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La literatura zombi se caracteriza por la presencia del zombi, al que en ocasiones también se le llama muerto viviente. El término muerto viviente es lo que se conoce en literatura como un oxímoron. Utilizamos el concepto oxímoron cuando nos encontramos con una expresión en la que conviven dos ideas opuestas, como en el caso de muerto viviente, ya que un muerto viviente es algo absurdo, porque nada puede estar muerto y vivo a la vez. Sin embargo, es de estas ideas absurdas de donde extraen sus historias los autores de literatura y cine fantásticos. ¿Un hombre que vuela? Eso es absurdo. ¿Un hombre invisible? Eso es más absurdo todavía. ¿Viajar a la velocidad de la luz? Absurdo. ¿Un hombre que es a la vez hombre y lobo? Absurdo. ¿Viajar al futuro? Absurdísimo. ¿Una invasión extraterrestre? Muy absurdo. ¿Un muerto viviente? Lo más absurdo que he oído en mi vida. Los zombis pueden provocar mucho miedo como en la pelicula La noche de los muertos vivientes, pero también pueden servir para mostrarnos cómo se siente una persona discriminada por ser distinta, así les ocurre a los adolescentes muertos del instituto Oakville High, de la novela Generation Dead; o incluso los zombis pueden servirnos para realizar una radiografía completa de nuestra sociedad, esto lo encontramos en Guerra mundial Z, donde Max Brooks nos describe las diversas reacciones de decenas de personajes ante una invasión zombi. Hoy en día hay zombis hasta en la sopa. Hay zombis adolescentes, zombis nazis, zombis rockeros, zombis strippers, y hasta zombis que luchan contra plantas; tal vez todos llevemos un zombi dentro, si te interesa sacar al tuyo deberías conocer a Michel Jackson, él fue la única persona que ha sido capaz de convertirse en Zombi mientras cantaba y realizaba una espectacular coreografía, y todo sin perder el ritmo. El video-clip se llama Thriller y es el más famoso de la historia.
Imagina ser él único ser vivo en un planeta infestado de zombis. Imagina levantarte una mañana y descubrir que algunos de tus compañeros de instituto no respiran y hablan de un modo extraño. Imagina una guerra mundial, pero una guerra mundial Zombi. Imagínate enamorada de un zombi. Imagínate escribiendo un blog en el que cuentas lo que pasa a tu alrededor mientras las calles son tomadas por hordas de muertos vivientes. Todo eso lo puedes encontrar en Territorio Z.
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Sabían que había alguien por allí cerca. Lo sentían, de alguna manera. No sabían exactamente dónde estábamos, ni cuántos éramos, pero estoy seguro de que nos percibían claramente. ¿Irradiación de calor? ¿Campos electromagnéticos? ¿Algún sistema u otro tipo de percepción que se me escapa? Ni idea. Pero, desde luego estaban inquietos y no paraban de dar vueltas por el pequeño espacio de la trastienda, supongo que bastantes frustrados por no encontrar aquello que sentían de una manera tan clara. Durante cuatro aterradoras horas uno de aquellos monstruos, uno alto y desgarbado con una espantosa herida abierta en la espalda, permaneció justo enfrente de la pared donde estaba situado el altillo, golpeando con sus puños la parte inferior de la puerta corredera, mientras se desgañitaba lanzando gruñidos. La sangre casi se nos hiela en las venas. Pensábamos que aquel cabrón nos había descubierto y que estábamos listos para los papeles. Sin embargo, al cabo de cuatro interminables horas de terror, aquel individuo perdió súbitamente todo el interés y empezó a vagar de nuevo por la habitación, hasta que se retiró de ella camino de sólo Dios sabe dónde. Esos seres son fuertes, numerosos y tienen esa especie de “don de detección”, pero no parecen muy inteligentes, o al menos, constantes. Su capacidad de concentración y coordinación es bastante limitada, por no hablar de sus aptitudes psicomotrices. El caso es que, al cabo de un rato, parecen aburrirse, o distraerse, salvo que se sientan atraídos por un estímulo fuerte (normalmente un ser humano). Entonces, y sólo entonces, son implacables.
