Número 16 Enero - marzo Facultad de Comunicación y Lenguaje Distribución gratuita
Reserva forestal
Caminos de Santa Ana Un bosque de niebla a la vuelta de la esquina: 160 hectáreas para caminatas y educación medioambiental.
Fotos Javier Franco -
[ensayo
Foto
Domingo en la 26, a la altura de la Embajada de Estados Unidos.
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Directora Maryluz Vallejo
* 02] Cabos sueltos}
Opinión en cápsulas
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El periodismo contra las cuerdas
05] « talleres »
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07] Retro
* Visor
Decano Académico Jürgen Horlbeck B.
40] DIVINO
Juan Manuel Roca: El poeta paseante
“En tranvía, al pasado”
Odioabotero: Diálogo con el señor Plátano
Al servicio de una pensión
47] (( Salud
La ciudad no prometida de los afros
Director del Departamento de Comunicación Antonio Roveda
21]
rostro]
La avenida Chile: de extramuros a corazón financiero
14] }estación [CENTRAL *]
Directora de la Carrera de Comunicación Social Patricia Bernal
Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Fax: 3 20 83 20, ext 4576 Distribución gratuita Escríbanos: directobogota@gmail.com maryluz.vallejo@javeriana.edu.co
Informe Especial El Transmilenio a trancas y barrancas
Los urbanautas narran la ciudad
Impresión Javegraf
Decana del Medio Universitario Doris Réniz C.
[ ] * 37] }estación CENTRAL
Bogotá capital mundial del libro
Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz gustavo_patino_diaz@yahoo.com
El Acuario: como pez en esquina
El costo del cambio extremo
} RARE ZAS
Seis comiqueros solitarios
Las “madres canguro” en Bogotá
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Fotografía de portada y contraportada Alejandro Naranjo
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04] EDITOR ial
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Reporteros en esta edición Luz Ayda Gómez, Pedro Nel Borja, Xiomara Palacios, Lina María Medina, Alejandro Naranjo, Carolina Escobar, María Camila Peña, Juan Sebastián Lozano, Mónica Castro, Gabriel Villarroel, Carolina Ángel y Vanessa Molina.
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* 30] patriMonio
Asistente editorial Mónica Castro
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Asesor editorial Mario Morales
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Domingo en la 26, a la altura de la Embajada de Estados Unidos.
editada por los profesores del énfasis de Periodismo
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Fotos Javier Franco -
Revista escrita por estudiantes de la Carrera de Comunicación Social,
50] (*) LibroS Cuentos de otras latitudes
27] ‡ PORTADA ‡ Bogotá a tiro de piedra
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Bogotá ‡‡‡‡ en la RED Escritores rechazados en el ciberespacio
Pontificia Universidad Javeriana Carrera de Comunicación Social
Cuatro siglos en tres salas Desde el 6 de diciembre pasado y hasta comienzos de marzo, 48 obras de la colección BBVA estuvieron en el tercer piso del Museo Nacional para celebrar los 50 años del Banco en Colombia. A primera vista la exposición ofreció menos de lo que anunció su vistoso nombre “Cuatro siglos de pintura europea en la colección BBVA, siglos XV al XVIII”. Abundaron los anónimos, los discípulos y los copistas, pero escasearon los grandes maestros.
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Por tratarse de un banco español —más exactamente vasco— se extrañó la ausencia de obras ibéricas, en particular de la escuela del Tenebrismo (al menos la copia de un Velásquez). Sin embargo, una mirada más detenida permitió descubrir la inclusión de un buen número de obras significativas, como “El retrato de Sir William Chambres”, pintado por Joshua Reynolds, y “El Mercurio”, de Albert Cuyp, de la escuela holandesa, la mejor representada en esta muestra. Cerca de 50 mil personas visitaron la exposición, lo que habla de una alta afluencia de visitantes que pueden tener este contacto con el arte universal. También influyó, seguramente, el costo reducido de la entrada: $2.000. Y después de los Guerreros de Terracota, este año podremos disfrutar de la visita del Señor de Sipán —un importante hallazgo arqueológico peruano— y una gigantesca exposición para celebrar los 115 años del cine en Colombia. Desde la exhibición de Picasso en Bogotá en 2000, pasando por la RAU en 2002, el Museo Nacional se ha lucido con sus exposiciones temporales y hasta se soportan con gusto las colas para entrar.
El rostro de la noticia El afán de ganar audiencia a veces es más fuerte que la función social de informar. Así lo dejó claro la emisión del mediodía del 7 de febrero del noticiero RCN al convertir la noticia de un colombiano que recibirá un transplante facial en un melodrama amarillista. El noticiero abrió con el siguiente titular: “Tenemos en exclusiva al hombre sin rostro”; y apareció en primer plano la aterradora imagen de un joven con un injerto de piel en lugar de ojos, nariz y boca. Acto seguido la presentadora anunció: “Advertimos que las imágenes pueden afectar la sensibilidad de la audiencia, pero consideramos que este caso debe conocerse por ser un ejemplo de superación”. Después de haber mostrado la imagen de alto impacto, en horario familiar, el daño ya estaba hecho. En total, los editores le dieron un despliegue de 17 minutos a la noticia; los cuatro primeros para describir el accidente; los 13 restantes para narrar en clave de melodrama la tragedia del soldado (que estuvo al borde del suicidio; que su vida ha estado marcada por el dolor porque “su madre fue asesinada a golpes”) hasta cerrar con la historia de amor entre el “joven sin rostro” y la novia que se casó con él después del accidente. En contraste con esta emisión, el noticiero de la noche le dio un tratamiento más mesurado al tema. La nota no abrió titulares y la historia se redujo a siete minutos; en los siete restantes se dieron detalles de la cirugía reconstructiva con la opinión del equipo médico y se habló de la espera de un donante. Puede ser que los televidentes hayan reaccionado ante el morbo de la primera edición, o que el equipo periodístico replanteará el estilo de la nota, pero queda como una pieza más para la antología amarillista de RCN en competencia con Caracol, su enfrentado. Karen Cante karen.cante@gmail.com
Rodrigo Sandoval Araújo sandoval.rodrigo@gmail.com
Archivo de prensa (No hay noticias nuevas sobre Bogotá) “Bogotá, la ciudad sedienta y triste. Millones de litros de cerveza y whiskey y ríos de chicha convierten a Bogotá en un paraíso de los ebrios mejor que París”. El Liberal, 9 de julio 9 de 1939.
* Cabos suelt
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La tertulia de Ester Tulia La Banda, del Canal RCN, salió de la programación el 10 de febrero con la etérea promesa de que volverá. La que se fue no tocaba merengue, salsa o pasodoble; divertía a su público al compás del mejor ritmo de todos: el humor. Nació en 1999 bajo el título de Francotiradores. El contenido sexual y las entrevistas marcaron esta primera parte del show, que fue un éxito, pero luego de tres años al aire se inclinó por el humor político con parodias, musidramas y personajes ficticios que entretuvieron a la audiencia colombiana. Ante la proliferación de telenovelas, programas de concurso, noticieros malos y películas gringas de los ochenta en la parrilla de los canales privados, La Banda ofrecía pensamiento divergente a la aletargada audiencia. Ester Tulia y sus secretos como aseadora de la Casa de Nariño, el dueto de antaño y sus canciones melancólicas, Dina Mirta Torres y sus informaciones clandestinas desde la selva colombiana, crearon un espacio de humor político que se echaba de menos desde Jaime Garzón. Llora Ester Tulia porque “Pispirispis” no le declara su amor, pero lloraremos más los colombianos por la ausencia de los espacios de opinión. Alejandro Rincón Agudelo alejandro.rincon@javeirana.edu.co
Premios del CPB • Viviana Patricia Sánchez recibió el premio a la mejor tesis del Círculo de Periodistas de Bogotá con el perfil biográfico del fotógrafo y documentalista Jorge Silva, la última investigación que dirigió el maestro Arturo Alape. El segundo lugar lo ocupó Natalia Abadía Torres con una tesis sobre el sector cultural en la localidad de San Cristóbal. Felicitaciones para las recién egresadas de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Javeriana, que fueron cercanas colaboradoras de esta revista • Posiblemente la última entrevista que concedió el cineasta Carlos Mayolo se publicó en la edición 15 de Directo Bogotá que circuló en diciembre. Lo entrevistó Carlos Andrés Rodríguez y puede leerse en la página web: http://www.javeriana.edu.co/directo_bogota.
Pasacalles sin calles Cierta lógica burocrática atribuye a las campañas publicitarias el poder de producir favorabilidad y beneplácito del ciudadano antes de emprender los proyectos. Así se deduce de la campaña de la nueva Secretaría de Movilidad con el doble lema “Mejores vías” y “Hacia adelante”. Apenas se está dando a conocer esta dependencia y ya se gastó un dineral en pasacalles verdes que elevan la irritabilidad del conductor cuando los atisba mientras intenta esquivar un hueco o soporta un trancón en la Circunvalar o en otras avenidas donde ondean. Los contribuyentes preferiríamos que esta Secretaría ofreciera resultados e invirtiera la platica en tapar alcantarillas, arreglar la malla vial y ampliar vías, en lugar de tirársela en publicidad que, de contera, produce contaminación visual, aunque el DAMA no lo crea. Si, en promedio, un pasacalle cuesta $100.000, con instalación incluida, muchos huecos se habrían podido cubrir con el dinero que costó esta campaña. Maryluz Vallejo M. maryluz.vallejo@javeriana.edu.co
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EDITOR ial
El costo del “cambio extremo” Que los “niños y niñas” de varios colegios distritales no tengan un sitio digno donde estudiar mientras concluyen las obras de construcción y reforzamiento de sus colegios es un problema que no previó este gobierno. El año pasado comenzó el programa de “Reforzamiento, mejoramiento y ampliación” de la Secretaría de Educación Distrital con 70 colegios, y este año se suman 131 planteles. “Cambio extremo” llamó el diario El Tiempo a este proceso de mejoramiento de la infraestructura a planteles que en algunos casos tienen hasta 40 y 50 años, y que sin duda representaban un alto riesgo. Dado que las anteriores administraciones no enfrentaron el problema, a la actual le quedó el dilema: o se arreglan los colegios o se lamentarán tragedias. Del todo admisible y necesario intervenir el 37% de los 716 colegios distritales. Pero las quejas de los padres de familia no tardaron en sentirse ante la drástica reducción de las jornadas de estudio y las incomodidades por las que pasan sus hijos en algunos de los colegios que no consiguieron sedes alternas; y aunque son pocos, empañan las metas del programa.
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En el nuevo colegio Bossa Nova —de una localidad de creciente desarrollo urbanístico que acoge gran número de desplazados— no se ha comenzado a levantar el edificio, y en un mismo salón de la antigua escuela se juntan hasta dos grupos de clase y los profesores se disputan el tablero que intentan ver 90 niños amontonados. Como no caben, asisten por turnos que se van rotando: de 6 a 9 de la mañana, de 9 a 12 del día, de 12 a 3 y de 3 a 6 de la tarde. Al reinar el caos total, los alumnos no tienen uniforme ni cargan útiles y pocas veces llevan tareas a sus casas. Por si fuera poco, siguen llegando niños… y niñas. Qué bueno que en un futuro próximo haya más de 300 colegios remodelados y una veintena de nuevos establecimientos con instalaciones polifuncionales que hasta ahora sólo disfrutaban los colegios privados, pero en la espera los estudiantes más afectados pueden perder el vínculo con la institución, la disciplina y el gusto por el estudio. Está claro que su derecho a la educación se ha visto vulnerado, y así lo demuestran las quejas de muchos padres de familia ante medios de comunicación y ante la Defensoría del Pueblo. Pero tampoco podemos desconocer la culpabilidad que tienen los mismos padres de familia, quienes debieron quejarse hace mucho tiempo por el mal estado de los colegios. Ahora les toca armarse de paciencia.
+++++++++++++ +++++++++++++ +++++++++++++ +++++++++++++ La administración Garzón, satisfecha con las buenas califica+++++++++++++ ciones de su política educativa, le hace el juego a la demanda +++++++++++++ ciudadana y mediática de cifras. ¿Cuándo tendremos un gobierno +++++++++++++ que invierta en planeación a costa de perder popularidad, que +++++++++++++ diseñe políticas públicas a largo plazo —sobre todo en el sector +++++++++++++ educativo— sin apresurarse en mostrar resultados? ++++++++++++ Maryluz Vallejo M. ++++++++++++ maryluz.vallejo@javeriana.edu.co ++++++++++++ ++++++++++++ ++++++++++++ +++++++++++++ +++++++++++++ ++++++++++++ ++++++++++++
Periodismo contra las cuerdas Con el nuevo siglo se metamorfosearon las formas de presión sobre el periodismo de investigación y de opinión en Colombia. De la amenaza ramplona en boca de Smith & Wesson o del chantaje vulgar para ponerle precio, como si se tratara de una venta de saldos, a las palabras o a los silencios de los comunicadores, hoy el país que bordea y sobrepasa los límites de la ley ha enfilado sus baterías contra el periodismo serio y erguido, valiéndose de las argucias interpretativas de la ley en lo que se ha dado llamar, con tino, acoso judicial. Las demandas en contra de dos valientes columnistas, como Salud Hernández Mora y Claudia López, son sólo la nariz del diablo que agazapado espera con su método ancestral (el mal vestido de legalidad) embaucar en los estrados judiciales. Un mal menor, dirán los desprevenidos que ignoran o pretenden hacerlo, y quienes quieren terminar de arrinconar a la poca prensa libre en estos tiempos de narcoparapolítica y estatización de la mafia (¿o es al revés?), en la que —sea oportuna esta tribuna para decirlo— los noticieros de televisión han pasado de agache (¿por qué?, ¿por qué?) El acoso judicial que hoy sufren decenas de colegas en el país no sólo se traduce en el dramático desgaste en tiempo, abogados, dineros, presión sicológica y estigmatización profesional y social; es una forma de virus evolucionado del que está hecha la censura o la autocensura (eufemismo de la primera). Con razón no han vuelto a insistir los padres de la patria y uno que otro retórico grecoquimbaya en el “articulito” ese que reforme la Constitución para el control previo sobre la prensa, que les resulta más barato, claro. Hoy lo suplen con bufetes y staffs de abogados que armados de códigos y demandas no sólo han arrinconado a la prensa, sino que han desvirtuado mecanismos populares de comprobada eficacia, como la tutela. Lo peor de todo es que se hacen indetectables. Si la Fundación para la Libertad de Prensa, la Federación Internacional de Periodistas y Reporteros sin Fronteras cuantificaran esos acosos como violaciones a la prensa (que fueron 140 en 2006; una cada 60 horas, en promedio), las cifras se dispararían, y sin duda el titular de los medios sería unánime (como ya lo fue el editorial conjunto en 31 periódicos nacionales) señalando que la prensa está ahora precensurada por amenaza judicial. El mundo al revés.
Mario Morales moralesm@javeriana.edu.co
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« talleres »
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Los urbanautas narran la ciudad
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En abril se inician los Talleres de Crónicas Barriales, proyecto con el que la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Javeriana, la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Archivo de Bogotá y la Secretaría Distrital de Cultura, Turismo y Deporte de Bogotá se vincularon a la celebración de ‘Bogotá, capital mundial del libro 2007’. Un proyecto que busca replicar la experiencia de la revista Directo Bogotá, donde los jóvenes escriben sobre la ciudad que descubren cada día.
“Urbanauta” se autodefine Andrés Mauricio Castaño, de 20 años, quien arranca así el relato que envió a la convocatoria de estos talleres: “Camino en la antigua Calle Real y me siento en el ahora. La séptima me distrae con sus humos tóxicos y con los ruidos de las chicharras maquinadas que suenan en cada esquina. Subo en el bus, que hace décadas fue carroza y hace siglos equinos […]”. Y más adelante se lee: “Cruzo ciertas cuadras que huelen a pollo y a empanada, alcanzo a pasar la Caracas y llego a mi vieja casa, una que alguien dijo que representa un pedazo de esa arquitectura republicana antigua, que entre los rincones de madera se huele […]”. Con relatos de este tipo, de 600 palabras, jóvenes entre 17 y 22 años de edad, de todos los puntos cardinales de Bogotá respondieron a la primera convocatoria para participar en los Talleres de Crónicas Barriales, una oportunidad para adquirir herramientas del oficio periodístico, como la reportería y la escritura, y para descubrir el género de la crónica periodística, que activa los cinco sentidos, como decía el maestro polaco Kapuscinski.
Los asistentes podrán entablar un diálogo directo con el grupo de talleristas, conformado por estudiantes de últimos semestres y recién egresados de la Facultad de Comunicación y Lenguaje que hicieron su escuela en la revista Directo Bogotá y ahora trabajan en diferentes medios impresos. Así compartirán experiencias, gustos y referentes de la ciudad. Durante seis semanas, a partir del 14 de abril, se desarrollará la primera etapa de los talleres con 120 jóvenes seleccionados en seis bibliotecas de la red pública: Luis Ángel Arango, El Tintal, El Tunal, Virgilio Barco, Marichuela y Usaquén. A mediados del año se abrirá otra convocatoria para la segunda etapa de los talleres, que se iniciará el 25 de agosto con otros 120 participantes. El propósito de las entidades organizadoras es estimular la escritura creativa en torno al tema de la ciudad vivida por los jóvenes, y como cada generación trae su carga de memoria sobre personajes, lugares y acontecimientos, el Archivo de Bogotá publicará las mejores crónicas del proyecto en un libro que será publicado
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Para estimular la producción de los participantes, las mejores piezas se irán colgando en el portal de la Luis Ángel Arango con las respectivas fotografías, porque los talleres también comprenden los rudimentos de la reportería gráfica para aprender a narrar con imágenes. Asimismo, estarán abiertas las páginas de La Hoja Bogotá y de Directo Bogotá. Igualmente se busca fomentar la lectura, porque en los talleres se harán lecturas y se tomarán como modelos a los maestros más representativos de la crónica santafereña del siglo XIX, como José María Vergara y Vergara, José María Cordoves Moure y Pedro María Ibáñez, y a cronistas que narraron a Bogotá en el siglo XX: José Antonio Osorio Lizarazo, Felipe González Toledo, José Joaquín Jiménez, Germán Pinzón, Arturo Alape y José Navia, entre tantos otros cuyas crónicas leerán los jóvenes. Y como complemento del programa académico, los participantes tendrán la oportunidad de escuchar y dialogar con cronistas locales y regionales de la talla de Heriberto Fiorillo, Alberto Salcedo Ramos, Óscar Bustos, Ricardo Aricapa y la periodista mexicana Elena Poniatowska, invitados por la Biblioteca Luis Ángel Arango en un ciclo de charlas abiertas al público que se realizará durante todo el año. .
