FR ANCISCO HINOJOSA
TODOS SOMOS SOSPECHOSOS
CARLOS VEL ÁZQUEZ EL CRONISTA EN MÍ
ESGRIMA
LUIS SCAFATI
El Cultural N Ú M . 7
S Á B A D O
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
JOSÉ JUAN TABLADA A 70 AÑOS DE SU MUERTE
ENSAYOS Y DOCUMENTOS RECOBRADOS Antonio Saborit Martín Camps
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El Cultural SÁBADO 01.08.2015
JOSÉ J UA N TA BL A DA (18 7 1-19 4 5) ANTONIO SABORIT
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u perfil numismático, como lo fijó el historiador Carlos Pereyra, propio de un César de Suetonio, llegó a ser tan inconfundible como los múltiples disfraces que impuso a su uno sesenta de estatura. Era un tipo con alma de folletín en el cuerpo de una caricatura de Miguel Covarrubias. Trasnochado y madrugador como el repartidor de hielo de su infancia, exótico por las amplias lecturas que lo llevaron a estudiar las más de las civilizaciones, impulsor y editor de publicaciones literarias, como Revista Moderna, cosmopolita por los idiomas que se propuso conocer, miembro de grado en las séances más restringidas —aún en las inéditas o en aquellas en las que no supo que contaban con él—, tutor más que maestro, esteta en las salas del museo y hombre de letras aquí y en todas partes. La fortuna fue su favorita por un día, con lo que le alcanzó para hacerse de un buen terreno en las afueras de la ciudad de México, en las inmediaciones de un ruinoso convento de Churubusco, y levantar casa propia, con huerta, estanque y jardín japonés. Hoy el alto saúz de ese predio sobrevive en uno de sus poemas. Ahí montó su biblioteca surtida y exquisita y sin duda imaginó que desde su interior escribiría sobre lo que le pidiera su desempeño como publicista o miembro del Congreso, o que entre sus selectos títulos abordaría los temas que en verdad lo sedujeran. Su enorme intuición lo ató para siempre a la mesa revuelta del autodidacta. El gusto y las demandas del tiempo lo familiarizaron con todos los acentos, ritmos y metros poéticos, lo que además de volverlo un humorista despiadado
le granjeó un lugar en la nómina de honor del llamado modernismo literario. El pánico lo sacó una noche de su casa y se embarcó hacia el destierro en Estados Unidos, donde reorganizó su existencia en dos tiempos bien diferenciados: el de su vida memorable y doméstica entre 1871 y 1914, y el de su vida en el eterno presente de la hora de los banquetes y las vanguardias. Aquí abandonó el manuscrito de una novela sobre la nao de China que trabajó a partir de una minuciosa pesquisa en el Archivo General de la Nación, mas no sólo eso. Dejó amores y amigos, un ethos que la fiesta de las balas y las proclamas se encargó de hacer añicos lenta, muy lentamente. Allá se ocupó de aprovechar la sabiduría de otros despistados más jóvenes que él, así como de dar sentido a la historia del arte mexicano y verbalizar la emoción estética encerrada en los trazos de José Clemente Orozco. La alquimia de su inteligencia ocurrente y curiosa transformó el japonismo de escaparate parisino en Un día... Poemas sintéticos y Li-Po y otros poemas. Como nadie lloró la muerte de Ramón López Velarde. Y a su pesar le crecieron unas grandes ojeras teosóficas, o así lo vio un poeta guatemalteco recién salido de las tumultuosa vida de Montparnasse y acabado de llegar a sus treinta. Hay kodaks que lo muestran ya de viejo con saco y pantalones de lino, como un dictador tropical de paseo en la ciudad de la eterna primavera, pero ninguna de ellas devuelve el enorme vacío a su alrededor, pues entrado en años la inmensa mayoría ignoraba que era el primer literato en verdad moderno y apenas unos cuantos sabían que en sus cincuenta lo llamaron el mayor poeta joven de México.
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A LA SOMBR A DE LAS PIR ÁMIDES José Juan Tablada Presentamos un texto recobrado de José Juan Tablada que tal vez no aparece en su vasta bibliografía debido a que se publicó en la Revista Mexicana, editada por Nemesio García Naranjo en San Antonio, Texas, durante la segunda década del siglo xx. Tablada muestra la opulencia de su lenguaje y su intenso sentido visual, en tránsito del modernismo a la vanguardia.
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esde el patio de la hacienda donde una vaca invisible muge al crepúsculo, sintetizando en su grave queja toda la melancolía del campo vespertino, veo a lo lejos el gigante perfil de las pirámides de Teotihuacán. Para los viajeros que llegan a la capital de la República o salen de ella, es familiar el aspecto imponente y fugitivo de las dos pirámides que erigen sus perfiles indecisos y su enorme masa gris, apenas manchada de verde, a unos cuantos kilómetros de México, sobre el camino a Veracruz. Aquellas enormes estructuras que se igualan con los cerros circunvecinos, atraen siempre las miradas y en la mente de los viajeros del raudo tren, dejan vaga y misteriosa sugestión de ensueño. Los pasmosos monumentos dormían su sueño milenario bajo mortajas de tierra en cuya gris monocromía brotaba el nopal austero erigiendo sus discos legendarios en la heráldica nacional. Eran vestigios de una edad remota y misteriosa, de un pueblo enigmático y lejano cuyas cenizas se dispersaron hace siglos en la atmósfera doliente del triste valle y se integraron al luto inconsolable de su tierra árida y gris. Las pirámides, como un testimonio del pasado, hablaban entonces con una voz que quizá por venir de mundos tan extraños y distantes, era débil e indistinta. Como fantasmas de épocas consumadas, de imperios hundidos en el caos de los siglos, las dinastías eclipsadas sin recuerdo ni memoria, hablaban con balbuceo tan indistinto como era profunda la tumba insondable de donde surgía aquella voz espectral. La escuchamos y nos pareció oírla. A veces, ante su secreto que comenzaba a sernos revelado, nos frotábamos los ojos como si temiéramos ser víctimas de una alucinación destilada sutilmente en el alma por los filtros del sueño. Y sin embargo, aquellos gigantes nos apostrofaban con obstinada voz plañidera desde su hondo y vertiginoso mausoleo. Pero ¿cómo creerlos? Los sellaban todos los sigilos del arcano y del misterio. Su rostro formidable era entonces tan informe y tan gris como la tierra misma y cuando algún heraldo del misterio las señalaba como el corazón petrificado de un pueblo, que cesó para siempre de latir, el escéptico sonreía y denigraba a las portentosas fábricas humanas, creyéndolas cerros de formación natural. Eran sin embargo momias de pueblos esos gigantes cuya palidez mortal era la palidez de la tierra. Momias eran,
Ilustración de Popular Science Monthly.
no apretadas entre bandeletas, llenas de bálsamos y de oro, no yacentes en ataúdes de sicomoro y sarcófagos de lazulita como las momias faraónicas. No tuvieron más piedades que las del nopal, afianzado heroicamente en sus taludes y la del agave que al tiempo de florecer erige un suntuoso lampadario fúnebre, ni más flores que las de las cactáceas que más parecen gotas imborrables de sangre perpetuadora de una inmensa catástrofe y de una pavorosa devastación. Por oro soberbio y sin igual, tuvieron el que el sol vuelca a torrentes sobre las cumbres enhiestas y por lágrimas el copioso llanto de las lluvias, de la buena Chalchiuhtlicue, que año por año va a llorar el eterno duelo inconsolable y que por vaso lacrimatorio tiene todo el valle cóncavo y piadoso. Ehécatl, el dios del viento, hace miles de años que con angustioso y funerario diapasón entona un treno formidable, una elegía perenne que no acaba, que no acabará jamás. Y Meztli, la Luna, balancea en la bóveda celeste su incensario de tecali, vierte en la aridez dolorosa su ofrenda de azules chalchihuites y encumbra nubes que parecen los vahos amorosos y opalinos de un turíbulo de copal... Lentamente, pues tales grandezas no se revelan de una vez, las pirámides, al golpe de la piqueta arqueológica nos entregaron su secreto. Con él se reveló el alma tolteca, el evangelio azul y sereno de la sabiduría de Quetzalcótal que tal vez antes de Cristo predicó la dulzura y el amor cristianos. Pero aquellos hombres admirables, chinos, japoneses o hindúes, sacerdotes de Buda, no pudieron vivir entre la barbarie azteca y se fueron, del
macabro y sangriento Anáhuac, dejándolo cubierto de flores de arte y de leyenda que entre esos charcos de sangre y sobre esos montones de huesos. Después vinieron las crueles y espantosas flores aztecas. Ellos, los toltecas, los sabios, se fueron bruscamente de la vida, prefiriendo la muerte a lo que iba a sobrevenir. Quetzalcótal el patriarca llegó en su éxodo hasta el mar, se perdió en él como si su propia grandeza se dilatara en la grandeza del Océano. Los toltecas divinos se hundieron en otro mar más dilatado, más aciago, más profundo que el pequeño mar de la tierra. Llega la noche; en un extremo del patio de la hacienda comienza a chisporrotear una fogata. Sobre mi cabeza, por el cielo umbrío pasa graznando una lechuza. Con su idéntica voz de hace mil años, el ave de las sombras es el mismo “tlacatecolotl” que en épocas sin memoria ni recuerdo, cantó siniestramente la ruina de la imperial Tolán... Revista Mexicana, 23 de julio de 1916, San Antonio, Texas.
