, concretada en 1994, nos dio un instrumento necesario

para un país que había crecido y se había transformado en los ciento cuarenta años transcurridos desde su primera constitución, en un mundo igualmente cambiado. Además de los nuevos contenidos que la enriquecen, se consiguió una constitución legitimada por la participación de todos los partidos políticos, sin exclusiones, por primera vez en la historia constitucional del país. El Presidente Alfonsín fue un hombre visionario, que amó su patria a la que le dedicó su vida. Entregó el gobierno a otro presidente electo de distinto signo político. La última transferencia democrática se había realizado en 1928, 61 años antes, cuando el Presidente Yrigoyen sucedió al Presidente Alvear, ambos de la Unión Cívica Radical. “La tarea principal que nos encomendó el país en 1983 fue construir una democracia” escribió Raúl Alfonsín en su libro “Memoria política” en 2004. Él cumplió plenamente y es el padre de la democracia. (*) Ex Vicegobernadora de Buenos Aires


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“La democracia es nuestro tesoro” Por HIPÓLITO SOLARI YRIGOYEN (*)

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l 10 de diciembre de 1983 es una fecha que tiene una trascendencia histórica en la Argentina. Marca el final de un periodo en el que la inestabilidad había estado reinando o amenazando a las instituciones de la República desde el 6 de septiembre de 1930. Raúl Alfonsín asumió la presidencia el 10 de diciembre de 1983 y, pese a que ejerció su mandato en momentos de una economía desfavorable, respetó en plenitud todas las libertades, derechos y garantías de los ciudadanos a pesar de que tuvo que enfrentar tres intentos de golpe de Estado y una oposición del peronismo que hizo trece huelgas generales para desestabilizar al gobierno, lo que al final logró ya que Alfonsín tuvo que dejar la presidencia cinco meses antes de finalizar su mandato. La historia no se basa en los buenos deseos ni en las fantasías de los protagonistas, necesita tiempo para abrir las puertas a hechos dignos de figurar en ella. Hoy, a los treinta años de aquella memorable fecha, el calificativo de históricose impone. La campaña electoral que culminó en las elecciones del 30 de octubre de 1983 había mostrado distintas posiciones sobre la responsabilidad de quienes habían violado los derechos humanos en la dictadura militar y en el gobierno precedente. El candidato del peronismo el doctor Italo Luder, una persona respetable, se había pronunciado por aceptar la auto amnistía que se dictó al final de la dictadura. Alfonsín, por el contrario había declarado la invalidez de semejante expresión de impunidad. Los decretos de Raúl Alfonsín, firmados a los tres días de asumir la presidencia, que dieron origen al juicio a las tres primeras juntas de la dictadura militar instaurada en 1976, ratifican la inclusión en las páginas de la historia que exalta las acciones dignas de la Memoria de los argentinos y de los cuales nos podemos sentir orgullosos. En nuestra América, asolada por golpes militares nunca había ocurrido algo semejante. En la Argentina se enjuició a quienes detentaron el poder absoluto y lo hicieron los jueces naturales, preexistentes y aplicando el código penal que estaba vigente desde 1922. Se hizo además en un momento en que las fuerzas armadas,

con jefes que venían del régimen militar, estaban abroqueladas en una oposición tenaz a que sus miembros fueran juzgados. Si mencionamos los juicios de Nuremberg o de Japón como antecedentes o como modelos, debe reconocerse que fueron tribunales especiales, creados por los vencedores de una guerra, que tuvieron el apoyo de las tropas victoriosas y que aplicaron leyes penales retroactivas. Todo muy diferente de lo que ocurrió en la Argentina con el juicio a las Juntas Militares. El juicio argentino debía haberse iniciado ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, pero se había establecido un recurso de apelación ante la Cámara Federal. Los militares se negaron a juzgar a sus pares escudándose en la ilegal amnistía que ellos se habían dictado para sí mismos y que cayó bajo el peso de su ilegalidad manifiesta. El juicio se inició el 22 de abril de 1985 y concluyó el 21 de octubre. La sentencia fue leída el 9 de diciembre del mismo año, un día antes del segundo aniversario de la fecha que rememoramos. Antes del juicio a las Juntas Militares existió lo que se ha llamado la historia oficial. Era una historia maniquea falsa, en la que se negaban los hechos más evidentes, como las desapariciones. La declaración de Balza, rechazada por los responsables de lo sucedido, mereció la aprobación de la inmensa mayoría del país porque el juicio a las Juntas había creado una conciencia colectiva condenatoria de lo que había ocurrido. Cuando los militares asaltaron el poder con el golpe del 24 de marzo de 1976 agravaron considerablemente el terrorismo de Estado, pero no instalaron el mismo. Este terrorismo había sido instalado públicamente el 21 de noviembre de 1973, cuando se realizó el primer atentado firmado por la denominada Triple A contra mi persona. La justicia federal, en decisión firme, calificó los crímenes cometidos por esta organización como de lesa humanidad, es decir, como delitos imprescriptibles, conforme a la convención de las Naciones Unidas sobre el tema, que la Argentina ha ratificado. La lucha por los derechos humanos en el período constitucional 1973-1976 fue solitaria y riesgosa. Hubo en aquellos años una continua degradación de las libertades públicas y de las garantías constitucionales y un avance incesante de la militarización del Estado al amparo de la vigencia de la llamada doctrina

