Subsidio sobre la Eucaristia para la Asamblea parroquial de servidores

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SUBSIDIO SOBRE LA EUCARISTIA PARA LA ASAMBLEA PARROQUIAL DE SERVIDORES


Somos

Fuerza de su

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Curia Arzobispal Carrera 4 # 7 - 17, Cali - Colombia 889 0562 ext. 1050 comunicaciones@arquicali.org



ÍNDICE

INVITACIÓN.................................................................... REUNIDOS CON EL RESUCITADO “EL DÍA DEL SEÑOR”..........................................................................

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LA EUCARISTÍA EN EL CENTRO DE NUESTRO PLAN PASTORAL......................................................................

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LA ARQUIDIÓCESIS, UNA RED DE CASAS EUCARÍSTICAS..............................................................

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LA IGLESIA VIVE DE LA EUCARISTÍA...........................

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FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA EUCARISTÍA..........

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LA MISIÓN TERRITORIAL NACE DE LA EUCARISTÍA...................................................................

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LA EUCARISTÍA ALIMENTO QUE NOS LLEVA HACIA LOS MÁS NECESITADOS..............................................

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UNA RENOVADA CATEQUESIS DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA........................................................

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“ALIMENTARNOS DE SU PRESENCIA”.........................

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SUBSIDIO LECTIO DIVINA.............................................

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SUBSIDIO 2 ESQUEMA DE LA REUNIÓN.....................

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INVITACIÓN Poco a poco nuestra Arquidiócesis va entrando en el deseo del concilio vaticano II y con mucha fuerza, en el pontificado del Papa Francisco, de tener una renovación pastoral desde la misión con la capacidad de cambiar todas las estructuras. Como Iglesia particular hemos dado pasos muy interesantes que invitamos a todas las comunidades parroquiales a seguir desarrollando. Uno de esos pasos ha sido la celebración de la asamblea pastoral de servidores. Espacio en el cual todos los laicos comprometidos de cada comunidad en unión con el párroco como maestro y pastor, se reúnen para orar, pensar y actuar la nueva evangelización en los sectores de cada parroquia. El año pasado celebramos cuatro de estas asambleas. La primera centrada en la evangelización y los fundamentos de la asamblea pastoral, la segunda daba pistas para una renovación misionera de la parroquia, la tercera indicaba la relación entre misión y caridad y la cuarta la familia como sujeto y objeto de la misión. El segundo gran paso ha sido la declaración de la Arquidiócesis de Cali en misión permanente en noviembre del 2016. Esa hermosa celebración nos sigue recordando que la misión no es una acción puntual de una semana o espontáneas actividades pastorales, sino una tarea que debe permear toda la vida de las parroquias continua y duradera en el tiempo. El tercer paso en nuestro camino de tener una arquidiócesis de Cali discípula misionera son las casas católicas, que son espacios de iniciación, es decir, la

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pequeña comunidad creyente que “abriendo el oído” a Dios recibe el anuncio liberador de Jesucristo. Sigue luego una tarea diaria, continua, perseverante, escuchando y celebrando la Palabra de Dios. Es la casa de crecimiento, porque la fe es dinámica, se crece en ella, la Iglesia nos engendra en la fe, nos comunica la fe y entonces las pequeñas comunidades van poco a poco conociendo el gran tesoro de la Sagrada Escritura, van descubriendo los Sacramentos, van celebrando la vida que Dios nos da. Y es una casa de encuentro con Cristo Jesús y con los hermanos que convidados por el anuncio construyen la comunidad creyente en los sectores. Queremos invitarlos a dar un quinto paso: celebrar la quinta asamblea pastoral de servidores centrada en la Eucaristía fuente y culmen de la vida de la Iglesia. Para esto, te presentamos este subsidio que es una guía no solo para la reunión específica, sino un itinerario formativo para desarrollar competencias pastorales con el equipo de laicos que anima la misión territorial. Los temas aquí desarrollados dan ideas para encuentros mensuales en los diferentes grupos parroquiales y ubica en la recuperación de la conciencia Eucarística y nuestro deseo de valorar la cena del Señor como fuente y fundamento de la misión. En unión con la Iglesia universal, demos el primer paso, a la paz, a la reconciliación desde una misión capaz de cambiarlo todo.

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REUNIDOS CON EL RESUCITADO “EL DIA DEL SEÑOR” ¡Este es el día que ha hecho el Señor, exultemos y gocémonos en él! (Sal 118, 24). El día Domingo es un día especial en todas las culturas, en todos los pueblos porque permite el encuentro y celebración con las personas, encuentros festivos de familia, de trabajos propios del ritmo de la sociedad, de descanso y diversión … se llenas muchos “templos” consagrados al deporte, a la cultura, al comercio … etc … Para nosotros cristianos católicos el Domingo Día del Señor es el día del ENCUENTRO para celebrar la Pascua semanal y alegrarnos en el Señor: “En efecto, el domingo recuerda, en la sucesión semanal del tiempo, el día de la resurrección de Cristo. Es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, la realización en él de la primera creación y el inicio de la « nueva creación » (cf. 2 Co 5,17). Es el día de la evocación adoradora y agradecida del primer día del mundo y a la vez la prefiguración, en la esperanza activa, del « último día », cuando Cristo vendrá en su gloria (cf. Hch 1,11; 1 Ts 4,13-17) y « hará un mundo nuevo » (cf. Ap 21,5)” (San Juan Pablo II en DIES DOMINI No. 1). Para celebrar la pascua semanal, regresamos llenos de alegría y esperanza a casa … como los discípulos y discípulas a compartir lo que hemos vivido en el encuentro con el Señor Resucitado durante la semana en medio de la realidad de cada quien, en medio de la gente, de las comunidades, de nuestras familias … Fuimos de

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madrugada, seguramente, como las mujeres del evangelio y nos llevamos la sorpresa del sepulcro vacío … “No ardía nuestro corazón por el camino?” … como aquellos de Emaús … como Pedro y Juan para ENTRAR, VER Y CREER … y al regresar, qué bueno tener la intención de compartir esta experiencia de ENVIADOS que, haciéndole caso a Jesús Resucitado (que conserva las señales de la tortura), nos envía a ser portadores de Paz, Alegría, Gozo, Perdón … y bueno, eso que cada uno tiene en el corazón para compartir. Una gran nube de testigos seguramente que nos animaron a continuar este camino de gracia y bendición y les traemos en el corazón, les recordamos, es además el significado de recordar (traer en el corazón) … así este caminar Pascual nos permite reconocer que la piedra que cubría el sepulcro está corrida, es decir, no hay obstáculo para el ENCUENTRO desde la madrugada con el Señor … Y … durante el día podemos compartir, construyendo, que El Resucitado es la razón de ser de nuestro seguimiento y así, nos ponemos en camino, porque no vale solamente la piedad que tengamos, sino que es necesario obedecer al Señor … en otras palabras es necesario recuperar a Jesús a quien encasillamos en una religión, en una iglesia, en una liturgia, en unos rezos, en unas procesiones, en una moral … y la primitiva comunidad cristiana que ponía todo en común y nos recuerda la Economía de la salvación (que también es economía solidaria), nos dice por dónde es, para llamarse en verdad hermanos … Al caer la tarde, sepamos reconocerlo en la Fracción del Pan, que no se da solamente en el Templo durante el acto litúrgico … “Quédate con nosotros … Señor mío y Dios mío” … Porque “A Cristo Jesús ustedes no lo han

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visto y, sin embargo, lo aman; al creer en Él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas que es la meta de la fe” (San Pedro en su primera carta 1, 8-9) … Hablando del Día del Señor, el Catecismo de la Iglesia Católica en los Números 2174 a 2188 nos recuerda: El día de la Resurrección: la nueva creación (2174 Jesús resucitó de entre los muertos “el primer día de la semana” (Mt 28, 1; Mc 16, 2; Lc 24, 1; Jn 20, 1).. Para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor…el “domingo”. El domingo, plenitud del sábado (2175 El domingo se distingue expresamente del sábado… 2176 La celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de “dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo de su bondad universal hacia los hombres) La Eucaristía dominical (2177 - 2179 “La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (CIC can. 515, §1). Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, le congrega en esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo. Practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas). La obligación del domingo (2180 - 2183 La participación en la celebración común de la Eucaristía dominical es un

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testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Día de gracia y de descanso (2184 - 2188 En el respeto de la libertad religiosa y del bien común de todos, los cristianos deben esforzarse por obtener el reconocimiento de los domingos y días de fiesta de la Iglesia como días festivos legales. Deben dar a todos, un ejemplo público de oración, de respeto y de alegría, y defender sus tradiciones como una contribución preciosa a la vida espiritual de la sociedad humana. Si la legislación del país u otras razones obligan a trabajar el domingo, este día debe ser al menos vivido como el día de nuestra liberación que nos hace participar en esta “reunión de fiesta”, en esta “asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos” (Hb 12, 22-23). ¡VIVAMOS EL DIA DE ENCUENTRO CON EL SEÑOR EN OS HERMANOS… DIA DE PASCUA… DIA PARA VIVIR LA GRATITUD Y LA GRATUIDAD… BIENVENIDOS A LA CELEBRACION DEL DOMINGO…!

