Las venas cerradas de américa latina

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CARLOS VELÁZQUEZ

I’M ONLY HAPPY WHEN IT RAINS N Ú M . 1 0 4

S Á B A D O

NAIEF YEHYA

MUJER MARAVILLA 2 4 . 0 6 . 1 7

El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

LAS VENAS CERRADAS DE AMÉRICA LATINA

VENEZUELA Y LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA R AFAEL ROJAS

NICARAGUA DEL SANDINISMO AL FIN DE LA UTOPÍA SERGIO R AMÍREZ GABRIELA SELSER

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A raíz de su acercamiento y adhesión al régimen y la figura de Fidel Castro, Hugo Chávez lanzó su proyecto por un “socialismo del siglo XXI” que convocaba a la “nueva izquierda” en ascenso al poder no sólo en Venezuela, sino en Bolivia y Ecuador. A partir de esa alianza originaria, un sector de la izquierda socialista latinoamericana impulsa la defensa de Nicolás Maduro —quien busca implantar sin concesiones el “modelo cubano”—, bajo el

argumento de la “agresión imperialista” que convierte a los inconformes en agentes de la “contrarrevolución”. Mientras, la crisis económica y política, así como la represión criminal contra civiles y opositores se agrava día con día. El escritor, historiador e internacionalista Rafael Rojas (Premio Anagrama de Ensayo 2006) identifica y analiza el espectro ideológico, las voces en pugna, los compromisos y desafíos de este momento decisivo.

El debate

V EN E Z U EL A Y L A I ZQU IER DA L AT I NOA M ER IC A NA R A FA E L R OJA S

F

rente al giro que ha dado la situación venezolana con la prolongada movilización popular contra el gobierno de Nicolás Maduro y la convocatoria oficial a una Asamblea Nacional Constituyente, la izquierda latinoamericana partidaria del “socialismo del siglo XXI” se ha bifurcado, de un modo muy parecido a como lo hizo la vieja izquierda revolucionaria hacia 1971, cuando el gobierno de Fidel Castro arrestó al poeta Heberto Padilla y lo obligó a hacer una confesión pública ante los escritores y artistas cubanos. Entonces lo que estaba en juego era si aquella izquierda aceptaba la sovietización del socialismo cubano. Hoy lo que se debate es, en buena medida, si se acepta la definitiva cubanización del chavismo. Desde mediados de los 2000, cuando Hugo Chávez lanzó el proyecto del “socialismo del siglo XXI ”, en diálogo permanente con Fidel Castro, la opinión

pública regional comenzó a reproducir el tópico de que Venezuela iba hacia el modelo cubano. Chávez, Fidel y algunos de sus subordinados, como el entonces vicepresidente Carlos Lage y el canciller Felipe Pérez Roque, aseguraban que Venezuela y Cuba se encaminaban a algún tipo de integración o a ser “un mismo país con dos presidentes”, como llegó a declarar Lage. Entre 2006 y 2007, cuando llegaron al poder Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, y se formó la Alianza Bolivariana, los medios cubanos y venezolanos se dieron a la tarea de presentar el ascenso de las nuevas izquierdas como un triunfo del modelo cubano. Pero apenas dos años después, con las nuevas constituciones boliviana y ecuatoriana aprobadas, se hizo evidente que si había algo afín en ese triángulo diverso que conformaban Venezuela, Ecuador y Bolivia —democracia participativa, mecanismos plebiscitarios, derechos de tercera y cuarta

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generación, autonomía de pueblos originarios...—, en nada tenía que ver con el sistema político cubano propiamente dicho. Los tres gobiernos bolivarianos eran aliados de la Cuba de Raúl Castro —ya Fidel por aquellos años estaba retirado—, pero sus órdenes constitucionales y su institucionalidad política eran claramente distintos al cubano. En ninguno de esos países se estableció un régimen de partido comunista único, estatalización de la economía y la sociedad civil y control gubernamental absoluto de los medios de comunicación. A pesar de la evidencia, tanto en la izquierda como en la derecha latinoamericanas amplios sectores confundieron la geopolítica con la ideología y asumieron que los “socialismos del siglo XXI”, en efecto, se movían hacia el modelo cubano. La propaganda “bolivariana” de medios como Telesur, Granma y Cubadebate contribuyó decididamente a ese equívoco, que llegó a tener amplia resonancia en medios intelectuales y académicos de las ciencias sociales, como el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), donde la historia de las ideas de América Latina es reemplazada por una sucesión de íconos, acríticamente superpuestos, entre Simón Bolívar y Hugo Chávez y José Martí y Fidel Castro. Ahora, con la disolución de facto de la Asamblea Nacional venezolana, que implicó la transferencia de funciones legislativas al Tribunal Supremo de Justicia y el anuncio de un nuevo proceso constituyente, que pondrá fin a la constitucionalidad chavista, respaldado resueltamente por La Habana, queda claro que el sistema político venezolano no reproducía, en sus líneas fundamentales, al cubano. La verdadera reproducción comienza a partir de este verano, al proponerse la nueva Asamblea sin el aval plebiscitario del pueblo, como soberano originario, tal y como hizo Chávez en 1999, y al proceder a una elección de representantes por “sectores”, y no por medio del sufragio universal, directo y secreto de la ciudadanía, tal y como funciona el sistema electoral y representativo cubano. Los argumentos de los defensores de esa opción del gobierno de Nicolás Maduro, dentro de la izquierda latinoamericana, comparten la misma duplicidad del discurso tradicional a favor, primero, de la Revolución Cubana y, luego, del régimen político que se derivó de la misma y que subsiste hasta hoy. Digo duplicidad porque se trata de un discurso que opera en dos niveles: uno inmediato, político,

Fidel Castro y Hugo Chávez, la alianza original.

“AHORA, CON LA DISOLUCIÓN DE FACTO DE LA ASAMBLEA NACIONAL VENEZOLANA, QUEDA CLARO QUE EL SISTEMA POLÍTICO VENEZOLANO NO REPRODUCÍA, EN SUS LÍNEAS FUNDAMENTALES, AL CUBANO.”

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mayormente defensivo —Cuba es agredida por el imperio, por lo que hay que solidarizarse con ella—, y otro, más ideológico y programático, que sostiene que ante esa situación de acoso, la salida debe ser siempre la más “radical” en términos “socialistas”, esto es, la concentración de todo el poder para administrar el país sobre bases no capitalistas y no democráticas.

¿GUERRA O DEMOCRACIA? Dos intelectuales argentinos, el sociólogo y politólogo Atilio Borón y el economista Claudio Katz, son, tal vez, quienes han formulado más claramente ese doble sentido del respaldo a Maduro. En un artículo reproducido por Cubadebate, la página electrónica del Partido Comunista de Cuba, Borón se mueve en el primer nivel del discurso, sosteniendo que el conflicto venezolano no tiene su origen en una disputa entre dos poderes legítimamente elegidos, el ejecutivo de Nicolás Maduro, y el legislativo de un parlamento mayoritariamente opositor, sino en la agresión imperialista de Estados Unidos, de la que forma parte toda la oposición. El conflicto venezolano es, por tanto, una guerra económica, política, civil o “no convencional”, en la que hay que tomar partido: La única actitud sensata y racional que le resta al gobierno del presidente Nicolás Maduro es proceder a la enérgica defensa del orden institucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución y restaurar la normalidad de la vida social. Venezuela es objeto no sólo de una guerra económica, una brutal ofensiva diplomática y mediática sino que, ahora, de una guerra no convencional que ha cobrado más de medio centenar de muertos y producido ingentes daños materiales. “Plan

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contra plan”, decía Martí. Y si una fuerza social declara una guerra contra el gobierno se requiere de éste una respuesta militar. El tiempo de las palabras ya se agotó y sus resultados están a la vista. Katz, por su parte, hace explícito el segundo plano de la argumentación, es decir, la idea de que una situación de guerra civil o, más precisamente, de guerra antimperialista, es la coyuntura idónea para avanzar hacia una reconstitución del régimen chavista por la vía del anticapitalismo radical. En una entrevista con la página electrónica Rebelión, el economista sugiere esa ruta y, de paso, cuestiona la falsa alternativa que, según él, han planteado, hasta ahora, las izquierdas latinoamericanas en el poder que no se suman a un verdadero proyecto anticapitalista. “A diferencia de Celaya, Dilma o Lugo”, dice Katz, “Maduro no se entrega” y esa “decisión de resistir explica el odio de los poderosos de la región”. Sus analogías históricas remiten a Salvador Allende en septiembre de 1973 y su referente teórico es nada menos que Antonio Gramsci: Pero estamos en medio de la batalla y no está escrito el resultado final. Hubo una interesante reactivación de los mecanismos para paliar el desabastecimiento y se adoptó la excelente iniciativa de retirar al país de la OEA. La única forma de vencer a la derecha es transformar en hechos el discurso socialista. En las situaciones límites y frente al abismo el proyecto bolivariano puede renacer con un perfil más radical... La aplicación de Gramsci a Venezuela implicaría hoy asumir decisiones revolucionarias. El líder comunista convocaba a adoptar esas decisiones sin ninguna vacilación. Por eso ponderó la acción de los bolcheviques como una “revolución contra el Capital”, en el sentido de procesos que vulneran todas las prescripciones previas. Subrayó la inexistencia de un