Consulta otros dos textos recobrados de José Juan Tablada
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“LAS PIRÁMIDES, COMO UN TESTIMONIO DEL PASADO, HABLABAN ENTONCES CON UNA VOZ QUE QUIZÁ POR VENIR DE MUNDOS TAN EXTRAÑOS Y DISTANTES, ERA DÉBIL E INDISTINTA. COMO FANTASMAS DE ÉPOCAS CONSUMADAS, DE IMPERIOS HUNDIDOS EN EL CAOS DE LOS SIGLOS...”
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CINCO ESCRITORES
EN TORNO A JOSÉ J UA N TA BL A DA Reunimos aquí un breviario de consideraciones sobre José Juan Tablada —su obra, su estética, su vida— a cargo de cinco autores fundamentales en la evolución de nuestra modernidad: Luis G. Urbina, Ramón López Velarde, Manuel Maples Arce, Octavio Paz y Salvador Novo. En esa línea del tiempo se conforma una herencia definitiva de las letras mexicanas.
LUIS G. URBINA: “UN DERROCHE DE POLICROMÍAS ADMIRABLES”
Máscaras de la Revista Moderna, 1901-1910, fce, México, 1968.
MANUEL MAPLES ARCE: “LA VISIÓN NUEVA DE LA VIDA”
uienes posean conciencia literaria, carecen de derecho para ignorar la emoción que palpita desde la alborada del Florilegio hasta Li-po. Verdad que Al sol y bajo la luna contiene más de una página de decaimiento; pero también otras culminantes, como aquélla, ya divulgada: “Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida”. Un día... es, simplemente, un libro perfecto, no sólo por su médula vital, sino por la victoria que las modalidades expresivas consiguen sobre la crasa dicción de la ralea. Si los grandes poetas son aquellos que ejecutan el círculo vicioso de la vida, como Campoamor, cuando decía: “Las hijas de las madres que amé tanto, me besan hoy como se besa a un santo”, habrá que concluir que Tablada escaló esa categoría, pues ejerce la facultad serpentina de alcanzarse a sí mismo.
Mañana, al caer, conforme a sus propias palabras, “como pesado tibor y al deshojarle al viento el pensamiento como una flor” (Li-po), alzarán el grito de que hemos perdido un poeta de arte eximio, un fruto que nos envidiará la madurez de los cenáculos europeos. Mientras eso ocurre —y ojalá yo no lo contemple— José Juan Tablada, en plenitud de lira, resiste a lo obtuso y se renueva, por innominado sortilegio, en el estanque de la diplomacia. Acumula, sin cesar, el mineral que se defiende de los óxidos de los siglos; sobre la fábula retentiva en que se basa la inmortalidad, repetirá la sentencia de Paul Fort: “Los Reyes Magos están sepultados en mi jardín”.
n la nota que precede a su selección en la Antología de la poesía mexicana moderna (Poligráfica Tiberina, Roma, 1940) escribí: “Del grupo de los poetas de la Revista Moderna, José Juan Tablada es el único que no ha cerrado los ojos a la visión nueva de la vida: su inquieta inteligencia le ha permitido cultivar las formas de la poesía contemporánea. El don insatisfecho de su curiosidad, lo mismo que su espíritu habituado a la aventura, jamás logran sujetarle. Sensible a todo propósito nuevo, encuentra un estímulo para su emoción en las preocupaciones del pensamiento, lo que viene a contrastar la ternura de su lirismo. No obstante que la obra de Tablada emerge del modernismo, a medida que el tiempo transcurre, sin olvidar lo tradicional, encuentra otras posibilidades de expresión y acentúa, cada vez más, su carácter cosmopolita. Le corresponde el mérito de haber introducido en español la técnica poética del jai-kai, estos minúsculos poemas que en diecisiete sílabas estilizan aforísticamente un pensamiento o una intuición lírica completa. Aunque dejen transparentar influencias sus imágenes, la ironía imprevista y la gracia de su fantasía, bien dibujadas, se muestran en fórmulas de certera brevedad, donde se descubren raras cintilaciones de astros. ¿Cómo negarle además que el empleo de elementos de la tierra o imágenes inspiradas en un sentimiento indígena es valioso para el desarrollo de la propia tradición? El nombre de José Juan Tablada perdurará como uno de los más inteligentes aportadores de formas nuevas e innovadores de nuestro lenguaje poético”.
Obras, edición de José Luis Martínez, fce, México, 1979.
Recordación de José Juan Tablada, Fraternidad Universal, Tokio, 1957.
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e sus autores favoritos, de sus estudios y de sus lecturas, no ha tomado sino aquello que convenía a su temperamento y a la segura formación de su personalidad. Claro es que en la poesía de Tablada se siente la caricia de Baudelaire; se oye la voz unciosa de Verlaine, se ven pasar las sombras de los Poetas Malditos; pero el canto del Florilegio hace creaciones de sus reminiscencias, y en todas partes halla su sinceridad y su estilo. Tablada es un espléndido colorista, y así en sus miniaturas como en sus lienzos decorativos, tiene toques de luz y matices de un vigor extraordinario. Los poemas exóticos son verdaderas joyas en este sentido. La Atlántida, el Canto de las gemas, los Fuegos artificiales, son un derroche de policromías admirables.
El poeta del Florilegio es un visionario refinado, que, por odio al vulgo, ama esos erotismos místicos, esas perversiones tramadas de sensualidad y de religión, en las que el deseo oficia como un sacerdote, en misteriosos y satánicos ritos. Tablada introdujo entre nosotros el nuevo estremecimiento de Baudelaire; y de sus viajes al alma enferma y hosca de Huysmans trajo el recuerdo de esas infernales y negras ceremonias. Cuando nos da a comulgar sus hostias negras, experimentamos una sensación de malestar complicada de voluptuosidad y de regocijo: en la obscuridad del templo enlutado, la tentación roza nuestros labios con sus alas velludas.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE: “EL MINERAL QUE SE DEFIENDE”
En esta página y siguientes: Caligramas (poemasmanuscritos) de José Juan Tablada.
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“CADA LECTOR, SI LA LEE CON SIMPATÍA, PUEDE VOLVER A VIVIR LA AVENTURA DEL POEMA Y ARRIESGARSE A JUGAR EL JUEGO DE IMAGINACIÓN QUE EL POETA LE PROPONE, SONRIENTE.” —OCTAVIO PAZ
“Máscara” de José Juan Tablada, por Julio Ruelas.
OCTAVIO PAZ: EN CADA IMAGEN UN POEMA
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iva, irónica, concentrada como una hierba de olor, [la poesía de Tablada] resiste todavía a los años y a los gustos cambiantes de la hora. Resiste a la noticia de su muerte. Cada lector, si la lee con simpatía, puede volver a vivir la aventura del poema y arriesgarse a jugar el juego de imaginación que el poeta le propone, sonriente.
Tablada introduce en lengua española el haikú japonés. Su innovación es algo más que una simple importación literaria. Esa forma dio libertad a la imagen y la rescató del poema con argumento, en el que se ahogaba. Cada uno de estos pequeños poemas era una pequeña estrella errante y, casi siempre, un pequeño mundo suficiente [...] para Tablada cada imagen era un poema en sí y cada poema un mundo de relaciones imprevistas, profundo y límpido a la vez.
Dotado de fantasía y de un inagotable entusiasmo estético —que se manifiesta también en sus crónicas y en sus críticas de arte—, ninguna novedad le era ajena. “Las pirámides son los gorros de dormir de los faraones”, dice en un prólogo firmado en 1918, en una especie de adivinación de la greguería. Él mismo se define: “Todo depende del concepto que se tenga del arte; hay quien lo cree estático y definitivo; yo lo creo en perpetuo movimiento. La obra está en marcha hacia sí misma, como el planeta, y alrededor del sol.” Nueva York, 1945 Las peras del olmo, Seix Barral, España, 1974.