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LA EUCARISTÍA EN EL CENTRO DE NUESTRO PLAN PASTORAL La fuerza de la Eucaristía El pan de Dios es el que baja del cielo y va dando vida al mundo” (Jn. 6,33) En el capítulo sexto de san Juan encontramos el llamado discurso del Pan de Vida. Allí, Jesús va explicando a los oyentes, que conocían muy bien el pasaje del Éxodo sobre el maná, que precisamente este alimento no era el pan de Dios ni el que les daba la vida definitiva. La verdadera vida la da otro pan que tiene su origen en el Padre, pan que no cesa de llover sobre la humanidad, dándole otra calidad de vida. Ese pan es Jesús mismo, don continuo del Padre a toda la humanidad, pan que hay que aceptar y comer para experimentar la cercanía de Dios y que encima comunica una vida definitiva, que supera la muerte, la vida de Dios. Jesús se manifiesta pues como el Pan de vida, que el Padre eterno da a la humanidad. Con razón afirma el Concilio Vaticano II que “En la sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo, que, por su carne vivificada y que vivifica por el Espíritu Santo, da vida a los hombres, que de esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas juntamente con Él. Por lo cual, la Eucaristía aparece como fuente y cima de toda evangelización”.

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“En la Eucaristía se revela el designio de amor que guía toda la historia de la salvación. En ella, el Deus Trinitas, que en sí mismo es amor, se une plenamente a nuestra condición humana. En el pan y el vino, bajo cuya apariencia Cristo se nos entrega en la cena pascual, nos llega toda la vida divina y se comparte con nosotros en la forma del Sacramento. Dios es comunión perfecta de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ya en la creación, el hombre fue llamado a compartir en cierta medida el aliento vital de Dios. Pero es en Cristo muerto y resucitado, y en la efusión del Espíritu Santo que se nos da sin medida, donde nos convertimos en verdaderos partícipes de la intimidad divina. Jesucristo, pues, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, nos comunica la misma vida divina en el don eucarístico” afirma el Papa Benedicto XVI . Dios pues se acerca a nosotros de manera increíble, y es precisamente en la Eucaristía como entramos “en comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu”. Y lo hacemos no de modo individual, sino como Asamblea de fe, Asamblea de creyentes, Asamblea eclesial: “Quiso, sin embargo, el Señor santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituir un pueblo que le conociera y le sirviera santamente” . Así se ha construido el Plan pastoral arquidiocesano, desde lo que es básico y central para nuestra fe, desde la Eucaristía, celebrada especialmente el Domingo, día del Señor y a través de todo el año litúrgico, con sus tiempos fuertes que marcan el ritmo de la comunidad eclesial. En la medida que vivamos la Eucaristía y la celebremos bien, se hará patente el gran misterio de Dios, el misterio de la

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salvación, el misterio de la Iglesia, Sacramento de Salvación para todos. La quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, ha dado un nuevo impulso evangelizador a toda la Iglesia. Desde allí se comenzó a hablar de “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn, 16,4). Ese gran acontecimiento ilumina todo el trabajo pastoral que se ha realizado. El documento final precisa en el número 175: “Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (Hechos 2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía y perseverar en la catequesis, en la vida sacramental y la práctica de la caridad. En la celebración eucarística, ella renueva su vida en Cristo. La Eucaristía, en la cual se fortalece la comunidad de los discípulos, es para la Parroquia una escuela de vida cristiana. En ella, juntamente con la adoración eucarística y con la práctica del sacramento de la reconciliación para acercarse dignamente a comulgar, se preparan sus miembros en orden a dar frutos permanentes de caridad, reconciliación y justicia para el mundo”. Se entiende así la gran importancia que se ha querido dar en la Arquidiócesis de Cali a un plan pastoral desde la base, desde la comunidad parroquial – comunidad de comunidades-, comunidad sinodal, solidaria, comunidad de servidores. Teniendo en cuenta que la Eucaristía es la “fuente y cima de toda la vida cristiana” y de “toda actividad misionera” y es a la vez “el lugar privilegiado del encuentro del

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discípulo con Jesucristo”, la Arquidiócesis de Cali – pastores y fieles- buscará hacer posible que quienes participan en la Eucaristía asuman “el compromiso de transformar su vida, para que toda ella llegue a ser en cierto modo eucarística” y de este modo trabajen por la transformación de la Arquidiócesis y del mundo. Personas eucarísticas quiere decir hombres y mujeres que toman en serio su vida cristiana, que se sienten orgullosos de hacer parte de la Iglesia Católica, que asumen con entusiasmo su compromiso misionero, que son testigos en todo momento de la fe, de la esperanza y de la caridad. Personas que se proponen vivir en el mundo en que se encuentran la fe que han celebrado en la Eucaristía.

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LA ARQUIDIÓCESIS, UNA RED DE CASAS EUCARÍSTICAS Jesús pidió a sus discípulos en la última cena: “Haced esto en memoria mía” y les encomendó la misión de velar para que aquel último día permaneciese presente en la realidad concreta de su existencia hasta que Él volviera glorioso, para transformar todo el universo y dar lugar a los nuevos cielos y tierra nueva en los que puedan reinar la perfecta relación de amor entre Dios y los hombres, y también entre los hombres. El impacto de estas palabras y los gestos de Jesús en esa cena de jueves hizo que las primeras comunidades siguieran celebrándola (Hch 2,42). En Corinto, San pablo describe que se organizaba una cena comunitaria y se realizaba en las casas de los primeros cristianos. Los grupos eran pequeñas células de convertidos que se reunían en los hogares para repetir las acciones realizadas por Jesús. El encuentro entorno al pan de vida, procuraba mantener el ágape entre hermanos y en las épocas de persecución, fortaleza para vivir la clandestinidad. La cena del Señor llenaba de fuerza para el anuncio gozoso del evangelio en los participantes. Podemos verlo en los discípulos de Emaús, cuando regresan gozosos como misioneros de Jesús a anunciarlo a los once y el resto de la comunidad que permanecía en Jerusalén. Esta misma fuerza Eucarística es la que debe movernos a todos los agentes pastorales de la arquidiócesis de Cali para continuar con nuestra conversión pastoral y seguir consolidándonos en misión permanente, llevando el 11


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evangelio a todos los rincones de nuestras parroquias y comunidades. La misma palabra misa, significa “enviar”. Somos enviados desde la cena del Señor a llevar la persona de Jesús. La misión permanente a la que hemos sido llamados desde el año pasado y que responde al deseo de una Iglesia renovada, que va en salida a buscar a los últimos y los alejados, ha encontrado en las casas católicas un espacio de continuidad de la evangelización que se acerca a la realidad y vida de las comunidades en las cuadras. Las casas católicas como lugar de iniciación y seguimiento de Jesús, de escucha de la palabra y de encuentro con los hermanos, es una gozosa novedad que permite hacer de los sectores pequeños espacios eclesiales que llenan de fermento las situaciones del diario vivir y a los laicos misioneros, asumir su responsabilidad de bautizados al servicio del evangelio. La casa católica, al igual que las primera comunidades cristianas se convierten en el primer lugar de fermento del evangelio, es la Iglesia que sale y se hace cercana a los fieles. Y, de igual forma estos espacios toman de la Eucaristía celebrada en comunidad, vivida en la oración y meditada en la palabra, fortín de vida espiritual, de esperanza y gozo por vivir la acción del Espíritu de Dios en medio de ellos. Los sectores reunidos, preparando la Eucaristía dominical se alimentan durante la semana de la presencia del Señor en medio de ellos y dispone los corazones para celebrar con toda la asamblea, la gran cena del Señor el domingo en el templo parroquial. Recordemos que la Eucaristía va construyendo la Iglesia desde la misma base. Recibimos el Cuerpo eucarístico de Cristo, para que vayamos siendo cada vez más claramente el Cuerpo eclesial del mismo Cristo. Como 12