de la Seguridad Nacional. El pretexto para la aplicación de medidas represivas indiscriminadas fue la real existencia de una guerrilla que pretendía por la fuerza y con métodos violentos sustituir a la legitimidad emanada de la soberanía popular. En lugar de combatirla con el imperio del derecho y de la justicia se armó una maquinaria infernal que condujo a la inseguridad de toda la población. Sería injusto hablar del Juicio a las Juntas Militares y omitir la importante labor que realizó previamente la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada el 15 de diciembre de 1983 mediante el decreto 187 firmado por el presidente Raúl Alfonsín, presidida por el escritor Ernesto Sábato e integrada por prestigiosas personalidades. En el informe de la CONADEP se registraron denuncias de hechos ocurridos con anterioridad del golpe de Estado de 1976. Los miembros de las juntas militares fueron Jorge R. Videla, Orlando Agosti, Emilio Massera, Roberto Viola, Omar Graffigna, Armando Lambruschini, Leopolodo Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya. La Cámara Federal que los juzgó estuvo integrada por los jueces: Ricardo Gil Lavedra, León Arslanian, Andrés D´Alessio, Jorge Torlasco, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz y actuó como fiscal del juicio Julio Strassera. La sentencia final condenó a los acusados como responsables de los siguientes delitos: homicidios calificados, privación ilegítima de libertad calificada, aplicación de tormentos, robos calificados, sustracción de menores, falsedad ideológica de documentos públicos y reducción a la servidumbre. La sociedad argentina les debe a los juristas que integraron la Cámara y al Fiscal y a quienes con él colaboraron, un reconocimiento profundo. Como se los debe también a todos los que lucharon contra las dictaduras e hicieron posible la reconquista de la democracia. Mi rol en este juicio histórico fue el de ser testigo. Brindé mi testimonio el 12 de julio de 1985. Fue una extensa declaración que arrancó con mi secuestro en mi domicilio de Puerto Madryn, similar al que sufrió Mario Abel Amaya en Trelew. También declaré sobre los traslados de Amaya y mío al centro clandestino denominado La Escuelita de Bahía Blanca, la parodia de liberación en Viedma, el traslado al V Cuerpo de Ejército primero y a la cárcel de Villa Floresta en Bahía Blanca, el traslado

definitivo, tanto mío, como de Amaya y otros detenidos a la cárcel de Rawson, los brutales castigos recibidos, el permanente trato cruel e inhumano, los tormentos que se nos infringieron, las muertes de Amaya y del dirigente justicialista Valemberg, como consecuencia de esos castigos, sin contar la voladura de mi segundo automóvil, el saqueo de mi domicilio, los simulacros de fusilamiento y de arrojarme al mar cuando me trasladaron a Buenos Aires para expulsarme del país, las calumnias que se me imputaban para intentar justificar mi arbitraria prisión, como haberme calificado de delincuente subversivo de máxima peligrosidad, las torturas en la cárcel de Rawson, por citar los hechos más relevantes de mi declaración ante el Tribunal. Una de las violaciones más frecuentes a los derechos humanos, particularmente desde que la presidenta María Estela Martínez de Perón, impuso el Estado de Sitio a fines de 1974 era la de atribuir a los perseguidos ideas que no teníamos y métodos que reprobábamos. Gracias a todas las declaraciones de las víctimas en el Juicio a las Juntas se supo la verdad y se conoce la verdadera historia de la barbarie vivida por el país durante la dictadura militar. En aquellos años difíciles, muchos se lavaban las manos, cuando ocurrían secuestros o asesinatos y resumían su conformismo en la frase: “por algo será”. En mi caso, el por algo será tuvo una explicación: había combatido a las dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse, había participado desde el inicio en la CGT de los Argentinos, de la que fui asesor legal, como también lo fui de los obreros gráficos, de la Unión Ferroviaria en la Resistencia, de Luz y Fuerza de Córdoba, había sido uno de los organizadores

