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Francisco Rosell, Mercedes Catasús y Domingo Campillo
GRUPOS SANGUÍNEOS EN LA EDAD MEDIA
Francisco Rosell* Mercedes Catasús* Domingo Campillo*
El sueño de muchos investigadores de poder conocer los grupos sanguíneos de poblaciones antiguas parece conseguido. Desde las experiencias iniciales de autores como BOYD (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7) y CANDELA (8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15), que ya pertenecen a la historia, el recorrido ha sido largo y probablemente queda pendiente un largo trecho. Durante todo este tiempo, algunos autores han puesto en entredicho las diversas técnicas de determinación de los grupos sanguíneos (16, 17), que a la vez han sido defendidas por muchos otros (18, 19). Se debe a la escuela italiana de Pisa el desarrollo y el perfeccionamiento de las técnicas que actualmente son aceptadas por la gran mayoría de autores. La escuela de Pisa y en especial la doctora Silvana Maria BORGOGNINI son los máximos exponentes de la progresión en el tema (20, 21, 22, 23, 24, 25). En la actualidad, el reto queda planteado en aumentar aún más la sensibilidad y la especificidad de las técnicas. A la vez, la simplificación de la complejidad técnica. También, en lo posible, se intenta el ahorro de la máxima cantidad de material óseo antiguo en los estudios. Debe tenerse también presente que nuevas técnicas bioquímicas y de biología molecular abrirán en un futuro próximo nuevos campos y nuevos horizontes en los estudios de Historia y Antropología (26). La historia de la determinación de los grupos sanguíneos en restos óseos antiguos nos muestra determinados aspectos a considerar: desde un principio, los resultados mostraban algu-
Barcelona.
Actas de la I Reunión para el Estudio Antropológico de las Poblaciones del Pirineo (Huesca, 14-15 de diciembre de 1990), Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1992.
nas discrepancias que no parecían a primera vista tener lógica, tal es el caso de la relativa elevada frecuencia de grupos AB (4, 6, 9). La respuesta de distintos autores fue pensar en una contaminación y, por tanto, intentaron mejorar las técnicas con maniobras de concentración y purificación de los extractos antigénicos responsables de los grupos sanguíneos ABO. Unos años más tarde, ocurrió exactamente lo mismo al grupo de investigadores de Pisa (27), siendo la respuesta análoga a la de los investigadores que les habían precedido en unos 35 años. Las técnicas sufrieron un nuevo proceso de acentuación de su complejidad para eliminar una supuesta contaminación. Como se expondrá posteriormente, los resultados obtenidos por muchos autores difícilmente pueden interpretarse como artefactos dado que la reproductibilidad de las técnicas queda fuera de duda. La explicación a un predominio aparentemente inexplicado de grupos AB no puede ser la contaminación de los antígenos. Según nuestra hipótesis de trabajo, el predominio de AB podría valorarse como consecuente a una marcada endogamia, que aumenta los homocigotos sin variar el equilibrio genético (28). En determinadas poblaciones estudiadas en los últimos años, se aprecia claramente un gran predominio del grupo AB, que llega a ser del 57.89% en judíos que vivieron en Jerusalén 100 años a. C. (29).
Técnica
En el desarrollo de la nueva técnica de determinación del grupo sanguíneo ABO en restos óseos medievales, pueden considerarse las modificaciones realizadas en distintos niveles y pasos intermedios. También, las aportaciones de cada modificación en la consecución de una nueva técnica de aplicación más sencilla y más fiable. Los esfuerzos realizados en la puesta a punto de la técnica se han orientado de un modo distinto a los referidos hasta la actualidad. No se ha pretendido extraer mayor cantidad de antígeno responsable del grupo sanguíneo ABO. Tampoco se han orientado las modificaciones hacia la purificación de los antígenos, dado que no se nos ha presentado problema con los no diagnosticables. En muchas series, el 20-30% de huesos no son diagnosticables con las técnicas clásicas descritas (30). En nuestro caso, a partir de la técnica de CONNOLLY (31), y probablemente por la introducción de potenciadores de las reacciones de antígeno y anticuerpo, así como por el uso de anti H monoclonales, se ha alcanzado una máxima sensibilidad y especificidad (32). Se logra un máximo aprovechamiento de los antígenos extraídos sin necesidad de añadir complejidad a la técnica. Las maniobras de purificación y concentración hacen que una técnica sea más accesible a parasitaciones y, por tanto, puede obtenerse un resultado totalmente opuesto al objetivo inicial.
