Alfonso Reyes por siempre

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FRANCISCO HINOJOSA NUESTRAS TRADICIONES MÁS TRADICIONALES

CARLOS VELÁZQUEZ TANGO DE AMOR NO CORRESPONDIDO

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S Á B A D O

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ LOS PROFETAS DE LA CRUZADA ANTICIENTÍFICA

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

ALFONSO REYES POR SIEMPRE

RODÓ, REYES, HENRÍQUEZ UREÑA

UNA CIUDADANÍA INTELECTUAL ADOLFO CASTAÑÓN

APORTACIONES A LA CRÍTICA ATENIENSE HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ

Arte digital > Lizzeth Huerta > La Razón

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El pasado 27 de diciembre se cumplió el 58 aniversario luctuoso de Alfonso Reyes (1889-1959), figura decisiva de las letras mexicanas. La vigencia de su obra le atrae nuevas lecturas y se explica por su enorme trabajo en disciplinas que van de la creación en los diversos géneros a la crítica y la divulgación. Su vínculo con el escritor uruguayo José Enrique Rodó y con el dominicano Pedro Henríquez Ureña conforma una declaración de principios cuyo “sentir trasnacional... se afirma como una genealogía”. Recordamos en este número de El Cultural a uno de los fundadores de la identidad de la literatura moderna y sin fronteras del idioma español.

Rodó, Reyes , Henríquez Ureña

U NA CIU DA DA NÍ A IN TELECT UA L ADOLFO CASTAÑÓN

A y para Susana Quintanilla

E

I

n 1908, “por orden del gobernador del estado de Nuevo León”1 Bernardo Reyes, se hace en México la quinta edición de Ariel, tercer opúsculo del ciclo La vida nueva. Las cuatro ediciones anteriores fueron impresas por Dornaleche y Reyes en Montevideo ... bajo su misma dirección [...] la tercera, como suplemento de la Revista Literaria de Santo Domingo, 1901, la cuarta, en Cuba literaria, La Habana, 1905 [...] la sexta, impresa en el mismo país por orden de la Escuela Nacional Preparatoria, 1908 [...]. Lo que motivó una carta de José Enrique Rodó a Porfirio Parra. Max Henríquez Ureña recibió de Rodó la autorización para editar el Ariel en Cuba literaria y en 1905 su hermano Pedro publicó en esas mismas páginas el texto sobre Ariel que recogería en sus Ensayos críticos de ese mismo año. Que Rodó apreció las páginas del dominicano consta por la carta que le escribió en borrador fechado el 28 de junio de 1906 al crítico peruano Francisco García Calderón

recomendándole el tomo de Ensayos críticos recién publicado y advirtiendo que “es espíritu muy cultivado y de fino sentido literario, que tiene mucho de nuestra orientación”.2

II En 1908, acaso por sugerencia de Pedro Henríquez Ureña y acaso por tácita imantación de Rubén Darío, en cuyas Prosas profanas se recogió como prólogo el ensayo que el uruguayo había dedicado en 1899 al nicaragüense, Bernardo Reyes —amigo de ambos— hace en Monterrey una edición de Ariel. Pedro le había dedicado un capítulo de sus Ensayos críticos, y en 1902 lo había citado en su ensayo sobre Gabrielle D’Annunzio: “Nadie como él [D’Annunzio] realiza el deseo de José Enrique Rodó de modelar, ‘con el cincel de Heredia, la carne viva de Musset’”.3 Alfonso Reyes debe haber leído desde esos años a Rodó. El 9 de febrero de 1909, Pedro Henríquez Ureña le escribe a Reyes: Recibí carta de Rodó. Me dice que le gustó mucho la edición de Ariel y que pronto me mandará un libro grande. Además quiere que se le den las gracias más expresivas a tu padre por la edición (aquí sí cabe lo de expresivas, pues él recomienda que así sean

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La edición de Aguilar (1967), con introducción, prólogos y notas de Emir Rodríguez Monegal.

Henríquez Ureña, pasa por el cedazo y cristalización de “grupos cortos” y de una aristocracia intelectual, de lo que, en otros ámbitos, Elías Canetti llamaría “cristales de masa”, como levadura de una ciudadanía intelectual. Comparten la idea de una literatura en movimiento y de un horizonte intelectual abierto, caracterizado por una “perspectiva indefinida”. A Reyes le gusta que Rodó haya traído a la conversación americana una “palabra de bravura, un consejo de valentía aplicado a la concepción de la conducta”.7 Y lo cita: y no califica las que él mismo da, como hacen la mayoría de las gentes con “expresivas gracias” y “sentido pésame”). Haremos una carta, que firmarán aquellos del grupo que se encuentren aquí (pues faltan Ricardo y Max) y la enviaremos próximamente. Yo me encargaré de que se haga. Te contaré que hace tiempo, cuando estuvo lista la edición, hicimos una carta de gracias, la cual, por pereza de uno de los encargados de recoger firmas, se quedó sin firmar y no se envió al fin. He querido que se supla esa barbaridad aprovechando esta ocasión.4 La carta de Pedro a Reyes llama la atención sobre la necesidad que tenía y predicaba Henríquez Ureña de cuidar las formas como parte de una ética intelectual. Rodó había publicado fragmentariamente Motivos de Proteo en la Revista moderna de México 5 que tuvo, como le dice PHU, “buena acogida”. A “La obra de José Enrique Rodó” le dedicaría PHU en 1910 la conferencia dictada en el marco de la serie de las impartidas en El Ateneo de la Juventud.6 La edición de Ariel en México produjo un intercambio de letras y libros entre el mexicano y el uruguayo. Rodó dedicará a Alfonso Reyes en 1909 sus “Motivos de Proteo”, que el mexicano recibe junto con un ejemplar para su padre y una carta del propio Rodó, y en 1914 le dedica “El mirador de Próspero”: A Alfonso Reyes cuya obra juvenil es una de las más bellas promesas de la nueva generación. Su amigo, que no lo olvida, José Enrique Rodó. La conexión, la química eficaz de Reyes con Rodó se traduce y cosecha en las no escasas referencias que el mexicano hace del uruguayo a lo largo de su obra y que documentan la fidelidad y constancia de su estima por sus escritos y aun por su vida. Consta que Alfonso Reyes leyó y releyó a Rodó a lo largo del tiempo. La química eficaz que los unía se explica por la alta concepción que el uruguayo tiene de la crítica literaria y del oficio de la lectura como uno de los más altos momentos de la (auto) conciencia humana. Si el artista representa un tipo superior de humanidad, el crítico literario, el filósofo, el ensayista proteico alcanza en su ejercicio alturas sólo comparables a las del poeta y artista. Hay al menos diecisiete títulos de Rodó en la biblioteca de la Capilla Alfonsina que se encuentra en Monterrey. Reyes lee y relee las obras de Rodó. Comparten una idea de la literatura y de la forma de hacer libros y aun de la organización de la vida literaria que, como diría

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“ALFONSO REYES LEYÓ Y RELEYÓ A RODÓ A LO LARGO DEL TIEMPO. LA QUÍMICA EFICAZ QUE LOS UNÍA SE EXPLICA POR LA ALTA CONCEPCIÓN QUE EL URUGUAYO TIENE DE LA CRÍTICA LITERARIA”. fusible de la instalación eléctrica, hacer un guiso, contar un chiste, clavar un clavo, pagar el tranvía antes que nadie, conseguir un billete gratis para algún espectáculo. Amables criaturas domésticas, cuyo sitio está entre el hombre y el perro.11

“No desmayéis —repetía Rodó—, no desmayéis en predicar el Evangelio de la delicadeza a los escitas, el Evangelio de la inteligencia a los beocios, el Evangelio del desinterés a los fenicios”.8

Y a Reyes le gustaban los perros, como puede verse por la fotografía que le tomó Gisèle Freund con Kola, el samoyedo siberiano. Esta aproximación, ¿no hace pensar en las palabras de Santa Teresa, que dice al Señor “Qué mandáis hacer de mí / Que a todo digo que sí”? Rodó será para Reyes no sólo un guía intelectual sino un maestro en el arte de la vida.

Aplaude que Rodó ... persista en su ritmo lento y amplio, en divino sonambulismo, oponiendo al atropellamiento de la historia aquella serenidad provinciana... ¡O, felix culpa! A éste no lo despedazó la guerra, y pudo salvar su conciencia intacta, para que un día reconstruyamos por ella una imagen de las armonías perdidas.9

Mientras vivimos —repetía Rodó— nuestra personalidad está sobre el yunque. Tal es la doctrina de la vida, como una perenne educación —ideal de Goethe.12

Acaso esa lentitud se deba a un influjo geográfico: A pocos pasos de la casa de Rodó, en Montevideo, se ve por tres partes el mar. El autor [Max Henríquez Ureña] sugiere la influencia que la contemplación del mar pudo tener en la mente, en la filosofía misma, en el modo intelectual de Rodó [...]. El estudio sobre el “medio”, en rápido y seguro trazo, sitúa a Rodó en su escenario. Mente armoniosa, Rodó busca una conciliación entre los partidos de su país. Fue francamente liberal, pero sin extremos pueriles ni arrebatos salvajes.10

Esta lección ética es una lección de fortaleza estoica, una invitación a reconocer “aquel goce fundamental que nuestro Rodó define así: ‘... aquel orgulloso no importa que brota del fondo de la vida’”.13 La escritura de Rodó articula algo más que literatura: “la filosofía moral de Rodó corre sobre el dorso de los pueblos”. 14 Hay que estar conscientes, dice Reyes, de que “las vicisitudes históricas nunca igualan el ideal”: 15 Vivimos muy por debajo de nuestra esperanza. Pero, contestaba Rodó, hay un orgulloso: “¡No importa!” que surge del fondo de la vida. El sentido de América está en seguir amparando los intentos por el mejoramiento humano, y en seguir sirviendo de teatro a las aventuras del bien. O éste es el sentido del americanismo (esfuerzo para armonizar un continente, en servicio de la humanidad).16