Antecedentes del proyecto Entre 1997 y 1999 se realizaron tres convocatorias del concurso de historias barriales de Bogotá y se publicaron los respectivos libros bajo el título, Bogotá, historia común, con las piezas seleccionadas por el jurado. El programa fue iniciativa de la Acción Comunal Distrital y del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, y tuvo gran acogida entre los líderes comunales convocados. Asimismo, existen varios concursos, como ‘Bogotá por Bogotá’, del Fondo de Promoción de la Cultura, que invitan a escribir relatos y publican los mejores en libro y en diferentes medios. Pero la novedad de este proyecto es la capacitación, ya que encaja en la política pública de ‘Lectura y Escritura’ del gobierno distrital para fomentar la escritura creativa en espacios no convencionales; responde también a la misión de las entidades participantes que buscan proyectarse a las comunidades más necesitadas y en particular a la población más vulnerable, los jóvenes bachilleres.
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en la Feria del Libro de 2008, cuando culmine ‘Bogotá, capital mundial del libro’.
Mayor información sobre los talleres: Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Comunicación y Lenguaje. Teléfono 320 8320, exts. 4577 y 4587. Bases de la convocatoria en www.lablaa.org.
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Retro * Visor
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La avenida Chile:
Textos y fotos: Carolina Ángel Noguera caroangel33@hotmail.com
de extramuros a corazón financiero Esta vieja y emblemática calle, que en los años veinte marcó los límites de la ciudad y era recorrida por el tranvía, transformó su vocación de exclusivo sector residencial —con mansiones al estilo inglés y francés— por la de sector financiero y comercial a la vuelta del siglo XXI. Pero conserva huellas del pasado, como la iglesia de La Porciúncula. Vecinos y habituales del sector en otros tiempos recuerdan los encantos de la 72.
El caserío de Chapinero —nombre que proviene de un zapatero gaditano famoso por fabricar chapines, o sea, calzado con suela de madera y cintas de cuero— se convirtió en el primer barrio suburbano de Bogotá por acuerdo del Concejo de la ciudad, en 1885. Cinco años después se puso en marcha el ferrocarril del Norte, con sus locomotoras de vapor, que partía de la calle 23 y terminaba en Chapinero. Pero la expansión del barrio comenzó con la apertura de la avenida Chile, el 18 de septiembre de 1920. El tramo comprendido entre las carreras séptima y 14 se inauguró con una gran batalla de flores. La calle impulsó el desarrollo del barrio, que se caracterizó por sus elegantes casonas inspiradas en la arquitectura europea, signo de distinción para la
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Construcción de la avenida Chile, tomada del libro Bogotá ayer, hoy y mañana (Villegas, 1987).
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alta sociedad santafereña. Pronto empezó a surgir el barrio La Porciúncula alrededor del convento y de la Iglesia, cuya primera piedra se consagró en 1919. Uno de los fundadores del colegio Gimnasio Moderno, Tomás Samper, promovió el trazado de la Gran Avenida Chile, hasta donde se prolongó el tranvía. Y fue don Tomás quien convenció a los padres franciscanos de construir un templo en los terrenos que donó el Gimnasio. Ese fue el origen de La Porciúncula, una de las iglesias bogotanas más entrañables. Otros puntos de referencia del sector fueron el Instituto Pedagógico Nacional, construido en 1926 y algunos sitios de diversión, como el parque Gaitán, el Polo Club y el Hipódromo de la Gran Sabana, conectados al centro de la ciudad por los rieles del tranvía y del ferrocarril.
la continuación de la Avenida Caracas; llegaba a la Avenida de Chile donde existía un parador y tomaba el centro de esta avenida hacia la carrera 7ª hasta encontrar un ‘cambio’ como el del funicular para dar paso al que descendía rumbo al centro”.
Esta avenida simbolizaba la ciudad moderna por sus palmas de cera, por su amplitud y por el tranvía. En su libro Siempre llovía en Bogotá, el cronista Francisco Leuro recordó en 2001 este tranvía conocido como El Azulejo: “En él los ‘cachacos’ bogotanos, vestidos de cachucha, cortos, nickers o largos, acudían al parque Gaitán, hoy centro comercial El Lago donde pasaban las tardes dominicales remando, retozando en los campos, comiendo empanaditas y montando a caballo. Su camino obligado salía de la estación de la calle 67 con carrera 13, seguía por la que hoy es
A finales de los años veinte, debido al mal estado de las vías de Chapinero —que en invierno se convertían en barrizales y en verano cubrían de polvo a los viajeros y transeúntes— personajes influyentes que tenían allí sus residencias campestres y se movilizaban en los primeros Fiat, Buick, Lincoln y Ford realizaron una campaña para presionar la pavimentación de la carrera 13 (avenida La Paz). Incluso se publicó una revista llamada Chapinero (1927), que circuló hasta 1929, cuando se consiguió el propósito.
Retro * Viso
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El lema de la campaña era un tanto extremo: “Vivir no es necesario, pavimentar sí”, y los chapinerunos estaban dispuestos a dar la pelea a sabiendas de que las autoridades locales no querían arreglar la carrera 13 porque temían que disminuyeran las entradas del tranvía debido a la competencia de los buses. Chapinero tenía entonces pretensiones de le petit Versalles por la arquitectura republicana de sus casaquintas con jardines y verjas de hierro toledano, el trazado de sus jardines, los campos de golf, las canchas de tenis, el circo de carreras, el estadio, los clubes sociales, los chalés, los palacios de mármol, las urbanizaciones como El Nogal, las modernas fábricas, el Teatro Caldas. En el cuarto centenario de la fundación de la ciudad, en 1938, llegaron “las lorencitas” —tranvías eléctricos de ocho ruedas, llamados así en honor de la Primera Dama de la Nación—, que reemplazaron a “las nemesias”, tranvías de cuatro ruedas, con sillas de mimbre, que recordaban al gerente del Tranvía, Nemesio Camacho. Tras el 9 de abril de 1948 el sector bancario se desplazó hacia el centro internacional y Chapinero adquirió vocación de sector financiero y comercial. En los años cincuenta se construyó el Teatro María Luisa en la avenida Caracas con calle 72, y a finales de los años sesenta, el Scala, al lado de Cafam, ya derrumbados. El Teatro Chile fue muy importante porque “uno iba a cogerle la mano a la novia, pero sobre todo a ver tetas; allá le vi el culo por primera vez de Brigitte Bardot, el primer desnudo en una época de represión sexual. En un saloncito a 100 metros también daban películas cristianas como El milagro de Fátima, pero uno prefería las otras”, cuenta Daniel Samper Pizano, quien estudió en el Gimnasio Moderno.
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etro * Visor
Tout va Bien y La Porciúncula “Allá se iba a comer salpicón y empanadas”, recuerda Álvaro Castaño Castillo sobre la bolera más famosa de la 72 con séptima: Tout va Bien. “Iba a uno a darse en la jeta con la gente de otros colegios”, recuerda Samper Pizano. Era el sitio predilecto de los jóvenes bogotanos para tomarse unos rones después de misa. Punto tradicional de encuentro de los bogotanos que se bajaban del tranvía para jugar una línea, disfrutar un baile y un café. Castaño Castillo asegura que “era como el centro comercial Andino de hoy en día”. Muchos capitalinos recuerdan con nostalgia el Tout va Bien, escenario del acontecer sentimental y so-
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cial de varias generaciones. Un día fue derrumbado para extender la avenida Chile hasta la Circunvalar. Otros lugares, como el restaurante Phoenix Dorado y la pastelería La Gran Danesa, hicieron parte del paisaje urbano de esta avenida llena de sabores. En La Porciúncula, fray Severo Velásquez era conocido por sus sermones contra la dictadura de Rojas Pinilla. Pero sin duda a quien más recuerdan sus feligreses es al padre Wilches, por su excepcional inteligencia. Personajes muy influyentes del país, como Luis Eduardo Nieto Caballero, Jorge Eliécer Gaitán y Darío Echandía, que era masón, iban a visitar al padre Wilches casi a diario. La Porciúncula fue un lugar de encuentros políticos, de esparcimiento espiritual y de buenos momentos. “Yo fui Niño Dios en La Porciúncula en Navidad”, afirma con orgullo Samper Pizano.
Retro * Viso
También Samper Pizano recuerda que en mayo de 1957, a causa del gas lacrimógeno murió el estudiante Ernesto Aparicio Concha frente a La Porciúncula, en un enfrentamiento con la Policía contra la dictadura de Rojas Pinilla. Cuando cayó el general, los estudiantes llenaron de tinta roja la fachada de la Iglesia. Aparicio Concha se convirtió en uno de los símbolos de martirio estudiantil, y La Porciúncula, en el epicentro de la lucha. La iglesia estaba rodeada por un claustro que en 1978 se derrumbó para darle paso a la gigantesca estructura que la rodea: el Centro Comercial Granahorrar (hoy BBVA), catalogado en su momento como “obra cumbre de la arquitectura nacional” por su diseño y ubicación. Diagonal a La Porciúncula, está la iglesia de La Enseñanza, que se construyó en 1926. Al lado de la iglesia se levantó el colegio del mismo nombre, que actualmente se alquila para rastrillo, campañas políticas y actividades de recreación. Cuenta la hermana Estela Mejía, de la Compañía de María, que en 1996 pusieron en venta el colegio porque la llegada de las niñas se había vuelto muy complicada por el intenso tráfico del sector. La actual carrera 15 era el antiguo lago Gaitán, que secaron para continuar con la expansión del norte. Así la avenida 72 perdió su carácter de frontera. El lago fue “una enorme pérdida que dio paso a la construcción de nuevos proyectos y a la valorización del sector”, como afirma Juan Carlos Castillo, profesor de la Maestría en Urbanismo de la Universidad Nacional. Uno de esos proyectos fue un parque de diversiones que todavía recuerdan muchos capitalinos.
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Sobre la avenida se alzaban las quintas de las tradicionales familias bogotanas: los Hernández Iregui, los Aparicio, los Durana, los Samper, los Izquierdo, los Llinás y los Ospina, entre otras, cuyas casas eran hermosas y románticas. La de los Reyes Isaza, una familia boyacense, quedaba al frente de La Porciúncula; era de tres pisos, con mansarda y tenía un solar con venados. Fue una de las últimas quintas que se derrumbó, hacia 1981.
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etro * Visor
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Después de la visita del papa Pablo VI en 1968 —a quien los vecinos de la 72 saludaron desde sus balcones—, se comenzaron a demoler las casas de la zona. Y aunque los edificios del sector financiero y comercial sepultaron la vocación residencial, el reflejo de La Porciúncula en los vidrios del centro comercial le hace un guiño al pasado.
Cuenta Fernando Reyes que muchos chicos del sector salían en grupo rumbo al Gimnasio Moderno, y las niñas iban al Gimnasio Femenino. Detrás de la “Gran Avenida” se encontraba la gigantesca casa de Carlos Lleras Restrepo, que se conserva como biblioteca de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Además de los sitios memorables, atrás quedaron los personajes que habitaban la 72. Cultísimos, como el escritor Nicolás Gómez Dávila, que la engalanaba con sus trajes elegantes y el brillo de su inteligencia, y el famoso poeta Eduardo Carranza, que dirigió la Biblioteca Nacional. Además de ironistas, repentistas, bogotanos clásicos que se bajaban de los troleys a “pegar la hebra”, esto es, a conversar por el puro gusto, como dicen los españoles.
La casa de los Reyes Isaza, una de las últimas casonas que se derrumbó a comienzos de los años ochenta.
La avenida Chile en la lente del fotógrafo alemán Paul Beer. Museo de Bogotá.
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Retro * Visor
En tranvía, al pasado El 30 de octubre de 1948, la revista Semana publicó este artículo sobre el viejo sistema de transporte que casi 60 años después se ha vuelto a considerar como alternativa del transporte público capitalino. Al calor del debate por el proyecto de Transmilenio en la carrera séptima, esta mirada por el retrovisor da luces.
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El tranvía en 1948 (fotos Semana).
El sábado 23 de octubre, los bogotanos sobrevivientes de la generación de final del siglo pasado tuvieron tiempo para recordar sus buenos tiempo idos, cuando apareció —primero en el desfile— un viejo carro de tranvía tirado por dos mulas, sobreviviente de los que formaron la flota de 40 (25 pasajeros cada uno) de la primera empresa organizada en Bogotá para el transporte público, de la cual fue gerente el notable escritor colombiano Baldomero Sanín Cano. Antes de esa fecha los habitantes de la capital viajaban en “ómnibus”, estrepitoso vehículo de tracción animal que recorría dos veces al día en ambas direcciones el camellón de Las Nieves (carrera séptima) o el de La Almada (carrera 13). Éste resultó muy pronto inferior a las necesidades de la aldea grande. Apareció entonces el tranvía de mulas, primer ensayo de mecanización que para los sorprendidos ciudadanos resultaba una demostración de confort y de la velocidad que podía brindar el progreso a las sociedades civilizadas.
Cámara lenta Viajar de la Estación de la Sabana (calle 13, carrera 19) hasta el Teatro Caldas, calle 57 (1 hora 15 minutos) resultaba una necesidad “de la vida moderna” que podía satisfacerse por 5 centavos. Aquellos entonaban con el ambiente romántico, con el ritmo lento de la vida que permitía a los comerciantes de las tiendas vecinas a las líneas, o a los transeúntes, entablar largas conversaciones con los pasajeros, mientras el conductor —largos bigotes, ruana, zapatos o blancas alpargatas— esperaba muy pacientemente el final de la charla para proseguir su marcha. El elemento básico de aquel sistema eran, desde luego sin sindicato, las fuertes mulas sabaneras y socorranas que se turnaban en los dos puestos de relevo, en la carrera séptima, calle 10 para la ruta del sur, y calle 32, carrera 13, al final de la cuesta de “Los Borracheros”, para la del norte. Los cansados animales al final de cada viaje eran
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Itinerario de fuga La empresa prestaba servicio regular desde las 6 a.m. hasta las 6 p. m., cuando los últimos “trasnochadores”, clientes del restaurante Rondinela y del coreográfico La Gaité Gouloise (La Gata Golosa, según la denominaron los calemburistas), se apresuraban a regresar a sus hogares, temerosos de perder su reputación de hombres honestos. También en aquella época los vehículos eran insuficientes y de entonces data la habilidad consumada de los bogotanos para mantenerse en los estribos, sin perderlos durante el viaje.
Bus troley, para 44 pasajeros (1947). Foto tomada de Bogotá, ayer hoy y mañana.
Motores y rieles En el desfile del sábado pasado, la empresa del tranvía municipal presentó 8 tipos diferentes de vehículos, que marcan el proceso de modernización de sus servicios: 1896, tranvía de mulas; 1910, los primeros carros eléctricos, abiertos, para 40 pasajeros, aún en servicio; 1922, largo, abierto, para 60 pasajeros, que ha llegado a transportar hasta 270 pasajeros en viaje y que en concepto de los ingenieros es el vehículo más grande de cuantos se hayan traído al país; 1938, cerrado para 29 pasajeros (“nemesias”);
El tranvía en 1948. Fotos tomadas de Bogotá, CD (Museo de Desarrollo Urbano).
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1947, buses-troley, 44 pasajeros. La empresa adquirió 20 de ellos en los Estados Unidos, 5 están en servicio de la Ciudad Universitaria al Parque de los Mártires. Los demás serán destinados a una ruta que se abrirá el próximo mes entre el Retiro y el Parque de Santander, al norte. 1948, buses de gasolina, 37 pasajeros. Costo: $32.000 cada uno. La empresa adquirió 20 de estos vehículos que se distribuirán: 12 para una ruta del Retiro al Parque de Santander, por la carrera 7ª; 6, de la calle 43 a Las Cruces, y 2 en reserva. (Tomado de la revista Semana, 30 de octubre de 1948).
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Al servicio de una
Pensión
Texto y fotos: Pedro Nel Borja pedris_borja@hotmail.com
Sólo 150.000 de las 912.000 empleadas domésticas que hay en Colombia se encuentran afiliadas al sistema de seguridad social y pensional. Una cifra desconsoladora, teniendo en cuenta que realizan uno de los trabajos más esclavizantes y peor remunerados del mundo laboral. El caso de María es excepcional.
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María La Torre siente que está en la cárcel, y no porque se encuentre tras las rejas, sino porque le toca seguir en el trabajo de empleada doméstica que tiene hace 30 años para poder cobrar su pensión. Al hablar del tema, María abre sus ojos claros, semicubiertos por un mechón de pelo liso, entreverado de canas. Y no puede ocultar la molestia con sus patrones, cuya desinformación sobre sus derechos laborales le prolongó la espera de la pensión. Recién llegada a la casa de los Gómez, su primer y único trabajo, cuando apenas tenía 23 años, sus jefes hicieron con ella un contrato verbal, muy común en aquella época (1976), pero nunca la afiliaron al Seguro Social. “Como yo no sabía de esas cosas, pensé que con el sólo hecho de estar trabajando ya estaba cotizando semanas que me servirían para pensionarme, pero la realidad era totalmente distinta. Es que a veces uno es tan ingenuo en esta vida…”, recuerda María. Y cómo iba a saberlo, si su mundo estaba reducido a los dos pisos de la casa, a la ropa que tenía que lavar, al almuerzo que aún no había hecho y al piso que estaba esperando por ser brillado. El único día en que María tiene la oportunidad de vivir a su aire es el domingo, cuando se dedica a descubrir Bogotá. Va a los parques y pasea de un lado a otro para pasar el tiempo; aunque al principio le tocaba sola porque no conocía a nadie. “Lo importante era no llegar temprano a la casa, a mi cárcel, porque allí estaría recluida por una larga semana en donde el trabajo no pararía ni de noche ni de día”. Fue precisamente esa dedicación al trabajo lo que hizo que María se convirtiera en parte indispensable de la casa Gómez, tanto así que sus patrones pronto la consideraron “como de la familia”. “Sin querer me enteraba de todos los chismecitos e infidencias que ocurrían dentro de este hogar. Seguía siendo una empleada doméstica común y corriente, pero me trataban con más cariño y respeto”. Sin embargo, durante seis años María ignoró las condiciones para obtener una pensión. En una llamada telefónica que realizó a su madre, que vivía en Sesquilé (Cundinamarca), ella le preguntó que cuántas semanas de trabajo había cotizado. María se quedó muda. Decidió entonces averiguar por el trámite de pensiones. Y tuvo que afrontar la realidad con resignación. “El tiempo que había laborado en la casa de los Gómez no me servía ni para comprarme una blusa,
puesto que no estaba afiliada a ninguna empresa”, comenta María. Tras esta comprobación se sintió utilizada, con ganas de dejarlo todo para devolverse a su pueblo natal. Pero se enfrentó a los Gómez. Les pidió que la vincularan al Seguro Social, así le tuvieran que descontar un porcentaje del sueldo. “Como eran tan tacañitos, aceptaron. ¡Hum! No le botan ni un grano de arroz al gallo de la pasión”, cuenta María en medio de risas. Pero realmente fue una disminución importante, puesto que tuvo que reducir el dinero que sagradamente le enviaba a su familia. A partir de 1982 empezó a cotizar en el Seguro para tener una vejez tranquila.