a) Extracción antigénica Como ya se ha comentado, la evolución de las técnicas de determinación de los grupos sanguíneos en restos antiguos viene marcada, entre otros aspectos, por un esfuerzo en mejorar la extracción de los carbohidratos, glucolípidos y glucoproteínas responsables de la determinación de los grupos sanguíneos.
En 1951, KITAGAWA usó etanol y la técnica de extracción fue mejorada por YEN unos años más tarde (33, 34). Más recientemente, MUKOYAMA, de la escuela japonesa, mejoró los resultados obtenidos usando extracción con cloroformo y metanol. KELLERMAN (35, 36) y fundamentalmente la escuela italiana liderada por BORGOGNINI (25) usaron EDTA para decalcificar y extraer antígenos libres de componentes inorgánicos con posibles componentes inhibitorios. La escuela de Budapest representada por LENGYEL usó también la extracción de EDTA como paso previo a una técnica de inmunofluorescencia.
Con todas estas variaciones no fue posible bajar del 20% de huesos no diagnosticables (29). En nuestro caso, se usó la extracción acuosa de antígeno mediante el uso del reactivo de Alsevers en el desarrollo de la primera parte de la técnica modificada de CONNOLLY (31). También se usó la extracción acuosa para el desarrollo de la segunda parte de la técnica de detección de sustancia H. Los resultados fueron buenos al superarse el problema de los posibles restos óseos no diagnosticables, lo que interpretamos como debido a las variables ya mencionadas de buena extracción antigénica y buena detección de los antígenos con anticuerpos monoclonales con alta sensibilidad y especificidad para los determinantes de grupo ABO humanos.
b) Filtración y concentración Constituye un apartado al que históricamente se le ha dado una gran importancia. La doble razón que lo justifica ya se ha comentado: por un lado, la aparición de determinados predominios de grupos, en especial del grupo AB (9, 29, 32), en el estudio de poblaciones antiguas. Estos predominios llevaron a pensar que existían interferencias y que la solución era filtrar repetidamente los antígenos para evitarlas. Por otro lado, el hecho de existir entre un 20 y un 30% de restos no diagnosticables se intentó mejorar a base de concentrar los extractos antigénicos responsables de los grupos sanguíneos ABO. Se pensaba que los antígenos extraídos eran escasos y que una buena manera de ponerlos en evidencia era concentrarlos. Fundamentalmente, las maniobras de filtración y de concentración se realizan o bien con la ayuda de una columna Sephadex G-25 o mediante un aparato tipo Amicon 52 usando una membrana UM2 (29, 37). Otros autores han usado la filtración con Sephadex G-75 y Sephadex G-200 (38). Es evidente que la posibilidad de determinar el grupo sanguíneo ABO en un resto óseo está relacionada con la posibilidad de obtención del antígeno responsable. Diversos autores han demostrado la correlación entre la posibilidad de diagnóstico de grupo sanguíneo ABO, y por tanto la presencia de los antígenos responsables, con la cantidad de Nitrógeno orgánico de la muestra estudiada. PAOLI (30) correlacionó el contenido de Nitrógeno orgánico con la intensidad de la reacción de inhibición de la hemaglutinación. BORGOGNINI (25-38) la correlacionó con la cantidad de Nitrógeno orgánico y también con los niveles de proteínas y de hidratos de carbono que presentaban las glucoproteínas responsables del grupo sanguíneo ABO. Se acepta que para poder determinar el grupo sanguíneo en un determinado resto óseo antiguo se precisa un 1-4% de Nitrógeno orgánico en el hueso estudiado (21).
