Evangelizar 035 - Julio de 2016

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Julio

Revista de Ayudas Pastorales Diócesis de Sonsón-Rionegro

“Dadles vosotros

de comer”

2016 N° 35


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A LOS SACERDOTES

Vicente Altaba Gargallo DELEGADO EPISCOPAL DE CÁRITAS ESPAÑOLA

Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín

LITURGIA DEL DOMINGO

Director P. John Jairo Olaya Ballesteros

Pbro. Javier Arturo Marín Carvajal XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

FORMACIÓN DOCTRINAL

Pbro. Edwin Yair Hidalgo Giraldo PERDONAR LAS OFENSAS “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” SOPORTAR CON PACIENCIA LAS PERSONAS MOLESTAS «El amor es paciente, es bondadoso» (cf. 1 Co 13, 4). ORAR POR LOS VIVOS Y DIFUNTOS “Oramos y pedimos sin cesar por ustedes” (Col. 1:3-9)

CONTROVERSIAS RELIGIOSAS

Pbro. Óscar Chalarca SERA VERDAD QUE LA IGLESIA PUEDE DECIR QUE UNA PERSONA SE VA A CONDENAR PORQUE NO RECIBE UN SACRAMENTO?

CAMBIO DE ACTITUD Pbro. Carlos Mario Gómez Gómez EL DERECHO EN LA IGLESIA

NUESTRA REALIDAD

Mons. Gilberto Muñoz Ospina LITURGIA Y ECOLOGIA: “LAUDATO SI” (233-246)

VIDA FAMILIAR

LA VERDADERA FAMILIA DE JESÚS Mc 3,21.31-32

Diagramación Silvia Giraldo Consejo editorial Delegados de Pastoral Coordinador general Vicaría de Pastoral Impresión Periódico El Mundo Dirección Diócesis de Sonsón-Rionegro Curia Episcopal Calle 51 No 47-31 Tel: 531 5252 www.diosonrio.org.co Fotografía Diócesis de Sonsón-Rionegro Sugerencias vipastoral@diosonrio.org.co


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La práctica de la misericordia en nuestro compromiso caritativo y social Con la Bula Misericordiae Vultus (MV), hemos sido convocados por el Papa Francisco al Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Sobre esta bula y este jubileo queremos reflexionar intentando descubrir en este momento cómo vivir la misericordia y hacerla práctica en nuestro compromiso caritativo y en nuestra vida social. Quien haya seguido el magisterio de este Papa “venido del fin del mundo”, como él mismo lo dijo, o “venido desde las periferias”, como gusta decir a otros, habrá descubierto ya que “pobres”, ”justicia”, ”caridad”, ”misericordia”, no son expresiones extrañas en él. Al contrario, están presentes de manera transversal y permanente en toda su enseñanza, de manera muy especial en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG). Ahora, en el Jubileo al que nos convoca, nos llama a todos a vivir la experiencia de entrar en la entraña de nuestro Dios para poder ser en medio del mundo y de la Iglesia signos vivos de su misericordia.

Misericordia es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia es la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado” (MV2). Lo que aquí nos preguntamos es cómo poner en práctica en nuestro contexto social, la experiencia y el testimonio de esa misericordia. Para ello vamos a señalar algunos cauces concretos que nos pueden ayudar a vivirla y expresarla aquí y ahora: 1. Dejarnos abrazar por la misericordia para ser misericordiosos. 2. Abrir los ojos al sufrimiento de los pobres y escuchar su clamor. 3. Apostar por una espiritualidad de la ternura.

Con palabras suyas, en este jubileo estamos llamados a hacer nuestro el programa de Jesús: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36), pues “el misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra” (MVI) ya ahí, en la misericordia, se nos revela el corazón de la vida cristiana:

4. Practicar las obras de misericordia y promover el desarrollo integral.

“Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.

7. Hacer de la Iglesia un oasis de la misericordia al servicio de la humanidad.

5. Trabajar por la justicia y transformar las estructuras que generan pobreza. 6. Sobrepasar la justicia con la misericordia y el perdón.


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XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Evangelio según San Lucas (10, 1-9)

“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: —«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.” Palabra del Señor.

