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Evangelizar Edición 102 - Septiembre 2022 Curia Episcopal Diócesis de Sonsón Rionegro Calle 51 No. 47 - 31 Tel: 604 531 52 52
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Por: Pbro. Iván de Jesús Marín Párroco María Auxiliadora, Marinilla
Es difícil, por no decir imposible, imaginar la Iglesia sin la Palabra de Dios. La lectura de La Palabra del Señor alimenta la Iglesia, la renueva con su interpretación y la eleva al “cielo de la contemplación” cuando es proclamada solemnemente en la Sagrada Liturgia de la Eucaristía.
Sí, el clímax de la liturgia de la Pala bra es, por lo tanto, la proclamación de la Palabra de Dios. Cada Domin go se hace una primera lectura del Antiguo Testamento, se recita un hermoso Salmo seguido de una lectura tomada del Nuevo Testa mento. Y así, la Iglesia, se prepara para la proclamación de uno de los cuatro Evangelios. De este modo, antes de pasar al Pan Eucarístico, la comunidad cristiana “se embria ga” con el Pan de la Palabra. Los católicos que celebramos la misa a diario, escuchamos casi toda la Sagrada Escritura a lo largo de tres años; esto sin mencionar los filones de “diamantes bíblicos” interpola dos a lo largo y ancho de las oracio nes de la Misa.
No permitas que los no católicos te sigan reclamando que la Iglesia no lee la Biblia, y que ella no nos invita a ser “cristianos bíblicos”. La Iglesia respira la Palabra del Señor por todos lados, ese es “su hábitat natural”. La Iglesia está convencida, más que cualquier otra institución religiosa, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios” (Mt 4,4).
La Biblia brilla de un modo singular en la Sagrada Liturgia. San Pablo se expresa espléndidamente en la carta a los Romanos: “La fe viene
por la escucha de la Palabra” (10,17). Es bastante importante caer en la cuenta que ahí no dice “la fe viene por la lectura”. En los primeros siglos de la Iglesia, no existía la imprenta. La inmensa mayoría de los creyentes no tenía acceso a los evangelios manuscri tos; para colmo, mucha gente no sabía leer. De modo que la única manera de conocerlos era a través de la celebración Eucarística.
En el siglo III, el gran escriturista Orígenes, instaba a los cristianos a contemplar también la presencia de Cristo en el Evangelio, así como la solían contemplar en el pan Euca rístico: “… Si eres tan cuidadoso para con el Cuerpo del Señor, y con toda razón, ¿Cómo piensas que es menos culpable haber descuidado la Palabra de Dios que haber descuidado su cuerpo?” (Sobre el Éxodo, 13,3).
La Palabra de Dios nos prepara para la Eucaristía y, ella misma, hace posible la Eucaristía; por eso mismo, el sacerdote que preside, en el momento de la consagración de las especies eucarísticas, no aparta sus ojos de la fórmula del misal, pues allí están consignadas las mismas palabras de Jesús pronunciadas por él aquel primer Jueves Santo: “esto es mi Cuerpo… esta es mi Sangre” (Mc 14,22-24).
Si la Iglesia confecciona la Eucaristía es por el milagro de la Palabra de Dios. ¿Qué piensas?
Este pasaje es el texto del apóstol Pablo más extenso que habla de la persona de Cristo y en el que de modo inequí voco se habla de la encarnación de Cristo. Es comúnmente aceptado que el apóstol inserta en su ense ñanza a los filipenses este “himno cristológico” perteneciente a las comunidades primitivas que lo usaron seguramente en el ámbito litúrgico, donde se reconoce la divinidad de Jesús. El himno está dividido en tres tiempos concretos: la preexistencia, la kénosis (o abajamiento) hasta la cruz y la exaltación , en las que se da un doble paso: el primero, de una condición divina a una condición humana; y el segundo, de una condición mortal a una condición gloriosa.
En la expresión “el cual siendo de condición divina, no retuvo ávida mente el ser igual a Dios” , se observa la idea explícita de preexistencia divina , una idea que estaba presente en las comu nidades cristianas más primitivas, que confesaban a Jesucristo como Dios.
El contraste con el v. 6 se encuen tra en los vv. 7-8, explicando en qué sentido Cristo no aprovechó la ventaja de su igualdad con Dios, pues una afirmación fundamental del himno es: “se despojó a sí mismo” que debe entenderse como renuncia, pues, Cristo ocultó su modo de ser, renunciando a imponer su condición, no abando nándola, sino asumiendo aquello que no tenía “la condición de esclavo” para hacerse semejante a los hombres, de modo que Cristo aparece no como un Dios, sino como un esclavo que se solidariza con la humanidad , esta humildad de Cristo es la que le da sentido a los dos extremos, la preexistencia y la exaltación. En efecto, la humildad de Cristo se realiza mediante la obediencia a la voluntad del Padre , obedien cia que se identifica no solo duran te toda la vida de Jesús, sino que la muerte aparece como el grado culminante de la obediencia, el escándalo de “una muerte de cruz” . Mientras Adán se caracteri zó por la desobediencia (cf. Rm 5,19), Jesús se caracterizó por la obediencia que manifiesta su semejanza con Dios y repara la falta del primer Adán.
La consecuencia de esta humilla ción se abre en la tercera estrofa (vv. 9-11) a través de la conjunción “por eso” , explicando el valor explosivo de la humillación de Cristo . Aparece aquí un sujeto que estaba ausente en las otras dos estrofas, “Dios” , que actúa en primera persona como Aquel que exaltó y otorgó el nombre a Cristo en respuesta a su humillación. El verbo “exaltó” refleja el texto de 1Samuel 2,7-8, elevando al máximo la realidad humana de Jesús, a la vez que, en un segundo verbo “le concedió”, se refiere al don que Cristo recibe del Padre: “el nombre sobre todo nombre” . Este nombre, es el nombre divino atribuido a Yahveh, el Señor , por lo que ante Él todos los seres deben “doblar la rodilla” y toda lengua “confesar su nombre” , como lo ordenó Yahveh en el profeta Isaías (cf. Is 45,23-25).
El himno muestra, pues, que el cristianismo primitivo practicaba un verdadero culto a Jesús que es reco nocido como Señor, no como un representante de Dios, sino equipa rado a Dios mismo, pues Señor viene del hebreo Adonaí, por lo que Cristo es soberano de “todos los seres del cielo y de la tierra”
Hurtado L. W., Señor Jesucristo. La devoción a Jesús en el cristianismo primitivo, Salamanca 2008.
