Conoce un poco más de la Empresa de Dios para los Pobres
¿QUIÉNES SOMOS?
Somos una obra social de la Arquidiócesis de Cali, que trabaja desde hace 22 años en pro de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en la atención permanente de las personas en condición de vulnerabilidad, beneficiarias de organizaciones sociales que se vinculan para recibir el apoyo integral, a través del acceso de donaciones recibidas y recuperadas que han perdido su valor comercial pero que son aptas para el consumo, asis�endo sus necesidades nutricionales y aportando al mejoramiento de su calidad de vida, brindando también formación a sus líderes.
¿A QUIÉNES AYUDAMOS ?
on la creación del Centro Forma�vo para el Desarrollo Social -CEFODES-, una inicia�va propia en alianza con ins�tuciones de educación superior, se diseñó una oferta académica para formar sus líderes y
Ruta de las Donaciones
Recolección y TransporteRecolección y recepción de donaciones
Almacenamiento e Inventario Acopio de donaciones
gestores, teniendo en cuenta las necesidades de conocimiento de nuestras organizaciones sociales, con el fin de generar capacidades y contribuir al desarrollo y crecimiento de estas en�dades que impactan posi�vamente nuestro territorio.
Actualmente, tenemos vinculadas 320 fundaciones con atención de niños, adultos mayores, comedores comunitarios, centros de rehabilitación e ins�tuciones de salud, llegando a 63.570 personas en condición de vulnerabilidad ubicadas en municipios como Cali, Palmira, Dagua, Florida, Jamundí, La Cumbre, Candelaria, Pradera, Yumbo y en el Cauca, en Puerto Tejada, Caldono, Corinto y Guachené.
Contáctenos en: Teléfono: 315 226 50 70 Correo: donaciones@bancalimentos.org
Selección y Aprovechamiento Selección y clasificación de donaciones
Distribución y Despacho Entrega a beneficiarios
Nº 29 - 2023
Seminario Mayor San Pedro Apóstol
Cra. 122 No. 12 - 459 Vía Pance
Tels.: (602) 555 2053 - (602) 555 2061
Fax: (602) 555 2056 A.A. 26598 Cali - Colombia
RECTOR
Pbro. Johanny Núñez Quiceno
DIRECTOR DE LA REVISTA
Diác. César Augusto Ñáñez Galíndez EQUIPO
NUESTRA REVISTA
La revista Semayor en su vigésima novena edición está dedicada a “La Iglesia y los Jóvenes”. Dos eventos eclesiales motivaron esta decisión: uno de carácter universal, la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará este año en Lisboa, Portugal y el sínodo arquidiocesano de los jóvenes, propuesta de nuestra Iglesia local.
embargo, es necesario reconocer que también hay en las parroquias y en las diócesis, innumerables jóvenes decididos y arriesgados que se entregan en cuerpo y alma a la tarea de anunciar con alegría a Jesucristo el Viviente.
Al interior de la revista, en sus diferentes artículos, podrán encontrar desde la Exhortación Apostólica Christus Vivit del papa Francisco donde el sumo pontífice exhorta a reconocer en los jóvenes “el ahora de Dios”, hasta la práctica pastoral que busca motivarlos, involucrarlos y reconocerlos como motor esperanzador que dinamiza y a su vez reta a la Iglesia.
Cada uno de los artículos va plasmando el pensamiento y la iniciativa de la Iglesia que busca renovar su contacto y cercanía con los jóvenes, especialmente con aquellos que se hacen esquivos a los proyectos pastorales y de evangelización. Sin
Ya el documento de Aparecida en el numeral 443 dice que los jóvenes “en su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor les hace”, este reconocimiento de la Iglesia Latinoamericana sigue resonando en el corazón de todos los creyentes como una llamada urgente a darles el lugar merecido que los ayude a comprender que ellos también son Iglesia y que su participación y aporte, la renuevan y vigorizan.
El reto es hacerlo juntos, esto llevará a un crecimiento mutuo y hará posible reconocer las fallas. Nos une el deseo de agrandar el propio corazón con el gozo verdadero y aliviar el dolor del mundo por medio del servicio. Ambos tenemos que desempolvar la parálisis que nos ha dejado la desilusión promovida por la propia modernidad. Somos enviados a empezar un nuevo diálogo con los jóvenes, donde juntos podamos sumarnos al trabajo de Dios.
Equipo editor
LA IGLESIA Y LOS JÓVENES
todo para ustedes, por lo que la Iglesia acaba de alumbrar en su Concilio una luz, luz que alumbrará el porvenir”.
EDITORIAL Luis Fernando RodríguezVelásquez Arzobispo de Cali“Vive Cristo, esperanza nuestra… Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida… Él vive y te quiere vivo” (CV 1), así comienza el Papa Francisco la Exhortación Apostólica Christus vivit.
Así comienzo este escrito, el primero que comparto con los apreciados lectores de la Revista SEMAYOR, en su edición 29º, en mi calidad de arzobispo de Cali, lo cual agradezco de corazón.
La Iglesia, desde siempre, ha buscado estar cercana a los jóvenes. El concilio Vaticano II dirigió a ellos su último mensaje, presentando a Cristo, como “el gran viviente, el eternamente joven”. Les dirá también que “la Iglesia los mira con confianza y con amor” y que ellos son, finalmente, los destinatarios últimos de los trabajos del Concilio: “es para ustedes los jóvenes, sobre
Los Papas han tomado en serio este compromiso de acompañar a los jóvenes. La prueba está en las jornadas mundiales de la juventud que el Papa Juan Pablo II inauguró, y tanto el Papa Benedicto XVI como el Papa Francisco, las han continuado, sin olvidar el sínodo especialmente dedicado a ellos, y que se realizó en Roma en el 2018.
Todavía tenemos en la memoria la maravillosa imagen del encuentro del Papa con los jóvenes, durante su visita a Colombia en el 2017. Decía el Papa con vehemencia: “¡Jóvenes, sueñen, muévanse, arriesguen, miren la vida con una sonrisa nueva, vayan adelante, no tengan miedo!.. los jóvenes son la esperanza de Colombia y de la Iglesia; en su caminar y en sus pasos adivinamos los de Jesús, mensajero de la paz, Aquel que nos trae noticias buenas”.
Estas pocas referencias a pasajes del Magisterio de la Iglesia, me animan también a decir a los y las jóvenes del Valle del Cauca, que en ustedes, los mayores depositamos toda nuestra confianza. ¡Cómo se les ve en las calles, en las instituciones educativas, en los trabajos y emprendimientos,
pero también en el deporte y acciones de voluntariado, en las casas de formación, en la Iglesia y en los grupos y movimientos apostólicos, comprometidos con el presente y tratando de construir un futuro mejor!
La Iglesia cree y espera en los jóvenes, porque ella misma se siente joven. Es cierto que para muchos, a veces el rostro que ven de la Iglesia -y todos somos Iglesia- es el de un rostro envejecido por la forma como se expresa y la incapacidad de “dar razón de su esperanza”, cuando debe afrontar temas de frontera, no negociables, como la vida, la libertad y la familia. Muchos creen que porque la Iglesia no aprueba ni el aborto ni la eutanasia, o ratifica que el matrimonio sacramental nace por el consentimiento dado entre un hombre y una mujer, abiertos a la vida, es retrógrada y anticuada. Lo cual no es así. Ella es maestra de humanidad.
A los jóvenes de hoy les corresponde ser valientes para mostrar el rostro siempre antiguo y nuevo de la Iglesia, pueblo de Dios, cuya cabeza es Cristo, el siempre joven. En los jóvenes de hoy recae la gran tarea de ser los profetas de la esperanza. Hay futuro porque este está en las manos de Dios. Como arzobispo de Cali les digo que espero mucho de ustedes los jóvenes.
¿CÓMO QUIEREN VER LOS JÓVENES A LA IGLESIA: COMO MADRE O COMO MAESTRA?
A nuestra Iglesia, en algunas ocasiones le sucede lo mismo que a los padres de familia: buscan acompañar a los jóvenes en el proceso de construcción de identidad y del sentido de vida, sin ser conscientes que en determinadas circunstancias, ese mundo se torna difícil de entender; existen unos comportamientos, sentimientos, pensamientos y lenguaje que no siempre coinciden con los de aquellos que los acompañan, y, se puede correr el riesgo de terminar siendo acompañantes carentes de identidad y de convicciones claras (permisivos o intolerantes).