Pautas de reflexión Hoy el Evangelio nos habla de Misión, pero misión no sólo para los 12. Dice; “designó el Señor otros setenta y dos y los mandó”; es un envío a todos, un recordar que nuestro bautismo nos hace a todos misioneros, es decir enviados. Pensemos hoy en la misión encomendada, no sólo a los consagrados, sino a los fieles laicos (todos los bautizados); el Concilio nos recordó de una manera muy clara que la misión corresponde a todo el conjunto del Pueblo de Dios, sacerdotes, religiosos, laicos, comprometidos con la propagación del Evangelio a todas las gentes y en todos los lugares. El Papa Juan Pablo II decía y recordaba con insistencia a todos los fieles la responsabilidad de impregnar con el Evangelio todos los ámbitos de la vida donde hagan presencia: el mundo del trabajo, del estudio, de la ciencia, del deporte, de la cultura… Nos recuerda el Evangelio: “Mirad que os mando como corderos en medio de lobos”, no se nos

envía a un ambiente donde nos esperan, en la mayoría de los casos, con los brazos abiertos. La comparación utilizada por Jesús es fácil de entender. Nos hace notar la agresividad, la aversión, la fuerza de resistencia de quienes nos escucharán; quedando para ellos (los enviados) la debilidad y la falta de defensa. Pero aun así los envía. El cristiano debe aprender a vencer el mal con el bien. Debe renunciar a la fuerza, a la violencia. El Evangelio no se impone a las malas, sino con la fuerza de la Verdad de la Palabra de Dios. Salir, desacomodarse, desinstalarse, ir en busca de quien necesita; es la Iglesia en salida que quiere el Papa Francisco, con un nuevo impulso misionero, donde la fuerza estará en la capacidad de atracción que tengan los discípulos en la proclamación del Evangelio. Evangelio que sigue siendo Buena Nueva para todos los hombres y que debe ser presentado como el Evangelio de la Misericordia, del amor y la alegría.


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Perdonar las ofensas “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” En la Sagrada Escritura nos encontramos con el Dios “capaz de perdonar”; recordemos el profeta Isaías, que afirma que aunque nuestros pecados fuesen color rojo escarlata, el amor de Dios los convertirá en blancos como la nieve”. (cfr. Éx 34,6s; Sal 86,5; 103,3). Esta afirmación comporta la superación de la Ley del Talión (“ojo por ojo, diente por diente”: Éx 21,24). Jesús mismo nos enseñó: “Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen...” (Mt 5,44). Al respecto nos decía el Papa Francisco en su primer ángelus como pontífice: “Él nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que, a veces, nos cansamos de pedir perdón. Y no tenemos que cansarnos nunca, nunca. Él es el Padre amoroso que perdona siempre y cuyo corazón está lleno de misericordia para todos nosotros. Tenemos que aprender a ser más misericordiosos con todos”. No se puede negar que el amor a los enemigos, desde un punto de vista humano, es seguramente la prescripción más exigente de Jesús. Pero se trata de un mandamiento que expresa lo más nuevo y propio del cristianismo, ya que “quien no ama a quien lo odia no es cristiano” (Segunda Carta de Clemente, 13s), pues el amor a los enemigos es la “ley fundamental” (Tertuliano, De la paciencia, no. 6) y la “suprema esencia de la virtud” (san Juan Crisóstomo, In Mat. 18,3s). Por eso, para santo Tomás de Aquino, el perdón de los enemigos “pertenece a la perfección

de la caridad” (ST II-II, q. 25, a. 8); es una obra que responde a una exigencia de verdad irrenunciable: reconocer los límites y las debilidades humanas. La fuerza para perdonar nos viene de Dios, en la medida que invocamos la misericordia divina y nos sentimos perdonados podemos llegar a perdonar al hermano. “Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar”(P Francisco 26/12/2015), el modelo más grande para perdonar lo encontramos en Jesús de Nazaret “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”(Lc 23,34; conviene entonces que nos preguntemos ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar para disculpar pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? La respuesta es muy clara: Ante todo por la oración, podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios “después se descubre que esta lucha interior para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor!”. (P Francisco) “Como nuestro Padre Celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio” (ibíd.)

Para compartir en grupo Hagamos una oración de perdón por aquellas personas que nos han ofendido (conviene hacer una lista concreta) Pensemos en una persona a la que le pudiéramos ayudar para que pueda llegar a perdonar.