Penna R., I ritratti originali di Gesù il Cristo. Inizi e sviluppi della cristiologia neotesta mentaria, Milano 1999.
pre-existencia
La vida de todo cristiano está sostenida y fortaleci da por la acción del Espíritu Santo, que habita en los corazones, dando una especial atención a quien se abre a su presencia y acoge la gracia que traen sus dones.
Tras el acontecimiento de Pente costés, los apóstoles recibieron dones especiales que los fortale cieron y llenaron de valentía para el anuncio del evangelio. "Los Dones del Espíritu Santo" son distintos y variados porque Él no se repite. Pero esta multiplicidad de caris mas está destinada a conjuntarse y complementarse.
Según enseña la Iglesia, estos dones son permanentes y ayudan a la persona a ser más dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo y a conseguir la perfección de las virtudes que trae consigo (CIC 1830).
También hace mención de siete dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, el Señor (Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóci les para obedecer con prontitud a las inspiraciones divin as. (CIC 1831).
Los dones, como regalos dados por el Espíritu de Dios, crean una disposición interna haciendo a la persona dócil para acoger los impulsos del mismo Espíritu. La gracia, que viene de Dios, capacita para responder a sus llamadas y el compromiso que esta implica, haciendo al cristiano capaz de asumir una misión y llevarla a buen fin en perseverancia y permanencia.
Los dones del Espíritu son dados como oportunidad para acrecentar la adhesión personal al Señor, asumiendo su proyecto de vida en Jesucristo y secundándolo desde el testimonio veraz, eficaz y oportuno.
Por eso, “A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Cor 12,7). Aunque los dones son dados individualmente, estos son para vivirse en comunidad y para el crecimiento y provecho de la misma comunidad cristiana. (1Cor 12, 7-10).
El papa Francisco nos dice que el Espíritu mismo es "el don de Dios" por excelencia (Jn 4, 10), siendo regalo, comunica diversos dones espirituales a quien lo acoge. Como don dado para el crecimien to y fortalecimiento de la Iglesia, es una gracia que hay que cuidar, valorar y acrecentar desde la vivencia de fe.
“Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana” (Sal 143,10.) Es el mismo Espíritu Santo, que en su riqueza y esplen dor guía, acompaña y orienta.
Por el bautismo se recibe este don especial, que luego en la confirma ción será dado en todo esplendor de dones y carismas a quiénes se abre de corazón a su acción. Dios ofrece todo lo que tiene, su Espíritu. “¿…cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?” (Lc 2,14).
Para reflexionar:
¿Qué don del Espíritu, te acompaña más en tu compromiso cristiano?
A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común”
“Él (Aarón) colocará las lámparas en el candelabro de oro puro para que ardan ante el Señor continuamente ” Lev 24, 4
Por: Pbro. Carlos Andrés Giraldo Gómez Formador Seminario Nacional Cristo Sacerdote, La CejaHay un elemento que se ha convertido en algo infaltable dentro de la liturgia y que, incluso, fuera de ella, también tiene suma relevancia en la piedad popu lar practicada por los fieles cristia nos. Nos referimos a la luz, repre sentada en los candelabros presen tes en todos los templos y celebra ciones. Ya desde el Antiguo Testa mento se nos narra cómo la ilumina ción del lugar Santo fue mandada por el Señor como lo refiere el libro del Levítico arriba citado (cf. 24,4). Esta práctica fue perpetuada luego por la liturgia cristiana, aunque también hace parte de los ritos de otras religiones. Estas utilizan la luz para representar las almas de los difuntos, para espantar malos espíri tus o como tributo a la divinidad. En el culto cristiano, que se inspira en la liturgia Veterotestamentaria, simboli za la presencia de Dios en un lugar determinado, como luz que arde sin jamás apagarse, a semejanza de la zarza ardiente (cf. Ex 3,1-6).
Simbología cristiana de la luz Si bien en la antigüedad era necesa ria la iluminación de los diferentes espacios habitados por el hombre –incluídos, por supuesto, los lugares de culto – con numerosas lámparas de aceite, el elemento místico proporcionado por el ambiente que creaba dicha iluminación, hizo que se perpetuase su uso de un modo ritual. Véase, por ejemplo, lo que nos dicen los hechos de los apósto les cuando se celebra la fracción del pan en Tróade: “Había lámparas en abundancia en la sala de arriba, donde estábamos reunidos” (Hch 20,8).
Si los israelitas iluminaban el templo con numerosas lámparas, indicando la presencia de Dios en medio de ellos, los romanos también ilumina ban a sus dioses con ofrendas luminosas. En efecto, era práctica común entre los romanos iluminar las tumbas y los retratos de sus difuntos para indicar de algún modo su presencia espiritual en medio de la familia. Dicha práctica se continuó realizando después de las numero sas conversiones en todo el imperio, pero ahora con un sentido nuevo, es decir, ya no con la idea supersticiosa de “guiar al difunto por el valle de la muerte” o el simple simbolizar su “presencia fantasmagórica”, sino con la intención de pedir a Dios la salvación del alma del difunto, con la esperanza de la feliz resurrección. No gratuitamente la liturgia pascual se fue enriqueciendo con esta simbología, y en la noche santa de la Resurrección, cada año se enciende un cirio de tamaño considerable, bien adornado, que representa la luz de Cristo que resucita glorioso, venciendo la oscuridad de la muerte. Los fieles, a su vez, encien den de esta nueva luz, los cirios que llevan como ofrenda a Cristo vence dor. Dichos cirios son encendidos luego piadosamente por los fieles en sus casas, delante de las imágenes sagradas o para pedir una gracia particular.
