Los montes públicos en Huesca (1859-1930)

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LOS MONTES PÚBLICOS EN HUESCA (1859-193) EL BOSQUE NO SE IMPROVISA



LOS MONTES PÚBLICOS EN HUESCA (1859-19

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EL BOSQUE NO SE IMPROVISA

Alberto Sabio Alcutén

BIBLIOTECA AZLOR INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES HUESCA


Ficha catalográfica SABIO

ALCUTÉN, Alberto

Los montes públicos en Huesca (1859-1930): El bosque no se improvisa.— Huesca: Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1997 313 p.: il.; 24 cm.— (Colección de Estudios Altoaragoneses; 43) Bibliografía D. L. HU-324/97.— ISBN 84-8127-060-1 1. Bienes comunales — Huesca (provincia) — S. XIX-XX. 2. Huesca (provincia) — Política forestal — S. XIX-XX. I. Título. II. Serie 332.24.012 (460.222) "1859/1930" 630*9 (460.222) "1859/1930"

Este libro se inscribe dentro del proyecto de investigación n° PS93-0084: «El campesinado parcelario en la España interior (Aragón, Castilla, La Rioja): Estrategias económicas, comportamientos políticos y poder local (1800-1936)», encabezado por el Dr. Carlos Forcadell Álvarez y financiado por la DGICYT.

Colección de Estudios Altoaragoneses, 43 Director de la Colección: Guillermo Pérez Sarrión Diseño de la Colección: Blanca Otal Corrección: Teresa Sas Bernad Cubierta: Foto E Tur. Fototeca Provincial de Huesca ISBN: 84-8127-060-1 Depósito legal: HU-324/97 Preimpresión: Ebro Composición, S. L. Imprime: Grafic RM Color, S. L. Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca) Parque, 10. E-22002 Huesca • Tel. 974-240180 • Fax 974-231061 e-mail: iealtoar@spicom.es




En la montaña altoaragonesa, «tierra baja» es sinónimo de civilización, aunque con un sentido muy distinto al que la costumbre ha consagrado. Civilizar es en todas partes mixtificar pero muchísimo más en los Pirineos. (Ramón J. Sender, «Del Alto Aragón. La montaña y la tierra "baja". Notas sobre el hombre de abajo y la mujer de arriba», El Sol. Suplemento Turismo-Viajes, Madrid, 16 de abril de 1930)


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ÍNDICE Prólogo, a cargo de Vicente Pinilla Navarro

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Introducción

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LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA Y EXTENSIÓN SUPERFICIAL DE LOS MONTES PÚBLICOS OSCENSES

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VALOR MATERIAL Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS FORESTALES

47

Comunidades de leñadores y empresas madereras

57

Praderías de verano y majadas de trashumancia

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Esparto, piedra, caza, pesca: los «otros» aprovechamientos

97

Bienes de propios y comunales, vacuna de urgencia para las haciendas locales

105

LA OFENSIVA PRIVATIZADORA SOBRE EL RÉGIMEN COMUNAL DE LOS MONTES

111

Lejos de la Arcadia feliz: el acceso diferencial a los bienes de titularidad pública

115

Vías de privatización y principales beneficiarios

125

Enajenaciones por vía desamortizadora Roturaciones y usurpaciones: el descuaje del monte para hacer pan LA REGULACIÓN ESTATAL DEL TERRITORIO: EL RÉGIMEN DE TUTELA EN LOS MONTES OSCENSES

125 142

157

«El miedo guarda la viña»: presencias y ausencias de la Administración forestal

159

El impacto de las primeras repoblaciones forestales

171

LAS RESPUESTAS VECINALES A LA INTROMISIÓN ESTATAL: FRAUDE Y FORMAS COTIDIANAS DE RESISTENCIA CAMPESINA

191

La defraudación como expresión de malestar social

197

Obstáculos a la individualización: compras colectivas, subastas desiertas y repartos

203

Conflictividad cotidiana y protesta-delito: El Pinar de Alquézar, los montes del «abandonado» Lanuza y la ignorancia fingida de los vecinos de Benabarre

209

A MODO DE EPÍLOGO: BIENES COMUNALES Y REDES CLIENTELARES

225

Apéndices

231

Fuentes y bibliografía

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PRÓLOGO

Prologar un libro no debe ser sino invitar a su lectura o, lo que es lo mismo, resaltar los méritos y virtudes que la obra y su autor reúnen para justificar la dedicación y el tiempo que su lectura exige. Creo adivinar que es la convergencia de nuestros temas respectivos de investigación, sus numerosos puntos de contacto y nuestro aprecio mutuo lo que más ha podido influir en que Alberto me haya elegido para redactar estas líneas, por lo que voy a realizar encantado el trabajo sugerido. Presentar, en primer lugar, a su autor es grato y sencillo a la vez. Alberto Sabio, aragonés de Monzón, es doctor en Historia por nuestra Universidad y, afortunadamente para ella, desde 1995 profesor de su Departamento de Historia Moderna y Contemporánea, en el que durante varios años ha sido previamente becario de investigación, primero del Ministerio de Educación y Ciencia y después del Banco de España. A pesar de su juventud, éste no es su primer libro, pues publicó ya Viñedo y vino en el Campo de Cariñena y, producto de su tesis doctoral, ha visto la luz también Los mercados informales de crédito y tierra en una comunidad aragonesa (1850-1930), editado por el Servicio de Estudios del Banco de España. Si añado que ha publicado además varios artículos, en revistas o libros colectivos, y ha presentado ponencias y comunicaciones en numerosos congresos, cualquiera puede llegar a la conclusión de que el dinero que el presupuesto público ha gastado en su formación pocas veces ha estado tan bien aprovechado y ha rendido tanto. El libro que sigue a estas páginas es, para empezar, un trabajo excelente llamado a constituir un marco de referencia inexcusable para los investigadores que desde perspectivas muy diferentes y también con formaciones diversas se ocupen del sector agrario o específicamente forestal oscense, de sus espacios naturales, de la ordenación de su territorio, de su historia o simplemente de su futuro. A la vez, reúne también las condiciones necesarias para que un amplio espectro de lectores interesados por este tipo de temas, y muy especialmente por nuestro Pirineo, puedan pasar un buen rato con él. Desde este punto de vista, el esfuerzo realizado para presentar un texto que tenga simultáneamente el nivel científico adecuado y sea accesible para este público amplio es uno de sus muchos logros.

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PRÓLOGO

Encuadrar el trabajo en una disciplina concreta me parece tarea más difícil: aquí se entremezclan de una manera admirable la historia económica con la historia social y con la nueva historia ecológica, por lo que su ubicación, si fuera necesaria, en cualquiera de ellas no plantearía ningún problema. Desde el punto de vista metodológico e historiográfico, este libro no es un trabajo aislado que se interna en terreno inculto; por el contrario, supone un esfuerzo más en lo que podríamos llamar un proyecto conjunto que tiene en la historia de los montes públicos españoles su objeto de estudio. Este proyecto ha estado cohesionado por el Seminario de Historia Agraria (SEHA), asociación de historiadores agrarios peninsulares que desde hace casi una decena de años trata de articular la investigación antes dispersa en este campo de conocimiento. Casi desde las primeras reuniones o congresos anuales del SEHA, el estudio de los montes públicos fue uno de los temas centrales de sus sesiones. Muchas investigaciones se vieron incentivadas precisamente por la atención que el tema venía recibiendo. Es en este contexto en el que creo debe enmarcarse la obra de Alberto Sabio, ya que sin su participación en los congresos del SEHA y su conexión con los demás investigadores no puede entenderse su propio trabajo. El avance que de esta forma se ha desarrollado en la investigación es un excelente ejemplo de cómo una asociación de historiadores bien cohesionada puede marcarse metas colectivas con extraordinarios resultados en el medio plazo. Podemos decir, en conclusión, que estamos recogiendo, o a punto de recoger, una gran cosecha que justifica con creces el tiempo dedicado. Esta cosecha tiene además varias virtudes como serían la buena interconexión entre historiadores económicos y sociales, la pluralidad de perspectivas desde las que se ha abordado el tema y la combinación de trabajos generalistas sobre el conjunto de España con investigaciones regionales o incluso comarcales. Sin ningún ánimo de exhaustividad, los trabajos sobre toda España parten de los esfuerzos por entender la lógica de las políticas públicas sobre los patrimonios forestales de Ignacio Jiménez Blanco, Jesúl Sanz y Santiago Zapata y del ambicioso proyecto colectivo del Grupo de Estudios de Historia Rural, que ha fructificado ya en un primer artículo publicado en el Noticiario de Historia Agraria sobre la privatización de los espacios públicos forestales y que en un futuro inmediato anuncia ya nuevas aportaciones sobre la producción de dichos montes o los conflictos en torno a su uso, sin olvidar el esfuerzo realizado por este colectivo en sus Estadísticas históricas de la producción agraria española, 1859-1935, por incluir los datos relativos al sector forestal. A la vez, para varios territorios del Estado contamos con un buen número de aportaciones, lo que nos permite completar esta visión general con los diferentes desarrollos que tuvieron lugar en cada zona; debemos destacar la importante investigación existente para Galicia a partir de los trabajos de Xesús Balboa y Aurora Artiaga; para Andalucía los del grupo nucleado en torno a González de Molina o los de López Estudillo; para Navarra la excelente tesis de Iñaki Iriarte, o para Cataluña las contribuciones que nos ha ofrecido ya Pere Sala.

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PRÓLOGO

Por último, quizás la perspectiva local o comarcal ha sido todavía la menos frecuentada, a pesar de las inmensas posibilidades que ofrece y de sus evidentes sinergias con los trabajos antes mencionados. Aquí, el libro de Jiménez Blanco sobre los montes públicos de Jerez ha sido sin duda una incursión clave que puede servir de referencia a posteriores investigadores. ¿Dónde encaja, en este contexto, el trabajo de Alberto Sabio y en concreto el libro que presentamos? Pues creo que permite incardinar perfectamente el conocimiento de los montes públicos aragoneses en este conjunto de nuevas y recientes aportaciones sobre la propiedad pública forestal, su evolución, gestión y producción. Si Alberto, en su Viñedo y vino en el Campo de Cariñena, dedicaba ya casi una cuarta parte del mismo al estudio de los montes de esa comarca y en su tesis doctoral volvía a hacer lo mismo con los de Cinco Villas, en esta ocasión completa su análisis con el de los montes oscenses, con lo que podemos afirmar que el autor nos ha ofrecido una excelente panorámica de este tema para buena parte de Aragón. Si este libro, tanto por su calidad como por su oportunidad y paralelismo con otros trabajos similares, se incluye en este esfuerzo colectivo que en todo el conjunto español se ha desarrollado y sigue desarrollándose, ¿cómo se encaja en la investigación sobre historia agraria aragonesa? En este campo podríamos decir que llena un hueco necesario en un área en la que el número de investigadores que trabajamos es reducido. Si el conocimiento del sector agrario aragonés en época contemporánea era escaso hasta fechas muy recientes (y coto casi exclusivo de geógrafos como introducción a sus investigaciones sobre el presente), en los últimos años hemos avanzado algo, pero aún sigue siendo éste un terreno casi virgen. El trabajo hasta ahora realizado se ha centrado preferentemente en el análisis del cambio institucional en la agricultura en el paso al capitalismo, en la producción agraria, en las transformaciones desde mediados del XIX o en algún análisis integrado comarcal como el del propio Alberto sobre las Cinco Villas. En definitiva, lo que queda por hacer es todavía mucho y sin duda Alberto será en él próximo futuro una de las personas que más pueden aportar aquí. El trabajo de Alberto Sabio se enmarca también en una tradición historiográfica que no quiere ni se resigna a que la historia sea algo terminado o acabado, sino que la ofrece como arma, como herramienta para la construcción del futuro. Desde este punto de vista, el estudio de los montes públicos oscenses no quiere ser erudición inútil sino que ambiciona ofrecer un marco de conocimiento imprescindible para quienes en la actualidad están encargados de su gestión. En opinión del autor, esta gestión debería ir orientada en una dirección muy concreta, meditadamente pensada y claramente expuesta: aquella que haga compatible el desarrollo económico con una distribución de la renta lo más igualitaria posible y con la conservación del medio ambiente, objetivos que creo muchos compartimos. Por lo que hace al encuadre teórico, se sigue el camino abierto por Naredo, entre otros, de «reintroducir dentro del objeto de la ciencia económica los problemas físicos y biológicos que están en la base del funcionamiento de los ecosis-

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PRÓLOGO

temas», para de esa forma obviar las insuficiencias del análisis económico neoclásico por su ausencia tradicional de preocupación por los recursos naturales «ilimitados». El intento de entrelazar, como se hace, una base teórica con la investigación histórica refuerza la validez de este trabajo, que pretende situarse en un terreno cada vez más visitado por los científicos de diversas disciplinas. Desvelar el contenido del libro no forma ya parte de la misión de este prologuista, aunque puede decirse que quienes lo lean verán perfectamente cómo trata de incardinarse la historia de los montes públicos de Huesca, muy mayoritariamente situados en el espacio pirenaico, con los problemas de las economías de esta zona en el desarrollo capitalista y la grave desarticulación económica, social y demográfica sufrida. No me gustaría terminar sin resaltar nuevamente la calidad del trabajo presentado y la madurez del investigador que lo ha llevado a cabo. Quien haya tenido la curiosidad de ojear estas páginas antes de embarcarse en la lectura del libro espero que vea reforzado su propósito; quien se las haya saltado y por iniciativa propia se haya zambullido en el libro no las necesitaba y por lo tanto ha hecho perfectamente bien prescindiendo de ellas. Vicente PINILLA NAVARRO

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INTRODUCCIÓN

En una de esas mulas yo he ido al pueblo desierto del que me hablaba mi hermana Carmen. Verdaderamente es inquietante. Tanta puerta abierta o cerrada, con interiores rumorosos por el viento o las ratas. Las calles desiertas en las que a veces se oyen pasos que son tal vez el eco de los míos, y sobre todo la iglesia sin cura, pero con campanas todavía que a veces tocan solas en la noche, es tan misterioso [...]. (Ramón J. Sender, Monte Odina, 1980) El saso se perdía en el horizonte sin dejar sospechar su fin. Decían que no terminaba en nuestra provincia, sino que ligaba con otra. [...] Del saso solían sacar los hombres la leña para el invierno. (Ramón J. Sender, El lugar del hombre, 1939)

En unos momentos en que se habla de reservar en Europa millones de hectáreas a usos forestales y de transformar a los campesinos que quedan en guardianes del patrimonio' quizá no esté de más reflexionar sobre las causas de desestructuración de las sociedades tradicionales y, a fin de cuentas, del fenómeno de la despoblación y del éxodo rural. Al respecto, gran parte de los espacios de montaña de la provincia de Huesca, abundantes en montes y bosques, comenzaron a ser remodelados a fines del siglo XIX y comienzos del XX y a redefinirse con más fuerza durante las décadas centrales del XX, muchas veces en función de las necesidades de la tierra baja y de la ciudad. Degradación medioambiental, despoblamiento de zonas rurales, excedentes agrícolas, deforestación y desprotección de suelos, degradación provocada por la agricultura química, reducción de la biodiversidad, crisis energética y, en general, lo que podríamos llamar falta de integración del hombre y el medio nos están

1. En el Reglamento sobre mejoras de las explotaciones agrarias de fines de la década de los ochenta comenzaron a introducirse medidas de apoyo y subvenciones para aquellos agricultores a tiempo completo que destinaran parte de su superficie agrícola a la explotación forestal. Vid., por ejemplo, Libro Verde II de 1985. Las actuales orientaciones en la política agraria comunitaria parecen ir, con altibajos, por la misma senda.

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INTRODUCCIÓN

obligando a cambiar las estrategias de uso del territorio. El tema ya sobrepasa a las instituciones específicamente dedicadas a la protección de la naturaleza y del medio ambiente; urge una reflexión y una acción que conduzca a revisar las ideas recibidas sobre el crecimiento y el desarrollo económico. Cuestiones como la disponibilidad de recursos naturales o el respeto al medio ambiente se han subestimado con frecuencia y ello ha ocasionado perjuicios a la salud humana, ha reducido la productividad y ha frenado las perspectivas de desarrollo. Cada vez parece más evidente que desarrollo económico y ordenación ambiental son aspectos complementarios de un mismo programa. Sin ir más lejos, la reconversión del sector agrario va más allá del ámbito meramente productivo, planteando la problemática del mundo rural, con sus desequilibrios territoriales y demográficos, cuyos efectos se nos muestran con meridiana claridad en una provincia como la de Huesca. Conjugar las ayudas y el apoyo que merecen los hombres y mujeres que viven en un medio natural bello pero inhóspito con el cuidado y protección de la naturaleza es uno de los principales retos de cualquier política medioambiental que se precie. El «estado estacionario» del que hablara John Stuart Mill ha adquirido plena vigencia en el mundo de hoy o, dicho con otras palabras, el crecimiento exponencial indefinido es imposible en un mundo finito. Estrechamente relacionado con lo anterior, una crisis energética de la que no se entrevé el final ha penetrado en el corazón de la dinámica capitalista y viene determinando últimamente los grandes enfrentamientos políticos que jalonan su trayectoria histórica.) Este hecho, al margen de hacer más vulnerables las economías industrializadas y más dependientes energéticamente (de Oriente Próximo, por ejemplo), ha acrecentado la presión sobre las frágiles reservas forestales de los países tropicales y subtropicales. Por eso, tampoco está de más recordar con modestia desde la historia que la salvaguarda de los bosques —allí donde ha sido posible— ha dependido casi siempre de un equilibrio entre agricultura, montes y hombres, sin estar ausente la dimensión social en estos temas medioambientales. En la actualidad, desgraciadamente, no siempre se valora en su justa medida esta dimensión social. Es cierto que temas como el reciclado de residuos o la repoblación forestal son considerados ya algo más que una moda. La protección del medio ambiente se demuestra tan necesaria como útil y poco a poco se está adquiriendo conciencia de ello tanto por parte de la Administración como en el ámbito de la empresa privada. La ecología ha dejado de ser un reducto de bienintencionados. Pero esta rápida conversión a la ecología por parte de quienes

2. Algunos autores, como J. C. DÉBEIR, J. P. DELÉAGE y D. HÉMERY (1986), nos ponen sobre aviso de los peligros inherentes al modelo energético capitalista, un modelo que por otra parte no puede difundirse a todo el mundo. Tras analizar históricamente los sistemas y convertidores energéticos usados por las distintas sociedades, los autores subrayan la necesidad de establecer una igualdad energética extendida geográficamente al conjunto de la humanidad, pero también en perspectiva a las generaciones futuras, reflexión que implica, en el fondo, un proyecto de transformación social.

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INTRODUCCIÓN

más han contaminado —las grandes corporaciones industriales y los países más desarrollados-3 podemos calificarla casi siempre como interesada. Las empresas se han preocupado sobre todo de vender sus productos con la etiqueta de ecologista, sin más. Aunque es legítimo este marketing ecológico que les va a servir para dar una salida más fácil a sus productos, no lo es menos advertir de los peligros de quedarse en esta fase de consumo verde. Ir más allá, en el marco de una política medioambiental rigurosa, también plantea dificultades si no se atiende a la dimensión social del problema, pues no en vano puede constituir —entre otras cosas— un arma eficaz para contener o acelerar de forma inadecuada el acceso de los países subdesarrollados (y de las regiones menos favorecidas de los países desarrollados) al comercio internacional. Contener este acceso porque el medio ambiente ya se ha convertido hoy en un sustancioso negocio para los países que van a vender la tecnología y los servicios de asesoría y gestión con la finalidad de adecuar la estructura de producción a las renovadas legislaciones medioambientales; acelerarlo de forma expoliadora porque el libre comercio viene provocando un agotamiento descontrolado de recursos en los países menos desarrollados —al menos donde no se han tomado medidas legislativas estrictas para evitarlo— con tal de acceder a mercados más amplios. Sin un modelo alternativo de desarrollo, es una de las pocas bazas que les quedan a los más pobres. Todo un conjunto de teorías sobre el subdesarrollo han insistido en las repercusiones de este comercio internacional medido en términos de intercambio económica y ecológicamente desigual, aunque con seguridad sea preciso ir más allá de estas tesis dependentistas. El crecimiento económico no tiene por qué ser incompatible con el respeto al medio ambiente, aunque el modelo seguido hasta ahora —que no era el único posible— más bien indica lo contrario. Por vez primera en la historia, las autoridades públicas promueven políticas invitando a amplios sectores de la agricultura marginal europea a abandonar los cultivos en favor de reforestaciones y de prácticas de conservación. Paradójicamente, tras las tesis productivistas de casi todos los reformismos agrarios de los siglos XIX y XX, el objetivo a perseguir se centra ahora en reducir la producción y dejar en reposo la tierra. Tras décadas de intensificación en los métodos de pro-

3. J. MARTÍNEZ ALTER, en E. SEVILLA y M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1993), los denomina, con sorna, el Fondo Monetario Internacional (FMI) de la ecología. Para J. M. NAREDO (1993), «Repensar la economía desde el medio ambiente, Alfoz, 96, este enfoque de la naturaleza «parte de las valoraciones mercantiles de los agentes económicos para orientar la gestión del medio ambiente físico, en lugar de alejarse de la consideración del mercado como panacea, para tomarlo como un simple instrumento y trasladar la discusión económica desde el interior del mercado hacia los condicionantes del universo físico e institucional que lo envuelven». También kan MARTÍNEZ ALIER y Klaus SCHLÜPMANN (1992), La ecología y la economía, Madrid, FCE, y Enric TELLO (1994), «Ecología y economía: un problema de percepciones», Mientras Tanto, 58, pp. 43-52; del mismo autor, junto con Jorge RIECHMANN (1992), «¿Ahora todos somos ecologistas? (Sobre la verosimilitud del capitalismo verde y la necesidad de no quedarse cruzado de brazos)», Mientras Tanto, 49, pp. 8-12.

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INTRODUCCIÓN

ducción, la Política Agraria Comunitaria trata de escapar del callejón sin salida de los excedentes, la contaminación, la ineficiencia energética o el declive del mundo rural a base de fomentar la agricultura y la ganadería extensivas. Simultáneamente, otro de los objetivos parece ir encaminado a introducir lo cualitativo en la política agrícola común,' la calidad de los productos —especialmente de los alimentarios—, en un claro intento por poner freno a la alocada carrera de la agricultura intensiva en abonos, carburantes y fitosanitarios. Agricultura intensiva en estos inputs que ha elevado espectacularmente el importe de los consumos intermedios y que incluso ha acabado por deteriorar los precios de la propiedad rústica en la mayor parte de los países de la Comunidad Europea y los precios de algunos productos agrícolas, erosionando en consecuencia los beneficios reales de las explotaciones agrarias familiares. A fuerza de aumentar la proporción de productos químicos necesarios para la producción, las cualidades fundamentales de muchos suelos se han degradado: se pone en marcha un círculo vicioso que exige cada vez más aportes para un mismo resultado. Es un callejón sin salida no solamente desde el punto de vista ecológico, sino a la postre también desde el punto de vista que había propugnado esta intensificación: el de la rentabilidad y la disminución de costes. Y eso que las repercusiones negativas se han contenido algo exportando la crisis de sobreproducción al Tercer Mundo, hundiendo a los productores autóctonos o provocándoles un giro en su orientación agrícola en favor de cultivos de exportación muy volubles a las oscilaciones del mercado. Desarrollo económico y ordenación ambiental constituyen, pues, las dos caras de una misma moneda: sin una defensa comprometida del medio ambiente, el desarrollo se verá menoscabado o asomará con todas sus contradicciones y peligros. Sin embargo, el tema de los recursos naturales ha planteado y plantea bastantes problemas al discurso neoclásico, seguido con más o menos asentimiento por las autoridades económicas. Para esta corriente de pensamiento económico, la escasez sería resultado de unas necesidades ilimitadas y de unos recursos limitados; sin embargo, para los bienes no escasos —ejemplo, en teoría, de muchos recursos naturales— se podría consumir todo lo que se quisiera a precio nulo. Su concepto de escasez no incorpora para nada la dimensión temporal y la reproducción de los bienes. La variable tiempo no suele aparecer en sus formalizaciones. Su idea de escasez sólo tendría algún sentido al referirse a un momento determinado, de ahí que en nuestra opinión sea más correcto hablar de tasas de consumo y de tasas de reproducción. A menudo la forma de crear escasez y valor de cambio (y no sólo de uso) fue privatizar o monopolizar cosas útiles originariamente abundantes, como los montes y otras fuentes de recursos renovables, convirtiendo esquilmos antes utilizados libremente a escala local en productos

4. Como no puede esperarse que la agricultura biológica sustituya de la noche a la mañana a las prácticas actuales, su idea es potenciar todo cuanto se mueva en la dirección correcta: extensificación de los cultivos, lucha fitosanitaria integrada y disminución de los aportes químicos.

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INTRODUCCIÓN

«escasos», imbuidos de las relaciones de mercado y por tanto cada vez más costosos. De categorías económicas se convertían en categorías económicas mercantilizadas. Por otro lado, las dosis de optimismo tecnológico —tan incardinadas en el discurso neoclásico más ortodoxo— han comenzado a reducirse espectacularmente. Es palpable que muchos de los recursos naturales no pueden ser sustituidos ni producidos por inversiones en capital. La capacidad de la técnica para encontrar repuesto adecuado a estos recursos naturales se viene revelando muy problemática, si no imposible. Los problemas del medio ambiente no encajan bien, por tanto, con la visión individualista, del equilibrio parcial y a corto plazo, bastante próxima a lo que hace unos años se conocía como «liberalismo manchesteriano» (y hoy «thatcheriano», identificado también con siglas en apariencia menos conservadoras). Estos economistas no otorgaban a los recursos ambientales ningún «valor de mercado» y, en consecuencia, no eran introducidos dentro del sistema económico objeto de sus análisis.' Al carecer de «valor de cambio», no era necesario que la teoría económica centrara su atención sobre ellos. El cálculo económico se restringía únicamente, como nos ha explicado J. R. Naredo, al campo de los «valores de cambio». ¿Dónde quedaban entonces los recursos naturales que no eran valorables, intercambiables o apropiables, los que no se expresaban pecuniariamente? ¿Qué valor se asignaba a los recursos que debían legarse para generaciones futuras? Buena parte de la naturaleza quedaba fuera de toda preocupación de la teoría y de la gestión económica, se obviaba o simplemente se tomaba como una constante. Es más, constituía un tema incómodo, que tiende a ocultarse bajo el abundante maquillaje existente en la conciencia neoliberal y en las campañas ecologistas promovidas por algunos sectores empresariales. La creencia en un comunismo de abundancia, tras una fase de transición con presencia del Estado y con ciertas desigualdades, tampoco favoreció los posicionamientos ecológicos desde el marxismo.b Sin embargo, algunas reflexiones del propio Marx plantean la problemática de los intercambios entre hombre y naturaleza,

5. En los Principios de economía política de Carl MENGER (1871) puede leerse: «Si el hombre que habita en una selva dispone de varios cientos de miles de troncos de árboles, mientras que sólo necesita veinte, por ejemplo, para satisfacer plenamente sus necesidades de madera o de leña, es evidente que no sentirá la más mínima preocupación si el fuego destruye unos cuantos miles de troncos, ya que con los restantes puede cubrir sus necesidades tan perfectamente como antes del incendio», p. 105. Y un poco más adelante: «Se advierte, por tanto, que los bienes no económicos no sólo no tienen, como se ha admitido hasta ahora, ningún valor de intercambio, sino que en realidad no tienen ningún tipo de valor, y, por tanto, valor de uso», p. 106. 6. Para J. MARTÍNEZ ALIER, es una lástima que el «ecologismo igualitarista (opuesto al ecologismo social-darwinista) no haya sido comprendido o haya sido incluso rechazado por los diversos marxismos. El marxismo ha operado con la categoría de "fuerzas productivas" sin haberla definido en términos ecológicos. Por eso hasta ahora no ha existido una historiografía marxista ecológica», en E. SEVILLA y M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1993), p. 224.

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INTRODUCCIÓN

en el centro de las cuales se encuentra el tema de la energía.' Concibe la idea de destrucción tendencia! del entorno por parte del modo de producción capitalista y, junto con Engels, se interroga sobre la incidencia de los determinantes físicos en la producción de beneficios. Sin embargo, como se ha hecho notar,' Marx abandona esta aproximación tan estimulante para privilegiar el análisis de los dos otros elementos del proceso de producción, el capital y el trabajo. Desde esta óptica, la energía no era otra cosa que una condensación de los dos factores anteriores. Algunos neomarxistas de hoy dejan entrever su interés por cuestiones ecológicas, en lo que esperemos «constituya algo más que una simple operación de salvamento»,9 retomando una sensibilidad hacia esta problemática que ya estaba presente por ejemplo en el populismo ruso. Lo cierto es que, si queremos evitar descalabros medioambientales, debemos reintroducir dentro del objeto de la ciencia económica los problemas físicos y biológicos que están en la base del funcionamiento de los ecosistemas." Difícilmente se puede gestionar algo que no se conoce bien, de ahí la necesidad de estudiar las huellas que sobre el medio ambiente han dejado las distintas sociedades. Es preciso recomprender la relación de estas sociedades con la naturaleza, aunque sería simplista reducir todos sus comportamientos a un mero análisis ecológico que sólo considerara los distintos flujos de energía." Pensamos que una de las actividades básicas para la defensa de la naturaleza es un conoci-

7. La noción de producción en términos de apropiación de la naturaleza por parte del individuo en K. MARX (1857-1858), Fundamentos de la crítica de la economía política (t. I). 8. J. C. DÉBEIR, J. P. DELÉACE y D. HÉMERY (1986) (Avant-propos). Los autores citados reconocen, sin embargo, que sin la aportación teórica de Marx y de algunos de sus continuadores no podría pensarse adecuadamente sobre el funcionamiento energético de las diferentes formaciones económico-sociales. Hay indicios suficientes en sus escritos para afirmar que Marx erti consciente de la problemática ecológica, aunque no la desarrolle en El capital. 9. Salvador GINER (1993), «La herencia dé Antonio Gramsci», Claves, 29, p. 66. Incluso en el Marx tardío se detecta cierta aproximación a los enfoques del populismo ruso representado por Chayanov y Podolinsky. Algo de esto puede observarse en Teodor SHANIN, ed. (1984), Late Marx and the Russian road, Londres. 10. José Manuel NAREDO (1987), p. 443. Por muy loables que sean los informes sobre «Desarrollo y Medio Ambiente», publicados en Washington por el Banco Mundial, no debemos pasar por alto —como expone Naredo en su magnífico trabajo— que el consumo de recursos naturales no se refleja en las contabilidades nacionales entre los consumos del sistema económico, «sino que aparece registrado al margen del mismo en una especie de cajón de sastre denominado Ganancias o Pérdidas de Capital». El autor ya no se sorprende de que los procesos de degradación de materiales y energía queden al margen de las contabilidades en partida doble: el agotamiento de un yacimiento minero, la pérdida de fertilidad de un suelo o cualquier otra destrucción de recursos naturales reciben así el mismo tratamiento que las grandes catástrofes o el robo [...] cuando, por el contrario, constituyen hechos perfectamente previsibles», vid. p. 419. 11. A medida que la crisis medioambiental ha ido adquiriendo gravedad, una nueva rama de la Historia ha comenzado a dar sus primeros pasos: la Historia Ecológica, «como estilo alternativo de comprender la historia». Aspira, en palabras de uno de sus más cualificados representantes en España, a «entender el pasado de los seres humanos en su medio ambiente. Trata de comprender las relaciones estratégicas entre los hombres entre sí y con la naturaleza, de la que dependen para su subsistencia y

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miento completo de los recursos naturales renovables del medio natural, del grado en que han sido y son utilizables y de cómo han sido y deben seguir siendo protegidos de ciertos usos. Los patrimonios rústicos públicos, particularmente en zonas bien dotadas de ellos, conforman unos ecosistemas humanizados donde las huellas de las sociedades rurales y sus distintas formas de relacionarse con el mercado y con la naturaleza han quedado bastante marcadas, por lo que se prestan bien a un estudio histórico. Un conocimiento exhaustivo de los montes oscenses, del grado en que han sido utilizados, de las repoblaciones llevadas a cabo y del papel que cumplieron para las diferentes clases sociales del mundo rural puede incidir positivamente a la hora de emprender medidas atinadas en materia de gestión de montes. La actuación humana sobre estos espacios en décadas pasadas, es decir, la experiencia histórica, puede ayudar a establecer nexos con las futuras políticas territoriales y de planeamiento forestal, uno de cuyos objetivos parece residir en la conveniencia de adecuar la gestión medioambiental y los planes de desarrollo a las necesidades concretas de las poblaciones implicadas. Lo ocurrido en el pasado inmediato de nuestros montes puede ayudar a diseñar un modelo de desarrollo forestal sostenible, compatible con una mayor implicación de la población rural en la distribución de la riqueza. Aún hoy las declaraciones de zona protegida suelen venir acompañadas, al poco tiempo, de incendios provocados. Esto era todavía más frecuente en el pasado, cuando las restricciones chocaban más violentamente con los usos y costumbres de los vecinos. En realidad, la preocupación ecológica entre los historiadores no es tan reciente como se pretende. Josep Fontana nos ha recordado que la atención a los recursos naturales estaba ya presente en la historiografía europea del XVIII, sobre todo incidiendo en dos cuestiones: el dominio del hombre sobre la naturaleza, con el supuesto de que la intervención humana siempre redundaba en mejora, y la influencia del medio natural sobre la cultura.12 Lo que ocurre, quizás, es que ahora el redescubrimiento de la historia local está favoreciendo una mayor atención a la llamada «historia de los récursos», y más en concreto a un tema como el del monte público en el que las relaciones económicas, sociales y políticas forman una clara intersección. A estas alturas ofrece pocas dudas el hecho de que muchos terrenos de monte se han revalorizado de un tiempo a esta parte. Tras algunos años de postración, los montes —tanto bosques como otros patrimonios rústicos públicos— parecen revalorizarse nuevamente como reserva ecológica, como espacio alternativo con fines cinegéticos, turísticos o recreativos y, en el peor de los casos, como zona apta para recalificaciones especulativas de terrenos. La política agraria

de la que forman parte como seres vivos». Cfr. Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA (1993), Historia y medio ambiente, EUDEMA, Madrid. Vid. también A. CARACCIOLO (1988), L'ambiente como storia. Sondaggi e proposte di storiografia dell'ambiente, II Mulino, Bolonia.

12. FONTANA, Josep (1992), pp. 66 y ss.

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europea parece decantarse también por opciones extensificadoras, en favor de agriculturas menos agresivas con el medio. Y a todas luces resulta evidente que aquellos modelos de desarrollo agrario en los que se daba por hecho el suministro abundante de materias primas (agua, bosques...) tendrán que modificarse. De lo contrario, como se ha escrito recientemente, pagaremos cada día más por aquello que nuestros antepasados consideraron un bien público. Vinculada a esta idea de revalorización del monte, hay una aplicación inmediata del trabajo que no conviene desdeñar, pues el estudio histórico de estos terrenos puede facilitar notablemente la labor tanto de varios municipios oscenses (y aragoneses en general) que intentan recuperar la titularidad de sus montes como de las asesorías jurídicas de sus respectivas Diputaciones. En efecto, bastantes pueblos aragoneses vienen recurriendo a estas asesorías jurídicas con el objeto de emprender acciones legales tendentes a recuperar la titularidad de sus montes. En algunas ocasiones estos montes eran de propios y, en otras, comunales o de utilidad pública, con lo que gozaban de las prerrogativas de inembargabilidad y exención tributaria; posteriormente, algunos de ellos fueron adjudicados al Estado por débitos del municipio, y finalmente, merced a las transferencias que en materia de agricultura y montes hizo el Estado en su momento, fue la Diputación General de Aragón quien pasó a ostentar su titularidad. Son procesos cuyas raíces fundamentales se remontan al primer tercio de siglo, cuando no a los años de la desamortización de Madoz. Se trataría, por tanto, de estudiar en detalle la evolución de sus aprovechamientos, de su situación jurídica y de la práctica social efectiva de su usufructo. En todo caso, tanto desde las instituciones regionales como desde los propios Ayuntamientos se subrayan las dificultades para hallar la documentación precisa y la necesidad de aclarar, a partir de su constatación histórica, qué bienes eran afectos a uso y utilidad públicos y cuáles no. Desde este punto de vista, la labor de recopilar carpetas de legajos amarillentos podría tener repercusiones positivas para los municipios, en forma de más puestos de trabajo (más forestales) y sobre todo de más ingresos (por ejemplo, vía cotos de caza, acotamiento de aprovechamiento de setas...) con los que poder atender a servicios básicos como pavimentación, abastecimiento de aguas, alumbrado, etc. Caza, pesca, turismo, necesidades lúdicas en una palabra, generan ingresos que pueden sustituir a los procedentes del arrendamiento tradicional de pastizales y de la producción maderera." Pensamos que el reto está en hacer compatible esta obtención de rentas para los Ayuntamientos de la zona con el respeto y la preservación del entorno natural. Una parte sustancial de los beneficios debe quedar entre quienes vivan en contacto con esta fuente de riqueza, algo que his-

13. «La evolución futura de la demanda de actividades cinegéticas es fácil de prever, ya que la superficie de terrenos de aprovechamiento cinegético común irá en disminución y el nivel de vida de los españoles aumentará y, por tanto, este tipo de cotos será cada vez más solicitado, ya que supone poder cazar con las máximas garantías de organización y éxito, a precios bajos». La previsión, que ha demostrado ser bastante fundada, en J. M. ABREU Y PIDAL (1975), p. 253.

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tóricamente no siempre ha sucedido, como tendremos ocasión de comprobar. La futura gestión del monte deberá ir encaminada, a nuestro modo de ver, a una coexistencia pacífica entre sus funciones protectora, productiva y recreativa. La diversidad paisajística de la provincia de Huesca la convierte en un observatorio privilegiado para estudiar la evolución de los montes públicos, pues, además de la importancia que han tenido en el desarrollo local, nos acerca a los distintos caminos seguidos por los montes altos en zonas montañosas, por los espacios de sierras prepirenaicas y por los montes bajos en la parte meridional de la provincia (los sasos de las novelas de Sender), sin pasar por alto las interacciones entre los valles y las sierras. La heterogeneidad del territorio provincial marcará distintas pautas evolutivas. Probablemente la reconstrucción de la historia del monte público oscense sea bastante más compleja y complicada de lo que aquí, con cierto esquematismo, se cuenta. Requeriría, sin duda, una aproximación más focalizada, comarca por comarca. Más modestamente, nos hemos limitado a presentar un pequeño abanico de variantes, anomalías y peculiaridades. La importancia de los montes públicos de la provincia ha sido —y continúa siéndolo— muy grande, tanto en su aspecto físico como en el socioeconómico; en el primero, por toda la cadena de beneficios ambientales, por sus beneficiosas influencias en la cantidad y frecuencia de las lluvias, en la regularización de los cursos de agua, en la salubridad pública o en el mejoramiento del clima; y en el segundo, porque los productos en ellos obtenidos ofrecían una renta muy significativa a las entidades propietarias, que representaba a menudo la partida más importante y saneada con que saldaban sus presupuestos, pero también porque sostenían una notable riqueza pecuaria y proporcionaban a los vecinos de los pueblos cantidades respetables de madera y leñas, más precisas en la montaña que en cualquier otro lugar por la rudeza del clima. En contraste con la indudable significación del tema, no abundaban hasta hace unos años las aproximaciones humanísticas que estudiaran las interacciones entre las sociedades rurales y los montes. Los estudios iniciales sobre montes y comunales fueron obra de juristas desde Sainz Millanes (1852), Cárdenas (1873), Azcárate (1880) o Rafael Altamira (1905) hasta Alejandro Nieto (1964), pasando por el propio Joaquín Costa. Gran parte de la literatura tradicional sobre montes ha sido producida mayoritariamente por técnicos e ingenieros, y buen ejemplo de ello es el oscense Lucas Mallada. Estos trabajos, si bien resultan útiles para el historiador, prestan más atención a una historia natural del bosque —donde la perspectiva geohistórica braudeliana podría ofrecer un soporte adecuado— que a una historia social del mismo, es decir, de las prácticas desarrolladas por las comunidades rurales en torno a los montes y en cómo éstas se van modificando. Esta segunda perspectiva, centrada en estudiar la intervención humana sobre el medio ambiente al cabo de varias generaciones que se suceden, se abre además a la historia política, administrativa o institucional. No obstante, convendrá no olvidar aquellos análisis realizados desde la geografía o desde las ciencias naturales ocupados en atender a lo que más nos interesa en este trabajo: profundizar en la significación social de estos terrenos forestales y en la influencia de la actividad

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económica desplegada sobre la evolución ecológica de los montes oscenses, partiendo de la base de que los desequilibrios energéticos actuales y los niveles de degradación ecológica no siempre han estado allí. Arrancan más bien del tipo de capitalismo desarrollado tras la segunda guerra mundial y, por lo que hace al medio rural, de la tecnología agraria empleada en las últimas décadas, aunque el modelo de desarrollo seguido estuviera ya en ciernes a comienzos de siglo e incluso a fines del XIX. Los procesos evolutivos no se mueven inexorablemente sobre vías prefijadas con una única dirección; probablemente coexistieron alternativas de desarrollo diferentes y sería un error por nuestra parte aceptar acríticamente la vía de progreso agrario finalmente triunfante. Nuestra investigación atenderá, en primer lugar, a la notable superficie de monte aprovechable existente en Huesca, aun si prescindimos de las zonas totalmente improductivas situadas en las partes más altas de las cordilleras. El aprovechamiento de este recurso, la alternativa forestal, tenía entidad suficiente para influir notablemente en el índice global de riqueza en la provincia. Sin embargo, habrá que observar si las dificultades planteadas a la población con el ocaso de sus producciones tradicionales quedaron subsanadas o, por lo menos, matizadas por los resultados obtenidos con la alternativa forestal. Más allá de implicaciones sociológicas y psicológicas de los terrenos comunales sobre grandes masas de población, para quienes constituían algo más que un medio de vida, nuestro trabajo quiere también centrarse en cuantificar los valores materiales del monte y su funcionalidad económica en distintas secuencias históricas de la edad contemporánea• suministro de abonos orgánicos, fuentes de combustible, alimento para el ganado, cultivos ocasionales, caza y frutos silvestres, valor potencial para ser roturado, fuente de ingresos para las haciendas locales, etc. También entraremos, con mayor o menor tiento, en las consecuencias distributivas derivadas del aprovechamiento de estos montes. Las tierras comunales aseguraban un beneficio mínimo, que no igualitario, a todos los vecinos de la comunidad rural; en concreto, para jornaleros y campesinos pobres eran un bien insustituible que a través de distintas prácticas garantizaba la subsistencia. En este sentido, no podemos olvidarnos del proceso de privatización e individualización del uso de los montes —desigual, según las distintas comarcas— y de sus repercusiones sobre las economías domésticas de la provincia. Es conocida al respecto la defensa costista de los patrimonios públicos municipales, afectados por el «hacha desamortizadora», como forma de recuperar la perdida armonía entre agricultura y ganadería:4 La deforestación y el olvido del arbolado como causas de la pobreza rural son temas recurrentes en el diagnóstico de Joaquín Costa sobre los males de la agricultura altoaragonesa, aunque será preciso contextualizar las opiniones del montisonense-grausino en la coyuntura agraria de fines del XIX y comienzos del XX. Al calor del «patriotismo arbóreo» de oscenses tan significados como Costa o Lucas Mallada, los inge-

14. Sin ir más lejos, en el Discurso de J. Costa en la Asamblea de Agricultores preparatoria de la constitución de la Cámara Agraria del Altoaragón, pronunciado en Barbastro (7-9-1892), podemos leer:

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meros forestales fueron uno de los sectores profesionales que más veces se reclamaron regeneracionistas. España no sería poderosa mientras no se restableciera el equilibrio de la producción natural entre ganadería, agricultura, montes y aguas. El respeto al árbol era un condimento más de la regeneración nacional. Entraremos, aunque sea de puntillas, a valorar la labor desempeñada en la provincia por la Administración forestal y los medios que tenía a su alcance para controlar los aprovechamientos, partiendo de la hipótesis de que habría conseguido mayor eficiencia si hubiera implicado más a la población autóctona. Las desavenencias entre la Administración forestal, las necesidades de la colectividad y los Ayuntamientos de la zona merecerán algunos comentarios. Hoy se aviva una reflexión de corte semejante al hablar de falta de coordinación entre la Administración central y las Administraciones autonómicas a la hora de articular sistemas de prevención y extinción de incendios. Basta echar un vistazo a la prensa de los últimos veranos para constatar el desajuste, una vez llegados al convencimiento de que la dimensión alarmante de los incendios forestales no puede seguir así, de que se nos está quemando la casa. El intervencionismo y las injerencias de la Administración forestal en la tutela de los montes oscenses se incrementaron de forma paulatina, a pesar de lo cual algunas comunidades rurales —especialmente las pirenaicas— no perdieron toda su capacidad a la hora de decidir el monto total de sus necesidades. Los ingenieros de Montes encontraron dificultades para hacer cumplir sus preceptos conforme se adentraban en el mundo rural, tanto por su escasez de medios cuanto por los mecanismos de defensa desarrollados por las comunidades rurales (desobediencias, fraudes, hurtos y robos, subastas desiertas, compras colectivas, protestas a Cortes...) ante la amenaza de perder terrenos donde venían ejerciendo aprovechamientos en común. No en todas las comarcas cosecharon el mismo grado de éxito estas formas de resistencia, lo que demuestra, también para este tema concreto, que no había reglas predeterminadas encargadas de regir la evolución de las sociedades. Tampoco aquí la evolución histórica fue teleológica, no tenía puntos obligados de llegada, más bien fue el comportamiento de los distintos agentes sociales lo que marcó trayectorias multilineales. La desestructuración del tejido económico y social de estas áreas, culminada con la despoblación y el abandono de pueblos enteros, disminuyó la capacidad de presionar y de protestar ante el intervencionismo de la Administración forestal. Entonces la solución más transitada tendió a ser el recurso a formas cotidia-

«Restituyendo esas tierras a los pastos naturales, se habrá puesto remedio al grave mal nacido de la desamortización, causa de que se descuajaran a impulsos de torpe codicia los montes, de que se estrechase el área de los pastos para ensanchar la de los cereales, de que se divorciasen la ganadería y la agricultura en daño de las dos, y de que por tal motivo, esas tierras, lejos de un alivio para sus propietarios, sean una sangría suelta por donde se les escapa toda la renta y un cáncer que se les va devorando algo más que la renta, el capital». El texto aparece recogido en Política hidráulica (Misión social de los riegos en España), Biblioteca Costa, Madrid, 1911, y en C. GÓMEZ y A. Oivri (1992), pp. 105123. Sobre la defensa de los bienes comunales en Joaquín CosTA, Colectivismo agrario en España, Guara, Zaragoza, reed. de 1983.

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nas de resistencia, como fraudes o infracciones forestales. El elevado nivel de multas tramitadas por daños a los montes del Distrito de Huesca se encarga de certificar esta idea. De todo este abandono perdura un estigma doloroso: el triste color ocre de los árboles quemados y el negro de la tierra. Junto a madereros sin escrúpulos o pirómanos enfermizos, la principal causa de incendios forestales es la despoblación y la pérdida de rentabilidad de muchas explotaciones forestales. Los bosques se han llenado de maleza muy propicia a la combustión a poco que se le acerque una chispa, sea la de un rayo o la de un cigarro descuidado. Con un agravante: que con tanta maleza los fuegos arrasan ahora magnitudes descomunales. Hay un dato que hiela el ánimo• sólo en 1994 se desataron en España 20 incendios de más de 10.000 hectáreas cada uno, según un informe del Senado. De unos aprovechamientos complejos y variados como reserva de pastos, fuente de combustible o —en algunos casos— extracción de resina, se ha pasado a las talas de árboles como casi única actividad, por lo demás cada año menos rentable. Sólo si adoptamos una política adecuada de prevención estará en nuestras manos, en buena medida, acabar con estos «sustos al rojo vivo» de cada verano o, por lo menos, hacer que sus efectos sean menos dramáticos.

Deseo agradecer al Instituto de Estudios Altoaragoneses su interés por esta investigación, como lo prueba el hecho de que me concediera una Ayuda y de que haya apostado por que este libro llegara a buen puerto. Una revisión de este trabajo, dándole ligeros retoques para hacerlo más llevadero sin perder nada de lo esencial, fue hecha mientras disfrutaba de una beca del Banco de España. Si de las instituciones pasamos a las personas, no puedo por menos de recordar a todos aquellos que leyeron con paciencia los borradores y me hicieron valiosas sugerencias con vistas a mejorar el resultado final, aunque naturalmente no sean responsables de los errores que haya podido cometer. Domingo Gallego me ayudó a resolver algunos problemas interpretativos que después se revelaron muy importantes. Con Carmelo Romero, conocedor y pateador de montes, amén de «setero» impenitente, he mantenido conversaciones bien sugerentes. Me he beneficiado también de las investigaciones previas de Vicente Pinilla, pero sobre todo de su confianza y amabilidad. José Mari Mur, anisero en Colungo y bancario en Monzón, me ayudó en la búsqueda de documentación; Severino Pallaruelo, que tanto sabe de estas cosas, me presentó a Luis y Mariano Rocatallada, quienes me dejaron consultar su archivo con enorme amabilidad; Alejandro Serrano, Néstor y Veni pusieron a mi disposición algunas fotografías; Teresa Sas dio al trabajo su toque de intachable profesional. Por lo demás, entre las personas que han hecho posible esta andadura, debo un reconocimiento especial a Carlos Forcadell, que ha seguido durante estos años mis investigaciones y mi trayectoria vital. Con la excusa de esta investigación he recorrido y degustado algunos montes de la provincia, en buena compañía, como viajero curioso, descriptivo y, a veces, una pizca de melancólico. Aunque sólo fuera por esto, el trabajo ya habría valido la pena.

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ABREVIATURAS UTILIZADAS

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Archivo Histórico Provincial de Huesca. Archivo del Ministerio de Agricultura. Archivo General de la Administración. Cámara Oficial de Comercio e Industria. Archivo Casa Liró-Rocatallada. Aragüés del Puerto. Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza. Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro.

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La luz de Aragón es de una variedad infinita, condicionada por las nieves y los pinares de los Pirineos, los desiertos del Somontano, las dobles y triples tonalidades del Moncayo según el sesgo del sol y las serranías carrasqueras de Albarracín. (Ramón J. Sender, Monte atina, 1980) La aproximación a los distintos tipos de superficie pública —según cuáles fueran sus titulares administrativos (Estado vía Hacienda, Estado vía Fomento, municipios, corporaciones civiles, espacios intermunicipales, etc.) o sus usos preponderantes (corralizas, montes, dehesas boyales)— y a su funcionalidad económica podemos realizarla a partir de la documentación generada por los propios encargados de tutelar estos patrimonios, aunque ocasionalmente sea menester rectificar las cifras de la Administración central con datos de carácter municipal. Poseemos, además, para este capítulo inicial un punto de partida bastante sólido, pues el Grupo de Estudios de Historia Rural (GEHR) se ha ocupado de la recopilación a escala provincial y del tratamiento crítico de la estadística forestal española," subrayando las posibilidades y el alcance de las distintas fuentes. La información disponible de mejor calidad se refiere a los montes de titularidad pública y, más en concreto, a los montes dependientes del Ministerio de Fomento. Para los montes adscritos al Ministerio de Hacienda, los datos se presentan más fragmentarios, aunque las carencias tienden a subsanarse. Hasta no hace mucho tiempo, las posibilidades de consulta para estos últimos montes se reducían a la poco fiable Reseña geográfica y estadística de España de

15. GEHR (1991), Estadísticas históricas de la producción agraria en España. Ministerio de Agricultura, Madrid; para una visión general del proceso de privatización y de los aprovechamientos en los montes públicos españoles, regionalizando algunas conclusiones, GEHR (1994), «Más allá de la propiedad perfecta. El proceso de privatización de los montes públicos españoles (1859-1926)», Noticiario de Historia Agraria, 8, pp. 99-152. Más en concreto para Aragón, Alberto SABIO (1994), «Fuentes y metodología para el estudio de los montes públicos en Aragón (1859-1935)», en Metodología de la investigación científica sobre fuentes aragonesas, IX, ICE, Universidad de Zaragoza, pp. 223-292.

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191416 y a un cuadro, con las superficies de los montes bajo la tutela de Hacienda, inserto en las Estadísticas del año forestal 1925-1926. No obstante, para la provincia de Huesca hemos conseguido recopilar en los Boletines Oficiales de la Provincia los Planes de aprovechamiento de los montes públicos dependientes del Ministerio de Hacienda entre 1898 y 1922. Se trata de todo el conjunto de montes públicos no incluidos en el Catálogo de 1901. En dicho Catálogo, como veremos, sólo aparecían los exceptuados de la desamortización por razones de utilidad pública. En los Planes de aprovechamiento ahora localizados se detalla toda la serie de montes de los pueblos, tanto los enajenables —casi todos— como los exceptuados de la desamortización por otras razones distintas a la utilidad pública (declaraciones de dehesas boyales, de aprovechamiento común, no clasificados...). Con todo, quedan fuera de nuestro análisis los montes privados, que revestían una importancia superficial y material fuera de toda duda. De 1.128.548 hectáreas de monte existentes en Huesca, sólo 288.901 (el 25,6%) eran monte público, según las estimaciones del GEHR (1994); o, lo que es lo mismo, 839.647 hectáreas correspondían a montes particulares. El punto de partida de nuestro trabajo, a mediados del XIX, hace que sólo podamos observar las últimas fases de un proceso privatizador ya por entonces bastante adelantado." La extraordinaria importancia de los montes de particulares se fue fraguando como consecuencia de las abundantes ventas de propios, comunes y baldíos habidas durante la Edad Moderna y a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Esta desamortización «oficiosa» antes de la desamortización oficial ha de entenderse en el contexto de los apuros financieros de las haciendas locales: ventas de comunales o de propios para pagar impuestos extraordinarios y enajenaciones para sufragar gastos de guerra proliferaron durante las décadas previas al decreto de Madoz, especialmente en los años de la guerra de la Independencia. No podemos entrar en detalle en el estudio de los procesos de privatización de los patrimonios públicos antes de la desamortización de Madoz, una cuestión lo suficientemente compleja para exigir estudios más en profundidad. Simplemente nos limitaremos a constatar aquí la existencia en la provincia, como en otras muchas zonas de España, de otras vías de privatización —acotamientos, usurpaciones, venta de patrimonios concejiles...— anteriores y diferentes a la desamortización. Las privatizaciones debieron de ser especialmente intensas en la parte meridional de la provincia, por cuanto los montes públicos allí localizados eran potencialmente

16. Las referencias completas son: Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (1914), Reseña geográfica y estadística de España, t. III, Madrid. Está localizable, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional. Sus datos parecían ya poco fiables a la Dirección General de Agricultura de la época. Respecto a la Estadística del año forestal 1925-1926, hay que buscarla bajo el encabezamiento de Dirección General de Agricultura (1928), p. 13. 17. La extraordinaria importancia de la primera mitad del siglo XIX en el proceso privatizador de montes ha sido subrayada, entre otros, en GEHR (1994). Las cifras de montes particulares en Huesca hacia 1859 en su Apéndice 3.

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roturables sin grandes esfuerzos. Por si esto fuera poco, las Ordenanzas Generales de Montes" de 1833 primaban siempre el interés privado en caso de duda y comenzaban a restringir las competencias municipales en favor de la recién creada Dirección General de Montes. Para conocer la extensión, deslindes y cabida superficial de los patrimonios rústicos públicos de la provincia la primera fuente que centra nuestro interés, por orden cronológico, es la Clasificación general de los montes públicos de 1859. Esta fuente'" constituye un primer «catastro forestal» cuya finalidad primordial residía en distinguir los montes que debían ser exceptuados de la desamortización, por reunir caracteres de interés general, de aquellos otros que podían ser sacados a la venta. La Clasificación fue realizada en un tiempo récord, apenas tres meses, por lo que no ha de extrañar que sea una fuente no homogénea en cuanto a su calidad y de distinta fiabilidad según las zonas, sobre todo si tenemos en cuenta que hasta entonces la Administración forestal no tenía ni siquiera noción de algunos montes y mucho menos de su cabida aproximada. Por otro lado, la motivación desamortizadora que estaba en el origen de nuestra fuente debió de incidir en que las mediciones de superficie pasaran a un segundo plano

18. Promulgadas por real decreto de 22-12-1833 y herederas del Código forestal francés de seis años antes, las Ordenanzas Generales de Montes pueden considerarse como el primer jalón de la organización jurídico-administrativa forestal. Su artículo 25 no dejaba lugar a dudas sobre su decantación por los intereses individuales frente a lo público. Sobre las Ordenanzas Generales de Montes de 1833, vid., entre otros, Erich BAUER (1980), pp. 67-69; Jesús SALAZ FERNÁNDEZ (1985), pp. 200-207, y Xesús BALBOA (1990), pp. 90 y ss. A raíz de estas Ordenanzas se fundó una Dirección Nacional para Montes Nacionales. Hasta 1848 no se constituyó el Cuerpo de Ingenieros de Montes y habrá que esperar a 1856 para que se crearan los Distritos Forestales. Entre 1850 y 1931 la Dirección General de Montes, Pesca y Caza atravesó por diversas vicisitudes —que pueden seguirse en GEHR (1991)—; dependió, según los periodos y el tipo de montes, del Ministerio de Economía Nacional o del Ministerio de Fomento. Durante la II« República esta Dirección General se integró en el Ministerio de Agricultura, Comercio e Industria, instituido en 1931, y desde 1933 en el Departamento de Agricultura. La Administración de posguerra creó como organismo autónomo el Patrimonio Forestal del Estado. A grandes rasgos, la Administración forestal ya no se reorganizó sustancialmente hasta que, en virtud del decreto-ley 17/71 de 28 de octubre, se creó el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA). 19. Para seguir los objetivos y su proceso de confección, Comentarios y actualidad del informe de la Junta Consultiva de Montes (1 mayo 1855), reed. de ICONA, Madrid, 1987. Existen también reediciones por parte del ICONA de la Clasificación general de los montes públicos, hecha por el Cuerpo de Ingenieros del ramo en cumplimiento de lo prescrito por real decreto de 16 de febrero de 1859 y- real orden de 17 del mismo mes, y aprobada por real orden de 30 de septiembre siguiente (1859; reedición de 1991) y del Catálogo de montes públicos exceptuados de la desamortización, formado en cumplimiento del artículo 3 del real decreto de 22 de febrero de 1862 (1862; reedición de 1991). Un comentario más pormenorizado y a escala nacional de estas fuentes en LL0P, M. y MATA OLMO, R. (1989), .Los montes de propiedad pública a través de la Clasificación y los Catálogos del siglo XIX (1859-1901)», en Y Coloquio de Geografía Agraria, Santiago de Compostela, pp. 107-126. La Corona mantuvo por estos terrenos un escaso interés fiscal hasta que en 1760 se creara la Contaduría de Propios, pero ello apenas redundó en una mejora del control sobre la cuantía y superficie de los montes. Un registro de aprovechamientos para los montes oscenses, agrupados por partidos judiciales. bastante escueto y poco fiable pero anterior a la Clasificación de 1859 en AI1PH, Secc. Distrito Forestal, lib. 177.

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y es ahí donde se cometieron errores de más bulto. Otras ocultaciones se vieron favorecidas por la actitud de los pueblos, poco proclives a sacar a la luz pública unos patrimonios de los que desconocían el futuro inmediato que les esperaba. A pesar de todos los problemas reseñados, la Clasificación de montes de 1859 es perfectamente utilizable como punto de partida para estudiar los montes en época contemporánea, en tanto constituye la primera evaluación con un mínimo de rigor del conjunto de montes públicos. Clasifica los montes por su especie dominante, por el tipo de propietarios y, finalmente, según se considerara al monte en cuestión exceptuado o enajenable, es decir, si se mantenía definitivamente como público o si, por el contrario, debía salir en subasta y pasar a manos de propietarios particulares. El criterio para colocar a un monte en una u otra tesitura fue el de la especie dominante: los montes cuyas especies principales fueran abetos, acebos, alisos, abedules, enebros, pinabetes, pinsapos, pinos, sabinas, tejos, hayas, castaños, robles, rebollos, quejigos y piornos pasaban a ser considerados como exceptuados de la desamortización; por el contrario, los poblados con especies con turnos de crecimiento más o menos cortos, como las fresnedas, olmedas, almezales, alamedas, saucedas, lentiscales, cornicabrales, tarayales, retamares, acebuchales, bojedas, tomillares, brezales, jarales, palmitares y todos los demás no incluidos en la primera enumeración, eran aptos para la enajenación. Ingenieros como H. Ruiz Amado se mostraron muy críticos con el criterio de la especie arbórea, que sólo comenzó a cambiar en los años de tránsito del siglo XIX al XX. Los resultados de este trabajo para la provincia de Huesca se sintetizan en el siguiente cuadro: Cuadro 1. Montes exceptuados y enajenables según el tipo de propietario. Provincia de Huesca, 1859. Enajenables

Exceptuados Propietario

N° de montes Superficie (ha) % N° de montes Superficie (ha) %

Estado Ayuntamientos Corporaciones civiles

1 1.272 2

0,10 — 9 145 181.234,92 99,2 3 0,8 1.490,14

TOTAL

1.275

182.725,16

157

91,21 0,5 18.248,06 97,1 2,4 458,77 18.798,04

Fuente: Clasificación general de montes de 1859.

Estamos hablando para 1859, como se aprecia, de unas 200.000 hectáreas para toda la provincia de Huesca y de 1.432 montes, de los cuales la práctica totalidad pertenecía a los pueblos; de entre los exceptuados, sólo una pequeña extensión de 0,10 hectáreas (un robledal llamado Plantío del Rey, en Santorens) dependía del Estado y dos montes del partido judicial de Huesca, Castejón de Becha (1.400 hectáreas, en Esquedas) y Paco y Solano (90,14 hectáreas, en

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Nocito), estaban en manos de corporaciones civiles. Igualmente casi todos los enajenables eran propiedad de los pueblos, excepto nueve pertenecientes al Estado (todos de escasa extensión: cuatro en Lascasas, dos en Bonansa y uno en Betesa, San Esteban del Mall y Banariés) y tres a corporaciones civiles (en Igriés, Loarre y Nocito). Pocos años más tarde, la ley de Montes de 1863 restringía las posibilidades de excepción y lanzaba a la iniciativa privada muchas más hectáreas de montes. Los ahogos financieros de Hacienda para hacer frente a la deuda pública estaban detrás de que el criterio de excepción fuera más restrictivo. Para hacer frente a estas nuevas necesidades se confeccionó el Catálogo de los montes públicos

exceptuados de la desamortización de 1862. En este Catálogo se consignaban sólo aquellos montes que habían superado los requisitos primordiales para escapar a la venta: además de figurar entre los exceptuados de 1859, dependiendo de la especie dominante, tenían que alcanzar una superficie mínima de al menos 100 hectáreas, computándose en ella los que distaran entre sí menos de un kilómetro,2° criterios restrictivos, impuestos por los comisionados de ventas de Hacienda, que levantaron ampollas entre los ingenieros forestales. Todos los montes cuya especie dominante no fuera pino, roble o haya, no tuvieran una extensión mínima de 100 hectáreas y no fueran de aprovechamiento común certificado por el Gobierno provincial podían ser vendidos y este criterio, aunque con sucesivas rectificaciones (casi siempre tendentes a enajenar más montes en favor de mayores ingresos para las arcas del Tesoro), permaneció vigente en lo sustancial hasta 1896 y la posterior publicación del Catálogo de montes de utilidad pública en 1901. Los cuadros que siguen reflejan con bastante precisión cómo afectaron a la provincia estos criterios más férreos a la hora de exceptuar montes y, reverso de lo anterior, dónde se localizaban los bosques de pino, haya y roble considerados definitivamente no enajenables. En todos los partidos judiciales disminuyó el número de montes exceptuados, no tanto el de hectáreas, lo que da idea de que o bien se agruparon varios montes para alcanzar el requisito de las 100 hectáreas, o bien se incluyeron nuevas fincas hasta entonces fuera del control de la Administración, o bien se alteraron las cabidas ya consignadas en 1859. En particular parece que abundaron las refundiciones de varias fincas pertenecientes a un mismo municipio. Con todo, más de 33.000 hectáreas dejaron de estar exceptuadas. Todos los partidos, salvo Jaca, resultan perjudicados con el nuevo Catálogo, aunque en distinta medida. Boltaña, vistos los datos provinciales, salió relativamente bien parado y mantuvo las cerca de 70.000 hectáreas de monte exceptuado.

20. Una advertencia sobre su grado de fiabilidad: no están incluidas en el Catálogo de 1862 muchas dehesas boyales porque hubo retrasos en su declaración de exceptuadas. La forma de subsanar este defecto es recurrir a los Planes anuales de aprovechamiento forestal, donde dehesas boyales y montes comunales aparecen tanto en los terrenos «incluidos» en el Catálogo de 1862 como en los que se agrupan bajo el epígrafe de «no incluidos».

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Cuadro 2. Comparación entre los montes exceptuados de la desamortización en 1859 y 1862. Provincia de Huesca, por partidos judiciales. 1859

1862

A N° de montes Superficie (ha) %

N° de montes Superficie (ha) %

13arbastro Benabarre Boltaña Fraga Huesca Jaca Sariñena Tamarite 'FOTO.

90 231 211 28 217 379 65 54

2.239,5 4.512,8 69.739,9 15.794,9 21.012,2 51.060,1 15.697,3 2.668,1

1,2 2,4 38,2 8,7 11,5 27,9 8,6 1,5

2 11 114 8 18 271 10 0

2.079 3.705 69.485 12.218 4.190 52.276 5.147 -

1.273

182.725,1

100

434

149.100

respecto a B

-160,5 1,4 -807,8 2,5 -254,9 46,6 -3.576,9 8,2 2,8 -16.822,2 +1.215,9 35,1 3,4 -10.550,3 -2.668,1 100

-33.62.3.1

Fuente: Elaboración propia a partir de la Clasificación de 1859 y el Catálogo de 1862. Cuadro 3. Montes públicos en Huesca por la clasificación de sus especies, 1862. Montes de pillo

Montes de roble

Número Hectáreas

Número Hectáreas

Montes de haya Número Hectáreas Total hectáreas

Barbastro Benabarre Boltaña Fraga Huesca Jaca Sariñena Tamarite

1 7 93 8 13 218 10 -

94 3.272 64.337 12.218 3.583 43.914 5.147 -

1 1 15 5 34 -

1.985 110 2.591 607 4.189 -

3 6 19 -

323 2.557 4.173 -

2.079 3.705 69.485 12.218 4.190 52.276 5.147 -

TOTAL.

350

132.565

56

9.482

28

7.053

149.100

Fuente: Elaboración propia a partir del Catálogo de 1862.

Los montes de pino, roble y haya se concentraban en Jaca y Boltaña y, por tanto, fueron éstas las zonas que mejor se amoldaron a las nuevas exigencias. Los partidos más dañados fueron los de Huesca capital y Sariñena, seguidos de Fraga y Tamarite (que quedó sin montes exceptuados), es decir, zonas de escasa pendiente y de monte bajo donde venían proliferando las roturaciones agrícolas. Una de las especies arbóreas más perjudicadas fue la carrasca, variedad rústica de la encina que se asentaba sobre la parte central de la provincia. En efecto, fueron «adineradas las encinas en forma de leña y carbón», como gritaba Costa en los mítines de la Cámara Agrícola del Alto Aragón celebrados en Graus, Barbastro o Monzón. Más al sur, las carrascas iban dejando paso a la estepa o,

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más tarde, a los nuevos regadíos. Esta regresión del carrascal originario ha dado paso a una garriga con coscoja, asociada con romero, tomillo, espliego y, en las áreas más deforestadas, incluso aliaga. Si nos detenemos un instante en lo ocurrido en Barbastro, podemos observar que de los 93 montes conceptuados como no enajenables en 1859, casi todos de reducidas dimensiones, sólo se salvaron dos, la sierra Sevil de Adahuesca y El Pinar de Asque (Colungo). No hay duda de que casi todos desaparecen por su exigua extensión, tal como sucede en Abiego, Adahuesca, Alberuela, Alquézar, Azara, Azlor, Barbastro, Barbuñales, Berbegal, Bierge, Castillazuelo, Colungo, Coscojuela, Cregenzán, El Grado, Hoz, Huerta de Vero, Ilche, Laluenga, Laperdiguera, Lascellas, Mipanas, Monzón, Naval, Peraltilla, Pozán, Radiquero, Salas Altas, Salas Bajas, Salinas de Hoz, Selgua o Conchel.' Los montes a enajenar fueron los más pequeños. Por lo que respecta al número de hectáreas exceptuadas, la pérdida no es tan traumática (174,86 ha), puesto que la desaparición de los 91 montes casi se compensa con una corrección de cabida: a la sierra Sevil se le asignan 1.985 hectáreas en lugar de las 1.114 anteriores. El ejemplo viene a colación porque es sintomático de lo que ocurre con las cifras globales de superficie forestal en la provincia, como veremos enseguida. El Catálogo de 1862 permaneció en vigor hasta comienzos del siglo XX, propiciando así muchas de las ventas de la segunda mitad del XIX. A pesar de todo, ciertas intentonas por acelerar todavía más las ventas de montes, como las de Juan Francisco Camacho, ministro de Hacienda en la década de 1880, no se llevaron finalmente a la práctica. A finales de este siglo se había acuñado un nuevo concepto, el de monte de utilidad pública, que incorporaba «elementos de valoración social y criterios de índole ecológica en su definición»."' Los montes así denominados pasaron a formar parte de un nuevo Catálogo23 y gozaron, además de un trato fiscal privilegiado, de un estatuto jurídico qué los convertía en inembargables, inalienables e imprescriptibles, cualidades que albergan cierta trascendencia en las reclamaciones actuales de los municipios. Eran estos montes, al menos en teoría, aquellos que en su estado actual o repoblados tenían influencia en la salubridad pública, en el mejor régimen de las aguas, en la seguridad de los terrenos, en la fertilidad de las tierras, es decir, en cuestiones rela-

21. Una comparación entre los montes exceptuados de la desamortización en 1859 y 1862 dentro del partido de Barbastro se recoge en el Apéndice n° 2. 22. Jesús SANZ FERNÁNDEZ (1985), «La historia contemporánea de los montes públicos españoles, 1812-1930. Notas y reflexiones (1 y II)., en Historia agraria de la España contemporánea..., Crítica. Barcelona, t. II, pp. 193-228, y t. III, pp. 142-170.

23. Catálogo de los montes y demás terrenos forestales exceptuados de la desamortización por razones de utilidad pública de 1901, confeccionado por real decreto de 20 de septiembre de 1896. Poco antes de que el Catálogo de 1901 viera la luz pública, se publicó en los Boletines Oficiales de la Provincia una «Relación de los montes que revisten carácter de interés general que no figuraban en el Catálogo de 1862o, la cual entraría a formar parte del Catálogo de 1901 junto a los montes ya inser-

tos en el de 1862 (como sabemos, todos los excluidos de la desamortización). Estas relaciones iban firmadas por los ingenieros jefes de cada Distrito Forestal.

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cionadas con el bien de la colectividad. En una palabra, se trataba de terrenos exceptuados de la desamortización por razones de utilidad pública. El ingeniero del Distrito Forestal de Huesca, D. Ayerbe, aludía con preocupación hacia 1908 a la frecuencia de fenómenos torrenciales ocasionados por las fuertes pendientes, con riesgo para los pueblos próximos. Las causas de tales desastres había que buscarlas, amén de en los aludes, en la degradación de la cubierta vegetal y, más en concreto, en las talas abusivas y en los incendios. El nuevo concepto de monte de utilidad pública aspiraba a proteger de cualquier abuso estos espacios «ecológicamente» estratégicos. Conviene reseñar, no obstante, que tampoco se declararon vendibles toda una serie de montes por motivos distintos a los de utilidad pública. Este grupo de montes, junto a los declarados enajenables pero que todavía no habían recalado en manos de particulares, no aparecen en el Catálogo de 1901 —pues habían pasado a ser competencia del Ministerio de Hacienda—,24 pero hemos conseguido recopilarlos a partir de los Boletines Provinciales. En definitiva, en el umbral del cambio de siglo los montes públicos existentes en Huesca, al menos aquellos de los que la Administración central tenía conocimiento, eran los siguientes, sumados los tutelados por Hacienda a los de utilidad pública: Cuadro 4. Montes públicos en Huesca, 1901. \ Imites de utilidad pública

Ni-linero Hectáreas

(I m ero Hectáreas PRO \

1 \1 I

215.926

\

Barbastro Benabarre Boltaña Fraga Huesca Jaca Sariñena

2

13 132 4 13 165 8

2.450 2.862 87.068 14.722 13.851 84.571 10.404

to 1 o.

Montes dependientes de Hacienda

PRO\ t\(1\

143

20.363

De aprov. común Dehesas boyales Enajenables

3 19 121

683 2.720 16.960

Número 1 leetáress 480

236.289

Fuentes: Catálogo de montes de utilidad pública (1901) y Montes públicos de Huesca a cargo del Ministerio de Hacienda, 1901. AHPH, Agrie., Secc. Distrito Forestal, caja 611. Todos los montes de utilidad pública pertenecían a los pueblos, excepto San Juan de la Peña (379 ha) y San Pedro (42 ha), que dependían del Estado.

24. «Los terrenos administrados por Hacienda volvieron a depender, primero, entre 1922 y 1925, del Ministerio de Fomento y luego, a partir de 1926, también de los ayuntamientos [...] Los exceptuados por razones de utilidad pública aparecen mezclados entre 1922 y 1925 con los exceptuados por otros motivos y con los enajenables [...] Por otro lado, el Ministerio de Fomento induce al error ya que, desde 1926, presenta sus estadísticas bajo la denominación de "montes públicos", cuando lo cierto es que sólo tratan de los montes de utilidad públicas. Estas consideraciones, obtenidas a partir de un concienzudo trabajo previo de crítica de fuentes, en GEHR (1991), p. 66.

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Los montes de utilidad pública estaban ubicados mayoritariamente en los partidos de Boltaña (132) y Jaca (165); aparecían esporádicamente en algunas estribaciones pirenaicas de Benabarre (13 montes) y de Huesca (13) y escaseaban en la parte más meridional de la provincia (sólo dos montes en Barbastro, ocho en Sariñena y ninguno en Tamarite). Esta distribución geográfica y por especies forestales está en el origen del método de beneficio seguido, según se trate de monte alto, monte bajo o matorral. Seguir con ciertas garantías la evolución superficial de los montes públicos oscenses durante el primer tercio del siglo XX requiere ineludiblemente una consulta a los Planes de aprovechamiento forestal elaborados en los respectivos Distritos por orden de la Junta Consultiva de Montes. Los Planes de aprovechamiento constituyeron el principal instrumento utilizado desde mediados de la década de 1870 para controlar la gestión forestal, en espera de que los montes públicos fueran ordenados. Y lo que se concebía como una medida transitoria se trastocó en algo definitivo puesto que, avanzada la década de los treinta, apenas el 10% de los montes públicos españoles estaba ordenado. El «ordenar transformando» de Lucas de Olázabal se demoraba en el tiempo. Mientras tanto, a través de los Planes de aprovechamiento, el Estado reglamentaba el uso de lós montes, dejando de estar usufructuados de forma espontánea. Junto a los Planes propiamente dichos, se incluía una memoria justificativa y una memoria de ejecución redactadas por el ingeniero del Distrito, así como correspondencia y algunos comentarios de la Junta Consultiva. Más allá de necesidades publicitarias, convenientemente divulgadas en distintas revistas forestales, es en esta documentación de consumo interno donde se capta el verdadero latido de la Administración forestal y sus criterios preferenciales de actuación. Los Planes de aprovechamiento forestal resultan una fuente muy completa y de notable calidad, pues no en vano las autoridades forestales estaban tan interesadas en el beneficio del bosque como en su conservación y este hecho queda plasmado en el aparato estadístico que generaron, lo que redunda en beneficio de nuestra labor. Recogen la superficie en hectáreas de cada monte, aunque cuando aparecen estos Planes —a mediados de los 70 del siglo XIX— algunos de los mejores patrimonios ya se habían vendido. Es una documentación aceptable que, sin embargo, evidencia algunas lacras en temas concretos, por lo que conviene andar con tiento a la hora de aceptar sin escrúpulos la información suministrada. En el caso de los montes exceptuados de la desamortización, es decir, aquellos poblados de pinos, robles o hayas que tuvieran una extensión superior a 100 hectáreas, hay que tener en cuenta la relativa frecuencia con que otros más eran declarados dehesas boyales o de aprovechamiento común con posterioridad a la confección de clasificaciones y catálogos. Perdían así su condición de enajenables pero continuaban considerándose como tales en los Planes de aprovechamiento por desconocerse esta circunstancia." 25. De esta laguna debió de tomar conciencia la Administración central en vísperas al Catálogo de 1901, pues durante la última década del siglo solicitó a los diferentes Distritos Forestales una relación

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Pero quizá donde los Planes presenten más distorsiones sea en los montes declarados enajenables pero todavía no vendidos, dependientes de Fomento hasta 1901 y de Hacienda a partir de esa fecha. En estos casos debemos extremar las precauciones y esforzarnos por no aceptar acríticamente las cifras que se nos presentan. Las continuas fricciones entre los Ministerios de Hacienda y Fomento pudieron redundar en que los datos expuestos por la Administración estén sesgados en uno u otro sentido. Intentaremos justificar esta idea con algo más de detalle. La Dirección General de Propiedades y Derechos del Estado (o sea, Hacienda) reclamó continuamente a los Distritos Forestales de las provincias aragonesas —y no sólo a ellos— la relación de los montes públicos no exceptuados de la desamortización hasta la fecha. Pero encontró enormes dificultades para ver cumplido este servicio, pues la mayor parte de los ingenieros jefes de los Distritos se oponían a la entrega del citado listado de montes. Argumentaban que no habían recibido órdenes para ello de la Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio y que dicha entrega era contraria a la ley de mayo de 1863, que les confería la administración de los montes públicos, incluso la de los declarados enajenables, hasta que Hacienda les notificase su paso a propiedad particular. Hay que valorar por tanto en su justa medida que detrás de las cifras latía el continuo conflicto entre Hacienda y Fomento, con intereses contrapuestos sobre el destino que debía esperar a cada monte. Intereses, por cierto, materiales en ambos casos, unos expresados abiertamente (Hacienda: allegar más ingresos con la venta del mayor número posible de estos patrimonios), otros de forma más velada (Fomento: intentar justificar con argumentos conservacionistas o pretendidamente ecologistas avant la lettre unos claros intereses corporativos), aunque no todo sea corporativismo, bastante comprensible por otra parte.' En definitiva, los ingenieros forestales tendieron en lo posible a salvaguardar los montes de su enajenación."' Si no recibían constancia escrita y pruebas

de los montes públicos que, reuniendo las condiciones de excepción exigidas, no se hallasen aún incluidos en el catálogo de los exceptuados «por omisión u otra causa cualquiera». 26. En la correspondencia recibida por el gobernador civil de Huesca se palpa con claridad cómo el ramo de Fomento oponía dificultades a «las operaciones de peritaje designadas por Hacienda». 27. El ingeniero jefe del Distrito Forestal de Huesca se muestra muy reacio a colocar a cualquier monte la etiqueta de vendible. Así explica su proceder en esta cuestión: «Si bien pudiera suceder que alguno ó parte de alguno de ellos pudiera reunir condiciones de venta, entiende el que suscribe que no puede proponerse esta sino despues de un estudio del mismo en virtud del cual resulte que la venta total ó la segregación de una parte de un monte se ajustan a los preceptos legales». AHPH, Secc. Distrito Forestal, Desamortización de Montes Públicos (1859-1896), caja 894. Es probable, en consecuencia, que los Planes de aprovechamiento reflejaran montes que en realidad acababan de ser vendidos por Hacienda, porque para darles la baja el procedimiento pecaba de excesiva burocracia. Incluso en el Catálogo de montes de utilidad pública aparece alguno que ya había sido vendido por Hacienda en décadas anteriores, muchas veces sin conocimiento del Distrito Forestal (montes n° 264 y 309, por ejemplo). El Distrito Forestal exigía de capataces y sobreguardas que le remitieran notas de las escrituras de ventas y otros datos indispensables para la exclusión legal del monte. Los ingenieros jefes de las tres provincias aragonesas reconocían no haber logrado que esta labor la efectuara I lacienda o los mismos compradores, «que son los que debieran hacerlo».

