Augusto Ocampos Caballero
La conquista científica de Azara en el Paraguay SU FASCINACION Y RESPETO HACIA LA NATURALEZA
La conquista científica de Azara en el Paraguay SU FASCINACIÓN Y RESPETO HACIA LA NATURALEZA
Augusto Ocampos Caballero
La conquista científica de Azara en el Paraguay SU FASCINACIÓN Y RESPETO HACIA LA NATURALEZA
INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES (DIPUTACIÓN DE HUESCA)
BIBLIOTECA AZLOR INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES HUESCA
© Augusto Ocampos Caballero Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca) Parque, 10 • E-22002 Huesca Tel. 974 240 180 - fax 974 231 061 E-mail: iealtoar@spicom.es Composición: Editora Ricor Grafic. Asunción Cubierta: Blanca Otal Corrección: Teresa Sas Bernad Imprime: La Val de Onsera. Huesca ISBN: 84-8127-030-X Depósito legal: HU-242/99 Impreso en España / Printed in Spain Edita:
PRESENTACIÓN
Cuando debo presentar la publicación que ahora ve la luz bajo la rigurosa pluma de Augusto Ocampos, me viene a la memoria aquel viejo axioma que decía "recordar es volver a vivir". Recuerdo el momento en que la Diputación institucionalizó el premio que lleva el nombre de Azara y el momento en el que comprobé el alcance de la obra de nuestro paisano en Paraguay. Tras unos meses de conocimiento de la obra que a su paso por Paraguay y el resto de Hispanoamérica dejó nuestro paisano Félix de Azara, debo reconocerme un admirador de un hombre que fue un adelantado a su tiempo. Pero fue además, y eso es peor, un hombre cuyo prestigio —como investigador y como persona— no afloraría en España hasta hace relativamente poco tiempo. En esos meses mencionados, y en buena parte por la labor investigadora y de difusión que hemos venido realizando desde la Diputación de Huesca, he podido apreciar la grandeza y profundidad de unas conclusiones que en diversos campos siguen, no sólo plenamente vigentes hoy en día, sino que son auténtica guía para estudios que hoy se realizan. Junto a ello, debo reconocer un ímpetu apasionante de Augusto Ocampos, a quien le reconozco haber sido motor a la hora de contagiarnos en su celo, ahora ya nuestro también, por profundizar en el conocimiento de Azara, desde los más diversos campos de investigación. Y con todo ello ve la luz un nuevo libro sobre el polifacético Félix de Azara. Aporta una visión novedosa y por lo tanto interesante de quien es considerado como el indiscutible precursor de Darwin. Cuando andamos metidos en tantos frentes por tratar de preservar, en algunos casos, y conservar en otros nuestro patrimonio, destaca la sensación emprendida por tratar de preservar el patrimonio biológico, aquel mismo que en su día nos ratificó en nuestra procedencia del chimpancé. Conviene no olvidarse de la faceta universitaria de este vecino de Barbuñales que cursó estudios de Filosofía y Letras en la desaparecida Universidad de Huesca y que, tras un periplo viajero que le llevó por
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múltiples rutas, nos lo devolvió a su tierra natal, hasta 1821, en que su corazón cansado dejó de latir. El interés de la Diputación de Huesca es tratar de abundar en el conocimiento de Azara y luchar por la extensión, en un caso, y el conocimiento, en otro, de sus ideas, de sus estudios y conclusiones. Todos ellos, a pesar del tiempo transcurrido, de plena vigencia. Aspecto que demuestra una vez más la preclara visión de futuro de este observador de la naturaleza. Al tiempo quiero agradecer, como representante de la institución que me enorgullece presidir, el esfuerzo y la dedicación prestada a nuestro paisano por Augusto Ocampos, un entusiasta de Azara y un profuso autor de una serie de libros que nos van a ayudar en nuestra labor de difusión.
Rodolfo Aínsa Escartín PRESIDENTE DE LA DIPUTACIÓN DE HUESCA
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PRÓLOGO
Data la amistad entre Ocampos y yo de fechas lejanas, cuando solicitó a la Embajada de España en Asunción una beca de periodismo en 1974, beca que disfrutó —creo que éste es el verbo— y que completó dos años más tarde en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Tales temporadas españolas le sirvieron para entablar entrañables relaciones con mi país, relaciones que prolongó durante sus años de regreso a Paraguay y, aún más, en el lustro largo que ha llevado en la capital madrileña en cumplimiento de función diplomática. Desde 1993 se ha afanado en cumplir con sus deberes patrióticos de difundir la mejor imagen de Paraguay y en atender a cuantos compatriotas se han acercado a la península Ibérica y, en gran medida, a la Embajada paraguaya. Ello le ha supuesto, indudablemente, muchas horas de esfuerzo oficial, las que lógicamente le han permitido espacios libres, que para otros hubieran sido de ocio y que para Augusto han sido de investigación. Y es que a Augusto le ha preocupado de forma predominante, como a su biografiado Azara, ser útil y ser útil a su país. Y de aquí que durante su estancia española haya indagado las gestiones de Francisco Solano López en 1854 en busca de un Tratado de Paz y Amistad con España, obra que ha venido a llenar un hueco en la biografía del luego mariscal y héroe de su patria. Las andanzas de Augusto se han prolongado hasta la figura de don Félix de Azara, esta vez un hijo de España, pero muy involucrado en la historia del Paraguay, al que consideraba, con motivos, su segunda patria. Debe recordarse la excepcional distinción honoraria con que fue homenajeado por el Cabildo de Asunción, como correspondencia a la confección por el científico español de un mapa del Río de la Plata, inexistente hasta entonces y que serviría con posterioridad de gran utilidad a los puntos de vista paraguayos en sus diferencias de límites con los países vecinos. Con esta nueva aportación, Ocampos va a contribuir a un mejor conocimiento de la figura y de los trabajos de quien fue el primer presidente de la Comisión Paraguaya de Límites, tema de prioritaria trascendencia para un país como Paraguay que tanta merma ha
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sufrido en sus confines y que, aún ahora, se halla amenazado con un progresivo recorte de sus fronteras. Por compartir tales inquietudes, así como una gran admiración por Azara, Ocampos me ha brindado el honor de solicitarme unas palabras prologales a su esfuerzo investigador. Y lo hago con satisfacción, completando así mi trayectoria azarista: tuve la honra de donar en su día, en 1974, al Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay, en nombre del Gobierno español, una estupenda copia del famoso retrato de don Félix realizado por Goya y he vuelto a tener el honor de gestionar en 1998 para la Academia Paraguaya de la Historia, y para su biblioteca, una reproducción de dicho retrato. No podía yo por menos que colaborar con tan docta institución, dado que, preocupada ésta por la conmemoración de Azara, me había publicado en su Anuario un largo trabajo titulado "Félix de Azara y sus vivencias paraguayas". Tales presencias no pueden ser extrañas en una ciudad que cuenta con una arteria urbana bautizada con el nombre de "Azara". Mi fervor hacia el "Ciudadano de Honor" de Asunción se había manifestado asimismo en mi participación en los solemnes actos celebrados en diciembre de 1992 en Huesca y en la localidad de su provincia, Barbuñales, con ocasión del 250 aniversario de su nacimiento en ella (el cual había ocurrido, por cierto, a los 250 años del descubrimiento de América) y promovidos por la entidad "Asamblea Amistosa Literaria" (fundada por otro colega científico, americanista y compatriota, Jorge Juan). Tuve la oportunidad de pronunciar una conferencia en la Diputación Provincial de Huesca y de participar en la misa oficiada por el obispo de la diócesis, en la visita a la tumba de don Félix en la capilla de Lastanosa en la catedral y en la inauguración de una placa en la fachada de la casa natalicia, en la que los asistentes fuimos cordialmente atendidos por los descendientes de la familia Azara, presididos por don Jorge Jordán de Urriés. Con el precedente relato, no pretendo más que justificar a Ocampos por su invitación a que redacte un prólogo a su obra. Él sabe bien de mi paraguayidad y de mi admiración por Azara; yo, que en mi lustro y medio de residencia en el país lo trillé a modo (en los años cincuenta con dificultades), no he podido por menos de rendir al hispano-paraguayo una profunda admiración por su solitario recorrido de tan dilatada geo-
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grafía, "comparable quizás a Europa", desconocida y a veces difícil, con escasez de medios de todo tipo, durante los veinte mejores años de su vida. Y mi admiración por su valor en abordar temas tan alejados de su profesión, por su acierto —casi intuitivo— en la calificación de sus hallazgos y por la notoriedad que alcanzó —y, con ella, la de la región descrita— en los círculos científicos internacionales. Azara se mostró consciente y satisfecho de su aportación al progreso del conocimiento; Ocampos debe considerarse, por su parte, satisfecho del mejor conocimiento que su trabajo ha de aportar a Paraguay y a la figura de Azara. Y estoy seguro de que así acaecerá dados el contenido y la construcción ordenada y didáctica —amena, por tanto— que nuestro escritor ha sabido dar a los relatos azarianos. Quien quiera conocer aquel país, logrará hacerlo a través de la lectura de los capítulos que siguen, en los que degustará, además, complementos, aclaraciones y comparaciones que le abrirán un paisaje completo de la realidad de la otrora Provincia Gigante de las Indias. Augusto Ocampos Caballero, gracias a su formación, su historia periodística y su experiencia en los medios internacionales, lleva a sus espaldas un abundante número de obras escritas y habladas y es poseedor de una serie de reconocimientos, entre otros la Insignia de Oro "Félix de Azara", concedídale por la Diputación Provincial de Huesca, entidad que con tanto fruto se preocupa por la buena memoria de dicho gran altoaragonés.
Carlos M. Fernández-Shaw EMBAJADOR DE ESPAÑA, EJERCIÓ LA JEFATURA DE MISIÓN EN PARAGUAY DESDE 1973 A 1977
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PREFACIO
Las expediciones científicas dieciochescas no fueron acontecimientos aislados del momento histórico y cultural europeo; se imbrican necesariamente y son una consecuencia del espíritu del siglo en el que acontecen, del movimiento intelectual de la Ilustración, desarrollado en una parte muy sustancial en tierras americanas como prueba de la preocupuzión que por ellas se tiene en España y en toda Europa. Aunque en la carrera de la conquista del Nuevo Mundo quedaba poco tiempo para organizar expediciones de carácter puramente científico, ya que la prioridad era determinar de la forma más fehaciente a quién pertenecía cada rincón de las nuevas posesiones de Ultramar, no obstante el XVIII supuso para América el siglo de su conquista científica, así como los siglos XVI y XVII lo fueron de su conquista territorial. Consecuencia de todas esas situaciones fueron las expediciones de límites, cuyo principal objetivo era delimitar fronteras para asegurar el control del espacio y concederle rápidamente la validez jurídica que legitimara la detentación de la propiedad de cada uno. Siendo España y Portugal vecinos en cuanto a apropiación de nuevos territorios, no es de extrañar que aparecieran innumerables conflictos a la hora de asegurarse dónde se situarían los confines americanos de ambas potencias. Las líneas fronterizas que había que delimitar se dividieron en cinco partes. De ahí que se empleara el nombre de "partidas" para designar a estos grupos de trabajo que se formaron en la metrópoli. El capitán Félix de Azara, oriundo de Barbuñales (Huesca), comandaba la tercera de estas partidas, con científicos subalternos, oficiales del cuerpo de Ingenieros del Ejército y pilotos de la Armada, así como geógrafos, astrónomos y personal logístico. Azara arriba el 9 de febrero de 1784 a Asunción del Paraguay, la que fuera capital del Imperio español en el Río de la Plata. El preclaro hijo de las tierras del Alto Aragón tuvo a la ciudad de Asunción como lugar de residencia y al Paraguay como su segunda patria. Al llegar a la capital guaraní inició los preparativos necesarios para esperar a los comisionados portugueses. Pasado el tiempo, Félix de
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Aura ya había comenzado a darse cuenta de que los lusitanos, en lugar de trabajar para la fijación de los límites, no querían más que prolongar la operación hasta el infinito. La tarea esencial para la Corona española, a la que ha sido destinado Azara, comienza a diluirse y extenderse en el tiempo. En consecuencia, toma la resolución de su vida. Visto que no quiere perder el tiempo, piensa sacar el mejor partido de tan largo tiempo de espera. Como no confiaba en que los virreyes vieran con buenos ojos que se pusiera a investigar la región, sin menoscabo de sus actividades oficiales de delimitación y dado lo irrealizable de estas últimas decide él solo cargar con la empresa y sus gastos y empieza sus viajes sin dar cuenta a nadie, pero sin perder de vista el objetivo principal del que estaba encargado en el Paraguay. Ante este singular fenómeno, con lucidez aduce el intelectual paraguayo Gerardo Fogel que "la figura solitaria y austera del español ilustrado don Félix de Azara y Perera aparece como una personalidad extraordinaria por sus múltiples y positivos aportes en el descubrimiento y revelación de nuestra América y especialmente el Paraguay, a través del abordaje de las ciencias naturales y sociales. Indiscutiblemente, por su humildad, rigurosidad, sistematicidad, su consistencia y su pluralidad versátil, es uno de los grandes pioneros de las ciencias naturales y sociales en América Latina y el Paraguay". Otros historiadores paraguayos también dan testimonios sobre su figura. Luis G. Benítez dice: "Azara se constituyó en un escollo insalvable para los demarcadores portugueses, que pretendían ubicar mucho más al sur y al oeste aquellos ríos que, cuestionados, podrían extender aún más la penetración portuguesa. Hasta ese entonces, ningún diplomático ni demarcador había puesto tanta capacidad, fervor y carácter en defensa de los derechos españoles en el Paraguay". Renée Ferrer de Arréllaga aduce que "Azara salvó gran parte de la integridad territorial de la que luego sería la República del Paraguay"; para Rafael E. Velázquez, "Azara debe ser considerado como el fundador de las Ciencias Naturales y de la investigación científica en el Paraguay". Comprometido con el reencuentro equitativo y enriquecedor entre España y el Paraguay, hago una invitación a recorrer a través de esta monografía el itinerario de la vida, la evolución profesional y la aventura
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científica de Azara; a compartir la revelación y el descubrimiento de un hombre múltiple y plural, que fuera antiguo héroe de guerra, el comisario de Límites, el "Ciudadano de Honor" de la ciudad de Asunción, el fundador de la ciudad de Batoví, el ilustre naturalista precursor de Darwin y el pionero de las más diversas perspectivas científicas, como la geografía, la demografía, la antropología, la etnología y la historia natural. Es oportuno añadir que, dentro de su valiosa obra sobre la fauna paraguaya, aparecen las especies por entonces desconocidas que describió y que luego le han sido dedicadas: el mycuré (Didelphis azarae), el aguará-cha'í (Canis azarae), el acutí (Dasyprocta aguti azarae), el ca' ímiriquiná (Nyctipithecus azarae) o el ca'í pyharé (Aotus azarae). Sólo nos resta recoger los frutos del valioso trabajo azariano, que más que una obra científica es un ejemplo de sacrificio. Olvidado, solo, sin ayuda, había emprendido y terminado la descripción y delineación del territorio paraguayo. Aún se está muy lejos de darse cuenta de todo lo que las ciencias le deben. Por ello lo importante es que hoy valoremos y justipreciemos su labor testimonial y pioneramente científica.
Augusto Ocampos Caballero
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Capítulo I PARAGUAY, LA PROVINCIA GIGANTE DE LAS INDIAS
Descubrimiento, conquista y colonización del Paraguay. Los primeros gobernadores. La primitiva extensión territorial de la nación guaraní. Ocaso del sueño anhelado por el gobernador Martínez de Irala.
Aquí se ve que puede una Providencia imprudente trocar los héroes en gente despreciable, y que los hombres valen en razón directa de las leyes que los gobiernan. Azara
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ascinados por las tierras apenas descubiertas, los conquistadores se interesaron por la historia de los antiguos pueblos americanos. Al respecto, Paz Cabello Carro, directora del Museo de América de Madrid, da una interesante apreciación acerca de los escritos y testimonios de protagonistas directos o mediatos de la conquista y colonización española en el Nuevo Mundo. Precisa que el descubrimiento y la colonización de América despertaron un gran interés sobre el mundo indígena que se plasmó, sobre todo, en la descripción y recopilación de la historia y costumbres autóctonas por el sinnúmero de cronistas de Indias que redactaron sus obras fundamentales en los siglos XVI y XVII, obras que constituyen las fuentes esenciales para comprender la historia y la sociedad indígenas. Al mismo tiempo comenzaron a llegar al Viejo Mundo las diversas producciones de los diferentes reinos de la naturaleza: animales y frutos nuevos, minerales y piedras preciosas y objetos manufacturados por manos indígenas tanto en los estilos tradicionales precolombinos como siguiendo nuevas pautas europeas. Por su parte, Adelina Pusineri, directora del Museo Etnográfico Andrés Barbero de Asunción, señala que desde el inicio de la conquista han formado parte de las expediciones militares un selecto grupo de hombres más interesados en la experiencia humana, natural y cultural o antropológica que estas tierras ofrecían que en fomentar los prejuicios de las culturas que se consideraban de menor valor. Adelina Pusineri, en la revista paraguaya Amerindia, presenta un listado sintético y cronológico de los primeros cronistas y relatores europeos y americanos, cuyos testimonios sobre el Paraguay y el Río de la Plata han legado una fuente documental de primera mano, sobreviviendo hasta nuestros días gracias al cuidado, preservación y esmero de archivos, museos, instituciones públicas y privadas y mediante las reediciones facsimilares de estas grandes obras, algunas de ellas originales, escritas de puño y letra por estos testigos de los tiempos de la conquista, la colonia y hasta el siglo XIX (período independentista):
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Ulrico Schmidl. Soldado alemán alistado en la armada española del primer adelantado del Río de la Plata, don Pedro de Mendoza. Escribió la primera crónica publicada en Europa (1567) sobre la conquista en el Río de la Plata y el Paraguay y sobre el azaroso viaje de retorno al Viejo Mundo. Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Conquistador. Natural de Jerez, Andalucía, segundo adelantado del Río de la Plata. Llegó a Asunción en 1542 y en 1555 publicó su libro Comentarios. Allí relata la primera descripción de la provincia del Paraguay y los avatares políticos de su Gobierno, signado por la primera revolución "comunera" en América. También se incluyen los primeros contactos con los indígenas, sobre todo con los payaguaes y guaycurúes. Antonio Ruiz de Montoya. Misionero jesuita, criollo. Principal fundador de los pueblos nativos reducidos del Guairá. Editó el primer Vocabulario del antiguo guaraní fuente valiosa de la antigua terminología sociocultural de los guaraníes, también llamado Arte y vocabulario. Otras obras en lengua guaraní son Catecismo de la lengua guaraní y Tesoro de la lengua guaraní aunque su pieza más etnográfica es la Conquista espiritual hecha por los eligiosos de la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay Paraná, Unguay y Tapé, editada en Madrid en 1639. Ignace Chome. Misionero jesuita francés. Uno de los primeros etnógrafos. Destinado en el extremo norte del Chaco, trabajó entre los indígenas zamuco-morocotá en la misión de San Ignacio de los Zamucos. A él se deben la primera gramática y el único vocabulario zamuco, la lengua de los actuales grupos chamacocos y ayoreo-moro del Chaco. Su obra fue publicada en 1730. Pedro Lozano. Historiador oficial jesuita, cuya misión fue escribir la historia de la provincia del Río de la Plata y del Paraguay. Para tal empresa dispuso de las completas Cartas anuas o relaciones anuales con que los cronistas jesuitas documentaban la historia y sucesos ocurridos como principal bibliografía. Registró por escrito los agitados acontecimientos de la revolución "comunera". Su obra Descripción del Chaco es de gran valor etnohistórico y etnográfico. Su Historia del Paraguay abunda en datos etnohistóricos de los guaraníes. Antonio Sepp. Misionero jesuita austriaco. Relata en sus cartas, reunidas en una obra, la experiencia de las reducciones jesuíticas. En
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Escena campestre en el Paraguay colonial. Dibujo de la época del padre Florian Pauckes (Wilhelm Braumuller Wien). Original: 33 x 23 cm. Archivo del Museo Etnográfico Andrés Barbero (Asunción).
ella ilustra las diferencias entre la vivencia del guaraní selvático y del guaraní reducido. Su obra aparece en Nüremberg en 1696. Ruy Díaz de Guzmán. Primer historiador criollo-paraguayo y primer escritor que publica en estas regiones un libro; fue conquistador, fundador de pueblos, político y sobre todo viajero; llegó hasta el Alto Perú, donde observó a los grupos guaraní-chiriguano, de los que elaboró una reseña etnohistórica. Su obra data de 1612, aunque su primera publicación se realiza en 1835. José Jolís. Misionero jesuita destinado en el Chaco. Su obra Ensayos sobre historia natural del gran Chaco brinda una descripción casi completa de las tribus de esa región conocidas hasta entonces, como los tobas, vilela y lules. José Cardiel. Otro prolífico cronista jesuita. En su libro Breve relación de las misiones del Paraguay describe la vida de los guaraníes en las reducciones. Su obra tiene un carácter enaltecedor de la evangelización y fue escrita como respuesta a las agresiones y comentarios ne-
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gativos antes y después de la expulsión de la Compañía de Jesús, hacia el siglo XVIII. Martín Dobrizhoffer. Misionero jesuita de origen austriaco autor de Historia de los abipones, grupo indígena con el que entró en contacto profundo, describiéndolos etnográficamente. También analizó sus experiencias entre los guaraníes de San Estanislao y los de Acaray y Monday. Rescató las antiguas prácticas funerarias de los nativos, así como sus pautas culturales y tradicionales. José Sánchez Labrador Jesuita español, fundador de la misión de Belén (Concepción) entre los mbyá-guaycurú. En los dos tomos de Paraguay católica nos ofrece la vida de los nativos, su origen, historia y cultura. Escribió además obras sobre la flora, fauna y medicina popular del Paraguay. Félix de Azara. Ingeniero, erudito científico, geógrafo, cartógrafo e historiador, natural de Barbuñales, Huesca (Aragón, España). Llegó al Paraguay en 1784 con motivo del Tratado de Límites de San Ildefonso para marcar las fronteras entre España y Portugal. Le fue encomendada la elaboración de un mapa de la provincia y de Asunción, así como redactar una descripción geográfica e histórica de la provincia. Su variada obra naturalista, social, histórica y geográfica sobre estos territorios fue publicada a su regreso a España (1801) y lo ubican como el clásico hombre exponente de la Ilustración, movimiento intelectual propiciado por el monarca borbón Carlos III. Presbítero Amancio González. Criollo asunceño que fundó a fines del siglo XVIII la misión Melodía, casi frente a Asunción, sobre la antigua misión fundada por el religioso Roque González de Santa Cruz. La misión se caracterizó por reunir cuatro diferentes grupos tribales: maká, toba, pilagá y lengua-maskoy. Juan FranciscoAguirre. Español destinado, como Azara, a las comisiones demarcadoras de límites luso-hispanos. Llegó al país en 1784, donde permaneció por doce años. Su Diario aporta valiosos datos sobre las costumbres coloniales, indígenas, economía e historia. Su libro Discurso histórico, basado en investigaciones en el Archivo de Asunción y en el testimonio y tradiciones orales, es un material de consulta muy interesante para el estudio de la historia colonial del Paraguay. Aguirre fue el único investigador, junto con Azara, que consultó el Archivo de Asunción antes que sufriera las mutilaciones en su colección.
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Johan R. Rengger. Médico naturalista suizo. Llegó al Paraguay en los primeros años del Gobierno del doctor José Gaspar de Francia (época independiente). Realizó importantes estudios botánicos, faunísticos y etnográficos. Contactó con un grupo guaraní montés libre, exploró los cementerios payaguá en la isla de San Francisco en el río Paraguay y también conoció a la etnia mbyá-guaycurú en su nuevo hábitat de Mato Grosso. Alcide d'Orbingy. Etnógrafo y explorador francés, autor del famoso libro El hombre americano, publicado en el año 1839, donde describe a los chiriguano-guaraníes y a los zamuco, quienes ya se encontraban trasladados en la misión de Chiquitos, Bolivia. Investigó principalmente en las zonas del Chaco norte, Mato Grosso y Bolivia. Sus grabados ilustran y testimonian una imagen romántica del área central de Sudamérica, mientras que sus textos son considerados como un importante manual de etnología. Alfred Demersay. Médico francés. Llegó al Paraguay en el ario 1845. Ingresó por la zona del Mato Grosso. En su obra Historia físicaeconómica-política del Paraguay y las misiones jesuíticas, realiza una buena referencia de la vida de los indios guaraníes trasculturados en las misiones y de los guaraníes de los pueblos. Sus trabajos fueron publicados en Francia entre los años 1860-1863. Añoranza de un tiempo dorado ya desaparecido. Y tras esa huella aparecen narradores e historiadores de ayer y de hoy, que con su capacidad intelectual han podido amarrar las distancias para contemplar tanta riqueza natural, social y cultural. Resaltan las crónicas de Félix de Azara. Su obra Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata es de gran interés histórico y científico, porque descubre y corrige con sabia crítica y con suma claridad ciertas imprecisiones en que incurrieron algunos autores que trataron la región antes que él.
DESCUBRIMIENTO DEL PARAGUAY La historia del Paraguay comienza con Alejo García. Terminante la apreciación del historiador Efraím Cardozo. En efecto, el navegante portugués, natural de Alentejo, náufrago de la expedición de Juan Díaz de Solís, inmortalizaba su nombre con el hallazgo de nuevas tierras para España, aunque su iniciativa no tuvo carácter oficial.
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En su obra Historia del Paraguay, Blas Garay señala que la primera expedición española hacia el Río de la Plata la condujo Solís (1515), que desde el 25 de marzo del año 1512 reemplazaba a Américo Vespucio en el empleo de piloto mayor. Azara dice que Juan Díaz de Solís, natural de Lebrija, poseído del entusiasmo común de su tiempo de hacer descubrimientos, pidió al rey licencia, y éste se la dio para satisfacer sus deseos. En consecuencia, dispuso con su caudal una embarcación y con ella, siguiendo los pasos de Vicente Yáñez Pinzón, pasó el cabo de San Agustín. Desde allí fue reconociendo la costa del Brasil. Trató amigablemente con los indios guaraníes que encontró donde hoy está asentada Buenos Aires. Tras ese reconocimiento e impactado por el "Mar Dulce" que lo llevaría por dilatadas y remotas regiones, cuya expedición produciría de seguro mucha gloria y quizá grandes riquezas a quien lo hiciese, pero considerando que su barco, gente y preparativos no eran suficientes para la ardua empresa, se salió a la mar y llegó felizmente a España. Francisco López de Gomera en su Historia general de Indias y Martín de Barco Centenera en el canto 1° de su obra Argentina dicen que Solís impuso al citado río el nombre de la Plata por las muestras que en él vio de ese metal y el padre jesuita Lozano, en su Historia del Paraguay, escribe que le llamó Río de Solís. Según Azara, Solís no pudo ver lo que suponen y explica que dichas denominaciones se dieron después al río por motivos diferentes. Lo cierto es que, al llegar al mencionado río, Solís vio que desde la orilla algunos indios charrúas le observaron y, figurándose fatalmente que eran de la misma nación o a lo menos de la misma buena índole que los guaraníes que en su viaje precedente había tratado, en la ribera opuesta, quiso hablarles y no tuvo reparo en salir fuera del bote con algunos tripulantes. Pero apenas habían desembarcado junto a la boca de un arroyo cuando dichos indios se arrojaron sobre ellos y les dieron muerte. Por esta desgracia —señala Azara— conserva dicho arroyo el nombre de Solís, entre Montevideo y Maldonado. Los testigos del suceso, del que quedaron tan atemorizados, al instante tomaron la vuelta a España, donde informaron de lo sucedido en la costa uruguaya de aquel río, al cual con mucho motivo denominaron entonces Río de Solís. La expedición de Solís tuvo consecuencias imprevisibles, según explica el historiador Luis G. Benítez, porque permitió recoger insistentes no22
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Facsímiles de grabados de Ulrico Schmidl, insertos en la crónica de su viaje al Paraguay (ed. Levinus Hulsius, 1599). Archivo del Museo Etnográfico Andrés Barbero (Asunción).
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ticias sobre la existencia hacia occidente de fabulosas riquezas en metales preciosos, oro y plata. Dichas noticias movieron la expedición de Alejo García, náufrago en Santa Catarina de la expedición de Solís, cuyo resultado más importante fue el descubrimiento del Paraguay por vía terrestre. Efraím Cardozo dice que los indígenas tupí-guaraníes voceaban la existencia de prodigiosas riquezas de oro y plata muy adentro hacia el occidente. Alejo García convenció a tres náufragos, uno de ellos Alejo Ledesma, a internarse en el continente hasta los dominios de un Rey Blanco, que tenía barba y vestía como ellos, dueño del metal. Hablándoles en su propio idioma también persuadió a los guaraníes a acompañarle en la conquista de ese reino que ya habían intentado más de una vez sus congéneres los belicosos caños de las orillas del río Paraguay. Aquí aparece un dato curioso. Cardozo comenta que la marcha se emprendió hacia 1524 siguiéndose la muy trajinada ruta que comunicaba a los andariegos guaraníes de la costa con los de tierra adentro. El camino era llamado por los indios peabirú, tenía un ancho de ocho palmos y lo cubría gramilla muy menuda. Por esta vía llegaron hasta el río Alto Paraná a la altura del río Monday, desde donde cruzaron al actual territorio paraguayo. Allí Alejo García convocó a los indios guaraníes, que en gran número se plegaron a la audaz aventura. El sitio de la reunión fue el que luego dio asiento a la ciudad de Asunción. Al cabo de no pocas y arduas jornadas llegaron nada menos que a las estribaciones de las cordilleras andinas y entraron al Imperio de los incas. EXPEDICIÓN DE GABOTO En el marco de estos datos relativos a los primeros expedicionarios españoles en tierra de los guaraníes, Azara relata la experiencia de la Segunda Expedición al mando del veneciano Sebastián Gaboto, el primero que siguió la derrota o viaje de Solís. Gaboto, sirviendo al rey de Inglaterra, había buscado incesante e infructuosamente, aunque con pericia y valor, un paso a la India oriental por el noreste de la América; y, habiendo venido poco satisfecho a España, ofreció al rey conducir una expedición para la citada India por el estrecho de Magallanes. Aprobó el rey la propuesta nombrándolo piloto mayor. Partió de Sanlúcar el 3 de abril de 1526. A finales de 1527, Gaboto exploró el estuario del Río de la Plata, penetró en el río Paraná y fundó el primer fuerte Sancti Spiritus. Re-
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montó el Paraná y después el río Paraguay ya en 1528; fue, por lo tanto, el descubridor del territorio del Paraguay por vía fluvial. Acosado por los indígenas y las privaciones, decidió regresar a España. Pero ¿qué pasó con el resto de la expedición de Gaboto? Cardozo habla de la fascinación que ejercían esas tierras sobre los conquistadores. No pocos españoles prefirieron quedarse para tentar la conquista de la denominada sierra de la Plata. Se acogieron al amparo de los indios guaraníes, que también soñaban en la misma empresa, aunque no por razones económicas sino míticas. El signo resplandeciente era para los guaraníes el signo del Mbaé Verá Guazú, la "Tierra sin Mal" de sus antiguas creencias religiosas, que les había impulsado, en sucesivas oleadas, en andanzas sin término hacia las profundidades del continente. Aquellos desertores se convirtieron en virtuales jefes de vastas parcialidades y con ellos comenzó la mestización. Uno de ellos, Luis Ramírez, escribió el 10 de julio de 1528 un memorial que no sólo fue el primer esbozo historiográfico de lo que hasta entonces había ocurrido con Solís, Gaboto y García, sino que equivalió a la partida de bautismo del Paraguay. Por primera vez aparecen registradas en Europa esas tierras bañadas por el río de su mismo nombre. EXPEDICIÓN DE MENDOZA Las noticias de los descubrimientos de nuevas tierras y el hallazgo de grandes riquezas metálicas entusiasmaron aún más a España. La euforia contagió a Portugal, que se aprestó a hacer acto de presencia en esas tierras abundantes en oro y plata, según los informes que llegaban al Viejo Mundo. La Corte portuguesa pretendía hacer valer los derechos que le correspondían en el Nuevo Mundo por el Tratado de Tordesillas y, sin pérdida de tiempo, el rey Juan III dispuso la expedición al mando de Martín Alonso de Souza, tras la ruta de García y Gaboto, a la conquista de la sierra de la Plata. Este hecho produjo la reacción del embajador español en Lisboa, Lope Hurtado de Mendoza, requiriendo a la Corte portuguesa que no ordenase enviar armada a dichos ríos de Solís y de la Plata, ni Paraná, ni Paraguay, tierra adentro. Así comienza la disputa entre ambas Coronas. La española decidió confiar la misión a Pedro de Mendoza. El Paraguay
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nacía a la historia con un grave problema de tipo diplomático en su propia matriz. Antes de nacer se le discutía su derecho de existencia, asegura Cardozo. En medio de ese conflicto, el día 24 de agosto de 1535 zarpó de Sanlúcar don Pedro de Mendoza, comandando la armada "digna del César", en opinión del historiador Fernández de Oviedo. Mendoza viajaba coronado por la fama, nombrado por el emperador Carlos V adelantado y conde del Río de la Plata. Se hizo a la mar nada menos que con catorce buques conduciendo a dos mil cincuenta españoles, ciento cincuenta alemanes y flamencos y sesenta y seis caballos, según nos ilustra Alfredo M. du Graty. En efecto, Mendoza dispuso el Río de la Plata como punto de encuentro de la numerosa armada y que se estableciera a orillas del famoso río un fuerte. Esto ocurrió el 3 de febrero de 1536 y fue erigido con el nombre de Santa María del Buen Ayre. Dos razones fundamentales determinaron la realización de la expedición de Mendoza, explica Benítez: a) la búsqueda de un camino que, siguiendo la cuenca de los ríos que confluían en el Plata, llegara a la fuente de los metales preciosos, el Potosí de la leyenda, y b) la necesidad de oponer una barrera de contención al peligro de penetración portuguesa. AYOLAS AL PARAGUAY Pedro de Mendoza, con el designio de emprender nuevas conquistas, hizo subir el río Paraná a su lugarteniente Juan de Ayolas. Éste construyó un fuerte que llamó Corpus Christi en la ribera de ese río. La flotilla, los navíos y una carabela, con ciento sesenta hombres, emprendieron viaje el 14 de octubre de 1536 desde dicho fuerte. Asistían a Juan de Ayolas Carlos de Guevara y Domingo Martínez de Irala. Penoso fue el viaje, recuerda Cardozo. Tenían escasos víveres y hasta la naturaleza descargó su mano implacable; se desataron furiosos temporales. Naufragó la carabela y sus tripulantes siguieron a pie y el hambre apretaba, hasta que al fin entraron en contacto con los indios. Eran canos o guaraníes establecidos en las proximidades del cerro Abambaé o Lambaré. Se trabó reñido combate que cesó cuando los españoles usaron sus armas de fuego. Se estableció la paz y los caños trajeron víveres en abundancia y lo que fue mejor recibido: hermosas mujeres,
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Procesión en la reducción de San Javier. Dibujo del padre Florian Pauckes, S. J. (1748). Original: 90 x 52 cm. Archivo del Museo Etnográfico Andrés Barbero (Asunción).
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con las cuales los guaraníes acostumbraban a sellar las alianzas. Ayolas fue el más beneficiado, recibió seis mujeres, la mayor de 18 años, y cada soldado un par de ellas. Los indios prometieron su cooperación para la conquista de la sierra del Plata. Sobre el tema comenta el escritor Natalicio González diciendo que estos varones contradictorios y magníficos llegaron hambrientos y desnudos al dulce paraíso de los carios, a la tierra de la divina abundancia, que señaló Schmidl, el áspero tudesco que se tornó casi un poeta al celebrar la comida que puso término a las inauditas abstinencias. Destaca Natalicio González a los principales autores de esa penosa marcha, sobrevivientes de la gran expedición de Mendoza, sin olvidar que se unieron a los españoles en esta aventura alemanes y franceses, italianos, sajones, portugueses y griegos; de la península, castellanos, vascos, catalanes y andaluces: Domingo Martínez de Irala, de Vergara, hijodalgo con mayorazgo en Guipúzcoa, organizador de la nacionalidad paraguaya; Juan de Salazar de Espinosa, de Medina de Pomar, caballero de la orden portuguesa de Santiago de la Espada y fundador de la ciudad de Asunción; Francisco de Mendoza, de Castrojeriz, gentilhombre de boca de Su Majestad, mayordomo de Maximiliano, rey de los romanos; Gonzalo de Mendoza, hidalgo natural de Baeza, que llegó a ser gobernador del Paraguay; Juan de Ayolas, hijodalgo natural de Briviesca; Francisco Ruiz Galán, hijodalgo, natural de Guadix, autor de un Diario de la conquista Carlos Dubrin, gentilhombre flamenco; Rodrigo de Cepeda de Ahumada, hidalgo de Ávila, hermano de santa Teresa de Jesús; Diego de Abreu, hijodalgo de Sevilla, y los hermanos Francisco Alvarado y Juan de Carvajal, sobrinos del obispo de Plasencia. Con Alvar Núñez llegaron: Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca, hidalgo, natural de Jerez de la Frontera; Alonso Riquelme de Guzmán, hidalgo, también de Jerez; los hermanos Ruy Díaz de Melgarejo y Francisco Ortiz de Vergara, oriundos de Sevilla, hijodalgos (el primero es fundador de la ciudad paraguaya de Villarrica; el segundo llegó a ser gobernador del Paraguay); Bartolomé González, padre del misionero paraguayo Roque González de Santa Cruz; Martín Suárez de Toledo, correo mayor de Sevilla, que fue gobernador del Paraguay, y aquella "centella humana" que se llamó Nuflo de Chaves, fundador de Santa Cruz de la Sierra. Con esta pléyade viajaron doña Isabel de Guevara, que igualó a los mejores soldados de don Pedro de Mendoza, en la lucha y en presen-
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cia de espíritu ante la adversidad, y doña Mencia de Calderón, la dama conquistadora, la única mujer que organizó con su peculio una armada, pasó al Nuevo Mundo como adelantado del rey de España, viajó a pie, cruzando selvas y ríos poderosos, desde la costa atlántica hasta Asunción del Paraguay. Es la abuela legendaria de fray Hernando de Trejo y de Hernando Arias de Saavedra. Aparecen igualmente nombres de portugueses, como Francisco Figueredo, José de Almada, Carlos de Borgoña y veinte más; italianos como Estamate Cámara, Luis Beltrán, el siciliano Juan de Orona y los genoveses Juan Ambrosio y Francisco Gambarrota; flamencos como Martín Anus, Jácome Brunes y Amos Esterlín; bretones como Rodrigo de los Ríos; gente de Amberes como Roque de Balduq o bruselenses como Enrique Bolear y Maginijan de Bruselas; alemanes como Ulrico Schmidl, Hans Bunberker y Hans Prinvequer; ingleses como Richarte Limón y Roberto Briche y hasta griegos, como Esteban Estamate, Polo Griego y Miguel de Candia. Tras las prolijas referencias del escritor Natalicio González, retomamos la figura de Ayolas, a quien los guaraníes indicaron que, hacia el occidente, abundaban el oro y la plata, por lo que resolvió dejar el sitio de los carios después de dos meses de convivir con ellos. Siguió el río hasta el paraje que bautizó con el nombre de Puerto Candelaria. Fue el 2 de febrero de 1537. Ayolas prometió a los canos regresar y levantar en esa tierra una casa fuerte. Se internó en el Chaco paraguayo el 12 de febrero, dejando el mando a Irala. Al poco tiempo, Ayolas muere en manos de indígenas. Entre tanto, el adelantado Pedro de Mendoza, jefe de la armada "Digna del César", desalentado y enfermo, sin noticias de Ayolas ni de Salazar, decide retornar a España. Se embarcó el 22 de abril de 1537. Falleció a mitad de camino. FUNDACIÓN DE ASUNCIÓN La promesa de Ayolas de erigir una casa fuerte en la tierra de los caños tenía que ser cumplida. Así acordaron Juan de Salazar, Domingo Martínez de Irala y Gonzalo de Mendoza. El sitio tenía que ser en la bahía de los carios, donde Ayolas había prometido a los caciques la fundación de una fortaleza que fuera "amparo y reparo de la conquista".
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Era el 15 de agosto del año 1537, día de Nuestra Señora Santa María de la Asunción, que impondría su nombre al fuerte que esa gente iba a fundar en la táva del mburubichá cario (pueblo del jefe), comenta el historiador paraguayo Natalicio González. Por su parte, Carlos Zubizarreta da cuenta de que la fundación del fuerte tuvo lugar esa misma mañana, tras el desembarco. A tres tiros de ballesta de la táva de los indios y en despejado otero que dominaba la cinta brillante del río, don Juan de Salazar de Espinosa, con la espada desnuda, la cabeza destocada y el amarillo pendón de Castilla desplegado ante la hueste, cumplía el rito impuesto por la pragmática castellana, tomando solemne posesión de la tierra nueva en nombre de la católica y cesárea majestad de Carlos V. Nacía Asunción bajo un vuelo jubiloso de pájaros y el escribano Amador de Montoya labraba el acta de la fundación. A pocos pasos, los caños, estupefactos, contemplaban el espectáculo con sus ojos oscuros. CONSOLIDACIÓN DEL PODER Creada la que sería matriz del Paraguay y del Río de la Plata, dejando a Gonzalo de Mendoza como capitán del fuerte, Juan de Salazar partió a Buenos Aires, con la esperanza de hallar aún con vida al adelantado. Se llevó consigo, en prenda de seguridad para los que quedaban en el fuerte, a los hijos de los principales caciques. Por entonces hubo en el Paraguay amagos de anarquía, como consecuencia de la real provisión del 12 de setiembre de 1537. En efecto, Domingo Martínez de Irala y Francisco Ruiz Galán disputaron sobre el mando general en ausencia del adelantado. Irala tenía poderes de Ayolas y Galán de Mendoza. Así aparece aquella real provisión. Esta disposición de la Corona española, única en el Derecho indiano, al decir de Cardozo, confirió a los pobladores del Paraguay el privilegio de designar a los gobernantes por votación. El litigio se dirimió en favor de Irala, con mando de capitán general de todo el Río de la Plata. Consolidado su poder, el gobernador Irala ordenó despoblar Buenos Aires y engrandecer Asunción, dando cumplimiento al mandato del adelantado don Pedro de Mendoza, quien dejó instrucciones al respecto ante de marcharse a España.