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poder (la Asamblea Legislativa) donde la oposición hoy cuenta con la mayoría, luego del triunfo en las elecciones de diciembre de 2015, se fue agravando y potenciando exponencialmente con el posterior bloqueo y postergación del referéndum revocatorio —una herramienta democratizadora introducida por la propia constitución chavista—, la postergación de las elecciones a gobernador el pasado año, hasta llegar el reciente y fallido autogolpe del ejecutivo. Todo ello generó un nuevo escenario político, marcado por la violencia y la ingobernabilidad, cuyas consecuencias dramáticas aparecen ilustradas en el incremento diario de víctimas que arrojan los enfrentamientos entre la oposición y las fuerzas gubernamentales, en un marco de represión institucional cada vez mayor.

curso predeterminado de la historia. Aplastar el sabotaje de los capitalistas con el poder comunal sería el equivalente a la acción de los soviets que reivindicaba Gramsci. Frente a posiciones como las de Katz y Borón se moviliza otro flanco de la izquierda socialista latinoamericana, que demanda lealtad al legado de la constitucionalidad chavista y, sobre todo, al modelo de la democracia participativa, suscrito en las constituciones venezolana de 1999, boliviana de 2008 y ecuatoriana de 2009. Tal vez, la figura central, dentro de Venezuela, de ese posicionamiento es la fiscal general Luisa Ortega Díaz, quien ha mostrado abiertamente su inconformidad con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente y las bases comiciales del proceso. La fiscal ha llegado a interponer un recurso de inconstitucionalidad contra el gobierno de Maduro porque, si bien reconoce su derecho a la iniciativa del constituyente, no respeta la soberanía originaria al no someter la convocatoria a referéndum popular. La respuesta del gobierno a la interpelación de la fiscal es, además de los calificativos de “traidora” y “terrorista”, la amenaza de que al instalarse la nueva Asamblea será destituida de su cargo.

LA EMERGENCIA PERMANENTE Una posición similar a la de Ortega sostienen intelectuales de la izquierda chavista como el sociólogo Edgardo Lander, profesor de la Universidad Central de Venezuela y autor del importante libro Neoliberalismo, sociedad civil y democracia (1995), que adelantó muchos de los debates de la izquierda latinoamericana en las dos últimas décadas. En una conversación con la Red Filosófica de Uruguay, en abril, Lander observaba que el cierre de vías institucionales para resolver el conflicto —desconocimiento de la Asamblea Nacional por el ejecutivo, permanencia del mismo Consejo Nacional Electoral, cancelación del referéndum revocatorio, posposición de elecciones regionales y locales...—, ha producido un ascenso de la represión y la violencia, tanto desde el gobierno como desde las protestas populares. Decía Lander que la lógica de Maduro, luego del triunfo de la oposición en las elecciones legislativas de 2015, fue la concentración del poder: Entonces estamos en una situación en la que hay una concentración total de poder en el Ejecutivo, no hay Asamblea Legislativa, Maduro tiene ya más de un año gobernando por decreto de emergencia autorrenovado, cuando debe ser ratificado por la Asamblea. Estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. En ese contexto, las respuestas que se dan son cada vez más violentas, de los medios y de la oposición, y la

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Nicolás Maduro.

reacción del gobierno, ya incapacitado de hacer otra cosa, es la represión de las manifestaciones, los presos políticos. Se utilizan todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder. La socióloga argentina Maristella Svampa, estudiosa de los movimientos sociales latinoamericanos y de los procesos de descolonización de la izquierda bolivariana, especialmente del caso boliviano, coincide con Lander en su diagnóstico de la situación en Venezuela. En un artículo que firmó con Roberto Gargarella, un importante constitucionalista argentino, que ha estudiado en detalle las experiencias más recientes de la izquierda sudamericana, Svampa retomaba los planteamientos de Lander. El artículo de Gargarella y Svampa apareció en Página 12, el diario de la izquierda argentina, con el título “El desafío de la izquierda, no callar”, y provocó sendas respuestas de Atilio Borón y Modesto Emilio Guerrero. En su texto, decían Svampa y Gargarella: Esta dinámica que arrancó a partir del desconocimiento por parte del Ejecutivo de otras ramas del

La respuesta de Borón a Gargarella y Svampa y, a través de estos, a Lander, titulada “Venezuela: no callar, pero para decir la verdad”, se centraba en la que llamaba una “ausencia” analítica de los académicos argentinos: “el gobierno de Estados Unidos”. Sin ese actor, colocado en primer plano, no había manera de dar con la “realidad” y la “verdad” de Venezuela. Todo lo que había decidido el gobierno de Maduro, desde diciembre de 2015, para contrarrestar la existencia de un poder legislativo de mayoría opositora, legítimamente electo de acuerdo con las normas de la República Bolivariana de 1999, formaba parte de una estrategia de defensa de la soberanía de Venezuela frente al imperialismo norteamericano. De manera que el autoritarismo, que el propio Borón reconocía, era lícito si lo que estaba en juego era la permanencia en el poder de un gobierno “revolucionario”, que se asume como sinónimo de la nación y la patria. Los opositores a ese gobierno, por muy pacíficos y constitucionales que sean, son, por tanto, apátridas y enemigos, traidores y terroristas, como la fiscal Ortega Díaz.

EL ARGUMENTO GEOPOLÍTICO De Argentina, el debate se movió rápidamente a foros latinoamericanos de la izquierda intelectual como la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), que celebró su último congreso en Lima, Perú. En abril, el grupo de Estudios Venezolanos de LASA , formado por Margarita López Maya, Lara Putnam, Iria Puyosa y

“EL AUTORITARISMO, QUE EL PROPIO BORÓN RECONOCÍA, ES LÍCITO SI LO QUE ESTABA EN JUEGO ERA LA PERMANENCIA EN EL PODER DE UN GOBIERNO ‘REVOLUCIONARIO’, QUE SE ASUME COMO SINÓNIMO DE LA NACIÓN Y LA PATRIA.”

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revela una ceguera ideológica sino que es perjudicial, pues contribuye lamentablemente a la consolidación de un régimen autoritario. La identificación del cambio, aun de la crítica al capitalismo, no puede provenir de la mano de proyectos antidemocráticos, los cuales pueden terminar por justificar una intervención externa, “en nombre de la democracia”. Desde nuestra óptica, la defensa en contra de toda injerencia extranjera debe basarse en más democracia, no en más autoritarismo.

