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José L. Nieto Amada y Eugenio Simón Gros
BIOLOGÍA DE LAS POBLACIONES DEL PIRINEO
José L. Nieto Amada* Eugenio Simón Gros**
La llamada del Instituto de Estudios Altoaragoneses ha hecho posible esta Reunión para debatir la Antropología de las poblaciones actuales y pretéritas del Pirineo. El tema no es original pero debemos reconocer que se encontraba injustamente abandonado. Las poblaciones pirenaicas constituyen uno de los núcleos humanos más interesantes de la actual antropología española. Por un lado, los factores geográficos, especialmente el clima y el relieve, han intervenido, decisivamente, en la diferenciación tipológica de estas gentes; por otra, los restringidos movimientos migratorios ocurridos hasta ahora en estas tierras pueden transformarse, con nuestra integración europea, en contactos fluidos y permanentes con poblaciones hasta ahora muy distantes. La intensa endogamia de algunas zonas pirenaicas debe verse remodelada sin duda con nuevos flujos genéticos, de indudable incidencia en la antropología física de estas comarcas. La iniciación de estas Jornadas exige una rápida síntesis de los estudios realizados hasta ahora. A este respecto hay que resaltar la labor pionera ejercida durante más de veinte años por el doctor don Santiago Alcobé, catedrático de Antropología de la Universidad de Barcelona, con meritosos trabajos iniciales sobre la antropología de los altos valles de Arán, Andorra y Cerdeña, ampliados más tarde a otras comarcas pirenaicas, en especial altoaragonesas. Muy extensa e importante es la obra antropológica del profesor D. Miguel Fuste, todavía imprescindible para conocer a las poblaciones antiguas no modernas, asentadas en la cordillera, y cuyo fruto más conocido y polémico es la descripción de un tipo conocido como pirenaico-occidental. El mismo Fuste publicará en 1962, en colaboración con Pons, su conocida monografía
Universidad de Zaragoza. Colegio Universitario de Huesca.
Actas de la I Reunión para el Estudio Antropológico de las Poblaciones del Pirineo (Huesca, 14-15 de diciembre de 1990), Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1992.
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE LAS POBLACIONES DEL PIRINEO
titulada "La población aragonesa. Estudio antropológico", obra muy meritoria, con un planteamiento metodológico muy acertado y en la que abordarán, de forma exhaustiva, las diferentes antropologías existentes de los altos valles de Echo y Tena con la comunidad limítrofe de Jaca. Igualmente hay que incidir en las publicaciones de Hoyos, Carrión y Hernández sobre la hematología aragonesa, trabajos por otro lado que mantienen hoy un valor más testimonial que práctico. Con un cariño especial recordamos aquí las descripciones antropológicas recogidas, casi siempre con más voluntad que rigor científico, en algunos textos etnológicos, ya con vitola de clásicos como los de Violant y Simorra, recientemente reeditado, o Bosch Gimpera, y que pese a su superficialidad han servido para estereotipar determinados rasgos antropológicos de las gentes pirenaicas. Por otra parte, desde hace algunos años se asiste con esperanza a un renacer del saber antropológico en España, circunstancia a la que no es ajena la actividad desplegada por las cátedras de Anatomía de algunas Universidades españolas. En Zaragoza, nuestro Seminario Universitario de Antropología ha desarrollado un ambicioso programa de Bioantropología, iniciado con un modelo de Crania aragonesa, realizado por los coordinadores de estas Jornadas y que incluye trabajos sobre somatometría y cefalometría de la población adulta e infantil aragonesa, incluyendo la aceleración adulta diacrónica, la craneometría y los marcadores genético-moleculares, con especial referencia a las frecuencias y principales haplotipos de los grupos sanguíneos ABO, Rh, HLA y a la captación gustativa de la feniltiourea. Junto a estos trabajos, ya concluidos, otros sobre los caracteres no métricos del cráneo aragonés y del esqueleto apendicular acaban de perfilar la bioantropología de las comarcas aragonesas y entre ellas de las pirenaicas. En su monografía, Violant y Simorra recoge que los individuos del Pirineo aragonés son hombres de alta estatura, raza fuerte y vigorosa, hechos a un clima adusto y recio. Los vasconavarros también muestran talla elevada, cabeza de sienes abultadas y cara alargada y estrecha que afecta la forma de un triángulo invertido. En los Pirineos catalanes, el tipo ribagorzano y el pallarés no son generalmente tan altos como sus compatriotas occidentales, aunque tampoco pequeños, abundando más los tipos altos en el valle de Aneo. Los andorranos, como sus vecinos del Urgellet, son delgados de estatura media, más bien pequeños, aunque vigorosos y apacibles de carácter.
