CARLOS VELÁZQUEZ
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
THE WILD DETECTIVES
EL TEATRO DE LA MEMORIA UNIVERSAL
El Cultural N Ú M . 9 8
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
JUAN RULFO I
LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL ANTONIO TABUCCHI
JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BOIXO
MARTHA PORTAL
BLAS MATAMORO
WILLIAM ROWE
JUAN ANTONIO MASOLIVER RÓDENAS
JULIO ORTEGA
ANTHONY STANTON
DYLAN BRENNAN
ENTREVISTAS DE ROBERTO GARCÍA BONILL A Welles, Ramuz, Bombal, Faulkner
GEOGR AFÍAS EXCÉNTRICAS DE JUAN RULFO ALE JANDRO TOLED O
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El martes 16 de mayo se cumplen cien años del nacimiento de Juan Rulfo (1917-1986), motivo de conmemoraciones múltiples. La intensidad poética de sus dos libros primordiales, El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955), traducidos a más de cuarenta idiomas —del islandés al turco y el coreano, sólo por mencionar algunos— mantienen su vigencia universal, tema de académicos, críticos y escritores que ha nutrido miles de páginas,
en contraste con la asombrosa concentración y la brevedad de su obra. Dedicamos dos ediciones de El Cultural a celebrarlo. Esta primera entrega aborda su aprecio internacional, así como su preferencia por libros y autores más o menos excéntricos. Iniciamos con una serie de entrevistas inéditas de Roberto García Bonilla que forman parte del libro en preparación Rulfo, ayer y hoy.
J UA N RU LFO Y L A CR Í T IC A L A DI M ENSIÓN I N T ER NACIONA L ROBERTO GARCÍA BONILLA
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os tiempos, los imaginarios, las representaciones, las investigaciones, los juicios y los prejuicios, cambian la mirada y la apariencia de todo y de todos; las transformaciones son consecuencia del paso del tiempo. El 16 de mayo de 1917 —a las cinco de la mañana— nació Juan Nepomuceno Vizcaíno, no se sabe con precisión si en San Gabriel, Sayula —según las actas de nacimiento y bautismo— o Apulco, sitio que en los últimos años se da como fidedigno. Y el 30 de junio de 1945 se publicaría, en América, el primer texto que se conoce de Juan Rulfo: “La vida no es muy seria en sus cosas”; el 19 de marzo de 1955 termina de imprimirse Pedro Páramo; once días después Edmundo Valadés publica la primera reseña de la novela. El investigador y biógrafo Alberto Vital publica, en 1994, El arriero en el Danubio. Recepción de Rulfo en el ámbito de la lengua alemana (la primera de todas las traducciones la realizó Mariana Frenk, en 1958, de Pedro Páramo). Y según Simone Andréa Montoto, la crítica rulfiana sumaba nueve mil páginas en 1999. Días después de la muerte de Rulfo —acaecida el 7 de enero de 1986— Rubén Salazar
Mallén anotó que la publicación de El gallo de oro y otros textos para cine, en 1980, no acrecentó la gloria de Rulfo y sí evidenció
CUESTIONARIO 1. ¿Qué fue lo que más le impactó en su primera lectura de los cuentos y la novela? 2. ¿Cuánto influyó la literatura de Rulfo en la conformación de su imagen, más aún, de su imaginario sobre México? 3. ¿A qué cree que se debe la atención tan grande que ha suscitado la obra de Rulfo para los estudiosos extranjeros? 4. ¿Cuáles son los mayores logros o méritos en la obra de Rulfo?
la poca eficacia en materia cinematográfica, comparada con su excelencia literaria. Y “Fortuna e infortuna de El gallo de oro” (1988), de Milagros Ezquerro, muestra por primera vez la valía de El gallo de oro no como guión sino como una novela corta. Ésta, la segunda novela de Juan Rulfo traducida al inglés por Douglas J. Weatherford (Deep Vellum), ahora está seleccionada por BBC Culture entre los diez libros a leer en 2017, y Chicago Review la considera entre los libros de ficción más conmovedores de la primera mitad del año. La siguiente encuesta rescata nueve lecturas e interpretaciones de la obra de Rulfo y la huella que ha dejado; críticos y autores de ficción, nacidos entre 1930 y 1980, comparten un retrato propio —desde su condición de extranjeros— de una de las figuras más complejas de la cultura mexicana del siglo XX, cuya obra se mantiene viva; su vigencia, intacta. Con excepción de las respuestas de Dylan Brennan, las restantes —algunas escritas por su propios autores, hasta hoy inéditas— fueron realizadas entre las postrimerías del siglo pasado y principios del presente. C
JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BOIXO (León, España, 1950). Investigador literario, especialista en literatura latinoamericana, es uno de los estudiosos más prolíficos y constantes de la obra de Rulfo en el extranjero; autor de Claves narrativas de Juan Rulfo (1984) y del estudio introductorio de Pedro Páramo en la edición de Cátedra (2002), “El realismo mágico y Pedro Páramo: una asociación paradójica” (2015).
1. La impresión que yo tenía de Juan Rulfo era la de un autor que trataba sobre temas intrínsecamente mexicanos dentro de la estética del ruralismo, pero al mismo tiempo sobrepasaba el concepto de novela regionalista. Me gustaba por la novedad técnica que aportaba a la novela, con una estética muy depurada sobre todo por la imitación de un lenguaje coloquial, que es un tipo de literatura sumamente elaborada. En Pedro Páramo me atrajo la belleza del lenguaje y las imágenes de ese mundo rural que captaba tan perfectamente.
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2. La obra de Rulfo tiene un gran paralelismo, por ejemplo, con los ensayos de Octavio Paz (1914-1998) sobre México, esa radiografía que él hizo en El laberinto de la soledad. Yo creo que casi se puede establecer una especie de lectura paralela. Pienso que Paz escribió certeramente sobre la esencia de México —aunque claro, uno lo ve desde el exterior, no como mexicano—; esa manera de ver la vida, esa valoración respecto a las diferencias entre unas y otras culturas, por ejemplo, el sentimiento sobre la muerte que él comparaba con
la cultura occidental, de Estados Unidos, y que se ve de una forma muy distinta en México y en Europa. Lo mismo hizo Rulfo a través de un personaje de ficción. Hay en él una visión del mundo a partir de las raíces mexicanas, con los valores universales que lógicamente se deducen pero siempre a partir de lo mexicano. Uno más de sus logros es la profundidad con que es capaz de tratar un determinado tema y la belleza de sus rasgos estilísticos. En definitiva por todo, porque a fin de cuentas estamos aludiendo al contenido y a la forma.
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Rulfo hace una radiografía muy precisa y profunda de lo mexicano, de lo rural. Las ocasiones en que he estado en México me parece encontrar a los personajes de Rulfo. Cuando estuve en Puebla, que es una zona más rural de lo que sería la capital, me encontré con campesinos, con festividades. Recuerdo una en especial: llevaban a la virgen, la habían bajado de la pirámide de Cholula y era prácticamente lo mismo que vi en una fotografía de Rulfo en la que aparecen personas vestidas de blanco, con el traje popular de los campesinos, con trombones y trompetas. Me parece que la obra de Rulfo es un reflejo de esa realidad más profunda de México. Además están las cuestiones lingüísticas que para un mexicano pasan desapercibidas pero para alguien que no es de México llaman mucho la atención.
3. El interés por su obra se explica, naturalmente, por su gran calidad literaria que, como decía Gabriel García Márquez, es una lectura muy impactante. Con independencia de la dificultad que la novela puede presentar para un lector no habituado a estas cuestiones de literatura, la obra es muy atrayente. En la medida en que el lector comienza a comprenderla lo deja impactado porque refleja un mundo muy sugerente. Para el crítico, la calidad literaria se ve enseguida; todo está tan cuidado que es imposible eliminar cualquier frase. En cualquier novela, por ejemplo de Mario Vargas Llosa, que a mí me gusta, se pueden quitar páginas completas y la novela sigue entera, pero en Rulfo es imposible eliminar cualquier frase: su obra es totalmente medida y, como él
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decía, sus textos están muy depurados y en algunas versiones se ve perfectamente ese proceso de estilización, de quitar y dejar lo mínimo y a la vez lo esencial. Por lo tanto, para los críticos Rulfo es una mina muy propicia para muchos planteamientos. 4. Rulfo inaugura la modernidad en la novela mexicana. Como antecedente yo pondría Los de abajo (1916), de Mariano Azuela, que también me parece una novela muy moderna. La novela de Rulfo inaugura la modernidad en cuanto a la técnica narrativa que supone una verdadera novedad.
BLAS MATAMORO (Buenos Aires, Argentina, 1942). Ensayista, crítico literario y musical, editor de los Cuadernos Hispanoamericanos; entre sus títulos se cuentan La etapa mexicana de Luis Cernuda 1952-1963 (con Agustín Sánchez Andrés, 2002), Novela familiar: el universo privado del escritor (2010), y Nietzsche y la música (2015).
1. Leí a Rulfo por primera vez en los años sesenta, en Buenos Aires. No tenía referencias del escritor, más bien todo lo contrario, porque se hablaba de él como de un hombre esquivo y silencioso, una suerte de mexicano al revés, que hacía del silencio su manera personal de circunloquio. Me impresionó su capacidad de síntesis, su rigor, la admirable decisión de escribir dos libros y no equivocarse en la elección. También su prosodia, sin duda multiplicada por las dificultades de léxico, que hacían de muchos objetos cosas misteriosas. El mayor estímulo de la lectura fue la ambigüedad de los hechos. ¿Qué sucede “realmente” en un cuento como “El hombre”? ¿Están vivos o muertos los personajes de Pedro Páramo?