Ese temple conciliatorio, compasivo y propenso a la concordia es una de las fibras que unen a Reyes con Rodó. Acaso sea la formación francesa de Rodó, es decir, en última instancia latina, la que lo lleva a afirmar la idea y sentimiento de América como una “magna patria”. Ese sentir regional o trasnacional y trasfronterizo se afirma como una genealogía. Ese sentir es la chispa que anima al genio del lugar americano inventado por Rodó y compartido por Reyes. Rodó, lo advierte Reyes, se arma sobre Montalvo. A los tres los vertebra un impulso hacia la excelencia y los anima un escrúpulo casi religioso del hacer literario y del aseo intelectual. La universalidad de Rodó es más bien una ubicuidad, un saber estar ahí dispuesto a todo, un movimiento espontáneo para ser el “hombre de todas las horas”, en fin, una aspiración a encarnar a ... ese discreto tipo de hombres sociales y solícitos que tienen cierta oportunidad en la conversación o que se dan maña para hacer mil cosas mediocres e insignificantes de verdadera bonne-à-tout-faire: sacar punta a un lápiz, divertir al nene, cambiar el

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La doctrina enunciada por Rodó “es fragmento de una perspectiva indefinida”. 17 Así dice Reyes: “El ensayo en José Enrique Rodó es un gran discurso epidíctico”, 18 similar al de Sócrates. El pensamiento de Rodó está muy cerca de la comprensión como acción: hay un pasaje de Rodó que cita Reyes y que se encuentra en Los últimos motivos de Proteo (1932) “sobre la interpretación de las intenciones animales: para comprender a la serpiente [hay que] reptar y silbar”. 19 Dice Rodó: “hágase usted serpiente...” 20

III La edición del FCE en 1960, con prólogo de Jorge Luis Borges.

La sombra de Rodó corría como una mancha de aceite bajo las fuerzas de

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los escritos de sus lectores o como un elemento infeccioso que los teñía voluntaria o involuntariamente. Pedro Henríquez Ureña advirtió con exactitud quirúrgica este fenómeno en una carta a Alfonso Reyes comentando un ensayo suyo sobre Federico de Onís, sin darse cuenta Reyes de que Onís había plagiado a Rodó: 181 DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A A LFONSO R EYES New York, May 4, 1916.

[...] Otra queja: has elogiado Disciplina y rebeldía de Onís 21 (que leí anoche) sin darte cuenta de que es una mediana imitación del Ariel y del Proteo de Rodó. Martín dice que ni tú ni él lo notasteis; pero el hecho es evidente, tanto, que aseguré a Martín que todo el que hubiera leído el Ariel reconocería el ritmo robado por Onís y las reminiscencias verbales. Hoy hice la prueba: Salomón de la Selva reconoció a Rodó a las TRES LÍNEAS Y MEDIA. Enrique Jiménez, delante de Martín, lo reconoció a las diez líneas. Las reminiscencias son verbales en la página inicial (11); en la siguiente, donde se recuerda la cita de Goethe en Ariel: “Sólo es digno de la libertad y de la vida...”; en la p. 17; en la 18 (de Proteo); en la 22 (Renán22 citado por Rodó: “la juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso, que es la vida”; de manera que ha ido a Rodó para imitar hasta las citas); en la p. 23 (Proteo); en la 25, directísima de Proteo: “Todo es tesoro oculto en las cosas”, dice Rodó —frase que yo cité en mi González Martínez. Si no creyera que me engaña la vanidad, diría que Onís leyó también ese prólogo mío (por las fechas, bien pudiera ser); su “el camino estaba en ti”, en la p. 31, parece que lo escribió quien leyó aquel prólogo; sin contar “única e incomparable”, en la p. 27, par de adjetivos que yo he usado mucho. Pero no veo tan evidentes, respecto de mí, las reminiscencias; quizás no sean sino coincidencias. Lo de Rodó, en cambio, es imitación descarada; vid. todavía la página 35, y una que otra más. Por supuesto, que Onís coge mal el ritmo de Rodó: el uruguayo tiende a menudo a los yambos, y suele rematar en endecasílabos; el gachupín le imita el trick, pero, como lo hace mal, llena de versos su prosa: de las edades de la vida humana... la mitad del camino de la vida... (p. 17); en caprichosas y proteicas nubes, / para en un vuelo rápido / volver al seno de la tierra opaca... (p. 21); en su día florezca y fructifique... que el mundo al paso deposite en ti (p. 31). ¿Quiere esto decir que Onís no valga nada? No. Lo que censuro es que tú hayas procedido como descastado al no reconocer a Rodó en Onís y que éste tenga la desvergüenza de no dignarse citar a su fuente: la cita, en estos casos, es declaración honesta. Así son los gachupines: nos plagian, pero no nos citan, “así los aspen” [sic], como dice Rufino. Nadie le ha dicho a Villaespesa sus infinitos plagios, como los que ha

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Foto > Especial

Fuente> bnphu.gob.do

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Pedro Henríquez Ureña.

Alfonso Reyes.

hecho en el Viaje sentimental; y Valle-Inclán, en Cuento de abril, y más aún en Aromas de leyenda, no hace más que diluir textos de Rubén (esto es más sabido, pues Juan R. Jiménez me habló de ello en ese tono).23 Ahora imitan hasta a los desconocidos en España, con el tino del Lamarchito de Santo Domingo que glosó a Justo A. Facio;24 Moreno Villa, que me parece buen poeta (Jiménez dice que es el mejor de los nuevos) y me gusta, tiene reminiscencias verbales de Guillermo Valencia. Y para mí la reminiscencia verbal prueba más que la ideológica: pueden las ideas venir por coincidencia, y el desarrollo puede demostrar que surgieron espontáneamente y no por recuerdo. He de escribirle una larga carta a Rufino dándole nota de estos plagios para que haga, si es posible, un libro sobre nuestra influencia en España. De Onís me hablan todos maravillas. Me parece bueno que un hombre escriba así en España. En general, su lenguaje es bueno, fino, de acuerdo con el ritmo elegante que imita; NOTAS Emir Rodríguez Monegal, en José Rodó, Obras completas, editadas, con introducción, prólogos y notas de Emir Rodríguez Monegal, Aguilar, Madrid, 1967, p. 205. 2 José Enrique Rodó, Obras completas, edición, introducción, prólogos y notas de Emir Rodríguez Monegal, Aguilar, Madrid, 1967, p. 1439. 3 Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, edición, bibliografía e índice onomástico por Emma Susana Speratti Piñero, prólogo de Jorge Luis Borges, FCE, México, 2001, p. 5. 4 Alfonso Reyes / Pedro Henríquez Ureña, Correspondencia 1907-1914, edición de José Luis Martínez, FCE, México, 1986, p. 139. 5 Del 1 de septiembre de 1909 hasta el 1 de mayo de 1911. 6 Pedro Henríquez Ureña, “La obra de José Enrique Rodó”, “Conferencia pronunciada en el Ateneo de México, el 22 de agosto de 1910. / Con pocas modificaciones —especialmente con adiciones—, esta conferencia fue leída después en el Ateneo de Barcelona, con motivo de la muerte de Rodó, en julio de 1917”, dice la nota manuscrita en el ejemplar de PHU conservado en su archivo del Colegio de México. Obras completas, 2, 1899-1910, I, Miguel D. Mena compilador y editor, Editora Nacional, Santo Domingo, República Dominicana, 2013, pp. 366-379. 7 Alfonso Reyes, “Rodó (Una página a mis amigos cubanos)”, Obras completas, t. III, FCE, México, 1995, pp. 135. 8 Idem, pp. 135-136. 9 Idem, p. 136. 10 Alfonso Reyes, “Sobre Rodó”, Obras completas, t. VII, FCE, México, 1996, p. 377. 11 Alfonso Reyes, “Napoleón I, orador y periodista”, Obras completas, t. III, FCE, México, 1995, p. 470. 12 Alfonso Reyes, t. IV, op. cit., p. 273. 13 Alfonso Reyes, “Saludo a los amigos de Buenos Aires”, Obras completas, t. VIII, FCE, México, 1996, p. 144. 14 Alfonso Reyes, “Sobre la tumba de Graça Aranha”, Obras completas, t. XII, FCE, México, 1997, p. 143. 15 Alfonso Reyes, “En la VII Conferencia Internacional 1

pero a veces se le van palabras toscas, de gachupín, del archivo culinario de D. Juan Valera: muchachas bajo los pórticos (qué orejas para la ch); corazón... amasado; por todos los poros; dar el alma al diablo; el alma esponjada... Se explica uno que Benavente 25 pase por hombre fino en España. No sé si Onís resulte, a la postre, mejor que Ortega, cuyo prólogo a no sé qué mal poeta es un desastre (1914), una muestra de que sólo es inteligente a medias o a ratos. [...] 186 DE ALFONSO REYES A PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Madrid — 25 Mayo 1916.

[...] En efecto, no me dí cuenta de que Onís se hubiera inspirado tan de cerca en Rodó. [...] José Enrique Rodó fue para Pedro Henríquez Ureña, Martín Luis Guzmán y Alfonso Reyes uno de los escritores decisivos no sólo para ellos sino para las letras americanas y españolas por venir, incluidas las de sus eventuales plagiarios.