activos de la huelga nacional Ferroviaria y de la Petrolera en Comodoro Rivadavia contra el Onganiato, como calificó a esa dictadura el periodista Jorge Selser. Fui abogado de los líderes sindicales Raimuno Ongaro y Agustín Tosco, y de muchos otros perseguidos políticos de las más diversas opiniones políticas. Fui abogado de la Intersindical que lideraba Agustín Tosco. Denuncié el escándalo económico de la instalación de la empresa Aluar. Por citar algunos ejemplos que me opusieron a militares y civiles que integraban los regímenes militares. Yo mismo estuve preso en dos ocasiones en ese período. Una vez electo senador nacional por la Unión Cívica Radical y por mi provincia de Chubut, me opuse en defensa de la clase obrera a la autoritaria ley sindical oficial, en vísperas de sufrir el primer atentado de la Triple A, con una bomba que explotó al poner mi coche en marcha. Estuve al borde de la muerte y sufrí seis operaciones para superar las heridas recibidas. Fui solidario con los chilenos perseguidos, denunciando el primer caso de la cooperación represiva, que fue el de Río Mayo, después conocido como Plan Cóndor. Propuse, sin éxito, la creación en el Senado de una Comisión de Derechos Humanos, junto con mis colegas del bloque de senadores nacionales de la UCR que presidía con dignidad, Carlos Perette. Estas y otras actividades semejantes, son la explicación, a los padecimientos que sufrí con un segundo atentado siendo senador nacional, el 15 de abril de 1975 y luego, agravados, con mi desaparición, prisión en la cárcel de Rawson y expulsión del país, durante la dictadura militar. Todos estos antecedentes realzan el inicio de la vigencia democrática el 10 de diciembre de 1983. Ese día y mes, se rememora el día de los derechos humanos, por haber sido la fecha que en 1948 se aprobó en Naciones Unidas, en una sesión que la Asamblea General, celebró en París Francia, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la Argentina la fecha quedará siempre indisolublemente unida al inicio de la democracia con la presidencia de Raúl Alfonsín. Como dijo el filósofo francés Stephan Hessel, “La democracia es nuestro tesoro, es la democracia la que preserva los valores básicos de la humanidad”. (*) Senador nacional (MC)


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Aquel 10 de diciembre… Por JULIO JOSE GINZO (*)

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uando me propusieron escribir algunas reflexiones sobre aquel 10 de Diciembre de 1983, la primera imagen que me surgió, fue mi lento y pensativo caminar hacia el Congreso en aquella mañana desolada de Buenos Aires. Sentía que me tocaba protagonizar un tiempo de trascendencia, sin embargo, nunca imaginé que fuera tan turbulento. Y puesto a pensar en él, se me ocurre imaginarlo dividido en tres tiempos. En primer lugar, de dónde veníamos. Aquella dictadura tremenda que terminaba, la más feroz que se recuerda en Latinoamérica, había tenido un origen y varios responsables. El primero de ellos, sin duda, el Presidente Perón que, viejo y enfermo, impuso como su vicepresidente y eventual sucesor, a una mujer absolutamente inhabilitada para un cargo de esa responsabilidad; claro que nadie se atrevió a decírselo al viejo Jefe. Otros responsables de la llegada y mantenimiento de aquel tiempo de horror, fueron

organizaciones intermedias como: la Unión Industrial, la Sociedad Rural, la C.G.T. y tantas otras políticas, sociales y hasta deportivas como la A.F.A.; que guardaron un cómplice y ominoso silencio ante tantas atrocidades. Miraban hacia un costado para no asumir sus obligaciones en representación de una sociedad que ignoraba o temía aquel presente. Siempre creí que no se hubieran animado a tanto aquellos opresores si la sociedad, a través de sus instituciones, les hubiera marcado en aquel tiempo los límites que hoy se exigen. La segunda reflexión que se me ocurrió en aquel andar hacia el Congreso fue ¡qué bien había elegido el pueblo! Porque si hubiera triunfado el principal candidato opositor, no habría habido juzgamiento a los jefes militares, ya que el compromiso electoral del justicialismo era respetar la Ley de Auto Amnistía que se habían otorgado los mismos militares para asegurar su impunidad. Hubiera sido como si la democracia naciera muerta! Y qué suerte, me decía, que le haya aparecido al país un líder democrático de tal