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dijo Pablo a los cristianos de Corinto: "Siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan". "Somos" (un cuerpo, una comunidad) porque "participarnos". El pan de vida nos hace uno, y en El participamos todos de la presencia divina que nos acompaña. En las casas católicas la Eucaristía celebrada se convierte en oración y encuentro con palabra. La Lectio divina del evangelio del domingo es una fuente, un oasis de esperanza con Jesús hecho palabra, motiva a la comunidad y la hace crecer en su seguimiento discipular. Jesús pan de la palabra se da a cada participante como alimento que fortalece y une. Esa oración se convierte en plegaria por los débiles, los últimos y por las necesidades cotidianas de la cuadra, del sector. Así, la casa católica cumple su tarea desde la Eucaristía en nutriente para una misión que parte de la persona de Jesús. Nuestra arquidiócesis de Cali se está convirtiendo en una red de casas Eucarísticas. La alegría de una nueva evangelización en las parroquias que siguiendo con la misión territorial crean en cada sector la casa con sus responsables. La Eucaristía cotidiana en los sectores por la oración y la solidaridad, es el pan de la palabra y de la solidaridad que se actualiza en la generosidad que brota del mismo corazón de los fieles, pan que se convierte en visita a los enfermos, compañía para los abandonados, fortaleza para las víctimas de la violencia, alimentos para los que tienen hambre y seguridad para el indefenso. San Cipriano, en el siglo III dice: "Los mismos sacrificios del Señor ponen de relieve la unidad de los cristianos fundada en la sólida e indivisible caridad”. La Eucaristía como entrega nos pone el ejemplo para que la casa católica sea comunidad que se vuelve pan de

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misericordia. Estamos invitados como Iglesia particular a promover y fortalecer este espacio de evangelización que amplía el espectro de la parroquia en los sectores. “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta” (Hch 4,32). Este testimonio de las primeras comunidades nos desafía, nos invita a soñar en católicos con un solo corazón, viviendo el anhelado Reino de Dios en la vida cotidiana, tomando su fortaleza en el mismo Jesús pan de vida, pan de los fuertes, pan que se comparte y se vuelve vida para el pueblo. Que el mismo Jesús hecho pan, nos llene de consuelo y nos comunique su vida de resucitado. Que nos comprometa a servir a los que necesitan de amor y consuelo. Que lavemos los pies de los crucificados y seamos sacrificio agradable al Padre celestial. Al igual que Jesús, seamos cuerpo entregado, signos de la presencia de El en la fraternidad y Si decidido en favor de los hermanos.

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LA IGLESIA VIVE DE LA EUCARISTÍA El Papa Juan Pablo II, el 17 de abril del año 2003, Jueves Santo, regaló a toda la Iglesia una hermosa y sorprendente encíclica sobre la eucaristía, titulada: La Iglesia vive de la eucaristía. Sin embargo, la razón de ser de este artículo no es hacer un resumen o síntesis de esta encíclica. En nuestra Arquidiócesis de Cali, se ha querido tener como columna vertebral del plan pastoral la Eucaristía, ya que la eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. Si miramos la historia del pueblo de Israel, éste se consolida con la Alianza que establece con YHWH, alianza que se perpetua con la celebración anual de la pascua; este acontecimiento se establece como preparación y prefiguración de la Iglesia que se constituye en tiempos de Cristo con la predicación del Reino y que se consolida con la Nueva y Eterna Alianza perpetuada en la última cena con los gestos y palabras de Jesús gracias al misterio pascual. Por eso desde que, en Pentecostés, la Iglesia, pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, éste divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada espera. El Concilio Vaticano II dice “la eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia”. ¿Quién es el bien espiritual de la Iglesia? No son los cuadros de arte, ni las catedrales, no los copones de oro, ni las vestimentas bordadas... El bien espiritual es “Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por 15


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medio del Espíritu Santo” Presbyterorum Ordinis, n. 5).

(Concilio

Vaticano

II,

Si queremos una Iglesia pujante, fuerte, dinámica y evangelizadora, si queremos cristianos comprometidos, eficaces, inteligentes y fuertes en su fe y en su apostolicidad, vamos preocupándonos por estar cada vez más unidos a Cristo eucarístico, cada vez más unidos a la Eucaristía, y entonces estaremos teniendo cada vez más los mismos sentimientos de Cristo y la Iglesia se mostrará intrépida y generosa, reduciendo a cenizas las banderas del mal, para implantar en el corazón de todos los hombres el mensaje de salvación. De ahí la importancia de tener celebraciones eucarísticas decorosas donde haya una buena participación del pueblo, es por eso que la liturgia acompañada del arte sacro está al servicio y para gloria de Cristo eucaristía. “Como la mujer de la unción en Betania, la Iglesia no ha tenido miedo de «derrochar», dedicando sus mejores recursos para expresar su reverente asombro ante el don inconmensurable de la Eucaristía. No menos que aquellos primeros discípulos encargados de preparar la «sala grande», la Iglesia se ha sentido impulsada a lo largo de los siglos y en las diversas culturas a celebrar la Eucaristía en un contexto digno de tan gran Misterio. La liturgia cristiana ha nacido en continuidad con las palabras y gestos de Jesús y desarrollando la herencia ritual del judaísmo. Y, en efecto, nada será bastante para expresar de modo adecuado la acogida del don de sí mismo que el Esposo divino hace continuamente a la Iglesia Esposa, poniendo al alcance de todas las generaciones de creyentes el Sacrificio ofrecido una vez por todas sobre la Cruz, y haciéndose alimento para todos los fieles. Aunque la lógica del «convite» inspire 16


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familiaridad, la Iglesia no ha cedido nunca a la tentación de banalizar esta «cordialidad» con su Esposo, olvidando que Él es también su Dios y que el «banquete» sigue siendo siempre, después de todo, un banquete sacrificial, marcado por la sangre derramada en el Gólgota. El banquete eucarístico es verdaderamente un banquete «sagrado», en el que la sencillez de los signos contiene el abismo de la santidad de Dios: «O Sacrum convivium, in quo Christus sumitur!» El pan que se parte en nuestros altares, ofrecido a nuestra condición de peregrinos en camino por las sendas del mundo, es «panis angelorum», pan de los ángeles, al cual no es posible acercarse si no es con la humildad del centurión del Evangelio: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo»” (Carta encíclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 48). En el contexto de este elevado sentido del misterio… También sobre esta base se ha ido creando un rico patrimonio de arte. La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, dejándose guiar por el misterio cristiano, han encontrado en la Eucaristía, directa o indirectamente, un motivo de gran inspiración. (Cf. Carta encíclica, Ecclesia de Eucharistia, n. 49). La invitación es a que en nuestras parroquias se procuren excelentes celebraciones eucarísticas, la liturgia nos introduce en el misterio pascual a través las diferentes celebraciones, de los ornamentos, los colores, los cantos, en conclusión, aprovechemos el decoro y la pulcritud que nos ofrece la liturgia y acerquemos al pueblo al misterio, que éste nunca se pierda, que la liturgia nos ayude vivirlo y celebrarlo.

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FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA EUCARISTÍA

La Eucaristía sin duda es el corazón de todo el quehacer católico. De hecho, los Padres Conciliares en el Concilio Vaticano II nos recordaron que la Eucaristía es la cumbre de todo lo que hace la Iglesia. A ella llega y de ella fluye todo lo que en la Iglesia vivimos. Quítenos la Eucaristía y no seremos diferentes a las más de 35.000 denominaciones protestantes presentes en el mundo hoy. La Eucaristía le da Identidad al católico, le da su razón de ser como cristiano. Y cómo no ser así, cuando como católicos creemos que Cristo está verdaderamente presente en ella, que en ella El mismo se da a nosotros y que la Sagrada Comunión es alimento para esta vida y la próxima y que por la Comunión entramos en el misterio del Banquete Celestial de las Bodas del Cordero. Con esto en mente, echemos un vistazo a las Sagradas Escrituras, especialmente al Nuevo Testamento para entender no solo el origen bíblico de la Eucaristía, sino también su inigualable valor para nuestra salvación. En el Evangelio de San Lucas capítulo 22, versículo 15, dice nuestro Señor, "he ardientemente deseaba comer esta Pascua con ustedes”. Esto nos asegura, que la Ultima Cena en el cenáculo, fue una cena de Pascua. San Marcos capítulo 14, versículos 22 al 26, nos presentan las palabras de la institución de la Eucaristía: "y estando Jesús reclinados en la mesa, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo, 'Tomen, esto es mi cuerpo'. Y tomó una copa y cuando había dado gracias, la dio a sus discípulos y bebieron todos de ella y 18


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él les dijo: ' esto es mi sangre, sangre de la nueva y definitiva alianza que será derramada por ustedes y por muchos. Verdaderamente les digo, que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el Reino de Dios.'" Si la Pascua no termina hasta el Calvario, yo me atrevería a sugeriría que el Calvario comienza en el Cenáculo con la Eucaristía. ¿Cuándo comienza realmente el sacrificio de Jesús? Bien, El insiste en el hecho de que su vida no está siendo tomada o arrebatada por otros. El la está entregando. Ahora, en el arresto, en el juicio hecho por los sumos sacerdotes, en su pasión, su vida es tomada y manejada al antojo de los líderes de Israel, pero en el Cenáculo, antes de que sucedieran todos esos hechos, Jesús ofrece su vida. Él dice, "Esto es mi cuerpo. Esta copa con mi Sangre es el sello de la Nueva Alianza." Si fuéramos a separar la sangre del cuerpo que la contiene, ese cuerpo quedaría muerto. La muerte empieza cuando separamos la sangre del cuerpo. Eso es claro y bastante obvio. Entonces, Jesús es simbólicamente y claramente, empezando el sacrificio en el Cenáculo. San Agustín comentaba que el Señor mismo tuvo en sus propias manos y comenzó el sacrificio de la Nueva Alianza y con este acto empezó la transformación de la antigua alianza. El Calvario entonces, verdaderamente empezó con el sacrificio Pascual del Antiguo Testamento celebrado el día de la Ultima Cena, cuando la Eucaristía fue instituida y la Pascua del Nuevo Testamento comenzara y llegará a su cumbre en el Calvario, cuando Él diga, “todo está consumado.”