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En nuestro estudio no se ha determinado la cantidad de Nitrógeno orgánico, tampoco el nivel de proteínas ni de carbohidratos dado que los niveles de antígeno con los que hemos trabajado han posibilitado la determinación del grupo ABO. El problema de los huesos no diagnosticables al que ya se ha hecho referencia ha sido explicado de distintas formas por diversos autores. KELLERMAN (35) ha sido el autor que más ha difundido la idea de que al menos un grupo importante de los restos óseos no diagnosticables se debería a la existencia de los individuos denominados no secretores. Los antígenos responsables de los grupos ABO no aparecen en las secreciones, principalmente saliva, y se hallan también escasamente representados en otros tejidos. Esta explicación parece estar bien aceptada por autores de gran prestigio como PAOLI (30). De acuerdo con nuestros resultados, la posibilidad de una baja representación antígena tisular de las glucoproteínas responsables de los grupos sanguíneos ABO en los individuos no secretores no constituye una dificultad insalvable para su determinación. Posiblemente, nuestra técnica es lo suficientemente sensible para la detección antígena de estos individuos. Otros autores que han usado anticuerpos monoclonales han tenido una experiencia análoga (32). Se han dado otras explicaciones para justificar la existencia de los huesos antiguos no diagnosticables. Una de las más citadas es la posible destrucción de los componentes bioquímicos que componen los antígenos del grupo ABO (24, 25). La doctora BORGOGNINI (24) demostró que la sustancia orgánica que aporta la antigenicidad desaparece con el tiempo, el ritmo de desaparición es máximo durante el primer siglo, posteriormente la disminución del Nitrógeno orgánico es más lenta, siendo posible el diagnóstico siempre que exista un mínimo de 1-4% de Nitrógeno orgánico (20). En nuestro caso, tal como se ha comentado no nos hemos encontrado con esta situación.
La posibilidad de que existan determinadas sustancias con carácter inhibidor de la reacción de aglutinación, que pone de manifiesto un determinado grupo ABO, también ha sido completada por diversos autores (25-27). Constituye otra idea muy citada para explicar el problema de los restos óseos no diagnosticables. Ya se ha comentado que los esfuerzos para mejorar este aspecto se han dirigido a intentar mejorar las técnicas de filtración con resultados dudosos. Nuestra experiencia no apoya la existencia de sustancias inhibitorias significativas en los restos óseos estudiados.
La posibilidad teórica de que un determinado resto óseo no sea diagnosticable por pertenecer al fenotipo Bombay probablemente no deba ser tenida en cuenta dada la rareza de esta situación, consistente en la posibilidad de heredar los genes A y B pero no el gen H. Por lo tanto, los tejidos de estos individuos no pertenecientes al grupo A, B o AB son análogos a los del grupo O pero sin que se demuestre la sustancia H.
c) Reacción antígeno y anticuerpo
Estas reacciones se ponen en evidencia mediante la presencia o ausencia de una reacción de hemaglutinación. Se conoce por sensibilización el proceso mediante el cual el anticuerpo se une al antígeno en la superficie del hematíe, la aglutinación se produce cuando el anticuerpo fijado se une a los hematíes adyacentes formando grumos (39).