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XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Evangelio según San Lucas (10, 25-37)

“En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: —«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: —«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». Él contestó: —«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: —«Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: —«¿Y quién es mi prójimo?». Jesús dijo: —«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino

y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: — «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: —«Anda, haz tú lo mismo”. Palabra del Señor.

Pautas de reflexión En el año de la Misericordia hemos reflexionado mucho en la Misericordia como compasión, pero entendemos lo que significa realmente la compasión. “La parábola que nos presenta hoy el evangelio da un vuelco cuando precisa que un samaritano “sintió compasión” del moribundo. Y al final el doctor de la Ley reconoce que el prójimo es “quien ha practicado la misericordia”. El compadecer, en griego, se refiere a las vísceras humanas, incluido el corazón. Según la manera común y corriente de pensar en tiempos de Jesús, con las vísceras se expresan los propios sentimientos: el amor, la compasión y la misericordia. El samaritano no se limita a mirar al moribundo, sino que se siente involucrado en lo más íntimo, y es tal la compasión visceral, que pone en marcha todo lo que le sea posible para salvar al moribundo.

La verdadera compasión no es un sentimiento, sino una acción que produce el cuidado del otro… Jesús describe la ayuda del samaritano al moribundo: se le acerca, desinfecta y venda sus heridas, lo pone sobre su cabalgadura, lo lleva a una posada y lo cuida… Clemente de Alejandría comenta lo siguiente: ¿Quién otro ha tenido compasión de nosotros, de nosotros que con nuestras muchas heridas –con nuestros miedos, pasiones, envidias, aflicciones y gozo de los sentidos- estábamos entregados a merced de la muerte, del príncipe del mundo de las tinieblas? Jesús es el único capaz de sanar las heridas, porque arranca los sufrimientos de manera absoluta, desde la raíz. (Tomado de Las Parábolas de la Misericordia, Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización). Por lo tanto la invitación hoy es: “VE, HAZ TÚ LO MISMO”.


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Catequesis 2

Soportar con paciencia las personas molestas «El amor es paciente, es bondadoso» (cf. 1 Co 13, 4). Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla. Por eso, la Palabra de Dios nos exhorta: «Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad» (Ef 4,31). (Amoris Laetitia.92) En los libros sapienciales leemos con fuerza que, ante hermanos que se irritan, el sabio recuerda que “más vale ser paciente que valiente, dominarse que conquistar ciudades” (Prov 16,32). ¿Por qué este pensamiento? La misma palabra nos responde: porque “la paciencia persuade a un gobernante, porque las palabras suaves quebrantan huesos” (Prov 25,15; Sir 7,8). Job es el paradigma de paciencia: antes de que el Señor le mandara pruebas él era un hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”

(Job 1,11). Y una vez que fue puesto ante la prueba, se mantuvo fiel a su Creador, nunca pecó con sus labios ni renegó contra el Señor (cfr. Job 2,10). Por otra parte, el modelo máximo de la paciencia ante los enemigos es Jesús, ya que lejos de ser implacable con los pecadores (cfr. Mt 18,23-35), fue tolerante y generoso. Él mismo dijo: “El Padre celestial hace salir su sol sobre malos y buenos” (Mt 5,45). La paciencia, tal como el amor, es un “fruto del Espíritu” (Gál 5,22; cfr. 1Cor 10,13; Col 1,11); su ejercicio nos hace madurar en la prueba (cfr. Rm 5,3-5; Sant 1,24) y nos genera constancia y esperanza (cfr. Rm 5,5). El himno paulino del amor camina en este sentido: “El amor es paciente”, ya que “todo lo soporta” (1Cor 13,113.4.7). La paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía. (Amoris Laetitia.92)

Para compartir en grupo Buscar en la Sagrada Escritura las citas bíblicas que están relacionadas con esta obra de misericordia. Damos por supuesto que todos tenemos flaquezas. ¿soy capaz de reconocerlas? La convivencia es fuente de alegría y enriquecimiento, pero también nos visitan el cansancio, la intolerancia y la impaciencia que hacen difícil la fraternidad. ¿Cómo afronto estas situaciones?


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XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Evangelio según San Lucas (10, 38-42)

“En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: —«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». Pero el Señor le contestó: —«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”. Palabra del Señor.