2. El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) ocurren en el mismo espacio imaginario, en el mismo mundo. No les encuentro demasiado parecido con el México literario que conocía, el de la novela de la Revolución y la novela urbana (Carlos Fuentes). 3. No creo que un extranjero tenga ventajas o desventajas para leer a Rulfo, porque se trata de un escritor universal, salvo que lo estudie un lingüista y se ponga a ver cómo manipula el habla de Jalisco. Las diferencias importantes son las que hay entre los buenos y los malos críticos. La mexicanidad es un tema que no me interesa. No creo en las psicologías nacionales, aunque sí en el valor ideológico de los prototipos nacionales.
4. Logros o méritos de Rulfo: la economía narrativa, un cierto patetismo austero de carácter trágico, una atmósfera de confín, la ambigüedad de sus referencias, que parecen realistas y hasta costumbristas, y no lo son. Traté a Rulfo dos veces y no tuve una real comunicación con él. Me pareció un hombre exhausto, ceremonioso e impersonal. Rulfo es moderno porque se le puede releer sin hacer caso de las fechas. Pasa con todos los buenos escritores. Si hay que fecharlos algo falla, se han vuelto meros documentos de época.
JUAN ANTONIO MASOLIVER RÓDENAS (Barcelona, España. 1939). Narrador poeta, traductor, profesor y crítico literario; como ensayista sobresale Libertades enlazadas (2000) —sobre literatura mexicana: de Octavio Paz a Juan Villoro—, y Voces contemporáneas (2004); como narrador publicó Cuentos (2006).
1. A Rulfo yo no lo conocí. Prefiero no conocer a los escritores, a no ser que les haya conocido antes que a su obra, como es el caso de Augusto Monterroso, por citar a un ilustre. Sin embargo, tengo la sensación de haber estado con él en alguna parte, en una cantina o en un cementerio, no me acuerdo. Mi primer acercamiento a la obra de Rulfo lo tuve en Londres, en la década de los sesenta, tras una conversación con Augusto Monterroso y Jean Franco; la única referencia que tenía era que Monterroso era íntimo amigo de Rulfo.
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Lo primero que llamó mi atención de los textos de Rulfo fue la intensidad de la lengua, el desarrollo dramático y la dimensión mítica; lo que más me estimuló fue la visión dantesca del purgatorio y del infierno, y la ausencia de cielo. Con la obvia diferencia del género, entre los cuentos y la novela hay una relación muy estrecha. 2. Jalisco es para muchos la imagen muchas veces estereotipada de México, mientras que Rulfo inventa un lenguaje y un paisaje. Lo inventa para
crear uno más verdadero que incluya el jaliscense. Sigue siendo, pues, México. Hay muchas realidades mexicanas (la Revolución, los cristeros, la presencia negativa de la Iglesia, la superstición, la pobreza, la violencia... Pero en realidad es un “documento del alma mexicana”. Como lo es el Apéndice de El laberinto de la soledad (“La dialéctica de la soledad”) de Octavio Paz con respecto del resto del libro. La atención que ha provocado la obra de Rulfo responde a razones muy parecidas a las
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de García Lorca: la anécdota folclórica y la verdad profunda. 3. Ante la obra de Rulfo, más que ventajas entre lector mexicano y extranjero, las veo entre hispanohablantes o no. En pocos escritores es tan importante la lengua como en Rulfo. Supongo que los temas más frecuentados para analizar a Rulfo son los mismos dentro
y fuera de México. A nivel universitario, los juicios y prejuicios culturales suelen ser muy parecidos en todas partes. Aunque la Revolución está presente en su obra, no la identifico con la de los escritores de la Revolución, de Mariano Azuela; tampoco de Carlos Fuentes. 4. Tal vez el mayor mérito de Rulfo sea la capacidad de convertir en seres épicos y míticos a los
desheredados de la sociedad y el paisaje en el que viven. La capacidad, asimismo, para conversar con los muertos y los fantasmas. A diferencia de otros libros que no aguantan más que una primera lectura impactante (Cien años de soledad), en Rulfo cada nueva lectura mantiene la intensidad y pureza de la primera.
ANTHONY STANTON (Inglaterra, 1954, naturalizado mexicano). Académico, investigador y crítico literario; entre sus últimos títulos se cuentan la edición crítica de El laberinto de la soledad de Octavio Paz (2008), el estudio y la edición facsimilar de Nocturno rosa de Xavier Villaurrutia (Conaculta, 2013), El río reflexivo: Poesía y ensayo en Octavio Paz (1931-1958) de 2015.
1. Leí los dos libros de Rulfo en Sevilla, en 1975, el año en que murió Francisco Franco. Yo tenía 21 años y mi primera reacción ante la lectura de Pedro Páramo fue de fascinación y desconcierto; sentí que no entendía gran cosa, con todo y que yo había leído Ulises, de Joyce, en inglés, por lo que se pensaría que la lectura de la novela de Rulfo sería relativamente fácil, y sin embargo tuve que releerla varias veces y fui descubriendo más cosas; en cada nueva lectura sentí que la entendía un poco más. Uno reconoce desde la primera lectura la gran cualidad estética y poética del texto, la extrema complejidad de la escritura, la forma, el fragmentarismo del relato, la yuxtaposición de planos. Y lleva tiempo asimilar todos estos elementos. Después releí los cuentos y la novela al llegar a México, en 1979. ¡Y conocí a Rulfo! Yo daba clases de inglés en la colonia San José Insurgentes, muy cerca de la casa de Rulfo. Después de mis clases me iba caminando hacia la librería El Ágora, que tenía una cafetería, y también vendían discos. Varias veces me encontré ahí con Rulfo y como se sentaba solo yo me acercaba y le decía cosas, supongo que muy torpes, sobre mi admiración hacia él. A Rulfo le gustaba mucho hablar de música y tenía mucho interés en la música brasileña. Un día, de repente, comenzamos a hablar de escritores ingleses y norteamericanos. La imagen de que era un hombre ensimismado es falsa; él era un gran lector, desde su juventud, de los escritores clásicos y modernos en lengua inglesa, como Faulkner, que es el caso más conocido porque se ha estudiado su influencia en Rulfo.1 Pero también había leído a escritores bastante menores en lengua inglesa. Recuerdo que mencionó a un escritor irlandés que en aquella época no tenía mucha trascendencia en el plano internacional: Flann O’Brien (1911-1966); hablamos de sus novelas y cuentos, que son humorísticos, un poco surrealistas. 2. Rulfo es un escritor obsesionado con la memoria. Él mismo recuerda ciertos tipos de habla que ha escuchado en su infancia, en su juventud, y se dedica a recrear ese lenguaje después de leer muchísimas novelas modernas, vanguardistas. Así logra esa especie de síntesis entre ciertas propuestas, búsquedas experimentales, formales, de la literatura del siglo XX, y una temática que parecería desligada de esas propuestas vanguardistas del siglo XX, como el campo y lo popular, temas ajenos a los vanguardistas. Aunque para ser justo habría que mencionar
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Fuentes tuvo que ver con esta proyección gracias a un texto suyo sobre Rulfo que se publicó en francés.3 Hay muy pocas voces críticas disidentes y Alí Chumacero (1918-2010) es una de esas voces; escribió un texto muy auténtico expresando sus propias dudas,4 que seguramente muchas personas sentían también porque la novela rompía con muchas expectativas. De todas formas hay que decir que la gran mayoría de los textos críticos, las reseñas, los ensayos sobre Rulfo adoptan una perspectiva sumamente positiva. Nadie aceptaría hoy, por ejemplo, ese texto temprano de Emmanuel Carballo (1929-2014) donde contrapone a Arreola y a Rulfo,5 pero en aquel momento tal vez fue inevitable asociar a Arreola con lo universal, como un discípulo de Borges (1899-1986) y la literatura fantástica, y a Rulfo con lo nacional. Desde luego hoy no es válido ese acercamiento a la obra de ambos, pero aun así el ensayo de Carballo no es un juicio de valor sino una canonización que responde a una polémica entre lo universal y lo nacional que en aquel tiempo era sostenible. Hay muchos equívocos introducidos por el mismo Rulfo, porque él decía a veces: “yo escribo así porque así habla la gente en mi región”, y eso no es cierto. Todos las transcripciones de estudios antropológicos que uno puede ver, incluso de esa misma zona, muestran que no se habla así; nadie habla como Susana San Juan. Yo no he visto ningún documento antropológico que se asemeje a los diálogos de Pedro Páramo. Es evidente que se trata de una construcción estética de Rulfo. No es una transcripción fotográfica. No es un habla real.