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No es de extrañar que San Pablo va a decir en 1 Corintios 5, "Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado por nosotros.", ¿Ahora qué? ¿Tendrá sentido cualquier sacrificio u ofrendas o ceremonias o fiestas, o Eucaristías o perderán ahora su sentido de ser? Claro que No! Pues San Pablo dice, "Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado; por lo tanto, mantengamos la fiesta." Y va a hablar de cómo debemos sacar de nosotros la levadura de insinceridad pues tenemos este pan sin levadura. ¿De qué está él hablando? Cristo, nuestra Pascua ha sido sacrificado; por lo tanto, tenemos que alcanzar el objetivo entero de ese sacrificio: la entrega de Cristo por nosotros y el recibir su cuerpo y su sangre. La segunda mitad es comunión donde consumimos el cordero., el acto al que lleva toda la celebración de la Eucaristía y donde encuentra su sentido nuestra celebración. Ahora bien, así como los judíos esclavos en Egipto tuvieron que comer el cordero en la noche del Éxodo para así ser libres y que sus primogénitos no murieran, Nosotros tenemos que comer del Cordero. Jesucristo nos dijo: "mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna." Comer del Cordero entonces nos trae, como al pueblo de Israel en el Éxodo, liberación y la promesa de una tierra que mana leche y miel. Y como comemos no un prototipo del Cordero, como fue el caso del pueblo de Israel la noche antes de partir de Egipto, sino al verdadero Cordero de Dios, Cristo Jesús, nuestra liberación entonces es del pecado nuestra tierra prometida la vida eterna; de ahí que Juan el Bautista dijera: “He ahí al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29) y el mismo Jesús nos dijera “el que

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coma de mi cuerpo y beba de mi sangre tendrá vida eterna y yo le resucitare en el último día” (Juan 6:54) Miremos el Evangelio de San Juan capítulo 6 para ver el contexto en el que Jesús dice eso. Juan 6, versículo 4 nos dice, "la Pascua, la fiesta de los judíos estaba ya próxima". Así que todo lo que ocurra en Juan 6 es en el contexto de la Pascua. Jesús está hablando con ellos en el tiempo de la Pascua, y después de multiplicar los 5 panes y 2 peces con los que dio de comer a 5.000 hombres si contar las mujeres y los niños que estaban ahí escuchándolo. Al terminar de esa cena, nos dice San Juan los discípulos recogieron 12 canastas de sobras de los panes de cebada. Cristo va a utilizar este milagro como punto de partida para uno de los sermones más importantes de todo su ministerio y también uno de los más desastrosos desde una perspectiva humana. En su discurso del Pan de Vida, después de la multiplicación de los panes, Él empieza a hablar de este pan especial y sigue hablando de Moisés en el contexto de este pan especial. Por ejemplo, en el versículo 32, "Entonces les dijo: En verdad, en verdad les digo: no es Moisés el que les ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque Jesús el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed." Y en ese capítulo 6 el sigue hablando de eso varias veces. Los judíos entonces murmurar de El en el versículo 41 porque dijo, "yo soy el pan que descendió del cielo."

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Ellos empiezan a pensar, "¿De qué está él hablando? No es este acaso el hijo de José. ¿Cómo es que él dice, 'Yo he venido del cielo?' “Ellos sólo miran a Jesús desde una mera perspectiva humana. No ven que él es el Hijo Divino de Dios. En los Versículos 47 al 51, "En verdad, en verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo les daré para la vida del mundo es mi carne.'" ¿Con qué frecuencia comieron los judíos en el desierto el maná? Todos los días. ¿Con qué frecuencia recibimos el Pan de Vida? Todos los días. Este no es un sacrificio de una sola vez para siempre, como muchos anti-católicos alegan en el sentido de que Cristo es sacrificado y ahora no hay nada que hacer. Jesucristo es sacrificado como sacerdote y como víctima, como cordero y como hijo primogénito y como el Pan de Vida. Jesucristo es el pan de vida, el pan sin levadura de Dios que descendió del cielo que los israelitas recibieron cada día, el maná de la Nueva Alianza. Cristo mediante el Espíritu Santo se hace disponible como el Cordero de Dios para ser consumido continuamente. Incidentalmente, ese es el punto central de la resurrección. El Espíritu Santo levanta el cuerpo de Jesús y lo glorifica tan sobrenaturalmente que ese cuerpo y esa sangre glorificados pueden ahora ser distribuidos internacionalmente a través de los sacerdotes de la iglesia para que todos los hijos de Dios pueden estar en comunión con el Padre celestial en el sacrificio de la

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Nueva Alianza de Cristo. El no muera otra vez. Él no está sangrando y Él no está sufriendo. Él está reinando en gloria y nos da su propia carne y sangre. De ahí que la Eucaristía nos conecta al Banquete Celestial de las Bodas del Cordero del que nos habla el libro del Apocalipsis. ¿De dónde tomamos eso? Del Antiguo Testamento, del maná, de la celebración de la Pascua Judía, del sacrificio que se describe en el Calvario, el cual empieza en el Cenáculo y que como dice San Juan 6:51: «Si alguien come de este pan, vivirá para siempre y el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo». Los judíos ante estas palabras de Jesús se quedan paralizados para luego exclamar, espere un momento, ¿Qué significa 'mi carne'?" Versículo 52, "Los judíos entonces disputan entre sí diciendo: '¿Cómo puede este hombre darnos su carne para comer?'" ¡Canibalismo, paganismo, barbarie, pecado en el grado más alto! ¡Este hombre está loco! Ante los murmullos y reacción de la gente dirá Jesús: “relajasen, estaba bromeando, solo estaba hablando metafóricamente." No. Jesús no les dice eso, al contrario, Jesús intensifica el escándalo. Y como si lo dicho hasta ahora no fuera suficiente, en el versículo 53 y siguientes Jesús les dijo, “En verdad, en verdad, les digo si no comen la carne del hijo del hombre y beben su sangre,” el libro de Levítico condena el beber sangre Jesús sabe eso, más sin embargo el continua “si no comen mi carne y beben mi sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.'"

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Jesús dijo esto cuatro veces y en cuatro maneras diferentes. En Jun 6,60, "muchos de sus discípulos cuando escucharon lo que Jesús dijo, murmuraron entre ellos, ' esto es un dicho duro e imposible de aceptar. Quién puede escucharlo? Como hacer lo que El pide'". "Jesús, sin embargo, conociendo en sí mismo que sus discípulos murmuraban por lo dicho" "les dijo: ' ¿toman ofensa de este? Entonces ¿qué pasaría si fueron a ver al hijo del hombre subir a donde estaba antes?” En Juan 6,63 Jesús continua, “Es el espíritu el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que he hablado son espíritu y vida.'" ¿Qué dicho de Jesús era el que encontraban difícil de aceptar? Que tienen que comer de su carne y bebe de su sangre, esas palabras. Es en este versículo donde descubrimos por qué la carne y la sangre de Cristo serán tan potentes y fuerza que anima para toda la vida sobrenatural. En Juan 6:66 leemos, "Después de lo dicho por Jesús, muchos de sus discípulos lo abandonaron y volvieron a sus antiguas vidas..." Seguramente que la gran mayoría de ellos dijeron, "Esto es demasiado". ".. .Y ya no querían andar con él. Y Jesús se dirigió a los doce; “No para disculparse por lo dicho, no para decirles yo solo estaba bromeando o hablando simbólicamente. No, Él no se disculpó. No dijo, "ahora que estamos solo los doce, les diré lo que realmente quise decir." Él no dijo nada. De hecho, está perfectamente dispuesto a continuar con este obstáculo y seguir siendo escandaloso incluso para los doce. "¿Desean ustedes también irse?" Pero "Simón Pedro le respondió: '¿Señor, a quien iremos?'" Implicando