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fidedignas de que efectivamente se había vendido el monte en cuestión (y a veces no las recibían), continuaban incluyéndolo en sus estadísticas, motivo por el cual se seguían considerando de carácter público montes que ya habían pasado a manos de particulares. Al margen de los roces mantenidos entre Hacienda y Fomento, las continuas circulares enviadas por el propio Ministerio de Fomento a su personal, ordenándole formar relaciones más fidedignas sobre los montes exceptuados y enajenables, revelan cierta inseguridad. En el caso de Huesca, los montes que figuran con un número acompañado de «bis» o «ter» fueron incluidos tardíamente en Catálogos y Planes, a medida que la Administración forestal iba accediendo a un conocimiento más exhaustivo del territorio. Así ocurrió, por ejemplo, con los montes de Torre la Ribera (números 17 bis y 17 ter, incluidos por real orden de 24 de enero de 1923) o con el de Boltaña, denominado Cañas y Solanias (50 bis), que no fue tenido en cuenta hasta 1924. Muchas veces los límites de los montes tampoco estaban claramente definidos y ello motivaba que «no sea posible subastar los aprovechamientos susceptibles sin peligro de lesionar los intereses de los colindantes». Este desconocimiento de la superficie exacta que comprendía cada predio era más claro cuando se intentaba cuantificar la extensión del terreno arbolado propiamente dicho. Por eso aceptaremos con más reservas las cifras consignadas en esta casilla que las indicadas sobre superficie total del monte. Ni siquiera al personal facultativo del Distrito le merecían muchas garantías las cifras de «terreno poblado». Con todo, los Planes de aprovechamiento plasman los sucesivos deslindes de montes, que hacían variar las cabidas superficiales, indicio claro de que nuestra fuente se iba reactualizando con cierta periodicidad. Podemos seguir con cierta fiabilidad, por tanto, la evolución superficial de los montes públicos en Huesca entre 1876 y 1925 y, más en detalle, entre 1901 y 1925. La realidad documental de Huesca no encaja en los moldes prefijados para otras provincias, donde la Administración forestal concentró sus esfuerzos en un número cada vez más reducido de hectáreas, casi siempre las más selectas y rentables. Al contrario, en Huesca tiende a acaparar la gestión del mayor número posible de montes públicos: se mantienen de forma bastante estable las 250.000 hectáreas de monte hasta 1925, aumentando en casi 50.000 la cifra consignada en la Clasificación de 1859. No puede afirmarse, por tanto, que la Administración forestal concentrara sus labores de vigilancia y de mejora sobre una superficie cada vez más estrecha. A ello ayudó también el hecho de que las privatizaciones de montes públicos no revistieran en Huesca la misma significación que en provincias aledañas (Zaragoza, Navarra), aunque sin duda alcanzaron una entidad superior a la reflejada en la estadística forestal. Las ventas y privatizaciones de montes públicos en Zaragoza resultaron de una indudable envergadura (entre 1859 y 1926, el 46,1% del monte público existente en el momento de confeccionar la Clasificación de 1859, frente al 11,3% en Huesca),28 algo

28. Cfr. GEHR (1994), pp. 99-152.

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Cuadro 5. Evolución superficial de los montes públicos en Huesca, 1876-1925.

a. Datos provinciales desagregados por tipos de montes. Enajenables Exceptuados Aprovechamiento Dehesas boyales común 1859 1876 1901* 1915 1925

18.798 45.790

182.725 152.095 215.926 205.892 201.317

2.828 2.828 3.848

905 865 6.431

Enajenables

32.616 33.632 37.630

No investigados

TOTAL

201.523 197.885 252.332 243.230 249.452

57 13 226

*Para los montes dependientes de Hacienda, tomamos los datos de 1905, lo que explica el ligero desajuste con respecto al cuadro 4. De las 16.960 hectáreas de terreno enajenable en montes dependientes de Hacienda pasamos a 32.616 en 1905. Fuentes: 1859: Clasificación general; 1876: Planes de aprovechamiento forestal (incluidos y no incluidos en Catálogo); 1901: Catálogo de montes de utilidad pública y Planes de aprovechamiento forestal de los montes de Hacienda; 1915 y 1925: Planes de aprovechamiento forestal de Fomento y Hacienda. Para GEHR (1991), los montes públicos existentes en Huesca en 1926 alcanzarían las 256.327 hectáreas.

b. Datos desagregados por partidos judiciales.

A

B

C

C

B

A

PROVINCIA

153.095 45.790 198.885 210.719 36.406

Barbastro Benabarre Boltaña Fraga Huesca Jaca Sariñena

2.079 3.530 5.609 2.450 1.613 6.002 7.615 2.862 71.925 3.595 75.520 83.720 10.777 7.036 17.813 14.722 4.190 13.119 17.309 13.923 57.316 2.112 59.428 73.026 5.195 10.396 15.591 20.016

1925

1020

1905

1876

A

247.125 204.488

s. d. s. d. s. d. s. d. s. d. s. d. s. d.

s. d. s. d. s. d. s. d. s. d. s. d. s. d.

B

C

A

43.933 248.421 201.317

B 48.135 249.452

2.450 1.417 3.867 2.450 1.279 3.729 2.650 2.241 4.891 2.650 2.596 5.246 293 87.266 86.585 1.101 87.686 86.973 14.722 25.835 40.557 14.722 32.226 46.948 11.094 6.206 17.300 11.074 5.664 16.738 74.911 3.190 78.101 72.321 3.270 75.591 12.076 3.943 16.019 10.404 2.807 13.211

Para 1905, 1920 y 1925: A:Montes de utilidad pública (Fomento) B:Montes dependientes de Hacienda C:A+B

Para 1876: A:Montes exceptuados de la desamortización B:Montes enajenables C: A+B s. d.: Sin datos

Fuente: Planes de aprovechamiento forestal (montes dependientes de Fomento y de Hacienda).

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LOCALIZACIÓN Y EXTENSIÓN DE LOS MONTES PÚBLICOS

que ha de entenderse tanto por el predominio en cada provincia de un tipo de monte diferente (bajo en Zaragoza, alto en Huesca), con posibilidades de ocupación agrícola muy distintas, cuanto porque los niveles de partida tampoco eran idénticos en ambos casos. Al respecto, los montes públicos zaragozanos ocupaban el 61,1% de la superficie provincial en 1859, el porcentaje más alto de toda España, unas cifras muy por encima de las de Huesca (18,4%). En 1926, la participación del monte público se había reducido al 33% de la superficie provincial en Zaragoza y al 16% en Huesca, por lo que esta última provincia se encuadraría entre las de débiles privatizaciones. Con todo, nos referíamos más arriba a que la privatización de montes públicos en Huesca alcanzó mayor entidad de la que cabe deducir de la estadística forestal y ello por una razón fundamental. Básicamente, porque aumentaban las extensiones a medida que se rectificaban cabidas y linderos y se incluían montes hasta entonces pendientes de catalogar. Estas correcciones progresivas en los linderos compensaron sobradamente el número de hectáreas de monte público desaparecidas como consecuencia de la desamortización y de otras formas de privatización. Afloraron más hectáreas de monte público de las 50.000 que marcan la diferencia entre 1859 y 1925, pero no se reflejan en las cifras globales pues se iban anulando a medida que simultáneamente se privatizaban otras sí recogidas en la Clasificación de 1859. El ejemplo de lo ocurrido en el partido de Barbastro entre 1859 y 1862, antes reseñado, o el de Fraga, una zona bien propicia a las individualizaciones y donde, tras un importante proceso privatizador, nos encontramos con el aparente contrasentido de que en 1925 había 29.135 hectáreas más de monte público que en 1876, son sólo una prueba de lo que venimos sosteniendo.'

29. A tenor de las cifras presentadas en GEHR (1994), se privatizaron en la provincia de Huesca 32.574 hectáreas entre 1859 y 1926. Dichos autores basan este resultado en una estimación de hectáreas de monte público realizada por LÓPEZ EsTurni,Lo (1992). consistente en aceptar que «cualquier cifra de superficie provincial de montes públicos posterior a 1859 y anterior a 1928, que resulte superior a la recogida en dicha Clasificación de 1859 supone una evaluación más fidedigna de la extensión de los mismos a mediados del ochocientos que la registrada entonces», vid. Apéndice 1, p. 24. Pues bien, la estimación sobre montes públicos en 1859 la toma López Estudillo de las Estadísticas de montes públicos correspondientes a fines de la década de 1920, es decir, de unos años en los que la Administración forestal accede a un mejor conocimiento de la extensión de los montes provinciales. Para que la estimación de 1859 fuese más correcta, ¿no habría que sumar a la cifra presentada en GEHR (1994) o en LÓPEZ ESTUDILLO (1992) todas las hectáreas de monte ya privatizadas entre 1859 y 1926, sobre todo teniendo en cuenta que la Administración forestal apenas engrosa su patrimonio en la provincia de Huesca por compra de nuevos montes o expropiaciones antes de la guerra? La cifra de 32.574 hectáreas de monte privatizadas en Huesca nos resulta un poco desconcertante por lo baja; de aceptarla, ¿cómo entender que sólo entre 1859 y 1863 se remataran y vendieran definitivamente más de 35.000 hectáreas de monte en Huesca (según Registro General de Fincas Vendidas con arreglo a la ley de 1 de mayo de 1855, 1855-1928, AHPH, sign. 8644 a 8648)? Es cierto que entre 1859 y 1863 se produjo el grueso de la desamortización de montes en Huesca, pero después se privatizaron bastantes hectáreas más, como se recoge en los cuadros 20 y 22 de este mismo trabajo. Sólo un estudio más centrado en la desamortización de montes en Huesca nos dará pistas sobre la entidad del proceso privatizador por esta vía. En espera de que podamos certificar con más detalle este proceso —y no sólo a partir de la Esta-

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LOCALIZACIÓN Y EXTENSIÓN DE LOS MONTES PÚBLICOS

Por partidos judiciales, según se recoge en el cuadro 5, los espacios de valle y somontano fueron los que más se resintieron (Barbastro perdió 1.880 hectáreas entre 1876 y 1925; Benabarre, 2.368; Sariñena, 2.380; Huesca, 571... ), unos guarismos, amén de infravalorados, no excesivamente altos porque ya en 1875 —e incluso en 1859— la importancia de los montes públicos era casi residual, sobre todo si los comparamos con Jaca o Boltaña. En resumidas cuentas, la riqueza forestal pública existente en la provincia de Huesca en 1920 estaba constituida por 126 montes," con una cabida total de 38.885 hectáreas, adscritos a la sección facultativa de montes del Ministerio de Hacienda y por 337 montes exceptuados de la desamortización por causa de utilidad pública, con 214.039 hectáreas, dependientes del Ministerio de Fomento.3' De estos 337 montes, 25 (10.560 hectáreas) estaban a cargo de la 6' División Hidrológica Forestal, 11 pertenecían a la Brigada de Ordenaciones (10.468 hectáreas, todas en Ansó y Hecho) y los 301 restantes (192.861 hectáreas) dependían directamente del Distrito Forestal de Huesca. En 1955, tras la creación del Patrimonio Forestal del Estado, la superficie total de los montes de utilidad pública en la provincia había aumentado hasta las 282.410 hectáreas, con 110.478 hectáreas de monte alto, 40.873 de monte bajo y 131.059 de matorral y pastos. Los montes particulares se cifraban en 753.010 Cuadro 6. Superficie forestal existente en la provincia de Huesca, según especie y propiedad jurídica, 1948.

Pinares y otras especies de monte alto Encinares y otras especies de monte bajo Espartizales Eriales a pastos

Hectáreas 324.600 148.778 900 526.915

TurAi.

1.001.193

Montes del Estado* Montes de los pueblos** Montes privados 101 XI,

Número 3 410 6.492

Hectáreas 499 273.684 727.010

6.905

1.001.193

* Dependientes del Patrimonio Forestal. ** Dependientes del Distrito Forestal.

Fuente: Memoria COCI, Huesca, 1948.

dística forestal—, mi opinión es que se privatizaron en Huesca más de 32.574 hectáreas, probablemente el doble, aunque no estamos en condiciones de aventurar ninguna cifra alternativa. 30. De los cuales 88 eran enajenables; 25, dehesas boyales; 5, de aprovechamiento común, y 8, investigados sin clasificar. 31. Se detallan municipio por municipio en apéndices.

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LOCALIZACIÓN Y EXTENSIÓN DE LOS MONTES PÚBLICOS

hectáreas, de las cuales correspondían 116.031 a monte alto, 101.533 a monte bajo y 535.446 a matorral y pastos." Aun cuando la situación y características de los montes de utilidad pública son distintas de las de los particulares, resalta la desproporción existente entre ambos si comparamos la superficie ocupada por el monte alto y por los terrenos de pasto y matorral. Conviene insistir finalmente en que el epígrafe de montes particulares englobaba también a algunos de propiedad vecinal, adquiridos por distintas asociaciones y comunidades a través de compras colectivas. Por lo demás, las superficies boscosas continuaron aumentando en las décadas siguientes, circunstancia explicable por las abundantes repoblaciones forestales artificiales practicadas por el régimen franquista.

32. Memoria de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Huesca (COCI), 1955, p. 65. Muchos de los montes mantenían situaciones jurídicas complejas pues estaban consorciados y conveniados entre particulares y Estado, entre Ayuntamientos y Estado o entre Confederación Hidrográfica y Estado. También nos interesa destacar que en fecha tan tardía como 1974 los montes deslindados y amojonados, según datos facilitados por el ingeniero Abreu y Pidal, eran todavía minoría. La superficie actual de terreno forestal en Huesca es de 700.187 hectáreas, entre monte maderable, monte abierto y monte leñoso; pero en esa cifra no se contabilizan unas 125.000 hectáreas de pastizales y otras 50.000 de erial y pastos. Las cifras, en Anuario estadístico agrario, 1992, Departamento de Agricultura, Ganadería y Montes de la Diputación General de Aragón, Servicio de Estudios y Programación Agraria. Aún hoy la definición de espacio forestal varía según las fuentes, pero no nos alejamos demasiado de la realidad si afirmamos, a la vista del censo agrario de 1982, que el 31% de la superficie provincial está ocupado por monte bajo o matorral; el 26%, por monte alto; el 36%, por tierras cultivadas, y el 7%, por espacios improductivos.

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Puede muy bien ocurrir que no tengan cabida en modelizaciones presuntamente destinadas a analizar la «maquinaria», las «máquinas biológicas» controladas por la humanidad desde la revolución neolítica. Dicho sea todo eso con segundas —y no precisamente benévolas— intenciones. (Alfons Barceló, Filosofía de la economía, 1992) Los montes intervenían a casi todos los niveles en la vida cotidiana de los hombres y mujeres de la montaña oscense. Para muchos pueblos del Pirineo y de las sierras próximas, con abundantes disponibilidades de pastos, la ganadería constituyó la actividad principal en un pasado no muy lejano. La ausencia de espacios horizontales y los condicionantes climáticos que limitaban la presencia y rendimientos de algunos cultivos abocaban a unos usos del suelo centrados en la actividad ganadera o, en todo caso, a una dedicación mixta agricultura, ganadería y bosque, vocación tradicional de las tierras altas de la provincia. El ganado desempeñaba un papel primordial en la alimentación de los vecinos, pues suministraba leche y carne y el estiércol que permitía mejorar o, por lo menos, mantener los rendimientos. Pero sobre todo el ganado era para los habitantes de la montaña una de las fuentes esenciales de ingresos monetarios. Ganadería ovina extensiva y, alli donde era factible, agricultura cerealista de bajos rendimientos constituían las dos principales actividades del devenir diario, aunque no las únicas. El cultivo de cereal se destinaba fundamentalmente al autoconsumo, lo que le permitía escapar en buena medida de las variaciones desfavorables del mercado. La integración en las economías familiares de los bienes obtenidos en la pequeña parcela con aquéllos derivados del uso de pastos comunes y de la emigración temporal masculina constituía la forma de ocupación humana del territorio. Un cuadro, para nada autárquico, que mantendrá su función al menos hasta que las oportunidades ofrecidas por la emigración, con una industria asentada y capaz de establecer fuerza de trabajo en el ámbito urbano, determinen el despoblamiento y la desarticulación económica de muchas áreas de montaña. En la parte baja de la provincia, agricultura y pastoreo convivían peligrosamente ya a mediados del siglo XIX sobre unos acuerdos precarios, con roturaciones frecuentes que generaban una conflictividad endémica.

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VALOR Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

Los montes públicos constituían, en particular para las haciendas de montaña pero no sólo para ellas, un recurso imprescindible porque aumentaban de forma considerable las oportunidades de subsistencia. Aunque no dispongamos de ningún dato susceptible de permitirnos evaluar estas necesidades, maderas y leñas resolvían las exigencias de combustible y de calefacción durante largos meses, a la par que alimentaban hornos y herrerías. Los montes suministraban también la leña imprescindible para confeccionar los aperos utilizados en la hacienda agrícola. La madera era uno de los componentes esenciales, y a veces único, de los útiles agrícolas, al margen de ser imprescindible para la construcción de carros y carretas, en especial para las ruedas. Además de eso, el monte ofrecía la posibilidad de extraer provecho de muchas de sus plantas y de sus hojas y suministraba el abono necesario para los terrenos de cultivo. Pero el aprovechamiento más valorado en los montes de la provincia era el pasto para el ganado, sobre todo ovino y bovino. La evolución de un ecosistema está fuertemente condicionada por la actividad económica, por la economía real de la zona, de ahí que hayamos salpicado nuestra investigación sobre los montes oscenses con referencias a la actividad ganadera o al comercio de madera en la provincia. La utilidad económica de estos espacios vamos a estudiarla básica pero no exclusivamente a partir de los Planes de aprovechamiento forestal. Un primer acercamiento puede venir de la mano de los resúmenes de los mencionados Planes, es decir, de las Estadísticas de producción. Es preciso matizar, de entrada, que afrontar un estudio sobre los aprovechamientos materiales del monte a partir de la estadística forestal disponible nos aproximará a lo que los distintos montes produjeron «oficialmente», no realmente. Entre los aprovechamientos oficiales y los reales se intercalaban los disfrutes extraordinarios y más aún los usos fraudulentos no contemplados. No obstante, a partir de estas fuentes podremos observar a grandes rasgos cómo varió la funcionalidad tradicional del monte y cómo evolucionaron los distintos tipos de aprovechamiento. Cuadro 7. Producción de los montes públicos de Huesca. 1861-1880 (en pesetas). Exceptuados 1861-1865 1866-1870 1871-1875 1876-1880

197.000 263.000 472.000 356.000

Enajenables 77,2 69,6 75,1 74,2

58.000 115.000 157.000 124.000

TOTAL

22,8 30,4 24,9 25,8

255.000 377.000 628.000 480.000

Fuente: Estadísticas de la producción de montes públicos, 1861-1880, Huesca.

33. Para una adecuada descripción y valoración crítica de las Estadísticas de la producción de montes públicos, 1861-1880 y de las Estadísticas de la producción de los montes de utilidad pública, 1901-1933, GEHR (1991). Tras atender al grado de fiabilidad de la fuente, el GEHR ha reconstruido series para todas las provincias.

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VALOR Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

Cuadro 8. Producción de los montes de utilidad pública en Huesca, 1901-1933 (promedios quinquenales en pesetas corrientes). 1901-1905 1906-1910 1911-1915 1916-1920 1922 -1925* 1926-1930 1931-1933

386.337 (100) 440.310 (114) 485.993 (126) 717.448 (186) 850.612 (220) 852.747 (221) 853.355 (221)

* Incluye también los montes dependientes del Ministerio de Hacienda. Fuente: Elaboración propia a partir de Vicente PINILLA (1995).

Durante todo el período analizado, excepto en el lapso temporal 1876-1880, las cifras revelan un aumento continuo del valor en metálico de lo producido tanto en los montes exceptuados y enajenables como en los montes de utilidad pública. Exceptuados y enajenables incrementaron progresivamente su valor crematístico y lo hicieron además en parecida proporción (casi duplican los guarismos iniciales) por cuanto los porcentajes permanecen bastante estables. Con el nuevo siglo, la tendencia al alza se mantiene para acelerarse entre 1915 y 1925. A pesar de esta primera impresión optimista, los rendimientos por hectárea de los montes públicos oscenses eran, si tomamos como base 100 la media española, sólo de 83, es decir, una provincia con rendimientos medio-bajos. Al mismo tiempo, se trataba de una provincia donde los rendimientos del monte público alcanzaban hacia 1925 el 64% de los del conjunto de los montes —públicos más privados—, un porcentaje medio-alto dentro del conjunto de la península." Pero quizá lo más interesante para nuestros propósitos sea escudriñar en los contenidos que se esconden detrás de estas cifras globales, desagregándolas según los esquilmos usufructuados y los tipos de aprovechamiento verificados. Se impone, por consiguiente, una consulta a los Planes de aprovechamiento forestal. Dichos Planes tenían como objeto «armonizar» en lo posible las necesidades de los pueblos, expuestas en sus notas de petición de disfrutes, con el estado de conservación de sus montes. Se trataba, por tanto, de organizar económicamente la producción forestal dentro de los límites marcados por las exigencias biológicas de

34. Los datos para contextualizar el caso de Huesca con lo ocurrido en el resto de España están tomados de GEHR (1994), Apéndices y mapa 16. Si a los montes públicos agregamos los privados, los rendimientos en pesetas por hectárea sólo alcanzaban en 1931 un número índice 18 en Huesca, con respecto a una media española de 100. Lo reducido de esta cifra se explica, creo, no tanto porque los montes particulares de la provincia estuvieran semiabandonados cuanto porque los montes privados eran destacadamente los de mayores rendimientos pecuniarios en zonas como Asturias, Cantabria, Galicia (montes vecinales, muchas veces), Extremadura o Ciudad Real (explotación privada de dehesas).

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VALOR Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

cada monte. Éste era el objetivo aparente, que convivía con otro más subliminal, tal cual era el de centralizar el control administrativo de las producciones, poniendo coto a la autorregulación de la que hasta entonces gozaban los municipios. Constituían, por tanto, una amenaza intervencionista y, más tarde, un despojo de la Administración forestal sobre los derechos inalienables de los pueblos. Los ingenieros de Montes estimaban para cada monte la producción que consideraban adecuada en sus distintos aprovechamientos (leña, madera, pastos, resina...). Como paso siguiente, la valoraban lo más ajustadamente posible a precios de mercado con el fin de marcar la tasación de las subastas públicas. Si los aprovechamientos eran vecinales, la valoración de los ingenieros influía en la cuantía del gravamen impuesto a las comunidades rurales por disfrutar de los esquilmos. Pese a todo ello, al menos en un principio, lo consignado en los Planes de Huesca fue casi siempre fiel reflejo de lo solicitado por los Ayuntamientos o bien simple repetición de lo insertado en el ejercicio precedente en aquellos casos en que éstos no renovaban su petición de disfrutes. Por tanto, era el Ayuntamiento y la experiencia de subastas anteriores que habían tenido mayor o menor participación (y no tanto los puros precios de mercado) lo que marcaba la cuantía de los aprovechamientos, la forma de usufructuarlos y de distribuirlos, convirtiéndose así las corporaciones locales en interlocutores privilegiados entre la Administración forestal y las comunidades de vecinos. Al respecto, los pliegos de reglas localizados en la provincia indican claramente que el Ayuntamiento se encargaba de verificar el reparto de los aprovechamientos vecinales y de ordenar la explotación maderera y de pastos. En los casos mejor reglamentados, el alcalde expedía a favor de cada usuario una licencia donde se expresaba el número y clase de ganado o de leña que cada particular se hallaba autorizado a introducir o extraer del monte. Se fijaba el número máximo de animales de cada especie que podían introducirse en estos terrenos, las fechas dentro de las cuales estaban autorizados y el momento en el que debían salir. Así pues, lo de «ir a comunal o a vecinal» estaba bastante reglamentado, personalizando en la práctica para cada vecino el usufructo al que tenía derecho. Las comunidades locales se defendían, por lo demás, de usurpadores foráneos que se beneficiaban de la coyuntura o de la legislación para mordisquear estos terrenos. Maderas, leñas y pastos se aprovechaban mediante subasta pública, adjudicados al mejor postor (lo que se conocía como «aprovechamientos ordinarios») o gratuitamente a favor de los vecinos propietarios («aprovechamientos vecinales»), previo ingreso del 10% de su tasación en arcas del Tesoro. El primer procedimiento, el de subasta pública, se realizaba con arreglo a un pliego de condiciones, exigiendo de entrada al rematante el 10% del importe como fianza para responder del contrato y como forma de impedir que una declaración de insolvencia impidiera al Distrito Forestal resarcirse de los daños causados en el monte por el usufructo. En efecto, para poder realizar los aprovechamientos era preciso presentar previamente en el Distrito Forestal las cartas de pago del 10%, «ingresado en la Hacienda», de las tasaciones consignadas en el Plan o de las cantidades rematadas. Los pastos de las dehesas boyales, destinados a ganado de

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VALOR Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

labor, no debían satisfacer este 10%. En la zona pirenaica estos pastos para caballerías solían estar localizados en las laderas más bajas de los montes, dejando para el ganado de granjería las partes más altas de los puertos. A este último tipo de ganado sólo se le permitía el paso por las dehesas en determinados días y por sitios prefijados para abrevar en los barrancos cuando, dentro de los puertos, no existían abrevaderos. Los aprovechamientos subastados por varios años en montes enajenables se entregaban con la condición de que, si el predio fuese vendido, cesaba el arriendo dentro del año en que tuviera lugar la venta, sin que la rescisión del contrato diera derecho al rematante a reclamación ni indemnización de ningún género. Esta circunstancia debió de retraer a los hipotéticos interesados o por lo menos les obligó a entrar en la subasta con ciertas cautelas. Lógicamente, la competencia disminuía a medida que se elevaban las tasaciones de las subastas. Por lo demás, aunque falta profundizar en el tema, los acuerdos entre licitadores con capacidad de compra para repartirse después los productos parecen frecuentes. Los apellidos de los rematantes se repiten, a veces con una cadencia sospechosa. Por lo que se refiere a los aprovechamientos vecinales, debían estar basados en títulos legítimos reconocidos por la Administración. Una vez satisfecho ese 10% del valor total de las tasaciones, se concedían las leñas y maderas que los vecinos necesitaran para el sostenimiento de sus hogares, siempre que no se traspasaran los límites de producción de los montes. Se obraba de la misma manera con los pastos requeridos por las cabezas de mular, caballar y asnal de uso propio y destinadas a los trabajos agrícolas de los vecinos y por las de lanar, cabrío y de cerda dedicadas al consumo doméstico. Se consideraba que los ganados adquiridos por los vecinos para labrar sus tierras o para el engorde tenían derecho a aprovechamiento vecinal, con tal de que su número no excediese de una cabeza de lanar por cada dos fanegas de tierra cultivada y comprendida en el amillaramiento, aplicando una consideración similar a las distintas clases de ganado.' Dicha normativa fue infringida de forma sistemática o, hablando con más propiedad, simplemente pasada por alto; de lo contrario, pocas cuentas hubieran cuadrado en las economías ganaderas pirenaicas. El valor de los aprovechamientos vecinales tampoco debió de ajustarse estrictamente a precios de mercado; más bien derivaría de la capacidad de negociación y de resistencia de los pueblos frente a las pretensiones de los agentes forestales. Capacidad de negociación y de lucha que, en esta cuestión concreta, fue elevada en el Pirineo oscense, como parece probar el hecho de que pagaran sin grandes quejas el 10% de un exiguo valor total de las tasaciones. Una de las razones básicas de

35. A razón de una caballar por ocho lanares, una de vacuno por seis, una de cerda por cuatro y una de cabrío por dos. Si el número de cabezas excediese del señalado, se consideraba al vecino en cuestión como «tratante en ganado». Para alimentar al ganado que rebasaba el cupo permitido a cada particular, podía pujar por los pastos sobrantes (si es que los había) en las subastas, a menudo celebradas solamente entre vecinos, según disponía la real orden de 10 de junio de 1876.

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VALOR Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

los bajos rendimientos monetarios de los montes públicos oscenses, constatados con anterioridad, sería precisamente la de estos aprovechamientos vecinales valorados a la baja, aceptando tal cual las peticiones de los pueblos. Así, a lo largo de los primeros años de vigencia de los Planes forestales, el ingeniero oscense reconoce que «se tuvieron muy en cuenta las propuestas que en su día habian formulado los municipios y á las cuales procuró el distrito atemperarse». Respetando el derecho (o la costumbre de antiguo establecida), las leñas y brozas consignadas se concedieron gratuitamente a los vecindarios durante la década de 1870, «para que atendieran con ellas á las importantes necesidades de sus casas». Por lo que se refiere a los pastos, «de importancia en el distrito, se disfrutan en la mayoría de los pueblos gratuitamente». Dice además el ingeniero que muchos Ayuntamientos, compuestos de ganaderos acomodados, «confunden con toda intención los de tráfico y los de uso propio», separación que tenían obligación de hacer para subastar los pastos sobrantes, según estaba prevenido. Claro que el apoyo que el Distrito se esforzaba en obtener de las autoridades locales «es generalmente debil y tardío». Los Ayuntamientos solicitaban de vez en cuando aprovechamientos extraordinarios para recabar ingresos con los que sufragar gastos de carácter municipal. Estas peticiones, al menos en las primeras décadas del siglo XX, sólo se aceptaban si el reconocimiento previo del monte realizado por el personal forestal así lo aconsejaba, reconocimiento que ellos mismos dicen realizar «muy á la ligera». En definitiva, los usos vecinales absorbían hacia 1875 en torno al 75% del valor de lo producido en los montes de utilidad pública oscenses y los aprovechamientos ordinarios alcanzaban el 24,5% aproximadamente, de modo que quedaba para los usos extraordinarios un exiguo 0,5%. Sin embargo, los usos ordinarios comenzaron a ganar peso de forma notable a lo largo del primer tercio de siglo, según se desprende del siguiente gráfico. ,1,• Huesca, 1861-1931 Usos vecinales y usos ordinarios en los monte, 1,111,1 (en miles de pesetas corrie,,,, ). 80 -

00 -

• 40 -

20 -

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Fuente: Elaboración propia a partir de V. PINILLA (1995). El autor tuvo la amabilidad de facilitarme los datos antes de su publicación.

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Los usos vecinales pierden cada vez más peso en favor de los ordinarios y, además, incluso en los aprovechamientos vecinales se va imponiendo la costumbre de cobrar un canon. Casi siempre las restricciones en los usos vecinales venían auspiciadas por la Junta Consultiva de Montes, menos comprensiva con las exigencias de los pueblos que el personal de provincias. Otras veces la ordenación de montes fue el paso previo para aumentar la mercantilización del producto, vía subastas públicas. Quizás a causa de esta preponderancia inicial de los usos vecinales, la imagen que las autoridades forestales nos transmiten de las comunidades rurales es la de estar preocupadas únicamente por obtener el mayor beneficio posible de sus montes: atentas sólo a su interés, no se preocupaban para nada del estado deplorable de los patrimonios. Su única pretensión era un «inmoderado afán por obtener recursos pecuniarios». Bien fuera por este afán de lucro o por la ignorancia «verdaderamente desconsoladora» de la mayoría de los pueblos, lo cierto era que, en opinión de los forestales, los aldeanos de la zona eran los principales enemigos del monte. Las prácticas tradicionales de usufructo fueron consideradas casi siempre por la publicística forestal poco recomendables para la conservación de los patrimonios rústicos públicos, opinión que no concordaba en demasía con el sentir implícito a muchas comunidades rurales de que era preciso garantizar la renovación natural y, por tanto, la conservación para asegurar la continuidad en las producciones de pastos, de maderas o de leñas. Lo dicho: según convencimiento de las autoridades forestales, había que contener este excesivo egoísmo y paliar en lo posible la ignorancia, limitando usufructos y haciéndoles ver los desastres originados por la destrucción del arbolado. Desconociendo hasta los elementos más simples de vida de las plantas y no habiendo visto ensayos que le ilustren y hagan salir de su ignorancia [...] en todo culpan á la Providencia.'

36. Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca. 1912-1913, AMA, Secc. Montes, leg. 207-2.

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COMUNIDADES DE LEÑADORES Y EMPRESAS MADERERAS

La explotación de la madera por carboneros para abastecer forjas y minas databa en la provincia de antiguo,' al igual que la utilización de grandes troncos, transportados por los ríos hasta la costa mediterránea para la construcción de navíos. Tenemos noticias de que durante el siglo XVIII ya se realizaban abundantes cortes de madera para entibación de las minas en el valle de Gistaín.' Allí se explotó cobalto blanco y cobalto gris por una empresa alemana. En la madera de estos árboles encontraban su materia prima, además de los leñadores y los vecinos de los pueblos para usos domésticos, los carreteros, los toneleros, los silleros, los carboneros..., toda una panoplia de ocupaciones manufactureras. Igualmente, cuando las haciendas municipales de estos pueblos de montaña se encontraban en apuros, los Ayuntamientos solían conceder o arrendar, pero siempre con disposiciones muy precisas, el disfrute de una parte o de todo el bosque a compañías de leñadores o a algunos comerciantes. Algunos años más tarde, ya dentro del marco cronológico abordado en el trabajo, los ingenieros forestales de la época diferenciaban los montes públicos de la provincia de Huesca en dos grupos: el primero de ellos comprendía aquellos que tenían todavía «existencias susceptibles de valiosos aprovechamientos»

37. Está documentada la instalación de minas de plata en Bielsa ya en el siglo XII. Vid. M. GONZÁLEZ MIRANDA (1952), «Minas de plata en el Alto Aragón», EEMCA, V, p. 437. Ignacio de Asso (1798) refiere también la presencia de minerales férricos: «hai en los términos de Bielsa abundantes minas de hierro espatoso, y hematies, de galena y otras de cobre», aunque ya a fines del XVIII su explotación estaba de capa caída. Se mantuvieron abiertas hasta 1926, auspiciadas desde comienzos de siglo por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. Respecto a las ferrerías, no eran muy abundantes en el Pirineo oscense. Todo parece indicar que el problema del aprovisionamiento de hierro bloqueó su crecimiento. 38. G. BOWLES (1782), Introducción a la historia natural y a la geografía física de España, Madrid, Imprenta Real, 2' ed., p. 354. En realidad, existieron más de 100 yacimientos mineros en el Pirineo aragonés, aunque ya durante la guerra civil estaban inactivos en su mayoría. La pirita de cobre se hallaba en pequeños filones asociados a yacimientos de galena en Liena de Bielsa. Existía también una mina de manganeso en Estopiñán, que se abandonó en 1931. El hierro de la mina Mener, en Bielsa, fue explotado en el siglo XIX, al igual que otra mina de pirita de hierro en Benasque. La fluorita, por su parte, se localizaba en el monte El Formigal, de Sallent de Gállego, muy cerca de la divisoria fronteriza.

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si se sometían a un plan de ordenación; el otro grupo reunía los restantes montes, en los que debía procurarse, más que intensificar aprovechamientos, fomentar el arbolado mediante trabajos de repoblación. Muchos de los montes radicados en los partidos de Huesca, Sariñena y Barbastro se encontraban a fines del XIX (hacia 1895) en un estado de conservación tan deplorable que, en opinión del Distrito Forestal, si hubiera que atenerse a su estado actual «no se alcanzaria á comprender el porque figuran en el Catálogo de los exceptuados de la desamortización, siendo asi que, hoy al menos, puede decirse carecen del carácter esencial para dicha excepción, cual es el de estar repoblados de una de las especies eminentemente forestales»." Por su parte, los montes de Benabarre y Boltaña todavía se conservaban «en regulares condiciones de espesura». Sólo en el partido de Jaca existían montes que podían rendir mayores posibilidades de aprovechamiento de leña y madera que las presentadas. Muchos de ellos se hallaban en tal estado de espesura a causa de las grandes dificultades que conllevaba la extracción de sus productos. En efecto, las propuestas de aprovechamiento en los montes de Jaca aumentaron a buen ritmo de año en año tanto en volumen como en tasación y, aun así, a fines del XIX había conciencia de que faltaba bastante para llegar a las cifras posibles de aprovechamiento de los montes de Ansó y Hecho, por ejemplo." La composición física de los montes era muy buena, pero había que esperar a que mejoraran otros condicionantes de oferta como los accesos, el transporte y la capacidad de transformación forestal. Las propuestas de aprovechamientos maderables se basaban a menudo en una mera apreciación del estado de los montes, deducida de un conocimiento bastante inexacto de los mismos, con lo que se les sometía unas veces a cortas excesivas y otras a cortas defectivas que, sin mejorar la rentabilidad del monee, dejaban improductiva una parte de la riqueza potencial. Asignar un precio a la madera tampoco debía de ser tarea fácil. En un mercado o en una ciudad el precio de la madera estaría en función de la especie arbórea, de sus dimensiones o de la calidad de la pieza; cuando los madereros tuvieran que ir a buscarla al propio bosque entraban en consideración elementos suplementarios, como la distancia y situación del monte en relación con el mercado, la accesibilidad de los árboles o la facilidad de evacuación de troncos. Las diferencias registradas en el precio de los árboles correspondían en parte, por consiguiente, a la diferencia de tiempo

39. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1895-1896, leg. 108-7. 40. «Hay en aquellos pueblos montes cuyas existencias responden con exceso a las propuestas anuales, pero la naturaleza les rodeó en cambio de dificultades casi insuperables para la extracción de sus productos, la cual requiere trabajos de importancia y de coste que solo podrían emprenderse cuando la importancia del negocio estuviera en relacion con ellos. A conseguir este fin tiende la propuesta de 2.000 árboles en el monte número 300 de Hecho que es doble de la del año anterior». AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1895-1896, leg. 108-7.

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de trabajo que fuera necesario invertir en explotar el bosque en cuestión. En fin, en un mismo bosque el valor de la madera podía crecer, si el diámetro de los árboles aumentaba o si los troncos eran cada vez más rectos, o disminuir, al contrario, si sólo había árboles demasiado jóvenes o si se ampliaba el porcentaje de árboles torcidos. Lo dicho: no debió de ser fácil para los ingenieros asignar precios bien ajustados.4' La experiencia de subastas anteriores tuvo mucho que decir. A partir de 1920, no se concedieron aprovechamientos extraordinarios ni aumento alguno en las propuestas de maderas en los montes públicos afectos al Distrito Forestal de Huesca sin que previamente se determinara la posibilidad exacta del monte «mediante un tonteo de pies». Esta medida ayuda a explicar algo la circunstancia de que en 1925 se redujeran algo los metros cúbicos de madera aprovechada (cuadros 9 y 10), aunque sintomáticamente no siguieran la misma trayectoria las leñas gruesas —a veces, maderas propiamente dichas— y las menudas. En efecto, el aprovechamiento de leñas se realizaba bien a base de piezas gruesas y ramaje, bien con leñas menudas. Las primeras las proporcionaba generalmente la corta de árboles viejos, muertos, dañados, inmaderables o maderables pero señalados en rodales de mucha espesura donde fuera conveniente efectuar claras; las segundas se obtenían casi siempre por poda de especies no resinosas o por arranque del matorral existente en los tranzones designados. La advertencia es pertinente por el hecho de que muchas maderas pasaron en realidad como aprovechamiento de leñas gruesas en varios montes de la provincia. La estadística encubre esta realidad, aunque la refleja de forma indirecta.42 Tengamos en cuenta los problemas de transporte —tan difíciles de resolver en el Pirineo oscense—, el emplazamiento poco accesible de muchos bosques o la ausencia de caminos, que impedía utilizar carros. En estas condiciones, se comprende que los vecinos extrajeran leñas y maderas de los bosques más próximos a sus pueblos, que dejaran envejecer los árboles más grandes y prefirieran abatir pinos y abetos de pequeñas dimensiones, fáciles de pasar por otro lado como leñas gruesas. Dichas leñas gruesas seguían el mismo camino que las maderas, sin que fueran destinadas al consumo doméstico ni a su venta en los poblados cercanos como estéreos o convertidas en carbón para las herrerías. Atendemos a continuación a cómo evolucionaron los metros cúbicos de maderas y leñas extraídos y sus tasaciones en pesetas, teniendo presente que la evolución descrita no obedecía sólo a razones de mercado sino también al conflicto de

41. En 1925, el ingeniero de Huesca fijaba el precio del metro cúbico de madera en rollo y con corteza «partiendo del precio que rige en el mercado por deducciones sucesivas de los gastos de apeo, labra, transporte y beneficio industrial, y teniendo en cuenta las mermas por descortezamiento y labra, fijadas en un 30%», aplicando la siguiente fórmula: p = P / (1 + i/100) — G, en la que p representaba el valor del metro cúbico de madera en pie en rollo y con corteza, P el precio del metro cúbico de madera en el mercado, i el interés del beneficio industrial y G los gastos. 42. Compárense, por ejemplo (cuadro 9), los metros cúbicos de madera y los estéreos de leña gruesa producidos en 1876 y 1912.

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intereses entre la Administración y los pueblos por llevarse el gato al agua. Con todo, de entre los productos leñosos, las maderas quedaban más influenciadas por las fuerzas ligadas a la demanda mercantil que las leñas. Estaban más en contacto con el mercado.

Cuadro 9. Aprovechamiento de maderas y leñas en los montes públicos de Huesca, 1876-1925.

Maderas (m') Leñas gruesas (estéreos) Leñas menudas (estéreos) Tasación total de productos leñosos (pts.)

1876 (a)

1895 (a)

1912 (b)

29.951 4.950 31.429

-

74.110

59.336

1920 (6)

1025 (b)

13.812* 29.653* 102.755

15.671 24.560 98.556

26.650 86.570

160.464

248.110

125.362

* Obsérvese la sustitución de maderas por leñas gruesas. (a): Suma de montes exceptuados y enajenables. (b): Suma de montes de utilidad pública y de montes dependientes de Hacienda. Fuente: Elaboración propia a partir de los Planes de aprovechamiento forestal.

Cuadro 10.

Superficie aprovechada y producción de maderas y leñas en los montes de utilidad pública de Huesca, 1901-1948. MADERA

ha 1903 1913 1920 1932 1948

717 1.410 5.117 -

28.847 14.755 15.671 34.957 58.297

1I

pts. corrientes

ha

87.000 215.000 131.000 -

11.574 9.047 9.867 -

In'

126.565 129.201 160.563 71.590 108.988

pts. corriettles

46.000 39.000 53.000 -

Fuentes: Elaboración propia a partir de GEHR (1991) y, para 1948, de Memorias COGÍ, de Huesca. A partir de los Planes de aprovechamiento forestal hemos reconstruido la producción de maderas y

leñas por partidos judiciales en los montes de utilidad pública de Huesca. Puede consultarse en Apéndice n° 6.

La creciente demanda de madera para la construcción, para las traviesas del ferrocarril, para muebles, para las vigas de minas o simplemente para combustible se refleja en el hecho de que las tasaciones fueran en aumento, por lo menos hasta 1920. En 1895, por ejemplo, el número de aprovechamientos autorizados por el Distrito y efectivamente realizados fueron 36, equivalentes a 3.622 árbo-

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les.43 De este número total, 22 aprovechamientos fueron concedidos a los pueblos por el precio de tasación para cubrir necesidades de los mismos, básicamente reparación de casas y bordas, y los 14 restantes, adjudicados en pública subasta por las cantidades en que fueron anunciados, a excepción de dos casos en que hubo necesidad de rebajar la tasación. Algunos años más tarde, la presión ejercida por particulares para obtener mayor libertad a la hora de cortar puede ser un claro indicador de mayor vivacidad del mercado en este sector y de la presencia de tendencias especulativas. Poco a poco se acentuaba la pugna por las maderas, entendidas como recursos potencialmente generadores de riqueza. En un buen año como 1914 se cortaban en los montes de Aragüés del Puerto unos 1.700 pinos para subasta; en Jasa se propuso el aprovechamiento de más de 1.200 pinos y pinabetes; en Hecho la petición de disfrute por subasta subía de 2.200 pinos, a los que había que añadir otros 600 con destino a postes telegráficos... En total, se talaron legalmente 8.067 pinos en los montes de utilidad pública provinciales. La valoración de los aprovechamientos creció de modo espectacular: representaba 71.430 pesetas. Y eso que, de los 50 disfrutes maderables adjudicados en montes de la provincia, la gran mayoría (43) lo fueron por su tasación y sólo 7 por subasta al alza. En 1918 los metros cúbicos de madera aprovechados eran ya 12.722, ¡por un valor de más de 300.000 pesetas!, consecuencia de la importante revalorización de la madera pirenaica durante los años de la primera guerra mundial. De entre las pocas noticias disponibles sobre riqueza forestal privada, hemos conseguido recopilar algunas solicitudes para exportar madera de pino obtenida en montes de particulares durante los años de la gran guerra: así, por ejemplo, José 1\4" Laguna, vecino de Huesca y propietario de varios montes en Jaca, extrajo para la exportación a Francia más de 11.000 pinos en apenas dos meses de sus fincas Ordolés y Pardina Harbesa; por su parte, los vecinos de Fiscal aprovecharon y enviaron a Francia, también en 1918, más de 5.000 pinos de la partida de Villamara y otros 6.000 de la de Viñuales, ambas propiedad de todos los vecinos. Los pinos eran además de mayores dimensiones de las preceptuadas por la ley, «ó sea de 0,60 m para arriba».44 A partir de 1920 se produjo un ligero descenso debido a la supresión de algunos aprovechamientos para compensar pérdidas maderables ocasionadas por temporales y por cortas fraudulentas, pero su equivalente en metálico acusó una caída más notable (se tasaron en 215.000 pesetas), consecuencia de la depreciación sufrida por la madera provincial una vez terminada la guerra.

43. Por las mismas fechas (1891), la producción anual maderable en la provincia de Teruel era, al parecer, mucho más alta; según informa Domingo GASCÓN en su Miscelánea Turolense, 15 de julio de 1891 (reed. del Instituto de Estudios Turolenses, 1993), alcanzaba los 21.540 árboles, casi todos pinos negrales, aunque esta cifra debe tomarse con cautela a expensas de comprobarla en los Planes de aprovechamiento. 44. AHPH, Secc. Distrito Forestal, Junta provincial de conservación de la riqueza forestal privada, 1918-1919, lib. 384.

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La creciente demanda de productos forestales tenía que ver igualmente con las nuevas aplicaciones que de día en día iban teniendo éstos." Respecto a las tasaciones de las maderas de un monte, como ha quedado ya sugerido, dependían de tantas circunstancias (localización de las cortas, desembosque, barranqueo, arrastre, precio de la mano de obra, demanda en el mercado...) que era muy inseguro fijar a priori el precio del metro cúbico de madera en rollo y con corteza, por lo que en ocasiones los ingenieros cometían desatinos. Por lo que se refiere a la cantidad de madera aprovechada, no parece detectarse una tendencia general clara; más bien pueden distinguirse varias fases, marcadas por las distintas coyunturas: a) Hasta 1903-1905: Durante el último tercio del XIX destaca la importancia de los aprovechamientos madereros en unos pocos montes oscenses, muy pocos. Bastará indicar, como queda reflejado en el cuadro 10, que en 1903 se extraían de apenas 717 hectáreas nada menos que 28.847 metros cúbicos de madera: una explotación verdaderamente depredadora. Por el contrario, en el resto de los montes las extracciones no revestían apenas importancia. b) De 1905 a 1925: Poco a poco se aumentan las superficies madereras aprovechables y la explotación por hectárea se modera. El comercio de la madera comenzaba a favorecer una acumulación rápida de capitales. Es de suponer que también influyera algo la demanda de madera para las traviesas del Canfranc. El aumento en el precio de venta de pino y haya, sobre todo durante los años de la gran guerra, junto al incremento de los bosques susceptibles de ser cortados, entrañó un alza en los capitales invertidos en este negocio. La primera guerra mundial dificultó las importaciones de madera y, consiguientemente, elevó el precio de la madera en España. Como consecuencia de las muchas talas habidas en montes privados, en 1918 se creó la Junta de Conservación de la Riqueza Forestal Privada. c) A partir de 1927-1928: Cortas mucho más sistemáticas (34.957 m3 en los montes de utilidad pública hacia 1932) favorecidas por una mejora en la infraestructura de comunicaciones y por unas tasaciones aparentemente más bajas (sólo 131.000 pesetas en 1932, prácticamente la mitad que quince años antes). La preferencia por opciones rentabilistas ya no se esconde. Es, sin embargo, un periodo de crisis maderera, como atestiguan las numerosas peticiones sobre reba-

45. «Hasta el punto de que el consumo de ellos en España es mucho mayor que la producción obtenida, como lo prueba el que en 1918 el valor de los productos importados excedió en más de 14 millones de pesetas a la exportación de los mismos; vemos, pues, que el porvenir forestal que le está reservado a la provincia de Huesca es importantísimo». Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1919-1920, AGA, Alcalá de Henares, leg. 2841 (2). Determinar exactamente la posibilidad maderable anual tampoco debía de ser tarea sencilla para los ingenieros, al tener que ejecutarla sobre unos montes sin ordenar ni deslindar, muy irregulares, con distintas espesuras y edades completamente mezcladas. Es de suponer que no faltaran casos en que se sacaran del monte existencias a capricho, sin conocer en detalle su capacidad de producción.

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Exposición de madera y diverso instrumental del Distrito Forestal de I luesca, hacia 1915 (documentación del Distrito Forestal, en AHPH). La madera de pino de mejor calidad se localizaba en los montes de Plan, Torla, Villanúa, Borau, Aísa y Aragiiés del Puerto. A juicio de los ingenieros forestales, «la madera de Torla, por el duramen; la de los demás montes citados, por la finura de fibra, por su rectitud y por la homogeneidad del tejido».

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ja del precio en pie del metro cúbico. Los vecinos de Aragüés del Puerto y de Jasa, por ejemplo, solicitaron una rebaja de 18 pts./m' a 11 pts./m3 debido a las «malas condiciones del mercado y al aumento en los costes de explotación»; finalmente se les concedió una rebaja de 18 a 15 pesetas. Los madereros se quejaban de la falta de mercado para las piezas de construcción, consecuencia de la cual debían transformar los árboles en madera para embalaje, con la consiguiente reducción en el precio de venta y aumento en las necesidades de mano de obra.{" Por estas fechas, durante la IIa República, sólo en Jasa y Aragüés se dedicaban a la madera «más de 60 obreros, que llevan trabajando en el monte más de 15 años». d) Tras la guerra civil: Es el momento de explotación más intensa, a veces incontrolada, en muchos montes oscenses. Como veremos más adelante, se intenta enmascarar y cobijar este hecho con la política de repoblaciones forestales. La carretera, el camión y el ferrocarril hacen posible la explotación de los árboles de mayores dimensiones y la extracción de volúmenes de madera más importantes. Todo ello acarreó transformaciones, a veces no demasiado felices, para las poblaciones locales. Los camiones y las nuevas sierras hacían el trabajo de multitud de equipos de leñadores y navateros. Y además los camiones eran caros: su compra exigía inversiones que sobrepasaban las posibilidades financieras de los antiguos madereros locales. Casi siempre los camiones eran propiedad de empresas forestales especializadas. E incluso los chóferes de estos camiones eran, por lo común, extraños al Pirineo oscense. La población local perdió entonces una importante fuente de trabajo. Tan sólo le quedaba una pequeña tarea que efectuar: el arrastre de la madera hasta fuera de los bosques, operación hoy también mecanizada. Pero aún hubo algo más grave: el transporte por carretera y ferrocarril, además de favorecer la explotación de las piezas más grandes, provocó que muchas serrerías se crearan en los lugares de consumo, en las ciudades (Zaragoza, Pamplona, Barcelona) y en las cabeceras comarcales de la tierra baja (Barbastro, Ejea), no tanto en las zonas boscosas. El desarrollo de los camiones acentuó el fenómeno. Uno de los mayores problemas que obstaculizaba el disfrute de los aprovechamientos madereros de los montes pirenaicos era el elevado coste de transporte del producto. La falta absoluta de vías de comunicación o su deficiente cali-

46. El razonamiento de los madereros de Jasa y Aragüés, más en extenso, en AGA, Alcalá, Secc. Agrie., leg. 2.911 y 2.948 (1932-1934). Para los madereros, la crisis se agravó en estos municipios «por la imposición que los obreros han hecho á los patronos de emplear en las obras maderas que no procedan de los almacenes de la Capital, en cuya plaza se ha venido consumiendo la mayor parte de la posibilidad de aquellos montes, obligando al rematante con tal actitud —para poder dar salida á los productos— a producir tablilla para embalaje, con la consiguiente depreciación de los mismos; añadiendo que para lograr un metro cúbico de madera aserrada se necesitan dos de los en rollo y con corteza, debido á las perdidas por descortezamiento y sierra". Vid. Carta del ingeniero jefe de Montes de Huesca al director general de Montes, Pesca y Caza, 31 de enero de 1934.

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dad impedían convertir la madera de muchos bosques en mercancía de intercambio comercializable a precios remuneradores en mercados alejados.' Las vías de comunicación se limitaban las más de las veces a caminos de herradura en mal estado y a veredas casi inaccesibles, según escribe Pascual Madoz cuando se refiere a los valles pirenaicos. Esta carencia de estructuras viarias elevaba hasta tal punto los costes de transporte que éstos prácticamente absorbían el valor de la madera. Sobre pocas mercancías influían tanto los precios de transporte como en los productos forestales, muy voluminosos y pesados respecto a su valor." La modesta red de carreteras y caminos de montaña convertía en inaccesibles vastas áreas de bosques oscenses. La lejanía de los centros de consumo y el costoso transporte acababan por anular pronto cualquier posibilidad de sacarle rendimiento a la madera de los bosques más aislados. El déficit de comunicaciones para transportar la madera lo suplían en parte las vías fluviales: las maderas flotaban por los afluentes y por los ríos Aragón y Cinca hasta llegar, a través del Ebro, a los mercados de Zaragoza y Tortosa, donde alcanzaban altos precios. Por tanto, sólo allí donde se disponía de cursos de agua relativamente consistentes (Cinca, Ésera, Aragón...) podían reducirse de forma importante los costes de transporte. Y fue precisamente en estas zonas donde el patrimonio arbóreo fue consumido más tempranamente. Si prestamos atención al cuadro 10, observaremos que la madera se aprovechaba en 1903 en muy pocas hectáreas de monte de utilidad pública (717 ha), pero se obtenían muchos metros cúbicos (28.847). Los troncos procedentes de los bosques de Boltaña se comercializaban a mediados del XIX en mayor escala que los de Jaca, aunque es de suponer que buena parte de la madera que bajaba por los ríos —en forma de navatas o simplemente barranquiando, o sea, sin

47. «El valle de Bielsa, hasta 1918, por el sur sólo era accesible por dos peligrosos senderos de herradura, que discurrían por Salinas y por Tella. En ocasiones, para atravesarlos, era necesario colocar mantas y paja en las cortadas para que no resbalaran y se despeñaran las cabalgaduras», V. Bielza y S. Escolano, en V. BIELZA et alii (1985), p. 165, citando a Aurelio BIARCE (1976), «Pinceladas del Sobrarle», Túnel Bielsa Aragnouet, Huesca. 48. Las maderas producidas en las comarcas turolenses de Albarracín y Mora, que eran conducidas por el río Guadalaviar a Valencia, a donde tardaban casi tres meses en llegar y donde se destinaban preferentemente a fabricar cajas para el envase de frutas, se pagaban a fines de siglo (1891) a razón de 2,25 pesetas el quintal, pero en origen sólo se vendían a 0,75 pesetas árboles de donde podrían extraerse hasta tres quintales de madera. Y lo más preocupante para los productores turolenses: no podía elevarse el precio mientras no se modificaran los derechos de arancel y se facilitaran los arrastres. Domingo GASCÓN, en la Miscelánea Turolense, realiza el siguiente cálculo: «Cada árbol pesa aproximadamente tres quintales, y se obtienen por quintal 2,50 cajas, que se colocan al precio de 1,05 pts. una, lo cual arroja por pie un provecho en bruto de 7,87 pts. De esta cantidad se han de deducir: por compra del árbol, 0,75 pts.; por corta y pela, 0,15 pta.; por el arrastre con carretas, 3 quintales x 0,40 pta. = 1,20 pts.; por la conducción por el río, 3 quintales por 1,25 pta. = 3,75 pesetas, y por la fabricación de 7,50 cajas á 0,20 pta. una, 1,50 pesetas, que forman un total de 7,35 pesetas, quedando como beneficio líquido 7,87 — 7,35 = 0,52 pesetas por árbol». Vid. 15 de julio de 1991 (p. 46 de la reed. del Instituto de Estudios Turolenses, 1993).

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atar los troncos, sueltos— escapaba al control de la Administración forestal. Por lo demás, se trataba casi siempre de una explotación comercial más vinculada al abeto y al pino que al haya. No cabe duda de que la falta de vías de transporte salvó a algunos montes de un deterioro de mayores dimensiones. Llama la atención el hecho de que aún a comienzos de siglo quedaran sin realizar once aprovechamientos madereros, representados por 3.585 árboles, entre los cuales se encontraban algunos de los montes maderables de mayor importancia en la provincia. Para la adjudicación de todos estos aprovechamientos se anunciaron terceras subastas, sin haber podido conseguir que en alguna de ellas se presentara licitador. El ingeniero jefe intenta explicar las razones de esta ausencia de remates: Ínterin no se practiquen caminos de extraccion ó saca de productos en algunos de los montes enclavados en la region pirenaica y entre los que se encuentran los pocos que en esta provincia se conservan todavía en buenísimas condiciones de espesura, será inútil de todo punto el que en aquellos se propongan y aprueben la corta que los mismos requieren." A comienzos de la segunda década del siglo, el número de árboles objeto de aprovechamiento superaba en algunos años los 8.000, con una tasación en metálico que rondaba las 90.000 pesetas.'" Y ello a pesar de que algunos de los montes mejor poblados de la provincia continuaban estando sin aprovechamiento (casos de Hecho, Aragüés del Puerto, algunos de Ansó...); es más, ni siquiera se consignaba propuesta ante el convencimiento de que las subastas habían de quedar desiertas, según se encargaba de demostrar la experiencia en años anteriores. Quedaban sin postor aun cuando se fijaba el «inverosimil precio de dos pesetas el metro cúbico de madera». En fecha tan avanzada como 1914, la mejora de las condiciones extrínsecas de los montes de Ansó implicaba la ejecución de un camino forestal con una longitud superior a 20 kilómetros, proyecto presupuestado en más de 70.000 pesetas, para el que «abrigamos la convicción de que, por hoy al menos, no podria autorizarse teniendo en cuenta lo exiguo de la partida asignada en el presupuesto de ese Ministerio con destino a trabajos de mejora en los montes á cargo de los

49. Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1895-1896, AMA, Secc. Montes, leg. 108-7. Los altos costes de transporte tenían un doble y contrapuesto efecto sobre estas economías de montaña: por un lado, rebajaban enormemente el valor de los productos que la montaña podía producir para la exportación, como la madera; por otro, elevaban el precio de los productos destinados al consumo de la población de estos valles altos. Otra razón más para que los vecinos de estas zonas practicaran en lo posible la autosuficiencia, cultivando pequeñas parcelas de cereal o de hortalizas. 50. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca de 1912-1913, leg. 207-2.

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distritos.'' Hasta fines de la década de 1920 no se concluyeron las mejoras en el camino vecinal de Ansó a Zuriza, una obra que tanto beneficiaba la extracción de los productos del monte. El retraimiento en las subastas de maderas en montes tan apetitosos como los de Ansó, Hecho o Broto sólo parece explicarse por los costes de extracción y por sus condiciones extrínsecas. A pocas decenas de kilómetros de distancia, una notable demanda de maderas estaba dispuesta a pagar por ellas precios remuneradores, contribuyendo así a dar un «valor de cambio» a estos bosques y, por ende, a la economía de la comarca. Hasta 1930 no se construyó en Aragüés del Puerto un camino forestal que, partiendo del molino de Aragüés, se internaba unos cinco kilómetros en los montes ordenados, sirviendo de vía de saca a los productos de los mismos. También se construyó el correspondiente ramal de 400 metros de longitud que servía de unión entre el pueblo y el camino. El importe de la obra ascendió a 250.000 pesetas, que fueron sufragadas inicialmente por el Ayuntamiento de Aragüés del Puerto, tras años de explotación maderera. En definitiva, la falta de vías de comunicación con las zonas más dinámicas reducía el valor económico de estos bosques, obstaculizando una utilización más ventajosa, que no fuese la reducción a carbón, aun cuando la especie arbórea se prestara a un uso más lucrativo. El escaso valor comercial de la mercancía hacía que en algunos casos fuera transformada en fuego sin demasiados escrúpulos, pero no parece ser ésta la tónica en los valles más inaccesibles. No faltaron casos en que se hizo carbón de aquello que habría estado mucho mejor pagado como madera, pero en general la insuficiencia de redes de comunicación y la dificultad de las operaciones impidieron a buen seguro daños más graves al ecosistema forestal. Hemos visto cómo la dificultad y los insostenibles costes de transporte tenían una fuerte repercusión negativa y colocaban en niveles casi irrelevantes la utilidad económica de la madera de los bosques más aislados, pero esto no significó que dicha madera se convirtiera en un montón de leña inutilizable. De la falta de comercio maderero en Ansó o en Hecho, por lo menos hasta bien entrado el siglo XX, no nació el desinterés por la cultura forestal. La leña era para las pequeñas comunidades rurales de esta zona una producción gratuita de la naturaleza, que talaban cuando necesitaban, pero siempre garantizando la reproducción de estas áreas boscosas. El carbón vegetal tenía mayor poder

51. AGA, Secc. Agrie.. Memorias 1914-1915. leg. 2818/1 (ant.). Sobre las maderas extraídas en Ansó y Hecho, COMAS y PUJADAS (1985) consideran que se revalorizaron y ganaron en importancia tras la construcción de la carretera en 1910. En nuestra opinión, el tímido despegue maderero de la zona se produjo algo más tarde, hacia 1915-1920, y sólo adquirió cierta pujanza posteriormente. La documentación interna del Distrito Forestal ofrece pocas dudas al respecto. 52. Por haber invertido en mejora de montes, el Ayuntamiento de Aragüés se acogió a los beneficios determinados por el artículo 2° del real decreto de 22 de octubre de 1926 respecto a la supresión del pago del 10% de aprovechamientos forestales y del 20% de propios, AGA, Alcalá, Secc. Agricultura, leg. 2.911.

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calorífico que la madera. Pero, en ambos esquilmos, el sistema tradicional de uso estaba más orientado a la continuidad y a la reducción de fluctuaciones que a la obtención de la producción máxima. Los ingenieros forestales opinaban al respecto que la única forma de conseguir la venta de los productos en cuestión pasaba por someter estos montes a un estudio de ordenación, privilegiando también aquí fines lucrativos frente a los ecológicos. La mejora de la producción forestal sólo podía obtenerse en el cuadro de un control del espacio y de los potenciales beneficiarios de este espacio. Sin embargo, en fecha tan avanzada como 1908 sólo se habían ordenado 426.663 hectáreas en toda España, en estudio para ser ordenadas estaban 251.790 y faltaban por ordenar nada menos que 4.233.766 hectáreas. A pesar de este retraso, desde 1904 hasta 1908 no se dio curso a ninguna nueva ordenación. Por lo que hace a la provincia, las brigadas de ordenación se centraron a partir de 1910 en los montes considerados potencialmente más rentables, los de Ansó y Hecho. Ya antes, los dos únicos municipios españoles que emprendieron sus propios planes de ordenación, aprovechando las posibilidades de actuación concedidas a partir de 1908, fueron Ansó y Hecho. Octavio Elorrieta, a la postre director general de Montes durante la Dictadura de Primo de Rivera y el Gobierno de Berenguer, había participado antes en la ordenación de los montes de Ansó, con la vista puesta en atender las nuevas demandas madereras. A los montes de Ansó y de Hecho les seguirían los de Aragüés del PuertoJasa y los de Bielsa. Sus pinos y abetos debían ser explotados por aclareo y a distancia razonable unos de otros, de forma que estuvieran suficientemente espaciados. A tal fin, los bosques se dividían en tranzones y rodales, cuyos árboles tenían rasgos comunes bien fuera en calidad, bien en especie, bien en edad. Las posibilidades de cada bosque se calculaban rodal por rodal, aunque algunos de ellos solían estar excluidos de explotación. Un intervalo de años debía separar las cortas en un mismo sector, fijando así la periodicidad de las entresacas. Se esperaba, en definitiva, que los planes de ordenación dieran pie a un aumento considerable en los rendimientos. Pocos años más tarde, algunos de estos montes comenzaron a ser utilizados con continuidad por una economía de mercado: a lo largo de la década de los 20 se creó en Ansó una incipiente industria forestal, a base de serrerías» A ello ayudó también el hecho de que se subastaran por quinquenios, ya no anualmente, las posibilidades de aprovechamiento de montes tan perfectamente poblados como los de Ansó. A nuestro modo de ver, el Distrito Forestal perseguía con este procedimiento que el rematante, al tener seguros los productos de cinco años y por tanto mayor margen de negocio, se arriesgara a mejorar los medios de saca. Por otra parte, ampliando la duración de los contratos, las autoridades forestales obligaban más fácilmen-

53. El proyecto de ordenación de los montes del valle de Hecho data de 1926. Con todos sus planos y partida por partida, puede consultarse en AHPH, Secc. Agrie., cajas 669 y 670.

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Cuadro 11. Estado de los montes de utilidad pública cuya posibilidad maderera estaba determinada. Huesca, 1924. N° monte Catálogo 2 215 236 271 298 286 203 287 181 185 237 244 293 305 307 308 315 323 329 313 217 314 304 327 272 206 326 165 275 250 11 57 1 122 124 125 60 10 41 42 43 29 35 36 37 131 71 73 74 24 32 51 119 120 118 145

Pertenencia

N° árboles maderables

Estado Bailo Borau Javierrelatre Salinas de Jaca Piedrafita Aragüés del Puerto Piedrafita Aísa Valle de Aísa Botava Embún Rasal Santa Cruz Santa Engracia Serué Urdués Villarreal Yésero Tramacastilla Berdún Tramacastilla Santa Cilia Yésero Lanuza Alastruey Yebra Sarsamarcuello Majones Esposa Güel Campo Estado Seira Seira Abi El Run Espés Gabás San Feliu San Martín Benasque Bielsa Bielsa Bielsa Sin y Salinas Fiscal Fiscal Berroy Oto Bergua Broto Buesa Sarvisé Buesa-Broto Valle de Bardají

24.344 9.024 65.357 21.291 32.870 2.573 24.220 11.606 10.644 28.105 1.604 32.095 19.059 54.474 2.555 14.864 12.322 2.216 19.828 6.928 4.523 6.928 5.010 18.896 26.477 32.965 61.441 2.622 12.103 5.767 4.335 30.678 1.418 1.009 964 1.813 2.137 6.493 4.263 6.734 3.378 8.806 75.021 34.457 39.457 21.332 33.510 4.041 1.126 6.728 2.916 31.351 22.523 23.185 21.257 10.390

TOTAL

967.023 Fuente: AGA, 1925, leg. 2.866.

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Metros cúbicos 8.040,92 2.345,76 29.889,58 5.327,46 17.666,04 1.038,99 5.900,30 8.590,40 5.731,92 12.173,78 530,83 9.605,35 5.218,12 14.227,54 778,30 3.499,38 2.925,51 466,98 6.128,30 969,40 771,69 969,40 668,78 11.016,05 9.581,39 4.984,01 21.918,46 887,16 1.989,80 1.545,74 2.699,37 11.896,06 633,50 344,06 382,70 242,94 971,24 3.472,11 668,98 1.995,55 851,69 4.622,98 37.519,80 16.810,95 26.551,32 9.214,92 14.577,43 2.655,03 1.498,88 3.240,09 1.394,38 12.853,59 10.008,47 11.795,97 10.055,46 2.286,88 384.631,69


\ ‘1,011 FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

te al rematante a aprovechar los árboles derribados o tronchados por los temporales, cortados fraudulentamente o procedentes de incendios, a cuenta de la posibilidad de años siguientes. En los montes altos de la provincia se practicaba un método de corta discontinua conocido como escarbajeo o entresaca. Una vez se fijaba la partida en que debía llevarse a cabo el aprovechamiento, se dividía en un cierto número de rodales delimitados siempre que fuera posible por líneas naturales. A causa de la nieve, las cortas solían realizarse en verano, a pesar de ser la estación menos propicia, particularmente para las hayas, cuya madera podía rajarse con más facilidad. Siempre que no estuviese el terreno cubierto de nieve, los meses de octubre, noviembre, marzo y abril eran, según los ingenieros, los más apropiados para realizar las cortas por cuanto «correspondían a la época de paralización de la savia». No obstante, los métodos de corta no se aplicaban rigurosamente sobre muchos montes del Distrito por no estar todavía divididos en rodales. La saca de la madera se efectuaba por sendas que faldeaban la montaña. En ocasiones se ponían algunos maderos del lado de la pendiente con el fin de que no resbalasen las piezas, «empleándose caballerías para conseguir el desembosque»» Luego se barranqueaban, aunque a veces era necesario labrarlas en piezas más pequeñas. Desde los montes de Ansó y Benasque, por ejemplo, las maderas tardaban once horas en llegar a los puntos donde podían unirse en armadías o novatas para ser conducidas hasta la parte sur de la provincia y, a partir de ahí, «venir á parar a Zaragoza, Tortosa y Barcelona, principales centros de consumo de esta clase de productos». Las necesidades de madera en los pueblos productores nunca adquirían gran escala. Durante muchos años bajaron los troncos por el cauce de estos ríos (Bellós, Cinca, Ara...) hacia los aserraderos." Ya hemos visto cómo las dificultades de extracción y transporte encarecían la madera procedente de estos montes y obligaban a este tipo de transporte. La madera bajaba por el río sobre todo durante los mayencos o días finales de la primavera, cuando los caudales eran más abundantes. Los navateros iban vendiéndola por los pueblos de la ribera del Cinca y del Ebro bien a particulares, bien a Ayuntamientos, bien a empresas mineras, eléctricas o constructoras. De hecho, a partir de 1918, la Jefatura del Distrito Forestal exigía a los navateros «una guía de flotación», algo que ya había previsto el Ministerio de Hacienda en 1901.

54. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1876-1877, leg. 13-10. 55. «Los troncos que hacían bajar sueltos por los ríos Bellos y Yesa los ataban cerca del lugar donde el primero entrega sus aguas al Cinca. Había allí una extensa playa fluvial —placha, decían ellos— donde amontonaban la madera que traían por el agua. Junto a la playa había muchas matas de sarga cuyas ramas empleaban para atar unos troncos a otros hasta formar la almadía o novata con la que descendían después navegando casi hasta el mar, en un viaje de trescientos kilómetros de incierto recorrido», Severino PALLARI ELO (1993), Bardazí. Cinco siglo.s en la historia de una familia de la pequeña nobleza aragonesa, Zaragoza, p. 267. Con mayor profundidad, del mismo autor (1984), Las navatas. El transporte de troncos por los ríos del Alto Aragón, Instituto Aragonés de Antropología, Zaragoza.

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\.\L011 Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS

LOS MONTES DE HECHO Y ANSÓ Para no abusar de las cifras, copiaré únicamente el Volumen de los árboles en metros cúbicos existentes en cinco de las selvas: 1.860.610 metros cúbicos. No está incluida, por no haber sido ordenada todavía, la madera de las selvas siguientes: Escabués, Pamplenito, Maito, Asamún, Sillons, Gabardito, Jardín, Secadero, Aguas, Benquero y Rallonera, omitiendo otras menos importantes. Esto en el término de Hecho, que en Ansó tienen igual o mayor riqueza forestal los montes Zuriza, Maz, Selva Godía, Archibu, Falboch, Achares, Arande y Ezpelá. Suponiendo que en los citados montes, que en Hecho no han sido ordenados, haya nada más que 600.000 metros cúbicos, tendremos aproximadamente dos millones y medio, que con otros dos y medio de Ansó suman la «insignificancia» de cinco millones de metros cúbicos entre los dos pueblos. Y téngase en cuenta que en estos cálculos sólo entra la madera «maderable»: siendo, como son todas, selvas vírgenes, ¿cuál será la masa del arbolado no maderable, pero útil para muebles, leñas, carbones, etc.? Hagamos unas sencillas operaciones aritméticas: cuesta hoy el metro cúbico de madera de 70 á 80 pesetas; dejémosle, para después de la guerra, reducido á 20 pesetas; seguramente no alcanzará nunca un precio tan bajo. Los cinco millones de metros valdrán a ese precio ínfimo «cien millones de pesetas», que representa una riqueza mayor que la azucarera en todo Aragón y no sé si en toda España. Y es una riqueza que está en dos pueblos, muertos de hambre, cuyos hijos, a centenares, tienen que emigrar a Francia y América: y es una riqueza inagotable, porque cortando cien mil metros cúbicos por año, duraría la explotación cincuenta años, y mucho antes de ese plazo, las selvas volverían a estar más y mejor pobladas que ahora; y es una riqueza que no se explota por falta de dos caminos vecinales, que costarían a lo sumo medio millón de pesetas, y no se han construido esos caminos porque los dos pueblos tienen que pagar anualmente a la Diputación y al Estado 50.000 pesetas; ¡y hace pocos días un Diputado preguntaba a los regionalistas aragoneses a dónde iban, y el Diputado por Jaca se quejaba al que suscribe, por llamar negligentes a los Diputados de Aragón! [Domingo Miral, en Revista de Montes, 1917]

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Lógicamente la inaccesibilidad de estos bosques no fue un hecho permanenel tiempo, sino que estaba ligado a la evolución técnica de los transportes y en te a las mayores o menores necesidades del mercado. La utilidad fue variando a medida que lo iban haciendo también las posibilidades económicas del momento. Así, en bosques que estaban inutilizados por ser muy costoso o imposible el transporte de madera, el aumento de la demanda hizo mejorar los medios técnicos hasta superar muchos de los factores limitadores. Los aprovechamientos de madera parecían estar más controlados por los forestales que la leña o, mejor dicho, intentaron con mayor celo que no escaparan a sus inspecciones, cosa que no siempre consiguieron. Adjudicadas las leñas tras el pago del 10% de la tasación, los ingenieros acostumbraban a mostrarse más tolerantes, asumiendo sin grandes intransigencias las peticiones de los pueblos. No siguieron la misma estrategia con las maderas, aunque ello no fue óbice para que los porcentajes de ocultación fueran también aquí elevados. Cuando menos, intentaron regularizar con empeño las cortas, que debían ejecutarse en árboles no inferiores a 0,4 metros de diámetro o en «los viejos y muy ramudos, los rotos o derribados por la acción de los vientos y nieves, o los muertos o próximos á morir».' Pero allí donde los disfrutes no se municipalizaron, muchos de los aprovechamientos de madera acabaron yendo a parar a manos de un puñado de empresas, ya antes de la guerra, pero sobre todo después. El precio de la madera se calculaba entonces a partir de sus costes de extracción y de transporte, sin atender al progresivo agotamiento del recurso o a su carácter de renovable o no. Empresas madereras que, por otro lado, no se preocuparon en absoluto de repoblar, toda labor en esta dirección —mal que bien— corrió a cargo del Estado. La explotación comercial y la valoración crematística de la madera no incorporaban las externalidades negativas en el precio del producto: Los subproductos del bosque, como leñas, o para dedicarlos a la producción de celulosa, se colocan con facilidad y a buen precio. La venta y comercio de los mismos se atiende por las mismas empresas madereras, que dedican buena atención a esta faceta.' Los montes del partido de Jaca contaban con la vía de saca que suponía el ferrocarril de Canfranc y hacia 1950 se obtenía en él más de la mitad de la madera provincial. Entre los montes madereros de primera calidad destacaban los de Ansó (Zuriza), Hecho (Oza), Aragüés del Puerto, Villanúa y los establecidos en las proximidades de Sabiñánigo y La Peña. Junto a la construcción de múltiples vías de saca, el tránsito por la zona de grandes camiones cargados de madera es un fenómeno de posguerra. Los montes de Boltaña, más alejados de la red ferroviaria —tenían la estación más próxima en Barbastro—, aprovechaban como

56. AMA, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca de 1911-1912. 57. Memoria Oficial de la Cámara de Comercio e Industria de Huesca, 1955, p. 127.

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VALOR Y FUNCIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS APROVECHAMIENTOS vías de saca las carreteras y los cursos de agua. Al respecto continuaban utilizándose en los años cuarenta las navatas o almadías para la madera en rollo de poco diámetro. Estos montes contaban con otra dificultad añadida: lo diseminado de su arbolado, que hacía dura la explotación y el transporte hasta los principales aserraderos, situados en Boltaña, Campo, Graus y Barbastro. Hacia 1950 se extraían unos 50.000 metros cúbicos de madera anuales, sobre todo de pino (en más del 85%) y, en menor proporción, de haya y de abeto (prácticamente el 15% restante). Partiendo de los subproductos del monte, se desarrollaron algunas fábricas de papel, no muchas. Por ejemplo, Explotaciones e Impregnaciones Forestales, S. A., enclavada en Santa María y La Peña, obtuvo durante 1955 alrededor de 7.900 metros cúbicos de rollo, de los cuales se llegaron a sacar 3.140 m3 de madera aserrada. Por las mismas fechas vivían en Jaca unos cien obreros de la industria de la madera. Entre las empresas allí establecidas, que exportaban su producción más por ferrocarril que por carretera, destacaba la Compañía Vizcaína de Maderas, S. A., dedicada sobre todo a la industria de impregnación de postes. Las especies arbóreas que más se cortaban eran el pino, el haya y el abeto, en menor proporción roble, chopo y nogal; en el valle de Bielsa, sobre todo el pino rojo y silvestre. Sin embargo, no se llegó a aprovechar toda la riqueza potencial de la producción maderera (pasta celulósica, tableros de fibras y aglomerados...) porque a menudo se prescindía del beneficio que significaba su transformación. En fecha tan tardía como 1955 la Memoria de la Cámara de Comercio e Industria de Huesca se hace eco de la situación: Hay que terminar con el espectáculo triste que proporcionan los grandes camiones que se llevan de entre nosotros la madera en troncos. Se podría conseguir la transformación sobre el terreno y evitar volumen en los transportes, aprovechándose los pueblos de la energía eléctrica que está a su disposición para una transformación industrial de la madera, que hoy se hace principalmente en los talleres de las poblaciones grandes." Las industrias de aserrío estaban bastante dispersas, sin que en muchos casos dieran lugar a la industrialización de los subproductos. Más bien la madera procedente de los bosques oscenses salía en su mayoría con destino a las grandes carpinterías de Cataluña, Zaragoza o Navarra, ya en rollo, ya en tablones. Esta producción y venta de madera en bruto, con poco valor añadido, pudo obligar a una explotación adicional del bosque para compensar la falta de elaboración de la materia prima. Respecto a la parte central de la provincia, a pesar de que existían manchas importantes de pinares —por ejemplo en Guara—, la encina suponía la principal riqueza forestal de este entorno. A mediados del siglo XIX, el conde de Par-

58. Ibídem, p. 12.

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cent extraía sustanciosos beneficios del carboneo de los encinares de Artasona, La Mezquita y Pui Pullín, además de multitud de piezas útiles para carretería y leñas.'" Los carrascales de las inmediaciones de la capital y los del somontano, plenamente integrados en la cultura económica del momento, proporcionaban madera para la carretería, para traviesas de ferrocarril o para aperos de labranza y los residuos se utilizaban posteriormente en el carboneo. La carrasca, símbolo del reino de Sobrarbe, ha llegado hasta el escudo de Aragón. Las bellotas han sido una de las bases alimenticias para el ganado lanar y porcino extensivo de la provincia. Al margen de haber formado el suelo fértil de lo que hoy son zonas cerealistas, los encinares proporcionaban también carbón y curtientes. La corteza de encina era bastante apreciada en las tenerías para el curtido de cueros, como se deduce del siguiente cuadro: Cuadro 12. Precio de las cortezas en 1867 (en pesetas).

i 't'Es( : \ zikimoz \ ITIII . E1.

Encina

Roble

Pino

Monte Mercado

Monte Mercado

Monte Merca, lo

— 3,68 0,93

— — 0,93

3,54 5,52 1,87

— 1,87

— 2,30 —

5,30 3,45 —

Fuente: Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, pp. 341-342.

