Construir la Paz Materiales sobre el 6潞 Objetivo del Plan Diocesano de Evangelizaci贸n (2002-2007)
Vitoria-Gasteiz 2007
Documentos y Materiales: 1. Entre todos, paz para todos. Guztioz artean, bakea guztion alde. 2. Programación de las Delegaciones y Secretariados Diocesanos. 3. Guía Diocesana 2000. 4. La Formación del Laicado. Proyecto marco Diocesano. 5. Plan Diocesano de Evangelización 2002-2007. 6. Hacia una fe más personalizada. Materiales sobre el 1er Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización (curso 2002-2003). 7. Guía Diocesana 2004. 8. La misión de los laicos. Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización. 9. Pacificación y Reconciliación en el País Vasco. Encuentro diocesano de presbíteros. 10. Renovar nuestras comunidades cristianas. Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria. 11. Una Iglesia diocesana más comunitaria. 12. Evangelizar hoy. Una invitación a la reflexión y al diálogo en grupo a partir de la Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria “Evangelizar en tiempos de increencia” (Pascua 1994). 13. Guía Diocesana 2007. 14. Un anuncio significativo del Evangelio. Materiales sobre el 4º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización (2002-2007). Edita: Obispado de Vitoria Imprime: Iru Artes Gráficas Maquetación: Natalia Fernández
1. Presentación El Plan Diocesano de Evangelización (PDE) que la diócesis puso en marcha para el quinquenio 2002-2007, dedicó uno de sus objetivos a la Construcción de la Paz. En concreto, el Objetivo 6 presentó la siguiente redacción: “Participar activamente en la construcción de la paz, desde las exigencias y motivaciones del Evangelio y en corresponsabilidad con otros grupos sociales”. Se indicaba, además, que este objetivo, junto al dedicado a La opción preferencial por los pobres, era transversal, es decir, que afectaba y empapaba al conjunto del PDE durante los años de su puesta en práctica. A este tema y objetivo se dedicaron los períodos litúrgicos del Adviento durante el quinquenio indicado. Este número de la colección diocesana Documentos y Materiales recoge los materiales que se repartieron y las iniciativas que, para el ámbito diocesano, se propusieron durante los Advientos de 2002 a 2006. Son los siguientes: 1. Más que palabras: actitudes, gestos, compromisos, hechos signos... Entre todos, Paz para todos. Es una Campaña de reflexión, oración y compromiso en torno a la construcción de la paz. En su momento, tuvo dos principales finalidades. La primera, colaborar con el inicio de la puesta en acción del PDE subrayando que la necesidad de la paz era -y hoy sigue siéndolo- una perentoria y urgente tarea para los creyentes y para la comunidad eclesial. Al mismo tiempo, esta Campaña conectó y reactivó el impulso eclesial en pro de la paz que significó aquella otra Campaña desarrollada interdiocesanamente en la Cuaresma-Pascua de 1999: Entre todos paz para todos, que culminó con el masivo y fecundo Encuentro por la Paz y la Reconciliación (17.05.1999). Fue un fin de semana intenso en el que las diócesis del País Vasco realizaron coordinadamente actividades de naturaleza semejante1.
1 Cf. Entre todos, paz para todos - Guztion artean, Bakea guztion alde, Diócesis de Vitoria (Col.
Documentos y Materiales, 1) 1999.
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
2. Convivir. Es un conjunto de propuestas y materiales orientados a subrayar el carácter secular de la misión de la Iglesia, y a intensificar la inserción de los laicos en las relaciones humanas y en las estructuras sociales con ansias evangélicas de paz, con actitudes de fraternidad y solidaridad. Este curso pastoral 2002-2003 estuvo dedicado al Objetivo 2 del PDE: “Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, como elemento fundamental en la evangelización misionera”. 3. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial es el título de la clarificadora conferencia que Xabier Etxeberria, profesor de Ética en la Universidad de Deusto, desarrolló en mayo de ese año en el marco del Encuentro diocesano de Presbíteros sobre Pacificación y Reconciliación en el País Vasco. Era el curso pastoral dedicado al objetivo 3 del PDE: “Impulsar el desarrollo del sentido comunitario en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia diocesana”, uno de los cuales era y sigue siendo La construcción de la Paz. 4. La Reconciliación. Más allá de la justicia. La reconciliación es un paso y un ingrediente necesarios cuando la construcción de la paz debe afrontar los efectos más sangrantes de la violencia y del terrorismo. No es, por ello, un objetivo fácil. La Fundación Alboan y el Centro de Estudios Cristianisme i Justícia publicaron a finales de 2003 el número 122 de los Cuadernos CJ. Era el resultado del Seminario de espiritualidad de la acción social y política de la Fundación Alboan. Se distribuyó en la diócesis en un formato idóneo para la reflexión personal y el trabajo en grupos. Ampliamente difundido, este cuaderno da fe de la crudeza de la realidad de las víctimas de la violencia terrorista, a la vez que establece puntos de luz hacia los que orientarse en el complejo y delicado camino de la reconciliación personal y social. 5. Busca la paz y corre tras ella. Consiste en un conjunto de materiales para la reflexión, el diálogo y la oración de creyentes y colectivos eclesiales sobre el empeño evangélico de Pacificar - Normalizar - Reconciliar. Sobre la base de textos episcopales y oraciones en torno a la Palabra de Dios, se ofrecen unas sugerencias y orientaciones didácticas para facilitar el trabajo y las celebraciones comunitarias. Todos los materiales que ahora se ofrecen, excepto el correspondiente al Adviento de 2006, están publicados en alguno de los números de esta colección diocesana. Los correspondientes a los Advientos de 2002, 2003 y 2005 están recogidos en el folleto correspondiente al desarrollo de cada Objetivo del PDE, y la confe-
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Presentación
rencia de X. Etxeberria en el folleto nº 9. Recopilar todos ellos en esta nueva publicación persigue las siguientes finalidades: Queremos dejar constancia de cómo el empeño por la paz es constante en la actividad y la preocupación de nuestra iglesia local. La diócesis de Vitoria no deja de incrementar su colaboración, aunque modesta y quizá frágil, en la perspectiva que le corresponde a la construcción de la paz. No está de más dedicar una publicación a recoger y exponer el contenido de cinco importantes campañas eclesiales y pastorales. Por su contenido, su intención y por su calidad intrínseca merecen un espacio monográfico especifico. Estos materiales son útiles para quienes desean profundizar y mantenerse constantes en el recorrido de la construcción de la paz, donde sigue siendo necesario un esfuerzo por la clarificación de los conceptos, los matices, los diferentes puntos de vista, las distintas situaciones vitales, el esfuerzo y la constante conversión personal y comuniaria... La paz y sus ingredientes (reconciliación, reconocimiento, justicia, etc.) son un fruto delicado que brota y prospera mediante cuidados y esfuerzos serenos, valientes, continuados y lúcidos.
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2. Mรกs que palabras actitudes gestos compromisos hechos signos entre todos Paz para todos
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más que palabras En la Cuaresma - Pascua de 1999 desarrollamos en nuestras comunidades cristianas una campaña de reflexión y oración en torno a la paz y la reconciliación con el lema “Desarmar la palabra” 1. Queríamos ayudar a dialogar entre nosotros sobre cuestiones candentes sin la agresividad que con frecuencia rodea a estos temas. Sólo así estaríamos capacitados como creyentes para aportar a nuestra sociedad una palabra verdaderamente pacificadora. Hoy sigue siendo necesario desarmar la palabra, pero además necesitamos más que palabras para construir la paz. Necesitamos nuevas actitudes, gestos y signos, compromisos y hechos, para abrir caminos de auténtica paz. Debemos mirarnos a nosotros mismos, revisar con sinceridad nuestras posturas a la luz de la Palabra de Dios y asumir las decisiones para avanzar, construyendo entre todos PAZ para todos. Durante este curso pastoral, en el que se ha iniciado la aplicación del Plan Diocesano de Evangelización, se destaca especialmente el objetivo de la personalización de la fe: “Favorecer en los creyentes el desarrollo de una experiencia personal de la fe, que nos haga capaces de asumir la responsabilidad evangelizadora de nuestra vocación cristiana”. Esta campaña de reflexión, oración y compromiso, en torno a la construcción de la Paz, no es un paréntesis en el desarrollo de la personalización de la fe sino una parte integrante de la misma. La experiencia de la fe no es una evasión de la realidad por dura que sea, sino una invitación y una ayuda para verla en una perspectiva nueva y esperanzadora. Sólo una fe situada en el contexto real de nuestra vida personal y social puede llegar a ser el eje de una auténtica experiencia de vida cristiana.
1 Puede verse en Entre todos, Paz para todos - Guztion artean, Bakea guztion alde. Materiales de la Campaña Diocesana por la Paz y la Reconciliación (Cuaresma y Pascua 1999), Vitoria-Gasteiz 1999 (Col. Documentos y Materiales, n. 1)
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2. Más que palabras I. Constataciones
En el Plan Diocesano de Evangelización uno de los objetivos se refiere expresamente a
La construcción de la Paz “Buscad afanosamente la paz con todos”(Heb. 12,14)
I. CONSTATACIONES El anhelo de la paz es una meta que compartimos con la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos. Junto a muchos de ellos experimentamos las secuelas de profundo sufrimiento que la violencia siembra en nuestra sociedad. Como creyentes no podemos permanecer indiferentes ni pasivos ante el reto de construir entre todos la paz, pues además de ser una condición necesaria para la convivencia social y política es un signo del avance del Reino de Dios en la historia humana. Es preciso que nos sintamos encarnados en el conflicto, no con una actitud de neutralidad, sino a favor de la justicia. Necesitamos erradicar toda forma de violencia que destruye o amenaza la vida de las personas o atenta contra su libertad, integridad y dignidad. Pero buscamos, más allá de acabar con las acciones violentas, una forma de convivencia que desde el pluralismo desarrolle, garantice y armonice, los derechos individuales y colectivos de las personas y grupos sociales. Sabemos que la tolerancia y el diálogo entre las diversas opciones políticas e identidades sociales es el camino que hemos de recorrer todos juntos en la búsqueda de un bien común en el que nadie puede quedar excluido. Desde hace bastantes años nuestra Iglesia clama públicamente por el respeto a los derechos fundamentales de la persona y denuncia sus reiteradas violaciones, reclama un esfuerzo en la búsqueda de caminos para la paz, promueve entre los creyentes un compromiso activo por la reconciliación social, ora insistente y confiadamente al Dios de la paz; y, sin duda, todavía es necesario continuar con esas tareas. Además muchos creyentes concretan su compromiso cristiano en favor de la paz con ayuda de diversas mediaciones sociales participando en sus organizaciones o apoyando sus acciones y campañas. En la comunidad cristiana nos encontramos hombres y mujeres con diferentes opciones y adscripciones políticas. Cuando dialogamos entre nosotros sobre las cuestiones candentes de nuestra convivencia social, experimentamos la dificultad de 9
Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
asumir nuestras diferencias. Pero también tenemos experiencias valiosas que nos muestran cómo podemos avanzar buscando juntos, a la luz de las exigencias del Evangelio, los caminos para construir la paz. El mismo Espíritu que nos une en la diversidad se muestra así más fuerte que las diferencias que nos separan. Queremos acercarnos más, con respeto y discreción, a todos los que directamente sufren las consecuencias de la violencia en nuestra sociedad. Deseamos abrir en nuestras comunidades nuevos espacios de diálogo que nos adiestren para construir más activamente la paz. Debemos continuar impulsando experiencias en el camino del perdón y la reconciliación. Buscamos ampliar nuestra participación en campañas y organizaciones que trabajan por la paz. Debemos continuar orando juntos para vivir con un talante pacífico y pacificador. Los creyentes y la Iglesia hemos de mantener, por encima de presiones y conveniencias, una palabra de libertad que, fiel al Evangelio de la paz, contribuya a encontrar una salida a los conflictos que vive nuestro pueblo. Pero atentos a la situación de lo más próximo no podemos permanecer indiferentes o pasivos ante las guerras y contiendas que sufren hombres y mujeres de otros países más lejanos.
II.- ALGUNAS REFERENCIAS TEOLÓGICAS Y PASTORALES Uno de los títulos con que la comunidad y la tradición cristiana ha reconocido a Cristo es Príncipe de la Paz: El es el enviado por el Padre para "anunciar la buena noticia de la paz" (Act 10, 36), para "guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1, 79). El es nuestra paz, y vino a "anunciar la paz a los que estábais lejos y a los que estaban cerca" (Ef 2, 14-16). Su muerte y su resurrección son fuente de reconciliación y de paz, que El da acompañada con el don del Espíritu (Cf Jn 20, 19-23). Los que le siguen son igualmente trabajadores y artífices de la paz (Cf Mt 5, 9), y caminan por la vida "calzados con el Evangelio de la Paz" (Ef 5, 15). La paz se asienta en el bien de las personas, por lo que es imprescindible el respeto a personas y colectivos, así como el reconocimiento explícito y eficaz de su dignidad. Para los cristianos la paz es tarea de caridad y apasionada fraternidad1. No es posible alcanzar la paz mientras los sentimientos de hostilidad, de menosprecio y de desconfianza, los odios y las ideologías dividan a los hombres y los enfrenten entre si. Es de suma importancia proceder a una conversión personal y colectiva2.
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1 Cf. GS. 78. 2 Cf. GS. 82.
2. Más que palabras II. Algunas referencias teológicas y pastorales
La violencia y el crimen nunca son camino de liberación. La violencia es fuente de más y mayores violencias. Es, sobre todo, un atentado contra la vida humana, don de Dios. Cuando una ideología recurre a la violencia, manifiesta con ello su propia insuficiencia y debilidad para construir la convivencia y el bien de las personas y pueblos3. Los conflictos humanos no tienen solución estable y duradera sin la presencia activa del perdón y la reconciliación. Con frecuencia, son considerados factores de debilidad o de engaño ante la realidad, por unos, o utopía inalcanzable por otros4. Sin embargo, la capacidad de perdonar y de ser perdonado está ligada a la capacidad de comprender al otro. Dios nos perdona plenamente porque nos comprende. Así, el perdón despierta energías dormidas en quien perdona y en quien es perdonado. Ennoblece al que perdona y al que acepta el perdón. Nos reconcilia con el otro, y también con nosotros mismos. Por eso produce paz y engendra fraternidad5. En particular, el perdón y la reconciliación se hacen necesarios allí donde las heridas son más profundas. El perdón de Dios y su llamada a practicar el perdón, a pedirlo y a darlo, forman parte de la identidad misericordiosa de los hombres: “Sed misericordiosos como Dios es misericordioso. Perdonad y seréis perdonados” (Cf. Lc 6, 27-38; Mt 18, 21-22). Excluyendo venganzas y enfrentamientos, superando odios y resentimientos, los senderos de la verdad y de la justicia son el camino donde el perdón y la reconciliación garantizan una convivencia social en paz, digna y fraterna. De lo contrario, podría repetirse el pasado que se desea superar6. La paz es "don de Dios y tarea de los hombres". Las comunidades cristianas están llamadas a desempeñar un importante trabajo: ser lugares privilegiados de acogida y compromiso generoso con la paz, contribuir a remover obstáculos, a derribar muros, a favorecer iniciativas y proyectos en colaboración y diálogo con tantas personas y grupos interesados en alcanzarla 7.
3 Cf. Puebla 532. 4 Cf. RP. 3. 5 Cf. Conflictos humanos y reconciliación cristiana. Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona y Tudela,
Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Cuaresma-Pascua 1984. 6 Cf. Haz memoria de Jesucristo (2 Tim 2, 8) Carta Pastoral del Obispo de Vitoria. Cuaresma-Pascua 2000,
nº17. 7 Cf. Mensaje del Papa Juan Pablo II al Encuentro Interdiocesano por la Paz, 13.I.2001.
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Construir la Paz
III.- OBJETIVO Participar activamente en la construcción de la paz, desde las exigencias y motivaciones del Evangelio y en corresponsabilidad con otros grupos sociales. • Colaborar desde la función propia de la Iglesia en la construcción de la paz, reivindicando la defensa y el respeto de la vida y la dignidad de cada persona. • Promover en la comunidad eclesial espacios de diálogo, experiencias de reflexión y de oración, que contribuyan a la búsqueda de la paz y la reconciliación desde la pluralidad de opciones. • Proponer abiertamente las exigencias del Evangelio en relación con los principios éticos fundamentales de la convivencia social, integrando la llamada a la reconcialición y la fuerza regeneradora del perdón en los procesos de construcción de la paz. • Impulsar un clima de solidaridad con todos los que sufren y ofrecer signos concretos de acompañamiento y cercanía a las víctimas de la violencia, en sus diversas expresiones, y a sus familiares. • Promover la educación para la paz en los distintos procesos y ámbitos de formación cristiana (catequesis, E.R.E., catecumenados, grupos de educación en el tiempo libre...). Entre las acciones del proyecto operativo del Plan Diocesano de Evangelización se propone:
“Dedicar cada año, en el tiempo de Adviento, una campaña relacionada con el tema de la Paz y la Reconciliación” El tema de la Paz es propio del tiempo de Adviento, porque este es un tiempo de esperanza y de renovación. En él resuenan vigorosas las palabras del profeta Isaías que llaman a preparar el camino al Señor, invitan a hacer de las armas instrumentos de trabajo y anuncian una convivencia pacífica entre viejos adversarios. También se hace eco del anuncio de Juan, el Bautista, que señala la proximidad del que ha de venir y reclama un cambio de conducta y actitudes para acoger su presencia entre nosotros.
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2. Más que palabras III. Objetivo
Para los cristianos de nuestro tiempo esos mensajes se llenan de un sentido más profundo porque los acogemos y escuchamos como discípulos de Jesús, el príncipe de la paz, cuya natividad queremos celebrar de modo auténtico empeñados en construir un mundo más humano y fraterno. Os invitamos a la reflexión y oración sobre la Paz, a lo largo de este tiempo de esperanza y renovación de Adviento, en tres momentos o pasos sucesivos: • un tiempo para escuchar para prestar atención a la Palabra de Dios • un tiempo para mirar-nos para revisar nuestras actitudes y posturas • un tiempo para avanzar para dar pasos en el compromiso por la paz Podríamos recorrer este camino de forma individual pero es más enriquecedor hacerlo en compañía, dialogando en grupo. En cualquier caso es recomendable hacerlo en clima de oración; cada uno de los pasos propuestos requiere sincera reflexión. La dinámica que sugerimos es válida para un solo encuentro de reflexión y diálogo en grupo si se dispone de un tiempo suficiente extenso durante una jornada. Pero puede dar más juego a lo largo de diversas reuniones más breves y con un trabajo de reflexión personal entre cada una de ellas. Naturalmente el final del tiempo de Adviento no tiene por qué abortar un proceso de trabajo, que puede prolongarse después de este tiempo.
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tiempo de escuchar Para el creyente poner la fe en el centro de la vida significa tratar de descubrir y realizar cuál es el plan o el proyecto de Dios en la situación que vivimos. La Palabra de Dios en la Biblia nos ayuda a leer su palabra en la vida. Porque Dios nos habla a través de los acontecimientos de la historia y de la vida cotidiana, necesitamos saber leerlos según su voluntad. Vamos a ponernos a la escucha de la Palabra de Dios desde la situación y los acontecimientos que entretejen hoy nuestra convivencia social y política. Y vamos a tratar de hacerlo con mirada limpia, despojándonos de puntos de vista interesados u otros prejuicios. Ofrecemos una selección de textos bíblicos que se puede ampliar libremente antes de abordar el cuestionario para la reflexión y el diálogo que proponemos más adelante.
La Palabra de Dios 1. “Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26). 2. “El Señor te bendiga y te guarde, haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Nm 6,24-26). 3. “Cuando se derrame sobre vosotros un espíritu de lo alto, morará en el desierto el derecho, y en el vergel habitará la justicia; el fruto de la justicia será la paz. Y habitará mi pueblo en albergue de paz” (Is 32,15-18). 4. “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!” (Is 60,17-18). 5. “Vivirán seguros porque Dios extenderá su poder hasta los confines de la Tierra. Él mismo será la paz” (Miq 5,3-4). 6. “Alabad al Señor, hijos de Dios. El Señor bendice a su pueblo con la paz” (Sal 29,11). 7. “Por la misericordia entrañable de nuestro Dios nos visitará un sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,78-79).
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2. Más que palabras Tiempo de escuchar
8. “Cuando Jesús nació, una multitud de ángeles alababa a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!” (Lc 2, 13-14). 9. “Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación” (II Cor 5,18). 10. “Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, mansedumbre y dominio de sí mismo” (Gal 5,22). 11. “Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba” (Ef 2,14). 12. “Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para vosotros los que estabais lejos y paz también para los que estaban cerca”. (Ef 2,17). 13. La sabiduría que viene de arriba es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera” (Sant 3,17). 14. “La paz os dejo, mi paz os doy. Una paz que el mundo no os puede dar. No os inquietéis ni tengáis miedo” (Jn 14,27). 15. “De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo; no se adiestrarán para la guerra” (Is 2,4). 16. “¿Quién hay que ame la vida y desee ver días felices? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la mentira. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y corre tras ella” (Sal 34,13-15). 17. “Si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt 5,23-24). 18. “Habéis oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. De este modo seréis dignos hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,43-45). 19. “Pedro preguntó a Jesús: - Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿siete veces? Jesús le respondió:- No te digo siete veces, sino setenta veces siete” (Mt 18,21-22). 20. “Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos” (Jn 13,34-35). 15
Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
21. “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os pongáis de acuerdo para que no haya divisiones entre vosotros, sino que conservéis la armonía en el pensar y en el sentir” ( I Cor 1,10). 22. “No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no nos desmayamos, a su tiempo cosecharemos. Por tanto, siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos” (Gal 6,9-10). 23. “Los que promueven la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación” (Sant 3,18). 24. “Estad, pues, en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad, bien calzados vuestros pies para anunciar el evangelio de la paz”. (Ef 6,14-15). 25. “Quien dice que está en la luz y odia a su hermano, todavía está en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y nada le hará tropezar. Sin embargo, el que odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (I Jn 2,9-11). 26. “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’ y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de él este mandato: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (I Jn 4,20-21). 27. “Dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
Cuestionario para la reflexión y el diálogo • En la situación que vivimos - ¿qué textos de la Palabra de Dios me parecen especialmente significativos? ¿por qué? - ¿qué textos de la Palabra de Dios me interpelan particularmente a mí? ¿ por qué? - ¿qué textos de la Palabra de Dios me resultan difíciles de entender? ¿por qué? - ¿qué textos de la Palabra de Dios me parecen difíciles de aceptar? ¿por qué? • ¿Estoy dispuesto a ponerme en situación de escuchar limpiamente la Palabra de Dios? o ¿mi postura y mis ideas ante la realidad social y política que hoy vivimos están ya determinadas de antemano por otras opciones ajenas al Evangelio?. 16
2. Más que palabras Tiempo de mirar/nos
tiempo de mirar/nos Vamos a dedicar un tiempo a contemplar nuevamente la realidad a la luz de la Palabra de Dios. Es un tiempo para mirar o más exactamente para mirarnos, porque no se trata de proyectar la Palabra sobre los demás sino sobre nosotros mismos, sobre nuestras convicciones, actitudes y forma de actuar. Sólo así descubriremos la Palabra de Dios que ilumina la realidad como una llamada a la conversión personal y comunitaria.
• Con lo que hacemos o dejamos de hacer, ya estamos actuando Nada de lo que hacemos o dejamos de hacer resulta indiferente. Cada uno de nosotros, y la Iglesia entera, somos parte del mundo y, por lo mismo, nada de lo que afecta al ser humano y a la sociedad nos resulta indiferente, especialmente aquellas situaciones que ponen en entredicho la dignidad de la persona humana y el desarrollo de su vocación como hijos de Dios a vivir realmente la fraternidad.
• La primera actuación positiva: "tratar de ser lo que somos" Si hay algo que puede recriminarse a los cristianos es que, siendo portadores de un mensaje cargado de esperanza para la humanidad, con mucha frecuencia no damos la impresión de ser los primeros receptores de dicho mensaje. No nos hacemos cargo de que "la Iglesia es la parte de la humanidad que tiene conciencia de ser salvada y, por haber sido salvada, ha de ser signo eficaz de esa acción salvadora de Dios en la historia". Este factor de identidad eclesial queda, con frecuencia obscurecido o, al menos, desdibujado. De aquí surge una llamada a poner todos los medios a nuestro alcance en orden a desarrollar al máximo las potencialidades en el interior mismo de la comunidad. Ser escuela o ensayo o anticipo de lo que anunciamos y a lo que servimos, es una hermosa tarea para nuestras comunidades. En este sentido, cualquier gesto, sencillo y humilde, que se realice en el seno de la comunidad a la luz y como fruto de la experiencia de la fe, está siendo ya un factor de actuación en la propia comunidad y con efectos en la sociedad.
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
• Un anuncio que es denuncia y que convoca a la conversión Es bien sabido que el anuncio de la Buena Noticia lleva consigo una carga de denuncia frente a todo aquel conjunto de ideas, actitudes, comportamientos y cristalizaciones culturales e institucionales que desmienten la viabilidad de una sociedad humanizada. Denunciar, primeramente, en el interior de las comunidades, las actitudes y comportamientos que bloquean cualquier posibilidad de reconciliación. Una comunidad que se niega a oír, a dialogar, a contrastar y a mirar la realidad en todos sus perfiles está necesitada de una palabra profética de denuncia, por cuanto su cerrazón le hace impermeable a la Palabra que Dios le dirige, también y principalmente, en el acontecer de la vida comunitaria y social. Denunciar, también, en la plaza del pueblo, en la ciudad, todo aquel conjunto de actitudes, de prácticas, de cristalizaciones institucionales en las cuales se camufla la verdad con discursos perversos, se consagra la insolidaridad bajo capa de sensatez, se convierten en dogmas de ética cívica concepciones de la convivencia que lesionan la dignidad del ser humano en lo más nuclear y sagrado.
La Palabra de Dios “No juzguéis, para que Dios no os juzgue; porque Dios os juzgará del mismo modo que vosotros hayáis juzgado y os medirá con la medida con que hayáis medido a los demás. ¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?. O ¿cómo dices a tu hermano: ‘Deja que te saque la mota del ojo’, si tienes una viga en el tuyo?. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver para sacar la mota del ojo de tu hermano” (Mt 7,1-5).
Mirarnos como en un espejo Vamos a contemplar algunas actitudes diferentes ante la situación que estamos viviendo. Aunque simplifican y exageran ciertos rasgos, nos pueden ayudar a identificar nuestra propia imagen como si nos viéramos deformados en un espejo de feria. 1. Ojos que no ven… es la actitud de quien no quiere ver la situación, no puede soportar el peso de las tensiones; evita todo análisis de la realidad, rehusa informaciones y rehuye comentarios; sólo reacciona en situaciones límite y lo hace también en actitud evasiva… (esta actitud se parece a la del avestruz cuando esconde su cabeza). 18
2. Más que palabras Tiempo de mirar/nos
2. No se cansa de mirar… es la actitud de quien contempla la situación como un simple espectador; sigue con mayor o menor interés la sucesión de acontecimientos y las intervenciones de unos y otros; piensa que la responsabilidad es de los políticos y gobernantes; guarda silencio y sólo ofrece su opinión en comentarios ocasionales… (esta actitud se parece a la del espectador de un partido de tenis). 3. Lo tiene todo claro... es la actitud de quien no solo toma parte sino también partido ante la situación; mantiene sus convicciones y fidelidades incondicionalmente; desde su opción particular interpreta los hechos y valora las posiciones de los demás; reconoce las faltas y trampas del adversario mejor que los propios fallos; es incondicional en las convocatorias de los suyos… (esta actitud se parece a la del “hincha” en un partido de futbol). 4. Se detiene ante el espejo… es la actitud de quien contempla preocupado el presente porque intuye las consecuencias de los signos de deterioro; descubre la necesidad de un tratamiento reparador y se dispone a poner de su parte lo que sea necesario para un futuro mejor; presta atención y contrasta las sugerencias de unos y otros… (esta actitud se parece a la de aquel que no deja para mañana lo que se puede hacer hoy) Naturalmente, se pueden ver más figuras en el espejo pero no se trata de repasar una variada galería de tipos sino de identificar con ayuda de ellas los rasgos fundamentales de nuestra propia imagen.
Cuestionario para la reflexión y el diálogo • ¿En cuál de las caricaturas del “espejo” identifico -aunque sea con exageraciónalgunos rasgos de mi forma de actuar? • ¿Cual es mi actitud ante la situación sociopolítica que estamos viviendo? • A la luz de la Palabra de Dios ¿cómo debo modificar mi actitud? • ¿Qué medios podrían ayudarme para desarrollar una actitud más constructiva?
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
tiempo de avanzar Nuestro objetivo es ofrecer algo más que palabras para construir entre todos la paz. Queremos que nuestras actitudes se traduzcan en compromisos reales, en hechos concretos, que aunque sencillos tengan el valor de auténticos signos de esperanza en el camino hacia la paz en nuestra sociedad. Cada uno de nosotros hemos de decidir los pasos concretos que vamos a dar para avanzar, sólo así podremos integrar consecuentemente en nuestra propia experiencia de fe un compromiso real y concreto por la paz. Para ayudar a situar esas decisiones personales -y/o comunitarias- aportamos algunas grandes pistas por las que es posible hacer realidad nuestro compromiso cristiano en el seguimiento de Jesús:
• La misericordia con los que sufren Muchas personas sufren especialmente, de diversas maneras, en la situación que vivimos. Son una llamada concreta al compromiso evangélico de practicar con ellos la misericordia. • La práctica del diálogo Para superar los conflictos y disensiones en la convivencia es necesario el diálogo. Para practicarlo de forma constructiva son necesarias determinadas actitudes. • La cultura del perdón Los discípulos de Jesús, como signo de nuestra propia identidad, debemos practicar el perdón de las ofensas, e incorporar en la vida de la sociedad la cultura del perdón. En cada una de estas pistas presentamos unos recortes de prensa que pueden ayudar a situar en un contexto real el cuestionario para la reflexión y el diálogo. No se trata, sin embargo, de centrar la atención en el contenido de esos testimonios concretos, sino más bien de apoyarse en ellos para tomar conciencia de otras situaciones en las que directa y personalmente podemos comprometernos cada uno de nosotros.
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2. Más que palabras Tiempo de avanzar
La misericordia con los que sufren En la situación que desde hace largos años estamos viviendo todos padecemos. Pero son muchos los que, en sí mismos o en personas allegadas, sufren con especial intensidad y de diversas maneras. Ningún cristiano puede permanecer insensible ante ninguna forma de sufrimiento. Jesús nos invita a practicar la misericordia con el que sufre haciéndolo nuestro prójimo, aproximándonos a él. Practicar la misericordia es: acercarse, acoger, acompañar...
La Palabra de Dios “Se levantó entonces un maestro de la ley y le dijo para tenderle una trampa: - Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿qué lees en ella? El maestro de la ley respondió: - Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas; y a tu prójimo como ti mismo. Jesús le dijo: Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás. Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús le respondió: - Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de desnudarlo y golpearlo sin piedad, se alejaron dejándolo medio muerto. Un sacerdote bajaba casualmente por aquél camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. Igualmente un levita que pasó por aquél lugar, al verlo, se desvió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar junto a él y verlo, sintió lastima. Se acercó y le vendó las heridas, después de habérselas curado con aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dió al mesonero, diciendo: ‘Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi vuelta’. ¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? El otro contestó: El que tuvo misericordia de él. Jesús le dijo: Vete y haz tú lo mismo. (Lc 10, 25-37)
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
Recortes de prensa Cartas al director
El Correo 8-11-2002
Hacia otro lado Escribo esta carta desde mi condición de concejal del Partido Popular en la localidad de Artziniega (Alava). Cuando mis vecinos y amigos la lean se darán cuenta, o así lo espero, de la difícil situación que padecemos algunas personas de esta ilustre villa. Con esta carta quiero concienciar no sólo a los militantes y simpatizantes del partido al que represento, sino a todas las personas demócratas que desean una convivencia en paz. Y ahí entra la frase ‘mirar hacia otro lado’. No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras personas que defienden la libertad, la pluralidad y la democracia ven coartadas sus libertades y no pueden llevar una vida normal sin sobresaltos, sin mirar atrás, sin miedo. Queremos poder acercarnos a todas las personas sin que estas se sientan incómodas por nuestra presencia o por la presencia de esos ‘ángeles de la guarda’ que velan sin descanso por nuestra seguridad. En muchos casos nos tildan de provocadores por su presencia o por defender nuestras ideas. Por todo ello pido a todos comprensión , apoyo y no mirar hacia otro lado, pues nuestro destino depende de la capacidad de reacción que tengamos hacia esa barbarie que sufrimos a diario. Ante esto sólo nos queda dar un golpe en la mesa y mirar hacia delante. Joseba Elejalde Ribacoba Artziniega- Alava
Cuestionario para la reflexión y el diálogo • ¿Conozco personas que sufren especialmente en la situación sociopolítica que vivimos? • ¿Cuál es mi forma de actuar con ellas? ¿por qué? • ¿Cómo podría acercarme a su sufrimiento en actitud de ayuda?
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2. Más que palabras Tiempo de avanzar
La práctica del diálogo Para superar los conflictos en la convivencia social sólo hay un camino verdaderamente democrático: el del diálogo. No sólo el diálogo entre los políticos y las instituciones, sino también entre todos los ciudadanos en los círculos, grupos y relaciones en que transcurre nuestra vida de cada día. Hay unas actitudes que facilitan el diálogo; hay otras sin embargo que son su impedimento. Reconocer al otro como persona, escuchar sus razones, ponerse en su lugar, aceptar que mi posición no es la única verdad, son actitudes que hacen del diálogo un camino auténtico para la humanización de los conflictos. El diálogo no debe emplearse como táctica de poder. El diálogo no puede pretender doblegar la voluntad del otro, para después hablar. El diálogo verdadero crea confianza, clima en el que todo es posible. Para nosotros, los creyentes, la disposición para el diálogo es también fruto del Espíritu a quién hemos de pedirlo insistentemente en la oración.