“UN GRUPO DE INTELECTUALES DE IZQUIERDA LANZARON UN ‘LLAMADO INTERNACIONAL URGENTE A DETENER LA ESCALADA DE VIOLENCIA. MIRAR A VENEZUELA, MÁS ALLÁ DE LA POLARIZACIÓN’”. Juan Pablo Lupi, entre otros, denunció la “acción autoritaria” de la transferencia de funciones legislativas al Tribunal Supremo de Justicia, basada en las sentencias 155 y 156, y demandó la “liberación de presos políticos” y la “recuperación del calendario electoral”, así como la “destitución de los magistrados del TSJ”. El posicionamiento de los académicos venezolanos fue respaldado por decenas de adhesiones y dio forma a una Declaración sobre Venezuela, firmada por varios miembros del Comité Ejecutivo de LASA, lo que provocó la reacción del sector madurista, fundamentalmente cubano, de la asociación. En su respuesta, “LASA no es la OEA”, reproducida por Cubadebate, los oficialistas cubanos reprochaban que la crítica estuviera prioritariamente dirigida al gobierno de Maduro y no tomara en cuenta actitudes de la oposición, cuyo “único propósito era el derrocamiento” del gobierno. La “oposición venezolana está bien lejos de practicar consecuentemente su supuesta defensa de la democracia”, decían los académicos, militantes, en su mayoría, del Partido Comunista único, que rige en la isla, y denunciaban a LASA por haber invitado al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, a su congreso en Lima. A fines de mayo, mientras avanzaba el proyecto de una nueva Asamblea Nacional Constituyente, sobre bases “sectoriales” y “comunales”, y arreciaba la violencia en las calles, arrojando más de setenta muertos desde el inicio de las protestas, un grupo de intelectuales de izquierda lanzaron un “Llamado

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internacional urgente a detener la escalada de violencia. Mirar a Venezuela, más allá de la polarización”. El documento, promovido por Svampa y Gargarella y firmado, entre otros, por referentes de la izquierda como Boaventura de Sousa Santos, Aníbal Quijano, Walter Mignolo, Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, admitía, en uno de sus pasajes, la responsabilidad del sector más violento de la derecha venezolana en la crisis: Como intelectuales de izquierda, tampoco desconocemos la realidad geopolítica regional y global. Queda claro que existen sectores extremistas de la oposición (la cual es muy amplia y heterogénea), que también buscan una salida violenta. Para éstos se trata de exterminar, de una vez por todas, el imaginario popular asociado a ideas tan peligrosas como la organización popular, la democracia participativa, la transformación profunda de la sociedad en favor del mundo subalterno. Estos grupos más extremos de la derecha han contado, por lo menos desde el golpe de Estado del año 2002, con apoyo político y financiero del Departamento de Estado norteamericano. Pero agregaban: Dicho esto, no creemos, como afirman ciertos sectores de la izquierda latinoamericana, que hoy se trate de salir a defender a “un gobierno popular anti-imperialista”. Este apoyo incondicional de ciertos activistas e intelectuales no sólo

Manifestación y fuerza pública en Venezuela.

Esta vez, la respuesta provino de la E Red R de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, con un doD cumento titulado “Con la Revolución cu Bolivariana por siempre”. El texto B reproducía, casi textualmente, interrree venciones previas de Borón y Katz v —con las mismas citas de Gramsci—, y, — en síntesis, sostenía que en Venezuela había un golpe de Estado en curso, como los que habían derrocado a Manuel Celaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay y Dilma Rousseff en Brasil —y antes a Salvador Allende y a Joao Goulart y a Jacobo Arbenz...—, perpetrado por el imperialismo y su avanzada venezolana, en la que se incluía a toda la oposición, por heterogénea que fuera. El dilema en Venezuela no era entre un poder ejecutivo que desconoce un parlamento legítimo y gobierna con facultades extraordinarias, y una oposición que se lanza a las calles por falta de vías institucionales para ejercer su legitimidad, sino entre Imperio y Revolución, tal y como siempre ha entendido esa izquierda la cuestión cubana. Recordemos que en la primavera de 2003, cuando el gobierno de Fidel Castro fusiló a tres jóvenes que intentaron emigrar a Estados Unidos y encarceló a setenta y cinco opositores pacíficos, provocando el repudio de algunos intelectuales de la izquierda occidental como Noam Chomsky, José Saramago y, en cierta medida, Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez y Mario Benedetti, dicha red difundió una carta, titulada “Mensaje a los amigos que están lejos”, firmada por los mismos que hoy, desde la isla, suscriben el apoyo incondicional a Nicolás Maduro. En aquella carta se leía: Nuestro pequeño país está hoy más amenazado que nunca antes por la superpotencia que pretende imponer una dictadura fascista a escala planetaria. Para defenderse, Cuba se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba. No se le debe juzgar por esas medidas arrancándolas de su contexto. Ahora, en el documento citado, dicen: Por supuesto que hay un proceso de militarización y una escalada de violencia, pero lejos de ser el resultado de factores internos, esta militarización es permanentemente inducida

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por la agresión imperialista en todos sus niveles (diplomático, político, económico, militar, mediático, financiero). ¿O debemos enumerar acaso los golpes de Estado en Honduras, Paraguay y Brasil que anteceden la presente arremetida? De nada valen las groseras teorías de los dos demonios para analizar las causas de la violencia venezolana: ¿o qué significa entonces el “origen complejo y compartido de la violencia” señalado por la solicitada? O la identificación, aparentemente simétrica, de “extremistas” de derecha y totalitarios de izquierda, que redunda al finalizar el texto en el señalamiento de un único e inaudito responsable de la violencia: ¡el Estado y el gobierno bolivariano! ¡Justo quienes insisten en una estrategia de paz! ¿Qué deberían haber hecho, según estos intelectuales, Fidel Castro y los revolucionarios cubanos ante la invasión de Playa Girón? ¿Sentarse a parlamentar con diplomáticos inexistentes mientras las bombas atronaban en Bahía de Cochinos? ¿Enfrentar con papeletas electorales los fusiles de los mercenarios? ¿Peticionar cautamente ante la OEA? El documento también contiene múltiples críticas a lo que los firmantes llaman “fetichización” de las instituciones de la democracia liberal. Sintomático uso del conocido concepto de Karl Marx por parte de intelectuales con un pensamiento más que fetichista, icónico y maniqueo, que divide obsesivamente el mundo entre el bien revolucionario y el mal imperial. Lógicamente, en ese tipo de racionalidad no caben las instituciones de la democracia liberal porque de lo que se trata es, precisamente, de la destrucción de una plataforma jurídica y política —representación, elecciones, referéndums, plebiscitos—, sin la cual es inconcebible cualquier democracia, incluida la participativa que introdujeron las constituciones bolivarianas del siglo XXI.

EL SISTEMA CUBANO COMO ÚLTIMO RECURSO Lo que sucede en América Latina, según los adherentes al manifiesto de la Red en Defensa de la Humanidad (Roberto Fernández Retamar, Silvio Rodríguez, Pablo González

Nicolás Maduro y Raúl Castro, los herederos.

Casanova, Víctor Flores Olea...), es un Girón cotidiano, es decir, un conflicto potencialmente militar provocado por Estados Unidos, que justifica el despotismo y la represión. Aun admitiendo los errores de la oposición venezolana o el intervencionismo de Estados Unidos en la región, que desde un punto de vista estrictamente geopolítico no sólo debería incluir las sanciones de la administración de Barack Obama contra Venezuela sino su entendimiento con el gobierno de Raúl Castro, la reapertura de embajadas y las medidas de flexibilización del embargo comercial, la ausencia total de crítica ante el comportamiento del gobierno de Nicolás Maduro implica un respaldo a la violencia de Estado en Venezuela. Un respaldo que no es coyuntural sino que responde al proyecto explícito de avanzar hacia un socialismo, de tipo cubano, en América Latina. La nueva Asamblea Constituyente venezolana, al proceder a la elección de sus representantes por la vía “sectorial” y “comunal”, y no por medio del sufragio universal directo y secreto, reproduce un elemento clave del sistema político de la isla. Cuba es el único país del hemisferio donde la población no elige de manera directa al jefe de Estado, ya que son los miembros del parlamento, designados por comisiones de candidatura integradas por representantes de los sectores del país —obreros,

“EL GOBIERNO DE NICOLÁS MADURO OPTA POR LA VÍA CUBANA EN MEDIO DE UNA CRISIS DE LEGITIMIDAD QUE NO PUEDE ENFRENTAR DESDE NORMAS DEMOCRÁTICAS, YA QUE SE ARRIESGARÍA A PERDER EL PODER.”

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campesinos, mujeres, estudiantes...—, debidamente agrupados en organizaciones gubernamentales, los que votan por el titular del poder ejecutivo. De acuerdo con ese método, que comenzó en 1976, Fidel Castro se reeligió siete veces y Raúl Castro va por su tercer periodo. El modelo cubano no aparece, por tanto, como ideal de régimen socialista sino como último recurso para el manejo represivo de la política nacional venezolana. El gobierno de Nicolás Maduro opta por la vía cubana en medio de una crisis de legitimidad que no puede enfrentar desde normas democráticas, ya que se arriesgaría a perder el poder. Cuba ofrece el método idóneo para perpetuar el mando, sin necesidad de recurrir a la práctica electoral propiamente democrática ni a mecanismos plebiscitarios, que nunca son convocados en la isla. Los intelectuales que respaldan esa deriva autoritaria sólo pueden recurrir a una duplicidad que presenta el paradigma de la “democracia verdadera” —el socialismo cubano— como necesidad perentoria en una situación de emergencia. La ideología, en la izquierda autoritaria, acaba subordinada a la geopolítica. Lo “democrático”, en ese imaginario, deja de ser una síntesis de valores igualitarios y justicieros y se convierte en un dispositivo meramente instrumental para mantener o aumentar el poder. Los académicos e intelectuales que se piensan como actores “orgánicos” de esos procesos, apelando a Antonio Gramsci, entienden y practican su organicidad, no con respecto a la ciudadanía o la sociedad civil, sino en lealtad y adhesión al Estado. Son voceros de poderes concretos, el gobierno cubano o el gobierno venezolano, que, además de ejercer la represión sistemática en ambos países, intentan monopolizar el lugar de la izquierda en América Latina, con el fin de inclinar a todos los países de la región hacia la dictadura.