dimensión como Alfonsín, capaz de lograr el apoyo de casi todo el pueblo, aún de muchos que no lo habían votado y se sentían atraídos por sus características políticas y humanas. Y finalmente ahora, a tantos años de aquella mañana histórica, y recordando como transcurrió aquel gobierno pleno de debilidades económicas y políticas, me pregunto si no faltó madurez y generosidad en unos y otros. Y lo digo porque poco duró la paciencia. Todos recordamos aquellos 13 salvajes paros generales de la C.G.T., el primero de ellos apenas al mes de haber asumido Raúl Alfonsín. ¿Qué se le podía exigir a un gobierno recién llegado de una dictadura y con una economía quebrada? No me puedo olvidar a los niveles de insensatez a los que llegaba el bloque justicialista en la Cámara de Diputados. Parecía que necesitaban vengar la derrota electoral, y pongo sólo dos ejemplos que, por lo groseros, alcanzan para demostrarlo: Votaron en contra de la creación de la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas),

presidida por Ernesto Sábato y destinada a la investigación de los crímenes de la dictadura. Y votaron en contra del acuerdo conseguido a través del Papa Juan Pablo II para lograr la paz con Chile, que venía a evitar un conflicto que nos tuvo al borde de la guerra con el país hermano. Todos recuerdan los agravios al Presidente Alfonsín en la Sociedad Rural de

Palermo, los dirigidos desde la Iglesia, la Unión Industrial, las Fuerzas Armadas, etc; sin olvidar los levantamientos militares de Aldo Rico y compañía de tan graves consecuencias y la campaña orquestada desde el mismo país, para que los organismos de crédito internacional no financien al gobierno argentino. El gobierno cometió serios errores, algunos comprensibles y otros no. Lo cierto es que poco a poco, aquel amanecer esplendoroso que nos emocionaba hasta las lágrimas, fue oscureciéndose con el trascurso de los acontecimientos hasta llegar a un final que no se merecía ni la sociedad, ni la democracia, ni Raúl Alfonsín. Aquel gobierno que había llegado con todo un pueblo detrás, se iba en dolorosa soledad. Para colmo de males, le iba a suceder la infame década menemista; sin embargo, y pese a aquel final frustrante de un gobierno digno (con olor a golpe de Estado financiero), la democracia, con muletas y todo, había llegado para siempre. (*) Diputado nacional electo en 1.983

Los primeros pasos Por ARMANDO BLASI (*)

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30 años del retorno a la democracia, uno no puede dejar de recordar cómo fueron aquellas primeras jornadas iniciáticas del año ‘83. Ya meses antes del acto eleccionario, con el levantamiento de las prohibiciones por parte del gobierno militar, se instala en todo el país una energía especial; una vitalidad propia del rejuvenecer. Esta se comienza a canalizar a través de los partidos políticos, dándole vida a sus estructuras internas. Recuerdo que para el año ‘83 se produce una avalancha de nuevos afiliados. Todos querían participar, hacer escuchar sus verdades relativas, debatir y, de esa manera, formar parte de los destinos del país. En el ámbito de Junín, meses antes de las elecciones generales, también se reactivaron los mecanismos internos de los par-

tidos políticos. En lo personal, me tocó junto con un grupo de compañeros (que luego la vida convirtió en amigos) y conducidos por José Ale desempolvar el Consejo de Partido Peronista.Hacia adentro del Consejo, se veían reflejados distintos sectores de la sociedad, se debatía y nadie tenía temor a la diversidad, al pensamiento diferente. Este era, más bien, el presupuesto del debate: había verdades relativas y era trabajo de los partidos políticos y de la democracia, como forma de gobierno, la de canalizar esas verdades subjetivas y posibilitar el acceso a verdades superadoras. Por otro lado, la UCR también fue conformando un grupo heterogéneo, del que participaba más de un amigo personal (Julio Ginzo, Teddy Feldman). Aun recuerdo que, ya constituidas las autoridades del Consejo de Partido Peronista, en ocasión de la inauguración de Ateneo radical encabezado por Abel Miguel, “El

Flaco” Bozzetti, Gustavo Ferrari y Gustavo Pera concurrimos a saludar y participar de la apertura de su local. Otros partidos de destacada participación en esas jornadas fueron el MID y el PI. Como se podrá apreciar, el contexto social era de celebración, un estado de fiesta general donde se enaltecía el retorno a una forma de gobierno (democrática), a una manera de ejercerse el poder estatal por sobre cualquier camiseta partidaria. Por supuesto que todos queríamos ganar la elección pero por encima del resultado estaba el pacto social preexistente que nos permitía reconocer en el otro (el adversario político) a una persona o grupo con opinión válida y necesaria para construir un país mejor. Todo auguraba un sendero plagado de dificultades pero con el material humano preparado y maduro para poder recorrerlo.