SALVADOR NOVO: V ISITA A LA CASA DE JOSÉ JUAN TABLADA
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14 de abril de 1971 a mañana había comenzado: si no precisamente laboriosa, sí trashumante; en punto de las once me presenté en la casa que por haberla habitado José Juan Tablada, recibiría en el centenario de su nacimiento la distinción de una placa a cuya develación “con unas palabras” me había invitado Wilberto Cantón en nombre del director de Bellas Artes. Al leer los periódicos, vi que ninguno anunciaba la ceremonia. Era explicable que careciese de público; y que los diez minutos a que reduje mi peroración improvisada los disfrutasen únicamente el delegado nuevo de Coyoacán, licenciado Édgar Baqueiro; el director de Bellas Artes con parte de su gabinete, y María del Carmen Millán con sus camarógrafos de Audoivisual; dos o tres estudiantes de su centro de la unam , Alí Chumacero, los Vicentes Magdalenos; una alegre sobrina de la viuda de Tablada, y el equipo del Noticiero Ema. Más un redactor de Excélsior que habría preferido una copia del discurso grabado por un alumno de María del Carmen. Cuando una hora más tarde me llamó por teléfono desde Toluca un joven que ha fundado el Grupo Cultural José Juan Tablada, sinteticé para él lo que acababa de decir sobre Tablada: que sus primeros treinta años coincidieron con el porfirismo más acartonado y cursi; y los siguientes, con el choque violento de la Revolución, su destierro en 1914 y seis años después, su jubiloso descubrimiento de las artes populares, Diego, el Chamaco Covarrubias, el arte prehispánico, y el valor de López Velarde. Uncido al periodismo desde sus die-
cinueve años (producción estimada: diez mil artículos): contemporáneo de pasados y sentimentales, pudo salvarse y sobrevivir fresco y ágil gracias a aquella única garantía u antídoto que se ejerce en el humorismo; a la rapidez con que acertaba su flecha o su lanza o su agujión; en rehusarse en tomar en serio lo que podía señalar por ridículo. Esa misma mañana había aparecido en un diario un artículo que acusaba a Tablada de haber perdido la brújula cuando elogió a Huerta o encomió la destreza quirúrgica del Aureliano Urrutia que convirtió al senador respetabilísimo en un deslenguado. Culpas o pérdidas de brújula si la de los escritores ha de marcar por norte invariable el camino a la chamba y la sonrisa caritativa del dispensador de favores. Sigue siendo (aun ahora que estamos tan en Paz) peligroso que los escritores se embrollen en la especialidad, para ellos tan ajena, de la política o de lo que por ello se entiende. Si no le atinan, si la riegan, el castigo que para Tablada fue el cese y el destierro, repercute en la disponibilidad, y fragua una rima a distancia entre un Carranza que perdone las ofensas a Madero y las ala-
banzas a Huerta, y otorga a Tablada un puestecito diplomático; y un Echeverría que ha empezado a contar con la aprobación de un super Tablada. Luego que hablé, salimos del patio a develar la placa; y eso fue todo. Los años que Tablada haya vivido aquí son imprecisos en la parte de sus memorias publicada como La feria de la vida. Con los papeles que dejó a su muerte en las manos abaciales de José María de Mendoza (con todas las atrocidades que debe haber guardado, pero que el Abate siempre celoso de las imágenes respetables para la “posteridad”, debe haber inquisicionado, expurgado para el seminario que dirigía en la unam , ha habido muchos líos, discusiones, acusaciones, aclaraciones y declaraciones entre Conchita viuda y heredera del Abate, y Miguel Capistrán, investigador minucioso), podría acaso establecerse con claridad esa cronología. Los alumnos de María del Carmen fijan en 1905 la construcción de esa casa de estilo japonés, tan en consonancia con las inclinaciones desorientadas pero orientalistas de quien desde el “Ónix” publicado en 1899, hasta la Blavatsky y pasando por los jaikais, las manifestó. Visto lo cual, resulta curioso que cuando esta casa que el doctor Crispiniano Arce convirtió en bodega de muebles viejos se adaptó en parte para teatro, lo haya estrenado el oriental Seki Sano. Y ahora mismo estén haciendo en él “teatro documental”, que es un poco como meterse en política, Enrique Lizalde y sus muy buenos actores nuevos. Concluido el acto, pues, me reintegré a la Capilla. La vida en México en el periodo presidencial de Luis Echeverría, Conaculta, México, 2000.
“SIGUE SIENDO (AUN AHORA QUE ESTAMOS TAN EN PAZ) PELIGROSO QUE LOS ESCRITORES SE EMBROLLEN EN LA ESPECIALIDAD, PARA ELLOS TAN AJENA, DE LA POLÍTICA O DE LO QUE POR ELLO SE ENTIENDE.” —SALVADOR NOVO
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EN DEFENSA DE JOSÉ J UAN TABLADA
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n el verano de 1914, en medio del derrumbe del gobierno del general Victoriano Huerta, José Juan Tablada salió intempestivamente del país. Sin más recursos que su ingenio logró sobrevivir en Estados Unidos, hasta que empezó a trabajar para el gobierno de Venustiano Carranza. ¿Cómo se habilitó política y laboralmente al feroz anti maderista y decidido huertista que fue Tablada?
En enero de 1916, Evangelina Sierra solicita a Carranza una amnistía política para Tablada, con quien casó en 1903. A finales del mismo 1916, Juan T. Burns extiende una carta de presentación para Tablada ante el propio Carranza, destacando el trabajo de propaganda del poeta en Las Novedades. Además de sugerentes, ambos documentos abren nuevas preguntas sobre la vida de Tablada que más adelante será preciso responder. —Nota y transcripción de Antonio Saborit.
C A R T A D E E VA N G E L I N A S I E R R A D E TA B L A DA A V E N US T I A N O C A R R A N Z A México Enero 23 1916 Señor General Don Venustiano Carranza Jefe Supremo del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo. Querétaro Señor de todos mis respetos y alta consideración. Señor: me permito distraer la atención de U por unos minutos, si U tiene la bondad de enterarse del contenido de esta carta: Soy la esposa de José Juan Tablada. Mi marido, hace año y medio, purga en el destierro una aberración, una torpeza, una céguedad: el haber pertenecido al nefando gobierno de Huerta... Conozco demasiado la severa rectitud de U y tambien conózco sus nobles y generosos sentimientos[.] Así he preferido dirigirme sin conducto de tercera persona ni de consejo alguno, á la alta personalidad de U. que es el único que puede dár un fallo a mi petición, como absoluto mandatario[.] Señor, con motivo de la amnistía que concedió aquí, hace unos meses, el Sr. General Don Pablo González muchas personas se acogieron á ella y hoy gozan en la calle y en su hogar de plenas garantías. Conociendo este bondadoso decreto, mi marido por conducto del Doctor [Alfredo] Caturegli, actuál Cónsul de México en Nueva-York, h zo su solicitud de amnistía enviándola luego para México, sin que ni él ni el señor Cónsul hayan obtenido ninguna respuesta hasta hoy. Mi marido —como siento recordar á U— ocupó un lugar en el llamado Congreso de Huerta y fue director del periódico Oficial. Como U es justiciero ¿no cree U señor que si el Lic. José M. López Portillo y Rojas y el Lic. Francisco M. de Olaguíbel hasta un “Juan Banderas” hayan obtenido su amnistía mi marido no pueda disfrutar de ella? Yo aseguro á U señor que mi marido está arrepentido (por convicción) una y mil veces, de haber servido al falso gobierno de Huerta mi más convencido que él, de su fatal equívoco, así como convencido también, del triunfo y de la gloria que U, enarbola en alto, en la sagrada enseña de la legalidad y la justicia! Yo, sin conocimiento de mi marido, me he tomado la libertad de dirigirme a U para obtener su amnistía, si el criterio sano y noble de U así lo dispone. Mi marido no entorpecerá la labor del Gobierno de U. El no ocupará ningún puesto público y se dedicará á la reconstrucción de su hogar, saqueado horriblemente por los infames zapatistas y a trabajar en sus negocios particulares. Mi marido ha tenido errores, como muchos los tienen pero nunca, ha traicionado. Si favorable lo que de U espero, podrá volver mi marido a la Patria y á su hogar; si por el contrario en atenta contestación que de U espero no es favorable ¿tendré Señor que ir á ocupar en el destierro yo, mi puesto al lado de mi madrido? Soy de U atentamente segura servidora Evangelina Sierra de Tablada [A lápiz: “2a de Pachuca”.] Casa de U.: Edificio “La Condesa” B-8. Colonia Roma. DF. México carso: xxi. 66.7292.1 Lee otra carta en defensa de José Juan Tablada.