En este sentido, Pablo en su carta a Tito (2, 1-5), da algunas pautas para incidir positivamente en la vida de los jóvenes: a los ancianos los invita a ser modelos en la prudencia, sanos en la fe, en el amor y la perseverancia; a las ancianas a tener comportamientos propios de una vida piadosa, evitar el chisme y no ser esclavas del vino, sino maestras en el bien; es decir, da a entender que el mejor instrumento en la formación es el testimonio de vida en contextos tan humanos, que parecen divinos.
Por lo tanto, la Iglesia no puede hacer a un lado a los padres en su tarea formativa, a pesar de sus dificultades en este proceso, sino que, al contrario, debe animarlos y brindarles herramientas para continuar haciéndolo. La Iglesia debe ayudar a padres y personas encargadas en la formación de adolescentes y jóvenes, a volver a recuperar la confianza en sí mismos, aún, siendo conscientes de sus erro-
res y fallas en la construcción de sus propios sentidos de vida; ayudándoles a comprender que “lo que no se asume, no se redime”.
En efecto, esta forma de asumirnos con una historia nos pone en otra actitud frente a los errores cometidos, ya que son oportunidades de aprendizaje; es decir, da a entender que nada está construido ni tiene un manual; todo está por construirse, por hacerse; pero al igual que Pablo, tanto la Iglesia como los distintos actores formativos, deben volver a la construcción de un mundo renovado, recuperando el valor de la “palabra”.
Al respecto, Cury1 da a entender, que la formación de los hijos y de las nuevas generaciones dejó de
1 CURY, Augusto. Padres brillantes, maestros fascinantes (3a Ed.).
Planeta: Bogotá, 2014, p. 14.
volverse “palabra y testimonio” para terminar siendo conocimiento comprado; olvidando que la experiencia es la gran maestra. ¿Qué puede educar más que las palabras que salen de la misma experiencia de aquellos que son reconocidos como “referentes”?; aquellos que no son perfectos y que han cometido errores, tratando de hacer las cosas de la mejor manera; aquellos que han visto en sus errores y fallas, una oportunidad para mejorar y corregir; y que se vuelven al mismo tiempo TESTIMONIOS DE VIDA que caminan y acompañan, y que, sin imponerse como modelos para otros, son reconocidos como tal por los demás. Es posible encontrar personas que no aprendieron a hablar de sí mismas por miedo a exponerse, y viven encerradas en sus propios mundos. Hay realidades en donde padres e hijos viven distanciados, ya que cada uno vive en la realidad de su propio dolor, debido a que rara vez lloran
Sin embargo, los jóvenes de hoy están buscando referentes más humanos; es decir, personas que cometen errores, pero que no los ocultan bajo ciertas apariencias “institucionales” que distraen, y que no dejan ver sus miserias humanas. Los jóvenes buscan más una Iglesia que los acompaña y les enseña a vivir y a ver todo, como “bendición de Dios”; que tienen un compañero, o una madre, que más que mandar se preocupa por acompañar, orientar y a descubrir el valor de la creación: “Y vio Dios que todo era bueno” (Gn 1,10).
En definitiva, hoy la misma Iglesia debe enfrentar y asumir las muchas situaciones de crisis que vive y que se han encargado de desvirtuar el valor de su mensaje y su valor sacramental; pero mientras no sea capaz de asumirse con su historia, no podrá llevar a cabo su labor formativa. La Iglesia debe volver a mostrarse como madre
rencialidad. Cuando estamos tan aferrados a revivir costumbres e instituciones del pasado porque se piensa que “todo tiempo pasado fue mejor”, nos negamos a la posibilidad de ver la bondad y la gracia que el hoy, nos trata de mostrar.
Esto nos puede ayudar a pensar que, si queremos innovar y ser creativos en la formación del joven de hoy, necesitamos estar más cerca de ellos; acompañar y caminar con quien queremos formar. Dando a entender que, quien se coloca en la tarea de formador, debe tener una gran conciencia de sí mismo, de lo que es, de lo que quiere y hacia dónde va (ser una persona con convicciones), pero al mismo tiempo debe tener conciencia de que su labor educativa se ejerce sobre seres humanos, es decir, obras de Dios, que son puestas en sus manos; no para hacer lo que quiera con ellas, sino para conducirlas hacia donde Dios quiere: somos
“ La apertura de la Iglesia en los jóvenes del
dicción, pero sí tenemos la posibilidad de intervenir en los procesos y ofrecer una vida mejor a nuestros jóvenes, una vida nueva. “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5) Cristo siempre nos espera con brazos abiertos, a través de la Iglesia, dispuesta a acoger a sus hijos y abrazarlos en misericordia, con propósitos de recomenzar. Nos abre caminos de gracia con promesas de vida nueva y en abundancia, que, solamente podemos percibir con ojos de fe y consecuentemente, con total confianza.
Debemos admitir que, estamos viviendo tiempos difíciles, en los que la cultura global, el alto consumismo y aquella búsqueda ineludible de ser socialmente “aceptado” juegan un papel bastante importante en la vida de los jóvenes de la nueva era.
Al respecto, los comportamientos y actitudes de muchos jóvenes son fruto de la globalización, de los medios de comunicación masiva y de la pérdida de valores morales y espirituales. ¿Pero, es todo eso un motivo de desesperanza? Recordemos que, como cristianos, nuestra esperanza está puesta en Dios. En este sentido, la Iglesia católica, como institución religiosa universal, tiene la misión de transmitir la fe a cada creyente, a través de espacios de encuentro con Dios y a la vez de actividades dinámicas y atrayentes a la atención de los jóvenes, en las cuales los mismos se sientan identificados y realmente llenos de gozo, con el objeto de que la Iglesia sea un verdadero hogar, en el total sentido de la palabra, donde el hijo pueda tener aquel encuentro cálido con su Padre.
Sabemos que, como sociedad, no estamos exentos a las múltiples ofertas de delincuencia o de droga-
La Iglesia ha sido y continúa siendo una institución en la cual los jóvenes pueden hallar el sentido de sus vidas, porque Cristo es la vida misma, Cristo es y será siempre la razón de ser. Pero, todo ello debe vivirse a través de la experiencia. Entonces, la tarea primera de la Iglesia debe centrarse en promover experiencias espirituales para los jóvenes, por medio de oportunidades que conduzcan a la conversión. Estas experiencias pueden ser:
-Un llamado a prestar servicios: puede darse en asilos o en hospitales, donde los jóvenes puedan ver el valor del servicio y comprender que, para ver a Jesús, solo es necesario mirar a los demás. Y muchas otras actividades que favorezcan el crecimiento espiritual de los jóvenes. “Vete a vender lo que tienes, dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza; luego, ven y sígueme” (Mc 10, 17.21). Ese es el llamado de nuestro Dios amado, donde nos invita a deshacernos de nosotros mismos y de lo superfluo para poder comenzar una vida nueva y en abundancia, como lo promete. Queda en cada uno de nosotros, acatar ese llamado de amor. La Iglesia es una familia y una familia acoge, y para que siga dando frutos debemos vivir en comunidad el Evangelio, sin ello, todo sería vano.
siglo XXI ”Nerella Monserratt Sosa Barrios Docente en Paraguay
JÓVENES INFLUENCERS DE LA FE
cristiana, es poder evangelizar estos medios y no satanizarlos como se suele comentar.
La Iglesia siempre ha tenido un lugar privilegiado de acogida para los jóvenes, por tal motivo, sabe hacer kénosis (abajarse) con ellos, para entender su historia y todo lo relacionada con ella, y así actuar en consecuencia con el sentir del joven.
De entrada, las redes sociales pueden ser mal vistas, desconociéndose que estas nos brindan comunicación, tanto a nivel personal como profesional, ya que se han convertido en una gran fuente de información y nos permiten conectar con amigos, familiares y personas con intereses en común.
Sin embargo, no se puede negar que una red social mal administrada puede causar muchos daños en la persona humana; por consiguiente, lo que debemos hacer, desde una mirada
Cuando un joven decide ser influencer quizá la primera objeción está en casa, debido a que los padres, con muy buena voluntad, desean que sus hijos sean profesionales y no contemplan que también se puede llegar a triunfar en la vida sin ser médico o ingeniero, sino aprovechando los nuevos escenarios que nos presenta el mundo de hoy.