En las celebraciones litúrgicas, la luz juega un papel muy importante, pues como ya se ha dicho, repre senta la presencia de Cristo en medio de la asamblea reunida. Por tanto, las luces en el altar, delante de algunas imágenes y reliquias de los santos, así como los lampararios puestos para las luminarias ofreci das por los fieles, llenan nuestros
templos. Dichas luces suelen apagarse después de las celebra ciones litúrgicas, pero no por ello queda el templo a oscuras: siempre arde en él al menos una lámpara, como aquella que alumbraba el lugar Santo en el templo de Jerusa lén. Nos referimos a la lámpara del Santísimo Sacramento. Ella, como fiel centinela, asiste día y noche, en nombre del pueblo cristiano, al divino solitario del Sagrario, y da fe de la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
Un sentido espiritual renovado para nuestro tiempo En la actualidad, aunque no nos vemos libres todavía del uso, muchas veces supersticioso, en algunos ambientes cristianos, de este elemento – presente también en los ritos esotéricos de otras religiones –, es importante rescatar su simbología, recordando el senti do bíblico y litúrgico que siempre se le ha dado a la luz. Al respecto, son iluminantes las palabras del papa Francisco en la Lumen Fidei: “La luz de Cristo brilla como en un espejo en el rostro de los cristianos, y así se difunde y llega hasta nosotros, de modo que también nosotros podamos participar en esta visión y reflejar a otros su luz, igual que en la liturgia pascual la luz del cirio enciende otras muchas velas. La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama” (n. 37). Que al encender, pues, una luz en honor del Señor, todos los fieles cristianos sientan el deseo de consumierse en servicio a Dios y al prójimo, así como el cirio se consume lentamente mientras ilumina.
Catequesis sobre la función educativa del rito eucarístico
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Continuamos compartiendo a través de este medio, lo que arrojó la fase dioce sana del Sínodo. En la edición anterior, dimos a conocer las alegrías y fortalezas que se han evidenciado en nuestras comunidades, después del proceso de escucha que hemos realizado durante los últimos 5 meses.
La diócesis ha perdido reconoci miento en la región. Hay ausencia de liderazgo.
∙ Una iglesia particular centrada en el clero.
∙ Se percibe un abandono de la dióce sis a las parroquias lejanas y el desco nocimiento de la realidad de las mismas.
∙ Ha disminuido la vida sacramental en algunas comunidades.
∙ Hay indiferencia de muchos fieles.
∙ Comunidades muy sacramentales, pero poco evangelizadas.
Se percibe, en algunos, apegos al tradicionalismo.
Quedan todavía secuelas de la violencia por la desaparición de fami liares, al igual que se evidencia niños y jóvenes huérfanos y con carencias familiares.
Falta gratitud y reconocimiento del trabajo pastoral.
Algunos laicos se les percibe clerica lizados.
Falta más articulación en el trabajo con las acciones comunales.
Falta acompañamiento a institucio nes educativas.
Poca participación de niños y jóve nes en la Eucaristía y los procesos pastorales.
Los jóvenes se sienten señalados, en vez de ser escuchados.
No hay continuidad en los procesos pastorales.
No encontramos el camino para llegar a los que no caminan con noso tros.
La pandemia debilitó el trabajo pastoral.
Tenemos miedo a trabajar con las minorías.
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No tenemos una pastoral clara para veraneantes y turistas.
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La inestabilidad de los equipos sacerdotales en las parroquias.
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La pérdida de autoridad de los sacer dotes por el abuso de poder y sexual.
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Los comentarios maledicentes sobre los sacerdotes, que la gente cree fácilmente.
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No encontramos el camino para llegar a los que no caminan con noso tros.
Después de conocer algunas heridas y dificultades, no podemos ceder al pesimismo, a la desconfianza, a la incertidumbre; por el contrario, se requiere una mirada de fe y de audacia y creatividad pastoral, para responder a los retos que se nos plantean como Iglesia.
Como creyente, ¿Qué puedo hacer para ayudar a sanar estas heridas y a superar estas dificultades?
versión del foro por la Paz SÁBADO 10 Retiro espiritual para la vida consagrada
MARTES 13
Escuela de animadores de pastoral juvenil
MIÉRCOLES 14
· CUARTA REUNIÓN VICARIAL
VIERNES 16 16-24 Jornadas de oración por las personas privadas de la libertad
DOMINGO 18
Colecta Conferencia Episcopal Colombiana 18-25 Semana del migrante y el refugiado
LUNES 19 19-21 Encuentro con sacerdo tes de entre 11 a 15 años de ordenados
MIÉRCOLES 21
Encuentro diocesano de anima dores del canto
JUEVES 22
· 22-24 Formación de asesores de pastoral juvenil Seminario de pastoral del adulto mayor
SÁBADO 24
Día nacional del recluso Convivencia de aspirantes al seminario mayor Evento académico del Mes de la Biblia
DOMINGO 25
Jornada Mundial del migrante y del refugiado
En el itinerario que venimos desarrollando en torno al proceso canónico de decla ración de nulidad del sacramento del matrimonio, llegamos al tema de la sentencia.
En un tribunal colegiado, como es el caso de nuestro Tribunal Dioce sano, el juez ponente y los conjue ces estudian el proceso, valorando tanto los hechos, como el derecho y las evidencias recolectadas y se emite un juicio que llamamos moral, a la luz de la conciencia y en fe, para decir, según lo estudiado, si dicho matrimonio puede ser decla rado nulo, también llamado fallo en contra del Sacramento o también se puede decir que el matrimonio es válido, lo llamado a favor del vínculo.
Vale la pena recordar unas palabras del papa Francisco en el discurso a la Rota Romana en el presente año: “el resultado de este camino (proceso) es la sentencia, fruto de un atento discerni miento que conduce a una palabra de verdad sobre la vivencia personal, destacan do así los caminos que pueden abrirse desde allí. La sentencia, por tanto, debe ser comprensible para las personas implicadas: solo así se convertirá en un momento de especial relevancia en su camino humano y cristiano”.
La sentencia puede, por tanto, ser afirmativa, según las pretensiones del fiel, o en algunos casos puede ser negativa, diciendo que dicho matrimonio goza del favor del dere cho y que se considera válido. El fiel tiene derecho al proceso, pero la nulidad en sí misma no es un derecho, sino un resultado del proceso y los jueces en la senten cia, guiados por la luz del Espíritu Santo, dirán si es válido o nulo dicho matrimonio.
La sentencia se hace con la autori dad recibida de la Iglesia y se obra en nombre de la misma; en ella se tendrán en cuenta cada una de las declaraciones y pruebas recibidas y se aplicará el derecho a la duda que se busca resolver, es decir, la causal de nulidad propuesta; si es el caso, también se tendrá presente el dictamen del perito psicólogo y se aplicará la jurisprudencia a la que se tenga lugar.
Algunas personas piensan que, en el caso de recibir la nulidad, ya por el mismo hecho, se tiene derecho a contraer nupcias, pero hay algo que se llama veto ¿Qué es el veto?