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Phoebe se quedó con él hasta que llegó la policía. Su bonito vestido blanco ya no era ni blanco, ni bonito; el dobladillo estaba hecho trizas y sucio, y la sangre de Adam lo cubría por completo. […] La mayoría de los zombis se dispersó por el bosque, fundiéndose en el paisaje como fantasmas en cuanto las luces de las sirenas de la policía iluminaron la oscuridad. Phoebe los vio desaparecer, recordando la noche en que la habían rescatado, después de surgir de la oscuridad y los bosques como si formaran parte de ellos. […] Haley dijo que sabía algo de primeros auxilios y reanimación, pero todos sabían que no serviría para nada: Adam ya había muerto y revivido. […] Adam había acudido corriendo para salvarla, y no una, sino dos veces. Al verlo allí tirado, mirándola e intentando hablar, supo que había llegado su turno, que le tocaba a ella salvarlo. Respiró hondo y se secó los ojos en la ensangrentada manga del vestido, el vestido que a él le parecía de luz de luna.
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Neville encendió el motor con dedos temblorosos. Las manos asieron rígidamente el volante. El vehículo giró en una U cerrada y apuntó hacia Gardena. ¡Qué tonto había sido! Debió de haber tardado una hora, por lo menos, en llegar al cementerio. Debió de haberse quedado en la cripta durante horas. Luego el viaje en busca de aquella mujer, y el viaje al mercado, y luego de vuelta a la mujer. ¿Qué hora era realmente? ¡Insensato! Sintió un miedo frío en las venas al imaginarlos esperando ante la casa. Oh, Dios mío, ¡y había dejado abierta la puerta del garaje! La gasolina, los equipos, ¡el generador! Con un gemido entrecortado apretó el acelerador, y la camioneta echó a correr. La aguja del velocímetro osciló, y saltó a la marca de los noventa kilómetros, y luego subió a los cien, y a los ciento veinte. ¿Y qué ocurriría si ya estaban esperándolo? ¿Cómo podría entrar en la casa? Trató de calmarse. No podían dejarse vencer ahora. Tenía que entrar. No te preocupes, entrarás, se dijo a sí mismo. Pero no sabía cómo. Se acarició nerviosamente el pelo. Magnífico, magnífico, pensó. Afrontas todo eso para preservar tu existencia y luego, un día, no vuelves a tiempo. Merecería cualquier castigo por no haber dado cuerda al reloj. Y ellos se encargarían gustosamente de castigarlo. Las calles silenciosas desfilaron rápidamente. Neville miraba de cuando en cuando las puertas de las casas. Oscurecía ya, aparentemente, pero se trataba sin duda de un temor imaginario. No podía ser tan tarde. Acababa de pasar la esquina de Western y Compton cuando el hombre salió corriendo de un edificio y le gritó. A Neville se le encogió el corazón. El grito del hombre quedó flotando en el aire. No podía correr más. En cualquier momento estallarían los neumáticos, o se rompería el eje de la dirección, y el coche iría a estrellarse contra alguna casa. Le temblaban los labios. Cerró apretadamente la boca. Las manos se le entumecían al volante. Tuvo que aminorar la velocidad al llegar a la esquina de Cimarron. Vio de reojo a un hombre que salía de una casa y corría detrás del coche. Los neumáticos chirriaron al doblar la esquina. Neville ahogó un grito. Estaban todos frente a la casa, esperando.