Cuando decidí ser influencer en la FE, hubo muchos comentarios a favor, no obstante, tampoco se hicieron esperar los comentarios negativos acerca de esta determinación, manifestándome que no estaba bien ser influencer, que pronto me verían como el padre Linero y terminaría dejando mi sacerdocio… sin embargo, la realidad ha sido otra. A través de las redes sociales he podido evangelizar a muchos jóvenes que no le encuentran sentido a su existencia e incluso a aquellos que están desorientados en el ámbito espiritual y me consultan porque ven un referente de fe en mí.
El ser humano siempre está en búsqueda de entretenimiento y por ello,
me dije: ¿por qué no hacer contenido espiritual en las redes e influenciar de manera positiva en este medio? Al fin y al cabo, yo represento al gran influencer que ha tenido y tendrá la historia de la humanidad que es Nuestro Señor Jesucristo, quien con su enseñanza dividió la historia en dos y que, incluso, sigue influenciando la vida de las personas que desean, en libertad, acogerlo.
Por esto, hoy hago uso de sus palabras para decirte a ti, querido lector, que NO TENGAS MIEDO... Atrévete a ser diferente. Él lo fue y logró trascender. No te limites, ama y obra en consecuencia a tu conciencia e influye de manera positiva en la vida de las demás personas. Solo recuerda… TODO CON DIOS, NADA SIN DIOS.
CATEQUESIS JOVEN PARA JÓVENES DEL SIGLO XXI
A menudo los catequistas de las comunidades parroquiales y movimientos se ven enfrentados a desarrollar proceso de catequesis con el mundo juvenil que está en sus comunidades e inmediatamente se empiezan a replicar pedagogías, metodologías, y procesos que vienen del éxito que se tuvo con los niños o de los buenos resultados que se tuvieron con los adultos. Y es que pensar en una catequesis para los jóvenes se convierte en un reto que muy pocos quieren enfrentar por los desafíos que esto supone.
El tiempo de la juventud no es un espacio para posponer o una etapa etérea, o un estadio que aun no tiene protagonismo en la esfera personal, sociopolítica, económica o cultural de una determinada población, los jóvenes no son el pasado, ni el futuro de una sociedad, ellos están emergiendo con sus propias realidades en el presente de un mundo que les exige callar o gritar, pero nunca estar estáticos.
“La juventud (que ya tenía como problema el hecho de que nadie quería trabajar por ella) ahora sufre porque los pocos que quieren hacerlo, no quieren reconocer que antes de mensajes, textos y fundamentos, se necesita una nueva lectura de la juventud. Una que se centre en recuperar la naturaleza potenciadora de cambios sociales, una que saque
de lo profundo del sinsentido egoísta de la vida y les ponga como reto una vida al servicio”1 .
En este sentido, la catequesis para jóvenes debe atender a un proyecto formativo, que une la preparación litúrgica, espiritual, doctrinal y moral y que estará centrada en dos grandes ejes: uno es la profundización del kerygma, la experiencia fundante del encuentro con Dios a través de Cristo muerto y resucitado. El otro es el crecimiento en el amor fraterno, en la vida comunitaria, en el servicio. La catequesis presentará entonces el anuncio de la Pascua de Jesús, verdadera juventud del mundo, como un núcleo de significado alrededor
del cual se construye la respuesta vocacional. La dimensión vocacional de la catequesis juvenil pide que se desarrollen cursos de formación en referencia a las experiencias de vida. Digno de apreciar es que muchas veces el camino de la fe de los jóvenes también está facilitado por pertenecer a una asociación o a un movimiento eclesial. De hecho, la dinámica del grupo, permite que la catequesis permanezca íntimamente conectada con la experiencia concreta.
Ahora bien, la catequesis debe salir de la comodidad del templo, del salón parroquial, para ir en búsqueda de los ambientes donde están los jóvenes, esta catequesis debe ser una catequesis iniciadora en la fe, no podemos dar por sentado que creen, aman y siguen a Jesús, debemos inspirarnos en el proceso catecumenal y llevar al neodiscípulo a tener una vida comunitaria eclesial activa.
El mismo Directorio para la Catequesis 2020 nos anima a que exploremos, además de los itinerarios catequísticos orgánicos y estructurados, la catequesis realizada de forma ocasional en los ambientes de la vida de los jóvenes: escuelas, universidades, asociaciones culturales y recreativas (cf. DGC 253).
Después de una buena catequesis para los jóvenes, se abren caminos de misión que los atraen, por eso hay que valorar la contribución, creativa y corresponsable, que los jóvenes dan a la catequesis. El servicio catequístico que prestan a los niños es un apoyo para su propio crecimiento de fe (cf. DGC 254).
De esta manera, una catequesis para los jóvenes debe ayudar a dinamizar sus procesos personales, familiares, comunitarios, sociales; debe, la catequesis, ayudar a resolver los interrogantes profundos que el joven se está planteando hoy.
EL LLAMADO A LA SANTIDAD PARA UN MUNDO MEJOR
Daniel RiveraHablar de la santidad muchas veces se entiende como hablar de hombres y mujeres con vidas intachables, perfectas, totalmente alejados de la realidad en la que viven; sin embargo, debemos tener presente que la santidad es un llamado que nos hace el buen Dios a cada uno de nosotros, hombres y mujeres, como una propuesta para todos y no solo para unos cuantos, ya que este es el proyecto de Dios para que seamos felices y libres de toda esclavitud que nos encierra y no nos deja ver la realidad auténticamente.
Los jóvenes de hoy tienen que vivir una vida más intensa, con toma de decisiones que son interpeladas por la realidad en la que vivimos. Dios mismo “nos quiere santos y no espera que nos contentemos con una existencia mediocre, aguda, inconsistente”, dice el papa Francisco. Esto quiere decir que debemos acercarnos más a la persona humana de Jesús, pero eso sí, siempre con una alegría sincera y de comunión con los demás, porque eso nos hace en verdad jóvenes al estilo de Jesús, siempre humildes y entregados al servicio de la comunidad a la cual, con nuestro testimonio de vida, debemos evangelizar con amor y sencillez.
Para los jóvenes es muy importante el acompañamiento de sus familias, ya que el mundo de hoy los absorbe en una sociedad del consumismo y caen como presa fácil en situaciones tales como el desenfreno, el alcohol,
las drogas y un sinnúmero de problemas que solo hacen daño. San Juan Bosco escribía: “no hay malos jóvenes, sino jóvenes mal orientados” y necesitamos una juventud más libre, sin miedos ni incertidumbres, para que puedan ser luz en el mundo de hoy. Los jóvenes están llamados a ser sal en la tierra para ayudar, asimismo, a otros jóvenes a hacer algo grande y a cambiar el mundo en el que vivimos; esto significa ser santos, ser santos en un entorno que vive abandonado por la sociedad, ser santos para poder salvar a tantos jóvenes que se pierden en la cultura del consumo que les arrebata la auténtica felicidad.
Pero, esa felicidad se debe notar, la juventud debe estar orientada por su fe en Cristo Jesús. La caridad y la vida de los jóvenes son esas luces que iluminan nuestro caminar y como ejemplo de ello tenemos a aquellos jóvenes que llegaron a los
“Alegría, estudio y piedad: es el mejor programa para hacerte feliz y que más beneficiará tu alma”
San Juan BoscoSeminarista Arquidiócesis de Cali
altares con su testimonio de vida y entrega a los demás, sin embargo, también hay jóvenes que incluso con su vida diaria, con sus dificultades y caídas, agradan a Dios. En consecuencia, lo importante es ser santos, no ser declarados como tales. “Los santos canonizados representan la fachada de una iglesia; pero la Iglesia contiene muchos tesoros preciosos en su interior que, sin embargo, permanecen invisibles”1.
Aunque la santidad es un llamado a ser felices y a vivir en comunión con los demás en medio del mundo, esta también es una misión que evangeliza, que no se esconde en los rincones aislados de la tierra, sino que abraza a todos los hombres y mujeres que buscan este estilo de vida como un modelo para hallar la felicidad desde las cosas cotidianas de la vida, como estudiar, salir y divertirse con amigos sanamente, conversar y hacer las cosas de manera que irradien amor.
MARÍA DE NAZARET, UNA JOVEN EN CAMINO... ¡ CON DIOS !