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Es entonces cuando el gobernador Irala realiza el acto trascendental para el futuro de Asunción, acto que va a prestarle condición de permanencia. Sobre el caso comenta Zubizarreta que por acuerdo concertado con los oficiales reales, el día 16 de setiembre de 1541, diez días después de la llegada de la gente de Buenos Aires, Irala convierte el fuerte de Asunción en ciudad con la creación del Cabildo. EXPEDICIÓN DE ALVAR NÚÑEZ El día 2 de diciembre 1540 partió de Cádiz la armada al mando del nuevo adelantado y capitán general Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Las condiciones fueron las mismas de Pedro de Mendoza, pero se añadió que tales condiciones sólo tendrían lugar en caso de haber muerto Ayolas. Félix de Azara dice que el nuevo adelantado había dispuesto dos naves y una carabela y reclutado a cuatrocientos soldados. Los oficiales principales eran Ruy Díaz de Melgarejo, Nuflo de Chaves, Martín Suárez de Toledo, Alonso Riquelme de Guzmán, Francisco Ortiz de Vergara, García Rodríguez de Vergara, Felipe de Cáceres, Jaime Resquín, Pedro Dorantes y Agustín Ocampos. Azara comenta que la armada fondeó en Santa Catarina, tras una fatigosa travesía. Allí se suscitó la duda sobre ir a Asunción por agua o por tierra. El piloto Antonio López y Felipe de Cáceres opinaron que por agua, pero Alvar Núñez, ante la pérdida de dos de sus naves y otra que tenía muy dañada, temió embarcarse. Ignoraba el rumbo y la distancia y para tomar noticias destacó a algunos españoles e indios con Pedro Donantes, quien volvió a los tres meses diciendo que después de atravesar serranías y grandes bosques y tierras desiertas había encontrado campiñas pobladas de indios. Resuelto por fm a ir al Paraguay por tierra. Se hizo el cruce del Paraná, observando las cataratas del Yguazú. Emisarios dieron cuenta al gobernador Domingo Martínez de Irala de la llegada del nuevo adelantado. Irala salió a su encuentro, reconociéndole como nuevo gobernador de la provincia. Las frecuentes contradicciones de las Leyes de Indias, dictadas lejos del suelo en que debían regir, modificadas o rectificadas según los informes que llegaban a la metrópoli, traían frecuentes desequilibrios en la realidad colonial, consigna Justo Prieto. Uno de ellos, recuerda el historiador, fue la reacción producida por el absolutismo y arbitrariedades cometidas por Alvar Núñez.
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Refiere Efraím Cardozo que en la noche de San Marcos, el 25 de abril de 1544, estalló violentamente el grave desentendimiento entre el gobernador y gran parte de los conquistadores. Una sigilosa conspiración dirigida por los oficiales reales llevó al pueblo a la calle. Los revolucionarios se autodenominaron "comuneros". Al grito de "Libertad, libertad", los principales conjurados —Pedro Oñate, Francisco de Mendoza, Jaime Resquín, Garci Venegas y Felipe de Cáceres— llegaron al cuarto del adelantado y, apuntándole Resquín con una ballesta, le prendieron y llevaron a un aposento de la casa de Venegas, donde le pusieron grillos y cincuenta hombres de guardia. Por su parte, Venegas daba a conocer la conveniencia del apresamiento y que fuera al Consejo a rendir cuenta de sus delitos. Entre tanto, los revolucionarios requerían a Martínez de hala que aceptase el gobierno hasta que el rey proveyera lo conveniente. Finalmente, dice Azara, Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue embarcado en una carabela construida en Asunción y bautizada con el nombre de "Comuneros". El barco zarpó de la capital paraguaya el día 8 de marzo de 1545. En su interior, engrillado y fuertemente custodiado, Alvar Núñez partía en calidad de desterrado de la provincia. GOBERNADOR IRALA Con la salida de Alvar Núñez, Domingo Martínez de Irala asume la Gobernación en forma interina. Una serie de sucesos ocurrieron en Asunción, protagonizados por los seguidores del depuesto adelantado, hasta que en la elección del 4 de abril de 1549 hala fue confirmado en el Gobierno. De ahí en más, las fuerzas leales al gobernador controlaron totalmente la situación. Aunque las crónicas y la historia de la conquista registran en sus páginas los nombres de decenas de gobernadores del Paraguay, muy pocos han quedado y, entre éstos, especialmente Irala, en el corazón de los paraguayos. Así describe Justo Prieto la figura del gobernador. Irala dio en matrimonio a sus hijas mestizas a Francisco Ortiz de Vergara, Alonso Riquelme de Guzmán, Pedro de Segura y Gonzalo de Mendoza. En esta cadena de amor, como señala Juan Francisco Aguirre en su Discurso histórico, la paz y la armonía quedaron establecidas en la
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colonia, al producirse las condiciones propias para la nueva organización económico-social. Por su parte, Cardozo va más allá, calificando a Irala de "padre del Paraguay", al evitar el fracaso del "sueño áureo". Organizó institucionalmente la provincia. Le dio su estructura política y su régimen económico. Irala descubrió el secreto de la conquista pacífica de los belicosos guaraníes mediante las alianzas matrimoniales poligámicas que convirtieron a cada conquistador en el centro de una vasta comunidad. Irala falleció en Asunción el día 3 de octubre de 1556. El Cabildo, en un memorial al rey, en 1602, decía: "hasta hoy lloran su muerte los conquistadores y naturales". En el Diario del capitán Aguirre se lee: "el nombre de Irala es solamente conocido con aprecio, cuando los de los otros conquistadores apenas se oyen". Azara lo ve así: "Cualquiera que se considere en las circunstancias en que se vio Irala, convendrá en que no pudo hacerse nada mejor que lo que él hizo. Entre él y Hernán Cortés y los Pizarros hubo la grande diferencia, que éstos representaron su papel en el teatro más magnífico del mundo, lleno de lustre y esplendor, e Irala en el más pobre y obscuro. Separando esto que pendió de la casualidad, notaremos que si los conquistadores de México y Perú hicieron cosas maravillosas e inmortales fue con mejores proporciones y medios y con soldados que tomaron el mayor empeño en las empresas de sus generales, incitados por los tesoros inmensos del Inca y de Moctezuma. Irala —añade Azara— trabajó sin auxilios, con un mando precario y con soldados desnudos, hambrientos, disgustadísimos de su suerte y miserias, y que no tenían otro estímulo que la elocuencia y la habilidad de su jefe. Puede decirse de aquellos que obraron para enriquecerse, y de Irala, que trabajó solo, y con el fin de honrar a su patria y de extender la Monarquía española. También es de notar que Cortés y Pizarro consumaron sus triunfos y trabajos casi de golpe cuando Irala trabajó y peléo 24 arios sin cesar. Si miramos a la especie de enemigos que batieron es cierto que los mexicanos y peruanos eran más instruidos y numerosos; pero quizá no igualaban o a lo menos no excedían a los guaraníes en fuerzas, estatura y vigor, que es lo mismo que decir que veinte de aquéllos apenas equivalían a un guaicurú, lengua, payaguá, guaná y guasarapó de los que venció Irala. Si se coteja la extensión de la conquista, tal vez no quedará
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atrás Irala, pero si se atiende a la situación de ellas la del vizcaíno está en el centro del mundo comerciante. Lima, Chile, la India oriental, el África, Europa, México y el Brasil le rodeaban de más cerca, dándole esta ventaja que nadie le puede disputar y por la cual el comercio de Potosí y otras provincias interiores siempre girarán por el Río de la Plata. Como buen vizcaíno su desinterés se ve en la tasación de sus bienes y su política de previsión, en todas las expediciones siempre felices". LA PROVINCIA GIGANTE DE LAS INDIAS El Paraguay abrazaba, en el momento de su nacimiento, más de la mitad del continente sudamericano. A propósito del tema, Cardozo destaca que el emperador Carlos V no imaginó la magnitud del engendro de las capitulaciones otorgadas a los primeros adelantados y gobernadores del Paraguay y Río de la Plata. "Al norte las regiones amazónicas y al sur las Tierras Magallánicas; al oriente la línea de Tordesillas y el océano Atlántico y al occidente doscientas leguas de la costa sobre el Pacífico y las primeras estribaciones de la cordillera de los Andes. La inmensidad de sus ámbitos le concilió el dictado de Provincia Gigante de las Indias". En otra precisa referencia Justo Prieto destaca que en ese vasto perímetro gobernado desde Asunción estaban encerrados los llanos de Bolivia, Mato Grosso, Sao Paulo, Río Grande, el Uruguay y la Confederación Argentina. Dentro de estos confines, más o menos coincidentes —la geografía de América era aún confusa— con la Capitulación de 1534 entre el rey y don Pedro de Mendoza, se desarrolló en un principio la vida de la nación paraguaya. ¿Por qué se desmoronó la Provincia Gigante de las Indias?, ¿quién fue el principal responsable del cercenamiento territorial? Varios historiadores dan cuenta del caso. Justo Prieto señala como principal promotor del fraccionamiento territorial al gobernador Hernando Arias de Saavedra —Hernandarias—; al promoverlo en aras de intereses subalternos, tronchó el destino de su propia patria: Asunción. Siendo el "primer hijo del país", investido de las codiciadas funciones de gobernador, encarnó la primera manifestación de una soberanía que debía implantarse doscientos años después. Ningún otro gobernador del Paraguay ha cometido un acto tan perjudicial para el destino del país. La Provincia Gigante ya no existe. Asun-
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ción se eclipsó. La madre de ciudades quedará sometida a la tutela de una de sus hijas, dice el historiador paraguayo. Con la desaparición de la Provincia Gigante de las Indias moría el sueño anhelado por el vizcaíno Domingo Martínez de Irala, el de la definición territorial que aseguraba a Asunción y al Paraguay su plena soberanía sobre esa vasta geografía. Su grandeza territorial quedó reducida a una mínima expresión. La futura nación paraguaya estaba condenada a perder su litoral marítimo, el mar del Paraguay. Esto ocurría en el año 1620. Sobre el tema, Azara señala en su Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata que así sucedió puntualmente y sus pobladores, que hasta entonces habían sido intrépidos, invencibles y dotados de extraordinarias luces, se convirtieron de repente en gentes de otra especie porque les faltaron aquellas excelentes y heroicas cualidades.
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Capítulo II POBLADORES PRECOLOMBINOS DEL TERRITORIO PARAGUAYO
Grupos étnicos. Movimientos migratorios. Origen, dominios, organización y cultura. Expansión de los guaraníes. Descripción de Azara sobre cada nación en particular.
El guaraní, el idioma nativo más extendido de América. Azara
A
mediados del siglo XVI eran varias las naciones indígenas que poblaban el territorio paraguayo, entre ellas, la guaraní. Fue la más extendida y, gracias a su temprana alianza con los españoles, desempeñó un papel considerable en el largo proceso biológico que dio origen al paraguayo de hoy, consigna Natalicio González. Seguidamente, se establecerá una especie de catálogo de las etnias precolombinas que mayor interés despertaron en los cronistas europeos, como Félix de Azara, y se incluirán las referencias de otros estudiosos. De los guaraníes prehistóricos dice Branislava Súsnik que se caracterizaban por su dinamismo poblador, por su ogwatá-andar migratorio siempre en búsqueda de "tierra buena, nueva", para el cultivo, y por su dominio sobre los protopobladores, con cierto etnocentrismo sociocultural, basado en la garantía vivencial dada por el mítico tamoi "ancestro". Según coinciden muchos estudiosos, etnólogos, lingüistas e historiadores, el origen de los guaraníes es amazónico y se inició en alguna región de aquella cuenca, desde donde grupos de esa etnia emigraron hacia distintas áreas sudamericanas, en las que fueron desarrollando y acentuando caracteres singulares. En el momento del descubrimiento de América, los pueblos guaraníes atravesaban un período de grandes migraciones. Entre ellos, los canos-guaraníes ocuparon el Paraguay, estableciéndose en la margen izquierda del río que da nombre a la nación. LOS CARIOS Caños fueron los pobladores de la isla de Santa Catarina y los que condujeron al portugués Alejo García, en 1524, hasta Charcas, así como los que en 1537 chocaron con los españoles comandados por Juan de Salazar, fundador de Asunción. Los guaraníes de Río de Janeiro se llamaron a sí mismos canos; de ahí que a los nacidos en esa ciudad se los conozca como cariocas. En guaraní caria-y "hijo de canos". Son los varones paraguayos.
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Siempre se ha hablado de la nación guaraní. Este nombre se dio a la extensión de territorio que ocupaban las grandes parcialidades guaraníes. Varias tribus y parcialidades formaban alianzas pero en general no había un gobierno o autoridad central para todos. No estaban organizados en un solo cuerpo político y cada tribu estaba regida por un jefe, mburuvichá, y se conducía de forma independiente. La base de la organización era la familia, unidad o célula comunitaria, que podía vivir en su tapyi-oga (vivienda), bajo la tutela del tuyatua (padre o jefe de familia). Entre los guaraníes la línea de autoridad era el patriarcado PATRIMONIO CULTURAL Está claro que los guaraníes no dejaron grandes monumentos ni construcciones, ni dejaron en su pasado precolombino una escritura; pero hay que tener en cuenta su hábitat y sus condiciones de vida. Tuvieron la habilidad y la sabiduría suficiente para conocer aquéllas y sacar del bosque, de los ríos y lagos, de las planicies, todo lo que la naturaleza brindaba para la vida y para sus necesidades. Los guaraníes tenían un grado bastante elevado de cultura, revelado a través de su religión, su moral, sus conocimientos cosmológicos, su arte y su ciencia. Y, en cuanto a su organización, se destaca el aspecto del plano familiar, social y político. También crearon una nomenclatura botánica y zoológica muy precisa, que enriqueció notablemente las ciencias naturales. El legado principal fue la lengua. Una rica expresión cultural, felizmente recogida y preservada. Resulta curioso comprobar cómo una nación que no dejó obras materiales importantes pudo tener y transmitir tan rica lengua como es la guaraní, que, además, fue importante factor aglutinante de muchos pueblos indígenas y hoy día lo es del pueblo paraguayo. PREDOMINIO DEL GUARANÍ En la mayoría de los pueblos del Paraguay y en todos los que estaban bajo el dominio jesuítico, el guaraní fue lengua única. Las ordenanzas del año 1603 del gobernador Hernandarias en favor de los indios de los nuevos pueblos se pregonaron en Asunción en forma simultánea
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en español y guaraní y en las constituciones del Sínodo de 1603, reunido en Asunción, se ordenó que la doctrina y el catecismo se enseñasen a los indígenas en lengua guaraní. Durante el siglo XVIII se hace notar el predominio del guaraní en documentos y la preferencia que por esta lengua manifiesta la población. El guaraní tiene así el mismo status social que la lengua oficial. La estadística más acorde con la realidad, según el estudio de Roberto A. Romero, dice que el 91% de la población paraguaya habla el guaraní, el 44,9% exclusivamente el guaraní y el 46,1% el guaraní y el español, elocuente demostración de la vigencia del guaraní como primera lengua nacional del Paraguay. LOS INDÍGENAS DEL PARAGUAY Félix de Azara, que ha vivido durante largo tiempo entre las naciones indígenas del Paraguay, da una descripción de estas etnias, sin conjeturas y a partir de sus observaciones personales. Antes de hacer la descripción de cada grupo en particular, advierte que llamará nación a toda reunión de indios que se consideren ellos mismos como formando una sola y misma nación y que tengan el mismo espíritu, las mismas formas, las mismas costumbres y la misma lengua. Advierte igualmente que aun cuando marque los lugares habitados por estas naciones no se debe creer que sean estables, porque todas son errantes, unas más y otras menos, en la extensión de un cierto distrito. Azara da cuenta que los indios hablan mucho más bajo que los europeos; no llaman la atención con sus miradas; para pronunciar mueven poco los labios y hablan mucho de garganta y nariz. Resulta, pues, muy difícil aprender estas lenguas. Guaraníes Sobre esta nación, Azara dice que era la más numerosa y más extendida de todas las que ha descrito, pues en la época del descubrimiento de América ocupaba todo lo que los portugueses poseen en el Brasil y la Guayana misma. Además se extendía al norte de los charrúas, de los bohanes y minuanes, hasta llegar al paralelo 16, sin pasar la parte occidental del río Paraguay y luego del Paraná, a excepción de los dos
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extremos; es decir, que ocupaban también el territorio de San Isidro y de las Conchas, cerca de Buenos Aires, y la parte meridional, hasta el 30°, y todas las islas de dicho río, sin pasar a la orilla opuesta; y al otro extremo pasaba al oeste del río Paraguay y penetraba en la provincia de Chiquitos hasta las cimas de la gran cordillera de los Andes, donde había gran número de ellos con el nombre de chiriguanás. Ha observado igualmente que en el espacio asignado a la nación guaraní había otras naciones que estaban enclavadas en medio de ella y que ésta se halla rodeaba por todas partes, tales como los tupí, los guayaná, los ñuará, los nalicuega y los guasarapo. Acerca de la suerte o destino de la nación guaraní, Azara asegura que no ha sido la misma en todas partes. Todos los grupos que habitaban en el inmenso país poseído por los portugueses fueron tomados y vendidos como esclavos. En este punto, aclara Azara que la conducta de los españoles ha sido bien diferente: no han vendido un solo guaraní. En general los guaraníes libres vivían en los alrededores de los bosques. Se alimentaban de miel y de frutos silvestres; comían también animales del bosque, pero su principal recurso estaba en el cultivo del maíz, de las judías, de las calabazas, del maní o manduví (cacahuete), de las patatas y de la mandioca (yuca). Si tenían un río a su alcance pescaban a flechazos o con anzuelos de madera. Cuando terminaban su recolección establecían almacenes para el resto del año. Su lenguaje era muy diferente de los otros, pero el mismo para todas las ramas de esta nación, comenta Azara; de manera que hablándolo se podía viajar por todo el Brasil, entrar en el Paraguay, descender hasta Buenos Aires y subir al Perú hasta el cantón de los chiriguanás. Este lenguaje pasa por ser el idioma más abundante de los indios de América. El padre Luis Bolaños, franciscano, tradujo a esta lengua el catecismo y los jesuitas inventaron signos para recoger y expresar su pronunciación; han llegado a hacer e imprimir un diccionario y una gramática de esta lengua. En cuanto a la cosmología guaranítica, detalla el investigador Natalicio González, es más poética que científica, sin dejar de tener algunos atisbos de verdad. El sol, cuarasy, cueva materna o cueva matriz, era concebido como un centro de la vida universal. La luna, yasy, es la madre de la estirpe. Yvytú, aliento de la tierra, es el viento, el soplo cósmico. Una sola palabra, ara, sirve para designar el día lleno de esplendores.
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Tupá o tupáng (tú, padre; ang, alma) es el padre de las almas, puro espíritu, carece de formas. La moral guaranítica tuvo siempre un fundamento exclusivamente estético. Porá es lo bello y al propio tiempo lo bueno. En cambio, vaí significa feo y al propio tiempo inmoral. Los guaraníes se disolvieron en el largo y frenético proceso de mestizaje que duró dos siglos. Hoy no quedan en el Paraguay sino algunas pequeñas parcialidades, sombras desvaídas de la antigua y orgullosa nación, apunta Natalicio González. Mbayás
A la llegada de los españoles al Paraguay los mbayás habitaban el Chaco (región occidental del país). Azara apunta en sus escritos que los mbayás se creen la nación más noble del mundo, la más generosa, la más formal en el cumplimiento de la palabra con toda lealtad y la más valiente. Hay otro dato curioso que describe Azara sobre los mbayás: como su talla, la belleza y elegancia de sus formas, así como sus fuerzas, bastante superiores a las de los españoles. Ellos consideran a la raza europea como muy inferior a la suya. Los mbayás subsisten de la agricultura, de la pesca y de la caza y se han provisto de canoas. Poseen muchos caballos y se han dedicado a criar y sostener pequeñas piaras de vacas y ovejas. Se divide ordinariamente esta nación en una porción de hordas y cada una cuenta con un número de aproximadamente mil indios. Al evaluar su talla, Azara dice que sus formas y proporciones le parecen las mejores del mundo y muy superiores a las de los europeos. Los mbayás no conocen ni obediencia ni recompensas ni castigos ni leyes obligatorias y sus diferencias particulares se deciden en peleas. Respecto al uso del lenguaje, Azara recuerda su experiencia en la ciudad de Curuguaty. Los españoles fundadores de esa ciudad tomaron mujeres indias. Sus hijos aprendieron el lenguaje de las madres, como era natural, y probablemente conservaron el español; más como cuestión de honor, para probar que su raza era noble. Pero los españoles del resto de la provincia no pensaron así, sino que olvidaron su lengua de origen sustituyéndola por la de los guaraníes.
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Guayanas Habitaban la región de bosques situada al oriente del río Paraná, muy por encima de la aldea de Corpus. Tiene esta nación un lenguaje particular y su metal de voz es elevado, agudo y discordante. Su talla no cede a la española y es bien proporcionada, aunque sean muy delgados. Azara asegura que esta nación difiere de todas las que conoció, en que el color de la piel es visiblemente más claro; además, algunos de estos indios tienen ojos azules y el aire más alegre y arrogante que los demás. Son pacíficos y hasta cariñosos con los extranjeros. Se alimentan de las mismas plantas que cultivan y de miel y frutos silvestres. No tienen animales domésticos. Poseen arcos extraordinariamente largos, a veces de siete pies y medio, y flechas de cinco y medio. Tobas Así denominan los españoles a esta nación que habita el Chaco entre el río Pilcomayo y el Bermejo. Su lenguaje es muy diferente de todos los otros, muy difícil y gutural. Los jesuitas, otras órdenes religiosas y varios gobernadores han formado con frecuencia poblados de estos indios, pero ninguno ha subsistido. Cabe señalar que los tobas contemporáneos aparecen al sur del río Confuso y en las cercanías de Villa Montes. Altos, robustos, buenos cazadores, estos indios tienen un carácter altivo e independiente. En sus poblados viven en chozas cubiertas con esteras de juncos o totoras. Payaguás Esta nación, fuerte y poderosa, da su nombre al río Paraguay, que se llamaba antes Payaguay o río de los payaguás, nombre que los españoles han alterado un poco haciéndolo extensivo a todo el país, según comenta Azara. A la primera llegada de los españoles estaba la nación dividida en dos parcialidades, que se habían repartido el imperio del río Paraguay sin permitir que nadie navegara por él. Los primeros arribantes europeos pintaron a los payaguás como una suerte de gigantes, de vigorosa musculatura y esbeltos de cuerpo,
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temibles por su valor y astucia, esforzados en la guerra y habilísimos en tramar emboscadas. Azara recuerda que fueron payaguás los que mataron a los españoles del ejército de Sebastián Gaboto, que fue el primer europeo que entró por el río Paraguay. Algún tiempo después los mismos indios, con sus canoas, entablaron un combate desesperado con los españoles que subían por el mismo río, mandados por Juan de Ayolas, y mataron a sus soldados. El mismo Ayolas subió luego más arriba con doscientos españoles, que fueron atacados y muertos todos por los payaguás. Lenguas Esta nación, comenta Azara, vivía errante en el Chaco y era una de las más respetadas y formidables, orgullosa, presuntuosa, feroz, vengativa, implacable, que no conocía más ocupaciones que la caza y la guerra. No reconocen culto, divinidad, leyes, jefes ni obediencia, son libres en todo. El lenguaje de los lenguas no está falto de elegancia ni de precisión, pero su pronunciación es extraordinariamente difícil. Esta nación no se ha extinguido. Hay varias tribus que pertenecen a esta familia lingüística. Muchos están trabajando en los establecimientos ganaderos y obrajes de la región chaqueña. Machicuys Así denominan los españoles del Paraguay a una nación que los lenguas conocen con el nombre de Mascoy. Habita en el interior del Chaco, próximo al río Pilcomayo. Su lenguaje, dice Azara, es no sólo nasal y gutural sino que además las palabras son muy largas y llenas de diptongos. La nación está dividida en varios pueblos, de los que es imposible pronunciar los nombres y menos aún escribirlos. Como ejemplo, cita el nombre del cacique principal de aquel tiempo: Aubuyamadimón. La caza y la cría de algunos animales, más el uso de los productos de su agricultura, que consiste en maíz, judías y otros frutos del país, son sus principales medios de subsistencia.
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Enimagas Según una tradición conservada por los enimagas esta nación estaba dividida en dos pueblos en la época de la llegada de los españoles. Estos datos, recogidos por Azara, abundan en detalles de esta parcialidad que habitaba la orilla austral del río Pilcomayo, en la parte más interior del Chaco. Su subsistencia procede hoy de la caza y un poco de agricultura. Parecen más inclinados al divorcio que ninguna otra nación de indios. En efecto, Azara conoció a uno que a los treinta años de edad había repudiado ya a seis mujeres y tenía la séptima. Abipones Los antiguos españoles dieron a los indios de esta nación el nombre de nepones. Habitaban en el Chaco y su idioma era diferente de los otros, difícil, nasal y gutural. Azara recuerda que, por entonces, este pueblo se empeñó en una guerra con los mocobys, a los cuales no cedían ni en orgullo ni en fuerzas ni en talla. Los españoles les fundaron algunas reducciones o poblados, cuyo cuidado confiaron a los jesuitas. De estos pueblos, San Jerónimo y Las Garzas adquirieron renombre. Guanas Así llamaban los habitantes del Paraguay a esta nación de indios; pero los lenguas, los machicuys y los enimagas les dan el nombre de chané. En esta parcialidad que integra a la familia lingüística de los arawak viven los habitantes más antiguos del Chaco. Dominaban este gran territorio, desde el río Paraguay hasta los primeros contrafuertes andinos. Hacia 1780, época en que estuvo Azara en el Paraguay, su ya menguada población se hallaba distribuida en cinco parcialidades. Muchos de estos indios pasaron ulteriormente a la región oriental del país y formaron la efímera reducción de Taguatí, sobre el río Ypané. Acerca de su talla, Azara dice que son derechos y bien proporcionados, como todos los indios, entre los cuales el investigador aragonés asegura que no ha visto nunca ni un hombre contrahecho ni un jorobado.
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Mujer de la tribu chamacoco con su hijo, en el Chaco paraguayo (A. V. Frie. Indiáni Jizní Ameriky-Jaroslav Podrouzek, Praha). Archivo del Museo Etnográfico Andrés Barbero (Asunción).
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CLASIFICACIÓN DE LAS ETNIAS
Branislava Súsnik ha hecho una clasificación con criterio lingüístico de los pueblos indígenas que ocupan el actual territorio de la nación paraguaya. Se tomará en cuenta solamente a las etnias que sobrevivieron, ya que etnias enteras han desaparecido. En el norte y nordeste del Chaco paraguayo está el hábitat de la familia lingüística zamuco, con dos etnias: moro o ayoreo y chamacoco o yshyr. En el centro este, la familia lingüística maskoy, con seis etnias: lengua o eenthlit, guaná, toba-maskoy, sanapaná, kilyamok y angaité. En la región que abarca la margen del Pilcomayo, están tres etnias de la familia lingüística mataco-mataguayo: choroti, nivaclé o chulupí y maká. Una de las aldeas de los maká está ubicada en la periferia de Asunción. La familia lingüística guaycurú tiene una sola etnia en el Paraguay y está en la zona del río Confuso y, en la región oriental, cerca de Puerto Rosario: toba o kom-liik, denominada por Súsnik emok-toba y por Belaieff toba-lengua. La familia tupí-guaraní tiene dos etnias en el Chaco: tapieté o guaraní-ñandéva y chiriguano o mbyá-guaraní, también conocida como guarayo o guaraní occidental. En la región oriental se ubican las familias: mbyá, que ocupa una larga franja que va desde el norte del país hasta la frontera con la provincia de Misiones, Argentina; chiripá o avá-guaraní, concentrada en la zona centro-este de la región; paí tavyterá, en el nordeste, y algunos enclaves de guayakí o aché, en las selvas del este. En cuanto al aspecto demográfico, cabe apuntar que se han hecho muchas estimaciones de la población indígena del Paraguay. En este sentido se pueden citar las realizadas por Chase-Sardi, Borgognon, Bejarano, Mayer, Asociación de Parcialidades Indígenas y otras entidades. Se estima que la cantidad total de indígenas del Paraguay es de 70.000. Al cerrar este capítulo dedicado a los pobladores precolombinos del territorio paraguayo, rescatamos una reflexión de Natalicio González, que refiriéndose a los indígenas de hoy dijo que, pese a su completa decadencia, todas estas tribus mantienen su vieja concepción moral de la vida. Les repugna la hipocresía de quienes predican el bien y practican el mal.
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Capítulo III EXPEDICIONES ESPAÑOLAS A AMÉRICA EN EL SIGLO XVIII
De la conquista territorial a la científica. El reformismo borbónico. Clasificación por su forma, ámbito y destino.
Un caso peculiarísimo es el de Azara, miembro de la expedición de límites a la América meridional de 1781, que produce al margen de su cometido oficial una extraordinaria labor como naturalista. Francisco de Solano
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i los siglos XVI y XVII fueron los de su conquista territorial y el XIX el de su independencia de la metrópoli, el XVIII supuso para América el siglo de su conquista científica. Un período tan breve como intenso, apenas setenta y cinco años, en el que se sufragaron más de medio centenar de viajes, expediciones y comisiones al Ultramar español cargados de progreso, modernización y reformas coloniales. Esto no significa que, desde su descubrimiento, no hubieran existido diversas tareas de inspección y desentrañamiento de las inmensas tierras americanas. Al contrario, durante el mil setecientos, especialmente en su segunda mitad, se plantea desde España una nueva política revisionista, encaminada a lograr relaciones óptimas con las colonias. El Estado se ha dado cuenta de que la completa definición de su imperio sólo puede proporcionarla la investigación científica. Acomete entonces numerosos viajes, en los que hombres imbuidos de ilustración y profundos conocimientos de las ciencias de la Tierra dibujan con extraordinaria rapidez el perfil casi definitivo de un extenso territorio desaprovechado y prácticamente desconocido. Desgraciadamente, la vigencia temporal de tales empresas es breve. La actividad expedicionaria decrece bruscamente a partir de 1808, fecha de la invasión napoleónica del territorio español, y desaparece así definitivamente con el proceso de independencia de los países iberoamericanos. Tal vez éstas sean las causas de que la gran aportación al conocimiento de quienes fueron protagonistas de estos viajes haya pasado de puntillas en el ámbito de la ciencia. Las expediciones científicas dieciochescas no son acontecimientos aislados del momento histórico y cultural europeo; se imbrican necesariamente y son una consecuencia del espíritu del siglo en el que acontecen, del movimiento intelectual de la Ilustración, desarrollado en
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una parte muy sustancial en tierras americanas como prueba de la preocupación que por ellas se tiene en España y en toda Europa. EL REFORMISMO BORBÓNICO Parejo a la renovación ideológica se despliega un remozamiento de la actividad estatal, con objetivos e intenciones variados, tanto en el orden económico-político como en el científico-económico, en el que el Nuevo Continente será el campo de ejecución idóneo. La Corona española, por supuesto, no permanecerá al margen de tales actividades. Antes al contrario, se convertirá en la principal patrocinadora de la nueva política colonial, financiando las más fecundas, aunque casi olvidadas, expediciones científicas discurridas por América. Es preciso establecer de forma escueta las circunstancias y características de la España que aborda el nuevo siglo para determinar los motivos de las grandes empresas de ciencia hispanoamericanas. Primero, tiene lugar un cambio dinástico en el reino español, consecuencia de una guerra de sucesión al trono vacante dejado por un rey sin herederos y cuya disputa enfrenta en Europa a las Casas de Borbón y Austria con sus cortes de países aliados. Asimismo, a finales del siglo XVII, Inglaterra, Francia y Holanda se perfilaban como las auténticas metrópolis económicas de la América hispana, en usufructo de su comercio, con la agravante de la guerra de Sucesión, que empeora aún más la situación. Además, el contrabando atlántico menoscaba la hacienda real y franceses, ingleses, portugueses y holandeses aprovechan tal debilidad para establecerse en enclaves hispanos, practicando un expansionismo territorial al que apenas se podía responder. Este caos no era sino consecuencia de la táctica oscurantista seguida en siglos anteriores por las potencias europeas, interesadas en ocultar el alcance de sus dominios mientras hubiese lugares que conquistar. Esto, junto con la imprecisión de las fronteras entre zonas de influencia, originó un conflicto de límites que el siglo ilustrado trataría de solventar. Es necesario aportar un dato importante sobre el estado de la Marina y el Ejército españoles a principios del mil setecientos. Concluido el reinado del último Austria, Carlos II, el Ejército difícilmente alcanzaba tal condición ni por su número, no más 35.000 hombres repartidos por Europa y la
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península, ni por su imagen, próxima a la miseria. En la Marina, apenas se podían encontrar en España dos docenas de buques de línea en condiciones aceptables. Y esto antes de empezar la guerra de Sucesión. La situación, más que lamentable, era contradictoria con las necesidades de un país de perímetro en gran parte costero, con importantes intereses mediterráneos y, lo más interesante, con todo un imperio ultramarino cuya inseguridad era cada vez más preocupante. Impregnados de la razón ilustrada del siglo, los reyes borbones y sus hombres tienen que emplearse a fondo para acometer el arreglo de la depauperada casa española. Da comienzo un amplio proceso de reformas con un objetivo meridiano: la supervivencia de España como potencia europea y colonial para enfrentarse en igualdad de condiciones a las otras dos, Francia y Gran Bretaña. Los sucesivos gobiernos pretenden mejorar la economía nacional, explotando racionalmente el imperio americano y mejorando su comercio con la metrópoli. En síntesis, América no puede ser la despensa incontrolada de España. Pero para poder aprovechar su inagotable riqueza es preciso contar con una información detallada de sus posesiones. Mapas fiables, conocimiento de su flora, su fauna, sus yacimientos y sus pueblos. Saber exactamente cuáles son sus fronteras con los dominios de sus vecinos. En fin, la información y el conocimiento son la mejor defensa política y económica frente a las incursiones de países terceros. Francisco de Solano lo ve así, señalando que lo político multiplicó la urgencia del Estado en solucionar viejos problemas tenidos por insolubles en otros tiempos —corrección y delimitación de zonas de soberanía española y los territorios de otras potencias, definición de los conocimientos hidrográficos y náuticos de las rutas marítimas, etc.—, a los que se suma el empeño triple de cartografiar América con mapas y planos lo más científicamente fiables y de llegar al mejor conocimiento botánico y geográfico, lo mismo que el hidrográfico en Hispanoamérica e Hispanoasia. Los reformadores sostienen este propósito sobre dos pilares: la creación de un poderío naval y la educación de sus marinos y militares en el conocimiento científico. Es decir, convierten el programa naval en mucho más que una cuestión de exigencias estratégicas y acometen la transformación de la Marina con un entusiasmo que raya la obsesión. El proyecto, por tanto, no debe limitarse a una mera cuestión de reforma del sector
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militar, sino que demanda una infraestructura de carácter industrial, conocimientos técnicos y también la formación de expertos que deberán dominar tanto o más las disciplinas científicas que las militares. Se crean así academias y escuelas para la formación del Ejército y cuadros de la Armada y se regula la producción de astilleros. Las pruebas de nobleza siguen siendo necesarias para ingresar en las escuelas, además del nivel cultural y la preparación física: tal es la elevada formación que se va a recibir, en la que se incluyen las disciplinas de geografía, matemáticas, astronomía, geometría, ingeniería, esgrima e idiomas. El empecinamiento ilustrado se llevó a cabo como una labor urgente y constante en los primeros tres reinados borbónicos. Producto de esta profusa actividad, se fundan tanto en España como en América laboratorios de física y química y observatorios astronómicos y se logra reunir amplias colecciones mineralógicas, zoológicas y también botánicas, alcanzando esta última disciplina junto con la cartográfica un gran perfeccionamiento. Jorge Juan y Antonio de Ulloa, miembros de la expedición a Quito, sobresalen como astrónomos y cartógrafos. Bethancourt es el máximo exponente en ciencias físicas. Las ciencias de la naturaleza tuvieron como máximos representantes al padre Feijoo y Azara. De todas estas instituciones salen los miembros que formarán parte de las expediciones dirigidas a descubrir para la ciencia las colonias españolas. Pero lamentablemente su actividad cultural nunca ha sido suficientemente conocida. CLASIFICACIÓN DE LAS EXPEDICIONES CIENTÍFICAS Para intentar clasificar adecuadamente estas expediciones científicas —hay desacuerdos sobre el número de empresas— es útil ceñirse a la tipología que de los viajes del XVIII establece Francisco de Solano. Por su forma El primer criterio de clasificación establecido se refiere a la forma de los viajes. La inexistencia de una diferencia clara entre ellos trajo como consecuencia la imprecisión de su número, de 40 a 60. Solano
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distingue entre expedición, misión y comisión, distintas tanto por la grandeza de sus pretensiones como por su tamaño, pero sin menosprecio del alcance científico de cada una de ellas. Entiende que se acostumbra a denominar expedición a cualquier viaje, desarrollando con ello un indudable exceso de generosidad, y que toda expedición científica debe contar, para serlo, con un importante número de especialistas y con destacados materiales (instrumental, enseres, barcos, ayudantes, etc.), dejando a los restantes viajes, que cuentan con escaso o mínimo personal y medios, el carácter de misión o de comisión científica. Las intenciones y esfuerzos de cada una de ellas son diferentes. Es distinta la financiación estatal que la particular y, por tanto, nada tiene que ver sufragar a un grupo reducido de científicos para una misión que sea específica en algún lugar concreto de América o de Asia con la envergadura de unos viajes en los que participan un número superior de científicos, dibujantes, médicos y personal anexo, destacados en un territorio amplio y que precisan la ayuda de las administraciones locales. Las expediciones son por ello escasas. Según Solano se ciñen a las que definen límites (con Portugal por la ancha frontera de Brasil con Venezuela, Nueva Granada, el virreinato del Perú y el Río de la Plata; en el noroeste de Nueva España, etc.); las que dibujan hidrográficamente las costas de las Antillas, de Malvinas y Patagonia, de Magallanes y Chiloé, y algunas botánicas (a Nueva Granada, a Perú, a Nueva España y todas sus ramificaciones, ya sean viajes científicos a la América Central y Cuba). Por el ámbito Este segundo criterio clasificatorio se basa en los propósitos y las necesidades que impulsaron los viajes. Según Solano, las expediciones son científicamente multidisciplinares y obedecen a variados intereses de tipo político. Entre ellas: expediciones de límites. Desde las reclamaciones territoriales a repoblación de áreas que fueron despobladas, en donde hay que marcar la situación astronómica de la zona y realizar trabajos para fijarla
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cartográficamente; expediciones mineralógicas o cartográficas y botánicas; búsqueda de materiales botánicos, zoológicos y mineralógicos, así como de apertura o consolidación de rutas náuticas. Las misiones y comisiones son, por el contrario, casi exclusivamente monográficas. En muchos casos se trata de viajes desgajados de las propias expediciones, como los de José Longinos Martínez y José M. Mociño a Guatemala (1794) y de Martín de Sessé a Cuba (1797) dentro de la Real Expedición a Nueva España (1787-1803). El ámbito científico es muy variado. En ocasiones se añadían a la expedición expertos en otras disciplinas o bien sus miembros abordaban trabajos diversos. Así sucede, por ejemplo, en la expedición de límites dirigida por Iturriaga en 1754 para demarcar la frontera norte entre los dominios españoles y portugueses. A ella se suma el botánico sueco Loeffling, discípulo de Linneo, quien durante dos años realizó una gran labor de clasificación botánica y zoológica. Su presencia, sin embargo, no califica como botánica a la expedición. Otro caso peculiarísimo es el del ingeniero militar Félix de Azara, miembro de la expedición de límites a la América meridional de 1781. Su misión es la de dirigir y trazar como cartógrafo los límites fronterizos de las tierras de la Corona con las posesiones portuguesas en territorio del Plata. Azara produce al margen de su cometido oficial, durante los veinte años que permanece en el Paraguay, una extraordinaria labor como naturalista, definiendo la fauna, flora y los pueblos paraguayos y de casi toda la zona del Plata. Por su destino El destino de las expediciones estaba supeditado a las necesidades del Estado, por lo que se dirigían allí donde hiciera falta asegurar soberanías, fortalecer rutas marítimas, consolidar fronteras, lo mismo que para perfeccionar la cartografía o medir las profundidades del paisaje submarino de las costas hispánicas; también ayudando a rellenar los vacíos poblacionales, a catalogar especies botánicas con positivo recurso farmacológico, alimenticio, ornamental, etc. Y las urgencias de esta naturaleza se encuentran, desde mediados del siglo XVIII, en todo el mundo hispánico. Como se puede colegir de la cita, no quedó zona colonial que no recibiera la visita, más o menos prolongada, de alguna expedición. Se
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extienden los viajes por los virreinatos, destacando como lugares preferentes el Paraguay, el Plata, la Patagonia, las Antillas y la cuenca del Orinoco. Cabe destacar, por último, la más ambiciosa de las empresas expedicionarias, la dirigida por Alejandro Malaspina entre 1789 y 1794, que recorrió todo el imperio colonial: Río de la Plata, Chile, Perú, Quito, Panamá, Nueva España y su noroeste hasta Nutka y las islas Marianas y Filipinas en el Pacífico. Por los expedicionarios
La mayoría de los miembros participantes en todos los viajes son españoles. Tan sólo en un par de ocasiones se realizan en colaboración con Francia. Una de ellas fue la de Quito en 1735, organizada por la Academia de Ciencias de París. Su principal cometido era efectuar mediciones astronómicas para averiguar la verdadera forma de la Tierra. En esta tarea destacaron el astrónomo Jorge Juan y el naturalista Antonio de Ulloa, cuyas observaciones le valieron el encargo de constituir un Gabinete de Historia Natural. La colaboración entre peninsulares y criollos fue intensa en todas las empresas científicas. Asimismo, en muchas travesías ayudaron especialistas de otros países. Destacaron en el campo de la mineralogía y la botánica el sueco Loeffling, el checoslovaco Hanke, los franceses Née y Dombey y el italiano Malaspina. También tomaron parte ingenieros alemanes formados en la Escuela de Friburgo. Por reinados
Entre 1735, fecha en la que parte la primera expedición hispanofrancesa a Quito, y 1810 median los setenta y cinco años que acogen los más de sesenta viajes científicos auspiciados por cada uno de los cuatro monarcas de la Casa de Borbón que reinaron en el siglo XVIII. Felipe V patrocina dos: el de Quito, comandado por La Condamine (1735), y el del padre Quiroga a la Patagonia (1745). Igual número se realiza durante el reinado de Fernando VI. Son las expediciones de Límites suscitadas a raíz del Tratado de Madrid de 1750, firmado con Portugal para dar fin a sus conflictos fronterizos en América. Una fue la del 57
marqués de Valdelirios (1753) y la otra la capitaneada por Iturriaga y Solano (1754 y 1760). El número crece andado el medio siglo, al ocupar el trono Carlos III. Son treinta y dos los viajes organizados, muestra del interés geopolítico del más ilustrado de los borbones por su imperio ultramarino. Algunos de ellos tienen como fin la inspección a los virreinatos de Nueva España (José de Gálvez, 1765) y del Perú (José Antonio Areche, 1777, y Jorge Escobero, 1782). También es primordial el cuidado de las fronteras, a las que dedican numerosas empresas: cuatro a Méjico, una al Paraguay (1781), siete para defender espacios desprotegidos de América del Sur de una posible ocupación extranjera, dieciséis para trabajos hidrográficos y cuatro, botánicas. Carlos IV sigue la senda marcada por su antecesor y patrocina veinticinco travesías, de las que diez son hidrográficas, dos de límites (Méjico y Florida), cinco al noroeste de Nueva España, una botánica y dos mineralógicas. El monarca tampoco descuida los espacios despoblados, con dos expediciones a la Patagonia. Cierra este espléndido período, el cuarto de los Carlos españoles, con la gran expedición de Alejandro Malaspina, quizá la más importante de todas las de su época. Tras ella, vino el declive. Por los resultados
Sin duda, los resultados del gran esfuerzo que fuera desplegado durante estos años no estuvieron acordes con los objetivos marcados. Los problemas españoles y la independencia de los territorios centro del interés científico frustraron repentinamente tan profusa labor. Los estudios realizados fueron llevados en su mayoría a España, donde han permanecido dispersos e ignotos por varias entidades, como el Real Jardín Botánico, el Museo de Ciencias Naturales o el Museo Naval. Sin embargo, no cabe duda de la importancia de algunos de sus logros, que Solano sintetiza en cuatro: —Se fijan definitivamente las fronteras con Portugal, cuya mejor expresión es el Mapa de América del Sur debido a Juan de la Cruz Cano y Olmedilla.