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La superficie del hematíe tiene una carga eléctrica negativa debido a las moléculas de ácido siálico de las membranas. Cuando los hematíes están en suspensión en soluciones que contienen iones libres, los cationes cargados positivamente son atraídos por las cargas negativas de la superficie del hematíe, de modo que se forma una nube alrededor de los hematíes que por estar constituida por cargas eléctricas del mismo signo creará una repulsión entre aquéllos que se conoce como potencial Z (39). El potencial Z puede alterarse al variar las cargas eléctricas de los hematíes o por la variación de la concentración de cationes libres en el medio de suspensión. Los cambios indicados pueden hacer variar la sensibilización y por tanto la aglutinación de los hematíes, que en definitiva es el marcador de la existencia de una reacción de antígeno y anticuerpo. En nuestro caso, la mayor dificultad encontrada en la lectura de las reacciones de los antígenos y anticuerpos surgió en la primera fase de la técnica modificada a partir de CONNOLLY (31). En ella tropezamos con la aparición de hemólisis, que impedía la lectura correcta. Para evitar dicha hemólisis, la técnica sufrió variaciones en cuanto al pH, temperatura, concentración relativa de antígeno y anticuerpo, así como en el potencial iónico del medio. Todas estas modificaciones influyen decisivamente en la sensibilización de los hematíes y en las reacciones de aglutinación (39). En el desarrollo de la técnica hemos introducido un paso muy importante que incide en la facilitación de la reacciones de antígeno y anticuerpo. Se trata del uso de Enlisst II (Low lonic Strenght Solution), que facilita estas reacciones (40, 51). La modificación se fundamenta en el uso de un medio con bajo poder iónico para la suspensión de los hematíes. Todo ello nos aporta diversas ventajas a la hora de valorar las reacciones de los antígenos con sus respectivos anticuerpos, que se ponen de manifiesto mediante una reacción de aglutinación. En primer lugar las soluciones de bajo poder iónico (LISS) facilitan la detección de anticuerpos; por ejemplo, se ha demostrado su utilidad en la evaluación de los títulos de anticuerpos ante los antígenos eritrocitarios A, c, D, e, E, M, K, Le, Fy, Jk (42). El aumento de sensibilidad se ha comprobado por diversos autores (46) y los resultados son superiores a los obtenidos con solución de albúmina (45). Se ha calculado la potenciación de la reacción de antígeno y anticuerpo entre dos y cuatro veces como mínimo (40). También se ha demostrado una importante reducción del período de incubación necesario para apreciar las reacciones de los antígenos y sus anticuerpos (44). GARRATTY estudió 30 anticuerpos distintos de bajo poder de los que sólo pudo detectar un 80% sin el uso de soluciones LISS, tras una incubación de 30 minutos. Con el uso de soluciones LISS y 10 minutos de incubación detectó el 100% de los anticuerpos (47). No se han apreciado reacciones inespecíficas significativas (44, 47). Nuestra técnica ofrece un equilibrio entre la inhibición de la hemólisis y la facilitación de las reacciones de aglutinación de los hematíes. Esto permite una buena lectura en la determinación de los antígenos responsables de los grupos sanguíneos ABO. Este equilibrio se ha logrado mediante la modificación idónea de las condiciones de pH, eléctricas, temperatura y proporción de antígeno y anticuerpo en el medio.
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d) Detección de las reacciones de aglutinación
Históricamente la detección de las reacciones de aglutinación se ha realizado mediante lectura macroscópica. También mediante lectura microscópica especialmente desde el micrométodo propuesto por CONNOLLY (31). La escuela italiana intentó mejorar los resultados de lectura añadiendo una técnica colorimétrica para cuantificar el grado de hemaglutinación (25, 37, 38, 52).
En nuestra técnica, la valoración microscópica ha sido la base de la lectura de las reacciones de aglutinación. A partir de la técnica de CONNOLLY (31) difícilmente se puede aplicar una fase colorimétrica por tratarse de un micrométodo. La lectura de los resultados no ofrece complicaciones por lo que creemos que los esfuerzos dirigidos en mejorar la técnica en este sentido no son rentables.
En la segunda parte de la determinación del grupo sanguíneo ABO se confirma la presencia de antígenos H mediante inhibición de la hemaglutinación con anti H monoclonal. La lectura macroscópica comparativa de la serie de tubos no ofrece dificultades y es la base de la lectura que también se realiza microscópicamente. Hemos considerado también que una colorimetría ayudaría poco a mejorar la técnica.
El principal problema que hemos encontrado en la detección de las reacciones de aglutinación ha sido el mismo que se planteaba en la evaluación de la reacción de antígeno y anticuerpo. Se trata de la posibilidad de hemólisis que impide una lectura posterior. En el apartado anterior, ya se ha comentado el equilibrio necesario para inhibir la hemólisis y poder valorar correctamente las reacciones de aglutinación que son la base de la lectura de los resultados (53-56).
e) Confirmación de los grupos A, B, AB. Diagnóstico del antígeno H (Grupo O). Inhibición de la hemaglutinación
Una vez determinados los antígenos Ay B a partir de la técnica ya descrita, modificada a partir del micrométodo de CONNOLLY (31), debe confirmarse la presencia de antígenos A y B mediante inhibición de la hemaglutinación. Podría suponerse que los restos óseos que no corresponden al grupo A o B pertenecen al grupo O. Con esta suposición podrían confundirse huesos no diagnosticables con huesos pertenecientes al grupo O.