“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (Lc 1, 39)
tificar tres elementos que pueden ayudarnos a cada uno de nosotros, también a los jóvenes, a revivir su forma de ser y de servir:
Hna. Roberta Tremarelli Secretaria General Obra Pontificia de la Infancia MisioneraPuede parecer un contraste, pero la primera imagen de María presentada en los evangelios es la de una mujer en su casa. Sin embargo, no se siente confinada entre cuatro paredes. En esta casa su corazón se abrió a la sorprendente novedad de Dios. Así, el encuentro con el ángel Gabriel hizo realidad la Palabra de Dios en su vida sencilla, cotidiana y doméstica. Dios entra en su vida como novedad absoluta e inquietante.
María camina, sale de casa, quizá mucho más que las mujeres de su tiempo. Basta pensar en los viajes llenos de aventuras desde Nazaret a Ain Karim, a Belén, a Jerusalén. Pero este recorrido suyo por las vías de Palestina está precedido y acompañado de una actitud interior aún más intensa. ¡Toda su vida es un camino!
Con referencia al versículo Lc 1,39, siguiendo el anuncio y el “aquí estoy” de María, podemos iden -
• De Dios, con Dios, para llevar a Dios: María es una joven de Nazaret que, según la tradición judía, camina con Dios, va por caminos rectos y tortuosos, por caminos y senderos, atravesando valles y montañas. El sí de María a la anunciación se produce en privado, pero los efectos se ven inmediatamente en el exterior. Todo nace de la confianza y de la fe de María en Dios. Desde la encarnación del Hijo de Dios en ella, María se mueve en la tierra de Israel y vive en relación con Dios.
• Peregrinación: el camino que parte de Dios es siempre ocasión de una profunda reestructuración o, mejor aún, de un sorprendente descubrimiento de sí mismo y de la llamada de Dios. La peregrinación es una metáfora de la vida: salimos de casa, nos ponemos en marcha, a menudo con renuncias y esfuerzos, pero caminamos con alegría y orgullo porque sabemos que al final hay alguien esperándonos.
• Con prontitud: María responde a Dios con decisión y convicción y no se encierra en sí misma para reflexionar sobre la propuesta de Dios a la que ha respondido, no le preocupan demasiado las consecuencias, sino que la prioridad en ella es la alegría de ser amada y elegida por Dios. Y ella no se enorgullece de esto, al contrario, se alegra de que su prima también haya recibido un
regalo precioso de Dios, comprende la necesidad de compartir este momento de alegría para ambas y prontamente decide partir, seguir el camino abierto por Dios en su vida, en sus vidas. La prisa a la que se refiere el versículo evangélico no es algo superficial o temerario, no se refiere a “vivir con prisas”, sino que pone de manifiesto la seriedad de la idea y el deseo de María. Es una prisa escatológica. María no recibió un aviso del arcángel Gabriel para ir. Fue una elección personal libre. María no se permite lentitud ni retrasos, y como dice el Papa Francisco: María no es de las que necesitan
un buen sofá para estar cómoda y segura, para sentirse bien. ¡No es una joven de sofá!
Teniendo clara la meta en la mente y el corazón, organizó su viaje, su camino, su servicio con resolución y perseverancia. Y con ella comienza el camino de la Palabra, del Dios encarnado. Comienza la evangelización, gracias a su coraje y perseverancia.
Y con María podemos decir también: ¡Señor, te he encontrado, caminemos juntos!
ACOGER LAS DIFERENCIAS, APERTURA A LOS DEMÁS
Se entiende que la sociedad ha evolucionado en las últimas décadas de manera vertiginosa en la cultura y en el conocimiento y, por ello, demanda nuevos planteamientos y desafíos de comprensión éticos, legales y sociales. Los modos de relación humana, nuestra corporeidad, nuestros impulsos y emociones pasan hoy por el crisol de la interpretación del conocimiento científico y del desarrollo tecnológico, sin olvidar el carácter biológico, psicológico y antropológico que delinean la manera de existir humana. También es cierto, los contrastes de ciertos discursos contemporáneos que ponen en duda los valores humanos, religiosos, sociales y culturales. Se examina hoy con mayor frecuencia aquellos pensamientos y acciones traducibles del medio cultural de los jóvenes que nos interpelan y nos hacen pensar y reflexionar de manera diferentes.
A decir verdad, nos enfrentamos a sistemas ideológicos y de pensamiento que enfatizan el carácter de una alteridad cultural que interroga nuestro propio ser y el de los demás. Esto significa el preguntarnos para indagar quién tiene la verdad: ¡ellos o yo! Es decir, es el nivel de la reflexión ética de una racionalidad del orden de la complejidad, de la pluralidad y de la autonomía que sitúa a cada persona en la alteridad de la confrontación de los comportamientos, de los hechos, de los deseos, de los placeres, de las sensibilidades, de la sexualidad, de las normas, de los principios, etc. Aspectos todos, que están en íntima relación con la construcción de cada ser humano, lo que hoy denominamos con facilidad el derecho al libre desarrollo de la personalidad.
En el momento de la sociedad actual, con énfasis se alecciona sobre el respeto a la ideología de género y a la manera de reconocernos en un mundo plural y cambiante. Es importante de inicio, registrar que cuando hablamos de ideología ya entramos en el poder mismo que ella contiene, su carácter imperativo y obligante de exponer por sí misma un contenido de veracidad. La cuestión es, como afirma Freire, la ideología tiene que ver directamente con el encubrimiento de la verdad de
los hechos, con el uso del lenguaje para ofuscar u opacar la realidad al mismo tiempo que nos vuelve miopes1. En este sentido, un acto de pedagogía de la autonomía consiste en examinar las diferencias, los multiculturalismos y la visión compleja de la realidad que nos capacita para vivir en la diferencia y no en la mismidad, en el reconocimiento de la pluralidad de acuerdo con los límites y las estrechas visiones de la vida humana. El Evangelio nos capacita para desinstalarnos de nuestros pequeños mundos, de nuestros entornos limitantes, de nuestras burbujas, en apertura siempre a la libertad, a la autonomía y a la responsabilidad.
La ideología de género enmarca una visión fragmentaria de la persona. Otorga un nuevo valor a la sexualidad en el medio cultural, una conciencia individual o personal de ser hombre o mujer2. Este pensamiento ideológi-
1 FREIRE, Paulo. Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios para la práctica educativa. Paz e Terra SA: Sao Paulo, 2004, p. 57.
2 SIMÓN VÁSQUEZ, Carlos (Dir): Nuevo diccionario de bioética. 2ª Edición. Monte Carmelo: Burgos, 2012. p. 482.
co ha sido expuesto principalmente por el feminismo y por los movimientos de liberación sexual, ignorando la antropología subyacente de la persona, su dignidad, su trascendencia, su condición natural y su realidad; además anula la dimensión sexual del ser humano y su complementariedad, favoreciendo la deconstrucción de la familia, de la sexualidad y de la vida. Hoy se plantean desafíos importantes para indagar sobre la equivocidad del término género3, para recuperar el concepto jurídico de sexo y plantear la realidad del lenguaje.
Claro está que merece toda atención este movimiento, como proceso de reconocimiento individual y colectivo de las personas, en particular, registrar el valor de los testimonios de vida de muchos por las experiencias de dolor, de violación, de lucha, de desigualdad, de violencia, y otros; también la oportunidad de liberar la palabra en los procesos de resiliencia llevados a cabo por las situaciones traumáticas de historias nos significativas de las personas. Asimismo, en el dominio de la sexualidad, el trabajo de relativización de ciertos estereotipos asignados socialmente en la participación colectiva que producen desigualdad y exclusión. Sin embargo, para los cristianos el reto es mayor, pues se trata del reconocimiento personal de la sexualidad en un discernimiento de cara al llamado del Evangelio y que es signo vivo de la presencia de Cristo y de su Espíritu que reconoce la singularidad de cada uno para escuchar, sanar y transformar. Camino de apertura y provocación para sondear lo más profundo de nosotros mismos, pues es tomar en cuenta
3 RODRIGUEZ MAGDA, Rosa María (coord.). El sexo en disputa. De la necesaria recuperación jurídica de un concepto. Centro de estudios políticos y constitucionales: Madrid, 2021.
lo real sin camuflarlo. Es, al mismo tiempo, apertura a los demás en un camino de autenticidad para contrarrestar la usurpación del poder social y de las contradicciones de crear lo simbólico4. La debilidad de la carne es lo que desplegará el don de Dios5, en este sentido, será siem pre un discernimiento de reconocer la finitud humana para transformar con la fuerza del Espíritu mi historia real en una historia significativa y llena de sentido.