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Entonces bajó la cabeza y miró Vio un centenar de ojos sin pupila que lo taladraron con la precisión de un láser, y vio bocas muertas. Tuvo entonces sensaciones contradictorias: sintió debilidad, y sin proponérselo conscientemente, retrocedió un paso. Pero al mismo tiempo, alimentado por una fuerza que nacía de lo más profundo de su creencia religiosa, luchaba por permanecer, quedarse y atender los designios que, según creía, le llegaban desde los cielos. - Oh, Dios mío ... Dios mío, por favor, ayúdame... gimoteó, sintiendo que el labio inferior se agitaba convulsivamente. Sin embargo, consiguió mantenerse firme, cerrando los puños y apretando los músculos del vientre. La brisa comenzó a soplar con más fuerza. Entonces, como títeres movidos por hilos invisibles, los muertos empezaron a avanzar al unísono, de manera desgarbada. Se balanceaban de un lado a otro, chocaban con los hombros, lanzaban sus brazos hacia delante. Se quedó quieto, congelado en un instante eterno. Los muertos le rodearon ... Pasaron de largo. Los muertos le rodearon, le rozaron con sus cuerpos blancos y empezaron a entrar en la iglesia, buscando, aquejados de frenéticos espasmos. El Padre Isidro pestañeaba, incapaz de comprender lo que pasaba. En cuestión de segundos se vio a sí mismo enterrado en el enjambre de cadáveres, como si fuera uno más. Miraba alrededor, sintiendo una mezcla de naúsea, terror y ... alivio.
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“¿Qué está pasando?” , preguntaban. «¿Quién viene?»; esa pregunta la hacían las caras más jóvenes, porque los otros, los mayores, se limitaron a empezar a correr. Tenían un instinto de supervivencia muy distinto, uno nacido de un tiempo en el que eran esclavos en su propio país. En aquellos días, todos sabían quién venía y, si «ellos» venían, sólo podías correr y rezar.
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Despacio, paso a paso, cruzó a calle de Dobelnsgatan y se cobijó bajo la sombra de los castaños en el cementerio de San Juan, donde se derrumbó. No podía mas. Todo zumbaba a su alrededor; sonaba como si hubiera un enjambre en la copa del árbol que tenía encima de él. La tensión del campo eléctrico aumentaba, su cabeza se comprimía como si estuviera bajo el agua a mucha profundidad, y podía oír los gritos de la gente a través de las ventanas abiertas. «Voy a morir». (….) Entonces vio al muerto. Se Ie escapó un lamento y se hizo inmediatamente a un lado para no toparse con su imperturbable determinación. El, sin advertir siquiera su presencia, entró en el dormitorio al tiempo que la muchacha se tropezó con el sofá, se cayó y, a gatas, se dirigió hacia la puerta del balcón, donde se dejó caer en el suelo con los ojos de par en par y empezó a chillar.
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Así que, ya que he decidido tomarme la molestia de refutar el absurdo concepto que tenéis del siglo en que nací, espero que hagáis el favor de leerlo sin prejuicios ni vacilaciones: veréis cuáles han sido mis luchas, mis transformaciones, mis fortunas y ... ¿ Cómo lo dice el anónimo autor? Ah, sí, «adversidades». Y cuando lleguéis al final espero que hayáis aprendido ciertas cosas que os resulten útiles en la guerra que vendrá; porque mis batallas, queridos lectores, pronto serán las vuestras; mis enemigos serán vuestros verdugos y mis sedientos aliados de la noche se convertirán en los ángeles guardianes que velarán vuestros turbados sueños. Confiad, pues, en lo que voy a contaros y aprended de ello; si no, que la Fortuna, Dios, o los astros os guíen en el tenebroso camino que se abre ante vuestros ojos ...