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casi que se irían si hubiese alguien en quien ellos pudieran confiar más que en El, pues lo dicho por Jesús era fuerte y difícil de tragar. Pero en su confianza, aunque todavía débil, Pedro dice, "¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y hemos llegado a creer que en verdad tu eres el Santo de Dios." Así que tenemos razones para creer que este sacrificio de la Pascua de la Nueva alianza que empezó en el Cenáculo y que fue consumado en el Calvario y que en ultimas como lo sugiere I Corintios 5 continua y es celebrado como una comunión culminante en los altares de todas las iglesias del mundo cuando recibimos la Eucaristía en la comunión, es Comunión con Jesús el Codero de Dios. Todo esto está presente en la Biblia, pero para poder entender el sentido del banquete Eucarístico, el gozo que nos reúne y experimentar al resucitado en la fracción del Pan, tenemos que conocer la Biblia. Tenemos que conocer lo que los Evangelios, el Libro del Éxodo, los Salmos, las Cartas de Pablo a los Corintios nos dicen acerca de este misterio de gloria y leyendo estos, entenderemos la belleza del Banquete del que nos habla el libro de Apocalipsis del cual somos participes cuando juntos como el pueblo de la Nueva Alianza, nos reunimos alrededor del altar en nuestros templos parroquiales para a través de esa Pan que se nos parte y comparte, lleguemos a ser penetrados por el Resucitado sumergiéndonos en ese Banquete eterno en el que Dios se hace uno con nosotros. Donde la locura del amor de Dios nos lleva a un convite como ninguno otro y al cual todos somos invitados. Entiendes ahora porque en Juan capítulo 6, después de dar de comer a toda esa multitud Jesús exige que se recojan todas las sobras. Con estas doce canastas de sobras (12 símbolo

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de plenitud y totalidad en la biblia) se indicara la apertura de la misericordia de Dios para dar de comer no solo a los ahí presentes, sino a quienes no estuvieron. ¡Nada se desperdiciará! ¿Le recuerda esto algo? ¿Entiende el sentido del tabernáculo en las iglesias? La locura del Dios que se nos quiere dar, constantemente, a todos, a cada uno, a ti, a mí.

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LA MISIÓN TERRITORIAL NACE DE LA EUCARISTÍA La vocación de la Iglesia es evangelizar, para eso fue creada y hoy es llamada a llevar la buena noticia a todos los hombres, noticia que llena de sentido y esperanza la vida. La belleza del evangelio es una tarea que apremia a todos sin distinción “ « Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él » y estas palabras de Benedicto XVI son aún más relevantes si ubicamos el ambiente de la misión en la presencia real de Jesús, (el evangelio) en medio de nosotros hecho Eucaristía. La premura por el anuncio se multiplica si tomamos conciencia que no podemos guardar para nosotros la belleza del misterio eucarístico que invade toda la vida eclesial. La misión que le ha sido encomendada a la Iglesia es hacer real y presente el Reino de Dios en las situaciones cotidianas y lo que se necesita para actualizarlo es el amor de Dios que cambia todo lo que toca “Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él. Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su misión: «Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera”. La comunicación de la persona de Jesús en los diferentes ambientes, es un respiro de esperanza y la esencia de la belleza de la entrega generosa que amplía el concepto de vivir para si, a vivir para los demás, como lo afirmaba santa teresa de Calcuta “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

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La institución de la Eucaristía nos muestra la misión de Jesús que es nuestra propia vocación eclesial Él es el enviado del Padre para la redención del mundo (cf. Jn 3,16-17; Rm 8,32). En la última Cena Jesús confía a sus discípulos el Sacramento que actualiza el sacrificio que Él ha hecho de sí mismo en obediencia al Padre para la salvación de todos nosotros. El acercarnos a la celebración de la Eucaristía nos compromete a movernos hacia la misión, que partiendo del mismo deseo de Dios nos lleva hacia todas las personas. De esta forma, el impulso misionero es parte fundamental de la vida Eucarística de cada cristiano. Nuestro compromiso misionero fundamental que brota de la celebración de la cena del Señor y que lo celebramos especialmente cada domingo en nuestras parroquias con toda la comunidad reunida es el dar testimonio de ese pan partido y del infinito amor de Dios con nuestra vida. El maravilloso don de Dios en la persona de Jesucristo infunde en nuestra vida un dinamismo nuevo, comprometiéndonos a ser testigos de su amor. “Nos convertimos en testigos cuando, por nuestras acciones, palabras y modo de ser, aparece Otro y se comunica”. Afirmamos entonces con seguridad que el testimonio de vida es el medio con el que la verdad del amor de Dios llega al hombre en la historia, invitándolo a acoger libremente esta novedad radical. De ahí la necesidad que la luz de nuestra propia vida Eucarística sea faro misionero, y elemento indispensable para la misión que desarrollamos en cada una de las comunidades a las cuales pertenecemos. Eucaristía y misión van de la mano en la vida de la Iglesia, su relación tan íntima nos permite redescubrir y valorar lo que significa el contenido fundamental del

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anuncio del evangelio. Cuanto más ferviente sea el amor por la Eucaristía en el corazón de los laicos de nuestra comunidad parroquial, tanto más evidente será la tarea de la misión: llevar a la persona de Cristo a los sedientos y hambrientos. No llevamos una idea ética inspirada en Él, sino el don de su misma Persona, procuramos con el anuncio un encuentro. La Eucaristía, como sacramento de nuestra liberación y salvación, “nos lleva a considerar de modo ineludible la unicidad de Cristo y de la salvación realizada por Él a precio de su sangre”. Por tanto, nuestra opción misionera nos exige educar constantemente en el trabajo misionero, cuyo centro es el anuncio de Jesús, único Salvador, y esta fuerza y verdad surgen del Misterio de la celebración Eucarística. de esta forma podremos superar reduccionismo sociológico del anuncio del evangelio, porque la obra de la construcción del Reino de Dios tiene como punto de partida la persona de Jesús y su anuncio gozoso. Desde la misma Eucaristía somos enviados con un mandato del mismo Jesús « El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo » (Jn 6,51). Con estas palabras el Señor revela el verdadero sentido del don de su propia vida por todos los hombres. Nos debe apremiar el deseo de llevar el mensaje de Cristo para dar vida en abundancia a todas las comunidades, una misión capaz de transformarlo todo desde el pan que da vida y la copa de redención. Los invito a apresurarnos a declarar las comunidades parroquiales en misión permanente, a salir y llevar al cordero que quita el pecado a todos sin excepción, a llenar de Cristo las cuadras, a satisfacer el hambre de sentido de vida con aquel que es la vida. En la celebración Eucarística somos enviamos, el saludo final de la celebración Eucarística « Ite, missa est ». El

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Presbítero despide a la comunidad con estas palabras después de la bendición final. En esta frase podemos identificar la íntima relación entre la Eucaristía que se ha celebrado y nuestra misión en medio de las comunidades. “En la antigüedad, « missa » significaba simplemente « terminada ». Sin embargo, en el uso cristiano ha adquirido un sentido cada vez más profundo. La expresión « missa » se transforma, en realidad, en “misión”. Este saludo expresa de forma perfecta el núcleo de la naturaleza misionera de la Iglesia. Es deber nuestro, en los diferentes grupos y en la comunidad general, unidos a la celebración litúrgica a profundizar su compromiso como bautizados de ser profetas del Reino, que anuncien la buena noticia a todos los pueblos.

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LA EUCARISTÍA ALIMENTO QUE NOS LLEVA HACIA LOS MÁS NECESITADOS

La Eucaristía es la cumbre y el centro de las manifestaciones del amor de Jesucristo. En la multiplicación de los panes (Mc 6, 30-44), el Señor unió la solidaridad y la caridad con los signos y las palabras, realidad a la que invita a cada persona que se acerca a la mesa del Señor, puesto que la Eucaristía es el banquete de la vida que conlleva acciones fraternas, de unidad, solidarias y de un amor que fortalece la vida de cada persona y de la comunidad creyente. Para quienes creemos en Jesús Eucaristía, sabemos que una vez alimentados con su cuerpo y su sangre de Cristo, no queda otra cosa que salir al encuentro del otro para servirlo, con el fin dar y darnos como lo hizo Jesús con todos nosotros. De hecho, el Evangelio presenta el pasaje de la institución de la Eucaristía, realizada por Jesús durante la Última Cena, en el cenáculo de Jerusalén. La vigilia de su muerte redentora en la cruz, Él realizó lo que había predicho: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Jn 6,51.56), así ha dicho el Señor. Jesús toma entre las manos el pan y dice “Tomad, esto es mi Cuerpo” (Mc 14,22). Con este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que ya no es la de simple alimento físico,