también a Mariano Azuela, un escritor que sí incorpora las vanguardias de su tiempo en las novelas experimentales que escribió en los años veinte y treinta, combinadas con una temática tradicional del realismo, o del naturalismo; me refiero a La malhora (1923), El desquite (1925) y La luciérnaga (1932), y también Los de abajo (1915), en la que ya hay un intento de recrear el lenguaje popular. Este aspecto de experimentalismo formal es interesante en Azuela, aunque luego él mismo lo rechazó. Si bien es cierto que Rulfo y Azuela son escritores muy distintos, hay un antecedente de lo que Rulfo hace en su literatura. Hay muchos lugares comunes en los intentos de ubicar a Rulfo, porque se le ha tomado como el fin de algo, y él no es el fin de nada. La temática de Rulfo sigue en autores posteriores, hasta el día de hoy, como también hay una novela urbana muy anterior a Rulfo. Es un mito que la novela urbana sea posterior a él. En este siglo, desde los años veinte, hay novelas plenamente urbanas. Hay muchos equívocos al tratar de ubicar a Rulfo en un lugar de la literatura nacional. 3. Hay quienes dicen que fue importante para la fama de Rulfo que su proyección fuera del extranjero hacia México, y no de su país de origen hacia afuera. Sin embargo, no hay que olvidar que quienes hicieron las primeras referencias a sus obras —Carlos Blanco Aguinaga (1926-2013), Carlos Fuentes (1928-2012) y la traducción de Mariana Frenk (1898-2004) al alemán escribieron sobre Rulfo en México, porque aquí vivían. Blanco Aguinaga, siendo español y residente en México, publicó su ensayo sobre Rulfo en la Revista Mexicana de Literatura;2 Mariana Frenk vivía aquí y Carlos Fuentes también. La primera recepción de Rulfo, como es natural, fue primero en México y después a nivel internacional. Ciertamente,
ROBERTO GARCÍA BONILLA (Ciudad de México) es autor de Visiones sonoras (Siglo XXI-Conaculta, 2002), Un tiempo suspendido. Cronología sobre la vida y la obra de Juan Rulfo (Conaculta, 2009). Compilador y editor de Arte entre dos continentes, de Mariana Frenk Westheim (Siglo XXI-Conaculta, 2005), y Recuerdos y retratos de Mariana FrenkWestheim. Entrevistas, ensayos y cartas y homenajes (Siglo XXI Editores, 2015).
Notas 1 El estadounidense James East Irby fue el primer estudioso que abundó sobre la influencia de Rulfo en “La influencia de William Faulkner en cuatro narradores hispanoamericanos” (Lino Novás Calvo, Juan Carlos Onetti, José Revueltas, Juan Rulfo), tesis de maestría en Letras Españolas, Escuela de Verano-UNAM, México, 1956.
Carlos Blanco Aguinaga: “Realidad y estilo de Juan Rulfo”, Revista Mexicana de Literatura, 1 de septiembre-octubre, 1955, pp. 59-86.
2
3 Carlos Fuentes: Pedro Páramo, Espirit des lettres, 6 noviembre-diciembre, París, 1955, pp. 74-76.
Alí Chumacero: “El Pedro Páramo de Juan Rulfo”, Revista de la Universidad, 8, abril, 1955, pp. 25-26. 4
Emmanuel Carballo: “Arreola y Rulfo, cuentistas”, Revista de la UNAM, 7 de marzo, 1954, pp. 28-29, 32. 5
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ANTONIO TABUCCHI (Pisa, Italia, 1943-Lisboa, Portugal, 2012). Escritor y profesor de literatura portuguesa; autor, entre otros libros, de Réquiem (1992), Sostiene Pereira (1994), El tiempo envejece de prisa (2010), Viajes y otros viajes (2012), y Para Isabel. Un mandala (2014).
1. No tuve el honor de conocer personalmente a Rulfo, pero cuando leí Pedro Páramo me di cuenta que era un libro tan fantasmático y tan verdadero que para penetrar en su universo las claves normales y clásicas que teníamos desde un punto de vista epistemológico y crítico ya no servían. Freud es insuficiente para penetrar en este universo, y las categorías críticas también, porque antes es necesario abandonarse a un mundo onírico y porque la novela de Rulfo pide al lector una complicidad, que se deje andar y quedarse en el mismo nivel como una especie de alucinación. 2. Desde mi condición de lector extranjero, cuando leí la novela yo tenía algunas categorías antropológicas sobre México, pero me parece que en Pedro Páramo lo importante es lo universal. El escenario es, claro, muy mexicano, pero muchas veces hay novelas en que se puede prescindir del
conocimiento real del escenario para penetrar realmente en el mensaje universal. 3. En la literatura italiana, aunque en la década de los años cincuenta impera el realismo, hay personajes que funcionan como si estuvieran en contacto directo con el lector. Hay por ejemplo un escritor italiano, no muy conocido, muy bizarro, si se quiere un poco extravagante, Tommaso Landolfi (1908-1979), que también tiene un mundo semejante al de Rulfo. Los personajes de Rulfo, como los de otros escritores, no pertenecen a la moda de su época, porque son personajes con una personalidad tan fuerte que escapan a cualquier etiqueta. Rulfo podría perfectamente estar en mi novela, Réquiem: una alucinación (1992), que escribí en portugués; en Lisboa —durante el mes de junio de un día tórrido—, el protagonista encuentra simultáneamente muertos y vivos sin la capacidad de distinguir entre los dos
planos —muerte y vida—; pero no quiero ser arrogante. Para mí, el de Rulfo es un universo que me toca personalmente en gran medida. No podría decir que sólo Rulfo me ha influido. Quiero ser honesto: todo lo que me gusta me influye en todos los niveles. Los escritores nos regimos de una manera que muchas veces no conseguimos medir, pero es evidente que hay una reacción frente a la obra de otros. Si nos quedamos al sol, nos quemamos; y si bebemos dos o cinco tequilas nuestras reacciones cambian. También cambian nuestras reacciones cuando leemos una novela que nos gusta, o se ve un cuadro, o se escucha una música que nos toca profundamente. Como decía Jorge Luis Borges, es muy difícil dar la medida de la influencia; la literatura no es un tren que corre en superficie, es un río que corre subterráneo. Cuando escribí Réquiem no pensaba en Rulfo conscientemente, pero inconscientemente no voy a negar su influencia.
MARTHA PORTAL (Asturias, España, 1930-Madrid, 2016). Novelista, cuentista, académica, autora de Proceso narrativo de la Revolución Mexicana (1977), Análisis semiológico de Pedro Páramo (1981), Rulfo: dinámica de la violencia (1984).
1. Yo conocí Pedro Páramo por una amiga que no era literata ni profesora; ella me dijo: “He dado gracias a Dios por tener ojos y haber podido leer Pedro Páramo”. Me pareció tan exagerada la alabanza que inmediatamente leí la novela y supe, entonces, que estaba ante una obra distinta, compleja y difícil, pero que hacía vibrar algo que teníamos ahí perdido, como el tema de la salvación, las ánimas en pena en el purgatorio. Yo soy de Asturias (Nava), y de niña había oído muchas narraciones de personas mayores sobre apariciones de ánimas que vagan por el espacio; si tienen una promesa incumplida deben vagar hasta que alguno de sus deudos cumpla esa promesa y puedan encontrar un descanso eterno. Todo eso se removió en mí con la lectura de la novela. La primera lectura de Pedro Páramo la asumimos como resonancias antiguas; algo que conmueve nuestras raíces ancestrales, históricas y culturales. La
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violencia está presente en la novela y también en los relatos de El llano en llamas. 2. Me pareció que la novela incide sobre los grandes temas de la cultura occidental, asumidos por una comunidad mexicana, pero con un movimiento poético de enorme lirismo. También me di cuenta de la organización de los relatos: había una construcción o una técnica deliberada de montaje; no se podía leer cronológicamente de principio a fin, sino que había una relación muy bien elaborada. Pero lo que más me impactó fue la parte sentimental de identificación con vagas creencias. 3. El interés que ha causado la obra de Rulfo tal vez se deba a esa calidad que tiene de estar despojada de referentes extratextuales, cuyo universo es mucho más amplio de lo que podría ser un espacio-tiempo muy concreto. Pedro Páramo es como un modelo
universal del mundo. No es algo local reducido a un espacio mexicano concreto. Rulfo creó un mundo autónomo que inaugura una nueva estética y una nueva dialéctica. Es un mundo híbrido, donde las fronteras entre lo natural y lo sobrenatural están borradas; Rulfo ha sabido borrar esas fronteras. En Pedro Páramo todos se rigen por el mismo código pseudorreligioso del comportamiento de las almas en pena. Digo pseudorreligioso porque no es el auténtico código teológico, sino un código seudosemántico creado por el mismo Rulfo a base de tradiciones religiosas, que él rompe y tergiversa. 4. Creo que Pedro Páramo es una obra que seguirá siendo fundamental, que no va a ser relegada a un determinado puesto como parte del pasado, aunque toda la literatura está amenazada por el desinterés. Cada vez es más difícil recogerse a leer, pensar y hablar de las lecturas.
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WILLIAM ROWE (Inglaterra, 194?). Académico y crítico literario, se ha concentrado en estudios culturales y literatura latinoamericana. Autor de Rulfo: El llano en llamas (1987), Ensayos vallejianos (2006), Huella del mito prehispánico en la literatura latinoamericana (2010).