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“(…) La aguja del reloj se hallaba ahora cuatro pulgadas y media dentro de mi cuello y sólo quedaba por cortar un pedacito de piel. Mis sensaciones eran las de una perfecta felicidad, pues comprendía que en pocos minutos a lo sumo me vería libre de tan desagradable situación. Y no me vi defraudada en mi expectativa. Exactamente a las cinco y veinticinco de la tarde el pesado minutero avanzó lo suficiente en su terrible revolución para dividir el trocito de cuello faltante. No lamenté ver que mi cabeza, causa de tantas preocupaciones, terminaba por separarse completamente del cuerpo. Primero rodó por el frente del campanario, detúvose unos segundos en el caño de desagüe y, finalmente, se precipitó al medio de la calle. (…)”. “(…) Sentados sobre soportes de ataúdes veíase a seis personas alrededor de la mesa. (…) Frente a cada uno de los presentes veíase una calavera que servía de de copa. De lo alto colgaba un esqueleto, atado por una pierna a una soga sujeta en un gancho del techo. La otra pierna, suelta, se apartaba del cuerpo en ángulo recto, haciendo que aquella masa crujiente girara y se balanceara a cada ráfaga de viento que penetraba en la estancia. En el cráneo de tan horribles restos había carbones encendidos, que arrojaban una luz vacilante, pero intensa sobre la escena, en cuanto a los ataúdes y otros implementos propios de una empresa de pompas fúnebres, habían sido apilados en torno de la habitación y contra las ventanas, impidiendo que el menor rayo de la luz escapara a la calle. (…)”.
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El silencio era tan profundo que ni siquiera se oía el sonido del mar. Tampoco había rastro de Salcedo ni del marinero Garín. Ante mí tenía dos posibilidades: internarme por las entrañas del barco en busca de mis compañeros de expedición, o bien desandar el camino recorrido y subir a esperarles en cubierta. Lo que en modo alguno deseaba hacer era seguir dentro de aquella hedionda cripta mirando los restos de las damas y los músicos. Como la idea de explorar el barco por mi cuenta me resultaba poco reconfortante, opté por subir a cubierta. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando encontré cerrada la escotilla! Por más que empujara con todas mis fuerzas no podía abrirla. Un millón de pensamientos me llenaron de confusión, impidiendo que me diera cuenta exacta de lo que estaba ocurriendo. Empujé otra vez la escotilla, pero no cedió. Grité llamando al capitán. Me temblaban manos y piernas, no sólo por el esfuerzo, y sentía que el corazón iba a saltarme del pecho. Al principio creí que la escotilla se había cerrado accidentalmente, dejándonos encerrados a los tres, y que a Salcedo o a Garín no les costaría encontrar la manera de abrirla. Pero cuando vi que pasaba el tiempo y no aparecían uno ni otro, empecé a sospechar que yo era el único atrapado y que el responsable del encierro era el capitán, sin duda con la intención de darme un último y más duro escarmiento. Pedí que me abrieran. En vano me desgañité solicitando el final del castigo: nadie respondía a mi ruego.
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Bases concurso-zombi • •
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¿Puedo participar? Podrán participar todos los alumnos y profesores-zombis del instituto Salvador Victoria. ¿Dónde entrego mi relato-zombi? Deberás introducir tu relatozombi (en el que tienes que poner tu nombre y apellidos) en el buzón-zombi situado en la biblioteca del instituto. ¿Hay algún premio? Pues claro, por eso es un concurso, habrá un premio-zombi para los cinco mejores relatos; además los relatos seleccionados se publicarán en una antología zombi y en la revista Dijiendas. ¿Cuántas líneas tengo que escribir? No hay límites de extensión, utiliza las que necesites para contarnos tu experiencia con los zombis. ¿Y hasta cuando hay de plazo? Hasta el miércoles-zombi 17 de noviembre.
Me gustaría participar pero no se me ocurre nada... pues ahí van algunas ideas: Los Zombis son criaturas desgradables que se mueven con torpeza, si un zombi te persigue y se rompe un brazo o una pierna apenas se entera, y si le cortan las dos piernas y los dos brazos, entonces sí se empieza a dar cuenta, pero tampoco se de ene porque con núa arrastrándose tras de como un gusano; cuando los zombis estornudan, los globos oculares se les escapan de las cuencas y a veces hasta se les caen y ruedan por el suelo. El plato que más sabroso les resulta a los zombis son los sesos, les gustan crudos y a ser posible dentro del cráneo. Imagina tener que explicarle a un profesor que tus deberes se los comió un zombi, imagina intentar rescatar a tu perro porque una horda de zombis lo ha raptado, imagina a tu mejor amigo conver do en zombi o a toda tu familia, o a todos tus profesores.
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