Actitudes para el diálogo Pablo VI en su primera Carta Encíclica, “Ecclesiam suam”, propone para la práctica del diálogo las siguientes actitudes: • Comprensión (verdad): “La claridad ante todo. El diálogo supone y exige capacidad de comprensión, es un trasvase de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre. Bastaría esta razón para clasificarlo entre los mejores fenómenos de la actividad y de la cultura humana”. • Mansedumbre (caridad): "Otra característica es además la mansedumbre, la que Cristo nos propuso aprender de El mismo. El diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es ofensivo. Su autoridad es intrinseca por la verdad que expone, por la caridad que difunde, por el ejemplo que da. No es orden, no es imposición. Es pacífico; evita los modos violentos; es paciente, es generoso” • Confianza (inteligencia): "La confianza tanto en el valor de la palabra propia cuanto en la actitud para aceptarla por parte del interlocutor. Promueve la confianza y la amistad. Entrelaza a los espíritus en la mutua adhesión a un bien que excluye todo fin egoísta”
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
• Prudencia (respeto): "La prudencia pedagógica finalmente, la cual tiene muy en cuenta las condiciones psicológicas y morales del que escucha (cf. Mt 7,6): ... y se afana por conocer la sensibilidad del interlocutor y por modificar racionalmente a uno mismo y las formas de la propia presentación para no resultarle a aquél molesto e incomprensible”.
Recortes de prensa Cartas al director
El Correo 11-11-2002
Iniciativas Dicen que la sociedad está enfrentada. Que existen dos bandos. Los dos quieren que termine la violencia, sin embargo, no hablan entre ellos porque cada uno quiere seguir su propio camino para lograrlo. Uno de los bandos, en el que no me incluyo, lanza una propuesta arriesgada y valiente. Horas después la insultan, la pisotean y la tergiversan. Cómo puede ser posible que, hoy en día, en una sociedad que ya casi ni reconozco, alguien proponga una salida a esta miserable realidad de asesinatos, amenazas, insultos y menoscabo de libertades básicas, y en vez de abrirse un debate sobre lo que propone, lo que debería proponer, lo que podría cambiar, lo que se podría adaptar, ésta potencial salida se intente mandar a la basura como si aquí no pasara nada, como si tuviéramos que seguir aguantando más y más muertos. Igual hasta que se cansen los asesinos, hasta que no quede ninguna más por detener o ninguna persona más a la que pegar un tiro. Yo exijo que se me dé la oportunidad de analizar, pensar y decidir cualquier iniciativa que proponga una salida a esta sinrazón, venga de quien venga, sin trampas, sin manipulaciones. Están en juego muchas vidas. En una situación tan grave, duradera y alarmante, que nadie pretenda inculcarme la imposibilidad de una esperanza, una salida, una solución por el mero hecho de venir de la parte contraria. Dejad de venderme mentiras pues conozco una verdad, la realidad de todos los días. Pedro San Miguel Bilbao
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2. Más que palabras Tiempo de avanzar
Parábola del martillo Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta el martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: - “¿Y si no quiere prestármelo?...; ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Tal vez tenía prisa... Pero quizá la prisa sólo era un pretexto, y mi vecino abriga algo contra mi persona... ¿Qué podrá ser?... Yo no le he hecho nada... será algo que se habrá metido en su cabeza. Sin duda, si alguien me pidiera una herramienta, yo se la daría enseguida. ¿por qué no habría de hacerlo él también?... ¿Cómo puede negarse uno a hacer un favor tan sencillo a otro?... Tipos como éste le amargan la vida a uno... y luego puede pensar que debo devolverle el favor... sólo porque tiene un martillo. ¡Esto ya es el colmo! Después de éste monólogo, nuestro hombre sale precipitado a la casa de su vecino. Toca el timbre. Se abre la puerta...Y antes de que el vecino tenga tiempo u ocasión de decir algo, nuestro protagonista le grita furioso: - “¡Quédese usted con su martillo!”. (K. Watzlawick)
La Palabra de Dios Tened todos el mismo pensar; sed compasivos, fraternales, misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición. Pues: Quien desee amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal y su labios de la falsedad. Apártese del mal y haga el bien; Busque la paz y corra tras ella. (I Pt 3,8-11)
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
Cuestionario para la reflexión y el diálogo • En torno al tema de la paz ¿has vivido alguna experiencia comparable a la que presenta la parábola del martillo? ¿qué conclusiones has sacado de ella? • ¿Cuáles son, en tu experiencia, las principales dificultades que encuentras para dialogar sobre la paz en la situación que vivimos? • ¿En qué ámbitos de tus relaciones personales crees factible y necesario llevar adelante un diálogo constructivo sobre este tema? • ¿Qué podrías hacer concretamente para favorecer la comunicación y el diálogo entre personas y grupos de opciones o ideas confrontadas?
La cultura del perdón La comunidad cristiana, como Servidora del hombre y de la sociedad, ha de cuidar que los servicios que presta y los modos como se hace presente lleven una imagen de marca o un estilo inequívocamente evangélico y socialmente significativo. En consecuencia, si una de las heridas que ha infligido la cultura de violencia en nuestra sociedad es la herida del resentimiento, la venganza o el rencor, está claro que la comunidad cristiana tiene necesariamente que incidir en ella, de manera evangélica y significativa, con la propuesta de la cultura de perdón. Restablecer una cultura del perdón requiere un tratamiento paciente, de proceso continuado, contemplado a años vista y teniendo muy presente el interés por incorporarlo a través de las estructuras educativas en el comportamiento de las personas y de los grupos sociales.
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2. Más que palabras Tiempo de avanzar
Recortes de prensa Cartas al director
Deia 10-3-2002
Creer me hace bien ¿POR QUÉ SOY CREYENTE? No lo sé del todo. Pero sé que creer me hace bien, Y sé por propia experiencia que hay un antes y un después en mi vida. Todo comenzó a cambiar en una Semana Santa de hace 13 años. Soy un hombre casado, padre de dos hijas. Durante varios años viví alejado de la fe. En este transcurrir diario, llegó un momento en el que el desasosiego que me invadía no me permitía ni dormir ni gozar de la vida ni hallar sentido a lo que hacía. Tomé conciencia de ello en un lugar apartado del ruido y de la actividad rutinaria, a donde acudí en busca de silencio y soledad. Allí encontré la paz. Tomé conciencia de la presencia de Dios. Se hizo presente escuchándome, amándome, aceptándome, perdonándome, reviviéndome. Aquello provocó un cambio radical en mí. Desapareció aquel insomnio que me torturó durante un año y medio. Aquel desasosiego corrosivo dio paso a una gran alegría y paz interior. Aquella transformación me hizo contemplar mi vida anterior como proyectada en una pantalla, con claridad, en cada una de sus contradicciones. Me llevó a asumir el haber vivido y defendido valores que no eran los míos. Y me hizo cambiar profundamente hasta el punto de que enseguida empezó a notarse en mi entorno: los compañeros de trabajo me preguntaban extrañados qué me había sucedido; aquella transformación también comenzó a sentirse en casa, en la relación con mi mujer y con mis hijas: el ambiente familiar se volvió más cálido, más humano, más respetuoso, más alegre. En mí surgió una vida nueva y mi existencia comenzó a tener un sentido profundo. Desde entonces, me he sentido amado por Dios incondicionalmente, a pesar de mis contradicciones. El sentirme amado como persona concreta que soy, con mi forma de ser, con mi entrega y mi egoísmo, con mis miedos y mi confianza, con mis luchas... es algo que fundamenta mi vida y me da dignidad, serenidad, ánimo para afrontar la existencia. Cambié de trabajo, me acerqué al mundo de la marginación y de los injustamente tratados. Ellos me han aportado un mayor conocimiento de la persona, me han hecho consciente de las injusticias que generamos, me han humanizado. En este camino de búsqueda y encuentro, el perdón fue un gran descubrimiento. Tomé conciencia del odio que sentía hacia una persona que había cometido un acto extremadamente grave contra la vida de un ser querido. Realicé la experiencia de perdonarle. Fue duro. Aquello me costó un, gran esfuerzo, ya que surgía en mí la duda de si me estaba traicionando a mí mismo, si estaba actuando en contra de la memoria de aquella persona a la que no volvería a ver. Sin embargo, el ejercicio de perdonar me produjo una experiencia de intensa liberación; se desató el nudo interior que enturbiaba mi persona a la hora de valorar ese tipo de realidad. Éste es el paso previo a la reconciliación y pacificación con uno mismo y con los demás. 27
Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
En este proceso he descubierto la oración. Ella activa todas las potencialidades de la persona: las intelectuales, las afectivas, las espirituales... Nos sostiene en la adversidad y también nos relativiza en los momentos óptimos. Nos hace sentir que no estamos solos, que Dios nos acompaña y que es Él quien nos anima a la acción comprometida. La oración nos ayuda a mirar lo profundo y complejo de la realidad y a situarnos ante ella del modo en que intuimos lo hace Jesucristo. Comprendo que otros intenten vivir humanamente a través de otras vías. Me alegro y procuro aprender también de ellos.' Hay un último aspecto en esta vivencia: la fe en comunidad. Soy creyente en una comunidad, en el seno de un grupo de personas que comparten y celebran su experiencia de Vida. Es la Iglesia en su sentido originario, sin la cual difícilmente habría llegado a experimentar la fe. Me integro en esta Iglesia, la comprendo, la amo, le doy gracias a esta comunidad creyente, pobre y rica a la vez, buscadora de Dios, seguidora de Jesús de Nazaret. Hoy y aquí, me pregunto por su misión, mi misión de creyente: ¿cómo contagiar esa alegría y esa vida, nueva y sanante, a quienes sufren un malestar profundo en esta ‘sociedad del bienestar’? ¿cómo ser testigo de la fe? Ramón Balenciaga
La Palabra de Dios Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Porque Dios era el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo, sin tener en cuenta los pecados de los hombres, y el que nos hacía depositarios del mensaje de la reconciliación. (II Cor 5,18-19)
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2. Más que palabras Tiempo de avanzar
Recortes de prensa
El País,1-9-2002
Perdonar lo imperdonable (extracto) Resistirnos a perdonar actos diabólicos de crueldad es una respuesta humana muy normal. De hecho, si preguntamos a nuestro alrededor, bastante gente mantiene una lista de transgresiones incompatibles con el perdón. Entre los ejemplos que se suelen mencionar destacan el asesinato o la tortura de niños, la violación en pandilla de mujeres, el linchamiento de hombres por pertenecer a una raza diferente y las vejaciones graves a la honra y, por ende, a la autoestima de personas decentes. El problema de los que no perdonan es que viven estancados en el ayer lacerante, prisioneros del escenario del horror, obsesionados con los malvados que quebrantaron su vida, lo que les impide cerrar la herida. El odio enquistado amarra a muchos al pesado lastre que supone mantener la identidad de víctima. Además de debilitante, el papel de víctima es traicionero, pues a menudo seduce a los afligidos con derechos o prebendas especiales, pero al mismo tiempo les roba la energía y la confianza que necesitan para superar el trauma. Se acostumbra a pensar que el perdón requiere un intercambio cara a cara y sincero entre el ofendido dispuesto a perdonar y el ofensor que se arrepiente. Para que esta transacción se produzca, ambas partes tienen que querer y poder comunicarse. Si bien en las afrentas y traiciones más comunes este diálogo suele ser posible, la realidad es que en la mayoría de las atrocidades no se cumplen tales requisitos. En estos casos los agredidos perdonan a solas, ni exigen contrición a sus verdugos, ni restan gravedad a la ofensa, por lo que no descartan la aplicación de la justicia. En mi experiencia, lo que más anhelan los afectados por los ataques del 11-S que deciden afrontar la disyuntiva del perdón es comenzar un nuevo capítulo de su autobiografía y emplear todas sus fuerzas en reconstruir con entusiasmo su vida. Para ellos, el perdonar es un proceso lento, silencioso, íntimo, desgarrador, en el que no mandan palabras, ni silogismos, ni creencias religiosas, ni criterios políticos correctos, sino sólo sentimientos. Es una tarea que requiere una buena dosis de introspección, valor y esfuerzo. El perdón no hace que se olvide la agresión, pero sí ayuda a explicarla y entenderla desde una perspectiva menos personal, más amplia. Induce a aceptar que el sufrimiento y la maldad son partes inevitables de la vida, facilita el restablecimiento de la paz interior y alienta a abrirse de nuevo al mundo. Perdonar es también bueno para la salud. Beneficia al corazón, a la presión arterial, al sistema inmunológico y a la tensión nerviosa, como demuestran los estudios realizados en la Universidad de Stanford, California, en los años noventa. Esto me recuerda una frase que dijo en una ocasión mi agudo y prestigioso colega neoyorquino Thomas Szasz: "Los tontos, ni perdonan ni olvidan; los ingenuos, perdonan y olvidan; los sabios perdonan, pero no olvidan". Quienes perdonan aumentan las posibilidades de liberarse del pasado y volver a controlar razonablemente su destino. Según Desmond Tutu, el obispo anglicano que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984 por su eficaz oposición al sistema racista de su país, "sin perdón no hay futuro". Luis Rojas Marcos
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
Cuestionario para la reflexión y el diálogo • Si has tenido parte en alguna experiencia de perdón o reconciliación después de una injusticia u ofensa grave ¿qué conclusiones personales has sacado de esa experiencia? • Para difundir una cultura del perdón necesitamos aclarar algunas ideas. En el artículo del psiquiatra Luis Rojas Marcos: “Perdonar lo imperdonable”: - ¿Qué ideas te parecen válidas para la situación que nosotros vivimos? ¿cuáles no? ¿por qué? - ¿Qué puntos te resultan difíciles de entender? ¿por qué? - ¿Cómo podemos contribuir, de forma concreta, los cristianos a insertar en la sociedad una cultura del perdón?
Oraciones “Instrumento de tu paz” Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que yo ponga amor. Donde haya ofensas, que yo ponga perdón. Donde haya discordia, que yo ponga unión. Donde haya error, que yo ponga verdad. Donde haya duda, que yo ponga fe. Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza. Donde haya tinieblas, que yo ponga luz. Donde haya tristeza, que yo ponga alegría. Haz que no busque tanto el ser consolado como el consolar, el ser comprendido como el comprender, el ser amado como el amar. Porque dando es como se recibe, olvidándose de sí mismo es como uno se encuentra, perdonando es como se obtiene perdón, y muriendo es como se resucita para la vida eterna. 30
2. Más que palabras Tiempo de avanzar
“Evangelio de vida y paz” (Desarmar la palabra) Señor Jesús; Evangelio de vida y paz, defensor de la dignidad humana, buen samaritano, víctima de nuestras injusticias e ideologías, ¡haz de mí un instrumento de tu paz! Tú, que me invitas a proseguir tu causa, arranca la violencia de mi corazón, dame entrañas de misericordia con quienes sufren y han sufrido. Mira este pueblo tuyo y nuestro, aviva nuestra capacidad de diálogo y tolerancia ¡ábreme al perdón y a la reconciliación! Señor, infúndeme tu Espíritu, para que pueda pensar como Tú, trabajar contigo y vivir en ti, para que yo también llegue a ser ¡un instrumento de tu paz!.
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3. Convivir
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Sugerencias Estos materiales pueden ser útiles para la reflexión y el diálogo en grupo, mediante una lectura previa del tema de forma personal y la preparación del cuestionario con las adaptaciones que se consideren oportunas. También pueden utilizarse para invitar a la reflexión a un grupo más amplio y en un marco oracional. En este caso: se puede iniciar el encuentro con una lectura de la Palabra de Dios; desarrollar después el guión del tema en forma de charla; plantear algunos puntos para la reflexión a partir del manifiesto “También hoy es posible la paz” y concluir finalmente con una plegaria de oración. También pueden encontrarse otros puntos de interés para esta reflexión en materiales difundidos anteriormente: • Desarmar la Palabra, 1999 • Paz y Reconciliación, 2000 • Encuentro de Oración por la Paz, 2001 • Más que palabras…, Adviento 2002
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3. Convivir La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz En el desarrollo de nuestro Plan Diocesano de Evangelización destacamos especialmente a lo largo de este curso pastoral el objetivo relacionado con la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, y durante el tiempo de adviento centramos particularmente la atención en el objetivo relativo a la construcción de la paz. La conjunción de esos dos objetivos determina el enfoque de estos materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo, que ofrecemos como una ayuda a los miembros de las comunidades cristianas de la Iglesia diocesana. La Comisión Gestora del Departamento diocesano del Laicado en su Cuaderno 1 de Materiales, al presentar las Señas de identidad del laico cristiano destaca que “El carácter secular es propio y peculiar de los laicos,” 1 y recuerda que “El campo propio de su actividad es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía…” 2. En cada uno de esos campos “Los seglares participan del ministerio regio de Cristo alentando en las relaciones y estructuras humanas el sentido de la justicia, deseos de paz y sentimientos de solidaridad y fraternidad. Con sus obras, gestos y palabras, confiesan que Jesús es el único Señor de la vida y de la historia. La marginación o el olvido de esta responsabilidad conduce a las comunidades cristianas y a sus miembros al abandono de un aspecto tan fundamental de la evangelización como es el compromiso por transformar la realidad, orientándiola hacia el reino de Dios” 3. La construcción de la paz y la convivencia política, aunque no se confunden ni se reducen la una a la otra, están estrechamente vinculadas entre sí, se requieren mutuamente como condición de posibilidad. Por ello, contemplando las tensiones de la convivencia política de nuestra sociedad, los cristianos, sea cual sea nuestra personal adscripción o afinidad política, no podemos permanecer como simples espectadores; nos vemos urgidos a hacer presente y activa en la convivencia y en la construcción de la paz la fuerza humanizadora del Evangelio. 1 Lumen Gentium 31. 2 Evangelii nuntiandi 70. 3 Comisión Gestora del Depto. dioc. del Laicado. Materiales para la reflexión. Cuaderno 1 pág. 29.
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
Precisamente por la legítima autonomía de las realidades políticas, las exigencias del Evangelio pueden asumirse en diferentes compromisos y mediaciones sin identificarse plenamente con ninguna opción concreta. La actividad de los cristianos laicos en la convivencia política es por ello una participación en partidos, grupos, organizaciones e instituciones políticas, como mediaciones necesarias, junto a otros hombres y mujeres con identidades y referencias diferentes. La participación de los laicos cristianos ha de pasar necesaria y críticamente, de forma permanente o puntual, por alguna de esas mediaciones. Sin embargo, la convivencia política no consiste sólo ni principalmente en la confrontación publica de las distintas opciones y grupos, sea en la gestión de las instituciones, sea en la confrontación electoral de sus programas, sea en su permanente dialéctica en los medios de comunicación. Esa convivencia se entreteje en la vida cotidiana desde las convicciones personales en las relaciones familiares, laborales, comerciales, de amistad, de vecindad, o incluso de fe..., y en ellas echa raíces. Pero cuando en la vida cotidiana surgen cuestiones de trasfondo político en alguno de esos ámbitos fácilmente adoptamos posturas predeterminadas por nuestra identificación con facciones o partidos, ahogando la oportunidad de escucha mutua y comunicación distendida. Debemos cuestionar en este aspecto hasta qué punto hacemos la convivencia, como sujetos activos en estas relaciones cotidianas, o padecemos, como sujetos pasivos, un esquema de convivencia importado desde otros ámbitos de confrontación social. En este aspecto hemos de tomar conciencia del poderoso influjo que ejercen los medios de comunicación y de su alineación con los intereses de quienes los gestionan. Las referencias que podemos encontrar en el Evangelio de Jesucristo nos invitan a construir un nuevo modelo de convivencia basado en el respeto mutuo, la escucha y el diálogo incansable, entretejido paciente y activamente tanto en las relaciones de la vida cotidiana como en las plataformas e instituciones de la vida pública. Conscientes de que así construimos el Reino de Dios, hemos de saber asumir con sincera humildad la función del fermento que transforma, humanizándola, la masa de la convivencia política en la construcción de la paz. “Las comunidades cristianas han de ser lugares privilegiados de acogida y de compromiso generoso con la paz auténtica, contribuyendo a remover obstáculos, a derribar muros, a favorcer iniciativas y proyectos en colaboracón y diálogo social con tantas personas y grupos interesados en alcanzarla” 4.
4 Juan Pablo II, Mensaje con ocasión del encuentro de oración por la paz en Vitoria-Gasteiz, 13-I-2001.
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3. Convivir La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
I. Unas referencias básicas para la convivencia política Estas claves son básicas en la convivencia política para todos los ciudadanos, no son exclusivas de la participación de los laicos cristianos; en ellas se asienta y hace posible el desarrollo de una sociedad democrática. • Al servicio del bien común Esta ha de ser la referencia fundamental para cuantos participan activamente en la convivencia social. El bien común consiste en el conjunto de condiciones que hacen posible el pleno de desarrollo de los derechos de las personas y los grupos sociales. En él se integran y armonizan, por tanto, bienes económicos y culturales, materiales y espirituales. No puede confundirse con la suma de los bienes particulares de los individuos, ni tampoco identificarse con algo puramente colectivo. No es fácil concretar en que consiste el bien común porque en las distintas sociedades y etapas de la historia adquiere diferentes formas. Es una meta, más que una situación determinada, hacia la que se dirige y orienta el dinamismo de la convivencia social. • Desde un pluralismo legítimo La pluralidad es fruto necesario de la libertad y constituye en sí misma una riqueza. El desarrollo de la democracia amplía y potencia la pluralidad de opciones, de modo que las diversas opciones políticas democráticas, al subrayar cada una determinados valores, son -en parte- complementarias entre sí y la tensión entre ellas puede ser el motor del avance social Ha de evitarse que la convivencia democrática degenere en pura confrontación cuando, desde un partidismo intolerante, los intereses propios de cada grupo llegan a suplantar como meta al bien común de la sociedad. • Por el camino de la tolerancia y el diálogo político La tolerancia se basa en el esfuerzo por comprender los puntos de vista y posiciones de los otros. Requiere superar el exclusivismo de posiciones dogmáticas o la imposición de aspiraciones utópicas, pues exige una actitud realista exenta de maximalismos. La tolerancia se desarrolla en la convivencia mediante el diálogo, que implica escucha de las propuestas del otro, análisis de sus posiciones y exposición 37
Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
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paciente de los propios proyectos y convicciones. Así cabe alcanzar una aproximación o acercamiento hacia lugares de encuentro común, aunque sean situaciones provisionales o precarias. La intolerancia eleva la propia verdad política, parcial y discutible, al rango de lo indiscutible y procura imponerla a los demás; tiende a eliminar lo que no encaja en el propio proyecto, recurre a cualquier procedimiento que resulte eficaz por encima de valores humanos y éticos. • Con exclusión de la violencia El recurso a métodos violentos para reivindicar aspiraciones políticas o defender las propias posiciones es netamente rechazable en cualquier convivencia democrática. Nadie -persona o grupo- puede arrogarse la capacidad de amenazar o eliminar a sus adversarios políticos para imponer sus propios proyectos. La justa represión de la violencia en una sociedad democrática corresponde a los poderes públicos con las debidas garantías de un uso respetuoso de los derechos intangibles de la persona humana.
II. Actuación de los laicos cristianos en los conflictos de la convivencia política 5 • Reconocer la existencia de la situación conflictiva Un conflicto ignorado es un pacto implícito con situaciones injustas que -mas o menos conscientemente- interesa mantener. Negar su existencia es un reflejo defensivo, una excusa, para no implicarse en situaciones que no se quieren resolver. Tomar conciencia de los conflictos evita acumular tensiones sociales. Aunque contribuir a que los conflictos latentes se formulen, a veces es mirado sospechosamente por aquellos que los instrumentalizan para sus intereses. • Discernir los conflictos, separar sus distintas facetas Conviene separar en el conflicto sus complejas facetas, separar lo objetivo de los intereses subjetivos. No instrumentalizar interesadamente los conflictos para otras finalidades o intereses partidistas.
5 Cfr. Conflictos humanos y reconciliación cristiana. Carta pastoral conjunta (1984) nn.45-53.
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3. Convivir La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
Es necesario avanzar en procesos que faciliten soluciones parciales a cuestiones que se presentan interrelacionadas, sobre todo si lo están artificiosamente. • Humanizar los conflictos Cuando la confrontación se desarrolla con lealtad y nobleza en el diálogo, tratando de alcanzar soluciones “precarias” necesarias para salvaguardar los derechos de todos, el conflicto se humaniza. Es necesario trabajar para que objetivos, medios y actitudes de unos y otros vayan aproximándose y avancen en la búsqueda de la verdad, la justicia y la solidaridad, en la perspectiva del bien común. • Promover la reconciliación Los conflictos no tienen soluciones verdaderamente humanas si no se introduce en ellos la clave del perdón. Esta es una aportación inequívocamente evangélica, aunque hoy esta socialmente muy devaluado. La capacidad de perdonar está ligada a la capacidad de comprender al otro; la reconciliación no sólo liquida un contencioso del pasado, sino que despierta nuevas energías para un futuro nuevo. La memoria histórica es necesaria y beneficiosa, pero puede enquistarse como incapacidad de olvidar que nos encadena obstinadamente a nuestros conflictos; los cristianos reivindicamos la fuerza antropológica, social y política del perdón en nuestro mundo. • Orar por la superación de los conflictos Es una forma de reconocer nuestras limitaciones e impotencia. No es una evasión cómoda para dejar de trabajar. En la oración pedimos sobre todo: luz, voluntad, fuerza y constancia para superar el conflicto y mantener viva la esperanza en medio de las tensiones y dificultades.
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III. Participación de los laicos cristianos en la construcción de la paz 6 • Sufrir con todo el pueblo - una inmensa mayoría de nuestra sociedad sufre, en mayor o menor medida y por motivos de diferente calado, por la crudeza presente. - Se siente dolorosamente precocupada una inmensa población de todos los colores políticos que observa cómo una sociedad se va descoyuntando progresivamente a medida que la cruda confrontación política la va polarizando paso a paso. • Sostener su esperanza debilitada - una notable mayoría de los ciudadanos estiman necesario el diálogo entre todos los partidos como camino para llegar a un consenso básico que pudiera colocar en vías de solución un conflicto viejo y enconado. La desesperanza surge precisamente ante la ausencia de signos en esta dirección. - La esperanza es un activo necesario para resolver los grandes problemas. Cuando está viva es capaz de lograr casi lo imposible. Cuando está muy mermada paraliza las energías sociales con el abatimiento y la pasividad. • Decir una palabra de libertad - Siempre que la confrontación es cruda, como en el momento presente, una palabra libre se torna especialmente difícil. - Los antagonistas endurecen y simplifican sus posiciones y pretenden polarizar a la sociedad en torno a ellas. - Los matices, las correcciones parciales y las modulaciones, tan necesarias para definir los problemas humanos y encontrar solución adecuada, son rechazados como observaciones que alimentan la opción que es preciso deshacer y que encubren actitudes ambiguas ante lo inadmisible. • Realizar gestos y acciones pacificadoras - Gestos y acciones que anuncien e inicien siquiera, de manera muy humilde, el reino de la paz que todos anhelamos. - En nuestra Iglesia convivimos creyentes que profesan opciones políticamente diferentes. ¿Nos atrevemos a dialogar sobre ellas entre nosotros? Nuestras legítimas pertenencias políticas ¿son para nosotros algo más determinante que
6 Cfr. J.M. Uriarte: “Renovarse y pacificar”. San Sebastián 2002.
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3. Convivir La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
la fe y la pertenencia a la comunidad cristiana? ¿Podemos reclamar a los políticos que dialoguen si nosotros mismos no practicamos el diálogo? - Desactivar, por la palabra y la escucha, las cargas de pasionalidad ciega que a menudo acompañan a nuestras opciones, sería un ejercicio que anticiparía la reconciliación, tan necesaria para nuestra sociedad. • Educar para la paz - consiste, en primer lugar, en humanizar la pasionalidad política mediante la adquisición de una capacidad de pensamiento crítico. - entraña además la formación de una conciencia ética, mediante la adquisición de verdaderos criterios morales para valorar nuestra situación. - lleva como componente ineludible el que todos reconozcamos al otro en su diferencia. - comporta movilizarse a favor de la paz. La inhibición no es una respuesta moral positiva. - promover la reconciliación, pues es más lo que nos une que lo que nos separa. • Orar por la paz - para que no nos falte el aliento y el coraje de comprometernos con ella. - para trabajar más y mejor por la paz. - para expresar que existe entre nuestro deseo y nuestras fuerzas una desproporción que sólo la ayuda del Señor puede compensar.
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
Cuestionario para el diálogo en grupo VER 1.- ¿Cómo describirías la situación de la convivencia política en nuestra sociedad? ¿Cuáles son sus aspectos negativos y cuáles los positivos? 2.- Cuál es tu posición y actitudes personales ante esta situación.
JUZGAR 3.- Desde una perspectiva humana ¿Cómo valoras esta situación? 4.- ¿Cuál es el mensaje que nos trasmite la Palabra de Dios? y ¿en qué me interpela personalmente? “Dijo Jesús: Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; y el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.” (Mt 5, 21-24)
“Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad,…para crear en sí mismo, de los dos un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz y reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu.” (Ef 2,14-18)
• Puedes aportar otros textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión.
ACTUAR 5.- ¿Qué me comprometo a hacer personalmente para avanzar en la construcción de la paz en la convivencia? 6.- ¿Qué signos o acciones concretas podemos promover en nuestra comunidad cristiana? 42
3. Convivir Manifiesto
Manifiesto “También hoy es posible la paz” - Dios quiere que vivamos en paz. La paz es posible, también en nuestro pueblo. La queremos ya, ahora. No queremos que nadie la impida o la retrase. ¿Nos comprometemos a trabajar por la paz en la verdad y la justicia, desde nuestra propia responsabilidad? En las discusiones y conflictos ¿procuramos que nuestra aportación sea para encontrar soluciones? - Amamos la vida como don sagrado de Dios y primer derecho del ser humano, sea quien fuere, esté donde esté, haya nacido o esté en gestación. No queremos que nadie mate, torture o atente contra su integridad. ¿Defendemos la vida y la dignidad de todos los seres humanos? ¿Tenemos odio a alguien? ¿Provocamos divisiones y discordias? ¿Nos hemos alegrado de algún mal que le haya ocurrido a alguien? - Creemos en la capacidad de las personas y de los pueblos para buscar solución a sus conflictos por caminos de paz. No queremos imposiciones violentas, contrarias al libre sentir de nuestro pueblo. ¿Promovemos en nuestro entorno comportamientos y cauces democráticos en libertad? - Respetamos la legítima diversidad de opciones para la construcción de nuestro pueblo. No queremos que nadie se arrogue el derecho de ser su único representante. ¿Buscamos una paz que sea verdadera y para todos? ¿Estamos dispuestos a sembrar la reconciliación y el perdón? ¿O queremos imponer la paz con violencia y aspereza? ¿Intentamos comprender las actitudes y actuaciones de los demás? ¿Somos capaces de ponernos en la piel de los demás? - Creemos en la fuerza pacificadora de la verdad. Rechazamos la mentira como instrumento de estrategia y la manipulación de la verdad al servicio de los propios intereses político-sociales. ¿Apostamos por la fuerza liberadora de la verdad? ¿Por qué pienso que mi verdad es más verdad que la de los otros? ¿Por qué mi verdad ha de ser más provechosa que la de mi vecino? - Creemos en la eficacia del diálogo para la búsqueda de una paz estable. Rechazamos todo intento de hacer de él un instrumento de estrategias calculadas. ¿Promovemos el diálogo que nazca del respeto, la acogida y la escucha mutua? ¿Estamos abiertos para escuchar y aceptar las opiniones de los demás? ¿O creemos que sólo nuestras opiniones tienen valor? 43
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Construir la Paz
- Reivindicamos la fuerza social del perdón para construir nuestro futuro. No queremos que la venganza y los odios nos encadenen para siempre a nuestro pasado. ¿Promovemos una experiencia colectiva de perdón? - Creemos en la paz, logro de las personas y don de Dios. ¿Oramos sin descanso por nuestra conversión personal y por la reconciliación de nuestro pueblo? ¿Esa oración nos ayuda a liberarnos de odios irracionales, dogmatismos violentos, manipulaciones engañosas e intolerancias agresivas?
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4. Conflicto en el PaĂs Vasco y comunidad eclesial Xabier Etxeberria, Universidad de Deusto
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4. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial Presentación
Presentación En el desarrollo del Plan Diocesano de Evangelización vamos destacando especialmente cada año uno de sus objetivos. Durante el curso 2004-2005 lo hicimos con el Objetivo relativo al desarrollo del sentido comunitario de nuestra Iglesia diocesana. Pero, por otra parte, el objetivo relativo a la construcción de la paz está considerado como “transversal” y a él se dedica una atención especial cada año con ocasión del Adviento. Desde la confluencia de esos dos objetivos –el del sentido comunitario y el de la construcción de la paz- invitamos a reflexionar sobre el tema:
CONFLICTO EN EL PAÍS VASCO Y COMUNIDAD ECLESIAL Y, para ello, ofrecemos el texto de la conferencia que D. Xavier Etxeberria, profesor de Ética de la Universidad de Deusto, presentó –con ese mismo título- en el Encuentro diocesano de presbíteros sobre Pacificación y Reconciliación en el País Vasco, celebrado en mayo de 2004 en el Seminario de Vitoria, junto con unas pistas para la reflexión personal y/o el diálogo en grupo. Al ofrecer el texto de esta conferencia valoramos la intención que su autor expresa al final del mismo: “Por supuesto, es evidente que ofrezco todas estas consideraciones para su debate y contraste. Habrían logrado su objetivo si acabaran siendo un estímulo más para que la comunidad cristiana vasca afrontara, en espíritu de fidelidad a sus raíces evangélicas y a su encarnación en la sociedad en la que se inserta, el trabajo que como tal comunidad le corresponde hacer a favor de la paz, la justicia y la convivencia”.
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El texto de la conferencia, como advierte su autor en nota a pie de página, es un tanto esquemático. Requiere una lectura reposada. Hemos introducido algunos subrayados en el texto -en negrita o cursiva- sólo con la finalidad de que se puedan identificar más fácilmente sus diversas partes y localizar los distintos aspectos a los que se hacen referencia en las pistas de reflexión. La lectura puede también fraccionarse siguiendo las sugerencias de los cuestionarios de trabajo. Las pistas que se proponen para la reflexión y el diálogo -centradas naturalmente en lo que se refiere a las actitudes y compromisos de la comunidad eclesial- tendrán que ser convenientemente adaptadas, en cada caso, a la situación y la dinámica concretas de los diversos grupos de trabajo.
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4. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial
Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial Xabier Etxeberria, Universidad de Deusto
Para abordar el tema propuesto procederé haciendo, en cinco etapas, primero una presentación socio-política del conflicto vasco, para indicar a continuación el modo como entiendo debe afrontarlo la comunidad eclesial vasca 1.