Hoy, a 30 años de aquellos primeros pasos, parece haber más tropiezos que un andar seguro en torno a la democracia. “En efecto, en sociedades cada vez más diversas y multiculturales, los canales normales (constitucionales) de participación

son los partidos políticos. Sin embargo, ellos están cada vez más vacíos de ideas, de debates. Tampoco observo nuevas vías de participación. Más bien se aprecia una creciente apatía general que, aquellos que están ocasionalmente en el poder, aprovechan para cerrar aun más, dejando fuera del debate nuevas y variadas subjetividades. Desde hace unos años a la fecha advierto ciertos rasgos arbitrarios del caudillismo que retornan cual epidemia o enfermedad que se creía superada. Por ello, a 30 años de aquellas jornadas uno no puede más que desear un retorno a aquella vitalidad juvenil de participación de todos a fin de lograr que nuevas verdades intersubjetivas, superadoras de las posiciones individuales encuentren cómo manifestarse y participar. (*) Electo Senador provincial en 1983.


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Una generación que crecimos con la democracia Por MARIO ANDRÉS MEONI (*)

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l 10 de diciembre estamos festejando 30 años de democracia en forma ininterrumpida y eso nos llena de orgullo y nos hace partícipes de un momento floreciente de la vida institucional argentina. Somos de la generación que vivimos la dictadura en la adolescencia, la sufrimos en nuestro crecimiento y posteriormente nos desarrollamos humana y políticamente con este resurgir de la democracia como sistema de vida, de sueños y de ambiciones. Me tocó vivir de cerca, desde

la asunción de Ricardo Alfonsín como presidente de la Argentinos, esta transformación y este sentir democrático que nos ha permitido desenvolvernos como sociedad, perder los miedos a participar políticamente y trabajar por el bienestar social y una mejor calidad de vida de los argentinos. Este proceso ininterrumpido lleva hoy 30 años, incipientes si se quiere en un proceso político que requiere de muchos años de experiencia para lograr la madurez y aceptar la diversidad de ideas, el intercambio político y las nuevas ideas que van surgiendo en el mundo. Pero lo que nos brinda mucha

satisfacción es la consolidación del sistema democrático y el olvido de tantos años de frustración, de violencia, de intolerancia y de procesos interrumpidos. Hoy las nuevas generaciones disfrutan de este sistema, participan, proponen y se incorporan al debate de una forma muy natural. La democracia hoy se vive como un sistema consolidado, sin fisuras y con total libertad y eso se lo debemos a una sociedad que fue madurando y construyendo un futuro y a una clase política despojada de intereses personales y comprometida con el crecimiento y consolidación de

un proceso político indestructible y sostenido en el tiempo. Gracias al esfuerzo de una sociedad comprometida y de una clase política más madura hoy podemos soñar con un futuro más consolidado que le permita a las nuevas generaciones crecer y desarrollarse en un proceso político sin turbulencias. Esto redundará en una mejor calidad de vida, en objetivos y metas claras y en una mayor participación de los ciudadanos en los aspectos organizativos de la política local, provincial y nacional. (*) Intendente Municipal de Junín 2003 a la actualidad.

La democracia es cambio permanente Por ARTURO CROSETTI (*)

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ecuerdo la alegría, el entusiasmo, la esperanza y la confianza en el futuro que teníamos los miles y miles de jóvenes que participábamos en los diferentes Partidos y Formaciones Políticas, algunas de las cuales reunidas en la Multipartidaria y luego de la derrota de Malvinas, forzaron a la dictadura militar a llamar a elecciones y volver a instaurar la Democracia como sistema y forma de vida de nuestro pueblo. Tenía como muchos otros jóvenes de la época, la ilusión que a través del trabajo político y la militancia, se transformaba en el convencimiento, de que esta era la última dictadura que sufriría nuestro pueblo y finalmente romperíamos en forma definitiva ese seudo sistema de alternancia de gobiernos civiles y gobiernos de facto caracterizados los primeros por ser democracias débiles y los últimos por ser en cada oportunidad más duros, intolerantes y crueles, que agobiaba a nuestra sociedad desde 1930, y no nos equivocamos, el ciclo se rompió definitivamente. Veníamos de distintas experiencias políticas, algunos habíamos militado en los difíciles años setenta y otros comenzando a participar en política en esas jornadas históricas del 83. Realmente siento mucha nostalgia cuando recuerdo aquellos