Es importante reconocer que más allá de lo que estamos entendien do por género, es necesario com prender lo complejo del ser huma no, su dignidad y sus mediaciones, como también ser conscientes del nivel de incertidumbre que nos pone de frente la opacidad ideo logía para sondear a profundidad la realidad misma que nos conce de la naturaleza y el don de Dios. Sabemos que el cuerpo humano es asentado como el fundamento de toda comunicación y por nues tro cuerpo nos hacemos presentes unos a otros, nos visibilizamos y nos reconocemos en nuestras dife rencias y riqueza pluridimensional, hecho que reclama en toda perso na desde su muy temprana edad, la exigencia ética de la diferenciación y de la distinción en el dinamismo específico de la naturaleza. Es es crutar lo más preciado que hay en nosotros mismos y lo identitario que existe en los demás, desde la libertad y la autonomía, en un tra bajo constante y complejo de inter pretación y significación.
4 LACROIX, Xavier. De chair et de parole. Fonder la famille. Bayard: Paris, 2006, pp. 37-43.
5 LACROIX, Xavier. Le corps de chair. Les dimensions éthique, esthétique et spirituelle de l´amour. Les éditions du Cerf: Paris, 2002, p. 217.
Este es el grito ensordecedor que resuena en los diversos rincones de la ciudad que tiene la maravillosa oportunidad de albergar el encuentro de jóvenes más grande del mundo. Y no me equivoco en decir que es el más grande evento juvenil, pues esta jornada alberga a los más diversos y unidos jóvenes del mundo entero. Millares unidos paradójicamente no por un cantante famoso, o un influencer o un evento musical como el Tomorrowland de Bélgica; sino que se reúnen en torno a la figura de un anciano, que dice llamarse el abuelo de los jóvenes del mundo: el Papa.
Recuerdo la primera vez que vimos en la JMJ al Papa, en ese entonces, Benedicto XVI, un hombre frágil, sonriendo tímidamente y en una urna de cristal. Fernando, un joven peregrino que iba conmigo hizo la pregunta que llenó de sentido para mí ese encuentro: ¿es en serio que hemos venido desde Colombia a ver a ese viejito? ¿Qué es lo que tiene, que todos gritan que son sus jóvenes?
Y es que las dos JMJ que, por gracia de Dios, he podido vivir han sido una experiencia mágica, que fortalece la fe y devuelve la esperanza. Y es que ¡es verdad! Es una paradoja ver cómo jóvenes de los más distintos, que ni me hubiera imaginado que existieran, con los peinados más
¡Esta es la juventud del papa!
raros y los vestidos más sui géneris se unen para alegrar con sus cantos, el Metro de Madrid o el Metro de Río. O cómo con sus expresiones de teatro y arte hacen de estas ciudades museos enormes del más diverso, colorido y creativo arte religioso.
Todo tuvo sentido, luego de “organizar” y estar al frente de una delegación improvisada de cuarenta jóvenes universitarios, que pagábamos las copias vendiendo emparedados en la “U” y que emprendimos la locura de ir a la JMJ RÍO 2013, sin una moneda en el bolsillo y pidiéndole prestada la tarjeta de crédito a la mamá para comprar los tiquetes, y luego mirar qué hacer. Lo confieso ¡nunca había vendido y confeccionado tantos rosarios y camisetas! Porque muchos de los muchachos que se unieron a la delegación ni pasaporte tenían, muchos nunca habían salido siquiera de la ciudad. ¡Qué travesía! ¡Qué generoso fue Dios y la Iglesia!
Estando en Río de Janeiro sucedió algo particular, en las mañanas de la JMJ se promueve que los peregrinos se reúnan por idiomas a escuchar catequesis de obispos, curitas y monjitas. Estando yo sentado, escuchado a una monjita cantando, le dije a uno de los que estaba ahí al lado: “Nee, camine para calle, la monjita la buscamos por YouTube, ¡vamos que afuera hay dos millones de jóvenes que están expresando la fe y sus culturas de mil formas distintas! Vamos que la JMJ es en las calles”. Y la verdad, hoy no me arrepiento de ello. Fue poder ver cómo jóvenes con los mismos gustos, problemas y esperanzas míos, pero también jóvenes de iglesias que uno nunca había escuchado mentar, estaban por ahí unidos en la oración, la canción y la fe.
Una JMJ para mí es como el “Mundial de Fútbol” de los jóvenes católicos y así nos lo hizo sentir el Papa Francisco en su primera Jornada, cuando en la vigilia en la monumental playa de Copacabana nos narró literalmente un partido de fútbol. Como si estuviera dirigiendo la selección de fútbol católica más grande del mundo.
Si crees que a la JMJ se va a descansar ¡ni lo pienses! No se duerme y menos, si tiene que acampar con los jóvenes músicos, especialmente los catecúmenos, ¡que energía y que aguante!, el canto de los Salmos, la danza y los anuncios del Kerigma, se escuchan en
todos los rincones de las jornadas, los mismos cantos en todos los idiomas de los jóvenes representados, es una locura total. Ellos y unos jóvenes mexicanos nos llenaron de ánimo en las peores circunstancias, como lo fue la tormenta que nos cayó en Madrid 2011, cuando hasta el escenario del Papa se caía por lo recio del viento y la lluvia. Todos resistimos y más cuando vimos al anciano Papa, que no se quiso retirar mientras escampaba, sino que se quedó ahí, se mojó con nosotros; eso para mí fue un testimonio poderoso de lo valiosos que son los jóvenes para la Iglesia. Al otro día, ya con un sol inclemente, el Papa nos saludó diciéndonos que había pensado en nosotros toda la noche por la fuerza de la tormenta.
Sin duda, la JMJ se convierte en un aliento para la fe de cualquier joven o cristiano. Dirán ustedes: “el diácono se fue solo al alborote y no rezó nada”. No señores, aquí está la última experiencia: estábamos en la playa de Río de Janeiro millares de jóvenes, todos sintonizando con la radio la vigilia del Papa, para poder oír la traducción en su propio idioma. Y una peregrina que iba conmigo, se encontró a una amiga que vivía en otro país, y empezó a gritar su nombre. Todos la miraron y un joven se le acercó y le dijo: “Amiga, mira la pantalla, el Papa está rezando y nosotros con él”, estábamos en la
adoración eucarística de la vigilia. El silencio era angelical. Éramos tres millones de jóvenes, viendo a Jesús y de rodillas en la arena de la playa, un silencio reverente que desde el 2013 no escucho en ninguna parte u oratorio. Era la energía de esos tres millones de almas alegres y esperanzadas, invadida de amor y adoración ante el Rey y guiados por el Papa como padre, maestro y amigo de los jóvenes.
Podría llenar toda la revista de las miles de experiencias que he vivido en las dos JMJ que he podido experimentar, pero no se puede. Además, una JMJ es como el carnaval de Barranquilla: “Quien lo vive, es quien lo goza”. Por eso, el sentido de este breve y disperso testimonio es animarlos a vivir la JMJ Lisboa 2023, ya desde aquí o si te animas, en vivo y en directo. Una experiencia que tiene tres grandes enseñanzas para mí: Uno, no creo solo. Como yo hay miles de jóvenes con historias similares a mí que creen lo mismo que yo. Dos, la unidad en la diversidad y, por último, la Iglesia es joven y por eso el grito de “esta es la juventud del papa”, es un grito de esperanza para toda la Iglesia. Nos vemos en Lisboa, con la ayuda de Dios. ¡Ahorrar y orar!
Posdata: ¡No hay fotos! No tenía el mejor perfil en ese tiempo. Dejemos que todo quede en el corazón.
JUVENTUD, UNIDAD Y MISIÓN
El fin de semana un amigo de mi comunidad preguntaba pero ¿qué es lo que nos hace diferentes a los otros grupos eclesiales? ¿Por qué habiendo ya comunidades tan sólidas en la Iglesia siguen saliendo más movimientos o grupos juveniles? ¿Por qué simplemente no traemos algo que ya está y nos ahorramos este camino? Y ahí la respuesta de una de nuestras acompañantes fue “en Colombia todos preparan fríjoles, pero la manera de prepararlos es diferente de acuerdo con la región, la tradición o simplemente la familia” y creo que justa-
mente en eso está la riqueza, porque cada preparación le agrega un sabor diferente y le da a las personas la posibilidad de vivir de muchas maneras una misma experiencia.