Americana”, Obras completas, t. XI, FCE, México, 1997, p. 73. Idem. 17 Alfonso Reyes, “Apuntes sobre la ciencia de la literatura”, Obras completas, t. XIV, FCE, México, 1997, p. 356. 18 Alfonso Reyes, “Cicerón o la teoría del orador”, Obras completas, t. XIII, FCE, México, 1997, p. 408. 19 Alfonso Reyes, “El enigma de Segismundo”, Obras completas, t. XXI, FCE, México, 2000, p. 202. 20 José Enrique Rodó, Los motivos de Proteo, LVI, LVII, “La víbora que ondula”, Obra completa, edición de Emir Rodríguez Monegal, p. 970. 21 Se refiere a la lectura dada por Federico de Onís y Sánchez en la Residencia de Estudiantes la tarde del 5 de noviembre de 1915: Disciplina y rebeldía, publicada en Madrid por Publicaciones de la Residencia de Estudiantes en 1915. Las palabras de Alfonso Reyes acompañarían la edición que se hizo en El convivio (1917). Más tarde, AR las recogerá incorporándolas en el “Diario de un joven desconocido”, en El cazador (OC, t. III, pp. 207-215). En esta incorporación ha desaparecido toda mención a Federico de Onís y a J. E. Rodó, a quienes AR en este ejercicio de libre intertextualidad parece haber devorado. 22 Joseph Ernest Renan (1823-1892). Escritor, filólogo, filósofo e historiador francés. 23 Ramón Jiménez y PHU sostenían por aquella época una cercana amistad como se puede documentar por la dedicatoria que le hizo el poeta español al dominicano de un poema en prosa: “La negra y la rosa”: “A Pedro Henríquez Ureña” fechado en Nueva York, el 4 de abril de 1916. E incluido en el libro Diario de un poeta recién casado (Libros de poesía, recopilación y prólogo de Agustín Caballero, Aguilar, Madrid, 1957, pp. 340-341). 24 Justo A. Facio (1860-1931). Poeta y escritor modernista costarricense. Entre sus obras destacan: Mis versos (1894) y Ojeada sobre el origen y desenvolvimiento del romance castellano (1931). 25 Jacinto Benavente Martínez (1866-1954), dramaturgo español. Algunas de sus obras son El nido ajeno (1894); Gente conocida (1896); La comida de las fieras (1898); La noche del sábado (1903); Los intereses creados (1907); La malquerida (1913). 16

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Luego de plantear el abanico de los múltiples registros en la obra de Alfonso Reyes, estas páginas se concentran en una de sus vertientes distintivas: el interés por los orígenes de la literatura occidental en la Grecia de la edad ateniense, tema al que vuelve una y otra vez, durante décadas, lo mismo desde la investigación que la creación, la crítica y aun la traducción. Curiosidad, deslinde y goce forman parte de lo que el propio Reyes denominó “la experiencia literaria”.

A LFONSO R EY ES Y L A CR Í T IC A AT EN I ENSE HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ PRESENTACIÓN

A

lfonso Reyes tiene una obra compuesta por varios pilares fundamentales: el estudio del mundo helénico; el rescate y análisis de la figura más señera del barroco español, Luis de Góngora y Argote; la aproximación al poeta francés Stéphane Mallarmé; el abordaje biográfico e intelectual a Goethe. Asimismo, inauguró algunas investigaciones en el campo teórico: la búsqueda de los orígenes de la crítica en el mundo occidental para llevar este trabajo a su máxima versión en su teoría fenomenográfica, con la cual intentaba definir lo literario, y los géneros en que se subdividía. A estas reflexiones Reyes las agrupaba con un mismo título: “La Musa crítica”, y se contenían en libros como La crítica en la edad ateniense, La antigua retórica, La experiencia literaria, Tres puntos de exegética literaria, El deslinde y Al yunque; este último título sería el espacio donde —por propia mano— criticaría y corregiría sus versiones de los libros anteriores, logrando así una palinodia, género que no está tan al uso en el ámbito mexicano como uno podría pensar, pues radica en regresar sobre los propios pasos y resarcir el camino; el título proviene de Rodó: “Mientras vivimos está sobre el yunque nuestra personalidad. Mientras vivimos, no hay nada en nosotros que no sufra retoque y complemento”. Al contrario de lo que algunos críticos pensaban, Reyes tuvo la capacidad de enmendar la plana y hacer una autocrítica fuerte, públicamente. Sin embargo, en este largo mapamundi que es la obra alfonsina, el cual no necesita mutilaciones ni segregaciones, se adjunta una serie de obras de narrativa, poesía,

La edición de 1941.

ensayo y obra periodística. Todo lo anterior es la médula de su obra, si alguien quiere buscar un aspecto menor, simplemente estará tratando de cerrar los ojos al proyecto total. Nada saciará a quien considere que no se puede entrar a la posteridad con veintiséis tomos de reflexión y ejercicios literarios. No obstante, su obra no se limitó a desenvolverse en el campo de lo literario, pues también desarrolló una labor periodística, mediante la cual enfatizó la necesidad de que hubiera una prensa independiente moral y económicamente de los poderes factuales; intentó —por medio del trabajo diplomático, en el momento en que Inglaterra buscaba represalias contra México por la nacionalización petrolera— que se estableciera el comercio del petróleo con Brasil. Fundó instituciones como la Casa de España en México (1939), actual Colegio de México, donde obtuvieron empleo en la docencia o la investigación las mentes más señeras del exilio español. Fundó el Colegio Nacional (1943) y porfió

“EL PUENTE CON EUROPA AÚN SE PUEDE PALPAR POR MEDIO DEL TRABAJO QUE HIZO COMO CONSEJERO DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA AL SUGERIR LA PUBLICACIÓN DE OBRAS FUNDAMENTALES EN VARIOS CAMPOS DE LAS HUMANIDADES”.

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porque el Colegio de Altos Estudios llegara a ser la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Todo lo cual fue llevado a cabo por un interés profundamente modernizador. Alfonso Reyes construyó puentes con Iberoamérica y con Europa. De ambos todavía hay frutos latentes, pero me interesa mencionar que el puente con Europa aún se puede palpar por medio del trabajo que hizo como consejero del Fondo de Cultura Económica al sugerir la publicación de obras fundamentales en varios campos de las humanidades. En su caso, el propio Reyes se echó a los hombros la labor de traducir libros como Introducción al estudio de Grecia, de Alexander Petrie; Historia de la literatura griega, de Cecil Maurice Bowra; Eurípides y su época, de Gilbert Murray; y diez cantos de La Ilíada, de los cuales se ha querido disputar su importancia pues se asegura que Reyes no sabía griego, sin embargo, ésta no sólo es una premisa falsa sino que es un argumento intrascendente debido a que Reyes no sólo la tradujo de un griego que él supo calificar de “pre-jónico”, sino que le dio vida al lograr su versión en melodiosos alejandrinos que nadie ha podido superar. También tradujo obras de Gilbert Keith Chesterton, como El hombre que fue jueves, El candor del padre Brown y Ortodoxia. Salta a la vista el deseo infatigable con que Reyes nos quería poner al día en el avance cultural de Europa si reparamos en autores como Werner Jaeger, Eric Auerbach, George Frazer, Johannes Pfeiffer, Gilbert Highet, y aún más llama la atención que, a la par de que Reyes los iba citando en sus ensayos, estos autores eran traducidos y publicados por el FCE. No cabe duda de que en Reyes persistía una unidad entre sus intereses personales y la preocupación modernizadora en el contexto occidental. Por su parte, a finales de 1940, Reyes empezó a redactar una de las obras que mejor sintetizarían sus conceptos acerca de la Edad Ateniense, periodo que comprende del 600 al 300 a. C. Concebida como una serie de conferencias, se impartiría en los cursos de otoño en la Facultad de Filosofía y Letras, ubicada entonces en el antiguo edificio de

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“ES IMPORTANTE ENFATIZAR QUE LA GENERACIÓN DEL ATENEO, A LA CUAL PERTENECÍA REYES, PADECIÓ UNA ORFANDAD DE CRÍTICA LITERARIA, CUYA SITUACIÓN CAMBIÓ PARA LAS GENERACIONES POSTERIORES.”

Edición de 1986.

Mascarones (1938-1954). Debido a este carácter, se puede inferir que era una obra introductoria al tema ateniense; sin embargo no fue abordada de manera superficial pues para Reyes no había mejor manera de iniciar al profano que la exposición crítica del tema. Dentro de su obra, esta serie de conferencias es punto de encuentro de dos temas que cultivó incansablemente: el estudio helénico y la conformación de una disciplina que en la mayoría de los intelectuales de Europa tomaba fuerza: la ciencia literaria. Es curioso que autores en espectros absolutamente contrapuestos, como Ezra Pound y Jean-Paul Sartre, se cuestionaran sobre “lo literario” en la misma década que Reyes. En efecto, tal y como se señala en la nota inicial del tomo XIII de sus Obras completas (OC), Reyes concebía que La crítica en la edad ateniense1 (1941) tendría un lugar consecuente con La experiencia literaria, El deslinde y Apuntes para la teoría literaria, al mismo tiempo que constituiría una suerte de pilar en el que plasmaría sus conclusiones acerca de las figuras atenienses, tal y como lo hizo en La religión griega o Los poemas homéricos. Por lo tanto, La crítica en la edad ateniense llevaría a cabo un propósito en la obra alfonsina que la situaría en una posición central en la exégesis que desarrolló durante más de treinta y cinco años de estudio del mundo heleno, la cual empezó alrededor de 1906, con base en la Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña, cuando Reyes hace la lectura de El origen de la tragedia de Friedrich Nietzsche.2 El origen de La crítica en la edad ateniense también lo podríamos encontrar en la referencia que el propio Reyes hizo de la breve antología del erudito J. D. Denniston, publicada en 1924: Greek Literary Criticism (Crítica literaria griega), la cual le parece un gran ejercicio de congruencia entre el criterio y el resultado final, pero que sólo es una aproximación al estudio ateniense. Por otro lado, alude al estudioso inglés Georges Saintsbury, quien formuló una pregunta fundamental: “¿Acaso la Antigüedad toda se ha pasado la consigna de desconocer en la literatura el placer estético?”. Esta pregunta será el leit motiv de todo su estudio sobre la existencia de la crítica estética en la edad ateniense. Estos son los orígenes inmediatos, sin embargo quisiera ir más allá en

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el tiempo y traer a cuento el nombre del joven ateneísta Rubén Valenti (1879-1915), chiapaneco que en 1907 impartió una conferencia titulada “La evolución de la crítica”, en la cual podemos leer algunas intenciones y presentimientos del interés de Reyes por este tema. Además, está Cicerón, quien toma la actitud del crítico imparcial frente a las figuras precedentes y “se queja de que los retóricos no hayan preceptuado sobre la historia”, lo cual ya es tenido por Reyes como una censura crítica diacrónica. Por otra parte, no podemos dejar de notar la influencia del ya mencionado Eurípides y su época, de Gilbert Murray, cuya huella es inocultable en la estructura de la investigación y exposición que nos ocupa, además de que estará presente en algunos de los juicios respecto a ese tragediógrafo.