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L A RU TA D E L A S O B R A S C O M P L E TA S Y L OS T Í T U L OS S U E LT OS 1971: Obras completas I. Poesía, unam. Recopilación, edición, prólogo y notas de Héctor Valdés. 1971: Los mejores poemas: unam . Prólogo de José Ma. González de Mendoza. Presentación, edición y notas de Héctor Valdés. 1981: Obras II. Sátira política: unam. Recopilación, edición y notas de Jorge Ruedas de la Serna y Esperanza Lara Vázquez. 1982: El arca de Noé. Lecturas sobre animales para niños de las escuelas primarias: Premiá Editora.
ras. Edición y prólogo de Adriana Sandoval. 2000: La Babilonia de Hierro. Crónicas neoyorkinas de José Juan Tablada: Universidad Veracruzana, edición de Esther Hernández Palacios. 2001: Cartas a Genaro Estrada (1921-1931): unam. Edición, prólogo y notas de Serge I. Zaïtzeff. 2003: Obras VII. La resurrección de los ídolos: unam . Prólogo y notas de José Eduardo Serrato Córdova. 2005: Li-Po y otros poemas: cnca. Prólogo de Rodolfo Mata.
1982: José Juan Tablada: Arthur W. Rushmore Laboratory Press, Madison, N. J. Traducción al inglés de Eliot Weinberger.
2006: Obras VIII. En el país del sol: unam. Edición crítica, prólogo y notas de Jorge Ruedas de la Serna.
1983: Hongos mexicanos comestibles. Micología económica: fce / Academia Mexicana de la lengua, edición de Andrea Martínez.
2007: De Coyoacán a la Quinta Avenida. Una antología general: fce / unam . Selección, edición y estudio preliminar de Rodolfo Mata.
1988: Obras III. Los días y las noches de París. Crónicas parisienses: unam . Prólogo, recopilación, edición y notas de Esperanza Lara Vázquez. 1991: La feria de la vida: cnca, Lecturas Mexicanas 3a serie, número 22. 1992: Obras IV. Diario (19001944): unam. Edición de Guillermo Sheridan. 1993: Las sombras largas: cnca , Lecturas Mexicanas 3a serie, número 52. 1993: Los mejores poemas: unam , 2ª edición. Prólogo de José Ma. González de Mendoza. Presentación, edición y notas de Héctor Valdés.
2007: El jarro de flores y otros textos: Universidad Veracruzana, prólogo de Esther Hernández Palacios. 2008: Los ojos de la máscara. Antología poética: Renacimiento, Sevilla. Selección y prólogo de Eduardo Chirinos. 2008: Un día... Poemas sintéticos: cnca. Edición facsimilar. Prólogo de Rodolfo Mata. 2008: Noticias biográficas de los ministros de Relaciones de la nación mexicana: unam. Edición, prólogo y notas de Jorge Ruedas de la Serna. 2008: José Juan Tablada: Cal y Arena, Colección Los Imprescindibles. Selección y prólogo de Antonio Saborit.
1994: Obras V. Crítica literaria: unam . Recopilación: Esperanza Lara Vázquez, Adriana Sandoval y Esther Hernández Palacios. Notas: Juan Carlos Hernández Vera, Rosalina Reyes y Adriana Sandoval. Edición, selección y prólogo de Adriana Sandoval.
2009: Obras VIII (sic). Por tierras de Bolívar: unam. Edición de Serge I. Saïtzeff.
2000: Obras VI. Arte y artistas: unam . Recopilación: Esperanza Lara Vázquez, Adriana Sandoval y Esther Hernández Palacios. Notas: Adriana Sandoval y Vianey Contreras. Traducciones: Adriana Sandoval. Captura: Rosalina Reyes, Adriana Sandoval y Vianey Contre-
2010: La defensa social. Historia de la campaña de la División del Norte: Universidad Iberoamericana. Notas de Andrés Calderón, Genevieve Galán y Rubén Lozano Herrera. Introducción y edición crítica de Rubén Lozano Herrera.
2010: Obras IX. La feria de la vida. Memorias I: unam. Estudio introductorio y notas de Fernando Curiel Defossé.
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PA S A J E R O 2 1 EVIDENCIA DEL VIA JE DE TA BL A DA A JA PÓN E N 1900 Desde que José Juan Tablada publicó sus envíos como corresponsal de la Revista Moderna en Japón, comenzó una tendencia especulativa —que alcanza las ediciones recientes— sobre la posibilidad de que el poeta no haya visitado ese país: sus escritos sobre la cultura y el arte de Japón serían más bien el producto de su imaginación y sus lecturas. Este ensayo demuestra que Tablada sí consumó ese viaje que sería definitivo para su obra y, por extensión, para una serie de escritores que heredaron su japonismo y le dieron continuidad en las letras mexicanas.
Martín Camps
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a deuda de la poesía hispanoamericana con José Juan Tablada resulta de su interés por Japón —más allá del exotismo— y por introducir el haikú a la literatura en español. Tablada participó en la Revista Moderna (fundada por Jesús Emilio Valenzuela), que fue el receptáculo de varios creadores de la generación modernista, como Manuel José Othón, Efrén Rebolledo, Manuel Gutiérrez Nájera y Luis G. Urbina. En efecto, como escribe Elsa Cross en su recuento de la poesía mexicana en el oriente, el japonismo no era sólo una moda exótica en la obra de Tablada, sino una influencia importante que irradiaría a poetas posteriores como Octavio Paz, Sergio Mondragón, Elva Macías, Alberto Blanco, Tomás Calvillo y José Vicente Anaya, entre otros. Sin embargo, ¿es posible que Tablada no haya estado nunca en Japón? Tenemos su crónica titulada En el país del sol (1919), que se publicó por primera vez en la Revista Moderna, que da cuenta de su viaje a San Francisco y de ahí al puerto de Yokohama. ¿Acaso fue todo una fantasía de sus lecturas? Este ensayo muestra evidencia definitiva del viaje de Tablada que fue un parteaguas para su escritura y profundizó su interés en la cultura japonesa. Gracias a este viaje, conoció de primera mano las pinturas ukiyo-e de los artistas Hiroshigué y Hokusai y los poemas de Bashō. Hasta ahora no se había encontrado ningún registro del viaje de Tablada a Japón en 1900. En varios ensayos críticos no se cuestiona la veracidad del viaje. Por ejemplo, el primer volumen de sus Obras (ed. Héctor Valdés) da por hecho que Tablada realizó ese
viaje, y señala En el país del sol como la prueba irrefutable. Si Tablada no hubiera ido a Japón, no existiría el selecto grupo de modernistas que visitaron el archipiélago, como fue el caso de su compatriota Efrén Rebolledo, quien pasó un lustro en Japón y otro en China, cuyo resultado fueron las prosas Nikko (1910) y la novela Hojas de bambú (1910), ni las crónicas del guatemalteco Gómez Carrillo (De Marsella a Tokio, 1906), ni las
del salvadoreño Arturo Ambrogi (Sensaciones del Japón y de la China, 1915). Es posible que la evidencia de su travesía haya sido destruida durante el saqueo de su casa en Coyoacán (situada en la calle Héroes del 47) que construyó disfrutando de la “paz porfiriana”, con las ganancias de su negocio de importación de vinos. Se trataba de una casa con jardines, estanques y sirvientes japoneses, que fue destruida por su posición política alineada al régimen de Porfirio Díaz y su crítica a Madero, plasmada en su obra de teatro satírico Madero-Chantecler. En el famoso atraco también se destruyeron obras de arte y una novela inédita, resultado de su trabajo de investigación de un año en el Archivo Nacional, titulada La Nao de la China, como refiere en su Diario. Es importante comprobar que Tablada estuvo en Japón, porque de otro modo sus crónicas serían obra de una imaginación modernista y de un detallado estudio de la cultura japonesa, a través de libros y reportajes de la época (la ceremonia del té, la función de teatro, la lucha de matzuri o fiesta, las exequias de un noble, el distrito rojo de Yoshivara, leyendas y cuentos japoneses, etcétera). Después de este viaje, Tablada iría a París (1911-1912), Colombia
“ES POSIBLE QUE LA EVIDENCIA DE SU TRAVESÍA HAYA SIDO DESTRUIDA DURANTE EL SAQUEO DE SU CASA EN COYOACÁN (SITUADA EN LA CALLE HÉROES DEL 47) QUE CONSTRUYÓ DISFRUTANDO DE LA ‘PAZ PORFIRIANA’ .”
