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Por Rosario MAIRAL CLAVER
COMUNICACION 2
EL JUEGO TRADICIONAL
POR Rosario MAIRAL CLAVER
1. INTRODUCCION.
Los juegos tradicionales podrían definirse como las actividades lúdicas que nacen de un contexto cultural propio, de una manera espontánea, y poseen una proyección en el tiempo, arrancando de nuestro pasado. En este sentido, nos encontramos con dos grandes grupos, en función del grado de evolución y complejidad de la actividad lúdica:
a) Juegos populares. Suponen un primer estadio evolutivo. Son aquellos juegos de carácter tradicional, usualmente derivados de actividades laborales o de procedencia mágico-religiosa; no se encuentran excesivamente reglamentados, y las reglas, si existen, tienen un carácter contractual; surgen del mutuo acuerdo de los jugadores, y, por tanto, son variables y flexibles. Asimismo, los instrumentos y terreno de juego no se hallan, en la mayoría de los casos, delimitados; dependen más bien de la comarca o localidad en que se practica el juego.
b) Deportes tradicionales. Normalmente proceden de la evolución de los juegos populares. Esta evolución es progresiva en complejidad, fruto de una mayor popularidad e intensidad en su práctica. El juego se reglamenta, y el terreno donde se desarrolla, así como los elementos utilizados, se unifican, lo que hace evolucionar en complejidad las técnicas de ejecución, apareciendo la práctica sistemática para conseguir una perfección en la técnica. Además, en la mayoría de los ca-
sos, se hallan regulados por un organismo (Federación), que promueve las competiciones.
Esta comunicación se centrará en los juegos tradicionales infantiles, entendiendo por tales todos aquellos entretenimientos lúdicos que han gozado y gozan de popularidad entre la chiquillería del Altoaragón. Hoy se encuentran, en la mayoría de los casos, en fase de franca regresión, e incluso de total olvido; es imprescindible el trabajo de recuperación, recopilación y divulgación de estos juegos.
Igualmente, debería procurarse mantenerlos con su léxico tradicional, con el fin de conservar el carácter histórico-lingüístico de los mismos.
2. EL JUEGO TRADICIONAL: ORIGEN Y EVOLUCION.
La sociedad infantil que practica estos juegos es la archivista, la trasmisora y la conservadora de las reglas del juego; pero su verdadero origen —generalmente, muy impreciso— hay que buscarlo en el mundo de los adultos, en la tradición.
Muchas veces parecen provenir de actividades o juegos de los adultos; en otros casos, de actividades religiosas o mágicas (el tambor, el trompo, la corneta, las muñecas,... son buena prueba de ello). Este origen arcano ha sido y es tema constante de estudio de los etnólogos.
A nosotros nos interesa en este momento el estudio de la proveniencia del mundo cultural y laboral de los adultos. El hecho de que el juego tradicional fomente la incorporación del niño a su ámbito cultural supone una verdadera enculturación; esto es, la forma de integración de los individuos en la sociedad y el proceso mediante el cual éstos se adaptan a los valores de su sociedad y los asimilan.
Si esto es válido para la sociedad entendida en el amplio sentido de la palabra, también lo es para el grupo fragmentario (comarca, aldea o comunidad rural). Los grupos o comunidades, sobre todo en el ámbito rural, han ido creando a lo largo de los siglos un acervo culturar diferenciado, que se ha ido trasmitiendo de generación en generación. El juego tradicional, sea o no original, conlleva un componente de esa cultura —costumbres, tradicio-
nes,...—, no sólo en lo que respecta a la acción propia del juego, sino en cuanto a las canciones infantiles, formulillas, denominación de personajes y objetos, que son consustanciales con él. Es clara la incorporación a estos juegos de materiales, costumbres o modos provenientes del trabajo adulto, e incluso resabios religiosos o mágicos.