Escuchando su respuesta pensaba entonces, ¿cuál es ese plato que nosotros como jóvenes católicos estamos llamados a entregarle al mundo? y la respuesta es sencilla, estamos llamados a evidenciar con nuestra vida, nuestra misión y unidad que JESÚS ESTÁ VIVO y ese es el plato principal de nuestra carta.
No obstante, compartir esta verdad que está tan clara en nuestros corazones es todo un reto, hablar de un Dios vivo en un mundo lleno de muerte, de dolor, de sufrimiento, de desesperanza y de sinsentido.
Se vuelve entonces un gran desafío mostrar que su Palabra responde a la juventud de hoy, que no ha expira-
do, que tiene todos los ingredientes que necesitamos para crear nuestra mejor carta es sin duda el motor de los movimientos de nuestra Iglesia.
La palabra movimiento entre muchas otras definiciones, significa alteración, inquietud o conmoción, y creo que eso define muy bien a lo que estamos llamados los movimientos juveniles, estamos llamados, como dice el Papa, a “hacer lío”, a conmocionar, a generar inquietudes que cambien la vida y en especial a alterar el mundo en el que vivimos, ese mundo que nos quiere hacer creer que nuestro Dios no logró la victoria, que es una idea, una construcción de seres humanos débiles que no pueden con su propia vida o, peor aún, que es una energía difusa que podemos manejar a nuestro antojo.
Viendo este panorama ¿cómo podemos entonces cumplir con esta misión que parece que nos supera?
Siendo dóciles al Espíritu Santo. Ese que se ha encargado de regalarnos muchas recetas para entregar un mismo plato, para responder al corazón de tantos jóvenes que necesitan encontrar confianza, sentido, sanación y amor. Dios nos llama por nuestro nombre, nos llama en lo más íntimo y nos conoce tanto, que sabe que no todos los ingredientes nos gustarán en la misma medida, que el picante será para algunos y el dulce para otros, que el caldo será preciso para mí, pero los cocidos serán mejores para ti, que el calor que enciende tocará a muchos, pero que el frío que calma convencerá a otros.
Así, “hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos” (1Co 12, 4-6) y esa es la riqueza de los grupos y movimientos de nuestra Iglesia, diferen-
tes recetas que llenan la cocina de nuevos ingredientes, que proponen fusiones, formas nuevas de hacer las cosas y, en especial, que regalan la oportunidad de tener una cocina
llena de posibilidades para lograr un restaurante lleno y unos comensales satisfechos porque al final recibirán el mejor plato, la certeza de que DIOS ESTÁ VIVO.
PARTICIPACIÓN DE LOS JÓVENES EN LA IGLESIA ARQUIDIOCESANA
Los jóvenes son la sal del mundo y la luz de la tierra y la Iglesia necesita de su participación para mantenerse viva y actual, por eso es importante encaminar a nuestros jóvenes en la vida activa de la Iglesia.
Desde enero de 2022 venimos trabajando después de la pandemia en una cuota para renovar la coordinación del equipo de la pastoral, retomando los lineamientos del trabajo pastoral juvenil en Cali, en comunión con el Plan Pastoral de la arquidiócesis de Cali,
acogiendo los procesos de sinodalidad, cultivando un discipulado misionero de iniciación cristiana en los jóvenes, la solidaridad, la importancia de las obras de misericordia en la práctica de la fe, responsabilidad, el valor de los mandamientos de la ley de Dios para recuperar el sentido profundo del respeto a las normas en los jóvenes, para descubrir nuestra vocación de servidores y discípulos con una espiritualidad sacramental que se haga vida, confirmando la fe en Cristo y su Iglesia.
Identificando y visitando a los grupos parroquiales y carismas existentes, convocándolos al trabajo en unidad con los pastores de su Iglesia, creando así un acompañamiento espiritual y sacramental de las reuniones-retiros virtuales y presenciales de los jóvenes en sus diferentes espacios y actividades, realizando encuentros de oración
y adoración eucarística de todos los carismas para promover el intercambio y conocimiento de los grupos existentes en la arquidiócesis. Promoviendo la confirmación de la fe a través de catequesis y testimonios experienciales. En este año los eventos más importantes que hemos tenido nos han llevado a fomentar el amor a la Iglesia, inculcando en nuestros jóvenes el amor por las cosas de Dios, por la Iglesia y por las actividades que los lleven a Dios. Como respuesta urgente a sus necesidades realizamos un Congreso para jóvenes para dar herramientas para la sanación de la depresión y cómo tratar la problemática del suicidio en jóvenes, realizado y liderado por la pastoral juvenil en la parroquia El Templete.
Abriendo espacios en la delegación arzobispal de la pastoral para escuchar, atender en consejería y di-
rección espiritual a los jóvenes más necesitados con problemática de adicciones y falta de sentido a la vida.
El evento “Cielo Abierto”, liderado en cinco parroquias de la ciudad y un gran encuentro en el velódromo para promover la importancia de la vida sacramental frecuente, participación diaria de la santa misa, confesión frecuente, adoración eucarística para la sanación y liberación de la persona. Además, se ha creado la red de pastoral ju-
venil en conjunto con la pastoral educativa, colegios, universidades católicas para fortalecer la fe en los jóvenes, construyendo una cultura espiritual para ellos con espacios de encuentro, dando respuesta a los interrogantes actuales de los jóvenes, fortaleciendo la escuela de liderazgo Eliac para edificación de los líderes juveniles parroquiales, dando respuesta al apoyo de las misiones territoriales en las diferentes parroquias donde existen grupos juveniles, para finalizar
creando materiales para las parroquias en los tiempos fuertes y meses especiales, que fortalezcan la iniciación cristiana con los encuentros mensuales de la misa juvenil en las diferentes zonas de la ciudad, teniendo en cuenta los espacios, horarios y lugares adecuados donde tengan momentos para vivir en comunidad y hacer Iglesia en un ambiente espiritual para que, rodeados por otros jóvenes, sientan el llamado de Dios para la construcción de su Reino.
EL JOVEN DE NAZARET ¿POR QUÉ VALE LA PENA SEGUIRLO?
El evangelio de san Marcos narra que el Señor Jesús al iniciar su vida pública, se retira a un monte para orar y llama a Doce para que estén junto con Él (cf. Mc 3, 13-14). No obstante, algunas veces nos hemos hecho la imagen de que Jesús era una persona mayor, sin embargo, su edad oscilaba entre los 30 y 35 años, podríamos decir que era un adulto joven que, al comenzar su vida pública, llama además a otros jóvenes para que lo acompañen en su camino: sus discípulos. El más joven de todos quizá Juan, quien no tendría más de 18 años cuando el Señor lo llamó a hacer parte del grupo de los apóstoles.
Este marco de la juventud de Cristo y del grupo de sus apóstoles, nos debe llevar a pensar que en el seguimiento de Jesús la edad no es un obstáculo. En el Antiguo Testamento encontramos algunos ejemplos de ello: Samuel era apenas un joven cuando escuchó la llamada de Dios en el santuario y guiado por Elí res-
pondió: “¡Habla Señor, que tu siervo escucha!” (1S 3,10b). También David era el más joven de los hijos de Jesé, y pese a ello, es llamado por Dios y consagrado como rey de Israel (1S 16, 1-13). El mismo Jeremías, profeta de Israel, ante la llamada que Yahvé le hace, pone como una excusa su edad: “¡Ah, Señor! Mira que no se expresarme, que soy un muchacho” (Jr 1, 6). Aun así, la respuesta de Dios se dirige no para reprochar a Jeremías, sino como un padre que anima a su hijo: “No digas que eres un muchacho pues irás adonde te envíe y dirás lo que yo te mande” (Cf. Jr 1,7), y, más elocuente aun, es la promesa que hace el Señor al profeta: “¡No tengas miedo! Que contigo estoy para protegerte” (Jr 1, 8).
Por ello, la Escritura misma nos ilumina en la relación que existe entre los jóvenes y la vocación, pues el corazón del joven es un corazón amado y preferido por el Señor, quien sigue llamando en todos los tiempos a aquellos que quieran responderle con un sí generoso, como la joven doncella de Nazaret, María, quien supo aceptar la voluntad de Dios para su vida y permitir que se hiciera en ella según la Palabra del Señor (cf. Lc 1, 26-38). Este sí generoso es la entrega total de la vida a Aquel que promete no solo una alegría momentánea, sino la felicidad perenne.