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—Otras fronteras se consolidan, con el desarrollo de una política fundacional y poblacional, repetición durante el siglo XVIII del gran auge poblador español del siglo XVI. —Se llega a adquirir un gran conocimiento hidrográfico de las rutas marítimas, a la par que se crea el Depósito Hidrográfico, que comenzaría desde principios del siglo XIX la impresión de cartas náuticas genuinamente españolas, desterrando la dependencia de las cartas impresas fuera de España. —Los viajes y expediciones científicas, en fin, han contribuido de modo decisivo a la mejora de todas las comunicaciones, patentizándose en una cartografía muy perfeccionada. No hay que olvidar que todas las expediciones se llevaron a cabo en un contexto histórico en el que España sostuvo cuatro guerras contra Inglaterra, dos contra Portugal y otras dos campañas militares contra Argel. Para concluir este capítulo, basta con añadir las palabras de Humboldt, otro científico, gran conocedor americano: "... ningún gobierno europeo ha sacrificado sumas tan considerables como las que ha gastado España para adelantar el conocimiento de la Naturaleza".
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Capítulo IV DIPLOMACIA ESPAÑOLA DE LA ILUSTRACIÓN
Equilibrio americano. Los Tratados de límites. Relaciones hispano-británicas. La frontera sudamericana.
Nace la "Diplomacia pura" con una intensa actividad política —pactos y alianzas— donde la astucia sustituye al heroísmo. Rohden
L
a aplicación del pensamiento ilustrado en el ámbito de las relaciones internacionales configuró a lo largo del siglo XVIII10 que se ha denominado "diplomacia clásica". El profesor José M. Jover apunta dos motivos claves que justifican el calificativo de "clásico" en este período de la política exterior europea. Por una parte por lo que en ella hay de proyección sobre el quehacer diplomático del ideal de vida propio de la Ilustración, particularmente atenta a la tradición clásica (grecorromana) de nuestra cultura; pero por otra, y sobre todo, por el enorme valor de contraste que tiene para nuestro propio tiempo, para la propia generación. Efectivamente, la irracionalidad y el fracaso de la diplomacia occidental quedan trágicamente patentes una vez concluida la primera mitad de nuestro siglo, saldado con dos guerras mundiales en el transcurso de treinta años, y de sus cenizas resurge la diplomacia racional como un modelo del pasado necesario en el presente y útil en el futuro. Además, la diplomacia de la Ilustración es "clásica" por su aportación técnica a la organización contemporánea de las relaciones internacionales y a la evolución de la ciencia política. De esta evolución nace el cuerpo diplomático como un equipo de funcionarios no sólo al servicio de la voluntad del rey sino al de los intereses de la nación. Si es el concepto de cambio el que subyace en el centro de cualquier revolución, del tipo que sea, a Jover no le falta razón cuando defiende que el siglo XVIII vive una revolución de la diplomacia y de los diplomáticos. La guerra de Sucesión al trono español, comenzada en 1700 y que concluye con los acuerdos de Utrecht, marca tanto el estallido violento como el punto de partida del nuevo orden internacional que reforma toda la diplomacia de la Ilustración dieciochesca. La mudanza aparece en todos los ámbitos necesarios de la política exterior. En primer lugar, desde un punto de vista exclusivamente temporal, la Paz de Utrecht presenta un nuevo siglo. Este aspecto, si se quiere baladí, es sin embargo muy eficaz para delimitar etapas dentro de la histo-
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ria, en este caso para poder calificar con un margen mínimo de error a la diplomacia del siglo XVIII como la época de la diplomacia clásica. En el terreno bélico, la de Sucesión española es la última guerra europea en la que se lucha por asuntos que trascienden intereses estrictamente nacionales. Concretamente, nos encontramos ante un conflicto entre dos dinastías, Austrias y Borbones, para decidir el sucesor a un trono vacante (el español). Terminan así las grandes campañas con no menos magníficos ejércitos en favor de causas supranacionales, sean de justicia, religiosas, dinásticas o hegemónicas. La máxima de Utrecht, el mantenimiento del equilibrio y la paz, es utilizada por los estados europeos para lanzarse a nuevas luchas en defensa de sus propios intereses, centrándose en pugnas localizadas en el tiempo aunque en ocasiones muy extendidas en el espacio. NACE LA DIPLOMACIA PURA Abandonadas las causas elevadas, maltrechas las arcas de los estados por conflictos interminables, se despierta en los políticos una mentalidad utilitarista centrada en la estrategia territorial y económica. Dinero, comercio y buena información componen la nueva política internacional. Las grandes cuestiones ya no se dirimen en los campos de batalla sino en los despachos. Nace la diplomacia "pura" del setecientos, que definiera Rohden, con una intensa actividad política traducida en numerosos pactos y alianzas, en los que la astucia sustituye al heroísmo. Jover sintetiza las características de esta nueva etapa de las relaciones internacionales de la siguiente manera: —Sistema pluralista de estados. Girando unos en torno a otros y manteniendo relaciones recíprocas con arreglo a determinadas reglas. —Equilibrio europeo. Este principio se consagra en los acuerdos de Utrecht de 1713 y 1715. Los propios términos del Tratado no pueden ser más elocuentes: confirmar la paz y la tranquilidad del mundo cristiano por medio de un justo equilibrio del poder. —Protagonismo del Estado soberano en la vida internacional, defensor de sus propios intereses y consciente de que su seguridad exterior depende de una política de autolimitación que deje a salvo el equilibrio y prevenga la formación de coaliciones ajenas.
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ESPAÑA TRAS LA GUERRA La situación que vive España durante la guerra de Sucesión constituye una de las más nefastas de su historia. Pese a salvar su prestigio durante el mil setecientos, al quedar intacto su poder en el Nuevo Mundo, el proceso de independencia de las colonias americanas y asiáticas hunde, a lo largo del siglo XIX, al otrora imperio español en la decadencia definitiva. De entrada, España queda traumatizada por su participación más pasiva que activa en el conflicto, siempre a merced de las evoluciones entre las dos dinastías aspirantes al trono vacío dejado por Carlos II. Pero el golpe producido por la guerra se remata con las condiciones en que se acuerda la paz, por las que pierde todos sus dominios europeos y parte de su propio territorio. En 1713 se firma el primero de los tratados que liquidan el problema de la sucesión española. Felipe V de Anjou, nieto del monarca francés, es reconocido rey de España y las Indias, pero a cambio cede a Gran Bretaña dos enclaves de gran valor estratégico en el Mediterráneo: la isla de Menorca y Gibraltar. Nos introducimos en la época del reformismo borbónico, en la que los distintos gobiernos funcionan con dos objetivos básicos: la racionalización de la estructura del Estado en el interior y la restauración del prestigio perdido en el exterior, mediante una política dirigida a integrar a España en el sistema de equilibrio europeo. Esta etapa alcanzará su mayor gloria durante el reinado de Carlos III. EL ESCENARIO AMERICANO Exhaustas después de interminables guerras, las potencias europeas vuelven sus miradas a las Indias ávidas por conseguir materias primas en alivio de sus arcas maltrechas. El control del comercio colonial y la repercusión económica de cualquier conflicto americano se sitúan en el eje alrededor del que gira la política exterior. La actividad de los astilleros es imparable y las escuelas de Marina proliferan. El principal instrumento para terminar con éxito las nuevas campañas americanas es un respetable poderío naval. Así es como se reproduce en América el sistema de equilibrio del Viejo Continente. El escenario americano remeda a una nueva Europa y
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la rivalidad colonial es fundamental para definir el sistema de pactos y alianzas, en el que los motivos económicos se utilizan como instrumento político para justificar cualquier conflicto armado. A la salida de Utrecht, cinco monarquías son potencias coloniales: —España sigue siendo la primera potencia de América. Sus dominios permanecen intactos tras la guerra, con la excepción de la colonia del Sacramento, que debe cederse a Portugal. La posesión del enclave y el trazado aún sin definir de la frontera brasileña serán las grandes cuestiones pendientes de ambas Coronas durante el siglo, objeto de dos infructuosos tratados de límites. — Gran Bretaña no posee un gran imperio, pero no oculta sus ambiciones, haciendo gala de su superioridad naval y de prácticas corsarias y contrabandistas. Domina las rutas marítimas y las comerciales del Brasil portugués. Tras el acuerdo firmado en 1713, consigue el usufructo de las colonias españolas, a través del monopolio del asiento de negros, ganado a Francia, y el navío de permiso. — Francia, con grandes dominios en Norteamérica y el Caribe. —Portugal y Holanda, ambas con posesiones de gran importancia estratégica. PRIMER TRATADO DE LÍMITES (1750) El equilibrio americano muestra enseguida indicios de inestabilidad, eco de la tensión europea. Son América y el océano Atlántico los escenarios donde tienen lugar los mayores enfrentamientos, tan importante es para todos la posesión de las Indias. Mediante pactos, la intensa actividad diplomática alía a unas naciones con otras con el fin de mantener el equilibrio si la guerra deviene inevitable: Francia contra Gran Bretaña, Gran Bretaña contra España, España y Francia contra Gran Bretaña, España contra Portugal... Los conflictos son numerosos y los protagonistas, siempre los mismos. Mediado el siglo, comienza una nueva etapa de alianzas, en esta ocasión con España bien situada en la balanza europea. Después de una política belicista junto a Francia y contra Gran Bretaña, llevada a cabo por el primer borbón español, Felipe V, los gobiernos ven cada vez más evidente que el futuro de la nación depende de la buena administración y seguridad de las colonias.
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En consecuencia, se necesita la paz, lo que encaja a la perfección con el talante del nuevo rey, Fernando VI, quien desde 1748 y hasta el final de su reinado guió los destinos españoles de acuerdo con su conocido lema: paz con todos, guerra con ninguno. Francia y Gran Bretaña intentan desde ese momento atraer para sí la neutralidad española, sobre todo en lo referente a sus enfrentamientos coloniales. CONFLICTO HISPANO-BRITÁNICO Dentro del conflicto hispano-británico aparece Portugal como aliado de Gran Bretaña a raíz de un compromiso bilateral firmado en 1703. Los portugueses siempre habían estado atentos a las evoluciones de la disputa entre su aliado y su principal contrincante en América como medio para obtener beneficios. De ese modo sigue adelante en su ambición expansionista al norte del Brasil. Al mismo tiempo, en el sur, el respaldo británico proporcionaba alas a los portugueses para extender sus dominios, a partir de la colonia del Sacramento, hasta el Río de la Plata. Este contencioso enturbia las relaciones entre España y Portugal hasta casi el final del siglo XVIII. En realidad, la esencia del conflicto radicaba en la ocupación hispano-portuguesa de las grandes cuencas fluviales de América del Sur, que permitían el control del comercio en el interior, y en el incumplimiento del Tratado de Tordesillas de 1494, ya que por deficiencias técnicas de aquella época no se habían podido establecer con claridad las zonas de influencia determinadas por la línea alejandrina. Ya en el siglo XVIII, se critica desde España el expansionismo luso y su transgresión del viejo Tratado, llegando a plantearse la denuncia de un pacto que no se cumplía. La delicadeza del problema no podía bajo ningún concepto solucionarse por las armas, pues detrás de Portugal estaba Gran Bretaña. El ministro español Carvajal se muestra firmemente decidido a poner fin a la situación, no sólo por resolver el conflicto en sí. Bárbara de Braganza, hermana del rey portugués, era la esposa del monarca español y el acercamiento entre los países ibéricos repercutía favorablemente en las relaciones entre españoles y británicos. A juicio del ministro español, la solución al problema pasaba por ofrecer a Portugal una suerte de compensación lo bastante valiosa como
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para que fuese aceptada. El sacrificio quedaría recompensado por el dominio completo del Río de la Plata. Según la oferta del secretario de Estado, Portugal devuelve la colonia del Sacramento, entregada en 1715, a cambio de Ybycuí, un territorio de 500 leguas en la región del Paraguay. Pero es precisamente allí donde la Compañía de Jesús había fundado las famosas reducciones guaraníes o jesuíticas, que contaban incluso con algunas milicias armadas para rechazar las agresivas incursiones de los bandeirantes brasileños. TRATADO DE MADRID O DE PERMUTA El 13 de enero de 1750 se firma el Tratado de Madrid o de Permuta. España recobra la codiciada colonia y las islas Filipinas y adyacentes. Se reparten las zonas de influencia: la cuenca del Amazonas para Portugal, la del Plata para España. Asimismo, el poder luso se instala en la planicie central aurífera y diamantífera y se sientan las bases para que Brasil dibuje su perfil geográfico definitivo. Los términos del Tratado originan una gran controversia. España recobra Sacramento, pero a costa de reconocer la expansión portuguesa. Se juzgó con dureza que fuera tan beneficioso para Portugal como perjudicial para España. Los más críticos calificaron como inadmisible indemnizar con tanta generosidad a Portugal por la devolución de un territorio que no les pertenecía. El Consejo de Indias y el recientemente proclamado rey portugués, José I, se opusieron al acuerdo. En América se encontraron con la oposición de los colonos, que se negaron a abandonar Sacramento, y sobre todo con la resistencia de los jesuitas a dejar sus misiones en el Paraguay, lo que produce un clima de tensión tanto en la zona como en la Corte que en poco tiempo se volverá contra la Compañía de Jesús. ENTRE DOS TRATADOS: GUERRA DE LOS SIETE AÑOS En 1759 muere Fernando VI. Desaparece el último garante del Tratado de Madrid y con él la neutralidad española. Su sucesor, Carlos III, mantenía la intención de sostenerla al comienzo del reinado, pero nuevos sucesos internacionales le obligan a modificar su estrategia ex-
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tenor: Francia y Gran Bretaña han roto el equilibrio perseguido desde Utrecht y desde hace tres años luchan enzarzados en una nueva guerra que se prolongará durante siete años, hasta 1763. La vertiente colonial del conflicto requiere la máxima atención española, pues en él se está decidiendo el futuro norteamericano. A los políticos españoles se les plantea una disyuntiva en principio complicada: mantenerse neutrales o atender a los repetidos ruegos franceses para convenir un nuevo pacto de fuerza contra Gran Bretaña y de paso salvarse a sí mismos del desastre. La sucesión natural de los acontecimientos resuelve la decisión del monarca. En setiembre de 1760, Quebec y Montreal deponen sus armas ante los generales ingleses. Desaparece casi por completo el imperio colonial francés en Norteamérica y los británicos se alzan como potencia hegemónica en la zona. Roto el equilibrio, Carlos III se ofrece como mediador en las negociaciones de paz, pero el Gobierno de Jorge III se niega con prepotencia. En poco tiempo llegan despachos a Madrid informando de que súbditos ingleses han ocupado tierras de la costa de Honduras. Carlos III reacciona con estas palabras: "Dios sabe que no he deseado ni deseo nada de nadie, pero quiero conservar lo que por su infinita bondad me ha dado, sin que nadie me lo inquiete ni me lo quite". TERCER PACTO DE FAMILIA HISPANO-FRANCÉS
El día 15 de agosto de 1761 se firma el Tercer Pacto de Familia Hispano-Francés, resumido con la ecuación "Francia más España, igual a Gran Bretaña", en un intento de recobrar el equilibrio americano. Grimaldi, ministro del rey español, comprende con claridad el significado del acuerdo. Para Francia era como el que, previsor y sesudo, pone un fuerte puntal a la casa que se le viene encima, y para Carlos III como el que, a impulsos de vertiginoso desvarío, arroja su fortuna por la ventana, porque en lo sucesivo no habrá modo de que los franceses iniciaran hostilidades sin que los españoles empeñaran también las armas, quedando encadenados a la suerte ajena. Los dos borbones signatarios se comprometen a intentar que Portugal mantenga la neutralidad durante el conflicto, de forma que la Ma-
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rina británica no pudiera utilizar los puertos lusos, en un claro intento de bloqueo. Pero los vecinos peninsulares no aceptan y España entra en guerra contra Portugal. Inmediatamente, el Gobierno español ordena al gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, que tome la colonia del Sacramento por la fuerza. Ésta será la única victoria española en la guerra, aunque no duradera, pues Manila y La Habana caen ante la Armada británica y para recuperarlas debe devolver la colonia tras la firma de paz de París en 1763. EL SEGUNDO TRATADO DE LÍMITES Como consecuencia lógica del clima de tensión que en esos momentos vive Europa, el 12 de febrero de 1761 se firma el Acuerdo de El Pardo, que anula al problemático Tratado de Madrid para la demarcación de límites en la frontera sudamericana hispano-lusa. La línea divisoria de los respectivos dominios vuelve así al estado anterior, pero los problemas suscitados a raíz del primer acuerdo siguen en pugna: las misiones jesuíticas, la colonia del Sacramento y el estuario del Río de la Plata. En las décadas siguientes tiene lugar el ejercicio ilustrado de Carlos III en el Nuevo Mundo. Reorganiza la estructura de sus colonias, creando en julio de 1776 el virreinato del Plata. Algunas decisiones del monarca son también muy discutidas, como el decreto de expulsión de la Compañía de Jesús de 1767, con graves consecuencias para las reducciones guaraníes en el Paraguay y para el propio país. FIRMA DE NUEVOS ACUERDOS La lamentable expedición de Argel, en 1775, parece desmentir el poderío naval y disminuye el crédito español. Los vecinos portugueses se plantean otra vez zanjar a su modo el contencioso en la América meridional. El ministro Pombal, de Portugal, envía una expedición contra posesiones españolas, que se apodera, entre otras plazas, de Buenos Aires. Ante esa situación, España responde y organiza una armada de nueve mil hombres al mando del antiguo capitán general de Buenos
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Aires, Pedro de Cevallos, quien recibe la orden de ocupar la colonia del Sacramento, siendo junio de 1777 la fecha de su entrada en dicho territorio. Entretanto, muere el rey portugués José I y el poderoso marqués de Pombal dimite inmediatamente después de la coronación de María I, sobrina de Carlos III. En el mes de agosto se reciben órdenes de detener las hostilidades a la espera de un nuevo acuerdo sobre límites en la zona. Los ministros Floridablanca y Souza Coutinho negocian el 1 de octubre de 1777 un Tratado Preliminar de Límites, y diez días más tarde, el de San Ildefonso, como consecuencia del cual se decide dar una solución definitiva al contencioso fronterizo. España, además, mantiene la colonia del Sacramento y los límites en el río Uruguay.
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Capítulo V MISIONES DE FRONTERA HISPANO-L USO-BRASILEÑA
Conflicto entre España y Portugal. Expediciones de límites. La misión al Paraguay. El destino de Azara.
Félix de Azara fue uno de los escogidos de la Corte de Madrid. Se embarcó en 1781 con destino al Paraguay. C. A. Walckenaer
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iendo España y Portugal vecinos en cuanto a apropiación de nuevos territorios se refiere, no es de extrañar que aparecieran innumerables conflictos a la hora de asegurarse de dónde se situarían los confines americanos de ambas potencias. En la carrera de la conquista no había tiempo para organizar expediciones de carácter puramente científico, salvo honrosas excepciones. Lo único impotante en esos momentos, fruto de la ambición o de la justa recompensa por los sacrificios sufridos, era determinar de la forma más fehaciente a quién pertenecía cada rincón de las nuevas posesiones de Ultramar. Hasta entonces, la institución fronteriza más característica de la América colonial era la misión. Era ésta la denominación para diversos asentamientos limítrofes en los que se ubicaba una pequeña aldea que demarcaba con su mera presencia la línea divisoria del territorio. Las políticas de expansión territorial de España y Portugal provocaron continuas refriegas en la creación de estas misiones, pues siempre podían surgir dudas sobre si su localización estaba situada en dominios propios o ajenos. Donde se alcanzaron las mayores cotas de conflictividad fue en la selva tropical lluviosa, tras la ocupación hispano-lusa de las grandes cuencas fluviales de América del Sur. Gran parte de los contornos por conquistar producían cierta desidia en el avance español por lo intrincado e inhóspito del terreno. Como quiera que los portugueses progresaban movidos por la idea fija de que anexionarse nuevas zonas era una razón de Estado, la cadena de misiones que iba desde el Paraguay hasta Chiquitos fue la zona donde el conflicto crecía de forma irremediable al verse amenazada por el avance portugués en cinco frentes: Paraguay, el Plata y Sacramento, el interior del Amazonas, el Mato Grosso interior y Río Grande. Este rechinar de líneas limítrofes tuvo su más destacado intento de solución en el llamado Tratado de Madrid, firmado el 13 de enero de 1750. El Tratado recogía la existencia de una línea divisoria cuya delimitación se aseguraba en el artículo 22 con el nombramiento de comisarios.
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Plano de la colonia Rosario (Paraguay, 1765). Archivo General de Indias.
Los comisarios debían encabezar las llamadas expediciones de límites, que en principio iban a demarcar, en el norte, desde los montes de Guayana y los confines de Surinam hasta la boca del río Jaurú, y en el sur, desde este último punto hasta Castillos Grandes. LA MISIÓN DEL ORINOCO (1754-1761)
Sus miembros eran: José de Iturriaga, jefe de escuadra, primer comisario. Eugenio de Alvarado, coronel de Infantería, segundo comisario. Antonio de Urrutia, capitán de Navío, tercer comisario. José Solano, capitán de Fragata, cuarto comisario. José Diguja, coronel, cuarto comisario. Juan Ignacio de Madariaga, comisionado. Juan Sánchez Galán, comisario de Artillería, cosmógrafo.
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Ignacio Milhau, alférez de Navío, cosmógrafo. Francisco Haller, sacerdote jesuita, cosmógrafo. Vicente Doz, guardiamarina, cosmógrafo. Nicolás Guerrero, guardiamarina, cosmógrafo. José Santos Cabrera, cosmógrafo. José Montoy, cosmógrafo. José Morales, cosmógrafo. Santiago Zuloaga, piloto. Francisco Guillén, segundo piloto, dibujante. Antonio Ramírez, cirujano. Matías Vercial, cirujano. Antonio Álvarez, cirujano. Peter Loeffling, botánico. Benito Paltor, médico botánico. Antonio Condal, físico botánico. Bruno San Carmona, dibujante de botánica. Juan de Dios Castel, dibujante de botánica. Manuel Muñoz, tercer dibujante. Apolinar Díez de la Fuente, instrumentario. Antonio Caulín, franciscano, capellán. Capellanes, oficiales de Contaduría, oficiales de mano y patrones. En principio, los objetivos determinaban que las comisiones de límites de los países ibéricos se reunirían en tres partidas. La primera debía trazar la frontera desde la boca del Javary hasta la del Japurá, ascendiendo por las tierras que mediaban entre el Orinoco y el Amazonas. La segunda partida tendría que definir la latitud intermedia entre el Madera y el Mamoré, y desde allí dirigirse al Javary. La tercera fijaría la línea entre la boca del Mamoré hasta donde vierte sus aguas el río Jaurú en el Paraguay. El capitán de Navío José de Iturriaga dirigía los trabajos. Tras los preparativos, partieron del Puerto de Cádiz el 15 de febrero de 1754 y llegaron a Cumaná el día 9 de abril, desde donde debían salir hacia el punto de encuentro con los portugueses. El enfrentamiento de Iturriaga con el gobernador de Cumaná y las rivalidades internas en el grupo dieron al traste con los primeros planes de la expedición.
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El coronel de Infantería Eugenio de Alvarado fue enviado a la Guayana para investigar las ocupaciones holandesas y estudiar las misiones y la producción de quina. El capitán de Navío Antonio de Urrutia se dedicó a trabajos cartográficos en la costa y el capitán José Solano fue enviado a Trinidad. En abril de 1755, Iturriaga se reúne con Solano para visitar las misiones de Caroní. Ese mismo año, algunos miembros expedicionarios comienzan a remontar el Orinoco, pero la muerte y deserción de Loeffling y el abandono de otros botánicos interrumpen la inserción. Solano viajó en 1757 hasta Santa Fe con el fin de recabar ayuda para la expedición. A su vuelta se encuentra con una situación tan degenerada que se decide nombrar al gobernador de Cumaná cuarto comisario y así verse con más cobertura en los trabajos. Por fin, entre 1758 y 1760 la actividad comienza, con la exploración geográfica e hidrográfica del territorio y la fundación de San Fernando y San Carlos. Simultáneamente, y durante varios años, en Mariuá, a orillas del río Negro, el comisario portugués Mendoza Furtado esperaba la aparición de los españoles, pero tuvo que regresar enfermo a Portugal. En octubre de 1759 consiguió llegar hasta el lugar señalado una comisión española de veinticinco hombres con una misión de Iturriaga. Ya era tarde, porque en este caso era la comisión portuguesa la desintegrada a la espera de un nuevo comisario. El 19 de junio de 1760, Iturriaga recibe la orden de detener los trabajos. Alvarado, amargado por el trato que recibe de Iturriaga y el ascenso de Solano, emprende regreso a España. El único que permaneció en el Orinoco fue el jefe de escuadra, el primer comisario José de Iturriaga, en calidad de comandante general de Poblaciones. El capitán José Solano volvería poco después como capitán general de Venezuela. LA EXPEDICIÓN DE VALDELIRIOS (1751-1760) Los miembros de la primera partida eran: Juan de Echevarría, capitán de Navío, comisario. Ignacio Mendizábal, teniente de Navío, cosmógrafo.
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Soldados españoles en el Paraguay colonial. Dibujo del padre Florian Pauckes, S. J.
Alonso Pacheco, teniente de Fragata, cosmógrafo. Bernardo Ibáñez, sacerdote jesuita, capellán. Manuel Fernández, cirujano. Manuel de Silva, secretario. Felipe de Mena, capitán de Infantería, comandante de Escolta. Francisco Piera, teniente de Dragones, oficial de Órdenes. Agustín Fernández, alférez de Infantería. Los miembros de la segunda partida eran: Francisco de Arguedas, Contaduría Mayor, comisario. Francisco Milhau, alférez de Navío, segundo comisario. Juan N. Marrón, alférez de Navío, astrónomo. Juan J. de Pando, capitán de Infantería, comandante de Escolta. Francisco Pereira, sacerdote franciscano, capellán. José Dubois, cirujano.
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Los de la tercera partida: Manuel A. de Flores, capitán de Fragata, comisario. Antonio Varanda, teniente de Fragata, segundo comisario. Alonso Pacheco, alférez de Navío, cosmógrafo. Manuel de Quintana, teniente de Infantería, comandante de Escolta. José Quiroga, sacerdote jesuita, capellán. Pedro García, cirujano. Para la fijación de los límites en el sector sur fue nombrado comisario don Gaspar Munive de Espinosa Tello, nacido en el Perú. La condición de este personaje, marqués de Valdelirios, representaba claramente a los intereses comerciales de Lima, perjudicados en aquellos años por los contrabandistas de Buenos Aires. La expedición parte de España el 16 de noviembre de 1751 y estaba dividida en tres partidas. A la primera le correspondía demarcar desde Castillos Grandes hasta la boca del Ybycuí. La segunda partida tenía que fijar la frontera desde la boca del Ybycuí hasta el salto grande del Paraná. Una vez realizado el reconocimiento del Pepirí, se dirigieron al Paraná y al Yguazú, cuyo salto no lograron traspasar. Finalmente, se determinó que el terreno al oeste y sur de los ríos Pepirí, San Antonio e Yguazú eran de soberanía española, y los del norte y oriente, portugueses. La tercera partida debía determinar los lindes desde el territorio intermedio entre el Paraná y el Paraguay hasta el río Jaurú. Habiendo permanecido fuera de la zona donde se había desarrollado el conflicto armado con los indios y reunida en mayo de 1753, reciben órdenes secretas de espiar a los portugueses en las minas ubicadas en la boca del Jaurú, para evaluar su número y riquezas. Junto a éstos, reconocen los ríos Paraguay, Paraná y el Ypané Guazú, retirándose a Asunción en el mes de enero de 1755. El último período de la expedición de Valdelirios, marcado por diferencias de criterios entre éste, Ceballos y los jesuitas, acaba con la invalidación del trazado de la línea divisoria dibujada. LA MISIÓN DE LA "ROSALÍA" (1774) Eran miembros de la delegación los marinos Juan de Lángara, Alvear, Varela y Aguirre y el piloto Gundín.
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En 1759 muere Fernando VI. Con el reinado de su sucesor, Carlos III, empieza un período de máximas tensiones en Europa. España y Portugal, mediante el Tratado de El Pardo (12 de febrero de 1761), decidieron cancelar los acuerdos anteriores y llegaron al conflicto directo en 1762. En 1774, el marino Juan de Lángara, espía al servicio de la Corona española, encabeza la misión de la "Rosalía", nombre de la nave desde la que se intentaba determinar longitudes mediante distancias lunares y explorar la zona de la Trinidad del Sur, buscando una posible isla frente a las costas del Brasil. También se han realizado reconocimientos entre Río Grande y Santa Catalina. Tras largas negociaciones se consigue el armisticio con Portugal. Los ministros Floridablanca y Souza Coutinho, tras largas discusiones, concluyen el día 1 de octubre de 1777 un Tratado Preliminar de Límites. De las siguientes negociaciones se encargarían de nuevo comisiones nombradas a tal efecto, cuyas instrucciones de trabajo se emitieron en el mes de junio de 1778, pero los nombramientos se iban a demorar. EXPEDICIÓN DE AMÉRICA MERIDIONAL (1781-1801) Los miembros de la comitiva eran, en la primera partida: José Varela y Ulloa, capitán de Navío, primer comisario. Rosendo Rico, teniente de Navío, segundo comisario. Bernardo Lecoq, capitán de Ingenieros. Juan José Varela, alférez de Fragata, ayudante. Joaquín Gundín, piloto de la Armada, geógrafo. José Santaella, maestro instrumentario. José Ortiz, ministro de la Real Hacienda. Manuel de la Mata, capellán. Juan de Molina, cirujano. Juan A. Sancho, teniente de Dragones, comandante de Escolta. En la segunda partida: Diego de Alvear, teniente de Navío, comisario. José María Cabrer, ingeniero ayudante. Andrés de Oyarbide, piloto y geógrafo. Manuel Moreno, ministro de la Real Hacienda. Bernardo Fontanes, capellán.
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Retrato de Félix de Azara de autor anónimo. Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.
Félix Pineda, cirujano. Tomás de Ortega, alférez, comandante de Escolta. José Bareyro, capitán, comandante de Escolta de Milicias del Paraguay. Juan José Valdés, alférez de Milicias. En la tercera: Félix de Azara, capitán de Fragata e ingeniero, comisario. Martín Boneo, teniente de Navío, segundo comisario. Pedro Cerviño, alférez de Milicias, ingeniero. Ignacio Pasos, piloto y geógrafo. J. Souillac, astrónomo. Juan L. Inciarte, piloto de la Armada. Bernabé Bueno, ministro de la Real Hacienda. Antonio Arcos, capellán. José Martí, cirujano. Manuel de Rosas, teniente de Infantería, comandante de Escolta. En la cuarta: Juan Francisco de Aguirre, teniente de Navío, comisario. Julio R. de César, teniente coronel de Milicias, ingeniero. Pablo Zizur, piloto de la Armada, geógrafo. Lorenzo Figueroa, ministro de la Real Hacienda.
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Ramón Varela, capellán. Vicente Verduc, cirujano. Santiago Gómez, teniente de Infantería, comandante de Escolta. La expedición española sale hacia Lisboa el día 14 de noviembre de 1781, donde se le une el ingeniero español llamado Félix de Azara. El 23 de enero de 1782 la expedición parte hacia Río de Janeiro. En el mes de mayo arriba a Montevideo, pasando a Buenos Aires en el mes de febrero de 1783 para comenzar los preparativos. Tras haberles sido entregadas las instrucciones y el material necesario por el virrey Vértiz, los expedicionarios calcularon con exactitud por primera vez la latitud de la ciudad de Buenos Aires. Fue muy difícil encomendar la división de la demarcación. Se formaron en total cinco partidas. Las dos primeras debían fijar la línea del arroyo del Chuy hasta el puente de Santa Tecla; una vez allí, separarse para que la segunda se dirigiera a Misiones, el Paraná y el Yguazú, mientras que la primera continuaría sus trabajos hasta la confluencia del Pepirí-Guazú y el Uruguay. Desde allí, por el San Antonio hasta el Salto Grande del Paraná, continuaría la segunda partida. La tercera partida debía dirigirse hacia el norte hasta llegar al Paraguay. Estaba comandada por Félix de Azara. Tuvo resultados imprevistos, puesto que, al no aparecer los portugueses, pasó largos arios estudiando cartográficamente el país, así como sus costumbres, fauna y flora. Azara elaboró una memoria sobre el Tratado con Portugal, fuente indispensable para el estudio de los problemas limítrofes de la región. En dicho campo, la mayor contribución de Azara como parte de la expedición fue la corrección de las instrucciones que se le habían entregado y la identificación del verdadero Ygurey. La cuarta partida tenía que dirigirse al norte del Paraguay hasta el Guaporé. La comandaba Francisco de Aguirre y corrió la misma suerte que la tercera, a causa de la incomparecencia de los portugueses. Aguirre hizo el reconocimiento del río Paraguay y aportó valiosos estudios históricos. Fue un incansable investigador. La quinta partida, que se organizó a principios del año 1784, debía dirigirse a Santa Cruz de la Sierra.
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LA COMISIÓN DE MARAÑÓN (1778-1804) Los miembros de la comitiva eran: Ramón García de León, primer comisario, no participó. Francisco Requena, ingeniero, primer comisario. Diego Calvo, gobernador, primer comisario. Felipe Arechua, capitán de Caballería, segundo comisario. Apolinar Díez, comandante del fuerte de San Carlos. Juan M. Benítez, teniente, ministro de la Real Hacienda. Joaquín Fernández, sargento. Mariano Bravo, capellán. Manuel de Vera, cirujano. Gaspar Santisteban, secretario. Antonio Fernández, secretario. Juan Salinas, ayudante. Los impedimentos para seguir adelante no cesan, pues las disputas con los portugueses surgían a cada paso y ataban las manos de la comisión española, con lo que resultaban todas sus expediciones estériles. Tras cuatro años confinado en Tefé, el ingeniero Francisco Requena, abatido, decide retirarse en diciembre de 1791 a su gobernación de Mainas. El resto de la comisión continuó en la selva hasta que la Corte ordenó su disolución en 1804.
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Capítulo VI LA CUNA DE LA ILUSTRE FAMILIA DE LOS AZARA
Su nacimiento en Barburiales, Aragón. La familia. Su educación y carrera profesional. Viaje al Paraguay. El regreso.
La noble familia de los Azara, gloria de Aragón. B. S. C.
Mediando el siglo XVIII, el 18 de mayo de 1742, vio la luz aragonesa de Barbuñales Félix de Azara y Perera, sexto hijo del señor de Lizana, don Alejandro de Azara y Loscertales, y de doña María Perera y Rivas. Recibió al día siguiente el bautismo con los nombres de Félix, Francisco, José y Pedro. La familia Azara recibió con alegría al nuevo miembro, sin que nadie pudiera afirmar con seguridad si su futuro iba a enorgullecer a sus progenitores tanto como ocurriría con sus hermanos. Eustaquio, el mayor, llegaría a ser obispo de Barcelona; José Nicolás, marqués de Nibbiano, sería embajador de España en Roma y París; Mateo, ministro togado de la Real Audiencia de Barcelona; Lorenzo, director del coro de la catedral de Huesca, Mariana, madre de un ministro de Estado, y Francisco Antonio, corregidor de la ciudad de Isuela. No resulta aventurado imaginar que, en el seno de una familia capaz de aportar a la tierra aragonesa y española estas personalidades, la educación y los conocimientos fueran la piedra angular de su formación. Félix comenzó sus estudios en su localidad natal y a la temprana edad de quince años se matriculó en la Universidad Sertoriana de Huesca, bajo la tutela de su tío, el canónigo don Mamés, que años antes había hecho lo mismo con su hermano José Nicolás. Como era costumbre en una familia noble de la época, para cada hijo se planteaba una dirección profesional concreta y, en el caso de Félix, se pensó orientarla hacia una carrera civil, diplomática o jurídica, por lo que estuvo cuatro años estudiando Legislación y Filosofía. Sin embargo, los destinos impuestos muchas veces se ven truncados y, en su caso, Félix sentía una fuerte atracción por la vida castrense. Es por ello que su padre solicitó su admisión en el Colegio Militar de Segovia, pero habiendo sido fijado el límite de edad en dieciocho años tuvo que ser inscrito como cadete en el Regimiento de Infantería de Galicia en el año 1764. Era por ese tiempo Félix un joven de veintidós años, con buena estatura y presencia y lo suficientemente inteligente como para estudiar
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Ingeniería Militar en Barcelona un año más tarde. Realizó los cursos correspondientes en la prestigiosa Real y Militar Academia de Matemáticas de dicha ciudad. Su brillantez se ve recompensada por la real orden del 3 de noviembre de 1767, por lo que es admitido en la institución técnica más importante al servicio de la Corona: el Cuerpo de Ingenieros Militares, con la graduación de subteniente ingeniero-delineador. El comienzo de su carrera, ejemplo de excelente y joven oficial, se centra en el desempeño de destinos en Barcelona y Figueras, realizando obras de construcción y fortificaciones de plazas militares, así como el encauzamiento de los ríos Jarama y Henares. En 1774 fue designado para impartir estudios de ingeniería en su antigua Academia de Barcelona, aunque fue de inmediato llamado para incorporarse a la llamada Expedición de Argel. Esta operación militar, con su desgraciado destino, supuso casi el fin de su existencia. Tras el desembarco en la playa de Argel, fue herido gravemente en el pecho. Salvó la vida gracias a la afortunada intervención de un marino que le extrajo el proyectil, dejando una herida al aire que tardaría cinco años en cicatrizar. Su papel en la contienda le supuso el ascenso a teniente e ingeniero extraordinario y, un año después, en 1776, se le ascendió nuevamente al grado de capitán e ingeniero ordinario. Transcurridos dos años, don Félix retorna su profesión, al ser destinado para realizar el plano del arroyo Galligans y, más tarde, el levantamiento del plano de la muralla y torreón de Gerona. Interesado por los progresos científicos ilustrados, es en esa época cuando se convierte en miembro fundador de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País. DESTINO AMERICANO DE AZARA El 16 de setiembre de 1780, don Félix de Azara es ascendido a teniente coronel y destinado a Guipúzcoa. Aún no había transcurrido un año cuando se le solicita con carácter inmediato ante el embajador de España en Lisboa, diciéndole solamente que debe embarcarse rumbo al Río de la Plata y que, una vez allí, el virrey de la región le dará los pormenores de su misión. En el mes de diciembre de 1781 contacta en Lisboa con el capitán de Navío don José Varela y Ulloa y los tenientes de Navío don Juan de
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Aguirre, don Martín Boneo y Villalonga y don Rosendo Rica Negrón, todos ellos de conocido prestigio científico. La misión parte de la capital portuguesa el 19 de enero de 1782 y, durante la travesía, Félix de Azara, mediante un pliego sellado dispuesto a su nombre, se entera de que tras la real orden del 8 de diciembre de 1781 ha sido nombrado capitán de Fragata, graduación de la Marina equivalente a la suya en el Ejército. La Corona quiere que entre los designados exista una homogeneidad de rango y cuerpo militar, por lo que a partir de entonces Azara actuará en calidad de marino español. Su misión: formar parte de las comisiones demarcadoras de límites fronterizos que conjuntamente deben realizar españoles y portugueses. Casi dos meses más tarde, el 12 de marzo, arriban sin novedad a Río de Janeiro, donde, según lo acordado, deben reunirse con los comisionados portugueses para establecer las zonas de operaciones, encuentros y calendarios de trabajo. Pero los portugueses no aparecen. Tras veinticuatro días de espera y no existiendo indicios ni actos de presencia de sus colegas lusitanos, el grupo español decide embarcarse rumbo a Montevideo, a donde llegarán el 13 de mayo. Es recibido por el virrey Juan de Vértiz y Salcedo, quien desempeñaba el cargo desde 1778. El virrey le facilitó al grupo las ansiadas instrucciones en las que se detallaban aspectos de la importante misión. VEINTE AÑOS POR TIERRAS DEL PLATA Las líneas fronterizas que había que delimitar se "partieron", según la expresión habitual, en cinco partes. De ahí que se empleara el nombre de "partidas" para designar a los cinco grupos de trabajo que se formaron. Félix de Azara comandaba la tercera de estas partidas, las cuales tenían como personal científico subalterno a oficiales del Cuerpo de Ingenieros del Ejército y de Pilotos de la Armada, así como el logístico formado por capellán, pagador, oficios técnicos varios y escolta militar, todos ellos pertenecientes a las plantillas del virreinato. A partir de esta fecha, Azara comienza a gozar de una gran consideración, que se ve reflejada en la primera misión de importancia que realiza en el Río Grande de San Pedro, debiendo tratar con un
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general portugués la concertación de los trabajos topográficos que iban a realizarse. Nada más realizada su comisión, la misma noche de su regreso al Río de la Plata se le ordena marchar cuanto antes a Asunción, capital del Paraguay, a fin de realizar los preparativos necesarios para esperar a los comisionados portugueses. A esas alturas Azara ya había comenzado a darse cuenta de que los portugueses, en lugar de trabajar para la fijación de los límites, no querían más que prolongar la operación hasta el infinito; así se explican sus dilaciones, consultas a la Corte y pretextos futiles y ridículos conducentes a un único propósito: impedir el éxito de los trabajos. LA RESOLUCIÓN DE SU VIDA En consecuencia, Félix de Azara toma entonces la resolución de su vida. Visto que no quiere perder tiempo, piensa en sacar el mejor partido posible de tan largas esperas. Como no confiaba en que los virreyes vieran con buenos ojos que se pusiera a investigar la región, sin menoscabo de sus actividades oficiales de delimitación, y dado lo irrealizable de estas últimas, decide cargar él solo con la empresa y los gastos que ocasione y empieza sus viajes sin dar cuenta a nadie, pero sin perder un instante de vista el objetivo principal del que estaba encargado en el Paraguay. Azara lleva a cabo numerosas idas y venidas por todo el Paraguay, llegando a las inmensas tierras de las misiones jesuíticas y hasta la vasta jurisdicción de la ciudad de Corrientes. El ilustre aragonés comprende la necesidad de no alimentar ilusiones respecto al comisionado de límites, pues si los portugueses se hacen esperar durante años la partida inmediata de todas las comisiones españolas, con su personal anexo y el material científico, hacia regiones cuyo clima es peligroso puede tener resultados catastróficos. Azara no deja de prevenir al virrey, ocho años más tarde, y con razón, de que el transcurso del tiempo no hace sino suponer grandes costes al rey de España. Después de tantos años de espera, de verse alejado por tan dilatado espacio de tiempo del amor patrio, del fraternal, del familiar, Azara
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Retrato de Félix de Azara. Óleo sobre lienzo de Francisco de Goya (1805), propiedad de IberCaja (Zaragoza).