Como muy bien advierte RessEL1, el juego tradicional se trasmite de generación en generación; manteniéndose tenazmente en su integridad, y en parte también modificándose, de modo lento pero continuo. Sea cual sea su origen, es indudable que, de algún modo, ha recibido su forma gracias a la actividad configuradora infantil, que le proporciona nuevas formas o modifica las anteriores. En efecto, para que el juego sea aceptado por los niños, debe ser adecuado y moldeado a la mentalidad infantil.
Por otra parte, entre las ceremonias de las fiestas populares, las danzas, los juegos de los adultos y los juegos de los niños existe un cierto parentesco, puesto que todos han sido extraídos de la vida corriente y, hasta cierto punto, despiertan similares sensaciones y formas representativas.
Es conocido igualmente que ciertos juegos tradicionales son de difusión casi universal; pero existen en cada país, y diría que en cada comunidad o aldea, variaciones y derivaciones. Este fenómeno de aculturación o trasmisión de cultura a través del contacto entre grupos de diferente contexto cultural, bien sea por sincretismo (modificación o interpretación de un modo de cultura foránea para adaptarla a la propia) o por selección de rasgos compatibles con la cultura receptora, se da frecuentemente en los juegos tradicionales. Yo he constatado cómo juegos provenientes de otra región (a causa fundamentalmente de la emigración) se han adaptado al medio ambiente receptor con ligeras modificaciones.
También señala RÜSSEL que los juegos tradicionales guardan relación inmediata con los juegos, folklore, fiestas y costumbres de los adultos, sobre todo en el medio rural. Pero, al haber desaparecido o existir a lo sumo en estado de vestigios la ordenación de la vida, en la que cada generación tenía un lugar fijo, incluso en el juego y las costumbres, ha quedado como fenómeno corriente la transición de los juegos regulados (especialmente los de competición) a los juegos deportivos.
1 RÜSSEL, Arnulf, El juego de los niños.
Esto es cierto, pero también es observable que, a pesar de la generalización de la cultura del deporte de competición, a través fundamentalmente de los medios audiovisuales, todavía se practican juegos muy arraigados en el ambiente cultural local.
Por otra parte, el hecho de que se esté perdiendo este componente del acervo cultural es ya de por sí un aliciente poderoso y una razón para su mantenimiento o recuperación.
Se produce actualmente el fenómeno de una internacionalización de la cultura, una interdependencia del conocimiento, la tecnología e, incluso, las costumbres. Paralelamente, se observa un movimiento de apreciación creciente de los modos propios de cultura autónoma o local, en nuestro país incentivado seguramente por el actual proceso de descentralización de la estructura del Estado en favor de las Comunidades Autónomas. Se prodigan las instituciones que trabajan loablemente en este sentido. En nuestra provincia, Amigos del Serrablo, Instituw de Estudios Altoaragoneses , todo un movimiento recuperador y recopilador del folklore,... así lo atestiguan.
3. EL JUEGO TRADICIONAL EN EL ALTOARAGON.
Nuestra provincia contaba en el año 1900 con un censo de 245.000 habitantes; en 1980, con 214.000, lo que supone una pérdida de población en ese período de tiempo de 31.000 pobladores; en números redondos, el 13% de población. Como punto de comparación, el total nacional pasaba de 18.600.000 habitantes a 37.680.000; es decir, un incremento del 103%. Si a esto añadimos que se produce, por otra parte, un desplazamiento de la población de las zonas rurales (fundamentalmente de la montaña) a la capital y cabeceras de comarca, tenemos como resultado una despoblación de amplias zonas del territorio provincial.
Esta despoblación, consecuencia más o menos directa del desarrollismo industrial, coadyuvada por una enorme deficiencia de infraestructuras primarias (comunicaciones, sanidad, escolaridad,...) en el medio rural, ha planteado el problema grave, desde el punto de vista que nos ocupa, de un importante deterioro e incluso pérdida de valores culturales. Y esto en unas áreas en las que, por una parte, existía una estructura rural, cerrada y tradicional; y por otra, se hallaba en mayor grado arraigada la personalidad al-
toaragonesa. Así pues, las señas de identidad cultural eran más fuertes y profundas, con lo que podemos afirmar que los efectos han sido aún más perniciosos.