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En el apogeo de la promesa inspirada por la Revolución Sandinista, este rescate periodístico de convicción y esperanza. Iniciamos con el prólogo del autor de Margarita, está linda la mar al libro de Gabriela Selser: Banderas y harapos. Relatos de la revolución en Nicaragua, un testimonio que no ha llegado a librerías en México y se presentó en la pasada FIL de Guadalajara.

L A LU M BR E QU E DU ER M E EN EL R ESCOL DO SERGIO RAMÍREZ

E

ntre los libros clandestinos que un adolescente se imponía leer en la Nicaragua de los Somoza, el que más marcó mi vida fue Sandino, general de hombres libres, de Gregorio Selser, el periodista argentino que se volvería para mi generación un personaje mítico. Lo conocí por fin en La Habana, cuando los dos fuimos miembros del jurado del Premio Casa de las Américas de 1978, un año lleno de ansiedades y desasosiegos, próximo como estaba el fin de la dinastía a la que Selser tanto había combatido. Y ya fuimos amigos para siempre. Triunfó la revolución y su hija Gabriela se vinculó de inmediato a Nicaragua. Se vino desde México, donde los Selser vivían para entonces su exilio tras el golpe militar de 1976 que encabezó Videla, para meterse de cabeza en el turbión de la revolución que arrastraba a gente de todo el mundo y cuándo no, a una muchacha que había sido amamantada en la prédica sandinista, por el mejor maestro que alguien pudiera tener. En este libro de memorias, Banderas y harapos, Gabriela Selser cuenta su vida en la revolución con una prosa de envidiable exactitud y hermosura, acudiendo a la cauda de sus recuerdos de alfabetizadora adolescente primero, y de periodista juvenil después, dos maneras que tuvo de entrar en una historia cuyos orígenes su padre conocía como pocos. Y lo hizo desde el día mismo de bajarse del avión que la traía a su nuevo país desconocido, suyo ya para siempre, testigo privilegiada en adelante de los dramáticos acontecimientos que sacudirían a Nicaragua cada día a lo largo de toda una década que asombró al mundo. Gabriela Selser cuenta una historia personal, y ese es su mejor atributo. La historia que nace del recuerdo de las vivencias directas, de la relación con los seres humanos que como protagonista pudo ver y tocar, seres de todas las condiciones y tamaños, protagonistas de la hazaña que era la revolución. Su relato se aleja del discurso, sea este discurso favorable o contrario a unos hechos que hoy, para alguien que los vivió, sólo merecen ser contados desde la lumbre que brota del rescoldo de la memoria, y no de los prejuicios. Banderas y harapos es una mezcla atractiva de prosa periodística, directa y acerada, y prosa literaria, evocadora y nostálgica. Pero si hay una juntura entre ambas, es la gracia y la ironía que entrevera el relato, con lo que bota toda carga sentimental. Como deben hacerlo los escritores de oficio, la autora ensaya un procedimiento narrativo y comienza contando su historia desde atrás, regresando al origen de su universo personal, que para ella son los gruesos tomos de la colección del diario Barricada, ya desaparecido como tantas

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“NO HAY OTRA MANERA DE CONTAR LA HISTORIA CON MAYÚSCULA, QUE A TRAVÉS DE LAS HISTORIAS CON MINÚSCULAS. Y AQUÍ ESTÁ ESTE LIBRO LLENO DE NOSTALGIAS VIVAS QUE RENACEN EN LA LUMBRE AL SOPLAR LOS RESCOLDOS.” cosas borradas por el olvido inclemente. La sala de lectura de la biblioteca del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, en la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, es la llave de este mundo perdido, pero no agotado. Ahora estamos en el presente despiadado. Las banderas de la revolución se volvieron en la calle, harapos. Y ella vuelve a esa sala cada tarde a abrir esos tomos, no porque haya olvidado, sino porque quiere ponerse otra vez frente a sus recuerdos, como quien se asoma al espejo de los días. De los años. Volver al ayer encantado desde el presente desconsolado. Recuerdo a la Gabriela de aquellos años, vestida de verde olivo, las botas de cordones, el cabello rubio bajo la gorra de trapo, como debían andar los corresponsales de guerra de Barricada, que era el periódico de la revolución. Y el mejor mérito de un corresponsal de guerra era exponerse a todos los riesgos para ganar el mejor reportaje, o la mejor fotografía. Los hechos bélicos sobraban, pero no las oportunidades, que había que ganárselas, como ella lo vivió, y lo cuenta. Ganárselas en base al arrojo, a la decisión de saltarse las trancas burocráticas, subirse a un camión militar en marcha, a un helicóptero artillado. Y tantas veces, ganárselas en base al ingenio. No hay nada extravagante aquí, o que pueda ser juzgado fuera de lugar. La precisión viene de la veracidad de los hechos contados, de la cercanía del peligro, de la manera de asumir el riesgo, a veces con temor, a veces con irresponsabilidad. De la ingenuidad y del asombro. Nadie es sabio ni reflexivo a sus veinte años, sobre todo si se está participando en la doble tarea de voltear el mundo al revés, y a la vez dar testimonio del gran incendio que surge con el empeño de querer voltear el mundo al revés. Pero es en este encadenamiento de hechos contados como van sucediendo, y como son recordados, que la lumbre de aquel gran incendio, que yace en los rescoldos, es capaz de arder de nuevo. La mujer de ahora, curtida de recuerdos, ve en las viejas páginass del periódico en el que hizo sus armas, a

la muchacha osada de entonces, y piensa que no se cambiaría, que volvería a ser la misma, a hacer lo mismo, bajo el inmenso palio de sueños y promesas que la revolución abría bajo el sol, no sólo para cubrirla a ella sino a miles como ella. Este relato está escrito frente al espejo, de la manera en que un protagonista debe saber verse, como era entonces, y no como pudiera corregirse ahora. Los peores libros de memorias son aquellos en que el que cuenta pretende ser visto no como fue, sino como llegó a ser luego, cargado ya de los desencantos que sólo la edad futura pudo traer después. Como si desde el principio hubiera sabido todo lo malo que iba a ocurrir. Este desencanto, así transmitido, sólo termina por desencantar al lector. Banderas y harapos es una pieza de toda esa máquina de relatos que está por armarse para que la época de la revolución cobre vida plena; relatos de alfabetizadores, cortadores de algodón y café, brigadistas de salud, activistas de barrio, combatientes. Y quienes pelearon del otro lado, también deben contarnos sus propias historias. Una historia completa, como un mosaico, en la que cada quien ponga de por medio su historia leal, y real, la historia de su propia vida, como lo hace en este libro Gabriela Selser. No hay otra manera de contar la Historia con mayúscula, que a través de las historias con minúsculas. Y aquí está este libro lleno de nostalgias vivas que renacen en la lumbre al soplar los rescoldos. Con la frialdad de la muchacha corresponsal de guerra que vuelve a amarrarse las botas, y la pasión de la adolescente que al bajar del avión en febrero de 1980 va a encontrarse con un país donde todo empieza, entramos en un universo personal que viene a ser el universo compartido, años y desilusiones después. Pero es el universo. Es el pasado que duerme en los viejos tomos de una colección de periódicos devorados por el olvido, y a cuyas páginas es necesario volver para que otra vez la memoria del testigo cobre vida.

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Alfabetizadora y corresponsal de guerra, Gabriela Selser nos comparte un episodio de Banderas y harapos. Relatos de la revolución en Nicaragua, donde Julio Cortázar cava una trinchera en el frente del Ejército Popular Sandinista y convive con los “compañeros”, alentado por su solidaridad con la causa que comprende como “una obsesión de amor”. Lo complementa y contrasta una visión de irremediable desencanto sobre la Nicaragua actual, más de treinta años después, entre las cenizas de una revolución traicionada.