ATISBOS DE CRÍTICA Es importante enfatizar que la generación del Ateneo, a la cual pertenecía Reyes, padeció una orfandad de crítica literaria, cuya situación cambió para las generaciones posteriores, los Contemporáneos y el mayor beneficiado de este trayecto intelectual: Octavio Paz, lo cual se debió al interés y énfasis en la formación de una crítica por parte de Reyes. Esto lo podemos comprobar al recordar las numerosas aproximaciones que ensayó en su intención de definir lo que debería ser la crítica literaria; una de las principales se encuentra en estas líneas: Pero ¿qué es la crítica? Esta bifurcación entre la literatura y su contraste parece consecuencia de cierta esencial duplicidad del espíritu, al que todo se le representa como un tránsito entre dos extremos, como un trasladarse de un lado a otro.3 De tal suerte que, en un inicio, Reyes tenía la crítica como una bifurcación, un desprendimiento, una duplicidad, de la cual supone capaz al hombre. En seguida, sugiere: “Los sofistas averiguaron que todo tiene su contrario, esto quiere decir que nuestro desprendimiento no sólo se traslada sino que se enfrenta y contrapone”; y agrega para mostrar que hay una salida al conflicto: “El justo medio de Aristóteles adquiere así un sentido dinámico”. Y precisa: “El maniqueísmo es la herejía climática de la mente; y la misma palabra ‘herejía’ comporta la bifurcación. La herejía de la literatura es la crítica”. No conforme con darnos el nombre y el objeto agrega que “Grecia creó el término para transmitirlo a los latinos y de allí al mundo”, como una

“reacción más o menos fundada en nuestras impresiones o en nuestros principios, ante la obra misma”.4 Quizá sea ésta la definición más clara que se ha otorgado a la crítica. Como obra, La crítica en la edad ateniense es una piedra de toque, donde los conceptos adquiridos tendrán que templarse o quebrarse, pues en ésta se exhibe la médula del pensamiento de cada una de las figuras atenienses, se proponen explicaciones, se plantean influencias y contradicciones, se arriesgan juicios, se discrepa sobre los filósofos, y por más inclinada que esté la pendiente a la que aspira, Reyes siempre acierta. Camina sobre las hojas, las aplasta sin importar que éstas tengan nombre, Homero, Hesíodo, Heródoto, Tucídides; recorre el camino del bosque con el único fin de encontrar la crítica; no será problema que deba emplear distintos métodos como la levigación, la mineralogía o el lento pasaje de los granos por la criba. Al empezar el recuento de La crítica en la edad ateniense, Reyes aduce la vigencia que tuvo la crítica en los certámenes públicos, a la cual considera como una muestra aún incipiente, enfatiza que queda en una apreciación superficial, que aún no llama a desarrollar la verdadera construcción crítica. A decir de Reyes, “la poesía alcanza ya un valor autonómico, aun cuando la apreciación todavía se abstenga del juicio y se limite al candoroso disfrute”.5 Incluso, en algún momento, la compara con la crítica impresionista de los cafés o corrillos a los que él concurría en Madrid. Más adelante, Reyes encuentra que en los diaskevastas (recopiladores de los poemas homéricos, La Ilíada y La Odisea, entre otros) ya existen nociones de crítica y textología. De uno u otro modo, debido al rigor alfonsino, los argumentos históricos apuntan hacia una crítica popular que se impone al juicio unilateral de los gobernantes, como sería el altercado con Solón, quien no pudo censurar el teatro;6 al mismo tiempo que la crítica y la corrección autoejecutada ganaba cada vez más espacio debido a la facilidad de volver a presentar la obra después de haber hecho las correcciones señaladas por el jurado. Al respecto, afirma Reyes: Tenemos, pues, en grados teóricamente discernibles: 1º. La estimación de la poesía en el pueblo y en la escuela; 2º. La recopilación más o menos crítica; y 3º. La calificación obtenida en la competencia. Esto sin contar con el indicio que resulta de que algunas obras teatrales se conserven en varias versiones,

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poeta que no el dogma del sacerdote [...] Homero mismo distingue lo que cree de lo que fabrica: habla con respecto de los dioses en cuanto le aparecen como esencias meteóricas y principios de la naturaleza, del todo aceptable para el filósofo [...] Y agrega de manera acertada: “¿Para qué sacrificar la riqueza estética heredada con el lenguaje? Los mismos que discuten la mitología la aceptan como modo de hablar. [...] No sólo se trata aquí de una comodidad poética, sino de una economía constitucional de la mente”.11

lo que indica una corrección, una autocrítica, a veces espontánea, a veces provocada por la derrota en el concurso.7 En suma, Reyes sugiere que en esa “preocupación cívica” de ejercer una crítica incipiente había mucho en común con un intento de asimilar las realidades prácticas; por lo cual, de los géneros épico y dramático, el lírico se aparta, pues encuentra que el de los poetas carece de la sustancia de realidad que es sustituida con su carácter neumático, o de puro aire. En esta conclusión Reyes cree encontrar la semilla de lo que Platón desarrollaría en su República al sugerir que los poetas deben ser desterrados. A medida que transcurren los capítulos, empieza a ser evidente la ausencia de una crítica estética en la edad ateniense, lo cual se hace visible debido al rigor alfonsino. Pues éste goza de una serie de atributos que para su época no estaban en uso y que serían parte de un método de crítica posterior. Uno de estos hallazgos radica en revisar el sentido de tal o cual palabra y tomar en cuenta la distancia que guarda frente a su traducción inmediata. Será por esto que, entre varias de sus propuestas, nos advierte: Distingamos a una parte los creadores de sistemas metafísicos que vinieron a decirse físicos (y así es preferible llamarlos, puesto que la palabra “filosofía” no ha adquirido aún sentido preciso); y a otra, los maestros del razonamiento, algo posteriores, que vinieron a decirse sofistas. Este último término no siempre tuvo el sentido peyorativo que hoy le asignamos. [...] Nunca es cabal el trasiego de aquellas palabras dentro de los moldes modernos: hay que interpretar y no meramente traducir.8 Por eso señala en el prólogo a su traducción de La Ilíada: No leo la lengua de Homero; la descifro apenas. “Aunque entiendo poco griego” —como dice Góngora en su romance— un poco más entiendo de Grecia. No ofrezco un traslado de palabra a palabra, sino de concepto a concepto...9 Con lo cual no quiso decir que no leyera griego, sino que pretendía lograr una traducción crítica: de algún modo anunciaba el “entender es traducir” de George Steiner en Después de Babel.

CRÍTICA ALEGÓRICA Y CRÍTICA RACIONALISTA Otra de sus aportaciones es el deslinde que hace entre dos posturas de la crítica, la alegórica y la racionalista. La primera escudriña el sentido oculto detrás de los textos, y llega a conclusiones de simbología poética; la segunda usa el texto como mero ejemplo de reflexión, como vehículo de un modo de pensar, para obtener de ahí conclusiones filosóficas. Ambas permiten un acercamiento a la

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La versión o traslado de Alfonso Reyes, edición de 1951.

Así, Reyes explica el fenómeno del discurso mitológico surcando el ceñido trecho entre Platón y Aristóteles sin hacer eco a ninguno de los dos:

obra que busca conclusiones, no sólo diferentes sino distintas por completo. Un ejemplo de esto, al pensarlo desde el punto de vista alegórico, sería la Égloga cuarta de Virgilio que nos dispone a pensar, gracias al trabajo de los apologistas cristianos, que en ella estaba la profecía del nacimiento de Cristo; sin embargo, desde la exégesis racionalista, nos permite ver que, al ser publicada en la época posterior al asesinato de Julio César —la cual fue atroz—, en realidad se hacía referencia al pacto recién celebrado entre Marco Antonio y Octaviano. Es un hecho que los dos sistemas críticos no definen una suerte de conciliación y equilibrio, sino que la existencia de uno pone en riesgo la validez del otro. Así que, a partir del filósofo Tales de Mileto, hubo una hostilidad acerba hacia la mitología, aunque sin deslindarse de sus herramientas. “La filosofía griega —añade Reyes— ha podido fundar la ciencia al haber tomado el rumbo del pensamiento secular”. Lo cual trae consigo un cambio en la comprensión de los dioses, pues ... si los viejos filósofos llaman “dioses” a sus sustancias primas y a sus “otros mundos”, la palabra “dios” ha perdido ya su contenido religioso, en el concepto de adoración o de culto. La historia de la mente griega es la propia historia de una crisis, de un tránsito entre dos extremos.10 Lo cual nos recuerda aquello de la crítica como herejía de la literatura, pero que no se aleja del discurso mitológico, y cuyo origen se cuestiona Reyes: [La mitología] no se trata de una mera rutina verbal impuesta por los poetas, no. [...] De todo ello, como explica Jane Ellen Harrison, surge una creación poética más bien dirigida a la fantasía que no a la fe. La mitología es más la invención del

Hablar y pensar en manera de mitología tiene sus ventajas. El mito ofrece una estratificación secular de reflexión y de fantasía. Ahorra escarceos mentales y circunloquios inútiles [...] El mito está empapado en todas las soleras del alma. Con el mito se dice a veces mejor y más pronto lo que se tiene que decir.12 Los rescoldos de esta pugna serán heredados por el teatro, el cual tendrá como repercusión un retroceso de temáticas debido a que se arraiga en la tradición más popular y evade el sentimiento olímpico de los poemas homéricos. Lo cual se debe a una diversidad que aún siente la influencia pelásgica y va “hacia las divinidades antehumanas, pavorosas, desmesuradas y profundamente mezcladas con las cosas cósmicas”.