En este contexto, los juegos tradicionales —componentes del acervo cultural— también han sufrido este deterioro y postración, que ahora se intenta paliar mediante trabajos de investigación, recuperación y divulgación.
4. UNA APORTACION PERSONAL AL JUEGO TRADICIONAL INFANTIL EN EL ALTOA-
RAGON.
Mi interés por el juego infantil, fundamentalmente motivado por mi profesión de Licenciada en Educación Física, con doce años en el mundo de la educación y en una materia en la que el juego constituye un medio educativo de especial importancia, me llevó al estudio e investigación del juego practicado libremente por los niños en el ámbito provincial.
Aprovechando la oportunidad de contar en clase con un alumnado procedente de diversos núcleos de población, pensé en la posibilidad de proponerles un trabajo extraescolar, fundado en el posible enfoque y aplicación que podrían darse a la Educación Física en la escuela de estructura rural.
La metodología del trabajo se fundaba en los siguientes objetivos:
1) Averiguar el tipo de actividad lúdica de los niños mediante la observación en un período de tiempo de los juegos y actividades libres practicados por ellos en su propio medio natural. Al mismo tiempo, se recuperaron y promocionaron en la medida de mis posibilidades actividades originarias o practicadas en esta tierra.
2) Investigar sobre la posible procedencia y modo de trasmisión de dichos juegos y actividades.
3) Conocer las actividades y juegos de las personas adultas de la localidad, con objeto de poder relacionarlas con las actividades infantiles.
Del estudio y análisis de aproximadamente doscientos trabajos de los alumnos (sin cuya entusiasta colaboración no habría sido posible el estudio) surge mi trabajo propio, consistente en la selección y recopilación de más de 90 juegos procedentes de más de 30 localidades o zonas provinciales. Esto no quiere decir que los juegos allí encontrados sean originarios de esos lugares, lo cual —como se ha señalado antes— es muy improbable dada la universalización de los juegos infantiles tradicionales, sino que simplemente en esas localidades fueron observados en su práctica infantil.
De allí el trabajo deriva hacia una aplicación práctica en la Educación Física, pero eso no es objeto de la presente comunicación.
Por otra parte, debido a la necesaria brevedad que se impone en este tipo de comunicaciones, trataré de describir a modo de ejemplo tres de estos juegos recopilados:
4.1. La cicocha.
Procedente de la localidad de Almuniente, era practicado por los niños hace unos 50 años. En la actualidad se ha perdido. Los materiales utilizados consistían en una vara o palo de un metro aproximadamente de longitud y otro más corto o varita.
Cada jugador trazaba en el suelo un círculo a una distancia variable de los demás. A continuación, se colocaban en su interior con las varas en la mano; uno de ellos, por sorteo, era el pagador y se situaba en su círculo con la varita en la mano. Este debía lanzar la varita a un compañero, a su elección, el cual la golpeaba intentando lanzarla lo más lejos posible. Mientras el pagador iba a recogerla, los demás corrían al círculo de éste y, con sus varas, procuraban hacer una apertura en el terreno suficiente para albergar la varita de lanzamiento, teniendo en cuenta que debían aprovechar el espacio de tiempo que tardaba el muchacho, puesto que, si éste volvía y se apoderaba de algún círculo libre, quedaba salvado y el propietario del mismo ocupaba su lugar de pagador.
En el momento en que habían conseguido abrir la suficiente zanja para alojar la varita, introducían ésta en ese espacio y la cubrían o enterraban con tierra, colocando dos varas en ángulo de aproximadamente 45°, clavadas en el suelo de tal forma que cogían la pequeña por debajo.
Entonces, el pagador debía contar unos pasos de distancia (unos 8 ó 9); desde ese punto, y una vez en la nueva posición, le vendaban los ojos y tenía que volver con esa orientación de distancia hasta el punto de origen. Cuando calculaba que le restaba un paso, tenía que conseguir de un salto pisar las varas y así desenterrar la varita, con lo que quedaba salvado.
