Editorial Pbro. José Olmes Mondragón Orejuela Rector Seminario Mayor San Pedro Apóstol
“Joven,
ver y caminar con Jesús”
“Jesús se volvió y al ver, que le seguían, les dice: ¿qué buscan? Respondieron: Maestro, ¿dónde vives? Les dice: VENGAN y VEAN. Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día (Juan 1, 38-39). En varias páginas del evangelio de Juan se encuentra marcada la experiencia de ver y caminar con Jesús; estos versos que he extraído para esta reflexión son una muestra de los desafíos que los jóvenes de hoy nos plantean en su caminar. Dos preguntas: ¿qué buscan? y ¿dónde viven? Estas nuevas antropologías nos cuestionan sobre este estilo de vida: el de seguir a Jesús. ¿Qué Buscan? Respuestas concretas; hoy Jesús sigue interpelando su camino, buscan sentido de vida, confrontarse con el evangelio; se cuestionan; quieren indagar, son curiosos de esta experiencia de fe y lo podemos constatar frecuentemente en las experiencias de encuentros con el Papa Francisco en Bogotá, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, en la comunidad de Taizé, etc. Jesucristo sigue expresando algo a sus vidas y es allí donde tenemos que dar una respuesta testimonial, alegre y convencida de la obra que Dios está haciendo en nosotros. Los Jóvenes de hoy buscan una Iglesia en el caminar de Jesús que sea:
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1. Una Iglesia Hogar/Familia donde se comparta y
nadie sea excluido, buscan ser valorados, acogidos y aceptados como son. 2. Una Iglesia samaritana donde se les permita compartir sus talentos, para servir a sus hermanos (expresar destrezas y habilidades). 3. Una Iglesia que sea profética porque lee los signos de los tiempos y se compromete a crear unos espacios más justos, humanos y fraternos, donde su compromiso en el tejido social sea evidente, donde se promocionen los derechos y la dignidad de cada ser humano. 4. Una Iglesia misericordiosa como el Papa Francisco ha reiterado en muchos momentos, donde los caídos por diversas situaciones comienzan a repararse, a levantarse a reconciliarse, a creer en una cultura de perdón, de paz y de reintegración social en una sana convivencia. 5. Una Iglesia de comunión y participación donde se deje atrás la división, el partidismo, los celos, la envidia y se empiece a apostar por un trabajo en equipo; por una pastoral de conjunto donde todos tengan participación (niños, jóvenes y adultos). 6. Una Iglesia que comunique un mensaje de salvación, de vida, de verdad, que forma en la fe, que predica los valores del evangelio, que hace eco de la palabra en la realidad del pueblo y la hace historia de salva-
Estos versos que he extraído para esta reflexión son una muestra de los desafíos que los jóvenes de hoy nos plantean en su caminar. Dos preguntas: ¿qué buscan? y ¿dónde viven?
ción, una Iglesia madre y maestra que guía, acompaña e instruye a los discípulos en proceso. 7. Una Iglesia misionera que sigue respondiendo a desafíos, que se compromete con las periferias geográficas y existenciales, que contagia por la misión que lleva en su esencia “La alegría del evangelio”. 8. Una Iglesia que celebra la vida en la liturgia y prolonga su compromiso en la realidad para transformarla. Estos son los retos de toda una comunidad creyente a los que los jóvenes le quieren apostar y que en muchos de nuestros espacios no se han podido desarrollar porque se truncan procesos o por falta de creer en ellos, por no valorar su potencial, entre otros; lo positivo es
que se ven respuestas en los procesos de formación: en el seminario, en las casas religiosas y en las pastorales especializadas. ¿Dónde Viven? Es la segunda pregunta sobre el lugar o lugares, espacios o ambientes donde los jóvenes se desenvuelven hoy. Nos sigue cuestionando esta pregunta, porque se abre un panorama interesante, llegar hasta donde ellos viven, esto es lo que la nueva evangelización quiere lograr. Llegar a donde muchos no llegan y donde puede que este desafío nos cree una dinámica nueva: llevarles hasta el Maestro. ¿Dónde viven ellos hoy? Envueltos en la cultura cibernética: Internet, Facebook, celular, twiter, etc. En la moda, en las marcas, en la sociedad de consumo, en la diversión, en medio de una cultura erótica, pansexualista, que ve a la mujer como un objeto, están en medio de la rumba, el trago, la droga, el trabajo, los bares, las parroquias, los grupos juveniles y experiencias scouts entre otros. Estos espacios nos siguen interpelando a quienes en la pastoral nos apasiona estar en medio de los jóvenes y ver en ellos posibilidades, ganas y deseos de un futuro diferente. Espero que al compartir esta revista, sus páginas nos dejen un sabor a compromiso y a seguir apostando por los jóvenes, esos que han dado al camino de fe y de la historia un cambio y que han aportado en gran medida, a la transformación de la Iglesia y del mundo.
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El Pastor nos habla Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali
2018: año arquidiocesano
del AMOR ESPONSAL
“Ir a lo esencial, renovarse, involucrarse”, fueron los tres verbos que el Papa Francisco utilizó para referirse a la vida de sacerdotes, religiosos y laicos, entendida como seguimiento y discipulado misionero, en la Homilía de la Misa en Medellín. Palabras que, por sí mismas, marcan un camino de conversión del corazón y de opción en el alma. Es “lo nuevo” que deberá surgir en nosotros, si “damos el primer paso”. ¿Cómo ser nuevos cristianos, como pastores, vidas consagradas y laicos servidores? ¿Cómo ser una Iglesia Renovada, que anima una Nueva Sociedad en Colombia? Pasada la visita del Papa Francisco, volvemos a encontrarnos con nuestra vieja manera de ser hombres y mujeres de Iglesia, ciudadanos perplejos de esta patria. Pero queda una semilla de Evangelio, reconocible en el rostro que dejó plasmado en su viaje a Colombia el Papa. Rostro de oración, de intimidad con Dios, de devoción eucarística y mariana, de saborear la Palabra y disfrutar del encuentro. Rostro de alegría invencible, de paz radiante, de fortaleza desconcertante. Rostro en el “cara a cara” con el pequeño, la víctima, y el pobre. Rostro añoso, que nos hizo sentir jóvenes a todos y vibró con la muchachada. Y un rostro de misionero en salida, de maestro para sortear exigencias y riesgos, de pedagogo para llegar al alma de los sencillos y de los grandes, y para conducirlos, por la escucha atenta, al encuentro con Jesús, a la esperanza del Reino.
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Apoyado en la visita del Papa y mirando la urgencia de “ir a lo esencial, renovarse, involucrarse”, sentí dentro de mí el llamado a proponerme y proponerle a mi Iglesia particular de Cali un camino común de espiritualidad eclesial, de vivencia de los carismas y ministerios, de incidencia social, de madurez humana y afectiva en la fe, de fecundidad apostólica y unidad misionera: el camino
del Amor Esponsal. “¡Ya está aquí el Novio! ¡Salgan a su encuentro!” (Mateo 25, 6), es el grito de la media noche, el Anuncio del Evangelio del Amor de Dios, que pregona la Iglesia a la humanidad de estos tiempos. El Amor Esponsal es el camino abierto por el Amor del Padre, que desposa a la Humanidad con su Hijo Amado. Pero, sobre todo, es el camino del Amor entre Cristo y la Iglesia, entendido ese amor y esa unión como contenido profundo del misterio de la salvación, y utilizados como clave de interpretación de toda la vida cristiana. Esta es, esencialmente, un hecho de amor, una relación estrictamente personal e interpersonal entre Dios y el hombre, entre la persona de Cristo Jesús, del Señor Resucitado, que pregunta al creyente, al consagrado, al pastor, como a Pedro: “¿ME AMAS MÁS QUE ESTOS?”, “¿ME QUIERES?” (Juan 21, 15-17). Ese Amor Primero, primario y definitivo, que lleva al autor sagrado a exclamar que “Dios es Amor”, y a componerle un Himno a la Persona del Amor, (1Juan 4,8.16/1 Corintios 13), es el que inspira, llama y une al hombre y a la mujer, para que celebren en él la alianza del amor conyugal, el sacramento de los esposos, del cual ellos mismos son ministros, el uno para el otro, los dos para su prole , para la Iglesia y la humanidad. El Amor Esponsal es unitivo: crea una dualidad de uno, o una unidad de dos. El esposo y la esposa quedan unidos el uno al otro, de tal modo que su YO se ensancha, para formar un NOSOTROS, en la comunidad conyugal, familiar y eclesial. Pero es, también, ese amor de fiesta, de Banquete de Bodas y de Comunión Eucarística, en el que se encuentran “el eros, la philía y el agapé” (éxtasis, amistad y entrega), de los que nos habla el Papa
comparte dignidad, fraternidad y casa común, quedan iluminados por el Amor Nupcial y Esponsal. El esposo y la esposa quedan unidos el uno al otro, de tal modo que su YO se ensancha, para formar un NOSOTROS, en la comunidad conyugal, familiar y eclesial.
emérito, Benedicto XVI, en su encíclica “Dios es Amor” (Deus Caritas est). Este Amor esponsal traza, como desarrollo de la vida cristiana, un itinerario espiritual, que puede ser leído, legítimamente, bajo el símbolo y la realidad nupcial: enamoramiento, desposorios, matrimonio espiritual, matrimonio sacramental, fiesta de bodas entre Cristo e Iglesia, Cabeza y Cuerpo, según la imagen paulina (Efesios 5,21-33). La diversidad hombre y mujer, el amor recíproco, la alianza sacramental, la unidad y la fecundidad, la familia y la comunidad, la Iglesia y el tejido social de un pueblo, de una nación, de la humanidad que
En este itinerario está la plena ministerialidad de la Iglesia, pregonera del Amor de Dios en Cristo Jesús a la humanidad, servidora y acompañante, como “el amigo del novio” (Juan 3,29), como siervos que, con lomos ceñidos y lámparas encendidas, “aguardan a que su Señor vuelva de la boda” (Lucas 12,35-36), como vírgenes prudentes que, estaban preparadas a la llegada del Novio “y entraron con él al banquete de boda” (Mateo 25, 10).