Nicaragua

DEL SA N DIN ISMO A L F I N DE L A U TOPÍ A GABRIELA SELSER I. CORTÁZAR Y LAS NARANJAS DE BISMUNA

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Foto > Roberto Miranda

U

na fila de cadáveres descompuestos, henchidos, con la piel a punto de estallar, flota en la laguna Bismuna, que desemboca en el Mar Caribe, en el extremo noreste de Nicaragua y muy cerca de la frontera con Honduras. Y junto a la laguna se ubica la aldea de Bismuna, hasta hace poco habitada por indígenas misquitos y hoy abandonada. Los soldados sandinistas caminan en silencio, vigilantes como panteras, inspeccionando el lugar, mientras de las bocas de sus fusiles emanan hilos de humo. Descendemos del helicóptero MI-8 y caminamos sobre un tendal de casquillos de balas. A nuestro lado pasa una veintena de escritores y religiosos estadunidenses, miembros de grupos de solidaridad que han decidido realizar aquí una vigilia por la paz, para motivar un mayor respaldo internacional a la revolución. Entre ellos, la poeta nicaragüense Claribel Alegría se desplaza con dificultad sobre las piedritas que se clavan en la suela de sus tenis y me alcanza frente a un grupo de casas vacías. Su esposo, el periodista norteamericano Bud Flakoll, le toma el brazo. También Julio Cortázar le tiende una mano con afecto. El escritor argentino había llegado como todos a Bismuna para la vigilia de paz. Vestía una camisa blanca holgada, vaqueros y botas de cuero, cuyos cordones lo vi atar una y otra vez mientras conversaba con los jóvenes soldados. En silencio, su silueta recorrió varias veces el arriesgado paisaje rural, sus piernas larguísimas avanzando sobre las piedras. El paisaje es bello y a la vez tenebroso, bajo un calor que derrite hasta los pensamientos. “El sol como de plomo fundido”, dice Cortázar. Desde el norte, sobre el terreno pantanoso, el aire se mueve cargado de suspenso. Es un día húmedo de febrero de 1983 y a nuestro alrededor solamente han quedado las

Julio Cortázar con periodistas nicaragüenses en 1983. Gabriela Selser con vestido a cuadros.

GABRIELA SELSER (de origen argentino, nacionalizada nicaragüense) es periodista. Trabajó en la Agencia de Noticias Nueva Nicaragua (ANN), en el diario sandinista Barricada y en la revista Barricada Internacional. Entre 1992 y 1994 residió en México, donde colaboró con los diarios El Día y El Nacional, y trabajó en la agencia de noticias France Presse (AFP). Es corresponsal en Nicaragua de la Agencia Alemana de Prensa (DPA).

huellas del éxodo brutal. Como rastro de la última batalla, tan solo 48 horas antes, el agua remoja con un sonido rítmico los cuerpos de los contras tendidos en la orilla. A pocos metros de ahí, una casa abandonada. En su interior, sobre una de las paredes de tablas, dos fotos sin marco ni vidrio, en las que una niña sonríe enfundada en su traje de primera comunión. La Virgen María ora con la vista al cielo en un almanaque sucio, mohoso. Y sobre la puerta de bisagras crujientes, un corazón dibujado con tiza: “Juana ama a Leopoldo”.

TODOS SE HAN IDO. Un pueblo arrasado por las balas. Muchos murieron, otros huyeron a Honduras y el resto fueron evacuados por el Ejército Popular Sandinista hacia el interior del territorio después del ataque, para evitar que los contras hicieran de este sitio una retaguardia permanente que les permitiera ingresar y luego volver a sus campamentos instalados en Honduras, al otro lado del fronterizo río Coco, donde soldados, aviones y barcos de Estados Unidos realizaban por esos días los ejercicios militares combinados “Pino Grande”. Bismuna tenía la desgracia de estar ubicada en un punto clave de la estrategia militar.

A las cinco de la tarde, el teniente a cargo de la zona pidió a los visitantes que ayudáramos a cavar trincheras. Aunque los contras habían sido expulsados de aquí por los guardafronteras un día antes de nuestra llegada, nos explicó, era mejor prevenir e identificar las posiciones más seguras antes de que oscureciera. Cortázar tomó una pala, como todos los demás, y comenzó a abrir la zanja. No conversaba. Tampoco escribía, pero estaba pendiente de su lápiz de grafito que caía una y otra vez del bolsillo de la camisa entre palada y palada. Excavó hasta el atardecer, cuando su cintura se ocultó por fin dentro de la estrechez de la tierra. Los profundos zanjones quedaron listos tres horas después; los militares hicieron una fogata de troncos y de hojas, y los artistas empezaron a cantar. La famosa cantante Norma Helena Gadea, que tenía 26 años y una voz ya entonces insuperable, entonó con su guitarra melodías revolucionarias, que eran coreadas por el resto de los asistentes. La guardia de la noche se dividió luego en turnos de cuatro horas, para que algunos pudieran dormir mientras los otros hacían posta, los ojos más abiertos que nunca, como queriendo hipnotizar a los árboles silueteados junto a la laguna.

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PASADA LA NOCHE, el aire de la mañana vuelve a traer el hedor de los cuerpos, unos quince o veinte, que todavía flotan enredados en bejucos amarillos. ¿Cuándo los enterrarán?, pregunta alguien. ¿Por qué no los incineran?, sugiere otro. Indolente, un soldado resuelve las dudas: “El mar se los va a llevar...”. Decenas de naranjos apenas agitados por el viento rodean las casas huérfanas. Y sobre la grama fresca, confundido entre los casquillos y los jirones de ropa, un manto anaranjado de frutas. “Qué terrible que no haya nadie para recoger estas naranjas”, maldice Cortázar, entristecido, al tiempo que espanta un batallón de mosquitos a su alrededor. Sobre las gafas oscuras, de grueso marco de carey, caía de pronto un mechón de cabello desordenado. Era éste su séptimo viaje a Nicaragua. El primero había tenido lugar a mediados de la década de 1970, cuando conoció Solentiname y una zona de la frontera con Costa Rica, acompañado del escritor Sergio Ramírez. Volvería a menudo tras el triunfo de la revolución “por una obsesión de amor”, según comentó en una entrevista. En diarios europeos publicaría luego innumerables artículos en defensa del sandinismo y uno de sus últimos libros, Nicaragua, tan violentamente dulce, salió impreso en Managua seis meses después de la vigilia de paz. “La situación es grave en Nicaragua. Comprenderlo ya es algo; tratar de echar una mano sería mucho mejor”, escribió a mediados de 1982, al reafirmar su apoyo a la causa sandinista, que al igual que la revolución cubana había captado su atención. Viudo, Cortázar parecía buscar en la desolación de Bismuna su propio conjuro contra la muerte. “Si al menos Carol estuviera aquí...”. Ella había fallecido el año anterior, víctima de cáncer. Claribel Alegría me contó que él amaba tanto a su mujer que una vez le dijo que deseaba que ella muriera primero, para evitarle a Carol Dunlop el dolor de su propia partida. La segunda noche tomó de nuevo el fusil y caminó con sus pasos largos hasta ubicarse en la última posta. Desde mi pozo tirador reparé en el contorno de su espalda encorvada, sus manos inmensas sobre ese metal ajeno. Demasiado silencio para tantas palabras. Seguí mirándolo casi toda la noche. Y si atacan de nuevo; si nos matan. No, no a Cortázar. Él parecía hechizado por aquel cielo negro, apenas salpicado de destellos, y así lo escribiría luego: Nunca las estrellas de la caliente noche tropical me parecieron más brillantes y hermosas, mientras velaba

donde transcurrió la infancia del esc ritor. ¿En qué puede parecerse Bismuna al París de Rayuela, al café de la rue des Lombards; la Maga dejándose besar, libre, junto a las barcazas del canal Saint Martin; Rocamadour perdido en medio de la noche? “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano”, le escribió Oliveira a la Maga, con quien se citaba vagamente en un café para desafiar el peligro de no hallarla, y se encontraban siempre por casualidad porque “la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse”. Quizá Cortázar había viajado a Bismuna para repetir su práctica de comprobar por sí mismo las cosas:

junto con mis compañeros norteamericanos (...), el humo de nuestros cigarrillos era más dulce y más perfumado en torno a la fogata de medianoche. Un pájaro cantó animado por el sol, cuando emergimos desvelados de las trincheras. El helicóptero pronto vendría a buscarnos, por lo que decidí abrir mi libreta y adelantar, apoyada en una roca, algunos párrafos de la historia de esos tres días intensos. El escritor pasó a mi lado y me regaló un gesto cansado. Volvió a acercarse minutos después con una taza humeante y olorosa, lista para compartir: “¿Un cafecito, compañera?”. Al saberlo sentado junto a mí, mi mano se cohibió. “Seguí, no te detengas, por favor...”. Le sonreí. “¿Puedo ver la nota?”, preguntó recatado. Su voz era suave, prudente. Demasiado humilde para ser argentino —pensé—, igual que mi padre y que Juan Gelman. Le entregué la libreta de espiral y me alejé unos pasos hasta mi mochila donde fingí buscar cualquier cosa. Avergonzada de mis letras principiantes, espié sus ojos mientras él seguía leyendo, con la expresión relajada de quien desayuna en bata frente a un periódico. Lo observé a la distancia durante varios minutos. Me parecía mentira que ese hombre amable, sencillo, fuese el monstruo literario que mi familia siempre admiró. Como mi maestra de quinto grado, que no se cansaba de repetir, orgullosa, que ella había nacido en el barrio porteño de Banfield,