Por lo que hace al carbón vegetal obtenido de la encina, repuntó durante los años de posguerra («carbonear carrascas») y alcanzó unas cifras de producción dignas de consideración. El carboneo fue responsable de la desaparición de una parte importante del arbolado. En su elaboración se pecaba de falta de medios, lo que hacía que se desaprovecharan subproductos que, de no perderse, podrían haber ajustado mejor el precio de venta. Todas estas encinas padecieron talas muy significativas durante los años de posguerra: sólo en Benabarre se cortaron en 1940 más de 10.000 encinas.° Y siguen retrocediendo. Si de las maderas pasamos a las leñas, habremos de resaltar que satisfacían en la provincia necesidades sociales de importancia, muy especialmente en los pueblos situados en la región pirenaica y subpirenaica, «hasta el punto de que si éstas llegaran á faltar seria imposible la vida de aquellos». Dada la significación de este aprovechamiento en las comunidades rurales de la zona, la afirmación no

59. Archivo Histórico de Protocolos Notariales, Zaragoza, Lorenzo Pina, 1855, Actos de subasta de aprovechamientos en los encinares propios del Sr. Conde de Parcent, ff. 370-371. 60. AFIPH, Secc. Distrito Forestal, Registro de comunicaciones de los ingenieros de sección de este Distrito (1939-1951), lib. 186, p. 5.

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LA LEYENDA DEL CINCA Para esperar nuestra diligencia paramos en un ventorro, donde sentados sobre piedras o echados bajo un nogal esperaban el condumio vespertino como una docena de hombres. Unas cuantas pértigas con garfios, picos y sogas nos indicaron la ocupación de aquella gente. Eran almadieros que en el estiaje del río recogían las maderas depositadas por el agua sobre los pequeños deltas, para trasladarlas a las próximas serrerías. Los camaranchones de paja bajo el cubierto de los carros, sus ropas mojadas y en jirones, la tez quemada y los rostros enjutos, causáronme una impresión dolorosa. Pero si los cuerpos estaban de tal guisa, más cansadas parecían sus almas Un mirar tristón y melancólico y un silencio raro en aquel momento en que todo suele ser expansión y regocijo a la vista del humeante calderillo, excitaron mi curiosidad y pronto pude entablar conversación con ellos. —¿Ha sido dura la jornada, amigos?, les pregunté poniendo en mis palabras la unción del cariño y la franqueza de la tierra; y el que parecía ser el mayoral me respondió: —Más que dura señor; y todo lo daríamos por bien empleao si este Cinca no nos hiciá de las suyas. —Ahora será más fácil el trabajo, pues lleva poca agua. —Sí, sí, eso paice y luego nos fiamos un poco y tenemos el agua en las narices. —Será en los remansos. —No señor, donde menos se piensa. ¿No ha oído usted dicir: Cinca traidora que se ven las piedras y llega el agua hasta la gola? [L. de Arag, Revista de Aragón, 1927]

Navateros de comienzos de siglo junto al puente del Cinca en Monzón, obra de Joaquín de Pano. El puente, diseñado según la técnica alemana de los puentes parabólicos de hierro, fue volado en 1938 por los republicanos al retirarse hacia Cataluña. (AHPH, sección Distrito Forestal).

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parece exagerada aunque se pronuncie en una fecha relativamente tardía como 1912. En los pueblos montañosos resultaba prácticamente el único combustible de que se hacía uso y los rigores del clima convertían esta fuente de energía térmica en imprescindible durante buena parte del año. Además de para los hogares, la leña se utilizaba en los hornos de cocer pan, en el abono de tierras, en la forja y en otros usos análogos." Las necesidades de combustible eran ineludibles y para satisfacerlas se requería una gran cantidad de leña. En la parte baja de la provincia, aun siendo también muy amplio su consumo, se podía compatibilizar más fácilmente con el carbón. En cualquier caso, los aprovechamientos de leña debieron de ser bastante superiores a los que se recogen en los datos oficiales. Además de como combustible, campesinos y pastores se servían de la leña para construir aperos o para utilizarla en sus pequeñas manufacturas de transformación (cal, ferrerías, alfarerías y fabricación de materiales de construcción); en definitiva, toda una mezcla de actividades productivas que se alimentaban de este combustible vegetal. Y eso que la ausencia de ferrerías importantes en el Pirineo aragonés redujo de modo significativo la demanda de este material de combustión. Con todo, muchas de las leñas vecinales y procedentes de limpias se destinaban a la obtención de cal. De la leña se hacía uso también para iluminar de noche calles y casas, aprovechando especialmente el pino, rico en resina y capaz por tanto de alimentar una llama viva y persistente. Este aprovechamiento moderado de leña resultaba beneficioso para el entorno ecológico, pues ésta se extraía con frecuencia de árboles muertos o con un crecimiento defectuoso, de ramas desprendidas, de despojos de cortas y sobre todo de arbustos y matorral. Aunque con menor amplitud que las maderas, el valor de las leñas podía sufrir notables alteraciones según los años en que correspondiera efectuar la corta, según el tipo de árbol o dependiendo de la distancia del monte a los centros de consumo. En 1895 todos los aprovechamientos propuestos y aprobados en el Plan lo fueron para cubrir necesidades de los pueblos, a excepción de un aprovechamiento de 5.000 estéreos de boj que fue adjudicado previa subasta pública. Es más, ciertos aprovechamientos de leñas quedaban sin realizar; no interesaba a algunos municipos pagar ese 10% por unos disfrutes en los que «mediaba gran distancia entre los sitios en que habian de verificarse y los centros de consumo». En efecto, la falta de centros de consumo cercanos y las dificultades de extracción y de transporte de las leñas obtenidas en terrenos muy escabrosos impedían que el aprovechamiento adquiriera mayores dimensiones. Aun teniendo esta argumentación cierta dosis de verosimilitud, nos parece que

61. El consejo de H. Ruiz AM. no (1872) iba en esta dirección: «Permitan las podas de los montes con tal proporción y método que ninguna herrería ó fábrica se pierda o pare por falta de materiales., vid. p. 975. El Distrito Forestal de Huesca designaba los sitios donde habían de establecerse las carboneras o caleras, que solían ser los más limpios de vegetación.

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las propuestas hechas por los Ayuntamientos o las Juntas de Administración Local tendían a pedir menor cantidad de leña de la que realmente necesitaban los pueblos interesados, en un deseo de eludir, al menos parcialmente, el pago correspondiente al 10% de la tasación. Con las propuestas de leñas consignadas en los Planes, no había cantidad bastante para cubrir las necesidades de muchos pueblos, por lo que el recurso a procedimientos fraudulentos debió de ser común. Fue con seguridad uno de los esquilmos más castigados por el fraude y donde la desproporción entre lo aprovechado legal y clandestinamente adquirió mayor magnitud. Ha quedado reseñado, además, cómo muchos aprovechamientos de leñas gruesas encubrían en realidad el usufructo de maderas. En los pueblos donde escaseaba la leña daban a las brozas parecidas aplicaciones. Los pueblos que disponían de abundante combustible de mejor calidad sólo las empleaban «para hormigueros que forman en unión del boj y algunas plantas menudas con objeto de abonar las tierras de cultivo agrícola».52 En 1895, sin embargo, ya no se propuso aprovechamiento algunos de brozas. Debió de ser bastante frecuente que los aprovechamientos de leña aparecidos en el Plan fueran un simple reflejo de las peticiones realizadas por los pueblos para atender a sus necesidades, al menos por lo que hace a las últimas décadas del XIX y a las zonas más montañosas de la provincia. De hecho, el ingeniero de la 3' Sección reconoce seguir «como en el año anterior, el criterio de conceder cuanta hayan pedido los pueblos interesados y más, basandose en la conveniencia de limpiar el suelo de malezas con el fin de favorecer el arraigo de las semillas en los montes que se encuentran en condiciones favorables para la repoblación natural»."

62. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1876-1877, leg. 13-10. 63. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1895-1896, leg. 108-7. Los aprovechamientos de leñas gruesas y de ramaje en los montes de utilidad pública provinciales, desagregados por partidos judiciales, pueden consultarse en el Apéndice n° 8.

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PRADERÍAS DE VERANO Y MAJADAS DE TRASHUMANCIA

Los pastos ayudaban a guardar un buen equilibrio entre la cría de ganado y las tareas agrarias. Desde el punto de vista económico, este uso era el de mayor importancia en los montes oscenses por su abundancia y buena calidad, «por las excelentes condiciones de los pastaderos». Como es sabido, en las zonas de media y alta montaña de la provincia asumía esta actividad ganadera un papel primario. Atendiendo a la época de su aprovechamiento, podían dividirse los pastos en anuales y estacionales. De entre estos últimos, los de verano eran los que reunían mejores condiciones, sobre todo el «pasto fino» de estivaje de los altos puertos pirenaicos. Disfrutados de mayo a noviembre, estaban localizados en las sierras prepirenaicas y pirenaicas, al tiempo que los de invierno, situados por lo general en la parte baja de la provincia, solían ser utilizados durante el resto del año. Todos los otoños, inexorablemente, los rebaños eran conducidos de los pastos frescos de las montañas a las llanuras semiesteparias. Antes de las primeras nieves (para San Miguel o, las más tardanas, «hacia Todos los Santos»), las ovejas abandonaban los valles pirenaicos y comenzaban la trashumancia de invernada. En los puntos de tránsito de unos pastos a otros, existían los denominados de aborral —en los valles occidentales— y los bajantes, que se utilizaban en las épocas intermedias y servían como descanso al ganado trashumante. Se aprovechaba así, en la medida de lo posible, la estacionalidad de los recursos alimentarios en las diferentes zonas de la provincia. Los pueblos de la montaña reglamentaron minuciosamente el uso de los altos pastos estivales, que prolongaban la alimentación durante el verano y realizaban la soldadura entre el periodo de alimentación en los montes cercanos y los meses de estabulación forzada o de trashumancia hacia los pastos de invernada. A menudo las ventas de ganado eran estacionales, en relación con los pastos. Por eso, las comunidades favorecidas con pastos de invernada o de verano excepcionalmente buenos pudieron beneficiarse de las variaciones interanuales de los precios. Los rebaños estaban constituidos en el Alto Aragón básicamente por ovejas, carneros y cabras, animales que proporcionaban lana, leche y carne y, por tanto, servían para asegurar en las economías domésticas una producción diversificada y muy estable, tanto para el consumo interno como para la venta fuera del valle, sobre todo hacia Cataluña. Entre las razas ovinas propias de la provincia desta-

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caban la raza «fina» de Monegros, la de los valles de Hecho y Ansó, la «churra» de los valles de Tena y la «entrefina» de las demás comarcas. Para la producción de lana se consideraban mejores las dos primeras y, por lo que hacía a la carne, las ovejas churras. El ingeniero agrónomo oscense León Laguna escribía a comienzos de siglo que también eran muy solicitados los carneros del valle de Gistaín por la finura de su lana y la exquisitez de su carne, aunque acababa añadiendo que la mejor lana se conservaba en los valles de Hecho y Ansó, cuyos ganados trasterminantes y trashumantes pasturaban siempre yerba fresca, sin hacer viajes largos y penosos. En las cabañas estantes de los Monegros era donde más cruzamientos se practicaban, principalmente con ganado manchego y del Bajo Aragón, con el objeto de aumentar la talla conservando la finura de la lana." La rusticidad y versatilidad de la especie hacían que no fueran muy exigentes en cuanto a pastos. Pocas veces se las alimentaba con heno estabulado, una práctica que era vista muy negativamente por los pastores. En realidad, la estabulación permanente apenas se practicaba en la provincia porque el precio de venta de la oveja no compensaba los cuantiosos gastos que este sistema de alimentación ocasionaba. La necesidad de pastos, por tanto, obligaba a una migración estacional hacia las tierras bajas en el periodo invernal, cuando los prados de las áreas montañosas se llenaban de nieve. A esta regla sólo escapaban algunos pequeños rebaños de borregos (corderos de un año) que solían quedarse durante parte del invierno en el Pirineo, donde eran cebados por medio de estabulación mixta, es decir, pastando los retoños de los prados permanentes durante los días con buen tiempo y consumiendo el heno procedente de cortes anteriores durante la noche y los días malos. En 1865, según datos de la Junta General de Estadística, un 48,4% de la cabaña ganadera oscense practicaba la trashumancia, por un 48,1% de ganado estante y un 3,4% trasterminante. La trashumancia continuó siendo importante en Huesca durante todo el siglo XIX, cuan-

64. Sobre las lanas de las ovejas oscenses, véase León LAGUNA (1903), «La ganadería en la provincia de Huesca», Revista de Huesca (reed. facs. lEA, Huesca, 1994), 5, p. 368: «La lana de las razas finas, aunque no es tan larga como fuera de desear, es sin embargo bastante flexible, suave y elástica, destinándose á la fabricación de telas; son las llamadas lanas de peine. Lo mismo sucede con las mejores lanas entrefinas, que también se destinan á la fabricación de telas, en las fábricas de Cataluña y Francia principalmente, pues si bien a estas lanas les falta la finura, igualdad y flexibilidad de aquellas, en cambio son más largas. A las clases mejores de las lanas entrefinas se las llama en el país lana estambrera. Por último la lana de carda es generalmente lana basta de las razas churras, y su aplicación principal en la provincia es para la fabricación de paños gruesos y burdos. Otro destino importante que suele darse á la lana de ganado churro es á la confeccion de colchones y, porque es muy común este destino, se le da el nombre de lana colchonera, por creerla generalmente mejor que la entrefina en atención á que es más larga y gruesa, y considerarla menos expuesta á sufrir los efectos de la presión. [...1 Las razas finas son estante y trasterminante, las entrefinas principalmente estante, pero también hay rebaños trasterminantes y trashumantes, así como el ganado churro casi todo es trashumante. Las diferencias en la clase de lana, según el régimen de vida dentro de la misma raza, son pequeñas, por regla general [...] Estos precios varían según los años y las circunstancias; mas lo general es que las lanas finas se vendan en el país al tiempo del esquileo á 68 pesetas quintal, las entrefinas á 52 pesetas y las bastas ó churras á 44 pesetas también los 50 kilogramos».

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do ya habían entrado en franco declive los largos desplazamientos de la cabaña trashumante castellana.65 A través de cabañeras o cañadas (conocidas también en el Alto Aragón como veredas o cordeles) bajaba el ganado a compartir el alimento en los somontanos. Ya en la tierra baja, los rebaños de ovejas pastaban en terrenos bastante áridos pero suficientes para sus exigencias,»° arrendados específicamente para pastoreo de ganado lanar. Los contratos de arriendo de tales pastos se hacían a comienzos del otoño, en vista del aspecto general que presentara el terreno, y el precio variaba según la cantidad y estado de las hierbas. Existía también, lógicamente, una trashumancia ascendente, practicada en verano y con los pastizales pirenaicos como destino final, pero eran menos los rebaños movilizados que con la trashumancia descendente o normal. Los ganados del Prepirineo realizaban una trashumancia más corta, únicamente ascendente. Pocas veces descendían a los llanos del centro de Aragón. Entre los rebaños de ovejas se entremezclaban algunas cabezas de cabras, un animal que siempre gozó de muy mala prensa entre las autoridades forestales de la provincia. Hacia 1880 el dueño de ganados sorprendidos en sitios vedados al pastoreo debía pagar tres reales por cada cabeza de ganado mayor, uno por cada oveja y nada menos que cuatro por cada cabra, además de la indemnización del daño.' Las cabras, a su modo de ver, comían vorazmente los brotes tiernos, mutilaban las plantas jóvenes, impedían la regeneración del bosque y contribuían en mucha mayor medida que la oveja a la destrucción de la vegetación. Al respecto, la repoblación y ordenación forestal pretendían crear pastizales adecuados para llegar a sustituir a las cabras por corderos. Estas campañas contra la cabra, promovidas desde las instituciones oficiales, no contemplaban a veces el hecho de que no podía prescindirse de este animal so pena de mermar más las escasas fuentes de riqueza de extensas zonas de la provincia. Las cabras, definidas a menudo como las «vacas de los pobres», aprovechaban los terrenos más degradados y menos accesibles, impracticables incluso para la oveja, y eran imprescindibles para suplir las deficiencias de otros sectores productivos. En la

65. Sobre la trashumancia castellana, vid. Ángel GARCÍA SALAZ (1978) y (1994); también, Emilio PÉREZ (1991). 66. Los ganados pirenaicos bajaban a campos como los de Zuera y Villanueva, «algo bastos, más propios para carneros que para obejas», Carta de Carlos a Mariano Rocatallada, 20-11-1873, archivo familiar casa Liró-Rocatallada (ACL), Aragüés del Puerto, Huesca. Para un conocimiento más exhaustivo de las vías pecuarias (cabañeras) en la provincia de Huesca, vid. M. DADIAS (1976), p. 362, y S. PALLARUELO (1988), pp. 76 y ss. También V. BOZA et alié (1985), pp. 70-77. 67. Véase la opinión sobre el ganado cabrío de uno de los principales representantes del Cuerpo de Ingenieros de Montes: «Respecto de que el ganado cabrío hace gran daño á los sembrados y plantíos nuevos, las Justicias harán saber á sus dueños y pastores, que no les permitan entrar en ellos; con apercibimiento de que por la primera vez que se les encuentre, además de pagar el daño á justa tasacion, se les decimará y tomará de cada diez reses una, cuyo precio se aplicará como en el capítulo precedente, y si volviera á reincidir, ademas de la referida pena, se les prohibirá para siempre tal especie de ganado.. Vid. H. Ruiz AMADO (1872), p. 991. ROMERO

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provincia existía una raza típica, más apta para la producción de carne que para la de leche, y los machos castrados servían como guías de los rebaños. Esta raza se encontraba sobre todo en la extensa parte montañosa y quebrada del partido de Benabarre y precisamente el nombre de este partido judicial denominaba a esta raza de ganado cabrío. El ganado bovino era el que ofrecía mayores posibilidades de beneficio, incluso podía emplearse en el trabajo en el campo, pero aun así la presencia de ganado vacuno en la provincia era inferior a la media española,`'" y eso que Huesca acumulaba más del 50% del ganado vacuno aragonés. Algunos rebaños de bovino originarios de los valles de Ansó, Hecho, Aragüés o Tena practicaban también formas de trashumancia: iban a pasar los inviernos a las Bardenas navarras y cincovillesas o a pardinas más próximas en las cercanías de Bailo y San Juan de la Peña. Con todo, la estabulación permanente o mixta era más frecuente en este ganado vacuno, al que cebaban a base de paja y grano en la parte central y meridional y a base de heno en la parte norte de la provincia. Por su parte, la yunta de mulas era por lo general la encargada de practicar las labores en todos los cultivos, hasta el punto de que la obrada que realizaban estas mulas servía a menudo de medida superficial: tal campo tenía tantas juntas de mulas para romper, tantas juntas para mantornar (binar) y tantas para terciar. Era un ganado subordinado a la producción de cereal. En la parte baja de la provincia, donde la agricultura constituía la principal fuente de riqueza, sólo trabajaba con bueyes el labrador de pocos recursos; en la zona montañosa, sin embargo, era el ganado vacuno el principal encargado de las labores, empleando los mulos sólo para el transporte a lomo de los productos. El asno se utilizaba sobre todo para acarreo de leñas y productos agrícolas, aunque a veces servía también como ganado de labor para el hortelano y pequeño cultivador. El ganado mular criado o recriado en el Pirineo gozaba de bastante estima entre los labradores castellanos y valencianos, que eran los principales consumidores de estas mulas junto a los agricultores de las tierras bajas del valle del Ebro. Traídas de Francia o Italia en la época del destete y «á la edad de sobreaño ó quinceno», las mulas se recriaban con las hierbas y henos obtenidos en los prados permanentes del Pirineo. Durante el invierno del primer año se recogían en cuadras y después se acomodaban perfectamente al pastoreo libre de las altas praderas. Tres o cuatro meses antes de la venta, para facilitar el engorde, solían recogerse nuevamente en cuadras, donde consumían heno y paja a discreción. La mula se empleaba preferentemente para la labor y el mulo para el tiro, de ahí que hubiera más demanda de mulas y su precio de venta fuera ligeramente más elevado que el de los mulos. De la vida ganadera en la provincia y de su evolución durante el último tercio del siglo XIX y primer tercio del XX dan buena cuenta los Planes forestales,

68. Cfr. Vicente PINILLA (1995).

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cuyo estudio, a poder ser, debe completarse con el de los censos y recuentos ganaderos. En su consulta, conviene obrar con cautela. Sin ir más lejos, algunos pueblos no facilitaban al Distrito Forestal la clasificación de sus ganados, tal como les estaba encomendado («no quieren más que el disfrute gratuito de los pastos para toda clase de ganados»). Por eso, a falta de datos precisos sobre este particular, era el propio Distrito Forestal quien desde Huesca hacía un cálculo aproximado del número de cabezas de ganado menudo que para el abasto de cada pueblo se juzgaban necesarias en relación con su vecindario."' Este cálculo servía de base también para incluir en cada Plan de aprovechamiento forestal la cantidad de ganado de labor con derechos gratuitos. Vemos, por tanto, que los aprovechamientos vecinales marcados por la Administración no eran caprichosos, sino sujetos a la importancia de la riqueza agrícola que cada vecino tuviese amillarada. Sin embargo, para muchos pueblos, todavía en 1920, el número de cabezas y la clase de ganado fijados en los Planes eran tal cuales los solicitados por ellos mismos en sus propuestas, «sin que lo hayamos modificado por falta material de tiempo para tan importante trabajo». Otras veces el Distrito aumentaba artificialmente el número de cabezas con derecho a pasto, no porque lo pidieran los pueblos sino porque iba descubriendo los fraudes de años anteriores. Es lo ocurrido, por ejemplo, en Hecho a comienzos de siglo.7» En general, se observa por parte de la Administración una preocupación por corregir a la baja las peticiones hechas por los pueblos, por limitar la cantidad de ganado según la superficie forrajera de la finca, aunque «ante las enormes cifras que arrojan las propuestas y lo deficiente de nuestra guardería, huelga todo comentario en favor de la riqueza forestal»;'' se advierten inquietudes por realizar acotamientos totales o parciales, pero a finales del XIX los resultados obtenidos dejaron bastante que desear para aquellos montes en los que se propuso. La razón fundamental objetada, pero probablemente no la de mayor peso real, era lo deficiente de la guardería forestal. Surgieron también problemas a la hora de fijar la tasa para cada cabeza de ganado, pues estaba en función de la duración estacional de los aprovechamientos y de la calidad de las yerbas. Así, por ejemplo, la tasación para cada res vacuna se fijaba en las últimas décadas del XIX en torno a 3 pesetas y la de cada cabeza del resto de ganado mayor en 1,50. Respecto al lanar y al cabrío, se estipulaban distintos tipos de tasaciones:

69. Por real orden de 16 de febrero de 1885, se consideraba ganado de uso propio el que tuvieran los labradores para el beneficio de sus tierras, con tal de que su número no excediese de una cabeza de lanar por cada dos fanegas de tierra que cultivasen y tuviesen comprendidas en el amillaramiento. El ganado caballar y mular se computaba a razón de una caballería por ocho lanares, o sea, por 16 fanegas de tierra; el vacuno, por 12 fanegas, y el cabrío, por 4. Vid. Legislación forestal, 1833-1901. 70. AGA, Secc. Agric., leg. 168.6. 71. AMA, Secc. Montes, Memoria justificativa correspondiente al Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1895-1896, leg. 108-7.

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Por lo general en los pastos utilizados por todo el año ó en la época de invernada, que es la más larga, se han tasado á peseta por cada res lanar y dos por cada cabrío; en los de época intermedia, a setenta y cinco céntimos de peseta las primeras y peseta y media las segundas y por fin á los de verano se les ha asignado el valor de cincuenta y cien céntimos respectivamente. En algunos de éstos se ha fijado sin embargo la primera de estas tasaciones porque aunque la época es corta se compensa con las excelentes condiciones de los productos destinados al pastoreo.'

Iba aumentando la tasación para cada cabeza de ganado en proporción análoga al ritmo de elevación de los remates en las subastas celebradas. En los valles de Hecho y Ansó se deducía el precio de entrada al pasto para cada cabeza de lanar del promedio de los remates obtenidos en subasta en los últimos cinco años:7'

Cuadro 13. Formación del precio de tasación para pasto de cabeza de lanar en Hecho, 1900-1906. Tipos obtenidos por cabeza de lanar para tres meses En subarriendos por el Ayuntamiento PUERTOS

Lenito Rallonera Aguas Nocito Agüerri Achert Foratón Retella Tareras Plaudaniz Diostesalve Ramírez Gabardito Secús Cortatiza Valdespetal Picoya

En subasta oficial

1900-1901 1901-1902 1902-1903 1903-1904 1904-1905 Total Promedio para 1905-1906 1,10 0,37 0,84 0,25 1,54 1,79 1,52 1,02 1,50 0,78 1,26 0,46 1,00 0,25 0,55 0,50 0,92

1,00 1,00 0,77 0,92 2,01 2,03 2,24 1,10 1,76 1,00 1,82 0,37 1,00 0,45 0,45 0,20 0,20

1,17 0,52 0,94 0,53 1,82 1,81 1,87 1,43 2,00 1,07 1,46 0,73 1,02 1,49 1,76 0,97 0,97

1,00 0,50 0,50 0,60 1,81 1,77 1,81 1,00 1,33 1,10 1,43 0,25 1,05 0,25 0,50 0,50 0,50

2,00 0,56 1,32 0,83 2,17 2,28 2,37 1,62 2,00 1,25 1,80 0,94 2,02 1,49 1,76 0,97 0,97

6,27 2,95 4,37 3,13 9,35 9,68 9,81 6,17 8,59 5,20 7,77 2,75 6,09 3,93 5,02 3,14 3,56

1.2.E 0.59 0,87 0,63 1,87 1,94 1,96 1,23 1,72 1,04 1,55 0,55 1,22 0,79 1,00 0,63 0,71

Fuente: Elaboración propia a partir de AGA, Agrie., leg. 168-6.

72. AMA, Secc. Montes, Memoria justificativa del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 18761877, leg. 13-10. 73. En el contencioso mantenido entre el Ayuntamiento de Hecho y el Distrito Forestal de Huesca a comienzos de siglo los ingenieros reconocen que, «siendo muy dificil, ó mejor imposible, establecer comparaciones entre cosas desconocidas, cual lo son las capacidades de producción herbácea de pre-

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Esta forma de operar contribuye a hacer comprensible por partida doble el cuidado de los pueblos para que los aprovechamientos se remataran por su tasación, sin que la subasta diera mucho juego. Y eso cuando no quedara desierta. Por ejemplo, la tasación oficial del Distrito para las más de 6.000 cabezas de lanar que pastaron en 1899 en unos montes tan indicados como los de Aragüés del Puerto -algunas de ellas pertenecientes a vecinos de Jasa y a forasterosfue sólo de 31 céntimos por cabeza." Por eso, con las cautelas expresadas con anterioridad, es preferible tomar el número absoluto de cabezas (o su peso en vivo) y no los valores en dinero a los que se hace equivaler su aprovechamiento. Cuadro 14. Aprovechamiento de pastos en los montes públicos de Huesca, 1876-1925. 1876

1895

1905

Superficie aprovechada (ha) Cabezas de lanar Cabezas de cabrío Cabezas de vacuno Cabezas de mular-caballar

169.767 457.464 28.481 17.869 19.108

-

149.928 (a) 339.727 26.720 15.112 4.107 (b)

Tasación total pastos (pts.)

482.352 266.128 361.080

1912

1920

1925

162.875 (a) 165.095 (a) 376.642 425.219 22.035 20.453 15.039 4.613 (b) 4.541 (b)

214.644 469.882 26.301 17.565 9.631

424.939

563.226

449.062

(a) La cifra corresponde únicamente a la superficie de pastos en montes de utilidad pública. En 1905, 1912 y 1920 no se recoge la superficie aprovechada de pastos en los montes dependientes de Hacienda; únicamente las cabezas de ganado y la tasación. (b) No se incluyen las cabezas de mular y caballar que pastaron en montes dependientes de Hacienda. No figuran en la fuente.

Fuente: Elaboración propia a partir de los Planes de aprovechamiento forestal de montes dependientes del Ministerio de Fomento y del Ministerio de Hacienda.

Si comparamos lo ocurrido entre 1876 y 1925, observamos que el número de cabezas de lanar beneficiadas con los pastos públicos permanece bastante estable (de 457.464 a 469.882);' incluso crece menos que el de las superficies sus-

dios extensos, y aun dentro de su producción, el poder nutritivo de la misma -lo cual, si acaso, sólo los pastores que lleven largos años con sus ganados en unos y otros montes, podrian apreciar- hemos creido que para no pecar de exagerados en la tasación y, sin embargo, no dejar de someter la adopción de tipos á la ley general de la oferta y de la demanda, que regula el valor de las cosas, era el medio más indicado, el más lógico•. Vid. AGA, Secc. Agrie., leg. 168.6. 74. ACL, Aragüés del Puerto, Huesca, Contabilidad ganadera, Libro mayor (documentación de

1899). 75. En 1855 el Ministerio de Hacienda dictó una real orden según la cual, a los efectos de contribución pecuaria, una cabeza de ganado cabrío equivalía a dos lanares, una de vacuno a seis y una de labor a ocho (real orden de 16-2-1855). Si aplicamos dicha equivalencia al número de cabezas de las distintas clases que pastaban en los montes públicos de Huesca y comparamos el resultado obtenido (704.922 cabezas lanares) con la superficie total abierta al pastoreo en 1925 (214.644 ha), se deduce que cada hectárea destinada a pastos sostenía por término medio 3,28 cabezas de lanar, una cifra considerada exigua en los tratados ganaderos de la época.

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ceptibles de ser aprovechadas, que se incrementan en unas 44.000 hectáreas. Algo similar a la evolución del lanar ocurre con el caprino y el vacuno, mientras el mular-caballar se derrumba a la mitad. La tasación total de los pastos, en pesetas corrientes, es algo superior en 1925 (563.226 pesetas) con respecto a la de 1876 (482.352), circunstancia explicable más por el aumento de hectáreas mencionado y por la voluntad de la Administración forestal de encarecer los usos tradicionales del monte que por el hecho de que pastaran más cabezas de ganado. A escala provincial, podemos decir que nunca más tarde se valoraron tanto los pastos como en 1876. Eso sí, continuó siendo el aprovechamiento principal, dado que absorbía más del 50% del valor total de lo producido. Se nota, por ejemplo, el impacto de la la crisis pecuaria de fines del XIX y comienzos del XX, aunque algunas reducciones pueden ser debidas a un aumento de los usos fraudulentos. Otros aprovechamientos de pastos quedaban sin realizar porque los ganaderos, disponiendo en los mismos municipios de terrenos incultos de propiedad particular comprados a lo largo de la segunda mitad del XIX, no necesitaban para el sostenimiento de sus ganados del pasto producido por los montes a los que nos referimos. Ahora bien, si cotejamos únicamente los datos desde 1905 —tras la implantación en 1901 del nuevo concepto de monte de «utilidad pública»— lo que se detecta es un aprovechamiento cada vez más intensivo de los pastos, fundamentalmente porque aumentan las cabezas de ovino, aunque hasta 1925 no se volvieron a alcanzar los niveles de 50 años antes. El batacazo definitivo se producirá a raíz de la guerra civil y durante las oscuras décadas subsiguientes. Si desagregamos los datos por partidos judiciales, vemos que hacia 1865 pastos y prados permanentes constituían las formas típicas de utilización del suelo en las zonas de media y alta montaña (Jaca, Boltaña...), con clara supremacía sobre las pocas tierras cultivadas. Por el contrario, en las comarcas meridionales era la agricultura la que tomaba una ventaja decisiva sobre bosques y pastos (Sariñena, Barbastro, Fraga). Medio siglo más tarde, sin alterarse en lo fundamental la idiosincrasia económica básica de cada comarca, las cosas sin embargo habían cambiado algo: proporcionalmente, perdió importancia el ovino que pastaba en los partidos de montaña respecto al que lo hacía en la tierra llana. Es pronto para percibirla con claridad, pero ya se adivina una intensificación de la ganadería en las partes bajas de la provincia como consecuencia de los mayores regadíos. Este hecho encuentra fiel reflejo en la evolución de la cabaña ganadera oscense por partidos judiciales (cuadro 15). Es significativo que en 1865 los partidos de Jaca y Boltaña aglutinaran el 65% de la cabaña ganadera provincial y en 1917 sólo reunieran el 46%, a la par que incrementaban sus efectivos ganaderos algunas comarcas del centro y sur de la provincia. El partido de Huesca asiste a un espectacular aumento del número de cabezas de lanar y Fraga, Tamarite o Barbastro, si bien de forma más tenue, siguen la misma trayectoria alcista. La crisis de la ganadería trashumante y el encarecimiento de los pastos de invernada parecen estar detrás de estos cambios.

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Cuadro 15.

Evolución de la cabaña ganadera oscense por partidos judiciales, 1865-1917. Barbastro Benabarre

Boltaña

Fraga

Huesca

Jaca

Sariñena Tamarite

Caballar

1865 1917

342 264

450 559

888 1.516

287 587

1.504 1.263

1.905 2.050

463 421

237 187

3.131 1.690

3.283 2.574

5.066 4.540

3.405 2.435

7.018 4.432

5.533 4.421

3.768 2.794

2.861 1.918

5.763 4.575

5.078 3.701

4.553 4.148

3.906 4.296

6.883 4.313

3.297 2.245

4.223 3.705

4.783 3.938

2.073 2.439

5.404 3.747

9.543 9.955

638 678

3.612 11.097 3.195 10.178

1.607 897

1.121 570

11.877 18.906

56.582 51.798

156.947 116.300

38.357 70.865 223.396 53.301 139.089 181.028

63.883 61.993

11.681 25.364

4.010 4.441

12.408 16.121

31.299 18.906

3.002 2.659

5.326 2.117

3.284 4.879

2.779 3.839

10.026 4.080

9.343 5.768

2.292 3.480

1.845 2.889

2.725 3.289

Mular

1865 1917 Asnal

1865 1917 Vacuno

1865 1917 Lanar

1865 1917 Cabrío

1865 1917

12.027 32.585 6.340 21.125

Cerda

1865 1917

6.519 5.009

8.339 6.544

Fuente: Vicente PINILLA (1995) y (1990), Apéndices.

Los pastos de verano eran buenos y abundantes en la zona pirenaica, pero el ganado requería una nutrición adecuada durante el resto del año, para lo que no bastaba la hierba henificada y otras producciones de la montaña. Es decir, la falta de pastos de invernada continuaba siendo el problema más grave que tenía planteado el ganado lanar de la parte norte de la provincia («Enero y febrero comen más que Madrid y Toledo», alusión a que por la escasez de pastos de invernada perdía el ganado mucha carne). La práctica de la trashumancia continuó padeciendo durante toda la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, ya en el XX pesadas restricciones." A menudo era considerada una actividad propia de un

76. No ha de extrañar, por tanto, que José M. Bizcarra, ganadero de Selgua, propusiera en la última década del XIX la creación de una Comisión especial de Ganaderos, dentro de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, para defender los derechos de la cabaña contra las intrusiones de los terratenientes en las vías pecuarias -«que han tomado caracteres de gravedad»-, contra los abusos de las autoridades locales y las negligencias de la Administración central.

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pasado ya superado, anterior a los cambios jurídicos experimentados en la propiedad de la tierra, y en abierto contraste con los nuevos modelos de renovación agraria. Los antiguos derechos y privilegios de los que había gozado tradicionalmente este pastoreo trashumante, cuyas rutas se vertebraran en época medieval, vinieron a menos —de hecho, ya lo venían haciendo desde fechas anteriores— y las zonas de pasto se limitaron en favor de la cerealicultura o de la remolacha. Al encontrarse cada año con antiguas cabañeras invadidas por las roturaciones, las quejas de los ganaderos en favor de que se acotaran fueron constantes. Se habían cercenado tanto sus límites, descansos y abrevaderos que a duras penas podían llegar los ganados al término de su viaje sin haber experimentado bajas importantes y sin haber pagado indemnizaciones por daños ocasionados en los terrenos de cultivo colindantes, muchas veces arbitrariamente roturados. Se generaron nuevas fórmulas de organización del espacio. Los Rocatallada, importante familia ganadera de Aragüés del Puerto, se dan cuenta claramente de esta circunstancia y comentan hacia 1870, en una de las conclusiones a su detallada contabilidad ganadera anual: Queda bien demostrado que el ganado de por sí es un mal negocio si no va reunido á la agricultura, pues la tmica ganancia que puede dar es el abono de los campos con el estiercol que deja, que por cierto en este pais es bien pequeño recurso. No he continuado en llevar cuenta por ver el resultado desastroso que da el ganado y de aquí se concuerda que los ganaderos en general abominan de él y unos se lo quitan por no arruinarse y los otros que no lo hacen se arruinaran por fuerza, si no cuentan con otros medios para sostenerlo." Con seguridad, la situación económica de los Rocatallada no adquirió tintes tan dramáticos por cuanto muchos gastos, saldados en especie, no les costaban gran esfuerzo. Pero lo que interesa subrayar es que, aunque falta cuantificar con precisión el proceso, los arriendos de pastos de invernada tendieron al alza. Mientras las praderas naturales del Pirineo donde pastaba exclusivamente el ganado trashumante solían arrendarse en 1900 a razón de 4 ó 6 pesetas la hectárea, existían muchas dehesas en la tierra llana por cuyo aprovechamiento se pagaba más de 20 pesetas por hectárea.' Es cierto que la duración del pastoreo era más pro-

77. ACL, Conclusiones sobre la explotación de ganado que entre 1867 y 1878 llevan a cabo Manuel y Mariano Rocatallada en forma de sociedad. 78. Sobre el precio de los arriendos, León LAGUNA (1903), «La tierra labrantía y el trabajo agrícola en la provincia de Huesca», Revista de Huesca, 2. En las praderas naturales pirenaicas, el arriendo se hacía por tres o cuatro meses durante el verano, por lo común desde el día de San Juan (24 de junio) hasta San Miguel (29 de septiembre). En las dehesas de la llanura, el plazo de duración del arriendo iba, generalmente, desde el 31 de octubre hasta fin de mayo. Algunas veces se fijaba el arriendo por varios años, cuatro o seis, y se pagaba cada anualidad. Lo más frecuente, sin embargo, era contratar el arriendo año por año, pagándolo en dos plazos iguales. El abono-sirle quedaba a beneficio del propietario, quien lo aprovechaba o lo cedía por un tanto anual a otros cultivadores. Iba también de su cuenta la conservación de balsas y abrevaderos y el pago de la contribución. En opinión de León Lagu-

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longada en estas últimas dehesas pero no tanto como para justificar diferencias de precio tan amplias. La trayectoria alcista de los pastos de invernada parece confirmarse si tenemos presentes las abundantes compras de tierras realizadas por ganaderos pirenaicos en las zonas de valle. De hecho, unos años antes, el propio Mariano Rocatallada adquirió la propiedad del monte Marracos, en la tierra baja, y las pardinas de Samper de Asabón y Mullermuerta, en Bailo, y lo que en principio fueran terrenos destinados a pasto de invernada para sus propios ganados y para el arriendo de «yerbas» acabaron transformándose en hectáreas de cultivo donde se recolectaban importantes cantidades de cahíces de trigo y de ordio.70 El problema de los pastos de invernada se agudizó al quedar afectadas las llanuras bajas por obras hidráulicas y de colonización, por lo que cada año ofrecían menos posibilidades al ganado lanar trashumante 84' Los Rocatallada, por ejemplo, que bajaban a la ribera más de 1.500 cabezas en 1863, sólo descendían en 1905 con 1.000 ovejas, con 943 en 1908... Con seguridad, repercutió también en el precio de los pastos de invernada la mayor abundancia de rebaños estantes en las zonas de valle. Es ilustrativa al respecto la distinta trayectoria seguida por los partidos judiciales oscenses en cuanto al número total de cabezas de ganado, como puede observarse en el cuadro 15. En suma, los elementos que influían en la crianza del ganado lanar se encarecieron como consecuencia sobre todo de la reducción de pastizales. La trashumancia dejó de ser un sistema de aprovechamiento a bajo costo de los recursos

na, ingeniero agrónomo en Huesca, los arriendos de pastos no se resintieron tanto durante la crisis finisecular como los terrenos de trigo y viñedo: «Nadie compra tierras, ni hace mejora alguna en ellas por la escasa renta que producen. Tan solo se compran los terrenos incultos de puro pasto, donde por los escasos gastos que su aprovechamiento exige, el capital encuentra mayor seguridad», p. 116. 79. La evolución del importe de los distintos aprovechamientos puede seguirse con detalle en Cuentas de la pardina de Samper de Asabon y del monte Marracos, ACL, Aragüés del Puerto, Huesca, Cuaderno n° 3. Sobre los gastos por las yerbas de invernada, «rondan el 80% del total, y suponen el verdadero desembolso que hace tambalear las economías ganaderas. Los arriendos se hacían para varios años, y un mal paso en este terreno (pactar arriendos muy altos o más pastos de los necesarios) hipotecaba durante varios años los posibles beneficios», S. PALLARUELO (1988), p. 131. Muchos arriendos de yerbas de invernada en la tierra baja pueden localizarse en el Archivo de Protocolos Notariales de Zaragoza. Por ejemplo, Francisco Moncasi, abogado del Colegio de Zaragoza, arrendó a Mariano Fanlo, vecino de Sallent, las dehesas Radiquero y Charco, situadas en los términos de Zaragoza (jurisdicción de La Muela). Las arrendó por tres años, de noviembre a mayo, por un precio en cada uno de ellos de 7.000 rs. Quedaba en beneficio de los propietarios «el estiercol que resultase» y los corrales que construyera el arrendatario. Ni el arrendatario ni sus pastores podían leñar «mas que lo preciso para la cabaña de pastores, y en ningun caso se les permitirá arrancar sisallos, ni cortar ningun sahino ni pino, cuidando también de que nadie lo verifique, denunciando á los que lo hagan». Por supuesto, tampoco podía el arrendatario subarrendar las dehesas. Vid. AHPN, Zaragoza, Lorenzo Pina (1861), ff. 265 y ss. 80. La superficie regada en Huesca pasó, según datos de la Junta Consultiva Agronómica, de 30.647 hectáreas en 1904 a 63.124 en 1916, aunque gran parte fuera regadío eventual. Para seguir la evolución del regadío en Huesca, Carlos LALIENA, coord. (1994), Agua y progreso social. Siete estudios sobre el regadío en Huesca, siglos XII-XX, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca.

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naturales. La progresiva adopción de fertilizantes químicos convertía en menos necesaria la presencia de los rebaños para abonar de forma natural los barbechos, los cuales, además, se iban reduciendo día a día. Toda una concatenación de causas confluye para que la anterior pujanza ganadera de la montaña se vaya apagando poco a poco hasta encajar un duro golpe durante la guerra civil, del que apenas se recuperaría. La defensa a ultranza del cereal por parte del régimen instaurado tras la guerra tampoco ayudó mucho a este tipo de ganadería. Como vemos, hay que integrar la crisis ganadera en las zonas de montaña con lo que ocurría en los fondos del valle. Y ya para entonces se había roto uno de los signos más evidentes de la complementariedad económica y social de la montaña y el valle, del ámbito pirenaico y de las zonas bajas. La especialización agrícola de la parte sur de la provincia hipotecó el futuro de la trashumancia. Por otro lado, la misma crisis de esta ganadería obligaba a la población de la montaña a buscarse nuevos medios de vida, a incrementar su presión sobre la agricultura, a ampliar en definitiva las tierras de cultivo más adecuadas —aunque éstas proporcionaran rendimientos raquíticos—, lo que acentuó más el declive ganadero, en una relación recíproca de causa-efecto que sólo investigaciones más focalizadas y más centradas en el tema podrán definir mejor pero cuyo resultado final fue la desestructuración del tejido económico de la montaña. El declive ganadero redujo también la función nutritiva de estas cabezas de ganado sobre las tierras cultivadas y esto, en unas comarcas poco afectadas por la contemporánea difusión de abonos químicos, pudo traducirse inicialmente en una ampliación del terreno de labor ecológicamente más factible, el de los fondos de valle, no tanto las bordas y los campos distantes del núcleo urbano. Como sabemos, estamos ante zonas de montaña con escasas aptitudes para la agricultura dados sus condicionantes edáficos, algo que ya subrayara Madoz a mitad del siglo pasado con suficiente insistencia. Habla de terrenos quebradísimos e incultos, de tierras pedregosas y arenosas, de calidades ínfimas... Sin embargo, en muchos casos no había más remedio que ocupar el espacio potencialmente agrario con cultivos de autoconsumo (cereales panificables, centeno —en altitudes elevadas de los valles de Benasque y Gistaín—, leguminosas, patatas...) como forma de hacer frente a las deficientes comunicaciones." La patata o trunfa era un cultivo que alcanzaba notable extensión en la montaña oscense, se practicaba incluso en secano y se valían para su arranque de yuntas de bueyes que arrastraban un arado orejero. Detrás iban mujeres y niños recogiendo los tubérculos descubiertos por el arado, operación que se repetía una o dos veces, hasta dejar la tierra limpia de patatas.

81. Los intentos de escapar a los efectos de una crisis ganadera —o, por lo menos, de amortiguarlos— con el recurso a una agricultura de subsistencia, de posibilidades bastante limitadas, han sido enfatizados para los Cameros riojanos de fines del XVIII por José Luis GÓMEZ URDÁÑEZ en varios artículos: «Subsistencia y descapitalización en el Camero Viejo al final del Antiguo Régimen» (1986), Brocar. Cuadernos de Investigación Histórica, 12, pp. 103-140, y «En torno a los orígenes de la decadencia de Cameros» (1991), Lecciones inaugurales, n° 1, Servicio de Publicaciones Campus Rioja, pp. 26-45.

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Hasta que las comunicaciones no mejoraran sustancialmente se valoraban bastante estos pequeños espacios de cultivo, como parece probar el hecho de que si alguien hacía artigas —o articas, en los pueblos del Somontano de Barbastro— y no las cultivaba en los años siguientes las podía tomar quien lo deseara para hacerlo. En el valle de Chistau los vecinos levantaron muros para sujetar la tierra y para proteger los cultivos del fondo del valle, una vez perdida la cobertura arbolada de las laderas. Sólo años más tarde, ya mediado el siglo XX, comenzó a reducirse con fuerza la superficie de labor, de ahí que la simple comparación de superficies entre los amillaramientos de 1860 y los catastros de un siglo después encubra quizás ritmos de evolución y trayectorias divergentes según los períodos. Otros municipios optaron por dedicar preferentemente su atención a cultivos forrajeros, en un intento de suplantar en lo posible el anterior acceso a los pastos más caros por consumos henificados. La sustitución, siquiera fuera parcial, de ganado trashumante por estante obligó a ampliar la superficie cultivada de forrajes. Era la estrategia de futuro auspiciada por Joaquín Costa, siempre contrario al cereal en zonas de montaña' y partidario de disolver gran parte de los rebaños trashumantes pero a cambio de extender la zona de prados, multiplicando el número de reses sometidas a un régimen de estabulación permanente, única manera en su opinión de colocar a la ganadería provincial en situación de sostener la competencia con las carnes americanas. Probablemente también pudo influir en esta crisis la penetración en el mercado de lanas extranjeras baratas (australianas, argentinas...), la salida dificultosa de las lanas locales y su consiguiente caída de precios. Sin ir más lejos, los mismos Rocatallada citados con anterioridad vendían las lanas en 1882 a 73 reales, pero diez años más tarde se habían depreciado y sólo se pagaban por la misma cantidad de producto 57 reales." Pero parece que en nuestro caso la causa fundamental del declive, más o menos lento, de la ganadería ovina trashumante habría que buscarla en la restricción en los espacios de los que se había aprovechado en siglos precedentes, debilitándose y encareciéndose las posibilidades de

82. No hay más que echar un vistazo al discurso de Costa sobre riegos y canales pronunciado en la plaza de la Constitución de Barbastro (7-9-1893): «Y como en los valles de nuestro Pirineo, por ejemplo en el valle de Gistau, donde lo he visto, se riega y se guadaña las laderas con una inclinación tan grande que es difícil sostenerse en ellos de pie [...] Es verdad, volviendo a la cuestión de brazos, que los prados artificiales requieren más trabajo manual que los prados permanentes, pero siempre es mucho menos que el exigido por el cultivo cereal [...]». 83. «El precio ha sido, la tuya y la de Juan José á 73 reales y la de Gurrea á 62 rs. El primero es el mejor que se ha hecho, el segundo menospreció algo, pero como no se ajustó antes de traherla, me ha obligado á aceptarlo. Te repito la mayor reserva porque así me lo exige Covarrubias, que no quiere pagar más que á 70 rs. y esto las mejores partidas», ACL, Carta de Carlos a Mariano Rocatallada, 1882. Sin embargo, diez años más tarde: «El precio de 57 rs. es bajo. Cecilio Marco me dijo ayer que él la había vendido á 55 rs. y otros hasta á 53. El francés animó algo la cosa, pues sin él se habrían vendido peor», ACL, Carta de Carlos a Mariano Rocatallada, 26-5-1892.

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alimentación del ganado. Las roturaciones, la nueva infraestructura de riegos y otras transformaciones agrarias que paulatinamente cambiaban la faz de las tierras de los valles restringieron hasta casi anularlos los pastos de invernada o los encarecieron en demasía." En el pueblo de Panticosa, no hace muchos años, había catorce mil cabezas de ganado lanar, y en la actualidad no llegan a siete mil. Durante la época de verano, les sobran hierbas y allí se pierde una riqueza incalculable pues los pastos no son como los cereales y otros frutos que se recolectan y se guardan en graneros; los pastos silvestres, donde nacen mueren y se pierden. ¿Ha sido por desidia o abandono la pérdida de esta riqueza ganadera? No; ha sido porque durante el invierno no puede hallar pastos donde invernar y tienen que quitarse los ganados por necesidad y a sabiendas de que se quitan el único medio de vida de que disponen.'

Y, simultáneamente, algunas zonas de llanura adoptaron a partir de 1920 una ordenación ganadera autónoma, facilitada por la difusión de cultivos forrajeros y la transformación del ganado trashumante en estabulado. El aumento en las superficies de riego favoreció la intensificación ganadera en las zonas bajas. Es sintomático, en este sentido, que las principales producciones de leche se situaran no en las comarcas pirenaicas, sino en las proximidades de los mercados de consumo. Así, en Binéfar se recogía y transformaba por Industrias Lácteas Pirenaicas la leche que se producía en la ribera del Cinca y el consumo de Huesca capital se satisfacía con la leche obtenida en los pueblos de los alrededores. Además de a la evolución agrícola experimentada por la parte sur de la provincia, la penuria de pastos también obedecía, secundariamente, a la conservación y repoblación forestal de los montes. Más adelante entraremos con mayor profundidad en la cuestión; de momento bastará con testimoniar que la ganadería era vista por los forestales como el principal enemigo de los montes oscenses: Como es uno de los pocos, por no decir el único elemento de riqueza, en los pueblos de la región pirenaica y gran parte de la sub-pirenaica [...] huelga poner de manifiesto las dificultades que se han presentado y seguramente se presentaran en el porvenir, cualquiera que sean los medios de acción de que podamos disponer, al tratar de buscar la armonía entre la conservación y fomento de las masas arbóreas y las necesidades de los ganaderos.'

La cabaña ovina oscense acabó especializándose en la producción de carne de buena calidad (corderos, cabritos), la más demandada en los mercados urbanos

84. No podemos abordar aquí, a partir de contabilidades privadas, los ritmos de incremento en los precios pagados por los arrendamientos de pastos en la parte baja de la provincia durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, pero es un tenla tan importante como para merecer un estudio específico. 85. L. AzARA (1936), Crédito y paz para el pueblo rural, Zaragoza, pp. 19-20. 86. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1912-1913, leg. 207-2.

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catalanes y zaragozano. En cuanto a las razas bovinas autóctonas, acusaban una productividad escasa y se encontraban degeneradas por la falta de una mínima labor de selección y por la abundancia de cruzamientos anárquicos. Con todo, el ganado bovino fue, junto con el porcino, la única especie cuyo número de cabezas aumentó durante la década de 1950, pero era ya un vacuno especializado en la producción de leche. La recría de ganado mular, un animal poco exigente en su alimentación y particularmente apto como fuerza de tiro en territorios abruptos, fue reduciéndose paulatinamente. Como hemos visto, traídas desde el Midi francés, las mulas se criaban en los pastizales pirenaicos y se bajaban a vender al valle del Ebro o a Castilla. Pero desde comienzos de siglo el comercio —legal o de contrabando— de mulas y caballerías en las distintas ferias se había resentido (cuadros 14 y 13). Cada vez ofrecía salidas menos ventajosas como consecuencia de la progresiva mecanización de las labores agrícolas, a pesar de que muchas mulas continuaban siendo necesarias como motores de sangre de las máquinas. Uno de los pilares de la ganadería provincial ya no tenía posibilidades de futuro. Las «treintenas» arribadas desde el Pirineo habían perdido mercados año tras año.' Poco a poco se fueron cerrando las posibilidades del ganado de tiro, con el avance notable que experimentó la mecanización de la agricultura en la parte baja de la provincia." Era frecuente, según comenta en 1956 la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Huesca, que «se vendieran al mismo precio las mulas que se compraron de lechales, después de dos años, cuando se llevan a las ferias, aptas para el trabajo». De los niveles de mecanización agrícola en Huesca puede dar fe el hecho de que fueran pocas las transacciones efectuadas para cubrir las necesidades de la provincia, a pesar de que las mulas todavía se utilizaban para el cultivo en zonas abruptas o en pequeñas extensiones. Eran los «tratantes» valencianos y manchegos «quienes absorben la producción». Lo que sí se mantenía era el comercio tradicional de lechones, que se llevaban desde la montaña a la tierra baja, dentro de la provincia y con destino a otras. Destacaba en particular la corriente de exportación a Cataluña de ejemplares cebados. Era rara la casa del labrador donde no se criaba un «cerdo para el gasto»; resultaba muy alto, por tanto, el autoconsumo. Proliferaban también las pequeñas explotaciones con varias cabezas para la venta, a pesar de que la estadística oficial no alcanza a registrar el verdadero volumen de cabezas de porcino. Era un componente importante en la alimentación de la población provincial. En definitiva, la ganadería de montaña, que ocupaba a buena parte de la población durante todo el año, retrocedió un paso más en una ya larga crisis que

87. El Ayuntamiento de Barbastro solicitó en 1844 la concesión de un mercado mensual de caballerías en el primer día festivo de cada mes (ADPZ, XIII-847). Hacia 1920 este mercado había perdido mucha de su anterior pujanza. 88. En Vicente PINILLA (1995) se expone el rápido proceso de difusión de segadoras mecánicas en la parte baja de la provincia, usadas en años de abundantes cosechas y en las que el precio del factor trabajo era relativamente alto, debido sobre todo a la fuerte emigración en las décadas finales del XIX.

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se prolongaba desde hacía décadas y los aprovechamientos de pastos reflejan este devenir. Muchos campesinos y pastores emigraron de las tierras altas: algunos optaron por bajar —ellos, en lugar de sus ganados— al valle del Ebro, a la Hoya de Huesca o al valle del Cinca;" otros se vieron empujados a un éxodo más distante. La población tendió gradualmente a abandonar las áreas de montaña, descendiendo a las llanuras, donde las intervenciones hidráulicas aumentaron los regadíos, zonas de llano que no eran desconocidas para los montañeses, pues, además de los que bajaban con el ganado, otros lo hacían en busca de ocupación temporal. El invierno resultaba una estación muerta, un período durante el cual las adversidades climáticas bloqueaban o reducían fuertemente toda actividad productiva fuera de la casa, de ahí que algunos miembros del núcleo familiar emprendieran un flujo migratorio hacia la llanura. Estas migraciones golondrina evitaban mantener densidades de población altas en los momentos del año con más problemas de subsistencia, a la par que constituían un valioso complemento para las economías familiares pirenaicas. Lo trágico fue que muchas de estas migraciones estacionales acabaron por convertirse en definitivas." Max Daumas habla para 1890-1940 de movimientos migratorios que se intensifican, pero también de despoblación moderada. García-Ruiz (1976) apunta en la misma dirección, insistiendo en que «si el periodo 1900-1950 marca una fase de recesión en la mayoría de los municipios pirenaicos, los verdaderos movimientos migratorios no han comenzado todavía». De hecho, el apogeo demográfico de la provincia se alcanza en 1950; desde entonces ha perdido más de 50.000 habitantes... El hundimiento demográfico definitivo —incluso con la desaparición de varios pueblos— y el proceso de envejecimiento de la población se aceleraron, pues, a partir de los años cincuenta. Los anteriores balances demográficos negativos' se convirtieron ahora en éxodo en masa, en abandono de los

89. Al respecto, S. PALLARUELO indica en Pastores del Pirineo (1988): «Esta relación entre los montañeses ganaderos y los pueblos ribereños ha producido un fenómeno migratorio en las últimas décadas, que está por estudiar con detalle. Se trata de la instalación definitiva, en los pueblos de la tierra baja, de los ganaderos pirenaicos que invernaban en ellos. En la ribera del Cinca, en el Valle del Ebro y en los Monegros, viven ahora muchos viejos ganaderos de Ansó y Tena, del valle de Vio o de Gistaín, que ante la decadencia de la trashumancia y el despoblamiento de sus valles han decidido instalarse en unas tierras que ya les eran conocidas porque pasaban en ellas la mitad del año», p. 76. 90. En un trabajo sobre migraciones interprovinciales, E MIKELARENA (1993) refiere que, atendiendo al porcentaje de migrantes sobre el crecimiento vegetativo provincial, Huesca ocupa la primera posición a escala nacional entre 1878-1910 y la cuarta en el periodo 1911-1930. La sangría demográfica fue especialmente dura en comarcas como Sobrarbe y Ribagorza, que perdieron más del 50% de sus efectivos humanos entre 1860 y 1960. Cfr. también V. BIELZA et alü (1985). 91. Con ocasión de un Discurso sobre riegos y canales pronunciado en la plaza de toros de Barbastro, Costa pintaba en 1893 el estado agónico de la agricultura altoaragonesa de montaña con los siguientes trazos: «El número de los patrimonios es hoy, en la montaña, igual con corta diferencia al que era hace treinta años: con lo que entonces producían se cubrían gastos, porque el Estado exigía menos de la mitad de los tributos que ahora exige, las familias vivían más modestamente y los patrimonios producían más porque se criaban más ovejas y más cerdos, no extremado todavía el descuaje de los montes, y se cultivaba mucha huerta, que despues han arrastrado las inundaciones, efecto principalmente

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montes y en auténtico despoblamiento. Y cuando la montaña se quedó sin población no sólo perdió fuerza de trabajo, sino también buena parte de la capacidad para resolver sus problemas por sí misma, algo esencial para el desarrollo local y regional. La montaña oscense permaneció, por otro lado, bastante extraña a los procesos de transformación agraria que durante el primer tercio de siglo se estaban llevando a cabo, con mayor o menor intensidad, en los somontanos y en las llanuras. La introducción de abonos químicos era algo bastante esporádico en unas economías montañesas basadas fundamentalmente en el empleo de trabajo humano más que en el de capital. La mecanización encontraba igualmente serias dificultades no sólo por su elevado coste sino también por su falta de viabilidad y adaptación a unos terrenos demasiado accidentados. El éxodo de los años 50 y 60 dejó a los pastizales sin apenas ganado y a los pueblos sin moradores. La intervención del Estado bajo forma de repoblaciones forestales no invirtió, como veremos, esta tendencia.

de esos mismos descuajes, como en la Puebla de Roda y Capella. De ahí un déficit que explica tantas casas cerradas, tantos campos yermos, tantas quiebras de apellidos seculares, que pueblan de jóvenes expatriados el Mediodía de Francia, Buenos Aires y Barcelona., vid. p. 9.

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ESPARTO, PIEDRA, CAZA, PESCA: LOS «OTROS» APROVECHAMIENTOS

Volviendo Cinca arriba a Monte Odina se hizo pronto de noche. Pero había alguna luz todavía cuando pasé frente a las ripas de Alcolea [...] No sé de dónde salió un campesino entre los árboles por la parte del río. Llevaba una escopeta colgada del hombro y al principio creí que era un guarda forestal. Pero no. Era un cazador. Me dijo sin que yo le preguntara: —El otro día salió una liebre por aquellos panizares y vengo a ver si la atrapo, porque suele bajar al río a estas horas. (Ramón J. Sender, Monte Odina, 1980) Aunque los ingenieros forestales intentaran proponerlos varias veces como forma de obtener ingresos añadidos, aprovechamientos del tipo de plantas aromáticas, colmenas, caza o pesca eran muy secundarios. Eso sí, reciben una mayor atención a medida que la inflexión economicista de dichos ingenieros forestales se va haciendo más marcada. En cuanto a la extracción industrial de los materiales existentes en el subsuelo de los montes, diremos que sólo se explotaban dos pequeñas minas de «blenda argentífera y de pirita de cobre» en Bielsa, aunque había alguna más, como las de carbón en Sallent, que funcionaban sin haber tramitado la autorización. Más significativo era sin duda el aprovechamiento de piedra (pizarra, caliza, yeso, mármol) en distintas canteras. Si esta partida figuraba en las propuestas remitidas por los municipios era porque se estaban realizando obras de carácter vecinal, pero la utilización de piedra caliza iba mucho más allá. Casi todos los pueblos obtenían cal con una técnica de producción basada en los formigueros o pequeños hornos en los que aliagas, romeros y otros matorrales, previo secado a la intemperie para que dieran más llama, servían como combustible. Incluso se valoraba más la presencia cercana de arbustos, como combustible para el proceso de cocción, que la proximidad de piedra caliza. El arranque de estos matorrales cumplía también la función de limpiar de maleza el terreno para que pastara el ganado. Pocas veces los leñadores cortaban ramas para hacer hornos de cal viva. Cuando la piedra caliza no se encontraba dispersa por el monte, se debía arrancar el mineral a la montaña. De hecho, en aquellos montes donde había

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canteras calizas, las leñas se contrataban por un precio superior, aunque dependiente también de lo costoso de la extracción y de la comodidad del transporte. A menudo se utilizó piedra caliza de algunos montes para las obras de los grandes saltos hidráulicos. Respecto a la montanera, eran pocas las comarcas oscenses donde el ganado de cerda se soltara al monte para el aprovechamiento de la bellota. En los casos minoritarios en que se producía, el disfrute se hacía entre los vecinos de cada localidad, pagando una pequeña cuota por el número de reses que cada cual ponía al pasto, cuota que casi siempre fijaba el Ayuntamiento. En realidad, las montaneras quedaban reducidas a algunos puntos de los partidos de Benabarre, Barbastro y Tamarite. Como el ganado de cerda no se criaba en piaras o manadas, como sucedía en otras provincias, cada propietario cuidaba únicamente de las reses que necesitaba para el consumo de su casa. No podemos olvidar otros esquilmos extraídos de los montes como la cera y la miel (a través de arnas o colmenas) o el estiércol, mi producto del proceso de producción ganadera que se empleaba más tarde como fertilizante natural para revitalizar el suelo, cumpliendo una clara función reproductora. En los montes ricos en plantas melíferas se instalaban colmenas, previo pago de una tasación anual de 0,25 ó 0,50 pesetas por colmena, «según sean de las corrientes o de cuadro movible». En Fraga, por ejemplo, durante los años 20 se instalaban más de 300 colmenas en los montes Liberola Valcuerna, Valdurrios y Vedado. Respecto al estiércol, los rediles para el ganado se establecían en los puntos de menos arbolado y se variaba con frecuencia su ubicación, dejando siempre los estiércoles a beneficio del monte. Nada de estadísticas generales, por supuesto, para poder seguir los progresos productivos obtenidos mediante la mejora en la aplicación de estiércol. Los aprovechamientos de resina, que se sacaba de las raíces de los pinos para la confección de teas, apenas se consignaban en los Planes forestales. Tampoco era muy significativo el usufructo de cortezas. En la provincia de Huesca, los curtidores se veían obligados a comprar la leña, pero para mondarla y molerla en sus propias fábricas. Casi nunca se realizaban estas operaciones en los montes.'2 El aprovechamiento de cortezas en Huesca era reducido «á causa del exiguo número de tenerías (poco importantes casi todas) que en aquella provincia existen, y sólo así tiene explicacion el hecho apuntado, quizá único en su género». Bien entrado el siglo XX, esta actividad sólo revestía cierta importancia en los montes de Alcubierre y Lanaja, de donde se extraían unas 200 toneladas de corteza de pino carrasco. El precio de venta en 1920 de la tonelada de corteza puesta sobre vagón en la estación de Poleñino era de 90 pesetas, mientras los gastos de des-

92. La información en Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, p. 234. En cambio, la provincia de Zaragoza se destacaba por el elevado número de estas cortezas: «A 130.000 kilogramos de encina y 12.000 de pino asciende el gasto de cortezas que hacían las 43 tenerías de Zaragoza; esta provincia podría producir dos millones de kilogramos de encinas, 800 mil de roble rebollo y 65 mil de pino», vid. p. 338.

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«En acecho>. Selva de Oza. (Foto: R. Compairé. Fototeca Provincial de Huesca)

cortezamiento y transporte ascendían a 50 pesetas/tonelada." Las cortezas así obtenidas se enviaban a Igualada, donde se empleaban para curtidos de pieles. El esparto crecía de forma abundante en las zonas de Lalueza, Poleñino, Tramaced, Grañén y otros pueblos de las inmediaciones. Sin embargo, hacia 1910 sólo se consignaba aprovechamiento de esparto en un monte de Castejón de Monegros, siempre en pequeña cantidad y, por lo que parece, de escasa calidad. ' Únicamente lo recogían «los vecinos pobres de dicho pueblo, que no siempre pueden disfrutar de un jornal para atender al sustento».94 En 1925, junto a Castejón, se extraía también bastante esparto de las dehesas boyales de Lalueza, unos 200 quintales métricos anuales. En realidad, el esparto se recolectaba mucho más en los pueblos de Monegros y la Hoya de Huesca de lo que reflejan las estadísticas forestales. Sin ir más lejos, Tomás Castellano, gran propietario de la zona de Gurrea y ministro de Ultramar a fines del XIX, se planteó en 1893 la posibilidad de explotar el arranque de esparto con destino a la fábrica de papel de Montañana. Hasta entonces el aprovechamiento de esparto en los montes de la parte sur de la provincia acostum-

93. Los precios están tomados de los razonamientos realizados por los ingenieros forestales. Vid. AGA, Secc. Agricultura, leg. 2.841. 94. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1912-1913, leg. 207-2.

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braba a realizarse conjuntamente con el de leñas, bajo el concepto de «vecinal», sin que nadie hubiera intentado emprender en gran escala la explotación comercial e industrial de este producto. En su contabilidad agraria, Tomás Castellano realiza unos cálculos pormenorizados: Ésta [la fábrica de Montañana] paga casi todos los años a 1,62 pta. el quintal ó sea los 50 Kg. y adquiere, a veces y en considerables cantidades, esparto transportado desde Pina, que dista más de 9 horas desde Zaragoza. Pidió Castellano precios de arranque y de transporte al administrador, «pues para que la explotación sea lucrativa se hace preciso dar el arranque y transporte á destajo, limitando los gastos por administración al peso y a la gratificación que se pudiera asignar al administrador». Los precios que le proporcionó Vicente Gállego, su brazo derecho en la explotación agraria, «distan mucho de ajustarse a los términos razonables que sólo el desconocimiento del asunto y el temor a lo desconocido han podido inspirar». Como no le dejaron muy convencido las explicaciones de éste, decidió hacer un ensayo por su propia cuenta. Pensaba que, «si se aquilatan los precios á que podrán ajustarse los destajos y si el arranque y transporte puede hacerse en 0,30 o 0,35 la anega», el aprovechamiento reportaría un beneficio sensible, probablemente superior a las 2.000 pesetas. A escala provincial, la producción de esparto se resintió poco a poco al ir avanzando sobre los terrenos yermos las obras de colonización y, en general, las roturaciones para sembrar cereal. Pero, por lo poco que sabemos, repuntó algo en la posguerra: era frecuente que los propios agricultores llevaran a cabo la elaboración del esparto, acercando a los mercados locales vencejos y sogueta, que resultaban muy útiles para la recolección del cereal. En 1948 se aprovechaban 2.000 quintales métricos de esparto, por un valor de 32.137 pesetas. Incluso en los años centrales de la década de los cincuenta, según nos informan las Memorias de la Cámara de Comercio e Industria, llegó a exportarse el esparto de estas comarcas con destino a fábricas papeleras del norte y a otras empresas dedicadas a la manufactura de artículos que tenían como base esta planta. La recolección del esparto acostumbraba a comenzar en los meses de junio y julio y se prolongaba hasta casi el invierno. Según estipulaba el Distrito Forestal, dicha recolección debía suspenderse en los días de lluvias y mientras el terreno se hallase reblandecido."'

95. Otras normas marcaban límites de un año para otro y evitaban expolios: «Se cogerá de una vez tanto menor número de hojas cuanto más suelto sea el terreno, prohibiéndose la repelación ó sea arrancar dos veces en el año el esparto de una misma mata. Las atochas, al terminar el aprovechamiento autorizado, habrán de quedar provistas del esparto corto y mediano para ofrecer buena producción al siguiente año». Vid. Boletín Oficial de la Provincia de Huesca, extraordinario correspondiente al 8-101920. Respecto a los mimbres que se podían extraer de los barrancos, ríos y arroyos enclavados en los montes, se aprovechaban en 1925 unos 9.500 kilogramos (valorados en 570 pesetas) en Aragüés y Jasa. Embún, Ansó y Fago, Hecho y Urdués.

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PLANTAS MEDICINALES Y AROMÁTICAS Dentro de la superficie forestal se producen, además de las plantas aprovechadas para madera, para leña y para pastos, otros productos secundarios, frutos. hojas, flores y criptógamas, hongos comestibles muy estimados que vienen a buscar en cantidades insospechadas de otras provincias españolas. Se explotan también, con relativa avidez, plantas medicinales, principalmente la efedra, acónito, belladona, digital, árnica montana, etc., y plantas aromáticas para extractos esenciales, romero y espliego; jugos vegetales, como miera de pino carrasco; cortezas para la obtención de extractos tánicos, que se buscan en el pino carrasco y en el roble. [Reseña forestal de la provincia de Huesca, 1950]

Ingeniero y Guardería Forestal en los montes de Cenarbe, hacia 1909. (Foto: J. Soler Santaló. Arxiu del Centre Excursionista de Catalunya)

BIBLIOTECA AZLOR ioI Índice

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES HUESCA


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Por su parte, los aprovechamientos de caza y pesca apenas tenían reflejo en las cuentas del Distrito Forestal de Huesca (sólo 671 pesetas en 1896; nulo en 1912; pero casi 5.000 pesetas en 1925).' La permisividad con estas actividades debió de ser alta, pero en el origen de esta mayor tolerancia estaban la escasez de medios y la incapacidad para controlarlas. Apenas se cumplía la ley sobre licencias de uso de armas y, por lo que se refería a la pesca, existían dudas sobre si este aprovechamiento era libre con sólo la obtención de la licencia de pesca expedida por los Gobiernos civiles o debía ser considerado como aprovechamiento forestal y, como tal, sometido a las normas imperantes sobre los demás. En estas condiciones, resultaba bastante comprensible el retraimiento de los licitadores «ante el temor de que sean ilusiones los derechos adquiridos en un remate». Los órganos de expresión del Cuerpo de Ingenieros de Montes se hacían eco de que la caza debía ser considerada una producción forestal,' pero durante los años que nos ocupan estuvo lejos de serlo. Finalmente en algunos montes de la provincia, sobre todo en los enajenables dependientes de Hacienda, se realizaban aprovechamientos de labor y siembra, cuya concesión no creaba derecho alguno a favor del beneficiario. Siempre se reservaba la Administración la facultad de declarar caducada la concesión y de reincorporar al patrimonio común los terrenos roturados. Cada vecino usuario Cuadro 16. Resumen general de los aprovechamientos forestales en los montes públicos de Huesca, 1924-1925. Cantidad

Unidad

Productos Maderas Leñas Pastos Esparto Caza Canteras Mimbreras Plantas melíferas Roturaciones consentidas

Metro cúbico Estéreos Hectáreas Quintal métrico — Metro cúbico Kilogramos — Hectáreas

Importe (pts.)

1.492 9.500 — 2.436,11

63.385 61.977 526.413 100 4.650 1.574 570 75 48.985

Importe TOTAL.

707.728,50

5.095* 113.220 214.644 100

* Conviene tener en cuenta que 1924-1925 fue un mal año de apro. ccham iento maderero.

Fuente: Planes de aprovechamiento forestal, Huesca. 96. Si bien es cierto que sólo en cinco montes: Gistaín, Alcubierre, Lanaja, Robres y Fraga. AGA, Secc. Agrie., leg. 2.866. 97. La Revista Forestal, Económica y Agrícola ofrece en sus páginas varios ejemplos de la publicística sobre caza puesta en boca de los ingenieros de Montes. Como muestra, seleccionamos éste: «entre los países civilizados, sólo en España he visto burlarse de la ley de una manera tan escandalosa, vendiendo en los mercados de poblaciones grandes y pequeñas, sin reserva alguna, la caza en época de veda». Vid. «La caza considerada como producción forestal», Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, p. 676.

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pagaba una cantidad en concepto de cuota, a modo de canon de arrendamiento. En los terrenos concedidos sólo podían cultivarse cereales y hortalizas, quedaba prohibido plantar vides, olivos, frutales y otras especies que pudieran constituir un obstáculo de cara a la reincorporación y «den al terreno aspecto de posesión por mayor tiempo de un año». También quedaba terminantemente vedado a los vecinos el arrendar, ceder, traspasar o vender sus derechos sobre las suertes que se les adjudicasen. Pero, en general, labrar y sembrar en los montes oscenses fue más un aprovechamiento potencial, previa roturación legal o arbitraria, que real y sujeto a la planificación forestal. Esto último sólo mantuvo cierta relevancia en montes de Berbegal, Abay, Plasencia, Albero Bajo, El Tormillo, Quinzano, Lalueza, Almudévar, Biniés, Lanaja, Tardienta, Castiello de Jaca, Ilche, Berdún, Javierrelatre, Loarre y media docena de municipios más. Importe de los distintos aprovechamientos forestales. Huesca, 1925.

8,76%

Pastos

6,92%

si • II

0,98%

Otros aprovechamiento, Roturaciones Maderas Leñas

Cincuenta años más tarde, el Informe de Economistas Asociados (1977) se sorprende ante la infrautilización de la enorme riqueza forestal de la provincia, pues el rendimiento de este subsector sólo representaba el 3,8% de la producción total agrícola. Una cifra baja, sobre todo si tenemos en cuenta que el 67,7% de la superficie altoaragonesa era susceptible de aprovechamiento forestal si se intensificaba la repoblación y se creaban mancomunidades forestales.

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BIENES DE PROPIOS Y COMUNALES, VACUNA DE URGENCIA PARA LAS HACIENDAS LOCALES

Los derechos sobre los espacios comunales eran indispensables para las economías de subsistencia de los más pobres, pero además estos terrenos también procuraban ingresos de los que dependía la administración de la comunidad. Ya en la Edad Moderna habían adquirido una gran incidencia en el funcionamiento de las haciendas locales las partidas procedentes del arrendamiento de términos de propiedad pública para labranza y, sobre todo, para aprovechamiento pastoril. Una incidencia que se vio acentuada en muchos casos por el proceso encubierto de conversión de comunales a propios. Los pueblos necesitaban dinero para cumplir con los tributos exigidos por el Estado, para hacer frente a los gastos ordinarios de funcionamiento municipal y para emprender obras extraordinarias. Y para poder hacerlo una de las pocas salidas fue rentabilizar el patrimonio comunal, a veces despedazándolo en ventas directas y en ventas a carta de gracia, a veces hipotecándolo. En caso de impago municipal, los acreedores ejecutaban la hipoteca sobre los comunales. La tarea, que no podemos desarrollar ahora en profundidad, estaría en constatar a partir de los Libros de propios y en general de todos los libros de cuentas de las haciendas locales, por un lado, si los ingresos en concepto de bienes de propios constituían una de las más importantes partidas, si no la principal, de la contabilidad municipal y, de otra parte, en calibrar el impacto económico de las ventas de montes en los presupuestos municipales. Aparte de beneficiar —en distinta medida, como veremos— a los vecinos de cada comunidad rural, el monte público cumplió también una clara funcionalidad para las haciendas locales, saneando sus presupuestos y contribuyendo con su enajenación o con su arriendo a la financiación de obras públicas y otros gastos extraordinarios sufragados por el municipio que de otra manera difícilmente hubieran podido llevarse a la práctica. Al respecto, si descendemos a la arena de los casos concretos, observamos que la distinción entre bienes comunales y bienes de propios, aunque jurídicamente seguía existiendo, resultaba en la práctica borrosa, dependiendo de las necesidades financieras de cada Ayuntamiento en coyunturas concretas, como ya señalara Alejandro Nieto (1964). En este sentido, si vinculamos los ingresos recabados en concepto de bienes de propios con la evo-

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lución de las arcas municipales, los presupuestos de varias haciendas locales oscenses (Fonz, Estadilla, Colungo, Alquézar...) demuestran la significación que los ingresos derivados del monte tenían en ellas." Probablemente las enajenaciones por desamortización acarrearon la quiebra de muchas haciendas locales, más si cabe teniendo en cuenta la conocida irregularidad en el pago de los títulos intransferibles de la Deuda; la reacción a este marasmo económico empujó a mucho., Ayuntamientos a efectuar repartos de terrenos municipales previo pago y a reinstaurar —o intensificar— viejos arbitrios. Si tomamos un año de referencia como prototipo, por ejemplo, 1921, notaremos enseguida la utilidad del monte para financiar obras públicas de carácter municipal. Ese año el Ayuntamiento de Boltaña solicitó —y consiguió— una corta extraordinaria de pinos para la construcción de la Escuela Nacional; lo mismo hicieron Hecho con sus aprovechamientos maderables para poder arreglar varias viviendas y Benasque para reparar la iglesia parroquial. En Ansó, a pesar de considerar sus montes como vecinales, el Ayuntamiento tenía como imprescindibles «para el desenvolvimiento del Erario municipal» los ingresos procedentes de las partidas Linzola, Petrachema, Mazanduc, Rincón del Alano, Arralla, Vaquera y Zutarola, Maidoqui, Archincha, Quimboa Bajo, Achar del Alano, Espelunga y Transveral." En 1924, Boltaña volvió a solicitar una corta extraordinaria de 6.000 pinos en los montes Fartué y La Selva, Ferrara, El Pinar y La Bañera, al objeto de sufragar —en parte al menos— los gastos de subida de agua potable al pueblo, «de la que en cantidad y calidad carece»." El Ayuntamiento no veía otro medio factible sino «acudir á los bienes del pro-común que nunca serán mejor empleados, que cuando tienden á mitigar los sufrimientos de un pueblo sin agua suficiente que le permita atender á su higiene y alimentación». Además de cargar sobre los comunales los gastos inherentes a la financiación de obras municipales, las superficies públicas fueron el remedio más usual para enjugar con sus productos los déficits arrojados por los presupuestos ordinarios de los pueblos. Por otro lado, el arbitrio de medidas excepcionales para dar ocupación a grupos de vecinos indigentes (jornaleros y campesinos pobres) consistía

98. Vid., por ejemplo, AHPH, Libros de c/c de los pueblos de la 3"parte del 80% de propios enaje-

nados (1860-1868) y Libros de c/c de los ayuntamientos por el importe del producto de la 3"parte de los bienes de propios vendidos desde el 2 de octubre de 1858 (1859-1872), además de la documentación municipal. 99. Las obras en Boltaña, Hecho y Benasque en AGA, Alcalá, Secc. Agrie., leg. 2.847. En Ansó, a fines de la década de 1920, únicamente las partidas de Estanés y Espés se disfrutaban como comunales. Según convenio internacional, pertenecían a los franceses cada seis y cada tres años respectivamente. 100. El proyecto de traída de aguas ascendía a 40.000 pesetas, de las que una parte se cubrió merced a los montes. El agua de la fuente de Boltaña, de la que hasta entonces se abastecía el vecindario, «no es potable bastante, ni de fácil acceso á la población, por llevar en disolución sulfato de cal y otras substancias nocibas en proporción desmesurada; no da suficiente caudal en verano y en invierno no es transitable la escarpada cuesta, cuando se cubre de nieve y de hielos, vid. AGA, Carta del alcalde de Boltaña al director general de Agricultura, 18-2-1924, leg. 2.866.

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muchas veces en actividades de limpia y desbroce de montes, por lo que no ha de despreciarse esta funcionalidad de los bienes colectivos para paliar casos de indigencia extrema. El aprovechamiento desigual de los comunales es una cuestión incontrovertible que desmonta cualquier intento de mitificar su función social. Pero ello no es óbice para reconocer que a veces aseguraban unos niveles mínimos de subsistencia, la suficiente para que «las mentes de los pobres permanezcan tranquilas». Las actas municipales ilustran convincentemente el hecho de que la Administración municipal no era un espectador inactivo de la pobreza. Máxime después de la instauración del sufragio universal masculino en 1890, el pobre ya no es un simple objeto para las instituciones municipales; comienza a formar parte del juego político y la burguesía local es consciente de que debe encuadrar e integrar bajo su dominación a las capas más desfavorecidas. Los montes también ayudaban a ello.