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“EN UN ARTÍCULO PUBLICADO EN EL KYOTO JOURNAL, EL PROFESOR D. M. STROUD REVISÓ LAS LISTAS DE PASAJEROS EN LOS NAVÍOS LLEGADOS A YOKOHAMA, SIN ENCONTRAR EL NOMBRE DE JOSÉ JUAN TABLADA.” (1918), Venezuela (1919) y a su largo exilio en Nueva York. Así, según Octavio Paz: “Tablada experimenta la fascinación del viaje, de la fuga: fuga de sí mismo y fuga de México”. Para Esperanza Lara Velázquez, el hecho de que Tablada citara algunos incidentes de memoria provocaba la confusión de fechas y “daba pie a conjeturas sospechosas sobre la verosimilitud de los mismos”. En su notable edición de En el país del sol (unam, 2006), Jorge Ruedas de la Serna plantea varias dudas sobre la veracidad del viaje y argumenta que quizá Tablada decidió no ir a Japón, debido a la extendida plaga bubónica que ponía en riesgo su salud y que los periódicos reportaban varios navíos en cuarentena. Advierte que estas crónicas podrían derivar de la consulta de guías turísticas como A Handbook for Travelers in Japan, de Basil Hall Chamberlain, o el diccionario de inglés-japonés de James Curtis. También explica que Tablada siguió adelante con la historia de su viaje para impulsar el proyecto de Porfirio Díaz, quien tenía interés en establecer relaciones con Japón para avalar su régimen. En un artículo publicado en el Kyoto Journal, el profesor D. M. Stroud revisó las listas de pasajeros en los navíos llegados a Yokohama, sin encontrar el nombre de José Juan Tablada. Lo atribuye a que “era adicto a los secretos y seudónimos”, pero certifica que el primero de julio de 1900 llegó el navío Hong Kong Maru. Según mis investigaciones, éste sería el barco que en efecto llevó a Tablada a Japón vía Honolulu. Atsuko Tanabe, en su libro El japonismo de José Juan Tablada (unam, 1981), cita el testimonio de Jesús E. Valenzuela, amigo íntimo de Tablada, quien afirma: Un día me desayuné con la noticia de que don Jesús Luján mandaba a Tablada al Japón por cuenta del mismo periódico [La Patria]... Aunque Ruelas opinaba que no había pasado de San Francisco, California, Tablada se estableció en Yokohama y visitó de paso a Tokio. Según relata Valenzuela, Tablada le envió varias cartas desde Japón y unos “cantos populares en verso, traducidos por él. [...] Volvió del Japón por nostalgia, creo yo”. Este testimonio, para Atsuko Tanabe, constituye “una confirmación inequívoca”. Además, está la dedicatoria al poeta Asataro Okada, que “nos ofrece dos claves trascendentales: la primera, comprobar el hecho de que Tablada conoció a Okada en Japón en 1900”. Sin embargo, Ruedas de la Serna pone en duda el relato de Valenzuela: no lo considera una evidencia definitiva, sino sólo un testimonio de uno de sus mejores amigos que tal vez, incluso, buscaba proteger a Tablada. Desde el inicio de su viaje a San Francisco en mayo de 1900, y con las cartas recibidas desde Yokohama para ser publicadas en la Revista Moderna, era motivo de especulación que, en realidad, Tablada nunca había pasado de San Francisco, sino que había encontrado una
“JORGE RUEDAS DE LA SERNA PLANTEA VARIAS DUDAS SOBRE LA VERACIDAD DEL VIAJE Y ARGUMENTA QUE QUIZÁ TABLADA DECIDIÓ NO IR A JAPÓN, DEBIDO A LA EXTENDIDA PLAGA BUBÓNICA QUE PONÍA EN RIESGO SU SALUD Y QUE LOS PERIÓDICOS REPORTABAN VARIOS NAVÍOS EN CUARENTENA.” manera de enviar las cartas a Yokohama y de allí a la Ciudad de México.
EL VIAJE La primera noticia de su viaje a Japón está en la primera página de su Diario, fechada el lunes 7 de mayo de 1900, donde consigna la propuesta del millonario Jesús E. Luján de ir a ese país como corresponsal de la Revista Moderna y reportar sobre la cultura e industria japonesa: “Saldré esta misma semana para Estados Unidos. Me embarcaré en San Francisco”. En su Diario transmite la emoción por el recorrido y lo que encontrará en Japón, los dibujos de Hokusai e Hiroshigue, los cortejos de daimyōs (señores feudales). En el periódico La Patria se publica la siguiente nota:
José Juan Tablada parte mañana al Japón. El poeta realiza su sueño de toda una juventud; va vibrante y pletórico del arte de Occidente, en busca del arte de Oriente, del que sólo un reflejo nos llega a América. Tablada sale el 14 de mayo de 1900, a las 7:40 pm, por el Ferrocarril Central. Después de esta fecha, el Diario se suspende y no continúa sino hasta 1904. Guillermo Sheridan calcula que Tablada regresa en febrero de 1901 por la misma ruta. Se detiene en Chihuahua un mes y lo reciben con una broma orquestada en las oficinas de la Revista Moderna, donde lo saludan como si lo hubieran visto el día anterior. Le dicen: “¿Cómo te va?, y siguen trabajando”.
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La escritura de Tablada no ofrece muchos detalles específicos sobre el viaje. Es decir, las descripciones puntuales pudieron ser obra de su imaginación prodigiosa y de sus lecturas francesas. Por ejemplo, cuando describe una colección de objetos orientales donada por John L. Bardwell en San Francisco, anota: “Sin moverse de aquí, el curioso podría hacer una monografía sobre marfiles japoneses o sobre cerámica coreana”. Esta idea puede abrir la sospecha de que, en efecto, el autor pudo ser capaz de reportar algún tema sin trasladarse a Japón, mediante imágenes exquisitas y descripciones ornamentadas de corte modernista. En el liminar de En el país del sol, Tablada nos reporta que espera en San Francisco un “transpacífico” para llevarlo a Yokohama. Aparece la nostalgia por el amor perdido, la novia que lo ha dejado por su vida bohemia, su afición a las drogas y su aventura a Japón. Refiere que está en un café donde pasan los barcos como “Leviatanes”. Describe este viaje como la “realización de un alto anhelo artístico” y se concentra en describir a “Yankilandia”. Anota que ha pasado tres días por los arenosos desiertos de Texas y Arizona, lo cual nos indica que tomó el Southern Pacific’s Overland desde El Paso, Texas. En su Diario afirma que abordó el Ferrocarril Central que, en efecto, lo llevó a Ciudad Juárez. En “Alborada japonesa” refiere su llegada a Japón, anunciada por su sirviente chino. Sobre los avatares del viaje en el tren y el barco señala que “el brumoso éxodo ha concluido” y anuncia: “aquella remota línea azul debe ser el Japón”. Su emoción crece al ver el país soñado, en la espera de dos horas para llegar a puerto. A su llegada describe la belleza de los bebés nipones, resalta las “hercúleas musculaturas” de unos hombres, en el horizonte un sol japonés, un “sol orfebre”, y abunda —muy a lo Tablada—: “que adamasquina el mar con raros bruñidos y desfleca sobre las olas motas de blanco nilo y de sangrienta seda”. Desde San Francisco, las opciones para viajar a Japón en el mes de junio eran los barcos de la compañía Toyo Kisen Kaisha (Oriental Steamship Company) que contaba con tres barcos de vapor: Nippon Maru, America Maru y el Hong Kong Maru. El periódico The San Francisco Call reportaba en ocasiones a los pasajeros que salían, aunque por lo general sólo a personalidades de renombre. También había registros de los huéspedes recién llegados a hoteles de la ciudad, pero en las listas consultadas no aparece el nombre del entonces veinteañero José Juan Tablada, quien se hospedó en un hotel de la Calle 334 Bush (lo consigna en su Diario), del cual pintó una acuarela. Por las fechas en que el poeta llegó a Japón, su opción de viaje fue el barco de vapor Hong Kong Maru, que zarpó el jueves 14 de junio de 1900 a la una de la tarde, según lo reporta The San Francisco Call. Como se sabe, en Estados Unidos no interesa mucho registrar quién sale del país sino los pasajeros y extranjeros que ingresan.
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La última línea consigna que el pasajero José Juan Tablada tiene 29 años, su número es el 21, soltero, escritor, mexicano, con destino final a la Ciudad de México y lleva cuarenta dólares.