Pautas de reflexión Hace ocho días el Evangelio nos llevaba a preguntarnos “Qué es necesario para heredar la Vida Eterna”, y terminaba el Evangelio diciendo: “Ve y haz tu lo mismo”. En este texto de hoy se complementa con la actitud de Marta y María. A primera vista cómo que podemos quedarnos en la tentación de que Jesús llama la atención a Marta colocando la contemplación por encima de la acción. Mirando detenidamente tenemos que decir que es necesario siempre las dos realidades: orar y contemplar. “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”, escribe San Pablo; hay que orar y trabajar. Cada cosa en su momento oportuno. El que no se toma suficiente tiempo para la oración y la escucha de la Palabra de Dios no podrá actuar como verdadero cristiano. Lo que sí debe quedarnos bien claro es que la Palabra de Dios está por encima de cualquier otro interés, y es absolutamente el comienzo de toda vida realmente cristiana, de todo discipulado. De aquí que para heredar la Vida Eterna hay que orar, y orar mucho; y trabajar y trabajar mucho “con

temor y temblor” nos dice San Pablo. Estar a los pies del Maestro como el discípulo que escucha, acoge y guarda la Palabra. Jesús no dice a Marta que es malo lo que ella hace, lo que quiere es que entienda que es más importante dejarse servir por Él, escuchando su Palabra, cuando Él está presente. En medio de tanto trabajo hay que sacar el tiempo para escuchar lo que Jesús nos quiere decir. Cuando de verdad se escucha a Jesús se aprende a vivir y actuar desde su mismo Espíritu. Apliquemos este evangelio hoy a nuestra propia vida, pensemos en la capacidad para la escucha atenta a la Palabra de Dios; cuantas veces con tanta facilidad nos dejamos distraer por tantas cosas, que incluso siendo muy religiosos, olvidamos que sólo una es fundamental. Pensemos en que tenemos al mismo Señor con nosotros por lo tanto estar siempre atentos para no quedarnos a mitad del camino, pensar por ejemplo en la religiosidad popular mal encaminada que nos puede hacer pensar que estamos con el Señor cuando en realidad no lo estamos.


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Catequesis 3

Orar por los vivos y difuntos “Oramos y pedimos sin cesar por ustedes” (Col. 1:3-9) Recordemos que orar no es acto de rutina; orar es acto de amor. Cuando oramos por alguien nos solidarizamos con él, lo estamos queriendo como a nosotros mismos. No oramos para ablandar el corazón de Dios, sino para agrandar el nuestro. Orar es llenar el corazón de nombres. Orar por los demás nos hace bien a nosotros mismos, porque nos ayuda a amar y nos compromete para hacer realidad, en la medida de nuestras fuerzas, aquello que pedimos. Aparece la práctica de la oración en clave de síntesis, dado que la oración es un don de Dios al hombre. En efecto: “La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él” (CEC, no. 2560). En definitiva: “La oración cristiana es una relación de alianza entre Dios y el hombre en Cristo” (CEC no. 2564) y, por lo tanto, sostiene todas las obras de misericordia. En la tradición cristiana se encuentra un hilo conductor para comprender el sentido de la oración y su relación con la vida, especialmente en el famoso díptico de la Regla de san Benito (siglo V) que ha marcado toda la espiritualidad, no solamente monástica sino también eclesial, cuando dice: “Ora y trabaja” (Ora et labora). Siguiendo este espíritu, san Ignacio de Loyola explicitó este díptico diciendo: “Oren como si todo dependiera de Dios y trabajen como si todo dependiera de ustedes” (cfr. CEC, no. 2834).