1. Recuerdo que leí primero El llano en llamas. Me causó un impacto muy fuerte; luego seguí con Pedro Páramo y me quedé con una fascinación, pero no escribí ningún ensayo sobre Rulfo hasta que me pidieron participar en una conferencia. Entonces lo leí de nuevo; el punto más importante probablemente fue el momento en que me di cuenta de que Rulfo escribía con una actitud distinta hacia el lenguaje, otra actitud de la imagen que dejaba ver que él no era un narrador del boom o de la Ciudad de México. Yo casi no tenía referencias de Rulfo cuando leí sus textos. Después José María Arguedas (19111969) me habló un poco de él, lo quería mucho. Pero sólo fueron algunas resonancias de segunda mano. Uno se pregunta de dónde viene este lenguaje, esta actitud a la voz, a la entonación. Escribí Rulfo: El llano en llamas (Grant and Cutler, Londres, 1987) en el que al menos se salva el capítulo sobre el lenguaje en Rulfo; me fascinó su trabajo con el sonido: la imitación del objeto por los sonidos que normalmente se llama onomatopeya, como en Pedro Páramo cuando la lluvia cae (“El agua que goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del patio. Sonaba: plas plas y luego otra vez plas...”). Son efectos en el fondo muy complejos que van mucho más
allá del concepto propiamente lingüístico de la onomatopeya y tienen que ver con el tiempo, con la espesura del lenguaje y, un poco, con el abandono del eje lógico de lenguaje y la elección de otra plasticidad que podría ser a la vez más antigua y más moderna, es decir: es de vanguardia —porque trabaja con la plasticidad del idioma, de la lengua— y a la vez muy antiguo porque trabaja con el primer sonido de América. Esos cambios sutiles pero ubicuos, que están en todas partes, que sufre el español cuando llega a América. En los cuentos y en la novela encuentro una relación; el manejo de la voz es muy parecido. El cuento de “Luvina” no difiere mucho de algunos pasajes de Pedro Páramo. 2. La narración en Rulfo es a base de instantes temporales, intensidades de lugar y voces que se escupen en el aire, sin apoyarse en un esquematismo; todo eso se puede recoger de distintos lados y saber de dónde lo recogió Rulfo no es demasiado importante: lo fundamental es su capacidad para adecuar los elementos necesarios a la situación de una voz. 3. Yo creo que si comparamos a Rulfo con Ramón López Velarde (1881-1921), nada tienen
que ver. López Velarde capta sensibilidades provincianas, y Rulfo tuvo que llegar a una invención muy precisa y muy elaborada. El placer, las cadencias, esas modulaciones musicales de Rulfo no están en ningún otro lado de la literatura mexicana y no están porque, repito, él tuvo que inventarlas. Me parece que Jesús Gardea (1939-2000) es el único que ha hecho un trabajo parecido al de Rulfo. La idea de que la literatura latinoamericana tiene que legitimarse como heredera de la tradición europea es absolutamente aburrida. La idea de canon de la literatura europea es una obsesión, y lo mismo pasa con la literatura norteamericana. 4. La mayor realización de Rulfo está en su trabajo con el lenguaje que sigue resonando y cuestionando. Las voces de sus personajes son capaces de abrirnos los ojos y los oídos de modos impredecibles. Eso sólo él lo ha logrado, y ha abierto muchas puertas a trabajos de otros grandes escritores. Habría que decir con qué tradición vivía Rulfo, y yo lo colocaría con Augusto Roa Bastos (19172005), con el gran poeta argentino Juan Laurentino Ortiz (1896-1978). Existe, además, una historia personal de Rulfo; y el problema es cuando ésta se confunde con sus formas creadoras.
JULIO ORTEGA (Casma, Perú, 1942). Crítico literario, académico en Estados Unidos. Entre sus textos recientes destacan Imagen y semejanza de Carlos Fuentes (2016), La imaginación crítica. Prácticas de innovación en la narrativa contemporánea (2010). En 1968 publicó La contemplación y la fiesta: Ensayos sobre la nueva novela latinoamericana, que, entre otros autores, aborda a Juan Rulfo.
1. Mi primer contacto con la obra de Rulfo fue a comienzos de los años sesenta, cuando yo era estudiante de la Universidad Católica de Lima. Recuerdo haber leído Pedro Páramo de una sola tirada, con asombro y zozobra, como si se tratara de un enigma irresuelto y, por eso, fascinante. Lo que más me impresionó de la lectura no fueron ni los temas ni los personajes sino la insondable y a la vez inmediata vida de estos fantasmas del lenguaje mexicano y latinoamericano. Para mí, esa novela tenía la lógica de los sueños: inexplicable y a la vez inexorable. Conocí a Rulfo, aunque lo traté muy poco. Lo vi una ocasión en Lima, junto a José María Arguedas (1911-1969), pero era su época
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alcohólica y me pareció más que tímido, hundido en sus dilemas. Para mi sorpresa, el otro Rulfo —el que encontré en Puerto Rico, en 1982, durante un Congreso de Escritores Latinoamericanos— era un hombre elocuente y con sentido del humor. Me habló con admiración de José María Arguedas, que se había suicidado en 1969. Me contó una historia extraordinaria: en uno de sus viajes por los pueblos mexicanos llegó a uno de los más remotos, tarde en la noche, cuando todo estaba oscuro y los habitantes debían estar durmiendo. Pero para su sorpresa vio que los pueblerinos avanzaban en grupo hacia él y gravemente lo rodearon. Rulfo estaba, dijo, fascinado por ese ritual, y no sabía qué
ocurría. Hasta que uno de ellos le explicó: —Cuando te vimos venir, nos dimos cuenta de que venías solo porque tu alma te había perdido, y te andaba buscando lejos. Por eso, te vamos a amarrar en el poste al centro de esta plaza para que tu alma pueda encontrarte esta misma noche. Así lo hicieron y Rulfo se quedó atado hasta el amanecer. Volvieron los hombres y le anunciaron: —Ya te encontró tu alma, ya está contigo otra vez. Y felices de su acción lo desataron y lo dejaron libre. ¿No es una historia espléndida? Ignoro si Rulfo la ha contado o incluso escrito en alguna parte.
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Mucho después, cuando tuve que dar una charla sobre su obra en un homenaje que organizó el Instituto Nacional de Bellas Artes en el Palacio de Bellas Artes (1993), en la Ciudad de México, recordé esa historia y, por fin, creí entenderla: es la historia de Juan Preciado, que también llega a un pueblo fantasmático y es atrapado por las historias de sus habitantes. Pierde, en efecto, su alma, y es un muerto que recuerda, habla y escucha, como si leyera su vida y la historia desde la tumba. “Mi alma debe andar vagando por allí”, dice un personaje, declarando que son los cuerpos (o sus presencias como fragmentos de un discurso sin lugar en la Tierra) los que hablan desde la muerte, en este interregno sin pasado ni futuro que es el presente mítico de la fábula del extrañamiento, del no-lugar latinoamericano, clausurado por una modernidad sin consecuencias. Quiero creer que ese cuento oral de Rulfo sugiere que el lector y la lectura pueden desatar al hombre atrapado por la condena del lugar, para devolverle la libertad de la interpretación y la fuerza del sentido.
La primera lectura que hice de la novela fue puramente gozosa. Pero en 1968, cuando dicté en una galería de Lima una serie de charlas sobre la nueva novela latinoamericana, decidí empezar con Pedro Páramo. Yo tenía 25 años, era un lector ferviente, y esa narrativa me parecía el comienzo de mi propia biografía literaria. Ese mismo año se publicaron esas charlas en la Editorial Universitaria de Lima con el título La contemplación y la fiesta: Ensayos sobre la nueva novela latinoamericana (1968). 2. La relación que yo percibo entre Pedro Páramo y el mundo mexicano es esta que explico: una articulación de representaciones ideológicas. Están, claro, el mundo histórico, la guerra cristera, la pauperización del mundo rural, y hasta se puede demostrar que esta novela clausura la visión de México como un universo rural y tradicional, al representarlo desde su crítica, desde su desconstrucción.
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4. Uno de los temas más importantes en Pedro Páramo parte de la búsqueda del padre, y es como una lectura alegórica de esa fábula. En mi lectura (e interpretación) vi la representación como un mundo al revés, como una inversión o revés de los mitos y la tradición. Y me parece que fui de los primeros en advertir que el gesto liberador de la novela, que culmina la búsqueda de Juan Preciado, es el asesinato del padre por mano del arriero que introduce a Juan en Comala, quien es hijo también de Pedro Páramo; esa delegación resolutiva, esa transferencia del crimen simbólico de un hijo a otro, me pareció más un esquema alegórico que freudiano. En cambio, creí entender que Juan Preciado estaba vivo hasta cuando lo ahogan los murmullos. Es más fácil creer que siempre estuvo muerto y que su historia la narran los muertos. La novela favorece esa lectura, hay que decirlo. Le da más coherencia, aunque la ambigüedad vida-muerte no facilita el dualismo muerte/vida.
3. (No hubo respuesta).
DYLAN BRENNAN (Dublín, Irlanda, 1980). Narrador, poeta, editor, investigador literario; editor —con Nuala Finnegan— de Rethinking Juan Rulfo’s Creative World: Prose, Photography, Film (2016).