AMIGOS, SIERVOS, VIRGENES, son como caracterizaciones, desde lo esponsal y nupcial, de los carismas y estados de vida propios de los laicos, los pastores y la vida consagrada. Son las imágenes de esta espiritualidad eclesial, que encuentra su expresión máxima en el misterio de comunión con Dios y entre nosotros, en la Eucaristía, banquete de unión nupcial entre Cristo y el cristiano, entre Cristo y el “cuerpo de los cristianos”, la Iglesia. La Eucaristía, sacrificio y banquete de Amor, es también anticipación del Banquete celestial de Bodas. Ella es, por eso, la fuente, el centro y la cumbre de este misterio del Amor Esponsal, que es la vida de la Iglesia.
La Iglesia hoy
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS JÓVENES CON OCASIÓN DE LA PRESENTACIÓN DEL DOCUMENTO PREPARATORIO DE LA XV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
Queridos jóvenes: Tengo el agrado de anunciarles que en el mes de octubre del 2018 se celebrará el Sínodo de los Obispos sobre el tema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». He querido que ustedes ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón. Precisamente hoy se presenta el Documento Preparatorio, que les ofrezco como una “guía” para este camino. Me vienen a la memoria las palabras que Dios dirigió a Abrahán: «Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré» (Gen 12,1). Estas palabras están dirigidas hoy también a ustedes: son las palabras de un Padre que los invita a “salir” para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras realizaciones, a cuyo encuentro Él mismo los acompaña. Los invito a escuchar la voz de Dios que resuena en el corazón de cada uno a través del soplo vital del Espíritu Santo. Cuando Dios le dice a Abrahán «Vete», ¿qué quería decirle? Ciertamente no le pedía huir los suyos o del mundo. Su invitación fue una fuerte provocación para que dejase todo y se encaminase hacia
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una tierra nueva. Dicha tierra, ¿no es acaso para ustedes aquella sociedad más justa y fraterna que desean profundamente y que quieren construir hasta las periferias del mundo? Sin embargo, hoy, la expresión «Vete» asume un significado diverso: el de la prevaricación, de la injusticia y de la guerra. Muchos jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se ven obligados a huir de la tierra natal. El grito de ellos sube a Dios, como el de Israel esclavo de la opresión del Faraón (cfr. Es 2, 23). Deseo también recordarles las palabras que Jesús dijo un día a los discípulos que le preguntaban:
«Rabbí […] ¿dónde vives?». Él les respondió: «Venid y lo veréis» (Jn 1,38). También a ustedes Jesús dirige su mirada y los invita a ir hacia Él. ¿Han encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Han escuchado esta voz? ¿Han sentido este impulso a ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien el ruido y el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continua a resonar en el corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena. Esto será posible en la medida en que, a través del acompañamiento de guías expertos, sabrán emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida. Incluso cuando el camino se encuentre marcado por la precariedad y la caída, Dios, que es rico en misericordia, tenderá su mano para levantarlos. En Cracovia, durante la apertura de la última Jornada Mundial de la Juventud, les pregunté varias veces: «Las cosas, ¿se pueden cambiar?». Y ustedes exclamaron juntos a gran voz «¡sí»”. Esa es una respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder
ante la globalización de la indiferencia. ¡Escuchen ese grito que viene de lo más íntimo! También cuando adviertan, como el profeta Jeremías, la inexperiencia propia de la joven edad, Dios los estimula a ir donde Él los envía: «No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte» (Jer 1,8). Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores. San Benito recomendaba a los abades consultar también a los jóvenes antes de cada decisión importante, porque «muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (Regla de San Benito III, 3). Así, también a través del camino de este Sínodo, yo y mis hermanos Obispos queremos contribuir cada vez más a vuestro gozo (cfr. 2 Cor 1,24). Los proteja María de Nazaret, una joven como ustedes a quien Dios ha dirigido su mirada amorosa, para que los tome de la mano y los guíe a la alegría de un ¡heme aquí! pleno y generoso (cfr. Lc 1,38). Con paternal afecto,
Vaticano, 13 de enero de 2017
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El Formador nos habla Pbro. Germán Martínez Rodas Formador del Seminario Mayor San Pedro Apóstol, Cali
“Me enseñaste, Dios, desde mi juventud” Salmo 71
Así canta el Salmo 71 la historia de una persona: “En el vientre materno ya me apoyaba en ti” (verso 6). Dios es como “una comadrona cuidadosa”, pero ¿corta el cordón umbilical? El orante de este Salmo es un anciano, se necesitan muchos años para ser joven; su espiritualidad se ha formado y configurado en los Salmos, la oración clásica de la Sagrada Escritura, la oración de todos los tiempos, el diálogo constante entre Dios y su pueblo; por eso el orante llama a Dios “roca de refugio, peña y alcázar” (verso 3). Remontarse a la niñez y recordar la juventud es propio de los grandes profetas. Jeremías lo afirma conmovido: “¡Ay Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho” (1,6). E Isaías afirma del pueblo elegido: “Así dice el Señor que te hizo, que te formó en el vientre y te auxilia” (44,2). Si en nuestra historia personal ha entrado Dios, sería grave olvidar nuestra historia. Por eso, repasar la vida como un alumnado en la escuela de Dios es una gran alabanza. Eso es lo que hace el Salmo 71: “Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza y mi confianza desde mi juventud” (verso 5).
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Tal vez no somos muy conscientes de las etapas vividas, tal vez olvidamos rápidamente, tal vez no sabemos leer nuestra vida. La juventud es tiempo de ilusión, de amor temprano. Es tiempo de descubrir y acumular experiencias. Es tiempo de pasiones fugaces. La juventud es también tiempo de encontrar a Dios como maestro, guía y conductor, como ALGUIEN en quien se puede confiar. Cuando cumplamos años, ¿nos hablará Dios recordándonos nuestro fervor juvenil? Algunos fuimos acólitos, otros no perdíamos
¿Se es viejo a los 30 años? Ya dijimos arriba que se necesitan muchos años para ser joven. Hacia los 30 años JESÚS DE NAZARET entregó su vida, gritó fuerte en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46). ¿Acabó su vida?
Misa, la primera comunión nos llenó de alegría y devoción. Cuando cumplamos años podremos decir a Dios “no te acuerdes de mis pecados juveniles” (Salmo 25,7). Y Dios no defraudará nuestra confianza en Él. ¿Se es viejo a los 30 años? Ya dijimos arriba que se necesitan muchos años para ser joven. Hacia los 30 años JESÚS DE NAZARET entregó su vida, gritó fuerte en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46). ¿Acabó su vida? ¿Perdió su juventud? ¿Valió la pena su entrega? Tú que eres joven ¿quieres seguir a Jesús? Intenta responder con tu vida, abre tu corazón a la Palabra de Dios, encontrarás allí la frescura de la juventud, la cercanía de Dios que te lleva en sus manos y te busca para que seas testigo de su amor por cada persona.
El Seminarista nos habla Brandon Estiven Herrera Lasso Seminarista I Filosofía
Una Iglesia joven que peregrina Estamos inmersos en una cultura “fitness” que nos pone en constante movimiento y acción física, buscando ante todo nuestro esfuerzo y dedicación, disciplina y determinación. Una cultura que se ha presentado a los jóvenes como la mejor forma para ganar fuerza corporal y un óptimo acondicionamiento físico. Pero… ¿dónde quedan los gimnasios para el alma? ¿Cómo tengo que correr o hacia dónde tengo que correr para ganar músculos espirituales? En este artículo te contaré el espacio predilecto donde los jóvenes corren sin desfallecer, saltan sin miedo, luchan con fuerza, avanzan sin mirar atrás, y sobre todo logran crear contacto fraterno con otras realidades y culturas ajenas a las suyas.
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Todo este proyecto de ejercitación espiritual para jóvenes nació del corazón y la mente de un hombre profundamente enamorando de las juventudes, el Papa san Juan Pablo II. En el año 1985 en la ciudad de Roma, Italia, con ocasión del Año Internacional de la Juventud, el Papa depositó un alto grado de confianza en los jóvenes convocándolos cada año a celebrar en el Domingo de Ramos un encuentro por las diócesis particulares de todo el planeta, y cada dos o tres años un encuentro internacional en un lugar fijado por él. Y es de esta forma como nacen las JORNADAS MUNDIALES DE LA JUVENTUD, el espacio preferido por jóvenes, y no tan jóvenes, para nutrir el alma, crecer espiritualmente, ejercitar las virtudes evangélicas, favorecer el encuentro personal con Cristo y con los hermanos, promover la paz y el respeto entre los países gracias al apoyo de los jóvenes como embajadores de alegría y unidad, y principalmente desarrollar procesos evangelizadores que lleven a todos los jóvenes al conocimiento profundo de Jesus en la Palabra, en la Iglesia y en todos los hombres y mujeres de buena voluntad. No se va a una
Jornada Mundial de la Juventud a ser espectadores de un show, se va a vivir como Iglesia la presencia de Dios que se hace cercano a cada joven y con su luz ilumina a todas las realidades particulares que allí se congregan. El Papa Benedicto XVI definió estas jornadas como “algo mucho más que un mero acontecimiento; las definió como un tiempo de profunda renovación espiritual, de cuyos frutos se beneficia toda la sociedad”. Las JMJ (como más se conocen estas jornadas) han sido a lo largo de sus trece versiones internacionales, el campo de entrenamiento espiritual por excelencia, donde bajo la mirada de Pedro, el instructor, los jóvenes que peregrinan de todos los rincones del mundo, buscan convertirse en atletas de Cristo, conocedores de la esperanza que los desborda, testigos del amor que Dios les tiene, corredores tras las huellas del Maestro, hijos adoptivos, ovejas de un mismo redil, mensajeros del evangelio, vecinos del Señor, hombres habitados por el Verbo hecho carne, sal y luz del mundo, adoradores en espíritu y verdad, portadores del Espíritu Santo, creyentes convencidos de su fe, discípulos misioneros, seres de misericordia y especialmente en siervos que escuchan la Palabra de Dios como la Bienaventurada Virgen María y la llevan a su vida (recuento de los lemas de todas las JMJ), logrando de esta forma que más jóvenes quieren entran en el “GYM de la fe” donde el alma se tonifica gracias a la fuerza renovadora del Resucitado y así el mundo entero goce de este gran resultado. Cada JMJ representa para la Iglesia, la juventud y los países organizadores un desafío de fe; más allá de logísticas multitudinarias y costos de organización, las jornadas siempre serán la oportunidad para que los
No se va a una Jornada Mundial de la Juventud a ser espectadores de un show, se va a vivir como Iglesia la presencia de Dios que se hace cercano a cada joven y con su luz ilumina a todas las realidades particulares que allí se congregan.
