Revista Con Clase número ONCE

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Seleccionado entre el selecto grupo de connacionales que celebró el Día de Venezuela en la Casa Blanca, el humorista y locutor recorre el mundo con su espectáculo “Chataing Stand Up”, una oportunidad de oro que agradece porque le permite conectar con parte del público que lo acompaña desde hace 30 años Entrevista y producción: Alejandro Celedón @AlejoCeledon Fotografía: Eden Blanco @eden_blanco

Luis

L

uis Chataing es, en primera instancia, su voz y su humor. Hay quienes sin verlo, solo con escucharlo, lo identifican. “Sabía que eras Chataing”, le dice un joven venezolano que no pasa de los 24 años cuando entra al set de fotos que también sirvió de espacio para esta entrevista; situación que el locutor, comunicador, animador, productor, creativo y humorista aprovechó para traer a colación un episodio totalmente opuesto vivido en un restaurante en España, país que visitó para presentar “Chataing Stand Up”, el show con el que viaja por el mundo, en el que el mesonero, otro joven venezolano, no dio señal alguna de reconocerlo. En tono de humor, porque Chataing no paró de hacer comentarios graciosos, sobre todo de sí mismo, el otrora monstruo de la mañana aprovechó para mencionar, con total honestidad, a esa sombra que nos acompaña a todos pero, en gran medida, a quienes el éxito les sonríe, o sonrió, en abundancia, el ego. Y es que el Chataing de hoy, el inmigrante, el esposo, el padre,

el luchador: “soy un guerrero —me diría más adelante— toda mi vida lo he sido”, llega a sorprender con su sinceridad. Por 30 años, a través de todas las plataformas comunicacionales, porque son prácticamente todas: radio, televisión, cine, libros, teatro y redes sociales, ha entretenido a Venezuela a fuerza de chistes y comentarios ácidos en los que lo cotidiano y lo actual son fuente primaria de ideas que él, hábil comunicador que llegó a ser comparado con Renny Ottolina, ese otro grande de los medios, aprovechaba al máximo en una muestra inagotable de sagacidad y creatividad. Cotidianidad y actualidad que en algún momento fue rebosada por la política; él se convirtió en el filtro del cigarrillo, según sus propias palabras, que digería las cadenas interminables de Hugo Chávez, las noticias y reportajes de la prensa, los innumerables programas de radio, las columnas de opinión, los pronósticos de los encuestadores de oficio, para luego hacer o intentar hacer humor para que el venezolano de a pie, “obstinado, amargado, frustrado y triste, pudiera sonreír”. Esos chistes se convirtieron en dardos que atacaron sin contemplación a la fuerza política que desde hace más de 20 años impera en el país y a la que en ocasiones hirió justo en su cabeza: todavía se recuerda cuando él sobrepasó en cantidad de seguidores en Twitter al todopoderoso “comandante presidente”. Fue un enfrentamiento en el que, como era de esperarse, nunca faltaron los esfuerzos, lamentablemente exitosos, por callarlo. Ante la presión y el acecho su opción fue mudarse a Miami. Un auto exilio forzado en el que afortunadamente contó

Chataing La inquietud creativa como constante

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