LA COMEDIA Y LA CRÍTICA En el trayecto histórico, la crítica demora su ascenso y no aparece sino de una manera borrosa en Sócrates y después en Platón (a pesar de que en este caso, como afirma, no podemos saber cuál es la línea que divide las obras respectivas). Reyes hace una escisión muy interesante respecto de los testigos de Sócrates y sus diferentes versiones: Platón, Jenofonte, Aristófanes, Aristóteles, Diógenes Laercio e incluso Esquines, quien corrobora la perspectiva de Platón. Por su parte, según Reyes, la aportación de Sócrates no radica en ser una verdad o una razón sino una permanente búsqueda de ésta: “El objeto de la ciencia moral es, para Sócrates, la determinación de conceptos e ideas generales”.13 Y más adelante señala: El filósofo había dicho: “Esto es la verdad”; el sofista había dicho: “Esto es el bien”. Sócrates dice: “Así

“ES UN HECHO QUE LOS DOS SISTEMAS CRÍTICOS, EL ALEGÓRICO Y EL RACIONALISTA NO DEFINEN UNA SUERTE DE CONCILIACIÓN Y EQUILIBRIO, SINO QUE LA EXISTENCIA DE UNO PONE EN RIESGO LA VALIDEZ DEL OTRO”.

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Alfonso Reyes.

se investigan el bien y la verdad”. La bondad sólo resulta de una voluntad infatigable hacia el bien, lo único que puede enseñarse es el camino, el rumbo, el método de la investigación, el recelo contra la mentira propia o ajena, consciente o inconsciente. No puede darse actitud más pura y más absolutamente crítica. Ella es una extralimitación de la crítica, una verdadera y constante siembra de crisis. […] La cicuta es una venganza contra la mayéutica —concluye nuestro Virgilio mexicano. Finalmente, nos deja claro que vista como un intento de comprensión intelectual, la crítica tiene lugar por primera vez entre la comedia Antigua y la Media (de finales del siglo VI a principios del IV), y su mayor representante es, en palabras de Reyes, “Aristófanes, el sumo letrado y aguerrido polemista”. Para el maestro de Monterrey, la obra del comediógrafo no es sólo un anuncio, sino más aproximado a la crítica, es decir, a un juicio con base en principios o conocimientos, que llegó a ejercer los mejores y más claros atributos de los que goza la crítica moderna: observación detenida del fenómeno, ejecución de un esfuerzo expreso de crear un entendimiento con la obra, persistencia de un diálogo total y un acercamiento que pueda presentar sus principios y la congruencia con sus resultados, sin descuidar “su altiva consigna de censura”;14 es un género costumbrista cuyos personajes son los vecinos.15 La sátira y la caricatura de Aristófanes llevan en sí una carga de la crítica, pues hay una observación detenida y la intención de entablar un diálogo con el objeto de estudio: deleitarse con él. La crítica de este comediógrafo también es un anuncio efectivo de la crítica moderna: “La censura de Aristófanes no es, pues, una ciega acometida, sino una postura literaria, fundada en criterio, experiencia y sensibilidad”. Más adelante, Reyes se aventura y señala sin reservas que en Aristófanes la crítica “es un desenmascaramiento”. Evidentemente, esta postura literaria lo confrontaba con dos renovadores de la época: Sócrates y Eurípides; Aristófanes no aceptaba con facilidad

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“VISTA COMO UN INTENTO DE COMPRENSIÓN INTELECTUAL, LA CRÍTICA TIENE LUGAR POR PRIMERA VEZ ENTRE LA COMEDIA ANTIGUA Y LA MEDIA... SU MAYOR REPRESENTANTE ES ‘ARISTÓFANES, EL SUMO LETRADO Y AGUERRIDO POLEMISTA’.” las alteraciones a la tradición; era un clásico en el sentido que le da Valéry: “Clásico es el escritor que lleva un crítico en sí mismo, y que lo asocia íntimamente a sus trabajos”. El liberalismo de Aristófanes comprendía una restricción, y “todo clasicismo supone un romanticismo anterior”,16 asegura Valéry. Por su parte, Reyes agrega sobre la crítica aristofánica:

Reyes observa en Aristófanes la capacidad de ampliar el registro de la voz poética, y asegura que en el comediógrafo había un ejercicio olvidado con el tiempo: “Hoy hemos perdido la sensación de lo que puede ser un arte a la vez folklórico y erudito”. Sólo me queda traer a cuento una cita donde Reyes enfatiza la importancia de la comedia como crítica y distanciamiento:

El análisis de los efectos artísticos es ajustado y preciso, y no economiza esfuerzos de apreciación valiéndose de automáticas reglas. [...] Así se habla de ideas disolventes, de exaltación de los impulsos aviesos, de escepticismo dañino, de espíritu sofístico envuelto en paradojas que aturden, de inclinación a los secretos de alcoba y a los incestos.

Después de todo, esta risa dolorosa posee también función catártica. Una indiscutible autoridad del pathos moderno, Charles Chaplin, ha dicho, comentando su película El Dictador: “Hay algo saludable en la risa, en reír de las cosas más trágicas, y hasta de la misma muerte. Si nos sentimos incapaces de reírnos de ellas una que otra vez, será porque estamos ya más perdidos de lo que nos figuramos.19

En cuanto al estilo de Eurípides: “o tropezamos con logogrifos, o con vulgaridades de la jerga jurídica más propias del ágora que del teatro, y que ‘llenan el lenguaje poético de tisana y chicana’.” Y respecto a sus recursos: “Eurípides, dice Aristófanes, tiene manía de fabricar cojos y muestra unas aficiones de remendón”.17 Por su parte, sobre la comedia Las nubes, de Aristófanes, Reyes argumenta que, más que el intento de exponer al maestro, a pesar de que usa el nombre “Sócrates”, en realidad ataca al modelo del ocioso pensador que percibe elementos profundísimos en el fenómeno más nimio. De hecho, Reyes sugiere, con un despliegue de su erudición, que los rasgos de ese Sócrates parecen más bien una caricatura de Diógenes Apoloníata. “Esto se explica tal vez porque Aristófanes se refiere aquí al Sócrates de la primer manera, y no al que llega hasta nosotros”.18

NOTAS 1

Alfonso Reyes, La crítica en la edad ateniense, OC, t.

XIII, Ernesto Mejía Sánchez (ed.), México, FCE, 1961.

Alfonso Reyes/Pedro Henríquez Ureña, Correspondencia 1907-1914, José Luis Martínez (ed.), FCE, México, 2004. 3 Ibidem p. 17. 4 Ibidem (§ 4), pp. 17-18. 5 Ibidem, p. 28. 6 Ibidem p. 27. 7 Ibidem. 8 Ibidem, p. 45. 9 Alfonso Reyes, “Prólogo”, en La Ilíada de Homero, OC, t. XIX, p. 91. 10 Op. cit., p. 48. 11 Ibidem, p. 49. 12 Ibidem. 13 Ibidem, p. 96. 14 En mi opinión, “censura” para Reyes es “discernimiento”, “elección”, no “supresión” ni “represión”. 15 Ibidem, p. 114. 16 Paul Valéry, “Situación Baudelaire”, en Oeuvres complètes, Gallimard, París, 1957. 17 Op. cit., p. 150. 18 Op. cit., p. 88. 19 Op. cit., pp.. 327-328. 2

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CARTOGRAFÍA NARRATIVA DE UN PAÍS EN PEDAZOS 11 Dilecto lector: nos acercamos a ti en mitad de esta selva de textos, librerías, editoriales, autoras, editores, narradoras, poetas y libros, para decirte bajito que entendemos que la exuberancia vegetal puede ocultarnos el bosque; pero que nosotros, desde estas páginas, intentamos desbrozar el terreno y señalar el movimiento cuentístico

que late por debajo de la piel de esta tierra letrada, letra.herida y proponemos esta Cartografía narrativa de un país en pedazos donde recogemos voces y texturas con la idea de obtener una muestra de lo que se cuece a lo largo y ancho de este país nuestro. —Edson Lechuga, coordinador