Las empleadas domésticas no se pensionan fácilmente El caso de María es casi excepcional, puesto que, según cifras del Ministerio de la Protección Social, no son más de 150.000 empleadas domésticas las que se encuentran afiliadas a seguridad social y pensional como lo obliga la Ley. Esto se debe en parte a la ley 797 de 2003 o Reforma Pensional, que decreta que ninguna persona puede cotizar por debajo de un salario mínimo al Sistema General de Pensiones ni de Salud. Dicha ley también acabó con el subsidio que beneficiaba a las empleadas del servicio doméstico desde 1988, que les permitía cotizar sobre medio salario. No hay que desconocer tampoco que las empleadas domésticas no están totalmente desamparadas por la ley, puesto que “tienen derecho al pago del salario mínimo correspondiente a $433.700. En el caso de ser interna se le debe pagar el 70% del salario, es decir, $303.590 pesos; el restante 30% se puede pagar en especie”, afirma el abogado Raúl Nieto, especialista en derecho laboral. Agrega que las empleadas del servicio también tienen derecho al pago de cesantías, intereses a las cesantías, vacaciones, subsidio de transporte y entrega de calzado y uniforme. Además, “debe cotizarse a salud el 12% del salario, dos terceras partes a cargo del empleador; a pensión el 15,5%, tres cuartas partes a cargo del empleado; y a riesgos profesionales, 0,522%, todo a cargo del empleador”, añade Nieto. Ahora bien, la tendencia a formar familias más pequeñas y a vivir en apartamentos, redujo a 75.000 el número de trabajadoras domésticas en el cuarto trimestre del 2006 frente al mismo periodo del 2005, según cifras del DANE.
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como voy a estar tan desocupada, sí me gustaría visitarlos por allá en Sesquilé”.
Para lo que sirve una pensión Pero María, más que el dinero, lo que desea es contar con un buen servicio de salud. “Que cuando me enferme pueda ir a una clínica y me atiendan sin problemas. Y claro, que también me den la droguita para alentarme rápidamente”. También tiene pensado, cuando reciba su liquidación, arrendar un cuarto con baño privado, una cocina pequeña y una salita para ver sus telenovelas favoritas. Ese es el único deseo que da algún brillo en los ojos a María, de 53 años. Y es que aunque todavía esté joven, el arduo trabajo que ha realizado por más de 30 años le dejó la apariencia de una persona mayor.
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A pesar de estar tranquila porque ya sólo le faltan cerca de dos años para pensionarse, María se siente sola. Y no porque la casa de familia donde trabaja siempre esté desocupada; todo lo contrario. Lo que ocurre es que por vivir tan pendiente de los asuntos de los Gómez, nunca conoció el significado de la palabra amor. “En un trabajo tan absorbente como el de empleada doméstica, es difícil llegar a conocer en profundidad los sentimientos de otra persona, y poder pensar en formar y mantener una familia. En mi caso, sin saber otro oficio, ¿qué futuro le iba poder dar a un niño?”. Pero el deseo de tener un hijo se le cumplió, ya que María crió como si fueran suyos los dos hijos de los patrones, al igual que sus cuatro nietos. Recuerda que les cambiaba los pañales a Carlitos y a Felipe, les daba de comer, jugaba a los carros con ellos y mantenía una sonrisa para consolarlos en momentos difíciles. Y aunque se siente orgullosa por ser parte importante dentro de la familia Gómez, María ya quiere irse a vivir su propia vida. Está cansada y sobre todo aburrida de realizar el mismo trabajo una y otra vez: tender las camas, lavar la loza, barrer, limpiar y cocinar. Por realizar estas actividades con tanta frecuencia María empezó a padecer de la espalda, de la circulación y de artritis. Por ello desea que llegue pronto la pensión. “Quiero descansar y poder viajar. Me gustaría ir a San Andrés unos días. Pero me tocaría ir sola porque mi familia es pequeña y no le gustan esos planes; además, no me la llevo muy bien con ellos. Aunque
Mejor que nadie, María sabe que el gremio al cual pertenece tiene pocas probabilidades de pensionarse. “Algunas muchachas no se amañan con sus patrones, o viceversa, y esto hace que nunca se puedan vincular a ninguna EPS, y queden a la intemperie hasta la vejez”. Sólo espera que sus patrones siempre la recuerden como una persona que les regaló sus mejores años, les dio su afecto y desempeñó su oficio de la mejor manera. Y mientras llega la pensión, continúa con sus labores: “No ve que si no doña Margarita me regaña”.
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Proyecto de ley en defensa del servicio doméstico
A finales del año pasado se puso a consideración del Congreso de la República un proyecto de ley que busca garantizar la pensión o jubilación de todas las mujeres que se dedican a esta labor (912.000, según datos del Dane). De aprobarse el proyecto del representante a la Cámara, Carlos Arturo Piedrahíta, las empleadas que trabajan por días en las casas de familia podrán afiliarse al sistema pensional, ya que hoy no se les admite ni en los fondos privados ni en el Seguro Social. La propuesta consiste en que el Seguro Social abra una cuenta única a las empleadas del servicio doméstico, para que los empleadores hagan sus aportes, al igual que las cotizantes. Los patronos que no cumplan con esta obligación podrían ser sancionadas. Al término de la cotización, con 750 semanas, las empleadas domésticas tendrán al menos derecho a medio salario mínimo legal.
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“Sólo espero que el tiempo pase pronto”
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La ciudad no prometida
afros
de los
Por Vanessa Molina vanemolina@gmail.com Fotos Andrés de La Cuadra
Como peregrinos en busca de la tierra no prometida, los migrantes afrocolombianos que viven en Bogotá deben cambiar periódicamente sus lugares de encuentro y de trabajo debido a las quejas y denuncias de la población mestiza. El cierre y la reciente reapertura de Galaxcentro 18, un centro comercial reconocido por la presencia negra, es un capítulo más en la historia de este grupo étnico acostumbrado a andar, a ser desalojado. “¡Quiubo, mi hermano! ¿Por qué esto está tan solo, si usted es bueno?”, dice al entrar a la peluquería un profesor sanandresano, rompiendo con el silencio de la mañana sabatina. El dueño de Súper Estilos, Washington, responde al saludo efusivo del isleño con una sonrisa nostálgica, mientras sentencia quiénes son los responsables de la soledad de su negocio: “Esos pirobos nos acabaron”, asegura, refiriéndose a los administradores y propietarios del Centro Comercial Galaxcentro 18. Allí, en la carrera décima con calle 18, las rampas del centro comercial hacían las veces de calles de los pueblos del Pacífico colombiano, donde un río de afrodescendientes —en su mayoría chocoanos y vallunos— mantenían sus tradiciones a través de la música, el baile, la estética, la comida y la bebida. Y desde 1998 Washington atendía a una nutrida clientela de paisanos en su peluquería.
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Galaxcentro 18 era un territorio de negros en todo el sentido de la palabra, como lo señalan los antropólogos Jaime Arocha y Claudia Mosquera, miembros del Centro de Estudios Afrocolombianos de la Universidad Nacional. “Lo que sucedía en Galaxcentro era muy interesante. Eran como 300 afros allí reunidos. Parecía un mercado de Quibdó”, señala Mosquera, para quien el centro comercial, además de ser un lugar de encuentro, era un punto de información donde los miembros de la comunidad recibían cartas y mensajes de sus familiares y paisanos.
del peinado, de la socióloga Lina Vargas, que relata cómo la colonia afrocolombiana había hecho de ese centro comercial su territorio. Sin embargo, los vecinos del lugar y la población mestiza del centro comercial empezaron a quejarse del ruido y responsabilizaron a la colonia negra de la inseguridad. Carlos Lemus, miembro del Consejo de Administración de Galaxcentro 18 asegura que la presencia de negros en el centro comercial trajo problemas de delincuencia y prostitución, e incluso que muchos arrendatarios de locales se sentían amenazados por la colonia afro, que era poco receptiva a los llamados de atención. “Generalmente, cuando hay multitudes, la gente tiende a pensar que se están reuniendo para tramar algo. Es un prejuicio que se repite”, asegura Claudia Mosquera y se remite al caso de la carrera quinta entre las calles 22 y 24, donde se concentran los restaurantes de comida típica del Pacífico. Durante mucho tiempo se rumoró que ese sector se había vuelto peligroso, aun cuando no se había presentado ningún incidente. “Para los vecinos el peligro era la presencia de gente negra”, señala la antropóloga.
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Así, después de ser el espacio por excelencia de encuentro de los migrantes negros, Galaxcentro 18 pasó a ser otro de los escenarios deteriorados y olvidados del centro de Bogotá. Según cuenta Washington, a finales de 2005, el 70% del centro comercial estaba vacío y la cartera morosa de Galaxcentro 18 ya era un problema inmanejable para los administradores.
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De nuevo en la búsqueda Cruzar la puerta de Galaxcentro 18 era como recorrer en un instante los 564 kilómetros que separan al Distrito Capital de la capital chocoana, y aparecer de repente en medio de una población del Pacífico. La rotonda central y las demás zonas comunales del centro comercial permanecían atestadas de afrocolombianos que jugaban dominó, cantaban, bailaban y transitaban entre un local y otro, como si estuvieran a orillas del Atrato. “Nosotros ya estábamos acreditados. Si usted preguntaba ‘¿Dónde me hacen unas trenzas?’, no tenían que decirle el nombre de una peluquería ni nada, sino que le decían que fuera a Galaxcentro, y ya”, asegura Washington, quien tenía clientela asegurada a pesar de que en el mismo edificio funcionaban las peluquerías Black Power, Belleza Negra y Color. Incluso existe una publicación titulada La poética
Finalmente, después de la agonía, el 12 de enero de 2006 Galaxcentro 18 fue sellado por decisión del Servicio de Atención al Medio Ambiente, del Distrito. “Llegamos después del festivo del 9 de enero y nos encontramos con que habían cerrado. Nadie avisó y nadie nos dio razón”, señala Washington con un gesto en el que todavía se mezclan la rabia y la impotencia. El peluquero bonaverense de 28 años, y padre de tres hijos, se vio obligado a buscar un nuevo local para ubicar su negocio, y después de estar con sus paisanos rodeado de voces y colores, se encontró de repente con todo su mobiliario y con su socio, Misael, en un pequeño local del Centro Comercial Los Ángeles, en la calle 19, entre las carreras cuarta y quinta, conocido como Nutabes. Súper Estilos es el único negocio de los que funcionaban en Galaxcentro 18 que se trasladó a ese lugar donde se respira un ambiente lúgubre y algo
}estación [CENTR *]
[ ] a * ción CENTRAL
tenebroso durante el día, cuando sólo están abiertos un par de locales de artículos religiosos, una iglesia cristiana, algunas cafeterías y otras peluquerías. Sólo el puesto de una de las cadenas de café más reconocidas del país rompe con la desolación que carga a cuestas la tradicional estructura de concreto. “Los administradores de este centro comercial no tienen estrategia de mercadeo y lo van a dejar morir”, asegura Washingon mientras, sentado en una banca, juega solitario en el computador. Además de la baja rentabilidad de su negocio, en el centro comercial Los Ángeles debe pagar $50,000 más de arriendo y $45,000 más de administración, en relación con lo que pagaba antes. Por eso se va a trasladar.
hallaban las instalaciones como consecuencia de los malos manejos y la ineficiencia de los administradores anteriores. Por su parte, una funcionaria del Servicio de Atención al Medio Ambiente aseguró que el cierre se debió a la identificación de “deficiencias de orden locativo y de funcionamiento”, es decir, incumplimiento del Código Sanitario Nacional. Pero la suspensión del servicio de agua fue una decisión de la Administración para disminuir gastos, y no un corte programado por el Acueducto, según lo afirmó uno de los miembros del Consejo de Administración. Lo cierto es que, una vez implementada
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Entre tanto, a una cuadra del local al que se trasladará Washington, Galaxcentro 18 completa tres meses desde su reapertura. La última semana de noviembre de 2006, el Servicio de Atención al Medio Ambiente consideró que el Consejo de Administración de Galaxcentro 18 había atendido los requerimientos solicitados cuando se decretó el sellamiento. Sin embargo, el panorama del centro comercial sigue siendo el mismo que tuvo durante los nueve meses que permaneció cerrado. La mayoría de locales todavía están vacíos, a la espera de que nuevos arrendatarios les devuelvan a esos corredores el movimiento que tuvieron antes de que la colonia negra fuera sutilmente desalojada.
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Reglas blancas, intenciones escondidas Pero la reapertura de Galaxcentro 18 en modo alguno significa que la comunidad afrocolombiana pueda volver a establecerse allí. De hecho, el Consejo de Administración diseñó un reglamento interno que prohíbe el funcionamiento de peluquerías y otros establecimientos que requieran suministro de agua, como los restaurantes. También quedó restringida la utilización de las zonas comunes para prácticas como los juegos de azar, y la asignación de locales está sujeta a un estudio previo del Consejo de Administración, según lo afirmó Lina Riaño, secretaria de la Administración de Galaxcentro 18. Después del sellamiento, Washington y otros arrendatarios asumieron que la suspensión del servicio de agua se debió a la deuda que tenía el centro comercial con la Empresa de Acueducto, lo cual imposibilitaba la operación de establecimientos como peluquerías y restaurantes. Pero Carlos Lemus argumentó a finales de octubre de 2006 que el cierre se debió al mal estado en que se
esa medida, los dueños de peluquerías y restaurantes, en su mayoría afrocolombianos, no tuvieron otra opción que cerrar sus negocios. “No me extraña que hayan tomado esa medida”, señala Claudia Mosquera, quien explica que es completamente comprensible que los administradores del centro comercial hayan apelado a un reglamento interno para conjurar un fenómeno masivo que se les había salido de las manos. Sin embargo, ni un sellamiento ni un reglamento son obstáculos para que la colonia afro en Bogotá mantenga sus redes de apoyo y se enfrente a estas manifestaciones de racismo. En 1998, Claudia Mosquera publicó un estudio sobre las dinámicas de inserción de la población negra en Bogotá, y en ese entonces se dedicó a estudiar a la población afro asentada en el barrio Casablanca, en la localidad de Kennedy. La antropóloga trabajó en
ese barrio porque allí se podía identificar un despliegue de prácticas negras tradicionales, similar al que se registraba en Galaxcentro 18. “Pero si uno va ahora a Casablanca ya no se encuentra con nada de lo que yo escribí ahí; porque los vecinos también se empezaron a quejar del ruido y de las reuniones en la calle, y la gente tuvo que irse”, señala Mosquera, y advierte que aunque no se haya identificado aún un nuevo sitio de reunión afro, con seguridad muy pronto aparecerá uno. Del racismo velado tras el cierre y la posterior reapertura de Galaxcentro 18, deja constancia una pareja de afrocolombianos que tienen un local de venta de productos de belleza y extensiones de cabello en el primer piso del centro comercial. Ackah Ayensu y Oniris Peralta son dueños del local 126, y su negocio, Nice People 1, no es ni una peluquería ni un restaurante, por eso, a pesar del nuevo reglamento y las frecuentes manifestaciones de rechazo, ni la Administración ni los dueños de los otros locales han podido sacarlos.
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“A mi esposo le han dicho abiertamente que aquí no quieren negros. Incluso, un señor que se encarga del mantenimiento de las zonas comunes, insultó a una cliente de nosotros que fue al baño para mojarse el pelo”, asegura Oniris, quien lleva un año viviendo en Bogotá y dice ya no prestarle atención “a esas cosas”. Oniris y su esposo ya no se dejan amedrentar por los airados reclamos que les hace el administrador ni por su amenaza permanente de llamar a la oficina de Sanidad del Distrito para que les sellen el local. Ellos saben que tienen todo en orden; incluso planean hacerle una oferta de compra al dueño del local contiguo para poder ampliar su negocio.
Resuelto a emprender un camino más largo Tras cumplir el contrato de arrendamiento del local el pasado 15 de febrero, el bonaverense y su socio emprendieron la búsqueda y hallaron un pequeño local en la esquina de la carrera décima con avenida 19. “Puede que ese local nos dé mejores resultados, porque queda sobre la décima”, expresa Washington con resignación. Pero hay una decisión más radical que la de cambiar de local: Washington planea irse del país. Este hombre está convencido de que en Colombia los pobres no tienen oportunidades, y como lo sentenció el cliente sanandresano: “¡Washington está desilusionado de su país!”. Sus tres hijos son lo único que vale la pena para este hombre, y, según lo expresa, por ellos es capaz de hacer cualquier cosa. Por eso quiere explorar otros horizontes, posiblemente al otro lado del Atlántico, porque considera que trabajando en una peluquería, nunca podrá conseguir más que “lo del diario”. Pero no se va con rencor, por el contrario, se va como cuando abandonó su natal Buenaventura, con el sentimiento de quien deja su hogar. “A mí Bogotá me gusta al piso, porque hay pa’todos. Usted póngase a vender una uña y seguro alguien se la compra. Me gusta esta ciudad por elegante, por diversa. Pero no me gusta su doble moral; a la gente le falta entender que siempre habrá personas buenas y malas, sin importar la raza a la que pertenezcan”. Finalmente, ante la pregunta sobre el modo en que realizará su viaje responde sin dudarlo: “Guerriándola, mami, guerriándola”; sin duda, algo que la vida le ha enseñado muy bien.