1. La cuestión de partida, ya polémica, es definir la naturaleza del conflicto. Hay, al menos, cuatro versiones, debiendo tenerse presente además que dentro de ellas caben variaciones significativas (en las que aquí no puedo entrar). Pueden presentarse esquemáticamente del siguiente modo: Para un determinado sector, el conflicto se reduce estrictamente a que hay un colectivo -ETA, sus ramificaciones y sus apoyos- que no acepta las reglas del juego democrático constitucional, generando una conflictividad violenta terrorista que no debe ser calificada de política y que no tiene causas sino consecuencias de destrucción. Conflictividad que, en el otro lado, debe encontrar a la ciudadanía con su comportamiento social coordinado a través de diversas organizaciones, así como a las instituciones públicas, en especial a las judicialpoliciales, que deben proponerse la derrota plena del terrorismo, sin plantearle ningún tipo de concesión. Avanzando en la misma dirección hay quienes aceptan que existe también una conflictividad en la que están implicados los nacionalistas vascos frente a los no nacionalistas, pero tienden a reducirla a la primera, al entender que el nacionalista que reclama coherentemente sus objetivos -el que es lo que dice ser- se alía fácticamente -para bastantes consciente e interesadamente- con ETA e incluso la estimula. El nacionalismo, al menos el vasco, sería proviolento y excluyente
1 El texto es un tanto esquemático porque está redactado para ser expuesto con desarrollos orales en una
intervención en el Encuentro de presbíteros organizado por la Diócesis de Vitoria en torno al tema Pacificación y reconciliación en el País Vasco. Entiendo, de todos modos, que la síntesis no le quita la 49 claridad.
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por su propia naturaleza y a él deberían enfrentarse, también para vencerlo, arrinconándolo electoralmente, todos los demócratas constitucionalistas. En las antípodas, hay otro sector que destaca que el conflicto inicial es el que enfrenta al Estado dominador (español y francés) con Euskal Herria: la dominación del primero, que quebranta los derechos del segundo, tiene como consecuencia la reacción defensiva legítima de éste, incluso en forma violenta. Hay un último sector que entiende que es importante distinguir dos conflictos diferenciados: el violento del terrorismo, y el conflicto de identidades nacionales, que hay que intentar separar a la hora de afrontarlos todo lo que se pueda, tanto políticamente como en su evaluación moral. Respecto a esto último, el conflicto terrorista cae en el campo de la inmoralidad tanto en lo que se refiere a la actividad violenta de ETA y sus ramificaciones como en lo que se refiere a las respuestas coactivas del Estado que no se ajustan a los derechos humanos. En cuanto al conflicto de identidades nacionales, desde el punto de vista moral se asume como legítima la defensa pública de cualquiera de ellas. En esta cuarta postura, la complejidad de la conflictividad se reconoce no sólo en que se dan esas dos expresiones –separación-, sino en que hay solapamiento entre ellas -cierto modo de relación-. Especialmente manifiesto es el que se produce por el hecho de que las justificaciones de la violencia de ETA son identitario-nacionales vascas. Ahora bien, hay que insistir en la diferenciación porque: 1) en el polo que toma la identidad vasca como políticamente dominante no sólo hay un sector mayoritario que no asume la estrategia violenta, sino que la rechaza y combate expresamente –ETA es entonces el otro al que se enfrenta-; 2) en ese mismo polo, la referencia o no a la legitimidad de la violencia cambia aspectos decisivos de la identidad nacional que se reclama 2; 3) a su vez, en el polo que toma la identidad española –y francesa- como políticamente dominante, hay un sector relevante que asume la legitimidad de la autoafirmación nacional vasca, aunque no la comparta y aunque disienta de las vías con las que afrontar el conflicto. Todo esto supone que si por un lado hay solapamiento impuesto, por otro hay enfrentamiento a él, que moralmente debe
2 Por ejemplo, el concepto central de soberanía cambia de sentido según se postule desde supuestos que lo
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condicionan totalmente a la autodeterminación de las personas que componen la sociedad vasca (caso del nacionalismo democrático) o desde supuestos que lo presuponen como derecho que puede imponerse por encima de esa autodeterminación individual –la que se expresa en unas elecciones- e incluso contra ella (caso de ETA).
4. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial
ser claro, algo que pide de los partidos democráticos el que no busquen en ninguna de sus formas rendimiento electoral de la violencia. Pues bien, ante tal panorama de presentaciones del conflicto vasco, la primera exigencia de la comunidad eclesial es hacer una lectura adecuada de la naturaleza del conflicto. Para ello debe tener presentes dos variables: los argumentos socio-empíricos que analizan la realidad y los argumentos éticos que la evalúan. Aunque no puedo desarrollar aquí estos argumentos, creo, por mi parte, que aplicarlos significa situarse en la última postura, con los discernimientos y las condenas morales que supone. Es cierto que implica distanciarse de lecturas que hacen determinados sectores de la vida política, pero entiendo que ello no debe ser visto como opción partidista sino como fidelidad a las claves de lectura propuestas, que, como tales, se justifican plenamente. En coherencia con esta conclusión, en la reflexión que sigue tendré presente esta versión del conflicto vasco.
2. Aceptando, de acuerdo con ella, la autonomía y legitimidad del conflicto de identidades nacionales, tiende a haber (al menos) dos percepciones del mismo, también con variaciones dentro de ellas. Las expreso de nuevo esquemáticamente: Algunos perciben el conflicto como enfrentamiento entre Euskal Herria y España (y Francia). Esto es, presuponen, en el proceso de enfrentamiento que se quiere protagonizar, sujetos colectivos claramente diferenciados en comunidades separadas etnopolíticamente e incluso territorialmente. Ha sido una tendencia habitual en el nacionalismo vasco pero no sólo en él. Otros perciben el conflicto en un doble ámbito que se entrecruza: 1) dentro del propio País Vasco, entre quienes se remiten de modo políticamente dominante a la identidad vasca y quienes se refieren a la española –habiendo a su vez matices entre ellos-; 2) y entre el sector relevante en el País Vasco que defiende o acepta la nación vasca –también con variantes significativas en él-, políticamente organizado y con cotas de poder, y el sector dominante en España en su conjunto, que defiende o acepta la nación española, políticamente expresado en el aparato central del Estado. Proyectando esta doble percepción a comunidad eclesial, ésta debería hacer, de nuevo, una lectura correcta del conflicto. Pero ahora motivada fundamentalmente por argumentos socio-empíricos que analizan la realidad, dado que he partido de que moralmente se puede defender cualquier identidad nacional (si se hace democráticamente). Pues bien, entiendo que desde estos argumentos, es evidente que hay que optar por la segunda percepción. 51
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Optar coherentemente por esta segunda percepción significa aceptar que el conflicto de identidades nacionales está también, de modo legítimo, “dentro” de la comunidad eclesial vasca, si ésta aspira, como debe ser, a ser Iglesia abierta a toda la sociedad. Eso significa que hay que plantearse qué tipo de acogida darle. Caben varias posibilidades, que formulo interrogativamente: - ¿Ser la comunidad un espacio que “ignora”, que pone entre paréntesis el conflicto identitario en su dinámica interna y en sus referencias? Parece poco acorde con un cristianismo encarnado que pide estar atento a la justicia, en este caso la “etnocultural”, la que se plantea los derechos que podemos tener en función de las identidades colectivas. - ¿Ser un ámbito en el que se discierne sobre la legitimidad del mismo y sus diversas posturas, esto es, sobre los principios ético-políticos universalizables –respeto, diálogo y toma de decisiones democráticos- que habría que tener como referente para afrontarlo? ¿Y ser a partir de ahí ámbito en el que se denuncia todo quebrantamiento de esos principios? A priori esta opción se nos presenta como un modo a la vez imparcial e incluyente de asumir el conflicto de identidades. - Hay que reconocer, de todos modos, que no es nada fácil mantenerse en el punto de equilibrio adecuado: 1) Porque cada uno de los miembros eclesiales tendrá sus propias convicciones legítimas que pueden funcionar como pre-juicios; es posible superar esta dificultad si discernimos espacios y temas: en unos, como los eclesiales, habría que mantenerse unidos y dialogantes en el ámbito de lo prepartidario, en otros se puede ser partidista. 2) Porque la actual teoría democrática no se pone de acuerdo a la hora de precisar elementos decisivos para conflictos nacionales (especialmente en torno al “sujeto colectivo de decisión”, al sujeto que tiene derecho a constituirse como nación). Ante esta segunda dificultad, más aguda, podemos preguntarnos: ¿toca a la comunidad eclesial como tal entrar en este debate?, ¿puede ofrecer espacios para el mismo, aunque no entre en él?, ¿es mejor que se abstenga en los puntos polémicos para defender sólo los puntos que razonablemente no admiten polémica en torno a la legitimidad de los nacionalismos? Personalmente me inclino por lo tercero. En cualquier caso, no sería incluyente inclinarse desde el poder eclesial a favor de un nacionalismo oficial del signo que sea que en sí entra dentro de lo opcional legítimo para el ciudadano y para el cristiano. Hay que reconocer que esto no es fácil: 52
4. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial
- Porque la comunidad eclesial tiene que estar encarnada: la encarnación en una cultura es en sí una necesidad, la encarnación en la cultura en la que se está puede presentarse como deber frente al etnocentrismo. Hoy la encarnación dominante de las Iglesias “locales” es la encarnación “nacional”: son culturalmente, de modo importante, Iglesias “nacionales” (véanse sus referentes de lengua, historia, estructura institucional interna, conexiones con poderes públicos y sociedad civil, etc.), aunque en situaciones de mononacionalidad o de nacionalidad mayoritaria muy dominante su toque “nacional” sea tan “connatural” que no aparezca manifiesto. - Pues bien, a la comunidad eclesial vasca, si quiere ser integradora como tiene que ser, le toca intentar ser una comunidad con encarnación cultural en la “plurinacionalidad”. Éste es un reto complejo y “novedoso”. Supone, de todos modos aceptar que tal plurinacionalidad existe, algo que no todos asumen, tendiendo a confundir desde su mononacionalidad española lo que es defensa de la legitimidad de la plurinacionalidad con lo que es defensa del nacionalismo vasco. De nuevo, optar por la aceptación de la plurinacionalidad no debería ser visto como opción partidaria sino como aceptación de la realidad pasada por la criba de lo que es moralmente aceptable. Esta opción debería ser tenida en cuenta para los referentes antes citados al hablar de encarnación nacional, y otros posibles (en alguno, como el de la lengua, no debe olvidarse que hay además derechos lingüísticos ya claramente reconocidos). - Podría plantearse una Iglesia con encarnación en lo “post-nacional” pero a esta propuesta le veo irrealismos en los que aquí no puedo entrar. Con todo, la integración política a la que se remite lo postnacional, asumida en la incardinación eclesial, tendría la función de evitar que ésta fuera fanática y excluyente frente a cualquier identidad nacional o étnica –piénsese también en los inmigrantes- y de estimular que estuviera abierta, como condición de legitimidad, a una auténtica justicia internacional. No puede olvidarse, de todos modos, que los miembros de la comunidad eclesial son además ciudadanos y que en cuanto tales tienen el derecho e incluso el deber de intervenir públicamente en su sociedad –la vasca- en la dirección que juzguen oportuna. Aparecen aquí los pronunciamientos y compromisos en una determinada dirección en el conflicto identitario.
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- Por parte de los cristianos de base, comprometidos en la vida políticosocial y en cuanto insertos en ella, no hay ningún problema, sea la dirección que sea. - En cambio, es más difícil definir el papel de los representantes institucionales: 1) al ser internamente coordinadores de toda la comunidad, resulta más fácil su papel si se abstienen de pronunciamientos partidistas, aunque ésta no es una condición en sí necesaria, ya que un determinado talante de apertura a todos es más decisivo; 2) al ser también actualmente figuras públicas que pasan por “representar” a la Iglesia, su partidismo puede ser atribuido a ésta y difícilmente separado de su representatividad; esto es negativo hacia el exterior y hacia el interior, por lo que entiendo que es más correcto que se abstengan de compromiso partidista público; 3) lo cual no debe inhibirles el compromiso público respecto a todas aquellas cuestiones generales en torno a los principios para la convivencia y la decisión democrática, que son en realidad prepartidistas respecto a lo nacional (aunque algunas se acercan a ello, como el derecho a la lengua) y por tanto no excluyentes.
3. Enfocar la conflictividad vasca haciendo la oportuna separación entre dos conflictos ayuda a diseñar estrategias adecuadas para gestionarlo positivamente. Frente al conflicto violento nos deberíamos situar todos los demócratas partidarios de los derechos humanos indivisibles. En cambio, en el caso del conflicto de identidades, se situarían por un lado los que consideran al pueblo vasco como ámbito último de decisión política (sabiendo que hay variaciones entre ellos) y por otro los que optan por que ese ámbito sea el del Estado -español o francés-, también con variaciones entre ellos. Esto es, el diseño nosotros/ellos, inevitable en todo conflicto, sería distinto en cada caso, y distinto igualmente el tipo de interrelación postulado para gestionarlo. Desde esta premisa, voy a destinar apartados específicos a cada uno de ellos. Antes, con todo, conviene hacer alguna aplicación a la comunidad eclesial de lo que acabo de indicar. Creo que la primera exigencia para la comunidad eclesial, a este respecto, es defender que el “nosotros” de la comunidad se sitúe claramente dentro de ese “nosotros” socialmente más amplio que se coloca frente al “ellos” que ejerce, apoya o exculpa a la violencia. Esto significa que al cristiano que no se encuen-
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tra en ese nosotros no se le expulsa de la comunidad, se le acoge en el horizonte de reconciliación, pero se le considera en “situación objetiva de pecado” -la subjetiva no nos toca juzgar-. (No soy teólogo y quizá la frase es desafortunada; espero que se entienda lo que quiero decir). El argumento a favor de esta postura no pertenece sólo a la ética civil que debe asumir todo cristiano -desde la que entiendo que está claro que en el País Vasco el recurso a la violencia es ilegítimo-. Dentro de la moral más marcadamente cristiana -que tiene su centro de referencia decisivo en el Sermón de la Montaña y en su enfoque del perdón- aparece una llamada nítida a afrontar los conflictos de modo no violento y abierto a la reconciliación (lo que hace que el “ellos” no implique barrera infranqueable ni siquiera en el caso de la violencia, aunque habrá que ver cómo afrontarla).
4. Para enfrentarnos al conflicto violento todas las fuerzas políticas y sociales que nos oponemos al terrorismo deberíamos estar unidas frente a él, al margen de nuestras referencias de identidad nacional. Desarrollo esta tesis con algunas consideraciones complementarias. Eso significa, para empezar, que, a través del oportuno diálogo, tendríamos que llegar a un acuerdo firme y sólido en todo lo referente a la violencia de ETA: lucha antiterrorista, política penitenciaria, apoyo social e institucional a las víctimas, movilización de la sociedad, etc.3 Podemos considerar “político” a este conflicto si relacionamos la actividad política con el ejercicio fáctico del poder político. No lo consideraremos político si definimos a la política como actividad deliberativo-decisoria de los ciudadanos en la esfera pública acerca del interés común 4. Me inclino a lo primero. Pero el que sea violencia política no la hace mejor moralmente a la “común”: puede ser mucho peor, aunque históricamente esté la pretensión de considerar cierta violencia política como justa (lo que tiende a consagrarse si triunfa). (Hago de paso la observación de que mi “querencia” y compromiso es hacia la no violencia, pero aquí no puedo desarrollar este tema). Yo diría concretamente que la violencia de ETA es de motivación política e inmoral terrorismo-.
3 Esta propuesta aparece muy bien formulada por Koldo UNCETA en ¿Es posible un pacto por la libertad y el pluralismo?, en Bake Hitzak 51 (2003) 37-42 4 Es la definición que asume J.M. ROSALES en Política cívica, Madrid, CEPC, 1998.
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Creo que sí puede decirse que la violencia de ETA, más que causas en el sentido determinista del concepto (la causa produce un efecto que ella justifica), tiene “contexto”, lo que no es lo mismo que decir que tiene justificación. Ser capaces de leer adecuadamente el contexto es muy importante cuando se quiere trabajar para acabar con la violencia que se inserta en él. Dado que habríamos hecho la separación antedicha, quienes nos oponemos a la violencia de ETA separaríamos todo lo posible la lucha contra su terrorismo del debate sobre el autogobierno del País Vasco y en general sobre el conflicto de identidades nacionales. Dado que lo que nos une es el respeto a los derechos humanos indivisibles, en la lucha policial-judicial contra ETA no debería hacerse nada que atente contra los mismos (arbitrariedades o excesos judiciales y tortura). Esto sería considerado como terrorismo de Estado y sus víctimas, víctimas del terrorismo. El problema es que medir su alcance no es fácil, porque se trata de violencia que se oculta y niega. Criterio que propongo: considerar que se da esta violencia cuando es avalada por decisiones judiciales y/o por organismos como Amnistía Internacional, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura, el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas y el Relator Especial de Naciones Unidas contra la Tortura. Sería interesante plantearse, pero también de modo acordado entre las fuerzas políticas, no sólo estrategias policial-judiciales de lucha contra ETA, sino otras que van más en la línea de la reconciliación que no ignora la justicia debida a las víctimas ni los derechos de la ciudadanía democrática, pero que trata de restaurar las relaciones rotas y de reintegrar a todos a la dinámica social de los conflictos legítimos no violentos. Entre estas estrategias están: - el margen de acuerdos posibles que pueden hacerse con ETA a través de una negociación en un hipotético horizonte de cese de la violencia; - las estrategias de indulto -no de amnistía- que pueden plantearse. 5 Pasemos ahora a aplicar a la comunidad eclesial vasca este conjunto de consideraciones en torno al conflicto violento. La primera conclusión que se impone es la siguiente: esta comunidad, comenzando por la visibilidad de sus repre-
5 Me he ocupado ampliamente de algunas de las cuestiones implicadas en la apertura al horizonte de recon-
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ciliación en: Perspectiva política del perdón, VV.AA. El perdón en la vida pública, Bilbao, Universidad de Deusto, 1999, 53-106. Y también en Arrepentimiento, perdón y reconstrucción democrática vasca, en VV.AA, Violencia, evangelio y reconciliación en el País Vasco, Bilbao, Desclée, 1999.
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sentantes institucionales y continuando por el conjunto de sus miembros, debería aparecer, como antes dije, claramente situada en el rechazo firme y manifiesto de toda forma de terrorismo. En segundo lugar, la comunidad eclesial vasca debería ofrecer una especial acogida a las víctimas del terrorismo, y asumir una firme reivindicación de los derechos de las mismas en su condición de víctimas. Debería revisar en este sentido críticamente su comportamiento pasado. No le toca en cuanto comunidad participar en la elaboración de los consensos políticos contra el terrorismo a los que he hecho mención, pero evidentemente se invitaría firmemente a sus miembros a participar en cohesionar a la ciudadanía frente a la violencia desde los supuestos de los derechos humanos. Cabe defender que sí puede aportar a la sociedad, del acerbo de lo mejor de su tradición y poniendo entre paréntesis la referencia confesional, aquellos referentes en torno a la justicia, el arrepentimiento, el perdón y la reconciliación que pueden iluminar una salida reconciliada al conflicto violento. Aplicándolos, en cualquier caso, sin que supongan injusticia para las víctimas y sin robarles el protagonismo que les corresponde. En todo este tema sería importante que funcionara un triángulo que relacionara íntimamente sus tres ángulos de verdad, justicia, perdón. En un determinado momento se puede plantear que algunos de sus representantes institucionales sean mediadores en una resolución del conflicto violento abierta a ciertos procesos de diálogo, indulto y reconciliación. Creo que, a priori, la Iglesia no debe postularse para esa función. Pero creo que tampoco se puede rechazar socialmente a priori esa posibilidad. Si los protagonistas en juego ven oportuna en un momento dado una cierta mediación o facilitación, habría que discernir la conveniencia de asumirla. Lo que, en cualquier caso, no debe hacerse es intentar mantener una “neutralidad valorativa” ante el conflicto violento pensando que así uno se prepara para ser posible mediador. Aparte de que eso contradice las opciones morales que deben tomarse -la razón fundamental para la comunidad cristiana-, experiencias como la irlandesa muestran que los “mediadores implicados”, si tienen determinados talantes y generan grados relevantes de confianza, acaban siendo los más eficaces.
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5. En cuanto al conflicto de identidades nacionales, he aquí una serie de consideraciones y de tomas de posición que juzgo socialmente pertinentes: Debe considerarse legítimo debatir este conflicto intelectual, social y políticamente, para buscar salidas al mismo respetuosas de los derechos de todos, sin tener que esperar a que el conflicto violento se haya resuelto. ETA no debe imponer censuras al debate de ideas y proyectos. Resulta más problemático si debe también aceptarse que se avance en decisiones en torno a propuestas que pretendan ir más allá, en autogobierno vasco, respecto al actual estatuto de autonomía. En mi opinión, desgraciadamente, ETA aquí nos condiciona a nuestro pesar, pues su violencia -en sus diversas expresiones- recorta gravemente la participación de los no nacionalistas vascos. Esto es, entiendo que en la posible propuesta de decisiones de cambios significativos en cuestiones de autogobierno (plan Ibarretxe, p.e.), habría que esperar a que la violencia de ETA terminara. Para gestionar este conflicto hay que tener, de parte y parte, voluntad democrática. Ahora bien, hay que aceptar a su vez, como ya adelanté, que la teoría de la democracia no acaba de proporcionarnos criterios eficaces. Porque dice según qué dinámica deben resolverse los conflictos (ley de las mayorías, desde oportunidades equitativas, respetuosa de los derechos de las minorías), pero no discierne los sujetos que deben aplicar en última instancia esa dinámica (el núcleo del debate entre identidades nacionales). Ha presupuesto fácticamente que son los Estados-nación, aunque motivando con ello implícitamente la reivindicación de las naciones sin Estado. El Derecho Internacional, con su declarado derecho de autodeterminación de los pueblos, tampoco acaba de ayudar en sí, porque no ofrece criterios para delimitar quiénes son los pueblos sujetos de ese derecho y tiende más bien a identificarlos con los Estados existentes. Algunos dirán, a partir de ahí, que hay que reafirmar a los Estados-nación actuales como los únicos sujetos de soberanía. Pero eso hiere la propia sensibilidad democrática cuando nos encontramos con un colectivo (como en el caso vasco) que se considera nación y que reivindica con constancia y en un porcentaje relevante su condición de sujeto colectivo de decisión política última. Por eso, otros pensamos que hay que abordar esa cuestión buscándole otra salida 6. Para empezar, esto significa el replanteamiento del derecho de autodeter6 He hecho este esfuerzo de modo desarrollado y argumentado en El derecho de autodeterminación en
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la teoría política actual y su aplicación al caso vasco, VV.AA, Derecho de autodeterminación y realidad vasca, EJ-GV, Vitoria-Gasteiz, 2002, 325-424.
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minación en el marco de las actuales sensibilidades identitarias y de la globalización. Al debate en torno a este derecho podríamos llamarle política de los principios. En mi acercamiento a él concluyo con la afirmación “prima facie” del derecho de autodeterminación de los pueblos-naciones, entre los que incluyo al vasco. Puede, por supuesto, discutirse esta conclusión, pero entiendo en cualquier caso que la cuestión hay que abordarla teniendo interrelacionadamente presentes estas tres referencias: los actuales y plurales planteamientos de la ética política, las propuestas del Derecho Internacional de los derechos humanos, la realidad concreta vasca. El problema se complica cuando, como indiqué antes, no sólo hay conflicto entre una hipotética nación y el Estado en que está, sino que lo hay también dentro de esa nación, como es el caso del País Vasco (en el marco, además, de una muy complicada problemática territorial). La prudencia pide aquí búsqueda de soluciones mediadas/mediadoras (por ejemplo, posibilidades generalizadas de doble nacionalidad, decisiones por mayorías cualificadas, diseño de una Unión Europea con protagonismo significativo de las naciones sin Estado, etc.). Entraríamos así en la que puede ser llamada política de la prudencia. Si se asume el conflicto desde la perspectiva de la confrontación se intentará, por un lado, presión político social y llegado el caso desobediencia a las leyes. Y, por el otro lado, presión jurídica, económica y política (veto ante la Unión Europea). ¿No hay otro modo de afrontar el conflicto, en la línea de auténticos diálogos e incluso, en lo que afecta a los sentimientos heridos, en el horizonte de sociedades reconciliadas? A este respecto hay que ser conscientes de que es delicado “manejar” este conflicto (más que resolverlo), porque está ligado a fuertes sentimientos de pertenencia, que no se pueden ignorar en política (es lo que hacen los que piden pura racionalidad, puro procedimentalismo), pero tampoco manipular (enfrentar unos sentimientos nacionales a otros como estrategia política). Esto es, una importante condición que se impone para la gestión del conflicto identitario es la de realizar una adecuada política de los sentimientos. En este sentido sería conveniente postular una voluntad prioritaria de resaltar lo que nos mantendrá unidos, aunque los modos de unión pudieran cambiar. Esto es, conviene desdramatizar los resultados de posibles consultas, para mantener lo más posible las relaciones mutuas positivas, tanto dentro de los actuales Estados como en el marco de la Unión Europea.
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Para que esto fuera posible es fundamental; 1) que la mayoría no resienta la unión como forzada; 2) que quede garantizado por todas la fuerzas políticas en juego que en cualquier cambio de autogobierno vasco -hacia más o hacia menos- se mantendrá para todos los vascos -que deben ser a estos efectos todos los residentes en el País Vasco- la misma protección de los derechos civiles, políticos y sociales de que ahora disfruta; 3) que cualquier cambio de status político respetará los deberes de justicia entre las partes implicadas. Cerremos esta quinta etapa del recorrido realizado aplicando las consideraciones precedentes a la comunidad eclesial. Una serie de observaciones y tomas de posición que se han ido haciendo en los otros apartados, especialmente en el segundo, pueden aplicarse también a lo propuesto en éste: desde la base de que la comunidad eclesial como tal, por un lado, no tendría que tomar partido en torno a una opción identitaria, pero, por otro, tendría que colaborar en que se asienten los principios éticos y de los derechos humanos con los que afrontar la realización de la justicia etnocultural en situaciones de conflictividad identitaria como la vasca. La comunidad eclesial en cuanto tal, tanto ad intra como ad extra, podría ser un agente favorecedor del clima social que expresa y propicia una adecuada política de los sentimientos: educación de la mesura, razonabilidad y apertura en los sentimientos de identidad nacional; fomento de identidades complejas, etc. Los cristianos, en su condición de ciudadanos pero motivados además por su fe, deben ser invitados a compromisos que impulsen el afrontamiento dialógico del conflicto de identidades, con las correspondientes implicaciones en las organizaciones que les parezcan más pertinentes. Puede ser útil el marco que he propuesto de articulación de “política de los principios” -encontrar razones que fundamenten lo que consideramos derechos y detectar los deberes correspondientes-, “política de la prudencia” -apertura a los condicionantes y posibilidades del contexto a la hora de pretender realizar los principios-, “política de los sentimientos” -conciencia de que en los conflictos no sólo hay en juego “temas”, sino “relaciones” que hay que cuidar-. Por supuesto, es evidente que ofrezco todas estas consideraciones para su debate y contraste. Habrían logrado su objetivo si acabaran siendo un estímulo más para que la comunidad cristiana vasca afrontara, en espíritu de fidelidad a sus raíces evangélicas y a su encarnación en la sociedad en la que se inserta, el trabajo que como tal comunidad le corresponde hacer a favor de la paz, la justicia y la convivencia. 60
4. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial Puntos para la reflexión y el diálogo
Puntos para la reflexión y el diálogo 1. Antes de iniciar la lectura de la Conferencia de Xavier Etxeberria conviene hacerse personalmente esta pregunta • Desde tu punto de vista ¿en qué consiste el conflicto en el País Vasco? ¿cuáles son sus rasgos fundamentales? • ¿Cuál crees que debe ser la actitud y/o el compromiso de la comunidad eclesial ante el conflicto? ¿por qué? 2. Después de la lectura de la primera parte (n 1 y 2) de la conferencia: • ¿Conoces otras versiones del conflicto además de las expuestas? ¿en qué consisten? • ¿Te identificas, aunque sea parcialmente, con alguna de las versiones del conflicto que se describen? ¿Con cuál sí, con cuál no? ¿Por qué? • En tu opinión ¿qué repercusión tienen en la comunidad eclesial las diferentes interpretaciones del conflicto?, ¿cuáles son sus consecuencias? • Desde tu punto de vista ¿cómo valoras las sugerencias acerca de las actitudes y compromisos para la comunidad eclesial ante el conflicto en el país vasco? ¿qué subrayarías especialmente?, ¿qué propuestas añadirías, rechazarías o modificarías?, ¿por qué? 3. Exponer en reunión de grupo, las respuestas personales a las cuestiones anteriores, dando lugar a que cada uno pueda libremente exponer su opinión y limitándonos a pedir aclaraciones para comprender mejor cada una de las aportaciones. 4. Tratar de identificar, mediante el diálogo, los aspectos de convergencia y las diferencias entre los diversos puntos de vista expuestos por los participantes. 5. ¿Qué referencias o criterios nos han ayudado personalmente y como grupo para discernir (reconocer, diferenciar y valorar) los rasgos y dimensiones del conflicto en el país vasco?
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
6. Y ¿qué repercusión tienen en concreto en nuestro grupo las diferentes percepciones del conflicto y su incidencia en la comunidad eclesial?, ¿con qué consecuencias? 7. ¿Qué podemos hacer personalmente y como grupo para mejorar nuestra comprensión del conflicto y asumir una responsabilidad activa en su resolución? ¿qué compromiso concreto proponemos? 8. Podéis tratar de encontrar, mediante consenso, alguna expresión que defina el conflicto de una forma aceptable para todos. (Se trata de tomar conciencia del proceso seguido para ello y de las reservas con que cada uno ha de asumirle acuerdo desde su punto de vista inicial). 9. Podéis tratar de formular, del mismo modo, unas conclusiones comunes acerca de la implicación de la comunidad eclesial en el conflicto.
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5. La reconciliaciรณn. Mรกs allรก de la Justicia Adiskidetzea. Justiziatik haratago Alboan
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5. La reconciliación. Más allá de la justicia Presentación
Presentación La construcción de la paz pasa por afrontar la realidad en su más profunda verdad. No es fácil establecer los cauces de un proceso de reconciliación, personal o social, cuando la realidad viene marcada por amenazas, extorsiones y asesinatos. Borrar u olvidar estos hechos no conducen a la paz que aspiramos. La reconciliación es, sin embargo, una etapa obligada en el penoso y duro camino de la paz. Consciente de ello, el objetivo 6º del Plan Diocesano de Evangelización, dedicado a “participar activamente en la construcción de la paz”, contiene la tarea específica de “promover en la comunidad eclesial espacios de diálogo, experiencias de reflexión y de oración, que contribuyan a la búsqueda de la paz y la reconciliación desde la pluralidad de opciones”. Las páginas que siguen, reproducen íntegramente el folleto La Reconciliación. Más allá de la justicia, y corresponde al nº 122 de la colección Cuadernos CJ (Noviembre 2003) que edita el Centro Cristianisme i Justícia de Barcelona. Su contenido responde perfectamente a la tarea señalada en el Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización. Es un ejercicio concreto de afrontar y situar la reconciliación en su cruda verdad y dificultad. La calidad del Testimonio y de las Reacciones que se reflejan, los términos tan sinceros como duros y, a la vez, esperanzadores en que se plantea y se promueve la reconciliación, la pertinencia y la claridad de las reflexiones y comentarios ahí recogidos... propiciaron una amplia acogida y difusión de este folleto en la diócesis. Su lectura personal y comunitaria, sirvió a unos para comprender con realismo las dificultades de la imprescindible reconciliación; para otros significó -y significa también hoy- un aire de esperanza frente a cualquier derrotismo. Renovamos a la Fundación Alboan y a Cristianisme i Justícia nuestra gratitud por el trabajo realizado y reflejado en esta publicación, así como por su amabilidad al permitir y facilitar su reproducción en nuestras publicaciones diocesanas.
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1. Testimonio de Carmen Hernández. Viuda de Jesús Mª Pedrosa, concejal del PP en Durango, asesinado por ETA el 4 de junio de 2000 2. Reacciones 3. La reconciliación Reflexión del seminario Alboan 4. Epílogo Reflexión del seminario Cristianisme i Justícia (Con autorización de “Cristianisme i Justícia” -Alboan-)
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5. La reconciliación. Más allá de la justicia
Durante el curso 2002/03 el Seminario de espiritualidad de la acción social y política de ALBOAN centró su reflexión en la temática, amplia y compleja, de la reconciliación. Respondíamos así a una invitación de Cristianisme i Justícia, consistente en trabajar simultáneamente en Bilbao y Barcelona con los mismos textos y dinámica parecida, un asunto que, a buen seguro, podía suscitar ecos muy diferentes en un lugar y en otro. Con tal propósito arrancó su andadura nuestro grupo. Éramos unas quince personas con recorridos personales, historias familiares y trasfondos ideológicos diferentes. Mujeres y hombres. Vascos nacidos dentro y fuera de Euskadi. Seglares y religiosos. Nacionalistas y no nacionalistas. Más y menos activos políticamente. Castellanoparlantes y euskaldunes. De origen urbano y rural, desde los valles de Gipuzkoa hasta la margen izquierda del río Nervión. Estos factores, entre otros tantos, se entrecruzaban, confiriendo singularidad a cada uno de nosotros y pluralidad al grupo. Nuestro deseo inicial era abordar el asunto de la reconciliación desde nuestra realidad histórica concreta, la vasca, con víctimas reales, cercanas y cotidianas, pero sin que esto nos impidiera posar nuestra mirada en otros lugares más lejanos1, transidos también de dolor y sufrimiento humano. No obstante, la sesión del seminario más valiosa fue aquella en que contamos con la presencia de Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa, concejal popular de Durango asesinado por ETA en junio de 2000, cuyo testimonio recoge este Cuaderno (capítulo 1), junto con las reacciones que éste suscitó en algunos miembros del grupo (capítulo 2). El encuentro con ella, que con toda su sencillez y honestidad nos puso sobre la mesa su historia de sufrimiento y reconciliación, fue un auténtico regalo de Dios. A todos nos impactó hondamente y es más que probable que todas nuestras ideas y debates posteriores queden teñidos del recuerdo de sus palabras. Confiamos en poder trasmitir en el capítulo 3 algunas reflexiones y descubrimientos suscitados a lo largo de nuestra experiencia, sabiendo que tienen que quedarse fuera muchas cosas, especialmente el caudal de experiencia vivida de los participantes. Fundación Alboan2 1 Las experiencias de algunos participantes en países como Colombia o Guatemala nos han acompañado en todo el itinerario. 2 ONG promovida por la Compañía de Jesús en Euskadi que trabaja por la solidaridad entre los pueblos.