“LA PRUEBA IRREFUTABLE DEL VIAJE DE TABLADA SE ENCUENTRA EN LOS REGISTROS DE LLEGADA DESDE JAPÓN: EL PASAJERO 21 DEL BUQUE AMERICA MARU, QUE ZARPÓ DE JAPÓN EL 5 DE DICIEMBRE Y ARRIBÓ A SAN FRANCISCO EL 22 DE DICIEMBRE DE 1900, FUE SIN LUGAR A DUDAS JOSÉ JUAN TABLADA.” JAP ÓN Amo tu extraña mitología, los raros monstruos, las claras flores que hay en tus biombos de selva umbría y en el esmalte de tus tibores. ¡Japón! Tus ritos me han exaltado y amo ferviente tus glorias todas; ¡yo soy el siervo de tu Mikado! ¡Yo soy el bonzo de tus pagodas! Y así quisiera mi ser que te ama, mi loco espíritu que te adora, ser ese astro de viva llama que tierno besa y ardiente dora ¡la blanca nieve del Fusiyama! José Juan Tablada, “Japón” (fragmento)
En un intento por reconstruir y localizar datos sobre el viaje de 1900, consulté sitios como ancestry.com, que reúne la mayoría de los registros de migración y listas de pasajeros. Sin embargo, no hay referencia al viaje de Tablada. Hay, en cambio, cuatro registros de cruce fronterizo hacia Estados Unidos por Laredo (1916, 1917, 1923 y 1943, dos años antes de su muerte). También el registro de un viaje de 1914 que partió por mar de Veracruz y desembarcó en Texas City, Texas, a bordo del bote City of Tampico. Uno más de Venezuela a Nueva York, en 1920, en el barco Oranje Nassay; otro de Veracruz a Nueva York, en 1935, en el barco Yucatán. Algunas veces bajo el nombre de José J. Tablada, y como año de nacimiento 1873, en lugar de 1871. Sin embargo, por la caligrafía de la firma, la profesión declarada de periodista, el destino final a Nueva York y la cercanía en la altura (1.62 cms) es muy posible que se trate de José Juan Tablada. La prueba irrefutable del viaje de Tablada se encuentra en los registros de
llegada desde Japón. En efecto, una lectura detenida de los diarios de la época, para situar los navíos y fechas de llegada, así como la revisión de miles de registros de llegada de inmigrantes a San Francisco, microfilmados en el Archivo Nacional, concluye que el pasajero 21 del buque America Maru, que zarpó de Japón el 5 de diciembre y arribó a San Francisco el 22 de diciembre de 1900, fue sin lugar a dudas José Juan Tablada. El registro indica que es escritor, tiene veintinueve años, lleva cuarenta dólares en el bolsillo y goza de buena salud. Su destino final es la Ciudad de México. El registro indica que viaja solo y la última vez que visitó Estados Unidos fue en 1899, dato que puede ser erróneo —o referirse a otro viaje—, dado que, en su ruta a Japón, Tablada cruzó la frontera en mayo de 1900. La llegada del navío fue también confirmada por el periódico The San Francisco Call. El 22 de diciembre reporta una reconvención al doctor oficial de cuarentena a la llegada de tres barcos, entre ellos el America Maru, donde viajó el pasajero José Juan Tablada. La nota completa dice así: “Quarantine officer Kinyoun again called to account” (“Se llama de nuevo la atención al oficial de cuarentena Kinyoun”) y se acompaña con un dibujo de los tres buques que incluye el America Maru. Así queda resuelta la incógnita de 115 años sobre el viaje de Tablada a Japón de mayo de 1900, en el Hong Kong Maru, y su regreso en el America Maru, el 22 de diciembre del mismo año, como se ha demostrado. El viaje de Tablada no fue una obra de su imaginación, sino la realización de su interés por conocer la cultura nipona, “ese pueblo enamorado de la naturaleza y gran cultor de lo bello” (En el país del sol) que modificó su visión del mundo, sería definitivo en su estética y se traduciría en la síntesis, el sentido visual de la poesía que leemos en sus obras, y su influencia en muchos autores que heredaron y continuaron su interés por el arte y la cultura de Japón.
MARTÍN CAMPS (1974) poeta y narrador, es profesor de tiempo completo en la Universidad del Pacífico en Stockton, California. Una versión previa de este ensayo fue publicada en la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, núm. 80, 2014. martincamps. weebly.com
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FRANCISCO HINOJOSA
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LA N OTA NEGRA
TODOS SOMOS SOSPECHOSOS
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iertamente la segunda fuga del Chapo Guzmán de una prisión considerada de máxima seguridad fue un golpe fuerte al sistema carcelario del país y a la supuesta voluntad de combatir la corrupción. Y lo es más porque la evasión no fue que digamos muy inventiva o novedosa: hasta en las caricaturas puede aparecer el escape del calabozo de un ladrón con antifaz a través de un túnel escarbado con una cuchara. En cambio, las estrategias que tienen los cárteles para cruzar su mercancía de un lado al otro suelen ser más imaginativas. Desde el menudeo en el que se utiliza a un niño como mula (peluches rellenos de cocaína) hasta el mayoreo, que supone una mayor inversión en tecnología de punta (submarinos indetectables capaces de transportar grandes cantidades de droga). El poder del narcotráfico, aunado a las medidas tomadas después del 9-11, han hecho que la vida en los aeropuertos se haya transformado: todos somos sospechosos. El primer filtro de seguridad es distinto según el país, la ciudad y el aeropuerto. Aunque haya muchas coincidencias, las reglas no son iguales. Entre los objetos que se prohíben subir en el equipaje de mano en la terminal 2 del AICM, por ejemplo, estaba hasta hace poco un molcajete —arma con la que se pueda matar a alguien a molcajetazos, práctica prehispánica que precedía al acto de comerse el corazón de la víctima. En Houston o París nada impide llevar uno consigo. No pasa una cinta adhesiva, un sacacorchos o un cortaúñas; en
Las Claves
EL AGENTE DE ADUANAS VIO EN MÍ ALGO QUE NO LE GUSTÓ Y ME PIDIÓ ABRIR LA MALETA: LA TRATÓ COMO UN HOMELESS QUE BUSCA LATAS VACÍAS EN UN BASURERO.
cambio sí puede entrar el cable de la computadora o del celular. En algunos aeropuertos hay que sacar la laptop de su estuche y deshacerse del saco y los zapatos, en otros no. A un niño de cinco años lo pueden obligar a quitarse el mameluco para comprobar que no está siendo utilizado, y a alguien que tiene una prótesis le pueden pedir que se la retire para que circule por la banda. Sólo hay una cosa que no puede ponerse en una bandeja y pasarla por los rayos X: la determinación de cometer un delito. Quienes llevaron a cabo los atentados del 9-11 pasaron por los controles de seguridad sin ningún objeto que los delatara como terroristas. En un viaje reciente fui dos veces sospechoso: de ida, al entrar a un aeropuerto de los Estados Unidos, el agente de aduanas vio en mí algo que no le gustó y me pidió abrir la maleta: la trató como un homeless que busca latas vacías en un basurero. Y de regreso me enteré de que mi equipaje había sido inspeccionado en mi ausencia por una cinta que me daba el aviso y porque el candado había sido cortado. Transportar productos de origen animal o vegetal también está sujeto a la interpretación del inspector en turno: me han quitado una bolsa de arroz y otra de couscous (“son alimentos”, me dijeron), han desconfiado de un títere hecho de madera y se han descontrolado cuando los rayos X detectan que llevo conmigo una bolsa de taguas, que son semillas muy duras de una palma, cortadas en delgadas láminas y teñidas de colores, que sirven para hacer piezas de orfebrería y que se
Foto > Especial
@panchohinojosah
consiguen en Colombia, Panamá o Ecuador. A propósito: regresar de un país de Centro o Sudamérica presupone un mayor sospechosismo y por lo tanto un largo tiempo de revisión: los perros entrenados para detectar drogas o explosivos recorren una y otra vez las maletas depositadas en la banda en pos de aquello que haya hecho el viaje ilegalmente. Ciertamente no pueden relajarse las medidas de seguridad en los aeropuertos. A pesar de las incomodidades para los usuarios, siempre será preferible detectar una mula o un delincuente entre diez mil que no hacerlo. Sin embargo, mientras cientos de miles de pasajeros son sujetos de revisión diaria en todo el mundo, el tráfico de armas, narcóticos, personas, órganos, dinero y obras de arte no se detiene porque el crimen camina varios pasos adelante y porque los filtros no pueden detectar la corrupción.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
LA ESCRITURA fragmentaria: murmullo de rumores acopiados. Insinuaciones: presagios. Prosodia rumiante: presumes (predices) torcidos. Aquello que acomodamos paradigmáticamente nunca irá a morar los recodos de un pergamino. Escribir: trance: expulsión: habla edificada sobre retumbos. Soflama. No hay tal correspondencia entre significante y significado (hemos leído mal a Saussure). Valéry lo delimitó muy bien cuando nos dijo que la sintaxis en el poema debe ser precisa; pero, “el sentido debe permanecer impreciso”. La conjetura aletea: las contracciones de un contrabajo fijan coordenadas sobre un mapa discontinuo: “el pensamiento late, como el cerebro y el corazón”, apunta Claudel. Quizás el jazz transcribe, mejor que cualquier otra manifestación artística, las tonalidades palpitantes de la escritura truncada. (Beckett lo sabía demasiado bien.) Rimbaud se refugia en arrojes, pero por
momentos sus gestos quedan en los anillos de la jactancia casta. Proust se vale de esos estremecimientos que sólo la memoria es capaz de regalarnos: sin embargo, sus disquisiciones encuentran mástil en embarcadero seguro. El documento fragmentario es un tejido cuyos nudos se conectan con otros nudos: encaje de ataduras. Disidencia. Escisión. El relator de trechos (a trancos) se asoma por el resquicio para ver esos espacios rutinarios —de carencia— de los de afuera, los otros. La ruta natural (Vaso Roto, 2015), de Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968), conforma una suerte de insinuaciones que transitan por la transcripción, la crónica, el ensayo, el amago de relato, la viñeta, el diario, el apunte, la poesía, el aforismo...: encuentro con un relator singular que lo mismo glosa la ensoñación presente en Gaspar de la noche, de Aloysius Bertrand, que al lector voyeur que abre las páginas de un
diario (“El diario es el lugar de una escritura del desánimo”). El deslumbramiento (quietismo): continuum extendido sobre un lienzo de incertidumbres, de atajos íntimos, de azoramientos y vuelcos. Libro construido sobre restos, sobre vestigios: una resaca a ritmo de mambo lo alimenta: prosodia de síncopas robada a John Surman y a Wynton Kelly la cual humedece todos los presupuestos. La escritura fragmentaria como necesidad de contemplarse desde afuera. Narrador que describe un mundo simbólico en que su cuerpo y su alma están implicados: “lo sagrado fundido con lo humano". Un boscaje inunda las planas de La ruta natural: Hernández Busto marcha con total lealtad por trochas en que los presocráticos, los trágicos griegos, Virginia Woolf, Leopardi, Lezama Lima, Juarroz, Porchia, Tanizaki, Robert Walser, Simic, Mario Parajón (el desdeñado de Orígenes)…, cifraron un códice de sosiego desmembrado.