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LA OFENSIVA PRIVATIZADORA SOBRE EL RÉGIMEN COMUNAL DE LOS MONTES



El derecho comunal era un derecho local, y, por ende, era también un poder para excluir a los extraños. El cercamiento, al quitarles los terrenos comunales a los pobres, los convirtió en extraños en su propia tierra. (E. P. Thompson, «Costumbre, ley y derecho comunal», en Costumbres en común, 1995)

Para el campesinado más modesto el comunal era la tierra, aquel bien insustituible que a través de distintas prácticas (pastos, cultivos, leñas...) garantizaba la supervivencia. Como hemos visto, estos terrenos no sólo proporcionaban el pasto, la leña o la caza, sino que también suministraban materias primas de las que dependían actividades manufactureras y artesanales de la zona. El labrador oscense ejercía prácticas comunitarias sobre estas tierras, basándose en antiguos derechos consuetudinarios, no muy distintos a los presentes en la vaine páture del otro lado de los Pirineos. Se trataba de una economía integrada, donde el ejercicio privado de la actividad agrícola requería del apoyo imprescindible de los usos colectivos y regulados de bosque y pastos. En este modelo de economía integrada entraban también actividades colaterales como la transformación manufacturera de productos del bosque o el pequeño comercio de derivados ganaderos. La complementariedad entre monte y labranza evitaba en buena medida la degradación de los suelos, sobre todo porque se imponía por parte de la comunidad un disfrute regulado de los recursos. A tal fin, los vecindarios observaban una normativa muy precisa, heredada del pasado, que adaptaba las exigencias económicas de la población al mantenimiento de la integridad de bosques y montes. La regulación abarcaba desde la recogida de leña y su transformación en carbón hasta los permisos de pastoreo o la utilización de productos menores como resinas, pez o cortezas de las plantas. Estamos, por tanto, ante formas consolidadas de gestión comunitaria que parecen controlar y contener eficazmente todo un cúmulo de intereses particulares distintos. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX estos terrenos de uso colectivo participarán de una importante dinámica de transformación y de un nuevo tejido de relaciones sociales, de ahí que sea imprescindible detenemos en el cúmulo de intereses enfrentados y de luchas sociales que se ventilaron por el uso y disfrute de estos montes. Las apropiaciones individuales de territorio colectivo provocaron conflictos de clase y otras tensiones sociales, desde querellas por lindes hasta clásicas oposiciones entre ganaderos y agricultores.

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LEJOS DE LA ARCADIA FELIZ: EL ACCESO DIFERENCIAL A LOS BIENES DE TITULARIDAD PÚBLICA

Los vecinos de cada municipio gozaban de derechos consuetudinarios ligados a los comunales. El ejercicio de tales derechos producía efectos positivos sobre el balance económico de estas familias. Gozaban de los derechos gratuitos de pastar y leñar, previa autorización municipal, aunque a veces tras pagar una «tasa comunal» proporcional al número de cabezas de ganado que introdujesen en los pastos. El derecho de acceso al comunal se adquiría con la vecindad, remitía a derechos familiares adquiridos. Se instauraba así una relación entre el grupo doméstico y la comunidad, que limitaba el uso indiscriminado de los recursos. El derecho de uso era una prerrogativa inherente a la pertenencia a aquélla, un atributo de los vecinos que estuvieran al corriente en el pago de la contribución municipal. De esta manera, la pulverización de la tierra por sucesiones hereditarias (que acompañaban a la nuclearidad de la familia) se conjugaba con la indivisión y el mantenimiento de los terrenos comunales. En una situación de desmembramiento del patrimonio, consecuencia de los repartos por herencia, el poder contar con tierras comunales cumplía la función de impedir que tal desmembramiento redundase en un descenso drástico de la renta de estos grupos domésticos. Los criterios de vecindad y las viejas formas de organizar el usufructo comunal no eran otra cosa, en el fondo, que mecanismos de regulación basados en el control de la colectividad y en la adaptación a las exigencias del medio físico. Toda una detallada reglamentación, exhaustiva y minuciosa, determinaba los derechos de uso. La estricta regulación y el complejo marco normativo que rodeaba a los comunales se dejan traslucir en documentación de base municipal."'

101. Algunos autores, como paso previo, han puesto de manifiesto la usurpación producida al traspasar la titularidad de estos bienes de la comunidad de vecinos —propietaria originaria— a los Ayuntamientos. En Huesca también hay ejemplos de progresiva adscripción al municipio de terrenos penenecientes en origen al común de vecinos, aunque, al parecer, a mediados del siglo XIX el proceso estaba más adelantado que en Galicia. Como ha subrayado Xesús BALBOA (1990), 0 monte en Galicia, las consecuencias de este cambio de titularidad no fueron desdeñables andando el tiempo, especialmente por lo que respecta a la desamortización. Este traspaso de titularidad tampoco pasó desapercibido para

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LA OFENSIVA PRIVATIZADORA SOBRE EL RÉGIMEN COMUNAL

En algunos montes existía mancomunidad de pastos entre varios municipios colindantes («derecho de condominio en los Montes», en expresión de los alcaldes, o alero foral, el término jurídico). La servidumbre de alera foral era una institución del Derecho aragonés que facultaba a los vecinos de un pueblo para introducir sus ganados de «sol á sol» en la parte de terreno del término confrontante con el suyo. Si bien se trata de una costumbre que va perdiendo vigencia a medida que la crisis de la ganadería se hace más profunda y se incrementan las roturaciones en los montes,102 todavía se mantiene a mediados del XIX. La alera foral persistía a pesar de la teórica supresión de comunidades dictaminada en 1837. La indefinición de límites llegará a la desamortización y de hecho estas restricciones al uso del monte pueden seguirse en los anuncios de las subastas, pues debían constar como una servidumbre más a respetar. A partir de ahí podría reconstruirse la tupida red de municipios oscenses que gozaban de mancomunidad de pastos y de leñas. Para nuestros propósitos bastará con informar sobre un par de casos de alera foral, figura jurídica utilizada a menudo como mecanismo de defensa por parte de los pueblos frente a las acusaciones de abusos realizadas por el personal forestal. En 1874 el ganado de Buera y Loscorrales fue denunciado, en número de 800 cabezas aproximadamente, por estar pastando en montes de Asque sin licencia para ello y sin tener concedido ningún aprovechamiento en el Plan. Los pastores de Loscorrales y Buera argumentaron su proceder «porque siempre

A. GUAITA (1986): «en su casi totalidad, los comunales eran de propiedad de los vecinos, del común de vecinos, propiedad inalienable y vinculada al vecindario que, obviamente, tenía el derecho de aprovecharlos en exclusiva [...] El Ayuntamiento sólo era la autoridad gestora de los derechos e intereses del núcleo o grupo social que son los vecinos-propietarios; sólo posteriormente, surgido y afirmado el municipio como lo que hoy llamamos entidad de derecho público, y después de un proceso dilatado a lo largo de varios siglos en que ha sido incontenible la estatificación o administrativización de no pocos sectores de la vida jurídica —y, por supuesto, del que nos ocupa— se dirá y dice en las leyes que los comunales son bienes que pertenecen al municipio; [...] Es pues un propietario muy especial toda vez que está despojado (no se le ha despojado, pues no la tuvo nunca) de la facultad de aprovechar esos bienes "suyos", situación irreversible mientras la cosa siga ostentando el carácter de comunal.. Lo que ocurre es que históricamente han sido los Ayuntamientos quienes han decidido casi siempre el destino de estos bienes colectivos. Sobre la sustitución a efectos jurídicos de las comunidades de vecinos por los Ayuntamientos, cfr. también Aurora ARTIAGA y Xesús BALBOA (1991), •La individualización de la propiedad colectiva: aproximación e interpretación del proceso en los montes vecinales de Galicia•, ponencia presentada a la IV Reunión del Seminario de Historia Agraria (SEHA), Torremolinos. Sobre la legislación de montes durante el siglo XIX, véase Josefina GÓMEZ MENDOZA (1992); más atrás en el tiempo, Cirilo MARTÍN RETORTILLO (1944), Cuestiones jurídico-fiscales sobre los montes de los pueblos, Barcelona, y (1955), «Contenido jurídico-social de las ordenanzas municipales de fines del pasado siglo. Importancia de las mismas en los municipios rurales., Revista de Estudios Agro-Sociales, 12, pp. 55-78. 102. Varios autores han sintetizado en qué consistía el derecho de alera foral, una figura jurídica muy frecuente en los montes aragoneses. E. MORENO (1991) la resume así:.[...] en la facultad de trasladar los ganados a los límites de otro municipio para pastar durante el período que transcurría en un día "de sol a sol y de era a era", partiendo precisamente de las eras de uno o de ambos lugares que compartían este uso sobre sus montes comunes [...] Se encuadra en las necesidades de pastos de los pequeños municipios que eran incapaces de mantener la cabaña local., p. 149.

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habian introducido ganado y lo habian visto á sus padres y heran mancomunados con villa y aldeas».'" Pero las cosas habían cambiado y el derecho de alera foral se había visto afectado. Es más, los vecinos de Alquézar acusaban a estos pastores de daños que, en ocasiones, estaban ocasionados por el exceso de ganado local que soportaban algunas partidas del monte. En 1925 sólo existían aleras forales en los montes de Berdún para los pueblos de Biniés y Martes, en Bagiieste para el de Rodellar, en Sarsa de Surta para el de Castellazo y en Santa Eulalia la Mayor para Castilsabás. Leyes pensadas para décadas anteriores parecen poco capaces de frenar los nuevos imperativos económicos; viejos acuerdos pactados acaban por romperse. Que los bienes fueran colectivos nunca quiso decir que su aprovechamiento resultara equitativo. Contra lo que proclamaban testimonios interesados en una visión armónica de estos terrenos, cuya conservación podía ser instrumentalizada políticamente, los bienes concejiles apenas remediaban las desigualdades sociales y, por supuesto, nunca fueron un bálsamo a la pobreza y a la emigración. Los bienes de titularidad pública se utilizaban con distinta intensidad por cada particular por la simple razón de que no todos tenían la misma capacidad para aprovecharlos; su posición patrimonial de partida era distinta. El recurso a análisis particularizados de casos nos permitirá evaluar los grados de desigualdad en el acceso a los comunales. Si tomamos como ejemplo los pastos, no hay más que ver que sólo un número limitado de vecinos eran ganaderos. Había pueblos como Ansó o Fanlo que tenían aprovechamiento vecinal de pastos para 36.000 y 20.000 cabezas de ganado; es imposible que fueran de uso propio dado el número de vecinos (400 y 70) de que se componían dichos municipios. En 1862, el 34% de los ganaderos de Ansó sólo poseían el 5% del ganado, según se deduce del amillaramiento; en 1922, según recoge Jorge Puyó, el 73% de los ganaderos ansotanos andaban con rebaños inferiores a 200 cabezas. Las desigualdades parecen evidentes. Todo lo más, en momentos de crisis, se implementaban medidas correctoras y disminuían los rebaños de cabezaje más elevado en favor de que otros vecinos pudieran acceder con algo más de ganado al aprovechamiento de dichos pastos.'" En coyunturas especialmente delicadas, también en Hecho se detectan algunas cortapisas al acceso a los pastos comunes con un número ilimitado de cabezas, con clara intención de permitir a los más desfavorecidos satisfacer necesidades urgentes. Pero, en general, puede decirse que algunos de los más importantes ganaderos de esta zona estaban sosteniendo su ganado de renta por el 10% de su precio real de mantenimiento. Tal circuns-

103. AHPH, Sección Distrito Forestal, Denuncias en el monte n° 4, caja 690 (1874). 104. Véase, por ejemplo, lo sucedido en Ansó durante la década de los treinta en A. J. GORRÍA (1987), pp. 180 y ss. Sobre la existencia de estos mecanismos correctores en el acceso a los pastos comunales ha argumentado Ángel GARCÍA SANZ (1980), .Bienes y derechos comunales y el proceso de su privatización en Castilla durante los siglos XVI y XVII: el caso de tierras de Segovia», Hispania, 144, pp. 95-127.

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tancia les permitió amasar su pequeña fortuna, sin necesidad de colocarse a la sombra del incumplimiento de la ley. Desde este punto de vista, el uso se convertía en abuso desde el momento en que el disfrute de pastos estaba monopolizado por unos pocos vecinos. Y lo sucedido en Ansó no era excepcional. A pocos kilómetros de allí, un vecino de Hecho —Francisco Gastón, hermano del alcalde, D. Timoteo— llevaba en 1906 a unos montes de Hecho alrededor de 7.000 cabezas de lanar desde mayo hasta noviembre, «además de bastante cabrío y vacuno»."`' Otros ganaderos más modestos conducían entre 1.000 y 1.500 cabezas y, junto a ellos, pastaba también un rebaño de entre 800 y 1.000 cabezas pertenecientes a los llamados casa&anos o pequeños propietarios que reunían sus ganados. Cuadro 17.

Distribución de la propiedad del ganado lanar en Hecho, 1905.

Ovejas

N° de vecinos Sin lanar 1-10 cabezas 11-50 cabezas 51-100 cabezas 101-500 cabezas 501-1.000 cabezas 1.001-2.000 cabezas > 2.000 cabezas

189 20 8 12 2 1 2 1

TOTAL

235

80,42 8,51 3,40 5,10 0,85 0,42 0,85 0,42

'

— 93 229 923 255 800 2.350 5.500

°A) 0,00 0,91 2,25 9,09 2,51 7,88 23,15 54,18

10.150

Fuente: Elaboración propia a partir de recuentos ganaderos municipales, 1905.

Cuadro 18.

Distribución de la propiedad del ganado cabrío en Hecho, 1905. Cabras

N° de vecinos Sin cabrío 1-5 cabezas 6-20 cabezas 21-50 cabezas 51-100 cabezas > 100 cabezas

123 68 24 15 2 3

TOTAL

235

52,34 28,93 10,21 6,38 0,85 1,27

— 151 230 423 163 420 1.387

Fuente: Elaboración propia a partir de recuentos ganaderos municipales, 1905.

105. AGA, Alcalá de Henares, Secc. Agrie, leg.168-6.

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0,00 10,88 16,58 30,49 11,75 30,28


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Cuadro 19.

Distribución de la propiedad del ganado vacuno y de labor en Hecho. 1905. N° de vecinos Sin vacuno y de labor 1-5 cabezas 6-10 cabezas 11-50 cabezas 51-100 cabezas > 100 cabezas

24 117 59 33 2 —

TOTAL

235

Vacuno y de labor 10,21 49,78 25,10 14,04 0,85 —

— 322 457 497 139 —

0/0

0,00 22.75 32,29 35,12 9,82 —

1.415

Fuente: Elaboración propia a partir de recuentos ganaderos municipales, 1905.

El desequilibrado aprovechamiento, del que dan fe los cuadros anteriores, provocó que algunos vecinos de Hecho (hay 56 firmas) solicitaran del Distrito Forestal que en lo sucesivo los pastos fueran adjudicados en subasta pública, en consonancia con lo demandado por los intereses municipales generales y no por los de unos pocos ganaderos. De esta forma, el Ayuntamiento se ahorraría una cantidad de pagos no desdeñable, máxime teniendo en cuenta el aumento continuo en las tasaciones, en perjuicio de los ganaderos más pudientes. Fundamentaban su exigencia estos vecinos en el hecho de que la riqueza de los montes había de repercutir en «la masa común del pueblo» y no en unos cuantos ganaderos enriquecidos, puesto que Resultando que aqui entre dos ó tres ganaderos representan las dos terceras partes de ganaderia del pueblo, piden de la recta justicia de V. S. que en lo sucesivo todos los montes de propios salgan en pública subasta con lo que aparte de los ingresos que esto reportaria á la comunidad saldrian tambien beneficiados los intereses del Estado que a V. S. le estan encomendados, por la parte que de tanto % había de percibir más."'

Creo que lo ocurrido en Hecho constituye un buen ejemplo para cerciorarnos de que no siempre las clases más acomodadas abogaron por la privatización y las

106. AHPH, Carta de los vecinos de Hecho al ingeniero jefe de Montes de la provincia, 28-8-1905: «los beneficiados con el sistema anterior son tres ó cuatro vecinos, y los perjudicados todos los demás (porque al no beneficiarse la entidad Ayuntamiento se perjudica al vecindario en general).. El ingeniero forestal recoge el argumento en términos semejantes: «La igualdad no puede existir en los aprovechamientos vecinales; por tanto, holgaba lo repitiese el Sr. Gastón, como no fuera para aprovechar la ocasión de ofrecer a sus convecinos —como estímulo para que le secunden, hoy que su familia tiene más de las dos terceras partes del ganado del pueblo— la consideración de que mañana pueden ellos ser los ganaderos y beneficiarse de los pastos, cual él o los suyos hoy. El argumento es bueno para los incautos..

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más humildes por la conservación del comunal. En este ejemplo, los más firmes defensores de los aprovechamientos vecinales fueron los miembros mejor dotados patrimonialmente, clara muestra de que el acceso era muy desigual, hasta el punto de reforzar las relaciones de producción vigentes. En estas condiciones, con unos terrenos comunales que hacían factibles sus perspectivas de acumulación, no había ninguna necesidad de privatizar. Ante la protesta de los vecinos pronto reaccionaron los ganaderos más pudientes del valle de Hecho, defendiendo su derecho a disfrutar los susodichos pastos porque desde tiempo inmemorial lo venían haciendo, sin que la Administración ni nadie pudiera echar abajo estos derechos. Claro que ahora la situación, en opinión de los ganaderos, había cambiado: acusaban al Distrito Forestal de provocar la ruina de la ganadería con tal de que el erario recibiera unas cuantas pesetas más («que el Estado florezca, que carnes, lanas y leches ya traerán de la Argentina tal vez más barato, y asi tal vez se resuelva el problema de las subsistencias»). Lo cierto fue que, por presión de las clases menos pudientes del valle, los productos de los montes públicos que beneficiaban más igualitariamente a todos los vecinos, es decir, las leñas para los hogares, los pastos para los ganados de labor y algunos aprovechamientos de madera, continuaron entregándose por adjudicación directa al precio de tasación. Se respetaba así una costumbre que no se apoyaba en precepto legal pero que estaba «justificada por lo igualitaria». La misma existencia de puntillosos reglamentos locales de acceso a los montes parece sugerir toda una conflictividad previa repleta de disensiones intramunicipales. En cambio, los pastos de los llamados «comunes» (Fraginal y La Renclusa, que, en realidad, no eran tales), donde las desigualdades de aprovechamiento eran más marcadas entre el vecindario, pasaban a adjudicarse por subasta. Hasta entonces, el Distrito Forestal reconocía que los pastos pertenecían a bienes de propios pero sin embargo, contrariamente a lo dispuesto por la ley, no se subastaban. O, mejor, sólo se subastaban los pastos «para el ganado que se dedica al tráfico». El ingeniero forestal hacía la vista gorda en este aspecto concreto, algo explicable con seguridad por las exigencias puestas sobre la mesa por parte de los ganaderos locales más pudientes. Sólo a comienzos de siglo comenzaron a ser usufructuados tras mediar subasta pública. Otra cosa distinta fue que, unos años más tarde, se enterara la Administración de que las subastas de pastos anunciadas en el Boletín Oficial para esos montes no se verificaban más que nominalmente; las remataba por el precio de tasación un testaferro del Ayuntamiento y celebraba éste nuevas y verdaderas subastas por partidas. Descubierto el nuevo fraude, fue entonces cuando el Distrito Forestal comprendió que para que las subastas oficiales resultasen verdaderas era preciso llevarlas al Plan de acuerdo con la subdivisión de los montes realizada por el Ayuntamiento de Hecho y figurando en cada puerto el cabezaje asignado por dicha corporación. De la misma forma, el aprovechamiento de maderas por la tasación beneficiaba básicamente a unos cuantos vecinos favorecidos por los Ayuntamientos, quienes, lejos de emplear la madera en sus casas o en obras de carácter vecinal, la

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Primeros trabajos de repoblación forestal en los alrededores de la estación internacional de Canfranc, 1910-1915. (Sexta División Hidrológico-Forestal. Sección la, cuenca del Aragón. Documentación en AHPH)

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vendían —a pesar de estar prohibido—, como se comprueba con las,abundantes denuncias tramitadas por sacar del término municipal estos productos. Vemos, por tanto, que el aprovechamiento del monte no era idéntico por parte de todos los vecinos; más bien estaba en función de las diferentes exigencias de cada explotación particular. Necesitarían más pastos aquellos que poseyeran mayor número de cabezas de ganado y más estiércol los que tuvieran más tierra que abonar. Conociendo a los protagonistas de las transformaciones, puede corroborarse fácilmente la hipótesis del acceso diferencial a los bienes de titularidad pública. Por muy públicos que fuesen, los montes se aprovechaban privadamente, particularizando cada vecino el usufructo que extraía de ellos. La cosa está clara en lo concerniente a aprovechamientos ordinarios, pero también era así en los vecinales: los notables locales se sirvieron de su poder para llevarse la parte del león en el usufructo de los terrenos comunes. Las autoridades centrales dejaron casi siempre vía libre en este campo a los pudientes locales, con los abusos subsiguientes; raramente intervinieron en repartos y divisiones de terrenos comunes para no granjearse la hostilidad de la parte acomodada de la población, el único grupo efectivamente interesado en el mantenimiento del orden. Costa escribe en 1902 que el reparto de las suertes comunales en Jaca brillaba por su ausencia.'"' Con todo, a pesar de su desigual aprovechamiento, conviene no olvidar que los comunales permitían a los más humildes evitar el hambre, la mendicidad o la emigración. Jugaban, por tanto, un papel explosivo cuando bien la Administración pública, bien algunos burgueses usurpadores amenazaban con hacerlos desaparecer. Los párrafos anteriores desprenden una visión del régimen comunal poco en consonancia con esa Arcadia feliz, a modo de comunismo primitivo, que muchos textos nos han legado. Las desigualdades distributivas, las diferenciaciones internas y la segmentación social también quedaban patentes en los usos colectivos del suelo. Pero, sin embargo, estos regímenes de propiedad colectiva y sus formas de organización productiva tendían a ser más respetuosos en su trato con la naturaleza, particularmente en lo que respecta a los tiempos de reproducción de los recursos naturales.'" No eran comunidades igualitarias, pero existía toda una organización colectiva del espacio con algunos mecanismos de control social. Bastará reseñar las limitaciones impuestas por toda una normativa consuetudinaria,

107. Vid. Joaquín COSTA (1902), p. 329. 108. Dicho con palabras de especialistas en Historia Ecológica, «en cada tipo de sociedad los individuos han establecido una relación específica con el medio más o menos entrópica que puede ser valorada en términos de "eficiencia ecológica". Con este concepto se intenta medir la capacidad de un sistema de producción —en última instancia un conjunto estructurado de relaciones sociales— para producir la máxima cantidad de bienes con el menor coste energético y de materiales y con la mayor capacidad de perdurar en el tiempo sin trastocar el equilibrio de los ecosistemas». M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1993), p. 14. Sobre la relación entre culturas tradicionales y sistemas agrícolas ecológicamente viables, vid. V. M. TOLEDO, «La racionalidad ecológica de la producción campesina», en E. SEVILLA y M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1993); cfr. también R. BARAHONA (1987), «Conocimiento campesino y sujeto social campesino», Revista Mexicana de Sociología, 49, pp. 167-190. Algunas reflexiones interesantes en esta línea, aplicadas al censo de los montes de La Rioja, en José Ramón MORENO (1994).

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que conducían a un aprovechamiento medianamente sostenido de los recursos. Y no es extraño que establecieran esta forma de relación con los mismos, pues este pequeño campesinado era el principal interesado en conservar y restituir bienes y energía de forma ininterrumpida para garantizar su subsistencia, basada más en sus intercambios con la naturaleza que en los productos obtenidos en el mercado. No es que fueran ecológicamente inocentes; más bien su lógica económica y cultural les obligaba a desarrollar unas prácticas que reprodujeran de forma continuada los ecosistemas. Mantenían la capacidad de autorreproducción de los mismos porque en ello les iba su propia supervivencia. Desarrollaron, por tanto, formas de dominación del paisaje bastante armónicas con el entorno natural, sin alterar gravemente los equilibrios fundamentales. Todo un conjunto de ordenanzas municipales y de calendarios estrictos restringían las agresiones indiscriminadas y facilitaban formas de adaptación cultural al medio ambiente. La forma de disfrute de los montes en la primera mitad del ochocientos no debió de diferir mucho de la de siglos precedentes. A mediados del XIX las nuevas leyes intentaron imponer valores que iban directamente contra usos y costumbres consolidados. Daban prioridad a los derechos de propiedad privada y a los cambios en el régimen de tutela, amenazando antiguas formas de agricultura y pastoreo colectivo, de las cuales dependía gran parte de la economía agraria oscense. En muchos casos, las amenazas acabaron sacando estos derechos de uso colectivo fuera de la ley.

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VÍAS DE PRIVATIZACIÓN Y PRINCIPALES BENEFICIARIOS

Enajenaciones por vía desamortizadora Para la óptica individualista de los liberales del momento, los terrenos comunales eran poco menos que «estorbos» que impedían el desarrollo de las potencialidades productivas de la agricultura. Las mejoras sólo se alcanzarían si se garantizaba el pleno disfrute de las propiedades o, en otras palabras, la propiedad «perfecta» respetada por la ley e inscrita en el Registro. En su opinión, sólo la ordenación individualizada del terrazgo aseguraba la utilización adecuada de la tierra. La privatización se justificaba, pues, por el convencimiento de que la propiedad particular constituía la mejor garantía para un uso productivo idóneo y para el sostenimiento de las Administraciones locales y de los impuestos estatales. Había que acabar, por tanto, con todas las amortizaciones y barreras institucionales que frenaban la libre movilidad de factores productivos. Quien ponía en cuestión los procesos de privatización del suelo podía ser acusado de ir en contra de todo progreso agrario. Oponerse a las ventas propiciadas por la desamortización se hacía equiparar con posturas inmovilistas, poco menos que de Antiguo Régimen. Los valedores de la empresa desamortizadora la fundamentaban también en el hecho de que haría aumentar el número de familias propietarias, vinculando así nuevos sectores de población a la cosa pública y a las nuevas ideas liberales. Dicha fundamentación denotaba claras pretensiones de legitimar socialmente la medida, por cuanto, como ha puesto de manifiesto J. Fontana, «para el tipo de desarrollo capitalista que aquellos hombres conocían una condición fundamental era la formación de grandes explotaciones comercializadas, lo que requería poner la tierra en manos de quienes pudieran aportar capacidad empresarial y capitales suficientes»." La venta de montes y de dehesas se integraba perfectamente, pues, en lo que era el proceso de revolución liberal. La defensa del liberalismo se fundamentaba, en buena medida, en los nuevos beneficios económicos obtenidos.

109. Josep FONTANA (1985), p. 239.

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Con argumentos productivistas se justificaba la desamortización de montes, el rechazo a las formas de propiedad no individual y la animadversión a unos bienes colectivos y a unas costumbres consideradas poco menos que «bárbaras». Los ingenieros de Montes también polemizaron sobre la conveniencia de privatizar los montes o de conservarlos en manos del Estado, escamoteando a los pueblos su tutela y gestión y anticipando lo que acabaría siendo el proceso desamortizador."° Más adelante nos ocuparemos de la polémica suscitada en torno a qué organismo era el mejor garante de los montes. Ahora nos interesa más destacar que, bajo este manto de argumentaciones «productivistas», latía una fundamental preocupación hacendística. Más allá de cualquier principio liberal, la enajenación de montes vino condicionada principalmente por los problemas financieros del Estado, por la necesidad de allegar dinero fresco a las maltrechas arcas estatales. Si antes de la «ley Madoz» la Administración dejaba a los Ayuntamientos que vendieran sus bienes, con posterioridad a 1855 aquélla determinaba la venta obligatoria de muchos de los patrimonios de los pueblos, guiada por necesidades hacendísticas y por el individualismo «vivificador» que impregna la cultura jurídica y el pensamiento económico del momento. Sacralizada la propiedad privada sobre la colectiva, considerada aquélla fuente de todo progreso y exponente de la nueva sociedad, había que restringir en lo posible cualquier forma de aprovechamiento común. La ofensiva atentó esencialmente contra los derechos fique las comunidades en cuanto tales ejercían sobre su territorio y contra las servidumbres de pastos que gravaban casi todos los terrenos de particulares. La apropiación privada de comunales provocó que las leyes del mercado se encumbraran un peldaño más, al afectar a unos patrimonios rústicos públicos tradicionalmente poco mercantilizados. La enajenación de estos bienes aspiraba a ser también un arma de renovación de las instituciones: privando a los municipios —y, ya antes, a la Iglesia— de su fortuna, el Estado reforzaba su control sobre la función pública al paso que solucionaba sus apuros. Si la desamortización de Mendizábal supuso un ataque en firme a las bases económicas del poder eclesiástico, la de Madoz mercantilizaba y liberalizaba la tierra a base de expropiársela a los Ayuntamientos y a otras corporaciones civiles.

110. Las distintas opiniones aparecen recogidas en Luis URTEAGA (1987), La tierra esquilmada, pp. 139 y ss. La postura en favor de la liberación y privatización de las áreas forestales se explicita, por ejemplo, en la Ley agraria de Jovellanos (1795): «El mejor modo de garantizar la producción forestal es proteger la iniciativa privada y los derechos de propiedad». Jovellanos era partidario de poner en venta o arriendo los montes concejiles para permitir un aprovechamiento más rentable de estas tierras. La solución a los problemas del monte «no está en dictar leyes protectoras del arbolado, sino en dejar actuar la libre competencia y las leyes del mercado». Hoy sabemos lo infundado de estas tesis liberales para salvaguardar los recursos naturales.

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Cuadro 20.

Ventas de montes públicos en Huesca como consecuencia de la desamortización, 1859-1863. Mí)

1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1859 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860

Término (propios/comunes) Salillas (PR) Salillas (PR) Sesa (PR) Sesa (PR) Jaca (C) Biscuerre (C) Biscuerre (C) Fraella (PR) Fraella (PR) Robres (PR) Senés (PR) Senés (PR) Lanaja (PR) Lanaja (PR) Riglos (PR) Acumuer (PR) Acumuer (PR) Yésero (C) B. de Garcipollera (PR) Sariñena (PR) Sariñena (PR) Sariñena (PR) Villanueva de Sig. (PR) Villanueva de Sig. (PR) Vicién (PR) Vicién (PR) Aguas (PR) Morrano (PR) Morrano (PR) Morrano (PR) Morrano (PR) Morrano (PR) Torres de Montes (PR) Torres de Montes (PR) Torres de Montes (PR) Torres de Montes (PR) Quinzano (PR) Sesa (PR) Albero Bajo (PR) Albero Bajo (PR) Torralba (PR) Torralba (PR) Torralba (PR) Almudévar (PR) Almudévar (PR) Almudévar (PR)

Cabida (ha)

Remate (reales)

177,54 133,98 850,74 349,80 206,91 5,28 3,30 21,12 80,52 1.003,20 378,18 191,40 462,00 13,20 453,42 356,40 151,80 112,20 9,24 239,58 44,88 137,28 2.455,20 376,20 1.222,32 171,60 227,04 6,60 73,26 29,04 49,50 102,96 4,62 3,30 4,62 3,96 31,68 99,00 13,20 15,84 62,70 40,26 36,96 114,84 85,80 20,46

20.100 10.000 23.010 8.000 253.500 3.050 500 4.780 40.100 192.000 92.000 16.000 134.500 18.040 16.500 41.000 12.100 71.000 1.500 150.000 60.040 90.020 192.600 54.060 244.000 14.000 20.100 520 6.820 1.800 3.890 11.540 1.890 1.215 1.665 1.620 3.680 20.400 10.700 26.000 14.440 13.240 12.200 30.800 16.400 9.200

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Rematante

Localidad

Ramón Santolaria Ramón Santolaria Joaquín Seguín Joaquín Seguín Juan Gastón Juan Antonio Giménez Juan Antonio Giménez Gregorio Peña Pablo Usón Joaquín Paño Jerónimo Heredia Juan Escuer Antonio Bastarás Antonio Bastarás Mariano Marcuello Ramón Cajal Ramón Cajal Lorenzo Bandrés Fernando Torres Juan Salaz Mariano Torres Bernardo Orús Sebastián Covarrubias José Blecua Manuel Batalla Mariano Gavín Martín Laguna Tomás Calvo Tomás Calvo Tomás Calvo Juan López Juan López Francisco Casavantes Francisco Casavantes Francisco Casavantes Francisco Casavantes Ignacio Martínez Francisco Palacio Manuel Batalla Gregorio Mercader Severo Paño Nicolás García Mariano Novales José Ignacio Otal Miguel Abiol Antonio Corredor

Salillas Salillas Sesa Sesa Jaca

Huesca Torralba Madrid Lanaja Lanaja Concilio Acumuer Acumuer Yésero Jaca Madrid Sariñena Sariñena Madrid Villan. de S. Huesca Huesca Aguas Morrano Morrano Morrano Morrano Morrano Huesca Huesca Huesca Huesca Quinzano Sesa Huesca Albero Bajo Torralba Torralba Torralba Almudévar Almudévar Almudévar


I..\ OFENSIVA PRIVATIZADORA SOBRE EL RÉGIMEN COMUNAL

Año

Término (propios/comunes)

Cabida (ha)

1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860

Almudévar (PR) Almudévar (PR) Lastanosa (PR) Sena (C) Sena (PR) Sena (C) Acumuer (P) Acumuer (P) Sipán (C) Alcalá de Gurrea (PR) Alcalá de Gurrea (PR) Alcalá de Gurrea (PR) Coscullano (PR) Coscullano (PR) Loporzano (PR) Loporzano (PR) Alcubierre (PR) Alcubierre (PR) Lupiñén (PR) Lupiñén (PR) Lupiñén (PR) Senegüé (PR) Senegüé (PR) Sarvisé (PR) Asín (PR) Biescas (PR) Torralba (PR) Fañanás (PR) Fañanás (PR) Pueyo Fañanás (PR) Pueyo Fañanás (PR) Igriés (Hosp. Huesca) Loarre (Hosp. Huesca) Almudévar (PR) Almudévar (PR) Almudévar (PR) Almudévar (PR) Almudévar (PR) Almudévar (PR) Torralba (PR) Torralba (PR) Ayera (PR) Sariñena (PR) Barbenuta y Espierre (C) Sardas (PR) Biescas (C) Ortilla (PR) Ortilla (PR) Ortilla (PR)

351,12 128,70 224,40 792,00 643,50 326,70 409,20 553,74 59,40 105,60 122,76 188,76 51,48 120,12 211,20 27,72 31,68 20,46 99,00 92,40 4,62 19,80 16,50 17,00 43,00 67,00 73,26 6,60 0,66 2,64 5,94 104,28 22,44 62,70 211,86 293,04 279,18 95,70 31,68 97,68 62,04 12,54 107,58 11,88 7,26 60,72 50,16 59,40 50,82

Remate (reales) 21.500 65.000 70.200 60.000 91.100 12.300 102.600 120.200 12.200 16.200 17.400 18.200 18.200 25.600 16.400 12.200 3.300 3.000 85.400 22.200 1.272 3.100 1.400 14.100 3.700 23.700 41.000 360 501 160 1.688 90.000 14.300 27.000 44.000 76.000 50.000 35.000 50.000 15.200 13.200 4.100 62.000 1.150 2.000 2.500 12.300 12.000 11.100

128

Índice

Rematante

Localidad

Francisco Abiol Joaquín Lezcano Juan José Marcellón Mariano Nogueras Mariano Nogueras Antonio González Miguel Oliver Miguel Casasús Jaime Agustí Manuel Rivas Manuel Rivas Manuel Rivas Jaime Agustí José Martínez Antonio López Antonio López José Gabarre Miguel Casaús Tomás Tegero Tomás Tegero Tomás Tegero Juan Casaús José Albertín Francisco Orús Antonio Betrán Manuel Gavín Bernardo Ruata Antonio Betrán Antonio Betrán Antonio Betrán Antonio Betrán Antonio Abizanda Mariano Ladrero Miguel Á. Atarés José Altabás A. Piracés Agustín Val Pascual Subirón Ramón Betrán Severo Paño Severo Paño Jaime Agustí Juan Clavería Fernando M' Torres Fernando M" Torres Francisco Oliván Juan Escuer Juan Escuer Pablo Usón

Almudévar Madrid Lastanosa Alcolea Alcolea Sena Jaca Acumuer Huesca Alcalá Alcalá Alcalá Huesca Coscullano Loporzano Loporzano Alcubierre Huesca Lupiñén Lupiñén Lupiñén Senegüé Senegüé Huesca Huesca Huesca Alcubierre Huesca Huesca Huesca Huesca Igriés Loarre Almudévar Almudévar Almudévar Almudévar Almudévar Almudévar Torralba Torralba Huesca Madrid Jaca Jaca Biescas Huesca Huesca Huesca •


LA OFENSIVA PRIVATIZADORA SOBRE EL RÉGIMEN COMUNAL

Año

1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1860 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861

Término (propios/comunes)

Cabida (ha)

Remate (reales)

Rematante

Ortilla (PR) 56,10 12.300 Juan Escuer Quinzano (PR) 26,40 6.000 Juan Lino Montmesa (PR) 159,06 42.500 Jaime Agustí Barluenga (PR) 17,82 10.275 Gregorio Abad Chibluco (PR) 11,88 4.150 Antonio Betrán Sasa del Abadiado (PR) 3,30 923 Julián Nasarre Tardienta (PR) 126,72 104.000 Miguel Abiol Tardienta (PR) 56,76 50.200 Ramón Pradel Tardienta (PR) 13,20 26.600 Benito Ayerbe Tardienta (PR) 190,08 121.600 José Penato Biescas (PR) 56,10 2.500 Manuel Gavín Agüero (PR) 1.409,76 30.100 Jaime Agustí Agüero (PR) 396,00 8.100 Jaime Agustí Agüero (PR) 524,04 13.150 Fermín Abelta Agüero (PR) 892,98 39.100 Miguel Á. Coronas Ilche (PR) 0,66 696 Francisco Viñuales Ponzano (PR) 21,78 3.520 Jaime Agustí Asque (PR) 12,54 10.400 José Ballabriga Lieso de Huesca (PR) 58,74 22.200 Agustín Morlans Aragüés del Solano (C) 3,30 18.000 Carlos Larraz Abay (C) 1,32 2.300 Miguel Oliver Caniás (C) 2,64 25.200 Miguel Calvo Sarsamarcuello (PR) 218,46 45.500 Francisco Laclaustra Ayerbe (PR) 79,20 30.000 Pablo Fontana Ayerbe (PR) 58,08 40.000 Vicente Normante Ayerbe (PR) 50,16 31.500 Manuel Gil Ayerbe (PR) 100,32 57.500 José Labasta Ayerbe (PR) 62,70 49.500 Carlos Abad Ayerbe (PR) 29,70 16.000 Manuel Gil Ayerbe (PR) 92,40 30.200 Gregorio de Buen Ayerbe (PR) 128,70 50.000 Mariano Fontana Ayerbe (PR) 63,36 61.400 Manuel Soler Ayerbe (PR) 129,36 80.000 Manuel Gil Ayerbe (PR) 122,10 55.000 Miguel Casaús Ayerbe (PR) 214,50 181.000 Vicente Gallego Ayerbe (PR) 110,88 115.000 Gregorio de Buen Ayerbe (PR) 171,60 90.000 Carlos Langa Ayerbe (PR) 42,24 41.700 Diego Bravo Ayerbe (PR) 31,68 28.500 Vicente Normante Labarta (PR) 128,04 70.000 Francisco Sancho Loscertales (PR) 42,90 20.000 Miguel Casaús Bandaliés (PR) 3,30 1.125 Jaime Agustí San Julián (PR) 56,10 33.200 Jaime Agustí Santa Cilia (PR) 10,56 16.100 Jaime Agustí Otal (PR) 12.100 Jaime Agustí 3,96 Valfarta (PR) 206,34 121.000 Miguel Casaús Villanueva de Sig. (PR) 2.455,20 143.000 Pablo Usón Agüero (PR) 7,26 16.000 Miguel Casaús El Tormillo (PR) 122,76 17.700 Pablo Usón

129

Índice

Localidad

Huesca Esquedas Huesca Huesca Huesca Sasa Tardienta Tardienta Tardienta Tardienta Biescas Huesca Huesca Huesca Murillo Ilche Huesca Forra. de Barb. Huesca Aragua-5 del S. Jaca Caniás Huesca Ayerbe Ayerbe Lapeña Ayerbe Ayerbe Lapeña Ayerbe Ayerbe Ayerbe Lapeña Huesca Ayerbe Ayerbe Madrid Zaragoza Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca


LA OFENSIVA PRIVATIZADORA SOBRE EL RÉGIMEN COMUNAL

Cabida (ha)

Año

Término (propios/comunes)

1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1861 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862 1862

44,88 El Tormillo (PR) 492,80 Ballobar (PR) 100,32 Huerto (PR) 47,52 Pallaruelo de Moneg. (PR) 3,30 Capdesaso (PR) 5,28 Lalueza (PR) 3,96 Lalueza (PR) 23,76 Grañén (PR) 88,44 Usón (PR) 396,00 Biescas (PR) 60,72 Biescas (PR) 260,70 Jaca (PR) 26,40 Peraltilla (PR) 101,64 Biescas (PR) 11,88 El Pueyo de Jaca (PR) 179,52 Castejón de Moneg. (PR) 112,20 Castejón de Moneg.(PR) 245,52 Castejón de Moneg. (PR) 196,68 Castejón de Moneg. (PR) 100,32 Castejón de Moneg. (PR) 176,88 Castejón de Moneg. (PR) 1.970,76 Grañén (PR) 200,64 Alcalá de Gurrea (PR) 26,40 Tella (PR) 70,62 Tella (PR) 125,40 Villanoba (PR) 5,94 Torralba (PR) 7,26 Santa Engracia (PR) 64,02 Huerta de Vero (PR) 120,12 Huerta de Vero (PR) Lascellas (PR) 104,28 253,44 Abiego (PR) 148,50 Huerta de Vero (PR) 204,60 Azlor (PR) 29,70 Azlor (PR) 264,00 Huesca (PR) 310,86 Huesca (PR) 371,58 Huesca (PR) 128,04 Huesca (PR) 16,50 Conchel (PR) 29,04 Conchel (PR) 20,46 Sasa del Abadiado (PR) 1,32 Sasa del Abadiado (PR) 18,48 Sasa del Abadiado (PR) 29,70 Bandaliés (PR) 9,90 Velillas (PR) 9,24 Velillas (PR) 19,80 Sipán (PR) 6,60 Sipán (PR)

Remate (reales) 5.700 165.000 8.950 35.100 8.500 1.225 1.050 8.000 30.000 17.200 5.100 251.000 12.250 7.700 22.100 14.950 8.750 19.000 15.450 7.850 14.100 482.000 31.400 4.120 3.010 16.600 11.540 31.300 17.000 25.500 33.500 34.000 30.000 52.400 12.100 480.000 590.000 640.000 163.800 4.300 3.400 18.800 500 5.600 18.480 14.250 6.200 27.500 1.200

130

Índice

Rematante

Localidad

Miguel Casaús Bernardo Sasot Pablo Usón Juan Llanas Silvestre Folión Antonio Betrán Antonio Betrán Mariano Laguna Antonio Betrán Manuel Gavín Manuel Gavín José Nicolás Mariano Jordán Manuel Susín Pascual Claver Pablo Usón Pablo Usón Pablo Usón Pablo Usón Pablo Usón Pablo Usón Benón García Jaime Agustí Antonio Sesé Antonio Sesé Francisco Casaús Francisco Casaús Francisco Casaús Pablo Usón Pablo Usón Francisco Casaús Jaime Agustí Pablo Usón Francisco Casaús Roque Ayerbe Rafael Montestruc Rafael Montestruc Juan Lino José Pardo Martín Ordás Martín Ordás Jaime Agustí Jaime Agustí Jaime Agustí Jaime Agustí Mariano Bailarín Antonio Betrán Jaime Agustí Jaime Agustí

Huesca Ballobar Huesca Sariñena Sariñena Huesca Huesca Grañén Huesca Biescas Biescas Madrid Huesca Biescas El Pueyo Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Grañén Huesca Tella Tella Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Azlor Huesca Huesca Almudévar Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Huesca Velillas Huesca Huesca Huesca


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Año

Término (propios/comunes)

Cabida (ha)

1862 1862 1862 1862

Sieso de Huesca (PR) Sieso de Huesca (PR) Huesca (PR) Colungo (PR)

1863 1863 1863 1863

Huesca (PR) Huesca (PR) Bernués (PR) Santa Engracia (PR)

Remate (reales)

Rematante

Localidad

9,24 23.000 3,30 1.100 546,48 1.530.000 234,30 50.000

Pablo Usón y M. Duque Pablo Usón y M. Duque José Ferrer José Ballabriga

Huesca-A:dor Huesca-Azlor Huesca Fornillos de Bierge

486,42 473,22 85,80 99,00

Antonio Camps Antonio Camps Francisco Casaús Rudesindo Muela

666.700 625.000 18.500 42.000

Huesca Ayerbe

Principales ventas de montes: En 1870: Montanuy, Laluenga. En 1871: Estada, Rodellar, Santa Lecina, Carenas, Secastilla, Radiquero, Estopiñán, Torla. En 1872: Graus, Olvena, Campo, El Pueyo de Araguás, Barbaruens. En 1873: Estopiñán, Labuerda, San Juan. En 1874: Candasnos, Triste, Lapeña. En 1875: Alcalá del Obispo, Berdún, Radiquero, Insén. En 1876: Alcalá del Obispo, Banastas. En 1878: Pueyo de Fañanás, Labuerda, Ayerbe. En 1879: Liesa, Lascuarre, Capella, Ayerbe, Chibluco. En 1880: Barluenga, Plasencia, Sarsamarcuello, Arbaniés, Alcalá de Gurrea, Aniés, Alberuela de Tubo, Villanueva de Sigena, Usón, Antillón, Pertusa, Sena, Poleñino, Cregenzán, Ayerbe, Lupiñén, Sariñena, Lalueza, Peralta de Alcofea, Sesa, Castejón de Monegros, Capdesaso, San Esteban de Litera, Santa Eulalia, Albero Bajo, Bespén, Camporrells, Capella, Aguinaliu.

Fuente: AHPH, Registro general de fincas vendidas con arreglo a la ley de 1 de mayo de 1855.

En la provincia de Huesca, el 50% del valor total de las fincas desamortizadas entre 1858 y 1867 correspondía a bienes de propios (por un 17% perteneciente al clero y un 33% a bienes del Estado y otras instituciones)."' Montes de dominio público tradicionalmente afectos a comunidades locales fueron puestos en venta y convertidos en propiedad privada exclusiva. Esta apropiación privada —ya fuera individual o empresarial— conllevó que productos antes utilizados libremente a escala local se hicieran más costosos de conseguir, sobre todo porque ya no quedaban al margen del mercado.

111. Cfr. Francisco SIMÓN SEGURA (1973). Erich BACER (1980), aun reconociendo la carencia de cifras exactas, calcula que para toda España «fueron aproximadamente cuatro millones y medio de hectáreas de montes públicos los que cayeron en el abismo de la desamortización. En el año 1893, el Ministerio de Fomento publicó una relación en la que consta que había todavía 751.781 hectáreas de montes enajenables>, vid. p. 81. La precisión de estos cálculos ha sido puesta en cuestión por diversos autores, entre ellos recientemente por E. MORENO (1991) en su tesis doctoral: La desamortización de Madoz en la provincia de Zaragoza (1855-1875), Departament d'História Moderna i Contemporánia, Universitat Autónoma de Barcelona, pp. 328 y ss.

131

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El cuadro 20, como vemos, dibuja a grandes rasgos las ventas de montes reconocidas y registradas por la Administración provincial entre 1859 y 1881; se indican en él su extensión, el remate por el que cada finca fue adquirida, el rematante y su vecindad. El proceso enajenador continuó con fuerza después de 1870, sobre todo en los partidos menos montañosos, como se deduce de la reducción del número de montes potencialmente enajenables en la provincia:

Cuadro 21. Evolución de los montes públicos enajenables, por partidos judiciales, 1875-1895 (los no incluidos en Catálogo).

1895

1875

Barbastro Benabarre Boltaña Fraga Huesca Jaca Sariñena TOTAL

N° de montes

Hectáreas

N° de montes

31 45 18 10 55 29 28

3.530 6.002 3.595 7.036 13.119 2.112 10.396

8 25 33 7 17 32 10

216

45.790

132

Fuente: Planes de aprovechamiento forestal, Ministerio de Agricultura.

El ritmo de ventas no se paralizó durante los años 90, ni siquiera tras el decreto de declaración de montes de utilidad pública (1898). Sin ánimo de ser exhaustivos, hemos documentado ventas de montes a lo largo de la década en El Grado (Salto y San Vicente), Bono (Palas de Cotils y Tallada), Laguarres (Omprios), Torrelarribera (Caduerco), Fanlo (Vispero, Codadepera y Esquiruelo), Sahún (Sobrecongues), Baldellou (Comanoguera), Agüero (Cuarto del Lugar), Berbusa (La Selva), Larrés (Fenar), Senegüé (Paúl y Güerguis), Santalecina (Soto Canteras), Arén (Obau, Costa Madera, 229 ha), Benabarre (La Sierra y Durán Garbeta, 107 ha), Betesa (Pequera y Paúl, 351 ha), Baells (Montes comunes, 162 ha), Cosculluela (Selva, 350 ha), Fet, Lascuarre, La Puebla de Castro (sierra de Castro, 60 ha), Aínsa (Los Palacios, 128 ha), Arcusa (Paúl, 137 ha), Bárcabo (Cantarachú, 680 ha), Villanova (Las Rompedizas, 100 ha), Sardas (Puerto, Alizonar, Otoria, 250 ha), Sariñena (Moncalvo, 1.200 ha)... A toda la enumeración anterior se habían añadido en 1910 algunos más, privatizados entre ambas fechas, localizados en Alcubierre (Monte Viejo), Acín (Alero), Abena (La Fondoneta), Aquilué (El Paco), Ara (Sierra Alta), Guasa (La Lobera), Torrelarribera, Secastilla, Quinzano, Orna, Lagunarrota, Majones, Navasa...

132

Índice


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Cuadro 22.

1875

Venta de montes por desamortización en la provincia de Huera. 1875-1881.

Nombre del monte

Pueblo

Sarrubiana Solana del Puerco Las Guardias Carrascal-El Cortado La Cantera Cantera del General La Sarda-Cascarillo Viña Blanca El Saso La Cantera Paul Carrascal Barranco Carbonera La Sarda Pequeña Sarda Canteras Corona del Tejar San Cristóbal La Sarda Adempio Corna Prado de Algayón Callbona El Arbolceral Cantera de Plano Sasiello Sobresechos I Azota

Castarlenas Insén Torres del Obispo Sabavés Tierz Ibieca Ibieca Ibieca Ibieca Bellestar Bellestar Torres de Montes Velillas Bandaliés Bandaliés Quicena Lupiñén Lupiñén Lupiñén Tamarite Algayón Tamarite Coscullano Siétamo Sieso Berdún Berdún TO1 11,

Carrascal Sarda y Vedado El Frontón Coculo Sierra Guardias Obaga-Vedado Pardina Sierravilla

N tj.

Monte

Hectáreas 4,9 3,3 18 39 49,7 21 16 27 11 70 9 72 1,6 42 12,6 38 3,8 5,8 30 25 14 29,7 18 5,1 6 158 46 776,5

Alcalá del Obispo Banastás Arbaniés Santa Cruz Insén Insén Cerésola

47 123 17 49 74 8 33

TOTAL

351

Pompenillo

25

TOTAL

25

133

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z .:. t

Nombre del monte

Pueblo

El Saso La Sardeta Cuarto Biscarrués Valderrasal Vallipuerto Común de Viñas La Sierra La Sarda Saso llano Saso plano

Ayerbe Ayerbe Ayerbe Ayerbe Ayerbe Ayerbe Labuerda Pueyo de Fañanás Pueyo de Fañanás Pueyo de Fañanás TOTAL

rzz,. —

Monte Solans Loma de Escalereta Portellada El Saso Coronas Carrascal del Concejo Las Peñetas

Lascuarre Callén Callén Callén Liesa Liesa Callén TOTAL

.-?.5 ,,,-_, —

Saso Bajo-Mosquera Canteras Saso de la Huerga Saso de Peñarroya Peitero Saso de Chibluco Partida del Asesio Peña Mediodía-Calcón Saso Las Planas Paco de la Corneta La Sarda Gramenales El Vedado Blanco Blanco Val Vaquera El Comunal Valdenato El Saso La Lera Cuarto de la Dula Cuarto Bajo Marguinazo Lera Baja Tozal de San Juan La Cabañera El Saso El Espartal Boaral Sarda Rebullón El Saso

Chibluco Chibluco-Sagarillo Chibluco Chibluco-Sagarillo Sagarillo Chibluco Chibluco San Julián San Julián Chibluco Chibluco Ayerbe Almudévar Sesa Castejón de Monegros Castejón de Monegros Lupiñén Burceat Burceat Cregenzán Poleñino Poleñino Sena Salillas Salillas Antillón Antillón Usón Villanueva de Sigena Alberuela de Tubo Alcalá de Gurrea Alcalá de Gurrea Sarsamarcuello

134 Índice

Hectáreas 25 8 214 177 94 3,9 245 40,7 119 135 1.061,6 30 2 5,8 15 6,4 2,5 24 85,7 5,5 1,2 6,7 22 1,8 3 1,8 400 5,2 1 2,6 246 1.305 5 563 214 4,6 0,2 2 149 12,7 18 80 0,3 2,4 0,3 11 19 327 117 160 36 38


1880

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Nombre del monte

Pueblo

Cubillo Costera Cubilar La Sarda Estibetas Los Plans La Salera Sarda Plandineta La Ralla Camino de Huesca Plano y Canteras Saso de San Gil Corral Nuevo La Petrera Canteras y Laplana

Sarsamarcuello Coscullano Coscullano Arbaniés San Juan de Plan Sarsamarcuello Plasencia Chimillas Coscullano Barluenga Barluenga Barluenga Barluenga Barluenga Barluenga Sasa de Abad TOTAL

77,

Vizcuerno Carbonera Sierra de la Cruz Basanero Solans La Cesa Fon de Llop La Planaza La Manzanera San Gil Cuarto de la Dula Codera Las Cubillas Sierra Muzás Las Chesas El Saso Forcallo Santa Cruz Refoya Cesas de Regué Boalar Sardeta La Lera Valmozuela Boalar Moncalvo Boalar Miranda Valdelatorre El Venal Saso de las Ratas Saso de Albalatillo Saso de las Fitas La Sardeta Salaber Saso Miranda Moncalvo Bajo

Aguinaliu Aguinaliu Aguinaliu Capella Capella Capella Capella Aguinaliu Aguinaliu Albero Bajo Albero Bajo Bespén San Esteban San Esteban San Esteban Santa Eulalia Sesa Capdesaso Capdesaso San Esteban Sariñena Peralta de Alcofea Sesa Sariñena Sariñena Lalueza Lalueza Sariñena Sariñena Sariñena Sariñena Sariñena Sariñena Sariñena TOTAL

Hectáreas 48 19 29 47 21 29 17

12.3 3 123 25 5 2 7 15 65 4.339.3 81 32 72 37 6 5 13 6 1 115 25 37 73 4 70 14 96 1 17 19 55 34 27 413 316 48 3 36 8,5 18,5 26 31 33 294 2.079

Fuente: AHPH, Registro general de fincas vendidas con arreglo a la kv de 1 de mayo de 1855.

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El desequilibrado reparto de la renta agraria, fruto de las relaciones de propiedad vigentes antes de la desamortización y de unas formas concretas de utilización del suelo, sentó las bases de una desigualdad de oportunidades en el acceso a las montes subastados. En otras palabras, al emprenderse la desamortización, los desequilibrios patrimoniales en el punto de partida, heredados del pasado, marcaron las posibilidades de actuación de unos y otros, como puede comprobarse si cruzamos nominativamente los rematantes (cuadro 21) con sus niveles de renta a partir de una identificación previa en los amillaramientos de mechados del XIX. Las clases más pudientes de los pueblos y los foranos bien conectados se valieron además de su influencia política y de distintos manejos para quedarse en condiciones ventajosas con los bienes subastados; los demás permanecieron casi siempre al margen del proceso desamortizador. Los montes oscenses enajenados no se repartieron en proporción directa a los niveles de ingresos de las distintas clases sociales, como pudo suceder con otro tipo de fincas desamortizadas. El Estado obligó a todos los eventuales interesados en usufructuar estos montes a hacerlo según las reglas del mercado. Y, como ha escrito J. Roemer, «la coerción no era necesaria a este nivel del mercado, porque actuaba a un nivel anterior para preservar las relaciones de propiedad».112 En los supuestos más simples, distribución diferencial de la propiedad y mercados competitivos bastaban para generar un fenómeno de explotación. Así, los beneficios de la privatización de los espacios incultos de la provincia por esta vía desamortizadora tendieron a distribuirse de una manera muy desigual, ocasionando un grave problema en el ámbito de lo que genéricamente podríamos denominar equidad. Los precios medios por hectárea, tanto en los anuncios de subasta como en los remates que se hicieron efectivos, fueron bastante más bajos en montes y dehesas que en tierras de labor. Podían ser bajos por la distancia del monte o dehesa al núcleo de población, por la calidad no excesivamente buena de las tierras o por tener algún tipo de servidumbres, pero sin duda también tenía ello que ver con el propio funcionamiento de las leyes del mercado.''' Por tanto, precios por hectárea no excesivamente altos, pero con el inconveniente de que montes y dehesas casi nunca se fraccionaron en porciones más reducidas, asequibles a todos los bolsillos. Cierta historiografía ha insistido en que «la

112. John E. ROEMER (1989), Teoría general de la explotación y de las clases, Siglo XXI, Madrid, p. 49. 113. Uno de los retos para próximos trabajos estribaría en estudiar el precio de las transacciones por hectárea y poner en relación estos resultados con los grupos de propietarios que las adquirieron para así llevar a cabo una aplicación de la teoría de mercados segmentados según la distribución diferencial de la propiedad. Proponemos profundizar en las subastas y remates de ventas y en la adjudicación de aprovechamientos, identificando a las redes de unidades de decisión y sujetos sociales que intervienen en ellas —y su potencial económico—, para así poder relacionar la estructura de precios relativos con la correlación de fuerzas sociales. El aprovechamiento de los patrimonios rústicos públicos puede convertirse así en un marco temático adecuado para intentar llevar a cabo una aplicación empírica de un modelo de sistema económico no competitivo.

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parcelación de estas grandes fincas para su venta en porciones pequeñas y equilibradas no sólo era en cierto modo inviable desde un punto de vista técnico sin unos grandes esfuerzos y desembolsos sino que habría tenido probablemente una demanda nula o escasa entre los posibles compradores»."; Pero lo cierto es que la forma como se llevó a cabo la desamortización respondía en definitiva a los intereses de quienes la habían proyectado."' Apenas se enajenaron fincas en pequeños lotes para ponerlos al alcance de los más modestos. A partir de ahí, atentar contra los derechos de los compradores que habían adquirido sus bienes «por medio de pública licitación» suponía no respetar unos principios liberales que, poniendo en circulación una masa ingente de bienes nacionales, harían posible un aumento considerable de la producción. No se introdujeron, en una palabra, mecanismos correctores para paliar las desigualdades en el proceso privatizador; cuando más, se propusieron algunos proyectos de reincorporación de tierras al común y —en coyunturas muy marcadas— de devolución a los pueblos de algunos bienes de aprovechamiento común, siempre que se garantizara el respeto a las nuevas formas de propiedad consolidadas por la revolución liberal. No es del todo útil, a nuestro modo de ver, contraponer dos estructuras sociales bien definidas antes y después de la desamortización de los terrenos de uso colectivo; más bien somos partidarios de considerar ésta como un proceso duradero en el tiempo y ambivalente «al final del cual, sin embargo, la naturaleza de la sociedad había cambiado en lo más sustancial»."" En efecto, la pérdida progresiva de muchos aprovechamientos comunales repercutió negativamente sobre el pequeño campesinado oscense, pues, poco a poco, buena parte de estos bienes se transformaron de categorías económicas en categorías mercantiles o, en otras palabras, ahora su usufructo debía pasar por el mercado, bien fuera mediante compra, subasta o subarriendo. Con el agravante de que, si hasta 1918 los aprovechamientos de pastos por subastas se venían realizando de año en año en los montes provinciales, a partir de esa fecha muchos remates en subastas tuvieron vigencia durante cinco años. Las autoridades forestales de la provincia justificaban este proceder en el ahorro de trabajo burocrático y en las posibles mejoras que podrían llevar a cabo los rematantes: por un lado, evitaría los continuos anuncios, aprobaciones y notificaciones a que daba origen una subasta anual; por otra parte, los rematantes tendrían el tiempo suficiente para capitalizar en su favor las mejoras que realizaran (extirpar plantas perjudiciales, construir resguardos y parideras, reparar abrevaderos...). En opinión de la Administración, los montes estarían, por añadidura, más vigilados, por ser los rematantes •

114. E. MOREN() (1991), p. 393. 115. El manifiesto de los diputados republicanos de 24-11-1869 exigiendo una mejora en las leyes de desamortización para que los bienes nacionales y comunales .fuesen asequibles a los mas pobres» encontró oídos sordos. 116. La cita en Salvador CALATAYUD (1992), p. 362.

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responsables de los daños durante el plazo del contrato."' El resultado fue que todavía menos gente pudo pujar por estos aprovechamientos de pastos. Sacados a subasta, los «primistas» o grandes ganaderos se quedaban con ellos; allí donde no se conservaron terrenos comunales alternativos, toda una serie de labradores pobres se vieron forzados a malvender sus rebaños. En las subastas de pastos celebradas en el Distrito Forestal de Huesca solían elevarse muy poco las tasaciones porque, generalmente, eran rematadas por los ganaderos de los pueblos puestos de acuerdo. Únicamente en algunas localidades, como Ansó, Hecho o Canfranc, donde los Ayuntamientos subastaban extraoficialmente los pastos que les sobraban de los puertos, el tipo por cabeza de lanar para cuatro meses de pastoreo se elevaba notablemente. Los bajos rendimientos del monte público, evidenciados con anterioridad, tendrían bastante que ver con estas subastas a la baja en los aprovechamientos ordinarios. Un pequeño grupo de gente monopolizaba las pujas y se hacía con los pastos y las maderas a un precio inferior al de mercado. Los forestales oscenses se hicieron eco con frecuencia de esta falta de animación en las subastas: Buena parte de las subastas han quedado desiertas y en las que ha habido remate éste no ha escedido del precio de tasación y aunque la mayor parte de los productos se han enagenado en último termino, preciso ha sido para ello celebrar segundas y hasta terceras subastas, previa la retasa en este último caso."' En definitiva, los bienes comunales se mercantilizaron cada vez más, como se deduce de la evolución de los usos ordinarios y vecinales, en favor de los primeros. Y las subastas tanto de terrenos como de aprovechamientos favorecían, como hemos visto y como ya recordara Flórez Estrada, a los individuos con mayores recursos económicos. Aunque en el acceso a los bienes de titularidad pública tampoco resultaran los principales beneficiarios, no cabe duda de que, a raíz de la desamortización y del creciente control de la Administración forestal en materia de gestión de montes, el campesinado más modesto vio menguadas sus posibilidades de utilización del patrimonio concejil. Y la significación de los bienes comunales se convertía en decisiva conforme aumentaba el grado de pobreza relativa. Hasta entonces, los elementos comunitarios contribuían a hacer menos graves los efectos de las crisis económicas que periódicamente golpeaban a las familias campesinas. Después de una mala cosecha, siempre cabía la posibilidad de intentar «cuadrar» los presupuestos familiares recogiendo leñas o haciendo carbón. En este sentido, la pérdida de derechos sobre los bienes comunales supuso un fuerte embate a la independencia económica de los más pobres.

117. A partir de 1918, al menos durante algunos años, únicamente se convocaron anualmente las subastas de los pastos vecinales sobrantes y las de aquellos aprovechamientos de los que, subastados por cinco años, quedaban desiertas las dos primeras pujas, buscando una rebaja en la tasación. 118. De entre los muchos testimonios disponibles, el seleccionado está tomado de AMA, Secc. Montes, Memoria 1875-1876, Huesca.

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Construcción del vivero permanente de Villanúa. (Sexta División Hidrológico-Forestal. Sección 1°, cuenca del Aragón. Documentación en AHPH)

La paulatina desaparición de comunales fue un golpe particularmente duro, por tanto, para el sistema de seguridad de las comunidades rurales. Incrementó los riesgos de las economías familiares campesinas al convertirlas en más dependientes del mercado y al reducir las posibilidades de desarrollar estrategias multiuso. Con la mayor comercialización de los productos agrícolas y la creciente intervención del Estado, la subsistencia se convirtió en más insegura. La pérdida de estos recursos subsidiarios produjo varios efectos sobre las economías familiares. En primer lugar, se obligó a la familia campesina a adquirir bienes en el mercado que antes eran de uso comunal. Para estas necesidades requerían más dinero, que sólo podían procurarse vendiendo más producto o endeudándose. El hecho de que una parte creciente de su producción y de su consumo pasase por el mercado no significaba necesariamente que el campesino acabara siendo más pobre, pero sí más vulnerable, más expuesto a las fluctuaciones de los precios, sobre las que no podía ejercer ningún control. Casi siempre la mejor tabla de salvación fue depender clientelarmente, de modo más o menos permanente, de un «dador de trabajo», al margen de recurrir a formas de autoexplotación, a actividades no agrícolas o a formas de asistencia y de protección estatal. Hubo que encontrar alternativas para procurarse el dinero necesario con el que satisfacer necesidades antes cumplimentadas fuera del mercado. La enajenación y privatización de vastas porciones de montes sustrajeron a muchos habitantes de las comunidades prepirenaicas y de la alta montaña una fuente impor-

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tante de recursos que había que encontrar por otros medios. Con la privatización del monte, el pequeño propietario debió trabajar más tiempo del socialmente necesario para adquirir lo que necesitaba. Por otro lado, los aprovechamientos tradicionales del monte, en tanto actividad fundamental coadyuvante a la reproducción de la fuerza de trabajo, permitían el pago de salarios bajos. Una vez reducido el acceso gratuito a estos terrenos y estancados los salarios en los niveles precedentes, la situación económica de muchas familias campesinas debió de deteriorarse considerablemente. El sistema de producción de bienes materiales no podía vivir sin el trabajo doméstico, dentro del cual podemos englobar las actividades asociadas al monte, toda vez que el salario no cubría todos los costes de reproducción de la fuerza de trabajo. Con seguridad, la existencia de terrenos comunales hizo posible unos salarios más bajos de los requeridos si hubiese que adquirir todos los bienes y servicios directamente en el mercado. Los cánones de arrendamiento y los impuestos, asumibles mientras permaneciera abierta esta posibilidad de ganancia extra, se convirtieron en menos tolerables cuando los terrenos comunes vinieron a menos, con el agravante añadido de que la falta de alternativas de ingresos tendió a hacer disminuir la fuerza contractual de arrendatarios frente a propietarios. La privatización de montes vía subastas al mejor postor ocasionó también una mayor sobreexplotación de los espacios forestales. Muchos compradores de bienes desamortizados talaron el arbolado para abonar los plazos de la subasta; los más afortunados, fueron pagando con el producto de las mismas fincas, a menudo arrendadas. Es precisamente en este sentido en el que el oscense Lucas Mallada, en Los males de la patria, responsabiliza sin paliativos a la desamortización del descuaje y deforestación de muchos montes.'" Los costes ecológicos fueron más elevados desde el momento en que las economías rurales de la zona se integraron en los mercados capitalistas (de la madera, de los pastos). La mano del hombre se había dejado sentir sobre los montes desde antiguo, pero ahora los recursos pasaron a pertenecer a particulares más interesados en explotarlos comercialmente y venderlos que en consumirlos ellos mismos.120 para este disfrute mercantil no dudaron, siempre que fuera rentable y que el mercado ofreciera oportunidades, en modificar los ciclos de repro-

119. Vid. Lucas MALLADA (1969), Los males de la patria y la futura revolución española, Alianza, Madrid, p. 44. 120. Entre estos individuos que lograron particularizar en beneficio propio los recursos antes de uso común, bien fuera por compra de los montes subastados, bien porque tenían los medios para rematar las adjudicaciones de aprovechamientos, lo prioritario ya no era la subsistencia; ante todo había que extraer el máximo beneficio posible: «La generalización del mercado como asignador de recursos provocó la conversión de éstos en mercancías y cambió las motivaciones de una parte de los miembros de las comunidades rurales que poco a poco devendría mayoritaria: la lógica de la subsistencia fue sustituida por la lógica del beneficio., M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1993), p. 29.

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ducción de leñas y pastos. Las necesidades del mercado eran incomparablemente más amplias, por lo general, que las de las modestas economías campesinas. Y lo que fue más grave: la subordinación al mercado y al nuevo sistema de relaciones sociales también desarticuló las prácticas tradicionales de producción y consumo campesinas. El empeoramiento de las condiciones de vida de muchas explotaciones familiares les obligó a emprender prácticas más esquilmantes con los recursos del monte. Todo servía para paliar algo su situación de indefensión económica y, en el peor de los casos, de hambre física. La entronización de la propiedad privada y el libre juego del mercado empujaron a los más desfavorecidos a reducir las superficies de monte y a aprovechar de forma más abusiva los productos obtenidos de estos espacios incultos; no sólo alteraron su relación con la naturaleza los beneficiados del nuevo sistema de relaciones capitalistas, quizá lo más lamentable es que abocaron a un cambio en la relación hombre-naturaleza en el conjunto de la sociedad. A nuestro modo de ver, las roturaciones injustificadas y los comportamientos esquilmantes practicados por algunos grupos de desheredados en los montes oscenses deben entenderse, más que como consecuencia de una creciente presión demográfica (que, en casos aislados, sí pudo existir), como un resultado lógico de la desequilibrada distribución de la riqueza rural acentuada por el nuevo sistema de relaciones capitalistas, por una mercantilización en aumento y, más tarde, por los contundentes efectos de la crisis agraria de fin de siglo sobre muchas comarcas oscenses,121 en especial las más meridionales, casualmente las más afectadas también por la pérdida de patrimonios colectivos. La concentración de estos patrimonios públicos en pocas manos desarticuló muchas economías campesinas y no les dejó otra salida para reproducir sus grupos domésticos que la ruptura de su anterior relación con los aprovechamientos forestales. Tuvieron que ampliar sus superficies de cultivo a costa de lo que fuese preciso —muchas veces usurpando terrenos comunales— si querían restringir su dependencia del mercado.

121. Salvador Bayona, ex diputado a Cortes y gran propietario cerealista de la zona meridional de la provincia, exponía en 1893, con ocasión de un «meeting de propaganda y cultura» en Barbastro, que los precios del trigo habían descendido un 30% en los últimos diez años. Para que no acabaran de perecer, se necesitaba «prohibir por regla general la importación de cereales extranjeros: hoy, gracias a las 11 pesetas de derecho arancelario por cahiz de trigo y á las 4 en que sale recargado por la diferencia de los cambios de pesetas á francos, vendemos á 33 o 34 pesetas el cahiz; sin eso, habría que venderlo á 20, y la producción sería imposible [...] se impone llegará la prohibición, salvo cuando los precios excedan de cierto tipo en los mercados nacionales ó las estadísticas acusen insuficiencia de la cosecha para las necesidades del consumo interior». Las otras soluciones para el Alto Aragón radicaban, según el hacendado oscense, en la firma de tratados comerciales que facilitaran la exportación de frutas y vinos, en la supresión del impuesto de consumos y sobre todo en la construcción del canal de Aragón y Cataluña y el de Sobrarbe y Somontano, «lo cual puede hacer el Estado, no sólo sin perder, sino que ganando por hallarse la población preparada ya á emplear el riego inmediatamente y tratarse de tierras llanas por naturaleza, que no necesitan de arrobadera [...]», opiniones recogidas en Primera campaña de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón (1892-1893), Madrid, 1894, p. 18.

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Más tarde, la sistemática difusión de máquinas ahorradoras de trabajo, que contraían enormemente los tiempos de las operaciones agrícolas, impuso una creciente uniformidad en las dimensiones y en la forma de los campos. La anterior integración entre agricultura, ganadería y monte desapareció en favor de paisajes más uniformes, con notable pérdida de biodiversidad. Roturaciones y usurpaciones: El descuaje del monte para hacer pan

Las causas de fondo: ¿presión de la población o presión de una economía de mercado? La extensificación de los cultivos y la continua búsqueda de nuevas tierras de labor, obtenidas casi siempre a través del desmonte de terrenos, constituyeron las vías más utilizadas por la agricultura oscense para dar respuesta a las nuevas necesidades poblacionales y de mercado. En unos momentos en que la disponibilidad de fertilizantes no era muy abundante, los incrementos de producción sólo se podían lograr a través del riego, de rotaciones y sobre todo poniendo en cultivo nuevas tierras. En la mayor parte de los montes públicos de la provincia existían roturaciones cultivadas por los vecinos de los pueblos comarcanos, cuyo origen arbitrario procuraban después legalizar incluyéndolas en el amillaramiento, pagando contribución, instruyendo expedientes posesorios o haciendo transmisiones de dominio. Otras veces, para regularizar y legalizar su situación, los roturadores se vieron obligados a pagar un canon por superficie cultivada. Muchas roturaciones arbitrarias y fraudulentas acabaron zanjándose con el pago de un arbitrio, como si se tratara de superficies legalmente roturadas. Entre 1850 y 1930 se pusieron en cultivo, según recientes investigaciones, más de 80.000 hectáreas en la provincia de Huesca, una cifra ya de por sí notable que indica la consistencia del fenómeno (con todo, bastante más importáncia tuvo el proceso de agricolización en provincias vecinas como Zaragoza). Muchas de estas roturaciones se llevaron a cabo después de usurpaciones de terrenos comunales y de una práctica difusa de incendios. La desamortización y consiguiente privatización de montes, el reparto de comunales, las necesidades municipales de hacer frente a sus presupuestos o los estímulos producidos por el nuevo dinamismo agrario fueron, entre otros, algunos aspectos que contribuyeron a acentuar los desniontes. Gran parte de las roturaciones sirvió para acentuar el marcado carácter cerealista de la provincia, hasta el punto de ocupar en 1933 el 82% de la superficie agrícola cultivada.'22 Al parecer se trató de una ampliación de superficies no uniforme en el tiempo, ya que durante el segundo decenio de siglo sufrió una interrupción, posteriormente remontada: 1900-1910 y 1922-1933 son periodos de expansión, con un crecimiento de tipo mixto intensivo-extensivo, aprovechando

122. Para una evolución de los usos del suelo agrícola según los cultivos, V. PINILLA (1995) y (1990), pp. 32 y ss.

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Cuadro 23.

Evolución de los usos del suelo agrario en Huesca, 1860-1933 (en hectáreas).

1860 1888 1900 1910 1922 1933

Superficie agrícola

Montes, dehesas y terreno improductivo

318.091 414.080 376.525 391.103 362.885 400.499

1.125.709 1.029.720 1.067.275 1.052.697 1.080.915 1.043.301

Fuentes: Vicente PINILLA (1990), p. 52, y Junta Consultiva Agronómica. Puede consultarse Ricardo PALA (1934) para observar más en detalle los usos del suelo agrícola en el Somontano de Barbastro hacia 1930.

los altos porcentajes de regadío eventual. En mucha menor proporción, otros desmontes acogieron viñas, sobre todo en las zonas con condiciones climáticas más adecuadas (Somontanos de Barbastro y de Huesca). El viñedo incrementó su superficie de cultivo hasta la última década del siglo, años que supusieron una inflexión de la tendencia que ya no se detendría hasta 1914; la replantación posterior fue muy lenta, abocando a un cierto estancamiento del sector. Un camino bastante inverso fue el recorrido por el olivar en tierras oscenses, según ha demostrado Vicente Finilla: su cultivo se extendió lentamente hasta 1920, momento en el que aceleró su trayectoria ascendente, sobre todo en Barbastro, Fraga y Tamarite. A los olivares plantados al pie de la cordillera pirenaica los consideraba el ingeniero agrónomo oscense León Laguna a comienzos de siglo como los terrenos de secano con mayor valor, «por la razon sencilla de que su cosecha es la mas segura y su aceite el más fino y de venta más provechosa». Por su parte, la remolacha sólo se difundió con fuerza por la ribera del Cinca durante los años veinte, tras la puesta en funcionamiento de la azucarera de Monzón, por cuanto era poco rentable el transporte a larga distancia. Según datos de la Sección Agronómica, el más de millón y medio de hectáreas de superficie provincial (1.514.880 ha) se distribuía en 1920 de la siguiente manera: 390.488 hectáreas cultivadas de cereales, leguminosas y otras herbáceas, viñedo, olivar, huertos y frutales; 221.452 hectáreas de terreno improductivo (carreteras, vías, caminos, cascos de población) y 902.940 hectáreas de montes, praderas, estepas, eriales y baldíos. La agricolización llegó incluso a algunas zonas de montaña y a espacios donde otras actividades y ocupaciones, al margen de la agricultura, caracterizaban sus economías (pequeños trabajos domésticos, pastoreo, periódicas migraciones estacionales hacia el llano...). La Administración forestal siempre se mostró contraria al establecimiento de roturaciones en los montes y, al respecto, sólo concedió autorizaciones en casos

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contados.'" Durante la década de 1920 algunas hectáreas de monte público se dedicaron, a petición de los Ayuntamientos propietarios, a labor y siembra, limitándolas únicamente «a casos excepcionales, en que el suelo se halla desprovisto de vegetación arbórea y con poca pendiente para que no sean de temer los arrastres, y no sean susceptibles de repoblación natural». Así, en 1925 se concedieron ya 2.436 hectáreas como terreno para labor y siembra. Y no serían las últimas, pues, por citar sólo un puñado de ejemplos, en 1930 se autorizó a los vecinos de Javierrelatre para que roturaran 40 hectáreas «porque no causan perjuicio a la ganadería»; a los de Berdún, más de 80 hectáreas porque el monte en cuestión «sólo contenía escasos pies de pino en completa decadencia vegetativa, tortuosos, decrépitos e inmaderables y alguna mata de roble; ningun perjuicio se ocasiona a la ganadería y en cambio se causa un gran beneficio á la clase labradora del pueblo»; a la Sociedad de Campesinos de Loarre, otras 35 hectáreas «con objeto de la crisis existente en aquella localidad»."4 En un principio estas concesiones no suponían ninguna clase de derechos para lo sucesivo, pero a la postre acabaron creándolos en muchos casos. Las concesiones solían ser para cinco o diez años e incluso se llegó a proponer que se distribuyeran lotes a los vecinos más pobres para que sembraran granos por tres años con la obligación al 40 de dejar asegurada una siembra de piñón. Donde las roturaciones consentidas resultaron insuficientes para satisfacer los deseos de los pueblos, el paso siguiente fueron los desmontes arbitrarios. De ahí que existieran dentro de los montes públicos provinciales un gran número de roturaciones, cultivadas por los vecinos de los pueblos y rodeadas muchas de ellas de tapias y barracas (bordas) para albergue, para recoger la paja o encerrar animales. Dichos cultivos no podían ser reconocidos en los deslindes por carecer sus poseedores de título alguno de dominio. Solamente figuraban en el amillaramiento y pagaban contribución por ellos. Tampoco podían hacerse desaparecer expulsando a sus poseedores, pues «dada la situación precaria en que se encuentran por carecer de otros medios de vida con que proporcionar el sustento a sus familias daría lugar a conflictos de orden público de los que saldría malparado el arbolado, como ha sucedido en algunos casos, empleando como venganza el desbastador [sic] incendio que tantos estragos causa».'25 Los montes públicos provinciales se vieron, por tanto, afectados por un notable proceso roturador,

123. La real orden de 15 de septiembre de 1914 expresaba literalmente que «en los montes declarados de utilidad pública, por los altos fines que están llamados a desempeñar en los órdenes económico, social y físico, no cabe dedicar terreno alguno al cultivo agrario». A pesar de todo, en unos momentos de notable presión roturadora, como fueron los de la segunda década del siglo XX, al Distrito Forestal no le quedó más remedio que conceder algunos permisos. Así lo hizo en Castejón de Monegros (monte n° 331), por el canon anual de 20 pesetas por hectárea; o, por real orden de 11 de abril de 1919, en Sarsa de Surta (monte n° 116) y, por real orden de 30 de diciembre de 1918, en Bergua (monte n° 32), entre otros. 124. Los ejemplos de Javierrelatre, Berdún y Loarre en AGA, Secc. Agrie., leg. 2.911. 125. AGA, Alcalá, Secc. Agrie., Memoria justificativa para el año forestal 1924-1925, leg. 2.866.