A los jueces del Tribunal Eclesiásti co les corresponde tutelar la santi dad e inviolabilidad del sacramento del matrimonio. Por ello, en algunos casos, establecen en sus senten cias de nulidad un veto que impide, a una o a ambas partes, contraer matrimonio sacramental sin haber obtenido la previa autorización del
Tribunal Eclesiástico o del Ordinario del lugar. La finalidad de este veto no es punitiva sino pastoral. El veto, en efecto, no es un castigo. Se trata de una medida de prudencia pastoral a través de la cual la Iglesia intenta evitar que las situaciones que dieron origen a la nulidad matrimonial de la primera unión, puedan persistir y afectar la nueva celebración. La Iglesia debe tener certeza y verificar que quienes desean contraer nupcias posean las condiciones de idoneidad y madurez requeridas. El veto matri monial existe para salvaguardar la institución matrimonial y el bien de las personas en ella involucradas (cfr. CIC., c. 1684, 1).
“Aquel que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”
Primera Lectura: Del libro de la Sabiduría 9, 13-18 Salmo 89: “Señor tú has sido nuestro refugio de generación en generación” Segunda Lectura: De la carta del Apóstol san Pablo a Filemón 9b-12-17 Evangelio: Según San Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no pudo acabar". ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
San Lucas presenta tres condicio nes radicales para el seguimiento de Jesús de Nazaret. Él va a Jeru salén y es seguido por muchas personas que, por un malentendi do significado del mesías, lo siguen, pensando en compartir el poder y el botín del mesías. Para ellos, Jesús es el mesías glorioso, el hijo de David, que va a restaurar el derruido reino de Israel, y no captan que Jesús es el Hijo de Dios, el que no va a ganar el poder, sino a donar su vida en Jerusalén.
Jesús, al descubrir el malentendi do, les dice: “si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre, madre, esposa, hijos, hermanos, hermanas, e incluso su vida, no puede ser mi discípulo". Es la primera condición. La adhesión a Jesús debe ir más allá de los víncu los familiares, y, en particular, está la imagen de la esposa, porque en una parábola, uno de los obstácu los de los invitados para no asistir al banquete del reino es "He tomado una esposa y no puedo ir".
La segunda condición radical es la aceptación del desprecio de la sociedad y, por lo tanto, de la gran soledad: "quien no lleva su propia cruz", literalmente "el que no levan ta su cruz, y viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo". Levantar la cruz significa aceptar el desprecio de la sociedad, porque quienes son condenados a esta infamia son considerados la escoria de la sociedad.
Luego Jesús, con dos ejemplos, la torre y la guerra, pide calcular las fuerzas para asumir el seguimiento, confiados en la acción del Espíritu. Conocer los límites es contar con el poder por excelencia de Jesús: el poder del Espíritu. Jesús pone una tercera condición para ser su discí pulo: "Quien de ustedes no renun cia a sus posesiones, no puede ser mi discípulo". La renuncia a las seguridades, no sentirse confiado en lo que uno tiene, para poner la seguridad en lo que uno da, hace parte del seguimiento. Jesús quiere con él personas libres.
Las tres condiciones para el disci pulado son opciones de libertad y para la libertad. La renuncia a las posesiones recuerda el anuncio de Jesús en las parábolas. Uno dijo "compré un campo" y otro "compré cinco pares de bueyes", por ese motivo no aceptan la invitación al banquete del Reino. La posesión de bienes y seguridades se presen tan como una amenaza para el seguimiento de Jesús.
1. ¿Tienen validez y aplicación en la sociedad de hoy las peticiones que hace Jesús para el discipulado misionero?
2. ¿Las lecturas de este domingo suscitan en mí una acción para servir y apoyar a mis hermanos?
Con el Apoyo del P. Hernán Darío Cardona S.D.B.
Diócesis de Sonsón Rionegro
“Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación”
Primera Lectura: Del libro del Éxodo 32, 7-11.13-14
1-32
A los escribas y fariseos que critican a Jesús por acoger a los pecadores y comer con ellos, el maestro les dirige tres parábolas. La primera, la oveja perdida; la segunda, sobre las monedas extra viadas (adornos y dinero); y la tercera, el padre compasivo, o el llamado "hijo pródigo". Este hijo siempre actúa por interés. Por interés deja la casa de su padre y, por interés, regresa. 'Cuántos asalariados de mi padre tienen pan en abundancia y yo paso hambre´. No le falta su padre, le falta el pan.
El centro de la parábola es la actitud del padre, allí Jesús anuncia la obra de Dios hacia el pecador. El hijo renunció al padre, pero el padre nunca renunció a su hijo. El padre tiene compasión de su hijo y corre a su encuentro; él no espera al hijo, ofendido e impasible. Para el padre, el deseo de devolver el honor a su hijo es más importante que su propio honor. El padre se deshonra a sí mismo para restaurar el honor a su hijo; y no solo eso, "se abrazó al cuello de su hijo".
El padre no pide al hijo que se purifique antes del encuentro, y sabemos que viene de cuidar cerdos, estaba impuro, pero el padre contrae la impureza del hijo cuando lo abraza. El deseo del padre de purificar a su hijo es más fuerte que su propia pureza; el padre se vuelve impuro para donar la pureza a su hijo, "y lo besó", porque todo queda perdonado y en el pasado. El padre perdona al hijo antes de que el hijo le pida perdón.
"Y el padre dijo a los siervos" - y pide tres acciones específicas"traigan el vestido más bello". El primer vestido significa autoridad y dignidad, como cuando el faraón descubre la inocencia de José, restaura la dignidad y la libertad (Gn 41,41-43). El padre de este hijo, deshonrado en sí mismo, le restituye una autoridad y una digni dad aún más grande.
"El anillo en el dedo", no es una simple joya; contiene el sello de la familia, ahora este pródigo admi nistrador de la casa. A este hijo,
que demostró ser un incapaz para la administración, el padre le devuelve no la confianza perdida, sino una confianza aún más grande y poner sandalias en los pies. Los siervos en las casas iban descal zos, solo los amos usaban sanda lias. A este hijo que piensa ya no ser tratado como un hijo, sino como un siervo, el padre le dice: "siempre debes ser un hijo".
Pero este anuncio no es aceptado por los escribas y fariseos (están en la persona del hijo mayor, “presbí tero” en griego). El hijo mayor siem pre obedeció y sirvió a su padre, por lo tanto, la actitud de los fariseos, obedientes a Dios solo desde la norma y no desde la acción, nunca perciben la grande za del amor compasivo de Dios.
1. ¿Me identifico con el padre de la parábola, con alguno de los hijos, o con la actitud de los fariseos? ¿Por qué?