primeros años de la recuperación democrática, las multitudinarias marchas donde militantes principalmente juveniles de distintos partidos y agrupaciones marchábamos juntos sin problemas, en paz y con el objetivo común de que la Democracia recuperada tenía que ser definitiva. Las asambleas y congresos plagados de interminables discusiones y planteos políticos, ámbito eficaz para poner en práctica la esgrima verbal, la calidad de conocimientos y la fuerza de convencimiento. Una militancia sin recursos, a pulmón, sin dinero pero con muchos ideales, fuerza de voluntad, garra y corazón, que fue puesta a prueba en la Semana Santa del 87. Sigo creyendo que la Democracia es el mejor sistema político, combina participación ciudadana con dosis de flexibilidad que le permiten adaptarse a las distintas épocas y momentos históricos en un país y sociedad determinada, creo que es el único sistema que permite a cualquier sociedad encontrar la solución de sus problemas en paz y si no se logra no es culpa de la Democracia sino de quienes deben aplicarla y desarrollarla. Algo de esto nos ocurrió a lo largo de estos 30 años. Se avanzó en muchas áreas, en la resolución de conflictos y reconocimiento de derechos que se traducen en mayor equidad e igualdad para vastos sectores de la población, se reivindicó la defensa de los Derechos Humanos dando un ejemplo al mundo desde el

Nunca Más y el juicio a las juntas militares del gobierno de Alfonsín, hasta los juicios por genocidio, torturas y apropiación de bebés que se llevaron y llevan a cabo en la actualidad. Pero también creo que la defensa de las Derechos Humanos no se encapsula en un momento histórico sino que se desarrolla en forma permanente a lo largo del tiempo y la historia, sin límites ni prejuicios de ninguna naturaleza. Nuestra generación política, creo está en deuda, por que si bien luchó y participó de la recuperación de la Democracia, no logramos encontrar las soluciones adecuadas a infinidad de problemas que sufre nuestra sociedad ni supimos en muchos casos dar respuestas certeras a los desafíos que el propio desarrollo social nos presenta. Hoy 30 años después debemos restaurar el sistema de Partidos, los candidatos deben responder a un contexto ideológico y no a meras estrategias de marketing, lo que nos permitirá nuevamente saber con claridad que estamos votando, debemos restaurar nuevamente el tejido social, abandonar la división y el encono y reparar la unión de nuestro pueblo. Porque la Democracia es unión en la diversidad, es consenso y sentido de Nación y no de facción. La Patria somos todos y entre todos tenemos que llevarla adelante. Soy de los que piensan, aunque hoy

suene raro, que la política bien entendida es servir y no servirse, es estar al servicio de la gente para solucionarles sus problemas y no al revés complicando permanentemente la vida con normativas, reglamentaciones y leyes que restringen los derechos civiles y las libertades públicas y que parecieran más destinadas a castigar sin razón al ciudadano común que a facilitarle la vida. Argentina está definitivamente consolidada y que a pesar de los inconvenientes la gente, el pueblo la tiene asumida como sistema de vida, pero siempre debemos estar alertas, es deber de la dirigencia política afianzarla

y no debilitarla. Si abusamos de sus normas, no las respetamos o las ignoramos, la Democracia comienza a mutar y al cabo de un tiempo deja de serlo, mantendrá el nombre pero estará vacía de contenido. Y cómo saberlo? Quizás no sea difícil darnos cuenta, la nuestra es una Democracia Republicana, Representativa y Federal, basada en la división de los poderes del estado los cuales están sabiamente balanceados no superponiéndose unos sobre otros, nuestra Constitución garantiza el ejercicio de los Derechos Civiles y las Libertades Públicas, si algo de lo mencionado no se cumple o se restringe, estamos en problemas y debemos exigir inmediatamente la corrección del rumbo; ¿cómo?, con la participación, con la movilización y el voto. En la Democracia no existen proyectos, programas o modelos excluyentes o definitivos, siempre surgirá uno mejor y la gente tiene el derecho de cambiar de opinión cuántas veces sea. La Democracia es cambio permanente, no es rígida sino flexible, en la misma ganar o perder una elección no es trágico ni representa ningún cataclismo institucional. Es lo normal, simplemente es parte del juego democrático y hay que dejarlo que fluya en Libertad. (*) Senador Provincial 1989/1993 - 1993/1997.