cristianos católicos (y hasta los no católicos) más jóvenes, hagan crecer su relación con Dios y revaloricen su relación con los hermanos. Uno como participante de JMJ no tiene miedo al idioma que habla el otro o el cómo me voy a comunicar; no se piensa tanto en el dónde voy a dormir o en el quién me acompañará; uno no se detiene en pequeñeces, sino que por el contrario la jornada te permite ir en busca de gran-
des ideales. El frío o el calor, las largas filas, la comida a deshoras, los trancones, las multitudes, los empujones y otras miles de cosas, quedan casi que relativizadas por el gran objetivo que nace de estos encuentros: VIGORIZAR MI FE EN CRISTO CON LA EXPERIENCIA DE OTROS. De la misma forma que la cultura “fitness” te invita a renunciar a caprichos para lograr mejores resultados, las JMJ buscan que salgas de tus posibles miedos, egoísmos, desesperanzas, culpas y demás cosas que te pueden perturbar, para que a luz de un encuentro fraterno puedas ganar fuerzas y músculos para seguir caminando por las sendas de la vida. Es por todo esto que quiero invitarte a que nos encaminemos a la próxima carrera: PANAMÁ 2019. Una experiencia que nunca olvidarás por más avatares y complicaciones que se puedan presentar, solamente ten la certeza de que Cristo te espera para que junto a todos los otros jóvenes puedas ser portador de buenas nuevas para el mundo. ¿Quieres ser más fuerte en tu fe y en todo lo que crees? ¿Quieres ganar vigor espiritual? Acompáñame a esta aventura en donde descubriremos juntos cómo se logra hacer en todo la voluntad de Dios.
Análisis y Actualidad María José Velásquez y Luis Daniel Aguilar Jóvenes de Mataüa, Campo de Verano
Lo que dicen los jóvenes de la fe María José
Luis Daniel
• Cuéntanos brevemente ¿por qué eres creyente?, ¿qué significa para ti creer en Cristo, creer en Dios, creer en la Iglesia? Soy creyente porque Dios me llamó a serlo, porque me ha demostrado su existencia en todo lo que me rodea, no solo por lo que me dice mi familia, aunque ellos me enseñaron mucho de Dios, o amigos, sino por mis experiencias con Él. Para mí creer en Dios es algo maravilloso, es un camino que es una aventura, que es como una montaña rusa en donde hay momentos de mucha alegría, en donde te sientes en los picos de la montaña, pero también hay batallas en las que Él nunca te dejará solo, quiere hacerte más fuerte, con más fe. Creer en Cristo, para mí es creer en el amor, en el amor verdadero, el amor que todo lo puede, el amor misericordioso, el amor de Dios para con nosotros que entregó a su hijo para salvarnos. Creer en la Iglesia, es para mí creer en esa promesa de Dios, cuando Jesús le dice a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no podrá con ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mateo 16, 18-19). Esa promesa de que esta es la Iglesia instituida por Cristo.
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Soy creyente porque me lo encontré un día. Mejor di-
cho, Él me encontró, yo decidí abrirle la puerta que Él tanto había tocado. En definitiva, acepté la invitación que Él llevaba haciéndome hacía mucho tiempo. Creer para mí ha significado muchas cosas. Significa primero pertenecer. Esa sensación de valer, de ser parte de algo que vale la pena, de ser valorado y así mismo valorar a otros, ha cambiado mi vida. Creer en Él, es aceptar lo que nos propone todos los días. Muchos jóvenes (como yo al inicio) confundimos creer en Jesús con creerle. Muchos creen que Él existe, pero otra cosa distinta es empezar a creerle, a tomar en serio su palabra, su invitación, esa que nos da por medio de su Iglesia y que tantas veces es difícil vivir en la cotidianidad. Creer en la Iglesia muchas veces es un reto, pues pareciera que es la que nos coarta, nos daña el parche y nos agúa la fiesta. La vemos como la que nos pone el límite, y a ninguno de nosotros, los jóvenes, nos gusta que nos pongan límites. • ¿Cómo vives diariamente tu fe, cómo oras, cómo se traduce tu fe en la vida cotidiana? Trato de ir diariamente a la Eucaristía, siempre en las noches oro antes de dormir y al despertarme me consagro a Él, si me siento intranquila con algunas cosas o cada vez que siento que me debo confesar lo hago, trato de confesarme una vez al mes. Mi oración con Dios es como si lo tuviera sentado a mi lado, primero le agradezco por todo; por mi
vida, mi familia, mi noviazgo, mis estudios, campos de verano, por cada bendición que está en mi vida. Luego le pido perdón por las veces que he pecado para luego contarle mi día y cómo me sentí en muchos momentos. Le pregunto qué piensa Él, qué debo hacer y le pido ser instrumento de su voluntad. Luego le pido por las personas que me han pedido oración y por mis seres queridos y amigos. Trato de vivir acorde como debe vivir un joven católico. Cada decisión que tenga que tomar primero le pido a Dios que me ilumine. Algunas veces me quito mi propia paz o dejo que me la roben, pero siempre trato de recobrarla. Es complejo, no es nada fácil. A veces siento que fallo mucho, que inclusive no soy consciente de que soy cristiano, me encierro y lucho solo, como si se me olvidara que tengo amigos de Dios y gente que no solo ora, sino que me acompaña en este camino de fe. Trato de ser buen ejemplo para los demás, no precisamente hablando, pero sí demostrandolo con hechos concretos. Trato de orar todos los días, pero me cuesta, me quedo dormido, se me olvida, o me da pereza. Pero sé que es la fuerza de Dios la que me ayuda a seguir, lo raro es que aun sabiendo eso la dejo a un lado, es muy raro, pero bueno. Pero eso sí, le entrego a Dios todo lo que hago y quiero hacer. Quiero crecer y sé que ganas no me faltan para amarlo y luchar, aunque muchas veces sienta que es difícil. • ¿Cómo ves a la juventud de hoy en la Iglesia?, ¿qué buscan los jóvenes, qué esperan los jóvenes de hoy? Siento que la juventud de hoy se está interesando por la Iglesia, por conocer a Dios. Pero también siento que falta compromiso, son pocos los jóvenes comprometidos con la Iglesia en el sentido de evangelizar, de ayudar en sus parroquias en diversos grupos o apostolados, pero sé que pronto vamos a ser más jóvenes en la Iglesia y sobre todo jóvenes comprometidos. Los jóvenes buscan un lugar donde puedan ser verdaderamente felices, donde esas heridas que tienen sus corazones se sanen verdaderamente, buscan una felicidad eterna y verdadera que llene el corazón, una vida espiritual, algo que verdaderamente llene el alma, y esperan eso. Muchos jóvenes tienen la esperanza de un cambio aunque el mundo cada vez se encarga más de quitarnos esa esperanza…siento que san Juan Pablo II y el Papa Francisco han ayudado a que los jóvenes veamos la esperanza en la Iglesia y de la mano de Dios, por eso siento que cada vez más los jóvenes se interesan por la Iglesia, pues “somos la juventud del Papa”. Los jóvenes somos muy raros, con muchos anhelos, muchas energías, pero a la vez muy perezosos. Soy bailarín y me tengo que dedicar mucho al entrenamiento diario para ser no solo bueno sino el mejor. Sé que eso no pasa en mi vida personal ni espiritual, y muchísimo menos les pasa a otros jóvenes. La verdad, siento que somos los “abandonados”. No solo por culpa de la Iglesia, sino porque no nos interesa Dios, Jesús y muchísimo menos la Iglesia. Nos interesan otras cosas y no somos profundos muchas veces.