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1. Testimonio de Carmen Hernández. Viuda de Jesús Mª Pedrosa, concejal del PP en Durango, asesinado por ETA el 4 de junio de 2000.
Cuando mi marido me comentó que iba a presentarse como concejal por el PP en Durango (que es donde vivíamos), me chocó bastante, ya que hasta ese momento nunca habíamos hablado del tema y así, de pronto, como que no me gustó la idea pero... era su decisión y la respeté sin más. Llevaba 13 años de concejal cuando le mataron. Los primeros años todo iba más o menos bien o así me parecía a mí. Él nunca trasladó a casa si tenía alguna preocupación al respecto y la política no era tema de conversación entre nosotros. Desde siempre había tratado con cualquier persona independientemente de su ideología o signo político. Tenía un talante abierto y eso hacía que participase en uno u otro sitio (Korrika, apoyo al euskera...) o entrase a tomar algo o pasar un rato tanto en el batzoki como en cualquier otro local. Creo que era muy confiado, pues para él todos eran amigos... Las cosas fueron complicándose en el campo político y fue cuando le asignaron un guardaespaldas, como a tantos otros. Se pasó apuro al decírmelo ya que me asusté bastante por este motivo. Entre dos a tres años antes de matarle empezaron las amenazas en la calle y seguido el acoso de manera más directa. Empezaron a venir a casa un día sí y otro también. Cuando había manifestaciones terminaban debajo de casa, o venían expresamente a leernos pasquines y dejarnos mensajes. Venían con velas que dejaban encendidas, pancartas que dejaban colgadas. Muñecos poniendo frases como “zu ez zarz errugabea” (tú no eres inocente). Los chavales del instituto, que está en frente de casa, nos venían durante el recreo con las pancartas de los presos o nos empapelaban desde el portal hasta la puerta de la vivienda. Cosas increíbles de que estuviesen sucediendo en la realidad. Se sufre por la pasividad de la gente en general. Los agentes de seguridad que no aparecen o llegan siempre tarde. Piensas que las personas competentes deberían hacer
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5. La reconciliación. Más allá de la justicia 1. Testimonio de Carmen Hernández
algo y no lo hacen. Se siente un gran desamparo y además tú te sientes como culpable de tal algarabía. No se puede explicar lo que te va hundiendo esta situación. Nuestra vida familiar era bastante triste debido a esa persecución que cada uno de nosotros iba haciendo frente como podía. El miedo aparece y va dejando huella hasta el punto de necesitar ayuda profesional. Una de mis hijas lo estaba pasando muy mal. Yo solía pensar “no puede ser real que nos esté pasando esto” y me preguntaba cosas como ¿Hasta dónde se pude intimidar a la persona? ¿Por qué permanecen sin borrar las pintadas?... Ir por la calle, sobre todo la zona del casco viejo, y ver su nombre en medio de una diana o poniendo frases como “tú serás el próximo” u otras. Sentía una angustia terrible. Encima te sientes mal por la gente que va contigo, por la gente con la que te cruzas. Es como si llevases encima un sentimiento de culpa. Al final procuras no pasar por esas zonas. Sitios de tu propio pueblo por los que durante Senarrari hainbat bider toda tu vida has estado y te obligan de alguna manera a eskatu nion utzi zezala, alaprescindir de ir. bengatik batez ere. Ez zuen Luego están los vecinos. Entre la mayoría notas su malestar porque, claro, ellos también van soportando tu situación y te sientes mal por ello y piensas “¡cuántos desearían que nos fuésemos a otro sitio!” Estás indignada por todo, porque no hay derecho a que las cosas lleguen a tal extremo.
utzi izan nahi, are gutxiago Durangotik alde egitea. Nik neuk esaten nion nire buruari, zergatik ezin du diferente pentsatu? Izan ere, ideiek ez dute zer ikusirik pertsona ona edo gaiztoa izatearekin.
Le pedí a mi marido en varias ocasiones que lo dejase, más que nada por mis hijas. No quería dejarlo y menos moverse de Durango. La verdad es que me daba pena insistir en ello ya que para él era un aliciente pasar unas horas en el ayuntamiento, pues debido a un infarto muy fuerte que había tenido años atrás tenía concedida la invalidez y estaba retirado del trabajo, por eso dedicaba prácticamente su tiempo a preparar las comisiones en las que estaba y otras cosas que le asignaban debido a su tiempo libre, como cuidar exámenes, reuniones en el matadero, en la mancomunidad, con la asociación de comerciantes, etc. Todo esto le encantaba. Incluso los días de fiesta se iba al ayuntamiento por las mañanas a leerse los periódicos. A él en realidad lo que le importaba era trabajar para su pueblo.
Por otra parte también me decía a mí misma, ¿por qué no puede pensar diferente? Nada tienen que ver las ideas con ser una buena persona. Pero aquí, desgraciadamente, eso no se consiente o puede tener un precio.
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Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
Cuando anunciaron la tregua fue inmensa la sensación de sosiego y paz que sentí. Sabía que por lo menos no iba a haber muertos mientras durase. Hubo gente de mi entorno que me comunicó su tranquilidad, sobre todo por nosotros. Personas que me acompañaban entonces y me han seguido acompañando con su cercanía y cariño en los momentos difíciles de esta historia. Pero la tregua fue demasiado corta y nada se había arreglado. Los políticos no habían conseguido llegar a alguna posible solución. Cuando anunciaron su final, todo fue peor que antes. Además, mi marido se negó esta vez a llevar guardaespaldas. Así es que lo tuvieron muy fácil, supongo. A pesar de vivir con el corazón encogido, yo luchaba con mis pensamientos como queriendo convencerme de que nunca llegarían a matarle, pero ¡qué equivocada estaba! De todo lo que rodeó a su asesinato me fui enterando al ir pasando los días, ya que realmente no era consciente de lo que estaba sucediendo. Durante mucho tiempo todo parece una pesadilla. Vives como en una nube. Supe que no levantaron el cadáver durante al menos 4 horas. Me pareció horrible y me quedó grabada una pena inmensa por ésta y otras negligencias que rodearon a su asesinato y que la gente me fue contando. La casa se llenó de gente, ¡tanta!, que al final no recordaba las personas que habían pasado. Y los medios... sin parar de insistir. Nunca pensé en encontrarme en una situación parecida. De repente eres desgraciadamente noticia y eso iba a hacer que para mí, que siempre me había gustado pasar desapercibida, ya todo iba a ser diferente. Pensé que mi fe, a la que siempre me había agarrado en los momentos difíciles de mi vida, me ayudaría, y así ha sido. Creo que sin ella me hubiese sido imposible seguir adelante, pero era tan duro que me costó mucho reaccionar ya que no podía concebir que le hubiesen quitado así la vida. Nunca podré asumirlo. Sentía una impotencia y una rabia inmensa. Habían destrozado mi vida, mi familia. Otra familia destrozada. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Con qué derecho esa gente extraña decide arruinarme la vida? No hay respuesta. La verdad, tengo que decir que me sentí arropada por muchísima gente, más de la que nunca hubiese imaginado. Fueron incontables las visitas, cartas, llamadas, telegramas. Tanto de gente conocida como desconocida, inclusive de la clase política. Por cierto, que entre estos separo la persona del político, ya que sinceramente he conocido lo que es entre ellos el interesarse realmente por ti o lo que es escaparate.
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5. La reconciliación. Más allá de la justicia 1. Testimonio de Carmen Hernández
El sentirte arropada a parte de la familia, por tantas personas, te ayuda a pasar el primer trago. Después va volviendo todo a la normalidad y es cuando realmente te vas dando cuenta de lo increíble que resulta. Cambia tu manera de ser, eres mucho más sensible y la tristeza aflora de manera incontrolada en cualquier circunstancia. Cada vez que hay una desgracia semejante vuelves a vivirla como tuya. Lo de salir a la calle y sentirme observada ha sido terrible. Es mi pueblo, donde la mayoría nos conocemos, pero ya es diferente. Todo ha cambiado para mí y para mis hijas. Me dijeron si había pensado marcharme, irme a vivir fuera, pero no he querido ni quiero renunciar a mis amigos, a mi gente o romper con las cosas que aquí estoy comprometida. Este es mi sitio. Tengo que decir que he necesitado medicación y he contado con un psicólogo que ha sido y es un gran amigo para mí. Me he dado cuenta que la gente que me quiere es una mayoría. En ese sentido estoy contenta y reconozco que se han acercado a mí personas de todas las ideologías, en las que pienso ha sido mayor el sentimiento de cariño o de amistad. Las visitas no solo de mis amigos de siempre, sino de gente de grupos sociales, colectivos y particulares me han seguido y siguen prestando su apoyo. Hay gente estupenda en mi entorno. Personas de Gesto por la Paz me han visitado mucho y siempre están ahí pendientes. Compañeros de ayuntamiento de mi marido (de otros partidos) lamentaban no haberle acompañado más. Cuando le insultaban con nombre y apellido en las concentraciones de Gesto (personas que se ponían enfrente en contramanifestación) y nadie decía nada. La gente lo ha sentido después. Por eso creo que es muy importante acompañar a todas las personas amenazadas. También he tenido y tengo que soportar esa minoría que se ha sentido feliz con lo sucedido. Personas que han llamado a casa insultando la memoria de mi marido y ahondando en la herida, hasta tener que cambiar el número de teléfono. Yo no lo puedo entender. ¡Cómo puede la gente sentirse bien de esa manera! ¡Por qué tanto odio! Personas con las que te ha unido amistad y de repente dejan de saludarte. Personas con las que has crecido, ido al colegio, etc. que ya no te conocen. Algunas de ellas que se han manifestado debajo de casa, que han insultado, etc. Me he parado a reflexionar este punto... pero en lo que se refiere a quitar la vida, que es lo más valioso que tiene el ser humano, personas indefensas que no han hecho nada que les merezca esa terrible forma de morir. No hay palabras para expresarlo, como tampoco las hay de consuelo. Ha sucedido, me ha tocado y he de 71
Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
vivir con ello. Mi lucha ha sido y es día a día muy fuerte en lo referente a alcanzar una paz espiritual, porque la rabia sale sin querer y las preguntas ahí están, sin respuesta. Cada día, cuando hago mi examen de conciencia me pregunto si soy capaz de perdonar. Es muy difícil perdonar (sobre todo sin que te lo pidan), pero me es necesario hacerlo. El perdón no es una obligación, no es el olvido, no es una expresión de superioridad moral ni es una renuncia al derecho. El perdón es un acto liberador. Perdonar es ir más allá de la justicia. Esforzarnos en plantear el perdón, en proponerlo y hablar de él es Barkamenean ez dago derriinvitar a ser cada vez más persona. La reconciliación gortzerik; ez da ahanztura, me parece bastante increíble. Yo opino que siempre ez da moraltasunaren norhay que tender una mano e intentar ayudar. Pero, gehiagokan garaile irtetea; ez ¿cómo hacer comprender lo fundamental a personas da zuzenbideari uko egitea. que odian? Por ejemplo, que el derecho a la vida es el Barkamena ekintza askatzaiprimer punto a tener en cuenta dentro del respeto a lea da. Barkatzea justiziatik los Derechos Humanos. haratago joatea da. Vivo con cierta desesperanza el drama de este país. Nire ustez, gizarte taldeek, En mi modesta opinión, pienso que en general los parmugimenduek eta horrelako tidos políticos han caído en una crispación terrible y gizataldeek lanean jarraitu cada cual mira por sus propios intereses. Cada uno behar dute, nekatu gabe. cree llevar la razón en lo que dice. El diálogo entre Asko da ekar dezaketena. ellos lo veo francamente difícil, aunque está claro que entre todos deberán llegar a un entendimiento, cuando estén concienciados de querer que la paz prime ante todo. Que el respeto de todos los Derechos Humanos se cumpla, empezando por el Derecho a la vida y sabiendo que a todos les va a tocar ceder. Pienso que todo lo demás se puede discutir en el tiempo. Creo que es difícil avanzar mientras la violencia persiste, pero también creo que hay que ahondar esfuerzos y seguir. Pienso que los grupos sociales, colectivos, etc. tienen que seguir trabajando sin desfallecer. Todos tienen mucho que aportar. Creo que la gente se debería implicar más en este proceso ya que a mi manera de ver hay una gran mayoría que pasa de esta situación en la que vivimos, que no se preocupa de ir a manifestaciones, actos de solidaridad o de apoyo, etc. Quizá porque viven más o menos bien, porque no les ha tocado de cerca o porque se han acostumbrado. No lo sé, pero es una pena. El pueblo puede hacer presión siempre a los de arriba. 72
5. La reconciliación. Más allá de la justicia 1. Testimonio de Carmen Hernández
Creo que las víctimas o colectivos de víctimas tienen un papel importante en el proceso de reconciliación, ya que de alguna manera son protagonistas en esta historia, aunque hoy día las cosas estén crispadas. A mí, particularmente, me gustaría que esta pesadilla terminara y que las personas pudiésemos convivir en paz y libertad, dentro de la pluralidad que hoy en día se da en este país, ya que pienso que lejos de distanciarnos debería enriquecernos. Mi contribución pudiera ser mi solidaridad con todas las personas que están sufriendo y un firme deseo de libertad y respeto de todos los Derechos Humanos. Considero muy importante el tema de la educación de nuestros niños y jóvenes que van a ser el futuro. Pienso que la familia juega el papel más importante en ese campo. Son los padres los primeros educadores. Me parece muy importante enseñar el respeto y la tolerancia con los demás.
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2. Reacciones JUANJO ETXEBERRIA Al escuchar el testimonio de Mª Carmen, el primer sentimiento que me brota es de pedir perdón. Perdón por mi inconsciencia respecto a una realidad que consideraba lejana o no la quería reconocer o ante la cual mis ojos estaban ciegos. Junto a esa primera reacción ante el testimonio surge también en mí un silencio respetuoso por lo que se estaba transmitiendo y una sensación profunda de tocar tierra sagrada ante la que me Nire ekarpena honetan queda descalzarme y contemplar con mucha reverencia. laburbiltzen da: Egiazko Y evidentemente un sentimiento de agradecimiento solidaritatea sufritzen ari por tener la oportunidad de estar escuchando a Mª diren guztiekin, askatasun Carmen que me manifiesta a una mujer capaz de perdogogo sendoa bizitzea eta nar desde una experiencia de fe. Me llama la atención y giza eskubide guztiekiko me interpela esa invitación expresa a una reconciliación begirune osoa izatea. para todos y la alusión a que los pastores están llamados a cuidar de las ovejas descarriadas. Una mujer donde se percibe que Dios se hace presente acudiendo a las personas que más sufren siendo solidario y compartiendo su dolor. Y, por último, quisiera recoger una invitación personal a que se vaya creando en mí una mayor sensibilidad con las personas que sufren y que mi vida sepa estar abierta a esas realidades que a veces parecen tan lejanas. Eskerrik asko! BORJA AGIRRE En primer lugar, decir que fue un testimonio muy impactante y que personalmente me ayudó a ver la realidad más claramente, y por otro a ver un rayito de esperanza. Me resultó especialmente llamativa la parte en que nos contó el acoso que sintió en sus carnes la familia antes del asesinato; es un aspecto muchas veces invisible de la realidad, de una crueldad bastante grande, que cuesta reconocer en nuestra propia sociedad. 74
5. La reconciliación. Más allá de la justicia 2. Reacciones
Creo que Mari Carmen Hernández está viviendo su actual situación de una forma que debería ser más habitual de lo que desgraciadamente es: como una dura lucha contra el odio, una lucha para no dejarse llevar por el asco y los deseos de venganza. Una conclusión importante que saqué de la charla es la forma de vivir una paradoja: por un lado, creo firmemente que la lucha por mantener una identidad no puede ser más importante que el hecho de seguir viviendo, en caso contrario se convierten en identidades asesinas. No se trata de que el derecho a la vida sea jerárquicamente más importante que otros (pienso que así es, pero no me gusta esa formulación). Se trata precisamente de lo que la propia identidad nos transmite de sí misma: si nos dice “soy más importante que la vida de quienes están contra mí”, entonces estamos ante una identidad asesina, que no sabe convivir con otras. En resumen, que la vida cotidiana no puede ser aplastada por “esas cosas de política”, como dijo Mari Carmen. La otra mitad de la paradoja: resulta que esas cosas de política sí influyen. No sólo en que Mari Carmen ha visto romperse su familia. También influyen los obstáculos para el perdón que se ponen a una persona que ha sido víctima del terrorismo: se siente a contra-corriente de lo que se pide de ella, es decir, que no perdone, que sólo acepte una reconciliación en términos de victoria-derrota. Si las directrices políticas son de confrontación, entonces los altavoces mediáticos serán ofrecidos a las víctimas que prefieren dejarse llevar por el odio, se les llamará valientes, luchadores, y en cambio quienes verdaderamente mantienen una lucha interna contra el odio, serán llamados ambiguos, tibios, poco comprometidos. Ese es el ambiente que nos transmitió Mari Carmen. Otra forma de decir lo mismo: las víctimas no son todas iguales. El asesinato de un concejal tiene una significación política, y por tanto social, que no tienen otras. Y no sé si eso es bueno o malo. Mientras hablaba Mari Carmen, no podía dejar de recordar a otras personas que conozco por mi trabajo, personas sin hogar, inmigrantes, mujeres maltratadas, en situaciones límite, de tragedia existencial, bastante comparables a las de Mari Carmen, con luchas internas también comparables, y que sin embargo no tienen el mismo tratamiento social. Y tengo dificultad para dar a cada cosa su valor. Por un lado, me indigna que la vida de mis ‘clientes’ no merezca ningún titular ni homenaje político. Por otro, me indigna y me provoca angustia que el sistema político o ideológico en el que yo vivo sea interpretado por
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algunas personas de forma tan inhumana como para matar a alguien por su cargo en un ayuntamiento. Una última nota sobre nuestro grupo. Supongo que será difícil contar con Mari Carmen de una forma más estable, creo que enriquecería enormemente el grupo. Aparte de eso, voy viendo claro cuál puede ser nuestra misión: mostrar a la sociedad (como otros grupos lo están haciendo) que, para resolver el entuerto de la violencia en Euskadi, es imprescindible tener una ...Euskadin indarkeriaren actitud como la de Mari Carmen, de saber combinar arazoa konpontzeko, Mari la crítica con la serenidad, de no satanizar al enemiKarmenen moduko jarrerak go ni cerrar todas las puertas, de no dejarse llevar por behar beharrezkoak dira; el odio. Todo esto independientemente de la posijakin behar da kritika zorro- ción política que uno tenga. El mensaje, la propuestzak egin, baina patxadaz; ta, creo que es muy sencilla de entender, pero el ezin dugu etsaia deabru actual ambiente social lo oculta y lo hace aparecer bihurtu; ezta ate guztiak itxi como una ‘falta de firmeza’: sólo vale la victoria proere. Ezin gara gorrotoaren pia y la derrota del enemigo, todo lo demás son blaneraginpean bizi. denguerías. Me gusta la palabra serenidad, la asocio siempre a ... gaurko gizarte giroak jarrera bikain hauek ostendu, situaciones límite. Me recuerdan a Jesús deteniendo la ezkutatu egiten ditu, eta 'ir- tormenta y pidiendo fe a sus discípulos. motasunik-eza' edo bigunkeCreo que no basta sólo con proponer esta actitud ria bezala aurkezten. de serenidad; creo que habría que denunciar enérgicamente la actitud contraria, sea del signo que sea. Insisto que no somos los primeros en tener este planteamiento. Quizá nuestro lugar propio sean las comunidades cristianas, el trabajo con la base, más que la plataforma pública. En fin, termino. Perdonad la extensión. Para Mari Carmen, un abrazo enorme, mi gratitud y sobre todo mucho ánimo. MIGUEL GONZÁLEZ Ojos que no ven, corazón que no siente. Escuchando a Mari Carmen no he podido evitar acordarme del llamamiento que suele hacer Jon Sobrino a los habitantes del mundo rico: despierten ya de su sueño profundo de inhumanidad. ¿Por qué estamos impermeabilizados a un sufrimiento tan cercano? ¿Qué anestesias -ideológicas, culturales, mediáticas...- nos mantienen en un universo indoloro? ¿Qué orejeras nos
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5. La reconciliación. Más allá de la justicia 2. Reacciones
impiden desviar nuestra mirada hacia algunos rincones oscuros de nuestra realidad, transidos de dolor y también de solidaridad y esperanza? Escuchar a Mari Carmen ha sido en buena medida descubrir una dimensión de la realidad que permanecía velada, si no a mi cabeza, sí a mi corazón y a mis manos. ¡Qué diferentes resuenan los hechos y las palabras en la bibliografía y en la biografía! Sentí especial estremecimiento con los detalles cotidianos de la historia, con los diferentes actos que iban anunciando (qué fácil es ver con claridad a posteriori) el desenlace trágico. También el testimonio de Mari Carmen me ha llenado de una “esperanza realista”. Seguramente Mari Carmen constituye un caso singular por su calidad y fortaleza personal, su red de apoyo y solidaridad, su fe en Dios y en las personas. Pero es un testimonio vivo de cómo Dios, todo ese torrente de bien que recorre las venas de la humanidad, rehabilita a las víctimas y, a través de ellas, nos hace un poquito más humanos a los demás. La “hebra de gracia que recompone la creación rota” está pasando sin duda por el corazón de Mari Carmen. Y junto a ella, nos da una puntada a todos los que hemos tenido la suerte de conocerla. Muchas Gracias, Mari Carmen. PEDRO LUÍS ARIAS ERGUETA 1. Primeras reacciones: – Valorar y agradecer el testimonio de Mª Carmen Hernández por su calidad humana: sinceridad, apertura, sensibilidad, hondura… – Ser aún más consciente de lo que supone la agresión de la violencia. Incluso antes de un atentado, cuando se manifiesta como amenazas y acoso. No únicamente sobre la persona perseguida, sino también sobre su familia. – Reconocer que en nuestra sociedad no existe conciencia suficiente de todo ese sufrimiento por falta de información y, lo más grave, por falta de sensibilidad. – Confirmar, mediante su testimonio, la centralidad de las víctimas de cualquier conflicto en el proceso de reconciliación. Ellas son espacio privilegiado para la reconciliación. – Igualmente, su aportación parece apuntar que sí es posible dar pasos en el proceso de reconciliación aunque la violencia persista, pese a que ese proceso sólo se desplegará con todas sus posibilidades cuando ésta cese.
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– Reconocer la importancia que tiene para las víctimas el calor humano y la solidaridad para con ellas y su sufrimiento, así como la atención profesionalizada que tanto puede ayudarles (ella valoraba como muy positiva la colaboración que le viene prestando el psicólogo que la trata). 2. Sentimientos experimentados – Agradecimiento a Dios por el testimonio de Mª Carmen, por poder escuchar que la fuerza del amor puede vencer a los sentimientos de venganza, revancha, odio, etc. – El convencimiento de que las personas que hemos recibido el regalo de la fe tenemos en ella una fuerza especial para no dejarnos arrastrar, en situaciones como las vividas por Mª Carmen u otras mucho menos dramáticas, por la espiral del odio y de la venganza, rompiendo esa dinámica infernal y para abrirnos a la reconciliación. La evidencia de que esto es así, cuando esa fe tiene consistencia y madurez: ella nos hablaba como desde hace muchos años, cuando se acuesta, siempre realiza un examen de conciencia de lo vivido y de lo por vivir. – Reconocer que Dios ha trabajado en colaboración con Mª Carmen para, en relativamente poco tiempo, conseguir su reconciliación personal - quizá no completa del todo, pero sí muy avanzada - y, desde ahí, abrirla a sentimientos, actitudes y compromisos a favor de la reconciliación y el perdón. Pequeños gestos observados desde una perspectiva exclusivamente humana, pero enormes desde la clave del Espíritu que alienta los valores del Reino entre nosotros/as. Adiskidetzearen prozesuan, – La sensación de que ella, como el samaritano de la edozein gatazkaren barruan parábola, es capaz de una reconciliación excesiva. Es sortu diren biktimak eta kalcapaz de comprender las dificultades del concejal de tetuak bistan bistan izan Batasuna que se planteó inicialmente visitarla y que behar dira beti eta duten finalmente no fue y no la saluda. Vive con tristeza, garrantzi handia aitortu pero sin acritud, el que la compañera de trabajo de su behar zaie. hija que milita en Batasuna no haya sido capaz, ni en privado, de condenar el asesinato de su marido. Se Gertutik ezagutu dugu nolapreocupa de los jóvenes que entran en el mundo que ko garrantzia duen biktiasesinó a su marido y es capaz de disculparlos porque mentzat giza-berotasunak entiende que han sido, en gran medida, sus familias eta eurenganako solidaritatelas que les han condicionado decisivamente para aca- ak edota euren sufrimenduabar teniendo esos sentimientos de odio y esa capaci- rekin bat egiteak, bai eta ondo prestaturiko profesiodad de convertir al adversario en enemigo… nal ba-tzuen laguntzak ere.... 78
5. La reconciliación. Más allá de la justicia 2. Reacciones
– Agradecer también, como signo del Espíritu del Resucitado, la capacidad de Mª Carmen para continuar viviendo la solidaridad a través de diversos compromisos: Bateginez, acogida de una niña rusa, etc. El odio de quienes asesinaron a su marido no ha sido capaz de deshumanizarla, de hacerla perder su fe en la vida, en la solidaridad y en Dios. MANU Sentimientos, reflexiones, oraciones que me surgieron al escuchar a Mª Carmen. Primero el agradecimiento a Mari Carmen por la confianza de contarnos situaciones duras de su vida. La alegría de saber que en medio de situaciones terribles, es posible el perdón, es decir, que con personas así, no está perdida la batalla por la paz. Me recordó aquello de que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Lo tremenda que es la vida de una persona, a cuya casa llegan las manifestaciones contra ella, o le ponen carteles en el pueblo o pasquines en su misma puerta... Eso es terrible y no puedo ni podemos permitir. Y menos cuando el motivo es pertenecer legítimamente a un grupo político con los mismos derechos que los demás. (Y lo que influye eso en la familia, porque eres el esposo o hijo de esa persona y te tienes que relacionar con las personas del propio pueblo, que te empiezan a tratar como el hijo de... o la esposa de... con lo que las relaciones de fuera empiezan a afectar seriamente a la familia...). Me ha impresionado la descripción de un tipo de gente joven empujada por su propia familia a odiar y a ir a todas las manifestaciones. ¿Cómo ayudar a estos jóvenes? Me ha impresionado también el que nos haya, o me haya indicado, que esta podía ser una de mis tareas, la atención a los más perdidos, a estos jóvenes. La alegría de descubrir que la víctima, si hace el proceso de perdonar, es capaz de conseguir que se pueda dar un proceso de reconciliación en cadena. ¿Cómo? Al permitir que personas que tienen mala conciencia, (por ejemplo, alguien que ha estado en las manifestaciones en contra y ahora tiene la culpabilidad de haber colaborado de algún modo a que alguien haya un día apretado el gatillo) entren en relación con ella, y les trasmita su perdón, éstos se sienten perdonados y comienzan a elaborar su propio proceso de reconciliación. La tristeza de ver que hay mesas en asociaciones de víctimas que no perdonan. Y a veces, por lo que les proponen desde fuera, parece que no se les quiere dejar comenzar a hacer su propio proceso de reconciliación. 79
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Sabiendo la situación de Carmen, la importancia que dio a encontrar un punto de acuerdo común entre los distintos grupos enfrentados de nuestra sociedad o la propuesta de diálogo para lograrlo o la llamada a superar los mundos cerrados ideológicos donde “estos” son amigos y “estos otros” enemigos... BLANCA ESTHER IRIARTE No quiero dejar pasar mucho tiempo para compartir la experiencia, lo que ha supuesto en mí el testimonio de Mª Carmen. Cuando comenzó la lectura de su testimonio, mi corazón se sintió tocado, interpelado y cuestionado, y me afloraban las lágriNolakoa da gure solidari- mas. Unas lágrimas de emoción al ver que hay persotatea? Nolakoa iragartzen nas que no se paralizan ante el miedo, que saben mirar duguna? Nola hezten dugu para adelante, desde el dolor y con el corazón partido. saminean lagun izateko? A lo largo de todo el seminario, pensé que tenía y Minak aurpegia duenean, estaba ante una semilla viva del Reino, que el terreno era oso ezberdinean ikus- de Mª Carmen, es una vida sagrada, de presencia de ten da. Dios, y que esa presencia de Dios se transmiten en gestos de acogida para quién se quiera acercar a su casa. Testigantza honek erama¿Qué supone una puerta de corazón tan abierta? ten nau lanean tinko irauVi a una gran mujer, o mejor dicho toda una tera, ihes egin barik, dena bertan behera utzi gabe; mujer, que no cae en grandes discursos, sino que se teoria mailan eta bereziki pone el delantal del servicio y la ayuda para encontrar eguneroko bizitzan bertan. la paz y experimentar en ese servicio el camino para encontrar la paz. ¿Dónde acaba o empieza un proceso de reconciliación? No sabría dar una respuesta o mejor dicho muchas veces nos atrevemos a dar consejos y respuestas, pero qué osados somos, cuando en nuestra carne no ha habido situaciones de muerte y de agonía... cuando no se ha vivido Getsemaní. Me llamaron la atención de esta mujer muchas cosas, el dolor no le ha quitado o no le quita ganas de seguir trabajando por la libertad de todos, sin radicalismo de ningún tipo. ¡Cuántas veces pensamos que los radicales son los otros y no nosotros mismos! Otro gesto, el no sentirse centro en su dolor... quizás es lo mismo, su dolor no le hace ser centro, sino salir en busca de otros.
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Para mí ha sido una gran suerte poder escuchar con los oídos, pero sobretodo con el corazón, todo un testimonio de evangelio. ¡Cómo nos llegan las cosas, cuando las víctimas tienen rostro, vida! Para mí es una mujer que no cierra los ojos a la realidad, a su realidad, pero no se queda en ella, sino que sale de sí misma. Quizás hemos tenido la suerte de ver a una mujer que vive desde el jueves santo, el servicio a todos.... y en ese gesto de lavar, curar, acariciar, estaba también Judas, y Mª Carmen, también es capaz de lavar, escuchar y acoger a esas personas que también han sido muerte para su marido y su familia. Me impresionó el tiempo de soledad, los previos a la muerte, esa agonía que destroza, y se va perdiendo vida. ¿Cuál es nuestra solidaridad? ¿Cómo anunciamos, cómo educamos para acompañar el dolor? Cuando el dolor tiene rostro se ve de una forma totalmente distinta. Para mí es todo un testimonio a permanecer a no huir, a no tirar la toalla, y no diciendo esto desde la cabeza sino desde la vida, haciéndolo con gesto. A mí me surgía la admiración profunda, por la gran grandeza de corazón, y por ver cómo Dios pasa por la vida de las personas que se quieren abrir a su palabra, y cómo son capaces de ser las manos, los pies, la palabra y el corazón de Dios allí donde están. ALEX GARCIA MUJIKA Al recordar la mañana que compartimos con Mari Carmen Hernández el sábado 8 de febrero de 2003, me viene al sentimiento la impresión por escuchar cara a cara el testimonio de una persona, de una familia, a la que le han roto y cambiado la vida de una manera radical. El contacto y escucha directa me abre la mirada y me despierta ante un sufrimiento en el que hasta ahora no había reparado con profundidad. Pienso que parte de lo que nos ha venido arrebatando la violencia y la beligerancia o la intransigencia política, además de generarnos esa cierta insensibilidad ante el sufrimiento del otro, se refiere a nuestra capacidad de encarnación o arraigo en nuestra tierra, en nuestra vivencia diaria. El hartazgo, el no saber hacia dónde, las incomprensiones mutuas y los bloqueos a la hora de abordar nuestras vivencias sobre la realidad de nuestra tierra nos hacen renunciar en no pocas ocasiones a dar nuestra opinión, “hablar de política” con familiares y amigos ante el miedo al enfrentamiento o la constatación de desencuentros en las percepciones...
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Mari Karmen, zu zara benetako alternatiba edo aterabidea; bitartean hortxe ditugu intoleranteen esijentzia amaiezinak, ezjakintasun interesatuan eroso sentitzen direnak, agintekeria gogorra erabiltzen dutenak eta era guztietako burugabekeria kontrajarriak. Zeure saminak eta zeure bakeak erakusten digute bidea.
En definitiva, parte de la riqueza que nos aporta el encontrarnos en un pueblo plural y variopinto queda apagada por la incomunicación que la violencia genera. Me admira e interpela la capacidad de Mari Carmen para no renunciar a su arraigo en esta tierra y más concretamente en Durango. Su apuesta por no cerrar puertas y mantener relaciones “aparentemente incompatibles o imposibles”, viendo que es posible siempre que alguien se acerca ofreciendo un apoyo sincero. Su capacidad para superar la palabra odio, para dar un paso que desborde la lógica de la cerrazón, los bandos y los muros que levanta la violencia.