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sobre todo los de Fraga y Sariñena. Los forestales aceptaban temporalmente estos cultivos agrícolas, reconocidos como perjudiciales para el vuelo de los montes, en atención a que remediaban la llamada «cuestión social» ... y a que pagaban un canon anual de arrendamiento de veinte pesetas por hectárea. Probablemente el grueso de las más de 80.000 hectáreas roturadas se concentró en los montes enajenables (dependientes de Hacienda) y sobre todo en los particulares. Por lo que hace a los 337 montes de utilidad pública existentes en la provincia en 1920, sólo poseemos datos sobre roturaciones para 180 (con respecto a los 157 restantes reconoce el Distrito Forestal su total ausencia de información, por lo que es de presumir que algunos de ellos también estuvieran parcialmente cultivados, con roturaciones no regularizadas). Agrupadas por partidos judiciales, éstas son las cifras: Cuadro 24. Relación de tierras roturadas en montes de utilidad pública de la provincia de Huesca en 1920.

Partidos judiciales

1

2

Barbastro Benabarre Boltaña Fraga Huesca Jaca Sariñena

2.450 2.650 86.585 14.722 11.094 74.911 12.076

2.450 1.462 85.472 14.722 10.263 5.929 11.726

TOT11.

3

132.024

100,00 55,17 98,71 100,00 92,51 7,91 97,10

4

5

196,47 42,01 1.519,65 2.073,68 136,76 341,50 2.232,90

8,02 2,87 1,78 14,09 1,33 5,76 19,04

6.542,97

Leyenda: 1, superficie total de los montes de utilidad pública en 1920. 2, superficie de los montes de utilidad pública recogidos en la muestra (180 montes). 3, % de 2 con respecto a 1. 4, hectáreas roturadas en los montes de utilidad pública recogidos en la muestra. 5, % de 4 con respecto a 2. Fuente: Memoria justificativa, Planes de aprovechamiento forestal, 1919-1920 (AGA).

Teniendo en cuenta que en 1920 aún estaba por llegar un periodo de importante incidencia roturadora, el comprendido entre 1922 y 1933, podemos concluir a grandes rasgos que se descuajaron arbitrariamente unas 10.000 hectáreas en montes de utilidad pública. En cualquier caso, las cifras esconden el hecho de que las roturaciones más significativas acaecieron en montes potencialmente enajenables, ya particularizados o, naturalmente, sobre terrenos no incluidos en Planes de aprovechamiento. Otra posibilidad no desdeñable es que estos terrenos de labor enclavados en montes de utilidad pública no figuraran en las estadísticas como superficies de cultivo, sino simplemente como montes y dehesas, con lo cual las cifras de superficie agrícola del cuadro 23

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deberían revisarse ligeramente al alza, hasta alcanzar algo más de 90.000 hectáreas de aumento entre 1860 y 1933. El cordón de tierras comunales circundante a ciertos municipios oscenses de la parte central y meridional de la provincia se restringió al aumentar la presión demográfica. No obstante, habrá que plantearse si lo que más presionó fue la población o las nuevas necesidades de producir para el mercado. ¿Qué causas alimentaban este proceso roturador? Se hizo necesario emprender el cultivo de tierras antes marginales, pero la privatización de estos terrenos no tuvo sólo que ver con el incremento demográfico: valorar los cambios en el sistema comunitario como un simple efecto del desequilibrio entre población y recursos sería excesivamente reduccionista. De hecho, según nos informan los censos de población, la relación poblaciónterritorio no varió mucho en Huesca durante los años que nos ocupan. Es más, entre 1857 y 1930 la provincia acusó un crecimiento demográfico negativo, perdió en torno a 15.000 habitantes. Todos los partidos judiciales vieron reducida su población, excepto Huesca, Fraga y Sariñena, cuyos incrementos son por lo demás poco relevantes. La densidad de población no aumentó. El número de hectáreas de cultivo por habitante, más que reducirse, se amplió.

Cuadro 25. Relación entre la evolución de la población y de la tierra cultivada en la provincia de Huesca, 1857-1930.

Población 1857 1877 1887 1900 1910 1920 1930

257.839 252.239 255.137 244.867 248.257 250.508 242.958

Tierra cultivada (ha)

Hectáreas/habitante

318.091 — 414.080 376.525 391.103 — 400.499

1,23

(100) (98) (95) (95) (96) (97) (94)

1,62 1,53 1,57 — 1,64

Fuente: Elaboración propia a partir de censos de población y del cuadro 23.

Los datos expuestos parecen desestimar la idea de una creciente presión humana que destruía bosques y pastos para recabar los alimentos necesarios a la subsistencia. Se revela con fuerza la presencia de otras causas de fondo que, partiendo de posiciones distintas (campesinos sin tierra y grandes propietarios) y con finalidades también diferentes (la subsistencia o la maximización de beneficios), presidían este aumento de las tierras de labor en detrimento del monte. Más que a razones exclusivamente demográficas, la masiva puesta en cultivo de tierras pudo deberse, por tanto, a cómo estaba organizada esta población —a la jerarquía de relaciones sociales, a la estructura de la propiedad, por ejemplo-

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y a los nuevos requerimientos u oportunidades aparecidos a raíz de la penetración con fuerza de una economía de mercado. A estos dos factores debe atribuirse, allí donde la hubo, la principal responsabilidad de la degradación forestal. La gran propiedad favorecía los desmontes sirviéndose de las clases campesinas a través de distintos tipos de arrendamientos y aparcerías, clases campesinas que, ante la imposibilidad de saldar las necesidades alimentarias de los suyos, se veían obligadas a tomar en arriendo parcelas pertenecientes a medianos y grandes propietarios a través de diversas fórmulas contractuales. La tendencia, tan frecuente, de los propietarios más acomodados a reducir sus montes y pastos a tierras de cultivo nacería, en buena medida, de aquí: de la posibilidad de obtener beneficios más altos en sus posesiones cultivando «tierra fresca» por medio de distintos procedimientos. Todo ello sin olvidar la existencia de una agricultura de rapiña, practicada por los miembros más modestos de las comunidades rurales, incapaces de asegurar la subsistencia alimentaria tras la pérdida de los terrenos comunales y la transformación de los aprovechamientos forestales en mercancías de intercambio. Estas clases sociales menos acomodadas se vieron obligadas a abandonar las antiguas referencias y con su comportamiento también contribuyeron a la privatización, más o menos temprana, de los comunes. La pobreza y las difíciles condiciones de vida del pequeño campesinado no ayudaban a cuidar del ecosistema: reducidos los usos colectivos del suelo, los nuevos mecanismos de extracción de excedentes utilizados por las clases dominantes estimulaban el expolio. Por otro lado, el desequilibrado reparto de la propiedad y la necesidad de proveer las más primarias necesidades alimentarias impedían que este modesto campesinado dejara en reposo las tierras periódicamente. A menudo la única forma de fertilizarlas era por medio del fuego... aplicado a otras tierras. A estas roturaciones, previa la roza y quema del matorral, los naturales del país las llamaban hornigueros. Se trataba de incendios, casi siempre voluntarios, provocados con la esperanza de obtener un cultivo remunerador de cereales durante algunos años.12" Ciertamente no faltaban formas de agricultura más estables y avanzadas, pero esta economía agrícola de rapiña y de carácter extensivo, nacida de las nuevas desigualdades creadas por el capitalismo y de la necesidad de autosuficiencia, era ocasionalmente practicada por los más desheredados de las comunidades rurales provinciales.

126. Hubo también incendios, aparentemente involuntarios, que sin embargo confortaban al propietario, pensando en los cahíces de cereal que podría plantar, aunque esta idea casi nunca se confesara abiertamente. Los numerosos incendios habidos pueden seguirse en la prensa y en las memorias redactadas por los ingenieros de Montes. El gobernador hace notar la presencia casi diaria de incendios en la provincia. incendios que hacían desaparecer los matorrales, «único combustible con que cuentan los vecindarios para sus usos domésticos». Vid. AHPH, Secc. Distrito Forestal, lib. 177. En el mismo libro puede leerse que «la mayor parte de los vecinos que tienen hormigueros en los montes comunes no cesan de incendiados». En la documentación se encuentra tanto la palabra «hormiguero» como «horniguero».

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Las distintas salidas descomunalizadoras y el consiguiente deterioro de la cubierta vegetal, que hoy se pretende paliar con sucesivas repoblaciones y estímulos, dependieron, pues, de la correlación de fuerzas sociales presente en cada municipio, de la diferenciación interna existente en las comunidades; en función de esta correlación se mantuvo o se alteró el régimen de aprovechamiento de los terrenos comunales y de propios, variando la disposición a mantener o transformar los diversos usos del terrazgo. Fueron distintas las consecuencias sociales si la desaparición de los terrenos comunales se llevó a cabo por acuciantes necesidades de subsistencia campesina o por simple interés de los propietarios en valorizar terrenos «inútiles». Algunas de estas roturaciones se realizaron sobre terrenos marginales poco fértiles, lo que acarreó rendimientos decrecientes en pocos años. Un cúmulo de prácticas agrícolas inadecuadas y esquilmantes agotó ciertos suelos hasta ser abandonados al cabo de pocas labranzas. Razones de conveniencia circunstancial o de extrema necesidad llevaron a hendir la reja en suelos poco aptos para el cultivo con el fin de obtener cosechas de miseria y ser posteriormente desatendidos. Lo roturado fue quedando inculto por improductivo, pero sus consecuencias ecológicas negativas quedan hoy bien patentes. El fenómeno se repitió con parecida intensidad en varias comarcas meridionales de Huesca, ocasionando un proceso de degradación del territorio y de alteración de las condiciones hidrometeorológicas de algunas zonas. Ello ha contribuido al desencadenamiento de procesos de desertización en algunos espacios de la parte sur de la provincia. También en la montaña hubo que abandonar terrenos, pues, al carecer de unas condiciones de cultivo adecuadas, no devolvían ni siquiera la semilla en ellos arrojada. Joaquín Costa insistió en los efectos de estas roturaciones sobre la despoblación forestal en el Alto Aragón,'27 aunque conviene insertar esta idea en su rechazo del cereal para los intereses provinciales y su apuesta por una política hidráulica generadora de riqueza, en tanto permitiera la reconversión, intensificación y sustitución de muchas tierras sembradas de cereal por pastos, forrajes y frutales. Ya sabemos que para Costa, algo cegado quizás por el modelo de desarrollo agrario inglés, el cultivo del trigo en los secanos de la provincia —y en la forma en que entonces se practicaba— era ruinoso.'28 Si los labradores

127. J. COSTA, «Efectos de la despoblación forestal en el Alto Aragón», un artículo parcialmente reproducido en el apéndice «Documentos» de Eloy FERNÁNDEZ CLEMENTE (1975), Aragón contemporáneo (1833-1936), Siglo XXI, Madrid. Puede consultarse también en el t. II (parte tercera) de la reedición de Tomás Costa de La fórmula de la agricultura española, Biblioteca Costa, Madrid, 1912, pp. 21-47. 128. «Cada fanega de trigo le cuesta al labrador más cara que si lo comprase en el puerto de Barcelona y así se explica que el capital de los labradores, en vez de aumentar disminuya de año en año». Vid.

Discurso de J. Costa en la Asamblea de Agricultores preparatoria de la constitución de la Cámara Agrícola del Alto Aragón (Barbastro, 7-9-1892). Y un poco más adelante, en ese mismo discurso: «Queda por hacer una revolución mucho más trascendental, la revolución que os libre de la servidumbre del arado: hay que arrojar esa esteva que remata en grilletes de presidiario, y sustituirla por el cayado de pastor, que sienta en las manos como cetro de rey. El hombre ha nacido para vivir dere-

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de La Litera, de Barbastro o del Cinca querían «ganar más del doble trabajando menos de la mitad», la solución pasaba por sembrar menos trigo en favor de forrajes, tubérculos, ganadería y frutales como cultivo industrial. Es indudable que algunas tierras de monte fueron imprudentemente descuajadas para cereal, aunque en su momento estos apresamientos, favorecidos por la impotencia administrativa existente, se revelaron como una forma de acceso a la tierra o de ampliación del patrimonio. En definitiva, usurpaciones ilegales o redistribuciones posteriores obra de los Ayuntamientos alimentaban la formación de nuevos propietarios, pero sobre todo reforzaban la base material de la propiedad burguesa. Aun bien entrado el siglo XX, todavía no había en estas tierras roturadas un consumo abusivo de combustibles fósiles ni una contaminación abundante por residuos. La eficiencia energética no se redujo de forma abrumadora.'" Pero las sucesivas fases del proceso capitalista, encaminadas a obtener el máximo beneficio, sí conducirán a la degradación del entorno natural, sobre todo en la parte meridional de la provincia. Usurpaciones de rapiña: las roturaciones arbitrarias en Selgua Este apartado pretende tan sólo subrayar lo erróneo de establecer automáticamente una correlación positiva entre clase acomodada y privatización frente a sectores sociales menos favorecidos y conservación. Intentaremos demostrar a partir del estudio de unas pocas roturaciones arbitrarias y de las legitimaciones posteriores que las cosas debieron de ser más complejas. Se pretende tan sólo ilustrar con algunos ejemplos concretos la dinámica de roturaciones arbitrarias, que redundó en un incremento del número de propietarios modestos sin que este proceso amenazara los intereses patrimoniales de los más acomodados. Ahí está el caso de Ayerbe, donde los excesos cometidos y repetidos por los roturadores en los montes habían cercenado el patrimonio comunal durante las décadas centrales del XIX en casi las dos terceras partes)» Al final del marco cronológico de nuestro trabajo, durante la Ir República, varios vecinos de Orillena roturaron arbitrariamente en sus montes públicos. La solicitud de condonación de multas, por más que peque de cierto catastrofismo, permite hacernos una idea de quién rotura:

cho y mirando cara a cara al cielo, no para vivir encorvado como un reptil, triste apéndice de un par de bestias que tiran del arado». Frente a los cultivos que requerían la acción constante de la azada o el arado, Costa parece mostrar predilección por aquellos trabajos que exigían menos intervención material del hombre en la naturaleza, aunque sólo fuera «á fin de que mientras la Naturaleza trabaja para él, pueda el hombre consagrar su actividad al noble cultivo del espíritu». Vid. Discurso de Costa en el Paraninfo de la Universidad, 28 de mayo de 1880. Recogido en Primera campaña de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón (1892-1893), Madrid, 1894 (hay reedición facsimilar por parte de la Fundación «Joaquín Costa», IEA, Huesca, 1992). 129. Cimentamos esta idea en las conclusiones obtenidas por Pablo CAMPOS y José Manuel NAREDO (1980), «La energía en los sistemas agrarios», Agricultura y Sociedad, 15, pp. 17-81. 130. AHPH, Secc. Distrito Forestal, lib. 177.

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[...] si pasasen al Juzgado los expedientes de responsabilidad, dada la penuria de los denunciados, se verían precisados a ir á la cárcel antes de dejar los trozos de terreno que han roturado, aun sabiendo que pertenecen al común, ante la necesidad de salvar á sus familias 131

En el mismo monte de Orillena existían, ya por entonces, más de 2.000 hectáreas roturadas arbitrariamente, todavía no legitimadas, sin que a los cultivadores se les hubiera impuesto responsabilidad alguna. Éste será un factor importante que fundamentará la resolución favorable a los vecinos porque «se establecía una desigualdad entre los vecinos castigados actualmente y los que no lo fueron, habiendo cometido la misma falta». También influyó para que se condonaran las multas el hecho de que «no han obrado por idea de lucro ni pensando que cometían un daño, sino impulsados por la necesidad de atender al sostenimiento de sus familias, estando dispuestos á pagar un canon anual por el cultivo de las tierras». Finalmente, se reguló la situación, «en circunstancias especiales que aconsejan la clemencia», condonando los dos tercios de la multa y autorizando la roturación. El alcalde de Orillena, en carta enviada al Ministerio de Agricultura, nos da idea de quién había roturado en el pueblo en cada periodo histórico: Antes, aquellos que tuvieron más medios y fueron más osados, debido a la negligencia de los miembros que constituían los ayuntamientos de aquel entonces y tal vez de los empleados de Montes, pues ambos consintieron el desmembramiento del Patrimonio Municipal, ahora resulta que éstos se quedan inmunes, sin ser denunciados, mientras que el desgraciado que no pudo verificarlo, o no lo hizo por temor o miramiento o ambas cosas a la vez, hoy se ve envuelto en un expediente, expuesto a sus consecuencias nada satisfactorias y obligado a dejar en el mayor desamparo a su mujer e hijos al tener que ir a pagar con su persona lo que no le será dable hacerlo en metálico.

Podrían exponerse otros ejemplos parangonables de esta agricultura de rapiña desarrollada a menudo sobre tierras pobres. La mayor incidencia de las relaciones de mercado y la pérdida de derechos sobre bienes comunales, cuyos esquilmos eran también penetrados por las imposiciones del mercado, empujaron a una amplia base social de pequeño campesinado a obtener un salario fuera de su explotación, tomando en arriendo tierras y, siempre que fuera posible, arañando algunas parcelas de monte. Al respecto, el ejemplo expuesto a continuación patentiza cómo en muchas ocasiones las actuaciones devastadoras en los montes, al margen de favorecidas por lo confuso de la legislación,132 se vieron

131. AGA, Secc. Agrie., 1932, leg. 3.600. La carta del alcalde de Orillena, en el mismo legajo. Los vecinos de Peñalba se aferraron al precedente de Orillena para solicitar la condonación de unas multas que subían a más de 6.000 pesetas, leg. 3.605. 132. Durante las décadas finales del XIX, por ejemplo, no existía en la parte penal de la legislación de montes castigo determinado para las roturas arbitrarias. «Tampoco quedaba muy claro a quién

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propiciadas por el desequilibrado reparto de la riqueza agraria, es decir, por la existencia de un determinado tipo de relaciones de producción. Durante los años setenta del siglo XIX, en una coyuntura bastante propicia para el cereal, varios vecinos de Selgua roturaron en tierras del común, en los enclaves de Pialfos, Latorreta, Paridera de Fonciés, Balsa del Salobrar y en el camino de Terreu. Casi todas las roturaciones eran alargos, es decir, ampliaciones de las parcelas lindantes con el común, a costa de éste, pero «nadie se atreve á decir cuanto es lo que se han pasado, interin no se haga una medicion y se de a cada cual lo que corresponda». En el expediente instruido, los vecinos alegaban haber roturado pero no por propia voluntad sino porque lo veían hacer a otros con el consentimiento del Ayuntamiento. En las indagatorias se utilizaba, pues, el razonamiento de que otros muchos lo hacían y, en función de esto, creían tener derechos. A pesar de ello, cuando los roturadores de Selgua iban a declarar, casi siempre estaban dispuestos a dejar los terrenos a disposición de la autoridad, a renunciar «en el momento» a todo trozo que no les correspondiera. Pero lo cierto fue que continuaron roturando sobre los mismos espacios año tras año. La incautación de cosechas fue una respuesta frecuente a estos apresamientos ilegales. En este caso, además del embargo del cereal recolectado, los inculpados debían pagar una cantidad por indemnización de daños. Bien es verdad que fue una multa poco exigente de 13,5 pesetas a dividir entre los 27 vecinos que habían roturado en 1875 y 1876. El expediente se envió al Juzgado de Primera Instancia de Barbastro para su prosecución, pero no hemos encontrado noticias de que saliera de allí. De hecho, las roturaciones arbitrarias llevadas a cabo por los mismos vecinos en los años subsiguientes cimentan la hipótesis de que el castigo, si es que hubo tal, no refrenó el hambre de tierras de los vecinos de Selgua. Lo dicho, muchas roturaciones arbitrarias no se denunciaban por temor a suscitar reacciones en cadena que sacaran a la luz otros alargos, del denunciante o de personal allegado. En 1880 más de 40 vecinos de Selgua seguían roturando sobre monte comunal. El Distrito Forestal insistía en que los frutos de estos campos indebidamente cultivados fueran embargados. El Ayuntamiento debía recolectarlos hasta que el gobernador civil ordenara su venta. A diferencia de lo ocurrido en 1876, ahora los vecinos no estaban dispuestos a renunciar tan fácilmente a las parcelas y en el juicio muchos de ellos manifestaron que habían comprado las tierras al alcalde y no las abandonarían hasta que «no les devolvieran los dineros». Un vecino, Andrés Vizcarra, respondió a las acusaciones que se le imputaban reco-

competía el castigo de los roturadores pues los Juzgados, a pesar de lo prescrito en la real orden de 3 de junio de 1878, solían inhibirse de los expedientes por creer que debían resolverse administrativamente mientras no resultara probado el hecho de "levantamiento de hitos", circunstancia que nunca sucedía al roturarse terrenos existentes dentro de los límites de los montes», vid. Alberto SABIO (1994), p. 231.

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nociendo que había roturado, pero que «fue en cambio de otro trozo que cedió al Ayuntamiento para paso de agua por una acequia de riego». Volvemos nuevamente al conflicto de competencias (y de necesidades) entre la Administración local y la Administración forestal de la provincia. Cuando se recolectó la cosecha de estas parcelas, se obtuvieron 111 fanegas de trigo, que se entregaron a la Casa Consistorial (el Ayuntamiento había pagado tres pesetas a cada peón empleado en recoger el cereal) para que posteriormente se subastaran. El grano subastado, aproximadamente unos 26 hectolitros, fue rematado a bajo precio por un vecino de Selgua, Gaspar Salamero. ¿Qué hizo con este grano el tal Salamero? Se trató de una compra colectiva, con él como testaferro, que pasó inadvertida a ojos del funcionario forestal exclusivamente venido desde Huesca para efectuar la puja, puesto que, a pesar de que «se llevaran la cosecha de cereales» y a pesar de haberles formado expediente, estos terrenos arbitrariamente roturados volvieron a ser sembrados al año siguiente. En 1885, los guardas forestales continuaban llamando la atención sobre las roturaciones arbitrarias en Selgua. Ese mismo año los peritos reconocieron el monte y tasaron los daños. Lo mismo de siempre: pequeñas roturaciones de monte común lindante con las fincas de cada particular. Algunas de ellas llevaban ya, como hemos visto, bastantes años de existencia y procedían de cesiones hechas a los encartados por los Ayuntamientos de diferentes épocas «mediante el pago de determinada pensión ó como remuneración de servicios prestados». Examinada la documentación municipal, no hemos encontrado antecedente de que se hubiera ingresado en arcas municipales cantidad alguna procedente de venta de montes públicos y sin embargo, según aseguraban las personas afectadas, las roturaciones gozaban de la conformidad del Ayuntamiento y databan de diez, veinte o más años Finalmente, el gobernador de la provincia informó al ingeniero jefe del Distrito Forestal de que, al no tratarse de roturaciones recientes, debía «inhibirse del conocimiento del asunto», que había de pasar a los Tribunales de Justicia. Y allí debió de quedar sepultado pues las tierras roturadas, que sepamos, pasaron a engrosar definitivamente el patrimonio de los siguientes vecinos, cuyos nombres hemos cruzado (cuadro 26) con el amillaramiento de Selgua de 1876 (muchos de los vecinos se repiten en ambos listados). Por lo que respecta al cuadro 26, hemos de advertir que la fanega del lugar equivalía a 1.800 varas aragonesas cuadradas, o sea, a 1.072,62 m'; quiere ello decir que estamos hablando de pequeñas roturaciones, en torno a 0,5 hectáreas (y a veces menos). Además, como puede observarse, no todos los vecinos las necesitaban con la misma urgencia para equilibrar necesidades familiares: unos habían roturado en momentos agrícolas favorables; otros, los menos acomodados, habían aprovechado su oportunidad en época de crisis, reforzándose entonces el carácter social de los comunales. Como forma de solventar situaciones de pobreza severa y como freno a la emigración, algunas roturaciones se legitimaron en la segunda y tercera década del siglo XX. La mayor presión sobre los recursos obligó a los Ayuntamientos a ser más tolerantes en lo tocante a roturaciones ilegales e incontroladas. Los peligros

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Cuadro 26. Roturaciones arbitrarias en los montes comunes de Selgua, con expresión de los vecinos y de la cabida aproximada de los terrenos roturados, 1880 y 1885. Roturadores

Julio Puy Franco Bizcarra Vicente Puy Viuda de Vicente Buisán Joaquín Duaso Gaspar Ballobar Martín Vidal Lordán Constantino Masi Marcelino Forniés Mateo Subías Joaquín Ester Dionisio Laguarta Vicente Navarro Joaquín Clarimón Pablo Alós José Navarro Miguel Subías María Burgos Viuda de José Lordán Dionisio Cáncer Manuel Clarimón Andrés Bizcarra Joaquín Fajarnés Antonio Clarimón Mariano Radigales Antonio Fajarnés Rafael López Casimiro Gibanel

1

Vicente Navarro José Ezquerra Martín Robiella Dionisio Laguarta Joaquín Duaso Viuda de Vicente Buisán Viuda de M. Clarimón Dionisio Cancer Miguel Subías Ignacio Tornil Julio Puy Pablo Alós Antonio Clarimón Mariano Radigales Matías Navarro Antonio Fajarnés Viuda de José Pena

Tierras en propiedad, según amillaramiento Hectáreas

Cabida de las roturaciones arbitrarias Fanegas Almudes

32 > 400 3,7 1,4 2,3 No localizado No localizado 0,8 3,6 No localizado 0,9 28,1 4,0 26,7 3,0 8,0 2,1 2,4 10,3 25,6 23,5 1,2 4,2 30,3 7,8 > 100 57,8 0,9

12 3 6 6 17 4 4 3 2 3 2 5

4

9 6 4

2 1 1

1 2 3 1 13

2 4 1 4 1 6 4

10 1

24,0 1,6 1,7 8,1 2,3 1,4 23,5 25,6 2,1 13,9 32,0 3,0 30,3 7,8 2,8 > 100 1,0

2 2 4 4 16 2 2,5 4 4,5 2 4 1 0,5

Estado del terreno

Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado (ordio) Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado Sembrado y huebra Sembrado (ordio) Sembrado Huebra Huebra Sembrado Sembrado Huebra Sembrado y huebra Sembrado (ordio) Sembrado Sembrado Sembrado (ordio) Huebra Sembrado Huebra

7 8

7 3 1 0,5

Fuentes: AHPH, Secc. Distrito Forestal, Denuncias en montes particulares (se refiere a los que no eran de utilidad pública), caja 868. El amillaramiento de Selgua en AHPH, Secc. Hacienda, cajas 1.215 y 1.216.

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de inestabilidad social se solucionaban, siquiera fuera transitoriamente, permitiendo la roturación de superficies exceptuadas de la desamortización por su uso público y gratuito. Y es que este tipo de alargos suponía una oportunidad para esquivar los problemas más graves de desequilibrios en las estructuras agrarias sin lesionar intereses personales concretos, aunque en el fondo fueran soluciones transitorias, simple parcheo que no hará desaparecer los graves desajustes en la propiedad de la tierra, como los años de la II' República se encargarán de demostrar. Quizá se entienda mejor este proceso de legitimación de roturaciones atendiendo a lo ocurrido en otro caso concreto. Ahora el microscopio se ha orientado hacia un municipio del Somontano de Barbastro. Las roturaciones arbitrarias efectuadas en el monte La Cunarda de Colungo ofrecían distinto tratamiento según el tiempo que dichos rompimientos llevaran hechos. Los vecinos con roturaciones más recientes, «de un año a esta parte» (1926), no habían adquirido ningún derecho de posesión. Los dictámenes judiciales hacían saber que sólo daba derecho a la protección dispensada por el artículo 466 del Código Civil una posesión de al menos un año. En consecuencia, todos estos vecinos podían ser expulsados de sus fincas, tras lo cual volvía a tomar posesión la comunidad «por una especie de auto-defensa de sus derechos, sin necesidad de intervención judicial»."3 Por su parte, las fincas cuyos llevadores las hubieran disfrutado durante más de un año pero menos de treinta debían ser reivindicadas por la comunidad acudiendo a los Tribunales de Justicia. Probablemente habría que indemnizar con algo a cada particular, pero el asunto podría solucionarse por medio de juicio verbal civil ante el Juzgado municipal. Finalmente, para las fincas poseídas por más de treinta años, el artículo 1.959 del Código Civil, concordante en ello con la legislación foral, atribuía el dominio al particular, lo mismo si tenía título que si carecía de él. No faltan ejemplos, sin embargo, en que la legitimación de roturaciones se realizó de facto, sin tantos trámites, tanto en la mitad sur de la provincia como en las comarcas prepirenaicas. Sin necesidad de rebuscar en exceso, La Paúl de Aratorés, en Castiello de Jaca, estaba roturada por completo y dividida en fajas entre los vecinos; lo mismo sucedía con el monte Coronazo de Salinas de Jaca. En las comarcas más meridionales, con un relieve mucho más proclive a las roturaciones, se multiplicaban los alargos a base de arañar terreno al monte: en Campelato y Vallemona, en Pertusa, todo parece indicar que se habían legitimado las roturaciones («arbitrarias, ninguna; todas son con dominio»), en Las Gesas de Albelda, «hay muchisimos cultivos y no puede determinarse sin son todos legitimos»; en San Esteban de Litera, «como hay propiedades enclavadas y colindantes con el monte, no pueden apreciarse las arbitrarias en un reconocimiento ligero». Y, según las respuestas dadas por los municipios, situaciones similares a las

133. Archivo Municipal de Colungo, Dictamen del abogado oscense Lorenzo Vidal, 25 de julio de 1927, p. 2.

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descritas se repetían en La Sierra de Tardienta o en Peralta de Alcofea.134 Otras privatizaciones de monte por parte del campesinado más modesto tuvieron lugar durante la Ha República, auspiciadas por la orden de 22 de octubre de 1932 sobre ocupación de terrenos en los montes. Como epílogo a este apartado, baste reseñar que la Administración franquista centró sus preocupaciones en eliminar cualquier roturación arbitraria, pues permitió tan sólo aquellas sancionadas judicialmente o autorizadas estatalmente por vía administrativa, pero no alcanzó a erradicar estas ampliaciones clandestinas de terreno, realizadas en muchas ocasiones para satisfacer acuciantes necesidades familiares en unas décadas de máximo demográfico rural y tan difíciles como las de posguerra. Falta un estudio en profundidad de la agricultura oscense tras la guerra civil que demuestre hasta qué punto las roturaciones legalizadas supusieron para el labrador la aceptación de condiciones severas impuestas por el Patrimonio Forestal del Estado, que buena parte del campesinado oscense se vio forzado a admitir en el contexto de estrecheces económicas y extrema pobreza vigente en los años posteriores a la guerra. Cuando nada se tiene, se devora hasta el último brote, en un proceso que viene repitiéndose actualmente en países subdesarrollados cuya creciente deuda externa obliga a liquidar los recursos naturales, que son su única fuente de divisas.

134. AHPH, Secc. Distrito Forestal, Cuestionario sobre los montes (1921-1928), caja 896.

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LA REGULACIÓN ESTATAL DEL TERRITORIO: EL RÉGIMEN DE TUTELA EN LOS MONTES OSCENSES


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«EL MIEDO GUARDA LA VIÑA»: PRESENCIAS Y AUSENCIAS DE LA ADMINISTRACIÓN FORESTAL

Lo que molestó a los pastores pirenaicos en el siglo XIX no fue que alguien tratara de regular los aprovechamientos de los montes, sino que la regulación se hiciera olvidando sus antiguos usos y uniformando situaciones, valles, pastos y problemas muy diversos. (Severino Pallaruelo, Pastores del Pirineo, 1988) En 1850 se encomendó el cuidado y atención de los montes públicos al Ministerio de Fomento.135 La Administración forestal intentó a partir de entonces centralizar en sus manos la gestión de los montes, acabando con la capacidad autorreguladora de los municipios. Una pretensión que contrastaba abiertamente, como vamos a ver, con la escasez de medios y de personal disponible por dicha Administración en provincias como Huesca. La implantación de un nuevo régimen de tutela sobre montes y dehesas era un aspecto más del amplio proceso de centralización administrativa propio del liberalismo decimonónico, que reducía los usos y la capacidad organizativa de las comunidades locales. Los ingenieros forestales siempre consideraron, como no podía ser menos, que el Estado era el mejor garante de los montes, particularmente en lo que se refería a monte alto. Su oficio les iba en esta defensa. Las condiciones económicas del monte alto eran incompatibles, a su juicio, con las necesidades y recursos del particular: los individuos no podrían conservar regularmente unos montes que

135. Ya antes, por real decreto de 16 de marzo de 1843, se había mandado crear en Madrid una escuela especial de ingenieros de Montes, que vería la luz definitivamente en 1848. Se añadía en el citado decreto que se establecerían escuelas prácticas «de selvicultura, de agrimensura y de aforage» en las provincias más pobladas de montes («desde luego en Cuenca, Huesca, Jaén y Santander»), cuya enseñanza correría a cargo de los citados ingenieros.

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sólo proporcionaban cortas de elevado turno, es decir, cada muchos años. Argüían que las necesidades del Estado no eran tan urgentes y apremiantes como las del particular y además aquél contaba con numerosos medios para satisfacerlas. Por tanto, los montes altos de turnos elevados no deberían caer nunca en manos privadas. Contra los que así pensaban, uno de los más conspicuos representantes del Cuerpo de Ingenieros argumentaba con cierto detenimiento que la ley de la oferta y la demanda no acababa de funcionar correctamente en el tema de montes: Creen que ella [la ley de la oferta y la demanda] basta para regenerar nuestros montes destruidos; olvidan entre otras muchas cosas la primera condición ineludible para conseguirlo, el tiempo en largos períodos, que anula toda la fuerza de aquella ley bajo el punto de vista que la consideran, como la experiencia de todos los tiempos y lugares lo acredita por desgracia con harta elocuencia»» En este afán constante por ganar competencias, la Administración forestal estimaba que los pueblos y las corporaciones provinciales sólo eran aptos para poseer monte bajo con turnos cortos de aprovechamiento, pero no para gestionarlo. Partidaria de una absoluta centralización, justificaba su posición en el hecho de que en los pueblos prevalecían los intereses particulares, es más, lo particular a menudo era parte y juez, pretexto que le servía para retomar la argumentación anterior. Por extensión, se manifestaba también contraria a toda mancomunidad de montes entre pueblos."7 En realidad, la Administración forestal mostró, a nivel general y con excepciones, una escasa sensibilidad hacia las comunidades rurales. De hecho, algunos ingenieros consideraban que monte y ganado vecinal formaban parte de un «irracional y anticientífico maridaje». Si los montes públicos españoles producían tan poco era debido, no sólo a «que se hallaban en gran parte talados gracias á las libertades municipales y á la impunidad en que casi siempre han quedado sus autores», sino también a que carecían de buenas vías de arrastre y de saca. Y a partir de aquí las autoridades forestales intentaron justificar su labor en términos de rentabilidad económica, cada vez más preocupadas de extraer beneficios más o menos suculentos del monte que de su conservación ecológica. Insisten al respecto en lo lucrativo de realizar turnos de corta más largos o en la necesidad de deslindar, amojonar y tasar los montes como forma de aumentar la renta en los patrimonios invendibles, de elevar el precio de los enajenables, de disminuir el número de montes

136. 11. Ruiz AMADO (1872), p. 834. 137. Vid., por ejemplo, Revista de Montes (1911), p. 797. Entre referencias continuas al credo católico, algunos ingenieros acaban afirmando que la posesión estatal de los montes era lo moralmente justo: »,Realiza cumplidamente la ley moral, la ley jurídica y la ley económica, que deben fundirse sucesivamente en los mandamientos de toda ley de Montes», vid. A. GARCÍA MACEIRA, «El principio fundamental de la Ley de Montes», Revista de Montes (1911), p. 846.

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usurpados o de hacer innecesario el recurso a «peritos tasadores incompetentes». Todo servía para enaltecer su labor a los ojos de Madrid. Acabaron por asumir que su actuación ahorraba cuantiosos gastos al Estado y, sea como fuere, lo interesante para nuestros propósitos es mostrar que orientaban preferentemente su labor a hacer aumentar la renta de los patrimonios públicos dentro de los más puros parámetros productivos. Cuando los ingenieros jefes de Zaragoza y Huesca emprenden en 1920 la ordenación de los montes de Zuera y de la parte sureste de la provincia de Huesca, escriben en su documentación de consumo interno que «la Administración forestal nos obliga a obtener el mayor rendimiento en dinero, ya que las ventajas que no son de esta índole son para los municipios».'." El interés ecológico recorre las páginas de su literatura teórica, pero no se plasma con igual fuerza en la evidencia empírica de sus actuaciones;"9 parecen mantenerlo más por conveniencia personal y corporativa que por verdadera creencia, aunque probablemente sería injusto generalizar una afirmación tan categórica a todos los ingenieros de provincias. Su acendrado espíritu corporativo les empujaba a eludir cualquier tipo de responsabilidad sobre muchas cuestiones. En ese echar balones fuera, hubo dos blancos que centraron sus ataques: los «hacendistas» y las comunidades rurales. El Cuerpo de Montes afirmó repetidamente que no le eran imputables en manera alguna los muchos desaciertos cometidos en la desamortización («Los Ingenieros han visto con dolor, durante diez años, la manera como se ha lanzado a los mercados más de la mitad de la superficie forestal del país» ).10 Los principales culpables eran, en su opinión, poderosos enemigos que desacreditaban la naciente institución de montes: las influencias políticas locales, las necesidades exageradas de los pueblos, el anonimato o los «hacendistas», a quienes acusaban de servirse de los montes como de «providenciales cajas de ahorros que les permiten salir de sus incesantes apuros». En realidad, la centralización del control forestal también influyó, probablemente de una manera directa, en la deforestación de los montes porque, cuando los Ayuntamientos y los vecinos no conse-

138. AGA, Secc. Agricultura, leg. 2.847, 30 de junio de 1920. 139. Sobre la labor de los ingenieros de Montes en defensa de la conservación del paisaje forestal español, la historiografía en un principio la exaltó sin paliativos, cfr. Erich BAUER (1980). Posteriormente la sacrosanta imagen del Cuerpo de Ingenieros de Montes se ha ido desmoronando y se ha recolocado en lugar más discreto, concediendo un mayor peso a las actitudes defensivas de las comunidades rurales y al hecho de que las ideas y la actuación de la Administración forestal no respondían a un altruismo ecológico puro y simple. Cfr. Xesús BALBOA (1990), Josefina GÓMEZ MENDOZA (1987) y José Ramón MORENO (1994). 140. Revista Forestal, Económica y Agrícola (1870), III, p. 179. Proclamaron los abusos cometidos en los deslindes y sobre todo en la manera de tasar los montes vendibles: «Ejecutada, en general, [la tasación] por peritos nada peritos en materia tan ardua y dificil, han corrrespondido los resultados á ese inconcebible lunar de la ley, que abandona en advenedizas manos tan cuantiosos intereses. ¿Cuántas tasaciones se habrán hecho en el conocimiento intimo del monte tasado?» (Revista Forestal... [1869], II. p. 243).

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guían por las vías ordinarias y legales la resolución favorable de sus peticiones (o lo hacían tras superar múltiples trabas), entonces se la tomaban por su mano. Dicha centralización, por otra parte, dio como resultado cierta animadversión a los ingenieros, a la Administración y al Estado, poco respetuoso o simplemente desconocedor de los derechos dominicales de los pueblos. Los defectos de que adolecían las leyes desamortizadoras no hubieran tenido consecuencias tan fatales, continuaban opinando los ingenieros, si en lugar de haber encomendado su ejecución al Ministerio de Hacienda hubieran quedado a cargo del de Fomento. Es otro pasaje más de la conocida confrontación entre Hacienda y Fomento: los comisionados de ventas pasaban por ser uno de los principales adversarios de la conservación de montes, unos funcionarios a quienes las autoridades forestales acusaban de percibir un tanto por ciento del precio de los remates. De aquí, el que se saquen con frecuencia á la venta montes esceptuados por la ley, con nombres distintos y con confrontaciones diversas de las señaladas en el Catálogo formado por el Cuerpo de Ingenieros [...] lo cual da lugar á reclamaciones y contestaciones entre los mismos y las oficinas de desamortización, poco dispuestas á abandonar su presa."'

Como vemos, las acusaciones de haber promovido ventas ilegales de montes —traspasando límites o cambiando nombres— estaban a la orden del día. En su opinión, Hacienda buscaba subastar aquellos montes más valiosos y cuyas posibilidades de ganancia fueran mayores, montes que acostumbraban a coincidir con los mejor poblados y, por tanto, con los más férreamente defendidos por los forestales. En esa lucha de Hacienda contra Fomento, los ingenieros se autoproclamaron defensores y adalides de las comunidades rurales. Abundan testimonios en esta dirección: En el reconocimiento de derechos y procedencia de su enagenacion se ha cometido gravisimo perjuicio para los pueblos, que no pocas veces se han visto obligados á comprar por terceras manos los bienes de que se les despojaba malamente, mientras en otros por influencia de los caciques ó arreglo con las demás personas que intervienen en la ejecucion de tan trascendentales disposiciones se han dejado de vender fincas importantisimas suponiéndolas de aprovechamiento vecinal ó, lo que es peor, se ha aplazado la venta para con la amenaza de su realización imponer a los pueblos inmorales exigencias: son tan conocidas las torpezas injustificadas y los escandalosos abusos cometidos en la ejecución de la mal llamada desamortizacion.'"

Nada más alejado de la realidad que esta toma de partido de las autoridades forestales por las comunidades rurales. Cuando esta defensa se hacía explí-

141. Revista Forestal, Económica y Agrícola (1869), II, p. 278.

142. H. Ruiz

AMADO

(1872), p. 929.

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cita era casi siempre interesada, a modo de pretexto coyuntural ante terceros, pues siempre sostuvieron la falta de respeto y la incapacidad de los vecinos de los pueblos para conservar y proteger las propiedades públicas.'' La Administración forestal se mostró, en una palabra, poco sensible a las tradicionales formas de regular el acceso a los montes. Atenta siempre a demostrar la idoneidad de que el Estado —y no los municipios— gestionara la explotación y conservación de los montes, acostumbraba a desprestigiar las actuaciones municipales y los aprovechamientos vecinales, acusándolos de ser poco respetuosos con los terrenos arbolados y responsabilizándolos de su deplorable estado. En el sentir del ingeniero jefe, la gran mayoría de los Ayuntamientos constituían un claro prototipo «del mas desorganizado y reprensible comunismo»,'" siempre dispuestos a repartir el usufructo de leñas y maderas mientras quedara un árbol en el monte público. La negligencia de los alcaldes favorecía la codicia del particular y los aprovechamientos abusivos, «de los que no tardarán en arrepentirse». La planificación para obtener una operatividad eficiente y una ejecución adecuada no se desenvolvió, pues, sobre la base de una cooperación integrada a niveles de decisión (Ministerio de Fomento, de Hacienda, Administraciones locales, comunidades rurales...). De esta escasa sensibilidad de las autoridades forestales para con las comunidades rurales da buena cuenta su continua ofensiva por ver reducidos y más gravados los aprovechamientos vecinales. El Distrito Forestal de Huesca emprendió una campaña, a fines de la segunda década de este siglo, para determinar el derecho de los pueblos al aprovechamiento vecinal de los productos extraídos de montes de utilidad pública. Obligaban a los Ayuntamientos a remitir en plazo breve al Distrito Forestal una copia de la disposición administrativa que declaró a cada monte de aprovechamiento común, sin que pudiese alegarse en contra la gran razón de la costumbre inmemorial. Quienes no enviaran lo decretado «serían considerados como si careciesen de titulos que legitimasen aquel derecho».''

143. De entre los numerosos escritos insertados en la Revista de Montes acusando de la destrucción del monte a las comunidades rurales, y concretamente a sus capas sociales más bajas, vaya éste como ejemplo: «En las capas sociales más bajas el odio se prueba con hechos repetidos diariamente. Por una parte, el leñador furtivo destruye el monte y con ello mata la gallina que le daba, si no huevos de oro, á lo menos un puñado de cobre al trabajar en los aprovechamientos legales; por otra, el incendiario, reduciendo á ceniza el arbolado de 10, 100 ó 1.000 hectáreas, quita el pan á uno, á diez, á cien hombres que vivían en España y los envía desterrados á la Argentina, y completa la obra el "inocente pastorcillo" que entrando con su ganado en el terreno que acaso él mismo incendió, lo condena á la erosión y á perpetua esterilidad. Y ni el leñador furtivo, ni el pastor, ni el incendiario son burgueses, y, sin embargo, si el odio fuera admisible y la ignorancia no les excusase, más merecerían éstos que aquéllos el odio de los desheredados., Ricardo CODORNIU, «La repoblación forestal en España>, Revista de Montes (1915), p. 50. 144. Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, p. 36. 145. AMA, Secc. Montes, Memoria justificativa del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1919-1920, p. 7.

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A pesar de la amenaza, las exigencias del Distrito Forestal de presentar documentación acreditativa sólo fueron satisfechas en casos muy contados: muchos Ayuntamientos no remitieron ningún fundamento de derecho, otros ni siquiera contestaron a la circular, pero los más se limitaron a manifestar que tenían los montes amillarados a nombre del común de vecinos y satisfacían contribución por ellos desde mucho tiempo atrás. Tan sólo acreditaron el derecho legítimo a los aprovechamientos, acorde con las exigencias del Distrito Forestal, unos cuantos pueblos de los valles de Broto, Jaca y Tena. Los demás apoyaban sus derechos de uso no en títulos legítimos sino, en palabras de los ingenieros, «en malas prácticas a las que se ha dado ilegalmente el nombre de costumbre», por lo cual propusieron en los siguientes Planes que sólo se exceptuaran de subastas los montes que hubieran presentado títulos legítimos reconocidos por la Administración. Pero los Ayuntamientos dueños de montes públicos no estaban dispuestos tan fácilmente a perder estos esquilmos y a tener que adquirir las maderas o los pastos en el mercado, con gran sobreprecio. Las soluciones dadas por el Distrito Forestal de Huesca en aras de la mejora progresiva de los montes públicos se reducían a la práctica de deslindes y, sobre todo, al aumento del personal de guardería y a la imposición de castigos ejemplares a quienes cometiesen daños en ellos. Guardería que reprimiese con mano dura los abusos parecía ser, a ojos de los ingenieros, la mejor solución para fomentar el respeto hacia la propiedad forestal. En vísperas de que a la Benemérita le fuera encomendada la custodia de los montes, A. García Maceira, un asiduo colaborador de la Revista Forestal, escribe que nunca con mayor motivo podría aplicarse aquello de que «el miedo guarda la viña»"" que el día en que los guardias civiles recorriesen los montes. Posteriormente se luchó por que la guardería forestal tuviese las mismas atribuciones que la Guardia Civil cuando realizaba servicios análogos. Claro que para ello sería necesario dotar a los peones guardas «de armamento moderno y municiones ad hoc, para que desde lejos ó de cerca, según convenga, puedan defenderse de las acometidas de los dañadores de montes, aunque sean en número algo superior».147 En una palabra, la falta de educación forestal había que remediarla con umís vigilancia, con más guardería que hiciera poco menos que imposible cometer daño alguno. No cabían otras alternativas, aunque ésta no fuera la opinión monolítica de todo el Cuerpo de Ingenieros. De hecho, puede observarse hasta qué punto los gastos de personal y guardería copaban la mayor parte del presupuesto forestal:

146. El conocido aforismo de que España es diferente llegaba también al comportamiento de los vecinos en los montes. La vigilancia de la Guardia Civil se hacía imprescindible porque «no hay el amor á los montes que en países más adelantados.. A. GARCÍA MACEIRA consideraba esta falta de «verdadera pasión» por las propiedades forestales como un indicador manifiesto del atraso español. Vid. «Dos palabras sobre guardería forestal., Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, p. 38. 147. Vid. Ricardo GARCÍA CAÑADA, «Absolución de un Peón Guarda en la Audiencia de Zaragoza. Enseñanzas deducidas del juicio oral., Revista de Montes (1915), p. 146.

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Cuadro 27.

Presupuesto forestal español para 1906 desagregado por partidas (en pesetas). Personal (ingenieros, funcionarios) Material Repoblaciones Ordenación Estadística Deslindes Fiesta del Árbol Guardería

1.283.750 190.000 275.000 723.500 12.000 77.408 28.000 621.132

1111A.

3.210.790 Fuente: Revista de Montes, 1908.

Los deslindes pretendían evitar, entre otras cosas, la frecuente usurpación de terrenos del común que solían hacer los propietarios colindantes. Pero en fecha tan avanzada como 1920 la provincia de Huesca tenía muy pocos montes deslindados: tan sólo 10 de los 337 catalogados de utilidad pública, casi todos en Aragüés del Puerto, Jasa y Hecho. Por supuesto, no se hallaba deslindado ningún monte de entre los que no revestían carácter de interés general. Consecuencia de ello, proliferaron los litigios con particulares que buscaban aprovechar el arbolado de las fincas limítrofes o enclavadas en los montes. La pretensión de la Administración forestal de tener bajo su control hasta el último pedazo de monte y de monopolizar la gestión de sus aprovechamientos contrasta, sin embargo, con su crónica escasez de medios y de personal. Lo expuesto repetidamente en las memorias de los ingenieros sobre la desproporción existente entre el número y superficie de los montes con respecto a los elementos de personal facultativo y auxiliar y los recursos puestos a su disposición parece confirmarse si analizamos la documentación sobre el funcionamiento interno del Distrito Forestal de Huesca. A mediados del siglo XIX la labor de la Administración forestal en la provincia era poco menos que invisible, por muy voluntariosos que fueran sus miembros. El descontrol era manifiesto por lo que hacía a los ingenieros jefe, con unas estancias en Huesca tan breves que no tenían el tiempo suficiente para conocer en profundidad el territorio objeto de su gestión y mucho menos para ejercer una labor continuada. José Bragat, por ejemplo, fue nombrado ingeniero jefe por real orden de 9 de diciembre de 1859. Seis años más tarde sería trasladado al Distrito de Albacete. Y éste fue un caso de relativa continuidad. En teoría, Bragat debía ser reemplazado por Antonio Castellano, de Albacete, pero éste ni siquiera se presentó.'" El cargo fue ocupado interinamente hasta que un par de meses

148. Vid. AHPH, Libro de personal del Distrito Forestal de Huesca durante la segunda mitad del XIX, Secc. Distrito Forestal, lib. A.386.

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más tarde llegó Antonio Veas, quien, a su vez, apenas ejerció como ingeniero jefe en Huesca durante cuatro meses pues fue destinado a la «Comisión Regia de Deslindes». Andrés Llauradó, su sustituto, tuvo un paso por Huesca si cabe más efímero: un par de meses y después «se manda pase á continuar sus servicios al Distrito Forestal de Teruel».'" Acabó regresando José Bragat, hasta que posteriormente se instalara de forma más duradera en el Distrito Forestal de Zaragoza. Joaquín María de Castellarnau, una de las figuras más importantes del forestalismo español, tuvo también una presencia fugaz en el Distrito Forestal de Huesca.'" Por debajo del ingeniero jefe había un perito agrónomo para cada uno de los cuatro departamentos en que se subdividía la provincia: Huesca-Jaca, Boltaña, Barbastro-Benabarre y Fraga-Sariñena. Estos peritos agrónomos, por lo menos hasta 1870, eran trasladados continuamente de una provincia a otra, con estancias muy pasajeras. Pedro Rotellar, el perito de Huesca-Jaca, fue destinado en menos de dos años de Huesca a Málaga, de Málaga a Barcelona y de ahí nuevamente a Huesca. Y algo parecido le ocurrió al perito Juan Borrell en Boltaña. No fueron casos excepcionales en la provincia. Por lo demás, estos funcionarios superiores de Montes solían residir en la capital o en las cabeceras comarcales, lejos de los montes y con salidas a ellos bastante esporádicas. En un escalafón inferior al de los peritos se encontraba el personal de «guardas mayores», unas catorce personas para toda la provincia de Huesca hacia 1865, uno por comarca. Ceses, traslados y reemplazos sin apenas tiempo de haberse instalado en el territorio también menudean aquí, aunque con menor intensidad que en los estadios más elevados de la Administración forestal de provincias. Además de estos guardas mayores, el personal propiamente de guardería estaba compuesto en 1865 por cuatro guardas del Estado y veinte más del Distrito Forestal. Y esta plantilla debía cubrir la vigilancia y las labores de conservación de casi 300.000 hectáreas de monte público.15' Todavía en 1920, de los

149. Llauradó se recolocó a la postre como ingeniero jefe de Obras Públicas en Huesca. Véase, por ejemplo, Andrés LLAURADó (1878), Tratado de aguas y riegos, Madrid. De los escritos relacionados con la Cámara Agrícola del Alto Aragón se desprende que Llauradó —.ingeniero, publicista y dasónomo eminente», además de poseedor de una rica biblioteca de hidráulica, «la primera de España.— participaba a menudo en congresos internacionales de navegación interior y aprovechamiento de aguas fluviales. Falleció en 1899. 150. Sobre Joaquín María de Castellarnau (1848-1943) y su obra, vid. Josefina GÓMEZ MENDOZA (1992), pp. 127 y ss. 151. Si ampliamos el tema a escala nacional, aproximadamente unas 8.000 eran las hectáreas de monte que correspondía vigilar a cada guarda en 1875. Vid. A. CAMPUZANO, «Ligeros apuntes sobre el Servicio del ramo de montes», Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, p. 438. En 1908, según la Revista de Montes, la relación se había reducido a 5.000 hectáreas por guarda, todavía demasiado alta para que muchos de los guardias no fueran otra cosa que «paseantes de escopeta» (Revista de Montes [1908], p. 28). Por hacernos una idea comparativa de las carencias, quizá convenga reseñar que el ICONA tenía empleadas en 1984 a 310 personas en la provincia, de las cuales 255 eran guardas forestales.

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cuarenta guardas forestales destinados en la provincia de Huesca —si se restan los cinco que prestaban servicio en oficinas—, quedaba uno para cada 5.800 hectáreas, distribuidas en varios términos municipales a veces muy distantes. La inmensa desproporción entre la superficie a cubrir y los elementos de personal auxiliar y de guardería se trasluce con claridad en las memorias anuales del Distrito Forestal: Dado las vicisitudes porque [sic] ha pasado este servicio y la escasa guardería, si caminos hubiera habido acaso no existiría ya ni un árbol en aquellas sierras; así es preferible que los caminos no se adelanten á las demás mejoras del servicio.

Había guardas de montes que necesitaban más de una semana para ver su cuartel. Por lo demás, a esta guardería forestal, reducida y extremadamente mal equipada, se le asignaba una enorme cantidad de competencias en una amplia superficie de montes. Las quejas sobre la falta de guardería prosiguieron y lo cierto es que lo aprovechado clandestinamente mantenía notables dimensiones. No faltan testimonios sobre la frecuencia de usurpaciones en terrenos comunales o sobre la magnitud del sobrepastoreo, con especial insistencia en el «vandalismo» de las cabras. La confusa situación de muchos montes hacía más fácil la usurpación que la vigilancia. El documento seguramente más útil y necesario para todo trabajo técnico y de guardería era el plano de los montes públicos; pues bien, en el Distrito Forestal de Huesca no se tenía para casi ningún monte todavía en 1925, «por haber muy pocos deslindados y faltar los trabajos de rectificación del Catálogo, que por otra parte no merecen mucha confianza» .152 Brillaba por su ausencia toda infraestructura para poder practicar una división del monte en rodales y ni siquiera muchos de los montes públicos estaban inscritos en el Registro de la Propiedad, porque los Ayuntamientos no habían sufragado los gastos ocasionados en concepto de honorarios de los registradores. Casi nunca se reprochó a los guardias rurales de la provincia falta de celo y de probidad. Da la impresión de que la Administración central fuera consciente de que estaban sobrecargados de trabajo.1 Estos guardas contaban con la

152. AMA, Secc. Montes, Memoria justificativa del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1920, cap. III: Estado forestal (s. p.). 153. Ocasionalmente aparecen en sus propios canales de expresión aceptaciones implícitas de que la Administración forestal dejaba bastante que desear: «La institución actual de guardería, prescindiendo de sus condiciones de moralidad, ni tiene fuerza para impedir los continuos daños, ni aptitud bastante, ni es tampoco suficiente á custodiar la superficie forestal que poseemos•, Revista Forestal... (1875), VIII, p. 36; «La administración forestal es mala, es pésima; pues bien, cámbiese, refórmese, hágase buena y esto es todo: pero deducir de ello que el particular conservará montes y que el Estado no puede poseer, equivaldría á negar la Geometría porque la enseñara mal un profesor», Revista Forestal... (1869), II, p. 243. Las críticas más agrias a la guardería forestal comienzan a aparecer mucho más tarde, ya en pleno siglo XX y en la Revista de Montes, tras percibir que la labor de custodia sólo

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dificultad añadida de ser considerados expresión de ese poder central que perturbaba el orden natural de las cosas. Respetar algunas de las leyes impuestas suponía ir en contra de las tradiciones locales y de la costumbre y esto no lo aceptaron fácilmente los pueblos. En suma, podemos decir que guardería forestal y tribunales violaban normas de «economía moral tradicional». Por lo demás, si quería ser eficaz, esta policía rural debía mantener lazos estrechos con las autoridades locales, más interesadas en favorecer a los vecinos (más si cabe cuando de este comportamiento sacaban partido sobre todo ellas mismas) que a una Administración forestal lejana y amenazante. Ya en la posguerra, no faltaron guardas forestales tenidos por muchos ganaderos como agentes de información franquistas. A la insuficiente vigilancia y a la falta de legitimación moral de la guardería, se añadían dificultades en la tramitación de las denuncias y falta de efectividad en las sanciones impuestas. Del total de responsabilidades que por infracciones forestales se pasaban para su resolución a los Juzgados de Instrucción, pocas se hacían efectivas, con lo que quedaban en la práctica claramente impunes muchas de las transgresiones. La Administración tramitaba los expedientes con una lentitud tal que pasaban meses sin resolverse y sin que los particulares encontraran resoluciones adecuadas a sus derechos. En Huesca, por ejemplo, en 1877 quedaban pendientes de resolución muchas denuncias de 1872, 1873 y 1874 y «la mayor parte de las de 1875 y 1876». A menudo las alcaldías oponían obstáculos a los denunciantes y retrasaban ostensiblemente la instrucción y remisión al Distrito Forestal de las diligencias, sin que faltaran casos de Ayuntamientos que se negaban a enviar cualquier denuncia. Eran simplemente encubridores que convertían en ineficaces gran parte de los esfuerzos de los guardas. Pero no todo era desorden administrativo y completo desconcierto en la Administración forestal.'4 Faltaban medios y personal, se exigían mil formalida-

había mejorado mínimamente con respecto a treinta o cuarenta años antes: «La gente ve que á los que no trabajan se les paga para que abusen de la sombra de autoridad que les da la escopeta que llevan al hombro [...] Quiero proponer un beneficio para el servicio y consiste en que á los guardas de escopeta se les sustituya por los peones de azada y capazo. Desde el momento en que se les obligue a trabajar ya no serán solicitadas estas plazas por aquellos que son vagos de profesión, y con esto el Estado lograría un gran beneficio. Los peones que están trabajando podrían destinar unas horas al día o un día á la semana ó el tiempo que se creyera necesario, para cumplir con la apariencia de vigilar el monte con la escopeta, pues de este modo el resto de los días o de las horas del día se les podría emplear en un trabajo útil [...] porque estando trabajando en el monte, lo harán mucho mejor que estando en la taberna o en sitios donde no pueden ver los desaguisados que en el monte se cometan», vid. Revista de Montes (1908), p. 37. El marqués de Alonso Martínez propuso en Cortes que los guardas forestales tuvieran organización y fuero militar para cumplir adecuadamente con sus cometidos de vigilancia, descargando de culpas a la Guardia Civil, «que tiene otras funciones que llenar en las carreteras y poblados y es natural que no pueda atender al interior de los bosques», p. 505. 154. Puede apreciarse la ligera mejora en las dotaciones a partir de 1915 en los Inventarios de los instrumentos, útiles y efectos del Distrito Forestal (AHPH, Secc. Agrio., 1888-1903: lib. 387; 1915-1932:

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des que convertían la Administración en un continuo expedienteo, pero esto no debe llevarnos a una interpretación precipitada. Más bien, a nuestro modo de ver, es preciso subrayar que, cuando hablamos de contradicciones entre la legislación forestal y las prácticas concretas de actuación o cuando subrayamos las ineficacias de los administradores de montes, debemos entender estas lógicas de actuación partiendo de la hipótesis de que el Estado liberal no era neutro socialmente sino que se apoyaba en unas clases sociales más que en otras. No se trataba de una legislación homogénea sino que más bien se adaptaba a la correlación de fuerzas sociales, a las posibilidades del mercado y al poder local en cada caso concreto. Los intereses de los ingenieros también fueron distintos, por otro lado, en función del aprovechamiento económico de cada monte. Los daños más graves, allí donde se ocasionaron, que por fortuna no fue en todos los sitios, fueron causados por un disfrute descontrolado y abusivo. Abusos que eran más producto de una creciente demanda —de madera, por ejemplo— y de un cambio en las relaciones de producción, consecuencia de la penetración del capitalismo en el campo, que de la supervivencia de derechos consuetudinarios. Pero la Administración forestal del momento no acabó de entenderlo así.

lib. 388). Los inventarios llegan al más nimio detalle: hasta los portaplumas, las cajas de obleas y las sillas de anea encuentran ubicación. Se acompañan también de un registro de todos los documentos y libros conservados en el archivo del Distrito Forestal en 1888.

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EL IMPACTO DE LAS PRIMERAS REPOBLACIONES FORESTALES

La parquedad de medios se hará sentir también en lo concerniente a repoblaciones forestales. Mientras al otro lado de los Pirineos se habían repoblado sólo entre 1861 y 1868 por cuenta del Estado francés o al menos con su auxilio 79.703 hectáreas, por valor de más de diez millones de francos de la época, algunos miembros de las Cortes españolas ponían de manifiesto en 1870 el escaso cometido del Cuerpo de Montes, «porque su principal objeto era la repoblación, y no ha habido dinero para ella» : 55 El Distrito de Huesca reconoce en 1877, año de la primera ley de repoblación forestal en España, su escasez de medios para repoblar: Como quiera que la práctica de estas operaciones exije algunos gastos que los pueblos por lo general no están dispuestos á hacer dada su precaria situación económica, y nada por otra parte puede distraerse del 5% del importe de los aprovechamientos hasta que se hayan satisfecho los atrasos que por las Diputaciones se adeudan al per'sonal subalterno del ramo, habrá que limitarse a poner en ejecución aquellas que no exijen ningun desembolso o las que los pueblos de buen grado y por cuenta propia se presten á efectuar.'" No hace falta insistir mucho en los previsibles resultados de esta campaña de repoblación forestal pagada por los Ayuntamientos. Veinte años más tarde las cosas no habían mejorado mucho en el asunto de las repoblaciones. La claridad expositiva de Pedro Ayerbe, ingeniero jefe del Distrito Forestal de Huesca, ahorra muchos comentarios. No había precedente de que en su Distrito se hubiera realizado mejora alguna en los montes, cosa que le disgustaba en verdad puesto que, aparte de los beneficios que hubiera reportado la repoblación de claros y calveros, «podriase demostrar practicamente que el Cuerpo al que tenemos el

155. Las cifras sobre repoblación forestal en Francia están tomadas de un contemporáneo a los hechos, aparentemente muy bien informado sobre el particular, H. Ruiz AMADO (1872), p. 945. La opinión de los diputados a Cortes fue duramente criticada en Revista Forestal... (1870), III, p. 232. 156. AMA, Secc. Montes, Memoria justificativa del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1876-1877, leg. 13-10.

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honor de pertenecer, fué creado para más altos fines que los que al parecer está destinado, si la opinión se apoya en la clase de trabajos que en Distrito como éste se practican».''' A comienzos de siglo, con González Besada como ministro de Fomento, se promulgaron algunas disposiciones oficiales sobre repoblación forestal e incluso se arbitraron medidas para repoblar en montes de particulares.'58 Pero, a lo que se ve, los presupuestos del Ministerio de Fomento se centraron más en aumentar la guardería forestal que en emprender repoblaciones. Hubo intervenciones en el Senado, como las de Polo y Peyrolón, convenientemente ilustradas con el ejemplo de Albarracín, en favor de suprimir el 10% sobre aprovechamientos forestales, un impuesto destinado por ley a la repoblación y que sin embargo apenas había revertido hasta entonces en los montes que lo pagaban. Ese mismo año, al discutir el presupuesto forestal en el Congreso de los Diputados, se barajó la posibilidad de que la Dirección General de Prisiones abordara la repoblación forestal por medio de los penados, descargando así al proyecto de presupuestos de bastantes partidas de gastos. Por lo que se refiere a los montes oscenses, uno de los primeros proyectos de repoblación se redactó en estos años del cambio de siglo y afectó a los alrededores del monasterio de San Juan de la Peña, aunque se descartaba toda idea de ordenación inmediata en él. A la belleza natural del entorno se unía la tradición histórica del lugar, punto de destino para muchos turistas y peregrinos y, por tanto,

157. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1895-1896, leg. 108-7. Como algo complementario a sus proyectos hidráulicos, y a la consiguiente ampliación de riegos, Costa dedica algunas reflexiones a la necesidad de iniciar la repoblación forestal de nuestras montañas, «que la ciega codicia ha desarbolado, y remediar los trastornos y perturbaciones que ha sufrido por esta causa el régimen de los hidrometeoros. Tienen que seguir, para regenerarse, las selvas idéntico proceso y camino que en los primeros días de la creación: de los llanos a las alturas, principiar por los valles y tierras substanciosas, acometer luego las faldas y trepar por la ladera arriba, ganando el terreno palmo á patino, hasta invadir y ocupar las cumbres», Primera campaña de la Cámara Agrícola del Alto Aragón (1892-1893), cit., «Introducción», p. VI. Dada la opinión de Costa sobre la desamortización («inmenso error», «consecuencias desastrosas de la individualización de la riqueza territorial») y su proclama de dar al riego la máxima intensidad y a los montes la máxima extensión, no ha de extrañar que el pensamiento costista calara bastante bien entre los ingenieros de Montes, hasta el punto de seguir la «estela luminosa del genio de este ilustre escritor» (Revista de Montes [1912], p. 231). Incluso el discurso de algunos ingenieros forestales se contagia del tono con destellos masoquistas presente en el último Costa. 158. Al propietario de montes de más de 100 hectáreas enclavados en zonas protegidas que pretendiera hacer por su cuenta la repoblación «se le concederá gratuitamente por la Administración toda la ayuda técnica que necesite, así como las semillas y plantones que pidiere, y la exención de la contribución territorial hasta que los montes alcancen, á juicio de aquélla, la plena producción». Respecto a los propietarios asociados de montes enclavados en zonas protectoras y con más de 1.000 hectáreas que los cedieran al Estado para su repoblación, la Administración les abonaba anualmente, mientras durara la repoblación, el 3% del valor en que dichos montes estuviesen amillarados, en concepto de renta del capital representado por el valor del suelo. Vid. Disposición oficial del Ministerio de Fomento de 24-6-1908, art. 4° y 5°.

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Repoblación forestal en los alrededores del monasterio de San Juan de la Peña, una de las primeras tentativas de repoblación en la provincia, 1913. (AHPH, sección Distrito Forestal).

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magnífico escaparate para el Distrito Forestal de Huesca. Se pretendía repoblar una superficie anual de 10 hectáreas, hasta completar una extensión total de 180, aproximadamente la mitad del monte. De la modestia del trabajo da cuenta el siguiente cuadro. Cuadro 28.

Presupuesto para la ejecución del proyecto de repoblación del monte San Juan de la Peña, 1912.

Capítulo

Pesetas

Herramientas y medios auxiliares Repoblación por siembra de asiento (semillas y forrajeras) Gastos de formación y cultivo del vivero Construcción de veredas Total capítulos Imprevistos (10%)

167 1.946 897 90 3.100 310 3.410

TOTAL

Fuente:

AMA, Secc. Montes, 1912-1913.

Ahondando un poco en esta tentativa pionera, el proyecto de repoblación forestal se presentaba como un intento por hacer disminuir los «egoísmos» de los pueblos, al tiempo que los sacaba de su ignorancia por medio de enseñanzas prácticas. Para acometer esta tarea el entorno de San Juan de la Peña resultaba particularmente apropiado, porque «durante algunas épocas del año se reunen en romería al monasterio, en él enclavado, gran número de pueblos, y si nuestro proyecto merece la superior aprobación, éstos verian en su visita mejorar lo mediano ó malo, crear donde no hay posibilidad de esperar que la Naturaleza cree». Por otro lado, el monte en cuestión se hallaba acotado al aprovechamiento de maderas y pastos desde 1879, es decir, que había pasado suficiente plazo para que los pueblos limítrofes se hubieran acostumbrado a no cometer infracciones, por lo cual daba la impresión de ser un terreno bien abonado para desarrollar la iniciativa. Los trabajos podrían servir tanto desde el punto de vista instructivo cuanto del lucrativo. Pero antes de efectuar el proyecto de mejoras se solicitó «un activo e inteligente guardian» y un pequeño vivero. Este peón-guarda, aparte de custodiar el monte, debía dedicarse al cultivo de las siembras y plantaciones, «asi como al frente de los obreros en las épocas del trabajo y al cuidado y cultivo constante del vivero», cuya necesidad parece plenamente justificada: la imposibilidad de repoblar por siembra en algunos sitios convertía en ineludible el recurso a la plantación.15" Puede constituir éste un ejemplo de cómo van mejorando los

159. El vivero, sembrado en fajas alternas, debía proporcionar «las plantas de especies frondosas» con las que revestir las orillas de las corrientes, con las que formar las plantaciones lineales en caminos y

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medios de la Administración forestal en la provincia, aunque siempre teniendo en cuenta que los niveles de partida eran bastante bajos, tanto que pocos años antes se habían propagado pequeños incendios en ese mismo monte de San Juan de la Peña por no tener herramientas con que sofocarlos, según se desprende de las declaraciones de los ingenieros. La propagación de la fiesta del Árbol formaría también parte de las enseñanzas para sacar a los pueblos de su ignorancia en materia forestal. A comienzos de 1915, con Sánchez Guerra como.ministro de Gobernación, se declaró obligatoria la celebración anual de una fiesta del Árbol en cada término municipal. Paralelamente, los gobernadores civiles no aprobarían ningún presupuesto municipal sin que en él figurara una partida, por pequeña que fuese, destinada al fin indicado, bien en forma de plantaciones, siembras, riegos, etc. Más allá del caso excepcional de San Juan de la Peña, las primeras repoblaciones, siempre modestas, afectaron a las cabeceras de las cuencas hidrográficas, según disponía la ley de 24 de junio de 1908. La sexta división hidrológico-forestal, recién creada por entonces en Huesca, centró sus campañas en los valles altos del Aragón y del Gállego. En consonancia con su criterio preferencial de proteger las vías de comunicación, tanto carreteras como ferrocarriles, sus esfuerzos más destacables tuvieron lugar en las proximidades de la estación internacional de Canfranc (torrentes de Estiviells, Epifanio, Cargates, Borreguil, Las Meses) y en las conexiones por carretera con Francia a través de Somport. Con el objetivo de evitar desprendimientos, se emprendieron actuaciones en las pendientes próximas a Villanúa, Jaca y Castiello de Jaca y, ya en el alto Gállego, en torno a la carretera internacional que finalizaba en el Portalet (Acumuer, Biescas, Panticosa). Además de proteger las carreteras y las vías férreas de torrentes y desprendimientos, se buscó también implícitamente que las repoblaciones estuviesen en sitios visibles y de fácil acceso para «dar más importancia á nuestra causa». En este sentido, uno de los lugares donde más tempranamente se repobló fue en Canfranc, en los alrededores de la estación internacional y en la misma boca del túnel, «en el paraje llamado Los Arañones», el cual se hallaba atravesado de norte a sur por el río Aragón, «que tiene caracteres torrenciales ya desde su nacimiento, ocho kilómetros antes de llegar á Los Arañones», y por varios torrentes que observaban importantes acarreos de tierra, «porque abundan los materiales suministrados por la disgregación de las rocas, por la erosión natural de las torrenteras y por la desnudez de la superficie»." Había razones de peso para que

veredas y aún había de guardar existencias para suministrar los sobrantes a los pueblos en el caso de que celebraran la fiesta del Árbol, «por el precio exclusivo de su corte». AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1912-1913, leg. 207-2. Véase también la edición facsimilar de La fiesta del Árbol, Fundación «Joaquín Costa», Huesca, 1996. 160. Benito AYERBE (1913), «El problema del Cuerpo de Ingenieros de Montes en la defensa de la estación y vía internacional del ferrocarril á Francia por Canfranc», Revista de Montes (1-6-1913), pp. 25 y ss.

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la estación y el túnel, «que será el de mayor importancia de nuestras vías internacionales», fueran defendidos de los aludes por medio de diques y obras de repoblación forestal. Junto a este esmero por salvaguardar las vías de comunicación y las pendientes, otras repoblaciones forestales surgieron al calor de las grandes obras hidráulicas desarrolladas en la provincia cuando la iniciativa pública tomó cartas en el asunto de los Riegos del Alto Aragón y, en particular, tras la creación en 1926 de la Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro. La Confederación, con Manuel Lorenzo Pardo a la cabeza, estimulará y pondrá los medios para la construcción de embalses con vistas a la producción de hidroelectricidad y de pantanos para riegos, como los de La Peña, Barasona o Mediano. Y, una vez construidos o simplemente proyectados, había que protegerlos a base de repoblar sus vertientes,' de ahí las plantaciones de pinos silvestres y laricio llevadas a cabo en Yeste, Ena y las proximidades de Barasona. Otros intentos balbuceantes de repoblación forestal se llevaron a cabo en Torla, Sarvisé, Arguis y Nueno, Loarre y Jaca, sitios donde existían pequeños viveros, pero el total de hectáreas repobladas fue muy exiguo, apenas 1.500 en toda la provincia antes de 1940. Fue entonces también cuando las autoridades españolas, a partir de la ley Gasset, declararon Ordesa como Parque Nacional, concretamente el 16 de agosto de 1918, y San Juan de la Peña como «sitio natural de interés nacional», el 30 de noviembre de 1920.162 En la época se plantea la defensa de los espacios naturales como si fueran obras de arte, en tanto favorecían la «educación estética de los pueblos». Es también, como vemos, uno de los momentos en que se insiste con más denuedo en la necesidad de dedicar gran parte de la superficie provincial al cultivo forestal: la orografía tan variable de la provincia (que va desde los 130 m sobre el nivel del mar en Fraga, a orillas del Cinca, hasta los 3.404 del Aneto), la defensa contra los arrastres y avenidas del Aragón, Gállego, Cinca y Noguera Ribagorzana, la existencia de extensos páramos con un suelo muy favorable a la denudación o las desigualdades de temperatura y sequedad del ambiente así parecían aconsejarlo. Sin pasar por alto, como ya se ha señalado, que es en estos años cuando se articulan los grandes proyectos de Riegos del Alto Aragón, unas obras que a juicio de las autoridades de montes deberían ir acompañadas del estudio forestal de las cuencas, con trabajos de corrección de vertientes inestables y de repoblación donde fuera necesario. Tras la declaración de Parque Nacional se elaboró un plan de accesos a Ordesa. Sus líneas maestras pasaban por transformar el camino de Bujaruelo en carretera asfaltada y por terminar la de Biescas a Broto y a Torla. Ahora bien, se

161. Habrá que esperar a la ley de Montes de 1957 para que se marquen perímetros de repoblación con carácter obligatorio alrededor de los pantanos. 162. Por lo que respecta a Aragón, durante la IP República también se declaró «sitio natural de interés nacional» la dehesa del Moncayo.

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Fiesta del Árbol en Canfranc (1915-1920). Los secretarios de los Ayuntamientos tenían obligación de enviar al gobernador de la provincia una memoria de la celebración de la fiesta del Árbol. En ella debía figurar el número de árboles plantados y el número de asistentes, señalando de forma especial «los alumnos de las Escuelas que concurran», las personas que más se distinguieran por su colaboración y el estado de las plantaciones ejecutadas en años anteriores. (AHPH, sección Distrito Forestal).

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EL VALLE DE ORDESA, FUTURO PARQUE NACIONAL A la par de la afición del estudio directo de las obras de Arte en su propio y legítimo marco, va creciendo la afición a la contemplación de la Naturaleza en sus puntos privilegiados y exquisitos, esos vastos escenarios, depósitos de maravillas naturales. Ocioso es insistir sobre este extremo. Y fruto de ello es el paulatino desarrollo del excursionismo (turismo lo llaman los galiparlantes) y sus derivados [...] Pero, ¿qué es el valle de Ordesa? Preguntémoslo, no sin sonrojo a los extranjeros, que ellos nos lo dirán, pues que en España, ante tal interrogación, nos encogeremos de hombros. De poco vale que fuera un español, el Ingeniero Heredia, el descubridor del incomparable cañón de Ordesa en los últimos años del siglo XVII. Su nombre yace en el olvido; los datos que él aportó o se han perdido o permanecen ignorados; y, en cambio, Ramond, Arbanere, Charpentier, Vallon, Schrader y, últimamente, Briet, han sido los pregoneros de las bellezas de Ordesa en sendos trabajos científicos y de divulgación. Hasta algunos picos y parajes llevan sus nombres. Y aumentemos esta dolorosa afirmación diciendo que a un inglés, Carlos Packe, cupo el honor de haber intentado por vez primera la vulgarización de Ordesa en una Guía especial de estas montañas pirenaicas. Allí, hayas centenarias, pinos, pinabetes, prados esmaltados de flores, el río Ordesa, múltiples cascadas, al amparo de aquellos ciclópeos baluartes, rivalizan en belleza y magnificencia. El valle de Ordesa necesita la protección oficial, si no en la cuantía que se prodiga en el Canadá, los Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, por lo menos en la que esté a nuestro paupérrimo alcance. Para los españoles, dos vías hay para llegar a Ordesa; pero las dos imperfectas y asaz fatigosas: en ferrocarril hasta Sabiñánigo, automóvil hasta Biescas, y desde allí a Broto, Torla y Ordesa, cruzando el puerto de Cotefablo a caballo, la una; la otra, por la carretera de Barbastro a Boltaña y a Broto. Es lamentable que el valle de Ordesa sea, en cierto modo, la leñera del de Broto; van desapareciendo, al golpe cruel del hacha, hayas y pinos (en el umbral es visible este atropello); cazadores de gamuzas y rebecos y pescadores de truchas campan por aquellas abrupteces sin dar paz a la mano; y claro está que ello demanda una solución ciertamente armónica, pero radical, si se quiere que el paraíso de los Pirineos se conserve en estado que justifique la universal admiración. [R. del Arco, Revista de Montes, 1916]

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contemplaba en dicho plan que las condiciones de accesibilidad y comunicación mejorarían notablemente si también el Estado francés ponía manos a la obra y se decidía a invertir en una carretera de Gavarnie a Bujaruelo, hasta empalmar con las proyectadas del lado español. Durante la II» República, según relata Hernández Pacheco (1933), estaban en construcción tanto la carretera de Biescas a Broto para enlazar con el ferrocarril como la de Broto al interior del valle.'" Antes, en 1929, el Estado había adquirido un extenso bosque de hayas y abetos propiedad del Ayuntamiento de Torla. De esta forma, todo el Parque se convertía en propiedad estatal, salvo algunos «enclavados». El Reglamento inicial del Parque Nacional de Ordesa prohibía el pastoreo de cualquier ganado, salvo el de mular y vacuno, que se permitía durante mayo y junio, si bien únicamente en los parajes destinados al efecto. Con la nueva política del Patrimonio Forestal del Estado, las quejas desde Broto o desde Torla se acentuarían todavía más por este particular. Tras la guerra civil, la hegemonía centralista en la ordenación del medio rural se dejó sentir muy mucho en Huesca. El cuidado y atención de los montes provinciales estuvo a cargo de diversas entidades durante los años de posguerra, tales como el Distrito Forestal, la División Hidrológica, el Patrimonio Forestal del Estado y los Servicios Forestales de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Es presumible que una mayor unidad de actuación hubiera evitado algunos de los inconvenientes derivados de la proliferación de servicios que se solapaban y superponían. Por otro lado, la mayoría de ellos actuaban desde Madrid o Zaragoza, desde donde era más difícil valorar en su justa proporción el factor humano. La labor repobladora desarrollada en la provincia entre 1940 y 1950 dejó bastante que desear: poco más de 700 hectáreas repobladas artificialmente en Castiello de Jaca — eje del Somport, Gurrea de Gállego y Alcubierre. A pesar de la confección en 1939 del Primer plan general de repoblación, las actuaciones forestales en Huesca fueron escasas. Bien podemos afirmar que la presencia militar en los altos puertos fronterizos con valor estratégico, a la caza y captura de unas pocas cuadrillas de maquis refugiados en las sierras de Aineto (el «roquedal de las novelas de Sender), Olsón o Turbón, fue más numerosa que la de los forestales del Distrito. Ya en los años cincuenta, la repoblación de montes fue convertida por el régimen franquista poco menos que en cruzada nacional. Un gesto simbólico, como el nombramiento en octubre de 1948 del Caudillo como ingeniero de Montes honoris causa, es indicativo de ello. «La obra de repoblación española es una de las expresiones más elocuentes de la vitalidad del régimen, que no sólo trabaja para sí sino para el futuro, dejando a las nuevas generaciones una fuente de

163. Vid. E. HERNÁNDEZ PACHECO (1933), La Comisaría de Parques Naturales y la protección de la Naturaleza en España. Guías de los Sitios Naturales de Interés Nacional, Ministerio de Agricultura, Madrid, 49 pp.