Caminamos en la vida con vacíos profundos y no nos importa, los llenamos con cosas que no son buenas y eso nos daña. Pero también he visto que pocos en la Iglesia salen a buscarnos, a encontrarnos, a recuperarnos de verdad. Pocos creen en nosotros y por eso muchos no creemos ni en nosotros mismos. Pero una vez encontramos que creen en nosotros y nos apoyan y dan alas, las cosas cambian. Eso me pasó en el campo de verano. Sentí que me encontraban, que valía, que me querían y pude encontrar tantas cosas que siempre busqué y anhelé. Fue un momento muy especial, pues siento que todos los jóvenes buscamos, así no sepamos qué es, o inclusive sin saber que estamos buscando. • El Papa Francisco “conecta” fácilmente con los jóvenes, los invita a “salir de sí mismos” a ser “callejeros de la fe” ¿Qué vocación, es decir, qué llamado sienten los jóvenes de hoy en la Iglesia: ¿A la vida matrimonial? ¿A la vida sacerdotal? ¿A la vida misionera? Creo que hay más vocación a la vida religiosa, aunque no se vea así. Porque en algún momento a la mayoría de los jóvenes en esa búsqueda de ese camino, de ese llamado al que Dios lo invita, se le ha pasado por la mente la vida religiosa, sobre todo en los hombres, creo que las mujeres son más de evangelizar, de vida misionera. Solo que no atienden ese llamado por varias razones que pueden ser que Dios verdaderamente los tiene para otra cosa, se apartan de la Iglesia o les da temor. Por eso es importante que los jóvenes de la Iglesia de hoy oren a Dios antes de tomar cualquier decisión en sus vidas, sobre todo cuando es algo serio como lo es la vocación. La verdad, da miedo que a uno le pregunten sobre la vida sacerdotal. La matrimonial, pues es como más fácil, pero está todavía lejos del alcance de muchos. Uno hasta ahora empieza de verdad y con ganas en el camino de Dios y preguntarse: ¿eso es difícil? Lo que sí es fácil responder es ser misionero. Pues es compartir con el otro lo que es Dios, lo que Él ha hecho en la vida, pero sobre todo es explicarles y compartirles como Jesús lo acompaña a uno en la vida. Ser misionero no solo es irse lejos de donde uno vive a evangelizar. Es empezar con los que están al lado de uno, y con el testimonio atraer a otros a que se pregunten: ¿qué tiene este, quiero algo de eso, quiero sentirme así? Pero también siento que existen jóvenes que se sienten llamados a una entrega mayor, ojalá sean más todos los días, pero sé que para eso se necesita mucho apoyo y acompañamiento por parte de los curas. Ojalá muchos se dediquen a nosotros y nos ayuden. Somos muchos jóvenes perdidos que, si somos encontrados por Dios, responderemos mejor a lo que Él nos invita a vivir. Por eso uno se emociona al escuchar al Papa Francisco, porque da ánimos, fuerza y estímulo. Como que se ve fácil amar a Dios, se ve chévere seguirlo. Demuestra que vale la pena, eso es lo que me gusta del Papa Francisco.
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El Seminarista nos habla Jerónimo Espinoza Olarte Seminarista Director Mataüa, Campo de Verano
Los “olvidados” de la Iglesia Sin lugar a dudas el tema de los jóvenes es un tema escabroso, espinoso y muchas veces hasta aburridor. Coloquialmente podríamos decir que es todo un “chicharrón” para la Iglesia. No se sabe muchas veces por dónde empezar o qué hacer con ellos. Quisiera en este breve artículo exponer algunas ideas de mi experiencia de 15 años de trabajo preferencial con jóvenes, exhortando a quienes no se han “atrevido” a hacerlo e impulsando a quienes ya lo hacen, sin importar si son clérigos o laicos.
para que se les deje a un lado, para que negligentemente no los apoyemos y sobre todo, acompañemos. Son el grupo más grande de la población mundial y el que está en mayor peligro y riesgo frente al mundo. NADIE los acompaña, pero TODOS los criticamos.
Todas las diócesis del mundo tienen una Pastoral Juvenil que intenta de una u otra manera responder al reto actual de la nueva evangelización hacia este grupo especial de fieles.
Empecé mi trabajo con este grupo cuando pertenecía a este selecto grupo y he encontrado las mayores alegrías en eso. He tenido maestros como Monseñor Roberto Ospina (Obispo de Buga), el Padre Gonzalo Barón (Arquidiócesis de Bogotá) o el Dr. Juan Carlos Guáqueta. Con ellos aprendí que la mejor inversión de tiempo y de vida la hacemos cuando trabajamos para quienes se están abriendo a la existencia, viendo en ellos la esperanza del mundo, dado que son el presente de la Iglesia y de la sociedad.
Los jóvenes han sido, son y seguirán siendo un “tabú” en la Iglesia. Dentro de las numerosas afirmaciones que encontramos hoy en día -que son un obstáculo para el trabajo con ellos- encontramos que son imprudentes, que son un desafío, que cuestionan todo, que tienen una nueva cultura (que el cura, catequista y animador no tiene), que son groseros e inconstantes, que la mayoría de las veces no ponen atención, que no se comprometen, que no hacen caso, que no se ven los resultados en sus procesos, que pareciera que no les importa nada… y para colmo de males exigen actividades diferentes, lo que requiere más estudio y por ende más tiempo.
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Con este panorama vemos que el futuro del trabajo con ellos no es muy alentador, siempre han existido excusas y las seguirá habiendo. Indiscutiblemente estas son afirmaciones que son verdad, pero que no deben ser EL OBSTÁCULO
En estos 15 años, por gracia de Dios y para su gloria, no me he dejado llevar por esas afirmaciones tendenciosas y he ido contra corriente.
Es nuestra tarea como Iglesia, y con este término me refiero a todos los miembros: Iglesia diocesana, comunidades religiosas, movimientos y laicos, apostarles a ellos como a mí me enseñaron. No solo porque nos lo inventemos, ni porque ellos nos lo pidan, sino porque los obispos sabiamente nos lo han pedido desde la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Puebla, la cual afirma que “La Iglesia hace una opción preferencial por los jóvenes en orden a su misión evangelizadora en el Continente.” (Nº 1186) y que esto lo hace por vocación y no por táctica (Nº 1132). Así mismo la IV Conferencia en Santo Domingo reafirma
Debemos empezar a confiar en los jóvenes como Iglesia, a creer en ellos, así como lo hizo Dios Padre. Él fue el primero en confiar en nosotros, pues le entregó el tesoro de su Hijo a una pareja joven (La Santísima Virgen María no tenía más de 15 años cuando dio a luz al Salvador del mundo).
esta OPCIÓN PREFERENCIAL (Nº114, 119, 120), también lo hace la V Conferencia en Aparecida renovando esa opción. (Nº 443, 446) (Los invito a que lean detenidamente estos numerales). Podemos entonces, por vocación, dedicarle tiempo a estos jóvenes para evangelizarlos. Evangelizarlos a ellos requiere paciencia, es decir, tiempo, pero también requiere inversión (sí, económica) y sobre todo un corazón con fuego que los anime y acompañe. Solo así podremos mostrarles a los jóvenes que la vida es un proyecto que se va elaborando cada día; que la vida personal es una bendición de Dios y por eso una invitación a asumirla en todo su encanto de posibilidades para ser puesta al servicio de los demás y no solo para uno, siendo respuesta al amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Solo así entenderán (por medio de la entrega y del servicio) que la vida no se agota en el tiempo ni en el espacio, sino que trasciende más allá de la muerte física, gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo. Es hora de que nuestra Iglesia tenga una legión de jóvenes al servicio de otros jóvenes, que los escolten en su aventura espiritual, y que así todos los jóvenes descubran que siempre hay alguien dispuesto a escucharlos. Muchos se preguntarán cómo se hace y qué se debe hacer, pero lo más importante es arrancar, iniciar y apostarle a esto, ponerlos a soñar y darles cuerda a los jóvenes, pues las grandes realizaciones de la edad adulta fueron sueños de la juventud. Debemos empezar a confiar en los jóvenes como Iglesia, a creer en ellos, así como lo hizo Dios Padre. Él fue el prime-
ro en confiar en nosotros, pues le entregó el tesoro de su Hijo a una pareja joven (La Santísima Virgen María no tenía más de 15 años cuando dio a luz al Salvador del mundo). Por otra parte, quisiera dedicarle un espacio a los párrocos y a los movimientos, para alentarlos a que inicien en esta opción preferencial por los jóvenes. No se desanimen en este trabajo, vale la pena. ¿Queremos sacerdotes? trabajemos con los jóvenes, los futuros sacerdotes. ¿Queremos religiosos? trabajemos con los jóvenes, los futuros religiosos. ¿Queremos familias? trabajemos con los jóvenes, las futuras familias. ¿Queremos una Iglesia santa, grande y trabajadora? trabajemos con los jóvenes, los que evangelizarán el mundo. Sacerdotes, démosle participación a los jóvenes en la parroquia, dediquémosle un minuto de nuestra homilía cuando veamos si quiera a uno de ellos ahí sentado en una banca, acerquémonos a hablarles y a preguntarles cómo se sienten, hagámoslos sentir importantes, para Dios ellos lo son, para nuestra Iglesia también. No dejemos este trabajo en discursos elocuentes, sino en acciones concretas; ellos tienen que dejar de ser los “olvidados” de nuestra Iglesia. Por último, quisiera compartirles la experiencia del trabajo con jóvenes en la Arquidiócesis de Cali. Arrancamos en febrero de 2016 un proyecto llamado Mataüa campo de verano. Este está siendo liderado por la pastoral juvenil. Ya se han realizado 4 temporadas (julio de 2016, enero de 2017, julio de 2017 y enero de 2018) y estamos preparando julio 2018. Los campos de verano existen para darle a los jóvenes de Cali herramientas que les permitan soñar y perfilarse en la sociedad. Son un espacio de formación y crecimiento espiritual que genera cambios positivos en la vida de cada uno de los participantes. Los participantes que hemos tenido, son de diferentes zonas marginales de Cali y queremos que ellos salgan con un corazón lleno de Dios, con ganas de servir y de ser ejemplo para sus familias y amigos del barrio. Los participantes de los campos son jóvenes que en su mayoría no pertenecen a grupos juveniles; con esto buscamos salir al encuentro de “las ovejas perdidas” y darles la oportunidad de conocer a Dios y de pasar unas vacaciones inolvidables, pues estamos seguros de que en ellos están depositados todos los anhelos, sueños y energías, y por eso es necesario formarlos para que encuentren razones para vivir, esperar y amar. Si quieres participar y tienes entre 14 y 18 años escríbenos a nuestra fan page de Facebook: Mataüa Campo de Verano o llámanos al 311 848 0093.