1. Hay un nítido sentido de tensión en los cuentos y la novela de Juan Rulfo. Me impactó, de manera profunda, cómo entreteje lo elemental y lo fantasmal, cómo los muertos ejercen tanto poder sobre los vivos. El primer cuento de Rulfo que leí fue “Talpa”: Tanilo se embarca en un peregrinaje nefasto con la esperanza de que la Virgen de Talpa pueda detener su sufrimiento físico. Tanilo, mientras vive, parece cadáver. Sin embargo, una vez que muere, su presencia aumenta, se interpone entre su hermano y esposa. Hay muchas facetas de la narrativa rulfiana, pero esta relación entre vivos y muertos fue lo que más me impactó en la primera lectura. 2. Como irlandés, estoy acostumbrado a ver representaciones costumbristas, ridículas y hasta ofensivas de mi propio país en los medios, particularmente en las películas hollywoodenses. Resulta que muchas personas piensan, creen que saben cómo es Irlanda y, cuando llegan a Dublín, se sorprenden de encontrarse en una ciudad moderna y cosmopolita. Supongo que, para los mexicanos, ocurre algo semejante. Los irlandeses sólo ven a México a través de las películas y las noticias (y, cuando se trata de México, siempre son malas noticias). Sin embargo, sabía yo que, comparado con Irlanda, México es un país enorme, con un alto nivel de biodiversidad. Sabía que debe haber muchos Méxicos y lo que leía en El llano en llamas, Pedro Páramo y El gallo de oro no era la única visión posible de México. Así que jamás pude aceptar la declaración de Octavio Paz sobre Rulfo y el paisaje mexicano cuando dijo que “Juan Rulfo es el único
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novelista mexicano que nos ha dado una imagen —no una descripción— de nuestro paisaje.” Hablando de visiones de México siempre he preferido esta descripción del mismo Rulfo: Tampoco fue mía la idea de imponer ningún tipo de aspecto de lo mexicano, porque no representa ninguna característica lo mexicano, en absoluto. Lo mexicano son muchos Méxicos. No hay una cosa determinada que pueda permitirnos decir: Así es México. No, no es México. Ninguna de las cosas es México. Es una parte de México. Es uno de tantos Méxicos. Así que supe que la visión del país encontrada en las páginas de su obra narrativa no era una imagen de México sino uno de muchos Méxicos. Luego, descubriendo sus fotografías de Oaxaca, de la zona mixe en el norte del estado, por ejemplo, encontramos otro México, uno de los Méxicos que Octavio Paz, en su ensayo polémico El laberinto de la soledad, parece descartar por completo: el México indígena. 3. No puedo hablar por todos los estudiosos extranjeros. Sin embargo, creo que hay muchas maneras de intentar explicar por qué Rulfo suscita tanta atención. Tal vez por su manera de explorar lo universal a través de lo muy particular. Tal vez por su sorprendente manera de estructurar sus textos. Por su manera de entremezclar exquisitas descripciones de la naturaleza con escenas de intensa brutalidad. Pero, mejor sería que simplemente dijera esto: porque Juan Rulfo
es uno de los mejores escritores de todos los tiempos. En el mundo angloparlante es poco común que la gente lea textos traducidos. Esto está cambiando gracias al trabajo de editoriales como Deep Vellum Publishing que publicó las primeras versiones de Sergio Pitol en inglés (La trilogía de la memoria) y en este mes publicará la traducción de Douglas J. Weatherford de El gallo de oro —The Golden Cockerel & Other Writings. Así que, cuando un estudioso extranjero descubre a Rulfo por primera vez, además de estar totalmente seducido por el texto, también siente un fuerte deseo de compartir su descubrimiento con otros lectores no acostumbrados a leer textos latinoamericanos. Entonces, además de disfrutar la obra de Rulfo, quieren/queremos compartirlo, generar nuevos lectores. Leer Pedro Páramo por primera vez es una experiencia que cada lector serio debe experimentar. 4. Podría hablar de este tema por horas, o escribir otra tesis doctoral. Pero a grandes rasgos podría mencionar: su manera de habitar tantas voces diferentes dentro de sus textos. Su manera de dejar a sus personajes guiar la trama. Su manera de entretejer el mundo de los vivos con el de los muertos construyendo una zona ontológica voluble. Su manera de mostrar el fracaso de la Revolución Mexicana. Lo elemental. Lo fantasmal. Lo erótico. Lo brutal... y todo lo que ya he mencionado. C
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Orson Welles en Ciudadano Kane.
Este ensayo revisa algunas de las obras que pudieron influir en la imaginación narrativa de Juan Rulfo. Desde la película de Orson Welles, Ciudadano Kane, hasta escritores más o menos raros como el suizo Ramuz o la chilena María Luisa Bombal, un rastro formativo que incluye autores rusos, estadunidenses y latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX. Zonas o territorios poco frecuentados de Rulfo, nuevos enfoques para apreciarlo de otro modo.
Welles, Ramuz, Bombal, Faulkner
GEOGR A FÍ A S EXCÉN T R IC A S DE J UA N RU L FO ALEJANDRO TOLEDO
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l carácter excepcional de la obra de Juan Rulfo (1917-1986) lleva a los críticos a observarlo desde dos perspectivas extremas: aislar la obra de su contexto literario y cultural (al considerarla, como dijo Tomás Segovia, un “puro milagro”) o presentarla como imitación directa de otras escrituras. En los dos casos se falla (al reducir al personaje a un solo aspecto, sea la originalidad silvestre o el supuesto plagio), pues un autor es la summa tanto de sus vivencias como de sus lecturas, y en Rulfo esto no corre en paralelo sino que está perfectamente imbricado: lo que fue, lo que leyó... e incluso lo que vio y escuchó. No todos los caminos llevan a El Llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955), pero sí hay unos que muy claramente avanzan en esa dirección. Transito ahora algunos, desde mi perspectiva no muy frecuentados, no para restar originalidad a esos títulos; se trata sólo de asomarse a lo que pudo haber contribuido al desarrollo de una obra ciertamente breve mas de tal manera sustanciosa (o sustancial) que llevamos ya varias décadas intentando descifrarla
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(y así seguiremos). Y revisaré además cómo esa misma descolocación pudo haberse extendido a otros ámbitos. Una influencia probable, ya examinada por Douglas J. Weatherford, es la de la cinta Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), de Orson Welles, que presenta grandes semejanzas con Pedro Páramo. En el ensayo final del Tríptico para Juan Rulfo (2006, recopilación coordinada por Víctor Jiménez, Alberto Vital y Jorge Zepeda), el especialista estadunidense revisa esos contactos entre filme y novela. Queda la duda de si Rulfo vio la cinta, pues no hay testimonio de que así haya sido. Ésta se estrenó en la Ciudad de México el 6 de junio de 1941, y habrá llegado a Guadalajara semanas o meses más tarde. Allá o acá, tuvo que haberla visto, dado su gusto por el espectáculo cinematográfico. Aun cuando se carezca de esa certeza (el documento que pruebe que Rulfo vio la película), algunas señas parecen indicar que sí hubo acercamientos; por ejemplo, el que en unos primeros apuntes Susana San Juan recibiera el nombre de Susana Foster, lo que la emparenta con Charles Foster
Kane, el protagonista de la cinta, y Susan Alexander, su segunda esposa. Del ejercicio comparativo se obtienen numerosas coincidencias. Cito a Weatherford: Para ambos protagonistas la notoriedad personal es transitoria, ya que la modernidad nacional llega a significar la pérdida de su poder. Xanadu se transforma en un mausoleo y Comala en una tumba. Además, como metáfora de su decadencia, ni Kane ni Páramo dejarán un heredero. La extinción de la línea familiar en ambas obras sugiere que el carácter nacional ha cambiado y que hombres como Pedro Páramo y Kane han llegado a ser reliquias cuyo lugar ya no se encuentra asegurado en el mundo moderno. Ninguno de los dos textos ha de ser leído como una afirmación de las virtudes del siglo xx. No obstante, cada uno parece indicar que la muerte del personaje principal masculino —símbolo de un orden social, político y económico superado
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“LO QUE SORPRENDIÓ A RULFO EN DERBORENCE NO FUE SÓLO LA HISTORIA; SINO ADEMÁS, O SOBRE TODO, LA FORMA DE CONTARLA: UN MODO DE NARRAR A LA VEZ SECO Y POÉTICO QUE PARECE NACER DE LAS MISMAS ROCAS.” e injusto— ofrece la oportunidad de un nuevo comienzo. Está, también, el asunto de la infancia robada o perdida: a Kane le ocurre cuando su destino es puesto en las manos de un banco y un tutor, circunstancia que lo aleja de sus padres; en Pedro Páramo está la orfandad temprana, que es un golpe fuerte. Ambos, a pesar de su rudeza, sienten nostalgia por aquel universo en que crecieron, en un caso representado por Susana San Juan, la compañera de juegos; y en el otro a través de Susan Alexander, por una esfera de nieve encontrada en la habitación de ella y que traslada a Kane, en la memoria, al paisaje de su niñez y al trineo Rosebud, su último recuerdo antes de morir. Además de todo lo que se puede encontrar al comparar la novela con el filme, que es mucho, las fechas encajan, ya que Rulfo pudo haberse encontrado con la cinta justo cuando en su mente se cocinaba el proyecto novelístico, por lo que Ciudadano Kane puede ser considerada una de las muchas influencias que contribuyeron a dar forma a Pedro Páramo.