Ya se ha referido que los huesos no diagnosticables representan para diversos autores un 20-30% del total de huesos estudiados (24, 25, 30, 32). Resulta necesario no sólo diagnosticar el grupo O mediante la ausencia de los antígenos A y B sino mediante la detección de la presencia de antígeno H.
Para la determinación de antígeno H se partió de la técnica de inhibición de la hemaglutinación descrita por HART (57) y por BORGOGNINI (23). Se usó anti H de carácter lectínico (58) procedente de Ulex europaeus comercializado por Gamma Biologicals Inc. (Houston) y también anti H monoclonal de origen murino.
Las diluciones óptimas de los hematíes O usados fueron del 2%, siendo las reacciones de aglutinación más evidentes con el uso de anti H monoclonal. Los resultados positivos mostraban una diferencia con el control no inferior a 4 tubos.
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En todos los restos estudiados, la ausencia de detección de antígenos A y B se acompañó de la detección de antígeno H y por tanto del diagnóstico del grupo O. Esta diferencia respecto a otros autores creemos que puede ser explicada por tres razones: 1) El uso de una técnica de micrométodo inspirada en la técnica de CONNOLLY (31). La mayoría de los estudios se han realizado mediante una técnica de inhibición de la hemaglutinación, que es una técnica específica pero menos sensible, al menos con las variaciones descritas hasta la actualidad. 2) El uso de un potenciador de las reacciones antígeno y anticuerpo que ha favorecido notablemente las reacciones de aglutinación, que en definitiva son las que marcan la existencia de los antígenos del grupo ABO. 3) El uso de anti H monoclonal en la segunda fase de la técnica, que confiere una alta especificidad y sensibilidad. Las explicaciones que se han venido dando para justificar el 20-30% de huesos no diagnosticables (24, 25, 30, 32) a la vista de nuestros resultados probablemente pueden ser matizadas en el sentido de que los restos óseos de individuos supuestamente no secretores tienen restos antigénicos suficientes para ser diagnosticados. La degradación antigénica de las glucoproteínas responsables del grupo sanguíneo ABO impide al menos en los restos óseos estudiados por nosotros la determinación de dicho grupo a partir de los antígenos residuales. La presencia de posibles sustancias inhibitorias para la demostración del grupo ABO no ha tenido ninguna relevancia en nuestro estudio. La posibilidad de que determinados grupos sanguíneos en huesos antiguos puedan ser artefactados por antígenos bacterianos que den reacciones inespecíficas ha sido citada en la literatura (21, 59). Tal como se han expresado diversos autores (60, 61), esta posibilidad es muy remota dado que nunca se han demostrado cultivos positivos a gérmenes que pudieran dar estas falsas reacciones. En nuestro caso, el uso de anticuerpos monoclonales confiere una especificidad para la detección de antígenos H humanos. Nuestros resultados apoyarían la hipótesis de la escasa o nula significación de los antígenos bacterianos en la aparición de falsas reacciones de aglutinación en la determinación de los grupos ABO.
Los controles Los controles directos realizados mediante repeticiones seriadas y ciegas mostraron una elevada concordancia del orden del 77.27%. Esta cifra es similar a la referida por los grupos más prestigiosos en el tema (62, 63, 64, 67). Dentro de los controles directos podríamos incluir la comparación de las dos fases de la técnica (68, 69) con coincidencia total de huesos que no pertenecen al grupo A y tampoco al B con la existencia del antígeno H. Esta coincidencia en los huesos estudiados prácticamente asimila el grupo O a la no determinación de antígenos A y B en la primera fase de la técnica. Estos datos contrastan con lo referido en la literatura y una vez más minimizan el papel de los denominados huesos no diagnosticables en el presente estudio. Dentro de los controles indirectos, el uso de huesos del grupo ya conocido como control y el equilibrio genético (70) mostraron también unos resultados muy satisfactorios.