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La Familia nos habla Emanuel Altamar Bohórquez y Paola Lenis Parroquia Nuestra Señora del Rosario
Dios sigue llamando a la juventud Dios sigue llamando a la juventud. Esto es cierto, pero existe un problema, hay mucho ruido en nuestros corazones y se nos hace difícil escuchar el servicio que se nos tiene preparado en las diferentes vocaciones, ya sea laicos en la vida familiar y social, la vida religiosa y el ministerio ordenado. Compartiré mi experiencia de vida, cómo descubrí mi vocación y cómo Él, aún me sigue llamando. De los antiguos recuerdos que tengo de Dios fue través de mis padres y cómo me daban a conocer su amor. Recuerdo en mi infancia al finalizar cada Eucaristía según mi comportamiento me premiaban con un helado, de esta manera iba creciendo en la fe y el amor a Él.
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A medida que iba creciendo fui conociendo más de Dios, y en ese conocer a los 8 años entré a mi primer grupo parroquial: “Infancia Misionera”, gratos recuerdos, “de los niños del mundo, siempre amigo”; y luego prestando mi servicio como monaguillo de una de las misas dominicales. Desde allí comenzó mi vida parroquial (monaguillo, servidor de la infancia, grupo juveniles, servidores de grupos juveniles y catequista), que aún lo sigo viviendo y sirviendo, no en una parroquia,
pero si en la Fundación Católica “El Cristo de la Calle”. Entonces entendí que Dios me llamó a “Servir en la Iglesia y para la Iglesia”, tanto así que me empezó a llamar la atención la vida sacerdotal. Empezaba a experimentar cambios hormonales y a medida que iba conociendo mujeres, fui creando lazos de noviazgos donde me ilusionaba con una vida matrimonial y la indecisión entre las dos vocaciones. Puedo decir, que mi cabeza se encontraba enredada y sabía que debía tomar una decisión en mi vida. Así que consulté a dos personas, la primera fue mi mamá, que, con ese amor de madre, me apoyó en la vida sacerdotal, pero me aconsejó terminar mis estudios universitarios; la otra persona es un sacerdote amigo que me dijo: “vívalo”, y me citó este versículo: “El hombre hace proyectos en su corazón, pero el señor pone las respuestas en sus labios” (Proverbios 16, 1). Así que me decidí por lo primero que me llamó la atención; terminé mis estudios universitarios y en el año 2012 entré al Seminario Mayor Arquidiócesano San Pedro Apóstol de Cali, para el cual escribí este artículo. Fue una gran experiencia de vida, obtuve muchos apren-
Construir una relación de amor no es un proceso instantáneo, ella empieza desde el noviazgo, ya que el Matrimonio es el deseo de compartir la felicidad con aquella persona que he elegido para vivir y afrontar
la vida.
dizajes a pesar de que haya durado tan solo dos años; que fueron valiosos en mi crecimiento de vida tanto personal como profesional, por eso le debo tanto al Seminario. Allí recibí formación integral, donde aprendí a escuchar a Dios en el silencio de la oración. Sí, el problema es que no escuchamos nuestro corazón que se torna demasiado ruidoso, porque no solo son los ruidos exteriores, sino el más importante: es el que llevamos dentro. Por consiguiente, desde el silencio, el Señor me hacía descubrir cosas que al principio no me daba cuenta de la importancia que tenía. Al transcurrir este tiempo se manifestaba en detalles o signos pequeños para poder descubrir la respuesta que colocó en mi corazón. Hace dos años y cuatro meses, emprendí la respuesta que Él puso en mi corazón, me uní en el sacramento del Matrimonio con mi esposa Paola Lenis. En esta etapa de mi vida, puedo decir: construir una relación de amor no es un proceso instantáneo, ella empieza desde el noviazgo, ya que el Matrimonio es el deseo de compartir la felicidad con aquella persona que he elegido para vivir y afrontar la vida. Es una dedicación de ayuda y de servicio mutuo para toda la vida. Así es, junto con Paola empecé a construir un futuro, compartir sueños desde la escucha y la oración. Un futuro que se va construyendo en el presente, donde día a día se lo encomendamos a Él para que nos acompañe en este caminar. Hoy en día Él me sigue llamando y en esa comunicación, se manifiesta con detalles en mi vida, guiándome cómo debo vivir mi vocación y el servicio que me ha regalado. Sí, la comunicación es continua, donde el “Padre de Amor” va guiando a su hijo hasta una felicidad completa, su realización como ser. Dios como aquel Padre lleno de amor, nunca dejará solo a sus hijos, Él siempre está en comunicación constante con nosotros y a través de su vida cotidiana revelará, cual es el mejor proyecto de vida que quiere para sus hijos.
Pastoral Juvenil Paola Mendoza Representante de la Pastoral Juvenil
¡Confirmando mi fe! La aventura comenzó hace unos años, yo era adolescente y no me hallaba, concentrando mis energías en algo común para los jóvenes de mi edad, quizá practicando algún deporte, haciendo parte de un grupo de danza o aprendiendo a tocar un instrumento; así que me pareció el mejor parche salir de mi casa para recibir una catequesis y asistir a un grupo juvenil. En ese momento no sabía lo que eso acarrearía en mi vida. Inicié mi proceso pastoral en la parroquia Nuestra Señora del Rosario en Jamundí, donde me preparaba para la Confirmación. Al encontrarme allí a ese grupo de personas que me formaban, me enamoré de su vocación y de la forma en que contribuían a mi formación integral. ¡Yo quería ser como ellos! Fue así como después de un tiempo de preparación comencé a dar catequesis para niños de primera comunión y de esta forma pude conocer mi fe, casi a la par de esos niños que tanto apreciaba y por los cuales no me importaba pasar un sábado entero en la parroquia. Luego fuí comprendiendo que ser catequista no era solamente dar un tema de Iglesia y continuar tu vida como si nada pasara, me dí cuenta que debía ser ejemplo y testimonio para aquellos que cada ocho días buscaban un poco de Dios en mí.
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Una cosa llevó a la otra, de prepararme para la confirmación pasé a ser catequista, de ser catequista a coordinar el grupo juvenil, de coordinar a recibir la confirmación y de allí, reafirmar mi deseo de continuar sirviendo, empezando a construir y discernir mi vocación. En el camino me encontré con buenos amigos que confiaron en mí y me dieron la oportunidad de crecer en muchos ámbitos de mi vida. Uno de los primeros retos fue la ELIAC (Escuela de Líderes Arquidiocesana de Cali), experiencia en la que he aprendido
Al mirar hacia atrás y pensar en los años recorridos desde aquel día que acepté reafirmar mi compromiso bautismal puedo asegurar que la fuerza infundida por el Espíritu Santo realmente ha estado allí para guiarme y animarme en este caminar con Jesús y especialmente con los jóvenes.
que Dios nos quiere pulir en los diferentes aspectos de nuestra vida, que vale la pena ser autocrítico y no creernos un producto acabado para crecer en comunidad y ofrecernos a servir a los otros con amor. Poco después de terminar mi proceso como participante de la ELIAC recibí un llamado para hacer parte de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Cali, esta ha sido mi casa y escuela más grande de formación en la fe, en la vida de Iglesia y en el amor. Al mirar hacia atrás y pensar en los años recorridos desde aquel día que acepté reafirmar mi compromiso bautismal puedo asegurar que la fuerza infundida por el Espíritu Santo realmente ha estado allí para guiarme y animarme en este caminar con Jesús y especialmente con los jóvenes, quienes han sido el motivo y el impulso para continuar mi apostolado y decir como afirmaba San Bosco: “hasta el último aliento por mis jóvenes”.