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riqueza inagotable», rezaba el periódico Nueva España de Huesca en octubre de 1948. El panorama se trastocó sustancialmente, pues, en los años cincuenta, toda vez que se repoblaron en dicha década unas 30.000 hectáreas, localizadas sobre todo en las sierras exteriores prepirenaicas (Loarre, Sarsamarcuello, Aniés, ribera del Guarga, valles del Noguera Ribagorzana) y en amplios términos municipales como Jaca o Sabiñánigo. Las nuevas plantaciones efectuadas por el Patrimonio Forestal del Estado afectaron en menor medida a la alta montaña pirenaica y a las riberas del Cinca y del Gállego y pasaron prácticamente inadvertidas en la parte meridional de la provincia. Durante los años 60 continuaron las repoblaciones en masa (más de 30.000 hectáreas entre 1960 y 1970),1 si cabe más dispersas geográficamente pues las labores repobladoras entraron de lleno en la alta montaña, en valles del Pirineo oriental como el del Ara (Boltaña, Aínsa, Fiscal) y en los municipios en torno a Riglos. Toda esta documentación sobre repoblaciones forestales emprendidas deja entrever que no se atacaron los problemas en un doble frente, ecológico y social. Uno de los objetivos fundamentales pasaba por eliminar situaciones que parecían anacrónicas, perjudicando los derechos vecinales. Pocas veces se involucró a los lugareños en la defensa de sus montes controlando, por ejemplo, los aprovechamientos de tal forma que se complementaran con los ciclos de pastoreo. El uso del medio natural en beneficio de los intereses comunitarios hubiera mejorado sin duda la calidad de vida de la población autóctona, pero los objetivos sociales —o, en otras palabras, las necesidades de la colectividad— no fueron los prioritarios. Apenas se cumplió con algo que parecía imprescindible: la participación de las poblaciones locales en las actuaciones forestales."" Quizás esta desatención a las implicaciones sociales del monte, a la problemática derivada de una población que precisaba para su sustento materias hasta entonces obtenidas de los montes, fue el principal error de la gestión repobladora desarrollada sobre los montes públicos de la provincia. Eludió el contexto económico y social y cerró los ojos a otras posibles formas de organización de la

164. Entre 1970 y 1985 se repoblaron en la provincia de Huesca, según el documentado trabajo de Francis CHAUVELIER (1990), unas 70.000 hectáreas más. Vid. p. 35. Aun reconociendo las consecuencias positivas derivadas de la política de reforestación, el autor subraya también los problemas actuales de reintegración de los espacios reforestados, lo cual «ha contribuido a agravar las disparidades intraprovinciales y aun a acentuar los desequilibrios geográficos a escala regional», p. 143. Para profundizar en la evolución de las superficies repobladas en montes del Estado y consorciados entre 1940 y 1960, vid. la documentación depositada en la Delegación Territorial del Ministerio de Agricultura. 165. Entre los pocos efectos positivos de las repoblaciones del momento sobre los vecinos de la zona, quizás haya que subrayar la aportación de los salarios percibidos por haber trabajado a jornal y de manera estacional en las campañas de plantación. A lo largo de nuestra argumentación nos hemos centrado en las repercusiones de las repoblaciones forestales sobre las comunidades rurales, dejando en segundo plano la incidencia sobre el clima, la protección del suelo, el régimen hídrico, las consecuencias edafológicas..., incidencia que casi siempre fue positiva pero que probablemente pudiera haberlo sido igual si se hubiera atendido algo más a las implicaciones sociales del monte.

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propiedad pública, más cooperativas y solidarias, que facilitaran la defensa de la sociedad civil y del medio ambiente frente a la coerción estatal. La escasa sensibilidad social de la Administración forestal de posguerra la alejó del ciudadano. A ello contribuyó también un procedimiento administrativo cargado de burocracia y ordenanzas múltiples, de reiteración de medidas y de reglamentos, prueba manifiesta por otra parte de las dificultades para hacerlos cumplir. Este descuido de las implicaciones sociales de los montes redundó en que algunas formas de repoblación forestal condujeran en ocasiones a la desaparición del ganado. Las decisiones en torno a repoblación se tomaban muy lejos y a veces no se valoraron de forma adecuada las repercusiones de privar a un pueblo súbitamente de sus pastos, sobre todo si simultáneamente no se creaban otras alternativas de vida. Este hecho ocasionó en algunos espacios concretos, como en la Garcipollera, trasplantes en masa de una población que, privada de pastos, ya no tenía posibilidades de mantenerse sobre el terreno. Ya hemos visto hasta qué punto los prados de montaña habían sustentado una importante densidad ganadera y alimentado de forma constante los ingresos municipales. Naturalmente no podemos achacar a las repoblaciones forestales toda la desestructuración de las economías ganaderas de montaña (la cosa venía de atrás, de una crisis de largo plazo marcada por una lenta decadencia, con razones más de fondo), pero las repoblaciones y las invasiones de boj, pino o, en mucha menor medida, eucaliptos embastecieron los pastos y redujeron su aprovechamiento. Las repoblaciones son sólo un síntoma de hasta qué niveles se acentuó el intervencionismo por parte del Patrimonio Forestal del Estado sobre los montes oscenses. Algunos defensores de la «cruzada forestal» durante el régimen franquista adaptaron peligrosamente la idea de repoblación a su ideario político,' sin implicar para nada a la población autóctona en la defensa de sus espacios naturales y sin que esta población obtuviera de ellos beneficio alguno. Basta echarle un vistazo al libro publicado en la Zaragoza del primer franquismo por Gabriel Rénom de Padreny. Fue entonces cuando la repoblación forestal agravó, casi siempre de forma irremediable, la crisis del sistema ganadero tradicional en zonas de Ribagorza como Seira, Perarrúa, Puente de Montañana, Tolva... Ha quedado ya descrito cómo las políticas de repoblación forestal se hicieron más urgentes cuando hubo que acondicionar las cuencas alimentadoras de los grandes embalses de la provincia (Sotonera, Mediano, El Grado...). El franquismo convirtió esta necesidad en más urgente. Las grandes obras de infraestructura hidráulica, presentadas por el régimen como conquistas propias, corrían el peligro de resultar inviables si no se efectuaban reforestaciones en las cuencas de los ríos de cabecera. Esta repoblación forestal, que podríamos denominar «hidrológica», necesitaba una ordenación previa del monte, ordenaciones que hasta bien entrado el siglo XX habían quedado en suspenso por falta de personal y porque las partidas del presupuesto estaban insuficientemente dotadas.

166. La idea se recoge en E.

ARAQI E

(1990), p. 120.

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Para algunas comarcas oscenses este tipo de reforestación se convirtió en una alternativa absentista de uso del territorio, alejando a la población de sus áreas rurales, cuando en realidad ha podido constatarse cómo el mantenimiento de una cierta densidad de población rural es un importante factor de conservación de la naturaleza.'67 La lucha contra los incendios mediante el pastoreo bien practicado es sólo un ejemplo de ello. La ganadería tradicional podía ayudar a mantener el sotobosque y a disminuir los riesgos de incendio. E, igualmente, sólo en contadas ocasiones se tuvo conciencia de que ciertas roturaciones pudieran favorecer el equilibrio medioambiental al retener un volumen adecuado de población, la cual consumía leñas y brozas, con lo que dejaba de acumularse combustible menudo en el monte. En contraposición a estas premisas, los particulares y los pueblos aparecían a ojos de los responsables forestales como activistas que siempre utilizaban el monte con criterio egoísta, olvidando lo que representaba en sí y lo que influía indirectamente en la mejora de los demás cultivos. Pasaron por alto que la explotación ganadera extensiva pudiera favorecer el hábitat natural. No ha de extrañar, por tanto, que proliferaran los delitos en torno al monte, en especial los incendios (a veces de lo recién repoblado), que sirvieron para que la prensa del régimen subrayara la actuación del elemento militar «que de Jaca, Barbastro y Huesca es desplazado al lugar del siniestro». Sólo en Bailo se quemaron más de 3.000 hectáreas de pinar en 1949. La extensión del siniestro alcanzó los dieciséis kilómetros de largo por unos siete de ancho. Se trataba de monte público. «Pasó del millón de árboles los destruidos por el fuego», según informaba Nueva España. Y ese mismo año de 1949 hubo incendios en puntos clave de la provincia como Ansó, Hecho, la sierra de Sevil en Adahuesca, Albalate...'" El equilibrio silvo-pastoril de muchas zonas altas y las formas tradicionales de relación con el medio fueron rotos a base de acotar amplios espacios tradicionales de pasto, sin ser partidarios de permitir un pastoreo racional con lanar y vacuno en el área forestal. Los acotamientos se señalaban con mojones encalados en lugares bien visibles, pero como esto no bastaba para evitar el pastoreo hubo intentos de defender los montes acotados cercándolos con alambre espinoso, «como se irá haciendo paulatinamente». Otras veces los montes fueron simplemente adquiridos por el Estado, en un cúmulo de compras facilitadas por las mediocres economías locales. Y en lo que se compraba —otra cosa fue en lo que se consorciaba— se prohibía cualquier otra actividad que no fuera la repoblación

167. Algunos de los proyectos barajados por la Comunidad Europea para revalorizar montes dependen, sintomáticamente, de que la población ocupada habitualmente en la agricultura o en la ganadería permanezca en el medio. Vid. El País, 7-6-1992. Sobre la relación entre repoblaciones forestales y desertización de la mitad septentrional de la provincia durante las décadas de posguerra, cfr. Francis CHAUVELIER (1990), pp. 94-101. El autor considera las grandes obras hidrológico-forestales como un «catalizador del éxodo rural». 168. Vid. AHPH, Secc. Distrito Forestal, lib. 187.

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forestal. Sin ir más lejos, el Patrimonio Forestal del Estado adquirió todo el valle de Garcipollera, términos enteros como Burgasé —hoy en Fiscal—, varias aldeas altas de Serrablo y tierras en Nueno, Loporzano, Bierge, etc. A pesar de que la Administración dijera repoblar en zonas con una despoblación anterior ya bastante fuerte, el drama de los pueblos abandonados o en trance de serlo se abría claramente en estos valles. La interrelación entre los aprovechamientos agropastoriles y los forestales no tuvo mucha cabida entre los responsables de montes durante la posguerra. El bosque hará desaparecer pequeños núcleos urbanos, con agricultura marginal. Los excedentes humanos pueden situarse ampliamente en estos complejos industriales que van naciendo con base sólida.'" En definitiva, el Patrimonio Forestal del Estado endureció las condiciones de acceso de la ganadería a los montes; en muchos casos, se privilegió la repoblación forestal sin tiento frente a cualquier presencia ganadera, con lo que se deterioró un pilar básico para el relanzamiento de determinadas comarcas oscenses. No podemos imputar exclusivamente las reducciones en la cabaña ganadera a estas restricciones en el uso del monte, pero no es menos cierto que debieron de tener su parte de culpa. Ahora bien, sólo un estudio de los Planes de aprovechamiento forestal de la posguerra en Huesca, remitidos por los administradores de Montes anualmente al Boletín Oficial de la Provincia, haría posible profundizar con garantías en esta cuestión. Los métodos de repoblación forestal abordados en la posguerra acusaban otros errores. En no pocos casos se produjeron expropiaciones que marcaron el final de unos aprovechamientos comunales que venían disfrutándose desde hacía siglos. A los afectados no les quedó más remedio que limitar sus objetivos: centraron su resistencia, más que en echar abajo los proyectos, en negociar su desalojo en las mejores condiciones posibles, cosa que raramente sucedió, sobre todo cuando el Estado negociaba individualmente, vecino por vecino. Casos sangrantes —y tardíos— como el de Búbal, donde los vecinos se quejaban de que la Confederación Hidrográfica del Ebro había expropiado a 15 pts./m2 y luego había arrendado las tierras a gentes del pueblo o de fuera de él, son bien expresivos. Por otro lado, habrá que analizar en profundidad si el sistema de repoblación a base de establecer consorcios con los Ayuntamientos fue o no el más idóneo para las comunidades rurales. En suma, parece converger un número suficiente de pruebas para afirmar, con pocas cautelas, que la Administración forestal sólo antepuso a la privatización de montes una propiedad pública que se situaba de hecho por encima de los individuos, sometida a los manejos de la burocracia estatal, sin tener en cuenta otras formas de propiedad privada vecinal, concejil o cooperativa que preserva-

169. Memoria de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Huesca, 1955 y 1956, p. 87.

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ra más a las comunidades rurales de las injerencias del Estado. Una mayor implicación de la población autóctona en la defensa de sus espacios naturales hubiera redundado seguramente en notables mejoras en el grado de eficiencia ecológica y social de los encargados de tutelar administrativamente los montes. Otras veces la reforestación sirvió solamente para potenciar los cultivos de madera, construyendo paisajes artificiales desconectados de la personalidad del territorio, con pérdida de biodiversidad, de heterogeneidad del espacio ocupado y de cultura rural, amén de más proclives a los incendios. Se aumentaba el ritmo de repoblación forestal para obtener materia prima, buscando una explotación más intensiva del espacio arbolado. Incluso se repoblaba preferentemente en las zonas «que cabe esperar sean más rentables» y muchas de las vías de saca construidas sólo tenían la finalidad de revalorizar los productos forestales. El ideal era lograr la máxima producción de madera, «salvando la incompatibilidad que se produce en determinados momentos, en los que tiene que sacrificarse el pastizal».1" Esta tendencia se vio reforzada por la continua revalorización de la madera de los bosques oscenses, consecuencia de los nuevos horizontes abiertos en el sector de la construcción o, en menor medida, en la minería. Al margen de ello, el Patrimonio Forestal del Estado fijaba un porcentaje de reserva para traviesas de ferrocarril. Las múltiples aplicaciones de la madera convirtieron la repoblación en un negocio no despreciable. La prioridad era satisfacer cuotas de producción para alimentar una demanda cada vez mayor de papel y otros productos derivados de la madera. Se acudía a la repoblación, no siempre pero sí muy a menudo, para salvar las consecuencias de la falta de productos forestales en un futuro más o menos próximo. No hubo cortas en los terrenos repoblados, pero los volúmenes de madera talados entre 1945 y 1965 aumentaron considerablemente con respecto a los señalados para antes de la guerra, que, dicho sea entre paréntesis, eran bajos. La estrategia estaba clara: cortar en otros terrenos e ir sustituyendo y recambiando a base de repoblaciones, pero este proceder acarreó algunos problemas. La búsqueda preferencial de objetivos rentabilistas condujo a la utilización de especies arbóreas de crecimiento rápido y ciclo productivo corto, en detrimento de la vegetación autóctona, sustituyendo unas especies forestales por otras. Es cierto que las repoblaciones se llevaron a cabo sobre todo a base de pino, una especie autóctona, y no de eucalipto (como sucedió en zonas de la cornisa cantábrica y de Galicia), pero no lo es menos subrayar que para nada se utilizaron frondosas originariamente tan comunes a los bosques aragoneses como hayas,

170. Ibídem, p. 68. La repoblación con objetivos de protección del medio ambiente «es más reciente dentro de la provincia de Huesca». Cfr. Francis CHAUVELIER (1990), p. 57. Pero incluso hoy, salvando las distancias, otras formas de repoblación con objetivos puramente rentabilistas son las que actualmente se llevan a cabo a base de chopos en la ribera del Cinca y en algunos municipios de la Hoya de Huesca, algo que ya proyectaba la Confederación Hidrográfica del Ebro en 1929: «Necesidad de ensayar cultivos forestales de regadío en la zona del canal de Aragón y Cataluña (1929)», CSHE, año III, n° 22.

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Viveros forestales en la provincia de Huesca, hacia 1916. (Sexta División Hidrológico-Forestal. Sección la, cuenca del Aragón. Fototipia de Hauser y Menet. Madrid)

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encinas, robles y alcornoques. La Administración forestal siempre justificó el uso de coníferas argumentando que se trataba de suelos muy degradados, difícilmente soportables para robles y hayas. Sea como fuere, había un hecho incontestable: las frondosas fueron siendo reemplazadas por las resinosas —según las zonas, abeto, pino común, pino laricio, pino carrasco—, de crecimiento rápido y de múltiples aplicaciones en la industria. Esta tendencia entrañaba ciertos efectos ecológicos negativos, en particular la menor presencia de sotobosque y la escasa densidad de flora bacteriana en el suelo, reduciendo en consecuencia sus propiedades fertilizantes y acidificando los cursos de agua. La desaparición de bosques con frondosas autóctonas acarreó, pues, efectos preocupantes para la diversidad biológica, dada la gran variedad de especies que albergaban. Allí donde la tendencia apuntada revistió mayor envergadura, que no fue por fortuna en todos los sitios, no se cumplían los ritmos y los tiempos que el bosque necesitaba para adquirir su estructura biológica. Los criterios ecológicos pasaron, una vez más, a un segundo plano.'7' Sobre antiguos hayedos extinguidos surgieron bojedas, antiguos bosques de encinas se degradaron a lentiscares... Incluso en la parte central de la provincia distintas variedades de pinos y chopos sustituyeron a entinares y quejigales (caichigos, caxicos), aumentando así la vulnerabilidad de estos espacios al fuego. Especies arbóreas como el pino laricio o el de alepo son muy inflamables y combustibles, además de que generan un sotobosque muy seco.'" A su vez, los numerosos incendios que recorrieron los montes durante estos años favorecieron, a modo de círculo vicioso, la difusión del pino. Por otro lado, las replantaciones con una única especie resinosa acarreaban la explotación exclusiva de una determinada capa del suelo y redundaban en una cubierta vegetal muy homogénea, con excesiva simplificación biológica, factor que provocaba una menor resistencia de este monocultivo forestal a virus y bacterias. El conservacionismo de los montes no tenía por qué ser incompatible con una explotación maderera, pero ambas circunstancias sólo resultaban viables si se respetaba el equilibrio ecológico de cada zona. Por encima de opiniones justificativas de la sustitución de la vegetación natural de la zona por pinos,'" lo cier-

171. Por lo demás, es preciso subrayar que encinas, robles, coscojas, lentiscos y enebros poseen una elevada capacidad para rebrotar de raíz tras la tala o el fuego, a diferencia de los pinos. Tras los últimos incendios habidos en Huesca, este hecho viene teniendo su importancia en la restauración de la cubierta vegetal por regeneración natural. 172. Según datos facilitados por ICONA y recogidos por F. CHAUVELIER (1990), p. 76, 85.000 hectáreas de monte alto —muchas más si incluyéramos monte bajo y matorral— se han quemado en la provincia de Huesca entre 1940 y 1985. Al .alto índice de igniscibilidad de las especies arbóreas con las que se han repoblado nuestros montes» se refiere Carlos BARCIELA (1986), en Historia agraria de la España contemporánea. 3. El fin de la agricultura tradicional (1900-1960), p. 429. 173. Argumentos a favor y en contra de la repoblación forestal con especies no autóctonas se sintetizan adecuadamente en Helen GROOME (1988). La autora nos pone sobre aviso de los peligros de introducir a toda costa una .justificación biológica del pino» por su fácil adaptación ecológica.

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to es que muchas repoblaciones de posguerra tuvieron como objetivo preciso la máxima obtención posible de productos derivados de la madera. Aun hoy el tema de las repoblaciones todavía levanta bastantes fricciones a la hora de decidir qué criterios privilegiar. Por lo demás, algunas repoblaciones de posguerra eliminaron como labor previa el matorral. Y hoy sabemos la conveniencia de no despreciar terrenos de matorrales y pastizales, sobre todo en ambientes mediterráneos como los nuestros, ya que desempeñan un importante papel de creación de suelo, hidrológico, de prevención de la erosión y de conservación de la flora y fauna. Por el contrario, ya desde sus inicios, El Distrito procura dar a este aprovechamiento [matorrales] la mayor laxitud posible con el fin de estirparlas del suelo de los montes en donde abundan.'' La idea de que el desarrollo de otras plantas herbáceas y leñosas dificultaría la repoblación natural persistía casi un siglo después. En el Informe económico de la provincia de Huesca de 1962 se lee que puede mejorarse la repoblación «mediante la ordenación del pastoreo y la destrucción de matorral».1" La fragilidad, la singularidad biogeográfica y la escasa capacidad de regeneración de estos terrenos fueron infravaloradas con demasiada frecuencia. A menudo los criterios de conservación de la naturaleza atendieron más a principios estéticos que a términos del tipo biodiversidad o ecosistema singular. Lo mismo sucedió con las estepas de la parte sur de la provincia, consideradas despectivamente como simples «secarrales». Y, a la inversa, no faltaron intentos de repoblar, con métodos costosos, en terrenos donde hubiera bastado una cubierta de herbáceas o de pequeños arbustos. Generalmente se desatendió la función protectora generada por estas plantas de menor porte en zonas áridas donde los árboles arraigaban con muchas dificultades. Romeros, tomillos, jaras, brezos y esparto —o albarclin— retenían y formaban suelo e incluso creaban un microclima favorable a otras plantas y animales. Lo mismo puede decirse de los arbustos con los que se hacían setos y ribazos en áreas de cultivo, cuya importancia ecológica se resalta actualmente,' pues incluso redundan en beneficio de las cosechas. Otras veces la degradación se acusaba por los abusos del pastoreo y por haberse dedicado al cultivo terrenos con un desnivel muy fuerte que perdieron la capa vegetal por la erosión. No siempre se consiguió tampoco evitar arras-

174. AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca correspondiente a 1876-1877, leg. 13-10. 175. Vid. p. 28. 176. Vid. por ejemplo W Mar JOAQUINET y Francesc Guió (1991), «Estructura y conservación de los setos vivos., Quercus, 64, o Pedro Luis SIGUERO (1991), «Consejos y recomendaciones para reforestar con especies autóctonas», Quercus, 63, e incluso las actas de las Jornadas sobre restauración de la cubierta vegetal, 1992, ANSAR, Zaragoza.

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tres y torrenteras, más proclives en terrenos donde se habían emprendido obras hidráulicas para el riego o para la producción de energía eléctrica. Particularmente grave fue la deforestación de algunos espacios en la parte baja de la provincia, pues actuó sobre el régimen hidrológico y tuvo consecuencias nefastas en el resto del sector agrario. Algunas roturaciones sobre tierras marginales, que apenas fueron capaces de producir cosechas varios años seguidos, tuvieron un impacto ecológico negativo, pues contribuyeron a agotar y desertizar espacios en las comarcas meridionales. A menudo se trataba de tierras que nunca antes habían sido útiles para la agricultura por sus elevadas concentraciones de sales. Con todo, muchas de estas roturaciones eran comprensibles si las contextualizamos en su momento: había que equilibrar los presupuestos familiares ampliando las explotaciones a costa del monte. De todos modos, los usos principalmente agrarios de la parte media y baja de la provincia estuvieron limitados hasta bien entrado el siglo XX por los condicionantes impuestos por el medio y las roturaciones se desarrollaron de forma bastante racional. De ahí que muchas extensiones de matorral, a veces semiesteparias, no se cultivaran por la pobreza de los suelos; se prefería aprovecharlas como pastizales de invierno para el ganado trashumante. La mecanización de las labores agrícolas y la masiva utilización de abonos químicos, a partir de 1960 sobre todo, dieron pie a transgresiones (a veces absurdas) en el aprovechamiento de estos recursos naturales. Fue entonces cuando se roturó todo lo posible, sin tiento, con la única limitación de la pendiente o el carácter extremadamente rocoso de las tierras. Al cabo de los años, estas roturaciones se han demostrado poco justificadas por la producción que de ellas se obtuvo; se abandonaron, pero el ecosistema quedó gravemente dañado. Éstos fueron algunos de los peligros de una tutela sobre montes poco adaptada a las condiciones y exigencias locales, con poco apoyo de los agricultores y ganaderos de la zona a unos programas en los que apenas participaban. Seguramente la planificación forestal hubiera tenido mayores probabilidades de éxito y menores costes sociales si se hubiera obtenido la cooperación de los vecindarios. Una política de conservación de montes de estas características mal podía aplicarse contra los intereses de la población campesina. Aunque por fortuna no en todos los espacios, la evolución del paisaje forestal condujo gradualmente de un sistema productivo funcional para las necesidades de la colectividad rural a un sistema adecuado a las exigencias del mercado y de la sociedad urbana. Y ello está en el origen del empobrecimiento del paisaje forestal, de la degradación —que no reducción— de la superficie boscosa, de la mayor explotación de los recursos pero sobre todo de la desaparición en ciertos espacios de especies autóctonas y de poblamientos tradicionales. En buena medida, de aquellos barros vienen estos lodos. Los planteamientos y métodos seguidos por la repoblación forestal están en el origen de algunos problemas acuciantes de nuestros montes, como la plaga de incendios forestales, triste actualidad de cada verano. La reducción del riesgo de incendios sólo se logrará, además de adoptando medidas que eviten los incendios con fines espe-

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culativos (expropiando la madera quemada,'" prohibiendo la recalificación de terrenos incendiados...), mediante labores preventivas. Y dentro de estas campañas de prevención tienen su sitio las repoblaciones con especies autóctonas menos propensas al fuego, con técnicas silvícolas adecuadas y creando paisajes en mosaico con alternancia de especies que ofrezcan mayor resistencia a la propagación del fuego. Pero, sobre todo, para proteger montes y dehesas había (y habrá) que intentar proteger también a quienes vivían de esos montes y dehesas. Y no siempre la gestión forestal ha sido la más adecuada en este aspecto, pues a menudo ha originado rupturas entre los ciudadanos y la visión tradicional del bosque como fuente de riqueza colectiva.

177. Según Greenpeace, «en Aragón se recupera el 85 por ciento de la madera quemada», lo cual, a juicio de la organización ecologista, puede producir un serio quebranto del mercado por exceso de oferta tras los incendios. Vid. Diario del Altoaragón, 8-9-1995.

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Interesado el vecindario de los pueblos en no facilitar medios de ninguna clase para la instalación de la guardería, se ve el personal encargado de la custodia de sus montes obligado a vivir en otros pueblos, distantes a veces hasta 35 kilómetros. (Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1910-1911)

En muchos montes del Pirineo y de las sierras exteriores pervivieron formas sociales de producción no sometidas completamente a la lógica capitalista. Una vez más, las visiones unilineales de muchos esquemas teóricos sobre el desarrollo del capitalismo en la agricultura no acaban de funcionar en determinadas realidades geográficas. Aunque se reconozcan funcionalidades concretas al modo de producción capitalista a través del mercado y de otros mecanismos de dominación (en línea con lo expuesto por las teorías de la articulación de modos de producción), consideramos que la coexistencia debe entenderse en clave de conflicto, aunque éste no siempre estallara abiertamente. No existe, a nuestro modo de ver, una regla preestablecida de desarrollo estructural del capitalismo contra la que los otros agentes sociales (por ejemplo, el campesinado) pueden rebelarse pero con escasas posibilidades de modificarla. Más bien entendemos que estas «pervivencias funcionales»1" no eran inevitables, sino que dependieron de las resistencias encontradas y de la capacidad del modo de producción capitalista para vencerlas. Lo que nos interesa destacar aquí es que, sin reglas de desarrollo preestablecidas, es el conflicto social el que dinamizó los procesos, sin limitar este conflicto a las prácticas conscientes. En nuestro caso concreto, las restricciones en el uso del monte irritaron a las comunidades rurales oscenses, aunque no todas reaccionaron del mismo modo. No acababan de entender las trabas impuestas al libre disfrute de unos recursos

178. Para una reelaboración de las ideas de «subsunción formal» y de «subsunción real», revalorizando conceptos que generara Marx, que enmarca teóricamente nuestras reflexiones en este apartado, M. GONZÁLEZ DE MOLINA y E. SEVILLA GUZMÁN (1993), «Ecología, campesinado e historia: para una reinterpretación del desarrollo del capitalismo en la agricultura», en Ecología, campesinado e historia, pp. 23-130.

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que siempre habían estado allí, al alcance de la mano. Cuando se lesionó el sistema colectivo de reglamentación de uso del territorio, muchos de los que estaban habituados a aprovechar gratuitamente los esquilmos del monte quedaron sin expectativas y con clara conciencia de «privaciones relativas».'" Las referencias al pasado, a las prácticas tradicionales, se utilizaron con frecuencia como arma defensiva para salvaguardar los comunales. Los vecinos del valle de Bardají, por ejemplo, no aceptaban las denuncias impuestas a diario y exigían en una fecha tan avanzada como 1925 «que seamos respetados de nuestras posesiones aunque se careciese de titulo inscrito, fundados en nuestras leyes vigentes sancionadas por nuestros Augustos monarcas».18° Creían tener derecho al usufructo de «sus» montes y para no perderlo emprendieron reacciones defensivas que por momentos se sobrepusieron a las rivalidades intestinas entre facciones locales, aunque por supuesto no hicieron desaparecer las disputas intracomunitarias. La invasión estatal de esferas privadas de la vida social generó hostilidad en las comunidades rurales frente a las tendencias centralizadoras y burocráticas y a los valores en que se basaban. Probablemente las elites locales vieron en estas instituciones exógenas una fuerza que erosionaba antiguos y personales lazos de deferencia y de obligación social. Así pues, latía una tensión derivada de la colisión entre la tendencia uniformadora del Estado y la determinación de los poderes locales por conservar en el mayor grado posible su propia autonomía, circunstancia perfectamente explicable porque estas elites resultaban ser las prin- cipales beneficiadas de la debilidad institucional y administrativa del Estado en materia de gestión de montes. Las comunidades rurales desarrollaron, por tanto, reacciones espontáneas a un fenómeno nuevo que amenazaba los medios de subsistencia.'8' Lucharon por

179. Al respecto, sobre la influencia de los factores psicológicos, y más en concreto de las expectativas frustradas, Ted R. GURR (1970), Why mea rebel, Princeton. 180. AGA, 1925, leg. 2.866. A la existencia de un «mito de origen» que legitimara históricamente la salvaguarda de los terrenos comunales se han referido J. A. GONZÁLEZ ALCANTUD y M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1992), «La pervivencia de los bienes comunales: representación mental y realidad social. Algunas aportaciones al debate sobre "la tragedia de los comunes"», en La tierra. Mitos, ritos y realidades, Barcelona-Granada, pp. 251-291. 181. El incremento del contrabando formaría parte también de estas reacciones. A escasa distancia de las fronteras francesa y andorrana, las zonas por donde no pasaba ninguna carretera ni camino gozaban de una situación privilegiada. La frontera era allí más permeable. Probablemente no resulte tan alejada de la realidad la imagen romántica del pastor contrabandista. Habría que ver si la cartografía de los delitos sugiere los ejes de la trashumancia y las vías de comunicación tradicionales, poco frecuentadas por los gendarmes, como lugares preferidos. Por lo poco que sabemos, había mucho contrabandista ocasional. Todo el mundo participaba de cerca o de lejos de este comercio. No era una práctica residual llevada cabo por individuos marginales. Al contrario, cualquier pastor o agricultor de las zonas altas del Pirineo tenía experiencia en ella. El examen de las denuncias de la Guardia Civil nos informaría sobre los productos confiscados y la extensión de este comercio paralelo. Era una actividad que hoy calificaríamos de informal pero que no resultaba en absoluto desdeñable. Desde otro punto de vista, los carnavales, tan importantes en zonas altas del Pirineo oscense, serían otro ejemplo de contestación colectiva.

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la afirmación de derechos vitales que consideraban basados en la costumbre y en la tradición. En este sentido, indignación por no haber obtenido lo que esperaban y pérdida de legitimidad de los nuevos gestores parecen conceptos particularmente explicativos para entender las reacciones de los pueblos. Como hemos anticipado, dentro de los municipios pirenaicos podían existir intereses contradictorios en el usufructo de los comunales —y de hecho existían—, pero no en su mantenimiento. Unos se oponían a la venta de montes por simple cuestión de supervivencia; otros, los más afortunados, para no perder con la enajenación de estos espacios margen de beneficios. A menudo esta defensa por mantener indemnes los terrenos comunales debe conectarse con el interés de grandes ganaderos locales por preservar amplias superficies de pastos; en estos casos, el respeto por los terrenos colectivos era una forma de evitar la destrucción del modelo de desarrollo agrario imperante. Otras veces la resistencia de los pueblos a las ventas se fundamentaba en las repercusiones que ello tendría sobre la salud financiera de sus haciendas locales. Allí donde se produjo, la pérdida de derechos sobre montes y comunales endureció las condiciones de subsistencia e hizo ésta más insegura, por lo que los campesinos no tuvieron otra opción que adoptar estrategias y formas cotidianas de resistencia,'82 muchas veces sin finalidades políticas, sin preparación, pero con objetivos inmediatos. Es preciso atender, por tanto, a las distintas respuestas vecinales emprendidas ante las privatizaciones, bien utilizando mecanismos legales, bien otro tipo de argucias encaminadas a salvaguardar el régimen comunal y a amortiguar la intervención del Estado liberal: desde solicitudes de excepción, protestas a Cortes por la venta de montes, compras colectivas, subastas desiertas o rebajadas en su tasación inicial, roturaciones arbitrarias, hasta repartos de propios bajo control municipal, aprovechamientos fraudulentos y episodios delictivos en torno a las masas arboladas, atentados contra la propiedad, incendios... En definitiva, protestas sociales derivadas del enfurecimiento campesino por imposiciones y exigencias nuevas e imprevistas que afectaban simultáneamente a muchos de ellos y que contrastaban con las normas de «economía moral» comúnmente aceptadas con anterioridad. Toda esta conflictividad sorda —y, si se quiere, «menor», pero muy efectiva—, que se ha dado en llamar de «bajo riesgo», no se acalló hasta que el progresivo abandono rural comenzó a debilitar el medio y no quedó apenas nadie para protestar.

182. Una referencia teórica ineludible sobre estas formas cotidianas de resistencia campesina, soterradas, de aparente conformidad pero muy eficaces, en James Scorr (1985). Allí puede leerse: «El objetivo, después de todo, de la resistencia campesina no es derribar directamente o transformar un sistema de dominación, sino lo suficiente para sobrevivir dentro de él. El objetivo usual de los campesinos [...] es trabajar en el sistema con la mínima desventaja [...] pueden aliviar la explotación, pueden cambiar el curso del desarrollo subsiguiente y pueden, más raramente, ayudar a derribar el sistema. Éstas son consecuencias posibles. Su intención, por contra, es siempre sobrevivir y persistir». La idea de Scott está citada en E. SEVILLA y M. GONZÁLEZ DE MOLINA (1990), p. 41.

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LA DEFRAUDACIÓN COMO EXPRESIÓN DE MALESTAR SOCIAL

Abundaron ejemplos en la provincia de desavenencias entre la Administración forestal y los Ayuntamientos. Era lógico: las nuevas intenciones de tutela pública desarrolladas por la Administración menoscababan las formas tradicionales de explotación del bosque. No es extraño, por ejemplo, que surgieran fricciones cuando la Administración forestal proponía el acotamiento general de un monte para todo tipo de disfrutes como salida más frecuente para reparar los «desmanes»: Los pueblos que tienen el triste privilegio de significarse en este sentido, sufran las consecuencias de sus impremeditados y vandálicos hechos.'" Aparte de estos montes en los que debía observarse un acotamiento riguroso en toda su extensión, en muchos de los restantes se vedaban también amplias zonas, sin que el control burocrático de los aprovechamientos tuviera muy en cuenta las implicaciones sociales. En estas condiciones, los fraudes constituyeron una alternativa muy transitada por los pueblos oscenses. En este tema de los usos fraudulentos, las costumbres, ancestrales se utilizaron como justificación y la fórmula de que «siempre se ha hecho así» era una regla de oro. De ahí que afloraran patentes contradicciones entre la promulgación de las leyes y su efectiva aplicación. Están los pueblos tan acostumbrados á rehuir el cumplimiento de las prescripciones legales y a cometer tantos y tan grandes escesos en sus montes sin que se aplique, á no ser por escepcion, desde hace mucho tiempo correctivo alguno que sensible es decirlo, se hace caso omiso de semejantes mandatos.'" Las fricciones se desencadenaron con relativa facilidad en aquellos montes, como los pertenecientes al Ayuntamiento de Hecho, en los que el Distrito Forestal pretendía establecer Planes de ordenación. En 1906, simultáneamente a las labo-

183.AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1875-1876. 184.AMA, Secc. Montes, Memoria del ingeniero jefe del Distrito Forestal de Huesca, Carlos Allué, 1876.

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res iniciales de la Brigada de Ordenación, el alcalde de Hecho y 120 vecinos más («unos por su pobreza y otros por su interés») elevaron una solicitud al presidente de la Asociación General de Ganaderos del Reino y al director general de Agricultura, Industria y Comercio orientada a dejar sin efecto el Plan de aprovechamientos vigente para los montes del valle. En su lugar, buscaban sujetar dicho Plan a las peticiones realizadas por el Ayuntamiento. Este largo contencioso mantenido entre los Ayuntamientos del valle y el Distrito Forestal servirá para exponer, a través de un caso concreto, las actuaciones fraudulentas llevadas a cabo. Al construir los planos de los montes en estudio de ordenación (Guarrinza, Oza-Netera, sierra de Gabás, Rallonera, Valdespetal, Picoya...), resultó que una considerable parte de su superficie, más de 3.100 hectáreas, no venía figurando en los Planes ni en las peticiones anuales de disfrutes forestales, sin que la Administración forestal tuviera noción de ello. Por tanto, ni con carácter vecinal ni por subasta ni de ninguna otra manera eran objeto de aprovechamiento los pastos de esta zona del valle. Únicamente se consignaban en los Planes las partidas «Reservo de Hecho y Riomacielli» y «Reservo de Siresa», con las cuales no tendrían los ganados de Hecho y Siresa «para más de ocho días» por cuanto estaban cubiertas por robles y hayas en más de su mitad. El fraude, además de a las superficies, llegó también al número total de cabezas beneficiadas de los pastos. El Distrito Forestal suponía que por cada 100 hectáreas en los mencionados reservos pastaban, como mínimo, 200 cabezas de lanar (o sea, dos cabezas por cada hectárea durante todo el año forestal). Con arreglo a esto, podrían alimentarse en los reservos de Hecho y Siresa incluidos en los Planes unas 1.600 cabezas de lanar durante tres o cuatro meses. Por el contrario, si aceptamos lo argumentado por el Ayuntamiento, se desprende que en Hecho y Siresa se beneficiarían de estos esquilmos —incluidos los terrenos al margen de cualquier control administrativo— más de 18.000 cabezas de ganado de labor y de uso propio, una cifra probablemente más ajustada a la realidad. Como hemos visto en capítulos precedentes, los usufructos vecinales venían marcados por la riqueza agrícola que cada vecino tuviese amillarada. En función de ello, los vecinos de Hecho y Siresa tendrían derecho a un aprovechamiento vecinal de pastos para muy poco ganado, tanto como la mitad de fanegas de tierra de labor amillarada. En realidad, el municipio de Hecho tenía concedidos pastos por adjudicación para más de tres veces el ganado que podía considerarse de uso propio, algo bastante comprensible si tenemos en cuenta las escasas tierras de labor existentes en el término. Y aun con todo eran pocas cabezas de lanar, por lo que los usos fraudulentos fueron significativos. A medida que el Distrito Forestal fue descubriendo los fraudes, creyó prudente ir corrigiéndolos de forma progresiva hasta acercarse, al cabo de los arios, a consignar la producción verdadera.''

185. Así parece reflejarse en una carta del ingeniero de la Brigada de Ordenación, R. Díez del Corral, a la Jefatura del Distrito Forestal de Huesca: «[...] no extremar la cosa atribuyendo una posibilidad que pudiera parecer exagerada, prefiriendo tener la seguridad de que la supuesta es inferior á la real.

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A escala provincial, puede resultar útil para nuestros propósitos comparar el número de cabezas de ganado que según los Planes forestales utilizaron legalmente los montes públicos con las cifras totales de cabaña ganadera existente en Huesca, tomadas de los censos ganaderos convenientemente rectificados: Cuadro 29.

Comparación entre las cabezas de ganado que utilizaron los pastos de montes públicos y el total de la cabaña ganadera existente en la provincia de Huesca. 1865 1 Caballar Mular Asnal Vacuno Ovino Cabrío

6.076 34.065 38.486 35.095 633.588 103.941

1917

2" 940 18.168 6.292 17.869 457.464 28.481

3 15,47 53,33 16,34 50,91 72,20 27,40

1 6.847 24.804 30.921 31.659 647.779 76.588

2' 1.017 5.756 — 12.879 376.642 22.005

3 14,85 23,20 — 40,68 58,14 28.73

1, número total de cabezas de ganado; 2, cabezas de ganado que se benefician de pastos de monte público; 3, porcentaje de 2 sobre 1. A, datos del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1876-1877; B. datos del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1912-1913. 'tientes: Para columna 1, cuadro 15; para columna 2, Plan de aprovechamiento forestal de Huesca.

Las diferencias entre los censos ganaderos y las reses consignadas en los Planes forestales no resultan excesivamente amplias, pero sí lo suficiente para delatar ciertos indicios de fraude. Parece evidenciarse un pequeño porcentaje de ocultación, aunque esta conclusión debe ser tomada con ciertas cautelas y no es tan aplicable como a provincias vecinas (como Zaragoza), por cuanto en Huesca la elevada extensión de los montes privados pudo garantizar pastos alternativos. Con todo, lo que más nos interesa destacar es que los porcentajes no mejoraron con el paso de los años. Probablemente, el aumento en las tasaciones incentivó más aún las tácticas de ocultación. Algo parecido sucedió con las cortas fraudulentas: sólo en Ansó, éstas se valoraron en 34.675 pesetas durante el año forestal 1928-1929. 0, al menos, eso descontó al año siguiente el Distrito Forestal de Huesca.'8' Hubo también fraudes en algunas solicitudes de excepción. Los pueblos podían exceptuar sus montes de las ventas argumentando que éstos eran de aprovechamiento común y no de propios. Para que el monte fuera declarado inven-

Con ello no podrán tener queja justa los ganaderos interesados y, ya metidos en el plan tales aprovechamientos, fácil será, en los años sucesivos, irse aproximando en las propuestas á la producción verlai Huesca, 6-6-1905. 186. kGA, Alcalá, leg. 2.911.

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dible, el Ayuntamiento debía presentar a la Dirección General de Propiedades y Derechos del Estado una certificación del Gobierno provincial en la que constara que no había rendido utilidad al ramo de propios ni a fondos municipales en las dos décadas anteriores a la desamortización. Bastaba con que esporádicamente una hacienda municipal hubiera recibido algún tipo de ingreso por el monte —con vistas a solucionar, por ejemplo, alguna crisis coyuntural— para que éste no fuera exceptuado. Cobraba, por tanto, una importancia decisiva la distinción entre bienes comunales y bienes de propios, que, aunque jurídicamente seguía existiendo, en realidad resultaba borrosa. Como ya se ha hecho notar, fronteras difuminadas y prácticas ambiguas entre ambos tipos de bienes tendrían su explicación —según A. Nieto— en que para los vecinos el patrimonio municipal era único y podía ser aprovechado colectivamente por ellos, mediante el pago o no de un arbitrio, según las necesidades de cada Ayuntamiento y según los años. Pero, a partir de las leyes desamortizadoras, resultaba fundamental clarificar esos límites poco definidos. La escasa diferencia práctica entre unos y otros motivó que bienes comunales fueran vendidos como de propios, pero sobre todo dicha ambigüedad favoreció actitudes picarescas por parte de algunos Ayuntamientos para salvaguardar sus montes o, al menos, parte de ellos. Quizás esta incorrecta especificación de los derechos de propiedad actuara como freno al desarrollo económico,'" pero de lo que no cabe duda es de que dicha inseguridad jurídica permitió a las comunidades rurales mantener más terreno de carácter comunal. Los pueblos se resistieron a abandonar las prácticas tradicionales de aprovechamiento común y recurrieron a todo tipo de fórmulas para que sus montes y dehesas quedaran exentos de venta. Una de ellas consistió en presionar a sus respectivas Diputaciones, organismos encargados de librar las certificaciones. Muy a menudo las referencias para ver si un terreno era comunal o tenía algún rendimiento, plasmado en determinado líquido imponible, fueron los amillaramientos de 1850-1863. Por lo común, sin embargo, en estos documentos los bienes comunales o de propios aparecían, si es que lo estaban, de forma agregada, sin especificar terrenos concretos, por lo que a la Administración provincial le debió de resultar costoso actuar con razones fundadas. Casi siempre las solicitudes de excepción se tramitaban simultáneamente en concepto de aprovechamiento común y de dehesa boyal, por si una de las dos era denegada, argumentando que dichos terrenos constituían la base más segura para el sostenimiento del ganado del pueblo. La abundancia de solicitudes se vio favorecida por lo dilatado de los plazos, pues sucesivas leyes fueron prorrogándolos. La dehesa boyal debía guardar una proporción con el número y tipo de la cabaña local, pues se exceptuaba en tanto sostenía gratuitamente a los animales

187. Vid. Pedro TEDDE (1994), «Cambio económico y cambio institucional en la España del siglo XIX., Revista de Historia Económica, XII/3, pp. 525-538.

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de labor del municipio. Pero hasta 1888 no se delimitaron unos criterios concretos de excepción. Por lo demás, las solicitudes de excepción se paralizaban con frecuencia y los expedientes se eternizaban, aunque al menos mientras no se resolviera en uno u otro sentido los terrenos comunales no podían sacarse a subasta. En otro orden de cosas, tampoco faltaron denuncias de Hacienda esgrimiendo ausencia de especies dignas de ser exceptuadas en los montes de ciertos municipios. El hecho de que aumentaran notablemente las superficies de pino, roble y haya en 1862 (ya lo vimos en el cuadro 3) con respecto a 1859 es ya un indicio claro para sospechar irregularidades. Aún existían otros procedimientos para defraudar a la Administración forestal. La enajenación de disfrutes solía llevarse a cabo durante el tercio final del XIX con arreglo a las siguientes prescripciones legales: se ingresaba el 5% del importe de los remates —más tarde, el 10%— en la sucursal de la Caja de Depósitos y esta cantidad iba destinada, al menos en teoría, a realizar mejoras. No sucedía lo mismo con los aprovechamientos adjudicados a los pueblos por el precio de tasación, pues, a pesar de los esfuerzos que el Distrito dice realizar, los Ayuntamientos «no se atemperan a las disposiciones vigentes» y sólo un contado número de ellos verificaba el ingreso. No hace falta insistir en la connivencia de las autoridades locales en estos fraudes. Sin embargo, a partir de comienzos del siglo XX, se observa un pago casi generalizado del 10% por los pastos de uso vecinal, claro reflejo de que la Administración forestal iba ganando algunas batallas. De la misma manera, aunque el volumen de fraudes todavía fuese alto, las denuncias sí se cobraban a comienzos de siglo: las cometidas en los montes oscenses por pastoreo abusivo, «aunque con gran trabajo, se han hecho efectivas, en su mayoría». La reforma agraria liberal ocasionaba trastornos muy significativos en las comunidades rurales y éstas, lógicamente, protestaron contra la venta de montes y el abandono de las prácticas tradicionales de aprovechamiento común, utilizando en un primer momento cartas y argumentos escritos para decantarse más tarde por medidas, en muchos casos, más efectivas. Todavía a finales de siglo, uno de los puntos incluidos en las campañas electorales de Costa por el Altoaragón continuaba siendo la suspensión inmediata de las ventas de montes y bienes de propios de los pueblos. A juicio de D. Joaquín, había que poner coto a estos excesos promovidos por la desamortización civil. Pero las solicitudes de excepción de ventas, cuyos trámites se prolongaban mientras el aprovechamiento vecinal proseguía, no fueron los únicos medios de defensa de la propiedad vecinal utilizados.

BIBLIOTECA AZLOR INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES HUESCA

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OBSTÁCULOS A LA INDIVIDUALIZACIÓN: COMPRAS COLECTIVAS, SUBASTAS DESIERTAS, REPARTOS

Aun aceptando el meritorio y voluntarioso papel de algunos integrantes del Cuerpo, no parece oportuno identificar a todos los ingenieros de Montes con ese apostolado forestal que propagara la necesidad ineludible del respeto a los árboles. A esta visión complaciente de los ingenieros han contribuido, además de estudios relativamente recientes, la labor de autoexaltación desplegada por los propios forestales a través de sus medios de expresión (Revista de Montes, Revista Forestal, Económica y Agrícola, Montes e Industrias...)."8 El papel de los ingenieros forestales en la conservación del monte debe colocarse en sus justos términos, teniendo también en cuenta el cúmulo de resistencias ofrecidas por las comunidades rurales para conservar los espacios forestales y el simple hecho de que, una vez enajenados los más selectos, muchos montes no se vendieron porque no encontraron interesados. Otra cosa muy distinta es que los ingenieros argumentaran hasta la saciedad en favor de la defensa del patrimonio forestal por razones de rentabilidad económica, por motivaciones ecológicas o simplemente porque en ello les iba la razón de ser de su propio oficio. Como ya hemos anticipado, no todo lo enajenable se vendió realmente: en algunos montes resultaron inútiles todas las intentonas para venderlos, pues nadie remataba las subastas; otros, declarados enajenables en 1862, ni siquiera se anunciaron en subasta. No hubo una desintegración total del patrimonio concejil, sobre todo en las zonas de montaña. Según Comas y Pujadas (1985), el 96,8% y el 95,1% de las tierras de los valles de Ansó y Hecho eran todavía comunales en 1945. En esta misma línea, Daumas (1976) indicaba ya para las tierras altas de Sobrarbe y Ribagorza que el 76% de su superficie era de propiedad pública o pertenecía a sociedades de vecinos en fecha tan avanzada como

188. A esta labor de «autobombo» se refiere para La Rioja con suficiente claridad José Ramón MORENO (1992 y 1994). En opinión del Distrito Forestal de Huesca, los vecinos no querían cambiar la situación de los montes por una única razón: «tratar de mantener tales desigualdades por convenir asi á unos pocos que son los más acomodados en perjuicio de los intereses de la comunidad», AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan de aprovechamiento forestal de Huesca, 1875-1876.

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/962. Persistieron, por tanto, fórmulas comunitarias y servicios municipalizados durante todo el período que nos' ocupa. Se mantuvo, sobre todo, en la montaña, un importante porcentaje de superficie colectiva, consecuencia «de una sólida organización de comunidades. pastoriles».189 Aún hoy, cerca del 90% de la superficie municipal es colectiva Cede propios») en los altos valles pirenaicos orientales. Y falta encontrar las causas que estaban detrás de estas circunstancias; probablemente una de ellas pudo ser la capacidad de presión de las comunidades rurales para preservar sus terrenos utilizando distintas armas y argucias, desde el conflicto abierto a otras «formas cotidianas de resistencia campesina». No todo fueron fracasos. Algunas tierras desamortizadas y declaradas en venta no se remataron nunca. La cantidad de derechos de paso, de leñas o de pastos que se habían disfrutado —y, en buena medida, seguían disfrutándose— en estas fincas hacían que : nadie se decidiera tt adquirirlas:1" Otras veces se crearon Sociedades de Vecinos que, una vez agotadas, las posibilidades de excepción, intervinieron en el proceso enajenados de los montes para evitar así que cayesen, en manos foráneas con el consiguiente perjuicio para la comarca. Un representante de la comunidad acudía en nombre de ésta a la subasta y, si lograba rematar la finca, asociaba al resto de los vecinos mediante escritura pública para quecompartieran la propiedad: 'Pór medio de compras colectivas,'" las comunidades rurales acordaban adquirir a bajo precie los lotes más ventajosos. Evitaban así la acción-de los especuladores, que luego revendían muy caro. En muchos municipios pirenaicos y prepirenaicos se mantuvieron diversas modalidades de propiedad colectiva (municipal, de sociedades de vecinos con cláusulas variadas), que dotaron de personalidad propia a cada valle; aprovechaban vecinahnente los pastos y solían subastar la madera al mejor postor. Lo recaudado se repartía entre los vecinos, aunque a veces no todos recibieran el mismo porcentaje. El caso del monte. La Cunarda de Colungo, en pleno Somontano de Barbastro, ilustra bien cómo se desarrollaba el proceso.

189. M. DAUMAS (1976), p. 263. 190. A veces sucedió lo mismo con los aprovechamientos, sobre todo con las leñas: allí donde las subastas de productos quedaban desiertas, «por no tener valor mercantil en los pueblos», la Administración se vio forzada en ocasiones a ceder lotes de aquellos productos a los vecinos, previo el`único pago del 10% de su tasación, es decir, se convertían en aprovechamientos vecinales. A cambio los vecinos cocítraían la obligación de efectuar limpias «quitando elementos favorables al desarrollo de plagas de insectus y que sirven de-focos de infección de diversos hongos, mullendo el suelo para favorecer la germinación de la semilla caída de los árboles padres», AGA, 1924, leg. 2.866. 191._ Joaquín COSTA, en abierta defensa de los bienes comunales (Colectivismo agrario en España, Zaragoza, 1983; ed., 1915), recuerda que en muchos casos las comunidades lograron mantener los regímenes colectivos con esta fórmula: además de hacer todos los esfuerzos por incluir los montes en el Catálogo de exceptuados, «otras veces (al menos en Aragón) lo han comprado y, no obstante revestir ante la ley carácter de propiedad privada, continúa de hecho bajo el régimen de la mancomunidad como si todavía fuese propiedad concejil», vid. t. II, p. 123.

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En febrero de 1866 se constituyó en Colungo una comunidad de bienes res< pesto del monte La Ctinarda., que perteneció a lós propios de Ictio pueblo. La escritura es análoga en el fondo y en la forma a muchas otras otorgadas a raíz de la desamortización; por ella, como señala en un dictamen posterior —de 1927— el abogado oscense Lorenzo Vidal, «los vecinos singulares de cada pueblo adquirían la propiedad particular de predios que pertenecieron a la municipalidad» para evitar que estos terrenos pasaran a manos extrañas. El monte en cuestión fue sacado en pública subasta y rematado en la cantidad de 50.000 reales de vellón pagaderos en diez años por José Ballabriga, habitante de Fornillos, quien cedió sus derechos a cuatro vecinos de Colungo por el mismo precio."' A su vez, estos cuatro, de las familias más acomodadas del pueblo (Ramón Albás, Francisco Mur, Manuel Subías y Joaquín Laspuertas), dieron participación en el dominio del expresado monte a 73 vecinos más. Así pues, esta comunidad de vecinos, conocida como La Junta, estaba constituida por una lista de accionistas o condueños y, entre otras cosaN fijaba las acciones que a cada uno correspondían, o sea, «la proporción en que cada uno sea dueño». Los sujetos considerados en primera clase debían pagar una cuota anual de 120 reales de vellón; los de segunda, de 80 reales, y los de tercera clase, de 40 reales. El número de cabezas que se podía introducir en el monte se prorrateaba entre los accionistas. Así, el ganado que cada uno estaba autorizado a llevar estaba en función de la cantidad que hubiera desembolsado para la progresiva adquisición de ta finca al Estado. También debían prorratearse la cantidad en que se• calculara la contribución y cualquier otro gasto de guardería. El que no pagara podía ser expulsado de la comunidad, según precepto recogido en la,escritura. Ningún copropietario quedaba facultado para vender, empeñar o enajenar de cualquier otra manera la parte de dominio que le correspondía. Sólo podía ser transmitida por herencia."' El monte, en suma, debía permanecer indiviso. Si algún «accionista» dejara de ser contribuyente de inmuebles por no tener riqueza sujeta a dicho pago perdería el derecho a usufructuar el monte, en beneficio de los demás copropietarios, que verían su parte acrecentada. No obstante, si volvía a ser contribuyente recuperaba el derecho. La Junta podía disolverse en cualquier momento por virtud de lo dispuesto en el artículo 400 del Código Civil, siempre que todos pidiesen la división del monte. Junto a las compras colectivas, otra modalidad de resistencia pasiva ante las intenciones individualizacloras de la Administración fueron las subastas desiertas o con notables rebajas en su tasación inicial. Esta ausencia de licitadores debe

192. Vid. Escritura de venta judicial otorgada por don Pedro Félix Medrano, juez de primera instancia de k ciudad y partido de Huesca, el 7-12-1872. También está señalado en et Registro de la Propiedad de Barbastro, f. 122 del segundo suplemento al lib. 29 de traslación de dominio de Fincas Rústicas (27-12-1872). La escritura se inscribió rápidamente en el Registro de la Propiedad de Barbastro pues de otra manera no sería admitida en los juzgados ni tribunales ordinarios. 193. Cuando fueran dos o más los herederos testamentarios, todos tendrían derecho a iguales participaciones, en su clase correspondiente, con tal de que habitaran en Colungo.

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entenderse en muchas ocasiones porque los hipotéticos rematantes querían evitar todo pleito con las comunidades rurales. Otras veces los ganaderos locales acordaban dejar desiertas las subastas de pastos para beneficiarse a lo largo del año de los mismos de forma fraudulenta. Y no faltaron tampoco casos en que quedaban desiertas pero después las ejecutaba el Ayuntamiento de forma más o menos abusiva. Bien podemos concluir afirmando que los ganaderos locales no estaban tan en contra del sistema de subastas; mejor sería decir que se mostraban contrarios a las que no controlaban. Los repartos, casi siempre tendentes a convertir montes en tierras de labor, constituían otro recurso utilizado por los poderes locales para apaciguar tensiones en los momentos más conflictivos o en las coyunturas económicas más difíciles para los vecinos. Venían presididos por una reglamentación estricta a fin de que las tierras no terminaran al poco tiempo en manos de los más pudientes. Se buscaba con ellos una generalización de la propiedad que paliara, al menos parcialmente, los desequilibrios existentes, aunque las autoridades locales y provinciales se cuidaran muy mucho de distinguir estos repartos de los proyectos socialistas. En aquellos casos en que se produjeron repartos en montes y dehesas, lo mejor es recurrir a información de base municipal, entre otras razones porque durante las décadas centrales del XIX la documentación oficial casi nunca los consideró como un hecho consumado. De entre los distintos repartos localizados en la provincia, un buen ejemplo puede ser el practicado en Ballobar hacia 1925. En el monte Cuartos del Marqués, de Ballobar, considerado en los Catálogos como de aprovechamiento común, los pastos estaban repartidos entre los vecinos con arreglo a la ley municipal, «por no ser susceptible de aprovechamiento por partes iguales entre todos los vecinos». Seguramente otros condicionantes influyeron en este reparto, no en vano durante los años veinte el monte todavía estaba en litigio entre el Ayuntamiento y el conde de Ballobar.794 Éste pretendía obligar al municipio a que le vendiera sus derechos para «hacerse con la propiedad absoluta, con el carácter de dueño, siendo asi que nunca ha tenido ni tiene otros derechos que el disfrute de los pastos de invierno, segun consta en el Registro de la Propiedad [antigua Contaduría de Hipotecas] de este partido»."5 El pleito mantenido con el conde espoleó los repartos, esta vez para roturar, pues constituían una dificultad añadida para que el conde de Ballobar pudiera recuperar los terrenos en el supuesto de que saliera bien parado de los tribunales. Ahorra bastantes comentarios ver cómo

194. En realidad, durante la década de 1920 no se sabía muy bien si «Cuartos del Marqués» era monte público o no. Una real orden de 30 de julio de 1923 ordenó que quedase en suspenso la ejecución del aprovechamiento por tratarse de un monte no incluido en Catálogo y sí de propiedad particular, perteneciente al conde de Ballobar. Posteriormente, por real orden de 21 de diciembre siguiente, se dispuso que el predio tenía carácter de monte público. 195. AHPH, Secc. Distrito Forestal, Cuestionarios sobre los montes, 1921-1928 (caja 896).

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se lo contaba el alcalde de Ballobar al presidente del Directorio Militar en noviembre de 1923: [...] hace de tres á cuatro años que estamos en litijio con Don Plácido Lacierba (Conde de Ballobar), becino de Zaragoza, sobre unos derechos que tiene en este monte de Ballobar, que nada mas son pastos de himbierno. Dicho Sr. quiere hacerse dueño de este monte por medio de sus hinfluencias. Pero la mayoria de los becinos nos oponemos por que tenemos mas derechos que dicho Sr. Y ante todo ay en este pueblo seis ó siete ganaderos que an echo de este monte lo que ellos an querido y an hecho una gran fortuna paciendolo con sus rrebaños. Y aora el Pueblo bajo lo hemos rroturado por que lo necesitamos para vivir. Y en conciencia creemos que tenemos mas derecho á vivir las personas que el ganado. Sr este pueblo tiene muy buenos suelos y bien administrado se puede dar un buen continjente al Estado mientras que ese continjente se lo hechan al bolsillo esos ganaderos antes citados. Aora mismo tenemos los ajentes de contribucion y consumos y el 50 por 100 no podemos pagar por que nos han proibido trabajar en nuestros ogares y toda la Jobentud se an marchado á ganar la vida para ellos y para nosotros.'" El caso de Ballobar no fue un hecho aislado. Por las mismas fechas, la dehesa boyal de Plasencia del Monte estaba dividida en 86 parcelas, roturadas y distribuidas para igual número de vecinos. Dadas las reducidas dimensiones de las mismas, la división del comunal no planteó problemas a los mayores propietarios: una vez hecho el reparto, no seguía resultándoles difícil reclutar personal para el cultivo de sus campos. El trasfondo de estos repartos se entiende mejor si los analizamos como parte integrante de las campañas de difusión de la pequeña explotación, con la condición de que se garantizara el mantenimiento de la propiedad privada y la defensa a rajatabla del orden social y de la estructura clasista imperante.

196. La carta en AGA, 1923, leg. 2.866.

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CONFLICTIVIDAD COTIDIANA Y PROTESTA-DELITO: EL PINAR DE ALQUÉZAR, LOS MONTES DEL «ABANDONADO» LANUZA Y LA IGNORANCIA FINGIDA DE LOS VECINOS DE BENABARRE

Las rígidas normas de uso del monte, impuestas por los agentes forestales, no fueron aceptadas calladamente por el vecindario de los pueblos. Los complicados reglamentos y la imposición de multas se consideraron casi siempre una violación del tradicional derecho a la subsistencia. De ahí que una endémica conflictividad social se prolongue durante varias décadas. «Daños sin cuento vienen cometiéndose», se escribía en 1875, y «con especialidad desde la época revolucionaria, en los montes públicos de la provincia». Hasta el punto de que algunos propietarios particulares de Guara y otras sierras exteriores no querían que se cazaran los lobos de sus bosques, entendidos como única defensa contra el ganado ajeno. Muchos pequeños municipios mostraron una importante capacidad de defensa frente a las presiones legales y a menudo acompañaron su eficiencia ante los tribunales con un cúmulo de acciones conflictivas sobre los montes y dehesas objeto de controversia, para que la fuerza de los hechos inclinara a su favor los intereses en litigio. En particular, la lucha por el control de los pastos, de la madera y de la leña constituyó un motivo frecuente de conflictividad social entre los vecinos y la Administración forestal. La dimensión conflictiva en la evolución del monte público debe ocupar, por tanto, un papel central. Muchas veces se trataba de un enfrentamiento soterrado pero permanente, disperso pero cotidiano, poco espectacular pero muy efectivo, por reivindicaciones concretas, difíciles de integrar en un proyecto político de carácter general.'97 La percepción que de la autoridad forestal tenían las comunidades rurales dependía también de las diferencias de fortuna e instrucción. Y, en este sentido, la ausencia de reacción aparente o la indiferencia no deben ser subestimadas en el análisis de una mentalidad.

197. En línea con lo planteado por James SCOTT (1985), Weapons of the weak. Evetyday forms of peasant resistance, Yale University Press, Wesford.

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Toda esta conflictividad campesina redundó con frecuencia en distintas formas de «atentados contra la propiedad», ya fuera ésta privada o pública; bajo esta expresión se englobaban muy distintos comportamientos y actividades delictivas, desde los más elementales (hurtos de leña, de frutos) hasta aquéllos algo más premeditados, como la ocupación de fincas. Todas estas formas de actuación atacaban a los más sagrados principios del ordenamiento liberal-burgués: la propiedad privada y el principio de autoridad. Suele tratarse de ejemplos de conflictividad no abierta, por medio de la cual los vecinos intentaron acrecentar clandestinamente su parte de producto extraído de los montes; de manifestaciones de disidencia social que en sí mismas no hacían peligrar el sistema establecido con proyectos alternativos pero sí ponían en tela de juicio algunos de sus fundamentos básicos. Los ataques contra la propiedad se manifestaron, casi siempre, más que en un único hecho delictivo, en una concatenación de ilegalidades, circunstancia que debería sesgar al alza todas las fuentes estadísticas que manejemos. Por ejemplo, era frecuente en los terrenos de media montaña (sierra de Guara, Benabarre, Graus) que con posterioridad al atentado se incendiara el monte para hacer desaparecer las pruebas de culpabilidad. Además, muchas de estas irregularidades se arreglaban antes de la llegada del guardia por acuerdos entre sus habitantes, haciendo justicia por ellos mismos. Y las estadísticas ignoran esta parte tan significativa de la conflictividad social; como también pasan por alto algunas manifestaciones de protesta difusa que raramente formaron parte de estos «termómetros» del enfrentamiento. La elevada cuantía de los delitos forestales, según atestiguan las fuentes, permite afirmar que la nueva reglamentación, más que trastocar en profundidad los comportamientos de los vecinos con respecto al monte, se convirtió en una amenaza a un derecho que consideraban adquirido. Las razones que empujaban a

Denuncias por infracciones forestales impuestas por la Guardia Civil en la provincia de Huesca, 1878-1907.

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Fuente: Ministerio de Fomento, Gaceta de Madrid, 1878-1907.

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LAS RESPUESTAS VECINALES A LA INTROMISIÓN ESTATAL

Denuncias por extracción de frutos y roturaciones impuestas por la Guardia Civil en la provincia de Huesca, 1878-1907.

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N o cc. cl LO cc 00 0 o o co co cc cc 0 0. e-1

Fuente: Ministerio de Fomento, Gaceta de Madrid, 1878-1907.

Denuncias por hurto de madera y corta de árboles impuestas por la Guardia Civil en la provincia de Zaragoza, 1878-1907.

1.000 800

—0—

Hurtos de madera y leña Corta de árboles y leña

600 400 200

o I' 6. 0 cO. •C'. 0 col 00 CC CO CO 0, O". CO CO CO CC CC 00 CO CO

1C

CO. "..O

Fuente: Ministerio de Fomento, Gaceta de Madrid, 1878-1907.

transgredir las normas quizás no fueran las mismas en todo el periodo abordado. Por ejemplo, la elevada proliferación de delitos en la primera década de nuestro estudio (1878-1889) puede ser entendida en el contexto de unos usos todavía mal definidos, por la inseguridad que en este tema reinaba o por el sentido de la propiedad existente entre la población. La crisis de fin de siglo también pesó lo suyo, como se aprecia en los gráficos anteriores. Teniendo en cuenta su precaria situación financiera, la lluvia de multas debió de convertirse en algo catas-

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Cuadro 36. Cabezas de ganado denunciadas por la Guardia Civil-por pastar sin autorización en la provincia de Huesca, según las especies, de 1878 a 1907.

Lanar 1878-1880 1881-1883 1884-1886 1887-1889 1890-1892 1893-1895 1896-1898 18994901 1902-1904 1905-1907

60.769 28.754 38.570 75.034 16.678 35.392 20.153 19.940 23.245 27.633

Cabrío 7.617 4.880 7.820 11.330 2.258 2.645 2.821 3.753 3.097 3.164

Vacuno

Cerda

Caballar

Mular

Asnal

811 950 1.218 2.080 390 497 367 871 844 710

15 2 114 10 5 9 19 O 19 32

37 58 67 122 98 27 1 55 130 123'

234 35 54 291 78 157 52 192 358 55

152 103 79 167 52 56 36 100 90 62

Fuente: Estadillos de denuncias de la Guardia Civil; Gaceta de. Madrid. De los 30'años que componen este cuadro faltan de contabilizar los datos correspondientes a tres meses de 1886, un mes de 1892, otro de 1893, tres de 1895 y cuatro meses de 1901.

trófico para muchas economías familiares. Claro que muchas sanciones quedaron sin pagar, por lo menos íntegramente. Parece existir cierta unanimidad' en; que estas denuncias de la Guardia Civil insertas en la Gaceta de Madrid constituyen una fuente con un buen nivel de agregación, pero poco válida si analizamos particularizaclamente cada provincia o comarca, pues no ofrece información sobre el monte donde se perpetra la infracción ni aporta dato alguno sobre los delincuentes. Por lo demás, tiene otra pega adicional: aunque en las relaciones mensuales decían consignarse las denuncias por hurto de madera y leña; roturaciones, robo de frutos o pastoreo ilegal, la realidad es que no todas las infracciones se captaban con idéntica precisión pues las denuncias están mayoritariamente referidas a pastoreo de ganado sin autorización, dejando más al margen el resto de transgresiones. Es probable que se tratara de una indicación de los ingenieros forestales sobre qué delitos perseguir, pero lo cierto es que esta circunstancia invalida parcialmente la fuente o, por lo menos, hace recomendable su tratamiento conjunto con documentación de carácter judicial."$ El Distrito Forestal reconocía en sus Estadísticas de producción que en 1931 más de 25.000 cabezas de ganado habían entrado fraudulentamente a los pastos de la provincia. En realidad, eran bastantes más, pues, aparte de los casos en que

198. Para la provincia de Huesca, además de la información localizable en archivos municipales, resulta de notable importancia la documentación del Distrito Forestal de Huesca: AHPH, Denuncias en montes de utilidad pública (1850-1952, monte por monte), cajas 690-830, y Denuncias en fincas particulares (1861-1960), cajas 868-877.

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nunca se descubrieron las infracciones, otras veces se ultimaban administrativamente los- expedientes de denuncia, pero buen número de ellas quédaron en las sombras del olvido. Ese mismo año de 1931, Huesca y Zaragoza eran dos de las tres provincias españolas donde más multas se habían impuesto por infracciones forestales, incluyendo tanto las que se habían hecho efectivas (y el dinero recaudado: 18.076 pesetas en Huesca) como las que todavía estaban pendientes de cobro (8.108 pesetas en-Huesca). El Distrito parecía abrigar la firme convicción de que sólo castigando con la severidad prescrita en la parte penal de las ordenanzas del ramo podrían evitarse los múltiples abusos cometidos en los montes provinciales. Todas estas infracciones cumplían una doble finalidad, práctica y de reivindicación, porque permitían al campesino aprovisionarse de materiales para sus necesidades domésticas al tiempo que se protestaba contra unos propietarios, en su opinión, ilegítimos y sin ningún derecho sobre aprovechamientos tradicionalmente gratuitos. Debemos considerar, por tanto, el contenido material de la acción (su componente práctico. eliminar linderos, acabar con acotamientos, borrar las huellas de una apropiación privada del, suelo) como su vertiente simbólica (forma de mostrar su desacuerdo ante una eventual ap•ropiación). Hemos seguido año por año las denuncias que los guardas forestales efectuaron para las transgresiones acaecidas- en El Pinar de Alquézar, Colungo, Radiquero y Asque (pastoreo abusivo, robos de leña, cortas fraudulentas, pequeñas roturaciones...) entre 1852 y 1930, comparándolas con las infracciones denunciadas en Lanttza y en llenálarre. La elección de estos montes ha venido condicionada por la disponibilidad de fuentes, pero también por tratarse de varios de los espacios boscosos más importantes del Somontano, del Pirineo central y de la parte más oriental de h provincia. Las primeras- denuncias describen transgresiones de poca monta, simples actos furtivos- de escasa consideración, lo que puede denotar la finalidad principal que se perseguía. Así?, el guarda mayor de Montes del partido de Barbastro multó a Pablo Guesa, vecino de Colungo, por roturar una fanega de sembradura en el común de vecinos. Al estar la cosecha a punto de segar, el alcalde mandó a unos cuantos jornaleros a arrancar el cereal, «que produjo unas 10 fanegas». Ya en este primer caso, el guarda mayor de Montes expresaba su malestar ante el hecho de que los Ayuntamientos de la zona habían ocultado esta finca y no la mencionaban en ninguna estadística, hasta el punto de que «es la primer noticia que se ha tenido de ella». El producto de la cosecha, esas 10 fanegas y la paja, «lo compró et cura párroco- y sin duda alguna habrá entrado su importe en fondos municipales». Al año siguiente, 1853, a Antonio Ros, de Asque, se le deeomisaron veinte tablillas de roble y un madero de pino y se le impuso una multa de 36 reales de vellón.. Muchos meses más tarde, el tal Ros 'no había saldado la multa «en papel correspondiente» yy el madero se vendió- en pública subasta en favor de un vecino de Cohingo, por 48 reales, que también fueron a parar a las arcas del Ayuntamiento.

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Se descubriera o no al transgresor, los aprovechamientos fraudulentos aprehendidos se subastaban y lo que de ellos se obtenía engrosaba la hacienda local; sin embargo, el importe de las multas no redundaba para nada en beneficio de los Ayuntamientos, pues una tercera parte de su monto se destinaba «al aprensor» —en nuestro caso siempre al guardia en cuestión— v las dos terceras partes restantes se enviaban a Huesca y aprovechaban al Gobierno de la provincia.199 Es lo que sucedió con las multas impuestas a Tomás Pardina, pequeño propietario de Colungo, a quien se le ocuparon 15 arrobas de carbón que procedían de árboles cortados sin previo aviso; a Joaquín Puyuelo, «por haberlo cojido hiciendo leña bajera en los montes comunes de Asque», o a José Altemir, de Asque, por haber roturado cuatro almudes de sembradura.m) Quizás el hecho de que el importe de los decomisos realizados ingresara en las arcas municipales, mientras que de las multas los municipios no sacaban tajada alguna, pudo incidir no sólo en que gran parte de los delitos descubiertos acabaran quedando en el anonimato sino también en que salieran a la luz con mayor facilidad cortas fraudulentas de pinos, robos de leña o roturaciones y no abusos en el pastoreo, porque estos últimos sólo provocaban multas, sin que se subastaran los supuestos fraudes realizados. Esta idea parece venir corroborada por el expediente que comentamos a continuación, donde la magnitud del fraude realizado —y obviado— contrasta con las migajas denunciadas en materia de robo de leñas o roturaciones y la minuciosidad con que se diligenciaron. Un propietario forastero de Alquézar denunció ante el Distrito Forestal los «escandalosos abusos que se cometen en los montes, en los que dice se introduce mas ganado del que pueden mantener». Para certificar esta impresión hemos comprobado en el Plan de aprovechamientos que sólo estaba autoriza-

199. En 1872, H. Ruiz AMADO se quejaba incluso de que el valor de los productos de cortas fraudulentas se aplicara a gastos de oficina de la secretaría del Gobierno, «como se venia practicando en la de Huesca». En su opinión, debía entregarse al Juzgado correspondiente para que le diera el destino procedente. Vid. p. 1.170. 200. Hubo bastantes más denuncias por abusos en El Pinar durante la década de 1850. Sin ánimo de ser exhaustivos, merece resaltarse la multa impuesta en 1852 a José Fornillos y su criado por estar pastando 30 cabezas de ganado lanar y tres de asnal «en el vedado monte común del lugar de Asque». Los denunció el guarda mayor de Montes, pero del sumario incoado se deduce que fueron absueltos por el regidor síndico del Ayuntamiento de Alquézar. En la multa impuesta a Vicente Santolaria (1854) por extraer ocho cargas de leña, el alcalde de Colungo se esforzaba por quitarle hierro al asunto y el guarda mayor no se conformaba con la sentencia. Otra constante de los expedientes revisados es que los vecinos responsables de los hurtos alegaban con frecuencia que los robos o las quemas las hacían los hijos, como este vecino de Colungo («que la leña la hizo un hijo suyo de once años como igualmente la quema»). Por encima de estas denuncias, hemos encontrado indicios de otros actos que no recibieron sanción alguna. Por ejemplo. varios vecinos de Colungo que «se llaman dueños y posehedores de algunos trozos yermos de terreno de bastante consideracion, y se aprovechan de las leñas que producen, sin titulos que justifiquen su propiedad ni posesion», tan sólo recibieron advertencias de que debían reintegrar al patrimonio común los terrenos mencionados, que por lo demás tampoco constaban como encatastrados.

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Obras en el torrente Cargates, para evitar los riesgos de aludes y torrenteras que amenazaban a la estación de Canfranc, hacia 1912. (Sexta División Hidrológico-Forestal. Sección la, cuenca del Aragón. Fototipia de Hauser y Menet. Madrid)

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da la entrada en los montes de Alquézar y sus aldeas de 512 cabezas de lanar y 85 de cabrío. Cuando el perito agrónomo se pone a contar ganado, se encuentra con un exceso de 866 ovejas y 794 cabras, introducidas a los pastos sin autorización, y ello sin tener presente que el recuento tuvo lugar en verano y parte de la cabaña se hallaba en los pastos altos del Pirineo. En suma, un número de cabezas entre tres y cuatro veces más del permitido pastaba sobre terrenos comunes de la jurisdicción de Alquézar hacia 1865. Los pastores, lógicamente, intentaron distorsionar en lo posible las dimensiones del fraude y se ampararon en que «corrian con las ovejas indistintamente terrenos comunes y de particulares». A pesar de tratarse de pueblos pequeños, la Administración forestal no pudo aclarar culpabilidades."' La comunidad se valía de un sistema de resolución de conflictos paralelo a la justicia formal. Ninguno de los declarantes concretó el número de cabezas que poseía cada vecino, «atendido el tiempo transcurrido y la alta y baja que se experimenta en esta clase de riqueza, mayormente en este país». Nadie sabía nada e incluso algunos vecinos dudaban de «que hubiera semejante exceso». En principio se estipuló una multa de un real por cabeza de ganado introducida fraudulentamente, pero con posterioridad, ante el cúmulo de dificultades presentadas para verificar autorías, el asunto se zanjó a plena satisfacción de los vecinos, pues «el mucho tiempo transcurrido desde la denuncia no permite fijar ya la cuantia de la responsabilidad y hace oportuna la declaracion de darse por terminado el expediente». Los hábitos de uso se convirtieron en fuerza de derecho. Constituye, por tanto, un ejemplo claro de resistencia de la comunidad rural saldado en favor de sus intereses. Y no fue el único, porque en muchas de las cortas de pinos realizadas entre 1860 y 1875 no fueron capaces las autoridades forestales de descubrir a los autores. Los Ayuntamientos argumentaban que las averiguaciones eran difíciles «por haberse egecutado la corta de noche» ,202 pero el Distrito Forestal llamaba la atención sobre que su ignorancia se debía «á la poca vigilancia que ejerce el Ayuntamiento encargado de velar por la conservación de los montes». Algo parecido sucedió con las roturaciones de rapiña practicadas en Calbera (Benabarre) durante 1869. Al sobreguarda del partido no se le prestó el auxilio solicitado para formar las oportunas diligencias sobre roturaciones: «Despues de tres días he tenido que salir de dicho pueblo sin informar del Espediente por falta de auxilios». En 1870 continuaron las roturaciones y en 1904-1905 era el lugar del municipio donde más patatas se sembraban.

201. Los tribunales de justicia rehuían con frecuencia el conocimiento de los daños cometidos en los montes públicos y, «cuando han entendido en ellos, raras veces han resultado condenados sus autores, sin duda por falta de pruebas más difíciles de reunir por la vía judicial que por la gubernativa.. Revista Forestal, Económica y Agrícola (1869), II, p. 280. 202. Las multas eran más gravosas si las infracciones se cometían de noche. Para el expediente de denuncias del monte de Benabarre, AHPH, Seca. Montes, caja 691.