Quizá hablar de Mari Carmen como una persona reconciliada sea plantear las cosas en unos términos que ella misma quiere evitar. Sin embargo, percibo con claridad que se trata de una persona que va cerrando heridas profundas. O, cuando menos, aprendiendo a convivir con ellas y no permitiendo que le arrebaten la vida. De otra manera sería imposible mostrar esa disponibilidad a contar lo que siente, a dar su testimonio ante quien lo quiera escuchar, desde la sencillez y a la vez desde la claridad de ideas. Sería imposible también mantenerse con receptividad y apertura a otros, preocupándose por y buscando la transformación de este mundo. Manteniendo la capacidad de acompañar a gente que sufre otras carencias e injusticias... Mostrando una posición ante el mundo que solo una persona con esperanza y fe en la vida puede mantener. JOSÉ ARREGI Querida Mari Carmen: Todos te lo dijimos el sábado con el ánimo conmovido y hoy te lo vuelvo a decir: ¡Gracias! Con tu presencia frágil y entera, con tu palabra tenue y firme, nos dijiste muchas cosas que nos sobrecogieron, nos iluminaron, nos reconciliaron. Nos narraste tu calvario con la paz con la que el Resucitado mostró sus heridas a los discípulos. Nos dijiste que el perdón es para ti una necesidad del corazón y un acto
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5. La reconciliación. Más allá de la justicia 2. Reacciones
liberador porque Dios te libera. Nos dijiste que es necesario ir más allá de la justicia; tu justicia es como la de Dios: restaura a la víctima y transforma al victimario. Y nos dijiste que te resultaba difícil la esperanza en la solución del conflicto que vivimos, pero que no hay otro camino que el diálogo y el entendimiento entre todos. Justo mientras tú nos hablabas y nosotros te escuchábamos conmovidos, ETA volvía a matar, a arrancar un marido a su mujer y un padre a sus hijos; volvía a causar tragedia y desgarro en una esposa viuda como tú, en unos hijos huérfanos como tus hijas. Y volvían a lanzarse gritos de venganza y lemas de más división. Comprensibles sin duda, pero lamentables también. Hoy, lunes, veo en la viñeta de Máximo en El País dos rostros que dialogan: – “ETA será derrotada y ojalá nuestros ojos lo vean. Pero hasta entonces, ¿cuántos muertos más? ¿Son inevitables estos muertos o podrían ser evitados si todos juntos decidiésemos cambiar la palabra derrota por la palabra solución? – No sé, no sé... Nosotros tenemos la derrota de ETA por estrategia única. Y ETA y Batasuna tienen su victoria como única solución. – Pues entonces vayamos de funeral en funeral y de tregua en trampa hasta que alguna generación menos estúpida que la nuestra diga adiós a las armas y se siente a una mesa”. Mari Carmen, tú eres la alternativa a tanta reivindicación intolerante, a tanta inconsciencia instalada, a tanto autoritarismo intransigente, a tanta estupidez de signo opuesto. Tu dolor y tu paz nos indican el camino. Tú nos haces sentir como realidad palpable las intuiciones y las ideas más bellas que nos ocupan en nuestro seminario de ALBOAN: que la reconciliación es posible y que empieza por las víctimas; que la reconciliación requiere un perdón y que perdonar no significa olvidar sino curar la memoria en la víctima y gracias a ello también en el victimario; que la reconciliación es un don de Dios, pero que nos viene siempre a través de quienes se sienten acompañados y consolados y sanados por Dios en todas sus heridas. Sin ti, sin personas como tú, todo ello no sería tan seguro. ¡Gracias, Mari Carmen, porque nos permites seguir creyendo en el poder de la ternura divina, en la capacidad de bondad del ser humano y en el futuro reconciliado de nuestro Pueblo Vasco! Tú encarnas la verdad de nuestras mejores palabras.
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3. La reconciliación REFLEXIÓN DEL SEMINARIO ALBOAN
La reconciliación como espiritualidad Al realizar un primer acercamiento al concepto de reconciliación existen en todos nosotros dos reacciones casi mecánicas. La primera consiste en considerar que el avance en la reconciliación es principalmente una cuestión de mecanismos, estrategias y voluntad. La segunda, entender que la reconciliación supone una restauración o vuelta a la situación previa al desgarro, violencia u ofensa. Ambas premisas fueron profundamente cuestionadas a lo largo del seminario. En primer lugar, descubrimos que, como señala Schreiter1, la reconciliación es más una espiritualidad que una estrategia. Es cierto que estamos convocados a una tarea importante en ese campo, y que todo el instrumen... Adiskidetzea tal (herramientas, mecanismos...) con el que contemos Jaungoikoaren dohaina nos será muy útil. Pero lo principal, lo primario, es que la da: lehenengo pausoa eta reconciliación es un don de Dios: es suya la acción prierabakiorrena, mera y decisiva. El propio Jesús en la cruz hace a Dios Jainkoarena da. protagonista de la reconciliación (“Padre, perdónalos por... Jainkoaren Espirituari que no saben lo que hacen”). Quien mejor ha llegado a berritasun adiskidetzai- conocer al Padre, refiere a él la capacidad última de perlea dario: gauza guztiak donar. Ésta es una experiencia que muchos hemos vivido: eraberritzen ditu, harre- hay veces que, por muchos “puños” que le echemos, manak berriro lotzen somos incapaces de perdonar, hasta que abrimos nuestro ditu eta oinarri berrietan corazón al don de Dios. sendotzen...
1 Fragmentos de dos libros de Robert J.Schreiter fueron parte importante del material que nos sirvió de
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base para el seminario: El ministerio de la reconciliación. Espiritualidad y estrategias. Sal Terrae, Santander, 2000; Violencia y reconciliación. Misión y ministerio en un orden social en cambio. Sal Terrae, Santander, 1998. En adelante, cuando mencionemos ideas de Schreiter provendrán de las recogidas en alguno de estos trabajos.
5. La reconciliación. Más allá de la justicia 3. La reconciliación
En segundo lugar, creemos que del espíritu de Dios emana la novedad que hace de la reconciliación no una mera vuelta atrás, sino portadora de un nuevo estado de cosas, de unas relaciones reconstituidas y restablecidas sobre nuevas bases, de una situación diferente y mejor.
Algunas pistas evangélicas Hay diferentes pasajes evangélicos a los que podríamos acudir como fuente para una espiritualidad de la reconciliación. Sin embargo hubo una lectura que nos interpeló de manera especial porque sugiere algunas de las aportaciones que el cristianismo puede ofrecer en nuestro contexto: el buen samaritano. Además de la compasión y solidaridad con las víctimas, asunto que luego abordaremos, este relato, en primer lugar, nos habla de una espiritualidad de la inclusión. Muestra a las claras que es posible la reconciliación entre personas distintas, enemigas y vecinas. Se trata éste de un dato relevante en nuestra realidad vasca, donde la quiebra se produce entre vecinos, amigos, familiares. En el mejor de los casos, las diferencias quedan ocultas bajo un manto de silencio pactado implícitamente. En el peor, se pueden ir larvando la incomunicación, la desconfianza e incluso el odio. Sin embargo, la llamada a la inclusión pide la apertura y el reconocimiento del otro, la construcción común de la sociedad desde la diversidad de identidades y no la mera coexistencia en “chalés adosados”, donde no nos peleamos porque no nos vemos ni compartimos espacios.
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En segundo lugar, del relato del samaritano se desprende una espiritualidad del riesgo, porque detenerse al borde del camino es “jugársela”. En nuestra realidad vasca, la forma más grave de “jugársela” es estar en el punto de mira de ETA, de eso no cabe duda. Frente a tamaña injusticia otros “riesgos” quedan empequeñecidos. Pero también nos parece importante mencionarlos, tal vez porque son más cercanos a nuestra vida cotidiana. En un ambiente tan caldeado políticamente, un pequeño movimiento puede dejarte fuera de la “fotografía” de los auténticos “demócratas” o de los auténticos “vascos”. La disciplina que en tal sentido se impone desde determinadas instancias políticas y mediáticas es férrea y va calando en varios ambientes en los que nos desenvolvemos. Por eso, moverse es arriesgarse a que te sitúen y etiqueten, a que tus intereses y posiciones se vean afectados. Por último, la del samaritano es una espiritualidad del exceso. Vemos cómo en nuestra sociedad las posturas se van alejando y cada vez se hace más difícil el diálogo con quienes no comparten nuestros argumentos. Quizá porque no ignoramos que entrar en diálogo supone perder seguridades, cuestionar principios que consideramos sagrados e intocables, tomar conciencia de los límites de nuestras verdades, ceder espacios a otras visiones. Por eso, una espiritualidad del exceso nos invita a estar disponibles para que nuestra “bolsa” (de ideas políticas, de aspiraciones, de identidad) se vea tocada por los otros. Además de la lectura del samaritano, hubo otras frases de Jesús que resonaron con fuerza y nos dieron para pensar. También ellas están relacionadas con las actitudes que favorecen la acogida del don de la reconciliación en nuestras vidas. Entre todas ellas, señalamos dos aquí: La primera es Mt 5,45: “Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos”. Para nosotros, que vivimos inmersos en un ambiente en la que la despersonalización del otro y la demonización de proyectos políticos están al orden del día, es una llamada a la superación de la dicotomía entre buenos y malos. Es una llamada al reconocimiento. La segunda es Mc 9,40 “El que no está contra nosotros está por nosotros”. Unas palabras que nos convocan a la tolerancia activa y a la apertura al diálogo con los otros. La irreductible pluralidad de la sociedad vasca hace inapropiadas las soluciones hegemonistas. No se trata de convertir a nuestro credo a nuestros vecinos. Todos somos necesarios en esta sociedad y todos tenemos que aportar a la construcción de un marco de convivencia.
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Reconciliación personal y social ¿Cuál es la relación existente entre los procesos de reconciliación a nivel personal y a nivel social? Ciertamente, un proceso de reconciliación individual que afectara a un número importante de personas sería el material más precioso del que dispondría Dios para empujar la reconciliación en toda la sociedad. Este “material”, cuya expresión más rica son los testimonios de las propias víctimas reconciliadas, puede ser estratégicamente dispuesto para desencadenar nuevas dinámicas sociales de reconciliación o reforzar las existentes. Pero es muy probable que si no se abre un proceso de reconciliación social, que incluya los elementos de justicia, restitución, depuración de responsabilidades y recuperación de la memoria, será difícil que muchas víctimas se abran o avancen más deprisa en su proceso de reconciliación individual, entendida ésta como la reconstrucción de su entraña humana rota por la violencia. Hay, en definitiva, una cierta circularidad y retroalimentación entre reconciliación personal y social, entre espiritualidad y estrategia. En nuestra realidad vasca es difícil que se inicie un proceso de reconciliación social, tal y como los describe Schreiter, pues aquí aún no ha cesado la violencia. ¿Cómo sería posible la reconciliación social mientras se sigue asesinando o mientras tanta gente vive amenazada? Sin embargo, esto no implica que tengamos que esperar pasivos a que acabe la violencia para avanzar en alguna dirección; ni tampoco que en nuestro entorno no existan historias de personas que emprenden el camino de la reconciliación personal, de reconstrucción de las relaciones, haciéndonos albergar esperanzas en una sociedad reconciliada. Y esto, aun en una situación como la actual en la que la confrontación social, lejos de amainar, parece que repunta. Creemos que tenemos cierto margen de actuación que debemos aprovechar, para que surjan gestos y símbolos, para fomentar espacios de encuentro entre personas y grupos enfrentados. No hay que esperar a que finalice la violencia para hacer algo referente a la reconciliación, que, dicho sea de paso, no hay que confundirla con la normalización política (que nuestros políticos dialoguen con normalidad). Pero la violencia, con su capacidad destructora y distorsionadora, debe desaparecer definitivamente para poder culminar la reconciliación social.
Las víctimas, en el centro Al hablar de la reconciliación siempre surge la idea de situar a las víctimas en el centro de este proceso, como sujetos privilegiados, como iniciadores del mismo. Las dificultades aparecen cuando se trata de concretar este principio general. Las vícti87
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mas reclaman nuestra total solidaridad y la reivindicación de su memoria. Pero ser sujetos privilegiados no puede significar que a las personas que arrastran una historia de dolor y sufrimiento se les asigne además la pesada carga y responsabilidad de ser animadoras de la reconciliación en la sociedad. Esta posibilidad produce desasosiego. Tampoco creemos que, por el hecho de serlo, las víctimas estén revestidas de una mayor credibilidad y legitimidad en el orden de los diagnósticos políticos y propuestas de solución. ¿Cómo entender, pues, desde nuestra perspectiva que las víctimas hacen arrancar la reconciliación? Creemos que esta idea tiene que ver más con la dimensión espiritual que con la dimensión político-social de la reconciliación. En clave espiritual, decimos que la reconciliación Bakarkako adiskidetze brota de Dios, y su lógica es la de sufrir con el que sufre, la prozesuak gizon-emaku- de estar junto a las víctimas e identificarse con ellas. Por eso me askorengan sakonki podemos decir que la reconciliación comienza por las víceragin duela, horixe timas. En el plano simbólico y mistagógico, en la hondura bera da Jainkoak bere de su experiencia de reconciliación, en la transformación eskuetan izan dezakeen que se produce en sus personas, en las dimensiones inimatresnarik preziatuarena, ginables que el Espíritu dinamiza en sus vidas y a su alregizarte osoan adiskide- dedor, en la memoria colectiva que va surgiendo en torno tzea bultzatzeko. a ellas... existe una fuerza especial que las sitúa en el centro del proceso. Por eso, quizá la prioridad de las víctimas no haya que entenderla en sentido cronológico, sino porque es verdadera en Dios y en su identificación con las víctimas. Debemos entender ese comienzo por las víctimas no como algo temporal, sino para resaltar su importancia fundamental en el proceso y la vis atractivo-simbólica que ejercen las víctimas reconciliadas. Esto, que entendemos es una manifestación de la preferencia de Dios por los últimos, no resulta incompatible con el hecho de que social y políticamente el proceso de reconciliación, en el que la sociedad entera deberá participar, pueda y deba arrancar por otras personas, o se desencadene por distintos acontecimientos. Creemos, en definitiva, que poner a las víctimas en el centro de la reconciliación significa varias cosas: darles la palabra para narrar sus historias, tantas veces olvidadas o silenciadas por la Historia y los discursos oficiales; reparar en lo posible el daño hecho; hacer justicia a su memoria. Y también evitar hacer banderas políticas de ellas, erigiéndonos en portavoces y portadores de la voluntad de un grupo también plural en sus ritmos personales y anhelos sociales. 88
5. La reconciliación. Más allá de la justicia 3. La reconciliación
¿Qué le toca a nuestra Iglesia? Es cierto que la Iglesia cuenta con varios recursos y elementos que puede poner al servicio de la reconciliación. Pero el más valioso de todos ellos, el imprescindible, es que la propia reconciliación se viva al interior de la propia comunidad cristiana. Por eso, la pregunta previa que debemos hacernos antes de plantearnos la aportación de la iglesia en la reconciliación es cómo andan nuestras comunidades a ese respecto. Nos resulta muy interpelador en este sentido el texto evangélico de Mt 5, 23-24 (“Si mientras llevas la ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene queja de ti, deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después ve a llevar tu ofrenda”). Si nuestra iglesia ha de aportar algo a la reconciliación de nuestra sociedad será desde unas comunidades donde aquélla sea ya una realidad. Por otro lado, ¿tiene que ver más la aportación de la iglesia con la reconciliación individual que con la social?, ¿con la reconstrucción del sujeto herido que con la de la trama de relaciones sociales? Podría parecer que a la iglesia le corresponde más lo espiritual, lo personal. Sin embargo, entendemos que el evangelio plantea el problema de la violencia humana, del mal, no sólo a nivel individual sino también en su dimensión social. Parece que hoy la tendencia consiste en achacar la violencia a la naturaleza humana, a individuos concretos que sirven de chivos expiatorios. Pero con el evangelio en la mano Gure Elizak gure herriko surge la pregunta de por qué tanta violencia. La respuesta adiskidetzeari zerbait de la cruz y de la resurrección no es sólo personal. Habla eskaini nahi badio, adistambién de reconciliación social y tiene consecuencias kideturik bizi diren krispara ella. Una de ellas es que las víctimas serán reivindicatau elkarteetatik abiatuta das, y no sólo las víctimas presentes o futuras, sino las que izango da. ya nos dejaron, las de la historia. Y esto tiene repercusioEbanjelioa eskuetan harnes sociales importantes. turik galdera sortzen ¿Qué vías podría transitar nuestra iglesia para ejercer un mejor ministerio de la reconciliación en nuestra sociedad? ¿Qué retos tiene señalados? Veamos algunos de los que nos parecen importantes.
zaigu zorrotz: zergatik horrenbeste indarkeria? Gurutzearen eta piztueraren erantzuna ezin da kristau bakoitzarena bakarrik izan, Eliza osoarena ere bada.
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Algunos retos – Tenemos que inventar caminos para evangelizar las sensibilidades. En los procesos de iniciación cristiana no se ha conseguido que los valores evangélicos calen algunas facetas de nuestras personas. Entre nosotros, vemos que el núcleo identitario (político, cultural...) no ha quedado evangelizado plenamente. Existen entre cristianos de nuestras comunidades adhesiones idolátricas a la propia identidad política o cultural. Lo político es lo “último” y no lo “penúltimo”. Es cierto que hay otras facetas en las que lo evangélico no nos acaba de calar del todo. Por ejemplo, en las repercusiones que sobre nuestro estilo de vida puede tener la fraternidad/solidaridad con los excluidos del mundo. Pero en este caso sabemos que debemos seguir trabajando y somos conscientes de nuestras hipocresías y limitaciones. Sin embargo, en la cuestión de la identidad política ni siquiera tenemos conciencia de las repercusiones de rezar el Padrenuestro. Probablemente, el encuentro interpersonal sea una de las herramientas más adecuadas para que las sensibilidades se vean tocadas. – De ahí, que las comunidades cristianas pueden ser espacios de encuentro. Debemos fomentar lugares para el diálogo, donde sea posible el contacto directo con el “otro”, demonizado y despersonalizado en la vida política. – Pero el encuentro puede producir conflictos. Y nuestra iglesia no está especialmente bien preparada para vivirlos. Tenemos que aprender en la iglesia a vivir el conflicto y en el conflicto. Nuestra formación ha hecho que lo vivamos de forma culpabilizadora y moralizante. Nos ha parecido que la armonía y la comunión exigían callarse. Hemos huido del conflicto. Y, sin embargo, el Espíritu de Dios es tan creador de unidad como de diferencia. – Debemos poner al servicio de las víctimas y victimarios toda nuestra experiencia de acompañamiento personal, movilizando con humildad ese preciado don de acompañar procesos personales que existe en nuestras comunidades. – Y toda esta experiencia vivida de reconciliación se tiene que celebrar sacramentalmente. Por eso es importante replantearnos el modo en que celebramos el sacramento de la reconciliación. En su forma actual, pierden significatividad elementos como la responsabilidad, la asunción de la propia historia o el encuentro interpersonal. Y quizá se cargan demasiado las tintas en la “culpabilidad”.
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– Ligado a lo anterior, también necesitamos depurar nuestro lenguaje religioso y nuestras imágenes de Dios de cualquier categoría violenta. Imágenes tales como cólera o ira de Dios pueden tener su momento de luz, al indicar que Dios no es indiferente y está afectado por nuestra historia. Pero debemos estar atentos para que no se nos cuelen por ahí concepciones que alienten o justifiquen la violencia. Y en cualquier caso, habría unos principios irrenunciables para el trabajo de la iglesia en materia de reconciliación. En primer lugar, la cercanía a todos los que sufren, escuchando y narrando sus historias de dolor e intentando reparar en lo posible la humanidad rota de las víctimas. En segundo lugar, pasar de la culpa, destructora, a la responsabilidad, humanizante. En tercer lugar, poner la mirada en el futuro por construir.
Conclusión Desgraciadamente, parece probable que la violencia nos seguirá acompañando, quién sabe por cuánto tiempo. Debemos ser lúcidos para saber que mientras ésta perviva, junto a sus consecuencias más graves de muerte y dolor, seguirá sirviendo para manipular la realidad o apuntalar espacios de intransigencia. Nuestro reto es convencernos de que siempre es posible hacer algo y actuar en consecuencia, sin esperar a que la violencia termine. Ese inédito viable puede pasar hoy por gestos pequeños, humildes y a nuestro alcance: acoger y escuchar a una víctima; mostrar nuestra cercanía a las personas amenazadas; no callarnos cuando en nuestros ambientes se demonizan proyectos políticos o se denigran personas; denunciar en la medida de nuestras posibilidades las agresiones a la libertad de Adiskidetzea eta barkaexpresión y los atentados contra la pluralidad de nuestra tzea ez dira gauza bera. Barkamena batek eman sociedad... dezake, baina adiskidetzeLos cristianos sólo vamos a ser capaces de realizar ak “alde bien artean” este tipo de aportaciones, u otras más importantes, si mamitu behar da. somos capaces de vivir una espiritualidad de la esperanza Adiskidetzea eta negoziay de la confianza. zioa ere ez dira berdinak. Sin ingenuidad, con humildad y sencillez, pero cultiAdiskidetzea ez da intevando la experiencia de que el Espíritu es novedad perlektualen topaketen edo manente que siempre nos puede sorprender. politikarien negoziazioen emaitza. 91
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4. Epílogo REFLEXIÓN DEL SEMINARIO DE CRISTIANISME I JUSTÍCIA “Amar es creer que todas las personas heridas en su memoria pueden transformar su herida en fuente de vida” (Tim Guérnard, autor de “Más fuerte que el odio”, historia de la superación de su propia infancia de malos tratos.) Entrevista de Ima Sanchís en La Vanguardia.
En la sesión final de balance de nuestro seminario, procuramos aplicar nuestro recorrido previo a los textos recibidos de Mari Carmen Fernández y de los compañeros de Alboan. Muy rápidamente exponemos alguna de esas conclusiones. El seminario nos ayudó a comprender una cosa muy elemental, pero que a veces olvidamos al tratar estos remas: reconciliación no es lo mismo que perdón. Este puede ser un acto unilateral, pero aquella ha de ser “de doble dirección”. Mari Carmen de manera admirable ha perdonado a sus verdugos y en este sentido ella se ha reconciliado con su propio drama. Pero sólo ella. La verdadera reconciliación no se dará hasta el momento en que, por ejemplo, uno de esos concejales de HB a los que ella alude y que tenían trato frecuente con ella, tenga el valor de decirle: “lo siento mucho, de veras. Más allá de nuestras diferencias políticas, quizás inconciliables, lo siento mucho a niveles personales y daría cualquier cosa porque no te hubiese ocurrido”. Algo parecido afirman los compañeros de Alboan cuando escriben que sin alguna espiritualidad no puede haber reconciliación. Pero reconciliación tampoco es lo mismo que negociación, ni es resultado de encuentros o negociaciones intelectuales o políticas. Estos, aunque sean de doble dirección pueden servir sólo para evitar males futuros pero no para sanar males pasados. Y son además muy frágiles y amenazados, como puede comprobarse pensando en los acuerdos de Oslo, o de El Salvador etc.
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¿Cuáles serían algunos rasgos de esa espiritualidad? a. Para que pueda producirse lo que acabamos de decir es preciso, “meterse en el sufrimiento del otro” y en la historia de ese sufrimiento. “Que las víctimas tengan rostro”, como dice uno de los amigos de Alboan. Reencontrar allí esa vulnerabilidad que nos constituye a todos y en la que todos estamos hermanados. Sólo esta entrada en el sufrimiento del otro conseguirá ese otro rasgo que también nos llamó la atención a todos a lo largo del seminario: que la reconciliación no consiste en el olvido, sino en recordar las cosas de otra manera: en una sanación de la memoria. Quizá sólo esa curación del recuerdo permite dialogar a fondo con los que no comparten nuestros mismos argumentos. b. Ese salto a la historia del sufrimiento del otro no solemos darlo por iniciativa propia, porque tendemos a confundir su historia de dolor con su visión de la historia. Y las visiones de la historia, en caso de conflictos, suelen ser paralelas que nunca se encuentran, tanto si se trata de historias personales como colectivas. Hace falta algún factor exterior a nosotros: una fe religiosa, un mediador o pacificador hábil, un testigo, alguna forma de encuentro inesperado... que nos permita “saltar” a la otra línea paralela. Nos impactó a todos, al leer las reacciones de Alboan tras el testimonio de Mari Carmen, la sorpresa (y el dolor de muchos de ellos), por “no haberse dado cuenta antes”, la constatación de que en todos nosotros puede haber Egiazko adiskidetzea lortzeun “núcleo identitario no tocado por el evangelio”. ko behar beharrezkoa da norEn el caso de Mari Carmen ha habido algo más: beraren ikuspuntuari eda hemos conseguido entrar no sólo en el dolor del sen-tsibilitateari azterketa otro, sino en el perdón del otro, en su reconcilia- edo kritika sakona egitea. ción con su propia historia doliente. Ese factor ha Kritika honek eskatzen du permitido una reconstrucción de las entrañas rotas, besteei asko entzutea eta nork que sería la mejor definición de lo que es la recon- bere burua entzuna dela ciliación y la mejor disposición para las negociacio- ikustea. nes ulteriores que siempre serán necesarias. c. Hay un último factor de carácter más psicológico que podría ayudarnos a dar ese salto a la otra paralela, y es una auténtica “crítica de la sensibilidad”. La Modernidad hizo críticas brillantes de la razón, del conocimiento de los sentidos... Pero, curiosamente, no tenemos hecha una crítica de nuestra
Egiazko adiskidetzeak, hasteko, norberaren buruarekin kontuak garbitzera behartzen gaitu eta autokritika sakona egitera, bakoitzaren sentiberatasuna osatzera eta norberaren ikuspuntu historikoa berraztertzera. 93
Plan diocesano de Evangelización. Objetivo VI:
Construir la Paz
sensibilidad. Y, sin embargo, es la sensibilidad, aún más que la razón, quien dirige nuestra práctica. Lo explicamos un poco más, porque nos parece un punto importante. Una clave decisiva para toda sanación interior, y para toda reconciliación, es no confundir lo que nuestra sensibilidad siente con lo que la realidad es. Esa distinción la hemos ido haciendo ya en nuestras demás facultades perceptivas. Hemos aprendido que lo que captan nuestros sentidos materiales (vista, oído etc.) no es sin más la realidad exterior a nosotros, tal cual es, sino esa realidad “procesada” por nuestros órganos sensoriales. Para las relaciones humanas este dato tiene menos importancia, dado que todos “procesamos” y percibimos la realidad sensorial exterior de la misma manera: lo que yo veo azul, todos lo ven azul y lo que escucho como agudo todos lo escuchan como agudo. La subjetividad de nuestros sentidos es, por así decir, una subjetividad colectiva. Pero en el caso de la sensibilidad no es así: el impacto y la información que percibo está procesada sólo por mí (o, en otras ocasiones, por mí y un grupo afín). Y puede ocurrir que un dato determinado me provoque un gran dolor o un gran gozo, y yo lea luego la realidad del dato de acuerdo con ese estado mío de ánimo. Si por ejemplo, mi dolor ha sido enorme –y dado que el dolor tiene esa evidencia imponente e impositiva- me quedaré con la seguridad de que la realidad tiene una dosis de injusticia o de crueldad correspondiente a mi dolor: no pensaré (ni aceptaré) que las proporciones de mi dolor pueden deberse a factores subjetivos (mis expectativas particulares, mi particular vulnerabilidad, la magnitud de mi propio ego, historias pasadas...). Igual que percibo como evidente que el papel es tan blanco y tan continuo como yo lo veo: y necesito una información exterior a mis sentidos para aceptar que no es así. Un ejemplo muy gráfico de esto podrían ser aquellas personas a las que les ha sido amputado un miembro, pero luego sienten un enorme dolor en aquel miembro que ya no tienen (la pierna, por ejemplo). El punto de comparación está aquí: su dolor es innegable y a veces insoportable (y esto no acaban de creérselo los demás). Pero estas personas necesitan saber que la realidad que responde a este dolor, no es exactamente como ellos la sienten. Esa crítica de la propia subjectividad o de la propia sensibilidad es imprescindible en una reconciliación auténtica. Y esa crítica sólo se consigue escuchando mucho, y siendo también escuchado. Sin esa crítica de la sensibilidad, creeré siempre que la reacción dictada por mi dolor, se corresponde objetivamente con la realidad del dato que me provocó esa
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reacción. Eso creen, por ejemplo, todos los que reaccionan violentamente. Los de fuera me hablarán, a veces, de una reacción “desproporcionada”; pero la verdadera desproporción no está entre lo que siento y mi reacción posterior, sino muchas veces ya entre el dato y el modo como mi sensibilidad es afectada por él. Por supuesto, y por desgracia, esto no vale para todos los casos. Pocos negarán, por ejemplo, que en el caso de Israel hay una agresión hacia los palestinos que es violenta y contraria a todo derecho internacional. En este caso el dolor está muy justificado, aunque puedan no estarlo las reacciones terroristas indiscriminadas que ese dolor suscita. Pero cuando vale, vale tanto para procesos de desencuentro personal como de enfrentamiento colectivo. La reconciliación implicará entonces necesariamente un proceso previo de enfrentamiento consigo mismo, de autocrítica y de sanación de la propia sensibilidad, y de la propia visión de la historia. Negarse a él es no Gizarte honetan gure estar dispuesto para la reconciliación. Aceptarlo lleva- harreman gehienak adiskirá a descubrir en el otro valores humanos que son detu barik daude; benetako superiores a la propia identidad y tales que si ésta los espiritualitateak bakarrik excluyera se corrompería. Esto es lo que los amigos de lagunduko du harreman Alboan llegan a llamar “idolatría de la identidad”. ¡De gaiztotuen ondorio kaltecualquier identidad!... garriak arintzen. d. ¿Qué habría que hacer entonces para intentar ser agentes de reconciliación? Entendemos que una de las tareas sería poner encima de la mesa muchas historias de sufrimiento: sin esconder unas y exhibir otras, sin magnificar unas y minimizar otras. Intentando que nunca sea visto el dolor ajeno como una victoria propia, porque el absurdo del sufrimiento no cabe en ninguna lógica y en ninguna racionalidad (ni propia ni ajena). Y tratando por eso que ante las lágrimas de una madre que llora a su hijo muerto (sea éste un terrorista o una víctima del terrorismo) nos resulte más importante besar los ojos que lloran, que abrir una copa de champán para celebrarlo. Precisamente por eso es tan difícil la reconciliación: tanto el campo de muchas relaciones personales como el de las relaciones sociopolíticas están cada vez más vertebrados en torno al poder que en torno a la llamada del rostro del otro. Vivimos, en este sentido, en un sistema de relaciones no reconciliadas, y sólo grandes dosis de auténtica espiritualidad pueden paliar sus desastrosos efectos. (Noviembre 2003)
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Cuestionario para la reflexión personal 1. ¿Qué datos de los testimonios leídos me han descolocado más? 2. ¿Qué observaciones, tanto de la reflexión de Alboan como del epílogo de Cristianisme i Justícia, me han hecho caer en la cuenta de cosas que tenía olvidadas? 3. ¿Hay en mí algún recuerdo que necesita no ser olvidado pero sí sanado? ¿Cual? 4. ¿Hay algunos valores que están por encima de mis ideales y de mis ideas y que veo que no debo pisotear para llevarlos a cabo? ¿Cuales? 5. ¿Conozco historias de sufrimiento de personas que no están en mi posición? ¿Me atreviría a repasarlas? 6. La primacía de las víctimas (sin manipularlas ni ignorarlas en provecho propio) ¿a qué debería llevarme? Con toda sinceridad califica de 1 a 10 tu voluntad de reconciliación © Cristianisme i Justícia – Roger de Llúria 13 – 08010 Barcelona T: 93 317 23 38 – Fax: 93 317 10 94 – espinal@redestb.es – www.fespinal.com Noviembre 2003
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6. Busca la paz y corre tras ella
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6. Busca la paz y corre tras ella Presentación
Presentación “Participar activamente en la construcción de la paz, desde las exigencias y motivaciones del Evangelio y en corresponsabilidad con otros grupos sociales” es uno de los Objetivos del Plan Diocesano de Evangelización. La constante preocupación por la construcción de la paz ha hecho de este un objetivo transversal del Plan de Evangelización al que venimos dedicando un impulso continuado a lo largo de estos años. La situación del momento presente requiere una especial atención. Cada año, especialmente en el tiempo de Adviento, hemos ofrecido a las comunidades y grupos cristianos diversos materiales y sugerencias para compartir la reflexión y la oración por la paz. Nos hemos ayudado en distintas ocasiones de trabajos elaborados por personas o colectivos cristianos comprometidos activamente en la construcción de la paz. Hoy lo hacemos nuevamente. Los materiales que ahora presentamos, “Busca la paz y corre tras ella”, ofrecen como base para la reflexión y el diálogo textos de dos conferencias de D. Juan María Uriarte, Obispo de San Sebastián: “El papel de la Iglesia del País Vasco en la pacificación de Euskadi” (pronunciada en Barcelona el 5 de octubre de 2006 y publicada en el nº 2.539 de la revista Vida Nueva de 28-octubre-2006), y “Reconciliar” (ponencia presentada el 10 de mayo de 2006 en la XIV Semana Social “Ricardo Alberdi” en San Sebastián). Con autorización de su autor, tomamos textos de ambas conferencias como punto de partida o invitación a la reflexión personal y el diálogo en grupo, a la oración y al compromiso personal y comunitario en favor de la paz. Estructuramos estos materiales en tres bloques: 1. La paz, nuestro objetivo. 1.1 Sostener la esperanza 1.2 Ofrecer criterios éticos 1.3 Realizar gestos y acciones pacificadoras 1.4 Educar para la paz 99
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2. Reconciliar. 2.1 Reticencias y resistencias ante la reconciliación 2.2 Hacia un concepto purificado de reconciliación 2.3 Reconciliación y verdad, justicia, perdón. 2.4 El mensaje cristiano de la reconciliación 2.5 La misión reconciliadora de la Iglesia 3. Orar por la paz (Para un encuentro comunitario de oración) Adviento 2006
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“Busca la paz y corre tras ella” (Salmo 34,15) 1. La Paz, nuestro objetivo1 Introducción “Toda la tarea de la Iglesia en favor de la paz está inspirada en una convicción formulada autorizadamente en el “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”: • «La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión de la Iglesia» (nº 561).
Pacificar
• «La acción por la paz nunca está separada del anuncio del Evangelio, que es, ciertamente la Buena Nueva de la paz» (nº 493).”
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Normalizar “La trilogía ‘pacificar - normalizar - reconciliar’ es, en el sentir de muchos la triple tarea capital que le espera a nuestra sociedad. En términos muy genéricos la pacificación entraña el fin definitivo del terrorismo y la violencia. La normalización comporta el acuerdo sobre el futuro marco jurídico-político de nuestra sociedad. La
1 Los textos que se proponen como lecturas en este tema son fragmentos de la conferencia de D. Juan María Uriarte “El papel de la Iglesia del País Vasco en la pacificación de Euskadi”, cuyo texto íntegro se puede encontrar en la página web de la Diócesis de San Sebastián: www.elizagipuzkoa.org 101
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reconciliación alude a la recuperación de una convivencia basada en el respeto y aceptación mutua de personas y grupos hasta ahora enfrentados. La Iglesia en el País Vasco se interesa por las tres dimensiones que no deben confundirse pero que, de hecho, tampoco pueden separarse del todo, y pone su acento especial en la reconciliación. En los tres niveles, y dentro de su ámbito, nuestra Iglesia ofrece su servicio con ánimo de contribución y colaboración.”