Profesor Invitado Willian Fredy Palta Velasco Docente Unicatólica
Jóvenes, universidad y compromiso ético La educación no es otra cosa que apostarle a la búsqueda de un horizonte de sentido, que permita construir relaciones con sentido de humanidad. Esta visión implica ser una voz profética que anuncie la esperanza, promueva la justicia y defienda la dignidad. Esta tarea ética, pedagógica y política de lucha por la dignidad humana es un compromiso de grandes dimensiones que debe cada día encararse y hacerse fuego en los corazones de los jóvenes universitarios que se preparan en las diferentes disciplinas para un ejercicio profesional que debe ser constructor de nueva humanidad. Esta responsabilidad debe atravesar las funciones sustantivas de docencia, investigación y proyección social, y como se ha insistido en diferentes espacios, que la construcción de escenarios de paz, la lucha contra la inequidad, la defensa de los Derechos Humanos y el promover sentidos de vida, debe ser la función universitaria por excelencia, así se responderá al llamado de Pablo VI de “construir la civilización del amor”, porque es este el compromiso de la universidad para que transforme realidades y sea una praxis social con profundo sentido de humanidad, tal como lo señaló el Papa Francisco en su discurso en la Universidad de Roma III:
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Hay conflictos en muchas regiones del planeta, que ponen en peligro el futuro de generaciones enteras. ¿Por qué la comunidad internacional y sus organizaciones, no son capaces de prevenirlos o detenerlos? ¿Los intereses económicos y estratégicos tienen más peso que el interés común en la paz? Sin duda, estas son preguntas que encuentran espacio en las aulas universitarias y resuenan, en primer lugar, en nuestras conciencias. La universidad es un lugar privilegiado en el que se forman las conciencias, en una estrecha confrontación entre las exigencias del bien, de la verdad y la belleza, y la realidad con sus contradicciones. ¿Un
ejemplo concreto? La industria de las armas. (Discurso del Papa Francisco en la Universidad de Roma III) Las IES (Instituciones de Educación Superior) y en especial las universidades tienen una tarea de gran envergadura, no solo de la producción de profesionales en serie, sino la de la reconstrucción moral y social de los países. Hoy más que nunca en un país como Colombia que le apuesta a un proceso de reconfiguración de su estructura social, la voz de la academia deber ser un referente permanente, consultado por todas las instancias de la sociedad, por eso la universidad debe pensarse, reconfigurase y transformarse permanentemente, no hay mayor contradicción que una universidad estática, anquilosada y silenciosa, pero no hay nada más peligroso que una universidad alejada de toda sensibilidad social, en este sentido el Dr. Huberto Muñoz en su libro: Hacia donde van las universidades en el siglo XXI, afirma que: La ciencia, la tecnología, la cultura y la creación artística ha tenido que ver con la existencia de la universidad. Una institución encargada de organizar la actividad educativa a nivel superior, (…) la universidad, es una institución en cambio permanente, la cual otorga a sus miembros la sabiduría para insertarla, una y otra vez en la dinámica histórica de grandes estructuras sociales e impulsar los procesos de renovación seguidos por la sociedad (Muñoz 2016, pág. 5) Para dar respuesta a esta necesidad desde la Universidad Colombiana, se hace necesario hoy más que nuca comprender las dinámicas mundiales, locales y regionales en las que se enmarca las Instituciones de Educación Superior. Estamos inmersos en una compleja red de relaciones que determinan las políticas y acciones de las Universidades. Y es precisamente hacia esto y a los desafíos que las exigencias a nivel de políticas educativas, certificaciones de calidad,
que se deben configurar grupos de estudio, observatorios de educación superior, investigaciones y reflexiones sobre la pertinencia de su accionar en el contexto socio-político en el que nos encontramos. La universidad no es solo la formación de profesionales, sino que su responsabilidad trasciende sus campus y cursos, porque en ella se propicia la movilización intelectual, social, ética y política de una comunidad, es decir, que la Universidad es una dinámica vital que cada día se está preguntando como responder a los desafíos propios de las sociedades, conservando el respeto y la promoción por la dignidad humana. En esta responsabilidad ética-política de las universidades los jóvenes tienen un papel privilegiado, ellos son los protagonistas de las dinámicas universitarias, no solo como receptores, sino como los gestores de nuevas dinámicas. Los movimientos de jóvenes estudiantiles siempre han marcado grandes momentos en la historia mundial y local, basta con nombrar las revueltas de París en el famoso mayo del 68; el movimiento estudiantil en Argentina durante la dictadura militar de la década de los 70; los jóvenes en la Plaza De Tiananmen en China en 1994, al igual que las resistencias en Chile en el 2011 y como no nombrar a los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa en México (2014), entre otros. Y en Colombia el Movimiento de la Séptima Papeleta que generó la Constitución de 1991 y en los últimos años es de resaltar la Mesa
ampliada Nacional Estudiantil (MANE); y hoy, la tarea de la reconfiguración moral del país se hace más urgente, porque parece resquebrajarse ante la corrupción, la polarización política, y las voces que cada día llaman a seguir manteniendo la confrontación armada y lo odios en el corazón, es este sentido el Papa señala que: En cualquier entorno, especialmente en el universitario, es importante leer y enfrentar este cambio de época con reflexión y discernimiento, es decir sin prejuicios ideológicos, sin miedos o fugas. Cualquier cambio, incluso el actual, es un pasaje que trae consigo dificultades, penurias y sufrimientos, pero también nuevos horizontes para el bien. Los grandes cambios exigen un replanteamiento de nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana (Discurso del Papa Francisco en la Universidad de Roma III) En esta tarea necesitamos a los jóvenes universitarios siempre sensibles al sufrimiento, la injusticia y la miseria, para que no se conformen y sean la voz profética que despierta a la sociedad de su adormecimiento. Necesitamos a los jóvenes que movilicen sus espíritus hacia la aventura de una humanidad más sensible, más humana, más fraterna. Que sus apuestas estudiantiles y sus ejercicios profesionales sean ante todo la transformación social hacia la justicia y la paz.
Sacerdote Invitado Pbro. Omar Arturo López Vicario para la Evangelización
Jóvenes: desafío de la nueva evangelización Los jóvenes son el 45% de la población de nuestro país, este dato nos indica que el compromiso con ellos por parte de la comunidad eclesial es ineludible, no le podemos dar la espalda, o actuar como si no existiera casi de la mitad de la población. Es por esto, que pensar la catequesis de los jóvenes es una tarea absolutamente prioritaria en medio de la conversión pastoral que estamos viviendo, caminando hacia una Iglesia discípula misionera. A continuación, quisiera invitarlos a reflexionar sobre actitudes, procesos y metodologías que deben llamar nuestra atención para responder al desafío de una catequesis competente para los jóvenes. Prácticas que no funcionan y sus posibles soluciones Convocatoria El joven hoy se encuentra con diversas propuestas en su medio ambiente. Ocupan su tiempo libre en las redes sociales, videojuegos, deporte y comparten con los amigos en los centros de agregación. Ante la gran cantidad de propuestas de diversión, cultura y socialización, si no somos atractivos, participarán de las actividades pastorales obligados o por conveniencia, no por un interés auténtico.
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Cuando hablamos de atractivo, no es solo la forma como los invitamos, es el contenido de la catequesis, que debe ser vital, experiencial, sensible a sus gustos; por ejemplo, su preocupación por la ecología, los proyectos sociales, sus posibilidades y amenazas, etc. Ser atractivos es utilizar una pedagogía adecuada. No podemos pretender que se sientan cómodos si la catequesis
se realiza en un salón de clase, se convertirá en la extensión de aquello que a muchos no les gusta que es su colegio o universidad. Una evangelización magistral es imposible con los muchachos. Metodología Todavía tenemos catequistas haciendo carteleras con recortes de revistas en un mundo virtual. Aún continuamos con charlas magistrales eternas, de temas sin interés, perdiendo la frescura del evangelio. Que oportuno poder utilizar las artes, la música, los espacios abiertos, las historias y los testimonios de vida. Una práctica que hace mucho daño es la improvisación en los procesos de catequesis. Es decir, pretender cada semana estar inventando un tema nuevo desconectado con los objetivos claros de la iniciación cristiana. Es necesario entonces pensar qué estamos queriendo alcanzar con ellos. Considero que es muy poco ambicioso pretender que solo se preparen para un sacramento, debemos mirar más allá y procurar que el encuentro con Cristo les de las herramientas para ser amigos de Jesús y auténticos cristianos. Un mundo de posibilidades Son continuas las quejas de los catequistas, específicamente de confirmación, que afirman que los jóvenes ya no creen. Esta frase es una verdad a medias, porque es cierto que no creen, pero en doctrinas insulsas y vacías que en nada afectan en su vida. No creen a la fuerza, ni en verdades ininteligibles. Los jóvenes creen en su corazón que es un manantial de ilusiones y en los deseos de cambiar el mundo que los rodea con las fuerzas contenidas en su ser.
Los jóvenes son por naturaleza soñadores, tienen la capacidad de construir mundos ideales y creen que pueden lograrlo, esto los lleva a comprometerse en proyectos de voluntariados maravillosos, que su única remuneración es la alegría de ser parte de la solución a los problemas que ven a su alrededor. Basta mirar los diferentes colectivos juveniles anti taurinos, ecológicos, de movilidad, etc. Es verdad que son inconstantes, que se desaniman y son vulnerables, pero sus corazones están llenos de esperanza, sin la contaminación adulta del fracaso, del negativismo y la incertidumbre. Cuando se deciden por algo que los anima, son una fuerza inagotable. Algunas ideas Les propongo que tengamos en cuenta lo siguiente para organizar y acompañar procesos pastorales con jóvenes. Considerarlos como sujetos del proceso de educación en la fe y promover su protagonismo, saliendo al encuentro de su realidad concreta, acogiendo sus necesidades e inquietudes, encarnándose en sus historias y promoviendo el espíritu de servicio. Promover la cultura vocacional, ayudándolos a descubrir su vocación y concretarla en un proyecto de vida
en el que plasmen su compromiso de transformación de la realidad. Vivir una espiritualidad centrada en el encuentro con la persona de nuestro Señor Jesucristo, que los ama y los invita a la edificación del Reino. Favorecer la formación integral a partir de testimonios y sus experiencias de vida, superando los dualismos de fe y existencia, fe y política, fe y cultura. Valorar la participación de la familia en la acción evangelizadora como signo de unitariedad en el proceso de construcción de valores. Crecer en la capacidad de escucha, atención a sus necesidades, respuesta a sus fragilidades y exaltación de los valores de cada uno de ellos. Después de revisar estos apuntes no nos debe dar miedo proponer a los jóvenes un itinerario de discipulado centrado en la persona de Jesús de Nazareth. No será fácil, estamos aprendiendo nuevas formas, los jóvenes nos empujan a pensar en una nueva evangelización. Aceptemos el desafío.
Sacerdote Invitado Pbro. Rober Alberto Velásquez Vicerrector de Pastoral - Unicatólica
Hacia una Pastoral Universitaria con identidad propia “Vosotros creced en gracia y en conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesús el Cristo. Suya es la gloria tanto ahora como hasta el último día. Amén”. 2 Pedro 3,18. Al iniciar este artículo quiero resaltar la construcción que a lo largo de los últimos años nuestra Universidad Arquidiocesana ha realizado en su comprensión de lo que es la Pastoral Universitaria, partiendo claro está de lo que nos plantea Juan Pablo II en la encíclica Ex Corde Eclessia “La Universidad Católica, en cuanto Universidad, es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales. Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común”. Desde este horizonte, se ha buscado que el sello de la identidad en nuestra comunidad universitaria, sea la vinculación de sus miembros en las diversas acciones pastorales que podamos plantear; ya esto nos representa un reto, puesto que en un contexto de pluralidad y diversidad la apuesta que realicemos debe interactuar con esta realidad, a fin de no ser excluyentes o convertirnos en una institución sectaria y/o doctrinante. Es claro que el aporte que desde el cristianismo podemos hacer a un mundo tan abierto y plural como lo son las universidades, es el sentido de la vida y los valores que emanan del Evangelio. Es clara la categorización que hace el Papa de la libertad académica como un valor inherente al ser de la universidad, pero al mismo tiempo se vincula esta libertad, con la búsqueda de la verdad y el bien común.