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30 AÑOS DE DEMOCRACIA

Domingo 8 de diciembre de 2013

Fortalezas y debilidades de la democracia Por ABEL PAULINO MIGUEL (*)

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as fortalezas:Aquel 10 de diciembre de 1983, cuando asumía la Presidencia de la República Raúl Alfonsín, la gente en su conjunto expresaba una sensación de alegría y de esperanzas como hacía muchos años no se vivía. El haber recuperado la democracia, el derecho a decidir el destino de cada uno, después de tantos años de violencia y desencuentros que desembocaran incluso en la larga noche de la más cruel dictadura, nos generaba enormes expectativas de cambio. Durante aquellos días de la recuperación democrática, los argentinos anhelábamos fervientemente superar el trágico periodo vivido y volver a la normalidad política e institucional, a través de la convivencia civilizada y la armonía social. Alcanzar este objetivo nos había costado muchas vidas, represión y censura. Creíamos, y creemos, que con la democracia todo será mejor. En 1983 comenzamos un camino de superación y crecimiento. Atrás quedaban los días aciagos. Seguramente el mayor mérito, la mayor fortaleza, de aquellos primeros años de la democracia recuperada fue el acompañamiento del conjunto del pueblo que sin distinción de colores políticos fue protagonista de aquella epopeya que tuvo su punto culminante en el juzgamiento y condena a la junta militar responsable de los genocidios más aberrantes de nuestra historia. Con este acto se aseguró la consolidación de la democracia y sus instituciones republicanas. Más allá de las falencias de aquel gobierno, que seguramente las tuvo, es indudable que sentó las bases para que nunca más ocurran las trágicas aventuras de los golpes de Estado. Ese es el mérito que hoy, a 30 años de aquel trascendente acontecimiento, aún podemos celebrar viviendo en libertad y convivencia social. En un mundo con tantos conflictos y convulsiones, lo nuestro no deja de ser un privilegio. Las Debilidades: Sin embargo, debemos señalar que aquellos días de ensueño que vivimos

a partir del 10 de diciembre de 1983, se fueron desdibujando con el devenir del tiempo. Aquel futuro venturoso que imaginábamos de la mano del avance económico y social, del crecimiento en lo educativo y cultural, la inclusión y la igualdad fue relegado a un segundo plano en las prioridades de los sucesivos gobiernos. Logrado lo más preciado, como era la libertad y el derecho a decidir nuestro destino, debíamos comenzar con la etapa de la reparación económica y social que había sufrido nuestra patria durante los oscuros años del desencuentro. Sin embargo debemos señalar, que poco se avanzó en los aspectos antes indicados. Los indicadores económicos, educativos y sociales son por demás elocuentes, al demostrarnos el marcado deterioro sufrido, pese a atravesar épocas de bonanza económica que no supimos aprovechar. En la enumeración de nuestras debilidades, debemos señalar también, con especial énfasis, por la gravedad del tema y sus implicancias sociales, el enorme avance de la droga, en sus más variadas formas. Es imperdonable que los máximos responsables políticos, sobre todo en los últimos tiempos, hayan descuidado este aspecto que, para controlarlo y reparar el daño causado, nos demandará años de esfuerzo, perdiendo en el camino vidas humanas (sobre todo jóvenes) víctimas de este flagelo que se combina con la violencia urbana y la inseguridad. Sin duda, en estos 30 años de democracia, más allá del mérito de su conquista, la política ha mostrado una enorme debilidad para ofrecer las soluciones y el avance que la sociedad esperaba de los nuevos tiempos de normalidad institucional. La abultada deuda social y la falta de inversión para el desarrollo tanto productivo como de la infraestructura vial y ferroviaria, sumado a esto, el pronunciado déficit habitacional, entre muchos otros aspectos, habla de los desaciertos políticos en todos estos años de una coyuntura internacional sumamente favorable para nuestra producción, en particular la agropecuaria, circunstancia que ha permitido un extraordinario ingreso de divisas al país que no supimos aprovechar en be-