Mientras intentaba esta operación, sus compañeros le golpeaban en la espalda para distraer su atención y sentido de la orientación.
Si acertaba el intento, pasaba a iniciarse otra partida, pagando otro por sorteo; pero si no lo conseguía por haber medido mal la distancia, volvía a pagar hasta que encontraba otra oportunidad para salvarse.
4.2 San Isidro Labrador.
Juego tradicional, de características similares al tan conocido A la una anda la mula, extinguido y olvidado en la actualidad, muy interesante en cuanto a la musicalidad y al vínculo entre su texto y la tradición hortelana de la población de Huesca, más concretamente, de la calle de San Martín.
Tiene en común con el juego antes citado el que ambos utilizan la figura de un jugador de burro, sobre el que saltan los demás en forma de pídola; que utilizan para el salto una cantinela y propinan de cuando en cuando al burro coces, golpes,...
Es un juego tradicional infantil que desarrolla la fuerza, la percepción del cuerpo, la agudeza auditiva, la velocidad de reacción,... Ha sido muy practicado por la chiquillería de la posguerra.
Su desarrollo es el siguiente:
Un niño se ponía de burro, con la espalda encorvada y apoyándose con las manos en las rodillas; la cabeza, escondida entre los hombros y los brazos, mientras los demás se situaban en fila próximos a él.
Los muchachos iban saltando, apoyando sus manos sobre la espalda del potro, mientras cantaban la siguiente cantinela, en la cual cada pareado correspondía a un salto:
«San Isidro Labrador, muerto lo llevan en un serrón, el serrón era de paja, muerto lo llevan en una caja, la caja era de pino, muerto lo llevan en un pepino, el pepino era de aceite, muerto lo llevan por San Vicente, San Vicente y la portera, muerto lo llevan en una pera, la pera era de invierno, muerto lo llevan hacia los infiernos, los infiernos eran de cebolla, muerto lo llevan hacia la gloria».
Cada vez que se pronunciaba la palabra muerto, se propinaba al burro una buena zurra. Si uno de los muchachos confundía la cantinela pasaba a pagarla, quedando el otro libre.
A continuación, y después de la cantinela, se realizaban las siguientes pruebas:
1.— "Nada" (consistía simplemente en saltar).
2.— "Coz" (se golpeaba con el pie al saltar).
3.— "María la choricera, tilín, tilín, así se queda" (después del salto, al caer, debía quedarse en una postura extraña).
4.— "Culazo que te parta" (caían de golpe encima del burro).
5.— "Que te rinda" (igual, pero más fuerte).
6.— "Mámate ésta" (cachete en el trasero).
7.— "A por tu prima" (igual que en el anterior).
8.— "Te pido entrada con espoloque (patada en el culo), azote (golpe con la mano) y culada (sentarse de golpe)".
9.— "Barrena o Cartagena" (gesto con la mano).
10.— "La torre de Babel te caiga encima" (todos saltaban encima intentando escachar al burro).
11.— "A las once llaman al Conde con campanillas de bronce" (tocaban a modo de campanilla en la espalda del burro antes de saltar).
12.— "A las doce le responde" (salto con cachete).
4.3. Abarca.
Localizado en la localidad de Laluenga, toma el nombre de una modalidad de calzado utilizado para los trabajos del campo y en el ámbito rural.
Un número variable de muchachos se coloca detrás de una línea marcada en el suelo y lanza sus abarcas, intentando alcanzar la mayor distancia posible. Aquel que la deja más cerca es el que paga.
Retornando nuevamente al punto de lanzamiento, el ganador (lanzamiento más largo) propina tres golpes con la abarca en la espalda del perdedor, tras lo cual éste debe salir corriendo hasta un punto establecido, mientras el resto de compañeros lanzan a su vez, intentando acertarle.
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