Esta obra de misericordia pone de relieve, además, la “comunión de los santos” en la Iglesia, la cual viene ser recordada ya en el Catecismo Romano (siglo XVI): “Todo cuanto posee la Iglesia es poseído comúnmente por cuantos la integran; todos (los bautizados) están constituidos para el bien de los demás” (cfr. 1Cor 12,23; Ef 4,11). En definitiva, se trata de la comunión de los miembros de la Iglesia, tanto de los que peregrinan aún en la tierra, como de los bienaventurados del cielo, calificados ambos como “santos”, gracias al Bautismo que han recibido en Cristo. En este sentido, esta última obra de misericordia prepara y dispone a “aceptar” y “vivir” la voluntad de Dios, sea cual sea, ya que “si le pedimos al Creador algo según su voluntad, nos escucha” (1Jn 5,14; Ef 1,3-14). Si de verdad lo hacemos con todo nuestro corazón, y nos dirigimos a Dios pidiendo por estas personas, estamos realizando una verdadera obra de misericordia espiritual. Entonces, ¿para qué orar por los vivos y por los difuntos? Oramos por los vivos para que Dios, en lo infinito de su Amor y Misericordia, devuelva la esperanza, la ilusión, las ganas de vivir a aquellas personas que las han perdido, que han caído en la miseria. Y oramos por los muertos para que Él, en su infinita Bondad y Misericordia, acelere el proceso de purificación. De esta manera se espera que acoja más prontamente a los que han partido de este mundo y les conceda gozar de la Vida Eterna que es la meta a la cual

Para compartir en grupo ¿Cuál es nuestra respuesta a los que nos dicen que no es necesario orar por los difuntos? Este Año de la Misericordia es una excelente oportunidad para poner en práctica esta obra; como grupo propongamos una tarea concreta para poderlo lograr.


10 | Evangelizar

XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Evangelio según San Lucas (11, 1-13)

“Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: —«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: —«Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”». Y les dijo: —«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños

y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”. Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”. Palabra del Señor.

Pautas de reflexión Continuamos en la aventura de estar en la escuela con Jesús, aprendiendo a ser sus discípulos. Hace ocho días nos enseñaba la necesidad que tenemos de equilibrar nuestro trabajo-acción, con la oración-contemplación. Hoy el texto nos muestra como los discípulos ansiosos de la intimidad con Dios, como lo veían en Jesús, le piden: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. Lo primero que podríamos pensar hoy es en el testimonio-ejemplo, que es tan importante y se ha desvirtuado en el momento presente. Dice el evangelio que Jesús pasa muchos momentos en oración y esto es lo que hace que los discípulos quieran aprender de él

ese modo de comunicación con Dios. Es la actitud de Jesús lo que mueve en primer lugar a los discípulos, no los discursos o las palabras sino el ejemplo. Bien decía el Papa Pablo VI: “el mundo de hoy ya no le cree a los maestros sino a los testigos, y si cree a los maestros es porque estos son testigos”. Otro detalle significativo es como empieza Jesús la oración: “Padre”, es la gran novedad, Jesús nos presenta a Dios no como el ser Supremo, el Absoluto, el inaccesible… sino como Padre; el Padre que está cerca de nosotros, nos escucha, nos quiere, nos comprende y nos trata con cariño. Pero sobre todo un Padre que es Misericordioso con todos, un Padre que no se olvida de ninguno de sus hijos.


Julio | 11

LITURGIA Y ECOLOGIA: “LAUDATO SI” (233-246) “El Universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo. Hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre”. Por eso hay que descubrir la acción de Dios en todas sus criaturas” (233). Como nos lo enseña San Francisco de Asís y ahora el Papa Francisco, tenemos que contemplar a Dios en toda la creación, en la belleza, en la vida natural y aún en los minerales que también son su obra. “Todas las criaturas del universo material encuentran su verdadero sentido en el Verbo encarnado. _Por eso_ “Los sacramentos son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural…El agua, el aceite, el fuego se incorporan en la alabanza… En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación, cuando Dios hecho hombre llega a hacerse comer por su criatura” (234-236). Por tanto hermanos, como creyentes tenemos que apreciar en los signos sacramentales: agua, óleo, pan, vino, argollas matrimoniales, etc. la hermandad con la naturaleza, la cual Cristo valoró e hizo signo del Reino en tantos pasajes del Evangelio. Por eso el Papa argumenta que el Verbo encarnado –Jesucristo- a través de la carne, materia que es tomada de la tierra, elevó nuestro espíritu hasta Dios al darnos su vida sobrenatural. Por eso en la Eucaristía Jesús une el cielo con la tierra, penetra todo lo creado, lo hace realidad de lo que serán los cielos nuevos y la tierra nueva. “El domingo la participación en la Eucaristía tiene una importancia especial: +se ofrece como día de sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo… * es el primer día de la nueva creación…+anuncia el descanso eterno del hombre en Dios…+día de descanso, cuyo centro es la Eucaristía, derrama su luz sobre la semana entera y nos motiva a incorporar el cuidado de la naturaleza y de los pobres” (237-238). Por tanto, con la Eucaristía dominical no simplemente cumplimos con un mandato eclesial, sino que asumimos el querer de Dios que lo santifica todo y con el signo dominical nos hace apreciar su obra íntegra. El domingo damos gracias a Dios