Necesidades de material óseo
No cabe duda que un aspecto importante a ser valorado es la cantidad de material óseo necesario para poder realizar los estudios de la determinación de los grupos sanguíneos (71). La técnica de inhibición de la hemaglutinación es probablemente la más usada en la investigación de los grupos sanguíneos de restos óseos antiguos. Al precisarse una importante batería de tubos para la evaluación de cada grupo sanguíneo, y dado que en cada tubo debe colocarse una determinada cantidad de hueso, las necesidades de material son importantes. Nuestra técnica está basada en el micrométodo de CONNOLLY (31), que precisa pequeñas cantidades de material óseo, en concreto, sólo se precisa 1 gr de polvo óseo. En la segunda fase de la técnica, se determina mediante inhibición de la hemaglutinación la existencia del antígeno H, se precisan 450 mgr por cada batería de detección del antígeno H y una cantidad idéntica para la batería control. En conjunto, las necesidades de material son muy inferiores a las de otros métodos, lo que a nuestro juicio constituye una evidente ventaja. En resumen, con una cantidad de polvo óseo de 1.900 mgr puede evidenciarse la presencia de los antígenos A, B, H responsables de los grupos sanguíneos, por lo que el material arqueológico que se destina para estos estudios es mínimo.
Análisis de los resultados
En todos los yacimientos estudiados aparece un franco predominio del grupo O, en los restos óseos analizados. En todos los casos, tal como ya se ha referido, el diagnóstico de grupo O se ha realizado mediante la ausencia de antígenos A y B, además de la detección del antígeno H.
De los 149 restos óseos estudiados, 130 son pertenecientes al grupo O lo que representa un 87.24%. No podemos descartar un problema de muestrario; no obstante, nos parece poco probable dada la magnitud de los restos analizados. Creemos que a pesar de todo debe tenerse en cuenta que la mayoría de los yacimientos son de la provincia de Barcelona y además situados en zonas no litorales, lo que en teoría podría constituir un sesgo de la muestra. Se han utilizado dichos yacimientos en función de la accesibilidad que hemos tenido al estudio de sus restos óseos.
En estudios realizados en yacimientos de la meseta de la Edad del Bronce se aprecia también un predominio franco del grupo sanguíneo 0 (72). Este predominio no aparece en restos del siglo I estudiados en Italia (73), donde se ha descrito un predominio del grupo A. Las diferencias en los resultados de los grupos sanguíneos de los yacimientos analizados no son significativas pero podrían tener interés algunas consideraciones sobre determinadas necrópolis. El gran predominio del grupo sanguíneo O en los yacimientos con escasos individuos se confirma en yacimientos con un número considerable de individuos. Así, Santa Maria del Rubió y Sant Martí de Lleida constituyen un buen ejemplo del gran predominio del grupo O en yacimientos notablemente distanciados. En el caso de Santa Maria del Rubió, los 16 restos analizados pertenecen al grupo O, y en el caso de Sant Martí de Lleida, de los 19 huesos, 18 corresponden al grupo sanguíneo O.
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El notable predominio del grupo O encontrado asimila la población analizada a la población iberovasca estudiada por MOURANT (28). Muchos autores consideran la población vasca como un vestigio de la primera población paleolítica europea. Se cree que la población que vivía en Europa en el Paleolítico era una población perteneciente al grupo O y en el Neolítico las poblaciones provenientes del Mediterráneo aportaron genes A y las de origen indoasiático genes B. Por ello creemos que el gran predominio del grupo O en nuestra población medieval sugeriría un comportamiento diferenciado de la población europea, al menos en la zona no litoral. La población analizada en nuestro estudio tendría un comportamiento muy parecido al de la población vasca, que por razones probablemente de carácter geográfico, lingüístico y cultural permaneció aislada. Se sabe que el idioma vasco junto al de los lapones son los dos únicos idiomas europeos cuyo origen no puede considerarse europeo. Cabe la posibilidad de que el origen inmediato de la población analizada deba encontrarse en repoblaciones a partir de núcleos cerrados pirenaicos de raíz vasca, que pudieron evolucionar a posteriori lingüística y culturalmente de un modo distinto. Resulta sorprendente la representación del grupo