1.1 Sostener la esperanza Lee, con un lápiz a mano para subrayar y/o tomar notas, el texto siguiente. Si encuentras algún punto que necesita aclaración, plantéalo en el grupo.
I. Sostener la esperanza del pueblo 1. Una esperanza «probada» y «herida» La ausencia de atentados mortales desde el año 2003 y la llamada Declaración de Anoeta suscitaron una expectativa de paz más o menos cautelosa en un sensible porcentaje de ciudadanos del País Vasco. El “alto el fuego” anunciado por ETA el 22 de marzo del 2006 reforzó esta expectativa en una proporción muy mayoritaria. El “sí” de la mayoría del Parlamento español al diálogo del Gobierno con ETA, dentro de ciertas coordenadas, prolongó este sentir. Para muchos creyentes fueron especialmente confortadoras las palabras de Benedicto XVI: «Os invito a orar para que, por intercesión de San Francisco de Javier, todos intensifiquen sus esfuerzos para consolidar los horizontes de paz que parecen abrirse en el País Vasco y en toda España y a superar los obstáculos que puedan presentarse a lo largo de este camino.» (5-IV-2006). Ahora, a los seis meses del “alto el fuego”, la izquierda abertzale muestra su desazón ante una cadena de decisiones judiciales, prohibiciones de encuentros, detenciones policiales, declaraciones tajantes de responsables del Gobierno de España, que, a su entender, delatan que Madrid pretende “una rendición de ETA a plazos” y alberga un esquema negociador de “paz por presos”. El Gobierno, por su parte, insiste en mantener inalterada la Ley de Partidos, origen de la ilegalización de Batasuna. Difiere las medidas penitenciarias encaminadas a humanizar la situación de los presos y a rebajar la tensión social. Sostiene firmemente que la solicitud de legalización de la izquierda abertzale y la consiguiente presentación de unos estatutos que opten netamente por atenerse a unas vías exclusivamente pacíficas y democráticas son condición necesaria para que pueda sentarse a la Mesa de Partidos. 102
6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
Reprueba la violencia callejera como incompatible con el avance del “proceso de paz”. Mantiene una actitud pública opuesta al derecho de autodeterminación del pueblo vasco. Este nutrido intercambio de agravios y confrontaciones alimenta en una minoría nada desdeñable de ciudadanos vascos su ya fraguada convicción de que el camino emprendido por el Gobierno no es el camino de la paz y, por supuesto, no es “el suyo”. Una gran parte del pueblo que anhela ardientemente la paz y observa todos estos fenómenos se siente desconcertada y sometida a los vaivenes entre el optimismo y el pesimismo. Subsiste, sin embargo, un radical de esperanza tenaz que necesita ser alentado.
2. Es necesario esperar La esperanza es un activo necesario para resolver los grandes problemas. Cuando está viva, es capaz de lograr casi lo imposible. Cuando está muy mermada paraliza las energías sociales por el abatimiento y la pasividad. La esperanza es un tesoro precioso y, al mismo tiempo, delicado. Sería demoledora para aquella sociedad una nueva decepción. Nadie tiene derecho a jugar con un capital tan noble y tan necesario. Nuestra comunidad humana necesita que los diferentes actores de quienes depende la paz le ofrezcan motivos para seguir esperando. Uno de estos actores es la Iglesia. La Iglesia puede y debe contribuir a sostener esta esperanza histórica porque ha recibido del Espíritu Santo un sedimento inagotable de esperanza escatológica que es capaz de encender las auténticas esperanzas históricas.También en la historia de nuestro pueblo está depositado el fermento de la fuerza de la Cruz y la Resurrección, que los creyentes hemos de activar mediante la oración y el compromiso por la paz.
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Pistas para la reflexión y el diálogo 1. Teniendo presente que el contenido del apartado 1. “Una esperanza probada y herida” describe la situación del 5-X-06, en el momento actual podríamos completar la breve descripción ahí desarrollada con nuevos datos de uno y otro signo. Desde tu punto de vista ¿Cuáles afectan más profundamente a la construcción de la paz? ¿en qué sentido? y ¿por qué? 2. En tu ambiente ¿cómo percibes la esperanza en relación con la paz? 3. Y en tu caso personal ¿cómo es tu esperanza en relación con la paz? 4. Escucha la Palabra de Dios - ofrecemos a continuación unos textos de la Escritura, pero puedes seleccionar cualquier otro - léela y medítala en silencio ¿Cómo ilumina la Palabra nuestra esperanza? Comparte tu reflexión en el grupo.
“Quienes mediante la fe hemos sido puestos en camino de salvación, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos, esperando participar de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que hasta de las tribulaciones nos sentimos orgullosos, sabiendo que la tribulación produce paciencia; la paciencia produce virtud sólida, y la virtud sólida, esperanza. Una esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones” (Rm 5, 1-5). “Tened todos el mismo pensar, sed compasivos, fraternales, misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición. Pues: Quien desee amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal y sus labios de la falsedad. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y corra tras ella. Porque los ojos del Señor se fijan en los buenos y sus oídos escuchan su oración. Pero el Señor rechaza a los que practican el mal. ¿Quién os hará mal si buscáis con entusiasmo el bien? Dichosos si tenéis que padecer por hacer el bien. No temáis las amenazas ni os dejéis amedrentar. Dad gloria a Cristo, el Señor, y estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones. Hacedlo, sin embargo, con dulzura y respeto, como quien tiene limpia la conciencia. Así, quienes hablan mal de vuestro buen comportamiento como cristianos, se avergonzarán de sus calumnias. Pues es preferible sufrir por hacer el bien, si así lo quiere Dios, que por hacer el mal” (1Pd 3, 8-17). 5. ¿Qué necesitas personalmente para avivar tu esperanza de la paz? ¿qué puedes hacer para conseguirlo? 6. ¿Cómo podemos contribuir, personalmente y como grupo cristiano, para sostener en nuestro ambiente la esperanza de la paz? (Proponed algo concreto y realizable). 104
6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
1.2 Ofrecer criterios éticos Lee, con un lápiz a mano para subrayar y/o tomar notas, el texto siguiente. Si encuentras algún punto que necesita aclaración, plantéalo en el grupo.
II. Ofrecer criterios éticos La comunidad humana y cristiana del País Vasco necesita no sólo aliento para su esperanza. Requiere también criterios éticos que le ayuden a valorar adecuadamente la situación y le estimulen a un compromiso lúcido y responsable. No todos estos criterios tienen el mismo calado. Es preciso subrayar aquellos que se refieren a los derechos humanos de las personas. Pero junto a ellos, es obligado enunciar otros que afectan a los derechos colectivos. El magisterio de los Obispos del País Vasco ha recordado reiteradamente a lo largo de estos decenios los siguientes criterios morales.
1. Los derechos humanos de las personas a. Nuestra primera y más importante afirmación proclama un sí rotundo a la defensa de la vida humana y, en consecuencia, un no radical y total a los asesinatos que ETA ha cometido. Sobrepasan los 800. Queremos esperar que, después de tres años de ausencia, hayan desaparecido para siempre. Porque, además de violar el más sagrado de los derechos, socavaban los cimientos del sistema democrático al eliminar físicamente al adversario político. Contravenían además la exigencia firme de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Han destrozado a numerosas familias. Han creado miedo y sobresalto en sus víctimas potenciales. Han sembrado en nuestra comunidad desmoralización y desesperanza. Han conducido a sus propios activistas a un callejón sin salida. Han manchado la imagen pública de nuestro pueblo. Han supuesto un notable obstáculo para que los desacuerdos políticos existentes en nuestra sociedad se plantearan correctamente y se abordaran serenamente. Esta severa valoración moral de ETA es extensiva, en la debida proporción, a todas aquellas personas o grupos que han colaborado con las acciones terroristas o las han encubierto y defendido. Es también aplicable a la constelación de secuestros inhumanos y duras extorsiones económicas a empresarios y profesionales. No son tampoco moralmente admisibles los episodios, todavía vigentes, de la lucha callejera, llamada «kale borroka». 105
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b. La reacción ante los asesinatos de ETA no siempre ha eludido la respuesta violenta y sangrienta. Algunas fuentes sostienen que fueron 58 las víctimas mortales producidas por el GAL y el «Batallón Vasco-Español», sobre todo entre el año 78 y el 85. Tales asesinatos postulan una análoga reprobación moral y el debido esclarecimiento de su autoría para que resplandezca toda la verdad. c. Las víctimas de ETA son una grave interpelación a nuestra conciencia moral. Informes solventes estiman que unas 3000 personas han padecido el terrible zarpazo de un familiar violenta e injustamente muerto. La entera sociedad vasca, tiene ante ellos un deber de acompañamiento, de apoyo, de compensación, de reparación. El respeto a estos muertos debe abstener a gobiernos y partidos de cualquier utilización política del sacrificio de sus vidas. d. El primado del derecho a la vida está rodeado de una constelación de derechos humanos intangibles que en ningún caso pueden ser violados. Una persona, por muy culpable que sea, jamás puede ser maltratada y menos aún torturada. No son fácilmente identificables ni cuantificables muchos de estos casos. Pero se tiene la evidencia moral de que no son, en absoluto, imaginarios. La doctrina eclesial respecto de la tortura es muy severa: «prohíbe la práctica de la tortura aún en el caso de los crímenes más graves... (La tortura) envilece la dignidad de la víctima y de su verdugo» (Juan Pablo II). La Iglesia en el País Vasco ha reprobado públicamente, en algunos casos de clara constancia, esta práctica inhumana, aún a costa de ser acusada de ambigüedad o de tibieza. Tenemos derecho a esperar que esta práctica haya sido descartada definitivamente. e. Los poderes públicos tienen el derecho y el deber de defender la seguridad de todos los miembros de la sociedad. En el ejercicio de esta tutela han de cuidar con esmero que ni sus disposiciones legales ni sus decisiones ejecutivas limiten más de lo estrictamente necesario los derechos y libertades públicas de ningún ciudadano. f. Entre nosotros cobra especial actualidad en nuestros días la situación de los presos y sus familiares, que sufren los efectos de una dispersión que no es humana. No lo es tampoco la prolongación desproporcionada de la prisión de algunos reclusos ni el criterio restrictivo con el que se aplican disposiciones legales a presos enfermos. Los criterios de ética penitenciaria, al tiempo que defienden que la sociedad tiene el derecho y el deber de defender a las víctimas potenciales de sus agresores, establecen como criterio que no debe adscribírseles a éstos (y mucho menos a sus familias) ninguna otra pena que la que se deriva necesariamente de la
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6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
privación de libertad. Sería reprobable cualquier posible utilización política de los presos, bien como “capital político”, bien como “moneda de intercambio”.
2. Los derechos de los pueblos Las situaciones de conflicto suelen perdurar en el mundo porque los derechos humanos de las personas y de las colectividades no son debidamente respetados. Supuesta la prioridad de los primeros, debe también avanzarse en la identificación y concreción de los segundos. Juan Pablo II, en su discurso a la ONU (1995), invitaba a «ponderar con conciencia serena los derechos y las justas aspiraciones de los pueblos» (nº 6). Exponía asimismo «el fundamento antropológico» de tales derechos (nº 7). Afirmaba su condición de verdaderos derechos humanos (nº 8). Enumeraba entre ellos «el derecho a existir» (ib.) y sostenía que la definición concreta de estos derechos «no es ciertamente fácil», pero «resulta improrrogable si se quieren evitar errores del pasado y tender a un orden mundial justo» (ib). Dos criterios complementarios y una óptica insistente han presidido toda la reflexión de la Iglesia en el País Vasco durante este largo período de 30 años. Los criterios son: identidad específica y solidaridad. Todos los pueblos tienen el derecho de mantener su identidad y el deber de no ser insolidarios con aquellos otros pueblos a los que están vinculados por lazos de vecindad, de historia compartida, de intercambio personal, cultural y económico. En el caso del País Vasco no corresponde a la Iglesia establecer cuáles son los instrumentos necesarios para mantener su identidad ni articular su solidaridad. Las fórmulas políticas aprobadas por el pueblo son respetables y no deben modificarse a la ligera si no lo requieren razones graves de bien común. Pero no tienen valor absoluto e intangible. Mientras un modelo respete los derechos humanos y se implante y mantenga dentro de cauces pacíficos y democráticos, la Iglesia no puede ni sancionarlo como exigencia de la ética, ni excluirlo en nombre de ésta. En consecuencia, ni la aspiración soberanista, ni la adhesión a un mayor o menor autogobierno, ni la preferencia por una integración más o menos estrecha en el Estado español son, en principio, para la Iglesia «dogmas políticos» que requieran un asentimiento incondicionado. Cada ciudadano deberá discernir cuál es la fórmula política más justa y más favorable a la paz y la cohesión social. No le corresponde a la Iglesia este discernimiento.
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3. La ética de la paz Los dos criterios antedichos están formulados desde una óptica: la paz. Esta óptica nos ha llevado a formular una ética de la paz. La pacificación de nuestro país entraña, desde luego, la desaparición de ETA. Pero los problemas que es preciso resolver para alcanzar la paz no terminan ahí. Es preciso enfocar correctamente otra realidad que viene de lejos. Los sondeos revelan con obstinada estabilidad la coexistencia, en diversas proporciones, de sentimientos de identidad nacional total o parcialmente contrapuestos e incluso conflictivos. Unos se sienten «sólo vascos»; otros «solamente españoles»; otros «más vascos que españoles»; otros «igualmente vascos y españoles»; otros «más españoles que vascos». Todos son ciudadanos de pleno derecho en esta comunidad y deben ser respetados como tales. a. Esta pluralidad conflictiva de identidades está reclamando el hallazgo de una fórmula de convivencia en la que cada uno de los grupos antedichos esté dispuesto a recortar prácticamente, en el seno de un debate, sus aspiraciones incluso legítimas, en aras de una paz social que es un valor notablemente más precioso y necesario que el imposible cumplimiento de todas las aspiraciones de todos los grupos. «En la casa común hemos de caber, apretándonos, todos aquellos que, por la palabra o por los hechos, no se autoexcluyan de un proyecto compartido» (Votos para la paz, págs. 5-6). Recortar no debe significar necesariamente renunciar definitivamente. Cada formación habrá de ver qué recortes le exige el bien de la paz. Sería inadmisible que la fórmula fuera fruto de la amenaza de la fuerza ciega o dictada por el imperio de la “ley del más fuerte”. La paz no admite esta clase de coacciones y tutelas. b. Este recorte resulta doloroso a todos los grupos. Será signo de grandeza de ánimo subordinar efectivamente la propia política de partido al bien superior de la paz. Puede incluso acarrearles una merma de votos. El anhelo de paz es, en una gran mayoría de ciudadanos, más vivo y apremiante que la consecución completa de sus aspiraciones. a. A la luz de los criterios, hemos formulado la ética de la paz en el lema: «Entre todos, paz para todos». - Todos los ciudadanos y grupos estamos invitados y moralmente obligados a ser artífices de la paz. No sólo los políticos y gobernantes. También la escuela y la prensa, las instituciones, los grupos sociales, la comunidad cristiana. Nadie debe excluirse ni ser excluido de la edificación de la casa 108
6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
común mientras de veras busque construir, no destruir. Todas las sensibilidades políticas son necesarias para la paz, con sus diferencias, tensiones y contraposiciones. - Todos los ciudadanos estamos también llamados a ser beneficiarios de la paz. Lejos de empecinarnos en proyectos excluyentes, hemos de tender a un proyecto integrador. La paz auténtica tiende a ser una paz para todos. Pistas para la reflexión y el diálogo 1. ¿Crees necesario tener presente algún otro criterio ético, además de los expuestos, en relación con la construcción de la paz? ¿Matizarías o modificarías alguno de los criterios éticos presentados? 2. En tu ambiente ¿cómo se valoran esos criterios? ¿cuales cuentan con una aceptación más general? ¿cuáles son más cuestionados? ¿por qué? 3. Selecciona convenientemente algunos textos de la Escritura que iluminen los criterios éticos para la paz. Léelos y medítalos en silencio. ¿Qué luz encuentras en la Palabra de Dios? Comparte tu reflexión en el grupo. 4. Expresa de forma breve las principales normas prácticas, que según tus convicciones personales, se derivan de los criterios éticos relativos a la paz. 5. Formular ordenadamente, mediante el diálogo, un “Decálogo para la paz” que exprese los criterios éticos compartidos en común por todos los miembros del grupo.
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1.3 Realizar gestos y acciones pacificadoras Lee, con un lápiz a mano para subrayar y/o tomar notas, el texto siguiente. Si encuentras algún punto que necesita aclaración, plantéalo en el grupo.
III. Realizar gestos y acciones pacificadoras 1. Es propio de la misión de la Iglesia La mejor tradición profética, de la que es heredera la Iglesia, testifica que el gesto y las acciones no son un simple ornamento de la palabra de los profetas, sino un componente esencial de su mensaje. Oseas, Jeremías, Ezequiel son una muestra palmaria. En el N.T. se sostiene que “si algunos son reacios al mensaje de salvación pueden ser conquistados no con palabras, sino con la conducta” (l Ped. 3,1). “Evangelii nuntiandi” subraya en muchos pasajes el carácter nuclear del testimonio cristiano. “Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana” (n. 41). El anuncio del Evangelio se realiza con obras y palabras (cfr.St. 2,12). “Si escuchan al que enseña, es porque da testimonio” (Pablo VI).
2. Algunos gestos y acciones La Iglesia ha recibido la misión de ser “tejido conjuntivo” en la sociedad. Mal podríamos realizar este encargo si nuestra intervención se redujera a la pura palabra clarificadora y esperanzadora. He aquí algunas maneras de responder a esta demanda del Señor. Hay un nivel al alcance de pastores y fieles. Visitar a los familiares de los asesinados, dialogar con sinceridad y mansedumbre con los que disienten, reclamar de los políticos el primado de la paz sobre otros objetivos, acompañar a las familias de los presos son expresión de nuestro hondo deseo de paz y pequeños mojones que vamos poniendo en el camino hacia ella. Estos pequeños signos, si no son selectivos y son numerosos, van sembrando una “cultura de la paz”. Puedo certificar que no discriminan y son numerosos. Todavía dentro de este ámbito habríamos de consignar una iniciativa que, lamentablemente, es todavía una realidad modesta, muy inferior a nuestros deseos. En nuestra Iglesia convivimos creyentes que profesan opciones políticamente diferentes. ¿Nos atrevemos a dialogar sobre ellas entre nosotros? ¿No tendríamos que practicar este diálogo con asiduidad, con libertad, con espíritu de concordia? 110
6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
Nuestras legítimas pertenencias políticas, ¿son para nosotros algo más determinante que la fe y la pertenencia a la comunidad cristiana? ¿Tenemos toda la autoridad moral requerida para reclamar a los políticos que dialoguen si nosotros mismos no practicamos el diálogo? Desactivar por la palabra y la escucha las cargas de pasión ciega que a menudo acompañan a nuestras opciones, sería un ejercicio que anticiparía la reconciliación, tan necesaria para nuestra sociedad. Comprendo que es un asunto delicado que puede abrir heridas en vez de cerrarlas. Pero, ¿no vale la pena intentarlo? Se intenta. Algunos resultados son admirables, aunque no todavía abundantes. Por temor a las tensiones se difiere una acción por la paz. Las expresiones eclesiales públicas y multitudinarias en favor de la paz son un signo de indudable resonancia social. Pistas para la reflexión y el diálogo 1. ¿Participas personalmente en algún gesto o acción pacificadora? ¿Cuál es concretamente tu experiencia? ¿en qué modo ha cambiado esa experiencia tu perspectiva personal en la construcción de la paz? 2. ¿Tenéis alguna experiencia de diálogo en torno a la construcción de la paz entre creyentes de la misma Iglesia con diferentes opciones políticas? ¿Cuáles son las mayores dificultades? ¿Cuáles los aspectos más positivos? 3. Escucha la Palabra de Dios -ofrecemos a continuación unos textos de la Escritura, pero puedes seleccionar cualquier otro- léela y medítala en silencio. ¿Qué luz encuentras en la Palabra de Dios en relación con nuestros gestos y acciones pacificadoras? Comparte tu reflexión en el grupo.
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“Habéis oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. De este modo seréis dignos hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa merecéis? ¿No hacen también eso los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos ¿qué hacéis de más? ¿No hacen lo mismo los paganos? Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,43-48). “Que vuestro amor no sea una farsa; detestad lo malo y abrazaos a lo bueno. Amaos de verdad unos a otros como hermanos y rivalizad en la mutua estima. No seáis perezosos para el esfuerzo; manteneos fervientes en el espíritu y prontos para el servicio del Señor. Vivid alegres por la esperanza, sed pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Compartid las necesidades de los creyentes; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Vivid en armonía unos con otros y no seáis altivos, antes bien poneos al nivel de los sencillos. Y no seáis autosuficientes. A nadie devolváis mal por mal; procurad hacer el bien ante todos los hombres. Haced lo posible, en cuanto de vosotros dependa, por vivir en paz con todos. No os toméis la justicia por vuestra mano, queridos míos, sino dejad que Dios castigue, pues dice la Escritura: A mí me corresponde hacer justicia; y yo daré su merecido a cada uno. Esto es lo que dice el Señor. Por tanto, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que enrojezca de vergüenza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal a fuerza de bien” (Rm 12,9-21). “Si de algo vale una advertencia hecha en nombre de Cristo, si de algo sirve una exhortación nacida del amor, si vivimos unidos en el Espíritu, si tenéis un corazón compasivo, dadme la alegría de tener los mismos sentimientos, compartiendo un mismo amor, viviendo en armonía y sintiendo lo mismo. No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario, humildes y considerad a los demás superiores a vosotros mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses, sino los de los demás. Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús” (Flp 2,1-5).
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6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
“¿Hay entre vosotros algún sabio y experimentado? Pues muestre con su buena conducta que la sabiduría ha llenado su vida de dulzura. Pero si tenéis el corazón cargado de rivalidad y de ambición, ¿por qué os vanagloriáis y falseáis la verdad? Semejante sabiduría no procede de arriba, sino que es terrena, sensual, demoníaca. Porque donde hay envidia y ambición, allí reina el desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría de arriba es en primer lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. En resumen, los que promueven la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación.” (Sant 3,13-18). 4. ¿Qué nuevas acciones o gestos pacificadores podrías asumir como compromiso personal? 5. ¿Qué nuevos pasos se podrían dar en nuestra comunidad eclesial para fomentar un diálogo entre creyentes de diferentes opciones políticas?
Virante No me resigno. Yo sigo y sigo. Y si caigo, gozosamente en pie, prosigo y sigo. Si quereis seguirme, ahincad el paso y escuhad el mío. Eché la noche por la borda. Al borde del vértigo, viré y cambié de sitio. Hoy hilo, hilo a hilo, la esperanza a ojos cerrados, sin perder el hilo. Allá voy voceando paz (a pasos agigantados, avanzando a brincos incontenibles). Si queréis seguirme, esta es mi mano y este es el camino. (Blas de Otero)
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1.4 Educar para la paz Lee, con un lápiz a mano para subrayar y/o tomar notas, el texto siguiente. Si encuentras algún punto que necesita aclaración, plantéalo en el grupo.
IV. Educar para la paz 1. La necesidad y las posibilidades Los especialistas en antropología y los expertos mundiales en la temática de la paz coinciden en afirmar que la aspiración a la concordia y la tendencia al conflicto coexisten en el corazón humano como dos radicales irreductibles y confrontados entre sí. Contra lo que suele decirse, la agresividad no es, en sí misma, algo negativo, asocial, destructor. Es una energía básica necesaria para fortalecer nuestro yo y defenderlo de las agresiones del entorno. Una persona sin agresividad es como un organismo sin defensas. El riesgo de la agresividad consiste en degenerar en violencia. El umbral entre agresividad y violencia se traspasa cuando invadimos por la fuerza los derechos de los demás. Esta proclividad se refuerza en un ambiente individualista, injusto, reivindicativo, impaciente. Pero ni siquiera en este ambiente es la violencia una fatalidad. El ser humano no es genéticamente violento, como afirmó la Escuela Nueva de Bovet. No nacemos violentos; nos hacemos violentos. En esta afirmación radica la necesidad y la posibilidad de una educación para la paz.
2. Las tareas de la educación para la paz a) Humanizar la carga pasional de las opciones políticas mediante el pensamiento crítico. Es preciso «domesticar el instinto político». Domesticar no es debilitar, sino canalizar. Es preciso introducir una estructura racional en el seno de nuestras opciones políticas. Tal estructura reclama, en primer lugar, un buen conocimiento histórico de nuestro pasado colectivo. Mi pueblo no es ni el mejor ni el peor de los existentes. Para quererlo especialmente me basta saber que es el mío. Lo quiero tal como es. Este amor lúcido me induce a cultivar sus virtudes y a reducir sus defectos.
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6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
La estructura racional reclama, asimismo, el análisis riguroso de su situación actual. Es preciso examinar con lucidez en qué consiste el conflicto social, cultural y político inherente a este pueblo y los obstáculos que se oponen a su superación. Es preciso también discernir cuáles son las vías razonables y realmente posibles. La estructura racional postula, en fin, una formación político-social básica. ¿Quién realiza hoy este trabajo? La Iglesia debe ofrecer a quienes la acepten esta formación. b) Educar nuestros sentimientos La introducción de la clave racional no acaba el trabajo necesario. Es necesario serenar el mundo de los sentimientos, tan imperiosos en las opciones políticas. Quiero subrayar, entre otros muchos, dos sentimientos positivos necesarios para la pacificación: • Resulta vital para la paz el que todos los ciudadanos vascos, por diferentes que sean nuestras opciones políticas, tengamos no ya la conciencia fría, sino el sentimiento cálido de pertenecer a un mismo pueblo, a una misma comunidad. A aquella tierra estamos ligados por vínculos de extrema densidad. Allí reside nuestra familia, nuestro mundo de amigos, nuestro círculo principal de relaciones. Allí han nacido y quieren vivir nuestros hijos. Podemos tener y tenemos conciencia exclusiva o compartida de pertenecer a este pueblo. Pero no somos dos pueblos forzados a coexistir, sino un solo pueblo. Somos un pueblo plural. No podemos transmitir a nuestros hijos la imagen de un pueblo fragmentado. • El sentimiento de pertenencia a una misma comunidad humana, desencadena otro sentimiento necesario para la paz y la reconciliación: las diferencias sociales, culturales, políticas, lejos de ser vistas como limitaciones, son sentidas como riqueza común. Y si este acercamiento resultara hoy todavía prematuro, prevalecen al menos el respeto y el aprecio de la diferencia. La tentación de imponer unos a otros lo específico de un grupo se disipa o se atempera sensiblemente.
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c) Iluminar y fortalecer nuestra sensibilidad ética Una tentación muy extendida hoy consiste en expulsar la valoración ética de muchos campos del comportamiento humano. También sucede este fenómeno en el mundo de la política. El logro de los objetivos se vuelve tan imperativo que, con demasiada frecuencia, «todo vale» para obtenerlos. Sin embargo, una política falta de ética no puede edificar ni pacificar ningún pueblo. La ética es la columna vertebral de una política verdaderamente humana. Sin ética, la política degenera en oportunismo y corrupción. No hablo de cualquier ética. Hablo de una ética racional coherente con el humanismo del Evangelio. Lo hemos pergeñado en el capítulo II. d) Promover actitudes y comportamientos pacíficos y pacificadores Existe una reciprocidad entre la conducta exterior y las actitudes interiores. Las actitudes generan comportamientos; pero éstos refluyen sobre las actitudes y las refuerzan. Nos hacemos pacíficos trabajando por la paz. Uno de estos comportamientos, trascendental para la paz, es el diálogo. Es la vía real de la superación de los conflictos: «El diálogo se presenta como instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, tanto en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales» (Juan Pablo II). La renuncia al diálogo deja los problemas sin resolver e impulsa a buscar salidas de violencia o de poder. La actitud dialogal no es una cualidad innata, sino adquirida por la educación. Dialogar no es claudicar. No supone una renuncia a la propia visión, sino una disposición a matizarla con otras visiones diferentes. No consiste en una yuxtaposición de monólogos, sino en una actitud de receptividad, basada en la confianza en el interlocutor. Tal confianza suele ser, en muchas ocasiones, fruto del mismo ejercicio del diálogo. Entraña una mutua lealtad. Requiere paciencia y voluntad de acuerdo. El diálogo directo es mucho más efectivo que el intercambio, a menudo contraproducente, de mensajes por los Medios de Comunicación Social. La experiencia y las ciencias humanas certifican que en el diálogo pasa «algo más» que en un mero intercambio de posiciones o de fórmulas de acercamiento.
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6. Busca la paz y corre tras ella 1. La paz, nuestro objetivo
Pistas para la reflexión y el diálogo 1. En relación con la educación par la paz ¿crees necesaria alguna otra tarea además de las expuestas? En la situación actual: ¿cuál de ellas te parece más importante? y ¿cuál más difícil de desarrollar? ¿por qué? 2. En tu propia persona ¿descubres alguna necesidad de educación para la paz? ¿en qué aspectos concretamente? 3. ¿En qué ámbitos debemos impulsar especialmente hoy la educación para la paz? ¿Quiénes han de ser, en cada caso, los primeros sujetos responsables de impulsar esas tareas? 4. Escucha la Palabra de Dios –ofrecemos a continuación unos textos de la Escritura, pero puedes seleccionar cualquier otro- léela y medítala en silencio. ¿Qué luz te ofrece la Palabra de Dios en relación con la educación para la paz? Comparte tu reflexión en el grupo.
“Es cierto, hermanos, que habéis sido llamados a la libertad. Pero no toméis la libertad como pretexto para vuestros deseos desordenados; antes bien, haceos esclavos los unos de los otros por amor. Pues toda la ley se cumple si se cumple este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis unos a otros, acabaréis por aniquilaros mutuamente” (Gal 5,13-15). “Por tanto, desterrad la mentira: que cada uno diga la verdad a su prójimo, ya que somos miembros los unos de los otros. Si os dejáis llevar de la ira, que no sea hasta el punto de pecar y que vuestro enojo no dure más allá de la puesta del sol” (Ef 4,25-26). “Que no salgan de vuestra boca palabras groseras; si algo decís, que sea bueno, oportuno, constructivo y provechoso para los que os oyen. Y no causéis tristeza al Espíritu Santo de Dios, que es como un sello impreso en vosotros para distinguiros el día de la liberación. Que desaparezca de entre vosotros toda agresividad, rencor, ira, indignación, injurias y toda suerte de maldad. Sed más bien bondadosos y compasivos los unos con los otros, y perdonaos mutuamente, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo” (Ef 4,29-32).
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“Sois elegidos de Dios, pueblo suyo y objeto de su amor; revestios, pues, de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. Soportaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga motivos de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo, revestios del amor que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones; a ella os ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; enseñaos y exhortaos unos a otros con toda sabiduría, y cantad a Dios con un corazón agradecido salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo cuanto hagáis o digáis, hacedlo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col 3,12-17). 5. La educación para la paz es una tarea permanente ¿Qué compromisos asumes personalmente en relación con tu propia educación para la paz? y ¿para contribuir a la educación de los demás?(concreta: destinatarios, ámbitos y posibles acciones). 6. Como grupo cristiano ¿qué podemos aportar conjuntamente a la educación para la paz? Concretad un posible compromiso en común.
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6. Busca la paz y corre tras ella 2. Reconciliar
“Busca la paz y corre tras ella” (Salmo 34,15) 2. Reconciliar2 Introducción La trilogía «pacificar-normalizar-reconciliar» es para muchos la triple tarea capital que le espera a nuestra sociedad. En términos muy genéricos, la pacificación entraña el fin definitivo de la violencia. La normalización comporta el acuerdo sobre el futuro marco jurídico-político de nuestra sociedad. La reconciliación alude a la recuperación de una convivencia basada en el respeto y la aceptación mutua de las personas y de los grupos. La comunidad cristiana se siente especialmente llamada por Jesucristo a contribuir a la reconciliación. Para responder a esta noble vocación necesita comprender bien qué es reconciliar y cuál es el cometido eclesial específico en esta amplia y delicada misión. La conferencia presente no pretende ofrecer una respuesta siquiera medianamente cumplida a este doble objetivo. La elaboración teórica sobre el concepto mismo de reconciliación no ha llegado aún a su madurez. La experiencia práctica acumulada es rica, pero insuficiente. Mi pretensión es más modesta: ofrecer un texto que provoque en nuestra Iglesia una reflexión compartida y orientada a las tareas que como iglesia diocesana podemos, debemos y queremos realizar. La conferencia se propone este itinerario. Primero recogeremos las reticencias y sospechas que despierta el contenido mismo del concepto y de la tarea de la reconciliación. En un segundo momento, a la luz de estas sospechas, afinaremos el concepto mismo de una auténtica reconciliación. A continuación enriqueceremos este mismo concepto formulando sus relaciones con la verdad, la justicia y el perdón.
2 El texto que ofrecemos como base para esta reflexión corresponde íntegramente a la Ponencia de D.Juan María Uriarte en la XIV Semana Social «Ricardo Alberdi»,10 de mayo de 2006.
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Ofreceremos enseguida una síntesis del mensaje cristiano que enriquece el concepto humano de la reconciliación. Señalaremos, en fin, algunas tareas eclesiales que constituyen el núcleo de su contribución más coherente con el Evangelio y más saludable para nuestra sociedad.
I. RETICENCIAS Y RESISTENCIAS ANTE LA RECONCILIACIÓN Lee el siguiente texto con un lápiz a mano para subrayar o tomar notas. Si tras la lectura necesitas alguna aclaración, plantéala en el grupo.