por el trabajo, por los bienes materiales que nos regala, por los hermanos todos, especialmente los que sufren. La Trinidad y la relación entre las criaturas: “El Padre es fuente última de todo… el Hijo a través del cual todo fue creado, se unió a esta tierra cuando se formó en el seno de María. El Espíritu Santo, lazo infinito de amor, está íntimamente presente en el corazón del universo… El mundo fue creado por las tres personas… Por eso cuando contemplamos con admiración el universo y su grandeza y belleza, debemos alabar a la Trinidad… Toda criatura lleva en sí la estructura propiamente trinitaria” (238-240). Si nosotros reflexionamos y oramos con los dos primeros capítulos del Génesis, comprenderemos como el Padre Dios todo lo creó por su Palabra (Verbo eterno) y el Espíritu Santo a todo daba la vida de Dios (se cernía sobre…). Por ende es fundamental que en la ecología integral y en la tarea por la paz, nosotros comprendamos que tenemos que rehacer y hacer crecer la cuádruple red de relaciones que Dios al crearnos como seres particulares y sociales dentro del mundo obra de sus manos: la relación consigo mismo (propia identidad), las relaciones con los demás (Fraternidad), las relaciones con la naturaleza (señorío del hombre) , las relaciones con Dios (hijos, hermanos, templos). “María, la Madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno a este mundo herido… Es la mujer vestida de sol… es la Madre y reina de todo lo Creado… Junto con ella se destaca la figura de San José…hombre justo, trabajador, fuerte…Custodio de la Iglesia universal, enséñanos a cuidar, a trabajar con generosidad y a proteger este mundo que Dios nos ha confiado” (242). La Sagrada familia, es el signo eficaz y clarísimo de lo que es la ecología integral. Pidamos a ella que nuestros hogares y todas nuestras instituciones, hagamos del universo el verdadero trono de Dios. Hermanos queridos, que las dos oraciones con las que concluye el Papa esta preciosa encíclica, nos comprometa a amar, cuidar y hacer crecer toda la obra de la creación, para que alcancemos los cielos nuevos y la tierra nueva (246). AMÉN.


12 | Evangelizar

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Evangelio según San Lucas (12, 13-21)

“En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: —«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le contestó: —«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?». Y dijo a la gente: —«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: —«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: “¿Que haré? No tengo dónde almacenar la cosecha”. Y se dijo:

“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”. Palabra del Señor.

Pautas de reflexión Leon Tolstoi cuenta lo siguiente: “Un rico terrateniente promete regalar a un pobre obrero del campo todas las tierras alrededor de las que dará la vuelta a pie en un día. La única condición: al ponerse el sol tiene que haber regresado al mismo punto del que partió. El pobre campesino se pone muy feliz. No necesitará todo un día para delimitar con sus pasos suficiente tierra para poder alimentar a su familia ampliamente. Parte caminando alegre, sin apuros, con paso tranquilo. Pero después se apodera de él la idea de aprovechar la oportunidad al máximo y adquirir tierras como sea posible. Se imagina todo cuanto hará con sus nuevas riquezas. Acelera el paso y amplía el círculo.

Desea cada vez más, y corre cada vez más rápido. La transpiración le chorrea de la frente, por tanto esfuerzo, y por miedo de no llegar a tiempo al punto de partida. Finalmente, al apagarse el último rayo de sol, y con sus últimas fuerzas llega a su meta. Le pertenecen miles de hectáreas de campo fértil. Pero en ese mismo momento se desploma y muere de agotamiento. Lo entierran en un pequeño pedazo de tierra. Ahora ya no necesita más”. En este momento de nuestro camino discipular vale la pena preguntarnos ¿Cuáles son mis sueños? ¿Qué ambiciona mi corazón? ¿Qué me le da sentido a la vida? ¿En quién he depositado mi confianza?...