sanguíneo AB, que aparece con más frecuencia de la que en principio podría esperarse. Por ejemplo, en el yacimiento de Sant Llorens prop de Baga, del que se han analizado 22 restos óseos, además del ya mencionado predominio del grupo O aparece el grupo AB en segundo lugar. En el yacimiento de Santa Margarida de Martorell, la notoria frecuencia del grupo AB es aún más marcada. En el yacimiento de Sant Miguel de Cardona de nuevo aparece esta tendencia. En una evaluación global de todos los restos óseos estudiados, el grupo AB ocupa el segundo lugar en orden de frecuencia con el 7.38% del total que contrasta con el 3.35% que corresponde al grupo A y con el 2.01% del grupo sanguíneo B. La elevada frecuencia del grupo AB respecto a la de los otros grupos en poblaciones antiguas constituye un viejo tema con el que se han encontrado desde siempre muchos investigadores. Desde los estudios iniciales de BOYD (6), hasta los más recientes de la doctora BORGOGNINI (27), el predominio inexplicado del grupo AB es una constante en las publicaciones sobre el tema. Creemos que una posible explicación del problema podría basarse en una elevada endogamia de estas poblaciones. El marcado predominio del grupo sanguíneo O en los habitantes de la Edad Media catalana constituye un marco extraordinario para evaluar movimientos de población a partir de la llegada de grupos sanguíneos A y B procedentes del exterior. La descripción original de MOURANT (74), en la que se evidenciaba la llegada de antígenos del grupo A a través del Mediterráneo así como de antígenos B a partir de los Pirineos con procedencia indoeuropea, tuvo su influencia en la población a partir de la Edad Media. El análisis de los grupos sanguíneos en la actualidad según las distintas provincias aún muestra diferencias con significación estadística. El grupo O es más frecuente en Lleida, lo que podría explicarse por un mayor aislamiento interior. El grupo A es más frecuente en Girona, lo que sugeriría una mayor accesibilidad de los antígenos del grupo sanguíneo A a través del Mediterráneo.
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Historia y determinación del grupo sanguíneo ABO Creemos que la determinación de los grupos sanguíneos constituye una potencial ayuda para el historiador, que puede completar los datos obtenidos mediante otras técnicas. En un futuro cercano, el desarrollo y la aplicación de técnicas modernas de Inmunología, Bioquímica y Genética pueden sumarse a estas nuevas aportaciones. Resulta evidente que la evolución del idioma de origen indoeuropeo en su progresión desde Asia a Europa (75) ha seguido una progresión idéntica a la del grupo sanguíneo B. Constituye un ejemplo de la utilidad complementaria de distintas técnicas en la evaluación de un determinado fenómeno.
El análisis de la toponimia y de la onomástica, en muchas ocasiones y de un modo complementario con el idioma, constituye un excelente marcador de los movimientos de población, que evidentemente quedan también reflejados en el análisis de los grupos sanguíneos. No hace falta resaltar la toponimia vasca en el Pirineo de Catalunya. Esto concuerda con la hipótesis de una población de origen iberovasco y por tanto con un grupo sanguíneo fundamentalmente O, que se encontraba en núcleos aislados en el Pirineo, a partir de los que tuvo lugar la repoblación de otros territorios catalanes. En determinadas ocasiones, la determinación del grupo sanguíneo ABO puede resultar útil en el análisis de parentescos. Un ejemplo lo constituye el yacimiento de Santa Margarida de Martorell, en el que apareció una agrupación de tumbas muy peculiar (76) que hacía presagiar un núcleo familiar. Curiosamente, el grupo sanguíneo de los restos óseos de dicha agrupación fue el AB, lo que sugiere fuertemente que se trataba de un núcleo familiar dentro de una comunidad fundamentalmente homocigótica, probablemente de una marcada endogamia. En ocasiones, los estudios hacen sospechar acerca de una notable reutilización de tumbas, que puede dificultar la catalogación de determinados restos arqueológicos. Un ejemplo puede verse en el yacimiento de San Vicenc de Malla, donde pudimos demostrar la existencia del grupo sanguíneo A en el análisis de restos óseos de tumbas con una elevada sospecha de reutilización. Podría establecerse la hipótesis de que los huesos con grupo A pertenecían a una época posterior al resto, en los que el grupo O era el predominante.
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