PIEDRAS Y MÁS PIEDRAS Otra, sin duda, es Ramuz. En la edición moderna de Derborence (Nortesur, Barcelona, 2008) se incluye, en la contraportada, esta declaración de Rulfo: “[Me hubiera gustado escribir] sobre todo una: Derborence, del gran narrador suizo Charles-Ferdinand Ramuz”. Es algo que dijo a José Emilio Pacheco en aquella entrevista (“Imagen de Juan Rulfo”) que se publicó el 20 de junio de 1959 en el suplemento México en la Cultura del periódico Novedades, y que in extenso se lee así: La sola enumeración de mis preferencias me llevaría muchas horas. Leo tanto y tan desordenadamente que por eso no aprendo. Antes de tomar la pluma abro un libro de Hamsun. Su lectura me baja a la tierra, me vuelve al origen. Hay muchas obras que me gustaría haber escrito, pero sobre todo una: Derboranza, del gran narrador suizo Charles-Ferdinand Ramuz, tan despreciado y tan desconocido. Por el título que da (Derboranza), se ve que leyó la primera versión al castellano (Editorial Juventud, Barcelona, 1947; la publicación original es de 1934), a cargo de Carlos Ventura. Rulfo, que era alpinista, habrá disfrutado un libro sobre las montañas. Éste abre con una conversación en una cabaña entre
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un hombre viejo y otro joven, en la que este último casi no habla, que es un anticipo de “Luvina”. La charla ocurre un 22 de junio hacia las nueve de la noche; y más tarde la montaña caerá sobre las cabañas de los campesinos y los enterrará, transformando a Derborence en un lugar de muertos. Piénsese en este sitio (“inmenso agujero de forma oval”) como un antecedente de Comala: Derborence es como la aparición del invierno en pleno verano, porque allí habita la sombra durante casi todo el día. Incluso cuando el sol está en su punto más alto en el cielo. Y no se ven más que piedras y piedras y más piedras. Lo que sorprendió a Rulfo en Derborence no fue sólo la historia; sino además, o sobre todo, la forma de contarla: un modo de narrar a la vez seco y poético que parece nacer de las mismas rocas. Dice Déborah Puig-Pey Stiefel que un lenguaje-pulso, un lenguaje-respiración es lo que Rulfo encuentra en Derborence “en un pueblo desolado cuyo silencio bombea la sangre de los muertos”. Una descripción como la siguiente tuvo un eco directo en la obra futura: “se dice ‘allá arriba’ cuando se viene de Valais, pero si viene de Anzeindaz se dice ‘allá abajo’ o bien ‘allá al fondo’”. En Pedro Páramo queda así: “Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja”. Algunas de las creencias que circulan en la novela del escritor suizo también tendrán repercusiones en Rulfo; como aquello de que los muertos pueden parecer vivos, aunque sólo sean sus espíritus los que deambulan: Cómo se lamentan y se desesperan, pues no han encontrado el descanso. Tienen forma de cuerpo, pero sin nada dentro, y son carcasas vacías; sólo ellas hacen ruido por la noche, y se las ve, ¿verdad? O bien: Porque están con vida y ya no están con vida; siguen en la tierra y ya no están en la tierra. [...] A lo mejor tienen que pasar por el purgatorio en el mismo lugar donde murieron, pues murieron sin sacramento... Por eso vienen hasta aquí a quejarse ante nosotros... [...] Salen porque nos necesitan... A lo mejor nos ven y nos reconocen, aunque ya sólo sean aire...
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cinematográfica o leer un libro) para integrarlas, consciente o inconscientemente, a una idea de novela que se cocinaba en su interior: una historia en fragmentos de un hombre que se hace poderoso mientras se aísla de los otros y termina muy lejos de sí mismo; otra sobre campesinos suizos resignados a vivir en un páramo que los aniquila... Y hay más. Un día, Juan Rulfo le confesó al escritor argentino José Bianco que La amortajada (1938) de María Luisa Bombal era un libro que lo había impresionado mucho en su juventud. A partir de ello, Bianco propone: “Quizá en Pedro Páramo podríamos discernir alguna influencia de La amortajada”. Otro argentino, por cierto, Jorge Luis Borges, intentó convencer a la autora chilena de no escribir esa novela: Yo le dije que ese argumento era de ejecución imposible y que dos riesgos lo acechaban, igualmente mortales: uno, el oscurecimiento de los hechos humanos de la novela por el gran hecho sobrehumano de la muerta sensible y meditabunda; otro, el oscurecimiento de ese gran hecho por los hechos humanos. La zona mágica de la obra invalidaría la psicológica o viceversa; en cualquier caso, la obra adolecería de una parte inservible. Y no ocurrió así: en lugar de eliminarse, ambos elementos (lo humano y lo sobrehumano) se fortalecieron. Acaso estemos ante una manifestación temprana del realismo mágico. Y tal vez, para seguir con el tono especulativo de Bianco, esa misma fórmula es la que da sustento a Pedro Páramo. Hay otra anécdota de cómo Rulfo pudo encontrarse con La amortajada: refiere el crítico Emmanuel Carballo, quien fue vecino de Rulfo (vivían en el mismo edificio, en Tigris 84, entre Lerma y Pánuco, en la colonia Cuauhtémoc), que al corregir él para el Fondo de Cultura Económica pruebas de la Historia de la literatura hispanoamericana de Enrique Anderson Imbert, cuando llegó al punto en que se hablaba de María Luisa Bombal y su novela bajó corriendo al departamento de Rulfo y le dijo: —Mira, Juan, lo que acabo de encontrar: lo que tú estás haciendo lo hizo María Luisa Bombal en La amortajada. Cuenta Carballo en Protagonistas de la literatura mexicana:
NOVELAS POÉTICAS El juego planteado es un tanto alevoso porque tenemos las piezas del rompecabezas ya más o menos acomodadas... y lo complicado fue crear el rompecabezas. En ambos casos (Ciudadano Kane y Derborence), es como si dos estampas con escenas del todo distintas al superponerlas a Pedro Páramo coincidieran en muchos de sus elementos. Es decir, la relación no se da tanto en la superficie sino en su configuración; hay que imaginar a un joven Rulfo que asimiló esas experiencias artísticas (al ir a una sala
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Esa mañana, juntos, nos dimos a la tarea de conseguir La amortajada, novela que en cierto sentido coincidía con la que Rulfo estaba escribiendo. La encontramos en la Antigua Librería Robredo. Rulfo la leyó de inmediato y cambió la estructura del libro. Estaba a punto de comenzar la Semana Santa, y Juan, a quien le habían extraído la dentadura, aprovechó esos días para escribir febrilmente una nueva versión de la novela. El personaje fundamental, Susana San Juan, desapareció y en su lugar surgió como protagonista Pedro Páramo. Con Rulfo ocurre algo bastante extraño: quienes dicen haber estado cerca del proceso de escritura de su novela suelen contar historias delirantes o que no encajan del todo. Eso es prácticamente normal cuando se trata de Rulfo y Pedro Páramo. Acá lo tenemos, primero, refiriendo a Bianco su encuentro temprano con La amortajada; luego está Carballo, quien sitúa ese hallazgo alrededor de la Semana Santa de 1954... Puede ser. ¿En qué se parecen La amortajada y Pedro Páramo? Prima facie, en el hecho de que los muertos no están del todo muertos. La protagonista de Bombal tiene conciencia de su condición de recientemente fallecida; y así, hasta cierto punto liberada de la vida, narra un último proceso, en el lento camino del velorio a la tumba: “Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos”. En Rulfo, claro, esa segunda muerte parece no tener fin: los muertos no mueren del todo, siguen su existencia en ese pueblo de fantasmas como si nada hubiera pasado, y suelen incluso tener coloquios entre ellos. Comala, diría Cyril Connolly, es una tumba sin sosiego. La influencia mayor de Bombal, me parece, no está en esa afinidad argumental (aquello de que con la muerte arranque la historia), sino en la forma fragmentaria de concebir una novela. Tanto La amortajada como Pedro Páramo siguen ese régimen. Quizá Rulfo, si le creemos a Carballo, se sorprendió menos por la coincidencia de tratar con muertosvivos que por la forma de narrar de Bombal, quien presumía de “hacer poesía con la prosa”, y su construcción en bloques como si se armara un prosemario. Una y el otro (o los otros, si sumamos a Ramuz) escribieron novelas poéticas. Debe decirse, por último, que hay una diferencia radical entre La amortajada, profunda, entrañablemente femenina, novela de humedades; y Pedro Páramo, una novela más bien seca y masculina... que tiene, no obstante, esos pasajes en los que Susana San Juan expresa sus deseos más acuosos.
LECTURAS FORMATIVAS En varias páginas de Apuntes de Arreola en Zapotlán (2004; segunda edición, 2014), de Vicente Preciado Zacarías, en donde se transcriben los dichos de Juan José Arreola sobre muchos temas, hay referencias a las que pudieron ser las lecturas formativas de Rulfo. Dos cree Arreola que fueron significativas: los
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escritores rusos posteriores a la Revolución y William Faulkner. De este último asegura Arreola que sin duda Rulfo leyó El sonido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930) y ¡Absalón Absalón! (1936); y que el relato “Todos los aviadores muertos” anticipa su mundo de espectros. “Rulfo se entiende mejor a través de Faulkner”, dice Arreola. En cuanto a los otros, expone que Guillermo Rousset Banda proveía al grupo de amigos ejemplares de la Revista de Occidente en la que aparecían traducciones de los rusos. Asegura Arreola: “Los cuentos rusos crean la atmósfera en la que se mueve su pensamiento y sus esquemas sintácticos”. Y da algunos ejemplos interesantes: en Saschka Yegulev (1911), de Leonid Andréiev, “la banda de rebeldes le otorgó a Rulfo el sentido del lenguaje en comunidad y la imagen del héroe, prototipo del pantocrátor derrotado”; “El niño”, de Vsevakid, y Los tejones (1925), de Leonid Leonov, “le dieron el paisaje: Juan describe el llano jalisciense como los rusos describieron la estepa”; “El farol”, de Yevgueni Zamiatin, “le procuró a Rulfo el sentido de la fatalidad en el ser humano, principalmente en el indígena y el campesino”; en El tren blindado n. 14-69 (1922), de Vsevolod Ivanov, “está el flashazo, la instantánea como táctica narrativa”; y en “La vieja”, de Lidia Seifulina, “los diálogos tajantes de la madre y Antipka, el hijo, son patéticos; esquemáticamente iguales a los de Pedro Páramo”.