neficio de un mejor bienestar y desarrollo para el conjunto de los argentinos. Se malgasta el dinero que aportamos todos, en beneficio de unos pocos que detentan el poder. Estas debilidades de la política también se manifiestan en la exacerbada práctica hegemónica del poder. Los mayores esfuerzos de las gestiones de gobierno están dirigidos a asegurar la continuidad en el poder de la facción política gobernante. No se cree en la alternancia. Precisamente la alternancia política de los gobiernos es la regla de oro de las democracias. Sumado a esto, el nivel de corrupción y el enriquecimiento de los funcionarios conforman un cuadro patético de la realidad de nuestros días. La inseguridad y la expansión vertiginosa del narcotráfico constituyen el flagelo más importante y preocupante con el que nos toca convivir. La práctica del clientelismo degrada la política, constituyendo una afrenta a la dignidad de los pobres. Precisamente, mediante este método repudiable, el oficialismo de turno, se asegura el voto cautivo de millones de argentinos de escasos recursos. El deterioro ético y moral es de tal magnitud que cualquier comportamiento es válido. No hay reglas de juego a las cuales debamos someternos todos, se ha perdido el apego a la ley En nombre del “pragmatismo”, de “los consensos” o de la “amplitud de coincidencias” justificamos los acuerdos más espurios para beneficio personal y de la continuidad en el poder. La política se ha convertido en una mercancía, esto explica, en parte, la apatía y el desinterés de la gente por la política. Sin duda, en estos 30 años de balance de la democracia, las debilidades superan ampliamente a las fortalezas, no obstante, como dice el refrán: no hay mal que dure cien años. Para cambiar este estado de cosas, lo primero que tendremos que hacer los ciudadanos es un examen de conciencia al momento de emitir el voto. El voto es una poderosa herramienta de la democracia que deberemos saber utilizar en cada momento que nos toque emitirlo. No es posible que nos sigan

engañando vendiéndonos espejitos de colores durante las campañas electorales, para luego, en el poder, hacer las mayores tropelías, incumpliendo las promesas de campaña. . Por la dura experiencia vivida en estos 30 años de democracia, sabemos que estas políticas demagógicas de coyuntura no tienen continuidad. A los efímeros días de bonanza que nos ofrecen, le suceden largas épocas de dificultades económicas hasta agotar aquel ciclo maravilloso que nos prometieron. A partir de ahí deviene la crisis y el ajuste, y comenzamos de nuevo con otra experiencia populista que nos lleva a repetir la historia. Esto no puede ocurrirnos más a los argentinos. El ciclo de las políticas populistas está agotado. Debemos encontrar otro camino. Camino que es absolutamente posible. Somos un país de un gran potencial de recursos naturales y humanos, dentro de un mundo cada vez más ávido de nuestra producción. Solo hace falta seriedad, honestidad, y continuidad en las políticas de gobierno, más allá del color político que a su turno le toque gobernar. Es imperioso, si queremos superar los ciclos de crisis recurrentes, poner en práctica Políticas de estado, es decir, aquellas que abordan los problemas más acuciantes de la sociedad, y tienen continuidad en el tiempo. Para cumplir con este objetivo estratégico es fundamental el acuerdo entre las principales fuerzas políticas de manera de lograr el consenso y la fortaleza necesarios que aseguren su cumplimiento a

través del tiempo. La rica experiencia, en tal sentido, de nuestros países vecinos como Chile, Brasil o Uruguay, son un ejemplo Ellos han crecido merced a los acuerdos entre las principales fuerzas políticas. Nosotros hasta el presente no hemos logrado la voluntad política necesaria para encolumnarnos detrás de objetivos comunes de grandeza y desarrollo como lo han hecho estos pueblos hermanos. Luego de 30 años de continuidad democrática, no hay justificación posible a la falta de crecimiento y deterioro que nos afecta. Sin duda es una falencia notable de la dirigencia política. Si esto es así, seguramente a partir del próximo turno electoral tenemos la posibilidad de comenzar un cambio que aborde los problemas centrales del país con seriedad y compromiso. Seriedad y compromiso que deberán venir de la mano de nuevos actores políticos. El cambio no debe ser solamente generacional, sino y fundamentalmente moral, necesitamos dirigentes con aptitudes de compromiso y servicio. Basta de los vividores de la política, que viven del sacrificio de los demás . La gente, los ciudadanos, deberán ser los custodios del cambio que todos esperamos. Para cumplir con este fin es necesario un mayor compromiso de la sociedad en cuanto a exigencia y control de la gestiòn de los gobiernos La crisis política abarca a todos los niveles gubernamentales, nación, provincia y municipios han sido alcanzados por este flagelo de la “nueva política”. Es responsabilidad de los ciudadanos de a pie cambiar este estado de cosas. Con la esperanza y la convicción que nos merecemos un destino mejor, debemos luchar por ese futuro venturoso que habíamos imaginado aquel 10 de diciembre de 1983, cuando asumió el gobierno Raúl Alfonsín. Será el mejor homenaje que le podemos brindar a todos los que lucharon por tener una patria con grandeza moral y bienestar económico, y sobretodo legarle a nuestros hijos un país en el que tengan posibilidades de crecimiento y realización personal. (*) Intendente Municipal de Junín l983--2003


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