Nuestros estudios confirman la elevada estatura de las poblaciones pirenaicas, especialmente en el Serrablo y la Jacetania, con diferencias que, como señalan FUSTE y PONS, llegan a ser significativas entre los habitantes de los altos valles de Echo y Tena y los de tierras más abiertas y relativamente próximas. El ansotano también es alto y delgado, muy tieso, no escaseando las tallas de 1,80 m y aun superiores. La sagacidad popular también acierta cuando sitúa en estas tierras pirenaicas a grupos étnicos de notable estatura. Sallentino era Fermín Arrudi, gigante de 2 m 29 cm, tañedor de laúd, guitarra y requinto, jotero de voz potente y que ha pasado a la pequeña historia aragonesa tanto por los méritos artísticos como por su excepcional anatomía. Es sabido que en la talla, por su carácter polialélico, intervienen varios segmentos corporales. Según los valores de nuestros estudios, el índice córmico señala que los bustos pirenai-
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cos resultan proporcionalmente más cortos que los encontrados en el valle del Ebro. En cambio, la altura ilioespinal, la más precisa para conocer la longitud del miembro inferior, resulta de nuevo favorable a las poblaciones del Pirineo aragonés. Lo mismo sucede con el peso, con valores máximos en Jacetania, Serrablo, Sobrarbe y en la franja prepirenaica de Huesca y Barbastro. Los brazos son cortos, tanto en longitud absoluta como al relacionarlos porcentualmente con las piernas. Es conocido que la población española está considerada como una de las más dolicocéfalas de Europa. Según nuestros datos, las actuales poblaciones pirenaicas tienden hacia la mesocefalia, con mayoría de dolicocéfalos en la porción central del Pirineo, circunstancia ya señalada por OLÓRIZ. En cuanto a la altura cefálica de los aragoneses, nuestros estudios demuestran que estos valores son máximos en la mitad septentrional de Aragón, sobre todo en las comarcas próximas a Cataluña, entre ellas las del Sobrarbe y la Ribagorza. Respecto al índice facial, los índices de la mitad oriental del Pirineo aragonés resultan inferiores a los de su mitad occidental. Los pómulos salientes y las narices leptorrinas parecen ser comunes en todo el Pirineo. En las poblaciones pirenaicas el cabello y los ojos muestran una intensa pigmentación, con fuerte incidencia de pelo negro y de ojos castaños oscuros, tanto en los valles navarros como en los de la Jacetania y el Serrablo. Los cabellos rubios, según los datos que hemos aportado, sólo abundan en la zona prepirenaica de las Bardenas y Cinco Villas. Los perfiles nasales son rectos, siendo poco frecuentes los convexos y los cóncavos, estos últimos con apenas significación entre las gentes del Pirineo. El estudio de marcadores genético-moleculares ha significado un avance importante en el conocimiento de las poblaciones pirenaicas, gracias sobre todo a los ambiciosos trabajos de Serena, Vallés y de nosotros mismos. Según estos resultados, el Pirineo aragonés se caracteriza por los elevados porcentajes de individuos pertenecientes al grupo O, que llega a alcanzar valores superiores al 52%. Otro hecho significativo recogido por nosotros es la baja incidencia que tiene el grupo B, con promedios que igualan o se sitúan por debajo de los valores descritos para la población vasca (6%), como sucede en el Sobrarbe y Ribagorza, cifras que deben considerarse entre las más bajas de Europa. En cuanto al grupo Rh negativo se mantienen porcentajes altos en la mitad occidental del Pirineo aragonés (Jacetania, Serrablo) y más bajos en la oriental (Ribagorza). Los temas esbozados van a ser motivo de discusión en las presentes Jornadas y, por qué no, en otras sucesivas. Es probable que tras su conclusión no hayamos encontrado una individualización categórica de las gentes del Pirineo. Nuestra experiencia nos inclina a sostener que, en los valles pirenaicos, los rasgos biológicos de sus gentes suelen confundirse con los de las comunidades vecinas, recorriendo en pausada transición las diferencias antropológicas entre uno y otro extremo. Por eso, al menos nosotros consideramos que el patrimonio genético que poseen estas poblaciones del Pirineo está, hoy por hoy, mucho más compartido que sus acervos culturales. Confiamos en que al finalizar los debates propuestos en estas Jornadas conozcamos mejor la morfología y la genética de los habitantes de estas tierras.