Desde varios y contrapuestos flancos ideológicos la reconciliación es, al menos, objeto de sospecha en nuestra sociedad. Sin la pretensión de ser exhaustivo, agrupo en cinco rúbricas las prevenciones que despierta. 1. Para muchos la reconciliación contraviene la justicia. Quien ha herido gravemente debe pagar sus deudas ante la sociedad. Ahora bien: la reconciliación supone que el pago de esta deuda queda anulado o, al menos, sensiblemente rebajado. Al actuar de esta manera, la sociedad no respeta ni hace respetar el orden moral sobre el que debe asentarse. El riesgo de que los delitos se repitan queda abierto. A esta injusticia social se añade una injusticia personal para con las víctimas de tales acciones delictivas. Su memoria no queda reconocida, sino difuminada y encaminada a la fosa de un olvido injusto y precipitado. 2. Hay personas y grupos para quienes la reconciliación es, al menos como fenómeno social, innecesaria. Los grupos sociales enfrentados no tienen por qué reconciliarse. Lo importante es que queden claras y firmes unas reglas de convivencia futura, respetuosas con los derechos humanos de todos. Pretender una convivencia de mutuo aprecio y mutuo perdón es subjetivizar en exceso la vida social. Reconciliarse puede ser una demanda religiosa o a lo sumo válida para el ámbito de las relacione privadas. Pero resulta ingenuo pretender la reconciliación de grupos sociales que han sido enemigos y seguirán siendo, al menos, adversarios y, en parte, extraños. 3. Una porción no desdeñable de la opinión pública estima que, además, la reconciliación es, en la práctica, imposible. Si se quiere que sea auténtica hay que ir a la raíz de la confrontación. Pero al acercarnos a ella nos encontramos con concepciones ideológicas antagónicas que interpretan la confrontación de modo muy diferente y reclaman salidas muy opuestas entre sí. Las personas y grupos 120
6. Busca la paz y corre tras ella 2. Reconciliar
que albergan tales convicciones no se apearán ni tienen por qué apearse de sus postulados. Es más realista conformarse con un arreglo y renunciar a un verdadero acuerdo que pueda llamarse honestamente reconciliación. 4. Aquellas personas que más han sufrido las consecuencias de la confrontación por haber perdido irremediablemente seres queridos o por haber quedado gravemente marcadas por agresiones incalificables (mutilaciones, torturas, etc.) tienden a considerar la reconciliación como una infidelidad personal a sus deudos. Ellos se merecen que sus familiares o amigos luchen por que no se borre su memoria ni se olvide el precio que han tenido que pagar. Se sienten en el deber de resistirse a ella en la medida de sus posibilidades. Si no lo hicieran, tendrían la sensación de estar traicionando a los suyos. 5. La reconciliación es mirada con sospecha e incluso con hostilidad por personas y grupos que la conciben como una imposición obligatoria. Bastantes víctimas se resisten a la idea de una reconciliación que les obliga a perdonar a sus agresores, sobre todo si éstos no les muestran indicio alguno de lamentar y reprobar las acciones cometidas. Otros estiman que la reconciliación postularía de ellos poco menos que la humillación de pedir perdón en la plaza pública y temen que bajo la aparente apelación a la justicia estricta quiera pasárseles la factura de una venganza más o menos solapada. Pistas para la reflexión y el diálogo 1. Además de las reticencias o resistencias ante la reconciliación apuntadas en el texto ¿identificas entre nosotros alguna otra? ¿en qué consiste? 2. ¿Qué “sospechas” frente a la reconciliación se dan en tu ambiente? ¿Cuál de ellas es, desde tu punto de vista, la más comprensible? y ¿cuál menos? ¿por qué? 3. ¿Compartes personalmente alguna de ellas? ¿concretamente cuál? 4. ¿Qué hacer para ayudar a superar esas reticencias o resistencias ante la reconciliación en nuestro entorno?
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II. HACIA UN CONCEPTO PURIFICADO DE LA RECONCILIACIÓN Lee el siguiente texto con un lápiz a mano para subrayar o tomar notas. Si tras la lectura necesitas alguna aclaración, plantéala en el grupo.
Lejos de ser totalmente erróneas e inútiles, las resistencias descritas en el capítulo anterior nos ayudan a afinar nuestro concepto de la reconciliación, purificándolo de los temores, las ideologías o los resentimientos que proyectamos sobre él. Digamos de entrada que reconciliarse auténticamente no es necesariamente anudar ni recuperar la amistad, sino el respeto mutuo entre personas y grupos. No es amnesia acerca del pasado sino memoria crítica sobre él. No es olvido de ninguna de las víctimas generadas en la confrontación sino recuerdo dolorido de todas ellas. No es una obligación exigible a las víctimas, sino ante todo una responsabilidad de los agresores y de la sociedad entera. No es vehículo del espíritu justiciero ni mucho menos vengativo, sino fruto de la generosidad. Describiremos sencillamente la estructura de la reconciliación en sus dos vertientes personal y social. Identificaremos los presupuestos que le hacen posible y enumeraremos los objetivos que ella se propone y los medios de que dispone.
1. Estructura de la Reconciliación Según los expertos la reconciliación es el proceso por el que las partes enfrentadas deponen una forma de relación destructiva y sin salida y asumen una forma constructiva de reparar el pasado, de edificar el presente y de preparar el futuro. Distinguen asimismo la reconciliación interpersonal y la reconciliación social. Descubren entre ambas un profundo parentesco y algunos acentos diferenciados. a) Caracteres de una relación destructiva. Una relación es tanto más destructiva cuanta mayor vigencia hayan tenido en ella estos presupuestos mentales: «mi causa tiene un valor absoluto; es tan noble y tan importante que justifica cualquier medio defensivo u ofensivo que utilice para servirla. La forma de servicio a la causa es el uso de la fuerza violenta que intenta derrotar al contrario y le aplica la ley del «ojo por ojo» e incluso el «criterio de la escalada». El contrario no es un simple adversario (intereses enfrentados), sino mi enemigo (personas enfrentadas). Mi enemigo es para mí solo enemigo (no tiene familia, no sufre, no alberga proyectos, no es persona). Toda la culpa de la confrontación reside en él; yo soy inocente. 122
6. Busca la paz y corre tras ella 2. Reconciliar
b) Reconstruir el pasado reparándolo. Reparar el pasado no es olvidarlo, sino mirarlo de otra manera. Esta mirada nueva, personal y colectiva, comienza recordando todo el múltiple sufrimiento que se ha generado en el pasado destructivo. La novedad de esta mirada consiste en que se posa no solo en «mi» sufrimiento y en el de «los míos», sino también en el sufrimiento de «los otros» a los que intento escuchar con empatía. Al escucharlos así reconozco que existe más de una lectura posible sobre todo lo ocurrido. Intuyo que los otros tienen sus motivaciones, sus interpretaciones de la confrontación, sus condicionamientos mentales, su historia personal. Aprendo a autocriticarme y a criticar a los otros sin autocastigarme a mi ni excluir a los demás. Este proceso es sumamente laborioso. Tal vez el más laborioso. Son muy grandes las resistencias internas: pueden generar crisis de sentido. También las presiones externas: pueden provocar exclusiones. Es muy difícil «aprender a soportar la verdad» (Freud). c) Edificar el presente no repitiendo el pasado. El núcleo de esta nueva relación con el presente es el «nunca más»: no debemos volver a incurrir (ni por acción ni por omisión) en una confrontación destructiva. Este «nunca más» debe ser sólido en la mente, en la voluntad, en el corazón y en la práctica. En el plano interpersonal, tal solidez reclama de muchos ciudadanos de este pueblo una actitud vital magnánima, hecha de saber escuchar, de aguantar la interpelación sin refugiarnos en justificaciones ideológicas, de capacidad de perdonar y pedir perdón. En el plano colectivo, los responsables políticos y sociales tienen en este capítulo la tarea de asentar y consolidar el «nunca más» estableciendo vías eficaces para que desde ningún flanco se violen los derechos humanos conculcados en la confrontación. d) Preparar el futuro: prevenir el retorno del pasado. Se trata de que las generaciones futuras no se vean obligadas a heredar este pasado ni sus consecuencias negativas evitables. Dará cuerpo a este compromiso en cada uno de nosotros la autoeducación para aprender a decir «lo siento; te pido perdón» y para enseñar a decirlo a las siguientes generaciones. No hemos sido educados suficientemente en este registro. «Una de las características de nuestra cultura es la falsa conciencia de inocencia» (Bruckner). La prevención de que nuestro pasado destructivo no renazca en el futuro reclama de las autoridades públicas y de los grupos sociales la promoción de una «cultura de la paz». Aludiremos a ella más adelante. 123
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2. Los presupuestos de la reconciliación Establecer como presupuesto de la reconciliación que la sociedad comparta un mismo parecer sobre la naturaleza de la confrontación, sobre su génesis histórica y una misma valoración ética acerca de las razones morales de las causas en juego es, al menos hoy entre nosotros, «querer tocar la luna con las manos». Hay posiciones ideológicas inconciliables. Si queremos la reconciliación con sinceridad y realismo, habremos de fundarla en otros presupuestos. a) La aceptación de los «otros» como semejantes. Descubrir la humanidad de aquellos con quienes estamos enfrentados y ser conscientes de que compartimos la misma grandeza y miseria de ser personas humanas es un paso importante de acercamiento que sienta las bases de la reconciliación. La confrontación produce la reducción del «otro» a la categoría de enemigo integral. Solo cuando ante nuestra mirada emergen otras dimensiones de la persona de carne y hueso es posible romper este estereotipo tenaz y peligroso. Reconciliarse supone previamente descubrir no solo nuestra común condición de personas, sino también nuestra pertenencia a una única comunidad humana sociocultural. La conciencia de tal pertenencia nos descubre que quienes vivimos en este pueblo, al margen de nuestras diferencias, tenemos unos valores, unas relaciones, unos intereses, un patrimonio cultural, un entorno natural, que hemos de cultivar conjuntamente. Reconocemos así que, si lo que nos diferencia es importante, lo que compartimos es todavía más importante. Asumir que es mucho lo que compartimos nos predispone a una cierta y auténtica solidaridad. b) Reconocer a «los otros» como diferentes. Reconocer a «los otros» significa algo más que tomar nota de que existen. Es aceptar la existencia de la pluralidad, no como un simple obstáculo al entendimiento mutuo y a la cohesión social, sino como una riqueza para toda la colectividad. No es algo que va espontáneamente sobre ruedas. Notables antropólogos descubren en nuestras actitudes excluyentes el miedo a lo que es diferente y la tendencia a expulsarlo (al menos imaginariamente) de nuestro mundo. El diferente es fácilmente percibido como una amenaza para mi identidad personal y colectiva. En nuestro caso, reconocer la diferencia significa aceptar que no hay una sola versión sobre lo ocurrido, ni sobre nuestra historia pasada. Esta actitud nos conduce a abrir un lugar al relato de los otros. Nos hace, asimismo, tomar concien124
6. Busca la paz y corre tras ella 2. Reconciliar
cia de que no son coincidentes nuestros proyectos de futuro como comunidad política. Tal aceptación nos inclina a buscar el común denominador que pueda resultar aceptable (al menos tolerable) para la gran mayoría de los ciudadanos. «Reconocernos como semejantes, aceptarnos como diferentes» (J. Fernández). c) Aceptar el carácter invulnerable de la dignidad humana. Una reconciliación digna de este nombre está basada en la adhesión plena a este principio ético: el primado de la dignidad de la persona humana por encima de cualquier otra causa o motivación. Ninguna idea, ningún proyecto político, ningún derecho individual o colectivo, ninguna razón de Estado pueden anteponerse al respeto a la vida, a la integridad física, a la conciencia, a la dignidad moral de la persona. Asesinar, mutilar, torturar, envilecer, corromper a una persona no tiene justificación moral en ninguna circunstancia. Ninguna persona ni instancia humana tiene poder sobre la vida y la muerte de sus semejantes. Utilizar este poder es injusto, es inhumano, es inmoral. Esta neta y firme afirmación ética es de todo punto necesaria para sostener y orientar nuestra reconciliación. Recibe su fundamentación de varias matrices de pensamiento diferentes. Entre ellas la fe cristiana le ofrece unas bases de extrema solidez.
3. Los objetivos de la reconciliación a) Restaurar la desgarrada humanidad de las víctimas. El rostro humano más desgarrador, al contemplar nuestro pasado reciente, es el de las víctimas. Llevan a sus espaldas el peso de pérdidas irreversibles y vacíos irreparables. Una reconciliación que no reconociera, reparara y sirviera a las víctimas estaría viciada de raíz. Evitemos de entrada un equívoco. No queremos incurrir ni en un concepto selectivo de las víctimas, dictado por la ideología ni en una consideración indiferenciada de todas ellas. Víctimas son, para nosotros, aquellos seres humanos que han tenido la experiencia personal o familiar de un sufrimiento hondo, grave, irreversible, provocado por la violencia desatada en la confrontación destructiva que hemos venido padeciendo, con independencia del signo u origen de esta violencia. No obstante no diluimos todas las víctimas en un magma indiferenciado. En la larga historia hay víctimas inocentes y otras que no lo son. Hay víctimas
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mortales y otras que felizmente han conservado la vida. Hay víctimas que han quedado malparadas para siempre y otras que se han recuperado sensiblemente. Hay algunas víctimas que han sido a la vez agresores y agredidos por la violencia. Hay víctimas provocadas por el terrorismo y víctimas generadas por excesos de las fuerzas del orden. Todas ellas necesitan ser atendidas de manera diferenciada y proporcionada. No es la verdad y la justicia de la causa la que les convierte en víctimas, sino el sufrimiento hondo y el daño irreversible. Esta restauración consiste, en palabras de Schreiter, en «transformar su sufrimiento en dolor». En el sufrimiento, la víctima no encuentra sentido ni motivación para seguir «vivo y activo». Sobre todo en un principio está bloqueada, paralizada, focalizada por la tragedia absurda que le ha tocado vivir. Está embebida en su condición de víctima. El sufrimiento se convierte en dolor cuando la víctima reencuentra motivos para vivir, amar, trabajar, servir. La vida recobra sentido: los hijos, la tarea de consolar a otras víctimas o defender sus legítimos derechos, el trabajo a favor de la cultura, el servicio cívico o eclesial, la fuerza de la fe. Vuelve a ser sujeto de su propia historia. Esta elaboración necesita tiempo y sufre altibajos. Es personal, pero debe ser acompañada con tacto y dedicación. La presencia silenciosa y la escucha tienen un importante papel. Si un grupo le ayuda en esta dirección le será muy saludable. Si le reafirma en el bloqueo, le será muy perjudicial. Se convertirá para la víctima en cenáculo de amargura compartida. La restauración aludida consiste, asimismo, en irse liberando de la carga negativa que el brutal traumatismo despierta espontáneamente en la víctima: el resentimiento, el odio, el deseo de venganza. Todos los expertos sostienen que es inicialmente saludable la expresión de estos sentimientos. Todos ellos afirman que su instalación duradera les daña sensiblemente. Cuesta «Dios y ayuda» liberarse de tales sentimientos. Pueden incluso mantenerse por un concepto erróneo de fidelidad a sus muertos. Es bien comprensible esta resistencia, pero es necesario para su misma higiene psíquica y futuro existencial que, paso a paso, accedan a esta liberación. Solo así podrán «transformar una tragedia personal en victoria» (V. Frankl). Este trabajo restaurador puede quedar dificultado si las víctimas creen percibir, bien insensibilidad de una parte notable de la sociedad hacia ellas, bien utilización política de su dolor. Ambas actitudes serían éticamente censurables.
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La sociedad y sus representantes políticos deben real y cálida atención a las víctimas por razones de solidaridad (están sufriendo) y de igualdad (la agresión traumática les ha dejado en inferioridad de condiciones). Deben reconocer expresamente el dolor y el daño que se les ha causado. Deben promover la memoria crítica del pasado. Deben ofrecer servicios de recuperación física o psicológica. Deben brindar compensaciones económicas. Deben procurar un gran consenso social y político en torno al apoyo y la solidaridad hacia las víctimas. Todos estos deberes se condensan en dos palabras: reconocimiento y reparación. Una sociedad bien nacida no debe escatimárselos. Con todo, corresponde siempre al Gobierno decidir la política pacificadora y reconciliadora que abra una futura convivencia mejor. Habrá de ser sensible a la justicia debida a las víctimas. Pero ningún grupo, ni siquiera éste, tiene sobre sí tal responsabilidad. Análogamente, en un sistema regulado por el Derecho, son los jueces quienes tienen el deber de establecer las penas y la duración de su cumplimiento. En el ejercicio de esta pesada responsabilidad habrán de combinar armónicamente justicia y clemencia, sin desnaturalizar ni la una ni la otra. Así lo reclaman los criterios de reinserción y rehabilitación asumidos por todo Derecho Penal justo y moderno. Así puede también requerirlo una determinada oportunidad política en la que el bien común aconseje que las leyes justas se apliquen, sin desvirtuarlas, con especial flexibilidad. b) Desactivar la espiral violenta y propiciar así «un nuevo comienzo». Los conflictos destructivos tienden a repetirse indefinidamente e incluso a agravarse. La historia humana parece llevar dentro de sí la fatalidad de responder al agravio con el agravio, al insulto con el insulto, al delito con el delito. Esta «maldición» compulsivamente repetitiva, ha producido en todos los puntos del planeta una oleada de calamidades en las que al final quedan malparados el ofensor y el ofendido, la persona y la sociedad. La reconciliación se propone romper, para bien de la comunidad humana y de sus miembros, este círculo maléfico y al romperlo abre la posibilidad de un nuevo comienzo. Los cristianos creemos que Dios rompió ese círculo maléfico en la muerte de Jesús, al no responder a los malhechores con la lógica vindicativa que parecía postular el crimen perpetrado en su Hijo. Tenemos que aprender «a parar». Desgraciadamente aprendemos demasiado tarde para muchos. Pero aprendamos y no lo olvidemos para el futuro.
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c) Facilitar la autocrítica del agresor, su acercamiento a la víctima y su reinserción social. La reconciliación no olvida al agresor. Comparte el criterio de Greef: las alternativas no son «juicio y castigo» ni «perdón y olvido», sino «juicio y perdón». Por ello, no olvida la justicia, pero intenta conducir al injusto a ser autocrítico con su propio comportamiento. Procura suscitar en él la empatía que le permite situarse dentro de la piel de la víctima. Establece los medios para su reintegración a la comunidad humana a la que pertenece y cuyo orden moral ha alterado gravemente. d) Reconstruir relaciones personales, grupales e institucionales. La vida social es tejido de relaciones. La calidad de las relaciones es su principal riqueza. La reconciliación, al desactivar la espiral violenta, al deshacer o mitigar el odio y el resentimiento, prepara el terreno para reducir las relaciones negativas y propiciar las relaciones positivas. Las personas enfrentadas vuelven a hablarse y saludarse. Los grupos que admiten solamente a los ideológicamente afines se abren a la pluralidad, las instituciones incomunicadas entre sí restablecen el diálogo. La onda reconciliadora enriquece a la sociedad al mejorar la calidad de sus relaciones. e) La reconciliación es, a la vez, un proceso individual y social. Si el objetivo principal de la reconciliación individual es la restauración y curación de las personas desgarradas, el objetivo de la reconciliación social es la reconstrucción moral de las bases de una vida social más justa, más segura, más solidaria y, por ello, más inmunizada respecto del retorno de la violencia.
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4.- El diálogo, vía de reconciliación El instrumento fundamental de la reconciliación es el diálogo. Se inicia el camino cuando cesa la fuerza y comienza el diálogo. Este «se manifiesta siempre como instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, tanto en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales» (Juan Pablo II). Dialogar es calificado con excesiva frecuencia como un signo de debilidad o de ingenuidad. Otras veces es contemplado como un ejercicio extenuante e improductivo. En ocasiones, como una añagaza de los violentos. La experiencia individual y colectiva, contemporánea y secular, nos dice algo muy distinto. El diálogo ha prevenido, suavizado, neutralizado un número inmenso de conflictos. Lleva en sí mismo una dinámica que aproxima a los interlocutores. En él se muestran no solo sus posiciones sino sus personas. Entre estas puede y suele crearse muchas veces un movimiento de empatía mutua que favorece la concertación. Quien cree en el diálogo muestra creer en las personas y confiar en ellas. No hay reconciliación sin un diálogo paciente, esperanzado, abnegado, flexible en lo negociable y firme en lo innegociable. Pistas para la reflexión y el diálogo 1. Teniendo presente lo que has leído en 1. Estructura de la reconciliación ¿cómo entiendes la expresión que a veces escuchamos decir a algunas personas: “Perdonamos pero no olvidamos”? Podéis dialogar en el grupo sobre el posible significado y valor de esa expresión. 2. En la lectura precedente hemos tenido ocasión de ver: 2. Los presupuestos de la reconciliación. ¿Consideras necesario incluir algún otro más? ¿Cuáles de esos presupuestos se dan realmente en nuestra situación? ¿cuál está más lejos de nuestra realidad? ¿cuál parece el más difícil de alcanzar? ¿por qué? 3. Hemos leído también: 3. Los Objetivos de la reconciliación. ¿Habría que incluir en la reconciliación algún otro objetivo? A tu juicio ¿cuál ha de ser hoy, entre nosotros, el objetivo prioritario de la reconciliación? ¿por qué? 4. Desde tu punto de vista personal ¿cómo consideras el diálogo en cuanto vía de reconciliación? y ¿cómo es valorado hoy en tu ambiente social? ¿Qué condiciones ha de tener el diálogo para ser una vía eficaz de reconciliación?
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III. RECONCILIACIÓN Y VERDAD, JUSTICIA, PERDÓN Lee el siguiente texto con un lápiz a mano para subrayar o tomar notas. Si tras la lectura necesitas alguna aclaración, plantéala en el grupo.
El auténtico concepto de reconciliación no se identifica totalmente con los contenidos de la verdad, la justicia o el perdón. Pero estos tres valores básicos son componentes de una verdadera reconciliación.
1. Reconciliación y verdad «Arrojar luz sobre la verdad no es solo condición, sino parte integrante del proceso de reconciliación» (Boutros Ghali). Las confrontaciones llevan siempre consigo una dosis de ocultamiento y de distorsión de las injusticias cometidas. En muchos lugares del mundo se han realizado barbaries «sin luz ni taquígrafos». En otros lugares como el nuestro, el déficit de la verdad consiste a veces en que ciertas injusticias «no existen realmente porque no existen jurídicamente y no existen jurídicamente porque no se quiere que existan». En otras ocasiones la verdad queda oscurecida y sojuzgada porque se ofrece una versión «afeitada» de los hechos delictivos que no responde a la realidad de los mismos o una interpretación y justificación de los mismos que no resiste una mirada ética penetrante. La reconciliación «lejos de excluir la búsqueda de la verdad, la exige. El mal hecho debe ser conocido y, en lo posible, reparado» (Juan Pablo II). El perdón, componente de una profunda reconciliación no se construye sobre el olvido sino sobre la memoria. Si se olvida, no hay reconciliación posible. Solo recordando se sana la memoria. El olvido no debe convertirse en «memoria reprimida» (G. Bilbao). La reconciliación se logra «reconociendo las heridas y afrontando los recuerdos» (Schreiter). Perder la memoria equivale a perder la identidad. Ciertamente, la verdad puede convertirse en arma arrojadiza que, si se utiliza habitualmente, impide la reconciliación y convierte la relación en un «intercambio de agravios». Por eso, es necesario que la memoria que recuerde haya depuesto su carga de odio y resentimiento y se haya abierto a escuchar la memoria de los otros. La psicología conoce búsquedas de la verdad que por su carácter obsesivo, insaciable e inquisidor delatan que seguimos prisioneros de nuestro propio pasado. «Existe demasiada falta de honestidad en la búsqueda obsesiva de la verdad; demasiada injusticia en la lucha intransigente en pro de la justicia» (M. Wolf). Pero verdad y reconciliación son dos valores no solo compatibles, sino coherentes, que se necesitan mutuamente. 130
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2. Reconciliación y justicia La auténtica reconciliación es incompatible con la injusticia. Un proceso de reconciliación que, buscando un nuevo futuro quisiera echar tierra sobre las injusticias del pasado, sería una caricatura de la reconciliación. Las víctimas tienen derecho a que se les haga justicia. La sociedad, por su lado, necesita aplicar la justicia para restablecer el orden moral de los derechos humanos alterados gravemente. La impunidad desacredita este orden moral e invita a nuevas transgresiones. Eso sí: la misma justicia exige que sea aplicada en la debida proporción a todos los delitos cometidos en la confrontación. El velo que cubre los dos ojos de la Diosa de la Justicia no le permite sancionar unos crímenes y descuidar otros. Ninguna opción ideológica debe contaminar el ejercicio de la justicia. No hay pues contradicción entre reconciliación y justicia. La reconciliación «no elimina las exigencias de la reparación, que es propia de la justicia» (Juan Pablo II). Si queremos «sanar la realidad» (J. Sobrino) que engendra justicia tendremos que empeñarnos en desmontar las ideas que la justifican, los ambientes que la propician, las estructuras que la perpetúan, las conductas que la encarnan. En este sentido, la justicia ayuda a la reconciliación a ser lúcida y profunda. La reconciliación, a su vez, ayuda a la justicia a no ser excesivamente estricta ni rígida. Si la reconciliación sin justicia es incompleta, «la justicia sin la reconciliación es inhumana» (Maritain). Tiene que ir ungida por el espíritu de la reconciliación para no convertirse en una fría máquina de «hacer justicia». La deuda saldada hasta el último ápice resulta con frecuencia una nueva injusticia. Tiene el riesgo de convertirse en una reivindicación paranoide. «No raras veces los programas que parten de la idea de justicia sufren deformaciones... Otras fuerzas negativas como el rencor, el odio o la crueldad han tomado la delantera a la justicia» (Juan Pablo II). El fin supremo de la justicia no es una sociedad justa sino una sociedad reconciliada. La nueva convivencia que esperamos está tejida no solo con el hilo de la justicia sino con el de la reconciliación. Combinar y articular justicia y reconciliación es una grave y delicada tarea que nos espera sin demora. La reconciliación «interpela a la justicia retributiva y la induce a inhibir lo más posible la pena y a abrirse a la restauración de las relaciones. Al mismo tiempo la justicia retributiva interpela a la reconciliación y le pide que tenga presentes las consecuencias que pueden derivarse del olvido de la justicia» (X. Etxeberria). La conclusión del criterio recién formulado ha sido expresada en estas palabras: «para cerrar las heridas de un conflicto violento la sociedad podrá, quizá deberá, articular legalmente medidas de perdón, pero con dos condiciones previas: la primera, que 131
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las víctimas hayan sido... rodeadas de solidaridad y se les haya hecho justicia... La segunda es que los agresores hayan reconocido de alguna manera la injusticia cometida y ofrezcan garantías de modificar su trayectoria anterior» (R. Aguirre).
3. Reconciliación y perdón El perdón en el contexto de la confrontación es, sobre todo para una parte de la sociedad, una propuesta cargada de sospecha. Hemos de señalar de primeras que aquí nos referimos no solo al perdón que se da, sino también al perdón que se pide. No cabe duda de que entre la reconciliación y el perdón existe un parentesco muy estrecho. Propiamente en el orden de las relaciones interpersonales, la reconciliación se da en plenitud cuando se encuentran el perdón demandado y el perdón ofrecido. Pero pedir perdón tiene su valor humano de humilde sinceridad aunque el agredido no nos lo otorgue. Ofrecer el perdón tiene igualmente su valor humano de magnanimidad aunque el agresor no quiera pedirlo. El perdón es un valor específico del cristianismo (G. Bilbao). Pertenece a la entraña misma del mensaje de Jesús. Más aún: es el núcleo de la experiencia de Dios que tiene Jesús. Él concibe y siente a Dios como Dios del perdón. El perdón que Dios ofrece en Jesús se adelanta al arrepentimiento del pecador, a la reparación que éste le ofrezca, al cambio de su conducta (Lc 15, 11-31). Jesús reclama a los suyos una actitud análoga y establece el perdón ofrecido y pedido como ley central en las relaciones de la comunidad cristiana (Mt 18, 21-33). Perdonando en la cruz a sus verdugos hace posible que seamos capaces de perdonar (Lc 23,34). Aunque perdonar y pedir perdón es específico del cristianismo, no es, según muchos autores, exclusivo. Con ellos sostengo que perdonar y pedir perdón es también una virtud cívica. En el terreno de las relaciones personales, tiene un gran valor antropológico y en el plano de las relaciones sociales favorece la cohesión social. La dinámica del perdón no es, pues, una simple estrategia útil. En la cesta de los valores que componen la reconciliación figura en lugar destacado el perdón. “Pedir perdón libera y perdonar también libera. Pedir perdón te reconcilia contigo mismo, te hace salir de la trinchera, te permite aceptarte como eres, con tus defectos y tus errores. Pedir perdón te quita un enorme peso de encima: el de tener que vivir dando una imagen permanente de perfección o el de tratar de ocultarte a ti mismo que eres como eres, irremediablemente limitado e imperfecto. Pedir perdón no elimina el mal producido, pero tiene un efecto depurativo y transformador.
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Perdonar te hace más libre porque te libera de las cadenas del rencor, de la ira, te pone en contacto con lo mejor de tu persona y te quita la enorme carga del resentimiento y del agravio. Perdonar ayuda a curar las propias heridas, a superar el victimismo y a rehacer constructivamente tu propia vida. Desde la perspectiva más social y comunitaria, pedir perdón te reconcilia con tu enemigo a quien has hecho daño... Pedir perdón es una contribución social inequívocamente constructiva para la paz y la convivencia. El acto de perdonar es el que finalmente puede desplegar todo el potencial reconciliador de la disculpa sincera. Perdonar crea un presente y un futuro constructivo, basado en el respeto y la aceptación mutua. En resumen: personalmente pedir perdón o perdonar tiene un significado depurativo y liberador; comunitariamente tiene un significado constructor y reconciliador” (J. Fernández). La excelencia del perdón es solamente comparable a la dificultad de perdonar y de pedir perdón. Los muros levantados por la confrontación son tan grandes y las heridas tan graves, tan injustas y duraderas que una prematura invitación al perdón revela un desconocimiento del psiquismo humano, de las leyes del duelo y de la necesidad sentida por los agredidos de expresar sus sentimientos de rebeldía y de odio. «Perdonar es algo que, ordinariamente, solo el tiempo puede conceder». No basta querer perdonar; hay que poderlo. Ninguna instancia exterior puede exigir a las víctimas el perdón. Todos debemos contribuir a que en medio de un corazón desolado por el sufrimiento emerja la planta de un perdón difícil, pero liberador. Quienes han de pedir perdón se encuentran también con barreras infranqueables. Una es el erróneo sentimiento de inocencia. El mal que han causado sería para ellos un mal necesario y, por tanto, inculpable. Los agravios y vejaciones sufridas a veces de los enemigos les inducen a sentirse más agredidos que agresores. Pedir perdón es reconocer que estaba equivocado al usar la violencia. La confrontación ha creado sentimientos de desprecio y desvalorización de los enemigos. Desmontar todo este entramado requiere una elaboración personal y social lenta y muy laboriosa. Quien ha agredido debe pedir perdón. Pero si la elaboración no ha llegado a ese punto, no parece que esta petición deba ser impuesta como trámite. Se presta a farsa, fraude o humillación. Es más realista y práctico asegurar algún tipo de reconocimiento y el compromiso de no repetición.
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Pistas para la reflexión y el diálogo 1. De lo que has leído sobre las relaciones entre la reconciliación y la verdad, la justicia y el perdón ¿qué aplicaciones o consecuencias concretas deduces para la situación actual? 2. Desde tu punto de vista ¿las mayores dificultades u obstáculos para la reconciliación en el momento actual se dan en su relación con la verdad, la justicia o el perdón? ¿por qué? 3. Desde las perspectivas de la verdad, la justicia y el perdón ¿cuáles son hoy las principales tareas pendientes para una auténtica reconciliación?
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IV. EL MENSAJE CRISTIANO DE LA RECONCILIACIÓN Lee el siguiente texto con un lápiz a mano para subrayar o tomar notas. Si tras la lectura necesitas alguna aclaración, plantéala en el grupo.
La Revelación cristiana asume y enriquece la concepción humana de la reconciliación. Aunque el término no es conocido en el Antiguo Testamento, la idea aparece esbozada sobre todo en la parábola de Oseas, esposo que busca apasionadamente a su esposa infiel. (Os. 2,4–3,5) y en los poemas del Siervo de Jahve (Is 52, 13-53, 12). Ni siquiera en el Nuevo Testamento es demasiado frecuente la expresión: “katallagé”. Se utiliza en 13 ocasiones, pero el concepto está mucho más aquilatado. Es sobre todo Pablo quien elabora más la concepción cristiana de la reconciliación, hasta el punto de que, según el parecer de Karl Barth, la reconciliación sería, en el pensamiento del Apóstol, el núcleo mismo de la salvación operada por Dios en Cristo. Los textos paulinos son éstos: Rm 5, 10-11; 2 Co 5, 18-19 (rigurosamente de Pablo); Ef 2, 12-16 y Col 1, 21-22 (Cartas de la cautividad). No podemos sino resumir condensadamente su contenido. Al comentarlos, la teología protestante subraya la fuerza reconciliadora de la muerte de Cristo. La ortodoxa destaca el carácter curativo de la reconciliación. La católica su virtualidad para hacernos hombres y mujeres nuevos.
1. Es Dios quien inicia y suscita la reconciliación En este punto «todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo por Cristo... Porque era Dios el que reconciliaba consigo al mundo... Es como si Dios os exhortara por medio de nosotros” (2 Co 5, 18-20). No es iniciativa nuestra. Dios nos ha precedido. Ha querido reconciliarnos con Él y entre nosotros. La reconciliación lleva dentro de sí el marchamo y la fuerza de Dios. Dos pensamientos emergen en este texto. El núcleo de la reconciliación es reconciliarse con Dios. De ahí se deriva la dinámica reconciliadora entre nosotros. La experiencia de sentirse reconciliado por Dios despierta nuestra vocación de reconciliadores. Nuestra experiencia humana entrevé la necesidad de esta iniciativa divina cuando comprueba el espesor y el carácter tenazmente recurrente de la violencia, que nos inclinan hacia el fatalismo y la pasividad. Es confortador para los cristianos saber por la fe que nuestros esfuerzos reconciliadores están sugeridos, impregnados y envueltos por el amor reconciliador de Dios. 135
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2. La reconciliación originaria y fundamental se realiza en el Misterio Pascual de Cristo «Siendo enemigos, Dios nos reconcilió consigo por la muerte de su Hijo... para hacernos partícipes de su vida» (Rm 5, 10). La reconciliación no es indolora. Ha costado «sangre, sudor y lágrimas» al Hijo de Dios. El sufrimiento de todas las víctimas ha participado en este costo y lo ha “completado”. Jesucristo ha querido ser solidario compartiendo con ellos la tragedia del asesinato, el cuerpo destrozado por la metralla, los sótanos del secuestro y de la tortura, la celda de castigo que ha arruinado la salud y el deseo de vivir, el gemido de los que lloran a sus muertos. Las víctimas creyentes saben muy bien el consuelo que supone para ellas esta convicción que les permite refugiarse en las heridas de Cristo. Colaborar con Él en la tarea de la reconciliación, anunciándola y promoviéndola acarrea sufrimientos y contrariedades (Ef 3, 1).