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sigue desesperado por la incomparecencia de los portugueses, legando una explicación epistolar. Azara dice en su nota que "el interés de los portugueses por no determinar los límites de su territorio en América con el de España es porque siempre que aquella nación no los encuentra bien fijados tiene por costumbre introducirse en el territorio del vecino cuando puede, y esta costumbre se verifica desde el descubrimiento de América; y una vez que ha tomado posesión de un país, sostiene que es su propiedad, sin querer soltarlo. Este abuso proviene de que el Gobierno español, que no tiene conocimiento de su territorio de las Américas, ha mirado siempre esta usurpación con indiferencia". Aun estando dispuesto Azara a acometer lo mejor posible cualquier misión que se le encomendara, se vio en algunas ocasiones rodeado de las intrigas y vilezas de sus propios compatriotas. A su vez, hubo intentos de parte del gobernador de hacer desaparecer sus trabajos o del virrey de suplantar la autoría de sus obras. Por todos estos hechos hemos de suponer que en las comunicaciones oficiales del Río de la Plata con España se intentara acallar el nombre de Félix de Azara, así como los servicios que estuviere prestando a la Corona. A esto cabe añadir el escaso e incomprensible interés que la ciencia española contemporánea prestó al conjunto de sus valiosas obras. Y así transcurren veinte años, al mando de una empresa que nunca comenzaba y esperando en vano su orden de regreso a España. REGRESO A ESPAÑA. SUS ÚLTIMOS AÑOS
Cesan, por fin, los largos años de olvido. En los comienzos de 1801 el Gobierno español concede a Azara el regreso. Se hizo a la mar, rumbo a España, como capitán de Navío. De vuelta a su patria, el marino aragonés aprovecha para publicar sus apuntes sobre los cuadrúpedos y las aves vistos por tierras paraguayas. Su extraordinaria obra quiso dedicarla a su hermano Nicolás. "He pasado los veinte mejores años de mi vida olvidado de mis amigos, continuamente ocupado en viajes por desiertos o en inmensos y espantosos bosques, casi sin ninguna sociedad más que la de las aves del aire y los animales salvajes. He escrito su historia. Te la envío y te la dedico...".
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Es tiempo de recompensa para Azara. El rey de España le concede el 5 de octubre de 1802 el grado de brigadier del Ejército. Fue después elegido regidor de la ciudad de Huesca. Acomete por aquellos tiempos, los últimos de su vida, una tarea interesante centrada en asuntos socioeconómicos de la provincia oscense. Pero el antiguo héroe de guerra, el comisario de Límites, el "Ciudadano de Honor" de Asunción, el fundador de la ciudad de San Gabriel de Batoví, el ilustre naturalista precursor de Darwin alcanza ya los 79 años de edad. El 17 de octubre de 1821 contrae una pulmonía y, tras tres días de sufrimiento, muere en brazos de su sobrino don Agustín, a quien dejó por heredero universal de sus bienes. Sus restos yacen en el panteón familiar de Lastanosa, en la cripta de la catedral de Huesca. Años antes, don Félix de Azara y Perera había escrito: "Apruebo y agradezco todos los proyectos para valorar mi obra que bien saben no es efecto de mi amor propio. Deseo solamente tener mi satisfacción en el placer de ser útil por mis trabajos.Ya he olvidado cuanto pasé y quedaría especialmente indemnizado si mis sufrimientos pudieran ser ventajosos a la instrucción pública".
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Capítulo VII ASUNCIÓN, AMPARO Y REPARO DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
Asunción en la época colonial. La fundadora de ciudades. Azara, el ciudadano más distinguido de Asunción. Descripciones de villas y aldeas.
Azara, el ciudadano más distinguido de la ciudad de Asunción. C. A. Walckenaer
La más antigua ciudad del Río de la Plata es la capital del Paraguay, fundada el 15 de agosto de 1537 por Juan de Salazar con el nombre de Nuestra Señora Santa María de la Asunción. Domingo Martínez de Irala la erigió en ciudad el 16 de setiembre de 1541. Como se ha apuntado en el capítulo I, el escritor Natalicio González da cuenta que la antigua táva fortificada, la caraí-ó de los guaraníes, que, trocada en solitario centro urbano, creó la civilización mestiza y fue la capital del imperio español rioplatense hasta 1619. Tiene de singular el hecho de que Asunción nació americana, persiguiendo finalidades netamente americanas, según González, y dice que los españoles, para no desaparecer diezmados por el hambre y las flechas, se aliaron con los guaraníes y tuvieron que aceptar y servir los objetivos políticos que perseguían estos indígenas. Félix de Azara, que tuvo a Asunción como lugar de residencia y al Paraguay como su segunda patria, dice que esta capital es la fundadora de muchas colonias, como las villas de Ontiveros, Villarrica y Talavera y los pueblos llamados Ciudad Real, Xerez, Santa Cruz de la Sierra, Corrientes, Concepción del Bermejo, San Juan, Santa Fe de la Vera Cruz y Buenos Aires, actual capital de la República Argentina. CAPITAL DEL IMPERIO ESPAÑOL Destaca Azara en su obra Viajes por la América meridional que Asunción fue la capital del imperio español en estas regiones. El propósito de los mestizos paraguayos fue convertir Asunción en centro del vasto imperio rioplatense, de donde irradiarían los caminos, al poniente hasta el Potosí, al oriente hasta San Francisco y por el río hasta arriba de los Xarayes, rumbo al septentrión y hasta Buenos Aires al sur. El gobernador Hernandarias (Hernando Arias de Saavedra), mestizo y asunceño, que jamás comprendió la geopolítica preconizada por sus coterráneos, contribuyó a destruir el vasto imperio rioplatense que tenía como capital Asunción.
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Natalicio González señala que con aquella acción desapareció la posibilidad de estructurar en escala continental y con sentido ecuménico una cultura americana que tuviere como centro el corazón del hemisferio sur y engendró una cultura periférica que jamás miró al interior y entregó las tierras mediterráneas a un destino infausto de penurias y abandonos. El Paraguay se empeñó en salvar lo que era salvable y, replegado sobre sí mismo, creó una civilización propia, no envilecida por el mimetismo ni por la reverencia al amo. Su pueblo encendió una lumbre solitaria y de su seno no cesaron de irradiar los bienes culturales, a través de sus fronteras indecisas, sobre las tierras circundantes. Al advenir la independencia, el Paraguay contaba con sesenta pueblos, aparte de su capital y de las villas de indios libres. Escribió Azara que sólo las ciudades y pueblos de indios y pardos están a manera de pueblos y las demás parroquias eran casas desparramadas. ASUNCIÓN COLONIAL ¿Cómo era Asunción en la época colonial? Por los cronistas que estudiaron su ubicación, las características urbanas y su vida social dan una idea del primitivo centro urbano de la ciudad. Salazar fundó el fuerte, Gonzalo de Mendoza fue su primer alcalde, pero Domingo Martínez de Irala era el llamado poco más tarde a crear la ciudad de Asunción, capital de la Provincia Gigante de las Indias, la muy noble e ilustre ciudad "comunera" de las Indias, amparo y reparo de la conquista, madre de ciudades... La ciudad de Asunción nacía en un apacible recodo del caudaloso río Paraguay, para ser, según lo dijera su fundador: "AMPARO Y REPARO DE LA CONQUISTA".
En las postrimerías de la colonia, Félix de Azara confeccionó un plano donde se observa cómo Asunción fue extendiéndose a lo largo de la bahía en forma de anfiteatro y se ve también en ese trabajo cuán curioso era su aspecto, como sus arboledas y chácaras diseminadas por los amenos valles de los alrededores. Dos calles eran las principales, las hoy denominadas Palma y El Paraguayo Independiente. Las demás aparecen como callejones cortos y esfumados entre el desperdigado caserío.
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Plano de la ciudad de Asunción, en la obra Voyages dans l'Amérique méridionale de Félix de Azara (1808).
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Azara dice que el suelo asunceño es en pendiente y arenoso, y las calles, tortuosas y de anchura desigual. Hay una catedral, dos parroquias y una población de 7.088 almas. Había también tres conventos de franciscanos, mercedarios y dominicos, un comisario de la Inquisición y un colegio donde se enseñaban los primeros elementos de las letras, la gramática, la filosofía y la teología. En la loma Cabará, que según la tradición fue el lugar donde se efectuó la fundación de Asunción, destacábase el campanario. Cruzando el puente que figura en el plano de Azara y en una ilustración de Demersay y siguiendo por la ribera, llegábase al Real Colegio Seminario de San Carlos, desembocándose poco después en la plaza Mayor. La plaza Mayor estaba rodeada por el Cabildo (hoy sede del Congreso Nacional), el Cuartel de la Ribera, la Catedral y la Real Factoría de Tabacos (ex Colegio Militar) y, en el centro de ella, la casa del Gobernador. Esta casona sirvió de residencia de gobernadores: Alós, Ribera y Velasco, y durante la primera etapa de la independencia, fue sede de la Junta Superior Gubernativa. Lamentablemente, fue demolida. En la campiña paraguaya predominaba la vivienda culata yobai, la casa mestiza, primitiva y rudimentaria, en la que se mezclaban armoniosamente los elementos del tapyi (rancho con techo de paja) autóctono y de la casa peninsular. DESCRIPCIONES DE LOS PUEBLOS DEL PARAGUAY
Villarrica del Espíritu Santo Debemos a Félix de Azara la confección de una tabla de los pueblos del Paraguay. Su valioso estudio, fruto de sus viajes por toda la región, incluye nombres, año de fundación, ubicación y datos históricos. Después de Asunción, ubica a la ciudad de Villarrica en orden de importancia. Este pueblo erró por selvas y llanuras y terminó por asentarse en forma definitiva en el lugar que hoy ocupa, a 170 kilómetros de Asunción. Según Azara, Villarrica del Espíritu Santo se fundó en el año 1576 (N. González, 1577) en la provincia del Guayrá, a dos leguas del río Paraná, pero pronto abandonó este emplazamiento para ir a establecerse al este. Habiendo destruido los portugueses en 1631 los pueblos de los alrededores, se produjo una nueva mudanza a otro paraje. En 100
1634, Villarrica recibió otra fuerte agresión de parte de los portugueses. Esta situación obligó al pueblo guaireño a emigrar. En 1676, se estableció al lado de la parroquia de Los Ajos, de donde fue transportado en 1680 al lugar que ocupa actualmente. Ita Es el pueblo más antiguo de guaraníes o caños. Habitaban en los alrededores del paraje que hoy ocupan. Fue fundado en 1536. Cuando Azara visitó este pueblo subrayó el hecho de que se distingue de todos los otros en tener la única fábrica de vasijas de barro que provee a toda la provincia y aun en parte a Santa Fe y Buenos Aires. Al observar esos trabajos, dijo que deseaba que se pudiera enseñar y perfeccionar la fábrica que ocupa a las mujeres del lugar. Al respecto, expresa el embajador Fernández Shaw que alguien escuchó, sin duda, el consejo o el correr de los tiempos quizás: el hecho es que hoy siguen fabricándose recipientes de barro en dicho pueblo, y de buena calidad. Yaguarón Azara describe a este pueblo señalando que los indios guaraníes vivían a orillas del riachuelo Yaguary y que a un destacamento de estos nativos se debió la fundación del pueblo de San Ignacio Guazú. Yaguarón apareció como los demás pueblos en un esfuerzo orgánico e intencionado que buscaba urbanizar a los indígenas, con fines de gobierno político. Así se inició este pueblo en 1536, que conserva el nombre de su gran cacique, Yaguarón. En este poblado evangelizaron los franciscanos. Se conserva su antiguo templo, dedicado a san Buenaventura, joya del barroco hispano-guaraní. A reguá "No dudo de que hubiera sido fundada en 1538, en el mismo lugar en que hoy existe, y formada de indios guaraníes llamados mongolás" , dice Azara sobre la creación de esta ciudad.
BIBLIOTECA AZLOR 101
INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES HUESCA
Casa colonial de la ciudad de Areguá. Dirección General de Turismo. Asunción.
Areguá está ubicada en las proximidades del lago Ypacaraí. Sobresale su iglesia, que fuera construida en el sitio más alto del pueblo. Es rica en artesanía de barro. Señala Azara que parece que el visitador Alfaro dio a los indios al convento de los padres de la Merced, en calidad de yanaconas o de domésticos, y como estos religiosos los disfrutaron durante mucho tiempo llegaron a imaginarse que eran sus esclavos, hasta que se declaró por juicio contradictorio, fallado en 1783, que estos indios eran de la clase de los yanaconas. Atyrá
El pueblo de Atyrá o Mis estaba compuesto por guaraníes y fue fundado al mismo tiempo que el precedente. Azara lo visitó varias veces. De su pasado dice que la aldea era llamada kis, pero que con el correr del tiempo perdió su nombre original.
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Atyrá también fue fundado por los españoles con el fin de occidentalizar a sus moradores y convertirlos en células vivas de la nación que se estaba formando entre los ajetreos de la colonia, que iniciaba su agonía, según expresiones de Natalicio González. Altos La concentración urbana del pueblo de Altos se consumó en 1538 en el lugar donde está y, formada por guaraníes, fue incorporada en 1677 al pueblo de Arecayá, señala Azara. Altos está situado a 56 kilómetros de Asunción y está próximo a Atyrá y Tobatí. Tobatí También se formó en 1538. Acosado por los mbayás, se trasladó en 1699 al lugar que hoy ocupa. Su nombre antiguo es Tavatí, después Tobatí, que surgió con indios de Tanimbú y Yurukisaba, primeramente a orillas del Tavatiry (río de la ciudad blanca), hoy Manduvirá, de donde pasó al sitio donde encontró su lugar definitivo. Ypané Azara asegura que Ypané se fundó en la provincia de Itatí y que antiguamente se llamaba Pitun. Los indios guaraníes que conformaban este pueblo, a causa de las permanentes incursiones de los mbayás, pasaron en el mes de noviembre de 1673 al lugar que hoy ocupan y de donde han tenido que rechazar muchos ataques de los nativos del Chaco. Ypané se fundó en el ario 1539. Guarambaré Estaba compuesto de guaraníes y fue creado al mismo tiempo que el pueblo precedente. Guarambaré aún perpetúa el nombre de su sagaz cacique. Está ubicado a 30 kilómetros de Asunción.
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Yuty Azara cuenta que los españoles, en diferentes expediciones, forzaron a una tribu de guaraníes, en 1610, a reunirse en poblado. Correspondió a fray Luis de Bolaños, santo varón de la orden franciscana, instruir, evangelizar y retener a los levantiscos indígenas de Yuty y Caazapá. Esta última avino a la vida el 10 de enero de 1607. Itapé Dos grupos de guaraníes que vivían en los bosques cerca del nacimiento del río Tebicuary y cuyos dos tercios se componían de mujeres, que pasaban por una situación angustiosa, pidieron con qué vivir y que los reunieran en el pueblo, en el año 1673. El gobernador los puso en seguridad en los pueblos vecinos, Caazapá y Yuty, y en 1680 se formó una villa en el lugar dondé hoy existe. Ésta es la descripción que hace Azara sobre Itapé. CUADRO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS Como se ha dicho, se debe a Félix de Azara la elaboración de una tabla de los pueblos de indios que se fundaron en el Paraguay. El trabajo incluía nombres, año de fundación, latitud austral, longitud O. de París, número de habitantes y datos sobre el estado en el momento de realizar el estudio. El cuadro de los pueblos formados por los gobernadores españoles es el siguiente: Itá, Yaguarón, Areguá, Altos, Yois, Tobatí, Ypané, Atyrá, Guarambaré, Mbaracayú, Terecañy, Abirapariyá, Loreto, Candelaria, San Ignacio Miní, San Javier, San José, San Miguel, Anunciación, San Antonio, San Tomé, San Pablo, Concepción, San Pedro, Jesús María, Calchaquí, Carumiai, Pericoguazú, Jejuí, Pacauin, Baradero, Ohoma, Guacaras, Itatí, Santa Lucía, Bomboi, Caaguazú, Caazapá, San Ignacio Guazú, Yuty, Quilmes, Arecayá, Santo Domingo Soriano, Yiapé, San Javier, San Gerónimo, Caia-tá, San Pedro, Garzas e Inespén. El Paraguay independiente heredó de la colonia el problema del dominio político sobre las tribus que vivían en la gentilidad. En un primer momento se resolvió a medias, procurando contener las incursiones
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depredadoras de los indios insumisos con el establecimiento de líneas de fortificación. Con el propósito de ganarlos, convertirlos en auxiliares del Estado y, lentamente, en ciudadanos útiles, la nueva República se avino a reconocerles un estatuto especial. Una típica expresión de esta política —dice Natalicio González— es el tratado concluido el 27 de setiembre del año 1821 por el cacique Palapami, que actuó como "jefe y cabeza de la nación y parcialidad de los mbayás denominados catibebos", con el supremo de la República, don José Gaspar de Francia. PUEBLOS JESUÍTICOS O GUARANÍTICOS Antes de la descripción de los pueblos fundados en el Paraguay por la Compañía de Jesús, Azara hace un comentario sobre los misioneros de esta congregación. Los jesuitas entraron en el Paraguay a fines del siglo XVI, cuando había allí tan pocos eclesiásticos. En consecuencia, no les debían de faltar ocasiones de ejercer su celo apostólico; pero en lo que más se distinguieron fue en la reducción de nativos, de los que formaron una multitud de pueblos, que existen aún y que se pueden ver en el cuadro siguiente: San Ignacio-Guazú, Itapúa, Concepción, Corpus, Santa María la Mayor, Yapeyú, Candelaria, San Nicolás, San Javier, La Cruz, San Carlos, Apóstoles, San Luis, San Miguel, Santo Tomé, Santa Ana, San José, Mártires, San Cosme, Jesús, San Borja, San Lorenzo, Santa Rosa, San Juan, Trinidad, Santo Ángel, San Joaquín, San Estanislao y Belén. Las reducciones jesuíticas despertaron gran interés en el mundo entero y por ello no es extraño que Azara se haya ocupado en el estudio de "El Santo Experimento", "La Misión" o "La República de Dios". Fue esta "República" de misioneros y guaraníes algo muy original en la historia del mundo, algo que ha parecido a los filósofos y pensadores como la "República de Platón", la "Utopía", la "Arcadia" u otras visiones idealistas utópicas. Acerca del Gobierno establecido por los jesuitas en las reducciones, Azara señala que se colocaban en cada pueblo dos jesuitas. El trabajo era para la comunidad, sin permitir a nadie hacerlo en particular. Todos eran iguales, sin distinción alguna. Los productos de la recolección se guardaban en los almacenes para hacer apropiadamente la distribu-
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Ruinas de los pueblos guaraníticos fundados en el Paraguay por la Compañía de Jesús. Azara hizo un estudio sobre las misiones. Dirección General de Turismo. Asunción.
ción. No se conocía la moneda ni el lujo. Se explotaban la agricultura y la ganadería. El idioma oficial era el guaraní. Fabricaban sus propias telas y el estado de su orfebrería, cerrajería, etc. era bueno. Se formaban voces para coros y músicos. Vivían en familia en grandes galerías separadas por paredes. San Ignacio Guazú Llamada Guazú (grande, mayor) para distinguirla de la otra ciudad, San Ignacio Miní (pequeña/menor). Como pueblo se fundó en 16091610 por los padres Marcial de Lorenzana y Francisco de San Martín. Para el establecimiento del pueblo colaboró el famoso cacique del lugar, llamado Arapyzandú. Gracias a la Fundación "Paracuaria" se ha podido recuperar parte del antiguo "colegio" de los jesuitas. Allí se ha montado un museo donde, admirablemente presentados, están los tesoros de la primera reducción del Paraguay.
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Santa María de Fe
Este pueblo jesuítico fue creado por un francés, el padre Manuel Berthod. Por devoción a la imagen famosa en Francia de Notre Dame de Foy se le dio el nombre de Santa María de Fe. Otra vez gracias a la Fundación "Paracuaria", una serie de casas que sobrevivieron de la reducción fueron recuperadas y ahora contienen un magnífico tesoro. Santa Rosa
De todos los pueblos del Paraguay que han sido reducciones, Santa Rosa tiene un encanto especial. Está situado sobre una colina, adornado con una espléndida vegetación, con un templo admirable por su riqueza y profusa ornamentación. La joya de Santa Rosa es el oratorio de Nuestra Señora de Loreto, al lado de la iglesia, en que sobresale el grupo escultórico de La Anunciación y puede figurar entre las grandes obras del barroco hispano-americano. Azara dice que este pueblo fue formado el 2 de abril del ario 1698 por los jesuitas, con un destacamento sacado de Santa María de Fe. Santiago
La reducción original, como Santa María de Fe, fue uno de los pueblos llamados itatines, por provenir del norte. Santiago tuvo tres asientos distintos. En 1669 fue trasladado al lugar donde ahora se encuentra. Naturalmente hay imágenes de Santiago Apóstol. La gente del pueblo aceptó a Santiago como patrono ante los ataques de sus enemigos, los bandeirantes, provenientes de las posesiones de Portugal en aquella región. San Cosme
Azara da cuenta que el jesuita de nombre Formoso fundó el pueblo de San Cosme el 24 de enero de 1634, en la zona del Tapé. Temiendo a los portugueses, se trasladó en 1638 a un paraje situado entre el pueblo
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de Candelaria y el arroyo de Aguapey. Tuvo otros cambios, hasta su ubicación definitiva en 1740 al norte del río Paraná. La reducción de los Santos Cosme y Damián (más conocida como San Cosme) es el único pueblo de las misiones que conserva sus techos y se tiene la impresión de estar tres siglos atrás, en una población jesuítica de los guaraníes. Itapúa
Azara escribe Itapuc-z, como antiguamente se conocía a esta reducción. Después se la denominaría Itapúa o Encarnación. Fue la fundación del padre jesuita Roque González de Santa Cruz (primer santo paraguayo, elevado a los altares el 16 de mayo de 1988). Su primera ubicación estuvo al sur del río Paraná, cerca del lugar donde actualmente se halla. Jesús
El pueblo de Jesús fue fundado en el año 1685 a orillas del río Monday, cerca del Paraná, y conoció tres migraciones antes de llegar a su actual emplazamiento. De este pueblo peregrino, Azara trazó su itinerario: en 1691 se trasladó al río Ibaroty, a unos 25 kilómetros del Paraná, y después pasó al riachuelo Mandisoby. En Jesús se dispuso la construcción de una iglesia de piedra de sillería, que puede competir con las mayores iglesias de América. Trinidad
Azara destaca que la reducción de Trinidad fue fundada en 1706 y formada con un destacamento de guaraníes sacados de San Carlos; pero en 1712 se fijó en el lugar que ocupa hoy. Sus arquitectos principales fueron los dos hermanos jesuitas: el milanés Juan Prímoli, el catalán José Grimau, Antonio Foncada y Juan Antonio de Ribera. Las ruinas de Trinidad son las más interesantes y sugerentes de todas las reducciones jesuíticas. Su iglesia es considerada como la mayor y mejor de todas las misiones. Quizás lo más interesante de todo el complejo sean las viviendas de los indios. Son grupos de habitaciones con
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galerías que tienen hermosas arquerías de piedra labrada y el conjunto hace pensar en los más impresionantes puentes o acueductos romanos. San Ignacio Miní
Quince de las reducciones jesuíticas del Paraguay estuvieron en las provincias argentinas actuales y otras siete (los sete poyos), en el estado brasileño de Río Grande do Sul. San Ignacio Miní, según Azara, se fijó donde está hoy el 11 de junio de 1659, muy próximo al río Paraná. Sus ruinas merecen especial atención, pues aquel pueblo fue uno de los más prósperos. Muy próximas a San Ignacio Miní están las ruinas de Candelaria, que fue el asiento del superior de los "Treinta Pueblos", la capital de las reducciones. Don Félix dice que Candelaria fue fundada por los jesuitas en 1627. Temiendo a los portugueses, tuvo que peregrinar, hasta que se estableció en 1665 en el lugar donde hoy está. Cerca de Candelaria estaba otro pueblo jesuítico: San Ana, fundado en 1633 al oeste del río de Igay o Yacuy. En 1636, temiendo a los portugueses, emigró hacia el Paraná. Azara también hace una breve descripción de otros pueblos jesuíticos: Loreto, Corpus, San Joaquín, Belén y San Estanislao. "CIUDADANO MÁS DISTINGUIDO DE ASUNCIÓN"
El muy ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Asunción (Ayuntamiento) solicitó a Félix de Azara la elaboración de un extracto de sus trabajos sobre la región recorrida y cuyos mapas había levantado, apresurándose él a ofrecerlos. El oficio de referencia fue remitido por la Sala Capitular de Asunción el 22 de marzo de 1793. Se le pedía una copia del mapa que había hecho sobre el Paraguay, con otro del curso del río de ese nombre hasta las reducciones de Chiquitos, como también otras noticias, todo con el fin de transferir esos documentos a la posteridad, de ilustrar la historia pasada y futura. Para cumplir la palabra que dio en respuesta a los requerimientos del Ayuntamiento de Asunción, don Félix incluyó el mapa del Paraguay
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y de las misiones con otro que expresa el curso del río Paraguay, sus confines e inundaciones anuales, como también la descripción histórico- política y geográfica de la comprensión de dichos mapas. El trabajo lo preparó en escasos dos meses. Quedando el Cabildo tan satisfecho por dicha labor le dio el título de "el ciudadano más distinguido de la ciudad de Asunción", según el informe del biógrafo de Azara, C. A. Walckenaer. Según otro de sus biógrafos, Álvaro de la Piriera, recibió el título de "Ciudadano de Honor".
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Capítulo VIII CONCIENCIA CRÍTICA DE FÉLIX DE AZARA
Los primeros colonizadores. El trato de los nativos. Las misiones. Las encomiendas. Yanaconas y mitayos.
Reducción indígena laica y religiosa: causa del éxito como del fracaso español en su política americana. Azara
Limitarse a la descripción más o menos detallada de las naciones indígenas con las que tomó contacto hubiera sido tarea incompleta para un hombre que, como Azara, fue educado en la cultura de la razón, la experiencia y la crítica propia de su tiempo. Tuvo que ser llamativo para don Félix de Azara observar cómo las naciones indígenas se presentaban gradualmente ante sus ojos desde la más salvaje naturalidad hasta la perfecta integración en la sociedad española de las colonias. Los resultados de esta labor están en los capítulos XI y XII de los Viajes por la América meridional, relato cronológico, no exento de subjetividad, en el que describe dos métodos diferentes de reducción indígena, el laico y el religioso, cuyas consecuencias son, para Azara, causa capital tanto del éxito como del fracaso español en su política americana. REDUCCIÓN LAICA: LAS ENCOMIENDAS Antes de comenzar, aclara Azara su desinterés por generalizar la labor de los conquistadores del Paraguay y del Río de la Plata a otras partes de América. El método laico se desarrolla en la época de los primeros colonizadores y queda reglamentado y definido hacia mediados del siglo XVI, en tiempos del gobernador faccioso del Plata Domingo Martínez de Irala, nombrado por los colonos tras violenta sublevación contra Alvar Núñez Cabeza de Vaca. La Corona, por entonces, adopta una empecinada postura conquistadora sin procurar los medios necesarios para sostenerla, lo que obligaba a los gobernadores a confiar la conquista a la iniciativa privada. Se reglamenta esa política de acuerdo con un lema: "hacer progresos sin gastos" y, de este modo, para compensar los grandes desembolsos de las expediciones particulares, se idea una modalidad de encomienda. La modalidad consistía en entregar a los indios en este régimen durante dos generaciones. Transcurridas éstas, la encomienda sería abolida y los indios pasarían a disfrutar de plena libertad.
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YANACONAS Y MITAYOS
Los jefes encargados de la conquista establecen una distinción en el trato de los nativos y, conforme a ella, dos sistemas de encomienda: yanaconas y mitayos. Yanaconas. Los españoles, después de vencer a los indios, se los repartían entre sí y éstos entraban a su servicio. Así explica Azara la vida en estos asentamientos: "En estos establecimientos cada encomendero español tenía continuamente consigo los indios, fuera cual fuera su sexo y edad, y los ocupaba como domésticos de forma que querían. Pero le estaba prohibido venderlos, maltratarlos ni despedirlos por causa de mala conducta, enfermedad o vejez, y el encomendero estaba obligado a vestirlos, así como alimentarlos, cuidarlos en sus enfermedades, instruirlos en la religión y enseñarles un oficio". Mitayos. El otro sistema de encomiendas era el de los mitayos. Se les obligaba a escoger un lugar en su propio territorio y fijarse, estableciendo sus casas, para formar un pueblo. Se elegía seguidamente a un cacique o sujeto capaz de ser corregidor y se tomaban entre los otros indios los oficiales municipales y los alcaldes, lo mismo que en las ciudades españolas. Cuando todo esto estaba bien establecido y en marcha se formaban las encomiendas llamadas mitayos y se repartían entre los españoles según sus servicios individuales. LA REDUCCIÓN ECLESIÁSTICA
En 1612, el nuevo visitador del Paraguay, Francisco Alfaro, ordena la prohibición de estas modalidades de encomiendas para reducir a los indígenas. La consecuencia inmediata de esta medida fue la paralización de las conquistas. En primer lugar porque la iniciativa privada, sin ningún aliciente, cesó sus viajes de conquista. En otro orden, los gobernadores, sin un ejército a sueldo ni dinero, se veían impotentes para seguir con la empresa. En esa etapa la Iglesia comienza a ser poderosa en América y, en el caso paraguayo, toma la iniciativa de la colonización, instaurando un sistema eclesiástico que Félix de Azara atacará con dureza por "costoso e inútil".
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Para comprender la crítica dirigida hacia este sistema hay que tener en cuenta la mentalidad de un hombre partidario de la secularización de la cultura que, ante todo, deseaba ser útil al rey de España y que se indignaba viendo cómo eran desperdiciados los infinitos recursos de un gran imperio colonial. Recuerda Azara que el auditor Francisco Alfaro favorece a la Compañía de Jesús, cuando ésta llega al Paraguay a principios del siglo XVII, y que algunas voces sospecharon entonces que fueron los jesuitas quienes habían marcado la conducta de Alfaro para abolir de la región el sistema de encomienda. Azara atribuye la proliferación de las reducciones en su primera época más al miedo a los bárbaros bandeirantes provenientes de las posesiones portuguesas, es decir, a la necesidad de protección, que a la idoneidad del sistema eclesiástico. Azara analiza las misiones jesuíticas con intención de demostrar su ineficacia económica y los ingentes gastos que ocasionaban a la Corona española. Rechaza firmemente este peculiar régimen absoluto-teocrático-colectivista por ir contra las nuevas corrientes de economía de mercado y por ser incapaz de proporcionar riquezas al Estado español. Se lamenta que los padres jesuitas llegaron a persuadir al mundo entero de que esta clase de gobierno era la única conveniente y que hacía la felicidad. Los resultados de los estudios y observaciones de Azara son claramente desfavorables a los seguidores de la Compañía de Jesús en el Paraguay. CRÍTICA AL PODER POLÍTICO La expulsión de los jesuitas del Paraguay, en 1768, por orden de Carlos III tampoco viene a solventar la situación. Los sacerdotes depuestos son sustituidos en primer lugar por religiosos de otras órdenes y después por personal laico, mientras las estructuras de los poblados permanecen. Azara lamenta y reprocha la indolencia y relajación del poder político, siendo si cabe más crítico por su aprovechamiento corrupto del trabajo de los indios. En su fuerte denuncia al poder político español en la región Azara dice que el gobernador del Paraguay y el virrey de Buenos Aires, cada
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uno en su departamento, son los dueños absolutos de todos los bienes de las comunidades. Las investigaciones de Félix de Azara consiguen en España el olvido científico y el enfrentamiento a nivel internacional con la orden jesuita, que, calumniada, se referirá en adelante al "impío Azara". No sucederá así en América, donde sus trabajos le proporcionan una considerada reputación. En 1789 Azara es ascendido a capitán de Navío y a partir de entonces se le confían importantes responsabilidades administrativas. Se rechaza su petición de relevo y se le encarga el trabajo de reconocimiento de fronteras en el sur de Buenos Aires. LA IDEA COLONIZADORA DE AZARA
Azara se convierte en un experto de los problemas de colonización, repoblación y defensa del Río de la Plata. Estudia las condiciones de vida de los campesinos y los sistemas de colonización, llevando a cabo su propio intento en San Gabriel de Batoví; trata de encontrar una solución favorable para la población fronteriza, siempre amenazada por los portugueses. Los resultados de estas inquietudes intelectuales de Azara quedan recogios en su Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata, obra póstuma. Cree fundamental el emplazamiento de una parroquia en cada uno de los pueblos y considera como muy fundamental la labor cristiana para elevar el nivel de civilización de sus moradores. Como se puede comprobar, Azara no rechaza el papel civilizador de la Iglesia. En su Memoria, compara los resultados entre la incivilidad de los gauchos y la mayor educación de los asentamientos cristianos paraguayos. SAN GABRIEL DE BATOVÍ
Animado, Félix de Azara fundó el poblado de San Gabriel de Batoví y pensó incluso en atreverse y situar uno más, pero la voluntad reformadora tropieza con el poder, con el gobernador de Asunción y con grandes hacendados que no estaban dispuestos a renunciar a la explotación exclusiva de grandes territorios.
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Descubre y denuncia malversaciones y corrupciones entre los funcionarios de la colonia en redes que a veces llegaban hasta el propio Godoy, hombre de confianza de Carlos IV, entonces en plena efervescencia de su poder. Finalmente, la ocupación portuguesa de San Gabriel de Batoví acaba con su empresa colonizadora en esa zona donde sacrificó sus mejores años. Azara conoce ya su orden de vuelta a España y antes del regreso escribe a un amigo con estos términos: "Amigo Lastarria, como Usted no conoce como yo las cosas del Río de la Plata, la estupidez de sus moradores y el nuevo Gobierno que nos espera, no llega Usted a prever que todo cuanto he hecho va a ser abandonado aun antes de salir Vm. para España. En vano el Señor Amilés y Vm. ponderarán la importancia de estas cosas, porque será hablar con muertos. Lo que yo aseguro es que haré cuanto esté de mi parte por no adelantar más nada y llorar lo que he hecho incitado de las infinitas instancia de Vm. y del Señor Virrey".
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Capítulo IX LA OBRA ANTROPOLÓGICA Y ETNOLÓGICA DE AZARA
La nación azariana. El origen. Los pueblos nativos. Características físicas, sociales y culturales de los aborígenes.
Guaraní: Admiro la altura de su talla, amplitud y elegancia de sus formas y proporciones sin igual en el mundo. Azara
A unque el hombre sea un ser incomprensible, y sobre todo el aborigen, que no escribe, que habla poco, que se expresa en una lengua desconocida a la que faltan palabras y expresiones y que no hace más que lo que le imponen las pocas necesidades que experimenta, no obstante, como ésta es la parte principal y la más interesante en la descripción de un país, daré aquí algunas observaciones que he hecho sobre un gran número de naciones indias, libres o salvajes, y que no están ni han estado nunca sujetas al imperio español ni a ningún otro". De este modo comienza Félix de Azara el capítulo X de sus Viajes por la América meridional, sucesión de episodios en los que da cuenta detallada de los diferentes grupos indígenas —él los llama naciones— con los que convive en el transcurso de sus viajes por territorio platense. Sin interés en participar de la polémica suscitada por Beddal y Glick acerca del mito del héroe aislado, que debate sobre si fue una simple idea o algo más que eso, es lícito presentar muy brevemente las posibles motivaciones que impelieron a Félix de Azara a desarrollar esa faceta etnológica y antropológica. "Distraer la ociosidad"... Probablemente haya que partir de estas palabras, presentes en sus Apuntamientos para el estudio de los cuadrúpedos y primera justificación que Félix de Azara aduce para comenzar una multifacética tarea fuera de su cometido como cartógrafo al servicio de la Corona española. Nuestro personaje sabe que la estancia en Paraguay será larga, de hecho permanecerá en la región veinte años. Esta situación le plantea dos opciones: una es la ociosidad; la otra, intentar resultar lo más útil posible a la Corona. Para esta iniciativa cuenta con su formación como ingeniero y con una inquietud y curiosidad infatigables. Así, decide conocer por propia cuenta el medio que será su vida durante tiempo indefinido. Con esta actitud, Azara demuestra participar del espíritu ilustrado del siglo, ansioso por racionalizar su entorno mediante la observación empírica.
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Azara actúa para distraer la ociosidad, sí, pero sin duda imbuido por las corrientes de su época. Época en la que bullen nuevas teorías sobre las razas y costumbres. Fórster y Buffon surgen como los creadores de una nueva ciencia: la etnología. Rousseau sorprende al mundo del pensamiento político con sus ideas sobre el buen salvaje en estado natural anterior al pacto social, estado de gracia en el que el hombre es robusto, solitario y completamente feliz. El método útil para el estudio de los pueblos indígenas no parece diferir esencialmente del empleado en el resto de sus trabajos. Las descripciones biológicas se basan en la observación meticulosa, comprobada siempre personalmente y cuantificada con precisión. LA NACIÓN AZARIANA El perfeccionismo alcanzado por Azara llegó a ser tan elevado que los resultados de sus trabajos se consideraron irrefutables por expertos contemporáneos del autor. Tal es el caso del francés Walckenaer, biógrafo de Azara, que lo distingue en varias notas. Se anticipa a los procedimientos etnológicos del siglo XIX. Partiendo de las diferencias entre ubicación, características físicas y costumbres, elabora su propio concepto de nación. Azara llama nación a toda reunión de indios que se consideren ellos mismos formando una sola y misma nación y que tengan el mismo espíritu, las mismas formas, las mismas costumbres y la misma lengua. Antes de hablar de las naciones indígenas, Azara hace dos advertencias. La primera se refiere a su emplazamiento geográfico. En este sentido aclara que, aun cuando marque los lugares habitados por estas naciones, no se debe creer que sean estables, porque todas son errantes, unas más que otras; pero es muy raro que pasen al territorio frecuentado por otra nación. La segunda, a la radical diferencia entre las distintas lenguas indígenas, entre éstas y las europeas, constatando la extrema dificultad para aprenderlas.
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EL ORIGEN DE LOS INDÍGENAS
Azara no es ajeno a la controversia originada desde el descubrimiento de América sobre el origen humano. La recoge en sus Viajes por la América meridional, donde trata de estudiar dos hipótesis contrarias, enlazando el problema ya planteado de su condición humana con el de su origen. Son las siguientes: los indios no tienen el mismo origen que el hombre, por lo que pueden proceder de diferentes parejas originales; ellos tienen el mismo origen que el hombre, por lo que proceden de una pareja única, Adán y Eva. Antes de comenzar el análisis de una y otra, plantea los dos puntos de vista sobre la cuestión. Recuerda que los primeros españoles que frecuentaron a los indios americanos no los consideraron como hombres que tuvieran "el mismo origen que nosotros, sino más bien como una especie intermedia entre el hombre y los animales, que aunque con formas semejantes, difería de nosotros en otros aspectos, y que no era susceptible de la inteligencia, de la capacidad para entender y practicar nuestra religión". Uno de los principales partidarios de esta idea fue Francisco Tomás Ortiz, obispo de Santa María. Otros eclesiásticos, a cuya cabeza estaba el famoso fray Bartolomé de Las Casas, decían por el contrario que los indios eran hombres de nuestra especie y tan apropiados al cristianismo. Tal era el estado del asunto cuando Las Casas se declaró el apologista y ardiente protector de los indios. Para desentrañar el tema del origen de los indios, Azara estudia las dos hipótesis planteadas mediante una serie de razonamientos. Finalmente, acepta la segunda hipótesis. Al respecto dice que "los indios son hombres como nosotros provenientes de una pareja única". Previamente, dio la siguiente explicación: "Se ve que su cuerpo era enteramente semejante al nuestro y que estaba compuesto de las mismas partes; que aprendían todas las artes que se les enseñaban; que aprendían igualmente nuestra lengua e imitaban todas nuestras acciones; que, discurrían y razonaban como nosotros". De allí se concluyó que, teniendo el mismo cuerpo como el nuestro, obrando y razonando lo mismo y adorando a un ser, material o no, eran hijos de Adán, capaces de adorar a un espíritu creador.
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"Se confirmó, sin duda, esta idea —añade— viendo que de la unión de los europeos con las americanas resultaron hijos que tenían la facultad de propagarse". LOS PUEBLOS INDIOS Definido su concepto de nación como la unión de individuos con la misma forma, costumbre, lengua y espíritu, Azara procede a analizar cada una de las que forman los indios. Llega a distinguir hasta treinta naciones mencionando incluso la presencia de grupos diferenciados en cada una de ellas, a los que denomina hordas. Los rasgos que observa para efectuar su clasificación están en dos grupos: uno de características físicas y otro de características sociales. El lenguaje aparece invariable en la descripción de cada uno de los grupos. Son tres las características que aborda: situación geográfica, aspecto físico y número de individuos. Para establecer la situación geográfica, Azara no sólo determina la localización de los poblados, sino que advierte de su inestabilidad, pues la mayoría de los grupos son nómadas. Para determinar el aspecto físico de los indios observa con preferencia cuatro rasgos: talla, color de piel y ojos, pelo y cabello y órganos sexuales. Presta mucha atención a la talla y proporción corporal, mientras que el número de individuos sólo lo destaca cuando su cantidad le resulta llamativa. Precisamente, éste es el caso de los indios guaraníes, que Félix de Azara considera como los más numerosos y extendidos de la región. La descripción que de ellos hace aparece en sus Viajes. Sobre los guaraníes dice Azara: "admiro la altura de su talla, la amplitud y elegancia de sus formas y proporciones, que no tienen igual en el mundo, y al mismo tiempo no dudo en su escasa fecundidad. Me he convencido examinando una gran cantidad de listas o catastros antiguos y modernos de los pueblos guaraníes y he notado que la suma total de cada sexo arrojaba más mujeres que hombres". Las cuestiones que más tiene presente Azara son el lenguaje, la forma de las viviendas, los comportamientos, las formas de gobierno, las prácticas de caza y pesca, los usos medicinales y los ritos festivos, funerarios y de guerra.