2. ¿He realizados acciones de compasión y misericordia con hermanos necesitados?
Con el Apoyo del P. Hernán Darío Cardona S.D.B.
Primera Lectura: Del libro del profeta Amós 8, 4-7 Salmo 112: “Alaben al Señor, que alza al pobre” Segunda Lectura: De la Primera carta del Apostol san Pablo a Timoteo 2, 1-9 Evangelio: según San Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir adminis trando". El administrador se puso a decir para sí:
"¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa".
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?". Este respondió: "Cien barriles de aceite".
Él le dijo: "Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta".
Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?".
Él dijo: "Cien fanegas de trigo". Le dice: "Toma tu recibo y escribe ochenta".
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera?
Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, ¿quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
El texto tiene alguna dificultad para captar su significado. ¿Jesús de Nazaret aplaude la deshonestidad? La enseñanza es clara: el dinero es un medio para servir a los demás, para hacer amigos. Pero, hay quie nes se hacen amigos del dinero y luego se convierten en sus escla vos. En lugar de usarlo para el bien, se dejan usar por los bienes.
Jesús les habla a los discípulos de un hombre rico que tenía un admi nistrador acusado de despilfarrar sus pertenencias. El rico confronta a su empleado "Ya no podrás administrar". ¿Qué hace este admi nistrador? Deshonesto como es, piensa conseguir quien lo reciba en su casa; hace amigos con los deudores del amo. Él reduce la deuda de los acreedores. Jesús enseña: Los ricos admiran a los ricos; el deshonesto (el patrón) –esta es la importancia del pasaje,
de la denuncia que hace Jesús–tiene admiración por el deshones to, aunque luego pierda partes de sus ganancias.
Y Jesús ofrece la aplicación: "Los hijos de este mundo solidarios en la maldad, son más astutos que los hijos de la luz". Jesús alaba la capacidad de reaccionar ante una emergencia. Haz amigos con las riquezas deshonestas. La palabra aramea “mamôna” no es solo riquezas, sino, 'lo que es seguro, lo que da certezas'. En qué ponemos nuestra seguridad: ¿posesiones, dinero, reconocimiento, poder, dominio, envidia, egoísmo? Jesús califica esta riqueza como 'desho nesta'. La denuncia de Jesús es provocadora.
Si ponemos nuestra seguridad en Dios, nos empeñamos en compar tir lo que somos y tenemos con
Con el Apoyo del P. Hernán Darío Cardona S.D.B.
quienes no tienen, porque nuestra riqueza es Dios ... Jesús dice: "No te preocupes por tu vida, busca el reino y todo lo demás te será dado más". Para Jesús es incompatible servir a Dios y servir a “mamôna”. Necesitamos los bienes, pero no solo para nosotros, sino para el bien de la comunidad y de la socie dad. Jesús nos reta a confrontar nos con su palabra.
1. ¿Cuál es el significado de la frase, donde el patrón alaba al administrador deshonesto?
2. ¿El texto bíblico nos regala algunos criterios de vida para afrontar la sociedad de hoy?
Diócesis de Sonsón Rionegro
“Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza”
Primera Lectura: Del libro del profeta Amós 6, 1ª 4-7 Salmo 145: “Alaba, alma mía al Señor” Segunda Lectura: De la Primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6, 11-16 Evangelio: según San Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas".
Pero Abrahán le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros". Él dijo: "Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco herma nos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".
Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen". Pero él le dijo: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán". Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto"».
El episodio conocido como el de “El rico epulón o perverso y el pobre Lázaro”, no señala una presunta maldad del rico. Jesús no lo condena porque maltrate o desprecie al pobre, sino porque lo ignora. El rico vive en un mundo donde los pobres son invisibles, están excluidos y él no sabe de la existencia de un mendigo «que estaba echado en el portal, cubier to de llagas" (Lc 16,20).
Entre los dos personajes no hay ninguna clase de contacto. Mien tras uno banquetea, el otro quería llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico (Lc 16,21). El rico viste tejidos preciosos, mientras Lázaro está cubierto por las llagas. El contexto de la parábo la es una polémica entre Jesús y los fariseos: «Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él" (Lc 16,14). El escarnio de los fariseos
está motivado por una frase de Jesús: “Ustedes no pueden servir a Dios y a “mamônas”, es decir, al dinero, las riquezas, los bienes" (Lc 16,13).
Para los discípulos de Jesús es necesaria una opción: poner su confianza en Dios o en mamônas, en los ídolos, los dioses y diosas. Los fariseos se burlan, porque ellos si pueden, desde hace tiempo y con muchas ganancias, servir a la religión judía y a sus intereses, sin atender las necesidades de los pobres. Para los fariseos, Jesús es un iluso. Pero a ellos se les olvida una frase reciente en el evangelio: “Dios le dijo: Necio, esta noche te reclamarán la vida. Y, lo que has acumulado, ¿para quién será?” (Lc 12,20).
Los fariseos son un ejemplo del contubernio real entre dios y el dinero. Toda su piedad, devocio-
nes, su meticulosidad en la obser vancia de la Torá no les impide, entre salmo y salmo, pensar en engordar las cuentas de su casa. Pero, a los fariseos, Jesús les dirige esta sentencia: Ustedes se consi deran intachables ante la gente, pero Dios los conoce por dentro, y ese encumbrarse ante los seres humanos le repugna a Dios (Lc 16,15).
1. ¿Cómo administro mis bienes, cualidades, competen cias y habilidades? ¿Pongo los dones de Dios al servicio de la comunidad, de los más pobres?
2. ¿Cuál es el aporte que como cristianos hacemos a la edificación de una sociedad fraterna capaz de compartir?
Con el Apoyo del P. Hernán Darío Cardona S.D.B.
esde hace más de una década, me he dejado inspirar por la expresión del salmista:
Grandes
El salmo 111 es para la tradición judía un cántico que evocaba la renovación de la alianza y para la tradición cristia na, es decir, para nosotros, es como la conclusión de la celebración del Dies Domini ; en estas líneas del salmista resuena la invitación a dar una mirada retrospectiva a las obras de Dios en Cristo.
Es por esto que, la expresión “dignas de estudio” se usará para el estudio y explicación de la Biblia, un estudio impulsado por la convicción de que la Palabra de Dios se expresa con pala bras humanas. A diferencia de otras tradiciones religiosas que, basándose en un concepto mecánico de inspira ción, consideran que sus textos sagrados recogen literalmente y de manera inmutable la Palabra de Dios, el cristianismo sostiene que la revela ción contenida en la Biblia sigue el principio de la Encarnación y, por tanto, que los diversos libros que la componen han asumido todos los condicionamientos humanos.