“Y SOBRE LA GRAMA FRESCA, CONFUNDIDO ENTRE LOS CASQUILLOS Y LOS JIRONES DE ROPA, UN MANTO ANARANJADO DE FRUTAS. ‘QUÉ TERRIBLE QUE NO HAYA NADIE PARA RECOGER ESTAS NARANJAS’, MALDICE CORTÁZAR.”

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Gabriela Selser, corresponsal de guerra en Nicaragua, 1982-1988.

Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar verdades fabricadas. A mí no me bastaba que me dijeran que eso era una mesa o que la palabra madre era la palabra madre y ahí se acababa todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. Un rato después, el ronroneo de un motor anunció la llegada del helicóptero. Cortázar me devuelve la libreta. “Me atreví a agregarle un párrafo final”, comenta, cómplice. Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Managua me armé de valor y le di un abrazo. Me invitó a asistir, días después, a una ceremonia en la capital donde le entregarían la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, previo a su regreso a Francia. Nadie imaginaba entonces que él moriría exactamente un año más tarde, el 12 de febrero de 1984. Ya frente a mi escritorio, busqué la nota que había estado preparando sobre la vigila en Bismuna, para pasarla a máquina y entregarla al editor. El epílogo del texto eran sólo dos líneas escritas con su lápiz: Alguna vez este será un lugar de paz y aquí se construirán escuelas. Y siempre habrá gente para recoger todas las naranjas.

II. NICARAGUA HOY: LEJOS DE LA UTOPÍA Treinta y ocho años después del triunfo de una revolución que contó con el apoyo y la solidaridad de millones de personas en todo el mundo, Nicaragua sigue esperando soluciones a sus más agudos problemas. A los altos índices de pobreza y desempleo que atormentan al país, se suman ahora graves cuestionamientos al gobierno al que la oposición acusa de cerrar los espacios democráticos, situación que llevó a la caída de la dictadura de Anastasio Somoza en 1979. Nicaragua está gobernada nuevamente por Daniel Ortega, uno de los nueve comandantes sandinistas que derrocaron a Somoza y dirigieron la revolución de 1979 a 1990. Pero esta vez Ortega, ahora con 71 años a cuestas, se ha asociado a sus viejos enemigos:

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la empresa privada y la jerarquía de la Iglesia católica, en lo que él mismo llama “una alianza estratégica de amor y reconciliación”. Haciendo a un lado el discurso revolucionario que lo mantuvo fuera del poder por más de dieciséis años, el comandante Daniel Ortega volvió al gobierno en 2007 ofreciendo “trabajo y paz” junto a su esposa, la excéntrica poeta Rosario Murillo, quien desde entonces ha manejado con diligencia los hilos del gobierno. Daniel Ortega se reeligió en 2011, pese a que la Constitución de Nicaragua prohibía expresamente ejercer la presidencia más de dos veces y en dos periodos consecutivos. Un singular decreto del Poder Judicial, leal al partido de gobierno, declaró entonces “inaplicable al ciudadano Daniel Ortega” el artículo 147 de la Carta Magna, que establecía tal restricción, y que finalmente sería borrado de la ley mediante una reforma aprobada en el Parlamento, también dominado por el oficialismo. Superados los escollos y abierto el camino a la reelección indefinida, el presidente volvió a ganar en noviembre de 2016, tras excluir de la campaña a la principal coalición opositora en unos comicios en los que el gobernante Frente Sandinista compitió con cinco partidos minoritarios (juntos sumaban el 4.9 por ciento de la intención de voto) y donde no se permitió la presencia de observadores electorales independientes. El alto índice de abstencionismo (más del 60 por ciento, según organismos civiles) no fue obstáculo para que el tribunal electoral —igualmente conformado por magistrados leales al oficialismo— proclamara entonces la “victoria indiscutible” de Ortega y de Murillo, designada vicepresidenta de la República.

LA PAREJA GOBIERNA EL PAÍS junto a sus ocho hijos, que en su mayoría ocupan cargos como asesores presidenciales o directivos de empresas privadas y agencias de inversión. Se afirma que los Ortega-Murillo tienen fuertes inversiones en hoteles, grandes proyectos de energía renovable, proyectos turísticos y manejan una veintena de canales de televisión y radioemisoras; aunque no existe formal censura de prensa, los únicos tres medios de comunicación independientes subsisten en medio de severas dificultades financieras. A las últimas elecciones el presidente llegó con una inédita promesa de campaña: en 2013 había anunciado la construcción de un canal interoceánico para unir el Mar Caribe y el Pacífico, a un costo de 50 mil millones de dólares que serían aportados por el consorcio chino HKND, hasta entonces desconocido, que generó expectativas en el gran capital nacional y entre la población que sueña con salir de la pobreza. Mediante la firma de la polémica Ley 840, el Estado de Nicaragua le otorgó a HKND la concesión canalera con derechos de operación hasta por cien años, para la apertura de un canal húmedo de 278 kilómetros de longitud y en su entorno dos aeropuertos, dos puertos, un oleoducto, fábricas y varios centros turísticos. Pero a la

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“A LAS ÚLTIMAS ELECCIONES EL PRESIDENTE LLEGÓ CON UNA INÉDITA PROMESA DE CAMPAÑA: EN 2013 HABÍA ANUNCIADO LA CONSTRUCCIÓN DE UN CANAL INTEROCEÁNICO PARA UNIR EL MAR CARIBE Y EL PACÍFICO.” vuelta de cuatro años nada ha sucedido. Apenas se ha remozado con tractores un viejo camino de tierra en la zona sur del país, donde según el proyecto este año debía estar construido uno de los dos puertos marítimos. La policía y el ejército permanecen desplegados sobre la anunciada ruta canalera, impidiendo el ingreso de periodistas y curiosos. Mientras organismos ecologistas aseguran que el canal causará un severo daño al medio ambiente, miles de campesinos han realizado 89 marchas contra el megaproyecto, que según afirman busca expropiarles sus tierras en una vasta franja entre el lago Cocibolca y la frontera con Costa Rica. “El Gobierno creó el lema de la construcción del canal para legalizar el más flagrante despojo de territorios en la zona sur y en cualquier otra parte del país que ellos determinen”, declaró recientemente Mónica Baltodano, ex comandante guerrillera del Frente Sandinista, hoy en la oposición. A su juicio, la construcción del canal no se ha iniciado porque nunca estuvo prevista. “Pretenden expropiar territorios, desplazar comunidades rurales enteras y construir un país dentro de otro, regido por sus propias leyes, mediante zonas económicas especiales como las que existen en Venezuela o México”, subrayó. En una de las últimas protestas anticanal, Baltodano fue retenida por la policía al tratar de ingresar a la ciudad de Juigalpa (centro) junto con otros opositores. “Ahora el gobierno nos impide pasar de una ciudad a otra como si no fuéramos nicaragüenses, violando el derecho a la libre movilización”, se quejó. Recordó que en la región sur del país estuvo parte de la base social campesina de los contras, ex rebeldes que

combatieron con las armas a Ortega durante la revolución, y que todavía mantienen las vías pacíficas para plantear sus reclamos. “Pero el Gobierno está cerrando peligrosamente los espacios a la protesta cívica, está bloqueando los caminos pacíficos y llevando a este país a un despeñadero de violencia. Y si Nicaragua vuelve a caer en una confrontación armada, el responsable será el presidente Ortega”, advirtió Baltodano. La pareja presidencial se prepara ahora para las elecciones municipales, que se realizarán el próximo 5 de noviembre y a las que han invitado a observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA), excluidos de anteriores comicios.