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El lenguaje es apreciado con meticulosidad, véase por ejemplo el de los guaraníes, muy estudiado por Azara y otros investigadores, pues esta nación fue la más extendida y la que más asentamientos indígenas produjo. Tiene noticias del padre franciscano Luis de Bolaños, quien tradujo el catecismo al guaraní, así como del sistema de signos ideado por los jesuitas para facilitar la pronunciación nasal y gutural de esta lengua, en la que llegó a imprimir incluso un diccionario y una gramática. Así presenta este lenguaje: "es muy diferente de todos los otros, pero el mismo para todas las ramas de la nación guaraní; de manera que hablándolo se podía entonces viajar por todo el Brasil, entrar en el Paraguay, descender hasta Buenos Aires y subir al Perú. Este lenguaje pasa a ser por el idioma más abundante de América". El resto de las características las presenta atendiendo a lo más sobresaliente o peculiar de cada pueblo. Sobre sus costumbres sociales, así relata el autor la ausencia de ceremonia en el matrimonio entre los indios guaraníes: "En sus amores y en sus casamientos hay frialdad. La unión de los sexos no es ni precedida ni seguida de ningún preparativo. Ignoran los celos; nada lo prueba mejor que la franqueza y el placer con que entregaron sus hijas y sus mujeres a los conquistadores. Las mujeres se casan muy jóvenes, ordinariamente a los doce años; los hombres, un poco más tarde, y desde luego, forman familia aparte". En cuanto a la distinción entre sexos, Azara dice que la misma viene determinada en los hombres por el barbotante, pedazo de madera que la madre introduce en un orificio horadado en el labio inferior a los pocos días del nacimiento. Los ritos para identificar a la mujer se practican al llegar a la pubertad. Así lo hacen las guaraníes, quienes se valen del tatuaje. Se trazan en la piel varias líneas azules indelebles que parten del nacimiento de los cabellos hasta la línea horizontal en que se termina la parte inferior de la nariz. En cuanto a las artes de la caza y pesca, Azara las destaca como principales medios de subsistencia; ejercen además una agricultura nidimentaria. Es curioso, dice Azara, cómo el medio de vida condiciona el carácter de los pueblos. Así, "las naciones que viven de la caza son
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las más errantes, las más fuertes y guerreras", mientras que los grupos agricultores son "más dulces y pacíficos". Sobre las prácticas medicinales, observa que existían apenas enfermos y malformaciones y destaca la "escasa mortalidad infantil y la longevidad de los individuos, pese a ello, los indios también cuentan con sus propios médicos".
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Capítulo X LOS MANCEBOS DE LA TIERRA PARAGUAYA
El mestizaje. La formación del pueblo paraguayo. El "paraíso de Mahoma" en tiempos del gobernador Irala.
Mestizos del Paraguay: Son muy astutos, sagaces, activos, de luces más claras, de mayor estatura, y aún más blancos que los españoles de Europa. Azara
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a preponderancia que los mestizos adquirieron en el Paraguay, desde la virilidad de la primera generación del brote hispano-guaraní, despertó alarma en Charcas, Lima y Madrid, señala Efraím Cardozo en su obra Paraguay de la conquista. En efecto, el padre Martín González había sido incansable en denunciar los "mortales peligros" que representaba para el Paraguay esa situación. En su carta del año 1575 advertía que "en sólo la ciudad de Asunción hay 5.000 mestizos, hijos de españoles y de indias, y más de los 3.000 de ellos serán de dieciocho años arriba, y mujeres habrían casi 5.000 mestizas". Ante este panorama, el padre Martín González alarmado se preguntaba: "i,qué se podrá presumir ni esperar ahora que no quedan en la ciudad de Asunción más de 280 españoles y los cientos de ellos inútiles y los demás ya viejos y los mestizos que pasarán más de 3.000 que podrán tomar armas?". El virrey Toledo contemplaba con horror el acceso a las funciones públicas de los hijos mestizos de los viejos conquistadores españoles. En el Perú y Charcas, el mestizo era menospreciado y vivía tajantemente marginado de la vida social. En el Paraguay eran ellos quienes mandaban. LOS "MANCEBOS DE LA TIERRA" Como resultado del cruce hispano-guaraní, que fuera practicado en vasta escala, pronto hubo en el Paraguay una numerosa prole mestiza. Fueron los llamados "mancebos de la tierra", que hacia el año 1575 ya eran 10.000 (Cardozo). Pocos españoles viajaron al Paraguay después de la última armada del adelantado Ortiz de Zárate. Los "mancebos de la tierra" nacidos durante el siglo XVI constituyeron el plantel principal de la población paraguaya a todo lo largo de su historia.
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Sobre la significación cultural del mestizaje en el Paraguay, Cardozo destaca las especiales características. Fue en el Paraguay donde dieron sus frutos, los "mancebos de la tierra", peculiaridades sociales que no se presentaron en otras partes del continente. Como se ha indicado, fuera de los límites del Paraguay los mestizos ocupaban la más baja escala en la estructura de las castas. Los viajeros españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa aconsejaron, a mediados del siglo XVIII, que se los sacara de América y se les incorporara al Ejército español en los cuerpos especiales, pues no les reconocían otras aptitudes que las guerreras. En el Paraguay no ocurrió nada de eso, ya que los mestizos fueron dominando la vida del Paraguay y las alarmas que suscitaron en los primeros tiempos se desvanecieron pronto al comprobarse lo singularmente dotados que estaban para la vida civil y política. LA RAZA PARAGUAYA ¿Puede hablarse con propiedad de la existencia de una raza paraguaya?, se plantea Cardozo. Dejando de lado los estudios sobre la herencia humana de sangre o genes, el historiador emplea el término sólo convencionalmente para significar al producto del cruce de los dos caudales étnicos y anímicos que confluyeron en el Paraguay: el español y el guaraní. De la unión de las dos corrientes biológicas y culturales, surgió un tipo humano, distinto e igual, al mismo tiempo, de sus progenitores y con características inconfundibles en el panorama étnico de América. En los días de la fundación de Asunción y en el tercio de siglo que sigue, el mestizaje se opera con gran intensidad, tanto como resultado de una natural alianza de caños y españoles contra los malones chaqueños como por la ausencia casi total de mujeres españolas (R. E. Velázquez). En cuanto a la situación del mestizo, opina también el historiador Velázquez, señalando que desde la conquista y hasta comienzos del siglo XVIII los mestizos estuvieron en el Paraguay, por lo general, equiparados jurídica y socialmente a los criollos. Esta situación especial, que no se daba en todas las provincias españolas de América, se vio ratificada por una cédula de Felipe IV del 31 de diciembre de 1662, que aceptó dicha práctica en el Paraguay.
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2DC0111 1/:4-111-211allil 11DM AZIiia2.9 brigadier de la Real Armada, y autor de las obras tituladas «Apuntes pira la Historia de los euadreplus y pájaros del Paraguay», y de otras. LA PEBLICA SU SOBRINO Y BEREBER°
EL SEÑOR DON AGUSTI.N AZARA, niaronés de Nibbiano, caballero de la Orden de Cárlos 111, &c. &c. BAJO LA DIItECCION
DE MIN BAS11,10 SEBASTIAN CASTELLANOSIE LOSADA, Caballero de las órdenes de Isabel la Católica, y de San Genaro. Anticualio de la Biblioteca Nacional, etc. etc. autor de varias obras literarias, de la biogralia de -dicho autor con que concluye la obra y de las notas que la ilustran. 1'0110 H.
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IMPRENTA DE SANCIIIZ , CALLE DE JARDINES NUMERO 36.
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Los mestizos comenzaron a regir el Cabildo de la ciudad de Asunción, conquistando las principales funciones por "ser la mayor parte" del país, reconocía el tesorero del Cabildo, quien, antes, alarmado, había denunciado que los "mancebos de la tierra" se proponían copar la administración de Asunción, cabeza de las provincias del Plata. EL "PARAÍSO DE MAHOMA" La "demasiada conversación con las mujeres" que alarmaba a Felipe de Cáceres confirió a Asunción, desde su fundación, peculiaridades que le ganaron el título de "paraíso de Mahoma". Las costumbres del Islam quedaron muy atrás, según el padre Francisco González, quien en el año 1545 denunció escandalizado esa práctica. Decía: "Mahoma y su Alcorán no permitían más de siete mujeres, y acá tienen algunos hasta setenta, pues el cristiano que está contento con cuatro indias es porque no puede haber ocho y el que con ocho porque no puede haber diez y seis, y así de aquí arriba". Las guaraníes eran bellas y ardientes, pero su entrega sexual obedecía también a motivaciones políticas, explican los cronistas de la época. Se pone como ejemplo el del gobernador Domingo Martínez de Irala, que hizo las paces con el gran cacique Abacoté, "se echó carnalmente" con la hija del jefe guaraní y vinieron más de ochenta indios con sus tambores delante de la morada donde se consumaba la entrega "y en presencia de todo el pueblo hicieron gran regocijo". Domingo Martínez de Irala, de Vergara, hijodalgo con mayorazgo en Guipúzcoa, el organizador de la nacionalidad paraguaya (Natalicio González), dio el gran ejemplo de costumbre tan placentera. Irala tuvo numerosa descendencia. En su testamento del año 1556 reconoció con orgullo que era padre de nueve hijos (tres varones y seis mujeres) habidos de siete madres indígenas distintas: "Digo, declaro y confieso que yo tengo y Dios me ha dado en esta provincia ciertas hijas e hijos que son: Diego Martínez de Irala, Antonio de Irala, doña Ginebra Martínez de Irala, mis hijos y de María, mi criada, hija de P. de Mendoza, indio principal que fue de esta tierra; y doña Marina de Irala, hija de Juana, mi criada; y doña Isabel de Irala, hija de Águeda, mi criada; y doña Úrsula de Irala, hija de Leonor, mi criada; y Martín Pérez de Irala,
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Grabado de Félix de Azara. Aparece en su obra Descripción e historia del Paraguay Madrid, 1847.
hijo de Escolástica, mi criada, y Ana de Irala, hija de Marina, mi criada; y María, hija de Beatriz, criada de Diego de Villalpando". Irala quien dio el título de "doña" a sus hijas, casó a todas con los capitanes principales. A doña Marina, con el capitán Francisco Ortiz de Vergara; a doña Isabel, con el capitán Gonzalo de Mendoza; a doña Ginebra, con el capitán Pedro de Segura, y a doña Úrsula, con el capitán Alonso Riquelme de Guzmán. Estos últimos fueron padres del primer historiador del Paraguay, Ruy Díaz de Guzmán.
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Nada respetaban y estimaban más los guaraníes que el lazo de la sangre. El hogar hispano-guaraní fue creado fuera de las normas legales y religiosas. El guaraní adquirió en su alianza genética con el español muchos de sus hábitos y formas culturales, pero también el español adoptó costumbres y modalidades indígenas, principalmente su lengua nativa. OBSERVACIONES DE AZARA SOBRE LOS MESTIZOS Azara reserva el capítulo XIV de su obra póstuma, Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata, para dar a conocer sus observaciones sobre el mestizaje en el Paraguay. Da cuenta que los conquistadores llevaron poca o ninguna mujer al Paraguay y, uniéndose con indias, resultaron una multitud de mestizos a quienes la Corte declaró entonces por españoles. Sigue Félix de Azara con su descripción fundada en observaciones propias: "hasta estos ultimos años puede con verdad decirse que no han ido mujeres de afuera, ni aun casi hombres europeos al Paraguay, y los citados mestizos se fueron necesariamente uniendo unos con otros, de modo que casi todos los españoles allí, son descendientes directos de aquellos mestizos". ASTUTOS, SAGACES Y ACTIVOS Observándolos Azara, enfatiza que los mestizos del Paraguay, en general, son "muy astutos, sagaces, activos, de luces más claras, de mayor estatura, de formas más elegantes, y aun más blancos, no sólo que los criollos e hijos de español y española en América, sino también que los españoles de Europa, sin que se les note indicio alguno de que desciendan de india tanto como de español". De aquí puede deducirse —añade Azara—, no sólo que "las especies mejoran con las mezclas, sino también que la europea es más inalterable que la india, pues a la larga desaparece ésta y prevalece con ventajas aquélla".
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Capítulo XI TRABAJOS AZARIANOS EN TIERRA PARAGUAYA
Viajes: rutina y dificultades. Azara, geógrafo del Paraguay. Los límites inciertos del país. Dificultades en la demarcación fronteriza entre Paraguay y el Brasil.
Félix de Azara salvó gran parte de la integridad territorial de la que luego sería la República del Paraguay.
R. Ferrer de Arréllaga
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urante su larga permanencia en el confín sudamericano —veinte años— Félix de Azara realizó viajes para adquirir mayores conocimientos del Paraguay y otras regiones del Plata. Sus expediciones, especialmente a los distintos territorios paraguayos, fueron una parte muy importante de su gran actividad americana. Así conoció con detalle el país, su flora, su fauna y sus habitantes, aunque a su llegada a Asunción del Paraguay, el 9 de febrero de 1784, empezó a idear primeramente el atrevido proyecto de levantar una carta del vasto territorio paraguayo, cuyas fronteras solamente había inspeccionado y diseñado mientras esperaba la llegada de la legación portuguesa. Acarreó con los gastos de la empresa, pues no sólo no contaba con el apoyo del virrey sino que preveía más bien obstáculos e inconvenientes de su parte; ésta es la causa de que muchos de sus viajes los realizara sin el conocimiento de aquél. Resulta muy difícil reproducir la totalidad de los viajes emprendidos por tierras del Paraguay y del Río de la Plata. Plasmados después en sus libros y diarios, se pueden destacar los principales. VIAJES ENTRE 1784 Y 1791 —A Villarrica, desde el 12 de junio al 4 de julio de 1784. Describe los pueblos de Ypané, Guarambaré, Itá, Yaguarón, Paraguarí, Ybycuí, Itapé, Yuty y Villarrica. —A la región de la Cordillera, entre el 27 de julio y el 3 de agosto del año 1784. Recorre Emboscada, Altos, Atyrá, Tobatí, Caacupé, Pirayú, Areguá y Capiatá. —Viaje por los pueblos de las misiones guaraníes, desde el 20 de agosto de 1784 hasta abril de 1785. Visita a San Ignacio-Guazú, Santa María de la Fe, Santa Rosa, Santiago, San Cosme y Damián, Itapúa, Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio Miní,
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Corpus, San José, Mártires, Santa María la Mayor, San Javier, San Nicolás, Santo Ángel, San Carlos, Trinidad, Jesús, Yuty y Caazapá. —Al Paraná y Corrientes, a partir del 7 de abril de 1785, visitando Itatí, Garzas, Santa Lucía y Corrientes. —Navegación por el río Pilcomayo, entre el 6 y el 11 de agosto de 1785. —Reconocimiento y navegación del río Tebicuary, entre el 19 de agosto y el 15 de setiembre de 1785. —Viaje a Curuguaty, acompañado por el gobernador Melo, desde el 22 de mayo al 16 de agosto de 1786, en el que recorre Cuarepotí, Ycuamandiyú, Villa Concepción, Nuestra Señora de Belén, Candelaria y Curuguaty. —A San Estanislao y San Joaquín, en 1786. —Viaje a la laguna Yberá y a la ciudad de Corrientes entre el 16 de noviembre de 1787 y el 8 de febrero de 1788. En esta última ciudad se despidió don Pedro Melo, que regresaba a la península, dando por terminado su período al mando de la intendencia de Asunción. En este viaje, Azara visitó San Borja, Santo Tomé, La Cruz, San Roque, Yapeyú, Itatí, Ñeembucú, Remolinos y Villeta. —Viaje nuevamente a Curuguaty en espera de la partida de demarcación portuguesa, que nunca se presentó, entre el 12 de junio y el 18 de agosto de 1791. RUTINA Y DIFICULTADES DE LOS VIAJES Emprendía Félix de Azara sus viajes abastecido de aguardiente, cuentas de vidrio, tinta, cuchillos y otros objetos para ganarse la amistad de los nativos. Todo su equipaje personal consistía en algunas ropas, una hamaca, café y sal. Para sus acompañantes llevaba también tabaco y la hierba del Paraguay (yerba mate). En las expediciones por los inmensos territorios, llenos de ríos, lagos y bosques habitados por razas indias, las más de ellas indomables,
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sin caminos y con escasas poblaciones, cuando era necesario apearse para comer o dormir hacían patear el terreno a los caballos para ahuyentar de la zona a los reptiles. Sus hábitos, metódicos y frugales, consistían en lo siguiente: Se levantaba una hora antes del amanecer para preparar el desayuno. Hecha esta comida, enseguida los ayudantes reunían a los caballos y se ponían en camino. Un guía iba delante, detrás los caballos de recambio y los seguía el resto, marchando así sin detenerse hasta dos horas antes de ponerse el sol. Buscaba sitio para acampar, generalmente a orillas de una laguna, y los hombres se dispersaban en procura de leña para hacer fuego y sacrificar las vacas necesarias para alimentar a los miembros de la expedición. En cuanto a la navegación por los caudalosos ríos, en los que participó Azara, los procedimientos eran distintos. Estos viajes, que fueron varios, los realizó en canoas y balsas. Los víveres que se cargaban eran a veces muy escasos, unas pocas gallinas, galletas, sal y una bolsa de yerba mate. Se podían aprovisionar de otros productos: carneros, carne fresca o charqueados, carne secada al sol. Lo tortuoso de la mayoría de los ríos provocaba mantenerse en continua tensión. Con frecuencia Azara debía hacer alto en algún territorio despoblado, donde se detenía algún tiempo ocupado en sus observaciones o estudios, de modo que se hacía una choza de paja al modo de los indios. AZARA, GEÓGRAFO DEL PARAGUAY Será en los territorios paraguayos donde Azara, a lo largo de casi catorce años, llevará a cabo la parte más importante de sus trabajos geográficos y de historia natural, dice Joaquín Fernández Pérez. En efecto, le tocó una de las zonas más conflictivas de los trabajos de demarcación. Conviene resaltar la manera que tenía nuestro personaje de viajar y trabajar. Azara dice que nunca dio un paso sin llevar dos instrumentos de reflexión de Halley y un horizonte artificial. En cualquier parte que se encontraba observaba la latitud, en medio del campo, todos los días al mediodía y todas las noches, por medio del sol y de las estrellas.
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Como el país es llano, Azara podía con frecuencia fijar con la brújula el rumbo directo de un punto a otro entre dos latitudes observadas, lo cual le permitía calcular cómodamente la diferencia de longitud. A veces cuando se hallaba en los bosques hacía encender grandes hogueras, cuyo humo le servía de señal y encontraba por este medio la verdadera posición de los lugares cuya latitud había observado previamente. Esta descripción da una idea del método seguido por Azara a la hora de levantar sus planos topográficos y realizar las mediciones de latitud y longitud. Para estar al día en esas lejanas tierras, solicitó los "conocimientos de Tiempos y Almanaques náuticos de años venideros", utilizados por los demarcadores. En esta parte del trabajo es oportuno señalar las discrepancias mantenidas por Félix de Azara con sus superiores y con la redacción del Tratado, que fue efectuada por personas que no poseían el necesario conocimiento geográfico como para establecer fronteras que en el papel quedaban bien pero en el territorio resultaban absolutamente imaginarias. El conflicto se encontraba en la identificación de dos ríos, el Ygurey y Corrientes, que aparecían en el artículo IX del Tratado Preliminar de Límites. El documento decía lo siguiente: "Desde la boca o entrada del Ygurey seguirá la raya, aguas arriba de éste, hasta su origen principal; y desde él se tirará una línea recta por lo más alto del terreno, con arreglo a lo pactado en el citado artículo VI, hasta hallar la cabecera o vertiente principal del río más vecino a dicha línea, que desagüe en el Paraguay por su ribera oriental, que tal vez será el que llaman Corrientes. Y entonces bajará la raya por las aguas de este río hasta su entrada por el mismo Paraguay, desde cuya boca subirá por el canal principal que deja este río en tiempo seco y seguirá por sus aguas hasta encontrar los pantanos que forma el río, llamados la laguna de los Xarayes, y atravesará esta laguna hasta la boca del Jaurú". LOS LÍMITES INCIERTOS DEL PARAGUAY La incuria de la metrópoli era insalvabl, pues tenía nociones topográficas muy deficientes acerca del vasto imperio y ello alentaba las sistemáticas usurpaciones de Portugal. Ni siquiera los reconocimientos
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de las Comisiones de Límites creadas por el Tratado de 1777 fueron utilizados. Así opina el historiador Justo Prieto acerca de los límites inciertos del Paraguay. Al respecto, agrega que el Paraguay se había convertido en la tierra de la confusión y que las obras de Félix de Azara llegaron oportunamente a divulgar tales circunstancias y pusieron alguna claridad en la intrincada cuestión. DIFICULTADES EN LA DEMARCACIÓN FRONTERIZA La historiadora Renée Ferrer de Arréllaga analiza también los problemas fronterizos entre el Paraguay y el Brasil, indicando que la reseña de las dificultades demarcatorias entre ambos países sintetiza la historia de la penetración portuguesa en terrenos que evidentemente no le pertenecían y su posterior legalización. Bajo el título de El enemigo histórico, el escritor Osvaldo Chaves da cuenta que los portugueses, confundiendo deliberadamente los nombres geográficos y tomando unos ríos por otros, pretendían extender sus fronteras brasílicas. Dando fuerza a su comentario, Chaves expresa que el demarcador español Félix de Azara pudo comprobar sobre el terreno que por las cláusulas del Tratado de 1777 entre España y Portugal se amputaban en provecho de Portugal vastos territorios de tradicional pertenencia hispánica. FÉLIX DE AZARA Y LAS DEMARCACIONES La opinión de Azara sobre lo que ocurriría entre portugueses y españoles en la frontera del Paraguay y las posesiones lusitanas es la siguiente: "El interés de los portugueses de no determinar los límites de su territorio en América con el de España es porque siempre que aquella nación no los encuentra bien fijados tiene por costumbre introducirse en el territorio del vecino cuanto puede, y esta costumbre se verifica desde el descubrimiento de las Américas; y una vez que ha tomado posesión de un país, sostiene que es una propiedad, sin querer soltarlo. Este abuso proviene de que el Gobierno español, que no tiene conocimiento del territorio de sus Américas, ha mirado siempre esta usurpación con indiferencia" (carta de Félix de Azara a Walckenaer).
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En su Historia diplomática del Paraguay, Luis G. Benítez califica de circunstancia de excepcional trascendencia para la suerte de los territorios españoles audazmente ocupados y cuestionados por los portugueses, al amparo de la absoluta ineptitud de algunos monarcas españoles —Carlos II, Fernando VI— y de su diplomacia, la designación de Félix de Azara como integrante de la Comisión encargada de demarcar los límites por el Tratado de San Ildefonso. Benítez enfatiza que desde el momento mismo de su llegada e incorporación a la Comisión mixta, Félix de Azara se constituyó en un escollo insalvable para los demarcadores portugueses, que pretendían ubicar mucho más al sur y al oeste aquellos ríos que, cuestionados, podrían extender aún más la penetración portuguesa: fundamentalmente el Ygurey y el Corrientes. El historiador paraguayo Luis G. Benítez se muestra categórico al hablar en favor de la acción de Félix de Azara y las demarcaciones. Al respecto señala que "hasta entonces, ningún monarca, diplomático, ni demarcador había puesto tanta capacidad, fervor y carácter en defensa de los derechos españoles en la Provincia del Paraguay". Félix de Azara, a quien "le debemos el norte de nuestro territorio nacional —dice Renée Ferrer— protestó enérgicamente contra la instrucción que identificaba el río Ygatimí con el Ygurey y el Ypané con el río Corrientes. Afirmaba el demarcador español que si se aceptaba esta interpretación se arruinaría la Provincia del Paraguay, pues no sólo se cedía a Portugal algunos pueblos antiguos (Belén y Villa Concepción) sino también —argumentaba Azara— los mejores campos del país, y los mejores minerales o beneficios de yerba del Paraguay". Félix de Azara establece su criterio definitivo en un mapa denominado Descripción geográfica de la frontera que corre desde la ribera occidental del río Paraná, hasta más abajo de la unión del río Guaporé con el Mamoré (Archivo de Indias, 9 de abril de 1800). Su insistencia en identificar correctamente los ríos limítrofes tuvo como resultado la anulación, en 1793, de la real instrucción del 6 de julio de 1778, que había comprimido la frontera del Paraguay hasta los ríos Igatimí e Ypané, rehabilitando los ríos Yaguarey y Corrientes. Para juzgar la magnitud de su obra, hay que ubicarse en el momento histórico que vivían las colonias, señala Renée Ferrer. Cedidas ya
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a Portugal las tierras al norte del río Ypané por la "nefasta instrucción del 6 de julio de 1778, con riesgo de que esta mutilación se extendiera hasta el río Jejuí, Azara consiguió mediante su denodada defensa de los intereses de España la anulación de la misma y la ampliación efectiva de los límites del Paraguay hasta el paralelo 22° 4 por lo menos, sentando además las bases de sus derechos hasta el río Blanco".
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Capítulo XII LA OBRA NATURALISTA DE AZARA: SUELO Y CLIMA DEL PARAGUAY
La naturaleza generosa e inmensa del Paraguay. El suelo y el clima de la nación guaraní. Azara, nacido naturalista en tierras americanas.
Don Félix de Azara y Perera nació naturalista en la América meridional. J. Fernández Pérez
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a naturaleza generosa e inmensa del Paraguay debió de asombrar a don Félix de Azara. La exuberante vitalidad de su variada geografía iluminó sus ojos, un espacio inabarcable para la mirada. Aunque no lo diga, aunque no lo confiese, ese mismo día en que pisó el suelo paraguayo debió de nacer en él la pasión por el estudio de la naturaleza. Joaquín Fernández Pérez, biólogo e historiador, indica que cuando se conoce una parte ínfima pero variada de la América hispana se puede comprender que es tierra donde es muy fácil que nazcan naturalistas, que realicen sus obras sobre esa espléndida diversidad, y que deseen pasar el resto de sus días allá o vivan permanentemente con ese recuerdo. Este singular fenómeno, intuitivo y a la vez deductivo, explica —asegura J. F. Pérez— que "Félix de Azara, un ingeniero militar de Barbuñales (Huesca, Aragón), naciera como naturalista en la América meridional poco después de su arribada a esas lejanas regiones". DISPOSICIÓN Y CALIDAD DEL SUELO En su descripción sobre el suelo guaraní, Azara afirma que su vasta superficie no forma más que una llanura unida y cuya mayor parte es sensiblemente horizontal, porque todas las excepciones se reducen a algunas alturas o pequeñas montañas de poca extensión. "Un país muy llano debe también necesariamente poseer muchos lagos; éstos deben tener una superficie extensa y de poca profundidad y, por consecuencia, afectarse en verano; porque no ofreciendo el suelo una salida suficiente a las aguas de lluvia, que no puede absorber, se reúnen forzosamente en los parajes que son un poco más profundos, pero que no pueden serlo mucho en un país semejante y por tanto se extienden en superficie". Azara ofrece un ejemplo patente de todos estos efectos, señalando que el famoso lago de los Xarayes está formado por el concurso de
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Cerro Koi de Areguá, con sus piedras areniscas hexagonales. Una maravilla geológica del Paraguay.
todas las aguas producidas por las lluvias abundantes que caen durante los meses de noviembre, diciembre, enero y febrero en la provincia de Chiquitos y en todas las montañas cuyas aguas contribuyen a formar el gran río Paraguay por el lado de su nacimiento. En efecto, este río, no pudiendo contener todas estas aguas en su lecho, las extiende a un lado y otro, porque el país es horizontal. Otros lagos del Paraguay son de la misma naturaleza que este de Xarayes, asegura Azara, tales como el de Aguaracaty, hacia los 25°; los que están al norte y sur de la laguna de Ypoá, situada a 26°, y el de Ñeembucú, a 27°, todos al este del río Paraguay. Todos los depósitos de agua son también poco profundos, tales como el de Mandihá, a los 25° 20 de latitud; el de Ypacaraí, hacia los 25° 23; el de Yberá, al sur del río Paraná; el de Mirí, el de la Manguera y una innumerable multitud de lagos, que disminuyen la cantidad de terreno cultivable. En la composición de los suelos del Paraguay entran, en gran medida, la arcilla y el gres ferruginoso. Al respecto, Azara comenta que los orfebres del país se sirven de la arcilla amarilloparduzca para hacer
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Cerro Mbatoví. En 1772 se informó al gobernador Pinedo de que la muestra extraída del lugar y analizada en Madrid era una mezcla de oro y zimbo.
sus crisoles; y se emplea la negruzca, que se extrae de las cañadas, para fabricar vajillas de buena calidad. Se encuentran en general arcillas de color vivo en muchas partes. LA TIERRA COLORADA
Siguiendo sus huellas, otros estudiosos examinaron también los suelos del Paraguay y les llamó la atención la tierra colorada del país. Cuando se la examina en las grandes grietas en los bordes del río Paraguay, se comprueba su perfecta homogeneidad. Los lechos profundos son más amarillos y el fuerte color rojizo se acentúa en la superficie, donde el hierro se ha sobreoxida,do bajo el influjo del aire y de las aguas meteóricas. Los estudios concluyen que la tierra roja del Paraguay es eminentemente favorable al cultivo del tabaco, que adquiere sobre este suelo un perfume muy especial. Y no es sólo el tabaco el que prospera en ella; también los cereales, el café y el algodón crecen muy fácil-
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mente, y se puede aseverar que constituye el terreno agrícola por excelencia del Paraguay. La tierra chaqueña, en la región occidental del país, formada en un clima débilmente árido, recibe el nombre de "tierra negra de Ucrania". Este tipo de suelos aparece en los antiguos fondos del mar. Es precisamente el caso del Chaco paraguayo. Las tierras paraguayas pueden ser calificadas de excelentes. Tanto los suelos del Paraguay oriental como porciones considerables del Chaco Boreal ofrecen un campo casi ilimitado a la agricultura. Los menos aptos, convertidos en praderas, pueden alimentar a enormes cantidades de ganado. TRAS EL APETECIDO METAL El escritor paraguayo Natalicio González dice que en pos del oro corrieron los conquistadores del Paraguay. En 1770 pareció haber dado con el apetecido metal en las cercanías del pueblo de Paraguarí. La muestra se hizo analizar en Madrid y en 1772 el virrey Juan José de Vértiz informó al gobernador Agustín Fernando de Pinedo que no se encontró oro, sino una mezcla de oro y zimbo. La misma estaba ubicada en Mbatoví, en terreno llano. Opinaba Bonpland que debía de encontrarse oro en el cerro San Miguel, que por cierto contiene mercurio. Una mina de oro fue ubicada en un cerro cerca de Santa María. No se niega que puedan existir metales preciosos en cantidad comercial. La riqueza ferrífera del país se encuentra en Caapucú, cerro Recobú, San Miguel, Ybycuí, la Rosada, Caacupé y en Villarrica. La riqueza ferrífera del Paraguay aún no se halla censada en su totalidad. Del cobalto y del níquel existen vestigios en Minas-Cué, el estaño aparece en Altos, Tobatí y Emboscada. Se señala la existencia de cobre en el cerro Acahay, Encarnación y en Paso Pindó. El zinc y la plata fueron localizados en el arroyo Apiraguá, naciente del Corrientes. El plomo, en La Colmena, en Yhú, en el cerro San Miguel. Se asegura que en este último sitio existe mercurio. El Paraguay cuenta con amatistas de gran calidad y ágatas.
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No han sido localizados yacimientos de petróleo en el Paraguay considerados rentables, pero de que existen hay casi la certeza. No faltan indicios en ambas regiones del país. EL CLIMA PARAGUAYO Azara estudió el clima paraguayo y de gran parte del cono sur americano. Al respecto, indicó que en tan vasta extensión, comparable quizá con Europa entera, hay, como puede comprenderse, variedad de climas; pero, como esta variedad sigue una gradación exacta y dependiente de la latitud, para formarse una idea del clima y vientos que dominan "me bastará consignar lo que he observado en dos ciudades muy alejadas una de otra". Azara se refiere a las ciudades de Asunción y Buenos Aires. En la capital del Paraguay, observó que el mercurio del termómetro de Fahrenheit subía en su habitación a 85 grados durante el verano (29,4, escala centígrada), los días ordinarios, y hasta 100 los más calurosos (37,7), y que en los de invierno que se consideraban fríos bajaba a 45 grados (7,2). Destaca que en los años extraordinarios de 1786 y 1789 algunas plantas y el agua misma se helaron en el patio de su casa, lo que equivale a 30 grados del termómetro de Fahrenheit; y, como hay una gran diferencia entre este punto y el de calor máximo, nuestro investigador señala que esto hace sensible la diversidad de estaciones y motiva el que muchos árboles cambien la hoja. Comenta que se dice ordinariamente en el Paraguay, y con razón, que hace siempre frío cuando el viento sopla del sur o sudeste y calor cuando sopla del norte. En efecto, nuestro observador indica que el calor y el frío parecen depender tanto o más de los vientos que de la situación o de la declinación del sol. Son más frecuentes los vientos del este y el norte. Si se deja sentir el sur, es a lo sumo en una parte del año y, si se inclina hacia el sudeste, deja el cielo despejado y sereno. Apenas se conoce el viento oeste. Sus observaciones en Buenos Aires dan cuenta que no hay duda de que el calor es menor. En cuanto al frío, es igual o mayor que en Asunción. Aunque los vientos siguen la misma regla que en Asunción, Azara ha observado que tienen tres veces más fuerza; que los del poniente
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soplan con mucha más frecuencia; que los del sur traen siempre la lluvia en el invierno y nunca en verano. En cuanto a la humedad, Azara asegura que está siempre en la atmósfera y estropea los muebles, sobre todo en Buenos Aires, donde las habitaciones expuestas al sur tienen siempre el piso húmedo. TORMENTAS, RAYOS Y TRUENOS Las violentas perturbaciones climatológicas que se dan en el Paraguay en ciertas épocas del año han despertado la curiosidad de don Félix de Azara. Señala que los huracanes son muy raros en el Paraguay, pero los hay algunas veces, y recuerda cómo el del 14 de mayo de 1799 destruyó la mitad del pueblo de Atyrá, mató a treinta y seis personas, volcó muchas carretas y cortó la cabeza a un caballo que estaba amarrado por el cuello. Sobre los rayos, Azara señala que caen diez veces con más frecuencia que en España y recuerda que en su tiempo muchas personas fueron sus víctimas en el Paraguay. En la sola tormenta del 21 de enero de 1793 cayó el rayo 37 veces en una misma localidad, matando a muchas personas. Concluye su descripción en lo relativo al trueno y al rayo, calificándolo de "tan terrible en el Paraguay". Completa la descripción de Azara sobre el clima paraguayo el escritor Natalicio González señalando que es "animador y equilibrante". Reúne en sí la mesura en la diversidad. Sus excesos térmicos son breves. Su cielo esplendoroso, su aire de fulgurante transparencia dejan gozar en la contemplación de las praderas florecidas, del bosque siempre verde, de los palpitantes ríos que discurren sin cesar. En resumen, el clima del Paraguay es fuerte y dulce, violento y reparador, con días esplendorosos que se tornan noches relampagueantes en las tormentas. Pero los excesos pasan y sólo sirven para poner de resalto el equilibrio de lo inestable, la mesura en la grandeza, en un ámbito luminoso que ejerce un suave hechizo sobre las almas y sobre los cuerpos. ¿Se originará ese hechizo en la euforia que provoca un clima que, precisamente por no alcanzar lo perfecto, ahuyenta la molicie y estimula las cualidades viriles de la especie humana?
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Capítulo XIII LOS GRANDES RÍOS Y LAGOS DEL PARAGUAY
Descripciones de Azara sobre los ríos Paraguay, Paraná, Pilcomayo y otros. Los saltos y lagos.
Salto del Guairá: Es una catarata pavorosa y digna de ser descrita por los poetas. Azora
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l Paraguay es el país de los ríos, dice Natalicio González, y ellos impulsaron desde épocas inmemoriales el tráfico de hombres y mercaderías a lo largo y a lo ancho del país. Los guaraníes cortaban sus corrientes, llevando mercaderes y guerreros; las carabelas españolas los remontaron conduciendo ardientes misioneros y frustrados conquistadores, y otras, ya construidas en el país, devolvieron alguna vez a Europa a los gobernadores del rey, depuestos y engrillados por los "comuneros" asunceños.
EL RÍO PARAGUAY Es uno de los grandes ríos del mundo y, además, ha servido, desde remotos tiempos, de vehículo a la cultura. En el período prehispánico imperó sobre su curso una raza inteligente y emprendedora y el nombre que aún conserva delata ese ciclo enigmático de su pasado: Paraguá'y. Al respecto, indica Azara que los indios caños o guaraníes, que habitaban la orilla oriental del Paraguay en la época de la llegada de los españoles, llamaban a este río Payaguay, es decir, "río de los payaguás", aludiendo a que ellos eran los únicos que lo navegaban en toda su extensión. Los españoles alteraron un poco este nombre y le llamaron Paraguay, dándolo también a todo el país que riega el río. La admiración que ha despertado el río Paraguay se ha traducido en alabanzas como las del padre Lozano, quien da otra interpretación al nombre del famoso río: "El idioma guaraní desnuda las cosas y las presenta en su naturaleza. Así la palabra Paraguay, que significa 'Río Coronado', denominación admirable de este río famoso, al que de derecho se le debe 'Corona de Rey' entre los ríos más famosos del orbe..., pues no se hallaría otro que tenga reino más dilatado". La laguna de los Xarayes, de fabulosa tradición, es la fuente donde nace el río Paraguay. Justo Prieto nos recuerda que en el centro de esta laguna se daba por existente el legendario reino de Paitití, aquel "El Dorado" que torturó la mente de miles de aventureros, quienes, empuja-
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dos por un cruel espejismo, realizaron la proeza de la conquista y de la colonización y, al llegar al sitio que señalaban las cartas, no encontraron sino inabordables pantanos. Con sus observaciones y estudios, Azara también ha tratado de desentrañar la tradición remota del río de los canos-guaraníes. Pero, por encima de conjeturas, hizo una descripción muy precisa del río Paraguay. Este río nace en el Mato Grosso, a 600 metros de altitud, en la sierra Dos Parecís, y desemboca en el Paraná. El río Paraguay tiene 2.549 kilómetros de longitud y posee una cuenca de 1.100.000 kilómetros. El río se hace navegable desde sesenta leguas arriba del Jaurú, cuyo aporte recibe del lado del oriente. En los Xarayes, tiene el nombre indígena del Paragua'y miní (pequeño). Al sur de los Xarayes, todo cambia y ese régimen se vuelve sumamente complejo. De la vertiente oriental, recibe los caudales del Porrudos, el Tacuarí y el Mbotetey. El Chaco aporta el Otuquis, río Negro, y el Blanco (este río, considerado como límite norte del Paraguay en virtud del Tratado de San Ildefonso, suscrito en 1777 entre España y Portugal, desencadenó una guerra, tras la que delegó en el río Apa su papel de limítrofe con el Brasil). El Apa echa sus aguas en el Paraguay y también el Aquidabán. El río Verde, desde el Chaco, arrastra su caudal salobre y cálido. Más adelante desembocan sus aguas el Ypané y el Ypanemí. También llegan el Jejuí y el Manduvirá. De los valles de la cordillera, desciende el Piribebuy. Seguidamente, adquiere importancia el Salado, canal que une el legendario lago de Ypacarai al río Paraguay. El lago tiene por tributario el arroyo Pirayú. El río Salado sale del Ypacaraí y tras recorrer 10 kilómetros desemboca en el río Paraguay. Ya frente a Asunción, después de recibir el caudal del Confuso, desde el Chaco, el río Paraguay se ensancha unos mil metros y forma la renombrada bahía de Asunción. Para dar una idea de la abundancia de las aguas del río Paraguay, Azara midió la anchura en la zona de Asunción en una época en que estaban más bajas y del trabajo de su observación quedó sorprendido. Los datos le hicieron calcular que la cantidad media de las aguas de ese río se puede considerar como equivalente al doble del Ebro. El primer afluente que recibe el río Paraguay seguidamente es el Pilcomayo. El otro es el Bermejo. Ambos proceden del Chaco paraguayo. El primero nace en las serranías de Potosí, la montaña que fascinó a
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Salto Monday. Frente a este cuadro de la naturaleza privilegiada del Paraguay, Azara dice que será difícil encontrar nada semejante. Dirección General de Turismo. Asunción.