LA RUTA NATURAL
Autor: Ernesto Hernández Busto Género: Ensayo, diario, apuntes... Editorial: Vaso Roto, 2015.
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
E L C R O N I S TA E N M Í
M
i incursión en la literatura se produjo de manera accidentada. No se presentó a través de un clásico, o como le ha sucedido a indeterminadas promociones de narradores de nuestra lengua, por medio de un título representativo de la literatura latinoamericana. No soy producto del trópico ni del cosmopolitismo. El libro que me indicó que me convertiría en escritor fue Trópico de Cáncer de Henry Miller, prohibido en Estados Unidos hasta 1964, acusado de obscenidad. Por tal razón me asumo como un producto de corrientes marginales. Mis acercamientos anteriores a la literatura me habían desilusionado profundamente. Con tal flagrancia que me alejé de los libros algunos años. Fue hasta el descubrimiento de Miller que me asoló el existencialismo americano. Trópico de Cáncer es la Gran Novela Americana. Que no se desarrolle en Estados Unidos carece de importancia. Es la representación del espíritu de que se puede conquistarlo todo. Un sentimiento noble, que como afirma el mismo Miller, se retorció en nombre de la pesadilla de aire acondicionado. En un ensayo Vargas Llosa aseguró que Trópico de Cáncer no era una novela. Debido al sustrato descaradamente autobiográfico. Concepción errónea, la de Vargas Llosa. Trópico de Cáncer es El Gran Gatsby en París. Con la bohemia que esto le significa. Pero al mismo tiempo que es la Gran Novela Americana es también una crónica excepcional sobre el trabajo del escritor. Vargas Llosa descalificó el debut de Miller como novela porque es un texto que se lee como una crónica. Si la época hu-
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CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
POR AHÍ ME ENTERÉ QUE NO FUI INVITADO A UN ENCUENTRO DE ESCRITORES PORQUE ACUDIRÍA A LOS PEORES SITIOS DE LA CIUDAD SEDE Y ESCRIBIRÍA SOBRE ELLOS Y PREFERÍAN AHORRARSE LA MALA IMAGEN.
El sino del escorpión
biera tenido la conciencia de sí misma como la tiene ahora, Trópico de Cáncer habría sido el primer libro de no-ficción. Henry Miller no figura dentro de la plantilla de cronistas. Por su escueto acercamiento al periodismo. Sin embargo, es un antecedente indiscutible del Nuevo Periodismo o del Periodismo Gonzo. Trópico de Cáncer me convirtió en cronista. Sin sospecharlo. A los 19 o 20 años, mientras atravesaba por un apasionadísimo crush con la obra de Miller, leí Pesadilla de aire acondicionado. La crónica de un viaje que realiza Miller por Estados Unidos en coche. Como corresponde a todo desposeído, al no tener la oportunidad de conservarlo tuve que devolverlo. La edición estaba descatalogada. No podía comprarlo tampoco en inglés. Mi fiebre por Miller va y viene. Lo releo cada dos o tres años. Antes de mi encuentro con las drogas era capaz de recitar de memoria las primeras páginas del Trópico de Cáncer. Esta semana me topé en una librería Una pesadilla con aire acondicionado (Navona, 2013). La nueva traducción del título cambia el sentido del original. Miller se refiere al alto costo del espíritu que significa la comodidad del aire acondicionado. Me bastó leer el prefacio para cerciorarme de que haber comenzado a escribir crónicas desde 2012 no había sido producto del azar o del boom que experimentamos por el género en la actualidad. Éste último factor que coincidió con el surgimiento del cronista en mí. Pese a que Navona tiene una colección de no-ficción, Una pesadilla con aire acondicionado está inserto en ficciones. Esto habla de que
tenemos a Miller ubicado únicamente como novelista. En una entrevista Jorge Carrión afirma que el ensayo es una consecuencia de la novela. Me atrevería a agregar que la crónica también. Y el ensayo sobre el proceso creativo. Y la crónica sobre el proceso escritural. Ahí radica el origen de la crónica de Miller. Sonará cursi, pero en ocasiones no es el cronista el que busca la crónica, sino a la inversa. Es la crónica la que acude al cronista. Un ejemplo: en cierta feria del libro a la que fui invitado, a diferencia de todos los autores, me hospedaron en un hotel en la zona roja de la ciudad. A dos cuadras del epicentro de travestis local. La crónica me llama. Por ahí me enteré que no fui invitado a un encuentro de escritores porque acudiría a los peores sitios de la ciudad sede y escribiría sobre ellos y preferían ahorrarse la mala imagen. Como cronista necesito más mi reputación que invitaciones a encuentros de escritores o ferias de libro. El cronista es un apestado. No importa cuanto éxito coseche. En ocasiones resulta peor para el cronista ganar notoriedad. Es una invitación al odio, por parte de otros cronistas, de ciertos lectores, y de los protagonistas de sus crónicas. Los directos y los indirectos. Jack Kerouac puso en marcha el mito del poeta-novelista (sólo tiene un libro de relatos). Hoy existen el poetacronista, el novelista-cronista, el ensayista-cronista. La crónica ha dejado de ser un artículo exclusivo. No es labor del especialista. La crónica ha recobrado su papel de bien común. La pesadilla de aire acondicionado está ahí afuera para que todos salgamos a contarla.
Por ALEJANDRO DE LA GARZA
Desconsuelo de Conaculta DESDE SU PRIVILEGIADO puesto de observación en el resquicio lunar de la pared, el escorpión ha atestiguado cómo poco a poco y con gran esfuerzo los responsables de Conaculta terminan de levantar el tiradero dejado por (des)Consuelo Sáizar antes de salir en fuga de la presidencia del Consejo. No sólo abandonar a medias y sin fondos para continuar las obras de la Cineteca Nacional, los Estudios Churubusco y La ciudad de los libros (Biblioteca Vasconcelos), quedaron entre los pendientes de quien encabezara el Conaculta durante tres años y medio. Tampoco la casi quiebra del inba en 2013-14, cuando dejó de pagar a funcionarios, empleados, proveedores y colaboradores por falta de previsión presupuestaria. La vertiente penal es un desfalco de más de 350 millones de pesos bien docu-
mentado por la Auditoría Superior de la Federación y por el cual la pgr procede contra los involucrados desde mayo de este año. El proyecto iniciado en 2010 se llamó Cerebros Digitales y su objetivo era digitalizar libros, imágenes, películas, audios de importancia de nuestro acervo cultural. Sin licitación alguna, el contrato se asignó a la Universidad Autónoma del Estado de México ( uaem ). Al final hubo desvíos, incapacidad, subcontratación ilegal, sobreprecios descomunales y un trabajo inacabado por demás irregular y fraudulento. De mayo a la fecha, tres funcionarios de Conaculta y dos de la uaem han sido destituidos por el caso y aún faltan consecuencias legales. Por twitter, doña Consuelo manda decir: “Lean los documentos de la asf ”, los cuales, en efecto, parecen eximirla de dolo, pero ¿también de responsabilidad?