Julio | 13

¿Será verdad que la Iglesia puede decir que una persona se va a condenar

porque no recibe un Sacramento?

Es muy frecuente encontrar católicos que no se sienten obligados a recibir los sacramentos. Muchos, especialmente los cristianos protestantes, dicen que no es necesario recibir los sacramentos para alcanzar la justificación y la salvación “post mortem”. Las diferentes confesiones cristianas no se ponen de acuerdo en el número de los sacramentos. Los católicos tenemos siete sacramentos, los protestantes tienen dos (el bautismo y la cena del Señor). Estos permiten el divorcio fácilmente porque para ellos el matrimonio no es sacramento, lo mismo que los ministerios ordenados. Oachim Barth, hijo de Karl Barth (teólogo evangélico), dice que, “si se tiene fe verdadera en Jesucristo, no es necesario siquiera recibir el sacramento del bautismo”. La Iglesia católica se encuentra ante un problema grave al querer negar la Eucaristía a los homosexuales o pretender que las parejas del mismo sexo no se casen, ni siquiera por lo civil.

Aproximaciones teológico bíblicas Los sacramentos de la Iglesia católica no se encuentran en el mismo STATUS de los mandamientos. Los mandamientos hacen referencia a lo que es OBLIGACIÓN (la ley del Señor, y que es para todos los hombres), mientras que los sacramentos tienen que ver con el aspecto celebracional y significacional, que es privativo y original de cada religión. Las iglesias de la Reforma Protestante, tan cercanas a la teología de san Pablo-, hacen énfasis en que lo

único necesario es la justificación por la sola fe (SOLA FIDES) en Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres, como dice la carta a los Hebreos. El mandamiento es obligatorio, el sacramento es opcional y tiene más que ver con el libre albedrío del creyente, que se arriesga a celebrar una fe que, en muchos casos, es oscura y exige la obediencia de la fe.

Cristo dice: “yo no he venido a destruir la ley los profetas, sino a darle su plenitud. Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última jota o tilde de la ley” (Mt 5, 17-18 ). El cristiano debe saber que la fe no es sólo para creer, sino también para celebrarla y para experimentar la presencia misteriosa del Resucitado. Los discípulos de Emaús no descubrieron a Jesús mientras les explicaba las Escrituras, sino al partir el pan (fracción eucarística. Cfr. Lc 24, 30-31b). Jesús nos dice que “vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán en el Reino de Dios (Lc 13, 29). Schillebeeckx (teólogo holandés O P) decía: “los sacramentos son en nuestro camino de Emaús, hacia el eschaton(lo definitivo), el velado encuentro con el Cristo resucitado” (Cfr Cristo, sacramento del encuentro con Dios). Este teólogo define la liturgia como un lugar teológico. La fe no es sólo para creer sino también para el encuentro y celebrar la dicha de creer. Pablo dice que: “Dios nos ha dado la alegría de creer en Jesucristo y aún de padecer por El” (Fil 1,29).


14 | Evangelizar

La verdadera familia de Jesús Mc 3,21.31-32 En la familia encontramos ánimo y fuerza para seguir adelante. Si no fuera por su apoyo, muchas veces nos daríamos por vencidos en nuestras luchas cotidianas. Pero, en ocasiones, la familia no responde y el apoyo, tan importante, lo encontramos en personas con quienes no nos unen lazos de sangre. Una ayuda desinteresada, una acogida peculiar, un apoyo único en momentos de necesidad, hacen que alguien hasta entonces desconocido se convierta en amigo íntimo. Con él nos sentimos escuchados, comprendidos, «en familia». Su presencia provoca que descarguemos en él nuestros más hondos sentimientos, sin temor alguno. Su apoyo nos lanza a un futuro abierto. Hoy ponemos nuestros pies en el evangelio para recordar que, a partir de Jesús, vivir como familia cristiana ayuda a entender y vivenciar qué es el reino. El pasaje que hemos compartido del evangelio de Marcos, curiosamente, en él Jesús habla de la familia. Decimos «curiosamente» porque Jesús, con su estilo de vida y su enseñanza, rompió con la institución familiar, tal y como se comprendía en aquella época. Una vida célibe e itinerante, sin esposa, sin hijos ni hogar fijo, no era habitual ni bien vista. Sus palabras y sus gestos remitían a la voluntad de Dios, pero rompían con el mandato del Creador «sean fecundos y multiplíquense» (Gn 1,28) y con otras leyes, como la ley del sábado o las normas de pureza. Para sus familiares, Jesús «estaba loco» (Mc 3,21); para los maestros de la ley, estaba «poseído por un espíritu impuro» (Mc 3,30). Él, sin embargo, se había rodeado de un grupo de discípulos