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Seis
‘comiqueros’
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Texto y fotos: Pedro Nel Borja pedris_borja@hotmail.com
solitarios
Duván Rodríguez, Diego Prieto, Fernando Medina, Juan Romano, David Barragán y Luís Flechas antes de comerse un helado prefieren comprar un cómic o una figura de Superman o el Hombre Araña. No les importa el precio que tengan que pagar ni el tiempo que les consuma cuando se trata de conseguir otra revista, otra pieza de colección. Retrato colectivo de una pasión, una obsesión de coleccionistas bogotanos.
Cuando Duván Rodríguez llega a su casa en las noches no lo está esperando su esposa con la comida caliente, pero sí sus muñecos Transformers que se han apoderado de la casa. Al lado de la fotografía de su madre, encima del computador, en la mesita de noche e incluso en la cocina, hay juguetes de la serie de televisión famosa en la década de los ochenta, que además de decorar parecen proteger a su dueño con sus poderosas espadas. Este ingeniero de sistemas tan sólo lleva cinco años coleccionado Transformes, pero ya tiene más de 350 figuras diferentes —que avalúa en 8,5 millones de
pesos — y va en aumento porque compra hasta tres juguetes mensuales. Por su parte, Diego Prieto, de 21 años, soporta los comentarios de amigos y familiares que lo consideran “bastante grandecito” como para coleccionar cómics. Recuerda que en el colegio ahorraba las mesadas hasta de tres semanas para comprar una nueva historieta de Superman. “Poco a poco iba completando para adquirir mis cómics, aunque el hambre que aguantaba era horrible”. Pero esta afición le ha traído problemas hasta con su novia. Un día de “amor y amistad”, Diego
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le prometió llevarla a cine, pero en el camino se interpuso un cómic de Batman. Engatusado por el Señor Frío (villano de Batman), Diego no dudó en comprar la revista. “Me tocó llevarla a ‘vitriniar’ y a comer helado con la excusa de que no tenía tiempo de ver la película”.
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En cambio, su preciada colección de cómics, lo primero que ve cuando se despierta, no le hace reclamos por nada. En una estantería frente a su cama reposan las historias de Superman, Batman y el Hombre Araña, que lee en sus tiempos libres, así se las sepa de memoria, pero discrepa mucho de sus contenidos debido a sus estudios de teología: “Los cómics tienen una capacidad simbólica muy grande, con lo cual pueden trasmitir mensajes conectados a la realidad. Por ejemplo, Superman defiende la verdad y la justicia del sistema capitalista, lo que interpreto como una manera fácil de adoctrinar y de alienar conciencias”.
La ‘ilustración’ del cómic A simple vista Fernando Medina, con su cabello negro largo, un metro con 80 centímetros y atuendo oscuro, aparenta ser un rockero; pero no, se ha contagiado de su historieta gótica favorita: The Crow. Gracias a los cómics le cogió gusto a la lectura desde niño. A los cuatro años devoraba con los ojos las revistas de Superman y Batman y con ellas aprendió a leer y luego descubrió los libros de ciencia ficción. David Barragán va más allá. Se acuerda de las veces que como el investigador Gadget iba de incógnito, vestido con su infaltable camiseta del Capitán América, a la droguería que quedaba cerca a su casa para chismosear las revistas que acababan de llegar. Leía las primeras hojas, y se enteraba a
eto Diego Pri
Medina Fernando
Jos su
medias tintas de la historia. Pero con el tiempo, los Trasnformers y el Hombre Araña empezaron a hablar en su lengua madre, el inglés. Por lo tanto, con diccionario en mano, a David le tocaba traducir la revista. La práctica lo llevó a tener una relación con el idioma extranjero igual a la existente entre los Gemelos Fantásticos: el clima de cordialidad comienza cuando uno necesita al otro. Necesidades afectivas que parecen tener casi todos los ‘comiqueros’. Tras nueve años de estar coleccionando cómics, Diego no tiene amigos con la misma afición ni ha encontrado un club de coleccionistas. Por ello no ha podido conseguir algunas revistas como la serie de Superman “Crisis en las Tierras Infinitas”, edición especial que pocos tienen. Ahora lo único que lo trasnocha es conseguir el cuarto y último tomo de la serie “Kingdom Come”, para reunirlo con sus 200 cómics, colección en la que ha invertido más de un millón de pesos, una fortuna para él. Por estar tan apegado al increíble mundo que brindan las historietas ilustradas, Fernando ha tenido muy pocas relaciones afectivas. “Soy alguien que piensa a largo plazo en materia amorosa, por eso me gusta darme a conocer para que mi posible novia no se disguste, critique o malinterprete mi afición”. A sus 32 años, se conforma con vivir al lado de sus padres. Tal vez está a la espera de que los más de 350 cómics y sus ocho muñecas de Mujer Maravilla le den las pistas para encontrar a su heroína; pero que en vez de lazos, fuerza exorbitante o una balaca mágica, le dé mucho amor y respete sus gustos. Para hallarla rápidamente, debería utilizar la táctica de seducción de David, quien a pesar de no ser un donjuan, logra enamorar a las mujeres regalándoles historietas en vez de flores o chocolates, para inocularles su pasión. Antes de presentarse como
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diseñador grafico se identifica como ‘comiquero’, “así la gente trate de ridiculizar lo que soy, diciendo en tono de burla que a mí me gustan los muñequitos, las figuritas, los juguetitos para niños”. Debido al miedo que les tiene a estas reacciones, a Fernando tampoco se le facilitan las amistades. Por eso sus grandes amigos son Xena, The Ruk y Batman, de quienes relee sus historias saltando de un capítulo a otro. Como buen pintor, analiza los trazos y algunas veces los reproduce exagerando los rasgos de los personajes para dotarlos de mayor fuerza, la misma que a él le falta para destruir a los villanos internos que muchas veces le impiden salir a la calle, exponer los cuadros que pinta y demostrar que es una persona especial y no el vago coleccionista de cómics de la familia.
‘Quiero ser el presidente’
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Romano Juan José
Aunque Juan José Romano no se ufana de ser el mayor coleccionista de Star Wars que existe en Colombia, sus conocidos se encargan de recordárselo a diario. Las más de 4.000 piezas que tiene casi nunca reciben la luz del sol, así los pequeños Jedi o los Sith utilicen sus poderosas armas lumínicas. Todo porque su dueño las tiene encerradas en un cuarto doble de su casa, que considera un altar. Allí alberga cosas tan impensables como un cepillo de dientes, una tapa de shampoo con la forma de la cabeza de Vader, borradores, lápices a los que sólo les queda la colilla, cartucheras, loncheras, cartas en oro y hasta monedas. Colección calculada en más de $80 millones. Este museo dedicado a Star Wars tampoco es visitado por mucha gente. A Juan José no le gusta ni siquiera que sus hijos y su esposa entren, y quien lo haga no puede tocar nada. Él disfruta de su colección, le hace
echas Luís G. Fl
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una limpieza mensual, rota las piezas, fabrica dioramas y de vez en cuando pone a las figuras masculinas al lado de las femeninas para que no se sientan solas; cree que son personas de verdad “que necesitan la comprensión y el amor de una pareja”. Para que sus figuras se sintieran acompañadas, Romano realizó en diciembre de 2005, en Maloka, una convención que duró cinco días, a la que asistieron más de 500 personas. Ese evento fue el abrebocas de un sueño que ya está haciendo realidad: crear el club oficial de Star Wars en Colombia. Con una fiesta de ambiente galáctico en un bar donde los invitados debían caracterizar a un personaje de la saga, Juan, disfrazado de Vader, informó que a partir de diciembre de 2006 quedaban abiertas las inscripciones de la asociación que aspira a presidir. Desde ya cuenta con varios votos, gracias a los contactos que ha hecho en su almacén, el único autorizado en Colombia para importar las figuras de La Guerra de las Galaxias. Juan también tiene en mente la creación de un grupo de fanáticos de los Transformes, que estaría listo a mediados de 2007. Pero ocupar la presidencia no será tan fácil porque compite con Duván. Quiere crear un club de “transfans” donde todos se sumerjan en el planeta Lithone, por lo menos cada seis meses, analicen algunos capítulos de la serie, intercambien las revistas y puedan admirar los muñecos de los otros. “Yo sería el líder de estas reuniones, y así tendría muchos amigos que compartan mi afición, ya que los pocos que tengo me critican porque al estar tan metido en este cuento no salgo a rumbear ni hago planes con ellos”. A Luis Guillermo Flechas, que lleva 18 años coleccionado cómics, la palabra rumba le produce alergia.
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Prefiere tener reuniones tranquilas, donde les recomienda a sus invitados las figuras que no ha podido conseguir. Por ejemplo, ha buscado infructuosamente en todos los almacenes de la ciudad un Acuamán con barba, de la Liga de la Justicia. Este juguete ya tiene reservado un espacio al lado de su cama de soltero. Y de solitario, porque tanta incomprensión ante su hobbie lo ha alejado de los amigos.
Odiseas de importación Por eso, Luis recuerda con nostalgia los tiempos en que podía comprar hasta cinco cómics por semana y nadie lo criticaba; cambiaba una historieta por un paseo con la novia. Sus grandes aliados eran las figuras articuladas de los Hombres X y Superman, con las cuales pasaba horas enteras. En su planeta la Navidad ocurría cuatro veces al año: el número de pedidos que hacía por correo a Estados Unidos, de donde le llegaban infinidad de revistas, figuras y afiches de sus heroicos amigos. Pero la dicha se vio amenazada por un enemigo imbatible y creciente: los impuestos de importación.
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Ya no podía enterarse con tanta frecuencia de las vidas de Tormenta, Cíclope o Bestia y sus aventuras alusivas a la discriminación racial. Estos mutantes le enseñaron la importancia de ser tolerante y respetuoso. Por eso Luis no entiende por qué los fabricantes de cómics redujeron “la calidad del arte” de sus revistas al imprimirlas en papel periódico en vez de satinado y al no volver a producir carátulas de pasta dura o con diseños cromados. También le indigna el saqueo de las empresas de correo a las cajas de los pedidos. “Una vez vieron varios cómics y una cinta VHS de Spawn, pero como esos dibujos son góticos pensaron que eran diabólicos y me avisaron que tenía que recogerlos inmediatamente. Lo bueno fue que no me quitaron nada, y se llevaron su susto por chismosos”. Mientras Luis disfrutaba de su nueva adquisición, David, después de estar casi ocho horas buscando por Internet los mejores precios de unas revistas, rogaba a su papá que le prestara la tarjeta de crédito internacional, para comprar con Fernando una serie de historias de Superman y algunas figuras del Agente 007 y de la Mujer Maravilla, sólo disponibles en Estados Unidos. Los dos recibieron emocionados la preciada cajita, pero un día se llevaron una sorpresa al mirar la factura. Fernando duró dos años pagando las cuotas al papá de David. Y hablando de sentimientos, a David, con 16 años de ‘comiquero’, se le aguaron los ojos por primera
vez cuando los agentes de la aduana les quitaron con bisturí las etiquetas a las revistas traídas de Estados Unidos. Como si hubieran utilizado las garras de Gatubela, también cortaron las carátulas y algunas páginas. “Al abrir las revistas se le caía el cuadradito a cada hoja. Dañaron la magia de unos 20 comics”.
La casa del cómic Aunque no se conocen, Fernando, Diego y Luis compran sus revistas favoritas en Arcadia Pop, mejor conocida como “La casa del cómic”, en la calle 97 # 17-53. Sus paredes encarnan las travesías de Superman y los X-Men, y sus vitrinas, la guerra a muerte entre los Aliens y Batman. Su dueño, José Campaña, hace hasta lo imposible por importar de Estados Unidos o Francia los cómics que le pide la gente, en menos de 30 días, pero esto repercute en los costos. “Los impuestos de importación hacen que un cómic que esté en temporada valga entre $10.000 y $13.000; uno que no tenga tanto furor puede costar hasta $9.000; aunque los libros de recopilación son mucho más costosos y tienen un precio que oscila entre $40.000 y $90.000”. Campaña conoce perfectamente el perfil de los coleccionistas. “Son personas de 25 a 40 años, en su mayoría diseñadores, que buscan revistas enfocadas al diseño gráfico, con excelentes dibujos. Pero también están los aficionados que han visto las series de sus superhéroes favoritos desde pequeños y les apasiona seguir la historia. Éstos últimos compran los cómics de las casas editoriales Marvel o DC, que llevan en Colombia más de 15 años”, explica. Agrega que los productos de estas dos marcas presentan grandes diferencias. “Los héroes de Marvel, como
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Capitán América, X-Men y el Hombre Araña, entre otros, son individuos incomprendidos, un poco débiles y la connotación social que utiliza esta marca tiene que ver con las minorías. DC y sus superhéroes, Superman, Batman o La Liga de la Justicia son más dioses que hombres. Sin embargo, algunas veces estas marcas se reúnen y sacan ediciones especiales”. A pesar de estas innovaciones, en Colombia no hay un verdadero grupo de ‘comiqueros’ porque no llegan las ediciones nuevas, y muy poca gente se interesa en ellas. Por eso, para conseguir revistas, a los pocos coleccionistas les toca tener el anillo mágico de Linterna Verde; ir de un lado para otro, como Flash, o vencer a sus enemigos, como Superman. “Tengo clientes que se gastan la plata del mercado en cómics. Una vez la esposa de uno vino a la tienda y me exigió que no le volviera a vender revistas a su marido porque tenía muchas deudas y no quería que se gastara la plata en pendejadas”.
Más cerca de las estrellas A Juan José Romano no le gustó la primera figura, un C3PO, que recibió de Star Wars. Era lógico: cuando su hermana se la regaló de cumpleaños, en agosto de 1977, en Colombia no se había estrenado la cinta. Pero después de verla en marzo de 1978 comenzó su “obsesión” por tener todo lo relacionado con la saga. En los últimos 29 años ha participado en decenas de subastas por Internet; en una de ellas compró por 700 dólares una réplica de la nave de Vader usada en una de las cintas. Comió pizza mañana, tarde y noche para ganar un concurso de una pizzería, cuyo premio fue un Yar Yar tamaño real (1,80 m), 25 kilos adicionales y un gran desfalco económico.
“El lío fue llevarme a casa esa figura tan grande encima de mi Corsa“. Y lo que no puede tener, porque no existe, Juan lo manda a fabricar. Es el caso de una réplica de R2D2 que camina y seduce a la gente con sus gracejos y las luces de todos los colores que brotan a su alrededor. Juan la pone a funcionar a diario, habla con ella, le cuenta sus secretos a la espera de un consejo, como hace su homólogo en la película con el rey Veruna. Pasa horas jugando como un niño con los personajes que saca de las cajas originales y vuelve a guardar con cuidado. Algunos empaques están autografiados por los autores o pertenecen a ediciones limitadas. A estas joyas Juan les tiene su propio inventario, pero mental. Como si tuviera poderes psíquicos parecidos a los de Obi Van Kenobi en la película, sabe cuándo le puede llegar a faltar una figura y presiente cualquier peligro al que estén expuestas. Por su parte, Duván, sin ser hombre de negocios, habla con sus contactos en Estados Unidos, logrados vía messenger, para pedir muñecos de 80 y hasta 150 dólares. Estuvo a punto de pagar un millón y medio de pesos para obtener un Transfomer de 70 centímetros de alto, de la generación uno. “Pero cuando conseguí la plata, la persona que me iba a vender el juguete tuvo que devolverlo a Nueva York”. Cálculos van y vienen en la cabeza de este ingeniero de sistemas, por eso Duván tiene inventariada su colección y las piezas que le faltan (alrededor de 3.000), las tiene organizadas por orden alfabético, según el país donde se consiguen (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), el año en que salió al mercado y el precio. También ha creado una página eeb (www.transformersg1.spydar.com), donde brinda información sobre los Transformers. En este portal se pueden encontrar las fotos de toda la colección de juguetes de Duván, al igual que algunos capítulos animados de la serie que descargó de Internet, editó para quitarles los comerciales y dobló al español. En su página se puede leer el guión de la primera película de los Transformers, que Duván tradujo al español, y también escuchar la banda sonora. Como si fuera poco, se encuentran las fotos y biografías de los más de 70 actores que prestaron su voz a los personajes. Después de ver el material unas 150 veces, Duván encontró 405 errores de animación que él considera “relevantes”, y por eso los ha dado a conocer “para que los dibujantes de la serie se pongan las pilas”.
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¡Cuidado!: no tocar A su colección de más de 1.000 cómics, Luis no le pone precio; cree que es invaluable lo que estas revistas le han aportado a su vida. Por eso las cuida como si fueran parte de su familia: no las deja salir con extraños ni permite que las miren mucho tiempo; para que no les caiga polvo o se deterioren con el tiempo, las guarda en bolsas herméticas con un cartón para mantenerlas firmes. En su cuarto, que más parece una biblioteca, tiene un mueble que va de pared a pared donde están clasificadas por título, edición y número cronológico. Además, las ubica junto a lo que Luis considera sus hermanos mayores: los libros de ilustraciones. Por cada uno de los siete que tiene, ha llegado a pagar hasta $200.000. Y aunque reconoce que le brindan muchos conocimientos, a veces se vuelven incomprables.
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Mayores cuidados tiene Duván con su colección. Para garantizar la durabilidad de los muñecos, prefiere que se llenen de polvo antes de que alguien los toque; por eso dura fines de semana completos limpiándolos con cepillos y cremas especiales. Después de secar las figuras, las pone en fila —por criterios de tamaño, postura y generación— y no tolera que alguien las mueva medio milímetro. Si esto llega a pasar, Duván se descontrola. Conmoción, pero interna, es la que Fernando siente cuando la gente se moja el dedo con saliva para pasar las hojas de sus revistas; comportamiento lógico si se tiene en cuenta que le encanta el olor de las historietas nuevas, que ha llegado a pagar por una $80.000 (con certificado de autenticidad y firma del autor), que disfruta admirar las portadas y que se enorgullece del buen estado de su colección. Tanto así, que David lo envidiaba por tener la colección más grande de G. I. Joe que haya visto. Trató de igualarlo, pero por más que su papá le trajera las figuras de los Estados Unidos, jamás lo logró. Por eso se conformó con visitar a su amigo con mayor frecuencia para sentir como suyo ese tesoro.