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De vuelta nuevamente al ejemplo de El Pinar de Alquézar, notaremos que, a tenor de los expedientes conservados, las cortas fraudulentas adquirieron progresivamente mayores dimensiones, lo que respondía probablemente a estímulos de mercado. En 1905 se registró una corta «clandestina» en El Pinar de nada menos que 1.085 árboles. Se trataba de árboles de 4 a 6 metros de altura, que se cortaron y extrajeron en un espacio de tiempo de un año, «y de ellos unos 250 recientemente». Los daños y perjuicios se calcularon en 5.425 pesetas, una cantidad más que respetable para la época. Las diligencias para identificar autorías tampoco dieron resultado alguno. La Administración forestal, todo lo más, observó que, por las huellas de los arrastres, los troncos fueron conducidos casi en su totalidad a los pueblos de Asque y Lecina, «siendo de presumir fueran los vecinos de estos dos pueblos los autores de la corta». Al cabo de los meses acabaron por hallarse 194 troncos de pino colocados en las obras de varios vecinos. Del resto, ni rastro. No hubo lugar a sanción. Al año siguiente, un incendio «promovido» convirtió unos 8.000 árboles en pasto de las llamas: 3.000 de ellos se quemaron en una superficie de menos de cuatro hectáreas y otros 5.000 más, «entre repoblado joven y de mayores dimensiones», fueron destruidos casi por completo.2" Da idea de que el incendio fue provocado el hecho de que los vecinos, si bien vieron salir humo, «no acudieron al lugar del siniestro por no dejar el ganado solo». El recurso periódico al incendio servía en la provincia para que los rebaños aprovechasen más cómodamente los pastos y hubiese motivo oficial para subastar leñas y maderas (o para entregarlas como aprovechamiento vecinal). Para evitar incendios, rematantes y usuarios, obreros y pastores no podían encender fuego «fuera de las chozas y talleres» y sólo en hoyos convenientemente dispuestos. Además, para acabar con otra de las posibles causas que los motivaban, no debían subastarse los productos maderables o leñosos procedentes de los incendios, pero era ésta una costumbre todavía no erradicada a comienzos de siglo. Por lo general, la Administración procuraba desde luego aprovechar los restos del incendio, no solamente para evitar la pérdida de los productos dañados sino también «como medida de policía sanitaria». Además, enajenaba estos restos con gran rebaja en los precios, como consecuencia de la depreciación de la madera procedente de los árboles calcinados por el fuego. Para mayor rapidez en la ejecución del disfrute, la Administración autorizaba que éste se realizara como aprovechamiento extraordinario, es decir, sin aguardar a incluirlo en los Planes provisionales. Tampoco había limitaciones especiales a las subastas. En estas

203. El otro periodo negro para los montes de la comarca, siempre refiriéndonos a incendios provocados, fue el de los años de posguerra. Así, en 1950 se quemaron varios cientos de encinas en Adahuesca y más de 5 hectáreas de boj. Los daños se valoraron en 25.000 pesetas, muy por debajo de los reales. En el informe sobre la economía de la provincia de 1962 se escribe que, exceptuada la zona de pastizales alpinos, todos los demás de la provincia se encontraban en estado más o menos degradado «como consecuencia del mal uso, destacando el sobrepastoreo e incendios».

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condiciones, no ha de sorprender en exceso que los autores de los siniestros vieran en muchos casos satisfechos sus propósitos. Un pequeño registro de incendios nos informa de que, sólo en 1850, fueron pasto del fuego montes de Jaca, Alcubierre, Lanaja, Satué, Sallent, Ayerbe, Agüero, Sarsamarcuello... En Fraga, en el día de hoy han pegado fuego al monte llamado Vedado perteneciente a los comunes de Fraga, la extensión de la quema será como de ocho cahizadas, con algunos pinos, sin que hasta ahora se sepa quienes sean los perpetradores del incendio.'"

El incendio constituía una de las formas delictivas más clásicas en el medio rural, que muy a menudo afectó a montes y comunales de la provincia. Permitía al transgresor refugiarse en el anonimato y confundir fácilmente el componente delictivo del incendio provocado con el azar que formaba parte de la quema accidental de rastrojeras o de las circunstancias atmosféricas. En la provincia, pocas veces se llegó al fondo de esclarecer las responsabilidades personales. Por más que muchas veces resultara difícil realizar pesquisas, debemos profundizar en quiénes eran los protagonistas de estos altercados: ¿fueron más los delitos hijos de la desposesión, consecuencia de la desaparición de fuentes tradicionales de subsistencia, o los delitos de la prosperidad, en busca del beneficio mercantil? Para descubrir la extracción social de quienes estaban detrás de los tumultos y atentados contra la propiedad, debemos emprender una labor de caracterización socioprofesional de los encartados. A pesar de que las fuentes hemerográficas suelen descender al detalle al describir algunos de estos episodios conflictivos que giraban alrededor de montes y comunales, raramente nos permiten recabar información sobre los protagonistas concretos diferenciando internamente el concepto monolítico de «campesinado». Más bien, como indica Sánchez Marroyo, suelen inclinarse por términos ambiguos y generalizadores (ma- sas, turbas), sin individualizar grupos concretos, aunque «esta información que en principio puede parecer que aporta pocas luces, confirma una apreciación (el protagonismo de los grupos sociales bajos)».2" Por eso, para determinar con mayor exhaustividad los distintos sectores sociales que participan en estos altercados se hace ineludible el recurso a las fuentes del ámbito jurídico. Siempre que ha sido factible, hemos consultado el expediente completo de cada proceso (civil o criminal), pero a veces una ojeada a las sentencias suplió con solvencia la no localización del proceso concreto, pues en ellas se acostumbraba a identificar a los culpables por su nombre, vecindad, estado civil, edad y profesión. Avanzando en esta línea argumental, la estrategia metodológica consistió en conectar esta información nominal con los catastros y censos, cruzando ambas bases de datos. El ejemplo de una denuncia presentada en 1907 por pastoreo abusivo contra varios vecinos de Asque nos servirá para ver que no todo el mundo defraudaba en la misma proporción.

204. AHPH, Secc. Distrito Forestal, lib. 177. 205. Fernando SÁNCHEZ MARROYO (1992a), p. 83.

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Cuadro 31. Relación de ganado que entra fraudulentamente en el monte de Asque, según sus propietarios (1907). Nombre Antonio Ubiergo Joaquín Vilillas Miguel Albás José Berges Antonio Fumanal Sub Eustaquio Torres Agustín Cuello Mariano Coscujuela Joaquín Fumanal José Macenta Miguel Oresanz Gregorio Salinas Antonio Altemir Blas Loriente Antonio Loriente Antonio Urfanes Antonio Fumanal Pelegrín

Caracterización

Cabrío*

Lanar*

P M M P P P I P P M I M M P P M GR

4 10 6 4 1 — 3 4 — 12 2 10 6 3 5 — 54

6 17 14 7 9 10 4 5 9 13 — 10 6 5 5 10 58

Multa (en pts.) 2,60 6,70 4,40 2,70 1,40 1,00 1,90 2,50 0,90 7,30 1,00 6,00 3,60 2,00 3,00 1,00 32,80

*, número de cabezas que entró fraudulentamente al monte; I, ínfimo propietario; P. pequeño propietario; M, mediano propietario; GR, gran propietario.

Fuente: AHPH, Secc. Distrito Forestal, caja 690.

Como vemos, a pesar de que los pobres no fueron los únicos responsables de los atentados contra propiedades públicas, muchos delitos sí se vieron estimulados por la pobreza: mal que bien, había que comer todos los días, había que atender necesidades familiares ineludibles para no verse abocados a la emigración. De este modo, cuando en Benabarre se denuncia a ocho vecinos por introducir 50 cabezas de cabrío en el monte, cuando en Torla se acusa a seis aldeanos de pastorear 12 cerdos o cuando en Lanuza se cortan fraudulentamente dos o tres pinos para restaurar la vivienda, es difícil pensar en otro motivo que no sea el de subvenir a la mera subsistencia. Pero, allí donde se produjo, los pobres no firmaron las principales autorías de la degradación ecológica de los montes. Hubo también atentados, por lo general de mayores dimensiones, cuyo origen no estaba precisamente en garantizar la simple supervivencia. El elevado tamaño medio de los rebaños denunciados así parece certificarlo. En 1878 fue multado en los montes de Aneto (Benabarre) un rebaño de 725 cabezas de lanar, todas propiedad de don Nicolás Riqué, alcalde del pueblo, por pastoreo abusivo; se le rebajó la multa de 725 pesetas a 145. En 1885, fue sancionado otro rebaño con 95 vacunos, pero «como quiera que el alcalde es uno de los que tiene más número de cabezas de ganado denunciado no se interesa para cumplimentar lo ordenado»; en 1890, otro rebaño con más de 900 cabezas de lanar; en 1901, otro rebaño de 4.750 reses lanares, de las cuales

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2.660 pertenecían a un vecino y 1.600 a otro; en 1914, otras 2.600 ovejas de un solo propietario... Si de los pastos pasamos a las maderas, la dualidad de motivaciones delictivas se repite. Es cierto que en 1925 un vecino de Lanuza taló cinco pinos «para una reforma muy precisa que necesitaba en su casa» y que en 1926 —según las denuncias conservadas— otro vecino cortó seis pinos «porque tenia pura necesidad y ignoraba la pena en que ha incurrido», pero no lo es menos que los principales daños ocasionados a los montes de Lanuza fueron obra de los rematantes de madera durante la guerra civil y del ejército de guarnición acantonado en Sallent de Gallego. Así lo expresaba el alcalde del hoy abandonado pueblo de Lanuza: las fuerzas militares destacadas en la villa de Sallent han cortado totalmente un trozo de bosque de pinos sin respetar un sólo árbol y sin autorización ni conocimiento de nadie.' Por lo general, en las infracciones de mayores dimensiones o en aquellas perpetradas colectivamente entendiendo por tales las consentidas•por la comu, nidad— pocas veces se concretaron autorías. Estas sólo llegaban a conocerse cuando la infracción no era muy grande, es decir, pequeñas roturaciones marginales o robo de unas pocas cargas de leña. En este tipo de aprovechamientos fraudulentos una de las justificaciones que se utilizaba a la hora de declarar era sacar a colación las costumbres ancestrales. Basten unos pocos ejemplos que ilustren la afirmación. Sin necesidad de salir de estos montes de Radiquero, Alquézar, Colungo y Asque, observamos córner en 1908 dos vecinos de Asque fueron multados por realizar un pequeño rompimiento (apenas 21 áreas) en las lindes del monte con sus propiedades particulares. Los daños causados debieron de ser escasísimos porque ni siquiera existía matorral en este enclave del monte, pero lo que nos interesa destacar es que su declaración está repleta de fórmulas del tipo «lo habían roturado creyendo tener derecho a ello y porque lo habian visto roturar siempre excepto el año 1906 (o sea, el anterior)».207 Y, junto a las apelaciones a la tradición, el victimismo, un recurso especialmente eficaz en aquellos delitos reincidentes en que el valor de lo sustraído fuera escaso. Los mismos vecinos de Asque reconocen haber roturado en 1907 «para poder sufragar los gastos de la familia como jornaleros dependientes del campo y carecer de todo medio para el sostenimiento de la familia con motivo de que la filoxera le habia destruido la

206. AHPH, Secc. Montes, Denuncias..., caja 792. El rematante de las maderas de los montes de Lanuza, un vecino de Biescas, se quejaba de que «le hablan sustraido no menos de 60 piezas los mismos vecinos de pueblos proximos al monte». Al parecer, le robaron la madera porque hubo de suspender las operaciones de extracción «por la invasión roja sobre el proximo poblado de Biescas y ante el temor de que pudieran llegar los rojos hasta dicho monte, tuvimos que huir a través del puerto en dirección a Jaca». 207. AHPH, Secc. Distrito Forestal, Expedientes de denuncias en montes de utilidad pública, monte n° 4, 1907-1908, caja 690.

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poca viña que tenía y andar en el, triste caso de tener que emigrar á otros paises para no perecer de ambre». Testimonios como éste proliferan por doquier y el expuesto tan sólo es uno seleccionado entre los muchos que debieron de oírse en los Juzgados o en la Audiencia Provincial. Cuando los vecinos de Benabarre acusaron a los de. Senet (Lérida) de haber introducido fraudulentamente 250 cabezas de vacuno ( ¡4.000 pesetas de multa en 1879!), la justificación de los multados fue que los carlistas no habían dejado nada en el pueblo: No hubo temeridad ni mala intencion porque el guardián fue allá á pastorear sin orden de sus amos, porque este país ha sido teatro de los carlistas en la última guerra civil los cuales se enseñorearon de este pueblo que por ser situado en los Pirineos no tenian que temer á las fuerzas legítimas por cuyos motivos unos chas tenian que facilitarles bagajes otros chas raciones y sufriendo mil atropellos que si se relataran for-marian un cuadro triste, tanto es asi que bien puede decirse que á los exponentes se les dejó arruinados asi como a todo el pueblo que no llegó á doce casas.'" Otra estratagema de la que hicieron abundante uso los declarantes fue la ignorancia fingida, el aparentar no saber que estaban incurriendo en infracción. Los pastores de Colungo y Alquézar o los de los pueblos colindantes invadían linderos con un aire de acabada naturalidad, de inocencia ofendida por las suspicacias levantadas al ser denunciados. Si se trababa de cortes de leña consumados en los límites exteriores del monte público, junto al muy socorrido «no me di cuenta de que no estaba en mis tierras» (o, aún más frecuente, «en las del amo»), también se presentaban excusas más sutiles. Cuando José Fumanal Pelegrín, vecino de Asque, tala fraudulentamente cuatro pinos y el guardia los encuentra en su casa, aduce que, «como la subasta de aprovechamiento de dicho pinar liabia quedado á:favor de los vecinos de Asque, creía que dicho aprovechamiento alcanzaba á los vecinos á la corta de arbolado en corto numero y es por lo que procedio á cortar en numero de cuatro». Pocos años más tarde, Pablo Urgotechea, de Colungo, recoge clandestinamente estéreos de leña y arranca piedra del monte pero «en la creencia de que estaba en terreno de particulares fuera del monte público, que si eso hubiera creído hubiera pedido la correspondiente autorización para ello»." Todo se reducía a simple ignorancia, era sólo eso y nada más, por supuesto nada de malas intenciones, ni un ápice de premeditación y alevosía.

208. AHPH, Secc. Montes, caja 691 (1878). La denuncia constituye también un buen exponente de conflicto entre vecinos de pueblos colindantes: «Los de Aneto oyeron ruidos y vieron luces, y observando que los vecinos de Senet se llevaban el ganado, empezaron á gritar, á cuyas voces apagaron las luces; y acercandose á ellos Francisco Palacín, Jayme Pesquer y el chico de la tabernera llamado José, el amo de la casa de Güi y algunos otros los emprendieron á palos y obligaron á entrar en la Cabaña, quedando en la puerta varios de ellos con un palo diciendo que tenia pena de la vida el que saliese para ver quien se llevaba el ganado y que si alguno decia que ellos habian estado allá para llevarse el ganado, donde lo encontraran habia de morir». 209. AHPH, Secc. Distrito Forestal, Expedientes..., monte n 4, 1919-1920 y 1929-1930, caja 690.

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LAS RESPUESTAS VECINALES A LA INTROMISIÓN ESTATAL También hay ejemplos de «ignorancia fingida» menos elaborados pero que, sin embargo, no debieron de funcionar del todo mal. En 1932, otro pequeño propietario de Asque, Isidro Nacenta, corta doce pinos. En su expediente de denuncia acreditó la posesión de la finca con escritura notarial e inscripción en el Registro de la Propiedad de Barbastro. Se trataba de una finca de tres hectáreas. En el Juzgado advierten enseguida que la infracción la cometió en terrenos próximos pero no en su parcela, porque, de haber sido así, ésta hubiera debido tener por lo menos ocho hectáreas. Concienciado de que esta alegación estaba condenada al fracaso, cambia de táctica y centra su declaración en alegar que taló los doce pinos «porque creia que hacia limpieza a los mas vigorosos...». No sólo no infringía la ley, en su opinión, sino que realizaba un servicio al personal forestal. Nuevamente se refugiaba en la excusa de no causar deliberadamente infracción. Todo se explicaba por una simple cuestión de ignorancia... Y no es que los vecinos de Alquézar o Colungo supieran actuar más sibilinamente que los demás a la hora de prestar declaración. El fenómeno es extrapolable a otros expedientes de denuncias hojeados. En los montes de Aneto (Benabarre), «como el pastor es un hombre muy rudo, hay casi imposibilidad de hablar, no pudiendo por ningún concepto saber exactamente el numero de ganado que tiene cada individuo». Los vecinos que cortaban pinos en Lanuza se refugiaban en el típico argumento de que, si hubieran sabido que incurrían en pena, no lo habrían hecho. En la sierra de Sevil, de Adahuesca, uno de los pocos montes de utilidad pública existentes en el partido de Barbastro, José Pardinas (vecino del municipio) taló encinas en 1930 sin creer que causara infracción. En su comparecencia en el Juzgado mezclaba hábilmente el victimismo, la ignorancia fingida y las referencias a épocas pasadas en las que su acción hubiera gozado de mayor tolerancia: Nunca quise infringir la ley, creyendo podia hacer leña para las necesidades de mi casa. Ignoraba estubiera prohibido el hacerla y tambien que no sabia que era necesario pedir permiso, porque creia que en la Sierra todo vecino de Adahuesca podia hacer uso para las necesidades del consumo. No tengo finca alguna donde poder hacer leña para el gasto de mi casa, con el fin de que a mis hijos no les faltara el calor y sustento de cada dia y que nada mas tengo que decir.21° Estas acciones campesinas revestían una apariencia pacífica, pero utilizaban las viejas armas de la mala voluntad, la ignorancia fingida, la compasión calculada. Tácticas que redundaron, por la cuantía del castigo impuesto, en multas más livianas que en aquellos casos en que se presentaban como argumento concluyente expedientes posesorios u otros papeles casi siempre de dudosa fiabilidad. No faltan casos que tienden a cimentar esta impresión; en el que exponemos a continuación convendrá advertir que, tanto por su cuantía como por el uso al

210. AHPH, Secc. Distrito Forestal, Expedientes..., monte n° 3 (Adahuesca), 1930, caja 690.

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LAS RESPUESTAS VECINALES A LA INTROMISIÓN ESTATAL

que se destinaba el material aprovechado (transacciones comerciales), tiene pocas similitudes con los reseñados antes. José W Coarasa, vecino de Huesca, remató la subasta para aprovechar leñas y maderas en Adahuesca. Como el monte no estaba deslindado, cortó arbolado en una zona en la que no quedaba claro si estaba acotada o si, por el contrario, el usufructo correspondía al rematante. Coarasa alegó con multitud de planos y papeles que no existía extralimitación por creer que las cortas pertenecían a la zona subastada Finalmente la subasta quedó anulada por no estar señalados previamente los árboles aprovechables. La Dirección General de Montes devolvió al rematante las 31.000 pesetas que entregó en su momento, pero por las cortas efectuadas se le impuso una multa de más de 18.000 pesetas, a pesar de toda la documentación que esgrimió. A través de los ejemplos expuestos, hemos pretendido mostrar que estas formas de protesta difusa convivían con lazos de dependencia y subordinación, con victimismos y quejas permanentes; es más, eran estos vínculos los que estaban en el origen de que la conflictividad no estallase abiertamente o lo hiciera sólo de forma esporádica. Los campesinos eran perfectamente conscientes de la relación que los ligaba a las elites agrarias y ello explica consensos y ausencia de enfrentamientos en muchos momentos.

223

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A MODO DE EPÍLOGO: BIENES COMUNALES Y REDES CLIENTELARES


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—Los bosques son de todos; nadie se los puede apropiar [...] —Hasta ahora han sido de todos —dijo Onofre—, o sea, estrictamente de nadie; pero si el valle entero se convirtiera en una entidad pública, en un municipio, todas las tierras de nadie serían tierras comunales, estarían sometidas a la administración del ayun- tamiento, es decir, del señor alcalde... ¿A ti te gustaría ser alcalde, Joan? — No —dijo Joan. —Pues ya puedes ir cambiando de opinión —dijo Onofre. (Eduardo Mendoza, La ciudad de los prodigios, 1986)

Debe insistirse finalmente, como estímulo a futuras vías de investigación, en la necesidad de conectar el tema de los patrimonios rústicos públicos con el poder político local en la sociedad rural. La autoridad local o provincial tejía la perpetuación de sus apoyos a cambio de favores y de pactos, muchas veces en torno al destino v utilización del monte. Las elites rurales influyeron de forma decisiva en el tipo de aprovechamientos de los patrimonios rústicos públicos. Y es preciso sacar a la luz el papel clave de los alcaldes y del entramado caciquil a la hora de denunciar, contemporizar u ocultar infracciones forestales.2" No cabe duda de que el acceso más o menos ventajoso a este tipo de patrimonios pudo ser en múltiples núcleos de población un arma utilizada por el caciquismo socioeconómico de carácter local, que periódicamente tenía su plasmación electoral. La intervención creciente de los Ayuntamientos en el control y

211. Sobre la tolerancia, siempre selectiva, de las autoridades locales para con los infractores abundan testimonios en Huesca del siguiente cariz: «Preciso sería que con la actividad que el caso requiere se removieran los numerosos expedientes instruidos por este Distrito que yacen sepultados en los Juzgados de I' Instancia y en las Oficinas de la Sección de Fomento, exigiendo sin contemplación alguna tanto á los dañadores, como á las Autoridades municipales que los encubren en la mayoría de los casos la debida responsabilidad, pues harto probada está la punible apatía y marcada indiferencia con que éstas miran por la conservación de los bienes comunales» (AMA, Secc. Montes, Memoria del Plan

de aprovechamiento forestal de Huesca, 1875-1876).

227

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A MODO DE EPÍLOGO

gestión de comunales y montes parece corroborarlo. Una obsesión continua de la Administración forestal fue conseguir que los guardas desempeñaran su labor con independencia completa de las autoridades locales, que o no instruían los expedientes o si, a fuerza de insistirles, lo hacían procuraban muchas veces que las denuncias quedaran sin efecto. Todo ello sin olvidar que los guardas rurales jugaron un papel importante en la creación y mantenimiento de redes clientelares. No faltaron prácticas frecuentes de corrupción entre los agentes forestales, bastante comprensibles por otra parte dada su dependencia de los Ayuntamientos y lo mal pagados que estaban. Había que complacer a éstos para poder cobrar los atrasos. En estas condiciones, las autoridades locales influenciaban a la guardería rural —incluso con amenazas— para que dejara de perseguir ciertos delitos. El guarda municipal, hijo del pueblo cuyos montes debe vigilar, pariente ó amigo de los matuteros, y al matute consagrado a quizá desde niño, ¿cómo ha de denunciar y perseguir al dañador? Introducir en la guardería un individuo de esas condiciones, tanto monta como meter una zorra en una viña en tiempo de vendimia, ó hacer á un lobo pastor de ovejas [...] Y en este estado ¿en quién hallar protección? ¿en las autoridades? Los municipios de muchos pueblos son los primeros enemigos del arbolado.'

El decreto de fijación de guardas, promulgado por el Ministerio de Fomento a comienzos de siglo, reforzaba su estabilidad en un territorio concreto, lo que probablemente los colocaba más a merced de las recomendaciones y de la influencia caciquil. Amparados por los favores del caciquismo, pasaban por alto muchas infracciones a la ley; también probablemente porque aquellos guardas locales que vivían cotidianamente los problemas del mundo agrícola tenían una visión mucho más matizada de los comportamientos campesinos. En este contexto, estar en el Ayuntamiento interesaba a quien tenía fuerza y competencia familiar (que de este modo podía acrecentar), a aquellos que desempeñaban un papel de mediación entre realidades y niveles sociales diferentes o a quienes podían sacar partido de las ventajas ofrecidas por la administración y uso de los terrenos comunales. Por ejemplo, los productos consignados en el Plan se adjudicaban a los Ayuntamientos propietarios con sólo el pago del 10% de la tasación, para que las instituciones locales los repartieran entre los vecinos, facilitando mejores o peores condiciones de acceso al monte según su proximidad a la red clientelar. Con sólo pagar el 10% de la tasación de los productos, los Ayuntamientos podían actuar posteriormente con total libertad. Por tanto, los vínculos establecidos en torno al monte y a su aprovechamiento marcaban en ocasiones la relación entre patrono y cliente.

212. Revista Forestal, Económica y Agrícola (1875), VIII, p. 36.

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A MODO DE EPÍLOGO

El estudio del contenido de las prestaciones recíprocas patrono-cliente muestra la existencia de precios políticos o subvencionados en los aprovechamientos particulares o en los usos vecinales, de devolución de cantidades pagadas por bienes desamortizados, de perdones de infracciones, de tramitaciones más o menos rápidas de los litigios pendientes, de usos comunales poco controlados (subastando, por ejemplo, los sobrantes entre personal afecto), de votos a cambio de leña o permisos para cortar, de recomendaciones para guardas y administradores de montes... Nos parece, por tanto, que el acceso a los patrimonios públicos puede constituir un buen ejemplo para demostrar el uso de recursos y estructuras públicas con fines privados por medio de relaciones también privadas (parentesco, amistad, negocio, clientelismo electoral...). Éstas serían sólo algunas de las bases para un estudio del monte en tanto aspecto que condicionaba las relaciones entre electores y elegibles en un equilibrio, lógicamente, no simétrico. De la misma forma que la dominación caciquil y la distribución de apoyos políticos dentro del municipio influían sobre el disfrute más o menos ventajoso del monte, eran también los Ayuntamientos quienes legitimaban buena parte de las roturaciones, controlaban las adjudicaciones de suertes y reprimían o indultaban las infracciones. Los repartos anuales de bienes conceptuados como de propios y controlados por los Ayuntamientos fueron una salida frecuente en el proceso descomunalizador. Se trataba de terrenos que pertenecían al municipio, aunque el uso que de ellos se hacía era particularizado para cada vecino, con mejor o peor «suerte» dependiendo de la proximidad de cada cual al entramado caciquil del poder local. En definitiva, la discriminación selectiva a la hora de otorgar favores o de negarlos era para los caciques locales un requisito imprescindible para asegurarse el control sobre una clientela. Y aquí toda la gestión que rodeaba al uso de lo montes tenía bastante que decir. Control del acceso al monte y manipulaciones caciquiles fueron fenómenos estrechamente conectados entre sí. No es difícil imaginar que, al menos en buena medida, las candidaturas electorales estuvieran basadas en toda una serie de transacciones individuales, en promesas de apoyo a grupos de electores particularmente interesados en una labor específica. El carácter altamente eventual de la militancia estaría relacionado con el contenido transaccional y concreto de la actividad política: para un candidato el objetivo era la elección; para un elector eso podía representar la satisfacción de demandas particulares, entre las que figuraba el aprovechamiento más o menos ventajoso de montes y baldíos. Estarnos, si se quiere expresar así, ante gente poco familiarizada con la letra impresa que creaba, sin embargo, sólidas cadenas lógicas de pensamiento en pro de su interés, pues sabían bien quién dominaba los resortes de la tierra y, en este caso, de los montes.

229

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APÉNDICE 1 MONTES EXCEPTUADOS Y DE LOS MONTES ENAJENABLES EN CADA MUNICIPIO DE LA PROVINCIA, SEGÚN LA CLASIFICACIÓN GENERAL DE MONTES DE 1859.



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PROVINCIA DE HUESCA.

MONTES EXCEPTUADOS DE LA DESAMORTIZACION, PERTENECIENTES AL ESTADO,

PARTIDO JUDICIAL DE BENABARRE.

ESPECIES.

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PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

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0,10

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DOMINANTE.

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ABIROBSCA

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Roble Encina Aliaga Aliaga Raso Raso Encina Boj Boj Coscoja Raso. Boj Boj Raso Encina Encina Raso Raso Mamo Aliaga Aliaga Raso Raso Encina. Coscoja Coscoja Tomillo Tomillo Tomillo. Encina Tornillo. Boj . Pino Boj. Romero Sabina. Boj. Boj.

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Tomillo. Tomillo. Coscoja y aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Romero. Romero. Aliaga. Aliaga. Boj y sabina. Sabina. Aliaga y boj. Boj y romero. Romero y aliaga. Quejigo. 4

235

Índice


APÉNDICES

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NOMBRES DE LOS MONTES.

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ESPECIES.

CABIDA atorada.

0,71 0,21 1,28 11,30 0,57 0,70 0,12 0,50 2,57 2,00 1,14

SUBORDINADAS.

DOMINANTE.

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Sabina.

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Coscoja. 1.1

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42,52 Aliaga 0,32 Encina. 12,44 Tomillo

1.9

Tomillo.

12,39 Aliaga 343,28 6,03 2,86 2,24 3,21 5,74 5,29 57,21 4,52 1,13 39,33 0,50 0,21 0,50 5,57 2,02 3,28 3,43 7,86 2,86 2.14 1,14 6,72 10.10 134,88 18,84 0,35 0,37 0.57 0,53 0,02

Tomillo Raso.. Tomillo Encina Encina Romero Raso Raso Raso Tomillo Tomillo Raso Raso Aliaga Aliaga Raso Romero Encina Raso. Raso. Raso. Raso.

Aliaga. Aliaga. Boj. Boj.

Aliaga. 91

...... Romero.

11.

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Raso. Boj Boj Romero Alamo Roncero Aliaga Coscoja Boj.

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91 •1 ••

Coscoja y romeas. Sabina. Aliaga. Boj. Coscoja. Romero. Aliaga. Tomillo.

Tomillo. Rasó Raso. Raso.

2.239,58

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PARTIDO JUDICIAL DE BENABARRE.

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0,42 0,83 0.85 0,81 0,85 '7,29 5.14 1,98 2,14 1.28

236

Índice

Raso Raso Roble Bo Boj Roble Encina Coscoja Boj Romero... ..... .

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APÉNDICES

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APÉNDICES

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Roble 3,43 0a 3,43

Costas del Olivar La Mosa.

Sierra Durán. Solana Solo del Rio Canal de Quidet y Pegat LAS-PAULAS Las-Palles Montaña de Las-Paules , Alsina corva ' Baisoa Braida Freisals Lmás Plantío Sacra. Sarro ( Sorra de Abajo Tonal de los Evangelios 1 Plana bazar( &mamona. Comalbazo Cosoollar del Faro.. Las Matiques y Badias Esdolomada Premporendor Saladrano Pinar del Rey El Lanero Ilirli Cansar. Canta penosas. La Llercta Encanar El Grao Ganaste NORT.INUI. lantana/. La Obaga de la Sien balee Rivas de Franca San A rtigota 1 Montiroc 6 Monte royo IMITAELIIA liontaftaDa I Valfuero b Sierra deSedellor. MERE Muy 1 Alontafieta Las COiNDRII Monte Olivo OLIDA Glena Obaga del Salto. Remedia Egep El Comun. MILLO Pasillo Comun de Sierra Pás Paú lentes Selva PERA RÚA j Obaga de Besaran Petardo l San Sebastian Calvario Camino de Seeastilla Caiialilb. Canteras .... .. . Carretera de Barbastro...... PUEBLA DR CASTRO (LA), Puebla de Castre (La) . lau::Ilieja de t ie liratasa

LUCRAR"'

ESPECIES.

CABIDA aforada.

0,42 Boj 0,57 Bol P 11 e 5 R 0 4 1 4:22

Encina. 2,86 Romero 1115 Pino cienro • cim 12;81 7 lEin

Boj. 11

Romero.

Boj. Enebro y boj.

1,85

6,72 Encina. 17,16 Boj 90 E nci na Boj 330 76,1501 P Pino 8,58 Boj B. 140 COSCO 140 0;7 0,10 21,45

17,16 0,49 1,28 0,42 18,20 7,72 1,28 11,5: 0,4 0,98

j Pino Romero Boj Boj 11.1. Bol Boj Aliaga Jara Romero Chopo

0,14 Romero 0,28 0,42 1,98 0,98

028

Roble y boj. Romero. Aliaga. Aliaga. 11 TI

Tomillo.

21,45 Haya 44,25 Raso 0,14

Boj. Sabina. Boj.

Roble. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Boj. Aliaga y boj. Avellano y roble. Enebro.

Romero

Aliaga Romero Encina. Jara Jara Romero Boj P i no Enci na in Encina Encina Pino.. Ahoga 11 Role Boj

0,14 0,14 0, 35 0,21 431 1, 2 0,57 0,28 0,57 5,17 0,42 2,14 1,11 Boj 1,10 Abedul Boj

10,:5770 Bo oituero 1882 10,72 Raso

11 11

Aliaga. Romero. Enebro y romero. Enebro y romero. Coscoja y boj. Pino. 11

Boj. 11

Boj. r•

Roble y boj. Aliaga. Aliaga. Roble

1,71

30,30

10,108163

38,47

36,47 70,37 13,37 70 3:1 30 7

Romero Roimero Mama Pino Roj Boj Coro a

abr o Ja

Boj. Tomillo. Romero. Romero. Romero. Romero.

o0::12 Boj

Raso Raso 1,28 Raso 0,42 Raso 0,42 Raso 0,42 Raso

11

0,85

11 IV 111

0,85

1140045,90 Boj Roncero 1 0,21

•1

Romero. 11

238

Índice


APÉNDICES

BIDEBCA.

AYUNTAMIENTOS.

PUEBLOS.

CABIDA aforada.

NOMBRES DE LOS MONDES.

Rejas.

ESPECIES. DOMINANTE.

1Remorilla 16,30 Romero Repardinas 0,70 Raso Repardinas . 0,21 Raso PERU DECISIRD (LO). Puebla de Castra [La). , Resello. 0,42 Raso Reapena. 0,85 Boj San Roque 1,71 Romero Socarradas 0,21 Raso. ruBBLI DB RODA (L.1).. Puebla de Roda ( La) .. i Las Carboneras 0,58 Boj.... .. 2,57 Enebro ( Caricias Cogulla Puna/ CERRO! 8,58 Enebro .. Llovera 3,00 Boj 4,99 Raso a Costeras de San Juan ,Fosas . Montañera , Obago, Obago de las Costas y ObaCODO hila 4,29 Raso. • ...... . go de las Planas. Villas nobas 1,28 Pino 1 Arpes y la Paul 1,28 Aliaga Forallos Ce¡iqar.. 1,85 Raso Solana y Gallego DAD Isri3911 DEL Cu l. 2,57 Raso San Esteban del llall. .. I San Cerio 6 GabarreUa 0,85 I / Cascarret. 1,14 Romero Pella Solares sx„, 1,,,,„„ 1 „, Seda Lustro 0,85 Reden......... .... . - • 50,30 Encina ..... ILIILEZ Lambas 0,71 Roble Ira 1 Yali 2.492,20 Pino 1 Fayo ó Coronas. , Alioli 1,43 Raso ¡ Plantío del Rey 0,10 Chopo Pallar)) I Solana Bidosa 0,85 Boj SeitelliNS Canals de Fremolo 6 San Se-• 1,28 Boj bastian. Carandala Santorens 0,42 Boj Rourera del Rey. 0,21 Roble Tusal de Gavarrera.. 0,85 Coscoja Laspera ..... ....... 0,10 Tomillo. Plan de Barca Bailarina 17,59 Pino Sierra 1 41,19 Boj......... SCEISTIILA Comun de Abajo 36,47 /La Selva Coscoja. 73,37 &radia La Sierra. 81,95 Encina Solana 36,17 Coscoja. 5 Canals 4,29 Haya EllilliDlrf Sanada! I Las Roma 2,11 Boj 1 Rifle y Sargas.. 8,58 Boj SOPPIII Solano del Paco y sus agreSopeira. 8,58 Boj gados / Cogulla 1,50 Remero Cullols.... ...... ., 1,28 Romero •• • • 1,71 Encina roto TOIV Obg ngla Oliva 2,00 Romero • Pedregués 2,36 Romero San Viscos 1,71 Raso 7411RE3 DEL CUTO.. boas del Obispo ) La Cuadrada 0,42 Alomo 5 Chorote . 5.72 Romero Chiriveta !Mensa 11,44 Encina I Monas 29,27 Encina Halan I Valmota ........ . . .... 18,45 Romero 1 Bolsera 5,72 Pino VIRAR 1 !ADRA .. . Cajigal. Litera 12,58 Romero Plan de Llanos 12,88 Píno etanol 14,15 Romero. Solana 13,73 Pino • Víaeamp Tosa! negro 6 Clei de So13,73 Encina Pena 5 Caserras 6 los Pradells . .. . 1,71 Pino urra /T la Ribera l El Bocal 2,14 Roble.. ... IILLACABÚ Pilas de Turbe (Leal.. ¡Rabos 8,14 Pino Villamil Canosas 2,57 Roble Yisalibons ..... ... Cada Plano 25,90 Encina. . Tour.

SUBORDINADAS.

Aliaga. 11

Romero. Aliaga. Pino. Boj y roble. Roble y boj. Romero.

Enebro. 11

Pinabete. Suca. 411 19

Boj. Boj. 09

Boj. Pino. 91

Romero. Boj.

Aliaga. Roble. 19

Aliaga y boj. Romero.

Roble. Roble y enebro. Roble. Aliaga y boj." Aliaga. Romero. 14

Boj. Boj.

4.452,78

2

23C)

Índice


APÉNDICES

HUESCA.

PARTIDO JUDICIAL DE DOLTAÑA.

ATO TAMIHNTOS.

PUEBLOS.

NOMBRES DE LOS MONTOS.

Ilect4rew.

Espin , Calaforca Estalloy Abolla y Platillo ' las Espinas Nasain Unte I Pi44120... Larelilia . doda de la Sierra. Espal Ligueni ,,.. .. de '''' ' • ' Yar La Sierra lAbizanda Blozas &manilla y Lainata.. kilt/ARDA Llagará de Cines. .. .. Santa Ana. 1 Los Palacios I 'Alma. tina i TOMOOS La Montalleta Garla La Canal del Puerto 6 'foral de Fremons San Pella AtniÁNL, La binguera Los Corraletes y el Fon limalla La Serena Viaturi La Rasa. ) Ascua. MiC111,1 Crapamonte I Castellata Fuen-tria Abollada y Aspa Salceta, Coladas y Corteza Bata y➢ lin ancha. ROBAI XII Cupierlo. Bogué. Patricio al Cuello de Arriba.. Cupierlo é Paco de Vara . Ileed Las Elempedas 1/ di Espigolasa y Palana 10,1125101018 Barbament La Pinosa • Sena La Selva / Ilmatone La Sierra baja Barullo Beton y Santa liada.. Cantarecha y Corona plana RiReáll0 La Selva. tripol La Selva Loma El Templar, Paco de Talla 6 Basarda la Cuesta Fureo estrecho y Cajicar , Pardina de huela BÁSARII Botaran Vallarles de la Sierra enhilar de la Piatra y el Otal ]orco Valle derecha del rio Esera Besuque 15110011 Valle izquierda del rio Esera.. iLas Cosieras 1 bate de Bruto...... I San Pedro Atrero y Caldas de Forros. oíoeoá Barranco oscuro y RamatriBérijna Carrera " de la Iguala El Paco Aziron y Ribera del Hospital Bulla Cor tadas y Acin.. ..... La Marcaron y Pineta...... Fantue y la Selva. Mansa y Ferrera. Navaja. SOLTABA. Bollaba Pinar y la Bañera Sierra de Froleras y CallasAscuer y Orna Caldas de Gallo y San Esteban Fideo , La Caña y RapalaBrota ROTO bero Oral Reguera y Garrabaaal Suaro Navain. Campal nazis' Foncialla. loro La Garouri Campo Caña Buarra. CAST1101108 SIIBLIRD0. ea:tejan de Sobrarte Arboleda Clamen Cii3034 Arboleda Perilla (La)

240

Índice

ESPECIES.

CABIDA aforada.

42,91 21,45 118,00 3,57 388,21 0,14 1,14 97,50 97,50 194,10 38,16 33,46 50,20 194,10 1,11 9,43 50,19 50,19 48,48 1,71 50,19 07,50 242,59 48,48 2,28 50,19 388,21 1,14 388,21 145,13 86,20 171,60 37,60 222,22 8.734,87

9.518,93

Pino Encina. Pino. Roble ..... Pino Chopo. Sauce Boj. Boj Pino Boj Pino. Enebro

Haya y boj. Pino y quejigo. Haya y -boj. Hoj. Sabina. lamo.

Pino

Boj.

•9

Haya.

Boj Boj Pino Pino Pino. Pino Pino Pino Pino

Boj . ....... Pino.... Boj.... Boj. Boj Pino

Pino Roble Raso Pino. Pino. Pino. Boj ...... Quejigo Pino . Pino .

145,53 48,48 21,45 18,48 2,11 Roble 194,10 Pino...... 3.117,34 Pino . 2.896,96 Pino. 1.734,17 Pino. 572,00 Pino 572,00 Pino 71,50 Raso 194,10 Pino. 194,10 Sabina 97,50 Pino. 388,20 Quejigo 773,40 258,75 100,54 76,59 24,31 0,28 582,32 6,58 0,40 0,10

SUBORDINADAS.

DOMINANTE.

Pino Pino Pino. Pino. Pino. Boj . Pino. Pino. Chopo Chopo

•9.

Enebro. Avellano, quejigo y haya. Haya. ROMERO. 19

Haya. Quejigo, baya y acebo.

Haya. Avellano, quejigo y álamo. Avellano y haya. Boj. Haya. Avellano, álamo y haya. Pinabete, haya, quejigo y tilo. Pinabete, baya, arce y acebo. Pinabete, haya, quejigo y tilo. Haya y quejigo. Quejigo. Quejigo y boj. Haya y acebo. Pino, haya y acebo. Pinabete y quejigo. Haya y pinabete. Pinabete y baya. Haya. Avellano, quejigo y tilo. Coscoja, roble y haya. Quejigo y boj.


APÉNDICES

-

7

-

ORNTAMIERIOS.

ar

PDBOLOS.

CABIDA aforada.

NOMBRES DE LOS MONTES.

ihad,....

Salinas. Trillo.

Arboleda Arboleda Funll Lasteba Cartillas CORTILLIS Valle á las Paules. COSCtIUILÁ Di Sh ¡ Cenojil de Sobrarbs San Miguel La Bujosa 1 Morillo de Tia• MARIE Los Pasos 364 j Cála Metilo Sardinera Borba. Sestrai Valle de Arrando Esquizado-- , .. . . Buisan. Sierra Coda ó Cortiviella Clotils fina (Tila lillitril cemufia Coda de Pera. Vispero da Edatliell0 y Rimo. Falo t Caicetia rn San Miguel y Callareras Taba Sierra i Pnyaraldo y Romatticos 1 Barrar....... Calarlas ESCIL / bien de Cella 1 Fiscal Tosca' y Canal del Pueyo . fondada 1 Yali r La Chata. y La bollera Modo de Lleno. FORIDADI Las Vihalas Sena Cuello de ACTO Arco.. ....... cinta 1 1414911 Las Pueyos bannon Corby, ....... La Madatina. Ballt, Salierais, Montes y Paletal. COTAS bernes S Partasa Guaso cuto t Sierra Corvara y la Sierra lixons. ¡anona I Grados de Lastre y Las Eras y la Sierra Laborada t Solano Corolla IBUREDI Pena blanca ) Piyarnelo !Sier ra r seca Cubilares y Napinales • Loetacho Lapona LUPIAS Molaras Mognera O Cuesta rasa l La Siena Latorreeilla .....• y Obergas. Parooreat LLTOBLISCILL1 1 Seneral yLa Cuesta Siente 1 Santa Cruz Canaleta 1 Otal alto Paco de Soler Urdas DS LUTO.. • • • birria de Brota Solana de san Ank, y Ga. vardera La Selva y Mediano , IMMO . 1 Sanitier San Emeterio Chuban Tontegalee Maúllo de Montada_ La Arboleda La Arboleda Pallannla 1011110 DE 10 ICLUS La Forina Rabin La Arboleda Tierraltoia • Arboleda Troncado San Salvador nard (Suelo , Sierra y Magdalena.. Arboleda USA 11 ROBA liaron Comarata. Mon ' Maro de Boda Natiella San Andrea. Susiac .. Tosca. oiSait La Sierra. Olao Cagigar OTO. Cotolis, Albarona y BeodaOle yue lo Mili

ESPECIES.

-

SOBOBDILLSDAS.

90111BASITIL

0,10 Sinos

"

0,10 Olmo

'776,42 579,72 1.287,00 1,11 2,88

243,40 42,90 42,80 42,90 35,55 48,48 21,15 12,90 28,60 35,75 42,90 12,90 32,17 21,45 104,10 776,43

184,10

2,28 145,53 291,70

95,50 97,50

97,80 194,10

194,10 194,10 3,861,97 48,47 48,47 40,50 14,30 242.59 288,21

Haya. Boj. Pinabete , acebo y álamo.

Pino Baya ab% Boj. Boj Boj Pino. Encina. Pino Raso.

„ Pino. Boj. Quejigo. Boj.

Pino.

•• ii „

Ha' Bo.l• Pino Pino. Pino Pino Pino Boj Pino Pino. Pino Quejigo Boj Pino. Boj Quejigo B07 Boj Bel BoJ Pino

Boj. Boj. Queji go.

" Pinabete y haya. Pinabete, haya y acebo. Haya, pinabete y boj. Boj. Boj. Boj.

Avellano,quejigo, pinabete y fresno. B0.1. „ Boj. " Aliaga.

Pino...... Boj Pino. ..... Boj Bol Pino

Romero y boj. Quejigo. Quejigo y sabina. Pinabete y quejigo. Pino y haya. Haya y quejigo. Pino. Aliaga. „ Sabina y boj. Sabina, enebro y boj.

48,48 Pino..

_ .....

Haya Bol Boj Encina Pino. Aliaga Haya . 288,71 rino• 1,14 Haya 148 Quejigo o .

145,53 3,51 3,57 3,37 194,10 0,57 48,48

Pino y acebo. Haya. Pino , álamo y acebo. Pino y avellano.

4,57 Boj • 6,86 Bol. 0,21 Pino

Romero y sabina. Boj.

.,

0,10 Sume.

0,47 Sauce. 1,21 Bo j

Haya.

0,10 Álamo

I

241

Índice

Pino Boj Boj • Encina. Boj...... . , Encana. Boj Boj Boj Boj.- . Boj Pino Roble Pino

"

.. Romero y aliaga. Aliaga.

48,48 Encina. 368,20 Pino. 91,50 Pinabete. 3352.89 Pino.

0,25 0,14 3.57 0,70 3,43 0,70 3,43 0,70 3,13 0,70 2,14 388,21 194,10 132,10

"

"

" '' " " "

.

. Sabina. Avellano y enebro. Avellano.


APÉNDICES

AYUNTA/BEBEOS.

POMOS.

NOMBRES DE LOS MONTES.

i

C URDA durad, Medáre.I.

1 Gradisa Oto ' Cubilar y Cosieras Tosa Arboleda i Palo La Selva negra y las Coronas. ' Plan Labasas y Tornos I Barabillo I Cajigar Batida Sueno .. ..... . • . 1 Campo Toulo y la Garona Gublerniles. 1 Mata honda PUBBTOLIS PuerMas Montaña de Seura ...... P Eolcpinasrioy Romeral Santa luta Santa Engracia Piraguas . . ..... La Rasa y la Gastarlo .. POEID DE ABA000S Molinos (Los). Pego da Araguá (El).. Picalver (14 La Fosca Tasabas El Cajigar Cae. ajande Sdi La Montañas. Li4 ISIASIDÉ El Pinaret Ruca (II) Pallerula hin Guara KODELLAD Naya Rodellar San luan Trabucleas El Man Eme Puyarbal SA11111 bite y Puerto Sahun ó Mantilla Salina I Cambra San Juan SAN JUAN I Espada'. y Elit Paco Gabi SANTA 101dt DE Reit. Santa lana de Butl... Pinar de Linea Selva de Bruen° Selva de Capramote Balead laguna La Sierra. SALSA DE SURTA.... Baño:Las (Las) La Sierra Sataa de Sana. Tormos kin La Selva 04110É. Bolsa Car. /t'II"' ** ...... Las Cuerucillatas. !Justo. La Valeria y la Variara..... Catarle La Canaleta. kia. ....... El Paco O Solano del Puerto.. Pablo Paco Viban. Guillua. El Suelo do la Paul Laguana SZC011la La Virgen de los Palacios... Manden. Falsa Mí 1 ?enhilo Satán . La hipara y Barranquera Solanas y Sanchela SoMa Teenillaela de la Plana. Valle de Cerelloso ?ondula de Labia .. La Torreta ó Viguales Me« .181111 815YETO Artejo I &meto. Cajigar Cajigar de Badacir. are Sin Canal Solastro , la Poza y Barleto OTO. PILO PWL

E

Pinta y Puerto.

Terbana Hachar» y Ralla Boaral y Avellanaras El Carrascal Besado Tondo. 101,800 Las Nesi alta y baja Toledo Frágen La Selva Biazas y Puercaro TORII Caballar y la Selva Toda Sandaruelo Soparan& O Faja de Baasa. • TALLE DE Itimii... Valle de Sarda¡I ..... ' Monte do Turbon. Albarosa MIS DE 1111P..... Valle de Lierp La Faja Turben TILLARAYA 1 La Mosquera Villaaosa .

TULLA

Talla

Totear.

208,71 132,70 0,14 1.206,65 872,52 452,00 351,31 50,20 50,20 904,68 326,76 50,20 194,10 610,89

Índice

Haya Pinabete. Chopo. Pino . Pino. Pino. Pino . Pino. Pino. Pino Pino Pino Enebro

13210

Enebro . Encina

48,48

33,46 12,80 71,50 '13,20 22,88 34,32 28,60 50,20 582,30 1.358,00 1.808,83 2,28 3,43 3,43 386,21 143,00 14,30 83,82 194,10 318,19 11,14 22,88 3,57 25,90 2,14 25,90 18,48 25,90 2,14 25,90 48,46 25,90 2,14 2,14 50,20 50,20 1.52,28 50,20 1.555,82 630,28 16,66 829,18 50,20 25,33 , 216,78 48,48 1.608,60 732,80 194,70 8.019,83 441,18 198,10 194,10 91.50 38,16

ESPECIES.

DOMINANTE.

122,70

41.739,90

242

..----

Quejigo Raso Pino. Encina Boj Sabina Encina Boj Boj . Pino Pino. Pino Pino Coscoja Encina . Quejigo Que)igo Quejigo Roble Pino Quejigo Pino Pino Pino . Pino Pino Pino Pino. Pino Pino Pino Pino.. Pino Pino Pino . Pino' Roble Robla Pino Pino. Pino Pino . Pino Encina Encina. Pino Pino. Pino. Pino Pino Pino.

Pino. Pino Pino. Raso. Roble

SUBORDINADAS. Pino. Pino. Pinabete, baya y arce. Pinabete. uejigo, roble y baya. Qaya, quejigo y avellano. Enebro, quejigo y haya. Haya y avellano. Haya. Sabina y haya. Quejigo. Sabina. Pinabete y haya. Pino y sabina. Quejigo i y enebro. Roble. Avellano. Boj. Sabina y haya. Encina. Pino. Pino. •1

Quejigo. Roble y haya. Pinabete y acebo. Boj. Boj. Boj, romero y pino. Pino y quejigo. Boj. Encina, haya y boj. Boj. Haya, quejigo y pinabete. Pino. Haya y acebo. Boj. ••

Boj. •1.

Boj.

Boj. Aluno. Avellano. Boj. Haya y enebro. 99

Roble y haya. Boj. Pino y enebro. Sabina. Pinabete y haya. Haya, acebo y avellano. Haya, pinabete y acebo. Pinabete. Pinabete. Pinabete. Pinabete, avellano y haya. Boj. Avellano.


\11:-.\1 )1cks

9

HUESCA.

PARTIDO JUDICIAL DE FRAGA.

NOMBRES DE LOS MONTES.

PUMAS.

AYUNTAMIENTOS.

Ifecjireas. ALIALATE DI CECA ALCOLEA DE COCA BÁLLOBIR 61.VÉfl BINA& 1 BALCARCI CISMAS/10S RALAIERA

TRAGA.

ocanOEsa

so

MOL

1.13310

101103

TORRENTE DE CISCO MURTA TRULLA DF. CIMA LTDIV

ldbalate de Cinco..... Capella. La Roya y Omprio Aludía de Cisca Arboleda Baldragas y Borale Bailaban Sierra y Molina. Plantío Belvér Ripal binacéd La Menorca, Perdros y Omprio Valdepatan, %nem, la TorreCandassos ta , Guardiolas y Espell tados ........... I Castillo Chalarnera Arboleda La Liberola, Baleuerna, Vedado y Valdurrios... Fraga Litera Partidas alta, baja y del medio Chermillo, Fueba, Metano y Vianas Ontinena Soto Soto. Almudálar I Pena Roya, Soto ó Vedado Osar Valeabrera, Partida de medio, Plana floral, Calvero, la Forja Omprio Paula Valdelacrones, Valdecastejon, Puyal de Lobos y Correterlor Ciriacas antena El Plantío Poeta Roca Torrente de Cima... Torrente. Boran y Monte alto Marta ; Puerto los , • Velillo de Inca 1 Soto ; Canteras. Eaydia Chopera.

ESPECIES.

CABIDA aforada.

0,30 91,54 0,28 429,70 617,91 0,28 37,56

DOMINANTE. Chopo Raso Álamo Romero. Romero Chopo Raso

SUBORDINADAS.

PI

Aliaga y tomillo. Aliaga y pino.

940,46 Coscoja

Pino y romero.

647,90 Coscoja.....

Pino y romero.

228,85 0,34 3.432,88 933,31 670,83

Raso Chopo Pino Raso Pino

1.573,00 0,21 1,22 15,73

Pino Alamo Chopo Chopo

Coscoja, romero y sabina. Coscoja y romero. Coscoja y sabina.

SAuce.

2.860,74 Pino

Coscoja y romero.

933,31 Pino

Coscoja y romero.

3,57 0,14 1.414,66 383,00 486,35 1,43 57,21 2,20

Raso Chopo Pino. Romero Pino Alomo Raso Chopo

Coscoja y romero. Esparto. Romero. SAuce.

15.794,91

TOTAI

PARTIDO JUDICIAL DE HUESCA. ARDIS ALBERO RIJO

'Aguas Albero baja.

ALCALÁ DR GCRRÉA.. Alcalá de Cunea ALCALÁ DEL OBISPO.. Alcalá del Obige .ALEARE A

Alarte

i DDIWAR... ..... Alroadévor

AIIEI

Aniée

APILE.

Apl.:.

Paco 1 LEl ó Carrascal Conejar 1Cuarto de la Dula Lera de San Gil Soto del Rey I Boalar ó Vedado Sarda 1Soso Soto del Rey 1 Soto del Rey Artaon y Puideáguila Casa Lares y Casablanca Paul de la Casiella. ...... Saso, Cagigar y Yaidelara.. Sierra Valclehorroy.. Valdecabitos y Valduesca ( Esquinones !I.D. Sardo lo Sierra •Barrancoman Gabardo Sarcolienas Soso de Portillos

4,00 12,87 193,30 10,70 36,90 0,70 184,70 17,30 22,88 0,30 0,61 100,00 92,00 25,60 30,80 2118,69 13,80 20,60 90,10 128,79 925,16 387,66 6,90 144,89 58,60

Aliaga Encina Raso Raso Esparto SAuce Tomillo Encina Tomillo Sauce Fresno Raso Raso Raso Encina Pino Raso Raso Raso Encina Encina Raso Raso Raso Encino

Tomillo. Chopo. Aliaga. Chopo.

91

Quejigo.

Boj y aliaga.:

3

243

Índice


APÉNDICES

HIJESCA.

AYUNTA/ATENTOS.

PUEBLOS.

NOMBRES DE LOS MONTES.

..._

ff,ctdr.o. 21,89 Corona de la Figuera 5,15 El Saso 23,00 Camino de Ibieco Arbanies MIDAS 1.166,30 Sarda Las dos fuentes de las Ram0,70 bias 1,29 Llano del Camino de Pueyo de Failaflos. Argavieso ARGAVIESO 0,90 Paul 2,90 Puyaba 3,50 Rambla 180,28 Calma 180,28 Coronas 450,70 Foratiello 225,35 Lieto Árguis ÁlinutS 180,28 'San Anton 92,60 Sarramiana 99,14 1 Sierra del Águila y Ordas 41,85 Crutienta 133,00 Medran. 5,79 Santa Eulália. 98,40 Sarda Árabe ATERRE 32,19 Sueueya 223,00 Valdespartera 63,30 Vallipumio 64,39 Vedado i El Soso 53,38 Banarits wat 1E1 Saso de Almocerán 2,57 167,42 1 La Sarda y Vedado Banastás BANASTAS La Paul de los Arios 12,87 Nilda 0,64 1 Tosal de la Virgen 28,60 / Carrasca] 0,26 Cobradero Bandaliés 0,60 BANDADES La Ripa La Sarda 71,51 , Maldemarron 122,35 Barluer.ga 1 Ralla 122,35 1 El Saso 179,10 Ulluco BAELSENG k 348,66 i Espiello San Julian / Monte 47.00 Acils 45,70 45,70 de Rual Y Saga- /Borbollo 1 DESTUE DE Rad- 11 II O. Tarjaras 45,70 3,43 Plana del Codero Boro BESPEN 3,43 I Vedado y Barrancos 3,10 1 Montadecuba Blécua RIECIO 66. 95 , García 5,79 ; La Sarda Boléa. BOLEA 12,89 ;La Sarrieta ( La Sierra 838.93 0,90 i Barranco y Soto del Rey Callén C.tria5 17,10 La Paul 0,62 El Encinar 3,90 1 La Ripa y Pedrera Áltra 3,80 La Sard'a OISTIISABAS 0,26 1 Soto del Rey Castiltatt. 0,13 Toral Largo 174,51 Arbokeral Cantera de las Paules 17,38 128,35 CRITRSCili y Cajigar. 124,92 Costera del Camino y Sarda. Cosoullaso . COSOULLITO. Loma de los Cubilares y Plata...„ Y , .148 Atletas Mediano de Coscullano 17,38 Plana y Caballares 186,74 96,59 Puntas Mollas CRDELLAS 7,74 Sarda 6,72 Albisen . 7,50 Solana. Faena .... Toral de la Oliva 7,70 rtflPS.NS Valmayor O Soto del Rey...0,70 Ola :109,60 1 la Sarda firkilb DE CAIIDA . Sarria de Gallega Carrasca' de Petrislo 300,80 67,61 Cama, 199,62 Lora Huesca. DOMA 89,71 Sarda 120,02 Sano de. Loreto 8,70 § La Sarda y el Saso. Biaza MECA 7,011 1 La Tina blanca Familia.

244

Índice

APIÉS

ESPECIES.

CABIDA aforada.

SUBORDINADAS.

DOMINANTE.

Tomillo Raso Aliaga Encina Sauce

Aliaga. Boj. Aliaga. Chopo.

Ra90 Raso Raso Raso Pino Raso Raso Raso Pino Pino Pino Raso Pino Raso Encina Raso Pino Pino ,Raso nasa Raso Coscoja Raso Raso Encina Raso Sauce Coscoja • Raso Raso Raso Encina Raso Bol

o " " PI'

••. Boj. " " " " „ Boj.

„ " „ ., ., Aliaga. " "

Roble

Raso Tomillo Tomillo Encina Encina. Coscoja. Encina Raso Sauce Tomillo Encina Aliaga Encina Sanee Encina Madroño Raso Encina Raso R aso Raso Raso Raso Raso Tomillo Tomillo Aliaga Raso Tomillo Encina Raso Rvo Encina Raso Encina Alinga

„ „

Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. :Hamo.

" " "

" '. " •• ,.

Aliaga. Enebro. Encina. Roble.

., „ ,, o ,, .. „

Aliaga. Aliaga. Coscoja. •• Aliaga.

Coscop,

„ ., „ .. ., .,


APÉNDICES

11

OMISOS.

NOMBRES DR LOS MONTES.

PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

Beca...

Coscollar y Cantera San La Sarda Valdealegrico lanzan Valdepalacio Cajigar Cantera de Pamano. Cantera de la Formiga. Guarta tabata Planas y Escarlis San Salvador Sasiello. , Amanera Puibolla El Saca Pella Mora 1 Soto del Rey Liana Toral de Coronas Toral Toral de la Sierra i Fuenfria y Cardolin Lune 1 Las Telas y las Árticas El Carrascal Loseorralea La Sarda La Sardeta i Las Canteras . Corona del Carrascal Laponaso. Sato El %jitar Cuarto de Carniceras La Leía Ranilla del Soton tupáis. San Cristóbal. Sarda 1 Valbatano La Cantera Bellestar. 1 La Paul 1 Toral del Carrascal Enano 1 Barranco del Castellano Yaso I Faja Cubil 1 La Gabardialla. Linera I La Apillera Leila ICacarean Lelas ¡Rambla del Molino. 1 Espidiello Santa Olári a de la Pela La Soga Valleclusa Corona de la Mesa Corona de Santa Cecilia La Fuente y el Coronazo Montmesa . Tresluegas Valcorba y Corona dela Ermita 1 Boalar ó Costados billa Valcorbo y. Banqueras Valdepalamo Bultos 1 Cerro de Guara 1 Glera. Barranco de Tos Saeta Cilia La Sarda Pirark. j La Lera Plazéncia I Paul baja Pueyo Fahanás .... I La Sarda Santa Cruz y Canteras Catena l Boyeral de Arriba Quintana / Boyeral de Latriz.

193;83 579,56 193,83 46,00 78,00 8,59 21,45 84,85 8,10 61,78 78,66 4,00 8,37 3,86 7,20 0,10 7,60 6,10 321,97 347,73 96,59 160,98 128,79 11,59 1,93 93,37 41,85 12,87 7,80 5,79 4,50 12,87 6,43 30,80 7,50 28,60 3,57 7,15 295,35 225,35 90,14 18,46 11,58 90,15 83,71 20,60 '1,60 4,60 20,60

l iaÁllgu a ila..... ... ,„„ .,,,, 1 SLiaerrGaabcrerd uni, ., ''''" l "."' """'• Sierra del Águila del Barrauco de Santa Cruz 8.11AltS / Arboleda de la Tejera. Barango El Carrascal ........ ( Sabsyés. El Costado f Toralon del Perro Yermo de la Corona La Alberca Reguero SAMARBÉ11 Sangarren Soto del Rey. KINTIIIIILÁLII la EA- Almúnia del Ramera El ... , ()rato ) DA (La)

1 38 60;2 28 180,28 0,64 57,95 83,71 19.31 0,32 3,86 38,11 21.38 0,70 183,52

istás MURO

111470

MEYA

LIMA.

Lean

LOPMILVIO

LUPIliti

110111811112 ZORRINO

MOCITO

novius (1118(10

0671111

MANO .

enniS MtSÉNCIA POMO rtfiBis « UN «MUNO

Igries

I

245

Índice

ESPECIES.

CABIDA atorada. -

DOMINANTE. Cosco Rase ja Coscoja Romero Romero Quejigo Aliaga. Romero Romero Romero Aliaga. Romero Raso Raso Aliaga Sauce Aliaga... Encina Pino Encina. Encina Raso Raso Raso Raso Raso Boj Raso Raso Raso Raso Encina

SUBORDINADAS.

o I,

Aliaga. Tomillo.

o Romero. Boj y coscoja. Boj. Boj y encina.

Boj. >I

,, »

ChoPc, Haya. 9,

"

Raso

Raso Raso Enebro Romero Romero Pino Pino Pino Raso Boj Romero Encina ..... Raso Raso Raso Raso 28,90 Raso 10,90 Tomillo 27,10 Raso 1,90 Raso 2,28 Boj 2,28 Boj 44,50 Encina . 156,48 Raso 3,21 Raso 14,50 Encina 10,94 Raso 45,70 Raso 6,13 Raso Pino P

" "

Boj. Boj y aliaga. Boj, sabina y enebro. Alamo y rolde. Haya, roble y pinabete. Haya. " Romero. Coscoja. Pino y boj. ,,

,, ++

"

Sabina. Romero y aliaga.

,, ,, o ., fAirce aya.y boj.

Raso

"

Sauce Raso. Encina. Raso Raso Raso Raso Raso Chopo

,,

Rase

„ „ Sauce.


APÉNDICES

DESEE.

12

NOMBRES DE LOS MONTES.

PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

Iler141 eas.

Castiello, Cascablo y Tra-

167,42

iglial° Santa Liaba la Liar. largm } in Monte Saso I S iso U/sama/mak 11111111111CUIL LO . 1 Sierra Bayerre Carrasca] de la Guata SUISA DEL ABOLIDO Sana del Abadiadn Marcellanco Plana y Canteras Carrasca)l SIESO DE AUESC4 Si Sasiello Sieso de Huesca. {{Monte alto entejan de Arlaande Monte bajo SHARE 1E1 Barranco. /, Costeras &liaran (Paul I Monte alto Loacenales 1 Carrascal SIPO Loma del Espigolar Sman Sarda j Alberca y Albereon. hules 1 Soto del Rey 741111 '1 1 Paul Tabernas i Soto del Rey Prado y Talaberta 11111111INTA Tardients I La Contera.- ..... Tren TIESO TOBRAI.B1 Boalar O Llano Tonal Barranco Carbonero 1 La Campana Toral de Bochen VELILLOS. Velillos Toral de la Sarda Toral de San Bartolomé I Acalorade ro Calvario Cantera del camino de BuViole Bales ileliN Conejita Horcas y Laderas del Saso a V ifias viejas

1 925,43 1 515,49 45,70 3,70 97,76 0,45 5,14 7,80 15,10 i0,70 . 6,80 61,70 92,20 6,10 4,70 0,70 16,52 5,43 3,52 7,50 0,42 0,14 4,29 0,21 2,10 27,67 6,40 0,85 9,28 1,14 4,57 3,14 19,31 8,37

MITA 111 III LA 11-

ESPECIES.

CADIDA aforada.

SUBORDINADAS.

DOMINANTE.

Roble Boj Boj Raso..... Aliaga Pino Raso Encina Sauce Aliaga. Encina Aliaga Encina Encina Raso Aliaga Raso Romero Encina. Encina Aliaga Raso Sauce Sauce Raso Raso Raso Aliaga Aliaga. Aliaga. Encina Aliaga Rico Raso

Haya y tejo.

Encina, haya y boj.

Coscoja. Coscoja y aliaga. Tomillo. Boj y enebro. Enebro. Coscoja. Chopo. Chopo.

9, 9

Coscoja y aliaga.

5,15 Raso 2,21 Raso 21,89 Raso 29,60 Raso. 19.522,12

Toral

PARTIDO JUDICIAL DE JACA.

1 0004 lla ma ......

Aramaét AIU11111

Amo

AGÜERO

4111411.11.

Airear,

Arnelie Barba,

Ratonas del Rolar... Paul ir Soto Solario Paco Mundano Paul A Soto Valenciana ¡Boala r 1 Labayo La Lara Iteruasta San Bartolomé 1 El Paco Cotenol Cervera Comunes y Pneyal Cuarto del largue. Guarnava alta (llamara boja Lecinar Monte bajo Pardina de Ventas altos..... Pardina de Ventas bajas.... Santarren ........ ... .... Sarrato l'citra Untur a ' La Selva 1 Mamila ir Monte alio / El Paco I

246

Índice

2,00 0,90 0,80 1,90 32,60 0,40 194,10 55,69 154,00 98,33 226,90 32,00 80,00 108,00 123,00 184,60 115,91 80,00 197,00 181,60 190,80 80,09 109,90 147,60 110,80 0,85 1,25 0,85

Pino Fresno. Raso Pino Pino Pino Pino Pi no Raso Pino Pino Pino Roble. . Coscoja Coscoja Pino Coscoja Pirro Pino Pino Pino Roble Pino Pino Pino Ha v. Pino Pi no

Roble. Roble. Fresno y Ohm°. Roble. Roble y boj. Boj. Pinabete, haya y boj. Pinabete, 11, enano y boj. Haya y boj. Pino. Pino. Boj. 5Iadrono Y roble. Pino, madrino y romero. Roble. Roble. Roble y madrorio. Roble y madrona Pino. Roble. Roble. Roble. Boj. Boj. Pinabete.


APÉNDICES

Huasca.

13

AYUNTAMIENTOS.

PUEBLOS.

NOMBRES DE LOS MONTES

Ali. Asgua y A rrai Arripera y Sandiallar Boaral Candanchu Cozarron III bita Espemgué y Ríndesela Iguer y Bozo La Magdalena Pecaricela Petrito Tortiellas Monte alto i llastulq 1Monte bajo ALISTEET ¡ Monte alto Atines. Monte bajo ó Boyaral Achares A 13.ua t u e e M Alano y Autillo Alano y Espelunga. Anzotiello Archibu Arguibela Aspar Astanés Blasco Falvoeh Calveira y Puyete , hípala amitos alto y bajo. Estriviolla Ezcarron y Colataberza Ezcaurri Ezpela y Bericho 111 Amad Forcate y Paquiello Fortiella Foyas Gamuctas , Chiqueo y reria Guarruiza Luisa Amas Luisa Petrochema Mazanduch Petrácba Reclusa Romendio alto Romendio bajo y Forquiello. Segarra y Barcal Val de las Fuentes, San Gregorio y Luzula Zona Acralué 1 Learrosa 1491Lri 1E1 Toral Istall., . 1 Bardana] Ah.. Ara Fabosa y Solano de Gruel . Sierra alta Boaral alliauis ati. sol". kiaguáz del Llaac Monte aalto Bernera Boalar Espelmigueta Estiva ¡BARRES HL PUERTO. Amas del Parto_ Foz. Lapazal Matoyas . Remondon Turnen° Paul la Rala. 4114411 Banaguáz BARACIag.

1 Badagoáz Baraguds Luiz. Attés. Baño

BAILO

Patersoy

CABIDA aforada.

11. 1,...

5,10 16,00 16,10 33,00 53,50 44,00 9,00 55,40 24,60 21,30 38,70 13,19 77,80 35,50 86,70 33,00 615,40 113,00 461,70 461,70

100,00

184,70 184,60 12,10 4.61,60 153,80 1.930,80 206,00 615,80 181,60 382,40 369,00 461,60 1.538,40 246,00 692,30 493,30 382,30 830,80 430,80 369,00 216,00 92,30 461,60 615,40 123,00 1.309,70 6.300,00 6,80 1,70 1,28 3,43 2,57 9230 , 112,60 57,21 35,75 85,87 100,12 21,45

Soto

1 Costerazas !Changar A Cajigar Paul 1 Pella larga 1Faldera Soto

¡ Iluertalo ó Sierra 1 La Mosquera y Martineta 1 Paca de Muletero 1 Paco de la Mosquera

I

247

Índice

85,82 71,51 85,87 57,21 3,00

5,14 3,43 1,71 1,71 1,71 3,00 5,70 123,00 123,00 0,40 0,40

ESPECIES. --DOMINANTE.

Pino Boj Pino Pina Raso Pino Pino Pino Pino Pino Pino Raso Pino Roble. Roble Roble. ...... Pino Rase Pian. Pino. Haya Pino Pino Raso Raso Pino Pino Pino Pino Haya... Pino Haya Pino Pino Haya Haya. Haya Pinabete Haya Pino Haya HayaHaya Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Roble. Pino Pino Es. ino Pino Raso Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pina Haya. Fresno Raso Pino Roble Cambronera Roble Roble.. Pino Pino. Pino Pino Pino ..

SUBORDINADAS.

Haya, acebo y enebro. Enebro y boj. Roble y haya. Enebro, acebo y boj. Boj. Haya, enebro y boj. Enebro y boj. Enebro, acebo y haya. Enebro, acebo y haya. Haya y roble. „ Haya, tilo, roble y acebo. Avellano, abedul y tilo. Avellano, baya y acebo. Pino. Haya, pinabete , acebo y tejo. Haya y pinabete.

..

Haya, acebo y abedul. Haya, pinabete y acebo. Haya y tejo. Haya y pinabete. Pino y pinabete. Abedul y boj. Pinabete y pino. Pinabete, roble y acebo. Roble y haya. Pino y pinabete. Pino y pinabete. Pino y pinabete. Haya. . Pi no y pinabete. Pinabete y haya. Pino y pinabete. Pinabete. Enebro, tejo y boj. Haya, roble y enebro. Roble y boj. Acebo. Roble, avellano y tejo. Haya y pinabete. Haya y boj. Boj. Roble y haya. Bo Roole y boj.

„ ., ', ,, .. Pinabete y haya. Haya. " Espino y aliaga.

' Roble. Roble.


APÉNDICES

OCLISCÁ.

PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

414551!

Bordo

.,..„- Botana Roseta do Cucipollara 01 11IISCIS LEERÁ YMI

BIÉSUS

RIMES

Blues.

Rimes

Abona artás

hubo Iban Rapan

male BOTITA

I Borlo l tanall

CLEIRÁNC

Canfranc

CIDES

Cániaz

de la Pela

luan Glit112161

Borréa Cubran Cubat de laca

Mierra

Linde CLERO DE JIU

hm

Orle olla

Ortia bajo. Sois CIST16110 DE JIU. .

Antela.-

zaún

Bobón

NOMBRES DE LOS MONTES.

ESPECIES.

CABIDA atorada.

_ H.M ,'«..-

518,60 Pino Asotillo alto 123,00 Roble Asotillo bajo Encina. 161,60 Boliguela 30,80 Roble Larote 923,00 Encina ... Magdalena 19,20 Roble Sobresecbos 83,00 Boj Transveral 3,43 Pino Albarun 3,43 Pino Albarun 1,71 Pino A rticonal 115,00 Boj Costaras. Cuasi& , Escarron y Calda- 1 30750 Pino borona 276,90 Pino !guarra 98,45 Roble. Larcin y Arrteras 51,60 Pino Mondarey 763,00 Pino Puerto 30,80 Pino... San Felices 467,70 Pino Selva de la Sieso Pino 123,00 Simas y Lit Carrascal del Sano 6 Campo 15,40 Encina. corredor 902,30 Roble• Ciella 1.015,00 Roble Trueno Solano de Lecinar O Carros16,00 Encina cal de Traspariel 0,12 Raso. Pauzale 1,50 Roble. t San Anton 0,85 Pino La Fondaneta. 0,64 Pino 1 Oroel 0,20 Roble. I C.antateras y Cajigar 0,64 Boj. 1E11Pueyalo o el Solano 60,70 Pino 1 Lierde 77,23 Pino Pinosa 102.98 Pino. Puerto de Enmedio y Inserta. 469,00 Pino I Boyara! 211,55 Pino { San Juan de la Pella 2300 Pino Arafiones 96,90 Pino Canal roya 76,90 Pino. Coman alrededor del pueblo 46,00 Pino lp e4,60 Pino Izas. 86,90 Pino.• Sanan y Cotdelatros 7,30 Espino Boaral. 6,40 Pino 1 Mon . Raso. 4,57 Lácaa 0,90 Aliaga. Soto 0,14 Espino `Paul ó Soto 2,00 Fresno ¡La Paul 1,95 Roble El Cajigar. 7,30 Pino Estibiella. 2,10 Bei• Fraguas 6,86 Bol Paiiina de Basa. 6,00 Pino Pinar O la Selva 84,32 Roble. Lianas y Tramajos Paco, Torrieon, Solano y sus 25,74 Pino agregados 10,29 Boj / Puerto 5,14 Pino La Cruz , Pinar y Trarnajos 5,14 Pino Raso del Pinar o Traslapella. 1,70 Sauce / Soto 5,14 Roble. / Canalana y Cajigar. 0,90 Pino koala 1,90 Pino , Paco 8,58 Pino , Soto, Paul y Glera 1,70 Roble. Esealopo y Cajigar. 2,30 Boj La Glera. 5,14 Pino Politre 5,14 Pino Soto. 1,71 Pino / Albarrun. 0,82 Boj Gasalopos 1,60 Pino Soto O Glera. 4.57 Pino I Paco, Selva 6 Pinar. 1,80 Roble. , La PauL 2,93 Roble 1 Peña y Serramente. 60,70 Pino Barrancal 5,14 Pino 1 Forint.° 5,14 Roble Paco de Jaca 226,56 Pino Paco de Larras

248 Índice

SUBORDINADAS.

DOMINANTE.

Roble. B01 I aliaga. " PD

Roble y pino. ,, Pinabete.

,, ,,

Pino. Roble y acebo.

Pinabete, enebro y boj. Pino, baya y enebro. Roble y boj. Roble, baya y avellano. Roble, haya y álamo. Pinabete, haya y acebo. Roble y boj. Boj. Enebro y pino. Pino y haya. ,, ,.

,. Roble. Pinabete. Roble, encina y boj. Haya y pinabete. Pinabete, haya y tejo. Pinabete. Avellano y boj. Avellano, pinabete y enebro. Haya, pinabete y enebro. Avellano y pinabete. Roble.

Pino.

,, "

Boj. Boj. Boj.

" "

Pinabete, roble y boj. e Roble. Boj. Bei. Boj. Sauce y chopo. Boj. Boj. Boj. Boj.

., Sanee. Roble y avellano. Espino. ,, Roble y haya. Boj. Pino y boj. Roble y haya.


APÉNDICES

ROLICA.

15

AYUNTAMIENTOS.

PUEBLOS.

NOMBRES DE LOS MONTES.

CABIDA aforada. Haddro.

ESPECIES. Dowymcri.

SUBORDINADAS.

110á

Embh.

PSI.

Era

menú

Ilscuár

ESPOSA. ESPOPEDOLAS

1.91,. Grationépal.. Orante Pardiálla

GIBE.

Gavia

IECIO

Hado

00Z BE

Hos de laca

JACA

Jai

laca

JASA

lata

latenegay JOIERIEGÁT

Semanal 111381111.0111

Injerte:aire

1.11.11111

Lanuza

tabú

Larda

Larris

LOERIS..

anuo. ....... Lata Huélalo lejanos

LATIR

lujo

Manea

IíRTRS

Franca 'adata 1.15131

Bausa Familia &nal ; Castiello

MATÉ 1.1111ÉS

Lanla

Sandias Solanilla

Paco de biela á Barluenga.. 47,17 Pino Paco de Sarnas 94,40 Pino Paco Lanas 177,61 Pino Paco Lecinar 410,69 Pino Paco Lern 85,83 Haya Solana de Sierlaa 17.16 Encina jeastellanos y Tafarras 23,80 Pino lEaranes á Solano 0,50 Roble Selva bel Paco.... 1,90 Pino Soto o Glera 0,50 Álamo.. Boaral 700,10 Pino Paul 0,14 Sauce La Paul 0,16 Fresno. La Paul 0,60 Fresno El Paco 247,30 Pino 313,80 Pino El Puerto ) Orton, Arriaras y Comas del 531,70 Pino , Infierno 230,70 Pino Leniso Ora. 520,00 Haya Pardinas 315,00 Pino Sierra de Galas 1.760,00 Pino Valdespetal y Picoya. 384,60 Haya Cerbillonar 170,80 Pino 84,60 Pino a Monde Ruablas. 53,90 Abedul Astun 120,00 Raso Boalar 169,92 Roble. Guaso y Sesos 93,11 Roble Oroel á Pardina baja 365,60 Pino Pardina alta 193,90 Pino • Pardina de Bescausa 225,00 Aliaga aRepilandaraco y la Selva 93,11 Roble ¡ Boalar 42,91 Pino Artal. 4,20 Roble..... 3,21 Encina Carrascal del Puntal 6,10 Encina. Carrascal viejo Mon 5,60 Roble. Paco de las Paulellas. 5,79 Pino Valduesa 5,57 Pino s El Carrasca] 6.00 Encina 1 El Pinar 2,57 Roble. 3,86 Roble. Boalar á Cambillon 1 Fabosa 57,80 Pino Pollizar del Puente 0,71 Roble. Rasa 1,15 Raso 1 Portuicha y Arrinles 384,60 Pino Selva 161,60 Haya Solano 8,60 Pino )El Boaralaz 33,80 Fresno 30,80 Raso ( Las Navas El Barranco y Saltar 0,70 Boj El Penar 7,20 Baso La Glera 3,70 Álamo Petrepuero 0,24 Raso Saltar 0,90 Sauce La Ralla de Escotadillo 1,70 Roble. La Pardina de Pre,scio. 22,00 Haya La Paul 0,85 Raso . Mann 103,80 Pino Cantropoy o.. 103,90 Pino Valmayor y Navas .... . 115,40 Pino Paco y Paul de la Tejerla 7,40 Roble Paul de los Yermos 1,20 Fresno Pollicar y Board. 7,40 Roble 1,60 Pino Pinar Paco 2,00 Pino Paul 0,30 Sauce Cajigar 2,00 Pino Oroel. 4,00 Pino Pinar 0,80 Fino Paul 0,90 Fresno ..... La Cuesta 1,71 Roble. Puerto del Paging de Izas 1,29 Pino Selva. 5,14 Pinabete San Cristóbal 0,30 Pino La Solana á Corrales 7,80 Pino Turrullon 0,10 Pino

240

Índice

Roble y boj. Roble y boj. Role y boj. Pino y roble. Boj. Roble. Boj. .. Sauce. Roble y boj. ., Boj. Avellano, acebo y boj. Pinabete, haya y enebro. Roble, haya y pinabete. Haya, pinabete y roble. Pino, acebo y pinabete. Roble, avellano y enebro. Haya y roble. Pino, abedul y avellano. ,, Álamo, haya y pinabete. Álamo y avellano. Pino, avellano y boj. Pino y boj. Pinaliete y roble. Roble, baya y avellano. Pino. Pinabete. Cambronera, aliaga y boj. ,, Boj. y aliaga. Boj. Rolde y boj. Pino y boj. Boj. Haya y boj. Boj.