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sino la de hacer presente su Persona en medio de la comunidad de los creyentes. Esto se hace más real y concreto en la celebración de la Última Cena cuando Jesús en un gesto extraordinario de amor y servicio les lavó los pies a sus discípulos y, en seguida, ofrece el pan y el vino, como signo de unión íntima con Él (Jn 13, 1), con ello se da, se entrega no solo a sus discípulos, sino a todo aquél que se acerque a la Mesa de la Vida, para que luego cada uno se done y se entregue al otro. Con estas acciones podemos entender que Jesús no encontró otra manera de enseñarnos, explicarnos que el verdadero amor es concreto y activo, por tanto, la caridad y la solidaridad son signos característicos de quien se alimenta de la Eucaristía, El mismo nos dijo "tuve hambre y me dieron de comer", por tanto, la caridad es amor recibido y ofrecido. El Papa Francisco hablando sobre el Corpus Christi nos dice: “La Última Cena representa el punto de llegada de toda la vida de Cristo. No es solamente anticipación de su sacrificio que se cumplirá en la cruz, sino también síntesis de una existencia ofrecida por la salvación de toda la humanidad. Por tanto, no basta afirmar que en la Eucaristía Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una vida donada y participar de ella. Cuando tomamos y comemos ese Pan, somos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprometemos a realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todo a los más pobres. La celebración eucarística evoca, sin lugar a dudas, este mensaje solidario y nos impulsa a acoger la invitación

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íntima a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de lo que celebramos en la liturgia. El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos viene al encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre que implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la Salvación, que no tiene fe. Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso. La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy sabemos es un problema cada vez más grave”. La Eucaristía por tanto es la “gasolina” que nos impulsa a la justicia y la caridad, al reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas, amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él y por el bien común de las personas y comunidades, la Eucaristía convierte a la persona en gestora de paz y de justicia, es decir, quien participa en ella se compromete a construir la paz en las comunidades, a denunciar y actuar frente a tantas violencias, frente a la corrupción económica y todas aquellas circunstancias que van contra la dignidad del hombre. Por ello el alimento de la verdad y de la vida es la esperanza de las personas, es la fuerza que anima a 33


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trabajar sin descanso en la construcción de la paz, de comunidades donde prevalezca la convivencia pacífica, donde se comparta el pan, los bienes materiales, se ayude a los pobres, se ame especialmente a quienes nos hacen el mal, se escuche a los demás y sobre todo se viva el perdón y la reconciliación. Que la celebración de la Eucaristía nos inspire y alimente cada vez más a cada uno de nosotros el deseo y el compromiso por una sociedad acogedora y solidaria. Que la Santísima Virgen María, Mujer eucarística, suscite en todos la alegría de participar en la Santa Misa, especialmente el domingo, y la valentía alegre de testimoniar la infinita caridad de Cristo”. En muchos de los pasajes bíblicos podemos observar que Jesús a través del alimento obró en favor de los más necesitados, porque no solo se sufre de hambre física sino de vacíos espirituales y de amor, pues es a través de la comida que tocamos el corazón de nuestros hermanos. Lo vivimos frecuentemente, celebramos cumpleaños, aniversarios, festividades alrededor de una comida, invitamos a los amigos a una tasa de café para conversar de la vida y de temas de interés, la mesa invita a la fraternidad. El Papa Benedicto XVI lo expresa claramente en su documento Caritas In veritate: “el amor es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo 34


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de la justicia y de la paz. Amar es dar, ofrecer de lo mío al otro; y este amor va más allá, nunca carece de justicia, es decir dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde.

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UNA RENOVADA CATEQUESIS DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

Fue el Concilio Vaticano II, ese “paso del Espíritu” por la Iglesia, quien en sus grandes documentos trazó desde el año 1965, los grandes carriles por los cuales se crece en la fe, se vive la fe, se celebra la fe, se testimonia la fe. La fe no es una “cuestión teórica”, conceptual, difícil de entender, no. La fe es ante todo UN ACONTECIMIENTO Y UNA CELEBRACIÓN. El acontecimiento es CRISTO: El Evangelio de san Juan lo dice de manera insuperable: “Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que cree en él tenga vida definitiva y ninguno perezca” (3,16). Cristo sale a nuestro encuentro y camina junto a nosotros como lo hizo con los discípulos de Emaús (Lucas 24,13-33), les explica las Escrituras, Parte el Pan, lo reconocen y luego regresan (los discípulos), a dar testimonio de la verdad de ese suceso, de ese gran acontecimiento. La celebración es la PASCUA, el “paso salvador” de Dios, que en Cristo, dando la vida, venciendo la muerte, resucitando, nos hace hombres y mujeres nuevos y encima se “queda entre nosotros al partir el pan”. Los de Emaús “reconocieron a Cristo en ese gesto”. La Iglesia entonces lo que hace es CELEBRAR EL GRAN ACONTECIMIENO QUE ES CRISTO, EL MISTERIO PASCUAL, A TRAVÉS DE UNAS ACCIONES, DE UNOS GESTOS, DE UNOS RITOS Y ORACIONES QUE SE LLAMAN SACRAMENTOS. Ahora se entiende mejor lo que dice el Documento sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II: “Por tanto, la Iglesia, son solícito cuidado, procura que los cristianos no 36


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asistan a este misterio de fe (la Eucaristía), como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos” (Sobre la Liturgia n. 48). Nos hace pues falta una verdadera CATEQUESIS (esa palabra es de origen griego y significa “instrucción”, “enseñanza”) sobre la Eucaristía para poder participar en ella consciente, piadosa y activamente. La mayoría de los que somos adultos nos quedamos con lo que aprendimos en la primera comunión hace muchos años, y ese “vestido” de primera comunión ya se quedó corto por muchas razones. Por ejemplo: Nos aprendimos de memoria los siete Sacramentos y buscamos cumplirlos desde una óptica social, con fiesta incluida, regalos y fotos; pero el contenido y la vivencia de los Sacramentos está lejos de nuestra conducta, de nuestra comprensión, del impacto que un Sacramento tiene en una sociedad. El CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA “reagrupó” los siete Sacramentos dándoles una nueva calificación: Llamó al Bautismo, Confirmación y Eucaristía (en ese orden, en la práctica lo hacemos de otra manera: Bautismo, Eucaristía y Confirmación): SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA. Sacramentos de Curación: Reconciliación y Unción de los enfermos. Sacramentos al servicio de la comunión y misión de los

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fieles: Orden Sacerdotal y Matrimonio (número 1211 del Catecismo). Esa agrupación de los Sacramentos ya tiene una enseñanza: El creyente CELEBRA LA VIDA DE DIOS A TRAVÉS DE TODAS LAS ETAPAS Y TODOS LOS MOMENTOS IMPORTANTES DE LA VIDA DE CADA PERSONA. La luz del Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia y la renovación pastoral de cada Diócesis han dado pues grandes pasos en la comprensión del VIVIR CRISTIANO. Los tres primeros Sacramentos se llaman INICIACIÓN CRISTIANA porque ponen los FUNDAMENTOS de la vida creyente (origen, crecimiento y sustento de la fe). La EUCARISTÍA es llamada “centro, culmen de la vida cristiana”. No es para menos, la realidad es grande, profunda, salvadora: “En la víspera de su pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos y, después de pronunciar la bendición, lo partió y se lio diciendo: Tomad, este es mi cuerpo. Después tomó el cáliz, dio gracias y dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos” (Marcos 14, 22-24). Toda la historia de Dios con las personas se resume en esas palabras. Jesús no sólo pronuncia unas palabras, eso que dice es el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal. Jesús, como signo de su presencia, escogió PAN Y VINO. De esa manera se entrega totalmente por nosotros, es más, a través del pan y del vino se acerca y se une a nosotros. LA EUCARISTÍA es algo grande, festivo, lleno de luz y de alegría. Muchos de nosotros pensamos que era un “punto del programa”, un “adorno religioso”, “una devoción

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piadosa”. No entendíamos nada. Jesús comprendió su propia vida como ENTREGA: “En verdad, en verdad, les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Juan 12,24). El pan, hecho de granos molidos, encierra el misterio de la Pasión y Resurrección de Cristo. A través de su sufrimiento y de su muerte voluntaria, Cristo se convirtió en pan para todos nosotros y, de este modo, en esperanza viva y creíble, nos acompaña en todos nuestros sufrimientos hasta la muerte, nos transforma. Pero hay más: El pan, hecho de muchos granos de trigo, encierra también un acontecimiento de unión, de comunidad, de solidaridad. Nosotros mismos, que somos muchos, llegamos a ser UN SOLO PAN, UN SOLO CUERPO, LA IGLESIA REUNIDA. La Eucaristía es pues ELPAN DE DIOS QUE BAJA DEL CIELO. Es nuestro alimento santo, vital, necesario, como lo es para todos el comer diario, el desayunar, el alimentarse para vivir y sostenerse: En el Padrenuestro decimos con razón: EL PAN DE CADA DÍA DÁNOSLO HOY. Pero en la EUCARISTÍA, además del pan y del vino está LA PALABRA DE DIOS, Ella, es también ALIMENTO, LUZ, GUÍA. Es invitación a ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS, a dejarse guiar por esa Palabra. Y finalmente la EUCARISTÍA ES ENVÍO, ES MISIÓN. El sacerdote que celebra dice al final: PUEDEN IR EN PAZ. No es una despedida al estilo “esto se acabó”. No. ES EL COMIENZO DE LA MISIÓN. HEMOS RECIBIDO LA PAZ DE CRISTO, HEMOS COMULGADO CON CRISTO,