U N AST RO ESTA LL A EN U NA PEQU EÑA PL A Z A Y un pájaro pierde los ojos y cae

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ISAÍ MORENO

U

n astro estalla en una pequeña plaza, teclea en la máquina. Un astro estalla sobre alguien en una pequeña plaza. Alguien: para no citar a nadie en particular y sólo hablar del modo en que se colorea el cielo tras el estallido en la pequeña plaza. Que nadie ose corroborar lo tecleado. No es verificable. Como cuando se dice pequeña plaza sin tener certeza de su perímetro y astro sin conocer el caudal de una estrella fugaz. Nadie puede verificarlo. A veces es posible mecanografiar astro y plaza juntos. La escritora se sabe sentada ante la máquina. Mira emerger oraciones que apenas la satisfacen. Ella ante la máquina, y el astro artificial en la pequeña plaza. Para qué agregar fuego al fuego, hacerlo aparecer en el papel, cuando más arriba refulgen lumbres permanentes. Un tiempo. El espacio. Ella imaginando la situación dentro de la voz. Papel. Plaza. Máquina. Astro. Y el leve rumor de las teclas sobre el rodillo. Apenas concentrada en sí se pregunta si su ánimo permite una afirmación. Tú eres escritora y escribes. Tú estás ante la máquina de noche. Y arriba, (a) fuera, llueven estrellas. Sólo tú debieras oír tu voz pronunciando la palabra estallido. Y saber o ignorar de astros o flores de fuego. Sólo tú puedes forzar la voz en silencio. Ser alguien ante el teclado de la platea, alguien a quien se revela la palabra astro-que-estalla como a otro se le revela el enunciado granada. Granada de fragmentación, teclea la escritora. Oye su voz, u otra voz que obliga a mantener viva la actividad mental en esa noche de estallidos. Flores de fuego o fuegos artificiales, o astros sobre una pequeña plaza con el reloj monumental al fondo, el aroma a pan recién horneado desde este extremo. Algodones de azúcar. La noche arriba. Yo puedo imaginar mis propios pensamientos, teclea. Desliza la palanca de retorno del carro. Imagino mis pensamientos antes y después del estallido. Aún no lo demás. Poco a poco la oscuridad y el silencio se tienden sobre la pequeña plaza. Astros se elevan al cielo. Olor festivo a pólvora por todas partes. Colores de luz. Ella sentada ante sus primeras

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palabras sobre la hoja en torno al rodillo de la máquina. Pausa para sacar el cigarrillo. No encenderlo aún, se dice. Continuar tecleando, teclea. Ella frente a la máquina. ¿Qué ruidos se suman a los de la pequeña plaza de noche? Bullicio. Clamores. Aplausos. Ella ante la máquina. Libros sobre la tabla empotrada en la parte superior. Un cuadro de Baudelaire a su izquierda. El cigarro aún apagado en su mano. Qué bendición el silencio para forzarse a oír su voz pronunciando una palabra reciente. Sobre el papel, emanado de la cinta bicolor, el negro en uso, es posible la aparición de una nueva palabra. Pájaro. Ave dormida. En silencio sigue mecanografiando. Hay oscuridad sobre la pequeña plaza. Astros despidiendo luz. Un ave dormida, o quizá despierta, encaramada en el nido dentro de un hueco del reloj monumental en la pequeña plaza. La voz de la escritora, forzada a hablar en silencio, casi despide luz. Luz que ilumina la plaza pequeña en sus pensamientos. Hasta que ella misma se obliga a ver en la imaginación. Una trayectoria ajena surcando la oscuridad. Aún no es luz invasora. Luego, es pura claridad. Como la de un sol. El gran sol final. ¿Cuál oscuridad es preferible? ¿La de antes, la posterior al estallido?, teclea en la máquina. Hay que acomodar la postura ante la máquina de escribir. Dejar al lado el cigarro sin prender. Quedarse así por un momento. Imaginar más de cerca. ¿Qué clase de imaginación sobrevive a la razón? Escribe un-astro-va-a-estallar como se escribe la palabra granada. Un astro entre todos los astros artificiales. Entre la pólvora de fiesta. Luz a chorros. Ponche de mano en mano. Buñuelos. Celebración de Año Nuevo. Ésa es otra luz. Ése, otro astro. Una especie aparte entre los astros que pueden florecer en chorros de luz sobre una pequeña plaza. El pájaro ha saltado de su nido al percibir el objeto tirado al aire. Alguien corre tras lanzarlo. La escritora permanece ante la máquina con los ojos cerrados, a punto de entregarse a ese manto de luz. Su mente silenciosa invoca la gente en

ISAÍ MORENO (Ciudad de México, 1967) ha publicado las novelas Pisot. Los dígitos violentos (2000), Adicción (2004) y El suicidio de una mariposa (2012). Es colaborador de revistas literarias y suplementos culturales.

la pequeña plaza. El ave arriba. El tic tac del reloj monumental. La pequeña multitud reunida en el conteo final del año que termina. Cuenta regresiva. El objeto próximo a ser sol cayendo a los adoquines. Teclea. Desliza la palanca de retorno del carro. Siete. Seis. Cinco. Tic tac. Cierra los ojos la escritora para no ser cegada por la luz. Se obliga a abrirlos. Hay que ver, teclea. Ver. Ver. Cuatro. Tres... Sólo ella escucha el silencio y esa luz irisada. Oye, como ha oído su voz. Clamor. Azoro de gente en la pequeña plaza. Gritos de los que corren. Otros se atropellan. Quienes no avanzarán más, yacen desgarrados sobre los adoquines del suelo de la pequeña plaza. Escucho y no quiero ver, teclea. Pero debo ver la penumbra sin límites que sigue a la luz sin límites, al instante violento de la luz. Entonces duda. No todas las oraciones me están dejando satisfecha, se dice. Un astro. Un estallido en una pequeña plaza. Un pájaro. Eso debe permanecer. Sus manos descansan sobre la cabeza. Respira con los ojos cerrados, fijos en el instante de luz como el del sol en su original estallido. Escucha el tumulto y el pánico. Ver. La luz que asciende desde el suelo, décimas antes del sonido estruendoso. El ave vuela asustada. El pájaro vuela. Ver lo que nadie más vio. El estallido. Los ojos del pájaro viendo el estallido en una pequeña plaza. El pájaro sin ojos. Ay, el pájaro cayendo. Retira de la máquina el mecanuscrito y lo desecha. Un astro estalla en una pequeña plaza, teclea en otra hoja. Un pájaro pierde los ojos, teclea. Un pájaro cae. La escritora frente a la máquina de escribir. Arranca el papel asaltada por un desasosiego. Puntos no. Mejor conjunciones. Consumar una sola y afligida oración. Encender el cigarro ya. Aspirar un par de veces... Desliza en el rodillo del artefacto la hoja final, manchada en el centro por un cúmulo inadvertido de ceniza. NOTA 1

Verso de Blanca Varela.

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10 LA N OTA NEGRA

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Por

FRANCISCO HINOJOSA

NUESTR AS TR ADICIONES MÁS TR ADICIONALES

@panchohinojosah

H

oy se celebra el llamado Día de Reyes y se parte la rosca del mismo nombre (que es un pan seco, con frutas ídem que la adornan, en forma de plaza de toros o de hipódromo y cuyas entrañas albergan uno o varios muñequitos de plástico que representan a un “niño dios”, que en su momento visitaron Melchor, Gaspar y Baltasar en Nazaret, y que le llevaron de regalo oro, incienso y mirra, y nada de comida: en eso se hicieron rosca). Se empiezan a vender y a consumir a partir del 3 de noviembre, fecha en la que deja de producirse el pan de muertos, que se encuentra en las panaderías poco después del grito de la Independencia, celebración nacional que no tiene un pan que la represente, hasta ahora, y que bien podría tener la forma de un ángel, una campana o una bandera. Cuestión de que los panaderos se pongan de acuerdo para inventar nuevas tradiciones. La ceremonia de la rosca contiene un castigo o un premio, como se le quiera ver: quien parta su trozo y tenga la gracia o desgracia de que ese niño de plástico le toque en suerte estar en su rebanada deberá invitar a los demás a comer tamales el día dos de febrero, fecha en la que se celebra a la virgen de la Candelaria, que nada

La Canción # 6

OTRA GRAN CELEBRACIÓN EN TLACOTALPAN, VERACRUZ, DURA DE LAS TRES DE LA TARDE DEL 31 DE ENERO A LAS ÚLTIMAS HORAS DEL 9 DE FEBRERO.

tiene que ver con los reyes de Oriente ni con los tamales y que según Wikipedia tiene raíces prehispánicas (¿te cae?). Como bien lo diría Woody Allen: “No solamente Dios no existe, sino que consíguete un tamal el dos de febrero si no lo hiciste con tus propias manos o lo encargaste con anticipación”. Viene ahora al cuento la cuestión llamada tamal. Los hay de todo tipo: desde los que se anuncian en las calles de la capital como “los ricos tamales oaxaqueños”, que son una masa de maíz con cinco o seis hebritas de pollo y un poco de salsa, hasta algunos más sofisticados de huitlacoche o ratatouille u otros metidos en una telera. Esa misma virgen de la Candelaria da pie a otra gran celebración en Tlacotalpan, Veracruz, y dura de las tres de la tarde del 31 de enero a las últimas horas del 9 de febrero, y en vez de festejarla con panes o tamales se hace con arroz a la tumbada, harto alcohol y música de jaranas. El siguiente día obsequioso del calendario es el 14 de febrero, día de San Valentín o día del amor y la amistad, aunque en otras partes del mundo se lleva a cabo en distintas fechas (en Colombia cambió a septiembre porque era un mes flojo para los comerciantes; mismo motivo por lo que en México se estableció el 16 de

marzo como día de los compadres, negocio que no prosperó). Ni panaderos ni tamaleros, ese día quienes hacen su agosto son los floristas, chocolateros, restauranteros, globeros y otros —eros y hasta Eros. El intercambio de regalos incluso puede darse en parejas que no sólo no se aman sino que se detestan y por lo general tienen forma de corazón. Entre el último día de abril y el tercer domingo de junio se festeja a casi toda la humanidad que reside en nuestro país con los días del niño, el albañil, los trabajadores, la madre, el maestro, el estudiante, el contador público, los marinos y el padre. En la mayoría de los casos, regalos van, regalos vienen, y en términos de macroeconomía se reactiva el mercado y muchos empresarios hacen sus días gracias a los días. Les falta un poco de imaginación para llenar aún más sus arcas con billetes: ¿por qué no inventarse un día del patrón en el que todos sus empleados correspondan sus gentilezas con un presente? Mi padre laboró en una secretaría de Estado: su jefe, el ministro, debía recibir íntegro el primer mes de salario y cada que era su cumpleaños requería un regalo especial de todos sus allegados. Era su autodía. C

Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

Tower Records: All Things Must Pass EN 1984 llegué a vivir un año a Los Ángeles. El día que arribé con mis primos pedaleamos en las bicicletas hasta un supermercado de discos. Era el Tower Records de Anaheim que encendía sus luces al atardecer. Atravesar sus puertas de neón era entrar a un sueño musical donde el tiempo giraba a 33 rpm. Está al aire en Netflix All Things Must Pass de Colin Hanks, el documental sobre la empresa de música que en 1999 vendió mil millones de dólares pero siete años después desapareció. Una historia americana como el rock que se remonta a 1941, cuando Clayton Solomon empezó a vender discos usados en la farmacia Tower de Sacramento. Su hijo Russ abrió el Tower Records Mart en 1961 con una idea: la importancia de la música cuando se es joven. Se dio cuenta de que los chavos se reunían ahí por los discos de 45 y la música que cohesionaba sus vidas. El crecimiento de Tower fue vertiginoso, de la mano con el boom de la industria discográfica, engordaron igual. En 1968 abrieron

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“la tienda de discos más grande del mundo” en San Francisco, con todos los géneros y estilos, y una librería. El personal entraba como cajero y se inventaba alguna actividad, el único requisito laboral era ser apasionado de la música. De negocio familiar pasó a ser un experimento empresarial. La visión y la acción eran de Russ Solomon, la administración corrió a cargo de Bud Martin, gracias a esta dupla el experimento fue posible. En 1970 construyeron “la tienda de discos más grande del universo” en el Sunset Boulevard de Los Ángeles, la favorita de las estrellas del rock para surtirse. Desde entonces procuraban que cada tienda fuera la “más grande”, la de Nueva York tenía cuatro pisos y la de Sapporo era un edificio de ocho. En los noventa, Tower Records latía en el corazón de la industria del entretenimiento, publicaba la revista musical Pulse! y fue esencial en la introducción del CD al mercado. Entonces contaba con 192 mega tiendas en el mundo. En la Ciudad de México se abrie-

ron las sucursales de Zona Rosa, Altavista y Mundo E con material nacional e importado y la edición en español de Pulse! Poco después de que Bud Martin abandonara la empresa por padecer leucemia, el MP3 y Napster abrieron las compuertas de la música en formato digital. Los jóvenes ya no tenían que ir a comprar un disco, “era como tener Coca Cola gratis en el grifo de tu casa”, según David Geffen. Entonces abrieron Tower On Line para ver qué rebanada del pastel obtenían. Pero Solomon enfermó del corazón. Y cómo no, si de 1960 a 2000 sólo tuvieron ganancias y de pronto, endeudados, tenían que cerrar las tiendas de Japón. El nuevo rumbo impuesto por los bancos recortó todo y en 2004 liquidaron a las cabezas y a la familia entera. Tower Sacramento cerró en 2006. Pero los japoneses, haciendo honor al eslogan acuñado allá, No Music, No Life, compraron la marca y reabrieron ochenta y cinco tiendas. Aún conservo los vinilos de Blue Oyster Cult, Motorhead, Y&T, Van Halen... un documental que toca el corazón.

“LA TIENDA DE DISCOS MÁS GRANDE DEL MUNDO” .

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TA N G O D E A M O R N O C O R R E S P O N D I D O

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication EN UNA ENTRADA de su blog, el difunto Gustavo Escanlar escribió lo siguiente: Quiso venirse a vivir al Uruguay, a Rocha, con su gente linda y sus playas de arenas cálidas y aguas límpidas y azules. Quiso quedarse a vivir en La Paloma. Quiso desintoxicarse del stress y de la contaminación mental de Buenos Aires. Quiso vivir en paz, en armonía con la naturaleza, con esa gente linda y tan sencilla de la tierra charrúa. Quiso vivir seguro, y para estar seguro, ya se sabe, como Uruguay no hay. Quiso estar cerca de Maitena, que hace unos años se instaló en La Pedrera. Se lo dijo a la prensa: quiero quedarme acá, acá me siento bien, acá me inspiro para componer mejor. Pasó un día. Pasaron dos. Y tres. Miró los atardeceres y tuvo ganas de aplaudir. Y aplaudió. En su nuevo universo ya no tenía necesidad de reprimir ningún deseo. Aplaudió sin vergüenza, sin miedos, al sol que se escondía de a poco para él. Reflexionó: ver esto vale más que cualquiera de mis pobres canciones. Dijo en voz alta, casi gritando: ¡Esto es arte, carajo! Cuando llegó a su rancho, a su hogar natural y naturista, se sorprendió: alguien se había llevado todo lo que tenía. Amigos de lo ajeno lo habían visitado mientras él se extasiaba con la puesta de sol. Y pensó: estos uruguayos... son todos unos ladrones... del primero al último. Hizo la denuncia en la comisaría. Los policías lo reconocieron. Era el pelado, el de Bersuit.

MAIRAL REVELA TODOS SUS TRUCOS, MUESTRA TODAS SUS CARTAS, Y SIN EMBARGO CONTINÚAS HASTA EL FINAL PORQUE TE MANTIENE HIPNOTIZADO.

Fue en lo primero que pensé cuando terminé La Uruguaya de Pedro Mairal. Sobre

El sino del escorpión

esta visión romántica en un principio y después descorazonadora de Uruguay se edifica esta novela. Un escritor argentino, para evadir los altos impuestos que le cobra su patria, viaja al país vecino para cobrar 15 mil dólares de adelanto por un par de libros. Su plan consiste en pasar menos de doce horas en Montevideo. Además de retirar la plata en el banco, se cita con una mujer con la que había tenido un romance fugaz en una visita anterior. ¿Qué podría pasar mal? Montevideo es un Buenos Aires antiguo, razona el protagonista. Pero ese sentimiento de nostalgia y cariño se va transformando a medida, como al Pelado Cordera, cuando al personaje principal Uruguay le administra una lección. Esta relación idealista y problemática es la base de esta trama. Pero esto es más que una historia de una traición. Conforme el romance entre la pareja se desgrana, observamos la crueldad de los tiempos que corren. Desde fuera Uruguay es el paraíso donde se legalizó la mariguana, pero desde dentro se ve la dureza de este territorio. Contada como una larguísima carta o un e-mail, no se especifica, el escritor ya separado le confiesa a su esposa cómo La Uruguaya, aliada con el novio, le roba los dólares. Lo segundo en lo que pensé fue en Trainspotting 2. El argumento es casi el mismo. Un par de amigos son traicionados por una prostituta que les birla el dinero. Pero fuera de este pequeño pecado, la novela de Mairal es perfecta. Hay dentro de sus páginas un tono demoledor. Durante

las primeras páginas uno avanza a tientas, no se sabe bien por qué clase de terreno, pero una vez que llegas al final del primer capítulo caes en la trampa de Mairal y ya no puedes escapar hasta terminar el libro. Y aunque la novela es demasiado cristalina en su sencillez, Mairal corre todos los riesgos del mundo y de todos sale bien librado. Revela todos sus trucos, muestra todas sus cartas, y sin embargo continúas hasta el final porque te mantiene hipnotizado por el tono. La estructura no tiene una sola fisura, no le sobra ni le falta una palabra, un acto, un hecho, pero es la voz de Mairal la que no puedes dejar de escuchar, la que te mantiene aferrado a la novela. Lo tercero en lo que pensé fue en Wonder Boys de Michael Chabon. Ignoro si Mairal ha leído este libro. Pero tiene muchas coincidencias con el suyo. Es la historia de un escritor que navega con una novela que no puede concluir, la cual al final pierde y entonces comienza a contar otra sobre cómo extravió la anterior. Que es lo que ocurre en La Uruguaya, el personaje narra el robo y su vida posterior. Algunas partes recuerdan a La vaga ambición de Antonio Ortuño, en cuanto a cómo se ve el escritor a sí mismo. En este plano Mairal y Ortuño están conectados. Las observaciones sobre el oficio de la literatura están aquí enunciadas no sin cierto patetismo pero sin llegar a la sensiblería. Es verse al espejo y aceptar lo que el reflejo te devuelve sin gimoteos. La Uruguaya es literatura de la mejor. Un libro inolvidable. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

El escorpión influencer ENTRADO el 2018, el alacrán observa desde las vigas del techo el agitado movimiento político electoral desatado en redes sociales por las precampañas electorales. Ahí están los influencers, personajes con miles de seguidores en facebook, twitter, instagram y demás redes sociales, dispuestos a subastarse al mejor postor para promover a tal o cual candidato. Hasta un influencer juvenil, promotor de los productos Disney entre los infantes, ya se ha ganado sus bonos por apoyar al precandidato priista, le informan al rastrero. El arácnido recuerda el caso de los comentaristas de televisión a quienes el Partido Verde pagó jugosas sumas de dinero por promover su agenda en twitter. De entre ellos, destaca el conocido como Facundo, quien dio a conocer cómo los representantes del Verde lo presionaron y le ofrecieron dos millones de pesos por “tuitear dos cosas” en las campañas de 2015: “Me hablaban

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y me decían: ‘¿Cuánto quieres por tres tuits?’. Y yo les decía, ‘no quiero nada’.” El asunto se complica ante la casi inexistente regulación en la materia para internet, según lee el escorpión en el artículo Elección 2018: la política en spots o en Internet, de Francisco Zorrilla (www.nexos.com). Pero no se piense en el venenoso como otro de los detractores de las redes sociales o como uno más de quienes exigen acallarlas por haberles quitado el monopolio de la voz a los poderosos. Al contrario, el alacrán coincide con lo estipulado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial: “Internet posibilita un ejercicio cada vez más democrático, abierto, plural y expansivo de la libertad de expresión y, por ello, cualquier medida que pueda impactarlo, debe estar orientada a salvaguardar la libre interacción entre los usuarios, como parte de su derecho humano a la libertad de expresión”.