., Pinabete, roble y avellano. Pino y boj. Avellano, roble y Ramo. ,, ,,

Sanee. Boj. Enebro y boj. Pino y boj. „ Roble. Roble. Roble.

Pino y fresno. Pino. Enebro. Roble.

,, Quejigo y avellano. Pinabete, haya y avellano. o Cambronera y aliaga. Roble y pino.': Tomillo. "


APÉNDICES

ESPECIES.

CABIDA PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

01111

bOUA PAMEMA

PIEDRAIITA

PUYO DE saca (Ea)

BAS1L

13111.03

SABWINIGO

hílala B6 JACA

3111.1123

NODIIIBES DE LOS MONTES.

"« __"'

11.0d,... La Paul. Peñascal Paul Salzar Paul Masaranualo Monde / Plandigru Pedem Selva Siete Majadas Caseta ó Pinada. Closura Llano • Piedrafita. Mosquera Pinosa Puerto de Lana mayor ¡Boalar ill Vedado Sague: El Cajigar Payo de Jaca (V).- 1Fanel Yenelrito j Fuenalta Los Pollizares Rizal. Selva. l Monte de Concilio Concilio 1 Piles y Torcisellas Lecinar Iliglos Santo Remen j Huerta% Sahmioigo t Paco Castilla' Coronazo Salinas de Jaca Osqueta. Puiderpino Sierra Baladriaa Irm nciiesa chio

Arto Lama Orna &la

Sallent.

Mimitino y Monzalvos Molina Orindera. Selva

barrilla

lS ilie7v1 Zih a Solano j Boyaral Sandanike t Songa° Ármalos 'Anima Cuento Soto. Articaza y Bogicar EMITA CiLIA BE JACA Carrascal Coenlo Santa Cilia de laca... ' Juanito Paco viejo Solano 1 Carbonera. SIIITA CRUZ Santa Crui Cuello &real / Carrascal del Soso Chaparral anota boda SLATA ESCRÁCIA Paca Balduesa Soto santa Lily la Poso La Chuata del Perro Sierravalle de Estier Mosquero de Leineras SAETA BAHÍA ti La Time Ralla del Soso nula Caaiella de Sabinera. Yute. La Ralla / han do laza Puerto Osan La Selva. San Romo de Bala. HABEAS. El Puerto Boalar Sardas El Fresnalar. Chaparral larguital Guerguis Pinar de Brugibe Mana Y SORAILS La Paul de la Fuente Son" 1 garriPas• • • • La Peda Soto SÁNIESIES

250

Índice

1,93 1,28 0,60 0,80 0,70 86,00 53,80 509,00 93,80 170,80 23,00 92,20 11,60 8,00 23,00 370,40 12,20 17,60 58,90 123,00 19110 03,48 97,50

SUBORDINADAS.

DOM I SANTE.

Roble. Roble. Roble Roble Fresno Abedul Roble Pino Abedul Raso.. .. Pino Pino Pino Pino Pino Pino Haa Roble. Pno Pino Roble Roble

81,60 MOMEO

149,80 ,, Pino 381,60 pino 417,00 Pino 38,00 Pino 23,00 Pino 23,00 Pino 11,50 Pino 00,80 Pino 11,50 Pino 23,00 Pino 11080 , Pino 951,00 Pino 846,00 Pino 615,40 Pino 312,30 Pino 610,40 Roble . 181,70 Haya. 0,80 Bol 1,78 Haya 3,43 Roble. 3,80 Ratio 1,29 Roble. 3,10 Pino 3,70 Haya 1,30 Pino 26,80 Boj 7,60 Encina. 62,40 Pino 3,80 Sauce 11,60 Roble. 20,00 Roble. 153,80 Pino . 23,00 Roble. 65,30 Pino . .„ 9,14 Encina 7,72 Roble. 25,10 Pino 10,72 Pino 173,00 Coscoja 245.40 Pino 230,70 Pino 103,80 Boj... 173,00 Boj. 46,00 Pino 15,40 Boj. 1,29 Pino 9,00 Raso 1,43 Pino 4,29 Pino 2,16 Aliaga 2,00 Boj 3,57 Pino 2,60 Alamo 3,57 Roble. 8,58 Pino

Alamo. Pino. Fresno. Pino, Alamo. Pinabete , haya y avellano. Pinabete y avellano. Avellano, pino y boj. Haya, avellano y boj. Roble, avellano y haya. Roble y Alamo. Avellano y boj. Boj. Avellano y pino. Pino. Avellano , haya y álamo. .. Enebro y boj. Boj? B Coscoja y boj. Romero y boj. y coscoja.

Boj. k

R ole y boj. Boj. Bol. Roble, enebro y boj. Roble, boj y enebro. Roble, boj y enebro. Boj y aliaga. 139.1Pinabete, haya y avellano. Haya. Haya, tejo y boj. Boj. Avellano y boj. Pinabete y pino. Boj. Avellano y boj. Avellano y boj. Enebro y boj. Pino y boj. Boj. Aliaga. Boj. Haya, roble y avellano. Aliaga y boj. . Boj y aliaga. Haya , pinabete y tejo. o Haya. Pino y boj. Boj. Roble y boj. Enebro, pino y roble. Boj. Boj. . Enebro y pino. Enebro. Boj.

Boj. Boj.

Aliaga.

Boj. Fresno. Boj. Alamo y sauce.


APÉNDICES

EURSCA.

17

AYUNTAMIENTOS.

CABIDA aforada.

NOMBRES DE LOS MONDES.

PUEBLOS.

Ihddroad.

SllieliS

Salo

11111C/STILL1

Traimeenilla. Bada Guasa

OLIE

kin Elle

leo 111.1.111051111

Lanosa

Villanoville ( Cenada 1E11:D'id

( Valones vuliarell,

TEM

Villarreal

labra. Barbean

risas »seto

Boaral Pardina y San Salvador de Pueyo Boyara! CoronaL Puerto de &tura. Sandurin. Vetato. Macholin y &pedregal Paul Albarun Paul La Loma La Paul Santa Eulália I El Paco. 1 Fegtiero (Guano lomear I Albelda. t La Selva letrada 8 Vacan 1l Co larada Puerto Espata. Selva i Carrascal y Eua Pinar y Raso mayor Sacal y Bresun / Cajigar y Puerto Gorgas Lera de Altoria San Anton I Barato y el Paco Comas del Infierno Cotefablo CliordonaL Furco

18,40 64,60 6,60 1,14 61,60 4,57 4,57 12,10 0,30 3,80 0,60 2,00 0,90 1,70 4,29 2,00 1,80 49,80 8,70 1,80 38,40 102,98 16,00 92,10 46,40 69,00 57,80 939.90 2,86 16,00 28,60 30,30

2t63 17,16

10,29 5,11 10,29 25,71 42,91 73,23 13,73 25,71 55,40 6,86

Hernia.

Puerto bajo /Ato de Sebrersonta... I P sotno 1051 DE SOBIIII05111.

BaLt

1Solano

Yna de Tebano:11e... Selva. 4 Solano.

TOTAL

ESPECIES. DOMINANTE.

Roble. Pino Boj. Pino Raso Pino Haya Pino Pino Fresno Pino Raso Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Encina

SUBORDINADAS.

Boj. Roble, haya y acebo. Boj. Roble y avellano. Pino, avellano y boj. Roble. Aliaga Boj. Aliaga. Roble. Pinabete y roble. Roble. Pinabete. Boj. Pinabete y avellano. Pinabete, haya y boj. Pinabete, acebo y abedul. Roble y pino.

Pino

BOL. ...... Roble. Pino Raso Pino Pino Pino Pino Pino Pino Pino Raso Pino Pino Pino Pino....,..... Pino Pino

Aliaga. Pino y boj. Boj. Roble y boj. Boj. Pinabete y boj. Pinabete.

Boj. Pinabete y acebo. Boj. Boj. Haya y boj. Roble.

51.060,12

PARTIDO JUDICIAL DE SARIRENA. 97,50 Esparto..... ... llberueta de Tubo.... 1 Boaral 422,60 Aliaga / Monte viejo . 36,90 Esparto Paul alta. Sierra 1.552,87 Pino. Valdecarnicera alta 15,30 Esparto 14,30 Tomillo 1 La Caballera 3,57 Tomillo Partida de Anador Artillon /5111101 Toral de San Juan. 0,71 Tomillo 4,14 Esparto 1 El Boaral apdsseso. CirD8,150 l La Sarda 3,43 Encina 100,50 Pino 1 Juvierre 111,12 Romero 0.15/6105D6IONICE01. Callejeo de Lupas- La Pedrosa 286,70 Romero La Sierra 10,72 Romero Arracones El Conollar. 29,33 Romero Casteldente. LISTELFLORITE El Romeral 51,60 Romero Valdecaminos 30,53 Romero 15,87 Tomillo. 1 Canteras del Rio y Huerta ?anche MEDD 90,11 Tomillo La Sera Granen. 61151t Vertientes de Guatiudema 9,44 Esparto Huno IMITO 139,10 Encina El Carrasca] Laguranots LIGU1IRERT1 1 Partida de Moscallor y Bo17,89 Aliaga ralas Leluea 1011111 61,36 Aliaga Sordera ILBEDVILI DE TUBO

11LUDIESIE

Aleubierre.

I

Tomillo. Enebro , sabina y roble. Coscoja. Aliaga. Aliaga. Sabina, coscoja y lentisco. Aliaga. Aliaga y sabina. Enebro. Pino, enebro y sabina. Enebro. Pino, enebro y sabina. Aliaga y tomillo. Tomillo y aliaga. Esparto. Tomillo.

o

Índice


APÉNDICES

HUESCA.

18

ESPECIES.

CUIDA NOMBRES DE LOS MONTES.

PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

aforada. Hool:daa.

LOMA LESTIROSI

WENN

PALLABOSLO DO 11028IBOS PELUSA DE MAKES

Barranco de Peria1ba Paules Sierra alta baja ó lloaral 1 Partida de »alano° Latonero. 1 Partida de Landeta. ?mella 1 Partida de la Vanguardia.. Camino de Graden { Campo Ruego llamón Partida de Mogacba Dehesa boaral Las Planas Pallaruelo de Luyo Soso de Pedro, Las Suertes. Terrerero y Sabinares.... Sierra Peralta de Allecéa .... 1 El Pinar Lana ja

SUBORDINADAS.

DOMINANTE.

1,90 Raso 104,30 Tomillo 034,00 Sabina. 79338:1801Pino Esparto 0 Tomillo 38 588 9:9 Aliaga 93 13:8 4 Esparto 4331 Esparto Apaga 835,00 Sabina 52,00 Pino 36,90 Romero 30,00 Pino 208,80 Pino

Raso 122400 Raso 1(1 13 1;era asde Aleanadre Penosa 85,87 Encina Sarda o 87 Aliaga ora1.5591 Los Acampos Menino I Canteras de la Huerta POMAR Pomar..:......... Chop o 1,71 .......• - • 1 E1 Soto Pino 41870 1 3iag 1 La Sierra Al 005783 Rama 12,87 Tomillo 1 Lema alta. 1,13 Encina Marginan SALILLAS. ..... Salinas .. 19,30 Encina Toral de Sábado. 1,43 Sanee 1 El Soto SANTA LUISA Santa Latino 904,70 Romero `Montalvo. EtuBrAA Sardana 18934:0100 1 Monte bajo 291,15 Pino 1 El Omprlo del Monte alto... SISA Sena Esparto 1 El Omprlo y Esparta'. 48,48 Raso SEBES . 1 El Llano Senas. 96,64 Encina ¡ Partida de Florean° Sea MISA 32,18 Encina. { Plano de Val Mozuela 1.738,46 Romero !Cuarto de los Planos Latea:adata 835,00 Pino. 1Montnar T0111110 (EL) Muela del Cuarto alto y en467,40 Coscoja Toro illo (SI) med io 582,30 Tomillo SEBES DE ÁLCASABRE Tdrres da Aleonado- 1 El Coman 38,61 Aliaga ¡ arda USOS Usa 23,81 Aliaga 1Saso 624,30 Coscoja 835,00 Esparto (Era ttpdrrO Ill enspartal ... TILLAAINTA BE 816E11 . Villanueva de Sigas.. E1 °minio de la Sierra Sarda 469,40 Pino. 1 ye Moro PSITUSA

POLSEISO

Pino, enebro y romero. Roble. Aliaga. Tontillo y esparto Aliaga. Tomillo. Pino, romero y aliaga. Sabina y romero. Aliaga y tomillo. Sabina. Aliaga y tomillo. Tomillo. Tomillo. Esparto. Roble y coscoja. Aliaga. Tomillo. Tomillo. Enebro y sabina. Aliaga y esparto. Romero y coscoja.

Tomillo y aliaga. Aliaga. Romero. Sabina y enebro. Aliaga. Coscoja. Tornillo. Romero, pino y sabina. Coscoja, sabina y romero.

15.697,39

TOTAL

PARTIDO JUDICIAL DE TANARITE. ALBEAN ALSAIIPIL

ALTAS

d'halda Airampo' Pelegneon illa. Baena

LULU

Racha tanta

BALDINLON

Baldello7

1E1 Coman

1 Gesas Plantío

'Las Gobios. Solanas de Castillazos de Carbonera Urda de Cabanetas Vandolins. Balo Cosco jar La Cuba Reitero' Modorras Obaga de la Proa... Reguera Sierra. 1 Corona! i Puyalea Coma Noguera Congost y Valdemores 1Corona 1 Mona Plan de Átales Sola y

Índice

187,91 68,60 7,29 28,75 20,31 22,17 3,57 2,14 6,43 1,00 21,88 0,50 2,57 0,39 6,72 3,57 343 37,18 2, 00 0,42 0,50 1,43 0,85

Raso. Tomillo Encina Coscoja Romero Romero Romero Boj Encina Romero Boj Boj Coscoja. Romero Romero Romero Boj Boj Boj Romero Boj Romero Boj

IP

Aliaga. Romero. Boj y aliaga. Boj y aliaga. Boj y aliaga. Romero. Romero. PI

Boj. Romero. Romero. Romero.

Romero.


APÉNDICES

19

110B8Ci.

CIMBRES DR LOS MONTES.

PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

EmAlnreu.

Bitéiar Calmas

El Sisallar. Salvaniella Mons Camponens Obaga de Soura ileo11EL1.3 Pantano / Gasas y Espregons......... Plan de Aludes y Abogamala CaStILLOInot Cotillones! San Salvador y Santa Ana.. Solana y- Tonadas Estada. Gordafonda ESTADA ISTIOILLA. Estadios La Sierra llena Lachare . Obaga de San Quilo Urania Estopillas. Parpalla Plana Vaqueriza. Cabanetas. TOM Pons Ilesa Bale. Canastillo Mora, Santa Justa, Sierra Molino y Bagnet. Pralta de la Sal PIMALTI De LA MG Rio Zurita, el Pozo y Estrullez Segarra Sagarretas 1Gesas SO LdBÁN DE LI- Rocafort i Sierra TIRA San Estlban de Litera. I Pinar Cuguet, San Juan y Hospital. Las Gasas. Tamarite TAIIMUTE Prado do Algayoa ..... •.. 818Ma .

CAUSAS/

ESPECIES.

CABIDA dorad. DOMINANTE.

9,60 64,36 40,76 11,39 0,70 70,80 90,12 22,88 169,60 10,72 268,19 97,18 30,30 1,70 29,32 14,30 0,12 100,12 193,90 1,21 0,85 '10,37

Raso Romero Boj Encina Álamo blanco Aliaga Aliaga Aliaga. Raso Boj Boj Romero Romero. Roble Bol Bo4 Boj Romero. Raso Romero Romero Romero

3,14 0,42 1,71 171,64 58,64 48,63 193,16 218,83 6,19

Romero Romero Romero Raso Romero Romero. Raso' Raso Raso

SUBORDINADAS.

Boj y aliaga. Aliaga. Aliaga. Sauce. 71

PI

Romero. Romero. Encina y boj. Coscoja. Pf

Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. Aliaga. PI

2.668,12

Toral

MONTES EXCEPTUADOS DE LA DESAMORTIZACION, PERTENECIENTES A CORPORACIONES CIVILES, PARTIDO JUDICIAL DE HUESCA. EMITIDAS OMITO .

1 Saquean I Aceite y San Orles..

1.400,00 Encina 90,14 Pino

Castejon de"Beclea

I Paco y Solano

I Roble.

1190,14

Tarar.

RESUMEN DE LOS MONTES EXCEPTUADOS DE LA DESAMORTIZACION. DE LOS PUEBLOS.

DEL ESTADO.

DO

coteoalcions CIV11411.

TOTAL.

PARTIDOS JUDICIALES. Ramera.

Barbastro Benabarre Bollada. Fraga Huesca Jaca Sarifiena Tamarite Totales..

Ifeettreas.

7

0,10

IP

IP

PI

0.7

1

0,10

77

8

Ramos.

lietiírem.

90 230 211 98 215 379 65 54

2.239,58 4.512,78 69.739,90 15.794,91 19,522,12 51.060,12 15.697,39 2.608,12

1.272

181.231,92

253

Índice

»nao.

Hectárea..

11

1.491,1i

2

1.490,14

riamero.

Heetireu.

90 231 211 28 217 379 65 54

2.239,58 4.512,88 69.739,90 15.794,91 21.012,26 51.060,12 15.697,39 2.668,12

1.275

182.725,16


APÉNDICES

111123CA.

20

MONTES ENAJENABLES, PERTENECIENTES AL ESTADO,

PARTIDO JUDICIAL DE BENABARRE.

AYUNTAMIENTOS.

liectkoa.

BKIESA I ADÍAS. BONANSA SAN ESTEBAN

0,21 1,71 2,57 0,30

Multo de Riato La Pelada Sarcoras. Olsaga

Betesa &nansa San Ettlban del Wall..

ESPECIES.

CABIDA aforada.

NOMBRES DE LOS MONTES.

PIIRISLOS.

DOMINANTE.

Sauce Boj Temblon Raso

SUBORDINADAS.

Fresno. Enebro. Haya, enebro y boj.

4,79

TOTAL..

PARTIDO JUDICIAL DE HUESCA. BINAEÉS

50,22 23,00 2,10 6,90 4,20

La Sarda y Coman del Soso.

¡Huirán

bana nas LASCIALS

Mollee

Encina Raso Raso Raso Raso

86,42

TOTAL

MONTES ENAJENABLES, PERTENECIENTES Q LOS PUEBLOS.

PARTIDO JUDICIAL DE BARBASTRO. COLUMBO. ECHO

Itcáe Lana

6,43 0,70 7,15

!Paco Vedaded Partida de las Huertas Cantera

Boj Raso Tomillo

I Sabina y romero.

14,98

TOTAL

PARTIDO JUDICIAL DE BENABARRE. REMA Ir ALDEAS.... lEzten

I

'Prado de Belarta

1,70 1 Raso 1,70

TOTAL

PARTIDO JUDICIAL DE BOLTAÑA.

MILLA

VILUE011.

AtIn Talla Villana%

48,48 25,10 50,20 50,20

!Selva de la Sierra Lastiba I Los Desvíos 1 La Montando

173,98

TOTAL

254

Índice

Raso Raso Sabina Raso

Enebro y quejigo.


APÉNDICES

UULOCA.

21

PARTIDO JUDICIAL DE FRAGA.

avUSTAMIENTOS.

PUEBLOS.

IlecTirecu. BIALOBRE

Solbbor

ESPECIES.

CABIDA afonda.

NOMBRES DE LOS MONTES.

Abejares

314,32

TOTAL

suBOBninaoa.s.

DOMISANIE.

Romero

Tomillo y aliaga.

311,32

PARTIDO JUDICIAL DE HUESCA. Aguas

Ceniza-Ruego La Cueva 1 Las Horcas Cuarto bajo ALCALÁ DE GURRÉA Alcalá de Guata Cuarto pardesol Cuarto pelado Cuarto alto . ne/ii DEL ampo... Alcalá del Obispo.. El Saso La Sarda Farolillos y Alarido ILRUBRBAR Mascariello y Magd.alens,.. Almudébar Solobrar AEDAErEs I Figarazas Aluné: Anguilo Banlaniés Bardariengo Biscarrues Cabezas. Corrocazo El Saso Pontellas Anglos ReIP Alerbo Mangarguiso Piedratnorrera Puchil y San Julian Puyatan Ripa -Roya y Vallares Samitier Turmiana Valderrasal Villabietra Hállame Colon BAILURBRI Loma Gorda Cbillan Sao lidian / &llaulle.. Paso de Fabera. CASTUSABÁS Peñazales Alera E Pipere COSCULLABO Coscullano La Sarda Ganta de allego.- l Cuarto de la Carnearla Guarde DE CILLERO Barranco La Habanera HUESCA Las Barreras beca Las Horcas 11 Leciñar y Valdeanisa. JORRAN° I La Cuasta IMMO 5E1 Carrascal LAPORZIRB LoparzaDo. ISaso de Propios y Cabañera Ramblas de Riel u3,111 Lapitaln Valcarmin Valcervera Barranco de la Gabachera Las Paquias SOBASES loma. Toral del Espaldar Total de San Cristóbal I Saso y Rambla del Solos.. banasta. Cuarto alto . AUTILLO Cuarto de la Garganta Odia Cuarto de las Valletas Cuarto de l.ed Curro Bastarán PER ORO.. 5 Cerro de San Martin Painarto 1E1 Vedado ALBERO 8114

Albero bajo

13,16 1,13 2,11 43,00 30,70 21,60 24,60 22,88 17,30 22,00 41,60 39,60 1,90 71,51 13,80 235,50 28,60 11,90 138,10 393,80 41,12 41,18 28,80 78,66 28,60 78,66 21,71 28,60 89,00 288,47 57,21 1,90 11,59 98,37 0,26 23,75 1,28 38,70 278,83 110,10 133,18 425,19 615,62 32,00 7,72 42,50 1,50 151,54 180,98 1,00 15,77 21,45 7,15 960,00 1.066,60

Coscoja Raso Raso Tomillo ynliaga Tomillo y aliaga Tomillo y aliaga Tomillo y aliaga Tomillo. Encina. Tomillo Tomillo Tomillo Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso Encina Romero Encina Tomillo Raso

Roncero y aliaga

Madroño. Aliaga.

Raso

Coscoja Raso Coscoja. Boj y alliaga. ,, Encina Raso Chopo Raso Boj Romero..... .. Pino Romero Romero Taray

Aliaga, boj y enebro. Sabina, boj y enebro. Aliaga.

Raso

1,71 Boj 6,13 Raso 387,66 Raso

Aliaga.

Si

2;55

Índice


APÉNDICES

RUESC*.

22

NOMBRES DE LOS MONTES.

PUEBLOS.

AYUNTAMIENTOS.

tholdrsa«.

l "det ana

PaNZANO

PIRACE.S PLASMA PUYO FOILIAS BRIZAR° „ SAI&LIIICCUL0 SERIO DEL ABABLIDO SBITAIO

T1RDIEETA

TOABALBA.

TÓBBIS DE BOTES VICIE

daerMerlio. Pl Plana del Rey Tozal de Alpaner Pactan) Tozal del Enebro Valdeciercos Valporcés 1 La Paul 6 las Calvas 1,1:1:¿1 l Semuro 1 El Llano PlzsincLa Cantera de allá del Rio Canteras de las Dembas Pueyo Fattuds El Tozalé Rambla de la Palanca Lectitera Comuna . Palduebas. ..... Lriaraucuello Dehesa del Comunal. ..... Sarta del Lb adiadc .. Las Lanas Cesteion de Adards . El Saso upan El Plaño 1E1 Vedadioo La Aldea Tardiecta Santa Aguada. Torminena / Gorgas La Villa Santa Ana Tomb Tormine,na Val de Albero. Valvedado Cantera de los Rajes Tozal de Santa Ana. /dores de Montes Tozal da Valde Aliaga Tozal de Valmayor j Cuarto de San Gregorio.... VIcién Cuarto de Valorias........

ESPECIES.

CABIDA dorada.

108,82 3,21 47,00 2,57 1,93 144,89 95,94 3,57 2,50 4,50 1,95 1,96 0,96 1,90 15,45 11,94 5,12 1,70 3,10 128,72 128,78 128,18 128,78 128,78 8,10 6,40 8,00 7,10 9,00 9,00 0,90 1,14 040 1,10 225,35 225,35

SUBOILDLNADAS.

b011111AraTIL Encina Encina Encina Raso Encina Encina Boj. Esparto Esparto Raso Raso Raso Raso Chopo Raso Aliaga Aliaga. Aliaga Aliaga., Raso Raso Raso Raso Raso Raso Raso . Raso Raso Raso Raso Aliaga. Aliaga Aliaga Aliaga. Raso Raso

13

Coscoja. Aliaga.

Tomillo. Tomillo. 1.• el

19

Tomillo. Coscoja. Encina. 19 PI

91

09 99

Boj.

8.175,60

Toni.

PARTIDO JUDICIAL DE JACA.

ACEBUÉR

taiim

Apare

Abs ABA pasas DO GARCIP0- Beseds de Garcipallere. 11,1111 Biéscas RASGAS RIELES Candil, Yétem YESERO

Canal Cubilar nuevo Faja Pinos& Plandiques / Caparrosa Castillo mango Hospital Meclaavilla La Magdalena. Articosa.

82,00 87,38 30,90 119,11 98,40 197,00 84,70 61,60 24,60

Rasa Raso Raso Raso Madrotto Raso Raso Alia8a.• • • • ••• • Raso

1,60

Boj...........

64,00 66,60 25,74

Balagras Pardiniella Puerto Argües

Raso Romero Raso

YI

101,

AMI> 01

IP

Boj.

943,66

Tarro.

PARTIDO JUDICIAL DE SARIRENA.

ALCEBIERBE

Almibaro,

oldas REATO

Granan iluerr

LALuE11

Laluesa

LAIA.10

lanaja

La Paul baja I Salcto bajo y Valde Carnicera. Partida de Rebasa. La Sarda Val de la Torre. Venal . Clamor de Barrancos O Reguero La Solaza

25(I

Índice

22,00 15,30 3.105,14 97,50 45,50 2,86

Tomillo Tomillo Raso Aliaga. Aliaga. Esparto

6,90 Raso 417,60 Tomillo

Tomillo. Esparto.

Retama y taray.


APÉNDICES

23

HUESCA.

ESPECIES.

CABIDA AYUNTAMIENTOS.

donado,

NOMBRES DE LOS MONTES.

PUF£LOS.

SEDOEDINAD.1.9.

NOLISZTE.

Cuarto do las Villas, Val del 218,36 Miro y el Molifico 97,50 !Partida do Propios 211.00 Los acampas O la Tall 10,40 Socarrada y Cuarted Pitabas, Ctiarto lobos y Are43,00 natas. Santana Puyaba 283,80 123,00 Viñas viejas 021,16 Cuartos alto, medio y bajo 382,20 Las Validas Una Vedado 776,40 48,48 Los Carasolcs y el Paco da 6,40 Valle 37,33 Carniceras. 32,18 Chervas tea 45,50 Tolosa 417,60 El Cuartico Villanueva de Sigma.. Santo Domingo, Alodio y Es- 1.200,00 partoeo

LIS? INDS1

mlactm 119118ES SALILLLS. EARLtNi

EMÚ. SESD

illIADUEYS Dl SIDENA

Tomillo.

Ltstrosa

Aliaga

Fuella libre: Sllillat

Aliaga. Raso Tomillo

Aliaga.

Tomillo

Esparto.

Esparto Tonillo Sabina....... Romero Roto"•o. Romero Raso 111A0 Raso Riso Romero

Sabina y esparto.

Rorro

Cabina y pino.

Esparto. Itoutero y Mitiga. Abato. Aliaga y esparto. Aliaga.

8.294,11

Tont.

PARTIDO JUDICIAL DE TAMARITE. ALDELDO

[ Albelda

330,41 Raso

1 Guardia y Cornac°

330,41

TOTAL

MONTES ENAJENABLES, PERTENECIENTES Á CORPORACIONES CIVILES, PARTIDO JUDICIAL DE HUESCA. %RIES LIBES IDGITO

I Ignét Loare Docito y Orla)

Goscoj,, Coscoja. Roble.

402,47 Encina 10,60 Tomillo 45,70 Chopo

1La Almunieta. Javarrillo La Carnmco

458,77

Toro

RESÚMEN DE LOS MONTES ENAJENABLES,

DEL 1E1191

DE LOS PIIIILOS.

DE CORPOLICIODES Cr11016.

TOTAL.

PARTIDOS JUDICIALES. !bistro. listureat. Número.

a

Barbastro Benabarre Boltafla.. Fraga Huesca Jaca Sariñena . Tamarite

hule/. •

ileerároas

8

i »

1,79 ,,

5 »

86,42

9

91,21

Número. hectárea,,. 59

1 97 13 25 1

11,28 1,70 173,98 314,32 8.176,60 913,66 8.294,11 330,11

145

18.248,06

3

1

4

257

Índice

453,77 011

158,77

LOTAL.

3 5 4 1 105 13 25 1

10,28 6,49 173,98 314,12 8.720,79 913,16 8.29411 330,41

157

18.798,04



APÉNDICE 2 COMPARACIÓN ENTRE LOS MONTES EXCEPTUADOS DE LA DESAMORTIZACIÓN EN 1859 Y 1862. PARTIDO JUDICIAL DE BARBASTRO.


APÉNDICES

1862

1859 Ayuntamiento

Monte

Cabida (ha)

9,15 El Cagicar Abiego 7,28 Molmayor Abiego 1,43 Monfageta Abiego 0,85 Monganil Abiego 0,35 Cantera de las Vals Adahuesca 0,21 Los Fallos Adahuesca 1144 Sierra Sevil Adahuesca 4,14 Alodobil Alberuela 0,85 Linas Alberuela 17,16 Vedado Alberuela 0,57 Costera de Juan Gil Alquézar 2,43 Labajos Alquézar 0,85 San Gregorio Alquézar 2,28 Ballanchos Azara 5,29 Plana Alta Azara 1,14 Plana Suiza Azara 3,43 Plana Zapatera Azara 7,15 Saso Azara 0,30 Barranco del Patano Azlor 7,86 La Chesa Azlor 5,43 La Plana Azlor 5,43 Barranco San Marcos Barbastro Barranco de Valpregona 6,72 Barbastro 2,71 Saso Arriba Barbuñales 5,72 Saso Barbuñales 1,71 Saso del Medio Barbuñales 2,28 Santa Bárbara Barbuñales 47,15 El Saso y la Toba Berbegal 1,73 Bituc Bierge 2,14 Estopar Bierge 15,73 Huercha Castillazuelo 2,14 Malpasos (Asque) Colungo 60,79 Millargüelo (Asque) Colungo 6,43 Morrecho (Asque) Colungo 2,28 Bachirapica Colungo 57,91 Cunarda Colungo 1,28 Mamabes Colungo 0,35 Picadas Colungo 6,43 Colungo (Asque) Paco Vedado 2,14 Sierra Sancho Coscojuela 0,71 El Comunal Cregenzán 0,21 Piazuelo Cregenzán 1,28 Puyal El Grado 14,30 Sierra El Grado 0,57 Hoz de Barbastro Calvario 0,70 Hoz de Barbastro Clesones 0,42 Hoz de Barbastro Pozuelo 0,50 Hoz de Barbastro Toral de la Fuente

26o Índice

Especie dominante Situación

Roble y boj Encina y aliaga Aliaga Aliaga Raso Raso Encina y roble Boj y romero Boj Coscoja y boj Raso Boj y romero Boj y romero Raso Encina y aliaga Encina Raso Raso Álamo Aliaga y tomillo Aliaga y tomillo Raso Raso Encina y coscoja Coscoja y aliaga Coscoja y aliaga Tomillo y aliaga Tomillo y romero Tomillo Encina y aliaga Tomillo y aliaga Boj Pino y boj Boj y sabina Romero y aliaga Sabina y boj Boj y romero Boj y quejigo Boj y sabina Pino y sabina Aliaga y coscoja Encina Romero y aliaga Coscoja y romero Boj y romero Olmo Encina y romero Boj y romero

Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Exceptuado Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Exceptuado Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable

Cabida (ha)

1.985

94


APÉNDICES

1859 Ayuntamiento

Huerta de Vero Huerta de Vero Huerta de Vero Ilche (Fornillos) Ilche Ilche Ilche Ilche Ilche (Permisán) Laluenga Laluenga Laperdiguera Lascellas Lascellas Lascellas Mipanas Monzón Monzón Monzón Monzón Naval Naval Naval Naval Naval Naval Peraltilla Peraltilla Pozán de Vero Pozán de Vero Pozán de Vero Pozán de Vero Radiquero Radiquero Salas Altas Salas Bajas Salinas de Hoz Salinas de Hoz Salinas de Hoz Salinas de Hoz Selgua (Conchel) Selgua Selgua Selgua Selgua TOTAL

Monte

Cabida (ha)

Cornero 2,57 Mon 2,00 Saso 1,14 Barranco La Fuente 42,52 Carrascal 0,32 Puncal y Valdespartera 12,44 Partida de Huertas 0,70 Cantera 7,15 El Saso 12,30 La Chasa 343,28 Orguarz 6,43 La Toba 2,86 El Boral 2,24 Las Planas 3,21 Vedado 5,74 La Puarra 5,29 Cardesa 57,21 Coim 4,52 La Almentara 1,13 Lar 39,33 La Bujosa 0,50 Guibano 0,21 Mirarbueno 0,50 Paca 5,57 Peña Plana 2,42 Poza y Sarramiz 3,28 El Lecinar 3,43 Peña Traiciones 7,86 Barranco 2,86 Costera 2,14 Luperno 1,14 La Plana y Coscojuela 6,72 Arraelos y Carneraje 10,10 El Tito 134,88 Canteras de Candelera 18,84 La Arboleda 0,35 Cuello de Hoz 0,37 La Picarra 0,57 La Rollera 0,53 Toral Royo 0,42 Torre de Pilzano 5,72 Lomas de las Perezas 2,14 Portellada 7,86 San Salvador 1,28 Vedado 10,60 2.253,86

1862 Especie dominante Situación

Aliaga y romero Romero y boj Romero y boj Aliaga y tomillo Encina Tomillo Raso Tomillo Aliaga y tomillo Tomillo y aliaga Raso Tomillo y aliaga Encina y boj Encina Romero y boj Raso Raso Raso Tomillo Tomillo y aliaga Raso Raso Aliaga Aliaga Raso Romero Encina y romero Raso Raso Raso Raso Raso Boj y coscoja Boj y sabina Romero y aliaga Álamo Romero y boj Aliaga y coscoja Coscoja y romero Boj y aliaga Aliaga y tomillo Tomillo Raso Raso Raso TOTAL

261

Índice

Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable Enajenable

Cabida (ha)

-

-

-

2.079



APÉNDICE 3 MONTES PÚBLICOS ENAJENABLES (NO INCLUIDOS EN CATÁLOGO) EXISTENTES EN LA PROVINCIA DE HUESCA EN 1876.



APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

76 10 180 306 45 63 13 40 285 50 14 114 16 95 31 30 500 293 40 6 117 6 100 55 53 10 146 305 3 278 250

839,50 354,00 941,00 1.021,50 975,00 300,00 370,00 381,00 980,00 310,00 375,00 1.263,00 160,00 133,00 377,50 1.116,00 5.848,50 1.710,00 675,00 325,00 499,50 505,00 360,00 367,00 180,00 335,00 700,00 635,00 69,00 1.003,00 545,00

25 68 60 162 80 1.500 107 16 210 50 200 70 445 53

822,00 590,00 2.449,50 2.391,50 1.310,00 717,00 1.396,00 425,00 2.715,00 410,00 2.770,00 855,00 2.737,00 350,00

Partido judicial de Barbastro Abiego Adahuesca Albelda Alins Alquézar Azara Azlor Barbuñales Berbegal Bierge Binéfar Castejón del Puente Castillazuelo Colungo Coscojuela de Fantova Estada Estadilla Fonz El Grado Huerta del Vero Ilche Las Cellas Naval Peraltilla Ponzano Pozán de Vero Radiquero Salas Altas Salinas de Hoz San Esteban Tamarite

Monganil y Monmayor Cantera de Vals, Los Fallos y Casiños Cordillera de la Gesa La Solana y Comunes Montes Comunes Planas y Saso Plano de Lecinar Montes Comunes Montijar Canteras de Alcanadre La Sierra, Sisallar Sierra y Cesa La Guardia Monciecho y Comunes Vedado y Cillas Bordonera, Pozuelo Sierra de la Carrodilla La Sierra Salto y San Vicente Mon y La Paúl Montes comunes El Boalar La Paca y Comunes Peña Traición Valporas y Comunes Plana y Coscojuela Comunes de Villa y Aldeas Sierras de Salas Camporoy Pinar y Sierra Cuguet, San Juan. Hospitalet y demás Partido judicial de Benabarre

Aguinaliu Alcampell Arén Baells Baldellou Barasona Benabarre Beranuy Betesa Bonansa Bono Calvera Camporrels Capella

La Sierra y Comunes Las tiesas Los Comunes Los Comunes Los Comunes Del Distrito Garbeta Calustres Comunes Comunes Vedado, Rasal y Sarramera Puyborico Bolterol La Sierra

265 Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Cuarta Bedat y Baipay Yermos y Comunes Serrat y Comunes La Selva y Comunes Madules y Coscollo Comunes Estopiñán La Obaga y demás Graus Las Guardias y El Puente Insén Tepal y Omprios Laguarrés Barrancada y Comunes La Puebla de Castro Carbonera, Corona y demás La Puebla de Roda El Solans Lascuarre Olsona y Comunes Luzás Chuidal Merli Sarrat y Comunes Monesma Roca Redonda Montañana La Montañeta Neril Mora, Sierra y Zurita Peralta de la Sal San Sebastián Perarrúa Semba y Clot Purroy Pinart y Sierra o Gesa San Esteban de Litera Las Brañas y Galligo San Esteban del Man Santa Liestra y San Quílez Cacaset Sedotallo y Comunes Santorens Obagas y Carrasqueras Serraduy Trebolucas y Comunes Sopeira Solana y Comunes Tolva Moret Torre la Ribera Sierra de los Valles Torres del Obispo Comunes del Distrito Viacamp y Litera Foteao y Comas Yet

Castanera Castigaleu Castillonroy

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

110 40 345 23 15 115 180 30 30 60 85 28 50 70 200 20 50 80 75 14 279 7 187 100 50 17 436 80 30 115 30

4.290,00 336,00 1.450,00 1.888,00 85,00 1.567,00 365,00 1.529,00 500,00 650,00 190,00 584,00 393,00 205,00 1.189,00 1.075,00 830,00 530,00 227,00 483,50 1.020,00 465,00 170,00 2.145,00 420,00 484,00 1.706,00 305,00 145,00 2.423,00 212,00

118 48 100 780 47 145 265 10 53 695 304 640 5 50 18 167

375,00 85,00 152,00 150,00 298,00 410,00 1.024,00 110,00 420,00 540,00 630,00 851,25 20,00 405,00 142,00 308,00

Partido judicial de Boltaña Aínsa Bara Bara Bárcabo Basarán Bergua Boltaña Burgasé Fanlo Gerbe y Griébal Labuerda Mediano Morillo de Monclús Sahún Santa María de Buil Sieste

Los Palacios y Pastoras Costera Andía Saeta Petriño y Comunes Cantarachun Espinolar y Balleras Aisoras y Las Costeras Navaín, Troteras y Cañas Foncialla Bispero, Espineto y Sierra Magdalena Las Heras, Sierra y Fornos Selva Camarqui y La Paúl La Fornosa y Semerán El Mon Paco de Bulles y Sinué Costera Bergasa y Santa Cruz

266 Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

50 100 91 37 2.300 320 3.000 20 1.000 54 100 114

640,00 280,00 240,00 1.370,00 3.620,00 245,00 1.680,00 3.450,00 1.715,00 407,50 759,00 2.550,00

28 70 184 40 300 900 1.200 40 20 232 153 855 245 25 185 71 143 20 30 228 90 20 60 838 120 18 46 205 15 70 408 141 50

302,00 888,00 525,00 325,00 785,00 9.700,00 2.593,00 152,50 79,00 420,00 379,00 230,00 596,00 470,00 402,50 404,00 350,00 110,00 330,00 590,00 530,00 155,00 575,00 1.200,00 180,00 500,00 656,00 715,50 867,00 576,00 773,00 250,50 390,00

Partido judicial de Fraga Sos y Sesué Valle de Lierpe Alcolea de Cinca Binaced Candasnos Chalamera Fraga Osso Peñalba Pueyo de Moros Valfarta Zaidín

Montes Comunes Las Sierras La Roya y Ompríos Ripoll y Las Ticeras Montes Comunes La Chalamera Estorzones, San Simón, Dehesas Soto, Peñarroya y Vedado Montes Comunes Saso y Calvarios Madrigueras y Corrales Sardera, Moncalbo y demás Partido judicial de Huesca

Aguas Albero Bajo Alcalá de Gurrea Alcalá del Obispo Almudévar Almudévar Aniés Apiés Apiés Arbaniés Arbaniés Arguís Ayerbe Banariés Banastás Bandaliés Barluenga Barluenga Barluenga Barluenga Bentué de Rasal Bespén Blecua Bolea Callén Castilsabás Chimillas Coscullano Fañanás Ibieca Igriés Junzano Lascasas

La Sarda Conejar, San Gil y Cuarto de la Dula Boalar Sarda Paúl de Casiella, Saso, Cajigar, Valdema Casablanca y Canalazos Sierra, Sarda y Esquiñones Boalar y Larcineras Saso y Coronas La Sarda Monte Alto y Bajo Coronas, Cerrado del Caballo La Sarda La Sarda Carrasca' y La Sarda La Sarda Ralla y Petrera El Común El Común Mancomún Tamacos y Caballera Codedo y Vedado La Sarda Sierra Guisa Saso Montes Comunes Paúl, Sarda y Vedado Cubilares, Planas y Costeras Solano Viñas, Saso Senebral y Barrancos Coscojar, Canteras y Saso Sarda y Regatiello La Plana

=Ir

267

Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Lierta Lierta Loarre Loporzano Lupiñén Morrano Nueno Ortilla Plasencia Plasencia Pueyo de Fañanás Quinzano Sangarrén Santa Eulalia Sarsamarcuello Sieso Siétamo Sipán Tierz Torres de Montes Torralba Vicién

La Sarda y Comunes Castillón y Comunes Carrascal de los Corrales Canteras y Saso Bajo Carrascal y Comunes Cuarto y Lera Espidiello, Paúl de la Rapera Los Comunes Alera Paúl Alta y Baja Sasos y Sardas La Paúl y Costal Arcos, Criada y Mascarada Forat y Comunes Plano, Saso y Paco Sasiello Montes Comunes La Sarda Canteras y Meloneras Carrascal y Castellones El Llano Calvario

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

55 242 730 98 90 40 100 200 156 36 234 15 86 3.698 60 6 100 16 30 10 15 52

280.00 524,00 1.038,00 182,00 515,00 216,50 612,00 1.095,00 142,00 309,50 676,00 257,50 1.370,00 3.502.50 896,00 190,50 232,50 267,00 369,50 230,00 95,00 230,50

10 170 40 99 23 17 24 3 544 26 19 30 100 120 100 52 10 40 200 5 6 2 12 60 5

420,00 472,00 420,00 189,00 225,00 212,50 114,00 27,00 1.220,00 330,00 205,00 261,50 112,50 1.525,00 255,00 60,00 100,00 96,00 1.450,00 42,00 172,00 108,00 430,00 464,00 178,50

Partido judicial de Jaca

Abay Ainielle Ainielle Araguás del Solano Banaguás Banaguás Baraguás Baraguás Berdún Biniés Caniás Cartirana Esposa Jaca Larués Larués Larrés Latre Martes Ordovés y Alavés Oma Osia Sandiniés Sardas Senegüé y Sorripas

Montes Comunes Santa Fincia, Raso y Morolotura Sierra Solano, Isábal Paúl, Mondarrón y Cajigar Paúl, Rivera y Batiellas Paúl, Funcarral y Fraginal Alera, Pueyo y Comunes Paúl Carrascal y Comunes Traspaúl Paco, Planiello y Batiella Paúl, Chaparral y Batiellas Monte Común Puerto de Astún Las Navas, Chesa y Dehesa Boyal Quejigeta y Dehesa Barrancho y Sarzal Vijabierre y Latre Montes Comunes San Cristóbal y El Turrullón Paules y Tramacal La Paúl Tarmañones Monte del Distrito Paúl, Pinas y Sierra Monte

268

Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Tramacastilla Tramacastilla Ullue Villarreal

Puerto Escarra Estachamediano Paules Boalar

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

260 50 15 70

1.220,00 570,00 33,00 141;00

80 80 20 20 161 800 1.200 160 50 84 942 582 106 40 100 145 1.552 8 343 34 15 1.480 194 10 128 65 1.162 835

545,00 218,00 776,00 219,00 711,00 712,00 2.541,00 212,00 645,00 853,50 3.727,50 769,00 900,00 225,00 935,00 425,00 998,00 75,00 1.135,00 638,00 515,00 2.769,50 605,00 105,00 1.190,00 457,00 318,00 395.00

Partido judicial de Sariñena Albalatillo Alberuela de Tubo Alberuela de Tubo Antillón Capdesaso Castejón de Monegros Castejón de Monegros Castelflorite Huerto Lalueza Lanaja Lastanosa Marcén Pallaruelo de Monegros Peralta de Alcofea Pertusa Poleñino Pomar Robres Salillas Santa Lecina Sariñena Sena Senés Sesa Usón Villanueva de Sigena Villanueva de Sigena

Soto y Puyalón Boaral y Diezmario Tozales, Boalar, Común Tozal, San Juan y Cabañera Boaral, Sarda y Sardeta Boaral, Vedado, Santa Quiteria Sierra Alta, Valles Gallón, Cerro y Balsas Romeral y Valdecaminos Las Canteras Boaral y Mancomunes Paúl y Barrancos Diezmario, Realengo y Saso Plano, Saso y Serrato Boaral Montes Comunes Sosa y Ripas Acampo y Arboleda Las Canteras y Huerta Montes Bajos y Dehesa Boyal Cuartet, Socarrada y demás Soto, Canteras y Val de Rivera Mancomún y Puyalón Omprío bajo y Viñedo Sarda y Valle Forcallo y Plan Sarda y Saso Cuarto del Moro Adomprío del Esparta]

Fuente: Elaboración propia a partir de AMA, Sección Montes, leg. 13-10.

269

Índice



APÉNDICE 4 MONTES DECLARADOS DE UTILIDAD PÚBLICA (1925) Y MONTES QUE NO REVISTEN CARÁCTER DE INTERÉS GENERAL (1925). PROVINCIA DE HUESCA.


APÉNDICES

Montes declarados de utilidad pública Términos municipales

Nombre del monte

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

2.200 250

3.700 660

114 108 • 180 147 140 600 600 200 150 150 175 200 98 400 450

190 800 660 380 471 1.385 880 440 651 480 170 343 269 310 373

181 250 450 136 308 186 450 1.113 1.654 8.735 6.747 118 123 194 200 2.525 2.630 2.700 100 150 520 194 140

265 560 200 210 1.230 260 420 1.836 1.173 5.635 2.963 160 475 200 880 8.750 6.630 6.955 334 530 1.080 468 629

Partido judicial de Barbastro Adahuesca Colungo

Sierra de Sevil El Pinar

Partido judicial de Benabarre Bono Bono Bono Caladrones Calvera Espés Güel Merli Neril Laspaúles Perarrúa Serraduy Santorens Torre la Ribera Torre la Ribera

Montañeta Clot y Pedrisa Los Evanchelis Sierra de Abajo y Arriba La Selva Selva Plana La Sierra Lanero y Chordonal Montañeta Canal de Quintalo Llisné y Solano La Roca, Arboleda Costapallé Obago Las Costeras

Partido judicial de Boltaña Abello y Jánovas Bárcabo Basarán Basarán Basarán Basarán Basarán Benasque Benasque Benasque Benasque Bergua Bergua Bergua Bergua Bielsa Bielsa Bielsa Bisaurri Bisaurri Bisaurri Bisaurri Bisaurri

Corvera y La Sierra La Sierra Alta y Baja Cubilar Estrecho y Cajicar Pardina de Niablas Tremolar o Paco de Trella Ballones de la Sierra Ordonás La Valla Valle de la Derecha del Osera Valle de la Izquierda del Osera Barranco Romatrices Caídas del Furco El Paso San Pedro y las Costeras Abesué Airón Acín Mascarina y Pineta Campoluengo La Montaña Montaña Fondonal La Montaña La Mosquera

272

Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Bisaurri Bisaurri Bisaurri Bisaurri Bisaurri Boltaña Boltaña Boltaña Broto Broto Broto Burgasé Burgasé Burgasé Campo Castejón de Sobrarbe Castejón de Sos Castejón de Sos Chía Cortillas Cortillas Cartillas Fanlo Fanlo Fanlo Fanlo Fanlo Fanlo Fiscal Fiscal Fiscal Fiscal Fiscal Foradada Foradada Gistaín Guaso Jánovas Jánovas Labuerda Laspuña Laspuña Laspuña Laspuña Linás de Broto Linás de Broto Linás de Broto Linás de Broto Mediano Morillo de Monclús

Nombre del monte

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

El Puerto y Pinar de Cellas La Selva La Serrosa Tozal del Mon Tozal de San Juan Fartué y La Selva Montaña Ferrada El Pinar y las Rañosas Ascuer Caídos de Salle y San Esteban Espalavero y la Caña Comas de San Estevan

120 500 200 40 175 520 872 118 200 388 800 108 110 954 800 146 850 27 450 580 776 1.287 220 162 4.800 130 120 110 776 220 194 184 162 109 350 3.860 148 118 184 324 280 80 700 146 150 102 200 1.200 150 315

810 560 636 115 411 1.151 910 420 2.225 990 1.520 580 895 1.390 3.324 500 1.888 410 3.300 840 655 1.160 960 230 8.230 270 465 385 2.760 420 750 445 330 311 580 4.667 330 385 295 670 490 140 1.495 372 730 360 430 5.945 700 467

Lusierra La Garona Gallinero Pinaret Los Pozos La Estiba El Fuñil La Valle y las Paúles Blasco Motil El Puerto San Miguel y Cullareras Sardinero Sestral Canciás Cudisplano o Selva Fuen de Cellas Ramatricas Solano, el Paso Tizonera Yalis Barasallena Partarón y la Selva Espalda de la Sierra Calaforca Solana y Cuscullón Cubilares Lostacho Molera Mosquera y Cuestarrasa Canaleta Paco Suber Solano de San Antón Iranzué Sierra Alta y Baja Famosa

273 Índice


APÉNDICES

Cabida (ha)

Términos municipales

Nombre del monte

Morillo de Monclús Olsón Oto Oto Oto Plan Plan Puértolas Puértolas Puértolas Puértolas Puértolas Puértolas Puértolas Pueyo de Araguás Pueyo de Araguás Pueyo de Araguás Rodellar Sahún Sahún Sahún San Juan Santa María de Buil Sarsa Sarsa Sarsa Sarvisé Sarvisé Sarvisé Sarvisé Sarvisé Seira Seira Seira Seira Seira Serveto Serveto Siesta Sin Sin Sin Tella Tella Tella Tella Tella Toledo Torla Torla

La Sierra Sierra de San Benito Cagicar Bandeyuelo Cubilar y Costeras La Basar y Fornos Selva Negra y las Coronas Cagicar y Mallón La Garona ? Malahonda Montañana de Lueza y la Valle El Paco y las Coronas Pocino, Romeral La Rasa y la Cazcarra Picalbert La Tosca Pallerula El Mon Puerto de Labena y Montaña Puyartal Clot y otos Selva de Capramonte Falcet Pallerula lf Asierra y otros La Sierra El Cagicar Garraborral La Selva La Selva Tornen San Pedro de Tabernas Lecinar Armena Espigolosa y otro ? Artias Falcet La Cuesta de Santa Cruz y Cajicar Cajicar Cajicar Solastro y La Poza Ralla Boalar y Avellaneras Carrascal Piatra Matil y Puerto La Tervana Las Nois Alta y Baja Arazas, Soaso Canal de Ordesa

113 400 194 220 133 873 1.800 452 251 509 111 900 146 317 180 165 160 130 130 1.500 582 1.809 300 300 260 400 125 125 218 165 325 42 400 150 250 106 106 112 162 147 452 155 600 244 115 630 107 400 190 4.625

Tasación total (pts.) 178 760 315 760 550 2.160 2.720 360 320 560 194 5.905 165 270 409 550 550 280 820 4.490 740 770 1.350 1.570 960 1.855,5 622 1.830 1.380 1.855 560 81,5 2.585 1.242 1.339 946 475 285 510 840 2.475 4.924 840 390 1.150 530 150 405 560 4.010 ml>

274

Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Torla Torla Torla Torla Aspe Valle de Bardají Valle de Bardají Valle de Liespa Valle de Liespa Boltaña

Cebollar y La Selva Otal Alto y Bajo y Ordiso ? La Selva Fuenfría, Cupierto y Petreño ? Turbón Alberosa La Faja Cañas y Colonias

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

733 4.600 2.400 210 240 106 441 194 194 240

1.610 5.080 4.635 470 230 229 858 140 140 400

9.000 1.573 1.865 2.284

2.130 6.465 3.960 4.058

957 1.082 1.063 363 1.511 965 1.641 300 400 250 540 1.171 831

2.270 2.370 1.960 480 860 750 5.680 390 380 790 1.295 1.040 2.140

450 110 200 100 287 350 523 286 120 150 1.350 800 1.470

1.210 345 350 315 2.140 3.460 3.895 1.995 730 450 5.700 7.240 8.535

Partido judicial de Fraga Fraga Ontiñena Peñalba Peñalba

Valdurrios y otros Chermanillo y otros Valcarreta Valdeladrones y Valdecastejón Partido judicial de Huesca

Arguis Arguis Arguis Bentué de Rasal Bentué de Rasal Bolea Loarre Nocito Nocito Nueno Sabayés Santa Eulalia la Mayor Sarsamarcuello

Aguida, Ordas y otros San Antón y otros Pardina de Baniés y otros ? Caballera, Fuenfría La Sierra La Sierra, Cajicar La Gabardiella La Pillera y Cucureso Cordillera de Ordas La Gabardiella y Sierra del Águila La Sierra La Sierra Partido judicial de Jaca

Acumuer Acumuer Acumuer Agüero Agüero Agüero Agüero Agüero Aísa Aísa Aísa Aísa Avisó

Boalar y San Bartolomé Labayo Recuarta La Collada Guarnaba Alta y Baja Serrato, Lecinar Urdana Ventas Altas y Bajas Abi Boalar Espelungue Iguar, Bozo Alano Arralla

275

Índice


APÉNDICES

Cabida (ha)

Términos municipales

Nombre del monte

Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Ansó Aquilué Ara Araguás del Solano Aragüés del Puerto Arbués Arbués Arbués Arbués Bailo Bailo Barbuente Berdún Berdún Berdún Berdún Biniés Biniés Borau Botaya Botaya Canfranc Canfranc Castiello de Jaca El Pueyo de Jaca El Pueyo de Jaca El Pueyo de Jaca Embún Embún Ena Escarilla Escarilla Escarilla Esposa Gavín Hecho Hecho Hecho Hecho

Pedriza Veral Zuriza Veral Puyato Estiviella Tortiella Ezcauri Ezpela y Berricho Forcada y Paquiello Guarrrinza Veral Álamo Guimbao y Chipeta Romendio Alto y Bajo Val de las Fuentes y San Gregorio La Sierra Solano de Oroel Monte Alto La Foz y Montes Altos Monte Alto Monte Bajo Monte Alto Monte Bajo Huertalo o Sierra Mosquera y Martineta Paco Ansotillo Alto y Bajo La Magdalena La Rota Sobresachos y otro Ciella Turnen La Pinosa y Puerto primero San Juan de la Peña Boyaral Canal Roga Solano de Izas Puerto del Paco de Izas Cajicar Espuellas Del Aragón Subordán Del Aragón Subordán Castellazos San Goto Salviacha Solano Boalar El Paco Hoza Ballonera Pardinas y Montes Bajos Partida del Baño

192 1.861 912 3.810 764 500 1.000 1.148 1.863 2.090 1.077 1.310 500 103 125 200 350 150 300 150 200 175 350 1.400 300 750 800 300 1.500 424 297 469 600 200 95 40 112 403 1.400 1.200 160 50 3 102 700 300 1.500 1.400 2.100 402

Tasación total (pts.) 1.320 7.605 3.300 11.980 1.615 2.510 3.510 13.480 4.090 9.150 3.990 3.840 940 492 515 5.370 1.200 160 550 310 1.100 1.235 370 2.200 2.590 1.900 1.220 375 1.995 5.640 665 16.277 10.650 710 158 1.240 4.000 3.640 240 870 1.445 780 460 10.708 10.258 4.260 760

276

Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Hecho Hecho Hoz de Jaca Jaca Javierrelatre Javierrelatre Lanuza Lanuza Latre Linués Majones Majones Martes Oliván Panticosa Panticosa Panticosa Piedrafita Piedrafita Piedrafita Piedrafita Piedrafita Piedrafita Piedrafita Rasal Rasal Riglos Riglos Sabiñánigo Sabiñánigo Salinas de jaca Sallent Sallent Sallent Sallent Sallent Santa Cilia de Jaca Santa Cruz de la Serós Santa Cruz de la Serós Santa Engracia Serué Serué Torla Tramacastilla Tramacastilla Tramacastilla Tramacastilla Urdués Villarreal Villarreal

Nombre del monte

Sierra de Gabás Valdespetal Ruablas Puerto Astún Boalar La Sierra Portiacha y Arriales Selva y Solano Pardina de Presín Boalar Contrapogo Valmayor y Navas Boalar, Paco Pan.' Garganta Puerto Ruablas, Canal y otros Plan de Ibón La Selva, Selva Verde Boalar o Vedado Caseta o Pinada Liana La Mosquera La Pinosa Puerto Larramayor Fuen Alta Sierra Alta, Selva Los Filos y Torreciellas Lecinar y Santo Román Huertalo El Paco Castillón y Sierra Baladrias Formigal Moncalvo La Selva Molina Boalar Carbonera, Horca] y Boalar Cuello Paco Valduera y Chaparral La Sierra La Sierra Cervillonar Corona( y Estademediano Puerto Ezcarra Sanduriso Betato Boalar Lagín y otro Carrasca] Chaparral

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

6.000 1.500 200 620 527 1.261 450 321 115 400 104 115 200 300 450 900 150 140 180 280 110 104 161 913 150 450 300 700 210 105 418 111 2.200 700 300 2.000 150 563 277 120 150 160 205 118 850 60 18 270 400 1.200

33.365 5.480 2.175 2.410 840 2.115 2.790 150 425 530 825 1.060 1.335 550 2.115 2.230 1.675 590 490 750 350 515 1.380 1.850 330 1.360 1.110 1.050 660 440 1.850 1.110 5.200 1.360 420 1.600 910 5.355 350 860 1.300 775 4.860 900 3.430 260 295 1.154 390 1.565 •

277

Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Yebra Yebra Yebra Yésero Yésero Yésero

Cajicar y Puerto La Cuarta Gorgas de San Antón Comas del Infierno Chordonal Puerto Bajo Lanaza, Furco y Erate

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

350 15 500 400 787 250

310 58 3.340 1.450 300 2.360

3.835 700 3.900 150 200 750 400 469

7.020 17.020 8.495 460 510 3.180 870 700

Partido judicial de Sariñena Alcubierre Castejón de Monegros Lanaja Pallaruelo de Monegros Pallaruelo de Monegros Robres Sena Villanueva de Sigena

La Sierra Jubierre Sierra Alta y Baja Las Planas La Sierra La Sierra Monte Alto La Sierra, Sarda

Fuente: Planes de aprovechamiento forestal de los montes de utilidad pública, 1925 (AGA).

Montes que no revisten carácter de interés general Términos municipales

Nombre del monte

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

222 5.526 40 :500 343

1.570 3.500 260 930 785

Montes de aprovechamiento común Toral de Bocha Argavieso Ballobar (pertenecía al conde) Cuartos del Marqués Bolterols Camporrells Los Mons Camporrells Sola Centro Castillonroy Montes declarados dehesas boyales Abiego Aguas Apiés Azara Berbegal Bolea Capdesaso Castejón de Monegros Castejón de Sos Igriés Igriés Lalueza Lalueza Loarre

Mayor y Cajicar La Sarda Boalar Planas Altas, Subia y Saso Saso Garisa La Sarda y Boalar Boalar o Vedado Prado Beal El Saso Coscojar y Canteras Boalar y Canto de Orillena Boalar y Canto del Río Carrascal, Sarda y Sardón

278

Índice

85 118 40 47 241 51 117 800 18 271 151 289 193 176

630 465 1.330 515 4.430 980 957 1.600 750 527 355 2.110 455 744


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

• Loarre Ortilla Pallaruelo de Monegros Plasencia Plasencia Quinzano Quinzano Quinzano San Esteban de Litera Sariñena Vicién

Nuestra Señora de la Gabardosa Boalar Ramblas Boalar Paúl Alta Paúl Baja El Saso Costeras y Costados Paúl Sierra de las Cesas Puyalón Calvero Barranco

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

36 200 90 2 29 18 54 36 215 167 104

1.334 1.321 820 90 650 123 718 695 1.830 1.580 1.012

50 132 20 4 23 76 180 141 188 200 140 583 17 2 850 3.835 44 87 60 137 10 48 4 21 80 10 9 27 13 46 91 659 40 80 380 307

365 1.851 205 112 125 334 616 2.590 4.090 701 4.575 6.560 323 40 757 7.231 145 267 180 260 200 305 27 100 380 489 130 235 325 650 400 10.195 135 184 681 784

Montes declarados enajenables

Abay Abay Abena Abena Abizanda Acumuer Albelda Albero Bajo Albero Bajo Alcolea de Cinca Almudévar Almudévar Almudévar Ara Bailo Ballobar Barbenuta Barbenuta Beranuy Binaced Biniés Bisaurri Bisaurri Bono Bono Burgasé Campo Caniás Caniás Castejón de Sos Castejón de Sos El Fornillo Erdao Erdao Eriste Eriste

Paco Mondado Paúl o Soto Oroel Piégalo o Solano La Sierra Cotenal Cordillera de las Cesas San Gil Conejar, Horcas Valles La Paúl Laso y Cajicar El Planillo Bardecal Paco Mosquera La Sierra El Paco Monte Alto Los Comunales Ripoll Paúl Costera de las Viñas Traspuyas y La Paúl Plantío del Rey y trozos sueltos Crespes Foncilla y otros El Obago Paco Batalla La Paúl El Cajicar El Foro Montigar Coscollá El Mon, Garganta y otros Mosquera de Linazas Sierra o Valle de Estier

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279 Índice


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Estopiñán Fet Foradada Fraga Fraga Fraga Lanaja Los y Sesné Merli Navasa Navasa Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Oliván Panillo Panillo Peralta de Alcofea Pertusa Pertusa Pertusa Pertusa Rasal Salas Altas Salinas de Hoz Salinas de Jaca Salinas de Jaca San Esteban del Mall Santa Liestra Santa Cilia de Jaca Santa Cruz de la Serós Santa Liestra Sardas Serraduy Sopeira Tardienta Tardienta Tardienta

Ochoa y Comunes Sabinar Canal del Pueyo Partida Alta Partida Baja Enmedio Paúl Los Creuz Planabarza Oroel Pinar

Cabida (ha)

Cajicar y otros Soto Cajicar Paulellas Estiviella y Selva Canclazo y Cajicar Paco Soto Paúl Isuela Llanos La Cruz. Pinar Raso del Pinar Paco Selva o El pinar La Sierra Minalas El Pinar Candarán La Hornosa y Campolato Villanova Las Planas Los Pollinares Sierra de la Candelaria Picarra Coronazo Puy de Pino Las Brañas Lascarret y otros Rasos Cuenlo Peña Solans El Tremolar El Obago Glera del Río La Sierra Formiriana Prado y Talabarca

280 Índice

400 200 27 5.240 6.405 6.759 169 40 1 38 6 18 21 17 2 2 15 24 2 15

1 118

5 21 5 358 99 126 13 55 93 94 7 376 4 417 307 31 78 15 121 12 26 20 117 2.990 260 40

Tasación total (pts.) 1.915 310 112 2.901 4.013 4.570 1.750 225 100 140 50 138 52 206 10 10 225 87 45 396 10 213 130 58 88 236 103 1.230 55 142 171 199 90 960 80 224 443 80 236 600 571 127 218 300 2.177 1.950 532 888


APÉNDICES

Términos municipales

Nombre del monte

Valfarta Velilla de Cinca Viacamp Zaidín

Alero y Corrales Altos Puerto de los Valles Costán Sardesa y otros

Cabida (ha)

Tasación total (pts.)

95 486 14 3.221

277 1.535 55 4.500

8

Montes investigados y no clasificados Castiello de Jaca Ilche Ilche Javierregay Lagunarrota

La Paúl El Barranco Los Pelaos El Carrasca] Ginebrales, Loma

5 14 57 91

320 80 30 450 960

Pallaruelo de Monegros Selgua Viciéis

Plana de Cerinal Salobras Castillón

20 12 19

400 30 369

Fuente: Planes de Aprovechamiento Forestal de los montes que no revisten carácter de interés general (AGA y AHPH).

281

Índice



APÉNDICE 5 MONTES DEL ESTADO Y DE UTILIDAD PÚBLICA DE LAS ENTIDADES LOCALES (1974).


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APÉNDICES

Provincia

Huesca Teruel Zaragoza España

Deslindados Número

Hectáreas

Número

Hectáreas

133 151 56

178.431 166.499 55.961

59 109 38

102.508 131.684 35.5:,6

3.836

3.171.567

2.374

1.925.578

Provincia

Huesca Teruel Zaragoza

Amojonados

Sin deslindar

Sin amojonar

Número

Hectáreas

Número

Hectáreas

362 219 354

180.554 131.425 292.660

436 261 372

256.477 166.240 313.065

Fuente: ABREU Y PIDAL (1975).

285 Índice


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APÉNDICE 6 EVOLUCIÓN DE LOS APROVECHAMIENTOS FORESTALES EN LOS MONTES PÚBLICOS DE HUESCA (1876-1925).


APÉNDICES

Partido de Barbastro. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública)

Número de montes Cabida aforada (ha)

1905 2 2.450,00

1912 2 2.450,00

1920 2 2.450,00

1925 2 2.450,00

20,00

145,00

34,00

220,00

140

21,80 71,20 200,00

450,00 1.000,00 425,00

650,00 1.000.00 525,00

100,00 1.400,00 400,00

600 700 1.710

2.000,00 49 1.470 280 96

2.300.00 10 1.710 490 8

1.409,00 20 2.130 620 48

2.144 10 2.730 420 25

1876 2 2.079,00

1895 2

Productos leñosos

Superficie aprovechada (ha) Maderas (mg Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos

82,50

Pastos

Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.)

1.940,00

1.646,00

1.232,50

2.620,00

2.710,00

2.650,00

2.650

Total tasación (pts.)

1.846,00

1.315,00

3.045,00

3.235,00

3.050,00

4.360

1.354 146

Partido de Benabarre. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública)

Número de montes Cabida aforada (ha)

1876 12 1.613,00

1895 10

1905 13 2.862,00

1912 13 2.862,00

1920 13 2.862,00

1925 15 3.712

273,00 560,00 3.365,00 953.00

265,00 107,05 330,00 3.315,00 1.898,05

510,00 75,00 330,00 3.065,00 3.181,25

290 80 685 840 1.937

1.728,00

1.728,00

410 3.725 1.010 70

340 4.135 410 90

2.390,00 285 4.855 340 80

3.086 330 5.735 420 60

Productos leñosos

Superficie aprovechada (ha) Maderas (in') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos

81,00 5,16 69,00 312,40 710,00

878,00

Pastos

Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts)

1.242,00 60 4.790 370 12

5.237,00

2.227,50

5.669,50

5.071.00

3.975,00

5.865

Total tasación (pts)

6.022,00

3.105,50

6.622,50

6.969,05

7.156,25

7.802

Partido de Boltaña. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública)

\ limero de montes Cabida aforada (ha)

1876 132 71.925,00

1895 111

1905 132

1912 132 85.992,00

1920 132 86.585,00

1925 133 86.973

2.748,00 3.865,31

5.295,00 5.432,00

2.790 1.822

Productos leñosos

Superficie aprovechada (ha) Maderas (ni')

1.573,00 5.865,50

• 288

Índice


APÉNDICES

Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.) Total tasación (pts.)

1876 1.209.04 6.069,29 16.445,00

1895

1912 5.075.00 25.320,00 46.030,51

1920 5.875.00 26.161,00 140.167,75

1925 10.565 28.900 50.771

50.285,00 2.687 77.827 6.053 979 137

61.957,00 2.934 98.699 4.772 1.227 13

68.999,00 5.245 125.354 5.508 1.269

72.513 6.892 133.795 8.066 1.711

72.573,75

82.659,65 128.690,16

99.199,00 240.767,25

121.362 173.483

10.120.00

55.414,00 3.601 86.777 4.761 2.494 216 305 72.170.00 89.720,00

1905 5.615.00 28.130,00

45.443,25 55.563,25

Partido de Fraga. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública) 1876 \ ómero de montes 8 Cabida aforada (ha) 10.777,00 Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) 605.00 Maderas (mg 58,50 Leñas gruesas (estéreos) 110.40 Ramaje (estéreos) 1.177,20 Tasación de productos leñosos 1.800.00 Pastos Extensión (ha) 9.638,00 Vacuno 125 Lanar 25.044 Cabrío 1.045 Millar 654 Caballar 30 Asnal 330 Cerda Tasación de los pastos (pts.) 29.000.00 Total tasación (pts.) 30.830,00

1895 8

5.034,40

26.538,40 31.572,80

1905 4 14.722,00

1912 4 14.722,00

1920 4 14.722,00

1925 4 14.722

1.200,00

1.157,00

600.00

1.400

1.000,00 13.900.00 4.520,00

1.000,00 13.900,00 4.520,00

14.500,00 3.625,00

12.600 3.780

14.722.00

14.712.00

12.270,00

12.274

24.200 2.800

25.650 2.350

27.350 650

27.700 770

32.780.00 37.300,00

33.805.00 38.325,00

31.815.00 35.440.00

30.508 35.513

Partido de Huesca. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública) Número de montes* Cabida aforada (ha) Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío

1876 18 4.190,00 232,00 95,11 142,84 834,40 2.210,00

1895 19

2.293,00

1.815,00 134 5.010 420

1905 13 13.923,00

1912 13 9.729,00

1920 13 11.094,00

1925 13 11.074

401,00

528,00

1.176,00 4.030,00 1.608,00

500,00 4.130,00 1.272,60

700,00 250,00 700,00 4.700,00 6.075,00

305 160 690 3.650 4.465

12.188.00 138 9.070 1.263

8.115,00 133 9.250 860

9.808,00 317 14.650 1.400

8.491 335 14.560 1.440

• 289

Índice


APÉNDICES

1876 Molar

1895

310

Caballar Asnal

1905

1912

1920

1925

211

179

92

95

152

83

71

Cerda Tasación de los pastos (pts.)

6.813,50

9.705.00

12.512.60

9.592,90

15.520,00

16.440

Total tasación (pts.)

9.273,00

11.998,00

14.120,60

10.865,50

21.595,00

20.405

*Agrupados varios montes de un mismo municipio en una única finca.

Partido de Jaca. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública)

Cunero de montes Cabida aforada (ha.)

1925

1876

1895

1905

1912

1920

276

271

154

167

195

119

57.316.00

73.026.00

78.221,00

74.911,00

72.321

Productos leñosos 1.405,00

3.940,00

4.794,00

5.550,00

2.430

23.912,84

1.266,02

9.820,08

5.250,00

3.026

2.213,30

18.540,00

20.245,00

15.770.00

12.280

6.245,12

37.905.00

37.520,00

29.455.00

26.300

29.513.56

100.610,60

86.724.00

56.765

48.677,00 5.964

56.989,00

63.853,00

61.549,00

59.281

4.766

6.462

6.265

9.711

Lanar

230.124

177.338

192.826

204.189

225.855

Cabrío

12.045

8.578

8.226

8.257

10.685

Mular

3.145

1.880

2.084

3.052

Caballar

127

561

921

Asnal

483

Superficie aprovechada (ha.) Maderas (m.') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos)

Tasación de productos leñosos 43.010.00

36.386,00

Pastos Extensión (ha.) Vacuno

2.475 1.510

Cerda Tasación de los pastos (pts.)

196.080,00

112.998,50

166.507.80

197.724.03

198.062,00

202.350

Total tasación (pts.)

243.106,00

149.576,50

196.421,36

298.364,63

284.916,00

259.925

Partido de Sariñena. Evolución de montes incluidos en Catálogo (1901, de utilidad pública) 1925

1876

1895

1905

1912

1920

10

10

8

8

8

8

5.195,00

20.016,00

11.916,00

12.076,00

10.404

Superficie aprovechada (ha)

59,00

385,00

154.00

300,00

330

Maderas (m')

14,82

Número de montes Cabida aforada (ha)

Productos leñosos

Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos

41,40

438,00

488,00

585,00

1.200

951,40

2.650,00

2.100,00

3.550,00

5.100

1.072,50

740.00

1.180,00

2.930

12.016,00

10.210,00

8.670,00

8.772

727,50

1.011,50

Pastos Extensión (ha)

5.021,00

Vacuno Lanar

10.767

9.100

10.250

12.730

14.580

Cabrío

769

1.378

672

602

630

Molar

365

13

8

8

Caballar Asnal

25

Cerda Tasación de los pastos (pts.)

13.010,00

10.761,50

12.517,60

10.431,00

11.785,00

16.065

Total tasación (pts.)

13.987,50

11.788,00

13.640,10

11.171,00

18.715,00

38.255

Fuentes: 1905, AMA, Secc. Montes . leg. 168; 1912, AMA, Secc. Montes, leg. 207-2; 1920, AGA, Secc. Agricultura, leg. 2. 841 (2); 1925, AGA, Secc. Agricultura, leg. 2.866.

290

Índice


APÉNDICES

Partido de Barbastro. Evolución de montes no incluidos en Catálogo 1876 31 3.530

Número de montes Cabida aforada (ha)

11195 8

Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos

192 28 1.948 785

0

Pastos Extensión (ha) A acuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.)

22.868,50

6.447,5

Total tasación (pts.)

23.653,50

6.447,5

3.319 1.886 10.879 741 2.160 69 1.004

Partido de Banabarre. Evolución de montes no incluidos en Catálogo 1876 45 6.002

Número de montes Cabida aforada (ha)

1895 25

Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos

321 27,60 4.287,40 2.550

650

Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.)

45.249,50

8.367,00

Total tasación (pts.)

47.799,50

8.476,50

5.681 2.067 25.407 4.150 2.057 1.492

Partido de Boltaña. Evolución de montes no incluidos en Catálogo 1876 18 3.595

Número de montes Cabida aforada (ha)

Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m`)

116

291 Índice

1895 33


APÉNDICES

Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.) Total tasación (pts.)

1876

1895

1.353,50 1.156,25

823

3.223 350 3.910 400 250 58 5.631,00 6.840,25

7.295,50 8.112,75

Partido de Fraga. Evolución de montes no incluidos en Catálogo

1895 7

1876 10 7.036

Número de montes Cabida aforada (ha) Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m3) Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.) Total tasación (pts.)

98

2.968,40 1.025,00

395

6.935 390 10.997 542 1.070 60 237 15.011,50 16.036,50

5.197,00 6.191,50

Partido de Huesca. Evolución de montes no incluidos en Catálogo

1876 55 13.119

Número de montes Cabida aforada (ha) Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (in') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío

1895 17

256 21,80 3.420,10 2.350,00 12.648 1.491 22.746 2.315

292

Índice

715


APÉNDICES

Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.) Total tasación (pts.)

1876 2.578 198 1.346

1895

36.930,50 10.230,50

9.695,00 10.410,00

Partido de Jaca. Evolución de montes no incluidos en Catálogo 1876 29 2.112

Número de montes Cabida aforada (ha) Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.) Total tasación (pts.)

1895 32

8 1.090,00 120,50 150 2.062 948 6.575 272 991 88 87 10.738,00 11.053,00

16.758,95 17.543,95

Partido de Sariñena. Evolución de montes no incluidos en Catálogo 1876 28 10.396

Número de montes Cabida aforada (ha) Productos leñosos Superficie aprovechada (ha) Maderas (m') Leñas gruesas (estéreos) Ramaje (estéreos) Tasación de productos leñosos Pastos Extensión (ha) Vacuno Lanar Cabrío Mular Caballar Asnal Cerda Tasación de los pastos (pts.) Total tasación (pts.)

1895 10

244

1.359,40 591

O

853 13.034 505 2.082 157 848

21.927,50 23.618,50

293

Índice

4.180,75 4.246,75


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APÉNDICE 7 VÍAS PECUARIAS EN LA PROVINCIA DE HUESCA, SEGÚN LEÓN LAGUNA (1903).


APÉNDICES

296


APÉNDICES

Las cañadas ó cabañeras principales de esta provincia arrancan de los valles del Pirineo y terminan en los límites de las provincias vecinas de Lérida, Zaragoza y Navarra, pasando por los términos municipales de los pueblos que á continuación se expresan; teniendo en cuenta que además de tales cañadas existen multitud de cordeles, veredas y toda clase de servidumbres pecuarias que sirven principalmente para enlazar aquellas entre sí, y unos pueblos con otros. Siguiendo la línea del Pirineo de Este á Oeste, se encuentra en primer lugar el valle de Benasque, del cual arranca la cañada del mismo que pasando por el Rum termina en Seira, para unirse allí con la del siguiente valle, que es el de Sestain. De este valle parten dos cañadas: la primera pasa por Barbaruens, Seira (punto de unión con la de Benasque) y Campo. En este punto se divide en otras dos: una que pasando por Foradada, Morillo de Monclús, Graus, Fonz, Monzón, Zaidín y Fraga sale de la provincia; y otra que pasando por Merli, Roda, Capella, San Esteban de Litera, Binéfar y Tamarite se interna en la provincia de Lérida. La segunda cañada del mismo valle de Gistaín pasa, siguiendo la cuenca del río Cinca, por Laspuña, donde se divide en otras dos: una que cruzando dicho rio y uniéndose con la que desciende de los próximos valles de Bielsa y Puértolas, pasa por Labuerda, Ainza [sic], Mediano, Naval, Barbastro, Ilche, Castelflorite, Sena, Villanueva, Ontiñena y La Almolda, internándose en la provincia de Zaragoza; y otra que pasa por Santa María de Buil, Muro de Roda, Palo y Mediano, donde se une con la anterior. Valle de Vió. Esta cañada pasa por Fanobas [sic], Boltaña, Arcusa, Salas Altas y Barbastro, donde se une a la anterior. Valle de Broto. Parten de este valle dos cañadas, una que pasando por Fiscal, Adahuesca, Abiego, Barbuñales, Peralta de Alcofea, Sariñena, Pallaruelo y Castejón de Monegros se interna en la provincia de Zaragoza con dirección á la de Teruel ó Bajo-Aragón; y otra que pasando por Bergua, Secorius, Bara y Miz, Nocito, Aguas, Ibieca, Liesa, Blecua y Huerto, termina en Sariñena, para unirse á la anterior. Valle de Tena. Pasa su cabañera ó cañada por Biescas, Puente de Fanlo (donde cruza el río Gállego), Arguis, Huesca y Almudévar para internarse en la provincia de Zaragoza. Valle de Canfranc. Pasa por Villanúa, Castiello, Jaca, Beninés, Anzánigo y Lapeña con dirección á la misma provincia. Valles de Hecho y Ansó. Parten dos cañadas que terminan en el mismo punto y se dirigen á la misma provincia; pasando la de Ansó por Biniés, Santa Engracia, Berdún, Martes y Bailo; y la de Hecho, Aragiiés y Aisa por Santa Cilia, Alastruey y Paternué.

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