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MICHEL DEL CASTILLO
he visto. Y aquí me encontraba con esta atmósfera así, tan provinciana —con ritos, el paseo, etc.—, y yo mismo me hice un personaje totalmente social. No podía hablar, hablaba muy poco, y no podía decir, por ejemplo, que estaba en una situación desesperada, y, en fin, yo no sabía cómo contar lo que me estaba sucediendo. Iba de pensión en familia, cada día peor, estaba muy enfermo, daba cursos de francés pero a veces no podía porque estaba enfermo, así que perdí el dinero, de manera que no podía pagar mi pensión... En fin, aquello era un círculo. Y en reacción contra eso me había construido un personaje social más bien litri, y me iba a tomar mi cafecito, mirando, hablando, parecía muy bien élevé, como se dice en francés, muy bien educado, porque no podía hablar a nadie, porque en realidad no sabía lo que me había sucedido, ni de dónde venía, ni por qué todo esto había sucedido. Fíjense también en que, cuando llego a Francia con mi madre en el 39, yo estoy encantado en el barco, porque mi madre me decía: "Eres francés, tu padre es francés, en Francia no hay guerra, o sea, vas a comer mantequilla, se come muy bien, la gente es muy delicada, te van a decir merci, s'il vous plait, tú eres francés", etc. Y llego a Marsella y me encuentro con cantidad de policías con armas que nos llevan a un campo de concentración, y aquí no me dicen ni merci ni s'il vous plait, no hay mantequilla, no hay queso... Así que no entiendo ni Dios lo que está sucediendo: puesto que soy francés, ¿por qué me meten aquí? ¿Qpé está pasando? Y toda esa guerra fue así, muy extraña.
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