LA LLEGADA Encuentro, también, algunas semejanzas (que pueden ser sólo eso) con La invención de Morel (1940), del argentino Adolfo Bioy Casares... Aunque quizá se trate de un principio en el que muchos relatos se parecen: la llegada de un hombre a un lugar (un pueblo o una isla) en donde empiezan a ocurrir sucesos que uno llamaría fantásticos o sobrenaturales, aunque en el caso de Bioy hay al fin una explicación que parece razonable o científica (la activación por la marea de un reproductor de hologramas). En los dos casos alguien vivo llega con los muertos y se integra a ellos. También ocurre así en Aura (1962), de Carlos Fuentes, cuando el joven historiador ingresa a un edificio de la calle de Donceles, en el Centro de la Ciudad de México... El motivo del arribo al sitio encantado es frecuente en las novelas de caballerías; y la vuelta a casa tendría como fuente original, sin duda, la Odisea de Homero. En literatura todo avance es un retorno.
“EN RULFO, LOS MUERTOS NO MUEREN DEL TODO, SIGUEN SU EXISTENCIA EN ESE PUEBLO DE FANTASMAS COMO SI NADA HUBIERA PASADO, Y SUELEN INCLUSO TENER COLOQUIOS ENTRE ELLOS. COMALA, DIRÍA CYRIL CONNOLLY, ES UNA TUMBA SIN SOSIEGO.” La influencia de Rulfo en la narrativa latinoamericana empieza a notarse en los años sesenta. Si se ha especulado aquí sobre los caminos que tomó Rulfo para llegar a Comala y alrededores, también puede pensarse en aquellos que lo siguieron. Uno fue el mexicano Fernando del Paso, cuya novela José Trigo (1966) tiene, entre muchas otras fuerzas motrices (Joyce o Faulkner), un enorme aliento rulfiano. Y otro es José Donoso, quien en El lugar sin límites (1966) lleva a un fundo (o hacienda) de Chile la base rulfiana de un cacique que controla la vida de todos los que viven ahí. Lo rulfiano también se desarrolla en la narrativa del escritor chihuahuense Jesús Gardea, más en el modo de escribir (un ritmo, una respiración) que en los temas, en un orbe simbólico (heredero de Comala) que es Placeres. Pero éste, el de la influencia de Rulfo, es un tema que acaso habrá que explorar con mayor detalle en el futuro. Y en cuanto a sus lecturas, uno siempre se quedará corto. En la exploración la biblioteca se amplía de forma considerable: dos o tres títulos se transforman en docenas de ellos. El lector de Rulfo sabe que atrás de cada línea hay una summa de experiencias vitales y toda una literatura, que pudo ser leída ordenada o desordenadamente pero que ahí está. En este recuento apenas apareció, al paso, el noruego Kunt Hamsun, del que también gustaba Efrén Hernández, maestro de Rulfo. En Noticias sobre Juan Rulfo (2004; segunda edición, 2017), Alberto Vital agrega a los nombres de Ramuz y Hamsun (sin considerar en primera instancia a Bombal, Faulkner o a los autores rusos) a Jean Giono, Rainer Maria Rilke y Hermann Broch, para decir: Por eso el concepto de influencia no basta para acercarse a Rulfo: no se avanza cuando sólo se busca rastrear y demostrar tal o cual eco en los cuentos o en las novelas, como si el autor no hubiera tenido el propósito de hacer que los lectores percibieran justo las resonancias de varias literaturas; de hecho, allí se encuentra uno de los efectos y de los secretos de Rulfo: en una capacidad de síntesis para reunir en textos breves registros que aprovechan, depurándolos, legados fundamentales del repertorio literario. Y no se ha hablado aquí de la literatura mexicana, y en específico la novela de la Revolución o la novela cristera, que Rulfo conoció muy bien. Todo esto (y más) quedó fundido en un par de libros que sólo en ese sentido, como concentración de un destino y sus estímulos artísticos, es un puro milagro. C
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
THE WILD DETECTIVES
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CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
A
brir una librería es una forma lenta de suicidio. Si uno desea quitarse la vida existen métodos más eficaces. Sin embargo, no existe amante de los libros al que no le haya pasado por la cabeza la idea de poner una librería. En un momento crítico para el negocio, han surgido dos nuevos modelos en el rubro del libro. La librería de Amazon, que potencializa el impersonal negocio de cadena y la librería de autor. The Wild Detectives es una librería de autor con una particularidad. A la locura de atreverse suma la de ofrecer lo que casi nadie en Estados Unidos: libros en español. Si bien la osadía de Amazon ha hecho que el gremio de libreros haya puesto el grito en el cielo (como si no fuera lo mismo que comprar en un Sanborn’s o en El Corte Inglés, etcétera), los ingenieros españoles Paco Vique y Javier García del Moral no se amedrentan. Su noble misión es crear un público para el libro en español en territorio gringo. La misión es harto complicada. Pero existe un sector de posibles consumidores de libro en español. El barrio de Bishop en Dallas, Texas, una zona antes en decadencia, ha sido revitalizado gracias a emprendimientos como The Wild Detectives. Considerado ahora el barrio de las artes, congrega una cantidad variada de oferta cultural. Que como todo en estos tiempos, ha comenzado a acusar brotes de gentrificación. Pero su autenticidad se mantiene en pie gracias a tipos como Paco, Javier y Andrés de La Casa-Huertas, el gerente. El amor por la literatura impulsó a Paco y Javier a
THE WILD DETECTIVES ACABA DE CUMPLIR TRES AÑOS. SU ESPACIO, COMO INTEMPESTIVOS EN SEGOVIA, SE DIVIDE EN DOS PRINCIPALES ACTIVIDADES: EL LIBRO Y EL TRAGO.
El sino del escorpión
montar la librería después de construir carreteras en Dublín, Austin y Qatar. Y a Andrés a mudarse de continente. The Wild Detectives acaba de cumplir tres años. Su espacio, como Intempestivos en Segovia, se divide en dos principales actividades: el libro y el trago. Se trata de una librería-bar que a diferencia del frío ambiente en el negocio de cadena ofrece la posibilidad de que te embriagues. Llama la atención que vendan cañas, sí, como en España, en el país en que todo es maxi. Como toda librería de autor, tiene su personalidad. A capricho de sus perpetradores. Lo cual es de agradecerse. Obviamente lo que más venden es libro en inglés. Pero la penetración del libro en español la llevan a cabo con mucho cariño. Además del libro, están haciendo eventos, llevando a escritores a presentar sus obras, lo que en breve los volverá una referencia obligada. Por lo pronto son unos pioneros que arriesgan lo que no apuesta cualquier librería de abolengo. Libros, café, cerveza, viniles, todo en una bella casa de madera. La parte de atrás, el backyard, es un patio ideal con mesas de madera donde se llevan a cabo los eventos. Por supuesto también hay presentaciones de libros en inglés. El objetivo de The Wild Detectives es convertir la librería en un espacio bilingüe. Una intrepidez, puesto que no es el mejor momento para nuestro idioma en ese país. Y sobre todo en Texas, donde una nueva orden judicial acaba de facultar a la policía para solicitar papeles a la gente en las ciudades santuario.