Es inevitable que muchas veces nos cuestionemos sobre la vocación en nuestros tiempos, cuando la sociedad consumista parece que nos atrapa y nos conduce hacia un sinfín de propuestas que se presentan como seductoras, especialmente para nuestra juventud, y que desean anular la propuesta de Jesús. Estamos en una cultura global que, aunada a los acontecimientos de los últimos años, se ha encerrado cada vez más en el egoísmo de la realización personal, en la promoción de los intereses mezquinos de unos pocos, en la extensión del “Yo” que no considera ni da lugar al otro, en la búsqueda frenética y sin control del placer y experiencias límite, en una cultura muchas veces analfabeta espiritual y vocacionalmente, porque se dirige hacia realizaciones tantas veces superfluas y pasajeras.
Ante este panorama es fácil caer en la desesperanza vocacional, sin embargo, Cristo siempre sale a nuestro encuentro, como tantas veces lo ha recordado el papa Francisco, y nos ilumina como el faro al que debemos seguir. El capítulo V de la Lumen Gentium ya reconocía la primera vocación a la que todos los seres humanos estamos llamados, la vocación a la santidad: “Todos en la Iglesia … son llamados a la santidad según aquello del Apóstol: ‘Porque esta es la voluntad de Dios, su
santificación’ (1Ts 4,3; Ef 1,4)”. Así pues, Dios nos llama a todos para que desde nuestra realidad personal seamos santos. Mucho más, llama a los jóvenes para que, desde su alegría, su espontaneidad, sus iniciativas, sus deseos de ser escuchados e incluso, desde sus propias luchas interiores y limitaciones, sean santos de nuestros tiempos.
La llamada de Dios es más vigente hoy que nunca, pues la santidad de la vida es la respuesta que nuestro mundo necesita en tiempos en que la falsa comprensión de la libertad, nos ha arrebatado en tantos espacios el sagrado don de la vida, con realidades que promueven en gran medida una cultura de la muerte, el temor, la desesperanza y el sinsentido.
En este orden de ideas, hablar de vocación es también hablar de opción, de decisión, de entrega y de renuncia. Es una opción que en primer lugar nos lleva a fijar nuestros horizontes y metas en una persona, en Jesús de Nazaret, nuestro primer y gran modelo de santidad y de vida. En Él, nuestro Maestro y Señor, la vida encuentra plenitud auténtica, pues todo adquiere un sentido de realización en quien ha dado incluso su vida para darnos ejemplo de lo que significa ser humano, ser hombre o mujer verdaderos, ser hijos de Dios.
Es una decisión que nos lleva a entregar todo lo que somos, que nos impulsa a vaciarnos de nuestros egoísmos, narcisismos y realizaciones efímeras, para dar la vida por los demás. Es una experiencia de amor que nos lleva a reconocer que es tan sagrada la vida que es necesario consagrarla de alguna manera 1, que la vida adquiere un sabor diferente y auténtico, cuando se desgasta amando a los demás, cuando se ama sin límites ni condiciones, cuando se sirve desinteresadamente, colocándose en el último lugar, en el lugar del que sirve.
Por ello, la opción a la vida sacerdotal y consagrada es el llamado que Dios hace a los jóvenes, hombres y mujeres, para hacer lo que pocos se atreven a hacer. Es un llamado que te invita, joven, a mirar el mundo con los ojos de Jesús, a sentir con los mismos sentimientos de Jesús, a amar como Jesús amó: a los pobres, a los enfermos, a las viudas, a los que son marginados, a los que son descartados en nuestros tiem-
1 CENCINI, Amadeo. Mirad al futuro. Por qué aún tiene sentido consagrarse a Dios. San Pablo: España, 2013, p. 88.
pos, a los que no tienen muchas veces voz para gritar su dolor y su necesidad. Ser sacerdote, ser religioso o religiosa, ser consagrado en el mundo de hoy, ser laico comprometido, es brillar en medio de las tinieblas, es reflejar la verdadera luz de Cristo a los que viven en la oscuridad, es atreverse a dar un paso adelante y a remar en contracorriente, a navegar a lo profundo de la propia vida y de la vida de aquellos que buscan un sentido.
En pocas palabras, “es el desafío de nuestros tiempos”, y si cada uno de los jóvenes que buscan hacer un mundo diferente, se atreviese a aceptar el desafío que Dios coloca en sus manos, tendríamos una generación que rechazando la superficialidad de la cultura global, rema mar adentro y se sumerge en una experiencia tal, que lleva a un encuentro con Jesucristo, el joven de Nazaret, el joven que marcó la historia para dividirla en dos, el joven que dio su vida por los hombres y mujeres de todos los tiempos, el joven que te llama a ti, joven también, y te dice: ¡No tengas miedo! Yo estoy contigo todos los días hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 20). No olvides que seguir a Jesús no solo vale la pena, sino que vale la vida misma.
EL SERVICIO, LLAVE PARA UNA IGLESIA DE PUERTAS ABIERTAS A LA JUVENTUD
MelissaPeláez Ceballos Diseñadora Gráfica PublicitariaA lo largo del camino en el crecimiento de la fe, me he encontrado muchas puertas abiertas; una de ellas ha sido la del servicio en la comunidad parroquial. Pero si bien es cierto, recién iniciando ese camino, la lectura no era la misma a la que tengo ahora, esto es por la madurez que de cierta forma se va afianzando en ese proceso de recorrido espiritual. ¿Pero entonces qué me llevó a vivir el servicio y comprender mi papel en la Iglesia como joven? La respuesta en ese momento era: el movimiento juvenil de la parroquia, jóvenes que me transmitían cierto anhelo y curiosidad al ver su alegría y su presencia activa en la Iglesia, lugar donde yo sentía que también quería pertenecer; eso fue algo que
llamó verdaderamente mi atención, ver jóvenes que para mí tenían un papel importante en lo que hacían, que buscaban encontrarse con Dios, pero que también apostaban por permitir ese encuentro con Él a otros jóvenes. Luego de empezar a formar parte del grupo, comprendí que los jóvenes teníamos un lugar en la Iglesia, un lugar para encontrarnos con Jesús, pero también para encontrarnos con el otro, un lugar que nos hacía sentir con un propósito, el de recibir y transmitir la alegría de vivir con Cristo; lo cual se convertiría en una tarea importante, en una misión a cumplir. Eso sin duda, era algo que me llenaba enormemente; poder tener una guía y un espacio para poder ser en medio de la etapa de la adolescencia, de empezar tu juventud y descubrirte, de comenzar a forjar una personalidad con tus gustos, de encontrar tu grupo de amigos y quizá de estar en los últimos años de colegio, donde en muchas ocasiones hay cierta incertidumbre de no tener claridad sobre lo que quieres ser como profesional. Esto en el mejor de los casos; pero qué hay de
esos jóvenes que tienen realidades más complicadas, que desde esa edad enfrentan la soledad, el rechazo, que se dejan deslumbrar por lo que ofrece el mundo, que empiezan a atravesar por una depresión. Es ahí donde se encuentra una oportunidad para cada joven, en que como Iglesia se brinde un espacio para ser escuchado, para poder ser, donde pueda encontrar herramientas que lleven al joven a conocer su valor como persona y su rol dentro de la sociedad, que encuentren una guía, pero también la confianza en su capacidad de servicio.
Siento que muchos jóvenes hemos tenido la gracia de tener un encuentro temprano con Dios y de poder forjar un carácter para servir con convicción dentro de una parroquia o movimiento; que hemos sentido que somos parte de esa Iglesia joven, que somos escuchados. Personalmente, he podido ver ese espíritu de alegría y de amor en personas religiosas como laicos que apuestan por la juventud, por brindar espacios que dinamizan más la comunicación conectando de manera
especial con los jóvenes, espacios que buscan mostrar a un Dios real, que está en lo cotidiano, que es un Dios cercano. Sin embargo, sé que no ha sido tarea fácil, que así también como muchos brindan total confianza en un joven y desean invertir, muchas veces también se le desacredita, en algunos casos se le ve al joven como fugaz, con miedo quizá de encomendarle ciertas tareas, cuando quizá ese sea un punto clave para atraer al joven, otorgándole una responsabilidad que lo haga sentir parte de. Pero, no antes sin brindarle un acompañamiento, llevándole a tener una mejor relación consigo mismo y con Dios.