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AHORA LLEVEMOS LA PAZ DE CRISTO AL TRABAJO, AL HOGAR, AL SITIO DONDE VIVIMOS. Los primeros cristianos fueron perseguidos y martirizados porque se les encontró CELEBRANDO LA EUCARISTÍA. Cuando les preguntaron por qué hacían eso, respondieron: SIN EL DOMINGO, ES DECIR, SIN EL DÍA DEL SEÑOR, SIN LA EUCARISTÍA, NO PODEMOS VIVIR. Tal vez hoy, nosotros, creyentes fríos, no contestemos así, por la sencilla razón de que la EUCARISTÍA AÚN NO ES EL CENTRO DE NUESTRA VIDA. Intentemos vivirla mejor y entonces será para nosotros EL DÍA GRANDE, EL DÍA DEL SEÑOR, EL DÍA DE LA FIESTA, EL DÍA DE LA RESURRECCIÓN, EL DÍA EN QUE SALDREMOS A DAR TESTIMONIO DE LAS GRANDEZAS DEL SEÑOR.

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“ALIMENTARNOS DE SU PRESENCIA” … “Y LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN”…, Lucas 24, 13-35. Varios de los relatos de los evangelios están enmarcados, por la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana. En el evangelio de Lucas y en hechos de los apóstoles, la Eucaristía está unida a todo un camino discipular, podríamos hacer un ejercicio continuo a través de estos dos libros de la biblia, para descubrir la importancia que la comunidad de Lucas da a la fracción del pan y como el encuentro con el Señor Jesús renueva y recrea un nuevo estilo de vida. Las mesas que Jesús comparte con sus discípulos, con la gente, con los fariseos, con los pecadores públicos, con las mujeres, entre otros, fueron una auténtica revolución ya que lo que el maestro dice y hace en ellas desborda la capacidad de comprensión y rompe esquemas que para la sociedad judía fueron un verdadero escándalo. En ellas Jesús ofreció reconocimiento, reconciliación, afecto, acogida, intimidad, reparación, transformación de las personas, misericordia, entrega, compromiso y sintió compasión por la necesidad física que la comunidad tenía; No se ve ninguna clase de discriminación, de rechazo, ni reproches, antes fueron la manera de hacer visible el Reino de Dios, con obras y con palabras. Al hacer camino con Lucas, encontramos como alimentarnos de la presencia de Jesús en la Eucaristía, los invito a un viaje sencillo y profundo para crecer en

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nuestro discipulado, señalare 5 aspectos que me llaman la atención de éste camino eucarístico que la comunidad de Lucas nos propone: 1. “Los discípulos comen con Él”, la memoria de la última cena enmarca un encuentro vivo y personal que el discípulo hace intimo en cada Eucaristía; nuestra experiencia eucarística nos lleva a reconocer su presencia viva en la fracción del pan: los discípulos de Emaús se les abrieron los ojos al partir el pan, he allí una primera llamada que nos hace cada eucaristía; el encuentro con el maestro transforma al discípulo desde dentro, es el Señor quien viene a nosotros y comparte su vida con nosotros por eso es clave la contemplación de éste misterio que nos hace sagrarios donde Dios quiere hacerse presente por la comunión con él y siendo transformados por él. 2. “En la Eucaristía Dios No da algo, se da así mismo”. No entenderemos la eucaristía si nuestras comunidades, no son lugares fraternos, de compartir, donde nos partimos y repartimos en la caridad, donde expresamos nuestra capacidad de darnos Y de solidaridad. Llenos de la presencia de Dios, los discípulos fueron haciendo de su camino con el maestro un lugar de familia, donde se estrechaban vínculos de comunión y participación, donde cada persona se hacía importante por ser hijo de Dios y donde las mesas significaban el salir de sí mismos y emprender nuevos espacios de dignidad humana.

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3. Los discípulos comen de Él: hay una conexión entre la eucaristía y la palabra, cada Eucaristía nos permite experimentar la presencia de Dios en ella y la oportunidad para que nuestro discipulado entre en esta dinámica del proyecto de Dios desde su palabra para hacer presente el Reino. Los discípulos se alimentan de la palabra que se escucha, de allí que la mesa de la eucaristía está unida a la mesa de la palabra y con ella un doble alimento en que la comunidad se fortalece para su camino. Es la palabra un impulso hacia nueva civilización del amor. 4. Alimentarnos de Dios Nos llevara a la Misión, dejar arder el corazón, una tarea de unción de todos los días, de comunicar la alegría de vivir; los discípulos fueron a contar a la comunidad lo que habían visto y oído; la presencia del resucitado despertó en ellos el deseo de ir a transformar realidades, la galilea pagana, los areópagos, las periferias existenciales y geográficas. Cada eucaristía nos abre a un compromiso por crear un mundo más humano, más justo y más fraterno. Una iglesia misionera, que transmite paz, reconciliación y alegría. Digamos misa igual a misión, la liturgia se tiene que prolongar a las situaciones de vida del discípulo, donde él está presente. 5. Las mesas en las que Jesús participó fueron lugar de la expresión de la misericordia de Dios. cada eucaristía debe hacernos conscientes de una llamada a la conversión, al cambio a empezar una vida diferente, ver el paso de Dios que no te

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señala, ni te critica, ni te juzga, sino que te invita a ver su rostro misericordioso y amoroso. Cada eucaristía es reparación, es invitación a una transformación personal y social; de reconocimiento del daño que muchas veces hacemos y que debe confrontarnos para iniciar un camino nuevo. Que al estar participando de cada Eucaristía sintamos como su presencia nos transforma y alimenta para nuestro camino discipular y misionero.

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SUBSIDIO LECTIO DIVINA CELEBRANTE: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. TODOS: Amén. CELEBRANTE: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, el amor de Jesucristo y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes. TODOS: Y con tu espíritu.

Oración ACERQUÉMONOS TODOS Acerquémonos todos al altar que es la mesa fraterna del amor, pues siempre que comemos de este pan; recordamos la pascua del Señor. Los hebreos en medio del desierto comieron el maná; nosotros, peregrinos de la vida, comemos este pan. Los primeros cristianos ofrecieron su cuerpo como trigo: nosotros, acosados por la muerte, bebemos este vino. Como ciegos en busca de la aurora, dolientes tras la paz, buscando tierra nueva y cielos nuevos, comamos este pan.

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Acerquémonos todos los cansados, porque Él es nuestro alivio, y siempre que el desierto nos agobie, bebamos este vino. Como Cristo hecho pan de cada día se ofrece en el altar, nosotros entregados al hermano, comemos este pan. Como el cuerpo de Cristo es uno solo por todos ofrecido, nosotros, olvidando divisiones, bebemos este vino.

1. LECTURA DEL TEXTO Rúbrica: En este primer momento, toda nuestra atención se fija en el texto elegido con el deseo de descubrir cuál es el mensaje que el autor quiere transmitir a sus contemporáneos y a nosotros. Esta lectura orante de la Palabra de Dios ha de ser una oportunidad para hablarle a Dios. Dispongámonos a vivir la presencia de Cristo resucitado abriéndole nuestro corazón.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (21,1-14)

1Poco después, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. 2Estaban juntos Simón Pedro, Tomás “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. 3En esto dijo Pedro: -Voy a pescar. Los otros dijeron: -Vamos contigo. Salieron juntos y subieron a la barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. 4Al clarear el día, se presentó Jesús en la orilla del lago, pero los discípulos

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no lo reconocieron. 5Jesús les dijo: -Muchachos, ¿han pescado algo? Ellos contestaron: -No. 6Él les dijo: -Echen la red al lado derecho de la barca y encontrarán peces. Ellos la echaron, y la red se llenó de tal cantidad de peces que no podían moverla. 7Entonces, el discípulo a quien Jesús tanto amaba le dijo a Pedro: -¡Es el Señor! Al oír Simón Pedro que era el Señor, se puso la túnica, pues estaba sin ella, y se lanzó al agua. 8Los otros discípulos llegaron hasta la orilla en la barca, arrastrando la red llena de peces, pues no era mucha la distancia que los separaba de tierra; tan solo unos cien metros. 9Al saltar a tierra, vieron unas brasas, con peces colocados sobre ellas, y pan. 10Jesús les dijo: -Traigan ahora algunos de los peces que acaban de pescar. 11Simón Pedro subió a la barca y bajó a tierra la red llena de peces; en total eran ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. 12Jesús les dijo: -Vengan a comer algo. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían muy bien que era el Señor. 13Jesús se acercó, tomó el pan en sus manos y lo repartió; y lo mismo hizo con los peces. 14Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.