O POSITORES

AL GOBIERNO viajaron a Washington en 2016 para pedir la intervención del secretario general de la OEA, Luis Almagro, ante lo que calificaron como una “farsa electoral”. Antes de Navidad, Almagro llegó a Nicaragua, donde se reunió con Ortega y con varios de sus adversarios, pero lejos de plegarse a la oposición aceptó participar en una “mesa de negociaciones” con el gobierno, con una agenda de trabajo común para los próximos tres años. Diputados opositores acusaron a Luis Almagro de utilizar un “doble rasero” para medir al régimen de Ortega y al de su colega venezolano, Nicolás Maduro, bajo un duro cuestionamiento del organismo hemisférico. Ortega logró ser escuchado por Almagro en momentos en que el Congreso de Estados Unidos se prepara para discutir, y eventualmente aprobar, una ley conocida como “Nica Act”, que prevé sanciones económicas a Nicaragua si el Gobierno de Managua no corrige su actual sistema electoral.

AÑO 2 • Invitamos a nuestros lectores a descargar el tomo electrónico del segundo año de este suplemento. • Incluye los números 51 a 102 en su diseño original, con índice por edición y por autores. • Disponible a partir de esta fecha y hasta el próximo sábado 1 de julio. En el portal de

La Razón www.razon.com.mx

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I ’ M O N LY H A P P Y W H E N I T R A I N S

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

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CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

E

l amor es un pueblo miserable. Mi historial amoroso parece sacado de una película de Woody Allen. Si a alguien debe culparse de mis fracasos es al director de cine no a mi pobre corazón. Pero dejando de lado los gimoteos he descubierto que mi estado ideal es la soltería. Puedo estar casado pero no oficiar de cónyuge. Lo que equivale a estar soltero. Siempre que me involucro con una persona ocurre algo extraño. Como amigo soy poca madre; como compinche de parranda: the best; como acompañante de yonquis: se pelan por mí; pero como novio, esposo, free, movida, taco (en mi caso debe ser lonche por mi peso), etcétera, me invade la acción mutante. No pocas de mis parejas me han calificado de saboteador. Pero lo que verdaderamente explica mi comportamiento como pareja sentimental es una canción de Garbage: “I’m only happy when it rains”. Como Shirley Manson, “I’m only happy when it’s complicated”. Cuando comienzo a salir con alguien soy a toda madre. Divertido, cogelón y buena onda. Pero en cuanto agarro confianza no estoy en paz si no estoy chingando. Sí, me transformo. Y depende de la persona, pero puedo hacer de todo. Desde bombearme a otras morras, hasta realizar performances, o convertirme en el príncipe del hielo y no dirigirles la palabra en siglos. Eso sí, me las cojo aunque no les hable. Porque una cosa no tiene nada que ver con la otra. La incomunicación no quita lo caliente. Ya sé, pensarán que estoy enfermo. Pero no, lo hago todo por una noble causa: la soltería. El compromiso es tan old fashion. Sí, ya sé lo que están pensando. Otro texto

CUÁL ES EL EXCIPIENTE DE LOS TACOS. ES UNA PREGUNTA QUE ME ASALTA SIEMPRE QUE ME JAMBO LOS DE PASTOR. LO MISMO ME OCURRE CON EL SEXO.

El sino del escorpión

más de este güey presumiendo que no se puede enamorar. Cuánto daño le hicieron sus padres de chiquito. Algo hay de eso. Pero en esta ocasión lo que les venimos ofreciendo es mi fascinación por la tormenta. Y una buena nueva: la felicidad existe. No es un invento de la superación personal. Sólo que ésta no se alcanza con el amor. Sino con el desamor. Pelear con la pareja. Eso me pone contento. Esa es la verdadera comedia romántica de mi generación. Hace mucho que no me enculo. El sexo, aunque lo disfruto, es como una pastilla con puro excipiente. Sin sustancia activa. Qué hace taco a un taco. Cuál es el excipiente de los tacos. Es una pregunta que me asalta siempre que me jambo los de pastor. Lo mismo me ocurre con el sexo. Cuál es el principio que me ata a él. ¿El orgasmo? Porque entonces si es tan apreciado el orgasmo basta hacer un poco de deporte para dejar de anhelarlo. Insisto, lo que verdaderamente engancha a la gente son las relaciones complicadas. Es duro aceptarlo pero reconozcamos que muchos de los matrimonios se originan únicamente para tener sexo consuetudinario. Es triste. Imagine lo que ocurriría si toda esa gente que se casó para coger todos los días no lo hubiera hecho. Habría menos población. Menos demandas de pensión alimenticia. Menos contaminación por pañal cagado. Hace mucho que no me enculo y que no hago pendejadas por una mujer. Creo que ya es tiempo. El problema es que entre más avanza el tiempo más se vuelve uno indolente a las relaciones. Uno sólo es feliz si no lo están chingando. Pero es infeliz si no es

uno el que chinga. La relación se tiene que basar en algo ¿no? No me digan que en el amor, porque esa barajita nunca me ha salido. Y vaya que tengo miles de años comprando sobres de estampitas. En el respeto, en la comprensión, etcétera. Bullshit. Todo eso está muy bien en el papel. Pero en la realidad produce una relación aburrida. Y entonces estás metido en algo tan aburrido que no te sientes parte de ello. Conclusión: estás soltero. Entonces para qué atarte a algo de manera honoraria si en el fondo no te sientes parte de ello. He discutido horas en terapia buscando una razón para mi comportamiento. Mi psiquiatra opina que soy un perverso narcisita p.i.m.p. No lo entiendo. Soy una persona afable. Pero en cuanto alguien se me pone a un lado me descompongo. Si no fuera por el sexo, desde hace tiempo me habrían dado una medalla por buena conducta. Una vez leí que lo que más le gustaba a Fogwill era corromper y desilusionar. Y parece que esas palabras me hicieron daño. Nunca me propuse tomármelas al pie de la letra. Pero a partir de esa fecha me he dedicado a cumplirlas. Como si mi vida dependiera de ellas. Primero trato bien a la banda, hasta que piensa que soy un tipo bueno, porque si me lo propongo puedo resultar agradable y encantador y después hago mi desmadre, para que hablen pestes de mí con sus amigas. Lo cual es una excelente publicidad. Apenas saben que he cortado con alguien me mandan inbox para invitarme a salir. Pero insisto, todo es porque si no estoy soltero la mayor parte del tiempo me marchito. ¿Ustedes no harían lo que fuera con tal de no marchitarse? C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

Feministas y LGBTTTI ante la academia HACE EONES, cuando el escorpión era universitario, una de las materias impartidas en la Facultad de Ciencias Políticas se llamaba sociología de las minorías. En ese amplio espectro se ubicaba entonces el estudio del movimiento feminista: su origen, cronología y la inicial teoría de las “olas” del feminismo, hoy sujeta a revisión. Fueron los años de la fundación de la revista Fem, en 1976, por Alaíde Foppa y Margarita García Flores. Según calcula el arácnido, pasarían más de quince años para el establecimiento, en 1992, del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), una entidad académica completa encargada de investigar, publicar y realizar labores de docencia sobre estudios de género. La academia —señora lenta pero segura—, sistematizó los estudios de género, creó más revistas especializadas, organizó

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coloquios y congresos, y avanzó en programas docentes para la comprensión del papel del feminismo en la sociedad. Al fondo de su nido, el alacrán celebró la transformación del PUEG, a principios de este año, en una instancia mayor: el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), abocado a ampliar el conocimiento teórico y aplicado en la materia desde un enfoque interdisciplinario. A ello se suma ahora la creación del Doctorado en Estudios Feministas, inaugurado en la UAM Xochimilco hace unas semanas, para favorecer la discusión de las problemáticas de género. Ante estos avances de la academia en el ámbito de los estudios feministas, el rastrero se pregunta por los programas y centros académicos de estudios del movimiento de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgéneros, Travestis, Transexuales e

Intersexuales. Hay artículos dispersos y algunos libros (de Monsiváis, Blanco, Peralta, González de Alba, entre otros), además de estudios y encuestas interesantes de organizaciones como el colectivo Letra S. Pero escasean las perspectivas teóricas sobre el movimiento. Este 24 de junio, día de la Marcha 39 del Orgullo LGBTTTI, el venenoso se pregunta por los análisis académicos sobre esta problemática, pues sus aportes darían profundidad y perspectiva política al movimiento y sus causas. Mientras llegan los teóricos a la marcha, el artrópodo exige el reconocimiento legal de las múltiples formas de la familia y de la identidad de género de las personas trans, además de la reforma a los códigos civiles y familiares para permitir el matrimonio igualitario en todo el país.