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los caciques guaraníes y a los capitanes españoles, que se habían aliado para explorarla. Antes de fundir sus aguas en el río Paraná, el Paraguay recibe los caudales del Caañabé y del Tebycuary. EL RÍO PILCOMAYO Se trata de un río singular, vagabundo, que como se ha mencionado nace en los contrafuertes andinos, calmo y silencioso. Pese a tener un perfil longitudinal de más de 1.600 kilómetros, a medida que avanza se debilita, arrastrando las materias sedimentarias que trae de las vertientes andinas. El Pilcomayo, de azarosa historia, mantuvo un litigio entre el Paraguay y la Argentina. Los guaraníes le dieron el nombre de Araguay —ara, cielo; gua, morador, oriundo; y, río—, vale decir "río de los moradores del cielo", por alusión a la prodigiosa altitud de donde procede. Los chiriguanos le llaman al Pilcomayo Yky'á —"río turbio"— por el color de sus caudales, que arrastran las materias sedimentarias. Se alimenta de las lluvias y de los deshielos andinos. Su curso tortuoso exigía mucha pericia a los primeros navegantes, conquistadores empeñados en lograr la ruta más corta al Potosí, e intrepidez de los exploradores, empeñados en descubrir sus secretos. En efecto, Azara navegó el río Pilcomayo entre el 6 al 11 de agosto de 1785. Fue cuando observó el inmenso lecho mayor del Estero Patiño. Nuestro personaje realizó en aquella fecha un penoso viaje que emprendió desde Asunción, remontando la corriente entre "orillas intratables" que con sus murallones de greda reprimían un caudal grueso, de hasta nueve pies de profundidad. Antes de Azara otros exploradores se asomaron al Pilcomayo. En 1721, el jesuita Gabriel Patiño realizó un viaje con el propósito de llegar a la sierra del Perú. Tuvo que retroceder ante el empuje de los indios, que le cerraron el paso. En 1741, otro sacerdote, el padre Castañares, se vio obligado a abandonar el proyecto después de varias tentativas. Se siguieron otras, que naufragaron. En 1785 Azara no fue más afortunado, como ya se ha comentado. Magariños en 1843 o Van Hivel en 1844 no han logrado realizar el viaje. Thonar, Fontana y Feilberg no pudieron materializar el proyec-
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Chaco central. Azara hizo una descripción muy precisa del sistema hidrográfico del Paraguay. Exploró y navegó sus grandes ríos.
to. En el año 1882, el doctor Crevaux encontró la muerte en el río Pilcomayo al intentar su propósito. El Aguaray ("río de los zorros"), principal afluente del Jejuí, despertó la admiración de Azara. Es bello verlo discurrir por las selvas y campiñas del Paraguay. "Se le puede comparar con el Sena", dijo el ilustre aragonés al verse en presencia de este sueve río. Su mansa corriente experimenta después una brusca ruptura y entonces ofrece uno de los más grandes y bellos espectáculos de la naturaleza, un salto de aproximadamente 130 metros de altura, la más perpendicular que existe en el mundo, testimonia Azara. Para concluir con el cuadro de la naturaleza privilegiada que se presenta ante los ojos de Félix de Azara, hay que arrimar sus apuntes: "Se podrán citar en el antiguo continente caídas de agua de una altitud igual, y acaso superior; pero si se toma en cuenta todo lo accesorio, será difícil encontrar nada semejante a lo que acabo de describir". Nuestro personaje sigue con su comentario: "Si se quiere buscar puntos de comparación, hay que atenerse a la América, porque en esta
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parte del mundo, las montañas, los valles, los ríos, las cataratas, todos, asumen tan grandes proporciones, que los objetos de la misma naturaleza que podrían encontrarse en Europa no parecen ser, con relación a aquéllos, sino miniaturas, copias en pequeño". El Tequendama, comenta, le supera en altura, pero cae por sectores, cortado por tres escalones sucesivos, a semejanza del Yguazú. El Niágara carece de su perpendicularidad. El Guairá es el más grande de todos, pero tampoco es una masa que se desploma como una plomada. "Comparando estas cataratas, se ve que la de Aguaray es la más perpendicular". EL RÍO PARANÁ
Azara hizo un reconocimiento muy importante del río Paraná (para mar; na, parecido), es decir, "parecido o semejante al mar. Así llamaron los guaraníes a este río. Después de su conjunción con el río Paraguay, el Paraná adquiere ciertamente una grandeza adecuada a su nombre indígena, semejante al mar. Azara dijo que no creía exagerar diciendo que en el punto de su unión con el Paraguay, cuya magnitud hemos visto, "el Paraná es ya diez veces más considerable, y que iguala él solo a los cien ríos mayores de Europa". El Paraná nace de la confluencia de los ríos Grande y Paranaíba, entre los actuales estados brasileños de Sao Paulo, Minas Gerais y Mato Grosso. En las montañas donde los portugueses poseen sus minas, nos recuerda. Su longitud total, hasta la desembocadura en el Río de la Plata, es de 2.738 kilómetros. Es mucho más rápido y más violento en su curso que el Paraguay, apunta nuestro observador. En su descenso recibe las aguas de una serie de riachos. Después, el primer afluente de importancia es el legendario Yguazú de los guaraníes o Río Grande, como lo llamaron los conquistadores al traducir con exactitud el nombre indígena. De ahí en más, el Paraná se convierte en un río poderoso, que se desplaza con fuerza. Al decir de Azara, que iguala él solo a los cien ríos mayores de Europa. Por la ribera oriental, el Paraná recibe las aguas del Aguapey y, por la opuesta, del río Verde y también del Pardo o Colorado. Más adelante, del río Yaguarí o Ybyneima.
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Los demás principales afluentes del Paraná son, entre otros, el Paraguay, Salado, Carcarañá, Arrecifes, Corrientes, Guayquiraró, Feliciano y Gualeguay. SALTO DEL GUAIRÁ En los escritos de Félix de Azara se encuentran la emoción y el asombro ante el panorama contemplado, la imponente catarata de Canendiyú o salto del Guairá. Vamos a la descripción. El gran lago que forma el Paraná en las cumbres del Mbaracayú se reduce súbitamente a un canal único en que entra toda la masa de agua, precipitándose con un furor espantoso. Este salto prodigioso, dice Azara, será digno de admiración. "Basta sólo considerar que, no obstante estar bajo, con todo fluían en aquella situación 345 pies cúbicos por hora, esto es, 29 veces más agua que el Sena bajo el Puente Nuevo de París". EL MÁS GRANDE DEL MUNDO Azara considera el salto del Guairá como el más grande del mundo. Es una catarata pavorosa, añade, y digna de ser descrita por los poetas. Y fue el poeta Victoriano Abente quien le dedicó unos versos al "salto prodigioso" del Canendiyú, del "nombre de un cacique que habitaba por aquel lado en tiempos de la conquista", que apunta Azara, y a su digno admirador: "Un tiempo aquí también desde estas breñas, viendo cómo despeñas por el agrio talud de la montaña tu tremendo caudal arrebatado, te contempló, admirado, el eminente AZARA, honor de España. ¿Tendrá término un día tu carrera tumultuosa y fiera? ¿O, siempre bramador, siempre iracundo en ese arrebatado movimiento de tu despeñamiento, durará tanto como dure el mundo?". El salto prodigioso de Azara ha desaparecido. En su reemplazo está la represa de Itaipú. Cabe advertir que otro proyecto, el de la Hidrovía Paraná-Paraguay, está en marcha. Es de esperar que el mismo no ocasione daño al ecosistema de la región. La compatibilización del medio ambiente y el desarrollo no sólo es posible, sino que es absolutamente necesaria.
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Capítulo XIV LOS BOSQUES DEL PARAGUAY
Descripciones de Azara sobre la flora paraguaya. Especies de plantas silvestres. La selva tropical.
Se ven en estos bosques muchas especies de árboles todas diferentes de las de Europa y de tal modo mezcladas en la selva que para encontrar una de la misma especie es necesario recorrer mucho. Azara
A sunción fue erigida en lugar de monte o bosque áspero, apuntaba en su Diario el capitán español Juan de Aguirre, de la expedición de límites, que trabajó con Azara en el Paraguay. Ese documento daba cuenta que la capital del Paraguay nació en el seno de la selva, en medio de una tupida floresta. Amantes de la naturaleza como Aguirre y Azara quedaron atrapados por el encanto de la selva guaraní. Hasta seis estratos de vegetación, de los cuales tres arbóreos, algunos de especies gigantescas e innumerables epífitas, palmeras, lianas, arbustos y espinas, forman en conjunto una formidable maraña impenetrable para quienes carecieran del temple adecuado, comentaba el ilustre aragonés. Con su modestia característica, Azara decía que no era botánico. En efecto, no lo era. Pero en los veinte años que pasó en tierras paraguayas y países del Plata realizó una extraordinaria labor en favor de las ciencias naturales. Al decir de Joaquín Fernández Pérez, Azara nació naturalista en la América meridional. La vegetación y, más particularmente, la fauna ornitológica y mastozoológica fueron objeto de su insaciable curiosidad. La biodiversidad paraguaya (mamíferos, reptiles, aves, peces, invertebrados, plantas y otros organismos vivos) se distribuye por dos grandes regiones: oriental y occidental o Chaco. La región oriental presenta una topografía ondulada —cerros, serranías y lomadas— con una composición vegetal compuesta por bosques húmedos, campos cerrados y sabanas, irrigadas ricamente por las extensas y numerosas redes hidrográficas. La región occidental o Chaco es más bien plana, cuenta con una vegetación diferente, espinosa semiárida por el oeste, con bosques subhúmedos al nordeste y con sabanas arboladas de palmeras (caranda'y) al sureste. Numerosos escritos sobre las plantas usuales y medicinales de la flora del Paraguay se realizaron desde la época de la conquista y colonial. Entre los primeros trabajos se pueden mencionar los del padre Ni-
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colás del Techo (1616-1685), los de Pedro Montenegro (1663-1727), el padre Buenaventura Suárez (1679-1749), el padre José de Guevara (17131770) y José Sánchez Labrador (1717-1798). Desde mediados de 1700 y en época posterior a la independencia (1811) cabe citar a Félix de Azara (1742-1821), Bonpland (1820) y A. de Saint Hilaire (1821). Más adelante figuran los reconocidos botánicos y naturalistas M. S. Bertoni, E. Assler, S. de Rojas, T. Morong y C. Fiebrig. Todos estos estudiosos realizaron importantes aportes científicos en el campo de las ciencias naturales. Trabajos más actuales vienen siendo realizados por botánicos paraguayos y extranjeros, principalmente en el campo de la taxonomía y fiorística, flora medicinal paraguaya y otros temas concretos (Michalowski, Esser, Chodat y Vicher, Basualdo, Mereles, Bordón, Arzamendia, Marín, López, Bernardi, Hahn, Ortega, Arenas y otros). SUS DESCRIPCIONES En el Paraguay existen aproximadamente entre 10.000 a 15.000 especies de plantas vasculares, con mayor concentración en las ecorregiones de Amambay y Aquidabán, al este del país. Numerosas especies de la flora se destacan por sus propiedades como productoras de madera y fibras, medicinales, comestibles, tintóreas, melíferas, artesanales, ornamentales, etc. (GTZ). En aquellos tiempos, el 80% de la superficie de la región oriental del Paraguay estaba cubierta de montes, todos ellos tan ásperos y espesos como los que ocultaban las colinas sobre las cuales se levantó la ciudad de Asunción. "La mayor espesura de los bosques —escribió Azara— se halla en las orillas, porque en ellas los árboles ensanchan más sus raíces y ramas, y reciben más sol, lluvias, rocíos y vientos; la mayor dificultad en entrar está en el primer paso". "Todos los árboles —continúa Azara— están llenos de infinidad de bejucos, enredaderas llamadas ysypó, y cada árbol está sostenido por sus laterales" (Geografía física y esférica del Paraguay y misiones). Se ven en estos bosques muchas especies de árboles, todas diferentes de las de Europa y de tal modo mezcladas en las selvas que para encontrar una docena de árboles de la misma especie es necesario a veces recorrer mucho terreno.
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San Pedro, en la región oriental del Paraguay. En el siglo XVIII Azara ya hace notar su preocupación por el deterioro ambiental. Dirección General de Turismo. Asunción.
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"Todo lo que aquí no es bosque —añadió— es pajonal alto, y tan espeso que en parte alguna se ve el suelo y aun las aguas son detenidas por la broza". La selva desarrolla la capacidad de observación. Precisamente, Azara escudriñó ese grandioso marco y refugio de innumerables aves, insectos, reptiles... Tuvo la sensación de que se mezcla el chasquido de las hojas con el murmullo del viento. "Abundan en ella las plantas parásitas de muchísimas especies, que es admirable ver un bosque sobre otro como si faltase a la naturaleza suelo para sus producciones". En sus observaciones de los parajes bajos y sujetos a inundaciones, Azara señala que las plantas dominantes son elevadas y se las llama pajonales, tales como las pajas cortantes, los gladiolos, las pitas (agave) y otras. "En los lugares muy húmedos hay una infinidad de caraguatás del Paraguay —sigue— y entre ellas hay otras plantas cuya raíz es un bulbo, o cebolla, grueso como el puño, que produce un tallo terminado en muchas flores de color carmesí, en forma de lis, que figurarían con ventaja en los jardines". Se extraña de encontrar en el Paraguay grandes bosques de naranjos. Al respecto, dice que presume que estos bosques de naranjos son posteriores a la conquista. Sobre los frutos, señala que los hay dulces y agrios y todos tienen la piel gruesa. Efectivamente, las semillas de naranjos fueron desparramadas por los colonizadores en el vasto escenario guaraní, donde la naturaleza generosa se encargó de hacerlas germinar. VARIEDADES DE PLANTAS Como se ha dicho, se estima que existen en el Paraguay aproximadamente unas 15.000 especies de plantas, de las cuales alrededor de 8.000 son especies de plantas con flores, en una superficie de 406.752 kilómetros cuadrados. Las pteridofitas están representadas en los bosques del Paraguay por los helechos o amambai, en voz guaraní. Buscan las márgenes de los arroyos, las piedras bañadas por sus corrientes y rehúyen el exceso de sol. El amambai-nurí o culantrillo y el amambai-yvoty,, que crecen en
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los terrenos húmedos, alcanzan hasta dos metros de altura. Figuran entre las más bellas plantas ornamentales. Entre las gimnospermas se destacan las coníferas, que abundan en los montes con el nombre de curi-y, o sea, la araucaria autóctona. En la familia de las palmeras, el Paraguay cuenta con variedades de notable belleza: el pindó (coco) es fino y esbelto, alcanza hasta 30 metros de altura y tiene un fruto de muy buen sabor; el mbocayá (Acronmia total), de espinoso tronco, cuyos frutos —almendras— se utilizan para aceite; el yata-í, que brinda sabrosos dátiles, o el caranda-y, con tronco fibroso y compacto, de gran resistencia. En el orden de los orquidales, se cuenta con una vasta familia. Prefieren vivir en las selvas y los montes. Las plantas, aunque modestas en apariencia, logran despertar la admiración por la belleza de sus flores. La galeandra, de flores espectaculares por su brillo, habita especialmente en el cerro de Mbaracayú. Por las zonas de Ygatimí y Acahy, la líparis ofrece sus llamativas y grandes flores; la laelia abunda en el Amambay y, en el Guairá, la Zygopetalum; en el alto Paraná saltan las flores de los leptotes y en la zona misionera ofrece sus variedades la macrademia. MADERAS DEL PARAGUAY
La selva paraguaya ha dado árboles con los que, sin el baño de alquitrán, se fabricaron barcos que fueron considerados más resistentes que los de Europa en los tiempos de la colonia. En efecto, Aura asegura que, en general, la madera de los árboles del Paraguay es más compacta y más sólida que la de Europa. "Esto hasta el punto de que un barco construido con madera del Paraguay —añade— dura tres veces más que uno de los otros". Considera también la madera del Paraguay como menos combustible que la de Europa. Y pone como ejemplo "el árbol llamado tatar4 que no se inflama y se consume sin dar llama y sin dejar casi ninguna brasa". Sin embargo la flora nativa afronta amenazas como la pérdida de hábitat por la deforestación, por la extracción selectiva y desmontes de los bosques para madera y leña y la modificación total o parcial de los ecosistemas para usos agropecuarios o para otros usos, señala una publi-
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Paisaje del Chaco paraguayo. Se estima que en la nación guaraní existen aproximadamente unas 15.000 especies de plantas, de las cuales alrededor de 8.000 son especies con flores.
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cación de la Dirección de Parques Nacionales sobre la flora amenazada del Paraguay. Por el 1700 Azara ya hace notar su preocupación por el deterioro ambiental y en un análisis crítico dice que en los lugares frecuentados desde hace mucho tiempo por los pastores y rebaños ha observado que estos pajonales o lugares llenos de grandes arbustos disminuyen día a día y sus plantas son reemplazadas por césped y por una especie de cardo rastrero; de suerte que, si el ganado se multiplica o pasa un tiempo algo considerable, las grandes plantas que el terreno producía naturalmente desaparecerán del todo. —Lapacho (tajy). La descripción que hace sobre esta madera es la siguiente: "es de lo mejor que hay para las planchas, las vigas, los cinceles, las llantas y los rayos de rueda, y es también la madera que dura más en los buques y otras construcciones de este género". —Urunde'y. Sobre esta madera, apunta que es casi incorruptible bajo tierra, que es necesario trabajarla cuando aún está verde, porque una vez seca desboca las herramientas. —Cedro (ygary). El cedro sirve para hacer una infinidad de planchas, para toda suerte de usos, baos, remos, etc., porque es muy cómodo de aserrar y trabajar, aunque es muy sensible a la humedad y a la sequedad, indica nuestro personaje. —Algarrobo (yvope hú). Se trata de un árbol muy diferente del que lleva este nombre en España. De su madera, comenta que es útil para llantas, varengas y para otros usos. —Peterevy. De esta especie forestal, de una gran demanda en el mercado, apunta que tiene muchas aplicaciones, entre éstas el peterevy proporciona vergas y mástiles. —Ñandypa. Azara dice que sirve, entre otras cosas, para hacer cajas de fusil. — Caranda'y. De esta palmera, cuyo tronco fibroso y compacto tiene la resistencia del hierro, como ya se ha indicado anteriormente, Azara da cuenta de su uso. Es útil por los palos que proporciona para los techos de las casas. —Curi'y. Esta especie, ya nombrada en párrafos anteriores, está con categoría "en peligro", entre otras quince, de acuerdo a un estudio de la Dirección de Parques Nacionales y Vida Silvestre del Paraguay. El curi'y es una especie nativa de la cuenca del río Paraná y es la única conífera
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nativa en el Paraguay. También conocida como "pino Paraná", produce, en lugar de frutos y flores, conos, que maduran entre abril y julio. "Las semillas son muy largas; cuando se tuestan tienen un gusto superior al de las castañas", apunta Azara. — Ybyra pepe . Es un árbol de primera magnitud y su madera es buena, nos informa Azara; y añade que su tronco está de tal modo conformado que de cualquier lado que se le corte horizontalmente resulta una estrella, cuyos rayos tienen casi tanta longitud como el centro de grueso. —Palo santo (yvyrá okái). Este árbol produce una madera que tiene una gran demanda. Lo descubre en la parte septentrional del Paraguay. Indica que su madera es fuerte y de un olor excelente —Incienso (yvyrá-ysy ). Azara encuentra este árbol con mucha frecuencia. Dice que haciéndole incisiones escurre una resina que tiene el olor y el color del incienso. BIODIVERSIDAD DE ECOSISTEMAS El Paraguay cuenta con una diversa gama de hábitats terrestres, acuáticos y palustres que a modo de información general se mencionan a continuación. Las superficies de cada uno se obtuvieron de los trabajos de FIA/CIF/UNA, GTZ. —Terrestres. Bosques de diversas características (17.532.564,69 ha), con la siguiente clasificación: para el Chaco, "Bosque predominantemente caducifolio de sequía, denso y abierto", "Bosque semicaducifolio (quebrachales, palosantal y labonal)" y "Bosque en galería"; para la región oriental, "Bosque alto continuo", "Bosque alto degradado" y "Bosque ralo en islas". Sabana (1.288.873,31 ha), clasificada como espartillares para el Chaco y pradera alta para la región oriental. Matorrales (1.288.873,31 ha): "Matorral de Salivar" y "Matorral de Médanos", Chaco. —Acuáticos. Para la región oriental, se calcula una superficie de 66.155 ha. Tres grandes sistemas fluviales (ríos Paraguay, Paraná y Pilcomayo) con sus redes de afluentes. Lagos naturales (Ypoá) y artificiales de las represas de Yacyretá e Itaipú. Lagunas de agua dulce (lago Ypacaraí, laguna Blanca) y saladas o "salinas" (laguna Capitán, laguna Ganso y otras del Chaco).
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—Palustres. Esteros, embalsados y pantanos (862.778 ha) bajo denominaciones como "Formación Herbácea Húmeda", para el Chaco, y "Pradera Baja Inundada", para la región oriental. —Formaciones periódicas inundables. Sabana arbolada de Copernicia alba(6.167.608 ha), con las denominaciones de "Palmares de Caranda'y", para el Chaco, y "Pradera Baja Inundable", para la región oriental. BIODIVERSIDAD DE ESPECIES DE PLANTAS El registro estima que la cantidad aproximada de especies vegetales en el Paraguay es de 13.000 plantas vasculares, según Zardini, para el año 1993. El Proyecto Flora del Paraguay apunta un número alrededor de 180 familias y 1.103 géneros (Spichiger, Mascherpa, 1983). Otro reporte de la biodiversidad de plantas en el Paraguay da un valor de 20.000 especies con variedades nativas y exóticas. Se cree posible la existencia de 1.000 variedades de algas fluviales (E Galvao). Los árboles y arbustos constituyen unos 298 géneros, con unas 767 especies (Bernardi, 1984). Acerca de las pteridófilas del Paraguay enumeradas por Hassler hacia 1928, corresponden a 16 familias, 54 géneros y 293 especies.
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Capítulo XV HIERBAS CURATIVAS Y VEGETALES SILVESTRES Y CULTIVADOS
Las plantas medicinales del Paraguay y las prácticas curativas. Las plantas comestibles silvestres. El alimento. Método de cultivo. La yerba mate (Ilex paraguayensis).
Está probado, por manuscritos auténticos, que el Paraguay surtía en otro tiempo de trigo a Buenos Aires. Azara
Las prácticas curativas de los aborígenes de América interesaron vivamente a los colonizadores del Nuevo Mundo y las ideas que tenían acerca de las causas de sus enfermedades y los remedios que usaban en su tratamiento fueron mencionados con frecuencia en las crónicas americanas. En la Mesoamérica los cronistas de la época de la colonización se ocuparon de algunos aspectos de la medicina precolombina, pero ninguna relación descubre mejor el fondo mágico que la regía que la de don Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-1557). En la relación de lo acaecido en las Indias (1542), refiere su práctica médica entre los indios natchez y de otras tribus del norte de México, desde su naufragio frente a la Florida en 1527 hasta su llegada con sus compañeros a México en 1536. La segunda parte de su crónica, publicada bajo el título La relación y comentarios de la provincia del Río de la Plata (1555), da noticias de primera mano sobre los indígenas guaraníes. La información más ordenada sobre costumbres de los indios y las enfermedades que padecían surge en el sumario del príncipe de los cronistas americanos, don Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557). Las crónicas de la región del Río de la Plata están dominadas por las relaciones de la Compañía de Jesús. Pero, de hecho, la antropología y la historia de la medicina guaraní se inician con el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya (1593-1652), autor de la obra Conquista espiritual en las provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tapé (1636), donde se trata del concepto de enfermedades, los métodos de curación y las prácticas obstétricas de los guaraníes. El jesuita madrileño Pedro Lozano (1697-1752) hizo una descripción pormenorizada de las prácticas médicas de tribus del Gran Chaco (1733). El jesuita francés P. Charlevoix, en su obra postrera Historia del Paraguay (1756), trató en su primera parte de los médicos guaraníes y sus agüeros. El jesuita alemán Martin Dobrizhoffer (1717-1791), que
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estuvo 18 años en las misiones guaraníes, dejó una Historia de Abiponibus equetri (1784), donde menciona algunas de las prácticas médicas de los aborígenes. El jesuita español José Guevara (1719-1806), que estuvo en las misiones por más de 30 años, en su obra Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, hace mención de las plantas medicinales. Hubo otros misioneros jesuitas que estudiaron en profundidad la materia médica guaraní, como Pedro de Montenegro (1663-1728), gallego, que concluyó en 1710 una materia médica misionera. Buenaventura Suárez (1679-1750) recoge datos de Montenegro sobre plantas medicinales guaraníes. El padre Marcos Villodas (1690-1760), jesuita, oriundo de Vitoria, es autor de Pojha Ñaná, materia médica misionera (1725) escrita en guaraní. Por último, José Sánchez Labrador (1712-1797), natural de La Guarcia, incluyó en El Paraguay natural (1771-79) muchas drogas indígenas. PRÁCTICAS CURATIVAS Las crónicas de Félix de Azara hacen mención a la medicina de las naciones indígenas; así mismo se refiere a las enfermedades y prácticas de los nativos durante la época colonial. De los guaraníes, por ser la nación más numerosa y extendida de la región y por haber hecho alianza con los conquistadores y colonizadores del Paraguay, Azara da más detalles de su cultura. El guaraní adoptaba una actitud estoica ante la enfermedad y se ponía en manos del pajé. El curandero había heredado la práctica o profesión del padre en algunos casos, pero, aun así, su iniciación había pasado por largos ayunos, aislamiento, concentración mental y el aprendizaje de las ceremonias mágicas que le llevaban a relacionarse con los espíritus. Ante la aparición de la enfermedad, el curandero recurría a la palpación del afectado y a la exploración de las partes dolorosas. Después de comunicarse con los espíritus en el trance, procedía a ejecutar maniobras mágicas, chupar o aplicar ventosas al enfermo mediante las cuales extraía cuerpos extraños. Se han podido identificar numerosas plantas con reputación medicinal, purgantes y eméticas, unas administradas en infusiones y otras al exterior, que para los guaraníes tenían virtudes mágicas. 180
Respecto al parto, después de haber tenido el hijo la mujer guaraní reanudaba sus labores en el hogar, mientras el padre guardaba reposo varios días después del parto. El niño era alimentado al pecho por la madre varios años. Los guaraníes creían en un "Gran Espíritu Tupá" y en los espíritus de la naturaleza; la enfermedad entre estos indígenas era debida a la intrusión de un cuerpo maligno enviado por el enemigo. PLANTAS MEDICINALES Una de las fuentes de la medicina indígena y las hierbas curativas de su época que ha servido de base al trabajo de Azara la constituye el manuscrito del padre jesuita Segismundo Aperger (1687-1772). Oriundo de Innsbruck y estudiante de la Universidad de Graz, vivió y trabajó en las misiones jesuíticas desde 1718 hasta su muerte. Tuvo fama merecida por sus tratados médicos basados en prácticas indígenas. Azara recoge datos de este médico y botánico, que dejó un resumen manuscrito de recetas en que no emplea más que hierbas del país. Nuestro investigador comenta que, en su tiempo, algunos curanderos tenían copias de las recetas. Aguara yva-i. Se trata de un árbol grande del cual se prepara un bálsamo y cada uno de los pueblos de indios en que se produce este árbol está obligado a proporcionar cada año dos libras al menos con destino a la "botica del rey en Madrid". El bálsamo cura heridas y llagas y une los huesos rotos. Con gran satisfacción Azara comenta que por haber gozado constantemente de buena salud no ha tenido que recurrir a los remedios. Sin embargo, valora y reconoce los efectos positivos de las hierbas nativas, como el "ruibarbo, canchalagua, calaguala, cabello de ángel, doradilla" y muchas otras plantas medicinales. "Piñón purgante". Es muy activo y ocasiona a veces violentos vómitos al cabo de un cuarto de hora de haber comido medio piñón. Esta semilla es menos gruesa que una almendra ordinaria. Se pretende que el lado del germen hace vomitar y que el otro purga por abajo y que si se come la semilla entera se experimentan a la vez ambos efectos. Sobre el famoso "piñón purgante", Azara comenta una anécdota. Se trata de un relato breve de un hecho curioso que escribe como ilustración del efecto de esa medicina: "Pasando un día bajo uno de los árboles
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que producen este fruto con la Gobernadora del Paraguay y su hija les expliqué el efecto que producía, y esto bastó para que quisieran hacer el ensayo. Comieron uno entero cada una, porque este fruto tiene buen gusto. Pero no habían pasado aún veinte minutos cuando experimentaron el efecto las dos de ambas maneras y tan precipitadamente, que se vieron obligadas a descargarse en el mismo instante". Al referirse a otra planta medicinal, recuerda que una vez que hubo "fiebres tercianas" en Asunción se las curó con la infusión de un "cardo tan común que se le encuentra hasta en las calles". La flor es amarilla, se le parece a la de una amapola y tiene cuatro grandes hojas. Existen otras especies vegetales cuyas virtudes terapéuticas han sido experimentadas durante siglos en el Paraguay y muchas de ellas están siendo hoy explotadas comercialmente. Cabe citar algunas: ambay (hoja), contra la tos y bronquitis; arasá (planta), cuya cáscara es astringente, la raíz depurativa y las hojas y frutos estomacales; aguaíguasú (cáscara), estimulante y fortificante; ca 'á-he-é(tallo y hoja), contra la diabetes; ca 'a-ré (planta), estomacal vermicida; calaguala (planta), emenagoga; cocú (hojas), cuyo jugo cura la ictericia; cupa'y (frutos), contra catarros; ingá (corteza), astringente; curupa-y-mí (corteza), que cura las enfermedades pulmonares; ñandypá (hojas), purgante, antirreumática; ñangapiry (raíz), para las úlceras intestinales. Otras hierbas curativas son: tapé-cué (planta), para reuma, artritis, paludismo; urucú (frutos), tónico, laxante; yate 'í-ca'á (planta), apendicitis, trastornos gástricos e intestinales; yuasy'y (hojas), diarrea, tos, resfrío; pynó (tubérculo), diurético, estomacal; yvyrá-ysy (resina), el incienso, que en ungüento actúa contra dolores de ciática y de la jaqueca (N. González). Aun cuando se han dado interesantes datos sobre la flora medicinal paraguaya, la misma ha sido hasta ahora poco estudiada, aunque diversas variedades de especies se utilizan cotidianamente en las comunidades sociales del país. Hasta la fecha no se cuenta con una farmacopea paraguaya. Se estima que existen unas 3.000 especies medicinales (MAG-GTZ). VEGETALES SILVESTRES Y CULTIVADOS —Yerba mate (Ilex paraguayensis). Hernandarias, gobernador del Paraguay, quemó al llegar a Buenos Aires la primera partida de yerba
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mate que tenían en su poder los indios que le acompañaban y, justificando esta actitud, les dijo: "No extrañéis esta demostración, porque me mueve a ello el grande amor que os profeso; pues oigo que me dice presagioso mi corazón que esta yerba ha de ser fatal ruina de vuestra numerosísima nación, y ojalá jamás ninguno de vosotros hubiera descubierto a los españoles el pernicioso uso de ella, que tan caro os ha de costar en tiempos futuros". Años después, el laboreo y comercialización de la yerba ha de dar enorme significación al producto y renombre al Paraguay. Por aquella época comenzó la explotación de esa planta autóctona y misteriosa de la selva guaraní. Félix de Azara, que se deleita describiendo las características de la planta de la yerba mate y su laboreo para consumo, hasta el más mínimo detalle, dice que los españoles la deben a los indios guaraníes de Monday o de Mbaracayú y está de tal manera extendida que la extracción, "que no era más que de 12.500 quintales en 1726, alcanza hoy a 50.000". Para tomarlo, indica Azara, "se echa lo que se puede coger entre los dedos en una calabaza o taza pequeña, llamada mate, llena de agua caliente, y al instante bebe ésta sorbiendo por medio de un tubo o pipeta, perforada en su parte inferior por pequeños agujeros que no dejan pasar más que el líquido. Algunos le añaden azúcar. Se toma a cualquier hora. El consumo es de una onza por día". En cuanto a la producción, Azara indica que por entonces una buena parte se consumía en el Paraguay y la provincia del Río de la Plata (5.000 quintales). La otra servía para la exportación, a saber: 1.000 quintales a Potosí y el resto al Perú, a Chile y a Quito. Completa su comentario sobre la yerba del Paraguay señalando que los jesuitas plantaron en sus mismos pueblos los árboles que producen estas hojas y las explotaban cómodamente y en el tiempo oportuno; pero nadie ha imitado esta práctica, cuya gran utilidad no puede ser sentida más que por los que conocen bien todos los detalles. Los jesuitas tenían cuidado de triturar desde luego las hojas y quitarles pequeños trozos de madera y por esto llamaban a su hierba ca'á-mirí. —Guayabo (arará). Azara descubre en el Paraguay un gran número de "guayabos salvajes" de dos o tres especies diferentes. Al res-
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pecto dice que sus frutos son muy conocidos y apreciados en el país: el arasá-guasú, guayaba colorada; el arasá-pé, especie pequeña que se desarrolla en campo abierto, y el yvá-jhai, también de la familia de las mirtáceas. Dentro de los mirtales se mencionan igualmente, entre otras frutas silvestres: guaviyú, ñangapiry, guavirá, guavirá-mí e yvapurú. —Pacova (bananero o plátano). Se trata de una planta que los guaraníes llaman pacó'y. Constituye una variedad americana que se diferencia grandemente en el fruto de otros continentes. —Ananas o piña. Azara comenta que esta planta se encuentra en gran cantidad en los linderos de los bosques y aun en terrenos descubiertos. Cuando el vástago de la planta va a producir el fruto, sus hojas son del más bello color de nácar. Cuando están maduros tienen un bello color naranja. La variedad paraguayensis o Ananas guaraniticus es uno de los dones de la rica tierra del país. —Apepu y apepú-hai son plantas autóctonas del Paraguay. Corresponden al orden de los cítricos. Los indios guaraníes ya las conocían antes de la llegada de los conquistadores. Éstos incorporaron luego el naranjo, que, a semejanza del mandarinero, se ha aclimatado en el país. En la lista de frutos silvestres del Paraguay merecen mención igualmente el yvápovó, el araticú o chirimoya, el pacurí, el yvá-poroity, el yvá he'é, el curuguá, camanvú, yacarati'á y el yvá viyú. EL AVATÍ O MAÍZ DEL PARAGUAY
Al Paraguay le consideran la patria del maíz. El avatí es un valioso aporte guaranítico a la alimentación. Hoy se conoce al avatí-guaicurú (Zea mays tunicata) como la forma ancestral de todas las variedades de la especie Zea, la preferida y predominante en los cultivos. En su Historia del Nuevo Mundo llamado América, E. J. Payne resumió el criterio científico de su tiempo sobre la cuna del valioso cereal (1892). Azara describe el avatí-guaicurú del Paraguay, que espiga similarmente a las otras variedades pero con la singularidad de que "cada grano está envuelto aparte en pequeñas hojas que se asemejan enteramente a las grandes que envuelven la espiga entera". Además comenta que ha comido con frecuencia esos granos abiertos y que los ha "encontrado muy buenos". Natalicio González indica que el avatí-guaicurú de Azara es el llamado typycha-avatí.
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Frutos. Araticú guazú y mamón. Dibujos del padre Sánchez Labrador, en su obra El Paraguay natural (1771-1776).
Entre sus muchas variedades, Azara destaca el avatí-mon9tí o maíz blanco; el avatí-tupí o maíz moreno; el avatí-jhú o maíz negro; el avatí pichingá, de pequeñas espigas; el avatí-pororó, que al tostarse estalla y forma esa roseta llamada "palomitas", y el avatí miní o maíz pequeño, una especie enana. Hay otras teorías del origen incaico o mexicano del valioso cereal. Algunos investigadores fundamentan esa hipótesis. En 1939 se produjo una decisiva reacción contra dichas teorías y se volvió a sostener su origen paraguayo. R. G. Reeves y P. C. Mangelsdorf, en una gran obra (The Origin of Indian Corn And Its Relatives), dan a conocer los estudios de Payne y de Saint-Hilaire, el primer especialista que trató el origen botánico del maíz y también el primero en establecer una determinada región geográfica como su lugar de origen: el Paraguay. EL MANDUVÍ O MANÍ DEL PARAGUAY Está considerada como una planta nativa del Paraguay. Y desde hace siglos es uno de los elementos básicos de la alimentación paraguaya. En el país se consume crudo o tostado, solo o con miel. También mezclado con maíz tostado. En el Paraguay es el turrón del pueblo. Del maní se extrae igualmente un aceite de muy buena calidad. Azara dice que anteriormente en el Paraguay se acostumbraba a tostar el manduví y emplearlo en los mismos usos que la almendra o la avellana en Europa. Ca' a-he 'e (Stevia rebaudiana). Su nombre alude a su dulzor, literalmente "yerba dulce". Quien estudió con detenimiento esta plantita, de aspecto humilde, fue el sabio suizo Moisés Bertoni. La substancia dulce que contienen las hojas es más o menos 180 veces más dulce que el azúcar de caña. PLANTAS COMESTIBLES SILVESTRES En los bosques y montes del Paraguay crece una amplia variedad de plantas comestibles silvestres. A las ya mencionadas cabe añadir otras que el pueblo paraguayo emplea adecuadamente en la nutrición y en la cura de sus males físicos.
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EL TRIGO PARAGUAYO
El consumo del trigo en el Paraguay es muy antiguo; ya se cultivaba y se exportaba desde los primeros tiempos de la colonia. El trigo fue fácilmente aclimatado en suelo guaraní por los españoles. Después fue eliminado, al igual que la avena, de las chacras nativas. Es Azara quien revela el cultivo del trigo en el Paraguay desde los albores de su historia. "Está probado por manuscritos auténticos —escribe— que el Paraguay surtía en otros tiempos de trigo a Buenos Aires". Después se lamenta al decir que "hoy es todo lo contrario, porque en el Paraguay la tierra no produce a lo sumo más que 4 por 1. Como no se han cuidado en renovar las semillas destinadas a la siembra, han degenerado". El maky es una especie de papa o patata silvestre que cría tubérculos comestibles. Otro tubérculo de gran valor como la papa es el acutí-guepé. El ca'a rurú-morotí, al igual que las variedades del ca'a-pongá, que mucha gente llama verdolaga, son plantas que tras un breve hervor se utilizan en ensaladas. LA VIÑA DEL PARAGUAY
La vid prosperó en siglos anteriores en varias comarcas del Paraguay. Se debe a los españoles su aclimatación en la nación guaraní y en el resto de América. Certifica este hecho Félix de Azara al decir que "está igualmente probado —como el trigo— que en 1602 había en los alrededores de Asunción, capital del Paraguay, cerca de dos millones de pies de viña y que se sacaba vino para Buenos Aires". Como en el caso anterior, acota que "hoy en todo el país que describo no hay más que algunas parras". OTRAS PLANTAS
—Tacuare'é o caña de azúcar. En el Paraguay la introdujo Nuflo de Chaves en el siglo XVI, donde se aclimató admirablemente. Hoy en día se cultivan múltiples variedades. En las provincias del Paraguay y de las misiones jesuíticas, escribe Azara, se cultiva la caña de azúcar. El producto es de muy buena calidad y se exporta a Buenos Aires.
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—Mandioca o yuca. Es otra de las bases de la alimentación paraguaya. El cultivo de esta planta tiene sus orígenes en la época colonial. Azara asegura que la mandioca "se da muy bien en el Paraguay y en las misiones jesuíticas". La especie de mandioca que se cultiva más tiene raíces blancas o de un blanco amarillo y se la prepara de diferentes maneras. Al observar las ventajas de la mandioca, "que hace la suerte de los países en que se encuentra", Azara dice que "sería, pues, muy a propósito procurar naturalizarla en las provincias meridionales de España e isla de Mallorca. Esta planta es suficiente para asegurar la alimentación del pobre". — Yety o batata. Sumamente rica en materias dulcorosas. Es igualmente un importante complemento de la mandioca. Sobre este tubérculo, comenta Azara: "Se encuentran por todas partes en este país muchas especies de buenas papas dulces (batata). Las hay de carnes blancas, amarillas y violetas. La que se llama abayibacué es del grueso de la pantorrilla y larga como la pierna. Su piel es rojiza, la carne blanquecina y el gusto excelente". De la misma manera que habló de la mandioca, Azara se expresa de las batatas: "Sería posible y ventajoso transportar todas estas especies a Europa. Lo mismo digo de ocho o nueve especies diferentes de calabazas de un gusto más agradable que las de España. Se podría igualmente sacar de este país una multitud de especies de habichuelas, y principalmente las que se llaman pallares, que son las mejores". —Otros vegetales. Comenta entusiasmado Azara que "por todas partes se siembran otros vegetales muy útiles, como las habas, las lentejas, los guisantes, las arvejas y el maní o manduvtí " . También califica a las frutas diciendo que "las naranjas y otros frutos análogos son abundantes y muy buenas en el Paraguay. La pacova o plátano (bananero) se multiplica con facilidad en el Paraguay. Otro tanto sucede con la piña o ananás... hay por todas partes higos, membrillos y granadas". Descubre que el Paraguay, con un vasto territorio, reúne todas las condiciones que se requieren para convertirse en un extraordinario granero y que de su tierra generosa no cesa de brotar el alimento de cada día.
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Capítulo XVI ALCANCE CIENTÍFICO DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA FAUNA
Clasificación taxonómica. Hipótesis biológica: definición de la especie; herencia de caracteres. El método azariano para describir la fauna.
Azara debe ser considerado como el fundador de las ciencias naturales y de la investigación científica en el Paraguay. R. E. Velázquez
La distinción para el ilustre aragonés Félix de Azara es "por su
versación, por el alto valor y probidad de sus publicaciones, y por la honda repercusión que éstas tuvieron en el mundo intelectual de su tiempo", expresa el historiador paraguayo Rafael Eladio Velázquez en un capítulo de su Historia de la cultura en el Paraguay (1994). En el siglo XVIII, es grande el desarrollo de las ciencias físicas y naturales. En el campo de estas últimas, el sueco Linneo y los franceses Buffon y Cuvier sistematizaban los conocimientos. En el Paraguay y regiones aledañas, hombres de ciencias enrolados en las expediciones españolas y en la Compañía de Jesús dedicaban asimismo su tiempo, entre otros asuntos, a esta rama del saber. Félix de Azara escribió mucho, pero tres obras son el resultado de su actividad en el campo de la historia natural: Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y el Río de la Plata (1802), Apuntamientos para la historia natural de los pájaros del Paraguay y el Río de la Plata (1802) y Viajes por la América meridional (1809). Es necesario señalar que, sin instrucción previa como naturalista, aborda la tarea acuciado por innumerables obstáculos que él mismo reconoce, lo cual no significa debilidad para realizar con éxito tal propósito. Su formación como ingeniero militar, sobre todo en geografía y matemáticas, sus estudios filosóficos y jurídicos le proporcionan un método científico fiable y riguroso para la recogida de datos, la elaboración de hipótesis y la validez de los resultados. El dominio de estas disciplinas queda patente al repasar su método de observación, preferentemente atento a la medida y localización de las especies estudiadas. Un paraguayo, el padre Blas Noseda, colaboró eficazmente con él en la recolección de los materiales para sus investigaciones. A la limitación sobre el conocimiento de la disciplina hay que añadir la escasez bibliográfica. Sólo llega a conocer la obra del conde de Buffon. Con los volúmenes de la Historia natural del erudito francés en sus manos, Azara piensa que al fin ha encontrado una obra con la suficiente equidad para confrontar y percibir el valor de sus trabajos.
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En el prólogo de su obra Apuntamientos para la historia de los cuadrúpedos del Paraguay, expresa el resultado de este primer contacto con la obra de Buffon. "Apenas había puesto en el mejor estado que pude mis apuntamientos, se me franqueó una Historia natural del célebre conde de Buffon, impresa en 1775. Comencé a leer, creyendo sería lo mejor del mundo; pues la fama había publicado ya por todo el orbe, que su autor era un talento original, y el mayor naturalista del siglo y aun de los pasados. No obstante esta preocupación, encontré que buena parte de lo que es histórico se componía de noticias vulgares, falsas o equivocadas... y en fin, que era necesario indicar en mis obras las equivocaciones que se padecían". Azara parece algo decepcionado con la única guía que ha podido encontrar para sus estudios y se ve obligado a criticarla, aunque con sumo respeto y cuidado. Le resultaba incómodo corregir al naturalista que gozaba de la mayor fama en los círculos científicos europeos; por esa misma modestia se calificaba a sí mismo de aficionado, sabedor de sus errores pero, como buen científico, con voluntad de rectificarlos. De ahí las continuas correcciones de sus Apuntes. En el mismo prólogo de la edición española de sus Apuntamientos sobre los cuadrúpedos aclara: "Como no he leído otra obra que la de Buffon, me he visto como forzado a preferirle en mis críticas; pero es bien fácil conocer, que no son tanto contra él, como contra los viajeros y naturalistas, de quienes copió los errores que impugno". CLASIFICACIÓN TAXONÓMICA En el siglo XVIII, las ciencias naturales basan sus hipótesis en dos aspectos: la clasificación de los seres vivos y el origen y variación de las especies. En cuanto al primer aspecto cabe distinguir dos sistemas de clasificación de los seres vivos: —Sistemas artificiales. Clasifican las especies orgánicas en grupos discontinuos, atendiendo a muy pocas o incluso a una sola característica. —Sistemas naturales. Reúnen distintas especies orgánicas en familias naturales, señalando el mayor número de características posibles. Estos sistemas eran más complejos, pues requerían la contemplación de mayor número de datos. Defensor de ellos fue el francés Georges Louis Lecrec, conde de Buffon.