con quienes compartía y vivía el proyecto del Padre (Mc 3,13-19); unas nuevas relaciones paternofiliales y fraternales en las que se hacía visible el ideal del reino. Además, curaba y enseñaba en una nueva casa, siempre abierta para quienes quisieran formar esa nueva familia (Mc 1,29; 2,1). La madre y los hermanos de Jesús llegan hasta la casa donde un círculo de gente lo rodea, escuchándolo, pero no entran. Se quedan fuera y envían a llamarlo. Dentro, una persona le transmite el recado: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y te buscan». En principio parece una situación normal, sin nada especial que reseñar. Según aquella mentalidad, cabría esperar que un maestro de las cosas de Dios fuera el primero en honrar a sus padres y en respetar los lazos familiares y que, por tanto, Jesús dejara el círculo de quienes lo escuchan, yéndose a atender a su madre y sus hermanos. Sin embargo, el v. 21 nos ha alertado del propósito de los familiares de Jesús al ir en su busca: tenían «la intención de llevárselo a la fuerza porque decían que estaba loco». Jesús ha puesto en marcha su proyecto, pero su familia no lo entiende. Jesús está edificando su propia casa, el hogar de los hombres y mujeres que escuchan su palabra, que viven los valores del reino, que se han dejado curar y liberar. Su antigua familia cree que con esta actuación está rompiendo las leyes del pueblo elegido, que es un «hijo rebelde» que deshonra el buen nombre familiar y, por tanto, están en su derecho de llevárselo (Dt 21,18-21).

Para compartir en familia o en grupo ¿Conocemos algún caso similar al comentado al principio? ¿Me ha ocurrido esto, a mí, alguna vez? ¿Quiénes buscan a Jesús? ¿Por qué?.


Julio | 15

El derecho en la Iglesia Muchas personas creyentes y piadosas, preguntan por qué la Iglesia habla de derecho eclesiástico o canónico? Por qué la Iglesia que es un espacio de misericordia y salvación habla de tribunales, que se relaciona con juicios, penas, castigos, senténciales? Acaso la ley suprema que nos dejó Cristo no fue la ley del amor? Es posible que en la actualidad muchos cristianos tengan dudas o no acepten un derecho en la Iglesia, pero el deseo de Cristo es que todos los hombres se salven y esta es la suprema norma del derecho de la Iglesia. Hay que afirmar que la naturaleza del derecho canónico es jurídico, y no sólo espiritual sino que también posee una naturaleza social, constituida por personas de carne y hueso y no exclusivamente espirituales; por eso el derecho canónico establece normas para que los fieles vivan la comunión eclesial. Los tribunales eclesiásticos son creados con el fin de ejercer la potestad judicial, a través de la cual se busca hacer justicia aplicando siempre la ley suprema de la Iglesia que es la salvación de las almas.

Los tribunales eclesiásticos pueden ser de diversos tipos: •

Tribunal Diocesano (o de primera instancia). Tribunal eclesiástico de Sonsón- Rionegro.

Tribunal Metropolitano (o de segunda instancia) Tribunal eclesiástico metropolitano de Medellín.

Tribunal de la Rota Roma (para cualquier instancia).

La Iglesia Católica busca en sus normas jurídicas proteger los derechos y deberes de los fieles cristianos respetando la dignidad de la persona humana. La persona se acerca al tribunal eclesiástico para introducir la causa con la debida instrucción. El juez antes de aceptar la causa, debe tener certeza de que el matrimonio haya fracasado irreparablemente y no existe ninguna posibilidad de reconciliación para salvar el matrimonio y se encuentra alguna razón para la posible nulidad del matrimonio.


16 | Evangelizar

ÂŤEl amor es paciente, es bondadosoÂť (cf. 1 Co 13, 4).


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