Gracias al estudio de la Biblia, se puede acceder al mensaje que contie ne cada uno de sus libros; exige tomar en serio su dimensión histórica y litera ria, razón por la que el estudio y el comentario de dichos textos han desempeñado un papel importante en la historia del cristianismo.
Estudiar la Biblia significa «explicar» y «comprender»
El primer ejercicio, explicar, tiene por objeto desvelar lo que dice el texto. El verbo «explicar», que procede del latín ex-plicare, significa desdoblar, desple gar. Lo primero que hay que hacer para interpretar un texto es, por tanto, desplegarlo e iluminarlo. De este modo se puede llegar a saber qué dice. La explicación trata de proporcionar infor mación sobre diversos aspectos del texto: en qué situación fue compuesto, qué forma literaria tiene, cómo se construye el discurso. La explicación busca ante todo la objetividad, lo cual exige un distanciamiento del lector respecto a su propia visión del mundo, solo así será capaz de captar lo que el texto dice realmente.
El segundo ejercicio, comprender, tiene por objeto apropiarse de aquello de lo que habla el texto. Consiste en una aprehensión envolvente (com pre-hendere). En este ejercicio entra en juego el lector porque queda personal mente implicado en el proceso de la interpretación. Ahora la mirada no se focaliza en el texto en su contexto, sino en lo que habla el texto, es decir, el mundo posible que el texto propone al lector. La comprensión requiere una respuesta del lector. La comprensión no busca informar, sino transformar, crear una nueva forma de ser.
Que este mes de la Biblia sea la opor tunidad para dejarnos sorprender de las maravillas de Dios y, sorprendidos, emprendamos la decisión de estudiar la Biblia. Que la escucha y la compren sión de la Palabra sea motivo para entablar la amistad con Dios (DV 2).
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“A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común”
1 Cor 12, 7
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son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman” (Sal 111,2)
Colombia a partir de su carta magna expresa su laicidad frente a lo religioso. La Constitución Política de Colombia de 1991, indica en su preámbulo que es un Estado que propende por salvaguardar unos valores como la vida, la conviven cia, la justicia, la igualdad, entre otros fundamentales y en su artícu lo 1 dice que es pluralista y fundada en el respeto de la dignidad humana; situación que reconoce que sus ciudadanos viven y expre san diferentes culturas de acuerdo a sus procesos históricos desde antes y después de 1492. Formas adquiridas del proceso de la modernidad y de la globalización en los que algunos países optan por una laicidad o un laicismo frente a lo religioso.
La tensión subyacente que encon tramos, es que debemos detener nos para realizar una diferenciación entre los términos a trabajar en este proceso académico derivado de lo anterior: laicidad y laicismo. El primero alude al respeto que se tiene por el Estado y la religión, por separado; alude a la igualdad que tienen las diferentes confesiones religiosas frente al Estado; Miche langelo Bovero expresa que “es un método que permite y favorece la convivencia y diálogo entre las creencias y las no creencias” (2013). El segundo hace referencia a la indiferencia que asume el Estado frente a la religión; es una desligación del Estado frente a la religión (Reyes, 1986).
Esa laicidad del Estado colombiano es una situación democrática que parte de una ideología del liberalis mo político que vivimos; es decir, que es un estado que no quiere comprometerse con una pluralidad religiosa y que lentamente la hace política pública. De esta manera, cualquier ciudadano ve y siente que las exigencias que tiene como miembro de una comunidad religio sa no son ni coinciden exactamente con las que tiene como ciudadano (Reyes Mate, 2008).
Al mirar la historia, tenemos que precisar que durante muchos años (1492 a 1819), la educación estaba regentada por la Iglesia Católica. Después de la época de la indepen dencia (1822), se aprobó el plan de educación de Simón Bolívar, cono cido como Plan de Estudios Nacio nal de Santander, que determina una educación pública, obligatoria y laica (Guerrero, 2011). Esta fraca sa por falta de financiación por parte del Estado. Luego, se retoma en 1834, y se vuelve una situación de tensión en los gobiernos de turno de liberales y conservadores hasta 1886 donde la Constitución promulga un Estado confesional de carácter católico respetando las diferentes creencias existentes en el momento. Es así que durante 1886 y 1991, el estado colombiano tendría una educación de carácter confesional y que el Concilio Vatica no II (1962-1966) en su “aggiorna miento” promulgó la Declaración “Dignitatis Humanae” que habla sobre dicho derecho de cualquier ser humano para vivir y expresar bajo libertad personal cualquier credo religioso sin perjuicio del mismo.
En el art. 19 de la misma Ley, se establece que la Educación Básica se debe ordenar en torno a un currí culo conformado por las áreas fundamentales del conocimiento y de la actividad humana; y en el art 23 y 31, señala que una de tales áreas fundamentales es la Educa ción Religiosa y que se ofrecerá de acuerdo con la garantía constitucio nal (art 24). Ya para el año 2006, con el decreto 4500, se dan unos parámetros para impartir la E.R.E. Todo ello enmarcado en los artícu los 1,2,3, y donde en este último reza “…la educación religiosa se fundamenta en una concepción integral de la persona, sin descono cer su dimensión trascendente y considerando tanto los aspectos académicos, como los formativos”. La formación de una conciencia pluricultural y plurirreligiosa en Colombia está determinada por la propuesta de ciudadano que queremos desde la Constitución Política de Colombia y su concre ción en la Ley General de Educa ción.
¿Cuáles son los aportes de los lineamientos públicos de la educación religiosa escolar que permiten la observancia del derecho a la libertad religiosa y de conciencia en la laicidad colombiana?
Los nuevos estándares de E.R.E, ¿cómo ayudan a formar la conciencia de un ciudadano creyente en un mundo multicultural y ávido de espiritualidad?
La repuesta es contestación a alguien que nos llama o que requiere algo de nosotros. Toda la experiencia humana es un llamado de Dios y una respuesta de parte del ser humano. Para que una respuesta sea pronta y eficaz, se debe caracterizar por unas notas, que a mi modo de ver, han de identificar toda respuesta:
Reflexionada: La primera actitud es discernir la veracidad del llama do. En esto es ejemplo la Madre de Dios, cuando el Ángel le anuncia que será la madre del Salvador, ella se “conturbó”, se preguntó “qué saludo era aquel”, “discurría”, pide explicación “cómo será eso si no conozco varón” (Lc 1-29,34). María toma distancia, examina si puede, si cuenta con las capacidades, confronta lo que le dice el Ángel con su vida, pide profundización. Reflexionar, examinar el llamado y su grandeza es vital y punto de partida para dar una respuesta firme y acertada.