Para llevar una librería no hace falta sólo soñar con ella. Su éxito se debe sobre todo a la visión del librero. Y estos sujetos tienen un gusto exquisito. No sólo en cuanto a literatura. También en lo relativo a la melomanía. Detrás de cada uno de ellos se esconde una biblioteca literaria y musical impresionante. Es gente que no puede mantenerse alejada de los libros. Los hacen parte de su vida a todas horas, en la casa y en el trabajo. Y eso se ve reflejado en The Wild Detectives. Lo que convierte a la librería en un sitio obligado para visitar si pasas por Dallas o en un lugar que debes frecuentar si vives ahí. En México no existen demasiadas librerías de este tipo. La librería de autor más reciente es La Increíble Librería, de la colonia Roma, en la Ciudad de México. No cuenta con la modalidad de bar, pero es una gran iniciativa. Tiene su personalidad propia. El camino para contrarrestar el fenómeno Amazon. Esta labor, la de librería de autor, no es tarea de empresarios, es una necedad. Pero qué bueno que existan necios como ellos. Ojalá esto marque una tendencia. Y la librería resurja. Es algo sumamente difícil. Pero si algo ha quedado claro es que las librerías también puede prosperar sin depender únicamente del comercio del libro. Justo en estos tiempos, en los que la muerte de la librería se decreta una y otra y otra vez, surgen tipos como The Wild Detectives que hacen el aire más respirable. Ya saben, el óxido nunca duerme. C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
Las cenizas de Barragán y la Bienal de Venecia EL ALACRÁN apenas asoma el aguijón entre el montón de notas, comentarios, reseñas y columnas periodísticas publicadas en torno a la exposición Una carta siempre llega a su destino. Los Archivos Barragán, de la artista conceptual Jill Magid, donde se incluye la polémica pieza The Proposal, un diamante de 2.02 quilates realizado con las cenizas del arquitecto mexicano Luis Barragán (1902-1988). Entre tanta confusión, sobran los críticos de la muestra y escasean sus defensores, observa el venenoso. Una parte de la familia del celebrado arquitecto estuvo de acuerdo con el proceso mientras otra parte exige ahora explicaciones a las autoridades de cultura de Jalisco y los responsables de las cenizas. Más allá de eso, al escorpión le asombra la respuesta airada de tantos con tan poco
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conocimiento del arte contemporáneo. Enfurecidos y agarrados a su rebozo, una docena de comentaristas se espantan y azuzan rencores y descalificaciones con cierto tufillo a nacionalismo ranchero (¡cómo se atreven con nuestro artista!) e incluso a misoginia orgullosamente mexicana (“gringa vendedora de espejitos”, le dicen por ahí a Jill Magid). Hasta una carta de 73 artistas (incluido Francisco Toledo) se puso a la orden de los críticos de la muestra, de la cual, por cierto, Jorge Volpi, recién llegado a difusión cultural de la unam, corrió a deslindarse apenas tuvo oportunidad (Yo ni sabía). Finalmente, la muestra se mantiene hasta el 8 de octubre y al rastrero le consta su éxito de público. Como el arte contemporáneo es tema de sus polémicas favoritas, el artrópodo insiste, pues este sábado 13 de mayo se
inauguró la 57 Muestra Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, bajo el título “Viva arte viva”, en la cual participa Carlos Amorales (1970) en representación de nuestro país. El artista presenta una instalación-performance centrada en crear un alfabeto y convertirlo en sonido (mediante ocarinas) para narrar además una historia de migrantes en México. Amorales es reconocido por su obra, y si bien se percibe como justa su participación, no deja de cuestionarse el método de selección utilizado por las autoridades del inba, siempre tan dadas a complicarlo todo. Antes de hundirse en su nido, el rastrero celebra esta participación mexicana a través de una instalación-acción performática contemporánea, pues aún abundan quienes sólo ven arte en el colorido bodegón combinado con su sala. C
UNA PARTE DE LA FAMILIA DEL ARQUITECTO ESTUVO DE ACUERDO CON EL PROCESO MIENTRAS OTRA PARTE EXIGE AHORA EXPLICACIONES A LAS AUTORIDADES DE CULTURA DE JALISCO Y LOS RESPONSABLES DE LAS CENIZAS.
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EL TEATRO DE LA MEMORIA UNIVERSAL REDES NEURALES
Por
JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ
E
l Renacimiento, como llamó Giorgio Vasari al movimiento cultural europeo de los siglos XV y XVI, celebró la recuperación de una cultura clásica, de raíces griegas y romanas, tras el decaimiento de la civilización en las edades oscuras. Florencia fue el epicentro de esta metamorfosis. En este contexto apareció, se hizo célebre y luego fue olvidado uno de los más grandes artistas de la memoria. ¿Se trataba de un escultor, un arquitecto, un filósofo, un mago? La fama perdida se debe a un teatro con sus propias manos. En El arte de la memoria, la académica británica Frances Yates dice que: Giulio Camillo fue uno de los hombres más famosos del siglo XVI. Era una de esas personas a las que sus contemporáneos miran con temor, como si poseyese vastas potencialidades. De su teatro se hablaba en toda Italia y Francia; su misteriosa fama parecía crecer con los días. Pero ¿en qué consistía exactamente? Era un teatro de madera, atestado de imágenes. La única persona del mundo a la que habría de revelar cómo funcionaba realmente era el rey de Francia. Camillo no llegó nunca a producir el gran libro, que siempre estaba a punto de producir, en el que se conservarían para la posteridad sus encumbrados designios. No nos ha de sorprender, pues, que la posteridad olvidase a este hombre a quien sus contemporáneos aclamaban como el divino Camillo. En 1532, Erasmo de Rotterdam recibía correspondencia acerca de un artista que había construido una especie de anfiteatro, adentro del cual el espectador podía recorrer “la excelsa e incomparable fabrica del maravilloso Teatro del excelentísimo Giulio Camillo”. Si reproduzco aquí los adjetivos “excelso”, “incomparable”, “maravilloso”, “excelentísimo”, es para dar una idea de la admiración que produjo este anfiteatro. Tenía siete gradas, divididas por siete pasarelas. En total, había cuarenta y nueve puertas que podían admirarse desde el lugar donde estaría el escenario. El teatro fue diseñado de acuerdo con el arte griego de la memoria: como una arquitectura inteligente dedicada a contener imágenes de la memoria universal, según los antiguos tratados de Cicerón. En cada una de las cuarenta y nueve puertas había imágenes simbólicas, religiosas y mitológicas de la tradición judía, a través de la Cábala y de la Biblia, y de las tradiciones griega y romana. Camillo daba un gran valor esotérico al número siete. En su teatro
cómo infundir a las estatuas de sus dioses poderes mágicos y cósmicos; por medio de plegarias, encantamientos y otros procesos daban vida a esas estatuas. En el siglo XVI, el ímpetu científico apenas empezaba a desarrollarse, tras siglos de decadencia intelectual y pensamiento dogmático. Así, en el Renacimiento coexistieron la búsqueda del racionalismo y las ciencias, por una parte, y por otra parte una expansión de doctrinas mágicas que mezclaban tradiciones judías, cristianas, romanas, egipcias, griegas, reprimidas severamente durante el medioevo. Las imágenes del Teatro Foto > Especial de Camillo eran, a sus ojos, algo más que símbolos para una mnemotecnia que pretendía había siete planetas, siete ángeles, siete pilares de la sintetizar el conocimiento universal: también eran sabiduría de Salomón, siete sefirotas o emanaciones talismanes para capturar el “espíritu” que provenía cabalísticas que representaban estados de conciendel sol, y al que Camillo identificaba con el “espíritu cia. Bajo las imágenes, en cada una de las cuarenta de Cristo”. Camillo se concebía a sí mismo como un y nueve puertas, había cajones repletos de papeles, “mago solar” debido a que, durante uno de sus viajes que supuestamente reproducían los escritos de Cicea París, visitaba con el cardenal de Lorena algunos anirón acerca de cada uno de los símbolos. males salvajes, cuando un león escapó y se encaminó El proyecto puede considerarse una obra de arte al grupo de visitantes. Los nobles caballeros salieron que combina la arquitectura, la escultura, la pintura y corriendo, excepto Camillo, quien debido a su peso la literatura. También guarda relación con el concepno podía hacerlo. Para sorpresa de todos, el león coto contemporáneo de museo, que etimológicamente menzó a acariciar al artista y después se metió a su deriva de las musas, es decir, las deidades griegas que jaula. Por supuesto, esta historia es sólo una leyenda inspiran artes y ciencias, y que según la mitología de de la época, capitalizada y difundida por el propio Hesíodo son procreadas por Zeus y Mnemóside, la artista. No hay evidencia alguna de que haya sucememoria. El proyecto de Camillo era un museo ardido, pero para Camillo era la confirmación de sus tesanal de ideas, símbolos, imágenes, que buscaba “virtudes solares”. Su teatro era visto por el público y recuperar tradiciones anteriores al oscurantismo mela realeza de Francia como un poderoso instrumento dieval, y más aún, sintetizarlas para crear una nueva de conocimiento y magia solar. forma de conocimiento renacentista. En nuestra época es fácil reconocer y quedar Es necesario aclarar que la idea renacentista de sorprendidos ante la inocencia de las fantasías de Camillo es muy diferente al humanismo racionaCamillo, pero es importante señalar que prepararon lista de algunos autores célebres de la época, como el camino hacia otro caballero medieval, quien tamErasmo de Rotterdam, quien consideraba que el bién resguardaba el antiguo arte de la memoria, y arte de la memoria estaba superado por la imprenta, defendía el heliocentrismo de Copérnico en Oxford: la cual permitía resguardar la memoria de manera Giordano Bruno. El juego competitivo de la magia y fiel, y sin necesidad de recursos mágicos. De hecho, la ciencia ha generado una paradoja: la revolución Erasmo y Camillo sostuvieron discusiones célebres, científica del Renacimiento es inconcebible sin las en las cuales queda clara la diferencia entre ambos: teorías heliocéntricas de Copérnico, pero éstas fueErasmo prefiere dejar atrás cualquier rastro de maron apoyadas y difundidas por personajes como gia medieval o antigua, mientras que Camillo está Giordano Bruno, quienes aceptaron con devoción comprometido con ambiciones mágicas derivadas el heliocentrismo, porque era congruente con los del hermetismo. Todo indica que Giulio Camillo preceptos de esa magia hermética cuya imagen estaba influido por el Asclepius, un libro hermético nuclear era el sol. Giulio Camillo, impulsor del paque ponía las bases de la magia talismánica. Dice pel central del sol en el diseño del universo, jamás Frances Yates que: terminó su libro, ni su teatro, y fue olvidado en el subsuelo exuberante que se oculta bajo la historia Según el autor del Asclepius, los egipcios sabían de las ideas científicas. C
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