El escorpión no quiere abusar de los lectores con historias melodramáticas de prensa amarilla. Por ello, promete abordar pronto los renovados esfuerzos de Conaculta —por ejemplo la Agenda Cultural Digital— para hacer uso extenso y productivo, ahora sí, de las herramientas tecnológicas como instrumento de difusión cultural. No obstante, regido por la naturaleza de su estirpe, no puede dejar pasar esta joya: A punto de abandonar Conaculta en noviembre de 2012, la señora Sáizar comprometió (sin fondos posibles) un millón y medio de euros para la restauración de la iglesia de San Lorenzo en Venecia. Con ello buscó garantizar la asistencia mexicana a la Bienal de Venecia 2013. Así lo leyó el escorpión en declaraciones a la prensa nacional del actual titular de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, antes de regresar a su resquicio en la pared.
CON GRAN ESFUERZO LOS RESPONSABLES DE CONACULTA TERMINAN DE LEVANTAR EL TIRADERO DEJADO POR (DES)CONSUELO SÁIZAR.
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LA ILUSTRACIÓN SEGÚN LUIS SCAFATI Es argentino, pero nunca jugó futbol. Fue un niño introvertido a quien su padre siempre proveyó de hojas y lápices para que expulsara al darketo que llevaba dentro. Estudió Artes en la ciudad de Mendoza, donde nació y creció. Ahí su familia tenía un quiosco de periódicos y revistas que lo nutrió de historietas de grueso calibre confeccionadas en Buenos Aires. La fuerza centrípeta de la capital lo atrajo sin remedio y ahí participó en revistas como Humor
y Súper Humor, entre otras. Ha colaborado en diarios como La Nación y Clarín, de Argentina, y goza de prestigio mundial por sus ilustraciones de volúmenes literarios como La metamorfosis (Kafka), Drácula (Bram Stoker), Narración de Arthur Gordon Pym (Edgar Allan Poe), La ciudad ausente (Ricardo Piglia) y La peste escarlata (Jack London), que en México distribuye la editorial Libros del Zorro Rojo. Sexto Piso editó El castillo, con dibujos de Scafati.
Los ilustradores lo ubican entre los artistas plásticos y viceversa. Algunas de sus obras están colgadas en paredes de museos, y en el Teatro Independencia de Mendoza hay un mural que él realizó a pesar de envidias y puñaladas traperas. El 26 de julio pasado dio una charla en el Centro Cultural Elena Garro, de Coyoacán, donde se ganó a los numerosos asistentes con buen humor y sencillez (sí, sencillez).
Por ESGRIMA
¿Cómo era el quiosco de su infancia? Era una pequeña construcción de dos metros cuadrados, en una esquina, como todos los quioscos de aquella época; ya no queda ninguno. En mi casa éramos cuatro hermanos y mis papás. Nos turnábamos para atender el negocio, así que a los 14 años ya estaba yo ahí, solo, durante varias horas. ¿Era su internet? Algo así. Internet no existía ni en la ciencia ficción. Para mí las revistas de Buenos Aires eran una cosa importantísima, todo se producía en la capital. Tuve la suerte de ver todo lo que pasaba con el cómic, era una de las mejores épocas de la historieta argentina: Alex Raymond, Hugo Pratt, etcétera. Era otro mundo… Sí. Hoy existe la web, los libros y los murales callejeros. Todo eso es más interesante que lo que sucede en las galerías. ¿Es un argentino que nunca jugó futbol? Sí. ¿Se me nota? Sé que fue un niño muy introvertido. Sí lo fui, tal vez en exceso. ¿Envidiaba a los deportistas? No tanto por el juego sino porque eran muy exitosos con las chicas. En ese sentido yo era de los perdedores. Afortunadamente vino mi revancha, tal vez un poco tarde, como a los veinte años, cuando conocí mujeres interesadas en la literatura. Yo hacía poemas (ríe). Alguna vez hice un cuaderno completo de poemas para una chica que se llamaba Alenka, de origen polaco, y sólo le hablé una vez. ¿Aún conserva la mirada provinciana o ya la perdió? Se va perdiendo, sin duda. Cuando llegué a Buenos Aires, me sentí apabullado por el contraste con Mendoza. Cuando yo era chico, iba al cine y salía atontado
luego de ver dos películas seguidas; salía a la calle y miraba la cordillera, que era el Oeste, así me ubicaba. En Buenos Aires no había puntos de referencia, perderse era muy fácil, todavía me pierdo de vez en cuando. También desconocía los códigos, como eso de tener que avisar antes de visitar a un amigo; en Mendoza tú ibas y tocabas a la puerta de tus conocidos sin ningún problema. Me tardé mucho en asimilar cosas así. ¿Cómo le fue con la dictadura militar? Estaba marcado y tuve que huir durante un tiempo. A veces con tu trabajo te ganás enemigos. Uno de mis hermanos estuvo preso. He visto ilustraciones suyas muy fuertes contra el ejército y la Iglesia… A mí me pone mal la hipocresía de algunas instituciones, es algo revulsivo. ¿Dejó atrás la polémica? La más reciente fue un trabajo que hice sobre Palestina y eso molestó mucho. Prácticamente me dijeron nazi. Una radio muy importante me buscó para agrandar el conflicto; ellos pensaron: “vamos a entrevistar a un nazi”. No les importaba que en esos momentos yo estuviera preparando una exposición sobre Kafka, no sabían quién era Kafka. Me parece inaudito y frívolo que a alguien se le endilgue el calificativo de nazi. ¿Cómo vivió el ataque a la revista Charlie Hebdo? Me dolió por partida doble, porque la mayoría de los asesinados eran dibujantes de edad avanzada y estaban en una junta de planeación, como las que teníamos en las revistas donde yo trabajé. De algún modo recreé la imagen de lo que sucedió. Lo suyo es la imagen… Sí, pensar con imágenes es como una deformación.
CREO QUE EN DRÁCUL A ESTÁN MUCHAS DE MIS PREOCUPACIONES Y COSAS IRRESUELTAS. TODOS TENEMOS UNA SOMBRA.” ¿Cómo lleva a cabo su trabajo al ilustrar cuentos y novelas? Me meto en el mundo del autor y, al mismo tiempo, expreso mis propias inquietudes. ¿Cuál es el libro en el que más se asoma usted mismo? Creo que en Drácula están muchas de mis preocupaciones y cosas irresueltas. Todos tenemos una sombra. ¿Siempre sabe cómo va a quedar un dibujo? No. Tengo un punto de partida y, en el fragor del combate, hay puntos de inflexión.
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FERNANDO FIGUEROA ¿Nunca se interesó por el paisajismo? A veces he intentado dibujar la naturaleza, sobre todo cuando voy a Mendoza, en la montaña, pero siempre se mete algo inconsciente y el asunto se desvía. ¿Qué es lo más difícil de dibujar? Las manos de los personajes. Las manos delatan a un mal dibujante. Tengo la impresión de que está muy influido por José Clemente Orozco. Sí, por supuesto. He estudiado mucho su obra e incluso leí las cartas que escribió cuando vivió en Nueva York. ¿Nunca ha usado photoshop? Soy un analfabeto en ese sentido. Lo mío es una relación erótica con los materiales que uso al dibujar. ¿Escucha música cuando pinta? Sí. Me sirve para hacerlo con mayor libertad; me ayuda a eliminar a ese policía que está todo el tiempo en la mente: el intelecto. ¿Qué escucha? Cuando ilustré La metamorfosis descubrí la música de Arvo Pärt. Mis gustos musicales son muy amplios, desde Pink Floyd hasta cierto tipo de tangos. ¿Nunca perdió el piso con el éxito? “La fama es puro cuento”, dice un tango. Yo no me la creo. ¿Por qué su libro Mambo urbano no se llama Tango urbano? En Argentina la palabra “mambo” tiene la connotación musical, pero también se refiere a lo que trae un tipo en la cabeza. ¿Sería como el rollo que trae en la cabeza? Sí, exactamente. Entonces, el libro pudo llamarse El rollo urbano (ríe). Dígame tres poetas que relee con frecuencia. Juan Gelman, César Vallejo y Joaquín Giannuzzi. ¿Le gustó el chiste que dijo el papa Francisco sobre los argentinos? No lo conozco. Dijo que, para suicidarse, se suben a lo más alto de su ego y desde ahí se dejan caer. Es muy lindo —dice Scafati, al tiempo que ríe como un niño de mirada transparente.