ELEMENTOS DEL TEXTO Un estallido de alegría recorre los capítulos finales del evangelio de Juan: ¡El Señor ha resucitado! Junto a este gozo, el mismo Jesús despierta un compromiso en el interior de los discípulos, hombres y mujeres, que les hace exclamar: “Nosotros lo hemos visto, somos testigos”. Su testimonio brota del reencuentro con el Resucitado, de descubrirle vivo, algo que no fue sencillo 47


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para los seguidores de Jesús, porque tuvieron que comprender que su presencia era diferente, aunque seguía siendo Él mismo. Este evangelio muestra al grupo de discípulos que volvieron a Galilea, que volvieron a su antiguo oficio, después del “fracaso” de su Maestro. En el relato descrito podemos ver la estructura narrativa de una pesca milagrosa. En ella se describe la tarea evangelizadora de la Iglesia de manera simbólica: Siete discípulos y ciento cincuenta y tres peces son el signo de plenitud y universalidad en medio del mundo, representado por el mar, frente al Señor que prepara la cena eucarística: unos peces sobre las brasas y pan. La red (la Iglesia) es capaz de recibir a todos sin excepción; no se rasga ni se rompe, no obstante la gran cantidad de peces. De acuerdo con los evangelios, Jesús llamó a algunos para caminar con Él. Eran los discípulos y, de entre ellos, a los Doce. Es de este último grupo que se habla en el fragmento evangélico que hemos leído. Se trata del pequeño grupo de los allegados a Jesús, el Maestro, y que lo reconocen después de la pesca, en medio del mar. Los discípulos de Jesús son descritos en los evangelios con unas notas esenciales que podríamos resumir con estos verbos: llamar, seguir, servir, ver y escuchar, ser enviado.

El servicio: Jesús siempre llama para el servicio a los demás.

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El seguimiento: para poder seguir y servir, el discípulo tiene que ver y oír, saber mirar y aprender a escuchar. El envío: los seguidores de Jesús, y no sólo los Doce, son enviados “a todos los pueblos y lugares que Él pensaba visitar” (Lc 10,1-17).

Rúbrica: Se deja un momento de silencio. Luego, como apoyo para una mejor comprensión se pueden reflexionar las siguientes preguntas:

¿Qué personajes intervienen en el texto que acabamos de leer? ¿Cuál es la reacción de cada uno ante lo sucedido? ¿Qué presencia del Maestro experimentan los discípulos?

2. MEDITACIÓN Rúbrica: Este segundo momento centra la atención en descubrir el mensaje de la Palabra en nuestra situación personal, comunitaria, social y moral. Entonemos este canto.

ESCUCHAR TU PALABRA Escuchar tu Palabra es inicio de fe en ti, Señor. Meditar tu Palabra es captar tu mensaje de amor. Proclamar tu Palabra, Señor, es estar embebido de ti.

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Proclamar tu Palabra, Señor, es ya dar testimonio de ti, mi Dios.

Estamos en un mundo en el que no todos sus habitantes pueden comer según el hambre que tengan. Por eso, este texto es un llamado a compartir con el hermano, no sólo el pan, sino toda nuestra vida. Esto implica la fe para la conversión.

El pan que cada día pedimos en la oración del Padre nuestro debe traducirse en alimento corporal, pero, sobre todo, en alimento espiritual para caminar hacia la santidad, hacia la salvación y hacer vida lo que nos dice Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54). Jesús invita a echar las redes y ésta implica una entrega plena al Señor. En este contexto, y a la luz de las siguientes preguntas, los participantes comparten lo que han descubierto a lo largo del texto. ¿Qué me dice el texto a mí? ¿Qué nos dice la actitud de Jesús a nosotros, que somos sus ministros, y que tenemos la responsabilidad de darlo a conocer a los hermanos?

3. ORACIÓN Rúbrica: En este tercer momento respondemos a nuestra vida, a partir de la luz que hemos recibido de la Palabra de Dios. Podemos hacerlo a través de una oración, de un compromiso personal o de ambas cosas. 50


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Señor, nuevamente nos encontramos ante ti, en medio de la zozobra que nos causa el mundo y los cambios repentinos y profundos del momento presente que hacen estremecer la barca. Existen muchos temores que atormentan nuestros corazones y los agitan como espigas azotadas por el viento. Hay nuevas dudas que nos hacen temer por nuestra seguridad y nos llenan de miedo, hasta el punto de no saber escuchar tu Palabra.

Necesitamos tu presencia transformadora que nos llene de valor y de alegría. Abre nuestros corazones para que se estremezcan ante tu presencia y nos llene de paz. Esperamos en ti, esperamos en tu Palabra; sólo así sabremos dónde arrojar las redes. Nos has mostrado las manos y el costado como sellos imborrables de tu amor, enseñándonos que no hay camino de fidelidad que no tenga que pasar por la entrega generosa de la vida, asumiendo todas las consecuencias. Que no sea la angustia la que nos aprisione, sino la seguridad de tu presencia en medio de nuestra comunidad la que nos empuje al anuncio gozoso de nuestra fe, en la mesa de tu palabra y de tu altar.

4. CONTEMPLACIÓN Rúbrica: Contemplar la Palabra es obtener frutos concretos para nuestra vida de fe. En este ambiente de oración agradecemos a Dios sus dones y respondemos las preguntas.

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Gracias por tu presencia en la Eucaristía. Gracias por tu Cuerpo y tu Sangre. Cada vez que nos alimentamos de Ti hacemos memoria, recordamos tu vida de entrega amorosa a las personas haciendo la voluntad del Padre.

¿Valoramos la importancia de la Eucaristía para todo buen discípulo? ¿Qué relación hay entre este texto y el pan eucarístico? Actualizando el acontecimiento de la pesca milagrosa a la luz de los signos de los tiempos ¿qué tenemos que hacer para servir al Señor? Rúbrica: Para concluir esta Lectio Divina podemos poner en manos del eterno Padre nuestros proyectos pastorales confiando en su Palabra y entonando el siguiente canto.

El Pescador

Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios, ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

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Tú pescador de otros mares, ansia eterna, de almas que esperan; amigo bueno, que así me llamas.

Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otro descanse; amor que quiera seguir amando.

Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

Tú sabes bien lo que tengo, en mi barca no hay oro ni espadas tan sólo redes y mi trabajo.

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Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

ORACIÓN FINAL TODOS: Te damos gracias, Señor, por todos los beneficios que nos has concedido al meditar tu Palabra, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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Subsidio 2

ESQUEMA DE LA REUNIÓN La asamblea parroquial de servidores juega un papel muy importante dentro del caminar parroquial, por ello invitamos a prepararla con diligencia y en ambiente de oración. A continuación, proponemos un esquema. 1. Preparación a) Invitar a todos los grupos parroquiales y laicos comprometidos al menos con 8 días de anticipación, resaltando la importancia del encuentro. b) El equipo animador de la Asamblea debe tener en cuenta detalles importantes como la decoración del Salón, donde proponemos ubicar una mesa con detalles de una cena, una red, al lado; en un ambón, la Biblia, y una Imagen de la Virgen María. En la mesa dos Cirios. c) No olvidar el equipo de sonido, el videobeam. d) Motivar a los invitados a llevar sus insignias de la misión: camisa, gorra, cruz, evangelio, manilla. e) Preparar junto con el párroco la Lectio Divina y llevar biblias extras para aquellos que la han olvidado. (también se puede tener el texto en hojas).

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2. Celebración. a) El equipo animador debe de estar treinta minutos antes de comenzar la asamblea recibiendo a los invitados. b) Canto de inicio (A edificar la Iglesia – Alma Misionera). c) Saludo del párroco recordando la necesidad de una misión capaz de cambiarlo todo y el papel de la asamblea parroquial en la acción misionera de la parroquia. d) Lectio Divina. e) Desarrollo del tema. Proponemos el tema (la misión territorial nace de la Eucaristía o la Arquidiócesis de Cali, una red de casas eucarísticas). f) Presentación del equipo animador y el párroco del desarrollo de la misión permanente en la parroquia. Motivar a la evaluación de las visitas a las casas y las reuniones en la casa católica. g) Motivación a un nuevo visiteo intenso en las comunidades, revisión de posibles cambios de casas y reorganización de grupos de misión, presentación del manual con los temas para la casa católica. h) Presentar itinerario de reuniones para formación con el material de este subsidio, y la preparación a la venida del papa. i) Espacio de preguntas. j) Invocación a la santísima virgen María. k) Saludo y compartir.

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