La herencia A Diego también le da rabia que se le doblen las hojas a sus revistas, les caiga agua o se les sople el plástico de la portada, pero se enfurece aún más cuando esto les sucede a los cómics que heredó de su padre. Son 40, de ediciones muy antiguas de Superman que cuida de manera obsesiva. “Son dibujos muy feitos y deformes, impresos en papel periódico. Pero cuido esas revistas como un tesoro;
hoy en día pueden costar mucho dinero, pero nunca las venderé”. Cree que su amor por las historietas es una pasión que lo va a acompañar por el resto de su vida. Y siguiendo la tradición familiar, desea que su colección les quede de herencia a los hijos que aún no tiene, junto con los libros que aún no escribe. Esta iniciativa la adoptó Juan José, quien no ha dudado en introducir a su hijo Mateo, de cinco años, en “la galaxia” de la que él gustosamente está preso. Por eso mismo, le tiene una colección especial de Star Wars llamada Galactic Heroes, y el pequeño ya imita las escenas de la saga de seis películas, cada una de las cuales ha visto más de 150 veces (pocas frente a las 1.000 veces que las ha visto su papá). Y en la noche, en vez del típico cuento de los hermanos Grimm, al niño lo arrulla la voz de Juan, que lee alguna batalla entre los Jedi y los Sith ilustrada en alguno de sus 150 cómics o en una de sus 40 novelas, de las 80 que han salido de la cinta. O le enseña la tarjeta de Navidad firmada por George Lucas. El único temor de Juan es que alguna estrella de la muerte (arma utilizada en la cinta) se lleve la colección que heredará su hijo. Ahora, peores que las batallas de los héroes de papel y de plástico son las de los ‘comiqueros’ de carne y hueso que tienen que luchar contra los comentarios odiosos de familiares y amigos sobre su “arte de coleccionar pendejaditas”. Eso sí que los hace desear poderes especiales, como la kriptonita de Superman, para vencer a los ignorantes.
La reserva forestal Caminos de Santa Ana se convirtió hace pocos meses en un “aula viva” de ecología y medio ambiente para los habitantes de Bogotá. Cuesta creer que a escasos minutos de la carrera séptima se pueda subir la cuesta de la montaña que parecía impenetrable. Después de hacer la caminata de cinco horas, que sale del kilómetro 6 de la vía a La Calera, el reportero gráfico de Directo Bogotá comparte su experiencia.
Reserva forestal Caminos de Santa Ana
Bogotá
a tiro de piedra Textos y fotos: Alejandro Naranjo Gutiérrez Luxury17@hotmail.com
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A los cerros orientales de Bogotá se los pelean las urbanizaciones “estrato 9”, los invasores, los incendios veraniegos y los políticos en campaña. Aunque todos los días los vemos, se han convertido en la frontera donde estallan los conflictos por el crecimiento incontrolado de la ciudad. ¿Quién en verdad conoce los cerros?, ¿quién se ha refrescado con las aguas de sus cascadas?, ¿quién los ha recorrido y tomado el almuerzo bajo su bosque? Muy pocos, porque la inseguridad ahuyenta a los más intrépidos. Como pocos sospechan que sobre el Barrio Santa Ana, entre Usaquén y la Escuela de Caballería se encuentra esta reserva forestal de 160 hectáreas, un pulmón mucho mayor que el del parque Simón Bolívar con sus 113 hectáreas. La montaña, que perteneció al escritor Tomás Rueda Vargas, fue declarada reserva forestal y como la ley no permite urbanizar, ni siquiera poner un ladrillo, sus descendientes decidieron abrir este espacio para realizar programas de recreación pasiva y capacitación en ecología y medio ambiente. De esta manera todos podemos disfrutar de la herencia. Soecoandes tiene a su cargo la administración de la zona y organiza caminatas ecológicas en descenso y ascenso (de 2.700 a 3.200 metros) por un sendero interpretativo, es decir, un camino con estaciones en las cuales los guías explican los cambios de ve-
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getación según los pisos térmicos y la variedad de flora y de fauna. La caminata dura aproximadamente unas cinco horas dependiendo de las actividades que se realicen. Cuando es un colegio la programación puede tomar todo el día. Nuestro camino comenzó calentando el cuerpo con la subida a las torres repetidoras del cerro El Picacho desde donde se observa el embalse de San Rafael, una laguna azul inmersa en el bosque. Después realizamos el recorrido por el sendero donde van apareciendo bosques de árboles nativos como encenillos, cucharos, arrayanes (algunos en peligro de extinción), frailejones, nacimientos de agua y la cascada La Chorrera, de unos 30 metros de altura. Al tratarse de un “aula viva”, se aprecian las maravillas de la naturaleza antes y después del toque destructivo del hombre, como cuando las columnas de humo de los incendios enturbian el paisaje. O cuando se constatan los estragos que el hombre ha causado en los cerros orientales: basuras, canteras, deforestación, bosques de especies introducidas y la contaminación de las aguas. Momentos del recorrido que despiertan la conciencia proteccionista. La caminata es mensual y pueden ir niños. Para informarse puede visitar el sitio http://caminosdesantaana.spaces.live.com o escribir al correo soecoandes@yahoo.com.
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El Acuario:
como pez en esquina Texto y fotos: Xiomara Palacios López palacios12@hotmail.com
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El edificio de cinco pisos que desde 1946 ocupa la esquina de la calle 59 con carrera séptima es un sobreviviente de la llamada arquitectura moderna bogotana. Con las notas musicales de la tienda de instrumentos que funciona en el primer piso y del café In Vitro, del segundo, evoca los años en que fue exclusivamente residencial.
“Sólo mediante el empleo de nuestro material se logra imprimir un sello de distinción y elegancia a las modernas construcciones que embellecen nuestras ciudades. PIEDRA SALSAMCO. Una inversión para toda la vida”. Con este aviso de Salazar Samper Hermanos que apareció en la revista Semana (25 de diciembre de 1948) se anunciaba el nuevo edificio de la calle 59 en la esquina de la carrera séptima, Residencias Lahud, construido por los arquitectos E. Forero Juliao y Roldán Ramírez Huertas. También se hacía evidente la irrupción de la arquitectura moderna en Bogotá, que tuvo su esplendor en las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, bajo la influencia de las vanguardias artísticas europeas. Además de la piedra —que con el paso de los años se reemplazó por el ladrillo—, se comenzaron a usar materiales trasparentes, como el vidrio y la cerámica vitrificada, para edificaciones pulcras, con espacios luminosos y ambientes higiénicos. Foto
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++++++++++++++++++++++++++++++ En la licencia de construcción quedó claro que el ++++++++++++++++++++++++++++++ En su momento era uno de los edificios edificio constaría de cuatro pisos destinados exclu++++++++++++++++++++++++++++++ más modernos de la capital. La fachada sivamente a vivienda familiar; cuatro apartamentos ++++++++++++++++++++++++++++++ por piso. Además, contaba con un local que durante ++++++++++++++++++++++++++++++ exhibe los ventanales que le pusieron ++++++++++++++++++++++++++++++ años albergó la muy conocida Pizzería Napolitana, el toque exclusivo al edificio, y se ++++++++++++++++++++++++++++++ que cerró poco después de la tragedia del vecino ++++++++++++++++++++++++++++++ conservan el ascensor original, los pisos restaurante Pozzeto. Hoy en día funciona Bazoon, ++++++++++++++++++++++++++++++ de madera y la escalera de caracol. una tienda de instrumentos musicales. ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++
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En su momento era uno de los edificios más modernos de la capital. La fachada exhibe los ventanales que le pusieron el toque exclusivo al edificio, y se conservan el ascensor original, los pisos de madera y la escalera de caracol. Pero en los años sesenta las residencias entraron en decadencia por el auge de la vivienda urbana en medio de la naturaleza. Se construyó, por ejemplo, el Centro Antonio Nariño, una novedosa urbanización con amplias zonas verdes. Así fue como el edificio residencial cambió su vocación por la comercial, favorecida por su cercanía al centro de la ciudad. El 10 de marzo de 1975, se modificó la licencia de construcción para renovar las instalaciones hidráulicas, eléctricas, arreglar los techos y ampliar el mezzanine. Con estos cambios el inmueble quedó listo para su nuevo destino y en los antiguos apartamentos comenzaron a funcionar oficinas de todo tipo: venta y elaboración de tapetes, consultorios odontológicos, oficinas de seguros, en fin, un centro de negocios que continúa vigente en el ahora
conocido edificio El Acuario, nombre muy apropiado para un lugar donde todo lo interior se exterioriza. Aunque esta construcción tiene un valor arquitectónico invaluable, el referente por el que muchos lo conocen es el Café In Vitro (“Café en Vidrio”), que le ha dado vida al edificio desde hace nueve años y se caracteriza por sus espacios loft, abiertos y sembrados de columnas. Mauricio Guerrero, su propietario, cuenta que la idea inicial del café fue crear un espacio donde la gente llegara a disfrutar de su bebida favorita mientras se abstraía en los ventanales. Pero tuvo tanto éxito, que decidió programar un evento cultural cada día de la semana, como el de los martes, cuando se hace la muestra de cortos cinematográficos que desde hace cuatro años ha proyectado a jóvenes talentos. Sesenta años después volvieron a imponerse el vidrio y las construcciones como peceras. Pero este edificio con sus ventanales en diagonal, que desafiaban la gravedad, fue uno de los primeros en Bogotá que lo utilizó.
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Texto y fotos: María Camila Peña pena.camila@gmail.com
La vendedora más dulce
Endulzarles la vida a quienes transitan por el puente de la estación El Virrey, de Transmilenio, es el trabajo de Blanca Cuestas, vendedora ambulante de 42 años. Arrodillada en el pavimento, ofrece sus colombinas mientras saluda a los apurados ejecutivos del sector, que la quieren por buena consejera. Su oficio es de los más pedestres, pero sabe elevarlo como una profesional.
Entre las pisadas de la gente, Blanca, con sus expresivos ojos marrones y permanente sonrisa, observa detalladamente a todos aquellos que suben y bajan el puente. Ella dice que si hubiera estudiado alguna carrera, habría sido psicóloga. Sabe que es buena escuchando a la gente y descifrándola: con sólo mirarlos sabe qué les pasa. Además, se le facilita dar consejos: “Dios me dio un don que hace que me salgan las palabras para los demás”, dice. Blanca sufrió a los dos años de poliomielitis o parálisis infantil, por lo que se le atrofiaron algunos músculos y se le detuvo el crecimiento. Debe caminar y sostenerse sobre sus rodillas, con unas pequeñas muletas hechas a su medida. “Yo tengo mis problemas, pero no son tan graves; por eso creo que es mejor dar una sonrisa a los demás.” Afirma que toda persona discapacitada lleva una amargura por dentro, pero que después de aceptarse y conocerse a sí misma le da gracias a Dios por lo que la vida le ha dado. “En este momento mi vida es fácil, consigo todo lo que quiero; no millones, ni joyas, ni lujos, sino la felicidad, el amor de las personas, la salud. Esto es más importante”. Aunque llegar desde su casa en Ciudad Bolívar, barrio Minuto de María, hasta el sitio de trabajo le toma alrededor de dos horas (teniendo en cuenta que su esposo la carga hasta el paradero del alimentador), le encanta trabajar en el norte. Esta “rola a morir”, ocupa esa esquina desde hace tres años, de lunes a viernes, desde las ocho de la mañana hasta
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las doce del día. Prefiere trabajar a esperar a que la gente le dé limosna; sin embargo, hay personas que le dan mil y hasta dos mil pesos por las colombinas que ella ofrece a cien pesos. Muchas veces ha dejado de vender sus colombinas para escuchar a la gente. El momento que recuerda con más tristeza fue cuando “un doctor que trabaja por aquí pasaba muy triste y yo le pregunté qué tenía, porque sabía que cargaba un dolor muy grande. Entonces lo senté al lado mío y comenzó a llorar y me contó que su única hija se había muerto al nacer”. Los otros vendedores ambulantes del puente de El Virrey le cuidan su rincón cuando llega tarde, y en los días calurosos la alzan hasta la entrada de la estación de Transmilenio para que las latas del piso del puente, calientes por el sol, no le quemen las rodillas. A don Mauro, su vecino en el puente, que vende maní, habas y uvas pasas, es a quien más estima.
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Los pies de Blanca Blanca se casó a los 23 años con Ricardo Fonseca, diez años mayor que ella. Se conocieron en el barrio en el que hoy viven con sus dos hijas, Jully Jazmine, de 20 años, y Jenny Rocío, de 18, y aunque al principio no fue amor a primera vista, hoy son inseparables. “Yo la llevo y la acompaño a ella a todas partes, soy como los pies de Blanca”, dice Ricardo. Él trabaja vendiendo bolsas de basura en los barrios Santa Isabel, Venecia y Prado Veraniego. Aunque puede movilizarse por sí misma, no siempre fue así. Hasta antes de cumplir 14 años, no tenía sensibilidad de la cintura para abajo. Durante su niñez aprendió a arrastrarse por el piso y si bien vivió desde los 10 años hasta los 12 en el Hospital de la Misericordia, ningún tratamiento le dio resultado. A pesar de esto, su niñez no fue traumática, sino que la recuerda con mucho cariño: “En el hospital yo era la niña más feliz de la vida, quizá porque me crié rodeada de niños; además, las enfermeras y los doctores me consentían mucho”. Blanca recobró el control de sus piernas gracias al tratamiento que le hizo el Doctor (José Gregorio Hernández). “Dios y el Doctor, pero sobre todo Dios fue el que le devolvió la vida a la mitad de mi cuerpo”. En ese momento aprendió a caminar en las rodillas y por fin pudo hacer todo lo que quería, dejó de lado el encierro en el que había vivido toda su vida y aprendió a bailar y a trabajar vendiendo mallas para balones. Y hasta alcanzó a tener varios novios en su juventud. Aceptarse a sí misma le tomó tiempo; ella quería caminar y correr. A los 18 años comenzó a ir al centro de rehabilitación profesional de la Clínica San Pedro Claver porque una amiga que había quedado cuadrapléjica la invitó. Allá le enseñaron a coser con dos agujas, croché y a poner cremalleras y cuellos. En ese lugar también le ayudaron a conocerse a sí misma, y así terminó aceptando su discapacidad. Esta vendedora ambulante que ya lleva 24 años en el oficio, cuando piensa en el futuro sólo espera que Dios la lleve a ese mundo donde ella quiso vivir en esta vida. “En el otro mundo voy a ser lo que quise ser, porque Dios me va a dar esa oportunidad; no aquí, sé que va a ser un lugar muy hermoso”. Mientras tanto, se pregunta cómo es que tanta gente con dinero, oportunidades y cuerpos lindos vive emproblemada, triste y estresada.
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OficiOs
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Legado samurái Por Carolina Escobar Cañón kajomizuki@hotmail.com
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de venta en Usaquén
Fotos Andrés de La Cuadra
El amor por el arte guerrero de los samuráis no es exclusivo de los japoneses. Un bogotano encontró en las armas de combate de estos antiguos guerreros su pasión y su medio de subsistencia. Su clientela llega los domingos al mercado de las pulgas de San Pelayo, en Usaquén. {35} En el toldo amarillo número seis del mercado de San Pelayo, Rafael David Zafra, un hombre de 1,78 metros de estatura, vestido con traje y corbata llama la atención no sólo por su apariencia de ejecutivo, sino por la colección que exhibe: dagas, espadas y sables de primorosas empuñaduras que fueron armamento en viejas guerras. Hace 12 años, cuando se abrieron los toldos de San Pelayo, Zafra decidió poner en venta estas armas blancas antiguas. A los ocho años comenzó a coleccionar estos objetos, “cuando me encarreté con los sables y dagas que mi papá me traía de regalo de cada viaje que realizaba, pues era miembro de la milicia colombiana. Nunca me causaron curiosidad en cuanto a su uso, sino por la belleza y los detalles de cada pieza; una obra de arte única y tiene un significado. Por ejemplo, la espada para un samurái era la insignia de su clase y a la vez el instrumento del que vivía y por el que moría”. Desde temprana edad se enamoró de las katanas japonesas, conocidas como sables samuráis, y empezó a interesarse por la cultura de los guerreros japoneses. Cuando creció, decidió viajar al país del sol naciente para conocer a los maestros de este arte marcial. Aprendió un poco de jujitsú y tai-jitsú. Y,
por supuesto, no perdió la oportunidad de traer un par de piezas con las cuales empezó su negocio. Zafra, de 35 años, ha realizado varios viajes a Japón y otros países de Oriente, Europa y a Arabia Saudita; allá contacta a los vendedores y recorre los países no sólo para encontrar estas piezas y traerlas a Colombia, sino también para conocer un poco más de esas culturas. Dice con exactitud los nombres de los sables que tiene a su disposición y también a qué imperio pertenecieron. “Las katanas son espadas largas con una hoja ligeramente curva, están hechas de acero y tienen una empuñadura para las dos manos forrada con same, la piel de la raya, que le da un asidero firme. Eran símbolo del alto rango social, nobleza y honor del código de los samuráis”, explica Zafra.
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Tiene en su toldo 50 piezas, todas trabajadas en acero de la mejor calidad. Los precios de las armas oscilan entre $20.000 y $1.500.000. Las piezas más costosas son los sables samuráis japoneses, cuyo valor depende de su antigüedad y del filo de la hoja. Uno de los más caros es un sable negro de la era Tokugawa, de los primeros guerreros, que tiene marca de sangre en la hoja: unas pequeñas hendiduras que hacían que el corte de la espada fuera más preciso y más desgarrador. Entre los objetos curiosos tiene a su disposición una réplica exacta de la daga de los soldados pretorianos (año 30), es decir, del tipo de daga con la cual apuñalaron a Julio César. Está forjada en acero y tiene las iniciales “SPQR”, que significan Senatum Pertenen Corpu Romanu. Su costo es de $150.000. También tiene a la venta espadas españolas y dagas fantásticas de series de televisión extranjeras, como Stargate. La que más llama la atención es una pequeña daga, muy delgada y que en la funda tiene delicados grabados. Se trata de un arma conocida como wakisashi. “Una pequeña daga que usaban las geishas en Japón y que se ponían en el tocado. La utilizaban para defenderse de los clientes abusivos”, comenta Zafra.