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El mundo Universitario plantea entonces sus propias necesidades humanas y espirituales, lo que nos exige una apertura a lo que son los jóvenes y al mismo tiempo la madurez y experiencia de los académicos, quienes no deben ser ajenos
a los valores que como institución de la Iglesia queremos que se manifiesten en la búsqueda de la verdad y el bien común. Esto nos exige tener un claro conocimiento de nuestra comunidad universitaria, porque también en este contexto se nos exige inculturar los valores del evangelio y así puedan significar, para quienes son invitados no solo a conocerlos, sino a vivirlos. Esta inculturación debe ser a la manera de Jesús: “Dios, revelándose al pueblo elegido, se ha valido de una cultura particular. Jesucristo, el Hijo de Dios, ha hecho lo mismo: su encarnación humana fue una encarnación cultural” (Juan Pablo II, Discurso en la Universidad de Coimbra 1982). Jesús no impone su mensaje, desde los valores y la realidad judía enuncia su propuesta y desde las tradiciones propias del pueblo significa su misión. Es esa pedagogía Divina la que hace que el mensaje de Jesús, sea comprendido por los más sencillos. Teniendo una comprensión de la Misión de la Iglesia en la universidad, el primer paso fue conocer los intereses y al mismo tiempo las necesidades de nuestra comunidad académica, con el único objetivo de plantear una propuesta que despertara el interés y las ganas tanto en estudiantes, como en docentes y administrativos: “La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio” (Eclessiam Suam); luego de un proceso de diálogo y conocimiento se hizo evidente una gran sensibilidad por parte de la comunidad universitaria, hacia todas las iniciativas de tipo social y humanísticas; esto nos planteó el mejor de los escenarios porque, quién mejor que la Iglesia comprende lo que es la construcción de humanidad, la búsqueda del bien común y una efectiva solidaridad. De la mano de esto también están los principios fundacionales que como Unicatolica (Fundación Universitaria Lumen Gentium) pro-
clamamos y fundamentalmente la Dignidad Humana como piedra angular en dicha escala de principios. Bajo este espíritu la Pastoral Universitaria adquirió una identidad propia, encaminada a la Evangelización de la cultura, por medio de los valores y enunciados de la Doctrina Social de la Iglesia. Es de esta manera que se constituyen tanto el grupo de pastoral Universitaria, como el voluntariado. Ahora bien en el escenario de la formación complementaria, también entrábamos a jugar un papel importante, puesto que no podíamos quedarnos en acciones de momento o en un mero asistencialismo, se hizo necesario al mismo tiempo que cada acción emprendida por el grupo de pastoral o por el voluntariado institucional estuviese siempre vinculado a un proceso de formación complementaria y al mismo tiempo posibilitar que quienes participan tengan conciencia de la implicación formativa y humana de lo que hacen. “La dignidad de la educación reside en la promoción de la verdadera perfección y la alegría de los que han de ser formados (…) La caridad intelectual (…) invita al educador a reconocer que la profunda responsabilidad de llevar a los jóvenes a la verdad no es más que un acto de amor. En la práctica, dicha caridad intelectual defiende la unidad esencial del conocimiento frente a la fragmentación que surge cuando la razón se aparta de la búsqueda de la verdad. Esto lleva a los jóvenes a la profunda satisfacción de ejercer la libertad respecto a la verdad, y esto impulsa a formular la relación entre la fe y los diversos aspectos de la vida”. (Benedicto XVI, Universidad Católica de Washington, 2008). Desde este horizonte que nos marca el Papa, es que Unicatolica ha planteado la formación integral como una acción que dignifica en la práctica de la caridad, palabra que no debe ser extraña a la vida académica, teniendo en cuenta que todo acto humanista exige amor por la humanidad y la educación es uno de los más grandes actos de amor por el ser humano. Ahora bien, se plantea la caridad intelectual como un quehacer de la Universidad Católica y en este sentido cobra relevancia el acompañamiento a comunidades vulnerables y que han sufrido las consecuencias del conflicto armado; hemos descubierto que el apoyo y acompañamiento que podemos hacer no consiste en un asistencialismo material, sino en compartir y descubrir la vida de las personas, brindándoles esperanza y gusto por la vida: “Yo he venido para que ustedes tengan vida y vida abundante” (Juan 10,10); pero al mismo tiempo ser impulsores de la dignificación de las comunidades ejerciendo las funciones propias de la educación superior como lo son la docencia, la investigación y la proyección social. “Mediante la enseñanza y la investigación la Universidad Católica da una indispensable contribución a la Iglesia. Ella, en efecto, prepara hombres y mujeres, que, inspirados en los principios cristianos y motivados a vivir su vocación cristiana con madurez y coherencia, serán también capaces de asumir puestos de responsabilidad en la Iglesia. Además, gracias a los resultados de las investigaciones científicas que pone a disposición, la Universidad Católica podrá ayudar a la Iglesia a dar respuesta a los problemas y exigencias de cada época.” (Ex Corde Eclessia). Nuestra universidad
se ha estructurado en todos sus recursos tanto humanos como financieros para contribuir en el desarrollo a que estas palabras no sean letra muerta o buenas aspiraciones; porque se hace necesario contar con los recursos suficientes, tanto en lo humanos como en lo económico. Este texto da razón de cómo Unicatolica ha venido consolidando en los últimos años esta apuesta, más aún es prueba evidente de cómo la responsabilidad social universitaria de nuestra institución se ha hecho presente en circunstancias partículares y definidas como lo son la realidad de Itsmina (Departamento de Chocó) y Mocoa (Departamento del Putumayo); dos realidades históricas distintas, pero un mismo vínculo en lo que es el conflicto armado, el olvido del Estado y la corrupción regional que parece no tener limite. Es ahí donde los miembros de nuestra comunidad universitaria han llevado a cabo procesos de inmersión, de encuentro, de acompañamiento y de construcción de experiencias que se constituyen en conocimiento. Este encuentro con la realidad directa de nuestro país, marca la vida y el corazón de cada uno de los estudiantes y profesores que han acompañado estos procesos; es esperanzador ver cómo jóvenes se animan a descubrir un sentido más amplio de su fe, basados no solo en su experiencia, sino en su propia interpretación de una realidad que conmueve y nos lleva a estar en contacto con la humanidad; al mismo tiempo que docentes hacen una comprensión académica de la realidad que los toca en lo profundo y les crea una comprensión nueva de lo que significa construir conocimiento. “La educación se convierte de hecho en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, adquiriendo una identidad no replegada sobre sí misma. La sabiduría busca al otro, superando la tentación de endurecerse y encerrarse; abierta y en movimiento, humilde y escudriñadora al mismo tiempo, sabe valorizar el pasado y hacerlo dialogar con el presente, sin renunciar a una adecuada hermenéutica. Esta sabiduría favorece un futuro en el que no se busca la prevalencia de la propia parte, sino que se mira al otro como parte integral de sí mismo; no deja, en el presente, de identificar oportunidades de encuentro y de intercambio; del pasado, aprende que del mal sólo viene el mal y de la violencia sólo la violencia, en una espiral que termina aislando. Esta sabiduría, rechazando toda ansia de injusticia, se centra en la dignidad del hombre, valioso a los ojos de Dios, y en una ética que sea digna del hombre, rechazando el miedo al otro y el temor de conocer a través de los medios con los que el Creador lo ha dotado.” (Francisco, Universidad de AlAzhar, 2017). Quienes han recorrido este camino han logrado un encuentro con el otro, gracias a la escucha que han hecho de la vida, las tragedias, las alegrías, las esperanzas y la fe que se contiene en el corazón de los más humildes. Contar la historia es hacerla propia, es identificarse y al mismo tiempo es humanizarse. Como institución estamos seguros que podemos ofrecer a la sociedad profesionales con una sensibilidad social, fruto del reconocimiento del otro y la aprehensión de los valores propios del Humanismo Cristiano.
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El Seminarista nos habla Juan Paulo Escobar Díaz Seminarista de I de Teología
Nuestro encuentro con el Papa Francisco “Nos traes luz nos traes paz, nos traes palabras de verdad y nuestra gente sabrá hallar en Dios la libertad”. Así era el coro de la canción oficial de la visita del Papa a Colombia, y nosotros la cantábamos en la plaza de toros de la Macarena, en la ciudad de Medellín, donde participamos como comunidad de Seminario en el encuentro con el Papa Francisco. Después de pasar unos días donde crecimos como comunidad, y tuvimos la experiencia de aprender sobre el ser misionero en Jericó con las Lauritas, la vida contemplativa en Guatapé con los Benedictinos; llegó el esperado momento, el objetivo de nuestro viaje a Medellín, el de encontrarnos y escuchar al sucesor de Pedro, nuestro Papa Francisco. Desde el miércoles que llegamos a Antioquia, ya estábamos mentalizados de que teníamos que salir a pie desde el colegio de los Salesianos donde nos hospedamos hasta la plaza de toros de la Macarena, por rumores de que ese sábado no estaba permitido en Medellín cualquier tipo de vehículo, desde el colegio hasta la plaza de toros eran más de 10 km de camino, pero no importaba, porque nuestro propósito era ver y escuchar al Papa.