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Sobre el origen y variación de las especies rigen el modelo creacionista y la tesis fijista, según los cuales éstas han sido creadas por Dios y mantienen en el tiempo las mismas formas, reflejo del plan divino. En principio resulta difícil incluir el sistema clasificatorio utilizado por Azara. Su propia experiencia lo lleva, de modo instintivo, a adoptar una posición. Al comenzar sus observaciones, utiliza el método empleado generalmente por los viajeros, acopiándose de todas las noticias que le contaban. Pero, como viera que muchas de éstas eran falsas, acabó fiándose sólo de su criterio y se propuso anotar cuanto veía, de modo que se encontró muy pronto con infinitos datos que organizar. En el prólogo de los Apuntamientos para la historia de los cuadrúpedos señala: "hay muchas bestias, que aunque hayan tenido diferente origen y sean realmente diversas, tienen muchas cosas o caracteres comunes; y para no repetirlos, he tomado el expediente de escribir a la cabeza de ellos los que se acomodan a todos, denominándolos caracteres generales o de familia. Pero como éstos no sirven para hacer conocer a cada especie o animal en particular, he puesto enseguida sus descripciones, compuestas únicamente de caracteres especiales o singulares que son cosas pertenecientes a la especie, y que no se encuentran en otra alguna de su género o familia". Pero Azara no sigue criterios arbitrarios para la clasificación por familias; la diferencia entre rasgos comunes y específicos será fundamental para ello, siendo así que, si hallaba animales con mayoría de rasgos distintos con respecto a los comunes, los separaba de la misma familia, pues "consideraba impropiedad unir en familia animales muy distantes sin más motivos que tener algunas conexiones, que rara vez faltan". Llegado a este punto, parece haber solucionado el problema de la clasificación de animales dentro del esquema naturalista y creacionista. Cuatro son para él los caracteres necesarios para la clasificación. Al respecto apunta: magnitud, forma, color y costumbres. Insiste en la magnitud como característica específica, referida a la proporción entre la longitud total y de la cola, esencial para verificar si el animal es cachorro o adulto o si ya ha sido definido por otro autor. En cuanto a la forma y al color, dependen de la frecuencia con la que aparecen. Así, señala en su obra Apuntamientos para la historia natural de los pájaros: "Mi regla para caracterizar las familias ha sido ha-
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cer prevalecer, preferentemente, las formas que residen en el pico, las alas y las patas, porque ellas son las que más influyen en las costumbres y son más fáciles de conocer". En los Viajes por la América meridional puntualiza, remarcando el carácter específico de la magnitud: "Con estos rasgos será siempre fácil asegurarse si un animal pertenece a esta familia. Pero la distribución de especie es muy difícil, porque hay varias que tan sólo difieren en las proporciones respectivas de cuerpo y cola". HIPÓTESIS BIOLÓGICA: LA DEFINICIÓN DE LA ESPECIE El problema del concepto de especie plantea en Azara una de las mayores críticas hacia Buffon. En el siglo XVIII se había adoptado una definición basada en criterios de reproducción, por los cuales la especie quedaba probada si de la unión de un macho y una hembra nacían seres fecundos. Rechaza este principio de fertilidad y permanece fiel a su hipótesis de utilización de rasgos morfológicos, tal como dice en sus Viajes por la América meridional: "El famoso conde de Buffon y la mayoría de los naturalistas creían que para poder probar la identidad de especie bastaba que de la unión de un macho y de una hembra nacieran individuos fecundos. Es verdad que yo no he adoptado esta opinión en mis noticias para servir a la historia natural de los mamíferos del Paraguay". ¿Qué cimenta la hipótesis de Félix de Azara para mostrarse crítico con la corriente predominante entre los naturalistas de su tiempo? En la respuesta a este punto queda patente su condición de naturalista de campo, a diferencia de lo que él llamaba "naturalista de gabinete". Sus observaciones sobre el terreno le permitieron conocer la reproducción entre miembros diferentes o hibridación. Los animales domésticos eran un ejemplo claro de la viabilidad reproductora de los híbridos. Así se expresa él mismo en sus Apuntamientos para la historia natural de los pájaros del Paraguay: "Dos cuadrúpedos o pájaros originalmente diversos y que jamás se juntan aun viviendo en su propio país, se mezclarán en la esclavitud y producirán individuos fecundos". Refutadas las hipótesis, argumenta la elección de la descripción morfológica para la correcta identificación de los individuos pertenecientes a una misma especie. Exige la máxima minuciosidad y repudia
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VIAJES CLASICOS
FELIX DE AZARA
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TOMO 1
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Portada de la obra de Félix de Azara Viajes por laAmérica meridional ( 809).
la falta de rigor descriptivo de naturalistas del prestigio de Jorge Luis Leclerc, el conde de Buffon o Carlos de Linneo. HIPÓTESIS BIOLÓGICA: LA HERENCIA DE CARACTERES
El concepto de herencia biológica se desarrolla de forma paralela a la transición del fijismo al evolucionismo. Azara también aborda en su
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obra este problema, dedicando especial atención a la selección artificial y a la pigmentación animal. Según él, la selección artificial es arbitraria y dependiente exclusivamente del hombre. En los Apuntamientos sobre los cuadrúpedos del Paraguay señala las grandes posibilidades experimentales de este sistema: "El hombre, según sus deseos, puede elegir los caballos y yeguas de cualquier raza, y lo mismo en los de otros cuadrúpedos y pájaros, y hacer que sólo estos individuos escogidos continúen. Puede también mezclar algunas razas, lo que es un modo de injertar, y por ambos medios está en su arbitrio mejorarlas sobre lo que serían naturalmente". Según la hipótesis creacionista la herencia depende del dominio de los caracteres otorgados a cada especie en la Creación. Félix de Azara ha planteado el problema de la mutación y de la selección de la especie: "Si llegase el hombre a mezclar todas las variedades de una misma especie, conseguiría al propio tiempo exterminarlas, y que quedase una sola; la cual sería tal vez muy próxima a su tipo u origen, pues es de presumir, que en las uniones fuese ganando lo que hay de original en cada variedad sobre lo alterado. Pero si las razas que uniese el hombre fuesen de las precedentes de enlace ilícito de dos especies originalmente diversas, el último resultado sería un mulato o mestizo mejor que ellas; pues parece que todo injerto de través produce mejoría, según creo verlo en los mestizos y en los españoles del Paraguay, a quienes encuentro más activos, de mejores proporciones, fuerza y estatura que a los demás españoles europeos y del Río de la Plata. Atribúyolo a que proceden en la mayor parte de injertos en otras naciones indias y africanas". Posteriormente, Carlos Roberto Darwin, en sus viajes por la misma región y habiendo leído la obra de Félix de Azara, sistematiza lo ya intuido por el aragonés, teniendo en cuenta no las consecuencias sino el pasado de las especies y su lucha por la vida como factor fundamental en la selección natural. Sobre la pigmentación y variaciones del color, Azara se muestra crítico respecto de Buffon, para quien las diferencias climáticas eran factor esencial en las variedades del color. Según explica nuestro autor, su origen está en la reproducción, nunca en factores ambientales. La causa directa es endógena y consiste en una alteración fisiológica en la madre, a la que denomina albina. Por último, refiere la hipótesis sobre cómo cualquier ser vivo es capaz de introducir modificaciones en su propio ecosistema, rechazando la explicación climática. "Todavía hay otra cosa que altera los colores y aun algo las formas y la magnitud. Es
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el hombre que hace prodigios, no solamente en los animales que maneja, sino también en los vegetales". En resumen, Félix de Azara aporta a la comunidad científica no simples observaciones sobre el problema biológico, sino enunciados básicos para los subsiguientes estudios científicos sobre historia natural, acercándose al concepto de herencia que será formulado en el siglo XIX.
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Capítulo XVII PROSPECCIÓN DE LAS ESPECIES FAUNÍSTICAS DEL PARAGUAY
Azara y su Historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay. Los dominios del yaguareté, mycuré, mboreví, guazú y carayá.
El estudio que realizó Azara sobre una parte de la biodiversidad de la América meridional fue ejemplar. L. A. Oro Giral
Esta rica cita del investigador don Luis A. Oro Giral sobre el trabajo realizado por el ilustre aragonés Félix de Azara en tierras americanas nos invita a reflexionar: hoy también debe servir como estímulo a otros investigadores, siempre en la idea de mantener el frágil equilibrio natural de nuestra biosfera, haciéndolo compatible con el desarrollo armónico y justo de los ciudadanos de aquellos territorios. En su crónica de viajes, cargado de asombro y emoción, Azara apuntaba: "En esta región se halla uno de los mayores tesoros naturales del planeta: es el Paraguay, la tierra roja, con sus ríos, lagos, bosques, los dominios del yaguareté, del mycuré, del mboreví..., de las numerosas y bellas aves". Las investigaciones realizadas sobre la fauna del Paraguay han demostrado que ésta presenta grupos biogeográficos diferentes (región oriental y occidental). Los resultados de estos trabajos (MAG/GTZ), a la fecha, indican que el Paraguay es el lugar donde aún habitan poblaciones de un gran número de especies que se consideran amenazadas o en peligro a nivel mundial. Se estima que el Paraguay, en los últimos arios, ha perdido anualmente unas 400.000 hectáreas de bosques. Desde el siglo XVIII hasta el presente, numerosos investigadores extranjeros han realizado importantes estudios taxonómicos sobre diversos grupos de la rica y variada fauna en la región sudamericana, incluyendo al Paraguay. El documento base sobre biodiversidad-MAG/GTZ indica que en las décadas pasadas la mayor parte de las publicaciones se refirieron a las descripciones y hallazgos de especies encontradas en alguna región determinada. Entre ellos se pueden mencionar los trabajos de Badcock (1932) sobre los arácnidos del Chaco paraguayo o de W. Bertoni (1911) sobre las abejas y avispas del Paraguay. Keyserling (1882, 1887, 1891) escribió sobre las arañas de Sudamérica; Mello-Leitao (1946), sobre las arañas del Paraguay. Para los lepidópteros (mariposas) existen varias contribuciones desde épocas pasadas. En años recientes D. Abrera y Lewis escribieron libros sobre las mariposas diurnas de Sudamérica que incluyen especies
BIBLIOTECA AZLOR 201
INSTITUTO DE ESTUDIO: 41TOARAGONESES 1-10
(",, A
El yaguareté es temido y respetado en sus dominios por su agilidad y ferocidad, apunta Azara en su Historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay.
del Paraguay; Drechsel (1994) publicó una lista de las mariposas nocturnas del Paraguay. Los estudios sobre la fauna ictícola del Paraguay tienen una larga tradición. En el presente siglo, Kennedy y Eigenmann (1903) describieron una colección de peces del Paraguay, mientras que Bertoni (1939) presentó un catálogo de los vertebrados (peces, batracios, reptiles, aves y mamíferos). En cuanto al estudio de las aves del Paraguay durante la época colonial, se destaca Félix de Azara. MAMÍFEROS DEL PARAGUAY La primera etapa de estudios sobre los mamíferos del Paraguay se caracterizó por investigaciones sobre sistemática. Entre los primeros realizados se cuenta con los de Félix de Azara (1801, 1802) en su obra Historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y el Río de la Plata. La metodología seguida para la elaboración del documento base sobre los cuadrúpedos del Paraguay consistió en la recopilación de datos, mediante consultas y viajes por diversas regiones del país. Estas
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APUNTAMIENTOS PARA LA HISTORIA NATURAL
DE LOS QUADRÚPEDOS DEL PARAGÜAY Y RIO DE LA PLATA, ESCRITOS
POR DON FELIX DE AZARA.
TOMO PRIMERO.
MADRID MDCCCII. EN LA IMPRENTA DE LA VIUDA DE IBARRA. CON LICZNC1.4.
Portada de la edición de 1802.
notas, que fueron tomadas por Azara, las remitió a Europa para someterlas a juicio de algún naturalista. Sin previa autorización, estos apuntes fueron publicados en francés. De regreso a Europa, Azara publicó en español su obra corregida y aumentada, con nuevos datos y nuevas reflexiones. —Yaguareté. Yaguá (Felis onssa L.) es el nombre del tigre del Paraguay en el guaraní prehispánico, que con el tiempo cambió por yaguá-
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eté ("auténtico yagua"). Posteriormente surgió la palabra yaguareté, nombre actual de esta vigorosa fiera. Acerca de este gran felino, Azara dice que es imposible domesticarlo y "acaso sea más fuerte y feroz que el león, porque no sólo mata a todo animal, sea el que sea, sino que además tiene bastante fuerza para arrastrar un caballo y un toro entero hasta el bosque donde lo quiere devorar, y también atraviesa a nado cargado con su presa un gran río, como yo lo he visto". No obstante, comenta, no mata más que cuando tiene hambre y, satisfecho su apetito, deja pasar sin tocarla a cualquier especie de animal. —Yaguareté-hu. Se trata de la pantera negra, de inaudita ferocidad. El anterior felino es de piel blanca moteada de negro. Azara dice que se trata de una especie tan rara "que en los últimos cuarenta años no fueron encontrados sino dos, en el alto Paraná". Por otra parte, asegura que no difiere en nada del yaguareté común, sino en el hecho de ser negro, marcado con manchas aún más negras. —Yaguareté-pytá (Felis concolor L.). Los nativos le denominaban guasuara. Se le considera más ágil y más cruel que el yaguareté. Su talla es igualmente larga pero menos alta y su pelo es más corto, lustroso, aplastado y más rojizo (pytá). No sale casi nunca de los lugares más espesos y de la orilla de los ríos, sino para cazar. Se lo conoce también con el nombre de león americano. —Chivi-guazú-yaguareté'i (Felis pardalis L.). Es una especie de gato montés. No es tan fuerte ni fiero con los otros. El yaguarundí (Felis yaguarandi Fisch) es igualmente un gato salvaje. El conjunto de su color es de un gris que proviene de que cada pelo está dividido transversalmente por bandas negruzcas y blanquecinas, de manera que domina el negro. —Eirapytá (Felis eira Fisch). Es otra variedad del gato montés autóctono. Azara asegura que no se le encuentra más que en el Paraguay. Todo su pelo es fuertemente rojo (pytá, en guaraní), a excepción de la mandíbula inferior y de una pequeña mancha a cada lado de la nariz, que son blancas. Su tamaño es menor que el del gato doméstico. Tiene fama de ser extraordinario cazador. Sus costumbres y habilidades son idénticas a las del yaguarundí. —Mboreví (Tapirus terrestris L.) o tapir, el más destacado representante de este orden en la fauna paraguaya, indica N. González. Por su
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Yurú-mí (Myrmecophaga jubata), oso hormiguero; caguaré (Tamandua tetraductyla). Dibujos del padre Sánchez Labrador. Siglo XVIII.
Carpinchos en el Chaco. Existen varias especies de este animal, casi todas en el Paraguay.
parte, Azara dice que es "uno de los mayores animales de América, robusto, de formas redondeadas. Su color es obscuro plomizo, a excepción de la parte inferior de la cabeza, de la garganta y del extremo de la oreja, que son blanquecinos". Se pasa el día durmiendo en su refugio. Su cabeza no se parece a la de ningún animal conocido. La mitad superior de la misma se termina por un labio semejante a una gruesa trompa de seis centímetros y medio de saliente y fácilmente se mueve en cualquier sentido. —Tañycatí (Tajassu albirostris). Azara dice que se conoce con el nombre de "curés o tayazús toda la familia de los cerdos y de los jabalíes. La especie mayor, llamada tañycatí, es de 40 pulgadas de largo y toda negra, excepto la mandíbula inferior y los dos labios, que son blancos". Forman legión y cercan al que les ataca o daña. El taitetu (Tajassu tajassu L.) es otro cerdo montés pero más pequeño que el anterior. —Guazú. Hay cuatro especies de ciervos, llamados en general guazús en el Paraguay, donde se los distingue por sobrenombres. La mayor, llamada guazú-pucu (Blastocerus paladosus), tiene 62 pulgadas y media de largo. De ramificados cuernos, se trata del más grande de la
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familia de los ciervos paraguayos. El nombre de otro ciervo, guazutí (Blastocerus campestris), alude al blanco pelambre de las partes inferiores de su cuerpo. Azara habla de un ejemplar totalmente blanco que encontró en los campos de San Ignacio Guazú. El guazupytá (Coassus rufus) se distingue de los demás por su color, "de un rojo dorado vivo", apunta Azara. En cuanto al guazú-vira (Coassus nemorivagus), "su color es de un pardo azulado", dice nuestro investigador. Por eso a este ejemplar se lo conoce también con el nombre de guazú-jhovy ("ciervo azul"). — Yurú-mí (Myrmecophaga jubata L.). Su nombre guaraní alude a la abertura irrisoria de su boca. Tiene la figura más extravagante del mundo, "con su cabeza en forma de trompeta, su cola, que parece un pescado", velludo, sus gruesos brazos implacables y "los pies que no parecen pies". Se alimenta exclusivamente de hormigas. —Caguaré (Tamandua tetraductyla). Su aspecto es parecido al yurú-mí y tiene la misma debilidad por las hormigas. "Huele fuertemente a almizcle", señala Azara. Literalmente caguaré significa "morador hediondo de la selva". —Aguará-guazú (Canis jubatus). Entre los cánidos merece preferencia este ejemplar. Resulta que es tan grande como un perro de la más alta talla y mayor que un lobo y no cede a ninguno de estos animales en la ligereza de su carrera ni en la fuerza de sus dientes. El color oscuro de su pelo tiende al rojo. Respecto al aguará-cha' í, sus formas y sus hábitos no difieren nada de los de los zorros de España. El aguarápopé se diferencia de los otros por llevar la mano abierta; sus dedos divergentes le individualizan entre todos. El aguará-í es el más pequeño de estos ejemplares. No excede en tamaño a un faldero. —Cuatí (Nasua nasua). Este animal sólo habita los bosques, apunta Azara, quien a su vez destaca el valor y estoicismo de este singular e inquieto ejemplar. Tiene un aspecto extravagante, patas cortas, cola larga, cara de lobezno y el movimiento de la ardilla. — Yagua-pé (Grison vittatus). Es el hurón nativo que observó también Azara. Es un animal cruel que mata sin necesidad. El eirá (Galera barbara) se parece al anterior, pero es más grande. — Lobo-pé (Lutra paranensis). Es la nutria del Paraguay. Por ser un admirable nadador le dicen lobo del agua. Azara comenta que se encuentra en todos los ríos del Paraguay y que "cuando nada grita amenazando con cólera como si quisiera morder; pero jamás causa daño".
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— Tatú-guazú (Prinodontes gigas). "He observado en el país hasta ocho especies de tatuejos (armadillos). El gigante —explica Azara— es tan fuerte y robusto que lleva cómodamente un hombre montado encima". Se le encuentra en el Chaco paraguayo. Este armadillo gigante es diez veces más grande que los mayores de su especie. Al tatú-poyu se le encuentra con mucha frecuencia en el Paraguay. Tiene la armadura más sólida y la cabeza más ancha que los otros. Sólo sale de noche en busca de alimentos. Asegura que el tatú-ai es la única especie de tatuejo cuya cola no está cubierta de escamas, sino de una piel de color obscuro y suave al tacto. Añade que "hay en el Gabinete de París un individuo de esta especie, cuyos colores están alterados, con el nombre de Kabassou, que le da Buffon confundiéndolo con mi gran tatuejo" (tatú-guazú). Azara estudió igualmente el tatú-jhú, de color negro; el tatú-mburicá, de orejas largas que recuerdan a las del mulo (mburicá); el tatú-pichy y el tatúmataco. Es el único de esta familia que cuando tiene miedo esconde la cabeza, la cola y las cuatro patas, formando con todo su cuerpo una bola que no se podría separar con las manos. — Cui'í (Sphiggurus villosus), erizo o puerco espín. "Yo no he encontrado el cui'ímás que en los grandes bosques. Anda flemáticamente y sin turbarse sobre el tronco y las ramas de los mayores árboles", apuntaba. Este erizo tiene un singular pelambre espinoso de cinco centímetros de largo. —Anguya. Nombre guaraní que describe a los roedores (ratas y ratones). Azara distinguió dos tipos bien caracterizados por las particularidades de sus respectivos pelambres. En unos, los pelos "son blancos y finos; en otros, parecen verdaderas espinas". En las variedades nativas se encuentran el anguya-pytá, el anguya-í y el anguya-yvyguy . El ky-ya es otro roedor nativo. De piernas cortas, casi arrastra el vientre al caminar. — Tapití. Es la liebre nativa. No prepara su cueva, se conforma con refugiarse en los troncos o desechos de los vegetales del bosque. El acuti (Aguti azarae) es un incansable roedor. Levanta las dos patas a la vez y se sirve de ellas para sostener lo que come. El apere 'a es muy común en todas partes del Paraguay. Este pequeño roedor se oculta en los cardos y las pajas altas. La otra variedad, apere 'a-moroti, es blanca e
inofensiva. —Mbopí. En su obra sobre los cuadrúpedos Azara describe trece especies de murciélagos que se ubican en el Paraguay, justificando esta
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clasificación "porque estos animales tienen más relación con los cuadrúpedos que con las aves. Es propia de los pájaros su capacidad de vuelo, pero son mamíferos y carecen de plumas". Nuestro investigador dice que Buffon describe varios murciélagos y "entre otros dos de los míos, que son el vampiro y el hierro de lanza. En cuanto a la primera especie, ha copiado las noticias de muchos autores, que son exageradas y aun falsas". LOS PRIMATES DEL PARAGUAY —Carayá (Aluota nigra). Es el más grande de los simios del Paraguay. "No habita más que los grandes bosques —escribe Azara— por pequeñas familias de cuatro a diez individuos, dirigidos por un macho, que se sitúa siempre en el lugar más alto. Pasan de un árbol a otro sin saltar y sin balancearse sino muy lentamente, porque son pesados y serios. Cada macho tiene tres o cuatro hembras. Se oye a más de una milla de distancia su grito, que es fuerte, ronco e insoportable". —Ca'i (Cebus fatuellus). "Es otro mono, que habita los mismos lugares que el precedente; pero su carácter es del todo opuesto, porque es extremadamente ligero, vivo y en continuo movimiento. Vive por parejas y por familias, saltando ligeramente de árbol en árbol. Su voz ordinaria suena como una carcajada o como la de una persona que gritara con todas sus fuerzas", refiere. — Ca'i-miriquina (Myctipithecus azarae Humboldt). Es la última de las tres especies de monos que observó Azara en el Paraguay. He aquí su descripción: "El miriquina es un mono que se encuentra en el Chaco o al oeste del río Paraguay. Vive sobre los árboles, pero no se sostiene con la cola. Tiene la cabeza pequeña y redonda y un cuello corto y grueso". — Ca'i-miri (Callithrix schnea). Tiene gran similitud con el ca'i. Es un mono pequeño que se destaca por su gran agilidad. Extraordinario trapecista, va de árbol en árbol y es ingenioso y travieso. Al igual que su pariente, tiene fama de saqueador de maizales. REFLEXIONES DE AZARA Después de haber indicado los cuadrúpedos salvajes del Paraguay, Azara hace sobre ellos algunas reflexiones.
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"... Algunos de mis cuadrúpedos, como el mboreví, el yurú-mí, el yaguaré, los fecundos, el cui 'í y los tatuejos, no tienen ninguna analogía con los del antiguo continente, y no pueden tenerla porque todos están casi sin defensa y sin recursos contra las persecuciones del hombre y sólo pueden existir en países desiertos". "Parece que algunas personas creen que el continente americano no sólo disminuye el tamaño de los animales, sino que además es incapaz de producirlos de la talla de los del antiguo mundo. En cuanto a mí, observo que mi yaguareté es el más fuerte de toda la familia de los gatos y que no cede a ningún otro por el tamaño; que mis tres primeros ciervos no ceden a los ciervos ni a los corzos de Europa; ni el aguará-guazú al lobo ni al chacal, ni el aguará-cha'í a la zorra, ni el tapití al conejo, ni los ratones a los de España; mis hurones exceden a los de África, así como las martas y las fuinas. La nutria no es inferior a la de Europa, ni la vizcacha a la marmota, ni los tatuejos a los pangolines". "Si no se encuentra en América un animal comparable al elefante, no se encuentran tampoco en el antiguo mundo otros que, teniendo la dentición y boca del conejo, sean del tamaño del capibara y del pay. Además de esto, se han encontrado con frecuencia osamentas de cuadrúpedos que disputan el tamaño al coloso asiático. Y sobre todo, las razas o especies de hombres de la más alta talla, de formas y proporciones más elegantes que haya en el mundo, se encuentran en el país que describo", dice.
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Capítulo XVIII PECES, BATRACIOS, REPTILES, ARÁCNIDOS E INSECTOS
Las especies descubiertas y estudiadas por Azara: pirá, cururú, yacaré, ñandú y panambí.
La figura de Azara aparece como una personalidad extraordinaria por sus múltiples y positivos aportes en el descubrimiento y revelación del Paraguay, a través del abordaje de las ciencias naturales. Gerardo Fogel
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a tarea que Azara se impuso voluntariamente fue muy ruda: casi aislado, desprovisto de libros de consulta y falto de instrucción preliminar especial sobre las ciencias naturales, iba reuniendo datos sobre el terreno, procurando observar el mayor número posible de ejemplares de cada clase de animales, los cuales describía minuciosamente, así como sus costumbres. Resalta este hecho el intelectual paraguayo Gerardo Fogel: "quizá lo que más asombra y resulta admirable es observar las diversas actitudes y cualidades de un verdadero y auténtico científico: como la impenitente curiosidad, la duda metódica y la sana desconfianza de los estereotipos y opiniones sin fundamento, la indagación en documentos y fuentes escritas, la entrevista a informantes calificados y la rigurosamente sistemática observación empírica". En este capítulo, Azara nos ayuda a percibir y descubrir los senderos que permiten contemplar el exuberante paisaje paraguayo, donde habitan numerosos ejemplares de su rica fauna. Es un verdadero muestrario de varias clases de animales: insectos, reptiles, peces, batracios, arácnidos, crustáceos, miriópodos, merostomos, etc.
DE LOS INSECTOS Los insectos se hallan distribuidos en cuatro grandes grupos y clasificados en nueve órdenes. Se estima que en el Paraguay existen 100.000 especies de invertebrados y el 80 por ciento serían insectos. A los véstigos en el Paraguay les dicen cava, nombre genérico de las avispas en guaraní. Azara ha dedicado especial atención a estos insectos y ha completado su gran obra el sabio paraguayo W. Bertoni, nos recuerda Natalicio González. Se conocen en el Paraguay hasta siete especies de abejas, escribe Azara; la mayor es doble que la de España y la talla de la más pequeña no iguala al cuarto de la mosca común. Todas hacen cera y miel. Esta miel tiene la consistencia de un jarabe espeso de azúcar blanco. "Me
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Yacaré o cocodrilo del Paraguay. Azara describe que al yacaré se le encuentra en casi todos los lagos y ríos del país. (Foto: "Reportaje al País")
En el Paraguay se distribuyen tres de las muchas especies de cocodrilos conocidas en el mundo: yacaré overo (especie amenazada), yacaré itáy yacaré hú.
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sucedía con mucha frecuencia —prosigue— desleír un poco en agua por la noche para beberla, porque, aparte de su buen gusto, esta miel tiene la propiedad de refrescar el agua". Una avispa solitaria es la Eumenes novarae, que fabrica con barro, según Azara, "tres o cuatro cantarillas esféricas, menos la parte que está pegada a las ventanas, resguardada de lluvias". Esta avispa errante abandona muy pronto el nido. Entre los véspidos gregarios están el cavichú-í y el cavichú, que producen abundante miel, al igual que el cavatatú-í y el cavatatú. La miel de este último embriaga como el alcohol. El eichú-í y el cavichú-í-saigyú siempre dan una miel fragante, perfumada; el cava-hú es la popular avispa negra, agresiva como la casununga. Eirá es el nombre guaraní de la abeja, que se distingue de la avispa por el cuerpo velludo y por la manera de replegar las alas. El eirusu quizá sea la especie más valiosa entre todas las autóctonas. También está el mamangá-saiyú, el eirá yvyguy,, el eirá-tíy el yate-í. REPTILES DEL PARAGUAY Alrededor de 140 reptiles del Paraguay se hallan estudiados. Poseen tres familias del orden Chelonia (tortuga), con ocho especies; una familia del orden Crocodylia (yacaré), con tres especies, y cinco familias del orden Sauria (amberé, teyuí y teyú), con treinta especies. —Yacaré. En el Paraguay se distribuyen tres de las 23 especies de cocodrilos conocidas en el mundo entero. Ellas son yacaré hú (Caiman yacaw), yacaré overo (Caiman latirrostris) y yacaré itá (Paleosuchus palpebrosus). El tamaño de estas especies varía de tres y medio, tres a un metro y medio. Azara describe que el yacaré se encuentra en casi todos los lagos y ríos: "con frecuencia no se ven más que sus ojos fuera del agua, pero hacia el mediodía sale para dormir sobre la arena de la orilla". El yacaré overo vive en riachuelos y áreas pantanosas; el yacaré hú, en las aguas mansas, y el yacaré itáfrecuenta ríos y arroyos torrentosos. La hembra pone unos sesenta huevos; son blancos; los entierra en la arena y deja que el sol los incube, añade nuestro investigador. Un informe reciente de CITES-Paraguay señala que la del Caiman latirrostris (yacaré overo) está considerada como una especie amenaza-
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da. Figura en el Apéndice I de CITES, lo cual significa que es estricta la prohibición de su comercialización. Las otras dos figuran en el Apéndice II de CITES, por lo que tiene que ser controlado su comercio para no formar parte del Apéndice I. —Teyú-guazú (Tupi-nambis teguixin), del guaraní, "lagarto grande". Vive bajo tierra en invierno y reaparece con los primeros calores. El teyú-i (Teins teyou) es una lagartija pequeña, de unos 20 centímetros. Hay dos especies de teyú-tara o camaleón, que cuando entra en cólera, al decir de Azara, "se eleva sobre sus pies, comprime notablemente el cuerpo en los costados e infla el cuero sobre la cabeza, lo que le da un aspecto extraño". —Mboi. "En el Paraguay se da generalmente el nombre de mboi a toda especie de víbora o de culebra, y se distingue cada una por nombres que citaré", dice Azara. El curiyú (Boa constrictor) es una víbora grande "de un aspecto que espanta", es ágil en el agua y torpe en la tierra; "el mayor que he visto sería del grueso de una pantorrilla y largo como cuatro varas, bien manchado de blanco y amarillo y de negro". —Ñacanina (Dry-mobius bifossatus). Se trata de un ofidio venenoso. Azara dice que "de todas las especies es la mayor y la más común en el campo. Puede tener cinco o seis pies de largo y es del grueso del puño". El mboi-chini (Cmtalus ten-ificus) "es muy pesado, largo y de cuerpo vigoroso"; lleva en la cola una "especie de campanilla bien conocida que los españoles llaman cascabel: su veneno pasa por ser muy activo". —Ñanduriré (Leimadophis almadensis). Es pequeño pero bastante venenoso, "pues mata infaliblemente en muy poco tiempo", comenta Azara. El nombre indígena del mboi-chumbé (Elap fmntalis) evoca un cinturón con dibujos brillantes. Es la víbora de coral, temida por la violencia de su ponzoña. El ñuaso, el mboi-yagua (boa del Paraguay, vive en los ríos y emite una voz que se asemeja al ladrido de un perro), el mboi chumbé guazú y el kyryry' o completan la nómina de los ofidios del Paraguay. MARIPOSAS DEL PARAGUAY Los lepidópteros están representados por innumerables mariposas del Paraguay. Estudiosos de este grupo de insectos han identificado 750 especies para todo el país. En la nación guaraní a la mariposa se la conoce con el nombre autóctono de panambl
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Existen grandes y pequeñas, de alas multicolores y resplandecientes (panambí-vera), muchas de una belleza soberana. Hay especies de mariposas que vuelan por diferentes ambientes, tanto de día como de noche, según sus hábitos. Panambí hovy (Morpho helenor) es la mariposa diurna más grande que aún existe en el Paraguay y la noctuidae es la mayor de las mariposas nocturnas. Se estima que del Paraguay se exportan unas 50.000 mariposas por año para trabajos de artesanía. Se venden principalmente las especies más bellas y coloridas, de tamaño mediano o grande. Aparentemente hay dos o tres especies de mariposas en el Paraguay que son afectadas por las actividades comerciales, sin embargo la mayor de las amenazas es la destrucción de su hábitat por la deforestación y la quema de los vegetales. Azara quedó asombrado por la "abundancia y belleza" de las mariposas del Paraguay. Al clasificarlas dijo que hay "grandes, medianas y de pequeña talla"; las hay "nocturnas y diurnas. Algunas nocturnas rodean la luz en gran número que la interceptan". LA FAMILIA DE LAS ARAÑAS Ñandú es el nombre autóctono de la araña en el Paraguay. Los arácnidos cuentan con más de cinco mil géneros distribuidos en cinco órdenes. "Aunque la familia de las arañas pasa por ser solitaria, hay en el Paraguay especies que viven en sociedad en número de más de cien individuos", asegura Azara. Al describir a una de esas especies, dice que es "negruzca y construye su nido más grande que un sombrero y lo suspende por lo alto de una copa a un gran árbol o a la viga de algún techo. De allí parten todo alrededor un gran número de hilos, de 50 ó 60 pies de largo y son gruesos y blancos. Están cruzados por otros hilos muy finos, donde se detienen los insectos que sirven de alimento a la comunidad de las arañas". El ñandú-guazú o ñandú cabayu, el ñandú-i y el ñandú ky jha son de la orden de los arácnidos, y el ñandú-re-tima-pucu, de los pedipalpos. El comercio de arañas en el Paraguay se realiza en forma de ejemplares vivos, para mascotas, y son derivadas principalmente hacia Europa y posiblemente a Estados Unidos, aunque no se dispone de datos concretos sobre esta situación.
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En el mercado paraguayo se comercializan solamente las especies más grandes, preferiblemente las de larga vida, como las tarántulas de la familia Theraphosidae (MAG/GTZ). ESPECIES DE COLEÓPTEROS Las especies autóctonas del Paraguay son el ysoindy (Lam-pyridae), gusanillo volador diferente a la luciérnaga, yso-tata; el tigua-a (Calandria ganaria), gorgojo que ataca el cereal; el enena (Megasoma) y el araha-poti (Coelodes jubbus), estos dos últimos de la especie de los escarabajos. Entre los coleópteros están el moa (Elateridae), el cocuyo de ojos luminosos, el yso-tata (Lampyris noctiluca), la luciérnaga, el kyyu (Scapteriscus borellii), el grillo y la cantárida. LAS HORMIGAS O TAJHY'I —Arará (Atta). "El Paraguay, al no ser un país frío, cuenta con hormigas que salen y trabajan todo el ario —dice Azara— y por la misma razón, las especies son más variadas, tienen mayor número de hormigueros, y éstos contienen acaso cien veces más individuos que en Europa". De la hormiga llamada en el Paraguay arará dice que "es muy abundante y se encuentra en todos los árboles de los bosques", es de color negro parduzco; a veces libra batallas exterminadoras contra otras especies de hormigas. —Tajhy'i-ré. Es otra de las especies observadas por Azara y que aparece en su extenso trabajo sobre estos insectos. Su nombre guaraní se debe a su peculiar olor desagradable. Permanece mucho tiempo en el nido y lo abandona, generalmente por la noche, en legiones. Están igualmente las hormigas consideradas enemigas de los cultivos: el akeké (Acromyrnes) y el temido ysau (Atta sendens). Prefieren realizar su acción depredadora al amparo de la noche. Cargan grandes fragmentos de hojas que depositan en sus nidos subterráneos. PECES Y BATRACIOS Las cuatro quintas partes del territorio paraguayo están trazadas por sus ríos y, dentro, varias decenas de ellos fertilizan su suelo. Vale decir que los ríos están en la superficie de toda la nación guaraní. Cien-
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tos de ellos desembocan en las orillas del río Paraguay, desde el Apa al Paraná, y en las márgenes de éste desde la zona del recordado Salto del Guairá, su unión con el río epónimo. El cronista apuntó en su Diario que "cada ciudad dispone de un río y cada hogar de un arroyuelo". Azara describe los "peces de estos ríos y de las masas de agua que se encuentran en este país". Por entonces no se conocía más que la pesca con caña y los principales aficionados eran los nativos del lugar, apunta nuestro investigador. Los primeros estudios sobre la fauna ictícola del Paraguay se remontan al siglo XVIII, pero será a partir del XIX que estos estudios se profundizan. Últimamente se han presentado obras en donde se describen hallazgos de nuevas especies, listas de peces y se incluyen trabajos sobre la biodiversidad de la fauna ictícola. En el Paraguay se conocen alrededor de 250 especies de peces y cerca de 40 especies de batracios ya clasificados. —Manguruyu (Pseudopimelodus sp.). Es el primero en la lista de peces que describe Azara. De un metro y medio de largo, puede pesar hasta cincuenta kilos. Le sigue el suruvi o pirá-para(Pseudoplatistoma corus), que alcanza el metro y medio de largo y pesa hasta sesenta kilos. Su carne blanca-amarillenta tiene muy buen sabor. — Pirayu (Salminus maxillosus). En español se le da el nombre de dorado en alusión a sus escamas, que tienen reflejos de color oro. Aparece en aguas agitadas. Su pesca constituye uno de los deportes más atractivos que ofrecen los ríos paraguayos. Pesa hasta treinta kilos y su carne tiene un sabor delicioso. Azara dice que los dorados "son muy diferentes de los que se encuentran en el mar y más hermosos". Conservando el orden, sigue con las rayas o yavevy 'i , que son "muy grandes". Se mantienen en el fondo de los ríos, tienen de cuarenta a sesenta centímetros de ancho y una espina que nace del dorso y con la cual pueden causar heridas. — Itagua (Oxidoras kneri) o armado en español. Es de color pardo, con escamas muy duras y raspas en forma de sierra en el dorso y costados. Llega a pesar hasta doce kilos y su carne es buena. Se cotizan también por el sabor de su carne el mandové , el pati, el yurundi' a, el mandi'i, el mandi'i-guazú, el pirá tatu, el mby-ya y el pirá-manduví. El karymbata es el robalo paraguayo. —Cabe mencionar igualmente el pirá-pyta, el pirá-guyrc4 el pacuchi y el popular pacu, del cual habla también Azara (Piaractus
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mesopotamicus); también el pirai (Serrasalmo humeralis), pez dentado, convertido en la palabra piraña en español. Hay otra variedad, pirá-añá o pez malvado, por su terrible agresividad. Se completa la lista con el pirá-kygua, el sabroso lenguado de río. LOS BATRACIOS —Cururú (Bufo granulosus). Nombre guaraní para denominar a los sapos. Azara ha observado algunos ejemplares en el Chaco paraguayo "que llegan a pesar varias libras y hay otros aún más grandes que se ven saltar en los terrenos bajos cuando hay humedad. Tienen orejas rectas como cuernos". —El cururú-pytá (Leptodactylus peutadactylus). Su nombre significa "sapo rojo" (pytá), por las manchas rojas que tiene esta especie. En cuanto a las familias de las ranas, yu'i, cabe mencionar estas variedades: el yu'i-toc toc (Hyla crepitans) por su canto plañidero; el yu'i-pacova o yu'i-nekeré (Hyla venulosa) y el popular yu'i-jhovy (Brachymedusa hypochondrialis), conocido como rana verde.
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Capítulo XIX LAS AVES DEL PARAGUAY
Aporte azariano a la historia natural de los pájaros del Paraguay. Estudio de la rica biodiversidad ornitológica guaraní.