3. La reconciliación derriba los muros que nos hacen extraños y enemigos “Él (Cristo) ha reconciliado a los dos pueblos (judío y gentil) con Dios uniéndolos en un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo su enemistad” (Ef 2, 16). La reconciliación derriba muros que separan a los grupos sociales cuando va deshaciendo todas las formas negativas de percibir «al otro». Entre ellos, la «demonización» que lo mira como un enemigo que, si es posible, debe ser eliminado. También la «colonización», que lo ve como despreciable. Asimismo la «generalización», que lo considera como un número, despojado de su identidad e interioridad personal. Igualmente la «homogeneización», que no quiere reconocer su legítima diferencia. En fin, «el extrañamiento», que lo contempla con inquietud como invasor y temible.
4. La reconciliación hace de agredidos y agresores «una nueva creación» Por la acción de Dios que nos ha reconciliado... (cfr.2 Co 5, 18), «si alguien vive en Cristo es una nueva criatura: lo viejo ha pasado y ha aparecido algo nuevo» (2 Co 5, 17). Para Pablo, la reconciliación es mucho más que la reparación de daños y el reconocimiento de los males cometidos. Es un acontecimiento que nos introduce en un estado nuevo y nos transforma en hombres y mujeres nuevos. No es, pues, acertado pensar que la reconciliación nos restituye al estado anterior a la confrontación violenta. Por un lado no nos devuelve lo que hemos perdido (seres queridos, salud, traumas morales irreversibles). El vacío y la herida están
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ahí, como las llagas en el Resucitado (Jn 20, 27-28). Pero por otro lado, al igual que el Jesús prepascual es el mismo y diferente que el Cristo pascual, las personas y la sociedad reconciliadas son las mismas, pero diferentes, después de ese paso «de la muerte a la vida» que supone la reconciliación. Tanto en los agresores como en los agredidos ocurre un cambio decisivo. No solo recuperan su humanidad, sino que la descubren de una nueva manera. El respeto, la aceptación del diferente, el sentimiento de pertenecer a la misma comunidad, la solidaridad, el corazón pacificado, las heridas dolientes pero cicatrizadas, la humildad para pedir perdón, la generosidad para perdonar, emergen en el paisaje desolado y desolador que ha quedado atrás. Muchas experiencias en múltiples lugares de conflicto atestiguan esta afirmación.
5. Dios reconcilia a través de mediaciones reconciliadoras «Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros» (2 Co 5, 19). Subrayar la iniciativa y la acción divina en todo itinerario reconciliador nos inmuniza contra la tentación occidental de reducirla a una técnica que se aprende y se aplica. Pero no nos autoriza a esperar pasivamente «el momento en el que Dios decida movernos a la reconciliación». La acción divina está entrañada en la humana. Se historiza en la nuestra. Es preciso abrirse a la reconciliación para acogerla. Es preciso ponerse a su servicio para secundarla. Dios nos encomienda el servicio de reconciliar. Pablo nos urge «en nombre de Cristo» a ofrecerlo. Hay una experiencia creyente que resulta capital para suscitar en nosotros la vocación de colaboradores de la reconciliación: el don de haber experimentado el perdón y la misericordia de Dios y de haber sido reconciliados por Él. Esta experiencia nos hace gustar el núcleo mismo de la reconciliación como algo verdaderamente gratuito y saludable y nos estimula a trabajar por ella. «El reconciliado se torna reconciliador». Los expertos relatan con sorpresa el dinamismo reconciliador de las personas reconciliadas y subrayan el impagable y abnegado servicio que prestan a la reconciliación social.
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6. La reconciliación, total en su intención, incompleta en su realización «Dios, en efecto, tuvo a bien hacer habitar en Él (en Cristo) la plenitud y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las celestes como las terrestres, trayendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz» (Col 1, 19-20). La experiencia mundial atestigua que debajo de bastantes confrontaciones destructivas que han degenerado en violencia suelen existir con frecuencia injusticias de tipo estructural muy arraigadas que son caldo de cultivo de la violencia y del terrorismo. La visión cristiana de la reconciliación se orienta en este sentido. La reconciliación completa «no será posible a menos que se especifiquen, se analicen y se erradiquen las causas del conflicto» (Schreiter) Desgraciadamente esta condición se vuelve sumamente difícil. Diferir la reconciliación a que este trabajo sea realizado y compartido supondría una espera llena de penalidades y de violencia. Ha sido posible en algunos conflictos en el ancho mundo. No lo es en muchos otros lugares y situaciones. El texto nos invita asumir como bien menor la reconciliación posible en cada caso. El proceso mismo de buscar e ir alcanzando la reconciliación es ya parte importante de la misma. La reconciliación será plena realidad en la Parusía, cuando «Dios sea todo en todos». Pistas para la reflexión y el diálogo 1. Procura resumir el contenido esencial del mensaje cristiano sobre la reconciliación de forma breve y en lenguaje coloquial, de modo que puedas comunicarlo a otros fácilmente. Compartid esta tarea en el grupo. 2. Toma la Sagrada Escritura y localiza los textos de la Palabra de Dios en los que encuentras luz sobre el mensaje cristiano de la reconciliación. Léelos y medítalos personalmente; después comparte tu reflexión en el grupo. 3. ¿Has tenido personalmente alguna experiencia de reconciliación que te haya ayudado a vivir ese mensaje cristiano? Desde esa vivencia ¿cuáles son los rasgos fundamentales de tu experiencia cristiana de reconciliación? 4. Del contenido del mensaje cristiano de la reconciliación ¿qué actitudes fundamentales se derivan para quien desea seguir a Jesucristo?
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V. LA MISIÓN RECONCILIADORA DE LA IGLESIA Lee el siguiente texto con un lápiz a mano para subrayar o tomar notas. Si tras la lectura necesitas alguna aclaración, plantéala en el grupo.
1. Misión auténtica y delicada La Iglesia, «signo e instrumento de la íntima unión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí» (LG 1), lleva en su mismo código genético su vocación reconciliadora. Ha recibido de Jesús la misión de actualiza el Misterio Pascual, que es, esencialmente Misterio de Reconciliación. El ministerio apostólico comporta el ministerio de la reconciliación. «Es Dios mismo el que os exhorta por nuestra boca. Os rogamos encarecidamente en nombre de Cristo: dejaos reconciliar por Dios» (2 Co 5, 20). Pero esta misión no está circunscrita al ministerio apostólico. «Todo bautizado debe sentirse en cierta manera ‘ministro de la reconciliación’ ya que, reconciliado con Dios y con los hermanos, está llamado a construir la paz con la fuerza de la verdad y de la justicia» (D.M. 23). Desde muchos lugares del mundo, la Iglesia es públicamente requerida como instancia reconciliadora. En otros, se ha ofrecido para prestar este servicio. En todos desea ejercer, de manera más discreta, una función apaciguadora y pacificadora, bien a través de sus ministros, bien a través de personas y grupos especialmente aptos y motivados. No deja de ser ésta una misión muy delicada. Las confrontaciones destructivas suelen generar un clima pasional en el que los grupos enfrentados aplican radicalmente el principio del «conmigo o contra mí» y reclaman adhesiones al 100%, exentas de toda crítica. Las acusaciones de querencia por un bando, de equidistancia calculada, de insensibilidad para con las víctimas, de falta de compromiso con el pueblo, son explicables a la luz de este principio. Intereses y pasiones se entrelazan en muchas ocasiones para exigir a la Iglesia posiciones que ésta no puede adoptar o silencios que no puede mantener. Las mismas Iglesias suelen experimentar dificultades para combinar el ministerio profético que denuncia injusticias con la preocupación pastoral que no quiere provocar alejamientos y rupturas. Muchas veces la confrontación de la sociedad tiene también su reflejo en el interior mismo de la comunidad cristiana y se manifiesta en sensibilidades más o menos próximas a los grupos enfrentados. El temor a las tensiones y desacuerdos intraeclesiales puede inhibir la acción reconciliadora.
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El «Documento Kairós», elaborado por un grupo de expertos cristianos, analiza con rigor y profesionalidad 12 casos en los que las Iglesias se han comprometido públicamente en la reconciliación. Algunos, como el de Sudáfrica y el de Chile, son muy conocidos. Los logros desiguales, las dificultades, las deficiencias son recogidas con objetividad. Es preciso reconocer que nunca hacemos ni haremos lo suficiente por una reconciliación que repare a las víctimas, respete la verdad y la justicia, practique la escucha y la compasión, promueva la aproximación y el diálogo, prepare el perdón y propicie la reconciliación social. No tengo inconveniente en reconocer deficiencias y omisiones. Pero puedo afirmar que en esta iglesia de Gipuzkoa se ha ejercido una función profética libre y no partidista; se ha intentado mantener un contacto empático y crítico con las diferentes sensibilidades, estimulándolas al diálogo; se han realizado en la mayor discreción innumerables acercamientos de escucha, apoyo y ayuda a víctimas de cuño muy diferente. Ellas lo saben bien. No sería justo ni saludable para ellas que, ante cierta opinión pública, la comunidad cristiana de Gipuzkoa quedara carente de credibilidad moral para poder contribuir, con movimientos sociales e iniciativas políticas a una tarea reconciliadora que le ha encomendado su Señor.
2. Requerimientos de esta misión a) Llamados a ser una comunidad reconciliada. Las comunidades cristianas de tradición paulina eran culturalmente mestizas y socialmente heterogéneas. En la comunidad de Éfeso, por ejemplo, convivían como hermanos personas que pertenecían a grupos enfrentados. Este hecho constituyó una innovación histórica. Pablo la fundamenta y sanciona plenamente en Ef 2, 4-18. Es, en efecto, propio de la Iglesia ser y mostrarse como una comunidad de reconciliación en la que conviven sensibilidades diferentes y opuestas, pero capaces de dialogar y colaborar porque la fe compartida es, para sus miembros, algo más profundo y unitivo que la diferencia de sensibilidades. La comunidad cristiana debería ser escuela que nos ayudara a relativizar las ideologías, a respetar las convicciones y a promover los valores morales que deben regir la vida social. Al mismo tiempo se siente urgida por Jesús mismo a ser escuela de reconciliación (Mt 5, 23-24) y de perdón (Mt 18, 21-23). Un perdón necesariamente humilde, porque los creyentes sabemos que todos somos pecadores. Lo que Jesús pide a su iglesia no es que sea una comunidad impecable, sino una 140
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comunidad compasiva. «Debemos perdonarnos como pecadores, no como justos» (Cencini). En la Iglesia, «todos nos sentimos una comunidad de pecadores. Estamos en deuda para con Dios y para con nuestros hermanos... El perdón de Dios restablece nuestra comunión vertical (con Él); el perdón que concedimos a quienes nos han hecho mal restablece nuestra comunión horizontal... Comienza a brillar un mundo edificado sobre el perdón... y los hombres inician una auténtica vida bajo el arco iris de la misericordia de Dios» (Boff). b) Anunciar el Mensaje de la Reconciliación. La Iglesia debe a su Señor y a la sociedad el anuncio del mensaje de la reconciliación arriba delineado. Diferentes aspectos de este mensaje serán como aguafuerte que produce irritación en la piel de algunos e, inicialmente, dolor en las heridas de otros. Lejos de sesgar o mutilar el mensaje por temor a escocer, debe ofrecerlo entero. Con tanta mayor delicadeza y tacto cuanto mayor sea el sufrimiento provocado por la confrontación. La doctrina del perdón, las exigencias de la verdad y de la justicia, la memora crítica del pasado, crean resistencias. Pero es preciso ofrecerlas con la convicción de que el mensaje cristiano de la Reconciliación es una medicina saludable. c) Expresar gestualmente la realidad de la reconciliación. La liturgia de la Iglesia es una cantera excelente. La celebración de la Eucaristía, que actualiza la Reconciliación operada en la Muerte y Resurrección de Jesucristo y anuncia la plena y definitiva Reconciliación futura, ofrece valiosos recursos. Habríamos de subrayar (como se hace en bastantes de nuestras comunidades parroquiales y colegiales) ciertos gestos como el Rito de la Paz, recitar con alguna frecuencia la Plegaria eucarística segunda de la Reconciliación, acentuar los numerosos pasajes oracionales del Ordinario de la Misa que aluden a la paz, escoger, cuando sea posible, lecturas bíblicas adecuadas, introducir cantos animados de este espíritu, realizar celebraciones de la Palabra centradas en la reconciliación. La Iglesia dispone de un Sacramento del Perdón cuya celebración contiene potencialidades reconciliadoras aún no actualizadas, ni siquiera descubiertas. Alguna tesis doctoral de otras latitudes dedica un capítulo a explorar estas posibilidades.
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Encuentros oracionales como la marcha anual a Aranzazu y la magna concentración del año 2001 en Armentia, son asimismo gestos que, al tiempo que piden el don de la reconciliación, expresan públicamente la conciencia de la Iglesia ante nuestra sociedad. Si, como esperamos, la reconciliación ha de requerir dedicación intensiva en el futuro próximo, bueno será que nuestra Iglesia actualice su creatividad y organice iniciativas de este tenor. d) Participar en iniciativas cívicas orientadas a una auténtica reconciliación. Movimientos sociales e instancias oficiales están ocupados en procurar la reconciliación y preocupados por impulsarla. A los cristianos corresponde colaborar, previo discernimiento, en estas iniciativas contribuyendo si es necesario a mejorarlas en su concepción y a secundarlas en su realización. Puesto que las diversas sensibilidades políticas tendrán su propia visión de la reconciliación necesaria y no siempre sabrán resistir a la tentación de hacerla prevalecer incluso en sus aspectos más sesgados y discutibles, será necesario que los creyentes que pertenecen a estos movimientos o instancias o simplemente sean ciudadanos de a pie, constituyan un tejido conjuntivo que procure la cohesión, evite la disgregación y mejore la concepción y realización. e) Promover la «cultura de la paz». La prolongada confrontación, incluso después de la paz, suele dejar un sedimento de actitudes intransigentes, intolerantes, incluso violentas. Solo una cultura de la paz neutraliza o amortigua estas actitudes. La cultura de la paz está reclamando una educación para la paz. Tal educación tiene como campo imprescindible el área escolar. Los colegios eclesiales tienen aquí una tarea indeclinable que durante años van realizando cada vez con mayor intensidad. Pero la educación no se reduce al área escolar. Es necesaria también una educación social que requiere la contribución de los Medios de Comunicación Social por encima de sus posiciones ideológicas. En esa escuela académica y social hemos de realizar un aprendizaje de determinados valores entrañados en la cultura de la paz: el respeto a la dignidad humana, la solución de los conflictos mediante el diálogo, el pedir perdón y perdonar, la empatía ante el sufrimiento ajeno.
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f) Curar las heridas. El efecto más patente y más doloroso de las confrontaciones destructivas son las víctimas, todas las víctimas. En ellas queda, incluso tras la deseada pacificación, la marca de la injusticia y del sufrimiento. No sería seguidora de Jesús, el Buen Samaritano, una Iglesia que no ungiera con su aceite y desinfectara con su vino las heridas de todas las víctimas. No lo sería tampoco si discriminara a unas víctimas en aras de otras. La Iglesia ha de estar dispuesta a quedar mal ante muchos por atender a todos. He aquí una labor que corresponde a todos los cristianos, desde el Obispo hasta la comunidad más reducida o los cristianos más anónimos. Las comunidades cristianas estamos llamadas a ser lugares de memoria y esperanza para todas las víctimas. La acogida generosa, la escucha empática, la ayuda abnegada a sus necesidades físicas o psicológicas, el acompañamiento al recabar servicios sociales serán signos de la seriedad de nuestro compromiso con ellas. Conozco ejemplos admirables que se han dado en nuestras iglesias. Lamento las deficiencias u omisiones que se hayan dado en el ejercicio de este ministerio. Propongo y pido una dedicación intensiva a él. Pistas para la reflexión y el diálogo 1. Actualmente, la misión reconciliadora de la Iglesia ¿Qué dificultades o recelos encuentra, ya sea en su interior o en su entorno social? ¿cuales son las posibles causas? y ¿cuáles sus consecuencias? 2. Para responder a los requerimientos de esta misión reconciliadora de la Iglesia ¿qué hemos de cuidar o promover especialmente en nuestra comunidad cristiana? Sugiere algo concreto y realizable que pueda ser asumido como compromiso de grupo. 3. ¿Cuál va a ser mi implicación o compromiso personal en la misión reconciliadora de la Iglesia?
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6. Busca la paz y corre tras ella 3. Orar por la paz
“Busca la paz y corre tras ella” (Salmo 34,15) 3. Orar por la paz Presentación Convencidos de que la oración comunitaria ha de prepararse siempre teniendo presentes las condiciones concretas de las personas que participan en ella, en este cuadernillo sólo ofrecemos unos materiales básicos como ayuda a los grupos que desean orar juntos por la paz. Aquí podréis encontrar: 1. Unas pistas para introducir y motivar el encuentro de oración. Son unos fragmentos entresacados de la Conferencia de Mons. Juan María Uriarte sobre “El papel de la Iglesia del País Vasco en la pacificación de Euskadi”. 2. Unas expresiones oracionales para el inicio del encuentro comunitario. 3. Una propuesta para escuchar abundantes palabras bíblicas en torno a la paz: “La Palabra de Dios llueve sobre nosotros”. 4. Unas sugerencias sobre posibles modos de participación en la plegaria de acogida o respuesta a la Palabra: “Compartimos los ecos de la Palabra en nosotros”. 5. Algunas ideas acerca de un posible signo del compromiso de construir la paz en la conclusión del encuentro. Los cantos que habrán de acompañar los diversos momentos del encuentro comunitario, así como otros posibles elementos del mismo, quedan enteramente en vuestras manos.
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ORAR POR LA PAZ (Materiales para preparar un encuentro de oración)
Introducción al encuentro (A partir de los textos que ofrecemos a continuación, y teniendo presentes las circunstancias concretas del grupo que se reúne, se puede adaptar de la forma más conveniente una introducción para ambientar este encuentro de oración. Si se considera oportuno puede incluso leerse íntegramente, por una o dos personas, el texto que ofrecemos. Los asistentes lo escuchan sentados. Esta introducción concluye informando a los asistentes del esquema del encuentro, de las distintas partes que va a tener nuestra oración).
El significado de nuestra oración por la paz En pocas áreas de nuestra vida colectiva experimentamos tanto la fragilidad de nuestros proyectos y la inestabilidad de nuestros pasos como en el campo de la pacificación. Es un terreno volcánico; una materia fácilmente inflamable. No es extraño que bastantes desesperen o, al menos, desistan. Pasaron en este punto los tiempos del optimismo colectivo. Ahora nos acompaña la esperanza probada y, en parte, herida. Los cristianos sabemos que la oración, flor y fruto de la esperanza, se sitúa muy connaturalmente en el hueco existente entre el optimismo presuntuoso y el pesimismo desesperado. Ahí hemos de situarnos los creyentes. Desde ahí hemos de redoblar la oración por la paz. No se trata de declinar nuestras responsabilidades abandonándolas, con un providencialismo, no exento de pereza, “en las manos de Dios”. Se trata de reconocer que el bien de la paz de nuestra sociedad es una gracia que demanda nuestro ingenio, nuestra tenacidad, nuestra competencia, nuestra flexibilidad, nuestra altura de miras, pero desborda las posibilidades reales encerradas en ese nuestro esfuerzo.
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• Oramos, pues, por la paz porque no basta cuanto podemos hacer por ella y para que no nos falte el aliento y el coraje de comprometernos con ella. • Oramos para trabajar más y mejor por la paz. • Oramos para expresar que existe entre nuestro deseo y nuestras fuerzas una desproporción que sólo la gracia del Señor puede compensar. • Oramos para ser, con el Espíritu, constructores de la paz. Orar es nuestro compromiso más específicamente creyente para cumplir este alto encargo del Señor. En la oración por esta grave necesidad evocamos espontáneamente las palabras de un himno de la liturgia de las horas: “Nos dejaste un campo de batalla y nos dijiste: construid la paz.”
Los efectos de la oración por la paz • La oración por la paz no sólo alimenta, sino que sostiene en el que ora la esperanza de paz. La planta de la esperanza es muy delicada y está bastante enferma en nuestra sociedad. Los cristianos hemos de insuflarle el aliento que recibimos precisamente orando por la paz. • La oración pacifica a quien la practica, así como, según S. Agustín, el canto pacifica a los caminantes. Un interior pacificado está preparado para ser pacificador. • La oración nos ayuda a comprender que la paz es un querer y no poder (“gure nahia eta gure ezina” como dice uno de nuestros poetas). Nos ayuda a tomar conciencia de la desproporción entre lo que pedimos y lo que podemos. Lejos de convertirnos en autosuficientes, nos hace humildes demandantes. • La oración ensancha nuestra paciencia. Nos da fuelle para esperar sin desistir. La resistencia es capital en un proceso largo y laborioso, con sus avances y retrocesos. • La oración estimula nuestra actividad y nuestra creatividad. La inquietud encendida en la oración (que no es contradictoria con la paz) nos conduce al compromiso activo de la caridad. “La caridad es ingeniosa” (Pablo VI). El ingenio vertido en el surco de la paz engendra iniciativas que acaban consiguiendo lo que pretenden. No nos cansaremos de repetir: “Señor Jesús, venga a nosotros tu Paz”. 147
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Oración inicial: (Puede emplearse una de las dos expresiones siguientes, recitada conjuntamente por todo el grupo o por quien preside o anima el encuentro)
Señor Dios nuestro: Nos reunimos en tu nombre para escuchar juntos, de nuevo, tu llamada a vivir como hijos tuyos en paz y fraternidad. Nos encontramos en tu presencia para expresarte nuestros deseos de paz y presentarte nuestras dificultades para alcanzarla. Nos dirigimos a ti para recibir tu luz y tu fuerza como ayuda para proseguir la construcción entre todos de una paz para todos. Tu eres nuestra paz, por eso te perdimos que escuches nuestra oración y avives nuestra esperanza. A Ti, Señor, te invocamos: Dios de la verdad y la vida, R/ Guía nuestros pasos por el camino de la paz. Dios del amor y la justicia, R/ Guía nuestros pasos por el camino de la paz. Dios de la libertad y la paz, R/ Guía nuestros pasos por el camino de la paz. Dios del perdón y la reconciliación, R/ Guía nuestros pasos por el camino de la paz.
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Dios y Padre nuestro, que en una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, diriges las voluntades para que se dispongan a la reconciliación. Tu Espíritu mueve los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión. Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza. Acudimos a ti, por medio de Jesucristo nuestro Señor, en busca de luz, de fuerza y de esperanza, para encontrar y seguir el camino que lleve a este pueblo, tuyo y nuestro, a la meta de la paz.
La Palabra de Dios “llueve sobre nosotros” Monición: El profeta Isaías dice en nombre de Dios: “Como la lluvia y la nieve caen del cielo, y sólo vuelven allí después de haber empapado la tierra, de haberla fecundado y hecho germinar, para que dé simiente al que siembra y pan al que come, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cabo mi encargo” (Is 55,10-11).
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Vamos a escuchar y abrir nuestro corazón a la Palabra de Dios, para que como lluvia mansa penetre en nuestro espíritu haciendo germinar y crecer en nosotros deseos y compromisos de paz. Como gotas de agua, llegan a nosotros las palabras del Antiguo Testamento que nos hablan de la paz. Dispongámonos a acogerlas como tierra sedienta. (Seguidamente, dos o más lectores –alternándose- proclaman pausadamente los textos de la Palabra, intercalando breves silencios. Puede ponerse como fondo de la lectura una suave música de ambiente.)
Proclamación de la Palabra • El Señor, te bendiga y te guarde, haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz (Num 2,24-26). • Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ez 36,26). • De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo; no se adiestrarán para la guerra (Is 2,4). • Cuando se derrame sobre vosotros un espíritu de lo alto, morará en el desierto el derecho y en el vergel habitará la justicia; el fruto de la justicia será la paz. Y habitará mi pueblo en albergue de paz (Is 32,15-18). • ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz! (Is 52,7). • Haré que te gobierne la paz y que la justicia sea tu soberano. No se volverá a hablar de violencia en tu tierra, ni de ruina o destrucción en tu territorio (Is 60,17-18). • Vivirán seguros, porque Dios extenderá su poder hasta los confines de la tierra. El mismo, será la paz ( Miq 5,3-4). • ¿Quién hay que ame la vida y desee ver días felices? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la mentira, apártate del mal y haz el bien, busca la paz y corre tras ella (Sal 34,13-15). • Alabad al Señor, hijos de Dios. El Señor bendice a su pueblo con la paz (Sal 29,11).
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Monición: El cuarto evangelista pone en boca de Jesús estas palabras: ”Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba” (Jn 7,37). Sedientos de paz, nos acercamos a esa fuente que es Jesús, guiados por las palabras de los evangelios.
Proclamación de la Palabra • Por la misericordia entrañable de nuestro Dios nos visitará un sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1,78-79). • Cuando Jesús nació, una multitud de ángeles alababa a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor! (Lc 2,13-14). • Dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). • Si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda (Mt 5,23-24). • Habéis oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. De este modo seréis dignos hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5,43-45). • Entonces Pedro preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete” (Mt 18,21-22). • Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán que sois discípulos míos (Jn 13,34-35). • La paz os dejo, mi paz os doy. Una paz que el mundo no os puede dar. No os inquietéis ni tengáis miedo (Jn 14,27).
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Monición: San Pablo describe la tarea del apóstol del Evangelio como la de “el que planta y el que riega”, porque sólo “es Dios quien hace crecer” y añade: “vosotros sois campo que Dios cultiva” (Cfr 1 Cor 3,6-9). En la tierra bien dispuesta de nuestra comunidad cristiana recibimos ahora el riego abundante de palabras de paz y reconciliación esparcido por las Cartas apostólicas.
Proclamación de la Palabra • Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Vivid en armonía unos con otros y no seáis altivos, antes bien poneos al nivel de los sencillos. Y no seáis autosuficientes. A nadie devolváis mal por mal; procurad hacer el bien ante todos los hombres. Haced lo posible, en cuanto de vosotros dependa, por vivir en paz con todos (Rm 12, 14-17). • El reino de Dios no consiste en lo que se come o lo que se bebe; consiste en la fuerza salvadora, en la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo. Y quien sirve a Cristo de este modo, es grato a Dios y estimado por los hombres. Así pues, busquemos lo que fomenta la paz y la concordia de unos con otros (Rm 14,17-19). • Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os pongáis de acuerdo para que no haya divisiones entre vosotros, sino que conservéis la armonía en el pensar y en el sentir (I Cor 1,10). • Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación (II Cor 5,18). • Es cierto, hermanos, que habéis sido llamados a la libertad. Pero no toméis la libertad como pretexto para vuestros deseos desordenados; antes bien, haceos esclavos los unos de los otros por amor. Pues toda la ley se cumple si se cumple este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis unos a otros, acabaréis por aniquilaros mutuamente (Gal 5,13-15). • Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo (Gal 5,22).
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• No nos cansemos de hacer el bien, porque si no desmayamos, a su tiempo cosecharemos. Por tanto, siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos (Gal 6,9-10). • Cristo es nuestra paz. El ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba. Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para vosotros los que estabais lejos y paz también para los que estaban cerca (Ef 2,14.17). • Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos los unos a los otros con amor. Mostraos solícitos en conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu (Ef 4,2-3). • Desterrad la mentira: que cada uno diga la verdad a su prójimo, ya que somos miembros los unos de los otros. Si os dejáis llevar de la ira, que no sea hasta el punto de pecar y que vuestro enojo no dure más allá de la puesta del sol (Ef 4,25-26). • Que desaparezca de entre vosotros toda agresividad, rencor, ira, indignación, injurias y toda suerte de maldad. Sed más bien bondadosos y compasivos los unos con los otros, y perdonaos mutuamente, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo (Ef 4,31-32). • Estad, pues, en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad, bien calzados vuestros pies para anunciar el evangelio de la paz (Ef 6,14-15). • Que todo el mundo os conozca por vuestra bondad. El Señor está cerca. Que nada os angustie; al contrario, en cualquier situación presentad vuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús (Flp 4, 5-7). • Soportaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga motivos de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo, revestios del amor que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones; a ella os ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sed agradecidos (Col 3,13-15). • Te recomiendo ante todo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres: por los gobernantes y todos los que tienen autoridad, para que podamos gozar de una vida tranquila y sosegada ple-
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namente religiosa y digna. Deseo, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos limpias de ira y altercados (1 Tim 2,1-2.8). • La sabiduría de arriba es en primer lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. En resumen, los que promueven la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación (Sant 3,17-18). • No devolváis mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición (1 Ped 3,9). • Quien dice que está en la luz y odia a su hermano, todavía está en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y nada le hará tropezar. Sin embargo, el que odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a donde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos (I Jn 2,9-11). • Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.Y nosotros hemos recibido de Él este mandato: que el que ama a Dios, ame también a su hermano (I Jn 4,20-21).
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Compartimos los ecos de la Palabra en nosotros Monición Isaías afirma en nombre de Dios “la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío”. Por eso, después de escuchar la Palabra, en nuestra oración dialogamos con Dios; respondemos a su Palabra. (Según las circunstancias concretas del grupo que comparte la oración podemos seleccionar una de las siguientes modalidades de respuesta: • Hacemos eco a la Palabra escuchada: repitiendo cada uno aquellas palabras concretas que han tocado especialmente su mente o su corazón. • Hacemos oración de petición y/o acción de gracias a Dios expresando cada uno aquello que nos ha sugerido la escucha de la Palabra. • Manifestamos nuestros propósitos o compromisos personales ante la llamada que hemos recibido a través de la Palabra. Si el encuentro de oración reúne a un grupo numeroso, este eco a la Palabra debe estar convenientemente preparado por un pequeño grupo que anime la oración. Pero siempre es aconsejable dejar un espacio abierto a la participación de todos. Si parece oportuno, puede emplearse -adaptada convenientemente- la siguiente propuesta de oración. Unos lectores proponen los textos y todo el grupo se une a la oración repitiendo las peticiones finales).
Oración compartida: Dice Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy” y nosotros queremos acoger su paz como don y como tarea. Acogemos la paz de Cristo en nuestros corazones y nos comprometemos en el trabajo de construir la paz entre todos y para todos. Como cristianos nos sentimos llamados a orar y trabajar por la paz. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Sabemos que la paz verdadera sólo se construye desde el reconocimiento del valor de la persona humana y el respeto de su dignidad. Que es necesario encontrar la paz en la intimidad de cada persona para hacernos sujetos activos de pacificación. 155
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Necesitamos experimentar la fuerza humanizadora del amor. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que donde haya odio, yo ponga amor. Vivimos en una sociedad plural, con variadas diferencias ideológicas, culturales, políticas… Queremos el acercamiento respetuoso de unos y otros, en espacios de convergencia, libertad y tolerancia. Buscamos el diálogo entre personas, grupos e instituciones para superar las distancias existentes. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que donde haya discordia, yo ponga unión. Cargamos sobre nuestras espaldas una historia de sufrimientos y pérdidas irreparables. Nadie va a devolvernos el pasado y no queremos retornar a él. No podemos ni pretendemos olvidarlo, pero sí superarlo por el camino del perdón y la reconciliación. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que donde haya ofensa, yo ponga perdón. Reconocemos que la paz sólo se abre paso a la luz de la verdad y que el camino para lograrla es el de la autenticidad, sin ocultamientos ni tergiversaciones de la realidad. Queremos hacer de la sinceridad nuestra actitud personal y de la transparencia una exigencia social. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que donde haya mentira, yo ponga verdad. Aceptamos que la construcción de la paz requiere un esfuerzo constante. El momento social en que nos encontramos ha de avanzar superando tensiones y dificultades. Nadie debe renunciar por cansancio a alcanzar la meta de la paz, ni a recorrer el trecho que aún nos separa de ella. La paz será siempre una tarea permanente en nuestra convivencia social. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que donde haya desánimo, yo ponga esperanza. 156
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Como hijos e hijas que necesitamos de la fuerza, la ayuda y la protección del Padre oramos (uniendo fraternalmente nuestras manos) con las palabras que Jesús nos enseñó. Padre nuestro... Gure Aita...
Saludo de paz y conclusión del encuentro Invitación al saludo de paz: Después de elevar al cielo nuestras manos “limpias de ira y de divisiones” las ofrecemos a los demás en señal de paz, de amistad, de fraternidad. Démonos, como hermanos, un signo de paz.
Presentación y entrega de un signo (Se pueden distribuir entre los asistentes o unas semillas o un poco de arena. Mientras se canta algo apropiado al símbolo elegido.)
Como dice el libro del Eclesiastés “Todo tiene su tiempo y su momento, todas la tareas bajo el cielo:... tiempo de sembrar, tiempo de segar;... [tiempo de derruir, tiempo de construir…]”(Cfr 3,1-9) Ahora, en el camino de la paz, es tiempo de sembrar [o tiempo de construir] por eso cada uno de nosotros recibe unas semillas [o un poco de arena] como símbolo de la paz que queremos sembrar [o construir], entre todos y para todos. en medio de nuestro pueblo con nuestras actitudes y compromisos.
Bendición y despedida (Se puede utilizar como fórmula de bendición la antigua expresión del libro de los Números 6,22-26 adaptándola convenientemente en su expresión a la primera o segunda persona del plural.)
El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz. 157
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Índice 1. Presentación ........................................................................................................ 3 2. Más que palabras.................................................................................................... 7 3. Convivir. Adviento 2003 .................................................................................... 33 4. Conflicto en el País Vasco y comunidad eclesial (X. Etxeberria) .......................... 45 5. La Reconciliación. Más allá de la Justicia – Adiskidetzea, justiziatik haratago ...... 63 Presentación.................................................................................................. 65 1. Testimonio de Carmen Hernández .......................................................... 68 2. Reacciones ................................................................................................ 74 3. La reconciliación. Reflexión del Seminario Alboan. ................................ 84 4. Epílogo. Reflexión del Seminario Cristianisme i Justícia .......................... 92 Cuestionario para la reflexión personal ...................................................... 96 6. Busca la paz y corre tras ella ................................................................................ 97 Presentación.................................................................................................. 99 1. La paz, nuestro objetivo ........................................................................ 101 2. Reconciliar .............................................................................................. 119 3. Orar por la paz ...................................................................................... 145
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