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El sábado 9 de septiembre la levantada fue más temprano de lo normal. A las 6 a.m. estábamos celebrando la Eucaristía, con el propósito de llegar temprano para alcanzar unos puestos favorables, y así poder ver y escuchar al Papa más de cerca. Desayunamos y salimos con nuestras cajas de almuerzo y alimentos para la plaza de toros. Ese día tuvimos la suerte de que podíamos
irnos en los buses; cuando llegamos a la Macarena ¡oh sorpresa! Ya había fila. Sacerdotes, monjas, religiosos y seminaristas de todo el país y del exterior que desde las tres o cuatro de la madrugada habían llegado, pero eso no fue motivo para decepcionarnos. Al bajarnos del bus nos dirigimos a la fila que era mucho más de 100 metros, pero fue ágil, solo había que tener en la mano la cédula y la escarapela, y pasar todos los controles de seguridad -claro el Papa es un jefe de estado-, hasta que pudimos entrar a la Macarena. Ya habían alrededor de 1000 personas o más, en su mayoría monjas, pero por gracia de Dios tuvimos puestos providenciales, cerca donde iba a estar el Papa, a unos 15 metros de él. La espera no estuvo aburrida, desde las 8 de la mañana que llegamos, tuvimos presentaciones musicales y alabanzas. Vimos la salida del Papa de Bogotá a Medellín, vivimos la misa a través de unas pantallas gigantes que habían en la plaza de toros. Después de la misa tuvimos el tiempo de almuerzo, y el recibimiento de las reliquias de santa Laura Montoya, primera santa colombiana. Se llegó la hora cero, a las 3 de la tarde todos debíamos estar en los puestos. Fueron llegando sacerdotes que celebraron con el Papa en el aeropuerto y la plaza de toros se llenó. Al llegar las cuatro y media de la tarde y saber que nuestro Papa estaba cerca de la Macarena, se sintió mucho entusiasmo, alegría y nervios de saber que en pocos minutos estaba con nosotros el sucesor de Pedro; con temblor en las manos y ganas de llorar recibimos a nuestro
querido Papa Francisco, toda la plaza de toros gritaba a una voz ¡te queremos Papa, te queremos!, hasta que el Papa invocando a la Santísima Trinidad inició su compartir con nosotros. Se quedó la plaza de toros en silencio. Empezaron hablar tres personas acerca de su vocación, la primera fue la señora María Isabel, mamá de un sacerdote, nos contaba su experiencia, cómo desde la familia nacían las vocaciones. Luego siguió la hermana Leidy una religiosa de San José, contando su experiencia vocacional. Por último el padre Juan Felipe, un sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín dándonos el testimonio de su vida sacerdotal. Luego el Santo Padre nos dirigió unas sabias palabras. Empezó diciendo que la vocación nace desde un contexto, una comunidad específica, desde ese fervor que contagia, entusiasma y atrae, para llevar a Cristo a los demás. Dijo que los jóvenes éramos inquietos, esa inquietud nos podía llevar a tomar malas decisiones, a caer en el vicio de la droga, destruir nuestras vidas; pero también resaltó algunos jóvenes inquietos, comprometidos con la sociedad, y si son creyentes, si llevan a Jesús en el corazón, se convierten en “callejeros de la fe”. En esto nos llamaba la atención el Papa, de la necesidad de ser testimonio para los demás. Resaltó también que aun
en medio de la crisis Dios sigue llamando, decir que no hay vocaciones, es “cuento chino”; precisó que todos nosotros somos vulnerables, Dios es el único que no es vulnerable, pero aun sin ser vulnerable, se hizo vulnerable igual que nosotros y salió a callejear. Doy relevancia a tres puntos que el Papa nos dijo: el primero, “permanecer en Jesús tocando la humanidad de Jesús” eso es tener la mirada y los sentimientos de Jesús, puso el ejemplo del buen samaritano, que “reconoce los valores del pueblo que camina, con sus heridas y pecados”. Segundo, “permanecemos contemplando su divinidad”, debemos despertar la admiración por el estudio, citó a San Agustín diciendo “no se puede amar a quien no se conoce”, tener como privilegio la Sagrada Escritura, en especial el evangelio, “quien no conoce las escrituras no ama a Jesús”. Y el tercero, “permanecer para vivir en alegría”, el que permanece con Cristo vive en alegría. Por último nos dio su bendición, y dijo “que Dios bendiga la vida consagrada en Colombia”. Aunque el Papa no vino a Cali, para mí y para mis hermanos seminaristas, fue una bendición vivir esta experiencia, que quedará en nuestras mentes y en la historia de nuestro Seminario para siempre.
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¡Bienvenida al Padre Rector y al nuevo Equipo de Formadores!
El año lectivo 2017 – 2018 inició cargado de grandes novedades y coyunturas positivas para nuestra casa de formación. El paso de los Padres Sulpicianos a los Padres Diocesanos en la formación de los candidatos al ministerio sacerdotal, representa para toda la Iglesia Vallecaucana y del Pacífico un nuevo comienzo orientado a cosechar todo lo que durante 36 años esta sociedad de Padres de San Sulpicio dejó en nuestra tierra caleña. El Seminario hoy hace parte de los suyos, de los hijos que fueron formados y que hoy pasan a formar, de los sacerdotes que recibieron para dar. Este es sin duda alguna un año que desde ya hace historia, un año que nos propone retos y nos fija la mirada en metas propias por cumplir con determinación y coraje. Todos los cambios son necesarios y generan grandes expectativas. Entre ellos la nueva administración del Seminario Mayor San Pedro Apóstol de Cali, propone para la formación de los futuros pastores un nuevo itinerario de discernimiento vocacional a la luz de la espiritualidad diocesana.
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Queremos resaltar dentro de esta coyuntura la posesión del Padre José Olmes Mondragón Orejuela como nuevo
Rector de esta casa de formación quien hasta antes se había desempeñado como formador interno, director espiritual de la casa y Vicario Episcopal para el Clero. De igual forma damos la bienvenida al Padre Álvaro González Carrasquilla (anterior rector del Seminario Mayor de profesionales Santiago Apóstol y párroco de Santiago Apóstol), quien se desempeñará como vicerrector y nuevo Vicario Episcopal para el Clero; al Padre Germán Martínez Rodas (anterior párroco del Divino Niño), quien ocupará el cargo de director de estudios y seguirá al frente de la Vicaría para la Educación de la Arquidiócesis; también se incorpora a este equipo de formadores el Padre Norbey de Jesús García (anterior rector de la Escuela Diaconal Pablo VI y párroco en San Pablo) y el Padre Javier Mauricio Ceballos de la Diócesis de Palmira (anterior director de la pastoral vocacional de Palmira y párroco en Nuestra Señora de las Mercedes). Seguirá de igual forma con nosotros el Padre Diego Rivera Hurtado, acompañando al grupo de Propedéutico y la Pastoral Vocacional. Pedimos para todo este nuevo equipo humano la asistencia del Espíritu Santo sobre su ministerio y misión, para que con sabiduría, paciencia y amor puedan guiar los pasos de los futuros pastores de la Iglesia hacia la obra que Dios mismo ha iniciado en cada uno de ellos.
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Padres Sulpicianos: 36 años sirviendo
Sólo gratitud es lo que tenemos para los PADRES SULPICIANOS. Fueron fundados en el año 1641 por el Padre Jean-Jacques Olier y su carisma es la formación del clero. Posteriormente formaron lo que se llama Sociedad de vida apostólica y están agrupados en tres provincias: Francia, Canadá y Estados Unidos. Están presentes en Canadá, Francia, Estados Unidos, Japón, Vietnán, Zambia, Brasil y Colombia. El entonces Arzobispo de Cali, Monseñor Alberto Uribe Urdaneta les encomendó la administración del Seminario Mayor San Pedro desde el año 1981. Desempeñaron esa tarea junto con los sacerdotes de la Arquidiócesis de Cali y a lo largo de 36 años acompañaron la formación de los sacerdotes para Cali, Buga, Palmira, Buenaventura, Panamá y Guapi. El primer rector, del año 1981 al 1984 fue el Padre Robert Mercier (canadiense). El segundo fue el Padre Jacques D’Arcy (canadiense, actual Provincial para Canadá, Colombia, Japón y Brasil), fue rector entre 1984 y 1990. El tercer rector fue el Padre Diego Restrepo (colombiano), entre los años 1990 a 1998. El cuarto rector fue el Padre Joaquín Cortés (colombiano), en los años 1998 a 2004. El quinto rector fue el Padre José Abel Sierra (colombiano), en los años 2004 a 2010. Y el sexto rector fue el Padre Gustavo Isaza del año 2010 al 2017.
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El Arzobispo de Cali, Monseñor Darío de Jesús Monsalve, celebró el 21 de noviembre del 2017 una Eucaristía en reconocimiento y gratitud por la labor desempeñada
en estos 36 años de los Padres Sulpicianos y descubrió una placa en mármol que ha quedado en la Capilla del Seminario como señal de sincero agradecimiento a esta inmensa labor ejercida con entrega verdadera.
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30 años de servicio en San Pedro Nuestro seminario quiere resaltar la labor del señor Édison Isaza Valencia ya que durante 30 años ha servido infatigablemente a esta casa de formación en los diferentes trabajos y labores encomendados. Ha sido para todos un ejemplo de perseverancia, constancia y confianza y sin duda alguna también ha sido testigo de la configuración de muchos jóvenes con el proyecto salvífico de Cristo. Agradecemos a Dios por su vida y su trabajo en medio de nosotros y celebramos junto a él tres décadas de disposición frente a la construcción del Reino de Dios, pues su trabajo también contribuye a que cada vez más el deseo de Dios por estar cercano a los hombres se haga realidad. ¡Felicidades y mil gracias!
Un equipo humano que acompaña nuestro caminar Cada año vemos la importancia de resaltar el gran y talentoso equipo de trabajo que acompaña nuestro proceso de discernimiento vocacional dentro de esta casa de formación. Desde las oficinas hasta la cocina, pasando por los jardines y los demás servicios, cada trabajador representa el esfuerzo abnegado por contribuir al crecimiento de las vocaciones sacerdotales que tanto necesita nuestra Iglesia. Ellos desde su particular lugar de trabajo, dan lo mejor de sí, y con este ejemplo, nos motivan a seguir adelante en la construcción del Reino de Dios. A todos ellos como gesto de eterna gratitud queremos dejarlos impresos en el corazón de nuestro Seminario, para que el futuro los tenga presentes como obreros fieles y amables de la viña del Señor.
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