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Las piezas que vende son réplicas de las armas antiguas que se encuentran en los museos del mundo y casas de coleccionistas. El valor de una pieza real es incalculable, pero Zafra tiene a su disposición reproducciones muy interesantes. Según la antigüedad y la importancia del arma, cada una le cuesta en el exterior unos 200 dólares o 150 yenes, cuando las trae de Japón (de $300.000 a $500.000). Los clientes que compran las armas van desde niños hasta generales de la República para sus colecciones. Además de las armas blancas, en el toldo número seis también se pueden conseguir esculturas africanas desde $20.000 hasta $500.000. Los guerreros de Terracota en versión miniatura y los bastones importados de distintos tipos de madera, como robles italianos y pinos suizos, oscilan entre $20.000 y $40.000. Rafael está divorciado y tiene una hija de 15 años con la cual vive. Estudió culinaria internacional y hotelería y turismo, pero no ha ejercido ninguna de sus dos carreras. Comenta con picardía que la culinaria sí la ha aplicado. “Cocino delicioso, mi hija es la que disfruta de mis platos, y también mi novia”. Aunque vende armas, no considera que la violencia sea la mejor salida para resolver un conflicto. Para él, la mejor estrategia de un ejército es la defensa, pero como lo cortés no quita lo valiente, todos los curiosos que se acercan a mirar sus katanas, wakisashi y espadas españolas y árabes reciben con cordialidad una explicación completa del vendedor, que les dice de qué está hecha el arma, su historia y, por supuesto, su costo. Parece que Rafael Zafra conoce bastante bien el satori o perfeccionamiento espiritual: con el manejo de las armas, en su caso de la venta de los sables o katanas que alguna vez fueron de valerosos guerreros, ha encontrado la felicidad espiritual.
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Transmilenio a trancas y barrancas Por Luz Ayda Gómez Durán luzgomez@javeriana.edu.co
En septiembre de 2007 se inicia la tercera fase de Transmilenio, que comprende las troncales de la carrera séptima, la calle 26, la carrera décima y la avenida Boyacá. Más allá de las percepciones sobre los beneficios y limitaciones del sistema y de los intereses en época preelectoral, las autoridades tendrán que revisar el impacto ambiental, la calidad del servicio y las condiciones de contratación. En este informe especial, críticos y defensores aportan argumentos para el debate público que está abierto en los medios y pronto comenzará en el Concejo de Bogotá. “Transmilenio [TM] se ha convertido en una posibilidad de cambio formal, funcional y estético para la ciudad y para la calidad de vida de la personas”, afirma Olga Lucía Ceballos Ramos, directora del Instituto Javeriano de Vivienda y Urbanismo, de la Facultad de Arquitectura y Diseño. Pero no niega sus problemas de funcionamiento: “En términos urbanísticos su calificación es buena, pero ha producido contaminación, construcciones de mala calidad —como hemos visto con el descuido de las losas—, hacinamiento, costos en las tarifas, entre otros”.
Menos humo, más aire A finales de 2006, el Centro de Investigaciones en Ingeniería Ambiental (CIIA), de la Universidad de los Andes, publicó una investigación acerca del grado de contaminación de la ciudad. El estudio
afirma que las mayores fuentes de contaminación provienen de las fábricas; sin embargo, es mayor el número de ciudadanos afectados por las emisiones de los vehículos, sobre todo de aquellos que, como los articulados rojos, utilizan diesel, un combustible de alta toxicidad. El 18 de febrero de 2007 El Tiempo informó que en 2006, “el nivel de contaminación por material particulado o PM10 (hollín, humo y polvo) fue de 74,4 microgramos por metro cúbico, cuando el límite nacional anual fijado es de 70, y el máximo permitido internacionalmente para la salud es de 50”. Al comparar combustibles como la gasolina frente al diesel, los vehículos con motores diesel superan a los de gasolina en cuanto a rendimiento, son más eficientes y consumen menos combustible. Adicionalmente, el diesel resulta mejor para la durabilidad de los motores, pero causa cuatro veces más contaminación atmosférica. “No utilizamos otro combustible para los motores diferente al diesel porque sería una inversión mucho más alta y cuando se pagan $1.300 pesos se paga ese consumo; todo repercute en la tarifa. Por otro lado, no hay experiencias operativas de buses de gas a 2.600 metros de altura y es riesgoso el mantenimiento. Además, según estudios que hizo la Universidad de los Andes, el aporte que hace TM a la contaminación es de menos del 3%”, expresa Alejandro Niño, funcionario de Planeación de Transporte de TM. Según el citado informe, el sistema de TM emite tóxicos en menor medida que los buses y microbuses tradicionales que tienen más de diez años de funcionamiento. Pero la crítica está en no haber usado desde un principio gas natural, la mejor alternativa por ser un combustible limpio, eficiente y económico, que emite menos cantidades de bióxido de azufre o partículas cancerígenas. Además, la altitud en la que se ubica Bogotá hace que el contenido de oxígeno sea menor y mayor el efecto de los contaminantes.
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En este sentido, la arquitecta Olga Lucía Ceballos no está de acuerdo con las consideraciones que hace TM: “Creo que se perdió una oportunidad megaambiental al no haber trabajado con buses de gas; en otros países gran parte del transporte se maneja con gas”. Asimismo, Juan Gonzalo Mejía, médico del Hospital San Ignacio explica que “las partículas de diesel pueden causar efectos a corto plazo, como dificultad respiratoria y tos, así como problemas crónicos respiratorios. Es sabido también que las emisiones de diesel pueden causar hasta cáncer del pulmón”. Japón, Buenos Aires y Estados Unidos recomiendan la utilización del gas o la electricidad, aunque se gasten unos pesos más, porque son fuentes de energía de mayor eficiencia ambiental y protegen la salud pública.
Como sardinas en lata TM facilita el desplazamiento de más de 1.250.000 pasajeros, tanto asalariados como estudiantes que lo usan a diario. Pero una queja sentida de los usuarios es el hacinamiento, a pesar de la alarma que indica el exceso de peso.
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Entre las estaciones más concurridas están Banderas, Avenida Jiménez, Ricaurte, Calle 45, Marly, Héroes y Los Portales, donde se sobrepasa el cupo tanto en horas pico como en “horas valle” (jerga de TM para indicar las horas de menos afluencia). Un bus de TM tiene capacidad para transportar a 160 personas (48 sentadas y 112 de pie), según las especificaciones técnicas emitidas por el Ministerio de Transporte. Pero al hacer un recorrido entre las seis y las ocho de la mañana en las estaciones mencionadas se puede constatar que en cada bus viajan de 200 a 210 personas, distribuidas así: en el corredor más largo, unas 50 personas; en el corredor ubicado al fondo, 40; en los cuatro espacios contiguos a las puertas unas 50; en las articulaciones pueden concentrarse más de 20, y 48 que viajan sentadas. La empresa tiene estipulado movilizar de 8 a 9 viajeros por metro cuadrado de la superficie del bus, según el coordinador de los proyectos de TM del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), Joaquim Barreto Sánchez. Otra cosa dice el portavoz de TM: “Están diseñados para tener a siete personas por metro cuadrado. Hemos realizado ensayos de campo y jamás hemos llegado a cuatro personas por metro cuadrado en los corredores, en la articulación pocas veces se llega a tres por metro cuadrado y en la
puerta siempre se llega a siete personas por metro cuadrado. En cuanto a la cantidad de pasajeros, se ha llegado a 147 y 153; nunca se han sobrepasado los límites estipulados”. De todos modos, la imagen de siete pasajeros en un metro cuadrado es la de sardinas en lata. Nunca más apropiada la metáfora. Ahora, si esos siete pasajeros, o ciñéndonos a la realidad, esos nueve pasajeros llevan maletas o bolsas, no tienen ni el mínimo espacio para moverse. Empacados al vacío. En contraste tenemos el ejemplo del Metro de Madrid, que se encuentra entre los diez primeros del mundo gracias a su tamaño, capacidad de carga y velocidad, y trabaja con un patrón de movilidad de 3,5 personas por metro cuadrado: capacidad óptima para que los usuarios viajen cómodos. “Es desesperante subirse a un TM: tanto las estaciones como los vehículos permanecen ocupados durante las horas pico e incluso en otros horarios”, se queja el usuario John Alejandro Rondón, estudiante de la Universidad Distrital. Y continúa: “Esto puede atribuirse al tamaño de los buses, a la poca frecuencia de las rutas y a los pocos buses que hay”. Por todo lo anterior, el TM ha perdido atractivo para los capitalinos, que prefieren volver a los viejos buses. Así lo confirmó El Tiempo en un informe del 24 de febrero: “Al sistema no regresan entre 50.000 y 100.000 pasajeros-día. Eso representa entre 65 y 130 millones de pesos diarios”. TM admite que en los horarios donde la demanda es baja disminuye la oferta de articulados, para reducir costos operacionales. Dicha razón —aunque parezca ventajosa— también es contraproducente porque a mayor tiempo de espera, mayor es el número de personas que desertan del sistema. Más aún cuando en muchas de las vías de TM siguen circulando las rutas de buses tradicionales.
Choque de intereses Con el dinero de los contribuyentes, el IDU repara la defectuosa malla vial de TM, sin que otros propietarios del sistema se metan la mano al bolsillo. TM es un sistema económica y administrativamente mixto, pero la realidad muestra todo lo contrario: la infraestructura (construcción de troncales, patios, talleres, vías, zonas verdes, puentes, estaciones, adquisición de predios, vigilancia) y la administración están a cargo de Transmilenio S. A., que es una empresa pública. Sin embargo, los vehículos son propiedad de varias empresas privadas, que los
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A la tercera, la vencida En estos momentos está abierta la licitación pública para contratar los estudios y diseños de la construcción de la Fase III del sistema, que comprende las troncales de la carrera séptima, la calle 26, la carrera décima y la avenida Boyacá. “Tenemos claro que hay que intervenir, ya que hay un problema de transporte colectivo que afea, contamina y vuelve poco deseable y poco eficaz la movilidad”, señala Barreto Sánchez, del IDU.
Con este nuevo proyecto vial y urbanístico se busca mejorar la apariencia de la ciudad y facilitar el transporte a tres millones y medio de capitalinos. Se calcula que esta etapa de consultoría, estudios y diseños termine en agosto de 2007. Se contratará personal para la obra en el segundo semestre de 2007. La construcción comenzará en abril de 2008 y durará aproximadamente cuatro meses. Está establecido que la obra quede finalizada a principios de 2009. Así se proyecta la ampliación del sistema: Calle 26: Con un portal, 16 estaciones, tres de ellas al servicio del Aeropuerto Internacional El Dorado y el Puente Aéreo. Longitud aproximada de 14 kilómetros desde la carrera tercera. El contrato tiene un presupuesto de 6.469 millones de pesos. Carrera 10: Irá desde la avenida Ciudad de Villavicencio (calle 34A Sur) hasta la calle 28, donde tomará la carrera séptima hasta la calle 34, en el Centro Internacional. La longitud es aproximadamente de 7,2 kilómetros. Presupuesto oficial de 2.500 millones de pesos. Duración de la obra: 8 meses. Los diseños de la carrera séptima desde la calle 34 hasta la 170 no están definidos todavía. Sin embargo, el IDU confirma que incluirá andenes, ciclorrutas, separadores, estaciones y calzada. “Los estudios y diseños deberán incluir la ampliación de la vía de tal forma que garantice un carril por cada sentido para TM en toda su longitud (dos para sobrepaso en zona de estación donde el perfil de la vía lo permita), así como dos carriles para el tráfico mixto, a excepción de algunas zonas donde se construirán tres”. La arquitecta Ceballos apunta al respecto: “Dado que el perfil de la carrera séptima es angosto, se ha llegado a pensar que un medio de transporte subterráneo sería mejor, pero esto traería problemas de ventilación, aumentarían los costos por la excavación y los problemas de seguridad, ya que podrían aumentar las amenazas terroristas. Por ser la capital estamos en el blanco”. Además, está proyectado integrar el sistema TM con el municipio de Soacha, con el tren de cercanías de La Sabana de Bogotá y continuar el desarrollo de la red de ciclorrutas. Pero, como es de esperarse, todos estos desarrollos dependerán de los intereses políticos que se pueden cruzar en el camino como vacas muertas.
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Poeta El PoetaPoeta Por Gabriel Villarroel igabrielo@yahoo.com
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Juan Manuel Roca Vidales encarna al mítico flâneur de la poesía francesa que deambulaba por las calles en busca de inspiración. De la calidad de su producción hablan los premios que ha recibido, en particular el último, otorgado por Casa de las Américas, en enero de 2007. Un reconocimiento que traspasa las fronteras. En este retrato aparece quieto y en movimiento, seguido por el cronista inquieto.
Fotos Andrés de La Cuadra
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Lo primero que conozco de Juan Manuel Roca es su nombre. Acompaña a un corto y agudo poema titulado “Días como agujas” que aprendí en el colegio Champagnat. Debo tener unos quince años y estoy poco familiarizado con el mundo de la poesía; entonces su nombre flota aislado en la memoria. Los versos, aunque difusos, aún se conservan. El nombre regresa algunos años después, vagamente, en algunos escuetos artículos de periódico. Más adelante, la suerte y la curiosidad me llevan a encontrar algunos de sus libros. Recorro distraídamente sus páginas: “Imagino una calle. A la realidad le resulta oscura y le agrega un farol”, “Dos ciegos hablaban del paisaje del olor. ¡Ah, la sombra de un pájaro en sus rostros!”, “Todos los boleros nacen en la caleta del pecho y desembocan en la calle”. Ahora tengo otros versos en mi memoria. Alguna mañana de domingo la casualidad lo sienta en una mesa cerca de mí, con su complexión robusta, grueso bigote y abundante cabello crespo. Toma un café mientras lee un periódico con la tranquilidad de quien no espera. Las personas pasan o se sientan a su lado y nadie lo reconoce o da muestras de hacerlo. Sólo yo lo miro y empiezo a ponerle un rostro a los versos. Inadvertidamente, acaba su café
y se va. Ya tenía una imagen silenciosa de él, una imagen que lee, que toma café y que se aleja. Hasta que pasé unas horas acompañado por él. Aunque hablamos en extenso, fue en su silencio donde más claramente encontré al poeta: al verlo caminar por la carrera séptima, balancear de forma distraída su paraguas y contemplar las calles, taciturno. “La mayoría de mis poemas nacen en la calle, y desembocan, cuando desembocan, en el poema”, me confesó después. Así que mientras lo miraba caminar me pregunté si estaría componiendo algunos versos. Él rompió el silencio y excalmó: “¡Qué rostro tan bonito el de esa muchacha!”. Yo miré tarde; ella ya había pasado. Conversamos en un café con suave música de fondo. Juan Manuel Roca me responde siempre con mucha seguridad, con palabras precisas e ideas claras. Habla como escribe. Cuenta sus inicios en la poesía: “Cuando estaba en segundo de bachillerato, yo pensaba ‘para qué voy a ir una clase de matemáticas donde me dicen que 5 por 8 es 40, si a mí me da lo mismo que sea 35, porque lo que quiero ser es escritor’”. Reconoce la influencia de Luis Vidales, el famoso poeta de Suenan timbres, tío materno que encarnó para él ese oficio que a tan temprana edad anhelaba
dito, porque un erudito con mala memoria es bastante ridículo y yo tengo mala memoria”, admite. Yo asiento poco convencido, por lo menos con la parte de la memoria. “Cito porque es una forma de diálogo; a veces creo que he dialogado más con entidades fantasmales —Madame Bovary, Gregorio Samsa, el Quijote—, que con gente de mi vecindario”. Nuevamente asiento incrédulo (ha saludado a por lo menos cinco personas desde que llegamos al café, y más tarde él mismo aceptará ser una persona sociable). Le pregunto a Roca por sus hábitos de escritura. Lo primero que hace es eximirse de excentricidades: “Dicen que Hemingway tenía que escribir de pie… patético. No mantengo una disciplina draconiana para escribir poesía. Creo que hay un momento en el que el inconsciente está a favor y fluyen mejor las cosas; cuando no hay una excesiva conciencia de lo que se hace”.
El poeta maestro
alcanzar. Entonces terminó el colegio con displicencia y duró veinte días como estudiante de filosofía en la Universidad Bolivariana. “Digo que son treinta por presumir, para que la gente piense que tengo un aparato filosófico muy importante”. Desde ese momento inició una indisoluble relación con la lírica. Me dice que inicialmente escribió cuentos. El primero que publicó se llama “El éxodo”, en un suplemento del diario La República. “En esos momentos me interesaba más el contar que el cantar, el narrar que el crear atmósferas poéticas”. Bueno, pero no se vive de atmósferas poéticas, “¿De qué vivía cuando salió de la universidad?”, le pregunto. “De milagro”, responde y ríe por dos segundos. Lo cierto es que contaba con la complicidad familiar, y consiguió algunos trabajos en librerías, bibliotecas, y uno como secretario de la Liga de Baloncesto de Antioquia. “En realidad, no se vive de la poesía, pero sí de cosas aledañas a ella. En el Magazín Dominical me contrataron por poeta y no por periodista. Los talleres de Creación Poética en la Casa de Poesía Silva me los ha dado la poesía. Mis pequeños premios, también”. De sus premios literarios habla con discreción; pero de sus autores favoritos habla con orgullo. “No soy eru-
Son un poco más de las seis de la tarde y dentro de media hora empieza el taller que él dirige en la Casa de Poesía Silva. Le pido que me deje acompañarlo. Hay 14 personas sentadas alrededor de una enorme mesa de madera encabezada por Roca. El poeta habla sobre el papel de las metáforas y la importancia de las imágenes en la lírica. Mantiene la misma propiedad que mostró en nuestra conversación en la cafetería. Entre los talleristas surgen algunas preguntas, pero poca controversia. Él cita a García Lorca: “Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato”. Declara que considera Un poeta en Nueva York como uno de los libros que revolucionó la lírica hispana. Escucho por segunda vez una referencia a ese poemario: “Creo que fundamentalmente soy alguien que intenta escribir poesía. Cuando yo leo Una temporada en el infierno (de Rimbaud), Los cuadernos del duino (de Rilke), España, aparta de mi este cáliz (de César Vallejo), Un poeta en Nueva York (de García Lorca), las alturas épica y estéticas que han logrado estos señores, me parece casi grosero decir que yo soy poeta”. Nuevamente, un asomo de humildad. De repente suena un teléfono celular. “No es mío”, responde con una sonrisa Roca, que no tiene celular. Alguien hace una pregunta sobre el nivel de conciencia que se debe alcanzar para la escritura de un poema. Él afirma que hay momentos que pueden ser llamados de “inspiración”, pero que no bastan por sí solos. La composición tampoco puede ser un
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“La mayoría de mis poemas nacen en la calle, y desembocan, cuando desembocan, en el poema.”
ejercicio completamente racional, porque “cuando un pájaro se pone a pensar que está volando, seguramente se cae”.