Entonces, ¿cómo evitar o al menos detectar no sólo los “bots” y “trolls” creados con la intención de dañar a tal o cual candidato, partido o movimiento, sino también la venta de cuentas de twitter por parte de estos influencers al mejor postor político? ¿Es legal pagar a los influencers con fines políticos, tal como lo es para anunciar cualquier otro producto? Aquí algunos datos para la reflexión sobre los pagos hechos, por cada tuit promocional, a diversas celebridades o influencers: Kim Kardashian: nueve mil dólares; Mike Tyson: tres mil 250 dólares; Lindsay Lohan: dos mil 353 dólares; Daddy Yankee: mil 950 dólares; Jaime Camil: mil 300 dólares; Pepe Aguilar: 780 dólares; Carlos Salcido: 120 dólares; Lionel Messi: 159 dólares; Javier Maza Rodríguez: 90 dólares. Ante lo evidente, el escorpión recuerda a los interesados que ya rebasó los mil seguidores en twitter. C

¿ES LEGAL PAGAR A LOS INFLUENCERS CON FINES POLÍTICOS, TAL COMO LO ES PARA ANUNCIAR CUALQUIER OTRO PRODUCTO?

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LOS PROFETAS DE LA CRUZADA ANTICIENTÍFICA REDES NEURALES

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n su libro La Alta Edad Media, Isaac Asimov narra los problemas de la alfabetización en tiempos de Carlomagno: “Limitada la alfabetización a los sacerdotes, para distinguir un clérigo de un impostor bastaba abrir una Biblia y decir: ¡lee!”. En los siglos VIII y IX, incluso las clases aristocráticas ignoraban la aritmética elemental, lo cual dificultaba la administración financiera, y el analfabetismo era la norma. Carlomagno trajo maestros de Italia y de Inglaterra para generar el modesto Renacimiento Carolingio. El emperador fue tan entusiasta que quiso asistir él mismo a las clases, aunque lo hizo con el falso nombre de David. Según su biógrafo (Eginardo), Carlomagno aprendió a leer y “el arte de contar mediante números”, pero no logró escribir. Dice Asimov que “se llevaba consigo a la cama sus tablillas, con los modelos de escritura, y los cuadernos para copiar esa escritura. Los ponía bajo su almohada, y al despertar trataba laboriosamente de escribir las letras. Pero era difícil para sus grandes manos de guerrero.” El día de hoy, entre la efervescencia de las redes sociales, leemos que el presidente del imperio más poderoso del siglo XXI lanza mensajes contra las vacunas, a través de twitter, porque a su juicio “provocan autismo”. El rumor que vincula a las vacunas con el autismo se basó en un artículo del doctor inglés Andrew Wakefield, publicado en la revista Lancet, y retirado al demostrarse que fue parte de un fraude orquestado por motivos económicos. Pero las tasas de enfermedades prevenibles como el sarampión han aumentado en países del Primer Mundo. Observamos con fascinación y horror la organización en pleno 2017 de la Conferencia Internacional de la Tierra Plana, en Carolina del Norte. Entre los defensores de la Tierra Plana hay personalidades célebres como un jugador de cricket inglés, un jugador de baloncesto profesional y un cantante de rap, quienes ofrecen como pruebas que han subido en un helicóptero, o que condujeron un auto por toda la Unión Americana y “no vieron que la Tierra sea redonda”. Estas celebridades usan recursos tecnológicos sofisticados (autos deportivos, helicópteros, computadoras) para comunicar ideas medievales, como los grupos creacionistas que difunden por internet mensajes contra la teoría de la evolución. Carl Sagan advirtió que el desarrollo tecnológico de las sociedades no supone la mínima educación acerca de la ciencia que hace posible los avances en materia de tecnología. Se requiere un esfuerzo explícito para hacer frente a las toneladas de activismo anti-ciencia que aparecen con formas exuberantes, apoyadas por teorías de conspiración. Muchos ciudadanos expresan así su desconfianza hacia los grupos de poder. En esta coyuntura aparece el concepto de la “posverdad”. Las noticias falsas son compartidas en internet sin que la mayoría de

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Por

JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ

los usuarios discriminen entre las fuentes de información. Un flanco interesante para esta discusión está constituido por el “relativismo anticientífico culto”, una forma de teoría crítica que sostiene un loable afán de denunciar abusos en el negocio de la salud, y de algunas alianzas codiciosas entre la ciencia, el capital privado y el poder político, pero que parece incapaz de distinguir entre los hechos científicos y el mal uso que puede darse a la ciencia y la tecnología. En parte, esto se basa en lecturas anacrónicas de la sentencia de Nietzsche, según la cual “no existen los hechos, sólo las interpretaciones.” En un coloquio sobre epistemología neurocientífica, organizado por una prestigiada organización orientada a la teoría crítica, presenté el caso de una mujer con graves alteraciones de la función mental debidas a un gigantesco tumor cerebral. En el público, algunos filósofos formados como psicoanalistas lacanianos aseguraron que el caso era una “ficción neuropsiquiátrica”: un ejemplo de la manera en que los médicos “cosificamos la subjetividad y el sufrimiento humano”. La ironía es que este tumor no sólo es mortal, sino que también es tratable. La mujer en cuestión fue operada en el Instituto de Neurología y tuvo una curación completa. El tumor no es una simple “construcción social de la ideología médica”: este objeto puede tener múltiples interpretaciones, algunas más útiles que otras, pero existe: tiene masa, volumen, y una vez extraído es visible y palpable para cualquiera, incluso para un niño desde la más tierna infancia. Ahora leo un documento interesante sobre un asilo en Ecuador, para personas con la enfermedad conocida popularmente como lepra (llamada “enfermedad de Hansen” en el ambiente médico). La autora, socióloga y antropóloga con posgrados en Inglaterra y Bélgica, denuncia la segregación social de estos enfermos, que a su juicio resulta de una arquitectura “impuesta desde el Estado, la ciencia y la religión: trilogía que no es mera coincidencia.” Aunque en toda sociedad de conocimiento es saludable mantener una actitud escéptica, y aunque las “hermenéuticas de la sospecha” enriquecen la discusión cultural frente a la religión, las ideologías políticas, y ante la organización institucional de la ciencia, me parece un exceso afirmar que la segregación de los enfermos se debe a la ciencia. La biomedicina no sólo ha descubierto la causa de la mal llamada lepra, sino también un tratamiento antimicrobiano efectivo para curar a los enfermos. A mi juicio, la mejor manera de combatir la segregación (aunque no la única) consiste en curar la enfermedad. El discurso sociológico de la autora es necesario, pero sería mejor si estableciera un diálogo con el conocimiento científico.

AL HABLAR DE LA CRUZADA ANTICIENTÍFICA TAMBIÉN DEBEMOS ANALIZAR EL CASO DE LOS APÓSTOLES DEL CIENTIFICISMO FANÁTICO, QUIENES CONVIERTEN A LA CIENCIA EN UNA ESPECIE DE RELIGIÓN ATEA, PERO INTOLERANTE Y DOGMÁTICA. ”

Una lección mal aprendida por pensadores que se encuentran afuera, pero también adentro de la ciencia, es la necesidad de un diálogo entre las ciencias naturales, las ciencias sociales, las humanidades y las artes. Y por eso, al hablar de la cruzada anticientífica también debemos analizar el caso de los apóstoles del cientificismo fanático, quienes convierten a la ciencia en una especie de religión atea, pero intolerante y dogmática. Hace poco discutía un libro de Roger Bartra (titulado Antropología del cerebro) con un escritor de ciencia ficción. Las décadas que he dedicado a la medicina, la investigación en neurociencias y la enseñanza de las ciencias médicas, me permiten decir que se trata de un ensayo que hace una lectura detallada y erudita de las neurociencias, en donde Bartra propone una fascinante hipótesis sobre el surgimiento de la conciencia, como resultado de una interacción entre las redes neurales de nuestro cerebro y las redes simbólicas de la cultura. Mi interlocutor, quien no tiene formación científica, pero que se considera un “desenmascarador de fraudes”, me reprendió por no condenar el ensayo de Bartra, pues lo considera un ejemplo de pseudociencia (aunque reconoció no haber leído el libro, ni otros textos clásicos sobre el tema de la conciencia). Esta actitud revela una característica del fanatismo cientificista: la incapacidad para distinguir entre las humanidades, las artes, y la pseudociencia. Otros críticos cientificistas deploran la narrativa fantástica porque “no se basa en hechos científicos”. En lo personal, celebro la disposición de pensadores como Bartra, que se acercan a la neurociencia para establecer un debate fecundo. En el mismo sentido, leo con interés y goce estético la obra de José Gordon, El inconcebible universo (Sexto Piso, 2017), donde los motivos científicos son el punto de partida para realizar ejercicios de creación literaria estimulantes, capaces de mostrar los múltiples puentes conceptuales entre la creación artística y el pensamiento de las ciencias naturales. El fanatismo cientificista, incapaz de discriminar entre la pseudociencia y los ensayos que se mueven en el plano heurístico, como en el caso de Bartra, o en el registro imaginativo, como sucede en la narrativa fantástica, significa un pobre beneficio para la cultura científica, ya que pugna por convertirla en una secta tan intolerante como las sectas religiosas. Hay un fondo de ironía al desear que este año nuevo nos regale la actitud entusiasta y humilde frente al conocimiento de un personaje medieval como lo fue Carlomagno, quien anhelaba aprender a leer, escribir, y a recuperar el amor por el conocimiento en aquel distante renacimiento carolingio.

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