Libre: La persona, disponiendo de su propia vida, responsable con su realización y la construcción de su propio destino, responde. Se trata de una respuesta libre de coacción de situaciones, de presión de personas, de intereses mezquinos, de miedo, de todo tipo de violen cia. Ejemplo de una repuesta libre es Mateo, sin prevención por el qué dirán, desprendiéndose de su dinero, de su empleo, de su como didad, “se levanta y le sigue” (Mc 2,14). La actitud de levantarse
hace referencia a libertad, es verbo de resurrección, de quien rompe con lo pasado y dice sí, no tanto con palabras, sino con su disposi ción de vida. Al Señor que libre mente escoge y llama a seguirle, corresponde la espontánea y libre repuesta de la persona.
Personal: Se trata de un acto personalísimo, que comprende las atribuciones o señorío que la persona tiene sobre su vida, reali zado en la intimidad e individuali dad. La respuesta, como acto personal, se expresa en aquel episodio que narra la Sagrada Biblia en el evangelio de Juan, cuando Pedro, refiriéndose a Juan, le pregunta a Jesús, “y este, ¿qué?” y Jesús le responde a Pedro “…Tú, sígueme”.
Generosa: Ha dicho el papa emé rito Benedicto XVI: “El llamado al sacerdocio, a la vida consagrada, constituye un especial don divino, que se sitúa en el amplio proyecto de amor y de salvación que Dios tiene para cada hombre y la huma nidad entera” (Jornada mundial de oración por las vocaciones 3 de mayo 2009), esto podría decirse de toda vocación. Esta bondad de Dios debe suscitar en el corazón de la persona llamada, una respuesta de toda la vida y de toda la persona. Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo, se preguntaba, ¿a qué nos llama Cristo?” y él mismo respondía, “a que lo amemos de tiempo completo y corazón completo” (Carta a las
(1 Sam 3, 4)Hermanas Siervas de la Iglesia). La respuesta es generosa porque se trata de dar lo máximo, vida y tiempo.
Fiel: Se trata de que la vida sea la respuesta. La repuesta no es tema de momento, de un día, de unos años, es asunto de toda la vida y dice la Palabra de Dios: “En un administrador lo que se busca es que sea fiel” (1Co 4,2).
Orientada: La experiencia de la iglesia nos recomienda que la respuesta sea dirigida o, al menos, orientada por otro que, experimen tado en el seguimiento del Señor, ha sabido dar una repuesta acerta da. Guiados por la Palabra de Dios, recordemos los doce discí pulos orientados por Jesús (Mc 1,17); Dios mismo, a través del Ángel, orientando a María (Lc 1,26-38), Elías acompañando a Eliseo (2Re 2,1-10), Elí instruyendo a Samuel (1Sam 3,1-10), Ananías instruyendo a Pablo (Hch 9,13-19).
Finalmente, será tarea del ser humano examinar permanente mente como está su respuesta al llamado de Dios, ¿si es una respuesta reflexiva, libre, personal, generosa, fiel, alegre, que sería otra nota y orientada por quien ya ha recorrido camino? (Tex tos para profundizar: Jr 1,6; Ex 3,11-14; Mc 10,21-22; Jn 1,39).
Estas preguntas se están difuminando en el olvido del lenguaje mundial. Son preguntas que hace algunos lustros eran recurrentes en los ambientes familiares, en los colegios, en las calles y en los ambientes puebleri nos y veredales. Preguntas voca cionales que compartían espacio con otras preguntas tan antiguas como: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? ¿Cómo te ves a ti mismo dentro de 10 años? ¿Qué vas a estudiar después del colegio? Son preguntas cuyas respuestas han construido la cultura y la socie dad.
“Quiero ser carpintero” “Quiero ser profesora” “Quiero tener una fami lia” “Quiero ser monja” “Quiero ser artista” “Quiero ser sacerdote” “Quiero ser agricultor” – Todas estas eran las respuestas cotidia nas de los niños y los adolescentes, no había problema, era una riqueza, una bendición, una vocación, un regalo de Dios.
Hay muchas preguntas de esta clase que ya no hacen parte de la comunicación entre padres e hijos, entre docentes y estudiantes, entre catequistas y alumnos, y por supuesto, esto se configura como una poderosa razón por la cual muchos niños, muchos adolescen tes, no tienen claridad vocacional.
La vocación no solo se comprende como un deseo personal sobre algún estilo de vida, también es necesaria una palabra trascenden tal: INVITACIÓN. Por alguna razón estamos perdiendo la capacidad de invitar a las nuevas generaciones para que consideren la vida consa grada como una excelente opción de vida y se va haciendo evidente que, sin una invitación directa, difícilmente tendremos respuestas espontáneas.
¿Desde cuándo en la iglesia se nos hizo tan raro o tan difícil el pregun tarle a un niño o a un joven si le gustaría ser sacerdote? ¿si le gustaría ser una persona consagra da? ¿Desde cuándo nos parece que son preguntas fuera del contexto cultural?
Puede que nos estemos refugiando cada vez más en reflexiones como estas:
· “Para que invitar a los niños a que sean sacerdotes, monjas o religiosos, ¡Como está la sociedad y la iglesia, mejor es que se dediquen a otra cosa!”
·
“Ese estilo de vida en los seminarios y en las casas de vida religiosa es muy compli cado y difícil, no van a ser capaces, mejor que ni piensen en ello”
“Hay mejores propuestas, hay mejores opciones”
¡Claro que la vida consagrada es exigente! ¿Quién dijo que era para gente mediocre?
¡Por supuesto que la cultura domi nante es confusa y apabullante! ¿Quién dijo que la fe no puede iluminarla y enfrentarla?
Es evidente que la gente del mundo actual está llena de dudas e inquie tudes… ¿Quién dijo que la fe no tiene sólidas respuestas?
Es un buen tiempo para recuperar la capacidad que tenemos como creyentes y consagrados para invitar al estilo de vida de Jesús, y por encima de nuestros prejuicios, fracasos personales, críticas al sistema y pocas esperanzas en la humanidad, seamos capaces de lanzar mucho más estas preguntas olvidadas y fundamentales:
¿Quieres ser sacerdote? ¿Quieres ser consagrado?