El estudio desinteresado de Azara fue un ejemplo de amor a la naturaleza y, en particular, a las numerosas y bellísimas aves que pueblan aquellas tierras. J. E Pérez
A
puntamientos para la historia natural de los páxaros del Paraguay y del Río de la Plata es la primera obra ornitológica escrita en
castellano por un aragonés y la más exacta de los pájaros de América, según aparece en una referencia vinculada a su extraordinaria obra, fruto de su incansable dedicación ala investigación faunística durante veinte años. Los autores y libros conocidos por Félix de Azara utilizados como fuentes bibliográficas son varios. En el capítulo I, se presenta un listado sintético y cronológico de los primeros cronistas y relatores europeos y americanos, cuyos testimonios sobre el Paraguay y el Río de la Plata han legado una riquísima fuente documental y de primera mano. Los predecesores de Azara, citados por él en sus escritos, son, entre otros, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, natural de Jerez, que llegó a Asunción en 1542; Ulrico Schmildl, soldado alemán al servicio de España, que publicó su crónica en 1567; Pedro Lozano, historiador oficial jesuita; Ruy Díaz de Guzmán, primer historiador criollo-paraguayo, cuya obra data de 1612, y los jesuitas José Jolís, José Guevara y José Sánchez Labrador. La obra científica de este último se considera como el mejor precedente de la de Azara. El ilustre aragonés, que siempre mostró su animadversión hacia las reducciones jesuíticas, reconoce, sin embargo, el trabajo relativo a la historia natural del Paraguay emprendido por José Sánchez Labrador durante los veinte años que vivió en las misiones guaraníticas. Azara fue un "naturalista original", como él mismo reconoció. No tenía experiencia previa en este campo. En sus indagaciones y comparaciones contaba con el único trabajo del investigador y naturalista Jorge Luis Le Clerc, conde de Buffon, a quien llama "mi autor" y con quien discute y critica ocasionalmente en sus escritos. Se sabe que el conde de Buffon dio sus primeros pasos por otros campos muy diferentes a la historia natural. Sus primeros trabajos de investigación no parecen presagiar su fuguro como naturalista; quizá
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por ese deseo de saberlo todo pudo llegar a la historia natural, que según decía "abraza todos los objetos que nos presenta el universo". La llegada de Buffon a la historia natural fue en parte accidental, sin que esto reste mérito a su valiosa proyección intelectual, su gran obra y su merecida fama universal. El propio Azara explica y justifica este cambio en el prólogo de su obra Apuntamientos para la historia natural de los pájaros: "Habiéndome conducido el destino al Paraguay, donde era imposible servir a la Patria según mis deseos y profesión, medité buscar una ocupación y recurso que aliviase mis pesadumbres y fuese de alguna utilidad". Sus anotaciones fueron al principio laboriosas porque, al faltarle práctica y libros, anotaba cuantas noticias históricas le decían; "pero como fuese viendo que todas eran falsas, dejé de preguntar y de oír lo que querían decirme, y aun borré las noticias adquiridas por relación, sin perdonar otras que las de muy raros sujetos cuya verdad tenía bien experimentada, y las de mi amigo D. Pedro Blas Noseda, cura del pueblo de San Ignacio Guazú, en quien encontré bastantes y buenas noticias; pero yo se las aumenté imponiéndole en el modo con que medía, describía y observaba, y dándole copia de la mayor parte de mis apuntamientos; con cuya instrucción describió setenta pájaros que creyó nuevos". Así, necesitado de una clasificación de los animales observados, Azara determina fijar criterios de medida y descripción para simplificar la tarea. Establece una clasificación por familias, definidas por los grupos de animales con caracteres comunes: "Cuando tuve como trescientas especies me fue imposible continuar; porque como sus descripciones seguían el orden de adquisición, cuando lograba un pájaro no podía asegurarme de si era nuevo o no hasta cotejarlo con todos. Entonces vi la necesidad de separarlos en clases o familias, componiendo cada una de los que tenían muchos caracteres comunes". "Después —continúa— leí con mayor cuidado y conocimiento mis apuntamientos: hice en ellos más de cien reducciones de pájaros que estaban duplicados: aclaré y completé muchas descripciones. (...) Por último conocí que mis familias debían reformarse, aunque me pareció imposible caracterizarlas bien; y además encontraba especies intermedias, otras como aisladas, y otras que por haberlas visto sólo una vez o dos, y acordarme poco de ellas, no atinaba a darles el lugar correspondiente. En estas cir-
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cunstancias me limité a reformar lo que supe, poniendo enseguida de cada familia los pájaros que empezaban a desviarse de ella". Su orientación para caracterizar familias ha sido la de valerse "con preferencia de las formas que residen principalmente en el pico, alas y pies, por ser las que más influyen en las costumbres, y las más fáciles de conocer". En su trabajo de ornitología, Azara describe 448 especies de aves, divididas en clases o familias, según los caracteres que le han parecido diferenciarlas. Además no se ha conformado con indicar las especies que habían ya sido descritas, sino que ha corregido los errores de los autores que le han precedido. Según el conde Buffon no hay más que en América aves que tengan una voz melodiosa y ésta es, en su concepto, una de las influencias del clima. Azara le sale al paso: "si se formara un coro de aves escogidas en el antiguo continente y se le comparara con otro coro de aves cantoras reunidas en el Paraguay, la victoria del canto puede que fuera disputada". LOS GUYRÁ-CUERA DEL PARAGUAY Mediante una rígida y sistemática disciplina de trabajo, Azara obtuvo un importante registro de aves. En su extraordinaria obra ornitológica Apuntamientos para la historia natural de los pájaros del Paraguay, describe aproximadamente 450 especies. En el año 1786, estuvo en Carapeguá y Quiindy, dentro del itinerario de sus numerosas expediciones a los distintos territorios paraguayos, mencionando por primera vez a las aves. En su viaje a San Ignacio Guazú se relaciona con el sacerdote jesuita Pedro Blas Noseda, su gran amigo paraguayo, quien prestó su valiosa colaboración para ser posible su obra. El 13 de septiembre de 1788, Azara ofrece al Real Gabinete de Historia Natural de España los servicios del religioso. De ahí en más comienza la gran aventura del descubrimiento de los guyrá-cuera..., las aves. —Guyrá es el nombre guaraní de las aves. Tenemos una larga lista confeccionada por Azara. Creemos que una parte de esa relación puede servir para estimar la obra ornitológica del ilustre aragonés, obra que le dedica a su hermano Nicolás (16 de mayo de 1802): Querido Nicolás: Siendo tú mi hermano mayor, y sabiendo lo mucho que te gustan los adelantamien-
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En el Paraguay existen 645 especies de aves comprobadas científicamente. En la foto, un ejemplar del orden de los yacús de Azara. Dirección General de Turismo. Asunción.
tos humanos de cualquiera clase que sean, no he dudado un momento en dedicarte esta obra, que creo es la primera Ornitología escrita en castellano por un Aragonés, y la más exacta y extensa de los Páxaios de América. Con esto cree haber cumplido su obligación y sus deseos. Tu hermano Félix. —Churi, ñandú, avestruz (Rhea americana). Azara indica que los
dos primeros nombres son guaraníes y el tercero es el que le dan los españoles. Se trata del avestruz americano, que nuestro investigador ubica en el orden de los yacús. Habitante de las llanuras, es manso y domesticable. Es muy veloz en su carrera y usa hábilmente sus alas para dar bruscos cambios en su huida. Sobre el número de huevos que pone la hembra, Azara dice que estando en el pueblo de San Ignacio comprobó que una sola puso 17 huevos en tres días. "No obstante —aclara— se encuentran a veces 70 y 80 huevos en un solo nido, los que no pueden ser sino de muchas hembras".
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Garzas en el Chaco. Mediante una rígida y sistemática disciplina de trabajo, Azara obtuvo un importante registro de aves del Paraguay.
—Yacú-hú (Penelope obscura). Siempre en el orden de los yacús de Azara, se conocen cinco variedades. Son aves de pico, de alas y de patas robustas y pesado vuelo. El yacú-jhú, vulgarmente "pava del monte", como lo indica su nombre, tiene el plumaje negro (jhú). Del yacú-caraguatá o yacú-i (Ortalis canicollis) Azara apunta que su grito o canto es muy fuerte y continuo y que por eso le han dado ese nombre los guaraníes. El yacú-apeti (Aburria jacutinga) es negro con manchas blancas. Azara comenta que el padre Noseda le denomina yacú-para. El pavo montés paraguayo es el mytu (Crax fasciolata). Predomina el negro en su plumaje. La cabeza ostenta un altivo penacho negro, que es blanco en la hembra. Contra lo que acontece en la mayoría de las especies animales, la hembra es más atractiva que su compañero. El yacú-pema (Penelope sclateri) presenta, como lo sugiere su nombre guaraní, el cuerpo algo aplastado. Tiene el cuerpo negruzco con reflejos verde olivo obscuro. Se completa la familia de los yacús de Azara con el yacú-po'i (Penelope superciliaris), más esbelto y ágil que los anteriores. —Ynambú. Bajo esta denominación guaraní, agrupa a las aves que "los españoles les llaman perdices si son grandes, y codornices siendo chicos. En realidad se parecen a las perdices: en poner bastantes huevos,
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en hacer el nido en tierra, en no beber ni viajar, en ser temerosos y en volar poco trecho con pesadez". Ynambú-guazú (Rhynchotus rufescens) es una perdiz grande que habita sólo los campos de pasto muy alto y tupido. De inambú'i (Nothura maculosa) Azara dice que así le llaman los guaraníes, y también ynambumi, por su tamaño pequeño. Canta todo el ario un trino largo, melancólico y no desagradable. De ynambú-carapé (Taoniscu nanus) nuestro investigador recuerda que por este nombre lo conocen los guaraníes de misiones, aunque algunos le denominan ynambú-yary'i, "que significa abuelo del ynambú" o ancestro de las perdices. Sólo está entre los pastos muy altos y espesos, siempre escondido. El mocoicocoé (Tinamus solitarius) es otra especie de los ynambús de Azara. También conocido con el nombre de ynambú-caagua. "Canta su nombre despacio —cuenta Azara— separando cada sílaba, en tono tristísimo que he oído muchas veces, ya puesto el sol, en los bosques grandes y espesos que habita sin salir ni posarse en árbol, y sin caminar de día. No admite más sociedad que la hembra". —Ynambú-tataupá (Crypturus tataupa). Azara dice que el significado de ese nombre guaraní es ynambú del hogar, "tal vez aludiendo a que se suele acercar a las casas campestres situadas junto a espesuras". Su voz es más fuerte y brillante que la de todos. En el ynambú-apé-ky'a (Crypturus obsletus) la cabeza y cuello son aplomados, y rojizos el pecho y el vientre, observa Azara. —Pycasú (Columba furina) es el nombre general que dan los guaraníes a toda paloma silvestre del Paraguay, y por excelencia a ésta, señala Azara al iniciar su descripción sobre los columbiformes. El pycasú es blancuzco, con reflejos gris azulado. Al pycasú-ro (Columba picazuro) los españoles le llaman comúnmente paloma torcaz. Vive a pares y en bandadas numerosas. "Toda la cabeza y garganta son moradas, el lomo hasta la cola azul aplomado vivo y la espalda parda". En el grupo de las tórtolas figura el pycu'i (Claravis pretiosa) que Azara apunta es muy común en el Paraguay: "los españoles la denominan tortolita, figurándose acaso que es la de Europa; pero se engañarían mucho..., su plumaje es blancuzco, con manchitas azules esmaltadas". —Pycu'í-pytá (Columbigallina talpacoti). Nuestro investigador asegura: "no la he visto sino en el Paraguay, donde los guaraníes la llaman pycu'í-pytá (tórtola roja). El yeruti (Leptoptila reichenbachi) discurre por los bosques y montes del Paraguay, con plumas de color pardo, con reflejos azules, rojizos y amarillos.
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— Ypaca'á (Aramides ypacaha) es el nombre que le dan los guaraníes a esta especie, que también lo extienden a la familia en general, con doce variedades. Sobre el ypaca'á Azara comenta: "es aplomado hacia la medianía de la garganta y parte del pecho; de allí a la pierna es rojo; el muslo y la cola son negros; el costado y sobre la cabeza, aplomados". Su voz melodiosa tiene por canto su propio nombre, que puede escucharse a un kilómetro. El syryco (Aramides cajanea chiricote) es muy popular por su melodioso canto, en el que repite las sílabas de su propio nombre. El yahana (Gallinula galeata), como los otros, articula su nombre al cantar con voz melodiosa y melancólica. — Ypé (Dendrocygna viduata). Azara apunta que la mayor parte de los guaraníes le llama ypé, otros le dicen guaraimbé; los españoles, patos, aunque aparecen igualmente bajo esta denominación el ganso y el cisne. Existen 15 especies. El ypé pertenece a una variedad gregaria. Vive en bandas de centenas de individuos. El ypé-pepo-sacá (Metopiana peposaca) es otro ejemplar de la familia de los ypé. Presenta el color azabache en el cuello, la cabeza y los costados, con simétricas rayas blancas. Del ypé-guazú (Cairina moschata) Azara recuerda que los españoles lo llaman pato real o grande. — Guyrá tí-guazú (Coscoroba coscoroba). Es por excelencia el perfecto representante del orden de los anseriformes. Es níveo, menos los bordes obscuros de algunas plumas. El guyrá tí es el bello cisne de la campiña paraguaya. — Tuyuyú. Azara agrupa a cinco especies de esta familia. En castellano, cigueña; en guaraní, tuyuyú, que alude a su hábitat, el barro. Se caracterizan por su gran tamaño, por volar con serenidad largas distancias. Son los zancudos, especies del Paraguay muy admiradas. El tuyuyúguazú (Euxenura maguari) es la bella cigüeña paraguaya. Azara enfatiza que no se trata de la especie de Europa. Esta cigüeña es muy apegada al terruño. No lo abandona, como hacen las aves migratorias de otros continentes. El guyrá-ti (Herodias agretta) es la garza real del Paraguay. Es todo blanco, "de una espalda a otra —observa Azara— va una hilera de plumas de mástil rectísimo y tieso, de barbas sedosas, que están echadas sobre el cuerpo, excediendo de siete pulgadas y media en la cola; y como su raíz se apoya sólo en la piel, el viento juega con ellas". — Cuarahy-mimby (Syrigma sibilatrix) es la garza cantora, que repite unos silbidos dulces y melancólicos. Al oírlos con frecuencia, la gente del campo cree que anuncia cambios del tiempo. En su cuerpo 229
predomina el color gris, y el azul en la cabeza y la garganta. Tiene una silueta fina y elegante. — Saría (Cariama cristata). Figura entre los pájaros más curiosos del Paraguay y de Sudamérica. Su pico es de color rojo. Las piernas son muy largas y del mismo color del pico. Corre ligero, pero su vuelo es pesado. Es fácil domesticarlo y puede andar libremente en la casa, sin que busque recuperar su libertad. Es un guardián de la vivienda; custodia con mucho celo. — Chajhá (Chauna torquata). Como el anterior, al ser domesticado vigila siempre alerta la casa. En horas de la noche lanza gritos de alarma. Recuerda Azara que el chajhá "se posa en la cumbre de los árboles; y en la tierra camina espaciosamente con majestad, llevando el cuerpo horizontal, las piernas muy apartadas y casi en la dirección del tarso, la cabeza y el cuello verticales y el pico algo inclinado para abajo". —Mbiguá (Phalacrocorax vigua). Pertenece al grupo de las aves nadadoras. Se lo ve con mucha frecuencia en las márgenes del río Paraguay. Azara indica que el mbiguá vuela con bastante violencia y rectitud; y "aunque a veces se elevan bastante, lo común es volar pegados al agua. Subsisten del pescado persiguiéndolos con mucha ligereza largos trechos bajo el agua". La otra especie en el mbiguá-mboi (Plotus anhiga), ave arisca y rara a la que se la ubica por la particularidad del cuello. En su descripción, comenta que siempre tiene "el cuello enroscado con un círculo perfecto, como el de una trampa de caza". —Macá (Podiceps dominicus). Este grupo reúne a las aves caracterizadas por la atrofia de las patas. Casi no pueden caminar. El macá habita los ríos y lagunas. Su aplastado cuerpo lleva espesas plumas que repelen el agua y la humedad. —Teteu (Belonopterus cayennensis). Azara le ubica a este singular "vigilante" en el grupo aguapeazo. En el Paraguay lleva el nombre de tero. Durante el vuelo "hace gambetas en el aire, jugando hasta ponerse de costado o panza arriba", comenta Azara. Domesticado, es un perfecto guardián. Canta de noche y de día si oye algún rumor. —Carau (Aramus scolopaceus). Es un pájaro que no admite más compañía que su pareja. Pertenece a la familia de la grulla. Canta su nombre con gran potencia y claridad, que se escucha a más de dos kilómetros de distancia. A veces, su voz resuena triste. El canto del carau dio origen a una conocida leyenda guaraní.
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—Martín pescador. Habita las orillas de los ríos, arroyos y lagunas. Va casi siempre solo. Se posa en ramas inmediatas al agua y desde allí atisba los peces. No se suele equivocar en la profundidad a que puede verificar su lance, señala Aura. En el grupo de estas aves se destaca el yagua-cati (Ceryle amazona), que tiene la nuca blanca, pero la cabeza, el lomo y la cola de un plumaje obscuro con bellos reflejos dorados. — Surucu'a (Trogon surucura). Es la más conocida entre las aves de los trogones. En el Paraguay lleva nombre guaraní, en Guatemala se denomina quetzal. La otra especie es el surucu'a-saiy-yu (Trogon rufos). En el primero resplandecen en su bello plumaje el azabache, el azul y el morado, el gris y el verde. Sin embargo, el segundo le supera en esplendor y belleza. — Mainumby o colibrí. Es una verdadera joya voladora. Su nombre evoca el recuerdo del esmalte o de la piedra preciosa. El propio Azara escribe sobre uno que luce "un turquí casi negro, en el lomo hasta la cola" (Anthracothorax nigricollis); o de aquel otro que enseña "el vientre azul esmaltado con brillos sobresalientes"; o del "más bello de todos", de subido azul la garganta, la cola, los costados y las partes inferiores del cuerpo; pasa como una saeta o se detiene vibrante en el aire, junto a la flor que se abre en su espera, y todo él "brilla lo que no puede explicarse" (Chlomstilbon aun oventris egregius). — Yvyya'u (Lurocalis semitorquatus matteten). Ave del mismo orden de las anteriores. Azara hace una extensa descripción de esta familia que "tiene relación con las golondrinas" pero difieren en muchos aspectos. — Urutauo guaigüingue (Nyctibius griseus). El más célebre representante de esta familia, "el ave que llora la muerte del Paraguay", recuerda Natalicio González; e inmediatamente aclara que "el Paraguay sobrevivió a la hecatombe de su pueblo (la destrucción del país como consecuencia de la guerra del Brasil, Argentina y Uruguay contra el Paraguay) pero el urutau sigue sollozando en los atardeceres azules de la tierra guaraní, envuelto en un extraño mito, en el que es fácil percibir supervivencias de un antiguo culto solar". El urutau "no vive sino en los bosques muy elevados —escribe Azara— posándose siempre en árbol grande muy seco, donde con el cuerpo vertical se pega como los pájaros carpinteros al extremo de una rama tronchada, apoyándose con la cola, y porque posa allí en absoluta quietud todo el día, es muy dificultoso verle". —Ati. Así llaman en el Paraguay a las gaviotas. Aura utiliza también este nombre guaraní al describir los caracteres generales de las ga-
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viotas del país, donde logró ubicar cinco variedades: entre las pequeñas, ati, el Larus cirrocephalus y el Phaetusa magnirostris; entre las grandes, pa'a-guazú, el Rhynchops y el Sterna superciliaris. Vuelan con mucha velocidad sin cansarse, haciendo gambetas y batiendo al compás las alas, sobre los ríos, lagunas y aguas limpias. — Yacaveré (Gallinago paraguaiae), becasina para los españoles. Es un acróbata en el aire y a veces en la obscuridad, "sube casi verticalmente a mucha altura —escribe Azara— de donde se deja caer abandonado, plegadas las alas, cabeza abajo, sonando veré, veré, muchas veces continuas, y antes de llegar al suelo vuelve a subir, repitiendo lo mismo algún rato". En noches de luna es un verdadero espectáculo. Las becasinas del Paraguay habitan las costas cenagosas de las lagunas, ocultándose en las hierbas. Otras especies de esta familia son el chululu (Tonatus melanoleucus) y el aguapeaso (Jacana jacana). — Tucá (Rhamphastos). Los guaraníes llaman tucá al tucano, indica Azara al describir a esta ave del orden de los Scansores: "todas estas especies son aves sociales que andan a saltos; sus enormes picos pavorizan a las víctimas de sus atropellos; destruyen y devoran pichones; pero pasada la estación de las crías llevan una vida abstemia y su frugalísima comida se compone de algunas semillas y frutas". Entre las variedades de esta familia se pueden citar: el arasari o tucásay-yú (Pteroglossus castonotis), que tiene negras la nuca y la cabeza, amarilla (say-yú) toda la zona inferior del cuerpo y son de tono verde-oscuro una parte del lomo, las espaldas y los costados; el tucá'i (Rhamphastos dicolorus) es más pequeño que el anterior, su pecho luce un llamativo color naranja, y el vientre, un bello carmesí. —Calandria (Mimus saturninus modulator). Otra de las aves autóctonas que describe Azara, "por este nombre le conocen en el Paraguay y Río de la Plata; y sin duda se lo dan por aquel refrán que dice `Canta como una calandria', que vale tanto como decir canta deleitosamente. Más no por esto se ha de pensar que tiene analogías con la calandria de mi tierra, de quien dista muchísimo, por cuyo motivo convendría darle otro nombre". —Golondrina o mby-yu'í (Progne chalybea). "Los guaraníes dan el nombre mby-yu'í a mi primera especie (de golondrinas); y de ahí viene que le han aplicado a todas. Pero yo las llamo golondrinas", enfatiza Azara. Las variedades de golondrinas del Paraguay son: mbyyu'í-peti (Progne tapera) y mby-yu'í-mi (Hirundo erythrogastra). Ha232
cen sus nidos en árboles solariegos o en los tejados. Son silenciosas, aunque cuando el amor les asalta insisten en sus cantares: "su voz es muy variada, y sobremanera deleitosa; de forma que pocos le excederán en el mundo". El ilustre aragonés discute en su texto las apreciaciones que sobre las golondrinas hace el naturalista francés Buffon. Sobre el tema dice que éste, después de cotejarlas con los yvy-yaú , "se mete a impugnar a Aristóteles y a Plinio..., también impugnará a muchos..., pero una y otra proposición son tan notoriamente falsas y contrarias a la naturaleza, que sería perder el tiempo de detenerse a impugnar semejantes fábulas". Al advertir los errores de Buffon y de otros naturalistas de su época, Azara indica: "Del poco caso que hacen los Naturalistas de los colores, de no saberlos explicar, y de usar el mismo descuido en las medidas y formas, nace la confusión y el lastimoso desorden en que está la Ornithología". —Hornero (Furnarius ruft0. En varias zonas del Río de la Plata se lo conoce con este nombre, sin embargo en el Paraguay le llaman Alonso García. Recuerda Azara que su nombre alude a su nido de barro, que tiene la figura exterior de un horno. No entran en los bosques ni suben a las cumbres. Colocan su nido sobre troncos fuertes que tengan pocas o ninguna hoja. — Pitogue o bienteveo (Pitagus sulphuratu.O. "Los guaraníes del Paraguay le dan el primer nombre; y los españoles, el segundo; porque a unos y a otros les parece que canta con claridad y muy altamente su nombre". Es un ejemplar que abunda en la ciudad y en el campo. Es muy sociable. —Pyti'a-yumi. Este nombre ha recogido Azara de la campiña paraguaya para describir a esta ave que se caracteriza por su bello y colorido plumaje. "La base de la mandíbula superior es negro, que continua sobre el ojo; sobre la cabeza hasta la cola, celeste; pero en la espalda y parte inmediata del lomo hay una gran mancha verde-amarilla; la garganta, su inmediación, y hasta la cola, son de oro precioso". Tal es la descripción de nuestro investigador. —Chingolo o che-sy-jhasy. Azara se familiariza igualmente con este popular ejemplar. Señala que la gente le llama gorrión, porque es muy popular en los pueblos y fuera de ellos. El nombre guaraní es porque canta todo el año y con mucha claridad. Su voz es penetrante y melancólica.
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—Ypecú o pájaro carpintero. Los nativos del Paraguay les designan en guaraní, pero los españoles les dan el nombre de carpintero, aludiendo a que trabajan en los troncos, nos recuerda Azara: "habita en familia los bosques grandes del Paraguay, prefiriendo los troncos más gruesos, con el pico dan golpes en el tronco que se oyen de lejos, sin que se puedan contar por apresurados". —Ypecú-ñu (Colaptes campestris). Forma parte de la gran familia de los carpinteros. Esta especie tiene el copete negro y en general predomina en su plumaje el tono oscuro. El ypecú-ati (Celeus lugusbris) se diferencia del anterior por la tonalidad de su plumaje. Su nombre guaraní alude al blanco de la cabeza y de la nuca. El ypecú (Leuconerpes candidus) lleva una vida colectiva, trabaja en los montes y lanza gritos potentes. El nombre guaraní del ypecú para (Verniliornis spilogaster) alude a los puntos rojos que motean su obscura cabeza. Vive en pareja por los grandes bosques. El ypecú'i (Picumnus cirhatus) es muy pequeño, va solo o en pareja. Trepa los tronquillos. No se puede apoyar con la cola como los demás carpinteros. El ypecú-cuartelero (Campephilus melanoleucos) golpea con su potente pico los más duros troncos. Su lomo es blanco, lo mismo que el pico. Respecto al chacurú (Buceo chacuru), comenta Azara: "Le llamaría cabezón por su abultada cabeza, si no me asegurasen, que los guaraníes le llaman chacurú, por su voz y algunos le dan el nombre de ypecú o carpintero (...) no conozco pájaro que se le parezca en la cabeza grande, en la magnitud y figura del pico, en la cola estrecha, débil, corta y ridícula y en la totalidad fornida y fea". —Piririgua o piririta (Guira guira). Así le llaman en el Paraguay, deduciendo ambos nombres de su canto, que repite volando y posado. "Es estacionario —apunta Azara—, prefiere las quintas y lugares inmediatos a la casa..., su color es un verde-azul, con vetas blancas". En el Paraguay también se le llama pilincho. —Anó-guazú (Crotophaga major). Se agrupa, como el caso anterior, en el orden de los Coccyges. Vive en familias de 8 a 10, siempre en los parajes de grandes matorrales. Su canto suena a un diálogo susurrante, "que no parece de pájaro, ni de uno solo, sino más bien una conversación baja de muchos", comenta Azara sobre el extrañísimo canto del anó-guazú. —Tingazu o guyrá-payé (Piaya cayana guarania). Es muy conocido por su primer nombre, aunque algunos guaraníes le llaman guyrápayé, que equivale a "ave hechicera", testimonia Azara, quien a la vez
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asegura que sólo lo ha visto en el Paraguay. Los naturales tienen algunas agüerías con este pájaro. — Chochi (Tapera naevia). "Todos le conocen en el Paraguay por este nombre, que él se ha impuesto; porque lo canta silbando clara y tristemente, y se oye de una milla, repitiéndolo cada 8 segundos de tiempo buena parte del día y de la noche en tiempo de amor", al decir de Azara. — Yacy yatere. Canta con sonoridad su nombre y lo repite a segundos de intervalo, especialmente en horas de la tarde. El canto de este arisco ejemplar tiene resonancias autóctonas. — Say hovy (Thraupis sayaca). Azara le ubica en la familia de "los lindos", porque poseen "los esmaltes y colores más bellos de la naturaleza". Es muy conocido por ese nombre, que significa en guaraní "vestido azul". Vive a pares, en familia y a veces en grupos de 20 ó 30. Se alimentan preferentemente de frutas. — Corochiré (Turdus amaurochalinus). Pertenece a la familia de los tordos. Sobre estas aves Azara dice que son muy sociables, "que por lo común ni el amor disuelve sus bandas". El corochiré habita los bosques del Paraguay. Su canto no "guarda analogía con el de ningún otro pájaro..., por su dulzura". El corochiré-pytá (Turdus rufiventris) se destaca por su melodioso canto, que se hace más reiterativo con la llegada de los primeros calores. —Aca-pytá (Paroaria capitata). Es el cardenal del Paraguay. Su nombre significa "cabeza roja". Viven en los matorrales y prefieren estar cerca de los arroyos y aguadas. Del ara-guyrá (Coryphospingus cucullatus) Azara indica que conserva el nombre guaraní, que puede entenderse como "pájaro del día o del cielo, de la luz o del fuego". De oscuro plumaje, luce orgulloso su vistoso copete rojo. Al guyrá-yulytu' i (Sporophila hypoxautha) Azara le llama también azulejo al destacar el bello color celeste de su frente. — Chopi (Cacicus chrysopterus). Azara da muestra de ser un excelente observador: "su postura es derecha y majestuosa, y su carácter no muy arisco; pero sagaz y tan cauteloso, que aunque se introduce en los corrales, patios y corredores, evita todas las trampas en que rara vez cae. Vuela con violencia y pausa, según quiere; embiste con intrepidez a cualquier pájaro, lo persigue con obstinación y volando se posa sobre sus lomos y le pica". —Aca'e-say-yu o yapú (Xanthornus decumanus). Se destaca por su bello plumaje de color amarillo, como lo indica su nombre autóctono. 235
Nuestro investigador descubre que el pájaro yapú, "para cantar, que lo hace rarísima vez, tiende el cuerpo a lo largo sobre el tronco de una rama, inclinada cabeza abajo y aleteando despide una voz que no sé explicar; pero es extrañísima con alguna variedad no desagradable". —Urraca o aca-e. Azara escribe sobre la popular urraca: "canta de varios modos, siempre fuerte, triste y no desagradable". El aca-e-jhu (Cyanocorax cyanomelas) es la especie más conocida del Paraguay y aunque su nombre guaraní significa ("negro") don Félix asegura que "vista a alguna distancia parece negra, pero como no lo es, le he mutado el nombre de morada". —Guyrá-yetapá (Alectrurus risorius). Se extracta una parte de la descripción que sobre esta especie hace el ilustre aragonés: "sólo lo he visto en el Paraguay, cuyos guaraníes le suelen llamar guirá-yetapá (ave de tijera), como acostumbran a todo pájaro de cola larga", en donde aparece la principal diferencia de los sexos. Cuando descienden para posarse, abren y cierran la cola a modo de tijera. —Pepoasá (Taenioptera cinera). Azara explica que su nombre significa "ala atravesada" y "los guaraníes dan este nombre a todo pájaro que tiene atravesados los remos o alas". No entran en bosques ni atraviesan matorrales, son estacionarios. El ycupero (Taenioptera irupero) tiene las formas y costumbres del pepoasá y se diferencia por los colores del plumaje. —Guyrá-pytá (Pyrocephalus rubinus). Sobre esta especie, Azara apunta que los guaraníes le conocen con ese nombre y que otra gente le dice churrinche. Las plumas de la cabeza son blancas, la punta parda oscura y el intermedio rojo (pytá), las alas, cobijas y cola obscuras. La garganta hasta la cola pardo y blanco con algunas plumas escarlatas y los timoneles inferiores rojos. —Surirí-guazú (Tyrannus melancholicus). Su voz dice surirí, de ahí su nombre guaraní. Azara, que lo vio con detenimiento, señala que "jamás baja al suelo, ni sabe andar, ni saltar, porque tiene las piernas muy cortas". Por las tardes suele volar largos ratos sobre los ríos y llanuras. Es gris la cabeza y de color oro las partes inferiores del cuerpo. —Guyrá-pu o guirapunga (Procnias mudicollis). En las cumbres de los árboles grandes y frondosos habita el guyrá ("pájaro") pú ("sonido") de los guaraníes, cuya voz goza de una merecida fama. El sonido de su canto se asemeja al de la campana. De allí su nombre castellanizado: pájaro campana.
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Fascinados por la singularidad de su canto, varios naturalistas y viajeros hacen referencia de su presencia en las selvas paraguayas. Jorge Marcgrave publicó en su Historia naturalis, edición latina del año 1648, sobre el pájaro campana, bajo el nombre de guirapunga. Al respecto dice: "ave cuyo canto se oye de lejos. Excede en tamaño al tordo y casi iguala al de la paloma..., tiene una boca amplia que el ave puede abrir hasta los ojos, de suerte que la abertura de la boca, junto al pico, forma un triángulo..., la cabeza está cubierta de plumas pardas intensas, el cuello es negro, el vientre, dorso y parte superior de las piernas, cenicientas obscuras. Las alas, negras al principio, terminan con un verde subido. La tráquea es amplia, pudiendo por ello emitir fuertes gritos". —Yryvú. Así llaman los guaraníes al cuervo por excelencia. Escribe Azara sobre esta especie, muy común en el Paraguay: "por tradición se dice que en la conquista y mucho tiempo después no existía en Montevideo, y que pasó allá acompañando las embarcaciones". Sobre el antiguo dicho de "Cría cuervos y..." Azara no da crédito y lo explica: "criaron en una casa, y le vi de más de un año. No podía darse cosa más mansa. Distinguía al dueño, y le acompañaba ocho y diez leguas volando sobre su cabeza, y a veces posándose sobre la carreta. Venía a la mano siempre que le llamaba, y jamás se juntaba con los de su especie para comer, porque no hacía caso de otra carne de la que le daban con la mano". El yryvú-ruvichá (Gypagus papa) es el más grande y poderoso entre los de su especie. Su nombre guaraní significa, literalmente, "jefe de los cuervos". —Caracará (Polyborus tharus). Más de doscientas especies de aves de rapiña diurnas están registradas en el Paraguay. Los guaraníes le llaman caracará, "que conservo, porque lo canta con frecuencia", comenta Azara. En otra zona le dicen carancho. Se destaca por ser un extraordinario cazador: "he visto que uno cogió un sapo —sigue nuestro investigador— y subiéndose a un árbol, llamó a su consorte y se lo regaló. Comienza en el Paraguay a usar las delicias de Venus por junio, y cría en agosto, septiembre y octubre". —Caracará'i (Milvago chimachima). Más pequeña pero más audaz que la variedad anterior. El kirikiri (Falco rufigularis) es aún de menor tamaño. El taguato-jhovy (Harpyhaliaetus), como lo indica su nombre, tiene un matiz azulado (jhovy); el taguato-apiraty (Spizaetus ornatus) sobresale por las listas blancas y negras del pecho y vientre; el taguato'i (Micrastur ruficollis) es el más pequeño del grupo. Todos son rapaces y fuertes. 237
Yryvú-ruvichá. Es el más grande y poderoso entre los de su especie, asegura Azara. Dirección General de Turismo. Asunción.
—U rucutr ' a. "No soportan el sol ni mucha luz y pasan los días en quietud o dormidas, saliendo con el crepúsculo y la luna", apunta nuestro naturalista sobre las aves nocturnas de rapiña, cuyo prototipo es la clásica lechuza. Una muy pequeña y que abunda en el Paraguay es el urucutr 'a ñu (Speotyto cunicularia). Sobre sus ojos grandes resaltan unas llamativas cejas blancas; el urucure'a-caaguy o urucum'a-guazú (Pulsatrix pulsatrix), como lo indica su nombre guaraní, es la lechuza grande y hace honor a su tamaño; es muy fuerte y gran cazadora. Se posa generalmente en los árboles de gran follaje. —Ñacurutu (Asio clamator). Con su gran precisión, Azara abre el capítulo de esta especie señalando que canta de tres maneras: "la primera silvando como entre dientes, a la manera de la lechuza. La segunda es un trino agudo y agrio, con que explica el enojo y la incomodidad. Y la tercera dice su nombre fuerte y narigalmente, con que asusta a los que transitan de noche por los bosques elevados, que son sus palacios". El suinda (Strix perlata) no entra en los bosques ni se posa en árboles. Habita únicamente los campos. Es menos nocturno que las demás lechuzas.
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— Caburé'í (Glaucidium pumilum). Es significativo el comentario de Azara sobre la vida del caburé'í. Una parte dice: "me parece que no hay pájaro más vigoroso en proporción de volumen, ni más feroz e indomable". Se arroja contra las grandes aves, se las prende y las devora. El caburé'í es muy popular en el Paraguay. De un magnetismo extraordinario. Su pluma es un talismán maravilloso. Con ella las niñas podrán imponer su voluntad, sobre los varones, a semejanza del caburé'í, que la impone a todas las aves.
DE LOS LOROS EN GENERAL (LOS ARARACÁ-CUERA) Con una rígida y sistemática disciplina de trabajo Azara ofrece sus descripciones sobre la familia de los loros en general, que ilustran las variedades de este grupo de aves del Paraguay. En este sentido, si bien hay que reconocer su valioso aporte al conocimiento de la ornitología guaraní, también hay que destacar la condición crítica de un número de especies, como el gua'á-jhovy, ya casi extinguido. —Gua'á-jhovy (Ara ararauna). Los españoles le llaman guacamayo y los guaraníes araracá y guaba, que son todos deducidos de su voz o gritos, fuertes y alborotadores, y de su color, un bello azul celeste (jhovy) en la nuca y la cabeza; "todo el resto sin excepción es celeste encima, y lo mismo debajo, aunque menos vivo; pero en la posición de la luz todo lo azul cambia en verde mar", comenta Azara. — Gua'á-say-yú (Ara caninde), "también llamado canindé por los guaraníes de los parajes donde se encuentra este pájaro, que no existe en cincuenta leguas de la capital del Paraguay, donde hay bastante de la especie menor", explica nuestro investigador y añade: "una ancha gola azul turquí hay en lo más alto de la garganta. De allí al orificio, costados y tapadas, son de oro puro y bello, y los remos o alas y cola por debajo de un amarillo vivo (say-yú). Sobre la cabeza verde, y del trasero a la cola con todo el resto, celeste precioso". — Gua'á-pytá (Ara chloroptera). Como lo indica su nombre, predomina el color rojo (pytá) en su brillante y bello plumaje, que lo luce principalmente en la cabeza, en el cuello y en las patas posteriores. En las alas sobresalen tonalidades verdes y azules, mientras que en la parte del lomo y cola se aprecia un celeste espléndido.
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—Maracaná(Ara maracana). Si se atiende a las formas del pico, pies, alas y cola de esta especie, no se podrán separar del guacamayo. Sin embargo Azara lo hace, fundándose en que son muy notablemente menores, más abundantes y sociales (en muchas de sus especies aprenden fácilmente a hablar), en que tienen las alas más largas a proporción, vuelan con mayor velocidad y la cola es más corta, aunque de la misma hechura. En fin, es diferente en alimento, porque no comen dátiles, sino semillas y frutas. Azara hace una minuciosa descripción de este pequeño guacamayo: "tiene tres manchas rojas: la primera en el tupé entre los respiraderos; la segunda en el lomo, donde las plumas son verdes con dobladillos rojos, pero la ocultan las alas estando plegadas, y la tercera, no tan viva, entre las piernas, y se extiende con dos puntas hasta los costados del pecho". —Arua'i (Conorus culeutophthalmus). Se diferencia del anterior por su color verde: maracaná verde. Con su habitual estilo, Azara lo describe así: "Lo he encontrado en bandadas muy grandes. Es estacionario y habita los bosques y quintas. Me regalaron uno que hablaba con mayor claridad y perfección de cuantos he visto". —Tu'í (Myopsitta monacha cotorra). Pertenece a la familia de las cotorras. Aprende fácilmente a hablar y lo hace con mucha claridad. Es mansa y familiar. Se la conoce también por viudita. Azara, además de ofrecer con gran precisión aspectos anatómicos, colores, hábitat y alimentos de las aves del Paraguay, deleita, como en este caso, con un comentario sobre los hábitos del tu'í: "No he visto ave más coqueta; porque desde que entra en alguna casa, si no encuentra una compañía de su especie, se aparea con cualquiera otra, tomando por su cuenta el enamorarla. Para esto le hace todo género de caricias, la besa, rasca y espulga, provocándola incesantemente con voces, suspiros y movimientos provocativos". LA AVIFAUNA PARAGUAYA En el Paraguay existen 645 especies de aves (Hayes, 1995), comprobadas científicamente, entre las que se encuentran aquellas que residen en forma permanente en los diferentes ecosistemas, y alrededor de 60 especies migratorias de larga distancia. Un documento base sobre biodiversidad de la Subsecretaría de Recursos Naturales y Medio Ambiente del Paraguay (MAG/GTZ), da
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Tingazú (Piaya cayana); tucán (Rhamphastos toco). Dibujos de Sánchez Labrador. Siglo XVIII.
cuenta de que principalmente se distinguen las especies de 33 familias que viven preferentemente en hábitats boscosos; Tinamiformes (inanbúes), Falconiformes (yrybúes, gavilanes, águilas), Coraciiformes (yeruvás), Galliformes (pavas de monte y urúes), Columbiformes (palomas), Psittaciformes (loros, cotorras, papagayos), Cuculiformes (urutaús, yvyyaús, picaflores, surucuás), Piciformes (chacurúes, tucanes, carpinteros) y Passeriformes (pájaros de mediano a pequeño tamaño, tales como trepadores, horneros, bataráes, gallitos, anambés, bailarines, viuditas, urracas, monjitas, calandrias, golondrinas, zorzales, etc.). De las netamente acuáticas, que dependen exclusivamente de los ambientes húmedos (ríos, lagos, lagunas, arroyos, esteros, praderas y campos bajos inundables temporalmente), se encuentran unas 100 especies, pertenecientes a 21 familias, entre las que se distinguen las Podicipediformes (macáes, zambullidores), Pelecaniformes (mbiguás), Anseriformes (patos, cisnes, gansos), Ardeiformes (garzas y cigüeñas), Gruiformes (carau, pollas de agua, aves del sol y las sarías) y Charadriiformes (chorlos, chululús, zancudos, teros, gaviotas y rayadores). Otras, como el martín pescador o las águilas pescadoras, sin ser netamente acuáticas dependen de los ecosistemas húmedos. Las especies que habitan los campos como los ñandúes, inambúes, sarías y la mayoría de las paseriformes utilizan zonas de transición entre los bosques y campos. Entre los vertebrados, es el grupo de aves que mejor se adapta a las ciudades, por lo que existen especies que habitan ambientes urbanos. Las especies migratorias de larga distancia que proceden del hemisferio norte, como los playeros, los chorlos, gavilanes, passerinas o las gaviotas, visitan el Paraguay durante las épocas de verano. Existen especies de gansos y patos procedentes de la región sureña de Sudamérica, que vienen de la Argentina, Chile o de Uruguay. Se da también el caso de migraciones de algunas especies de rapaces desde el Brasil hacia el Chaco paraguayo o la región oriental del país.
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BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA Y FUENTES
OBRAS GENERALES DE FÉLIX DE AZARA
Apuntamientos para la historia natural de los pájaros del Paraguay y del Río de la Plata, Imprenta de la Vda. de Ibarra, 3 vols., Madrid, 1802-1805. Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y del Río de la Plata, Imprenta de la Vda. de Ibarra, 2 vols., Madrid, 1802. Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata, edición de Agustín de Azara, Imprenta Sanchís, 2 vols., Madrid, 1847. Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata, 1801; demarcaciones de límites entre el Brasil y el Paraguay a último del siglo XVIII, e informes sobre varios particulares de la América meridional española, edición de Agustín de Azara, Imprenta Sanchís, Madrid, 1847. Geografía física y esférica de las provincias del Paraguay y misiones guaraníes, edición de R. R. Schuller, Anales del Museo Nacional, Montevideo, 1904. Viajes a los pueblos del Paraguay, de Buenos Aires a Corrientes; pájaros del Paraguay. Editado por B. Mitre en Buenos Aires, con el título de Viajes inéditos de don Félix de Azara desde Santa Fe a la Asunción, al interior del Paraguay, y a los pueblos de misiones, 1873. Aparece también en la Revista del Río de la Plata, 1872-1874. OBRAS SOBRE FÉLIX DE AZARA ALFAGEME, C. y cols., Félix de Azara, ingeniero y naturalista del siglo
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INDICE
PRESENTACIÓN, por Rodolfo Aínsa Escartín PRÓLOGO, por Carlos M. Fernández-Shaw PREFACIO, por Augusto Ocampos Caballero
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I. Paraguay, la Provincia Gigante de las Indias II. Pobladores precolombinos del territorio paraguayo . . III. Expediciones españolas a América en el siglo XVIII . IV. Diplomacia española de la Ilustración V. Misiones de frontera hispano-luso-brasileña VI. La cuna de la ilustre familia de los Azara VII. Asunción, amparo y reparo de la conquista española . VIII. Conciencia crítica de Félix de Azara IX. La obra antropológica y etnológica de Azara X. Los mancebos de la tierra paraguaya XI. Trabajos azarianos en tierra paraguaya XII. La obra naturalista de Azara: suelo y clima del Paraguay XIII. Los grandes ríos y lagos del Paraguay XIV. Los bosques del Paraguay XV. Hierbas curativas y vegetales silvestres y cultivados XVI. Alcance científico de los estudios sobre la fauna XVII. Prospección de las especies faunísticas del Paraguay XVIII. Peces, batracios, reptiles, arácnidos e insectos XIX. Las aves del Paraguay
15 37 49 61 73 85 95 111 119 127 137 147 155 165 177 189 199 211 221
BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA Y FUENTES
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INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES
Instituto deiEstudiosiAltoaraioneses
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