Pienso que es importante sensibilizar sobre temas que son muy cotidianos pero ásperos de tratar, llegar a los jóvenes de una forma más empática, donde se puedan sentir acogidos y no con limitaciones para pertenecer (claro, sin ser permisivos con lo que no es negociable, pero sí comprendiendo mejor cada postura y necesidad), donde no se sientan juzgados pero sí acompañados y escuchados; donde puedan descubrir el sentido de vida, siendo parte activa de la Iglesia, donde al comenzar sus carreras o trabajos, tengan herramientas para equilibrar sus responsabilidades con su vida espiritual para evitar sentirse abrumados, perdidos y en muchos casos dejando de participar porque “no hay tiempo para eso”. Creo que cuando llevamos a un joven a tener su primer encuentro con Dios hay que llevarlo a fortalecer sus habilidades, para que sea consciente de lo que tiene por brindar y cómo hacerlo, darle amistad y cercanía, para que comience a edificar su postura y a ver el servicio como una forma de ser vocero del Evangelio, de crecer en comunidad, pero sin perder su esencia, haciendo de la Iglesia, una Iglesia viva, amigable, comprensiva, maestra y guía, UNA IGLESIA DE PUERTAS ABIERTAS PARA LOS JÓVENES.
ALPHA Y EL
REWILDING
PASTORAL (De vuelta a la vida silvestre)
En 1995, el lobo gris fue reintroducido en el Parque Nacional de Yellowstone después de un hiato de setenta años. Los científicos esperaban un efecto dominó ecológico, pero el tamaño y el alcance de la cascada trófica los tomó por sorpresa.
Los lobos son depredadores que matan a ciertas especies de animales, pero indirectamente dan vida a otros. A medida que lobos comenzaron a matar coyotes, las poblaciones de conejos y ratones aumentaron, atrayendo más halcones, comadrejas, zorros, tejones. En ausencia de depredadores, ciervos superpoblaron el parque y erosionaron partes de los pastizales del Yellowstone. Sin embargo, sus nuevos patrones de tránsito permitieron que la flora y la fauna se regeneraran. Las bayas de esos arbustos
regenerados provocaron un aumento en la población de osos. En seis años, los árboles que estaban en las partes erosionadas del parque quintuplicaron su altura. Los valles desnudos fueron reforestados. Y en cuanto sucedió eso, los pájaros cantores comenzaron a anidar en los árboles. Entonces los castores empezaron a masticarlos construyendo represas y creando hábitats naturales para nutrias, ratas almizcleras y patos.
Un último efecto dominó fue que los lobos cambiaron incluso el comportamiento de los ríos, serpenteaban menos debido a la menor erosión del suelo. Los canales se estrecharon y se formaron piscinas cuando los bosques regenerados estabilizaron las riberas. ¿El punto? ¡¡¡Necesitamos lobos!!! Si hay algo a lo que la Iglesia debe despertar y retomar en pleno 2023, es que hay una gran urgencia de la experiencia de Jesús en medio de nuestras comunidades, pues la pandemia nos mostró dolorosamente que una Iglesia llena no significa una iglesia fuerte (el ejemplo son nuestras semanas santas). La feligresía no ha vuelto a ser la mis -
ma, pareciera que viviéramos un espasmo religioso y espiritual, que desafortunadamente se apacigua con la religiosidad popular.
Esto me lleva a entender por qué nos gusta tanto el concepto bíblico de la “oveja” (Jn 10,11), porque al ver a Jesús como pastor nos hace sentir y caer en la seguridad del conformismo; sin embargo y contrario a esto, al mirar los evangelios nos damos cuenta de que la gran comisión sigue vigente (Mt 28,18-19) y Jesús quiere empoderar, liberar y guiar a su Iglesia de manera efectiva. La Iglesia tiene necesidad de creyentes: intencionales, con liderazgo nuevo y con deseos de impactar a las personas para toda la eternidad. Muchas parroquias encuentran dificultades para idear una puerta de entrada que atraiga a nuevos miembros o reavive la fe de quienes se han alejado. En estos tiempos en que estamos valorando mucho el Primer Anuncio (Kerigma) Alpha , es una gran solución para este problema, ya que crea un espacio acogedor y sin prejuicios para que gente de todos lados se acerquen a charlar y a experimentar la fe.
¿Cómo encaja Alpha en una parroquia?
• En la catequesis presacramental de confirmación (como inicio de la catequesis durante los tres primeros meses).
• Como iniciación cristiana de adultos.
• Para reanimar kerigmáticamente a los grupos que se hayan desanimado.
• Como Kerigma en la evangelización del SINE (Sistema Integral de Nueva Evangelización).
• En la evangelización de parejas y futuros ministerios de familia (con su curso para parejas).
• En la reanimación pastoral, para dar la bienvenida a las personas en la conformación de nuevos grupos parroquiales.
Es así, como el rewilding pastoral tiene que ver con la restauración de las áreas silvestres de nuestra acción evangelizadora, se trata de un término ecológico con implicaciones espirituales, si Jesús dijo que las “zorras tienen madrigueras y las aves del cielo tienen nidos” (Mt 8,18-22) los creyentes tenemos la obligación de no seguirnos escondiendo detrás de las seguridades pastorales, pues me niego a pensar que somos una Iglesia que le va mejor organizando conciertos, congresos y encuentros multitudinarios, que haciendo procesos.
¿CÓMO FUNCIONA?
1. CONEXIÓN
Normalmente, Alpha comienza comiendo juntos si es presencial o tomándote un café si es online. Esto es seguido por un espacio para que conozcas nuevas personas y que conecten entre ustedes.
2. CHARLA-VIDEO
Los episodios Alpha están diseñados para entablar e inspirar una conversación. Duran treinta minutos cada uno y exploran las grandes preguntas sobre la fe presentando los puntos clave del cristianismo.
3. CONVERSACIÓN
Es probablemente la parte más importante de Alpha: una oportunidad para compartir tus ideas sobre el tema que se está viendo, y escuchar a otros en un grupo pequeño. No hay obligación de decir nada y no hay nada que no puedas decir tampoco.
Así que, amar a la gente y a la Iglesia implica arriesgar todo lo que tenemos para alinear el deseo de Dios con la necesidad de salvación de la gente, ese es el llamado de este tiempo y momento, y para hacerlo debemos colocarnos en movimiento para que Dios obre y transforme el mundo.
La renovación de la vida humana es guiada por la fe, con el precedente de la esperanza que llena de luz aquellos estados nebulosos que experimenta la sociedad; actualmente, cambios innumerables conllevan crisis, y en la apertura más consciente, la Iglesia moviliza respuestas a los interrogantes existenciales que la humanidad confronta. El sentido por la vida, el anhelo de la superación personal, el afrontamiento en cada etapa del desarrollo, la restauración familiar, el progreso común, el arte de cuidar, la ilusión de nuevos sueños, etc., una parte que aspira a la conservación de un corazón agradecido cuando se responde al llamado de Dios. ¡Un llamado!, y una respuesta, que es opción para todos.
El tiempo cada vez más ligero, el pasado irremediable y el futuro ansioso, avanza en la fabricación de un presente, que no debe limitar la vida como el aceite en la lámpara que se agota, todo lo contrario, es cuando la vida resurge, comienza y despega, pues
EL JOVEN ES UN TESTIGO DE LA ESPERANZA EN DIOS
bien, quien elige a Dios, incluso en la vejez tiene ante sí, una vida plena. Y la vida misma es un proyecto de Dios; la juventud, es el hilo conductor de los cimientos de la madurez cristiana, el ensueño o la utopía de un mundo esperanzado, justo, y digno que aunque perezca irrealizable es capaz de construir una misión ideal y conquistar la renovación consciente y consecuente de la Iglesia del siglo XXI.
Por consiguiente, su función orientadora, inspira motivación e ímpetu, su función valorativa atañe inquietudes e iniciativa, su función crítica advierte limitaciones y potencia soluciones, y su función esperanzadora le hace libre y creativo hacia una verdadera acción de humanizar. Esta última fun-
ción utópica, plantea la esperanza que prevalece inherente a la naturaleza humana en el desolado entorno sin Dios, que le hace posible construir uno mucho mejor con Dios.
Es propio de los jóvenes ser estimulantes de la vida que enriquecen la comunidad de fe y la vocación de servicio en la Iglesia; y en su permanencia activa y asidua se hacen testigos de la esperanza en Dios porque son protagonistas de la alegría en la buena nueva, cercanos y entregados por un mismo amor. Como lo recuerda el Papa Francisco ¡son el ahora de Dios!, haciendo que el corazón joven se fortalezca, se renueve y se haga fecundo, para perseverar con los pies firmes en tierra y la mirada puesta en Dios.