Y habla desde la experiencia, porque Roca publicó su primer poemario hace 21 años y desde entonces su labor en la lírica ha sido continua. Lo cierto es que ha reflexionado e investigado su oficio lo bastante para saber su lugar en la escala de poesía universal frente a los grandes maestros, para responder sin vacilación a las preguntas de un periodista novato y, probablemente, para citar con pertinencia alguna frase ajena en una conversación sin pasar por presuntuoso.
A pesar de algunas menudas gotas solitarias, la amenaza de lluvia desapareció. Hay poca gente en las calles. La conversación continúa pausada, cortada por intervalos de silencio. Entonces recordé unos versos del poeta: “La hora en que el sueño se desliza / como un ladrón por senderos de fieltro / los poetas beben aguas rumorosas / mientras hablan de la oscuridad / de la oscura edad que nos circunda”. Es el poema titulado “Diario de la noche”, escrito en 1977. “Lo bueno de estas caminatas es que uno llega a dormir con gran facilidad”, me dice. Son cerca de las diez de la noche, pero no es sueño lo que hay en mi mente. Y no soy un poeta ni bebo de aguas rumorosas, claro. Llega el momento de separarnos. Nos damos la mano y le agradezco sin decir más, pero no me alejo aún; me quedo parado frente a la calle vacía y miro hacia atrás. Veo la espalda del poeta alejarse, aún balanceando su paraguas bajo luces mortecinas. Me vuelvo a preguntar si estará componiendo algunos versos.
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El más premiado
Juan Manuel Roca Vidales nació en 1946 en Medellín. Pasó su temprana infancia en París y los primeros poetas que lo marcaron fueron André Breton, César Vallejo y Rubén Darío. Su primer libro es el poemario Luna de ciegos, de 1975, al que siguieron unas doce colecciones de poemas y varias antologías. También es reconocido como ensayista (Cartógrafa memoria, Museo de encuentros) y periodista cultural, con el cargo de coordinador del desaparecido Magazín Dominical de El Espectador durante más de diez años. En 2001 lanzó su primer libro de cuentos, Las plagas secretas y otros cuentos, y dos años más tarde, una novela: Esa maldita costumbre de morir. La Universidad del Valle le otorgó un doctorado honoris causa en literatura. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus en 1975, el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia en 1979 y en 2004, un jurado integrado por Darío Jaramillo Agudelo y Manuel Borrás le concedió el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia.
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Eso pienso mientras lo escucho leer su ensayo “La poesía, una casa donde ocurren paisajes”. Miro la mesa de madera distraídamente: se extiende hasta la cabecera, donde el poeta repasa su texto con gravedad. Frente a mí, entre muchas otras leyendas talladas, veo una que reza: “Diana, te amo con profundidad. Att.: Nixon”. Demasiado prosaísmo para una casa de poesía, pensé. Y salimos de la casa en La Candelaria.
En febrero de 2007 ganó el Premio de Poesía José Lezama Lima, de Casa de las Américas (Cuba), por su obra Cantar de lejanía, publicada por el Fondo de Cultura Económica de México. Estuvo casado y tiene una hija llamada Andrea, comunicadora social.
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Por Juan Sebastián Lozano juansebaslozano@hotmail.com Fotos Adrián Prada (Colombianet.com)
Diálogo con el señor Plátano René Segura es el líder de la banda Odioabotero. Es el predicador del “no importa”, ex poeta maldito y candidato presidencial. La banda colombiana que mantiene vivo el espíritu del rock pronto lanzará su segundo disco con mucho más terrorismo artístico.
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Tarde de domingo en Rock al Parque 2004. Sobre el escenario, Ely Guerra. Todo era color rosado. Dos rubias extasiadas se movían y se tocaban en primera fila, yo fumaba y la hermosa cantante me miraba a los ojos, bailaba para mí. Cuando los Ely terminaron de tocar, dos quinceañeros me pidieron el cigarrillo, más bien me lo raparon; comentaban que la banda que tocaría a continuación era la mejor, “la rechimba”. Poco a poco desaparecieron las rubias y el sitio se llenó de tipos muy jóvenes, algunos de aspecto callejero, crestas de colores, jeans rotos, chaquetas de anarquía, caras de asesinos en serie. Fueron desplazando con decisión a los que estábamos ahí y se tomaron el centro del lugar. Nunca había escuchado a Odioabotero. Desde la esquina de los miedosos encendí otro cigarrillo. En la tarima apareció un tipo moreno, peinado por la mitad, con una camiseta de Odioabotero metida en el jean y zapatos de padre de familia. Parecía uno de los que anuncian a las bandas y, efectivamente, le dijo al público que Cabas no vendría al festival pero sí el reverendo Reggaeman. La tarde se oscureció, llegaron los músicos y el anunciante empezó a cantar. Los recién llegados se movían en círculos lanzando puños y patadas, el famoso “pogo” criminal había comenzado. René, el cantante, se salía de todo cliché rockero, parecía un cristiano común, pero
Carolina
Cantor
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Me encontré con René Segura un viernes en la noche en el centro comercial Iserra 100. El tipo estaba con gripe y sentado al lado de un anciano que dormía leyendo El Tiempo. Decidimos tomar un tinto en el piso de los restaurantes, frente a la pista de patinar donde dos rubios obesos se deslizaban cogidos de la mano.
Primero fue Basura René Segura es un bogotano de 29 años que lleva cerca de 14 metido en la escena del rock de la ciudad. Desde pequeño se interesó en la música, y su primer encuentro fue con el piano clásico; durante ocho años recibió clases con una profesora particular, bases sólidas para su futuro oficio. Su hermano mayor lo inició en el rock sin presionarlo, mostrándole lo que hicieron The Beatles y Led Zeppelin y
En el colegio empezó a tocar la guitarra, pero tuvo algunos conflictos porque es zurdo y los profesores querían que tocara con la derecha. En 1988 aprendió solo a tocar la guitarra eléctrica y las bases de piano sirvieron para sacar las partituras de las canciones de los Guns y empezar a montarlas. “Hice una conversión bastante absurda: yo soy zurdo y puedo tocar al revés con cualquier guitarra, lo que hago es voltear los acordes, el re me queda arriba y toda la vuelta, para poder tocar más tranquilo”. Cuando todo empezó a sonar bien, conoció a Alejo, hoy bajista de Odioabotero, consiguió un amplificador para la guitarra y formó Basura, su primera banda oficial. El grupo de garaje comenzó haciendo covers de los amados Guns’n roses y de Nirvana, pero al poco tiempo estaban haciendo sus propias canciones a ritmo punk con un contenido social y político. “Mucha gente me pregunta hoy por qué no hago canciones políticas. La respuesta que tengo es que ya hice esa tarea: en Basura nos íbamos contra toreros, contra políticos, la vaina adolescente. Yo tenía 17 años, el grupo duró como del 94 al 97, fue mi primaria en el rock”. Con esta primera banda sacó dos demo-tapes de 200 copias cada uno y se vendieron. “Tocamos en todos lados: si me decían ‘camine a tocar a Kabul’, vamos; si me invitaban a una fiesta de zorreros, vamos y tocamos”. El bajista dejó la banda por irse a trabajar y el proyecto Basura terminó. En 1998 René formó Defenza, con Jaime —hoy guitarrista de Odioabotero—, un proyecto que alcanzó mayor popularidad en la ciudad y cuyas letras tenían otros matices. Con este grupo llegó más lejos, sacó por primera vez un CD (en 1999), hicieron conciertos Odioabotero en Rock al Parque 2006
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De los “toques” que vi en ese festival, el de Odioabotero es el que más recuerdo: me hizo sentir vértigo, envidia, incluso miedo; fue imprevisible. Sacó a los turistas como yo de la comodidad. En sus letras se destacan la irreverencia y el humor, algo poco común en las bandas colombianas, unos buenos gritos y la rapidez enérgica del punk y el hardcore. Me gustó el irrespeto a lo sagrado, la parodia que hace el vocalista del movimiento de cabeza de los metaleros, la parodia al misticismo rastafari con la aparición de Reggaeman, el líder espiritual de San Andresito Island.
comprándole su primera guitarra. En 1989 consiguió Apetite for Destruction, de los Guns’n roses, que lo inspiró para formar una banda.
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cantaba endemoniado: “Querido Niño Dios, yo me he portado muy bien todo este año… Querido Niño Dios, yo sólo quiero que me regales un cáncer”. Era todo un ritual. Los que estábamos contra la barrera no sabíamos si mirar al grupo que sonaba con mucha fuerza o esquivar las patadas de los que pogueaban demasiado cerca. Junto a René cantaba con decisión Carolina, de aspecto dulce: “Qué es el bien, qué es el mal, qué se debe hacer, me vomito en su moral”.
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grandes y rodaron por varias ciudades. “En esa época yo me metía al ‘pogo’, pero ya no lo hago más, se pone muy caliente. La gente ve que se baja el que está cantando y todos a darle; terminaba magullado; mi doctor me lo prohibió. Soy un amante de los ‘pogos’, será de las cavernas, pero a mí me parece que es una reacción muy interesante con la música”.
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Después de la ruptura de Defensa, Jaime y él formaron Odioabotero en 2001. ¿El nombre? Una toma de posición frente a algo, una denuncia a la falta de imaginación en el arte, a la repetición de fórmulas como éxito seguro. Alejo, el bajista de Basura, regresó; también reclutaron la voz femenina de Carolina Cantor. Ella estudiaba música en la Universidad Nacional y nunca había tenido una banda de rock, pero esto no afectó su importante papel en la banda. “Es la marca de Odioabotero: dos voces líderes así no se ven todos los días… Es bacano eso de yo decir las bestialidades y ella otras cosas, le da mucha frescura al grupo”. En 2004 la banda sacó su primer álbum del mismo nombre. Las letras de Odioabotero tratan de jugar con el oyente y exploran lo absurdo con ingenio; van desde el ataque a algunas instituciones, como la policía y la familia, hasta historias personales que para un punk radical pueden parecer triviales.
Los otros René es bastante crítico con la situación actual del rock en Colombia: “Yo he estado como desde el 94 en la escena, en la underground por el lado de Basura, y lo que veo es que aparecen muchas bandas y desaparecen el doble porque el camino es difícil. Las vainas que yo ataco es que sean copia de otros, yo no voy a decir que Odioabotero es la idea más genial del mundo, que nos inventamos el rock, pero no estamos copiando a otra banda. Lo que a mucha gente le falta es esa identidad a veces un poco jodida de encontrar en el rock’n roll”. Odioabotero en Rock al Parque 2006
El personaje del reverendo Reggaeman es un doble de René con dreadlocks, una especie de parodia a la figura sagrada de un líder rastafari. “Yo sé que por el cuento del reverendo Reggaeman algunos grupos de reggae no me llevan en la buena, y es que ellos nunca entenderán que mi lema es ‘No importa’. Es Reggaeman más que Rastaman; la idea mía es esa destrucción de las creencias traídas de cualquier lado, que porque el pelo se me pega soy rastafari de agua dulce. El reggae es un gran estilo de música y ya se volvió una religión para ellos, yo no me les creo el cuento. Reggaeman es una burla a ese misticismo”. El camino a la fama parece fácil, pero las bandas que ahora tienen algo de nombre llevan muchos años tocando. “Me encanta contar la historia de Basura y Defenza para que la gente sepa que llegar lejos es un proceso arduo. Hay bandas que me piden que les ayude y les digo que hay que ganarse las cosas. A mí no me regalaron nada”.
Vómito existencial Las líricas de Odioabotero son originales, y quienes han ido a sus conciertos saben que se encuentran con el verdadero sentido del rock’n roll: emoción, riesgo, rabia, libertad, ruptura ante lo establecido. “No hago otra cosa porque para mí el punk es libertad tanto de interpretación como de líricas. Lo más contradictorio que podría hacer sería ponerles límites a las letras. También por egocentrista me gusta hacer canciones que la gente no entienda, ¿por qué todo el mundo tiene que entender las canciones? El espectro es muy amplio; si me hubiera encerrado a hacer punk político, estaría pendiente todo el día de lo que dice Uribe; no me gusta seguir una sola línea”. En una entrevista con el Canal RCN, el grupo le regaló a la entrevistadora un volante en el que aparecía el Divino Niño con la cara de René. En la nota que salió apareció el volante, y los feligre-
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ses del Veinte de Julio quedaron escandalizados; hasta un cura lo calificó de enfermo mental. “Ese es el tipo de provocación que me gusta, no hay que arrodillarse. No quiero ser egocéntrico, pero para mí Odioabotero es el resurgimiento del rock’n roll”. Además del trabajo con la banda, René ha escrito varias poesías que reunió en una antología titulada He sido, con influencia de Raúl Gómez Jattin y Baudelaire. “Yo siempre he tenido esa maldición de las depresiones, ese vacío existencial, esas preguntas que siempre me atacaron, sobre todo en la adolescencia. Gómez Jattin dijo que muchas veces los escritos de uno son sus nuevos enemigos; a veces son las cosas que uno lastimosamente tiene pero que las expulsa. Tengo claro que no soy poeta, y creo que la poesía ya terminó para mí. Vomité lo que tenía que vomitar”.
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He sido se puede conseguir en la página web del grupo —www.odioabotero.gq.nu—, al igual que su obra más importante: Diálogos con el señor Plátano. Este libro, escrito por el reverendo Reggaeman, predica el “no importa”, la filosofía de su mesías, el señor Plátano, la filosofía de René. “La idea del ‘no importa’ no es que nada importe, sino mirar qué cosas realmente deben importar. Es un libro que le puede cambiar la vida, y si no se la cambia, no importa. Si es un buscador de la verdad, échese una leída; por ahí hay alguna enseñanza. Créame que yo hubiera matado por tenerlo hace unos años”. Diálogos con el señor Plátano, además de ser psicoterapéutico, es muy divertido, se burla un poco de los libros sagrados de las religiones e incluso del Zarathustra de Nietzsche. “La mentira más grande sería decirle que yo me inventé el ‘no importa’ o al señor Plátano; lo descubrí, de genialidad no hay nada”.
“La victoria es nuestra así perdamos” En 2006 René fue candidato no oficial a la Presidencia de Colombia con el lema “Porque voy a
ver qué puedo hacer, y si lo puedo hacer, lo haré”. Algunos programas de radio y de televisión le dieron un espacio. “La candidatura empezó como una idea de esas estúpidas que uno tiene, porque yo siempre he sido muy anarquista, muy apolítico, nunca he votado, muy fuck the system”. El año pasado la revista Shock lo invitó a un conversatorio de músicos con Uribe en la Casa de Nariño. René le dio al presidente el volante de su candidatura con la frase: “La victoria es nuestra así perdamos”. “Con tristeza tengo que decir que los músicos de acá son muy mamertos; no quisiera dar nombres propios, pero hubo gente muy lambona. El sentido que tenía la conversación se jodió por ellos. Uribe me pidió que cantara y yo le dije que solo gritaba y le cité: ‘Dejen que los gringos se apoderen del mundo que igual el mundo es una mierda’; el tipo levantó la ceja y me pidió otra. ‘Yo tampoco maté a Galán / yo estaba en Soacha pero comiendo una almojábana’. Me dijo: ‘Usted es un iconoclasta,¿cierto?”. Su proyecto es ser candidato oficial en las próximas elecciones presidenciales. “No sé si lo logre, pero estoy recolectando firmas. La idea es ser candidato sin tener movimiento ni experiencia y tengo tres años y medio para intentarlo. Quiero ser al menos la piedra en el zapato de alguien, dar lora de nuevo en el 2010”. Y para no descuidar la música, sacará en pocos meses su segundo disco con el nombre Kill the cuentero, en cuya grabación participó Iván Benavides. La inteligencia e imaginación son sus armas contra el vacío existencial, también contra fachos, radicales y estúpidos. El “zurdo” tomó el mejor camino, no sigue la moda de la tribu, lo suyo es el punk, pero no tiene cresta. Su apetito de destrucción es en verdad de creación, su arte es ejemplo para bandas y autores del futuro y entretenimiento antifamiliar.
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Al Hospital San Ignacio, de la Javeriana, llegan diariamente cerca de 60 madres con sus bebés prematuros. Hacen parte del Programa Madre Canguro, que nació hace casi tres décadas en el Hospital Materno-Infantil. Un tratamiento exitoso basado en el puro calor humano.
Texto y fotos: Mónica Castro Betancourt monica.castro@cable.net.co
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Al igual que los canguros, las madres de quienes nacen antes de tiempo llevan a sus “crías” en una “bolsa” en contacto piel a piel hasta que el bebé completa el tiempo de gestación o el peso ideal para desarrollarse. Es una forma de ganar no sólo peso, sino también afecto, calor y leche materna.
++++++++++++++++ ++++++++++++++++ ++++++++++++++++ ++++++++++++++++ ++++++++++++++++ ++++++++++++++++ Hace 29 años, el médico Édgar Rey Sanabria promovió ++++++++++++++++ esta técnica, conocida mundialmente como Programa ++++++++++++++++ Madres Canguro, para subsanar la falta de incubadoras en el Hospital Materno-Infantil, de Bogotá.
El programa convirtió a la madre en una fuente de calor humano para el recién nacido “sano” que tuviera bajo peso al nacer (menos de 2.000 gramos) o menos de 37 semanas de gestación. El objetivo fue
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dar “amor, calor y alimentación” a estos bebés como si no hubieran salido aún del vientre. En 1989, en la Clínica San Pedro Claver, del Instituto de Seguro Social (ISS), junto con los directivos del Instituto Materno-Infantil y bajo la coordinación de la pediatra Natalie Charpak, se realizó un estudio observacional con los niños del Programa Madres Canguro. Los resultados demostraron que esta técnica no ponía en riesgo la vida de los prematuros; sin embargo, quedaron dudas respecto a nutrición y el crecimiento de estos bebés. Tras nuevas investigaciones, en 1994 se creó la Fundación Canguro en Bogotá, con Charpak y la neonatóloga Zita Figueroa a la cabeza, con el propósito de comprobar la validez científica del método.