Reflexiona:
¿Por qué crees que ya casi no invitamos a los estilos de vida de la iglesia?
¿Crees que, si invitamos más, habrá mayor respuesta?
¿Cómo invitaba Jesús a seguirle?
“Los jóvenes de hoy no están interesados en las cosas de Dios, perdemos el tiempo invitándoles a que piensen en la vida consagrada”
¿Quieres ser sacerdote? ¿Quieres ser religiosa? ¿Quieres ser monje? ¿Quieres ser misionero? ¿Quieres ir al seminario?
Los seres humanos vivimos en la búsqueda constante de sentido y de consolidación de nuestra identidad, una búsqueda que se intensifica en la etapa de la adoles cencia, momento del ciclo vital donde se presentan preguntas fundamentales: ¿Qué me espera en el futuro? ¿Estoy preparado para afrontar los retos que me esperan? ¿Cuál es el mejor camino a seguir?
En el intento de encontrar respuestas a estos interrogantes se presentan diversos caminos: algunos se inclinan hacia los asuntos materiales, otros buscan orientación en su fami lia o personas de experiencia, y otros fortalecen su discernimiento desde la palabra de Dios, la cual nos brinda herramientas para poder definir cuál es el mejor camino a seguir.
El Espíritu Santo de Dios es la gracia divina que se nos ofrece por medio de sus dones, para iluminar y fortale cer la búsqueda de sentido y el cami nar hacia un futuro que devenga en la plena realización del ser. Cuando en las Sagradas Escrituras se expre sa “Quedaron todos llenos de Espíritu Santo” (Hch 2, 4) nos refie re que aquellos están llenos de una fuerza divina que impulsa su vida.
Ante el exceso de información en la actualidad, la multiplicidad de discur sos y la incertidumbre en la forma de consolidar un proyecto de vida, los dones del Espíritu Santo nos ofrecen elementos vitales para basar nuestra reflexión: acogiendo el don de la Sabiduría , el cual nos brinda la
gracia e inspira al hombre para actuar y expresarse de una manera justa y acertada; el don del Entendimiento que nos permite profundizar en la Palabra de Dios y tomar deci siones encaminadas al logro de nuestros objetivos; se nos brinda el don de Consejo , el cual nos facilita el discernir sobre nuestra vida y el camino que vamos a tomar; el don de la Ciencia nos permite maravillar nos desde la contemplación de la creación y el reconocimiento del valor de cada creatura.
El don de Piedad nos enfoca en el vínculo que tenemos con Dios, es un deber cristiano actuar como Jesús y vivir desde el fundamento del amor, siendo valientes gracias al don de la Fortaleza para afrontar las batallas y temores que se nos presentan día a día, asumiendo con gallardía de los retos cotidianos y las situaciones dolorosas; por último, el don del Temor de Dios nos llama a la humil dad, reconociendo nuestra fragilidad e incapacidad para controlar todo lo que nos rodea, reconociendo la importancia de abandonarse a la bondad de Dios para el alcance y logro de las metas que integran nuestro proyecto de vida.
Estamos llamados a reconocer que los dones del Espíritu Santo se nos dan con el Bautismo y se fortalecen con los demás sacramentos, pero debemos obrar con transparencia para ser dignos de alcanzar la pleni tud y consolidar en nuestra vida los carismas que Dios, en su calidad de Padre amoroso, tiene para nosotros.
En los últimos años, Colombia viene asistiendo a una serie de desafíos que proponen transformaciones en la forma como nos relacionamos con los otros, en la capacidad de ponerse en el lugar del otro, adiestrando la compasión, con el propósito de restablecer una relación en térmi nos de principios y valores que nos aleje de prácticas heredadas por el conflicto armado vivido en el País. Lucia González, Comisionada de la verdad, y quien fuera directora del Museo Casa de la Memoria de Medellín y del Museo de Antioquia, asegura que “los colombianos ‘debemos sentirnos corresponsa bles’ de lo que sucedió en la guerra: murieron 450.664 perso nas entre 1985 y 2018, el 45% fueron víctimas de los paramilita res, el 21% fueron víctimas de las Farc, el 12% fueron víctimas de agentes del Estado y el 4% fueron víctimas del ELN.”
En este sentido, la corresponsabili dad debe pasar por un ejercicio personal, que devele la capacidad de cambiar las experiencias de ofensa vividas en el pasado, a nivel particular y colectivo, como aporte a la evolución para dejar de mirarse como víctimas y victimarios, asumiendo un papel de construc ción con el otro en el que se emprenda la tarea de encontrarse, de conocer sus vivencias, sus miedos, su historia, pues es allí donde se vive la compasión real, cuando nos ponemos en los zapa tos del otro, como forma de enten der y comprender, otorgando un valor a la construcción de paz.
El periodista polaco Ryszard Kapu sinscki dijo en uno de sus libros que
todos los habitantes de nuestro planeta somos Otros ante otros Otros: yo ante ellos, ellos ante mí”
E indicó que el ser humano siem pre tuvo tres posibilidades al encontrarse con el Otro: la guerra, aislarse o, lo más difícil, entablar un diálogo.
Este camino de construcción de paz y reconciliación en el Oriente Antioqueño no es nuevo, ya muchas organizaciones han venido trabajando distintas propuestas y han asumido la tarea de apropiar metodologías reflexivas, analíticas, académicas y vivenciales, en las cuales se aporta a la comprensión del conflicto en la región y los diferentes caminos a recorrer, con el propósito de incluir todas las posturas, la diversidad de actores, las distintas miradas, en esta tarea de aportar a una cultura del diálo go que permita el encuentro, la comprensión y transformación del territorio.
Una de las ocupaciones más urgentes para cada uno de los habitantes de la región será asumir una ética del cuidado como una de las expresiones más elementales y exquisitas de la compasión. Con la apuesta clara de desarrollar una serie de acciones que se encami-
Lorem ipsum
nen a la vivencia del “buen vivir” como premisa para mantener relaciones que mantengan la vida y la escucha del otro, con un sentido de co – creación; el cuidado se evidencia en palabras de Leonardo Boff en 2013 “cuando amamos, cuidamos y cuando cuidamos, amamos”; así pues, como fenóme no relacional, de ida y vuelta, se propone el favorecimiento de condiciones sociales que propen dan por el cuidado del Otro, como ejercicio sublime de la compasión.