EL DOCTORADO EN ESTUDIOS FEMINISTAS FUE INAUGURADO EN LA UAM XOCHIMILCO HACE UNAS SEMANAS.

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MUJER MARAVILLA

INOCENCIA, FEMINISMO Y PROPAGANDA

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a promesa de que un filme feminista vendría a estremecer al género de la híper testosterona no podía más que ser recibida con entusiasmo. Los filmes de súper héroes no han perdido su atractivo en taquilla y no van a desaparecer de las carteleras en un futuro próximo pero Mujer maravilla (Wonder Woman) podría cambiar la narrativa misógina y de paso corregir los numerosos errores, torpezas e insensibilidades de las cintas de superheroínas del pasado. Para empezar la dirigiría una mujer y la estelarizaría una actriz semidesconocida con experiencia real en las fuerzas armadas. Se evitaría reducir a la protagonista a un estereotipo sexy al no reclutar a una belleza convencional. El guión sería un alegato antibélico y a la vez tendría numerosas escenas de acción, aventuras y valor. La cinta sería una muy necesaria revalidación feminista tras la derrota de Hillary Clinton (¿y de Marine LePen y de Theresa May?) y el triunfo de un estridente misógino en la carrera presidencial estadunidense. Necesaria u oportunista, la cinta era una apuesta de DC Comics para reencaminar su maltrecha división fílmica y su devaluado universo ante el avance de Marvel. Mujer maravilla, de Patti Jenkins, comienza en la isla de Themyscira, un santuario aislado y perdido en el tiempo y el espacio, que evoca a la Grecia antigua y donde amazonas racialmente diversas y anatómicamente impecables perfeccionan sus destrezas gimnásticas y bélicas, preparándose siempre para una inevitable confrontación con el mundo de los hombres. Diana (Gal Gadot), hija de la reina Hipólita (Connie Nielsen) y sobrina de la sensacional general Antiope (Robin Wright), recuerda desde su oficina en el museo del Louvre su infancia en ese paraíso en estrógenos que no padecía de nostalgia alguna por la masculinidad. Todo cambió cuando Diana rescata de las aguas a un espía estadunidense, Steve Trevor (Chris Pine), que huye de las tropas alemanas. Del otro lado del océano el mundo está ardiendo y es desgarrado por la guerra que prometía “terminar con todas las guerras”, la delirante carnicería de la Primera Guerra Mundial. Y cuando Diana descubre que ese conflicto está teniendo lugar decide acompañar al espía al mundo de los hombres para confrontar al dios de la guerra, Ares, y poner fin a ese conflicto, armada únicamente con su espada mata-dioses, su escudo, sus brazaletes y su lazo de la verdad. La propuesta tiene una ingenuidad y encanto que da para buenos momentos cómicos y para establecer el poder transgresor de una mujer determinada circa 1918. Diana afirma con gran seguridad

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Por

NAIEF YEHYA

que los hombres podrán ser necesarios para la reproducción pero no para el placer, sin embargo esta atrevida propuesta no es explorada ni discutida más adelante. En gran medida el filme intenta capturar la vitalidad de la Mujer Maravilla original, concebida por William Moulton Marson en 1941. Pero la actitud camp se siente hasta cierto punto forzada, especialmente en el contexto de la Gran Guerra. Diana descubre con sorpresa que la guerra no depende de la voluntad de un dios maligno sino de un impulso destructivo del Hombre (y posiblemente la mujer). Por otro lado se diluye la paradoja de que los alemanes cuentan también con su propia “mujer maravilla”, la Doctora Poison (Elena Anaya), quien se dedica a crear gases tóxicos. Diana tiene numerosos momentos icónicos en este filme, tomas que podrán inspirar y excitar y que se deben a la espléndida colaboración entre una directora muy competente y una actriz con una presencia vibrante, pero también debido al hecho de que estas secuencias son centrales a la narrativa y no meras distracciones secundarias. Este era el filme fenómeno que daría lugar a discusiones, funciones sólo para mujeres, cuestionamientos de los lugares comunes fílmicos y una oportunidad para transformar las representaciones de los géneros en la pantalla. Lamentablemente a final de cuentas los intereses comerciales lograron imponer la dosis típica de batallas, explosiones e interminables secuencias digitalizadas para regresarnos a la convencionalidad de los filmes de superhéroes, esos artefactos que tienen como único objetivo propiciar una secuela. Este blockbuster espectacular que será visto por millones en todo el planeta se sitúa en una era que como la nuestra está hundida en la ceguera belicista y nacionalismos rabiosos, no obstante en vez de ofrecer una reflexión sobre xenofobia y obsesión militarista criminal se pierde en ilusiones cursis. Ahora bien, una de las discusiones que provocó el filme tiene que ver con la nacionalidad, pasado y convicciones ideológicas de Gal Gadot, quien es israelí y como casi todos en su país sirvió en el ejército, lo cual la puso en contacto con una población sometida y ocupada. Durante la guerra que lanzó Israel en contra de la franja de Gaza en 2014, Gadot posteó en Facebook una imagen suya y de su hija rezando por “todos los chicos y chicas que están arriesgando sus vidas para proteger a mi país en contra de los actos horribles conducidos por Hamas, quienes se esconden

Foto > Especial

FILO LUMINOSO

ESTE BLOCKBUSTER ESPECTACULAR QUE SERÁ VISTO P OR MILLONES EN TODO EL PLANETA SE SITÚA EN UNA ERA QUE COMO LA NUESTRA ESTÁ HUNDIDA EN LA CEGUERA BELICISTA Y NACIONALISMOS RABIOSOS.”

detrás de mujeres y los niños.” No es de extrañar que Gadot tenga esos sentimientos por su país, por el temor de vivir amenazada por ataques de morteros y fanáticos. Sin embargo es notable que vea estas amenazas fuera de contexto y de la historia de la ocupación. No es ella la primera estrella con simpatías sionistas, basta recordar a Barbara Streisand, John Malkovich, Natalie Portman y Scarlett Johansson. Sin embargo, su papel como diosa pacificadora choca con el hecho de que Gadot, quien conoce el problema de la ocupación de primera mano, crea en el ampliamente desmentido argumento de que Hamas utiliza a la población como escudo humano, o bien no cuestione que Israel emplea lo que numerosas organizaciones de derechos humanos califica como fuerza desproporcionada y que en ese conflicto costó la vida de 547 niños, entre los más de 2 mil 100 muertos en dos meses de bombardeos. En el filme, Diana sufre al ver a los civiles aterrorizados en Bélgica, así como a las mujeres y niños que se esconden entre las ruinas de sus hogares destruidos. ¿Qué sentiría Gal al saber de las mujeres y niños aterrorizados por los misiles, en las familias sepultadas en las ruinas de sus casas, en las ejecuciones sumarias y en la tortura que se lleva a cabo de manera rutinaria en Gaza? No se trata por supuesto de reivindicar o exculpar a Hamas pero sí de exigir cierta congruencia a estos espectáculos mundiales que se convierten en propaganda frívola. Es imposible perder de vista que el comic de superhéroes fue inventado por grandes artistas judíos como Joe Shuster, Stan Lee, Bob Kane, Jack Kirby, Will Eisner y Bill Finger (por sólo mencionar a algunos clásicos que están entre mis héroes personales), quienes plasmaron en este género la angustia de la marginalidad, del exilio forzado, de la pérdida de la identidad y la sensación de enajenación e incomprensión. ¿Dónde queda la compasión por los pueblos oprimidos, los refugiados y los desposeídos en las obras que han derivado del trabajo de esos maestros? En una extrañísima y muy desafortunada coincidencia, el estreno de este filme tuvo lugar en el cincuenta aniversario de la Guerra de los Seis Días, en la que Israel derrotó a sus vecinos árabes y ocupó la totalidad de Palestina, que dio lugar a la ocupación que creó la situación aparentemente irresoluble del conflicto palestino judío. El problema del feminismo espectacular de la Mujer Maravilla es que no parece consciente de los derechos y humanidad de otros pueblos.

23/06/17 6:43 p.m.


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