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Después de 20 años de atención a las madres afiliadas al ISS, Charpak y Figueroa presentaron el Programa en la Universidad Javeriana con el fin de cubrir las demás empresas promotoras de salud (EPS) y prestar mayor atención a los bebés prematuros. Es así como desde hace cinco años a este hospital universitario llegan diariamente alrededor de 60 madres con sus pequeños “canguros”. Algunas EPS, como Saludcoop y Colsubsidio, ya han puesto en marcha su propio programa, siguiendo los protocolos del ISS en los tradicionales programas Madre Canguro del Materno Infantil y la Clínica del Niño del ISS.
Bogotá, ¡2.600 metros más cerca del parto prematuro! La edad de gestación de un ser humano “a término” oscila entre 37 y 40 semanas; si nace antes, es un bebé prematuro. Las causas de estos partos pueden llegar a ser físicas, patológicas, sociales y médicas. “Los partos prematuros pueden darse por embarazos no deseados, el tipo de embarazo, la adolescencia, el trabajo que realiza la madre, el estrés; incluso las mujeres que trabajan mucho tiempo sentadas aumentan la posibilidad de partos prematuros. Últimamente vienen cada vez más adolescentes, pero eso hace parte del aumento de la reproducción sexual en
esa edad”, según la psicóloga del Programa Canguro, Martha Cristo. La preclampsia de la madre durante el embarazo causa la mayoría de partos prematuros porque produce presión alta, edema y proteína en la orina de la mujer. Los médicos conocen sus síntomas, pero aún no han descubierto qué la ocasiona; al parecer es por la altura de Bogotá. Lo que sí han observado es que la mujer deja de tener preclampsia en cuanto nace el bebé.
++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ ++++++++++++++ Al nacer el bebé prematuro, permanece en una ++++++++++++++ incubadora mientras supera la inmadurez; poco a ++++++++++++++ poco la mamá le enseña a succionar, ya que estos ++++++++++++++ niños aún no tienen desarrollado este reflejo. ++++++++++++++ Cuando ganan un peso mínimo de 2.000 gramos, se ++++++++++++++ ++++++++++++++ retiran de la incubadora y se convierten en “bebés ++++++++++++++ canguro” a quienes la madre pone dentro de una ++++++++++++++ faja de licra en posición de rana, con sus piernas ++++++++++++++ debajo de los senos, y la mejilla contra el pecho de ++++++++++++++ ella. “Esto hace que el bebé oiga, vea, sienta, huela ++++++++++++++ y pruebe a su mamá. Es lo que más se parece a estar +++++++++++++++ dentro del vientre; su sistema nervioso se desarrolla +++++++++++++++ +++++++++++++++ mejor”, explica la neonatóloga Figueroa. +++++++++++++++ Pero no sólo las madres pueden ser canguro, los pa+++++++++++++++ pás y otros familiares del bebé pueden cargarlo junto ++++++++++++++++ a su pecho: “A muchos bebés les atrae más estar en el pecho del papá, ya que de los hombres brota más calor corporal que de las mujeres”, añade Cristo. “Lo único que no hace esta persona es amamantarlo, excepto en las ocasiones en que la madre del bebé no pueda dar de lactar o quizás porque la
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“La Fundación Canguro se creó con el fin de realizar investigaciones que ayuden a mejorar el programa. Antes, el niño se quedaba en la incubadora hasta que ganaba peso, pero el doctor Rey vio que los marsupiales terminaban su gestación afuera y pensó que en vez de dejar al niño en una incubadora, estuviera en el pecho de la mamá”, afirma Figueroa, coordinadora del Programa Madre Canguro Integral.
tribuye a altos índices de mortalidad infantil durante el primer mes de vida. Esto tiene lugar principalmente en los países en desarrollo, en una distribución que coincide con la de la pobreza”. La OMS concedió su apoyo al Programa Madre Canguro como procedimiento eficaz y fácil de aplicar que fomenta la salud y el bienestar tanto de los recién nacidos prematuros como de los nacidos a término. Debido a la inmadurez del bebé prematuro, algunos órganos, como los pulmones, el cerebro y el corazón, deben terminar su desarrollo fuera del útero. “Son niños en alto riesgo social, cognitivo, físico y de aprendizaje; acá se recrea el ambiente uterino, tratando de que termine su maduración en las condiciones más parecidas al vientre”, explica Cristo. Amanda Martínez, “madre canguro” de Samuel Alejandro, que nació de 34 semanas, dice mantener a su hijo las 24 horas del día dentro de su “bolsa” excepto para cambiarle el pañal o para bañarlo. Se debe procurar mantener a estos niños lejos del contacto de personas distintas a los padres, ya que tienen bajas defensas.
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Algunas de estas madres canguro cargan, además de la criatura, una botella de oxígeno que se le suministra de manera permanente al bebé hasta que pueda respirar por sí solo. Es el caso de las mellizas Mariana y Zara, quienes nacieron de 32 semanas porque su madre, Mónica Herrera, comenzó a dilatar antes de cumplir 37 semanas de gestación. Aproximadamente un 14% de los bebés prematuros nacidos en Bogotá son producto de embarazos múltiples; “esto sucede sencillamente porque los bebés no caben dentro del útero, así que la madre comienza a hacer el trabajo de parto prematuramente”, aclara Figueroa.
madre haya fallecido; en tales casos otra mujer que esté lactando puede alimentar a ese bebé”, aclara la doctora Figueroa.
Cada vez se salvan más niños Según el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “Kangaroo Mother Care: A Practical Guide”, publicado en 2003, “todos los años aproximadamente 20 millones de niños nacen con poco peso, ya sea por no concluir el período de gestación o no desarrollarse debidamente en el útero, y aunque no se conocen debidamente las causas subyacentes, la situación con-
“Cuanto más prematuro, más inmaduro es el pulmón. Los muy prematuros desarrollan displasia pulmonar, hay que esperar a que el pulmón madure y por eso se les pone oxígeno. El corazón y el pulmón son los órganos que más cuidado requieren”, enfatiza Figueroa. Por ello la atención del Programa Canguro se extiende hasta el primer año de vida del bebé para evitar que sufra de enfermedades como sordera, ceguera o trastorno psicomotor. Y cuando pasan todas las pruebas de valoración, cumplido el año, el niño de madre canguro alcanza un desarrollo social mayor a la hora de relacionarse que el de los niños nacidos a término, debido al gran afecto que reciben. “El niño canguro es más tranquilo y más sociable”, concluye Cristo.
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Cuentos de otras latitudes
Por Mónica Castro Betancourt monica.castro@cable.net.co Fotos del autor
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El perro, el voyerista, la ambulancia y la vecina es el título del libro que ganó el Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá 2006, otorgado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y que saldrá publicado en la próxima Feria del Libro. Una propuesta refinada de escritura sobre mundos aparentemente ajenos pero cercanos por su cotidianidad, que el autor comparte con la reportera de Directo Bogotá.
Sus constantes viajes a Europa le permitieron a Manuel José Rincón Domínguez, periodista y jefe de prensa de la Comisión Europea, recoger las diez historias que componen este libro, cuya mezcla de realidad y ficción transporta al lector a otras geografías, con un lenguaje de exquisita factura y ricas imágenes. Pero las ciudades que menciona Rincón son más que un escenario: el lector podrá ubicarlas en Bogotá, Cali, Medellín. “Podrá cambiar el nombre a los protagonistas y le aseguro que son cosas también vividas acá”, asegura el autor, que nació en 1963 en Bogotá, donde ha vivido siempre. Al leer relatos como “Las casas de la señora Oortman”, “El vuelo del buitre”, “La mano del ángel”, “Tres kilos de más”, “Una espina en mi rosa”, “El libro en el oasis”, “La pócima para Valentina Kovarikova”, “Noche nórdica”, el lector se sumerge en un viaje continuo por el viejo continente. Con “La daga de Alexanderplatz” —una historia que surgió de un aviso clasificado— visualiza el conflicto del holocausto e identifica el prototipo de antiguos criminales nazis. Por ejemplo, la historia de “El perro, el voyerista, la ambulancia y la vecina” surgió de lo que veía por la ventana: una vecina que se asomaba develando sus encantos mientras al otro lado se desvelaban por ella. “La historia de las casas de la señora Oortman nace de la visita que hice a un museo de miniaturas en Ámsterdam. La señora había dedicado toda una vida a la construcción de esa casa de miniatura; me imaginé su vida y me dediqué a reconstruirla”, cuenta Rincón. “También me inspira escribir a partir de las historias que mis amigos y amigas me confiesan. Me levanto cada día antes de las cinco de la mañana para sentarme a escribir hasta las siete; es una inspiración
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“Sólo sueño con tener más tiempo para escribir y hacerlo bien; quiro tener ese tiempo para trabajar con el respeto que se merece la literatura”.
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que va atada a la disciplina, tomo nota de todo lo que pasa a mi alrededor y voy armando películas en mi cabeza”. Sus cuentos no están exentos de humor y picardía. “Escribí ‘La mano del ángel’ porque en la realidad uno ve que los políticos siempre tienen a un brujo o a un astrólogo con el que buscan el poder, así que quise dar a conocer el poder que hay detrás de los brujos y, sin darme cuenta, la realidad superó a la ficción, como en el caso de la Fiscalía que sucedió el año pasado”. Le atinó también a la coyuntura sin buscarlo con el relato “Tres kilos de más”, donde mezcla la realidad que aparece en los diarios, la ficción y algunas de esas confesiones que le hacen sus amigas. Así logra meterse en la epidermis de la protagonista con el cuidado de un cirujano. “Ahora soy anoréxica. Sin embargo, por mis tres kilos y 138 gramos de más, me han mirado más hombres esta semana que en el pasado, tampoco fueron muchos, o quizá no me di cuenta desde que dejaron de gustarme, aunque le confieso, aún me seducen. ¿Por qué dejaron de gustarme? No sé, por lo general se vienen más rápido de lo que se van, se
{51} vuelven un estorbo; y ni siquiera un estorbo despierto, sino un pegote dormido, una masa sudorosa que no habla, sino que ronca. Un zoquete pidiendo sexo a la hora del desayuno.” Bien lo reconoció el jurado en el acta: “La obra denota conocimiento, manejo de la técnica narrativa y dominio del género. El conjunto logra una calidad sostenida a lo largo de los diez relatos. Presentan riqueza expresiva, hondura en el manejo de las situaciones y universos narrativos sugerentes. El autor demuestra una escritura sólida y manejo de los diferentes puntos de vista. Los títulos del volumen y de cada uno de los cuentos tienen, también, una certera factura literaria”. Este cuentista es fanático de la escritora francesa Marguerite Yourcernar y del novelista alemán Hermann Hesse (Premio Nobel de Literatura en 1946). Con ellos aprendió a pasar de los temas históricos a los fantásticos y cotidianos, buscando explorar otros mundos. “Sólo sueño con tener más tiempo para escribir y hacerlo bien; quiero tener ese tiempo para trabajar con el respeto que se merece la literatura”, dice el autor que hasta ahora permanecía inédito.
Bogotá ‡‡‡‡ en la RED
La web para
escritores rechazados
Por Lina María Medina Estrada linaska83@hotmail.com
Como los pintores impresionistas que a finales del siglo XIX decidieron montar su propio salón en París, tres escritores residentes en Bogotá crearon un movimiento de “rechazados” y decidieron montar sus obras en la página http://escritores-rechazados. blogspot.com/. Identificados como Las Filigranas de Perder, no tienen pierde en el ciberespacio. Allí son imbatibles.
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Frustrados por la indiferencia de la industria editorial “más interesada en el arte de vender que en el de escribir”, Néstor Pedraza, Alex Acevedo y Carlos Ayala crearon un movimiento literario para rescatar a los escritores rechazados y para reunirlos en un espacio al alcance de todos, donde las letras no tienen límites: un blog literario. Todo empezó con una carta que les envió el Grupo Planeta en 2003 negándoles la publicación de su primera obra a seis manos: El instalador (novela negra sobre un asesino en serie y ganadora en 2002 de una mención de honor en el Concurso Nacional de Novela). Fue el inicio del blog Las Filigranas de Perder, que sin proponérselo empezó a calar entre los lectores. Tres años después, en 2006, “Siete hierbas y un gatito”, el segundo capítulo de El instalador, fue incluido en la antología de nuevos escritores de Arango Editores. Sin embargo, “como en nuestro país todo sucede al contrario y a veces ganar es pasar al olvido”, en palabras de Pedraza, decidieron continuar su proyecto con el Taller de Ensayo y Cuento “En la Inmunda”, alejado del academicismo literario y que los pusiera en contacto con otros escritores. “En la inmunda” ha sido el espacio para crear cuentos de vampiros, relatos ciberpunk, crónicas, minificciones, artículos, relatos eróticos y sobre la locura. En ellos vislumbraron a un conde que no
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lograba llenar su abismo con la muerte, la tortura y el dolor de los demás; a Elena, que frente al pelotón de fusilamiento esperaba su transmutación; a unas vacas voladoras en una sociedad donde nada puede ser como lo que es, y un barrio, Potosí, que pone de moda un software hipnopédico. Mundos que mezclan realidad y ficción con una intención crítica y una escritura arriesgada.
edraza. Néstor P
Como sostiene Alex Acevedo en su artículo “Nace el club del fracaso”, el acto de escribir puede considerarse como una derrota ante ciertas condiciones del mundo, en la medida que un escritor nunca se siente satisfecho con lo que escribe y, además, busca darlo a conocer. “Sucumbe a la tentación de dar a conocer su fracaso; pero si todos los derrotados del mundo se unen y ponen sus mentes al servicio de la literatura, temblará la Tierra y del suelo brotarán gusanitos de colores pastel, estampas rosadas, figurines. Bien, quizás no caigan de su pedestal los farsantes, pero este bello coro de derrotados, entonando a todo pulmón el himno de su desdicha, dañará de seguro el amanecer de las amas de casa, agriará la sopa del ejecutivo exitoso y provocará soltura estomacal en todos los autosatisfechos.” Con el apoyo de algunos personajes, como Alberto Salcedo Ramos, Isaías Peña y Patricia Covarrubias, embajadora Universal de la Paz en México, el movimiento Las Filigranas de Perder reivindica las ganas de escribir por amor a la literatura.
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Toda forma de creación literaria contaminada de formalismos, pretensiones económicas y reconocimientos a través de premios queda relegada, para empezar a innovar con creaciones colectivas y encuentros amistosos, como terapia e incluso como bohemia —a la vieja usanza—, al establecer un vínculo entre talentos que crecen en el anonimato. Bastan estos versos de Pedraza para captar la filosofía del movimiento: ¡Qué cansancio buscar el éxito o la fortuna! ¡Qué hastío el poder y la fama! ¡Qué rápido se evaporan los bienes materiales! ¡Qué asco tanto afán por la mera voluptuosidad de la carne y por la exaltación vana de los lujos! El arte y la naturaleza proveen la belleza, el orden y el caos. El amor provee la dicha y el dolor. La imaginación provee universos infinitos. No necesito nada más.
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Música
El grupo Majawa Colombian Groove
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Bemoles
Por Laura Angélica Vásquez M. sombradevioleta@gmail.colm
Desde lejos se escucha el retumbar de los tambores y el sonido alegre y a la vez melancólico de las voces cantadoras. Pum, pum, pum… Poco a poco el sudor impregna los cuerpos de olor a raíces y esencia ancestral. Se comienza a sentir la catarsis propia del ritual, de la rumba del fin de semana mezclada con la tradición que han venido a compartir con nosotros, simples citadinos ávidos de nuevas sensaciones, quienes cultivan y desarrollan el arte folk. Álvaro Arévalo, bajista del grupo de blues bogotano La Bifurcada, cree que, gracias al sentimiento exaltado de patriotismo por el que está pasando el país, es natural que se presenten fenómenos como éste, donde hay demanda de ritmos tradicionales en las fiestas y en los discos; además, resalta el hecho de que seamos un país caribeño, lo que repercute en que la mayoría de la música con ritmos bailables sea comercial. También critica la industria cultural que toma prestados ritmos para desgastarlos en música comercial: “Hablemos de casos concretos, por ejemplo, un vallenato se forma de 12 compases cada verso, las variaciones que se hacen ahora cambian esta forma. Eso ya no es vallenato, es simple pop con acordeón, pero eso no es ninguna fusión”. Para Daniel Chevair, arreglista, baterista y percusionista de la agrupación Majawa Colombian Groove, la fusión de música estriba en la interacción de elementos musicales para enriquecer el lenguaje: “Mezclar música consiste, más que en respetar, en estudiar los elementos de cada música. Por ser un arte sensible, no
de la fusión
se puede tratar como un producto. La música comercial en la mayoría de casos sacrifica sensibilidad por mercadeo. El tropipop no es ni siquiera un sancocho, no es fusión ni mezcla”. La propuesta de esta agrupación consiste en mezclar lo rural y lo urbano: de lo urbano toman el funk, y de lo rural, la música tradicional del Atlántico y del Pacífico, teniendo en cuenta que la cuna de todas es África. En las calles bogotanas se escucha tararear a Fonseca, Mauricio & Palodeagua, Maia, Bonka, Sin Ánimo de Lucro y San Alejo, entre otros que han tenido éxito al inyectarle aire latino a sus producciones. Pero el folclor puro o fusionado se aprecia de modo subterráneo en los bares, discotecas y eventos culturales, y se rescata en otros grupos incipientes que hacen uso de la fusión. Aunque no se han convertido en un fenómeno de magnitud, están abriendo el camino para recuperar y renovar nuestras manifestaciones artísticas y culturales. Entre éstos sobresalen Los Gaiteros de San Jacinto y Petrona Martínez o grupos musicales que se han aventurado en la fusión como Ale Kumá, Sidesteper o el reciente Choc Quib Town. Las expresiones musicales nos devuelven a nuestras raíces, dan una pauta para conocer otras gentes y otras maneras de ser. El baile y la música responden a las necesidades expresivas de nosotros, porque aquí pervive el pensamiento oral. Como la fusión nos permite mezclarnos, cumple un papel protagónico en el intercambio cultural. Da pie a la inclusión.
Fotos Javier Franco -
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Lunes en la calle 26, a la altura de la Embajada de Estados Unidos.
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Fotos Javier Franco Lunes en la calle 26, a la altura de la Embajada de Estados Unidos.